23/10/14

La Pirámide. Copi.








La Pirámide

Copi

PERSONAJES:
LA REINA
LA PRINCESA
LA RATA
EL JESUITA
EL  AGUATERO
LA VACA SAGRADA
EL FANTASMA DE LA RATA
EL TURISTA


La reina, la princesa, la rata
PRINCESA: Mamá, una  rata.
REINA: ¿Quién es?
PRINCESA: Una  rata  que habla.
REINA: ¿Es un español?
PRINCESA: No,  habla  indio como  nosotros.
REINA: Hacelo entrar.
PRINCESA: Puede  entrar, Señor  Rata.
RATA: ¿Oh?  ¡Reina   mía!  Que  el dios  sol  le otorgue  una larga  vida  y una  dichosa muerte.
REINA: Gracias, puede  usted  hablar.
RATA: No  me atrevo, tanto tiemblo ante  vuestra belleza y poder ¡Sólo soy  una  vulgar  rata!
REINA: En los límites  de mi reino  incluso  las ratas tienen derecho a la palabra, a condición de que  hablen  la misma  lengua. ¿Dónde aprendió usted  el indio?
RATA: En los  jeroglíficos  de sus ancestros, oh, Reina  mía.
REINA: ¿Y cómo  llegó hasta  ellos?
RATA: En mi juventud  fui bibliotecario de su padre, el gran cacique Patoruzú.
REINA: Me  parece  haber  escuchado su voz en mi infancia.
RATA: Cuando usted  venía  a consultar los libros  sagrados posiblemente me haya  visto  entre  los estantes.
REINA: ¡Ah, es usted! ¿Cristóbal, si no me equivoco?
RATA: Me llaman  así porque  llegué a América Latina en la carabela del Signore  Cristoforo Colombo. Soy de su  mismo  pueblo.  Fui contratado como  grumete, como  llamaban en esa época  a  una  ratita.   Me escapé porque me golpeaban, y luego de prodigiosas aventuras encontré  asilo en lo del gran  Palalalú,  su padre.
REINA: Me acuerdo  de usted. Pero cambió  la voz.
RATA: He envejecido, ¡oh, Reina mía!
REINA: Y usted debe encontrarme bastante cambiada.
RATA: ¡Ha  alcanzado el resplandor  de una diosa!
REINA: Pero añoro  las épocas en que era una simple infanta.
RATA: No podemos  tenerlo  todo, ¡oh, Reina mía!
REINA: ¡Lamentablemente! ¡Soy ciega!
RATA: ¿Cómo  le ocurrió  esa enorme  desgracia?
REINA: La tradición inca dice que una reina debe ser ciega.
RATA: No obligatoriamente.
REINA: Sí en mi caso.
PRINCESA: Somos ciegas de madre a hija desde hace mil años.
RATA: Pero usted... usted, sin embargo, ve.
PRINCESA: Pero  no  cuando  sea  reina.  Cuando mi madre muera seré reina y voy a arrancarme los ojos sentada en lo alto  de la pirámide  sagrada.
RATA: ¡Un  verdadero escándalo!
REINA: Debemos  respetar  las leyes de nuestros  ancestros.
RATA: ¡Rebélense!
REINA: Si nos  rebeláramos, el pueblo  se rebelaría  contra nosotras.
PRINCESA: Ese es el problema.
RATA: ¡Pero  entonces huyan!
REINA: Es difícil.  Mi  hija  y yo sólo  tenemos tres  escudos entre  las dos.  ¿Dónde iríamos con  tan  poca  plata?
RATA: ¿Fueron  los españoles quienes les robaron todo?
REINA: ¡Para  construir la Argentina! Y sólo  nos queda esta pirámide.
RATA: ¿Y de qué  viven?
REINA: Comemos algunas raíces.
PRINCESA: Nos  morimos de  hambre. Hago tapices indígenas y se los vendo  al jesuita.
REINA: A veces me prostituyo.
PRINCESA: Mendigamos.
RATA: ¿Su pueblo no las ayuda?
REINA: Son más pobres que  nosotras.
PRINCESA: Estamos en juicio porque quieren comerse nuestra  pirámide.
RATA: ¿Tienen  ustedes  un  buen  abogado?
REINA: El jesuita.
RATA: ¡No se dejen engañar! ¡Tienen reputación de traidores!
REINA: Pero  éste es bueno. Le regaló a mi hija  un  par  de anteojos oscuros.
RATA: ¿Me  deja  ver?
PRINCESA: ¡No los toque! ¡Los va a rayar!
RATA: ¡Pero  no son  más que  unos  anteojos comunes!
REINA: ¡Quizás sean comunes donde vive usted,  pero  entre nosotros son  un lujo!
RATA: ¿Son tan  pobres como para  eso, entonces?
PRINCESA: Y más que eso.
REINA: ¿Y usted?
RATA: Yo hice una fortuna en Argentina. Tengo un Cadillac enorme.
REINA: ¿Es usted  rico?
PRINCESA: ¿Quiere comprarnos nuestros anteojos?
RATA: No,  gracias.
PRINCESA: ¡Mírelos! ¡Son hermosos!
RATA: No  los necesito.
REINA: Tenemos también un par  de medias  para  vender.
PRINCESA: Mi  madre las tejió  ella misma  con  mis cabellos porque ya no  teníamos lana.
REINA: Sacrificamos la última  oveja a la muerte de Palalalú, mi padre.
PRINCESA: Sólo cuestan tres  piastras.
REINA: Si se interesa en nuestras medias  y anteojos, puedo hacerle precio.
RATA: No sé si tengo  efectivo.
PRINCESA: Haga  un cheque.
REINA: ¡Vamos a poder comprarnos algo decente para comer!
RATA: ¿Tienen  una  lapicera?
PRINCESA: Sí, pero no funciona.
RATA: En estas  condiciones no puedo  hacerles  un cheque. Por  otra  parte, en su comarca no hay  bancos.
REINA: ¡Nosotras somos el banco! ¿Se olvida  de que soy la reina?
RATA: Bueno, escuche: tome, sólo tengo una piastra  y media.
PRINCESA: ¡Oh, gracias!
REINA: ¡Andá  a comprar una  vaca,  tengo  hambre!
PRINCESA: ¡Ah, qué bueno, una vaca! ¡Mi  parte  me la voy a comer  cruda!
REINA: ¡Yo la voy  a condimentar con  orina! ¿Se queda a cenar?
RATA: No  me gusta  la vaca.
PRINCESA: Le vamos  a servir  raíces  con  guarnición de lombrices.
RATA: Voy a comer  sólo  algunas raíces, si les parece.  Quédense  con  las lombrices para  el postre.
REINA: ¡Andá  a comprar la vaca!
PRINCESA: ¡Pero  sólo  hay  una,  y es la vaca  sagrada!
REINA: ¡No pasa  nada! ¡Quizás sea  la  última  vaca  de  mi vida,  pero  quiero comer una  vaca!
PRINCESA: ¡Yo me quedo  con el caracú!
REINA: ¡La mitad  para  cada  una!
PRINCESA: ¿Y traigo vino?
REINA: ¡Sí, diez litros! ¡Corré! ¡Corré!
La PRINCESA sale.
REINA: ¿De qué  estábamos hablando, querida rata?
RATA: Del tiempo, Reina  mía.
REINA: ¿Del tiempo?  No salí de mi pirámide en los últimos diez años. No  veo cómo podría hablar del tiempo. Usted  me miente.
RATA: No  hablábamos de nada, Reina  mía.
REINA: ¡Ah, es lo que  me parecía! Cuando mi hija no está aquí  mi memoria falla.
RATA: Es normal, su hija es el único lazo que tiene con el mundo.
REINA: Mi lazo con el mundo es el poder.
RATA: ¿Su  pueblo la  adora como adoraba al cacique Ulalampa, su madre?
REINA: Menos, es cierto; hice demasiadas tonterías.
RATA: ¿Cuáles, Reina  mía?
REINA: Nos comimos demasiada gente.  Se quejan. Pero estábamos obligadas para  no perecer. Mi hija tiene un apetito feroz.
PRINCESA (entra): No  quieren vender  la vaca.
REINA: ¿Por qué?
PRINCESA: Porque les da leche.
REINA: Pero con  el dinero se podrían comprar otra.
PRINCESA: ¿Qué  otra? Sólo  hay  una  y es la vaca  sagrada.
REINA: ¿Les dijiste  que era  para  mí?
PRINCESA: Saben  que es para  nosotras dos porque te vas de boca.  Dicen  que  comemos demasiado.
REINA: Cielos,  ¡qué  decadencia!
PRINCESA: Comamos la rata.
REINA: ¡Pero  es una  amiga  de mi padre!
PRINCESA: ¿Y qué importa? Bien que nos comimos  a tu padre.
REINA: No podemos comernos una rata  cruda. Transmiten una  enfermedad de origen  español porque vivieron mucho tiempo con  ellos. ¡Asémosla!
PRINCESA: Ya no tenemos leña.
REINA: ¡Comprá leña  con  las piastras!
PRINCESA: Sólo hay un árbol. Y es el árbol del jesuita.
REINA: Robémosle el árbol. ¿Tenés  una  sierra?
PRINCESA: ¿Robarle el árbol?  ¿Estás  loca?  ¡Se vengaría!
REINA: Peor  todavía, ¡comamos a la rata  cruda! ¡Siempre es mejor  morir  de una enfermedad española que morir de hambre! ¡Andá  a pedir  prestado el cuchillo!
PRINCESA: El jesuita lo confiscó.
REINA: ¿El cuchillo?
PRINCESA: Sí, dijo que  matábamos demasiado.
PRINCESA: Quizás él tenga   un  cortaplumas en  el  bolsillo. ¿Tiene  acaso  un cortaplumas, Señor  Rata?
RATA: ¿Para  qué?
PRINCESA: Para  desenterrar las raíces  que vamos a servir en la cena.
RATA: ¡Se desentierran con  la mano!
REINA: No quiero romperme las uñas.
RATA: ¡Use los anteojos!
PRINCESA: Se pueden  rayar.
RATA: No tengo  un cortaplumas. Tomen, usen las llaves de mi auto.
PRINCESA: ¿Tiene auto?
RATA: ¡Claro! ¿Cómo creen  que  llegué  hasta  acá?
PRINCESA: Entonces se lo robaron.
REINA: ¿Le robaron el auto?
RATA: ¡Pero  esto  es un escándalo! ¿Cómo voy a volver?
PRINCESA: ¿Su auto era  verde?
RATA: ¡Sí! ¡Un  Cadillac verde  enorme, con   para golpes cromados!
PRINCESA: ¡Ah,  era  lo que  estaban comiendo hace  un momento!
RATA: ¿Se lo comieron, dice usted?
REINA: ¡Es inadmisible! ¡Se comen  todo!
RATA: Pero a ver, señorita, ¿cómo se pueden  comer  un auto?
REINA: ¡Se comen  todo, todo, todo! ¡Si no nos mantuviéramos  en  estado de  alerta permanente, se comerían incluso  nuestra pirámide! ¡Con  nosotras adentro!
RATA: ¡Ah,  no, voy a presentar una  demanda  judicial!
REINA: ¡Bien  hecho! ¡Presente una  demanda! ¡Andá  a llamar  al abogado!
PRINCESA: Está durmiendo.
REINA: ¿Siempre  está  durmiendo  ese?
PRINCESA: Siempre.
REINA: Vamos  a esperar a que  se despierte. ¿Qué  hora  es?
PRINCESA: Dentro de poco  va a ser la hora  de la cena.
REINA: Se lo vamos  a consultar después de cenar. ¡Me  voy a ocupar personalmente de su caso,  señor  Rata!
RATA: ¿Pero cómo voy a volver?
PRINCESA: Quédese aquí.
RATA: ¡Pero  tengo  que  volver  a  Buenos  Aires!  ¡Estoy  de vacaciones!
PRINCESA: No  hay medios  de transporte.
RATA: Pero  el jesuita, ¿cómo  se traslada?
PRINCESA: No se traslada. Duerme.
REINA: Duerme sin parar.
RATA: ¡Pero  tuvo  que  llegar  con  algún  medio  de transporte! ¡No  pudo   haber  hecho  catorce mil  leguas  a  pie desde  Buenos  Aires!
PRINCESA: Llegó en un helicóptero negro. Pero se comieron su  helicóptero.
REINA: Desde entonces, duerme todo  el tiempo.
PRINCESA: Es alguien  triste,  tiene  un temperamento melancólico.
RATA: ¡Ya lo creo  que  tiene  un temperamento  melancólico! ¡Es el fin del mundo!
PRINCESA: Y eso, por  tener  hambre.
REINA: ¡Eso, en efecto!
RATA: ¡Pero  hagan  algo! ¡Ustedes tienen  un pueblo! ¡Dénle órdenes!
REINA: Ya no me escuchan.
PRINCESA: Nunca escuchan.
RATA: ¡Compro la vaca! ¡Vuelvo  a Buenos Aires a lomo  de vaca!
REINA: Pero ya no tiene  dinero, pobrecito mío.
RATA: ¡Voy a hacer  un cheque!
PRINCESA: La lapicera ya no funciona.
RATA: ¿Tendrá el jesuita  una pluma?
PRINCESA: Seguro que tiene una pluma.  Pero no se la va a prestar. La usa todo el tiempo. Escribe con su sangre.
REINA: La vida de San Ignacio. ¡En lugar  de ocuparse  de mi juicio!
RATA: Y bien, ¡voy a firmar  el cheque con mi sangre!
PRINCESA: Es una buena idea.
REINA: Una muy buena idea.
RATA: ¿Dónde  está esa famosa  lapicera?
REINA: ¿Dónde  está  la lapicera?  Palalalú,  ¿dónde  está  la lapicera?
PRINCESA: Me la comí.
REINA: ¿Te comiste  la lapicera?  ¿Comés a escondidas?
PRINCESA: Porque sos ciega.
REINA: ¡Voy a sacrificarte para la luna llena y te voy a comer!
PRINCESA: ¡Ay! ¡No, mamá, por favor! ¡Piedad!
REINA: ¡Sí!  ¡Te voy a comer! ¡No  hacés nada de nada! ¡Ni siquiera  me serviste un vaso de agua en todo el día!
PRINCESA: El manantial está seco, lo sabés de sobra.
RATA: ¡Dejen de ventilar sus asuntos  frente a mí y encuentren rápido  una solución  a mi problema! ¡Me esperan en Buenos Aires! ¡Soy un hombre  de negocios!
REINA: ¡Tenga paciencia! ¡No  veo por qué los problemas de una rata  estarían  antes  que los míos!
RATA: ¡Tengo pasaporte argentino y exijo de Su Alteza un salvoconducto para  llegar sano  y salvo a la ciudad de Buenos Aires!
REINA: ¡Usted no  va a ir a ninguna  parte! ¿Cree que  los españoles  organizarían una expedición  punitiva  por la pérdida de una rata?  Más  bien estarían  contentos de liberarse de semejante parásito. Usted mismo ha dicho que  no era feliz entre  ellos. ¿Por qué volvió? ¿Sentía  nostalgia del  reino  inca?  ¡Y  bien,  aquí  está usted!
RATA: ¡Llame  al jesuita!
REINA: Duerme.
PRINCESA: Duerme.
RATA: ¿Dónde está  su casa?
REINA: No  tiene casa.
PRINCESA: Duerme al pie de la pirámide.
RATA: Por lo menos  tiene  un árbol.
PRINCESA: Lo lleva  con  él en  una  maceta  de  barro, es  un arbolito.
REINA: Lo riega con su propia orina.
RATA: ¡Voy a verlo!
REINA: ¡No  salga! ¡El pueblo se lo va a comer!
RATA: ¡A ver, al jesuita  no se lo comen!
PRINCESA: Porque tiene un cuchillo.
REINA: Se comen  incluso  entre  ellos.
PRINCESA: Nosotras también. Cuando mamá  se arrancó los ojos,  nos comimos uno cada  una.
RATA: ¿Pero cómo  puede  tolerar un jesuita semejantes costumbres?
PRINCESA: Lo divierten.
RATA: ¡Exijo  ver al jesuita, así sea mi última  voluntad! REINA: Andá  a despertar al jesuita e invitalo a comer.
PRINCESA: ¡Va a estar  encantado! ¡No  come  nada  desde  la última  hoja  de su árbol!
La PRINCESA sale.
RATA: ¡Pero  es inhumano, Reina  mía!
REINA: Primero, usted no es humano, y bien que ha comido lo suyo  para seguir  viviendo. La vida se come. Como el resto, por  otra  parte.
RATA: ¡Me voy a quejar ante el Ministerio de la Literatura del que soy miembro! ¡Me toma por una simple rata, pero  yo hice carrera!
REINA: ¿Qué  carrera?
RATA: Publiqué  un volumen de versos.
REINA: ¡Es una carrera!
RATA: ¡Una  gran  carrera!
REINA: ¿Y cómo  pudo  hacer carrera  en un lugar tan sombrío y peligroso como las estanterías de una biblioteca? ¡Debió  golpearse  contra  todos  los libros!
RATA: ¡Ah, no, ahora  tenemos luces de neón y los estantes son más anchos  que los libros!
REINA: ¿Y cuál es el tema de su libro?
RATA: La mujer, ¡oh, Reina mía!
REINA: ¿Mi historia?
RATA: ¡Las mujeres no son todas  iguales, mi Reina!
REINA: En efecto,  pocas llegan al sacrificio  como  yo. Me comí  uno  de mis ojos, el derecho,  y el otro,  el izquierdo,  se lo comió  mi hija. Así somos  gemelas en el espacio y en el tiempo,  de madre en hija, y así sucesivamente.
RATA: ¿No será que leyó demasiado, oh, Reina mía?
REINA: Me  gasté  la  vista  descifrando los  jeroglíficos  de mis ancestros.
RATA: ¿No los habrá  deformado en su memoria  desde que es ciega, Reina  mía?
REINA: ¡Claro!  Es mi arte: el arte  inca señala  que uno di­ buje su propio  jeroglífico sólo una vez que se hayan olvidado  los anteriores.
RATA: ¿Y cuál es su  jeroglífico, Reina  mía?
REINA: Las arrugas  en mi piel. Ustedes, las ratas,  no saben lo  que   son   porque están cubiertas  de  pelos. ¡Desvístase  y cúbrame antes  de que  Palalalá  llegue con  el jesuita!
RATA: ¡Nunca  cubrí a una mujer, Reina mía!
REINA: ¡No soy una mujer, soy una reina! ¡Cúbrame rápido!
PRINCESA (entra):  El jesuita  se despierta.
REINA: ¿No  pudiste  robar  la vaca?
PRINCESA: Casi.
REINA: ¡Servinos algo de beber!
PRINCESA: ¿Qué?
REINA: ¡No importa  qué! ¡Líquido!
PRINCESA: El manantial está seco, lo sabés bien.
REINA: ¡Andá  a pedir agua a los aztecas!
PRINCESA: Ya no tenemos cántaro. Se convirtió  en la maceta del árbol  del jesuita.  No voy a hacer diez mil leguas bajo el sol para  ir a buscar agua  con mis propias  manos.  Se evaporaría en el camino. Además, los aztecas  están  todos  muertos.
REINA: ¿Muertos, mis primos los aztecas?
PRINCESA: Estaba  escrito  en la luna  ayer por  la noche.  La palabra  aztecas  estaba  escrita  en estrellitas  azules. Es su símbolo  de muerte. Reventaron todos  los aztecas. Otro  cataclismo más.
REINA: ¿Un cataclismo?  ¡Mientras no nos pase a nosotros!
PRINCESA: No veo cómo podría ocurrir aquí. La tierra no se mueve  desde  que  te arrancaste los ojos. Todo  está inmóvil,  pero yo estoy harta.  Cuando te mueras  no me voy a arrancar los ojos, voy a seguir siendo  vi dente. Entonces  veremos qué va a pasar. El manantial seco va a reverdecer, la vaca sagrada  va a tener descendencia  y el árbol  del jesuita  va a reverdecer también. Es tu culpa si nos morimos  de hambre.
REINA: ¿Fuiste adoctrinada por esos salvajes?
PRINCESA: No son salvajes. Son personas simples  corno  vos y yo. También tienen  derecho a una cierta  abundancia. Si vieras,  podrías hacer  crecer  las  plantas sólo con contemplar la tierra. El sol no se habría  ido. Aquí tenemos más  frío  que  en la luna.  Sos una  mala  reina. ¡Voy  a comerte!
RATA: ¡Qué escándalo!
REINA: ¿Dónde está  el jesuita? ¡Llame  al jesuita!
PRINCESA: Ahí se despierta.
REINA: ¡Oh, mi querido Cristóbal, protéjame de mi hija en nombre de la amistad que mi padre  tenía con  usted!
RATA: ¡Estoy  aquí  para  defenderla, mi querida reina!
REINA: ¡Mátela!
RATA: ¡Pero  no es más  que  una  jovencita!
REINA: Es usted y yo, o ella. ¡Présteme su cortaplumas, tengo miedo!
RATA: No  tengo  cortaplumas.
REINA: ¿No  tiene  cortaplumas? ¡Estrangúlela!
RATA: Es demasiado fuerte.
REINA: ¿Pero si lo hiciéramos los dos?
RATA: ¡De  verdad  es demasiado fuerte!
REINA: ¡Vayamos con  el jesuita!
RATA: ¡Ahí  llega!
PRINCESA: ¡He  aquí  el jesuita!
JESUITA  (entra):  ¿Dónde estoy?
REINA: ¡En mi pirámide! ¿Dónde quería  estar?  ¡Hace  diez años  que  está  aquí!
JESUITA: ¿Qué  pirámide?
REINA: ¡Esta  pirámide! ¡Mi  pirámide! ¿También perdió la memoria?
JESUITA: ¡Pero  es una  rata!
REINA: No  es una  rata, es un amigo  de mi padre.
RATA: Me  presento. Padre  mío,  conquistadore señor  Don Cristóbal de la Sarna. A sus  pies, Padre  mío.
JESUITA: ¡Suficiente! ¡Suficiente! ¡Oh,  Dios mío, por  qué  me has infligido semejante  castigo?  ¡Sólo quería  servirte!
REINA: ¿En qué está  mi juicio?
JESUITA: ¿Qué  juicio?
REINA: ¡Mi  pirámide! ¡El pueblo ha roído la base!
JESUITA: Pero es natural, mi Reina, dado  que tienen  hambre.
RATA: ¡Estoy  totalmente de acuerdo con  usted, Padre  mío!
REINA: ¡Que  se calle  la rata! ¡Quiero iniciar  un  juicio contra  mi hija! Hagamos una alianza, mi querido jesuita.  La sacrificaremos en Pascuas  en  honor a la diosa luna  y uno  de sus  muslos  será  para  usted. 
JESUITA: ¡Jamás! ¡Jamás comeré a esta  pequeña a la que  vi crecer, incluso  si es una  pequeña caníbal!
RATA: ¿Me  puedo permitir decirle  unas  palabras aparte, Padre  mío?
JESUITA: Le doy la extremaunción, hijo mío.
RATA: ¿Pero  de verdad cree  que  me van  a comer?
JESUITA: ¿No  vino  para  eso?
RATA: ¡Para  nada! ¡Soy  un simple  turista!
JESUITA: ¿Y tiene  miedo?
RATA: Padre  mío, ¡es preciso  que  me ayude a apoderarme de la vaca! ¡A lomo  de vaca  tengo  grandes posibilidades  de llegar a Buenos Aires! ¡Conozco bien el desierto!
JESUITA: De acuerdo, robemos la vaca.  Pero  quiero un  pedazo, es mi comisión.
RATA: Pero Padre  mío, ¡no  puedo  viajar  sin la vaca entera!
JESUITA: Usted  puede  darme ya  mismo  la cola  y los cuernos, y las orejas, y además sólo  precisa un ojo. En el desierto  no hay nada que no pueda ser visto de perfil.
RATA: ¡Trato  hecho! ¡Hablemos en  voz  alta!  Qué  lugar encantador.
JESUITA: Extremadamente, por cierto.
REINA: ¿Lo encuentra  lindo?
RATA: ¡Uno de los lugares más hermosos  en el mundo!
JESUITA: ¡Así fue declarado!
RATA: ¡Absolutamente! ¡Es conocido  en el mundo entero!
¡Así como  la belleza proverbial  de sus mujeres!
JESUITA: ¡Y su fe! ¡Si tendrán  fe! ¡He  visto mujeres ancianas  rogar por  el  alma   de  su  marido  antes  de comérselo!
RATA: ¡Vayamos  a la puerta!
PRINCESA: Mamá,  se quieren  escapar.
RATA: ¡Falso! ¡Sólo queríamos  caminar  un poco!
REINA: ¡Usted miente, rata!
RATA: ¡Reina  mía,  le  juro que  no  quería  huir!  ¿Adónde habría  ido?
REINA: ¡Usted  prefiere morir  de sed en el desierto  a ser devorado por una reina inca! ¿Y es así como ama a sus  semejantes?
RATA: ¡No soy su semejante! ¡Usted no me puede ver, pero no  soy  más  que  una  rata!  ¡Tengo  testigos!  ¿Padre mío, no es cierto  que sólo soy una rata?
JESUITA: No es seguro. Queda  por probar  que usted no tiene alma.
RATA: ¡Ninguna, lo juro!
JESUITA: En ese caso, voy a defender  su causa. Adelánteme los gastos  del juicio. ¡Cinco  piastras!
RATA: Sólo me queda  una, Padre mío. ¡Pero puedo hacerle un cheque!
JESUITA: ¡Démela! ¿Un cheque, aquí?  ¿Y tiene algún  objeto de  valor  encima?
RATA: Tengo  un cortaplumas de  plata  que  compré en Argentina.
JESUITA: ¿Me  lo deja  ver?
RATA:  No  querría que  estas   mujeres se  dieran cuenta. ¡Tome!
JESUITA: ¡Es de acero!
RATA: Es plata  estilo  acero. Se hacen  así ahora.
PRINCESA: En este  momento el jesuita tiene  nuestro cuchillo y el cortaplumas de la rata.
REINA: ¡Dejame a mí! ¡Venga  conmigo, querido jesuita!
JESUITA: Era lo que iba a proponerle, Reina  mía.
REINA: Le cambio la  vida  de  la  rata   por  el cuchillo y el corta plumas.
JESUITA: ¿Para  hacer  qué?
REINA: Voy a mandar a la princesa  a que se apodere de la vaca  sagrada que  el pueblo tiene  capturada.
JESUITA: No  es fácil. Son fuertes  y están  bien alimentados.
REINA: ¿Cómo "bien alimentados"?
JESUITA: Tienen  la leche de la vaca.
REINA: ¿La vaca  todavía da  leche?  ¿Pero  qué  come?
JESUITA: Mama de las mujeres  del pueblo.
REINA: ¡Bonito asunto! ¡Entonces le cambio la vida  de la rata  por  la  vaca!
JESUITA:  Escúcheme: primero, no  tendrá a  la  rata  sin  mi consentimiento, y esto  en el caso  de que  nos  la repartamos; secando, ¡la vaca  no  le pertenece!
REINA: ¡La vaca es mía! ¡Soy la reina y es una vaca sagrada!
JESUITA: ¿Por  qué sagrada? ¿Porque lo dice  usted?
REINA: ¡Fue  usted  quien  dijo que  la rata  tenía  un alma!
JESUITA: ¡Soy su abogado!
REINA: ¡Usted es mi abogado! ¡Le confié mi cuchillo  para que defendiera  mi causa  ante el pueblo!
JESUITA: ¡Estoy cansado  de hacer guardia  frente a la puerta! ¡Me  hago abogado de la rata!
REINA: ¡Traidor! ¿Y quién es el abogado de la vaca?
JESUITA: ¡Su hija la princesa!
REINA: ¿Ella? ¿Palulalú? ¡Me ocultan  todo! ¡Porque soy ciega! ¡Mi madre y las madres de mi madre se arrancaban los ojos para ver mejor a través de los agujeros del cerebro,  pero yo estoy bloqueada,  no veo nada!
¡Cuántas voces a lo largo del día y la noche; cuando no es la vaca la que aúlla a la luna es usted el que me impide dormir sollozando  al pie de mi ventana!
JESUITA: ¡Nunca sollocé! ¡Tengo fe!
REINA: ¡Sí! ¡Usted  solloza  para  beber sus  lágrimas  desde la sequía del año pasado! ¡Soy ciega pero no sorda!
¡Escucho  todo lo que pasa en el pueblo gracias a la acústica  de mi pirámide!
JESUITA: ¡Sollozo de amor, oh, Reina mía! REINA: Escuche, basta; ¡ya le di una hija!
JESUITA: ¡Pero se la quedó  usted! ¡Y en cambio  a mí, a mí me echó!
REINA: ¡Ni siquiera  me doy cuenta  a qué se parece usted! ¡Cuando me sedujo  yo ya era ciega!
JESUITA: ¡Falso! ¡Usted  me amaba  por  mi prestancia  y la belleza de mis cabellos! ¡Fue mucho  más tarde  que se arrancó los ojos y me cortó  los cabellos! ¿Por qué hiciste eso, Pepita?
REINA: ¡Dejá de llamarme  Pepita! ¡Soy la reina Tac Ta Bum Tac Toe! ¿Qué  tengo  que  ver con  su  religión,  yo, diosa de la mía? ¡El día en que me arranqué los ojos el sol abandonó el cielo,  la tierra tembló en Perú e incluso  en China;  hubo  una  revolución en Nicaragua,  tres catástrofes aéreas,  y no abundo en los detalles! ¡Mientras que  usted  no  hizo  ni  un  solo milagro  desde  que está  aquí!
JESUITA: ¡Catequicé!
REINA: ¡No  por  haber colgado  un crucifijo  entre  los cuernos de mi vaca  sagrada  usted catequizó! ¡Mi  pueblo adora  los milagros  y usted no hizo ninguno!
JESUITA: ¡Porque  usted nunca me dio la fórmula!
REINA: ¡Es un secreto  que  se transmite  de  madre  a  hija! ¡No  sé transmitírselo a un vulgar  jesuita solamente porque  usa polleras!
JESUITA: ¡Entonces,  haga  al menos milagros  útiles! ¡Haga por lo menos que vuelvan el agua y el sol! ¡Guardé en secreto  algunas  semillas! ¡Todo  puede  volver  a comenzar  como  en los tiempos  en que éramos  felices! ¡Te lo suplico, Pepita!
REINA: ¡No, no y no! ¡Ese poder sólo pertenecerá  a mi hija!
PRINCESA: ¡Entonces  dámelo enseguida!
REINA: ¡Sos demasiado joven! ¡La tradición  indica que vas a heredar  mi poder sólo el día de mi muerte!
PRINCESA: ¡Entonces  morite  antes  de que  reventemos de hambre!
REINA: ¡Nunca! ¡La tradición  indica  que  no voy a morir nunca!
PRINCESA: Pero si seguimos  así va a ser necesario  que  un día te mate  para  comer  algo.
REINA: ¡Soy tan  fuerte  como  vos y no estás  armada! ¡El jesuita  tiene el cuchillo  y el cortaplumas de la rata!
PRINCESA: ¿Y si hago  una alianza  con el jesuita?
REINA: ¡Intentalo, ya vas a ver! ¡Su religión se lo prohíbe! ¡Sólo hacen alianzas  entre  hombres,  como  nosotras solamente  entre  mujeres! Si fueras  varón,  te habría dejado  construir una  iglesia  moderna  en  lugar  de mi pirámide.  Te habría  enviado  a estudiar  derecho a Salamanca. ¡Y yo me habría  convertido en diosa del agua, del cielo y de la tierra! ¡No  me habría  visto obligada  a arrancarme los ojos! ¡Si dejé escapar el poder, fue por tu culpa!
PRINCESA: ¿Pero cómo se hace para  tener  un hijo varón?
REINA: Siempre es cara o ceca, una es la luna, la otra el sol. ¡Es la moneda  que  nuestros ancestros arrojan  sin cesar una vez muertos  en el interior  de nuestros  intestinos!
PRINCESA: ¡Voy a tratar  de tener  un hijo varón!
REINA: ¿Con quién? ¡El pueblo  nos odia,  y el jesuita es tu padre!
PRINCESA: ¿Y la rata?
REINA: ¡Ni se te ocurra! Es la hora de la cena y tengo hambre ya mismo. ¡Estrangulala y nos la servís con una salsa  que vas a preparar con  tu orina  y excrementos batidos  a punto  nieve!
PRINCESA: ¡No!
JESUITA: ¡Basta de peleas domésticas! ¡Si esto sigue así vuelvo al pie de la pirámide! ¡No  dejan del pelearse! ¿Y la cena, está lista?
REINA: ¡Hace  horas  que  le estoy  pidiendo  que  mate  a la rata! ¡Se hace la paja todo  el día!   ¡Está todo  el día masturbándose en un rincón!
PRINCESA: ¡No puedo matada sin cuchillo! ¡Y el jesuita tiene el cuchillo  y también  el cortaplumas de la rata!
REINA: ¡Sobre todo no le des el cuchillo! ¡Podría  matarme!
JESUITA: ¡Pero hay que matar  a esa rata! REINA: ¡Pero mátela usted mismo, imbécil!
JESUITA: ¡Me despierta  piedad!
REINA: ¡Piedad,  sólo tiene esa palabra  en la boca! ¡No aprendió nada  de mí! ¡Deme el cuchillo  y tráigame a la rata!
RATA: ¡Oh, mi Reina! ¿Puedo hablarle  antes de mi muerte?
REINA: Depende  de lo que tenga para  decir.
RATA: Como le dije, publiqué  recientemente en Buenos Aires una recopilación de poemas sobre  la mujer. Tengo un ejemplar  en mi bolsillo y quisiera  leérselo en voz alta.  Nunca  nadie compró  mi libro.  Quiero  tener al menos un lector antes de mi muerte.
REINA: ¿Y es largo su libro?
RATA: Es un libro de bolsillo.
REINA: Entonces  es largo.  Pero le advierto, si su  libro  es demasiado largo,  morirá  bajo los peores suplicios.
RATA: Es corto,  mi Reina, es una sola frase. Y es ésta: los jesuitas son  mujeres.
REINA: En efecto, es corto.  ¿Pero es verdad?
RATA: Sí, mi Reina, es un poema verdadero.
REINA: ¿Es una  mujer? ¡Pero entonces  es la madre  de mi hija! ¡Y van a aliarse entre  ellas para  destronarme!
RATA: ¡Alíese conmigo, oh, Reina mía!
REINA: Pero contaba con  usted para cenar  esta noche.
RATA: Comámonos a los otros.
REINA: ¿Y qué haríamos  usted y yo solos? ¡Nos  habríamos comido  a todos  nuestros  enemigos!
RATA: ¡El amor) Reina mía! ¡Tendríamos ratitas  que se reproducen  rápido  y no comen  así nada!
REINA: ¡Patrañas! ¡Comen  tanto como los humanos! Y por otra  parte,  casi siempre  objetos  personales.
RATA: ¡Pero son de gusto  agradable!
REINA: ¡No  es fácil atrapar una  rata cuando  uno es de la familia! ¡Conocen  todas  las reacciones!
RATA: ¡Pero son excelentes para cultivar la tierra! Reflexione: el jesuita  le dio una única hija en cinco años de matrimonio. Yo, de una sola vez, ¡le daría cinco ratas!
REINA: ¿Pero de verdad  son comestibles?
RATA: Excelentes.
REINA: ¡Primero  quiero  probar!
RATA: ¡Oh,  no, mi Reina, soy su futuro  esposo! ¡No  irá a comerme!
REINA: ¡Sólo la cola y las orejas! ¡Se puede casar conmigo sin ellas!
JESUITA: ¡Es justo! ¡Por otra  parte  las tiene demasiado  lar­ gas! ¡Y los bigotes también!  ¡Son mondadientes excelentes!
RATA: ¡Ah no, por favor sobre  todo  no los bigotes!
PRINCESA: ¡A las armas! ¡Nos  atacan  las hormigas! ¡Están trepando por la pirámide!
REINA: jesuita,  ¡páseme  su  puñal  para  atrapar algunas! ¡Son  deliciosas!
JESUITA: ¡Ni se le ocurra! ¡Rata  mía, la tomo bajo mis órdenes! ¡Usted es mi diácono! ¡Atrape hormigas por mí! RATA: ¡Pero son minúsculas! ¡Ni siquiera llego a verlas con claridad!
REINA: ¡Se puede, si uno enfoca  bien!
RATA: ¡Pican! ¡Tome, Reina mía!
PRINCESA: ¿Puedo agarrar una también?
REINA: ¡Una sola! ¡Andá  a comprar vino!
RATA: ¡Padre  mío, aprovechemos que  no están  prestando atención  y huyamos!
JESUITA: ¿Adónde?
RATA: ¡No  sé, pero  huyamos!  ¡Esto  es inquietante, tengo miedo!
JESUITA: ¡Coma  algunas  hormigas! ¡Se piensa mejor con la panza  llena! ¡Son exquisitas!
RATA: ¡Padre  mío, vuelva a sus cabales! ¡Estamos en peligro! ¡Una  vez que se hayan  comido  todas  las hormigas, nos van a comer a nosotros!
JESUITA: ¿A nosotros?  ¿Usted cree?
RATA: ¡Estoy convencido, Padre mío! Conocí a la madre de la reina. Ella sola se comía un elefante bien gordo trufado  de ratas  para el desayuno. ¡Son insaciables!
.JESUITA: ¡Pero vamos, señor, déjeme comer tranquilo!
RATA: ¿Me abandona, Padre  mío?
JESUITA: ¡Qué  molesto es este conquistador! ¿De dónde sacaron  esta  rata?
REINA: ¿Qué rata?
JESUITA: ¿Cómo  "qué  rata"? ¡Hay  una  rata  en la casa  de ustedes!
REINA: ¡Ah, la rata! Es el segundo  plato.
.JESUITA: ¡Entonces  que  tenga al menos la decencia  de callarse durante el primero!
REINA: ¡Muy  bien dicho!
RATA: Señorita,  ¿puedo  decirle algo en voz baja?
PRINCESA: Tengo la boca llena.
RATA: ¡No importa, es urgente! ¿Se quiere casar conmigo?
PRINCESA: ¡Ah, no! ¡Sería viuda demasiado  joven!
RATA: ¡Matémoslos!
PRINCESA: ¡Ah, no, me resultan  útiles! Como gracias a ellos. Me educan  bien.
RATA: ¡Bueno, pero  finalmente  algún  día se van a morir! ¡Y yo soy el único soltero  por estos  pagos!
PRINCESA: Pero es demasiado tarde.  Es la hora  de la cena y ya hay que  matarlo.
RATA: ¿Ya? ¡Dios mío, tengo que encontrar una solución!
PRINCESA: Jesuita, páseme  el cuchillo. Voy a matar a la rata.
RATA: ¡Alto! ¡Tengo  algo  que  decir!
REINA: ¡Otra cosa  más!
RATA: ¡Es  confidencial, Reina   mía!  ¿Le  puedo hablar al oído?
JESUITA (a la princesa): Es un hombre astuto.
REINA (al jesuita): Sí.
JESUITA: ¿Qué  dice?
REINA: Quiere comprar la pirámide.
JESUITA: Pensemos. ¿Tiene efectivo?
REINA: Sólo le queda el saco.
JESUITA: Es elegante.
PRINCESA: Muy  elegante. Lo toqué y es de tweed.
RATA: ¡Pero  se  lo  regalo, Reina  mía! ¿No  va a  matarme por  un saco?
REINA: ¿Qué  tiene en los bolsillos?
RATA: Casi  nada, Reina  mía.
JESUITA: ¡Déjeme  ver! ¡Miren! ¡Hay un  alfiler  de corbata con  un diamante enorme!
REINA: ¡Húndaselo en la nuca, es la mejor  manera de matar  a  una  rata!
PRINCESA: ¿Cuántos quilates?
JESUITA: ¡Al menos  cuarenta!
REINA: ¡Tome la vaca y corra a Argentina a cambiarlo por caviar! ¿Sabe  lo que  es?
JESUITA: ¡No  voy  a hacer  todo ese viaje  por  comida! ¡En este  momento comamos a la vaca! Intente ponerse en  buenos  términos con  su hija, que es su abogada.
REINA: ¡El caviar  no es alimento! ¡Son  granos!
JESUITA: Si  usted  quiere... Pero  entonces son  granos que crecen  en  el agua.
REINA: En nuestra  tierra crecen huevos de peces. En lo recóndito  de los tiempos los peces no existían.  Entonces mi ancestro  la reina Pilililí hizo llover lágrimas sobre  nuestra  tierra,  y de uno de los granos  de nuestra  tierra  salió  el primer  pez. Pero su hija  Palalalá cazó  los peces con  el pretexto  de que estaba  harta de tener el agua  hasta  las rodillas. Sin embargo negociamos  durante mil generaciones. Finalmente  los peces aceptaron volver si yo sacrificaba  a mi hija.
¡Cuando eso  suceda,  voy  a llorar  tantas lágrimas que  el mar  reaparecerá sobre  la  tierra  inca  y los peces volverán  a vivir felices con  nosotros! ¡Y son muy sabrosos, créame! ¡En mi juventud me comí uno!
JESUITA: ¡A ver, sus leyendas son ridículas!
RATA: ¡Es cierto!  ¡Lo leí en los textos  sagrados del gran Palalalú, su  padre!  ¡Oh, Reina  mía,  me ofrezco  a cumplir  esta  delicada  y peligrosa  misión! ¡Confíeme la  vaca  y  una  vez en  Buenos  Aires,  le  voy  a enviar  diez  toneladas de  caviar! ¡El  pueblo  mea volverá  a encontrar el esplendor de antaño!
JESUITA: ¡Ni se le ocurra! ¡Soy yo el que va!
PRINCESA: ¡Ojo! El jesuita  tendrá el árbol, la vaca, el cuchillo, el cortaplumas, el diamante  y el traje de la rata. ¡Va a terminar  por  tener  nuestra  pirámide!
JESUITA: ¡Oh, Reina mía, confíe en mí una vez en su vida!
REINA: Una  vez es demasiado. Le voy a tener  confianza media  vez. ¡Jure  que volverá al imperio  inca por la cabeza  de su hija!
JESUITA: ¡Lo juro, oh, Reina mía!
REINA: ¡Entonces  corra  a comprar la vaca! ¡Pero negocie, quizás  se pueda  recuperar la vaca  y la pirámide, e incluso el diamante a cambio de la rata, dado que es rica! ¡Que  pidan  un rescate a Buenos Aires!
RATA: No soy tan rico como  para eso, mi Reina.
REINA: ¡Vamos,  vamos!  ¿Usted  se puede  financiar  vacaciones en Cadillac en el imperio  inca y no es rico?
RATA: ¡Pero estoy acá por nostalgia de los pueblos primitivos, mi Reina!
REINA: ¡Es inadmisible! ¡Ahora  me trata  de primitiva! ¡Y él es el nostálgico! ¡El mundo  está al revés!
PRINCESA: Por cierto que está al revés.
JESUITA: ¡Por  desgracia!
RATA: ¡Si el mundo está al revés, déjenme irme! ¡Les voy a enviar  la mitad de mi sueldo como  bibliotecario!
REINA: ¿Cuánto  gana  usted?
RATA: ¡Miles  y miles, Reina  mía! ¡Le voy a enviar al menos  una  tonelada   de  papas  y treinta   y una  vacas por mes!
REINA: Es poco y no tengo  ninguna  certeza.  ¿Qué prueba tengo de que usted es un hombre  de palabra?
RATA: ¡Su ceguera, Reina  mía!
JESUITA: No le hable de sus defectos físicos, eso la enoja.
REINA: ¿Y en qué se nota que soy ciega?
RATA: Su paso es incierto  y su rostro  teatral.
REINA: Eso no es porque soy ciega, ¡sino porque soy reina! ¡Me  mira de demasiado cerca!
RATA: ¡Es el oficio más hermoso  del mundo! ¡Pero también el más peligroso! ¡Por ejemplo,  usted no puede leer la expresión  del jesuita!  ¡Sólo escucha  su voz, y su expresión  es la de un traidor!
REINA: ¡Algo sé de él! ¡Es mi abogado!
RATA: ¡Hagamos una alianza!
REINA: ¿Para hacer qué?
RATA: Soy rico en Argentina.
REINA: Es posible, pero queda lejos, mientras que usted está acá, y acá es acá, y punto.
RATA: ¡Tengo  tanto como  para  cubrir de oro  su pirámide!
REINA: ¿Ah, sí?
JESUITA: ¡Este  conquistador es  peligroso! ¡Hagamos  una alianza!
PRINCESA: ¿Contra quién?
JESUITA: ¡Contra todo  el mundo! ¡Pero  en orden, comamos primero a la rata!
PRINCESA: ¿Por qué  no a mamá, que es más abundante?
JESUITA: ¡Es tu madre!
PRINCESA: Bien que ella se comió  a su madre. Si no la comemos ahora, después va a estar  demasiado flaca. Vamos  a guardar el esqueleto en  una  maceta  grande para  darle  buen  sabor al agua, y a la rata  la vamos a tomar de esclava  para  cavar  la tierra  y buscarnos agua.
REINA: ¡Tomo  a la rata  por  marido!
JESUITA: ¡Usted  es mi mujer!
REINA: ¡Me  defiende mejor  que  usted!  ¡Palalalá, anda   a buscar la  vaca  sagrada! ¡La  quiero para   mi  banquete  de bodas! ¡Es mi derecho como  reina!
PRINCESA: Y yo, ¿qué voy a tener como  banquete de bodas?
REINA: ¡Tus medio  hermanos!
PRINCESA: ¿Pero con  quién  me voy a casar?
REINA: ¡Sólo  tenés que casarte con  uno y comerte al resto!
PRINCESA: ¡Pero van a ser muy chiquitos! ¡El tuyo es grande!
REINA: ¡Sólo  vas a tener  que  esperar que  crezcan!
PRINCESA: ¡Sigo teniendo hambre!
REINA: ¡Todo  el mundo tiene  hambre!
PRINCESA: ¡Yo mucho más que  los demás!
REINA: ¡Es egoísta  como  su padre!
JESUITA: ¡Basta  de  peleas  domésticas!
REINA: ¡Andá  a buscar  la vaca o te pego!
JESUITA: ¡De ninguna  manera! ¡Es mi hija! ¡Y ya que usted desposa  a otro, ella queda  a mi cargo! ¡Te vas con­ migo, Palalalá! ¡Te voy a educar  en España! ¡Vas a ser carmelita, para expiar  los pecados de tu madre!      ¡En cuanto a usted, señora  Reina, me debe una pensión por alimentos!
REINA: ¡Que ella se coma su árbol!
JESUITA: ¡No  es suficiente  para el apetito de una jovencita! ¡Exijo a la rata!
PRINCESA: Es una buena idea.
REINA: De acuerdo. ¡Pero entonces  yo exijo a la vaca!
JESUITA: ¡Ah, no! ¡Sólo tenemos una rata para nosotros dos, y usted  una vaca para  usted sola!
RATA: ¡Consultemos a la vaca!
REINA: ¡Me es completamente servil!
JESUITA: ¡Eso pensás! ¡Pertenece al pueblo!
REINA: ¡Pero es la vaca de mis ancestros!
JESUITA: ¡Para  nada! ¡Llegó con el primer  jesuita!
REINA: ¡Pero él la vendió!
JESUITA: ¡Pero yo la volví a comprar a cambio  de los anteojos de Palalalá, y se la di al pueblo a cambio de sus almas!
REINA: ¿Él tiene sus almas? ¡Ahora entiendo todo! Palalalú, ¿por qué no me avisaste?
PRINCESA: ¡Yo cobraba una comisión  por las almas!
REINA: ¿Qué comisión?
PRINCESA: Los anteojos.
REINA: ¡Qué idiota!
PRINCESA: ¡Me gustan  mucho!
JESUITA: ¡Y yo hice un buen  negocio! ¡Ahora me dejan  mamar  de la vaca,  e incluso  de las  mujeres, a cambio de mis  bendiciones!
REINA: ¡Entro a su orden!
JESUITA: ¡En mi orden no aceptamos mujeres!
RATA: Y yo, Padre  mío, ¿puedo entrar a su orden?
JESUITA: ¡Tampoco aceptamos ratas! Bueno,  podría estudiar  su  caso  si  usted  llegara  a probar que  tiene  un alma.
RATA: ¡Pero  soy  poeta!
JESUITA: ¿Me  recita  sus  versos?
RATA: ¡Desgraciadamente sólo  escribí  uno!
JESUITA: ¡Dígalo!
RATA: Los  jesuitas  son  mujeres.
JESUITA: Interesante, muy  interesante. ¿Y lo ha publicado?
RATA: ¡He  aquí  mi único  ejemplar!
JESUITA: ¡Esto  me da  una  idea! ¡Tengo  un escrito! ¡Soy el propietario de la mitad  de la pirámide! ¡Somos  hermanas!
REINA: ¡Pero  yo soy la mayor!¡Voy a sacrificarla a la luna!
JESUITA: ¡Y yo, yo la condeno al infierno eterno! ¡Es peor!
Entra el AGUATERO.
PRINCESA: ¡Oh, el aguatero!
REINA: ¿Es usted,  Crisantemo?
AGUATERO: ¡El mismo, Reina mía! Pero no quiero interrumpir su pelea  doméstica.
REINA:  Nunca se  interrumpe una  pelea  doméstica, se  la atraviesa. ¿A qué  debo  la sorpresa de su visita?  Creí que se había  pasado al bando del  pueblo.
AGUATERO: Pasé a través  del pueblo como de su pelea.
REINA: ¿Ya no se entiende con  ellos?
AGUATERO: ¡No, Reina mía! En mi juventud tuve tres amantes. El peluquero, el verdugo  y el socialista. ¡Me amaban  y me cubrían  de rosas!
REINA: ¿Y hoy todos lo han abandonado?
AGUATERO: ¡Para  hacer el amor  con la vaca sagrada!
REINA: ¿La vaca hace  el amor  con  los hombres?  ¿En mi reino?
AGUATERO: ¡Los compró  con su leche!
REINA: Y las mujeres del pueblo, ¿no se quejan?
AGUATERO: ¡La vaca les da leche para  sus chiquillos! 
REINA: ¡Ah,  la  pérfida! ¡Idiota  de mí, que  le alquilé  mis establos sin sospechar  que diez años después me iba a destronar! ¡En qué decadencia  estamos,  mi pobre Crisantemo!
AGUATERO: ¡Escuche, no haga una tragedia  de esto! ¡Usted sigue siendo la reina y ella no es más que una vaca! ¡Usted es una diosa! ¡No  se desanime,  Reina mía!
REINA: ¡Tiene razón! ¿Tendría  usted la bondad  de regalarme algunas  gotas  de agua?  ¡Hace  una semana  que no bebo nada!
AGUATERO: ¡Tome una botella! ¡Veo que tiene visitas! ¿Por qué no hacemos  una fiesta?
REINA: ¡Justamente íbamos  a comemos a esta rata! ¡Pero no veo por qué tendríamos que compartirla con usted!
AGUATERO: ¡Pero traje mi comida! ¡Champiñones alucinógenos que cultivé personalmente en mi jardín! ¡Esta rata  tiene aspecto  de ser apetitosa!
.JESUITA: ¡Es una excelente idea ¡Yo traigo  mi árbol  para la fogata!
PRINCESA: ¡Y yo voy a matar  a la rata! ¡Páseme el cuchillo, jesuita!
JESUITA: ¡Vos no! ¡No  te tengo confianza, pequeña  víbora! ¡Tome,  querido aguatero, le entrego el  cuchillo! ¡Mátenos a este roedor!
REINA: ¡Rata con champiñones alucinógenos! ¡Me encanta!
RATA: ¡Oh, Dios mío, qué curioso destino el mío!

LA REINA Y LA PRINCESA
REINA: Palalalú, ¿dónde  estás?
PRINCESA: Aquí, mamá.
REINA: ¿Quién solloza  de ese modo?
PRINCESA: El fantasma de la rata.
REINA: ¿Qué  quiere?
PRINCESA: No  sé. Tiene  cadenas y gira  sin  parar alrededor de la pirámide envuelta en  una  sábana blanca.
REINA: ¿Y qué  piensa  el abogado?
PRINCESA: Nada. Se tapó  los  oídos y se instaló más  lejos con  su árbol.
REINA: ¿En qué día estamos?
PRINCESA: En la tercera  luna  del segundo solsticio.
REINA: Es un día de feria.
PRINCESA: Ah, sí.
REINA: ¡Tratá de  robar algunas verduras!
PRINCESA: Traté, pero cuando extiendo la mano, los comerciantes me golpean los dedos  con  varillas.
REINA: ¿Hemos caído tan  bajo  como para  que  pase eso?
PRINCESA: Y más  bajo  también. Están  en estado de adoración  frente  al  fantasma de  la  rata. Lo cubren con coronas de flores  y van  cantando detrás.
REINA: ¡Llamá  a mi ejército!
PRINCESA: Tu ejército es el jesuita.
JESUITA  (entra}: Mi  Reina,  vengo  a besarle  la mano en señal  de adiós, vuelvo  a la civilización. Logré  armar pieza  por  pieza  el Cadillac de  la rata.
REINA: ¡Es mi Cadillac!
JESUITA: Quizás. Pero  usted  no está  armada.
REINA: ¡Al menos  espero  que no me haya  robado las cabezas  reducidas de mis ancestros!
JESUITA: En efecto,  me permití  tomar algunos pequeños recuerdos. No gran  cosa,  una  pluma  de pavo  real, una punta de flecha ...
REINA: ¡Palalalú, abrile  la valija!
PRINCESA: ¡Mira, mamá! ¡Iba a tomárselas con las joyas de la momia  de la abuela!
JESUITA: ¡Pero  las llevo a España  como testimonio del alto grado de su civilización, mis reinas!
REINA: ¡Andá  a llamar a la policía!
PRINCESA: La policía  es él.
JESUITA: En efecto,  soy  yo. Adiós,  mis reinas. Es la última vez que  las veo. ¡Continúen siendo felices!
Sale. Hay una explosión.
REINA: ¿Qué  pasa?
PRINCESA: El Cadillac explotó.
REINA: ¿Está  muerto?
PRINCESA: No. Apenas mutilado.
JESUITA (entra): ¡Perdí  la vista! ¡Oh, Dios mío, y yo que sólo quería  servirte! ¿Qué  pecado  he cometido para  ser castigado en vida  de este  modo?
PRINCESA: ¡El Cadillac quedó  hecho  pedazos!
REINA: ¡Por  fin estamos los dos ciegos, Rodrigo! ¡Rodrigo, mi Rodrigo Sánchez, mi jesuita  de cabellos de seda!
JESUITA: ¡Oh, amor mío, mi Pepita! ¡Casémonos y envejezcamos   juntos!
REINA: ¡Venga  que  le curo las órbitas, mi  pobre querido! ¿Todavía  tiene  el cuchillo?
JESUITA: Sí.
REINA: ¿Y el cortaplumas?
jESUJTA: Sí, lo tengo.
REINA: ¡Desconfiemos de Palalalú!
JESUITA: ¿Dónde está?
REINA: ¡Hable en voz baja,  está  acá! ¡La escucho respirar! ¡Tratemos de atraerla con  mentiras y matémosla ahora mismo! ¡Ya debe  estar  pensando en el modo de acabar con  nosotros! ¡Siento  su  mirada posada sobre mi  cuello! ¡Palalaló, querida mía,  acercate! ¡Papá  y mamá  te van a decir algo al oído! ¡Palalaló! ¿Me  escuchás? ¿Dónde estás?
JESUITA: ¡Palalaló, hija mía, responde a tu pobre padre ciego! ¡El sonido de tu vocecita  de pájaro me reconfortaría  en  mi desgracia!
REINA: ¿Pero dónde está?
PRINCESA: Aquí.
REINA: ¡No intentes acercarte a nosotros! ¡Estamos armados!
PRINCESA: Voy a esperar a que estén  débiles  por el hambre para  estrangularlos más  fácilmente.
REINA: ¡Víbora!
JESUITA: ¡Tengo  miedo!
REINA: ¿Qué  es esa música? 
PRINCESA: El fantasma de la rata.
REINA: ¿Está aquí?
PRINCESA: Ahí llega.

Entra el fantasma de la rata.

FANTASMA  DE LA RATA:  ¡Paz en la tierra!
JESUITA: ¡Paz en la tierra, hijo mío!
FANTASMA  DE LA RATA:  ¡Una limosna para un pobre fantasma!
REINA: No tenemos nada. ¡Vuelva mañana!
FANTASMA DE  LA RATA:  Me parece reconocer esa voz.
REINA: Perdió la memoria, el infeliz.
FANTASMA  DE LA RATA:  ¿Acaso los conocí estando vivo, honorable  familia?
REINA: Nos vio una sola vez.
FANTASMA  DE LA RATA:  Estaba al volante de un auto verde, yendo hacia una gran pirámide negra, ¿pero quizás lo soñé?
JESUITA: Usted murió en un accidente de auto, en efecto. El automóvil está frente a la puerta, ¡y mire en qué estado! ¡Perdí la vista en el accidente, me debe una indemnización!
FANTASMA  DE LA RATA:  ¿Ese montón de hierros es el auto? ¿Y dónde está mi cuerpo?
JESUITA: Le dimos cristiana sepultura, hijo mío.
FANTASMA   DE LA RATA: ¡Pero no soy cristiano! ¡Desentiérreme, por favor!
REINA: De nada sirve ocultarle la verdad. De todos modos es inofensivo. No tiene nada que temer Usted fue quemado, aunque no hasta la incineración total. Todavía quedan dos tibias con las cuales iba a hacer un buen guiso, pero puede quedárselas como recuerdo.
¡En cuanto a lo demás, nos lo hemos comido!
PRINCESA: ¡Y era delicioso!
JESUITA: ¡Perdónenos, hijo mío! ¡Teníamos hambre!
FANTASMA  DE LA RATA: ¡Pero mi cuerpo pertenecía a la ciencia! ¡Lo había donado en vida!
REINA: ¡Aquí, la ciencia soy yo!
FANTASMA  DE LA RATA: ¡Y se hizo un traje con mi piel! ¡Y tiene puestos mis zapatos! ¿Y qué estoy viendo? ¡Una de mis vértebras les sirve de cenicero! ¡Qué salvajada!
REINA: ¡Sí, su cráneo es mi pelela! ¡Perdió la memoria, pero su filosofía sigue entera,  por lo que veo! ¡Sea al menos un fantasma  digno de la poca carne que lleva encima! La ciencia o yo, ¿qué puede hacerle esto a usted, dado  que sólo es una sombra?
FANTASMA   DE  LA  RATA:  ¿Y ni siquiera  se siente incómoda frente a la sombra  de aquel que se comió? ¡Familia de desquiciados!
REINA: ¡Desquiciada  para  nada!
PRINCESA: Yo tampoco, para nada.
JESUITA: ¡Yo sí!¡Recuerdo su última mirada cuando  estaba vivo y le aseguro  que sentí  una enorme  piedad  por usted, hijo mío! ¡Pero ahora  usted está muerto, y me guardo  la piedad  para  mí mismo, sobre  todo  desde que perdí la vista! ¡Oh,  Pepita, déjame llorar en tus rodillas!
REINA: ¡Escuche,  Rodrigo,  acostúmbrese a caminar  solo! ¡Ya estoy  harta  de verlo colgado  de mis polleras!
JESUITA: ¡Pero tengo miedo!
REINA: ¡Todo el mundo  tiene miedo! ¡Suélteme!
JESUITA: ¡Palalaló, dejame  estrecharte contra mi pecho! ¡Venía  llorar  una lágrima en los hombros  de tu pobre padre  ciego!
PRINCESA: Usted tiene las armas: el cuchillo  y el cortaplumas. No soy idiota.
JESUITA: ¡Oh, rata mía, usted que es un santo fantasma, protéjame  de estos dos  monstruos carnívoros!
REINA: ¡Palalaló,  escuchame! ¡Comamos al jesuita! ¡Siempre fue un mal padre  para  vos!
PRINCESA: Te quedarías con la mitad del jesuita, y lo quiero para comérmelo todo yo, tanto lo odio. Este acuerdo no me conviene para  nada. Pero hagamos otro pacto, me pasás tus poderes de reina y te perdono la vida. Vas a ir a vivir al establo con la vaca sagrada y vas a poder tomar su leche. Serás su vaquera.
REINA: ¿Vaquera? ¡Soy ciega!
PRINCESA: ¡Voy a obligarte a apilar el heno a golpes de fusta!
REINA: ¿Tenés una fusta?
PRINCESA: La cola de la rata.
FANTASMA   DE  LA RATA:  ¡Nunca voy a permitir que mi cola sirva para dar latigazos a una mujer ciega! ¡Dame eso!
PRINCESA: ¡No te acerques, rata! ¡Soy más fuerte que vos y tengo la fusta!
FANTASMA DE LA RATA:   ¡Ya no tengo cuerpo terrestre y no tengo nada que temer de tus golpes de cola, pequeña insolente! ¡Dame esa fusta!
PRINCESA:¡No!
REINA: ¡Devolvele su fusta! ¡Es de ella!
JESUITA: ¡Esta rata  es una santa,  Palalaló! ¡Dale la fusta que quiere! ¡Es para hacer el bien!
PRINCESA: ¡Antes te doy un latigazo, costra vieja!
JESUITA: ¡Ay! ¡Piedad!
FANTASMA  DE LA RATA:  ¡Deme esa fusta!
PRINCESA:¡No!
FANTASMA   DE LA RATA: ¡Ay!
PRINCESA: ¡Tenía su cuerpo terrestre!
RATA: ¡Estoy perdido!
PRINCESA: ¡Todavía está viva la rata! ¡Nos comimos en su lugar a la momia de la gran diosa Pulululás, nuestro ancestro!
RATA: ¡Oh,  por favor, déjenme  viva! ¡Sólo soy  una pobre mendiga! ¡Sigan comiéndose  a sus momias,  ya que no ven la diferencia  con la carne  de una rata! ¡Tienen bastantes  como  para  sobrevivir  todavía  tres siglos!
REINA: ¡Nuestras momias no son comestibles! ¡Su carne provoca   pesadillas!
JESUITA: ¡No es lo suficientemente gorda!
PRINCESA: ¡Pasame el cuchillo para matar  a la rata, jesuita!
JESUITA: ¡Atala  con su cola y traémela! ¡La voy a degollar yo mismo!
AGUATERO (entra): ¡Alto! ¡Dejen a esa rata tranquila, es mi ayudante! ¡Si esa  noche  de  julio  nos  permitimos engañarla a usted haciéndole pasar momia por rata, Reina mía, es porque  teníamos  razones  para  actuar así! ¡Se estaba  preparando un gran  complot  en su reino que no era del agrado del gobernador conquistador  Enríquez de Buenos Aires! Soy su virrey, Don Juan de Garay, que siempre conoció usted bajo el nombre falso de Crisantemo, el aguatero homosexual.
RATA: ¡Me  presento!  ¡Cristóbal Sánchez,  del Servicio de Inteligencia  Español!
JESUITA: ¿Sánchez? ¿Somos primos, tal vez?
RATA: No somos  primos, Padre  mío. Usted es de Bellao y yo de Solead.
REINA: ¿Un complot  en mi reino?
AGUATERO: Su hija se disponía  a destronada para poner en su lugar  a la vaca sagrada, ¡y ella iba a ser Primer Ministro!
RATA: ¡Exactamente!
REINA: ¡Palalaló,  te condeno a muerte!  ¡Señor  de Garay, por  favor  tenga a bien decapitar  a esta infiel y sírvala para  festejar  el éxito  de su misión!
VACA  SAGRADA (entra): ¡Hola, Reina  mía!
REINA: ¡Vaca!
VACA  SAGRADA: ¡Y vos, esqueleto ciego!
REINA: ¡Basta!
AGUATERO: ¡Está  arrestada en nombre de la Corona española!  ¡Ay!
JESUITA: ¿Qué  pasa,  Palalaló?
PRINCESA: ¡La  vaca  sagrada atravesó el corazón del  Vice Gobernador de  una  gran  cornada!
AGUATERO: ¡Quiero confesarme antes  de morir, Padre  mío!
JESUITA: ¡Aquí  estoy, hijo mío, hable!
AGUATERO: Llevo  un  secreto que  me  pesa  en  el corazón, Padre  mío.
JESUITA: ¡Dígalo rápido! ¡No le queda  mucho tiempo!
AGUATERO: ¡La  rata  y yo no somos verdaderos conquistadores!
JESUITA: Lo suponíamos. ¿Pero  quiénes son  en realidad?
AGUATERO: ¡Dos  buscadores de petróleo!
REINA: ¿Y eso qué es?
AGUATERO: ¡Oro negro!
REINA: ¡La predicción de los dioses se ha cumplido! ¡Cuando el océano se retiró  de la cordillera de los Andes, numerosos fueron  los peces que  perecieron por  falta de oxígeno! ¡Nuestra tierra  fue  sembrada de  cadá­veres de rodaballos, tiburones, pejesapos, lenguados y otras  especies! ¡Y a falta de sepultura, se pudrieron bajo el sol agobiante y el jugo de su podredumbre se convirtió en ese oro  negro que los españoles denominan olio di petra, pero que en realidad  es podredumbre de los peces de mis ancestros!
AGUATERO: ¡Desgraciadamente el Cadillac lleno  de  petróleo explotó en el momento en que el jesuita produjo un cortocircuito al activar muy  bruscamente el arranque! ¿Cómo sacar  el  petróleo de aquí?  ¡Apenas si podemos salir nosotros! ¡Padre, la extremaunción!
JESUITA: ¡Un momento! ¿Cuánto cuesta  el litro?
AGUATERO: ¡Mil  piastras!
JESUITA: ¡Rayos!
AGUATERO: ¡La extremaunción!
JESUITA: ¡Se la otorgo! ¡Muérase tranquilo!
AGUATERO: ¡Me muero!
JESUITA: ¡Palalaló, llenanos una  vejiga  de petróleo! ¡Intentemos  la travesía del  desierto!
VACA SAGRADA: ¡Vayamos a esa famosa Buenos Aires! ¡Tengo espíritu aventurero y todavía soy  joven  para  la aventura!
REINA: ¡Agarrá algunas coronas de diamantes de la abuela Palalatoca por si acaso  no llegamos a vender  bien la  vejiga  de  petróleo! ¡Seamos precavidos!
PRINCESA: ¿Pero  entonces somos ricas?
REINA: ¡Vamos  a sedo una  vez que  vendamos la vejiga en Buenos Aires! ¡Y con  nuestra fortuna vamos  a comprar  una  pirámide más grande en un país más rico!
¡Andá  a decir  adiós  al pueblo de mi parte!
VACA  SAGRADA: ¡Y yo les regalo  dos  litros  de leche!
PRINCESA: ¡Ey, pueblo, les tengo  una  buena  noticia! (Sale)
¡Les  cambio dos  litros de  leche   por   un  ramo  de champiñones alucinógenos para  comer  en el camino!
REINA: ¡Adiós,  pirámide mía! ¡Cuidame los  restos  de  mis ancestros, quizás  algún  día  los necesite! ¡Si te abandono  es para colmar el vacío de mi estómago, que no es menor  que el vacío en tu interior; oh, mi pirámide! ¡Que cada   uno  tenga  su  alimento y  no  seamos  el alimento uno de otro! ¡Adiós!
VACA  SAGRADA: ¡La pirámide se iluminó!
JESUITA: ¡Milagro! ¡Recuperé la vista!
REINA: ¡Yo también!
PRINCESA  (entra}:  ¡Milagro! ¡Recuperamos la  estima   del   pueblo! ¡Nos dan   un  conejo y  una  tortuga  verde como  regalo  de despedida!
REINA: ¡Mucho mejor!  ¡Los  vamos  a  comer en  el viaje!
¡Oh, mi vaca sagrada, qué  hermosa es! ¡No  la veía desde  hace diez mil lunas!  ¡No  le guardo rencor! ¡Y usted,  Rodrigo, cómo encarna la bondad su rostro! ¡Lo  sigo  amando! ¡Y  vos,  Palalaló, que  no  volví a verte  desde  tu  nacimiento, me gusta  tu aspecto y tu maquillaje! ¡Te pareces  a mí cuando tenía  tu edad!
PRINCESA: ¡Mamá, yo siempre te quise!
VACA SAGRADA: ¡Tuvimos algunas pequeñas diferencias, pero siempre la consideré mi reina, Reina  mía!
JESUITA: ¡Y usted  sigue siendo la reina  de mi corazón!
RATA: ¿Y yo?
REINA: ¿Usted,  rata?  ¿No  estaba  muerta?
VACA  SAGRADA: ¿Ella?
PRINCESA: Es el fantasma de su fantasma.
JESUITA: ¡Su  carne se volvió  incomible! ¡Abandonémosla aquí!
PRINCESA: ¡Sólo le queda  mendigar las sobras del pueblo!
JESUITA: ¡Y no merece  más que eso! ¡Vayámonos de inmediato! Caminaremos noche  y día,  nos protegeremos del sol en  pozos  que  cavaremos en  la arena. ¡La fe nos  sostendrá!
REINA: ¡Subamos el cadáver de Garay a la vaca  para  comerlo  en el camino! A Buenos  Aires.
PRINCESA: ¡A Buenos Aires!
RATA: ¡Palalaló, te amo!  ¿Me  vas a abandonar solo, aquí?
PRINCESA: Sí. Sigo a los míos.
La PRINCESA sale. Entra el TURISTA.
JESUITA: ¡A Buenos  Aires!
REINA: ¡Estamos listos, en camino!

La REINA, la VACA  SAGRADA y el JESUITA salen con el cadáver del AGUATERO.

TURISTA: Extraño lugar.
RATA: ¿Qué  dice? ¡Estoy  un poco  sordo!
TURISTA: ¿Usted  es el guía?
RATA: ¡Dos  piastras la foto!
TURISTA: ¿Quién vivía en esta  pirámide?
RATA: ¡Muertos! ¡Son  dos  piastras!
TURISTA: ¿Usted  los conoció personalmente?
RATA: ¡No! ¡Pero  es como si! ¡Si quiere  visitar  las momias, le voy a pedir  dos  piastras más!
TURISTA: ¡No  me gusta  este  lugar! ¡Tome  las dos  piastras, señor! ¡Gracias! (Sale.)
RATA: A los  turistas no  les gusta  nada  esta  pirámide por la humedad que se desprende de los muros siempre chorreantes. Su  última reina, la  reina   diosa   inca Tac Toe,  se enterró en  el desierto en compañía de su hija Palalaló y sus íntimos, buscando vender una vejiga  de  oro  negro que  en  esta  época se llamaba ollio  reggio, pero, atormentados por  la sed, con  la vaca  ya  sin  leche, bebieron de  su  negra   vejiga  y murieron envenenados bajo  el sol  ardiente en  medio  del  desierto. Otra  leyenda dice  que  se comieron entre  ellos. ¿Pero en qué orden? No lo sabemos. Fue la  última  reina  inca,  la  última princesa inca,  y el último  misionero  jesuita. Fue también  la última vaca sagrada y el último conquistador, Don Garay, muerto antes de su partida. Sólo sus sombras  rondan a veces por esta pirámide. Pero no son más que sombras. Fui bibliotecario antes de convertirme en guardián  de museo, y es de mi educación de donde proviene mi sensibilidad especial que me ayuda a soportar  mi desasosiego frente a la monotonía  de mi existencia. Entre dos visitas turísticas alrededor de la pirámide, imagino la vida de quienes la habitaron  en otros tiempos. Me siento así dueño de un pasado que, de otro  modo, no me diría gran cosa. Pero es hora de cerrar. Me voy a acostar.




FIN.

22/10/14

Anónimo. Farsa del licenciado Pathelin










































Anónimo.

FARSA DEL LICENCIADO PATHELIN


PERSONAJES
LICENCIADO PEDRO PATHELIN, abogado. GUILLERMITA, su mujer.
GUILLERMO, pañero.
TEOBALDO EL CORDERILLO, pastor. JUEZ.
Alguaciles, burgueses, pueblo.


PRIMER ACTO
(En casa del LICENCIADO PEDRO PATHELIN.)

Escena Primera
PATHELIN, GUILLERMITA

PATHELIN:
¡Por la Virgen, mi GUILLERMITA ponga el cuidado que ya ponga en amasar unos escudos, nada podemos reunir! ¡Un abogado tan famoso!

GUILLERMITA:
¡Vos no sois más que un pobre hombre! Por menos sabio no se os tiene de lo que antes se os tenía. Todos llegaban a buscaros y someteros los asuntos. Pero es sentado como ahora que esperáis a vuestros clientes.

PATHELIN:
Mas sin embargo, y no es orgullo, ¿Puede existir alguien más sabio que yo, además de nuestro alcalde?

GUILLERMITA:
¡De hermosa ciencia disponéis!

PATHELIN:
No hice jamás grandes estudios, mas mostré tantas aptitudes para el trabajo, que, sin broma, cantar sabía los latines tan claramente con el cura, que alguien pudiera haber creído que siete años fui a una escuela, quiero decir, el mismo tiempo que Carlomagno allá en España.

GUILLERMITA:
¡Qué nos importa Carlomagno! ¡Muy mal andamos de fortuna, sin qué comer y sin vestidos! Los dos tenemos mala cara, casi de hambre perecemos. ¡Están muy viejos nuestros trajes, rotos los codos y arrugados! ¿Cómo comprar otros mejores? ¡Conservar éstos hace falta! Vuestro saber ¿de qué nos sirve, si no podemos conseguir para vestirnos ni un centavo?

PATHELIN:
¡Callad! ¿Queréis que al punto vaya traje y montera a procuraros? ¡Estoy dispuesto a complaceros, con el recurso de mi ciencia! Podéis tener la confianza de que sabré, como abogado, tener buen paño pleiteando.

GUILLERMITA:
Creo más bien, si no ando errada, que por astucia lo hallaréis, pues harto sé que para engaños, para mentiras y embelecos sois un maestro consumado.
PATHELIN:
¡Por el Señor que me dio el ser, quiero tener por mi cacumen, para los dos, paño sobrado! Y ¿qué color os gusta más? ¿Un verde gris? ¿Un paño belga?

GUILLERMITA:
Cuando se vive en cruz y en cuadro, no hay que pedir peras al olmo.

PATHELIN:
¿Cuánto, querida, precisáis? Para vos, dos varas y media, y para mí, tres, cuatro o más.

GUILLERMITA:
¿Donde hallaréis los escudos?

PATHELIN:
No Os preocupéis, mi Guillermita. Para el recado basta un cuarto. Tendréis el paño en un minuto.

GUILLERMITA:
¿Pero quién va a pagarlo luego?

PATHELIN:
¿Por qué os hacéis tan mala sangre? ¡Ya saldaremos nuestras deudas el día del juicio por la tarde! ¡No tengáis miedo, os lo repito! (Se dispone a salir.)

GUILLERMITA:
¡A la taberna os vais, borracho!

PATHELIN:
¡No! Adonde voy es a la feria. (Sale.)


Escena Segunda

PATHELIN (Deteniéndose a la puerta del pañero.)
Más he aquí que caminando, me encuentro en casa del pañero. (EL PAÑERO está en el umbral de su puerta.) ¡Ah!
¡Vos aquí, maese Guillermo! ¡Vamos, apriéteme esa mano! ¿Qué tal andamos de salud? ¿Marcha tan bien como quisierais?

EL PAÑERO
Sí, muchas gracias.

PATHELIN
¿Y el negocio?

EL PAÑERO
Anda flojillo, aunque otros digan. ¡Jamás el paño dio dinero!

PATHELIN
¿Ganáis aún vuestro sustento?

EL PAÑERO
Vamos tirando, licenciado. ¡Siempre el comercio es el comercio!

PATHELIN
¡Ah, vuestro padre sí que era hombre entendido!... Le vendió tela de traje a mi mujer. ¡El Señor cuide de su alma! Cuando os contemplo, ciertamente que me parece estarlo viendo. ¡Sois vos su exacta y propia imagen! Dios no creó una criatura que más pudiera parecérsele. No me di cuenta hasta ahora mismo, aunque hace tiempo que contemplo vuestra graciosa, honrada cara.

EL PAÑERO (Mostrándole un escabel.) Podéis sentaros, si gustáis.

PATHELIN (Continuando, sin sentarse.)
Si, Como dos gotas de agua os parecéis en las facciones. ¡Dios! ¡Sí que era un hombre sabio! ¡Oh, cuántas veces él predijo lo que sucede!... ¡Virgen santa. ¡Continuamente lo recuerdo!

EL PAÑERO (Acercándole el escabel.)
Mirad, señor, que me ofendéis, si no queréis tomar asiento.

PATHELIN (Sentándose.)
¡No! ¡Ciertamente! ¡Es imposible ver dos personas tan iguales! Son sus orejas, son sus ojos... ¡Sois su mismísimo retrato! Por más que busco y que rebusco, no hallo ninguna diferencia. ¿Y esa excelente Laurentina, vuestra tía? ¿Se encuentra bien?

EL PAÑERO
Sí, bien. De nada se lamenta.

PATHELIN
¡Dios, qué bellísima persona! ¡Más recta aún que una columna! Hace un momento la admiraba... Y cuando os vi después, me dije: ¡Oh, qué dignísima familia! Familia amable y tan gentil, que hacía préstamos, a veces. Vos también sois un guapo mozo, buen sucesor de vuestra casa. ¡Mas qué gran hombre vuestro padre! Los que él juzgaba por amigos, sin ningún miedo a molestarle, llamar podían a su puerta. Pero burgueses de esta clase es imposible hallarlos hoy. Ninguno presta ya dinero. ¡Cómo reía vuestro padre!¡Plegue al Señor que en estos tiempos fueran los malos como él! No se verían tantos robos. .. (Toca una pieza de paño.) ¡Qué fina lana es este paño! ¡Qué bueno al tacto y qué suave!

EL PAÑERO
De mis ovejas es la lana.

PATHELIN
¡Se cortarían ricos trajes! ¿Así que telas tan perfectas de lana son de vuestros bichos? ¡Parece cuero cordobán!

EL PAÑERO
Es un buen paño de Rouen.

PATHELIN
Yo no pensaba comprar nada. ¡Pero este paño es tan bonito! Metido había en el bolsillo, y separado, cien escudos para comprar alguna renta. Más vos tendréis treinta o cuarenta, porque el color de vuestro paño tanto me gusta, que perezco.

EL PAÑERO
La renta habréis, señor, más tarde. ¡Aprovechaos!

PATHELIN
¡Qué tentación! Me quiero hacer Un buen vestido y otro también a mi mujer.

EL PAÑERO
Ni una palabra, licenciado. ¿Cuánto queréis que le entregue? ¡Tened! ...Tomad toda la pieza. Podréis haceros un bonete. Sin más hablar, llevad la toda, aunque estéis hoy sin un ochavo.

PATHELIN
Gracias por vuestra gentileza.

EL PAÑERO
¿Queréis, señor, este azulado?

PATHELIN
¿Cuál es el precio de la vara?

EL PAÑERO
Es de mis telas la más buena. Os diré al punto lo que vale, y la tendréis sin discusión.

PATHELIN (Interrumpiéndole y sacando una moneda de su escarcela.)
Mirad, maese, en los negocios conviene siempre dar a Dios esa moneda que le toca, porque no puede negociarse sin pronunciar su santo nombre.

EL PAÑERO
¡Por Dios, que sois un hombre honrado, y me habéis puesto muy contento! ¿Me preguntáis el precio?

PATHELIN
¡Si!

EL PAÑERO
La vara, veinticuatro perras.

PATHELIN
¿Me tomáis vos por un idiota?

EL PAÑERO
El mismo precio me costó. Tuvieron frío las ovejas en este invierno. Ya no hay lana.

PATHELIN
¡Veinte os daré, sin regateo!

EL PAÑERO
Se pagan doble los vellones que antes se hallaban a placer. En otro tiempo, la mitad pagaba yo en la Magdalena.

PATHELIN (Con aire resignado)
¡Sea! Me doy por vencido. Medidme bien lo que me llevo.

EL PAÑERO
¿Cuántos queréis?

PATHELIN (Reflexionando.)
Para mi, tres, y dos y media para ella. Creo que era eso.

EL PAÑERO (Después de medir el paño.) Entonces, seis. Tomad las seis exactamente.

PATHELIN
¡Bien!

EL PAÑERO
¿Comprobar queréis las varas?

PATHELIN
Vuestra honradez no pongo en duda.

EL PAÑERO
A veinticuatro ochavos, seis varas son seis escudos.

PATHELIN
¡De oro! ¿Venís por ellos a mi casa?

EL PAÑERO
No me conviene.

PATHELIN
Moriría, si no vinierais en persona. Veréis lo bien que allí se bebe un buen vinillo de Borgoña. ¡Vamos! Venid, no os dé vergüenza buscar el oro... y beber algo.

EL PAÑERO
Mejor sería me la dierais si la tenéis aquí. No gusto vender a crédito la estrena.

PATHELIN
¿Y mis escudos? ¡Escudos de oro! ¿No es nada eso? Aun podréis comer la oca más hermosa que asarse pudo. ..¡Os daré un ala!

EL PAÑERO
Pues que insistís tanto, ¡a fe mía, que os sigo al punto! ¡Me embrujáis! Llevaré el paño.

PATHELIN (Tomando la pieza.)
Por favor, porque el paquete no os fatigue voy a tomarlo entre mis brazos, y como no soy hombre gordo, parecerá que llevo panza. (Ríe.)

EL PAÑERO (Intentando coger el paño.) Será mejor que yo lo lleve.

PATHELIN
¡No, no! ¡No puedo consentir que por mi culpa os molestéis! ¡Corro de prisa a la bodega!

EL PAÑERO
¡Y preparadme el oro, amigo, que por beber no me impaciento!

PATHELIN
¡Pues beberéis también! ¡Pardiez! ¿Queréis acaso molestarme? A vuestro padre -¡lo recuerdo!- no le ofendía entrar en casa para sentarse a nuestra mesa. Mas para vos somos nosotros sólo unos pobres pelagatos, pues no estimáis en un comino al que no viste a todo lujo.

EL PAÑERO
¡Tampoco yo soy ningún rico! No tengo a veces ni un doblón...

PATHELIN
¡Bien, bien! Corriendo, me adelanto.

EL PAÑERO
¡No os olvidéis de mi dinero!

PATHELIN (Aparte.)
¡Su dinero! Ya puede ahorcarse si cree que acaba de vender paño que pueda enriquecerle. No ha consentido en rebajarme ni en un ochavo las seis varas. ¡Va a saber bien cómo me llamo! Y en la tocante a sus escudos, puede correr como una liebre y echarle un galgo hasta Pamplona. (Desaparece con el paño, entrando en su casa.)

EL PAÑERO (Solo.)
Ni verán sol ni verán luna esos escudos que va a darme, porque a esconderlos en seguida me voy a ir, para aumentar los que ya tengo bien guardados. Nunca hubo hábil comprador que vendedor mejor hallase. ¡Qué fácilmente lo seduje! ¡Qué tonto fue! ¡Seguro estoy que ha sido un paño bien vendido! Le convencieron mis razones y me invitó a comer también. ¡Yo tendré el oro, el vino...el ave!





SEGUNDO ACTO Escena Primera



PATHELIN (Llega corriendo, escondida la pieza de paño bajo el ropón. Brinca de un lado a otro de la alcoba.)

(En casa del LICENCIADO PATHELIN. Gran lecho de colgaduras practicables. Diversos utensilios de cocina:
cacerolas, escoba, etc. Puerta al exterior.)

PATHELIN
¿Qué traigo?

GUILLERMITA
¿Qué, mi pobre amigo?

PATHELIN (Cada vez más vivaracho.)
Nunca las cosas hago a medias. Mujer, ¿no estáis avergonzada de llevar traje tan raído?

GUILLERMITA
¿Es propio, ¡ay!, de un buen esposo el chancearse así de mí?

PATHELIN
¿Qué traigo?

GUILLERMITA
¿Ochavos en la bolsa, para saltar como un pelele?

PATHELIN
¡Dinero, no! ¡Pero sí el paño! (Triunfalmente, descubre la pieza)

GUILLERMITA
¡Ay, Santo Dios! ¿Quién va a pagar?

PATHELIN
Ya está pagado, Guillermita. Creo haber hecho un buen negocio ¡Qué hombre más ducho en la materia el que tal paño me ha vendido! No tiene trazas de ser tonto.

GUILLERMITA
¿Pagado? ¿Habéis perdido el juicio? Si no tenéis blanca ni ochavo, ¿en qué moneda habéis podido pagar? ¡Quisiera yo saberlo!

PATHELIN
¡Señora, es grande vuestro error! Cuando hace poco me marché, llevaba un cuarto en la escarcela.

GUILLERMITA
¡Malos negocios, si se compra atado ya por un contrato! Tendréis un día que pagar. Del que se entrampa el tiempo huye. Al vencimiento, la justicia a reclamar vendrá el dinero ya embargar todos nuestros muebles.

PATHELIN
¡No! Le pagué tan sólo un cuarto, mas no firmé contrato alguno.

GUILLERMITA
¿Con quién hicisteis el negocio? No se me alcanza a comprender cómo sin plata entregó el paño.

PATHELIN
Es el pañero un tal Guillermo, apellidado Puñoenrostro.

GUILLERMITA
¿Y de qué argucias os valisteis?

PATHELIN
Pagué la parte que a Dios toca. Ya no verá ni un mal ochavo; que Dios, si quiere, lo reparta con él. ¡No pienso darle más!

GUILLERMITA
¿Cómo la audacia habéis tenido de pedir crédito a Guillermo?

PATHELIN
Para empezar, le di la mano. Luego, adulándole, le dije que en todo el mundo nadie vio un hijo más exacto al padre, ni de más pura y fina raza, aunque el tal padre fuera un cerdo y sea el hijo un alcornoque, un bribón de la peor especie. Después, le hablé de una gran oca que asar pensábamos en casa. Cuando lo tuve en el bolsillo, me metí el paño bajo el brazo. (Lo acaricia.) ¡Es en verdad muy buena tela!

GUILLERMITA
¿Así que fue con alabanzas como lograsteis el negocio? Me hace pensar esto en la fábula del Cuervo. Muy afablemente, el Zorro, viéndolo subido en una rama, se acercó. El Cuervo, ufano de sus plumas, alzaba un queso entre su pico. "¡Nunca vi cuerpo más hermoso! -el Señor Zorro dijo al Cuervo-. y en vuestros cantos, ¡qué armonía!" Para que fuesen admirados, el Señor Cuervo, tontamente, el pico abrió de tal manera que por la hierba rodó el queso. Y el Señor Zorro lo agarró entre sus dientes, scapándose. Habéis obrado como él, siendo ya vuestro todo el paño. (Se ríe a carcajadas.) ¿Pensáis que el pobre está riéndose? Es una compra bien barata. Pero las cosas se complican. El va a venir. ¿Qué le diremos?

PATHELIN
Comadre mía, haced la cama. Me acuesto en ella y fingiré estar enfermo. Tembloroso, tiritaré bajo la manta, y vos, con cara compungida, diréis: "¡Ya va para dos meses que está malito!" y en la voz un llanto amargo mezclaréis.

GUILLERMITA
¿Y la justicia?

PATHELIN
No os alarme. Confiad siempre en vuestro esposo y ni haya apuros ni emociones.

GUILLERMITA
Puede ocurrirnos algo malo. Mi buen amigo, no olvidéis aquel terrible y triste sábado que a la picota Os condujeron.

PATHELIN
¡Callad! Dejaos de monsergas. El comerciante va a venir. ¡No hay que perder ni un solo instante! Me acuesto al punto! Así lo espero. (Desaparece detrás de la cortina de su lecho. En ese mismo momento se oye llamar a la puerta estruendosamente. GUILLERMITA esconde bajo el lecho la pieza de paño.)

Escena Segunda
EL PAÑERO GUILLERMO, GUILLERMITA y PATHELIN, acostado en su cama.

EL PAÑERO
¡Eh! ¡Licenciado! ¡Vedme aquí!

GUILLERMITA (Abriendo la puerta con precaución)
¿Qué andáis buscando? ¡Santo cielo! ¡Hablad más bajo!

EL PAÑERO
Buenos días.

GUILLERMITA
Más bajo.

EL PAÑERO
¿No sois Vos su esposa?

GUILLERMITA
¿De quién, señor? ¿Queréis decirme qué es lo que os trae a nuestra casa?

EL PAÑERO
Señora, ver a vuestro esposo.

GUILLERMITA
¿De quién pensáis que soy mujer?

EL PAÑERO
¿De quién? ¡Pardiez! ¡No la del Rey! ¡Del Licenciado Pathelin! ¿No es aquí acaso donde vive?

GUILLERMITA
¡Ay! ¡Esperando fallecer!

EL PAÑERO
¿En dónde está?

GUILLERMITA
¡Ay, en su cama! ¡Por Dios, maese, no es bonito que molestéis a un pobre hombre que el mal de fiebre le consume! Once semanas hace ya que gime, débil, sobre el lecho.

EL PAÑERO
¿Quién?

GUILLERMITA
Pathelin, mi caro dueño, mi dulce esposo. (Llora.)

EL PAÑERO
¡Es imposible! Hace un instante que lo he visto. (PATHELIN se agita y gime tras las cortinas.) ¡Ah, ved, señora, cómo os oye!

PATHELIN (Tras las cortinas.)
¿Es que sois Juan, el boticario? ¿Me traéis otra lavativa?

EL PAÑERO (Furioso.)
¡Eh! ¡Yo no soy el señor Juan! Vengo buscando mi dinero. De lavativas no se trata. No ejerzo yo ese ministerio.

GUILLERMITA (Gritando.)
¡Hablad más bajo...bajo, bajo!

EL PAÑERO
¡Pardiez! ¿Más bajo? ¿Es que hace falta que baje acaso a la bodega o al pozo? ¡Vamos! ¿Qué masculla? ¿Y qué venís vos a cantarme? ¡No están los tiempos para broma!¡Se oyen en Roma los rebuznos y que me calle me ordenáis!

GUILLERMITA (Más bajo)
Ya se durmió otra vez. ¡Marchaos!

EL PAÑERO
¡Me pagaréis en este instante!

GUILLERMITA
¿Pagaros qué?

EL PAÑERO
¡Mi paño, amiga!

GUILLERMITA
¿Qué diablo turba vuestro juicio?

EL PAÑERO
En casa de Pathelin, que a mí me debe...

GUILLERMITA
Os proponéis llevar la broma, por lo visto, muy lejos.

EL PAÑERO
¡Vengan mis escudos, o bien mi tela!

GUILLERMITA
¡Está tan grave! Devuelve todo lo que toma.

EL PAÑERO
¡Pues que mi paño me devuelva, si no me paga! yo os suplico que se dé prisa. Estoy seguro que esta mañana bien corría cuando en la tienda cogió el paño.

GUILLERMITA
¿Será, maese, algún misterio? ¿Está en estado de correr un pobre hombre moribundo?

EL PAÑERO
¡De paño azul tomó seis varas!

GUILLERMITA
¡Qué importa sean vuestros paños verdes o azules, si ha tres meses que no ha salido ni una vez! No se preocupa de los trajes, y para hundirse en el sepulcro lo vestiré de una mortaja de lienzo puro y no de paño.

EL PAÑERO
¡Pues sin embargo, quiero hablarle!

GUILLERMITA
¡Qué gritos, ay, estáis pegando! ¡Por caridad, hablad más bajo!

EL PAÑERO
¿Pero es verdad que tenéis miedo del fin de vuestro licenciado? También yo tengo mucha pena. Si me pagáis, me marcharé. ¡Jamás le haré crédito a nadie!

PATHELIN
¡Agua de rosa, Guillermina! Alzadme para que repose en este lecho más a gusto, y dadme agua...

EL PAÑERO
¡Ah, ciertamente que ya está hablando!

PATHELIN
¡Que a esas negras gentes las echen! Me fatigo de junto a mi verlas saltar. Tapadme el rostro, Guillermita. ¡Llega volando el monje negro! ¡Dadle su estola, pronto, pronto! ¡Al gato! ¡Al gato! ¡Cruz, cruz, cruz! ¡Por Satanás, por Belcebú! (Se agita.)

GUILLERMITA
¡Ay, Santo Dios, cómo se agita!

EL PAÑERO
¡No cabe duda que está loco!

GUILLERMITA (A PATHELIN.)
No os mováis tanto. ¡Tened calma!

PATHELIN
Quieren sin duda asesinarme, estoy seguro, estos doctores, dándome tantos bebistrajos.

EL PAÑERO
Se ha puesto enfermo de repente, porque a mi casa vino... ¡Es cierto que hoy mismo estuvo! ¡Vaya broma!

GUILLERMITA
Mirad, señor, que hay que callarse.

EL PAÑERO
Y, sin embargo, hace un momento vendí seis varas para un traje, gabán y gorro. Me parece que hicimos juntos el negocio. Vamos al grano. Oídme un poco: ¿no hay una oca puesta al fuego?

GUILLERMITA
¿Una oca aquí? ¡Linda pregunta! ¡Ah, mi señor, no es esa carne para un enfermo! Id a otro lado! ¡Con vuestro sastre a divertiros!

EL PAÑERO
No hay que ponerse tan colérica. ¡Me desespera este percance! ¡Pensaba haber vendido bien mi paño!... ¡Ay! ¡Y se ha perdido! ¡Bien que lo vi sobre la mesa!... ¡Es una cosa inexplicable! ¿Puede creerse que durmiendo se lo haya dado a los fantasmas? ¿Es que he soñado? ¡Pierdo el seso! ¿Hasta tal punto hay malhechores? ¡De entre mis telas escogió la azul! La vi bajo su brazo. Pero, ¡no, no!...He aquí su casa. Parece estar rindiendo el alma."¡Venid conmigo a beber!", dijo...Jamás le hubiera dado crédito... ¡Pues sí!... ¡Pues no!... Nada comprendo. Cuanto más pienso, más me embrollo. Corro a saber si me he engañado.

Escena Tercera

PATHELIN (Asomando con precaución la cabeza entre las cortinas.)
¿Se marchó ya?

GUILLERMITA
¡Por Dios, silencio!

PATHELIN
¿Visteis al muy desconfiado? Puede otra vez volver. ¡Callad!

PATHELIN
¡No puedo ya con mis costillas! (Se levanta, apareciendo en camisón.) Fue bien pesada la defensa. Tragar la bola no quería. (Ríen los dos a carcajadas.) ¡Que Se jorobe el más idiota! Visteis pañero más grotesco? (Las carcajadas son interrumpidas bruscamente por unos golpes en la puerta.)



Escena Cuarta
LOS MISMOS y EL PAÑERO GUILLERMO

(PATHELIN, que no tiene tiempo de volverse a acostar, se cubre con todos los objetos y utensilios que encuentra a mano: empuña una escoba, se pone en la cabeza una cacerola, echando a correr por la habitación. GUILLERMITA abre al PAÑERO, sin poder contener las carcajadas que le provocan la cara del comerciante y las contorsiones de PATHELIN.)

EL PAÑERO
¿Osáis reíros en mis barbas, señora? Vengo a recordaros que necesito mi dinero, si no llamo a la justicia.

GUILLERMITA
¿Vos todavía? ¡Virgen Santa! ¿De qué pensáis que me río? ¡Reírme yo! ¿Qué estáis diciendo? ¡Cuando mi esposo se me muere! Ved cómo salta y desvaría. Perdió del todo la cabeza. Ya sólo dice disparates... ¡No va a durarme mucho tiempo!

EL PAÑERO
¡Vamos! ¡Dejaos de imposturas! No soy tan tonto como para tomar las nubes por carneros.

PATHELIN (Mostrándole su cama.)
Aproximaos. Acostadas aquí, veréis dos docenas de guitarrillas, bendecidas, por el buen cura de Iverneaux, hijas del
Rey de las Guitarras.

EL PAÑERO
¡Acabe ya la jerigonza! ¡Vengan al punto mis escudos!

GUILLERMITA
¿Cómo? ¿Capaz sois de insistir? Una vez basta, señor mío. ¡Miradlo! Está desvariando. (PATHELIN hace visajes y morisquetas.)

EL PAÑERO
Lo encuentro hecho Un zarandillo...Pero es seguro que mi tela me arrebató... ¡Qué enfermo raro!

PATHELIN
¡Capé de Dios, la coronada! Par fús y fás man vul anar renague zen par ultramar, vientre azulado, digo, flauta, cestui carrible, no dan nada. No carrillones. ¡Vete al cuerno! De tu dinero, tús ni mús. ¿Me escucháis bien, mi lindo primo?

GUILLERMITA
Tenía un tía de Limoges, que fue marido de su tía, por eso el pobre se nos viene cantando ahora en esa jerga.

EL PAÑERO
Muy zorramente, de mi tienda tomó la tela más hermosa, desvaneciéndose con ella. Me convidó a comer un ave. ¡Y
con la oca voló el paño!

PATHELIN
Entrad, mi dolche damisela, ¿y que veult ceste crapauraille? ¡Entrad, salid, oh gran merdaille! ¡Pronto, que venga un sacerdote!

EL PAÑERO
Puede alabarse el muy gracioso de variar su cantinela.

GUIILLERMITA
Nació su madre en Picardía...Habla picardo.

PATHELIN
Godemant! ¡Ay, Grile, Grile, mi buen hombre! Vente aquí ya, mi Bilop, Zilop, muy bien armado, non que bouden, onen te espero desen versen, y que el señor Tomás me absuelva de mis pecados, por la escarcha.

EL PAÑERO
De lo que dice ¿se os alcanza a comprender algo a derechas? Si un fiador por él responde, estoy dispuesto a hacerle crédito.

GUILLERMITA
¡Por Dios, señor, dejadnos ya! De responderos estoy harta. Sois en verdad muy testarudo.

PATHELIN
¿Quién es? ¿Vasija o Leonardo? ¡Pata peluda! Bé deá! Bé! parlez a mey, Gabriel? ¿Quién a mi traste se ha colgado?
¿Mousque, escarbot o cucaracha? La tembladera tengo. Bé! Jean de Quemin estará alegre. ¡Voy a beber a su salud!

GUILLERMITA
Ese señor Juan del Camino fue en otro tiempo su maestro. Era un normando... ¡Se enloquece! (PATHELIN se muestra cada vez más agitado.)

EL PAÑERO
¡Por Santiago, qué buen cómico! ¡Pero de mi se está riendo!

PATHELIN
¿Qué hace ese burro rebuznando? Aquí no hay yerba que pastar.

GUILLERMITA (AL PAÑERO)
¿Vais a marcharos de una vez? ¡Despachad pronto! ¡Terminemos!

PATHELIN
¡Vete al demonio en cuerpo y alma! Digaut an can Dios te perdone. ¡Tris- tris- tris- tris, tras-tras-tras-trás! Empedit dich guicebnuán, vas a soltarnos una piedra, entre petardos y gemidos. Holcón, mocón grand becelú, te comprarás un ataúd.

EL PAÑERO
¡Tartamudea! ¡Está muy malo! Todo lo embrolla. Barbotea en un lenguaje incomprensible. Se le olvidó hablar en cristiano.

GUILLERMITA
Era su abuela de Bretaña... ¡Se está muriendo y desvaría!

PATHELIN (Persiguiendo al PAÑERO.)
¡Largo, bribón! ¡Vete, lascivo! ¡No te las eches de valiente! ¡Vienes aquí para beber, cuando no queda ni una pera! (Se acuesta otra vez.) ¡Me estáis mirando boquiabiertos! Muy buenos días tengan todos, magister amantissime, pliter reverendissime, quomodo brulis? Quae nova? Parisiís non sunt ova. Quid petit ille mercator? Decit sibi quod trufactor quien triste en el lecho yace, darle pronto, si le place, de oca ad comedendum, si sit bone ad adendum.
¡Que me responda sin tardanza! (Se incorpora en el lecho.)

GUILLERMITA
¡Hablando, hablando se me irá! ¡Vedle la espuma entre los labios! ¡Cómo vajea! ¡Cómo salta! ¡La calentura se lo lleva! ¡Qué desgraciada humanidad! ¡Voy a quedarme en la miseria! ¡Esto me trae a mal traer! (Solloza.)

EL PAÑERO
¡Debo de haberme confundido! ¡Creo que va a estirar la pata! Pensé que estaban engañándome, y empiezo a ver que no hay tal cosa. Malos espíritus, ladrones de paño, habránselo llevado. Por si el demonio anda por medio, y ante el temor de endemoniarme, ¡llévese el paño quien lo tenga! Si como fiel cristiano quiere morir en paz este buen hombre, pienso que deba confiaros algún secreto, en confesión. Por tal motivo os abandono. ¡Que me perdone Dios! Me voy.

GUILLERMITA
¡Que no nos deje de su mano y nos acoja siempre! ¡Amén! (Cierra la puerta tras EL PAÑERO.) ¿He demostrado mi talento?

PATHELIN
Muy bien habéis representado vuestro papel. ¡Qué tonto estaba a vueltas siempre con su paño! No le veremos más el pelo. (Se desembaraza de los objetos con que se había cubierto.) ¡Tenga un feliz y buen viaje! ¡Se armó la gran marimorena! ...Mas las seis varas aquí están. (Saca el paño de su escondrijo y, dándole una punta a GUILLERMITA, se enrollan alegremente en él.)

GUILLERMITA (Acariciando la tela.)
¡Nunca toqué tela más rica!



TERCER ACTO
(La escena, en la calle, entre la casa de PATHELIN y del PAÑERO.) Escena Primera
EL PAÑERO (Ante su puerta.)
¡Siempre la misma historia! ¡Diablo! Se llevarán mi casa un día. Sacar tajada quieren todos. Tengo que andar con siete ojos. Primeramente, fue mi paño y, luego, es este Corderillo, el guardián de mi tenada, el que me da gato por liebre.



Escena Segunda
EL PAÑERO GUILLERMO, TEOBALDO EL CORDILLERO, pastor

EL PAÑERO
Helo aquí ya. ¡Pronto sabré! ¡Esto es el colmo! ¡Bueno fuera que se burlara así de mí! ¡Tantos audaces me sublevan! Ven para acá, sinvergonzón, lindo modelo de criados. ¡Eres tú, sí! No estoy soñando.

EL PASTOR (Con acento campesino, arrastrando la voz.)
Os reverencio, mi buen amo, A la ciudad me vine, a causa de que en el campo, ayer, gritándome, un alguacil se me acercó. Llevaba un látigo en la mano, y del terror no me repuse cuando me dijo que mi dueño tenía quejas contra mí. No sé qué mal puedo haber hecho. ¡Por Dios, decídmelo, os lo pido! Por más que pienso, no me explico qué zancadilla quieren darme. Yo soy un pobre campesino, tan ignorante como tonto.

EL PAÑERO
No te las eches de santito, porque tú eres solamente quien asesina mis ovejas a puro y limpio garrotazo. Las vendes luego al carnicero... Pero haré pronto que te cuelguen.

EL PASTOR
¿Por el gañote, señor mío? Tened piedad de un servidor fiel, aunque otros me calumnien.

EL PAÑERO
¡Sí! Me robaste mis corderos. Pero ante el juez responderás de mis seis varas de buen paño, ¡de mis corderos, digo, infame! Muero de rabia cuando pienso que hace diez años que me engañas.

EL PASTOR
¿Por qué escuchar a mentirosos, mi buen señor? Porque yo os juro...

EL PAÑERO
¡Vas a pagar cara tu injuria! Antes que pasen ocho días, quiero mis seis varas de paño, digo, el dinero de mi hacienda...

EL PASTOR
¿Qué paño? ¡Ah, señor, estáis rabioso a causa de otro asunto! Yo no soy más que un pobre siervo que no se sabe defender.

EL PAÑERO
Al tribunal tendrás que darle cuenta de todo lo que has hecho.

EL PASTOR
Señor, lleguemos a un acuerdo. Juntos podemos arreglarnos. ¡Por Dios, no quiero pleitear!

EL PAÑERO
¡Bueno! ¡Tu asunto ya está listo y te ahorcarán sin más, canalla!



Escena Tercera
EL PASTOR solo. Después, PATHELIN

EL PASTOR
Sin perder tiempo, voy a ir en busca de un buen abogado que de este mal paso me saque. (Ve al LICENCIADO PATHELIN.) Muy señor mío, perdonadme, pero no puedo perder tiempo: dejé en el campo mis ovejas, y ando buscando por la villa un abogado que me salve...

PATHELIN
Pues helo aquí, para serviros.

EL PASTOR
Yo no soy más que un pobre siervo; mas pagaré, se lo aseguro.

PATHELIN (Aparte.)
La suerte. ¡Dios!, parece buena. Me ganaré mis buenos cuartos. Este pastor debe ser tonto.

EL PASTOR
Señor, decidme qué hace falta decir al juez.

PATHELIN
¿Cuál es el pleito?

EL PASTOR
¿Contar la cosa es necesario como ella es, en realidad?

PATHELIN
¡Por Dios! Decidla exactamente.

EL PASTOR
Puesto que así vos lo queréis, de punta a rabo os diré todo.

PATHELIN
¿Sois demandado o demandante?

EL PASTOR
Atended vos, primeramente. Sabed, señor, que es el mi amo, para quien yo pastoreaba, el que presenta la denuncia... Si me abandonan a sus iras, van a colgarme... A cachavazos, llevando ovejas como un burro, hice morir una veintena... Cuando llegó mi dulce dueño, a la epidemia eché la culpa. "¡Tened cuidado no se mezclen con las demás! En un rincón," dijo, "bien lejos, enterradlas". Yo, conociendo la verdad, las convertía en buena carne que me compraba un carnicero... Tanto fue el cántaro a la fuente, que al fin, un día, se hizo añicos. Mas al redil vino mi amo, donde a un cordero acariciaba un poco fuerte...con un palo.

PATHELIN
¡Bien que ganabais el sustento! ¿Pueden hallarse testimonios para probar el hecho? Hablad.

EL PASTOR
Pueden hallarse más de diez. ¡Ay, tengo miedo de la horca!

PATHELIN
Es el delito muy muy grave. Decidme ahora vuestro nombre.

EL PASTOR
Soy Teobaldo el Corderillo.

PATHELIN
¡El Corderillo! Si me ocupo de defenderos, ¿pagaréis?

EL PASTOR
Si soy absuelto por el juez, no he de pagaros en ochavos, sino en buen oro coronado. ¡Seis bellas doblas!

PATHELIN
Ya es buen pleito desde el momento en que se paga. Quiero que oigáis mis consejos. Abrid, atentos, los oídos, y hacer podremos maravillas, si lo que os digo cumplís bien. Fingid que no nos vimos nunca. Pensad que estamos ya delante del tribunal y, callandito, dejad hablar a vuestro amo. Cuando se os quiera interpelar, a todas las preguntas responded ¡Beé!, como un borrego. Fingíos tonto. A buen seguro que hacerlo habréis a maravilla. "¡De la justicia está mofándose!", se dirán. -¡Beé!- "Es un palurdo que cree estar con sus ovejas". y cuando más perplejos anden, más gritaréis: ¡Beé!

EL PASTOR
¡Ah, os prometo que no hablaré de otra manera! y cuanto más perplejos anden, fingiré bien que no lo entiendo, y diré: ¡Beé!

PATHELIN
Seguro estoy que al adversario venceremos. Más pensad luego en los escudos.

EL PASTOR
¡Buen pagador he sido siempre, mi buen señor!

PATHELIN
Bien. En seguida, yo llegaré desde mi casa. y vos vendréis por ese lado.

EL PASTOR
No lo dudéis por un momento. Comprendí bien. Ya nunca nadie, pregunte lo que me pregunte, ni juez, ni vos, ni pleiteante, aunque del trance salga absuelto, escuchará más de mis labios que: ¡Beé! Prometo ser un pozo mudo, ante todo lo que digan.

PATHELIN
Id y volved bien preparado, pues la campana ya se escucha. El juez se acerca. Me retiro. (Se van, cada uno por su lado.)



Escena Cuarta
La Audiencia

EL JUEZ, PATHELIN. Luego, EL PAÑERO y EL PASTOR

PATHELIN
El cielo os dé buena salud, y todo sea a vuestro agrado. ¡Os reverencio, señor juez!

EL JUEZ (Sentándose en el estrado, con aire de preocupación.)
Señor, os doy la bienvenida. Aproximaos. y cubríos. ¿Nos presentáis algún proceso? Pues acabemos, ¡o me voy!

EL PAÑERO (Entrando, anhelante.)
¡Por Dios, señor! ¡Está acabando unos asuntos que tenía!

EL JUEZ
¿Quién?

EL PAÑERO
Mi abogado, si os parece. Hay que aguardarle. Vendrá pronto.

EL JUEZ (Impaciente.)
Otros también a mi me esperan para otras causas. ¡Terminemos! Si el adversario está presente, basta. ¿Elevais alguna queja?

EL PAÑERO
Contra un pastor que a palo limpio morir hacia mis corderos; diciendo que era la epidemia.

EL JUEZ
Que el defensor mismo en persona se acerque.

EL PAÑERO (Mostrando al PASTOR, que entra sin ruido y se esconde entre la gente.) Mudo, como un pez, mirad lo ahí. ¡Muerto de miedo!

EL JUEZ
Puesto que sois el demandante y el otro está entre el auditorio, los dos, estando frente a frente, hablad. Podemos dar comienzo.

EL PAÑERO
Señor, yo vengo a denunciaros los actos de este miserable. ¡Es una cosa inconcebible! Porque en verdad debéis saber que lo tomé por caridad. Lo alimenté desde su infancia, y cuando vi que ya era fuerte para ir al campo, resumiendo, lo hice pastor de mis ganados, y confíele mis corderos. Pero tan cierto como estáis en ese estrado, señor juez, cual un ladrón se ha conducido, dejando en cuadro mis rediles de los corderos más hermosos. ¡Pido castigo!

EL JUEZ
¿No decíais que estaba a sueldo en vuestra casa?

PATHELIN
¿Cómo un muchacho de esa edad pudo sin sueldo ser tomado? ¡No puede ser de otra manera!

EL PAÑERO (A PATHELIN.)
¡Cómo! ¡Sois vos! ¡Estoy seguro! (Al JUEZ.) ¡El licenciado Pathelin! ¡Es él! ¡Su voz! ¡Todo Su porte!

EL JUEZ (A PATHELIN, que se oculta la cara con las manos.)
¿Por qué ocultaros de ese modo? ¿Tenéis dolor de muelas?

PATHELIN
Sí. Tal viento sopla en este sitio, que me atormenta.

EL JUEZ
Licenciado, hay que acabar por eso mismo. Tengo que irme.

EL PAÑERO
¡Es él! ¡Seguro!

EL JUEZ
¡Vamos, callad, o llamo a otro! ¡Se está cansando la justicia!

EL PAÑERO (Hablando siempre a PATHELIN.)
Fue a vos, ¡a vos!, a quien vendí de paño azul seis buenas varas.

EL JUEZ
¿Qué habla de paño?

PATHELIN
¡Desvaría! Interrogad a su adversario: quizás podamos entender... porque por más que reflexiono...(Con aire de comprender todo de un golpe.) ¡Ya caigo! ¡Ah!... ¡Ved cómo saca lo que le importa por los pelos! Estará hecha con la lana de sus corderos esta ropa que llevo... y, este pobre hombre fue quien robó la lana... En suma, muy embrollado encuentro todo.

EL JUEZ
A mí también me lo parece. ¡Vamos, señores, terminemos!

PATHELIN (Riendo)
Me estoy riendo a pesar mío. Hay que volver al hecho, ¡al hecho!

EL JUEZ (Al PAÑERO.)
¿Queréis volver a los corderos, si os place?

EL PAÑERO
¡Vamos! ¡Que me ahorquen, si no fue él! ¡Que entregue el paño! Luego, diré lo demás.

EL JUEZ
¡Pronto, volved de nuevo a los corderos! ¿Cuántos robó?

EL PAÑERO
¡Robó seis varas!

EL JUEZ
¿Pensáis que somos mozalbetes, tontos o idiotas? ¡Bueno, basta! Acabaré con el conflicto, si de ese modo divagáis.

PATHELIN
¡Pardiez! ¡Señor, la cosa es fuerte! Quiere sin duda trastornarnos. Mejor seria para vos encomendarle que se calle e interrogar al adversario.

EL JUEZ
¡Tenéis razón! (Al PASTOR.) Venid. Hablad.

EL PASTOR (Aproximándose con aire simple.)
¡Beé!

EL JUEZ
¿Os pensáis con los rebaños? ¿Qué es eso? ¡Beé! ¿Vuestro lenguaje? Nunca fui cabra, que yo sepa. Hablad.

EL PASTOR
¡Beé!

EL JUEZ
¡Cómo! ¿Es que os burláis?

PATHELIN
Pensad que es loco, testarudo, y se imagina entre sus bestias...

EL PAÑERO
¡Vos sois, Dios mío, señor Pedro, quien se llevó mi paño! ¡Si! ¡Que alguien se atreva a desmentirlo! (Dirigiéndose al
JUEZ.) ¡Si vos supierais con qué astucia!

EL JUEZ
¿Imagináis que me divierte veros mezclar ese detalle en vuestro pleito del ganado? ¡Al hecho, al hecho!

EL PAÑERO (Hablando de prisa.)
¡Pues oídme! Seré muy claro. Aunque me cuelguen porque un truhán me ha saqueado... Nada contrario mezclaré al hecho... Pues, señor, decía que me robó mi paño... digo, que mis corderos... ¡Excusadme! ¡Estoy, señor, tan conmovido!... Sigo... Ese ilustre licenciado, mi pastor, cuando estar debía con los corderos... prometióme, para la vuelta, seis escudos... ¡No! ¡Me equivoco!... resumiendo...Desde hace ya tres años, digo, trató conmigo mi pastor servirme fiel y honradamente y apacentarme mi ganado sin cometer trapacerías... ¡Y ahora, señor, tiene mi paño!
¿Quién va a pagarme el precio, quién, si ya no quiere conocerme?... ¡Y, sin embargo, hacer pacía desde hace tiempo
mis ovejas! Este ladrón robó mis lanas, y estaban sanos los corderos, y no atacados de epidemia, porque era él quien les rompía a palo limpio la cabeza... Cuando mi paño bajo el brazo metió: "Venid a casa, dijo, por seis escudos"... Y sé fue.

EL JUEZ
(Que ha escuchado con aire de asombro, haciendo gestos de desesperación.) ¡Estoy cansado de escucharos el gran escándalo que armáis y tanto hablar sin ton ni son! Mezcláis de extraño y raro modo paño y corderos. ¡Y no entiendo! ¿Qué demandáis, al fin y al cabo? ¡Pronto, pues hay que terminar!

PATHELIN
Estoy seguro que del pobre pastor se guarda su salario.

EL PAÑERO
¡Bueno! ¡No quiero ya callarme! ¡Que me devuelva el paño quiero!

EL JUEZ
¡Que entienda esto quien pudiere! (Encogiéndose de hombros, se agita en su sillón.)

EL PAÑERO
¿Es soportable que se escurra así? ¡Muy bien! ¡Que guarde el traje, pero que pague!

EL JUEZ (Levantándose, furioso.)
¡Me cansáis! Debéis pagarle. Es el criado. Es justo.

PATHELIN (Mostrando al PASTOR.)
Nada osa decir este aldeano... Me propongo ser su defensa... Empiezo. Oídme.

EL JUEZ
¡Triste cliente es, a fe mía! Pienso además que es un estúpido este señor don Juan Miseria. O yo me engaño, licenciado, o ganaréis bien poca cosa.

PATHELIN
Esto lo haré por nada, os juro. Sólo por pura caridad. Por aclarar la discusión. (Al PASTOR.) ¡Vamos! No estéis ahí, tan lejos. Hablad sin miedo. Aproximaos.

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¿De ese modo contestáis? Sólo decid que sí, o que no.
EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¿Os creéis con los corderos? ¡Beé! ¡Qué locura! ¡Es vuestro asunto! ¡Hablad! No es hora de balidos.

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Ah! (Bajo, al PASTOR.) ¡Muy bien! ¡Seguid balando! (Alto.) ¿No sabéis más que ese discurso? ¡Qué pobre tonto de remate! No es el más loco quien creemos, sino quien trae a un tribunal un alcornoque semejante.

EL PAÑERO
¡Loco! ¡Es verdad! ¡Mas mucho menos que vos!

EL JUEZ
¡Callad! ¡Puede dolerle al que hable mal de un magistrado!

EL PAÑERO
¡Bien! ¡Mas mi paño robó éste! ¡Y aquél diezmó mis animales!

EL JUEZ
¿Más todavía?... ¡Vaya locos! ¡Que éste se vuelva a sus corderos! Para guardarlos sólo sirve el muy chiflado. ¡Adiós, señor! Me estoy cayendo de fatiga. Si a bien tenéis, licenciado, cenar conmigo, yo os invito.

PATHELIN
Gracias, no puedo.

EL JUEZ
¡Pues me voy! (Se va.)



Escena Quinta
EL PAÑERO, PATHELIN y EL PASTOR

EL PÁÑERO
¿Los dos ladrones son absueltos? ¿En dónde está mi paño azul? ¿y mis corderos? ¡Vaya abuso! (A PATHELIN.) ¿Y
vos? ¡Conozco vuestra astucia! ¿Es que no os vi metido en cama acaso?

PATHELIN
¡Ah! ¡Bonito cuento! ¿Qué significa esa calumnia?

EL PAÑERO
¡Bah! ¡No padezco de visiones! Os estoy viendo con mis ojos.

PATHELIN (Burlón.)
¿Estáis seguro que soy yo? ¡Juan de Noyón se me parece! La gente a veces nos confunde.

EL PAÑERO
No podéis ser Juan de Noyón, pues no es su cara tan redonda. Sois ese mismo que hace poco enfermo estabais en la casa.

PATHELIN
¿Enfermo yo? ¿Qué mal tenía? Pienso que andáis de buen humor y que queréis, está bien claro, reíros de mí, por distraeros.

EL PAÑERO
¡De ningún modo estoy de burlas! ¡Sois vos! ¡El cielo sea testigo! ¡Vos, sólo vos! ¡De arriba abajo! No me vengáis con esa cara de santurrón. ¡Ladrón de paño!

PATHELIN
¿Qué andáis cantando? No comprendo en absoluto qué decís.

EL PAÑERO
¡Os vi en la casa delirando, más bien un muerto parecíais!

PATHELIN
¡Corred a ver si estoy aún!

EL PAÑERO
¡Pues sí! ¡Ya corro! (Sale.)



Escena Sexta
PATHELIN y EL PASTOR.

PATHELIN
Corderillo, venid. ¡Hablad! ¡Estáis absuelto, y seguís blanco todavía!

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Vamos! ¡Basta de balidos! ¡Ya está muy lejos vuestro amo!

EL PASTOR:
¡Beé!

PATHELIN
¡Cómo! Basta de emociones, pues ya se fue con viento fresco. ¿No fueron buenos mis consejos? Podéis hablar sin miedo alguno.

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡No se trata de fingir! Tengo que irme... Es el momento que de verdad me deis lo mío.

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Sí! ¡Muy bien! Dadme el dinero. Os considero un hombre honrado. Vais a pagarme en este instante... ¡Inútil ya tanto balido!

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Cesad ya vuestro lenguaje! ¡Cómo ante vuestra frialdad se diluyó entre balbuceos! ¡Jugasteis bien vuestro papel!...¡Venga el dinero... que me voy!

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Vamos! ¿Puede consentirse que incluso yo balar os oiga? ¡Hablad! ¡A mí podéis hablarme!

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Vamos! ¡Pronto, mi dinero! ¡Los seis escudos, por salvaros! ¡Venga! ¡Sed bueno! Dadlo ahora! ¡Déjaos ya de zorrerías!

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Quiere darme el mismo pago! ¡Donde las dan las toman, ay! ¡Que tenga canas en el pelo para que un bruto con zalea, un vil villano a mí me robe!

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¿No diréis otra palabra? Si es que la hacéis por divertiros, innecesaria es esa astucia conmigo. ¡Bien! ¡Sin más tardanza, pagad me ya! ¿Queréis venir hasta mi casa acompañándome para cenar?

EL PASTOR
¡Beé!

PATHELIN
¡Ah! ¿Este asno quiere mandarme de paseo? Pensé de engaños ser maestro, ¡Y el engañado he sido Yo! Ahora me toca a mí el castigo, y es un pastor el que me burla. ¡Aguardad! Salgo de estampía, para buscar un alguacil que os saque al punto mi dinero. ¡Un alguacil, que os encarcele!

EL PASTOR
¡Si da conmigo, lo perdono! (Se pone a salvo, corriendo.)



FIN