Mostrando las entradas con la etiqueta GAVARRE BENJAMIN SALA DE ESPERA. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta GAVARRE BENJAMIN SALA DE ESPERA. Mostrar todas las entradas

22/1/08

SALA DE ESPERA, DE BENJAMÍN GAVARRE

SALA DE ESPERA
Resultado de imagen para vih ochentas de Benjamín Gavarre


® contacto: gavarreunam@gmail.com




A la memoria de Raúl, Sergio, Héctor y Luis Pablo.


Vemos la sala de espera de una oficina: un discreto escritorio, dos o tres incómodos sillones y una mesita al centro. En las paredes cuelgan algunos cuadros impersonales: naturalezas muertas. En una esquina, en el suelo, un arreglo floral: rosas rojas. A la izquierda la puerta principal; al fondo, la puerta de un despacho.
En los sillones se encuentran: Sofía (29 años: ensimismada), Sara (35 años: dormida), Francisco (28 años: hojea revistas), Margo (65 años: absorta), y Arturo (38 años: mira la palma de su mano). En el escritorio se encuentra una adusta y eficiente recepcionista: edad indefinida.
Después de unos segundos llega un hombre impecablemente vestido de traje: es El Ejecutivo. Todos lo miran inquietos. El hombre se acerca a la recepcionista y le dice algo al oído. Señalan a Arturo, quien se levanta y les entrega un expediente. El Ejecutivo revisa y firma el documento; la recepcionista lo sella y se lo da de nuevo al Ejecutivo, quien, con aire grave, entra a su despacho. Arturo regresa a sentarse cerca de Sofía.


ARTURO.- ¿Tan seria, Sofía?
SOFIA.- Ya ves.
ARTURO.- Ahí está Sara. Se ve que no ha dormido. Ahí está el buen Francisco, siempre atormentado.
SOFIA.- Le va mal.
ARTURO.- Margo... ¿Ella compró las rosas?
SOFIA.- Seguro.
ARTURO.- No me equivoqué.
ARTURO SE LEVANTA, SE ACERCA A LA RECEPCIONISTA Y LE PREGUNTA ALGO AL OIDO, ELLA ASIENTE. LUEGO REGRESA A SU LUGAR, TOMA UN PEQUEÑO PORTAFOLIOS Y LO ABRAZA, ANSIOSO.
SOFIA.- ¿Ya es hora?
ARTURO.- Todavía no; es hasta que nos llamen.
SOFIA.- Muchos trámites.
ARTURO.- Sí. Cada uno tiene su fecha y su hora. Algunos no tienen prisa; a la mayoría no le importa o ni siquiera lo piensa. (En voz baja.) Yo hice trampa.
SOFIA.- Me lo imaginé.
ARTURO.- ¿Y por qué no? Quise hacerlo.
SOFIA.- Sí.
ARTURO.- Pero ya estoy cansado; quiero reunirme con Sergio. Tenía la esperanza de que surgiera un hecho extraordinario, alguna peripecia inusitada, pero... Nunca hay que forzar las cosas.
SOFIA.- Soñé con una bestia colosal, un toro. Respiraba furioso junto a mí, pero no me embestía. Alguien, un hombre, me dijo: No lo veas fijamente, hazlo bajando la mirada, con la mirada gris, hacia abajo. El toro estaba junto a mí y yo lo acariciaba apenas, como sin hacerle caso. Me gustaba el toro, era mi amigo.
FRANCISCO.- (A Arturo.) A mí me gustaría un café, muy cargado.
ARTURO.- (Refiriéndose a la recepcionista.) ¿Por qué no se lo pides?
FRANCISCO.- Se ve que tiene mal carácter.
ARTURO.- No lo creas. Pídeselo.
FRANCISCO.- (A la recepcionista.) ¿Puedo tomar café?
LA RECEPCIONISTA ASIENTE CON UN GESTO CASI IMPERCEPTIBLE. FRANCISCO VA HACIA UNA MESITA DONDE SE ENCUENTRA UNA CAFETERA. SE SIRVE UN CAFÉ, Y LO TOMA DE PIE, A PEQUEÑOS SORBOS.
ARTURO.- (A Sofía.) Francisco sigue comportándose como un adolescente.
SOFIA.- Y seguirá, pero le funciona.
ARTURO.- ¿Lo sigues amando?
SOFIA.- ¿Qué! Para nada. Yo nunca...
ARTURO.- Te gustaba.
SOFIA.- Esa es otra cosa, pero amarlo... Odio sus métodos de seducción: siempre tan desprotegido, como perrito hambriento.
FRANCISCO.- (Desde lejos.) Soy el hombre de tus sueños, lo dijiste.
SOFIA.- ¡Nunca!
FRANCISCO.- Dijiste que era un amante inmejorable, en tus sueños.
ARTURO.- ¿Es verdad?
SOFIA.- ¡No! (A Arturo.) ¡Cómo puede ser tan vanidoso! Soy la única que no... ¡No voy a decir nada!
FRANCISCO.- (Se acerca a Sofía y mientras sigue tomando su café dice...) Me gustaría desabotonarte la blusa con los dientes, morderte los senos, lamerte los pezones. Quiero abrirte las piernas, meter mi cabeza entre tus muslos, luego...
SOFIA.- ¡Basta! Vete de aquí. (Francisco regresa sonriente a su lugar, siempre tomando pequeños sorbos de café.) Es inconcebible. Es tan vanidoso que sería capaz de acostarse conmigo sólo porque ahora lo rechazo.
ARTURO.- ¿Dices que le va mal?
SOFIA.- A mí él no me importa.
ARTURO.- ¿Te va mal, Francisco?
FRANCISCO.- ¿Mal? Me ha ido de la hiperverga, en varios aspectos, pero lo peor es el dinero. Tengo que encontrar un trabajo estable. He estado comiendo arroz y sólo arroz. Vendí unos cascos de cocacola para comprar queso, tortillas, cigarros, y ya. He comido eso durante tres días. Gracias a Dios hoy me pagaron 800 pesos por una semana de arduo, muy arduo trabajo.
SOFIA.- ¿No te lo dije? Se comporta como perrito sin dueño. Francisquito, ¿no quieres que te preste quinientos pesos?
FRANCISCO.- ¿Sólo quinientos?
SOFIA.- Eres un asco.
ARTURO.- (Sin mirar a nadie directamente.) ¿Y no andas con nadie ahora?
SOFIA.- ¿Yo?
ARTURO.- No, sí, también... disculpa, le preguntaba a Francisco.
SOFIA.- ¿Eso? Sus conquistas le duran una hora... ¿Cuánto duró la última?
FRANCISCO.- ¿Me hablas a mí?
SOFIA.- ¿Dos horas?
FRANCISCO.- Un poco más... La rescaté de un viaje de éxtasis. Veinticinco años, con coche golf, con dinero: dueña de dos casas y más o menos dispuesta. Salimos durante cuatro días, fuimos a comer, vimos teatro, cenamos, comimos... Cogimos muy bien una vez; algunas otras veces simplemente cogimos. El último día que nos vimos, de repente, después de haber visto una obra de teatro en Coyoacán, ya en su casa, la intenté besar.
SOFIA.- Pero no has dicho su nombre.
FRANCISCO.- ¿Quieres nombres y todo?
SOFIA.- Pues sí.
FRANCISCO.- Martha.
SOFIA.- No, en serio.
FRANCISCO.- Así se llamaba, qué quieres. Yo estaba verdaderamente pacheco. Se portó tan evasiva... Yo no sabía qué le pasaba. Me dijo que se sentía como prostituta, que no creía en las relaciones, que siempre acababa sintiéndose fría y lejana, que no quería seguir.
SILENCIO. ENTRA MAX, 39 AÑOS, ALTO Y DELGADO. ES MUY ELEGANTE. SE SIENTA EN UN SILLON, APARTADO DE TODOS. ABRE UN PORTAFOLIOS, SACA ALGUNOS PAPELES Y LOS REVISA RAPIDAMENTE, CON FASTIDIO. SE LEVANTA Y VA CON LA RECEPCIONISTA. ELLA, MUY PROFESIONAL, RECIBE LOS DOCUMENTOS Y LE ENTREGA UN CUESTIONARIO. MAX REGRESA A CONTESTARLO A SU LUGAR.
MAX.- (Habla mientras responde el cuestionario, mirando de vez en cuando a Sofía y a Arturo.) Vi una encuesta en la tele sobre cómo pensaban ciertos grupos que les iba en su vida. Entre mucho mejor y mucho peor había distintas opciones. Yo estoy en la reducida población, 3%, de los que les va mucho peor. Los de mucho mejor son del 3% también. Los extremos siempre engloban a pocos.
SOFIA.-A mí en la vida me va más o menos, ¿en qué porcentaje estaré?
ARTURO.- Yo nunca he creído en las estadísticas.
MAX.- El mío es un problema de comunicación. De no saber tratar al otro, de no interesarme por los demás. Mi problema es desconfiar de los demás, es querer estar solo porque los demás me dan demasiado miedo. Estoy pensando siempre que me van a hacer daño y por eso alejo cualquier posibilidad de establecer vínculos reales. Qué puta neurosis.
SOFIA.- Pobre Max, siempre me ha caído bien, pero es tan agresivo, tan inaccesible.
ARTURO.- Yo creo que es un tipazo, y no te lo digo porque esté aquí presente, lo diría igual. Con él he pasado los momentos más divertidos que recuerde.
FRANCISCO.- A mí al principio, cuando lo conocí, me daba miedo. Me parecía que me iba a fulminar con esa mirada que tiene. Te acuerdas Max, ¿cuando nos fuimos de vacaciones los tres a la playa?
MAX MIRA A FRANCISCO Y POR TODA RESPUESTA EMITE UN GRUÑIDO.
SOFIA.- ¿Cuáles tres?
FRANCISCO.- Pues cuáles: Yo, Arturo y Max.
SOFIA.- El burro primero.
FRANCISCO.- Pasamos una de las navidades más aciagas de que tenga memoria.
SOFIA.- ¡Aciagas!, ¡vaya con la palabrita!
FRANCISCO.- ¿Qué quieres que diga? Horrendas, espeluznantes, ¿jodidas?... ¿Te acuerdas Max?, en Morelia, eran como las dos de la mañana y lo único que tuvimos para cena fue el último hot dog del último carrito de hot dogs que había en el Centro. Un hot dog para tres, fue delicioso.
SOFIA.- Mhh.
FRANCISCO.- Luego, en el hotel, nos atascamos con el pastel de navidad que la mamá de Arturo había cocinado... Una coca familiar y media botella de alcohol de noventa y seis. Estos desgraciados no me dejaron dormir en toda la noche.
SOFIA.- ¿Por qué?
FRANCISCO.- ¿Tú por qué crees?
ARTURO.- (Con doble intención.) Estuvimos "platicando" toda la noche.
SOFIA.- Ahh.
MAX.- Malditos formularios, ¿ustedes creen que yo me voy a acordar de cual es mi número de naturalización? ¿Qué es eso?
ARTURO.- Es sólo para extranjeros, Max. Pero sí, ¡preguntan cada cosa!
MAX.- De repente miro al vacío y no pasa nada. Nada. Sólo me angustio de que no pase nada y de que estoy seguro no pasará nada. Me dan ganas de acabar con todo, pero es solamente una vaga idea. No me atrevería a suicidarme. El caso es que tampoco me atrevo a hacer nada para que mi circunstancia cambie. Qué en serio me tomo, pero el asunto es serio.
SILENCIO.
SE ABRE LA PUERTA DEL DESPACHO Y EL EJECUTIVO APARECE CON UN DOCUMENTO EN LA MANO.
EL EJECUTIVO.- Voy a decir los nombres de las personas que están en el conteo relativo. Debo aclarar que el hecho de que alguno de ustedes esté en esta lista no significa necesariamente que vayan a ser ingresados; sólo indica que han venido cubriendo los requisitos correspondientes y que su expediente está siendo revisado. Al final del día las personas que ya requisitaron la categoría BF 0650 serán llamadas para su ingreso final. Por lo pronto... Señor Arturo Morales Olguín.
ARTURO.- Aquí.
EL EJECUTIVO.- Señor Maximiliano Santos García Oleguibel.
MAX.- Olaguivel.
EL EJECUTIVO.- Señor Joaquín Arizmendi Loaeza.
NADIE CONTESTA
EL EJECUTIVO.- ¿No está?... ¿Señora Consuelo Gutiérrez González?... (Nadie contesta.) ¿No?... Señora Margarita García Olaguibel Miranda.
Margo, quien hasta el momento habia permanecido totalmente absorta, responde con un gesto seco, para retomar inmediatamente la misma actitud.
EL EJECUTIVO.- ¿Señor Jorge Murcio Montoya? (Nadie contesta.) Señorita Sofía Trueba Alcántara.
SOFIA.- Presente, señor.
EL EJECUTIVO.- Señor Francisco Toledano Flores.
FRANCISCO.-Aquí.
EL EJECUTIVO.- Y por último... la señorita María Sara Rendón Batalla...
SOFIA.- ¿No es Sara?
EL EJECUTIVO.- ¿Está?
SOFIA.- ¡Sara, despierta!
SARA.- ¿Qué?... ¿Ya?
EL EJECUTIVO.- ¿María Sara Rendón Batalla?
SARA.- (Adormilada.) Sí, yo...
EL EJECUTIVO.- Parece que ha habido algunos errores en su BF- 005, ¿podría cotejar los datos con Leonor?
SARA.- ¿Leonor?
EL EJECUTIVO.- La recepcionista.
SARA.- Sí, desde luego, señor.
EL EJECUTIVO.- (A la recepcionista.) Hazte cargo.
EL EJECUTIVO VUELVE A SU DESPACHO. SARA BUSCA EN UN MORRAL ARTESANAL DE LANA YA MUY GASTADO. SACA UNOS DOCUMENTOS Y TRATA DE ORDENARLOS.
SOFIA.- ¿Y eso fue todo?
ARTURO.- ¿Querías más? Ya estamos en la lista.
SOFIA.- Pero algunos ni siquiera están aquí.
ARTURO.- Siempre sucede.
SOFIA.- ¿Se imaginan? ¿Que se equivocaran de persona?
FRANCISCO.- Investigan a fondo.




.... 


Publicación completa en AMAZON