El cumpleaños
Comedia
original de Benjamín Gavarre
Personajes:
Crótala
Marcus
Theo
Egipciaca
Pablo y
Esteban
Foro
a la italiana que representa un sitio discreto, un apartado que forma parte de
un restaurante de lujo. En el centro, casi al frente, una mesa para cinco, semejante
a las que se usan en un banquete de boda. A la izquierda, algunas
sillas de buen gusto. A la
derecha, al frente, un elegante chaiselongue que apenas se distingue sin iluminación. La entrada de la
calle por la derecha y la puerta para la cocina del lado izquierdo.
Uno
Sentada a
la mesa preside, en el centro, Crótala,
elegantísima. Mira con altivez el
plato de presentación, el plato de pan, las copas de cristal, los
cubiertos de plata...
Marcus Theo, va y
viene y procura que todo esté en orden. Retoca el arreglo impecable de flores
artificiales.
Solo tres lugares están dispuestos
para tres comensales.
Dos atildados y silenciosos
meseros, Pablo y
Esteban, van y vienen de la cocina a la mesa y se esmeran también porque todo
esté en orden.
Crótala.- (Preside,
imponente, la mesa, sin apartar la altiva mirada de su plato) Tantas veces que vas y vienes… que van y vienen, tú
y Jaime y Jorge y Juan... Pedro y Pablo. Es irritante. Podrías…
Ante las
Palabras de Crótala, Pablo Y Esteban salen de escena casi de puntitas.
Marcus Theo.-
Lo siento. Trato de que
todo esté en orden. Y no se llaman Jaime, Jorge, Pedro y Pablo... ni Juan. Se
llaman...
Crótala.- Hugo,
Paco, Luis... Lo que sea... A quién le importa.
Marcus Theo.- Se llaman
Pablo, sí; y Esteban, sí.
Crótala.- (Ignora las palabras de
Marcus Theo) ¿Pablo sí, y Esteban, también? ¿De qué hablas? ¿Y a quién le
importa? ¿Yo? Me pregunto: ¿Llegué puntualmente, como
acostumbro, para nada? ¿Tendré que esperar hasta que las invitadas se
dignen… llegar?, ¿tengo una concepción del tiempo distinta del resto del
universo?
Marcus Theo.- Puedo investigar. Lo cierto
es que a veces la idea que uno puede tener del Tiempo...
Crótala.- Vuelves a irritarme. Qué vas a investigar.
Además de mesero, ¿eres un policía, un detective, un agente infiltrado…
un filósofo?
Marcus Theo.- Sí, yo… He estudiado, ya sabes… y… Tal vez... yo...
Crótala.- Sé que tu abuela me invitó a cenar, a mi restaurante y sé que desea
celebrar su cumpleaños en una cena que yo voy a pagar.
Marcus Theo.- Me recuerda el día en que te
dijo: “Me acompañas a tu casa”. Fue… gracioso, por lo menos. Gracioso, en
varios niveles. “Me acompañas a tu casa”. Si no es que… además de
gracioso es perturbador, me parece.
Crótala.- ¿Es necesario que siempre estés dispuesto a decir
todo lo que piensas? No te das cuenta de
que estás trabajando para mí… una vez más. Nadie te pidió un comentario
personal, ¿no te das cuenta de que estoy
haciendo preguntas retóricas, no te das cuenta de que estoy pensando en
voz alta y no te estoy preguntando realmente nada a ti?
Marcus Theo.- (Usa comillas gestuales para algunas frases y palabras)
Yo quería resaltar el hecho de que si una persona hace una “invitación”
normalmente lo hace a su propia casa y no a otra casa, quiero
decir, mi abuelita bien pudo haber ‘contratado’ los servicios de otro
restaurante y no precisamente el nuestro… el tuyo… (Corrige, ante la mirada
severa de Crótala) de usted. Aunque
sí, “en realidad” no ‘contrató’ nada. Yo pienso que...
Pablo
y Esteban entran y se colocan serviciales al lado de la mesa. Crótala los
ignora profundamente. Marcus Theo los mira con simpatía y ellos asienten
gestualmente.
Crótala.- (Lo ignora)
Me pregunto: ¿tengo que estar esperando inútilmente en esta elegante mesa hasta
que se les ocurra llegar? Quiero que
la gente que se comprometió, ¡llegue a tiempo! ¡Es la hora
y estoy evidentemente SOLA en este reservado!
Marcus Theo.- No creo
que estés… que esté Usted evidentemente
‘sola’. Evidentemente estamos aquí Esteban, sí, y Pablo Sí... y Yo, sí… en este… ¿Reservado?
Crótala.- Me refiero… Lo reitero: No
me importan los ‘sí’. No me importan.
¿Está claro? Estoy Reducida en este apartado de mi restaurante en una
conversación lastimosa contigo, es decir
tú, que no me puedes dar noticia de si habré de
esperar aquí toda la noche o si ELLAS se
dignarán asistir a esta elegante cena, que debo
decir, yo no esperaba, y desde
luego yo no tuve intenciones de
organizar.
Marcus Theo.- Yo… Yo lo
que pienso y lo que espero… en realidad la organicé yo… Yo...
Crótala.- Yo, yo, yo. Qué puedo
‘esperar’ yo de alguien como tú, un
inútil que solo sirve mesas mal,
escucha… mal… y atiende… MAL. No sé por qué te volví a contratar. (Pausa
tensa) Las horas pasan y no recibo satisfacción de ningún tipo. ELLAS deberían saber que pueden ser víctimas de mi
ira.
Marcus Theo.- Yo… (Ante la mirada fulminante de Crótala,
sigue tratando de no balbucear). Yo, me
imagino… No. Yo... Estoy convencido de que no tardarán.
Crótala.- (Sarcástica) Estás
convencido. Qué te puedo decir Marcus
Theo:
estás CONVENCIDO. Eso significa que ya
todos podemos estar tranquilos. Eso significa que todas y todos en el planeta
pueden dedicarse a descansar y a estar en paz porque tú estás convencido.
Marcus Theo.- Sí, estoy
convencido, y además pienso que…
Crótala.- No pienses, no te pago por
pensar. Estás ‘convencido’ dices.
No tardarán, piensas. De hecho: “estás convencido”, vaya, vaya.
Marcus Theo.- Mire. En realidad no sé que es lo
que usted quiere escuchar, no sé qué puedo contestar a sus preguntas, (Hace
como si no supiera el término, pero lo conoce perfectamente) ¿retóricas?
Crótala.- Bien, sí, retóricas. Al
menos has aprendido algo.
Marcus Theo.- Gracias,
señora.
Crótala.- No me des las gracias y No
te me quedes mirando, y mientras sigo esperando aquí. Haz algo por mí y…
Marcus Theo.- ¿Sí?
Crótala.- Tráeme un vodka, muy frío.
Marcus Theo.- ¿Un vodka, señora? (Ante la mirada intensamente irritada de
Crótala) En un segundo, no me tardo, voy a… ¿Lo quiere Frío, no es cierto?
Crótala.- (Tratando de contener su
furia) Muy frío, sí, Marcus Theo. Doble.
Marcus Theo.- Doble, frío, no tardo.
Sale
Marcus Theo, Crótala, ya a solas,
respira, evidentemente su ira la consume, aunque
trata
de superarla.
Pausa.
Los
dos impecables meseros salen y, poco después, entran una vez más para servir
agua en la copa de Crótala; ella los mira como si fueran transparentes. Los
meseros se marchan, siempre en su papel de empleados eficientes.
Llega
Marcus Theo con el vodka en un vaso de cristal en la mano y se lo entrega,
ceremonioso, a Crótala.
Marcus Theo.- Vodka Doble, con
hielos. (Servicial) Espero que le guste, Señora. Si no está lo
suficientemente frío puedo ir a…
Crótala.- (Lo deshace con la mirada y Marcus Theo no termina su
frase. Con todo le contesta con irritación contenida) ‘Gracias’.
Pausa
Marcus
Theo escucha música misteriosa y exótica en su celular. Crótala lo mira de
manera significativa porque le molesta el volumen. Marcus Theo no hace caso de
la mirada e incluso sube el volumen.
II
Entra,
deslumbrante, Egipciaca. Se para junto a la mesa sin sentarse todavía;
establece un duelo de miradas con Crótala. Marcus Theo quita la música y se
coloca, de pie junto a Crótala, como si fuera su mayordomo, siempre solícito.
Egipciaca.- Ya vas a alcoholizarte tan temprano.
Crótala.- Víbora, buenas noches.
Egipciaca.- Crótala te llamas, la víbora eres tú.
Crótala.- Descendiente de lagartos.
Egipciaca.- Botulismo con pestañas.
Crótala.- Egipciaca, El
botulismo lo tienes tú en los labios, o no sé qué te pongas para tenerlos tan
hinchados, ¡colágeno a tus años? te puedo recomendar un maquillista; tu aspecto
de momia no ayuda a tu apariencia; sabemos que eres de la región del Nilo, pero
no ayuda.
Egipciaca.- A mí también me da gusto saludarte.
Crótala.- ¿Vas a sentarte?, o vas a quedarte ahí como tu amiga
Esfinge.
Egipciaca.- (Se sienta a la mesa, majestuosa. Los dos meseros
Esteban y Pablo la atienden, ella los ignora) No creo que mi mamá se tarde
mucho.
Crótala.- ¿Tú lo crees? ¿Tu mamá? Ella me invitó, a mí, y
también te invitó a ti a mi restaurante, y llega tarde. Yo creo que
deberíamos darle una medalla.
Egipciaca.- Es cierto.
Crótala.- (Alterada siempre, impaciente) Es cierto qué. ¡Qué es lo cierto! ¿Qué!
Egipciaca.- Todo, nada, a quién le importa.
Crótala.- No importa nada, contigo nada importa nada nunca.
Egipciaca.- Ah, qué bonita frase, de dónde la sacaste, es en verdad
muy buena: contigo nada nunca importa nada nunca. ¿Es así? No. Déjame
intentarlo de nuevo. Nunca nada no
importa contigo. Bueno, es lo de menos. No importa. Jajaja.
Crótala.- ¿Cuántos cumple, mi
mamá?
Egipciaca.- ¿La tuya?
Crótala.- La nuestra, la tuya, la mía, la de todas y todos. No seas
fastidiosa y pesada.
Egipciaca.- Ajá. Bien. Todo el mundo lo sabe. Es una fecha difícil de
olvidar. Todos recuerdan el año en que nació.
Crótala.- (A Egipciaca) Y entonces, tú lo sabes: ¿Cuántos
cumple?
Egipciaca.- (Realmente no lo sabe) Pues… Todos lo sabemos.
Muchos años. A quién le importa.
Crótala.- Al parecer… a nadie. (A Marcus Theo) ¿Cuántos
cumple, mi mamá, tu abuela?
Marcus Theo.- (No sabe) Yo, señora. Todos lo saben: ella cumple…
Crótala.- Déjalo, Marcus Theo. Te tardaste. No me das buen servicio.
Eres un mal servidor. Mal mesero y mal… y mal hijo. Ya lo dije… en fin. (Deja
de regañar a Marcus Theo y trata de recordar) Creo que cumple... (Pausa,
mientras intenta recordar) No me acuerdo.
Egipciaca.- Lo olvidaste porque estás muy vieja.
Crótala.- Cómo te atreves. Tú tampoco lo sabes. ¿O sí? (Egipciaca
pone cara de que no sabe) (Pausa) No recuerdas nada. No entiendes
nada. (Pausa) Ya recordé cuántos cumple. (Marcus Theo y Egipciaca la
miran esperando que diga algo) Pues
sí, eso es. (Iracunda) ¡A su edad es una vergüenza que siga celebrando!
Marcus Theo.- Yo estoy de acuerdo: “Es como celebrar el origen del
universo”. Yo me acuerdo… Ella y yo...
Crótala.- Cállate, Marcus Theo. Nadie te pidió tu opinión.
Egipciaca.- Pero tiene razón tu hijo. “Es como celebrar el origen del
universo”. Como la diosa tierra, como...
Crótala.- Cállense los dos.
Pausa
Marcus
Theo revisa tu teléfono, manda mensajes de textos, levanta las cejas o hace
gestos de acuerdo a lo que va leyendo, es evidente que se mensajes con alguien
muy, muy cercano. Las dos mujeres lo
miran entre atentas e indignadas. Marcus
Theo, feliz por la conversación de textos que acaba de tener, pone música instrumental, rítmica, intensa y
alegre, tal vez jazz. Se escucha lo suficientemente alto para causar molestia
en Crótala, aunque a Egipciaca le gusta
mucho.
Marcus Theo.- (En voz alta)
Es sorprendente cómo puede instalarse el azar en un momento dado.
Crótala.- (Molesta por el comentario de Marcus Theo. También
habla con volumen alto) A qué te refieres. Qué quieres decir. Por qué dices
cosas sin sentido, sin ton ni son, y por qué pones esa música. Además
tendrías que bajarle al volumen, es insoportable.
Marcus Theo.- (En voz alta) Puse música de tus tiempos. En
realidad puse música de todos los tiempos. Si quieres puedo conectar el sonido
a una bocina, puedo hacerlo de manera inalámbrica, para que me entiendas. (Con
su celular, por Bluetooth quizá, conecta a una bocina, el volumen es ahora
envolvente, pero no tan alto como para que no se entienda lo que se dice) (A
gritos) ¡Escuchen! ¿Qué les parece? Les gusta tanto como a mí, ¿no es
cierto? ¡Por sus caras puedo darme cuenta de que disfrutan la música tanto como
yo!
Con
el volumen ‘alto’, Crótala se levanta de la mesa y se tapa los oídos y
Egipciaca también se levanta y se mueve al ritmo de la música.
Crótala.- (De pie junto a Marcus Theo, imperativa, a gritos)
No me importa si la música es inalámbrica
o ‘alámbrica’ o si es en vivo, baja el volumen, quítala, desaparécela.
Marcus Theo.- (Habla a gritos también y trata de alejarse de Crótala)
Yo bien hacerlo quisiera, pero es importante que celebremos; es importante que
tomemos en cuenta que el azar puede llegar e instalarse de repente en el mundo.
Lo que no esperábamos que suceda... de repente ocurre... y tenemos que vivir
con el hecho de que los acontecimientos se presentan sin más y son imponderables;
me refiero a que los hechos inesperados no se pueden medir o pesar y que tienen
una presencia muy concreta y a veces no sabemos qué hacer con ellos.
Crótala.- (Fuera de sí) ¡No sé de qué estás hablando, el
volumen está muy alto y no tengo idea alguna del sentido de tus palabras, y,
aun más, pienso que lo que estás diciendo no significa nada, ni siquiera para
ti, y lo que estás haciendo es subir el volumen para mortificarme.
Marcus Theo.- (Quita
totalmente el sonido y se enfrenta a Crótala) ¿No tienes idea alguna? (Pequeña
pausa) Eso es interesante.
Crótala.- No sé por qué tienes que molestarnos de esa manera. Tus
problemas tendrías que resolverlos por tu cuenta y no involucrarnos en
semejantes estupideces.
Egipciaca.- (De pie, haciendo mal tercio con Crótala y Marcus Theo)
A mí me gustó la música. Pienso que hace falta en nuestras vidas. ¡La
música, oh la música!
Marcus Theo.- Es lo que yo digo, Tía. Coincido totalmente contigo.
Egipciaca.- En cuanto a lo que decías, creo que puedo entenderlo,
aunque no escuché bien todo, pero sí, coincido. Hay cosas que pasan de repente
y no necesariamente sabemos cómo podemos manejarlas o comprenderlas. Es el
misterio. EL Misterio. EL MISTERIO...
Marcus Theo.- Es el misterio que nos lleva a situaciones inesperadas y
que no están marcadas por ninguna lógica.
Crótala.- Marcus Theo, querido. Tu vida es la que no tiene lógica
alguna. ¿Podrías dejar de torturarnos con tus muchos estudios filosóficos y...
y respetar los modos de convivencia que pueden existir entre personas tan
distintas como tú y yo?
Marcus Theo.- Yo abrí la puerta a la posibilidad de que nos podamos
entender profundamente.
Crótala.-
Estás delirando, Marcus Theo. Tú deberías estar
consciente de tu papel en este momento: tienes que dar servicio, callarte y no
decir nada de lo que sepas, pienses o
sientas. A nadie le interesa, ¿está claro?
Marcus Theo.- Pero...
Crótala.- ¿Está claro?
Marcus Theo.- Está clarísimo.
Egipciaca.- Marcus Theo, querido sobrino. Yo no sé qué problemas
pueda haber entre tu mami y tú, pero…
Marcus Theo.- Es difícil de comprender tía… yo… (Toma la palabra
como si fuera un profeta, tal vez con un cenital que lo aísle) ...no creo
que haya problema alguno, no soy de los que piensan que los padres tienen la
culpa de todo, soy de los que piensan que cada uno debe responder por su vida y
su destino, nadie tiene que ser salvado o rescatado. Ayudado. Las personas
tienen que creer en sí mismas, tener conocimiento de su propio poder. Es
importante saber cómo acceder a su propio poder y hacerse responsable de sí. (Se
acerca, muy cercano, a la enigmática Egipciaca) Yo pienso que hay que confiar en uno mismo y
yo pienso también que...
Egipciaca.- Sí, sí, sí... me imagino, hijo, muy interesante, pero…
yo… Me podrías traer una copa, un aperitivo, algo de beber… Quiero informarte
que me has ignorado por completo… y me apetece tomar un aperitivo… Traeme un
martini. Frío, sin aceitunas.
Marcus Theo.- Claro, disculpa tía, pensé que… (Egipciaca lo mira
detenidamente a los ojos durante unos
segundos y Marcus Theo se pone nervioso)
Disculpa, Tía… Disculpe, Señora. Alguien más desea que le traiga una
bebida, (A Crótala) ¿Usted? Quiere que le traiga... ¿un canapé?
Crótala.- ¿A mí?, ya sabes lo que me gusta.
Marcus Theo.- Desde luego: Un
vodka, en las rocas, helado. No tardo.
Sale
Marcus Theo. Pausa. Crótala y Egipciaca se sientan en el elegantísimo chaiselongue.
Egipciaca.- (Se recuesta majestuosa, mientras Crótala, tensa, está
sentada en la orilla) Con todo, creo
que Marcus Theo tiene razón. Tú no te conectas con tus emociones.
Crótala.- A qué viene eso. Marcus Theo nunca habló de… eso. Creo que no escuchaste bien. A tu edad y con
lo sorda que estás… Escuchaste mal, interpretaste mal y todo lo que dices es
una forma recurrente de veneno como el que acostumbra salir de tu boca.
Egipciaca.- ¡Vaya! Tú siempre tan elegante con tus insultos... Pero
es inútil, no puedes escapar, por la tangente, como siempre. Marcus Theo tiene
razón en que lo tratas mal, siempre lo has tratado mal y el hecho de que no lo
reconozcas en una forma de violencia a la que los dos se han ido acostumbrando.
Crótala.- (Sarcástica) Además de pitonisa eres
psicóloga. A nadie le he pedido su opinión sobre mi vida. A nadie le
deben importar mis estados de ánimo, mis relaciones y todo lo que concierne a
mí y mis circunstancias. Para ser más
clara, no te pedí tu opinión acerca de nada, y no vas a solucionar un problema
que en realidad yo no veo y del que francamente no tengo necesidad de hablar.
Egipciaca.- ¿No te das cuenta de que no estoy hablando solamente de
ti, sino también de Marcus Theo, tu hijo? No solo hablo de ti, ¿me explico?,
sino de tu difícil relación con Marcus Theo… Pero… pero… en fin,
al menos reconoces que tienes un problema.
Crótala.- No reconozco nada, tú pones palabras en mi boca y ves
problemas donde no los hay. Y por favor,
como si tú no estuvieras con toda esa carga de vida con la que te tambaleas,
paso a paso... y por todas partes.
Egipciaca.- (Atónita) Ahora sí no te entendí. Yo no me
tambaleo.
Crótala.- Te lo explico. Eres inestable, tu vida no tiene sentido.
Nunca ha tenido objetivo definido, rumbo, ni estabilidad.
Egipciaca.- No estoy de acuerdo. (Pequeña pausa) Pero no estábamos hablando de mí. Yo puedo
ser una persona distraída, incluso voluble, pero…
Crótala.- Inestable, sin rumbo, sin objetivos en la vida.
Egipciaca.- Como sea, pero... yo no destruyo la vida de los demás y
yo no soy una mujer insoportable.
Crótala.- Claro que eres insoportable.
Egipciaca.- Muy bien, pero yo no destruyo las vidas ajenas.
Crótala.- (Pausa) Olvidalo. No voy a caer en tu juego.
Egipciaca.- Mi vida.
Crótala.- No me digas mi vida.
Egipciaca.- Cielo.
Crótala.- Víbora.
Egipciaca.- Mal nacida.
Llega
Marcus Theo con las bebidas.
Marcus Theo.- ¿Alguien pidió oootro aperitivo?
Pausa.
Silencio tenso mientras toman sus bebidas. Miradas significativas.
Marcus
Theo pone música con su celular:
Dixieland lento y majestuoso.
III
Llega
Fata, usa un bastón y se desplaza muy, muy lentamente. Marcus Theo corta la
música. Llegan los dos impecables meseros y ayudan a Fata a caminar, pero Marcus Theo, solícito,
se ocupa de ella, se encarga de recibirla, él solo, con afecto y simpatía.
Crótala y Egipciaca, de pie, miran circunspectas, de lejos, la escena.
Fata.- Deberían tener un poco de respeto. Tuve que pedir un
taxi. Nadie tiene compasión de una vieja.
Egipciaca.- Mamá, te estuve avisando para pasar por ti, pero nunca
contestas el teléfono.
Fata.- Sabes que no contesto.
Yo nunca contesto y lo saben. Dónde está mi lugar. Quiero una copa.
Crótala.- ¿Tu lugar?
Fata.- Voy a sentarme, ¿dónde está mi lugar?
Crótala.- Marcus Theo, ayúdala.
Marcus Theo.- Con Gusto.
Fata.- (Se resiste, pero al final recibe la ayuda) Yo
puedo sola, no necesito ayuda.
Marcus
Theo conduce a la anciana a la mesa, los dos meseros ayudan con la silla y la
reciben como en una acción casi protocolaria, para después permanecer
silenciosos en escena. Fata preside la mesa como si fuera una reina.
Marcus Theo.- Supongo que ya nos sentamos todos a la mesa.
Crótala.- Supones mal.
Fata.- (Ignora a Crótala) Quiero una copa.
Crótala.- (Molesta) A
mi mamá le gusta poner el desorden. (Pausa breve) Y... mamá… Yo estaba sentada ahí. (Pausa. Todos
ignoran a Crótala.) Perfecto. Puedes sentarte en donde yo estaba, no
importa. Al final es tu cumpleaños… Yo...
Egipciaca.- Pues yo también me siento. (Se sienta en el extremo
derecho de la mesa). En cualquier lugar, ¿no es importante, cierto?
Crótala.- (Permanece de pie, sordamente inconforme) Haz lo
que quieras.
Fata.- (Enérgica, aun
a su edad) ¡Quiero una copa!
Crótala.- (Imperativa, molesta, siempre distante) Marcus
Theo, atiende.
Marcus Theo.- Sí, señora. (A Fata) ¿Un whisky?
Fata.- (Mirando con dificultad, por la miopía, a Marcus Theo)
Así es, es lo que siempre tomo, eso me gusta, quién es este muchacho tan
diligente.
Marcus
Theo se queda atento y sonriente ante los comentarios de Fata.
Crótala.- Es tu diligente nieto, mamá. ¿No lo reconoces?
Fata.- Mi querido nieto, te ves muy distinto con esas barbas.
Crótala.- Marcus Theo, dile a tu abuela que se ponga los lentes.
Fata.- No molestes, Crótala. (Pausa breve) Bueno, me los voy a poner. Ayúdame con los
lentes, hijo. Acércate. (Se pone los lentes y lo observa con detenimiento)
Quién lo diría. No tienes barba. Pero estás lleno de granos. Y también has
crecido mucho desde la última vez que te vi. ¡Estás altísimo!
Crótala.- Pero si lo acabas de ver, mamá, estuvo contigo todo el
domingo.
Fata.- Eres un muchacho muy guapo, Marcus Theo.
Marcus Theo.- Gracias, abuelita.
Egipciaca.- ¡Diligente muchacho!, ¡a mí no me has ofrecido nada!,
¡eh!… ¡Hazme caso! Quiero… otro… aperitivo.
Marcus
Theo se va sin hacer caso. Los impecables meseros lo siguen.
Crótala.- No es adivino. Mi hijo no es adivino, entiende. Marcus Theo no está disponible para
satisfacer tus gustos o necesidades.
Egipciaca.- ¿Y entonces para qué está… tu hijo?
Pausa
muy breve. Casi mágicamente, Marcus Theo reaparece con un servicio
excepcionalmente elegante y elaborado.
Marcus Theo.- Aquí tienes, abuela. (A Egipciaca) Y me tomé la
libertad de traerle a usted, tía, otro aperitivo.
Egipciaca.- Marcus Theo, tu gentil
presencia es una inmensa alegría en esta celebración... Gracias, de verdad.
Marcus Theo.- Gracias, tía.
Crótala.- (Siempre de lejos) No le agradezcas, él está
haciendo su trabajo.
Egipciaca.- Gracias, es de personas bien nacidas el saber agradecer.
Crótala.- Lo que digas.
Pausa
tensa. Crótala, de manera casi imperceptible se ha sentado en el extremo
izquierdo de la mesa. Marcus Theo está
de pie, atrás de una silla vacía, a la derecha de Fata. Todo el conjunto, mira
hacia el frente como si fuera una fotografía. Silencio. Pausa larga.
IV
Marcus
Theo se separa de la mesa y se dirige a las tres mujeres.
Marcus Theo.- Señoras, las dejo. (Se hace un silencio incómodo)
Voy a encargarme de la cena. ¿Ya quieren cenar, no es cierto? (Pausa,
silencio) Supongo que… ¿Sí? (Silencio, nadie hace caso a las palabras de
Marcus Theo) Entiendo. Muy bien, me retiro para acabar de organizarlo todo.
Con su permiso.
Marcus
Theo sale de escena rumbo a la cocina. Las tres mujeres permanecen en silencio
unos momentos hasta que Crótala habla...
Crótala.- Yo... Es algo sin importancia, pero…
Egipciaca.- Qué, ¿dijiste algo? ¿Sin importancia qué?
Crótala.- No quisiera ni mencionarlo, pero, ¿te digo una cosa sin
que te moleste, mamá?
Fata.- Se han fijado en que las flores en la mesa siempre son más
notorias que en la naturaleza.
Egipciaca.- ¿Las flores en la mesa? ¿Estas flores? ¿Notorias o
notables?
Fata.- Notorias, notables… es lo que digo, sobresalen, son más
flores que las flores… cuando están… en la naturaleza. ‘Notables’ sería:
‘destacan’.
Crótala.- Como sea. Son flores artificiales, parecen verdaderas,
pero son mejores, no tienen defectos, no se marchitan.
Fata.- ¿Como nosotras?
Egipciaca.- Las flores artificiales… Eso es… Eso es.
Crótala.- (Muy alterada)
Eso es ¡qué!
Egipciaca.- Una gran verdad. Ya estamos viejas.
Crótala.- (Resignada, cómica) ...No puedo con tu lógica.
Egipciaca.- Qué bueno, yo no estoy hablando contigo.
Crótala.- (Retoma, respira) Yo quisiera decir algo, quizá no
importe.
Egipciaca.- Sí, no importa.
Crótala.- (A Fata) Mamá, siempre haces lo mismo.
Fata.- (Le hace caso brevemente, la mira fijamente, pero
desvía la conversación) Deberías poner flores de verdad. Hay invernaderos,
¿sabes? Y deberías poner cubiertos completos. Yo no tengo tenedores.
Crótala.- ¿Qué es lo que no tienes?
Fata.- Tenedores. (Como si Crótala no entendiera)
Te-ne-do-res… No tengo tenedores.
Crótala.- De qué hablas, mamá, tienes el juego completo.
Egipciaca.- No tiene tenedores.
Crótala.- Eso no es verdad, Yo estaba sentada en ese lugar y
yo…
Egipciaca.- Ah, eso explica todo. Tu enojo….porque no te pusieron…
‘tenedores’.
Crótala.- No estoy enojada.
Fata.- Siempre estás enojada.
Egipciaca.- Eso es verdad. Pareces la bruja.
Crótala.- ¿Qué? Ahora sí de verdad no entiendo.
Egipciaca.- La bruja mala del cuento. Jaja, hablando de brujas.
Crótala.- Otra vez lo haces, te ríes sola, y francamente no sé de
qué hablas y no me importa.
Egipciaca.- Es el cumpleaños de mamá. Eso es lo que deberías
entender.
Crótala.- Sí. (Pausa) Es cierto.
Egipciaca.- Y eso de estarle reclamando cosas a mamá, a tu edad.
Crótala.- No estoy reclamando nada.
Egipciaca.- ¿No?
Crótala.- Es solo que…
Egipciaca.- Mira, eso de estarle reclamando a los padres… Creo que voy a decirlo de nuevo. Eso de
reclamar a las madres… ya cuando eres taan vieja.
Crótala.- Entendí, entendí, entendí. (Se ríe de manera extraña)
Egipciaca.- ¿Y esa risa?
Crótala.- Nada. (Se vuelve a reír, Fata y Crótala la miran
intrigadas)
Fata.- Pues debe de ser muy divertido. Bien… Al menos te ríes.
Eso está bien.
Egipciaca.- (En cuchicheo, a Fata) No lo sé mamá, en su caso
la risa podría ser una señal del Apocalipsis.
Pausa
Fata.- (No escuchó bien) ¿Cómo?
Egipciaca.- (A Crótala) De qué te ríes.
Crótala.- Es por lo que dijiste. Eso de reclamar a los padres. Yo
he tenido esa conversación muchas veces. Ya saben con quién.
Egipciaca.- Claro, con tu hijo. Lo sabemos.
Pausa.
Silencio. Todas se miran con intención.
Fata.- Y… ¿Y dónde está
mi nieto?
Cinco
Entra
Marcus Theo muy servicial seguido de los dos meseros, quienes traen charolas
cubiertas con cloches, y se entiende que con todo lo necesario para iniciar la
cena.
Marcus Theo.- Señoras… y señoras. ¿Están listas para disfrutar? Vamos a
servir la cena. Tenemos como primer plato…
Fata.- Hijo, hijo, tú no te preocupes. Tú siéntate a mi lado.
Marcus Theo.- No puedo, abuelita… estoy encargado, es… mi trabajo.
Fata.- No hace falta, siéntate a mi lado.
Marcus Theo.- Pero… el prosciutto con melón, la minestrone ticinece, la
ensalada… el ahumado de ternera, el
pastel de frutas diversas... (Mira a los dos meseros que lo miran con
preocupación)
Crótala.- Marcus Theo, haz tu trabajo.
Fata.- Yo no pienso cenar.
Crótala.- ¡Cómo?
Egipciaca.- Yo tampoco voy a cenar.
Marcus Theo.- Pero… Y entonces...
Egipciaca.- No vamos a cenar, punto.
Fata.- Marcus Theo, siéntate a mi lado.
Egipciaca.- Ya escuchaste, sobrino, siéntate a su lado.
Marcus Theo.- Pero... Tanto esfuerzo...
Fata.- Yo no ceno, saben que yo no ceno.
Crótala.- No lo puedo creer.
Egipciaca.- No insistas, si ella no quiere, no la obligues.
Crótala.- Déjalo, hijo, no vale ni tu tiempo ni tu esfuerzo.
Fata.- Eso es, Marcus Theo, siéntate a mi lado, celebremos
juntos. Quiero una copa de vino.
Marcus
Theo se sienta junto a su abuela. Los dos meseros se van y más tarde traen
vino, lo descorchan, y lo van sirviendo ceremoniosamente. Después se quedan
siempre atentos a las silenciosas peticiones de los comensales: agua, pan,
servilletas, más vino...
Marcus Theo.- (Desconsolado, mientras recibe el vino en su copa.)
Pero… ¿Y el pastel?…
Fata.- No hace falta, lo importante es que estés a mi lado.
Marcus Theo.- De acuerdo… yo estoy a tu lado. Porque tú me lo pides,
abuela. (Pausa. Luego voltea a ver a su madre, todavía desconsolado)
pero… ¿Y tú?... ¿mamá?
Crótala.- Yo qué.
Marcus Theo.- ¿No tienes nada que decir? ¡Tú siempre tienes algo que
decir!
Crótala.- ¿Es en serio?
Marcus Theo.- Yo…
Silencio.
Pausa larga. Caras largas.
Marcus Theo.- Yo…
Crótala.- No digas nada.
Marcus Theo.- Yo... de hecho…
Crótala.- No hay nada de qué hablar. Es mejor que no digas nada.
Silencio.
Seis
Fata.- (Rompe el silencio) Yo les tengo una noticia... a
propósito de esta familia. Y la noticia es que pronto habrá alguien que muera.
Marcus Theo.- Y cataplum se ha dicho.
Crótala.- ¿Estás hablando de
ti?
Egipciaca.- Déjala que hable, tal vez esté hablando de ti.
Fata.- Yo tuve una buena vida. Es cierto. A mi edad no puedo
mentir. Cuando era una niña pequeña…
Crótala.- ¿Alguna vez fuiste una niña? No lo creo.
Fata.- Y ya más tarde, pues todo lo demás. Ya saben… las
aventuras, el sexo, ah el sexo.
Egipciaca.- ¡Mamá!
Fata.- Supongo que era bueno, pero no me acuerdo.
Crótala.- Nadie te lo está preguntando, mamá. Quién se va a morir y
por qué lo sabes.
Fata.- Por las enfermedades, las viejas enfermedades. Son tan
viejas como yo y nunca te abandonan.
Crótala.- No entiendo, qué quieres decir, ¿podrías explicarte?
Egipciaca.- Mi mamá se refiere a que las enfermedades nunca te
abandonan. Se quedan contigo. No son como los hombres, ¿entiendes?
Crótala.- ¡Quién está hablando de los hombres!
Egipciaca.- Yo estoy hablando de los hombres: siempre te abandonan,
lo sabes.
Crótala.- Tu comentario no tiene ninguna lógica, como siempre, y
además… Hablas por ti.
Egipciaca.- Hablo por las dos.
Crótala.- Sería mejor que te callaras.
Egipciaca.- Tú empezaste.
Crótala.- ¿Yo?
Egipciaca.- Así es.
Fata.- (Interrumpe la discusión.) El dinero trae muchos
beneficios.
(Pausa
tensa)
Crótala.- Sí, es cierto, y a qué viene eso.
Egipciaca.- Pobre mamá, creo que está queriendo decirnos algo, pero
somos incapaces de entender el fondo de su mensaje, creo que habla entre
líneas.
Marcus Theo.- ¿Quieres decir que tenemos que interpretar sus palabras,
tía?
Egipciaca.- Así es, no es nada concreto, la Verdad, la profunda Verdad, está en el subtexto;
entre líneas, sobrino. Es… el misterio. El Misterio.
Marcus Theo.- ¿Entre líneas quieres decir?
Egipciaca.- (Misteriosa) Entre líneas.
Crótala.- ¿Podrían callarse? (A Fata) Mamá, qué significan
tus palabras, a qué te refieres con eso del dinero... ¿Podrías ser más
específica?
Egipciaca.- Yo pienso que ella está tratando de mandarnos un mensaje
sobre nuestra condición y sobre nuestro futuro.
Crótala.- Ella nunca dijo eso. Si no estoy loca, nunca dijo eso, no
lo dijo. No.
Egipciaca.- Está en el subtexto, ¡es tan obvio!
Crótala.- No, evidentemente no es nada obvio. (Pausa) Mamá,
¡qué es lo que quisiste decir!
Fata.- (Pone orden una vez más) El dinero trae muchos beneficios, pero… (Pausa,
todos intensamente atentos) Escuchame bien, querido Marcus Theo, mi nieto
preferido.
Egipciaca.- ¿Preferido?
Crótala.- Tal vez lo piensa heredar en vida. (A Fata) No te
lo recomiendo, créelo.
Egipciaca.- Ella no ha hablado de heredar a nadie, no lo dijo.
Además....
Crótala.- Está en el subtexto, ‘hermanita’, está clarísimo. Quiere
dejarle toda su fortuna a mi hijo.
Egipciaca.- No lo creo.
Fata.- Marcus Theo, querido… yo quiero decirte algo muy
importante. A ti, solamente a ti.
Marcus Theo.- Dime, abuelita.
Fata.- Quiero que sepas que el poder y el dinero no se llevan
con la vejez y la sexualidad ambigua.
Marcus Theo.- ¿Cómo?
Fata.- Yo, hijo mío… Alguna vez… Cuando era joven...
Crótala.- Mamá si hay algo que nos quieras decir a estas alturas de
tu vida, debo decirte que… no necesitamos saberlo.
Egipciaca.- Tal vez tú no, pero yo estaría feliz de saber algo más.
Crótala.- Créeme no necesitamos saber Nada. (Pausa,
finalmente sí está intrigada) Mamá,
¿a qué te refieres con sexualidad ambigua?
Egipciaca.- ¡Eso mismo! ¿A qué te refieres? ...Y, ¿por otra parte, a
quién piensas heredar tu fortuna? ¿A mí?
Crótala.- (Repentinamente se descompone) No puede ser,
siento que me va a dar…
Egipciaca.- Qué sientes.
Crótala.- ¡Me siento fatal!
Egipciaca.- Te ves fatal.
Crótala.- Tengo hormigueos en las piernas, siento que se me
paraliza la cara… Marcus, llama a un doctor.
Marcus Theo.- (No le cree) No será para tanto, es otro de tus
ataques, seguro. (A Fata y a su tía) Siempre piensa que le va a dar un infarto, ya saben. Siempre se le
pasa.
Crótala.- Llámalo.
Marcus Theo.- Lo siento, eso no está en mis funciones.
Crótala.- Trabajas para mí.
Marcus Theo.- No lo sé, eso no me corresponde.
Crótala.- Si no cumples con lo que te mando…
Marcus Theo.- ¿Me vas a despedir?
Crótala.- Así es.
Marcus Theo.- De acuerdo.
Crótala.- ¿De acuerdo?
Marcus Theo.- Excelente, la verdad es un alivio dejar de ser tu
empleado.
Crótala.- (No lo puede creer) Pues para mí… Para mí también,
eres un pésimo servidor.
Marcus Theo.- Y tú eres una pésima… dueña de restaurante.
Crótala.- De acuerdo.
Marcus Theo.- ¿De acuerdo?… Excelente.
Voy a llamar a un doctor.
Crótala.- No será necesario.
Marcus Theo.- ¿No? ¿Y eso por qué?
Crótala.- Ya no lo llames, me siento mucho mejor.
Marcus Theo.- Claro. ¿Entonces
ya no lo llamo?
Crótala.- ¡Que no!, no hace falta, ¿hay que explicarte las cosas
dos veces? Ay, hijo.
Marcus Theo.- ¡Ay, madre!
Crótala.- No me contestes, ¡soy tu madre!
Marcus Theo.- Sí, sí, como digas.
(Pausa)
Fata.- Yo lo que quiero decirte, Marcus Theo…
Marcus
Theo.- ¿Sí?
Fata.-
Quiero
compartir contigo algo valioso, valiosísismo sin duda… Yo...
Marcus Theo.- ¿Sí, te escucho, abuela?
Fata.- Marcus Theo... Marcus Theo… Yo...
Fata
se desvanece, todos la miran con incredulidad.
Siete
Egipciaca.- (Rompe el silencio) ¿Ya?… ¿Se ha ido?... ¿Eso es
todo?... Y en un segundo, toda una vida termina de repente, en un instante, en
un suspiro.
Crótala.- ¿De qué hablas? Tal vez se desmayó.
Los
dos meseros miran significativamente a
Marcus Theo para saber si intervienen o no.
Marcus Theo.- Hay que recostarla, rápido.
Marcus
Theo, ayudado por los meseros, toma en sus brazos a Fata y la lleva al
chaiselongue, la recuesta con dulzura, acaricia la cabeza de la anciana, le
toma la mano. Las dos hermanas guardan cierta distancia.
Marcus Theo.- Ahora ya puedes descansar, abuela.
Crótala.- No digas eso, ella está con nosotros. Algo le hizo daño.
Marcus Theo.- Hay que aceptar la realidad, mamá.
Egipciaca.- Y eso es todo, ¿ya? Se fue, ¿se ha ido?
Marcus Theo.- Ella… descansa en paz.
Crótala.- Eso tú no lo sabes. ¿Está pálida, está amarilla, tiene
temperatura?
Egipciaca.- ¿Tiene pulso, respira?
Marcus Theo.- Ella… se ha ido.
Ya no está.
Crótala.- Cómo puedes estar seguro. ¿Ya su corazón dejo de latir,
acaso?
Marcus Theo.- Acércate, puedes tocarla, ven, tócala.
Crótala.- ¿Yo? No… lo creo.
Marcus Theo.- No tendrás otra oportunidad.
Crótala.- Me pides demasiado.
Egipciaca.- (Se acerca) Si ella no lo quiere hacer, yo estoy
dispuesta. A ver, sobrino mío, dame espacio. Pues… yo no diría que… No sabría
decir si...
Egipciaca
se acerca al cuerpo de Fata y le toca, solemne, la frente. Crótala, desde
lejos, lucha internamente por aproximarse, pero finalmente se acerca al cuerpo
de Fata, no sin antes desplazar, discreta, pero firmemente a Egipciaca.
Crótala.- (Solemne, casi hierática) He aquí, madre que naces
a otro... Plano de Realidad. Yo, cierro tus ojos como el acto simbólico que
termina con un ciclo, con el ciclo de vida que muchos, muchos años atrás tú
iniciaste en este plano… terrenal. (Fata ha tomado del brazo a Crótala y lo
detiene con firmeza ante la mirada atónita de todos).
Fata.- Crótala, estás muy fría.
Crótala.- Madre, tú también estás muy fría… ¡y no estás muerta!
Marcus Theo.- Ay, abuela, nos asustamos.
Egipciaca.- Nos engañaste, mamá.
Fata.- Quiero una copa de vino
Marcus Theo.- Pero, abuela, no tomes.
Crótala.- A mí me va a dar algo
Egipciaca.- Yo también quiero una copa, doble, triple.
Crótala.- No puedo con ustedes, bien… pues yo también quiero una copa.
Marcus Theo.- Pues no se diga más, yo también quiero una copa, hay que
celebrar.
Los
meseros llegan y sirven vino a todos. Todos se van a la mesa y ocupan los
lugares que tenían.
Ocho
Fata.- Hay que hacer un brindis.
Marcus Theo.- Sí abuela, hay que brindar por ti y por tu buen estado de
salud, aun a tu muy avanzada edad.
Crótala.- (No muy sincera) Yo brindo por eso y por la
felicidad de verlos a todos reunidos conmigo.
Egipciaca.- No sé si puedo y debo creerte, pero en fin brindemos. Por
la buena salud de mamá.
Crótala.- Claro, brindemos por su muy buena salud. Ah, y también
por… mi hijo, heredero universal de la
fortuna de su abuela.
Egipciaca.- ¿Su heredero?
Fata.- Él no es mi heredero, quién te dijo.
Crótala.- Lo diste a entender, mamá, muy claramente hablaste de
heredarlo en vida.
Egipciaca.- Nunca dijo eso.
Marcus Theo.- Yo pienso...
Crótala.- Marcus, nadie te pide que pienses.
Marcus Theo.- De acuerdo. Está bien. Pero...
Fata.- A estas alturas de la vida creo que es importante que
seamos breves y concisos.
Crótala.- En eso y en muchas cosas más estamos de acuerdo. Le vas a
dejar tu fortuna, ¿eso quieres decir?
Fata.- No.
Crótala.- ¿No?
Egipciaca.- ¿No?
Fata.- No.
Marcus
Theo.- ¿No?
Fata.-
¡Que no, ya dije!
Egipciaca.- ¿Pero se la piensas dejar a alguien? ¿A alguien que yo
conozca?
Fata.- No. A nadie. No me pienso morir... todavía. Pero si se la
dejo a alguien, será a ti, querida hija.
Egipciaca.- Oh, gracias, mami.
Crótala.-
¡Y por qué a ella?
Fata.-
¡Porque a mí se me da la gana!
Crótala.- Deberías pensarlo mejor, mi hermana ya está muy vieja,
en cambio mi hijo...
Egipciaca.-
Mi mamá ya tomó su decisión, así que mejor no
opines.
Fata.- Tal vez, tal vez te deje todo a ti, Egipciaca querida.
Eso es lo más probable, pero no quiero pensar en eso, ¿sabes? Sería como dar
por hecho que ya me voy a morir, sería como aceptar mi muerte… lo entiendes…
espero.
Egipciaca.- Tú nunca te vas a morir, mami, nunca, pero gracias, no
sabes qué feliz me hace en la vida ser tomada en cuenta, gracias.
Pausa
Crótala.- Y entonces qué le querías decir a tu hijo… (Se
equivoca) A mi nieto… a Marcus.
Querías compartir algo valioso, dijiste.
Fata.- Algo
muy valioso. ¡Una gran verdad! ¡Una gran verdad que vale tanto como todo el dinero
del mundo! ¡Una valiosa verdad!
Crótala.- Yo sí que me quiero morir. Quiero otra copa.
Fata.- (A Marcus Theo) Hijo, acércate. (Le habla al
oído, pero habla a gritos y todos oyen) )Mira. Me he dado cuenta de
que la vida es incierta, misteriosa y
breve.
Crótala.- (Irónica) Lo dirás por ti, claro.
Egipciaca.- Déjala en paz.
Crótala.- Tú cállate.
Fata.- (Se dirige también a Crótala y Egipciaca) La vida
es incierta. No sabemos qué nos depara el destino.
Egipciaca.- En eso estoy de acuerdo. Las cosas suceden de repente y
son misteriosas. Yo por ejemplo...
Marcus Theo.- (Toma la palabra, emocionado por el tema) ...Y no
hay destino, el destino lo forjamos nosotros y no estamos seguros de nada, todo
es incierto… y no somos capaces de controlar... nada. Algunas veces somos
nosotros los que provocamos los cambios de la vida, pero a veces, los
acontecimientos del mundo exterior se presentan ante nosotros y nos cambian,
cambian nuestros planes, nuestra forma de vivir, nada de lo que conocemos como
normal… lo sigue siendo… Todo puede cambiar de repente... de un día a otro..
Yo...
Crótala.- (Interrumpe la conversación, pero siempre en tono de
comedia) Sí, sí, sí, sí, sí, sí… Todo eso es interesantísimo, sobre todo para ustedes,
para todos ustedes, pero… pero a la mayoría de las personas, comunes y no
tanto… lo único que nos importa es el
dinero. Estoy segura de que es una gran verdad y todos en el mundo me daría la
razón… ¿O no?
Fata.- Pues yo no estoy de acuerdo. El dinero trae muchos
beneficios, pero… lo más importante es estar preparados para los cambios
inciertos de la vida. Así, que yo no estoy de acuerdo con lo que dices, Hija.
Marcus Theo.- Ni yo, mamá. Yo apoyo a mi abuelita.
Egipciaca.- Yo… Qué puedo decir...
Crótala.- Pues bien, hijo mío. Ya que tu abuelita te hizo falsas
promesas y no te va a dejar ni un centavo… quiero decirte que he decidido… dejarte a ti, y solo a ti, todos mis bienes,
incluido este restaurante. ¿Qué te parece? El dinero trae muchos beneficios,
¿sabes?
Marcus Theo.- Yo…
Egipciaca.- Yo lo que pienso…
Crótala.- Nadie está pidiendo tu opinión.
Marcus Theo.- Gracias, gracias
de verdad, mamá… te... te quiero mucho, mamá, pero no necesito tu ayuda.
Crótala.- ¿Has dicho que no?
Marcus Theo.- Sí.
Crótala.- ¿Y también dijiste que… me quieres?
Marcus Theo.- Sí.
Crótala.- Pues… pues… yo…
Fata.- Sí, sí, sí, sí, sí, sí. Todo está muy bien, pero es
tiempo de celebrar, yo quiero pastel. Es mi cumpleaños. Ya saben que me gusta
el pastel.
Marcus Theo.- Claro que sí, sí, faltaba más. Y una rebanada de pastel.
Fata.- ¿Una rebanada? Quiero un pastel completo. Solo para mí.
Marcus
Theo.- No faltaba más, un pastel
entero, para mi abuelita, no me tardo.
Marcus
Theo sale de escena seguido por los dos meseros.
Egipciaca.- Yo también quiero pastel.
Fata.- Es mío, solo para mí.
Crótala.- No, mamá, tienes que compartir.
Fata.- Muy bien, les voy a dar: una rebanada, una, pero dónde
está, dónde está mi pastel.
Crótala.- (A Egipciaca, sumamente hipócrita) Tú no te preocupes, Egipciaca, el
pastel es para todos hermanita.
Egipciaca.- (Hipócrita también) Qué bueno, hermanita, eso me
da mucho gusto.
Crótala.- ¿De verdad?
Egipciaca.- No lo sé.
Crótala.-
Qué es lo que no sabes.
Egipciaca.-
Quizá debamos dejar de lado nuestras evidentes
diferencias y ya pasarlas por alto.
Crótala.-
Yo puedo pasarlas por alto, pero y tú...
Egipciaca.-
Ya relájate.
Crótala.- Yo estoy muy contenta, aunque no lo creas.
Egipciaca.- Eso me parece bien, qué bueno. (Pausa) Te lo digo
sinceramente y sin nada que esté entre líneas. Me da mucho gusto que te sientas
bien.
Crótala.- ¿Sí?
Egipciaca.- De verdad te lo digo.
Crótala.-
Pues gracias. Yo también espero que tú te sientas
bien. Al menos no espero que te vaya mal.
Egipciaca.- Eso sí que te lo puedo creer, gracias, de verdad,
gracias.
Nueve
Llegan
Marcus Theo, seguido por los meseros como en una entrada triunfal, traen el pastel con tres velitas y lo colocan
frente a Fata.
Marcus Theo.- Helo aquí… el pastel.
Crótala.- Feliz cumpleaños
mamá, espero que seas muy feliz.
Fata.- Gracias, hija,
gracias por invitar a esta pobre anciana.
Crótala.- Mamá te invitaste tu solita.
Fata.- ¿Y eso también te molesta?
Crótala.- Al contrario, qué bueno que lo hayas hecho.
Egipciaca.- Bueno, ahora sí, cantemos las mañanitas.
Fata.-
No, las mañanitas no.
Marcus
Theo.- Cómo de que no.
Fata.- No me gustan las mañanitas, saben que no me gustan las
mañanitas.
Egipciaca.- De acuerdo, muy bien, si no le gustan no se las ponemos.
Marcus Theo.- Pero tienes que pedir un deseo.
Fata.- Silencio. Todos cállense. ¡Cállense!
Marcus Theo.- Qué pasó.
Egipciaca.- ¿Te sientes mal?
Crótala.- Está pensando su deseo… Ustedes no entienden.
Fata
pide su deseo en silencio como se acostumbra y luego, apaga las tres velas.
Todos aplauden.
Fata.- Tú sí me entiendes, hija, tú siempre me has entendido.
Crótala.- Te entiendo perfectamente mamá. En el fondo somos
iguales.
Fata.- Siempre lo he sabido.
Egipciaca.- Muchas felicidades, mamá. Y qué pediste.
Fata.-
¿Yo?… es un misterio, hija, un misterio.
Egipciaca.- Yo respeto eso, mamá, hay cosas que deben dejarse a la
imaginación.
Marcus Theo.- Muchas felicidades, Abuelita, y aunque no te guste, voy a
ponerte las mañanitas para celebrar tu cumpleaños.
Fata.- No me pongan las mañanitas, ya saben que no me gustan.
Marcus
Theo.- Entonces el Happy Birthday.
Fata.-
¡Menos!
Crótala.-
Ni se te ocurra, Marcus Theo.
Egipciaca.-
Mejor las mañanitas, ándale mamá, a mí sí me
gustan.
Fata.-
Está bien, las mañanitas entonces.
Crótala.-
Marcus Theo, ocúpate de la música.
Marcus.- En
un segundo. Muchas felicidades,
abuelita.
Egipciaca.- Felicidades,
mamá.
Crótala.- ¡Muchas,
muchas felicidades!
Marcus Theo.- Listas,
entonces vamos a cantar… Y Una, y Dos y...
Se escucha el sonido de la música instrumental de
las Mañanitas, pero todo el grupo se queda congelado, como si fuera una
fotografía, mientras brindan y sonríen.
Oscuro final