LA FIESTA DE LOS DISFRACES
de Benjamín Gavarre
El escenario es una gran habitación; un poco teatro, un
poco camerino, un poco departamento; pero es sobre todo el lugar donde habita
nuestro personaje al que llamaremos: el Actor; aunque su nombre, el verdadero,
el otro, sea Pablo.
Él, se encuentra "solo", en una intimidad
extrema; sin embargo, se relacionará con ciertos personajes surgidos del
recuerdo, o de su imaginación. Lo acompañarán algunos otros que podrían
llamarse personajes reales, pero hay quien asegura que también forman parte de
su mente; quizá de su mente en el momento de un sueño, de su sueño: esto
sin embargo no lo podríamos asegurar.
Al comenzar la obra el Actor se encuentra en gran
actividad: escoge su música preferida; luego va hacia un perchero y trata de
probarse distintos disfraces, (obrero, licenciado, agente de tránsito, un héroe
de espada y armadura, Romeo...) pero no puede vestirse solo. Por eso saca de un
baúl enorme a Bufo-el Globero, quien le ayuda a ponerse la capa, o le coloca el
yelmo o el birrete. Con cada disfraz posible modela frente a un espejo de
cuerpo entero, pero ninguno de ellos lo convence. Finalmente escoge un disfraz:
será un colegial de suéter, escudo, pantalones largos, mocasines y mochila.
Busca la aprobación de Bufo-el Globero, pero éste solamente lo observa burlona,
silenciosamente.
El Actor sonríe frente a su imagen final. Es una
sonrisa que se transforma súbitamente en carcajada. Después viene el silencio.
Él sabe perfectamente lo que tiene que hacer: corre presuroso hacia un rincón
donde aparece un letrero que dice:
escondite tortuoso... Y saca una pistola. Obliga al
desconcertado Bufo a salir de escena, luego va hacia el espejo y apunta a su
sien...
Dispara tres tiros a su imagen reflejada y grita:
ACTOR.— ¡Basta!
Bufo-el
Globero brota sorpresivamente del baúl y muestra al público una claqueta en la
que leemos:
¡¡¡EL SUICIDIO!!!
Luego, después de dar el claquetazo dice con brillantez:
BUFO.— ¡El suicidio! Escena tercera del acto V... ¿Romeo y Julieta?...
¡No! Pero, de todos modos: ¡Comenzamos!
Y
se vuelve a meter a su baúl.
Suena el timbre de la puerta, el Actor corre hacia ella,
pero en ese momento suena el timbre del teléfono: decide ir primero hacia el
teléfono.
ACTOR.— ¿Bueno?, ¡un momento por favor!
Deja
descolgado el teléfono y va hacia la puerta; la abre y descubre que no hay
nadie. Confundido la cierra y corre hacia el teléfono.
ACTOR.— ¿Quién habla? (Nadie contesta del otro lado de la línea)
¡Bueno! (Silencio) Qué, ¿no vas a contestar? No me lo digas. Eres tú de
nuevo. Eres el Mudo...¿O Muda?...A lo mejor eres la Muda. Pues bien, querido o
querida quien seas: te recomiendo que vayas y consultes un buen Otorrino. Sí,
laringólogo. A ver si así me dejas de joder. (Y muy molesto cuelga la bocina).
Durante
algunos instantes se queda viendo al vacío, luego descuelga la bocina y marca
con ansiedad un número. Espera. Alguien contesta del otro lado de la línea y el
Actor cuelga con una mezcla de miedo y vergüenza. Respira, mira de nuevo al
vacío y vuelve a marcar el mismo número. Espera. Contestan del otro lado:
cuelga precipitadamente. Bufo surge del baúl y lo mira suspicaz...
BUFO.— ¿No contestan?
ACTOR. — Sí, ellos siempre contestan, ¿pero yo?...Me quedo como una Mú...Muerto
de nervios.
BUFO.— Sí, ¡esos mudos! Insoportables, ¿verdad?
ACTOR.— Deberían encerrarlos.
BUFO.— ¿Nos?
ACTOR.— Encerrarnos si quieres; lo mismo da. Pero ¿sabes qué. Voy a
invitarlos. Voy a invitarlos a mi fiesta de cumpleaños.
BUFO.— ¿Crees que se acuerden de ti?
ACTOR.— (Sin hacer caso) Únicamente dos invitados: Verónica y
Jerónimo; Jerónimo y Verónica... ¿Te das cuenta?
BUFO.— ¡No!
ACTOR.— Hasta en el nombre se parecen. ¿No te parece ridículo?...
Jerónimo y Verónica, ¡Já! (Se toma la cabeza con un exagerado gesto de dolor)
¡Ay, otra vez esta maldita migraña, no es justo! ¡Mi pobre cabeza...! !Y tenía
que dolerme precisamente hoy! (Repentinamente sin dolor mira paranoico a
Bufo) Sí, ya sé... pero no tienes por qué mirarme así; ya no me duele...
¡Que no me mires así!... De acuerdo, tienes razón: siempre busco pretextos.
Pero esta vez sí les voy a hablar. (Bufo toma el teléfono y marca el número
de Verónica y Jerónimo) ¿No me crees, verdad? Pues fíjate bien cómo les
hablo... (Bufo le da la bocina y Pablo, mientras espera a que contesten,
dice...) Y no me vuelvas a decir que soy hipocondriaco, porque no soy
hipocondriaco. Nunca he sido ni seré... ¡Hola!... ¡¿Verónica?! (Muy nervioso)
¡Adivina quién!... Pablo, el mismo de siempre, casi el mismo. ¿Qué te parece si
te invito a una fiesta?... Sí, así de drástico. Dile también a Verónimo,
Jerónimo... Pero claro que es en serio... ¿Ahí está?... Luego me lo pasas, pero
mira: es una fiesta de disfraces... Pues se me ocurrió... ¿Mi cumpleaños? No,
claro que no. ¿Te hubieras acordado, no?... ¿Cómo? ¿Sí te acordaste? ¿Qué
dijiste?... ¡Ah sí! ¡Claro! Gracias por hablar... ¿Qué cosa?... No, si ya sé
que yo soy el que te habló, claro; pero de todos modos gracias, sí. Por
acordarte... ¡Uy, qué insistencia! A ver, pásamelo... ¿Jerónimo?... ¡Maestro,
qué desgracia!... ¿Cómo?... Sí, que me da mucho gusto... Sí, de veras. Le decía
a Verónima de una fiesta... Sí, de disfraces... No, no; pastel si quieres, pero
detesto los globos... Pues no sé, nunca me han gustado... ¿Qué dices? ¡Ahmmh,
temprano! ¿A las nueve te parece bien?... Nueve y media... ¿Sí?... A ver,
pásamela... De lo que quieras, Vero... ¿De momia? Pues, me parece estupendo...
¿Sí?... A mí también, sí... Perfecto... Bye... Nos vemos... Diez y media, sí...
¡Chauuu!
Cuelga
radiante el teléfono. Bufo se burla de él.
BUFO.— Ajá, sí... ajá, sí, claro. ¿Ajá?... sí. ¿Mhiumjummh?... Mhiamjá...
mmmhhh.
ACTOR.— (Feliz) No
lo puedo creer. Estoy vivo. ¡Vivo! (Orgulloso) Lo he notado. Y ellos van
a venir. A las nueve, a las nueve en punto. ¿Te das cuenta? ¡Estoy vivo!
BUFO.— Felicidades...¿Y qué vas a hacer con toda esa vivísima vitalidad?
ACTOR.— (Sin desalentarse) Tengo futuro, voluntad. Soy casi
famoso. Hoy es mi cumpleaños, todavía soy joven. Tengo salud, fuerza, memoria,
entendimiento: Inmejorables condiciones.
BUFO.— Oye, ¡qué bárbaro! ¡Por qué no nos casamos!
ACTOR.— ¿Así que no me crees? (Lo mira fijamente) Ya sé lo que
estás pensando: Pablo va a intentarlo de nuevo. Eso piensas, ¿verdad?
¡Contesta!
BUFO.— ¿Intentar? ¿Qué cosa?
ACTOR.— El suicidio. Llámalo con todas sus letras:
(Deletrea)
S U I C I D I O: Suidicio... digo, como se llame.
BUFO.— Usted... ¡Se está tomando demasiado en serio!
ACTOR.— ¿Qué?... ¡De qué se trata!
BUFO.— (Muy amable, le da un globo) Queda usted detenido.
Acompáñeme.
ACTOR.— ¿Sí?... Gracias, pero así estoy bien.
BUFO.— Sígame.
ACTOR.— ¡Cómo se le ocurre! ¡Yo no soy un delincuente!
BUFO.— Eso no interesa. Se siente usted culpable, ¿no?
ACTOR.— Sí. Es decir: ¡No! ¿De qué tendría que sentirme culpable? Yo
solamente quiero sentirme bien.
BUFO.— Qué original. Entonces usted no es culpable de nada.
ACTOR.— No, rotundamente no.
BUFO.— Y sin embargo, todo lo que usted diga o haga será utilizado...
ACTOR.— En mi contra, sí. Pero, ¿se trata acaso de una pesadilla?
BUFO.— Quizá. Y quizá todo lo que usted diga o haga no le importe a
nadie, ni siquiera a usted mismo...
ACTOR.— Eso no es posible... ¿O sí?
BUFO.— No lo sé; pero el caso es que tiene usted que acompañarme.
ACTOR.— ¿Tengo? ¿Y si me escapo?
BUFO.— Esa sería su decisión... su elección.
ACTOR.— ¿Está seguro?
BUFO.— No.
ACTOR.— (Busca distintas salidas) ¿Y por dónde está la salida?
BUFO.— Por la puerta como es natural, pero sólo algunos, muy pocos
acostumbran fugarse por la puerta.
ACTOR.— (Pensativo) Claro... ¡Qué confusión! (Se despide de
Bufo) Gracias, ha sido... como un placer.
BUFO.— No fue nada.
ACTOR.— Ah... Si preguntan por mí... Dígales que tuve un compromiso
muy... Un compromiso verdaderamente...
BUFO.— Y que no fue capaz de despedirse de nadie...
ACTOR.— Que tuve que salir. Eso es todo.
El
Actor se dirige a la puerta: la encuentra cerrada. Va hacia el espejo de cuerpo
entero: lo traspasa. Se da cuenta de que se encuentra en el mismo espacio.
Traspasa una y otra vez la puerta-espejo. Trata de adoptar una actitud
racional. Analítica.
ACTOR.— Bueno y después de todo: ¿quién quiere saber lo que hay afuera?
Afuera es un concepto abstracto, tan abstracto como el concepto Adentro.
¿Dentro y Fuera relacionados con qué o para qué? Si lo pensamos bien,
obtendremos como conclusión de esta antinomia: una serie de datos que podrían
revelar el sentido más profundo de las entidades ontológicas. Quiero decir que
tomando en cuenta la Ubicuibilidad y los Atributos del Ser: el Espacio se
manifiesta precisamente en una contradicción básica cuyas premisas son como
acabo de decir, ahmm... Cuyas premisas son precisamente, ahmm... (Se toma la
cabeza anunciando dolor de cabeza. Bufo le sirve un vaso de agua) Cuyas
principales premisas son, ahmmm... (Recibe el vaso de agua y mira agradecido
a Bufo) Gracias. (Se lo toma sin dejar de mirarlo) Es usted un...
Casi un ángel. ¿Sabe? Tengo una cita a las ocho.
BUFO.— (Afirmando) Una cita muy importante.
ACTOR.— Importantísima. Más que una cita es una fiesta. Una fiesta
disfrazada, (Se corrige) de disfraces.
BUFO.— (Malicioso) Y van a venir sus amigos.
ACTOR.— Mis amigos de siempre sí... Y cuando lleguen...
BUFO.— Siempre y Cuando lleguen.
ACTOR.— Cuando lleguen...
Se escucha la sirena de una patrulla o ambulancia. Entra
Jerónimo vestido de boy scout. Su
aspecto en general es el de un niño que acaba de sufrir un accidente: su camisa
está manchada de sangre.
JERÓNIMO.— (Infinitamente triste) Te lo dije, Pablo. Te dije que
no podríamos seguir con tanta suerte. A dónde estabas. ¿Por qué me dejaste
solo? Me detuvieron, Pablo. Ya no podemos seguir así jugando tanto. Jugando
siempre como si nada fuera en serio. Algún día tenía que terminar; y ya ves, me
detuvieron. Me agarraron entre cuatro y no tuvieron lo que se dice:
¿piedad?, ¿compasión? No, nada de eso. Me pescaron, como tú dices. A la salida,
como siempre.
BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a ver; quítate, me toca a
mí! (Habla y actúa sin que Jerónimo lo tome en cuenta. Para Jerónimo y para
todos los demás personajes, con excepción de Pablo, Bufo apenas existe. Saben
que está ahí, como un fantasma impertinente, pero prefieren ignorarlo).
JERÓNIMO.— No, pero no pienses que fue un combate limpio; una pelea de
caballeros, de grandes héroes y todo eso, no. Me agarraron entre cuatro. Como a
tres cuadras de la escuela. Me cubrieron de patadas, de gritos cómplices.
BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a ver; quítate, me toca a
mí!
ACTOR.— Eso sucedió hace mucho tiempo...
BUFO.— A la salida.
ACTOR.— ¿Y yo?
JERÓNIMO.— ¡A dónde estabas!
BUFO.— Te quedaste dormido.
ACTOR.— ¿Dormido?... ¿Estoy dormido?
JERÓNIMO.— Nadie me avisó. Todo sucedió sin más, a la salida, como
siempre. Me puse a caminar sin esperarte.
ACTOR.— Me quedé dormido.
JERÓNIMO.— Me agarraron entre, ¿siete?
BUFO.— Una pesadilla.
ACTOR.— Una bofetada de cascos y macanas, de
calibres y patrullas. ¿Y yo? ¿A dónde estaba?
BUFO.— Roncando. Soñabas con judiciales.
ACTOR.— Te rompieron los ojos.
JERÓNIMO.— Me arrancaron la vida.
BUFO.— Ya lo decía yo. Una pesadilla.
JERÓNIMO.— Me dejaron tirado en la calle, masacrado.
ACTOR.— ¡Malditos judiciales!
JERÓNIMO.— ¿Estás loco? ¡Cuáles judiciales! ¡Fueron Jáuregui y los
demás! ¡Fueron los del tercero B!
BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a ver; quítate, me toca a
mí!
JERÓNIMO.— ¿Y tú, a dónde estabas tú? Por qué no fuiste a la escuela.
ACTOR.— ¿Yo? (Somnoliento) ¿Estaba dormido?
JERÓNIMO.— ¡Qué dices!
Suena
una señal de alarma. Un despertador, o la chicharra de una escuela son
adecuados. Bufo venda los ojos de Jerónimo. Pablo le pone una pistola en la sien.
Comienza un interrogatorio implacable.
ACTOR.— ¿Cuál es tu última voluntad?
JERÓNIMO.— No me molestes.
ACTOR.— ¿Cigarros, alcohol, alguna droga... ?
JERÓNIMO.— ¡No me estés jodiendo!
ACTOR.— ¿Saliste reprobado?
JERÓNIMO.— Sí, fue por tu culpa.
ACTOR.— ¿En Deportes?
JERÓNIMO.— Sí.
ACTOR.— En Matemáticas.
JERÓNIMO.— Sí, fue por tu culpa.
ACTOR.— Siempre mi culpa... ¿Cuál es tu última voluntad?
JERÓNIMO.— ¿Voy a morir?
ACTOR.— ¿Quieres veneno?
JERÓNIMO.— ¿No has visto a los demás?
ACTOR.— ¿Demás?
JERÓNIMO.— Demás.
BUFO.— ¿Qué es eso?
ACTOR.— ¿Demás?
JERÓNIMO.— Demás.
BUFO.— Demasdemasdemasdemás...
ACTOR.— ¿Qué es eso?
JERÓNIMO.— No lo sé. ¿Una palabra?
BUFO.— ¿Y qué significa?
JERÓNIMO.— No lo sé.
BUFO.— No lo sabe.
JERÓNIMO.— Ya no.
ACTOR.— ¿Quieres veneno?
JERÓNIMO.— Lo sabía.
ACTOR.— ¿Veneno?
JERÓNIMO.— Un vaso de agua.
Bufo
le ofrece una copa de metal.
ACTOR.— (A Bufo) ¿Tiene todo?
JERÓNIMO.— (Mira receloso el contenido de la copa) Gracias...
¿Y?... ¿Cómo te ha ido? ¿Qué has hecho? ¿Qué dice el Teatro?
ACTOR.— Estoy ensayando mi nuevo, mi último... es decir mi más reciente
personaje: sucedió frente al espejo... ¿Qué fue lo que te dije?
BUFO.— Estoy ensayando mi nuevo, mi último... es decir mi más
reciente... (El Actor obliga a Bufo a meterse a su baúl) ¡Personaje!
ACTOR.— ¡Sucedió!... Suicidio... frente al espejo.
JERÓNIMO.— Ah, sí... me dijeron que estabas ensayando Romeo y Julieta.
¿Pero eso fue el año pasado, no?
ACTOR.— (Le quita la copa y representa un fragmento de su
versión a Romeo, antes del suicidio. Bufo surge de su baúl y le ayuda a
representar la escena) Julieta, por qué estás aún tan hermosa? Tus ojos
brillan. Voy a morir contigo. Déjame sellar con un beso mi eterno pacto con la
muerte. (Besa la copa) Ven áspero y vencedor veneno. Mi cuerpo, harto de
combatir con la vida... quiere perderse en los abismos. Brindemos.
EL
ACTOR CAE FULMINADO. JERÓNIMO APLAUDE CON ENTUSIASMO.
JERÓNIMO.— ¡Bravo! ¡Genial, maestro! ¡Déjame darte un abrazo! (Se dan
un aparatoso abrazo. Repentinamente, Jerónimo se pone serio) Pero no lo
vuelvas a hacer, es de mala suerte.
ACTOR.— ¿Ensayar frente al espejo?
JERÓNIMO.— No. Suicidarse frente al espejo. Es de mala suerte. Dicen que
tu alma se queda dentro, atrapada.
ACTOR.— Por favor, Jerónimo; nunca pensé que fueras un supersticioso.
JERÓNIMO.— Nunca lo he sido.
BUFO.— Pero insisto en que es de mala suerte.
JERÓNIMO.— Pero insisto en que es de mala suerte.
ACTOR.— Mejor me suicido en otra parte.
BUFO.— !Se aproxima el juego más vital!
JERÓNIMO.— ¿Y si mejor te mato?
ACTOR.— (Emocionado) ¡Bruscamente!
JERÓNIMO.— (Feliz) ¿Te acuerdas?...
ACTOR.— Cuando jugábamos en la cocina de tu abuela...
JERÓNIMO.— ¡Muerte brusca, sí! ¿Cuáles eran las reglas?
BUFO.— ¡Artículo tercero!
ACTOR.— ¡Artículo tercero, sí! ¿Qué es más importante? ¿Las reglas del
juego... ?
JERÓNIMO.— ¡O el juego sin reglas!
ACTOR.— ¡El juego de la regla rota!
JERÓNIMO.— ¡Artículo mortis!
BUFO.— ¡Mortis mortibus!
JERÓNIMO.— ¡Todo aquel que viole o desobedezca estas reglas será
condenado a la pena máxima...
TODOS.— ¡MUERTE BRUSCA!
EL
ACTOR TOMA LA PISTOLA Y DISPARA TRES TIROS A JERÓNIMO, QUIEN CAE SÚBITAMENTE AL
PISO. EL ACTOR TRATA DE REANIMARLO CON LA AYUDA DE BUFO.
ACTOR.— ¡Jerónimo! ¡Jerónimo
despierta! ¡Acaban de matar al maestro de Matemáticas!
JERÓNIMO.— (Se levanta sorpresivamente) No, Pablo, no. Al maestro
de Matemáticas no lo asesinaron. Simplemente se arrojó, se tiró, precipitó. Se
hizo trizas; salió en el periódico. Todo el mundo lo sabe. Se arrojó. Se hizo
trizas...
TODOS.— ¡SE SUICIDO!
JERÓNIMO.— (Adopta la actitud de un maestro de Matemáticas) Vamos
a ver, jóvenes, miremos. El día de hoy analizaremos la Teoría del suicidio y
sus principales corolarios. Axioma A... (Al Actor) A ver, usted. Diga
Ahh por favor.
ACTOR y BUFO.— Aggh, gahhh, guihuu, gaiiuuu...
JERÓNIMO.— ¡Suficiente! El suicidio como todos sabemos es una actividad
peligrosa que puede llevar al individuo a diversos estados de alteración.
Tenemos por ejemplo los suicidios que comienzan con una perturbación del
pneuma. Asimismo, los hay parecidos a la muerte lenta, muy semejantes a los
provocados por muerte brusca, pero no tanto. La diferencia estriba en si el
sujeto se toma demasiado en serio o no. Tenemos el suicidio de Romeo, con
veneno por supuesto. El lento pero aproximado, que es una variante de la muerte
brusca. Tenemos ese suicidio, ese otro... y tenemos además, el además.
ACTOR Y BUFO.— Gauuu, gauiii, gaushhh, shiuuuuu, aghh.
JERÓNIMO.— (Al Actor) ¿Cuál es su nombre, joven?
ACTOR.— Pablo.
JERÓNIMO.— (Indignado) ¡Pablo! (Lo observa con atención)
Pablo, usted y yo resolveremos juntos la siguiente ecuación. Acuéstese en el
piso. Levante ese brazo. (El Actor levanta, por ejemplo, el brazo izquierdo)
¡Ese brazo no! ¡El otro! (El Actor levanta el brazo derecho) ¡No, ése
no! Levante exactamente ese brazo y no el otro. (El Actor confundido levanta
uno y otro brazo) ¡Levántelo!... Muy bien. Ahora, usted va a recibir un
pequeño obsequio. (Le da una rosa. Bufo, a su vez, corre por un ramo de
rosas negras y las va colocando alrededor del cuerpo del Actor) Repita
después de mí.
El
Actor repite torpemente cada verso mientras flexiona piernas y brazos. Jerónimo
lo cubre con una tela negra a manera de sudario. Bufo es el cómplice de
Jerónimo en esta especie de ceremonia.
EL
ACTOR Y JERÓNIMO.—
MUERTO SOY
MUERTO SIN POLVO
SIN EMBARGOS Y SIN PEROS
MUERTO SIN SAL
CON DIENTES Y CON PELO
MUERTO SOY
SIMPLEMENTE
SIN CUIDADO
SIN ANTEOJOS
SIN MALETA
MUERTO SOY
DESNUDO
YO SOLO
Y SIN ZAPATOS
ACTOR.— (Gime) ¿¡Maestro, puedo ir al baño!?
JERÓNIMO.— (Continúa con su "cátedra") El suicidio...
ACTOR.— (Aúlla) ¡Maestro!
JERÓNIMO.— Silencio. Despejemos juntos la siguiente incógnita:
Capítulo primero: Usted se encuentra en su casa; solo y angustiado; triste,
cabizbajo; sin hambre, desolado; herido y fatigado; se siente culpable,
amordazado.
Capítulo segundo: Usted sale corriendo hacia la calle. Baja las escaleras del
metro. Mira venir el convoy. Se decide. Todo es metal naranja y luz verde. El
convoy se acerca, se acerca cada vez más aprisa. Usted está dispuesto. Mira
venir el inmenso convoy...
¡Y
en ese preciso instante!...
ACTOR.— ¡Qué bruto!
JERÓNIMO.— (Muy serio) De qué te ríes.
ACTOR.— Del maestro de Matemáticas. Es que eso de suicidarse en el
Metro... ¿No has visto el anuncio? “!Por favor no se suicide en el Metro,
piense en el tiempo de los DEMÁS!”
JERÓNIMO.— (Gélido) ¿Te pido un favor?
ACTOR.— (Bromista) ¿De aquí hasta el fondo de la coladera? ¿Qué desea
su INMINENCIA?
JERÓNIMO.— ¿Podrías dejar de escupir estupideces?
ACTOR.— Disculpe, señor Profesor. No quise ofenderlo. Yo... ¿Me va a
reprobar?
JERÓNIMO.— ¿Te callas? Estoy hablando en serio.
ACTOR.— ¿Qué? ¿Así no juegas? Uyy sí. No hay problema. ¿No quieres un
café?
JERÓNIMO.— No, gracias. Pero podrías prestarme tu teléfono. Es algo que
no te importa. Es algo que jamás te importaría. Es una llamada urgente. ¿Me
prestas tu teléfono?
ACTOR.— Claro que no...
JERÓNIMO.— ¿No?
ACTOR.— (Desarmado) Está bien. Habla.
Jerónimo
marca un número telefónico interminable. Bufo y el Actor llevan a cabo un
insólito juego de naipes.
JERÓNIMO.— Una porquería, todo es una porquería. Estoy harto. ¿El juego
más importante que las reglas? Pobre Pablo. Tú insistes demasiado y el juego
terminó hace mucho tiempo. ¿A dónde vas? ¿A dónde quieres ir? Un día me
descubrí hablando con un payaso insoportable. ¿Quién cambió? ¿Quién se volvió
un desconocido para el otro? Estoy harto. Yo ya no vuelvo. Yo ya no voy a
jugar.
BUFO.— Tercia de qüinas, dos reyes, dos jotos y un caballo... Jaque
mate.
ACTOR.— ¿Y eso? ¿Qué clase de estúpido juego es éste?
BUFO.— Un estúpido juego sin reglas. O qué, ¿ya no te gustan?
Jaque mate y muerte brusca. ¡Salud!
JERÓNIMO.— Pero... parece que tu teléfono está suspendido. Mejor hablo
desde un teléfono público. Espero que no te moleste.
ACTOR.— No, ¿cómo crees? Yo de todos modos me iba a dar un...
BUFO.— Un balazo.
ACTOR.— Un baño. Me iba a matar al baño cuando llegaste... A meter. Así
que si me permites...
JERÓNIMO.— Claro.
BUFO.— Además no tarda en venir Verónica.
ACTOR.— Además no tarda en venir Verónica.
JERÓNIMO.— ¿Quién?
ACTOR.— Verónica. ¿La conoces?
JERÓNIMO.— Se me hace tarde. Luego nos hablamos.
BUFO.— Ándale.
ACTOR.— Adiós. Cuídate, si puedes.
Jerónimo
sale de escena. En ese momento se escucha el estruendoso choque de un
automóvil. Gritos y sirenas. Bufo y el Actor se miran desconcertados. Entra
Verónica intempestivamente. Es una mujer joven, pero viste como una niña. Trae
una bolsa de almacén.
VERÓNICA.— ¡Puf... vengo muerta! (Cae fulminada. El Actor y Bufo
corren a confortarla. Verónica se levanta sorpresivamente.) ¡Hay un
tráfico...! No tienes una idea. Un tráfico espantoso. (Siempre al Actor)
Pero qué cara. Parece que te hubieran golpeado. Por cierto, a que ni sabes con
quién me acabo de encontrar en el elevador: a tu psiquiatra. ¡Qué tipo! (Bufo
le da un vaso de agua) ¡Pero cómo no lo pensé! ¿Acaba de estar aquí,
verdad? Se nota. ¿A qué vino? (Se toma el vaso de agua mientras observa al
Actor) Por eso tienes esa cara... Pero siéntate, mi amor; estás muy pálido.
ACTOR.—
¿Y tú? ¿Cómo has estado tú?
VERÓNICA.— ¡Mira lo que te compré! (Saca un libro enorme de la bolsa
de almacén) Acaban de editarlo. La traducción es una porquería, pero las
ilustraciones son de sueño. Además te dice en veintinueve lecciones todo lo
necesario. Eso sí: debes seguir las instrucciones al pie de la letra, pero con
un pequeño esfuerzo...
ACTOR.— Verónica te estoy hablando. ¡Verónica, cómo demonios has estado!
VERÓNICA.— Una joya. Incluye recetas de cocina, crucigramas, el
horóscopo al día y un paquete de adivinanzas varias. Pague una fortuna claro,
pero al final...
ACTOR.— ¡Maldita sea, Verónica! ¿¡Me vas a contestar!? ¿¡Cómo has
estado!?
Verónica
deja caer el libro. Bufo lo toma y lo lee plácidamente.
Verónica.—(Conmocionada) ¿Bien? ¿Todo está bien?
ACTOR.—¿Necesitas ayuda?
VERÓNICA.— Soy fuerte.
ACTOR.— ¿Por qué tienes los ojos tristes?
VERÓNICA.— Soy dueña de mis actos.
ACTOR.— Así que ya no eres una niña.
VERÓNICA.— Nunca lo he sido.
Bufo
se sienta en una silla. Saca de una bolsa un paquete enorme de palomitas y
silenciosamente las consume mientras observa atentamente al público.
ACTOR.— Recuerdas, ayer, cuando estuvimos solos.
VERÓNICA.— ¿Ayer?... ¿Quién quiere hablar de eso?
ACTOR.— Yo.
BUFO.— (Anuncia) ¡Soledad! ¡La película! ¡Véala en su cine
favorito!
VERÓNICA.— ¿Ayer?... Estuve sola. Me compré una paleta de limón
en la tienda de la esquina. Ayer me soñé caminando sola por la calle; y en mi
sueño me decían, no sé quién, pero me decían que me habían visto comprar una
paleta de limón en la tienda de la esquina.
BUFO.— ¡Soledad! ¡Una película!, ¡pero qué película!
ACTOR.—
Ayer hacía calor. Me quité la camisa y los zapatos. Hacía calor y me tomé un
vaso de agua.
Bufo
los moja con una regadera. Luego pasea con un paraguas abierto.
VERÓNICA.— Me gusta comprar paletas de limón. Son frías pero me besan
los labios y la lengua. Me gusta sentir el vacío de mi estómago cuando me
siento sola, sentada en cualquier banca del parque, mirando la gente que pasa.
BUFO.— Conozca la conmovedora historia de Verónica: simple mortal en
busca del Amor. ¿Su mayor fantasía?
VERÓNICA.— ¿Vendrás? ¿Vendrás a mí, caballero de los brazos fuertes?
BUFO.— Ella no sabe que pronto llegará a ella, a su melancólica soledad:
¡El Hombre!
VERÓNICA.— Un caballero de piel tibia. Hermoso y fuerte.
ACTOR.— ¿Ayer? Ya casi no me acuerdo. Alguien decía que tenía que ser
valiente como un torero.
BUFO.— Sí, pronto llegaría Pablo. Un Hombre que le ofrecería todo su
amor. Todo el amor que él podía ser capaz de dar.
VERÓNICA.— ¿Vendrás? ¿Vendrás a mí?
ACTOR.— Y me dijeron: Cuando seas grande serás vigoroso y audaz.
Cabalgarás con armadura y una espada. Eso dijeron. Pero no. Yo no soy azul,
nunca lo fui, ni mucho menos príncipe.
BUFO.— Y sucedió. El Hombre y la Mujer se conocieron. No se la pierda.
Soledad. Consulte su cartelera.
BUFO.— (A Verónica) ¿Cómo fue todo? ¿Cómo fue que nos conocimos?
VERÓNICA.— ¿Sucedió como en el Teatro, como en el Cine? ¿Verdad que
sucedió como en el Cine?
ACTOR.— Sí, algo así... claro.
BUFO.— Por lo menos sucedió en el cine.
ACTOR.— Esa tarde fui al cine.
VERÓNICA.— Esa tarde me fui... al cine.
BUFO.— Fueron al cine.
VERÓNICA.—
Me senté en la butaca que yo elegí. Estuve mirando las caras de la gente y te
vi. Tú también habías escogido tu lugar, sin mucho ruido. Bueno, es una manera
de decirlo.
ACTOR.— Estás sugiriendo que fui un escandaloso.
VERÓNICA.— Lo afirmo. Fuiste escandaloso.
ACTOR.— (Cínico) Fue para llamarte la atención
VERÓNICA.— Debo decir que lo lograste. Nunca vi la película.
BUFO.— ¡Soledad!
ACTOR.— (Admirado) ¿¡No la viste!?
VERÓNICA.— Tampoco tú.
ACTOR.— Claro que sí... Todavía me acuerdo.
VERÓNICA.— ¡Pero Pablo! ¡Te corrieron del cine!
BUFO.— Por escandaloso.
ACTOR.—¿Sí, verdad? Y tú saliste tras de mí... clamando.
VERÓNICA.— No seas vanidoso.
ACTOR.— No soy vanidoso, pero saliste tras de mí... clamando.
VERÓNICA.— No me voy a poner a discutir.
ACTOR.— ¿Y te acuerdas, en la calle?
BUFO.— ¿Les gustan las comedias musicales?
ACTOR.— ¡Las detesto!
VERÓNICA.— En la calle fue como de cuento. Mejor dicho fue como... Como
una...
ACTOR.— ¿¡Una comedia musical!? ¡No, ni se te ocurra, por favor!
VERÓNICA.— Me acuerdo que yo era Ginger Rogers y tú... tú eras...
BUFO.— ¿Fred Astaire?
ACTOR.— (A Bufo) ¡Todo lo que quieras menos Fred Astaire!
VERÓNICA.— Me quitaste las palabras de la boca... tú eras Fred Astaire.
ACTOR.— Lo dijo... ¡Lo dijo!
Música
de comedia musical. Los personajes ejecutan una comedia musical rosa.
BUFO.— Hola muy buenas piernas.
ACTOR.— ¡Hola! Muy buenas tardes.
VERÓNICA.— ¡Hola! ¡Gusto, mucho!
ACTOR.— ¿Para dónde vas?
BUFO.— ¿Pequeños pliegues en los sitios más inusitados?
VERÓNICA.— Pasaba por aquí y pues pasaba.
ACTOR.— Yo también iba esperándote, pasando. ¿Te gustó la película?
VERÓNICA.— Sí. Es decir no. No la vi.
ACTOR.— Yo también. Yo tampoco la vi.
BUFO.— Dulces tensiones aliviadas. Húmedas sensaciones. Olores varios… ¿Te gustaría
ir conmigo a donde estemos solos?
VERÓNICA.— ¿Te puedo hacer una pregunta?
BUFO.— ¿Te gusta el sexo oral?
ACTOR.— Claro, cómo no.
BUFO.— ¿Exactamente ahí, o a un lado?
VERÓNICA.— ¿Cómo dijiste que te llamabas?
ACTOR.— Pablo. Me llamaba Pablo. Soy talentoso y por supuesto soy actor.
Luego te doy mi tarjeta.
VERÓNICA.— Sí bueno, pero en qué trabajas.
BUFO.— ¡Basta! ¡Silencio, por favor silencio!
Cesan
abruptamente música y coreografía. Verónica cae al suelo, fulminada.
ACTOR.— ¿¡Qué pasa!?
BUFO.— Es terrible... pero lo peor sucedió antes del desayuno, como
siempre. Lo peor, ni más ni menos; antes del desayuno.
ACTOR.— ¡Qué! ¿Cuál desayuno?
BUFO.— El de ustedes. Despierta a tu mujer. Pregúntale si los prefiere
revueltos o estrellados.
ACTOR.— ¡Pero si nos acabamos de conocer!
BUFO.— ¿Conocer? ¿Qué no vivieron juntos?
ACTOR.— ¿Vivimos?
BUFO.— ¿Viven?
ACTOR.— ¿Qué?
BUFO.— Sí, eso es lo que digo yo. VIVEN juntos... por ahora. Muy bien,
entonces cómo quieren su desayuno.
ACTOR.— ¡Insistes!
BUFO.— ¡Ajá! Sí.
ACTOR.— Pues lo queremos en la cama, por favor.
BUFO.— Perdón, ¿cómo dijiste?
ACTOR.— El desayuno en la cama y rapidito por favor.
BUFO.— ¿Estás soñando?
ACTOR.— (Turbado) ¿¡Qué!?
BUFO.— No importa, no. Veré que puedo hacer por ti.
BUFO
SALE DE ESCENA.
ACTOR.— ¿Verónica? ¿Duermes, Verónica?
VERÓNICA.— ¿Pablo?
ACTOR.— Sí.
VERÓNICA.— ¿Estás aquí? No te vayas... La vida es demasiado grande.
ACTOR.— No te preocupes. Yo te voy a cuidar.
VERÓNICA.— (Pausa) Te equivocas, Pablo. No me gusta que me
cuiden. (Se levanta desorientada)
ACTOR.— (Protector) ¿Tienes frío? ¿Quieres que te preste un
suéter?
VERÓNICA.—
¿Un suéter? (El Actor la abraza dulcemente) ¿Una piel tibia? (Lo
aleja) No me toques.
ACTOR.— Eres una niña.
VERÓNICA.— Soy una mujer. (El Actor la abraza de nuevo. Ella dice
fríamente...) Soy fuerte. (Y se aleja hacia el espejo. Lentamente,
cepilla su cabello)
Bufo
entra con una charola vacía.
BUFO.— Dígame, señor. ¿Usted la ama?
ACTOR.— ¿Quiere una respuesta simple?
BUFO.— Quiero una simple respuesta. ¿La ama?
ACTOR.— Sí.
BUFO.— ¿Y ella?
ACTOR.— Verónica es egoísta.
VERÓNICA.— ¿Cómo empezar? Ayer estaba sola y me dijeron:
¿No
quieres venir?
¿Cómo seguir?... Ahí estaba ese curioso ser, ese chiflado escandaloso. Tenía
los ojos vivos y en cada mano una sorpresa...
Y
comencé a querer amarlo.
ACTOR.— ¿Una decisión?
BUFO.— Un imposible.
VERÓNICA.— Pasó el tiempo y comencé a recordar ese desear amarlo. Y
seguí y me perdí... Y me olvidé. Me confundí conmigo misma.
Confundí mi voluntad de amar con el amado mismo. Olvidé tanto que imaginé
querer con toda mi verdad al hombre de los ojos vivos.
Olvidé, pero después lo supe. Me enteré de mí misma. Estaba enamorada de la
imagen que yo misma quise crear. (Deja de cepillarse, mira impasible al
Actor)
BUFO.— No, no, no, no y no. La verdad es más simple y menos complicada:
Verónica es incapaz de dar amor y sobre todo es incapaz de recibirlo. ¿O tú qué
piensas? (Sale presuroso ante la mirada fulminante del Actor)
ACTOR.— Oye, Vero... ¿No crees que es tiempo de que tengamos un bebé. Un
bebito con mi cara y con tu cara, así... mezcladas. Sería sensacional, ¿no
crees? Con tu cara con mi cara. (Ante la elocuente mirada de Verónica)
No, ¿verdad? No es una idea brillante. No.
VERÓNICA.— (Como si estuviera sola) Pablo es un sordo. Pablo es
un gatito torpe. ¿Y yo? Yo me voy.
ACTOR.— ¿Con quién, Verónica?
VERÓNICA.— Me voy, Pablo; simplemente.
ACTOR.— ¿Buscas un héroe de mil batallas?
VERÓNICA.— Adiós, Pablo
ACTOR.— Un héroe fantástico. Matará al dragón. Levantará un castillo
para ti.
VERÓNICA.— Eres un idiota. Nunca vas a cambiar. (Sale furiosa de
escena).
ACTOR.— Te construirá una torre y tú en silencio lo amarás. Lejos de él;
mientras conquista el mar, dragón de tantas olas. Una historia perfecta para
ti, Verónica; para ti, tan sola.
Entra
Bufo-el Globero con gran estrépito. Trae consigo una misteriosa bolsa de papel
estraza de las que se usan para el pan dulce, pero esta vez la bolsa contiene
un globo lleno de agua que apenas se asoma al público.
BUFO.— Le venimos estudiando, le venimos excitando, le venimos
lubricando, le venimos erectando. Le pintamos, le sacamos, le introducimos, le
metemos paso a paso, poco a poco: ¡la singular, la nunca vista! Lo contiene, lo
tranquiliza, lo mediatiza, lo acompaña, no lo deja solo. Lo pertenece, lo
incorpora, lo adhiere, lo pega, lo succiona. Usted no intenta, no ejecuta, no
tiene de qué, no tiene sino qué. Se inercia, se deja, se hamaca, se alfombra y
se algodona. Sin compromiso, sin esfuerzo y sin maniobras... ¡Llévelo!
ACTOR.— (Emocionadísimo) ¿¡Y cuánto cuesta!?
BUFO.— ¿De veras le interesa?
ACTOR.— ¡Pues sí, pues claro, sumamente!
BUFO.— Por ser para usted...
ACTOR.— ¿¡Sí!?
BUFO.— No. Mejor no. Disculpe a usted no se lo podemos vender.
ACTOR.— (Indignado) ¿¡Por qué no!?
BUFO.— (Misterioso) Es peligroso. (Lo abraza) Usted sabe.
Usted sabe que no sirve de nada saber y mucho menos criticar. Por lo menos
aquí.
ACTOR.— (Cada vez más indignado) ¿Saber qué cosa, criticar
qué cosa? ¿Y qué quiere decir con aquí?
BUFO.— Criticar, saber. Es inútil. Como el psicoanálisis.
ACTOR.— ¡Oiga no! ¡A mí nadie me va a venir con discursos!
BUFO.— Si yo mismo le dije que aquí no. ¿Qué? ¿Ya se enojó?
ACTOR.— (Se contiene) No, cómo cree. (Reflexiona) Oiga...
BUFO.— ¿Sí?
ACTOR.— ¿No me podría vender aunque sea tantito?
BUFO.— Lo siento, señor, pero está prohibido. Por lo menos durante las
horas hábiles.
ACTOR.— (Con la intención de discutirle todo) ¿Y por qué hábiles?
BUFO.— Las de trabajo, Señor. ¿No tenía usted que irse a trabajar?
ACTOR.— ¡Ay la entrevista!
BUFO.— ¿Entre qué?
ACTOR.— ¡Qué barbaridad, la entrevista!
El
Actor arregla el "departamento" muy de prisa, sin demasiado éxito.
Saca al Globero de escena como si fuera un mueble. Se peina, se arregla y corre
hacia la puerta. En ese momento suena el timbre del teléfono. Corre hacia el
teléfono, pero antes de llegar se detiene en seco: se vuelve a peinar y muy
seguro de sí va hacia la puerta. Entra Bufo-el Globero por primera vez con
globos. El Actor furioso va a contestar el teléfono que parece sonar cada vez
más fuerte. Bufo se mantiene inmóvil en la puerta como si fuera un vendedor.
ACTOR.— (A Bufo) ¡Qué se le ofrece! (Bufo no contesta) (Al
teléfono) ¡Bueno! (Al estático Bufo) ¡No quiero globos! (Agresivo)
¿Me oyó? ¡Que no quiero globos! (Para sí) Nunca me han gustado los
globos. (Corre furioso hacia Bufo quien huye despavorido dejando la puerta
abierta)(Al teléfono) ¡Bueno! Disculpe, casi no le oigo. ¿Sí?...
¿Por qué no vuelve a marcar? ¿Qué cosa?... ¿¡Eres tú, mami!? ¡Mamá, mamita; qué
sorpresa! Gracias por hablar... No me lo digas, ¿no sabes cuántos
cumplo?... (Entra Bufo y coloca sigilosamente decenas de globos por
todo el escenario. Bufo, EXCLUSIVAMENTE PARA LOS OJOS DEL ACTOR, sólo es
observable en movimiento, ya que al congelarse, mágicamente se vuelve invisible)
¿Por qué no me hablaste por cobrar?... No, no exageres, no. Yo nunca te he
insultado. Además eso fue el año pasado... Sí, antes de tu accidente...
¿Cómo?... Sí, mami; muy bien... ¿Salió mi foto?... Bueno, será porque soy
joven, ¿no crees?... Pues todavía, sí... ¿En dónde?... ¡Uy, no te imaginas!
¡Todo un éxito! ¡Éxito rotundo, sí!... De Shakespeare... A Romeo... Que yo hago a Romeo... ¡Claro que es
importante! Ojalá pudieras venir a verla... Bueno, sí; me imagino que en tu
estado... ¡Que soy qué!... (Bufo se emociona tanto con su "arreglo
global", que deja al descubierto su pequeño truco. El Actor parece
planear una estrategia de ataque) Permíteme un momento, ¿sí, mami?... No
tardo... Sí, ya sé que es larga distancia, pero no tardo... Sí, no tardo, eh...
(Corre como un energúmeno tras de Bufo, pero éste logra escapar. Cierra la
puerta con varias vueltas de llave y muy molesto "continúa" su
conversación telefónica) ¡Diga!... (Iracundo) ¡Muy buenas tardes!...
¡No, señor; está equivocado!... ¿¡Qué número dice que marcó!?... ¿¡Qué
cosa!?... ¡No señor yo no he recibido ningún anticipo!... ¡Por supuesto que no
me apellido Incháustegui!... ¿¡Cuál contrato!? ¿¡Cuál departamento!? ¿¡Está loco!?...
¡No, de ninguna manera!... ¿Cómo?... ¡Pues demándeme si puede!... ¿¡Qué!?...
Mire, ni me llamo Romero, ni rento nada, ni... Óigame, no tiene por qué
insultarme... ¿Montesco?... Pues usted será el estúpido y no tengo por qué
decirle mi apellido... ¿Quién?... ¿Ah sí? ¡Pues vaya usted mucho a llamarle a
su madre! ¿Bueno? ¡Bueno! Bueno... (Oscuro. Cuando se prenden las luces el Actor
permanece inmóvil junto al teléfono)(Ausente) ¡Qué barbaridad, la
entrevista! (Otra vez oscuro. Cuando se prenden las luces, el Actor está
frente al espejo, se ve lejano, sin fuerzas) ¡Qué barbaridad, la
entrevista!
Se
escucha un blues lento. El Actor se pone lentes oscuros y se sienta tomando
varias poses como si modelara frente a una cámara fotográfica. Al fondo del
escenario vemos el arribo de un elevador que está dentro del
departamento-camerino. Vemos las figuras de los Padres-Reporteros a contraluz
detrás de las puertas translúcidas del artefacto. Se abre el elevador. Los
Padres visten como en los años 40s. Cargan sendas maletas. Ella está
embarazada. Al entrar revisan quisquillosamente el "departamento".
LA
MADRE.— ¿Lo rentan con o sin muebles?
ACTOR.— (Turbado) Disculpen...
EL
PADRE.— (Mirando al Actor y luego al departamento) Es horrible.
LA
MADRE.— Por supuesto que es horrible, por eso piden cincuenta mil. (Al
Actor) Vimos el anuncio, joven. No tenemos mucho tiempo para buscar casa...
Mire, si usted nos deja los muebles... ¿Qué dice? Le ofrecemos noventa mil con
todo y muebles.
ACTOR.— Señora, parece que hay un error.
EL
PADRE.— Hay un grave error. No debimos venir. Es horrible. (Sigue
mirando al Actor) Con o sin muebles es horrible.
ACTOR.— (Al Padre) Déjeme explicarle.
EL
PADRE.— No se esfuerce, joven. Buscamos algo mejor. Tenemos prisa, pero
buscamos algo mejor. (A la Madre) Vámonos.
LA
MADRE.— (Al Padre) No, Pablo, mira... está bien. Quitamos algunos
muebles, pintamos, alfombramos y con algunas plantas...
EL
PADRE.— ¿No bromeas?
LA
MADRE.— (Al Actor) Le ofrezco cuarenta mil. Sin muebles claro.
¿Mañana mismo puede usted desocupar?
EL
PADRE.— No le quites su tiempo al joven. (Mira al Actor, luego al
departamento) Es horrible. Definitivamente horrible. Muchas gracias, joven.
No sufra. No le faltará quién.
LA
MADRE.— (Al Padre) ¿!Ya decidiste!?
EL
PADRE.— (Concluyente) ¡Es horrible...!
LA
MADRE.— (Convencida) Muy bonito su departamento, joven; pero
buscamos algo mejor. No se desespere, no le faltará quién.
EL
PADRE.— Buenas tardes.
LA
MADRE.— Compermiso.
El
Actor parece acompañarlos a la puerta del elevador, pero repentinamente los
Padres lo hacen pasar adelante y lo empujan dentro. Confirman que el elevador
está en otro piso y se adueñan del departamento. La luz cambia rotundamente:
parece un día soleado, perfecto para un día de campo. La Madre extiende un
mantel sobre el piso y lleva a cabo todos los preparativos para un curioso
picnic. Vemos descender al Actor asido a una cuerda. Él, recorrerá durante esta
escena, desde el momento de su nacimiento hasta la edad que tiene al comienzo
de la obra.
LA
MADRE.— (De su vientre surge una pelota roja brillante. Ambos
padres se relacionan con ella o con el Actor, como si fuera una sola
entidad) Míralo, Pablo. Es tu hijo.
EL
PADRE.— Así que hoy es el cumpleaños de este desgraciado. ¿Y cuántos
cumple, eh?
LA
MADRE.— (Hace cuentas sin gran éxito) Déjame pensar... en mil
novecientos...cinc.. no en mil nov...
EL
PADRE.— Qué manera de cambiar... ¿Así fue como lo dejamos? Brazos
largos, manos, ombligo en su lugar... Más o menos alto... ¿Y en qué trabaja?
LA
MADRE.— Es actor, Pablo... Creo que salió en una obra de... de Cervantes
sí... Salió en el periódico.
EL
PADRE.— ¿Y de qué salía?
LA
MADRE.— De Romeo, creo... Pero míralo, mira qué delgado está. Y esa
cara. Seguro padece insomnio, como tú, Pablo; como tú... estoy segura.
EL
PADRE.— Exageras. Es un poco delgado... pues porque es delgado y no por
otra cosa.
ACTOR.— Mamá, querida mamá. Mamá, papá. Papá, mamá. ¿Mamá? ¿Papá?
LA
MADRE.— Es evidente.
EL
PADRE.— No tanto.
ACTOR.— Mamá, estoy sentado en tu vientre; todo es calmado y tibio. Dile
a papá que estoy bien. Todo es burbuja y rojo. Escucho un pequeño tam tam,
burbuja y rojo... Tam tam, tam tam...
A
partir de este momento los Padres ejecutan un juego entre infantil y sexual. El
Actor se convierte en un elemento obstaculizador de la situación, pero al que
no dejan de tomar en cuenta; no sin enfado, no sin resignación.
EL
PADRE.— (Como una clave secreta para iniciar el rito amoroso—sexual)
Veinticinco cincuenta, la número veintiséis.
LA
MADRE.— Con una, con dos, con tres: te saco la vuelta y de dejo de a
seis.
ACTOR.— Papá, querido papá. ¿Por qué todo es como es, por qué no puede
ser de otro modo?... ¡Mamá!
LA
MADRE.— (Acude brevemente al llamado de su hijo) Corre, vuela,
salta. A ver si no te asaltan, a ver si no te matas.
EL
PADRE.— (Protestando por la intromisión del "pequeño")
¡Fuera y pido, que se vaya el demonio, que se vaya si vino. (Besa
intensamente a la Madre).
ACTOR.— Estoy en el agua, papá. No te vayas tan pronto, ¡mira qué bien
sé nadar! ¡Como un pescado, mamá! ¿Lo estoy haciendo bien? (Se aferra de las
piernas de sus padres).
EL
PADRE.— (Molesto, arroja al "pequeño" de una sonora patada
en el trasero) Pido cielo y tierra... (Luego, le da "consejos")
Corre por encima, corre por abajo, frena para atrás, sube la escalera, salta
para abajo, ahora no des brincos, quédate sentado... ¡Salta! ¡Salta!!! (El
Actor, confundido ante las órdenes de su papá, da un enorme salto y se queda
inmóvil en el suelo) Eso es.
LA
MADRE.— (Aparentemente lo consuela. Lo cubre con el mantel) Con
una, con dos con tres. Si te atrapo tú te duermes; si te alcanzo no te suelto y
te convenzo.
ACTOR.— (Al Padre, al ver que éste toma sus maletas y se intenta
marchar) ¿Te vas otra vez, papá? ¡Que tengas buen viaje, que te diviertas!
LA
MADRE.— (Deja al "niño" y alcanza al Padre) Por aquí
pasó Colón y mejor tomó un avión. (Realizan un "viaje" por el
escenario)
ACTOR.— (Juega a solas) Una, dos y tres... Dos pasitos, dos. Muy
bien. ¿Lo estoy haciendo bien? No, tú no. Tú menos. Tú tampoco. Uno, dos, y
tres. Dos para dos son tres, dos y tres son seis. ¿Lo estoy haciendo bien? No,
tú no. Tú menos. Tú tampoco.
LOS PADRES
REGRESAN DEL "VIAJE"
LA
MADRE.— (Al Actor) A ver, a ver. Una sonrisita, dos, tres
sonrisitas.
EL
PADRE.— Ríete desgraciado. A ver sonrisita... Sonrisita... Te voy a
romper los dientes.
LA
MADRE.— ("Cariñosa") ¿De qué te ríes imbecilito. A ver
sonrisita, así, así. ¡Pero qué taradito, qué tontito! (La Madre cesa el
juego con el Actor, coquetea al Padre con otra falsa adivinanza iniciando una
vez más el coqueteo—rechazo) ¿Corre, se ahueca, salta y viene para
afuera?...
EL
PADRE.— ¿Quieres que te conteste al revés? (Vuelven a perseguirse,
finalmente levantan el mantel y continúan el juego sexual en un cama
instantánea y vertical —el mantel— que solamente deja ver las caras de los
padres).
ACTOR.— Estoy volando, respiro. Vuelo y me elevo cuando quiero. ("Se
mete a la cama" con sus padres) ¿Estás dormido, papá? ¿Hoy no me vas a
pegar? ¿Tú tampoco, mamá? (Sale de la cama) ¡Mis papás no pegan, mis
papás no me pegan. ¿Entonces por qué me duele, por qué me duele tanto?
Los
Padres dejan la sábana y ponen total atención al Actor.
EL
PADRE.— ¡Cómo que te duele... y por qué te duele! ¡Explícate!
LA
MADRE.— Déjalo, Pablo. Déjalo que se acostumbre, que se acostumbre.
EL
PADRE.— ¿Y luego que nos eche la culpa? ¡Eso sí que no!
LA
MADRE.— (Asombrada) ¿La culpa?... ¿La culpa de qué?
ACTOR.— (Su Padre, cariñosamente brusco, conduce al Actor al espejo,
y cariñosamente brusco le quita la camisa y le lava las orejas) Tengo la
nariz de mi madre y las orejas de mi tío. Tengo las cejas de mi abuelo, el
cuello de mi papá... Los hombros y los pies son míos.
LA
MADRE.— (Conmovida) Míralo, Pablo; ¡es tu hijo!
EL
PADRE.— (Refunfuñón) Y el tuyo también.
LA
MADRE.— (Emocionada) ¡Soy madre!
EL
PADRE.— ¿Y qué con eso? Yo también lo digo: ¡Soy el padre! ¿Y qué?
LA
MADRE.— No es lo mismo, no es igual.
EL
PADRE.— (Arrojando al "niño" fuera de la discusión)
¿¡Quién dice!?
LA
MADRE.— ¡No fastidies!
ACTOR.— (Repentinamente recobra su edad auténtica) Buenas tardes.
LOS
PADRES.— (Ninguno de los dos dispuesto a hacer las paces) ¡Muy
buenas tardes!
ACTOR.— ¿Ustedes son mis padres?
EL
PADRE.— ¡Todo parece indicarlo, sí!
LA
MADRE.— ¡Parece que no existe la menor duda, no!
ACTOR.—
¿Dónde aprendieron a mentir? ¡Ustedes son demasiado jóvenes!
EL
PADRE.— (A la madre. Conciliatorio a regañadientes) ¿Se lo dices
tú?... O mejor ya no le decimos nada.
ACTOR.— Además mis padres están muertos, hace mucho tiempo que
murieron... ¿A quién quieren engañar?
LA
MADRE.— (Al Padre) Es nuestra última oportunidad... (Al Actor)
Pablito, hijo. Tu padre y yo tenemos una sorpresa para ti.
ACTOR.— (Nuevamente infantil) ¿En serio?
EL
PADRE.— De verdad, de verdad... Sí, Pablito. Tu mami y yo nos vamos de
viaje.
LA
MADRE.— (Dulce) Se trata de un viaje muy largo, sí... Muy, muy
largo.
EL
PADRE.— Pero tú no debes angustiarte, Pablo. Te vas a equivocar algunas
veces, pero al final llegarás a la meta que todos anhelamos.
LA
MADRE.— Si necesitas algo no se te ocurra pensar en nosotros.
EL
PADRE.— De todos modos pórtate como puedas.
ACTOR.— (Se despide, cariñoso) Gracias, señores. Gracias por todo.
Me dio mucho gusto conocerlos, que tengan buen viaje... (Los Padres se
marchan con todo y elevador) Que se diviertan... (Reflexiona)
¿Gracias? (Y se encoge de hombros).
El
Actor muy contento pone música; de pronto el sonido empieza a fallar y se
escuchan mezcladas: una sirena de alarma y alguna música que recuerde a las
caricaturas de la Warner Brothers. Entra Bufo bailando muy graciosamente,
disfrazado de Bugs Bunny en una de sus caracterizaciones femeninas. El Actor
juega a perseguirlo como si fuera el iracundo Sam Bigotes...
BUFO.— Ven noche; ven, Romeo. Tú que eres el día en medio de esta noche.
Tú que en las tinieblas eres un copo de nieve sobre las alas negras del cuervo.
Ven noche amiga de la locura y tráeme a mi Romeo... Bueno va más o menos así.
¿Qué opinas? ¿Te gusta el disfraz que escogí para tu fiesta? Lo he titulado:
Julieta Capuleto se niega a salir a su balcón. ¿Cómo ves?
ACTOR.— ¿Quién te dijo que eres mi invitado? ¡Por qué no me dejas en
paz!
BUFO.— De acuerdo, no seré más Julieta. Mira muy bien y dime ahora lo
que ves.
Se
quita el Disfraz de Julieta y queda casi desnudo, con un enorme y cómico pañal.
ACTOR.— Déjame adivinar... parece algo así como un... Como el disfraz
de... ¿Un bebé?
BUFO.— Exacto. ¿Y si me quito el pañal? Vamos a ver qué pasa.
ACTOR.— ¡No! Mejor no. No te nos vayas a resfriar.
BUFO.— Siempre es mejor estar cubiertos, ¿verdad?
ACTOR.— Por favor...
BUFO.— Siempre disfrazados, es lo mejor.
ACTOR.— Yo no dije eso.
BUFO.— ¿Cuál es el mejor disfraz que existe?
ACTOR.— ¿Para una fiesta? Pues, el de...
BUFO.— No sólo para una fiesta... ¿Un disfraz para cualquier
ocasión? ¿O para cualquier ocasión un disfraz? ¿Tú qué prefieres?
ACTOR.— Pues yo... no sé.
BUFO.— ¿O no prefieres ninguno? ¿Ningún disfraz para ninguna ocasión?
ACTOR.— Sí, supongo que eso es mejor.
BUFO.— Claro, de acuerdo. Me voy a quitar el mío. (Se lo intenta
quitar).
ACTOR.— ¡Nooo!
BUFO.— En qué quedamos... ¿te molesta ver a un niño sin pañal?
ACTOR.— Tú no eres precisamente un niño.
BUFO.— ¿No? Entonces qué soy... ¿Un gnomo?
ACTOR.— Pues si me pides mi opinión, te diré que eres un... Eres un...
¡un inmaduro!
BUFO.— Pues claro que lo soy. Soy la parte más inmadura de... ¿De
quién?... ¿De Pablo, verdad? Pues sí, ser adulto quita mucho tiempo. En todo
caso para eso de los adulterios y adulteces estás tú. Y el hecho de que lo
seas, no significa que no lo seas.
ACTOR.— ¿De qué me hablas?
BUFO.— Tú eres el adulto.
ACTOR.— ¿Yo? Soy demasiado joven.
BUFO.— ¿Te parece? Pues aunque estés vestido así, eres un adulto.
Un poco extravagante, como los niños. Pero eres un adulto.
ACTOR.— Sí, supongo que sí.
BUFO.— Pero no te preocupes, eso no significa que no puedas jugar.
Se tratará de un juego más difícil, porque es un juego en serio. El juego, si
tu quieres, seguirá siendo más importante que las reglas.
ACTOR.— ¿No todos los adultos juegan?
BUFO.— No todos. Algunos viven demasiado ocupados en mantener el
único disfraz que se han permitido escoger. Otros se divierten con miles y
miles de disfraces, porque saben que son sólo eso... ¿Te lo digo? Disfraces.
ACTOR.— ¿Y siempre escogemos uno?
BUFO.— Uno o varios. No importa. Lo que sería interesante es conocer al
que está desnudo, debajo de cualquier disfraz. Déjame enseñarte. (Se intenta
quitar una vez más su "disfraz").
ACTOR.— ¡Que no!
BUFO.— (Discursivo) ¿Lo ves? Cuando uno quiere ser auténtico no
lo dejan. Cuando uno quiere expresarse sin perder la forma, la más pura. No la
que otros dicen que es mejor o indispensable...
ACTOR.— Oiga, Profesor; ¿no le parece a usted que fueron ya muchos
discursos?
BUFO.— ¿Quién te dijo que era Profesor, En todo caso sería tu
Institutriz, pues soy Julieta, Julieta Capuleto nada menos... (Intenta
ponerse su disfraz de Julieta) ¿Divino mi disfraz, no crees?
ACTOR.— (Lo lleva hacia la puerta) En eso se equivoca, querida
Institutriz. Yo ya le dije que nunca la invité.
BUFO.— Eso no tiene la menor importancia, yo estoy aquí cuando es
preciso... ¿No lo habías notado?
ACTOR.— ¡Fuera!
BUFO.— No te enojes, mira nada más con qué cara vas a recibir a tus
invitados...
ACTOR.— ¡¿Cómo, ya!?
BUFO.— Asómate por la ventana.
El
sonido de la sirena es ahora intensísimo y se liga inmediatamente después con
una marcha nupcial distorsionada. Bufo desaparece de la escena al mismo tiempo
que una ventana desciende sobre el foro; el Actor se asoma por ella y saluda
con gestos efusivos. Vemos venir por algún lado a Verónica y Jerónimo
"disfrazados" de recién casados.
ACTOR.— ¡Aquí es!
La
Novia, montada en los hombros de Jerónimo viene arrastrando un enorme velo que
surge de su cabeza y termina varios metros atrás en las manos del apurado Bufo.
El Actor coloca la puerta-espejo en el piso y espera sonriente a que los
invitados pasen por ella. Finalmente los Novios se instalan en la escena
ignorando profundamente al Actor, quien a pesar de todo se acerca encantador a
recibirlos. Todos se congelan en una composición nupcial, y de ese grupo sale
Bufo y les toma una foto. Luego saca otra fotografía del público y habla
alternativamente al público y a los otros personajes.
BUFO.— ¡Sonrían, por favor sonrían! No es obligatorio pero sonreír es
tal vez el único remedio... a veces. ¡Bienvenidos! Podría decir que me alegra
su presencia esta noche, pero no importa. Espero que gocen, disfruten y hagan
su mejor esfuerzo. ¡Esta es la fiesta de los disfraces!... ¡Bienvenidos!
Toma
otra fotografía y todos se descongelan.
ACTOR.— (A la pareja) ¿Pero por qué no me avisaron? ¿Cuándo
sucedió?
VERÓNICA.—(En éxtasis) Un acontecimiento naturalmente. Los
invitados, la música, los crisantemos... Todo en su lugar, su sitio. Como es
costumbre, como es natural.
BUFO.— Y como es natural en estos casos, la pregunta final se escuchó
por el micro: (Sacerdotal) ¿Aceptan unir sus vidas por los siglos, y los
siglos, y los siglos... posibles? ¿Aceptan, sí?
LA
PAREJA.— ¡Sí!
BUFO.— Así sea pues. Entonces... los declaro. ¡Bésense!
La
pareja se besa.
ACTOR.— ¡Pero qué desconsiderados!
LA
PAREJA.— ¿Qué qué?
ACTOR.— ¿Por qué no me avisaron?
JERÓNIMO.— (Molesto) ¡No teníamos tu dirección!
VERÓNICA.— (Hostil) ¡Ni tu teléfono!
JERÓNIMO.— ¡Nos dijeron que estabas enojado con nosotros!
VERÓNICA.— ¡Que te habías ido de viaje!
JERÓNIMO.— ¡Que te habías sorrajado un tiro en la cabeza!
VERÓNICA.— ¡Que te habías cortado las venas!
LA
PAREJA.— ¡Nos dijeron que estabas muerto!
Oscuro.
Cuando las luces se prenden de nuevo luces, el Actor coloca la puerta-espejo
enfrente de los Novios, quienes la atraviesan encantadores. Ambiente de alegría
y encanto social.
BUFO.— ¡Comenzamos!
ACTOR.— (Feliz) ¡Pero qué alegría me da, qué bueno que vinieron!
¡No saben, no saben qué alegría me da! ¿Qué quieren tomar? ¿No será lo de
siempre, verdad?
BUFO.— Porque lo de siempre se acabó.
JERÓNIMO.— (Abraza y besa al Actor) ¡Pablo, felicidades! ¡No has
cambiado nada!
VERÓNICA.— (También lo abraza y besa) Estás igualito, igual que siempre...
¡Felicidades!
ACTOR.— (Vuelve a abrazar y besar a sus invitados) ¡Verónica,
gracias de veras! ¡Jerónimo, gracias Maestro! ¡Gracias por venir a mi fiesta de
cumpleaños!
JERÓNIMO.— (Asombrado) ¿Es su cumpleaños?
VERÓNICA.— (Confundida) ...Yo no sabía.
ACTOR.— No importa, no. De todas formas mi cumpleaños ya pasó,
porque hoy es (Consulta el reloj de Jerónimo) lunes y mi cumpleaños fue
ayer domingo.
JERÓNIMO.— No, no, no. Te equivocas, Pablo. Hoy es martes.
ACTOR.— No, Jerónimo... Estoy hablando estrictamente como a ti te
gusta. Ya son más de las doce de la noche. Hoy es lunes y mañana martes.
BUFO.— Hablando estrictamente, claro. Hoy es lunes, hace unos
minutos fue domingo.
JERÓNIMO.— Hoy es martes.
VERÓNICA.— ¡Ay, Jerónimo! ¿No sabes en qué día vives? Si Pablo te lo
acaba de decir... Hoy es lunes.
JERÓNIMO.— No, no. Hoy es martes, claro que es martes...
TODOS.— No, no y no.
JERÓNIMO.— ¿Entonces qué día es hoy según ustedes?
VERÓNICA.— ¿Por qué preguntas?
ACTOR.— Sí, ¿por qué lo haces?
BUFO.— ¿Por qué?
JERÓNIMO.— ¡Bueno, ya!... ¿Simple curiosidad?
VERÓNICA.— Pues déjame decirte que eres un tonto, Jerónimo. Hoy es un
lunes como cualquier otro.
JERÓNIMO.— ¿Estás loca? Ayer fue lunes. El domingo por la noche fue la
boda, acuérdate. Y en la noche siguiente, es decir la del lunes, o sea ayer,
nos fuimos de Luna de Miel. Lógicamente hoy es martes.
BUFO.— ¡Qué romántico! Así que enamorados.
VERÓNICA.— En Amor a Dos, sí.
ACTOR.— ¿De Luna de Miel? Pero y entonces... ¿qué hacen aquí?
VERÓNICA.— Sí, Pablo... nos fuimos al Viejo Mundo... (A Jerónimo)
¡Como tú dices!
JERÓNIMO.— ¡Yo nunca he dicho eso!
VERÓNICA.— ¡Cómo fastidias!
JERÓNIMO.— ¡Cómo te adoro!
VERÓNICA.— ¡Imbécil!... (Al Actor) Así es, Pablo. Nos fuimos en
avión y todo... Yo siempre sugerí el barco... Por lo seguro, claro... Pero
bueno, nos fuimos en avión. Según esto sin escalas; ¿verdad, Jerónimo? Pero ya
ves, tuvimos una escala fatalmente forzosa... (Como rotunda conclusión)
Bueno entonces hoy es martes.
JERÓNIMO.— (Cariñoso) ¿Lo ves, Pablo? ¡Antier domingo fue
tu cumpleaños! ¡Déjame darte un abrazo! ¡Felicidades! (Se aleja y baila con
Verónica.)
ACTOR.— ¡¿Gracias!?
BUFO.— (Abraza al Actor) Lo siento mucho.
JERÓNIMO.— ¡Que bailen los novios, que bailen los novios!
Se
escucha el sonido de un avión en pleno vuelo. El Actor se ve envuelto junto con
bufo en el enorme velo de la novia. Repentinamente la pareja deja de bailar y
se queda mirando al público, sonriendo extrañamente.
VERÓNICA.— (De reojo mira cómplice a Jerónimo) Es una pena,
Pablo, pero tenemos prisa, muchísima prisa.
JERÓNIMO.— Sí; ya nos vamos, Pablo.
ACTOR.— ¡No puede ser, pero si acabamos de empezar!
BUFO.— ¡Y no se trata del principio, no!
VERÓNICA.-
Mira, Pablo; no te ofendas, pero nos invitaron a una fiesta.
ACTOR.— (Se convulsiona de risa y cae al suelo) ¿Qué? ¡No es
posible! ¡No puede ser cierto! (Cae desmayado).
VERÓNICA.— ¿Por qué lo dudas? Nos invitaron a una fiesta de disfraces en
casa de Pablo.
JERÓNIMO.— ¿Te acuerdas de Pablo? ¡El actor! ¿Te acuerdas, Pablo!
LA
PAREJA.— ¡Pablo! ¡Pablo!! ¡PABLO!!!
Suena insistentemente el teléfono. Cambia la iluminación y vemos, por lo
menos en ambiente, la casa de Verónica y Jerónimo justo en el momento en que
hacen los últimos preparativos para ir a su boda.
BUFO.— (Le entrega el teléfono a Verónica) Es para usted.
VERÓNICA.— (Sujeta la bocina sin decidirse a contestar) ¡Acaba de
suceder algo espantoso, estoy segura!
JERÓNIMO.— Te van a colgar si no contestas.
VERÓNICA.— Esto ya lo había vivido. ¡Es horrible, alguien se acaba de
morir!
JERÓNIMO.— Lo has de haber soñado, déjame contestar a mí.
VERÓNICA.— (Turbada, contenida) ¡Jerónimo!
JERÓNIMO.— (Con miedo, pero emocionado por tener miedo) Qué...
VERÓNICA.— ¡Es un aviso!
JERÓNIMO.— ¿Sí?
VERÓNICA.—
Un hombre se mira en el espejo. Tiene en la mano un… una… un…
JERÓNIMO.— (Emocionadísimo) ¡Una pistola!
VERÓNICA.— Sí... una visión: el hombre apunta hacia su imagen; y en un
instante... un grito seco y sin que nadie se interponga llega... la Muerte.
BUFO.— (Le quita el teléfono a Verónica y se lo da a Jerónimo)
¿Es para usted, o para usted?
JERÓNIMO.— ¿La Muerte?
BUFO.— Si no le contestan se va a enojar.
VERÓNICA.— (Vuelve a tomar la bocina) ¿Quién habla?
BUFO.— (Saca un teléfono de algún bolsillo de su vestuario)
¿Adivina quién?
VERÓNICA.— No estoy para bromas. ¿Quién es usted?
JERÓNIMO.— ¿¡Qué pasó!?
BUFO.— ¿Hace ya mucho tiempo, Verónica? ¿Cómo está Jerónimo?
¿Todavía no adivinas?
VERÓNICA.— Es posible... ¿Cómo has estado?
JERÓNIMO.— ¿Quién es?
BUFO.— Espero no ser inoportuno.
VERÓNICA.— ¿Una fiesta?
BUFO.— Hoy en la noche, dile también a... Verónimo.
VERÓNICA.— (A Jerónimo) Te hablan.
JERÓNIMO.— ¿Quién se murió?
VERÓNICA.— No seas idiota, te habla Pablo.
JERÓNIMO.— ¿Cuál Pablo?
VERÓNICA.— ¿Cuál crees?
JERÓNIMO.—
¿¡Pablo!? ¡No puede ser... Si Pablo está bien muerto!
VERÓNICA.— Pues dice que nos invita a su casa hoy en la noche;
precisamente hoy.
JERÓNIMO.— ¿¡Hoy!? No podemos.
VERÓNICA.— Claro que no podemos... ¿Y si lo invitamos nosotros?
JERÓNIMO.— ¿Y si nos arruina la boda? Ya sabes cómo es Pablo; es capaz
de subirse al púlpito y oficiar misa.
VERÓNICA.— Mejor lo invitamos al brindis... O ya sé, mejor no le decimos
nada: después de todo Pablo fue nuestro mejor amigo.
JERÓNIMO.— Es una lástima que se haya... Que haya cometido esa
estupidez.
VERÓNICA.— Fue de muy mal gusto. Mejor cuélgale.
JERÓNIMO.— Sí.
Oscuro.
Cuando la luz se enciende vemos la figura de un enorme avión con puerta y
ventanillas practicables. Bufo espera junto a la puerta para recibir los
boletos. Verónica y Jerónimo, entre besos, arrumacos y maletas; se disponen a
abordar la nave. El Actor despierta, y muy alegre va con los novios y dice...
ACTOR.— Oigan, les gusta mi disfraz... (La pareja "entra"
al "avión") ¡Oigan!
BUFO.— No los molestes, ¿no ves que están de Luna de Miel?
ACTOR.— ¿¡Me dejas en paz!? (Jerónimo y Verónica se asoman por sendas
ventanillas) Oigan, ¿les gusta mi disfraz? Es muy bonito.
VERÓNICA.— Sí, Pablo... muy original. Yo siempre quise uno así.
JERÓNIMO.— ¿Por qué no te vas a jugar un rato?
BUFO.— Te lo dije.
Se escucha el sonido del avión que despega. Bufo se
instala en una de las ventanillas. La Pareja se manda besos desde cada
ventanilla. El Actor juega como un niño con un avión a escala.
JERÓNIMO.— ¿Ya viste a Pablo, Vero?... Yo siempre supe que llegaría el día en que...
pobrecito.
JERÓNIMO.— Sí. Jamás imaginé que Pablo llegara al extremo de... quitarse
la vida. Todavía no lo puedo aceptar.
BUFO.— ¡No...! Se quitó la vida el bárbaro, qué tal.
JERÓNIMO.— Pero por supuesto. Todo el mundo lo sabe. Se suicidó, ¿no
Vero?
VERÓNICA.— Pero por supuesto que se suicidó. ¿O no?
BUFO.— ¿Entonces qué, o qué? ¿O qué o qué?
JERÓNIMO.— Yo digo que... Que sí, ¿no?
VERÓNICA.— Ay pues ya no lo tengo claro... ¿Por qué no le preguntamos?
¿O mejor no?
JERÓNIMO.— Oye, Pablo...
VERÓNICA.— ¡Pablo!
TODOS.— ¡PABLOOO!
OSCURO.
LUEGO, ÚNICAMENTE UN CENITAL SOBRE EL ACTOR.
ACTOR.— ¿Pablo? El otro día estuve hablando con él y me dijo que yo
estaba muerto, que me había dado un tiro. Por eso fue que le dije: te
equivocas, Pablo; yo no estoy muerto. Solamente imaginé, una mera fantasía por
supuesto, que si yo me intentaba suicidar... ellos, los demás, pensarían que yo
estaba muerto. Y lo intenté y me imaginé que ellos pensaban que estaba muerto.
No era verdad, no. Yo no morí, pero ellos lo pensaron. Lo cierto, Pablo, es que
ellos sí que se murieron. Se fueron al Viejo Mundo... ¿O al Otro Mundo se dice?
Pues no lo sé del todo, Pablo... te juro que ya no sé si lo pensé o es
cierto... ¿Sí se murieron? ¿Eh, Pablo? Se fueron lejos de este mundo. O...
¿cómo se dice? ¿Viejo u otro?... Mundo sí, pero ya no sé, ya no sé nada, Pablo.
El
foro se ilumina. Verónica, Jerónimo y Bufo rodean al Actor. El avión ha salido
de escena.
VERÓNICA.— Al Otro Mundo, Pablo... Un accidente, oh sí. ¿Pero no me
digas que no sabías?
ACTOR.— No, no mucho.
VERÓNICA.— Fue espantoso, ya te podrás imaginar.
ACTOR.— ¿Espantoso, no?
BUFO.— Espantoso, sí... supongo.
JERÓNIMO.— Una falla mecánica; como a diez mil pies de altura. ¿Se
llaman pies, no Vero?
VERÓNICA.— ¿Los pies?
JERÓNIMO.— En fin... con decirte, Pablo, que a pesar del cinturón de
seguridad, y de los consejos de la Torre de Control al Capitán, y de los
consejos de la Azafata al Capitán, al Copiloto y a los pasajeros... A pesar de
todos los consejos que todos nos dábamos unos a otros... pues cataplum, a pesar
de todo: el avión se vino abajo. !Paf!
VERÓNICA.—¿Pero en qué mundo vives Pablo, si todo el mundo lo sabe...
salió en el periódico.
BUFO.— Es que él no compra el periódico.
ACTOR.— Por qué no te callas y sirves la cena... ¿Se van a quedar a
cenar, verdad?
BUFO.— ¿Qué desean ordenar los señores?
VERÓNICA.— ¡Un aperitivo, por favor!
JERÓNIMO.— ¡Que sean dos!
BUFO.— Salen dos aperitivos Luna de Miel... Y tú, ¿qué vas a tomar?
ACTOR.— ¿Cómo que tú? De usted, por favor... ponga la mesa y tráigame...
BUFO.— No me lo digas... ¡Otro aperitivo! ¡Perdón!... ¡Un aperitivo De
Usted Por Favor! ¡Sale!
El
Actor y sus invitados permanecen de pie y se quedan viendo al piso, al
"techo", o a donde puedan; tensos, por el repentino silencio.
JERÓNIMO.— (Rompiendo el silencio) Verónica, ¿sabías que Pablo y
yo nos conocemos desde que éramos (señala con sus dedos a una altura
pequeñísima) ¿así...? Amigos de la infancia, sí... ¿Sí lo sabías?
VERÓNICA.— ¿Tú que crees?
JERÓNIMO.— ¿Ya te lo había dicho?
BUFO.— (Entra con la mesa y la cena, los demás personajes se sientan
en cuclillas alrededor) Se lo dijo Pablo.
ACTOR.— Yo se lo dije.
VERÓNICA.— Él me lo dijo.
BUFO.— Vaya preguntas, Jerónimo... Pablo y Verónica vivieron juntos.
JERÓNIMO.— Claro.
ACTOR.— Hace ya mucho tiempo; ¿verdad, Verónica?
VERÓNICA.— (Habla como si el Actor estuviera ausente, pero viéndolo
fijamente a los ojos) Pobre Pablo... me acuerdo muy bien de su mirada:
lejana, ausente, obsesiva...
BUFO.— (Mientras sirve una cena insólita) Y fue entonces cuando
usted comenzó a notar esa curiosa actitud; ese tipo de costumbres... ¿Cómo,
cómo calificarlas?
VERÓNICA.— ¿Insólitas?
JERÓNIMO.— ¿Extravagantes?
VERÓNICA.— ¡Muy inauditas!
JERÓNIMO.— ¡Inadmisibles!
ACTOR.—
In... Innn...
VERÓNICA.—
Una curiosa actitud. Los psicoanalistas se aburrieron, su psiquiatra cambió de
vocación... (haciéndole caso de repente) ¿te acuerdas, Pablo? Creo que
se dedicó a vender Biblias de casa en casa. Una vez nos quiso vender una. Todo
el mundo se cansó, menos Pablo... Oye Pablo, pero entonces por qué fue eso...
ACTOR.— ¿Eso cuál, Vero?
VERÓNICA.— Eso... lo del suicidio. ¿Te suicidaste, no?
ACTOR.— Ay, Vero... lo has de haber soñado.
JERÓNIMO.— No, Pablo... Si yo también lo supe... te sorrajaste un tiro.
ACTOR.— (Turbado) Lo han de haber soñado, estoy seguro.
JERÓNIMO.— Claro.
SILENCIO.
VERÓNICA.— Y...
JERÓNIMO.— Y...
VERÓNICA.— ¿Sigues en el Teatro, Pablo?
ACTOR.— Sí, claro; a ver si me van a ver. Ya son las últimas funciones.
VERÓNICA.— Pero si ya conocemos la obra, Pablo: ¿Romeo y Julieta, no?
Acuérdate que me prestaste el libro.
ACTOR.— ¿El libro, Verónica? No es lo mismo.
JERÓNIMO.— ¿Cuál es la diferencia?
OSCURO.
LUEGO, VEMOS SÓLO AL ACTOR EN UN COLUMPIO.
ACTOR.— De vez en cuando me despierto sin saber qué pasa, y me levanto y
me baño y desayuno. De vez en cuando me tomo un café; lentamente, y pienso y me
confundo y sigo sin saber... No sé muy bien si lo que vivo es invención, o es
sueño, o es recuerdo. A veces la vida pasa mientras tomo café, lentamente... En
un deseo, en un recuerdo, en un ir y venir de la invención. A veces pienso que
la vida es eso: un ir y venir de los deseos, un ir y venir de los recuerdos...
Pero en un instante todo se confunde y me descubro asombrado, simplemente
tomando café, sin más. Descubro que soy yo; que estoy viviendo. Mirando una
taza de café. (Se baja del columpio y lo mira desaparecer).
Luz.
Entra Bufo arrojando serpentinas y confeti a los invitados.
BUFO.— ¿Alguien dijo café? Tenemos café o postre, ¿qué prefieren?
VERÓNICA.— Yo creo que mejor nos vamos.
BUFO.— ¿Ya se van?
JERÓNIMO.— Sí, mañana tenemos que levantarnos temprano.
ACTOR.— ¿Mañana? Pero si ustedes están... Yo pensé que ustedes se
habían...
VERÓNICA.— Muerto, Pablo, se dice muerto. Yo nunca pensé que fuera tan
difícil.
JERÓNIMO.— Dificilísimo. No te imaginas todo lo que nos queda por hacer:
trámites y trámites y más trámites.
VERÓNICA.— (Fastidiada) Adiós, Pablo me dio mucho gusto saber que
estás bien.
ACTOR.— Gracias por venir.
JERÓNIMO.— Ojalá pudiéramos volver a visitarte.
VERÓNICA.— Lástima que eso sea imposible.
BUFO.— Oigan, y no lo van a felicitar.
LA
PAREJA.— ¡Otra vez!
BUFO.— Bueno, pero no le han dado su regalo.
JERÓNIMO.— No se supone que sea obligatorio. Además su cumpleaños fue...
¿el martes?
ACTOR.— No hay problema, Jerónimo. Por supuesto que no es obligatorio. Y
déjame decirte, déjenme decirles a todos que...
VERÓNICA.— ¡Qué!
ACTOR.— Lo he estado pensando mucho este día y he llegado a la
conclusión...
JERÓNIMO.— Ya dilo.
ACTOR.— Pues bien: yo tengo algo mucho mejor que un regalo.
JERÓNIMO.— ¿Algo mejor que un regalo? No puede ser.
VERÓNICA.— No, ¿qué puede haber mejor que un regalo?
JERÓNIMO.— Nada. No.
ACTOR.— Pues sí. Yo tengo un... Es un... es algo parecido a... ¿Lo
quieren ver?
BUFO.— No me digas que te acordaste, Pablo. Por fin vas a soltar a tu...
a tu algo parecido a... (Lo abraza) ¡Felicidades! No he trabajado en
vano.
ACTOR.— Ahorita mismo se los enseño. (El Actor comienza a buscar)
Nada más dejen que lo encuentre. ¿Dónde estará?
JERÓNIMO.— Tenemos prisa, si no con mucho gusto nos quedábamos a verlo.
VERÓNICA.— Sí; adiós, Pablo. Ya no podemos quedarnos más tiempo. Mañana
vamos a estar muy ocupados.
JERÓNIMO.— Tenemos responsabilidades. Muchas.
BUFO.— ¡Pero cómo!, ¿no van a quedarse a ver su, su algo parecido a?...
LA
PAREJA.— ¡¿Algo parecido a qué?!
ACTOR.— Debe de estar en alguna parte. (Sigue buscando, cada vez más
preocupado) Ustedes no lo vieron... No se me puede haber perdido.
Baja
la intensidad de la luz. El Actor comienza a buscar con una linterna, la Pareja
lo sigue un poco a regañadientes, pero intrigada por conocer el "algo
parecido a". Bufo más atrás camina como si estuviera preocupado. Luego se
separa del grupo y observa divertido. Finalmente la Pareja se separa del
Actor y se dirige, en la oscuridad, hacia la salida. Bufo se les
interpone y los deslumbra con el flash de una cámara fotográfica. La luz
repentinamente cobra su máxima intensidad.
BUFO.— (Asume un tono parecido al de las historias policíacas)
Disculpen, ¿se les perdió algo?
LA
PAREJA.— (Adoptan el mismo tono detectivesco)...¿A nosotros?
BUFO.— ¿Ustedes?... ya se iban. Hasta luego.
ACTOR.— ¡Qué pasa!
BUFO.— Se quieren escapar, quieren robarse tu... tu algo parecido a...
VERÓNICA.— ¡Oiga, no sea impertinente!
ACTOR.— Así que fueron ustedes, ¿¡en dónde lo escondieron!?
JERÓNIMO.— ¿De qué hablas, Pablo? Si ni siquiera sabemos lo que es.
BUFO.— ¡Ya dénselo, a ustedes no les va a servir de nada!
VERÓNICA.— (Poniendo en duda su inocencia) ¿Y usted cómo lo
sabe...? ¿A usted... sí le sirve?
JERÓNIMO.—
¡Responda!
BUFO.— (Sintiéndose repentinamente acusado) ¿A mí?... Por
supuesto que... Eso no les importa.
VERÓNICA.— ¡Ajá...! Ya no lo busques Pablo, yo sé quién lo tiene.
JERÓNIMO.— Helo aquí...
VERÓNICA.— Al culpable.
ACTOR.— Cómo no lo pensé antes. Tenías que haber sido tú. ¿Dónde está?
BUFO.— ¿No te acuerdas? A ti nunca te gustó, tú mismo lo encerraste,
Pablo... ¿Lo vas a dejar salir?
La
Pareja intenta salir sin ser vista.
ACTOR.— ¿Yo lo encerré?... (Reflexiona) Sí, puede ser cierto.
Pero fue así, sin darme cuenta. O sin quererme dar cuenta. (Deteniendo
en seco a la pareja) ¿Se van a ir sin conocerlo?
BUFO.— ¿Lo vas a soltar?
JERÓNIMO.— ¡¿Está vivo!?
El
Actor va hacia el baúl y lo abraza cariñosamente.
ACTOR.—
Claro que está vivo, todavía.
VERÓNICA.—
Nunca me han gustado las adivinanzas, seguramente se trata de un perro,
pobrecito, se va a asfixiar.
JERÓNIMO.— Cómo va a ser un perro, ya lo hubiéramos oído. Eso sí, debe
tratarse de algo espantoso, imagínate: el algo parecido a... A lo que
sea, ¡de Pablo! Debe ser algo siniestro.
VERÓNICA.— (Asustada) ¿Tú crees?
JERÓNIMO.— Estoy seguro.
VERÓNICA.— ¿Vámonos, por favor!
JERÓNIMO.— ¿Y nos vamos a quedar con la duda?
VERÓNICA.— Mira, mi amor. No sé tú, pero yo no me pienso pasar la vida
convertida en fantasma.
JERÓNIMO.— Pero si todavía no sale el sol, Vero.
VERÓNICA.— Estoy hablando en serio.
JERÓNIMO.— Tienes razón; perdí la cabeza, mi vida.
VERÓNICA.— ¡Adiós, Pablo!
JERÓNIMO.— ¡Se nos acaba el tiempo!
La
Pareja es iluminada por un cenital que baja de intensidad lentamente
hasta desaparecer del todo al final de la obra.
BUFO.— No se vayan sin conocerlo, acérquense. Les aseguro que no muerde,
aunque a veces... pues... ¿Tú qué opinas, Pablo?
ACTOR.— Sí, debo reconocer que a veces le da por estallar. Por eso
estaba encerrado, de puro miedo al mundo, de puro miedo a crecer y crecer sin
saber cómo hacerlo sin reventar o perder la forma original, la forma auténtica.
BUFO.— Pues parece que tus invitados ya no tuvieron el gusto. Suéltalo
ya.
ACTOR.— Espera, quiero prepararme bien porque su visita será muy breve.
Lo veremos alejarse dispuesto por primera vez a ser el dueño de su propio
vuelo. Anda, sal de ahí, no seas tímido, ¡salte ya!
El Actor abre la tapa del baúl... Del fondo vemos
surgir un hermoso
y sencillo globo.
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