ANDRÉS OLMOS
EL JUICIO FINAL
SIGLO XVI
CUADRO I
(Sonarán las flautas. Se abrirá el cielo.
Bajará hacia acá san Miguel.)
San Miguel
¡Oh
criaturas de Dios! Sabed, como ya sabéis, las órdenes divinas de Dios nuestro
señor, de cómo se acabará, de cómo se perderá el mundo y las cosas creadas por
Dios, nuestro amado padre. Se perderán, se terminarán todas las cosas que hizo,
todo tipo de ave, todo tipo de animal y vosotros también. Desapareceréis ¡oh
hombres de la tierra! En vuestros corazones ya sabéis que se levantarán los
muertos y los rectos que sirvieron obedientemente al verdadero juez, Dios,
serán llevados allí a su casa real a gozar de la gloria con sus santos.
Pero los malvados, que no sirvieron a Dios
nuestro señor en sus corazones, sufrirán los tormentos del infierno. ¡Llorad
por esto! ¡Recordad esto! ¡Temedlo! ¡Espantaos! Pues vendrá sobre vosotros el
día del Juicio espantoso, horroroso, terrible, tembloroso. Vivid vuestras vidas
rectamente en cuanto al séptimo sacramento, porque ya viene el día del Juicio.
¡Ha llegado! ¡Ya está aquí!
CUADRO II
(Sonarán las flautas; subirá se retirará san
Miguel. Saldrán hacia acá la Penitencia, el Tiempo, la Santa Iglesia, la
Confesión y la Muerte.)
Penitencia
Que ya no
se hable del desatino de todos los habitantes del mundo, agobiados por toda
clase de pecados. ¿Qué creerán? ¿Por qué obran así? No quieren abandonar las
transgresiones horrorosas de sus
corazones, la dureza de su ceguedad. ¡Oh cuatrocientas veces desgraciados!
Morirán por
sus pecados. Están sordos: ya no escuchan. Están ciegos: ya no ven. Se dirá que
el pecado les ha destruido los ojos. Les ha sabido dulce, les ha olido a
perfume. Se han adiestrado en el pecado como si se edificaran en una casa, como
si se cubrieran en un manto. Ya no pueden tener vida; la han considerado agua,
comida. ¡Y al señor Dios lo han olvidado! ¡Oh cuatrocientas veces desdichados!
¡Ya termina su vida en la tierra!
Tiempo
Yo soy el
tiempo, el tiempo siempre es una manifestación divina que me dio, que me
encargó Dios nuestro señor. Diariamente los cuido, los vigilo, los recupero. Ni
un momento los abandono, ni de día ni de noche. Les estoy gritando en los oídos
que recuerden al Criador, al Dios hacedor, al Soberano. Los exhorto a que
giman, a que lo glorifiquen, a que le sirvan, a que cumplan con lo que desea
Dios nuestro señor. Les suplico que vayan a su querida casa a que lo sirvan, a
que le rueguen que les dé su amada gracia.
Pero ellos
no sacan provecho de mi vida, de mis labores. Yo les digo: “Yo os quiero
salvar; y no soy de culpar.” Ya se tendrán que defender en presencia de Dios
cuando sean llamados uno por uno. Cuando sean interrogados ellos sabrán qué
contestar.
Y yo voy a
rendir cuentas ante Dios Padre, quien me dio todo poder. Y no encontrarán
ninguna disculpa. ¡Pronto serán llamados!
Santa
Iglesia
Yo soy la
madre misericordiosa. Me puso aquí en la tierra mi amado doncel Jesucristo para los hombres del mundo. Lloro
por ellos todo el tiempo, ante todo cuando muere alguno. Vierto lágrimas por
ellos; oro ante mi amada Madre Santa, fuente de alegría, para que se apiade,
para que ilumine a sus criaturas, para que no desprecien el séptimo sacramento.
Aquí los tengo guardados los sacramentos para el momento en que se necesiten
para santificar a la humanidad. Les daré de comer, les daré de beber cuando
tengan sed. Y ahora los espero, aunque estoy triste. Que vayan, que vivan
rectamente, que oren. Se apiadarán de sí mismos. Y que lloren: ¡Que se
arrepientan de sus pecados y defectos!
Confesión
¡Oh tú,
madre de la verdadera fe! Todo lo que dices es verdad; pero no se acuerdan de
eso, no lo desean. Sólo quieren estar pecando. ¿Acaso no estoy haciendo las
cosas como las debería hacer? Los llamo continuamente; diario les pido que se
confiesen, que se examinen, que se levanten al alba, que hagan penitencia, que se
preparen para la muerte, o sea, que se casen por la Iglesia, que purifiquen sus
corazones y sus almas, que ayunen, que se abstengan de comer. Y si no son
perdonados, no podrán entrar a la casa preciosa de Dios nuestro señor, si no
ayunan primero. Pues al que lo merezca me lo llevaré allá. Ya tienen la
escalera para llegar al cielo. Así podrán entrar al cielo. Serán llamados a que
uno por uno rindan cuenta de cómo vivieron en la tierra en presencia de Dios
nuestro señor.
Muerte
Yo soy el
alguacil, el elegido, el enviado del cielo. Se yergue todo mi poder en el cielo
y aquí en la tierra. Resplandece plenamente en todas partes, en el cielo y en
el universo. Saben en sus corazones los habitantes del mundo que mañana o
pasado vendrá hacia acá el hijo amado de Dios a sentenciar a los vivos y a los
muertos. A los justos los llevará a su casa señorial dentro del cielo y a los malos,
a los que no lo sirvieron aquí en la tierra, los arrojará a las profundidades
del Averno. Así, en sus corazones, los habitantes del mundo saben que llegará
el día del Juicio espantosísimo cuando caiga sobre ellos. Mientras tanto, que
vivan rectamente pues ya está, ya serán juzgados, y se les preguntará si
buscaron a Dios nuestro señor.
Santa
Iglesia
Es muy
cierto lo que habéis explicado, lo que habéis expresado. Vosotros que servís
como obreros de mi amado hijo único, de mi marido espiritual Jesucristo, os
manifestáis para llamarlos, para que vayáis enfrente como redentores del mundo. Los pecadores siguen viviendo en
la maldad; se han rebajado, han enlodado los corazones y las almas.
Y ahora
vamos. Llamémoslos para que pongan en orden sus cosas espirituales, con llanto,
con lágrimas. Y yo soy el que los cuido para que se purifiquen, para que se
bañen espiritualmente, para que queden limpios dentro del séptimo sacramento,
el matrimonio, que les tengo guardado.
Tiempo
Me voy en
este momento. Les voy a gritar. Los voy a casar. A toda hora les recuerdo sus
obligaciones, para que no pierdan, para que no desperdicien el tiempo de vida
que concedió Dios nuestro señor para que cuidara de ellos.
(Se va el Tiempo solo.)
Santa
Iglesia
Yo soy la
única luz divina de la fe; por eso los ilumino. Enciendo una luz espiritual
para que todos los cristianos vengan a que los purifique. ¡Están ebrios de
tanto pecado! Pero si lloran, si gimen, si piden perdón a mi amado doncel
Jesucristo, él les dará el reino celestial.
(Se va la Santa Iglesia sola.)
Muerte
Son
realmente dignos de lástima los hombres de la tierra. Están ciegos; se les
olvida que serán sentenciados. En eso, en una vida frívola, pecando, han
ensuciado sus almas. Lo que hablo, ellos lo entienden. Están ciegos los
habitantes del mundo: ya no ven. Los pecados les han ennegrecido los corazones
y las almas. No se arrepienten. ¡Que se purifiquen, que se bañen en la buena
luz divina!
Tal vez se acuerden, tal vez lloren
cuando venga el día del Juicio, pues en verdad ya no habrá misericordia.
¡Mañana viene el día del Juicio, oh hombres del mundo, cuatrocientas veces
desdichados! ¡Ya viene, ya está!
(Sonarán las trompetas. Se retirarán la
Muerte y la Confesión.)
CUADRO III
(Aparecerá LUCÍA. Vendrá muy angustiada.)
LUCÍA
¡Oh Dios
mío, señor mío Jesucristo! ¡Ya sucedió, oh desgraciada de mí! ¿Y ahora qué me
pasa? Mi alma está acongojada como si hubiera entrado en una nube. ¿Ahora qué
haré? Me iré a confesar. Tal vez así descanse mi alma. Iré a buscar un
confesor, pues están afligidos mi rostro y mi corazón.
(Irá LUCÍA a llamar a una puerta. Aparecerá
un Sacerdote.)
LUCÍA
Que Dios
nuestro señor esté contigo, amado padre.
(Saldrá el Sacerdote. Hablará.)
Sacerdote
¡Que te
guíe Dios nuestro señor hacia acá, querida hija!... ¿Qué quieres?
LUCÍA
Has de
saber, amado padre, por qué he venido, con tal de que no te enojes, querido
padre.
Sacerdote
¿Qué es lo
que quieres, hija amada? Dime, pues Dios nuestro señor nos ha manifestado que
hemos de escuchar las confesiones de nosotros, los habitantes del mundo.
LUCÍA
Querido
padre: quiero confesarme ante Dios nuestro señor y ante ti, padre amado.
Sacerdote
Hijita:
esto me da mucho gusto. Escucho lo que te aflige, lo que te acongoja, ¿son tus
pecados? Vamos a la iglesia, a la casa de Dios nuestro señor.
(Luego
se confesará LUCÍA y mientras se esté confesando se levantará el Sacerdote
espantado.)
Sacerdote
¡Jesús,
Jesús! ¿Qué dices, qué hiciste? ¿Acaso no eres cristiana? ¿Acaso no sabes que
has cometido un pecado cuatrocientas veces mortal? Pero ya ha sucedido, ¡oh
cuatrocientas veces desgraciada! Que salves, que purifiques tu alma. ¿Por qué
no has aceptado las cosas divinas? Sólo has seguido al demonio quien te ha
apartado del séptimo sacramento bendito, del matrimonio. ¡Ya sucedió,
cuatrocientas veces desgraciada! Ahora, ya que no quisiste casarte en la
tierra, en tu corazón sabes que ultimadamente te casarás en el infierno, pues
mereces que te toquen los suplicios
infernales. ¿Qué cuenta le vas a dar ahora a tu Dios, a tu Señor? No te
podrás ayudar a ti misma, pues ha llegado el Juicio de Dios. Ahora tendrás que
espantarte cuando descienda el amado hijo de Dios, cuando venga a juzgar a
vivos y muertos, cuando cada uno tenga que dar cuentas a su criador, Dios. Y tú
también aparecerás ante el verdadero juez, el amado hijo de Dios, Jesucristo.
(Se irá
el Sacerdote. Queda LUCÍA.)
LUCÍA
¡Aaaaaaay,
aaaaaaay, Dios! ¡Ya aconteció! ¡Oh cuatrocientas veces desdichada soy en la
tierra! ¿Qué es lo que he escuchado? ¿Qué cosa espantosa ha dicho este amado
hijo de Dios el Sacerdote? Tal vez debería haber escuchado, creído en lo que me
dijeron mi padre, mi madre y todos mis
parientes, que me aconsejaron a que cambiara mi vida, pero yo menospreciaba el
bendito, el santo sacramento del matrimonio. ¡Ya pasó, ahora soy cuatrocientas
veces infeliz!
Abominada
sea mi soberbia con la cual nació mi presunción. Malditos sean el Tiempo y el
Mundo, el cual ya se está acabando, el cual ya se está feneciendo. Ya está: me
siento desgraciada, cuatrocientas veces, de la manera más terrible, pues soy
una gran pecadora.
CUADRO IV
(Sonarán las flautas. Aparecerán los vivos.
Se sentarán en el suelo junto con LUCÍA. Aparecerá el Anticristo. Traerá puesto
el manto de los condenados. Traerá puesta la túnica por afuera. Levantará un
dedo de la mano izquierda. Tronará la pólvora. Entrará el Anticristo.)
Anticristo
¡Oh amados
hijos míos! ¿No me reconocéis? Yo soy el que padeció por vosotros en la tierra,
el que se afligió por vosotros. Ahora podréis estar seguros en vuestros
corazones que terminaré con la tierra, que la destruiré. Debéis creer en mí, oh
criaturas mías, pues perdonaré vuestros pecados, vuestros defectos. Creed en
mí, mirad mi sangre, mi sagrada carne.
Vivo
primero
Tú no eres
el que esperamos, pues vendrá nuestro Dios, nuestro Señor. El padeció y murió
en la cruz por nosotros. Allí le estiraron los brazos por nuestros
cuatrocientos grandes pecados.
LUCÍA
Sí,
ciertamente, tú eres el que hemos estado
esperando, oh Dios nuestro señor, oh Señor nuestro, para que perdones nuestros
pecados.
Anticristo
Sí, yo soy
el que os va a auxiliar. ¿No sabéis que tengo todo el poder del universo?
CUADRO V
(Se abrirá el cielo. Vendrá hacia acá
Jesucristo. Vendrá enfrente san Miguel, trayendo las balanzas. Jesucristo
cargará la cruz y se detendrá a la orilla del cielo. Huirá el Anticristo.
Se tronará la
pólvora.)
Coro
Por
nosotros Cristo fue
obediente
hasta la muerte,
hasta la
muerte en la cruz.
Y por eso
Dios
lo exaltó y
le dio
un nombre
que sobrepasa
a todos los
nombres.
Jesucristo
Ven, mi
caudillo en la guerra, ven al cielo. En este momento voy a terminar, a destruir
el tiempo. Se llama el Juicio Final el día del juicio, tal como lo dejé
asentado en mis órdenes divinas. Voy a barrer, a limpiar el cielo y la tierra,
ensuciados por los habitantes del mundo, tanto vivos como muertos, porque se
portaban mal.
¡Despertad, oh vivos y muertos, buenos y
malos! A los buenos daré en el paraíso una ración regia y florida, el jade
celestial, la palmera celestial del río. Y los malos recibirán la casa de la
muerte y las aflicciones del averno, ya que no han guardado mis órdenes
divinas.
(Jesucristo bajará hacia acá. San Miguel se
sentará.)
Jesucristo
Ya te di
mis órdenes en cuanto a lo que has de hacer, ¡oh caudillo mío en la guerra!
San Miguel
Me parece
muy bien, querido maestro, que tengan vida los muertos, que despierten los
vivos, que se junten los huesos y que se coloquen en su lugar el barro, el lodo
para que tú les des vida en el espíritu y en el alma, para que puedan
contestar, para que puedan hablar de lo que hicieron bueno y de lo que hicieron
malo.
Jesucristo
Con mi
poder resucitarán, se moverán, pues les daré la resurrección tal como yo me
levanté al tercer día. Que así sea. Que se levanten mis criaturas.
CUADRO VI
(Sonarán las flautas. Se irá Jesucristo por
otra puerta. Ya no volverá a subir al cielo. San Miguel sonará la trompeta
después.)
Ángel primero
¡Resucitad,
oh vivos, pues Dios lo ordena! ¡Encarnaos!
(De nuevo san Miguel sonará la trompeta, con
lo cual llamará a los muertos.)
Ángel
segundo
¡Surgid oh
muertos y venid al juicio! ¡Resucitad, oh muertos, y salid de la tierra!
Encarnaos, pues es la orden de Dios nuestro señor.
(Aquí saldrán los muertos incorporados.
Volverá a sonar la trompeta san Miguel.)
San Miguel
Ahora ya
habéis resucitado. Juntaos, pues ahora daréis cuenta al verdadero Juez. No
estéis inquietos; considerad que es vuestro Dios, vuestro Creador.
(Sonarán las flautas. Se irá san Miguel.)
CUADRO VII
(Saldrá el Anticristo que viene a engañar a
vivos y muertos. Mucho después aparecerá Cristo.)
Anticristo
He venido
para que se cumplan mis sagradas órdenes.
(Se canta el
TE DEUM “PARA TI SEÑOR”)
Te
alabamos, oh Señor, te reconocemos.
A ti,
eterno padre, toda la tierra te adora.
Lo mismo
hacen los ángeles, los cielos y todas las potestades.
Los
querubines y serafines cantan sin cesar:
¡Santo,
santo, santo, eres Señor y Dios de los ejércitos!
Rebosan los
cielos y la tierra de la grandeza de tu gloria.
Te alaba el
grandioso conjunto de los apóstoles y la muchedumbre de los profetas.
Te alaba el
inmaculado ejército de los mártires.
Y la santa
Iglesia te entona un himno de alabanza.
Himno que
se eleva a ti, padre de inmensa majestad a tu venerado, verdadero y único hijo,
y también al Espíritu Santo, el Consolador.
Tú eres, oh
Cristo, el rey de la gloria, hijo eterno del Padre.
Por salvar
al hombre no dudaste de encarnarte en el vientre de la Virgen.
Y destruido
el terror de la muerte, abriste a los que creen en ti el reino los cielos.
Tú estás
sentado a la derecha del Padre en su misma gloria.
Creemos que
tú eres el juez que vendrá al final de los tiempos.
A ti, pues,
rogamos que te acuerdes de tus siervos, pues los redimiste con tu sangre
preciosa.
Haz que
seamos contados con tus santos en la gloria eterna.
Salva a tu
pueblo, Señor, y a nosotros, herencia tuya.
Gobiérnanos
y hónranos contigo en la eternidad.
Todos los
días vivimos bendiciéndote y alabando tu santo nombre por los siglos de los
siglos.
Dígnate,
Señor, en este día guardarnos del pecado.
Apiádate de
nosotros, Señor, apiádate de nosotros.
Que tu
misericordia se derrame sobre nosotros, Señor, como lo hemos esperado.
Pues en ti,
oh Señor, he confiado.
Y espero no
ser defraudado para siempre.
Amén.
CUADRO VIII
(Desaparecerá el Anticristo. Se tronará
pólvora. Luego aparecerá Cristo. Vendrán el Ángel primero y el Ángel segundo,
guiándolos san Miguel.)
Jesucristo
¡Ven acá,
oh perla celestial, oh arcángel san Miguel! Llama a los vivos y a los muertos para que se junten en mi
presencia. Les tomaré cuenta de cómo vivieron en la tierra.
San Miguel
Así se
hará, querido maestro. Los llamaré.
(San Miguel sonará la trompeta. Luego uno por
uno irán a sentarse ante Cristo. Un Ángel pesará sus obras buenas y malas. Se
arrodillará el muerto primero.)
Jesucristo
Ven, tú.
¿Cumpliste con mis mandamientos mientras vivías en la tierra?... Habla.
Contéstame tal como hablabas en la tierra. Habla así ahora.
Muerto
primero
Oh Dios
mío, Señor mío: observé, guardé tus benditos mandamientos. Cumplí con tus
órdenes. Interroga a mi ángel custodio, querido maestro.
Jesucristo
Me serviste
bien. Gozarás y serás feliz en el cielo. Jamás terminará, jamás se acabará tu
felicidad.
(Lo bendecirá. Lo colocará san Miguel a la
derecha de Cristo.)
Jesucristo
Ven tú, oh
vivo. ¿A quién honraste en la tierra, a quién amaste?
Vivo
primero
A ti, Dios
mío, Señor mío.
Jesucristo
Si es
cierto que soy tu Dios, tu Señor ¿guardaste mis divinos mandamientos?
¿Cumpliste con ellos?
Vivo
primero
Eso no lo
hice, divino padre. Pero perdóname ya que soy un pecador.
Jesucristo
Ahora ya no
existe el perdón. Vete.
(A empujones san Miguel lo llevará al otro
lado. Luego se arrodillará el muerto segundo ante Dios.)
Jesucristo
Ven tú, que
estabas muerto. ¿Qué hiciste cuando vivías en la tierra? ¿Trabajaste por mí?
¿Me serviste en la tierra? Contéstame.
Muerto
segundo
De ninguna
manera. Pero perdóname, Señor, Maestro, Dios.
Jesucristo
Ya no. En
el juicio ya no hay perdón. Vete.
(San Miguel se llevará al muerto segundo a
empujones y los demonios lo jalarán, lo tirarán al otro lado. Se arrodillará la
segunda viva, que es LUCÍA.)
Jesucristo
Ven tú,
viva. ¿Acaso cumpliste con mis diez mandamientos divinos? ¿Acaso amaste a tu
prójimo y a tu padre y madre?
LUCÍA
Seguramente.
Primero te amé a ti, Dios mío, Señor mío, y luego a mi padre y madre.
Jesucristo
Si es
cierto que soy tu Dios y que me has amado primero, y luego a tu padre y a tu
madre ¿guardaste mi mandamiento y el mandamiento de mi amada y gloriosa madre
en cuanto al séptimo sacramento sagrado, el bendito matrimonio? ¿Viviste con
castidad en la tierra? ¿La manifestaste?
LUCÍA
No, no te
he servido, ni reconocí a tu amada madre. Pero perdóname, Dios mío, Señor mío.
Jesucristo
En la tierra
tu corazón jamás se dirigía a nosotros. Sólo te la pasabas jugando. Vete. Que
se cumpla. Tal vez recuerdes tu vida viciosa para que sufras trabajos. Así es
que ya no espere nada tu corazón del Cielo. Te has vuelto desgraciada porque
nunca quisiste casarte en la tierra. Te has ganado la casa infernal que será tu
tormento. Vete a ver a los que serviste, pues yo no te conozco.
(Será llevada a empujones a los demonios.)
Jesucristo
Ven tú, que
viviste en la tierra. ¿Qué movía tu corazón? ¿Mis palabras divinas? ¿Me
invocabas dormido y despierto?
Muerto
tercero
Jamás te
olvide, ni cuando comía ni cuando bebía, ni cuando estaba despierto ni cuando
dormía, amado maestro.
Jesucristo
Me serviste
bien, criatura mía. Y yo también siempre me acordé de ti. Por eso te tuve
guardado tu collar florido.
(Lo llevará san Miguel a colocarlo entre los
justos.)
Jesucristo
¡Venid, oh
moradores del averno! Llevad a vuestros siervos a las profundidades del
infierno. Y a esta mujer desgraciada, metedla en un temascal de fuego; atormentadla allí.
Demonio
segundo
Señor, nos
has hecho un favor. En nuestros corazones te esperábamos... Hemos sido
merecedores, hemos sido favorecidos por tu corazón amado. Hemos logrado
quedarnos con tus criaturas.
(Este demonio ahora se dirige a otro.)
Trae la cuerda de metal ardiente y la
vara de metal ardiente para que los azotemos. Y dile a nuestro señor Lucifer
que ya le llevamos a sus siervos. Que mande inmediatamente las espinas
metálicas ardientes al lugar adonde llevaremos a sus siervos.
(Se va Satanás a traer las espinas de metal
ardiente.)
Satanás
Aquí traigo
todo lo necesario para atarlos, no sea que huyan de nuestras manos. Ahora
tendremos nuestra comida en las profundidades infernales. Hemos hecho todo lo
posible para que cayeran en nuestras manos.
(Todos
los condenados.)
¡Auxilio!
Jesucristo
Ya no
esperéis nada. En vuestros corazones podéis estar seguros que quedaréis en el
abismo infernal.
(Nuevamente
hablan todos.)
Condenados
Oh señor
Dios nuestro, ¡sácanos a nosotros los pecadores!
(Luego se les expulsará. Tronará la pólvora.
Gritarán. A los justos se les entregarán coronas floridas de palma. Subirá
Cristo hacia el cielo. A la mitad de la escalera hablará.)
Jesucristo
Subid hacia
acá. Siervos míos. Recibid lo que tengo guardado: la felicidad que nunca
termina, que nunca se acaba.
CUADRO IX
(Sonarán las flautas. Subirán los ángeles,
Jesucristo y los justos. Luego sacarán a LUCÍA hacia acá. Sus aretes serán
mariposas de fuego, su collar una serpiente. La atacarán de la cintura. Vendrá
gritando y le contestarán los demonios.)
Demonio
primero
Muévete,
maldita. ¿Acaso no recuerdas lo que hiciste en la tierra? Ahora lo vas a pagar
allá en el abismo del infierno.
LUCÍA
¡Ya me
sucedió, oh cuatrocientas veces desgraciada! ¡Soy una pecadora que merece la
morada infernal!
Satanás
¿Con que
ahora gritas, desdichada? Ahora te haremos gozar en lo hondo del averno. Allí,
en nuestra casa señorial, te casaremos, ya que nunca quisiste casarte en la
tierra. ¡Ándale! Muévete, pues te espera nuestro señor Lucifer.
LUCÍA
¡Aaaaaaay,
aaaaaay, ya sucedió! ¡Oh infeliz de mí, oh pecadora! Mis merecimientos
resultaron en tormentos infernales. Ojalá no hubiera nacido en la tierra.
¡Aaaaaaay, aaaaaay, malditos sean el tiempo y la tierra en que nací! ¡Maldita
sea la madre que me parió! ¡Aaaaaaay, malditos sean los pechos que me criaron!
¡Maldito sea todo lo que comía y bebía en la tierra! ¡Aaaaaaay, maldita sea la
tierra que pisé y la ropa que vestí!
Todo se ha vuelto fuego. ¡Aaaaaaay, me
quema mucho! Mariposas de lumbre me envuelven las orejas y señalan las cosas
con que me embellecía, mis joyas. Y aquí, alrededor del cuello, traigo una
serpiente de fuego que me recuerda el collar que traía puesto. ¡Me ciñe una
espantosa víbora de lumbre, corazón del Mictlán , la morada infernal! Con ella me acuerdo de mis placeres en la tierra.
¡Aaaaaaay, cómo no me casé! ¡Aaaaaaay de mí, desdichada, ya sucedió!
Demonio
primero
Ahora serás
encerrada, ahora la pagarás. Ha caído sobre ti la cosa de la cual te
amonestaba tu familia en la tierra.
(La azotarán.)
Satanás
¡Anda,
infeliz! ¿Con que ahora te acuerdas de que deberías haberte casado? ¿Cómo no te
acordaste de eso cuando vivías en la tierra? Ahora pagarás por toda tu maldad.
¡Anda, muévete!
(La azotarán. Se la llevarán. Tronará la
pólvora. Tocarán sus trompetas los demonios. Se entiende que se cerrarán el
cielo, la tierra y el infierno. Ya no se escucharán los gritos de LUCÍA ni las
voces de los demonios.)
CUADRO X
(Aparecerá
un Sacerdote ante el público.)
Sacerdote
¡Oh amados
hijos míos, oh cristianos, oh criaturas de Dios! Y habéis visto esta cosa
terrible, espantosa. Y todo es verdad, pues está escrito en los libros sagrados.
¡Sabed, despertad, mirad en vuestro propio espejo! Para que lo que sucedió en
la comedia no os vaya a pasar. Esta lección, este ejemplo, nos lo da Dios.
Mañana o pasado vendrá el día del juicio.
Oren a nuestro señor Jesucristo y a la Virgen santa María para que le pida a su
amado hijo Jesucristo que después del juicio merezcáis, recibáis la felicidad
del cielo, la gloria. ¡Así sea!
Coro
Dios te
salve santa María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres
entre todas y sobre todas las mujeres, y también es muy bendito el fruto de tu
vientre Jesucristo.
¡Oh santa María! Ruega por nosotros. Así
sea.