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21/4/20

EL DIABLO Y DIOS. SARTRE.




EL DIABLO Y DIOS
Jean Paul Sartre





ACTO PRIMERO

PRIMER CUADRO

A la izquierda, entre cielo y tierra, una sala del palacio arzobispal; a la
derecha, la casa del obispo y las murallas. Por el momento, sólo la sala del
palacio está iluminada. El resto de la escena sumido en sombras.
ESCENA ÚNICA
EL ARZOBISPO (en la ventana)
¿Vendrá? Señor, el pulgar de mis vasallos ha desgastado mi efigie sobre mis
monedas de oro, y tu terrible pulgar ha desgastado mi rostro; ya sólo soy una
sombra de arzobispo. Si el fin de este día me trae la noticia de mi derrota,
tan grande será mí desgaste que podrá verse a través de mi cuerpo. ¿Y qué
harías, Señor, con un ministro transparente? (Entra un CRIADO,) ¿Llegó el
coronel Linehart?
CRIADO
No. Es el banquero Foucre. Solicita...
EL ARZOBISPO
Más tarde. (Pausa.) ¿Qué hace Linehart? Debiera estar aquí, con noticias
frescas. (Pausa.) ¿Se habla de la batalla en las cocinas?
CRIADO
No se habla de otra cosa, monseñor.
EL ARZOBISPO
¿Qué dicen?
CRIADO
Que el combate se ha entablado admirablemente, que Conrad está atrapado
entre el río y la montaña; que...
EL ARZOBISPO
Lo sé, lo sé. Pero mientras se esté combatiendo se puede ser derrotado.
CRIADO
Monseñor...
EL ARZOBISPO
Vete. (Sale el CRIADO.) ¿Por qué lo permitiste, Dios mío? El enemigo ha
invadido mis tierras y mi buena ciudad de Worms se ha levantado contra mí.
Mientras luchaba contra Conrad, me ha apuñalado por la espalda. Ignoraba,
Señor, que me reservases tan altos designios; ¿será menester que vaya a
mendigar de puerta en puerta, ciego y con un niño por lazarillo?
Naturalmente, todo mi ser está a tu disposición si es que en verdad deseas
que se haga tu voluntad. Pero te suplico consideres que ya no tengo veinte
años y que jamás tuve la vocación del martirio. (Se oyen a lo lejos los gritos
de "¡Victoria! ¡Victoria!-" Los gritos se aproximan. EL ARZOBISPO presta
atención y se lleva la mano al corazón.)
CRIADO (entrando)
¡Victoria! ¡Victoria! ¡Hemos triunfado, monseñor! Y aquí está el coronel
Linehart.
CORONEL (entrando)
¡Victoria, monseñor! Victoria total y reglamentaria. Un modelo de batalla,
una jornada histórica: seis mil enemigos degollados o ahogados, y el resto
huye derrotado.
EL ARZOBISPO
¡Gracias, Dios mío! ¿Y Conrad?
CORONEL
Muerto.
EL ARZOBISPO
¡Gracias, Dios mío! (Pausa.) Sí está muerto, le perdono. (A LINEHART.) Y a
ti, te bendigo. Ve a propagar la noticia.
CORONEL (rectificando la posición)
Poco después de levantarse el sol, percibimos una nube de polvo...
EL ARZOBISPO (interrumpiéndolo)
¡No, no! ¡Detalles no! ¡Detalles de ninguna manera! Una victoria relatada
con detalles es imposible distinguirla de una derrota. Pero no cabe duda de
que se trata de una victoria, ¿verdad?
CORONEL
Una maravillosa victoria: la elegancia misma.
EL ARZOBISPO
Vete. Quiero rezar. (EL CORONEL sale. EL ARZOBISPO comienza a
bailar.) ¡Gané! ¡Gané! (Llevándose la mano al corazón.) ¡Ay! (Se arrodilla
en su reclinatorio.) Oremos.
(Se ilumina, a la derecha, una parte de la escena: un camino de ronda en
las murallas. HEINZ y SCHMIDT se asoman por las almenas.)
HEINZ
No es posible, no es posible; Dios no lo permitiría.
SCHMIDT
Espera, van a repetirlas. ¡Mira! Uno-dos-tres... Tres... y uno-dos-tres-cuatrocinco...
NASTY (apareciendo en las murallas)
¿Y bien, qué hay?
SCHMIDT
¡Nasty'. Muy malas noticias.
NASTY
Las noticias nunca son malas para quien Dios ha elegido.
HEINZ
Hace una hora que estamos mirando las señales luminosas. Minuto tras
minuto, repiten las mismas. ¡Mira! Uno-dos-tres y cinco. (Le señala la
montaña.) El arzobispo ha ganado la batalla.
NASTY
Lo sé.
SCHMIDT
La situación es desesperada: nos han atrapado en Worms sin aliados y sin
víveres. Tú nos decías que Goetz se cansaría, que acabaría por levantar el
sitio, que Conrad aplastaría al arzobispo; pues bien, ya ves: Conrad ha
muerto y el ejército del arzobispo va a reunirse con el de Goetz al pie de
nuestros muros. Y a nosotros sólo nos quedará morir.
GERLACH (entra corriendo)
Conrad ha sido derrotado. El burgomaestre y los regidores se han reunido
para deliberar en el Ayuntamiento.
SCHMIDT
¡Pardiez! Buscan la manera de someterse.
NASTY
¿Tenéis fe, hermanos?
TODOS
Sí, Nasty, sí.
NASTY
No temáis, entonces. La derrota de Conrad es un signo.
SCHMIDT
¿Un signo?
NASTY
Un signo que me hace Dios. Anda, Gerlach, corre hasta el Ayuntamiento y
trata de averiguar qué ha decidido el Consejo. (Las murallas desaparecen en
la noche.)
EL ARZOBISPO (levantándose de su reclinatorio)
¡Hola! (Entra el CRIADO.) Haz entrar al banquero. (Entra el BANQUERO.)
Siéntate, banquero. Estás cubierto de barro; ¿de dónde vienes?
EL BANQUERO
He viajado durante treinta y seis horas seguidas para impediros cometer una
locura.
EL ARZOBISPO
¿Una locura?
EL BANQUERO
Vais a retorcerle el cuello a una gallina que os pone todos los años un huevo
de oro.
EL ARZOBISPO
¿De qué estás hablando?
EL BANQUERO
De vuestra ciudad de Worms. Me han dicho que la estáis sitiando. Si
vuestras tropas la saquean, os arruináis y me arruináis a mí. ¿Estáis, acaso,
en edad de jugar a los soldados?
EL ARZOBISPO
No fui yo quien provocó a Conrad.
EL BANQUERO
Acaso no le provocasteis. ¿Pero quién me dice que no le provocasteis para
que os provocase?
EL ARZOBISPO
Era mi vasallo y me debía obediencia. Pero el diablo le movió a incitar a los
caballeros a la revuelta y a ponerse a su cabeza.
EL BANQUERO
¿Por qué no le disteis lo que quería antes de que se enojase?
EL ARZOBISPO
Lo quería todo.
EL BANQUERO
Bueno, pase lo de Conrad. Seguramente fue el agresor, ya que ha sido el
vencido. Pero vuestra ciudad de Worms...
EL ARZOBISPO
Worms, la joya de mis tierras; Worms, la ciudad de mis amores-, Worms la
ingrata, se rebeló contra mí el mismo día en que Conrad cruzó la frontera.
EL BANQUERO
Gran pecado fue. Pero las tres cuartas partes de vuestras rentas vienen de
allí. ¿Quién pagará vuestros impuestos, quién me reembolsará mis anticipos
si, como un senil Tiberio, comenzáis a asesinar a vuestros burgueses?
EL ARZOBISPO
Injuriaron a los sacerdotes y los obligaron a encerrarse en los conventos;
insultaron a mi obispo y le han prohibido salir del Obispado.
EL BANQUERO
¡Niñerías! Jamás habrían peleado si no los hubieseis forzado a hacerlo. La
violencia está bien para quienes nada tienen que perder.
EL ARZOBISPO
¿Qué es lo que quieres?
EL BANQUERO
Su perdón. Que paguen una buena multa y que no se hable más del asunto.
EL ARZOBISPO
¡Ay!
EL BANQUERO
¿Por qué suspiráis?
EL ARZOBISPO
Amo a Worms, banquero; de todo corazón la perdonaría incluso sin multa
alguna...
EL BANQUERO
¿Entonces?
EL ARZOBISPO
No soy yo quien la asedia.
EL BANQUERO
¿Quién, pues?
EL ARZOBISPO
Goetz.
EL BANQUERO
¿Quién es Goetz? ¿El hermano de Conrad?
EL ARZOBISPO
Sí, el mejor capitán de toda Alemania.
EL BANQUERO
¿Qué hace bajo los muros de vuestra ciudad? ¿Acaso es vuestro enemigo?
EL ARZOBISPO
A decir verdad, no sé muy bien lo que es. Primero, fue el aliado de Conrad y
mi enemigo; luego, mi aliado y el enemigo de Conrad; y ahora... Lo menos
que de él puede decirse, es que tiene un carácter muy versátil.
EL BANQUERO
¿Por qué buscar aliados tan sospechosos?
EL ARZOBISPO
¿Podía yo escoger? Conrad y él invadieron mis tierras conjuntamente. Por
suerte me enteré de que la discordia había surgido entre ellos y, en secreto,
prometí a Goetz las tierras de su hermano si se unía a nosotros. Sí no le
hubiese separado de Conrad, hace tiempo que hubiera perdido yo la guerra.
EL BANQUERO
Se pasó con sus tropas a vuestro lado. ¿Y luego?
EL ARZOBISPO
Le confié la custodia de las fronteras. Pero debió de aburrirse. Supongo que
no le gusta la vida de guarnición, pues un día condujo su ejército bajo las
murallas de Worms y comenzó el sitio sin que yo se lo pidiera.
EL BANQUERO
Ordenadle... (EL ARZOBISPO sonríe tristemente, encogiéndose de
hombros.) ¿No os obedece?
EL ARZOBISPO
¿Dónde has visto que un general en campaña obedezca a un jefe de Estado?
EL BANQUERO
En suma: estáis en sus manos.
EL ARZOBISPO
Sí.
(Se iluminan las murallas.)
GERLACH (entrando)
El Consejo ha decidido enviar parlamentarios a Goetz.
HEINZ
¡Vaya! (Pausa.) ¡Cobardes!
GERLACH
Nuestra única esperanza es que Goetz les proponga condiciones
inaceptables. Sí es tal como lo pintan, ni siquiera querrá aceptar la rendición
incondicional.
EL BANQUERO
Acaso respete los bienes.
EL ARZOBISPO
Me temo que ni siquiera respete las vidas humanas.
SCHMIDT (a GERLACH)
Pero ¿por qué? ¿Por qué?
EL ARZOBISPO
Es un bastardo de la peor especie: por parte de madre. Sólo en hacer el mal
se complace.
GERLACH
¡Es un cerdo, un bastardo: le gusta hacer daño! Sí quiere saquear Worms,
será menester que los burgueses se batan hasta el último instante.
SCHMIDT
Sí se propone arrasar la ciudad, no cometerá la ingenuidad de decirlo. Pedirá
que se le deje entrar, prometiendo que no tocará nada.
EL BANQUERO (indignado)
Worms me debe treinta mil ducados: es preciso detenerle en seguida.
Enviad vuestras tropas contra Goetz.
EL ARZOBISPO (abrumado)
Temo que las derrote.
HEINZ (a NASTY)
Entonces, ¿estamos totalmente perdidos?
NASTY
Dios está con nosotros, hermanos; no podemos perder. Esta noche saldré de
Worms y trataré de atravesar las líneas para llegar a Waldorf. Ocho días
bastarán para levantar en armas a diez mil campesinos.
SCHMIDT
Pero ¿cómo podremos resistir ocho días? Son capaces de abrirle las puertas
esta misma noche.
NASTY
Es preciso impedírselo.
HEINZ
¿Quieres tomar el poder?
NASTY
No. La situación es demasiado incierta.
HEINZ
¿Entonces?
NASTY
Será menester comprometer a los burgueses, para que teman por sus
cabezas.
TODOS
¿Cómo?
NASTY
Con una matanza.
(La escena se ilumina bajo tas murallas. Una mujer, fija la mirada en el
vacio, está sentada en la escalera que lleva al camino de ronda. Pasa un
cura leyendo su breviario.)
NASTY
¿Quién es ese cura? ¿Por qué no está encerrado con los otros?
HEINZ
¿No lo reconoces?
NASTY
¡Ah! Es Heinnch. ¡Cómo ha cambiado! Pero no importa, ¡debían haberle
encerrado!
HEINZ
Los pobres le quieren porque vive como ellos. Y se temió disgustarlos.
NASTY
Es el más peligroso de todos.
LA MUJER (viendo al cura)
¡Cura! ¡Cura! (El cura se escapa. Ella grita.) ¿Adonde vas tan de prisa?
HEINRICH (deteniéndose)
¡Ya no tengo nada! ¡Nada! Lo he dado todo.
LA MUJER
Esa no es una razón para que huyas cuando se te llama.
HEINRICH (regresando hacia ella con fatiga)
¿Tienes hambre?
LA MUJER
No.
HEINRICH
¿Qué pides, entonces?
LA MUJER
Quiero que me expliques...
HEINRICH (vivamente)
Nada puedo explicar.
LA MUJER
Ni siquiera sabes de qué hablo.
HEINRICH
Está bien. Habla. ¡Pronto! ¿Qué es lo que quieres que te explique?
LA MUJER
¿Por qué murió el niño?
HEINRICH
¿Qué niño?
LA MUJER (riendo un poco)
El mío. Vamos, cura, lo enterraste ayer: tenía tres años y murió de hambre.
HEINRICH
Estoy fatigado, hermana, y ya no te reconozco. Veo en todas el mismo rostro
con los mismos ojos.
LA MUJER
¿Por qué murió?
HEINRICH
No lo sé.
LA MUJER
Y, sin embargo, eres cura.
HEINRICH
Sí, lo soy.
LA MUJER
Entonces, si tú no puedes, ¿quién me lo explicará? (Pausa.) Si yo ahora me
dejase morir, ¿obraría mal?
HEINRICH (con fuerza)
¡Sí, muy mal!
LA MUJER
Eso pensaba yo también. Y, no obstante, tengo muchas ganas. Ya ves que
tienes que explicármelo.
(Hay un silencio. HEINRICH se pasa la mano por la frente y hace un
violento esfuerzo.)
HEINRICH
Nada sucede sin la venia de Dios y Dios es la bondad misma. De manera que
cuanto acontece, es lo mejor.
LA MUJER
No comprendo.
HEINRICH
Dios sabe muchas más cosas que tú; lo que a ti te parece un mal es un bien a
sus ojos, porque él sopesa todas las consecuencias.
LA MUJER
¿Y tú puedes entender eso?
HEINRICH
¡No! ¡No! ¡No comprendo nada! ¡No puedo ni quiero comprender! ¡Es
preciso creer! ¡Creer! ¡Creer!
LA MUJER (con una risita)
Dices que se debe creer y ni siquiera pareces creer en lo que dices.
HEINRICH
Lo que digo, hermana, lo he repetido tantas veces desde hace tres meses que
ya no sé si lo digo por convicción o por hábito. Pero no te engañes, creo en
ello. Creo con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Tú eres testigo, Dios
mío, de que ni siquiera por un momento la duda ha rozado mi corazón.
(Pausa.) Mujer, tu hijo está en el cielo y allí volverás a encontrarlo.
(HEINRICH se arrodilla.)
LA MUJER
Sin duda, cura. Pero el cielo es otra cosa. Y, además, estoy tan cansada que
ya nunca tendré fuerzas para alegrarme. Ni siquiera allá arriba.
HEINRICH
Perdóname, hermana.
LA MUJER
¿Qué habría de perdonarte, cura? Nada me has hecho.
HEINRICH
Perdóname. Perdona en mí a todos los sacerdotes, tanto a los ricos como a
los pobres.
LA MUJER (divertida)
Te perdono de todo corazón. ¿Estás contento ahora?
HEINRICH
Sí. Y ahora, hermana, vamos a rezar juntos; pidamos a Dios que nos
devuelva la esperanza.
(Durante las últimas réplicas, NASTY baja lentamente por la escalera de las
murallas.)
LA MUJER (al ver a NASTY se interrumpe alegremente)
¡Nasty! ¡Nasty!
NASTY
¿Qué me quieres?
LA MUJER
Panadero, mi hijo murió. Tú que lo sabes todo, debes saber por qué.
NASTY
Sí, lo sé.
HEINRICH
Nasty, te lo suplico, ¡cállate! ¡Desventurados aquellos por los que llega el
escándalo!
NASTY
Murió porque los ricos burgueses de nuestra ciudad se han rebelado contra el
arzobispo, su riquísimo señor. Cuando los ricos se declaran la guerra, son los
pobres los que mueren.
LA MUJER
¿Y Dios les permitió hacer esa guerra?
NASTY
Dios se lo había prohibido.
LA MUJER
Este dice que nada sucede sin su permiso.
NASTY
Nada, a excepción del mal que nace de la perversión de los hombres.
HEINRICH
Mientes, panadero; mezclas lo verdadero con lo falso para engañar a las
almas.
NASTY
¿Sostendrías tú, acaso, que Dios permite estos duelos y sufrimientos
inútiles? Yo digo que es inocente de todos ellos.
(HEINRICH se calla.)
LA MUJER
¿Entonces, Dios no quería que mi hijo muriera?
NASTY
Si lo hubiera querido, ¿le habría hecho nacer?
LA MUJER (aliviada)
Prefiero esto. (Al cura.) ¿Ves cómo esto lo comprendo? ¿Entonces, el buen
Dios se entristece cuando ve que yo sufro?
NASTY
Se entristece muchísimo.
LA MUJER
¿Y nada puede hacer por mí?
NASTY
Sí. Claro que sí. Te devolverá a tu hijo.
LA MUJER (decepcionada)
Sí; ya lo sé: en el cielo.
NASTY
En el cielo no. Aquí en la tierra.
LA MUJER (atónita)
¿En la tierra?
NASTY
¡Será preciso pasar primero por el ojo de una aguja y soportar siete años de
desventura, y luego comenzará el reino de Dios sobre la tierra; nuestros
muertos nos serán devueltos, todo el mundo amará a todo el mundo y nadie
tendrá hambre ya!
LA MUJER
¿Por qué tendremos que esperar siete años?
NASTY
Porque se necesitan siete anos de lucha para librarnos de los malos.
LA MUJER
Mucho habrá que hacer.
NASTY
Por eso necesita el Señor tu ayuda.
LA MUJER
¿El Señor Todopoderoso necesita mi ayuda?
NASTY
Sí, hermana. Durante siete años reinará todavía el Maligno sobre la tierra;
pero si cada uno de nosotros lucha valerosamente, nos salvaremos todos y
Dios con nosotros. ¿Me crees?
LA MUJER (levantándose)
Sí, Nasty, te creo.
NASTY
Tu hijo no está en el cielo, mujer, sino en tu vientre. Durante siete años lo
llevarás contigo y al cabo de ese tiempo marchará a tu lado, pondrá su mano
en la tuya y lo habrás parido por segunda vez.
LA MUJER
Te creo, Nasty, te creo.
(Sale.)
HEINRICH
¡La estás perdiendo!
NASTY
Si tan seguro estás, ¿por qué no me has interrumpido?
HEINRICH
¡Ay! Porque parecía menos desgraciada. (NASTY se encoge de hombros y
sale,) Señor, no tuve valor para hacerle callar: he pecado. Pero creo, Dios
mío, creo en tu omnipotencia, en tu Santa Iglesia, mi madre, cuerpo sagrado
de Jesús, del que soy miembro; creo que todo sucede por decreto tuyo, aun
la muerte de un niño, y que todo es bueno. ¡Lo creo porque es absurdo!
¡Absurdo! ¡Absurdo!
(Toda la escena se ha iluminado. En torno al palacio del obispo, los
burgueses, congregados con sus esposas, esperan.)
LA MULTITUD
¿Hay noticias?...
No las hay...
¿Qué hacen aquí?
Esperan...
¿Qué es lo que esperan?
Nada...
¿Has visto?
A la derecha.
Sí.
¡Qué horrendas jetas!
Cuando se agita el agua, sube el cieno.
Ya no se puede andar por las calles.
Es preciso acabar esta guerra pronto. Sí no, veremos
cosas todavía peores.
Quisiera ver al obispo, quisiera ver al obispo.
No saldrá. Está furioso.
¿Quién? ¿Quién?
El obispo.
Desde que está encerrado ahí, se le ve a veces en su
ventana: levanta la cortina y mira afuera.
No tiene buena cara.
¿Y qué quieres que te diga el obispo?
Acaso tenga noticias.
(Murmullos.)
VOCES EN LA MULTITUD
¡Obispo! ¡Obispo! ¡Asómate!
¡Aconséjanos!
¿Qué va a suceder?
LA VOZ
¡Es el fin del mundo!
(Un hombre se destaca de la muchedumbre, salta hasta la fachada del
Obispado y se apoya en ella. HEINRICH se separa de él y se une a la
multitud.)
EL PROFETA
¡El mundo está jodido! Jodido! Golpeemos a nuestras carroñas. ¡Golpead,
golpead: ahí está Dios!
(Gritos y comienzo del pánico.)
UN BURGUÉS
Calma, calma. Es sólo un profeta.
LA MULTITUD
¿Otro más? ¡Basta ya! ¡Cállate! Surgen de todas partes. Para eso no valía la
pena haber encerrado a nuestros curas.
EL PROFETA
La tierra exhala hedores.
¡El sol se ha quejado a Dios!
Señor, quiero apagarme.
Estoy harto de esta podredumbre.
Cuanto más la caliento, más hiede.
Ensucia la punta de mis rayos.
¡Maldición, dice el sol!
Mi hermosa cabellera de oro
se reboza en la mierda.
UN BURGUÉS (golpeándolo)
¡Cierra ya el pico!
(EL PROFETA cae sentado en tierra. La ventana del Obispado se abre
violentamente. EL OBISPO aparece en el balcón con vestiduras de gran
ceremonia.)
LA MULTITUD
¡El obispo!
EL OBISPO
¿Dónde están los ejércitos de Conrad? ¿Dónde están los caballeros? ¿Dónde
la legión de los ángeles que debía derrotar al enemigo? Estáis solos, sin
amigos, sin esperanza, y malditos, Vamos, burgueses de Worms, responded:
¿si era grato al Señor que aprisionaseis a sus ministros, por qué os ha
abandonado? (Gemidos de la muchedumbre.) ¡Responded!
HEINRICH
¡No les quitéis el valor que les queda!
EL OBISPO
¿Quién habla?
HEINRICH
Yo, Heinrich, cura de Saint-Gilhau.
EL OBISPO
Trágate la lengua, sacerdote apóstata. ¿Te atreves a mirar de frente a tu
obispo?
HEINRICH
Monseñor, sí os ofendieron, perdonadles su agravio como yo os perdono
esos insultos.
EL OBISPO
¡Judas! ¡Judas Iscariote! ¡Ve a ahorcarte!
HEINRICH
No soy Judas.
EL OBISPO
¿Qué haces, entonces, entre ellos? ¿Por qué los apoyas? ¿Por qué no estás
preso con nosotros?
HEINRICH
Me dejaron libre porque saben que los amo. Y si no he ido a reunirme con
los demás sacerdotes, es para que se digan misas y se administren
sacramentos en esta ciudad perdida. Sin mí, la Iglesia estaría ausente,
entregada Worms sin defensa a la herejía y morirían las gentes como
perros... Monseñor, ¡no les quitéis el valor!
EL OBISPO
¿Quién te alimentó a ti? ¿Quién te crió? ¿Quién te enseñó a leer? ¿Quién te
dio ciencia? ¿Quién te hizo sacerdote?
HEINRICH
La Iglesia, mi Santísima Madre.
EL OBISPO
Se lo debes todo. Eres de la Iglesia ante todo.
HEINRICH
Soy de la Iglesia ante todo; pero también soy su hermano.
EL OBISPO (fuertemente)
De la Iglesia ante todo.
HEINRICH
Sí, de la Iglesia ante todo, pero...
EL OBISPO
Voy a hablar a estos hombres. Si se obstinan en sus errores y quieren
prolongar su rebelión, te ordeno que te unas a la gente de Iglesia, tus
verdaderos hermanos, y que te encierres con ellos en el convento de los
Mínimos o en el Seminario. ¿Obedecerás a tu obispo?
UN HOMBRE DEL PUEBLO
No nos abandones, Heinrich, eres el cura de los pobres; nos perteneces.
HEINRICH (abrumado, pero con voz firme)
Soy de la Iglesia ante todo; os obedeceré, monseñor.
EL OBISPO
Habitantes de Worms: mirad bien a vuestra blanca y populosa ciudad;
miradla por última vez; va a convertirse en la sede infecta del hambre y de la
peste; y, para terminar, los ricos y los pobres se degollarán entre sí. Cuando
los soidados de Goetz entren, sólo encontrarán escombros y carroña.
(Pausa.) Puedo salvaros, pero será preciso que sepáis enternecerme.
LAS VOCES
¡Sálvanos, monseñor! ¡Sálvanos!
EL OBISPO
¡De rodillas, orgullosos burgueses, y pedid perdón a Dios! (Los burgueses se
arrodillan unos tras otros. Los hombres del pueblo permanecen en pie.)
¡Heinrich! ¿Vas a arrodillarte? (HEINRICH se arrodilla.) Señor Dios,
perdónanos nuestras culpas y calma la cólera del arzobispo. ¡Repetid!
LA MULTITUD
Señor Dios, perdónanos nuestras culpas y calma la cólera del arzobispo.
EL OBISPO
Amén. ¡Levantaos! (Pausa.) Empezaréis por poner en libertad a los
sacerdotes y monjes; abriréis luego las puertas de la ciudad; de rodillas en el
atrio de la catedral, esperaréis, arrepentidos. Nosotros, entre tanto,
iremos en procesión a suplicar a Goetz vuestro perdón.
UN BURGUÉS
¿Y si no quisiese oíros?
EL OBISPO
Por encima de Goetz está el arzobispo. Es nuestro padre, y su justicia será
paternal.
(Un momento antes, NASTY ha aparecido en el camino de ronda. Escucha
en silencio y durante la última réplica desciende en silencio dos escalones.)
NASTY
Goetz no pertenece al arzobispo. Pertenece al diablo. Prestó juramento a
Conrad, su propio hermano, y lo ha traicionado, sin embargo. ¿Si os promete
hoy la salvación, seréis tan necios como para creer en su palabra?
EL OBISPO
Tú, quienquiera que seas, te ordeno...
NASTY
¿Quién eres tú para mandarme? Y vosotros, ¿qué necesidad tenéis de oirle?
No tenéis que aceptar órdenes de nadie, como no sea de los jefes que
elegisteis.
EL OBISPO
¿Y a ti quién te eligió, mamarracho?
NASTY
Los pobres. (A los demás.) Los soldados están con nosotros; he colocado
guardias en las puertas de la ciudad; sí alguien había de abrirlas, pagará con
la vida.
EL OBISPO
¡Valor, desgraciado, llévalos a su perdición! Sólo les quedaba una
oportunidad de salvarse y tú acabas de quitársela.
NASTY
Si ya no hubiera esperanza, yo sería el primero en aconsejaros que os
rindieseis. Pero ¿quién pretende que Dios nos ha abandonado? ¿Han querido
haceros dudar de los ángeles? Hermanos míos: ahí están los ángeles. No, no
levantéis los ojos: el cielo está vacío. Los ángeles están trabajando sobre la
tierra, y se ensañan sobre el campo enemigo.
UN BURGUÉS
¿Qué ángeles?
NASTY
El ángel del cólera y el ángel de la peste, el ángel del hambre y el de la
discordia. No perdáis el ánimo: la ciudad es inexpugnable y Dios nos ayuda.
Levantarán el sitio.
EL OBISPO
Habitantes de Worms: quienes escuchen a ese heresiarca irán al infierno; doy
testimonio de ello sobre mi porción de paraíso.
NASTY
Tu porción de paraíso hace mucho tiempo que la arrojó Dios a los perros.
EL OBISPO
¡En tanto que la tuya, seguramente, la guarda calentita esperando que vayas
a buscarla! Y en este momento se regocija oyéndote insultar a su sacerdote.
NASTY
¿Quién te hizo sacerdote?
EL OBISPO
La Santa Iglesia.
NASTY
Tu Iglesia es una puta que vende sus favores a los ricos. ¿Tú me confesarías?
¿Tú perdonarías mis pecados? ¡Pero si a Dios le rechinan los dientes cuando
ve tu alma sarnosa! Hermanos: no necesitamos sacerdotes. Todos los
hombres pueden bautizar, todos los hombres pueden absolver, todos los
hombres pueden predicar. En verdad os digo: todos los hombres son
profetas, o Dios no existe.
EL OBISPO
¡Uy! ¡Uy! ¡Uy! ¡Anatema!
(Le arroja su escarcela al rostro.)
NASTY (señalando la puerta del palacio)
Esta puerta está carcomida; con un empellón se la echaría abajo. (Silencio.)
¡Cuan pacientes sois, hermanos! (Pausa. A los hombres del pueblo.) Todos
están compinchados: el obispo, el Consejo, los ricos; quieren entregar la
ciudad porque os tienen miedo. ¿Y quién pagará por todos si la entregan?
¡Vosotros! ¡Siempre vosotros! Vamos, levantaos, hermanos: para ganar el
cielo es preciso matar.
(Los hombres del pueblo gruñen.)
UN BURGUÉS (a su esposa) Ven. Vámonos.
OTRO (a su hijo)
¡Pronto! Vamos a cerrar los postigos de la tienda y a atrincherarnos en casa.
EL OBISPO
Dios mío: eres testigo de que he hecho cuanto he podido para salvar a este
pueblo. Moriré sin remordimientos, en tu gloria, pues ahora sé que tu cólera
se abatirá sobre Worms y la reducirá a polvo,
NASTY
Ese viejo os devora vivos. ¿Por qué tiene tan potente la voz? Por todo lo que
traga. Asomaos a sus graneros: encontraréis en ellos bastante pan para
alimentar a un regimiento durante seis meses.
EL OBISPO (con voz fuerte)
¡Mientes! Mis graneros están vacíos, y tú lo sabes.
NASTY
Andad a verlo, hermanos. Andad a verlo. ¿O vais a creer en su palabra?
(Los burgueses se retiran apresuradamente. Quedan sólo los hombres del
pueblo con NASTY.)
HEINRICH (aproximándose a NASTY)
¡Nasty!
NASTY
¿Qué quieres tú?
HEINRICH
Tú sabes que sus graneros están vacíos. Tú sabes que apenas come..., que da
su ración a los pobres.
NASTY
¿Estás con nosotros o contra nosotros?
HEINRICH
Estoy con vosotros cuando sufrís; contra vosotros cuando queréis verter la
sangre de la Iglesia,
NASTY
Estás con nosotros cuando nos asesinan, y contra nosotros cuando osamos
defendernos.
HEINRICH
Soy de la Iglesia, Nasty.
NASTY
¡Echad abajo la puerta!
(Los hombres atacan la puerta. EL OBISPO., de pie, reza en silencio.)
HEINRICH (arrojándose frente a la puerta)
Tendréis que matarme...
UN HOMBRE DEL PUEBLO
¿Matarte? ¿Para qué?
(Lo golpean y lo arrojan al suelo.)
HEINRICH
¡Me habéis golpeado! ¡Os amaba más que a mi alma y me habéis golpeado!
(Se levanta y se abalanza hacia NASTY.) ¡Al obispo, no, Nasty, al obispo no!
¡A mí, si quieres, pero no al obispo!
NASTY
¿Por qué no? ¡Es uno de los que explotan al pueblo!
HEINRICH
¡Tú sabes que no! Lo sabes. Sí quieres liberar a tus hermanos de la opresión
y la mentira, ¿por qué comienzas por mentirles?
NASTY
Yo nunca miento.
HEINRICH
¡Mientes! No hay grano en sus graneros.
NASTY
¡Qué me importa! Hay oro y joyas en sus iglesias. Todos los que han muerto
de hambre al pie de sus Cristos de mármol y de sus Vírgenes de marfil, digo
yo que murieron por su culpa.
HEINRICH
No es lo mismo. Acaso no digas mentiras, pero no dices la verdad.
NASTY
No digo la tuya; digo la nuestra. Y si Dios ama a los pobres, será nuestra
verdad la que haga suya en el día del Juicio.
HEINRICH
Pues bien, déjale a él juzgar al obispo. Pero no viertas la sangre de la Iglesia.
NASTY
Sólo conozco una Iglesia: la sociedad de los hombres.
HEINRICH
De todos los hombres, entonces; de todos los cristianos unidos por el amor.
Pero tú inauguras tu sociedad con una matanza.
NASTY
Es demasiado pronto para amar. Vertiendo sangre compraremos el derecho a
hacerlo.
HEINRICH
Dios ha prohibido la violencia. La aborrece.
NASTY
¿Y el infierno? ¿Crees que no se hace violencia a los condenados?
HEINRICH
Dios ha dicho: el que desenvainare la espada...
NASTY
Por la espada perecerá... Pues bien, sí, pereceremos por la espada. Todos.
Pero nuestros hijos verán Su Reino sobre la Tierra. ¡Anda, vete! No vales
más que los otros.
HEINRICH
¡Nasty! ¡Nasty! ¿Por qué no me amáis? ¿Qué os he hecho?
NASTY
¿Que qué nos has hecho? Que eres cura, y un cura sigue siendo cura haga lo
que haga.
HEINRICH
Soy uno de vosotros. Pobre e hijo de pobre.
NASTY
Y bien. Eso prueba que eres un traidor, y nada más.
HEINRICH (gritando)
¡Han hundido la puerta! (La puerta, en efecto, ha cedido y los hombres se
precipitan dentro del palacio. HEINRICH cae de rodillas.) Dios mío: sí
todavía amas a los hombres, sí no te horrorizan todos, impide este crimen.
EL OBISPO
¡No necesito tus oraciones, Heinrich! A todos vosotros, que no sabéis lo que
hacéis, os perdono. Pero a ti, sacerdote apóstata, ¡te maldigo!
HEINRICH
¡Ay!
(Cae postrado.)
EL OBISPO
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
(Los hombres lo hieren. Cae sobre el balcón.)
NASTY (a SCHMIDT)
¡Y ahora, que traten de entregar la ciudad!
UN HOMBRE DEL PUEBLO (apareciendo en la puerta)
No había grano en el granero.
NASTY
Lo habrán escondido en el convento de los Mínimos.
EL HOMBRE (gritando)
¡Al convento de los Mínimos! ¡Al convento!
(Salen los hombres corriendo.)
HOMBRES DEL PUEBLO
¡Al convento! ¡Al convento!
NASTY (a SCHMIDT)
Esta noche trataré de franquear las líneas.
(Salen. HEINRICH se levanta y mira en torno suyo. Está solo con el
PROFETA. Ve al OBISPO que, con los ojos muy abiertos, le mira.)
HEINRICH (va a entrar en el palacio. EL OBISPO extiende el brazo para
rechazarlo)
No entraré. Baja tu brazo, bájalo. Si no estás muerto del todo, perdona. El
rencor es pesado, terrestre. Déjalo sobre la tierra; muere aligerado de peso.
(EL OBISPO trata de hablar.) ¿Qué? (EL OBISPO ríe.) ¿Un traidor? Sí,
desde luego. ¿Sabes que también ellos me llaman traidor? Pero dime,
entonces: ¿cómo puedo arreglármelas para traicionar a todo el mundo a la
vez? (EL OBISPO sigue riéndose.) ¿Por qué ríes? ¡Vamos! (Pausa.) Me
golpearon. Y, sin embargo, los amaba. ¡Cómo los amaba, Dios mío! (Pausa.)
Los amaba, pero les mentía. Les mentía con mi silencio. ¡Me callaba! ¡Me
callaba! Cosida la boca, apretados los dientes. Ellos reventaban como
moscas y yo me callaba. Cuando querían pan, yo llegaba con el crucifijo.
¿Crees que el crucifijo se come? ¡Ah, baja ya el brazo!; somos cómplices.
Yo quise vivir su pobreza, sufrir su hambre y su frío. Lo que no impidió que
continuaran muriendo, ¿verdad? ¿Ves? Era una manera de traicionarlos,
haciéndoles creer que la Iglesia era pobre. Ahora, la rabia se ha apoderado de
ellos y han matado. Se pierden. Jamás conocerán otra cosa que el infierno:
primero, en esta vida; mañana, en la otra. (EL OBISPO pronuncia algunas
palabras ininteligibles.) Pero ¿qué quieres que haga yo? ¿Cómo podría
detenerles? (Va al fondo y mira a la calle.) La plaza hierve de gente; golpean
con los bancos la puerta del convento. Es sólida; resistirá hasta mañana. Yo
nada puedo hacer. ¡Nada! ¡Nada! Vamos, cierra ya la boca: muere
dignamente. (EL OBISPO deja caer una llave.) ¿Qué llave es ésa? ¿Qué
puerta abre? ¿Una puerta de tu palacio? ¿No? ¿De la catedral? ¿Sí? ¿De la
sacristía? ¿No?... ¿De la cripta?,.. ¿Es la puerta de la cripta? ¿La que siempre
está cerrada? ¿Y bien?
EL OBISPO
Subterráneo.
HEINRICH
¿Que lleva adonde?... ¡No lo digas!... ¡Ojalá mueras antes de decirlo!
EL OBISPO
Afuera.
HEINRICH
No la recogeré. (Silencio.) ¿Un subterráneo parte de la cripta y lleva fuera de
la ciudad? ¿Quieres que vaya a buscar a Goetz y que lo haga entrar en
Worms por el subterráneo? No cuentes conmigo.
EL OBISPO
Doscientos sacerdotes. Su vida está en tus manos.
(Pausa.)
HEINRICH
¡Pardiez! ¿Por eso te reías? Es una buena farsa. Gracias, buen obispo,
gracias. Los pobres degollarán a los sacerdotes o Goetz degollará a los
pobres. Doscientos sacerdotes o veinte mil hombres: bonita elección me
dejas. Sin duda, veinte mil hombres son mucho más que doscientos; la
cuestión está en saber cuántos hombres vale un sacerdote. Y me toca a mí
decidir; después de todo, soy de la Iglesia. No, no recogeré la llave: los curas
se irán derechos al cielo. (EL OBISPO se desploma.) A menos que mueran
como tú, con la ira en el pecho. Y bien: ya acabaste. Buenas noches.
Perdónale, Señor, como yo le perdono. No la recogeré. ¡No! ¡No! ¡No!
(Recoge la llave.)
EL PROFETA (que se ha levantado) Señor, que se cumpla tu voluntad, ¡El
mundo está jodido! ¡Jodido! ¡Hágase tu voluntad!
HEINRICH
Señor, maldijiste a Caín y a los hijos de Caín; hágase tu voluntad. Permitiste
que los hombres tuviesen roído el corazón, podridas sus intenciones y que
sus acciones se descompongan y apesten: hágase tu voluntad. ¡Hágase tu
voluntad! ¡Hágase tu voluntad!
EL PROFETA
¡Golpeemos a nuestras carroñas! Golpead, golpead: ahí está Dios.
TELÓN
SEGUNDO CUADRO
En los alrededores del campamento de Goetz. Es de noche. Al fondo, la
ciudad. Entra un oficial y mira hacia Worms, Inmediatamente después entra
otro oficial.
ESCENA I
Los OFICIALES, HERMANN
OFICIAL 2º
¿Qué haces?
OFICIAL 1º
Miro la ciudad: por si acaso un buen día levantara el vuelo...
OFICIAL 2.
No, no volará. No tendremos esa suerte. (Volviéndose bruscamente.) ¿Qué es
eso?
(Pasan dos hombres llevando en una parihuela un bulto cubierto con una
sábana. El OFICIAL 1.° se acerca, levanta la sábana y la deja caer de
nuevo.)
OFICIAL lº
¡AI río! ¡Y de prisa!
OFICIAL 2º
¿Está...?
OFICIAL 1.°
Negro.
(Pausa. Los dos enfermeros se ponen en marcha. El enfermo gime.)
OFICIAL 2.a
¡Esperad.'
(Se detienen.)
OFICIAL 1.°
¿Qué pasa?
OFICIAL 2°
Está vivo.
OFICIAL 1.°
No quiero saberlo. ¡Al río!
OFICIAL 2° (a los enfermeros)
¿De qué regimiento?
ENFERMERO
Cruz azul.
OFICIAL 2.°
¿Eh? Es el mío. ¡Media vuelta!
OFICIAL 1.°
¿Estás loco? ¡Al río!
OFICIAL 2.°
No dejaré que ahoguen a mis hombres como a una carnada de gatos.
(Se miran. Los enfermeros cambian un guiño burlón, dejan al moribundo en
el suelo y esperan.)
OFICIAL 1.°
Si lo dejamos aquí, vivo o muerto contagiará el cólera al ejército entero.
OFICIAL 3.°
Y si no es el cólera, será el pánico. ¡Vamos, echadlo al río!
ENFERMERO
¡Se queja!
(Pausa. El OFICIAL 2.° se vuelve malhumorado hacia los enfermeros, saca
rabiosamente su daga y la hunde en el cuerpo.)
OFICIAL 2."
Ya no se quejará más. ¡Vamos! (Salen los dos hombres.) Tres. Tres desde
ayer.
HERMANN (entrando)
Cuatro. Hay otro que acaba de caer en mitad del campamento.
OFICIAL 2°
¿Lo vieron los hombres?
HERMANN
¿No me has oído? ¡En mitad del campamento!
OFICIAL 3.°
Si mandase yo, esta noche se levantaba el sitio.
HERMANN
De acuerdo, pero da la casualidad de que no eres tú quien manda.
OFICIAL 1.°
¡Es preciso hablarle!
HERMANN
¿Quién va a hablarle? (Silencio. Mirándolos.) Haréis todo lo que el quiera.
OFICIAL 2.°
Entonces, estamos perdidos. Si el cólera nos perdona, nos degollarán
nuestras tropas.
HERMANN
A menos que sea él quien reviente.
OFICIAL 1.°
¿El? ¿Del cólera?
HERMANN
Del cólera o de otra cosa. (Silencio.) Me han dicho que el arzobispo no vería
con malos ojos su muerte.
(Silencio.)
OFICIAL 2.
Yo no podría.
OFICIAL 1.°
Tampoco yo; me asquea de tal manera, que me horrorizaría hacerle daño.
HERMANN
Nadie te pide nada. Como no sea que te calles y dejes obrar a los que están
menos asqueados que tú.
(Silencio. Entran GOETZ y CATALINA.)
ESCENA II
Los mismos, GOETZ y CATALINA
GOETZ (entrando)
¿No tenéis nada que decirme? ¿Ni siquiera que los soldados carecen de pan?
¿Ni siquiera que el cólera va a diezmar las tropas? ¿Ni siquiera que levante
el sitio para impedir una catástrofe? (Pausa.) ¿Tanto miedo os doy?
(Ellos se callan.)
CATALINA
¡Cómo te miran, tesoro! Estas gentes no te quieren y no me sorprendería que
cualquier día te encontraran por ahí, tendido de espaldas y con un gran
cuchillo en la panza.
GOETZ
Y tú, ¿me amas?
CATALINA
¡Maldito si te quiero!
GOETZ
¿Ves? Y, sin embargo, no me has matado.
CATALINA
No por falta de ganas.
GOETZ
Lo sé: ¡bonitos sueños tienes! Pero estoy tranquilo: cuando yo me muera,
veinte mil hombres querrán poseerte. Y veinte mil hombres es un poco
excesivo, incluso para ti.
CATALINA
Más valen veinte mil hombres que uno solo que te causa horror.
GOETZ
Eso es lo que más me gusta de ti: el horror que te causo. (A los oficiales.)
¿Cuándo queréis, pues, que levante el sitio? ¿El jueves? ¿El martes? ¿El
domingo? Pues bien, amigos míos: no será el jueves ni el martes cuando
tome la ciudad, sino esta noche.
OFICIAL 2.a ¿Esta noche?
GOETZ
Ahora mismo. (Mirando a la ciudad.) ¿Veis allá lejos una lucecita azul?
Todas las noches la miro y todas las noches, en este mismo momento, se
apaga. ¡Mirad! ¿Qué os decía yo? Acabo de verla apagarse por ciento una y
última vez... Buenas noches: es preciso matar lo que se ama. He ahí otras...
otras luces que se apagan. ¡Diablo! Hay gente que se acuesta temprano
porque quiere levantarse temprano mañana. Y no habrá mañana. Hermosa
noche, ¿eh? No muy clara, pero llena de estrellas. Dentro de un rato saldrá la
luna. Precisamente la clase de noche en que nada sucede. Lo han previsto
todo, lo han aceptado todo, incluso la matanza; pero no para esta noche. El
cielo es tan puro que inspira confianza; esta noche les pertenece.
(Bruscamente.) ¡Qué poderío! Dios: esta dudad es mía y te la doy. Dentro de
pocos instantes la haré llamear en tu honor. (A los oficiales.) Un sacerdote se
escapó de Worms y quiere hacernos entrar en la ciudad. El capitán Ulrich le
está interrogando.
OFICIAL 3°
¡Hum!
GOETZ
¿Qué?
OFICIAL 3."
Desconfío de los traidores.
GOETZ
Yo, en cambio, los adoro.
(Entran un oficial y un soldado que empuja al sacerdote)
ESCENA III
Los mismos, HEINRICH y el CAPITÁN
HEINRICH (cayendo a los pies de GOETZ)
¡Tortúrame! ¡Arráncame las uñas! ¡Desuéllame vivo!
(GOETZ se echa a reír.)
GOETZ (cayendo a los pies del sacerdote)
¡Destrípame! ¡Enrédame! ¡Descuartízame! (Se levanta.) Bueno, ya hemos
roto el hielo. (Al CAPITÁN.) ¿Quién es?
EL CAPITÁN
Heinrich, el cura de Worms que debía entregarnos la ciudad.
GOETZ
¿Y bien?
EL CAPITÁN
Ya no quiere hablar.
GOETZ (acercándose a HEINRICH)
¿Por qué?
EL CAPITÁN
Dice simplemente que ha cambiado de parecer.
OFICIAL 3.°
¿Que ha cambiado de parecer? ¡Voto a Dios! ¡Rompedle los dientes!
¡Quebradle el espinazo!
HEINRICH
¡Rompedme los dientes! ¡Quebradme el espinazo!
GOETZ
¡Qué energúmeno!. (A HEINRICH.) ¿Por qué querías entregarnos la ciudad?
HEINRICH
Para salvar a los sacerdotes que el populacho quiere asesinar.
GOETZ
¿Y por qué cambiaste de idea?
HEINRICH
He visto las jetas de tus reitres.
GOETZ
¿Y qué?
HEINRICH
Son elocuentes.
GOETZ
¿Qué dicen?
HEINRICH
Que yo provocaría una matanza por querer impedir algunos asesinatos.
GOETZ
Y, sin embargo, no es la primera vez que ves reitres. Y ya sabías la pinta que
tienen.
HEINRICH
Estos son peores que los otros.
GOETZ
¡Bah! ¡Bah! Todos los soldados se parecen. ¿Qué esperabas encontrar aquí?
¿Angeles?
HEINRICH
Hombres. Y quería pedir a esos hombres que perdonasen a otros hombres.
Hubieran entrado en la ciudad sólo con jurarme que dejarían con vida a
todos sus habitantes.
GOETZ
Entonces, ¿creías en mi palabra?
HEINRICH
¿En tu palabra? (Lo mira.) ¿Tú eres Goetz?
GOETZ
Sí.
HEINRICH
Yo... pensaba poder fiarme de ella.
GOETZ (sorprendido)
¿En mi palabra? (Pausa.) Te la doy. (HEINRICH calla.) Si nos haces entrar
en la ciudad, te juro dejar con vida a sus habitantes.
HEINRICH
¿Y quieres que yo te crea?
GOETZ
¿No tenías esa intención?
HEINRICH
Sí, antes de haberte visto.
GOETZ (echándose a reír)
Sí, ya lo sé: quienes me ven, rara vez fían en mí palabra. Debo parecer
demasiado inteligente como para cumplirla. Pero escúchame: tómame la
palabra. Aunque sea sólo por ver qué pasa... Después de todo, soy cristiano...
¿Qué dirías si te lo jurase sobre la Biblia? Ten confianza, imbécil. ¿No es el
papel de vosotros, los sacerdotes, tentar a los malos con el Bien?
HEINRICH
¿Tentarte a ti con el Bien? ¡Te haría demasiado feliz!
GOETZ
Me conoces. (Lo mira sonriendo.) ¡Idos todos! (Salen los OFICIALES y
CATALINA.)
ESCENA IV
GOETZ y HEINRICH
GOETZ (con una especie de ternura)
Estás sudando. ¡Cómo sufres!
HEINRICH
¡No bastante! Son los otros quienes sufren, no yo. Dios ha permitido que me
atormente el sufrimiento ajeno, sin sentirlo yo jamás. ¿Por qué me miras?
GOETZ (con ternura)
También yo he tenido esa cara de moneda falsa. Es a ti a quien miro y es de
mí de quien tengo lástima: somos de la misma especie.
HEINRICH
¡Falso! Tú entregaste a tu hermano. Yo no entregaré a los míos.
GOETZ
Los entregarás esta noche.
HEINRICH
Ni esta noche, ni nunca.
(Pausa.)
GOETZ (con tono despreocupado)
¿Qué harán los pobres con los sacerdotes? ¿Colgarlos de los garfios de los
carniceros?
HEINRICH (con un grito)
¡Cállate! (Se domina.) Son los horrores de la guerra. Sólo soy un humilde
cura, impotente para impedirlos.
GOETZ
¡Hipócrita! Esta noche tienes poder de vida y muerte sobre veinte mil
hombres.
HEINRICH
No quiero ese poder que viene del diablo.
GOETZ
No lo quieres, pero lo tienes. (HEINRICH huye corriendo.) ¡Hola! ¿Qué
haces? Si huyes, quiere decir que ya has decidido. (HEINRICH regresa, le
mira y se echa a reír.)
HEINRICH
Tienes razón. Con huir o con matarte, nada arreglo. Serían maneras de
callarme. Soy el elegido de Dios.
GOETZ
Di mejor que estás atrapado como una rata.
HEINRICH
Es lo mismo; un elegido es un hombre al que el dedo de Dios arrincona
contra un muro. (Pausa.) ¿Por qué yo, Señor?
GOETZ (dulcemente)
He aquí el momento de la agonía. Quisiera abreviártela. Déjame que te
ayude.
HEINRICH
¿Ayudarme tú, cuando Dios se calla? (Pausa.) Vamos: he mentido. No soy
su elegido. ¿Por qué iba a serlo? ¿Qué me obligaba a salir de la ciudad?
¿Quién me mandaba a mí venir en busca tuya? La verdad es que me elegí a
mí mismo. Cuando venía a pedirte merced para mis hermanos, ya sabía yo
que no la obtendría. No fue la maldad de vuestros rostros lo que me hizo
cambiar de opinión, sino su realidad. Ya soñaba con hacer el Mal y cuando
te vi comprendí que iba a hacerlo de verdad. ¿Sabes que odio a los pobres?
GOETZ
Sí, lo sé.
HEINRICH
¿Por qué se van cuando les tiendo los brazos? ¿Por qué sufren siempre más
de lo que yo podría sufrir nunca? ¿Por qué has permitido, Señor, que haya
pobres? ¿O por qué no me hiciste monje? En un convento, sólo sería tuyo.
Pero ¿cómo ser sólo tuyo mientras haya hombres que se mueren de hambre?
(A GOETZ.) Venía a entregártelos a todos, esperando que los exterminarías,
a fin de poder olvidarme de que alguna vez vivieron.
GOETZ
¿Y entonces?
HEINRICH
Entonces, he cambiado de parecer: no entrarás en la ciudad.
GOETZ
¿Y si fuera la voluntad de Dios que nos hicieses entrar? Escucha: si te callas,
los sacerdotes morirán esta noche. Eso es seguro, Pero ¿y los pobres? ¿Crees
que van a sobrevivir? Yo no levantaré el sitio; dentro de un mes, todo el
mundo habrá reventado de hambre en Worms. No se trata de que dispongas
de su muerte o de su vida, sino de que elijas su forma de morir. ¡Escoge la
más rápida, cretino! ¿Sabes lo que saldrán ganando? Si mueren esta noche,
antes de matar a los sacerdotes, conservarán las manos puras, Y todo el
mundo se encontrará de nuevo en el cielo. En el caso contrario, a cambio de
las pocas semanas que les dejas, los mandarás, todos sucios de sangre, al
infierno. Vamos, cura: es el demonio el que te aconseja prolongar su vida
terrenal para darles tiempo a que se condenen. (Pausa.) Dime cómo se entra
en la ciudad.
HEINRICH
Tú no existes.
GOETZ
¿Eh?
HEINRICH
No existes. Tus palabras mueren antes de entrar en mis oídos, tu rostro no es
de los que se encuentran en pleno día. Sé todo lo que vas a decir, preveo
todos tus gestos. Eres mi criatura y te dicto tus pensamientos. Sueño, todo
está muerto y el aire tiene sabor de sueño.
GOETZ
En ese caso, también yo sueño, pues tan minuciosamente te preveo que
llegas a aburrirme. Queda por saber cuál de los dos habita el sueño del otro.
HEINRICH
¡No he salido de la ciudad! ¡No he salido! Actuamos ante telas pintadas.
Vamos, parlanchín, representa la comedia. ¿Sabes tu papel? El mío es decir
no. ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! Y tú, ¿no dices nada? Todo esto no es más que una
tentación harto vulgar y no muy verosímil. ¿Qué haría yo en el campamento
de Goetz? (Muestra la ciudad.) ¡Si pudiesen apagarse esas luces! ¿Qué hace
allí, si yo estoy dentro? (Pausa.) Hay tentación, pero no sé dónde está. (A
GOETZ.) Lo que sé perfectamente, es que voy a ver al diablo; cuando se
prepara para hacerme sus muecas, comienza el espectáculo con
fantasmagorías.
GOETZ
¿Lo has visto ya?
HEINRICH
Más a menudo que tú a tu propia madre.
GOETZ
¿Me parezco yo a él?
HEINRICH
¿Tú, pobre hombre? Tú eres el bufón.
GOETZ
¿Qué bufón?
HEINRICH
Siempre hay un bufón. Su papel es contrariarme. (Pausa.) He ganado.
GOETZ
¿Qué?
HEINRICH
He ganado. Acaba de apagarse la última luz: desapareció el simulacro
diabólico de Worms. Vamos. Ahora vas a desaparecer tú, y se acabará esta
ridícula tentación. La noche, la noche por doquiera. ¡Qué reposo!
GOETZ
Continúa, cura, continúa. Recuerdo todo lo que vas a decir. Hace un año...
¡Oh, sí, hermano, lo recuerdo! ¡Cómo querrías que te entrase toda esta noche
en la cabeza! ¡Cómo lo quise yo!
HEINRICH (murmura)
¿Dónde voy a despertarme?
GOETZ (riendo de repente)
Estás despierto, bribón, y lo sabes. Todo es verdad. Mírame, tócame, soy de
carne y hueso. Mira, la luna se levanta y tu ciudad diabólica sale de la
sombra. Mírala: ¿es una imagen? ¡Vamos! Es roca pura, auténticas murallas;
una ciudad de verdad, con habitantes de verdad. Y tú, tú eres un traidor de
verdad.
HEINRICH
Se es traidor cuando se traiciona. Y hagas lo que hagas, yo no traicionaré.
GOETZ
Se traiciona cuando se es traidor: tú traicionarás. Vamos, cura, ya eres un
traidor: dos partidos se enfrentan y tú pretendes pertenecer a los dos a la vez.
Luego juegas doble, luego piensas en dos lenguas: al sufrimiento de los
pobres lo llamas prueba en latín de iglesia e iniquidad en alemán. ¿Qué más
puede sucederte si me haces entrar en la ciudad? Simplemente, te convertirás
en el traidor que ya eras. Un traidor que traiciona es un traidor que se acepta.
HEINRICH
¿Cómo sabes eso si no soy yo quien te dicta esas palabras?
GOETZ
Porque yo soy un traidor. (Pausa.) Yo ya he andado el camino que te falta
por recorrer. Y, sin embargo, mírame: ¿no tengo un aspecto floreciente?
HEINRICH
Estás floreciente porque has seguido tu naturaleza. Cosa sabida es que todos
los bastardos traicionan. Pero yo no soy bastardo.
GOETZ (duda si golpearle, pero se contiene)
Generalmente, a los que me llaman bastardo no les doy la oportunidad de
repetirlo.
HEINRICH
¡Bastardo!
GOETZ
Cura, cura, sé serio. No me obligues a cortarte las orejas. Y eso nada
arreglaría, pues te dejaría la lengua. (Bruscamente, le abraza.) ¡Salud,
hermanito! ¡Saluden la bastardía! Pues también tú eres bastardo. Para
engendrarte, el clero se acostó con la miseria: ¡qué desabrida voluptuosidad!
(Pausa.) ¡Claro que los bastardos traicionan! ¿Qué otra cosa querías que
hicieran? Soy, por nacimiento, agente doble: mi madre se dio a un villano y
estoy hecho de dos mitades que no ajustan entre sí: cada una de ellas
horroriza a la otra. Pero ¿crees que es mejor tu lote? Un semicura agregado a
un semipobre, jamás han formado un hombre completo. Nosotros no somos
y nada tenemos. Todos los hijos legítimos pueden gozar de la tierra sin
pagar. Tú no. Yo tampoco. Desde mi infancia, miro el mundo por el ojo de
una cerradura: es un hermoso huevecillo bien henchido en el que cada uno
ocupa el sitio que le fue asignado; pero puedo asegurarte que nosotros no
estamos dentro. ¡Fuera! ¡Rechaza ese mundo que no quiere saber nada de ti!
Haz el Mal y verás qué ligero se siente uno. (Entra un oficial.) ¿Qué
quieres?
EL OFICIAL
Ha llegado el enviado del arzobispo.
GOETZ
Que venga acá.
EL OFICIAL
Trae noticias. El enemigo, en su derrota, deja siete mil muertos.
GOETZ
¿Y mi hermano? (El oficial quiere hablarle al oído.) No te acerques, y habla
en voz alta.
EL OFICIAL
Conrad ha muerto.
(A partir de este momento, HEINRICH mira atentamente a GOETZ.)
GOETZ
Bien. ¿Encontraron su cuerpo?
EL OFICIAL
Sí.
GOETZ
¿En qué estado? ¡Responde!
EL OFICIAL
Desfigurado.
GOETZ
¿Un sablazo?
EL OFICIAL
Los lobos.
GOETZ
¿Qué lobos? ¿Dónde hay lobos?
EL OFICIAL
En el bosque de Arnheim...
GOETZ
Está bien. Que me dejen saldar esta cuenta, y marcharé contra ellos con el
ejército entero; desollaré a todos los lobos de Arnheim. Vete. (Sale el oficial.
Pausa.) Muerto sin confesión... y los lobos le devoraron el rostro. Pero
¿ves?, sonrío.
HEINRICH (dulcemente)
¿Por qué le traicionaste?
GOETZ
Porque me gusta lo definitivo. Cura, yo me he hecho a mí mismo. Era
bastardo de nacimiento, pero el hermoso título de fratricida sólo a mis
méritos lo debo. (Pausa.) Ahora es mía, solamente mía.
HEINRICH
¿Qué es lo que es tuya?
GOETZ
La casa de los Heidenstamm. Liquidados los Heidenstamm, yo los reúno a
todos en mí, desde Alberic que fue su fundador hasta Conrad, el último
heredero varón. Mírame bien, cura: soy un panteón de familia. ¿Por qué te
ríes?
HEINRICH
Creí que solamente yo vería al diablo esta noche, pero ahora creo que lo
veremos ambos.
GOETZ
¡Me río del diablo! Recibe las almas, pero no es él quien las condena. Sólo
con Dios me digno entenderme; los monstruos y los santos sólo de él
dependen. Dios me ve, clérigo; sabe que he matado a mí hermano, y su
corazón sangra. Pues bien; sí, lo he matado, Señor. ¿Y qué puedes contra
mí? He cometido el peor de los crímenes y el Dios de justicia no puede
castigarme: hace más de quince años que me condenó. Vamos, basta por hoy.
¡Es fiesta y quiero beber!
HEINRICH (acercándose)
Toma.
(Saca una llave de su bolsillo y se la tiende.)
GOETZ ¿Qué es?
HEINRICH Una llave.
GOETZ
¿Qué llave?
HEINRICH
La de Worms
GOETZ
Basta por hoy, te digo.¡Un hermano! ¡Demonios! No todos los días se
entierra a un hermano. Puedo tomarme vacaciones hasta mañana.
HEINRICH (avanza hasta él)
¡Cobarde!
GOETZ
Si cojo esta llave, lo incendiaré todo.
HEINRICH
En el fondo de aquella barranca, hay una gran roca blanca. En su base,
oculto por la maleza, hay un agujero. Seguirás el subterráneo y encontrarás
una puerta que se abre con esta llave.
GOETZ
¡Cómo van a quererte tus pobres! ¡Cómo van a bendecirte!
HEINRICH
Eso ya no me atañe. Yo me pierdo. Pero te confío a mis pobres, bastardo.
Ahora, te toca a ti escoger.
GOETZ
Hace poco decías que bastaba ver mi jeta...
HEINRTCH
No la había visto bien.
GOETZ
¿Y qué ves ahora?
HEINRICH
Que te produces horror.
GOETZ
Es verdad, ¡pero no te fíes! Hace quince años que tengo horror de mí mismo.
¿Y qué? ¿Acaso no comprendes que el Mal es mi razón de ser? Dame esa
llave.(La coge.) Y bien, sacerdote, te habrás mentido hasta el final. Pensabas
haber hallado un truco para ocultarte tu traición. Pero, al final, has
traicionado de todos modos. Has entregado a Conrad.
HEINRICH
¿Conrad?
GOETZ
No te preocupes, te pareces tanto a mí, que te he confundido conmigo
mismo.
(Sale.)
TELÓN
TERCER CUADRO
Por la abertura se ve, muy lejana, la ciudad iluminada por la luna.
ESCENA I
HERMANN, CATALINA
(HERMANN entra y trata de ocultarse bajo el lecho de campaña. Su cabeza
y su cuerpo desaparecen bajo él, viéndose solamente sus enormes nalgas.
CATALINA entra, se le acerca y le da un puntapié. El se levanta aterrado.
Ella, riendo, da un salto atrás.)
HERMANN
Si gritas...
CATALINA
Sí grito, te agarran y Goetz mandará que te ahorquen. Vale más que
hablemos. ¿Qué vas a hacerle?
HERMANN
¡Lo que hace tiempo debieras haberle hecho tú, ramera, si tuvieses sangre en
las venas! ¡Vamos! Ve a pasearte y da gracias a Dios de que otros se
encarguen de la tarea en tu lugar. ¿Me oyes?
CATALINA
¿Y qué será de mí sí él muere? Todo el campamento se me echara encima.
HERMANN
Te haremos huir.
CATALINA
¿Y me daréis dinero?
HERMANN
Algo te daremos.
CATALINA
Págame la dote y entraré en un convento.
HERMANN (riendo)
¿Al convento tú? Si quieres vivir en comunidad, más bien te aconsejo el
burdel: con el talento que tienes en los muslos, te harás de oro. Vamos,
decídete. Sólo te pido silencio.
CATALINA
En cuanto al silencio, puedes contar con él: de ninguna manera te
denunciaría. Pero dejarte que lo mates, eso depende...
HERMANN
¿Depende de qué?
CATALINA
No tenemos los mismos intereses, mi capitán. El honor del hombre se repara
con la punta de la espada. Pero él hizo de mí una ramera y eso es mucho más
difícil de enmendar. (Pausa.) ¡Esta noche se tomará la ciudad! Concluida la
guerra, cada cual a casita. Cuando Goetz venga aquí, dentro de un momento,
le preguntaré qué piensa hacer conmigo. Si se queda conmigo...
HERMANN
¿Quedarse Goetz contigo? ¡Estás loca! ¿Qué quieres que haga contigo?
CATALINA
Si se queda conmigo, no lo tocarás.
HERMANN
¿Y si te echa?...
CATALINA
Entonces, te lo entrego. Sí grito: "¡Tú lo has querido!", sal de tu escondite y
lo tendrás a merced tuya.
HERMANN
No me gusta nada todo esto. No quiero que mi empresa dependa de una
cuestión de cama.
CATALINA (que desde hace un momento mira afuera) Entonces, sólo te
queda ponerte de rodillas y pedirle perdón: ahí viene.
(HERMANN corre a esconderse. CATALINA se echa a reír.)
ESCENA II
GOETZ, CATALINA y HERMANN, oculto
GOETZ (entrando) ¿De qué te ríes?
CATALINA
De mis sueños: te veía muerto con una daga en la espalda. (Pausa.) ¿Habló?
GOETZ
¿Quién?
CATALINA
El cura.
GOETZ
¿Qué cura? ¡Ah! Sí. Sí, sí, naturalmente.
CATALINA
¿Y será esta noche?
GOETZ
¿A ti qué te importa? Quítame las botas. (Ella se las quita.) Conrad ha
muerto.
CATALINA
Lo sé; todo el campamento lo sabe.
GOETZ
Dame de beber. Hay que celebrarlo. (Ella le sirve.) Bebe tú también.
CATALINA
No tengo ganas.
GOETZ
¡Bebe, maldición, que estamos de fiesta!
CATALINA
Bonita fiesta la que comienza con una matanza y terminará en una
carnicería.
GOETZ
La mejor fiesta de mi vida. Mañana saldré hacia mis tierras.
CATALINA (sorprendida)
¿Tan pronto?
GOETZ
¡Tan pronto! Hace treinta años que sueño con ello. No esperaré ni un día
más. (CATALINA parece turbada.) ¿No te sientes bien?
CATALINA (dominándose)
Es por oírte hablar de tus tierras cuando todavía está caliente el cadáver de
Conrad.
GOETZ
Hace ya treinta años que son mías en secreto. (Levanta su vaso.) Bebo por
mis tierras y por mi castillo. ¡Brinda! (Ella levanta su vaso en silencio.) Di:
¡por tus tierras!
CATALINA
No.
GOETZ
¿Por qué, zorra?
CATALINA
Porque no son tuyas. ¿Dejarás de ser bastardo por haber asesinado a tu
hermano? (GOETZ se echa a reír y le larga una bofetada; ella la esquiva y
se echa hacia atrás riendo.) Las tierras se transmiten por herencia.
GOETZ
Mucho habrían tenido que pagarme para que las aceptase como herencia. Lo
que es mío es lo que tomo por mi cuenta. Vamos, brinda o me enfado,
CATALINA
¡Por tus tierras! ¡Por tu castillo!
GOETZ
Y que haya por las noches, en los pasillos, muchos fantasmas indignados.
CATALINA
¡Es verdad! ¿Qué harías tú, farsante, sin público? Bebo por tus fantasmas.
(Pausa.) ¿De modo, querido, que lo que es tuyo es lo que tomas?
GOETZ
Únicamente.
CATALINA
Entonces, además de tu casa solariega y tu dominio, posees un tesoro
inapreciable del que no pareces preocuparte.
GOETZ
¿Cuál?
CATALINA
Yo, mi amor, yo. ¿No me tomaste por fuerza? (Pausa.) ¿Qué piensas hacer
conmigo? Decide.
GOETZ (la mira y reflexiona)
Ya está: te llevo conmigo.
CATALINA
¿Me llevas? (Anda con vacilación.) ¿Por qué me llevas? ¿Para instalar a una
ramera en un castillo histórico?
GOETZ
Para meter a una puta en el lecho de mi madre.
(Pausa)
CATALINA
¿Y si yo me negase? ¿Si no quisiese seguirte?
GOETZ
Espero que no te niegues.
CATALINA
¡Ah! Me llevas por la fuerza. Eso me alivia. Me avergonzaría seguirte
voluntariamente. (Pausa.) ¿Por qué quieres arrancar siempre por la fuerza lo
que acaso te concedieran de buena gana?
GOETZ
Para estar seguro de que me lo concederán de mala gana. (Va hacia ella.)
Mírame, Catalina. ¿Qué es lo que me ocultas?
CATALINA (vivamente) ¡Yo, nada!
GOETZ
Desde hace algún tiempo no eres la misma. Me detestas mucho todavía,
¿verdad?
CATALINA
De eso puedes estar seguro: ¡mucho!
GOETZ
¿Sigues soñando que me asesinas?
CATALINA
Varías veces cada noche.
GOETZ
¿No olvidas tampoco que te mancillé y envilecí?
CATALINA
Mucho me cuido de no hacerlo.
GOETZ
¿Y sufres mis caricias con repugnancia?
CATALINA
Me hacen temblar.
GOETZ
Perfecto. Si te diese por desfallecer entre mis brazos, te echaría
inmediatamente.
CATALINA
Pero...
GOETZ
Ya nunca aceptaré nada más, ni siquiera los favores de una mujer.
CATALINA
¿Por qué?
GOETZ
Porque he recibido demasiado. Durante veinte años me lo dieron todo
graciosamente, hasta el aire que respiraba: los bastardos deben besar la mano
que los alimenta. ¡Ah!, ¡cómo voy a dar ahora! ¡Cómo voy a dar!
FRANTZ (entrando)
Está aquí el enviado de Su Excelencia.
GOETZ
Que entre.
ESCENA III
Los mismos, el BANQUERO
EL BANQUERO
Soy Foucre.
GOETZ
Yo soy Goetz, y ésta es Catalina.
EL BANQUERO
Me alegro de saludar a tan gran capitán.
GOETZ
Y yo a tan rico banquero.
EL BANQUERO
Soy portador de excelentes noticias.
GOETZ
El arzobispo ha vencido, mi hermano ha muerto y sus tierras son mías. ¿No
es eso?
EL BANQUERO
Justamente. Y bien, yo...
GOETZ
Festejémoslas. ¿Quiere beber?
EL BANQUERO
Mi estómago no soporta ya el vino. Yo...
GOETZ
¿Quiere esta hermosa muchacha? Suya es.
EL BANQUERO
No sabría qué hacer con ella. Soy demasiado viejo.
GOETZ
¡Mí pobre Catalina! Te rechaza. (Al BANQUERO.) ¿Prefiere los muchachos?
Esta misma noche tendrá uno en su tienda.
EL BANQUERO
¡No, no! ¡Nada de muchachos! ¡Nada de muchachos! Yo...
GOETZ
¿Qué diría de un lansquenete? Tengo uno de seis píes de alto, con el rostro
cubierto de pelos; juraría usted que es el mismo Polifemo.
EL BANQUERO
¡Oh! ¡Oh! Menos aún.
GOETZ
En ese caso, vamos a darle la gloria. (Llama.) ¡Frantz! (Aparece FRANTZ.)
Pasearás a este caballero a través del campamento, ordena que los soldados
griten: "¡Viva el banquero!", y que lancen sus sombreros al aire.
(Sale FRANTZ.)
EL BANQUERO
Muy agradecido, pero desearía ante todo hablarle a solas.
GOETZ (sorprendido)
¿Y qué otra cosa ha hecho desde que entró? (Mostrando a CATALINA.)
¡Ah!, lo dice por ésta... Es un animal doméstico; hable sin preocuparse.
EL BANQUERO
Su Eminencia ha sido siempre pacífico y usted sabe que su difunto hermano
era el responsable de la guerra...
GOETZ
¡Mi hermano! (Con gran violencia.) Si ese viejo borrico no le hubiese
hostigado...
EL BANQUERO
Señor...
GOETZ
Sí. Olvide lo que acabo de decir, pero le agradecería que dejara a mi
hermano fuera de todo esto. Después de todo, estoy de luto por él.
EL BANQUERO
Su Eminencia ha decidido, pues, celebrar el retorno a la paz con
excepcionales medidas de clemencia.
GOETZ
¡Bravo! ¿Abrirá las prisiones?
EL BANQUERO
¿Las prisiones? ¡Oh, no!
GOETZ
¿Desea que yo levante las penas a los soldados que he castigado?
EL BANQUERO
Seguramente lo desea. Pero la amnistía que proyecta es de un carácter más
general. Desea extenderla a todos sus vasallos de Worms.
GOETZ
¡Ah! ¡Vaya!
EL BANQUERO
Ha decidido no castigarles por su pasajero extravío.
GOETZ
Me parece una excelente idea.
EL BANQUERO
¿Estaremos de acuerdo... tan pronto?
GOETZ
Enteramente de acuerdo.
(El BANQUERO se frota las manos.)
EL BANQUERO
Bien, entonces todo está perfecto. Es usted un hombre razonable. ¿Cuándo
piensa levantar el sitio?
GOETZ
Mañana todo habrá concluido.
EL BANQUERO
Mañana es un poco pronto, de todos modos. Su Eminencia desea entrar en
negociaciones con los sitiados. Si su ejército permanece todavía unos días
frente a sus murallas, se facilitarán las negociaciones.
GOETZ
Ya veo. ¿Y quién va a negociar con ellos?
EL BANQUERO
Yo.
GOETZ
¿Cuándo?
EL BANQUERO
Mañana.
GOETZ
Imposible.
EL BANQUERO
¿Por qué?
GOETZ
¡Catalina! ¿Se lo decimos?
CATALINA
Claro, tesoro.
GOETZ
Díselo tú. Yo no me atrevo: va a apenarle mucho.
CATALINA
Mañana, banquero, todas esas personas estarán muertas.
EL BANQUERO
¿Muertas?
GOETZ
Todos.
EL BANQUERO
¿Muertos todos?
GOETZ
Todos muertos. Esta noche. ¿Ve esta llave? Es la de la ciudad. Dentro de una
hora, comenzaremos la matanza.
EL BANQUERO
¿Todos? ¿También los ricos?
GOETZ
También los ricos.
EL BANQUERO
Pero ¡si hace un momento aprobaba la clemencia del arzobispo!
GOETZ
La apruebo todavía. El es el ofendido y, además, es sacerdote: dos razones
para perdonar. Pero, ¿por qué habría de perdonar yo? Los habitantes de
Worms no me han ofendido. No, no, yo soy militar, luego mato. Los mataré
conforme a mi oficio y el arzobispo los perdonará conforme al suyo.
(Una pausa. Luego el BANQUERO comienza a reír. CATALINA primero y
luego GOETZ se echan también a reír.)
EL BANQUERO (riendo)
Le gusta reír.
GOETZ (riendo)
No hay cosa que me guste más.
CATALINA
¿Verdad que es muy ingenioso?
EL BANQUERO
Mucho. Y lleva muy bien su negocio.
GOETZ
¿Qué negocio?
EL BANQUERO
Desde hace treinta años me guío por este principio: el interés mueve al
mundo. Delante de mí, los hombres han justificado su conducta con los más
nobles motivos. Yo les escuchaba con un oído y me decía: busca el interés.
GOETZ
¿Y cuando lo encontraba?
EL BANQUERO
Conversábamos.
GOETZ
¿Ha encontrado el mío?
EL BANQUERO
¡Vamos!
GOETZ
¿Cuál es?
EL BANQUERO
Despacito. Usted pertenece a una categoría difícilmente manejable. Con
usted es preciso avanzar paso a paso.
GOETZ
¿Qué categoría?
EL BANQUERO
La de los idealistas.
GOETZ
¿Qué quiere decir eso?
EL BANQUERO
Mire: yo divido a los hombres en tres categorías; los que tienen mucho
dinero, los que no tienen nada y los que tienen un poco. Los primeros
quieren conservar lo que tienen: su interés está en mantener el orden. Los
segundos quieren tomar lo que no tienen: su interés está en destruir el orden
actual y establecer otro que les sea favorable. Unos y otros son realistas,
gentes con la que uno puede entenderse. Los terceros quieren derrocar el
orden social para tomar lo que no tienen, pero conservándolo a la vez para
que no les quiten lo que tienen. Entonces, conservan en la práctica lo que
destruyen en la idea, o bien destruyen realmente lo que fingen conservar.
Estos son los idealistas.
GOETZ
¡Pobrecillos! ¿Cómo curarlos?
EL BANQUERO
Haciéndoles pasar a otra categoría social. Si los enriquecéis, defenderán el
orden establecido.
GOETZ
Enriquézcame, pues. ¿Qué me ofrece?
EL BANQUERO
Las tierras de Conrad.
GOETZ
Ya me las ha dado.
EL BANQUERO
En efecto. Recuerde tan sólo que se las debe a la bondad de Su Eminencia.
GOETZ
Créame que no lo olvido. ¿Y qué más?
EL BANQUERO
Su hermano tenía deudas.
GOETZ
¡Pobrecilio!
(Se santigua. Sollozo nervioso.)
EL BANQUERO
¿Qué le pasa?
GOETZ
Poca cosa: el espíritu de familia. ¿De manera que tenía deudas?
EL BANQUERO
Podríamos pagarlas.
GOETZ
No es ése mi interés, pues no tenía intención de reconocerlas. Es el interés
de sus acreedores.
EL BANQUERO
¿Una renta de mil ducados?...
GOETZ
¿Y mis soldados? ¿Si se negasen a partir con las manos vacías?
EL BANQUERO
Mil ducados más para repartir a las tropas. ¿Es bastante?
GOETZ
Es demasiado.
EL BANQUERO
¿Entonces, estamos de acuerdo?
GOETZ
No.
EL BANQUERO
¿Dos mil ducados de renta? ¿Tres mil? No daré ni uno más.
GOETZ
¿Quién se lo ha pedido?
EL BANQUERO
¿Qué quiere, pues?
GOETZ
Tomar la ciudad y destruirla.
EL BANQUERO
Pase aun que la tome. ¡Pero, voto a Dios!, ¿por qué querer destruirla?
GOETZ
Porque todo el mundo quiere que la salve.
EL BANQUERO (aterrado)
Debo estar equivocado...
GOETZ
¡Claro que sí! ¡No has sabido encontrar mi interés! Veamos: ¿cuál es?
¡Busca! ¡Búscalo, pues! Pero date prisa: es menester que lo encuentres antes
de una hora; sí en ese plazo no descubres las cuerdas que hacen moverse a la
marioneta, haré que te paseen por las calles y verás encenderse uno a uno los
focos del incendio.
EL BANQUERO
Traiciona usted la confianza del arzobispo.
GOETZ
¿Traicionar? ¿Confianza? Vosotros, los realistas, sois todos iguales: cuando
no sabéis qué decir, usáis el lenguaje de los idealistas.
EL BANQUERO
Si arrasa la ciudad, no tendrá las tierras de Conrad.
GOETZ
¡Guárdelas! Mi interés, banquero, era tenerlas y vivir en ellas. Pero yo no
estoy tan seguro de que el hombre actúe por interés. Vamos, guárdelas y que
Su Eminencia se las meta por el culo. Sacrifiqué mí hermano al arzobispo y
¿ahora se pretende que perdone a veinte mil villanos? ¡Ofrezco los
habitantes de Worms a los manes de Conrad; en honor suyo, se asarán! En
cuanto al dominio de Heidenstamm, que se retire a él el arzobispo, sí lo
quiere, y se dedique allí a la agricultura: lo necesitará, pues esta noche me
propongo arruinarlo. (Pausa.) ¡Frantz! (Aparece FRANTZ.) Agarra a este
viejo realista, cuida de que le rindan honores, y cuando esté bajo su tienda,
átale sólidamente las manos y los pies.
EL BANQUERO
¡No! ¡No! ¡No! ¡No!
GOETZ
¿Qué pasa?
EL BANQUERO
Sufro de atroces reumatismos. Las cuerdas me asesinarán. ¿Quiere que le dé
mi palabra de que no saldré de mi tienda?
GOETZ
¿Tu palabra? Tu interés está en dármela, pero dentro de un momento tu
interés estará en faltar a ella. Anda, Frantz, y aprieta bien los nudos.
(FRANTZ y el BANQVEMO salen. Inmediatamente se escuchan los gritas
de "¡Viva el banquero!'" muy próximos, que luego se van alejando y
debilitando.)
ESCENA IV
GOETZ, CATALINA, HERMANN, oculto
GOETZ
¡Viva el banquero! (Se echa a reír.) ¡Adiós a las tierras! ¡Adiós a los campos
y los ríos! ¡Adiós al castillo!
CATALINA (riendo)
¡Adiós a las tierras! ¡Adiós al castillo! ¡Adiós a los retratos de familia!
GOETZ
¡No lo lamentes! Nos hubiésemos aburrido mortalmente. (Pausa.) ¡Viejo
imbécil! (Pausa.) ¡Ah! ¡No debieron desafiarme!
CATALINA ¿Sufres?
GOETZ
¿Por qué te metes tú? (Pausa.) El Mal es algo que debe hacer daño a todo el
mundo. Y, en primer lugar, a quien lo hace.
CATALINA (tímidamente)
¿Y si no tomases la ciudad?
GOETZ
Si no la tomase, serías castellana.
CATALINA
No pensaba en eso.
GOETZ
Claro que no. Entonces, alégrate: la tomaré.
CATALINA
Pero, ¿por qué?
GOETZ
Porque es una mala acción,
CATALINA
¿Y por qué hacer el Mal?
GOETZ
Porque el Bien ya está hecho.
CATALINA
¿Quién lo ha hecho?
GOETZ
Dios Padre. Yo, invento. (Llama,) ¡Hola! El capitán Schoene, En seguida.
(GOETZ permanece en la entrada de la tienda y mira afuera.)
CATALINA
¿Qué miras?
GOETZ
La ciudad. (Pausa.) Me pregunto si había luna.
CATALINA
¿Cuándo? ¿Dónde?
GOETZ
El año pasado, cuando iba a tomar Halle. Era una noche semejante a ésta; yo
estaba a la entrada de la tienda y miraba a la atalaya, por encima de las
murallas. Atacamos al amanecer. (Regresa hacia ella.) En todo caso, me
largaré antes de que empiece a apestar. ¡A caballo y adiós!
CATALINA
¿Tú... te vas?
GOETZ
Mañana, antes del mediodía y sin avisar a nadie.
CATALINA
¿Y yo?
GOETZ
¿Tú? Tápate la nariz y ruega porque el viento no sople de este lado. (Entra
el CAPITÁN.) Dos mil hombres armados: los regimientos de Wolfmar y de
Ulrich. Que estén listos para seguirme dentro de media hora. El resto del
ejército, en estado de alerta. Todo en la oscuridad y sin ruido. (Sale el
CAPITÁN. Hasta el fin del acto, se escucharán los ruidos sofocados de los
preparativos.) Así, pues, preciosidad, no serás castellana.
CATALINA
Eso me temo.
GOETZ
¿Muy decepcionada?
CATALINA
No me lo creí apenas.
GOETZ
¿Por qué?
CATALINA
Porque te conozco.
GOETZ (violentamente)
¿Tú, tú me conoces? (Se detiene y ríe.) Después de todo, yo también debo de
ser previsible. (Pausa.) Debes haberte hecho una composición de lugar sobre
la manera de manejarme: me observas, me miras...
CATALINA
Un perro se atreve a mirar a un obispo.
GOETZ
Sí, pero ve a un obispo con cabeza de perro. ¿De qué tengo yo cabeza? ¿De
perro? ¿De rufián? ¿De bacalao? (La mira.) Ven a la cama.
CATALINA
No.
GOETZ
Ven, te digo: quiero hacer el amor.
CATALINA
Nunca te he visto tan impaciente. (El la agarra por el hombro.) Ni con tanta
prisa. ¿Qué te pasa?
GOETZ
Es el Goetz de cabeza de bacalao quien me llama. El y yo queremos
mezclarnos. Además, la angustia incita al amor.
CATALINA
¿Estás angustiado?
GOETZ
Sí. (Se sienta en el lecho, de espaldas al oficial oculto.) ¡Vamos, ven!
(CATALINA se le acerca y le levanta de allí violentamente. Luego, se sienta
en su lugar.)
CATALINA
Sí, aquí estoy, soy tuya. Pero dime primero qué va a ser de mí.
GOETZ
¿Cuándo?
CATALINA
A partir de mañana.
GOETZ
¿Cómo quieres que yo lo sepa? Lo que quieras.
CATALINA
Es decir: ramera.
GOETZ
Me parece la mejor solución, ¿verdad?
CATALINA
¿Y si a mí no me gusta?
GOETZ
Busca entonces un imbécil que se case contigo.
CATALINA
¿Qué vas a hacer tú?
GOETZ
Dicen que los hussitas están nerviosos. Voy a caerles encima.
CATALINA
Llévame.
GOETZ
¿Para qué?
CATALINA
Habrá días en que necesites una mujer, cuando haya claro de luna y tengas
que tomar una ciudad, y estés angustiado y te sientas amoroso.
GOETZ
Todas las mujeres son iguales. Sí tengo ganas, mis hombres me las llevarán
por docenas.
CATALINA (bruscamente)
¡No quiero!
GOETZ
¿No quieres?
CATALINA
Puedo ser veinte mujeres, cien, si quieres, todas las mujeres. Súbeme a la
grupa... peso poco, tu caballo no me sentirá. ¡Quiero ser tu burdel!
(Se estrecha contra él.)
GOETZ
¿Qué es lo que te sucede? (Pausa. La mira. Bruscamente.) ¡Vete! ¡Me
avergüenzo de ti!
CATALINA (suplicante)
¡Goetz!
GOETZ
No soporto que me mires con esos ojos. Hay que ser una auténtica basura
para llegar a amarme después de todo lo que te he hecho.
CATALINA (gritando)
¡No te amo! ¡Te lo juro! ¡Y si te amase, nunca lo sabrías! ¿Y qué puede
importarte que te amen si no te lo dicen?
GOETZ
¿Qué tengo yo que ver con el amor? ¡Si me amas, eres tú la que se llevará
todo el placer! ¡Vete, asquerosa! No quiero que nadie se aproveche de mí.
CATALINA (gritando)
¡Goetz! ¡Goetz, no me eches! ¡No tengo a nadie más
en el mundo!
(GOETZ trata de echarla fuera de la tienda. Ella se agarra a sus manos.)
GOETZ
¿Te irás de una vez?
CATALINA
¡Tú lo has querido, Goetz! ¡Tú lo has querido! (HERMANN sale de su
escondite y se precipita, con el cuchillo en alto.) ¡Ah!, ¡ten cuidado!
GOETZ (se vuelve y agarra por el puño a HERMANN) ¡Frantz! (Entran
soldados. El ríe.) Ah, he logrado llevar a la desesperación a uno, al menos.
HERMANN (a CATALINA) ¡Puerca! ¡Traidora!
GOETZ (a CATALINA)
¿Eras su cómplice? Lo prefiero; lo prefiero así. (Le acaricia la barbilla.)
Lleváoslo... Luego decidiré su suerte.
(Los soldados salen, llevándose a HERMANN. Pausa.)
CATALINA
¿Qué vas a hacerle?
GOETZ
No puedo guardar rencor a los que tratan de matarme. Los comprendo
demasiado bien, haré que lo perforen, simplemente, como a un tonel, que es
lo que es.
CATALINA
¿Y a mí, qué me harás?
GOETZ
Es verdad..., debo castigarte.
CATALINA
No estás obligado a hacerlo.
GOETZ
Sí. (Pausa.) A muchos de mis soldados se les reseca el gaznate cuando te
ven pasar. Voy a entregarte a ellos. Después, si quedas con vida, buscaremos
algún reitre tuerto y sifilítico con quien te case el cura de Worms.
CATALINA
No te creo.
GOETZ
¿No?
CATALINA
No. Tú no eres... No lo harás... Estoy segura. ¡Estoy segura!
GOETZ
¿No lo haré? (Llama.) ¡Frantz! ¡Frantz! (Entran FRANTZ y dos soldados.)
¡Ocúpate de la novia, Frantz!
FRANTZ
¿De qué novia?
GOETZ
Catalina. Primero, la casarás con todos, con gran ceremonia, luego...
ESCENA V
Los mismos, NASTY
(NASTY entra, se acerca a GOETZ y le da un golpe en la oreja.)
GOETZ
¡Eh!, patán, ¿qué haces?
NASTY
Pegarte en la oreja.
GOETZ
Ya lo he notado. (Sujetándolo.) ¿Quién eres?
NASTY
Nasty, el panadero.
GOETZ (a los soldados)
¿Es éste Nasty?
LOS SOLDADOS
Sí, es él.
GOETZ
Buena presa, a fe mía.
NASTY
No me has apresado, me he entregado.
GOETZ
Como quieras: el resultado es el mismo. Dios me colma hoy de dones. (Le
mira.) He aquí, pues, a Nasty, señor de todos los mendigos de Alemania.
Exactamente así te imaginaba: desalentador como la virtud.
NASTY
No soy virtuoso. Nuestros hijos lo serán, si vertemos la suficiente sangre
como para darles derecho a verlo.
GOETZ
Ya veo: ¡eres profeta!
NASTY
Como todo el mundo.
GOETZ
¿De veras? ¿Entonces, también yo soy profeta?
NASTY
Toda palabra es testimonio de Dios; toda palabra lo dice todo sobre toda
cosa,
GOETZ
¡Diablos! Tendré que vigilar lo que digo.
NASTY
¿Para qué? No podrás dejar de decirlo todo.
GOETZ
Bueno. Ahora, responde a mis preguntas aunque tratando de no decirlo todo,
pues de otro modo nunca acabaríamos. De manera que eres Nasty, profeta y
panadero.
NASTY
Sí, lo soy.
GOETZ
Decían que estabas en Worms.
NASTY
De allí he salido.
GOETZ
¿Esta noche?
NASTY

GOETZ
¿Para hablarme?
NASTY
Para buscar refuerzos y atacarte por la espalda.
GOETZ
Excelente idea. ¿Y qué te ha hecho cambiar de plan?
NASTY
Al atravesar el campamento me enteré de que un traidor te había entregado
la ciudad.
GOETZ
¿Pasarías un mal rato, no?
NASTY
Sí, muy malo.
GOETZ
¿Entonces?
NASTY
Estaba sentado en una piedra, detrás de la tienda. Vi que la tienda se
iluminaba y unas sombras se agitaban. En ese momento, recibí el mandato
de venir a ti y hablarte.
GOETZ
¿Quién te dio ese mandato?
NASTY
¿Quién quieres que fuese?
GOETZ
¿Quién, en efecto? ¡Hombre feliz: recibes mandatos y sabes quién te los da!
¡También yo los recibo, imagínate!... Por ejemplo, el de incendiar a Worms.
Pero no acierto a saber quién me los da. (Pausa.) ¿Fue Dios el que te ordenó
pegarme en la oreja?
NASTY
Sí.
GOETZ
¿Por qué?
NASTY
No lo sé. Acaso para que se desprenda la cera que te tapona el oído.
GOETZ
Tu cabeza está puesta a precio, ¿Te previno de ello Dios?
NASTY
Dios no necesitaba prevenirme. Siempre he sabido cómo terminaré yo.
GOETZ
Es verdad que eres profeta.
NASTY
No se necesita ser profeta: nosotros, los pobres, sólo tenemos dos maneras
de morir. Los que se resignan, mueren de hambre; a los que no se resignan,
los ahorcan. A los doce años se sabe ya si te resignarás o no.
GOETZ
Perfecto. ¡Y ahora, prostérnate ante mí!
NASTY
¿Para qué?
GOETZ
Para implorar mi piedad, supongo. ¿Acaso no te lo ordenó Dios?
(FRANTZ le pone las botas.)
NASTY
No; tú no tienes piedad. Tampoco la tiene Dios. ¿Y por qué habría de
implorarte yo, yo, que, llegado el día, no tendré piedad de nadie?
GOETZ
¿Entonces, qué diablos vienes a hacer aquí?
NASTY
A abrirte los ojos, hermano.
GOETZ
¡Oh! Noche maravillosa en que todo se mueve: Dios anda sobre la tierra, mí
tienda es un cielo colmado de estrellas fugaces y he aquí a la más hermosa
de todas: Nasty, profeta de la molienda que viene a abrirme los ojos. ¿Quién
hubiera creído que el cielo y la tierra armasen tanto escándalo por una
ciudad de veinticinco mil almas? Y a propósito, panadero: ¿quién te prueba
que no eres víctima del diablo?
NASTY
Cuando el sol te deslumbra, ¿quién te prueba que no es de noche?
GOETZ
Y de noche, cuando sueñas con el sol, ¿quién te prueba que es de día? ¿Y si
también yo hubiese visto a Dios? ¿Eh? ¡Ah! Entonces seríamos sol contra
sol, (Pausa.) Os tengo a todos en mis manos, a todos: al que quería
asesinarme, al enviado del arzobispo y a ti, el rey de los mendigos; su índice
ha deshecho un complot y desenmascarado a los culpables; más aún: uno de
sus ministros es quien me ha traído, de su parte, las llaves de la ciudad,
NASTY (con una voz cambiada, imperativa y breve) ¿Uno de sus ministros?
¿Cuál?
GOETZ
¿Qué te importa, si vas a morir? Vamos, confiesa que Dios está conmigo,
NASTY
¿Contigo? No. Tú no eres el hombre de Dios, Todo lo más, su zángano.
GOETZ
¿Qué sabes tú?
NASTY
Los hombres de Dios destruyen o construyen y tú conservas.
GOETZ
¿Yo?
NASTY
Tú desordenas. Y el desorden es el mejor servidor del orden establecido. Has
debilitado a la caballería entera traicionando a Conrad, y debilitarás a la
burguesía destruyendo a Worms. ¿A quién beneficia eso? A los grandes.
Sirves a los grandes, Goetz, y les servirás hagas lo que hagas: toda
destrucción confunde, debilita a los débiles, enriquece a los ricos, acrecienta
el poder de los poderosos.
GOETZ
¿De manera que hago lo contrario de lo que quiero? (Con ironía.)
Felizmente, Dios te envió para que me iluminases. ¿Qué me propones?
NASTY
Una nueva alianza.
GOETZ
¡Oh! ¿Una nueva traición? ¡Qué amable!: al menos, a eso estoy
acostumbrado. No me sentiré muy incómodo. Pero si no debo aliarme ni con
los burgueses ni con los caballeros ni con los príncipes, no veo muy bien con
quién he de hacerlo.
NASTY
Toma la ciudad, degüella a los ricos y a los sacerdotes; entrégasela a los
pobres, levanta un ejército de campesinos y expulsa al arzobispo, y mañana
todo el país irá detrás de ti.
GOETZ (estupefacto)
¿Quieres que me alíe con los pobres?
NASTY
¡Con los pobres, sí! Con la plebe de las ciudades y los campos.
GOETZ
¡Qué extraña propuesta!
NASTY
Son tus aliados naturales. Si quieres destruir porque sí, arrasar los palacios y
las catedrales edificados por Satanás, romper las obscenas estatuas de los
paganos, quemar los millares de libros que propagan un saber diabólico,
suprimir el oro y la plata, ven a nosotros. Sin nosotros, girarás en torno a ti
mismo y sólo a ti mismo harás daño. Con nosotros, serás el azote de Dios.
GOETZ
¿Qué haréis con los burgueses?
NASTY
Nos apoderaremos de sus bienes, para vestir a los desnudos y nutrir a los
hambrientos.
GOETZ
¿Y con los sacerdotes?
NASTY
Enviarlos de vuelta a Roma.
GOETZ
¿Y con los nobles?
NASTY
Cortarles la cabeza.
GOETZ
¿Y cuando hayamos expulsado al arzobispo?
NASTY
Será hora de edificar la ciudad de Dios.
GOETZ
¿Sobre qué bases?
NASTY
Todos los hombres son iguales y hermanos, todos son en Dios y Dios es en
todos; el Espíritu Santo habla por todas las bocas; todos los hombres son
sacerdotes y profetas; cada cual puede bautizar, casar, anunciar la buena
nueva y perdonar los pecados; cada cual vive públicamente sobre la tierra a
la faz de todos y solitariamente en su alma a la faz de Dios.
GOETZ
No va a ser fácil reír en tu ciudad.
NASTY
¿Puede uno reírse de aquellos a quienes se ama? La ley será el Amor.
GOETZ
¿Y yo, qué seré allí?
NASTY
El igual de todos.
GOETZ
¿Y si no quiero ser vuestro igual?
NASTY
El igual de todos los hombres o el lacayo de todos los príncipes: escoge.
GOETZ
Tu propuesta es honrada, panadero. Sólo que he de confesarte una cosa: con
los pobres me muero de aburrimiento; les horroriza todo lo que me gusta.
NASTY
¿Y que es lo que te gusta?
GOETZ
Todo lo que queréis destruir: las estatuas, el lujo, la guerra.
NASTY
La luna no te pertenece, ingenuo, y te bates para que los nobles puedan
gozar de ella.
GOETZ (profunda y sinceramente)
Pero me gustan los nobles.
NASTY
¿A ti? Tú los asesinas.
GOETZ
¡Bah! Asesino a algunos, de vez en cuando, porque sus mujeres son fecundas
y hacen diez por cada uno que yo mato. Pero no quiero que me los ahorquéis
a todos. ¿Por qué habría de ayudaros a apagar el sol y todas las antorchas
terrestres? Sería la noche polar.
NASTY
¿Continuarás, pues, siendo sólo un estrépito inútil?
GOETZ
Inútil, sí. Inútil para los hombres. ¡Pero qué me importan los hombres! Dios
me escucha. Es a Dios a quien le rompo los oídos, y eso me basta, pues es el
único enemigo digno de mí. Existimos Dios, yo y los fantasmas. Es a Dios a
quien crucificaré yo esta noche, sobre ti y sobre veinte mil hombres, porque
su sufrimiento es infinito y torna infinito a quien le hace sufrir. Esa ciudad
va a arder. Dios lo sabe. En este momento, tiene miedo... Yo lo siento: siento
su mirada sobre mis manos, siento su soplo sobre mis cabellos, y sus ángeles
lloran. Se dice: "Acaso Goetz no se atreva...", como si fuese sólo un hombre.
Llorad, ángeles, llorad: me atreveré. Dentro de un momento, marcharé bajo
su miedo y bajo su cólera. Arderá la ciudad: el alma del Señor es una galería
de espejos, el fuego se reflejará en millones de espejos. Entonces sabré que
soy un monstruo absolutamente puro. (A FRANTZ.)¡Mi cinturón!
NASTY (con voz cambiada)
Perdona a los pobres. El arzobispo es rico: puedes divertirte arruinándolo;
pero a los pobres, Goetz, no es divertido hacerlos sufrir.
GOETZ
¡Oh!, no, no es divertido.
NASTY
¿Entonces?
GOETZ
También yo tengo mi mandato.
NASTY
De rodillas te lo suplico.
GOETZ
Creía que te estaba prohibido suplicar.
NASTY
Nada está prohibido si se trata de salvar a los hombres.
GOETZ
Me parece, profeta, que Dios te ha hecho caer en una emboscada. (NASTY se
encoge de hombros.) ¿Sabes lo que va a sucederte?
NASTY
Tortura y horca, sí. Ya te he dicho que siempre lo he sabido.
GOETZ
Tortura y horca... Tortura y horca... Qué monótono es. Lo fastidioso con el
Mal, es que uno se acostumbra; se necesita genio para inventar. Y esta noche
no me siento inspirado.
CATALINA
Dale un confesor.
GOETZ
Un...
CATALINA
No puedes dejarle morir sin absolución.
GOETZ
¡Nasty! He aquí el genio, ¡Claro está, buen hombre, voy a darte un confesor!
Es mi deber de cristiano. Además, te reservo una sorpresa. (A FRANTZ.)Ve a
buscar al sacerdote... (A NASTY.) He aquí un acto de los que me gustan: con
varias caras. ¿Es bueno? ¿Es malo? La razón se extravía.
NASTY
No me mancillará un romano,
GOKTZ
Te torturarán hasta que te confieses. Es por tu bien.
(Entra HEINRICH.)
ESCENA VI
Los mismos, HEINRICH
HEINRICH
Me has hecho todo el daño que podías. Déjame ya.
GOETZ
¿Qué hacía?
FRANTZ
Estaba sentado en la oscuridad y meneaba la cabeza.
HEINRTCH
¿Qué quieres de mí?
GOETZ
Que trabajes en tu oficio. A esta mujer hay que casarla en seguida. En cuanto
a éste, le administrarás los últimos sacramentos.
HEINRICH
¿A éste?... (Ve a NASTY. ) ¡Ah!...
GOETZ (simulando asombro)
¿Os conocíais?
NASTY
Es éste el ministro de Dios que te dio la llave, ¿verdad?
HEINRICH
¡No! ¡No! ¡No!
GOETZ
Cura, ¿no te avergüenzas de mentir?
HEINRICH
¡Nasty! (NASTY ni siquiera le mira.) No podía dejar que asesinasen a los
sacerdotes. (NASTY no responde. HEINRICH se le acerca.) Dime, ¿podía
dejar que los asesinasen? (Pausa. Se vuelve y se dirige hacia GOETZ.) Y
bien: ¿por qué debo confesarle?
GOETZ
Porque van a colgarlo.
HEINRICH
¡Pronto, entonces! ¡Pronto! ¡Ahorcadlo ya! Y buscad otro que le confiese.
GOETZ
O tú, o nadie.
HEINRICH
Entonces, nadie.
(Trata de salir.)
GOETZ
¡En! ¡Eh! (HEINRICH se detiene.) ¿Vas a dejarle morir sin confesión?
HEINRICH (volviendo lentamente sobre sus pasos)
No, bufón, no. Tienes razón: no puedo hacerlo. (A NASTY.) Arrodíllate.
(Pausa.) ¿No quieres? ¡Hermano, mi culpa no recae sobre la Iglesia y es en
nombre de la Iglesia como perdonaré tus pecados! ¿Quieres que me confiese
públicamente? (A todos.) He entregado mi ciudad al exterminio, por malicia
y por rencor; merezco el desprecio de todos. Escúpeme en el rostro y no
hablemos más. (NASTY no se mueve.) ¡Tú, soldado, escupe!
FRANTZ (divertido, a GOETZ) ¿Le escupo?
GOETZ (bonachón)
Escupe, hijo, aprovecha.
(FRANTZ escupe.)
HEINRICH
Ya está consumado. Heinrich ha muerto de vergüenza. Pero queda el
sacerdote. Un sacerdote cualquiera: ante él debes arrodillarte. (Después de
un momento de espera, golpea a NASTY bruscamente.) ¡Asesino! ¡Tengo
que estar loco para humillarme así ante ti, cuando todo lo que sucede es
culpa tuya!
NASTY
¿Culpa mía?
HEINRICH
¡Sí! ¡Sí! Culpa tuya. Tú quisiste jugar al profeta, y ahora estás vencido,
cautivo, maduro para la horca y todos cuantos en ti confiaron van a morir.
¡Todos! ¡Todos! ¡Ja! ¡Ja! Pretendías saber amar a los pobres, y que yo no
sabía; pues bien: mira cómo les has causado mayor mal que yo.
NASTY
¡Más que tú, basura! (Se arroja sobre HEINRICH. Los separan.) ¿Quién ha
traicionado? ¿Tú o yo?
HEINRICH
¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! Pero nunca lo hubiese hecho si no hubieras asesinado al
obispo.
NASTY
Dios me ordenó matarlo porque hacía morir de hambre a los pobres.
HEINRICH
¿Dios, de verdad? ¡Qué fácil es eso! ¡Entonces, también Dios me ordenó
traicionar a los pobres porque querían degollar a los sacerdotes!
NASTY
Dios no puede ordenar que se traicione a los pobres porque está con ellos.
HEINRICH
Si está con ellos, ¿por qué han fracasado entonces todas sus rebeliones? ¿Por
qué ha permitido, ahora, una vez más, que tu revuelta concluya en la
desesperación? ¡Vamos, responde! ¡Responde, pues! ¿No puedes?
GOETZ
He aquí. He aquí el momento. He aquí la angustia y el sudor de sangre.
¡Vamos! ¡Vamos! La angustia es buena. Qué dulce es tu rostro: lo miro y
siento que veinte mil hombres van a morir. Te amo. (Le Besa en la boca.)
Vamos, hermano, todavía no está dicho todo; he decidido tomar Worm, pero
si Dios está contigo, puede suceder algo que me lo impida.
NASTY (sordamente, con convicción)
Algo sucederá.
HEINRICH (gritando)
¡Nada! ¡Absolutamente nada! ¡Nada sucederá! Sería demasiado injusto. Si
Dios tuviera que hacer un milagro, ¿por qué no lo ha hecho antes de mi
traición? ¿Por qué me ha perdido, si te salva?
(Entra un OFICIAL. Todos se sobresaltan.)
EL OFICIAL
Todo está listo. Los soldados, detrás de los carros, se hallan en fila al borde
de la barranca.
GOETZ
¡Ya! (Pausa.) Di al capitán Ulrich que voy en seguida.
(Sale el oficial. GOETZ se deja caer sobre una silla.)
CATALINA
Ahí tienes tu milagro, ricura. (GOETZ se pasa la mano por el rostro.)
¡Anda! ¡Saquea y degüella! Buenas noches.
GOETZ (con cansancio que se transforma progresivamente en exaltación
ficticia)
Es el momento de los adioses. Cuando regrese, estaré cubierto de sangre y
mi tienda vacía. ¡Lástima! Me había acostumbrado a vosotros. (A NASTY y a
HEINRICH. ) Pasaréis la noche juntos como un par de enamorados. (A
HEINRICH.) Cógele suavemente la mano mientras le atenazan. (A FRANTZ,
señalando a NASTY.) En cuanto acepte confesarse, suspended la tortura; en
cuanto esté absuelto, colgadle. (Como si acabase de acordarse de la
existencia de CATALINA.) ¡Ah! La novia, Frantz. ¡Buscarás a los
palafreneros y les presentarás a la dama! Que hagan con ella lo que quieran,
menos matarla.
CATALINA (se atroja bruscamente a sus pies)
¡Goetz! ¡Piedad! ¡Eso no! ¡Ese horror no! ¡Piedad!
GOETZ
¿Y tus bravuconadas de hace un momento?... ¿Acaso no te lo creías?
CATALINA
No, Goetz, no me lo creía.
GOETZ
En el fondo, tampoco yo lo creía. En el Mal se cree después. (Ella le abraza
de rodillas.) Frantz, líbrame de ella. (FRANTZ la agarra y la arroja sobre el
lecho.) Bien. Bien. ¿No me olvido de nada?... ¡No! Creo que está todo.
(Pausa.) Y no llega el milagro; comienzo a creer que Dios me deja carta
blanca. Gracias, Dios, muchas gracias. Gracias por las mujeres violadas,
gracias por los niños empalados, gracias por los hombres decapitados.
(Pausa.) ¡Si yo quisiese hablar! Sé mucho de eso, so hipócrita! Oye, Nasty,
voy a quitarte el bocado de la boca: Dios se sirve de mí. ¿Has visto, esta
noche? Pues bien, me ha provocado con sus ángeles.
HEINRICH
¿Sus ángeles?
GOETZ
Todos vosotros. Seguramente Catalina es un ángel. También tú, y el
banquero también. (Volviendo a NASTY.) ¿Y esta llave? ¿Acaso pedía yo esta
llave? Ni siquiera sospechaba su existencia: pero fue menester que encargase
a uno de sus curas que me la pusiese en la mano. Naturalmente, tú sabes lo
que él quiere: que le salve a su clerigalla y a sus monjas. Entonces me tienta,
a hurtadillas... promueve ocasiones, sin comprometerse. Si caigo, tendrá
derecho a desautorizarme: después de todo, yo podía arrojar la llave a la
barranca.
NASTY
Pues sí; podías. Y todavía puedes hacerlo.
GOETZ
Vamos, ángel mío: tú sabes que no puedo.
NASTY
¿Por qué no?
GOETZ
Porque no puedo ser distinto a mí mismo. Vamos, voy a darme un buen
bañito de sangre a su servicio. Pero cuando haya terminado, se tapará de
nuevo la nariz y clamará que no había querido eso. ¿De verdad no lo quieres,
Señor? Entonces, todavía hay tiempo para impedirlo. No pido que el cielo se
derrumbe sobre mi cabeza; bastaría un escupitajo. Un escupitajo sobre el
cual resbalase... me rompería una pierna y asunto concluido. ¿No? Bien,
bien. No insisto. Anda, Nasty, mira esta llave: es buena cosa una llave; muy
útil. ¿Y qué me dices de las manos? Hermosa obra: debemos dar gracias a
Dios por habérnoslas dado. De modo, pues, que una llave en una mano no
puede ser cosa mala: alabemos a Dios por todas las manos que tienen llaves
en este instante en todas las comarcas del mundo, pero en cuanto a lo que la
mano hace con la llave, el Señor declina toda la responsabilidad; eso ya no le
atañe al pobrecillo. Sí, Señor, eres la inocencia misma; ¿cómo concebirías tú
la Nada si eres la plenitud? Tu mirada es luz y transforma todo en luz,
¿cómo podrías conocer la penumbra de mi corazón? ¿Y cómo podría entrar
tu entendimiento infinito en mis razones sin hacerlas estallar? Odio y
debilidad, violencia, muerte, disgusto, es lo único que proviene del hombre;
ése es mi único imperio y sólo yo estoy dentro; lo que allí pase, sólo a mí es
imputable. Anda, anda, yo cargaré con todo y nada diré. ¡En el día del juicio,
chitón!, cosidos los labios; soy demasiado orgulloso, me dejaré condenar sin
chistar palabra. ¿Pero no te incomoda un poco, ni siquiera un poquitín,
condenar a tu testaferro? Ya voy, ya voy; los soldados esperan, la buena llave
me arrastra, quiere encontrar su cerradura natal. (Se vuelve, a la salida.)
¿Conocéis a alguien que se me asemeje? Soy el hombre que inquieta al
Todopoderoso. ¡En mí, Dios se horroriza de sí mismo! ¡Hay veinte mil
nobles, treinta arzobispos, quince reyes; se ha visto, a la vez, tres
emperadores, un papa y un antipapa, pero citadme a otro Goetz! A veces, me
imagino el infierno como un desierto que sólo me espera a mí. Adiós. (Va a
salir. HEINRICH se echa a reír.) ¿Qué pasa?
HEINRICH
¡El infierno es una feria, imbécil! (GOETZ se detiene y le mira. A los
demás.) Ahí tenéis al más extraño visionario: el hombre que cree ser el único
que hace el Mal. Todas las noches la tierra de Alemania se ilumina con
antorchas vivas; esta noche, como todas las noches, las ciudades arden por
docenas y los capitanes que las saquean no hacen tanto alarde. Matan en los
días laborables y, el domingo, se confiesan modestamente. Pero éste se cree
el diablo en persona porque cumple con su deber de soldado. (A GOETZ.)
¿Si eres el diablo, bufón, quien soy yo, que pretendía amar a los miserables
y te los entrega?
(GOETZ le mira, un poco fascinado durante toda la réplica. Al final, se
recupera.)
GOETZ
¿Qué es lo que reclamas? ¿El derecho a condenarte? Te lo concedo. El
infierno es suficientemente grande para que te encuentre allí.
HEINRICH
¿Y los demás?
GOETZ
¿Quiénes?
HEINRICH
Todos los demás. No todos tienen la suerte de matar, pero todos tienen el
deseo de hacerlo.
GOETZ
Mi maldad no es la suya: ellos hacen el Mal por lujuria o por interés. Yo
hago el Mal por el Mal.
HEINRICH
Qué importan las razones si está establecido que sólo puede hacerse el Mal.
GOETZ
¿Está establecido?
HEINRICH
Sí, bufón, está establecido.
GOETZ
¿Por quién?
HEINRICH
Por el mismo Dios. Dios ha querido que el Bien fuese imposible sobre la
tierra.
GOETZ
¿Imposible?
HEINRICH
Absolutamente imposible. ¡Imposible el Amor! ¡Imposible la Justicia!
¡Anda, trata de amar a tu prójimo y cuéntame luego lo que sucede!
GOETZ
¿Y por qué no habría de amarlo, si tal fuese mi capricho?
HEINRICH
Porque basta que un solo hombre odie a otro para que el odio vaya
contagiando de uno en uno a la humanidad entera.
GOETZ (señalando a NASTY)
Este amaba a los pobres.
HEINRICH
Les mentía deliberadamente, excitaba sus pasiones más bajas, les obligó a
asesinar a un viejo. (Pausa.) ¿Qué podía hacer yo? ¿Eh? ¿Qué podía hacer?
Era inocente y el crimen saltó sobre mí como un ladrón. ¿Dónele estaba el
bien, bastardo? ¿Dónde estaba el mal menor? (Pausa.) Demasiados
esfuerzos para nada, ¡fanfarrón del vicio! Si quieres merecer el infierno,
basta con que te quedes en la cama. El mundo es iniquidad; si lo aceptas eres
cómplice; si lo cambias, verdugo. (Riendo.) ¡Ah! ¡El hedor de la tierra llega
hasta las estrellas!
GOETZ
¿Entonces, todos condenados?
HEINRICH
¡Ah, no! No todos. (Pausa.) Yo tengo fe, Dios mío, tengo fe. No cometeré el
pecado de desesperación: estoy infectado hasta los tuétanos, pero sé que me
salvarás si lo tienes decidido. (A GOETZ.) Todos somos igualmente
culpables, bastardo, todos merecemos igualmente el infierno, pero Dios
perdona cuando le place perdonar.
GOETZ
No me perdonará contra mi deseo.
HEINRICH
Miserable pajuela, ¿cómo podrías luchar contra su misericordia? ¿Cómo
podrías hacerle perder su infinita paciencia? Si le place, te cogerá entre sus
dedos para llevarte hasta su paraíso; con su dedo meñique quebrantará tu
mala voluntad, te abrirá las mandíbulas, te cebará con su benevolencia y
notarás que te vuelves bueno a pesar tuyo. ¡Anda! Ve a incendiar Worms, ve
a saquear y a degollar; pierdes tu tiempo y tu empeño; cualquiera de estos
días te despertarás en el purgatorio como todo el mundo.
GOETZ
¿De modo que todo el mundo hace el Mal?
HEINRICH
Todo el mundo.
GOETZ
¿Y nadie ha hecho nunca el Bien?
HEINRICH
Nadie.
GOETZ
Perfecto. (Vuelve a entrar en la tienda.) Apuesto a que yo lo hago.
HEINRICH
¿El qué?
GOETZ
El Bien. ¿Aceptas la apuesta?
HEINRICH (encogiéndose de hombros)
No, bastardo, no apuesto nada.
GOETZ
Haces mal. Me has dicho que el Bien es imposible; apuesto, pues, a que haré
el Bien; sigue siendo la mejor manera de estar solo. Yo era criminal, ahora
me cambio; vuelvo la casaca y apuesto que seré un santo.
HEINRICH
¿Quién juzgará?
GOETZ
Tú, dentro de un año y un día. No tienes más que apostar.
HEINRICH
¡Si apuestas, pierdes de antemano, imbécil! Harás el Bien para pagar una
apuesta!
GOETZ
¡Justo! Bien, juguemos a los dados. Si gano yo, triunfa el Mal. Si pierdo,
¡ah! Si pierdo, no sé siquiera lo que haré. Bueno, ¿quién juega contra mí?
¡Nasty!
NASTY
No.
GOETZ
¿Por qué?
NASTY
Está mal.
GOETZ
Sí, está mal. ¿Qué te imaginas? Vamos, panadero, todavía soy malo.
NASTY
Si quieres hacer el Bien, no tienes más que decidir hacerlo, simplemente.
GOETZ
Quiero poner al Señor entre la espada y la pared. Esta vez tiene que ser sí o
no: si me hace ganar, arderá la ciudad y sus responsabilidades quedarán bien
establecidas. Vamos, juega: si Dios está contigo, no tienes por qué temer.
¿No te atreves, cobarde? ¿Prefieres que te ahorquen? ¿Quién se atreve?
CATALINA
¡Yo!
GOETZ
¿Tú, Catalina? (La mira.) ¿Por qué no? (Le da los dados.) Juega.
CATALINA (jugando)
Dos y uno. (Se estremece.) Será difícil que pierdas.
GOETZ
¿Quién te ha dicho que quiero perder? (Echa los dados en el cubilete.) No
tienes salida, Señor. Ha llegado el momento de poner las cartas boca arriba.
(Juega.)
CATALINA
Par de ases... Has perdido.
GOETZ
Me conformaré, pues, a la voluntad de Dios. Adiós, Catalina,
CATALINA
Bésame. (El la besa.) Adiós, Goetz.
GOETZ
Toma esta bolsa y vete donde quieras. (A FRANTZ,) Frantz, ve a decir al
capitán Ulrich que mande a los soldados a dormir. Tú, Nasty, regresa a la
ciudad, todavía se puede detener el motín. Si abrís las puertas al amanecer, si
los sacerdotes salen de Worms sanos y salvos y vienen a ponerse bajo mi
protección, levantaré el sitio al mediodía. ¿De acuerdo?
NASTY
De acuerdo.
GOETZ
¿Has recuperado la fe, profeta?
NASTY
Jamás la había perdido.
GOETZ
¡Afortunado!
HEIKRICH
Les devuelves la libertad, les devuelves la vida y la esperanza. ¿Pero a mí,
perro, a mí a quien me obligaste a traicionar, me devolverás mi pureza?
GOETZ
Eso es cosa tuya. Después de todo, no ha pasado nada.
HEINRICH
¡Qué importa lo que haya pasado! Mi intención era lo que contaba. Pero te
seguiré, te seguiré paso a paso, de día y de noche; cuenta conmigo para pesar
tus actos. Y puedes estar tranquilo: dentro de un año y un día, donde quiera
que te halles, acudiré a la cita.
GOETZ
Ya viene el alba. ¡Qué fría está! El alba y el Bien han entrado en mi tienda y
no estamos por eso más alegres; ésta solloza, aquél me odia; se creería uno
al día siguiente de una catástrofe. Acaso el Bien sea desesperante... Poco me
importa, por lo demás; no me toca juzgarlo, sino hacerlo. Adiós. (Sale.
CATALINA se echa a reír.)
CATALINA (riendo hasta las lágrimas)
¡Hizo trampa! ¡Yo lo vi, lo vi; hizo trampa para perder!
TELÓN
ACTO SEGUNDO
CUARTO CUADRO
ESCENA I
KARL y dos campesinos
CAMPESINO 1.°
¡Cómo gritan ahí dentro!
KARL
Son los barones; ¡imagínate sí estarán locos de rabia!
CAMPESINO 1.°
¿Y si se asusta y renuncia?
KARL
No hay peligro; es testarudo como una vaca. Escondeos, ahí viene.
ESCENA II
Los campesinos, ocultos, GOETZ y KARL
GOETZ
Hermano, ¿quieres traernos una frasca de vino? Bastará con tres vasos; yo
no bebo. Hazlo por amor a mí.
KARL
Por amor a ti lo haré, hermano.
(Sale GOETZ. Los campesinos salen de su escondite, riéndose y
golpeándose los muslos.)
LOS CAMPESINOS
¡Hermano, hermanito, hermanillo! ¡Toma! ¡Toma por amor a ti!
(Se dan palmadas en la espalda, riendo.)
KARL (colocando los vasos en una bandeja)
Todos los criados son sus hermanos. Dice que nos ama; nos mima y a veces
nos besa. Ayer se divirtió lavándome los pies. ¡El amabilísimo señor! ¡El
buenísimo hermano! ¡Puah! (Escupe.) Es una palabra que me quema la boca.
Tengo que escupir cada vez que la pronuncio. Le ahorcarán por haberme
llamado hermano y cuando le echen la soga al cuello le besaré en los labios
y le diré: "Buenas noches, hermanillo. Muere por amor a mí."
(Sale llevando los vasos y la bandeja.)
CAMPESINO 1.°
Ese es un hombre. A éste no le vienen con cuentos.
CAMPESINO 2.°
Me han dicho que sabe leer.
CAMPESINO 1.°
¡Diablos!
KARL (regresando)
He aquí las órdenes. Recorred las tierras de Nossak y de Schulheim.
Anunciad la noticia hasta en el más pequeño caserío: "Goetz regala a los
campesinos las tierras de Heidenstamm." Dejadles que se recobren y
agregad: "Si os regala sus tierras el puñetero, el bastardo, ¿por qué no da las
suyas el muy alto señor de Schulheim?" Excitadlos, enloquecedlos de rabia,
sembrad la inquietud por doquiera. ¡Idos! (Salen.) Goetz, mi querido
hermano, ya verás cómo echo a perder tus buenas obras. Reparte, pues, tus
tierras; un día sentirás no haber muerto antes de repartirlas. (Ríe.) ¡Amor!
¡Todos los días te visto y te desnudo, veo tu ombligo, los dedos de tus pies,
tu trasero, y quieres que te ame! ¡Cochino amor! Conrad era duro y brutal,
pero sus insultos me ofendían menos que tu bondad. (Entra NASTY.) ¿TÚ,
qué quieres?
ESCENA III
KARL y NASTY
NASTY
Goetz me ha llamado.
KARL
¡Nasty!
NASTY (reconociéndolo)
¡Eres tú!
KARL
¿Conoces a Goetz? ¡Buenas relaciones tienes!
NASTY
No te metas en eso. (Pausa.) Sé lo que piensas hacer, Karl. Obrarás con
prudencia si te mantienes tranquilo y esperas mis órdenes.
KARL
Los del campo no tienen nada que hacer con las órdenes de la ciudad.
NASTY
Si intentas esa faena, haré que te cuelguen.
KARL
Ten cuidado, no vayas a ser tú el ahorcado. Ante todo: ¿qué haces aquí? Me
parece sospechoso. Vienes a hablar con Goetz y luego nos disuades de la
revuelta: ¿quién me dice que no te han comprado?
NASTY
¿Y quién me dice a mí que no te han pagado para hacer que estalle
prematuramente la rebelión y puedan aplastarla los señores?
KARL
Aquí está Goetz.
ESCENA IV
GOETZ, NASTY, los BARONES
(GOETZ entra de espaldas, acosado por los barones SCHULHEIM,
NOSSAK y RIETSCHEL que le rodean vociferantes.)
NOSSAK
Los campesinos te importan un bledo; lo que tú quieres es acabar con
nosotros.
SCHULHEIM
¿Quieres lavar con nuestra sangre las juergas de la puta de tu madre?
NOSSAK
¿Y convertirte en el sepulturero de la nobleza alemana?
GOETZ
Hermanos, queridísimos hermanos míos, ni siquiera sé de qué me habláis.
RIETSCHEL
¿No sabes que tu gesto va a encender la pólvora? ¿Que nuestros campesinos
se volverán locos furiosos si no les damos inmediatamente las tierras y
nuestra bendición, por añadidura?
SCHULHEIM
¿No sabes que irán a sitiarnos en nuestros castillos?
RIETSCHEL
¿Que si aceptamos, será nuestra ruina, y si nos negamos, la muerte?
NOSSAK
¿No sabes todo esto?
GOETZ
Mis queridísimos hermanos...
SCHULHEIM
¡Déjate de mojigangas! ¿Renuncias? Contesta sí o no.
GOETZ
Perdonadme, hermanos, pero mí respuesta es no.
SCHULHEIM
¡Eres un asesino!
GOETZ
Sí, hermano, como todo el mundo.
SCHULHEIM
¡Un bastardo!
GOETZ
Sí, como Jesucristo.
SCHULHEIM
¡Saco de mierda! ¡Excremento de la tierra!
(Le da un puñetazo en el rostro, GOETZ se tambalea, pera se endereza y
avanza sobre SCHULHEIM; todos retroceden. De repente, GOETZ se
arroja al suelo cuan largo es.)
GOETZ
¡Socorro, ángeles! ¡Ayudadme a vencerme! (Todo su cuerpo tiembla.) No
pegaré. Me cortaré la mano derecha, si quiere pegar. (Se retuerce en el suelo.
SCHULHEIM le da un puntapié.) Rosas, lluvia de rosas, caricias. ¡Cómo me
ama, Díos! Lo acepto todo. (Se levanta.) ¡Soy un perro bastardo, un saco de
mierda, un traidor, rezad por mí!
SCHULHEIM (pegándole)
¿Renuncias?
GOETZ
Si me pegas, te mancharás.
RIETSCHEL (amenazante)
¿Renuncias?
GOETZ
¡Líbrame, Señor, del abominable deseo de reír!
SCHULHEIM
¡Dios mío!
RlETSCHEL
Venid, estamos perdiendo el tiempo.
ESCENA V
NASTY, GOETZ, KARL
GOETZ (alegremente, dirigiéndose hacia NASTY)
Salud, Nasty. Salud, hermano mío. Me alegra mucho verte de nuevo. Hace
dos meses, ante los muros de Worms, me ofreciste la alianza de los pobres.
Pues bien, la acepto. Espera: me toca hablar a mí; voy a darte buenas
noticias. Antes de hacer el Bien, me dije que era menester conocerlo y
reflexioné durante mucho tiempo. Pues bien, Nasty, lo conozco ya. El Bien
es el Amor. Bueno, pero el hecho es que los hombres no se aman; ¿y qué es
lo que les impide amarse? La desigualdad de las condiciones, la servidumbre
y la miseria. Es preciso, pues, suprimirlas. Hasta aquí estamos de acuerdo,
¿verdad? No me sorprende: he aprovechado tus lecciones. Sí, Nasty, he
pensado mucho en ti estos últimos tiempos. Sólo que tú quieres dejar para
más tarde el reino de Dios; pero yo soy más ladino: he encontrado un medio
para que comience en seguida, al menos en un rincón de la tierra, aquí.
Primero: abandono mis tierras a los campesinos. Segundo: organizo en esta
misma tierra la primera comunidad cristiana; ¡todos iguales! ¡Ah!, Nasty:
soy capitán y estoy disputando una batalla del Bien, que pretendo ganar
inmediatamente y sin efusión de sangre. ¿Quieres ayudarme? Tú sabes
hablar a los pobres. Entre los dos reconstruiremos el Paraíso, pues el Señor
me ha elegido para borrar nuestro pecado original. Óyeme, he encontrado un
nombre para mi falansterio: lo llamo la Ciudad del Sol. ¿Qué pasa? ¡Ah!
¡Cabeza de mulo! ¡Aguafiestas! ¿Qué tienes que reprocharme ahora?
NASTY
Guarda para ti tus tierras.
GOETZ
¿Guardar mis tierras? ¿Y eres tú, Nasty, el que me lo pide? ¡Pardiez, me lo
esperaba todo menos esto!
NASTY
Guárdalas. Si quieres nuestro bien, estáte tranquilo y, sobre todo, no toques
nada.
GOETZ
¿Entonces, también tú crees que los campesinos van a rebelarse?
NASTY
No lo creo, lo sé.
GOETZ
Debí imaginármelo. Debí prever que escandalizaría tu alma estrecha y terca.
Hace un momento, esos cerdos, y ahora, tú. ¡Cuánta razón he de tener para
que gritéis tan fuerte! Pues bien, eso me estimula. Daré esas tierras. ¡Vaya si
las daré! Se hará el Bien contra todos.
NASTY
¿Quién te ha pedido que las des?
GOETZ
Sé que debo darlas.
NASTY
¿Pero quién te lo ha pedido?
GOETZ
Lo sé, te digo. Veo mí camino como te veo a ti: Dios me ha prestado su luz.
NASTY
Cuando Dios se calla, se le puede hacer decir lo que uno quiera.
GOETZ
¡Oh, profeta admirable! Treinta mil campesinos se mueren de hambre, yo me
arruino para aliviar su miseria y tú me anuncias tranquilamente que Dios me
prohibe salvarlos.
NASTY
¿Tú, salvar a los pobres? Sólo puedes corromperlos.
GOETZ
¿Quién los salvará entonces?
NASTY
No te preocupes por ellos; se salvarán solos.
GOETZ
¿Y qué será de mí, si se me quita los medios de hacer el Bien?
NASTY
Tienes trabajo; administrar tu fortuna y acrecentarla, basta para llenar una
vida.
GOETZ
¿Debo, pues, convertirme en un mal rico para complacerte?
NASTY
No hay malos ricos. Hay ricos, simplemente.
GOETZ
Nasty, soy de los tuyos.
NASTY No.
GOETZ
¿No fui pobre toda mí vida?
NASTY
Hay dos especies de pobres: los que son pobres en comunidad y los que lo
son en soledad. Los primeros son los auténticos; los otros son ricos que no
tuvieron suerte.
GOETZ
Supongo que tampoco son pobres los ricos que dieron sus bienes.
NASTY
No, ésos son antiguos ricos.
GOETZ
Entonces, yo estaba perdido de antemano. Avergüénzate, Nasty, de condenar
sin remisión a un cristiano. (Anda aguadamente.) Por orgullosos que sean
los hidalgüelos que me odian, no lo son tanto como vosotros y me sería
menos difícil entrar en su casta que en la vuestra. ¡Paciencia! Gracias, Señor;
los amaré, pues, sin esperar igual pago. Mi amor hará que se derrumben los
muros de tu alma acerba; desarmará el enojo de los pobres. Te amo, Nasty,
os amo a todos.
NASTY (con mayor dulzura)
Si nos amas, renuncia a tu proyecto.
GOETZ
No.
NASTY (cambiando de tono, más apremiante)
Escucha: necesito siete años.
GOETZ
¿Para qué?
NASTY
Dentro de siete años estaremos listos para comenzar la guerra santa. No
antes. Si arrojas ahora los campesinos a la revuelta, no les doy ocho días de
plazo para que los exterminen. Se necesitará más de medio siglo para
reconstruir lo que, de esta manera, destruirías en una semana.
KARL
Acaban de llegar los campesinos, señor.
NASTY
Despídeles, Goetz. (GOETZ no responde.) Escucha; si realmente quieres
ayudarnos, puedes hacerlo.
GOETZ (a KARL)
Ruégales que esperen, hermano. (Sale KARL.) ¿Qué es lo que me propones?
NASTY
Conservarás tus tierras.
GOETZ
Depende de lo que me propongas.
NASTY
Si las conservas, pueden servirnos de lugar de asilo y reunión. Yo me
instalaré en una de tus aldeas. De allí irradiarán mis órdenes para toda
Alemania; de allí partirá, dentro de siete anos, la señal de la guerra. Puedes
prestarnos inestimables servicios. ¿Qué dices?
GOETZ
No.
NASTY
¿Te niegas?
GOETZ
No haré el Bien a plazos. ¿No me has comprendido, pues, Nasty? Gracias a
mí, antes de que termine el año la felicidad, el amor y la virtud reinarán
sobre diez mil arpendes de tierra. Quiero construir en mi dominio la Ciudad
del Sol y tú quieres que haga de él una guarida de asesinos.
NASTY
Se sirve al Bien como un soldado, Goetz, ¿y cuál es el soldado que por sí
solo gana una guerra? Comienza por ser modesto.
GOETZ
No seré modesto. Humilde, todo lo cjue quieras, pero no modesto. La
modestia es la virtud de los tibios. (Pausa.) ¿Por qué habría de ayudarte yo a
preparar la guerra? ¡Dios ha prohibido verter sangre y tú quieres
ensangrentar a Alemania! No seré yo tu cómplice.
NASTY
¿No verterás sangre? Anda, reparte tus tierras, regala tu castillo y verás
cómo empieza a sangrar la tierra alemana.
GOETZ
No sangrará. El Bien no puede engendrar el Mal.
NASTY
El Bien no engendra el Mal, de acuerdo. Pero como tu loca generosidad va a
provocar una matanza, habrá que convenir igualmente en que no haces el
Bien.
GOETZ
¿Sería hacer el Bien perpetuar el sufrimiento de los pobres?
NASTY
Pido siete años.
GOETZ
¿Y los que mueran de aquí a entonces? ¿Los que habiendo pasado su vida en
el odio y el terror, revienten en la desesperación?
NASTY
¡Dios salve sus almas!
GOETZ
¡Siete años! Y después de siete años de espera vendrán siete años de guerra y
luego siete años de penitencia porque habrá que reconstruir las ruinas, y sabe
Dios lo que vendrá después; acaso una nueva guerra y una nueva penitencia
y unos nuevos profetas que pedirán siete años de paciencia. Charlatán: ¿les
harás esperar hasta el día del Juicio? Yo digo que el Bien es posible, todos
los días, a todas horas, en este mismo instante: yo seré el que hace el Bien de
inmediato. Heinrich decía: "Basta que dos hombres se odien para que el
odio, de uno a uno, contagie al universo entero." Y yo digo que, en verdad,
basta que un hombre ame a todos los hombres con un amor sin reservas para
que ese amor se contagie, de uno a uno, a toda la humanidad.
NASTY
¿Y tú serás ese hombre?
GOETZ
Lo seré, sí, con la ayuda de Dios. Sé que el Bien es más difícil que el MalEl
Mal sólo era yo, el Bien es todo. Pero no temo. Es preciso recalentar la
tierra y yo la recalentaré. Dios me ha dado el mandato de deslumbrar, y
deslumbraré, sangraré luz. Soy un carbón ardiente; el soplo de Dios me
atiza; ardo vivo. Estoy enfermo del Bien, panadero, y quieto que esta,
enfermedad sea contagiosa. Seré testigo, mártir y tentación.
NASTY
Impostor.
GOETZ
¡No conseguirás turbarme! Veo, sé, la luz lo inunda todo; profetizaré.
NASTY
Aquel que dice: "Haré lo que creo bueno, aunque perezca el mundo", es un
falso profeta, un agente del diablo.
GOETZ
Falso profeta y agente del diablo es el que dice: "Perezca primero el mundo
y veré luego si el Bien es posible."
NASTY
Goetz, si me estorbas, te aplastaré.
GOETZ
¿Podrías tú matarme, Nasty?
NASTY
Sí, si me estorbas.
GOETZ
Yo no podría hacerlo: el amor es mi destino. Voy a repartir mis tierras.
TELÓN
QUINTO CUADRO
Ante el pórtico de una iglesia de aldea. Bajo el porche, dos bancos. Sobre
uno de ellos hay un tambor, sobre el otro, una flauta.
ESCENA I
GOETZ y NASTY, luego los CAMPESINOS
GOETZ (entra llamando)
¡Eh! Ni un alma en treinta leguas a la redonda; se esconden bajo tierra. Mí
bondad ha caído sobre ellos como una catástrofe. ¡Imbéciles! (Se vuelve
bruscamente hacia NASTY.) ¿Por qué me sigues?
NASTY
Para asistir a tu fracaso.
GOETZ
No habrá fracaso. Hoy coloco la primera piedra de mi ciudad. Me imagino
que estarán en las bodegas. Paciencia. Que coja yo siquiera a media docena
y verás si sé convencerlos. (Gritos, música de pífanos.) ¿Qué es esto? (Entra
una procesión de campesinos, medio ebrios, trayendo una santa de yeso
sobre unas andas.) ¡Qué alegres estáis! ¿Festejáis el gracioso don de vuestro
antiguo señor?
UN CAMPESINO
Dios nos libre, buen monje.
GOETZ
Yo no soy monje.
(Se quita la capucha.)
LOS CAMPESINOS
¡Goetz!
(Retroceden espantados. Algunos se santiguan.)
GOETZ
¡Goetz, sí, Goetz, el coco! Goetz, el Atila que ha dado sus tierras por caridad
cristiana. ¿Tan temible os parezco? Acercaos: quiero hablaros. (Pausa.) ¿Y
bíen, qué esperáis? ¡Acercaos! (Silencio obstinado de los campesinos. Con
un tono más imperioso.) ¿Quién manda aquí?
UN ANCIANO (a regañadientes)
Yo.
GOETZ
Acércate.
(El ANCIANO se separa del grupo y se le acerca. Los CAMPESINOS les
miran en silencio.)
GOETZ
Díme: he visto unos sacos de grano en el silo señorial. ¿Es que no me habéis
entendido? No más diezmos, no más tributos.
EL ANCIANO
Queremos que todavía por algún tiempo todo siga igual.
GOETZ
¿Por qué?
EL ANCIANO
Para ver qué pasa.
GOETZ
Está bien. El grano se pudrirá. (Pausa.) ¿Y qué decís de vuestra nueva
condición?
EL ANCIANO
No hablamos de eso, señor.
GOETZ
Yo ya no soy tu señor. Llámame hermano, ¿me oyes?
EL ANCIANO
Sí, mi señor.
GOETZ
Tu hermano, te digo,
EL ANCIANO
No, eso no.
GOETZ
Te lo or... Te lo suplico.
EL ANCIANO
Será mi hermano, si se empeña, pero yo no seré el
suyo. Cada cual en su lugar, mi señor.
GOETZ
Anda, anda. Ya te acostumbrarás. (Señalando la flauta y el tambor.) ¿Qué es
eso?
EL ANCIANO
Una flauta y un tambor.
GOETZ
¿Quién los toca?
EL ANCIANO
Los monjes.
GOETZ
¿Hay monjes aquí?
EL ANCIANO
El hermano Tetzel ha venido de Worms con dos frailucos para vendernos
indulgencias.
GOETZ (amargamente)
Por eso estáis contentos, ¿eh? (Bruscamente.) ¡Al diablo! No quiero aquí
esas cosas. (Silencio del ANCIANO.) Esas indulgencias no valen nada.
¿Crees que Dios va a chalanear sus perdones? (Pausa.) ¿Si todavía fuese tu
amo y te ordenase expulsar de aquí a esos tres ladrones, lo harías?
EL ANCIANO
Sí, lo haría.
GOETZ
Pues bien: por última vez, es tu amo quien te ordena...
EL ANCIANO
Ya no es nuestro señor.
GOETZ
Vete. Eres demasiado viejo. (Le empuja, salta sobre la escalinata y se dirige
a todos.) ¿Os habéis preguntado siquiera por qué os he regalado mis tierras?
(Señalando a un campesino.) Responde tú.
EL CAMPESINO
No lo sé.
GOETZ (a una mujer)
¿Y tú?
LA MUJER (vacilando)
Tal vez... porque quiso hacernos felices.
GOETZ
¡Bien contestado! Sí, eso es lo que he querido. Pero la felicidad no es más
que un medio. ¿Qué pensáis hacer?
LA MUJER (asustada)
¿Con la felicidad? Habría que tenerla primero...
GOETZ
La tendréis, no temas. ¿Qué haréis con ella?
LA MUJER
No lo hemos pensado. Ni siquiera sabemos lo que es.
GOETZ
Pero yo sí lo he pensado por vosotros. (Pausa.) Vosotros sabéis que Dios nos
manda amar. Hasta ahora, esto era imposible. Todavía ayer, hermanos míos,
erais demasiado desdichados para que pudiera pensarse en pediros amor.
Pero yo quiero que no tengáis excusa alguna. Voy a haceros gordos y ricos, y
amaréis, pardiez, exigiré que améis a todos los hombres. Renuncio a mandar
en vuestros cuerpos, pero es para guiar vuestras almas, pues Dios me
ilumina. Yo soy el arquitecto y vosotros los obreros: todo es de todos, las
herramientas y las tierras en común, ya no habrá pobres, ni ricos, ni más ley
que el amor. Seremos el ejemplo de toda Alemania. ¿Vamos, muchachos, lo
intentamos? (Silencio.) No me preocupa asustaros al principio; nada es más
tranquilizador que un buen diablo viejo. Pero los ángeles, hermanos míos,
los ángeles son sospechosos. (La multitud sonríe, suspira y se agita.) ¡Por
fin! ¡Por fin me sonreís!
LA MULTITUD
¡Ya están aquí! ¡Ya están aquí!
GOETZ (volviéndose, ve a TETZEL, con despecho)
¡Que el diablo se lleve a los monjes!
ESCENA II
Los mismos, TETZEL, dos frailucos y un cura (Los dos frailucos cogen sus
instrumentos. Traen una mesa que colocan en el escalón superior. TETZEL
pone sobre la mesa sus rollos de pergamino.)
TETZEL
¡Eh, buena gente! ¡Acercaos! ¡Acercaos, que no he comido ajo! (Se ríen.)
¿Cómo van por acá las cosas? ¿Es buena la tierra?
LOS CAMPESINOS
No demasiado mala.
TETZEL
¿Y las esposas? ¿Insoportables como siempre?
LOS CAMPESINOS
¡Vaya! ¡Como en todas partes!
TETZEL
No os quejéis: os protegen del diablo porque son más zorras que él. (La
multitud ríe.) ¡Bueno, muchachos, esto no es todo: vamos a hablar de cosas
serias! ¡Música! (Tambor y pífano.) Trabajar a todas horas está muy bien,
pero, a veces, se apoya uno en su azadón, mira a lo lejos y se dice: "¿Qué va
a pasarme después de muerto?" No basta con tener una hermosa tumba muy
florida: el alma no se queda allí. ¿Adonde irá? ¿Al infierno? (Tambor.) ¿O al
paraíso? (Flauta.) Buena gente, Dios se ha hecho la misma pregunta. Tanto
se inquieta Dios por vosotros que ya no duerme. A ver, tú, ¿cómo te llamas?
EL CAMPESINO
Peter.
TETZEL
Bueno, Peter, de vez en cuando te tomas una copita de más, ¿verdad?
¡Vamos, no mientas!
EL CAMPESINO
¡Eh!, a veces me pasa.
TETZEL
¿Y a tu mujer, le pegas?
EL CAMPESINO
Cuando estoy bebido.
TETZEL
Pero ¿tú temes a Dios?
EL CAMPESINO
¡Oh!, sí, hermano.
TETZEL
¿Y amas a la Virgen?
EL CAMPESINO
Más que a mi madre.
TETZEL
Pues ahí tienes a Dios en un conflicto. "Ese hombre, se dice Dios, no es
malo. Y no tengo ganas de hacerle daño. Sin embargo, ha pecado y debo
castigarlo."
EL CAMPESINO (desolado)
¡Ay!
TETZEL
¡Espera, hombre! ¡Afortunadamente, ahí están los santos! Cada uno de ellos
ha merecido cien mil veces el cielo, pero eso no les sirve de nada puesto que
sólo pueden entrar una vez. ¿Entonces, qué se dice Dios? Se dice: "Para que
no se pierdan las entradas que no se usan, voy a distribuirlas entre quienes
no las merecen. El bueno de Peter, si compra una indulgencia al hermano
Tetzel, entrará en mi paraíso con una de las invitaciones de San Martín."
¿Eh?, ¿eh? ¿No os parece un hallazgo? (Aclamaciones.) Vamos, Peter, saca
la bolsa. Hermanos míos: Dios le propone este negocio increíble: el paraíso
por dos escudos; ¿quién es el miserable, quién es el roñoso que no dará dos
escudos por su vida eterna? (Coge los dos escudos de PETER.) Gracias, Vete
a tu casa y no peques más. ¿Quién quiere? Mirad: he aquí un artículo
utilísimo. Cuando presentéis este rollo a vuestro cura, estará obligado a
perdonaros el pecado mortal que escojáis. ¿Verdad, cura?
EL CURA
Obligado, es verdad.
TETZEL
¿Y esto? (Blande un pergamino.) ¡Ah! ¡Hermanos míos! ¡Esta es una
delicadeza de Dios! Estas indulgencias que veis aquí, han sido especialmente
estudiadas para la buena gente que tenga a la familia en el purgatorio. Si dais
la suma necesaria, toda vuestra difunta parentela desplegará sus alas y subirá
al cielo. Dos escudos por cada persona transferida; la transferencia es
inmediata. ¡Vamos! ¿Quién lo quiere? ¿Quién lo quiere? ¿A ver, tú, a quién
has perdido?
UN CAMPESINO
A mi madre.
TETZEL
¿A tu madre solamente? ¿A tu edad, sólo has perdido a tu madre?
EL CAMPESINO (vacilante)
Bueno, también un tío, pero...
TETZEL
¿Y vas a dejar a tu pobre tío en el purgatorio? ¡Vamos, vamos! Cuéntame
cuatro escudos. (Los saca y los mantiene encima de su escarcela.) Atención,
muchachos, atención: cuando caigan los escudos, volarán las almas. (Deja
caer los escudos en la escarcela. Flauta.) ¡Una! (Flauta.) ¡Y dos! ¡Vedlas!
¡Vedlas! ¡Revolotean por encima de vosotros; dos blancas mariposas!
(Flauta.) ¡Hasta pronto! ¡Hasta pronto! Rezad por nosotros y saludad a todos
los santos. ¡Vamos, muchachos, un pequeño saludo para esos dos encantos!
(Aplausos.) ¿A quién le toca el turno? (Los campesinos se acercan en gran
número.) ¿Por tu mujer y tu abuela? ¿Por tu hermana? (Flauta. Flauta.) ¡A
pagar! ¡A pagar!
GOETZ
¡Atrás!
(Rumores en la multitud.)
TETZEL (al CURA)
¿Quién es éste?
EL CURA
Es su antiguo señor. Nada que temer.
GOETZ
Insensatos, que os creéis salvados con una limosna: ¿pensáis acaso que los
mártires se dejaron quemar vivos para que vosotros entraseis en el Paraíso
como se entra en un molino? ¡Y en cuanto a los santos, no os salvaréis
comprando sus méritos, sino adquiriendo sus virtudes!
EL CAMPESINO
Entonces, prefiero ahorcarme y que me condenen de una vez. No puede uno
hacerse santo cuando se trabaja dieciséis horas al día.
TETZEL (al CAMPESINO)
Tú cállate, borrico. Nadie te pide tanto. Compra de vez en cuando un par de
indulgencias y Dios te concederá su misericordia.
GOETZ
¡Anda! Cómprale sus baratijas. ¡Con dos escudos te hará pagar el derecho a
incurrir de nuevo en tus vicios, pero Dios no ratificará el trato! ¡Irás al
infierno!
TETZEL
¡Quítales la esperanza! ¡Quítales la fe! ¡Valor! ¿Y qué les darás a cambio?
GOETZ
El amor.
TETZEL
¿Qué sabes tú del amor?
GOETZ
¿Y tú? ¿Cómo podría amarlos quien los desprecia lo bastante como para
venderles el cielo?
TETZEL (a los CAMPESINOS)
¿Os desprecio yo, corderinos míos?
TODOS
¡Oh!
TETZEL
¿No os quiero yo, pollitos míos?
Los CAMPESINOS
¡Sí, sí! ¡Nos quieres!
TETZEL
Soy de la Iglesia, hermanos míos: fuera de la Iglesia no hay amor. La Iglesia
es la madre de todos nosotros; por medio de sus monjes y de sus sacerdotes,
dispensa a todos sus hijos, a los más desheredados lo mismo que a los
favoritos de la suerte, el mismo amor maternal. (Se oyen una campanilla y
una carraca. Entra el LEPROSO. Los CAMPESINOS se refugian al otro
lado del escenario, presas del pánico.) ¿Qué pasa?
(El CURA y los FRAILUCOS entran corriendo en la iglesia.)
Los CAMPESINOS (mostrándole al LEPROSO con el dedo)
¡Míralo! ¡Ahí viene! ¡Ten cuidado! ¡El leproso!
TETZEL (horrorizado)
¡Ay, mi dulce Jesús!
(Pausa. GOETZ se aproxima al LEPROSO.)
GOETZ (a TETZEL, señalándole al LEPROSO)
¡Bésalo!
TETZEL
¡Puah!
GOETZ
Si la Iglesia ama sin asco ni reserva al más desheredado de sus hijos, ¿a qué
esperas para besarlo? (TETZEL dice que no con la cabeza.) Jesús lo hubiese
cogido en sus brazos. Yo lo amo más que tú.
(Pausa. GOETZ se acerca al LEPROSO.)
EL LEPROSO (entre dientes)
Otro que me va a hacer el truco del beso al leproso.
GOETZ
Acércate, hermano.
EL LEPROSO
¡Ya está! (Se aproxima a regañadientes.) Si con eso te salvas, no puedo
negarme, pero date prisa. Todos son iguales: se creería que Dios me hizo
leproso expresamente para darles la ocasión de ganarse el cielo. (GOETZ va
a besarlo.) En la boca no, ¿eh? (Beso.) ¡Puah! (Se limpia.)
TETZEL (echándose a reír)
¿Y bien? ¿Estas contento? ¡Mira cómo se limpia la boca! ¿Está menos
leproso que antes? Dime, leproso, ¿cómo va esa vida?
EL LEPROSO
Iría mejor si hubiese menos santos y más leprosos.
TETZEL
¿Dónde vives?
EL LEPROSO
En el bosque, con otros leprosos.
TETZEL
¿Y qué hacéis todo el día?
EL LEPROSO
Nos contamos chistes de leprosos.
TETZEL
¿Por qué has venido a la aldea?
EL LEPROSO
Para ver si podía conseguir una indulgencia.
TETZEL
Enhorabuena.
EL LEPROSO
¿Es verdad que las vendes?
TETZEL
A dos escudos.
EL LEPROSO
No tengo ni un ochavo.
TETZEL (triunfante, a los CAMPESINOS)
¡Mirad! (Al LEPROSO.) ¿Ves esta estupenda indulgencia nuevecita? ¿Qué
prefieres? ¿Que te la dé o que te bese en los labios?
EL LEPROSO
Pardiez...
TETZEL
¡Ah!, yo haré lo que tú quieras. Escoge.
EL LEPROSO
Pardiez, prefiero que me la des.
TETZEL
Ahí la tienes, gratis pro Deo, es un regalo de tu Santa Madre Iglesia. Toma.
EL LEPROSO
¡Viva la Iglesia!
(TETZEL le arroja la indulgencia, que el LEPROSO coge al vuelo.)
TETZEL
¡Y ahora, vete! ¡De prisa!
(Sale el LEPROSO. Ruido de campanillas y carraca.)
TETZEL
¿Y bien? ¿Quién le amaba más?
LA MUCHEDUMBRE
¡Tú! ¡Tú! ¡Viva Tetzel!
TETZEL
Y ahora, hermanos, continuemos. ¿A quién le toca la vez? Por tu hermana
que murió en un país remoto. (Flauta,) Por las tías que te educaron. Por tu
madre. Por tu padre y tu madre, por tu hijo mayor. ¡A pagar! ¡A pagar! ¡A
pagar!
GOETZ
¡Perros! (Golpea la mesa y echa a rodar el tambor por la escalinata.) Cristo
arrojó a los mercaderes del templo... (Se detiene, mira a los CAMPESINOS
silenciosos y hostiles, se echa el capuchón sobre el rostro y cae de rodillas
junto al muro de la iglesia, gimiendo.) ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Vergüenza me da no
saber hablarles! ¡Señor, haz que encuentre el camino de sus corazones! (Los
CAMPESINOS le miran, TETZEL sonríe; los CAMPESINOS miran a
TETZEL. TETZEL guiña el ojo, se lleva el dedo a los labios para imponer
silencio y, con un movimiento de la cabeza, les indica la puerta de la iglesia.
Por ella entra él de puntillas. Los CAMPESINOS entran en la iglesia
llevando a la santa en andas. Desaparecen todos. Un momento de silencio.
Luego, vestido de laico, aparece HEINRICH en el umbral de la iglesia.)
ESCENA III
HEINRICH, GOETZ, NASTY
(HEINRICH baja hacia GOETZ, sin ver a NASTY.)
HEINRICH
Tomas a las almas por legumbres.
GOETZ
¿Quién habla?
HEINRICH
El hortelano puede decidir lo que conviene a las zanahorias, pero nadie
puede escoger el bien de los demás en su lugar.
GOETZ
¿Quién habla? ¿Heinrich?
HEINRICH
Sí.
GOETZ (se levanta y echa atrás su capuchón)
Estaba seguro de volver a verte en cuanto diera el primer paso en falso.
(Pausa.) ¿Qué vienes a hacer aquí? ¿A alimentar tu odio?
HEINRICH
"El que siembra el Bien cosechará el Bien." ¿Lo dijiste tú, verdad?
GOETZ
Lo dije, y lo repito todavía.
(Pausa.)
HEINRICH
He venido a traerte la cosecha.
GOETZ
Es demasiado pronto para cosechar.
(Pausa.)
HEINRICH
Catalina se muere: es tu primera cosecha.
GOETZ
¿Se muere? Que Dios acoja su alma. ¿Qué quieres que le haga yo?
(HEINRICH se ríe.) ¡No te rías, imbécil! ¿Lo ves cómo no sabes reír?
HEINRICH (Con tono de excusa)
Es que me está haciendo muecas.
GOETZ (volviéndose vivamente)
¿Quién? (Comprende.) ¡Ah! (Volviéndose hacia HEINRICH.) ¡Ah!, ¿ya no
os separáis nunca?
HEINRICH
Casi nunca.
GOETZ
Es una compañía.
HEINRICH (pasándose la mano por el rostro)
Muy pesada.
GOETZ (acercándosele)
Heinrich.., si te he hecho daño, perdóname.
HEINRICH
Perdonarte..., ¿para que vayas a jactarte en todas partes de haber
transformado el odio en amor, como el Cristo transformaba el agua en vino?
GOETZ
Tu odio me pertenece. Te libraré de él y del diablo.
HEINRICH (con una voz cambiada, como si otro hablase por su boca)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Padre soy yo; el
diablo es mi Hijo; el odio es el Espíritu Santo. Tardarás menos en hacer
pedazos la Trinidad celeste que en partir en tres nuestra Trinidad.
GOETZ
Buenas noches, entonces. Anda a decir tus misas en Worms y te doy cita
dentro de nueve meses.
HEINRICH
Nunca regresaré a Worms ni jamás volveré a decir una misa. Ya no soy de la
Iglesia, bufón. Me retiraron el derecho a celebrar los oficios y a administrar
los sacramentos
GOETZ
¿Qué pueden reprocharte?
HEINRICH
Dicen que me hice pagar la entrega de la ciudad.
GOETZ
Es una infecta mentira.
HEINRICH
Fui yo quien dijo esa mentira: Subí al pulpito y lo confesé todo ante todos;
mi amor al dinero, mi envidia, mi indisciplina y mis deseos carnales.
GOETZ
Mentías.
HEINRICH
¿Y qué? Por doquiera se repetía en Worms que la Iglesia aborrecía a los
pobres y que me había ordenado entregarlos a la matanza. Había que
suministrarle un pretexto para que renegase de mí.
GOETZ
Pues bien; has expiado.
HEINRICH
¡De sobra sabes tú que jamás se expía!
GOETZ
Es verdad. Nada borra nada. (Pausa. Bruscamente, acercándose a
HEINRICH.) ¿Qué le pasa a Catalina?
HEINRICH
Su sangre se pudre, su cuerpo está cubierto de úlceras. Hace ya tres semanas
que ni duerme ni come.
GOETZ
¿Por qué no te quedaste a su lado?
HEINRICH
Nada tiene ella que ver conmigo, ni yo con ella. (NASTY entra y permanece
al fondo.)
GOETZ
Es preciso curarla.
HEINRICH
No puede sanar, es preciso que muera,
GOETZ
¿De qué se mucre?
HEINRICH
De vergüenza. Su cuerpo le produce horror a causa de todas las manos de
hombres que se posaron sobre él. Su corazón le asquea todavía más porque
tu imagen ha quedado dentro de él. Su enfermedad mortal eres tú.
GOETZ
Eso fue el año pasado, cura, y no reconozco las culpas de entonces. Pagaré
por esa falta en el otro mundo y por toda la eternidad. Pero en este mundo,
eso se acabó; no tengo un minuto que perder.
HEINRICH
Luego hay dos Goetz.
GOETZ
Dos, sí. Uno vivo, que hace el Bien, y otro, muerto,
que hacía el Mal.
HEINRICH
¿Y has enterrado tus pecados con el muerto?
GOETZ
Sí.
HEINRICH
Muy bien. Sólo que no es el muerto el que está asesinando a la chica, sino el
hermoso, el purísimo Goetz que se ha consagrado al amor.
GOETZ
¡Mientes! Quien cometió el crimen fue el Goetz malvado.
HEINRICH
Eso no era un crimen. Al mancillarla, le diste mucho más de lo que tu mismo
poseías: el amor. El hecho es que ella te amaba, no sé por que. Y luego, un
buen día, la gracia te tocó; entonces pusiste una bolsa en manos de Catalina
y la despediste. Y de eso muere.
GOETZ
¿Podía yo vivir con una puta?
HEINRICH
Sí, puesto que fuiste tu quien le hizo serlo.
GOETZ
Había que renunciar al Bien o renunciar a ella.
HEINRICH
Si la hubieses guardado, acaso la habrías salvado, y a ti con ella. Pero, ¿y
qué? ¿Salvar un alma, una sola? ¿Podía rebajarse un Goetz a eso? El tenía
proyectos más grandiosos.
GOETZ (bruscamente)
¿Dónde está?
HEINRICH
En tus propias tierras.
GOETZ
¿Quiere volver a verme?
HEINRICH
Sí. Y luego el Mal la abatió en el camino.
GOETZ
¿Dónde?
HEINRICH
No te lo diré; ya le has hecho bastante daño.
GOETZ (levantando el puño, furioso)
Yo... (Se calma.) Está bien, la encontraré yo mismo. Adiós, Heinrich.
(Haciendo una reverencia del lado del diablo.) ¡Mis respetos! (Volviéndose
hacia NASTY.) Ven, Nasty.
HEINRICH (sorprendido)
¡Nasty!
(NASTY quiere seguir a GOETZ, pero HEINRICH le cierra el paso.)
ESCENA IV
HEINRICH, NASTY
HEINRICH (tímidamente)
¡Nasty! (Más fuerte.) Te buscaba, Nasty. ¡Detente! Es preciso que hable
contigo. Despréciame cuanto quieras con tal de que me escuches. He
atravesado las tierras de Schulheim; la rebelión está incubándose.
NASTY
Déjame pasar. Lo sé.
HEINRICH
¿Deseas esa revuelta? Dime, ¿la deseas tú?
NASTY
¿Qué te importa a ti eso? Déjame pasar.
HEINRICH (extendiendo el brazo)
No pasarás sin haberme contestado.
NASTY (le mira en silencio, luego se decide)
Tanto si la deseo como si no, ya nadie puede impedirla.
HEINRICH
Yo puedo hacerlo. En dos días puedo levantar un dique contra el mar. A
cambio, Nasty, quisiera que me perdonaras.
NASTY
¿Otra vez con el juego del perdón? (Pausa.) Es un juego que me aburre; no
entro en él. No soy quién para condenar ni para absolver; eso le corresponde
a Dios.
HEINRICH
Si Dios me diese a escoger entre su perdón y el tuyo, escogería el tuyo.
NASTY
Harías una mala elección; perderías el paraíso por un soplo de voz.
HEINRICH
No, Nasty; yo cambiaría el perdón del cielo por el de la tierra.
NASTY
La tierra no perdona.
HEINRICH
Me hartas.
NASTY
¿Qué dices?
HEINRICH
No es a ti a quien hablo. (A NASTY.) No me facilitas las cosas; me fuerzan al
odio, Nasty; me fuerzan al odio y tú no me ayudas. (Se santigua tres veces.)
Bueno, por un momento estaré tranquilo. Escucha, entonces. Pronto. Los
campesinos se organizan. Van a parlamentar con los barones. Eso nos da
unos días.
NASTY
¿Qué harás con ellos?
HEINRICH (señalando la iglesia)
Ya los has visto; se dejarían hacer picadillo por la Iglesia; hay más fe por
estas tierras que en todo el resto de Alemania.
(NASTY menea la cabeza.)
NASTY
Tus curas son impotentes. Es verdad que se les quiere; pero si condenan la
revuelta, predicarán en el desierto.
HEINRICH
No cuento con sus sermones, sino con su silencio. Imagina. una buena
mañana, al despertar, los aldeanos encuentran abierta la puerta de su iglesia
y la iglesia vacía: el pájaro ha volado. Nadie ante el altar; nadie en la
sacristía ni en la cripta, nadie en el presbiterio...
NASTY
¿Es eso realizable?
HEINRICH
Todo está listo. ¿Tienes gente aquí?
NASTY
Algunos hombres.
HEINRICH
Que recorran el país y rebuznen más fuerte que todos; que blasfemen, sobre
todo. Es menester que provoquen el escándalo y el horror. Luego, en Righi,
el domingo próximo, que se apoderen del cura en plena misa, que lo lleven
al bosque y que regresen con sus espadas manchadas de sangre. Todos los
sacerdotes de la región abandonarán en secreto los pueblos a la noche
siguiente y se reunirán en el castillo de Markstein, en donde se les espera. A
partir del lunes, Dios sube al cielo. Ya no se bautizará a los niños, no se
absolverán los pecados y los enfermos temerán morir sin confesión. El
miedo ahogará la rebelión.
NASTY (reflexionando)
Puede ser...
(Se abre la puerta de la iglesia. Se oyen los ecos del órgano. Los
CAMPESINOS salen, llevando la imagen en andas.)
NASTY (mirándole)
Si puede ser, se hará.
HEINRICH
Nasty, te lo suplico: dime que me perdonarás si la empresa tiene éxito.
NASTY
Quisiera decirlo. Lo malo es que sé quién eres.
TELÓN
SEXTO CUADRO
El interior de la iglesia, quince días más tarde. Todos los aldeanos se han
refugiado allí y no salen ya. Allí comen y duermen. En este momento rezan.
NASTY y HEINRICH les miran. Hay hombres y mujeres tendidos en el
suelo, pues se ha llevado a los enfermos a la iglesia. Hay quienes gimen y se
agitan al pie del pulpito.
ESCENA I
Los CAMPESINOS en oración, NASTY y HEINRICH
NASTY (a sí mismo)
¡No puedo seguir oyéndoles! ¡Ay! No teníais otra cosa que vuestra cólera y
yo he soplado sobre ella para apagarla.
HEINRICH
¿Qué dices?
NASTY
Nada.
HEINRICH
¿No estás contento?
NASTY
No.
HEINRICH
Por doquiera, las gentes se apretujan en las iglesias, el temor las atenaza y la
revuelta ha muerto en el huevo. ¿Qué más quieres? (NASTY no responde.)
Me alegraré, pues, por ambos. (NASTY le golpea.) ¿Qué te pasa ahora?
NASTY
Si te alegras, te rompo las costillas.
HEINRICH
¿No quieres que me alegre de nuestra victoria?
NASTY
No quiero que te alegres de haber puesto a los hombres a cuatro patas.
HEINRICH
Lo que he hecho, lo he hecho por ti y con tu beneplácito, ¿Podía yo dudar de
ti, profeta? (NASTY se encoge de hombros.) Sin embargo, no es la primera
vez que les mientes.
NASTY
Es la primera vez que les hago hincarse de rodillas para impedirles que se
defiendan; es la primera vez que pacto con la superstición y me alío con el
diablo.
HEINRICH
¿Tienes miedo?
NASTY
El diablo es la criatura de Dios; si Dios lo quiere, el diablo me obedecerá.
(Bruscamente.) Me asfixio en esta iglesia, vámonos.
ESCENA II
HEINRICH y NASTY van a salir.
GOETZ entra bruscamente y se abalanza sobre HEINRICH.
GOETZ
¡Perro! Todos los medios te parecen buenos para ganar tu apuesta. Me has
hecho perder quince días; diez veces he recorrido mis tierras buscándola y
ahora me entero de que estaba aquí mientras yo iba tras ella. Aquí, enferma,
tendida sobre las piedras. Por mi culpa. (HEINRICH se suelta y sale con
NASTY. GOETZ se repite a sí mismo.) Por mi culpa... Nada, sueno a hueco.
Quieres vergüenza... no la siento. Orgullo es lo que exudan todas mis llagas:
desde hace treinta y cinco años reviento de orgullo; es mi manera de morir
de vergüenza. Habrá que cambiar. (Bruscamente.) ¡Quítame el pensamiento!
¡Quítalo! ¡Haz que me olvide! ¡Conviérteme en insecto! ¡Así sea! (El
murmullo de los CAMPESINOS crece y decrece.) ¡Catalina! (Avanza a
través de la muchedumbre, mirando uno a uno y llamando.) ¡Catalina!
¡Catalina! (Avanza hacia una forma oscura tendida sobre las losas. Levanta
el paño que la cubre. Lo deja caer tranquilizado. Desaparece tras un pilar.
Todavía se le oye llamar.) ¡Catalina!
ESCENA III
LOS CAMPESINOS, solos
(Un reloj da las siete.)
UN DURMIENTE (tendido sobre las losas, se despierta sobresaltado) ¿Qué
hora es? ¿A qué día estamos?
EL HOMBRE
Es domingo y son las siete de la mañana.
No, no es domingo.
Se acabaron los domingos, se acabaron; ya nunca más
los habrá; nuestro cura se los llevó consigo.
Nos dejó los días de la semana, los días malditos del trabajo y del hambre.
EL CAMPESINO
¡Al diablo, entonces! ¡Me vuelvo a dormir! Ya me despertaréis el día del
Juicio.
UNA MUJER
Recemos.
(Entra HILDA trayendo un haz de paja y seguida por dos campesinas que
traen también gavillas de paja.)
ESCENA IV
Los mismos, HILDA y luego GOETZ
MUJER 1.a
¡Hilda, es Hilda!
MUJER 2.a
Te echábamos de menos. ¿Qué pasa fuera? Cuéntanos.
HILDA
No hay nada que contar. Silencio por todas partes, salvo que las bestias
berrean porque tienen miedo.
UNA VOZ
¿Hace buen tiempo?
HILDA
No lo sé.
LA VOZ
¿No miraste al cielo?
HILDA
No. (Pausa.) He traído paja para hacer lechos a los enfermos. (A las dos
campesinas.) Ayudadme. (Levantan a un enfermo y lo tienden sobre un
lecho de paja.) Ahora a éste. (Lo mismo.) Y aquélla. (Levantan a una
anciana que comienza a sollozar.) No llores, te lo ruego; no les quites el
valor. Vamos, abuela, si comienzas a llorar, todos se echarán a llorar contigo.
LA ANCIANA (lloriqueando)
Mi rosario, allí...
(Señala las losas en el sitio en que se hallaba antes.)
HILDA (irritada, recoge el rosario y se lo arroja a las rodillas)
¡Toma! (Se domina y dice más dulcemente.) Reza, anda, reza. Más vale la
oración que el llanto. Por lo menos, hace menos ruido. (Le seca los ojos con
su pañuelo.) Así, así. Y ahora, suénate. Ya está. No llores más, te digo; no
somos culpables y Dios no tiene derecho a castigarnos.
LA ANCIANA (lloriqueando)
¡Ay, hija mía, ya sabes que El tiene todos los derechos!
HILDA (con violencia)
Si tuviese derecho a castigar a los inocentes, me entregaría en seguida al
diablo. (Se sobresaltan y la miran. Ella se encoge de hombros y va a
recostarse contra el pilar. Permanece allí un instante, con la mirada fija,
como obsesionada por un recuerda. Luego, de repente, con asco.) ¡Puah!
MUJER 1ª
¡Hilda! ¿Qué te pasa?
HlLDA
Nada.
LA MUJER
Sabías tan bien devolvernos la esperanza...
HILDA
¿Esperanza en qué?, ¿en quién?
LA MUJER
Hilda, si tú desesperas, todos desesperaremos contigo.
HILDA
Está bien. No hagáis caso de lo que digo. (Se estremece.) Hace frío. Vosotros
sois el único calor del mundo. Es preciso que os apretujéis unos contra otros
y que esperéis.
UNA VOZ
¿Qué debemos esperar?
HILDA
A tener calor. Tenemos hambre y sed, tenemos miedo, sufrimos, pero lo
único que importa es tener calor.
LA MUJER
Entonces, ven junto a mí, ven muy cerca de mí, (HILDA no se mueve. La
MUJER se levanta y se le acerca.) ¿Está muerta?
HILDA
Sí.
LA MUJER
Que Dios acoja su alma.
HILDA
¿Dios? (Risa breve.) No quiere almas.
LA MUJER
¡Hilda! ¿Cómo te atreves a decir eso?
(Rumores en la muchedumbre.)
HILDA
Ella vio el infierno antes de morir. De repente, se levantó, dijo lo que había
visto y murió luego.
LA MUJER
¿Nadie la vela?
HILDA
Nadie. ¿Quieres ir tú?
LA MUJER
Ni por todo el oro del mundo.
HILDA
Está bien. Yo volveré dentro de un rato. Deja que me caliente un momento.
LA MUJER (volviéndose hacia la muchedumbre)
Oremos, hermanos. Imploremos el perdón para esa pobre muerta que vio el
infierno y que puede condenarse.
(Se aleja y se arrodilla. Rumor monótono de rezos. GOETZ aparece y mira
a HILDA, que continúa apoyada en el pilar.)
HILDA (a media voz)
¡Implorar tu perdón! ¿Qué tienes que perdonarnos? ¡Eres tú quien tendría
que implorar el nuestro! En cuanto a mí, no sé qué me reservas y a ella no la
conocía; pero si la condenas, no quiero tu cielo. ¿Crees que mil años de
paraíso me harían olvidar el terror de esos ojos? Sólo siento desprecio por
tus imbélices elegidos cuyo corazón se regocija de que haya condenados en
el infierno y pobres sobre la tierra; yo pertenezco al partido de los hombres y
no lo abandonaré; puedes hacer que muera sin sacerdote, y convocarme por
sorpresa ante tu Tribunal; veremos quién juzga a quién. (Pausa.) Ella le
amaba. Se pasó toda la noche gritando su nombre. ¿Qué tenía, pues, ese
bastardo? (Se vuelve bruscamente hacia ellos.) ¡Si queréis orar, pedid que la
sangre vertida en Righi caiga sobre la cabeza de Goetz!
UNA voz
¡De Goetz!
HILDA
¡El es el culpable!
Voz
¡Que Dios castigue a Goetz, el bastardo!
GOETZ (con una risa breve)
¡Bueno! Haga el Mal o haga el Bien, me hago detestar siempre. (A un
CAMPESINO.) ¿Quién es esa persona?
EL CAMPESINO
Es Hilda.
GOETZ
¿Hilda qué?
EL CAMPESINO
Hilda Lemm. Su padre es el molinero más rico de la aldea.
GOETZ (con amargura)
La escucháis como a un oráculo. Os dijo que oraseis contra Goetz y ahí
estáis todos de rodillas.
EL CAMPESINO
La queremos mucho.
GOETZ
¿La queréis? ¿Es rica, y la queréis?
EL CAMPESINO
Ya no es rica. El año pasado debía tomar el velo pero, cuando vino el
hambre, renunció a sus votos para venir a vivir con nosotros.
GOETZ
¿Cómo hace para que la quieran?
EL CAMPESINO
Vive como una monjita, se priva de todo, ayuda a todo el mundo...
GOETZ
Sí, sí. Todo eso sé hacerlo yo también. Pero tiene que haber otra cosa, ¿eh?
EL CAMPESINO
Nada, que yo sepa.
GOETZ
¿Nada? ¡Hum!
EL CAMPESINO
Es..., es amable.
GOETZ (echándose a reír)
¿Amable? Gracias, buen hombre, me has iluminado. (Se aleja.) Si es verdad
que hace el Bien, me alegraré, Señor, me alegraré como es debido; con tal de
que llegue tu reino, poco importa que sea obra suya o mía. (La mira con
animadversión.) ¡Como una monjita! ¿Y yo? ¿Es que no vivo, acaso, como
un monje? ¿Qué ha hecho ella que no haga yo? (Se le acerca.) ¡Buenos días!
¿Conoces a Catalina?
HILDA (sobresaltándose)
¿Por qué me lo preguntas? ¿Quién eres?
GOETZ
Respóndeme. ¿La conoces?
HILDA
Sí, sí. La conozco. (Aparta bruscamente el capuchón de GOETZ y le
descubre el rostro.) Y a ti también te conozco, aunque jamás te haya visto.
¿Eres Goetz?
GOETZ
Sí.
HlLDA
¡Por fin!
GOETZ
¿Dónde está Catalina?
(Le mira sin responder, con una sonrisa de cólera.)
HILDA
Ya la verás, no hay prisa alguna.
GOETZ
¿Crees que ella quiere sufrir cinco minutos más?
HILDA
¿Crees que dejará de sufrir cuando te vea? (Le mira. Pausa.) Esperaréis
ambos.
GOETZ
¿Esperar a qué?
HILDA
A que yo te haya mirado a mis anchas.
GOETZ
¡Loca! No te conozco, ni quiero conocerte.
HILDA
Yo sí te conozco.
GOETZ
No.
HlLDA
¿No? Tienes en el pecho vello rizado que se diría de terciopelo negro; a la
izquierda de la ingle, una vena violeta que se hincha cuando haces el amor;
encima de los riñones, un antojo del tamaño de una fresa.
GOETZ
¿Cómo lo sabes?
HILDA
Hace cinco días y cinco noches que cuido a Catalina. Estábamos tres en la
habitación: ella, tú y yo. Y hemos vivido los tres juntos. Ella te veía a ti por
todas partes y yo acabé viéndote también. Veinte veces por noche se abría la
puerta y entrabas tú. La mirabas con un aire perezoso y fatuo y le acariciabas
la nuca con dos dedos. Así. (Le toma la mano bruscamente.) Y bien, ¿qué es
lo que tienen estos dedos? ¿Qué es lo que tienen? Un poco de carne con
vello encima.
(La rechaza violentamente.)
GOETZ
¿Qué decía ella?
HILDA
Todo lo necesario para que me produjeses horror.
GOETZ
¿Que yo era brutal, grosero, repugnante?
HILDA
Que eras hermoso, inteligente, valeroso; que eras insolente y cruel; que una
mujer no podía verte sin amarte.
GOETZ
Te hablaba de otro Goetz.
HlLDA
Sólo hay uno.
GOETZ
Pero mírame con tus ojos. ¿Dónde está la crueldad? ¿Dónde está la
insolencia? ¡Ay! ¿Dónde está la inteligencia? Antes veía claro y lejos,
porque el Mal es sencillo; pero mi vista se ha empañado y el mundo está
lleno de cosas que no comprendo. ¡Hilda, por favor, no seas mi enemiga!
HILDA
¿Qué puede importarte que lo sea, si carezco de medios para perjudicarte?
GOETZ (señalando a los CAMPESINOS)
Me has perjudicado ante ellos.
HILDA
Ellos son míos y yo de ellos; no vengas a mezclarlos en tus cosas.
GOETZ
¿Es verdad que te aman?
HILDA
Sí, es verdad.
GOETZ
¿Por qué?
HILDA
Jamás me lo he preguntado.
GOETZ
¡Bah! ¡Porque eres hermosa!
HILDA
No, mi capitán. Vosotros amáis a las mujeres hermosas porque no tenéis
nada que hacer y porque coméis platos picantes. Mis hermanos trabajan todo
el día y tienen hambre, no tienen ojos para la belleza de las mujeres.
GOETZ
¿Entonces qué? ¿Es porque te necesitan?
HILDA
Más bien porque les necesito yo.
GOETZ
¿Para qué?
HILDA
No puedes comprenderlo.
GOETZ (acercándosele)
¿Te amaron desde el primer momento?
HILDA
Sí, desde el primer momento.
GOETZ (a sí mismo)
Eso es lo que pensaba: de inmediato o nunca. Se gana o se pierde de
antemano. El tiempo y el esfuerzo no valen para nada. (Bruscamente.) Dios
no puede querer eso, es injusto. Equivaldría a decir que hay gentes que
nacen condenadas.
HILDA
Las hay; Catalina, por ejemplo,
GOETZ (sin escucharla)
¿Qué es lo que les has hecho, bruja? Es preciso que les hayas hecho algo
para triunfar donde yo he fracasado.
HILDA
Y tú, ¿qué hiciste para embrujar a Catalina?
(Se miran fascinados.)
GOETZ (sin dejar de miraría)
Me has robado el amor de ellos. Cuando te miro, lo que veo es su amor.
HILDA
Y yo, cuando te miro, veo el amor de Catalina, y eso me horroriza.
GOETZ
¿Qué es lo que me reprochas?
HILDA
Te reprocho, en nombre de Catalina, haberla reducido a la desesperación.
GOETZ
Eso no te incumbe.
HILDA
Te reprocho, en nombre de estas mujeres y estos hombres, haber echado
sobre nosotros tus tierras por carretadas y habernos sepultado bajo de ellas.
GOETZ
¡Vete a hacer puñeras!... No tengo que justificarme ante una mujer.
HILDA
Te reprocho, en mi propio nombre, haberte acostado conmigo contra mí
voluntad.
GOETZ (estupefacto)
¿Acostarme contigo?
HILDA
Durante cinco noches seguidas, me has poseído por la astucia y la violencia.
GOETZ (riéndose)
¡Tuvo que ser en sueños!
HILDA
En sueños, sí. Fue en sueños. En el de ella: me arrastró dentro. Quise sufrir
con sus sufrimientos, como sufro con los de éstos; pero era una trampa; pues
fue preciso que te amase con su amor. Loado sea Dios, que ahora te veo. ¡Te
veo de día y me libero! De día, no eres más que tú mismo.
GOETZ
Pues bien, sí, despiértate: todo pasó en tu cabeza; no te he tocado; hasta esta
mañana, jamás te había visto; no te ha pasado nada.
HILDA
Nada. Absolutamente nada. Ella gritaba en mis brazos, pero qué importa: no
me ha sucedido nada porque no has tocado mis senos ni mi boca. Pardiez, mi
hermoso capitán, estás solo como un rico y nunca sufriste sino de las heridas
que te hicieron. Esa es tu desgracia. Yo, apenas si siento mi cuerpo: no sé
dónde comienza mí vida, ni dónde termina y no siempre respondo cuando
me llaman; ¡tanto me sorprende, a veces, tener un nombre! Pero sufro en
todos los cuerpos, me golpean en todas las mejillas, muero con todas las
muertes; todas las mujeres a las que tomaste por la fuerza, las has violado en
mi carne.
GOETZ (triunfante)
¡Por fin! (HILDA lo mira con sorpresa.) ¡Serás la primera!
HILDA
¿La primera?
GOETZ
La primera en amarme.
HlLDA
¿Yo? (Se ríe.)
GOETZ
Me amas ya.. Te he tenido en mis brazos cinco noches, y te he marcado.
Amas en mí el amor que me tenía Catalina y yo en ti amo el amor de éstos.
Me amarás. Y si son tuyos, como lo pretendes, será preciso que me amen a
través de ti.
HILDA
Si mis ojos hubiesen de mirarte algún día con ternura, me los arrancaría
ahora mismo. (El la coge por el brazo. Ella cesa bruscamente de reír y le
mira malignamente.) Catalina ha muerto.
GOETZ
¡Muerta! (La noticia lo abruma.) ¿Cuándo?
HILDA
Hace unos minutos.
GOETZ
¿Ella... ha sufrido?
HILDA
Vio el infierno.
GOETZ (tambaleante)
¡Muerta!
HILDA
Ella se te ha escapado, ¿eh? Anda, pues, a acariciarle la nuca. (Silencio.
Luego, gritos al fondo de la iglesia. Los CAMPESINOS se levantan y se
vuelven hacia la entrada de la iglesia. Un momento de espera. Crecen los
rumores. Luego aparecen HEINRICH y NASTY trayendo a CATALINA en
una camilla.)
ESCENA V
Los mismos, HEINRICH, NASTY y CATALINA
CATALINA (ya no grita. Balbucea, erguida a medias)
¡No! ;No! ¡No! ¡No!
GOETZ (gritando)
¡Catalina! (A HILDA.) ¡Carroña! ¡Me mentiste!
HILDA
Yo..., yo no te he mentido, Goetz. Su corazón había dejado de latir.
(Ella se inclina sobre CATALINA.)
HEINRICH
La oímos gritar desde el camino. Dice que el diablo la acecha. Nos ha
suplicado que la traigamos al pie de la cruz.
(La muchedumbre se levanta ante ellos, amenazadora.)
VOCES
¡No! ¡No! ¡Está condenada! ¡Fuera de aquí! ¡Fuera! ¡Fuera de aquí ahora
mismo!
GOETZ
¡Por Dios, perros, que os enseñaré la caridad cristiana!
HILDA
Cállate. Sólo sabes hacer daño. (A los CAMPESINOS.) Es un cadáver: el
alma se aferra porque está rodeada de demonios. También a vosotros os
acecha el diablo. ¿Quién se apiadará de vosotros, si no os apiadáis de ella?
¿Quién amará a los pobres si los pobres no se aman entre sí? (La
muchedumbre se aparta en silencio.) Llevadla al pie del Cristo, ya que así lo
quiere.
(HEINRICH y NASTY llevan la camilla a los pies de la cruz.)
CATALINA
¿Está aquí?
HILDA
¿Quién?
CATALINA
El cura,
HILDA
Todavía no.
CATALINA
¡Ve a buscarlo! ¡Pronto! Viviré hasta que él llegue.
GOETZ (aproximándose)
¡Catalina!
CATALINA
¿Es él?
GOETZ
Soy yo, amor mío.
CATALINA
¿Tú? ¡Ah! Creía que era el cura. (Empieza a gritar.) ¡Quiero un sacerdote!
¡Id a buscarlo, pronto; no quiero morir sin confesión!
GOETZ
No tienes nada que temer, Catalina, no te harán daño; sufriste demasiado
sobre la tierra.
CATALINA
Te digo que los veo.
GOETZ
¿Dónde?
CATALINA
Por todas partes. ¡Echadles agua bendita! (Reanuda sus gritos.) Sálvame,
Goetz, sálvame; tú lo hiciste todo, yo no soy culpable. ¡Si me amas,
sálvame!
(HILDA la rodea con sus brazos y trata de acostarla de nuevo en la camilla.
CATALINA se debate gritando.)
GOETZ (suplicante)
¡Heinrich!
HEINRICH
¡Ya no soy de la Iglesia!
GOETZ
Ella no lo sabe. Si hicieses el signo de la cruz sobre su frente, la salvarías del
horror.
HEINRICH
¿Para qué si ha de reencontrar el horror al otro lado de la muerte?
GOETZ
¡Pero eso son visiones, Heinrich!
HEINRICH
¿Tú crees? (Se ríe.)
GOETZ
Nasty, tú que pretendes que todos los hombres son sacerdotes...
(NASTY se encoge de hombros y hace un gesto de abrumada impotencia.)
CATALINA (sin oírlos)
Pero ¿no veis que voy a morir? (HILDA quiere obligarla a tenderse de
nuevo.) ¡Déjame! ¡Déjame!
GOETZ (a sí mismo)
Si al menos yo pudiese... (Toma su decisión de repente y se vuelve hacia la
muchedumbre.) Esta mujer se ha perdido por mi culpa y por mí será salvada.
¡Idos! ¡Idos todos! (Salen lentamente. NASTY arrastra a HEINRICH.
HILDA vacila.) Tú también, Hilda. (Ella le mira y sale.)
ESCENA VI
GOETZ, CATALINA y, más tarde, la muchedumbre
GOETZ
¡Ahora te tengo, Dios! Por avaro que seas de tus milagros, ahora será preciso
que hagas uno para mí.
CATALINA
¿Adonde van? No me dejes sola.
GOETZ
No, Catalina; no, amor mío, yo te salvaré.
CATALINA
¿Como harás? No eres sacerdote.
GOETZ
Voy a pedirle a Cristo que me dé tus pecados. ¿Me entiendes?
CATALINA
Sí.
GOETZ
Los llevaré en tu lugar. Tu alma será pura como el día de su nacimiento. Más
pura que si el sacerdote te hubiera absuelto.
CATALINA
¿Cómo sabré si te lo otorga?
GOETZ
Voy a orar: si vuelvo a ti con el rostro roído por la lepra o la gangrena, ¿me
creerás?
CATALINA
Sí, amor mío, te creeré.
GOETZ (alejándose)
Tú sabes que sus pecados son míos. Devuélveme lo que me pertenece. No
tienes derecho a condenar a esta mujer, pues yo soy el único culpable.
¡Vamos! He aquí mis brazos, he aquí mi rostro y mi pecho. Roe mis mejillas.
Que sus pecados sean el pus de mis ojos y de mis oídos, que abrasen mi
espalda, mis muslos y mí sexo como un ácido. ¡Dame la lepra, el cólera, la
peste, pero sálvala!
CATALINA (más débilmente)
¡Goetz! ¡Socorro!
GOETZ
¿No me escuchas, Dios sordo? No rechazarás el trueque que te propongo,
porque es justo.
CATALINA
¡Goetz! ¡Goetz! ¡Goetz!
GOETZ
¡Ah! ¡No puedo oír más esa voz! (Sube al pulpito.) ¿Has muerto por los
hombres, sí o no? Entonces, mira: los hombres sufren. Es preciso volver a
morir. ¡Dame! ¡Dame tus heridas! ¡Dame la llaga de tu flanco, dame los dos
agujeros de tus manos! Si pudo un Dios sufrir por ellos, ¿por qué no un
hombre? ¿Tienes celos de mí? ¡Dame tus estigmas! ¡Dámelos! (Tiende los
brazos en cruz frente al Cristo.) ¡Dámelos! ¡Dámelos! ¡Dámelos! (Repite
"¡Dámelos!" como una especie de encantamiento.) ¿Estás sordo? Soy
demasiado necio: ¡ayúdate, que Dios te ayudará! (Saca un puñal del cinto,
se hiere la mano izquierda con su mano derecha, la mano derecha con su
mano izquierda, y luego el flanco. Arroja después el cuchillo tras el altar, se
inclina y mancha con sangre el pecho del Cristo.) ¡Venid todos! (Entran.)
Cristo ha sangrado. (Rumores. GOETZ levanta las manos.) Mirad, en su
misericordia ha permitido que yo lleve los estigmas. La sangre de Cristo,
hermanos míos, la sangre de Cristo brota de mis manos. (Baja del pulpito y
se acerca a CATALINA.) No temas nada ya, amor mío. Toco tu frente, tus
ojos y tu boca con la sangre de nuestro Señor Jesucristo. (Le unta de sangre
el rostro.) ¿Los ves todavía?
CATALINA
No.
GOETZ
Muere en paz.
CATALINA
Tu sangre, Goetz, tu sangre. La diste por mí.
GOETZ
La sangre de Cristo, Catalina.
CATALINA
Tu sangre...
(Muere.)
GOETZ
Arrodillaos. (Se arrodillan.) Vuestros sacerdotes son unos perros; pero no
temáis nada; estoy entre vosotros: mientras la sangre de Cristo brote de estas
manos, ninguna desgracia os ocurrirá. Regresad a vuestras casas y
regocijaos: es fiesta. El reino de Dios comienza hoy para todos.
Construiremos la Ciudad del Sol.
(Pausa. La muchedumbre sale lentamente, sin decir palabra. Una mujer
pasa cerca de GOETZ, le agarra la mano y se embadurna el rostro con su
sangre. HILDA se queda la última. Se acerca a GOETZ, pero éste no la ve.)
HILDA
No les hagas daño.
(GOETZ no responde. Ella se va. GOETZ vacila y se apoya en una
columna.)
GOETZ
Son míos. ¡Por fin!
TELÓN




ACTO TERCERO
SÉPTIMO CUADRO
ESCENA I
Una plaza en Altweiler
Grupo de campesinos en torno a una campesina que les sirve de instructora.
Más tarde, KARL y la MUCHACHA. La INSTRUCTORA es una mujer
joven, de dulce aspecto. Tiene un bastón en la mano, con el que muestra las
letras dibujadas en el suelo.
LA INSTRUCTORA
¿Qué letra es ésa?
UN CAMPESINO
Es una A.
LA INSTRUCTORA
¿Y ésta?
OTRO CAMPESINO
Una M.
LA INSTRUCTORA
¿Y estas dos?
UN CAMPESINO
U, R.
LA INSTRUCTORA
¡No!
OTRO CAMPESINO
O, R.
LA INSTRUCTORA
¿Y la palabra entera?
UN CAMPESINO
Amor.
TODOS LOS CAMPESINOS
Amor, amor...
LA INSTRUCTORA
¡Animo, hermanos! Pronto sabréis leer. Distinguiréis el bien del mal y lo
verdadero de lo falso. Y ahora, tú, la de allá..., respóndeme: ¿cuál es nuestra
primera naturaleza?
UNA CAMPESINA (respondiendo como en el catecismo)
Nuestra primera naturaleza es la naturaleza que teníamos antes de conocer a
Goetz.
LA INSTRUCTORA
¿Y cómo era?
UN CAMPESINO (mismo juego)
Era mala.
LA INSTRUCTORA
¿Cómo debemos combatir nuestra primera naturaleza?
UN CAMPESINO
Creando una segunda.
LA INSTRUCTORA
¿Cómo crear en nosotros una segunda naturaleza?
UNA CAMPESINA
Enseñándole al cuerpo los gestos del amor.
LA INSTRUCTORA
¿LOS gestos del amor son el amor?
UN CAMPESINO
No, los gestos del amor no son...
(Entra HILDA. LOS CAMPESINOS la señalan.)
LA INSTRUCTORA
¿Qué pasa? (Se vuelve.) ¡Ah! ¡Hilda!... (Pausa.) Hermana... Nos estorbas.
HILDA
¿En qué os estorbo? Si no digo nada.
LA INSTRUCTORA
No dices nada, pero nos miras y sabemos que no nos apruebas.
HILDA
¿No puedo pensar lo que quiera?
LA INSTRUCTORA
No, Hilda. Aquí se piensa a plena luz y en voz alta. Los pensamientos de
cada cual pertenecen a todos. ¿Quieres unirte a nosotros?
HlLDA
¡No!
LA INSTRUCTORA
¿No nos quieres, pues?
HILDA
Sí, pero a mi manera.
LA INSTRUCTORA
¿No te hace feliz nuestra dicha?
HILDA
Yo... ¡Ah!, hermanos míos, habéis sufrido tanto: si sois felices, menester es
que lo sea yo también.
(Entra KARL con una venda en los ojos, guiado por una MUCHACHA.)
LA INSTRUCTORA
¿Quién es?
LA MUCHACHA
Buscamos la Ciudad del Sol.
UN CAMPESINO
Estáis en la Ciudad del Sol.
LA MUCHACHA (a KARL)
Lo hubiera apostado. Lástima que no puedas ver qué buen aspecto tienen: te
alegraría.
(Los CAMPESINOS se agrupan en torno a ellos.)
Los CAMPESINOS
¡Pobrecillos! ¿Tenéis hambre? ¿Tenéis sed? ¡Sentaos, pues!
KARL
¡Ah!, sois muy buenos.
UN CAMPESINO
Aquí, todo el mundo es bueno. Todo el mundo es feliz.
OTRO CAMPESINO
Pero en estos tiempos de inquietud ya apenas se viaja. Y estamos reducidos a
amarnos entre nosotros. Por eso nos colma de dicha vuestra llegada.
UNA CAMPESINA
Es agradable poder mimar a un extranjero. ¿Qué queréis?
LA MUCHACHA
Queremos ver al hombre cuyas manos sangran.
KARL
¿Es verdad que hace milagros?
UNA CAMPESINA
No hace otra cosa.
UN CAMPESINO
Ni un solo día dejan de sangrar.
KARL
Quisiera, entonces, que ponga un poco de sangre sobre mis pobres ojos a fin
de que me devuelva la vista.
UNA CAMPESINA
¡Ah! ¡Ah! Justamente es lo suyo. ¡Te curará!
KARL
¡Qué suerte tenéis poseyendo a ese hombre! ¿Y ya nunca hacéis nada malo?
UN CAMPESINO
Nadie bebe, nadie roba.
OTRO CAMPESINO
Prohibido a los maridos pegar a sus mujeres.
UN CAMPESINO
Prohibido a los padres pegar a sus hijos.
KARL (sentándose en un banco)
Con tal de que esto dure.
UN CAMPESINO
Durará hasta que Dios quiera.
KARL
¡Ay! (Suspira.)
LA INSTRUCTORA ¿Por qué suspiras?
KARL
La pequeña ha visto por todas partes hombres en armas. Los campesinos y
los barones van a pelearse.
LA INSTRUCTORA
¿En las tierras de Heidenstamm?
KARL
No; a su alrededor.
LA INSTRUCTORA
En ese caso, no es cosa que nos concierna. No deseamos ningún mal a nadie
y nuestra tarea es hacer que reine el amor.
KARL
¡Bravo! Dejadlos, pues, que se maten entre sí. El odio, las matanzas, la
sangre de los demás, son los alimentos necesarios para vuestra felicidad.
UN CAMPESINO
¿Qué dices? ¿Estás loco?
KARL
Sólo repito lo que se dice en todas partes.
LA INSTRUCTORA
¿Qué es lo que dicen?
KARL
Dicen que vuestra felicidad ha hecho más insoportable aún sus sufrimientos
y que la desesperación les ha impulsado a las resoluciones extremas.
(Pausa.) ¡Bah! Razón tenéis de no preocuparos: ¡qué más da unas cuantas
gotas de sangre sobre vuestra dicha! ¡No es pagarla demasiado caro!
LA INSTRUCTORA
Nuestra felicidad es sagrada. Goetz nos lo ha dicho. Pues no somos felices
solamente por cuenta nuestra, sino por cuenta de todos. Somos testimonio de
todos y ante todos de que la felicidad es posible. Este pueblo es un santuario
y todos los campesinos deberían volver sus ojos hada nosotros, como los
cristianos hacia la tierra santa.
KARL
Cuando regrese a la aldea, anunciaré por todas partes la buena nueva.
Conozco familias enteras que revientan de hambre y que se sentirán
aliviadas al saber que sois felices a costa suya. (Silencio embarazoso de los
CAMPESINOS.) ¿Y qué haréis, buenas gentes, si estalla la guerra?
UNA CAMPESINA
Rezaremos.
KARL
¡Ay! Temo que tengáis que tomar partido.
LA INSTRUCTORA
¡Eso sí que no!
TOPOS LOS CAMPESINOS
¡No! ¡No! ¡No!
KARL
¿No es una guerra santa la de los esclavos que quieren convertirse en
hombres?
LA INSTRUCTORA
Todas las guerras son impías. Seguiremos siendo los guardianes del amor y
los mártires de la paz.
KARL
Los señores saquean, violan, matan a vuestros hermanos a vuestras puertas,
¿y vosotros no los odiáis?
UNA CAMPESINA
Los compadecemos por ser malos.
TODOS LOS CAMPESINOS
Los compadecemos.
KARL
Si son malos, ¿no es justo que sus víctimas se rebelen?
LA INSTRUCTORA
Venga de donde venga, la violencia es injusta.
KARL
Si condenáis las violencias de vuestros hermanos, ¿aprobáis entonces las de
los barones?
LA INSTRUCTORA
Claro que no.
KARL
Tiene que ser, puesto que no queréis que cesen.
LA INSTRUCTORA
Queremos que cesen por la propia voluntad de los barones.
KARL
¿Y quién les dará esa voluntad?
LA INSTRUCTORA
¡Nosotros!
TODOS LOS CAMPESINOS
¡Nosotros! ¡Nosotros!
KARL
Y de aquí a entonces, ¿qué deben hacer los campesinos?
LA INSTRUCTORA
Someterse, esperar y rezar.
KARL
Traidores, os habéis desenmascarado: sólo tenéis amor por vosotros mismos.
Pero andad con cuidado; si esta guerra estalla, os pedirán cuentas y no se
admitirá que hayáis permanecido neutrales mientras vuestros hermanos se
hacían degollar. Si los campesinos obtienen la victoria, bien podéis temer
que incendien la Ciudad del Sol para castigaros por haberles traicionado. En
cuanto a los señores, si ganan, no tolerarán que una tierra noble permanezca
en manos de siervos. ¡A las armas, muchachos, a las armas! Si no os batís
por la fraternidad, hacedlo, al menos, por el interés; la felicidad es algo que
hay que defender.
UN CAMPESINO
No pelearemos.
KARL
Entonces, os derrotarán.
LA INSTRUCTORA
Besaremos la mano que nos hiera, moriremos orando por quienes nos maten.
Mientras estemos vivos, tendremos el recurso de hacer que nos maten, pero
cuando estemos muertos nos instalaremos en vuestras almas y nuestras
voces resonarán en vuestros oídos.
KARL
¡Pardiez! Os sabéis bien la lección. ¡Ah! No sois vosotros los culpables; el
criminal es el falso profeta que ha puesto en vuestros ojos esta extraviada
dulzura.
LOS CAMPESINOS
¡Insulta a nuestro Goetz!
(Se abalanzan sobre él.)
LA MUCHACHA
¿Golpearéis a un ciego, vosotros que pretendéis vivir para amar?
UN CAMPESINO
(arrancando la venda de KARL)
¡Valiente ciego! Mirad: es Karl, el criado del castillo; su corazón está
podrido por el odio y hace muchas semanas que anda por ahí, predicando la
discordia y la rebelión.
Los CAMPESINOS
¡Colguémosle!
HILDA
¿Y bien, corderillos, ya estáis rabiosos? Karl es un perro, pues os incita a la
guerra. Pero dice la verdad y no os permitiré que ataquéis a quien dice la
verdad, venga de donde viniere. Es verdad, hermanos, que vuestra Ciudad
del Sol está edificada sobre la miseria de los demás; para que los barones la
toleren, es preciso que sus campesinos se resignen a la esclavitud. Hermanos
míos, no os reprocho vuestra felicidad, pero me sentía más tranquila cuando
éramos desdichados todos juntos, pues nuestra desdicha era la de todos los
hombres. Sobre esta tierra sangrante, toda alegría es obscena y las gentes
felices están solas.
UN CAMPESINO
¡Anda! Tú sólo quieres la miseria. ¡Goetz quiere construir!
HlLDA
Vuestro Goetz es un impostor. (Rumores.) ¿Y bien? ¿Qué esperáis para
herirme y ahorcarme?
(Entra GOETZ.)
ESCENA II
Los mismos, GOETZ
GOETZ
¿Qué significan estos rostros amenazantes?
UN CAMPESINO
Goetz, es que...
GOETZ
¡Cállate! No quiero ver ceños fruncidos. Sonreíd primero y hablad luego.
¡Vamos, sonreíd!
(Los CAMPESINOS sonríen.)
UN CAMPESINO (sonriendo)
Este hombre nos predicaba la rebelión.
GOETZ
Tanto mejor. Es una prueba. Es preciso saber oír la palabra del odio.
UNA CAMPESINA (sonriendo)
Te insultó, Goetz, y te llamó falso profeta.
GOETZ
Mi buen Karl, ¿tanto me odias?
KAKI
A fe que sí: te odio mucho.
GOETZ
Es que no he sabido hacerme amar, entonces; perdóname. Acompañadle
hasta la entrada de la aldea, dadle víveres y el beso de paz.
KARL
Todo esto terminará en una carnicería, Goetz. Que la sangre de estos
hombres caiga sobre tu cabeza.
GOETZ
Así sea.
(Salen.)
ESCENA III
Los mismos, menos KARL y la MUCHACHA
GOETZ
Oremos por ellos.
LA INSTRUCTORA
Goetz, hay algo que nos inquieta.
GOETZ
Habla.
LA INSTRUCTORA
Se refiere a Hilda. La queremos mucho, pero nos estorba; no está de acuerdo
contigo.
GOETZ
Lo sé.
HILDA
¿Qué os importa eso, si voy a irme?
GOETZ (sorprendido)
¿Te vas?
HILDA
Ahora mismo.
GOETZ
¿Por qué?
HILDA
Porque son felices.
GOETZ
¿Y qué?
HILDA
Soy inútil para las gentes felices.
GOETZ
Te aman.
HILDA
Seguro, seguro. Pero se consolarán.
GOETZ
Todavía te necesitan.
HILDA
¿Tú crees? (Se vuelve hacia los CAMPESINOS.) ¿Todavía me necesitáis?
(Silencio embarazoso de los CAMPESINOS.) ¿Lo ves? ¿De qué podría
servirles yo, teniéndote a ti? Adiós.
GOETZ (a los CAMPESINOS)
¿La dejaréis partir sin una palabra? Ingratos, ¿quién os salvó de la
desesperación cuando erais desgraciados? Quédate, Hilda, te lo pido en
nombre suyo. Y a vosotros, os ordeno devolverle vuestro amor.
HILDA (con repentina violencia)
Guárdalo todo; me robaste mi bolsa, pero no me darás limosna con mi
dinero.
LA INSTRUCTORA
Quédate, Hilda, ya que él lo quiere. Le obedeceremos, te lo juro, y te
amaremos como nos lo ordena el Hombre Santo.
HILDA
¡Chist! ¡Chist! Me amasteis por un movimiento natural de vuestros
corazones. Ahora se acabó; no hablemos más. Olvidadme, olvidadme
pronto; cuanto antes, mejor.
GOETZ (a los CAMPESINOS)
¡Dejadnos!
(Salen los CAMPESINOS)
ESCENA IV
GOETZ - HILDA
GOETZ
¿Adonde irás?
HILDA
A cualquier sitio. La miseria no falta.
GOETZ
¡Siempre la miseria! ¡Siempre la desgracia! ¿Es que no hay nada más?
HILDA
Para mí, nada. Esa es mi vida.
GOETZ
¿Es menester sufrir siempre con los dolores del hombre? ¿Es que no
podemos alegrarnos de su felicidad?
HILDA (violentamente)
¡Yo no puedo! ¡Bonita felicidad! ¡Balan! (Con desesperación.) Oh, Goetz,
desde que estás con nosotros, soy la enemiga de mi alma. Cuando habla, me
avergüenza lo que dice. Ya sé que ahora no tienen hambre y que su trabajo es
menos duro: sí quieren esa felicidad de ovejas, debo quererla con ellos. Pero
no puedo, no puedo quererla. Debo de ser un monstruo; los amo menos
desde que son menos desdichados. Y, sin embargo, me horroriza el
sufrimiento. (Pausa.) ¿Es que soy mala?
GOETZ
¿Tú? No. Estás celosa.
HILDA
Celosa. Sí. Hasta reventar. (Pausa.) ¿Lo ves? Es hora de que me vaya; me
has podrido. Donde quiera que estés y hagas lo que hagas, suscitas el mal en
los corazones. Adiós.
GOETZ
Adiós. (Ella no se marcha.) ¿Y bien? ¿Qué esperas? (HILDA va a salir.)
Hilda, no me abandones, ¿quieres? (Ella ríe.) ¿Qué te pasa?
HILDA (sin animosidad)
¿Eres tú, tú que me lo has quitado todo, quien me pide que no te abandone?
GOETZ
Cuanto más me aman, más solo estoy. Soy su techo y no tengo techo. Soy su
cielo y no tengo cielo. Sí, tengo uno: éste. ¿Ves qué lejos está? Quise
convertirme en columna y sostener la bóveda celeste. ¡Locura! El cielo es un
agujero. Hasta me pregunto dónde habita Dios. (Pausa.) Todo viene de que
no los amo bastante. He hecho los gestos del amor, pero el amor no ha
venido; habrá que creer que no estoy dotado para el amor. ¿Por qué me miras
así?
HILDA
Ni siquiera los amabas. Me los has robado para nada.
GOETZ
¡Ah! No era su amor lo que había que robarte, sino el tuyo. Sería preciso que
los amase con tu corazón. Mira, te envidio hasta tus celos. Estás ahí, les
miras, los tocas, eres calor, eres luz y no eres yo; es insoportable. No
comprendo por qué somos dos y quisiera convertirme en ti sin dejar de ser
yo mismo.
(Entra NASTY.)
ESCENA v
GOETZ - HILDA – NASTY
NASTY (con voz sorda) ¡Goetz! ¡Goetz! ¡Goetz!
GOETZ (volviéndose)
¿Quién es?... ¡Nasty!...
NASTY
Los hombres están sordos.
GOETZ
¿Sordos? ¿Sordos a tu voz? Es cosa nueva.
NASTY
Sí. Nueva.
GOETZ
¿Te pone Dios a prueba, como a los demás? Veremos cómo te portas.
NASTY
Que Dios me pruebe tanto como quiera. No dudaré de él ni de mi misión; y
si él duda de mí, es que está loco.
GOETZ
Bueno, habla ya.
NASTY (señalando a HILDA)
Despídela.
GOETZ
Ella soy yo. Habla o vete.
NASTY
Está bien. (Pausa.) Ha estallado la revuelta.
GOETZ
¿Qué revuelta? (Bruscamente.) ¡No es cosa mía! ¡No es culpa mía! ¡Que se
maten entre sí, nada tengo que ver yo en ello!
NASTY
Sólo les retenía el temor a la Iglesia: tú les has probado que no necesitaban
sacerdotes; ahora pululan los profetas. Pero son profetas de cólera que
predican la venganza.
GOETZ
¿Y todo eso es obra mía?
NASTY
Sí.
GOETZ
¡Toma!
(Le golpea.)
NASTY
¡Pega! ¡Pega, pues!
GOETZ
¡Ah! (Gira sobre sí mismo.) ¡Qué dulce era el Mal: podía matar! (Se pasea.
Pausa.) Vamos, ¿qué tienes que pedirme?
NASTY
Tú puedes evitar lo peor.
GOETZ
¿Yo? (Risa seca.) Ya sabes que tengo mal de ojo, imbécil. ¿Cómo te atreves
a servirte de mí?
NASTY
No puedo elegir... No tenemos armas, ni dinero, ni jefes militares y nuestros
campesinos son demasiado indisciplinados para formar buenos soldados. En
pocos días comenzarán nuestros reveses; en unos meses, las matanzas.
GOETZ
¿Y bien?
NASTY
Queda una posibilidad. Hoy no puedo canalizar la revuelta; dentro de tres
meses podré hacerlo. Si ganamos una batalla campal, una sola, los barones
nos ofrecerán la paz.
GOETZ
¿Y cuál es mi papel en todo esto?
NASTY
Eres el mejor capitán de Alemania.
GOETZ (lo mira y luego se aparta)
¡Ah! (Silencio.) ¡Reparar! ¡Siempre reparar! Todos, todos me hacéis perder
el tiempo. ¡Dios mío!, yo tengo otras cosas que hacer.
NASTY
¿Y vas a dejar que el mundo entero se degüelle entre sí, con tal de poder
construir tu ciudad juguete, tu ciudad modelo?
GOETZ
Este pueblo es un arca en la que he puesto el amor al abrigo. ¿Qué importa el
diluvio, si salvo el amor?
NASTY
¿Estás loco? No podrás escapar a la guerra. La guerra vendrá a buscarte
hasta aquí. (Silencio de GOETZ.) ¿Entonces, aceptas?
GOETZ
No tan de prisa. (Vuelve a acercarse a NASTY.) Hace falta disciplina, será
preciso que yo la cree. ¿Sabes lo que eso significa? Las horcas.
NASTY
Lo sé.
GOETZ
Nasty, habrá que ahorcar a pobres. Ahorcarlos al azar, para escarmiento: al
inocente con el culpable. ¡Qué digo! Son todos inocentes. Hoy soy su
hermano y veo su inocencia. Mañana, si soy su jefe, sólo habrá culpables y
ya no comprenderé nada; ahorcaré.
NASTY
Sea. Es preciso.
GOETZ
Será preciso también que me convierta en matarife; no tenéis armas ni
ciencia; vuestra única carta de triunfo es el número. Será menester derrochar
vidas. ¡Una guerra innoble!
NASTY
Sacrificarás veinte mil hombres para salvar a cien mil.
GOETZ
¡Si al menos estuviese seguro de eso! Puedes creerme, Nasty, sé lo que es
una batalla; si presentamos ésta, tendremos cien posibilidades contra una de
perderla.
NASTY
Tomaré, pues, esa única posibilidad. ¡Vamos! Cualesquiera que sean los
designios de Dios, somos sus elegidos: yo su profeta y tú su verdugo; ya no
hay tiempo para retroceder.
(Pausa.)
GOETZ
¡Hilda!
HlLDA
¿Qué quieres?
GOETZ
Ayúdame. ¿Qué harías tú en mi lugar?
HILDA
Jamás estaré en tu lugar ni quiero estarlo. Vosotros sois conductores de
hombres; yo sólo soy una mujer. No tengo nada que daros a vosotros.
GOETZ
Sólo en ti tengo confianza.
HlLDA
¿En mí?
GOETZ
Más que en mí mismo.
HILDA
¿Por qué quieres hacerme cómplice de tus crímenes? ¿Por qué me obligas a
decidir en tu lugar? ¿Por qué me das poder de vida y de muerte sobre mis
hermanos?
GOETZ
Porque te amo.
HILDA
¡Cállate! (Pausa.) ¡Ah!, has ganado; me has hecho pasar al otro lado de la
barrera; estaba con los que sufrían, y ahora estoy con los que deciden los
sufrimientos. ¡Oh, Goetz, ya nunca podré dormir! (Pausa.) Te prohibo verter
la sangre. Rechaza esa propuesta.
GOETZ
¿Tomamos juntos la decisión?
HILDA
Sí. Juntos.
GOETZ
¿Y soportaremos juntos las consecuencias?
HILDA
Juntos, pase lo que pase.
NASTY (a HILDA.)
¿Por qué te metes tú en esto?
HILDA
Hablo en nombre de los pobres.
NASTY
Nadie más que yo tiene derecho a hablar en su nombre.
HlLDA
¿Por qué?
NASTY
Porque yo soy uno de ellos.
HILDA
¿Tú, un pobre? Hace mucho tiempo que ya no lo eres.
Tú eres un jefe.
(bruscamente, levanta la cabeza.)
GOETZ
¿Por qué no decirles la verdad?
NASTY
¿Qué verdad?
GOETZ
Que no saben pelear y que están perdidos si comienzan la guerra.
NASTY
Porque matarán al que se lo diga.
GOETZ
¿Y si se lo dijese yo?
NASTY
¿Tú?
GOETZ
Tengo crédito ante ellos porque soy profeta y porque repartí mis bienes.
¿Para qué sirve el crédito sino para arriesgarlo?
NASTY
Una probabilidad contra mil.
HlLDA
¿En mí?
GOETZ
Más que en mí mismo.
HILDA
¿Por qué quieres hacerme cómplice de tus crímenes? ¿Por qué me obligas a
decidir en tu lugar? ¿Por qué me das poder de vida y de muerte sobre mis
hermanos?
GOETZ
Porque te amo.
HILDA
¡Cállate! (Pausa.) ¡Ah!, has ganado; me has hecho pasar al otro lado de la
barrera; estaba con los que sufrían, y ahora estoy con los que deciden los
sufrimientos, ¡Oh, Goetz, ya nunca podré dormir! (Pausa,) Te prohibo verter
la sangre. Rechaza esa propuesta.
GOETZ
¿Tomamos juntos la decisión?
HILDA
Sí. Juntos.
GOETZ
¿Y soportaremos juntos las consecuencias?
HILDA
Juntos, pase lo que pase.
NASTY (a HILDA.)
¿Por qué te metes tú en esto?
HILDA
Hablo en nombre de los pobres.
NASTY
Nadie más que yo tiene derecho a hablar en su nombre.
HlLDA
¿Por qué?
NASTY
Porque yo soy uno de ellos.
HILDA
¿Tú, un pobre? Hace mucho tiempo que ya no lo eres. Tú eres un jefe.
(GOETZ está hundido en sus pensamientos y no ha oído. Bruscamente,
levanta la cabeza.)
GOETZ
¿Por qué no decirles la verdad?
NASTY
¿Qué verdad?
GOETZ
Que no saben pelear y que están perdidos si comienzan la guerra.
NASTY
Porque matarán al que se lo diga.
GOETZ
¿Y si se lo dijese yo?
NASTY
¿Tú?
GOETZ
Tengo crédito ante ellos porque soy profeta y porque repartí mis bienes.
¿Para qué sirve el crédito sino para arriesgarlo?
NASTY
Una probabilidad contra mil.
GOETZ
¿Una contra mil? Está bien. Tienes derecho a rechazarla.
NASTY
No. No lo tengo. Ven.
HILDA
No vayas.
GOETZ (la coge por los hombros)
No temas; esta vez, Dios está de nuestro lado. (Llamando.) ¡Venid todos!
(Los CAMPESINOS regresan a la escena.) Pelean en todas partes. Mañana
arderá toda Alemania. Desciendo hacia los hombres para salvar la paz.
TODOS LOS CAMPESINOS
¡Ay! Goetz, no nos abandones. ¿Qué haremos sin ti?
GOETZ
Volveré, hermanos: aquí está mi Dios; aquí mi felicidad; aquí mis amores;
volveré. Y aquí está Hilda: a ella os confío. Si durante mi ausencia quisiesen
enrolaros en uno u otro partido, negaos a pelear. Y si os amenazan,
responded a las amenazas con el amor. Recordad, hermanos, recordad: el
amor hará retroceder a la guerra.
(Salen.)
ESCENA VI
Los mismos, menos GOETZ y NASTY
Los CAMPESINOS
¿Y si no regresase?
(Silencio.)
HlLDA
Oremos. (Pausa.) Oremos porque el amor haga retroceder a la guerra.
Los CAMPESINOS (arrodillándose)
Dios mío, que el amor haga retroceder a la guerra.
HILDA (de pie)
Que mi amor haga retroceder a la guerra. Así sea.
(La escena se sume en las tinieblas y las primeras réplicas del cuadro
octavo se oyen inmediatamente después de las últimas palabras de HILDA.)
TELÓN
OCTAVO y NOVENO CUADROS
El campamento de los CAMPESINOS. Rumores y gritos en la oscuridad.
ESCENA I
GOETZ, NASTY, KARL, los CAMPESINOS
VOCES
¡No! ¡No! ¡Fuera!
Voz DE GOETZ (dominando el tumulto)
¡Moriréis todos!
VOCES
¡Muera! ¡Muera! (Luz. Un claro en él bosque. Es de noche. Los
CAMPESINOS con palos y horcas. Algunos con espadas. Otros llevan
antorchas. GOETZ y NASTY se hallan en un promontorio rocoso, de pie,
dominando a la muchedumbre.) ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!
GOETZ
¡Pobrecillos! ¿Ni siquiera tenéis el valor de mirar la verdad cara a cara?
UNA VOZ
La verdad es que tú eres un traidor.
GOETZ
La verdad, hermanos míos, la cegadora verdad, es que no sabéis pelear. (Un
hercúleo CAMPESINO avanza.)
EL HÉRCULES
¿Yo no sé pelear? (Hilaridad en la muchedumbre.) ¡Ea, muchachos, parece
que yo no sé pelear! Pero puedo agarrar a un toro por los cuernos y torcerle
el pescuezo.
(GOETZ salta al suelo y se acerca a él.)
GOETZ
Aparentemente, hermanazo, eres tres veces más fuerte que yo, ¿verdad?
EL HÉRCULES
¿Yo, hermanito? (Le da un empujón que lo envía a cinco pasos.)
GOETZ
Perfecto. (A uno de los CAMPESINOS.) Dame ese bastón. (Al HÉRCULES.)
Y tú, toma este otro. En guardia. Vamos, pica, taja, sablea, estoquea. (Para y
esquiva los golpes.) ¿Ves? ¿Ves? ¿Ves? ¿De qué te sirve la fuerza? Sólo
haces gemir a los espíritus del viento y sangrar al aire. (Se baten.) Y ahora,
hermano, perdóname; te voy a moler un poco, sólo un poquito. Sólo por el
bien común. ¡Toma! (Lo golpea.) ¡Perdón, dulce Jesús mío! (El
CAMPESINO se derrumba.) ¿Estáis convencidos? El era el más fuerte y yo
estoy lejos de ser el más hábil. (Pausa. Los CAMPESINOS se callan,
sorprendidos. GOETZ goza un momento de su victoria y luego continúa.)
¿Queréis que os diga por qué no tenéis miedo a la muerte? Cada uno de
vosotros piensa que la muerte le tocará a su vecino. (Pausa.) Pero he aquí
que me dirijo a Dios Nuestro Padre y le digo: Dios mío, si quietes que ayude
a estos hombres, hazme conocer con un signo a los que perecerán en la
guerra. (De repente, finge el espanto.) ¡Oh!, ¡oh!, ¡oh! ¿Qué veo? ¡Ay!,
hermanos míos, ¿qué os sucede? ¡Qué atroz visión! ¡Ay!, ¡arreglados estáis!
UN CAMPESINO (inquieto)
¿Qué le pasa? ¿Qué es lo que ocurre?...
GOETZ
¡Que Dios ha hecho que vuestras carnes se fundan como lacre; ya sólo veo
vuestros huesos! ¡Virgen Santa! ¡Todos estos esqueletos!
UN CAMPESINO
¿Qué crees tú que quiere decir esto?
GOETZ
Dios no quiere la rebelión y me señala a los que van a dejar en ella el
pellejo.
UN CAMPESINO
¿Quién, por ejemplo?
GOETZ
¿Quién? (Tiende el índice hacia él y dice con voz terrible.) ¡Tú! (Silencio.)
¡Y tú! ¡Y tú! ¡Y tú! ¡Oh, qué danza macabra!
UN CAMPESINO (turbado, pero dudando todavía)
¿Quién nos prueba que eres profeta?
GOETZ
Hombres de poca fe, si queréis pruebas, mirad esta sangre. (Levanta las
manos. Silencio, A NASTY.) He ganado.
NASTY (entre dientes)
Todavía no. (Avanza KARL.) Cuídate de ése, es el más coriáceo.
KARL
¡Oh, hermanos míos, sois demasiado crédulos! ¿Cuándo aprenderéis a
desconfiar? ¡Sois tan dulces y tiernos que ni siquiera sabéis odiar! Todavía
hoy, basta que un hombre os hable con su voz de señor para que agachéis la
cabeza. ¿Y qué pasa? ¿Un poco de sangre en sus manos? ¡Valiente cosa! Si
hay que sangrar para convenceros, también sangraré yo.
(Levanta las manos, que comienzan a sangrar.)
GOETZ
¿Quién eres?
KARL
Profeta como tú.
GOETZ
¡Profeta de odio!
KARL
Es el único camino que lleva al amor.
GOETZ
¡Ah!, te reconozco. Eres Karl, mi criado.
KARL
Para servirte.
GOETZ
Un criado-profeta. ¡Es cómico!
KARL
No más cómico que un general-profetaGOETZ
(descendiendo los escalones)
Déjame ver tus manos. (Les da la vuelta.) Pardiez. Este hombre escondía en
sus mangas vejigas llenas de sangre.
KARL
Déjame ver las tuyas. (Las mira.) Este hombre se rasca con las uñas viejas
cicatrices para hacer brotar unas cuantas gotas de pus. Vamos, hermanos,
ponednos a prueba y decidid cuál de los dos es profeta.
RUMORES
Sí... Sí...
KARL
¿Sabes hacer esto? (Hace florecer una vara.) ¿Y esto? (Saca un conejo de su
sombrero.) ¿Y esto? (Se rodea de humo.) Muéstranos lo que sabes hacer.
GOETZ
Juegos de manos que he visto cien veces en las plazas públicas. Yo no soy
juglar.
UN CAMPESINO
Un profeta debe saber hacer lo que un juglar,
GOETZ
No entraré en competencia de milagros con mi ayuda de cámara. Hermanos
míos: antes de ser profeta fui general. Ahora se trata de la guerra; si no creéis
al profeta, tened confianza en el general.
KARL
Confiaréis en el general cuando el general haya probado que no es un
traidor.
GOETZ
Ingrato. Por amor a ti y a tus hermanos me he despojado de mis bienes.
KARL
¿Por amor a mí?
GOETZ
Sí, por amor a ti, que me odias,
KARL
¿De modo que me amas?
GOETZ
Sí, hermano mío, te amo.
KARL (triunfante)
¡Se ha traicionado, hermanos! ¡Nos miente! Mirad mi jeta y decidme cómo
podría amarme nadie. Y vosotros, muchachos, todos vosotros, ¿creéis que se
os puede amar?
GOETZ
¡Idiota! Si no los amase, ¿por qué iba a darles mis tierras?
KARL
En efecto. ¿Por qué? Toda la cuestión está ahí. (Bruscamente.) ¡Dios! ¡Dios
que sondea los riñones y las almas, socorro! Te presto mi cuerpo y mi boca
para que nos digas por qué Goetz, el bastardo, ha dado sus tierras.
(Comienza a lanzar gritos espantosos.)
LOS CAMPESINOS
¡Dios está en él! ¡Dios va a hablar! (Se arrodillan.)
GOETZ
¡Dios! ¡Lo que faltaba!
KARL (ha cerrado los ojos y habla con una voz extraña, que parece no
pertenecerle) ¡Hola! ¡Oh! ¡Oh!, ¡la tierra!
LOS CAMPESINOS
¡Hola, oh! ¡Hola, oh!
KARL (lo mismo)
Aquí, Dios, os veo; hombres, os veo.
LOS CAMPESINOS
¡Ten piedad de nosotros!
KARL (lo mismo)
¿Está ahí Goetz?
UN CAMPESINO
Sí, Padre nuestro, a la derecha, un poco detrás de ti.
KARL (lo mismo)
¡Goetz! ¡Goetz! ¿Por qué les diste tus tierras? ¡Responde!
GOETZ
¿A quién tengo el honor de hablar?
KARL (lo mismo)
Soy el que soy.
GOETZ
Pues bien; si eres quien eres, es que sabes lo que sabes y debes saber por qué
hice lo que hice.
Los CAMPESINOS (amenazadores)
¡Uh! ¡Uh! ¡Responde! ¡Responde!
GOETZ
A vosotros os respondo, hermanos. A vosotros, no a él. Repartí mis tierras
para que todos los hombres fueran iguales. (KARL ríe.)
LOS CAMPESINOS
¡Dios ríe! ¡Dios ríe!
(NASTY ha descendido los escalones y se ha colocado detrás de GOETZ.)
KARL (con la misma voz)
Mientes, Goetz, mientes a tu Dios.
¡Y vosotros, hijos míos, escuchad!
Haga un señor lo que haga, nunca será vuestro igual.
Y he ahí por qué os pido que los matéis a todos.
Este os ha dado sus tierras.
Pero vosotros, ¿podíais darle las vuestras?
El podía escoger entre dar o guardar.
Pero vosotros, ¿podíais rechazar?
Al que da un beso o un golpe
devolvedle un beso o un golpe,
pero al que da sin que podáis devolver
ofrecedle todo el odio de vuestro corazón,
pues erais esclavos y él os avasalla,
pues estabais humillados y él os humilla más.
Regalo de la mañana, ¡engaña!
Regalo del mediodía, ¡hastía!
Regalo de la tarde, ¡arde!
GOETZ
¡Ah!, ¡hermosa prédica! ¿Quién os ha dado la vida y la luz? Dios. El don es
su ley. Haga lo que haga, da. ¿Y qué es lo que podéis devolverle vosotros,
que no sois más que polvo? ¡Nada! Conclusión: es a Dios a quien debéis
odiar.
UN CAMPESINO
Dios es diferente.
GOETZ
¿Por qué nos creó a su imagen y semejanza? Si Dios es generosidad y amor,
el hombre, su criatura, debe ser amor y generosidad. Hermanos míos, os
conjuro: aceptad mis dones y mi amistad. No os pido, oh no, gratitud;
quisiera simplemente que no condenaseis mi amor como un vicio y que no
me reprochaseis mis donaciones como crímenes.
UN CAMPESINO
Puedes decir lo que quieras, pero a mí no me gustan las limosnas.
KARL (recobrando su voz natural y señalando al mendigo)
He ahí uno que ha comprendido. Las tierras son vuestras; el que pretende
dároslas, os engaña, pues da lo que no es suyo. ¡Tomadlas! Tomad y matad,
si queréis ser hombres. Por la violencia nos educaremos.
GOETZ
¿No hay nada más que el odio, hermanos míos? Mi amor,..
KARL
Tu amor viene del diablo y pudre todo cuanto toca. ¡Ah!, muchachos, si
pudieseis ver a la gente de Altweiler: en tres meses ha hecho de ellos unos
castrados. Os amará tanto que cortará todos los testículos del país para
reemplazarlos por un ramillete de violetas. No os dejéis engañar: erais
bestias y el odio os ha transformado en hombres; si os lo quitan, volveréis a
caer a cuatro patas y hallaréis de nuevo la pena muda de las bestias.
GOETZ
¡Nasty! ¡Ayúdame!
NASTY (señalando a KARL)
La causa está juzgada. Dios está con él.
GOETZ (estupefacto)
¡Nasty!
LOS CAMPESINOS
¡Vete! ¡Vete al diablo!
GOETZ (arrastrado por la ira)
Me voy, no temáis. Corred a la muerte; si reventáis, yo danzaré. ¡Que
horrendos sois! Pueblo de lémures y larvas, agradezca a Dios que me haya
mostrado vuestras almas; pues he comprendido que me había engañado; es
justo que los nobles posean la tierra, porque tienen altiva el alma; es justo
que andéis a cuatro patas, villanos, porque no sois más que unos cerdos.
Los CAMPESINOS (queriendo arrojarse sobre él)
¡Muera! ¡Muera!
GOETZ (arrebatando la espada a un campesino)
¡Venid por mí!
NASTY (levantando la mano)
¡Basta! (Silencio absoluto.) Este hombre se ha fiado de vuestra palabra.
Aprended a cumplirla, incluso con el adversario.
(El escenario se vacía poco a poco y vuelve a sumirse en las tinieblas. La
última antorcha está sujeta a la roca. NASTY la coge y va a salir.)
NASTY
¡Vete, Goetz, vete pronto!
GOETZ
¡Nasty! ¡Nasty! ¿Por qué me has abandonado?
NASTY
Porque has fracasado.
GOETZ
Nasty, son lobos. ¿Cómo puedes quedarte con ellos?
NASTY
Todo el amor de la tierra está en ellos.
GOETZ
¿En ellos? Si has podido encontrar una brizna de amor en esas toneladas de
estiércol, es que tienes buena vista. Yo no he visto nada.
NASTY
Es verdad, Goetz: no has visto nada.
(Sale.)
La noche.
Rumores que se alejan, un grito remoto de mujer, luego una débil luz sobre
GOETZ,
ESCENA II
GOETZ, solo
GOETZ
¡Reventaréis, perros! Os dañaré de manera memorable. ¡A mí, maldad mía;
ven a volverme ligero! (Pausa.) Es de risa. El Bien me ha enjuagado el
alma; ya no queda en ella ni una gota de veneno. Perfecto; en ruta hacia el
Bien, en ruta hacia Altweiler; o me ahorco o hago el Bien. Me esperan mis
hijos; mis capones, mis castrados, mis ángeles de gallinero me darán la
bienvenida, Dios mío; ¡cómo me aburren! A los otros, a los lobos, es a los
que amo. (Se pone en marcha.) Y bien, Señor, a ti te toca guiarme en la
noche oscura. Puesto que se debe perseverar a pesar del fracaso, que todo
fracaso me sea un signo, toda desventura una suerte, toda desgracia una
gracia; enséñame el buen uso de mis infortunios, Señor; lo creo, quiero
creerlo; permitiste que el mundo me expulsara porque me quieres todo para
ti. Pues bien, Dios mío; de nuevo estamos cara a cara, como en aquellos
buenos tiempos en que yo hacía el mal. ¡Ah!, no debí ocuparme nunca de los
hombres; estorban. Son malezas que es preciso apartar para llegar a ti. Voy a
ti, Señor, voy, ando por tu noche; dame la mano. Dime: ¿la noche eres tú,
verdad? ¡La noche, la ausencia desgarradora de todo! Pues tú eres aquel que
está presente en la universal ausencia, aquel a quien se oye cuando todo es
silencio, aquel a quien se ve cuando ya no se ve nada. Vieja noche, gran
noche anterior a los seres, noche del no-saber, noche de la desgracia y el
dolor, escóndeme, devora mi cuerpo inmundo, deslízate entre mi alma y yo y
róeme. Quiero la desnudez, la vergüenza y la soledad del desprecio, pues el
hombre está hecho para destruir al hombre en sí mismo y para abrirse como
una hembra al gran cuerpo tenebroso de la noche. Mientras no lo pruebe
todo, no tendré gusto por nada; hasta que no lo posea todo, no poseeré nada.
Hasta que lo sea todo, no seré nada en nada. Me rebajaré por debajo de todos
y tú, Señor, me apresarás en las redes de tu noche y me levantarás por
encima de ellos. (Con una voz recia y angustiada.) ¡Dios mío! ¡Dios mío!
¿Es ésta tu voluntad? Este odio del hombre, este desprecio de mí mismo, ¿no
los busqué ya, cuando era malo? ¿Cómo distinguiré la soledad del Bien de la
soledad del Mal? (Va haciéndose de día lentamente.) Amanece; he
atravesado tu noche. Bendito seas por darme tu luz; voy a ver claro. (Se
vuelve y ve Altweiler en ruinas. HILDA está sentada sobre un montón de
piedras y escombros, con la cabeza entre las manos. GOETZ grita.) ¡Ah!
ESCENA III
GOETZ, HlLDA
HILDA (levanta la cabeza y mira)
¡Por fin!
GOETZ
¿Dónde están los demás? ¿Muertos? ¿Por qué? ¿Porque se negaban a pelear?
HILDA
Sí.
GOETZ
Devuélveme mi noche, ocúltame los hombres. (Pausa.) ¿Cómo sucedió?
HILDA
Vinieron campesinos de Walsheim, armados; nos pidieron que nos
uniésemos a ellos y no quisimos.
GOETZ
Entonces, incendiaron la aldea. ¡Perfecto! (Se echa a reír.) ¿Cómo es que no
has muerto con los demás?
HILDA
¿Lo sientes?
GOETZ
¡Pardiez! Era más sencillo no dejar supervivientes.
HILDA
También yo lo lamento. (Pausa.) Nos encerraron en una casa y la prendieron
fuego. Estaba bien.
GOETZ
Sí, estaba bien, estaba muy bien.
HlLDA
Finalmente, se abrió una ventana. Salté por ella. La muerte me daba igual,
pero quería verte de nuevo.
GOETZ
¿Para qué? Me hubieses vuelto a ver en el cielo.
HILDA
No iremos al cielo, Goetz, y aun si entrásemos juntos, no tendríamos ojos
para vernos, ni manos para tocarnos. Allá arriba, uno solamente se ocupa de
Dios. (Se acerca para tocarlo.) Estás aquí; un poco de carne gastada,
arrugada, miserable, una vida, una pobre vida. Y es esta carne y esta vida lo
que yo amo. Sólo se puede amar en este mundo y contra Dios.
GOETZ
Yo sólo amo a Dios y ya no estoy en este mundo.
HILDA
¿Entonces, no me amas?
GOETZ
No. Y tú tampoco, Hilda, tú tampoco me amas. Lo que tomas por amor, es
odio.
HILDA
¿Por qué habría de odiarte?
GOETZ
Porque crees que he matado a los tuyos.
HILDA
Soy yo quien los ha matado.
GOETZ
¿Tú?
HILDA
Fui yo quien dijo no. Los prefería muertos antes que asesinos. ¡Oh! Goetz,
¿con qué derecho elegí por ellos?
GOETZ
¡Bah! ¡Haz lo que yo! Lávate las manos de toda esa sangre. No somos riada,
no podemos hacer nada de nada. El hombre sueña que actúa, pero es Dios
quien dispone.
HILDA
No, Goetz, no. Si no hubiera sido por mí, vivirían todavía.
GOETZ
Pues bien, sea. Por ti, tal vez. Yo nada tengo que ver en eso.
HILDA
"Juntos hemos tomado la decisión y juntos soportaremos las consecuencias."
Acuérdate.
GOETZ
No estamos juntos. ¿Querías verme? Pues bien; mírame, tócame. Y ahora,
vete. Nunca, en toda mi vida volveré a mirar a un rostro. Sólo tendré ojos
para la tierra y las piedras. (Pausa.) Te interrogué, Dios mío, y me
respondiste. Bendito seas por haberme revelado la malignidad de los
hombres. Castigaré sus pecados en mi propia carne, atormentaré este cuerpo
por el hambre, el frío y el látigo; a fuego lento, a fuego muy lento. Destruiré
al hombre, puesto que lo creaste para que fuera destruido. Este era mi
pueblo; un pueblo pequeñito, una sola aldea, casi una familia. Mis vasallos
están muertos y yo, el vivo, muero para el mundo y pasaré el resto de mi
vida meditando sobre la muerte. (A HILDA.) ¿Todavía estás aquí? Vete. Ve a
buscar en otra parte la miseria y la vida.
HILDA
El más miserable eres tú; mi sitio está aquí. Y aquí me quedaré.
TELÓN
DÉCIMO CUADRO
La aldea en ruinas, seis meses más tarde
ESCENA I
HILDA, luego HEINRICH
(Sentada en el mismo lugar que en el cuadro precedente, HILDA mira hacia
la carretera. Se adivina de pronto que ve venir a alguien. Se yergue a
medias y espera. Entra HEINRICH. Trae el sombrero adornado con flores y
un ramo en la mano.)
HEINRICH
Ya estamos. (Se vuelve hacia un personaje invisible.) Quítate la gorra. (A
HILDA.) Me Hamo Heinrich; antaño dije misas, ahora vivo de limosnas. (Al
diablo.) ¿Adonde vas corriendo? Ven acá. (A HILDA.) Cuando huele la
muerte, está en lo suyo. Pero no haría daño a una mosca.
HILDA
Hoy hace un año y un día, ¿verdad? ¿Un año y un día desde lo de Worms?
HEINRICH
¿Quién te lo ha dicho?
HILDA
He ido contando los días.
HEINRICH
¿Te han hablado de mí?
HILDA
Sí. Hace tiempo.
HEINRICH
Hermoso día, ¿eh? Cogí estas flores por el camino, es un ramo de
aniversario. (Se las ofrece.)
HILDA
No las quiero. (Las deja a su lado.)
HEINRICH
No hay que tener miedo de la gente feliz.
HILDA
Tú no eres feliz.
HEINRICH
Te repito que hoy es fiesta: anoche dormí. Vamos, hermanita, tienes que
sonreírme; amo a todos los hombres salvo a uno y quiero que todo el mundo
esté contento. (Bruscamente.) Ve a buscarlo. (Ella no se mueve.) ¡Vamos! No
le hagas esperar.
HILDA
El no te espera.
HEINRICH
¿El? Me sorprendes. Somos un par de amigos y apuesto a que se ha
acicalado para recibirme.
HILDA
Perdónale. Toma tu ramo y vete.
HEINRICH (al diablo)
¿La oyes?
HILDA
Deja a tu diablo; no creo en él.
HEINRICH
Yo tampoco.
HILDA
¿Y entonces?
HEINRICH (riendo)
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Eres una niña!
HILDA
El que te ofendió no existe ya: murió para el mundo. Ni siquiera te
reconocería y estoy segura de que tampoco tú podrías reconocerle. Buscas a
un hombre y vas a encontrarte con otro.
HEINRICH
Aceptaré lo que encuentre.
HILDA
Perdónale, te lo suplico. ¿Por qué vas a hacerme daño.
a mí que nada te he hecho?
HEINRICH
No pienso hacerte daño; me gustas mucho.
HILDA
Sangraré por todas las heridas que a él le hagas.
HEINRICH
¿Le amas?
HILDA
Sí.
HEINRICH
¿Se puede, pues, amarle? Es cómico. (Ríe.) Yo... y otros muchos lo hemos
intentado también. Pero sin éxito. ¿Te quiere él?
HILDA
Me quiso mientras se quiso a sí mismo.
HEINRICH
Si te ama, sentiré menos hacerte sufrir.
HILDA
Perdónale sus ofensas y Dios te perdonará las tuyas.
HEINRICH
¡Pero si no tengo el menor deseo de que El me perdone! La condenación
tiene sus lados buenos; todo está en acostumbrarse. Yo me he acostumbrado.
Todavía no estoy en el infierno y ya tengo mis pequeñas costumbres de
condenado.
HILDA
¡Pobre hombre!
HEINRICH
¡No! ¡No! ¡No! No soy un pobre hombre. Soy feliz, te digo que soy feliz.
(Pausa.) ¡Vamos! Llámale. (Ella se calla.) Es mejor que seas tu quien le
llame; se llevará la sorpresa de verme. ¿No quieres? Le llamaré yo entonces.
¡Goetz! ¡Goetz! ¡Goetz!
HILDA
No está aquí.
HEINRICH
¿Dónde está?
HILDA
En el bosque. A veces permanece allí semanas enteras.
HEINRICH
¿Lejos de aquí?
HILDA
A veinticinco leguas.
HEINRICH (al diablo)
¿Tú la crees? (Cierra los ojos y escucha lo que le sopla el diablo.) Sí. Sí. Sí.
(Sonríe maliciosamente. Luego.) Bueno, ¿cómo podré encontrarlo?
HILDA
Busca, buen cura, busca. Tu camarada sabrá guiarte.
HEINRICH
Dios te guarde, hermana. (Al diablo.) ¡Vamos, tú!
(Desaparece. HILDA se queda sola, siguiéndole con la mirada.)
ESCENA II
HILDA, GOETZ
(Entra GOETZ con un látigo en la mano derecha y un cántaro en la
izquierda. Parece agotado.)
GOETZ
¿Quién me llama? (HILDA no responde.) Alguien me llamaba. Oí su voz.
HILDA
Siempre oyes voces cuando ayunas.
GOETZ
¿Y esas flores?
HILDA
Las he cogido yo.
GOETZ
No lo haces muy a menudo. (Pausa.) ¿Qué día es hoy? ¿En qué día del año
estamos?
HlLDA
¿Por qué me lo preguntas?
GOETZ
Alguien debía venir este otoño.
HILDA
¿Quién?
GOETZ
Ya no me acuerdo. (Pausa.) Dime: ¿qué día? Qué día y qué mes.
HILDA
¿Crees que yo cuento los días? Ya sólo hay uno, siempre recomenzado; nos
lo dan al alba y nos lo retiran por la noche. Tú eres un reloj parado que repite
siempre la misma hora.
GOETZ
¿Parado? No; yo me adelanto. (Agita el cántaro.) ¿Qué? Murmura. El agua
produce una música angelical; tengo el infierno en la garganta y el paraíso
en los oídos.
HILDA
¿Cuánto tiempo hace que no bebes?
GOETZ
Tres días. Tengo que resistir hasta mañana.
HILDA
¿Por qué hasta mañana?
GOETZ (riendo con aire idiota)
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Es preciso! ¡Es preciso! (Pausa. Mueve el cántaro.) ¡Clap!
¡Clap! ¿Eh? No conozco ruido más desagradable para un hombre que se
muere de sed.
HlLDA
Diviértete, mima tus deseos. ¡Beber cuando se tiene sed, sería demasiado
simple! Si no mantuvieses incesantemente una tentación en tu alma,
correrías el riesgo de olvidarte.
GOETZ
¿Cómo podría vencerme si no me tentase?
HlLDA
Oh, Goetz; ¿es posible que creas vivir este día por primera vez? El cántaro,
el ruido del agua, esos pellejos blancos sobre tus labios, me lo sé de
memoria. ¿No sabes, acaso, lo que va a pasar?
GOETZ
Aguantaré hasta mañana por la mañana; eso es todo.
HlLDA
Jamás has podido aguantar hasta el fin porque te impones pruebas
demasiado largas. Vas a agitar ese cántaro hasta que caigas. Y cuando caigas,
yo te haré beber.
GOETZ
¿Quieres algo nuevo? Pues, mira. (Inclina el cántaro.) Las flores tienen sed.
Bebed, flores, bebed mí agua; que el cielo visite vuestras pequeñas gargantas
de oro. ¿Ves cómo renacen? La tierra y las plantas aceptan mis dones; sólo
los hombres los rechazan. (Vuelca el cántaro.) Ya está; no hay modo ya de
beber, (Ríe y repite penosamente.) No hay modo... No hay modo...
HlLDA
¿Es la voluntad de Dios que chochees así?
GOETZ
Claro. Es menester destruir al hombre, ¿verdad? (Arroja el cántaro.) ¡Bueno,
y ahora, a ver cómo te las arreglas para hacerme beber! (Se cae.)
HILDA (le mira fríamente y luego se echa a reír)
Sabes que siempre tengo agua de reserva; te conozco. (Va a buscar un
cántaro lleno, regresa y levanta la cabeza de GOETZ.) Anda, bebe.
GOETZ
No, hasta mañana no.
HILDA
Dios te desea maniático y chocho, pero no muerto. Tienes, pues, que beber.
GOETZ
Hago temblar a Alemania y heme aquí tumbado de espaldas como un crío en
las manos de su nodriza. ¿Estás satisfecho, Señor? ¿Conoces peor abyección
que la mía? Hilda, tú que lo prevés todo, ¿sabes lo que ocurrirá después, si
sacio mi sed?
HILDA
Sí, lo sé; el gran juego, la tentación de la carne. Querrás acostarte conmigo.
GOETZ
¿Y, sin embargo, quieres que beba?
HILDA
Sí.
GOETZ
¿Y si me arrojase sobre ti?
HILDA
¿En el estado en que estás? Vamos, todo está regulado como en la misa;
gritarás injurias y obscenidades y para terminar te flagelarás. Bebe.
GOETZ (cogiendo el cántaro)
¡Otra derrota! (Bebe.) El cuerpo es una pocilga. (Bebe.)
HlLDA
El cuerpo es bueno. La pocilga es tu alma.
GOETZ (dejando el cántaro)
Se fue la sed; me siento vacío. (Pausa.) Tengo sueño.
HILDA
Duerme.
GOETZ
No, puesto que tengo sueño. (Le mira.) Enséñame tus senos. (Ella no se
mueve.) Vamos, muéstramelos, tiéntame; hazme morir de deseo. ¿No? ¡Ah,
zorra! ¿Por qué?
HILDA
Porque te amo.
GOETZ
¡Pon tu amor al rojo vivo, húndelo en mi corazón para que se abrase y eche
humo! Si me amas, debes atormentarme.
HILDA
Soy tuya; ¿por qué voy a hacer de mi cuerpo un instrumento de tortura?
GOETZ
Si pudieras ver cómo soy, me aplastarías la jeta. Mí cabeza es un aquelarre
en el que tú eres todas las brujas,
HILDA (riendo)
No presumas tanto.
GOETZ
Quisiera que fueses una bestia para cubrirte como una bestia.
HILDA
¡Cómo sufres de ser hombre!
GOETZ
No soy un hombre, no soy nada. Sólo hay Dios. El hombre es una ilusión
óptica. Te asqueo, ¿eh?
HILDA (tranquilamente) No, porque te quiero.
GOETZ
¿Y no ves que trato de envilecerte?
HILDA
Sí, porque soy tu bien más precioso.
GOETZ (colérico)
¡No estás respetando las reglas del juego!
HILDA
No, en efecto.
GOETZ
Mientras estés a mí lado, no me sentiré totalmente inmundo.
HILDA
Por eso me quedo.
(GOETZ se levanta penosamente.)
GOETZ
Si te cojo en mis brazos, ¿me rechazarás?
HILDA
No.
GOETZ
¿Aunque me acerque a ti con el corazón henchido de inmundicias?
HlLDA
Sí te atreves a tocarme, es que tu corazón es puro.
GOETZ
Hilda, ¿cómo se puede amar sin vergüenza? El pecado de concupiscencia es
el más abyecto.
HILDA
Mírame, mírame bien, mira mis ojos, mis labios, mí pecho, mis brazos: ¿soy
yo un pecado?
GOETZ
Eres bella. La Belleza es el Mal.
HILDA
¿Estás seguro?
GOETZ
Ya no estoy seguro de nada. (Pausa.) Si sacio mis deseos, peco pero no me
libero de ellos; si me niego a satisfacerlos, infectan toda el alma... Cae la
noche; en el crepúsculo hay que tener buena vista para distinguir a Dios del
diablo. (Se aproxima, la toca y se aleja bruscamente.) ¿Acostarme contigo a
la vista de Dios? No, no me gustan las bacanales. (Pausa.) Si conociese una
noche bastante profunda para ocultarnos a su mirada...
HILDA
El amor es esa noche; a la gente que se ama, Dios no la ve.
(GOETZ vacila y luego retrocede.)
GOETZ
Dadme los ojos del lince de Beocia para que mi mirada penetre bajo esta
piel. Muéstrame lo que se oculta en sus narices y en sus orejas. ¿Cómo
puedo desear yo, a quien repugna tocar con el dedo el estiércol, tener entre
mis brazos al saco mismo de los excrementos?
HILDA (violentamente)
Más inmundicias hay en tu alma que en mi cuerpo. Es en tu alma donde
están la fealdad y la suciedad de la carne. Yo no necesito la mirada del lince;
te he curado, te he lavado, he conocido el olor de tu fiebre. ¿Y he dejado de
amarte? Cada día te pareces un poco más al cadáver que serás y sigo
amándote. Si mueres, me acostaré junto a ti y me quedaré ahí hasta el fin, sin
comer ni beber; te pudrirás entre mis brazos y amaré tu carroña, pues no se
ama nada si no se ama todo.
GOETZ (tendiéndole el látigo)
Flagélame. (HILDA se encoge de hombros.) Vamos, azota, azota, venga en
mí a Catalina muerta, tu juventud perdida y todas esas gentes que ardieron
por mi culpa.
HILDA (estallando de risa)
Sí, te azotaré, sucio monje, te azotaré porque has arruinado nuestro amor.
(Coge el látigo.)
GOETZ
En los ojos, Hilda, en los ojos.
ESCENA III
Los mismos, HEINRICH
HEINRICH
¡Azótale! ¡Azótale! Haced como si yo no estuviera aquí. (Avanza. A
HILDA.) El camarada me aconsejó que diese un paseíto y regresase
despacito. No es posible engañarle, ¿sabes? (A GOETZ.) Ella quería impedir
que nos viésemos de nuevo. ¿Es verdad que no me esperabas?
GOETZ
¿Yo? Contaba los días.
HlLDA
¿Los contabas? ¡Oh! Goetz, me has mentido. (Le mira.) ¿Qué tienes? Te
brillan los ojos. Ya no eres el mismo.
GOETZ
Es el placer de volver a verlo.
HILDA
Curioso placer; va a hacerte todo el daño que pueda.
GOETZ
Prueba de que me ama. Estás celosa, ¿eh? (Ella no responde. El se vuelve
hacia HEINRICH.) ¿Las flores, las cogiste tú?
HEINRICH
Sí, para ti.
GOETZ
Gracias. (Recoge el ramo.)
HEINRICH
Feliz aniversario, Goetz.
GOETZ
Feliz aniversario, Heinrich.
HEINRICH
Probablemente, morirás esta noche
GOETZ
¿De veras? ¿Por qué?
HEINRICH
Los campesinos te buscan para matarte. He tenido que correr para llegar
antes que ellos.
GOETZ
¡Matarme! ¡Demonios! Es hacerme mucho honor; me creía totalmente
olvidado. ¿Y por qué quieren matarme?
HEINRICH
El jueves último, en la llanura de Gunsbach, los barones hicieron picadillo al
ejército de Nasty. Veinticinco mil muertos: la derrota total. Dentro de dos o
tres meses, la rebelión estará aplastada.
GOETZ (violentamente)
¡Veinticinco mil muertos! ¡No había que disputar esa batalla! ¡Imbéciles!
Hubiesen debido... (Se calma.) ¡Al diablo! Nacemos para morir. (Pausa.)
Naturalmente, me echan la culpa de todo, ¿no?
HEINRICH
Dicen que habrías evitado la matanza si te hubieras hecho cargo del mando
de las tropas. Puedes estar contento; eres el hombre más odiado de
Alemania.
GOETZ
¿Y Nasty? ¿Ha huido? ¿Prisionero? ¿Muerto?
HEINRICH
Adivina.
GOETZ
¡Vete a hacer puñetas!
(Se sume en sus pensamientos.)
HILDA
¿Saben que está aquí?
HEINRICH
Sí.
HILDA
¿Quién se lo ha dicho? ¿Tú?
HEINRICH (señalando al diablo)
Yo no, él.
HILDA (dulcemente)
¡Goetz! (Le toca el brazo.) ¡Goetz!
GOETZ (sobresaltado)
¿Eh? ¿Qué?
HILDA
No puedes quedarte aquí.
GOETZ
¿Por qué no? Hay que pagar, ¿verdad?
HILDA
Nada tienes que pagar; tú no eres culpable.
GOETZ
¡Métete en tus asuntos!
HILDA
Esto es asunto mío. Goetz, hay que partir.
GOETZ
¿Adonde?
HILDA
No importa adonde, con tal de que estés seguro. No tienes derecho a hacerte
matar.
GOETZ
No.
HILDA
Sería hacer trampa.
GOETZ
¡Ah, sí!; hacer trampa... ¿Y qué? ¿No hice trampas toda mi vida? (A
HEINRICH.) Tú, comienza tu requisitoria; es el momento, estoy preparado.
HEINRICH (señalando a HILDA)
Dile que se vaya.
HILDA
Tendrás que Hablar delante de mí, no le dejaré.
GOETZ
Tiene razón; Hilda, este proceso debe juzgarse a puerta cerrada.
HILDA
¿Qué proceso?
GOETZ
El mío.
HILDA
¿Por qué te dejas procesar? Echa a este sacerdote y abandonemos la aldea.
GOETZ
Hilda, necesito que me juzguen. Todos los días, a todas horas, me condeno,
pero no llego a convencerme porque me conozco demasiado para tenerme
confianza. Ya no veo mi alma, porque tengo metidas las narices en ella;
necesito que alguien me preste sus ojos.
HILDA
Toma los míos.
GOETZ
Tampoco tú me ves; tú me amas. Heinrich me detesta, luego puede
convencerme. Cuando mis pensamientos salgan de su boca, creeré en ellos.
HILDA
Si me voy ahora, ¿me prometes huir luego conmigo?
GOETZ
Sí, si gano mi proceso.
HlLDA
De sobra sabes que has decidido perderlo. Adiós, Goetz.
(Se le acerca, le besa y sale.)
ESCENA IV
GOETZ - HEINRICH
GOETZ (arrojando el ramo)
¡Pronto, manos a la obra! Hazme todo el daño que puedas.
HEINRICH
No es así como yo te imaginaba.
GOETZ
Valor, Heinrich, la tarea es fácil. La mitad de mí mismo es tu cómplice
contra la otra mitad. Anda, húrgame hasta el ser, ya que es mi ser lo que se
halla en entredicho.
HEINRICH
¿Es cierto, pues, que quieres perder?
GOETZ
No, no tengas miedo. Sólo que prefiero la desesperación a la incertidumbre.
HEINRICH
Pues bien... (Pausa.) Espera; una laguna en mi memoria. Me ocurre a veces;
dentro de un momento lo recordaré. (Se pasea agriadamente.) Y, sin
embargo, había tomado mis precauciones; esta mañana lo repasé todo en la
cabeza... Es culpa tuya; no estás como deberías estar. Debías de estar
coronado de rosas y con los ojos triunfantes, entonces, yo hubiera arrojado
tu corona y pisoteado tu triunfo. Finalmente, habrías caído de rodillas...
¿Dónde está tu soberbia? ¿Dónde está tu insolencia? Estás casi muerto...,
¿qué placer quieres que encuentre en rematarte? (Con rabia.) ¡Ah, todavía
no soy suficientemente malo!
GOETZ (riendo)
Te crispas, Heinrich; sosiégate, no te apresures.
HEINRICH
No tengo un minuto que perder. Te digo que están pisándote los talones. (Al
diablo.) Sóplame, apúntame, ayúdame a odiarlo. (Quejumbrosamente.)
Jamás está a mi lado cuando lo necesito.
GOETZ
Voy a hacer yo de apuntador. (Pausa.) Las tierras.
HEINRICH
¿Las tierras?
GOETZ
¿Cometí un error al darlas?
HEINRICH
¡Ah! Las tierras... Pero si no las diste; sólo se puede dar lo que se tiene.
GOETZ
¡Bien dicho! La posesión es una amistad entre el hombre y las cosas; pero en
mis manos, las cosas aullaban. Nada di. Públicamente leí un acto de
donación y eso fue todo. No obstante, cura, si es verdad que jamás di mis
tierras, también es verdad que los campesinos las recibieron. ¿Qué respondes
a esto?
HEINRICH
No las recibieron, puesto que no pueden conservarlas. Cuando los barones
hayan invadido el dominio e instalado a cualquier primo de Conrad en el
castillo de los Heidenstamm, ¿qué quedará de toda esta fantasmagoría?
GOETZ
Enhorabuena. Ni dadas ni recibidas; es mucho más simple. Las monedas del
diablo se trocaban en hojas muertas cuando se quería gastarlas; mis buenas
obras se les parecen; cuando se las toca, se convierten en cadáveres. Pero, de
todos modos, ¿qué dices de la intención? ¿Eh? Si verdaderamente tuve la
intención de hacer el Bien, ni Dios ni el diablo pueden quitármela. Ataca la
intención. Róela.
HEINRICH
No será difícil: como no podías gozar de esos bienes, quisiste elevarte por
encima de ellos simulando despojarte.
GOETZ
Oh, voz de bronce, publica, publica mi pensamiento: ya no sé si te escucho o
si soy yo quien habla. ¿Así, pues, todo era simple mentira y comedia? No
obré, hice gestos. ¡Ah!, cura, me rascas donde me pica. ¿Y después?
¿Después? ¿Qué hizo el comicucho? ¡Vamos, te cansas muy pronto!
HEINRICH (contagiado del frenesí de GOETZ)
Diste para destruir.
GOETZ
¡Acertaste! No me bastaba con haber asesinado al heredero...
HEINRICH (lo mismo)
Quisiste pulverizar la herencia.
GOETZ
Levanté a pulso el viejo dominio de Heidenstamm...
HEINRICH (lo mismo)
Y lo arrojaste contra el suelo para reducirlo a cenizas.
GOETZ
Quise que mi bondad fuese más devastadora que mis vicios.
HEINRICH
¡Y lo lograste; veinticinco mil cadáveres! En un día de virtud causaste más
muertos que en treinta y cinco años de malicia.
GOETZ
Agrega que esos muertos son pobres; los mismos a quienes simulé ofrecer
los bienes de Conrad.
HEINRICH
¡Diablo! Los detestaste siempre.
GOETZ (levantando el puño)
¡Perro! (Se detiene y se echa a reír.) He querido pegarte; señal de que estás
en lo cierto. ¡Ja! ¡Ja! Ahí, pues, me aprieta el zapato. ¡Insiste! Acúsame de
detestar a los pobres y de haber explotado su gratitud para avasallarlos.
Antaño violaba las almas mediante la tortura, ahora las violo mediante el
Bien. Hice de esta aldea un ramillete de almas marchitas. Pobres gentes; me
imitaban y yo imitaba la virtud; murieron como mártires inútiles, sin saber
por qué. Escucha, cura: yo había traicionado a todo el mundo, y a mi
hermano; pero no había saciado mi apetito de traición; entonces, una noche,
ante las murallas de Worms, inventé traicionar al Mal. Y ésta es toda la
historia. Sólo que el Mal no se deja traicionar tan fácilmente, no fue el Bien
lo que salió del cubilete de los dados, sino un Mal peor. ¡Por lo demás, qué
importa! ¡Monstruo o santo, me importaba un bledo! Lo que deseaba era ser
inhumano. Dí, Heinrich, dí que estaba enloquecido por la vergüenza y que
quise sorprender al cielo para escapar al desprecio de los hombres. ¿Vamos,
a qué esperas? ¡Habla! ¡Ah!, es verdad, no puedes hablar; como que es tu
voz la que habla por mi boca. (Imitando a HEINRICH.) No has cambiado de
piel, Goetz, has cambiado de lenguaje. Llamaste amor a tu odio a los
hombres y generosidad a tu rabia destructora. Pero has seguido siendo
semejante a ti mismo; semejante: nada más que un bastardo. (Recobrando su
voz natural.) Dios mío, doy testimonio de que él dice la verdad; yo, el
acusado, me reconozco culpable. He perdido mi proceso, Heinrich. ¿Estás
contento?
(Titubea y se apoya en el muro.)
HEINRICH
No.
GOETZ
Eres difícil.
HEINRICH
¡Ah! Dios mío: ¿es ésta mi victoria? ¡Qué triste es!
GOETZ
¿Qué harás cuando yo esté muerto? Vas a echarme de menos.
HEINRICH (señalando al diablo)
Este me dará mucho que hacer. No tendré tiempo de pensar en ti.
GOETZ
¿Al menos estás seguro de que quieren matarme?
HEINRICH
Seguro.
GOETZ
¡Buena gente! Les tenderé el cuello, y ahí terminará todo: buen alivio para
todo el mundo.
HEINRICH
Nada termina nunca.
GOETZ
¿Nada? ¡Ah!, sí, está el infierno. Bueno, al menos será un cambio para mí.
HEINRICH
No habrá tal cambio; estás en él. (Señalando al diablo.) El compadre me ha
enseñado que la tierra es apariencia; no hay más que el cielo y el infierno. La
muerte es un engañabobos para las familias; para el difunto, todo continúa.
GOETZ
¿Todo va a continuar para mí?
HEINRICH
Todo. Gozarás de ti mismo durante la Eternidad.
(Pausa.)
GOETZ
Qué próximo parecía el Bien, cuando yo era malvado. No había más que
tender los brazos. Los tendí y se convirtió en una corriente de aire. ¿Era,
pues, un espejismo? Heinrich, Heinrich, ¿el Bien es posible?
HEINRICH
¡Feliz aniversario! Hace un ano y un día que me hiciste la misma pregunta.
Y te respondí que no. Era de noche, tú reías mirándome y decías: "Estás
como una rata en el cepo." Luego, saliste del paso con una jugada de dados.
¿Y ahora, ves? Es de noche, una noche semejante a aquélla, y ¿quien está en
la ratonera?
GOETZ (bufonesco)
Yo.
HEINRICH
¿Podrás salir?
GOETZ (dejando la bufonería)
No. No saldré. (Se pasea.) Señor, ¿si nos niegas los medios para hacer el
Bien, por qué nos das el áspero deseo de hacerlo? Si no permitiste que yo me
hiciese bueno, ¿por qué me quitaste el deseo de ser malo? (Se pasea.) Es
curioso, de todos modos, que no haya una salida.
HEINRICH
¿Para qué simulas hablarle? De sobra sabes que no responderá.
GOETZ
¿Y por qué ese silencio? El, que se hizo visible a la burra del profeta, ¿por
qué se niega a mostrárseme?
HEINRICH
Porque tú no cuentas. A Dios le importa un bledo que tortures a los débiles o
te martirices a ti mismo, que beses los labios de una cortesana o los de un
leproso, que mueras de privaciones o de voluptuosidades.
GOETZ
¿Quién cuenta, entonces?
HEINRICH
Nadie. El hombre no es nada. No te hagas el sorprendido; siempre lo supiste.
Lo sabías cuando echaste los dados. ¿Por qué, si no, hubieses hecho trampa?
(GOETZ trata de hablar.) Hiciste trampa: Catalina te vio: forzaste la voz
para cubrir el silencio de Dios. Las órdenes que pretendes recibir, eres tú
quien te las envías.
GOETZ (reflexionando)
Sí, yo.
HEINRICH (sorprendido)
Pues sí. Tú mismo.
GOETZ (el mismo tono)
Sólo yo.
HEINRICH
Sí, te digo que sí.
GOETZ (levantando la cabeza)
Sólo yo, cura, tienes razón. Sólo yo. Yo suplicaba, mendigaba un signo,
enviaba al cielo mis mensajes; y no había respuesta. El cielo ignora hasta mí
nombre. A cada minuto me preguntaba lo que podía ser yo a los ojos de
Dios. Ahora sé la respuesta: nada. Dios no me ve, Dios no me oye, Dios no
me conoce. ¿Ves ese vacío por encima de nuestras cabezas? Es Dios. ¿Ves
esa brecha en la puerta? Es Dios. ¿Ves ese agujero en la tierra? También es
Dios. El silencio, es Dios. La ausencia, es Dios, Dios es la soledad de los
hombres. Estaba yo solo; yo solo decidí el Mal; solo, inventé yo el Bien. Fui
yo quien hizo trampa, yo quien hizo milagros, yo quien me acuso hoy, sólo
yo puedo absolverme; yo, el hombre. SÍ Dios existe, el nombre es nada; si el
hombre existe... ¿Adonde vas?
HEINRICH
Me voy; ya nada tengo que hacer contigo.
GOETZ
Espera, cura; voy a hacerte reír.
HEINRICH
¡Cállate!
GOETZ
Pero si todavía no sabes lo que voy a decirte. (Le mira y bruscamente.) ¡Tú
lo sabes!
HEINRICH (gritando)
¡No es verdad! No sé nada, no quiero saber nada.
GOETZ
Heinrich, voy a darte a conocer una importante travesura; Dios no existe.
(HEINRICH se arroja sobre él y le pega. GOETZ ríe y grita bajo los
golpes.) Dios no existe. ¡Alegría, lágrimas de alegría! ¡Aleluya! ¡Loco! No
pegues; te estoy libertando, y libertándome. Ni cielo; ni infierno; sólo la
Tierra.
HEINRICH
¡Ah! ¡Que me condenen cien veces, mil veces, pero que exista! Goetz, los
hombres nos han llamado traidores y bastardos; y nos han condenado. Si
Dios no existe, no hay manera ya de escapar a los hombres. ¡Dios mío, este
hombre ha blasfemado; pero yo creo en ti, yo creo! Padre Nuestro que estás
en los Cielos, prefiero ser juzgado por un ser infinito y no por mis iguales.
GOETZ
¿A quién hablas? Acabas de decir que El era sordo. (HEINRICH le mira en
silencio.) Ya no hay manera de escapar a los hombres. Adiós a los
monstruos, adiós a los santos. Adiós al orgullo. Sólo hay hombres.
HEINRICH
Hombres que te rechazan, bastardo.
GOETZ
¡Bah! Ya me las arreglaré. (Pausa.) Heinrich, no he perdido mi proceso; no
ha lugar a proceso por falta de juez. (Pausa.) Vuelvo a empezar.
HEINRICH (sobresaltado)
¿A empezar qué?
GOETZ
La vida. HEINRICH
Sería demasiado cómodo. (Se lanza sobre él.) No recomenzarás. Todo acabó
para ti; hoy es el día del balance.
GOETZ
Déjame, Heinrich, déjame. Todo ha cambiado, quiero vivir. (Trata de
escapar de las manos de HEINRICH.)
HEINRICH (estrangulándolo)
¿Dónde está tu fuerza, Goetz, dónde está tu fuerza? ¡Qué suerte que quieras
vivir; vas a morir en la desesperación! (GOETZ, debilitado, intenta
vanamente rechazarlo.) Que toda tu parte de infierno se concentre en este
último instante.
GOETZ
¡Suéltame! (Debatiéndose.) ¡Si uno de nosotros ha de morir, que seas tú!
(Lo hiere con un cuchillo.)
HEINRICH
¡Ah! (Pausa.) No quiero dejar de odiar, no quiero dejar de sufrir. (Cae.) No
habrá nada, nada, nada. Y tú, mañana, verás el día.
(Muere.)
GOETZ
Has muerto y el mundo sigue igual de lleno; nadie te echará de menos.
(Toma las flores y las arroja sobre el cadáver.) La comedia del Bien ha
terminado con un asesinato; tanto mejor, así ya no podré retroceder.
(Llamando.) ¡Hilda! ¡Hilda!
ESCENA V
HlLDA - GOETZ
Ha caído la noche.
GOETZ
Dios ha muerto.
HILDA
¡Muerto o vivo, qué me importa! Hace ya mucho tiempo que no me ocupo
de él. ¿Dónde está Heinrich?
GOETZ
Se ha ido.
HILDA
¿Has ganado tu proceso?
GOETZ
No ha habido proceso; te digo que Dios ha muerto. (La coge en sus brazos.)
Ya no tenemos testigo, yo soy el único que ve tus cabellos y tu frente. Qué
verdadera eres desde que El ya no es. Mírame, no dejes un momento de
mirarme; el mundo se ha quedado ciego; si volvieses la cabeza, tendría
miedo de aniquilarme. (Ríe.) ¡Por fin solos!
(Luz. Antorchas que se aproximan.)
HILDA
Ya están aquí. Ven.
GOETZ
Quiero esperarlos.
HILDA
Te matarán.
GOETZ
¡Bah! ¿Quién sabe? (Pausa.) Quedémonos: tengo necesidad de ver hombres.
(Las antorchas se aproximan.)
TELÓN
UNDÉCIMO CUADRO
El campamento de los CAMPESINOS.
ESCENA I
KARL, la BRUJA, los dos CAMPESINOS y luego NASTY (La BRUJA frota a
los CAMPESINOS con una mano de madera.)
NASTY (entrando)
¿Qué haces?
LA BRUJA
Los hombres a quienes froto con esta mano de madera se vuelven
invulnerables; dan golpes y no los reciben.
NASTY
¡Tira esa mano! (Marcha hacia ella.) ¡Vamos! ¡Tírala! (La BRUJA se
esconde detrás de KARL.) ¡Karl! ¿También tú estás metido en esto?
KARL
Sí. Déjala.
NASTY
Mientras yo mande, los jefes no mentirán a sus tropas.
KARL
Entonces las tropas reventarán con sus jefes.
NASTY (a los CAMPESINOS)
¡Largaos!
(Salen. Pausa. KARL se dirige hada NASTY. )
KARL
¡Vacilas, Nasty, sueñas y mientras tanto se multiplican las deserciones! El
ejército pierde sus soldados como un herido su sangre. Es preciso contener la
hemorragia. Y ya no tenemos derecho a ser delicados con los medios.
NASTY
¿Qué quieres hacer?
KARL
Dar órdenes a todos de que se dejen frotar por esta bella criatura. Si se creen
invulnerables, se quedarán.
NASTY
Yo había hecho de ellos hombres, tú los transformas en bestias.
KARL
Más valen las bestias que se dejan matar en su puesto que los hombres que
desertan.
NASTY
¡Profeta de error y de abominación!
KARL
Pues bien, sí, soy un falso profeta. ¿Y tú, qué eres?
NASTY
Yo no quería esta guerra...
KARL
Es posible, pero si no pudiste impedirla es porque Dios no estaba contigo.
NASTY
Yo no soy un falso profeta, sino un hombre al que el Señor engañó. Haz lo
que quieras. (KARL sale con la BRUJA.) SÍ, Dios mío, me engañaste, pues
me dejaste creer que era tu elegido; pero cómo reprocharte que mientas a tus
criaturas y cómo dudar de tu amor, yo que amo a mis hermanos como los
amo y les miento como les miento.
ESCENA II
NASTY, GOETZ., HILDA y tres CAMPESINOS armados
NASTY (sin sorpresa)
¡Ah, ya estáis aquí!
UN CAMPESINO (señalando a GOETZ)
Le buscábamos para degollarlo. Pero ya no es el mismo hombre; reconoce
sus errores y dice que quiere combatir en nuestras filas. Entonces, decidimos
traértelo.
NASTY
Dejadnos. (Salen.) ¿Quieres combatir en nuestras filas?
GOETZ
Sí.
NASTY
¿Por qué?
GOETZ
Os necesito. (Pausa.) Quiero ser un hombre entre los hombres.
NASTY
¿Nada más que eso?
GOETZ
Ya sé que es lo más difícil. Por eso debo comenzar por el principio.
NASTY
¿Cuál es el principio?
GOETZ
El crimen. Los hombres de hoy nacen criminales; debo reivindicar mi parte
en sus crímenes si quiero mi porción de su amor y de sus virtudes. Quise el
amor puro; necedad; amarse, es odiar al mismo enemigo; me desposaré,
pues, con vuestro odio. Quise el Bien; tontería; sobre esta tierra y en estos
tiempos, el Bien y el Mal son inseparables; acepto ser malvado para llegar a
ser bueno.
NASTY (mirándole)
Has cambiado.
GOETZ
¡Y de qué manera! Perdí a alguien que me era muy querido.
NASTY
¿Quién?
GOETZ
Alguien que no conoces. (Pausa.) Quiero servir bajo tus órdenes como
simple soldado.
NASTY
No acepto.
GOETZ
¡Nasty!
NASTY
¿Qué quieres que haga yo con un soldado cuando pierdo cincuenta por día?
GOETZ
Cuando vine a ti, orgulloso como un rico, me rechazaste y era justo porque
yo pretendía que me necesitaseis. Pero ahora te digo que tengo necesidad de
vosotros y si me rechazáis seréis injustos, pues es injusto rechazar a los
mendigos.
NASTY
Yo no te rechazo. (Pausa.) Desde hace un año y un día, tu puesto te espera;
ocúpalo. Mandarás el ejército.
GOETZ
¡No! (Pausa.) No nací para mandar. Quiero obedecer.
NASTY
Perfectamente. Te ordeno, entonces, que te pongas al frente de nuestras
tropas. Obedece.
GOETZ
Nasty; estoy resignado a matar y me haré matar si es preciso; pero no
enviaré a nadie a la muerte; ahora sé lo que es morir. No hay nada, Nasty,
nada; sólo tenemos nuestra vida.
HILDA (imponiéndole silencio)
¡Goetz! ¡Cállate!
GOETZ (a HILDA)
Sí. (A NASTY.) Los jefes están solos; yo quiero tener hombres por todas
partes: en torno mío, por encima de mí, y que me oculten el cielo. Nasty,
permíteme ser uno cualquiera.
NASTY
Pero si eres un cualquiera. ¿Crees tú que un jefe vale más que otro? Si no
quieres mandar, vete.
HlLDA (a GOETZ)
Acepta.
GOETZ
No. Treinta y seis años de soledad son ya demasiados.
HlLDA
Yo estaré contigo.
GOETZ
Tú eres yo. Estaremos solos juntos.
HILDA (a media voz)
Si eres soldado entre los soldados, ¿les dirás que Dios ha muerto?
GOETZ
No.
HILDA
¿Lo ves?
GOETZ
¿El qué?
HILDA
Nunca serás semejante a ellos. Ni mejor ni peor: distinto. Y si os ponéis de
acuerdo será un malentendido.
GOETZ
He matado a Dios porque me separaba de los hombres y he aquí que su
muerte me aísla todavía más. No permitiré que ese gran cadáver envenene
mis amistades humanas; si es preciso, lo diré todo.
HILDA
¿Tienes derecho a robarles el valor?
GOETZ
Lo haré poco a poco. Al cabo de un año de paciencia...
HiLDA (riendo)
Vamos, dentro de un año estaremos todos muertos.
GOETZ
Si Dios no existe, ¿por qué yo, que quisiera vivir con todos, estoy solo?
(Entran los CAMPESINOS empujando ante sí a LA BRUJA. )
LA BRUJA
Os juro que no hace mal alguno. Si esta mano os frota, seréis invulnerables.
Los CAMPESINOS
Te creeremos si Nasty se deja frotar.
(LA BRUJA se acerca a NASTY.)
NASTY
¡Vete al diablo!
LA BRUJA (a media voz)
De parte de Karl; déjame hacerlo o todo está perdido.
NASTY (en voz alta)
Está bien. Date prisa.
(LA BRUJA le frota. Los CAMPESINOS aplauden.)
UN CAMPESINO
Frota también al monje.
GOETZ
¡Por la muerte de Dios!
HILDA (dulcemente)
¡Goetz!
GOETZ
Frota, linda muchacha, frota bien fuerte.
(Acción de LA BRUJA.)
NASTY (violentamente) ¡Idos!
(Salen.)
GOETZ
¿A esto has llegado, Nasty?
NASTY Sí.
GOETZ
¿Entonces, los desprecias?
NASTY
Sólo a mí me desprecio. (Pausa.) ¿Conoces tú más extraña bufonería? Yo,
que odio la mentira, miento a mis hermanos para darles el valor necesario
para que se hagan matar en una guerra a la que yo odio.
GOETZ
¡Pardiez! Hilda, este hombre está tan solo como yo.
NASTY
Mucho más. Tú lo estuviste siempre. Yo era cien mil y ahora soy sólo yo.
Goetz, yo no conocía ni la soledad, ni la derrota, ni la angustia y carezco de
recursos contra ellas. (Entra un soldado.)
EL SOLDADO
Los jefes quieren hablarte.
NASTY
Que entren, (A GOETZ.) Van a decirme que ha muerto la confianza y que ya
no tienen autoridad.
GOETZ (con voz fuerte) .
No. (NASTY lo mira.) El sufrimiento, la angustia, los remordimientos están
bien para mí. Pero si tú sufres, se apaga la última luz, y será entonces la
noche. Tomo el mando del ejército.
(Entran los jefes y KARL.)
UN JEFE
Nasty, hay que saber concluir una guerra. Mis hombres...
NASTY
Hablarás cuando te conceda la palabra. (Pausa.) Os anuncio una noticia que
vale por una victoria: tenemos un general y es el más famoso capitán de
Alemania.
UN JEFE
¿Ese monje?
GOETZ
¡Todo menos monje!
(Se despoja del hábito y aparece vestido de soldado.)
Los JEFES
¡Goetz!
KARL
¡Goetz! ¡Pardiez!...
UN JEFE
¡Goetz! ¡Eso lo cambia todo!
UN JEFE
¿Qué es lo que cambia, eh? ¿Qué es lo que cambia? ¡Es un traidor! Veréis
cómo os hace caer en una memorable emboscada.
GOETZ
¡Acércate! Nasty me ha nombrado jefe y capitán. ¿Me obedecerás?
UN JEFE
Prefiero reventar.
GOETZ
Revienta, pues, hermano. (Lo apuñala.) Y en cuanto a vosotros, oídme: tomo
el mando contra mi voluntad; pero no lo soltaré. Creedme, si hay alguna
posibilidad de ganar esta guerra, la ganaré. Anunciad inmediatamente que se
ahorcará a todo soldado que trate de desertar. Quiero tener esta noche un
inventario completo de las tropas, las armas y los víveres; me respondéis de
todo con la cabeza. Estaremos seguros de la victoria cuando vuestros
hombres me teman más a mí que al enemigo. (Los jefes tratan de hablar.)
No, Ni una palabra. Id a cumplir mis órdenes. Mañana conoceréis mis
planes. (Salen. GOETZ empuja el cadáver con el pie.) El reino del hombre
comienza. Bonito comienzo. Vamos, Nasty, seré verdugo y carnicero.
(Tiene un breve desfallecimiento.)
NASTY (poniéndole la mano en el hombro)
Goetz...
GOETZ
No tengas miedo, no flaquearé. Les causaré horror, ya que no tengo otra
manera de amarlos; les daré órdenes, ya que no tengo otra manera de
obedecerles; permaneceré solo con este vacío por encima de mi cabeza, ya
que no tengo otra manera de estar con todos. Hay que hacer esta guerra y la
haré.
TELÓN