25/4/12

Lombrices, de Pablo Albarello

LOMBRICES

 

de Pablo Albarello

 

 

 

















Pablo Albarello

(54-11) 4383-8621






Lombrices


(Reg. Prop. Int. Expte. 310165)



Mención Tercer Concurso Nacional de Obras de Teatro de Humor 2004, jurados: Roberto Cossa, Mauricio Kartun y Eduardo Rovner.
Mención Concurso de Obras Inéditas del Fondo Nacional de las Artes 2004, jurados: Alicia Zanca, Roberto Perinelli y Bernardo Carey.
Estrenada en Zapala, Neuquén, el 22/04/2005 en el Teatro Municipal de Zapala, con dirección de Susana Mezzelani y Cecilia Lizasoain y protagonizada por Luis Vicente y Raúl Domínguez.
Participante del ciclo “Bis a Bis, espectáculos teatrales sin terceros en discordia”, Sala Enrique Muiño, Centro Cultural Gral. San Martín de la Ciudad de Buenos Aires (2005).
Participante del Festival Internacional de Teatro Íntimo de Mérida (Yucatán) México.
Representada por distintos elencos en Valencia (España), Tarija (Bolivia), en la Ciudad de Buenos Aires, Bahía Blanca, Tandil, Olavaria, La Plata, Moreno, Bolívar, Escobar y en las provincias de Neuquén, Tucumán, San Luis, La Rioja y Córdoba.


Personajes: Martirio – Consuelo

Síntesis: Martirio y Consuelo son dos ancianas recluidas en un edificio de departamentos, habitan un mundo paralelo saturado de delirios y nostalgias por un pasado mejor. La realidad exterior, en tanto, sigue por sus carriles: el edificio se incendia, es evacuado, el fuego sofocado, pero ellas no tienen por qué saberlo. Entre contactos con el más allá y la confesión de un amor prohibido,  viven entregadas a un juego macabro: asesinarse adoptando los argumentos de famosas películas de Hollywood.






LOMBRICES

(NOTA: Por el tono de la obra y características de los personajes, el autor propone que los mismos sean interpretados por dos actores hombres)
Dos mecedoras, Martirio (90) y Consuelo (85), sentadas, silencio, Consuelo teje concentrada, Martirio parece en estado de ausencia, un estetoscopio le cuelga del cuello. Golpes apremiantes en la puerta, silencio, los golpes se reiteran, silencio. Retoman el diálogo de golpe.
C.- Catalina, la hija mayor...
M.- ¿De quién?
C.- De los Crisafuli... ¿Ubica a los Crisafuli?
M.- No
C.- Los del videogame, que son dos hermanos... uno mayor y el otro menor...
M.- ¿Cuál?
C.- El mayor
M.- ¿El rengo?
C.- ¡Exacto, el rengo!
M.- ¡El rengo! ¡Hubiera empezado por ahí!
Consuelo guarda el tejido dentro de una bolsa de nylon, se alisa enérgicamente la pollera.
C.- Una historia escabrosa:  parece que Catalina, la hija mayor, le nace sin útero, la madre entonces se ofrece a tenerle el crío,  pero como fallece el año pasado de toxoplasmosis, parece que lo convencen al rengo y no va que le hacen una fecundación ‘in vitro’.
M.- ¡Usted repite cualquier cosa!
C.- ¿Por qué?
M.- ¡Porque no puede ser!
C.- ¿A ver y por qué no va a poder ser?
M.- Que al rengo ese le van a hacer una ‘fecundación in vitro’ ¿Por dónde lo va a tener?
C.- Le hacen cesárea.
M.- ¡Cállese!
C.- Por lo menos la chica anda mostrando la  ecografía por todos lados: va a dar a luz mellizos.
M.- ¡Shhht!
Martirio se coloca el estetoscopio en los oídos y con el extremo otea el aire.
C.- ¿Qué?
M.- ¿Escuchó?
C.- No
M.- ¡Hágase la sota!
C.- ¡Si le digo que no escuché no escuché! (Pausa) ¡Ay, Martirio, córtela, debe ser el gasista!
M.-  ¡No soy tarada! El gasista vino el martes, golpeó dos veces y, como siempre, usted aprovechó para ir a abrir y le dio la dentadura postiza para que se la sopleteara con la autógena.
C.- ¡No mienta!
M.- ¿Quién miente?
C.- ¡Usted miente!
Martirio, se ataca. Se incorpora, se pone a temblar.
M.- ¿YO MIENTO? ¿USTED DICE QUE YO MIENTO? ¡YO NUNCA MIENTO, YO NUNCA MIENTO, YO NO MIENTO, NUNCA, NUNCA MIENTO, NUNCA, NUNCA MIENTO, NUNCA MIENTO!
C.- ¡Bueno, tranquilícese!
Consuelo la ayuda a sentarse. Se escuchan una sirena, frenadas, portazos. Silencio.
M.- ¡El gasista, le voy a dar, el gasista! Son las lombrices
C.- ¡Ay, basta, usted me cansa!  Mejor le leo (de la bolsa del tejido saca una revista “Pronto”, lee) “Pasemos a la segunda pregunta que es: ¿quién existe? A esto cabe contestar: yo existo, el mundo existe, Dios existe, las cosas existen. Cabe también decir: las cosas existen, y yo como una de tantas cosas existo. También se puede afirmar: yo existo pero las cosas no existen...”
M.- ¡Que yo existo, que las cosas existen!
C.- ¿Qué?
M.- ¡Vaya estupidez!
C.- ¿Por qué estupidez?
M.- En lo que ha acabado el ser humano por existir...
C.- ¡Qué tiene, si es lindo existir!
M.- ¡Si le gusta tanto exista usted! (pausa) ¡Deme otra Rodhesia!
Consuelo saca las Rodhesias de la bolsa del tejido.
C.- Dos para usted y una para mí (comen se escucha otra sirena, corridas, silencio) ¿Sabe, quién me viene al pensamiento, cosa de hace dos o tres días, así, como un flash de cámara fotográfica?
M.- ¡Usted sabrá!
C.- Rufino, su marido
M.- ¡Hablemos de otra cosa!
C.- ¡Qué ser humano inolvidable, que persona íntegra!
M (amenazante).- ¡Dije que hablemos de otra cosa!
Pausa.
C.- En el programa de la monja pusieron de nuevo la receta del pollo al oreganato. ¡Es una pavada!: agarra y dora las presas en el aceite, ¿no? Después las escurre, las sazona...
M.- ¡Lleva manteca!
C.- Le agrega la mezcla del ajo, el orégano y el ají, raspa el fondo de la cocción, agrega el caldito de gallina...
M.- ¡Lleva manteca!
C.- Pone las presas en la sartén y las hierve despacio echándole vino o agua para mantener el volumen...
M.- ¡Lleva manteca!
C (harta).- ¡Sí, Martirio, lleva manteca, está contenta, lleva manteca, tenía razón, la felicito, acaba de ganar el PRODE, yo dije que no llevaba manteca, bueno, le pido perdón de rodillas: lleva manteca, lleva manteca!
Pausa. Martirio de golpe se incorpora y de un salto se sube sobre Consuelo y le aprieta el cuello. Consuelo se retuerce al borde de la asfixia, así se mantienen durante unos segundos hasta que logra zafarse y Martirio se aparta de otro ágil salto. Consuelo recupera poco a poco el aliento.
C.- ¡Aprieta muy fuerte!
M.- ¡Más vale que aprieto!
C.- ¡Me ahoga!
M.- ¿Usted es tarada? ¡Es la idea!
Martirio vuelve a su mecedora, Consuelo lloriquea.
C.- ¡No puede con su genio! ¡Sabe qué: usted tiene la violencia metida... cómo se dice... enquistada! ¡Eso le va a ir horadando... va a ver, le va a ir horadando hasta arruinarle la vida!
Martirio no escucha, ha vuelto al estado de ausencia, Consuelo vuelve a sacar el tejido. Fuertes golpes en la puerta, silencio, se repiten los golpes, silencio. Retoman el diálogo de golpe.
C.- Pensar lo que era este edificio hace 60 años…
M.- ¡Una mierda!
C.- ¡Qué dice! Las reuniones de consorcio eran una fiesta. Su marido avisaba un día antes, yo preparaba los canapés con salsa golf… ¿Se acuerda cuando hicimos el frente nuevo con mármol San Vicente? ¿Y el portero eléctrico? ¡Una hablaba y del otro lado le contestaban! ¡Qué maravilla tecnológica!
M.- ¡Espejitos de colores, un engaño para idiotas, una mentira que nos lleva derecho a la hecatombe!
C.- ¿Qué hecatombe?
M.- ¡La hecatombe! ¿Dónde vive? ¿No sabe que los gobiernos de las naciones van a tener que destruir a las computadoras, que las computadoras son las culpables de la marihuana libre, de las malformaciones genéticas, del terrorismo musulmán?
C.- ¿Le parece?
M.- La marihuana libre es financiada por los evangelistas y por infiltrados ecuatorianos que entran al país ayudados por piratas del asfalto para lograr la esclavitud de las voluntades, provocar las malformaciones en los recién nacidos y así, con la opinión pública distraída, la Patagonia queda desprotegida y es invadida por los terroristas de Al Quaeda...
C.- ¡Pero eso es terrible!
M.- ¿Dónde cree que van a fabricar todos esos misiles balísticos de corto alcance para vender en la guerra?
C.- Lo que no entiendo es que tienen que ver los evangelistas
M.- ¡Se drogan!
C.- ¿Y los ecuatorianos?
M (reacciona).- ¡Fabrican los misiles! ¿Usted es idiota? ¡Siga sin mirar “el Noticiero de Santo”! ¡Así va a terminar!
Pausa. Consuelo contiene un sollozo.
M.- ¿Qué le pasa?
C.- Nunca pude entender.
M.- ¿Qué?
C.- Lo de su marido… ¡Mire que venir a caerse por el hueco del ascensor!
M.- ¡Es mogólica! ¡Le digo que hablemos de otra cosa y usted como si pasara un carro!
Pausa, Consuelo se recupera.
C.- ¿Vio que los homosexuales se están casando? ¡Qué increíble, cómo han evolucionado las costumbres! ¡A mí me parece fantástico! ¡Van al Registro Civil, les tiran arroz, no va a decir que no es romántico!
Pausa. Martirio observa insistentemente a Consuelo, al sentirse observada ésta se incomoda.
C.- ¿Qué?
M.- Consuelo, dígame algo...
C.- ¿Qué pasa?
M.- ¿Usted gusta de mí?
C.- ¿Cómo dice?
M.- Quiero decir: ¿Yo le atraigo? ¿Usted siente algo por mí?
C.- ¡Cállese!
M.- ¡Como a cada rato saca el tema de la homosexualidad!
C.- ¡Lo dije al pasar, por sacar una conversación! ¡No sea asquerosa!
M.- ¡Nunca se casó!
C.- ¡Y eso qué tiene que ver! ¡Si no me casé habrá sido porque no encontré al ser buscado!
M.- ¡Por mí que cada cual que haga de su culo un pito!
C.- ¿Entonces por qué me ataca?
M.- ¡Yo no la ataco! (cambia) Escuché algo…
C.- ¿Qué escuchó?
M.- A la Portera.
C.- ¡Justo... ésa!
M.- Hablaba con la del “D” mientras le pasaba el “hecho en el balde” al pasillo. Decía que usted fue la que le puso ese mensaje a Hanglin.
C.- ¿Qué mensaje?
M.- “Señora mayor busca relación lésbica con compañera de canasta”.
C.- ¡Está diciendo pavadas!
Martirio se ataca, se incorpora, se pone a temblar.
M.- ¿QUÉ YO DIGO PAVADAS? ¿USTED DICE QUE YO DIGO PAVADAS? ¡YO NO DIGO PAVADAS, YO NUNCA DIGO PAVADAS, NUNCA DIGO PAVADAS, NUNCA, NUNCA DIGO PAVADAS, NUNCA DIGO PAVADAS, NUNCA DIGO PAVADAS!...
C.- ¡Bueno, tranquilícese!
Consuelo vuelve a sentar a Martirio. Otra sirena, silencio, corridas en el pasillo, fuertes golpes en la puerta, se escuchan voces.
VOCES: ¿Hay alguien? ¡No contestan¡ ¡Acá no hay nadie! ¡Subo al tercer piso!
Silencio.
M.- Daban esta dirección.
C.- ¡Le digo que yo no mandé ningún mensaje!
M.- Entonces fue esa caída del catre.
C.- ¿Quién?
M.- Carmencita.
C.- ¡Pobre, no sea maldita! Desde que la atropelló  el repartidor de la tintorería no es la misma.
M.- ¡Se lo merece!
C.- ¿Sabe lo que dijeron los de la ambulancia?
M.- ¡Desprendimiento de masa encefálica!
C.- ¿Cómo sabe? ¡Cosa de no creer! ¿Vio el charquito que quedó en la puerta el día de la tragedia? ¡Era el seso, pobre santa! ¡Parece que ahí perdió el primario y secundario completos! ¡Fíjese lo que es el cerebro humano!
M.- ¡Y entonces aprovechó para hacerse tortillera!
C.- ¿Por qué es tan mala, Martirio?
M.- ¡Shhht! (vuelve a escuchar con el estetoscopio) ¿Ahora no me va a decir que no escuchó?
C.- ¡No!
M.- ¡Más sorda que una tapia!... ¡Je-je!
C.- ¿De qué se ríe?
M.- Ya deben estar pasando el segundo piso.
C.- ¿Qué?
M.-  Las lombrices.
C.- ¡Ay, basta, por favor! (hojea la revista, vuelve a leer) Escuche esto:
“¿En qué consiste consistir? ¿En qué consiste la consistencia? El realismo considera a las categorías como elementos ontológicos del ser, mientras que el idealismo como unidades sintéticas del pensamiento, que constituyen fuera de él la noción inacabada del ser”… ¿No suena inteligente?
M (burlona).- ¿No suena tan inteligente?... ¡De la Rúa también sonaba inteligente!
C.- A mí me hubiese gustado estudiar. No sé, hay tantas cosas interesantes: la teoría del Big-bang, la caída del Imperio Romano de Occidente...
Pausa. Consuelo observa insistentemente a Martirio, no se decide a hablar.
C.- ¿Martirio?
M.- ¿Qué?
C.- Yo...  amé a su marido
M.- ....
C.- ¿Escuchó lo que dije? ¡Yo amé a su marido!
M.- Y yo le respondí
C.- ¿Qué me respondió?
M.- ¡Chocolate por la noticia!
C.- ¿Chocolate por la noticia? ¿Cómo chocolate por la noticia?
M.- ¿Qué quiere, que me ponga a bailar hip-hop?
C (angustiada).- ¡No! ¡Pero se queda así, tan serena!
M.- ¿Quiere que la faje?
C.- ¡No quise decir eso!
M.- ¡Entonces déjese de escorchar!
Una nube de humo comienza a invadir la escena, se escuchan golpes de hacha. Silencio.
C.- Hace bastante tiempo que quería decírselo. ¡Trataba, trataba! ¡Sentía como un nudo acá!… ¡Perdóneme, Martirio!
M.- ¡Que la perdone Magoya!
C.- ¡Déle, perdóneme!
M.- ¡Basta!... ¡Déme otra Rodhesia!
Consuelo saca las Rodhesias de la bolsa.
C.- ¡Dos para usted y dos para mí!
Comen.
C.- ¿Se lo dijo él?
M.- ¿Quién?
C.- Rufino
M.- ¡Y a usted que le importa!
Pausa. El humo se retira, Martirio vuelve al estado de ausencia. Consuelo de golpe agarra el almohadón sobre el que está sentada y de un salto cae sobre Martirio y le cubre la cara para asfixiarla. Martirio se retuerce, forcejean unos segundos hasta que ésta logra rechazarla.
M.- ¡Usted es una inútil!
C.- ¿Por qué?
M.- ¿No se da cuenta de que tengo la cara para el costado y que puedo respirar? ¡Me tiene que agarrar de sorpresa!
C.- ¡Es lo que hice!
M.- ¡Qué va a ser lo que hizo, papanatas! ¡Vaya por atrás!
Consuelo vuelve a repetir lo de la almohada, lo hace mal, Martirio se la arranca y la tira.
M.- ¡Es una incapaz! ¡No sé para que le muestro las cintas!
C.- ¡De muerte por asfixia no vimos!
M.- ¡Sí que vimos! ¿Y la de la Warner Brother?
C.- ¿Cuál?
M.- La de Robert De Niro, que son un montón de mafiosos que regentean el casino en el desierto de Arizona y hay uno que se empieza a hacer el loco y hace negocios por su cuenta sin pasarle el porcentaje a los jefes.
C.- ¡Lo matan con bates de baseball!
M.- ¡No señor! ¡Esa es la de la Columbia Pictures!
C.- ¡Mezcla todo: la de la Columbia Pictures es la del asesino serial que se come a las víctimas después de sacarle la piel para hacer abrigos! (llora, pausa) ¡Igual no insista, yo no sigo, me llena de angustia!
M.- ¡Hay la señora se llena de angustia!

C.- ¡Señorita!

Pausa. Consuelo no resiste el silencio.

C.- ¡Diga algo, no sea cruel, comprenda que a mí me cuesta hablar de esto!
M.- Necesitaba otro cuerpo.
C.- ¿Quién necesitaba otro cuerpo?
M.- ¡Mi marido, marmota! ¿De quién estamos hablando?... Dijo que necesitaba otro cuerpo.
C.- ¿Qué necesitaba otro cuerpo? ¡Ay Martirio,  qué cosas dice! (halagada, se incorpora)  Si usted siempre tuvo mejor figura que yo, mejor busto, yo soy más bien angosta de cadera.
M.- Si no era el suyo sería el de alguna otra.
C.- ¿Cómo el de alguna otra? ¿Qué está diciendo, qué cuerpo buscaba? ¡Aclare eso! (llorosa) ¿Martirio, qué cuerpo buscaba, qué cuerpo...?
Consuelo se va sobre Martirio, la sacude, pero ésta vuelve a su estado de ausencia, Consuelo al advertirlo le alisa el vestido y la acomoda en el asiento. Consuelo vuelve al suyo, retoma el tejido nerviosamente. Silencio, golpes, corridas, gritos de auxilio, silencio. Retoman el diálogo de golpe.
C.- La de Gándara viuda de Carpentieri... ¿La ubica?
M.- No
C.- La del hermano en la cárcel... que tenía el negocio mayorista.
M.- ¿La de la leche cortada?
C.- ¡Exacto, la de la leche cortada!
M.- ¡La de la leche cortada, hubiera empezado por ahí!
Consuelo guarda el tejido en la bolsa, se alisa enérgicamente la pollera.
C.- Parece que desde que la hija mayor le entró en el Gran Hermano 3 se cree estrella del espectáculo, en el barrio dejó de saludar, se encerró en la casa para evitar el acoso de la prensa. Pero fíjese cómo el que las hace las paga: parece que la semana pasada empezó a hacer un tratamiento hormonal porque le salía bello en el pecho; no sé que tendrían las pastillas pero ¿se acuerda esas cajas de jugo  Ades que en el Mundial si uno las abría tenían un mensaje grabado que decía “usted se ganó tal premio”? Bueno, parece que ahora habla con las cajas de jugo Ades, horas y horas, mantiene charlas entretenidísimas... El hermano dice que se la llevaron de vacaciones a Santa Teresita, pero la verdad es que la internaron en un neuropsiquiátrico de Pilar...
Martirio deja de escucharla, se incorpora, mira hacia algún punto a espaldas de Consuelo. Las luces titilan.
C.- ¿Qué hay?
M.- ¡Nada!
C.- ¿Qué pasa? ¿Qué está mirando?
M.- Ahí está otra vez
Consuelo se incorpora, se acomoda el peinado, busca.
C.- ¿Dónde?
M.- ¿Y a usted qué le importa? Es mi marido.
C.- ¡No sea mala, Martirio, es importante! ¿No se da cuenta de que no puede descansar en paz, que viene a saldar una cuenta con su pasado mortal?
M.- ¡Que se joda!
C.- ¡Dígale algo!
M.- ¡Ni en pedo!
C.- ¡Por favor, Martirio! (mueve las manos tanteando en el vacío) ¡Rufino, Rufino, aquí, dé una señal, si me escucha dé dos golpes!
Martirio se ríe.
C.- ¿De qué se ríe?
M.- ¡Que parece una estúpida!
C.- ¡Usted es injusta, castiga al pobre inocente que no puede con su alma! Hola, Rufino. ¿Me escucha? Cambio. ¡Por el amor de Dios: mueva la mecedora para contestar!
Final de efectos de luces
M.- ¡Basta!
C.- ¿Por qué nunca le habla?
M.- ¡Se murió, punto!
C.-  Era un valiente.
M (burlona).- ¡Un valiente, justo! Seguro lo dice por lo del destornillador.
C.- ¡Por supuesto!
M.- ¡Andar todo un mes con un destornillador clavado en una pierna para que en el barrio no lo tildaran de flojo!
C.- ¡Era el administrador del edificio! ¡No podía demostrar debilidad!
M.- ¡Vaya malevo!
Por la derecha arrojan una manguera de bombero, Consuelo va a recogerla.
M.- ¿Qué hace con eso?
C (perpleja).- ¡No sé, apareció!
M.- ¡No se puede vivir tranquila ni en la casa de una! (grita hacia donde apareció la manguera) ¡Maricones, toxicómanos, travestis indocumentados!... ¡Sáquela  por la ventana, haga el favor!
Consuelo lleva el extremo de la manguera a la ventana de la izquierda. La manguera queda cruzando la escena.
M.- Ahí los tiene: esos son los ecuatorianos.
C.- ¿Los dos delgaditos, los del kiosco?
M.- Sí.
M.- Si son buenos chicos.
M.- ¡Buenos chicos...! Son los ecuatorianos infiltrados que lideran las células de  descomposición social. Empiezan la penetración anarquista en los quioscos abiertos las 24 horas y en las panaderías.
C.- ¿Sí? ¿Pero y cómo hacen?
M.- Contratan a piqueteros y a analistas de sistemas, les ponen droga a la cerveza y los hacen  traficar armas y autos. Van de invitados a programas de la televisión donde logran difundir sus ideas.
M.- ¿A todos los programas?
C.- ¡A todos!
C.- ¿Al programa de Mirtha Legrand, van?
M.- ¡Al programa de Mirtha Legrand van! Lo que pasa que una no se da cuenta: almuerzan poco. Y por los satélites espías son controlados a cada momento por los halcones de la NASA.
C.- ¿Por pájaros?
M (reaccionando).- ¡QUÉ PÁJAROS, MOGÓLICA! ¡Los halcones de la NASA: los jefes militares que quieren la guerra nuclear con China!
C.- ¿Para qué enterarse de cosas tan tremendas?... ¡Lo que no entiendo es qué tienen que ver los analistas de sistemas!
M (irritada).- ¡Porque usted es una burra, Consuelo, porque no le da la cabeza, porque no sabe ni dónde esta parada!... ¡Déme otra Rodhesia!...
C.- ¡Una para usted y una para mí!
Comen en silencio, Martirio eructa ruidosamente y queda ausente. Consuelo saca el tejido. Se escucha un grito, silencio, golpes y corridas, silencio. Retoman el diálogo de golpe.
C.- La de Santarsieri, casada con el menor de los Herrera....
M (reacciona).- ¡Basta!
C.- ¿Qué le pasa?
M.- ¡Que me tiene harta, que se calle, que no quiero escucharla! ¿Sabe lo que es usted? ¡Una chusma!
C.- ¿Chusma, yo?
M.- ¿No tiene vida propia? ¡Todo el santo día metida acá sacando el cuero a diestra y siniestra! ¿Por qué no se va a su casa, digo yo?
C.- ¡Porque estoy en mi casa!
M.- ¡Que está en su casa, claro!
C.- ¡Estoy en mi casa! ¡Ésta es mi casa!
M.- ¡Seguro! ¡Y yo soy el Mostaza Merlo que vino de visita!
C.- ¡No sé si será el Mostaza Merlo, pero vino de visita!
M (irritada).- ¡La que vino de visita fue usted!
C.- ¿Se olvidó de tomar las gotas? ¡Usted vino a visitarme, entró para que le mostrara el tejido, después dijo que había perdido el picaporte de su casa, me pidió ir al baño y se quedó dormida en el bidet!
M.- ¡No señor!
C.- ¡Sí señor!
Martirio mira a su alrededor, se convence.
M.- Si me copia el juego de living, cómo voy a darme cuenta.
Pausa. Consuelo teje. Martirio, circula lentamente  por la escena se coloca a espaldas de Consuelo, de golpe se levanta la pollera, saca una 9 milímetros de entre sus ropas, le apunta a la cabeza y dispara. Fuerte explosión. Consuelo da un salto, lloriquea.
C.- ¡Ay, por qué no me deja en paz! ¡Usted padece un desorden mental! ¡Tortura a la gente! ¡No ve que después me queda el audífono zumbando como tres días seguidos!
Martirio, ajena a los reproches, inspecciona el arma.
M.- ¡Mucha carga automática, mucha corredera de bloqueo... cómo se puede disparar con esta porquería...! ¡La Beretta M 8 a repetición… ésa es un arma!  ¿Usted sabía que cuando una bala 9 mm. ingresa a la cabeza trabaja como una batidora Brown Miniphimer, el cerebro al instante queda como clara batida a punto nieve y a pesar de eso sigue pensando otros 15 segundos?
C (señalándose los oídos, aturdida).- ¡No la escucho!
M.- ¡Sorda como una tapia!
Vuelven a titilar las luces.
M.- ¡Otra vez sopa!
Consuelo rápidamente se arregla el peinado.
C.- ¿Dónde?
M.- ¡Ahí!
C.- ¡Rufino, aquí Rufino! (a Martirio) ¡Pregúntele a quién amo de verdad!
M.- ¡Muérase!
C.- ¡Rufino, no se deje llevar por esta mala mujer, escúcheme, acérquese a mí, Rufino!
M.- ¡Je-je-je!
C.- ¿De qué se ríe?
M.- ¡Le está hablando al otro!
C.- ¿Qué otro?
M.- ¡Qué sé yo! ¿Qué tengo, la bola de cristal?  Vino con otro.
C.- ¿Y qué aspecto tiene?
M.- ¡Y qué aspecto quiere que tenga: de fiambre!
C (tiende la mano a un costado).- ¡Consuelo Rampoldi, encantada, señor! (volviendo al sitio anterior) ¡Rufino, Rufino, no se da una idea lo que he sufrido todo este tiempo! ¡Rufino! ¡De tres golpecitos en el piso, hablemos en código Morse!
Las luces dejan de titilar.
C.- ¡Rufino! ¡Rufino!...
M.- ¡Basta, deje de hacer papelones, haga el favor!... Aparte, le voy a dar un consejo: no baje tanto las manos cuando se les acerca.
C.- ¿Por qué?
M.- ¡Por qué, por qué... ella tiene que preguntarlo todo!... ¡Andan en bolas!
C.- ¡En bolas... digo, desnudos!
M.- Y no es algo lindo de ver a dos aparecidos cubriéndose para que usted no les manotee la chaucha.
C.- ¡Ay Martirio, le juro que...! (lloriquea)  No se vaya a creer que yo...
M.- ¡De usted creo cualquier cosa!
Pausa. Vuelve la nube de humo. Consuelo reacciona.
C.- ¡Seré solterona pero bien que su marido me amó!
M (burlona).- ¡Yo lo veo, usted no!
C.- ¡Qué me importa! ¿Se olvida cuando la abandonó para irse conmigo?
M.- ¡Si no pasaron de la Avenida de los Incas, porque a usted le dio vértigo cruzarla!
C.- Lo que valió fue el gesto, la decisión de ruptura, signo lógico de una realidad latente, que aunque fracasa no pierde su fuerza simbólica...
M.- ¡Está hablando pelotudeces de nuevo, por qué no deja de leer esas porquerías! 
Pausa. El humo se retira. Martirio vuelve al estado de ausencia, Consuelo teje. Sirena, corridas, silencio,  golpes de hacha, silencio. Retoman el diálogo de golpe.
C.- Carminatti, casado con la mayor de las Cornago... ¿Lo ubica?
M.- No
C.- El que vive frente a la plaza... Albertito Carminatti...que la hija tiene el puesto de flores.
M.- ¿El tuerto?
C.- ¡Exacto el tuerto!
M.- ¡El tuerto, hubiera empezado por ahí!
Consuelo guarda el tejido en la bolsa, se alisa enérgicamente la pollera.
C.- Un asunto escabroso, parece que cortando los yuyos en el fondo de la casa encontró unas tablas con escrituras raras, como jeroglíficos. Bueno, fue al puesto de la hija y empezó a decir que eran tablas sagradas que le ordenaban crear una nueva religión. ¡Viejo cuentero! Como las vecinas empezaron a juntarse, corrió a la casa y se puso una túnica y unas sandalias,  parece que lo sigue una cantidad increíble de fieles, empezó a pedir donaciones. Está haciendo una fortuna.
M.- ¡La gente es estúpida!
C.- Espere que no termina ahí: la semana pasada dijo que mientras estaba en el baño moviendo el vientre, una voz le había ordenado predicar la poligamia. Parece que a partir de ahí se junta con todas “esas” en el galpón de la asamblea barrial, se desnudan y mientras se tocan y rezan comen alfalfa para purificarse.
M.- ¡Usted repite cualquier cosa!
C. Pregúntele a la portera si no me cree.
M.- ¡Cállese!
Martirio de golpe se tapa los ojos.
C.- ¿Qué le pasa?
M (perturbada).- ¡El resplandor!
C.- ¿Qué resplandor?
M.- ¡El resplandor...! ¡Al ataúd lo soldaron! ¡El resplandor y ese olor como a polvillo de azufre...!
C.- No recuerde eso.
M.- Ahí estaba Rufino con el perfil tranquilo, como diciendo: “no te preocupes, vieja” Pero no era su cara. Había algo que no era él, algo que no era Rufino...
C.- No recuerde cosas tan tristes, Martirio.
M.- Entonces vino ese muchacho y me dijo que tenía que salir. ¡Que yo tenía que salir! “¡Tenemos que cerrarlo, Señora!”, dijo y miraba al otro... ¡Yo no me podía mover! ¡Tan fácil! “¡Tenemos que cerrarlo!... ¡Que cerrarlo!”
C (conmovida).- Era su marido, usted lo amaba, Martirio.
M.- ¡No me podía mover! ¡Quería, pero no me podía mover...! Necesitaba verle los ojos, necesitaba una señal…
C.- Usted es una buena mujer.
M.- Querían explicarme, querían hacerme entender. ¿Qué podía entender yo? ¡50 años, una vida entera!... Sólo tenía que estar ahí, antes de que le pusieran esa plancha encima y empezaran a soldar.
C.- ¡Claro que sí, claro que sí!
M (cambia).- ¡Tenía que asegurarme que le pondrían la plancha encima, esa plancha hermética, gruesa, indestructible!
C.- ¡Qué dice!
M.- ¡Que no pudiera salir! ¡Viejo miserable! ¡Necesitaba confirmar que no pudiera salir! ¡Que no lo vería más, que desaparecería para siempre!
C.- ¡No sea cruel!
M.- ¡Viejo laucha! ¡Viejo de mierda! ¡Y ahora se aparece con esa cara de ternero degollado! ¿Qué se piensa? ¿Que soy idiota? ¿Que voy a estar acá a su disposición esperándolo? ¡Viejo sucio, maloliente!
Vuelve a titilar la luz, Martirio se dirige al fantasma.
M.- ¡Te odio! ¿Me escuchás? ¡Te odio! ¡Haragán, viejo ruin, desvergonzado!
C (acomodándose el vestido).- ¿Dónde está? ¿Dónde está?
M.- ¡Avaro, atorrante! ¡Asco, siempre me dio asco que me tocaras!
C.- ¡Rufino, Rufino, no le haga caso, no se deje llevar por el rencor! ¡Ella está confundida!
M.- ¡Compadrito pulguiento, mentiroso!
C.- ¡Es la edad que la tiene aturdida, usted hábleme a mí, penétreme con el pensamiento!
Martirio se ataca, se pone a temblar.
.- ¿FRIGIDA YO? ¿QUIÉN DIJO QUE SOY FRIGIDA? ¡YO NUNCA FUI FRIGIDA, NUNCA FUI FRIGIDA, NUNCA, NUNCA FUI FRIGIDA, NUNCA FUI FRIGIDA, NUNCA FUI FRIGIDA!
C (ayudándola a sentarse).- ¡Bueno, mujer, bueno, quédese un ratito ahí tranquila! (rápidamente se arregla el vestido, va hacia el fantasma) ¡Rufino, venga, acérquese, por el amor de Dios guíeme, dé tres golpes, lo estoy tocando Rufino! ¡He soñado tantas veces con este momento! ¡Cuántas veces reviví esas diez cuadras hasta la Av. de los Incas! ¡Sí, lo estoy tocando! (lo pierde, las luces dejan de titilar, Consuelo se desespera) ¡Rufino, lo amo, Rufino, venga! ¡Rufino, FERTILICEME...!
Pausa, Consuelo vuelve lentamente a su mecedora, retoma el tejido avergonzada, Martirio la estudia.
M.- ¡Nunca pensé que estuviera tan caliente!
C (llora mansamente).- Es que usted no entiende… El amor es un milagro, Martirio, un sentimiento sublime que embellece el alma...
Mientras hace el parlamento Consuelo se suena la nariz, saca de la bolsa del tejido un cable con cuatro puntas peladas y un enchufe, ata las muñecas y los tobillos de Martirio,  va lentamente hacia el fondo con el enchufe.
C.- Amar es necesitar que nos necesiten. Experimentar una inclinación que admite todos los grados, desde la simpatía a la pasión delirante. Estar junto a la persona amada nos colma, amar no es contemplarnos el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección, es tener por fin la felicidad del otro, subordinarse a él, emplearse y consagrarse a su bien. Vivir enamorado / de unos ojos muy claros / esos es vivir, Señor. Es el tembloroso deseo que se levanta contra la soledad. Es sentir, es reír, es soñar...
Consuelo enchufa en un tomacorriente, Martirio simula que sufre la descarga de corriente pero enseguida desiste.
M.- ¡Usted no sirve ni para espiar!
C.- No me hostigue, yo no puedo hacer magia si el tomacorriente no anda.
M.- ¡Le dije que había que hacer ver la instalación, que había que conseguir un alargue! A ver, por lo menos: ¿cuál es la cinta? 
C.- La de la 20 Century Fox: el tiburón asesino...
M.- ¡El tiburón asesino, bien! El tiburón asesino que persigue al guardacostas y a su familia, y el guardacostas cuando le está por comer al hijo, con una grúa levanta un cable del fondo del mar y ¿qué pasa?
C.- Atrae al tiburón para que le salte y el pescado muere electrocutado. ¡Pero lo que muerde es un cable de alta tensión, Martirio, alta tensión, comprende, eso nosotras no lo podríamos lograr nunca!
M.- ¡Porque no pone voluntad! ¿Para qué vino el electricista y usted no lo dejó pasar?
C.- ¡No era el electricista!
M.- ¡Era el electricista!
C.- ¡Eran los del censo, Martirio!
M.- ¡No diga pavadas... o era el electricista o el chico del reparto de Casa Tía!
C.- ¡Casa Tía cerró en el 2001!
M.- ¡Mejor, con el carro ese rayaba todo los pisos!
Pausa. Martirio vuelve a colocarse el estetoscopio y se ausculta el estómago.
M.- ¡Shhht!
C.- ¡No vuelva con eso de las lombrices, por favor!
M.- ¡No sea tarada: creo que empecé a morir!
C.- ¿Cómo que empezó a morir?
M.- ¡Que empecé a morir, no sabe lo que es morir! ¡Sefiní, kaputt!
C.- ¡Ay, por favor!
M.- ¡Shhht! Trac-trac-trac. Los órganos se van deteniendo, ni bien se detiene uno, empieza a pudrirse…
C.- ¡No hable así!
M.- Siento pesadez, una rigidez en la espalda, el estómago revuelto: como si fueran náuseas…
C.- ¿Náuseas?
M.- Sí.
C.- ¡Ay, que tonta, entonces son las Rodhesias, lo que tiene es un empacho padre!
M.- Le digo que son los órganos que empiezan a palmarla, los músculos dejan de responder, el organismo empieza a marchar lento, cada vez más lento,  poco  a poco va desprendiéndose de la vida...
C (inquieta).- ¡No pienso escucharla más! ¡Basta! (para sí) ¡Cómo están estas uñas, qué barbaridad! Blandas, escamosas! Es el detergente ese, tendría que usar guantes de goma. Bueno, tampoco es tan terrible, con un poco de esmalte protector. ¿Usa algún esmalte protector, Martirio?
M.- ¡Je-je!
C.- ¿De qué se ríe?
M.- Ahí están detrás de la puerta, escuche como raspan con las uñas.
C.- ¿Dónde?
M.- ¡Usted definitivamente es imbécil, se cree cualquier cosa! ¿Cómo van a  raspar con las uñas si las lombrices no tienen manos?
Vuelve una ola de humo. Martirio sufre un escalofrío.
C.- ¿Tiene frío?
M.- No. ¿Por qué voy a tener frío? ¿Usted tiene frío?
C.- ¡Yo no!
M.- El cuerpo se me entumece, me invade la somnolencia. Es como un humo, el  humo viscoso de la somnolencia.
C.- ¡Yo también lo veo, ay...! ¡Basta, me está sugestionando! ¡Cómo le gusta la tragedia! Ya sé: mejor venga, estire las piernas, va a ver que se va a sentir mejor.
M.- ¡Déjeme!
Consuelo, por la fuerza, levanta de su mecedora a Martirio, circulan por escena, el humo se retira.
C.- Piense en Carmencita, pobre, después de todo lo que le pasó cómo se sobrepuso. ¿Cuánto tiempo estuvo mal? No había forma de que contestara el teléfono sin que dijera “Hola Susana”. ¿Se acuerda? Hasta que se anotó en ese curso de avistamiento extraterrestre. ¿Le contó? Una cosa interesantísima, un   seminario intensivo de seis horas, matrícula cuarenta pesos, con la  opción  al finalizar de practicar un  contacto extraterrestre.
M (en la suya).- Explosiones, hambrunas,  nacimientos defectuosos...
C.- Parece que la historia de personas secuestradas por alienígenas son verdaderas, millones de personas abducidas en el mundo.
M.- No hay esperanza ni desesperanza. ¡Je-je! ¡Yo me pudro pero el mundo se pudre conmigo!...
C.- Lo que pasa que los extraterrestres no lo hacen por maldad, sino para estudiar a la raza humana y después a la persona que secuestran le suprimen la memoria para que no recuerde nada.
M.- Crepúsculo, oscuridad, lágrimas...
C.- El coordinador los hacía sentarse en círculo y se concentraban para recuperar la vivencia de la abducción y después subían a la terraza para intentar el avistamiento. ¿No es increíble? Con eso, Carmencita poco a poco fue recuperando  las ganas de vivir.
M.- Una cáscara, soy un envase podrido, un pedazo de bosta...
C.- ¡Basta, Martirio, está fuerte como un toro, ojalá yo pudiera llegar a esa edad con su salud!
Martirio se tira un pedo.
C.- ¿No le dije que era empacho? Se tiró un gas.
M.- ¡Ignorante, es el alma que se desprende del cuerpo! ¡Ayúdeme a sentarme, haga el favor!... ¡Desbarajuste, maremágnum! ¡Ahora sí: estoy entrando en el túnel!...
C.- ¡Ay Martirio, por favor, me esta asustando en serio! 
M (alucinada).- Es como la estación Pasteur de la línea “B”, pero toda pintada de blanco y sin molinetes. En el fondo se prende una luz, empiezan a aparecer mi abuela Beba con el novio, mi padre, mi hermano Batista... Todos con unas túnicas blancas y montados en motitos Siambretta... ¡Escucho voces!
Se escucha un fragmento de transmisión de radio.
M.- ¡El cerebro me acopla con Radio Rivadavia: es la Oral Deportiva! ¡Ya es el fin, el descalabro final! No soy nada, un escombro, una lata oxidada, soy un residuo patológico del Hospital Durán...
C.- ¡Usted está perfectamente! ¡Basta!
Martirio agoniza, le pide que acerque el oído, consigue articular con gran dificultad.
M.-  La globalización es el discurso de las multinacionales para abrir los mercados emergentes.
Muere.
C.- ¡Siempre haciendo chistes! No se gaste: ya no me inquieta... ¡Martirio! ¡Martirio! ¿Me escucha? (se desespera) ¡Martirio! ¡Ya sé: sigamos matándonos! Hagamos la de la Paramount Pictures, el acuchillamiento en la ducha que a usted siempre le gustó tanto. Con el buenmozo de Anthony Perkins. Podemos usar esos cuchillos Tramontina que compré en el Once que venían sin filo!... ¡Martirio, por favor, Martirio, déle! Quería decirle: la vez que nos escapamos con su marido y llegamos hasta Avenida de los Incas, ¿recuerda, Martirio?, me dijo que la única mujer a la que amó de verdad fue a usted. ¿Escuchó? ...¡Qué desencuentro! ¡Qué treta del destino!... ¡Tengo miedo, Martirio, por favor! ¿Quiere una Rodhesia?... ¡Ahí está, hagamos el envenenamiento!  ¿Dónde tiene los sobrecitos? Ahora me toca a mí.
Consuelo le revisa un bolsillo del vestido, saca un sobrecito, lo abre y se lo traga.
C.- ¡Ya está: me lo tomé!... ¡Mmmm, está amargo como la hiel, Martirio! ¿Es Maizena o polvo Royal?... (lee el sobre con detenimiento) ¿Arsénico? ¿Es arsénico de verdad? ¡Se lo tenía guardado, qué loca...! El arsénico al ingresar al organismo provoca vasodilatación y fermentación de ácidos, lo que produce el estallido del vaso y pulmones provocando la muerte por asfixia. ¿No es así?...  Ya está, me envenené. ¡Martirio, mire!... (empieza a tener convulsiones, si inclina más sobre Martirio).... Antes de que fallezca, quiero hacerle una confesión, Martirio, nunca se lo dije a nadie: yo no soy virgen, Martirio. ¿Escuchó?.... Tuve una relación secreta, se llamaba Alfonso... Un asunto escabroso: empezábamos a conocernos cuando murió haciendo la cola de los jubilados en el Banco Nación. ¡Del 2 de febrero al 14 de marzo, estuvo! ¡Del lado de la vereda del sol! ¿Se acuerda cuando hubo ese problema con los bancos? ¡Una tragedia! Cuando llegaron los médicos del Pami estaba fosilizado... ¡Martirio! ¡Martirio! ¿Me escucha? (sufre las últimas convulsiones) ¡Mire, estoy sacando espuma por la boca! ¿No es increíble? ¡No se vaya, Martirio, espéreme!...
Consuelo muere, cae sobre Martirio. Silencio. Fuertes golpes en la puerta. Silencio. Se escuchan voces.
VOCES.- ¿Me escuchan? ¡El fuego ya está controlado, repito, el fuego está controlado...! (entre sí) ¿Por acá pasamos?... ¡Creo que sí! ¡Subo hasta el tercero!
La manguera que cruza la escena, lentamente se retira, Consuelo y Martirio yacen muertas, una encima de la otra.

APAGON