Mostrando las entradas con la etiqueta GABRIEL FERNANDEZ CHAPO: DESDE ARGENTINA: CROMOSOMA GALIA: MONOLOGO. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta GABRIEL FERNANDEZ CHAPO: DESDE ARGENTINA: CROMOSOMA GALIA: MONOLOGO. Mostrar todas las entradas

6/3/08

Un monólogo: CROMOSOMA GALIA, desde Argentina lo envía Gabriel Fernández Chapo.


“Cromosoma Galia”
por Gabriel Fernández Chapo



SINOPSIS: Una mujer de treinta años, cansada de su rutina matrimonial, decide abandonar a su marido y escapar a un hotel de baja categoría. Por primera vez sola, intentará encontrarse a sí misma y jugará a coquetear con ser otra mujer: una prostituta.

Correo electrónico del autor:


*
*
*
*
*
CROMOSOMA GALIA

Silencio. Ruido de secador de pelo. Se ilumina la escena. Habitación de hotel de baja categoría. Galia, mujer bonita de 30 años, está secándose las uñas recién pintadas de los pies con el secador de pelo. Se encuentra sentada en el frente de la cama. A la izquierda, hay un gran ventanal con las cortinas mustias abiertas. El atardecer comienza a mostrar su color rojizo. El ventilador de techo gira muy lentamente. Olor a sudor y sábanas sucias inundan el ambiente. La televisión está encendida, pero con el volumen apagado.
Durante toda la escena, Galia irá cambiando su ropa, y preparándose para un encuentro íntimo. El parlamento final la debe encontrar en situación precisa en vestimenta y posición para una relación sexual.
Comienza a sonar su teléfono celular sobre la mesa de luz. Suspirando, se recuesta de espaldas sobre las sábanas. El celular sigue sonando. Recostada, cuenta las marcas de quemaduras de cigarrillos en el respaldo de la cama. El celular no deja de sonar.
GALIA: ¡Mierda! (Atiende)
Ya te dije, Julio.
¿Me escuchás?
Aprendí.
Ya no soy la misma.
Tanto he rascado mis heridas que me encontré otra piel...
de hembra sin dueño ni sueños.
Qué increíble, ¿no?
Tanto rato a tu lado sin cambiar nada,
el lugar en la mesa,
la presa del pollo
y ahora...en unos días...puuufff.
Todo cambia.
Ahora encendés tu auto.
Querés ir a buscar a tu esposa.
Estás convencido de que las puertas de tu rodado
tienen trabas suficientemente fuertes
como para detener la furia de una mujer.
¿Adónde vas a ir? ¿dónde me buscarás?
¿En qué puerta tocarás bocina con la esperanza
de que suba corriendo a tu máquina?
Estás desorientado.
La vida, carajo, es rara.
Años usando el mismo perfume
como si fuera una laca que podía perpetuar
nuestra pareja pasteurizada,
creyendo que la felicidad era eso:
empujar a tu lado los domingos un carrito de supermercado
con orgías de promociones “Carrefour”.
Infamias
de mi pecho
que gusta
de llenar de ilusiones a barcos con destinos inciertos,
de dejar cajitas con pedazos de mi alma en esquinas cualquieras.
Pero repito:
a pren dí.
Esa mujer que nos inventamos no soy yo.
¡Ok!
Tanto golpear con la frente las paredes
abrí una idea en mí.
Ya la sabía.
Sólo que de vestirme de tantas mentiras,
la verdad ya no me sentaba bien.
¿Acaso no veías
que un cansancio eterno me arrullaba los ojos,
que mis días se montaban a una silla de ruedas
en una pendiente sin fin?
¡Forro! ¡Pendejo!
Las cosas cambian.
Cuando te conocí, te había visto
tan entusiasmado en romperme el pecho
que no te llevé la contra.
Toda esa ilusión ingenua
de las dos toallas con nuestras iniciales colgadas del baño.
Un amor tonto, pero cómodo, de sofá beige
con almohadones color ladrillo.
¡Mierda!
¡Mierda que una mujer puede ser bien tonta
si un tipo le resuelve el enigma de su pena!
¡Qué me parió!
¿Por qué me ahogué en tus ojos color traición
y quebré mi promesa de no volver a embriagarme
en el bar de la desilusión?
¡Cuánto de vida he pagado
para poder quedarme dormida
tan mínima tan pequeña
en los brazos de un hombre!
Pero basta, Julio.
Tu imperio de cafés en la cama,
de milenios de silencio pedidos solo para mirarte ha caído.
Date cuenta.
Ya no me reiré de tus chistes malos,
no miraré el fútbol contigo
ni mentiré por ti enfermedades en tu trabajo.
Tu trono lo ha ganado la desazón y el vacío.
Ahora un portaretrato sin foto se columpia frente a mis ojos.
(Pausa)
Siento el motor de tu vehículo
rugir debajo de tus pies.
Inquietos: no saben si frenar o acelerar.
¿Hacia dónde ir?
Para encontrarme, sólo tenés que guiarte por la intuición.
Si soy tu mujer, no te hace falta olfato ni ojos para hallarme.
¿Cuánto sabés de mí?
¿Cuánto de mí pudiste retener realmente en tu mente estos años?
Sabés...
anoche
por primera vez
me dije a mi misma la palabra “soledad”
y no temblé.
Ya no me asusta pararme frente al espejo
y ver todo lo que no seré.
¡Qué se vaya todo a la mierda!
No ser nada
ofrece tanto alivio, tanta liviandad.
Lo entendí, Julio.
En un segundo.
Como si mi cuerpo, mi alma
hubiese estado 30 años gestando esto...
que recién ahora puja por salir.
Maduré...
o me pudrí.
Vaya a saber.
¿Cuál es la diferencia?
¿El olor?
En este cuarto nada huele bien.
Así...
en un chasquido de dedos
entendí todo:
la naturaleza lo sabe.
La clave es comer y no ser comido.
Y vos me devoraste, Julio.
Todos estos años.
Con tu aire a Hugh Grant
y tus pullóveres lisos color pastel.
Me volaste los pétalos
y quedé sólo espinas.
Decime:
¿cuándo dejamos de buscar la luna por las noches,
cuándo dejamos de volver rápido a casa para vernos?.
(Escucha a Julio por teléfono. Recobrando su ímpetu)
¿Ahora me querés ver?
Me ves cuando no estoy.
¡Paradoja de pajero!
Cuando podías verme, esquivabas la mirada.
Fui el adorno más costoso de tu departamento,
con ropa “Zara” y fragancias de “Chanel”.
Tranquilo te llenabas de negocios
y aspiraciones nuevas
mientras tu mujer se entretenía por las mañanas
entre microscopios y tubos de ensayo.
Y una esposa con delantal blanco y paga escasa
está bien visto por tus colegas con el código de barras
tatuado en sus culos.
Tranquilo fuiste matando a mi hombre amado
y dejaste en su lugar a este impostor
al que le sienta muy bien tu cuerpo.
Nunca me viste, Julio.
¿Entiendes lo que digo por ver?
¡Carajo! ¡Qué vas a saber!
Ni te interesa.
Me dices que siempre estoy disconforme con todo,
que nada me viene bien
y con eso me callas y vuelves invisibles
mis palabras.
Como tu photus de balcón,
me regás con tu leche una vez a la semana
y que no joda.
Y yo, tu yerma, preparando tus tortillas de papas
y rogando ganar la quiniela en la jugada del domingo.
Mi concha, vientre de vida, se volvió cicatriz
y por ella sangro.
Vuelvo rojo mis días.
Te rogué:
tapá mi torrente con tu niño,
pongamos a un bebé todos nuestros sueños frustrados.
Nada.
Laburo. Y más laburo.
Que la hipoteca y me cago en Dios.
(El le habla)
¡Qué carajo me importa tu fidelidad!
Tu cerebro de átomo desintegrado
solo cree que una mujer sigue un camino de huida
si le son infiel.
Quizás otra vagina caliente
te hubiera dado el electroshock justo
para que tu pecho vuelva a latir.
Yo no.
Soy solo una célula blanca.
Una infección que se pone mis ropas.
Y me oxido.
¿Sabías que las personas nos oxidamos?
Sí. Como los hierros o las manzanas.
En el laboratorio lo veía por el microscopio
cuando en realidad el microscopio me miraba a mí.
Ya no.
Todo en mí es una alarma que no calla.
Vos trabajabas y una tarde
abrí la heladera y vi.
Allí... cada uno de mis deseos
vencidos, fríos,
juntando gusanos y pobredumbre.
Es mi culpa.
Que ya no repetiré.
No me quedaré más a la sombra
vagabunda de tu barba de tres días
ni me invitaré sola a la fiesta de tu alegría triste.
Ya no me apetece vivir
solo la resaca del amor.
Y aunque llegué tarde a la cita con la suerte,
prefiero esperarla aquí.
Quizás olvidó algo por estas calles
y se dé una vuelta nuevamente.
Hagamos silencio.
Quizás yo escuche el escape de tu automóvil
haciéndome saber que estás acá.
Quizás abras esta puerta de una patada,
me cojas violentamente en esta cama extraña
y por unos minutos nos olvidemos de todo.
¿No te das cuenta, Julio?
Olvidamos lo que es extrañarnos.
No nos mintamos más.
Cada uno por las noches soñaba secretamente
con volver a enamorarse.
Porque eso quiero...
un nuevo amor
de receta irrepetible
y sabor inigualable.
Sin condicionamientos
ni letra chica.
Quiero un amor adolescente.
Fresco, puro presente.
Que mis pezones como ojos
le apunten a su entrepierna.
Un amor que no especule,
cuya única preocupación sea
qué vestido ponerme la próxima cita
o hasta dónde dejaré sus dedos
hurgar debajo de mi pollera.
Un amor que me dé el impulso de saltar de la cama
y no convierta mis sábanas en plomo.
¿Recordás esa sensación?
El arrebato,
las noches sin dormir,
los llantos hasta que los ojos se caen,
el latido más fuerte,
las cartas quemadas,
el teléfono mudo?
¿Te acordás cuando alguna vez
perdiste una de tus putas tardes
sólo para ver a alguna muchacha
pasar por la esquina?
¿Cuánto hace que no te gana el insomnio por una mujer?
¿Cuánto hace que no cogés con la mina que realmente deseás?
Me siento tan bebé.
Cada pensamiento me quita diez años.
Cada paso parece dirigirme hacia el vientre de mi madre.
¿Por qué pasa, Julio?
Cuando pusiste todos los ingredientes de la receta
y el plato no sale sabroso, ¿qué se hace?.
Ya cumplí todos los requisitos para entrar a la felicidad.
Hice las cuentas y los deberes
pero no tengo nada.
¿Qué le digo a mis días que me pedían agua
pero mi sed nunca se acaba?
¿Qué mierda hacer?
¿Dónde está mi falla de fabricación,
quién cubre la garantía de mi deterioro?
Cuando vivís una vida creyendo en el frío del mar
y resulta que los peces hierven.
¿Se puede aprender a caminar haciendo la vertical con las manos
o como hacer para que el mundo no me parezca que está al revés?
Quiero ser una mujercita
feliz del peceto con papas
y de que la nena volvió a cagar bien.
Quiero mandarte mensajitos preguntándote
a qué hora pongo los fideos
o si para mañana debo plancharte una camisa.
Me calcé la chaqueta de la vida ordinaria
y la rutina me volvió trampolín sin agua
el camino de los días.
Ya estoy grande para empezar una vida.
Una vida que no me enseñaron, que desconozco.
¿Entendés?
Ahora que pienso nunca estuve sola.
No sé lo que es estar conmigo.
Nunca me tragué el llanto menstrual por mi misma
ni tuve todas las cuentas a mi nombre.
Toda la vida cogiendo en lugares limpios y seguros,
esperando con tu campera en mano que salgas de las casas de deportes
o contando los lunares de tu espalda tumbada en la cama.
Andá, tranquilo, Julio.
No llamaré y cortaré por teléfono toda la noche
ni pondré tus anécdotas de avaro en bocas risueñas de divorciadas.
(Se recuesta en la cama. Está en justa posición para iniciar un encuentro íntimo)
Seguiré aquí...
muriendo horas hasta que llegue el tipo que me coja sin amor.
Menos que puta seré. Escupiré sus monedas.
Ligándome un cuerpo extraño, Julio, veré
cuán extraño me era el tuyo.
(Se escucha una frenada de automóvil)
Apagón