Mostrando las entradas con la etiqueta Brecht Bertolt LA BODA DE LOS PEQUEÑOS BURGUESES. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Brecht Bertolt LA BODA DE LOS PEQUEÑOS BURGUESES. Mostrar todas las entradas

6/11/14

LA BODA DE LOS PEQUEÑOS BURGUESES. BERTOLT BRECHT.






















LA BODA DE LOS PEQUEÑOS BURGUESES.

BERTOLT BRECHT.



OBRA EN UN ACTO.

PERSONAJES: -    El padre.
- La novia.
- Su hermana.
- El novio.
- Su amiga.
- La señora.
- Su tía.
- El joven.
- El pueblerino.

(Es de noche. El farol rojo está encendido. Los invitados de la boda están sentados a la mesa, comiendo. Murmullo de aprobación).

EL PADRE.- (Señalando a un plato). Esto me recuerda una anécdota.

LA NOVIA.- ¡Come, papa! Siempre te quedas el último.

EL PADRE.- ¡Primero la anécdota! Tu difunto tío, que en paz descanse, el día de mi confirmación -pero ésa es otra anécdota-, bueno, pues estábamos comiendo pescado, y de repente se atraganta y empieza a mover brazos y piernas como si remara. Como si remara, y a ponerse azul como una carpa, a todo esto tira un vaso, asustándonos muchísimo, le damos golpes en la espalda, lo sacudimos, y él..., él vomita por toda la mesa. La comida no se podía ya comer, lo que nos alegró.

(Risas).

EL NOVIO.- ¡Muy bueno!

EL JOVEN.- ¡Tiene una forma de contar!

LA HERMANA.- Ya no quiero pescado.

EL NOVIO.- Las ocas no comen pescado. Son vegetarianas.

EL PUEBLERINO.- ¡"Que me gusta eza lu!  (A la Novia)¡ "Onde la comprao hija"! (Ríe de nuevo igual que antes).

LA SEÑORA.- (En voz baja). ¡Por Dios que hombre más ordinario! (Al pueblerino) ¿no se puede usted reír de otra forma?
EL PUEBLERINO.- Si "ira" (Se ríe de un modo diferente y más ordinario. Todos reaccionan).

EL JOVEN.- (A la hermana). ¿Qué le parece? ¿Le gusta lo romántico?

LA HERMANA.- Sí, mucho. Especialmente Heine. ¡Tenía un perfil tan encantador!

EL PADRE.- Murió de tuberculosis de la médula espinal.

EL JOVEN.- ¡Qué enfermedad más horrible!

EL PADRE.- La tenía un hermano del tío del viejo Weber. Por ejemplo, contaba que...

LA AMIGA.- (Al novio). ¡Salud, amigo!

EL NOVIO.- ¡Salud a todos!

(Chocan los vasos).

LA SEÑORA.- ¿Es verdad que han hechos ustedes todos los muebles, incluso el armario?

LA NOVIA.- Todos. Mi marido los proyectó, dibujó, compró la madera, todo, y luego los encoló, o sea todo, y tienen muy buen aspecto.

LA AMIGA.- Tienen un aspecto estupendo. ¡No sé de dónde has sacado tiempo!

EL NOVIO.- Por la noche, al mediodía, a veces al mediodía, pero casi siempre por la mañana.

LA NOVIA.- Se levantaba todos los días a las cinco. ¡Y cómo trabajaba!

EL PADRE.- Es que es un montón de trabajo. Yo les decía siempre que les regalaría los muebles. Pero él no quiso. Lo mismo pasó con Johannes Segmüller. Ése tenía...

LA NOVIA.- Él quiso hacerlo todo. Luego os enseñaremos los otros muebles.

LA SEÑORA.- ¡Con tal que aguanten!

LA NOVIA.- ¡Aguantarán más que usted y que todos nosotros! ¡Se sabe de qué material están hechos! ¡Hasta la cola la hizo él mismo!

EL NOVIO.- ¡De la porquería que se compra en las tiendas no se puede uno fiar!

LA TIA.- Es una idea estupenda. Así se encariña uno más con las cosas. Y las cuida más...

EL PUEBLERINO.- (Al novio) ¡"Quillo pa cola la que te hago yo"! ¡"Ira tu coge harina, paja, barro y cagajone de caballo y sale una cola que no vea! (Ríe del mismo modo).

LA SEÑORA.- Sí, claro, ¡Cómo es!

EL PADRE.- La anécdota de Johannes Segmüller es muy divertida.

LA NOVIA.- ¡La verdad es que nunca encuentro divertidas tus anécdotas!

LA HERMANA.- ¡No seas bruta, María!

EL NOVIO.- ¡A mí me parece que papi cuenta las cosas muy bien!

LA AMIGA.- ¡Magníficamente! ¡Sobre todo, si consigues entender el chiste!

LA NOVIA.- ¡Es que se alarga tanto!

EL PADRE.- Podría abreviar la anécdota mucho, sólo unas palabras, quizás seis o siete frases nada más...

LA HERMANA.- (Mirando a la nata). La nata batida me chifla.

EL JOVEN.- ¿Ah sí?

LA HERMANA.- Sí. ¡Hay que llenarse bien la boca! ¡Entonces te parece que no tienes dientes!

EL NOVIO.- Papi, ¿un poco más de nata?

EL PADRE.- ¡Poco a poco! Johannes Segmüller solía decir, por ejemplo; que...

LA NOVIA.- La nata está buenísima. ¡Lleva también tres huevos!

LA SEÑORA.- ¡Sobre todo los huevos!

EL PUEBLERINO.- (Soltando una risita de las suyas y atragantándose). ¡"Huevo, jejejé, eso es, jejejé, son mu bueno"!... ¡"Los huevo son mu bueno, excelente; si no, jejejé, no sale bien, jejejé, excelente... jejejé"! (Como nadie se ríe, se detiene un poco abruptamente y come deprisa).

EL NOVIO.-  ¿Qué te pasa, hombre?

LA HERMANA.- Bueno, ¡los huevos son buenos!

EL PUEBLERINO.- (Empezando otra vez). ¡"Mu bueno"! ¡"Excelente"! ¡"No puedo habla mal de lo huevo"!

EL PADRE.- Sí, huevos. Tu madre, que en paz descanse, me dio una vez un huevo para un viaje. Le pregunto: "¿Está duro?" "¡Como una piedra!", me dice ella. Bueno, me lo creo y lo meto en la bolsa. Todavía no había llegado a...

LA NOVIA.- ¡Por favor, papa, la nata!

EL PADRE.- ¡Toma! No había llegado a...

LA SEÑORA.- (Maliciosa). ¿Las camas son también de fabricación propia?

EL NOVIO.- Sí, de nogal.

LA NOVIA.- Han quedado muy bien.

LA HERMANA.- Un poco demasiado anchas para mi gusto.

LA SEÑORA.- Eso es porque cuando uno mismo fabrica las cosas...

LA TIA.- Pero si no las has visto...

EL PADRE.- Yo tenía unas camas muy buenas para vosotros. Muebles de familia, verdaderas antigüedades. Y además macizas. Pues...

LA AMIGA.- Sí, antes se sabía hacer las cosas.

(El novio sirve vino).

LA AMIGA.- ¡Sólo el color es ya fabuloso!

EL PUEBLERINO.- (Dándole un codazo a la amiga). ¡"Ira tu no ha visto el vino que yo mismo he hecho con esta mano"! (Pausa). "Bueno y con mis pie, ¡porque tengo que pisa la uva"! (Ríe del mismo modo).

LA SEÑORA.- (En voz baja). ¡No pruebo ese vino ni loca! ¡Que asco de pies tiene que tener el bruto este!

(Silencio).

LA AMIGA.- ¡Usted quería hablar de los muebles de su familia y le hemos interrumpido!

EL PADRE.- ¡Sí, de las camas! ¡Gracias, muchas gracias! ¡En ellas ha muerto más de un miembro de nuestra familia, María!

EL NOVIO.- ¡Bueno, vamos a brindar por lo vivos, tata! ¡Salud!

TODOS.- ¡Salud!

LA TIA.- (Levantándose). ¡Queridos amigos!

LA SEÑORA.- ¡Mejor que echar un discurso sería que te echaras un candado en la boca!

(La tía se sienta).

LA AMIGA.- ¿Pero por qué no habla?

LA SEÑORA.- ¡No sabe aguantar una broma!

LA TIA.- Se me ha olvidado lo que iba a decir. (Bebe).

EL PUEBLERINO.- ¡"Hablo yo"! ¡"Yo ze un chiste de un tio que ..."!

(El joven se pone en pie).

LA SEÑORA.- (Al pueblerino) ¡Pst!

(En ese momento empiezan a repicar fuera las campanas).

LA HERMANA.- ¡Las campanas, señor Mildner! ¡Ahora tiene que hablar! (Al novio, que está comiendo). ¡Pst!
LA NOVIA.- ¡Déjalo que coma a gusto!

EL JOVEN.- (Estirándose mucho). Dicen que cuando dos jóvenes se unen en matrimonio -la casta novia y el hombre curtido por las tormentas de la vida- ¡los ángeles cantan en el cielo! Hoy por primera vez, se pertenecerán el uno al otro (La señora se ríe) ¡por toda la eternidad!

(Silencio).

LA AMIGA.- El discurso ha estado muy bien.

LA HERMANA.- ¡Incomparable! ¡Cómo habla! ¡Tal como un libro!

LA TIA.- ¡Página 85, discursos para bodas! ¡Se la ha aprendido bien!

(Las campanas dejan de tocar. Todo el mundo descansa).

EL PADRE.- Bueno, os quería hablar de la cama.

LA NOVIA.- ¡Pero si ya nos lo sabemos!

EL PADRE.- ¿Sabéis cómo murió el tío abuelo August?

LA NOVIA.- Sí, sí.

EL NOVIO.- ¿Cómo murió realmente el tío abuelo August?

EL PADRE.- ¡El tío August murió de hidropesía!

LA TIA.- ¡Salud!

EL PADRE.- ¡Salud! Hidropesía. Primero fue sólo un pie, en realidad sólo los dedos, pero luego le llegó hasta la rodilla y luego se le puso todo negro. Tenía también la barriga hinchada, y aunque se la vaciaban de líquido...

LA TIA.- ¡Salud!

EL PUEBLERINO.- ¡"Eze hombre que era, ¿como un globo?" (Ríe igual y se empieza a quitar algo de la boca con un palillo).

EL PADRE.- Sí, lo vaciaban, pero fue ya demasiado tarde. Y entonces su hermana, le dijo en sus últimos momentos, "August, por tu alma inmortal, ¿quieres un cura?".  Y le dijo el tío August, "Chúpame un...", (El pueblerino se ríe muchísimo y cada vez menos al ver que no está haciendo gracia) Bueno, ya sabéis. Después de decir eso, con cierto esfuerzo como cabe imaginar, se murió. La cama sigue ahí, y la tengo lista para vosotros en el desván. (Bebe. Silencio).

LA HERMANA.- Se me ha pasado la sed.

LA NOVIA.- (Al novio, en voz baja). ¡Que no haya sido capaz de ahorrarnos todos esos disparates de mal gusto!

EL NOVIO.- ¡Déjala que se divierta!

EL PADRE.- ¿No podríamos echar una ojeada a los muebles?

LA NOVIA.- Claro que sí.

LA AMIGA.- Lo importante es que las sillas son muy anchas. ¿Caben dos?

LA SEÑORA.- ¡Las patas son un poco delgadas!

LA NOVIA.- (Poniéndose de pie). El armario es bonito, ¿no? ¡Sobre todo las incrustaciones! No sé,  hay gente que no tiene gusto para esas cosas. Pagan un dinero y se llevan un mueble, como si fuera... un mueble, sin alma ni nada, sólo para tener un mueble. Nosotros, en cambio, ¡tenemos nuestras propias cosas, y el sudor y el amor se pegan a ellas, porque son cosas hechas por uno mismo!

LA TIA.- Sobrinita, ¡ven aquí y siéntate!

LA SEÑORA.- ¿Qué pasa? ¡Me gustaría verlo por dentro!

LA TIA.- ¡No se mira lo que hay dentro de los armarios de la gente!

LA SEÑORA.- Sólo quería echar una ojeada. Pero tú siempre lo sabes todo.

LA TIA.- ¡Muy bien, ahora siéntate!

LA SEÑORA.- ¡Otra vez has bebido demasiado! Toma un poco de agua, es que no aguantas.

EL NOVIO.- Si quiere verlo por dentro, véalo, su interés me halaga. Aquí está la llave. ¡Abre, María!

LA NOVIA.- Bueno, no sé... ¿Es ésta de veras la llave? No gira.

EL NOVIO.- Dame, todavía tienes que aprender. Yo mismo le puse la cerradura. (Lo intenta). ¡Maldita sea! ¡Vaya! ¡Mecagüen! (Furioso). ¡Así reviente!

EL PUEBLERINO.- ¡"Zi me deja"! Yo lo abro "zeguro". (Lo intenta pero no puede).

LA NOVIA.- ¿Lo ves? ¡Tú tampoco puedes abrirlo!

EL PUEBLERINO.- ¡Que barbaridad! ¡"Quillo que cerradura tiene esto la de una iglesia"! (Ríe de igual modo).

LA SEÑORA.- Quizá no haya gran cosa que ver dentro.

LA TIA.- (Amenazante). ¡Siéntate! ¡No quiero oírte más!

LA HERMANA.- Ay no, ya que estamos de pie, ¿por qué no bailamos un poco?

EL JOVEN.- ¡Eso! ¡Vamos a apartar la mesa!

EL NOVIO.- ¡Eso de bailar es una buena idea! ¿Pero quién se encarga de la música?

LA AMIGA.- Yo puedo tocar la guitarra. La tengo ahí, en el vestíbulo.

(La trae. Todos se ponen de pie. El padre y la tía  van hacia la izquierda y se sientan. El novio y el joven levantan la mesa y la desplazan hacia la derecha).

EL JOVEN.- ¡Déjela con cuidado!

EL NOVIO.- No es preciso. ¡Tiene que aguantar también un trato duro! (La deja con fuerza. Se disloca una pata). ¡Bueno, ahora a bailar!

EL JOVEN.- ¡Mira, se ha roto una pata! ¡Si la hubieses dejado más suavemente!

LA NOVIA.- ¿Qué se ha roto?

EL NOVIO.- ¡No es nada, una tontería! ¡A bailar!

EL PUEBLERINO.- ¡Una tontería dice "er tio"! Pero ¡"zi ta cargao la pata"! (Ríe igual).

LA SEÑORA.- ¡Hay que pensar siempre en los sudores que ha costado! ¡Pero quizá hubiera sido mejor utilizar una buena cola!

EL PUEBLERINO.- ¡"La cola de los cagajone de caballo"! ¡Eza es la mejon"!

EL NOVIO.- (Al pueblerino) ¡Desde luego, usted no se muerde la lengua en! (A la señora). ¿Me concede este baile?

LA SEÑORA.- ¿No quiere bailar con su esposa el primer baile?

EL NOVIO.- ¡Naturalmente! ¡Ven, María!

LA NOVIA.- No. ¡Me gustaría bailar con el señor Hans!

LA HERMANA.- ¿Y con quién bailo yo?

EL PUEBLERINO.- (A la hermana). ¡"Po conmigo corazon mio"! (Ríe igual).

LA HERMANA.- No. Mejor me quedo aquí sentadita.

EL PUEBLERINO- ¡"De ezo na"! ¡A baila! (La coge por el brazo violentamente y baila)

LA AMIGA.- (Con la guitarra). Puedo tocar un vals. (Empieza).

(Bailan: El novio con la señora, la novia con el joven y la hermana con el pueblerino)

LA SEÑORA.- ¡Más aprisa! ¡Más aprisa! ¡Es como un tiovivo! (Bailan bastante deprisa y luego acaban). Ha sido estupendo. ¡No bailamos tan mal!

EL PUEBLERINO.- ¡"Yo ze baila pasodoble y no esta porqueria"!

LA HERMANA.- ¡Tendrías que cuidar un poco más de tu pobre corazón!

EL PUEBLERINO.- ¿De mi corazon? ¡"Qué dize muje"! ¡Toca, toca mi corazón!

LA HERMANA.- ¡Ya, ya esta fuerte!

EL NOVIO.- ¿Y si nos sentamos otra vez?

EL JOVEN.- Muy bien, pero ¿no vamos a bailar más?

EL NOVIO.- No.

EL PADRE.- ¿Podéis servir un poco más de vino? Así charlaremos mejor.

EL NOVIO.- Vamos a poner otra vez la mesa en el centro. (Lo hace, ayudado por el joven). ¡Pero esta vez tenga cuidado!

(Se sientan y vuelven a correr las sillas).

EL NOVIO.- (Descorchando una botella). ¡Y ahora a beber! ¡Por la buena vida!

EL JOVEN.- ¡En el propio hogar!

LA AMIGA.- ¡Amueblado con las propias manos!

EL PADRE.- ¡Salud! (El joven le hace una señal a la hermana y salen) Cuando todavía llevabas la falda por la rodilla, María, te dieron una vez vino. A tu tío le divertía. Quería que bailases, pero tú te quedaste dormida.

LA SEÑORA.- Entonces será mejor que no beba hoy, ¿no? (Mira al pueblerino y no aguanta más al verlo con el palillo). ¿Quieres dejar ya el palillito por el amor de Dios?

EL PUEBLERINO.- ¡"Huy muje que caracte"! (Se limpia los dientes con el dedo).

LA TIA.- (En voz baja). ¡Nunca he visto a nadie más repugnante que a este hombre!

LA AMIGA.- (Se pone de píe). ¿Qué es esto? (Mira la silla). Me he enganchado en algo.

LA NOVIA.- ¿Se ha hecho daño?

LA AMIGA.- Es una astilla.

EL NOVIO.- No importa.

LA AMIGA.- A la silla no. Pero eran mis mejores pantalones.

EL NOVIO.- ¿Te los habías puesto expresamente en mi honor?

LA AMIGA.- Sí, pero ahora voy a recitar.

EL NOVIO.- No tienes por qué hacerlo si no tienes ganas.

LA AMIGA.- Lo hago de buena gana.

EL PUEBLERINO.- ¡"Zi quiere yo le hago los coro"! ¡"A mi me ze da mu bien los coro"!

LA AMIGA.- ¡No dejelo! ¡dejelo!

¡Qué mayor orgullo para esta mujer
qué casta al matrimonio llegue por él,
más si alguna hay que cometa tal improperio
      al infierno hay que mandarla y dejarla sin aliento!
     
      ¡Casta y pura al altar la novia ha de llegar,
      en el caso de que esto no ocurra
      un gran castigo con una buena zurra, se ha de llevar.
      Porque con el matrimonio no se juega, he dicho!
     
      (La señora se ríe).


EL NOVIO.- Lo conocía. Es uno de tus mejores poemas. (A la señora). ¿Le ha gustado? ¡Voy a traer más vino!

LA AMIGA.- Sí, es muy buena. ¡Sobre todo la moraleja! (A la novia). ¿Le ha gustado?

LA NOVIA.- Quizá no la haya entendido.

LA SEÑORA.- No va con usted.

EL PUEBLERINO.- ¡"Po a mi no es que me haya gustao, no"! ¡"Ma encantao"! (Ríe igual).

EL PADRE.- (Inquieto) ¿Dónde se ha metido Ina?

LA NOVIA.- No sé...

EL NOVIO.- El señor Mildner tampoco está.

EL PUEBLERINO.-"Pero el poema, ¿de que iba"? ¡"A la novia la estaba poniendo vestia de limpia"! (Ríe igual).

LA SEÑORA.- ¿De verdad usted que sabe hacer a parte de reírse así?

EL PUEBLERINO.- ¡"Hace la cola de los cagajone de caballo"! (Ríe igual).

LA NOVIA.- (A él, a media voz). Eso ha sido una indecencia. Estoy abochornada.

EL NOVIO.- ¿De haber bailado?

LA NOVIA.- ¡No, de tus amistades! (Sale).

(Entran la hermana, la novia y el joven).

LA HERMANA.- Estábamos haciendo la crema.

EL JOVEN.- La crema va a ser estupenda.

LA SEÑORA.- ¿La hacen sobre el fuego?

LA HERMANA.- No. No hacemos la crema sobre el fuego.

LA SEÑORA.- ¡Creía que iba a decir que sí, porque están muy colorados! (Se ríe y se deja caer en la silla. La silla cruje). ¡Ay! (Se levanta).

LA AMIGA.- ¿Se ha roto algo?

LA SEÑORA.- Me temo que la silla...

EL NOVIO.- De eso nada. Puede moverse como quiera. He utilizado puntas de tres centímetros.

EL PUEBLERINO.- ¡"Yo uzo punta de 50 cm porque no me fío"! ¡"Como la de los barco"! (Ríe igual).

LA SEÑORA.- (Suspira)- No me atrevo a sentarme.

LA AMIGA.- (Metiendo la mano bajo la silla). Realmente, hay algo mal. Una astilla no es. ¡Pero tengan cuidado con la ropa!

(Silencio).

EL PUEBLERINO.- ¿Hay una baraja? "Podríamo juga al tarot".

EL NOVIO.- La baraja está en el armario.

LA SEÑORA.- Que no se puede abrir.

EL PUEBLERINO.- ¡Quizá con un escoplo!

LA NOVIA.- ¿No estará hablando en serio?

EL PUEBLERINO.- "Alguna vez tendréi que abrirlo"...

LA NOVIA.- Pero ahora no.

EL NOVIO.- Sólo para sacar la baraja.

LA AMIGA.- (Brutalmente). ¡Pues decidme qué se puede hacer aquí!

LA SEÑORA.- ¡Podríamos ver los otros muebles!

EL NOVIO.- ¡Eso es una buena idea! Voy yo delante.

(Todos se levantan)

LA HERMANA.- ¡Yo prefiero quedarme!

LA NOVIA.- ¿Sola? Eso no.

LA HERMANA.- ¿Y por qué no?

LA NOVIA- Porque hay límites.

LA HERMANA.- Entonces tendré que decirlo: no quería levantarme porque la silla está rota.

LA NOVIA.- ¿Cómo la has roto?

LA HERMANA.- Se ha roto sola.

LA AMIGA.- (Tanteando la silla). Si se sienta uno sin moverse y se esfuerza un poco, ¡no pasa nada!

EL PADRE.- Será mejor que vayamos ahora a ver los otros muebles.

LA AMIGA.- (En voz baja a la señora). La mesa está aún entera.

LA SEÑORA.- ¡Con tal que aguanten!

EL NOVIO.- ¡Ven, María!

LA NOVIA.- (Quedándose sentada). ¡Ya voy! ¡Id vosotros delante!

(Todos salen por la puerta. La novia, sentada a la mesa, solloza)

EL NOVIO.- (Volviendo). ¡Tengo que coger la linterna, pasa algo con la instalación eléctrica!

LA NOVIA.- ¡Por qué no habrás dejado que la hiciera un electricista!

EL NOVIO.- ¿Qué te pasa? ¡Tu hermana podría portarse un poco mejor!

LA NOVIA.- ¿Y tu amiga, qué?

EL NOVIO.- Si una quiere que la respeten, no puede bailar así.

LA NOVIA.- ¡Y ese Mildner! ¡Eso de la novia virginal lo ha dicho con intención! Me ruboricé y todos se dieron cuenta. Y de qué manera me miraba. ¡Y luego ese poemita! Se está vengando de algo.

EL NOVIO.- ¡Qué obscenidad! ¡Como bailabas! ¿Cómo podríamos hacer que se fueran? ¡Se atiborran, se emborrachan, fuman, parlotean, y no piensan en irse! ¡Al fin y al cabo ésta es nuestra fiesta!

LA NOVIA.- ¡Vaya fiesta!

EL NOVIO.- No seas así. Cuando se hayan ido...

LA NOVIA.- Lo has estropeado todo.

EL NOVIO.- Es que yo quiero estar solo. Ahí vienen.

LA NOVIA.- ¡No quiero que se vayan! ¡Luego será peor!

(Los otros aparecen en la puerta).

EL PADRE.- Hemos tenido que esperar en la cocina porque en el dormitorio no había luz.

(La señora tiene un ataque de risa).

LA TIA.- ¿Qué te pasa ahora?

LA SEÑORA.- ¡Es que todo es tan cómico!

LA TIA.- ¿Qué es cómico?

LA SEÑORA.- ¡Todo! ¡Todo! ¡Las sillas rotas, los muebles de fabricación casera! ¡La conversación! (Se ríe a carcajadas).

LA NOVIA.- ¡Pero, Emmi!

LA SEÑORA.- Todo está roto. (Se deja caer en una silla, riéndose. La silla se viene abajo). ¡Ésta también! Ésta también. ¡Me tendré que sentar en el suelo!

EL PUEBLERINO.- ¡"Ira la zeñora"! ¡"Esta toa espatarra"! (Ríe igual y contagia a la señora).
LA AMIGA.- (Riéndose con ella). ¡Realmente! ¡Hubiéramos debido traer sillas plegables!

LA TIA.- (Cogiendo a la señora del brazo). Tú estás mal de la cabeza. Si te comportas así, se romperán todos los muebles y no será culpa de los muebles. (Al novio). ¡Usted perdone!

(Se sientan).

LA SEÑORA.- ¡Aquí huele tan raro!

LA AMIGA.- Antes no lo habíamos notado.

LA HERMANA.- Yo no huelo nada.

LA SEÑORA.- Ya sé. ¡Es la cola!

EL PUEBLERINO.- ¡"Po la mía no es, porque a cagajon de caballo no huele"!

LA SEÑORA.- ¡Y dale usted con los cagajone de caballo que pesado eres hijo!

LA AMIGA.- ¡Por eso les regalé el agua de colonia! ¡Media botella nada menos!

LA SEÑORA.- Pero ahora no se puede disimular ya que el olor a cola lo impregna todo.


EL PADRE.- Cuando te veo así, me encanta. Ya de pequeña daba gusto mirarte. Pero ahora estás en tu mejor momento.

LA SEÑORA.- El vestido está muy bien cortado.

LA NOVIA.- Sí, gracias a Dios, no necesito rellenos.

LA SEÑORA.- ¿Es una indirecta?

LA NOVIA.- ¿Te has sentido aludida?

LA SEÑORA.- No se tiran piedras al tejado del vecino cuando se tiene el techo de cristal.

LA NOVIA.- ¿Quién tiene el techo de cristal?

LA SEÑORA.- Ese vestido está muy bien hecho, porque disimula que estás...

LA AMIGA.- ¡Salud, este vino es buenísimo!

LA NOVIA.- (Llorando). Eso es una, eso es una...

EL PUEBLERINO.- ¡"No llore muje"! ¡"Como yo vea que alguien te tira piedra ar tejao"!

LA TIA.-  Has sido muy mal educada.

LA SEÑORA.- (Irritada). ¡Sólo he dicho la verdad! ¡No te hagas la tonta!

LA TIA.- (Inclinándose). ¡Domínate!

LA SEÑORA.- Cuando una está embarazada, está embarazada.

(El pueblerino arranca una pata de la mesa y se la tira a la cabeza a la Señora).

EL PUEBLERINO.- ¡"Tía petarda esta"! ¡"Lastima que no le he podio da, con el peazo cabeza que tiene la tía"!

      (Pausa. Sale la hija).

EL NOVIO.- (Con cierto esfuerzo). ¿No queréis beber algo más? ¡Sólo son las nueve!

LA TIA.- (Que ha salido, vuelve ahora con las cosas de su sobrina) Otra vez tengo que disculparme por tener una sobrina así. (Salen)

EL PUEBLERINO.- ¡"Qué le de gracias a Dios que no la he pillao con la pata porque iba directa a la cabeza"! ¡"Con dio"! ¡"Y tu no me llore ma muje"! (Sale).

LA AMIGA.-  ¡Casi no se puede aguantar el olor!

EL NOVIO.- ¿Qué olor?

LA AMIGA.- El olor a cola decompuesta. Y es una falta de vergüenza invitar huéspedes a ver semejante montón de basura.

EL NOVIO.- Entonces te ruego que me perdones por no haberme gustado tu obscenidad de poema y por haberme roto la silla.

LA AMIGA.- ¡Muy buenas noches! (Sale).

EL NOVIO.- ¡Vete al diablo!

EL PADRE.- ¡Será mejor que nos marchemos también! Siempre he pensado que es mejor contar anécdotas que no le importan a nadie. ¡Ven, Ina!

LA HERMANA.- ¡Es una pena que una velada tan bonita haya acabado así! Al fin y al cabo, esto es lo único que tenemos. Hans dice que luego tiene que enfrentarse uno con la vida.
LA NOVIA.- Sin embargo, tú has contribuido mucho. ¿Y desde cuándo llamas Hans al señor Mildner?
EL JOVEN.- Gracias otra vez. Para mí ha sido una velada muy bonita.

      (Salen los tres).

EL NOVIO.- ¡Gracias a Dios y al diablo que se han ido por fin!

LA NOVIA.- Y ahora difundirán nuestra humillación por toda la ciudad. ¡Qué vergüenza! Mañana sabrán todos lo que ha pasado en nuestra casa y, lo peor, que la novia estaba embarazada. Y yo que pensaba decir que había sido un parto prematuro.

EL NOVIO.- ¿Y los muebles y el trabajo de cinco meses? ¿No piensas en eso?

LA NOVIA.- ¡Y el poema de tu amiga! Que el diablo se lleve esos muebles, que ni siquiera están barnizados, porque siempre decías: El aspecto da igual, ¡lo que importa es que aguanten y sean cómodos! Cinco meses perdidos para terminarlos, tanto tiempo, que se nota mi estado.

EL NOVIO.- Bueno, ahora se han ido y empieza nuestra noche de bodas. ¡Es ésta! ¡Es nuestra noche de bodas! (Pausa. Luego el novio va hacia la mesa). ¡Se lo han bebido todo! ¡Y el mantel ha tenido más suerte que yo! ¡Las botellas están vacías, pero hay restos en los vasos! ¡Tendremos que economizar!

LA NOVIA.- ¿Pero qué haces?

EL NOVIO.- ¡Acabarme los vasos! ¡Aquí tienes uno todavía lleno!

LA NOVIA.- ¡No tengo ganas!

EL NOVIO.- ¡Al fin y al cabo, es nuestra noche de bodas! (La novia coge el vaso, aparta la vista y bebe). Aunque no pueda brindar por tu virginidad, dado que estás embarazada...

LA NOVIA.- ¡Ése es el mayor insulto que he recibido hoy! ¡Te has superado!
     
      (Beben. Pausa).
     
LA NOVIA.- No has estado acertado en lo que has dicho, pero en eso tienes razón, ¡hoy es día de fiesta y no hay que pedir demasiado!

EL NOVIO.- Las cosas hubieran podido salir peor.

LA NOVIA.- ¡Con esa amiga tuya!

EL NOVIO.- ¡Y con tus parientes! ¡Y ese pueblerino! (Se ríen como ella).

(Beben cada vez más).

LA NOVIA.- ¡Noche de bodas! (Se atraganta, se ríe a carcajadas). ¡Qué divertido! ¡Bonita noche de bodas!

EL NOVIO.- Al fin y al cabo, ¿por qué no? ¡Salud!

LA NOVIA.- ¡Ese poema iba con segundas!

EL NOVIO.- (Poniéndose en pie de un salto). ¡Y las anécdotas de tu padre!

LA NOVIA.- ¿A que nos basta con nosotros dos?

EL NOVIO.- Ahora estamos solos. (Lleva hacia la puerta a la novia  y salen. Aparece él con un pomo en la mano). El pomo. ¡Jajajá! Esto también. (Lo tira al farol, que se apaga y cae).

LA NOVIA.- (Desde el foro). ¡Y la cama! ¡Jajajá!

EL NOVIO.- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa con la cama?

LA NOVIA.- (Desde el foro). ¡Se desarmará!

EL NOVIO.- ¡Qué importa! (Sale. Oscuridad. Se oye derrumbarse la cama).      
       
FIN

   
   


ADAPTACIÓN: MIGUE CABRERA.