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2/3/21

El rastro. Elena Garro.

  

 

 




El rastro

Elena Garro


PERSONAJES

ADRIÁN BARAJAS (23 AÑOS)

HOMBRE I

HOMBRE II

DELFINA IBÁÑEZ (20 años)

 

Es de noche. Un jacal apartado en un rincón del campo redondo silencioso. A la izquierda una cerca de piedras y un piró. En cuclillas recargados sobre la cerca, dos hombres silenciosos, dos cigarrillos. Se escuchan unos pasos desiguales golpeando el camino cercano y rompiendo el silencio profundo del cielo alto y negro.

HOMBRE I- ¡Oyelo! Ahí viene ya, tropezándose con sus pecados llorando sus pesares, embriagado en su desdicha, buscando lo que ya perdió.

HOMBRE II- ¡Ah qué muchacho ingrato! ... anda busca y busca...

HOMBRE I- Anda penando, desalojado del mundo, marcado por le vergüenza, solo, por el camino sin regreso.

HOMBRE II- Desgraciado, sosiégate, que al fin lo único que vas hallar es tu muerte.

VOZ DE ANDRÉS (Fuera de escena)- ¡Uy!, ¡Uy!, ¡Uy, Uy!.

HOMBRE I- No llames a la muerte, muchacho, la muerte se pasea sola y se aparece a cualquier hora.

HOMBRE II- No la llames, muchacho, ella vela tus pasos y los míos, no hace ruido y sola nos envuelve en su espesa mata de pelo para desaparearnos de este oscuro mundo.

VOZ DE ADRIÁN (Fuera de escena)- ¡Yo soy el león encumbrado!.

HOMBRE I- ¡Ujuy! ¡Canta tus alabanzas, pajarito de tristezas!

ADRIÁN BARAJAS ENTRA A ESCENA DANDO TRASPIÉS

 

ANDRÉS- ¡Soy la Torre de Marfil!

HOMBRE II- Desgraciado huérfano. Piedra tirada en la barranca. Alma en pena rondando la huizachera.

ADRIÁN BARAJAS ZIGZAGUEA, DA UN TRASPIÉS Y SE CAE

ADRIÁN- ¡Yo soy Adrián Barajas!

HOMBRE I- Un huérfano, que nos hace compañía.

ADRIÁN- ¡Yo soy el Rey de Espadas!. ¡Viva Barajas!

HOMBRE II- Si así te encumbras más fuerte fue la caída. ¿Quién te dejó sin espada? Lo sabes y te lo callas.

Adrián se levanta, avanza por la escena tambaleándose. Se tropieza. Da unos pasos. Busca algo a tientas. Con su mano izquierda arrastra su sombrero de palma, blanco y redondo como una luna. La noche silenciosa lo contempla.

ADRIÁN- ¡Échenle una mano a Adrián Barajas!

HOMBRE I- ¡Pedigüeño!. Nadie le da una mano a nadie. ¡No la pidas!

HOMBRE II- Acostúmbrate a estar solo mirando tus pecados y rodando entre las piedras como una piedra cualquiera.

ADRIÁN-¿Nadie le echa una mano a Adrián Barajas? ...¿Nadie? ...¿Nadie?...

ADRIAN ESPERA Y NADIE LE CONTESTA

ADRIÁN-¡Nadie! ...¡Nadie!...Ando más solo que el pecado.¡Salgan!. ¡Encuéntrenme, no se escondan, no se me vayan por las grietas de la tierra!

HOMBRE I- ¡Bien borracho!

HOMBRE II- Ahogado en el licor de sus pesares, buscando la escalera que perdió para llegar al campo verde y a la renombrada gloria del hombre.

ADRIÁN-¡Ay suerte ingrata la de Adrián Barajas!. ¿Me oyeron?... ¿Nadie oye a Adrián Barajas?. ¡No!. Nadie escucha al coyote que le anda royendo las manos y los huesos...

NOMBRE I- El coyote ahí seguirá, muchacho, masca y masca, hasta que no deje de ti sino las penas.

ADRIÁN- ¡Tú, Divina Providencia, óyeme, escúchame, sal de debajo de las piedras y dame algún consuelo!.

HOMBRE II- ¡No la mientes!. ¡Guarda tu corrupta lengua!. ¡Hijo ingrato, buscador de placeres y hallador de muertes!.

ADRIÁN-¡Ya fregaron a la Divina Providencia! ...¡Mírenla bien! Goteando sangre, con la cara desbaratada por la pedriza... Ahí nomás, tirada como cualquier lagarto. De su panza salen estrellas rojas, que se traga la tierra seca. ¡Salen a borbotones, corren como centellas y ardiendo desaparecen entre las grietas! ¡Y sólo yo, Adrián Barajas las ve hundirse entre los huizaches!

HOMBRE I- ¿Sólo tú? Adrián Barajas, el escogido.

HOMBRE II- ¡Ujule!. Hasta por acá rebotan las centellas. Agarra una, muchacho, y guárdala en tu pecho para consuelo de tus pecados y beneficio de tu subida al cielo verde, que no te espera.

ADRIÁN- ¿Quién fregó a la Divina Providencia?. ¿Quién la fregó para dejarme solo, tirado en este muladar de escupitajos? ...¿No me contestan? ¿Quién le arrancó la lengua?. ¡Díganme! ¡Quiero saber quién le arrancó la lengua a la Divina Providencia para dejarme solo, en este llano lleno de huizaches, oyendo crecer a las espinas!...¿Quien fregó a la Divina Providencia'?.

HOMBRE I- ¡Quién sabe, muchacho, quién sabe!.

HOMBRE II- El hombre encuentra lo que busca y ve en el mundo lo que adentro lleva.

 

ADRIAN SE SIENTA EN EL SUELO Y AGACHA LA CABEZA

 

ADRIÁN- Cierren los ojos para que no contemplen la ingrata suerte de Adrián Barajas, aquí, sentado, igualito a su padre, que le clavaba espinas en las corvas y hacia que su madre se tragara su propia sangre. Sí, igualito al cabrón de su padre, con la víbora que lo está masticando, subiendo y bajando adentro de su pecho. ¡Abandonado! ¡Tirado en el rastro, en donde a pedradas se llevaron a la Divina Providencia!. Era yo chiquito y él me decía: ¡mírala tirada en este rastro, sin nadie que le regale una mirada! Y yo la miraba radiante subiendo la colina, y ahora la miro yo y nadie me regala una mirada...

HOMBRE I- Aquí, en el rastro estamos todos muchacho, sin nadie que nos regale una mirada, solos y cobijados por la noche sola, agujereada por los coyotes que la caminan.

ADRIÁN- Yo voy y vengo, paso junto a ella y todos nada más se dicen: "Ahí va Adrián Barajas"...Nadie quiere mirar mi corazón. ¡Tú, poderosa, levántate de tu gusanera y pica con tu negro puñal los ojos que me vieron y revienta también a las estrellas, allá tan altas, mirándome enojadas con sus ojos blancos. ¡Levántate, Divina Providencia y agárrame de la mano y sácame de este mar de víboras de ojos!.

HOMBRE II- ¡Qué poco pides! ¿Qué has hecho para ser favorecido?.

ADRIÁN- ¡Tantos ojos en cordón cerrándome el camino!. Acomodados en las cercas como filas de iguanas; empedrados en las veredas, sin parpadear, mirando como pasa y muere Adrián Barajas.

HOMBRE I- No te quejes. La noche está vacía de tus palabras y de tu llanto.

HOMBRE II- Que de las piedras salen ojos y nos miran es muy cierto y tú estás ahora sólo para ser mirado.

ADRIÁN- ¡Yo soy Adrián Barajas, el de la ingrata suerte!. ¡Que viva el desgraciado de Adrián Barajas!. ¡Que vivan mis penares y mis hambres! ¡Ay, ojitos que me retratan, ahora sí que van a ver lo que antes nunca vieron!

Adrián se levanta, se lleva la mano al pecho.

HOMBRE I- Andas solito, muchacho y la noche redonda es cobija para entregarse o salirse del pecado.

HOMBRE II- Estate quieto y agárrate a tu cuchillo. Un cuchillo es un consuelo en estas soledades.

ADRIÁN- ¡Santísimo Dios, tú que tatuaste mi corazón, con la uña cristalina de tu dedo índice, enséñame al enemigo sembrador de ojos!. Sal de atrás de la piedra desde la cual me acechas y déjame contemplar tu rostro de sangre. Déjame navegar en tu pecho rojo surcado de canales verdes. (Se agarra al cuchillo con fuerza) Dame la entrada para bañarme en tu divina sangre, tibia y olorosa a epazote. Dame la rama a la cual asirme para navegar en las olas rojas de tu corazón abierto y desde allí, partir a la otra orilla, mecido por tu pulso rojo y así llegar al país en donde la tierra no devora a la sangre y ésta permanece regada sobre los campos, como hermosos granizos carmesíes. Allí hallaré a mis abuelos y a mis padres ya inmortales, con su herida siempre lujosa y viva en su cuello degollado, tal un collar brillante. o con el pecho abierto, como un tulipán, que gotea el ardiente rocío del hombre. Y allí hallaré también a las mujeres, a las malignas, a las, que nos atan a estas piedras, con los pechos cortados en cuatro lenguas de sangre. Todos ya, fuera de este paisaje sediento, de este seco penar entre los chaparrales y las rocas, gracias al poder de su sangre.

HOMBRE I- Anda buscando el camino, anda buscando llegar.

HOMBRE II- Se nos quiere ir, olfatea la herida.

ADRIÁN- Por un hilito rojo huye el hombre y en ese río caliente se ahoga el animal que nos devora.

HOMBRE I- ¡Sosiégate, muchacho!. Sosiégate.

ADRIÁN (Mirando a su cuchillo)- ¡Tú hermosa rama blanca, encuéntrame el camino que nos lleva al paisaje en donde vamos todos con los cabellos sueltos, pisando apenas la pradera de largas cabelleras verdes y ondulantes al viento!. Cavar el agujero en el pecho del hombre es abrir la gran puerta que nos conduce a tu mar. En la otra orilla nos encontramos los que supimos agarrarnos a tu rama salvadora: blanca en la noche, afilada en el día, disciplinada al golpe, hermosa rama blanca, cuya forma es el pico de una estrella y que acá en el rastro nombran puñal, ¡ayúdame!

HOMBRE I- Ya deja de penar muchacho. No busques todavía tu muerte, ni la muerte de nadie, que todo llega.

HOMBRE II- Entra a tu casa. Acuérdate, desgraciado, de que tienes mujer y la conoces. A oscuras te espera, como la maligna, sentada junto al comal, velando las cenizas y tus ingratos pasos. Está juntando las flores de carbón para coronarte de pecados: No la espantes con tus gritos.

ADRIAN (Blandiendo el cuchillo)- ¡Ay, qué dolencia la del desgraciado!.

HOMBRE I- ¡Chist!. Ya no hables, tu mujer te está oyendo deliberar contigo mismo. Déjate venir quedito...

HOMBRE II- Grita la dolencia del desapartado. Entra a tu casa, entra.

ADRIAN- El mal ha entrado en mi pecho, me está ganando la vida en este rastro en el que sólo tropiezo con calaveras. ¡Adiós los tiempos en que me paseaba cantando con mis amigos y buscando la ventura!. ¡Adiós los días en los que no sabía que conocer mujer era irse por la boca del murciélago...! Ya nada queda de Adrián Barajas. ¡Quién había de decirlo! que iba a acabar chupado por la hembra ...¡Arriba Barajas!. De sangre sucia no quiere Adrián Barajas que le llenen su copa. ¡Salgan a pelear con el hijo de Teófila Vargas, que en paz descanse y a quien Dios guarde en su Santa Gloria!. ¡Salgan, para ver quién va primero al encuentro de su madre, la que nunca se revolcó junto a ningún hombre!.

HOMBRE I- Muchacho, no nombres a tu madre en estas contingencias.

HOMBRE II- Olvida su nombre antes de entrar a tu casa, acuérdate de que ella nunca cruzó esa puerta, y que dejaste las ferias y los caminos por el placer de Delfina Ibáñez.

ADRIAN- Vale más morir peleando, que entre las ancas de una mujer.

HOMBRE I- La mujer de placer es un animal cualquiera.

HOMBRE Il- La va a matar. Al hombre nadie lo agarra, de nada sirven las trampas.

Adrián avanza hasta la puerta de su jacal y la golpea.

ADRIAN- ¡Abre, abre!. Y no te muevas Delfina Ibáñez, mejor vete persignando, para que no te largues como un animal cualquiera... Adentro de la choza nadie contesta a los golpes, ni a los palabras.

ADRIÁN- Delfina Ibáñez, fíjate bien en lo que hagas, porque hasta hoy fuiste lo que eres.

HOMBRE I- Valor no le falta, le falta fuerza.

Adrián golpeando la puerta.

ADRIÁN- Encomiéndate Delfina Ibáñez, yo he de mecerme en una rama más alta y subirme hasta las nubes acompañado de mis amigos.

HOMBRE II- El hombre vuela más alto que una gaviota y a la mujer le toca mirar su vuelo y acatar sus voluntades.

Adrián empuja con fuerza la puerta. Adentro nadie se mueve.

HOMBRE I- ¡Bien necia!. No se le agacha y no le toca ni pronunciar su nombre, puede romperlo con el veneno de su lengua.

HOMBRE II- ¡La serpiente!. La escurridiza, la peligrosa, que camina sin ruido y sólo al vernos nos echa el mal de ojo.

ADRIAN- ¡Abre!. ¡Abrele a tu marido!. ¡Abre, deleite de los cabrones, revolcadero de machos!. Yo no soy olvidadizo, vengo a cobrar mis cuentas y a decirte, que hay tiempos mejores de los que tú me diste, cuando se subían tus faldas lilas y me cubrías con tus trenzas.

Adentro del jacal nadie se mueve. Adrián jadeante sigue empujando la puerta. Cerca, olvidado en el suelo, está su ancho sombrero blanco.

ADRIAN- ¡Ayúdame santa madre, encumbrandísima Teófila Vargas, con la pureza de tus quince años, siempre intocada, a derribar esta puerta, que defiende a tu enemiga!.

HOMBRE I- Ni quien se mueva, lo dejan llorar como a una criatura.

HOMBRE II- El hombre es una criatura al que nadie ve ni oye sino para castigarlo.

ADRIAN- ¿Quién me ayuda? ...¿Nadie? ...¿Nadie quiere ayudar a Adrián Barajas a ser hombre?...

Adrián da otro empellón a la puerta.

ADRIAN- ¡Tengan compasión de este amancebado! Tengan compasión del hijo de Teófila Vargas, perdido por el lunar de Delfina Ibáñez.

Adrián continúa el forcejeo con la puerta

ADRIAN- ¿Me oyes?. El mundo es grande para pasear antes de hallar la pelea. Por jardines mejores he caminado y mejores veredas me han recibido. Cuando ya no te vea, entraré al huerto de los placeres, allí me espera Teófila Vargas, a la que tú nunca quisiste. ¡Abre, engañosa!. ¡Abre, enemiga de mi madre!. Allí estás enroscada, esperando mi machete. De chiquito me enseñaron a cazar víboras, no lo he olvidado. No te calientes junto a las cenizas, animal de sangre fría. Esta noche, tu ojo fijo no me va a hacer caer como a cualquier pajarito. Yo soy un pájaro real, que vuela más alto que tú mirada y te vas a largar del rastro en el que me aprisionas.

HOMBRE I- ¡Ah qué muchacho! Cuánto alborota antes de hacer lo que es debido.

HOMBRE II- Grita porque tiene miedo de librarse del hechizo, quiere que alguien le arrebate el cuchillo.

HOMBRE I- ¡No tengas miedo!. ¿No ves el aldabón que brilla como un hueso olvidado en la noche?

HOMBRE II- El cuchillo se va a hundir, como si partieras agua y la mano y el pecho se te van a sosegar.

ADRIÁN- Gloriosa Teófila Vargas, ayúdame a golpearla hasta que no resuelle. Ayúdame para que no me invite a ahogarme en sus enaguas embravecidas como un río. Yo soy un pájaro de alas de oro, que quiere volar y volar muy alto, a la par que el águila real.

 

Adrián da un golpe y la puerta se abre de par en par. Aparece Delfina Ibáñez, como una aparición luminosa: inmóvil, sentada en el suelo del jacal, con los pliegues de su falda lila abiertos como un abanico desplegado y sus cabellos negros cubriéndole la espalda. Un quinqué encendido y las brasas de la lumbre la iluminan. Delfina no levanta la cabeza. No se mueve.

 

ADRIAN- ¿Dónde andas, hechicera de los hombres?. No te escondas detrás de tus cabellos, que he de encontrarte, aunque hayas apagado el quinqué y las cenizas y no quede ni el rescoldo de las brasas, para que me dé las muestras de tu cuerpo.

DELFINA- La lumbre y el quinqué están encendidos, esperándote. Yo no me escondo, aquí estoy velando mis pensamientos y escuchando los tuyos.

ADRIAN- ¡Mientes!. Me huyes, porque sabes que en tu busca vengo y tienes miedo.

DELFINA- Miedo no tengo. Mi cuerpo está bajo tus ojos. Perdona si no te doy la cara, pero yo no quiero ver esos modos que tú quieres que vea.

ADRIAN- ¡Perra desorejada!. ¿No quieres ver mis modos?

DELFINA- No, no quiero verlos, no son los modos con los que me trajiste de mi casa.

ADRIAN- Hasta acá te traje con mis alas de oro. ¡Míralas!. ¡Mira como relumbran! Y ahora te dan miedo.

DELFINA- Alas más fuertes que las tuyas ya se han roto...

ADRIAN- ¿Qué dices, maldita?. Eso quieres, perra, romper mis alas para que me quede a tus enaguas. Pero, sabe una cosa Delfina Ibáñez, yo soy un pájaro de alas de oro y ninguna hembra me ha de agarrar.

DELFINA- Si estoy aquí, es porque tú me lo pediste con palabras muy distintas a las que ahora dices. Yo nunca quise agarrarte, pero la vida te va a agarrar por maldecir lo que no debe maldecirse.

ADRIAN- ¡Cállate!. Perra sarnosa enemiga del hombre. No quiero oír repicar al tamborcillo de tu voz. Las palabras que te di, ya no son mis palabras. Y las tuyas no quiero oírlas. Estoy maldito por haberme enredado en tu lengua y en tu falda. Cuando la mujer habla y el hombre escucha, el hombre muere. Por eso vas a morir tú, para que yo me vaya a cantar con mis amigos.

DELFINA- ¿A cantar con tus amigos?. Tu lengua ya olvidó el placer, ya sólo sabe maldecir.

ADRIAN- Quieres maldecirme, secarme el canto, apagarme la garganta, sembrarme el miedo ... yo quiero irme a la copa del laurel más alto y desde allí cantarle a mis amigos.

DELFINA (Levantando la cara)- Tus amigos ya no son tus amigos y tu lengua ya no sirve para nombrarlos.

ADRIAN- ¡Me has apartado de las esquinas y de las guitarras! Me has echado las lágrimas y la congoja en la mitad del pecho.

DELFINA- Estás borracho, Adrián. Acuéstate y duérmete, para que el sueño te lleve a otros parajes mejores.

Adrián se acerca a Delfina, la. contempla, y le muestra su cuchillo.

ADRIAN- ¿Que me duerma?. Persígnate Delfina Ibáñez, no quiero el sueño, ni quiero sus alivios.

DELFINA-No me espantes, Adrián, guarda tu cuchillo ... La noche está muy sola y nadie vendrá a impedirte que hagas lo que no quieres hacer...

ADRIAN- ¡Cállate, serpiente, antes de que te enrosque en mi cuchillo!

DELFINA- ¿Y qué vas a hacer? ¿Sólo, perdido en esos caminos solos, sin nadie que te guarde compañía?

ADRIAN- Voy a caminar mis años y mis caminos con harto gozo, una vez que te haya secado la lengua perversa.

DELFINA- Guarda tu cuchillo, Adrián. ¡Guárdalo!...

ADRIAN- Lo saqué para guardarlo en un lugar más tierno...

DELFINA.- ¡Mira Adrián, que tengo a mi criatura!. Adrián yo quiero conocer a mi criatura ... Estas borracho y acongojado...

ADRIAN- Mírame bien. Mírame la congoja, porque es la última vez que la vas a mirar. Yo no quiero mirar a tu criatura, no quiero que me miren los ojos de mi pecado, sólo quiero ser el poderoso, el limpio hijo de la gloriosa Teófila Vargas.

DELFINA (Baja la cabeza)- Nunca te hice ningún daño. Nunca la criatura te ha hecho daño. Siempre te recibí con cortesía. ¿Por qué dices que es la última vez que voy a ver tu congoja, si siempre le abrí a tu pena las puertas de mi casa?. Te di sombra cuando andabas como perro sediento y nunca te privé del agua fresca, ni de la flor del tiempo...

ADRIAN (Le da un puntapié)- Te dije que no quiero escuchar el tamborcillo de tu voz.

DELFINA- Nunca dejé a los animales de la noche acercarse a tu reposo. Adrián, nunca te hice ningún daño. ¡Déjame conocer a mi criatura!.

ADRIAN- ¿A tu criatura?. ¿Y yo? Yo ando arrastrado, ando mirado, ando señalado por todos, ando perdido en ti, olvidado del aire y de los árboles, con el coyote que me metiste para que coma mis huesos. Ando sucio y huérfano, mirado por los ojos que me cierran el paso, ¡Maligna!.. Me has convertido en el olvidado de los hombres, en el alejado de los pueblos, has matado de una pedriza a la Divina Providencia, para dejarme huérfano en este rastro, en donde nomás se pasean los muertos.

DELFINA- No hables así, tus palabras me dan miedo, quieres asustarme ...Estás borracho. No te presentaste así en mi casa cuando me pediste. Allí estábamos contentos, allí criábamos palomas y comíamos muy en paz, antes de que llegaras tú con tus palabras y tus ofrendas. Si ya no quieres que esté aquí, déjame irme a mi casa.

ADRIAN (Le enseña el cuchillo)- Te voy a abrir la puerta, muchas puertas, para que te largues a donde mejor te convenga.

Delfina se pone de pie y Adrián se le acerca.

DELFINA- ¿Me vas a abrir el cuerpo?. Adrián, recuerda que tengo a mi criatura y que todavía no cumplo mis veinte años ... recuerda que mis pasos no conocen el lugar a donde tú quieres mandarme, sola, a oscuras, perdida de mis padres y de mis hermanos, penando en parajes que no he visto....

Adrián le cierra el paso.

ADRIAN- ¡Yo soy el Rey de Espadas y me quiero ir a mi reino! Allí no hay lugar para ti.

DELFINA- Déjame aquí, junto al brasero, déjame velando, quiero ver el día.

ADRIÁN- ¡Puta madre de nonato! ¡No mendigues el día!

DELFINA (Intenta salir de la choza)- No es vergüenza mendigar un domingo ... Al rato llega el domingo y en el mercado podré comprar cilantro y oír a los ciegos cantando los corridos de los fusilados.

Adrián le da un empellón.

ADRIÁN- ¡Aquí te quedas tú! Y yo me pasearé del brazo de mis amigos, gozando mi libertad, contigo ya muy lejos ...¡Siéntate! ¿Para qué te levantas? ¿Si nunca mas te vas a levantar, espejo de la basura? Andas buscando la puerta, andas buscando quien te oiga. ¿No sabes que si nadie oye a Adrián Barajas menos van a oír a Delfina Ibáñez?. Siéntate, te digo!. ¿Para qué vamos a hacer violencia?. La fuerza del hombre es ésta, no te compares conmigo.

Adrián le da un empellón y la derriba al suelo. Delfina se incorpora y busca la salida.

DELFINA- Adrián Barajas, si me matas no me iré. Me quedaré llorando junto al pirú, para que te acuerdes de cuando me hallaste en el camino de Almoloya, rodeada de mis padres y de mis hermanos y tú te me quedaste mirando y yo me quedé mirándote...

Adrián le da un puntapié al quinqué y éste se apaga

ADRIÁN- ¡Lárgate maldita, enemiga del hombre y de su fuerza!. No quiero oír tus llantos ni tus quejas!. ¡Echate para que te degüelle, como se degüella al marrano!. Y no busques la salida porque te irás bien golpeada.

Delfina se cubre la cara con las manos.

DELFINA- ¡Déjame aquí, Adrián Barajas!

Adrián pisotea el quinqué.

ADRIAN- ¡Nunca más me mirarán tus ojos!. ¡Nunca más mirarás a tus padres ni a tus hermanos!.

DELFINA- Desde el pirú te voy a mirar todas las noches cuando regreses borracho como hoy y solo encuentres mis palabras y mi sangre regadas en el suelo de tu casa.

ADRIAN- Siempre has querido mi pérdida. Lo mismo la desearon tus padres y tus hermanos. Echate te digo, no trates de comparar tus fuerzas con las mías. ¡Ujujuy! ¡Viva mi tierra que me ve triunfar en éste día!

Adrián vierte el contenido de la olla que se calienta sobre las brasas y estas se apagan. La choza queda a oscuras. Delfina da un alarido.

DELFINA (En voz baja)- ¡Hombre de Dios!. ¿Para qué apagas?. No me gusta lo oscuro...¿Adrián Barajas, en dónde andas? ...

ADRIÁN-(También en voz baja)-Aquí ...¿Tienes miedo? .... Todos tenemos miedo a oscuras, hasta los más hombres como yo ... (Se oye un golpe sordo) ¡Lárgate a oscuras!...

DELFINA-Déjame llevar un poquito de luz dentro de mis ojos ... no me dejes que me vaya en tinieblas...

Se oye un jadeo de una lucha:

ADRIÁN- ¡Lárgate a oscuras a tu lugar oscuro y nunca más salgas de allí, enemiga de la gloriosa Teófila Vargas!...

DELFINA- Les dirás a mis padres...

ADRIÁN- ¡Chinguen su madre tus padres!.

DELFINA- Ni siquiera la luz de una velita...

ADRIÁN-¡Nunca más una vela! ... nunca más una luz ... nunca más una palabra ... nunca más un domingo ... nunca más una milpa ...nunca ... nunca ...¿Ya?...¿Ya te fuiste a tus sombras de las que te escapaste para encandilarme en el Cerro de Almoloya y llevarme a la desgracia?...

Nadie contesta

ADRIÁN-¡Vete! ...¡Vete!...¡Vete!...

NOMBRE I- Le está dando, a ver si se sosiega.

HOMBRE II- La congoja se pega a la sangre y uno se queda silencio. Los animales, que uno lleva adentro se aquietan y uno entra en un pecho sin ruido.

NOMBRE I- Que no la mire a los ojos, porque se chinga.

HOMBRE II- No la mira. Para eso apagó la luz.

HOMBRE I- ¡Dichoso Adrián!. Ahora se desamarró las alas.

HOMBRE II- ¡Si todo fuera quitarse la alacrana!.

 

Silencio. Los hombres encienden un cigarrillo y fuman tranquilos recargados sobre la cerca.

Sale Adrián, se sienta en una piedra y mira su cuchillo tinto en sangre.

 

ADRIAN-Ya paró de sufrir.¡Quién fuera ella! ... Nadie la toca ya...Está muy lejos paseándose con su hermoso pelo suelto ... Le corté los años de sufrir entre las piedras ...¡Madre del cielo acuérdate de tu hijos!.. .(Llora).De chiquito anduve vestido de blanco agarrado a tu mano cuando había feria. ¡Siémbrame un camino florecido, para que suba por él a encontrarte, gloriosa Teófila Vargas! ... Muy cierto que te dejé y que en vida anduviste en la necesidad de pedir tortillas duras. ¡Muy cierto!. Todo sucedió por el lunar de Delfina Ibáñez, que en paz descanse y en Santa Gloria esté...Muy cierto, que cuando la vi bajar por el Cerro de Almoloya en compañía de su familia, llegué a olvidarte, a causa de su falda lila, curvada como el pecho de una garza....

HOMBRE I- ¡No la llores, muchacho! No llores tu pecado.

NOMBRE II- Adentro está vencida y con las plumas batidas en su propia sangre.

ADRIAN- ¡Teófila Vargas! Muy cierto que olvidé tus ojos por los de ella y que preferí sus palabras engañosas a las tuyas inocentes. Pero, ahora, que Delfina Ibáñez y su hijo no nato están tirados y con los dedos abiertos como margaritas, quiero volver contigo, gloriosa Teófila Vargas. Quiero irme agarrado de tu mano por las ferias, hasta hallar nuestro camino, limpio de murciélagos y mujeres de lunares gozosos. Quiero irme a la feria contigo, con mi sarape rojo golpeándome las corvas ...¿Te acuerdas?. Debajo de los portales nos sentábamos y me dabas las gordas de epazote y traguitos de agua fresca de tu guaje...(Llora) Allí sigue el portal, Teófila Vargas, ejemplo de los hombres y espanto de las mujeres, sólo faltamos tú y yo cobijados bajo mi sarape. ¡Aquí esta tu hijo Adrián Barajas, el de la ingrata suerte, solo, llorándole a su madre, que pidió tortillas duras por la culpa de Delfina Ibáñez!.

HOMBRE I- Ya no llores muchacho, a las lágrimas se las traga la tierra y para nada sirven, no forman ningún río, ni se juntan con la mar.

HOMBRE II- ¿Y las alas?. Ja Ja Ja. ¿Que solo te quedan pies para tropezarte entre las piedras y para que te lleven a donde no quieres ir?.

Adrián se pone de pie.

ADRIAN- Madre del cielo, cobíjame con tu manto, no me dejes tirado en este rastro mirando la desdicha. Cúbreme, no quiero ver los ojos de Delfina Ibáñez pegados al pirú, ni a sus palabras culebreando alrededor de mi cuerpo. Tú tan piadosa, tan misericordiosa, gloriosa Teófila Vargas, acuérdate de tu hijo, abandonado, y que un día te abandonó.

HOMBRE I- Estás molestando el sueño de los otros.

ADRIAN (Se golpea el pecho)- ¿Qué me ven?. ¿Qué me ven esos ojos pegados al pirú? ¿Qué me ven esos ojos acomodados en las bardas, esos ojos que me miran en todos los caminos? ¿Qué le ven al hijo ingrato'., ¡Aquí está Adrián Barajas, el huérfano, el desgraciado! Aquí está tirado en la mitad del rastro, al lado de la Divina Providencia, despanzurrada como una lagartija! ...¡Salgan! Que salga el que le reventó los ojos a la Divina Providencia, que salga el que la dejó tirada agusanándose, como decía el marido de Teófila Vargas... Miren, miren, cómo corren sus gusanos entre las piedras, hasta acá llegan gordos y blancos ... Que alguien salga a pelear conmigo, para que yo corra por la gran pradera verde, que salga el que mató a la Divina Providencia, yo sólo quiero ver a mis abuelos...

HOMBRE I- No lo llames, muchacho, a lo mejor lo encuentras, a lo mejor sale a tu noche

HOMBRE II- Nunca invites a la muerte, porque ella sí te oye.

ADRIAN- ¡Que salga un hombre, quiero que Adrián Barajas se largue de este hedor del rastro!' Aquí está un hombre esperando a un hombre. (Se levanta la camisa) Aquí está mi costado.

HOMBRE I- No lo ofrezcas tanto, muchacho.

ADRIAN-Aquí está mi costado esperando al hombre. ¿No me oyen?... No, nadie escucha que Adrián Barajas quiere ir a correr por la pradera. Lo dejan solo gritando en la mitad del rastro. HOMBRE II- (Poniéndose de pie y sacando su cuchillo)- Ya te oímos, muchacho, ya vimos tu costado y por ahí vas a salirte para acabar con este escándalo.

El Hombre II avanza hasta Adrián Barajas, se le acerca.

HOMBRE I- Sin ruido, sin ruido, como debe ser, para que aprenda aunque sea tarde......

 

TELON