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17/10/19

La flor de los sueños, de Argentina, autora: Patricia Suárez

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LA FLOR DE LOS SUEÑOS
Por Patricia Suárez


Teléfono: +54 9 11 5525 9237
[Argentina]


Natruralizarse diferente y con todos los documentos
Fernando Pessoa
Tiempo actual
Escenarios
  • La casa de la hermana. Un sofá de paño un poco desteñido, color azul pastel. Una mesita a su lado con una lámpara. Una mesita cuadrada donde bate un pastel.
  • El despacho de Rubén Cetrero. Blanco, minimalista, impoluto.
  • La salita de Erika, la mujer que lo denuncia. Una silla frente un TV y una ventana.
  • Una tumba abierta en un cementerio siempreverde


Personajes por orden de aparición
Flora, la hermana
Rubén Cetrero, 60/65 años.
Francisca, su asistente. Una mujer mayor, quizá mas que Rubén. Muy compuesta y eficiente.
Stella, 45. La esposa de Rubén. 
La mujer que lo denuncia por abuso, Erika.
Su esposo, Bert


Escena 1
Flora en su sillón, mirando a cámara.
FLORA
Ustedes me dicen cuando están filmando? Gracias.
Suena una claqueta 
Mi hermano fue, es, aunque decir es, en estas circunstancias especiales es raro, pero… por ejemplo, él siempre fue el ojito derecho de mi mamá. Y eso que mi mamá era muy severa. Ella fue la que empezó a guardar los recortes en los diarios, en la revistas, que salían de él cuando empezó. Tenía un álbum muy prolijo con… Después cuando mamá murió, lo encontré yo a ese álbum en un placard adentro, donde ella guardaba los rosarios de cristal de Murano que había ido comprando en las procesiones de la Virgen de Lourdes porque mi mamá era muy devota… Venía a la ciudad cuando no vivíamos en la ciudad y lo primero que hacía era llevarnos a la iglesia a mi hermano y a mí… y se arrodillaba y rezaba un tiempo largo, largo, todo seguido… Era impresionante.
¿Cómo dice? 
No, claro, no hay problema.
Ella se relaja, han tenido que cortar.
¿Me pueden alcanzar un vasito, con agua? ¿No está mi hija en la cocina?
Alguien le alcanza, ella bebe.
Pónganse en mi lugar, el artista es él. Yo no sé, no entiendo esto de las cámaras, de las luces. El álbum de recortes se lo dí a la asistente… Así tienen imágenes de esos tiempos.
Qué bien, claro. Es que están las críticas de sus primeros trabajos… Yo, después, con la crianza de los chicos medio me desentendí… Además salía su labor en los medios extranjeros, ¿dónde me voy a comprar yo un Corriere della Sera, el Le Monde…? Ahora se consigue todo en Internet. 
Sí, sí. Cuando quieran. 
¿de nuevo todo desde el principio o desde la parte en que les cuento de mi mamá que era devota? 
Me salteo lo de mi mamá. 
No interesa lo de mi mamá. 
Anécdotas de mi hermano, tengo. Es mi hermano; nos criamos juntos. Venimos del mismo vientre. 
Suena la claqueta
De chico mi hermano era muy alegre. De grande… aunque a él le ha ido muy bien, bueno ahora está esto que pasa, pero seguro se arreglará, él tenía siempre la alegría de vivir, que se dice, por lo menos hasta la vez que mi papá la dejó a mi mamá, una pelea, una cosa entre ellos, estuvieron como dos años separados o más … A ver… Capaz que más; como sea, cuando mi papá y mi mamá se reconciliaron, yo me había ido de la casa. ¿Les cuento por qué yo fui me de la casa? ¿Eso sí interesa? Ah, me fui por los estudios, pero no prosperaron: había que tener mucha cabeza. 
Cortan
Oh, y ¿qué pasó ahora? Qué pena; hay baja tensión desde el verano. Tuvimos muchos cortes de luz nosotros. Y eso que está el hospital acá a dos cuadras; el hospital tiene su propio generador, o sea que no consume de la misma fase que nosotros… ¿fase, se dice?
Ah, qué bueno. Cuando me digan.
Un tiempo largo. Claqueta
Mi hermano es un ser maravilloso.
Apagón.


Escena 2
Francisca está sentada detrás del escritorio de Rubén. Está muy nerviosa, se estruja las manos, busca en los cajones del escritorio. Toma un pañuelo de papel y se lo lleva a la nariz, como queriendo tapar un llanto. 
Entra Rubén, de traje habano y zapatos de dos colores, veraniego. Alegre, vivaz como es él, siempre.
RUBEN - ¿Qué hace ahí, Francisca?
FRANCISCA se pone de pie: Señor…
RUBEN: Qué pasa, qué le pasa?
FRANCISCA sale con rapidez de detrás del escritorio: Discúlpeme.
RUBEN: Mujer, ¿qué tragedia es esta?
FRANCISCA: No vio la televisión, la radio?
RUBEN: Son las diez de la mañana; no me gusta angustiarme tan de temprano. Me arruina la piel y el alma, lo sabe.  
FRANCISCA: Twitter, Facebook?
RUBEN: Las redes sociales las maneja Stella. Sobre todo cuando estoy por filmar.
FRANCISCA: Tampoco atendió el teléfono?
RUBEN: Francisca, ¿qué preguntas son esas? Parece que nos conocemos desde ayer; nunca atiendo el teléfono.
FRANCISCA: Señor, lamento decirle, hay una mujer Natividad Martín que dice que usted la acosó cuando hicieron la audición para La perfidia, y que esto le dejó una marca imborrable que arruinó toda su vida y (baja la vista a un papel con una anotación) bla, bla bla. Todo muy malo, señor, muy oscuro.
RUBEN: Oh.
FRANCISCA: Está en todos los medios.
RUBEN (tranquilo): Ya pasará. Oídos sordos a palabras necias.
FRANCISCA: Es la noticia del día. 
RUBEN: El día recién empieza; todavía no son las once de la mañana. Aun puede haber un tsunami, erupcionar un volcán que se creía dormido y matar innúmera cantidad de gente. Puede morir en un atentado el Presidente de la Nación, o el Papa. Siempre están tratando de matar al Papa y al Presidente de la Nación, siempre hay uno…
FRANCISCA: Consultaron a la productora y están analizando si no debería usted dejar el rodaje. Paula Villafuerte declaró que ella renunciaría al rodaje si usted seguía en pie después de la denuncia… (lee un papel) en medio de estas cataratas de denuncias, un artista no debe convertirse en cómplice de los victimarios con su trabajo…
RUBEN se sienta en un sillón blanco: Quién dijo que está detrás de todo esto, Francisca?
FRANCISCA: La persona que denuncia es Natividad Martín. Una actriz que hizo papeles secundarios en televisión hasta que se retiró porque nació su hijo, así entendí, debe tener unos cuarenta años.
RUBEN: ¿Y qué voy a hacer yo acosando a una cuarentona?
FRANCISCA: Tenía diecinueve años cuando ocurrió. 
RUBEN: Yo no conozco a ninguna Natividad no-sé-cuántos. Debe ser alguna infeliz que quiere aprovecharse de mi carrera para que vuelvan a contratarla…
FRANCISCA: Tiene testigos, señor.
RUBEN: Usted quiere decir que yo la acosé sexualmente delante de otra gente? Tan tarado soy?
FRANCISCA: Ella salió corriendo, muy asustada, del hotel en el que usted la citó. Fue a la casa de una amiga, porque no se atrevió a volver a su propia casa. Estaba segura de que si ella le contaba a su padre lo que había sucedido, el padre le rompería -palabras textuales de la mujer- la crisma a usted y le prohibiría volver a la actuación. Actuar era su vocación, el sentido de su vida y bla bla bla. Su amiga se llama Margo… Margarita (busca en un papel, tiene muchos, se le confunde)…
RUBEN: Da igual como se llame la amiga, Francisca, siga.
FRANCISCA: La amiga, esta Margo o Margarita, se acuerda de toda la historia y también declaró a favor de la actriz acosada. Acosada por usted, con perdón, señor. Están buscando al conserje del hotel de aquel entonces, porque parece que ella, en sus nervios, le contó lo que pasó. Quiere que él declare.
RUBEN: Que declare ante quién? No entiendo nada, Francisca. O usted está senil y no sabe explicarse o el mundo se volvió loco. A mí no me llegó ninguna citación del tribunal, ni una carta documento, ni nada. El doctor Palmiere me hubiera avisado. Entonces, recapitulemos y dígame con calma, con calma, Francisca: ¿van a declarar ante quién?
FRANCISCA: A los medios. A Internet.
RUBEN (aliviado, se levanta): Acabáramos. 
FRANCISCA: Puede ser el fin de su carrera.
RUBEN: Después llame a mi abogado y le ponemos una denuncia por calumnia… a Natalia… como sea.
FRANCISCA: No se puede, señor. Es decir, sí se puede. Pero es lo que ella está esperando, porque ella debe probar que no miente, y cree que lo puede probar. Si usted pierde la demanda por calumnia, por la razón que sea, porque no tiene pruebas para demostrar su inocencia…
RUBEN: Yo soy inocente, Francisca.
FRANCISCA: … ella quedará como su víctima…
RUBEN: Quién?
FRANCISCA: La mujer que está en todas las pantallas acusándolo…
RUBEN: Una acusación no me convierte en culpable de nada. Qué pasa? Necesito otro café; debo estar dormido y es un mal sueño que aun… ¡Si ahora va a resultar que una fulanita del montón va a venir a amedrentarme! ¿Será una chica loca, una psicótica que se inventa cosas, ¿cómo se dice eso?, las mentiras, las invenciones de un psicótico? Alucinaciones, eso. Arturo, mi amigo, Arturo Orfebre, tuvo una loca que decía que él le hablaba desde la tele, desde el aparato de televisión, cada vez que daba un recital; un día le cayó en la casa, le dijo a su esposa que era su esposa, la loca. Mirta la agarró de los pelos, ya sabe el carácter que tiene Mirta. La pusieron en tratamiento a la chica, y después no se supo más de ella, habrá mejorado o… no se supo más de ella. (Un tiempo) A John Lennon no lo mató un loco así? Quién dice que esta Natalia
FRANCISCA: Natividad, señor. Natividad Martín.
RUBEN: Eso. Ella. Que ella no sea mi asesina…
FRANCISCA va hasta la cafetera eléctrica, prepara un café, se lo tiende: Señor, su café.
RUBEN: Esta mujer que no sé quién cuernos es… Natalia, ¿cómo dijo?
FRANCISCA: Natividad Martín.
RUBEN: Sabe Dios quién será. Yo no la vi en mi vida.
FRANCISCA leyendo: La encerró en el Ambar Suites y le dijo que en la película debían tener una escena de sexo muy intenso. Le aclaró que usted debía sentir alguna empatía con la actriz que fuera a comportarse tan íntimamente y que todo era actuación. Sólo sexo oral, después de todo eso era arte, dijo usted, ya lo había hecho Marco Bellocchio en… no sé, no me entiendo la letra. La cita textual (lee) fue que usted le practique sexo oral en la flor de los sueños, que era como usted llamó a su pene. La jovencita se puso en ropa interior y procedió a… ya sabe, a… Pero a último momento sintió pánico, espanto, y salió corriendo a medio vestir de la habitación…
RUBEN: Pero, ¿lo hizo o no lo hizo?
FRANCISCA: No dijo.
RUBEN: Le succionó la flor de los sueños o no? Al fin y al cabo es lo más importante, lo que separa a una chica virtuosa de una pecaminosa. De una ambiciosa; ojo que no digo que la ambición esté mal. Quién soy yo para juzgar los caminos por los cuales un artista llega a exhibir su arte. ¿Acaso no queremos todos mostrar al mundo como ese donnadie, esa porquería que somos, tiene un corazón fuerte y capaz de darle alegría al mundo? Piense en Van Gogh, veía un cuervo medio desplumado, y ya le alegraba el día. Veía una noche con estrellas y la convertía en el mejor cuadro que existe desde que se inventó el arte. Piense en…
FRANCISCA: Para el caso de acoso sexual, es igual si lo hizo o no.
Un tiempo.
RUBEN piensa: Todo un cuento, una historia.
FRANCISCA: Asi, a medio vestir, la jovencita bajó las escaleras corriendo, escapando de sus garras (leyendo), las de usted y apenas llegó al lobby le contó al conserje lo que sucedió arriba, en la habitación y…
RUBEN: La calentura que se habrá agarrado el conserje con todo ese cuento.
FRANCISCA: él no le dio importancia al suceso, porque al principio pensó que era un prostituta contratada, pero después como ella llorara y vio tal desesperación en… No me entiendo la letra, perdone… le dio dinero para el taxi. De ahí la chica, se fue a la casa de la amiga a  pedir… refugio.
RUBEN: ¡Qué historia! ¡Parece una película!
FRANCISCA suena un celular, ella mira: Es de la Productora. ¿Atiendo?
RUBEN dudoso: Sí.
FRANCISCA: Agente del señor Cetrero. La misma, cómo…? (Oye; cuelga. Un instante de temblor y palidez): Está fuera de la película, señor. Enviarán un contador para que revea el contrato y la indemnización… (Francisca se sienta). Creen que sería bueno tratar directamente con su abogado…
RUBEN vacía el café adentro de un florero: Insisto, o todavía estoy dormido o el mundo se volvió loco. Qué está pasando, Francisca?
Un momento de silencio, como el silencio anterior a que se desate el ciclón. Luego, entra Stella con un control remoto en la mano apuntando a Rubén como si fuera un arma, alterada.
STELLA: Vos, vos…!
RUBEN: Parece que vos también te enteraste.
STELLA: Hay una mujer que te acusa de haberte… haberla…
RUBEN: Ya me explicó acá Francisca todo lo que hice. No sé, supongo que puedo alegar amnesia traumática porque no me acuerdo ni por las tapas ni de la mujer ni del hotel que ella menciona ni que yo…
STELLA: ¡Dio detalles, Rubén!
RUBEN: El diablo está en los detalles. ¿No dice así la frase?
STELLA: Dijo cosas que solamente vos pudiste haber dicho. 
RUBEN: No, Stella. Yo te agradezco que me quieras tanto, hasta la adoración, y pienses que estoy lleno de frases originales. Pero pensá bien, ¿qué soy yo? Un actor. Y un actor es alguien que está impedido de decir frases originales: se limita a repetir el texto dramático, el libreto que le ponen delante de las narices y…
STELLA: Tal vez deberíamos hablar a solas. Francisca, si me permite…
Francisca comienza a levantarse.
FRANCISCA: Sí, señora.
RUBEN: Francisca, quédese donde está. Francisca es mi asistente hace treinta años, Stella. Me conoce diez mil veces mejor que vos y no hay cosa que vos puedas decirme y que ella no sepa. O que ella no haya pensado; no dudarás que Francisca es muy inteligente. Tiene una visión estratégica de la vida, ¿le hicieron alguna vez un test de coeficiente intelectual, Francisca?
FRANCISCA: Sí, señor. Cuando iba a la escuela.
RUBEN: Seguro le dio que es un genio. Porque es un genio, Stella; así como la ves, lo que no tiene de agraciada, lo tiene de materia gris. Espero no estar ofendiéndola, Francisca, mi intención es elogiarla.
STELLA: No me gusta, Rubén. 
RUBEN: A mí Francisca me gusta mucho, aunque no en el sentido que la prensa puede llegar a darle con todos estos nuevos sucesos. Y a ella le gustás vos, Stella. O por lo menos siempre me oyó decir; Stella Marconi, mi tercera esposa y la preferida de las tres. Y ella me oía y asentía. Eso capaz quiere decir que le gustás, ¿verdad, Francisca? Mienta, Francisca, si es necesario, que de este atolladero no salimos más.
STELLA: No me gusta cuando te ponés así y no me gusta lo que está pasando.
RUBEN: Yo no tengo la culpa si el mundo está lleno de locas.
STELLA: En la puerta de casa debe estar lleno de periodistas, te van a preguntar y esa es justo la clase de respuestas que no podés dar. No podés decir que la señorita Natividad …
FRANCISCA: Martín.
STELLA: Gracias, Francisca. Natividad Martín es una loca, porque vas a empeorar las cosas. La productora no querrá que sigas con ellos…
FRANCISCA afligida: La productora ya rescindió el contrato del señor Rubén para la próxima película.
STELLA: Dios mío, Rubén! Qué pensás hacer?
RUBEN: No sé; pero estás poniéndome nervioso, Stella.
STELLA: Creo que deberías pedir disculpas públicamente.
RUBEN: Por qué? Yo no sé ni quién es esa mujer que ahora… 
STELLA: Pero ella sí sabe quién sos vos.
RUBEN: Soy un actor; segunda vez que te lo digo. Lo sabe todo el país, y lo saben en Francia adonde por lo menos filmé dos veces y en Venecia, adonde fui a recibir un premio por… ya ni me acuerdo cómo se llamaba la película. Mucha gente sabe cómo soy; nunca me oculté, ni oculté mis cosas, mis defectos. La gente sabe más de uno que lo uno cree. Pero yo no sé quién es Natividad Gómez.
FRANCISCA: Martín.
RUBEN: Como se llame.
STELLA: Ella te conoce, Rubén.
RUBEN: Por qué lo decís tan segura?
STELLA: Lo de… Rubén, lo de los pantalones.
RUBEN: …
STELLA: Lo de debajo de los pantalones.
RUBEN: No entiendo, Stella.
STELLA: La flor de los sueños. 
RUBEN: Ah, sí. ¿Qué tiene?
STELLA: Quién le llama así al pene?
RUBEN: Bueno, yo. 
STELLA: Francisca, usted perdone el tenor de esta conversación.
RUBEN: Francisca perdona, decíme vos adónde querés llegar. 
STELLA: Sos el único hombre que le llamás así.
RUBEN decepcionado: Ah.
STELLA: Es una expresión tuya. Cuando yo te conocí, me dijiste Ahora vas a conocer la flor de los sueños. Me acuerdo perfecto, porque pensé que ibas a sacar alguna droga de labotario nueva, y me ibas a convidar. O que íbamos a fumar flor de marihuana. O… pero no, me lo dijiste y te bajaste el calzoncillo.
RUBEN: Y lo que viste no te gustó.
STELLA: Qué importa eso ahora? De lo que te estoy hablando es que la mujer que te acusa puede demostrar que esa manera de llamar al miembro es sólo tuya. Puede buscar cómo armar un idiolecto, el rompecabezas que es el idiolecto de una persona. Puede demostrar cuál es el tuyo, no sé, con tus ex o con las pasantes o las actrices de… con las cualquiera que tuviste en la cama. Tampoco soy tan ingenua de pensar que esta pobre infeliz de Damiana Martín es la única a la que te quisiste voltear a cambio de darle un papel. 
FRANCISCA: Natividad Martín.
RUBEN: Stella, yo a veces pienso que vos no me querés. Te lo juro; ya sé que es improcedente que te lo diga en estas circunstancias. No sé, no te voy a echar en cara que te hayas casado conmigo por conveniencia, porque yo soy un hombre moderno. Yo sé que te convenía y vos me convenías a mí; de eso se trata el matrimonio. Ahora, nosotros nos prometimos fidelidad para atrás y para adelante. Ni sacar los trapos al sol de los viejos amores, ni meternos en nuevos. ¿Fue así o no fue así?
STELLA: Qué tiene que ver?
RUBEN: Que a mí no me importa con quién te acostaste vos para grabar un disco. Yo sé cómo desafinás, yo sé que tuviste que haber pasado por unos cuantos para que…
STELLA: ¡Me estás tratando de puta!
RUBEN: No! No! No! 
Stella rompe algo contra el suelo.
RUBEN: Francisca, párela que cuando se pone así destruye toda la casa. Un día voy a comprar un seguro contra esposas histéricas.
STELLA: Nunca nadie me faltó el respeto, nunca…!
RUBEN: Stella, en este negocio todos tuvieron que agacharse alguna vez. Como la canción, como la chica del 17, la de los peces, el que quiere juntar peces, tiene que mojarse el culo. Vos me querés hacer creer que fuiste una monja de clausura y con esa voz de perro grabaste dos discos porque los productores se embelesaron al oírte? Yo te lo voy a creer; pero vos sabés que no es así. Te amo y no me importa, te felicito por el coraje. También hay que tener coraje para eso. Si la fulana esta de Natividad Domínguez, no tiene un marido a quien le importe un pito qué hizo ella de joven y ahora se quita el resentimiento, denunciando que alguna vez me la chupó, o por lo que entendí, CASI me la chupó… Siento pena por ella. Vos, usted, Francisca, quieren que pida disculpas en este sentido…? Albergando la lástima que siento por la mujer esta? Lo hago, lo hago. Yo soy una buena persona, cómo no voy a tener piedad de una mujer solitaria que fabula cosas…
STELLA abatida: Nos vas a hundir, Rubén.
FRANCISCA: Señora, ¿quiere que escriba un comunicado, digo que el señor admite los hechos y muy atribulado por su conducta pide disculpas ante…?
STELLA: Sí, Francisca, redacte algo en ese sentido.
RUBEN: Yo no voy a pedir disculpas por algo que…
STELLA; ¡Rubén vos vas a hacer lo que te digo!
RUBEN: No se confabulen las dos en vano, porque no van a lograr que yo…
STELLA contundente, violenta, firme: Vas a hacer lo que te digo, Rubén. Vos no sos el hombre que amo. Vos sos un negocio, sos el negocio que los dos levantamos juntos. Sos el pan de Francisca y Francisca no se va a quedar en la calle por tu idiotez. Te voy a drogar si es necesario para que duermas un mes seguido, hasta que esto pase, te voy a encadenar, amordazar, lo que sea. Pero no vas a cometer otro traspié. Yo no me voy a hundir por tu idiotez. No voy a andar de boca en boca porque el señor imbécil se quiso voltear a una imbécil; no voy a perder ni un centavo por la flor de los sueños. ¡Viejo sucio! ¡Viejo sucio vos y tu flor! Yo no soñé nunca, Rubén, yo desde que estoy con vos, no hice más que trabajar para vos. Calláte, calláte, que si te oigo me duele el cráneo.
RUBEN: Pensé que me querías.
STELLA: Claro que te quiero. Otro, seguro que paga mejor que vos. 
RUBEN enojado, se levanta violento: Con qué derecho vos,.. ?!!!
STELLA lo sienta de un empujón: Sos un idiota. Vas a ser un idiota hasta el día que te mueras. 
FRANCISCA: Lo escribo y le aviso, señora.
STELLA: Calláte, quedáte ahí, No te atrevas a decir una palabra.
RUBEN: Pero qué te pensás…
STELLA lo vuelve a sentar de un empujón: Basta, Rubén. No estoy para chistes. Francisca redacta y después te aprendés lo que tenés decir. Lo actuás si no te sale espontáneo, ya que tan buen actor decís que sos.
El cae en el sillón, se golpea con el brazo del sillón, se friega su propio brazo.
RUBEN: Me hiciste daño.
STELLA: Mejor. 
Fin de la Escena 2


Escena 3
Flora en su sillón, mirando a cámara. Continuación de la escena 1
FLORA:
Yo sé perfectamente de qué hablan cuando dicen violencia machista. Realmente es un mal endémico en América, en Latinoamérica, nosotros, sin ir más lejos. Yo, hablo con la mano en el corazón: de mi hermano, como hermano, no puedo acusarlo. Por supuesto que tenía sus cosas; imagínese que nosotros somos de otra época, leyes que hoy protegen a las mujeres entonces no existían. Por ejemplo, antes si tu marido te pegaba, iba tu hermano y le rompía la nariz. Los primos les rompían las piernas.
Pero yo tengo que contar a favor de mi hermano que él me defendió, cuando era chica, no sé, catorce o quince años, que le digo a mi papá que quiero estudiar actuación. Nosotros habíamos tenido un tío que tocaba el acordeón en el circo. (Ríe) Ya sé que no es una gran influencia artística, pero él nos llevaba al circo de chiquitos, nos gustaba. Mi papá creyó que era un chiste cuando le dije de la actuación pero por las dudas, le prohibió a mi mamá que siguiera comprando la TV Guía. Un día, me entero que hay una audición, necesitan una nena que haga de Puck… era la filodramática de la parroquia o… no, no, era la iglesia de los luteranos, ellos hacían Shakespeare, La tempestad, Sueño de una noche de verano, adaptados a los niños, por la esposa del pastor luterano que le gustaba escribir. 
Lo hago corto, voy, doy la audición, y quedo. No le dije a mi papá, fui a los ensayos como pude… Hasta que me descubrió; tampoco yo era Mata Hari para ocultarle las cosas. 
Me encerrró.
(Ríe, alegre, feliz).
Me encerró una semana en la pieza a pan y agua.
Mi mamá lloraba, le pedía…
Yo decía que me iba a matar, que lo mío era ser actriz…
Mi papá me dijo que ser actriz era peor que ser prostituta. Y él no iba a tener una hija prostituta; me desconocería como hija.
Mi papá podía tener frases muy fuertes. 
Muy fuertes, de verdad.
Era otra época, ya les digo.
Pero ahí intervino mi hermano, para que mi papá entre en razón. Mi papá no quería saber nada. Cuando se le acercaba mi hermano con el asunto, le mostraba desde lejos la pantufla. 
Entonces viene mi hermano y me pregunta: Vos querés actuar con toda tu alma? Vos querés eso de verdad, Flora, aunque papá te eche de la casa? Porque él me comprendía, él entendía lo que yo sentía. 
Sí, le dije yo.
Ah, sí. Era corajuda en esa época.
Así que me ayudó a escaparme por la ventana y hacer de Puck. Fue el momento más feliz de mi vida, de toda mi vida de adolescencia, el más hermoso. Aplaudieron como locos los luteranos; ¡toda la primera fila de pie!; después me fui a casa, me hice la que seguía triste y cuando mi papá al final me levantó el castigo me dijo: 
Ya lo sé todo, Flora, primera y última que me desobedecés.
Y no se habló más del asunto. Terminé el bachiller nacional con el título de magisterio. 
Años más tarde cuando a Rubén le dio por la actuación también, mi papá ya no tenía fuerzas para hacerle frente e impedirle. Además era varón. Mi papá ya estaba muy afectado de la angina de pecho y ya no vivía con ellos en la casa. Mi papá y mi mamá se separaron de repente, varios años vivieron separados; después volvieron. Eso fue malo en un sentido, pero en otro le dio libertad a Rubén para hacer lo que quiso. 
Está mal que hable esta intimidad de la familia?
Importa la familia en estos casos?
Yo me puse muy contenta de que él sea actor. Si uno no puede todo lo que desea, mejor que pueda uno de la familia.
Y sí, él es un gran actor. 
Todo el mundo lo sabe. Cuántas películas hizo, cuántos premios se ganó…?
Mi hermano es un gran actor, lo digo con orgullo.
Yo hubiera sido una gran actriz también.
Pero no sería mi destino…
Un silencio largo
¿No estoy hablando demasiado de mí misma?
Digo, porque este documental es sobre él. 
Ah, ustedes cortan y editan. 
Editan, claro. ¿Eso qué quiere decir?
Corte, apagón. 


Escena 4
Mismo escenario de la escena 2, Rubén, solo, sentado llorando con la cabeza entre las piernas. Entra Stella.
STELLA: ¿Qué pasa?
RUBEN la mira, sin poder hablar, bañado en lágrimas.
STELLA: Por qué llorás así, decíme. Estás actuando para quedar creíble cuando filmemos las disculpas? Es un poco exagerado que llores tanto; va a quedar sobreactuado. (Rubén sigue llorando) Rubén, decíme qué te pasa.
RUBEN no puede hablar atragantado de angustia.
STELLA va hasta un expendedor de agua o una jarra y le sirve un vaso con agua.
STELLA: Tomá, Rubén.
Rubén bebe, despacio. Entre hipos empieza a hablar.
RUBEN: Vos me querés dejar, Stella. Esta mañana me di cuenta que ni siquiera dormís conmigo.
STELLA: ¿Y por eso estás llorando así?
RUBEN: Vos sos mi tercera esposa pero es mentira que sos la más preferida. A las otras no las quise nunca; a vos te quise, te quiero, nada más. Nelly, bueno, ella era un ícono sexual, quién no quería tenerla en la cama, pero como esposa era un fraude, no sabía cocinar un huevo frito, estaba histérica por el peso por el peinado todo el tiempo y…
STELLA: Rubén, ¿qué hacés hablándome de Nelly? ¿Qué me importa Nelly? Tenés el texto aprendido? Te voy a filmar yo,  no sé dónde está Francisca, así sale más espontáneo y tenemos más intimidad… Después lo mando al Canal, ya avisé que le íbamos a enviar el material. 
RUBEN con la voz quebrada: A vos yo no te importo. 
STELLA: Si no me importaras, no haría esto por vos.
RUBEN: A vos yo no te importo. Desde cuándo no te importo, Stella? 
STELLA: Hagamos una cosa, Rubén. No empeoremos la situación; vos decí las disculpas, yo te filmo y después hablamos de nosotros, lo que vos quieras. Nos vamos a la casita de la playa y hablamos.
RUBEN: A nadie le importo. Ni a Francisca, porque ella está acá porque le pago el sueldo, si yo no lo pagara el sueldo… A veces pienso que ella capaz está enamorada de mí, en el fondo, y no se atreve a decírmelo, y ese amor la sostiene al lado mío. Podría probar a no pagarle un mes o dos, a ver qué pasa, si me declara su amor. ¡Treinta años al lado mío y ni pío!
STELLA abre una cortina: Acá hay más luz. Deberías pararte acá.
RUBEN: A lo mejor es asexual. 
STELLA: No te voy a maquillar, pero ponéte un poquito de coldcream. ¡Mirá que llorar así, porque yo no te quiero! ¡Qué estúpido! Ahora hay que esperar que se te desinflamen los ojos. 
RUBEN: O le gustan las mujeres. 
STELLA mirando por la ventana: Afuera está lloviendo y ya abrió la panadería. Te diste cuenta que ahora uno pasa al lado de una panadería y ya no hay olor a pan?
RUBEN: Stella, ¿cuántas veces me engañaste?
STELLA: ¿Qué?
RUBEN: No pudiste haberme engañado a mí más veces de las que yo…
STELLA: Rubén, si vos querés que nos divorciemos lo hablamos después. Pero si no hacés estas disculpas, te vas a quedar si nada. Te vas a quedar con la casita de Lugano donde vive tu hermana. Vas a perder todo, y yo no te voy a pasar una pensión a vos porque seas un viejo enclenque.
RUBEN: Entonces es que no me querés; es que te querés divorciar. (empieza a llorar) Acerté en lo que digo.
STELLA: Estoy enojada, Rubén. Hay una manifestación feminista en la puerta de casa, con pancartas, letreros. “No al acoso sexual”, “Igualdad laboral”, “Linchar al victimario” “No a la complicidad de silencio”. Hoy no es mi mejor día para quererte. Espero que sepas entender.
RUBEN: No. Estamos juntos en las buenas y en las malas, es lo que dijo el cura cuando nos casamos.
STELLA: Nunca nos casamos por iglesia, Rubén. Te acordás que soy judía?
Rubén tiene otro acceso de llanto.
STELLA: Así no vamos para ningún lado. (Un tiempo; se agacha junto a él, lo acaricia) Qué querés que te diga que te ayude? Qué necesitás?
RUBEN: Decíme que me querés. Decíme que no creés que acosé a nadie en el set. Decíme que me querés igual porque sos mi esposa y esto no mella el cariño que nos tenemos.
STELLA: Está bien: Te quiero, Rubén. Te creo que no acosaste a nadie en el set. Y te quiero igual porque soy tu esposa… ¿cómo seguía?
RUBEN (lloroso): Y esto no mella el cariño que nos tenemos.
STELLA (repite, monocorde): Y esto no mella el cariño que nos tenemos. ¿Listo, filmamos?
RUBEN llorando: ¿Por qué te acostaste con el Luisetti, él era mi amigo?
STELLA: …
RUBEN: Vos no tenías derecho de acostarte con un amigo mío. Era mi director.
STELLA: Pasó hace diez años, Rubén. Pensé que no lo sabías.
RUBEN: Vos hiciste la banda de sonido porque yo le insistí a él. Porque quería que por una vez trabajáramos juntos, tener esa experiencia como matrimonio. No porque vos le pagaste con sexo. 
STELLA: Fue hace mucho. 
RUBEN: Yo no sabía nada entonces. Después, fui hilando y me di cuenta…
STELLA: No afectó mi relación con vos.
RUBEN: Estás segura? 
STELLA: Sí.
RUBEN con otro acceso de llanto: ¿Por qué vos no lo denunciás a él por acoso? ¿Por qué no te parás enfrente de la casa con un cartel que diga Castración al acosador?
Un tiempo.
RUBEN (como si recordara): No importa que esté muerto. Lo ensuciás igual delante de cámaras, en un programa de chismes…
STELLA resopla: Para que se ofendan los angelitos de tenerlo ahí…
RUBEN: Sabé que yo le insistí para que vos
STELLA: Perdiste la memoria, parece. Vos no me querías ni cerca en la película. Y cantar en tu película me importaba tres pitos. El me ofreció hacerlo para que estuviéramos cerca. Estaba enamorado, los dos estábamos enamorados.  Y yo quería dejarte cuando él terminara de filmar. Pero a vos te dio un infarto cuando acabó la película y me paralizó la culpa. Me quedé con vos porque era mi deber, y porque te quiero, por supuesto. Y él se olvidó de mí, con el tiempo, y yo de él. Capaz no era un amor tan grande.
RUBEN: Andá, fabricá un cartel y paráte en su tumba. Por favor, Stella, hacélo por mí.
STELLA: Qué ridículo, Rubén.
RUBEN, llorando, hundido: Nadie me quiere a mí.
Entra Francisca.
STELLA: Llegó justo, el señor tiene una crisis.
FRANCISCA: Ya sé, señora. Salí hace rato a buscarle unas píldoras. (le muestra el paquete de la farmacia). ¿Estas son las que está tomando?
STELLA; Sí, creo que sí. ¿No tienen sodio?
FRANCISCA: No, señora. 
STELLA abre el paquete, le tiende un vaso con agua: Rubén, tomá esto.
RUBEN: No, no lo voy a hacer.
STELLA: Te va a dejar más tranquilo. Para poder filmar.
RUBEN: No, no voy a dejar que me drogues. 
STELLA calma: Vos dijiste siempre que el arte era lo que te sostenía vivo. Si vos querés seguir actuando, tenemos que pasar por esto. En el estado que estás, no podés hacer las disculpas. Tomá dos pastillitas y…
FRANCISCA: Se va a sentir mejor, señor.
RUBEN: No soy tu pelele, Stella.
STELLA: Para cuántas personas vos sos su héroe, hombres, mujeres, chicos? Te ven actuar y quieren ser como vos. Rubén, es un don el que vos tenés. No dejes que un malpaso te hunda la carrera. Querés terminar haciendo teatro vocacional en un teatrito de Floresta? ¿Vos? Vos que recibiste el Moliere de manos del Presidente de Francia…
FRANCISCA: Yo me acuerdo del señor haciendo el Rey Lear y todavía hoy se me pone la piel de gallina.
STELLA: Ahí tenés.
RUBEN: Usted por qué no se casó, Francisca?
FRANCISCA: Cómo dice, señor?
STELLA: Rubén, concentrate en lo que tenés que hacer.
RUBEN: Nada más quiero saber por qué Francisca no se casó. Qué tiene de malo?
STELLA: No empieces a fastidiar.
RUBEN: Voy a dejar el arte. Voy a dedicarme a otra cosa.
Un largo tiempo. Stella se siente derrotada.
STELLA; Vos no servís para otra cosa, Rubén. Vos no servís para nada.
RUBEN: Voy a viajar y me voy a establecer en alguna parte del mundo, lejos. 
STELLA: Lejos adónde? Te vas a poner un teatrito en Tahití? Vos que a duras penas vocalizás en castellano…?
RUBEN: Voy a pescar. Voy a vivir de la pesca.
FRANCISCA: Señor, compré unos chocolatitos para usted. Para que pase este mal momento. Yo sé que usted ama el marrón glacé y las cascaritas de naranja… (le tiende una espléndida caja de bombones)
RUBEN atragantado de lágrimas: Gracias, Francisca. Usted es mi amiga.
FRANCISCA: Gracias, señor. Cómase uno; lo va a yudar.
RUBEN con la boca llena: Cuando yo empecé, Stellita, el director dijo que si queríamos actuar teníamos que poner mil pesos cada uno. Para escenografía, vestuario, creo. Mil pesos de aquel entonces, era mucha plata. Yo no tenía mil pesos y si le pedía mil pesos a mi papá, él me pegaba una patada en el culo. Estaba enfermo, muy enfermo del pecho y se gastaba todo en remedios. Era alcohólico también; una combinación tremenda. Entonces fui y le robé a mi mamá un crucifijo de oro. Vos, con tu plata y tus tarjetas de crédito, hoy te parece una pavada. Pero era de mi abuela Rosa y se la había dado a ella, su hija predilecta, y las tías casi se la comen cruda a mi mamá después que murió mi abuela Rosa. Y yo fui a un usurero y la vendí. Mil doce pesos, me dieron. Con los doce me pagué una jarra de chop. Vos te creés que no me arrepentí? Mi mamá dijo que la había robado un novio que tenía la Flora por ese tiempo. Se tuvo que dejar con el novio la Flora: era un ladrón. Muchísimo tiempo viví arrepentido de haberle robado a mi mamá. Pero seguí adelante, actué. Vos decíme, esta Natividad González…
FRANCISCA: Natividad…
RUBEN masticando: No me corrija, Francisca, qué mierda! Yo le toqué las tetas, le puse una mano adentro de la bombacha para querer bajársela y ella se resistía… fue cuando le dije que me la chupara y lo de la flor de los sueños… Decíme, por qué no se dejó o no, no se dejó y se iba como se fue y seguía adelante?
STELLA: Es asqueroso todo lo que estás contando, Rubén.
RUBEN: Querés una lección, Stella? El que tiene madera de artista es capaz de soportarlo todo, es un soldado.
STELLA: La mujer se quebró y te denuncia, esa es la lección … En el banquillo de los acusados estás vos, no ella.
RUBEN: Ella no recibió el Moliere. Eso no me perdona.
STELLA: No, Rubén, seguís sin entender.
RUBEN: Además no estoy en ningún banquillo. Estoy en mi estudio donde…
STELLA: Igual, tenés toda la vida para entender. Pero las disculpas tenemos que darlas ahora.Francisca, usted tiene la cámara y yo la luz…?
FRANCISCA: Sí, señora.
Francisca y Stella disponen el pequeño set.
RUBEN: Francisca me consiguió el nombre de la mujer, ayer. Natividad Pérez. Traté de llamarla, de hablar con ella. Hacer un arreglo económico si era necesario. Lo de las tetas y la mano en la bombacha; que me practicara el sexo oral, palabras de ella, allí abajo que era donde yo tengo la flor de los sueños, de los sueños de ella, para que ella fuera una actriz famosa. Qué memoria esta Natividad Domínguez. No creas que me lo acordé yo, ella me dijo en el teléfono que yo le hice eso. Yo tengo una vago recuerdo, no sé. Después de todo es lo que hace el noventa por ciento de los hombres cuando van a tener sexo, lo de las tetas y de las caricias. La flor de los sueños, no sé. Le pregunté por qué ella me hacía esto. Me dijo que porque no quería actuar más. Me dijo que ella amaba actuar y ahora todo lo que era actuación le repugnaba. Yo le dije que yo también una vez tuve pánico escénico y que con tratamiento psicológico... Me cortó el llamado; desconectó el teléfono…
STELLA: No vuelvas a hacerlo. Dejá que la llame el abogado. ¿Está lista, Francisca?
FRANCISCA: Sí, señora.
STELLA: Vení, Rubén. Ponéte acá.
Rubén va, dócil, se sienta.
STELLA: Cómo da?
FRANCISCA: Un poco oscuro.
STELLA: Si ilumino acá?
FRANCISCA: Mejor.
STELLA: ¿La expresión?
FRANCISCA: Le falta un poco de aflicción.
STELLA: Afligite, Rubén. (Más). Pensá en el padre de Hamlet que vive como fantasma arriba del escenario. 
Rubén ríe.
STELLA: Ay, Dios. Pensá en Luisetti, Rubén. Pensá en que era tu mejor amigo, fue el amante de tu mujer y si hoy se levanta de la tumba y te caga a trompadas. Ahí está mejor. 
FRANCISCA: Rodando!
Fin de Escena 4


Escena 5: Las disculpas
El rostro de Rubén, limpio, duro, habla con flexibilidad pero pastoso, como si tuviera una gran resaca.
RUBEN: 
Ustedes allí conocen mi rostro después de tantos años en la ficción y ahora saben que les estoy hablando de la realidad que me toca vivir. Recibí quejas por agravios a la persona de Natividad Martín. Debo decir que si me comporté como Natividad Martin dice, le debo mis disculpas más sinceras por lo que habría sido un comportamiento en estado de ebriedad muy inapropiado.
Todos saben que pasé un período de alcoholismo hace un par de décadas y me recuperé. Debo achacarle al alcohol del peor de mis demonios.
Como saben mis conocidos más cercanos, he tenido en mi vida relaciones tanto ocasionales como más profundas que me llevaron al matrimonio. He amado y he tenido encuentros sentimentales con mujeres a lo largo de mi vida y en la actualidad he decidido vivir como un esposo, unido en votos matrimoniales a Stella Kirsche. 
Quiero gestionar esto honesta y abiertamente y eso empieza por examinar mi propia conducta. Lamento con todo mi ser los daños que pude ocasionar a Natividad Martín y todo lo que esté en mi mano para repararlo, será hecho. No tiene ella más que comunicarse conmigo, y dialogar. 
Gracias a todos por escucharme.
Que tengan un buen día.

STELLA: Corte, Francisca.
RUBEN (se desploma): Estoy agotado.
STELLA: Muy bien, querido. Estuviste muy bien.
Fin de Escena 5. 


Escena 6 La sala de estar de Erika
Un sofá muy usado, una mesa ratona, una lámpara, un revistero, un televisor enfrente. Erika está sentada, las rodillas juntas, atentamente. Están transmitiendo las últimas palabras de las disculpas de Rubén. Entra Bert y apaga el televisor.
ERIKA: Está en todos los canales, lo pasan a cada rato.
BERT:  No lo escuches más, Erika. Afuera el agua está congelándose. Ya no hay peces en el lago; se fueron todos, migraron.
ERIKA: Qué se supone que haga?
BERT: Por ahora mirar la nieve. Más adelante podríamos ir a esquiar y caminar sobre el lago congelado; eso me gusta bastante. Podemos ir el sábado cuando termino el turno. Este sábado no tengo guardia. ¿Te gustaría?
ERIKA: Qué hago con él, que aparece y aparece en la televisión?
BERT: Tengo que decírtelo yo?
ERIKA: De pronto me dá mucha rabia que una persona como él, esté pidiendo disculpas. La gente que lo conoce ya se inclina a disculparlo. Es muy buen actor, a lo mejor, el mejor actor de su país. El público necesita buenos actores a los que querer. Acá pasa todo el tiempo también, y después te enterás de que desfalcan al fisco o…
BERT: Tenés ganas de viajar? Si tenés ganas de viajar, vamos y hablás con él.
ERIKA: Supongo que podría escribir un poema con la rabia.
BERT: ¿Un poema?
ERIKA: Un libro de poemas.
BERT: No tienes suficientes libros de poemas?
ERIKA: Me gusta escribir. Supongo que es sanador escribir.
BERT: Decir la verdad también es sanador. O eso dicen, por lo menos. 
ERIKA: Tengo que dejar de poner los canales de Argentina. Entonces ya no me entero de ninguna cosa, de si elevan la moral de uno o hacen caer la de quién. La chica que lo denunció, ella… Tal vez ella esté buscando publicidad. A mí me daría pudor contar con tanto detalle una situación…
BERT: Pero si él te violó, Erika. 
ERIKA: No, no, no. No fue una violación; yo no supe imponerme, yo…
BERT: Erika, si una mujer duda respecto de si quiere tener relaciones sexuales o no, y un hombre la fuerza a tenerla, es una violación. El sexo no del todo consentido, no es sexo consentido.
ERIKA: Así me parece un trabalenguas.
BERT: Pensá en Lily, pensá en nuestra hija. 
ERIKA: Tiene siete años, Bert.
BERT: Pero algún día tendrá quince, tendrá diecisiete. Cómo le llamarías si le pasa algo igual? Una confusión? Un malentendido? O abuso sexual? O tal vez directamente dirías que es una violación porque ella tiene diecisiete y el hombre que la sedujo treinta y siete?
ERIKA: También se trata de eso: pasaron veinte años. El ni siquiera era un actor famoso; no lo conocía nadie, era medio muerto de hambre, la ex mujer le había puesto un abogado para reclamarle la pensión. Ojo, no sabía todas esas cosas de él en ese momento, fue después… A ver, si yo tenía diecisiete, fue en…
BERT: Veinticinco años atrás. Un buen número de años.
ERIKA: Como sea, no quiero hablar más de esto.
BERT: Hace tres días que ves las noticias una y otra vez.
ERIKA: Nunca pensé que alguien lo denunciaría. Creí que lo mío había sido algo aislado, que él estaba borracho, o desesperado o no sé…
BERT: Pensaste que se abusó porque te amaba.
Un tiempo.
ERIKA: Tal vez. A esa edad, tal vez.
BERT: Los débiles pueden ser héroes también, aunque sea a destiempo. 
ERIKA ríe: Yo, una heroína! Qué se supone que voy a conseguir denunciándolo? Nosotros gracias a Dios no necesitamos nada, no queremos dinero de él. Una indeminización. No nos hace falta nada.
BERT: Nada de dinero.
ERIKA: Por eso.
BERT: En tu corazón lo perdonaste.
ERIKA: …
BERT: Lo perdonaste? Dicen que el perdón cambia la energía de las personas; la fortalece.
ERIKA: Yo soy feliz acá. Yo soy feliz con vos, con nuestra hija. Este lugar en el mundo es mi refugio; me gusta Edmonton y me gusta ir a Banff en invierno y esquiar. Me gusta llevar a Lily al lago y ver los deportes de invierno, me gusta escribir libros de poemas que casi nadie lee y me gusta pintar osos en la mueblería artesanal. Y que mi trabajo sea pintar osos, me considero una afortunada por eso. Aunque no seamos ricos, el dinero nos alcanza y podemos… podemos…
BERT: Entonces no hablemos más de él, Erika. Sepultálo en el pasado.
ERIKA: Me gusta la cerveza negra que sirven en el Chateu del Lago Louisa y que tomamos el último aniversario.
BERT: Este año cae un viernes; va a ser difícil cambiarlo para ir.
ERIKA: Me gustaría mucho ir; hablé con Adele para que cuidara a Lily ese día…
BERT: Trataré.
Bert está por salir de la sala, Afuera nieva. 
Bert la oye y vuelve sobre sus pasos.
BERT: Nieva todo el tiempo. 
ERIKA: Pero él me hizo sentir una puta. Tardé cuatro o cinco años en quitarme la idea de la cabeza, creía que todos sabían, que todos los chicos que conocía se daban cuenta que yo era una puta. No quise salir con nadie hasta los veinticinco; a veces, salía con alguien y le preguntaba lo que pensaba de Rubén Cetrero, si creía que era buen actor. Y todos me decían que sí, porque él es un buen actor, ¿qué iban a decirme? ¿cómo iba a suponer un chico de veinte años que yo le estaba preguntando qué opinaba él de la conducta de un hombre que era capaz de encerrar en una cabaña de montaña a una chica hasta que ella se ablandara lo suficiente para acceder a sus demandas, para, como él decía poéticamente, aceptar la flor de los sueños en su regazo? Mentí a mis padres para ir con él, porque él me fascinaba: les dije que estaba en un campamento que organizaba la parroquia; por suerte nunca me descubrieron. Fui en bicicleta hasta las afueras de la ciudad y él ahí me recogió en su coche. Te conté lo que sigue mil veces; no voy a contarlo de nuevo ahora. No quiero. Su nidito de amor, no voy a hablar de eso. Pasó lo que pasó porque me descuidé o porque, como él dijo, a lo mejor yo también quería tener sexo con él. Después que pasó, pasó el tiempo y no se lo conté a nadie. Me lo callé demasiado tiempo, cuando debería haber hablado, eso fue malo también, y creo… creo que fue lo primero que te conté de mí, la primera cosa que te revelé de mi intimidad. Eso que me había pasado. Y me gustó que enseguida… Me dijiste que él era una bestia y que en Canadá estaría preso por algo así.
BERT: Sí, claro que sí.
ERIKA: Pensé que lo dijiste para conquistarme. Lo pensé bastante tiempo.
BERT se vuelve y aferra a su esposa de los brazos: Erika, él tendría que haber ido preso.
ERIKA: Fue después, cuando nació Lily, y conocí a Ama, la chica cherokee que es artesana y ella… a ella le había pasado algo igual… Ella sí denunció al atacante y él…
BERT suspira, esperando la conclusión lógica: Entonces qué?
ERIKA: Debería volver a la Argentina. Debería hacer la denuncia.
BERT: Puedo acompañarte, pedir unos días en la fábrica.
ERIKA: No te los darán.
BERT: Que me los descuenten.
Erika aprieta la mano de su esposo; él la abraza.
Fin de Escena 6


Escena 7
Mismo escenario de Escena 5. Rubén abatido, Stella que da vueltas alrededor. Francisca detrás del escritorio, serena.
STELLA: Pero de ésta debés acordarte. 
RUBEN: …
STELLA: De una violación tenés que acordarte. ¿O era muy habitual en vos, acaso? ¡De esta que apareció tenés que acordarte! Te llevabas una chica al campo, a… Por dios, si se hubiese sabido en ese momento hubieras ido preso. Sabés lo que le hacen a los presos que caen en tu condición adentro de la cárcel? Tenés que agradecerle el silencio a esta nueva; yo no sé cómo quiere que la compensemos. No pide nada, sólo hizo este… este desastre. Yo, yo, yo no le puedo agradecer el silencio. Yo; porque yo nunca me hubiera metido con vos de haber sabido que le hacías esto a una chica… Tu hija! Morena, ¿cuántos años tenía en ese entonces? ¿No era también una adolescente? Podría haber sido una amiga de tu hija, podría… No, Morena era una nena, ¿no? No, ella no. La hija de Nelly, Celeste, tendría esa edad por esos años. Y vos… ¡lo bien que hizo Nelly en morirse! ¡Lo oportuna que fue en morirse antes de que le saltara esta asquerosidad a la cara! Seguro nadie va a cuestionar si ella sabía o no sabía que vos eras un degenerado. (Se sienta, llora abatida) ¿Qué voy a hacer, Rubén? Yo no puedo defenderte esta vez; ya no puedo sacar la cara por vos. Levanté los cheques cuando invertiste… Me dijiste que invertiste un total de plata, que no es verdad, que fue mucho menos; pero yo levanté los cheques y nunca te pregunté que hiciste con esa plata. Porque soy tu esposa y creo en vos. ¡Todavía le debo la plata a mi padre! ¡mi padre, mi padre! Mi padre me llamó esta mañana; el Rabino Akiva le dijo que vos y yo deberíamos terminar por el bien de mi salud y por la comunidad que… ¡Hasta el Rabino mete la nariz acá! ¡Todo el mundo está metido en tus calzones! Olvidate que mi padre hable con sus contactos para aflojar la cosa; los leguleyos amigos suyos no hablarán en favor tuyo. Vos decís que esta mujer no puede ir ante la ley y denunciarte pero ella puede, podría…
FRANCISCA: Ya se volvió a Canadá. Esta mañana.
STELLA: Qué? Vino, hizo el daño y se marchó?
FRANCISCA: Sí. 
STELLA: Igual, ya agitó el avispero lo suficiente…
FRANCISCA: En las redes apareció una tal Violeta Sempri. Parece que siendo muy jovencita, el señor… Por fortuna, ella era mayor de edad y los hechos que denuncia son leves y bastantes contradictorios, una cita, un intento de seducción, bla bla bla. No estuvo en ninguna habitación privada ni un hotel y no hubo sexo. Ni nada que se le parezca. Dará una entrevista en un programa de chismes a las (consulta el reloj pulsera, le da una palmadita) … no está funcionando, a las cuatro.
STELLA: ¿Violeta qué? ¿Cuándo fue eso, Rubén?
FRANCISCA: Hace exactos trece años, dice.
STELLA: Eso es verdad, Rubén?
FRANCISCA: Dice que puede probar que dice la verdad. La entrevista ya está grabada.
STELLA: Trece años atrás?
FRANCISCA: Es lo que ella dice.
STELLA: Dos años antes de conocerme a mí… 
FRANCISCA: …
STELLA: ¿Cómo yo no me di cuenta que eras un cerdo?
FRANCISCA: Hay que dejar que los acontecimientos sigan su curso, señora. La ley no la ampara estas denuncias, porque el tiempo que media entre los hechos y la denuncia, prescribió. A menos que el señor decida, decidamos, hacer una demanda por infamia y calumnia y entonces… bueno, habrá que demostrar los hechos que estas señoras denuncian; corre por cuenta del señor saber si ellas pueden ganar la demanda o si bien nosotros…
STELLA: ¡Mirá lo sucio que estás, Rubén! ¡No podés pedir ni protección a los Tribunales!
FRANCISCA: Es de esperar que poco a poco, los acontecimientos se apacigüen y muchas de estas denuncias sean consideradas habladurías y bla bla bla… Con un poco de suerte, caen todas en la misma bolsa.
STELLA: Si no aparece nadie más! Que parece que las hubieras tenido escondidas debajo de la alfombra!! Otra mujer; se me pone la piel de gallina de pensar que aparezca una que te acuse de pedofilia! Hasta qué edad corre la pedofilia, Francisca? Dios mío! Dios mío, yo que mi único pecado es haberme salido de mi religión! Caer con vos! 
RUBEN: Lo peor está por llegar.
STELLA llorando: Me lo tengo merecido.
RUBEN: Celeste, la hija de Nelly. 
STELLA: …
RUBEN: Celeste, la hija de Nelly,. 
STELLA: Con ella qué? 
RUBEN: Nada grave, nada inmoral. Tuvimos un … amorío, una aventura. No duró nada, un año cuanto mucho. Nelly creo que no lo sabía, o se hacía que no lo sabía. Y Celeste era mayor de edad, ahora no lo sé con toda certeza, ¡pasaron veinte años!, pero era mayor de edad: yo me acuerdo que cuando cumplió los dieciocho le llevé un ramo de rosas al dormitorio… No me acuerdo por qué entré en el dormitorio, era una casa muy liberal… Pensá que Nelly era vedette; se movía arriba de un escenario como si estuviera en la ducha, no sabía lo que era el pudor. 
STELLA: Qué tiene que ver Nelly?
RUBEN: Yo obré bien, Stella, te lo juro por mi mamá que está allá arriba y no me deja mentir. Yo corté esa relación a tiempo, apenas pude. La nena, la chica, Celeste, estaba desesperada, amenazó con tirarse por la ventana, me dio pena, pero la dejé y ella me juró venganza. Ahora tiene la oportunidad de vengarse, estoy seguro.Era una chica desequilibrada, pero la madre no la quería mandar a hacer ver. Cada vez que me metía entre algo de Nelly y la hija, yo quedaba como un pelotudo. Así que opté por callarme y apenas pude corté la relación. Como sea, Celeste no se quedará callada. Calló tantos años y ahora tiene la oportunidad de hablar gratis.
STELLA:…
Rubén se levanta y Stella cae sentada, en la posición que él tenía antes y llora, desconsolada.
RUBEN: Ahora se levantan todas contra mí. Antes pegaban mi foto en la pieza.  
STELLA: Me traicionaste, Rubén. 
RUBEN: Nunca te engañé.
STELLA: Yo creía que me casé con un buen hombre.
RUBEN: Es el final. Vos me querés dejar.
STELLA: 
RUBEN lento, pastoso, resacoso: Cuando mi papá volvió con mi mamá, él me llamó aparte y me dijo: Un verdadero hombre es el que sabe conservar a la esposa. Lo peor, es cuando la esposa deja al hombre. No hay nada más triste que el esposo que se quedó solo solo en la vida.
FRANCISCA: Señor, usted quiere responder públicamente? Yo no lo aconsejo y creo que la señora en el estado que está preferiría descansar. 
RUBEN: Yo creo que cuando volvieron, mi mamá ya no sabía cómo sacárselo de encima y le daba pena ponerlo de patitas en la calle, porque chupaba mucho y… Pero él estaba contento, él decía Lo mejor de la vida es estar con la esposa y yo estoy con mi Minia. Y ahora vos me vas a dejar, Stella. Qué pensará mi viejo de mí allá arriba.
FRANCISCA: Tal vez deberían dejar el ambiente un tiempo, dejar Buenos Aires, y viajar o… las crisis siempre terminan por pasar.
RUBEN: Mejor sería estar muerto, ¿eso me quiere decir, Francisca?
FRANCISCA: No, señor. Muriéndose hubiera salvado las papas un año atrás, ahora ya es tarde. Si usted muere ahora, su memoria seguirá manchada por siempre.
RUBEN: Stella, vos pensás igual?
STELLA entre mocos e hipos: Querés fingir un suicidio, Rubén?
RUBEN: Podría ser.
STELLA: No, no hagas una cosa así. A la larga se vería el truco y…
RUBEN: A mí nadie me dijo que estaba mal ir con mujeres. Y cuanto más jóvenes mejor, eran carne fresca; eran un trofeo. Además, ellas ahora me odian, pero en aquel momento me querían. Estaban enamoradas; hubieran matado por mí. Por eso se entregaron; yo nunca pensé que les hacía mal. Ahora parece que les hice mal; Celeste lloraba a gritos cuando yo le decía que estaba mal que ella deseara al marido de su madre. Me compadecí de ella y accedí a sus deseos. La traicioné a Nelly que fue siempre mi esposa preferida. Lo siento, Stella, fue Nelly. Ahora, ya vas a ver cuando aparezca, no habrá ni pizca de su falta, será todo culpa mía. 
STELLA alza la cabeza: Cuántos años tenía la hija de Nelly cuando…?
RUBEN: Todo culpa mía.
FRANCISCA: Quince, señora. 
STELLA: Rubén, tenés que morirte en serio. 
Fin de Escena 7


Escena 8: La cocina de la hermana
La mesa donde Flora ha estado batiendo un bol con masa de torta, la mesa un poco enharinada. Ella, despeinada y con un delantal de cocina atado, revuelve la masa del bol. Entra Rubén, vestido como en la escena anterior. 
FLORA: ¡Rubén! Cómo no me dijiste que ibas a venir! Por dónde entraste?
RUBEN: Por ahí.
FLORA: Disculpá, mirá qué lío está hecha la casa. Quedé en que le hacía la torta a Cecilia para que llevara a la Feria del Plato del Jardín de la… 
RUBEN le entrega un ramo de rosas: Tomá, Flora. Ponélas por ahí.
FLORA: Por qué te molestaste? Hoy no es mi cumpleaños.
RUBEN: Hoy te traigo una flor a vos y mañana me llevarás vos una a mí.
FLORA: Qué loco sos, Rubén.
RUBEN: Les quité a los tallos todas las espinas.
FLORA; Esperáme que despejo la mesa (limpia, saca), sentáte. ¿Qué te sirvo? 
RUBEN: Cuando lo hice me clavé una en el dedo. Me pareció que me salía sangre de otro color. Fijáte.
Rubén le muestra el pulgar.
Flora mira, sin que nada le llame la atención.
RUBEN: Debe ser que ya no soy de este mundo.
FLORA: Estás triste? Estarás preocupado por lo que te pasa.
RUBEN se encoge de hombros.
FLORA: ¿Querés un tajadita de budín de chocolate? Te acordás cómo te gustaba el budín de chocolate! Mamá le rallaba cascarita de naranja…
RUBEN: A vos te lo hacía, a mí no me gustaba.
FLORA: A papá se lo hacía, ¡a papá! 
Flora le tiende un plato con budín. El come, desganado, de a trocitos pequeños; de pronto, se saca una pasa de uva.
RUBEN: Le pusiste pasas de uva.
FLORA: Te acordás cuántas pasas de uva le ponía mamá!
RUBEN: A vos te gustan las pasas de uva; a mí no me gustaban.
FLORA: Yo no me acuerdo que no te gustaran las pasas de uva. ¿Querés que la mande a la Noe a la confitería de esquina que te compre unos marrón glacé? A vos te encantan los marrón glacé.
RUBEN: Hace calor hoy para los marrón glacé.
FLORA: Mirá que la Noe está sin hacer nada, le pego dos gritos y va.
RUBEN: A vos mamá te quería más que a mí.
FLORA seria: Qué injusticia lo que estás diciendo. Una pila así de recortes tuyos encontré que tenía el placard. En el placardcito chiquito donde ella guardaba las cosas de la iglesia, las estampitas bendecidas por el padre Pelayo, los rosario: ¡ahí mismo ella tenía un álbum con tus recortes, con lo más sagrado! Vos eras el ojito derecho de mamá; ella te tenía siempre en la boca…
RUBEN: Pero ni me hablaba por teléfono, ni me venía a ver al teatro…
FLORA: Ah, calláte. Mirá lo que aprendí, oíme.
Flora se pone de pie, y así como está, medio sucia de harina y chocolate, actúa, soberbia y ridícula a la vez. Hace la Ofelia:
FLORA: “¡Oh! ¡Qué trastorno ha padecido esa alma generosa! La penetración del cortesano, la lengua del sabio, la espada del guerrero, la esperanza y delicias del estado, el espejo de la cultura, el modelo de la gentileza, que estudian los más advertidos: todo, todo se ha aniquilado. Todo, todo se ha terminado. Y yo, la más desconsolada e infeliz de las mujeres, que gusté algún día la miel de sus promesas suaves, veo ahora aquel noble y sublime entendimiento desacordado, como la campana sonora que se hiende. Aquella incomparable presencia, aquel semblante de florida juventud alterado con el frenesí. ¡Oh! ¡Cuánta, cuánta es mi desdicha, de haber visto lo que vi, para ver ahora lo que veo!
RUBEN: Ofelia, Hamlet, Acto tres.
FLORA: Cuánta, cuánta es mi desdicha de haber visto lo que vi, para ver ahora lo que veo…
Flora hace una reverencia; Rubén aplaude.
FLORA: Yo hubiera debido ser actriz, Rubén. Vos dirás lo que dirás, pero si papá ese día no me pescaba cuando volví de los luteranos, capaz yo seguía actuando… 
RUBEN: Yo quería tener chicas, por eso me hice actor.
FLORA: Vos eras un pillo!
RUBEN: Yo con la cara de infeliz que tenía, flaco como un alfeñique…
FLORA: Y eso que papá te compró el curso de gimnasia sueca. 
RUBEN: Como yo diga que me inicié en la actuación para besar chicas…
FLORA: Las mujeres de la farándula están locas. Vos ya vas a ver cómo despacito se arregla todo lo que te pasó. Un traspié, Rubén. Igual, te soy honesta, que si alguno le hacía una cosa así a Cecilia o a la Noe, y ojo que vos sabés cómo te quiero, yo iba con una gillete y te cortaba los huevos. Vos sos mi hermano, pero yo te corto los huevos con una gillete para que te duela más fuerte.
Se sientan y siguen con el budín
FLORA: De verdad no querés que la mande a la Noe a buscarte otra cosa? 
RUBEN: No, no. Con el budín está bien.
FLORA: Una vez que venís y podemos charlar. Papá sentaba en la falda de él, y me daba a comer puñaditos. Me acuerdo como si fuera ayer. Vos te llamás Flora porque papá te quiso poner ese nombre…, decía.
RUBEN: “Porque vos sos la flor de los sueños de papá…”
LOS DOS: Que nunca creyó tener una hija tan buena.
FLORA con gusto y sorpresa: ¡Te acordás vos también!
RUBEN: Flora, hacé que te duren un día esas rosas… 
FLORA riendo: Vos sabés cuánto hace que no sueño, Rubén?
Rubén rompe a reír a carcajadas; Flora lo mira sin comprender.
FLORA: Pero Rubén…
La escena se oscurece; Flora está dormida sobre la mesa de la cocina. Despierta sobresaltada:
FLORA: ¡¡¡Rubén!!!
Fin de Escena 8


Escena 9: El funeral
El cementerio, una tumba abierta en el pasto verde. Las tres mujeres, Flora (con una rosa en la mano), Francisca y Stella están de negro riguroso. Cuando Stella llega se echa en los brazos de Francisca.
STELLA: No debí dejarlo nunca!!
FLORA: Vos sabés que me lo soñé la noche anterior. 
STELLA: No voy a poder vivir con la culpa.
FLORA: Vino a despedirse.
STELLA: Le dije que necesitaba unos días, pero se lo tomó a la tremenda.
FLORA: Estaba sereno, como en el ataúd.
FRANCISCA: Tuvieron que componerlo. La caída le rompió el cráneo.
STELLA: Hubiéramos tenido que pasar este mal trago juntos.
FLORA: Hacía como cinco años que no nos veíamos. 
STELLA: Flora, ¿vos me creés? 
FLORA: Por supuesto, querida. 
STELLA: Yo le dije que necesitaba unos días.
FLORA: Estaba tan lindo, tan sano en el sueño.
STELLA: No me lo voy a perdonar. 
FLORA: Muy de él: no llamarte en cinco años y aparecerse en un sueño.
STELLA: Francisca, usted estuvo con él… ¿Por qué tomó esta decisión?
FRANCISCA: Señora, el señor… si me permite, el señor no se quería matar. El señor sufrió un accidente. De veras, señora. 
STELLA: Lo dice para consolarme.
FRANCISCA (se seca la nariz cada tanto): No, señora. No puedo mentirle. Si usted me permite que me explaye. Hace cuánto que trabajo para usted? Conocía al señor… él… Vino, como todas las tardes, me preguntó qué novedades había. Hablamos de una cosa, hablamos de otra, bla bla bla. El estaba normal; no tenía pánico como dicen los medios. Estaba con ánimo de hacer chistes y me preguntó Por qué no se casó usted, Francisca? Hace unos días que me venía con la pregunta de por qué yo no me casé. Una chanza de él, pero me volvió a preguntar esa tarde. Le dije que se estaba poniendo personal y que eran cosas viejas. (emocionada) Almita, el señor, él creía que yo estaba enamorada de él…!
FLORA y STELLA: Propio de Rubén. Rubén en persona. 
FRANCISCA: Yo pensé que él tendría miedo que yo lo fuera a denunciar, por despecho. Me quedé atrás del escritorio y al final le expliqué. Yo quedé huérfana de padre, muy niña y mi madrecita me mandó a vivir con el tío, que tenía familia en el campo. Era la esposa del tío, y las hijas. Al poquito que me hice señorita, el tío una noche me corrió por la casa para agarrarme. Yo sabía para qué me quería y porque sabía que le había hecho lo mismo a las propias hijas; venía a buscarme con un machete. Yo me escapé de la casa y corrí, corrí todo lo que me dieron las piernas. Me metí en un molino abandonado y me pasé ahí durmiendo en el suelo dos días y dos noches y si no hubiera sido porque me encontró el cura, me hubiera dejado morir de hambre en el molino viejo. Me metieron en una escuela con las monjas, y siendo yo tan chica, la vida de las monjas me pareció deliciosa. Cuando fue la edad, profesé para entrar en el convento e hice voto de castidad y voto de pobreza. Pero después no pude, todos tenemos nuestros pecados. Y dejé el convento, pero mantuve el voto de castidad; lo mantengo. Cuando terminé el cuento de mi infancia, el señor estaba con los ojos abiertos, así redondos. Pensé que le había impresionado y me arrepentí de contarle; entonces comprendí que el señor no me había escuchado ni una sola palabra. 
FLORA: Típico de Rubén.
FRANCISCA: Cuando volvió en sí, me dijo: Tengo un plan, Francisca. Me subo a la cornisa y espero que lleguen los medios. Cuando los medios vean que estoy tan deprimido que voy a matarme, acabará todo este aquelarre de las denuncias. Yo le quise impedir subirse, se lo juro, señora. Pero ya sabe cómo es, era, él cuando se le metía algo en la cabeza; le importó dos pitos que estábamos en el piso ocho. Me ordenó Cuando yo esté en la cornisa, usted llama a los canales de televisión. Le dije que era una locura, pero él no me escuchó. Se subió, allí la cornisa tiene dos pies de ancho… pero él se quiso poner visible… 
Un silencio de las tres.
FRANCISCA: Estaba todo sucio ahí de las cagadas de las palomas. 
STELLA: Nunca una idea sensata Rubén!
FRANCISCA: El señor resbaló. 
STELLA: ¡La noche que me fui Rubén me llamó ciento treinta y ocho veces! Le pedí dos días, para pensar y ¡tengo ciento treinta y ocho llamadas perdidas en el celular!
FRANCISCA: No dije a los medios que fue un accidente.
FLORA: Por ahí es mejor así.
STELLA: Queda como que un pedido de perdón. 
LAS TRES sarcásticas: El, que era incapaz de pedir perdón a nadie…!
FRANCISCA: Pobrecito el señor.
STELLA: Pobre Rubén, mi querido.
FLORA: Pobre mi hermano.
Flora pone echa la rosa en la tumba
Baja la luz; fin de la escena 9
Fin de la Obra La flor de los sueños.