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9/10/16

Pastorelas



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La caja misteriosa

Dante del Castillo


Personajes

Satanás
Pobre Diablo
Celfa
Fileno
Bartolo
Gila
Bato
Espíritu de la Luz

En el concurso de pastorelas inéditas y originales, organizado por el PRI, esta obra obtuvo el primer premio.
Estrenada el 27 de diciembre de 1975 en el Jardín de San Fernando en la ciudad de México.


(Una encrucijada de caminos en la primera nochebuena. Al abrirse el telón, Satanás está parado junto a una gran caja oscura, mientras un pobre diablo está muy cerca de una señal de caminos que indica el rumbo hacia Belén. Se escucha música, los dos comienzan a bailar.)

Satanás: (Canta.)
Yo soy el mero rey de las tinieblas
el que todo lo corrompe,
el que busca hacer el mal.
No me conmueve nada
y quemo con el fuego eterno
a quien me quiere y me venera.
Nunca perdono y seré despiadado
hasta el final.

(Al terminar la canción dejan de bailar y Pobre Diablo muy cansado se acuesta muy cerca de la señal de caminos. Mientras Satanás se dirige al público.)

Satanás:
Esta noche, según todas las profecías..., deberá nacer en Belén, Jesús, el redentor del mundo. El Mesías esperado que habrá de combatirme siempre... Yo, para nada creo en esas cosas, sin embargo, he tomado mis precauciones.
Herodes, uno de mis grandes fieles servidores, ya mandó sacrificar a todos los infantes de esta región, y otros de mis esclavos, pequeños demonios y algunas almas en pena, están creando confusión en los caminos, evitando que alguien se aproxime a Belén..., ahora, que si algún peregrino lograra llegar a esa ciudad, nadie la dará alojamiento, porque yo he dejado soltar rumores de que muchos asaltantes se dirigen hacia allá. (Comienzan a reír.) Y por si todo lo que ya les dije fuera poco, (Se acerca a la caja.) en esta caja tengo encerrado algo que es muy valioso. (Ríe a carcajadas. De pronto se calla al oír los ronquidos del Pobre Diablo.) ¡Flojo! ¡Perezoso! ¿Es así como cumples con tu trabajo?
Pobre Diablo: (Con esfuerzo abre los ojos.)
Estoy muy cansado. He cambiado muchas señales de caminos. Sólo me falta ésta.
Satanás:
Pues cámbiala inmediatamente, ¡holgazán! Con esa flojera jamás te ascenderé. Nunca dejarás de ser un pobre diablo.
Pobre Diablo: (Bostezando.)
Déjame descansar otro ratito.
Satanás: Nada, nada, ya descansaste mucho cuando vivías.
Pobre Diablo: (Trata de cargar la señal.) ¡Ay! ¡Ay! ¡Cuánto pesa!
Satanás: Mis cuernos pesan más y los cargo.
Pobre Diablo: (Desfallecido.) ¡Ya no puedo!
Satanás: ¡Claro que puedes! ¿O quieres que ahorita mismo te mande a azotar?
Pobre Diablo:
No, no señor. Trataré de obedecerte. (Con grandes trabajos logra cambiar la dirección de la señal. Después, casi arrastrándose, se dirige a la caja. Se recarga en ella.) Ay! ¡Ay! ¡Qué cansado estoy!
Satanás: (lo aparta con su tridente.) Retírate, no toques esa caja.
Pobre Diablo: Sólo buscaba un lugar donde sentarme.
Satanás: Fuera, fuera de aquí, rufián apestoso.

(Con el mismo tridente lo empuja hacia un lado. El Pobre Diablo se sienta muy triste en el suelo.)

Satanás: (Va hacia él.) Levántate. Jamás deberás tener descanso.
Pobre Diablo:
Mejor hubiera trabajado cuando vivía... así no estuviera pasando esto.
Satanás: (Furioso.)
No me vayas a salir ahora conque eres un alma en pena arrepentida, porque ahorita mismo te mando a que te den tormentos.
Pobre Diablo: No, no, señor. Dime, ¡qué debo hacer?
Satanás: Vas a cuidar mucho esta caja mientras regreso
Pobre Diablo: ¿A dónde vas?
Satanás: Debo supervisar que estén apagados todos los fuegos de hogueras y chimeneas en toda esta comarca.
Pobre Diablo: ¡qué maldoso eres, señor!
Satanás:
No debe quedar ni una sola luz prendida, para que nadie encuentre el camino a Belén.
Pobre Diablo: Dicen que una estrella está guiando a la gente hacia allá.
Satanás: (Señala hacia el cielo) Sí, mírala, era aquella.
Pobre Diablo: (Esforzándose por ver.) ¿Cuál? No la distingo.
Satanás: (Se ríe.)
Ni tú, ni nadie, porque regué neblina por todas partes y, además, porque a esa estrella le falta brillo, por eso es tan importante que me vigiles muy bien esta caja.
Pobre Diablo: ¿Qué contiene?
Satanás: Nada que te interese. Son cosas personales, íntimas.
Pobre Diablo: (No muy conforme.) ¡Ah!

(Entra un grupo de pastores cantando muy animadamente.)

Todos:
A Belén pastores,
vamos a Belén,
a ver a la Virgen
y al Niño también.
A Belén pastores,
vamos a Belén,
a ver a la Virgen
y al Niño también.
Celfa: (Se detiene.)
Esperen. Parece que por fin hemos llegado al cruce de caminos.
Bartolo: ¡Dónde estará la señal?
Celfa: Quien sabe, no se ve nada.
Fileno: ¡Rayos! ¡Centellas! ¡Diablos!
Pobre Diablo: Te llaman, señor.
Satanás: Shhh, cállate y empuja a Celfa hasta la señal.
Celfa: ¡Ay, Fileno! No empujes.
Fileno: ¿Yo? Estás loca, ni siquiera me he movido.
Celfa: (Tocando el letrero.) Pues alguien me aventó hasta la señal de caminos.
Bartolo: ¿Para dónde queda Belén?
Celfa: No sé, no distingo nada.
Bartolo: ¿Alguien trae cerillos?
Fileno: Yo. (Enciende uno. Satanás rápidamente se lo apaga.)
¡Ay, qué viento tan ardiente!
Bartolo: Es el viento del desierto.
Fileno: ¿En invierno y de noche?
Bartolo: Es verdad, debería ser frío y no caliente.
Celfa: ¡Qué extraño! ¿De dónde vendría ese viento?
Pobre Diablo: Del infierno, del infierno.
Satanás: Cállate, estúpido.
Celfa: Ay, ¿quién te habló tan feo?
Bartolo: Estoy temblando de la cabeza a los pies.
Fileno: A lo mejor sólo fue el viento.
Celfa: Eso habrá sido.
Bartolo: Enciende otro cerillo.

(Fileno enciende otro cerillo. Pobre Diablo lo apaga muy divertido. Enciende un tercero y Pobre Diablo lo vuelve a apagar.)

Satanás:
(Furioso. Se acerca a Pobre Diablo y de una oreja lo retira de los pastores. En voz baja.) ¡Metiche! ¡Tonto! ¿Quién te dijo que les apagaras los cerillos? ¡No ves que necesito que vean el letrero?
Pobre Diablo: Yo sólo quería quedar bien contigo.
Satanás: Silencio, silencio, nadie te pidió explicaciones.
Fileno: (Fileno enciende el cuarto cerillo y se acerca a la señal de caminos.)
Por fin veremos el letrero.
Bartolo: (Indica la dirección.) Por allá queda Belén.
Fileno: Pues en marcha, ¿qué esperamos?
Celfa: Faltan Gila y Bato.
Fileno: Ya nos alcanzarán.
Celfa: Pues a Belén, señores.
Bartolo: Vamos.
Fileno: Vamos.

(Los tres reanudan su marcha, cantando.)
A Belén pastores,
vamos a Belén,
a ver a la Virgen
y al Niño también.
A Belén pastores,
vamos a Belén,
a ver a la Virgen
y al Niño también.

(Salen. Pobre Diablo se acerca nuevamente a la caja.)

Satanás: ¡Quítate de ahí, ya te dije que no te acerques a esa caja!

(Aparecen dando traspiés Gila y Bato.)

Pobre Diablo: (Apartándose de la caja.) ¡Mira, ahí vienen otros pastores!
Bato: Desde aquí venían sus voces, pero no distingo nada.
Gila: ¡Ay, qué camino tan oscuro!
Bato: ¿Será éste el camino a Belén?
Gila: ¡Quién sabe! ¿Dónde estás?
Bato: Aquí, ven.
Gila: No miro nada.
Bato: (Jugando se tira en el suelo.)
Estoy aquí, muy cerca..., ven, ven. Guíate por mi voz.
Gila: (Camina hacia Bato, pero Satanás se interpone y ella choca con él. ¡Ay!
Bato: Gila, ¿qué te pasa?
Satanás: (A Pobre Diablo.) Tapa los oídos a Bato.

(Pobre Diablo obedece. Satanás agarra de una mano a Gila.)

Gila: ¡Ay, Bato. Me quemas!
Satanás: (Con voz muy seductora.) No soy Bato, soy Fileno.
Gila: Ay, pues suéltame, no me toques. (Grita.) ¡Bato! ¡Bato!
Satanás: No grites, que ocupado está.
Gila: ¿Haciendo qué?
Satanás: El amor con Celfa.
Gila: ¡Mentira!
Satanás: ¡Verdad!
Gila: (Grita.) ¡Bato! ¡Bato! ¡Bato!
Satanás: Ya ves como él no responde.
Gila: (Gritando más débil.)K ¡Bato! (Pausa.) ¡Ay, qué humillación!
Satanás: Ven, yo te voy a llevar a Belén.
Gila: No.
Satanás: Entonces, ¡te quieres quedar conmigo en este lugar?
Gila: Tampoco. Quiero regresar a mi casa.
Satanás: (La jala de una mano.) Pues allá te llevaré.
Gila: (Grita.) ¡Ay, mi mano! ¡Ay, suéltame! Fileno, me quemas. (Salen.)
Bato: Gila, ¿estás ahí? No sé lo que me pasa, pero no oigo nada.
Satanás: (Entra corriendo. A Pobre Diablo.) Ya, déjalo que oiga. (Pobre Diablo obedece.)
Satanás: (Haciendo de mujer.) ¡Bato! ¡Bato!
Bato: Ay, Gila, que raro hablas.
Satanás: No soy Gila, soy Celfa.
Bato: ¿Y qué haces tú, sola por aquí?
Satanás: Estaba esperándote.
Bato: ¿Esperándome? ¿A mí?
Satanás: A ti, especialmente.
Bato: ¿Para qué?
Satanás: Tienes que saberlo todo.
Bato: ¿De qué tengo que enterarme?
Satanás: De que Gila, aprovechando la oscuridad, se escapó con Fileno.
Bato: ¡Mientes!
Satanás: Ay, ¿cómo crees? Yo siempre digo la verdad.
Gila: (Entra gritando.) ¡Fileno! ¡Fileno!
Satanás: (Muy complacido. A Bato.) ¿Oíste?
Bato: ¿A quién le gritas, infiel mujer?
Gila: A Fileno.
Bato: (Furioso.) ¿A quién?
Gila: A Bato, dije.
Satanás: (Con su propia voz.) No es cierto, dijo a Fileno.
Bato: ¿Eh? ¡Quién está ahí?
Gila: Yo, Gila.
Bato: ¿Y nadie más? (Disminuye la oscuridad.)
Gila: (Mira a su alrededor.) No, sólo nosotros.
Bato: ¿Sólo tú y yo?
Gila: Sí, mira.
Bato: (También observa.) Es verdad, pero, entonces, ¿quién habló?
Gila: No sé, era una voz muy extraña.
Bato:
No sólo esa voz oí. ¿Me crees si te digo que antes, la voz de Celfa escuché?
Gila: Sí. Y yo la voz de Fileno oí.
Bato: ¿Qué te decía?
Gila: Que a Celfa estabas enamorando.
Bato: Y la voz de Celfa me dijo que tú con Fileno huías.
Gila: Todo ha sido una mentira, una ilusión.
Bato: O alguno quiso hacer broma y usarnos de diversión.
Gila: También pudo ser. (Pausa.) ¡Bato, qué bien te distingo, ahora!
Bato: Lo mismo yo puedo ver.
Gila:
Este lugar parece embrujado. Hace rato estaba tan oscuro y ahorita está iluminado.
Bato: (Señala hacia el cielo.) El reflejo viene de ahí.
(Canta.) De aquella linda estrellita
tan bella y tan reluciente
que marcando va el camino
de todos los peregrinos.
Bartolo: (Entra. Grita.) ¡Celfa! ¡Fileno!... Aquí están Bato y Gila.

(Entran Celfa y Fileno)

Celfa: ¡Qué bueno que los encontramos!
Fileno: No se les ocurra ir por aquel camino.
Bartolo: Los tres estuvimos a punto de caer en un barranco.
Fileno: Algún bromista malvado cambió de dirección la señal.
Celfa: (Señala.) Si no hubiera sido por aquel lucero...
Pobre Diablo: (Mira hacia el cielo. A Satanás.) Señor, señor.
Satanás: ¿Qué cosa quieres?
Pobre Diablo: ¿Ya viste qué bonito lucerito?
Satanás:
Cállate tonto y no veas eso. Ahorita mismo desaparezco esa estrella, con un poco de neblina. (Comienza a accionar un atomizador.)
Pobre Diablo: Ya la volviste a tapar, era muy bonita.
Satanás: ¡Silencio!
Celfa: Otra vez las tinieblas.
Gila: Cuánta oscuridad.
Bartolo: ¿Qué hacemos?
Fileno: Esperaremos que se despeje un poco la niebla.
Celfa: Pero, vámonos de aquí. No me gusta este lugar.
Gila: A mí tampoco. Los cruces de caminos me dan miedo.
Bartolo: Dicen que son lugares de fantasmas, y de hechiceros.
Fileno: ¡Tonterías! Yo no creo en esas cosas.
Satanás:
(A Pobre Diablo.) Voy a divertirme un poco con estos pastores. Les voy a hacer alguna magia. (Se acerca a ellos y les hace un pase mágico.)
Bato: (Se lleva las manos al estómago.) ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, mi Dios!
Gila: ¿Qué te pasa?
Bato: Tengo mucha hambre.
Fileno: Yo también.
Bartolo: ¡Y yo!, me entró de repente.
Bato: No podré seguir camino si, al instante, yo no como.
Celfa: Villanos, no es ésta la hora de comer.

(Satanás hace otro pase mágico.)

Gila: Miren aquello.
Celfa: ¿Quién pondría mesa tan bien servida?
Bato: (Saboreándose.) ¡Cuántos manjares!
Fileno: Hay comida para todos.
Bartolo: Pues a comer.
Bato: (Interponiéndose.) Alto, nadie se acerque a esa mesa.
Fileno: ¿Por qué?
Bato: Sólo alcanza para mí.
Fileno: ¿Para ti sólo la quieres?
Bato: Sí.
Fileno: Pero, si yo también tengo hambre.
Bartolo: Y yo.
Bato: Pues se la van a tener que aguantar.
Fileno: Eso no es posible, no.
Bartolo: Compartirás con nosotros.
Bato: Jamás. Nadie tocará mi alimento.

(En cuanto Bato se avalanza al sitio en que imaginan ver la comida, Satanás la desaparece.)

Bato: ¡Ay, mis manjares!
Gila: ¡Desaparecieron!

(Satanás y Pobre Diablo ríen muy divertidos.)

Celfa: ¿Oyeron? Alguien se rió.
Gila: (A los demás.) ¿Quién de ustedes fue?
Bartolo: Yo no.
Fileno: Yo tampoco.
Bato: (Muy triste.) Yo menos.
Celfa: Ya les dije que este lugar no me gustaba nada.
Gila: Vámonos pronto de aquí.
Todos: Sí, vámonos.

(Ya se disponen a irse, cuando Satanás se acerca a Fileno y le hace un pase mágico.)

Satanás: (A Fileno.) Pierde la memoria. Te lo ordeno.
Fileno: Muchachos, ¿a dónde van?
Celfa: A Belén.
Fileno: ¿Para qué?
Celfa: ¡Cómo! ¿No sabes?
Fileno: No. ¿Quién eres?
Celfa: Soy Celfa.
Fileno: No te conozco.
Celfa: ¿Y a los demás?
Fileno: Tampoco.
Celfa: (Les grita a los demás.) Esperen. Fileno ha perdido el juicio.
Gila: ¿Qué dices?
Celfa: No recuerda nada, ni sabe quiénes somos.
Bartolo: ¿No será que embrujado está?
Bato: ¡A lo mejor! ¡Por qué no lo ayudamos?
Celfa: ¿Cómo?
Bato: Cantándole un poco. (Comienzan a tocar panderos, botes y cascabeles.)
Empieza, tú Celfa. (Cantan.)
Celfa: Anunciado está el nacimiento en la Nochebuena del Niño Jesús.
Bartolo: Nacerá en un pobre pesebre, cerca de una aldea que llaman Belén.
Gila: Sus padres serán María.
Bato: Y el carpintero José.
Gila y Bato: Tres magos vendrán de Oriente y ofrendas le van a traer.
Todos: Desde hoy reinará la alegría con el nacimiento del Niño Jesús.

(Todos comienzan a bailar entre sí.)

Celfa: ¿Ya recordaste todo?
Fileno: Sí.
Celfa: ¿Vienes con nosotros?
Fileno: Por supuesto.
Bato: Vamos.
Todos: Vamos. (Cantan.)
A Belén pastores,
vamos a Belén,
a ver a la Virgen
y al Niño también.
A Belén pastores,
vamos a Belén,
a ver a la Virgen
y al Niño también.

(Van saliendo muy alegres y el Pobre Diablo los sigue, hasta que Satanás, hecho una fiera, lo detiene.)

Satanás: ¿A dónde vas?
Pobre Diablo: A Belén, con ellos.
Satanás: Tú no vas a ninguna parte. Cuidarás esta caja como habíamos quedado.
Pobre Diablo: Sí, señor.
Satanás: Y por ningún motivo se te vaya a ocurrir abrirla.
Pobre Diablo: No, señor.
Satanás: Aunque oigas lo que oigas, ¿entendido?
Pobre Diablo: Sí, señor.
Satanás: Volveré muy pronto. (Sale muy rápido, accionando su atomizador.)
Pobre Diablo: (Se acerca a la caja.)
¿Qué contendrá esta caja? ¿Por qué tanto misterio?
Voz: (Dentro de la caja.) Déjame salir, déjame y te enseñaré muchas cosas.
Pobre Diablo: (Se aparta, muy asustado.) ¡Quién?... ¿Quién está ahí?
Voz: Abre y lo sabrás.
Pobre Diablo: No, no puedo abrir.
(Al público.) ¿Verdad que me dijeron que no la abriera?
Voz: Ándale, sólo un poquito. Me estoy asfixiando.
Pobre Diablo: No, no.
Voz: ¡Ay, qué malo eres, qué malo!
Pobre Diablo: (Muy curioso da varias vueltas alrededor de la caja. Mientras canta.)
¿Cómo va a ser
que no pueda yo ver
lo que contiene
esta caja?
Yo creo que si la miro un poquitito,
ni cuenta se van a dar.
Por un ladito y ya.
(Al público.)
¿La abro tantito?

(Va a destapar la caja. Cuando entra Satanás.)

Satanás: (Muy asustado.) No la abras, Pobre Diablo, no la abras.

(Pobre Diablo no hace caso. Abre la caja y un fuerte resplandor sale de ella.)

Satanás: (Cubriéndose.)
¡Ay, insensato! ¿Qué hiciste? Ya me echaste a perder todos mis planes. (Sale corriendo. Dando grandes alaridos.)
Pobre Diablo: ¿Qué me pasó? No puedo ver. ¡Ay, mis ojos, mis ojos!
Espíritu de la Luz: (Sale de la caja y comienza a estirarse un poco.)
No te preocupes yo no hago mal a nadie, lastimo un poco a veces, pero cuando la gente se acostumbra a mí, no me cambian por nada.
Pobre Diablo: ¿Quién eres?
Espíritu de la Luz: Soy el Espíritu de la Luz.
Pobre Diablo: ¿Y eso qué es?
Espíritu de la Luz: Mírame y lo sabrás.
Pobre Diablo: No puedo abrir mis ojos.
Espíritu de la Luz:
¡Claro que puedes! No tengas miedo. Abre tus ojos lentamente, poco a poco, anda.
Pobre Diablo: (Parpadea.) Me está costando trabajo, pero ya puedo verte.
(Mira a su alrededor.)
¡Parece de día!
Espíritu de la Luz: Sí, ésta es la noche más luminosa de todas.
Pobre Diablo: ¿Por qué?
Espíritu de la Luz: Porque en Belén nacerá Jesús, el salvador del mundo.
Pobre Diablo: ¿Podrá salvarme?
Espíritu de la Luz: Yo creo que sí.
Pobre Diablo: ¿Qué debo hacer?
Espíritu de la Luz: Pedírselo.
Pobre Dablo: Pero, no conozco el camino a Belén.
Espíritu de la Luz: Yo puedo enseñártelo.

(Los pastores entran apresuradamente. Pobre Diablo, se esconde.)

Gila: ¡Miren, miren esa caja!
Celfa: ¡De ahí sale la luz!
Fileno: ¡Qué maravilla!
Bartolo: ¡Qué resplandor!
Celfa: (Por e Espíritu de la Luz.) ¿Y ése quién es?
Espíritu de la Luz: Soy el Espíritu de la Luz.
Gila: ¿De dónde vienes?
Espíritu de la Luz: De aquella estrella que señala el camino a Belén.
Celfa: ¿Y qué haces aquí?
Espíritu de la Luz:
Bajé a investigar por qué nadie me seguía, y cuando llegué a este cruce de caminos, supe cuál era la causa.
Bato: ¿Cuál era?
Espíritu de la Luz:
Satanás había regado neblina espesa por todas partes, tanto que no vi esta caja y caí dentro de ella.
Fileno: ¿Y qué pasó después?
Espíritu de la Luz: Satanás cerró muy bien la caja. Era una trampa.
Celfa: Con razón todo estaba tan oscuro.
Espíritu de la Luz:
Sólo fue un rato. Satanás no puede conmigo, porque todo el que quiere saber, conocer o ser libre, me busca y me encuentra.
Gila: ¡Quién te sacó de la caja?
Espíritu de la Luz: La curiosidad de una pobre alma en pena.
Bartolo: (Muy ausustado.) ¿Y dónde está?
Espíritu de la Luz: Por aquí andaba. (Buscándolo.) ¿Dónde te metiste?
Pobre Diablo: (Sale de su escondite.) Aquí estoy.

(Bartolo y los demás retroceden un poco asustados.)

Espíritu de la Luz: No teman. (A Pobre Diablo.) ¿No querías ir a Belén?
Pobre Diablo: Sí.
Espíritu de la Luz: Pues, vámonos.
Fileno: ¿A nosotros también nos puedes guiar hacia allá?
Espíritu de la Luz: A todo el que quiera. Vengan.
Celfa: Por fin llegaremos a Belén.
Espíritu de la Luz: ¿Listos?
Todos: Listos.

(Comienzan a bailar y a cantar. Excepto Gila y Bato que se empezarán a vestir como San José y la Virgen María.)

Todos: (Cantan.) Vamos pastores a Belén
Donde estará Jesús
para traernos el bien,
vendrá, vendrá, Jesús.
Vamos todos con luz
al camino, al camino del amor.
Canten, brinquen y aplaudan
porque ya viene Jesús.
(Dan una o varias vueltas al escenario. Se detienen.)
Paróse la estrella aquí
sin duda esto es Belén
donde nació nuestro Rey
Jesús, el redentor.

(Rodean a Gila y Bato que arrullan a un niño pequeño.)
Despierta Niño Jesús
trae paz y libertad.
Nunca abandones tu grey
sé nuestro gran pastor.
(Invitan al público.)
Vengan todos con luz
al camino, al camino del amor.
Hagan ruido, brinquen, canten.
Porque ha nacido Jesús.



Los soplidos del diablillo, o borreguitos a Belén

Teresa Valenzuela



Personajes

Estrella
Diablillo
Arcángel
Gila: Madre de Fileno y Lucinda
Bato: Esposo de Gila
Fileno: Hijo de los anteriores
Lucinda: Hermana de Fileno
Abuela: Madre de Bato
Animales: Tres borreguitos —cuando menos—, un tigre, una mariposa,
un gallo, una gallina, pollitos, un león, un ratón, un elefante… etcétera.



(El escenario representa un paisaje campirano en donde hay una chocita de dos dimensiones, con dos ventanitas y pintada por ambos lados; de tal modo que por una de sus caras sea la choza y por la otra para el Nacimiento. En el fondo se ven un par de arbolitos y otros dos en primer término, también éstos de dos dimensiones. En el último plano habrá un cerrito también plano, detrás de éste sale la Estrella que puede ser un títere, una actriz o actor, y trae un silbato.)

Nota: la música para todas las canciones pueden tomarla de rondas y juegos infantiles (así debe sonar.), pero sería más divertido inventarla.

Estrella: (Entra, sopla un silbato y canta.)
¡Pastores! ¡Pastores!
les vengo a avisar,
que pronto, muy pronto
¡pronto llegará!
¡Vengan todos!
¡Vengan todos!
¡Vengan ya!
Síganme los pasos,
los voy a llevar
¡a Belén!, ¡a Belén!

Borreguitos: (Entre los árboles.)
¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!

Estrella: Allá va a nacer
el niño precioso
portador del bien (Se repite toda.)

Gila: (Asomada a una ventana de la choza.)
¡Qué escándalo traen, borregos!
¡Bato! Deja de cenar
y asómate al corral.

Bato: (Asomándose por la misma ventana y con la boca llena.) ¿Qué quieres, Gila?
¡Qué gritos!

Gila: (Mirando a todos lados.)
Sal a ver los borreguitos;
algo pasa, están inquietos.

Bato: (Quitándose de la ventana.)
No, se enfrían mis tamalitos

Fileno: (Asomándose por la misma, bosteza.)
¿Qué pasa, má?

Gila: Sal tú, hijo, ve a ver los animalitos.

Fileno: (Retirándose.) No má, yo estoy recansado.

Gila: (Gritando hacia el interior.)
¡Hija! ¡Lucinda! Ven tú.

Lucinda: (Peinándose por la otra ventana.)
Dime, má, ¿pa’ qué me quieres?

Gila: (Saliendo de la choza.)
Acompáñame acá afuera.

Lucinda: (Retirándose.) ¡Me estoy haciendo caireles!

Gila: (Ya afuera.)
¡Qué familia tengo yo!
Un marido retragón,
un hijo siempre cansado
y una hija de pilón
¡qué sólo piensa en peinados!
(Gritando con toda su voz.)
¡Vengan acá! ¡Salgan todos!
¡Qué salgan, digo! ¡O los traigo!

(Salen de la choza todos menos la abuela que se asoma por una ventanita.)

Abuela: ¡Ay, hija! Qué mal carácter,
por cualquier cosa te enciendes.

Gila: (Buscando temerosa.)
A ver, miren ¡no hay un lobo!

Abuela: (Mientras todos buscan, ella pregunta a los borreguitos.)
¿Qué traen, chiquitos? ¿Qué tienen?

Fileno: (Burlón.) ¡Ay, abuela, sino hablan,
¿cómo quieres que contesten?

Abuela: Pos no hablarán, pero entienden. (Los borreguitos señalan con sus pezuñas
al cerro.) ¡Miren! ¡Allá, sobre el cerro!

Estrella: (Cantando.) ¡Pastores! ¡Pastores!
Por fin salieron,
ya tengo buen rato
detrás de este cerro.
Tenemos que ir juntos,
ustedes a pata
y yo por el cielo.

Todos: (Cantando.) ¿A dónde nos llevas,
hermoso lucero?

Estrella: (Cantando.) ¡A Belén!

Todos: (Cantando.) ¿A Belén?

Borreguitos: ¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!

Estrella: (Cantando.) Allá va a nacer:
de Santa María
también de José
un niño precioso
portador del bien.

Borreguitos: ¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!

Todos: (Cantando.) ¡Vamos, todos, pronto!
vayamos a ver,
ese niño lindo
que allá va a nacer.

Estrella: (Cantando.) Síganme de cerca
no se han de perder,
que hoy a todo el mundo
¡lo iluminaré!

Todos: (Cantando y siguiendo a la estrella salen de escena.)
¡Pues vamos contentos
vamos a Belén!

(Inmediatamente después que ellos salen entra a escena el diablillo, enfadado y arremedando los cánticos con sorna.)

Diablillo: ¡Ay, sí! Muy felices. ¡Bah!
¡Fuchi! ¡Qué noche más fea! Todita llena de luz
(Lloriquea.)
¡Ay, qué desgracia la mía!
Hoy nacerá ese Jesús.
Se acabaron travesuras
y tantas lindas diabluras.
¡Ay! De hoy en adelante,
me las he de ver reduras.
(Se suena la nariz y va cambiando su actitud.)
¡Pero qué saco con quejas
y con palabras ociosas!
¿Tengo yo delante rejas?
¿Qué no puedo yo hacer cosas?
¡No cejaré en mis intentos!
Para eso soy Lucifer:
¡puedo idear muchos entuertos!
(Maquinando sus planes.)
Si bien no puedo impedir
que nazca mi archienemigo,
muy bien puedo conseguir
que no tenga ni un testigo.

Arcángel: (Entra espada en mano.)
¡Alto! ¡Detente, cobarde!
Que imagino ya tus planes.
¡Pro te advierto que es tarde
para que hagas tus desmanes!

(El diablillo se ha tirado al suelo tapándose la cara de los destellos que se desprenden del arcángel, éste le pone el pie encima.)

Arcángel: ¡Esta noche nacerá!
el que te tendrá en la raya,
y yo mientras con mi espada,
no te dejaré hacer nada!

Diablillo: (Se incorpora y saca lentes oscuros, se los pone.)
¡No es justo tu proceder!
¡Ni es gallarda tu conducta!
Abusas de tu poder,
siquiera entremos en justa.

Arcángel: (Muy seguro de sí.) ¡Me retas!
¿Tú?, chamuscado.
¡Pobre diablillo igualado!

Diablillo: (Muy decidido.)
¡Sí! Te reto. ¡A eso me atrevo!
A menos que…. tengas miedo,
¡grandote güero emplumado!

Arcángel: (Riendo jactancioso.)
¿Yo, a un diablillo tener miedo?
¿Y cuando ya está acabado?
(Cuadrándose.)
¡No me hagas reír, que pierdo
la seriedad de mi grado!

(Echa vaho sobre sus insignias militar-celestes y las limpia.)

Diablillo: (Entusiasmado.) Bueno, pues, si tanto fías
de tu fuerza y poderío,
¡hagamos un trato ahora!
No llegue la sangre al río.
(Rodeando al otro acariciándole sus barbitas de chivo.)
Según tú, los pastorcitos
van muy contentos y unidos…

Arcángel: (Interrumpiendo muy seguro de sí.)
¡Así es! A Belén van
en santa paz y armonía,
y antes de que sea de día
todos allá llegarán.

Diablillo: (Salta muy emocionado.)
¡pues ése será mi intento!

Arcángel: (Burlón.) ¿Detenerlos?

Diablillo: (Fingiendo modestia.) Pues… si puedo.

Arcángel: (Entrando al juego.)
¡Yo digo que no podrás!

Diablillo: (Presionándolo.) ¿Cuánto apuestas?

Arcángel: (Muy entrado.) ¿Cuánto trais?

Diablillo: (Saca de su traje un montón de billetes verdes y los muestra.)
¡Esto! ¿Y tú?

Arcángel: (Cohibido.) ¿En efectivo?

Diablillo: ¡Claro!

Arcángel: (Aparentando dignidad.)
¡Nada! Que me está prohibido.

Diablillo: (Abanicándose con sus billetes muy orondo.)
¡Pues yo con esto sí hablo!
Tú, para ser celestial,
resultaste un pobre diablo.

Arcángel: (Ofendido.)
¡Yo no apuesto! Que es indigno.
¡Y menos con sucia plata!

Diablillo: (Para presionarlo, se dirige al público.)
Ya decía yo que era “pico”.
Dice sí, ¡luego se raja!

Arcángel: (Se siente comprometido, y cuadrándose….)
¡Un celeste militar, no tolera las ofensas!
Y mantiene su palabra.

Diablillo: (Contentísimo.)
¡Muy bien dicho! ¡Así se habla!
Apostaremos, entonces.
Que el plazo sea media noche;
si yo pierdo, me voy lejos
a refundirme al infierno…

Arcángel: (Interrumpe despreciativo.)
¿Y ése sería mi premio?

Diablillo: (Manos a la cintura.) ¿Quieres más?

Arcángel: (Señalando.) ¡Sí! Esos cuernos.
Y te he de mochar el rabo
¡pa’cerme un cinto de cuero?

Diablillo: (Socarrón.) ¿No quieres también orejas?
¡Si hasta pareces torero!
Pero acepto, en fin, sin quejas.
(Ahora él examina al arcángel de arriba a abajo.)
Bien. Si tú pierdes, yo quiero:
estas alitas lustrosas,
la diademita, las botas,
este traje tan dorado, al espada…


Arcángel: (Con mordacidad.) ¡Yaaa! ¿Tantas cosas?
¡Si no soy palo encebado!
Pero acepto, que seguro,
¡nada lograrás con ellos!

Diablillo: (Con vehemencia.)
¡Una cosa quede clara:
no has de meter tu cuchara!

Arcángel: (Cuadrándose.)
Yo prometo, por mis alas,
que no he de usar mis poderes
sobre criaturas humanas.
(Suspira satisfecho.)
¡Los humanos son sensatos!

Diablillo: (Con sonrisa maligna.) Tú lo dices…

Arcángel: (Saluda militarmente.) ¡Lo aseguro!

Diablillo: (Entusiasmadísimo.)
¡pues lo veremos al rato!

(Salen ambos. Antes de esto pueden sacar entre los dos la chocita, así quedará el campo abierto a donde llegarán los pastores después de caminar un buen trecho.)

Bato: (Secándose el sudor de la frente y sentándose.)
¡Aquí hemos de hacer un alto
para agarrar el resuello!

Abuela: No, sigamos caminando
que Belén to’via está lejos.

Fileno: (Acostándose.) ¡Abuela, no seas ansiosa!

Gila: (Dejando su canasta.) Sí, suegra, mire en el cielo
la estrella que es el señuelo;
tras una nube reposa.

Bato: (Destapando la canasta.) ¡Yo, mientras, me echo un buñuelo!

Lucinda: (Peinándose como siempre.)
¡Pero, pá, si son la ofrenda
que al Niño Dios le daremos!

Bato: (Comiendo con deleite.)
Pos yo no creo que se ofenda
si le damos uno menos.

Borreguitos: (Balan con la lengua de fuera.)
¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!

Gila: (Gritando.)
¡Callen esos animales!
Ponen de punta los nervios.

Abuela: (Viéndolos.)
¡Pos no ven que tienen sed!
Llévalos al río, Fileno.

Fileno: (Levantándose de mala gana y rascándose la cabeza.)
¿A cuál? Ni he visto ninguno.

Abuela: ¡Lo acabamos de pasar!

Fileno: (Buscando pretexto.)
¡Ah! ¿Sí! ¡pero está reoscuro!

Gila: (Perdiendo la paciencia.)
¡Fileno, eso no es verdad!
Pero pa’ quitar pretextos…
(A la hija que, para variar, se está peinando.)
Hija, velo a acompañar.

Lucinda: (Rezongoncilla.)
¡Ay, no! al ratito, má.

Gila: (Con impaciencia.) ¡Ya déjate de peinar!
¡Para qué traen animales,
si no los van a cuidar!

Lucinda: (Incorporándose para cumplir con la orden.)
Pos sí, bastante tenemos
Con la lata de Fileno.

Fileno: (Saliendo con la hermana y los borreguitos.)
¡La abuela a fuerzas los trajo!

Estrella: (Saliendo detrás de la nubecita sopla el silbato, toma su hato y canta.)
¡Pastores! ¡Pastores!
¡Vámonos ya!
Ya estuvo bueno
de tanto descansar.

Gila: (Grita con enfado.) ¡Ya vamos!
(Por abajo.) ¡Qué lata das!


(La Estrella la alcanza a oír y muy enfadad ve su reloj de arena y se mete detrás de la nube rezongando: ¡Pos quiénes se creen pa’que una los espere! ¡Ni que yo tuviera su quehacer!, etc. Todos los rezongos entre dientes.)

Abuela: (Conciliatoria.) No te enfades, lucerito,
nomás regresan los niños
y seguimos el camino.

Gila: (A Bato, que ya va en el tercer buñuelo.)
¡Bato, deja los buñuelos!
Dijiste uno y ya van tres.

Bato: (Con la boca llena.)
¡Ay, Gila, es que están rebuenos!

Abuela: Sí, hijo, pero no está bien.
Mira, mejor ve a traer unos
leños pa’ hacer fuego
que el frío me hace padecer.



(Bato sale, y mientras la abuela se soba sus reumas entra el diablillo disfrazado de pastor.)


Diablillo: (Acercándose.)
¡Buenas noches, sus mercedes!

Gila y la Abuela: Muy buenas las tenga usted.

Diablillo: ¿Qué hacen por estos caminos?

Abuela y Gila: Vamos de viaje a Belén.

Diablillo: (Con fingida sorpresa.)
¡Vaya, qué casualidad!
Fíjense que yo también
Si quieren, vamos ahí juntos,
yo conozco esto rebién.

Gila: (Haciéndole lugar.)
Pues, siéntese, descansemos.
¿Le ofrecemos un café?
(Se dispone a servírselo.)

Abuela: (Disculpándose.)
Nomás que está un poco frío,
al ratito haremos fuego.

Diablillo: Más vale pronto que luego.

Abuela: (Sonriendo comprensiva.)
Yo también prefiero
tomar las cosas calientes.


(El diablillo que está entre las dos, sopla hacia Gila y ella se pone agresiva, casi echando chispas por los ojos.)

Gila: ¡Por qué ya esta retechocha
y le rechinan los dientes!


(El demontre sopla ahora hacia la anciana y ella también se pone violenta.)


Abuela: ¡Pero a tu edad trabajaba,
hacía todo mi quehacer!
¡Y no como tú, enojada,
sino con mucho placer!


(Ahora el ángel caído sopla de nuevo hacia la furiosa Gila.)


Gila: (Alzando más el volumen.)
¡Pues cómo me quiere ver,
si aparte de mi familia,
a usted tengo que atender!


(El chamuco divertidísimo vuelve a soplar a la viejecita.)


Abuela: (Gritando más que Gila.)
¡¿Te pesa una pobre vieja?!
¡Pero madre soy de aquél!
No sé cómo no te deja,
tú no eres buena para él.
Mi Bato, tan buen muchacho,
¡cómo te fue a conocer!


(Luzbel inmediatamente sopla sobre la otra, que está a punto de golpear a la anciana. Bato entra sin ser advertido.)


Gila: (Como loca.)
¡Pues para que se lo sepa!
Bien harto que me rogó.
¡Y yo nomás le di el sí,
de peritita compasión!


(Belcebú rápido sopla hacia la viejita, que está como agua para chocolate.)


Abuela: ¡Sí, cómo no! ¡Vete al diablo!

Gila: ¡Usted vaya al manicomio!
junto con su hijo panzón
¡que traga como un demonio!


Diablillo: (Por lo bajo.) ¡Sin ofender, por favor!

Bato: (Acercándose a Gila amenazador y con un leño en la mano.)
¡Así que soy un panzón!

Gila: (Sorprendida y saliendo del encanto demoniaco.)
¡Bato!

Abuela: (Acusadora.) ¡Hijo! ¡Me gritó!

Bato: (Persiguiendo a Gila.) ¡Orita verás, indina!

Abuela: (Ya fuera del encanto persigue a Bato.)
¡Cálmate, m’ijo! ¡Por Dios!
Yo provoqué sus palabras.
¡No sé lo que me pasó!


(Gila logra escapar y sale de escena, el diablo sopla hacia Bato.)


Bato: (A su mamá.)
¡Usté no se meta má!
¡Que en mi mujer mando yo!
Ya estoy harto de sus cosas.
¡No sea metiche! ¿Me oyó?


Abuela: (Sorprendida y ofendidísima inicia mutis.)
¡Ya no me vuelvas a hablar,
si no es pa’ pedir perdón! (Sale.)

Bato: (Ya fuera del infernal encanto se lleva las manos a la cabeza.)
¡Ah, caray! ¿Qué me pasó?
¡Nunca a Gila había reñido!
Y a mi mamacita, ¡menos!

Diablillo: (Acercándose.) ¡Se lo tenían merecido!

Bato: (Con intuitiva desconfianza.) ¿Y usté qué?
¿Nos conocemos?

Diablillo: (Modosito.) Soy un pobre peregrino
que también va hasta Belén.


(Rápidamente saca de entre sus ropas, como mago, las cosas que va nombrando.)


Diablillo: Y llevo allá estas ofrendas
de frutas, quesos y miel.

Bato: (Ve las cosas, se relame.)
¡Hummmm! ¡Qué deliciosas se ven!

Diablillo: ¡Pos éntrele, le convido!

Bato: (Se lanza, pero se arrepiente.)
Se lo agradezco, mi amigo,
pero primero he de ver
a mi amá y a mi mujer,
pa’ pedirles me disculpen
por mi ingrato proceder. (Inicia mutis.)

Diablillo: (Poniéndose adelante.)
¡No lo han de querer ni ver!
Déjeme que yo les hable,
conmigo serán prudentes;
usted satisfaga su hambre
y quédese sin pendientes.
(Señala afuera del escenario poniendo la comida como cebo.)
Mire, allá tras esas piedras,
he dejado otras cosillas:
frijolitos, quesadillas,
arroz con mole, enchiladas.
(Bato ya va en la dirección que le indica como robot goloso.)
Memelas, tortas ahogadas,
¡ándele, hombre, corra! ¡Vaya!
(Ya a solas.)
Mi plan resulta certero,
Acabaré por ganar.
(Mirando hacia el cielo.)
¡Angelito! ¡Tres a cero!
¡Vete poniendo a rezar!
(Refiriéndose a los chamacos.)
Ora me faltan los menos,
¡no se podrán escapar!
(Sale.)

Arcángel: (Entrando inmediatamente.)
¡Santo Cielo! ¡Qué desorden! ¡Gila llora por allá,
la abuela hace otro tanto
y aquél nomás tragando!
(Desesperado y triste.)
Y prometí no meterme,
porque confié en el buen juicio
de esta simple y débil gente.
(Se cuadra y habla para sí.)
¡Pero tente en tus angustias!
¡Ajústate bien las alas!
Que encontrarás algún modo
de contrastar sus diabladas.
(Mirando hacia afuera.)
¡Allá viene! ¡Yo me aparto!
Que he de ver sus tarugadas
sin faltar a nuestro trato.


(Se esconde tras un árbol y entran Lucinda, Fileno, los Borreguitos y el Diablillo; parece como si hablaran desde hace rato.)


Fileno: (Rascándose la cabeza.)
¡Apenas lo puedo creer!

Diablillo: Pues es verdad, se los juro.

Fileno: (Aún incrédulo.)
¿Verdad de Dios?

(Diablillo se tapa las orejas dolido al escuchar el nombre.)

Lucinda: (Reprendiéndolo.)
¡Ay, Fileno! Sabes muy bien
que no es bueno jurar en vano por Dios.


(Lucifer se vuelve a tapar las puntiagudas orejas.)


Diablillo: (Destapándose las orejas.)
Así es que…


Fileno: (Interrumpe y se persigna.)
¡Perdón, Diosito!

Diablillo: (Harto, le tapa la boca.)
¡Bueno, ya! Pues les decía,
que su familia me dijo
les diera ese recadito.
“Que como tanto tardaban,
luego allá los alcanzaran”.


(Sopla hacia Fileno que cae como fulminado.)


Lucinda: (Al hermano.) ¡Fileno, vente!

Fileno: (Cierra los ojos.) ¡Al ratito!
(Bosteza.) Deja que me eche un sueñito.


(La Estrella ha salido de su nube y se despereza, ve su reloj y alarmada toca el silbato.)


Estrella: (Cantando.)
¡Pastores! ¡Pastores!
Hay que caminar,
vámonos, ¡de prisa!
Se hace tarde ya.

Borreguitos: (Asienten con sus cabecitas y balan.)
¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!

Estrella: Órale, ¡de prisa!
No tengo su quehacer.


(Como no ve que le hagan caso se enfurruña y se mete a la nube rezongando entre dientes.)


Lucinda: (A Fileno.)
¿Oiste, hermanito= ¡Vamos!

Diablillo: (Feliz.) ¡Ya se durmió el pobrecito!
¿Para qué lo despertamos?

Lucinda: (Resignada y paciente se dispone a cargarlo.)
Siempre es lo mismo con él.
(Logra levantarlo e inicia mutis.)
¡Ay, eso de tener hermanos
que una tiene que cuidar!
Onde quiera llego tarde
Por tenerlo que cargar.

Diablillo: (Sopla sobre su cabeza.)
Tú, tan bonita y preciosa,
no lo deberías de hacer;
así tendrías más tiempo
pa’ poderte embellecer.



(Ella pone cara de robot vanidoso y suelta al hermano que cae como costal de papas, peor ni así despierta. Satán la rodea.)


¿Así vas a ir a Belén?
Piensa, niña, qué de gente
para allá te puede ver.
¡Admirarían tu belleza
si te sabes componer!


(Saca listones de su traje, como mago; y con ellos la va atrayendo.)


Diablillo: Yo traigo en mi maleta,
muchas cosas como éstas:
moños, vestidos, peinetas,
zapatillas y collares;
enaguas de finas telas
¡con encajes!, ¡con olanes!
¡Coloretes y carmín!


Arcángel: (Saliendo de su escondite impulsivamente.)
¡No, Lucinda! ¡No hagas caso!


(Demasiado tarde, ya salió de escena.)


Diablillo: (Disgustado.) ¡Ora, tú! ¿Qué haces aquí?

Arcángel: (Furioso.) ¡Viendo tus trampas! ¡Traidor!
Con maléficos alientos,
envenenas su candor.

Diablillo: (Con cinismo.)
Sólo he puesto en movimiento
su peor inclinación.

Arcángel: ¡Yo también podría soplarles
con mi aliento celestial,
y poner en movimiento
su bondad espiritual!

Diablillo: (Amenazador.) ¡No te me eches para atrás!
Porque quedamos bien claros,
que nada ibas a hacer
con estos mensos humanos.

Arcángel: (Derrotado.)
¡Es cierto, admito mi falla!

Diablillo: (Saltando de gusto le jala el traje.)
¡Pues caite con lo pactado!

Borreguitos: (Balando.) ¡Beeee! ¡Beeee! ¡Beeee!

Arcángel: (Los ve y se ilumina el rostro.)
¡Aún no ganas, canalla! ¡Y los puedo ver salvados!


(Sopla con fuerza hacia los borreguitos y ellos muy asombrados de sí mismos empiezan inmediatamente a hablar, corren a todos lados gritando a sus amos. El arcángel y el diablo se esconden tras los árboles. Entra música.)


Borreguitos: ¡Beee!….ee! ¡Ve! ¿Eh?
¡Ve a Belén!
¡Fileno, despierta!
¡Lucinda! ¡Abuela!
¡Vengan también!
¡Bato y Gila!
¡Toda la familia!


(Han entrado todos y tomándose de las manos hacen una rueda y cantan.)


Todos: Olvidemos muinas,
vanidad y afrentas,
los animalitos
dicen cosas ciertas.
(Juntan las manos al centro de la rueda.)
Juntemos las manos
en señal de unión,
(Se hincan para levantarse enseguida y seguir la rueda.)
y por nuestras fallas
pedimos perdón.
(Se repite.)


(Una poco antes de que terminen la repetición de la ronda, la estrella sale de su nube y los interrumpe con un silbatazo y los obliga a seguirla, salen con prisa aguijonados por los regaños y rezongos de la gruñona luminaria.)

Estrella: ¡Primera, ahí están de pelioneros,
y una a esperarlos!
Luego se contentan y
¡se ponen a cantar!
¡No vuelvo a hacerla de guía!
¡Estos pastores son peores
que turistas! (Etcétera, etcétera.)


(La actriz se sabrá rezongos mejores, éstos son sólo sugerencias.)


Diablillo: (Saliendo de su escondite.)
¡Angelucho, has hecho trampa!

Arcángel: (Saliendo del suyo.)
¡Ninguna! Pues convenimos
no haría nada con la gente…
¡Pero no hablé de bobinos!


(El diablillo se tira al piso haciendo berrinche y el arcángel prosigue su discurso muy emocionado.)


Arcángel: ¡Ésa es la salvación!
Esta noche venturosa,
tendrán palabra y acción:
¡El tigre! ¡La mariposa!


(Entran a escena los susodichos y así irán entrando los demás cuando los vayan nombrando.)


Arcángel: ¡El gallo y su esposa!
¡Los pollitos, el ratón!
¡El gato y el elefante!
¡La buena hormiga! ¡El león!
¡En fin, toda bestiecilla
que ha creado nuestro Señor!


(Los animales pueden ser más de los nombrados y sus vestuarios podrán hacerlos muy sugeridos: alitas de papel colorido, picos de cartón, etc., si no cuentan con muchos actores para esto, pueden animar títeres planos o de guate que se aforen detrás de un cerrito y de los árboles. En cuanto entren los primeros, si es que son actores, ellos mismos pondrán al centro del escenario el portal para el nacimiento. Mientras hacen esto, sucede la siguiente escena.)


Arcángel: (Al diablillo, que no deja de hacer berrinche.)
¡Lucifer, vengan los cuernos!

Diablillo: (Retrocede asustado en cuatro patas.)
¡Nooo!

Arcángel: (Acosándolo.) ¡Y venga también el rabo!

Diablillo: (Se incorpora horrorizado recogiendo su cola.)
¡¡Noooo!!

Arcángel: (Trata de quitársela.)
¡Sí! Porque yo he ganado.

Diablillo: (Saliendo a la carrera.)
¡Yo no me quedo parado,
prefiero ser el rajón
y no se el descolado.

Arcángel: (Saliendo de escena tras él.)
¡Detente, diablo panzón!


(Entra música. Entran los pastores y junto con los animales hacen una rueda alrededor del nacimiento. La Sagrada Familia puede hacerse con actores o pintada. Bailan en círculo y también haciendo pases paralelos, como “Cuadrillas”, cantando.)

Animales: Queridos hermanos,
ya están en Belén,
el Niño precioso
acaba de nacer.
¡Déme, usted, su mano!

Pastores: ¡Y, usted, su pezuña!

Todos: ¡Seamos las criaturas,
todas juntas, una!

Pastores: Olvidemos muinas,
vanidad y afrentas,
los animalitos
dicen cosas ciertas.
Lo que nos distingue,
es tener razón;
pero la perdemos
al tratarlos sin amor.

Animales: ¡Déme, usted, su mano!

Pastores: ¡Usted, déme su ala!

Animales: ¡Tenga, usted, mi pata!
¡Tome, usted, mi garra!

Todos: Olvidemos muinas,
vanidad y afrentas
los animalitos
dicen cosas ciertas.
¡A sus quejas mudas
estemos alertas!


(La música sigue. Todos corren rápidamente para acomodarse en el nacimiento. Se debe ver como nacimiento mexicano; cosas y animales de diversa índole, mezclados graciosamente pueden verse pastorcitos muy mexicanos con elefantes o caballitos más chicos que los borregos, etc.En este momento pueden entrar de nuevo el arcángel y el diablillo.)

Todos: (Cantando.)
El Niño Precioso
que a mundo llegó
¡ya abrió sus ojitos!
¡Llenitos de amor!
Y al mirarnos juntos…
¡¡También ya sonrío!!


(Todos se mueren de la risa muy contentos, la música en crescendo y el telón cierra lentamente.)











El pleito de las calaveras

Original de J.J. Fernández de Lizardi
Arreglo teatral de Felipe Reyes Palacios

Para Emilio Carballido
Y el Gato Calavera


Personajes

El Director: representante del grupo
Calavera 1ª.: una madre consentidora
Calavera 2ª.: un escribano tracalero
Calavera 3ª.: una casadita infiel
Calavera 4ª.: un cornudo consentido
Calavera 5ª.: un curro relamido
Calavera 6ª.: un soldado tunante
Coro de Colegialas
Coro de Colegiales


Introducción

(Aparece El Director del grupo y se dirige al público a telón corrido, o con una luz sólo para él, de manera que no se vea el fondo de la escena. Viste ropa de calle, pero lleva, colgado al cuello, una máscara figurando una calavera, y en la mano un palo que se usará como lanza o maza.)

El Director: ¡Buenas noches, damas y caballeros, muchachitas y jovencitos,
invitadas e invitados, y uno que otro colado a quien le alabo el buen gusto que tiene, pues se ha venido a meter adonde está lo bueno! Antes de comenzar la función, quería ofrecerles nuestras más sinceras disculpas porque estamos comenzando cinco minutos más tarde de lo anunciado... (Consulta su reloj.) Bueno, ya son diez minutos; con razón ya estaban impacientes. Es que venimos de dar otra función, desde Celaya. (Aquí se dirá el nombre de alguna población, barrio o institución vecina, como: Coyoacán, Tijuana o la Secundaria Diez.) Y por más que nos apuramos, nos tardamos en recoger nuestros tiliches. (Voltea de repente hacia un lugar localizado del público. Meneando la cabeza.) ¡Híjole! ¡Hasta acá escuché la pregunta que hizo ese cuate!: “¿Quién es ese mono?” Mira, mano, yo no soy ningún mono. Yo soy el director (o representante) de este grupo de teatro, o compañía de cómicos de la legua, que es lo mismo. Aunque suena muy rimbombante eso de “director”, la verdad es que también la tengo que hacer de tramoyista, de Al Capone los discos..., de pintor de escenografías, porque... (Hacia bambalinas.) ¡ah los actores, con eso de que siempre se están concentrando en su papel, no les gusta ensuciarse las manos!... Y el día de hoy me va a tocar hasta actuar un papelito, porque uno d los actores hizo berrinche ayer que lo regañé, y hoy no vino. Afortunadamente es un papel muy corto, en el que nada más tengo que decir unos versitos. Es un papel de algo así como un... un portero que había antes en las universidades, cuando alguien se graduaba de licenciado o de doctor, allá en la época del Periquillo... Este portero anunciaba las ceremonias así, miren. (Se coloca la máscara y da tres golpes en el piso con su lanza.) ¡Atención, bachilleres!... (Se quita la máscara.) Bueno, a propósito de la calavera, les iba a decir que estamos aquí porque nos invitaron a recordar, junto con ustedes, el día de Muertos. Nos explicaron que se trataba de una conmemoración a la mexicana, 8Dando caderazos a uno y otro lado mientras canta.) sin “trico, trico, jalogüin, jalogüin”, ni disfraces de brujas, ni esas ondas que no sabemos qué rayos significan, aunque de seguro algo querrán decir. Esperamos, entonces, que la conmemoración vaya acompañada de su respectiva fiestecita, y que al final de la función se nos convide un fino chocolatito con rico pan de muerto, o ya de perdida, que nos regalen una calaverita de azúcar, como recuerdo. Nosotros pedimos que la función fuera hoy, porque algunos compañeros de grupo, y posiblemente algunos de ustedes, acostumbran ir al panteón a dejar flores. O sea que hemos preferido hacer las cosas al revés de cómo dice el refrán.

Para esta ocasión, nos parece que es mejor primero la diversión y luego la devoción. De esa manera podemos dedicar el día de los Fieles Difuntos a recordar serenamente a nuestros muertos..., a darles, y a recibir de ellos, la bendición que es la memoria..., (Como recordando una lectura.) el amor y la memoria, el puente que une a los vivos y a los muertos... (Contiene la nostalgia. Transición.) Entonces, así es mejor, para que los chistes de esta obra no interrumpan nuestro pensamiento...

La obra que vamos a representar, aunque medio intencionada, es en el fondo inocente, como el día de Todos Santos, considerado el día de los muertos chiquitos..., tan inocente como el chocolatito con pan de muerto que nos van a convidar, o como la costumbre que tienen en los pueblos de repartirles a los niños la fruta que un día antes estuvo en la mesa de la ofrenda..., los niños siempre son los ganones... Y los niñitos que están aquí, algunos con bigotes, ya están impacientes por ver las calaveras de José Joaquín Fernández de Lizardi, el Pensador Mexicano. ¿Las llamamos? ¡Sale, pues! Yo conozco por lo menos dos maneras, muy seguras, para que se presenten. Fíjense en la primera. Como estas calaveras son actores, se conforman con muy poca cosa, con un aplauso. Disfrutan un aplauso como si fuera ¡néctar de los dioses, maná caído del cielo en medio del desierto! Vamos entonces a aplaudirles, pero fuerte. ¡A la una, a las dos y a las tres! (Se voltea hacia la escena, aplaudiendo. Espera un momento. En vista de que no pasa nada: ) ¡No salen!... (Volteando hacia el público.) ¡A mí se me hace que el aplauso...

(Advierte de repente la presencia de dos grupos que entraton un poco antes del aplauso, curioseando furtivamente. El de la izquierda, al lado del actor, es un grupo de tres Colegiales, y el de la derecha uno igual de Colegialas. Son unos adolescentes vivarachos y burlones; todos llevan en la mano máscaras de varilla representando calaveras; a ratos se acercan la máscara al rostro, y otras veces la dejan muy aparte. Visten uniformes escolares, pero de hace muchos años; por ejemplo, los colegiales con boina y corbata, las colegialas con trenzas y moño.)

¿Y ustedes?... ¿Quiénes son ustedes?... ¡Ah!..., son un grupo de colegialas calaveras... (Las Colegialas se ríen porque una de ellas ha dicho, a medio volumen: “Somos dos, cuenten bien”. El Director voltea hacia ellas.) ¿Qué dijeron?
La Colegiala: (Con fingida inocencia.) Decía que somos dos grupos.
Los muchachos están allá y nosotras aquí. Cada quien vino por su lado. (Más risas.)
El Director: ¿Y saben sus papás, o sus maestros, que están ustedes aquí?
Un Colegial: ¡Claro que sí! Ni modo que nos quedemos encerrados, estudiando,
mientras todos están aquí viendo la función de teatro.
El Director: En efecto, no sería justo. Bueno, ya que están aquí...
(Como buscando asientos entre el público.) Mmh..., son seis... Bueno, miren, acérquense esas sillas que están allá afuera, y siéntense aquí, a los lados. (Ellos toman las sillas de entre bambalinas y quedan sentados a la vista del público.) Espero que no vuelvan a interrumpir la función, ¡por favor! Hace un rato estaba llamando a las hermanas calaveras, cuando ustedes llegaron y echaron a perder el recurso de los aplausos.

Pero afortunadamente me sé otro, bien efectivo. Es una cancioncita que le oí a un indígena tarasco de la isla de Janitzio, en Michoacán. (Hacia bambalinas.) A ver muchachos, préstenme la guitarra. (Se la dan. En realidad, la canción se acompaña de violín.) Es una canción que nos parece monótona a nosotros, pero estos indígenas llaman así a las almas de los muertitos. Y es muy apropiada para que se aparezcan estas calaveras llenas de vicios. Van a ver. (Toca y canta hacia el fondo de la escena.)

Salguen, salguen, salguen,
ánimas en pena;
Salguen, salguen, salgue,
ánimas en pena...

(Después de rasguear la guitarra y al comenzar de nuevo la estrofa, se abre el telón o se va iluminando el área de las calaveras, al tiempo que éstas van cobrando vida. Aparece entonces otra música truculenta, que termina por dominar a la anterior, ejecutada por una banda de pueblo; esta banda tocará el resto de la música, así para el baile final, como para subrayar irónicamente, a ratos, la conducta de los personajes.
El área de las calaveras consiste en dos secciones ubicadas al fondo, a derecha e izquierda, y sobre plataformas practicables. En el bastidor de cada seccón se han recortado tres vanos como de arcada, bien divididos entre sí. Altérnese la ubicación de las calaveras en esos vanos; es decir, la Calavera 1ª. a la derecha, la 2ª. A la izquierda, etc. La decoración de los bastidores, así como la composición del movimiento de actores, han de presentar a los personajes como figuras del juego de la lotería, que en un momento dado cobran vida, y por otra parte como vecinos que se pasean muy satisfechos en “los arcos” de la plaza de su puelo. Incluso podría escribirse, arriba de cada arco, la denominación de la calavera que ahí se encuentre: la madre consentidora, etcétera.
La conducta de las calaveras de Lizardi pide, en cuanto a su vestuario, una recreación de la espléndida obra calaveresca de José Guadalupe Posada. Máscaras, guantes y mallas negras, con sus respectivos huesos y “güesitos” pintados en color fosforescente, más algunos cuantos detalles muy típicos en una vestimenta de colores mortecinos, podrían ser la solución. Déjese el colorido intenso para los decorados, y recuérdense los recursos del maestro Posada: aparte de sus calaveras desnudas, las hay que van vestidas por entero, y otras que dejan asomar los huesos de piernas o brazos. De conformidad con los materiales que nos ofrecen autor y grabador, el vestuario puede abarcar de la época de Lizardi a la de Posada, admitiendo incluso detalles anacrónicos no muy violentos. Para la caracterización del Curro, tipo muy de principios del siglo XIX, véase documentación como la señalada en nuestra nota número 6.
Hecho todo lo anterior bellamente, las calaveras comienzan a pasear por el portal. Y luego bajan al área central, que es el sitio donde dirimirán su eximia calavería. El director curiosea un rato y luego sale tranquilamente.)


El Pleito


Calavera 1ª.: Yo soy más calavera que mi padre...
Calavera 2ª.: Más lo soy yo, por vida de mi madre...
Calavera 3ª.: Eso no. ¿Qué decís? ¡Hay tal manía!
No hay mayor calavera que la mía.
Calavera 4ª.: Tú también has mentido,
que mayor calavera no ha nacido
de ningún vientre humano
que la que tengo yo...
Calavera 5ª.: La de mi hermano
(señalando a la Calavera 4ª. )
sin disputa tendría
en la calavería
in rectum el lugar más preferente,
si nunca hubiera yo sido viviente.
Calavera 6ª.: Pues mientes tú también, ¡voto a Caifás!
Calavera 5ª.: ¿Cómo es eso de “mientes”?
Calavera 6ª.: Mentirás
(Exagerando su tosquedad para oponerla a la apariencia afeminada del curro.)
mil veces si dijeres
que la arquicalavera del mundo eres,
habiendo tantas y tan exquisitas
con cuernos, con sorongos, peloncitas,
con gorros y sombreros;
que lo digan, si no, los peluqueros,
que saben bien que algunas muy peinadas
suelen hacer dos mil calaveradas.
Calavera 5ª.: Pues todo eso es friolera,
porque yo soy la protocalavera
de cuantas tiene el mundo y ha tenido.
Calavera 6ª.: Pues yo digo que mientes y has mentido.
Calavera 4ª.: Y yo también lo digo.
Calavera 3ª.: Y yo...
Calavera 5ª.: ¡Bribones!
(Blandiendo su bastón.)
Habré de resolver estas cuestiones
a palos con vosotros.
Calaveras 3ª., 4ª. Y 6ª.: Eso si nos dejáramos nosotros.
¡Muera esta calavera!... (Riñen.)

(Se agreden con lo que pueden: sombreros, la mantilla o el chal, etcétera.)

Calavera 5ª.: Tanta canalla de esqueleto muera.
Calavera 1ª.: (A la 2ª. ) Metamos paz entre éstos, ¿te parece?
Calavera 2ª.: Muy bien hecho será.
Calavera 1ª.: Pues cese, cese
esta riña insolente.
Vamos, señores, ¿qué dirá la gente
(Señalando al público.)
al ver tan empeñada
la ira de tanta calavera honrada?
Calavera 2ª.: Valgan nuestros respetos
para movernos, nobles esqueletos,
a que haciendo lugar a la prudencia
a cuestión se reduzca la pendencia,
que sólo un necio o un tirano fiero
disputa su razón con el acero.
Y así, ¡vamos, ya está...!
Calavera 5ª.: Todo ha cesado
por mi parte, después que lo han rogado
con razones tan justas y bisoñas
vuestras nobles ilustres carantoñas.
Calavera 2ª.: Yo lo agradezco.
Calavera 1ª.: Y yo.
Calavera 5ª.: Mas es preciso
que, supuesto que se hizo
condicional la paz a vuestro ruego,
la condición se cumpla luego luego.
Calaveras 3ª. Y 4ª.: ¿Cuál es la condición?
Calavera 2ª.: Que se discuta
en juiciosa disputa
por una y otra parte,
con talento y con arte,
con juiciosas razones,
sin bulla, gritos, pleitos ni pasiones,
so cargo de conciencia,
quién merece el lugar de preferencia
entre las calaveras aquí estantes,
que réplicas serán y sustentantes;
y después que concluya el argumento,
con escrúpulos y tiento
se tomarán los votos
y se dará el lugar sin alborotos
a la que le tocare por derecho.
Después que todo esté hecho
mandará lo que quiera
¡la nuestra soberana Calavera!,
a quien desde ahora la obediencia damos.
¡Qué decís? ¿Lo juramos?
Todas: ¡Lo juramos!
Calavera 2ª.: Ya no hay lugar a queja ni rencilla.
Calavera 1ª.: Pues cada cual tomemos nuestra silla
y con música empiece nuestro examen.
Calavera 3ª.: Perdona, hermana,
mira que es ve-ja-men,
pues la disputa sólo se provoca,
no en razón de virtud.
Calavera 1ª.: Bien dices. (Hacia bambalinas.) Toca.

(Fanfarria. Todas las calaveras se dirigen a sus lugares, donde se disponen de una silla.)

El Director: (Entra con su lanza y la máscara puesta. Da tres golpes al piso.)
¡Atención!... (Titubea.) ¡Atención que... (Se quita la máscara.)
Les suplico que me disculpen, pero se me olvidaron los versitos...
Perdón. Aquí los traigo. (Saca un papel del bolsillo y lee,
entonando correctamente.)
¡Atención, que disputan
las calaveras
quién por mala merece
la preferencia!

¡Atención presten
las hermanas mironas (Por el público.)
que nos atienden! (Sale.)

(La calavera 1ª. Es una señorona melindrosa, ataviada con joyas muy vistosas. Quizá lleva un sombrero como el de la Cucaracha, calavera muy famosa de Posada.)

Calavera 1ª.: (En pie.) Yo, que vine la primera,
para no perder el tiempo
con discursos que molestan,
con arengas que no entiendo,
noble auditorio, diré
Lo que me esté más a cuento
para lograr del certamen
el voto que me deseo.
El mundo me llama madre
de familias, porque tengo
dos hijas diz que doncellas
y un mancebito soltero.
De éste nada esperen, diga,
porque con él no me meto.
Jamás le voy a la mano,
Cosa alguna le reprendo;
(Minimizando la importancia de todo
lo que a continuación enumera.)
o bien no venga a comer,
o se desvele en el juego,
o le empeñe a sus hermanas
tal vez algún aderezo
para obsequiar la mocita
a quien sirve de cortejo;
o bien venga del café
o de los billares ebrio,
o que jamás oiga misa,
o que nunca vaya al templo,
o que disipe lo poco
que ha heredado de su abuelo,
sin dedicarse jamás
a oficio, estudio, ni empleo,
sin hacer caso de mí,
ni yo de él ningún aprecio,
porque al fin es joven rico
(Alzando los hombros.)
y es fuerza dé tiempo al tiempo.
(Ahora con entusiasmo.)
De mis hijitas diré
que son como yo las quiero,
y que saben con primor
el arte que las enseño.
Son curras de las del día
y visten con tal graejo,
que nadie puede dudar
que son hermosos sus pechos.
Las malas lenguas me dicen
que son necias en extremo
y (que) no saben hablas más...
que de modas y cortejos.
Diz que vírgenes no son,
¡ni mártires!... No lo creo,
pues arto las martirizan
los sastres y peluqueros.
Cuando bailan, lucir saben
de la pierna lo bien hecho.
Son más hábiles que yo
pues embaucan, a un tiempo,
con la finura mayor,
a diez o doce mozuelos.
Yo en la vida las evito
las tertulias, ni paseos,
ni los bailes, ni visitas,
ni el lujo ni el galanteo.
Por todo lo cual parece (Con énfasis.)
que el premio yo lo merezco,
pues no solamente soy
calavera, sino quiero
que mi familia lo sea,
pues con mi consentimiento
haré que mi descendencia
sea raza de calvatruenos.
Colegial 1º.: (En alabanza irónica.)
Bien merece sin duda
la preferencia
entre cabezas malas,
madre tan buena.
Colegial 2º.: ¡Désele el premio
y el grado de maestra
de calaveras!
Colegiala 1ª.: ¡No se le dé, no, el premio!,
hasta que todos (Señalando a las calaveras.)
sus méritos no aleguen
y oigan los votos, (Ahora señala al público:
votantes.)
porque es preciso
el que alegue cada uno
todos sus vicios.

(La calavera 2ª. Va bien vestifa y habla con cínica solemnidad. En la mano izquierda lleva una balanza pequeña, y en la derecha una plima real, al estilo antiguo. Al público.)

Calavera 2ª.: Con ese seguro, yo
voy a decir mis servicios,
por si merecenn, señores,
lugar en vuestros oídos.
Soy un escribano, pues,
que el vulgo llama maldito,
porque jamás he usado
con conciencia de mi oficio.
Siempre procuro adular
ya a este juez, ya aquel ministro,
y según su inclinación
son los sentimientos míos;
de manera que aunque el reo
esté de culpa más limpio
que lo está de caridad
el mismo juez vengativo,
como yo a éste le conozca
su depravado designio,
enredaré el infelice
¡tan cierto como hay pepinos!
Y si fuere un poco tonto...
haré diga lo que no hizo.
Diré que en mi mano está...
(Con pluma hace que la balanza
se cargue hacia uno y otro lado.)
su libertad o castigo.
Por fin, lo seduciré
hasta probarle delito,
aunque vaya a dar a Ceuta
o lo conduzca al suplicio;
el caso es que se haga el gusto
del juez que sea mi padrino.
Para esto no lo valdrán
diligencias al más vivo,
pues en mundano las fojas
que digan lo qu él no dijo,
como no las rubricó,
diré que lo escrito, escrito.
Esto es cuando tenga parte
el juez en su maleficio;
que si no, yo haré muy bien
pasar por santo el delito.
si hay monedas... o si tiene,
como ya me ha sucedido,
mujer o hermana bionita,
con que pague el poblecito
las cosas de su prisión,
no le parará perjuicio.

(Se lleva a la espalda la mano de la balanza, ocultándola; guarda la pluma en el bolsillo superior del saco, y hace aspacientos con la mano mientras habla, como si litigara. Se dirige ahora a las demás calaveras.)

Calavera 2ª.: En esto de testamentos,
escrituras, codicilos,
hijuelas, obligaciones
o instrumentos más prolijos,
son célebres mis marañas
y mis artes peregrinos;
pues mi alma en bnada la aprecio
ni en nada la ley estimo,
de suerte que, como importe
a mi bolsa o mi apetito,
al que quiero dañar, daño,
y al que quiero servir, sirvo.
(De nuevo al público.)
Baste ya, por si merezco
el grado yo con lo dicho.
(Caravana.)
Colegial 3º.: ¡Désele el premio, digo!
Colegiala 2ª.: Yo digo que no,
pues no se ha oído a todos
como se ofreció.
Ambos coros: (De pie.) Sigan diciendo
y en el turno que deban
vamos oyendo.

(La Calavera 3ª. Avanza hacia el centro, contoneándose; aunque calavera, son apreciables sus encantos femeninos. Huesos, sólo la cabeza y manos. Quizá lleva un abanico, con el que coquetea.)

Calavera 3ª.: Pues, por cumplir, yo diré
que soy una casadita
con un hombre que me da
casa, vestifo, comida,
gusto, placer, diversión
y, finalmente, una vida
que en la casa de mis padres
acaso no la tendría;
y con todo eso, yo sé
pegársela cada día
con éste, aquél, con el otro;
(Risas de cinismo y coquetería.)
de manera que en la villa
no tienen más que pedir
porque yo no soy mezquina.
(Más risas, Pausa. A las demás calaveras.)
Ustedes mismos dirán
si habrá en la calavería
quién me dispute el lugar
para la soberanía.

(Regresa a su lugar. Escribano, Curro y Soldado tratan de llamar la atención con movimientos leves.)

Coro de Colegialas: (Al público, con sincera admiración.)
¡A ésta désele el premio!...
pues se lo merece.
Colegiala 1ª.: (Avanza hasta el centro de la escena, para apaciguar
debidamente los ánimos masculinos.)
oigamos a los otros,
por si prefieren.
Colegiala 3ª.: (Muy indignada.) ¡Qué en esta vida anda el vicio en disputa
de primacía!

(Un tanto inadvertidamente, la Calavera 4ª. Ha llegado al centro. Lleva en la mano un puro, que ha encendido antes.)

Calavera 4ª.: Hablando como se debe,
yo soy un pobre marido,
bueno por pobre, y por pobre:
jovial, prudente, sufrido;
de modo que, sin saber,
tengo mil amigos ricos
que obsequian a mi mujer,
que es como el diamante, lindo;
y aunque es verdad que no sé
trabajar ningún oficio,
nio tengo renta ni herencia,
comercio, empleo, ni destino,
está mi mujer decente,
(Se refiere al vestido.)
y yo como, bebo y visto.
(Fuma, largamente.)
y aunque tiene mi mujer
seis o siete muchachitos,
(Tirando calmadamente la ceniza en el suelo.)
yo no me atrevo a jurar
si alguno de ellos es mi hijo...
Coro de Colegialas: (De pie.)
¡A éste désele el premio, sin que lo pida!

(De inmediato, los tres hacen con la mano la figura de los cuernos y se la colocan en su propia cabeza, al tiempo que mugen. Luego, dos de ellos miman una corrida de toros, con música de pasodoble, mientras el tercero permanece mugiendo rabiosamente. La Calavera 4ª. Los mira con indiferencia, fumando. Entra el Director alarmado por el escándalo, con su lanza y sin máscara, y da tres fuertes golpes en el piso.)

El Director: ¡Oigamos la restante calavería!
Colegiala 1ª.: Pues pueden darse...
Colegiala 2ª.: Calaveras mayores...
Colegiala 3ª.: En otras clases...

(Mientras la Calavera 4ª. Regresa a su sitio y sale el Director, va bajando el Curro lentamente, haciendo molinetes con su bastón. Subráyese la pretendida elegancia, no se le haga afeminado; la voz es masculina.)

Calavera 5ª.: Yo soy, señores, un tuno
de estos que curros se llaman,
que me mantengo del juego,
del monopolio o la trampa,
y soy un bruto enjalmable,
aunque con brillante enjalma.
(Celebra a carcajadas lo que ha dicho. Encara al coro de colegialas.)
Ni yo entiendo filosofas,
ni policas, ni gramacas,
pero critico al Estado
(Volteando, zalamero, hacia las colegialas.)
cuando me hallo con las damas,
(Les dedica una inclinación de cabeza.)
y digo que de insurgentes
se acabaría la raza
con que el gobierno dijera
solamente mata, mata,
pues como ni he visto mundo,
ni sé yo lo que es campaña,
ni he leído historias sino
los Doce pares de Francia,
me parece que en matando
(Aspavientos enfáticos.)
a ros y a bellós, se acaba
este mal que nos apura
y se nos viene a las ancas.

(Se queda muy orondo.)

Coro de Colegiales: ¡A éste désele el premio
por majadero,
pues mayor calavera
no la tenemos!
Coro de Colegialas: ¡No, no se le dé,
pues premiar a los brutos
jamás es bien!

(El Soldado suelta una carcajada desde su sitio, y baja al centro. Burlándose del Curro repite: “pues premiar a los brutos, jamás es bien”; nueva carcajada. Al cruzarse con él, el Soldado lo azuza, silbándole galantemente, dándose besos tronados en la palma de su mano, hasta que el Curro le amenaza con su bastón; en ese momento el Soldado, apartándose rápidamente, se lleva la mano al lugar del sable, pero no trae. El Soldado, lleva una casaca puesta al revés, con el forro de fuera. Habla en tono quejumbroso; al público.)

Calavera 6ª.: Yo soy un soldado, en fin,
que me cogieron de leva,
y si he servido, he servido,
sábelo Dios, a la fuerza.
Dos veces me he desertado.

(Solicita la complicidad del público con un “shh”, atisbando con precaución hacia ambos lados del foro.)

Calavera 6ª.: Y con ésta va tercera,
y ya de esta deserción
¡voto a Cristo, que me pesa!,
(Insiste, con mímica, en la
ausencia del sable.)
porque el paisaje, amigos,
la licencia no franquea
de robar y de matar
¡como yo tal vez quisiera!;
(Mientras se va quitando la casaca,
y el tono fanfarrón.)
y por sólo este interés
asentaré plaza a fuerza,
pues a mí la religión,
la patria, el rey ni la reina,
ni otro honor ni faramalla,
en la vida me sujeta
a salir a la campaña,
ni hacer cuarto en centinela,
sino el amor de la plata,
la libertad... ¡y las hembras!
(Después de darle la vuelta, se viste la casaca con decisión.)
Ustedes dirán si puedo
ser el mayor calavera.

(Da una media vuelta militar y regresa a su sitio marchando.)

Colegial 1º.: ¡A éste désele el premio,
no faltan otros!
El Director: (Entra con un manojo de papeles en la mano.)
Aguárdense, que falta tomar los votos. (Señalando al público.)
Colegiala 1ª.: ¡Tómense presto!
Colegiala 2ª.: Y acábese la fiesta...
Colegiala 3ª.: ¡Con un festejo!

(Ambos Coros reciben de manos del Director el manojo de papeles, supuestas papeletas de votación que en realidad traen impresos versitos satíricos, calaveras literarias que, si son redactadas por los bardos del lugar, se pueden referir a personajes y asuntos de interés local. Los colegiales y colegialas bajan del foro y reparten las “calaveras” entre el público por un tiempo no muy largo, cuidando de quedarse con algunas para fingir la votación; durante ese tiempo la banda toca una truculenta música de suspenso. De regreso al foro, los Colegiales y Colegialas se congregan alrededor del Director, ocultándolo, en conciliábulo. Al cabo de él, ambos Coros vuelven a sus sitios, cada Colegial hace que cuenta los votos con que se ha quedado, y el Director ordena una fanfarria. Luego grita como en el juego de la lotería: )

El Director: ¡La madre consentidora!
Colegial 1º.: (Agitando en la mano los papeles.)
¡Cinco votos!
El Director: ¡El escribano tracalero!
Colegiala 1ª.: ¡Cinco!
El Director: ¡La casadita infiel!
Colegial 2º .: ¡Cinco!
El Director: ¡El cornudo consentido!
Colegiala 2ª.: ¡Cinco!
El Director: ¡El curro relamido!
Colegial 3º.: ¡Cinco!
El Director: ¡El soldado tunante!
Colegiala 3ª.: ¡Cinco votos! ¡Cinco!
Calavera 1ª.: (Bajan hacia el centro.)
Cinco votos ha tenido
cada uno a buen componer
y no se puede saber
quién más calavera ha sido.
Y así dése por partido,
para que ahorremos quimeras,
el bailar unas boleras
por lo que me toca a mí,
pues el voto falta aquí
(Señalando al público a todo lo ancho.)
de infinitas calaveras.

(A señas pide la música. Número bailable. La Madre consentidora saca a bailar al Escribano, y el Curro a la Casadita, con la consecuente molestia del Soldado. La música se hace lenta y se va desvaneciendo; las calaveras vuelven a su área, en cuyos “arcos” o portal pasean lentamente mientras hablan Colegialas y Colegiales.)

Colegial 1º.: Hay en el mundo muchas calaveritas
y andan en el portal
en estos días.
Colegial 2º.: No lo dijera,
por vida de mi madre,
si no se vieran.
Colegial 3º.: Se advierten calaveras
que han desertado
de las mesas de dulce
y andan paseando.
El Director: (Amonestativo.) ¡Qué buena venta
las dulceras tendrían
si las cogieran!
Colegiala 1ª.: Hay calaveras hembras,
hay cráneos machos.
Colegiala 2ª.: Soldados calaveras,
otras paisanos.
Colegiala 3ª.: (Otra vez muy indignada.)
que en esta vida
todo juzgo se vuelve
¡calavería!
Colegial 1º.: Diré por despedida...
Colegial 2º.: Si lo permiten...
Colegial 3º.: Ya que son calaveras...
Colegial 1º.: ¡No lo publiquen!
Coro de Colegiales: Pues no es preciso
hacer, aunque sean malos,
gala del vicio.
Coro de Colegialas y Director:
Pues no es preciso
hacer, aunque sean malos,
gala del vicio. (Telón.)
Pastores de la ciudad

Emilio Carballido en colaboración con Luisa Josefina Hernández


A Emma Teresa Armendáriz
y Rafael López Miarnau


Personajes:

Bato: jardinero
Juan: jardinero
Gila: sirvienta
Madre: Juana López
Niño: su hijo
Niña: su hija
Juanito: bolerito
Vendedora de flores
Valentina: patrona
Beata:
Inés: estudiante
Alejandro: estudiante
Primer Corderito
Segundo Corderito
Vaca
Burro
Trabajador del rastro
Mendigo: José
Mendiga: María
Tercer Jardinero
Policía: que en realidad es el diablo
Ángeles, beatos, gente que pasa


Los villancicos cantados en la última escena fueron compuestos por Sor Juana Inés de la Cruz, para la Nochebuena de 1689. En el Jardín de San Sebastián, México, D.F. Escrita en colaboración con Luisa Josefina Hernández la Nochebuena de 1958.


Acto único

El jardín de San Sebastián


(Al centro, una torre vieja, que tal vez tuvo un reloj o fue campanario. Ahora sirve para guardar las herramientas de los jardineros. Está semirrodeada por un seto vivo. Árboles, bancas, una fuente; un jarrón neoclásico, sobre su columna, sirve de maceta. Matorrales espesos. Flores. Una mata muy tupida de flores de nochebuena. Algún alto poste, con su farol encendido. En el cielo, estrellas.

Música: Obertura.

Es de noche. Caen hojas secas. Ruido lejano y esporádico de cohetes. Cláxones. Voces apagadas.)

[Bato barre, con su larga escoba de ramas, Juan trata de encender una hoguera con hojas secas. Inés espera, caminando y viendo el reloj de la iglesia, que queda fuera de escena, a la izquierda (suena el reloj.)]

(La Vendedora ofrece sus flores y las beatas cruzan. El Bolerito busca cliente. El Policía vigila. Cruzan Gila y su patrona; ésta da instrucciones. Entra la Madre con los dos Niños; parece angustiada, y ellos cansados, viste un abrigo raído y cerrado; buscan dónde detenerse, salen. Entra el Tercer Jardinero. Viste también una unión de mezclilla, pero muy limpia; trae también una larga escoba de ramas. No se han oído aún las voces de los personajes.)

Tercer Jardinero: Noche callada, noche de paz. El cielo es un oscuro vidrio estrellado y el aire está tan seco que las constelaciones chisporrotean más inhumanamente, más estrellas que nunca. (Da algunos escobazos.) Éste es el jardín de un barrio pobre. Cruzarlo es como ver la ciudad desde arriba de una azotea. Allá, uno percibe nada más el aire puro y helado, el murmullo del agua en los tinacos, la geometría renegrida de antenas y chimeneas haciendo contacto con el cielo y con el mundo —humo que sube, ondas que bajan—. Pero de la ciudad, solamente un murmullo, figurillas que cruzan, gente que dobla la esquina, taconeos, una música suelta, un claxon, tronar de cohetes. Así resulta desde arriba, tan ajeno y remoto como cruzar un parque. Gente que va y viene, voces sueltas, pregones. No hay nada personal, ningún contacto. (Sigue barriendo. Vuelve la música de la obertura.)


Bolerito: Grasa, jefe. Su boleada.

Vendedora: ¡Flores de nochebuena, marchantita. Para persignarme, llévese un ramo, ándele. Flores de nochebuena!

Inés: Perdone, ¿qué horas tiene?

Beata: Ahí está el reloj de la iglesia, mire. (Sale.)

Inés: Sí, pero no sabía si estaría bien.

Valentina: ¿Me entendiste?

Gila: Sí, doña Valentina.

Valentina: Primero la leche, porque si no, se acaba.

Gila: Sí, señora.

Juan: Oyes, mano. ¿Compraste la otra botella?

Bato: Segurotas, manito. (A Gila.) ¡Qué buena está…. la Nochebuena, mamacita!

Valentina: Pelado este, métase con sus iguales.

Bato: Si no era a usted, si era a su hijita.

Valentina: ¡Hijita! Nomás faltaba que ésta pareciera mi hija. Grosero. Esto sucede porque eres muy coscolina. Ahí andas meneándole las pestañas a estos pelados…

(Y salen. La Vendedora corre tras ellas.)

Vendedora: Las nochebuenas, marchantita…. (Sale.)


(Entra la Madre con sus dos Niños.)


Madre: Límpiate las narices, hijito.

Niña: Ya me cansé, mamá.

Madre: Ya vamos a llegar. (Ve en torno, duda.) ¿Quieren que descansemos un poquito?

Niños: No, no. Queremos llegar.

Madre: Bueno, vengan.


(Salen los tres.)


Bolerito: Grasa, jefa, grasa, su boleada. (Sale tras ellos.)


(Quedan Inés y los tres jardineros. Caen hojas.)


Tercer Jardinero: Cosas indiferentes, faltas de significación. Gente que ve hacia adentro y no puede sacudirse la muy molesta idea de que ésta es una noche muy especial. Hay una gran hambre de lo magnífico, del milagro, de la virtud, del amor… Un hambre conmemorativa que quisiéramos no advertir, y por eso vemos más hacia adentro, y juzgamos, y nos sentimos más solos, más nostálgicos, más viejos. Hoy es nochebuena, mañana es Navidad…


(Se oyen muy lejos que cantan la posada. Cruza la pareja de mendigos. Piden limosna a Inés, que les da una moneda. La Mendiga desfallece y el Mendigo la sujeta. Salen. Suena el reloj.)


Tercer Jardinero: Y sin embargo, el alimento está ahí; buscamos virtud, amor, milagros… Y no habría más que permanecer un tiempo en cualquier rincón de la ciudad, en el jardín de un barrio pobre, por ejemplo. Yo he sido jardinero desde hace mucho…


(En su escoba se encienden luces parpadeantes.)

Tercer Jardinero: Esto sucede a veces. (Toma una luz, la muestra.) Son estrellas, de desecho. Las barre uno junto con las hojas secas. Decía que he sido jardinero mucho tiempo…


(Entra corriendo la Vaca y los Corderos. Mugen y balan con desesperación.)


Vaca: Muuuuu, muuuuu.

Corderos: Beeee, beeee.

Tercer Jardinero: ¿Qué sucede?

Vaca: Se descompuso el camión del rastro.

Corderos: ¡Y logramos escaparnos!

Vaca: Sí, logramos escaparnos. Nos llevaban a degollarnos, ¡quieren hacerme bistés, y suelas de zapatos!

Corderos: ¡Quieren hacernos chuletas!

Vaca: (Con pánico.) ¡Muuuu, muuuu!

Corderos: (Llorando.) ¡Beeee, beee!

Tercer Jardinero: ¡Ahí viene un hombre con un cuchillo, huyan!


(Salen los animales.)


Policía: (Entrando.) ¡Por acá huyeron, por acá! ¡Pronto, que se escapan! ¡Pronto, allá van!


(Ahora es evidente que el Policía tiene la cara roja y peluda. Por la cachucha le salen los cuernos. Se vuelve y agita la cola.)


Tercer Jardinero: No sé por qué le gusta tanto disfrazarse así.


(Sigue barriendo. Entra corriendo el Hombre del Rastro.)


Hombre del Rastro: Oiga, ¿dónde habrá una gasolinera?

Tercer Jardinero: Por aquí no hay.

Hombre del Rastro: Se nos paró el camión del rastro y se nos está escapando los animales. ¿No ha visto una vaca y unos corderos?

Tercer Jardinero: No. Por aquí no pasaron.

Policía: Yo sé por dónde andan. Vamos a conseguir gasolina. Aquí cerca hay. Y ya verá cómo enseguida agarramos a esos animales.


(Patea amenazadoramente en el suelo, viendo al jardinero. Brotan llamas y humo. Salen el Policía y el del rastro.)


Vaca: (Se asoma entre las matas.) ¿Se fueron?

Tercer Jardinero: Sí, pero escóndete. ¿Qué estás comiendo?

Vaca: Rosas. (Coqueta.) Tienen un ligero amargor, pero así mi leche saldrá delicadamente perfumada. (Se sienta junto a Inés.)

Inés: ¡AY, una vaca! (La Vaca se esconde.)

Tercer Jardinero: Es…, es la mascota del jardín, ahí viene un joven.

Inés: ¡Alex!


(Entra Alejandro. Inés corre a sus brazos.)


Inés: Alex, por fin. (Lo suelta.) ¿Sabes cuánto tiempo llevo aquí? ¡No me hables, no digas nada, porque te pego!

Tercer Jardinero: Intimidad, amor y frío. Vulgaridades y milagros. Eso sucede si permanecemos algún tiempo en un jardín, especialmente en esta noche.


(Se aleja con su escoba. Entra a la torre. Los otros jardineros desaparecen tras el seto.)


Inés: Me citaste hace hora y media. No sé por qué sigo aquí. ¿Dónde estabas? Claro, yo no te importo nada. (Llora.) Qué más da si me hielo, si me….


(Él la besa en la mano. Ella le acaricia la cara.)


Inés: Tienes la cara helada, las manos frías…

Alejandro: Tú también. Perdóname. Estaba yo con mi familia, tratando… Estaba en mi casa.

Inés: ¿Aceptaron que vaya yo a cenar?

Alejandro: No.

Inés: ¿No?

Alejandro: Ya conoces a mi mamá, y a mí papá.

Inés: ¿Cómo quieres que los conozca? Hoy ibas a presentarme con ellos.

Alejandro: Quiero decir… Piensan que tener novia es perder el tiempo, y… Como saben que vives sola…


Inés: ¿Qué?

Alejandro: No, nada.

Inés: Claro, una muchacha que vive sola no puede ser buena, ¿verdad?

Alejandro: No es eso, es que esta noche va gente muy importante a la casa, y…

Inés: ¿Les dijiste mis calificaciones? ¡Les dijiste que soy la mejor de mi año! ¡Les contaste que voy a entrar de interna al hospital?

Alejandro: Sí, todo eso. Pero mamá y papá… Ellos piensan que debo terminar de estudiar, trabajar, ganar dinero…

Inés: ¿Y tú qué piensas? (Él calla.) ¿No te atreves a tener novia sin su permiso?

Alejandro: Mira… Si se enojaran, pues no me pagarían la escuela el año entrante, y no me dejarían usar el coche, ni…

Inés: Tienes razón. Tienes mucha razón. Adiós, Alex.

Alejandro: Oye, Inés, pero yo te quiero. Te quiero más que al coche. Estoy… De veras, estoy dispuesto a todo por ti.

Inés: No, gracias. El señor Alejandro Díaz es demasiado para una pobre estudiante de medicina como yo, ¿no es cierto?

Alejandro: Mira, Inés.

Inés: Tienes razón. Hay un señor que me ofreció regalarme un coche y pagarme la escuela el año entrante. Todo, a cambio de que lo quiera yo un poquito. Y de que no vuelva a verte. Es importante que nos paguen la escuela, y andar en coche…

Alejandro: ¿Un señor? ¿Qué señor?

Inés: Vete a cenar con tu familia, anda. Habrá gente importante, guajolotes rellenos y cosas muy buenas. Yo tengo en mi cuarto unos bolillos y un poco de café negro. Feliz Navidad, Alex. (Se va, corriendo y llorando.)

Alejandro: ¡Inés! (Se sienta muy triste.)

Policía: (Entra de puntitas.) Éstas son puro interés, ésa es la verdad.

Alejandro: ¿Usted cree?

Policía: ¡Claro! (Agita la cola.)

Alejandro: ¿Y usted por qué se mete? ¿Qué le importa?


(El Policía se ríe. Alejandro, enojado, va a salir. Entra la Vendedora.)


Vendedora: Las nochebuenas, patrón, para la novia.

Alejandro: ¡Hazte a un lado! (Sale.)


(La Vendedora va a pregonar, pero ve al Policía. Éste sale. Ella se sienta con desaliento. Entran los Mendigos.)


Mendiga: Una caridad por…

Vendedora: (Simultáneamente.) Marchante, no me compra…


(Se observan, se sonríen.)


Vendedora: ¿De veras no tiene usted nada? (La mendiga niega. La otra la observa con más cuidado.) Yo podría darle una moneda.

Mendiga: (Con dulzura.) Yo también podría comprarte una flor.

Vendedora: (Animada.) Usted dice (Cambia de tono.) O mejor no. Lo mismo da.

Mendiga: ¿Tú crees?

Mendigo: ¿Qué dicen?

Vendedora: Hablábamos de dinero.

Mendiga: Hablábamos de flores.

Mendigo: Lo que me preocupa es el niño.

Mendiga: Ya va a nacer mi hijo.

Vendedora: ¿Y está usted tan tranquila?

Mendiga: Desde que supe que iba a tenerlo, he estado muy tranquila.

Vendedora: ¿Si? ¿Estando tan pobre?

Mendiga: Mi hijo será mi fortuna.

Vendedora: Qué raro que piense eso. Yo tengo dos, y cada vez estoy más pobre. No tienen padre ¿sabe?

Mendigo: Para todos los hijos hay un padre.

Vendedora: Si usted lo dice… ¿Ya se siente mal?

Mendiga: No sé. Me siento cada vez más contenta. Pero sí… Nacerá esta noche.

Mendigo: Y no sabemos dónde. (A la mendiga.) ¿No tienes miedo?

Mendiga: No, ya lo he dicho. Estoy muy ajena al miedo. Más bien, es la mayor alegría que he tenido.

Vendedora: Mi casa está muy lejos. Si ya se siente enferma, es imposible que alcance a llegar a pie. ¿Ya tiene pañales?

Mendigo: No tenemos nada. Venimos de muy lejos y fuimos dejando en el camino todo lo que traíamos. La verdad es que ya no podemos más.

Vendedora: Y aquí no hay nada. (Se le llenan los ojos de lágrimas.)

Mendiga: ¿Por qué lloras?

Vendedora: Por… por ustedes. Quién sabe qué me pasa. Hace años que no lloro. (La mendiga le acaricia un hombro.) ¿Qué me pasa? Quiero reírme y llorar al mismo tiempo. ¿Qué cree usted? ¿Será que es Nochebuena?

Mendiga: Creo que es por eso.

Mendigo: Vamos más adelante. Pudiera ser que encontráramos un lugar abrigado donde descansar.

Mendiga: Sí. Vámonos.

Vendedora: Entonces, ¿ya se van? (Los dos asienten.) ¿Volveré a verlos? (La mendiga sonríe.) Tome, tome una flor.

Mendigo: Adiós.


(Van a salir. La Vendedora los alcanza.)


Vendedora: También tengan la moneda, podría hacerles falta.

Mendiga: ¿Y usted?

Vendedora: ¿Yo? En eso no había pensado. Téngala de todos modos.

Mendiga: Gracias.

Mendigo: Dios se lo pague.


(Se van. La Vendedora se suena, suspira. Empieza a pregonar.)


Vendedora: Flores de nochebuena, flores de nochebuena…


(Tras el seto se asoma el Policía, y hace señas de llamado y complicidad a la Vendedora. Ésta va, con desconfianza.)


Policía: Oye, por allá quieren comprar unas nochebuenas. (Señala.)

Vendedora: ¿De veras, patrón?

Policía: ¡Claro! Pero corre para allá, anda, no sea que otra te gane los clientes.

Vendedora: ¡Gracias, patroncito! (Sale corriendo.)


(El Policía la observa. Ve después algo que lo regocija y lo hace reírse a carcajadas. Entra corriendo el Bolerito.)


Bolerito: ¡Papá, papá, escóndeme las cosas!


(Se asoma Juan, el primer jardinero.)


Juan: (Un poco tomado.) ¿Qué pasó?

Bolerito: ¡La camioneta!

Juan: ¿Cuál camioneta?

Bolerito: ¡La del Departamento Central! Anda quitándoles sus cosas a los vendedores. Ya se llevaron el cajón de dar grasa del Chefo.

Juan: Yo no he visto nada. Usté se quiere hacer tarugo para no trabajar.

Bolerito: Vienen sin uniformes ni nada. De repente se paran, salen de la camioneta y nos quitan todo. La tamalera está llorando, y a la de las flores… ¡Ahí viene!


(Entra llorando la Vendedora, con su canasta vacía.)


Vendedora: ¡Ay, madrecita santa! ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Qué van a cenar mis hijos? ¡Ya me quitaron todas mis nochebuenas! (Se suena con el rebozo.)

Juan: ¡Ah, qué caray! Pues es cierto.

Vendedora: Llevan el carro lleno de flores, tamales, juguetes. Van comiéndose todo, y riéndose. Ahí se llevaron todas las de mi canasta. ¿Y ahora qué voy a hacer? Nomás a pedir limosna. Estaban tan chulas mis nochebuenas.


(Sale llorando. El Policía se ríe a carcajadas.)


Juan: Pues’ora, escóndase aquí. Pero tiene que juntar lo del gasto, ¿cuánto trae?

Bolerito: Cuatro pesos.

Juan: Pues si no junta quince pesos, no nos vamos a la casa.


(Bebe.)


Bolerito: Es que no hay gente, papá. Nadie se boleta. Y en la casa nos esperan mis hermanitos.

Juan: Pues usté sabe lo que hace, pero es un hombrecito y debe aprender a juntar el gasto. Ándele, ya se ha de haber ido esa camioneta.

Bolerito: Grasa, joven, gra… (Ve que es el Policía y huye.)


(Salen todos. Entra la Madre con los Niños.)


Niña: Ya me cansé mucho, mamá.

Niño: Yo también

Madre: Vamos a sentarnos aquí un momento. En casa de sus tíos va haber una cena muy buena, verán.

Niño: ¿Qué tíos son esos?

Madre: Son unos tíos que no conocen. Pero ya no me acuerdo bien dónde queda la casa. Descansen aquí un momento. Miren, aquí traigo dos dulces. Tengan, preciosos, tengan, queridos.


(Los Niños aceptan los dulces. Se quedan acurrucados en la banca. La Madre avanza a primer término.)


Madre: Me llamo Juana López. Ya no soy joven. He tenido estos niños, como quien dice, sola. No tienen papá, nunca lo han conocido. Trabajo por las noches; podría decir que soy mesera, más o menos. En mi trabajo me dicen Orquídea. MI uniforme de trabajo es éste. (Se quita el abrigo: trae debajo un relumbrón vestido rojo, escotado.) Pues la mera verdad. (Empezó a hablar con vulgaridad.), esto es muy duro. Los clientes dan mucha lata: se ponen tercos, y una sufre para ganarse los centavos. Hoy no va a ir nadie, porque es Nochebuena. Vamos a estar solas, las compañeras y yo. Todas recargadas contra el mostrador, haciendo chistes y esperando que alguien llegue. Sabemos hacer juegos con cerillos, o juegos de adivinanzas, para matar el tiempo. Cuando dé la medianoche, nos pondremos a contarnos recuerdos, y después empezaremos a llorar. Nunca faltan dos o tres que se peleen. Algunas son retebruscas, y tiran vasos y botellas a la cara. Tengo una cicatriz que… Pero no hay por qué hablar de estas cosas, y menos delante de los niños. (Se pone el abrigo, vuelve al tono de una mujer humilde.) Soy una mujer mala, porque esta noche voy a hacer algo horrible: voy a abandonar a mis hijos. (Llora a gritos.) Cuando era muy chica, leía el cuento de unos niños que los llevaban al bosque, para perderlos, porque en su casa no había qué comer. Y yo creía que eso era posible. Después crecí y comprendí que esas cosas no suceden. Y ahora, ahora que ya no soy joven, veo que sí suceden: yo soy la mala madre y lloro y sufro porque voy a abandonar a mis hijos. Aquí no hay bosque, pero hay esquinas, hay barrios en que nunca hemos estado. Subimos a un camión, y luego a otro, y a otro. Y caminamos cuadras, vueltas, jardines, hasta sitios que no sabía que existieran, iglesias viejas, callejones angostos y polvorientos. Ni yo misma sé ya dónde estamos. Ahora, debo irme. No tengo con qué darles de comer a mis hijos. Cada vez gano menos y temo que mi fin esté próximo. Entonces… hoy es Nochebuena, mañana Navidad. Los periódicos dirán este acto monstruoso: una madre que abandona a sus hijos en la noche más bella del año. Todos tendrán un poco de compasión, todos sabrán que soy mala, y alguien recibirá a mis niños. Quiero pensar en alguien bondadoso, con dinero, con buen corazón. Y yo…, y yo… (Llora.)

Niño: Mamá, ¿qué te pasa?

Niña: ¿Estás llorando?

Madre: No, hijitos, nada. No me pasa nada. Es que… tengo catarro, ¿ven? (Aparte.) No me atrevo a dejarlos solos.


(Entra el Policía y llama.)


Policía: Mira, aquí tienes clientes, anda.

Bolerito: (Entra.) Grasa, jefa, una boleada a sus niños. ¿No? Mire qué sucios tienen los zapatos.

Madre: ¡Sí, dales grasa! ¡Anda! Quédense con este niño mientras voy a buscar la casa de sus tíos. No te separes de tu hermanita por ningún motivo. ¿Lo oye, hijito? Por ningún motivo la dejes sola. (Los besa, los abraza. Prende un gran sobre visiblemente sobre la ropa del niño. Sale corriendo.)


(El Policía ríe quedamente.)


Bolerito: ¿Por qué lloraba tu mamá?

Niño: No lloraba. Es que tiene catarro.

Bolerito: Pues qué catarrote. Yo creí que estaba lloviendo.


(Se seca. Procede a dar grasa. Entran Juan y Bato. Juan aviva la hoguera.)


Juan: Saca tu guitarra, Bato, y échate otro trago.

Bato: (Obedece. Canta.)
Esta noche hace frío
y es Nochebuena,
es mejor que bebamos
ya que no hay cena.
Lluevan las hojas secas
hiele la escarcha,
sin techo y sin cobijas
es noche mala.
Las calles se iluminan,
todos regalan;
yo fui pastor del campo:
ya no soy nada.
Cuidaba mis borregos,
también sembraba,
me vine a la ciudad,
ya no soy nada.
¡Cuántos fuimos pastores!
En hora mala
dejamos los corderos,
también las vacas.
La tierra estaba seca,
nadie sembraba
me viene a la ciudad,
ya no soy nada.
Por eso en esta noche
yo bebo y canto,
que me acompañe alguien,
que venga el diablo.
Hay que beber, amigos,
hay que ser machos,
ya que estoy pobre y triste,
que venga el diablo.


(Y viendo al Policía lo invita.)


Bato: Échate un trago, manito, tú también.


(Beben los tres.)


Juan: Qué vida esta, ¿verdad?

Bato: A lo macho.


(Entra Gila con el mandado.)


Policía: Mira la gata esa. Qué bien está, ¿eh?

Juan: ¿Más?

Policía: (A Bato.) Anda, vacílatela.

Gila: (Para sí.) Leche, pan, vino..., castañas…, creo que ya nada se me olvida.

Bato: ¿Adónde vas tan cargada? ¿No quieres que te ayude?


(Ella va a irse, pero él la detiene por el rebozo.)


Bato: Espérate, mamacita, ¿por qué tienes tanta prisa?

Gila: Ora, estése silencio.

Bato: Si nomás quiero platicar tantito. ¿Cómo se llama usté?

Gila: ¿Qué le importa?

Bato: A ver si adivino… ¡Se ha de llamar Rosa, por las chapotas tan chulas que tiene!

Gila: ¡No me llamo Rosa!

Bato: Entonces… se ha de llamar… Chona.

Gila: ¿Chona? ¿Por qué?

Bato: Por lo fresca-chona que está.


(Risas de Juan y del Policía. Gila arriesga una risita.)


Bato: O se ha de llamar…. Lucero. Porque tiene sus ojitos como estrellitas de las meras que hay en el cielo.

Gila: Ya no me diga cosas. Me llamo Gila y ya me voy, porque, porque si no, me van a regañar en la casa.

Bato: ¿Quién va a ser tan sabroso que la regañe? Yo la defiendo, mi alma.

Gila: Sí, usté me va a defender, ¿verda? Suélteme mi rebozo.

Bato: Pero se queda tantito a platicar, ¿verdad? ¡Tantito!

Gila: Luego me van a regañar, y van a decir que me tardé y que…, ¿usté cómo se llama?

Bato: Yo me llamo Bato, para servirla.

Gila: Ah, Bato. Bueno, ya platicamos, ora sí ya me voy.

Bato: Pero qué platicada fue esa. Por aquí la veo pasar retempranito, con su canasta al brazo. Todos los días, ¿Dónde trabaja?

Gila: Allí nomás, al a vuelta.

Bato: ¿Quiere que la acompañe hasta allá?

Gila: Nomás hasta la esquina. Son reteserios mis patrones.

Bato: Bueno, pues a la esquina.


(El Policía se disgusta con el giro de la escena.)


Policía: No seas tarugo. Dale un pellizco.

Bato: No, hombre, cómo crees.

Policía: Un pellizco chiquito. Qué tiene. Ándale.

Bato: Bueno, pues…, un pellizquito, ¿verdad?

Gila: Vámonos, qué tanto habla con ése.

Bato: Vámonos, mi alma.


(Le da el pellizco. Gila grita y deja caer la bolsa del mandado. Estruendo de vidrios rotos.)


Gila: ¡Mire lo que hizo! ¡Bruto! Ay, madrecita, la leche. Y las botellas de vino, tan caras. Ya me endrogó usté. ¿Y ora qué les digo? ¡Ay, mamacita!


(Deja el monedero en la banca. Trata de recoger cosas. La bolsa chorrea.)


Bato: Caray, cómo seré bruto.

Gila: Quítese, quítese. (Le pega.) ¿Y ora qué voy a decir? Ay, mamacita. Ora sí me endrogué.


(Sale llorando.)


Bolerito: ¡Oiga! Aquí dejó su…(El monedero.)

Policía: (Le pega con la cola.) ¿Qué estás gritando tú?

Bolerito: Pues que aquí… (Piensa, esconde el dinero.) Pues que aquí vino, a… romper todo, ¿no?

Policía: Ah, vaya. (Sale a carcajadas.)

Bato: Pero qué bruto soy. (Sale.)

Juan: No se achicopale. Venga. (Sale tras él.)

Bolerito: Bueno, págame. (Está nervioso.)

Niño: Si nada más me boleaste un zapato.

Bolerito: Pues es que ya me tengo que ir.

Niño: El dinero lo trae mi mamá. Y tienes que acabar.

Bolerito: Bueno, pues…, luego regreso. (Huye.)

Niño: Hace frío.

Niña: Tengo hambre.

Niño: Yo también.


(Entra la Vaca de puntitas.)


Vaca: Mírenlos. Se parecen a mi becerrito. Sólo que él tenía manchas negras y ellos no.

Corderos: (Se asoman.) Beee, beee.

Vaca: (Tierna.) ¿Tienen hambre, niños?

Niños: Sí tenemos.

Vaca: A ver si no me ven. (Ve en torno. Arranca puños de yerba y se los da.)

Niños: ¿Qué es esto?

Vaca: Está rica. Prueben. (Come una poca.) Exquisita.

Niña: Esta vaca es tonta. ¿Cómo vamos a comer yerba?

Vaca: ¿Qué quieren, mis becerritos?

Niña: No somos becerros, somos niños.

Niño: Queremos un bisté, y…

Vaca: ¡Ah! ¡Un bisté! ¡Dios mío! (Muge.) Infames, malos. Debería cornarlos. Eso. (Va a irse.)

Niña: Tengo hambre. (Llora.)

Vaca: (Herida.) Quieres comer carne, ¿verdad? Carne de vaca y de becerro.

Niña: No. Quiero mi leche.

Vaca: (Conmovida.) Leche. Quieren leche. Vengan, hijitos. Vengan, becerritos. Les voy a dar un poca. (Salen los tres.)

Cordero: Beee. Va a darles leche a ésos.

Cordero: Y a nosotros no quiso darnos.

Cordero: Vamos a ver si nos convida también.

Ambos Beee, beee. (Salen.)


(Entra la Vendedora de puntitas. Corta flores, hasta llenar su canasta.)


Policía: (Entrando de un salto.) Ahora sí te pesqué. Con que cortando flores.


(Grita la Vendedora.)


Policía: Ven acá. A la paila, por ladrona. A hervir en aceite. Quiero decir, a la cárcel.


(Persecución. Él ruge. La alcanza. La pesca. Entra Gila.)


Gila: ¡Mi dinero! ¡Me robaron el dinero! ¡Y dicen que también tengo que pagarlo!


(Entra Valentina.)


Valentina: ¡No huyas! ¡Así quería yo verte, huyendo!

Gila: Si no me estoy huyendo. Es que he de haber tirado el dinero por aquí.

Valentina: Policía, encárguese de esta muchacha. Ha roto tres botellas de un vino carísimo, y dos de leche. Además se ha robado todo el dinero del gasto. Malversación de fondos, abuso de confianza, peculado y estupidez. La pongo en sus manos.

Policía: Encantado. Yo me encargo de ésta. Son mi especialidad.

Gila: Suélteme del brazo. Qué se ha creído. Yo dejé el dinero por aquí. Me lo han de haber robado.


(El Bolerito entra. Se esconde y espía.)


Valentina: Hace ya tiempo que me da muy mala espina. Se me han perdido cosas.

Gila: (Llora.) No es cierto, no es cierto. (Se busca, busca en el suelo.)

Juan: (Ve a su hijo.) ¿Qué pasó? ¿Dónde anda usté?

Bolerito: Ya junté todo el dinero del gasto, papá. Pero vámonos pronto.

Juan: ¿Cuánto juntó?

Bolerito: No lo he contado.

Valentina: Para de lloriquear y di lo que hiciste con el dinero.

Juan: Pues vamos a contarlo. (Le busca en las bolsas.)

Bolerito: No, papá, luego.

Valentina: ¿No hablas? Bueno, pues ahí se la dejo. Yo tengo que irme a misa. Así es que… enciérrela y luego averiguamos.

Policía: Con mucho gusto.

(Tiene por un brazo a cada mujer. Sale Valentina.)


Gila: ¡Mire mi dinero! ¡Ése es!

Juan: ¿Cómo que éste es su dinero? Éste es mío y de mi hijo, ganado muy honradamente. ¿Verdad, hijo?

Policía: (Carcajadas.) Esto se pone cada vez mejor. Voy a poder llevarme a muchos. A ver, mocoso, acércate. Y tú también, jardinero.


(Entra el del rastro.)


Hombre del Rastro: Oiga, ya descubrí a la vaca. Está aquí atrás, repartiendo leche.

Policía: ¡No me diga! Distribución clandestina de leche sin pasteurizar. Ahorita la agarramos.

Hombre del Rastro: Vamos, venga.

Policía: Nomás me encargo de estos cuatro. Un borracho y tres ladrones.

Juan: ¿Cómo? ¿Y yo por qué? No me lo vaya descontando.

Policía: Cómplice, ebrio, y faltas a la autoridad.


(Bato se acerca al grupo.)


Bato: ¿Por qué se lo está llevando?

Hombre del Rastro: ¡Se nos va a escapar la vaca!

Gila: Esto es culpa de usté.

Bato: (Preparándose.) ¿Qué espera? Vámonos corriendo.

(Ella duda. El Policía echa mano a un enorme silbato.)


Policía: Deje pitar, así vienen los compañeros y cuida a éstos, mientras vamos por esa vaca.


(Se lleva el silbato a la boca, pero Bato se lo arrebata y lo deja soplando al aire. Huyen Bato y Gila, y cuando va a seguirlos huyen Juan y su hijo y después la Vendedora.)


Hombre del Rastro: ¡Me van a espantar a la vaca! (Corre también.)


(Carreras, mugido0s. Las persecuciones acompañan adlibitum, e ilustran la persecución. Pasan huyen la Vaca y los Niños. El Policía pesca a la Niña.)


Policía: ¡Aquí tengo ya una!


(Viene la Vaca y lo cuerna. Nueva fuga, más carreras.)


Policía: ¡Te pesqué, por fin!

Hombre de Rastro: ¡Idiota, si soy yo!

Policía: Es cierto. Perdón.


(Nuevas carreras. Entran Valentona y la otra Beata. Al fondo y en torno a ellas siguen las carreras.)


Valentina: Esto no tiene nombre.

Beata: Hay que avisar inmediatamente.

Valentina: Aquí está el policía. Mire. Oiga, ¡policía!

Beata: Huyó, qué raro.

Valentina: Todo mundo corre. ¡Gila! Pero mire nada más, anda jugando con el policía. ¡Es increíble!

Beata: Así son las cosas en estos días.

Valentina: Pero mire. No me explico lo que pasa.

Beata: (Alarido.) ¡Es que una vaca anda suelta! (La vaca pasó bien lejos.) ¡Mire, nos va a cornar! (Huye corriendo.)

Valentina: ¡Usté también! Venga acá, ya no estamos en edad par esas cosas. Ah, policía, quería yo decirle que… Esto ya se pasa de la raya. En cuanto vuelva a venir lo detengo.


(El Policía vuelve a pasar corriendo. Valentina le mete el pie. Cae estrepitosamente al suelo, salen chispas.)


Valentina: Le decía que aquello es un escándalo sin nombre. Hay unos mendigos allá, en la puerta de la iglesia. Están obstruyendo el paso, y a la mujer se le ha ocurrido que su hijo vaya a nacer allí. Hay que sacarlos inmediatamente.

Policía: ¿En la puerta de la iglesia, dice?

Valentina: Sí, y el hijo de esa mujer va nacer de un momento a otro.

Policía: (Se levanta.) Si son los mendigos que estoy pensando, mucho me temo que no voy a poder hacer nada.

Valentina: ¿Cómo es posible?

Beata: (Se asoma.) ¿Ya se fue la vaca?

Valentina: Déjese de vacas y tonterías. Este hombre se niega a echar a los mendigos de las puertas de la iglesia.

Beata: ¡Se niega!

Valentina: ¡Se niega!

Beata: Déjeme anotar su número. Vamos a reportarlo.

Valentina: Si no los echa él, los echaremos nosotros. Venga. (Salen.)

Policía: Temo que va a degradarme. Siempre sucede esto. Cuando parece que ya voy a triunfar definitivamente, se les ocurre intervenir a los mendigos. ¡Ya estoy harto!

Hombre del Rastro: (Entra.) ¡No he podido alcanzarlos!

Policía: Pues yo no estoy seguro ya de que vayamos a pescarlos.


(Entra el Tercer Jardinero, pero ahora trae un gran par de alas sobre la unión.)


Tercer Jardinero: Haces muy bien en no estar seguro. ¡Fuera de aquí!

Policía: No quiero. No me voy.


(El Jardinero levanta la escoba.)


Policía: ¡Auxilio! ¡Vengan a defenderme los que estén conmigo!


(Van entrando los personajes.)


Gila: Si quiere llevarme, que me lleve. Yo no corro más.

Bato: (La sostiene.) No se vaya a caer.

Policía: Muy bien. Vámonos. (Ella no se mueve. Todos la examinan.) ¿Qué me ven? No tengo nada de raro.

Tercer Jardinero: Es cierto, te conocemos todos.

Vaca: Yo ya te había visto muchas veces.

Corderos: En muchas formas. La última vez eras un lobo.

Tercer Jardinero: Fuera de aquí. Es un buen consejo.

Policía: (Al Bolerito.) Este niño no quiere que me vaya.

Bolerito: Yo…

Policía: (A Juan.) Este hombre me ha llamado durante todo el año.

Juan: No es cierto.

Policía: (A Bato.) Tú seguiste mis consejos.


(Entran el Estudiante y la Madre con aire perdido.)


Madre: Este barrio no tiene salida.

Tercer Jardinero: (A los interpelados por el Policía.) ¿Es verdad eso?

Bolerito: ¿Cómo se llama el señor?

Policía: Poco importa el nombre. Aquí vienen otros dos testigos de que soy necesario. Ellos me entienden.

Alejandro: ¿Yo? Ya le he dicho que no se meta conmigo.

Madre: Yo no tengo cuenta pendientes con la policía.

Tercer Jardinero: Su nombre más pomposo es Mefistófeles.


(Hay un silencio; se interrumpe por una carcajada del Policía, que no puede evitar gestos de vanidad.)


Policía: He estado en el corazón de todos ustedes. (Al Jardinero.) Si quieres me voy, ellos me llevan dentro.

Gila: Ya me imaginaba quién andaba metido en este lío. Vamos a correrlo.

Madre: (Dando un grito.) ¡Quiero a mis hijos!

Alejandro: ¿Por qué la dejé ir?

Policía: Tonto. Porque no te conviene.

Alejandro: (Dándole una bofetada.) Te he dicho que no te metas en mis cosas. Estoy enamorado de ella.

Hombre del Rastro: Matar en Navidad… Además estoy cansadísimo.


(La Vaca lo abanica y él a ella. Los Corderos se le acercan.)


Bolerito: Papá, papá, devuélveme el dinero que te di endenantes.

Juan: ¿Y para qué lo quiere?

Bolerito: Es que… (Llora.) No es mío. Se lo quité a esa señora.

Juan: ¡Pero cómo va a ser! ¡A poco me salió usté ratero! Ahorita lo corrijo a patadas. Verá. (El Policía se ríe y Juan lo mira.) No: yo soy el que tiene la culpa. Vamos a devolver el dinero, hijito.


(Dan el dinero a Gila.)


Bato: Yo la quiero de buen modo. Perdóneme el pellizco.

Vendedora: Y yo… Hice mal en cortar flores, pero… ¿Qué iba yo a hacer si ésos (Lo señala.) me quitaron las mías?

Tercer Jardinero: (Mirando al policía.) ¿Qué dices ahora?


(El Policía no sabe qué decir, grita de ira. El Jardinero le da de escobazos y él desaparece entre nubes de humo y llamas. El Tercer Jardinero se retira a un rincón y empieza la música de la posada. Entran las beatas empujando a los Mendigos. La Mendiga desfallece.)


Beata: ¡Qué delicioso olor a azufre!

Valentina: Venga usted. Serán fuegos artificiales. A mí me encantan.


(Salen por donde desapareció el Policía.)


Mendigo: (Humilde.) En nombre del cielo, dinos dónde guarecernos. Mi esposa ya no puede andar.

Juan: ¿Yo? ¿Por qué yo? Aquí no es mesón, sigan adelante.

Mendigo: Venimos rendidos desde muy lejos, no sea inhumano.

Juan: Es que no sé ni quiénes son ustedes.

Mendigo: Mi esposa es María. Yo soy carpintero, pero me he quedado sin trabajo. Mi nombre es José. Ella va a ser madre.

Juan: ¡Va a ser madre! ¡Caray! ¿Y qué puedo hacer yo?

Mendigo: Para cada madre, su hijo es Dios. Si me das abrigo, habrás albergado a Dios en tu casa y tu casa será bendita. El día que respetemos la parte de Dios que hay en cada hombre seremos felices.

Juan: ¿Qué hacemos, Batos?

Bato: Aquí en la torre, déjalos entrar.

Juan: Aquí no hay más que paja y herramientas.

Mendigo: Entonces, puede nacer allí hasta el Rey de Universo.


(Abren la puerta. El Tercer Jardinero truena los dedos. Luz radiante dentro de la torre.)


Bato: ¡Voy a buscar a ésa que estudia para doctora! ¡Véngase, Gila!

Alejandro: Yo también voy. También la necesito.


(Salen. Se incorpora la Vaca.)


Vaca: Siento que va a pasar algo muy importante. Me alegro de estar aquí, y sé que por esto siempre se me recordará.

Corderos: Nosotros también nos alegramos.

Hombre del Rastro: Yo me alegro y siento que es la primera vez que le sucede una cosa así a un tipo como yo.

Madre: Yo siento el alma tranquila, y sé que encontraré a mis hijos. Porque como dio ella, para una madre… (Empieza a llorar.)

Bolerito: Papá, hace mucho que quería preguntarte una cosa. ¿Me quieres? (Juan, muy conmovido, lo abraza.)


(Entran corriendo Gila, Bato, Inés y Alejandro.)


Inés: ¿Dónde está la señora?

Juan: Allí en medio de un montón de luz.


(Pasa Inés al interior de la torre. Llega trotando el Burro.)


Burro: (Rebuzna.) Estaba yo en el mercado y, de repente, vi una luz. Era una estrella. Yo troto por los caminos todo el día; vengo cargado de verduras que nunca pruebo. Sirvo para cargar y para recibir golpes. Y entonces, estaba yo amarrado fuera del mercado… ¡Fue cuando vi la estrella! Cuando la vi se me ocurrió que podría yo servir para algo mejor. Y corrí, corrí. Hasta chispas sacaba de la calle. Tal vez pueda encontrar un niño para calentarlo con mi aliento. Pero no veo la estrella.

Vaca: ¡En el cielo hay muchas! Y cada vez brillan más.

Burro: No, no. Otra estrella. ¿Dónde está? (Rebuzna.)

Tercer Jardinero: Ya va a llegar la estrella, y entonces, todas las cosas terminarán bien. Está bajando. ¡Empieza a brillar!

Animales: ¡Miren, miren, ahí viene!

Madre: ¿Dónde están mis hijos?

Vaca: Se quedaron dormidos en un portal. (Grita.) Anden, niños, despierten, ya vino su mamá por ustedes.


(Los Niños entran, frotándose los ojos y bostezando.)


Niña: Mamá, esta vaca nos dio de merendar.


(La Madre los abraza. Se oye el llanto de un niño recién nacido. Aparece la estrella. Música y transfiguración: la torre se abre y el interior está lleno de estrellas y signos milagrosos. Sobre un montón de paja dorada está el Niño. La Mendiga se cubre con un manto de estrellas, el Mendigo tiene una vara de flores en la mano, y ambos luces sendas aureolas.)


Tercer Jardinero: Porque hoy es Nochebuena y mañana es Navidad, si no, todo esto habría terminado de muy diverso modo.

Inés: (Mostrando al Niño.)
El retrato del Niño
mírenlo ustedes
y verán cosas grandes
en copia breve.

Gila: De oro y plata en listones
un ramillete
de encarnado es, y blanco,
de azul y verde.

Alejandro: No es retrato de arte,
ni de pinceles,
que es divino, aunque humano
sólo parece.

Todos: (Cantan.)
Que es divino aunque humano
sólo parece.
¿Hay quién me lo pide?
¿Hay quién me lo quiere
a este hechizo de plata,
de armiño y de nieve?

Tercer Jardinero: Que es divino aunque humano sólo parece.


(Baile general. Los animales van a adorar al Niño y a calentarlo con su vaho.)


Bato: (Canta.)
Pastores, pastores,
hablando en romance
oíd un portento.
Zagales, zagales,
dejando latines
oíd un misterio.
Yo os digo que el Niño
es Dios humanado,
yo os digo que el Niño
es Dios encubierto.

Vendedora: Una joya es tan rica
que en el oriente
sirve de luz al orbe
cuando amanece.
Los claveles y rosas
en ella mueren,
(Le arroja todas sus flores a los pies.)
o se animan en ella
rosas, claveles.

Todos: (Cantan.)
¿Hay quién me lo pide?
¿Hay quién me lo quiere
a este hechizo de plata,
de armiño y de nieve?

Madre: (Acariciando a sus hijos.)
Frente, cuello, manos, plantas,
plata, nieve, cera, armiño,
todo es del alma un encanto,
todo es de amor un hechizo.
Tal cupidillo
para joya del alma
viene nacido.


(Baile. Cruzan unas beatas y unos beatos rumbo a la iglesia. Se detienen.)


Beata: ¡Qué escándalo de gentuza!

Beato: Usan la Nochebuena como pretexto para sus excesos.

Beata: Vámonos. Vámonos. ¡Ay, miren qué niño tan feo está allí! (Salen.)

Inés: ¡Déjenle dormir! Sh, sh, déjenle dormir.

Vendedora: Si a sus ojos corrió la cortina
el sueño sutil.
Y por no ver mis culpas, no quiere
los ojos abrir,
déjenle dormir.

Mendiga: Aunque duerma, no cierre los ojos,
que es León de Judá,
y ha de estar con los ojos abiertos
quien nace a reinar.
¡Déjenle velar,
que no hay pena, en quien ama
como no penar!

Todos: (Cantan arrullando.)
¡Déjenle dormir
que quién duerme, en el sueño
se ensaya a morir!

Mendiga: (Canta.)
Déjenle velar.

Todos: (Cantan arrullando.)
¡Déjenle dormir! (Telón.)