Verónica Maldonado Carrasco
(México, D.F. 1962)
Profesora, dramaturga y guionista, desde 1980 a la fecha ha obtenido 9 premios en dramaturgia, guionismo, reseña cinematográfica y narrativa convocados por diferentes instituciones (SEP, UNIVERSITAS, TV UNAM, IMCINE, Periódico La Jornada, INBA, Gobierno del estado de Yucatán, etc.). Su texto para teatro infantil, El Yeitotol editado por Corunda-Conaculta en la colección “el mejor teatro para niños” fue elegido por CONACULTA- SEP para conformar la biblioteca en aula “Hacia un país de lectores”. Con Edilux, ha publicado Camilo Calavera contra los vampiros, audiocuento infantil y Valentina y la sombra del diablo en Cuadernos de dramaturgia para jóvenes públicos en Editorial Paso de Gato. Ha impartido talleres de teatro y escritura creativa, en el Museo Arte contemporáneo, para el IMSS y el Museo Nacional de Antropología e Historia, así como para el Colegio de Bachilleres y el Instituto de Cultura de la Ciudad de México. Fue coordinadora de los eventos de teatro, danza y video durante en el Festival Internacional de la Raza. Colabora como profesora en la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA.
EN LA TEBAIDA
PERSONAJES:VIAJERO
REY
DOS ESCLAVOS
DISCÓBOLO
CIEGO
MONSTRUO
MUJER
CORO
Coro:
Llegaste a una meseta que trocaba en piedras los caminos, buscabas con desesperación alguna señal en la tierra y en el cielo, pero los dioses estaban mudos ese día.
Viajero:
Y yo también, así que no les suplico. Hoy es ese día. Trepo sobre las piedras que cierran mi ruta buscando una salida. Me encuentro sobre un camino llamado desolación, por el arrastro mis pasos hasta una encrucijada.
Coro:
¡Ah, las encrucijadas!… ¿Qué ser humano puede decir que nunca ha estado en ellas? Como todos, estás condenado a la elección. Decide, viajero. Dos caminos se abren ante ti.
Viajero:
Me importa la huída. Lo dejaré al capricho de los vientos.
Coro:
Esperas demasiado.
Viajero:
Un aroma acre me saluda desde una de las veredas en que se bifurca mi camino. Hay una piedra. Subo. Un denso olor a cadáveres, a carroña vieja, me da de golpe en la cara. Dos furias, ahítas de sangre y carne revolotean cerca, tomo mi honda y las alejo a golpe de pedruscos.
Coro:
Te acercas a algo que yace sobre tierra.
Viajero:
Quizás… alguna vez, fue una mujer hermosa... su costillar, abierto al sol, poco guarda, sus pechos ya no existen más y con todo, el cuerpo putrefacto de su pequeño hijo sigue aferrado a ella... tal vez un accidente… tal vez el brutal castigo de una adúltera…
Coro:
…Tal vez tan sólo una mala elección de sus caminos.
Viajero:
¿Qué puedo decir yo? Apenas tengo tiempo de escapar de mi destino.
Coro:
Colocas unas piedras sobre los muertos y prosigues tu camino.
Viajero:
Lo que fueran pedruscos pronto se convierten en rocas y las rocas pronto dejan paso a las peñas escarpadas...como si la mano de algún dios me sembrara de obstáculos el camino.
Coro:
Una nueva encrucijada ¿Qué camino elegirás, viajero?
Viajero:
¿Se puede escapar del círculo que trazan, enloquecidos, todos los caminos en el mundo? Ya estoy puesto en un territorio del que no puedo salir. Elijamos pues. De nuevo huelo sangre... pero también me llega un aroma a brotes tiernos, a trigo a punto de ser segado, a sol desgranándose sobre un bosque de silencios. Iré por el camino que huele a paz.
Coro:
¿Buena o mala elección? Quizá los dioses sepan, pero la decisión siempre será tuya.
Viajero:
Diría que sólo huyo y para quien huye no da más un camino que otro.
Coro:
A veces, quien se aleja de su casa... es que ya ha vuelto.
Viajero:
Todo menos ese horror .Cualquier peñasco endeble, cualquier pie resbalando hacia un precipicio es mejor que volver... Sigo.
Coro:
Algo, similar a un camino, te sale al paso; numerosas piedras lo tapizan como si un perro mojado, un cancerbero de roca, se hubiese sacudido.
Viajero:
Varios metros adelante, tres hombres permanecen junto a un carromato; dos de ellos llevan el corte típico de los esclavos y el manto burdo de su clase; el tercero, de más edad, viste sencillamente pero la tela de su traje delata su alta condición.
LOS TRES:
Los tres observamos la rueda desgajada.
Esclavo:
Comienzo a golpearla con una piedra para separarla del eje...
Esclavo:
Tarea inútil: el golpe ha encajado la rueda más allá de las posibilidades de la piedra.
LOS TRES:
Fingimos no verlo.
Viajero:
¿Un carro aquí? Hay quien no sabe elegir sus caminos.
Coro:
No se mueven, no te saludan, miran la rueda.
Viajero:
Pienso en acercarme más y ofrecer mi ayuda, pero el cansancio y el sol marcando las cinco de la tarde, me hacen seguir de frente
Coro:
Sí, vete. Tu destino se empeña en alcanzarte.
Viajero:
Doy tres pasos para alejarme, pero, el golpe que da la sorpresa debajo del esternón, me hace detenerme, estupefacto.
Coro:
Al volverte, contemplas, con el corazón agitado, lo que habías visto de canto.
Viajero:
Mi cara... tal como será unos años después, mis ojos más indiferentes, mi mentón más altivamente levantado...pero igual yo: la misma piel, la misma altura y todos mis defectos; me vuelvo lentamente para terminar de asombrarme con ese, mi espejo.
Esclavos:
Él, en cambio, permanece indiferente, no descubre en el extranjero su persona más joven, no ve sus propios labios en medio de su cara torciéndose, también, con arrogancia; ni sus mismos ojos menos tristes , tampoco nota sus manos menos curtidas al final de sus brazos.
Viajero:
Me acerco a donde los esclavos tuercen el eje de la rueda.
Esclavos:
Nos pregunta algo en su dialecto espinoso y salado.
Coro:
Ellos curvan los labios sonriendo con menosprecio sin dejar de mirar la rueda.
Viajero:
Me aventuro entonces a acercarme hasta donde está el macizo hombre que seré en unos años, deslizo cortesía: No servirá de nada. Esa rueda no volverá a girar.
Coro:
El altivo señor no da señales de haberte escuchado.
Rey:
Rodeo la carreta, reviso el tiro -que ya se impacienta- y raspó mis sandalias contra las magras yerbas secas que crecen en este pedregal.
Viajero:
Desairado, me doy la vuelta para retirarme, pero sus palabras...
Coro:
Como un trueno perdido...
Viajero:
Como una lluvia de pedruscos ...
Coro:
Como el olor de sangre en un camino...
Viajero:
Me detienen.
Rey:
Es curioso. Veo mi rostro en el tuyo y no recuerdo cuál de mis bastardos eres ¿tienes idea de la fecha en que preñé a tu madre?
Viajero:
Sus palabras...
Coro:
Llenas de la saliva de la perfidia…
Viajero:
Se transforman sobre mi cabeza…
Coro:
…en un trueno perdido…
Viajero:
…en un remolino de piedras que nace en mi coronilla.
Coro:
¡Un borbotón de enojo te sube desde donde nace el corazón!
Esclavos:
¡Y no hay modo de frenarlo!
Viajero:
Quedo a horcajadas sobre su pecho y mis manos pulsan las cuerdas de su voz para apagarla.
Esclavos:
El señor patalea y lucha como un león, pero él lo vence.
Coro:
Los esclavos gritan, horrorizados, en un dialecto desconocido
Esclavo:
Dejo de tundir la rueda y le arrojo las piedras que me sirven de instrumento.
Coro:
Con tan mal tino, que le das en la frente a tu amo.
Esclavo:
Pálido, como mi numen protector, echo a correr entre las breñas.
Esclavo:
Yo, que había tomado el cuchillo de mi amo del interior del carruaje, al ver huir a mi compañero, dejo caer el arma y me alejó aterrorizado.
Viajero:
Sigo apretando, golpeo, azoto... Jadeante, tras la lucha, me levanto de encima de mi doble.
Coro:
Amoratado y con los ojos inyectados de sangre.
Viajero:
Ha muerto entre mis dedos.
Coro:
Anonadado, recargado en el carruaje de tu víctima, lloras como un niño.
Viajero:
¿Por dónde caminar si todas las veredas están pintadas de rojo para mí? Recuerdo.
Coro:
El primero fue aquel discóbolo resentido por tu bisoño triunfo sobre sus habilidad experta...y entre dientes, destilando negro veneno dijo:
Discóbolo:
Al menos yo conozco a mi padre.
Viajero:
Eso bastó...y con el mismo disco que me diera el triunfo…
Coro:
Le quitaste la vida a quien dudó de la honra de tu madre.
Viajero:
Y ahora ensancho ese río de sangre con un desconocido.
Coro:
Recuerdo que tras la muerte del lanzador de discos, el moscardón de la duda te asolaba.
Viajero:
Por eso es que tomé un cordero y caminé hacia el norte dispuesto a escuchar de boca de los dioses las verdades.
Coro:
Las enormes puertas del santuario se te abrieron apenas tembló el corderillo bajo el agua helada de los coribantes.
Viajero:
En una cueva de humo, una mujer ciega me escupió brutalmente el presagio
Ciega:
¡Huye del lecho de tu madre o terminarás por verte en el espejo de los hijos de ambos!
Viajero:
¿Cómo puede ser eso? ¿Qué demonio tendría que tomarme por la fuerza para verme entre las piernas de mi madre?
Coro:
La mujer ciega aspira el humo de la cueva, enrarecido de presagios...
Ciega:
…el mismo demonio que antes, matará a tu padre.
Viajero:
Y huyendo, el horror me ha empujado ahora al cuello de un desconocido en un camino de piedras en el confín del mundo.
Coro:
Sin fuerzas casi, le pones unas piedras encima y sigues tu camino. El sol se pone.
Viajero:
Tres días después de caminar entre piedras, llego a un valle donde un olor que ya conozco me sale al paso…otra vez.
Coro:
Recuerdas al discóbolo con el cráneo partido, a la mujer sin pechos cuyo cadáver se pudría al lado del de su hijo, al altanero noble al que trazaste un collar funesto con tus manos.
Viajero:
Estoy ahora delante de un muro que me cierra el paso, lo rodeo buscando la puerta de la ciudad que- seguramente- resguarda. Apenas termino de rodearlo, mi espíritu tiembla…
Coro:
....una visión horrible....una pesadilla... un mal sueño…
Viajero:
Pedazos de hombres y mujeres están esparcidos por el suelo... pero en tal cantidad que es imposible no pisarlos... sobre las paredes, con sangre y sesos se han trazado letras en un idioma que desconozco, pero que a leguas gritan su odio. Algunos perros y aves de rapiña hurgan sin interés entre los restos ¡Tan saciados están!
Coro:
El miedo atenaza tus piernas y tomas unas piedras temblorosas para defenderte.
Viajero:
Avanzo y todo es peor a cada paso. Al fin llego a la puerta bloqueada por un cúmulo de humanos huesos. Sobre la cima del horrible montículo, ella me espera.
Coro:
Su rostro es un hermoso óvalo de fuego, sus labios se tuercen en una sonrisa hambrienta… y sus ojos felinos te miran con interés. Su cabellera rompe el aire como un látigo, se incorpora sobre la montaña de huesos y puedes ver el pelaje que cubre sus pechos, manchados de sangre vieja …
Viajero:
.... Sus garras se esconden un momento y sus poderosas alas baten el aire, levantando una ola nauseabunda de aquel altar de muerte.
Los dos:
No nos saludamos.
Coro:
Le lanzas una piedra que se estrella en una de sus patas carniceras; apenas se contrae un poco. El monstruo ve la piedra con indiferencia y luego te miró con fijeza.
Viajero:
No salta sobre mí. No ruge, no intenta atemorizarme más de lo que estoy.
Monstruo:
Te esperaba, viajero. Desde el inicio de los tiempos te aguardaba. La ruina y la muerte de esta ciudad han sido sólo una carnada.
Coro:
Y los caminos cuajados de piedras… y los muertos que te desviaban en las encrucijadas. Todo te trajo aquí.
Monstruo:
Permite que te libre del horror entre mis garras, líbrate de la ruina futura entre mis dientes. Déjame terminar mi triste labor ante estas puertas. Sólo tiéndete. Procuraré no hacerte sufrir.
Viajero:
¿Hay elección?
Monstruo:
La hay… eso o responder el enigma que nadie ha respondido.
Viajero:
Y de nuevo se trazan caminos en esta encrucijada… elijo responder.
Coro:
El monstruo suspira. Y cumpliendo el formulismo repite el enigma que tal vez te libre de la muerte.
Monstruo:
Un suspiro de hastío infla mis flancos mientras aguardo
Coro:
Interminables pasan los segundos.
Viajero:
Sé la respuesta. La he venido persiguiendo por estos caminos de la Tebaida. Me acerco hasta tu sangrienta mejilla y en voz baja vierto lentamente el veneno de mi respuesta…
Coro:
La sonrisa del monstruo, que ya afilaba sus garras, se congela. Los amarillentos ojos se le paralizan en las cuencas. Un estertor de muerte se desprende de su pecho. Cae como fulminado por una enfermedad divina… sus huesos crepitan, se hacen polvo…
Viajero:
Eso… o sencillamente:
Monstruo:
Vencida, me concreto a lamer la sangre vieja que se acumula en mis garras y bostezando con hastío, te dejo paso a esa ciudad masacrada.
Viajero:
Las puertas se abren. Tras ellas me refugiaré de mi destino.
Monstruo:
Más te hubiera valido morir entre mis dientes.
Viajero:
Entro a la ciudad que huele a cadáver, acompañado de un negro aleteo de buitres que chillan dolidos.
Coro:
Una mujer cuyo rostro es un óvalo de fuego, con un par de ojos felinos y una cabellera que latiguea el aire, te recibe agradecida.
Viajero:
Un pueblo aterrado sale de la atemorizada oscuridad de sus casas a las calles y me celebra y me hace su héroe a fuerza de coronas y de himnos. No sé por qué recuerdo ahora al discóbolo…
Coro:
La mujer que se parece a la bestia, rodea tu cintura con sus brazos como serpientes y su perfume disipa el olor de sangre que te sigue.
Mujer:
Ven conmigo… sígueme por un camino que huele a brotes tiernos, a trigo a punto de ser segado, a sol desgranándose sobre un bosque de silencios.
Viajero:
Me conduce con pasos cortos y medidos a un palacio, cruzamos salones que se bifurcan y reímos entre laberintos de columnas de roja piedra. Me arrastra hasta el fondo un túnel por el que ya he transitado. No sé por qué recuerdo al hombre que maté en un camino …
Mujer:
Ven, recuéstate a mi lado y dime al oído la respuesta al enigma.
Viajero:
Dejo caer mi ropa ante la desconocida… La respuesta es que no hay encrucijadas …
Coro:
… tú las hiciste siempre…
Viajero:
La respuesta es que no podía elegir…
Coro:
…el destino terminó por encontrarte en un callejón sin salida llamado lecho.
Viajero:
La respuesta soy yo. Yo soy el enigma que me sigue… yo soy el discóbolo, el rey que pudre su altivez junto a una carreta desvencijada. Hay también un torso putrefacto… el de una madre que no supo elegir sus caminos. Yo soy tu hijo.
Mujer:
Lo sé. Ya te esperaba.
Coro:
… La noche cae. La peste llega lenta y silenciosa a la ciudad de Tebas.