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26/2/15

TRIÁNGULO AMADO DEL PINO
















TRIÁNGULO


AMADO DEL PINO





«Y definí exacto el vuelo de las aves de corvas garras; cuáles son favorables, cuáles adversas; qué estilo tiene cada cual de ellas; qué amores, qué odios, qué compañías entre sí».


ESQUILO: Prometeo encadenado               




Tres elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña...


(Canción infantil)               



PERSONAJES

MIRIAM,   va de la crudeza a la ternura por todos los caminos posibles.
PABLO,   unos 45 años.
CUQUITO,   ni él sabe hasta dónde su ruralidad es piel y dónde empieza un disfraz con algo de circense.


 

O una alfombra de color restallante; o una marca de tiza; o la luz cruda... fijarán los límites del triángulo sobre la escena. Dentro de la figura geométrica y en sus bordes jugarán los tres personajes. Por supuesto que el montaje definirá el dibujo de su andar dentro de la figura. La ambientación de los espacios fuera del triángulo y su interior pueden hacer recordar un parque, pero remota, esencial, teatralmente.
 



Acto único


MIRIAM está de espaldas al público. Mientras transcurre su texto, el director podrá jugar con la iluminación, el descubrimiento, la sugerencia del triángulo. A ella le costará sobrepasar la base de la figura geométrica. Todo el tratamiento de esta arrancada se nutre de ese forcejeo.

MIRIAM.-  Levanto la cuchara y se me caen las piernas.  (Silencio.)  Miro el almanaque. El culo y el alma se me encogen...  (Silencio.)  Por la mañana pan y café con leche, un huevito de merienda. Frijoles, puré blandito, suave, rico por la tarde. Tú comías sola, así, ida del mundo... hasta que empezamos a invitar a la otra, esa modelo de ropa exclusiva que fuiste. Con ella sí no hacía falta andar picando el bistec en trocitos, ni temblar por una semilla de guayaba que pueda irse por el camino viejo, una semilla que pueda atragantarte  (Angustiándose.) , ahogarte, joderte...

(La luz registra ahora, poco a poco, al hombre sentado en mitad del triángulo. Se produce como una ruptura entre la imagen que se va centrando en PABLO y la voz de MIRIAM que se oye desde la oscuridad o la penumbra.)
  
Primero: no quiero que se muera, pero quiero vivir. Segundo: quiero vivir y que sea lo que Dios quiera. Tercero: cuando no esté la voy a extrañar. Cuarto: hasta a un perro se le coge cariño, aunque sea un perro que no ladra, no mueve el rabo, no se para en dos patas; un perro que te mira, te mira, te mira y te remira.  (Pulseando con la obsesión.) Y ahora no sé diferenciar aquellos ojos de la silla de ruedas de estos que se exhiben dentro de la caja, para que todos hagamos este jueguito. Necesitamos creernos que fue esta misma noche cuando te moriste, y que vale la pena llorarte, tanto como a una muchacha de 15 años, que se resbala con una cáscara de plátano y no para hasta el mismísimo hueco. Ellos te despidieron y hasta te olvidaron hace rato. Yo soy la única que puede contar algo, asomarme a todo este tiempo en que te concentraste en la pared de tu cuarto.

(PABLO ha estado ausente a las palabras de MIRIAM. Nunca sabremos si no escuchaba o fingió muy bien. Va a tenderse en el banco. Un efecto muy fuerte lo hace levantarse. MIRIAM ha pasado la base como quien cruza una cerca de púas. Tal parece que se va a iluminar su silueta, pero la luz estalla en el otro vértice del triángulo. CUQUITO casi no se ve, «envuelto» en un vestuario brillante: capa, sombrero. Cuando PABLO se vuelve, la visión escapa. MIRIAM se va levantando muy lentamente. Vuelve a pasar la visión, ahora PABLO tiene la certeza de haberlo visto.)
  
 (Incorporándose. Canta, primero con el ritmo de la canción infantil.)  «Desde pequeñita me quedé, me quedé...».

(Vuelve a pasar CUQUITO. Esta vez la situación recuerda ese juego pueril. El público ve a CUQUITO pero PABLO no.)
  
 (Énfasis en el principio.)  «Desde chiquitica, me quedé, me quedé...».

(Silencio. PABLO revisa los alrededores del banco. Saca un libro. Cuando va a empezar a leer, una voz aguda y altisonante lo asusta.)

CUQUITO.-  «La vida es una novela / que no conoce dulzura / porque más dura una vela / que lo que la vida dura».

PABLO.-   (Mientras busca a CUQUITO con la vista.)  Buenas noches...

CUQUITO.-  La vida es una novela.

PABLO.-  Y yo no soy el último.

MIRIAM.-   (Parada en un solo pie.)  «Desde chiquitica me quedé, me quedé / algo resentida de este pie, de este pie...».

CUQUITO.-    (Casi sobre lo que canta MIRIAM.)  El último mono siempre se ahoga.

MIRIAM.-  «Desde chiquitica, me quedé, me quedé...».

CUQUITO.-  La yagua que esta pa'uno, no hay vaca que se la coma. (Busca aprobación o coro en PABLO.) 

(PABLO parece ausente y guarda con cuidado su libro.)

MIRIAM.-  «Algo resentida, de este pie, de este pie...».

CUQUITO.-   (Sin importarle mucho la atención de PABLO.)  ¿A dónde vas presta'o que vengas aventaja'o?

PABLO.-  ¿Usted buscaba el último?

CUQUITO.-  No. Yo soy lo último.  (A MIRIAM, pero sin mirarla.)  Siéntese...

MIRIAM.-  Tengo que volver.

CUQUITO.-   (A medias en tango.)  «Con la frente marchita, / las nieves del tiempo / platearon mi sien... /que es un soplo la vida...».

MIRIAM.-  Un soplo de aire fresco...

PABLO.-  El mar, la embajada, la funeraria...

MIRIAM.-   (A PABLO.)  ¿Y usted?

PABLO.-  Un triángulo.

MIRIAM.-   (Irritable, desesperándose.)  ¿Y tú?

PABLO.-  No soy el último.

CUQUITO.-   (Cantando.)  «Unos vienen y otros van / todos por la misma ruta».

MIRIAM.-  Me siento mejor.

PABLO.-  Es el mar.

CUQUITO.-  «Unos vienen y otros van...».

MIRIAM.-  Me tengo que ir.

PABLO.-  ¿Anda buscando el último? La embajada...

MIRIAM.-  La funeraria.

(Silencio incómodo.)

CUQUITO.-  «Unos vienen y otros van / todos por la misma ruta / pero no hay un hijoeputa / que te diga: monta, Juan».

MIRIAM.-   (Como maestra.)  «El mar dijo a la fuente: Enorme soy, / inacabable, fuerte, / empiezo donde acaba el infinito, / ¿acaso crees que yo te necesito?».

CUQUITO.-   (Infantil, compitiendo.)  «Yo he visto un cangrejo arando / y a un sapo haciendo zapatos».

MIRIAM.-   (A PABLO.)  «Y al mar dijo la fuente: Oh, piélago profundo / a darte vengo. / No hay en tus olas / profundas y sombrías / una gota pura y transparente / buena para beber / como las mías».

PABLO.-  El mar...

MIRIAM.-  La embajada...

CUQUITO.-  La funeraria... ¡Solavaya! «Cada vez que yo me acuerdo / que me tengo que morir / me asomo a la puerta y digo / ¡Muerte, tú no vayas a venir!».

(Apagón o trueno fuerte. Silencio breve. MIRIAM suave, ahora canta con ternura.)

MIRIAM.-  «Estaba la pájara pinta / sentada en su verde limón, / con el pico recoge la rama, / con la rama recoge la flor  (Con leve, muy leve intención.)  / Ay, Dios, dónde estará mi amor».

CUQUITO.-  «El amor y el interés / se fueron al campo un día / y más pudo el interés / que el amor que le tenía».

MIRIAM.-  «Estaba la pájara pinta / sentada en su verde limón, / con el pico recoge la rama, / con la rama recoge la flor... Ay, Dios...».  (Transición rápida.)  ¿Hay Dios? ¿Pero cuál? ¿Será el de aquel Sagrado Corazón que no quería esconderse detrás del escaparate? Ni Dios, ni señor, ni señor Dios, ni señor mío... Más bien, ni mío, ni señor. (Juega a darse tapabocas.)  Se...  (Tapaboca.)  compañero... ¿Usted es el último? Señ...  (Tapaboca.)  ero... Ay, Dios.

CUQUITO.-  El que no quiera ruido que no cargue guano seco. Más hace el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.

MIRIAM.-   (Ahora sin segunda intención. La actriz puede pensar en unos niños haciendo una ronda, pero no debe renunciar a su sobriedad.)  «Arroz con leche / se quiere casar / con una viudita de la capital».

CUQUITO.-   (La respuesta no es directa.)  «Montalvo casó en Segovia / siendo cojo, tuerto y calvo / y engañaron a Montalvo / cómo sería la novia».

MIRIAM.-  «Que sepa coser, / que sepa bordar, / que ponga la aguja en su buen lugar».

CUQUITO.-   (Ahora serio.)  Un caballo, una mujer, / un potro de espalda ancha, / almidón para la plancha / y sueños, si pueden ser.

MIRIAM.-    (Canta.)  «Un elefante se balanceaba / sobre la tela de una araña...».

CUQUITO.-   (Montándose sobre la canción de ella.)  Cuatro varas de querer / y una pulgada de acierto. / Fresco, camino, to'abierto / del celaje a las estrellas, / ni fastidio ni querellas, / ni mentira por lo cierto.

MIRIAM.-   (Ahora más adulta e intencionada.)  «Un elefante se balanceaba...».

CUQUITO.-  El buey solo bien se lame... Aunque nunca falta un roto pa'un descosío.

MIRIAM.-  «Un elefante se balanceaba / sobre la tela de una araña. / Cómo veía que no podía / fueron a buscar otro elefante».

CUQUITO.-  «La vida es una escalera / que no conoce final, / pero le brilla un fanal / allá donde quién pudiera».

MIRIAM.-    (A la ofensiva.)  «Amanbrocható, matandile, dile, dile. Amambrocható, matandile, dile, don. ¿Qué quería usted, matandile, dile, dile? ¿Qué quería usted, matandile, dile, don?».

CUQUITO.-   (Ahora el juego empieza a ser francamente de los dos.)  «Yo quería un sapo».

MIRIAM.-  «Ese sapo no me agrada, matandile, dile, dile. Ese sapo no me agrada, matandile, dile, don».

CUQUITO.-  «Yo quería una estrella...»

MIRIAM.-  «¿Y qué nombre le pondremos?».

CUQUITO.-  Cuquito, Piringo, Cheo / son nombretes campesinos, / jaranas de los vecinos, / dicharachos pa'l más feo. / Pero el nombre es un sorteo / que no lleva mucho asunto, / la gracia está en cómo junto / tu pisada y mi juanete, / cómo aguanto el caballete / y a qué paloma le apunto.

MIRIAM.-  «Ese verso no me agrada, / matandile, dile, dile...».

CUQUITO.-  Yo quería el río.....

MIRIAM.-   (Saltando como una niña hacia el centro del triángulo.)  «Yo quería el mar».

CUQUITO.-  Ni sapo quiere, ni río, / ni arroz con leche ni boda, / casi nada le acomoda / al que se muere de frío.

(Llegan al centro jugando. PABLO se incorpora del banco. Por un momento es espectador de un juego que no lo incluye. Los tres quedan en silencio.)
  
Sociedad de tré, el diablo la ve.

PABLO.-  Ya son las cinco. Corre un airecito rico.

MIRIAM.-  Todo muy oscuro porque va a salir el sol.

CUQUITO.-   (Por decir algo.)  Como dice el otro: «El hombre que es hombre no deja que el sol lo coja en la cama».

PABLO.-  Allá arriba, los dolientes...

CUQUITO.-  Qué palabrita, doliente / como si fuera una oreja, / un callo viejo, una ceja... / Más pega decir sufriente.

(PABLO y MIRIAM se miran, pero no están dispuestos a «seguirle la rima» aCUQUITO.)

PABLO.-  Los sillones son para... bueno, para los familiares de los fallecidos. El café hace poco que lo pusieron por la libre.

CUQUITO.-  Si trancaron al café...

PABLO.-   (Aprovecha el breve silencio de CUQUITO para la búsqueda de la rima y lo corta.)  Hasta hace poco era a un termo por familia y cuando yo...

CUQUITO.-  ¿Cuando tú te morías de vez en cuando para entretenerte?

PABLO.-  Cuando yo venía mucho, las coronas eran a dos por cabeza.

MIRIAM.-  Diez flores por cabeza acostada.

PABLO.-  Bueno... Ahí está el banco.

CUQUITO.-  «Aquí está el pecho, mujer...».

MIRIAM.-    (A PABLO.)  ¿Cuánto cuesta?

PABLO.-  El banco no cuesta nada.

CUQUITO.-   (Buscando el encajillo.)  Ni la sonrisa tampoco...

(A partir de aquí CUQUITO funciona más bien como un coro, un intermediario entre el espectador y la situación.)

MIRIAM.-  ¿A cómo está el uno para la embajada?

PABLO.-  Mejor seguimos con el banco y con los sillones.

MIRIAM.-  ¿Usted sabe lo que es un sillón de ruedas?

PABLO.-    (Disimulando la carga.)  Sí.

CUQUITO.-  «Iba la noche llenando / las aguas de lentejuelas, / mientras los hombres pasaban / llorando y cantando penas».

MIRIAM.-  Siete años es mucho tiempo, ¿no?

PABLO.-  Siete no, diez, que es mucho más.

MIRIAM.-  Claro, son tres más.

PABLO.-  Son mucho más. La mayoría de la gente gasta el tiempo sin darse cuenta. Yo no. Al principio lo contaba día por día. Después te relajas un poco. Pero el relojito de arena está ahí. Mientras más tiempo, más puedes, más vales, más tienes.

MIRIAM.-  ¿Estuviste preso?

PABLO.-    (Arisco.)  No se vale apartarse del juego. Aquí sólo importan el mar, la embajada y la funeraria.

MIRIAM.-  Disculpe.

(Silencio incómodo. CUQUITO lo aprovecha y elabora una cuarteta.)

CUQUITO.-  Del pan bendito poquito, / de la sal una gotica / y de la mujer bonita / no digo na, ni repito.

PABLO.-  Sé lo que es un sillón de ruedas, lo que es un muchacho de 20 con las dos piernas destrozadas. Y sé lo que son diez años de felicidad que ahora pueden irse con ese viento fuerte que trae el mar. Tengo una cama que me espera, no se me murió nadie, no hago ninguna cola para irme de mi país, pero tengo que estar aquí toda la noche, dormir en el banco hasta que la madera se me dibuje en las costillas... Me va la vida en eso.

MIRIAM.-  ¿Por qué?

(PABLO se sume en un hondo, abrupto, terco silencio.)
  
Me voy. Allá arriba me están esperando.

CUQUITO.-  «Unos vienen y otros van...».

MIRIAM.-    (Obsesiva. Jugando a dar comida a alguien con cuchara imaginaria.)  Siete y... No, ningún otro número, no me cabe un año más en la cabeza. (Utiliza a CUQUITO como un imaginario pariente.)  Tú sabes que estoy cansada, jodía, pero tengo el derecho a la casa, y el derecho a ser feliz, cabrón.

CUQUITO.-   (Canta.)  «Yo no sé nada, / yo llegué ahora mismo, / si algo pasó / yo no estaba aquí».

MIRIAM.-  Lo peor es que ya es tarde... Y tengo miedo de que me dé lo mismo, porque entonces voy a estar más muerta que ella.  (Sin coquetería, se le escapa.)  Si tuviera un hombre...

CUQUITO.-  «A la hora que tú me llames no me molesto».

PABLO.-    (Se sabe la letra, la ha cantado muchas veces, pero ahora sólo la dice, regresando de muy lejos.)  «No me voy a molestar...».

MIRIAM.-  Todos los hombres son iguales.

CUQUITO.-  ¿Qué dice esa boca?

MIRIAM.-  Es una ofensa que soltamos las mujeres para que salten. En el fondo lo que nos gusta es que se envalentonen como gallitos y traten de demostrarnos lo contrario.

(CUQUITO se mete sólo a medias en el intercambio. No suelta su personaje de rústico bufón.)
  
Vamos a ver, ¿cómo se llaman ustedes?

CUQUITO.-  Yo no me llamo porque no estoy loco. Y tú, ¿sabes cuál es el único animal que se amarra por su nombre?

PABLO.-  Pablo.

MIRIAM.-  Miriam.

CUQUITO.-  Bueno, bien, aunque me amarres... Cuquito, Piringo, Cheo. / Te doy a escoger, muñeca.

MIRIAM.-  Vamos a meter nuestros tres nombres y un deseo dentro de una botella.

PABLO.-  ¿No puede ser dentro de otra cosa?

CUQUITO.-  Este corazón repleto / no cabe en una botella.

MIRIAM.-  La tiramos al mar y a lo mejor la recoge alguien.

CUQUITO.-   (Travieso.)  ¿Y si se la toma?

MIRIAM.-  Ustedes cumplen 40 años muertos de la risa, pero una mujer...

CUQUITO.-  «Quítate la edad, muchacha, / que nadie se va a enterar».

MIRIAM.-  Y el dolor, ¿cómo me lo quito?

(Breve silencio.)

CUQUITO.-   (Serio por primera vez. Sus textos en prosa y sin el apoyo de refranes, indican algo así como que se quita todo disfraz y maquillaje.)  Cuando uno es muchacho se cree que las buenas noticias son empujones que te da la suerte, que naciste monta'o en el caballo de la dicha. Te piensas que después, esa misma mano buena gente que te empujó, le dará una nalgada a la bestia para que salga trotando, parejito, como en las películas. Pero yo me bajo del potro. Ya no quiero ese tipo de buenas noticias.  (A MIRIAM.)  A cualquiera se le muere un tío. Pero esto de que el tío haga testamento dejándote la casa...

MIRIAM.-  Así, ¿facilito?

CUQUITO.-  Un cuarto con barbacoa, pero también sus deudas y un par de hijos con la cabeza alborotá. Yo sé lo que es sembrar arroz en tierra vieja. El pueblo es lindo, ancho. Cae un palo de agua y enseguida estás caminando por la acera tan campante. Te metes en el cine por la tardecita y sales de noche con aire fresco, y las mujeres con la cara más linda y los muslos más limpios. Pero eso no es lo mío...

MIRIAM.-  «Un elefante...».

CUQUITO.-  Y dale Lola con la victrola.

PABLO.-  Nos dejaron sin victrolas y se puso de moda hablar mal del bolero.

MIRIAM.-    (Hambrienta de comunicación.)  ¿Usted es músico... Pablo?

PABLO.-  No hay que preguntar quién eres, ni de dónde vienes. Nunca me gustó el emplantillamiento, ni los pases de lista. Por eso allí...

MIRIAM.-  Allí, ¿dónde? Ábrete... En este país no tenemos mucho petróleo ni naves espaciales, pero sí lengua suelta, confianza. Uno se cuenta la vida y milagros en una parada de guagua. Y eso, alivia...

(PABLO da la callada por respuesta.)

CUQUITO.-  Si quieres que te guarden un secreto, guárdalo tú primero.

MIRIAM.-  Yo no quiero guardar nada, ya bastante encierro me tocó.

PABLO.-  Nos olvidamos de oír, hablando y hablando...

CUQUITO.-   (Declama hasta que el poco interés de su público lo obliga a detenerse.)  «Junto a los pies de una estatua / tan desnuda como bella / llega el marino borracho / de soledad y cervezas».

MIRIAM.-    (Incorporando lentamente el personaje.)  Un traje largo, ajustado al cuerpo y los guantes de seda. A aquel millonario se le caía la baba. Él sabe que toda esta elegancia es alquilada y lo que quiere es comprar todo lo que está debajo. Me sigue hasta el final del pasillo. Se me pega. No me llega al oído, con ese tamañito y yo con estos tacones.  (Al millonario.)  Fíjese bien.

CUQUITO.-   (Metido a medias en la ficción de ella.)  «¡Hola! -le dice- muchacha, / ¿puedo sentarme a tu vera?».

MIRIAM.-  Si sigue con esa babosería, voy a formar tremendo escándalo aquí mismo. Y se va a enterar su mujer. Va a salir hasta en el Diario de la Marina.

CUQUITO.-  «¿No te dan pena los hombres / cuando pasan por la acera?».

MIRIAM.-    (Obsesiva.)  Yo soy una modelo de exclusividades. Soy decente, soy fina.

CUQUITO.-  En casa del jabonero, el que no se cae resbala.

MIRIAM.-    (Se aparta un tanto. Se concentra en el diálogo con el personaje de la muerta.)  A ti te hubiera gustado lo que hice.  (Ahora en presente.)  Con el más lindo de los vestidos, con la sayuela de los encajes malva, pero sin blúmer.

CUQUITO.-  «Por las agüitas del pozo, / llevando un cubito negro...».

MIRIAM.-   (Se vuelve a los dos hombres. Objetiva.)  Y te di el puré con ese pegamento en las manos. Pero el vestido lo puse en su lugar con mucho cuidado.

CUQUITO.-  «Camina la niña triste / con su caminar ligero».

MIRIAM.-  Eso fue una sola vez. A lo más que me atreví. Cuando afuera llueve, la sangre se me calienta. Me encanta este vestido de El Encanto y tengo mis uñas largas, bien arregladas.  (Se vuelve de espaldas a PABLO y CUQUITO; dialoga con el fantasma de la modelo mientras se masturba.)  Suavecito, primero como por accidente, después un poco más, la tela de satín, la tela ahí, el satín, el olor a lluvia...

CUQUITO.-   (Sacando una botellita de ron casi vacía.)  Arriba que hay que escribirle al tiburón y darle recuerdos a la ballena.

PABLO.-  ¿Y por qué tiene que ser con ron?

CUQUITO.-   (Tomando el buchito que quedaba.)  Lo que fue y no es, es como si no hubiera sido. Que entre la carta.

PABLO.-  No hay que escribir...  (Saca el libro.)  Necesito leer.

MIRIAM.-  Si me ven pasar corriendo y desgreña como una loca es que le arañé la cara a una de las parientas. No sé para qué quieren los vestidos de ella, con esas piernas que parecen bates de pelota.

CUQUITO.-   (En el juego.)  Digan una palabra, yo la rimo y la meto dentro de la botellita. Como es liviana seguro que llega lejos.

MIRIAM.-  Yo fui la de la idea, pero tengo que estar allá arriba...

CUQUITO.-  Allá arriba está la muerte, / pero ni ella es lo peor, / la avaricia es roedor / que a nadie deseo en suerte.

PABLO.-    (Se le escapa, todavía no ha entrado en el juego de las rimas.)  Yo no creo en su alegría.

CUQUITO.-  Yo tampoco me aseguro / de mi risa, porque hay veces / que lloro más que los peces / tirados en suelo duro.

MIRIAM.-  Las hembritas con trenzas, de los varones los más lindos son los que usan espejuelos.

CUQUITO.-  Uno nunca está seguro / de si la dicha se posa / en el ateje o la rosa, / en el cielo o la barranca.

PABLO.-  Palabras, palabras y el ego creciendo...

(CUQUITO agita la pequeña botella y busca más ritmo para el juego.)

MIRIAM.-  Había que tener dinero, buscar casa, hacerse un futuro... Y dejé que mis alumnos se me escaparan de las manos.

CUQUITO.-  La infancia es como un refugio / al que nos gusta volver....

MIRIAM.-   (Lo interrumpe, está acompañada de sus niños. Primero canta muy bajo.)  «Dame la mano y danzaremos».

CUQUITO.-  Si de mis rimas te escondes / yo por ti no correré.

MIRIAM.-    (Acercándose a PABLO.)  «Dame la mano y danzaremos...».

(PABLO le da la mano. Ese ritual le recuerda algo entrañable. CUQUITO toma la otra mano de MIRIAM. Ella primero va a rechazarla pero cuando ya está cantando la acepta.)
  
«Dame la mano y me amarás, / como una sola flor seremos, / como una flor y nada más».

PABLO.-    (Para sí.)  Ánimo.

(CUQUITO se suelta. Le gusta demasiado el protagonismo.)

CUQUITO.-  «Durante estaban fregando / los platos en la cocina / lentamente las gallinas / del palo se iban bajando».

PABLO.-    (Animándose.)  Te doy una idea si tapas la botella.

CUQUITO.-  Te doy las gracias, amigo / pero al moverla es que veo / las estrellas....

PABLO.-  Mejor es con el sombrero.

MIRIAM.-  Me voy.

CUQUITO.-  Llévate un par de versitos, pa'l camino, digo yo...

PABLO.-  Mejor es con un sombrero.

CUQUITO.-  Allá voy... Estoy amplio como pantalón de chino. La botellita vacía / es recuerdo del jolgorio, / del fetecún, del velorio, / de alguna cita tardía. / Lo que yo no me sabía / es que actuando con esmero, / pensando en el compañero / que te regala la vida, / no te escondas en guarida, / mejor es con un sombrero.

(PABLO aplaude con timidez pero con sinceridad. MIRIAM comienza a cantar muy bajito mientras se desplaza.)

MIRIAM.-  «Desde chiquitica me quedé, me quedé / algo resentida de este pie, de este pie...».

CUQUITO.-  Si sales con pie derecho / llegarás al fin del mundo.  (Se interrumpe, no encuentra la rima. Su mirada sigue muy interesada en MIRIAM que va llegando al ángulo.) 

(Allí, MIRIAM intenta pasar la base del triángulo, la oscuridad la sorprende en ese forcejeo. Cuando la luz regresa MIRIAM está quieta como una estatua. CUQUITO yPABLO se quedan solos en el centro. Entre los dos el sombrero, real o imaginario.CUQUITO lo extiende como un artista callejero que pide dinero, PABLO lo toma. Juegan con él, lo tiran al aire, corren, como dos niños, para capturarlo.)
  
Con sombrero y sin sombrero...

PABLO.-  Lo primero es lo primero.

CUQUITO.-  Aquí el que rima soy yo, / a usted le toca cantar, / una guaracha entonar / o bailar un guaguancó.

PABLO.-    (Lo toma de la mano, mal canta.)  «Éstas son las mañanitas / que cantaba el rey David / a las muchachas bonitas / se las cantaba así».

CUQUITO.-  Una muchacha bonita / es una divinidad / y no merece piedad / aquel que la demerita.

PABLO.-  «Despierta, mi bien, despierta, / mira que ya amaneció...».

CUQUITO.-   (Ahora serio.)  Ahorita amanece y sale el entierro...

PABLO.-  ¿Cuál?

CUQUITO.-  Mi libertad, mi sosiego, / mi gallo que canta claro, / mi derecho a ser bien raro / me lo matan y me niego.

PABLO.-  Algo podemos hacer.

CUQUITO.-  Ya lo dijiste podemos... / entre dos o más personas.

PABLO.-  ¿Qué pasa, mi socio?

CUQUITO.-  Pasa el tren, cruza su línea...

PABLO.-  Pero hasta el gallo de corral se aparta para que el tren no lo aplaste. Yo fui gallo aquí en La Habana / y sinsonte en mi rincón.

PABLO.-  Y ahora juegas al bufón...

CUQUITO.-  Porque a mí me da la gana.

(Ríen de la rima casual. Silencio. La luz puede subrayar la zona del banco. Los dos se quedan mirándolo.)
  
«Un valle verde y gracioso...».

PABLO.-  ¿Qué más echamos en el sombrero?

CUQUITO.-  Allí la carta se moja, no la podemos tapar.

PABLO.-  La carta va por el aire. Éste es un sombrero pájaro.

CUQUITO.-   (Malicioso.)  ¿Pájaro? ¡Eso no pega! En mi familia, no se dio tal situación.

PABLO.-  ¿Y las vacas del potrero?

CUQUITO.-  Las terneras solteritas.

PABLO.-  La chiva recién parida.

CUQUITO.-  Una puerca redondita / que no le hace honor al nombre / porque yo pago y que cobre / si la vieron cochinita.

PABLO.-  La lujuria...

CUQUITO.-  Pero sin caballo macho.

PABLO.-  Y las nalguitas del que iba delante de ti montado en la yegua, ¿nunca se las miraste?

CUQUITO.-  Eso es mente de poblado / malicias que yo no vi.

PABLO.-  Vamos a dejarlo ahí.

(Breve silencio. A partir de aquí la banda sonora puede hacer recordar la cercanía del mar.)
  
  (Serio.)  Si es él el que te manda, te mete de cabeza en el charco de mierda y cuando vienes a ver no sabes bien dónde puede aparecerse el caballo.

CUQUITO.-  ¿Y tú?

PABLO.-  ¿Yo qué?

CUQUITO.-  No, ná.

PABLO.-  Di algo que no sea ná.

CUQUITO.-  Espanta al caballo macho / que se vaya a otra llanura.

PABLO.-    (Se relaja y se va metiendo en su discurso.)  Un campo de caña llanito, parejo y arriba de la máquina dos hombres, que son mis tíos, que son mis dioses. Empezamos todavía oscuro y la paja salta y salta y las arrobas se suman y se suman.

CUQUITO.-   (Canta sin vehemencia.)  «Yo no tumbo caña, / que la tumbe el viento / o la tumbe Lola con su movimiento».

PABLO.-  Al mediodía la boca del más fuerte de mis tíos se va cuarteando, rajándose como una yagua al sol. Pero yo no lo veo como una cosa asquerosa. Mi tío es un dios y si a él la boca se le parte, yo la quiero tener igual.

CUQUITO.-  El que feo ama bonito le parece... pero no hay peor cuña que la del mismo palo.

PABLO.-    (Por suavizar el diálogo, levemente pícaro.)  ¿Y la dama que se fue?

CUQUITO.-  Eso es un Osmobile del 60, automático.

PABLO.-  ¿Y tú?

CUQUITO.-  Prefiero los Alfa, que se agachan cuando cogen carretera.

PABLO.-  Me quedo con el Lada que siempre tiene piezas de repuesto.

CUQUITO.-  Yo manejé muchos carros / por esas calles del mundo. / Sé de aquel bache profundo...  (Se calla.) 

PABLO.-  Del que le pegan los tarros.

CUQUITO.-  Al que lo tocan es porque tiene mujer.

PABLO.-  Y por berraco, por meter cinco o seis machos en la casa.  (Representa.) Fulana, fríe chicharritas pa'los consortes. Anda chica, no seas amargada.

CUQUITO.-  Eres un saco de sal con dos patas.

PABLO.-    (Parodiando.)  Por eso los hombres nos buscamos queridas, porque nos saben comprender.

CUQUITO.-   (En caricatura.)  No hay mujer que valga lo que un buen amigo.

PABLO.-  ¿Qué se debe aquí?

CUQUITO.-   (Canta.)  «Eso se aprende en la barra, en la cantina, / copa tras copa, bajo el fondo musical».

PABLO.-    (Ahora con cierta angustia.)  ¿Qué se debe aquí?

CUQUITO.-  Cinco amigos tengo yo, / igual que dedos mi mano....

PABLO.-    (Serio.)  Y de los cinco hay uno que mira por dónde va la botella; otro que se rasca el ombligo, pero uno tira la vista como de casualidad y se pregunta dónde termina la bata de casa y dónde empiezan las nalgas de tu esposa.

CUQUITO.-  El que se casa con mujer bonita, hasta que no llega a viejo, el susto no se le quita.  (Transición, representa, imita el acento de la región oriental.)  Yo tuve una que me gustaba más que el arroz con leche, una hembra completa. Soltabas el calzoncillo y  (Juega al mago.)  burún, burún, burundanga: apareció subiendo por tus muslos lavao y planchao. Pero pasó lo que pasó.

PABLO.-  La mujer se aburre, se encabrona y un día...

CUQUITO.-  Muchacho, qué fue aquello. Llegué a la casa con ocho o diez amigos, no muy tarde, a eso de las tres de la mañana, y la desperté para que me friera un carnaval de mariquitas... de plátano.

PABLO.-  Y un día, por aburrimiento y obstinación, los ojos se le van. Se fija en lo bien que se le dibujan los huevos en el pantalón al tipo que acaban de encontrarse en el bar de la esquina y lo trajeron para tu casa.

CUQUITO.-  Y aquella gran mujer me hizo lo que no esperaba.

PABLO.-  ¿Qué?  (Señal de los cuernos.) 

CUQUITO.-  Nemesio Capote. Pero yo quería las chicharritas ahora mismo, en este instante.

PABLO.-  ¿Y no te las hizo?

CUQUITO.-  Sí, me las frió, pero  (Con énfasis teatral.)  refunfuñando, con cara seria, de mala gana. No digo yo si me tengo que divorciar.  (Ríe de su gracia.) 

(PABLO sigue serio, momentáneamente lejos, ausente.)
  
Y esta gallina, ¿freirá buenas mariquitas? Tiene cara de gustarle el plátano macho, de irle pa'rriba como el gato a la cabeza de pesca'o.

(Silencio de PABLO. Mira sin rumbo, puede insinuarse que hacia el área deMIRIAM.)
  
Dicen que las malas noches / alborotan los instintos.  (Se interrumpe.)  ¿Qué pasa, hermano? Contigo no hay manera de ganarse una peseta ni como poeta, ni como maromero de circo.

PABLO.-  Se ve que has sufrido.

CUQUITO.-  ¿Qué palabra dices?

PABLO.-  Esa misma, la que todos conocemos, aunque nos escondamos dentro de una capa, o debajo de un sombrero.

CUQUITO.-   (Evadiendo la gravedad del tema.)  Y la caña saltando y tú faja'o.

PABLO.-    (Obsesivo.)  Yo con la boca rota y tragando mentiras. A las máquinas les cogí cariño y las estudié. A los 30 años conocía más sus tornillos que mi alma. Y subí, subí. Al principio no se daban cuenta de mi boca cuarteada, pero un día lo fueron descubriendo y en vez de subir, bajé, bajé.

CUQUITO.-  La vida es un cachumbambé.

PABLO.-    (En parte por cambiar el tema.)  La dama parece que la tiene difícil con los parientes...

CUQUITO.-   (En el juego.) ¿A qué mujer te refieres, / caballero reservado?

PABLO.-  A la única de esta noche.

CUQUITO.-  Yo casi no me he fijado / pero si tú la prefieres...  (Pausa. Transición.) Yo conozco al pájaro por la cagá.

PABLO.-   (Consigo mismo.)  Ni siquiera sé si mi mujer me está esperando o si no pudo...

CUQUITO.-  Eso de que el buey solo bien se lame no es tan verdad ná. Tampoco veo muy claro que el pájaro en mano valga más que cien volando. A lo mejor lo que tienes entre los dedos es un tomeguín desplumao y por esos cielos de Dios anda cada bandada de palomas...

PABLO.-  Me la tengo que hacer fácil.

CUQUITO.-  Pero ésta es difícil, complica, enmaraña y cabezadura.

PABLO.-  Sé ganar dinero; disfruto como nadie echarme perfume por la tarde, pintar la casa del color más bonito; pero tengo que decirte que un día...

CUQUITO.-  «Cruzan golondrinas mansas / debajo de las estrellas / arrastrando con sus alas / largas horas de tormenta».

(PABLO regresa a su áspero silencio. CUQUITO busca un chiste, un verso, un refrán.)

PABLO.-   (A la sombra de su mujer.) No es por ti que tengo que echar pa'lante. Acostumbrarme a las muletas fue lo que me enfermó.

CUQUITO.-  Una dama no es bastón, / ni demora ni retraso...

PABLO.-  Primero te ríen la gracia. Les gusta que hagas chistes, que bailes en medio de la calle, sin música, apretándola a ti, como si fuera una novia de esa noche de carnaval.  (Representa. Canta.)  «Dónde tú irás / que no vaya mi pensamiento...». (Baila, ausente.) 

CUQUITO.-  El amor a veces se parece al flamboyán...

PABLO.-  Pero después van del regaño a la queja, de la queja al ultimátum.

CUQUITO.-  Como el flamboyán... Primero todo son flores y después todo son vainas.

PABLO.-    (Metido en su angustia.)  ¡Pero la culpa siempre fue mía!

CUQUITO.-  ¿Y si la dama regresa / a darte calor y fuego?

PABLO.-  ¿Ella se fue?

CUQUITO.-  Pero esa tojosa iba herida.

PABLO.-  ¿En un ala?

CUQUITO.-  O más abajo.

PABLO.-  ¿En el pelo?

CUQUITO.-  En la risa, / en la ilusión....

PABLO.-    (Coloquial.)  ¿La tumbaste...?

CUQUITO.-  Más despacio.

PABLO.-  ¿Qué te falta?

CUQUITO.-  «Yo sigo estando aquí, frente a tus ojos / enyugando mis sueños con tu voz, / soñando con reinar en tus antojos / como un niño que sueña con ser Dios». (Pausa. Transición.)  Ese huevo quiere sal.

PABLO.-  ¿Entonces?

CUQUITO.-  Pero es sal de otra bahía, / ola de distinta playa...

PABLO.-    (Huyendo de las ilusiones.)  No piensa en hombres. Está discutiendo su casa. Yo sé lo que es vivir en la calle, domar el banco de cemento.

CUQUITO.-  Pues ella tiene una cama.

PABLO.-  En disputa. No puedo con las emociones, ni con las contradicciones, ni con las depresiones. Son piedras que me empujan hacia el abismo.

CUQUITO.-  O al infierno, que es lo mismo.

PABLO.-  Ya sé. Aquí el de las poesías eres tú.

CUQUITO.-   (Va poniéndose serio a lo largo del parlamento.)  En el mar nunca nadé / pero al río me lo bebo, / no sé si decirlo debo / pero a la embajada entré... Qué cerca y que lejos. La cola, la impaciencia, los cuentos...  (Gráfica.)  Te toca con el chino de la ventanilla seis. Ese no le pone el cuño ni a su china madre si se le aparece caminando por el Malecón. Y me monté en el avión, hice papelazos, conocí a los hijos de mi hermano, me atraganté con la Maldona y fui a ese parque que es una preciosidad. Estaba allí en la abundancia, sequito, sin tiburones ni policías. Pero empecé a aburrirme como tres domingos por la tarde y volví. Con el pantalón nuevo y el sombrero de salir tumbé a la mujer que tengo en la casa. Ella me mira como si fuera una luna nueva y yo le enseño una sola cara. Ahora quiero soltarlo to' y mandarme a correr pa'la manigua, porque a ella La Habana le gusta más que el flan de calabaza, y a mí esto me alborota.

PABLO.-    (Ahora buscando el personaje del jaranero.)  Sin rima me voy del parque.

CUQUITO.-  ¿Por qué no buscas a la reina?

PABLO.-  Yo no. Tú que eres cómico y...

CUQUITO.-  Se ríen con el gracioso y se van con el caractoso.  (Parodia a una mujer.)  Ay, qué simpático tú eres, Fulanito, por qué no me pones una piedra con Siclanito, él es tan seriecito.

PABLO.-  Voy para la funeraria.

CUQUITO.-  Pero primero debes morirte. Yo no seré ni el primero ni el último en ninguna cola, pero me gustan las cosas bien hechas.

PABLO.-  En el sillón medio roto, el que está en el ángulo más caluroso, es donde tengo que pensarlo todo bien.

CUQUITO.-  «Cada vez que yo me acuerdo / que me tengo que morir / me acerco a la puerta y digo / ¡Muerte, tú no vayas a venir!».

(Silencio primero, después se escucha el mar.)
  
Me bota, de lo que no hay remedio... Más pronto se coge a un mentiroso que a un cojo. Pero la raíz de la mentira la sembré dentro de mí mismo.  (Como a su mujer del campo.)  Tú tranquila, que ese vejigo va a nacer con un pan abajo del brazo y pa'ayudarlo, pienso coger este año cuarenta quintales de garbanzos.  (Deja de representar.)  Pero llegó la cabrona noticia y lo puso todo patas arriba.  (Pausa. Transición. Necesita volver a la rima, a la gracia.)  «Ayer me compré un espejo / de tercera dimensión / y me vi más narizón, / más arrugado y más...».  (Para sí.)  La vejez.... ¡Solavaya! Eso es peor que la muerte. En perro viejo todo son pulgas.

(PABLO se va incorporando, se acerca lentamente al banco.)
  
 (Con el espejo.)  «Si llevar por él me dejo, / me muero de frenesí / y al momento en que me vi / dije con cierta amargura: / El que inventó esta figura / no me quiere bien a mí».

(PABLO ha llegado hasta el banco. Habla primero lentamente, va tomando impulso.)

PABLO.-  Y podrías estar perfectamente triste, visitante inoportuno en las celebraciones...

CUQUITO.-   (Olfateando la competencia.)  «Sinsonte, por la dulzura...».

PABLO.-  Podrías iniciar una cierta caída...

CUQUITO.-  «Sinsonte, por la dulzura / que me da tu canto rico / conservo para tu pico / una guayaba madura».

PABLO.-    (Íntimo, nada declamatorio.)  Si no hubiera muchacha / consumiendo su portal y su espera / sin inquietarse / cuando hormiguean los sobrinos / y los cuñados vuelven con peces y proclamas.

(CUQUITO llega junto a MIRIAM-estatua. Ahora su representación va dirigida aMIRIAM, pero también a PABLO y al público. El actor podrá ser, alternativamente, conmovedor, ridículo, sentimental...)

CUQUITO.-  «Iba la noche llenando / las aguas de lentejuelas / mientras los hombres pasaban / llorando y cantando penas».

PABLO.-  Una muchacha / capaz de olvidar / los libros y las libras / la inquietud galopante...

CUQUITO.-  «Junto a los pies de la estatua / tan desnuda como bella...».

PABLO.-  El trago de más y el de menos.

(MIRIAM-estatua hace un movimiento. Comienza a humanizarse.)

CUQUITO.-  «¡Hola!».

PABLO.-  Una muchacha que encierra en su insistencia su peligro.

CUQUITO.-  «¿Puedo sentarme a tu vera?».

(MIRIAM comienza a cantar muy bajito.)

MIRIAM.-  «Estaba la pájara pinta / sentada en su verde limón».

CUQUITO.-  Cruzan golondrinas mansas...

(PABLO parece que va a acercarse al ángulo pero se desvía hacia el que habitó CUQUITO.)

PABLO.-  Una muchacha / que encierra en su insistencia su peligro...

CUQUITO.-   (Muy teatral.)  «Y con la ventisca helada / que de madrugada llega / sobre la alfombra del césped / muerto el marino se queda».

MIRIAM.-    (Recuperando a medias su gestualidad.)  «Con el pico recoge la rama / con la rama recoge la flor».

(PABLO se detiene. Ahora mira la escena.)

CUQUITO.-  «La gente carga al marino / para taparlo con tierra / y ríen mientras lo envuelven / dentro de su capa negra».

MIRIAM.-    (Ya casi cotidiana.)  «Ay, Dios, dónde estará mi amor».

CUQUITO.-   (Directamente a MIRIAM.)  «De los ojos de la estatua / como granitos de perla / comienzan a salir lágrimas...».

(MIRIAM canta, ahora alto.)

MIRIAM.-  «Ay, Dios / dónde estará mi amor».

CUQUITO.-   (Declamatorio, buscando complicidad.)  «Es un manantial, le dice / curiosa la gente aquella. / El agua subió por dentro / porque la estatua está hueca».

(Silencio. PABLO y MIRIAM se miran como reconociéndose. Ninguno de los dos se atreve a soltar la primera palabra.)
  
«Hueca, repiten a coro, / si la gente lo supiera».

(Ahora es él quien se queda como una estatua, pero no estático como MIRIAM, sino más bien congelado a mitad de un gesto.)
  
Un ojo para llorar y otro para vigilarme. Si sufro soy una hipócrita, si estoy seria una zorra.

PABLO.-  Ya... La funeraria.

MIRIAM.-  El cementerio. La tapa se levanta, las sogas corren por las manos embarradas de cabo de tabaco.

PABLO.-    (Se le escapa.)  Ánimo.

(Silencio breve pero hondo, incómodo.)

MIRIAM.-  Tengo 40 años.

PABLO.-  Empieza la vida. Eso dicen en una película.

MIRIAM.-  Depende. Levantando la cuchara y apretando el culo se me trocaron los almanaques. Aprendí a masturbarme.

PABLO.-  Es fácil.

MIRIAM.-    (Con más angustia que coquetería.)  ¿Tú crees?

PABLO.-  Sentado en el baño sucio de la terminal, sin levantarme para que no se me vea el cuerpo.

(Silencio breve.)

MIRIAM.-  Lo peor es que ya no me importa ganarles la casa.

PABLO.-  Hazla más fácil. Pierde, pero tranquila, en paz contigo.

MIRIAM.-  Pero mi juventud, los novios y los hijos que se me escaparon me halan por la saya para que reclame, grite, meta un escándalo.

PABLO.-  Yo tengo que dormir en el banco.

MIRIAM.-  ¿Con tantas camas vacías? Deberían publicar la cifra de los que no pueden dormir, porque las ganas y el dolor no los dejan.

(La luz puede hacerse más fuerte en el área de CUQUITO-estatua.)

PABLO.-  En una capa podrías / envolverte junto a él...

MIRIAM.-  Ni un versito más.

PABLO.-  ¿Hubo un poeta?

MIRIAM.-  Dos.

(Vuelve a «hablar» el mar. El silencio empieza a desesperarlos.)
  
  (Neutra, como si preguntara otra cosa.)  ¿Eres maricón?

PABLO.-    (Seco pero no molesto.)  No.

(MIRIAM se vira de espaldas. Cuando se vuelve, PABLO se ha acostado hecho un ovillo en el banco. MIRIAM necesita asirse a algo.)

MIRIAM.-  Ojalá seas abogado para que me des una mano y esa gente te coja miedo y piense que te estás acostando conmigo  (Rectifica sin convicción.) , aunque no me toques, aunque yo no te deje. Tampoco voy a salir por ahí pidiendo que cualquier macho me la meta. Y si lo hago, ¿qué?  (Ahora como la caricatura de la maestra que fue.) Las niñas se sientan con las piernas bien junticas, y hablan bajito y no dicen malas palabras...  (Canta.)  «Arroz con leche / se quiere casar...». Pero cómo se va a casar, si tienes que esperar que el varón proponga. Si hasta coqueteando, sateando, puteando bastante, te puedes quedar sola.

(Breve silencio. PABLO se mueve en su posición en el banco.)
  
¿Eres policía? Nunca me gustaron, pero ahora, a los cabrones 40, a lo mejor le cojo el gusto a que me hagan cosquillitas en las nalgas con la pistola. Y el primo que quiere mudarse ahora mismo para la casa de la tía que siempre le dio asco, a lo mejor se aterra. Yo sé en los pasos y las yerbas que él anda. No soy mujer de lengua larga. Pero con un uniforme al lado...  (Asocia delirante.)  ¿Eres oriental?

PABLO.-    (Levantándose súbitamente.)  Soy alcohólico.

(El silencio cae como una piedra.)

MIRIAM.-  ¿Qué?

PABLO.-  Un enfermo.

MIRIAM.-  ¿Tú?

PABLO.-  ¿Vas a salir huyendo? No te asustes... En este país hay muchos chistes de borrachos y siempre salimos bien. Somos los graciosos, los ingenuos, los que nos reímos de feas, comemierdas y pesa'os. Vivimos pensando que los que meten la mano en el latón de basura cayeron ahí, directo desde otro planeta.

MIRIAM.-  Pero, ¿por qué esa palabra? Mi padre tomaba. Rompía todos los adornos de la casa y los volvía a romper y los volvía a comprar...

PABLO.-  Pero nunca permitió que la palabra entrara por su puerta.

MIRIAM.-  Es fea.

PABLO.-  ¿Y muerte, funeraria, cementerio?

MIRIAM.-  No queda otro remedio.

(Silencio. PABLO está como aliviado. Dice el poema alto pero más bien para sí mismo.)

PABLO.-  Una muchacha capaz de olvidar / los libros y las libras, / la inquietud galopante...

MIRIAM.-  Hablas lindo. Eres lindo.

PABLO.-  Una muchacha que encierra en su insistencia su peligro.

MIRIAM.-  Pareces dulce.

PABLO.-   (Objetivo, sin procacidad.)  Y últimamente se me para.

MIRIAM.-  No sabes ser vulgar.

PABLO.-  La caña, las arrobas sumándose, mis tíos sobre la máquina. Mis tíos eran héroes con la boca cuarteada, rota... Y yo fui jefe, «he besado las mujeres y mordido las flores», pero también... cogí el uno para la cola de la embajada, para venderlo o cambiarlo. Hasta que dejaron de comprarme el turno. Nadie quería entrar al sorteo para cambiar su vida de la mano de un tipo que huele feo. La derrota se pega, contagia, atrasa.

MIRIAM.-  ¿Y ahora?

PABLO.-   (El final del poema es también el fin de su energía.)  Porque si escapa / después de las manos en tu pelo / acariciándote; / después de los mameyes / regalando colores en el patio / ¡qué resbalón, amigo! / y hasta donde la pena.

MIRIAM.-  «Dos elefantes se balanceaban / sobre la tela de una araña».

(PABLO ha vuelto al banco. Ahora se sienta de espaldas. Ella lo busca en el primer momento, pero va volviéndose lentamente hacia CUQUITO.)
  
«Como veían que no podían / fueron a buscar a otro elefante. / Tres elefantes se balanceaban / sobre la tela de una araña...».

CUQUITO.-  «El agua subió por dentro / porque la estatua está hueca. / Hueca -repiten a coro-, / si la gente lo supiera».

MIRIAM.-  Hueca, si la gente lo supiera...

(Como por arte de magia, CUQUITO pasa de la inactividad a un despliegue de energía similar al de un robot.)

CUQUITO.-  Burro cargao busca camino, pero a aquél lo cogieron a sombrerazos y cada uno estira los pies hasta donde le alcanza la colcha.

MIRIAM.-  La funeraria...

CUQUITO.-  El mar... Yo me embullé con aquella gente, como si fuera peje de agua salá. Pero cuando me sacudió la primera ola, empecé a vomitar como un aura viuda y del susto me enredé en una loma de espuma. El mal tiempo fue bueno pa'mí porque no me dio chance para acordarme de que no nado casi nada y cuando vine a ver, mi barriga estaba desangrándose en los arrecifes. Mi mano se agarró a la mata de las espinas más dulces del mundo...  (Pausa.)  Después volé en aquel pájaro de hierro y cuando me tomé tres refrescos de ésos y me cambié dos veces de camisa, me sentí inútil como una garza sin tierra ará y lloraba por estar en lo mío.

MIRIAM.-  ¿Y ahora?

CUQUITO.-   (Canta.)  «Ahora te voy a enseñar / cómo se hacen las maracas».

MIRIAM.-  Sigue... Antes que venga el sol. Él es el dueño...

CUQUITO.-  El sol es dueño de todo / lo que a su paso ilumina...

MIRIAM.-  Si no aprovechamos este encuentro...

CUQUITO.-  Nadie con nadie se encuentra, / uno anda solo sin tregua...

PABLO.-   (Se levanta más animado.)  ¿Qué pasa, hermano, hay tristeza?

(CUQUITO le tira el sombrero.)

CUQUITO.-  El que canta sus penas espanta y lo que no se va en lágrimas se va en suspiros.

MIRIAM.-  ¿Cuál de los dos me acompaña?

PABLO.-  Eso es tuyo, campeón.

CUQUITO.-  Dos pasos, dos hombres, dos / maneras de sonreír, / dos mundos que compartir / y alguien que te dice adiós.

MIRIAM.-  Necesito testigos...

CUQUITO.-  ¡Solavaya!

MIRIAM.-  Yo soy buena.

PABLO.-  Nadie lo duda.

MIRIAM.-  Si busco a mis parientes del pueblo... Es peor que renunciar. En un año aquella casa grande se vuelve un albergue cañero.

PABLO.-  Pero nosotros...

MIRIAM.-  Les metemos un cuento. Jugamos como a la botella o al sombrero.

PABLO.-  ¿Y mi mujer?

CUQUITO.-  ¿Y el chamaco que me espera para decirme papá / y yo no sé si sabrá... (Se enreda.) 

MIRIAM.-  ¡Parece mentira! Saquen los cabrones pies de la tierra. Cuando salí de la funeraria era una máquina de sacar cuentas, de contar años, pero aquí me dio el fresco del mar y se me aparecieron ustedes. Yo me pongo uno de los vestidos de modelo, soy una dama de antes, una reina de la moda.

PABLO.-  La risa se vuelve sufrimiento; la gracia pesadez, el agua fuego... Es como una ruleta.

MIRIAM.-    (Como una niña ante el nuevo juego.)  «Una ruleta en el güiro...».

CUQUITO.-  ¿Quién dio?  (Se pone agachado con la cabeza tapada, en la posición del juego.) 

(MIRIAM logra la complicidad de PABLO y juegan con timidez.)
  
«Una ruleta en el güiro».

(MIRIAM le golpea suavemente pero con picardía.)
  
¿Quién fue? ¿Quién dio?  (Los observa a los dos. Descubre a MIRIAM.) 

MIRIAM.-  Yo fui. Y lo peor es que sigo siendo una romántica, una soñadora, una guanaja sin remedio. Parece que ya me quedé sin hijos. Pero podría darle nombre a la pila de legrados que me hice de mala gana. Tenía la ilusioncita de que, al final, el tipo me pidiera que me lo dejara, que ese bulto tierno podíamos enfrentarlo entre los dos. Pero quise ser dura, independiente, papayúa y echapalante.  (Silencio breve y duro.)  Sí, yo fui.  (Silencio. MIRIAM, un poco desconcentrada, se pone en la posición.)  «Una ruleta en el güiro... ¿quién dio?».

(CUQUITO le da. MIRIAM los mira a los dos. Hace un aparte como en el viejo teatro.)
  
Cuando salga el sol se desvanecen... ¡Qué lástima!  (Se demora en decidir.)  Tú, Pablo.

PABLO.-  No, no fui. No sé, no supe, no acerté. Pero voy a luchar por levantarme.

CUQUITO.-  Yo acepto que usé mi mano / y otra arma en la porfía, / proclamo que es culpa mía / el gigante y el enano. / Me gusta ser potro sano, / bestia que la lluvia baña...

MIRIAM.-  Si cada uno pudiera irse con el amanecer del otro.

PABLO.-  Yo conozco la mano que se tiende, aprendí el abecedario de la amistad.

CUQUITO.-  Dicen que un amigo vale más que un central, pero cuando me quedé sin un quilo por las patas de los gallos, el dominó pesetero o las pelandrujas del pueblo, mis centrales dejaron de moler de golpe.

MIRIAM.-  Cuando menos lo esperes...

CUQUITO.-  Me saco la lotería, / un mango me cae en las manos. Cada uno hace con su pellejo un tambor. Y no vayas a casa de nadie si no quieres saber... Bastante que regalo risa y compro jarabe de cariño.

PABLO.-  Pero mientras andes de payaso por el mundo no tendrás verdaderos amigos. A mí me pasó igual, por eso quiero que te ahorres...

CUQUITO.-  Gracias, colega, ya escucho / que tu voluntad es buena...  (Opta por la prosa.)  Pero he oído demasiadas opiniones, recomendaciones, sugerencias y ganas de ayudarme en esta vida. Tengo llagas en los oídos de tanto consejo. Parece que nos tocó la temporada del regaño, la parición tremenda de palmaditas en el hombro.

PABLO.-  Sí es así...

MIRIAM.-    (Cambiando de juego y de ritmo.)  Ahora hay que hacer algo.

CUQUITO.-  Algo no es una jutía, / ni media libra de fe, / algo es nada, no se ve...

MIRIAM.-  Quiere amanecer.

PABLO.-  La luz viene del mar...

CUQUITO.-  Y le da de refilón a la embajada.

MIRIAM.-  Cuando llegue a la funeraria salen los entierros.

CUQUITO.-  Lo que es el mío lo van a dejar para mañana...  (En su personaje bufonesco.)  Cada vez que yo me acuerdo...

MIRIAM.-  Que me tengo que morir...

CUQUITO.-  Me asomo a la puerta y digo...

MIRIAM.-  Acompáñame.

CUQUITO.-  ¡Allá tú!

MIRIAM.-  Si me ven contigo los parientes...

CUQUITO.-  Y por fin cuál tú te llevas / ¿Cuquito, Piringo, Cheo?

PABLO.-  ¿A cuál tú le recomiendas?

CUQUITO.-  Cheo se perdió en el tiempo / antes del televisor, / vivió a golpe de rumor / leyendo sólo en el viento.

MIRIAM.-  Necesito un hombre ahora. Sí, abro la boca, enseño el carajal de empastes y lo digo por primera vez en muchos años.

CUQUITO.-   (El parlamento de MIRIAM le desata cierta coquetería, pero todo es muy sutil.)  Piringo se levantó / y está ordeñando la vaca....

MIRIAM.-  Ése es el que a mí me conviene. Poner la mesa, fregar cantando, dormir el mediodía a pierna suelta.

PABLO.-   (En su obsesión.)  Y conversar, comunicarse, reírse, no tener que salir a buscar a los amigotes.

CUQUITO.-  Piringo lleva compaña / y la hembra su simiente...  (Transición.)  Una joya, un manantial, pero un día abren la shopping esa en el pueblo y se vuelve loca por vestirse como la gente de La Habana o como las graciosas de la telenovela.

MIRIAM.-  ¿Cuál entonces me acompaña?

CUQUITO.-  Te va quedando Cuquito / con capa, gracia y sombrero.

MIRIAM.-  Ése mismo, yo lo quiero.

CUQUITO.-  Pero yo lo necesito.

(El amanecer no se ofrece de forma realista, sino más bien por golpes. Cada embestida de la luz funciona esencialmente en el estado de ánimo de los personajes.)

PABLO.-  El sol, de pronto, sobre el Malecón, al doblar del último chiste. Y nosotros sobre el muro. Jóvenes, lúcidos, con La Habana detrás y las olas por delante. Acabo de graduarme. Soy el primer expediente. ¡Cuánta vanidad, cojones! Pero sana, limpia, chévere. Mi novia tiene el pelo rizado y una gotica de mar me le salpicó. Soy dueño del mundo.

MIRIAM.-  Ven conmigo.

PABLO.-  ¿No te da miedo?

MIRIAM.-  ¿Miedo de qué?

PABLO.-  Puedo formar un escándalo, romperlo todo, vender hasta la silla de ruedas...

CUQUITO.-  Tal parece que volví, / que los bueyes me conocen... Pero tuve que aprenderme de nuevo los trillos y tropezaba con el cubo del ordeño. Fui acomodando las manos y la cabeza. Burro cargao busca camino. Me eché mujer, sembré, pagué, me compré la obligación de un par de toros que piden agua y yerba y necesitan una voz que mande. Lo malo es que la marca de las barajas, el olor a pueblo se me quedó en los dedos, aunque ahora estén mancha'os de boniato. Si me subo en esa barbacoa del tío...

MIRIAM.-  Me tengo que ir y no quiero despedirme.

PABLO.-  Así nos pasamos la mitad de la vida. Los he visto en la cola de la embajada. Años y años soñando con un pasaporte y un cuño. Les dicen que vuelvan al mediodía para recoger la respuesta. «Después de almuerzo», como si alguien pudiera sentarse tranquilo delante de un plato de chícharos o un par de croquetas, cuando un  o un No te dicen si vas a ver a tu madre o no antes de morirse. Pero así y todo, después de llorar de alegría, corren hasta el Malecón. Saltan de euforia. Ahora recuestan la espalda en el muro, miran a La Habana, y vuelven a llorar.

(Silencio.)

CUQUITO.-  Vale más ponerse colorao una vez que rosado diez veces...

PABLO.-  Ya he perdido tres familias. La cuarta la tuve demasiado a mi lado, pensaba que la protegía como el mejor, pero era yo quien me defendía, me escudaba... Me voy.

CUQUITO.-  «Dónde tú irás / que no vaya mi pensamiento...».

PABLO.-  Gracias...  (Está a punto de abrazarlo.) 

CUQUITO.-  Un par de días de campo / te vienen muy bien, amigo.

PABLO.-   (Tratando torpemente de rimar.)  Pero ése no es mi destino.

CUQUITO.-  Nadie sabe, ni ese sol / que nos va a quemar la espalda...

MIRIAM.-    (Canta.)  «¿Dónde tú irás / que no vaya mi pensamiento...».

MIRIAM está de espaldas al sol. Con la cuchara se esmera en darle de comer a su propia sombra. CUQUITO y PABLO conspiran bajito. No se ponen de acuerdo.MIRIAM se vuelve casi con furia. La cuchara en alto. CUQUITO se le acerca. Comienza a comer. La luz va creciendo. Al principio se parece al sol. PABLO hala aCUQUITO por la camisa. CUQUITO le pasa la cuchara. Comen los dos juntos, pero cuesta distinguir las siluetas. La luz es fuerte, extremada, irresistible. Estalla. Oscuro final.