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21/2/21

La tina de la colada Anónimo francés del siglo XV













La tina de la colada

Anónimo francés del siglo XV 


Versión libre de Juan Cervera


PERSONAJES

  


  

JACOBO,   marido.


JUANITA,   su mujer.


SUEGRA,   madre de Juanita.



La acción transcurre en una aldea del siglo XV.



  

Fachada posterior de una casa de campo que da a un patio. En el centro, puerta practicable. A derecha, ventana abierta a la altura del primer piso. En el patio, una higuera. Un poyo junto a la pared. Una mesa rústica y una silla. Algunos aperos de labranza colgados de la pared; entre ellos un garrote. Una gran tina con escalerilla a cada lado para subir por ella para hacer la colada. Una calabaza vinatera sobre la mesa. Un grillo canta repetidas veces hasta que despierta a JACOBO, que se levanta y da varias patadas en el suelo hasta hacerlo callar. 

  


JACOBO.-   (Solo en escena, recostado sobre el poyo con el sombrero encima de la cara, en típica actitud de siesta. Se despereza.)  ¡Pues sí que me aconsejó bien el diablo cuando, sin pensarlo siquiera, me metí en esto del matrimonio! Desde que estoy casado no tengo más que borrascas y preocupaciones.  (Se incorpora.)  ¡Ah; mi mujer, por un lado, y mi suegra, por otro, como dos demonios, me enredan y atormentan! Y yo, mientras una chilla y la otra ruge, no tengo ocio ni reposo, felicidad ni calma. ¡Qué amargura! ¡Y cuánto dura esta vida! Menos mal que...  (Echa mano a la calabaza vinatera.)  Pero si yo sé mantenerme en mis trece...  (Resuelto.)  Tendré razón y ¡seré el amo de mi casa! ¡Qué caramba!  (Se decide a beber.)  

JUANITA.-    (Desde la ventana ha oído las últimas palabras. JACOBO al oírla pierde la serenidad anterior.)  ¡Cómo! ¿Todavía estás ahí sin hacer nada? ¡Espera a que baje!  (Ruido de bajar por las escaleras de madera. JACOBO, azorado, va a hablar.)  Mejor harías en callar y ocuparte...

JACOBO.-  ¿En qué? 

JUANITA.-  ¡A fe mía que la pregunta tiene gracia! ¿Que en qué debes ocuparte? ¿Quién tiene que cuidar de nuestra casa? ( Aparece la SUEGRA y oye las últimas palabras de la discusión.)  

SUEGRA.-   (Entra. Lleva un capacho. A medida que hable irá dejando sobre la mesa verduras, un melón, tomates..., como si viniera de la compra.)  ¿Pero no sabes que mi hija tiene razón? Debes escucharla, alma de cántaro. Has de obedecer a tu mujer, porque tal es la primera obligación de los maridos: obedecer a sus mujeres. ¿Te sorprendería si algún día, como respuesta a todos tus descuidos, se sirviera de un garrote?  (Accionando con una berenjena.) 

JACOBO.-  ¿Pegarme a mí? ¿A mí? 

SUEGRA.-  ¿Y por qué no? ¿Acaso no dice el refrán «quien mucho te quiere te hará llorar»?  (Agarra el garrote.) 

JACOBO.-  Bueno, si es así, más valdrá que no me quiera tanto. Ya la dispenso de tales muestras de cariño.  (Por la SUEGRA.)  ¿Lo oyes, buena mujer? 

JUANITA.-  Los maridos deben hacer siempre el gusto de su mujer. No lo olvides, Jacobo. 

SUEGRA.-  ¿Acaso te empobrecerá esto, hombre de poca fe?

JACOBO.-  Ciertamente no sé qué hacer. 

SUEGRA.-  Pues si quieres complacerla de verdad,  (Mirada de convivencia entre las dos.)  tendrás que llevar un registro donde apuntarás todas las órdenes para no olvidarlas nunca. 

JACOBO.-  ¿Un registro?

SUEGRA.-  Sí.

JACOBO.-  ¿Con sus órdenes?

SUEGRA y JUANITA.-  ¡Sí! ¡Sí! 

JACOBO.-    (Vencido.)  Con tal que haya paz, consiento. Llevaré un registro. Eres mujer de mucho sentido común, querida suegra. Llevaré un registro.  (Por las dos.)  Os escucho. 

JUANITA.-  Vete a buscar un pergamino. Escribirás con buena letra..., para que se pueda leer. 

JACOBO.-   (Sale. Vuelve con el pergamino, tintero y una pluma de ganso para escribir. Se sienta a la mesa, mientras ellas cuchichean alegres.)  ¡Ah!  (Suspira.) 

JUANITA.-  Pon que me obedecerás siempre y que harás siempre lo que yo te diga. 

JACOBO.-   (Levantándose y arrojando la pluma.)  ¡No, no y no! No obraré sino por razones... 

JUANITA.-  ¿Cómo? ¿Otra vez con la misma canción? ¿Ya quieres desdecirte? 

SUEGRA.-    (Moviendo insinuante el garrote.)  ¿Por razones?... Hum, hum. 

JACOBO.-   (Volviéndose a sentar.)  No; voy a escribir, voy a escribir. 

JUANITA.-  Escribe, pues, y calla. 

JACOBO.-   (Tomando la pluma.)  ¡Pardiez! ¡Qué buen marido soy! 

JUANITA.-  ¡Cállate! Como primera cláusula pon que cada día, al romper el alba, te levantarás tú primero.  (JACOBO hace gestos de no avenirse.)  ¡Más aún! En seguida habrás de prepararlo todo, encender la lumbre, poner el agua a hervir... Al amanecer, y con mucho empeño, harás el trabajo de los dos... 

JACOBO.-  ¡Protesto!  (Levantándose y tirando la pluma.)  ¿Encender la lumbre? Y ¿con qué objeto?

JUANITA.-   (Tranquilamente.)  Para calentar mi camisa. ¿Lo oyes bien? Es absolutamente necesario. 

SUEGRA.-  Hum, hum.  (Cada vez que hace este ruido lo acompaña la SUEGRA de un ligero movimiento de garrote, que no suelta.)  

JACOBO.-   (Volviendo a sentarse, después de recoger la pluma.)  De acuerdo, de acuerdo. Con mucho gusto calentaré tu camisa.  (De pronto se detiene pensativo.)  

SUEGRA.-  ¡Escribe! ¿Qué aguardas? 

JUANITA.-  ¡Me vas a encolerizar! Eres más lento que un cangrejo. 

JACOBO.-  ¡Espera, no tengo tinta! Aún voy por la primera palabra. 

JUANITA.-  Acunarás a nuestro hijito, cuando se despierte de noche, y esperarás a que se duerma antes de que te vuelvas a la cama. 

JACOBO.-   (Sacudiendo el pergamino.)  Espera, que hay una arruga. 

JUANITA.-  ¡Dios mío! ¡Qué torpe eres!

JACOBO.-    (Como si copiara.)  ¡Qué torpe soy! 

JUANITA y SUEGRA.-   (Las dos a la vez y una a cada lado de JACOBO.)  Tendrás que... 

JACOBO.-   (Interrumpiéndolas.)  Por amor de Dios, no me habléis las dos a la vez, porque no voy a comprender nada; no nos entenderemos y voy a emborronarlo todo por apresurarme demasiado. 

JUANITA.-   (A su madre, muy digna.)  ¡Habla tú, puesto que eres mi madre! 

SUEGRA.-   (El mismo juego.)  ¡Es tu marido! Yo debo callarme. 

JUANITA.-  Te obedezco, madre.  (A JACOBO.)  Si nuestro niño, mientras duerme, por miedo al coco, sueña... que es una fuente... y en el colmo de su turbación provoca una inundación... deberás enjugar sus lágrimas... 

JACOBO.-  ¿Y si no quiere volver a dormirse? ¿Y si llora sin parar? 

JUANITA.-  Lo cogerás con cariño y le harás muchas caricias, y sin mostrar enfado lo pasearás, aunque sea de noche, de aquí para allá, haciéndole pucheritos. 

JACOBO.-  A fe mía que es excesiva tu audacia.  (Deja de escribir.)  

JUANITA.-  ¿Qué esperas? 

JACOBO.-   (Arroja la pluma.)  ¿Qué quieres que haga si ya no cabe más? 

SUEGRA.-  Hum, hum. 

JUANITA.-   (Acercándose.)  Ponte a escribir o te deslomo.

JACOBO.-   (Coge la pluma.)  Lo haré por el otro lado.  (Da la vuelta al pergamino.)  

JUANITA.-  Escribe. Hay que sacar la ropa de la colada...

SUEGRA.-  Preparar la masa para el horno... 

JUANITA.-  Amasar el pan, recoger de prisa la ropa tendida, por si lloviera... 

SUEGRA.-  ¿Has comprendido?

JUANITA.-  Buscar arena para fregar...

SUEGRA.-  ¡Y correr como un galgo! Ir, venir, trotar... 

JUANITA.-  Arreglar, lavar, secar, frotar...

SUEGRA.-  Sacar agua para la cocina...

JUANITA.-  Buscar tocino en casa del vecino...

JACOBO.-  ¡Por favor! Deteneos un poco...

JUANITA.-  Y después poner el puchero al fuego.

SUEGRA.-  Fregar con cuidado la vajilla...

JUANITA.-  Ir al granero por la escalera...

SUEGRA.-  Llevar el trigo al molino...

JUANITA.-  Hacer la cama muy tempranito...

SUEGRA.-  Dar de beber a la borrica...

JACOBO.-    (Aparte.)  Ya veo que piensas en ti.

JUANITA.-  Arrancar las coles de la huerta...

SUEGRA.-  Tener la casa limpia y barrida... 

JACOBO.-   (Hace gestos de desesperación, mientras hablan triunfantes las dos.)  ¿Cómo queréis que lo escriba todo si no paráis de dictar? Decid lo que queráis, pero palabra por palabra... ¡Aún ando con el niño! 

JUANITA.-   (Muy despacio.)  Escribe: hacer la masa, cocer el pan, quitar de prisa la ropa tendida, por si lloviera...

SUEGRA.-   (Interrumpiéndolo.)  ¡Espera un poco! 

JUANITA.-   (Con velocidad creciente.)  Cerner...

SUEGRA.-  Lavar.

JUANITA.-  Secar.

SUEGRA.-  Guisar.

JACOBO.-   (Desesperado.)  Lavar... ¿qué? 

JUANITA.-   (Velozmente.)  Hacer que reluzcan los platos, las escudillas, los peroles... 

JACOBO.-  ¿Todos los pucheros de nuestro vasar? ¡Válgame Dios! A pesar de mis deseos, jamás podré acordarme de todo.  (Tira la pluma y gimotea.)  

JUANITA.-  ¿Quieres irritarme más? Para ayudar a tu memoria, escribe, ¡y menos historias!  (JACOBO se pone a escribir de nuevo.)  Tienes que ir al arroyo a lavar la ropa de la cuna. 

JACOBO.-   (Aparte.)  ¡Vaya oficio! ¿Y si hiela?

SUEGRA.-  ¡Qué cabeza más dura tienes!

JACOBO.-  Esperad...  (Escribiendo.)  Las escudillas, los pucheros, los platos... 

JUANITA.-  A fe mía que no te das mucha prisa. 

JACOBO.-  ¡Caramba! ¿A quién he de escuchar, a tu madre o a ti?  (Deja la pluma.)  

SUEGRA.-   (Acercándose a él.)  Te voy a moler a palos.

JACOBO.-   (Con dignidad.)  No me dejo zurrar.

JUANITA.-  Déjate de discursos inútiles. Pondrás el ajuar en orden. Me ayudarás a escurrir la ropa de la colada, junto a la tina. 

SUEGRA.-  Después de haber limpiado el fregadero. 

JUANITA.-   (A JACOBO, que se detiene y mira a la SUEGRA aturdido.)  ¡Pero date prisa! ¡Acaba! 

JACOBO.-   (Después de un instante.)  ¡Ya está!  (Mirando a las dos.)  Dejadme respirar. 

SUEGRA.-  Fírmalo y me iré en seguida. 

JACOBO.-  ¿Te irás? ¿Te irás? Entonces firmo con las dos manos.  (Firma.)  Tomad. Ahí esta el pergamino. ¿No queréis que le ponga sello? Atadlo bien con una cuerda y procurad que no se pierda. Pues aunque me cuelguen, no obedeceré más órdenes que ésas; jamás accederé a nada desde ahora en adelante. Desde hoy sólo me someteré al pergamino. Así se ha convenido. Tomad. Ya he firmado el pacto.  (Lo echa al aire. Ellas lo recogen al vuelo.) 

JUANITA.-  Eso es. Así se ha convenido, Jacobo.

SUEGRA.-  ¡Adiós, hija mía! 

JUANITA.-  ¡Adiós, madre mía!  (Se va la SUEGRA, después de muchas zalemas entre madre e hija y de darse varios besos y de repetir «Adiós».)  

JACOBO.-    (Queda estático, cara al público, como vencido.) 

JUANITA.-


 (Se acerca a la tina. Con aire triunfal tararea, mientras da pasos al compás de la música. Melodía popular catalana. Melodía 4.) 


Tan tarantán, que los higos son verdes;





tan tarantán, que ya madurarán... 




 (Grita.)  ¡Jacobo, ven a ayudarme!  (JACOBO no oye. Ella saca la ropa de la tina.)  


Si no maduran el día de Pascua,





madurarán para la Trinidad.




¡Jacobo, ven a ayudarme!




JACOBO.-   (Que vuelve en sí.)  ¿Ayudarte en qué?

JUANITA.-  A poner la ropa en la tina, donde he echado agua para la colada. 

JACOBO.-    (Desenrolla su pergamino y mira con atención.)  No está en el pergamino. 

JUANITA.-  ¡Cómo! Apenas acabamos de firmar y ya te sales con excusas.  (JACOBO sigue buscando.)  ¡Pronto! Mira hacia el final. Tiene que estar escrito: ayudar en la colada. ¿Quieres que te escriba a bastonazos en la espalda? 

JACOBO.-  No, no. Sí que está escrito. Sin reparo lo he firmado y sin reparo voy a ayudarte. Te obedezco. Has dicho la verdad. Otra vez ya lo pensaré mejor.  (Sube a un taburete o escalerilla que está junto a la tina y que hace juego con el otro en que está subida JUANITA. Esta le tiende el extremo de una sábana, mientras ella sostiene el otro.)  

JUANITA.-  ¡Tira con más garbo!  (JACOBO tira..., pero luego suelta la sábana.)  ¡Tira! ¡Si no, te la lanzaré a la cara!  (Le lanza una pieza de ropa mojada al rostro.)  

JACOBO.-  ¡Me has mojado el vestido! ¡Me has dejado como una sopa! 

JUANITA.-  ¡Vamos! ¡Toma de esta punta!  (Se la lanza y él la coge.)  ¿Siempre has de estar gruñendo? ¡Tira fuerte, sin miedo!  (Ella apoya el pie sobre el borde de la tina.) 

JACOBO.-  Como tú quieras...  (Tira tan fuerte que JUANITA pierde el equilibrio y cae dentro de la tina.) 

JUANITA.-    (Desaparece sumergida en la tina.)  ¡Torpe, más que torpe!  (Saca la cabeza.)  ¡Marido mío, en piedad de mí! ¡Que me muero! ¡Ten piedad de mí! ¡De tu mujer, que tanto te ama! Si no me ayudas voy a perecer al momento. Dame la mano. ¡Pronto! 

JACOBO.-    (Mientras, ha descendido y se ha colocado más hacia adelante, echa un trago con satisfacción.)  ¡Ah!

JUANITA.-  Ya siento que se me hiela el cuerpo. ¡Sácame de aquí! 

JACOBO.-    (Después de un momento.)  Eso no está en mi pergamino. 

JUANITA.-    (Sacando la cabeza.)  ¡La ropa me oprime y me ahoga! ¡Me muero! ¡Por Dios, sácame de este trance! 

JACOBO.-   (Cantando.)  Tan tarantán, que los higos son verdes...  (Ademán de beber.)  

JUANITA.-  ¡Ay, Jacobo mío, que ya me llega el agua al cuello ¡Glu, glu, glu, glu! 

JACOBO.-   (Cantando.)  Tan tarantán, que ya madurarán...

JUANITA.-    (Suplicante.)  Jacobo, tiéndeme la mano.

JACOBO.-    (Cantando.)  Si no maduran el día de Pascua...

JUANITA.-  ¡Ay, que me ahogo! 

JACOBO.-    (Cantando.)  Madurarán para la Trinidad.

JUANITA.-  Jacobo, sácame de aquí... 

JACOBO.-  Eso no está en mi pergamino. 

JUANITA.-  ¡Ay de mí!  (La melodía sigue al fondo, lenta y suave.)  

JACOBO.-    (Leyendo su pergamino.)  «Por la mañana temprano preparar todo,  (Después de cada punto que lee, JUANITA podrá soltar un «ay».)  encender la lumbre, ver si hierve el agua...» 

JUANITA.-  ¡La sangre se me hiela en las venas!

JACOBO.-  «Colocar los objetos en su sitio, ir, venir, trotar, correr...» 

JUANITA.-  ¡Estoy a punto de morir! 

JACOBO.-  De eso tampoco dice nada el pergamino. Estoy leyendo y busco en vano... «Arreglar, lavar, secar, frotar...»

JUANITA.-  ¡Socórreme! 

JACOBO.-  «Preparar la masa para el horno, cocer el pan, recoger la ropa tendida,  (Recalcando.)  por si lloviera...»

JUANITA.-  ¿No me oyes, Jacobo? 

JACOBO.-  «Calentar la camisa de mi mujer...» «Llevar el trigo al molino, dar de beber a la borrica...»  (Con gestos de desencanto por la SUEGRA.)  

JUANITA.-  Ven a socorrerme. 

JACOBO.-  «¡Y después, poner el puchero... al fuego!»

JUANITA.-  Llama a mi madre... 

JACOBO.-  «Tener limpia la casa, lavar sin parar las escudillas, los platos, los peroles...» 

JUANITA.-  Por favor, si no quieres ayudarme, ve a buscar a mi madre, que podrá echarme una mano. 

JACOBO.-  Eso tampoco está en mi pergamino.

JUANITA.-  ¡Pues tenías que haberlo puesto! 

JACOBO.-  No, no, yo escribí todo lo que me dictaste.

JUANITA.-  ¡Sácame,  (Melosa.)  amor mío!

JACOBO.-  ¿Yo tu amor? ¡Tu enemigo! ¿Acaso has aliviado mi trabajo mientras vivías...? Anda, anda, que sin pena ninguna te voy a dejar morir. Es inútil, cariño, que te canses gritando de esa manera.  (Cesa la melodía anterior. Se oyen golpes en la puerta.)  

JUANITA.-  ¡Ay, madre mía! 

JACOBO.-  Vaya, ahora llaman a la puerta.  (Aparte.)  Esperemos que no sea su madre. 

SUEGRA.-    (Desde fuera.)  ¿No me abrirás en toda la mañana? 

JACOBO.-  Hum, hum. Eso no está en mi pergamino.  (Se oyen ayes y lloros de JUANITA.)  

SUEGRA.-   (Sigue golpeando.)  ¿Qué oigo?  (JACOBO empieza a tararear, mientras se oye ruido de subir por las escaleras la SUEGRA, que se asoma a la ventana.)  ¿Qué veo? 

JACOBO.-  Nada, nada, que tu hija está a remojo  (Ayes de JUANITA.)  en la cuba. 

SUEGRA.-   (Furiosa, desde la ventana.)  Pero, ¿qué ha pasado? 

JACOBO.-  Nada, que mi mujer casi se ha muerto...

JUANITA.-  ¡Ay!

SUEGRA.-  ¡Ábreme, bufón de mala casta! 

JACOBO.-  ... mientras hablaba..., cayó en la tina de la colada. 

SUEGRA.-   (Que ha bajado ya y está tras la puerta.)  ¡Abre, asesino, verdugo! 

JACOBO.-   (Sin darle importancia.)  Como habló demasiado, la pobre tenía mucha sed. 

JUANITA.-  ¡Madre! ¡Que desfallezco dentro de la tina! ¡Ven a socorrerme, madre! 

JACOBO.-  ¡Oh! ¡Se me parte el corazón! 

SUEGRA.-   (Golpes en la puerta.)  ¡Abre, malvado, o tiro la puerta! 

JACOBO.-  Espera que quite la tranca.  (Va a coger el garrote para defenderse y atranca más la puerta.)  

SUEGRA.-   (Después de un fuerte empujón irrumpe.)  ¡Espera, hija, que ya estoy aquí!  (A JACOBO.)  Dame la mano, bergante, y ayúdame a sacarla.

JACOBO.-   (Muy seguro, apoyado en el garrote.)  Esto no está en mi pergamino. 

SUEGRA.-   (Se acerca a él y le da un pisotón.)  ¡Malvado, infame! 

JACOBO.-  ¡¡Ay!!  (Pierde el equilibrio y el palo, a la vez que se coge el pie.)  

SUEGRA.-   (Que se ha hecho con el palo.)  ¿Vas a dejar morir así a tu mujer? Ven y ayúdame a sacarla.  (Ella lleva la iniciativa. Se coloca uno a cada lado de la tina.)  ¡Ayúdame!  (JUANITA saca los brazos y la coge uno por cada brazo y tiran. La SUEGRA ha apoyado un pie en el canto de la tina. JACOBO da un tirón fuerte y cae también la SUEGRA en la tina.)  ¡Tunante, malandrín! ¿Vas a dejar morir así a tu mujer? 

JUANITA.-  ¿Y a tu suegra? 

JACOBO.-    (Baja sonriendo y frotándose las manos, y mientras ellas gritan «ay», «ay»...)  Tan tarantán, que los higos son verdes...  (Canta.)  

SUEGRA y JUANITA.-  ¡Ay, ay!

JACOBO.-  Yo he de ser el amo de mi casa.

SUEGRA.-  ¡Cómo! ¿Has perdido la razón? ¿Tú el amo de tu casa? 

JACOBO.-   (Cantando.)  Tan tarantán, que ya madurarán...

JUANITA.-  ¡Jacobo, ten piedad de mí! 

SUEGRA.-  ¡Y de mí también! 

JACOBO.-   (Cantando.)  Si no maduran el día de Pascua...

SUEGRA.-  ¡Pronto! ¡Ayúdanos! 

JACOBO.-   (Cantando.)  Madurarán para la Trinidad. Eso no está en mi pergamino.  (Lo mira constantemente.) 

SUEGRA.-  ¡Vamos! ¡Bandido! ¡Egoísta! Te lo pido de rodillas... 

JUANITA.-  Y yo también. ¡Sácanos de aquí!

JACOBO.-  Tan tarantán... 

SUEGRA y JUANITA.-  ¡Jacobo, por amor de Dios, sácanos de aquí...! 

JACOBO.-    (Con aire de triunfo.)  Bueno; lo haré si me prometéis que en mi casa mandaré yo. 

SUEGRA y JUANITA.-  Te lo prometemos de todo corazón.

JACOBO.-  ¡Ah!, ¿sí? ¡Qué amables! ¿No lo diréis por miedo, verdad? 

SUEGRA y JUANITA.-  ¡Te dejaré tranquilo, sin pedirte jamás nada! 

SUEGRA.-  Y yo me callaré siempre... 

JACOBO.-   (Se crece.)  Hum, hum. ¿Lo prometéis de veras?

JUANITA.-  Yo sí. 

SUEGRA.-  Y yo también. 

JACOBO.-  ¿Tendré que hacer, mujercita mía, una lista parecida a la que me hicisteis a mí? 

JUANITA.-  No, amor mío, descansarás todo lo que quieras.

JACOBO.-  Al fin reconoces mi derecho. Eso está muy bien. ¡Cómo se nota que me quieres! 

SUEGRA.-  Y yo también. 

JACOBO.-   (Gesto de sorpresa al oír a la SUEGRA.)  ¿Eh?

JUANITA.-  Sácame de aquí. Te pido perdón. Yo haré todas las labores de la casa con ardor y con coraje. 

SUEGRA.-  Y yo también.

JACOBO.-   (Digno.)  ¿Dormirás al rorro?

JUANITA.-  ¡Sí! Sácame. 

JACOBO.-  ¿Harás la masa? ¿Cocerás el pan? 

JUANITA.-  ¡Por favor! ¡Te lo prometo! Está bien. Desde hoy estaré siempre de acuerdo contigo. 

SUEGRA.-  Y yo también. 

JUANITA.-  Ya no hablaremos más del pergamino. Quémalo...

SUEGRA.-  Y a mí también. No, no... 

JACOBO.-  ¿No convendrá que lo escriba? ¿Tendré que hacer la colada? 

JUANITA.-  No, amor mío. Mi madre y yo la haremos solas..., y no te volveremos a molestar. 

JACOBO.-  ¿Calentarás mi camisa? 

JUANITA.-  Haré lo que quieras, pero sácame de aquí.

JACOBO.-  ¿No me llevarás la contraria?

JUANITA.-  No. Siempre seré tu criada. 

SUEGRA.-  Y yo también. 

JACOBO.-  ¡Cómo me encanta esta sumisión! Nunca me habéis gustado tanto como ahora. Al momento os saco de la tina.  (Saca a su mujer.)  

JUANITA.-  ¡Ay, marido mío! 

SUEGRA.-   (Desde dentro de la tina.)  Hum, hum. 

JACOBO.-   (Con gesto de distracción, que corrige, saca a la SUEGRA.)  Perdón... 

SUEGRA y JUANITA.-   (Se besan con aspavientos, como en la despedida, mientras repiten.)  ¡Madre mía! ¡Hija mía!

JACOBO.-   (Sonriente al público.)  Y así acabó la farsa..., gracias a...,  (Mira a la una y a la otra y al pergamino roto ya..., y acaba señalando a la tina.)  gracias a la tina de la colada. 


  

(Una ráfaga de aire mueve ropa tendida en un tendedor del patio. )

  




 

 

FIN