Apuntes
para una historia del teatro peruano
(del
primer siglo republicano hasta 1970)
por
Gemma Zavala
En
el Perú, como en la mayoría de los países de América Latina, el
teatro ha tenido que luchar contra una serie de circunstancias
adversas, llevando una vida accidentada que se
inicia significativamente en la etapa virreinal con el costumbrismo
de Juan del Valle y Caviedes y Pedro Peralta y Barnuevo, quienes
enlazan los siglos XVII y XVIII con ágiles entremeses y fines de
fiesta de comedias, abriendo las puertas, en forma inesperada, a la
vena criolla en cuadros en los que aparecen limeños y serranos,
mineros ricos, caballeros solemnes, sacristanes y beatas de convento,
bajo una concepción crítica del ambiente colonial.
En
el XIX, aunque los poetas románticos utilizaron el teatro como medio
de expresión, destaca nítidamente la dramaturgia de Felipe Pardo y
Aliaga y Manuel Ascencio Segura, dos diestros artífices que
calaron en la esencia del estilo y el sentir nacional. Ambos
usaron el escenario para afianzar los valores locales, criticando con
gracia los defectos de la joven república.
Felipe
Pardo y Aliaga buscó la formas europeas de carácter neoclásico
para escenificar ambientes elegantes y moralizadores. Fue hijo
de un alto funcionario español. Durante la guerra de la
independencia abandonó el país y radicó en España, donde entró
en contacto con importantes literatos de la época. A
los pocos años de forjada la república vuelve a Lima e inicia con
Segura ese mundo de la comedia costumbrista, en el cual la sala de la
casa en el escenario donde ocurre toda la acción.
Manuel
Ascencio Segura, con un lenguaje llano y salpicado de peruanismos,
fue el defensor de lo popular, de lo campechano, del criollismo que
abogaba por divertir con un tema y una expresión local. Segura fue
hijo de un teniente de ejército español y luchó en las tropas
realistas. Esta experiencia lo haría más tarde ser uno de los
críticos más feroces del militarismo y el caudillismo de los
primeros años de la república.
Obras
como "Amor y Política", "El Sargento Canuto" y
"Ña Catita" atestiguan la influencia del teatro de
comedias de Moratín, aunque el mérito y la originalidad están en
la representación jocosa de los vaivenes dramáticos de los
problemas sociales de aquellos años liminares de la república.
En
la década del 40, la llegada al Perú de la compañía española de
Margarita Xirgu revivió los ánimos del alicaído ambiente teatral,
estimulando su desarrollo. Como resultado se creó la Escuela
Nacional de Arte Escénico, entidad que jugó un papel importantísimo
en la dinámica teatral en el Perú; la Compañía Nacional de
Comedia, dirigida por el español Edmundo Barbero, y se instituyó el
Premio Nacional de Teatro. En este despertar surgieron las figuras
señeras de Percy Gibson Parra, Juan Rios, Bernardo Roca Rey,
Sebastián Salazar Bondy y
Enrique Solari Swayne.
Sebastián
Salazar Bondy renovó la dramaturgia peruana, dándole un aliento de
modernidad e introduciendo las inquietudes del teatro francés de
aquellos tiempos. Inició su labor teatral fundando en "Club de
Teatro de Lima", entidad que contribuyó a la renovación
teatral en el Perú. En 1947 obtuvo el Premio nacional de Teatro por
"Amor Gran Laberinto". En 1951 obtuvo nuevamente el Premio
Nacional de Teatro por "Rodil". También escribe las
comedias "Dos viejas van por la calle" y "El
Fabricante de deudas"; los juguetes "El de la valija",
"El espejo no hace milagros" "En el cielo no hay
petróleo", y "Un cierto tic tac"; y las piezas
dramáticas "Algo que quiere morir" y "Flora Tristán".
Enrique
Solari Swayne inició su dramaturgia con un éxito rotundo en 1958,
al presentar la Asociación de Artistas Aficionados su drama
"Collacocha".
"Collacocha
se impuso en el Primer Festival de Teatro Panamericano en México,
colocando a su autor en un lugar privilegiado en la dramaturgia
latinoamericana. Entre sus muchas virtudes la obra, aunque algo
declamatoria, encierra un discurso netamente peruano, bien planteado,
y de una emoción que le agrega un valor universal y absoluto.
En la década de los 40 se registra una mayor actividad teatral con
los teatros universitarios de San Marcos y de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, la Asociación de Artistas
Aficionados, la Compañía Nacional de Comedias y la Escuela Nacional
de Arte Escénico. Aunque el auge se percibe en los años tempranos
de la década de los 50 a través de la escuela Nacional de Arte
Escénico, dirigida por Guillermo Ugarte Chamorro, y el Club de
Teatro de Lima, fundado este último por Sebastián Salazar Bondy y
Reynaldo D´Amore.
En
1956, Histrión comenzó una carrera brillante de representaciones
con la obra "Seis Personajes en busca de Autor" de Luigi
Pirandello, y en 1968 alcanzó notoriedad con Marat Sade. Hay que
sumar las presentaciones de los Autos Sacramentales dirigidos por
Ricardo Roca Rey en el Atrio de la Catedral de Lima y el Convento de
San Francisco, así como las presentaciones al aire libre que, en el
Campo de Marte, realizaba la Escuela Nacional de Arte Escénico todos
los años en el verano. también la destacadísima presencia del
Teatro de la Pontificia Universidad Católica, que desde su escuela
dirigida por Ricardo Blume formó a destacados valores de la escena
nacional, quienes participaron en diversos Festivales Internacionales
y en las obras "Tristán e Isolda" (1961), "Los
Empeños de Una Casa" (1963), y "Las Bizarrías de Belisa"
(1966).
Los
años 60 significan una década en estrecha relación con los
acontecimientos históricos que se daban en el país, surgiendo el
cuestionamiento y la desmitificación de valores e íconos. Una nueva
temática y una renovación formal del teatro surgió a partir de
nuevos grupos con compromisos artísticos y sociales como Homero
Teatro de Grillos que, bajo la dirección de Sara Joffré, presentó
la atrevida pieza de Jean Claude Itallie "América, Hurrah".
Bajo la dirección de Carlos Clavo Ochoa, Yego, Teatro Comprometido,
se permitió poner en escena una versión muy libre, "Los
Ruperto", de Juan Rivera Saavedra. Había comenzado la discusión
sobre los teóricos del teatro como Stanislavski, Artaud, Brecht y
Grotowsky. En 1962 se dio el primer montaje de Brecht, "Terror y
miserias del Tercer Reich", a cargo del director Reynaldo
D´Amore, con el grupo Hebraica del Club de Teatro de Lima. El
fenómeno Brecht tuvo su punto más alto con la "Opera de dos
centavos", a cargo del uruguayo Atahualpa del Cioppo. El actor
Jorge Acuña, uno de los bandidos en la representación de la obra de
Brecht, se instala en la Plaza San Martín de Lima inaugurando el
Teatro de la Calle.
Durante
los años 60 se generó una interesante preocupación por alcanzar un
nuevo público, que se expandía de las salas de teatro a los barrios
periféricos y las organizaciones populares y al interior del país.
Ante la desaparición de la Compañía Nacional de Comedia y de la
Escuela Nacional de Arte Escénico, aparecieron grupos y compañías
que realizaron destacada labor a cargo de Lucía Irurita, Carlos
Gassols y Herta Cárdenas, felipe Sanguinetti, Alfredo Bouroncle y
Rosa Wunder, presentándose en el Teatrin de Radio Mundial y en el
Teatro "La Cabaña". En aquel momento surgió el Teatro
Nacional Popular y ocurrió la llegada del dramaturgo brasileño
Augusto Boal, contratado por el gobierno militar de entonces para sus
Programas de Alfabetización. En el interior del país,
específicamente en Ayacucho, el dramaturgo Víctor Zavala Cataño,
señalando que el teatro era la isla a la que la imagen del
trabajador agrario no había podido arribar, creó el "Teatro
Campesino".
Dramaturgos
como Gregorio Díaz, Julio Ortega y Juan Rivera Saavedra
manifestaron también sus preocupaciones tanto por las guerrillas del
65 como por los movimientos sociales emergentes.
El
Perú había entrado a los años 70, y llegaron nuevas formas y
tendencias como la del Living Theatre, el Open Theatre, la
experiencia de Peter Brook, el teatro de Arrabal, y la vigencia de
Artaud. El camino estaba preparado para Cuatrotablas y Yuyachkani,
dos grupos que consolidaron una importante presencia en la escena
nacional a partir de esa década.
Desde
1970 el teatro peruano expande sus actividades, constituyendo una
historia fresca y vital, donde la palabra y la imagen siguen
generando inquietud y misterio.
En
las últimas décadas, la realidad social del Perú ha ido decantando
el trabajo cultural de los artistas, y éstos han especificado su
labor en áreas populares, asumiendo el arte como un espacio de la
educación y la lucha por un mundo mejor. Actualmente, se producen
actividades teatrales en el interior de los establecimientos penales,
como parte de las bregas de los prisioneros políticos, por lograr un
tratamiento político de los problemas derivados del conflicto
interno iniciado en los años 80.
En
este contexto es que se convoca el Festival de Teatro Popular en el
Establecimiento de Máxima Seguridad de Canto Grande, evento singular
que se desarrollará en el mes de diciembre, con la participación de
grupos de teatro popular, teatros democráticos, teatros
universitarios, del Perú y del mundo.