NO HAY LADRÓN QUE POR BIEN NO VENGA
DARÍO FO
PERSONAJES
Ladrón
Mujer del ladrón
H
o m b r e
Mujer
Ana
Antonio
Segundo ladrón
Tras
forzar la ventana, un ladrón entra en el apartamento del tercer piso de una casa
señorial, con su clásica lámpara de tulipa. Echa un vistazo y enciende la luz.
Justo
cuando va a abrir un cajón, suena el teléfono. El ladrón, presa del pánico, va
rápidamente a batirse en retirada, pero al ver que no aparece
nadie de la casa v por tanto no tiene nada
que temer, vuelve sobre sus pasos. Sigiloso,
se acerca al teléfono. Arranca el auricular
y, como si quisiera ahogarlo, lo estrecha contra su pecho tapándolo con la chaqueta. Del
auricular sale una voz cada vez más débil y «apagada».
VOZ.- Oiga, oiga, conteste... ¿Con quién hablo?
El
ladrón saca de su chaqueta el auricular, lo levanta con cautela y lo acerca al oído;
luego lo sacude repetidamente y oye un lamento.
LADRÓN.- .- ¡Oh!
¡Por fin!
VOZ.- Ohhh...
por fin... ¿Con quién hablo?
LADRÓN.- .- (Otra vez sorprendido.) María...
¿eres tú?
VOZ.- Sí,
soy yo, pero ¿por qué no contestabas?
Iluminada por un foco, aparece en
una zona hasta ahora
oscura del escenario la figura de la mujer que habla por teléfono.
LADRÓN.- .- ¡Estás
loca! ¿Ahora me llamas incluso al trabajo? ¡Imagínate
si llega a haber alguien en casa, en menudo lío me habrías metido!
MUJER DEL LADRÓN.- .- Pero
si tú mismo me has dicho que los propietarios
están en el campo... y además, perdona, pero no podía más... estaba preocupada
por ti... me encontraba fatal... incluso ahora, cuando te
estaba llamando, me parecía que me ahogaba...
LADRÓN.- .- Perdona,
no lo he hecho aposta, no me imaginaba:
que
eras tú...
MUJER DEL LADRÓN.- .- ¿Pero
qué dices?
LADRÓN.- .- Nada,
nada... Pero ahora déjame... ya he perdido bastante
tiempo...
MUJER DEL LADRÓN.- .- Ah,
te hago perder el tiempo... ¡Gracias! Yo me
muero de agobio, sufro... me desazono...
LADRÓN.- ¿Qué
haces?
MUJER DEL LADRÓN.- .- Sí,
me desazono... me desazono por ti... y tú
me tratas así... Muy amable, la
verdad... Pero no temas... de ahora en adelante no me
desazonaré más... mejor, a partir de ahora deja de decirme
adonde vas porque a mí me da...
LADRÓN.- .- Pero
cariño, trata de razonar... Cómo es posible que no
te entre en la cabeza que no he venido a divertirme. ¡Cómo es
posible que contigo no se pueda robar en paz ni una sola vez!
MUJER DEL LADRÓN.- .- Exagerado...
¡ahora, como siempre, se hace el mártir! Hay tanta gente que roba, que atraca,
incluso a mano armada... y no se da tanta
importancia. Menos mal que no te dedicas al robo con engaño y estafa...
¡que si no, pobre cíe mí!
LADRÓN.- .- (Oye
un extraño ruido a sus espaldas y tapa instintivamente el aurocular.) ¡Calla!
Por
suerte es sólo el mecanismo del reloj de péndulo que marca la próxima hora... y
da la medianoche.
MUJER DEL LADRÓN.- ¿Que
pasa?
LADRÓN.-(Recuperándose del susto.) ...Es
el reloj de péndulo. Menos mal.
MUJER DEL LADRÓN.-.- Qué bonito sonido... debe
de ser un reloj antiguo... ¿Pesará mucho?
LADRÓN.-(Distraído.) ...Por lo menos... (De pronto cae en Las intenciones
de su mujer.) ¿No
pretenderás que te lo lleve a casa... por
casualidad?
MUJER DEL LADRÓN.-.- Oh
no, figúrate... Cómo se te ocurre que yo
pretenda algo así... Tú, con un detalle cariñoso... Tú, pensando
hacerme un regalito... ¡qué ocurrencia!
LADRÓN.-Eres una inconsciente, eso es lo que eres... Si
cargo con ese catafalco, ¿me quieres explicar
cómo me llevo la plata y lo que
encuentre?
MUJER DEL LADRÓN.- En
el catafalco...
LADRÓN.- Pues ya puestos, ¿por qué no me pides que te lleve también el frigorífico? ¡Aquí hay uno cíe
doscientos litros!
MUJER DEL LADRÓN.- No
levantes la voz, por favor... No estás en tu
casa.
LADRÓN.- Perdona,
me he pasado.
MUJER DEL LADRÓN.- Encima
te pueden oír, y quedas como un grosero.
LADRÓN.- Te
he pedido perdón.
MUJER DEL LADRÓN.- Además, nunca te he dicho
que quiera un frigorífico, y menos de
doscientos litros, que no sabría dónde meterlo.
Me conformo con cualquier cosa... lo que importa es el detalle... así que elige tú. Eres tú el que hace
el regalo.
LADRÓN.- Pero
cómo quieres que sepa lo que te gusta... además, tengo otras cosas en la
cabeza...
MUJER DEL LADRÓN.- Si
quieres voy y lo elijo yo...
LADRÓN.- ¡Sí,
lo que faltaba!
MUJER DEL LADRÓN.- Me
gustaría tanto ver cómo es una auténtica
casa señorial... a mis amigas las mataría de envidia.
LADRÓN.- A mí
sí que me vas a matar, no a tus amigas... he venido
a robar, ¿quieres enterarle o no? Adiós, hasta luego.
MUJER DEL LADRÓN.- ¿A
qué viene tanta prisa? Total, qué te cuesta... ser amable por lo
menos una vez conmigo, después de todo soy
tu mujer... ¡y nos casamos por la iglesia, no en el registro, como cualquier concubina!
LADRÓN.- (Molesto.) ¡He
dicho adiós!
MUJER DEL LADRÓN.- Por
lo menos un besito...
LADRÓN.- Vale... (Frunce cómicamente los labios al dar un
beso sonoro )
MUJER DEL LADRÓN.- .- ¿Me quieres?
LADRÓN.- .- Sí...
te quiero.
MUJER DEL LADRÓN.- .- ¿Mucho?
¿Mucho?
LADRÓN.- (Exhausto.) ¡Mucho,
mucho! Pero ahora cuelga...
MUJER DEL LADRÓN.- Tú
primero...
LADRÓN.-
.- Vale... yo
primero...
Cuando
va a colgar se oye la voz de la mujer que por última vez lo asalta, fortísima.
MUJER DEL LADRÓN.- ¡Acuérdate del regalito!
El
ladrón cuelga rápidamente, mirando con odio el teléfono. En el mismo instante, la
figura de la mujer se desvanece en la oscuridad. Por fin solo, el ladrón se mueve por
el piso en busca del botín. Abre un
cajón: ha encontrado el adecuado... saca de
un bolsillo de la chaqueta el saco y se dispone a llenarlo, cuando el chasquido
de un cerrojo de varias vueltas le asusta. Después se oyen unas voces
que provienen del recibidor.
VOZ
DE MUJER.- La luz del
salón está encendida... Dios mío... ¡tengo miedo, vámonos!
VOZ
DE HOMBRE.- Tranquila... Me la habré dejado yo.,, ¿quién quieres que sea?
VOZ
DE MUJER.- ¿Y si ha vuelto tu ?
Mientras tanto el ladrón, bastante asustado, trata
de fugarse por la ventana, pero ha perdido demasiado tiempo
y no le queda más remedio que ocultarse dentro de la amplia
caja del reloj.
HOMBRE.-.- (Entra con cautela y recelo) Pero
qué dices... ¡mi mujer! ¿Por qué motivo iba a volver a la ciudad? (Se asoma a las otras habitaciones.) No volvería aunque se enterara de que le están desvalijando la casa... ¿Lo ves? ¡No hay
nadie!
MUJER.-.- (Entra
con cautela y recelo.) Me siento tan culpable... (El hombre la ayuda a quitarse
el abrigo de piel.) Qué pensarás de mí... Quizás
he hecho mal en ceder tan pronto... Apuesto a que tu mujer se te resistió mucho
más que yo...
HOMBRE.-.- ¿Qué
tiene
que ver mi mujer? Ha estado siempre llena de
complejos, de prejuicios pequeño-burgueses... Se me resistió sólo para poder casarse de blanco.
MUJER.-.- (Con tono polémico y resentido.) Sí,
pequeño-burguesa, llena de prejuicios... pero bien que te has casado con ella... Me gustaría saber si harías lo mismo conmigo.
HOMBRE.-.- (La acaricia mientras trata de empujarla hacia
el sofá que está en el centro del escenario.) Tesoro...
Te aseguro que si mi mujer no fuese tan anticuada, y
tu marido no tuviese nada en contra...
La mujer se sienta y el hombre se le acerca.
MUJER.-.- (Se suelta del abrazo.) Ves,
lo has estropeado todo... (El hombre
pierde el equilibrio y cae sobre el respaldo, que se vuelca. Se queda
tumbado a lo largo del diván.)
¿Por qué has querido recordarme
que tengo un marido? ¿Cómo podré ahora? Ahora que has hecho
renacer en mí el remordimiento,
el sentimiento de culpa...
HOMBRE.- Perdona,
no era mi intención. (Se incorpora,
vuelve a colocar el respaldo.) Pero quizás si hablamos un
poco... del tiempo o algo así... a lo mejor te distraes otra
vez, y podemos pasar...
MUJER.-.- ¿Adonde?
HOMBRE.- (Incómodo.) A
mi dormitorio.,.
MUJER.-.- Tal
vez sea la mejor
solución... Probemos.
HOMBRE (Esperanzado.) ¿A ir a mi
dormitorio?
MUJER.-.- No. A hablar un poco,
HOMBRE.-.- ¿Y no podríamos pasar a
mi dormitorio a hablar un poco?
MUJER.-.- Te lo ruego, no insistas. Hablemos... hablemos
cíe ti cuando eras niño... me gustan tanto los niños...
HOMBRE.-.-
(Resignado.) Está bien... pero
si no te importa, empezaré por cuando tenía cinco
años, de antes no recuerdo nada.
MUJER.-.-
¿Cinco años?
Lástima... a mí me gustan más pequeños... son más inocentes, menos maliciosos...
pero mejor que nada...
HOMBRE.-.- Pues recuerdo que a los cinco años era aún un
niño... y que a los seis... (Protesta, fastidiado.) ¡Oh,
no!, dejémoslo... me siento
demasiado estúpido... llevas una hora tomándome el pelo... Primero que si mi mujer, luego que si tu marido... Pobre hombre, como también haya tenido
que aguantar tantos remilgos...
MUJER.-.-
No, querido,
con él fue otra cosa... cedió en seguida...
HOMBRE (Sorprendido.) ¿Cómo que cedió
enseguida?
MUJER
Claro, porque en ese caso fui yo quien le invité a mi casa, así que me tocaba a
mí hacerle ceder. ¿Si le quitamos al amor el
placer de la conquista, qué queda? Por desgracie! mi marido ha sido
siempre un hombre de una ligereza vergonzosa,
y cedió en seguida. Por eso le desprecio. Pero contigo siento que va a ser
diferente... ¡Sabes insistir tan bien! Insiste, te lo ruego... Insiste.
HOMBRE.-.- Sí,
insisto, insisto muchísimo, vamos al dormitorio. (Los dos van a salir abrazados cuando suena el
teléfono; se detienen confusos, sin saber qué hacer.) ¿Quién puede ser?
MUJER.-.- ¿Tu
mujer?
HOMBRE.-.- Qué
va.,, mi mujer... ¿Por qué va a llamar por teléfono?
¿Y a quién? A mí no, desde luego... Cree que he ido a ver a mi
madre... Además, no suena como una conferencia... Será algún
pesado, o alguien que se ha equivocado de número. (Vuelve
a abrazarla.)Vamos, verás cómo se acaba callando. (El teléfono
sigue sonando, impertérrito.)
MUJER.-.- Por favor, haz que se
calle, me está volviendo loca.
HOMBRE.- (Va hacia el teléfono,
lo descuelga y mete el auricular en el
cajón de la mesita.)Ya está;
ahora no nos molestará.
MUJER.-.-
(Con tono desesperado.)
¡Oh, Dios, qué has hecho! Ahora ya
saben que estás en casa... ¿Quién si no iba a descolgar?
HOMBRE.-.- (Se da cuerna, desolado.) Qué
estúpido... ¡Tienes razón! Y además, pueden sospechar que no estoy solo,
que trato de ocultar algo sucio.
MUJER.-.- Gracias,
¿por qué ya de paso no dices que te doy asco? (Llora.) Y yo que estaba a
punto de dejarme convencer... Me está bien empleado...
HOMBRE.-.- (Trata de aparentar
dominio de sí mismo.) Pero cariño... no nos
equivoquemos. No perdamos la cabeza, por lo que más quieras... mantengamos la
calma... Después de todo, ¿por qué van a
pensar que he sido precisamente yo el que ha descolgado? Puede haber sido cualquiera... qué sé yo... (No sabe cómo
seguir.)
MUJER.-.- (Con ironía.) Ya.,,
alguien de paso...
HOMBRE.-.- (Incómodo, sin
convicción.) Eso es...
MUJER.-.- (Con el mismo tono.) Un
tipo que pasaba por aquí por
casualidad... un ladrón, quizás...
HOMBRE.-.- Pues
sí, quizás... (Se da cuenta de lo absurdo.)
¡Pero qué dices «un ladrón»! Si pensaran algo así,
llamarían enseguida a la policía.
MUJER.-.- Claro,
y a lo mejor ya lo han hecho. (Aterrada.)
¡Dios mío! nos encontrarán aquí juntos, nos
detendrán... (Casi gritando.) ¡Dios mío, la policía! (Se lanza hacia la entrada, seguida por
el hombre que trata de retenerla.)
LADRÓN.- .- (Sale asustado de su escondrijo.) La
policía... lo que faltaba... ¿Y ahora por dónele me
escapo?
HOMBRE.-.- (Desde el recibidor.) Espera... trata de
razonar.
MUJER.- ¡Tengo miedo! ¡Vámonos, te lo ruego!
HOMBRE.-.- Está bien, vámonos... pero querrás por lo menos coger el abrigo.,,
MUJER.-.- Oh, claro, el abrigo... he perdido
realmente la cabeza.,, menudo lío hubiera sido...
(El ladrón, que mientras tanto ha estado
dudando entre huir por la ventana o esperar a que los dos salieran,
al oírlos regresar vuelve a meterse a toda velocidad en su escondite.
Pero a! entrar en la caja del reloj se golpea la cabeza con el péndulo,
que emite un sonoro «don». La mujer al entrar se asusta.) ¡Oh!
¿Qué ha sido eso?
HOMBRE.-.- (Sonriendo.) Nada,
cariño... es el péndulo... ha dado
MUJER.-
Perdona, es que estoy muy nerviosa. (El
hombre lleva el abrigo de piel en la mano y se
dispone a ayudar a la mujer a ponérselo. Pero ella repara en
el auricular descolgado.) Tú también has perdido la cabeza, mira,
íbamos a salir sin colgar. (Vuelve
a dejar el auricular en el aparato.)
No ha tenido tiempo de pronunciar las últimas
palabras, cuando el teléfono vuelve a sonar. Los dos se miran,
aún más asustados.
HOMBRE.-.- (Casi hipnotizado por el sonido, agarra
el auricular, se lo lleva lentamente al oído y
con voz poco natural.) ¿Diga?
Aparece,
como antes, la figura de la mujer del ladrón, y al mismo tiempo se oye su voz,
bastante irritada.
MUJER
DEL LADRÓN.- .- Por fin... llevo una hora
llamando. ¿Se puede saber por qué antes me has colgado?
Hombre
Perdone, ¿con quién hablo?
La
amante acerca el oído al auricular para poder escuchar.
MUJER
DEL LADRÓN.- .- ¡Qué bien, ahora ya ni
reconoces la voz de tu mujer!
MUJER.-.- (Casi se desmaya.) ¡Tu mujer!
Ya lo decía yo... ¡Oh, Dios mío!
MUJER
DEL LADRÓN.- ¿Quién está contigo? Sinvergüenza... he oído una voz de mujer...
¿quién es?
HOMBRE.-.- (A su amante.) Tranquila, debe
de ser un error, jamás he oído esa voz...
MUJER
DEL LADRÓN.- .- ¡Pues yo sí que la he oído! Es
inútil que disimules... Asesino, canalla, por fin te he
descubierto,,. ahora entiendo por qué no querías que fuera a esa casa.
Pero tendrás que volver a la tuya... y
entonces.,.
Mientras, el ladrón se ha asomado desde su escondite
para escuchar mejor el diálogo.
HOMBRE.-.- Mire,
hay un error... se ha equivocado de número... Está
hablando con la casa de los señores Mariani...
MUJER DEL LADRÓN.- .- Lo
sé, lo sé, casa Mariani, calle Cenini 47, 3º
interior... y ahora deja cié hacerte el listo y no trates de disimular
la voz porque no lo consigues... sinvergüenza... el que no
quería que le molestaran en el trabajo...
HOMBRE.-.- ¿Pero
quién trabaja?
MUJER DEL LADRÓN.- .- Bonito
trabajo... ¡divertirse con mujeres! ¡Traidor, falso, mentiroso! ¡Es verdad que el
que es mentiroso es ladrón... bueno, que el
que es ladrón es mentiroso!
HOMBRE.-.- ¿Cómo
se atreve?... ladrón, mentiroso... ¿con quién se
cree que está hablando?
MUJER DEL LADRÓN.- .- Con
mi marido... ¿con quién si no?
HOMBRE.-.- Si su
marido es un ladrón falso... es asunto suyo, pero
yo no soy su marido, sino el marido de mi mujer, que por suerte...
no está aquí… que si no...
MUJER.-.- ¡Sería
la que faltaba!
MUJER DEL LADRÓN.- .- Para
empezar, mi marido no es un falso ladrón,
sino un verdadero ladrón...
HOMBRE.-.- Enhorabuena,
señora.
MUJER DEL LADRÓN.- .- Y además, si no es usted mi
marido, ¿qué hace ahí, en esa casa?
HOMBRE.-.- ¡Pero
señora, esta es mi casa!
MUJER DEL LADRÓN.- .- Bien.
¿Y usted está en su casa, con una mujer
que no es su mujer... solos, a estas horas, cuando todo el mundo
cree que no está en la ciudad?
MUJER.-.- ¡Nos
han descubierto!
MUJER DEL LADRÓN.- .- ¿Se
da cuenta de que usted también es un traidor,
falso y mentiroso y por lo tanto ladrón... como mi marido?
HOMBRE.-.- ¡Y dale con su marido! Pero, señora, ¿quiere explicarme quién le ha dicho
que yo no debería estar en la ciudad?
MUJER DEL LADRÓN.- .- Mi marido. Siempre me dice adonde va. Llevaba diez días detrás
de usted.,.
HOMBRE.-.- ¿Cómo?
MUJER DEL LADRÓN.- .- En fin, esperando el
momento oportuno.
HOMBRE.-.- ¿Que su marido esperaba? ¿Pero qué interés tenía su marido en saber..,?
MUJER.-.- (Tapa el auricular con la mano.) ¿Aún no lo has entendido?
Tu mujer te ha hecho seguir por su marido, que evidentemente
es detective.
HOMBRE.-.-
¡Ah, ahora comprendo! Así que su marido hace ese tipo de trabajitos...
MUJER
DEL LADRÓN.- .- ¡Bueno, es su oficio!
HOMBRE.-.- ¡Bonito oficio, si le
parece muy decente ayudar a que una mujer
abandone a su marido!
MUJER
DEL LADRÓN.- .- ¿Mi marido hace abandonar a la
mujer de su
marido? ¿Pero qué dice?
HOMBRE.-.- No
se haga la lista.,, y no me venga con que no sabe nada...
Mi mujer... mira que jugarme esta mala pasada... ¡Es cierto
que en este mundo se acabó la confianza! Tonto de mí, que me
hacía ilusiones: «Mi mujer es incapaz de hacer ciertas cosas... ¡es
una mujer a la antigua, ingenua!». ¡Yo sí que soy ingenuo!
MUJER
DEL LADRÓN.- .- ¿Pero, cómo, cree que su mujer
y mi marido...?
HOMBRE.-.-
¿Cómo que creo? Estoy más que seguro... ¡y le ruego
que se deje de tanta comedia!
MUJER
DEL LADRÓN.- .- Está bien, está bien, ¿dónde
está ahora mi marido?
HOMBRE.-.- Y
yo qué sé... ¡si no lo sabe usted!
MUJER DEL LADRÓN.- .- Yo sé que no hace ni una hora seguía ahí, en su casa.
HOMBRE.-.- ¿Aquí,
en esta casa?
MUJER
DEL LADRÓN.- .- Seguro, le he llamado. Es más,
pensé que seguiría
ahí.
MUJER.-.- Seguro que las llaves se
las ha dado tu mujer.
HOMBRE.-.-
Claro... para poder ir y venir a cualquier hora del día y de la noche... y
apuesto que ahora ya estará en Villa Poniente,
MUJER
DEL LADRÓN.- .- ¿Villa Poniente? ¿Y qué ha ido
a hacer allí mi marido?
HOMBRE.-.- (Irónico.) ¿Pero cómo, no se
lo ha contado? Creía que no le ocultaba nada de lo
que hace, ni adonde va. De todos modos, la complazco en seguida: en «Villa
Poniente», calle Arístides Zambroni 34,
teléfono 784566, está mi mujer... ¡mi mujer
por poco tiempo! (Cuelga el teléfono
con rabia.)
Se
desvanece la imagen de la mujer del ladrón, mientras la otra mujer estalla en un llanto
desesperado.
MUJER.-.- Qué
escándalo, qué escándalo... cuando se entere mi marido, será un golpe
terrible para él... ¡pobrecillo! Si pienso en
los innumerables sacrificios que he tenido que hacer para que no se
enterara de nada... para ocultarle las cosas más nimias... por no amargarle... Incluso esta última relación... y precisamente ahora, en lo mejor...
HOMBRE.-.- ¿Acaso
no es peor para mí? ¡Había decidido retirarme
definitivamente de la asesoría del ayuntamiento, pero ahora,
tras este escándalo, estoy seguro de que me propondrán como alcalde!
MUJER.- ¿Qué podemos hacer ahora? Sólo
nos queda huir o entregarnos.
HOMBRE.-.- Tampoco
exageres: ¡entregarnos! ¿A quién? ¿Y para
qué? ¿Qué hemos hecho, a fin de cuentas? ¿Acaso nos han cogido
in fraganti? No, todo lo contrario, hablábamos del tiempo... de niños,-.
MUJER.- Es
verdad, justo te estaba diciendo que me encantan los niños...
HOMBRE.-.- Sí...
pero puede que sea mejor no decirlo, la gente es muy maliciosa, nos acusaría de
premeditación... ¡Me pegaría un tiro de la rabia!
MUJER.- ¡Sí,
puede que esa sea la única solución, la mejor!
HOMBRE.-.- ¿Qué?
¿La mejor solución? ¿Te has vuelto loca? Ya estoy
viendo los titulares de la prensa: «Asesor municipal, que en
calidad de vicealcalde había celebrado más de cincuenta bodas,
se dispara por adulterio». ¡Se morirían de risa!
MUJER.- Dichoso tú que tienes
ganas de ironías,., eres un verdadero insensato,., ¡un irresponsable!
HOMBRE.-.- Y
por qué iba a desesperarme, si ya hemos caído en la
trampa... sólo nos queda esperar a que llegue mi mujer de Villa
Poniente, dentro cíe un par de horas. (Reflexiona.)
¿Un par
de horas? ¿Por qué no aprovecharlas? ¡Por lo menos nos condenarán
por algo! (Se acerca a la mujer,
que está sentada en el sofá.)
MUJER.-.- No
seas ordinario, por favor. (Empuja
al hombre, que
vuelve a caer como antes,
tumbado con la cara por encima del respaldo volcado.)
HOMBRE.-.- (Maldiciendo, golpea con la mano abierta
el sofá de diseño.) ¡Y lo he comprado yo!
MUJER.-.-
¿Cómo es posible que no tengas un poco de sensibilidad... de comprensión,
por lo menos hacia mí? ¿No comprendes que
estoy desesperada?
HOMBRE.-.-
¡Qué exageración! ¡Desesperada! ¿Se puede saber qué pretendes de mí? (Teatral.) ¿Quieres que me
pegue un tiro? ¡Está bien, me lo pego! (Saca del cajón una pistola v se. apunta
a la frente.) ¡Así
estarás contenta!
MUJER.-.-
Noooo... ¿Qué haces?... Detente. (Le
quita, la pistola.)
El
hombre, que obviamente sólo ha querido asustarla con su gesto, sonríe de tapadillo.
HOMBRE.-.- (Irónico y satisfecho.) Ah...
¿Ya no quieres que me dispare?
MUJER.-.-
Pero cariño, como no quites el seguro y metas la bala...
así. (Hace saltar el cargador y
luego le tiende la pistola.) Ahora ya
puedes disparar.
HOMBRE.-.-
(Con voz extrañamente
aguda.) Ah... ah... ahora puedo...
MUJER.-.- (Le alza la pistola a la. altura del
rostro.) Vamos, date prisa, ¿No querrás que tu mujer te encuentre vivo
cuando llegue? (El hombre se
acerca con terror el cañón a la frente, y en ese preciso instante
el péndulo da las doce y media. Ante las primeras campanadas, el
hombre se sobresalta y contempla asustado el cañón.) Qué reloj tan raro,
antes tocó la una y ahora las doce.,, va para atrás, me parece...
o sea al contrarío...
HOMBRE.-.-
Es realmente extraño... nunca había pasado... ¡tal vez sea una señal del cielo!
La mano del destino que viene a detener la mano suicida.., ¡a recordarme que el
tiempo, la vida, se pueden detener, pero después no se puede
retroceder! ¡Oh!,
gracias, bendita mano del cielo... ¡Mi querido pendulón, me
has salvado la vida! (Se acerca al
reloj y lo abraza con arrebato como
si fuese un ser de carne y hueso.)
El
péndulo sigue sonando y de pronto parece que realmente está vivo.
VOZ DEL LADRÓN.- .- ( no consigue
ahogar los gemidos de dolor, producido por el gran péndulo que le golpea
la cabeza.) ¡Ay, ay!...
¡Maldición!... ¡Basta!
HOMBRE.-.- (Retrocede de un salto y abraza a la mujer, que
ha palidecido de terror.) El
destino!
LADRÓN.- .- (Sale frotándose la cabeza.) ¡Ay!
¡Vaya porrazo! Buenas noches... Perdonen, ¿no tendrán
por casualidad agua vegeto-mineral? ¡Me están saliendo unos
chichones...!
MUJER.-.- (Escandalizada.) ¡Chichones!
¡Qué destino tan ordinario!
HOMBRE.-.- ¿Se puede saber quién es usted? ¿Qué hace en mi casa? Conteste o le curo yo los chichones...
MUJER.-.- Por
favor, no seas ordinario tú también... Después de todo,
qué te cuesta darle un poco de agua vegeto-mineral...
LADRÓN.- .- Vamos, por un poco de agua vegeto...
HOMBRE.-.- (Más decidido que nunca, le apunta con la
pistola.) Oiga, ¿quiere que pierda la
paciencia? ¿Quién es usted? ¿Quién es?
LADRÓN.- .- (Aterrorizado.) En
seguida se lo digo... soy el... marido... en fin, esa mujer
que ha llamado antes es mi esposa... y yo soy su marido.
HOMBRE.-.- Ah...
es su marido... ¡enhorabuena!
LADRÓN.- .- Sí...
sí... nos casamos por la iglesia.
HOMBRE.-.- Me
alegro, así tendrá la suerte de que le entierren en suelo consagrado,
LADRÓN.- .- ¿De
que me entierren? No, no.,. Usted no puede matarme así como así.., (A la mujer.) No tiene
derecho... Señora, es usted testigo de que voy desarmado... Mire que si me dispara tendrá problemas: artículo 127 del código
penal... puede usted disparar como
mucho al aire, si me escapo... pero como no me escapo, no puede, ¡Le advierto que es homicidio con premeditación!
MUJER.-.- Sí que sabéis de leyes vosotros, Claro, la ley está siempre de vuestra
parte... pero si todos decidieran dispararos por la espalda, como se
hace con los espías de guerra. (Al
hombre.) Eso
es lo que debes hacer: ¡dispararle por la espalda! (al ladrón.) Y
usted, haga el favor de volverse.
LADRÓN.-
¡Lo siento, pero no pienso jugar a la guerra! Mejor llamemos a la policía...
HOMBRE.-.-
¡Ah, qué
listo es! ¡Llamemos a la policía! La policía constata
el adulterio, nos busca la ruina, y él se lleva el premio.
LADRÓN.- ¿Me llevo el premio? ¿De
quién?
HOMBRE.-.- De mi mujer.
LADRÓN.- Está loco... yo ni
siquiera sé quién es su mujer...
MUJER.-.-
Hipócrita...
¿no la conoce? Dispárale en seguida, te lo ruego. Me da asco.
HOMBRE.-.-
Un momento. (Señala el péndulo.) ¿Desde
qué hora ha estado ahí dentro?
LADRÓN.- Desde las once y cuarenta y siete... me metí justo cuando
llegaron ustedes. ¿Por qué?
HOMBRE.-.-
¡Porque si ha
estado siempre dentro del reloj, no ha podido llamarla. Si nos damos prisa, aún
podemos salvarnos.
MUJER.-
¡Sí, salvarnos, con este que lo soplará todo!
LADRÓN.- (Sin
comprender de qué están hablando, con tal de alejar la
amenaza.) No,
si yo no soplo nada, palabra de honor... no soplo...
no sé hacerlo... (Sopla en el cañón
de la pistola que está a escasos centímetros de su
boca, como si fuese una flauta.) ¿Lo ve?
HOMBRE.-.- Además si le matamos,
sería una prueba demasiado evidente.
MUJER.-.- Podemos herirle
gravemente.
HOMBRE.-.- ¿Y de qué serviría?
LADRÓN.-
Es lo que yo
digo, ¿de qué serviría?
MUJER.- Yo
sé de qué serviría. Si logramos darle en cierto nervio...
(Le toca detrás de la nuca.) el
cervical, por ejemplo, que pasa justo por aquí detrás, entre
las vértebras altas y axis, perdería completamente la
memoria...
HOMBRE.-
¿Estás segura?
MUJER.- Segurísima. En cualquier
caso, tendría una parálisis, ya no podría
hablar y a nosotros nos viene igual de bien.
LADRÓN.-
(Ya siente la parálisis cerca.) Pues
a mí no me viene nada bien. ¿No hay otra manera, un poco menos
peligrosa? Vamos, señora, piense otra
idea... ¡Lo hace tan bien!
MUJER.- (Halagada.) Sí, tal vez haya otra solución: ¡emborracharle! Nadie daría crédito al testimonio
de un borracho.
HOMBRE.- ¡Es verdad! ¡Siempre he
dicho que eres una mujer formidable!
LADRÓN.-
(Suspira de alivio.) Sí, sí,
la señora es muy formidable... ya me había dado
cuenta... (Se frota las manos.)
Entonces, ¿qué bebemos? Si a ustedes les da lo mismo, yo prefiero tinto, el blanco me da acidez... desde niño, recuerdo...
HOMBRE.- No,
nada de vino, tarda demasiado. Es mejor con whisky o con ginebra:
tres copas, y te colocas.
LADRÓN.- La verdad... a mí el whisky no me gusta mucho,
sabe a petróleo.
MUJER.- (Llena una copa.) Este no sabe
a petróleo, es escocés auténtico. (Le tiende La copa.)
HOMBRE.-.- ¿Qué tal está? ¿Qué
tal está?
LADRÓN.- (Saborea como un experto.) ¡Bueníisimo!
¡Realmente especial!
HOMBRE.- (Bebe a su vez.)Ya puede
ser bueno: cinco mil la botella.
LADRÓN.-
¿Me pone otro
traguito?
HOMBRE.-
(Al ladrón, que le
tiende la copa para, que. se la vuelva a llenar) ¡Eh, despacio!,.. Si se lo toma
así de rápido, ¿qué bebemos nosotros?
MUJER.- Por
favor, no seas mezquino... es él quien tiene que emborracharse,
¿no?
LADRÓN.-
Pues sí, soy
yo... (Más atrevido.) Pero
si quieren, pueden emborracharse también. Ja, ja, ja, si se lo cuento a mi mujer,
no se lo cree... (El recuerdo de su
mujer le congela la sonrisa.) A propósito
de m¡ mujer, qué le han
contado para que se enfadara tanto, seguro que me han
metido en un lío... ahora hagan el favor de llamarla y
explicarle el embrollo.
HOMBRE.-.- ¿El embrollo? ¿Qué embrollo?
LADRÓN.-
.- Pues eso,
que los dos me han emborrachado... para que
no hable... de qué, además, sólo lo saben ustedes.
MUJER.-.-
Qué avispado,
quiere un testigo... tenías razón, será mejor
dispararle... y dejarnos de historias.
HOMBRE.-.- Sí... sí.., será mejor. (Va a coger la pistola que ha dejado sobre el mueble bar, pero el ladrón es más
rápido y la agarra, apuntándole.) Eh...
déjese de bromas.
LADRÓN.- Déjense de bromas ustedes... Primero me tienen
metido
una hora en ese catafalco recibiendo pendulazos en la cabeza, luego me ponen a la mujer en contra, luego quieren dejarme
paralítico del atlas. ¿Quieren dejarlo ya, sí o no? ¡Yo aquí he venido a robar, no a hacer el payaso!
HOMBRE.- .-
¿A robar?
LADRÓN.- Pues
claro. Soy ladrón, pero serio.
MUJER.-.- (Divertida.) ¿Ladrón? ¡Ahora
resulta que es un ladrón! ¡Pero por favor! ¿Dónde
están el antifaz, el jersey a rayas y las zapatillas de fieltro?
HOMBRE.-.- Eso, ¿dónde están?
LADRÓN.- ¿Antifaz? ¿Zapatillas de fieltro? Oiga, que yo
no salgo de un chiste. Y además, ¿qué saben ustedes de
ladrones?
MUJER.- Para que lo sepa, lo sé
todo sobre ladrones... Me documenté para un concurso de televisión...
precisamente sobre «delitos y robos
célebres».
HOMBRE.-
¡Ah, ahora entiendo de dónde sale toda tu cultura sobre
usos y costumbres de las pistolas! (Al
ladrón.) Lo lamento, pero ha tenido mala suerte,
mejor elija cualquier otro oficio, porque este no cuela.
LADRÓN.- Oiga, usted que es tan ocurrente, ¿ha oído
hablar de la banda Martillo?
MUJER.- (Como
repitiendo de memoria.) Banda Martillo, compuesta
por el Jama, el Serafín y por Ángel Tornad, alias el Pato...
LADRÓN.-
Ángel
Tornati, alias el Ganso y no pato... Ganso, por alto...
MUJER.-
Alto... no me haga reír,.. ¡Si era enano!
HOMBRE.- (Por meter baza.) Diga por lo
menos bajito, ¿no?
LADRÓN.- ¿Por
qué, le parezco bajito?
HOMBRE.- ¿Y
usted qué pinta en esto?
LADRÓN.- ¡Pinto, y mucho! ¡Porque, si no le importa,
Ángel Tornati alias el Ganso soy yo! Y si no me cree, aquí
está mi permiso
de salida del talego. (Saca una
tarjeta.) ¡Me he chupada tres
años, si no le importa!
MUJER.- (Echa un vistazo a la tarjeta y se le ilumina la cara.) Es
maravilloso,
es él, el Pato... perdone... ¡el Ganso! ¡Encantada! Me permite, ¿verdad? (Lo abraza y le besa en las mejillas.)
Un ladrón, un ladrón de verdad... ¡nunca me había ocurrido! Deje que
le mire...
HOMBRE.- (Celoso.) ¿Y
ahora qué haces? Este malhechor viene a mi
casa a robar... y tú le besas... ¡Es repugnante!
MUJER.- ¡Por favor, modera tu lenguaje! «Es repugnante...» ¿Tú qué sabes? ¿Has besado
alguna vez a un ladrón?
HOMBRE.- No.
MUJER.- ¿Pues entonces? ¡Prueba, y luego dime si es tan repugnante como- dices! (Se oye un timbrazo.) ¿Quién puede ser?
LADRÓN.- Apuesto
a que es otra vez mi mujer. (Descuelga
el teléfono.)
Ahora
me harán el favor de explicarle... ¿Oye, María? Menudo lío has armado con tanta llamada... Te dije que cuando estoy en
el trabajo tienes que dejarme en paz, no tienes que molestarme, aunque se queme la casa. Quiero que te
quedes tranquila en casa, ¿te enteras?
HOMBRE.- Pero si no es el teléfono... es el timbre del
portal.
LADRÓN.- (Mirando con odio al auricular.) ¡Ah,
por eso me dejaba hablar! (Cuelga.)
HOMBRE.- (Abre la ventana y se asoma.) ¿Quién
es?
VOZ DE MUJER.- Quien
quieres que sea, soy yo, Ana.
MUJER.- (Palidece.) Oh,,
cielos... ahora sí que es su mujer...
HOMBRE.- (Trata de aparentar naturalidad.) Ah,
eres tú, querida... No te esperaba... ¿pero qué te ha pasado?
ANA.- ¡Te
pregunto a ti qué ha pasado! Me ha llamado una demente... cubriéndome de
insultos.
LADRÓN.- ¡Una demente! Es mi
mujer... ¡lo habría jurado!
ANA.-
.- ¿Qué
esperas, me abres o qué?
HOMBRE Ahora
mismo. (Se aleja de la ventana.)
Lo que faltaba... ¿ahora qué le contamos?
LADRÓN.- Por
mí... yo me largo por la
ventana...
HOMBRE (Lo agarra de la solapa.) De
eso nada... demasiado cómodo... ¡es culpa suya y de su mujer si estamos en este
lío, y usted tiene que sacarnos!
LADRÓN.- ¿Yo?
¿Y qué puedo hacer?
HOMBRE.- (Se dirige
también a la mujer.) Un
momento... Tal vez si los dos os hacéis pasar por
marido y mujer... ¡solucionado!
MUJER.- ¿Pero
cómo? ¿Casada con él, un hombre al que
ni siquiera conozco?
HOMBRE.- ¡No
te preocupes, el amor llegará después! Además,
siempre es mejor pasar por la mujer de un marido falso que
por la amante de un marido verdadero. (Se
dispone a recibir a su mujer)
Y
ahora mucho cuidado, nada de bromas o bien...
(Con actitud amenazante se guarda
en el bolsillo la pistola. Sale.)
MUJER.- Dios mío, qué
contratiempo... Levántese, que le vea bien.
(Observa al ladrón de arriba abajo.)
¿No tenía un traje menos desastroso que ponerse? Por
favor, cuando uno va a ver gente... sí que me deja usted
bien... ¿no sabe que cuando el marido va descuidado la culpa siempre la tiene
la mujer?
LADRÓN.- Lo sé, pero yo no me imaginaba algo así... de
todos modos, en casa tengo un traje de rayas, voy a
buscarlo.
MUJER.-
No. (Observa
sus bolsillos repletos.) ¡Puah! ¡Esos bultos!
LADRÓN.- (Se
coloca como un maniquí de escaparate.) ¡Es el modelo,
señora!
ANA.-
(Se oye su voz desde fuera.) ¿Se
puede saber de qué va esto? ¿Quién está en casa contigo?
HOMBRE.-
Ahora te explico... ha habido un malentendido, pero
ya se ha aclarado...
ANA.-
¿Qué
malentendido? ¿Tú no tenías que estar en casa de tu
madre? ¿Qué haces aquí?
HOMBRE.-
(Entra seguido de su
mujer.) Es lo que iba a explicarte...
¿permites? Mi amigo... el doctor Ángel Tornato...
LADRÓN.- (Le
corrige, molesto.) Tornati...
HOMBRE.- (Con una sonrisa forzada.) ¡Sí,
perdona! Tornati y señora...
LADRÓN.- ¡Ha sido su marido ei que nos ha casado! El
amor vendrá
después, ha dicho.
HOMBRE.- (Tratando de arreglarlo.) ¡Claro,
cuando todavía era vicealcalde!
MUJER.-
Perdone esta invasión... a estas horas tan inoportunas...
pero hemos tenido que recurrir forzosamente a su marido
porque... ha ocurrido... verá...
ANA.-
(La interrumpe, molesta.) Oiga,
¿usted me ha llamado?
HOMBRE.- (Interviene con ímpetu.) ¡Sí,
sí! Es ella... ¡pero tienes que comprender, la pobre estaba
tan trastornada!
MUJER.- Perdóneme, señora, pero
los celos me han hecho perder la cabeza, no sé
por qué estaba convencida de que mi marido tenía una relación precisamente con
usted... Pero ahora que la veo, me pregunto
cómo se me ha podido ocurrir algo
semejante...
ANA.- ¿Por
qué?, tan desagradable le parezco? ¡Ya puesta, diga que
soy un monstruo!
MUJER.- ¡Oh,
no, señora, no quería en absoluto decir eso! Es más,
tiene usted un aspecto tan distinguido... que conociendo los
gustos más bien vulgares de mi marido...
LADRÓN.-
¿Cómo,
que yo tengo gustos vulgares?
ANA.- Lamento
que se sienta más bien vulgar, querida, visto que
su marido se ha casado con usted, pero eso no justifica que
me considere tan poca cosa como para liarme con un marido
como su esposo aquí presente.
LADRÓN.- ¡Ya
está bien, primero vulgar... luego tan poca cosa aquí
presente!
HOMBRE.- (En el obvio intento de desdramatizar el
conflicto.) Bueno,
querida, no exageres, no vale mucho, es cierto, pero puede
gustar.
ANA.- ¡Muy
bien, menudo ejemplar de marido tengo! En lugar
de ofenderse porque se pone en duda la honestidad de su mujer, insiste en que
tengo que encontrar atractivo a mi presunto amante! ¡Es de locos!
MUJER.- No,
señora, su marido no quería decir eso, sino que una
mujer, cuando está enamorada, siempre cree que su marido, aunque sus gustos
sean más bien vulgares, puede gustar a otras mujeres.
ANA.- ¡Vaya
razonamiento el suyo! ¡Es como decir que si mi marido que gusta a mí,
tiene que gustarle a la fuerza también a usted,
por ejemplo! ¡Pues ya que lo dice, señora, por qué no lo toma como amante!
MUJER.-
Gracias, no, no.
ANA.- (Al ladrón.) ¿Y usted, no dice
nada?
LADRÓN.- A
decir verdad, yo, también preferiría tener a la señora
como amante en vez de como esposa, siempre que su marido no tuviese nada en
contra.., además, es él quien tiene que decidir... ¡él nos
casó!
ANA.- (Ríe,
divertida.) Ja, ja... qué gracioso, muy gracioso de verdad. Ahora comprendo por qué su mujer teme a las
otras mujeres... ¡Los hombres graciosos son los más
peligrosos... sobre todo si tienen gustos vulgares!
LADRÓN.- (A
la mujer.) ¡Me ha vuelto a llamar vulgar!
MUJER.- (Le acaricia cariñosamente.) Ah,
sí, es realmente peligroso... ¡no se figura cuánto!
HOMBRE.- (Irritado.) Bueno, tampoco hay
que exagerar... (Se corrige.) ¡Todos
los hombres, unos más, otros menos, son peligrosos!
ANA.-
Desde luego
no es tu caso, cariño. (Mira,
emocionada al Ladrón y a la mujer, que hacen
manilas tiernamente.) Mira
qué tiernos... ¡parecen recién casados! Hacen muy buena
pareja... ¿verdad,
cariño?
HOMBRE.- (Perdiendo los estribos.) Sí,
pero ahora... será mejor despedirse... es un poco
tarde...
ANA.-
No seas
grosero, por favor... no se preocupen, quédense el
tiempo que quieran. ¿Por qué no tomamos algo?
LADRÓN.- Sí, estupendo, el whisky de antes... (Agarra la botella.)
MUJER.-
(Le hace un gesto
negativo.) Muy amable, pero ya hemos abusado
bastante de su amabilidad... (El
ladrón se guarda la botella
en el bolsillo.) Además, es
muy tarde, no me gustaría que mi marido volviese y no... (Se corrige.) volviese
demasiado tarde a casa... Vivimos tan lejos, en la otra punta de la ciudad, y él tiene que madrugar mañana... ¿verdad, cielo?
LADRÓN.- ¿Eh?
ANA.-
¿Por qué no
se quedan a dormir? Tenemos una habitación
libre... ¡vamos, díselo tú también, cariño!
HOMBRE.- (Distraído.) Sí, ¿por qué no
se quedan a dormir? (Se da
cuenta.) ¿Pero
qué me haces decir? A lo mejor prefieren...
LADRÓN.- Sí,
sí, preferimos muchísimo...
ANA.- Bien, ¿has visto? ¡Prefieren quedarse! No se
imagina cuánto me alegro...
MUJER.-
(Quema el último cartucho.)
Pero es que... no hemos traído
nada, y mi marido no puede dormir sin pijama.
ANA.-
Si es por eso
(a su marido) le dejarás
uno de tus pijamas, ¿verdad, cariño?
HOMBRE.-(Desesperado.)
¡Sí!
ANA.- Venga, señora, le
enseñaré la habitación.., Estarán muy a gusto... ¡estoy segura! (Al
ladrón.) Se la robo un momento. Las
dos mujeres salen, los dos hombres, solos, se miran, el uno con incomodidad, el otro con cierto odio; el
primero en hablar
es el dueño de la casa.
HOMBRE.- ¿Tenía
que hacerse tanto el gracioso? Vaya Don Juan de pacotilla... no
habrá pensado de veras dormir con mi... y con mi pijama... ¡Ya se lo puede
quitar de la cabeza!
LADRÓN.- ¿Quién
se lo ha metido en la cabeza? ¿Quién ha tenido
la brillante idea de hacerme pasar por el marido de su amiga?
Y ahora se pone nervioso... ¡Un pobre diablo viene aquí
a ganarse el pan.., y no sólo no le dejan llevarse ni un despertador
roto, sino que le obligan a encubrir los líos del dueño
de la casa! Pues no, no, lo siento, y haga el favor de llamar inmediatamente
a mi mujer... no, mejor antes llamamos a la suya,
y le soplamos toda la verdad... ¡y luego llamaré al comisario! ¡Siempre será
mejor el interrogatorio del comisario que el
de mi mujer!
HOMBRE.- ¡Vaya
con el caballero, se ha ofendido! ¡Le hemos molestado
en su sagrado trabajo! Pero en seguida lo arreglamos. ¿Ha venido aquí a
robar? ¡Pues entonces robe, adelante! (Abre el cajón de la plata.) Robe... también hay cucharillas de oro... ¡adelante!
LADRÓN.- (Extrae
el saca del bolsillo, lo abre pero recapacita.) No, gracias,
robar así no me va... Gracias, otra vez será... (El hombre empieza a ponerse nervioso y hace el gesto de
sacar la pistola.) Bueno, si insiste... (Coge con delicadeza una cucharilla.)
Ya está... por no despreciar... (Se
la guarda en el bolsillo de la chaqueta.)
HOMBRE.- (Saca la pistola, amenazador.) He
dicho que robe... a manos llenas, no permitiré que
vaya diciendo que en mi casa se roba mal... ¡que explotamos a
los ladrones!
LADRÓN.- Yo
nunca he dicho eso.
HOMBRE.- Me
extraña... vamos, coja también estas... (Abre
un cajón y le da un puñado dg cucharillas de plata.)
LADRÓN.- No
quisiera abusar de su amabilidad, de su bondad...
HOMBRE.- No me venga con miramientos, adelante...
En
ese momento entra la mujer del ladrón, que, al ver a su marido a tiro de pistola del
dueño de la casa, no puede evitar lanzar un grito desesperado... y arrojarse
entre los dos abrazando a su marido.
MUJER
DEL LADRÓN.- ¡Ah, no!
Por caridad, señor, no le mate. Le devolverá todo, pero no le
mate.
LADRÓN.- ¡María! ¿Por dónde has
entrado?
MUJER DEL LADRÓN.- El portal estaba abierto...
LADRÓN.- ¡Y yo he escalado tres pisos para llegar aquí!
MUJER
DEL LADRÓN.- Perdóname... todo es culpa mía... me he dado
cuenta demasiado tarde... Pero ahora es mejor que le devuelvas
todo al señor... Además, aunque te echen unos meses, estamos
en fiestas y en estos días tampoco se está tan mal... Hasta
dan turrones y mandarinas... ¡Te lo ruego, déjate detener!
HOMBRE.- ¡Sólo faltaba la
mujer!... ¿Y ahora qué le cuento a mi mujer
cuando se entere de que usted tiene dos mujeres?
MUJER DEL LADRÓN.- ¿Quién tiene dos mujeres?
LADRÓN.- (Aterrado,
con voz de falsete.) ...Yo no tengo nada que ver, ¿eh? Ha sido él
quien me la ha dado por mujer, por miedo a
que su mujer supiera que no era mi mujer... sino una mujer...
MUJER
DEL LADRÓN.- Ah,
infame traidor, perjuro, asesino... estúpida de mí que creía que
te entendíais con su mujer y en cambio ya
tenías otra mujer... que ni siquiera es su mujer... yo te mato... (Trata
de quitar el seguro.) ¿Cómo se hace? ¿Cómo se hace?
HOMBRE.- ¡No
se hace! (Le arranca la pistola.)
Por caridad, no arme tanto jaleo... Como nos oigan las otras dos
mujeres... yo estoy perdido, es cierto...
pero también su marido... Escúcheme, se lo ruego: no voy a entrar en detalles.
Sería demasiado largo... pero, en resumen, si quiere salvar a su marido... tranquilícese. (Se
oyen pasos que se acercan.) Maldita sea,., ya vienen... ¿qué nos inventamos ahora?
ANA.-
(Entrando.) Su querida
mujercita, señor Tornati... le está esperando... he traído
también el pijama de mi marido porque como esperara a que
mi marido... (Se detiene,
asombrada, al ver a la nueva huésped que el marido y el ladrón
tratan de ocultar de su vista.)
...Eh...
perdona, cariño... ¿quién es la señora? HOMBRE.- (Finge sorpresa.) ¿Quién?
MUJER DEL LADRÓN.- Soy
una de las mujeres... ¿Me permite? María
Tornad...
ANA.- ¿Pero
cómo? ¿Otra mujer?
HOMBRE.- (Interviene con rapidez para tratar de salvar la
situación.) Sí, cariño, precisamente quería
explicártelo antes... la señora... resulta que...
MUJER DEL LADRÓN.- ¡Resulta que... soy la mujer!
HOMBRE.- Eso,
soy la mujer... es la mujer del señor... (La
mira con maldad, Como si quisiera
hipnotizarla.) La
primera mujer de mi amigo Tornalo...
LADRÓN.- (Corrigiéndote.)
,..ti.
HOMBRE.- (Incierto.) ...to-ti.
LADRÓN.- ...ti-ti-li.
Tornati.
HOMBRE.- La
primera mujer de la que Tornati se ha divorcia-ti...
LADRÓN.- ...do.
HOMBRE.- ...do.
La mujer del ladrón quiere intervenir, pero el
marido le da un codazo.
ANA.- ¿Son
ustedes extranjeros?
LADRÓN.- ¿Eli?... no, no somos...
ANA.-
¿Entonces
cómo han podido divorciarse?
LADRÓN.-
(Pide ayuda al
dueño de la casa.) ¿Eh? ¿Podido?
HOMBRE.- (Pide ayuda a la mujer del ladrón.) ¿Podido?
ANA.-
¡Ah!...
ya entiendo... ¡tu amigo trabaja en el cine!
HOMBRE.- Sí,
sí, sí, trabaja en el cine... es productor de cine.
ANA.- ¿Productor?... ¿Y que
tipo de películas hace? (Reparando
en el saco que lleva en la mano.) Perdone, ¿pero eso qué es? (Abre el saco.) ¡Pero si es mi plata! ¿Qué estaba haciendo?
LADRÓN.-
Robar...
HOMBRE.- ¡Noo!
Me estaba contando el argumento de su nueva
película... la escena del robo... y me estaba enseñando...
ANA.- ¡Oh, qué interesante! Así que es usted un
especialista.
LADRÓN.- Sí,
de padre a hijo...
ANA.- ¿Y
su mujer?
MUJER DEL LADRÓN.- No.., yo no, mi marido no
quiere, siempre me deja en casa...
ANA.-
No,
decía... cómo es eso del divorcio... ¿si están divorciados, cómo es que su
mujer sigue siendo su mujer?... ¡además, ahora tiene dos!
HOMBRE.- Claro...
se ha divorciado... se ha vuelto a casar... pero
luego el Estado, impugnando el derecho canónico, no ha considerado
válido el divorcio pese a que, en un primer momento,
impugnando el derecho civil, consideró como válido el segundo
matrimonio... así... así que el pobre se encuentra ahora con que es al mismo
tiempo bígamo, concubino, público pecador y católico observante...
MUJER
DEL LADRÓN.- ¿Pero
cómo? (A su marido.) ¿Y
no me decías nada?
LADRÓN.- Yo no
lo sabía... (Al dueño de casa.)
¿Cómo es que soy bígamo observante?
El
hombre empuja al ladrón lejos de las mujeres.
ANA.-
Eh, señora
mía... hay cosas que es mejor no saberlas... porque,
incluso cuando se saben, una no entiende nada... Po-brecillo...
a saber cómo le irán las cosas... a lo mejor le procesan y
lo meten en la cárcel como a un ladrón cualquiera.
HOMBRE.- Eso,
como a un ladrón de vajillas., (con intención) y todo por tener una mujer...
ANA.-
¿Cómo?
HOMBRE.- Es
decir, dos mujeres...
ANA.- (Al
ladrón.) A propósito, ¿y su otra mujer?... Será mejor que no sepa que está
aquí... (señala a la mujer) pobrecilla
también
ella... ¿Y además, cómo lo haríamos? Aunque se pongan de acuerdo, la cama es de
cuerpo y medio... y... ¡estarían incómodos!
HOMBRE.- No te preocupes,
cariño... lo arreglaremos todo.
MUJER
DEL LADRÓN.- Y un
cuerno... No pensarán escurrir el bulto tan fácilmente...
LADRÓN.-
(Quiere llevarse el saco, pero tiene que dejarlo
para empujar a su mujer hacia la puerta de la izquierda.) Sí, sí... pero ahora vámonos...
HOMBRE.-
Venga, señora, le presentaré a la mujer de su marido... quiero decir.., ¡en
fin, pase!
ANA.- (Mira cómo salen los tres y sacude la cabeza con
lástima.) ¡Pobre mujer!... (Repara en las botellas esparcidas sobre
la mesa.) Dios, qué desorden... y lo que han bebido... (Se sirve una copa a su vez.)
En ese momento un hombre se asoma por la puerta y la
llama en voz baja.
ANTONIO.- Ana.,.
¿Estás sola?
ANA.- ¡Oh!
¡Dios mío!... Antonio... ¿cómo se te ocurre? ¡Vete... vete en seguida...
mi marido está en casa!
ANTONIO.- ¿Se
puede saber qué te ha pasado? Por teléfono no te he
entendido nada... ¿Qué es esa historia de que te ha llamado mi mujer?
ANA.-
Nada, nada...
ha sido un malentendido, gracias a Dios. He recibido una llamada
de una mujer... que me insultaba por algo de
su marido...
ANTONIO.- ¿Y
has pensado que era mi mujer?
ANA.-
Exactamente... no conozco a tu mujer, y menos
aún su voz... me ha dado un susto... Pero ahora no puedes
quedarte... Vete... nos vemos mañana...
ANTONIO.- Ah, tengo que irme... pues no, querida, no cuela. (Avanza hacia el centro del salón.) ¿A
quién te crees que engañas? La llamada, el malentendido, tu
marido que vuelve a casa, cuando tenía que estar con su madre... no, no, aquí
hay gato encerrado... Lo has montado todo para cancelar
nuestra cita en la villa y encontrarte aquí con otro... que
seguramente no es tu marido...
ANA.-
¿Estás
loco, eh? ¿Cómo puedes pensar eso?
ANTONIO.- No
mientas... Y esos vasos? Está claro... os preparabais...
espiritualmente... ¿Dónde está... cómo se llama?... Será mejor
para ti que hables... (La agarra
por los hombros.) ¿Quién es?
En
ese momento aparece el ladrón con el pijama bajo el brazo. Ha vuelto a buscar el saco.
Pero viendo la escena y al nuevo huésped,
asustado, deja caer el saco, y el hombre se vuelve.
LADRÓN.- ¿Molesto?
Venía a buscar este saco...
ANTONIO.- Ah,
aquí está... con el pijama bajo el brazo... ¡ya dispuesto, el caballero!
LADRÓN.- (Agredido
por el hombre, que lo agarra del brazo.) Perdone, me lo ha dado la
señora... pero si lo quiere, cójalo... no hay por
qué pelearse por un pijama...
ANTONIO.- Ya
sé, ya sé que se lo ha dado ella... y por eso ahora me las pagaréis los dos. (Cierra la puerta de entrada y se guarda
la llave en el bolsillo.)
ANA.-
Te lo ruego,
Antonio... estás cometiendo un terrible error...
el señor es un amigo de mi marido y es nuestro invitado,
junto con sus mujeres.
De
las otras habitaciones llegan los gritos de las dos mujeres que obviamente están discutiendo.
Voces de las dos Mujeres Pues
no, bonita, yo no soy de pueblo como usted... no me convence
lo que dice... querida concubina... (Otra voz.) Modere su
lenguaje, por favor... ¿a quién llama concubina?
ANTONIO.- (Soltando la presa.) ¿Son
sus mujeres? ¿Pero cuántas tiene?
El
ladrón hace un gesto con la mano, como diciendo «bastantes».
ANA.- (Se dirige al ladrón.) Oh,
se lo ruego... señor Tornad... no le diga nada a mi marido...
LADRÓN.- No,
no... yo no digo nacía...
ANTONIO.- Se
lo agradezco... y perdone por el malentendido...
LADRÓN.- Un
malentendido más o menos... con la noche que llevamos...
ANA.- Ahora vete, rápido... ¿dónde tienes la llave?
ANTONIO.-
Aquí, en el abrigo. (Busca en el bolsillo.) Maldita sea... se
ha caído dentro del forro... había un agujero en el bolsillo... (Se
quita el abrigo para buscar mejor.).Los tres intentan coger la llave, que parece animada
y se les escapa
continuamente.
ANA.- Aquí está... no... se me
ha escapado...
LADRÓN.- Quietos,
ya la tengo... qué va... ¿dónde se habrá metido?
ANTONIO.- Eh,
cuidado, que me rompéis el forro... maldita sea,
está en la manga...
Las voces se acercan desde la habitación
contigua.
ANA.- .- Ahí vienen, ¿y ahora
qué hacemos?
LADRÓN.- Oiga,
venga aquí, yo he aguantado un par de horas ahí
dentro. (Abre la caja del reloj.)
No se está tan mal... (Le
ayuda a entrar.) Le advierto que dentro de poco
dará la hora... cuidado con el péndulo... y recuerde
que no se puede fumar.
Entran
las dos mujeres con el dueño de la casa. Están bastante alteradas.
MUJER DEL LADRÓN.- (A su marido.) En
vista de que ellos no quieren explicarme nada, ahora
vamos a casa y me lo explicas tú.
LADRÓN.- ¿Por
qué quieres ir a casa? Con lo bien que se está aquí, son tan amables...
Mira, hasta me han dado un pijama. Además,
aunque quisiéramos, no sé cómo íbamos a salir... falta la llave.
MUJER DEL LADRÓN (Sacude la puerta.) Pero
a ti no te costará mucho hacer saltar la
cerradura... es tu oficio, ¿no?
El ladrón se saca del
bolsillo un enorme manojo de llaves.
ANA.- (A
su marido.) ¿Y todas esas llaves? ¿Cómo es eso?
HOMBRE.- Te
lo he dicho, es productor, y si un productor no tiene
lo menos cinco o seis despachos... dos o tres villas, un par de
apartamentos, ¿qué clase de productor es?
En
ese mismo instante el gran reloj de péndulo da la una. Un gran golpe, un grito, y el
pobre inquilino de la caja sale imprecando.
ANTONIO.-
¡Ay! Qué daño... mi cabeza... ¡ayayayayyy!
LADRÓN.- Ya se lo dije... ¡que daba un golpe! Y ahora
ni siquiera tenemos agua vegetomineral...
MUJER.- (Aterrada.) Pero si es mi
marido. (Aparenta naturalidad.)
¡Hola, cariño!
ANTONIO.- Julia... ¿qué haces aquí?
ANA.- ¿Cómo?
¿Conoces a la mujer del señor Tornad?
ANTONIO.-
¿La mujer de quién?... Basta de bromas... Julia es mi mujer...
HOMBRE.- (A su
mujer.) No, no,
cariño, no te preocupes... ha sido un malentendido...
LADRÓN.- ¿Otro malentendido? ¡Uy, cuántos esta noche!
MUJER.- Tendrás que explicarme
qué hacías dentro de ese reloj... (Al ladrón.) ¿Estaba él ya
cuando estaba usted?
LADRÓN.- (Tras
un instante de perplejidad.) ¡Es que, sabe, está muy
oscuro ahí dentro!
HOMBRE.- Pero si está claro... clarísimo, sólo tienen
que permitirme explicar el malentendido...
pues...
LADRÓN.- Pues un cuerno... aquí no hay ningún
malentendido...
yo os digo lo que hay.,.
No
tiene tiempo de seguir pues los otros, temiendo que se descubra el embrollo, le
interrumpen en seguida.
ANA.-
Pues claro
que hay un malentendido... ¡está claro que lo
hay!
ANTONIO.-
Sí, sí, yo también me di cuenta en seguida... es más, me asombra que no se haya
dado cuenta también el señor... todo es un
malentendido...
MUJER.- Está
tan claro que hasta un niño lo entendería...
HOMBRE.-
Entonces no hace falta ni explicarlo... Los malentendidos
no se explican... si no, ¿qué clase de malentendidos son?
LADRÓN.- (A
su mujer.) ¡Ven, rápido!
MUJER
DEL LADRÓN.- Espera,
no tires...
Van
hacia la puerta que el ladrón ha abierto antes. Al pasar junto al interruptor el ladrón
apaga la luz.
ANA.- ¿Quién
ha apagado la luz?
MUJER.- ¿Qué
ocurre?
ANTONIO.- ¡Detenedlos.
¿Adonde van esos dos?
MUJER.- Está tan loco que es capaz de haber ido a entregarse... rápido...
HOMBRE.- Rápido, detenedlos, no los dejéis escapar...
MUJER.- Han salido por el jardín... ¡corred!
HOMBRE.- Es
imposible... De todos modos, vosotros dos id por ese
lado... tú ven conmigo. (Salen
todos. Silencio. Por la ventana aparece
la luz de una linterna, que recorre la habitación hasta localizar
el saco con el botín. Pero reaparecen los dueños de la casa.) ¡Ha vuelto
a entrar por la ventana, el muy granuja! Ha vuelto para llevarse
la plata,..
ANA.-
¡Cogedlo!
MUJER.- Rápido... ¡sujétalo!...
no dejes que se escape...
HOMBRE.- ¡Enciende
La luz!
Lo
hacen. Rodeado por los cuatro perseguidores aparece un segundo ladrón.
SEGUNDO LADRÓN.- (Enfadado.) ¡No
y no! ¡No vale! Esto es pasarse.,. Si se lían a poner
trampas... la ventana abierta, el botín ya listo... y luego, de
pronto: zas... se esfuma todo... Pues no... así
no vale... Me voy al sindicato y en paz.
TODOS.- ¡Noo!
HOMBRE.- No, por favor, escúchenos, ha habido un malentendido.
SEGUNDO LADRÓN.- ¿Un qué?
TODOS.- ¡Un malentendido!
HOMBRE.- Si nos permite, se lo explicamos...
TODOS.- Verá...
Las próximas réplicas se
dirán al mismo tiempo, pisadas: el resultado
será un gran vocerío, sin una sola palabra comprensible.
MUJER.- Esta noche estaba con mi marido... y recibí una llamada y acudí corriendo,..
ANA.-
Yo estaba en
Villa Poniente... suena el teléfono y oigo una voz de mujer que me
insulta...
HOMBRE.- Estaba
en casa de mi madre... estábamos cenando...
cuando... de pronto me acuerdo de que he olvidado en casa
las llaves de la oficina.
ANTONIO.- Esta
noche fui al cine... ya sabe, uno de esos dramones
de amor y lujo... cuando...
El segundo ladrón, abrumado por el torbellino de
palabras, retrocede hasta encontrarse primero sentado, después
tumbado en el sofá, en poder de los cuatro mentirosos que hablan y hablan sin piedad.
Oscuro