El robo
del cochino
Abelardo Estorino
DRAMA EN TRES ACTOS
PERSONAJES
LOLA
ROSA
CRISTÓBAL
JUANELO
MAESTRA
RODRÍGUEZ
ACTO PRIMERO
Por la mañana.
La acción en un
pueblo de la provincia de Matanzas (Cuba), en el
verano de 1958.
LOLA -(Entrando.) Perdone que haya
llegado tarde pero... Estoy muerta, muerta,
muerta. No hay hueso que no me
duela. Si dormí una hora es mucho
¡qué jelengue! Tanta música, no me
daba tiempo de estar quieta.
ROSA-Yo tampoco dormí mucho.
LOLA.- Se oía de aquí la
música? Estaba buena, ¿eh? ¿verdad que estaba buena? yo
llegué tarde porque tuve que planchar el túnico, el que usted me regaló el mes
pasado. Me quedó como nuevo! Y pintao, ponérmelo, apretarme el cinto y
pa’lante. Y qué música, ay, qué música. Y ahora cómo me
duelen los pies. Toda la noche sin
dormir, porque me fui para la casa a las cinco y… Ja,
ja, ja. ¡De las cinco a las seis tampoco
dormí!.....
ROSA.-¡Lola, Lola! (Regañando.)
LOLA.-Ay, señora, qué bobería.
Eso está bien pa usted, que tiene su esposo
y su hijo y su casa ... ¡que la
conoce el pueblo! Si usted no... La
verdad, para qué decir una cosa por
otra, no dormí, no dormí. Y a nadie le preocupa. Y
ya usted sabe por qué no dormí. ¿Dice usted
que no durmió? La fiesta era como a cuatro
cuadras de aquí.
ROSA.-Se oía como si
fuera aquí mismo. Y yo queriendo dormir, dando vueltas
en la cama. Cuando Cristóbal llegó... ¡llegó más tarde
que nunca!, yo estaba despierta todavía. Y
al poco rato roncaba. Lo oí roncar toda la
noche.
LOLA.-¿Usted padece de
desvelo?
ROSA.-Dando vueltas, esperando… Cogí y me
levanté. ¡Piensa uno tantas boberías cuando está desvelado!
LOLA.-Yo duermo como un tronco.
ROSA.-¡Qué suerte! Me paré en la
ventana a ver pasar la gente que
venía del baile. Todavía iban
bailando por la calle. Bailando y restregándose. ¡Hay que limpiar
esta casa!
LOLA.-La música, la música estaba
divina, divina. Laralará, laralará.
ROSA.-Ayer con el apurijó del
baile, apenas pasaste la colcha.
LOLA.-Palo y frazada, frazada y cubo,
cubo y frazada, ¿no es mejor que me
llegue hasta la carnicería y traiga la carne?
ROSA.-No, limpia.
LOLA.-Después se acaba y entonces hay
...
ROSA.-No, que te
pones a hablar y no limpias nunca.
Limpia, después vas.
LOLA.-Pero la verdad que no
está tan sucia.
ROSA.-Limpia, que hoy es domingo
y ahorita empieza a llegar la gente que
sale de misa ¡que pasan y entran un minuto! No sé
a qué. ¡Con lo que me gusta
a mí que vengan visitas! y hoy
menos que nunca. Yo no voy a
casa de nadie.
LOLA.-¡Ay! yo "no sé ... yo no sé
cómo usted puede vivir metida aquí. Siempre
aquí. Antes de que yo trabajara en
esta casa, cuando estaba con la
señora del alcalde, que entonces
no era alcalde ¡alcaldesa! ¡Ahora le dicen
alcaldesa! ¡Unos muertos de hambre es lo
que eran! ¡Cicateros!
ROSA.-¿ Cómo?
LOLA.-La gente del
alcalde, son unos cicateros. Bueno, cuando
yo trabajaba allí y pasaba y la veía a usted
¡siempre aquí siempre! Cuando pasaba yo decía,
esta mujer debe estar enferma. Yo jamás la he
visto a usted en la calle. Cuando va
al cementerio nada más. ¡Mejor
es que limpie, porque es lo que usted
dice, luego empieza el pasa pasa y
... ¿Juanelo no se ha levantao?
ROSA.- ¿ Qué hora es?
LOLA.-No sé, cerca de
las nueve.
ROSA.-Él vino tarde
anoche. Creo que eso me
desveló. No puedo quedarme dormida cuando está en
la calle.
LOLA.-Lo mismo le pasa a mi
hermana. Cuando los hijos están en la calle
no se acuesta. Se sienta ahí al lado
de la puerta, cabeceando y cabeceando, ¡pero no se
acuesta! Hasta que no llega el último ¡y
tiene tres! Suerte que tiene uno solo.
Rosa mira un retrato
de niña que cuelga en la pared, debajo
tiene un búcaro con flores.
LOLA.-Voy a limpiar, ¡mira
que yo hablo boberías! Me pongo a
hablar y no tengo para cuando.
ROSA.-Lola... (Llamándola.)
LOLA.-Diga.
ROSA.-Cuando vayas a
buscar la carne, llégate hasta el jardín y tráeme
flores.
LOLA.-Pero si esas están
buenas todavía. Se las traje...
ROSA.-Son para llevar
al cementerio.
LOLA.- ¡Ah! Sí, claro. Voy
a buscar el cubo y la frazada. ¿No va
a llamar a Juanelo?
(Va hacia el interior de la casa. Rosa se
queda en la ventana, abstraída. Entra Cristóbal, pone el jipi en la
sombrerera.)
CRISTÓBAL.-¿Hay café?
ROSA.-No te sentí entrar.
CRISTÓBAL.-Estás como boba.
¿Hay un poco de café?
ROSA.-Sí. ¿Qué talla finca?
CRISTÓBAL.- No hay un solo
guajiro trabajando.
ROSA.-Pero es domingo.
CRISTÓBAL.-Les dije que tenían que
chapear y no lo han hecho. Domingo, sí,
pero a la hora de pedir un vale
para la bodega no miran qué día
es. ¿Y Juanelo?
ROSA.-Durmiendo. Anoche vino
tarde.
CRISTÓBAL.-¡Qué muchacho! Le he
dicho que no ande por ahí, que ahora
no conviene con las cosas como están.
ROSA.-Como tú no estás aquí
para ver a la hora que llega, se
aprovecha.
CRISTÓBAL.- ¡Qué buena
vida! Durmiendo a las diez de
la mañana.
ROSA.-Las nueve.
CRISTÓBAL.-No sé, cuando me
he levantado yo a las nueve de la mañana.
¡Juanelo! Lo has criado con la soga
larga. Consintiéndolo. En mi casa
éramos cinco y tuve que pegar muy
duro. Pero éste es solo y tú lo
consientes.
ROSA.-Mira quién habla.
Si hace de ti lo que quiere. Todavía
no ha abierto la boca y ya le estás
dando lo que pide. Por eso
viene tarde. ¡Y como no tiene nada que hacer!
CRISTÓBAL.-Bueno, yo no tengo la
culpa de que hayan cerrado la Universidad
¿no? Apenas llevaba un mes en La Habana, empezaron esos revoltosos
a meterse en lo que no les importa. Un país
donde los estudiantes en lugar de estudiar se ponen a quemar
guaguas. Los estudiantes no, ¡un grupito! Que son los que no
dejan estudiar a los otros.
ROSA.-No puede estar
sin hacer nada. Debías buscarle un
trabajo.
CRISTÓBAL.- ¿Aquí? ¿Para que le paguen 30
pesos? Y a La Habana no lo voy a
mandar. Estuvo en la finca un
tiempo y. . . ¡No sirve para
eso! No sabe tratar a la gente. Como no se ha
tenido que romper el lomo tiene la mano abierta.
Y yo trabajando como un mulo.
(Llamándolo.) ¡Juanelo! ¿Y el café?
ROSA.-Lola, tráele café
a Cristóbal. Caliéntalo, ¿eh? Voy a llamar a
Juanelo. (Va hacia el interior de la casa.)
CRISTÓBAL.-Haraganes.
ROSA.-¿ Qué dijiste? (Desde la puerta.)
CRISTÓBAL.-( Mientras ojea
un periódico.) Esa gente de la finca.
¡Son unos haraganes! Les he dicho que hace falta chapear, que la yerba se
está comiendo el sembrao de papa ¡ah! pues ahí lo
dejan. Y hay que estar arriba de ellos porque si no... Y
después se quejan. ¡Siempre se están quejando! Y se cansa
uno de resolverles problemas. En cuanto tienen
cualquier cosa vienen para acá. ¡Eso sí! Pero
a la hora de trabajar. . . cuando es
domingo porque es domingo y cuando es lunes
porque es lunes. (Gritando.) ¡El café!
ROSA.- (Entrando.) ¿Lola no te lo ha
traído? Deja ver que le pasa.
CRISTÓBAL.-Las diez de la mañana
y ese muchacho durmiendo todavía.
JUANELO.- (Saliendo del cuarto.) Las nueve Y cuarto
exactamente. En mi reloj
suizo.
.
CRISTÓBAL.-Yo estoy levantao desde las cinco
y media.
JUANELO.- (Bromeando.) ¡Ah!
Pero tú eres un hombre fuerte, hecho al
trabajo duro y al aire de la mañana. Vas a
vivir muchos años y lo que es más, vas a
seguir luciendo joven, como, ahora…
CRISTÓBAL.- A mí también me
gustaría dormir la mañana, pero tengo que ser yo
el que me levante.
JUANELO.-Viejo, tú fuiste el que te
empeñaste en que estudiara. Querías tener un hijo
doctor.
CRISTÓBAL.-Claro, para la finca no sirves.
JUANELO.- (Le quita "los
muñequitos al periódico que Cristóbal lee.) Pero para
otras cosas, sí. Como mi padre.
ROSA.- (Entra con café.)
Toma Cristóbal. ¡Mira que esto es grande! ¿Tú quieres, Juanelo?
JUANELO.- ¡Claro!
.
ROSA.-Vete a lavar la cara ¡anda! Mira
que esto es grande. ¿Tú no sabes que Lula estaba
dormida en la cocina? Me la he encontrado sentada en una silla,
rendida.
CRISTÓBAL-Porque tú eres como este, que
tratas a la gente con una confianza
desde el primer día ¡qué te pierden el respeto! Mira a ver en la
finca...
ROSA.-Pues tú mismo estabas
diciendo que no trabajaban.
CRISTÓBAL.-Cuando no estoy,
porque cuando me ven
tiemblan.
JUANELO.-Yo no le veo la gracia a eso,
a que tiemblen.
CRISTÓBAL.-Por eso cuando estuviste allí nadie te
hacía caso.
JUANELO.-Pero me
divertía.
CRISTÓBAL.- Y ésta, las coloca hoy y al
día siguiente están en la gran cháchara.
ROSA.-Con alguien tengo que
hablar.
CRISTÓBAL.-Y le cuentan los
problemas y que si el marido y que si los
muchachos. Y le pierden el respeto.
LOLA.-(Entra con cubo y frazada.) Óigame,
perdone, pero conmigo no es eso, porque yo
no tengo ni marido ni muchachos.
CRISTÓBAL.-Otros problemas serán. Porque
todas las que vienen aquí tienen problemas,
y si no para oír los de Rosa.
LOLA.-Bueno, yo vivo sola, yo sí que no tengo
problemas.
JUANELO.-Pues hoy por la mañana,
¡ahorita mismo! ¡Te oí a ti y a la vieja en la gran
conversación! fíjate que no me dejaban dormir con el
runrún.
LOLA.-Pero ésos no eran problemas, mi'jito:
le estaba contando del baile.
JUANELO.-¡Ah! verdad, si yo
te vi cuando ibas con tu flor en
la cabeza y la cintura apretá.
LOLA.-Hay que divertirse,
que la vida es corta.
CRISTÓBAL.-Si yo hubiera pensado
así de joven, ahora estaríamos comiendo tierra. Y
si me hubiera levantao a la hora que
tú te levantas no tendríamos ni
un kilo. Pero me pegué muy
duro, pero que muy duro desde
muchacho. Porque no me da pena decirlo, que
pasé mucha hambre, mucha. Porque me acuerdo cuando trabajaba
en la bodega de Elíseo, que me levantaba de
madrugada, y un mulatico y yo, dale que
dale, sin parar hasta las doce de la noche.
Para volver al día siguiente.
JUANELO.-¿ Y qué se hizo del
mulatico?
CRISTÓBAL.-Y después pedí las noches
y aprendí mecanografía. Y le hice las cuentas a Elíseo y aprendí
...
JUANELO.-Y aprendiste a llevar
los libros.
CRISTÓBAL.-Sí, no te burles.
Aprendí a llevar los libros. ¡Y me
sirvió mucho!
JUANELO.-Se ve, se ve.
CRISTÓBAL-Porque había
pasado hambre y humillaciones y tuve que
agarrarme de cualquier tablita para ir subiendo.
Porque a ti todo te ha sido fácil.
ROSA.-¡Por Dios, Cristóbal!
CRISTÓBAL.-¿Por Dios de
qué? Él no sabe nada, ni tú tampoco porque cuando me
conociste ya yo era otro. Pero hay que decírselo
para que le dé valor a lo que
ahora tiene. Cuando me conociste ya no era
el dependiente, sino el dueño, bien distinto que
era para ti y sobre todo para
tu padre.
JUANELO.-Si eso te conviene,
viejo. Mira la cara que tienes, pareces mi
hermano. El trabajo no te ha hecho daño,
al contrario.
LOLA.-Oiga, verdad que usted no
parece la edad que tiene.
CRISTÓBAL.- ¿ Y qué edad yo
tengo?
LOLA.-¡Ah! yo no sé...
pero parece... vaya, no parece viejo. (Mira a Rosa.)
JUANELO.-Tú no lo sabes
bien, negra. Se lo comen por la
calle. Hasta las de quince.
CRISTÓBAL-Bueno, ya no, pero hace
unos años me llevaba en la golilla a muchos bonitillos
como tú.
LOLA.-De tal palo... ¡Que lo he
visto lo he visto!
JUANELO.-¿Vamos viejo, hasta allá
arriba? Me visto y te dejo en casa de tío.
CRISTÓBAL-Sí, para seguir
después con la máquina.
ROSA.- ¿Está enamorado, Lola?
¿Qué dicen por ahí?
LOLA.- Ay, yo no sé. Yo no sé si
le gustan los pollos o los medios tiempos.
JUANELO.- ¡Qué lengua!
Lola.-Si eso no es malo,
mi'jo. Mira, yo me enamoro todos los
meses y vivo divinamente.
ROSA.-¿Quién es, Lola? ¿La hija de
Alfonso, el alcalde?
Lola.-Ay, señora, yo no soy chismosa. Pero no
es tan joven como la niña ésa.
Y me voy. Voy a la carnicería y
limpio después, porque hay mucha gente aquí.
ROSA.-Coge. Llégate hasta la calle
Real y tráeme las flores. Azucenas mejor, sabes,
si hay azucenas mejor. (Lota sale.)
CRISTÓBAL.- ¿Es verdad lo que
dicen, Juanelo?
JUANELO.-¡Ay viejo! Voy a
vest1rme y te llevo hasta casa de tío. (Sale.)
ROSA.-¿Qué es, Cristóbal?
CRISTÓBAL.-Que le anda dando vueltas a la
prima
de González, la que vino
de La Habana.
ROSA.-¿La que es divorciada?
CRISTÓBAL-Sí.
ROSA.-Pero es una mujer mayor.
CRISTÓBAL.-Bueno, no tanto, tendrá. .
. Treinta años.
ROSA.-Para él es una vieja.
CRISTÓBAL.-Bueno, tú no
creerás que él piensa casarse con ella
¿no? Será para ver lo que puede
coger.
ROSA.-Sí, pero una mujer así lo
enreda y cuando viene a ver ...
CRISTÓBAL.-No adelantes, no adelantes
las cosas. Es un hombre ¡déjalo! No empieces a darle
vuelta como una gallina culeca. Es
más vivo de lo que tú te figuras, ¡y seguramente
sabe la clase de mujer que es ! Divorciada, vive
sola en La Habana.
ROSA.-¿ Y qué hace aquí?
JUANELO.-( Entra poniéndose la camisa.)
Pues su
prima está enferma
y vino a cuidarla. ¿Qué otra
cosa quieren saber?
ROSA.-Juanelo, y lo de la hija de Alfonso...
JUANELO.-Ah ... vieja. ¡Esa niña
boba!
CRISTÓBAL.-¡Boba! Con un padre que es dueño
de medio pueblo.
ROSA.-Siempre es mejor una
muchacha decente, de buena familia, que una
vieja que viene de no se sabe dónde.
CRISTÓBAL.-Déjalo, Rosa, él sabe lo que
hace, que aproveche ahora que es joven.
Después sabrá bus car lo que le convenga. Y
si tiene dinero no pensará que es boba.
JUANELO.-Eso no tiene que
ver. Mamá no tenía nada y te casaste con ella.
CRISTÓBAL-No, no tenía
nada. Este montón de muebles
viejos. Y la importancia que se
daban.
ROSA.-Porque podíamos. Que
mi familia es una de las más antiguas del
pueblo.
CRISTÓBAL.-Pero no tenía
nada.
ROSA.-Mi abuelo tuvo fincas
por todos los alrededores. Maravilla y Sueño
Viejo, dos fincas enormes, las que
son ahora de Alfonso.
CRISTÓBAL.- Sí, pero cuando
yo te conocí, todo estaba hipotecado. Y
bien callado que se lo tenían, porque tu padre
no tenía ni donde caerse muerto.
ROSA.-No seas grosero.
CRISTÓBAL.-Groserías eran las
de tu padre, que no te
quería dejar casar conmigo
porque quería ¡quería un doctor para la niña ! Y
la niña por poco se le queda.
JUANELO.-Pues dicen que el abuelo
tenía plata.
CRISTÓBAL.-Sí, es verdad, Maravilla,
esa otra
finquita que está ahí
después de la línea, pero cuando yo me casé todo estaba
hipotecado y cuando se murió don Gregario. (Camina hasta la
sombrera.) ¡Ah, porque le decían Don Gregario!
Mucho título, mucho respeto, mucha servilleta en la mesa,
pero cuando se murió ésta no cogió ni un kilo. Ya todo
estaba perdido.
ROSA.-Eso fue lo único que
te dolió. Que no había dinero. Por lo demás como
si se hubiera muerto un perro.
CRISTÓBAL.-Yo nunca le caí
bien ...
ROSA.-Eso no es verdad, lo que pasaba
es que ...
CRISTÓBAL.-Sí, lo que pasaba es
que él no sabía que yo también iba a
tener dinero. Se murió sin verlo.
JUANELO.-Ahora hubiera estado orgulloso de su
yerno, viejo.
ROSA.-Esos son inventos de Cristóbal,
que siempre mide a la gente por el dinero. Y se
cree...
CRISTÓBAL-Así medían ustedes. Si no, ¿por qué
le gustaba a don Gregario el mariquita aquel que
andaba
contigo?
JUANELO.-¿El del retrato? E.se
que está con la vieja al
lado de un piano...
CRISTÓBAL-Sí, ella cantaba y él
tocaba el piano. Siempre estaban en lo mismo. En
las veladas, en las verbenas, donde quiera
ella cantando y él ahí, pegado al piano.
JUANELO.-Pero mamá canta
bien. Ya no, pero me acuerdo cuando era chiquito
que ella...
CRISTÓBAL.-Qué va a cantar bien.
Haciendo el papelazo.
ROSA.-Ahora dices eso.
Pero me conociste cantando. ¿Te acuerdas?
Era en el Liceo, creo que era la primera vez
que entrabas allí. Y no me quitabas los
ojos de encima mientras cantaba. De
esa noche es la fotografía.
JUANELO.-¡Qué foto más ridícula! Con ese
vestido y el abanico.
CRISTÓBAL.-Eran unos picúos que
se escribían libretas de poesías.
ROSA.-Tú me pediste la libreta.
Y en medio de todos aquellos poemas
escribiste una décima.
CRISTÓBAL.-Por lo menos era mía.
ROSA.-Y me seguías por todo
el pueblo.
CRISTÓBAL.-Y tú te parabas detrás
de las persianas a verme pasar. Y eso que yo no
era más que un bodeguero.
ROSA.-Voy a buscar la fotografía.
Para que Juanelo vea qué linda era
su madre.
CRISTÓBAL-Buena cosa.
JUANELO.-Si yo la he visto.
ROSA.-Sí, pero no te acuerdas. (Sale.)
CRISTÓBAL-Eran unos orgullosos.
No tenían nada, pero se creían
los dueños del pueblo, porque tenían
una gran casa y estos
muebles y cortinas. La verdad que vivían bien y
respetaban al viejo. La primera vez que
fui allí me sentí
todo cortado. El viejo Don Gregario,
Don Gregario ¡y no tenía ni un
kilo! Pero usaba bastón. Bastón
con puño de plata. (Juega con
el bastón.)
Pensaban que me hacían un honor
dejándome entrar en su casa. Siempre hablando de la chusma y
de la educación y de los pueblos chiquitos y
de la ignorancia y de los buenos
modales. Me tragaron a la fuerza, pero as piraban a otra
cosa ¡no sé a qué! ¡al mariquita ese que tocaba el
piano!
ROSA.- (Entrando, le quita
el bastón de las manos y lo
pone sobre la mesa.) No era ningún mariquita.
Que se casó y vive en La
Habana con su mujer y su hija. Mira
Juanelo. (Juanelo se ríe que no puede más.
El padre se ríe. Rosa dolorida
les arranca la foto de las manos. La rompe.)
ROSA.-Ahí está. Total,
ya no queda nada, nada, nada.
JUANELO.-Vieja, ¿por qué la
rompiste?
ROSA.-Ríete de mí, no
tengas pena. Él se ha reído siempre, hazlo
tú también. Ya estoy acostumbrada. (Sale.)
JUANELO.-Vieja, vieja. (Juanelo
recoge los pedazos de la foto y
trata de unirlos en el suelo. Entra la
maestra.)
MAESTRA.-Buenos días.
¿No hay nadie en esta casa?
Le roban la casa...
CRISTÓBAL.-Pase, pase para
acá, usted es de la familia.
MAESTRA.-Buenos días, Juanelo.
¿No saludas a tu maestra? Salía de misa y
me dije, deja ver cómo andan esos
falsos. Sí, ustedes, no protesten que es verdad.
¿Y Rosa? Por allá no les veo el
pelo. Bueno, Rosa es verdad que sale poco. A
usted es al que más veo, y por eso porque va a ver a
Alfonso. Juanelo ya...
CRISTÓBAL.-Yo no sirvo para
visitas.
MAESTRA.-Bueno, en eso todos los hombres son
iguales. ¿Y tú Juanelo? ¿Ya no te gustan las limonadas
por el mediodía?
JUANELO.-Usted sabe lo que pasa...
MAESTRA.-Sí, hijo, cómo no
voy a saber lo que pasa, en un pueblo
chiquito todo...
JUANELO.-Es que he estado ayudando a papá y
siempre hay algo...
MAESTRA.-Claro, claro... Pero, ¿y Rosa?
CRISTÓBAL-Rosa, Rosa, aquí está la
señora de Alfonso. Viene en seguida, debe
estar por la cocina.
MAESTRA.-Sí, en las casas
siempre hay algo que hacer. Pues salí de
misa y dije, déjame aprovechar y llegarme
hasta allá, porque después se me
complica el día y los domingos, que
va tanta gente a ver a Alfonso ¡y como hace
días que quería venir! y me alegro, de encontrarlo a
usted aquí, si quería venir hace un montón
de días porque en la iglesia estamos
haciendo una colecta. No una colecta
general ¿sabe? sino, solamente entre los
matrimonios más representativos, así dice el
Padre, entre los matrimonios más
representativos del pueblo. Una obra magnífica
¿sabe? Porque lo que se pretende es
realizar matrimonios religiosos entre la gente pobre.
¡Yo quisiera que usted viera cuanta gente hay que no
está casada por la... (Entra Rosa, se besan.) ¡Buenos
días, Rosa!... Llevo toda la mañana aquí
dando palique...
CRISTÓBAL.- ¡No diga eso!
MAESTRA.-Bueno, pero Juanelo
sí lo piensa...
JUANELO.-No, perdone, es que estaba...
MAESTRA.-Sí, sí, sí, pensando en otra
cosa ¡se ve!
Rosa, le decía a Cristóbal
que queremos casar por la Iglesia ¡es
una campaña! ¿Sabes? Se le ocurrió al padre
Tomás. . . por cierto dice que nunca vas
por la iglesia, chica,
un domingo más que otro debías ir. ¡Él los
aprecia tanto a ustedes! Mira ahora mismo, en
seguida que hizo la lista de los
matrimonios más representativos, así lo llama él ¿sabes? En
cuanto hizo la lista, Cuca y yo lo ayudamos, en
cuanto empezamos a hacer la
lista se acordó de ustedes. Después, a los
matrimonios que contribuyan se les dará una especie de
suvenir y si quieren, no es obligatorio ¿saben? si quieren pueden ser
padrinos de boda de uno de los matrimonios
pobres que van a hacerse. Se "ha dicho que no es obligatorio
porque ¡figúrate! hay gente pobre que es
decente, yo no digo que no, pero... no
todos, desde luego... entonces, ¡claro! uno contribuye,
cumple su parte y no se ve obligado a estar después, tú sabes
cómo son las gentes, que se lo puedan tomar a pecho
y si le sirves de padrino de
boda, después son capaces que los tengas metidos
en la casa todo el día. Así ustedes contribuyen,
les mandan su suvenir y en el periódico del pueblo ¡ah
sí! se me olvidaba, entonces en el periódico del pueblo, Cuca, la directora
del colegio, escribirá una viñeta
sobre cada uno de los matrimonios, más representativos, como dice el
Padre.
CRISTÓBAL.- ¿Y con cuánto hay
que ponerse?
MAESTRA.-Bueno, no hay cantidad fija. Se han
escogido los matrimonios más representativos y...
¿Rosa, te sientes mal?
ROSA.-No, es que anoche no dormí bien
porque...
¡Había una fiesta
cerca de aquí!
MAESTRA.-Ah, sí, ese maldito baile de los negros.
Alfonso dio el permiso, qué
remedio. ¡Un alcalde tiene tantos
compromisos! Ahora no hay tantas fiestas ¡y
conviene ¿sabe? ¡Conviene que haya!
¡Esos peludos de la Sierra! Tan
tranquilos que podríamos vivir y ellos lo tienen
todo revuelto. Bueno, no quiero ni hablar de eso.
Lo mejor es no hablar. ¡Alfonso no habla de
otra cosa!. . . ¿Qué te decía? Sí, te ves
cansada.
CRISTÓBAL-Usted nos perdona,
pero tengo que salir. Tengo que
ver a mi hermano y después ir a
Matanzas.
MAESTRA.-Bueno, cuento con usted entre
la lista de matrimonios.
CRISTÓBAL-Claro, claro. Salude a
Alfonso.
MAESTRA.-Vaya por allá,
para que... hablando de otras cosas
se distrae. Está tan preocupado con
las bolas. Ahora
dicen que ya están en Santa Clara. Yo no quiero creerlo.
JUANELO.-Pues es verdad.
CRISTÓBAL-Nadie sabe lo que es
verdad ni lo que es mentira, todo el mundo habla y habla...
MAESTRA.-Eso digo yo, todo el mundo
habla tanto. ¡Pero parece que es verdad! Yo no quiero
creerlo. ¿Contamos entonces con ustedes? Bien.
CRISTÓBAL-Salude a Alfonso.
MAESTRA.-No deje de ir
por allá. Él se distrae tanto con usted.
CRISTÓBAL.-Hasta luego. (Salen Cristóbal y
Juanelo.)
MAESTRA.-Hasta lueguito. ¡Es igualito a su
padre ese muchacho! De ti no sacó nada.
ROSA.-La niña se parecía a mí.
MAESTRA.-Juanelo está altísimo. Siempre me
acuerdo del día que lo puse de penitencia,
¡era viyaya! Bueno, todos los varones son
viyayas. Y yo tengo treinta y cinco fieras metidas
en un aula cuatro horas. ¡Qué
ganas de que lleguen las
vacaciones! Estoy tratando de conseguir una
licencia para no tener que trabajar, pero
¡con las, cosas como están! En confianza, creo
que la cosa está muy mala.
ROSA.-Pero eso es por allá
arriba, por Oriente, pero aquí. . . ¡quién
se va a meter aquí en eso! A Juanelo le
tengo dicho que no venga
tarde. Aunque éste es un pueblo
tranquilo. ¿Pero quién lo aguanta metido en
la casa? Es como el padre.
MAESTRA.-Sí, se parece mucho a
Cristóbal….
Rosa, yo. . . ¡hay cosas en
las que uno no debe meterse! Pero
nosotros les tenemos un gran cariño a
ustedes. ¿Tú sabes que Juanelo
anda con esa mujer? Vive con ella,
que los han visto. Se la lleva
en la máquina y. . . yo comprendo que Juanelo es
ya un hombre...
ROSA.- ¿A dónde la lleva?
MAESTRA.-No sé, los han
visto solos en la máquina ¡y ella
es divorciada! Claro que Juanelo es un hombre,
pero ella es una cualquiera ¡y te lo envuelve! Y cuando
vienes a ver lo tienes casado y… ¡se te meten a
vivir aquí! Y a mí que no me vengan con
eso de que ella es muy educada y
doctora en ¡ciencias sociales, dicen! Lo que es una
cualquiera, porque llegar a un pueblo así
y echarle mano al primer muchacho que encuentra ¡chica!
y tú sabes que él andaba con mi hija Laurita, que
¡te juro que no es porque sea ella! pero, un poco te respeto
¿no?
ROSA.-¿ Entonces tú crees que
ya no vamos a estar en la familia?
MAESTRA.-Chica, él hace mucho tiempo
que no va por casa. Laurita sigue su
vida de siempre. En eso yo no me meto y a ella
no le pregunto. Ya las hijas no son como
antes. Les preguntas y dicen siempre ¡ay mamá, es
un amigo! ¿Para qué les vas a preguntar?
ROSA.-Cristóbal y yo ¡los dos! estábamos tan
contentos, porque Cristóbal es tan amigo de
Alfonso y todo.
MAESTRA.-Y yo creo que Juanelo,
me da pena decírtelo, ¡la verdad es
que me da pena decírtelo! Pero
yo creo que Juanelo está
tomando muy en serio lo de esa mujer.
Lola.- ( Entrando.) Óiganme, ah,
perdone, no sabía que había visita.
Buenos días.
MAESTRA.-Buenos días. ¿Sigues trabajando
aquí?
LOLA.-Sí, señora. Rosa es muy buena. ¡Y
tan espléndida! No hay carne. Dicen
que no viene de Camagüey, y ya estaba cerrada la
carnicería. Y eso que los domingos ellos siempre
abren un rato por la mañana. Pero no viene
carne, no están viniendo reses de Camagüey ¡y
entonces, pues! ¿Qué haremos?
MAESTRA.-¿No te lo dije?
LOLA.-¿Pollo?
ROSA.-Sí, será lo mejor. Trae
uno. ¡Con una finca y tener que
estar comprando pollo! No muy grande.
Somos nosotros solos.
LOLA.- ¿Usted no sabe que la rural traía un
preso? Un muchacho joven, del campo. Yo no lo pude ver bien,
porque no quise acercarme ¡los fósforos! Pero creo que es de la
finca de ustedes.
ROSA.- ¿Quién te lo dijo?
LOLA.-Nadie. Yo lo vi. Lo llevaban dos
guardias. Pasaron por la acera de enfrente de la
carnicería.
Iban pa'allá, pa'l cuartel.
Pero lo vi casi de espaldas. La gente estaba
comentando.
MAESTRA.-¿Qué decían?
LOLA.-Usted sabe que la
gente habla. ¡Que hablan por hablar!
MAESTRA.-¿Pero qué decían?
LOLA.-Yo no les puse atención. Voy a
buscar el pollo ¿eh?
ROSA.-Y las flores, no te olvides.
Lola sale.
MAESTRA.- ¿Flores?
ROSA.-Sí, hoy la niña cumple año
de muerta.
MAESTRA.-¡Ah! ¿No te lo dije? La cosa está mala,
fíjate, ya no viene carne.
ROSA.-Pero por aquí todo
está tranquilo.
MAESTRA.-De todas maneras no
dejes que Juanelo ande por ahí de noche. Yo a los míos, a las
once en la casa. Es verdad que
todo el mundo los conoce, los hijos de Alfonso, los
muchachos de Alfonsito el alcalde. Pero
de todas maneras.. . ¡A las once en la
casa! Y si se demoran, Alfonso manda un
policía a buscarlos ¡qué va! Ay,
perdóname, Rosa, que mira que hablo y tú
tendrás un montón de cosas que hacer.
ROSA.-No. Voy a ir al
cementerio cuando Lola me traiga las flores.
MAESTRA.-Bueno, tengo que irme.
Quiero visitar otros matrimonios para lo de
la colecta. Te ves cansada. Hasta
luego. Y recuérdale a Cristóbal lo de la colecta.
Hasta luego. Y ve por la iglesia, chica. ROSA.-Hasta luego. (Recoge
el bastón, lo coloca en la bastonera y se mira en el espejo.)
RODRÍGUEZ.-( Entrando.) Buenas,
señora. Buenos d1as, usted perdone, señora.
¿Cristóbal, está?
ROSA.-No, él salió. ¿Pero qué le pasa?
Está temblando. Siéntese, Rodríguez.
RODRÍGUEZ.-El muchacho, el
mayor, me lo han llevao preso.
ROSA.-¿Pero cuándo? Qué es lo que...
RODRÍGUEZ.-A primera hora,
clareando. Llegó la pareja, registró la casa y se lo llevó. ¿Dónde
está Cristóbal?
ROSA.-Fue a casa de su hermano.
RODRÍGUEZ.-Voy a verlo.
ROSA.-Pero espere, usted no puede
irse así.
RODRÍGUEZ.-No, no, tengo que ver a Cristóbal.
ROSA.-¿Por qué no lo
espera y así se calma un poco? ¿Qué le dijeron?
RODRÍGUEZ.-Dicen que se había
robado un cochino. Es mentira, eso es
mentira. Usted lo conoce. Es el que venía aquí con
Juanelo. En la finca siempre andaba con Juanelo pa'rriba y pa'bajo. Mi
mujer está desesperada. Cristóbal tiene que
sacármelo de la cárcel, tiene que sacarlo o
me lo matan.
ROSA.-¡Por Dios!
RODRÍGUEZ.-Él puede, Cristóbal
puede, conoce al alcalde. Y el alcalde, usted
sabe, el alcalde es uña y carne con
el teniente.
CRISTÓBAL.- (Entrando con
Juanelo.) ¿Qué pasa, Rodríguez?
RODRÍGUEZ.-Cristóbal, se han
llevao preso al muchacho. Al mayor. A
Tavito, Juanelo.
CRISTÓBAL-Ya me enteré, me
lo dijeron en la calle. Dime tú
qué pasó, porque no se puede creer todo
lo que andan diciendo, dime tú cómo fue.
RODRÍGUEZ.-Llegó la
pareja. Llegó temprano y registró la casa.
No había nada que buscar, no encontraron nada.
ROSA.-¿Qué buscaban?
JUANELO.- ¿Dónde estaba Tavito?
RODRÍGUEZ.-Estaba allá.
Acababa de ordeñar y
venía con la leche. Él es el que hace
el ordeño siempre. ¡Sabe tratar tan bien
a los animales! Tú lo sabes, Juanelo. ¿Te acuerdas lo
bien que te cuidaba a tu perro? La pareja llegó
temprano, namás que de verlos me asusté. Tavito
venía con el jarro de leche. Le
miraron de arriba abajo y le dijeron, va mos. Mi
mujer preguntó "¿Qué pasa?
¿Por qué se lo llevan?" Vamos dijeron y
le dieron un empujón.
Yo les dije, me acerqué y
les dije ¿qué pasa? No se haga el
bobo, me dijo uno, usted sabe bien que se
ha robao un cochino.
JUANELO.-¿Tavito?
RODRÍGUEZ.-Eso dijeron.
Para acá lo trajeron, pa'l cuartel. Yo vine
a todo correr después, pero no me han dejado
verlo. Me botaron de allí. Él no se
robó ningún cochino, él no se robó
nada ¡para qué va a querer ese muchacho un
cochino! Él trabaja y trabaja los domingos
toca un poco la guitarra, más na.
Tú lo conoces, Juanelo. Cristóbal, usted
tiene que ir al cuartel conmigo.
CRISTÓBAL.-Debe haber alguna
confusión. Estoy seguro que hay una confusión, ya
se aclarará.
RODRÍGUEZ.-Venga conmigo, Cristóbal a
usted le dejan entrar.
JUANELO.-Vamos, viejo, vamos
a ver a Alfonso.
CRISTóBAL.:-Cállate tú, Juanelo. Rodríguez,
no tenga miedo, si el muchacho no ha hecho
nada nada le puede pasar. ¿Qué le puede pasar? Debe ser
eso -una confusión. Si yo supiera que hay algún
peligro, ahora, ahora mismo iba
con usted ¡Quién mejor que
yo! Con quién, digo, con quien mejor
que usted. Y ese muchacho, ¡si lo he visto crecer.
Tavito es como un hermano para
Juanelo.
JUANELO.-Yo creo, viejo, que sí.
..
CRISTÓBAL.-Yo iré luego por
el cuartel voy por allá, hablo con el
capitán. . .
RODRÍGUEZ.- ¿Por qué no
viene ahora conmigo? Es mejor ahora, mi
mujer está desesperada allá 1a dejé, con
los más chiquitos, desesperada. ¡Tenemos tanto miedo!
¿Por qué no viene?
CRISTÓBAL.-Tranquilízate, Rodríguez. No
le va a pasar, nada al muchacho. Luego voy
y hablo con el capitán. Vete para la
finca, tu mujer debe estarte esperando.
RODRÍGUEZ.- ¿Usted me promete
que va luego?
CRISTÓBAL.-Claro, hombre. Ve
tranquilo.
JUANELO.-Yo puedo acompañarlo,
Rodríguez.
CRISTÓBAL.-Quédate, Juanelo, que yo
tengo que ir a Matanzas dentro de un
rato. Tengo que estar allá
para resolver un asunto y ...
RODRÍGUEZ.-Entonces, ¿cuándo va al cuartel?
CRISTÓBAL.-Eso no me toma
ni hora y media. A las dos estoy
aquí. Ya te lo dije, ve
tranquilo. (Lo guía hasta la salida.)
RODRÍGUEZ.-Cristóbal, es el
mayor ¿sabe? Trabaja y toca la guitarra, nada
más. (Se va.)
JUANELO.-¿Por qué no
vamos, viejo? Es mejor ahora, que aquello
está tranquilo.
CRISTÓBAL.-Tienes veinte años, un
chiquillo, y quieres decirme lo que tengo que
hacer. Si yo tu viera 20 años
también iría, pero ya hace
tiempo que pasé los 20.
JUANELO.-Viejo...
CRISTÓBAL.-Déjame hablar. Si el muchacho no ha
hecho nada, no hay que tener ningún
miedo.
¿Qué le va a pasar?
JUANELO.-Puede aparecer muerto en
una guardarraya.
CRISTÓBAL-Ah, Juanelo, yo no puedo
ir allí a sacar la cara por él
¿Tú qué sabes si está metido en algo? ¿Qué
quieres, que sospechen de mí también? Y mira
a ver lo que haces tú, que
estás viniendo tarde noche ¡y la cosa no
está para eso!
JUANELO.-Pero es Tavito, papá.
CRISTÓBAL.-Sí, es Tavito ¿y
qué? Ándate tú derecho y deja la
vida correr. Hasta ahora hemos
estado tranquilos. Nadie se ha metido con
nosotros.
Por qué? Tú sabes por
qué ¿verdad? Porque yo vivo de mi trabajo. De la finca a la casa y
de aquí...
¡No tengo nada
que ver con eso. Al que
cogen ¡averiguan! siempre encuentran. Si te estas tranquilo
en tu casa y te callas ¡te callas! que
andas por ahí por las esquinas
hablando lo que no debes. Si
no te mezclas, nadie tiene que
venir a llevarte de tu casa.
ROSA.- Y se lo he
dicho, no salgas, Juanelo, no vengas
tarde. Tú tampoco debías venir tarde.
CRISTÓBAL-Pero ellos mismos
se lo buscan.
Se hacen eco de todo lo que
oyen, no hay bola que no repitan.
Todo lo encuentran mal, todo. Y
un gobierno tiene que hacerse respetar. Y no
es que yo estoy de acuerdo ¡tú lo sabes! Pero
yo trabajo, de eso vivo, yo no tengo nada que
ver con la censura ¡qué me importa a mí la
censura! Yo muelo mi caña y no tengo
problema. Y el que es zapatero hace sus
zapatos y el otro hace lo que tiene que
hacer. Allá los políticos que se fajen entre ellos. Dame café,
Rosa.
ROSA.-No te conviene tomar
tanto café, tú sabes bien que el
médico... (Cristóbal va a contestar. Entra Lola, trae un
gran ramo de flores.)
LOLA.- ¡Qué horror! El viejo
ese de la finca de usted. ¡Qué horror!
JUANELO.-¿Qué pasa?
CRISTÓBAL.-¿Ya vienes con bolas?
JUANELO.-¿Qué pasó, Lola?
LOLA.-Bolas, no, que lo vio mi sobrina,
que el viejo fue al cuartel a preguntar por el
hijo ¡lo cogieron esta mañana! dicen que
era rebelde. El viejo fue a preguntar y
llegó allí y empezó a llorar porque
no lo dejaban entrar. Y lo empujaron
y lo sacaron ¡a culatazos! Un viejo de sesenta
años...
CRISTÓBAL-Está bueno ya, vete
para la cocina.
LOLA-Sí, me voy. Pero es
una salvajada, porque si el hijo había...
CRISTÓBAL.-Cállate.
LOLA:-Sí, si lo único que iba a decir
es que el viejo no tiene la culpa ¡qué horror! cualquier cosa que
haya hecho el muchacho, pero es un viejo ¿no? A culatazos, usted
sabe lo que es a culatazos. (Se va.) (Juanelo va
hacia la puerta.)
CRISTÓBAL.-¿ A dónde vas, Juanelo? ¡Quédate
aquí! Ya te dije que nosotros no tenemos
nada que ver con eso. Quédate
aquí. No quiero complicaciones para
luego lamentarnos. (Juanelo se sienta junto
al radio, lo enciende. Se oye música de danzón.) El
café, Rosa! Cada cual a lo suyo, a su trabajo, a su familia,
deja el mundo correr. (Juanelo sube el volumen.) No pongas
tan alto el radio, Juanelo. Tú eres el que
quiere oírlo, ponlo para ti. Baja ese
radio, muchacho. (Juanelo sube el volumen.) ¡Juanelo!
¡Juanelo!
JUANELO.-(Gritando.) ¿Qué importa? Nosotros
no tenemos nada que ver con eso.
FIN DEL
PRIMER ACTO.
TELÓN
SEGUNDO ACTO
Por la tarde
La escena vacía. Juanelo entra y llama en voz
alta.
JUANELO.-Lola, ¿dónde está la gente de
esta casa? LOLA.-Mira que eres escandaloso,
muchacho.
Tu mamá fue al cementerio. Te estuvo
esperando para que la acompañaras.
JUANELO.- ¿Y eso?
LOLA.- ¿Qué tiene de raro eso?
¿Ella no va todos los domingos?
JUANELO.-Sí, pero ella sabe que a mí no me gusta
ir. ¿Me estuvo esperando?
LOLA.-Es que hoy cumple años de muerta la niña.
Está muy triste. ¡Las madres siempre
quieren una hija!
JUANELO.-A mí no me gusta ir.
LOLA.-Pero alguien debía ir con ella. Yo
iría, aun que a mí tampoco me gusta. Gustarme,
lo que se dice gustarme, bueno yo creo
que a nadie ¿no? Aquello es demasiado
quieto, casi nunca hay nadie y sin ruido
¡yo no sirvo para la tranquilidad! ¡Baja los pies
de esa silla! Para que después venga
tu mamá y diga que yo no limpio
bien. ¡Eres igual que tu padre, pones
los pies donde quiera y después tiene
uno que estar pasando la bayeta, no se
acaba nunca!
JUANELO.- ¿No ha llegado el viejo de Matanzas?
LOLA. -(Echándose fresco con una
penca.) Yo no lo he visto, tengo la
mesa puesta hace una hora. Tanta
mosca y tanto calor. Tengo ganas de fregar para
ver si me tiro en la cama un rato.
Ya deben ser la una y media. Con
este sol y esa caminata hasta el
cementerio. La verdad, yo soy como tú, a mí
tampoco me gusta ir. Y allí tengo
un montón de familiares. Mi madre que en paz descanse, mi hermana,
mi hijita que se murió de tres años. Pero a mí no me
gusta ir. ¿A buscar qué? A entristecerme Y llorar
por gusto. ¡Bastante tiene uno con los vivos!
JUANELO.-Tú vives sola, Lola, ¿no? ¿Todos tus
parientes están muertos?
LOLA.-Tengo una hermana que vive
en La Habana ¡y ya! No la he vuelto a ver. Mejor
así. No me preocupo por nadie, nadie se
preocupa por mí.
JUANELO.- ¿Y el carpintero ese
que andaba contigo?
LOLA.-¡Ah! Flor de
un día. . . Tú sí que andas bien
acompañado. Ayer estuve hablando con ella.
JUANELO.- ¿Dónde?
LOLA.-En la florería. Yo había
entrado un momento a saludar al dependiente y
ella estaba ahí. Me dijo: ¿Usted no trabaja en
casa de Juanelo? Yo la miré y me dije
¡qué blanquita más simpática ésta! porque se
estaba sonriendo así con una malicia ¡vaya!
Parecía que estaba diciendo un montón de
cosas. Ahí empezamos a hablar que si a ella le gustaban
las dalias, que las margaritas, que no para desperdiciarlas
en el cementerio, dijo. ¡Ay si
tu mamá la oye! ¡más nunca le habla!
Yo le dije... ay, ¿qué le dije? No sé... A
mí me gusta ponerle flores -mis muertos,
pero en mi casa ... pero yo no le dije nada ¡cada
cual que piense lo que quiera ¡habla bonito eh! Me preguntó
si usted quería mucho a su mamá.
JUANELO.-¿Qué le dijiste?
LOLA.-Le dije ¡qué le iba a decir!
Todos los hijos quieren a sus madres ¿no? Lo
que no sé por qué me lo preguntó.
JUANELO.- ¿Tú crees que yo la quiero,
Lola?
LOLA se ríe con malicia.
JUANELO.-Yo digo a la vieja.
LOLA.-Ay, qué pregunta.
JUANELO.-Hoy me porté mal con
ella. Me estuve
riendo de su retrato. ¡Siempre está
tan triste, Lola! Tú vives tan tranquila. Vas, vienes,
trabajas, te ríes.
LOLA.-Lloro.
JUANELO.-Sí, lloras. Pero
como si supieras por qué vas y por
qué vienes. Yo, yo ando saltando de
aquí para allá. Empiezo
esto, lo dejo, me aburro. Tú estás
con un hombre, te veo, vas y vienes.
De pronto dices, ¡bah! Flor de un día...
LOLA.- ¿Qué tú quieres que
me desagüe llorando?
JUANELO.-No, no, si está
bien lo que haces. Flor de un día
¡y ya! Ella es así, Lola, ¡tú sabes!
Así como tú.
LOLA.-No, no, no; no puede
ser. Ella es educada ¿cómo se
llama?
JUANELO.-Adela.
LOLA.-Ahí sí ¡verdad, si ella me lo dijo! Me
dijo: “Lola, Juanelo me habla tanto de usted,
que es
Como si la
conociera. Entonces yo le dije: ¿Sí?
¡Si ese muchacho es un sato! Me
dio pena, como dicen que ella es doctora, y me
reí. Y entonces ella dijo: "¡Satísimo!", y nos
reímos las dos, como dos bobas.
JUANELO.- ¿Ves que se parece a ti?
LOLA.-No compares, Juanelo, no compares.
Si es de lo más educada; se ve por
encima de la ropa.
¡Y elegante! Me parece un poquito
flaca, ¿sabes?
JUANELO.-Va tan segura. Me desarma. Yo
estaba acostumbrado a las muchachas de
aquí,
Siempre diciendo que no quieren, ¡no
quieren!, siempre riéndose jugando. Con ella fue
distinto. Yo pensé que me aburriría en seguida. Y no.
¡Qué distinto! Hubiera querido estar en la finca,
para correr y correr. ¡No te rías! Yo fui hasta el
puente, casi a las tres de la mañana, y estuve
hecho un bobo, tirado boca arriba, rato y rato. Te lo
cuento porque ¡yo no sé!, pero tenía
que contártelo! ¡Como tú te pareces a
ella! Después de eso, me pregunto: ¿Yo quiero a
la vieja? Mamá es tan distinta. Ahora
estoy mirándolo todo como si lo
acabara de comprar. Como cuando el viejo trajo
la máquina, que levanté el capó y
lo miré todo hasta aprenderme cada
tornillito. Me gusta que haya hablado contigo,
Lola. Eso me gusta.
LOLA.- Ja, ja; estás enamorao,
bobo.
JUANELO.-No. Lo bueno es eso, que no
estoy "enamorao bobo", como tú
dices. Hablamos. ¡Siempre tenemos algo que hablar!
Cosas que, ¡como lo que te cuento ahora! Tú
ves, me he acostumbrado a hablar de lo
que me pasa, de lo que veo. ¡En este
pueblo nadie habla!
LOLA.- ¿Nadie habla? Aquí
nadie tiene la lengua
quieta.
JUANELO.-Es distinto. Yo digo, sentarse a
hablar.
¿Cómo te diré? No es
el chisme de todos los días. A veces
le cuento, de cuando era muchacho,
que iba a la finca y ayudaba a los muchachos de
Rodríguez con los animales. O ella,
de cuando empezó a estudiar; si no, me hace
comentarios de un libro que está leyendo.
Lee muchísimo. Me da una pena, yo soy tan bruto.
Ella dice que sí, que soy bruto, un
diamante en bruto. Ahora mismo, con
esto de Tavito. Antes de venir
para acá, estuve hablando con ella.
Estuvimos de acuerdo en que
hay que sacarlo. ¡Y tengo que
convencer al viejo para ir al cuartel! ¿Tú
crees que el viejo vaya? ¡Tengo
que convencerlo! Ella tiene razón hoy es Tavito, mañana
puede ser. . . Puedes ser tú.
LOLA.-¡Santa Bárbara! ¡No!
JUANEL0.-O yo, O ella.
LOLA.-¿Ella está metida en algo?
JUANELO.-No. ¡Claro que no!
LOLA.-A mí no me extrañaría.
JUANELO.- Claro que no está
de acuerdo con lo que está pasando.
LOLA.-Nadie con dos
dedos de frente está de
acuerdo.
JUANELO.-Dice que en La
Habana es horrible.
¡No se puede salir a la calle!
LOLA.- ¿Qué hace ella aquí?
JUANELO.- ¿No me oíste? Está
cuidando a su prima que está enferma.
CRISTÓBAL.- (Entrando.) ¿Tu madre
no ha llegado todavía?
LOLA.-Voy a ver cómo anda la cocina. (Sale.)
JUANELO.-No.
CRISTÓBAL.-¡Esa manía de estar siempre en el
cementerio! Y cómo viene después. ¡Lola, tráeme
las zapatillas ! La máquina, hay que
chequearla; estuvo haciendo un ruidito extraño,
no sé bien; tú la conoces mejor que yo; no sé si será algo del
carburador. Luego, cuando la cojas, fíjate. Un
viaje hasta allá por gusto. ¡Lola!
LOLA.- (Adentro.) Ya voy.
CRISTÓBAL.-Estos carros son un
gastadero de dinero. ¡Siempre tienen algo!
Le llené el tanque en Matanzas, así que si vas a usarla
luego... ¿Tú piensas ir a alguna parte por
la tarde?
JUANELO.-No.
LOLA.-( Entrando con las
zapatillas.) ¿Ustedes quieren almorzar ya? ¡Es
la una y media! ¿O van a esperar a la señora?
CRISTÓBAL-Deja, deja que venga Rosa.
LOLA.-Ella seguramente que no almuerza.
¡Usted sabe cómo viene de allá!
CRISTÓBAL.-Vamos a esperar
de todas maneras, me duele la cabeza. Si no vas a usar la
máquina, es mejor que la lleves al mecánico. A Cheo no, que la
otra vez me metió diez pesos por una
bobería.
JUANELO.-Hoy es domingo.
CRISTÓBAL-El mulatico ése que tiene el
taller después de la botica, trabaja
cualquier día. ¡No digo yo! Con el hambre
que está pasando. Así, mañana puedo usarla para ir a
Matanzas. ¡Tener que volver mañana! Se creen que
valen más que nadie.
Una hora me ha tenido allí,
sentado en la antesala. ¡Y pasa éste
y pasa el otro! Lo peor que hay
en el mundo es tener que depender de
otro. Por eso he querido siempre que
estudies, porque aparte de lo que aprendas, un título
¡hay que ver las puertas que abre!
Hora y media en la
antesala, ¡claro!, porque no es aquí. ¿Quién se
atreve a hacerme esperar aquí? Aquí todo el mundo
en el pueblo me conoce. Que soy amigo del alcalde,
del teniente, que tengo una finca, que vivo en la
casa que fue de Don Gregorio y ahora es mía.
Mañana, tener que volver. Ve
a llevarme la máquina, Juanelo,
no quiero tener ningún problema en la
carretera. Oye, fíjate mientras la llevas, es un
ruidito que parece el carburador. Y que me lo
tengan para mañana temprano.
JUANELO.-Viejo, ¿tú
crees que ahora, después que
almorcemos, podremos llegar un momento...
¡un momentico!, a ver
a Alfonso? Con él podemos ir al cuartel. ¡Y
así, con él no hay riesgo para nadie!
CRISTÓBAL.-Lleva la máquina. ¡Y
vuelve pronto! Vamos a almorzar; después, quiero hablar
contigo.
ROSA.-( Entrando.) ¿A
dónde vas, Juanelo? No pensarás salir
en la máquina, ¿no?
CRISTÓBAL-Va a llevarla al
mecánico, ahí en la otra esquina.
ROSA.-No te demores. Juanelo sale.)
Es un problema este muchacho, que ya
se cree hombre.
CRISTÓBAL-Tiene veinte años.
ROSA.-Sí, pero es un
muchacho. ¡Lo de Tavito me tiene nerviosa! Vine
por atrás, por la calle de la línea,
para no encontrarme con nadie. ¡Le
empiezan a contar a uno un montón de cosas! Tengo
los nervios de punta.
CRISTÓBAL-Juanelo está igual. Se
ve que no piensa en otra cosa.
ROSA.- ¿Hace rato que
llegaste?
CRISTÓBAL-Hace un momento.
Toda la mañana perdida.
ROSA.- ¿No pudiste verlo?
CRISTÓBAL-No. Dice que estaba apurado,
que fuera mañana. ¡Tan fácil! Mañana. Y
cuando menos, si mañana ... ¿Supiste algo del
hijo de Rodríguez?
ROSA.-No. Ya te dije
que fui y vine por aquí atrás.
No quería encontrarme con nadie. ¡Salí tan tarde!
Con todo eso de por
la mañana. . . ¿Tú crees? ...
CRISTÓBAL.-Y después de
esperar ¡más de una hora!, ese viaje
hasta aquí, con esa carretera que
no tiene un solo árbol.
LOLA.-Yo acabo de venir a
pie.
CRISTÓBAL-Pero no de Matanzas.
LOLA.-Hay yerbas en la tumba,
alrededor de la bóveda y en el canterito de a'lante.
Creo que es mejor trasladar los restos
para otra bóveda. Ésta se
está rajando y tiene yerbas. Cada domingo las arranco.
¡No sé qué pasa! Las arranco y nacen
nuevas.
CRISTÓBAL.- ¡ Ah!, sí. (Distraído.)
ROSA.-Sí, crecen. ¡No
sé cómo! Las arranco y las arranco...
CRISTÓBAL-No será tanto.
ROSA.-Tú qué sabes, si
no vas nunca. Creo que es mejor llamar a la
marmolería. ¡Y quiero que me des dinero! Yo
creo que bastará con 700 pesos,
porque tal vez se pueda dejar
la jardinera. Pero ¡no! Para
cambiarlo, es mejor cambiarlo todo.
¿Tú no crees?
CRISTÓBAL.-¡Ah!, sí.
ROSA.-Y con los 700
pesos tal vez alcance.
CRISTÓBAL.-Yo no creo
que podemos gastar 700 pesos, como están
las cosas.
ROSA.-Las cosas cambian. Ella
está siempre allí. Cuando hablo de dinero, las cosas
están malas. Para esto las cosas no pueden
estar ni buenas ni malas.
¡Es tu hija! Su recuerdo tiene
que estar vivo, aquí, en esta casa. . .
Pero tú te gastas el dinero en ...¡Déjame
callarme!
CRISTÓBAL-Sí, es mejor, porque
hoy el día no está bueno.
ROSA.-No está bueno. Cómo
va a estarlo. Hoy se cumplen 18 años. ¿Se te olvidó? Dime la
verdad, Cristóbal, tú eres su padre. ¡Hoy hace 18
años, no he dejado de llorar un solo día! ¡Llorando por ella!
¡Tú lo sabes! ¡18 años! ¿Tú te acordabas,
Cristóbal? Dime, dime.
CRISTÓBAL- Sí, Rosa. Vamos a
dejarlo, ¿eh?
ROSA.- Dejarlo, no; debías
haber ido al cementerio conmigo. Y llorar allí
conmigo. Los dos juntos. Llena de yerbas. ¡Hay
que hacerle una bóveda nueva, cueste lo que
cueste! ¿Oíste? Que tú te gastas el dinero
a manos llenas. Y ya que no
vas, que no vamos juntos a
llorar, ¡es lo único que
puedes hacer, que podemos! ¡Una niña! Ahora
hubiera tenido un consuelo.
CRISTÓBAL-Tienes a tu hijo.
ROSA.-Tu hijo, tu
hijo. ¿Qué tengo? Tú te
vas por las noches, ¡y vienes tarde! ¡Tú
hijo! ¿Mi hijo? También se va. Ahora anda
como un perro detrás de esa mujer. ¡Los
dos! Los hombres están siempre en
la calle, el último bocado se lo tragan en
la puerta, ¡y adiós !
CRISTÓBAL- Rosa, hoy no;
no empieces.
ROSA.-No empiezo nada. Esto
empezó hace tiempo, ¡y no se acaba
nunca! ¡Ojalá se acabara de una vez,
y ya! Sí, coge la puerta
de la calle y lárgate, es lo de siempre. No
quieres oírme porque es la verdad,
¡y te duele! Es fácil
irse, de esa
puerta para afuera no hay
recuerdos ; aquí, con estas paredes y estos
muebles, que son los mismos de siempre.
CRISTÓBAL.-Cámbialos.
ROSA.-No; son los muebles de mi casa, donde se
sentó mi padre. ¿Qué me queda entonces?
CRISTÓBAL.-¡Ah!, chica,
entonces no te quejes. Hablas por
gusto, por hablar. Te gusta tener algo
para quejarte y echármelo en cara.
ROSA.-¿ Echártelo en cara?
CRISTÓBAL.-Sí, echármelo en
cara; parece que yo soy el culpable de todo,
siempre. De todo. De la bóveda, de los muebles, de si
crecen las yerbas...
ROSA.-No vamos a meter la bóveda
en esto. Por lo menos, déjala a ella tranquila.
Tú no tienes que hablar de la niña.
CRISTÓBAL.-Pero, Rosa, ¿tú
estás loca? Tú empezaste, Rosa; siempre
empiezas y empiezas por cualquier cosa, para
hablar de los años y los años. No debías quejarte de
los años que tú has estado aquí, con tus
flores, con tus retratos, con todos
estos muebles viejos. Y yo, haciendo
dinero. ¡Trabajando! ¡Para que tengas
para retratos y flores! ¡Y para ese hijo!,
que es en el que tenemos que pensar.
ROSA.-¿Y ella? ¿No era hija
tuya?
CRISTÓBAL-Sí, Rosa, sí.
Pero hace 15 años.
ROSA.-18, Cristóbal, 18. A mí
no se me olvidan los años.
CRISTÓBAL.-Perdón, perdón. Tus 18
años. Mis 30 años trabajando y ahorrando y matándome...
¿no son también años, dime, esos 30
no cuentan?
ROSA.-Yo nunca pedí
tanto, porque lo único...
CRISTÓBAL.-Quieres una bóveda nueva.
ROSA.-Porque es lo único que tengo.
CRISTÓBAL.-Tu hijo, Rosa. ¿Y
tu hijo?
ROSA.-¿ Qué hijo? ¿Qué hijo he
tenido yo? ¡Que te lo llevaste siempre! ¡Siempre contigo! ¡Siempre
en el colegio! ¡Siempre en la finca! ¡Siempre contigo,
riéndose! Ella hubiera estado siempre conmigo,
siempre de noche, que ustedes se van; de noche nadie
aguanta en esta casa. Y yo ni siquiera puedo
dormir, ¡siempre vigilando de
no olvidarme de pensar en ella!
CRISTÓBAL.-Cállate ya. Cállate.
ROSA.-No, hoy no; hoy no
va a callarme nadie. Hoy no, que es
mucho tiempo. Hoy no puede callarme nadie.
CRISTÓBAL.- ¡Cállate! ¡Cállate!
ROSA.-Hoy no. Hoy no. Hoy no. Que son 18 años
arrancando la yerba, domingo
tras domingo. ¡Y sola!,
en el cementerio que siempre está
vacío.
¿Crees que no me da
miedo? ¡Sí! Muchas veces tengo miedo de estar con
tantos muertos. ¿Tú sabes por qué no voy a un
centro espiritista? Porque me da miedo, me dan
miedo las voces de los muertos. Pero voy sola
al cementerio. ¿Quién iba a ir con migo? ¿Tú?
¡Siempre trabajando! ¿Juanelo? ¡Siempre
contigo! Qué bien se
llevan, qué bien se llevan. Todo el
mundo venía a decirlo: "¡Qué bien se
llevan!
Parecen hermanos, no
parecen padre e hijo." Sí, sí que
se llevan bien. ¡Y cómo se ríen
juntos! Tu madre era así
de soltera, tu madre cantaba,
tu madre era flaca, ¡era
flaca, pero te casaste conmigo!
CRISTÓBAL.-Han sido ¡chistes!,
Rosa, por pasar el rato, sin mala intención,
sin pensar que tú ...
ROSA.-¿Pasar el rato? ¿Tú sabes lo
que estás ha blando? Piénsalo. Pasar el rato riéndose de mis
recuerdos. Ojalá me hubiera
muerto; muerto el perro, se acabó la rabia.
Pero no, un hijo es lo que más se quiere,
¿verdad? Todo el mundo lo dice, un hijo es
más que madre y marido y todo. Y
a mí se me murió la mía y aquí
estoy.
¡Y parece que no voy
a morirme nunca!
Entra Juanelo y se queda en
la puerta.
CRISTÓBAL-Rosa, Juanelo está aquí.
ROSA.-¿ Cómo puedes. . . cómo
puedes llegar tarde por las noches
y empezar a roncar? Si yo tuve que
dejar a mi hija agonizando
para sacarte de la cama de tu
querida. ¡Y dejé de hacer una promesa!
Siempre tuve tanta fe. Yo había hecho promesas
siempre, ¡y la Virgen me
oía! Cuando papá estuvo tan enfermo,
antes de casarme; después, cuando nació
Juanelo y tuvo acidosis. Pero con la niña
no. Estuve ahí, al lado de la cama, noche
tras noche. Y se me
quedó muerta entre las manos.
Y tú eres tan culpable como
yo. No vas al cementerio como diciendo: ve
tú, fue tu culpa. Fue de los
dos. La matamos los dos. ¡Los tres! ¡Y todavía
vas a verla todas las noches!
CRISTÓBAL-Cálmate, Rosa,
te va a hacer daño.
(Se le acerca.)
ROSA.-¡ Déjame! ¡Dé jame!
Porque me daba miedo
pedir mucho de una sola
vez. Yo había hecho la promesa
de ir al Cobre y subir de rodillas,
hasta la Virgen... ¡de rodillas!...
si tú la dejabas. Pero tú
ibas, te ibas a
restregarte con ella todas las
noches. Todas las noches
a verla, todas las noches. Yo estaba al
lado de la cama de mi hijita, que se me
iba muriendo y pensando en la promesa de subir de rodillas hasta la
misma Virgen del Cobre.. . ¡Y no me atreví
a pedir más! ¡Qué inútil, qué inútilmente
pedí que la dejaras! Has estado
con ella todo el tiempo -18 años- y
yo no he tenido que ir al Cobre.
Lola se lleva a Rosa hacia el interior
de la casa. Pausa larga.
JUANELO.-¿Por qué tiene que pasar
esto?
CRISTÓBAL-Ya tú lo sabías, ¿no?
JUANELO.-Sí, pero creía que
mamá estaba ciega. ¿Cómo pude
haber aguantado tanto tiempo? Yo siempre creí. ..
Si no sale, ¡quién se lo va a decir!
CRISTÓBAL.- Hay cosas que no
pueden cambiarse. Cuando nos. casamos. . . mientras
fuimos novios... ¡fue poco tiempo! Fuimos novios
muy poco tiempo. Cuando nos casamos, el
padre de Rosa quiso que viniéramos
a vivir para acá, a
vivir con él porque estaba viejo, porque estaba
solo. ¡Rosa era hija única!
JUANELO.-Ya, papá. Deja, es
igual.
CRISTÓBAL- Ellos caminaban
por toda la casa y conocían
cada mosaico. Ya llevamos aquí un
montón de años. Tú naciste aquí, tú conoces
cada mosaico, aprendiste a caminar aquí.
(Indica el piso.) Don Gregorio me hacía sentir que yo
estaba acostumbrado al piso de tierra, a los jarros
para tomar agua.
JUANELO.-¿Por qué no
se fueron a vivir a otra parte, tú y
mamá?
CRISTÓBAL-Tu madre era
tan religiosa. Cuando yo la conocí ayudaba
en la iglesia, andaba con los curas
pa'rriba y pa'bajo. Y se aburre uno. ¡Cuando todo es
pecado, se aburre uno! Yo me crié
en la peor parte del pueblo, oyendo hablar. . .
¡de todo! Y un hombre no tiene por
qué dejar de hacer esto o aquello.
JUANELO.-Ya. Ya. A mí no me
importa nada de eso. Eso es asunto de ustedes
y parece que ya no tiene remedio.
CRISTÓBAL-Rosa estaba siempre
en la iglesia. Y era muy bueno irme
allá, a la otra casa, y tirarme
en camiseta. . . y hacer cuentos y
reírme.
JUANELO.-Está bien. A mí no
me importa. Está bien.
CRISTÓBAL-Es que a uno siempre le
gusta pasar un rato bueno, un
buen rato. Sin preocuparse... Hablando ¡de
cualquier cosa!
JUANELO.-Sí, papá. Ya. A mí no
me importa.
CRISTÓBAL-A mí me gusta
pasar un buen rato contigo. Ir juntos
a la finca, correr a caballo detrás de un torete.
¿Entiendes? Tomarse un buen café y hablar.
. . Juanelo, a mí me gusta estar
contigo.
JUANELO.-Si estamos... Si andamos siempre
juntos, ¿a qué viene eso ahora?
RODRÍGUEZ.-( Entrando.) Buenas tardes.
JUANELO.-¿Qué tal Rodríguez? ¿Qué
sabe de Tavito?
RODRÍGUEZ.-Ahora me dijeron que
van a trasladarlo para Matanzas.
JUANELO.- ¿Quién le dijo eso?
RODRÍGUEZ.-Volví por el cuartel.
No puedo estarme tranquilo. Fui por la
casa, traté de convencer a mi mujer de que
no le pasa nada, que al
muchacho no le van a
hacer nada. Vine para acá. No
puedo estarme tranquilo, me paré en la esquina del cuartel.
Uno piensa: si de pronto lo dejaba
allí, parado en la esquina mirando rara la puerta. Si los guardias me
llamaran y me dijeran: pase, un momento nada más.
¡Qué me va a llamar nadie!
CRISTÓBAL.-No te conviene
estar dando vueltas por allí.
RODRÍGUEZ.-No puedo estarme tranquilo.
Al fin pude hablar con un cabo que
salía. Ése fue el que me lo dijo.
Pa'Matanzas lo llevamos esta tarde, me
dijo. Usted sabe lo que
eso quiere decir. En Matanzas me
lo van a moler a palos, si
llega vivo.
JUANELO.-Ni piense en eso,
viejo. ¿Por qué va a pensar lo peor?
RODRÍGUEZ.-Es que uno está
ya tan escamao. (A Cristóbal.) Usted me dijo
que por la tarde íbamos
al cuartel. Aquí estoy. Son como
las dos. A uno que no se mete con
nadie, le caen estas cosas encima.
¡No sé qué piensa Dios con los
guajiros !
CRISTÓBAL.- ¿Por qué vienes a
quejarte aquí?
RODRÍGUEZ.- ¿A dónde quiere que vaya?
Llevo años trabajando para usted. Yo y mis hijos.
CRISTÓBAL- Está bien. Hemos
hecho negocio. Tú trabajas y yo te pago. Nunca te
quedo a deber nada; al contrario, un vale
por aquí. . . un muchacho enfermo ... La tierra no da
para tanto.
RODRÍGUEZ.-De la tierra no
hable, Cristóbal, que es muy duro pisarla todos
los días y trabajarla de sol a sol, ¡como
un buey! Pa'que usted se lleve
la ganancia.
CRISTÓBAL-Mira, Rodríguez, es la
vida que sube y baja. Yo también trabajé para otros. Y
sé lo que eso. Yo te aprecio a ti, sé que
eres buena gente.
Y tus muchachos también. Gente de
trabajo, tranquila.
RODRÍGUEZ.-Demasiado tranquila,
eso es lo malo, por eso nos hemos quedado
sin nada, ya no tengo finca.
CRISTÓBAL.- ¿Qué vas
a hacer? La finquita era tuya ya, es verdad; vino
un tiempo malo. ¿Hubieras referido que no te ayudara? Qué,
¿tú querías que te dejara allí, muerto de hambre,
sobre la tierra, tuya, pero muerto de
hambre? No, yo no hubiera podido, porque tú
tenías hijos chiquitos y yo también. ¡Y
yo sé lo que es pasar hambre!
¡No me mires como dueño, yo soy un
trabajador, igual que tú! Que me he acostado muchas noches,
¡desesperado!, sin saber si iba a comer al
día siguiente.
RODRÍGUEZ.-Usted me mete en
una ratonera.
CRISTÓBAL-Ratonera no. Es la ley. Después
tú nopudiste pagar la hipoteca.
Yo mismo fui, hablé contigo.
Puedes quedarte aquí. Me abrazaste,
llorando. Acuérdate. Puedes quedarte aquí, ésa
sigue siendo tu casa, vas a
seguir trabajando esa misma tierra, ¿qué
más podía hacer yo? Tú has sido
agradecido, hemos sido amigos.
¿No hemos sido amigos? La vida
sube y baja.,
.
RODRÍGUEZ.-Es que no sé
por qué para mí siempre baja.
CRISTÓBAL.-Bueno, Rodríguez, es
que ustedes se lo buscan. Tienes un montón
de bocas que mantener, no aprenden, no
van a la escuela.
Sé que está preso,
que es tu hijo, me
duele tanto decírtelo, pero yo no
puedo mezclarme en ese asuntito, me
traería problemas.
RODRÍGUEZ.-Si hubiera sido
hijo suyo, estaría dando carreras,
como yo.
CRISTÓBAL.-Pero es que
mi hijo no lo hubiera hecho.
RODRÍGUEZ.-No esté tan
seguro. Los muchachos andan todos con la
cabeza llena de cosas.
CRISTÓBAL.-Serán tus muchachos,
que éste se está quieto aquí. ..
RODRÍGUEZ.-No. Todos. Éste
iba y hablaba con Tavito. ¡Es la
verdad, Juanelo! Hablaban y hablaban sin parar,
para discutir, para estar de acuerdo, pero sin
estar callados, sin poderse estar callados. Todos
tienen la cabeza llena de cosas.
El que vino era ...
JUANELO.-¿El que vino
adónde?
RODRÍGUEZ.- Quiero contarte esto;
no debía. Le había dicho
a Tavito que. . . Tavito me
pidió que no hablara de esto con
nadie. Pero ya está preso, quiero
que me aconsejen. Ustedes entienden más
de esto que yo. Yo, allí, trabajando todo el día,
me cuesta trabajo aclararme las cosas.
Tengo confianza, Juanelo ...
Juanelo, tú sabes cómo es
Tavito, gente que llega, gente que es amiga.
¡Como tú! Los viejos somos más
resabiosos. Protesté, hablé con Tavito.
¡Yo tenía miedo! Pero el muchacho era tan bueno.
JUANELO.- ¿Qué muchacho, Rodríguez?
RODRÍGUEZ.-Era un
estudiante que andaba huyendo.
CRISTÓBAL.- ¿Estuvo en la finca?
RODRÍGUEZ.-Hace cuestión de un
mes. Estaba herido, tenía una herida en la pierna
y fiebre. ¡Ardiendo en fiebre! Casi
no podía caminar. Tuvo que quedarse
allí.
CRISTÓBAL.- ¿Lo escondieron?
RODRÍGUEZ.-Casi no podía caminar. No lo
íbamos a dejar que se muriera
como un perro, tirao en una
carretera.
CRISTÓBAL- Esa es la cosa.
Se lo buscan. Ustedes mismos se lo buscan.
RODRÍGUEZ.-¿ Quién iba a pensar
que podía traer complicaciones? Nosotros no
hicimos nada, curar lo, eso fue lo
único. Curarlo como podíamos, un poco
de mercurocromo que compré en la botica y
sulfa de ésa que me dio el boticario.
Le dije que uno de los muchachos se
me había cortao con la mocha.
Échale estos polvos,
me dijo, es sulfa. Y fue mejorando.
Cuando se le quitó la fiebre, Tavito lo llevó
hasta Matanzas. Mi mujer y yo nos quedamos temblando, muertos de
miedo. Aquel día usted fue por
allá, acuérdese, me preguntó qué me
pasaba, por poquito se lo digo, porque estaba muerto
de miedo, pero mi mujer se me adelantó y le
dijo:
Tiene andancio. Por
eso está demacrao, tiene andancio.
Todo el día tuvimos el corazón
en la boca. Cuando Tavito
llegó, por la tardecita,
vimos los cielos abiertos. ¡Ya todo pasó,
yo me dije, ya todo pasó!
CRISTÓBAL-Pues bien que se
han enredao. Y todavía vienes a pedirme...
JUANELO.- Papá...
RODRÍGUEZ.- Estuvo allí tres
días, no más de tres días.
CRISTÓBAL.-Lo mismo es
uno que tres, que una hora. Estuvo allí.
¿Cómo se enteraron? Tú no lo sabes, pero se
enteraron. Tal vez habló el muchacho en Matanzas, o lo vio alguien de aquí. Tal
vez nadie sabe nada y ha sido casualidad, pero hubo alguien en tu casa, ¡ahí
está la cosa!
RODRÍGUEZ- Pues si ahí está la cosa, que
esté, Cristóbal. Pero yo no puedo ver un cristiano muriéndose, ¡como un perro!,
y dejarlo tirao en una guardarraya.
CRISTÓBAL. - Ahora no te quejes.
RODRÍGUEZ.-No me quejo. No confunda. Vengo a
ver si usted lo resuelve, porque tiene amigos. Y porque siempre me ha dicho que
soy su amigo. Se La llenao la boca pa decirlo. No me quejo. Si lo volviera a
encontrar, lo curarla otra vez. Y sé que Tavito piensa como yo. Usted dice que es
mi amigo, pero tiene mucho miedo de perder cosas. Yo todo lo que tengo lo llevo
arriba. Lo siento por mi mujer, que es lo único que tiene' Lo único que
tenemos. Porque la tierra es suya y la casa y la cosecha.
Los muchachos, eso es lo único que tengo. Y 50 años
que me los he pasao trabajando.
JUANELO.-Parece que tiene 20, Rodríguez. Vamos al
cuartel. Yo voy con usted
TELÓN
FIN DEL SEGUNDO ACTO
ACTO
TERCERO
Por la
noche
La
escena, oscura.
ROSA.-
(Grita aterrada.) LOLA, Lola. Se ha ido la
luz.
LOLA.-
(Adentro.) Ahora voy. Llevo una vela.
ROSA.-Pronto,
Lola, pronto.
LOLA.-¿Qué
le va
a pasar? Si a cada rato se
va la luz. (Sale con una vela.)
ROSA.-Estoy
tan nerviosa.
LOLA.-Eso son boberías. Los
nervios hay que olvidarlos.
ROSA.-Es
que ha sido un día terrible.
Una cosa
detrás de la otra. Primero llegó Rodríguez con la
noticia de lo de Tavito. ¡Y eso me hizo pensar en Juanelo! Después fue al
cementerio, y al regreso...
¡huyendo por la calle, para no encontrarme con
nadie! Porque no quisiera oír hablar de nada. ¡Y
ahora, esta luz que se va!
LOLA.-Pero si usted sabe que pasa a cada rato.
ROSA.-Pero
siempre me da miedo. Todavía
cuando se va porque hay mal tiempo, porque llueve,
pero de pronto, así, con todo tranquilo.
Todo está bien, la gente está en
sus quehaceres, con sus pensamientos, como todos los días,
como siempre. De pronto se va la luz. No sé, no
puedo contenerme.
LOLA.-Ya
yo no me asusto. ¿Para qué? Cada
vez que prenden a alguien o
cortan la luz, o atacan un cuartel. . .
o... ¡cualquiera cosa de ésas !
ROSA.-Y llegar del cementerio... sola... No
pude contenerme.
Con los nervios como los tenía.
Y Juanelo delante. ¡Qué pensará ese muchacho!
Los
hijos no tienen por qué saber esas cosas.
LOLA.-
Él
tiene que haberlo sabido. Un pueblo
chiquito, todo se sabe. Algo le
habrán dejado caer.
ROSA.-No
podía mirarle la cara. Y
no podía callarme. He
estado tanto tiempo sin hablar. Con
mi
padre. ¡Cuando hablaba con papá era como si
no hablara! Y mamá murió cuando yo
era. . . ¡No llegaba a los diez años! Creí que cuando me
casara todo iba a cambiar. ¡Cambiar!
Siempre esperando a que suceda algo que cambie las cosas. Me he
pasado la vida esperando
un cambio. (Oye campanas, se acerca
a la ventana.) Qué bien se ven las estrellas. . .
Cuando tenga 15
años no estaré sola.
Yo pensaba
que eran las niñas las que no tenían
con quién hablar. Veía siempre
a los varones bromeando, riéndose, dando
manotazos. Y yo, sentada en el
portal, meciéndome en un sillón. Cuando
tenga 15 años voy a tener
dos novios, tres novios.
Meciéndome en el sillón y pensando: ¡Si viniera
un ciclón para que los muchachos
del barrio tuvieran que refugiarse
aquí! Nunca pasó nada. Cuando
vino el ciclón, papá dijo que se fueran
al Ayuntamiento, o a la estación
de trenes, donde quisieran, ¡pero
en la casa no! Nunca pasó nada.
Y todavía uno espera.
LOLA.-Señora,
¿quiere que me quede esta noche
con usted?
ROSA.-No.
Tendrás
algo que hacer en tu casa.
No tengas pena. Voy a la iglesia.
LOLA.-¿Ahora?
ROSA.-Sí.
LOLA.-Yo la voy a acompañar. Todo el pueblo
está oscuro.
ROSA.-No
importa, mejor.
¿Ése era el último repique
para el rosario?
LOLA.-No sé.
ROSA.-Seguramente. Cuando soltera, tenía una
mantilla preciosa, negra; me la trajeron de España. Voy
a ponerme el pañuelo
que me regaló Juanelo…
LOLA.-
¿Y ése dónde andará?
ROSA.-
¿Dónde va a estar? Con esa mujer.
Después que se fue con Rodríguez,
llegó hecho una furia. Estuvieron a
ver a Alfonso. Cosas de muchacho. A
nadie se le ocurre
ir a ver a Alfonso para
que le pida al teniente
que suelten a Tavito.
LOLA.-
¡Pobre muchacho!
ROSA.-Sí, a mí me da mucha lástima, pero
... ¡qué se le va a hacer!
En eso Cristóbal tiene toda
su razón.
LOLA.-¿Usted
cree?
ROSA.-Yo no estoy acostumbrada a opinar de
esas cosas. Mi padre siempre
me aclaró mucho que las mujeres
a bordar y
tocar el piano. Después de
casada, atender mi casa.
LOLA.-Yo,
como no toco el piano, siempre estoy metiéndome
donde no me llaman. Y
de buena gana hubiera
ido con Juanelo.
ROSA.-No
sé qué ibas a sacar tú ...
LOLA.-Pues
en Santiago se reunieron un montón
de mujeres y salieron. Vestidas de negro. ¡Y la
policía no pudo con ellas!
ROSA.-¿Quién te dijo eso?
LOLA.-Lo que pasa es que aquí la gente pierde
mucho tiempo. Pero van a tener que correr más
duro ... Que ya están en Santa Clara.
ROSA.-Lola,
ten cuidado donde te metes.
LOLA.-Yo sé nadar
y guardar la ropa.
ROSA.-Lola, es peligroso lo que estás diciendo.
LOLA.-De todas maneras,
ahora siempre
hay peligro. Si estás o si no estás.
Da igual, nadie está seguro.
Entra Cristóbal.
CRISTÓBAL.-¿Dónde está Juanelo? Alfonso acaba
de llamarme, iba cruzando
la calle y me llamó. Me
llevó a su oficina y me habló como a un amigo.
Juanelo se fue allá con Rodríguez. Y él le aclaró que
no se metiera en eso. ¡Pero
este muchacho sabe
más que nadie! Porque estudió bachillerato y se
leyó tres libros que le dio la mujer ésa. Se
fue para el cuartel y discutió con el teniente y gritó.
Alfonso
me llamó para decírmelo, que lo aguante, que se
puso zoquete. Me habló como a un amigo, como a
un hermano.
Chico, que la cosa no está para eso.
Nosotros somos muy amigos tuyos, él
y el teniente. Pero ese muchacho
no sabe lo que hace. Asimismo
me dijo, no sabe lo que hace. Y
el hijo de Rodríguez .está complicado.
Se lo van a
llevar para Matanzas. Esta misma noche.
LOLA.-De noche, ¿no? Para que nadie pueda ver
cómo lo han puesto.
En la calle se oían los gritos.
¡Asesinos, eso es lo que son!
CRISTÓBAL.-Cállate
tú.
ROSA.-Vamos, Lola, tráeme
el pañuelo. Está en el cuarto, en la
gaveta de la coqueta. (LOLA sale.)
CRISTÓBAL.-¿A dónde vas?
ROSA.-A
la iglesia.
CRISTÓBAL.-Esperas
esta noche que no hay luz
para ir a la iglesia. No hay nadie en la calle. .
ROSA.-No
importa. Tal vez después pueda dormir.
CRISTÓBAL-Y ese muchacho
también en la calle.
ROSA.-No te preocupes.
Él hace como tú, sabe dónde
meterse. (Campanas.)
Lola, oye el tercer repique.
LOLA.-Aquí
está.
ROSA.-Vamos.
Cristóbal
se queda solo. Entra Juanelo.
Viene de prisa, pasa para su cuarto. Sale con
un jacket de piel en la mano.
CRISTÓBAL.-
¿Te vas?
JUANELO.-No
te vi cuando entré.
CRISTÓBAL.-Tus
amigos nos tienen sin luz otra
vez.
JUANELO.-Tengo
que irme.
CRISTÓBAL-
Es
mejor que no salgas. Estuve hablando
con Alfonso.
JUANELO.-¿De
Tavito?
CRISTÓBAL.-No,
de ti.
JUANELO.-Yo
fui a verlo. El muy...
CRISTÓBAL-
Me
lo dijo. Y me dijo la estupidez
que hiciste. Te fuiste hasta el cuartel con Rodríguez,
¡y no sacaste nada!
JUANELO.-Me
están esperando.
CRISTÓBAL.-
¡Que se aguante! Dice Alfonso que el
teniente me andaba buscando, para que te diera
un consejo.
¡Que te estés quieto!
JUANELO.-Alfonso
y el teniente y el teniente y
Alfonso me tienen lleno ya con sus consejos.
Todo
el mundo me habla de estarse
quieto.
CRISTÓBAL.-Juanelo,
¿tú estás buscando que te
maten como a un perro?
JUANELO.-No.
Procurando que no aparezcan mu chachos,
amigos, Tavito o cualquier
otro, que no aparezcan
tirados en las calles, muertos,
como perros.
CRISTÓBAL.-¿
Y
por qué tienes que ser tú el que
se encargue
de eso? ¿Qué te importa?...
JUANELO.-Porque
no quiero que me maten como
un perro. Esto parece
un juego. Tienes que estarte quieto
para seguir vivo, pero tan quieto
que parece que no estás vivo. A
mí no me gusta estarme quieto. Ya
me lo dijo el teniente: Voy
a hablar con tu padre,
que te estás poniendo zoquetico.
CRISTÓBAL.-¿Y
a dónde vas ahora?
JUANELO.-Vamos
a hacer la última gestión.
¿Tú sabes que lo torturaron, verdad? Y
que se lo quieren llevar para Matanzas,
eso dicen. Para que aquí
no lo vean. Porque
en un pueblo chiquito todo se sabe. Todavía lo tienen aquí. (Se le acerca.) Si
quieres, ven conmigo. Todavía puedes.
CRISTÓBAL.-
¿Crees que voy a exponer todo lo que
tengo por ese guajiro?
JUANELO.-
Me voy.
CRISTÓBAL.-Espérate.
¿No ves que él se ha metido en líos porque
le dio la gana?
JUANELO.-
Porque
le dio la gana, no. Por ayudar
a un herido,
nada más, ni siquiera
le encontraron armas. Lo
único que hizo fue ayudarlo.
CRISTÓBAL.-Pues
que se busque quien lo ayude
ahora. Yo
tengo mi finca que atender. De
eso vivo.
JUANELO.-Tu
finca, tu casa, tu caballo, tu caña.
¡Mierda!
CRISTÓBAL-Mira cómo
hablas. No me grites.
JUANELO.-No,
puedo decírtelo bajito. ¿Qué hemos
sacado de eso? ¿De todo lo que tienes? Vives trabajando
sin descansar. ¡Sí! Hecho una
bestia. Trabajas para tener, tener más, tener, siempre tener y
tener. Lola disfruta más que tú, cualquiera
disfruta
más que tú. Por tres pesos, que es lo que tienes.
Porque tú tienes tres y tienes que suplicar a los
que tienen cinco.
CRISTÓBAL.-No
tengo que pedirle nada a nadie.
JUANELO.-
¿Qué te pasó, hoy por la mañana, en
Matanzas?
Y ellos se arrastran delante
de los que
tienen diez. Para después arrastrarse
todos delante
de los que tienen dólares.
CRISTÓBAL.-
A ti te es muy fácil hablar así. Es
muy lindo, muy limpio. Óyeme, Juanelo, tú eres
un chiquillo,
has crecido sin que te falte nada. Es
muy lindo hablar con el estómago lleno, con el
estómago lleno de hablar
de los que no comen. A
ti no te falta nada:
ni comida ni ropa. ¡Y tienes
una casa!
Puedes darte el lujo de decir todo eso
porque cuando naciste le regalaron a tu madre talco
y jabones y
cucharitas de plata. Porque tenía jabones y cucharitas
de plata de sobra. Por eso. Si
no, te hubieran tenido que envolver en un trapo,
¡y ya! También yo
pensé como tú, cuando tenía tu
edad, sí, pero yo tenía razón. Porque
estoy seguro que a
mi madre no le regalaron jabones, ¡y
menos cucharitas de plata! Porque
estaba pegada a un
batea, lavando las ropas de los hijos de otros.
¿Y tú pretendes que yo bote lo
que tengo? Yo
me quejaba por lo que no tenía, ¡y ahora vienes tú
despreciar lo que tengo!
Lo que quiero es llegar allá, sí, donde dices que tienen diez.
JUANELO.-Yo no digo que lo botes. Pero que vivas para eso.
CRISTOBAL.-
Tengo que protegerlo. ¿Cómo voy a hacerlo? Voy a ir allí a decir: Suelten a ese
muchacho, yo me hago responsable. Bien. Y cuando una semana después, esté metido en un lío ¿a
quién van a preguntarle? ¿A ti?
JUANELO.-Pero
lo van a matar, papá.
CRISTÓBAL.-¿Y yo qué puedo hacer?
JUANELO.-Te
estás hundiendo. ¿No ves que te estás hundiendo No
hay razón para vivir como vivimos
CRISTÓBAL.-Me
hablas como si yo fuera un criminal. No soy distinto al resto. Pero eres joven,
¡y no entiendes! En la vida hay que pelear para ganar terreno. Con los dientes.
A mordida limpia, como he peleado yo, para ir arrancando pedazo a pedazo loque
necesitas. Porque si no tienes nada, nada vales. Fui un tiznao siempre, ¡y era
joven ! y no había muchacha que me mirará. ¡No! Las cocineras y las
guajiras, ésas sí. Pero las muchachas que iban al Liceo, ni una, ni
una se fijó en mí mientras no tuve un kilo. Y yo era el mismo hombre que soy
ahora. ¡Ah!, pero tu madre supo muy bien decirme que sí en cuanto
fui dueño he la bodega. Y de la logia, de la logia me mandaron a buscar cuando
compré las primeras cinco caballerías. Y m e eligieron presidente
del Liceo cuando compré la finca de Rodríguez.
JUANELO.-Cuando
se la robaste.
CRISTÓBAL.-
¡No, no. Comprende eso. Es la vida que es así. El no pudo pagar. Robar es coger
una cosa por la fuerza. El no pudo pagar, y la ley me dijo: esa finca es suya.
JUANELO.-Pues
hay que cambiar la ley, para que
Rodríguez
tenga tranquilidad
CRISTÓBAL.
¿Tranquilidad? Eso no llega nunca. Siempre hay un nuevo escalón que subir. Esta
es la vida como todo el mundo la entiende. Tu casa,
tu negocio, tus amigos. En esto vives y con esto tienes que vivir.
JUANELO.-Entonces, hay que cambiar la vida.
Echarlo todo abajo.
CRISTÓBAL.-
¡ Y tú vas a decidir
la vida de los demás!
JUANELO.-¿Quién va a decidir la mía? Hay un
montón de gente que quiere cambiarlo
todo. Allá arriba están, en la Sierra. Llevan allí
un año y medio y cada día son más.
CRISTÓBAL-Van
a acabar con todos.
JUANELO.-Eso lo vengo oyendo desde que llegaron.
CRISTÓBAL-Tienen
que acabar con todos.
JUANELO.-Cada vez que matan uno, suben diez.
Ya
están peleando en Santa Clara;
aquí está Tavito,
ayudando
a un herido, aquí ...
CRISTÓBAL.-Si,
aquí estás tú, parado
ahí, echándome en cara cómo vivo.
¡Como si yo fuera
a permitir que venga alguien a decirmelo que tengo que hacer!
Tú no sabes lo que dices. ¿Tú sabes lo que dices? Si te has pasado
la vida sin hacer nada.
Comprende, Juanelo, compréndeme. Oye bien. Necesitas
tener, tener más cada vez para que te
respeten.
JUANELO.-Yo
no necesito el respeto de esa gente.
CRISTÓBAL.-Para
que te oigan. ¡Hasta para que
te quiera una mujer! Voy a decirte una cosa que... ¡Pero
tengo que convencerte Tú no puedes
odiar me así, Juanelo. Y quiero
aclararte, para que no vivas
-¡veo que estás leyendo mucho- con la cabeza
llena de ideas: están
bien en los libros, en la
escuela, en los discursos.
Pero vivir, vivir día a
dia, ¿tú entiendes, Juanelo? Yo no era nada. ¡Nada!
Menos que un guajiro, menos que una bestia. Y
estaba en aquella
bodega, desde que aclaraba,
doblando el lomo sin parar hasta que llegaba la
noche. ¿Y qué me pagaban? Diez pesos y la comida.
¡La
comida! ¡Y cómo entraba dinero en aquella
bodega!
¿Cómo le cobraban a los guajiros que venían con sus vales? ¡El doble, el
triple! se le ganaba a todo. Y aprendí a llevar los libros. ¡Ríete!
Siempre
te ríes cuando lo cuento. Hay cosas que duelen, que uno no sabe cómo decirlas..
. Tú eres mi hijo y estás ahí, esperando a ver qué digo. Pues robé, ¡coño! Tuve
que robar o me aplastaban. Si no, no había forma de salir de aquella mierda.
JUANELO.-
Papá.
CRISTÓBAL.-Vete,
si quieres. Vete a luchar con
todos
ésos que hablan de ideas, de libertad, de
justicia. ¡Que vengan a hablarme
a mí de justicia!
¿Quién nombra los jueces? Los nombran los de
arriba,
para ayudar a los que están
arriba. Y yo
he querido
siempre allanarte el camino; que estuvieras arriba.
Con lo que fui ahorrando, ¡vamos a
decir ahorrando, compré una bodega. Una bodeguita, casi un puesto
de frutas. Pero ya yo sabía cómo era el negocio;
aprendí con Eliseo. Después
pude comprar la de Eliseo. Ya
estaba en el camino;
ya es fácil, después
que tienes algo. Es fácil después que sabes cómo
funciona el engranaje:
tienes que pegar, engañar y pegar, pegar siempre más
duro para que no haya contrario.
Ahora dime qué hago? ¿Voy a
Jugarme 30 años así como así? ¿A la
suerte de un guajiro? Esto lo defiendo como
gato boca arriba ¡contra cualquiera! (Pausa.)
Juanelo
no tienes por qué irte. '
JUANELO.-Yo
no dije nada de irme.
CRISTÓBAL.-No. Pero se te nota, se nota en cualquier
cosa que dices, aunque estés hablando de una
Silla.
¡Las Ideas! Estás a punto de empezar a correr
hasta que llegues allá arriba. Y
esa mujer ¡se sabe bien
que está con ellos!
¡Me lo dijo Alfonso!
JUANELO.-Pues denúnciala.
CRISTÓBAL.-No
es cuestión de denunciar a nadie. Yo no soy chivato.
Yo me quedo en mi casa,
cuidando lo mío. Sin mezclarme.
La política para
ellos. Yo, aquí, esperando. .
JUANELO.-Pues
no puedes. Tienes que estar
en un lado o en otro.
CRISTÓBAL-Esa
mujer te llena la cabeza de cosas.
JUANELO.-No,
papá, no es ella. Ella me abrió los ojos, nada más, pero yo... ¡Ahora
yo miro con los ojos bien abiertos! ¡Yo estaba detrás de ti!
¡Siempre
detrás de ti! Oyéndote a ti,
oyendo a los que venían a
verte. Yo estaba mirando siempre con los
ojos tuyos, con los ojos de ellos. Y muchas
veces no me gustaba
lo que estaba mirando,
aunque no fuera con mis ojos. ¡Siempre hablando de negocios! No creas,
no creas que uno dice siempre lo que piensa. Yo creo que nunca he dicho lo que pienso. Porque uno se ve distinto a los demás y tiene miedo. Yo pensaba que era yo. Porque ¡
si todo el mundo
se reía siempre!, ¡todo el mundo
le tiraba piedras a los perros
!era yo. ¡Y nadie me
dijo nunca que se podía ser distinto!
Tú mataste un caballo
a sogazos y yo corrí a quitarte
la soga. ¿Cuántos años tenía yo? ¿Doce? Da igual, 11
o 12.
Cuando corrí a quitarte la soga, me rozaste sin
querer y se me hizo un morado.
En casa de Tavito me pusieron
alcohol, pero no me ardió, porque
por la ventana
se veía el caballo,
tirado en la guardarraya. Eso se me había olvidado. ¡Qué día el de
hoy!
Déjate de lloriqueos, me dijiste, estaba muy
viejo, por eso no podía con el carretón.
Y me aguanté el lloriqueo. Y después me reí, como se rió todo
el mundo cuando se cae una vieja o cuando
le dan una pedrada
a un gato. Y me reía siempre como
se ríen los demás, no como yo quería.
CRISTÓBAL-Hay
que ser así. Tú mismo dices que
todo el mundo es así.
JUANELO.-
No, los obligan a ser así.
CRISTÓBAL-Da
igual. Hay que pelear todos los
días. Cuando te levantas, por la mañana, tienes
que pensar: ¿contra quién estoy hoy?
JUANELO.-
No, no. Yo no quiero vivir así. Lola no pelea.
CRISTÓBAL-Porque
no tiene nada.
JUANELO.-Pues yo estoy con Lola, con Tavito.
Estoy con ellos; si hay que pelear, estoy con ellos,
para poderme reír como yo quiero.
CRISTÓBAL-Porque
no tienen nada.
JUANELO.-¿Y
todo esto para qué sirve? Aquí sobran cosas.
Lola
entra agitada.
LOLA.-Juanelo,
¿sentiste los tiros?
JUANELO.-¿
Qué tiros?
LOLA.-Tavito... Lo mataron. Dicen que quiso
huir cuando lo llevaban para Matanzas.
Le tiraron, le tiraron y le tiraron. Allá está, muerto, en la
carretera.
Pausa. Cristóbal y Juanelo se miran. Cristóbal
sale, vencido.
JUANELO.
-Ya no hay que hacer ninguna
gestión.
LOLA.-Sí. Ya no puedes quedarte aquí. Queda
una gestión. Ella te espera
a la salida del pueblo.
Ella no puede quedarse tampoco,
ya nadie cree lo
de la prima enferma. Nadie es bobo. Saben que vino huyendo
de La Habana. Ya no puede quedarse
más tiempo.
Te espera, me lo dijo; después que
encontraron a Tavito me lo dijo. Te espera a la
salida del pueblo. Una
máquina los va a recoger.
¡Y hasta La Habana !
JUANELO.-No.
Hasta la Sierra.
LOLA.-Después.
JUANELO.-No. Quiero correr
hasta llegar arriba. Me voy.
LOLA.-Coge
tu jacket. Allá arriba hace frío.
JUANELO.-
¿Tú crees que me va a crecer la barba?
LOLA.- Seguro.
Cuando bajes, vas a traer la barba más larga de todas. Tal vez entonces yo no
diga: ¡flor de un día ! Y voy a tener un montón de negritos.
JUANELO.-Sí.
Unos negritos retintos, ¡lindísimos!
LOLA.-(
Lo abraza.) Cuídate.
Juanelo
sale. Lola se queda en la ventana, mirando cómo se va. Afuera.
ROSA-Juanelo,
¿a dónde vas
JUANELO.-En
seguida vuelvo.
ROSA.-No
te vayas. Todo está oscuro.
JUANELO.-En
seguida vuelvo.
ROSA.-
(Entrando. A Lola.) Te hacía en tu casa.
LOLA.-
Se me quedaron las llaves.
ROSA.-(.Acariciándose
la mejilla.) Dándome besos a esta hora. Ese muchacho siempre anda corriendo.
(Se sienta.) ¡Estoy cansada! Lola, mañana hay que limpiar.
LOLA.-Sí.
(Sale.)
ROSA.-(Pausa.)
Esta casa está que da asco.
TELÓN