La Pirámide
Copi
PERSONAJES:
LA REINA
LA PRINCESA
LA RATA
EL JESUITA
EL
AGUATERO
LA VACA SAGRADA
EL FANTASMA DE LA RATA
EL TURISTA
La reina, la princesa, la rata
PRINCESA: Mamá, una rata.
REINA: ¿Quién es?
PRINCESA: Una rata
que habla.
REINA: ¿Es un español?
PRINCESA: No, habla
indio como nosotros.
REINA: Hacelo entrar.
PRINCESA: Puede entrar, Señor
Rata.
RATA: ¿Oh? ¡Reina
mía! Que el dios
sol le otorgue una larga
vida y una dichosa muerte.
REINA: Gracias, puede usted
hablar.
RATA: No me atrevo, tanto tiemblo ante vuestra belleza y poder ¡Sólo soy una
vulgar rata!
REINA: En los límites de mi reino
incluso las ratas tienen derecho
a la palabra, a condición de que
hablen la misma lengua. ¿Dónde aprendió usted el indio?
RATA: En los jeroglíficos
de sus ancestros, oh, Reina mía.
REINA: ¿Y cómo llegó hasta
ellos?
RATA: En mi juventud fui bibliotecario de su padre, el gran cacique
Patoruzú.
REINA: Me parece
haber escuchado su voz en mi
infancia.
RATA: Cuando usted venía
a consultar los libros sagrados
posiblemente me haya visto entre
los estantes.
REINA: ¡Ah, es usted! ¿Cristóbal,
si no me equivoco?
RATA: Me llaman así porque
llegué a América Latina en la carabela del Signore Cristoforo Colombo. Soy de su mismo
pueblo. Fui contratado como grumete, como
llamaban en esa época a una
ratita. Me escapé porque me
golpeaban, y luego de prodigiosas aventuras encontré asilo en lo del gran Palalalú,
su padre.
REINA: Me acuerdo de usted. Pero cambió la voz.
RATA: He envejecido, ¡oh, Reina
mía!
REINA: Y usted debe encontrarme
bastante cambiada.
RATA: ¡Ha alcanzado el resplandor de una diosa!
REINA: Pero añoro las épocas en que era una simple infanta.
RATA: No podemos tenerlo
todo, ¡oh, Reina mía!
REINA: ¡Lamentablemente! ¡Soy
ciega!
RATA: ¿Cómo le ocurrió
esa enorme desgracia?
REINA: La tradición inca dice que
una reina debe ser ciega.
RATA: No obligatoriamente.
REINA: Sí en mi caso.
PRINCESA: Somos ciegas de madre a
hija desde hace mil años.
RATA: Pero usted... usted, sin
embargo, ve.
PRINCESA: Pero no
cuando sea reina.
Cuando mi madre muera seré reina y voy a arrancarme los ojos sentada en
lo alto de la pirámide sagrada.
RATA: ¡Un verdadero escándalo!
REINA: Debemos respetar
las leyes de nuestros ancestros.
RATA: ¡Rebélense!
REINA: Si nos rebeláramos, el pueblo se rebelaría
contra nosotras.
PRINCESA: Ese es el problema.
RATA: ¡Pero entonces huyan!
REINA: Es difícil. Mi
hija y yo sólo tenemos tres
escudos entre las dos. ¿Dónde iríamos con tan
poca plata?
RATA: ¿Fueron los españoles quienes les robaron todo?
REINA: ¡Para construir la Argentina! Y sólo nos queda esta pirámide.
RATA: ¿Y de qué viven?
REINA: Comemos algunas raíces.
PRINCESA: Nos morimos de
hambre. Hago tapices indígenas y se los vendo al jesuita.
REINA: A veces me prostituyo.
PRINCESA: Mendigamos.
RATA: ¿Su pueblo no las ayuda?
REINA: Son más pobres que nosotras.
PRINCESA: Estamos en juicio porque
quieren comerse nuestra pirámide.
RATA: ¿Tienen ustedes
un buen abogado?
REINA: El jesuita.
RATA: ¡No se dejen engañar! ¡Tienen
reputación de traidores!
REINA: Pero éste es bueno. Le regaló a mi hija un
par de anteojos oscuros.
RATA: ¿Me deja
ver?
PRINCESA: ¡No los toque! ¡Los va a
rayar!
RATA: ¡Pero no son
más que unos anteojos comunes!
REINA: ¡Quizás sean comunes donde
vive usted, pero entre nosotros son un lujo!
RATA: ¿Son tan pobres como para eso, entonces?
PRINCESA: Y más que eso.
REINA: ¿Y usted?
RATA: Yo hice una fortuna en
Argentina. Tengo un Cadillac enorme.
REINA: ¿Es usted rico?
PRINCESA: ¿Quiere comprarnos
nuestros anteojos?
RATA: No, gracias.
PRINCESA: ¡Mírelos! ¡Son hermosos!
RATA: No los necesito.
REINA: Tenemos también un par de medias
para vender.
PRINCESA: Mi madre las tejió ella misma
con mis cabellos porque ya no teníamos lana.
REINA: Sacrificamos la última oveja a la muerte de Palalalú, mi padre.
PRINCESA: Sólo cuestan tres piastras.
REINA: Si se interesa en nuestras
medias y anteojos, puedo hacerle precio.
RATA: No sé si tengo efectivo.
PRINCESA: Haga un cheque.
REINA: ¡Vamos a poder comprarnos
algo decente para comer!
RATA: ¿Tienen una
lapicera?
PRINCESA: Sí, pero no funciona.
RATA: En estas condiciones no puedo hacerles
un cheque. Por otra parte, en su comarca no hay bancos.
REINA: ¡Nosotras somos el banco!
¿Se olvida de que soy la reina?
RATA: Bueno, escuche: tome, sólo
tengo una piastra y media.
PRINCESA: ¡Oh, gracias!
REINA: ¡Andá a comprar una
vaca, tengo hambre!
PRINCESA: ¡Ah, qué bueno, una vaca!
¡Mi parte me la voy a comer cruda!
REINA: ¡Yo la voy a condimentar con orina! ¿Se queda a cenar?
RATA: No me gusta
la vaca.
PRINCESA: Le vamos a servir raíces
con guarnición de lombrices.
RATA: Voy a comer sólo
algunas raíces, si les parece.
Quédense con las lombrices para el postre.
REINA: ¡Andá a comprar la vaca!
PRINCESA: ¡Pero sólo
hay una, y es la vaca
sagrada!
REINA: ¡No pasa nada! ¡Quizás sea la
última vaca de mi
vida, pero quiero comer una vaca!
PRINCESA: ¡Yo me quedo con el caracú!
REINA: ¡La mitad para
cada una!
PRINCESA: ¿Y traigo vino?
REINA: ¡Sí, diez litros! ¡Corré!
¡Corré!
La
PRINCESA sale.
REINA: ¿De qué estábamos hablando, querida rata?
RATA: Del tiempo, Reina mía.
REINA: ¿Del tiempo? No salí de mi pirámide en los últimos diez
años. No veo cómo podría hablar del
tiempo. Usted me miente.
RATA: No hablábamos de nada, Reina mía.
REINA: ¡Ah, es lo que me parecía! Cuando mi hija no está aquí mi memoria falla.
RATA: Es normal, su hija es el
único lazo que tiene con el mundo.
REINA: Mi lazo con el mundo es el
poder.
RATA: ¿Su pueblo la
adora como adoraba al cacique Ulalampa, su madre?
REINA: Menos, es cierto; hice
demasiadas tonterías.
RATA: ¿Cuáles, Reina mía?
REINA: Nos comimos demasiada
gente. Se quejan. Pero estábamos
obligadas para no perecer. Mi hija tiene
un apetito feroz.
PRINCESA (entra): No quieren vender la vaca.
REINA: ¿Por qué?
PRINCESA: Porque les da leche.
REINA: Pero con el dinero se podrían comprar otra.
PRINCESA: ¿Qué otra? Sólo
hay una y es la vaca
sagrada.
REINA: ¿Les dijiste que era
para mí?
PRINCESA: Saben que es para
nosotras dos porque te vas de boca.
Dicen que comemos demasiado.
REINA: Cielos, ¡qué
decadencia!
PRINCESA: Comamos la rata.
REINA: ¡Pero es una
amiga de mi padre!
PRINCESA: ¿Y qué importa? Bien que
nos comimos a tu padre.
REINA: No podemos comernos una
rata cruda. Transmiten una enfermedad de origen español porque vivieron mucho tiempo con ellos. ¡Asémosla!
PRINCESA: Ya no tenemos leña.
REINA: ¡Comprá leña con
las piastras!
PRINCESA: Sólo hay un árbol. Y es
el árbol del jesuita.
REINA: Robémosle el árbol.
¿Tenés una sierra?
PRINCESA: ¿Robarle el árbol? ¿Estás
loca? ¡Se vengaría!
REINA: Peor todavía, ¡comamos a la rata cruda! ¡Siempre es mejor morir
de una enfermedad española que morir de hambre! ¡Andá a pedir
prestado el cuchillo!
PRINCESA: El jesuita lo confiscó.
REINA: ¿El cuchillo?
PRINCESA: Sí, dijo que matábamos demasiado.
PRINCESA: Quizás él tenga un
cortaplumas en el bolsillo. ¿Tiene acaso
un cortaplumas, Señor Rata?
RATA: ¿Para qué?
PRINCESA: Para desenterrar las raíces que vamos a servir en la cena.
RATA: ¡Se desentierran con la mano!
REINA: No quiero romperme las uñas.
RATA: ¡Use los anteojos!
PRINCESA: Se pueden rayar.
RATA: No tengo un cortaplumas. Tomen, usen las llaves de mi
auto.
PRINCESA: ¿Tiene auto?
RATA: ¡Claro! ¿Cómo creen que
llegué hasta acá?
PRINCESA: Entonces se lo robaron.
REINA: ¿Le robaron el auto?
RATA: ¡Pero esto
es un escándalo! ¿Cómo voy a volver?
PRINCESA: ¿Su auto era verde?
RATA: ¡Sí! ¡Un Cadillac verde enorme, con
para golpes cromados!
PRINCESA: ¡Ah, era lo
que estaban comiendo hace un momento!
RATA: ¿Se lo comieron, dice usted?
REINA: ¡Es inadmisible! ¡Se
comen todo!
RATA: Pero a ver, señorita, ¿cómo
se pueden comer un auto?
REINA: ¡Se comen todo, todo, todo! ¡Si no nos mantuviéramos en
estado de alerta permanente, se
comerían incluso nuestra pirámide! ¡Con nosotras adentro!
RATA: ¡Ah, no, voy a presentar una demanda
judicial!
REINA: ¡Bien hecho! ¡Presente una demanda! ¡Andá a llamar
al abogado!
PRINCESA: Está durmiendo.
REINA: ¿Siempre está
durmiendo ese?
PRINCESA: Siempre.
REINA: Vamos a esperar a que se despierte. ¿Qué hora
es?
PRINCESA: Dentro de poco va a ser la hora de la cena.
REINA: Se lo vamos a consultar después de cenar. ¡Me voy a ocupar personalmente de su caso, señor Rata!
RATA: ¿Pero cómo voy a volver?
PRINCESA: Quédese aquí.
RATA: ¡Pero tengo
que volver a
Buenos Aires! ¡Estoy
de vacaciones!
PRINCESA: No hay medios
de transporte.
RATA: Pero el jesuita, ¿cómo se traslada?
PRINCESA: No se traslada. Duerme.
REINA: Duerme sin parar.
RATA: ¡Pero tuvo
que llegar con
algún medio de transporte! ¡No pudo
haber hecho catorce mil
leguas a pie desde
Buenos Aires!
PRINCESA: Llegó en un helicóptero
negro. Pero se comieron su helicóptero.
REINA: Desde entonces, duerme
todo el tiempo.
PRINCESA: Es alguien triste,
tiene un temperamento melancólico.
RATA: ¡Ya lo creo que
tiene un temperamento melancólico! ¡Es el fin del mundo!
PRINCESA: Y eso, por tener
hambre.
REINA: ¡Eso, en efecto!
RATA: ¡Pero hagan
algo! ¡Ustedes tienen un pueblo!
¡Dénle órdenes!
REINA: Ya no me escuchan.
PRINCESA: Nunca escuchan.
RATA: ¡Compro la vaca! ¡Vuelvo a Buenos Aires a lomo de vaca!
REINA: Pero ya no tiene dinero, pobrecito mío.
RATA: ¡Voy a hacer un cheque!
PRINCESA: La lapicera ya no funciona.
RATA: ¿Tendrá el jesuita una pluma?
PRINCESA: Seguro que tiene una
pluma. Pero no se la va a prestar. La
usa todo el tiempo. Escribe con su sangre.
REINA: La vida de San Ignacio. ¡En
lugar de ocuparse de mi juicio!
RATA: Y bien, ¡voy a firmar el cheque con mi sangre!
PRINCESA: Es una buena idea.
REINA: Una muy buena idea.
RATA: ¿Dónde está esa famosa lapicera?
REINA: ¿Dónde está
la lapicera? Palalalú, ¿dónde
está la lapicera?
PRINCESA: Me la comí.
REINA: ¿Te comiste la lapicera?
¿Comés a escondidas?
PRINCESA: Porque sos ciega.
REINA: ¡Voy a sacrificarte para la
luna llena y te voy a comer!
PRINCESA: ¡Ay! ¡No, mamá, por
favor! ¡Piedad!
REINA: ¡Sí! ¡Te voy a comer! ¡No hacés nada de nada! ¡Ni siquiera me serviste un vaso de agua en todo el día!
PRINCESA: El manantial está seco,
lo sabés de sobra.
RATA: ¡Dejen de ventilar sus
asuntos frente a mí y encuentren
rápido una solución a mi problema! ¡Me esperan en Buenos Aires!
¡Soy un hombre de negocios!
REINA: ¡Tenga paciencia! ¡No veo por qué los problemas de una rata estarían
antes que los míos!
RATA: ¡Tengo pasaporte argentino y
exijo de Su Alteza un salvoconducto para
llegar sano y salvo a la ciudad
de Buenos Aires!
REINA: ¡Usted no va a ir a ninguna parte! ¿Cree que los españoles
organizarían una expedición
punitiva por la pérdida de una
rata? Más bien estarían
contentos de liberarse de semejante parásito. Usted mismo ha dicho
que no era feliz entre ellos. ¿Por qué volvió? ¿Sentía nostalgia del
reino inca? ¡Y
bien, aquí está usted!
RATA: ¡Llame al jesuita!
REINA: Duerme.
PRINCESA: Duerme.
RATA: ¿Dónde está su casa?
REINA: No tiene casa.
PRINCESA: Duerme al pie de la
pirámide.
RATA: Por lo menos tiene
un árbol.
PRINCESA: Lo lleva con él
en una
maceta de barro, es
un arbolito.
REINA: Lo riega con su propia
orina.
RATA: ¡Voy a verlo!
REINA: ¡No salga! ¡El pueblo se lo va a comer!
RATA: ¡A ver, al jesuita no se lo comen!
PRINCESA: Porque tiene un cuchillo.
REINA: Se comen incluso
entre ellos.
PRINCESA: Nosotras también. Cuando
mamá se arrancó los ojos, nos comimos uno cada una.
RATA: ¿Pero cómo puede
tolerar un jesuita semejantes costumbres?
PRINCESA: Lo divierten.
RATA: ¡Exijo ver al jesuita, así sea mi última voluntad! REINA: Andá a despertar al jesuita e invitalo a comer.
PRINCESA: ¡Va a estar encantado! ¡No come
nada desde la última
hoja de su árbol!
La
PRINCESA sale.
RATA: ¡Pero es inhumano, Reina mía!
REINA: Primero, usted no es humano,
y bien que ha comido lo suyo para
seguir viviendo. La vida se come. Como
el resto, por otra parte.
RATA: ¡Me voy a quejar ante el
Ministerio de la Literatura del que soy miembro! ¡Me toma por una simple rata,
pero yo hice carrera!
REINA: ¿Qué carrera?
RATA: Publiqué un volumen de versos.
REINA: ¡Es una carrera!
RATA: ¡Una gran
carrera!
REINA: ¿Y cómo pudo
hacer carrera en un lugar tan sombrío
y peligroso como las estanterías de una biblioteca? ¡Debió golpearse
contra todos los libros!
RATA: ¡Ah, no, ahora tenemos luces de neón y los estantes son más
anchos que los libros!
REINA: ¿Y cuál es el tema de su
libro?
RATA: La mujer, ¡oh, Reina mía!
REINA: ¿Mi historia?
RATA: ¡Las mujeres no son
todas iguales, mi Reina!
REINA: En efecto, pocas llegan al sacrificio como
yo. Me comí uno de mis ojos, el derecho, y el otro,
el izquierdo, se lo comió mi hija. Así somos gemelas en el espacio y en el tiempo, de madre en hija, y así sucesivamente.
RATA: ¿No será que leyó demasiado,
oh, Reina mía?
REINA: Me gasté
la vista descifrando los jeroglíficos
de mis ancestros.
RATA: ¿No los habrá deformado en su memoria desde que es ciega, Reina mía?
REINA: ¡Claro! Es mi arte: el arte inca señala
que uno di buje su propio
jeroglífico sólo una vez que se hayan olvidado los anteriores.
RATA: ¿Y cuál es su jeroglífico, Reina mía?
REINA: Las arrugas en mi piel. Ustedes, las ratas, no saben lo
que son porque están cubiertas de
pelos. ¡Desvístase y cúbrame
antes de que Palalalá
llegue con el jesuita!
RATA: ¡Nunca cubrí a una mujer, Reina mía!
REINA: ¡No soy una mujer, soy una
reina! ¡Cúbrame rápido!
PRINCESA (entra): El jesuita
se despierta.
REINA: ¿No pudiste
robar la vaca?
PRINCESA: Casi.
REINA: ¡Servinos algo de beber!
PRINCESA: ¿Qué?
REINA: ¡No importa qué! ¡Líquido!
PRINCESA: El manantial está seco,
lo sabés bien.
REINA: ¡Andá a pedir agua a los aztecas!
PRINCESA: Ya no tenemos cántaro. Se
convirtió en la maceta del árbol del jesuita.
No voy a hacer diez mil leguas bajo el sol para ir a buscar agua con mis propias manos.
Se evaporaría en el camino. Además, los aztecas están
todos muertos.
REINA: ¿Muertos, mis primos los
aztecas?
PRINCESA: Estaba escrito
en la luna ayer por la noche.
La palabra aztecas estaba
escrita en estrellitas azules. Es su símbolo de muerte. Reventaron todos los aztecas. Otro cataclismo más.
REINA: ¿Un cataclismo? ¡Mientras no nos pase a nosotros!
PRINCESA: No veo cómo podría
ocurrir aquí. La tierra no se mueve
desde que te arrancaste los ojos. Todo está inmóvil,
pero yo estoy harta. Cuando te
mueras no me voy a arrancar los ojos,
voy a seguir siendo vi dente.
Entonces veremos qué va a pasar. El
manantial seco va a reverdecer, la vaca sagrada
va a tener descendencia y el
árbol del jesuita va a reverdecer también. Es tu culpa si nos
morimos de hambre.
REINA: ¿Fuiste adoctrinada por esos
salvajes?
PRINCESA: No son salvajes. Son
personas simples corno vos y yo. También tienen derecho a una cierta abundancia. Si vieras, podrías hacer
crecer las plantas sólo con contemplar la tierra. El sol
no se habría ido. Aquí tenemos más frío
que en la luna. Sos una
mala reina. ¡Voy a comerte!
RATA: ¡Qué escándalo!
REINA: ¿Dónde está el jesuita? ¡Llame al jesuita!
PRINCESA: Ahí se despierta.
REINA: ¡Oh, mi querido Cristóbal,
protéjame de mi hija en nombre de la amistad que mi padre tenía con
usted!
RATA: ¡Estoy aquí
para defenderla, mi querida
reina!
REINA: ¡Mátela!
RATA: ¡Pero no es más
que una jovencita!
REINA: Es usted y yo, o ella.
¡Présteme su cortaplumas, tengo miedo!
RATA: No tengo
cortaplumas.
REINA: ¿No tiene
cortaplumas? ¡Estrangúlela!
RATA: Es demasiado fuerte.
REINA: ¿Pero si lo hiciéramos los
dos?
RATA: ¡De verdad
es demasiado fuerte!
REINA: ¡Vayamos con el jesuita!
RATA: ¡Ahí llega!
PRINCESA: ¡He aquí
el jesuita!
JESUITA (entra):
¿Dónde estoy?
REINA: ¡En mi pirámide! ¿Dónde
quería estar? ¡Hace
diez años que está
aquí!
JESUITA: ¿Qué pirámide?
REINA: ¡Esta pirámide! ¡Mi
pirámide! ¿También perdió la memoria?
JESUITA: ¡Pero es una
rata!
REINA: No es una
rata, es un amigo de mi padre.
RATA: Me presento. Padre mío,
conquistadore señor Don Cristóbal
de la Sarna. A sus pies, Padre mío.
JESUITA: ¡Suficiente! ¡Suficiente!
¡Oh, Dios mío, por qué me
has infligido semejante castigo? ¡Sólo quería
servirte!
REINA: ¿En qué está mi juicio?
JESUITA: ¿Qué juicio?
REINA: ¡Mi pirámide! ¡El pueblo ha roído la base!
JESUITA: Pero es natural, mi Reina,
dado que tienen hambre.
RATA: ¡Estoy totalmente de acuerdo con usted, Padre
mío!
REINA: ¡Que se calle
la rata! ¡Quiero iniciar un juicio contra
mi hija! Hagamos una alianza, mi querido jesuita. La sacrificaremos en Pascuas en
honor a la diosa luna y uno de sus
muslos será para
usted.
JESUITA: ¡Jamás! ¡Jamás comeré a
esta pequeña a la que vi crecer, incluso si es una
pequeña caníbal!
RATA: ¿Me puedo permitir decirle unas
palabras aparte, Padre mío?
JESUITA: Le doy la extremaunción,
hijo mío.
RATA: ¿Pero de verdad cree que me
van a comer?
JESUITA: ¿No vino
para eso?
RATA: ¡Para nada! ¡Soy
un simple turista!
JESUITA: ¿Y tiene miedo?
RATA: Padre mío, ¡es preciso que me
ayude a apoderarme de la vaca! ¡A lomo
de vaca tengo grandes posibilidades de llegar a Buenos Aires! ¡Conozco bien el
desierto!
JESUITA: De acuerdo, robemos la
vaca. Pero quiero un
pedazo, es mi comisión.
RATA: Pero Padre mío, ¡no
puedo viajar sin la vaca entera!
JESUITA: Usted puede
darme ya mismo la cola
y los cuernos, y las orejas, y además sólo precisa un ojo. En el desierto no hay nada que no pueda ser visto de perfil.
RATA: ¡Trato hecho! ¡Hablemos en voz
alta! Qué lugar encantador.
JESUITA: Extremadamente, por
cierto.
REINA: ¿Lo encuentra lindo?
RATA: ¡Uno de los lugares más
hermosos en el mundo!
JESUITA: ¡Así fue declarado!
RATA: ¡Absolutamente! ¡Es
conocido en el mundo entero!
¡Así como la belleza proverbial de sus mujeres!
JESUITA: ¡Y su fe! ¡Si tendrán fe! ¡He
visto mujeres ancianas rogar
por el
alma de su
marido antes de comérselo!
RATA: ¡Vayamos a la puerta!
PRINCESA: Mamá, se quieren
escapar.
RATA: ¡Falso! ¡Sólo queríamos caminar
un poco!
REINA: ¡Usted miente, rata!
RATA: ¡Reina mía,
le juro que no
quería huir! ¿Adónde habría ido?
REINA: ¡Usted prefiere morir de sed en el desierto a ser devorado por una reina inca! ¿Y es así
como ama a sus semejantes?
RATA: ¡No soy su semejante! ¡Usted
no me puede ver, pero no soy más
que una rata!
¡Tengo testigos! ¿Padre mío, no es cierto que sólo soy una rata?
JESUITA: No es seguro. Queda por probar
que usted no tiene alma.
RATA: ¡Ninguna, lo juro!
JESUITA: En ese caso, voy a
defender su causa. Adelánteme los
gastos del juicio. ¡Cinco piastras!
RATA: Sólo me queda una, Padre mío. ¡Pero puedo hacerle un
cheque!
JESUITA: ¡Démela! ¿Un cheque,
aquí? ¿Y tiene algún objeto de
valor encima?
RATA: Tengo un cortaplumas de plata
que compré en Argentina.
JESUITA: ¿Me lo deja
ver?
RATA: No querría
que estas mujeres se
dieran cuenta. ¡Tome!
JESUITA: ¡Es de acero!
RATA: Es plata estilo
acero. Se hacen así ahora.
PRINCESA: En este momento el jesuita tiene nuestro cuchillo y el cortaplumas de la rata.
REINA: ¡Dejame a mí! ¡Venga conmigo, querido jesuita!
JESUITA: Era lo que iba a
proponerle, Reina mía.
REINA: Le cambio la vida
de la rata
por el cuchillo y el corta
plumas.
JESUITA: ¿Para hacer
qué?
REINA: Voy a mandar a la
princesa a que se apodere de la
vaca sagrada que el pueblo tiene capturada.
JESUITA: No es fácil. Son fuertes y están
bien alimentados.
REINA: ¿Cómo "bien
alimentados"?
JESUITA: Tienen la leche de la vaca.
REINA: ¿La vaca todavía da
leche? ¿Pero qué
come?
JESUITA: Mama de las mujeres del pueblo.
REINA: ¡Bonito asunto! ¡Entonces le
cambio la vida de la rata por
la vaca!
JESUITA: Escúcheme: primero, no tendrá a
la rata sin mi
consentimiento, y esto en el caso de que
nos la repartamos; secando, ¡la
vaca no
le pertenece!
REINA: ¡La vaca es mía! ¡Soy la
reina y es una vaca sagrada!
JESUITA: ¿Por qué sagrada? ¿Porque lo dice usted?
REINA: ¡Fue usted
quien dijo que la rata
tenía un alma!
JESUITA: ¡Soy su abogado!
REINA: ¡Usted es mi abogado! ¡Le
confié mi cuchillo para que defendiera mi causa
ante el pueblo!
JESUITA: ¡Estoy cansado de hacer guardia frente a la puerta! ¡Me hago abogado de la rata!
REINA: ¡Traidor! ¿Y quién es el
abogado de la vaca?
JESUITA: ¡Su hija la princesa!
REINA: ¿Ella? ¿Palulalú? ¡Me
ocultan todo! ¡Porque soy ciega! ¡Mi
madre y las madres de mi madre se arrancaban los ojos para ver mejor a través
de los agujeros del cerebro, pero yo
estoy bloqueada, no veo nada!
¡Cuántas voces a lo largo del día y
la noche; cuando no es la vaca la que aúlla a la luna es usted el que me impide
dormir sollozando al pie de mi ventana!
JESUITA: ¡Nunca sollocé! ¡Tengo fe!
REINA: ¡Sí! ¡Usted solloza
para beber sus lágrimas
desde la sequía del año pasado! ¡Soy ciega pero no sorda!
¡Escucho todo lo que pasa en el pueblo gracias a la
acústica de mi pirámide!
JESUITA: ¡Sollozo de amor, oh,
Reina mía! REINA: Escuche, basta; ¡ya le di una hija!
JESUITA: ¡Pero se la quedó usted! ¡Y en cambio a mí, a mí me echó!
REINA: ¡Ni siquiera me doy cuenta
a qué se parece usted! ¡Cuando me sedujo
yo ya era ciega!
JESUITA: ¡Falso! ¡Usted me amaba
por mi prestancia y la belleza de mis cabellos! ¡Fue mucho más tarde
que se arrancó los ojos y me cortó
los cabellos! ¿Por qué hiciste eso, Pepita?
REINA: ¡Dejá de llamarme Pepita! ¡Soy la reina Tac Ta Bum Tac Toe!
¿Qué tengo que
ver con su religión,
yo, diosa de la mía? ¡El día en que me arranqué los ojos el sol abandonó
el cielo, la tierra tembló en Perú e
incluso en China; hubo
una revolución en Nicaragua, tres catástrofes aéreas, y no abundo en los detalles! ¡Mientras
que usted no
hizo ni un
solo milagro desde que está
aquí!
JESUITA: ¡Catequicé!
REINA: ¡No por
haber colgado un crucifijo entre
los cuernos de mi vaca
sagrada usted catequizó! ¡Mi pueblo adora
los milagros y usted no hizo
ninguno!
JESUITA: ¡Porque usted nunca me dio la fórmula!
REINA: ¡Es un secreto que se
transmite de madre
a hija! ¡No sé transmitírselo a un vulgar jesuita solamente porque usa polleras!
JESUITA: ¡Entonces, haga
al menos milagros útiles! ¡Haga
por lo menos que vuelvan el agua y el sol! ¡Guardé en secreto algunas
semillas! ¡Todo puede volver
a comenzar como en los tiempos en que éramos
felices! ¡Te lo suplico, Pepita!
REINA: ¡No, no y no! ¡Ese poder
sólo pertenecerá a mi hija!
PRINCESA: ¡Entonces dámelo enseguida!
REINA: ¡Sos demasiado joven! ¡La
tradición indica que vas a heredar mi poder sólo el día de mi muerte!
PRINCESA: ¡Entonces morite
antes de que reventemos de hambre!
REINA: ¡Nunca! ¡La tradición indica
que no voy a morir nunca!
PRINCESA: Pero si seguimos así va a ser necesario que un
día te mate para comer
algo.
REINA: ¡Soy tan fuerte
como vos y no estás armada! ¡El jesuita tiene el cuchillo y el cortaplumas de la rata!
PRINCESA: ¿Y si hago una alianza
con el jesuita?
REINA: ¡Intentalo, ya vas a ver!
¡Su religión se lo prohíbe! ¡Sólo hacen alianzas entre
hombres, como nosotras solamente entre
mujeres! Si fueras varón, te habría dejado construir una
iglesia moderna en
lugar de mi pirámide. Te habría
enviado a estudiar derecho a Salamanca. ¡Y yo me habría convertido en diosa del agua, del cielo y de
la tierra! ¡No me habría visto obligada a arrancarme los ojos! ¡Si dejé escapar el
poder, fue por tu culpa!
PRINCESA: ¿Pero cómo se hace
para tener un hijo varón?
REINA: Siempre es cara o ceca, una
es la luna, la otra el sol. ¡Es la moneda
que nuestros ancestros
arrojan sin cesar una vez muertos en el interior de nuestros
intestinos!
PRINCESA: ¡Voy a tratar de tener
un hijo varón!
REINA: ¿Con quién? ¡El pueblo nos odia,
y el jesuita es tu padre!
PRINCESA: ¿Y la rata?
REINA: ¡Ni se te ocurra! Es la hora
de la cena y tengo hambre ya mismo. ¡Estrangulala y nos la servís con una
salsa que vas a preparar con tu orina
y excrementos batidos a
punto nieve!
PRINCESA: ¡No!
JESUITA: ¡Basta de peleas
domésticas! ¡Si esto sigue así vuelvo al pie de la pirámide! ¡No dejan del pelearse! ¿Y la cena, está lista?
REINA: ¡Hace horas
que le estoy pidiendo
que mate a la rata! ¡Se hace la paja todo el día!
¡Está todo el día masturbándose
en un rincón!
PRINCESA: ¡No puedo matada sin
cuchillo! ¡Y el jesuita tiene el cuchillo
y también el cortaplumas de la
rata!
REINA: ¡Sobre todo no le des el
cuchillo! ¡Podría matarme!
JESUITA: ¡Pero hay que matar a esa rata! REINA: ¡Pero mátela usted mismo,
imbécil!
JESUITA: ¡Me despierta piedad!
REINA: ¡Piedad, sólo tiene esa palabra en la boca! ¡No aprendió nada de mí! ¡Deme el cuchillo y tráigame a la rata!
RATA: ¡Oh, mi Reina! ¿Puedo
hablarle antes de mi muerte?
REINA: Depende de lo que tenga para decir.
RATA: Como le dije, publiqué recientemente en Buenos Aires una
recopilación de poemas sobre la mujer.
Tengo un ejemplar en mi bolsillo y
quisiera leérselo en voz alta. Nunca
nadie compró mi libro. Quiero
tener al menos un lector antes de mi muerte.
REINA: ¿Y es largo su libro?
RATA: Es un libro de bolsillo.
REINA: Entonces es largo.
Pero le advierto, si su
libro es demasiado largo, morirá
bajo los peores suplicios.
RATA: Es corto, mi Reina, es una sola frase. Y es ésta: los jesuitas
son mujeres.
REINA: En efecto, es corto. ¿Pero es verdad?
RATA: Sí, mi Reina, es un poema
verdadero.
REINA: ¿Es una mujer? ¡Pero entonces es la madre
de mi hija! ¡Y van a aliarse entre
ellas para destronarme!
RATA: ¡Alíese conmigo, oh, Reina
mía!
REINA: Pero contaba con usted para cenar esta noche.
RATA: Comámonos a los otros.
REINA: ¿Y qué haríamos usted y yo solos? ¡Nos habríamos comido a todos
nuestros enemigos!
RATA: ¡El amor) Reina mía!
¡Tendríamos ratitas que se reproducen rápido
y no comen así nada!
REINA: ¡Patrañas! ¡Comen tanto como los humanos! Y por otra parte,
casi siempre objetos personales.
RATA: ¡Pero son de gusto agradable!
REINA: ¡No es fácil atrapar una rata cuando
uno es de la familia! ¡Conocen
todas las reacciones!
RATA: ¡Pero son excelentes para
cultivar la tierra! Reflexione: el jesuita
le dio una única hija en cinco años de matrimonio. Yo, de una sola vez,
¡le daría cinco ratas!
REINA: ¿Pero de verdad son comestibles?
RATA: Excelentes.
REINA: ¡Primero quiero probar!
RATA: ¡Oh, no, mi Reina, soy su futuro esposo! ¡No
irá a comerme!
REINA: ¡Sólo la cola y las orejas!
¡Se puede casar conmigo sin ellas!
JESUITA: ¡Es justo! ¡Por otra parte
las tiene demasiado lar gas! ¡Y
los bigotes también! ¡Son mondadientes
excelentes!
RATA: ¡Ah no, por favor sobre todo
no los bigotes!
PRINCESA: ¡A las armas! ¡Nos atacan
las hormigas! ¡Están trepando por la pirámide!
REINA: jesuita, ¡páseme
su puñal para
atrapar algunas! ¡Son deliciosas!
JESUITA: ¡Ni se le ocurra!
¡Rata mía, la tomo bajo mis órdenes!
¡Usted es mi diácono! ¡Atrape hormigas por mí! RATA: ¡Pero son minúsculas! ¡Ni
siquiera llego a verlas con claridad!
REINA: ¡Se puede, si uno
enfoca bien!
RATA: ¡Pican! ¡Tome, Reina mía!
PRINCESA: ¿Puedo agarrar una
también?
REINA: ¡Una sola! ¡Andá a comprar vino!
RATA: ¡Padre mío, aprovechemos que no están
prestando atención y huyamos!
JESUITA: ¿Adónde?
RATA: ¡No sé, pero
huyamos! ¡Esto es inquietante, tengo miedo!
JESUITA: ¡Coma algunas
hormigas! ¡Se piensa mejor con la panza
llena! ¡Son exquisitas!
RATA: ¡Padre mío, vuelva a sus cabales! ¡Estamos en peligro!
¡Una vez que se hayan comido
todas las hormigas, nos van a
comer a nosotros!
JESUITA: ¿A nosotros? ¿Usted cree?
RATA: ¡Estoy convencido, Padre mío!
Conocí a la madre de la reina. Ella sola se comía un elefante bien gordo
trufado de ratas para el desayuno. ¡Son insaciables!
.JESUITA: ¡Pero vamos, señor,
déjeme comer tranquilo!
RATA: ¿Me abandona, Padre mío?
JESUITA: ¡Qué molesto es este conquistador! ¿De dónde sacaron esta
rata?
REINA: ¿Qué rata?
JESUITA: ¿Cómo "qué
rata"? ¡Hay una rata
en la casa de ustedes!
REINA: ¡Ah, la rata! Es el
segundo plato.
.JESUITA: ¡Entonces que
tenga al menos la decencia de callarse
durante el primero!
REINA: ¡Muy bien dicho!
RATA: Señorita, ¿puedo
decirle algo en voz baja?
PRINCESA: Tengo la boca llena.
RATA: ¡No importa, es urgente! ¿Se
quiere casar conmigo?
PRINCESA: ¡Ah, no! ¡Sería viuda
demasiado joven!
RATA: ¡Matémoslos!
PRINCESA: ¡Ah, no, me resultan útiles! Como gracias a ellos. Me educan bien.
RATA: ¡Bueno, pero finalmente
algún día se van a morir! ¡Y yo
soy el único soltero por estos pagos!
PRINCESA: Pero es demasiado
tarde. Es la hora de la cena y ya hay que matarlo.
RATA: ¿Ya? ¡Dios mío, tengo que
encontrar una solución!
PRINCESA: Jesuita, páseme el cuchillo. Voy a matar a la rata.
RATA: ¡Alto! ¡Tengo algo
que decir!
REINA: ¡Otra cosa más!
RATA: ¡Es confidencial, Reina mía!
¿Le puedo hablar al oído?
JESUITA (a la princesa): Es un
hombre astuto.
REINA (al jesuita): Sí.
JESUITA: ¿Qué dice?
REINA: Quiere comprar la pirámide.
JESUITA: Pensemos. ¿Tiene efectivo?
REINA: Sólo le queda el saco.
JESUITA: Es elegante.
PRINCESA: Muy elegante. Lo toqué y es de tweed.
RATA: ¡Pero se
lo regalo, Reina mía! ¿No
va a matarme por un saco?
REINA: ¿Qué tiene en los bolsillos?
RATA: Casi nada, Reina
mía.
JESUITA: ¡Déjeme ver! ¡Miren! ¡Hay un alfiler
de corbata con un diamante
enorme!
REINA: ¡Húndaselo en la nuca, es la
mejor manera de matar a
una rata!
PRINCESA: ¿Cuántos quilates?
JESUITA: ¡Al menos cuarenta!
REINA: ¡Tome la vaca y corra a
Argentina a cambiarlo por caviar! ¿Sabe
lo que es?
JESUITA: ¡No voy a
hacer todo ese viaje por
comida! ¡En este momento comamos
a la vaca! Intente ponerse en
buenos términos con su hija, que es su abogada.
REINA: ¡El caviar no es alimento! ¡Son granos!
JESUITA: Si usted
quiere... Pero entonces son granos que crecen en el
agua.
REINA: En nuestra tierra crecen huevos de peces. En lo recóndito de los tiempos los peces no existían. Entonces mi ancestro la reina Pilililí hizo llover lágrimas sobre nuestra
tierra, y de uno de los
granos de nuestra tierra
salió el primer pez. Pero su hija Palalalá cazó
los peces con el pretexto de que estaba
harta de tener el agua hasta las rodillas. Sin embargo negociamos durante mil generaciones. Finalmente los peces aceptaron volver si yo
sacrificaba a mi hija.
¡Cuando eso suceda,
voy a llorar tantas lágrimas que el mar
reaparecerá sobre la tierra
inca y los peces volverán a vivir felices con nosotros! ¡Y son muy sabrosos, créame! ¡En mi
juventud me comí uno!
JESUITA: ¡A ver, sus leyendas son
ridículas!
RATA: ¡Es cierto! ¡Lo leí en los textos sagrados del gran Palalalú, su padre!
¡Oh, Reina mía, me ofrezco
a cumplir esta delicada
y peligrosa misión! ¡Confíeme
la vaca
y una vez en
Buenos Aires, le voy a enviar
diez toneladas de caviar! ¡El
pueblo mea volverá a encontrar el esplendor de antaño!
JESUITA: ¡Ni se le ocurra! ¡Soy yo
el que va!
PRINCESA: ¡Ojo! El jesuita tendrá el árbol, la vaca, el cuchillo, el
cortaplumas, el diamante y el traje de
la rata. ¡Va a terminar por tener
nuestra pirámide!
JESUITA: ¡Oh, Reina mía, confíe en
mí una vez en su vida!
REINA: Una vez es demasiado. Le voy a tener confianza media vez. ¡Jure
que volverá al imperio inca por
la cabeza de su hija!
JESUITA: ¡Lo juro, oh, Reina mía!
REINA: ¡Entonces corra
a comprar la vaca! ¡Pero negocie, quizás
se pueda recuperar la vaca y la pirámide, e incluso el diamante a cambio
de la rata, dado que es rica! ¡Que
pidan un rescate a Buenos Aires!
RATA: No soy tan rico como para eso, mi Reina.
REINA: ¡Vamos, vamos!
¿Usted se puede financiar
vacaciones en Cadillac en el imperio
inca y no es rico?
RATA: ¡Pero estoy acá por nostalgia
de los pueblos primitivos, mi Reina!
REINA: ¡Es inadmisible! ¡Ahora me trata
de primitiva! ¡Y él es el nostálgico! ¡El mundo está al revés!
PRINCESA: Por cierto que está al
revés.
JESUITA: ¡Por desgracia!
RATA: ¡Si el mundo está al revés,
déjenme irme! ¡Les voy a enviar la mitad
de mi sueldo como bibliotecario!
REINA: ¿Cuánto gana
usted?
RATA: ¡Miles y miles, Reina mía! ¡Le voy a enviar al menos una
tonelada de papas y
treinta y una vacas por mes!
REINA: Es poco y no tengo ninguna
certeza. ¿Qué prueba tengo de que
usted es un hombre de palabra?
RATA: ¡Su ceguera, Reina mía!
JESUITA: No le hable de sus defectos
físicos, eso la enoja.
REINA: ¿Y en qué se nota que soy
ciega?
RATA: Su paso es incierto y su rostro
teatral.
REINA: Eso no es porque soy ciega,
¡sino porque soy reina! ¡Me mira de
demasiado cerca!
RATA: ¡Es el oficio más
hermoso del mundo! ¡Pero también el más
peligroso! ¡Por ejemplo, usted no puede
leer la expresión del jesuita! ¡Sólo escucha
su voz, y su expresión es la de
un traidor!
REINA: ¡Algo sé de él! ¡Es mi
abogado!
RATA: ¡Hagamos una alianza!
REINA: ¿Para hacer qué?
RATA: Soy rico en Argentina.
REINA: Es posible, pero queda
lejos, mientras que usted está acá, y acá es acá, y punto.
RATA: ¡Tengo tanto como
para cubrir de oro su pirámide!
REINA: ¿Ah, sí?
JESUITA: ¡Este conquistador es peligroso! ¡Hagamos una alianza!
PRINCESA: ¿Contra quién?
JESUITA: ¡Contra todo el mundo! ¡Pero en orden, comamos primero a la rata!
PRINCESA: ¿Por qué no a mamá, que es más abundante?
JESUITA: ¡Es tu madre!
PRINCESA: Bien que ella se
comió a su madre. Si no la comemos
ahora, después va a estar demasiado
flaca. Vamos a guardar el esqueleto
en una
maceta grande para darle
buen sabor al agua, y a la
rata la vamos a tomar de esclava para
cavar la tierra y buscarnos agua.
REINA: ¡Tomo a la rata
por marido!
JESUITA: ¡Usted es mi mujer!
REINA: ¡Me defiende mejor que
usted! ¡Palalalá, anda a buscar la
vaca sagrada! ¡La quiero para
mi banquete de bodas! ¡Es mi derecho como reina!
PRINCESA: Y yo, ¿qué voy a tener
como banquete de bodas?
REINA: ¡Tus medio hermanos!
PRINCESA: ¿Pero con quién
me voy a casar?
REINA: ¡Sólo tenés que casarte con uno y comerte al resto!
PRINCESA: ¡Pero van a ser muy
chiquitos! ¡El tuyo es grande!
REINA: ¡Sólo vas a tener
que esperar que crezcan!
PRINCESA: ¡Sigo teniendo hambre!
REINA: ¡Todo el mundo tiene hambre!
PRINCESA: ¡Yo mucho más que los demás!
REINA: ¡Es egoísta como
su padre!
JESUITA: ¡Basta de
peleas domésticas!
REINA: ¡Andá a buscar
la vaca o te pego!
JESUITA: ¡De ninguna manera! ¡Es mi hija! ¡Y ya que usted
desposa a otro, ella queda a mi cargo! ¡Te vas con migo, Palalalá! ¡Te
voy a educar en España! ¡Vas a ser
carmelita, para expiar los pecados de tu
madre! ¡En cuanto a usted,
señora Reina, me debe una pensión por
alimentos!
REINA: ¡Que ella se coma su árbol!
JESUITA: ¡No es suficiente
para el apetito de una jovencita! ¡Exijo a la rata!
PRINCESA: Es una buena idea.
REINA: De acuerdo. ¡Pero
entonces yo exijo a la vaca!
JESUITA: ¡Ah, no! ¡Sólo tenemos una
rata para nosotros dos, y usted una vaca
para usted sola!
RATA: ¡Consultemos a la vaca!
REINA: ¡Me es completamente servil!
JESUITA: ¡Eso pensás! ¡Pertenece al
pueblo!
REINA: ¡Pero es la vaca de mis
ancestros!
JESUITA: ¡Para nada! ¡Llegó con el primer jesuita!
REINA: ¡Pero él la vendió!
JESUITA: ¡Pero yo la volví a
comprar a cambio de los anteojos de
Palalalá, y se la di al pueblo a cambio de sus almas!
REINA: ¿Él tiene sus almas? ¡Ahora
entiendo todo! Palalalú, ¿por qué no me avisaste?
PRINCESA: ¡Yo cobraba una
comisión por las almas!
REINA: ¿Qué comisión?
PRINCESA: Los anteojos.
REINA: ¡Qué idiota!
PRINCESA: ¡Me gustan mucho!
JESUITA: ¡Y yo hice un buen negocio! ¡Ahora me dejan mamar
de la vaca, e incluso de las
mujeres, a cambio de mis
bendiciones!
REINA: ¡Entro a su orden!
JESUITA: ¡En mi orden no aceptamos
mujeres!
RATA: Y yo, Padre mío, ¿puedo entrar a su orden?
JESUITA: ¡Tampoco aceptamos ratas!
Bueno, podría estudiar su
caso si usted
llegara a probar que tiene
un alma.
RATA: ¡Pero soy
poeta!
JESUITA: ¿Me recita
sus versos?
RATA: ¡Desgraciadamente sólo escribí
uno!
JESUITA: ¡Dígalo!
RATA: Los jesuitas
son mujeres.
JESUITA: Interesante, muy interesante. ¿Y lo ha publicado?
RATA: ¡He aquí
mi único ejemplar!
JESUITA: ¡Esto me da
una idea! ¡Tengo un escrito! ¡Soy el propietario de la mitad de la pirámide! ¡Somos hermanas!
REINA: ¡Pero yo soy la mayor!¡Voy a sacrificarla a la
luna!
JESUITA: ¡Y yo, yo la condeno al
infierno eterno! ¡Es peor!
Entra
el AGUATERO.
PRINCESA: ¡Oh, el aguatero!
REINA: ¿Es usted, Crisantemo?
AGUATERO: ¡El mismo, Reina mía!
Pero no quiero interrumpir su pelea
doméstica.
REINA: Nunca se
interrumpe una pelea doméstica, se
la atraviesa. ¿A qué debo la sorpresa de su visita? Creí que se había pasado al bando del pueblo.
AGUATERO: Pasé a través del pueblo como de su pelea.
REINA: ¿Ya no se entiende con ellos?
AGUATERO: ¡No, Reina mía! En mi
juventud tuve tres amantes. El peluquero, el verdugo y el socialista. ¡Me amaban y me cubrían
de rosas!
REINA: ¿Y hoy todos lo han
abandonado?
AGUATERO: ¡Para hacer el amor
con la vaca sagrada!
REINA: ¿La vaca hace el amor
con los hombres? ¿En mi reino?
AGUATERO: ¡Los compró con su leche!
REINA: Y las mujeres del pueblo,
¿no se quejan?
AGUATERO: ¡La vaca les da leche
para sus chiquillos!
REINA: ¡Ah, la
pérfida! ¡Idiota de mí, que le alquilé
mis establos sin sospechar que
diez años después me iba a destronar! ¡En qué decadencia estamos,
mi pobre Crisantemo!
AGUATERO: ¡Escuche, no haga una
tragedia de esto! ¡Usted sigue siendo la
reina y ella no es más que una vaca! ¡Usted es una diosa! ¡No se desanime,
Reina mía!
REINA: ¡Tiene razón! ¿Tendría usted la bondad de regalarme algunas gotas
de agua? ¡Hace una semana
que no bebo nada!
AGUATERO: ¡Tome una botella! ¡Veo
que tiene visitas! ¿Por qué no hacemos
una fiesta?
REINA: ¡Justamente íbamos a comemos a esta rata! ¡Pero no veo por qué
tendríamos que compartirla con usted!
AGUATERO: ¡Pero traje mi comida!
¡Champiñones alucinógenos que cultivé personalmente en mi jardín! ¡Esta
rata tiene aspecto de ser apetitosa!
.JESUITA: ¡Es una excelente idea
¡Yo traigo mi árbol para la fogata!
PRINCESA: ¡Y yo voy a matar a la rata! ¡Páseme el cuchillo, jesuita!
JESUITA: ¡Vos no! ¡No te tengo confianza, pequeña víbora! ¡Tome, querido aguatero, le entrego el cuchillo! ¡Mátenos a este roedor!
REINA: ¡Rata con champiñones
alucinógenos! ¡Me encanta!
RATA: ¡Oh, Dios mío, qué curioso
destino el mío!
LA REINA Y LA PRINCESA
REINA: Palalalú, ¿dónde estás?
PRINCESA: Aquí, mamá.
REINA: ¿Quién solloza de ese modo?
PRINCESA: El fantasma de la rata.
REINA: ¿Qué quiere?
PRINCESA: No sé. Tiene
cadenas y gira sin parar alrededor de la pirámide envuelta en una
sábana blanca.
REINA: ¿Y qué piensa
el abogado?
PRINCESA: Nada. Se tapó los
oídos y se instaló más lejos
con su árbol.
REINA: ¿En qué día estamos?
PRINCESA: En la tercera luna
del segundo solsticio.
REINA: Es un día de feria.
PRINCESA: Ah, sí.
REINA: ¡Tratá de robar algunas verduras!
PRINCESA: Traté, pero cuando extiendo
la mano, los comerciantes me golpean los dedos
con varillas.
REINA: ¿Hemos caído tan bajo
como para que pase eso?
PRINCESA: Y más bajo
también. Están en estado de adoración frente
al fantasma de la
rata. Lo cubren con coronas de flores
y van cantando detrás.
REINA: ¡Llamá a mi ejército!
PRINCESA: Tu ejército es el jesuita.
JESUITA (entra}: Mi
Reina, vengo a besarle
la mano en señal de adiós,
vuelvo a la civilización. Logré armar pieza
por pieza el Cadillac de la rata.
REINA: ¡Es mi Cadillac!
JESUITA: Quizás. Pero usted
no está armada.
REINA: ¡Al menos espero que no me haya
robado las cabezas reducidas de
mis ancestros!
JESUITA: En efecto, me permití
tomar algunos pequeños recuerdos. No gran cosa,
una pluma de pavo
real, una punta de flecha ...
REINA: ¡Palalalú, abrile la valija!
PRINCESA: ¡Mira, mamá! ¡Iba a
tomárselas con las joyas de la momia de
la abuela!
JESUITA: ¡Pero las llevo a España como testimonio del alto grado de su
civilización, mis reinas!
REINA: ¡Andá a llamar a la policía!
PRINCESA: La policía es él.
JESUITA: En efecto, soy
yo. Adiós, mis reinas. Es la
última vez que las veo. ¡Continúen
siendo felices!
Sale.
Hay una explosión.
REINA: ¿Qué pasa?
PRINCESA: El Cadillac explotó.
REINA: ¿Está muerto?
PRINCESA: No. Apenas mutilado.
JESUITA (entra): ¡Perdí la vista! ¡Oh, Dios mío, y yo que sólo
quería servirte! ¿Qué pecado
he cometido para ser castigado en
vida de este modo?
PRINCESA: ¡El Cadillac quedó hecho
pedazos!
REINA: ¡Por fin estamos los dos ciegos, Rodrigo!
¡Rodrigo, mi Rodrigo Sánchez, mi jesuita
de cabellos de seda!
JESUITA: ¡Oh, amor mío, mi Pepita!
¡Casémonos y envejezcamos juntos!
REINA: ¡Venga que le
curo las órbitas, mi pobre querido! ¿Todavía tiene
el cuchillo?
JESUITA: Sí.
REINA: ¿Y el cortaplumas?
jESUJTA: Sí, lo tengo.
REINA: ¡Desconfiemos de Palalalú!
JESUITA: ¿Dónde está?
REINA: ¡Hable en voz baja, está
acá! ¡La escucho respirar! ¡Tratemos de atraerla con mentiras y matémosla ahora mismo! ¡Ya
debe estar pensando en el modo de acabar con nosotros! ¡Siento su
mirada posada sobre mi cuello!
¡Palalaló, querida mía, acercate! ¡Papá y mamá
te van a decir algo al oído! ¡Palalaló! ¿Me escuchás? ¿Dónde estás?
JESUITA: ¡Palalaló, hija mía, responde
a tu pobre padre ciego! ¡El sonido de tu vocecita de pájaro me reconfortaría en mi
desgracia!
REINA: ¿Pero dónde está?
PRINCESA: Aquí.
REINA: ¡No intentes acercarte a
nosotros! ¡Estamos armados!
PRINCESA: Voy a esperar a que
estén débiles por el hambre para estrangularlos más fácilmente.
REINA: ¡Víbora!
JESUITA: ¡Tengo miedo!
REINA: ¿Qué es esa música?
PRINCESA: El fantasma de la rata.
REINA: ¿Está aquí?
PRINCESA: Ahí llega.
Entra
el fantasma de la rata.
FANTASMA DE LA RATA:
¡Paz en la tierra!
JESUITA: ¡Paz en la tierra, hijo
mío!
FANTASMA DE LA RATA:
¡Una limosna para un pobre fantasma!
REINA: No tenemos nada. ¡Vuelva
mañana!
FANTASMA DE LA RATA:
Me parece reconocer esa voz.
REINA: Perdió la memoria, el
infeliz.
FANTASMA DE LA RATA:
¿Acaso los conocí estando vivo, honorable familia?
REINA: Nos vio una sola vez.
FANTASMA DE LA RATA:
Estaba al volante de un auto verde, yendo hacia una gran pirámide negra,
¿pero quizás lo soñé?
JESUITA: Usted murió en un
accidente de auto, en efecto. El automóvil está frente a la puerta, ¡y mire en
qué estado! ¡Perdí la vista en el accidente, me debe una indemnización!
FANTASMA DE LA RATA:
¿Ese montón de hierros es el auto? ¿Y dónde está mi cuerpo?
JESUITA: Le dimos cristiana
sepultura, hijo mío.
FANTASMA DE LA RATA: ¡Pero no soy cristiano! ¡Desentiérreme,
por favor!
REINA: De nada sirve ocultarle la
verdad. De todos modos es inofensivo. No tiene nada que temer Usted fue
quemado, aunque no hasta la incineración total. Todavía quedan dos tibias con
las cuales iba a hacer un buen guiso, pero puede quedárselas como recuerdo.
¡En cuanto a lo demás, nos lo hemos
comido!
PRINCESA: ¡Y era delicioso!
JESUITA: ¡Perdónenos, hijo mío!
¡Teníamos hambre!
FANTASMA DE LA RATA: ¡Pero mi cuerpo pertenecía a la
ciencia! ¡Lo había donado en vida!
REINA: ¡Aquí, la ciencia soy yo!
FANTASMA DE LA RATA: ¡Y se hizo un traje con mi piel!
¡Y tiene puestos mis zapatos! ¿Y qué estoy viendo? ¡Una de mis vértebras les
sirve de cenicero! ¡Qué salvajada!
REINA: ¡Sí, su cráneo es mi pelela!
¡Perdió la memoria, pero su filosofía sigue entera, por lo que veo! ¡Sea al menos un
fantasma digno de la poca carne que
lleva encima! La ciencia o yo, ¿qué puede hacerle esto a usted, dado que sólo es una sombra?
FANTASMA DE
LA RATA: ¿Y ni siquiera se siente incómoda frente a la sombra de aquel que se comió? ¡Familia de
desquiciados!
REINA: ¡Desquiciada para
nada!
PRINCESA: Yo tampoco, para nada.
JESUITA: ¡Yo sí!¡Recuerdo su última
mirada cuando estaba vivo y le
aseguro que sentí una enorme
piedad por usted, hijo mío! ¡Pero
ahora usted está muerto, y me
guardo la piedad para
mí mismo, sobre todo desde que perdí la vista! ¡Oh, Pepita, déjame llorar en tus rodillas!
REINA: ¡Escuche, Rodrigo,
acostúmbrese a caminar solo! ¡Ya
estoy harta de verlo colgado de mis polleras!
JESUITA: ¡Pero tengo miedo!
REINA: ¡Todo el mundo tiene miedo! ¡Suélteme!
JESUITA: ¡Palalaló, dejame estrecharte contra mi pecho! ¡Venía llorar
una lágrima en los hombros de tu pobre
padre ciego!
PRINCESA: Usted tiene las armas: el
cuchillo y el cortaplumas. No soy
idiota.
JESUITA: ¡Oh, rata mía, usted que
es un santo fantasma, protéjame de estos
dos monstruos carnívoros!
REINA: ¡Palalaló, escuchame! ¡Comamos al jesuita! ¡Siempre fue
un mal padre para vos!
PRINCESA: Te quedarías con la mitad
del jesuita, y lo quiero para comérmelo todo yo, tanto lo odio. Este acuerdo no
me conviene para nada. Pero hagamos otro
pacto, me pasás tus poderes de reina y te perdono la vida. Vas a ir a vivir al
establo con la vaca sagrada y vas a poder tomar su leche. Serás su vaquera.
REINA: ¿Vaquera? ¡Soy ciega!
PRINCESA: ¡Voy a obligarte a apilar
el heno a golpes de fusta!
REINA: ¿Tenés una fusta?
PRINCESA: La cola de la rata.
FANTASMA DE LA
RATA: ¡Nunca voy a permitir que mi cola
sirva para dar latigazos a una mujer ciega! ¡Dame eso!
PRINCESA: ¡No te acerques, rata!
¡Soy más fuerte que vos y tengo la fusta!
FANTASMA DE LA RATA: ¡Ya no tengo cuerpo terrestre y no tengo
nada que temer de tus golpes de cola, pequeña insolente! ¡Dame esa fusta!
PRINCESA:¡No!
REINA: ¡Devolvele su fusta! ¡Es de
ella!
JESUITA: ¡Esta rata es una santa,
Palalaló! ¡Dale la fusta que quiere! ¡Es para hacer el bien!
PRINCESA: ¡Antes te doy un latigazo,
costra vieja!
JESUITA: ¡Ay! ¡Piedad!
FANTASMA DE LA RATA:
¡Deme esa fusta!
PRINCESA:¡No!
FANTASMA DE LA RATA: ¡Ay!
PRINCESA: ¡Tenía su cuerpo
terrestre!
RATA: ¡Estoy perdido!
PRINCESA: ¡Todavía está viva la
rata! ¡Nos comimos en su lugar a la momia de la gran diosa Pulululás, nuestro
ancestro!
RATA: ¡Oh, por favor, déjenme viva! ¡Sólo soy una pobre mendiga! ¡Sigan comiéndose a sus momias,
ya que no ven la diferencia con la
carne de una rata! ¡Tienen
bastantes como para
sobrevivir todavía tres siglos!
REINA: ¡Nuestras momias no son
comestibles! ¡Su carne provoca
pesadillas!
JESUITA: ¡No es lo suficientemente
gorda!
PRINCESA: ¡Pasame el cuchillo para
matar a la rata, jesuita!
JESUITA: ¡Atala con su cola y traémela! ¡La voy a degollar yo
mismo!
AGUATERO (entra): ¡Alto! ¡Dejen a
esa rata tranquila, es mi ayudante! ¡Si esa
noche de julio
nos permitimos engañarla a usted
haciéndole pasar momia por rata, Reina mía, es porque teníamos
razones para actuar así! ¡Se estaba preparando un gran complot
en su reino que no era del agrado del gobernador conquistador Enríquez de Buenos Aires! Soy su virrey, Don
Juan de Garay, que siempre conoció usted bajo el nombre falso de Crisantemo, el
aguatero homosexual.
RATA: ¡Me presento!
¡Cristóbal Sánchez, del Servicio
de Inteligencia Español!
JESUITA: ¿Sánchez? ¿Somos primos,
tal vez?
RATA: No somos primos, Padre
mío. Usted es de Bellao y yo de Solead.
REINA: ¿Un complot en mi reino?
AGUATERO: Su hija se disponía a destronada para poner en su lugar a la vaca sagrada, ¡y ella iba a ser Primer
Ministro!
RATA: ¡Exactamente!
REINA: ¡Palalaló, te condeno a muerte! ¡Señor
de Garay, por favor tenga a bien decapitar a esta infiel y sírvala para festejar
el éxito de su misión!
VACA SAGRADA (entra): ¡Hola, Reina mía!
REINA: ¡Vaca!
VACA SAGRADA: ¡Y vos, esqueleto ciego!
REINA: ¡Basta!
AGUATERO: ¡Está arrestada en nombre de la Corona española! ¡Ay!
JESUITA: ¿Qué pasa,
Palalaló?
PRINCESA: ¡La vaca
sagrada atravesó el corazón del
Vice Gobernador de una gran
cornada!
AGUATERO: ¡Quiero confesarme
antes de morir, Padre mío!
JESUITA: ¡Aquí estoy, hijo mío, hable!
AGUATERO: Llevo un
secreto que me pesa
en el corazón, Padre mío.
JESUITA: ¡Dígalo rápido! ¡No le
queda mucho tiempo!
AGUATERO: ¡La rata y
yo no somos verdaderos conquistadores!
JESUITA: Lo suponíamos. ¿Pero quiénes son
en realidad?
AGUATERO: ¡Dos buscadores de petróleo!
REINA: ¿Y eso qué es?
AGUATERO: ¡Oro negro!
REINA: ¡La predicción de los dioses
se ha cumplido! ¡Cuando el océano se retiró
de la cordillera de los Andes, numerosos fueron los peces que
perecieron por falta de oxígeno!
¡Nuestra tierra fue sembrada de
cadáveres de rodaballos, tiburones, pejesapos, lenguados y otras especies! ¡Y a falta de sepultura, se
pudrieron bajo el sol agobiante y el jugo de su podredumbre se convirtió en ese
oro negro que los españoles denominan
olio di petra, pero que en realidad es
podredumbre de los peces de mis ancestros!
AGUATERO: ¡Desgraciadamente el
Cadillac lleno de petróleo explotó en el momento en que el
jesuita produjo un cortocircuito al activar muy
bruscamente el arranque! ¿Cómo sacar
el petróleo de aquí? ¡Apenas si podemos salir nosotros! ¡Padre, la
extremaunción!
JESUITA: ¡Un momento! ¿Cuánto cuesta el litro?
AGUATERO: ¡Mil piastras!
JESUITA: ¡Rayos!
AGUATERO: ¡La extremaunción!
JESUITA: ¡Se la otorgo! ¡Muérase
tranquilo!
AGUATERO: ¡Me muero!
JESUITA: ¡Palalaló, llenanos una vejiga
de petróleo! ¡Intentemos la
travesía del desierto!
VACA SAGRADA: ¡Vayamos a esa famosa
Buenos Aires! ¡Tengo espíritu aventurero y todavía soy joven
para la aventura!
REINA: ¡Agarrá algunas coronas de
diamantes de la abuela Palalatoca por si acaso
no llegamos a vender bien la vejiga
de petróleo! ¡Seamos precavidos!
PRINCESA: ¿Pero entonces somos ricas?
REINA: ¡Vamos a sedo una
vez que vendamos la vejiga en
Buenos Aires! ¡Y con nuestra fortuna
vamos a comprar una
pirámide más grande en un país más rico!
¡Andá a decir
adiós al pueblo de mi parte!
VACA SAGRADA: ¡Y yo les regalo dos
litros de leche!
PRINCESA: ¡Ey, pueblo, les
tengo una buena
noticia! (Sale)
¡Les cambio dos
litros de leche por
un ramo de champiñones alucinógenos para comer
en el camino!
REINA: ¡Adiós, pirámide mía! ¡Cuidame los restos
de mis ancestros, quizás algún día los necesite! ¡Si te abandono es para colmar el vacío de mi estómago, que
no es menor que el vacío en tu interior;
oh, mi pirámide! ¡Que cada uno tenga
su alimento y no
seamos el alimento uno de otro!
¡Adiós!
VACA SAGRADA: ¡La pirámide se iluminó!
JESUITA: ¡Milagro! ¡Recuperé la
vista!
REINA: ¡Yo también!
PRINCESA (entra}:
¡Milagro! ¡Recuperamos la
estima del pueblo! ¡Nos dan un
conejo y una tortuga
verde como regalo de despedida!
REINA: ¡Mucho mejor! ¡Los
vamos a comer en
el viaje!
¡Oh, mi vaca sagrada, qué hermosa es! ¡No la veía desde
hace diez mil lunas! ¡No le guardo rencor! ¡Y usted, Rodrigo, cómo encarna la bondad su rostro! ¡Lo sigo
amando! ¡Y vos, Palalaló, que
no volví a verte desde
tu nacimiento, me gusta tu aspecto y tu maquillaje! ¡Te pareces a mí cuando tenía tu edad!
PRINCESA: ¡Mamá, yo siempre te
quise!
VACA SAGRADA: ¡Tuvimos algunas
pequeñas diferencias, pero siempre la consideré mi reina, Reina mía!
JESUITA: ¡Y usted sigue siendo la reina de mi corazón!
RATA: ¿Y yo?
REINA: ¿Usted, rata?
¿No estaba muerta?
VACA SAGRADA: ¿Ella?
PRINCESA: Es el fantasma de su
fantasma.
JESUITA: ¡Su carne se volvió incomible! ¡Abandonémosla aquí!
PRINCESA: ¡Sólo le queda mendigar las sobras del pueblo!
JESUITA: ¡Y no merece más que eso! ¡Vayámonos de inmediato!
Caminaremos noche y día, nos protegeremos del sol en pozos
que cavaremos en la arena. ¡La fe nos sostendrá!
REINA: ¡Subamos el cadáver de Garay
a la vaca para comerlo
en el camino! A Buenos Aires.
PRINCESA: ¡A Buenos Aires!
RATA: ¡Palalaló, te amo! ¿Me
vas a abandonar solo, aquí?
PRINCESA: Sí. Sigo a los míos.
La
PRINCESA sale. Entra el TURISTA.
JESUITA: ¡A Buenos Aires!
REINA: ¡Estamos listos, en camino!
La
REINA, la VACA SAGRADA y el JESUITA
salen con el cadáver del AGUATERO.
TURISTA: Extraño lugar.
RATA: ¿Qué dice? ¡Estoy
un poco sordo!
TURISTA: ¿Usted es el guía?
RATA: ¡Dos piastras la foto!
TURISTA: ¿Quién vivía en esta pirámide?
RATA: ¡Muertos! ¡Son dos
piastras!
TURISTA: ¿Usted los conoció personalmente?
RATA: ¡No! ¡Pero es como si! ¡Si quiere visitar
las momias, le voy a pedir dos piastras más!
TURISTA: ¡No me gusta
este lugar! ¡Tome las dos
piastras, señor! ¡Gracias! (Sale.)
RATA: A los turistas no
les gusta nada esta
pirámide por la humedad que se desprende de los muros siempre
chorreantes. Su última reina, la reina
diosa inca Tac Toe,
se enterró en el desierto en
compañía de su hija Palalaló y sus íntimos, buscando vender una vejiga de
oro negro que en
esta época se llamaba ollio reggio, pero, atormentados por la sed, con
la vaca ya sin
leche, bebieron de su negra
vejiga y murieron envenenados
bajo el sol ardiente en
medio del desierto. Otra leyenda dice
que se comieron entre ellos. ¿Pero en qué orden? No lo sabemos. Fue
la última reina
inca, la última princesa inca, y el último
misionero jesuita. Fue
también la última vaca sagrada y el
último conquistador, Don Garay, muerto antes de su partida. Sólo sus
sombras rondan a veces por esta
pirámide. Pero no son más que sombras. Fui bibliotecario antes de convertirme
en guardián de museo, y es de mi
educación de donde proviene mi sensibilidad especial que me ayuda a
soportar mi desasosiego frente a la
monotonía de mi existencia. Entre dos
visitas turísticas alrededor de la pirámide, imagino la vida de quienes la habitaron en otros tiempos. Me siento así dueño de un
pasado que, de otro modo, no me diría
gran cosa. Pero es hora de cerrar. Me voy a acostar.
FIN.