GEoRGE
NEVEUX
EL
CANARIO
PERSONAJES
EL
SEÑOR LA SEÑORA
Calle,
dos ventanas en la planta baja. En la de la izquierda, un señor toca
la flauta.
Si
en lugar de corazón
Un
tren latiese en mi pecho
A
ciento veinte por hora
Corriera
mi tren en celo
Y
en una estación perdida
Ay,
amor, por encontrarte,
A
veces se detendría.
Ay,
amor, amor que corres
Sin
amante y sin marido
Con
dos maletas por alas
Y
por rienda un pañuelito
Un
pañuelo que aletea
En
el anden olvidado
Ay,
amor que corre y vuela
Ay,
amor desmemoriado
Aparece
una dama joven, que atraviesa la escena. Lleva dos pequeñas maletas
en la mano
SEÑORA:
¡taxi, taxi! Voy a perder mi tren. Es el tercer día que pierdo el
tren.
SEÑOR:
Y es el tercer día que repito la misma canción, al verla pasar
SEÑORA:
¡taxi, taxi!
SEÑOR:
Tres días seguidos que la oigo gritar: ¡taxi, taxi! a pesar de que
nunca pasa un taxi por esta calle.
SEÑORA:
¡taxi, taxi! Solo tengo once minutos.
SEÑOR:
ayer, por lo menos, tenia quince, ¡ y aun así perdió el tren!
SEÑORA:
le prohíbo que me dirija la palabra. Hace tres días que usted me
sigue por todas partes. Ya estoy harta.
SEÑOR:
¿yo? ¿yo la sigo? ¡señora, jamas salgo de mi casa!
SEÑORA.
Es eso, precisamente, lo que le reprocho. Saberse seguida por un
hombre visible y corpóreo, no es nada del otro mundo. Es como si se
hubiera comprado un eco y lo sacásemos a pasear, atado con un lazo.
Eso es todo. Pero un hombre que todo el día nos sigue,
únicamente con el pensamiento, eso, ¡ eso es lo insoportable!
Sabemos que no marcha detrás de nosotros y, sin embargo,
volvemos la cabeza. Dan ganas de rascarse la espalda. ¡estoy harta!
¡taxi!
SEÑOR:
ya no le quedan sino nueve minutos
SEÑORA:
¡nueve minutos! ¡son mucho nueve minutos! Usted no se imagina el
numero de cosas que se pueden hacer en nueve minutos. En nueve
minutos acepté casarme con un hombre que apenas conocía. Y nueve
minutos antes de la ceremonia, decidí no casarme.
SEÑOR:
y hoy, nueve minutos antes de tomar el tren vuelve a perderlo.
SEÑORA:
¡taxi! Tiene usted razón, es la fatalidad.
SEÑOR:
y entonces, ¿Qué va a hacer?
SEÑORA:
volveré mañana. no por usted. Por el tren. Y no haré sino pasar.
No me de las gracias. (se va)
SEÑOR:
¡señora!
SEÑORA:
(deteniéndose) señor.
SEÑOR:
¿Por qué quiere partir?
SEÑORA:
No soy yo la que quiere. A mi me gustaría deshacer mis maletas y no
correr de un cuarto de hotel a la estación, de la estación a un
cuarto de hotel. Todo eso me produce un cansancio horrible.
SEÑOR:
¿quizá le gustaría mas tener una plancha eléctrica?
SEÑORA:
¿una plancha eléctrica?
SEÑOR:
Cuando se tiene una plancha eléctrica, se compra una mesa. Cuando se
tiene una mesa, hace falta una silla. Ya penas se tiene una silla,
hace falta un departamento con puertas que se abren y cierran. Y un
marido para cerrar y abrir todas las puertas.
SEÑORA:
¿de veras?
SEÑOR:
es indispensable. Usted encontrar todo eso en “las nuevas
galerías”, primera calle a la izquierda.
SEÑORA:
(soñando) si, quizá tiene usted razon. Despues de todo, poseer una
plancha debe ser hermoso.
SEÑOR:
entonces, ¿por qué parte usted?
SEÑORA:
no me atrevo a decírselo.
SEÑOR:
puede hacerme confidencias, puesto que no me conoce. Hablar a un
desconocido, es como hablarse a si mismo. ¡cuénteme!
SEÑORA:
soy muy desdichada.
SEÑOR:
¿ama a alguien?
SEÑORA:
pero que eso
SEÑOR:
¿alguien la ama, a pesar suyo?
SEÑORA:
ah, señor, es peor que eso. Hay gentes que no tienen memoria. Hay
gentes que no tienen proyectos. Yo, no tengo corazón. Y no es una
manera figurada de hablar. Exactamente es eso lo que me pasa. Un
médico me auscultó, luego un segundo, después un tercero, todos
con estetoscopios, periscopios, estetosfonos y teléfonos: ¡y no
tengo corazón! Tengo otra cosa.
SEÑOR:
¿otra cosa en lugar de corazón?
SEÑORA:
un canario.
SEÑOR:
¡un canario! Y yo que tengo horror a los pájaros enjaulados. Cada
vez que veo uno, abro su jaula y el pájaro echa a volar. El impulso
es mas fuerte que yo.
SEÑORA:
¡señor, haga usted que mi canario se escape! Le juro que la vida de
una mujer se vuelve imposible, apenas tiene un canario en lugar de
corazón.
SEÑOR:
es evidente.
SEÑORA:
si tuviese un perro, estaría tranquila. Un perro es fiel, no nos
abandona. Se instala, hecho una pelota, en un cojín y no da guerra.
Cuando hay invitados, se hace el interesante; luego, va a acostarse.
¡Sería maravilloso tener un perro en lugar de corazón! Pero un
canario…
SEÑOR:
le confieso que…
SEÑORA:
(interrumpiendo) ¿sabe usted lo que es un canario?
SEÑOR:
pues es… es un…
SEÑORA:
(interrumpiendo) no, señor, no es solamnete un pajarillo
amarillo que hace cui, cui, cui alzando el pico: es un personaje
extraordinario, que tiene alas y las abre y quiere volar allá,
siempre mas allá.
SEÑOR:
ahora me explico las maletas
SEÑORA:
¡ay, mis maletas!
SEÑOR:
y su nueve minutos.
SEÑORA:
¿mis nueve minutos?
SEÑOR:
si, los nueve minutos que, primero, le bastaron para casarse y,
después, para no casarse. Todo todo queda claro: es el canario.
SEÑORA:
¡ay, el canario!
SEÑOR:
si no tuviese usted el canario, ¿tendría todavía deseos de tomar
un tren?
SEÑORA:
ni tren, ni barco, ni nada.
SEÑOR:
¿compraría la plancha eléctrica?
SEÑORA:
con todas sus puertas y ventanas.
SEÑOR:
¿ y el marido que las abre y las cierra?
SEÑORA:
¿Por qué no?
SEÑOR:
entonces: ¡Los tres estamos salvados!
SEÑORA:
¿Cómo?, ¿cuales tres?
SEÑOR:
usted, yo y el canario. Vamos a liberarnos los unos a los otros. No
sera difícil. Bastará con abrir la jaula. El canario encontrará
aire libre, usted su plancha eléctrica y yo abriré todas la puertas
de la casa. Al fin comprendo porque me sentía atraído por
usted; se trataba una vez mas, de dar libertad a un canario.
SEÑORA:
explíquese, usted.
SEÑOR:
mi vecino de pajarera es médico y ahora precisamente da consulta. Es
una bendición para mi. Y para usted. Señora: el doctor la espera.
SEÑORA:
¿y cómo es ese médico?
SEÑOR:
laureado por la facultad de Tolosa.
SEÑORA:
no es lo que te preguntaba.
SEÑOR:
acaba de escribir una tesis sobre las vitaminas.
SEÑORA:
muy interesante, pero…
SEÑOR:
(recordando con esfuerzo) es un hombre alto… tirando a rubio,
con ojos… azules.
SEÑORA:
los canarios son muy sensibles a los ojos azules. Antaño, los
pájaros de ojos azules. ¡bueno, merecido! Dejo mis maletas frente a
su ventana y toco la puerta del doctor. Vuelvo enseguida.
SEÑOR:
Quisiera pedirle otra cosa…
SEÑORA:
nos veremos mas tarde.
SEÑOR:
quisiera…
SEÑORA:
no me detenga, que siento que mi canario bate las alas.
SEÑOR:
señora…
SEÑORA:
¡no, tengo miedo de echarme a volar! Hasta la vista, señor. (entra
en la casa. El señor mira las maletas y se dirige a ella)
SEÑOR:
(cantando)
Maletas,
maletas
Ya
no mas suspiros
Maletas,
maletas
Por
el tren perdido
Sin
moverse un punto,
Maletas,
maletas
Viajaran
conmigo, soñaran despiertas.
Descansad,
maletas,
Entornad
los párpados
Que
el viaje de amor
es
de ojos cerrados
(se
oye el ruido de un tren. Una de las maletas se echa a bailar
murmurando)
PRIMERA
MALETA: ¡no, no y no!
SEÑOR:
(enojado) ¿qué?
SEGUNDA
MALETA: (moviéndose) ¡no, no , no y no!
SEÑOR:
¿pero, qué? ¿qué pasa?
LAS
DOS MALETAS: (cantando)
el
ruido del tren
que
pasa a lo lejos
nos
ha despertado.
Corazón
viajero
Ni
cantos ni amores
Lo
hace prisionero
SEÑOR:
¡eso no, señoras maletas! No hablen de partir. Bastante trabajo me
ha costado detener a su dueña.
LAS
MALETAS: (cantando)
Andenes,
carreras
Danzas
de vagones
Patios
desolados
Vagas
estaciones
Al
alba entrevistas
Ruido
de furgones
¡rieles
donde cantan
nuestros
corazones!
SEÑOR:
¡un poco mas de seriedad señoras! Comprendo que el ruido del tren
les haga perder la cabeza, pero les ruego que piensen en que no se
trata de una aventura sin importancia. (se pone unos guantes
blancos) tengo la honra de pedirles la mano de su dueña.
LAS
MALETAS: ¡déjenos reflexionar!
SEÑOR:
¿reflexionar? ¿y para qué? En mi casa van a ser felices,
muy felices. Les prometo que en verano dejare la ventana abierta para
que puedan escuchar dos veces al día el paso del tren.
LAS
MALETAS: ¿lo jura usted?
SEÑOR:
lo juro.
LAS
MALETAS: entonces ¡sí!
SEÑOR:
(se quita los guantes) gracias ( el ruido del tren se
hace mas y mas débil)
LAS
MALETAS : (débilmente)
Volvió
a suceder
El
tren ya se fue
Se
pierde en la noche
Su
canto de hierro
Dormiremos
hoy
¡mañana
al anden!
SEÑOR:
muy bien. Duerman. Duerman. Es lo mejor, ¡ dios mio, qué difícil
es conquistar a una mujer dueña de tantas maletas! (sale .
toma las maletas. Cuando se dispone a llevarlas a su casa, resuena un
grito tras la ventana del médico. El señor queda inmóvil, con las
maletas en la mano) ¿Qué pasa ahora? (se abre la ventana,
aparece la joven dama)
SEÑORA:
me ha salvado.
SEÑOR:
¿su corazón?
SEÑORA:
aquí está (le presenta una jaula con un canario)
SEÑOR:
(viendo al canario) desde el principio me imagine que usted
tenia un corazón adorable. Además, óigalo. (el canario
canta)
SEÑORA:
(escucha con atención) qué extraño, no lo reconozco.
SEÑOR:
uno jamas conoce su propio corazón.
SEÑORA:
y no comprendo una palabra de lo que dice.
SEÑOR:
en cambio , yo lo entiendo muy bien. (el canario vuelve a
cantar. El señor interrumpe al canario y discute con él) ¿ah sí?
¿en serio? No, no… es imposible… no hay nada que hacer. Me
rehúso. No hablemos mas.
SEÑORA:
¿Qué es lo que dice?
SEÑOR:
Me pide que abra la puerta de su jaula. Pero, por primera vez en mi
vida, me siento con autoridad frente a un pájaro. (al
canario) te quedaras en tu jaula, amigo mio. (a la
señora) usted se queda ¿verdad? Ya esta decidido. Lo
prometió.
SEÑORA:
nunca más partiré.
SEÑOR:
¿se quedara aquí en esta casa?
SEÑORA:
para siempre, el doctor me persuadió. Me quedo con el.
SEÑOR:
¡no fue eso lo convenido! De ninguna manera. Yo me… yo le… (deja
las maletas) yo había pedido su mano .
SEÑORA:
seré su vecina. Eso es ya la mitad del matrimonio.
SEÑOR:
¡ y pensar que ya me disponía a llevar sus maletas a mi casa!
SEÑORA:
tráigalas aquí.
SEÑOR:
¿a casa de mi vecino de pajarera, convertido en mi rival? No me doy
por vencido. Retare a duelo a ese doctor. Señora: siento que tengo
un sable en lugar de corazón.
SEÑORA:
deme mis maletas y yo le daré un recuerdo.
SEÑOR:
¡con que prisa vivimos! Hace once minutos apenas nos conocíamos y
ahora ya estamos en la hora de los recuerdos.
SEÑORA:
entonces, ¿si?
SEÑOR:
aquí están sus maletas, (se las da) y ahora, mi
recuerdo.
SEÑORA:
¿Qué desea? Escoja.
SEÑOR:
yo quisiera… (duda)
SEÑORA:
¡ande, dígalo pronto!
SEÑOR:
el canario.
VOZ
DE HOMBRE : (en el interior). ¡amanda, amanda!
SEÑORA:
adiós, señor.
SEÑOR:
por lo menos, deme su canario, lo he ganado a pulso.
SEÑORA:
¿Qué hará con el?
SEÑOR:
colgaré la jaula en mi ventana. no podré vivir y respirar sin
usted. la escuchare cantar noche y día.
SEÑORA:
aquí está. (le da la jaula y cierra la ventana)
SEÑOR:
(con la jaula en la mano) y ahora que estamos solos, canta, mi
canario. (silencio) ¡anda, canta, canta! Si tienes pico,
es para cantar. ( el canario canta el mismo son pero mas
triste) ¿Qué?... no, de ninguna manera. Es imposible. No insistas.
( el canario insiste) después de todo, tienes razón.
(abre la jaula) ¡ si tienes alas, es para volar! ( el
canario se va) ¡ adiós, canario! (viéndolo desaparecer)
no hay duda: cuando una mujer tiene un canario en lugar de corazón,
lo mejor es dejarlo donde está.