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22/4/20

EL CANARIO. GEoRGE NEVEUX.




GEoRGE NEVEUX 

EL CANARIO 



PERSONAJES 


EL SEÑOR    LA SEÑORA


Calle, dos ventanas en la planta baja. En la de la izquierda, un señor toca la flauta.


Si en lugar de corazón 
Un tren latiese en mi pecho
A ciento veinte por hora 
Corriera mi tren en celo

Y en una estación perdida
Ay, amor, por encontrarte,
A veces se detendría.

Ay, amor, amor que corres 
Sin amante y sin marido
Con dos maletas por alas
Y por rienda un pañuelito

Un pañuelo que aletea
En el anden olvidado
Ay, amor que corre y vuela
Ay, amor desmemoriado

Aparece una dama joven, que atraviesa la escena. Lleva dos pequeñas maletas en la mano

SEÑORA: ¡taxi, taxi! Voy a perder mi tren. Es el tercer día que pierdo el tren.
SEÑOR: Y es el tercer día que repito la misma canción, al verla pasar
SEÑORA: ¡taxi, taxi!
SEÑOR: Tres días seguidos que la oigo gritar: ¡taxi, taxi! a pesar de que nunca pasa un taxi por esta calle.
SEÑORA: ¡taxi, taxi! Solo tengo once minutos.
SEÑOR: ayer, por lo menos, tenia quince, ¡ y aun así perdió el tren!
SEÑORA: le prohíbo que me dirija la palabra. Hace tres días que usted me sigue por todas partes. Ya estoy harta.
SEÑOR: ¿yo? ¿yo la sigo? ¡señora, jamas salgo de mi casa!
SEÑORA. Es eso, precisamente, lo que le reprocho. Saberse seguida por un hombre visible y corpóreo, no es nada del otro mundo. Es como si se hubiera comprado un eco y lo sacásemos a pasear, atado con un lazo. Eso es todo.  Pero un hombre que todo el día nos sigue, únicamente con el pensamiento, eso, ¡ eso es lo insoportable! Sabemos que no marcha detrás  de nosotros y, sin embargo, volvemos la cabeza. Dan ganas de rascarse la espalda. ¡estoy harta! ¡taxi! 
SEÑOR: ya no le quedan sino nueve  minutos
SEÑORA: ¡nueve minutos! ¡son mucho nueve minutos! Usted no se imagina el numero de cosas que se pueden hacer en nueve minutos. En nueve minutos acepté casarme con un hombre que apenas conocía. Y nueve minutos antes de la ceremonia, decidí no casarme.
SEÑOR: y hoy, nueve minutos antes de tomar el tren vuelve a perderlo.
SEÑORA: ¡taxi! Tiene usted razón, es la fatalidad.
SEÑOR:  y entonces, ¿Qué va a hacer? 
SEÑORA: volveré mañana. no por usted. Por el tren. Y no haré sino pasar. No me de las gracias. (se va) 
SEÑOR: ¡señora! 
SEÑORA: (deteniéndose)  señor.
SEÑOR: ¿Por qué quiere partir?
SEÑORA: No soy yo la que quiere. A mi me gustaría deshacer mis maletas y no correr de un cuarto de hotel a la estación, de la estación a un cuarto de hotel. Todo eso me produce un cansancio horrible.
SEÑOR: ¿quizá le gustaría mas tener una plancha eléctrica?
SEÑORA: ¿una plancha eléctrica?
SEÑOR: Cuando se tiene una plancha eléctrica, se compra una mesa. Cuando se tiene una mesa, hace falta una silla. Ya penas se tiene una silla, hace falta un departamento con puertas que se abren y cierran. Y un marido para cerrar y abrir todas las puertas.
SEÑORA: ¿de veras?
SEÑOR: es indispensable. Usted encontrar todo eso en “las nuevas galerías”, primera calle a la izquierda.
SEÑORA: (soñando) si, quizá tiene usted razon. Despues de todo, poseer una plancha debe ser hermoso.
SEÑOR:  entonces, ¿por qué parte usted?
SEÑORA: no me atrevo a decírselo.
SEÑOR: puede hacerme confidencias, puesto que no me conoce. Hablar a un desconocido, es como hablarse a si mismo. ¡cuénteme!
SEÑORA: soy muy desdichada.
SEÑOR: ¿ama a alguien?
SEÑORA: pero que eso
SEÑOR: ¿alguien la ama, a pesar suyo?
SEÑORA: ah, señor, es peor que eso. Hay gentes que no tienen memoria. Hay gentes que no tienen proyectos. Yo, no tengo corazón. Y no es una manera figurada de hablar. Exactamente es eso lo que me pasa. Un médico me auscultó, luego un segundo, después un tercero, todos con estetoscopios, periscopios, estetosfonos y teléfonos: ¡y no tengo corazón! Tengo otra cosa.
SEÑOR: ¿otra cosa en lugar de corazón? 
SEÑORA: un canario.
SEÑOR: ¡un canario! Y yo que tengo horror a los pájaros enjaulados. Cada vez que veo uno, abro su jaula y el pájaro echa a volar. El impulso es mas fuerte que yo. 
SEÑORA: ¡señor, haga usted que mi canario se escape! Le juro que la vida de una mujer se vuelve imposible, apenas tiene un canario en lugar de corazón.
SEÑOR: es evidente.
SEÑORA: si tuviese un perro, estaría tranquila. Un perro es fiel, no nos abandona. Se instala, hecho una pelota, en un cojín y no da guerra. Cuando hay invitados, se hace el interesante; luego, va a acostarse. ¡Sería maravilloso tener un perro en lugar de corazón! Pero un canario…
SEÑOR: le confieso que…
SEÑORA: (interrumpiendo) ¿sabe usted lo que es un canario?
SEÑOR: pues es… es un…
SEÑORA: (interrumpiendo)  no, señor, no es solamnete un pajarillo amarillo que hace cui, cui, cui alzando el pico: es un personaje extraordinario, que tiene alas y las abre y quiere volar allá, siempre mas allá.
SEÑOR: ahora me explico las maletas
SEÑORA: ¡ay, mis maletas!
SEÑOR:  y su nueve minutos. 
SEÑORA: ¿mis nueve minutos?
SEÑOR: si, los nueve minutos que, primero, le bastaron para casarse y, después, para no casarse. Todo todo queda claro: es el canario.
SEÑORA: ¡ay, el canario!
SEÑOR: si no tuviese usted el canario, ¿tendría todavía deseos de tomar un tren?
SEÑORA:  ni tren, ni barco, ni nada. 
SEÑOR: ¿compraría la plancha eléctrica?
SEÑORA: con todas sus puertas y ventanas.
SEÑOR: ¿ y el marido que las abre y las cierra?
SEÑORA: ¿Por qué no?
SEÑOR: entonces: ¡Los tres estamos salvados!
SEÑORA: ¿Cómo?, ¿cuales tres?
SEÑOR: usted, yo y el canario. Vamos a liberarnos los unos a los otros. No sera difícil. Bastará con abrir la jaula. El canario encontrará aire libre, usted su plancha eléctrica y yo abriré todas la puertas de la casa. Al fin comprendo  porque me sentía atraído por usted; se trataba una vez mas, de dar libertad a un canario. 
SEÑORA: explíquese, usted.
SEÑOR: mi vecino de pajarera es médico y ahora precisamente da consulta. Es una bendición para mi. Y para usted. Señora: el doctor la espera.
SEÑORA: ¿y cómo es ese médico?
SEÑOR:  laureado por la facultad de Tolosa.
SEÑORA:  no es lo que te preguntaba.
SEÑOR: acaba de escribir una tesis sobre  las vitaminas. 
SEÑORA: muy interesante, pero…
SEÑOR: (recordando con esfuerzo)  es un hombre alto… tirando a rubio, con ojos… azules.
SEÑORA: los canarios son muy sensibles a los ojos azules. Antaño, los pájaros de ojos azules. ¡bueno, merecido! Dejo mis maletas frente a su ventana y toco la puerta del doctor. Vuelvo enseguida.
SEÑOR: Quisiera pedirle otra cosa…
SEÑORA: nos veremos mas tarde.

SEÑOR: quisiera…
SEÑORA: no me detenga, que siento que mi canario bate las alas.
SEÑOR: señora…
SEÑORA: ¡no, tengo miedo de echarme a volar! Hasta la vista, señor. (entra en la casa. El señor mira las maletas y se dirige a ella) 
SEÑOR:  (cantando)


Maletas, maletas
Ya no mas suspiros
Maletas, maletas 
Por el tren perdido

Sin moverse un punto, 
Maletas, maletas
Viajaran conmigo, soñaran despiertas.

Descansad, maletas, 
Entornad los párpados 
Que el viaje de amor 
es de ojos cerrados

(se oye el ruido de un tren. Una de las maletas se echa a bailar murmurando)
PRIMERA MALETA: ¡no, no y no!
SEÑOR: (enojado)  ¿qué?
SEGUNDA MALETA:  (moviéndose)  ¡no, no , no y no!
SEÑOR: ¿pero, qué? ¿qué pasa?
LAS DOS MALETAS: (cantando)
el ruido del tren
que pasa a lo lejos
nos ha despertado.
Corazón viajero
Ni cantos ni amores
Lo hace prisionero
SEÑOR: ¡eso no, señoras maletas! No hablen de partir. Bastante trabajo me ha costado detener a su dueña.
LAS MALETAS: (cantando)
Andenes, carreras
Danzas de vagones
Patios desolados 
Vagas estaciones 
Al alba entrevistas
Ruido de furgones
¡rieles donde cantan
 nuestros corazones!
SEÑOR: ¡un poco mas de seriedad señoras! Comprendo que el ruido del tren les haga perder la cabeza, pero les ruego que piensen en que no se trata de una aventura sin importancia. (se pone unos guantes blancos)   tengo la honra de pedirles la mano de su dueña.
LAS MALETAS:  ¡déjenos reflexionar! 
SEÑOR: ¿reflexionar? ¿y para qué?  En mi casa van a ser felices,  muy felices. Les prometo que en verano dejare la ventana abierta para que puedan escuchar dos veces al día el paso del tren.
LAS  MALETAS: ¿lo jura usted?
SEÑOR:  lo juro.
LAS MALETAS:  entonces ¡sí!
SEÑOR: (se quita los guantes)  gracias  ( el ruido del tren se hace mas y mas débil) 
LAS MALETAS :  (débilmente)
Volvió a suceder
El tren ya se fue
Se pierde en la noche
Su canto de hierro
Dormiremos hoy 
¡mañana al anden!

SEÑOR: muy bien. Duerman. Duerman. Es lo mejor, ¡ dios mio, qué difícil es conquistar a una mujer dueña de tantas maletas!  (sale . toma las maletas. Cuando se dispone a llevarlas a su casa, resuena un grito tras la ventana del médico. El señor queda inmóvil, con las maletas en la mano) ¿Qué pasa ahora? (se abre  la ventana, aparece la joven dama)
SEÑORA: me ha salvado.
SEÑOR: ¿su corazón?
SEÑORA:  aquí está  (le presenta una jaula con un canario)
SEÑOR: (viendo al canario)  desde el principio me imagine que usted tenia un corazón adorable. Además, óigalo.  (el canario canta)
SEÑORA:  (escucha con atención)   qué extraño, no lo reconozco.
SEÑOR: uno jamas conoce su propio corazón.
SEÑORA:  y no comprendo una palabra de lo que dice.
SEÑOR:  en cambio , yo lo entiendo muy bien.  (el canario vuelve a cantar. El señor interrumpe al canario y discute con él) ¿ah sí? ¿en serio? No, no… es imposible… no hay nada que hacer. Me rehúso. No hablemos mas.
SEÑORA: ¿Qué es lo que dice?
SEÑOR: Me pide que abra la puerta de su jaula. Pero, por primera vez en mi vida, me siento con autoridad frente a un pájaro.   (al canario)  te quedaras en tu jaula, amigo mio.  (a la señora)  usted se queda ¿verdad? Ya esta decidido. Lo prometió.
SEÑORA: nunca más partiré.
SEÑOR: ¿se quedara aquí en esta casa?
SEÑORA:   para siempre, el doctor me persuadió. Me quedo con el. 
SEÑOR: ¡no fue eso lo convenido! De ninguna manera. Yo me… yo le… (deja las maletas)  yo había pedido su mano .
SEÑORA:  seré su vecina. Eso es ya la mitad del matrimonio.
SEÑOR: ¡ y pensar que ya me disponía a llevar sus maletas a mi casa!
SEÑORA: tráigalas aquí.
SEÑOR: ¿a casa de mi vecino de pajarera, convertido en mi rival? No me doy por vencido. Retare a duelo a ese doctor. Señora: siento que tengo un sable en lugar de corazón. 
SEÑORA:  deme mis maletas y yo le daré un recuerdo.
SEÑOR: ¡con que prisa vivimos! Hace once minutos apenas nos conocíamos y ahora ya estamos en la hora de los recuerdos.
SEÑORA: entonces, ¿si?
SEÑOR:  aquí están sus maletas,  (se las da)  y ahora, mi recuerdo.
SEÑORA: ¿Qué desea? Escoja.
SEÑOR: yo quisiera…  (duda)
SEÑORA: ¡ande, dígalo pronto!
SEÑOR: el canario.
VOZ DE HOMBRE :  (en el interior).  ¡amanda, amanda!
SEÑORA: adiós, señor.
SEÑOR: por lo menos, deme su canario, lo he ganado a pulso.
SEÑORA: ¿Qué hará con el?
SEÑOR: colgaré la jaula en mi ventana. no podré vivir y respirar sin usted. la escuchare cantar noche y día.
SEÑORA: aquí está.  (le da la jaula y cierra la ventana)
SEÑOR:  (con la jaula en la mano) y ahora que estamos solos, canta, mi canario.  (silencio)  ¡anda, canta, canta! Si tienes pico, es para cantar.  ( el canario canta el mismo son pero mas triste) ¿Qué?... no, de ninguna manera. Es imposible. No insistas.  ( el canario insiste)  después de todo, tienes razón.  (abre la jaula)  ¡ si tienes alas, es para volar!  ( el canario se va)  ¡ adiós, canario! (viéndolo desaparecer)  no hay duda: cuando una mujer tiene un canario en lugar de corazón, lo mejor es dejarlo donde está.