LA MADONNITA
Mauricio Kartun
I
COMUNIÓN
Estudio fotográfico de principios de siglo XX. Un
universo de fondos decorados: balaustradas y troncos de cartapesta,
pérgolas, teloncitos con paisajes bucólicos. Profusión de juguetes
y elementos para complementar las tomas. Un reclinatorio de estilo
relamido. Un largo lateral vidriado, con sus pesadas cortinas
corridas. Hertz, el fotógrafo, pequeño, cincuentón, de largo
delantal gris, termina de recoger el toldo que descubre un techo
también de vidrio por el que entra un luminoso sol de diciembre. A
su lado Basilio, algo más joven y fornido observa la maniobra.
HERTZ: Luz embalsamada
señor Basilio... Ahí tiene lo que es una foto. En vez de formol
sales de plata, y papel al bromuro en cambio de estopa, pero al fin y
al cabo una taxidermia ordinaria. Embalsamar instantes, digamos.
BASILIO: (Recorriendo
con la mirada muebles y utensilios) Me mandó a buscar…
HERTZ: (Un silencio
esquivo) ¿Qué le parece...? Después de tanto tiempo de
atenderlo allá abajo al mostrador subió al final a los secretos del
atelier... (Por el reclinatorio al que Basilio observa con
curiosidad) 8 de diciembre, Inmaculada Concepción... en un rato
más hay aquí un desfile de infantes de blanco. Y disculpe el olor a
estofado: cocinamos en la trastienda. (Basilio observa interesado
una cama de rotunda decoración disimulada tras unas cortinas) ¿Me
reconoce el mueble?
BASILIO: ¿Ella... se
cambia acá...?
HERTZ: Atrás del
biombo. En esas perchas está su guardarropas. Ya sabe, en un
estudio, vestuario… Carteras para una matrona que no tiene ni un
pañuelo para guardar. Corbatas para un cretino que lo más elegante
que ha tenido al cuello es su número de presidiario... La utilería
de un petit coliseo.
BASILIO: ¿Anduvo por
aquí...? Estas noches, digo, bah.
HERTZ: ¿...?
BASILIO: La Madonnita.
HERTZ: Menos averigua
Dios y perdona...
BASILIO: Decía...
HERTZ: Le interesa el
objeto.
BASILIO: ¿Me terminó
al final el coloreado?. La foto de ella.
HERTZ: Iluminado. Lo
llamamos así en el gremio. Iluminado. Siguen sin entrar las
tinturas. Todo de la vieja Europa. La guerra está haciendo estragos
en las paletas. Imagínese: azul de Prusia, tierra de Siena, rojo de
Venecia...
BASILIO: No parecía
para nada pelirroja. La Madonnita.
HERTZ: Colorada. Y
bien subida, ya le dije. Sangre de toro. Cuando me entre el carmín
adecuado se la ilumino.
BASILIO: Ni una peca
se le ve en las poses.
HERTZ: Misterios de la
anatomía. Ayúdeme con el cortinado... (Corren entre ambos la
larga cortina lateral) Doble brocato y lona en el medio. Por eso
lo pesado. Lo mismo con el toldo del techo. Negro. Azabache. No deja
pasar un rayo. Capaz de comerse un sol entero un mediodía de verano.
Fundamental durante el día para hacer buenas tomas con alumbrado.
Nada peor que mezclar el sol con el magnesio. Como el brandy y el
vino, ¿ha visto?. Los dos se hacen de uva, los dos son alcohol, pero
usted los mezcla y repugnan,
BASILIO: Yo hoy estoy
sobrio.
HERTZ: Pero claro
hombre, claro, quien habla de eso.
BASILIO: Un clarete
con agua carbonatada. Hoy asa el calor.
HERTZ: Y aquí
adentro... El techo negro, los vidrios... Un invernadero. Va a saber
disculpar la hora de la cita. En un rato habrá cola ahí afuera.
Este oficio: tromba cuatro días al año y todo el resto calma
chicha. Pero quítese el saco mi amigo. Se nos va a derretir.
BASILIO: Costumbre. El
vendedor está en el aspecto. (Pausa) Volvió, al final…
HERTZ: ¿Quién?
BASILIO: El hombre...
El modelo de ella.
HERTZ: No. Ya le dije:
un viaje. Difícil que vuelva.
BASILIO: ¿Y
entonces…?
HERTZ: (Se encoje
de hombros) Complicaciones. (Evasivo). Pero qué casimir
señor... ¿se salió del escaparate de un sastre?
BASILIO: Me lo tenía
mi mujer en cautela. Por si no devolvía a la nena en las salidas.
HERTZ: Un Montepío la
mujer suya...
BASILIO: Bajo la cama,
en una maletita de cartón piedra. Huele a pis de gato todavía.
HERTZ: Pero la
recuperó. ¿Cómo hizo?
BASILIO: (Esquivo)
Sí.
HERTZ: Ahora le fía...
A su hijita digo...
BASILIO: No.
HERTZ: Pero cuente...
Hombre, le abro mi casa... (Silencio) Pero que parco es usted
señor Basilio. Quien diría es tan buen vendedor.
BASILIO: Las fotos se
venden solas. Me conocen. Entro a los dancing, a las fondas. En los
retretes. Ni elegir necesitan: por la cara ya se lo que busca cada
uno. (Una verdad como un templo:) El hombre se parece a lo que
lo pierde. Por la cara... si busca boca, si busca argolla, o si busca
marrón.
HERTZ: Un curioso
atributo lombrosiano...
BASILIO: (Insiste)
¿Entonces fotos nuevas esta semana tampoco…?
HERTZ: Ya le dije. Copias del stock
que saque en estos meses nomás…
BASILIO: ¿Otra vez
lo mismo…? Entonces para que…
HERTZ: Lo lamento
igual que usted, pero salvo que le encontremos la vuelta, otra cosa…
BASILIO: Mercadería
trillada..
HERTZ: Por ahí
buscando nueva clientela...
BASILIO: No trabajo
afuera de la veintiséis. Y a los habitué los tengo a todos. Piden
poses nuevas.
HERTZ: A la esposa
seguro no le piden variedad...
BASILIO: Los que
compran mis fotos no tienen esposa.
HERTZ: ¿Sus
fotos?
BASILIO: ¿Qué, no
las pago yo?
HERTZ: Bueno sería.
Pero usted sabe, Basilio: si se venden así no es porque sean sus
fotos. Es porque son las mías.
BASILIO: Fírmelas...
HERTZ: Ni falta que
hace. ¿Conoce a alguien que pueda hacerlas igual?
BASILIO: Hay otros.
HERTZ: Intento ser
cordial con usted pero veo que no se puede. Si hay otros porqué no
va a comprarle a ellos.
BASILIO: De París las
traen...
HERTZ: Sí, claro…
Tendrán una nitidez como las mías seguramente. Estos claroscuros.
¿Se apreciará en esas que usted dice el calado del macramé del
antifaz?, ¿los poros sudados?, ¿las pecas del pezón? Chasiretes de
plaza, por favor... Soy un retratista Rembrand, señor.
BASILIO: Las compran
por ella. Por esa mujer.
HERTZ: Por esa mujer,
por la luz, por el instante... El retrato es una unidad que…
BASILIO: Al macho ni
lo miran. A ella la ven y se van en seco. La divinura de ella.
HERTZ: Fijada en un
gesto irrepetible. Compran el instante, señor. ¿Y quien ha cazado
aquí ese instante...? (Extiende la mano hacia el ventanal)
Mire esta luz. Espesa. Se palpa. Deliciosa. Mírela jugar con el
polvo que flota en el aire. Deliciosa. Cualquiera diría que no habrá
en la vida de Dios una más encendida. Pero, ¿quiere saber?: le
falta más de media hora todavía para madurar. Conozco la luz que
entra por esos vidrios como un repostero conoce a su crema. A ésta
hace una semana que la espero. Una semana. Cuando esté a punto voy a
ponerle debajo un cuerpo a bañar. Y recién ahí retrataré el
milagro. Un catador de luz este servidor, créame... La perfección,
señor Basilio, es una luz de mediatarde de diciembre entrando a la
galería el norte. Es eso lo que compran sus clientes.
BASILIO: Compran la
carita de ella cuando come carne por atrás.
HERTZ: Lo tenía en
más. Es un ordinario cualunque. Al fin y al cabo lo que sobran son
marchantes.
BASILIO: ¿Para qué
me hizo venir?
HERTZ: No para que me humille
BASILIO: Me hizo
ilusionar de gusto. Sabe que necesito más fotos. Se lo dije. Se lo
pedí bien.
HERTZ: Busque las
parisienes…
BASILIO: De las
nuestras... (Corrige) las suyas...
HERTZ: Ahh... (Se
aleja sin responder)
BASILIO: A mi me va a
cumplir los pedidos.
HERTZ: Obediencia,
solo a Dios...
BASILIO: Búsquese
otro modelo. No sé, yo las necesito...
HERTZ: Cómprese una
cámara de mano y consígase una conchuda. Estamos en el Paseo de
Julio. Lo que sobran son polacas de la Varsovia. Puestas y
dispuestas.
BASILIO: (Tomándolo
de las solapas) ¡Tirifilo pulastrón a mi me hace más fotos
nuevas o... o...!
HERTZ: ¿Qué...? ¿Me
va a quemar las patillas con el yesquero como a su mujercita?
BASILIO: (Lo suelta
sorprendido) ¿Quién le dijo...?
HERTZ: Gentes. ¿Me va
a romper el labio de arriba como al lituano?
BASILIO: (Confundido)
Yo... No me miraba a los ojos... ¿Habló con ella?
HERTZ: Tercera vez que
le pega.
BASILIO: Por el
lituano es que no me deja ver a la Iris. Se sienta en la cama de la
pensión al lado de ella y le agarra la mano.
HERTZ: La nena le dice
papito.
BASILIO: ¿Quién es
el alcahuete que...?
HERTZ: Averiguaciones.
BASILIO: Me espía...
HERTZ: Busco
antecedentes no más.
BASILIO: ¿Y qué más
le dicen?
HERTZ: Generalidades.
Que frecuenta el culto espiritista, que bebe, y que practica Mauser
los sábados a la mañana en el Tiro Federal.
BASILIO: Yo nunca hice
nada malo...
HERTZ: “Aquí se
aprende a defender a la patria”
BASILIO: Yo...
HERTZ: Quédese
tranquilo. No soy tira. Una oficina de referencias mercantiles.
BASILIO: ¿Usted...?
HERTZ: Les dije que
era para un empleo.
Basilio lo mira confundido
HERTZ: Al fin y al
cabo es mi distribuidor, ¿no?
BASILIO: Ultima vez:
para que me hizo venir.
HERTZ: Ya le dije. El
stock.
BASILIO: El stock ya
me lo había ofrecido. Y para eso no hacía falta hacerme espiar.
HERTZ: Tenía mis
planes. Pero ya veo que usted…
BASILIO: Qué.
HERTZ: Que usted no,
no… (Un tiempo) Necesito un modelo.
BASILIO: Y yo que pito
toco.
HERTZ: (Un tiempo)
Señor Basilio… Usted qué diría si le digo que está aquí.
Basilio mira intrigado
HERTZ: Ella.
BASILIO: Mediodía. Me
dijo que solo venía a la noche.
HERTZ: Excusas. Para
que no me insista. Si entendiera algo de fotografía se habría dado
cuenta de que en la luz de esas placas no hay alumbrado. Una luz tan
natural como la carne que retrata.
BASILIO: No entiendo a
donde...
HERTZ: ¿A usted…
dígame… no le interesaría que charláramos los tres…?. Y quien
le dice se nos arregla el negocio...
BASILIO: (Nervioso,
se encoge de hombros) ¿Ahora, dice…?
HERTZ: ¿Se le
complica el almuerzo…? Podría comer con nosotros.
BASILIO: ¿Pero ella…?
HERTZ: (Asiente)
Nada especial, ¿no? Menú doméstico: ropa vieja: mondongo, papa,
caracú... (Un tiempo. Basilio se sienta lentamente en una silla
en tácita aceptación. Hertz aliviado se acerca a la cortina que da
a la trastienda) Filomena… Querida... El señor Basilio se
queda a comer con nosotros. (A Basilio que lo mira sorprendido)
La patrona tiene una mano especial para el potaje. Ya va a ver: no me
le pida frito ni rotizado, pero comida de olla...
BASILIO: ¿Su...
señora estará… también...? Acá con La Madonnita, digo...
HERTZ:
(Dificultosamente) Amigo Basilio: La Madonnita es
propiamente mi mujer.
Se abre la cortina que da a la trastienda y
entra cargando una sopera humeante una mujer algo renga, pequeña y
de aspecto desangelado. Un rostro, sin embargo, bello y triste. Un
pañuelo de cocinera en la cabeza, y un delantal muy usado. No saca
la vista de la fuente. Basilio acusa la sorpresa.
HERTZ: Señor
Basilio... mi Filomena. Filomena... el señor Basilio.
Ella deja la fuente
sobre la mesa de trabajo y secándose una mano en el delantal
estrecha fugazmente la del otro.
BASILIO: Placer...
Ella asiente con un gesto mínimo y regresa a la cocina
HERTZ:
No se incomode. No habla. Ha quedado cariacontecido señor... Le
parece raro, claro.
BASILIO: Cada cual de
su culo un violín corneta. Me la imaginaba distinta no más. Es
una... (Duda)
HERTZ: ...Doña.
Dígalo. Una patrona. Ocupación sus quehaceres. Nuestro secreto, ya
sabe…
BASILIO: ¿Qué sea…?
HERTZ: Pensé que para
usted sería obvio. ¿Cual pensaba que es la llave que ha abierto
esta humilde prosperidad?. Las bellezas de rouge y colorete, las
rubias a la manzanilla, son demasiado ajenas, señor... ¿Quiénes
son los clientes suyos?: gringos, esclavos del trabajo, inmigrantes.
Una ciudad de hombres solos. Sin otra meta en su esfuerzo que la de
echar raíces. Sin tiempo para nada pero nada más. Ni el amor... Ni
la carne... Apenas de vez en cuando para la nostalgia. Ahí debajo de
sus velitas de parafina, en sus camas de un peso la noche, las fotos
de mi Filomena son su módica panacea: su desnudez les anima la cama
desierta, su cara de dolor les calienta el morbo. Y su indiferencia
le da un inconfundible aire a esposa que los hace sentir como en su
casa. En el fondo, ya se sabe Basilio, y perdone la crudeza: el
hombre se aburre, se queja, pero los mejores polvos al fin y al cabo
son siempre con la mujer de uno. ¿Sabe lo que es eso que llaman
“cama caliente”?: las pensiones más miserables las alquilan en
turnos de cuatro horas.: treinta centavos. Sale un ganapán y ya hay
otro esperando en el pasillo. A esos hombres, molidos, a gatas si les
alcanza para soñar en ellas un rato con que harán finalmente la
América. Y con veinte centavos más de fotos, con mi mujercita
Filomena al lado. Una multitud de lomos agobiados adorando entre las
hojas de sus pasaportes la foto doblada de mi Filomena para prenderle
su velita cada noche: la estampita de la patrona... Nuestra Señora
de los Gringos Solos... Su felicidad es un relámpago magnésico. En
este viaje frenopático que han hecho desde Europa, todo termina dado
vuelta: La Madonnita resulta al fin su quimera utopista... Y la
Argentina apenas una polución nocturna.
Filomena regresa cargada de platos, cubiertos,
vasos, un mantel. Comienza a poner la mesa.
HERTZ: Perdone el
sitio, señor Basilio, adentro apenas si hay un fogón y el cuartito
nuestro. (Saca de un estante una palangana y vuelca agua en ella)
Enjuáguese en la jofaina: con el calor las manos se ponen pringosas.
(Se moja la cara, el pelo) Aflójese el cuello, hombre, y
refrésquese el cogote también...
BASILIO: (Se moja
las manos) No gracias...
HERTZ: (Con un
gesto lo invita a la mesa mientras ella comienza a servir. A Filomena
¿Ayudo...? (Ella no contesta) Convengamos en que no es un
día para guisotes, pero abriendo las vitreas, y con un tinto
fresquito... (Sirve los vasos) Señor Basilio: sin vergüencita
(Se lanza al plato) Bueno… De lo que hay no falta nada...
Filomena se saca el delantal y lo cuelga a un lado. Se quita el pañuelo. Se sienta. Comen.
HERTZ: Bueno, bueno...
(A ella) ¿Has visto qué serio el amigo? ¿Te lo dije o no?
Sin dejar de comer ella asiente sin énfasis.
HERTZ: Quién nos
dice, Negrita, el señor Basilio nos ayuda a retomar la actividad...
(A Basilio) ¿Le gusta el plato?
BASILIO:
(Inocultablemente perturbado por la presencia de ella) Mucho
condimento. Apetitoso.
HERTZ: (A ella)
¿El pimiento de la mala palabra? (Ella asiente) Mano santa…
(Vuelve a servir los vasos) Dele a esto que ayuda a bajar...
(Beben) Así son las cosas señor... El lenguaraz oriental que
posaba para nosotros se ha vuelto a su Carmelo y nos ha plantado…
en el altar como quien dice. (Filomena acusa la frase. Su vaso cae
sobre el mantel) Alegría alegría... (Mojando el dedo en vino
les toca la frente) Se creía indispensable el muy charlatán. El
bonito se nos ha hecho. Como si atrás del antifaz se apreciara
algo... No quiso entender que de partiquino aquí se trataba, y ha
querido irla de capocómico del miembro, con perdón de la señora.
Así que vía. Desagradecido. Y así se encuentra ahora esta
compañía, mi amigo, con tournee vendida y sin partenaire. Y según
me dice: si nosotros no montamos usted no abre la taquilla, ¿no?
Basilio bebe largo en silencio. No contesta.
BASILIO:
(Dificultosamente) No es colorada.
HERTZ: (Sorprendido)
¿Qué…?
BASILIO:
Pelirroja. Eso también me mintió.
HERTZ: Bueno… Para
ver de abatatarlo. Ya se sabe: las pelirrojas en la cama... (Hace
los cuernos) Pero se ve que usted miedo a la yetatura...
BASILIO: (Descubierto)
Ya le dije que la foto era para un cliente que me encargó.
HERTZ: Claro hombre,
claro, si yo no dije otra cosa. (Revuelve la guisera) Epa,
epa... Los caracuses... Pongan plato, pongan plato... (Les sirve)
Con los dedos, eh... A la criolla que estamos entre amigos.
Chupan caracú. Las manos y las bocas
engrasadas.
HERTZ:
Bueno amigo, lo cierto
es que nos hemos quedado sin un segundo que le de los pies a mi
Filomena. Usted lo ha dicho hace un rato: una figura a la que nadie
mira: un accesorio, un utensilio como esos fondos con los que la
gente se fotografía en el Parque Japonés. Un aeroplano de cartón
piedra: pero, aunque humilde, necesario. Usted lo expresó con
claridad: si las fotos viejas no se venden hará falta otro modelo
nomás. Es así que pensando… se me ha ocurrido, bueno… A rey
muerto rey puesto, y ...
Filomena se pone de pie bruscamente y sale hacia la trastienda
HERTZ: Mi amor, no...
Filita no te...
Va hasta ella y la alcanza. Conversan en voz baja.
Ella vuelve. Se sienta y se abanica.
HERTZ: Sabrá
disculparla. No es por usted. Una situación que quizá le comente a
su tiempo... Si usted aceptara, claro.
BASILIO: ¿Qué?
HERTZ: ¿Tiene que
hacérmelo tan difícil? Creí que la situación era elocuente.
BASILIO: ¿...?
HERTZ: Como hacían
los viejos retratistas para inmovilizar al modelo durante la toma:
necesito un arnés, una prótesis para fijar a mi Filomena en toda su
belleza durante esas placas. Un apoyo, señor. Como el que nos
proporcionaba el uruguayo de mierda ¿entiende?. Una baranda. Que
como cualquier pasamanos: debe ser sólido, sencillo, y de tamaño
adecuado. (Basilio empieza a entender. Hertz toma la decisión)
Usted reúne las tres condiciones.
BASILIO: (Entre
pasmado y ofendido) ¿Usted… se piensa que yo… que yo…?
HERTZ: Un hombre
sano... Admirador de su belleza. Con un aparato discreto, si se
disculpa la infidencia...
BASILIO: Mi mujer otra
vez, ya veo... Su agencia de informes mercantiles.
HERTZ: No. Esta vez el
señor Mora: el violinista del Petit Trianón (Basilio se
inquieta) Se la chupaba a usted en un palco bajo por una leche
malteada y tres tortas negras. Si además se lo culeaba, quince
fichas para el dancing. No se inquiete: un barrio de canallas. Acá
se sabe todo. No se niegue se lo ruego. El negocio sería para la
sociedad, atrás del antifaz nadie podría conocerlo, como siempre el
único rostro descubierto sería el de ella. Por lo demás: todo lo
que se venda dividido tres, y yo pongo la materia prima.
BASILIO: Yo nunca...
HERTZ: Aprendería.
BASILIO: No sé si...
HERTZ: Cuestión de
probar. No me es fácil decírselo, comprenderá, pero los dos
sabemos que al menos en foto la dama no le es indiferente.
BASILIO: ¿Y ella?
HERTZ: Está de
acuerdo. Lo acabamos de hablar.
BASILIO: Me dijo que
era muda.
HERTZ: Le dije que no
hablaba. No es lo mismo. Con gente desconocida. Otra de las virtudes
que valoro de usted es su laconismo. No se propasará como el otro
dándole cháchara. Soy su esposo. Frente a la ley y frente a Dios.
BASILIO: No sé… Yo
tendría que...
HERTZ: (Interrumpe)
La luz... Está llegando la luz... Véala como se inflama... Véala
que corrediza se ha puesto...
Corre el toldo que baña de luz el ámbito.
Descubre la cama y acomoda algunas pantallas reflectoras que la
iluminan puntualmente.
HERTZ: Señor Basilio,
me temo que no puedo darle mucho tiempo… (A Filomena) Mi
reina... Se pasa...
La mujer se pone de pie con gesto desganado. En un
par de movimientos se deshace del batón que queda arrugado en el
suelo. Se descalza. Camina en enagua hacia la cama. Su renguera es
ahora más marcada.
HERTZ: Sin la
ortopedia le es más difícil.
BASILIO: Es renga...
HERTZ:
Y usted tiene olor a vino. Ninguna de las dos cosas salen en la foto.
Filomena se acuesta sin apuro y se abanica con su
pantalla de cartón.
HERTZ: Viene...
Viene... (Lo inquiere) Señor Basilio...
BASILIO: Y qué
tendría que...
HERTZ: A la negligé...
ser usted mismo... Yo me encargaría del resto.
Basilio no se mueve.
HERTZ: Comprenderá
que la luz no espera... Si no lo va a hacer, le ruego... Voy a
aprovecharla para algunos estudios con mi modelo. Si alguna vez
vuelvo a tener fotos, si aun no he conseguido distribuidor...
Un tiempo.
BASILIO: ¿Y tiene que
ser hoy…? (Hertz lo mira con gesto hastiado. Basilio mira hacia
la cama. Un tiempo.) ¿Dónde... me cambio?
HERTZ: Allí tras el
biombo tiene perchas para la ropa.
Basilio se cambia tras el biombo.
HERTZ: Señor
Basilio...
BASILIO: Sí...
HERTZ: Si el calzón
le ha marcado la cintura con el elástico allí tiene alcohol y
algodón: frótese apenas que va a ir desapareciendo... (Pausa)
Señor Basilio...
BASILIO: Sí...
HERTZ: ¿Está bañado
del día?
BASILIO: De anoche...
HERTZ: Señor
Basilio...
BASILIO: Sí.
HERTZ: El uruguayo…
no se volvió a Carmelo. Apareció flotando en el Río Luján con un
escopetazo en la boca. Cartucho dieciséis. Perdigón patero. Se
escapaba ese día con mi Filomena a Montevideo. La tenía engatusada
con la labia. Un barrio bravo éste, que le voy a contar a usted. Por
unos pesos hay gente acá que hace cualquier cosa. Por eso es que
ella anda así: lo estimaba al lenguaraz.
Basilio se asoma lentamente.
HERTZ: Espero que
comprenda. Digo... que sepa darle su lugar...
BASILIO: (Pausa)
Se entiende.
Basilio sale tapándose púdicamente. Hertz le
alarga el antifaz. Se lo pone. Pausa.
HERTZ: (De pronto)
La luz... Pero carajo se está empezando a aguar la luz...
Basilio va hacia la cama. Filomena se quita
indolente la combinación.
BASILIO: Con
permiso... Señora.
HERTZ: Cuando le pida
el cuerpo, señor Basilio…
Hertz se mete bajo
la tela negra que oscurece el visor del máquina. Desde allí
mientras hace señas con la mano para que comiencen.
HERTZ: El instante
señor Basilio... El Instante…
Baja la luz
II
CARNE VALE
La galería en penumbras. Lunas de papel, caras de
Momo. Fondos recortados. Glorietas armadas con serpentinas.
Golpes insistentes sobre una cortina metálica
llegan desde el piso de abajo. Hertz despeinado, con aspecto
desarrapado, una camiseta sudada, de espaldas a la pared junto a una
ventana que da a la calle, intenta espiar allá abajo en la vereda el
origen de esos golpes. Resiste angustiado otra andanada hasta que
abre finalmente la ventana y ocultándose habla hacia abajo en tono
que implora silencio.
HERTZ: ¿Puede dejar
de golpear? ¡Son las tres de la tarde... hora de la siesta! ¿Quiere
que se lo lleven por alborotador...? No puedo atenderlo... Estoy
sólo... enfermo... Vuelva otro día...
Intenta retirarse de la ventana pero otra andanada
de golpes lo detiene. Intenta resistir pero el bochinche puede más.
Vuelve a asomarse.
HERTZ: Estoy pasando
por un momento... (Nuevos golpes) ¡Está bien... Esta
bien...! Pero deje de llamar la atención...
HERTZ: ¡Pero qué se
cree usted qué...!
Un puñetazo seco en la cara lo sienta
limpiamente. Hertz se lleva el pañuelo a la nariz que pronto se tiñe
de sangre.
Basilio recorre el
lugar.
HERTZ: Estoy solo.
Recién llego... Ni he abierto siquiera la trastienda.
BASILIO: Me engatusó.
HERTZ: Por favor,
señor Basilio... Si usted supiera mi calvario de estos días...
BASILIO: Se escapó.
Se llevó las fotos. Dos meses.
HERTZ: Créame que lo
hice por... (Basilio va hacia él amenazante) ¡Por favor le
pido, violencia no...! No está en mí...
BASILIO: Me embrolló
HERTZ: Para todo hay
una explicación
BASILIO: Donde la
tiene...
HERTZ: Señor Basilio,
la placa fotográfica es un medio tan inestable...
BASILIO: A La
Madonnita.
HERTZ: Sepa darme mi
lugar, señor... Está hablando de mi señora.
BASILIO: Éramos
socios... Los tres...
HERTZ: Es verdad... En
eso... Descansa unos días en una isla del Tigre. ¿Desconfía?
Averigüe... Arroyo Gallo Fiambre.
BASILIO: No me dijo
que se tomaba vacaciones.
HERTZ: A la fuerza
ahorcan.
BASILIO: A los dos
días de las fotos se fue.
HERTZ: Ni tiempo de
avisar... ¿Cree que lo hice por gusto? Dejé sin entregar todos los
encargues de primera comunión... Una fortunita derrochada ¿no me
cree? Mire en la mesa, ni tiempo de guillotinarlas...
BASILIO: (Revisando)
Donde están las que me tomó...
HERTZ: Las tiré...
Salieron mal...
BASILIO: Me engrupe.
Le dijo a ella que estaban saliendo bien. Negativos dijo.
HERTZ: Treinta años
de oficio, señor... Difícil que una placa se me vele... Pero el
motivo, la toma...
BASILIO: Qué.
HERTZ: Descompuesta.
BASILIO:
Descompuesta...
HERTZ: Fatalmente.
Basilio lo mira desconcertado.
HERTZ: Imposible darle
vida a eso. ¿Qué iba a hacer...?
BASILIO: Dármelas. El
que estoy ahí soy yo.
HERTZ: Señor Basilio:
le traen a un taxidermista un encargue... Un perrito por caso, un
pichicho muerto de viejo, regalón de la familia... pero han esperado
más de lo prudente y ha empezado una descomposición inevitable. ¿Va
a devolvérselo a los dueños? Una bolsa de arpillera, un nudo, y al
basural. Las vistas de ustedes sobre esa cama estaban podridas.
Irremediablemente. Y no era esa luz, carajo con lo que la esperamos,
ni la nitidez créame. Estaban... visibles si eso es lo que quiere
saber. Pero su alma... su espíritu...
BASILIO: Me embrolla
de nuevo.
HERTZ: Pero por favor,
si tuviera dos dedos de sensibilidad ...
Basilio lo levanta de la ropa.
HERTZ: ¡No me pegue
por favor... Trato de explicarle!
BASILIO: Siga.
HERTZ: ¿Qué es un
cuerpo señor...? No es nada... Apenas la luz que se refleja sobre
él. Hay cuerpos que brillan. Todo reflejo. Hay otros opacos: comen
luz como una comadreja muerta de hambre. Y sin luz desaparecen. Todo
el brillo de mi Filomena, todo su fulgor, su resplandor desapareció
en esas fotos. Se opacó. Se oscureció de tal manera que se veía
apenas como un pedazo de materia sin vida. Una comprobación
desesperante señor. Sin ese carajito al lado, sin ese uruguayo
cursiento que me está haciendo la vida imposible, La Madonnita ha
desaparecido y ha quedado en su lugar una señora apagada y renga. Ha
dejado de reflejar y ha quedado solo sombra. Ya se puede imaginar
usted donde ha quedado mi dignidad. Revelé una por una con esmero
especial. Y nada. Un cadáver violado si me permite la expresión.
¿Quiere saber? Hay un solo lugar en esas placas, uno solo donde La
Madonnita brilla con su luz de siempre. Diminuta. Y sola, como si
hubieran recortado la foto alrededor. Un solo lugar señor Basilio,
flotando en el aire como en un retrato viñeta.
BASILIO: Dónde...
HERTZ: En lo profundo
de los ojos suyos. Un reflejo claro como un espejo. Si algo le
faltaba a la dignidad mía...
BASILIO: (Saca el
yesquero) Me toma para el churrete...
HERTZ: ¡Por favor se
lo pido...!
BASILIO: Le achurrasco
la jeta.
HERTZ: ¡Mírelo
usted!
Abre un cajón de la mesa de trabajo y tira sobre
el tablero un puñado de fotos. Basilio queda mirándolas extasiado.
HERTZ: ¿Lo ve en el
reflejo...? Enmarcado por los agujeros del antifaz... Amplié los
ojos suyos hasta que el grano las volvió grotescas... El único
lugar. Y en ningún otro. Por eso las rompí. Conduélase de mi
fracaso por lo menos... Ese hombre me quitó lo que más quería.
BASILIO: Me dijo que
lo había hecho liquidar...
HERTZ: (Sorprendido)
Sí... Bueno...
BASILIO: La vida
imposible.
HERTZ: Qué...
BASILIO: Recién dijo:
“Me está haciendo la vida imposible”
HERTZ: (Nervioso)
Una manera de...
Basilio lo toma del cuello y enciende el yesquero.
HERTZ: ¡Está bien...
Le mentí! Qué quería que hiciese. Me extorsionó. Le di
trescientos pesos, todos mis ahorros, para que se fuera y no
volviera. Cuando los agarré estaban a punto de fugarse a Montevideo.
Pensaban montar el negocio en un local de altos. Cerca del puerto.
Sobre un despacho de carbón y forrajes que les facilitaba un primo.
Morocho amulatado igual que él. Ilusos... Como si el atributo animal
de penetrarse los volviera mágicamente artistas. Lo soborné. Era
débil el muy charrúa. Le dije a ella que lo había hecho matar para
ver de ver de sacárselo de la cabeza. Del oído. Declamación le
hacía. Rimas. Atorrante. Una letra de tango... Cháchara y cháchara.
Agarrada con las palabras la tenía. Hacía de grupí en un remate de
la calle Artes. Un lunar así en un costado de la lengua. ¿Quiere
creer? Una escarapela de elocuencia, se jactaba. Agarró los
trescientos enseguida, pero volvió al poco tiempo pidiendo más. Por
eso cerré y me la llevé afuera. Lejos. Anda rondando. Seguro. Y yo
que le voy a dar si no acierto una.
BASILIO: Y ella...
HERTZ: Ya le dije...
El Tigre... Yo me vine anoche. Una lancha almacén me hizo la
gauchada. Estoy sin recursos señor Basilio... Carnavales: pensé en
hacerme unos pesos retratando mascaritas. Una semana rendidora...
Usted sabe... Pierrot, Gauchitos, Fantasías... Lo que saque será
para darle al morocho. Ni soñar con lo que pide, pero quien le dice
se deja de apretar... Usted podría ayudarme... Un acto de caridad
señor... Usted ha sido marido también... Usted entiende... Piense
en el lituano... Trate de colocarme un paquetito de las fotos
viejas... le copio las mejores... le acomodo el costo...
BASILIO: Qué le pide.
El uruguayo...
HERTZ: Doscientos más.
Un platal.
BASILIO:
(Dificultosamente) Por ahí... Si usted la trae... Probando de
nuevo...
HERTZ: ¿Otro intento
dice usted? Inútil. Ya le dije. El... El... (Pausa) ¿A usted
ni siquiera le importa que los retrate o no, no?
Basilio calla
HERTZ: Dígamelo, no
se preocupe... Hoy por hoy mi única dignidad está en conservarla.
Basilio se encoge de hombros.
HERTZ: La única. Un
artista... Dígamelo. ¿Usted...?
BASILIO: (Evasivo)
Puedo adelantarle a cuenta. Socios, ¿no?
HERTZ: Sin ese demonio
negro en el medio.
BASILIO: Y si sigue
amolando podría contar conmigo... (Saca el llavero y se lo
devuelve)
HERTZ: Le agradezco el
gesto. ¿Y dispone...? De ese recurso, digo...
BASILIO: Efeté..
HERTZ: ¿En el día...?
BASILIO: ¿Dice ahora?
HERTZ: ¿No le
alcanzaría?
BASILIO: En el Tigre
me dijo.
HERTZ: ¿Alcanzaría o
no?
Basilio asiente.
HERTZ: Ahí atrás. En
la pieza. No sé que me daba dejarla allá. Todo me da miedo.
Sospecha... Sabe... Y él ronda, estoy seguro. Habló con los
vecinos.
BASILIO: (Iluminado)
Está ahí...?
HERTZ: Sí. (Un
tiempo. Basilio aguarda una respuesta.) Yo tendría que ir
preparando unas placas… (Comienza con la tarea. Un tiempo. Alza
la vista) Una sola puerta. No puede perderse.
Basilio asiente y va tenso hacia la trastienda.
HERTZ: Señor Basilio…
¿Doscientos, no…?
Basilio lo mira. Asiente. Sale. Hertz trata
inútilmente de recomponerse. Basilio vuelve a entrar de pronto
atropellado y pálido.
BASILIO: La ventana
abierta. Se fue por los techos.
Vuelven a entrar y
salir. A entrar y salir. Son dos autómatas descompuesto.
Hertz queda duro.
HERTZ: Se la llevó,
Basilio...
BASILIO: Se la
llevó...
HERTZ: El canallita...
Sorpresivamente Basilio suelta un llanto
contenido y convulsivo.
Hertz permanece en silencio.
BASILIO: Todo lo que
toco se arruina. Un fracaso andante.
HERTZ: Usted... Usted
tiene que traerla, señor... Usted sabe de... Usted es ducho... Yo
qué sé... Yo qué soy... Un pelele... Alfeñique...
BASILIO: Todo... Nunca
una alegría.
HERTZ: Sabe de
armas... Dispara.
BASILIO: Al blanco.
Deber cívico.
HERTZ: Más para mí.
Un disolvente el oriental. Desertor. Se agujereó el tímpano para no
hacer la conscripción. Una aguja de colchoner.
BASILIO: No se.
Hertz abre un cajón de mesa y saca un pistolón
de caza.
HERTZ: Calibre 16.
BASILIO: Vaya a saber
para donde...
HERTZ: (Seguro)
El vapor de la carrera. Si no es el de la noche, el de mañana
temprano.
BASILIO: ¿Y si no
quiere?
HERTZ: ¿Cuando lo
encara al lituano le pide por favor?
Basilio toma el arma. Duda.
Hertz le alarga un maletín pequeño que toma de
entre la utilería.
HERTZ: Bajo el saco se
le nota. (Por el maletín) De sacamuelas.
Basilio guarda mecánicamente el arma. Hertz
agrega a la maleta un puñado de cartuchos.
HERTZ: En dársena C.
No le costará encontrarlos.
Basilio va a salir.
HERTZ: Señor
Basilio... (Basilio se detiene un momento. Hertz le alarga la
llave) No hace falta que golpee. (Tiempo) Señor
Basilio... Se va a poner a llorar. La conozco. No deje de decirle que
es por amor.
Sale Basilio. Hertz cae desolado sobre una silla.
III
SÁBADO DE CENIZA
Amanece. Hertz duerme la mona sobre la cama
usada en las fotos. Un porrón de ginebra en el suelo.
Ruidos abajo y unos pasos que suben torpemente
la escalera. Hertz se despierta sobresaltado.
Entran Basilio y Filomena caminando con
dificultad. Están ambos , también, totalmente borrachos. Levantadas
sobre las cabezas sendas caretas de cartón. Filomena un
espantasuegras en la boca. Basilio un lanzaperfume de vidrio, y el
maletín que llevó.
Permanecen allí bajo el vano de la puerta como
reponiéndose.
BASILIO: Aquí estoy
porque he venido. Porque he venido aquí estoy. Si no agrada mi
presencia, como he venido me voy.
HERTZ: Mi amor... mi
vida... (Trata de ponerse en pie y trastabilla) Creo que tomé
de más... Ginebra con semillón: la mala mezcla.
BASILIO: Por nosotros
no se cohíba (Hertz lo mira extrañado) Es largo de explicar.
HERTZ: (Va hacia
Filomena) Yo... Yo... Mi cielo... Yo sé que no estamos pasando
un buen momento... Pero ahora que estás de vuelta en el nidito...
Que todo se está arreglando... (Mira hacia Basilio que asiente)
Quiero decirte que... (Filomena lo mira ida, y comienza a soplar
enajenadamente su trompetita que suena como un aullido) No, no,
Filita... no me hagas una cosa así... Hablemos... Sin rencor... Yo
entiendo que un paso en falso lo puede tener... (Ella toca más
fuerte aun para no escucharlo. Hertz queda sin saber qué hacer.
Basilio se sienta en un sillón armado contra un fondo de cortinados
falsos) Yo... te juro que las cosas van a ser distintas... Ese
hombre no te... Ese hombre... (Filomena deja de tocar y larga su
llanto) No llores te lo pido... Que voy a llorar yo... Por piedad
te lo pido... (A Basilio) Eternamente agradecido...
Eternamente agradecido...
BASILIO: Un deber es
un deber.
HERTZ: Eternamente...
BASILIO: Lo que estaba
por hacer se hizo. Ahora que haya cordura... Que el tiempo lime
todo... Señora Filomena... Que no haya rencor. (Filomena se
acerca trastabillando y le da a Basilio un cachetazo feroz) Un
hombre no toca a una mujer ni con el pétalo de una magnolia.
(Filomena vuelve a pegarle. Camina unos pasos y se sienta junto a
la mesa) Yo solo cumplí con mi deber.
HERTZ: Vas a ver que
va a ser distinto... Como al principio... Cuando llegamos de allá.
Mi muchachita... ¿qué nos pasó...?
BASILIO: En todas
partes se cuecen habas.
HERTZ: Le tengo un
aprecio inusual, señor... Inusual. (Tropieza y por no caer se
sienta en una escenografía)
BASILIO: Arriba los
corazones...
HERTZ: No... no
acostumbro a beber...
BASILIO: El calor...
Provoca.
Filomena se pone de pie. Toma algo de la mesa y
sale a los tumbos hacia la trastienda.
HERTZ: Filomena...
BASILIO: Déjela. Una
jornada incordiosa. Lo importante es que ya está en casa.
Quedan mirándose un rato.
HERTZ: Apenas quedé
solo me di cuenta: no puedo vivir sin ella. Sin ella no soy nada. No
soy nada.
BASILIO: Una
mujercita... Una auténtica mujercita...
HERTZ: ¿Y el
rioplatense? (Basilio calla) ¿Puso... resistencia...? (Igual)
¿Estaba allí no más...? ¿Dársena C .
BASILIO: Habían
pasado. Compraron camarote. Se ve el morocho venía dulce. Me dijeron
después. Largo de contar... Me quedé en el muelle. Esperándolos.
Sentadito. Oscureció. Una bruma... Perdido el río ahí. Bicherío.
Los bronquios me tiraban a cerrar. Crucé a comer a un bodegón.
Quemaban palosanto en un brasero: los mosquitos. Habrá sido el
humo... la humedad. Me silbaba el pecho como un morrongo. Con la
adición pedí una chica de anís para despejarme. En el vientito se
escuchaban unos platillos cerca. El corso de Martín García...
Parezco pelotudo pero no soy pelotudo: estos se fueron para ahí
pensé. Que mejor lugar para perderse.
HERTZ: Filoso.
BASILIO: Una cosa
parecer y otra ser. A los grandotes no nos queda remedio: marcados.
O hacemos el bruto o hacemos el panete. Pero una cosa parecer...
Estos se fueron para ahí para perderse en el gentío mientras arrima
el vapor. Crucé el descampado por entre un juncal, mire el barro en
los tamangos, y me acerqué por atrás de una grúa a vichar entre
los fierros. Multitud. Estos me ven: levanto la perdiz. Ningún
pelotudo: un puestito de la parroquia vendía los cotillones, me fui
derechito. Caretas serias no quedaban más, encima yo de geta grande,
menos mal ésta de Holandesa. Gorda rubia, qué me importa si es para
el disimule. Un vaporizador de agua florida y serpentina francesa
tricolor. Me fui metiendo. Desfilaba una comparsa de negros. De
cartapesta los negros: como cien todos con la mascarita igual. Y
entre el gentío no va que: tac tac, tac tac... Le reconozco la
ortopedia, con perdón: mascaritas a mi... Ella de negra bozal y el
de negro Lubolo. Negro sobre negro él...
HERTZ: Una tautología
BASILIO: Por lo
menos... Vaya a saber el físico mío, lo que me faltaba disfraz, o
el maletín que me desentonaba, pero fue verme ellos y empezaron a
firuletear entre el negrerío. De la mano la iba orientando el
oriental, mire como me salió decirlo. Y yo perro mastín, cada vez
más metidos en la multitud. Un segundito de duda que me paré
mirando, el titubeo que me agarró si para el lado del escobero o el
de las negritas cebadoras, y va que siento una mano atrás, vaya a
saber la mascarita de gorda rubia seguro que dio pasto a la
confusión: un falso negro me acarició morboso el ojete. Con
alevosía señor Hertz. Dedo. Me di vuelta y todos iguales: una
pesadilla. Encima el anís y el pecho morrongo. Le tire un manotazo a
uno que me pareció se reía. Vaya a saber si no era la careta. Se me
vino gallito. Se ve entre ellos sí se reconocían bajo el cartón
piedra porque enseguida eran como cinco los que me chumbaban. Como yo
revoleaba al tuntún un esmirriadito se me arrodilló atrás, me
dieron el empellón y me tumbaron al suelo. Hormigas negras, señor
Hertz. Hormigas negras. Todos encima. El escobero me daba con el
mango, míreme la ceja acá... Quise manotear el chumbo, me habían
refalado la maletita... Muerto me dije, Basilio: muerto. Estaba ya a
encomendarme al Señor y partir a la morada, va que un esclavo que
llega se saca la mascarita, y a las muecas los llama no se como a
sosiego a los morenos. Vaya a saber será que le ven las motas que
eran de verdad, aflojaron los puntapiés; o que empezó el tamboril
de nuevo y se vieron obligados al desfile, volvieron a marchar con el
pasito candombe y me dejaron ahí en un empedradito medio patituerto,
de la esquina como quien mira para el río. Ella también se sacó la
caretita Hertz. Eran los dos. Vaya a saber en qué súbito
arrepentimiento los empujó el Señor a salvarme. Me levantaron hasta
la vereda y me apoyaron en el paredón de un teatrucho de marionetas.
El titiritero hacía reclame en la puerta. No sé si el anís o los
golpes: no podía saber en el momento si era de verdad el gringo o
cocoliche del corso. “¡Guarda il burattino! Guarda il
burattino...!” Me pusieron éter de un rociador en el pañuelito de
ella para la hinchazón acá. ¿Monograma FC?
HERTZ: Filomena
Carmen.
BASILIO: Habían
tomado también. Caña de durazno.
HERTZ: Bebida de
negros.
BASILIO: Bebida de
negros. Una garrafa de a litro cada uno portaban. En un rato entre
los tres no quedó ni el perfume. Imagínese yo con el anís de base.
Entonces él empezó a hablar, señor Hertz. A hablar. Bajito. Y
hondo, ya se sabe la voz morocha. Ninguna estridencia. Del amor, de
ella y él, del porvenir. Una caverna que hablaba. Unas palabras:
como si todos los seres humanos habláramos de confección, y él a
medida. Justas... Y todo con un don.... Los morochos vio son más
sonrisa. ¿Será que los dientes se le destacan?. Me di cuenta que me
perdía, señor Hertz. Que me dominaba la labia. Un sermón negro que
daban ganas de cerrar los ojos y dejarse llevar. A medida, ¿le dije
esa sensación?. Y ese gesto al final que me pudo: la maletita. Me
devolvió la maletita con el trabuco. Sentí que si no hacía algo
estaba perdido, señor Hertz. Perdido. Ganado. Ganado por el arte
locuaz. El oscuro hablaba y yo le miraba en la boca el lunar de la
lengua. Entramos al teatrino más por sentar el mareo que por la
función. Los tres. Una unión. Unos títeres de madera grandotes que
los manejaban de la cabeza con un gancho, meta pelear a espada, todo
en idioma, vaya a saber que argumento. Ni una palabra se entendía.
“Sicilia, Sicilia”, por ahí, vaya a saber me pareció. El
uruguayo se descompuso: techo de chapa: un horno. Lo llevé al fondo,
nauseó todo en una pileta de lavar del emparrado: caña de durazno,
un enchastre. Jarabe. Le lavé la boca. En el trajín con este dedo
le rocé el lunar: como una descarga en la mano. Una pila voltaica,
quiere creer. No reaccionaba bien el oscuro, me di cuenta. Cabeceaba
el oscuro. Ahora o nunca, me di cuenta, un pedazo de esa lengua medio
afuera, el pedazo del atributo nada menos. Una escarapela mora el
lunar. Una condecoración. Saqué del chiquilín de los lienzos la
cortaplumas de nácar. Reclame del toscano Avanti. Un despuntador. Le
agarré el atributo con el pañuelito de su señora que me había
quedado en el bolsillo. (Un tiempo. Saca del bolsillo un pañuelo
ensangrentado y lo pone sobre la mesa. Lo despliega. Apenas se
distingue entre la sangre la lengua del uruguayo.) Roncó un poco
y desfalleció del vahído. ¿Monograma FC?
HERTZ: Filomena
Carmen. Por la abuela.
BASILIO: Cuando ella
lo vio entendió enseguida, porque se puso cadavérica de blanca y no
abrió la boca. Para mi que con la perorata le tenía encarnada el
alma el pico de oro porque cuando lo vio sin la sin hueso pasmó. No
reaccionó todavía, para mí. Me siguió hasta aquí como pichicho.
Telépata y médium señor Hertz. Lo magnetiforme. Un embeleso el
atributo ese. Cruzamos el Parque Lezama por arriba. Amanecía. Un vía
crucis la escalada. El mareo, la neurastenia, y el pecho morrongo.
HERTZ: ¿Está hecho,
Basilio?
BASILIO: Está hecho
don Hertz
Suena un tiro estridente en la trastienda.
HERTZ: El arma...
(Descubren la ausencia del maletín) El arma...
Corren hacia allí. Entran a la trastienda y
vuelven a salir como idiotizados, una y otra vez igual que al
descubrir la huida. Salen finalmente y se dejan caer en sendas
escenografías. Dos retratos de la impotencia.
V
PASCUA DE RESURRECCION
En un rincón del estudio elementos de
laboratorio, bandejas, frascos. Bajo la luz roja de la lámpara de
trabajo Hertz trajina entre sus enceres con aspecto desconsolado. Una
banda de luto sobre la manga del guardapolvo gris. A su lado Basilio
sigue con emocionada atención el manipuleo. Dos viudos.
BASILIO: ¿Prende...?
HERTZ: Revela,
Basilio... Le falta un segundo baño.
Basilio escruta en las tinieblas una foto que cuelga, secándose, de un hilo
BASILIO: Esta ya
prendió... La veo... Sí... Sí... La cofia de limpieza... De las
primeras...
HERTZ: De las
primeras...
BASILIO: Divina
estaba...
HERTZ: Divina...
(Ahoga un llanto)
Tiempo
BASILIO: Nunca le
conté lo que fueron aquellos meses... Cuando ustedes en la isla...
HERTZ: Se daña,
Basilio...
BASILIO: Al
contrario... (Por la foto) ¿Ya se puede tocar ya?
HERTZ: Le quedan los
dedos si no seca... Sople con cuidado.
BASILIO: (Acerca
los labios con cuidado y sopla como una caricia. La foto se mece con
el aire de su boca) Un purgatorio esos meses, señor. Una espera
de vaya a saber qué. Una ansiedad. ¿Sabe donde la tenía a La
Madonnita en esos meses señor Hertz?. En la cabeza pensará usted...
No. En la mano. ¿Le duele que le cuente?
HERTZ: Todo duele.
BASILIO: En la mano.
Me despertaba en la mañana con la mano así. Una garra dirá usted.
No, uno de sus pechos Hertz. Me lavaba la cara con una sola mano para
conservarlo en la otra. Iba caminando y sentía en el dedo del medio
el interior mojado de su... Esa pared babosa y redondeada. Esa
bolsita de lupines que pude sentir apenas aquel día mientras usted
nos retrataba. Me corté las uñas para no lastimarla en el sueño,
que idiota dirá usted. (Sopla) Debe ser que en las manos es
el único lugar donde los brutos guardamos las cosas que no están.
Usted la tenía en sus placas, Hertz. El uruguayo la embalsamaba en
las parolas. Yo la conservo todavía acá. (Sopla) Entre los
callos de llevar la maleta de viajante. Está divina acá...
Divina... Divina...
HERTZ: Divina. Un don.
Donosa. Desde pimpollo, mire lo que le digo. Cuando la conocí cebaba
mate en el Safo, un quilombo de Pichincha. En Rosario. Hija de la
portera. Esa madrecita le guardaba el virgo como el último baluarte,
créame. La hermana ya lo había cedido, así que el sueño de altar
quedaba en la cojita. Herminia la hermana. Un año menor. Niña
jamona Herminia, usted sabe, rellenita, vio como es: su cuarto de
hora en la edad púber. La primera del grado en ostentar la teta. Un
batallón de pretendientes. Es sabido el poder del utensilio: la teta
es la kermés del novio. Durante ese año la damita más pretendida.
Cuando las demás la alcanzan de talle, se le descompone la fama
pasajera y pasa a ser de ahí y para siempre “la gorda”. En ese
intríngulis estaba la hermanita cuando llegué a Pichincha. Y
Filomena, en salvaguarda hasta ahí por la piernita, que ya entraba
en la línea de tiro. Yo andaba de foto-ambulante por los pueblos. Un
cajoncito con trípode, un paño negro tendido entre dos palos, le
improvisaba un estudio en cualquier lado. Buscaba casorios en el
diario, finados, y salía a ofrecer retrato. A Filomena me la trajo
la madre al patio del quilombo en traje de comunión. Yo le sacaba a
dos polaquitas que se retrataban juntas. Por ahorrar. Separaditas las
dos para poder cortar la foto al medio, y mandársela a la familia.
Estaba crecida ya para el atuendo, cómo le explico. Hacía años que
había hecho la comunión, pero como en aquel entonces no habían
dado con chasirete, y el vestido estaba doblado impecable,
aprovecharon. Había desarrollado: una novia patente debajo de ese
raso blanco. Le sudaba el bozo y la madre la secaba con un pañuelito
de broderí perfumado al Cuero de Rusia. Y le daba colorete en los
labios, y polvos de arroz… Me empecé a marear de mirarla así,
pintada y desbordando ese vestidito. Sacaba y sacaba. Mareado… El
olor del permanganato que venía de las palanganas. El humo del
querosene de las estufas de la sala de espera. El perfume. Me gasté
en media hora tres cajas de placas. Todas las que llevaba. Me volví.
Yo aquí, un hombre solo, imagínese, me pasaba las noches enteras
honrando esas fotos... Cada semana durante meses le mandaba alguna de
regalo por correo. Y ella me contestaba cartitas. Estaba encandilada
por sus propios retratos y los esperaba como el maná. Un romance
postal. Se ve la madre miraba con buenos ojos, porque ni mús de la
diferencia de edad. Pasaron dos años de correspondencia hasta que no
pude más y me la fui a buscar. Se ve tardé más de lo debido porque
cuando llegué, Filomena ya hacía clientes en las piezas del Safo. A
la Herminia se la habían llevado Paraná arriba en una chata arenera
y le había tocado a ella. Así, de modosita trabajaba. Ya alentaba a
la mente calenturienta. Nunca la pollera con tajo. Nunca un taco.
Siempre vestidita de renga. Nos casamos en San Pedro, de donde era la
familia, y vinimos a instalarnos aquí. Los primeros meses no podía
dejar de sacarle, ni ella de mirarse ahí. Nunca supe si amaba al
marido o al fotógrafo. Se me iba la ganancia del local en las placas
de ella. Cajas y cajas. La idea vino sola. Al principio le hacía
desnudos, pero tenían poca salida. Usted sabe: el hombre, no hay
caso, quiere verse ahí. Al uruguayo le había hecho varios retratos
para reclame: “Saul Astorga recitador rioplatense” El resto ya lo
sabe: para mi una imagen viva en ese cuadrado de papel sensible. Para
el uruguayo un montón de palabras rimadas en una libretita de tapas
negras. Para usted una figura apretada en el aire … (Un tiempo)
Dígame, Basilio: ¿la mujer… existe?
BASILIO: Mi esposa por
lo menos creo que era de verdad.
HERTZ:
Quien le dice fue por eso que la abandonó.
BASILIO: Quien le
dice. (Mira la foto conmovido) Anoche en la cama de la
pensión, perdone la vulgaridad... la veía como si estuviera abajo
mío, la sentía, la tocaba... Estaba ahí. (Como sin proponérselo
Basilio se acaricia la entrepierna. Los dos se acercan a la foto y
quedan embelesados mirándola. Se miran emocionados. Hertz se
sorprende)
HERTZ: Acérquese a la
luz, Basilio...
BASILIO: (...)
HERTZ: La estoy
viendo, señor Basilio... ¡La estoy viendo...!
BASILIO: A... La...
¿Madonnita?
HERTZ: Ahí. En lo
profundo. Como en aquella foto. Del día de la virgen, recuerda...
BASILIO: ¿La ve como
yo la veo...?
HERTZ: Nítida y
contrastada...
BASILIO: ¿Será que
es ahí donde se vive después de la muerte...? ¿Será que es ahí?
HERTZ: ¿Puedo...
Puedo... Puedo... fotografiarla...?
BASILIO: (Rígido,
sin moverse) ¿Y quedará allí cree usted? Posada, digo... Como
una mariposa... ¿Quedará...? ¿Usted cree?
HERTZ: No la ahuyente,
Basilio... No la deje volar....
Hertz acerca rápidamente su cámara de pie.
BASILIO: ¿Está
todavía no...? ¿Está todavía?
HERTZ: Reténgala,
amigo... Usted sabe...
Las manos de Basilio se ahuecan. Acarician apenas
una piel imaginaria.
HERTZ: (Mirando
por el objetivo bajo el paño negro) ¡Ah, señor... qué bella y
qué fresca...! ¡Qué bella y qué fresca...!
BASILIO: ¿Esto es...
el instante, señor Hertz?
HERTZ: (Sale debajo
del paño. Levanta su bandeja de magnesio. Dispara su relámpago.)
El instante, Filomena... el instante.
Basilio sueña ahora sin pudor. Hertz dispara en
su cámara una toma tras otra. Parecen por primera vez ser realmente
felices.