LA PIÑA Y LA MANZANA
Óscar Liera
Personajes
ARQUITECTO DURÁN
REVERENDO UGALDE
SEÑORA LINA RAMOS
SEÑOR MANUEL CARPINTERO
LICENCIADO FLORES
DOCTOR GARCIA
SEÑOR OCHOA
SEÑORA CONDESA PEÑA
(Todos vegetarianos)
Desde el mes pasado Lina se hubiera mudado a San Jacinto, pero no habían terminado su
departamento. Ahora inaugura la sala, que es lo único que había alcanzado a decorar.
Durán invitó a sus amigos a la cena que Lina, cuidadosamente, preparó para agradar a
los invitados. Durán acomodó a todos como parte de la decoración y Lina les servía
refrescos de frutas.
ARQUITECTO: Sin embargo, Condesa, también se debe tener mucho cuidado con las
frutas.
REVERENDO: Soy un hombre que se deja llevar por el olfato, allí radica mi instinto
alimenticio. Los olores, los olores, los olores.
LINA: Es que el chayote merece un monumento. Yo se lo haría en bronce.
MANUEL: (A Ugalde.) ¿Y cómo le hace usted, Reverendo, cuando tiene catarro?
Supongo que pasará muchas hambres al cambiar las estaciones.
LICENCIADO: ¿Cuánto tiempo tiene usted de ser vegetariano?
MANUEL: Tengo tres meses.
LICENCIADO: Doctor, por favor informe al prosélito…
DOCTOR: Un vegetariano nunca se enferma. Jamás un vegetariano auténtico padece
enfermedades de carnívoros y menos un cochino resfrío asqueroso como un chorizo
de marrano pudriéndose. (Siempre que oían mencionar la carne recordaban las
palabras de Saussure: “El significado no es sino la representación psíquica de la cosa.”
Por eso, el significante: “carne” les producía, solamente en los rostros, un marcadísimo
asco.)
LINA: ¿En qué basa su alimentación señor…
MANUEL: Manuel…Carpintero.
OCHOA: ¡Qué bello! Tiene una profesión vegetariana. Hay seguros de vida con primas
especiales (Abre su maletín.) para personas que se dedican a su oficio…
MANUEL: Es mi apellido, me apellido Carpintero; yo soy contratista.
LINA: ¿En qué basa su alimentación señor Manuel Carpintero?
MANUEL: Frutas, verduras, germinados, leche, huevos…
CONDESA: ¡Cómo! ¿Ingiere usted fetos de pollo?
MANUEL: El huevo es…
CONDESA: ¡Es un feto asqueroso de cualquier bípedo plúmeo! Pez, reptil o quelonio.
DOCTOR: Tal vez el señor Carpintero, a quien no tenía el gusto de conocer ¿Cómo le
va? (Le da la mano.) Mucho gusto, soy el doctor García, viejo amigo del arquitecto
Durán, vegetariano desde los once años en que pude librarme de la carnívora tutela de
mis progenitores. Tal vez, continúo, usted no ha tenido una sólida preparación sobre
la alimentación en los humanos. La salud está en el estómago. Y recuerde usted que:
cuerpo sano, mente sana.
LICENCIADO: Lo que el doctor le está diciendo, amigo, es la Biblia.
ARQUITECTO: Hace un momento te decía, ¿verdad Condesa?, que había que tener
mucho cuidado con las frutas. (A Manuel.) Quizá tú no sabes combinarlas bien; hay
frutas ácidas, subácidas, dulces…
CONDESA: ¡Él come fetos y toma jugo de pechos de hembra para mamífero!
MANUEL: (A Condesa.) ¡El hombre es un mamífero!
CONDESA: ¡Yo soy mujer!
REVERENDO: (Al licenciado.) ¿Ya leyó las últimas investigaciones sobre el sistema
alimenticio a base de helechos y musgo?
ARQUITECTO: (A Manuel.)…Entonces no se deben mezclar, dentro de las mismas
veinticuatro horas frutas dulces con ácidas y menos comerlas al mismo tiempo.
OCHOA: (A Manuel.)...Puedo venderle un seguro muy bueno, los contratistas corren
mucho peligro, déjeme hablarle acerca de las primas…O puedo asegurarle su coche,
últimamente los roban como ceniceros. Las primas…
LICENCIADO: Siempre me han gustado las reuniones en las que coinciden
vegetarianos porque son muy cordiales; el vegetariano es el hombre más pacífico y
jamás llega a la agresión.
LINA: (Gritando.) Anota eso Durán, anótalo en la lista que estamos haciendo. Nos
faltaba esa gran ventaja del vegetariano sobre el carnívoro: es cierto, ¡nunca es
agresivo!
REVERENDO: ¿Qué lista están haciendo?
ARQUITECTO: Unos carnívoros infectos que conocimos, nos dijeron que los
vegetarianos nunca haríamos la revolución porque nos moriríamos de hambre. Que si
hay que comer raíces ellos las comen y si hay que comer ratas también. Nosotros
apostamos…
CONDESA: ¡Assssssco! ¡Cómo puedes usar esa terminología miasmática!
DOCTOR: ¿Quién ha hablado de revoluciones? Así estamos muy a gusto.
LINA: Solamente estamos haciendo una lista para demostrarles todas las ventajas que
sobre ellos tenemos.
CONDESA: ¡Miles! ¡Todas! Somos gente sana.
DOCTOR: Pero si somos libres…
ARQUITECTO: (A Manuel.) Por lo tanto, no se debe comer nunca una piña junto con
una manzana.
LICENCIADO: Quiero decirte Reverendo, que yo he comido el liquen en salsa de
níspero, es delicioso.
DOCTOR: A propósito de cosas deliciosas, Lina. ¿Puede servirme un poco más de su
refresco? ¿Verdad que somos libres Lina? Las revoluciones son de los románticos.
LINA: (Afirma con la cabeza.) Gracias doctor, es usted muy gentil y sabe decir muy
bien las cosas.
DOCTOR: Podría ser una aportación para esa lista de ventajas.
LINA: No creo, puesto que su amabilidad le distingue muy especialmente. Durán me
había hablado maravillas de usted.
DOCTOR: Nuestro arquitecto es un poco exagerado cuando habla de sus amigos.
OCHOA: ¿Y por qué vive tan solita y tan apartada de la ciudad? ¿No quiere un
seguro?...
LINA: Amo la soledad y no me gusta estar segura ni asegurada. Ahora es cuando soy
feliz sin ningún vecino a kilómetros a la redonda. Es, para mí, maravilloso saber que
soy el único ser que habita estos edificios. Ahora estamos juntos, aislados del mundo,
perdidos entre la naturaleza. Somos como parte de una isla que ha trepado por encima
de las copas de los árboles. Así serán las ciudades del futuro; núcleos flotantes de
salud y armonía, sin tener que soportar alimentos ni eructos carnívoros.
DOCTOR: Es usted una poetisa: se expresa usted en frágiles nervaduras, en plena
función de fotosíntesis.
OCHOA: Sin embargo no debió cambiarse bajo estas circunstancias: no tiene vecinos,
no hay servicio de elevador todavía y ni siquiera terminan aún los demás edificios.
Debe haber mucho ruido con tantos albañiles, máquinas…
ARQUITECTO: Por ahora nadie trabaja en los edificios porque se acaba de morir el
dueño.
LINA: Mi olfato es muy delicado, y por las calles corre el olor de la siempre pudriente
carne; usted me comprende, ¿verdad Reverendo? Aquí por lo pronto corre un viento
puro. Sería interesante que en este edificio, que está tan separado de los otros,
vivieran sólo vegetarianos, ¿no les interesaría?
CONDESA: ¡Fabuloso, fabuloso, fabuloso!
OCHOA: Disculpe mi insistencia, creo que sería prudente que por el momento se
asegurara (Abre el maletín) contra todo: robo, incendio, daños a terceros o accidentes
de trabajo.
REVERENDO: ¿Tiene seguros contra la contaminación? (Todos ríen.)
Condesa se ha levantado después de varios intentos infructuosos de ingresar
activamente en la conversación. Se pasea con dejos de hartura por la sala pletórica de
plantas, libros, lámparas y tapetes. Sus participaciones en la conversación han sido
desde las esquinas del departamento. A veces arranca hojas de alguna planta y las
mastica para ver si saben bien, tratando, de esta manera, de hacer algún descubrimiento
sensacional. Como buena aries quiere descubrir algo para los demás y así ganar el
centro de la reunión. Ahora hojea esa revista en donde busca su objetivo. De pronto fija
su mirada con exageración, lanza un grito clorofílico, estrepitoso, como un bosque que se
derriba. Los allí presentes voltean a verla asustados, ha ganado el centro y no piensa
perderlo.
OCHOA: ¿Qué te pasa Condesa?
CONDESA: ¿Qué infamia es ésta?
LINA: ¿Cuál infamia?
CONDESA: ¡¡Que la soya produce cáncer!!
LICENCIADO: ¿Quéee?
CONDESA: (Leyendo.) ”La soya produce cáncer.” “Según algunas investigaciones
realizadas en el Instituto de Nutriología de Volldemgt, por los científicos Marckp Gotf
y Ywzq Heatrf, se descubrió que a pesar del alto valor nutritivo que tiene la soya,
comiéndola con frecuencia, a la larga, produce cáncer en el duodeno. Se aconsejó que
al difundirse la noticia se hiciera con cautela, pues el gobierno de los Estados Unidos
es el primer productor de este mortífero grano que tratan de imponer en el mundo
entero ganando nuevos mercados con nuevos venenos.”
REVERENDO: ¿En qué país queda ese instituto?
DOCTOR: Espere a que termine de leer, no sea mal educado.
ARQUITECTO: Es pura propaganda comunista, seguramente está en Rusia o en alguno
de sus países satélites.
LICENCIADO: ¡Que se callen para que termine de leer!
CONDESA: Ya terminé.
DOCTOR: ¿Allí termina?
REVERENDO: ¿Cómo se llama la revista que publica semejante mentira?
OCHOA: Sólo quieren desacreditar a Occidente. El doctor de la Furmiére, fundador de
la “Gran Hermandad Colosal”, hablaba, incluso, de cierta santificación a través del
“maná soya” como él la llamaba, por lo tanto no es posible que un iluminado como él…
LINA: ¡No podemos dejarnos embaucar por una nota amarillista, ni vamos a echar por
la borda nuestra reunión! Esta noche tenemos soya para la cena y no pienso tener que
tirarla.
ARQUITECTO: Claro, no podemos creer lo que dicen un par de cretinos en una ciudad
fantasma dentro de un instituto que carece de prestigio. Si fuera el Instituto Pasteur o
el prestigiado Instituto Colby de Washington…
MANUEL: Claro, claro, claro… mejor hablemos de esa cena que nos espera, y si ustedes
me lo permiten voy a fumar.
TODOS: ¿Qué?
MANUEL: A fu-mar, voy…
REVERENDO: ¡Cómo se atreve, es usted un…cochi…!
LICENCIADO: ¡Es un envenenador de atmósferas sanas!
MANUEL: Supongo que lo que consumo sea un vegetal.
REVERENDO: ¡Oh sacrosantas hojas incineradas! ¡Veneno volátil! ¡Combustión
incompleta!
ARQUITECTO: Un buen vegetariano nunca fuma.
MANUEL: Tal vez yo no sea tan bueno.
CONDESA: ¡Fuma, plantígrado vivíparo, devorador de fetos, nicotinador de vientos!
LINA: No veo por qué no vamos a permitirle que fume. Yo personalmente conozco a
muchos grandes vegetarianos que fuman…Además, creo, nos estamos excediendo un
poco en nuestro comportamiento. El señor Carpintero podría sentirse incómodo y eso
podría disgustarme personalmente. Él se encuentra en mi casa y es nuestro invitado.
¿No es cierto Durán?
ARQUITECTO: Por supuesto Lina. Siempre se ha dicho que eres una anfitriona
espléndida y lo has demostrado una vez más.
Manuel Carpintero, obviamente respaldado por la anfitriona, comienza a ensancharse
en su silla. En ese momento es un pavorreal que levanta su cola y sus cejas para
disponerse a fumar después del triunfo patente en el torneo. Los otros invitados se van
alejando de él, algunos con disimulo, otros con marcada obviedad.
LINA: Señores, (Tratando de ser conciliadora) quiero hacerles sentir que están en su
casa. Durán me había hablado mucho de ustedes, yo, en verdad, soy nueva en la
ciudad, me da mucho gusto que estén aquí reunidos. Cuando Durán vivía en San José
compartíamos las mismas amistades, ahora que hemos coincidido de nuevo en esta
ciudad, me gustaría ser amiga de todos sus amigos.
DOCTOR: Es usted un auténtico ángel.
LINA: Quisiera conocerlos más. Gracias por su cumplido doctor. Además ustedes son
gente cosmopolita, tan inteligente…
LICENCIADO: Y todos habitantes del segundo reino: el reino vegetal.
LINA: A propósito de reinos, Condesa, ¿de qué familia es usted?
CONDESA: De los Peña.
LINA: No, no me refiero a su título. ¿De qué país…?
CONDESA: Condesa es mi nombre, me apellido Peña Camarena, soy feminista y
misógina, aborrezco hacer colas, soy vegetariana de nacimiento, detesto los higos, me
gusta la música asiática, no creo en las clases sociales pero soy partidaria de la
discriminación racial y no sé si mi platillo favorito siga siendo el sopletín de soya
alcachofado.
LINA: (Con desencanto.) ¡Eso es lo que vamos a cenar! (Desencanto en los invitados.)
LICENCIADO:(Tragando saliva.) ¡Y qué hay de postre!
Lina va a comenzar a hablar con alegría para tratar de reanimar la reunión, pero
recuerda la presentación que acaba de hacer Condesa de sí misma y sufre un desencanto.
Le comienza a invadir el temorcillo de que el agasajo preparado se le venga abajo. Luego
recuerda una sonrisa de Gina Lollobrigida en Trapecio, la ensaya juntando bien los
dientes y abriendo grande la boca, y dice contoneándose: Higos frescos al maple.
DOCTOR: ¡Delicieux, ragôutant, superbe!
LINA: (Sabiéndose triunfadora gracias a Trapecio, una de sus películas favoritas.) Thank
you.
REVERENDO: Seré curioso Condesa. ¿Por qué no le gustan los higos?
CONDESA: Porque la higuera, en épocas prehistóricas, era una planta carnívora.
DOCTOR: Esa es una historia prehistórica, improbable y fea.
CONDESA: Me da lo mismo, los higos parecen vaginas enfermas.
LINA: (Por enésima vez conciliadora.) Tal vez deseen que les ofrezca unas ricas y finas
hojas de savia en salsa bruta antes de pasar a la mesa.
LICENCIADO: (Extraviado.)…Y aparte de eso, de las vaginas y del cáncer, ¿qué más
hay?
CONDESA: ¡Mierda!
OCHOA: (A Condesa.)¡Cállate mosca chupadora! Aprende a comportarte entre el
género humano.
CONDESA: ¡A mí no me vas a callar tú, vegetariano refugiado, alcohólico anónimo con
nombre propio!
REVERENDO: ¡Basta carnívoros, dejen de mordisquearse!
MANUEL: No use usted la palabra carnívoro como insulto, porque mi santa madre
come carne, y mi padre nunca dejó de comerla cuando vivía. Yo sólo tengo tres meses
de no comerla, pero ahorita se me antoja un filete de res.
CONDESA: ¡Asco! ¡Asco!
MANUEL: (Continuando su agresión.) Quiero un lomo relleno, quiero patas de puerco a
la vinagreta, quiero tacos de tripas.
LICENCIADO: ¡Callen a ese loco, voy a vomitar!
OCHOA: (Golpeando a Manuel.) Cierra el hocico, asqueante.
ARQUITECTO: (Tratando de separarlos.) No se golpeen borrachos cantineros, no están
en la calle, ni en sus casas.
LINA: ¡Por favor hagan algo, se van a matar!
CONDESA: (Al arquitecto.) Rómpele el hocico a ese saprófito.
MANUEL: Un pedacito de bistec, un poco de moronga que corra por entre mis dientes
envuelta con mi saliva…
Ochoa, sin soltar a Manuel, sigue luchando por hacerlo callar, el arquitecto Durán
lucha por separarlos. Lina se desespera porque la lucha acabe, mientras que Condesa,
deseando participar activamente en la lucha, se limita a animar el espectáculo con
gritos, frases y empujones, para violentar más el caos que, tal vez, ella desató en algún
momento. Ochoa hecho un energúmeno toma a Manuel de los hombros y lo lanza al piso
con la siguiente frase:
OCHOA: ¡Salte de aquí gusano barrenador!
DOCTOR: (Vomitando.) ¡Sáquenlo! ¡Sáquenlo!
ARQUITECTO: (A Ochoa.) ¡Déjalo papamoscas!
OCHOA: (Al arquitecto.) ¡Déjame en paz bacteria infecta!
MANUEL: Denme costillitas de puerco…
CONDESA: (Tratando de quitar a Durán.) Sácate de aquí falso arquitecto, estudiante
fósil, decoradorcillo joto.
REVERENDO: (Calmadísimo.) Doctor, cómo se atreve a vomitar sus espinacas acedas
en la alfombra de la señora.
DOCTOR: ¡Cállate langosta maizalera!
LICENCIADO: Es un asco esta situación, yo me largo, quédense revolcando en este
mantillo.
LINA: (Furiosa.) ¡Mi casa no es ningún mantillo, mongoloide rehabilitado!
El Lic. Flores monta en cólera, se lanza sobre la anfitriona y la cachetea, ésta se
prende de los cabellos de aquel y caen sobre la, tan vejada, alfombra y se siguen
golpeando. Hay una batalla campal, lugar común de la épica vegetariana. Manuel se ve
perdido y como si presintiera su muerte grita:
MANUEL: ¡Déjenme herbívoros clorofílicos! Ya me voy a comer carne, carne, carne
cruda, carne.
Manuel, con lentitud, logra zafarse de nuevo y se dirige otra vez a la puerta. Condesa
ve que el carnívoro va a escaparse y se le adelanta y cierra bien la puerta con doble llave,
la saca de la cerradura y la arroja por la ventana. Se le dibuja una risa imbécil de triunfo
y se dirige a Manuel.
CONDESA: Tú no sales vivo de aquí, carroña de perro. (A todos.) El que quiera salir
tendrá que brincar siete pisos.
Manuel golpea a Condesa, ésta, ofendidísima, va por un florero y se lo estrella en la
cabeza. Manuel cae sin sentido al suelo mientras la sangre comienza a salirle a
borbotones. Durán ve la escena con horror. El juego ha llegado demasiado lejos. Voltea a
ver a Condesa, la risa que ésta traía ahora tiembla en sus labios pintarrajeados de rojo.
Durán no lo sabe, pero la voz se le ha quebrado.
DURÁN: Lo mataste Condesa, lo mataste.
Lina deja de pelear, va hacia el herido, ve cómo se está desangrando y corre hacia el
doctor.
LINA: ¡Doctor! ¡Doctor, se desangra el hombre ese, cúrelo, haga algo!
DOCTOR: Yo no puedo hacer nada por él.
LINA: No sea rencoroso doctor, es un humano, se está muriendo. ¡Haga algo!
DOCTOR: ¿Qué quieres que haga? Yo no soy médico, tengo el doctorado pero en
geografía. Soy doctor en geografía.
LICENCIADO: Vamos a tirar la puerta.
LINA: Es imposible, apenas con dinamita, tiene una hoja interior de acero. Es a prueba
de robos.
REVERENDO: ¿Tiene teléfono?
LINA: Aún no se instalan los teléfonos en esta parte de la ciudad. En verdad éste es el
único departamento habitado y no tendré un solo vecino antes de dos meses.
ARQUITECTO: (A Condesa.) Tú tiraste la llave, mal parida; tú nos tienes que sacar de
aquí o te aviento por el balcón para que vayas a buscarla y la recojas con el hocico.
CONDESA: (A Lina.) Debes tener otra llave cielito, tienes que tener otra llave muñeca…
LINA: Existe otra llave, pero no la tengo yo, la tiene Eugenia y no está en la ciudad, ni
vendrá pronto. Como no hay ninguna otra entrada, tampoco hay ninguna otra salida.
Estamos a sólo ocho kilómetros de la civilización… la única posibilidad es que algún
día vengan a buscarme de mi trabajo, porque saben que vivo sola y lejos de la ciudad,
pero quién sabe cuánto tiempo tendríamos que vivir juntos.
CONDESA: Podremos gritarle a la gente que pasa que busquen una llave y ¡salvados!
ARQUITECTO: Recuerda lo lejos que estamos de la ciudad, por aquí nadie pasa. Esta
loca que se quiso venir a vivir antes de tiempo. Ahora hay un problema de intestado
entre los dueños de este cochinero de edificios. La obra está parada y ni albañiles
vendrán.
OCHOA: El señor Carpintero ha muerto.
Histeria general.
LINA: Licenciado, por favor certifique usted la muerte y diga que todo fue un
accidente…
LICENCIADO: Lo siento Lina, no puedo hacerlo, yo soy licenciado en letras francesas.
LINA: Reverendo… pues, por lo menos encárguese usted de rezarle algo a este
hombre.
REVERENDO: Con mucho gusto diré los rezos que me vengan a la memoria Lina,
aunque no soy nada religioso. Me llamo Reverendo y me apellido Ugalde, mi profesión
es contador y soy vegetariano.
SI ACASO, TELÓN
EPÍLOGO
Después de tres días, se encontraban en el departamento de Lina; en aquella soledad y en
silencio, los ojos abiertos de siete personas que, habiendo devorado el sopletín
alcachofado, no decidían aún cómo cocinar el cuerpo de un hombre que estaba en el
refrigerador, para poder seguir esperando que un día alguien, que me hubiera gustado
que hubiese sido Ramón Mimiaga, hubiera ido a visitar por casualidad a Lina Ramos.