Rainer W. Fassbinder
Las amargas lágrimas
de Petra von Kant
Personajes
PETRA VON KANT
VALERIA VON KANT, su madre
GABRIELE VON KANT, su hija
SIDONIE VON GRASENABB, su amiga
KARIN THIMM, su amor
MARLENE, su factótum
PRIMER ACTO
Marlene abre las cortinas. Ruidosamente.
PETRA:
¡Marlene! Más despacio, por favor. Dormí pésimo... La cabeza
me pesa... una tonelada. Como si fuera de plomo. El teléfono.
¡Vamos, rápido! (Marlene le alcanza el teléfono. Petra marca un
número) ¿Hola? La señora von Kant, por favor. Gracias, espero.
Hacéme un jugo de naranja. Humm, ¡qué sed que tengo!
¡Mamá! No pude pasar a verte ayer, mamá, el trabajo, por eso,
ya sabés cómo son las cosas. No, ya me levanté hace mucho;
en serio. De todas maneras no tengo tiempo para descansar.
Pero en el fondo, mejor que sea así, ¿no es cierto? ¿Te vas?
¿Adónde? ¿A Rio de Janeiro? Ah, no te imaginás cómo me
alegro, mamá, Rio es algo realmente fascinante. Alucinante,
total, en serio. ¡Y la gente! Un ambiente fantástico.
Simplemente fantástico. ¡Seis meses! ¡Mamá! Me dejás dura.
Seis meses -me muero de envidia. Seis meses en Rio de
Janeiro. Sí, eso no me vendría nada mal. (Marlene le trae el
jugo. Petra tapa el tubo del teléfono con la mano.) Gracias.
Ahora andá a dibujar. Los croquis están en el cajón. ¿Qué,
mamá? ¿Cómo? No, mamá, no te estaba escuchando: pero está
ligado, disculpáme. No te enojés te digo, que estaba ligado.
¿¡Que estoy mintiendo!? No seas insoportable, mamá. Está
bien, hablá -te escucho. Sí. Entiendo. Está bien. Ajá. ¿Cuánto?
¿Ocho mil? Es un montón de dinero. A ver, dejáme mirar,
esperá un momento. (Tapa nuevamente el auricular con la
mano.) ¿Y ahora qué hago? (Marlene se encoge de hombros.)
Nunca se puede contar con vos, ¿no es cierto? ¡Mamá! Mirá, lo
máximo que te puedo prestar en este momento son cinco mil.
Vos sabés muy bien, todos los gastos que tengo y además
Gabriela. El resto creo que se lo podrías pedir a Tatiana, o... Sí,
mamá... Hasta luego. Chau. (Se recupera y prende un
cigarrillo) Marlene, rápido, te voy a dictar una carta. Para
Joseph Mankiewitz. Su dirección está en la carpeta azul.
(Marlene coloca una hoja de papel en la máquina de escribir.)
Estimado Mankiewitz, querido amigo, coma, infelizmente me
será totalmente imposible, coma, efectuar el pago, punto, son
las circunstancias de este mundo, excusas..., puntos
suspensivos, pero cuál de ellas usted todavía no conoce, signo
de pregunta. Confiando en poder contar con su comprensión, le
saluda con la amistad de siempre, Petra von Kant. Dámela que
la voy a firmar en seguida. ¡¡Dámela!! (Marlene se acerca, ella
firma.) Bajá en seguida y dásela al portero para que la lleve al
correo. ¡Vamos apuráte! (Marlene se va. Petra pone un disco y
baila al compás de la música. Cuando Marlene vuelve Petra deja
de bailar.) Bueno, ahora a ver si te apurás, que el dibujo tiene
que estar listo al mediodía, ¿entendido? ¿La correspondencia?
(Marlene le alcanza la correspondencia.) ¿Karstadt? Abre un
sobre. ¡Karstadt me pide que le prepare una colección!
¡Marlene! ¿Oíste? ¡Qué oportunidad! Agarrá el teléfono y discá.
¿Karstadt? El señor Müller, por favor. Petra von Kant. Gracias.
Habla Petra von Kant. Sí, yo... sí. Pero esta semana va a ser
muy difícil, ¿el viernes...? A ver, un segundo que me fijo en la
agenda. (Se queda un segundo con el tubo en la mano, pero no
mira la agenda.) A ver... sí el viernes todavía tengo algo de
tiempo. ¿Cuándo? ¿A las tres? Está bien. A las tres. Hasta el
viernes. Hasta luego. (Cuelga.) ¡Manga de cerdos! Hace tres
años, ¿te acordás cuando les ofrecí la primera colección? En fin,
en este mundo todo se da vuelta. Magníficamente hipócrita, el
caballero... Cuando pienso... Suena el timbre. ¿Quién será?
(Marlene se encoge de hombros.) Andá a abrir, ¡¿qué estás
esperando?! (Marlene sale, Petra marca un número.) Las once y
media... ¡Qué me importa! (Entran Marlene y Sidonie von
Grasenabb.)
SIDONIE:
¡Petra, querida!
PETRA:
¡Sidonie, querida!
SIDONIE:
¡Petra! (Se besan.)
PETRA:
¡Dios mío! Hace cuánto tiempo...
SIDONIE:
Tres años, querida. Tres años. Sí, cómo pasa el tiempo. Pero no
para vos, estás igual que siempre, la misma cara. Una cara
espantosamente joven. ¿Cómo haces para...?
PETRA:
Vos tampoco te quedás atrás, ni en la belleza, ni en la
juventud, querida -para nada.
SIDONIE:
¿Y Frank? (Petra hace un ademán de rechazo.) Nos enteramos
de lo de ustedes, salió en los diarios. En Australia, ¡imagináte! Y
en seguida le dije a Lester, pobrecita, mirá todo lo que le está
pasando. Y eso que nosotros te habíamos avisado lo que te iba
a pasar con ese hombre...
PETRA:
Las experiencias, Sidonie, cada uno tiene que vivir las suyas.
Creéme, estoy contenta de haber pasado por todo lo que pasé.
Lo que aprendés, nadie te lo quita. Y todo lo que aprendés te
fortalece, te hace madurar.
SIDONIE:
No sé, Petra, ¿tendrá tanto valor la experiencia cuando el
resultado es previsible desde el principio?
PETRA:
Marlene, hacé café, ¿o preferís té?
SIDONIE:
Café está bien.
PETRA:
¿Querés tomar el desayuno?
SIDONIE:
Ya lo tomé, gracias. Tomé el avión de la mañana, en Frankfurt.
Estaba ansiosa por saber, por saber cómo estabas, por verte. Si
sufrías o...
PETRA:
Ah, Sidonie, las personas evolucionan. Antes... antes yo era
distinta... ¡muy distinta! No habría sabido dónde meterme. Me
hubiera muerto de vergüenza. Creí tanto en lo bueno de ese
hombre. Pero en el matrimonio, vos también lo sabés, son
justamente los lados malos del carácter los que predominan.
SIDONIE:
Bueno, no sabría decírtelo, con Lester...
PETRA:
Perdón. Pero de tanto viajar ustedes nunca tuvieron tiempo de
conocerse de veras. Pero Frank y yo, ¿no?, estábamos siempre
juntos, día y noche, raramente había una excepción. En esas
condiciones es facilísimo descubrir la estofa de que está hecho
el otro, o... Disculpáme, no quería ser amarga, pero entre ese
hombre y yo podrían haber pasado muchas cosas, cosas lindas.
Dios no quiso que fuera así.
SIDONIE:
¿Todavía tenés esperanzas?...
PETRA:
No. Simplemente pienso en las oportunidades perdidas, eso es
todo. Es muy triste, creéme, tener que reconocer que las cosas
amargas son mucho más fuertes que las lindas y...
SIDONIE:
¿Ustedes se peleaban, o...?
PETRA:
¿Si nos peleábamos? No en el verdadero sentido de la palabra.
A veces había como un hielo, vos me entendés, uno siente un...
Mirá, vos estás con alguien en un auto o en un cuarto y te
gustaría mucho decir algo, pero tenés miedo. Te gustaría
demostrar cariño, pero también tenés miedo. Miedo de perder
puntos, es decir, de ser el más débil. Es un momento horrible,
donde ya no queda espacio para dar marcha atrás sobre una
misma.
SIDONIE:
Creo que entiendo lo que querés decir. No muy claramente,
pero...
PETRA:
Ya sé lo que me vas a decir ahora. Por ejemplo, que el que
cede es el más inteligente. O que... no, Sidonie, cuando algo se
ha hecho mierda ¿me querés decir quién lo puede arreglar?,
¡¡¡¿sobre todo cuando se trata de una relación entre seres
humanos?!!!
SIDONIE:
Pero las cosas no pueden haber sido así durante tres años.
PETRA:
Claro que no. Hubo momentos tan lindos que... Sabés,
momentos en los que te olvidás de todo, de todo, hasta te
parece que podés olvidarte de todos los viejos problemas, y
encontrar una base sobre la cual... ¡¡¡cuál!!!, ¡¡¡la cosa estaba
hecha mierda!!!
SIDONIE:
¡Pobre Petra!
PETRA:
Es fácil tener piedad, Sidonie; entender ya es más difícil. De lo
que se entiende no es necesario tener piedad -se puede
modificar. Solamente se debe tener piedad de todo aquello que
no se entiende.
SIDONIE:
Veo que todo lo que pasó te ha endurecido. Es una pena; las
mujeres duras siempre me parecieron sospechosas.
PETRA:
Parezco dura solamente porque uso la cabeza. Parece que no
estás acostumbrada a las mujeres que piensan. Sin embargo,
cuando éramos chiquilinas, las mujeres duras no te parecían
"sospechosas"...
SIDONIE:
¡Petra, por favor!
PETRA:
Disculpáme, no te quería ofender. Solamente quiero que
entiendas bien lo que digo y que no juzgues de antemano lo
que todavía tengo para decir.
SIDONIE:
Claro. Entiendo muy bien tu amargura. ¿Fue él quien... pidió el
divorcio?
PETRA:
No. Fui yo.
SIDONIE:
¿No fue él? ¡Vos... Dios mío!
PETRA:
Eso te espanta, ¿no es cierto? La pobre Petra, la pobrecita que
no quería largar a aquel hombre, la que parecía tan
desesperadamente enamorada, casi esclavizada, fue ella la que
pidió el divorcio, qué horror, ¿no es cierto?
SIDONIE:
Es que, eso...
PETRA:
No, él no me engañó. Además, para mí, el adulterio no sería
una razón para abandonarlo. En lo que a mí respecta la relación
era absolutamente sana. Hacíamos, los dos, hincapié absoluto
en tener placer, sea con quien fuera. No nos interesaba la
fidelidad; quiero decir, la fidelidad forzada. Mentalmente, cada
uno de nosotros era indudablemente fiel al otro. No, si la cosa
no funcionó fue por otros motivos. Lo cierto es que cuando todo
es falso sobrevienen el asco o el odio. Pero todo eso no tenía
nada que ver con lo que pasaba alrededor nuestro, con otras
personas o... (Marlene entra, sirve el café) Gracias.
SIDONIE:
Para mí también. Gracias.
PETRA:
Ahora volvé a tu dibujo, por favor. Es muy urgente. (Marlene
vuelve a dibujar.)
SIDONIE:
¿Podemos...?
PETRA:
¿Marlene? Marlene hace más de tres años que está conmigo.
Marlene oye todo, ve todo, sabe todo. No tenés que tomarla en
cuenta.
SIDONIE:
Bueno, siguiendo con lo nuestro. ¿Qué fue lo que los hizo
volverse dos extraños? ¿Qué fue lo que los hizo enfermarse?
PETRA:
¡Ah, Sidonie!
SIDONIE:
Mirá, Petra, Lester y yo también pasamos por uno de esos
períodos en los que se tiene la impresión de que todo ha
terminado. Sentí esa sensación de cansancio, hasta de asco.
Pero... es necesario ser muy inteligente, vos sabés, muy
comprensiva, tener mucha humildad. Como mujeres, nosotras
tenemos los medios y hay que saber usarlos.
PETRA:
Yo no quería utilizar ningún medio, sobre todo esos medios que
tienen “las mujeres”. Renuncié a todos esos trucos de
contorsionista.
SIDONIE:
¿Trucos?, Petra, yo...
PETRA:
Sí, son eso. Trucos de circo. Pequeños lucros por aquí y por allí,
si preferís que te lo diga así. Y el resultado que se consigue es
la falta de libertad, la obligación. “Humildad”, el simple hecho
de escuchar esa palabra me hace...
SIDONIE:
No te rías, Petra, no te rías, por favor. Lester y yo, ahora,
somos felices, ¡verdaderamente felices! La humildad terminó
rindiendo... lucros. Él cree que me domina, yo dejo que lo crea,
pero, en realidad, impongo siempre mi voluntad.
PETRA:
Sabes, Sidonie, entiendo muy bien lo que decís. Puede ser que
eso sea muy bueno para Lester y vos. Ese sometimiento, puede
ser que sea verdaderamente lo que ustedes necesitan. Pero
mirá... Frank y yo queríamos vivir un gran amor. Y para
nosotros, un gran amor, significa saber siempre exactamente lo
que nos pasa a cada uno. No queríamos ser una pareja
cualquiera que se mantiene unida por... buena educación. Lo
que queríamos era poder elegir siempre, estar siempre alerta,
siempre... libres.
SIDONIE:
Petra, no entiendo por qué complicar lo que puede ser simple.
La buena educación, como vos decís, es algo que existe y tiene
que ser usada. La persona que está siempre buscando
novedades, cuando lo que existe ya ha dado suficientes
pruebas de su utilidad, bueno, esa persona...
PETRA:
Nosotros queríamos ser felices juntos. ¿Me entendés?; juntos.
No hay ninguna receta para eso que sea infalible. Por lo menos
yo no la conozco.
SIDONIE:
¿Y entonces qué pasó para que se tuvieran... asco, si había
tanta franqueza, tanta comprensión?
PETRA:
El éxito, por ejemplo. El éxito que yo tuve y que Frank ansiaba
y realmente necesitaba. Fue así que todo empezó, así de
simple. Sí.
SIDONIE:
Sí. Pero ¡perdonáme! El éxito no es una razón...
PETRA:
¡Hombres! Y su vanidad. Ah, Sidonie. Él quería protegerme,
darme todos los gustos. Ah, sí, él me tomaba en serio,
respetaba mis puntos de vista; pero a pesar de todo pretendía
mantenerme. Es con ese subterfugio con el que la opresión se
empieza a hacer sentir. Y de ahí en más, las cosas pasan así:
escucho lo que decís y te entiendo, pero el dinero... ¿quién
gana el dinero?, ¿quién se mata trabajando? Ah, Sidonie. Al
principio me decía: mi amor, lo que vos ganás lo vamos a
depositar en una cuenta especial, un ahorro para que algún día
compremos una casita o un auto sport, o algo por el estilo. Yo
asentía con la cabeza, yo estaba de acuerdo, porque... él era
tan delicado, Sidonie, y también porque el amor con el que me
envolvía realmente me emocionaba, me... sofocaba de tanta
felicidad. Y cuando las cosas empezaron a irle mal, sabés, al
principio fue casi cómico ver cómo su ridículo orgullo se sentía
herido y, para serte franca, yo hasta sentía un cierto placer,
sobre todo porque creía que él se daba cuenta de lo ridículo que
era su comportamiento. Él no se había dado cuenta. Y, más
adelante, cuando traté de explicarle, de decirle que a mí no me
importaba si un hombre está en la cima o no, ya era muy tarde.
Cuando se tocaba ese tema era como hablarle a una pared,
Sidonie, era como hablarle a la pared. Y entonces, la sinceridad
se fue muriendo poco a poco. Creo que me decepcioné mucho
por su culpa, por mi culpa, y resolví terminar con todo. Dejé de
amarlo. Los últimos seis meses fueron horribles, creéme,
¡horribles! Menos mal que él notó que todo se estaba
terminando y así sufrió menos. Pero no lo aceptó, ¡no! Hasta en
eso no se portó bien. Él trató de quedarse conmigo, no
completamente, no del todo, pero por lo menos en la cama. Eso
fue lo que hizo sentir asco. Él trató con técnica, con violencia.
Yo lo dejé dominarme. Soporté eso, pero... ¡qué sórdido me
pareció ese hombre!
SIDONIE:
¡Petra!
PETRA:
¡Apestaba! Tenía olor a macho. Ese olor que tienen los
hombres. Lo que antes me parecía delicioso, me excitaba...
ahora me daba ganas de vomitar, de llorar. Y su manera de
cogerme...
SIDONIE:
¡No, Petra!, por favor.
PETRA:
Ahora me vas a hacer el favor de escuchar esta historia hasta el
final. Él me cogía como un toro a una vaca. Ya no había el
menor rastro de afecto, ningún interés por el placer de la
hembra. Y los dolores, Sidonie, vos no te imaginás los dolores.
Y a veces, a pesar de todo, yo... ¡La vergüenza! ¡Qué
vergüenza! ¡Sentía tanta vergüenza! Él... él creía que yo lloraba
por amor, por placer. Era un idiota, ¡qué idiota! ¡Qué idiotas
que pueden llegar a ser los hombres!
SIDONIE:
¡Mi pobre, pobre Petra! Como has sufrido.
PETRA:
Yo no necesito tu piedad. Él... él necesitó, la mía. Compresión,
bondad o piedad, pero fue imposible. Yo no tenía nada para
darle. Ya no sentía nada por él. Al contrario, todo iba de mal en
peor. Cuando comíamos juntos, su manera de masticar me
sonaba como una explosión, cuando tragaba -yo no soportaba
más. Su manera de cortar la carne, de comer las verduras, de
sostener el cigarrillo, de agarrar el vaso de whisky... Todo eso
me parecía tan ridículo, tan... afectado. Sentía vergüenza de él,
y por él, porque me parecía que todos lo que lo miraban lo
veían como yo. Claro que había histeria atrás de todo eso, una
especie de pánico, Sidonie. Ya estaba todo perdido. Terminado.
Acabado. Pasado. (Pausa) Siento vergüenza.
SIDONIE:
No tenés por qué. No tenés motivos para avergonzarte. Al final
de cuentas vos hiciste lo posible por comprender. Trataste de
descubrir lo que pasaba.
PETRA:
Yo creo que el hombre es así, necesita a alguien a su lado,
pero... no sabe compartir. (Timbre) ¡Marlene! (Marlene se
levanta y sale.)
SIDONIE:
Debe ser Karin
PETRA:
¿Karin?
SIDONIE:
Es una chica encantadora. La conocí en el barco volviendo de
Australia. Quiere conseguir trabajo en Alemania. Yo le dije que
vos, tal vez, la podrías ayudar... Estoy segura de que se van a
hacer muy amigas... (Marlene entra con Karin.)
KARIN:
¡Hola!
SIDONIE:
Esta es Petra, Petra von Kant, de la que tanto te hablé.
KARIN:
Mucho gusto, buenos días.
PETRA:
Buenos días. Siéntese, por favor. Disculpe el desorden. Las
circunstancias.
KARIN:
Pero..., no se preocupe.
PETRA:
¿Qué quiere tomar? ¿Té o cognac?
KARIN:
Un cognac, me encantaría.
PETRA:
¡Marlene! Un cognac. ¿Vos, Sidonie?
SIDONIE:
No, gracias. A la mañana, paso.
KARIN:
Gracioso, yo me la imaginaba más vieja, más aris... tocrática,
¿se dice así, no?
PETRA:
Sí, así se dice, sí señorita. Pero ¿por qué mayor?
KARIN:
Y, cuando se tiene tanto éxito, cuando se es tan famosa... Qué
se yo, pero normalmente las personas son mayores.
SIDONIE:
La excepción confirma la regla.
Marlene trae dos copas de cognac y las sirve.
PETRA:
Chin-chin. (Petra y Karin se miran.)
KARIN:
Chin-chin.
SIDONIE:
Bueno, Karin, se nos está haciendo tarde. Petra, te llamo ni
bien pueda. Te prometo que la próxima vez me quedo más
tiempo. Chau.
PETRA:
Está bien, Sidonie. Suerte. Chau.
KARIN:
¡Hasta pronto! (Sidonie ya ha salido precedida por Marlene.)
PETRA:
Ah, mire...
KARIN:
(Dándose vuelta.) ¿Sí?
PETRA:
Usted tiene muy buena figura, puede llegar lejos. ¿No quiere
volver con más tranquilidad?
KARIN:
Me encantaría...
PETRA:
Mañana, por ejemplo. Mañana a la noche. Digamos... a las
ocho.
SIDONIE:
¡Karin!
KARIN:
¡Voy! Hasta mañana.
PETRA:
Hasta mañana.
Karin sale. Petra se acerca a la mesa de dibujo y mira el dibujo de
Marlene. Marlene entra.
PETRA:
¿¡Cambiaste las mangas?! Sí... así quedó bien. Así va a quedar
mejor.
Apagón
SEGUNDO ACTO
Luz. Es de noche. Petra corre por el escenario como una gallina
asustada. Se está vistiendo. Marlene escribe a máquina, ayuda a
Petra a vestirse. Suena el timbre.
PETRA:
¡Marlene! ¡Timbre! ¡Marlene! ¡Y yo ni siquiera estoy lista! Andá
a abrir, yo ya vengo. (Salen las dos. Después de un momento
entra Marlene con Karin.)
Marlene le indica un asiento y se vuelve a sentar en su lugar de
trabajo. Karin se levanta, va hacia un espejo, se mira largamente.
Entra Petra.
PETRA:
¡Karin! ¡Qué lindo que vino!
KARIN: dándose vuelta despacio
Buenas noches, señora von Kant. (Petra va a besarla pero se
detiene a tiempo.)
PETRA:
Pero por favor, siéntese. Preparé unas pavaditas. ¡Marlene!,
podés servir. (Marlene sale.) Así que vino.
KARIN:
Y... sí, vine. (Se ríen las dos.)
PETRA:
¿Qué le parece la ciudad?
KARIN:
No hace ni cinco años que me fui. Soy de acá, yo. Y me gusta
mucho. Cambió muy poco.
PETRA:
Es raro que algo cambie por acá. Las cosas son como son y no
hay nada que hacerle. A ver... cuénteme de su vida.
KARIN:
¿De mi vida?... No hay mucho que contar.
PETRA:
¿Cómo no? Lo que piensa, lo que sueña.
KARIN:
Pocas cosas. Me gustaría tener un lugar en el mundo. ¿Pido
mucho?
PETRA:
No, al contrario, Karin, al contrario. Luchar por un lugar, para
eso se vive.
KARIN:
Pero... ¿hace falta?... Luchar digo.
PETRA:
Claro. Yo también tuve que luchar, y fue bien duro. Muy duro.
Pero así es.
KARIN:
No sé... yo siempre fui demasiado vaga para entrar a luchar.
PETRA:
¿Demasiado vaga?
KARIN:
Y sí..., mire señora, a mí lo que me gusta es quedarme en la
cama, leyendo revistas, fotonovelas, todo eso, ¿vio?
PETRA:
Tal vez, usted, todavía no ha encontrado su verdadera
vocación. Todavía es demasiado joven.
KARIN:
Tengo treinta años.
PETRA:
¡¿Y entonces?! Tiene tantas cosas por delante. Buenas, malas,
feas, lindas... A su edad la vida está empezando.
KARIN:
¿Le parece?
PETRA:
Me parece. ¿O no?
KARIN:
¡Mi Dios, yo ya pasé por tantas cosas! Soy casada y...
PETRA:
¿Usted es casada...?
KARIN:
Sí... Mi esposo se quedó en Australia. Nosotros teníamos... Oh,
todo es un despelote... todo es difícil, ¿vio?
PETRA:
Nada es sencillo. Absolutamente nada. Es necesaria mucha
humildad.
KARIN:
¿Humildad?
PETRA:
Mire usted, cada uno tiene su pequeña teoría sobre el mundo.
Yo creo que es necesario tener humildad para poder soportar
mejor todo lo que nos pasa. Mi trabajo, por ejemplo, me obliga
a ser humilde. Todas esas cosas que son más fuertes que yo.
KARIN:
"Humildad" es una palabra rara, me parece. A mí me suena
como... rezar y arrodillarse. Yo qué sé, yo...
PETRA:
Puede ser que esos... conceptos no signifiquen nada... para las
personas jóvenes. A su edad yo, tal vez, no hubiese
reaccionado de manera diferente. (Marlene trae una mesita que
coloca entre las dos mujeres.) Gracias. Vamos, sírvase.
(Marlene vuelve a su trabajo.) ¿A usted le gustaría trabajar
como mannequin?
KARIN:
No conozco el trabajo, pero en principio, ¿por qué no?
PETRA:
Bien. Vamos a tener que discutir todo esto más concretamente.
No alcanza con subirse a la pasarela. Es necesario que usted
esté dispuesta a aprender.
KARIN:
Eso sí. Evidentemente. No quiero nada de arriba.
PETRA:
Claro que yo le puedo facilitar mucho las cosas. Más adelante,
cuando haya aprendido, no va a tener que arrastrarse para
conseguir trabajo.
KARIN:
Gracias.
PETRA:
Al principio tal vez usted tenga algunas dificultades, quiero
decir, dificultades de orden material. Sobre todo porque
mientras aprenda no va a ganar nada.
KARIN:
Es razonable. Pero yo...
PETRA:
La voy a ayudar. Es un regalo. No vamos a ponerle trabas a
una carrera por tan poco.
KARIN:
Bárbaro. Es muy generoso de su parte.
PETRA:
¿Sabe?, lo lindo de este trabajo es que uno vive viajando. Yo
adoro las grandes capitales, de noche. ¿A usted le gusta viajar?
KARIN:
Depende. Sí, me gusta. Creo que me gusta.
PETRA:
Puede ser maravilloso. Viajar siempre, ver muchas cosas, vivir.
Ciudades lejanas, música. ¿A usted le gusta el arte?
KARIN:
¿El arte? No sé.
PETRA:
¿Teatro, conciertos, los grandes films?, ¿no?
KARIN:
Me gusta, me gusta. Me gusta mucho el cine. Las películas de
amor y todo eso. Las películas que hacen llorar. Es tan lindo.
PETRA: dudando
¿Sí?... Nada nos impide aprender juntas. Los conocimientos se
adquieren naturalmente. Yo tuve la suerte de que mis padres...
usted sabe. Desde chiquita ellos me hicieron sensible a las
cosas lindas de la vida. ¿Cómo eran sus padres?... ¿Qué
profesiones tenían, por ejemplo?
KARIN:
Mi padre era herrero.
PETRA:
¿Sí? Qué interesante.
KARIN:
Sí. No era gran cosa. Un trabajo, casi ningún placer. Pero era
eso. Ellos... no tuvieron una vida muy linda. Un departamentito,
tres hijos y las eternas peleas.
PETRA:
Pero por lo menos se ocuparon de usted cuando era chica,
quiero decir ¿se ocuparon mucho?
KARIN:
Se ocuparon, es decir... Uno estaba ahí, ellos también... eso es
todo.
PETRA:
¡Pobre!
KARIN:
Ah, no. A ellos les parecía que así estaba bien, a los dos. Y por
lo menos nos dejaban en paz casi todo el tiempo. Creo que eso
es mucho mejor que cuando los padres se meten en todo,
queriendo saber todo lo que hacemos o lo que se nos pasa por
la cabeza y todo eso.
PETRA:
Puede ser, pero dejar que los hijos crezcan así no más como
plantas, no sé... Usted debe saber que yo también tengo una
hija. Claro, que yo tampoco me puedo ocupar de ella todo el
tiempo, pero sé que está en el mejor de los colegios, un
internado maravilloso. Lo cual, créame, me deja tranquila. A mí
me encantaba ir al colegio, ¿a usted no?
KARIN:
¡Ah!... no. No. Verdaderamente creo que no. Me acuerdo que
me puse muy contenta cuando terminé. A pesar de que era
muy buena en la escuela, creo.
PETRA:
Se nota enseguida que usted es muy inteligente.
KARIN:
Sí..., inteligente soy. Pero en aquella época no me gustaba
estudiar. Cuando algo me interesaba, bueno, no me costaba
nada aprenderlo.
PETRA:
A mí me pasaba lo mismo. Cuando algo me interesaba, era
invencible. Lo curioso es que en aquella época tenía inclinación
para todo lo que fuera matemáticas.
KARIN:
Yo, al contrario. Siempre fui pésima para los cálculos. Al
principio me las arreglaba, pero después, con las letras y todo
eso, no entendía nada más.
PETRA:
Gracioso. A mí era justamente el álgebra lo que me atraía,
enormemente. Enormemente.
KARIN:
El álgebra, sí. No, yo no sirvo para eso. Nunca entendí por qué
se pone una letra en lugar de un número. Y sigo sin entenderlo.
PETRA:
De todas maneras, eso no es muy importante. En la vida hay
cosas más fundamentales.
KARIN:
La gimnasia me parecía genial. El atletismo, sobre todo cuando
hacía calor. Jugar al volley o al básquet. Ahora, los aparatos no
me gustan nada, la barra o las paralelas, eso no.
PETRA:
Yo, al contrario. Prefería los aparatos. Eso exige... disciplina.
Disciplina, otra palabra que los jóvenes detestan.
KARIN:
La disciplina... no sé, creo que está bien, siempre y cuando uno
haga lo que tiene ganas de hacer. Pero cuando la disciplina es
impuesta a la fuerza..., eso sí que no me gusta.
PETRA:
Es gracioso, pero... yo, por ejemplo, necesito un empujón para
hacer cualquier cosa. De una exigencia, como ganar plata,
tener éxito, haber prometido algo, o cosas por el estilo... si no
tengo obligaciones o presiones, a veces, me siento totalmente
perdida.
KARIN:
Sí, entiendo, pero si no hay presiones me parece mucho mejor.
Mi papá, por ejemplo, nos llevaba todos los domingos a andar
en bicicleta. Toda la familia pedaleando. Él adelante, después
mamá, y atrás siguiendo a su viejos las tres hijas. A la
nochecita volvíamos a casa totalmente destruidas; y él como si
nada... claro, era un hombre muy fuerte. Entonces él se
peleaba con mi mamá -todos los domingos sin ninguna razón.
La cuestión es que nos obligaba a todas a acompañarlo, pero
así, obligada, nunca me gustó. Nunca. Sin embargo, ahora que
lo cuento, papá, mamá, las tres hijas atrás, todas pedaleando,
suena hasta gracioso... ¿no es cierto?
PETRA:
Sí, es cierto. Pero, claro que esa era una violencia por parte de
su padre. De todas maneras yo no me refería, en absoluto, a
ese tipo de obligaciones. Yo hablo de imposiciones..., de las
obligaciones que aceptamos, deseamos... y hasta necesitamos.
Para tener éxito en algo, ¿entiende? En la vida es fundamental
llegar a algo. ¿Qué hacen sus padres?
KARIN:
Murieron.
PETRA:
Ah, lo siento. ¿Los dos?
KARIN:
Papá primero mató a mamá y después se ahorcó.
PETRA:
¡No! ¡Qué horror!
KARIN:
Ve, ya me está mirando de otra manera. A todo el mundo le
pasa lo mismo. Al principio les caigo muy bien, pero después se
enteran de mi historia... y c'est fini.
PETRA:
No, Karin, no... Yo siento... un gran cariño por usted, yo...
mucho más ahora que conozco tu historia... nosotros estamos
en deuda con vos.
KARIN:
Pero, señora, usted...
PETRA:
Tuteáme, por favor, ¿no es mejor?
KARIN:
Claro. Es mucho más simple.
PETRA:
¡Marlene! Traé una botella de champagne. (Marlene sale.) Es
una chica buenísima. Hace todo mi trabajo. Pero contáme, qué
pasó para...
KARIN:
¿Con mis padres? Algo muy simple. La historia... ¿no la leíste
en los diarios?
PETRA:
No, no me acuerdo de haberla leído.
KARIN:
Papá tomaba mucho y... no, no lo estoy contando bien... Un
día, en la fábrica, le dijeron a papá: Señor Thimm, nosotros
somos una empresa en expansión, y no tenemos más lugar
para personas de su edad. Yo no sé los detalles porque no
estaba presente, pero grosso modo le deben de haber dicho
algo así. Él se desesperó, lloró. Empezó a romper todo y a
pelearse con todos hasta que los del servicio de seguridad de la
fábrica lo echaron a los empujones. Entonces se fue a
emborrachar al bar adonde iba siempre. ¿Qué puede hacer un
hombre en una situación así? Y además papá siempre tomó
mucho. Después volvió a casa, la degolló a mamá y se ahorcó.
Ya no había lugar para él y para su mujer en este mundo. Es
una historia muy simple. Yo me fui casi en seguida a Australia.
Pero allá tampoco las cosas fueron muy color de rosa que
digamos. Es una cuestión de oportunidades... si uno está en la
misma carrera que todos, los demás se ponen contentos
cuando uno se jode.
PETRA:
Pero ahora todo va a cambiar completamente, Karin,
completamente. Vamos a luchar juntas para transformarte la
vida.
KARIN:
Será bárbaro. Ya he renunciado más de una vez a tener
esperanzas. Te juro. Con mi marido también fue una gran
mierda. Me hacía trabajar como una burra pero vivía
diciéndome que él algún día iba a ganar mucho dinero y cosas
por el estilo. Que tenía que tener paciencia... ¡Ese tipo me
hartó!...
Marlene entra con el champagne, lo descorcha, y sirve dos copas.
Vuelve al trabajo.
PETRA:
¡Chin-chin! Por nosotras,
nuestras posibilidades.
para
que
sepamos
aprovechar
KARIN:
¡Chin-chin!
PETRA:
Ya te estoy viendo como... te estoy viendo caminar por la
pasarela. Voy a crear una colección especial para vos. Te voy a
transformar en una mannequin-vedette, en una estrella. ¡Te lo
juro! Sos bonita, Karin. (La acaricia, después se levanta
rápidamente y pone un disco, "In my room", de los Walker
Brothers.) ¿Te gusta esta música?
KARIN:
Sí, me gusta.
PETRA:
Son discos de mi juventud. Me ponen muy alegre o muy triste.
Depende. Son de la época de mi primer marido... ¿Sabés? Fue
un gran amor. Alguien dijo que las cosas lindas son las que
siempre duran menos y en el fondo es verdad. Pierre tuvo un
accidente, le encantaba manejar. Pierre era... era buenmozo...
pero no tenía control. Y... creía ser inmortal. No lo era. Cuando
nació nuestra hija él ya había muerto... Hacía cuatro meses.
Para mí no fue fácil... el destino. Pero todo está escrito de
antemano. De una u otra manera. De eso estoy segura. Tuve
que aguantar. Sabés, Karin, las personas son duras, brutales, y
para ellas nadie es imprescindible. Esperan a que termine el
disco. Eso hay que aprenderlo. ¿Dónde estás viviendo ahora?
KARIN:
En un hotelito.
PETRA:
¿En un hotel? ¿Pero no es caro?
KARIN:
Veintisiete marcos, pero con el desayuno incluido.
PETRA:
¡No ves! ¿Quién puede pagar eso mucho tiempo? Vas a venir a
vivir conmigo. Es más barato y además, es bárbaro.
KARIN:
¿Sí? Yo...
PETRA:
¿No?
KARIN:
¡Sí, cómo no! Lo único es que yo puedo ser..., puede ser...
Puedo terminar por molestarte, aquí.
PETRA:
Me conozco, Karin. Vos no me vas a molestar. Me conozco.
Muchas veces me siento sola, abandonada. Para mí va a ser
maravilloso.
KARIN:
Si a vos te parece que... está bien, me va a encantar. En serio.
Yo...
PETRA:
Yo te amo, Karin, yo te amo. Yo te amo. Nosotras vamos a
conquistar juntas el mundo. No voy a estar más sola, me va a
encantar acariciarte, besarte. Yo... (La abraza.)
KARIN:
Yo también te quiero mucho, Petra, me gustás mucho, pero me
tenés que dar tiempo. Por favor...
PETRA:
Te voy a dar tiempo, Karin. Nosotras tenemos tiempo. Nosotras
tenemos todo nuestro tiempo. El tiempo de aprender a
conocernos. ¡Nosotras nos amaremos! ¡Marlene, traé más
champagne! (Marlene sale.) Yo nunca había tenido... Yo jamás
había sentido amor por una mujer. Yo estoy loca, Karin, ¡loca!
Pero es lindo estar loca. ¡¡Es locamente lindo, estar loca!!
Apagón
TERCER ACTO
Es temprano, por la mañana. Karin todavía está en la cama. Petra se
está vistiendo. Marlene está levantando las tazas del desayuno que
están al lado de la cama. Karin hojea una revista.
PETRA:
¿Anulaste las reservas?
KARIN:
¿Qué?
PETRA:
¡Pregunté si anulaste las reservas!
KARIN:
¿Las voy a anular cómo? No ves que todavía estoy en la cama,
¿o no tengo derecho?
PETRA:
Okey. Lo hago yo misma.
KARIN:
Ya voy. Pero por lo menos dame tiempo de levantarme.
PETRA:
No, lo puedo hacer perfectamente yo misma. ¿Por qué no? (Va
al teléfono.) ¿Hola? Yo reservé dos pasajes para el vuelo que
sale el día 25, el 322, con destino a Madrid, a nombre de Kant y
Thimm. Karin Thimm. ¡Eso! bien. Por favor, ¿los puede
cancelar? No, por el momento, no. Gracias.
KARIN:
En el fondo es algo totalmente inútil. Anular las reservas. Uno
está allá o no está. Ellos se dan cuenta a tiempo.
PETRA:
Es solamente una cuestión de buena educación, tesoro. Algún
día vos también lo vas a aprender.
KARIN:
Gracias.
PETRA:
No hay de qué. ¡Marlene! (Marlene entra.) ¡Mis zapatos, rápido!
KARIN:
Me está empezando a parecer que a ésta le falta un tornillo
nomás.
PETRA:
O le sobra uno -ella me ama.
KARIN:
Que le aproveche.
Marlene trae los zapatos.
PETRA:
Gracias. (Marlene empieza a trabajar.) ¿Es definitivo, vos no
querés ir más a la escuela de modelos?
KARIN:
¿Qué quiere decir definitivo? No aprendo nada nuevo.
PETRA:
Siempre hay algo para aprender. Eso no termina nunca.
KARIN:
Vos y tus sabios principios.
PETRA:
No es sabiduría, es experiencia. Mirá, voy a llamar por teléfono
para que te disculpen y puedas volver, ¿está bien? Creo que lo
mejor que podés hacer es que por lo menos una vez en tu vida
hagas verdaderamente algo hasta el final. Siempre vas a salir
ganando, yo te lo garantizo.
KARIN:
Si te parece.
PETRA:
Me parece
KARIN:
En ese caso...
PETRA:
¿Estamos de acuerdo?
KARIN:
...Servíme un gin-tonic.
PETRA: sirviéndola
Estás tomando demasiado. Tené cuidado con no engordar
mucho.
KARIN:
¡Andáte a la mierda!
PETRA:
No descuidés tu figura. Es tu capital. Es lo único que tenés.
KARIN:
Eso es lo que vos creés.
PETRA:
Yo no lo creo. Yo lo sé. Chin-chin.
KARIN:
Chin-chin.
PETRA: se sienta en la cama, cerca de Karin y la abraza
Yo te amo.
KARIN:
Yo también.
PETRA:
Mierda. Yo también. Yo también. ¿No sabés decir "Yo te amo"?
KARIN:
Está bien, está bien.
PETRA:
Vamos, decílo.
KARIN:
Okey. Yo te quiero mucho... Yo te amo.
PETRA:
Tenés la piel más linda del mundo.
KARIN:
¿Sí?
PETRA:
Sí. Y el pelo más bonito. Y tu espalda es la más divina. Y... los
ojos más bonitos. Yo te amo, yo te amo, yo te amo. ¡Yo te
amo!
KARIN:
Largáme, por favor.
PETRA:
¿Qué pasa?
KARIN:
Es que todavía no me lavé los dientes.
PETRA:
Pero a mí no me molesta...
KARIN:
A mí sí me molesta. Vamos... Y además quiero leer un poco.
¡Por favor!
PETRA:
Okey. Te dejo tranquila. Si te tengo podrida...
KARIN:
¡No estoy podrida! Pero uno no puede estar franeleándose
veinticuatro horas por día.
PETRA:
Sí.
KARIN:
Ah, Petra.
PETRA:
Yo podría quedarme entre tus brazos para siempre. No entiendo
por qué sos tan grosera. Como si yo te hubiera hecho algo...
KARIN:
Yo no soy grosera.
PETRA:
¡Ah, para vos es muy fácil! Vos te limitás a decir: yo no soy
grosera. Y cuando te necesito..., vos me rechazás. ¿Karin?
KARIN:
¿Sí?
PETRA:
Puedo... Quiero sentarme un poco más, cerca tuyo. (Karin no
reacciona, Petra se sienta en la cama. Después de un momento
empieza a acariciar a Karin.) ¿Adónde fuiste anoche? (Karin no
reacciona.) ¿Karin?
KARIN:
¿Qué pasa?
PETRA:
Te pregunté adónde fuiste anoche.
KARIN:
Fui a bailar.
PETRA:
¿Hasta las seis de la mañana?
KARIN:
¿Y qué?
PETRA:
No hay nada que esté abierto hasta esa hora.
KARIN:
¿No?
PETRA:
¿Con quién fuiste a bailar?
KARIN:
¿Qué?
PETRA:
Te pregunté que con quién fuiste a bailar, ¿no?
KARIN:
Con un hombre.
PETRA:
¿Ah, sí?
KARIN:
Sí
PETRA:
¿Con qué hombre?
KARIN:
Con un negrazo enorme, con una pija enorme, que también era
negra.
PETRA:
¡Ah, qué bien! (Va al bar y se sirve otro gin-tonic.) ¿Vos
también querés otro?
KARIN:
Sí, dame otro.
PETRA:
Por favor.
KARIN:
No necesitás servírmelo.
PETRA:
Yo te lo quiero servir. Pero podrías ser amable. Te lo estoy
pidiendo.
KARIN:
Gracias, querida, muchas gracias.
PETRA:
¿Cómo era él?
KARIN:
¿En la cama?
PETRA:
Por ejemplo.
KARIN:
Insaciable.
PETRA:
¿Sí?
KARIN:
Era increíble. Imagináte unas enormes manos negras sobre mi
delicada piel blanca. Y... ¡sus labios! Vos sabés muy bien. Todos
los negros tienen labios gruesos, calientes. ¡Qué bien chupaba
la concha! ¡¡¡Cómo cogía!!! (Petra se lleva una mano al
corazón.) ¿Te estás desmayando, mi amorcito? (Empieza a
reírse exageradamente.)
PETRA: a Marlene
¡No te quedes ahí parada con esa cara de carnero degollado!
¡Andá a buscar los diarios! ¡¡Rápido!!
KARIN:
Calma, calma, no tenés por qué ponerte histérica. (Marlene
sale.) Todavía no te conté lo mejor.
PETRA:
No seas tan vulgar.
KARIN:
No soy vulgar. Te estoy diciendo la verdad, Petra. ¿Te acordás
que quedamos en que nos íbamos a decir siempre la verdad?
Pero vos no lo podés aguantar. Vos querés que te mienta.
PETRA:
Eso, mentí. Por favor, mentí.
KARIN:
Bueno, nada de lo que te dije es verdad. Pasé toda la noche
sola, caminando y pensando en nosotras dos.
PETRA:
¿Sí? (Llena de esperanza.) ¿Entonces me mentiste?
KARIN:
Claro que no. Me encamé con un tipo. Pero eso no tiene
ninguna importancia. ¿O sí?
PETRA: ya llorando
No. No. Claro que no. Pero yo no entiendo, de verdad, no
entiendo. ¿Por qué... por qué...?
KARIN:
No llores, Petra, por favor. Escucháme, yo te quiero mucho, yo
te amo pero... (Se encoge de hombros. Petra llora sin
contenerse.) Escucháme, era evidente que de vez en cuando
me iba a encamar con un tipo. Yo soy así. Y, además, eso a vos
no te quita nada. Con los hombres lo único que hago es usarlos.
Nada más. Un poco de placer, eso es todo. Al principio eras vos
la que vivía hablando de libertad y todas esas cosas... Eras vos,
la que vivía diciendo que entre nosotras no existía ningún
compromiso. Vamos, para de llorar, escucháme, yo siempre
voy a volver a vos.
PETRA:
¡Me duele tanto el corazón! Como si me hubieran apuñalado.
KARIN:
No sé por qué te duele el corazón. No tenés motivos.
PETRA:
No hay motivos. Quien sufre sin motivos, no necesita motivos
para sufrir.
KARIN:
Ah, Petra. Es claro que yo no soy tan inteligente como vos, ni
tan preparada. Escucháme, eso yo lo sé muy bien.
PETRA:
Sos linda. ¡Yo te quiero tanto! Todo me lastima de tanto que te
amo. ¡Ah Dios, Dios mío! (Se va a servir una copa.) ¿Querés
que te sirva otro?
KARIN:
No, tengo que cuidar mi figura. (Las dos se miran, empiezan a
reírse al mismo tiempo, paran de reírse, se miran un instante, y
Petra se aleja de Karin.)
PETRA:
¿Lo vas a volver a ver?
KARIN:
¿A quién? ¿Al tipo?
PETRA:
Sí. ¿En qué quedaron?
KARIN:
En nada. No lo voy a ver más. Ni siquiera sé su nombre.
Además me dijo que lo trasladaban o algo por el estilo.
PETRA:
¿Era un negro?
KARIN:
Sí. ¿Por qué?
PETRA:
No sé.
KARIN:
Mirá, a mí me pareció verdaderamente un muñeco; a vos
también te hubiera gustado, estoy segura. No era negro negro,
era mulato, pero con una... realmente inteligente. Hay negros
así, con una cara bien europea, ¿no es cierto?
PETRA:
¿Sí? No sé.
KARIN:
Sí que hay. Este era uno de esos. Me contó un montón de cosas
interesantes sobre América, y sobre todo esos...
PETRA:
¡Karin, por favor! (Vuelve a llorar.)
KARIN:
Me callo, me callo. Pensé que antes ya habíamos aclarado todo.
PETRA:
Pero no tenía por qué gustarte tanto. (Se sirve una copa más.)
KARIN:
Vos también... ¡Te estás tomando todo!
PETRA:
¿Qué más puedo hacer?
KARIN:
No exagerés, ¿está bien? ¡Estás verdaderamente histérica!
PETRA:
¡Yo no estoy histérica! ¡Yo sufro!
KARIN:
Decís que sufrís porque te encanta hacerte la víctima, ¡vamos!
PETRA:
Sí, sí, lo importante es no complicarte la vida. Yo sufro porque
me gusta.
KARIN:
Sí, así es.
PETRA:
Preferiría ser feliz, creéme. Preferiría muchísimo más sentirme
feliz. Todo esto me enferma.
KARIN:
¿Qué es lo que te enferma?
PETRA:
Ah, mejor cambiamos de tema.
KARIN:
Dale, decí, ¿qué es lo que te enferma?
PETRA:
Vos. Vos me enfermás. Porque nunca sé por qué estás
conmigo, ¿si es porque tengo plata, porque te doy
oportunidades o porque... porque me amás?
KARIN:
Pero claro que es porque te quiero, mierda.
PETRA:
Oh, basta. Nadie puede aguantar por mucho tiempo semejante
incertidumbre.
KARIN:
Si no me creés, entonces...
PETRA:.
¿Creer -qué quiere decir eso? La creencia no tiene nada que
ver. Claro que creo que me querés. Por supuesto. Pero no estoy
segura de nada. Es eso lo que me enferma, es eso. (Marlene
trae los diarios, se los entrega a Petra, y vuelve enseguida a
dibujar. Petra abre uno de los diarios.) ¡Ah! Escuchá esto: la
última colección de Petra von Kant es una admirable
contribución a la moda del próximo invierno. Y hay una
fotografía tuya.
KARIN:
¡No! ¡Mostrámela!
PETRA:
Aquí.
KARIN:
¡Oh, es genial! Qué bien que hace esto, ¿eh? Confesá.
PETRA:
Sí. Es muy lindo.
KARIN:
Muy lindo. Muy lindo. ¡Es de la gran puta! ¡Es un orgasmo! Mi
primera foto en un diario. ¡¡Es supergenial!!(Abraza a Petra y la
besa.) ¡Te amo! Vení.
PETRA:
Ah, dejáme.
KARIN:
Te quiero besar. (Se besan. Suena el teléfono, Marlene se
levanta, Petra se aleja de Karin.)
PETRA:
Yo atiendo. Dejá. Sí, con lo de von Kant... (A Karin.) Para vos.
De Zurich.
KARIN:
¿De Zurich?
PETRA:
Sí. ¿Conocés a alguien en Zurich?
KARIN:
Que me acuerde, no. ¡Hola! Habla Karin Thimm. Quién...
¡Freddy! ¿Estás en Zurich? ¿Pero qué hacés en Zurich?
¿Cuándo? A las tres en Frankfurt. Esperá, que voy a preguntar.
¿A qué hora hay avión para Frankfurt?
PETRA: mira el reloj.
A las dos y media.
KARIN:
Hay un avión que sale de aquí, de Colonia, a las dos y media.
Voy a tratar de conseguir un lugar -si no me llamas de nuevo
cuando llegues a Frankfurt. (Cambia de expresión.) Yo te amo.
Chau. (Cuelga.) ¡Era mi marido! ¡Freddy está en Zurich! Freddy
está en Europa. Tratá de conseguirme un lugar para Frankfurt,
dale, ¡por favor! (Petra se dirige al teléfono maquinalmente,
Karin se levanta y empieza a vestirse.)
PETRA:
¿Lufthansa? Habla Petra von Kant. Quiero hacer una reserva en
el vuelo de las 14 y 25 para Frankfurt... ¿está completo?
KARIN:
¡No! Por favor, no... por favor...
PETRA:
En primera, ¿todavía queda lugar? Bueno, entonces, resérvelo a
nombre de Thimm. 45 minutos antes, ya sé. Gracias, buenos
días.
KARIN:
Oh, qué maravilla. Freddy está allá. Qué locura.
Petra se sirve otra copa.
PETRA:
Siempre me dejaste entender que estaba todo terminado entre
vos y tu marido.
KARIN:
Pero eso fue hace tanto tiempo...
PETRA:
Por lo menos me podías haber dicho... podías habérmelo dicho
que... habían vuelto a comunicarse.
KARIN:
¡Pero Freddy es mi marido! ¿Qué te pasa? Por supuesto que le
escribo.
PETRA:
Pero vivías diciendo que querías el divorcio.
KARIN:
Yo dije que tal vez me divorciara. En seis meses todo el mundo
cambia de idea.
PETRA:
¿Sabés lo que sos?
KARIN:
No, pero apuesto a que me lo vas a decir ya.
PETRA:
Sos una putita muy sórdida.
KARIN:
¿Sí? ¿Te parece?
PETRA:
Sí, me parece. Una criatura muy repugnante. Cada vez que te
miro me dan ganas de vomitar.
KARIN:
Entonces debes de estar muy contenta de que me vaya.
PETRA:
Claro que lo estoy. Hasta creo que demoraste mucho en
hacerlo. Lo único que me pregunto es por qué no te fuiste
directamente a hacer la calle.
KARIN:
Porque con vos me cansaba menos, querida.
PETRA:
Ah, sí, entiendo. Dios, qué asquerosa que sos. Cómo podés
humillar tanto a alguien, solamente porque te das cuenta de
que entró en tu juego...
KARIN:
Yo no te mentí, Petra.
PETRA:
Ah, no, sí que me mentiste. Vos no hiciste nada por aclarar las
cosas entre nosotras desde el principio, y eso basta.
KARIN:
Yo dije, yo te quiero. Eso no es mentira, Petra, yo te amo. Te
amo a mi manera. Eso lo tenés que reconocer.
PETRA:
Yo habría tomado mis providencias desde el principio, si vos
me... Cómo puede una persona llegar a ser tan odiosa, Karin.
Vos sabías muy bien lo que me estaba pasando, lo que me
esperaba.
KARIN:
Eso no es cierto. Durante mucho tiempo no me di cuenta de “lo
que te estaba pasando”. Vos inclusive, al principio, hacías de
cuenta que no era nada serio.
PETRA: se acerca a Karin y la abraza.
Pero no es mi culpa si te amo. No es mi culpa. Yo te necesito,
Karin. Te necesito profundamente. (Se arrodilla y se abraza a
las rodillas de Karin.) Pero si yo quiero hacer todo por vos. Pero
si yo no quiero vivir si no es para vos, Karin. Yo te tengo
solamente a vos. Solamente a vos. Yo... yo... estoy tan sola,
sin vos, tan sola, Karin.
KARIN:
¿Sola, sin... la putita?
PETRA:
Oh, perdonáme, por favor, por favor. Pensá en lo que me
espera. No seas tan cruel.
KARIN:
Levántate de ahí. Tengo que rajar.
PETRA:
¡Yegua inmunda! (Le escupe en la cara.)
KARIN:
Esto lo vas a pagar caro. Vos jamás te vas a olvidar de esto.
(Petra trata de abrazarla nuevamente, pero Karin la rechaza.)
PETRA:
Oh, Karin, ya no sé ni lo que hago. Entendéme, mi...
KARIN:
Dame dinero, por favor. Tengo que pagar el pasaje. Y también
para Frankfurt. Freddy nunca tiene dinero.
PETRA:
Perfecto. Para eso es para lo único que sirvo. Para pagar. Ah,
Dios mío, okey. ¿Cuánto? ¡Dale, decíme! (Va al tocador y
agarra el dinero.)
KARIN:
Quinientos.
PETRA:
Toma. Lleváte mil. Así van a poder reírse de mí doblemente.
KARIN:
Quinientos me alcanzan, en serio.
PETRA:
No dudes en llevarte los mil. Nada más tiene importancia,
ahora. (Agarra las llaves del auto.) Marlene, llevála a Karin al
aeropuerto. Ya estoy borracha.
Marlene y Karin se dirigen a la puerta.
Marlene sale.
PETRA:
Karin, ahora te vas para siempre, ¿no es cierto?
Karin va al tocadiscos, pone un
desconsoladamente. Termina el disco.
disco.
PETRA:
¡¡¡Yo soy tan estúpida, tan estúpida!!!
Apagón
Sale.
Petra
llora
CUARTO ACTO
Petra está sola en la escena. Tropieza en la alfombra. Está borracha.
En el tocadiscos hay puesto un disco. Ella canta, baila. Se sirve otra
copa. Suena el teléfono. Ella se apura a atender.
PETRA: llena de esperanzas.
¿Hola? ¡No! No, aquí no vive ninguna von Kant. (Cuelga
violentamente. Bebe mucho. El teléfono suena nuevamente.
Ella atiende rápidamente. Llena de esperanzas.) ¿Sí? No, no,
no, no. (Cuelga.) ¡Ah, yo te odio, te odio, te odio! Si por lo
menos pudiera morir. Simplemente desaparecer. Estos dolores.
Yo no aguanto más. Yo... yo... no puedo más. Oh, Dios, qué
puta, putita inmunda. Algún día vas a ver. Yo te voy a liquidar.
¡¡¡Pero sí te voy a destruir!!! Te vas a arrastrar a mis pies,
putita. Me vas a lamer los pies. Oh, Dios mío, estoy hecha
mierda. Dios mío, ¿qué hice para merecer esto? ¿Qué hice?
(Suena el teléfono.) ¿Karin? (Cuelga.) Pero yo te amo. No seas
tan mala, Karin. Oh, mierda, mierda, quiero oír tu voz. (Llora,
después va al bar y se sirve.) Pero si no te cuesta nada
llamarme. Pero esta puerca ni piensa en eso. Está todo
calculado. Todo. Ella me hace esperar porque sabe... Oh, todo
es tan inmundo. Vos me asqueás. No sos nada más que una
pequeña prostituta asquerosa. ¡Y yo te amo tanto! ¡Te amo
desesperadamente! Si supieras cómo duele. Ah, ojalá que algún
día te pase todo esto también a vos, así vas a aprender. Todo
es muy distinto, visto desde este lado. Pero vos sos tan bruta,
tan... vas... a terminar vendiendo el culo por cuatro pesos. La
vida podría ser tan linda, juntas. ¡Tan linda! Algún día te vas a
dar cuenta. Pero ahí va a ser tarde. Demasiado tarde. ¡Oíme
bien! Yo me voy a vengar, ¡te voy a destruir! (Timbre. Petra
sale corriendo.)
GABY:
¡Mamá! ¡Muchas
cumpleaños!
felicidades!
PETRA:
¡Muchas
felicidades!
¡Feliz
¡Oh, Gaby!
Petra, su hija y Marlene entran.
GABY:
¿Abuela todavía no llegó?
PETRA:
No.
GABY:
¡Tengo un montón de cosas para contarte!
PETRA:
Claro, hijita, claro. Marlene, hacénos un café.
GABY:
¡No te imaginás lo que fue el viaje! El avión corcoveó como
loco. Hasta me sentí mal. Pucha, mamá, hacía tanto que no te
veía. Querida mamá, mamita. ¡Cuatro meses! ¿Y Karin? ¿No
está?
PETRA:
¡No, no está!
GABY:
¿No? Pero va a venir, ¿no es cierto?
PETRA:
No, no creo que venga.
GABY:
¡Bah, no importa! Total, ella no me gusta demasiado...
PETRA:
¿No?
GABY:
Ah, vos me entendés, en el fondo ella es muy... muy vulgar,
¿no es cierto?
PETRA:
No, no es cierto.
GABY:
Ah, bueh, no importa. Ay, mamá, soy tan infeliz...
PETRA:
¿Infeliz?
GABY:
No, en el fondo me muero de felicidad. Ah, mamá, no sé, todo
es tan difícil...
PETRA:
¿Qué pasó, hijita?
GABY:
Mamá, ¡estoy enamorada!
PETRA:
Vos estás... (Empieza a reírse locamente.) No, si esto es muy
gracioso. Vos estás enamorada.
GABY:
Qué reacción horrible, mamá. Realmente nunca vi nada tan
pequeñoburgués.
PETRA:
Perdonáme, hijita, perdonáme. Pero para mí todavía sos una
chiquitita, mi chiquitita. Tengo que acostumbrarme a tratarte
como a una persona adulta.
GABY:
Me parece mejor, por favor. Oh, mamá.
PETRA:
contáme, Gaby, contáme de tu noviecito.
GABY:
Ese es el problema, mamá. Él todavía no es mi noviecito. Ni
siquiera sabe que lo quiero. No te imaginás lo tonto que es. Ya
hace tres semanas que trato de meterme con él y él me ignora
olímpicamente. Como si yo no existiera. Oh, mamá, es una
situación horrible.
PETRA:
Calma que tarde o temprano todo se arregla, Gaby, creéme.
GABY:
Ah, mamá, él es tan buenmozo... No te imaginás lo buenmozo
que es.
PETRA:
Ya sé, es algo elegante, con el pelo rubio y largo y se parece un
poco a Mick Jagger.
GABY:
¿Cómo sabés?
PETRA:
Es un secreto.
GABY:
Ah, mamá sos tan inteligente... Tengo la madre más inteligente
del mundo. (Suena el teléfono. Petra se levanta de un salto,
corre, atiende.)
PETRA:
¡Hola! ¡No! (Cuelga. Se sienta al lado del teléfono, solloza.)
GABY:
Mamá, mamá. ¿Pero qué pasó? (Petra llora.) Oh, mamá,
mamá: decíme algo, ¿qué te pasa? (Ella también se pone a
llorar.) No llores, mamá, por favor, ¿qué pasó?
PETRA:
Nada, Gaby, nada. Dejá de llorar. Realmente, no pasó nada.
(Vuelve a sollozar, se levanta, se va a servir otra copa. Marlene
trae el café, madre e hija tratan de disimular las lágrimas pero
Marlene nota que algo anda mal y no se aleja.) Ahora podés ir a
terminar la torta y a batir la crema. (Marlene no se aleja. Petra
grita.) ¡¿¡Desaparece de aquí y andá a ocuparte de la torta y de
la crema, o te volviste sorda!?! ¡¡¡Fuera!!! (Marlene sale.)
GABY:
¿Por qué la tratás tan mal, mamá?
PETRA:
Porque no se merece que la trate mejor y porque a ella le gusta
que la trate así, ¿entendés?
GABY:
No, no entiendo.
PETRA:
Ah, uno no tiene por qué preocuparse por las mucamas.
GABY:
No quiero pelearme con vos en el día de tu cumpleaños pero
quiero que sepas que sobre estos asuntos opino totalmente
distinto de vos.
PETRA:
Me parece muy bien. Es bueno que los hijos tengan sus propias
opiniones, aunque éstas sean distintas de las de sus padres. Así
se dice ahora, ¿no? (Timbre. Petra se precipita a abrir pero
Gaby se le adelanta.)
GABY:
Yo voy a abrir. ¡Deja!
Petra está llena de impaciencia y de esperanza. Vuelve Gaby,
acompañada por la señora baronesa Sidonie von Grasenabb. Petra se
da vuelta, por un segundo se tiene la impresión de que va a aplastar
el vaso que tiene en la mano. Pero se domina ni bien entra Sidonie.
PETRA:
¡Sidonie!
SIDONIE:
¡Que los cumplas muy feliz! ¡Te lo deseo de todo corazón,
Petra! (Le entrega un regalo.) Abrílo después. ¿Qué tal el
colegio, Gaby?
Petra abre el regalo y saca de adentro de una caja una muñeca igual
a Karin. La muñeca está desnuda. Por un momento da la impresión
de que Petra va a explotar.
GABY:
Ahí anda, tía Sidonie.
SIDONIE:
Me parece bien, aunque se trate de educación: no hay que
cometer excesos.
PETRA:
¡Marlene! ¡Otra taza, rápido!
GABY:
A mí me parece que mamá la trata muy mal a Marlene, ¿no te
parece?
PETRA:
¡Gaby!
SIDONIE:
Lo que a mí me parece, Gaby, es que todavía sos un poco chica
para poder juzgar la conducta de tu madre
GABY:
Bueno, ¡¡entonces me callo!!
SIDONIE:
¡Querida! ¡¿Cómo estás?!
PETRA:
¿¡¿Cómo querés que esté?!? Bien. (Marlene trae una taza para
Sidonie.)
SIDONIE:
Gracias. Pero contáme. Me enteré por los diarios de tu exilio en
Milán. ¡Te felicito!
PETRA:
¿Sabés?, toda esa mierda me tiene podrida. (Gaby se ríe.)
SIDONIE:
No te rías.
PETRA:
Dejála reír.
SIDONIE:
Por favor. Tu madre ha dicho que te podés reír.
PETRA:
Estoy hasta aquí de este trabajo. Siempre inventando trucos,
andando de un lado para el otro, con miedo de que todo se
desmorone. Siempre lo mismo, ¿y para qué?
SIDONIE:
Es muy sencillo. Porque hay que trabajar para ganar plata.
PETRA:
Antes, trabajar, me causaba placer. Pero ahora eso me cansó.
Telón. Finito. (Grita) ¡¡La torta!! Ésta decidió hacerme rabiar.
SIDONIE:
No creo, Petra.
GABY:
Ojalá fuera cierto.
SIDONIE:
¡Gaby! Te perdiste una buena ocasión para callarte la boca.
Marlene trae la torta, la pone sobre la mesa. Sale. Se instala un
silencio bastante desagradable.
SIDONIE:
¿Tenés noticias de Karin?
PETRA:
¿De Karin? No, ¿y vos?
SIDONIE:
Me enteré que está trabajando en Pucci.
PETRA:
¿Ah, sí, en Pucci?
SIDONIE:
Sí. Es una chica muy talentosa. Va a hacer carrera. No me cabe
la menor duda.
PETRA:
¿Talentosa? No tiene nada de talento, Sidonie, lo que ella sabe
hacer es venderse.
SIDONIE:
Yo me pregunto, Petra, si no estás siendo injusta con ella. En
este caso estás juzgando de una manera demasiado subjetiva.
Ah, hoy ella está aquí, en Colonia.
PETRA:
¿Aquí en...? Oh, querida, estás admirablemente bien informada.
Realmente.
SIDONIE:
Para serte franca, Karin me llamó hoy a la mañana. Si no yo
tampoco sabría nada de ella, ¿no es cierto?
PETRA:
Ella te...
SIDONIE:
Por supuesto. Le hice acordar que era tu cumpleaños, querida.
Y ella dijo que iba a tratar de pasar por aquí para saludarte,
pero que no sabía si iba a poder, porque tenía tantas cosas que
hacer. Y, si....
PETRA:
¿Tantas cosas que hacer? Ah, sí, sé. (Va al bar. Sidonie la
sigue.)
SIDONIE:
¡No tomés tanto! Tenés que tener más cuidado, Petra; en este
mundo uno se resbala con facilidad. (Timbre.)
Sidonie y Petra, tensas, miran hacia la puerta. Gaby sale corriendo y
vuelve acompañada por la madre de Petra.
VALERIA:
Ah, Petra, perdonáme. Imposible, imposible conseguir un taxi.
Muchas felicidades por tu cumpleaños. ¿Todavía falta alguien?
PETRA:
¡No!
VALERIA:
Ah, entonces vamos a sentarnos así charlamos. Sidonie, hija,
estás cada día más joven.
SIDONIE:
¿Qué tal, tía? Esto pasa cuando se es feliz, es muy sencillo.
VALERIA:
El tráfico de esta ciudad me va a terminar matando. Realmente.
¿Qué tal el colegio, Gabriela?
GABY:
Ahí anda.
VALERIA:
¿Se estuvieron peleando?
GABY:
Me prohibieron que hablara, abuela.
SIDONIE:
Eso no es cierto, Gaby, absolutamente.
GABY:
Vos me prohibiste que diera mi opinión, ¿es o no es cierto?
SIDONIE:
Nadie te prohibió nada, eso es una gran mentira.
GABY:
Es verdad. Vos me hiciste callar la boca.
SIDONIE:
Qué chiquilina insoportable.
VALERIA:
Calma, chicas. Pórtense bien.
Petra tira el vaso contra la pared. Marlene entra corriendo. Recoge
vidrios.
VALERIA:
¡Petra!
PETRA:
Cómo me asquean, todas ustedes.
SIDONIE: levantándose
¡Por favor, Petra!
VALERIA:
Sentáte, Sidonie, por favor. Petra, ¿qué te pasa?
PETRA:
Ustedes son tan mentirosas, todas, sucias,
mezquinas, y mentirosas. Ustedes no saben nada.
hipócritas,
GABY:
¡Mamá!
PETRA:
Vos sos una chica repulsiva. Yo te odio. Odio a todas ustedes.
GABY:
Oh, mamá, mamita.
PETRA:
No me toques. Marlene, dame un gin-tonic. Si ustedes supieran
lo asquerosas que son. ¡Chin-chin! Una banda de lamentables
parásitos.
VALERIA:
¿Pero qué le pasa?
SIDONIE:
¡Pobrecita!
PETRA:
¡¡Pobrecita un carajo!! Simplemente las veo con ojos diferentes.
Y lo que veo me da ganas de vomitar. (Tira el vaso.)
VALERIA:
¡Terminála! ¡Vas a romper todo el departamento...!
PETRA:
¿Y qué? ¿Fuiste vos la que trabajó para pagarlo? Si no moviste
un dedo en toda tu vida. Primero te dejaste mantener por papá,
después por mí. ¿Sabés lo que sos para mí? Una puta, mamá,
una sórdida y despreciable putaza.
VALERIA:
¡Oh, Petra, Petra! (Petra da vuelta el carrito con la torta.)
GABY:
¡Mamá!
PETRA:
Lo que compré con el sudor de mi frente lo rompo cuando se
me antoja. ¿Está claro? ¿Sí o no?
VALERIA:
Yo no entiendo nada, nada de nada. ¿Nosotras qué te hicimos?
SIDONIE:
Todo por culpa de esa chica.
VALERIA:
¿Qué chica?
SIDONIE:
Karin.
VALERIA:
¿Qué pasó con Karin?
SIDONIE:
Pero si todo el mundo sabe que Petra está loca por Karin.
PETRA:
¿Loca? Yo no soy loca, Sidonie. Yo la amo como jamás amé en
toda mi vida.
VALERIA:
¿Vos la amás? ¿Vos amás a una mujer? Oh, Petra, Petra.
PETRA:
El dedo meñique de esa mujer vale más que todas ustedes
juntas. Oh, Karin, Karin.
GABY:
¡Mamá, por favor, mamita!
PETRA:
¡Andáte, monstruo! ¡Gin-tonic, Marlene! ¡Diez gin-tonic!
VALERIA:
Mi hija está enamorada de una mujer. ¡Una mujer, mi hija!
¡Dios mío, qué horror! (Suena el teléfono, Petra se precipita.)
PETRA:
¿Karin? (Cuelga.) Oh, no, no, yo no aguanto más. No aguanto
más. Quiero terminar con todo, todo, romper todo.
SIDONIE:
Calma, Petra, tranquilizáte.
PETRA:
Terminála; yo te estoy dando un gran placer. Tema para
chusmear un año. ¡Pero cerrá esa matraca! Me estoy sintiendo
mal. ¡Diosmíodiosmíodiosmío!
SIDONIE:
Me voy. No tengo por qué soportar esto. Realmente.
PETRA:
¡Pero andáte, carajo! ¡Desaparecé de aquí! (La zamarrea.)
¿Creés que me importás? No te quiero ver nunca más en mi
vida. Nunca más, ¿entendiste? ¡Nunca más!
SIDONIE:
Esta me la vas a pagar, Petra. Esto, ah, vos no me vas a hacer
esto impunemente.
PETRA:
Yo no tengo más que pagar. Ya pagué demasiado. ¿Quién más,
quién más se quiere ir? La puerta está abierta. Ya les dije que
desaparezcan. Desaparezcan que yo no tengo nada más para
dar. Ya me hinché las pelotas. Marlene, gin, Marlene, gin,
Marlene, gin. ¿O vos también querés irte? ¿Vos también? ¿Por
qué están llorando? ¿Por qué, si ustedes son tan felices? (Se
cae.)
VALERIA:
Ah, mi hija, mi pobre, pobre hija.
PETRA:
Yo quisiera morirme, mamá. Yo quisiera realmente morir. Para
mí no hay nada en este mundo por lo que valga la pena vivir.
La muerte... ahí todo es calmo, todo es lindo. Y tranquilo,
mamá. Todo es tranquilo.
GABY:
Mamá. Mamita, yo te quiero tanto.
PETRA:
Uno agarra unas píldoras, mamá, las pone en un vaso de agua,
se las traga y muere. Es tan bueno dormir, mamá. Yo no
duermo hace tanto tiempo. Yo quisiera dormir, mucho, mucho
tiempo, dormir mucho tiempo.
Apagón
QUINTO ACTO
Petra está acostada en la cama, Marlene dibuja.
Entra Valeria.
VALERIA:
Gabriela ya está durmiendo.
PETRA:
Me voy a reponer, mamá.
VALERIA:
Ante el miedo, el hombre es muy pequeño. (Va hacia el bar,
prepara dos tragos, le da uno a Petra.)
PETRA:
Gracias.
VALERIA:
Va a hacer cuarenta y cinco años que naciste. Gaby está muy
abatida.
PETRA:
Ah, mamá, por favor.
VALERIA:
No te estoy reprochando nada, Petra. Solamente te lo estoy
contando. Estuve en la tumba de tu padre, alguien había puesto
flores. No sé quién fue. Es la segunda vez que pasa.
PETRA:
Tuve miedo que me despreciaras por lo de Karin.
VALERIA:
Ya sé. Tal vez te hubiera despreciado, quién sabe. Hace
cuarenta y cinco años, llovía. La lluvia golpeaba en los vidrios.
PETRA:
Cada vez tengo más miedo, mamá. Estamos tan solos.
VALERIA:
Ahora voy mucho a la tumba de tu padre. Mucho más que
antes. También he vuelto a ir a la iglesia.
PETRA:
En los últimos seis meses ni siquiera el trabajo me interesó. Y
siempre con la impresión de que la cabeza me iba a estallar de
dolor.
VALERIA:
Hay que encontrar el coraje de tener fe. Todos necesitamos
consuelo. Todos, Petra. Y... sin Dios, estamos solos, estamos
solos, todos.
PETRA:
No, mamá. Eso no es consuelo. Hay que aprender a amar sin
exigir nada.
VALERIA:
Es lo mismo, Petra, creéme.
PETRA:
Yo no la amé. Yo solamente quise poseerla. Pero pasó. Recién
ahora empiezo a quererla. Aprendí, mamá. Y eso dolió mucho.
Aprender debería ser lindo, no debería hacer sufrir.
VALERIA:
Tenés que ser buena con Gaby. Los chicos son muy sensibles.
PETRA:
Lo sé.
VALERIA:
Ella lloró mucho, antes de dormirse. Tenés que darle la
oportunidad de conocerte más.
PETRA:
No me mortifiques más, mamá, ¿qué ganás con eso?
VALERIA:
Te lo tenía que decir. (Suena el teléfono. Valeria atiende.) ¡Hola! Sí,
con lo de von Kant. ¿De parte de quién? Un momento, por favor.
(Tapa el auricular con la mano.) Es Karin. (Petra agarra lentamente el
auricular.)
PETRA:
¡Hola! ¿Karin? Muchas gracias. Sí, ahora ya estoy bien. Sí, sufrí
mucho. ¿Ahora? No, ya es muy tarde. Mañana me voy a París. Bueno,
un día de estos nos vemos. Hasta pronto, Chau. (Corta y se queda
inmóvil.) Ya podés irte, mamá. Estoy tranquila. Ya estoy de nuevo en
paz. Te voy a llamar por teléfono.
Valeria junta sus cosas y sale callada.
PETRA:
Tengo que pedirte perdón por muchas cosas, Marlene. De ahora
en más vamos a trabajar juntas de verdad, vas a tener la
recompensa que te merecés. Lo fundamental es hacerte feliz.
Marlene se acerca a Petra, se arrodilla delante de ella y le besa la
mano.
PETRA:
No, así no. Sentáte... (Se sienta) Contáme tu vida.
Marlene se levanta, agarra una valija y empieza a llenarla con sus
cosas, cierra la valija, agarra la muñeca que Sidonie le regaló a Petra,
se pone el saco y sale sin decir una palabra. Petra queda sola.
Apagón