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10/6/15

Un hombre es un hombre de Bertold Brecht















Un hombre es un hombre
Bertold Brecht





Personajes:
Uria Shelley
Jesse Mahoney
Polly Baker
Jeraiah Jip 
(4 soldados de una división de ametralladoras del ejército británico en la India)

Charles Farichild, un sargento apodado “El Sanguinario Cinco”
Galy Gay, un changador irlandés.
La esposa de Galy Gay.
El señor Wang, bonzo de una pagoda tibetana.
Mah Sing, su ayudante.
Leokadia Begbick, dueña de una cantina.
Soldados
Tres tibetanos

I.KILKOA
Galy Gay y su mujer.
Galy Gay (una buena mañana, sentado en su silla le dice  a su esposa):   Querida esposa: dado el estado de nuestras finanzas hoy he decidido comprar un pescado. Creo que bien puede permitírselo un changador que no bebe, que fuma muy poco y que casi no tiene ningún vicio. ¿Qué te parece? ¿Compro un pescado grande o preferís uno pequeño?
Mujer: Uno pequeño.
Galy Gay: ¿Y de qué clase lo preferís?
Mujer: Yo diría una buena raya. Pero, por favor, cuidado con las vendedoras de pescados de pescado. Son sensuales y persiguen a los hombres y tú eres muy blando de carácter, Galy Gay.
Galy Gay: Es cierto, pero espero que dejaran en paz a un pobre changador del puerto.
Mujer: Vos sos como un elefante: es el animal más pesado del reino animal, pero cuando se lanza a correr no hay quien lo pare, igual que a un tren de carga. Además están esos soldados, que son gente de la peor calaña y parece que están llegando a la estación a montones. Seguramente andarán rondando por el mercado y habrá que darse por muy contentos si no asaltan o matan a nadie. Son peligrosos, tú eres un hombre solo y ellos van siempre de a cuatro.
Galy Gay: Pero qué querés que le hagan a un pobre changador del puerto...
Mujer: Nunca se sabe.
Galy Gay: Poné a hervir el agua para el pescado, que ya empiezo a sentir hambre, estaré de regreso dentro de (diez) 10 minutos.

II.CALLE AL LADO DE LA PAGODA DEL DIOS AMARILLO
Cuatro soldados se detienen delante de la pagoda.
Se oyen marchas militares de tropas que llegan.
Jesse: ¡Alto todos! ¡Kilkoa! Esta es Kilkoa, ciudad del Imperio de Su Magestad, donde se concentra el ejército para una guerra prevista desde hace mucho tiempo. Somos cien mil soldados los que hemos venido ansiosos de restablecerse el orden de la frontera norte.
Jip: Para eso hace falta cerveza. (se desploma)
Polly: Así como los poderosos tanques de nuestra amada reina necesitan nafta para que puedan avanzar por las malditas rutas de este interminable país de oro, también es indispensable que los soldados sean abastecidos con cerveza.
Jip: ¿Cuánta cerveza nos queda?
Polly: Somos cuatro. Aún tenemos quince porrones. Debemos conseguir, pues, veinticinco porrones más.
Jesse: Para eso hace falta dinero.
Uria: Hay gente que se las toma con los soldados, pero una sola de estas pagodas contiene más plata de la que necesita un poderoso regimiento para marchar desde Calcuta hasta Londres.
Polly: La sugestión de nuestro querido Uria merece nuestra más humana consideración. Esta pagoda, cagada por las moscas y que se está viniendo abajo, tal vez esté repleta de plata.
Jip: En lo que a mí se refiere, necesito más bebida, Polly.
Uria: Tranquilo corazón que esta Asia tiene un agujero por el cual uno puede meterse.
Jip: Uria, Uria, mi madre me decía siempre: “puedes hacer todo lo que te dé la gana, mi queridísimo Jeraiah, pero cuidado con el alquitrán”. Y no es que yo quiera ver las cosas con tintes sombríos, pero aquí todo está lleno de alquitrán.
Jesse: Cuidado. Uria, seguro que por ahí anda el diablo.
Uria: Por esta puerta abierta es mejor no pasar.
Jesse: Claro, ¿para qué están las ventanas?
Uria: Hagamos una larga línea con las correas para pescar el cepillo de las limosnas. (Se acercan a las ventanas. Uria rompe el vidrio de una, mira hacia adentro y empieza a usar las correas como una línea de pescar).
Polly: ¿Pica?
Uria: No, pero mi casco cayó adentro.
Jesse: Al diablo, no podés volver al cuartel sin casco.
Uria: ¡Las cosas que estoy pescando! Este establecimiento es algo espantoso. Miren aquí. Trampas. Ratoneras.
Jesse: Suspendamos. Esto no es un templo común; esto es una enorme trampa. 
Uria: Un templo es un templo. Tengo que recuperar mi casco.
Jesse: ¿Tocás el fondo?
Uria: No.
Jesse: A lo mejor consigo correr el pasador de la puerta.
Polly: Pero no dañen el templo.
Jesse: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Uria: ¿Qué te pasa ahora?
Jesse: Se me quedó agarrada la mano.
Polly: Terminemos de una vez.
Jesse: (indignado)  ¿Terminemos? Tengo que sacar mi mano, ¿no te parece?
Uria: Y también mi casco quedó adentro.
Polly: Entonces habrá que atravesar la pared.
Jesse: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! (saca la mano, está ensangrentada) Esta mano me la pagarán. Van a ver la que voy a armar. ¡Vamos!
Uria: ¡Alto! ¡Antes entréguenme los pasaportes! Los pasaportes militares no deben sufrir daños. A un hombre se lo puede reemplazar en un santiamén, pero un pasaporte es sagrado. (le entregan los pasaportes)
Polly: Polly Baker.
Jesse: Jesse Mahoney.
Jip: (arrastrándose): Jeraiah Jip.
Uria: Uria Shelley. Todos del Octavo Regimiento, con asiento en Kankordan. Grupo de ametralladoras. Evitar el uso de las armas, si no el templo sufrirá daños visibles. ¡Adelante! (Uria, Jesse y Polly suben a la pagoda)
Jip: (desde atrás) ¡Yo montaré guardia! Así nadie podrá decir que entré. (arriba, por una abertura, aparece el rostro amarillo del bonzo Wang) ¡Buenos días! ¿Usted es el propietario, señor? ¡Lindo lugar!
Uria: (desde adentro) Alcanzame el cuchillo, Jesse, voy a forzar el cepillo de las limosnas. (el señor Wang sonríe, Jip también)
Jip: (al bonzo) ¡Es terrible tener que tratar con hipopótamos como éstos! (el rostro desaparece) ¡Eh! ¡Salgan de una vez! ¡Hay un hombre en el primer piso! (desde adentro, a intérvalos, se oyen timbres eléctricos).
Uria: ¡Cuidado donde ponés el pie! ¿Qué ocurre, Jip?
Jip: Hay un hombre en el primer piso.
Uria: ¿Un hombre? ¡Afuera, rápido! ¡Vamos! (se oyen gritos mezclados con maldiciones)
-¡Aparta el pie! –¡Deja! -¡Ahora no lo puedo mover más! ¡La bota también se fue al diablo! -¡Pero no hay que aflojar, Polly! -¡Nunca! -¡Ahora es la chaqueta, Uria! -¡Qué más da! -¡Algo anda mal en este templo! ¿Qué pasa? -¡Diablos, el pantalón! -¡Claro, con tanto apuro! -¡Ese animal de Jip!
Jip: ¿Encontraron algo? ¿Whisky? ¿Ron? ¿Brandy? ¿Gin? ¿Cerveza?
Jesse: Uria se desgarró el pantalón con la punta de un bambú, y a Polly se le quedó prendida la bota del pie sano en una trampa.
Polly: Y Jesse quedó colgado de un cable eléctrico.
Jip: Me lo suponía. ¿Por qué no entrar a una casa por la puerta? (Jip entra por la puerta al templo. Los demás salen de arriba, pálidos, harapientos y sangrando.)
Polly: Esto clama venganza.
Uria: No es un modo leal de combatir el de este templo, es brutal.
Polly: Quiero ver sangre.
Jip: (desde adentro): ¡Eh! (Polly se adelanta con expresión vengativa hacia el borde del techo y se le engancha la bota).
Polly: ¡Adios mi otra bota!
Uria: ¡Ahora sí que ametrallo todo! (los tres soldados bajan y dirigen las ametralladoras hacia la pagoda)
Polly: ¡Fuego! (disparan)
Jip: (adentro): ¡Ay! ¿Qué están haciendo? (Los tres se miran, muy asustados)
Polly: ¿Pero dónde estás?
Jip: (adentro): ¡Aquí! Me perforaron un dedo.
Jesse: ¿Qué diablos estás haciendo en esa ratonera, animal? 
Jip: (aparece en la puerta): Quería sacar el dinero. Aquí está.
Uria: (alegremente): El más borracho de todos y le bastó extender la mano. (en voz alta). Sal enseguida de esa puerta.
Jip: (asoma la cabeza por la puerta): ¿De dónde decías?
Uria: ¡De esa puerta!
Jip: ¡Ay! ¿Pero qué es esto?
Polly: ¿Qué le pasa?
Jip: ¡Miren!
Uria: ¿Qué ocurre ahora?
Jip: ¡Mi pelo! ¡Ay, mi pelo! ¡No puedo avanzar ni retroceder! ¡Ay, mi pelo! ¡Se me quedó agarrado en alguna parte! ¡Uria, fijate qué es lo que se me pegó al pelo! ¡Uria, sacame de aquí! ¡Estoy colgado por el pelo! (Polly se acerca a Jip de puntillas y le observa el cabello desde arriba)
Polly: Quedó colgado del pelo en el dintel de la puerta.
Uria: (gritando): Dame tu cuchillo, Jesse, que lo voy a cortar. (Uria le corta el pelo. Jip se tambalea hacia delante).
Polly: (divertido): Ahora está tonsurado. (examina la cabeza de Jip)
Jesse: Se le despegó también un pedazo de cuero cabelludo.
Uria: (mira a los otros dos, luego fríamente): ¡La tonsura nos delata!
Jesé: (con mirada punzante): Es nuestra sentencia de muerte. (Uria, Polly y Jesse deliberan)
Uria: Vamos al cuartel a buscar una tijera. Volvemos esta tarde, lo rapamos, y así no se le verá la tonsura. (devuelve las libretas) ¡Jesse Mahoney!
Jesé: (toma su pasaporte): ¡Jesse Mahoney!
Uria: ¡Polly Baker!
Polly: (toma su pasaporte): ¡Polly Baker!
Uria: ¡Jeraiah Jip. (Jip quiere incorporarse) Con el tuvo me quedo yo. (indica a un palanquín en el medio del patio). Metete en ese cajón de cuero y espera hasta que oscurezca.
(Jip se arrastra hasta el palanquín. Los demás se alejan moviendo las cabezas, abatidas. Una vez fuera de escena, aparece el bonzo Wang en la puerta de la pagoda, agarra un puñado de los cabellos pegados y los examina)

III. CARRETERA PRINCIPAL ENTRE KILKOA Y EL CUARTEL
Por detrás de una barraca aparece el sargento Fairchild y clava un cartel en una de sus paredes.
Fairchild: ¡Hace mucho tiempo que no me ocurría algo tan maravilloso, a mí, el Sanguinario Cinco, llamado el Tigre de Kilkoa, el tifón humano, sargento del Ejército Británico! (señala el cartel con el dedo) Asalto y robo en la pagoda del dios amarillo. El techo perforado por las balas. Y como indicio, esto: un cuarto de libra de pelo pegado en el alquitrán. Si el techo está perforado, detrás de esto hay un grupo de ametralladoristas, y si en el lugar del suceso hay un cuarto de libra de pelo, detrás de esto hay un hombre a quien le falta ese cuarto libra de pelo. Entonces, si en un grupo de ametralladoristas se encuentra un hombre con una tonsura, quiere decir que hemos dado con los criminales. Es sencillísimo. Pero ¿quién viene aquí? (retrocede y se esconde detrás de la barraca. Llegan los tres soldados y miran el cartel, asustados. Luego siguen caminando, cabizbajos. Pero Fairchild aparece y hace sonar un silbato. Los soldados se detienen.) 
Fairchild: ¿No han visto a un hombre con una tonsura?
Polly: No.
Fairchild: ¡Qué traza traen ustedes! ¡Quitarse los cascos! ¿Dónde está el cuarto del grupo?
Uria: Ah, mi sargento, fue a hacer sus necesidades.
Fairchild: Entonces lo esperaremos tal vez haya visto a un hombre con una tonsura. (Esperan) ¡Son largas sus necesidades!
Jesse: Sí, señor. (Siguen esperando)
Polly: Quizá haya tomado otro camino.
Fairchild: Les advierto que si esta noche llegan a comparecer a mi llamado sin el cuarto hombre lementarán no haberse hecho justicia sumaria en el vientre materno. (sale)
Polly: ¡Esperemos que éste no sea nuestro nuevo sargento! Si esta serpiente pasa revista esta noche, ya podemos ir poniéndonos contra el paredón.
Uria: Tenemos que conseguir un cuarto hombre antes del llamado a revista.
Polly: Ahí viene un hombre. Observémosle sin que nos vea. (se esconden detrás de la barraca. Por el camino llega la viuda Begbick, seguida por Galy Gay, quien lleva un canasto con pepinos.)
Begbick: ¿Se puede saber de qué se queja? ¡A usted se le paga por hora!
Galy Gay: Entonces ya son tres horas.
Begbick: Ya va a recibir su dinero. Este es un camino muy poco frecuentado. Una mujer se encontraría en una situación difícil si un hombre intentara abrazarla.
Galy Gay: Una cantinera como usted tiene que tratar contínuamente con soldados, que es la peor canallada del mundo, según dicen; seguramente sabe cómo manejarlos.
Begbick: ¡Oh, querido señor, hay cosas que no se le deben decir nunca a una mujer! Ciertas palabras nos ponen en tal estado que toda nuestra sangre parece que ardiera.
Galy Gay: Yo no soy más que un pobre changador del puerto.
Begbick: Dentro de pocos minutos pasarán revista. ¿Oye como suena el tambor? Ya no queda nadie en el camino.
Galy Gay: Si de veras es tan tarde, debo regresar al trote a Kilkoa, porque todavía tengo que comprar un pescado.
Begbick: ¿Me permite una pregunta, señor... Galy Gay, si es que entendí bien su nombre? ¿Se necesita mucha fuerza para el oficio de changador?
Galy Gay: Nunca lo hubiera creído. Yo quería comprar un pescado y volver en seguida a casa, y resulta que hoy, otra vez, circunstancias imprevistas me impiden hacer lo que quiero. Es que yo soy como un tren de carga, una vez que me lanzo no hay quien me pare.
Begbick: Sí, son dos cosas diferentes, comprar un pescado para llenarse la barriga y ayudar a una dama a llevar su canasta. Pero tal vez la dama esté dispuesta a mostrar su reconocimiento en una forma que compense el placer de comer un pescado.
Galy Gay: Hablando francamente, a mí me gustaría ir a comprar un pescado.
Begbick: ¿Tan materialista es usted?
Galy Gay: Vea, señora, yo soy un tipo curioso; a veces, de mañana, en la cama, me dijo: hoy quiero pescado, hoy quiero carne con arroz. Y entonces debo conseguir el pescado, o la carne con arroz, aunque el mundo se venga abajo.
Begbick: Entiendo, querido señor. Pero ¿no le parece que ya es demasiado tarde? Los negocios han cerrado y todo el pescado está vendido.
Galy Gay: Vea, señora, yo soy un hombre de gran imaginación; por ejemplo, un pescado puede saciarme sin haberlo visto siquiera. Cuando la gente sale a comprar un pescado, en primer lugar compra el pescado, en segundo lugar se lleva a casa el pescado, en tercer lugar cocina el pescado, en cuarto lugar se come el pescado, y durante la noche, como resultado de la digestión, no puede sacarse de la cabeza a ese desgraciado pescado. Y todo porque no tienen poder de imaginación.
Begbick: Veo que usted no hace más que pensar en su persona. (Pausa) Hum. Ya que sólo piensa en sí mismo, le propongo que con el dinero que había destinado para comprar el pescado, compre este pepino. Se lo cederé gustosamente. El pepino cuesta más caro, pero la diferencia quedará compensada por su trabajo.
Galy Gay: Pero si yo no necesito pepinos.
Begbick: Nunca imaginé que me humillaría de este modo.
Galy Gay: Es que el agua para el pescado ya está sobre el fuego.
Begbick: Comprendo. Como usted quiera. Como usted quiera.
Galy Gay: No, creame, le aseguro que tendría mucho gusto en hacerle un favor.
Begbick: Cállese, cuanto más habla peor es.
Galy Gay: De ninguna manera quisiera defraudarla. Si todavía está dispuesta a venderme el pepino, aquí está el dinero.
Uria: (a Jesse y Polly) Este es un hombre que no sabe decir que no.
Galy Gay: Cuidado, que por aquí andan soldados.
Begbick: Dios sabe lo que andarán buscando en estos parajes. Falta poco para que pasen revista. Vamos, deme mi canasta, no tiene sentido que siga perdiendo el tiempo charlando con usted. Pero me gustaría poder saludarlo alguna vez en mi cantina del cuartel del Ejército, porque yo soy la viuda de Begbick y mi vagón-bar es conocido desde Haiderabad hasta Rangoon. (toma el canasto y se va)
Uria: Este es nuestro hombre
Jesse: Un hombre que no sabe decir que no.
Polly: Y hasta tiene el pelo rojo, como nuestro Jip. (los tres de adelantan)
Jesse: Linda tarde, la de hoy.
Galy Gay: Realmente, señor.
Jesse: Vea, señor, es una cosa rara, pero no puedo sacarme de la cabeza la idea de que usted viene de Kilkoa.
Galy Gay: ¿De Kilkoa? Así es. Allí está, como quien dice, mi cabaña.
Jesse: Me alegro enormemente, señor...
Galy Gay: Galy Gay.
Jesse: Usted tiene allí una cabaña, ¿verdad?
Galy Gay: ¿Cómo lo sabe? ¿Acaso me conoce? ¿O tal vez conoce a mi mujer?
Jesse: Su nombre, sí. Su nombre es...un momento...Galy Gay.
Galy Gay: Es cierto, ese es mi nombre.
Jesse: Sí, claro, me di cuenta en seguida. Vea, yo soy así. Por ejemplo, apostaría a que usted es casado. Pero, ¿por qué seguir parados aquí, señor Galy Gay? Estos son mis amigos Polly y Uria. ¿Por qué no viene a nuestra cantina a fumar una pipa con nosotros? (pausa. Galy Gay los mira con desconfianza)
Galy Gay: Muchas gracias. Lo siento, pero mi esposa me está esperando en Kilkoa. Y además, aunque pueda parecerle ridículo, no tengo pipa.
Jesse: Entonces, un cigarro. No me lo puede rechazar. ¡Es una tarde tan linda!
Galy Gay: Bueno...esta vez no puedo decir que no.
Polly: Entonces, tendrá su cigarro. (se marchan los cuatro)

IV. CANTINA DE LA VIUDA LEOKADIA BEGBICK
Los soldados cantan el “song de la cantina”.
1.
La viuda Begbick tiene un salón
Donde por veinte años se puede fumar, dormir y beber.
Todo está permitido en el vagon-bar
De Singapur a Cooch Behar.

Si de Delhi a Kamatkura
Alguien se ha perdido, no lo busques:
Begbick lo habrá acogido en su vagón.
Cargado de gin, rhum y cerveza,
Rozando el cielo, el infierno, en marcha enloquecida.
¡Aprieta los dientes, Johnny! ¡Asegúrate el casco!
En ruta desde el monte de la soda al precipicio del Whisky.

2.
La viuda Begbick tiene un salón
Donde sólo tienes que pedir para tener.
El vagón ya corría sobre rieles
Cuando tú mamabas en lugar de beber.

Si de Delhi a Kamatkura
Alguien se ha perdido, no lo busques:
Begbick lo habrá acogido en su vagón.
Cargado de gin, rhum y cerveza,
Rozando el cielo, el infierno, en marcha enloquecida.
¡Aprieta los dientes, Johnny! ¡Asegúrate el casco!
En ruta desde el monte de la soda al precipicio del Whisky.

3.
Cuando el cañón ruge en Pandschabvale,
Rodamos en el vagón-bar.
En medio del humo y de la cerveza
Sólo se hacen saltar los tapones.

Si de Delhi a Kamatkura
Alguien se ha perdido, no lo busques:
Begbick lo habrá acogido en su vagón.
Cargado de gin, rhum y cerveza,
Rozando el cielo, el infierno, en marcha enloquecida.
¡Aprieta los dientes, Johnny! ¡Asegúrate el casco!
En ruta desde el monte de la soda al precipicio del Whisky.

Begbick: (entra) Buenas tardes, señores soldados. Yo soy la viuda de Begbick y esta es la cantina de mi vagón-bar. Enganchado a un gran tren militar, rueda por todas las vías férreas de la India; y como sirve al mismo tiempo para beber cerveza, viajar y dormir, lo llaman el “vagón-bar de Begbick”, y desde Haiderabad hasta Rangoon se sabe que es el refugio de muchos soldados en desgracia. (en la puerta aparecen los tres soldados con Galy Gay, a quien empujan hacia atrás.)
Uria: ¿Es esta la cantina del Octavo Regimiento?
Polly: ¿Tenemos el placer de hablar con la propietaria, la mundialmente conocida viuda de Begbick? Somos los ametralladoristas del octavo Regimiento.
Begbick: ¿Dónde está el cuarto hombre? ¿Son tres solamente? (Entran sin contestar. Levantan dos mesas y las llevan hacia la izquierda, donde arman un tabique. Los demás parroquianos los miran extrañados.)
Jesse: ¿Qué clase de hombre es el Sargento?
Begbick: No muy simpático.
Polly: Es una lástima que el Sargento no sea simpático.
Begbick: Lo llaman el Sanguinario Cinco, el tigre de Kilkoa, el Tifón Humano. Tiene un olfato sobrenatural: huele el crimen. (Jesse, Polly y Uria se miran)
Uria: ¿Ah, sí?
Begbick: (a sus clientes): Este es el famoso grupo de ametralladoristas que decidió la batalla de Haiderabad, y al que apodan “la resaca”.
Soldados: Ahora los tenemos encima. Sus crímenes los siguen como a sus propias sombras.(un soldado trae una orden de captura y la clava en la pared) En cuanto aparecen, ¡zaz! Ya nos cuelgan en la pared un cartelito de esos. (los parroquianos se levantan y van abandonando el local. Uria silva)
Galy Gay: (entrando): Conozco esa clase de establecimientos. Música durante la comida. Menú. En el Hotel Siam hay uno enorme, con letras doradas. Una vez compré uno. Con relaciones se consigue todo lo que se quiere. Entre otras cosas figura una salsa Chikauka. Y conste que es uno de los platos más modestos. ¡Salsa Chikauka!
Jesé: (empujando a Galy Gay hacia el Tabique): Estimado señor, usted está en condiciones de hacer un pequeño favor a tres pobres soldados que se hallan en un aprieto, sin que ello le acarree ninguna molestia.
Polly: Nuestro cuarto hombre se retrasó despidiéndose de su esposa, y si al pasar revista no aparecemos los cuatro, nos arrojarán a los sombríos calabozos de Kilkoa.
Uria: Por eso nos hará usted un gran favor si se pone uno de nuestros uniformes, se viene con nosotros, y cuando pasen revista a los recién llegados repite el nombre del ausente. Es una cuestión de orden, nada más.
Jesse: Eso sería todo.
Polly: Por otra parte, si usted tuviera ganas de fumar por cuenta nuestra, no nos fijaríamos en un cigarro más o menos.
Galy Gay: No lo interpreten como falta de buena voluntad, pero lamentablemente tengo que irme a casa en seguida. Compré un pepino para la cena y por eso no puedo hacer lo que me gustaría hacer.
Jesse: Muchas gracias. Hablando con franqueza, no esperaba otra cosa. Usted no puede hacer lo que le gustaría hacer. Le gustaría volver a su casa, pero no puede. Le agradezco, señor, por corresponder a la confianza que le hemos dispensado. ¡Su mano, señor! (Toma de la mano a Galy Gay. Uria le indica con enérgico ademán el rincón formado por las mesas. Galy Gay se dirige al rincón y, una vez allá, los tres soldados le van quitando la ropa hasta dejarlo en camisa)
Uria: Para cumplir con nuestro cometido permítanos vestirlo con el honroso uniforme del gran ejército británico. (Toca una campanilla. Aparece la begbick) Señora Begbick, ¿se puede hablar abiertamente con usted? Necesitamos un uniforme completo. (La Begbick saca una caja de cartón, se la arroja a Uria. Este la agarra y se la tira a Polly)
Polly: (a Gally Gay) Aquí está el honroso uniforme que compramos para usted.
Jesé: (enseña el pantalón) Ponte este traje, hermano Galy Gay.
Polly: (a la Begbick) Perdió su uniforme, ¿comprende? (Los tres visten a Galy Gay)
Begbick: ¿Ah, sí? ¿Perdió su uniforme?
Polly: Sí, en los baños; un chino, con sus tretas, le hizo perder la chaqueta a nuestro camarada Jip.
Begbick: ¿Ah, sí? ¿En los baños?
Jesse: Seamos francos, señora Begbick, se trata de una broma.
Begbick: ¿Ah, sí? ¿Una broma?
Polly: ¿Acaso no es cierto, señor? ¿No se trata de una broma?
Galy Gay: Sí, se trata por decir así...de un cigarro. (Se ríe. Los tres se ríen también)
Begbick: ¡Qué indefensa está una pobre mujer frente a cuatro hombres fuertes! Pero nadie podrá decir que la viuda de Begbick impidió alguna vez a un hombre cambiarse los pantalones. (Va al pizarrón y escribe: 1 pantalón, 1 chaqueta, etc.)
Galy Gay: Pero, ¿qué pasa en realidad?
Jesse: En realidad no pasa nada.
Galy Gay: ¿No es peligroso si se llega a descubrir?
Polly: De ninguna manera. Por una vez que... “Una golondrina no hace verano”.
Galy Gay: Exacto. “Una golondrina no hace verano”. Así dicen.
Begbick: El uniforme cuesta cinco chelines la hora.
Polly: ¡Chupa sangre! Tres a lo sumo.
Jesé: (al lado de la ventana) Esas son nubes de lluvia. Aparecieron de repente. Si ahora llueve, el palanquín se moja, si el palanquín se moja, lo meten en la pagoda. Y si lo meten en la pagoda, descubren a Jip, y si lo descubren a Jip, estamos listos.
Galy Gay: Es muy chico. No me entra.
Polly: ¿Oyó? No le entra.
Galy Gay: Las botas también me aprietan terriblemente.
Polly: Todo es demasiado chico. No sirve. Dos chelines.
Uria: Callate, Polly; cuatro chelines, en lugar de cinco; porque todo es chico; las botas especialmente aprietan mucho. ¿no es así?
Galy Gay: Terriblemente. Me aprietan terriblemente.
Uria: Pero el señor no es tan delicado como tú, Polly.
Begbick: (conduce a Uria hasta el cartel y se lo muestra) Hace una hora que hay carteles como este pegados por todo el cuartel. Parece que en la ciudad se perpetró un crimen militar. No se sabe aún quiénes son los culpables. Por eso les dejo el uniforme a cinco chelines solamente, no sea que la compañía se vea envuelta en el asunto.
Polly: Con cuatro chelines puede darse por satisfecha.
Uria: (volviendo): Cállate, Polly. Diez chelines.
Begbick: En el vagón de la viuda Begbick puede limpiarse cualquier mancha que caiga sobre el honor de la compañía.
Jesse: A propósito, ¿cree que lloverá, señora Begbick?
Begbick: Para decírselo tendría que ver de qué talante está el Sargento, el Sanguinario Cinco. Todo el ejército sabe que la lluvia lo pone en un estado de extraordinaria sensualidad. Cambia totalmente, por fuera y por dentro.
Jesse: Entonces es absolutamente necesario que no llueva, se nos arruinaría la broma.
Begbick: Todo lo contrario. Comienza a llover, y el Sanguinario Cinco, el hombre más peligroso del ejército británico, se vuelve inofensivo como un diente de leche. Cuando sufre uno de sus ataques de sensualidad, no ve nada de lo que pasa a su alrededor.
Un soldado: (grita desde afuera) Llaman a revista por el asunto de la pagoda. Parece que falta alguien; por eso van a pasar lista y revisar sus pasaportes.
Uria: ¡El pasaporte!
Galy Gay: (arrodillado, hace un lío con su ropa) Tengo que cuidar mis cosas.
Uria: (a Galy Gay) Aquí está su pasaporte. Lo único que tiene que hacer es decir el nombre de nuestro camarada cuando lo llamen, lo más fuerte posible y bien claro. Es cosa de nada.
Polly: El nombre de nuestro compañero perdido es Jeraiah Jip. ¡Jeraiah Jip!
Galy Gay: Jeraiah Jip.
Uria: (a Galy Gay, mientras se aleja) Es un placer encontrar gente instruída capaz de comportarse como es debido en cualquier situación de la vida.
Galy Gay: (antes de salir se detiene en la puerta): ¿Y qué hay de mi propina?
Uria: Una botella de cerveza. Venga.
Galy Gay: Señores, mi profesión de changador me obliga a velar celosamente por mis intereses en cada circunstancia de la vida. Yo pensaba que serían dos cajas de cigarros y cuatro o cinco botellas de cerveza.
Jesse: Pero vendrá para la revista.
Galy Gay: Por supuesto.
Polly: Muy bien. Dos cajas de cigarros y tres o cuatro botellas de cerveza.
Galy Gay: Tres cajas y cinco botellas.
Jesse: ¿Pero, cómo? Acaba de decir dos cajas.
Galy Gay: Si me tratan así, son cinco cajas y ocho botellas. (se oye un toque de clarín).
Uria: Tenemos que salir
Jesse: Bien estamos de acuerdo, siempre que venga con nosotros ahora mismo.
Galy Gay: Conforme.
Uria: ¿Y cómo se llama Usted?
Galy Gay: Jip: Jeraiah Jip.
Jesse: Con tal que no llueva. (Salen los cuatro. La viuda Begbick comienza a tender un toldo por encima de su vagón. Polly vuelve.)
Polly: (a la Begbick) Señora Begbick, hemos oído decir que el Sargento se pone muy sensual cuando llueve. Está por llover. Encárguese de que durante las próximas horas la sensualidad le impida ver todo lo que ocurre a su alrededor, o corremos peligros de ser descubiertos. (sale)
Begbick: (lo sigue con la mirada) Ese hombre no se llama Jip. Es el cargador Galy Gay de Kilkoa. Dentro de unos minutos habrá en las filas, frente a la mirada escrutadora del Sanguinario Cinco, un hombre que no es soldado. (toma un espejo y va al fondo) Me voy a acicalar para llamar la atención del Sargento Cinco y atraerlo aquí. (Se oye otra vez el Clarín. Aparece Fairchild. La Begbick lo mira por el espejo de manera muy seductora y se sienta en una silla).
Fairchild: No me devores con los ojos, Babilonia revocada. Me siento bastante mal. Desde hace tres días duermo en cama dura y me doy baños fríos. El jueves me vi obligado a declararme en estado de sitio para poner freno a mi sensualidad irresistible. Este estado me resulta particularmente desagradable porque precisamente en estos días estoy sobre la pista del culpable de un crimen sin precedentes en los anales del ejército.
Begbick: Sigue entonces, Sanguinario Cinco, los impulsos de tu fuerte naturaleza./Si nadie te ve...¿quién puede enterarse?/Y en el hueco de mi cuerpo, entre mis brazos,/ aprende quién eres. Y en la curva de mi rodilla,/ olvida tu nombre casual/ ¡Disciplina miserable! ¡Orden Mezquino!/ Te pido ahora, Sanguinario Cinco, ven/ a mí esta noche de tibia lluvia,/ como lo que tu temías; como un ser humano./ Como una contradicción. Como eres aunque no quieras serlo./ ¡Vive como un hombre! Así te creo la naturaleza./ Sin casco de soldado. Confuso, salvaje, enredado en ti mismo,/ abandonado sin freno a tus instintos/ y esclavo de tu propia fuerza./ Ven así. ¡Como hombre!
Fairchild: ¡Nunca! ¡El derrumbe de la humanidad se inició cuando el primer imbécil empezó a perder la cabeza. El reglamento militar es un libro lleno de flaquezas, pero es el único al que un hombre puede atenerse porque le da un verdadero respaldo y le permite descargar en él su responsabilidad ante Dios. En realidad habría que cavar un pozo en la tierra, llenarlo de dinamita y hacer saltar por el aire todo el globo terráqueo. Entonces se darían cuenta de que el asunto va en serio. Es muy sencillo. ¿Pero podrás tú, Sanguinario Cinco, resistir esta noche de lluvia sin la carne de la viuda?
Begbick: Si esta noche vienes a mi casa, quiero verte con un traje negro y galerita.
Una voz de mando: ¡Grupo de Ametralladoristas! ¡Van a pasar lista!
Fairchild: Me sentaré junto a este poste. No quiero perder de vista a esa resaca. (se sienta)
Soldados: (afuera) Polly Baker, Uria Shelley, Jesse Mahoney.
Fairchild: ¡Ajá! Y ahora una pequeña pausa.
Galy Gay: Jeraiah Jip.
Begbick: Correcto.
Fairchild: Ya tramaron algo. Insubordinación afuera. Insubordinación adentro. (se levanta para irse)
Begbick: (llamándolo) Pues yo te digo, Sargento, que antes de que la negra lluvia del Nepal haya caído durante tres noches, tu serás indulgente con las flaquezas humanas, porque bajo el sol no existe hombre más sensual que tú. Compartirás tu mesa con los insubordinados, y los profanadores del templo te mirarán al fondo de los ojos, porque tus propios crímenes serán más numerosos que la arena de los mares.
Fairchild: Para entonces tomaremos medidas, mi querida, puedes estar segura. Medidas enérgicas contra este travieso Sanguinario Cinquito. No habrá problemas. (sale)
La voz de Fairchild (desde afuera): Corte de pelo antirreglamentario. ¡Los ocho hombres serán enterrados hasta el ombligo en la arena ardiente! (Entran Uria, Jesse, Polly y Gally Gay. Este se adelanta.)
Uria: ¡Viuda Begbick, por favor una tijera!
Galy Gay: (al público) Una pequeña atención entre hombres nunca puede hacer daño. El asunto es vivir y dejar vivir. Ahora mismo me tomaré un vaso de cerveza de un trago y me diré a mí mismo: he sido útil a estos señores. Lo único que importa en el mundo es saber soltar un pequeño globo cuando es necesario y decir “Jeraiah Jip” como otros dicen “Buenas noches”. Así es como se gana la estima de la gente. ¡Es tan fácil! (La Begbick trae la tijera)
Uria: ¡Ahora, a arreglar el asunto Jip!
Jesse: Sopla un viento que amenaza lluvia. (Los tres se dirigen a Gally Gay)
Uria: Lo lamentamos, señor, pero estamos muy apurados.
Jesse: Tenemos que rapar a un señor. (Se dirigen hacia la puerta. Galy Gay corre detrás de ellos)
Galy Gay: ¿No podría ayudarlos?
Uria: No, ya no lo necesitamos, señor. (A la Begbick) Cinco cajas de cigarrillos de segunda y ocho botellas de cerveza para este hombre. (Mientras se va) Hay gente a quien le gusta meter la nariz en todo. Se les da el dedo meñique y en seguida se toman toda la mano. (Los tres salen rápidamente)
Galy Gay: Ahora podría irme, pero/ ¿debe uno irse cuando le mandan que se vaya?/ ¿Quién te dice que después que te fuiste/ no vuelves a ser necesario? ¿Y si tienes derecho a irte/ cuando eres necesario? Mientras no es indispensable irse,/ Lo mejor es quedarse. (Galy Gay se sienta en una silla del fondo, al lado de la puerta. La Begbick coloca botellas de cerveza y cajas de cigarros a su alrededor en el suelo.
Begbick: ¿No no hemos visto ya en alguna parte? (Galy Gay niega con la cabeza) No es usted el hombre que cargó mi canasta de pepinos? (Galy Gay niega) ¿No se llama usted Galy Gay?
Galy Gay: No. (La Begbick sale meneando la cabeza. Oscurece. Galy Gay se duerme en una silla de madera. Llueve. Se oye una melodía tocada por algunos instrumentos y la Begbick canta)
Begbick: Por más que mires el río
que fluye pesadamente delante de ti,
nunca verás las mismas aguas.
Nunca regresa el agua que se va,
ni una sola gota
vuelve a su fuente.

V. INTERIOR DE LA PAGODA
El Bonzo Wang y su ayudante
Ayudante: Está lloviendo.
Wang: Por nuestro palanquín a resguardo. (Sale el ayudante) El producto de la última colecta, esfumado. El techo acribillado a balazos. Y ahora me llueve sobre la cabeza. (el ayudante viene arrastrando el palanquín. Salen gemidos del interior del palanquín) ¿Qué es esto? (Mira en el palanquín) En cuanto vi el palanquín tan sucio, supuse que debía ser un blanco. Ah, lleva uniforme de soldado. Y tiene una tonsura; es el ladrón; le cortaron el pelo sin hacerle asco. ¿Qué haremos con él? Es un soldado, por consiguiente no tiene seso. Un soldado de su majestad la Reina, mugiendo de vómitos, más indefenso que un pollito, y tan borracho que no sabría reconocer a su propia madre. Podría regalárselo a la policía. ¿Con qué objeto? ¿Una vez que el dinero voló, para qué sirve la justicia? Y éste no sabe más que gruñir. (furioso) Sácalo de ahí, pedazo de animal, y mételo en el cofre sagrado, pero ten cuidado de que quede con la cabeza para arriba. Lo más que podemos hacer con él es un Dios. (el ayudante coloca a Jip en el cofre). Tráeme papel. Tenemos que colgar inmediatamente banderines de papel delante de la fachada. Y pintar rápido carteles por todos lados. Quiero hacer las cosas en grande, gran publicidad, nada de falsas economías, carteles que llamen la atención del más distraído. ¿Para qué sirve un Dios si no se habla de él? (llaman a la puerta) ¿Quién llama tan tarde a mi puerta?
Polly: Tres soldados.
Wang: Son sus camaradas. (los hace entrar)
Polly: Buscamos a un señor, mejor dicho, a un soldado. Estaba durmiendo en un cajón de cuero que se encontraba frente a este rico y noble templo.
Wang: Que el despertar le sea agradable.
Polly: Pero el cajón desapareció.
Wang: Comprendo su impaciencia, fruto de la incertidumbre, yo también ando buscando a unos hombres, mejor dicho a unos soldados, tres en total, y no consigo encontrarlos.
Uria: Será muy difícil. Le aconsejo que renuncie. Pero nosotros pesábamos que usted sabría algo de ese cajón de cuero.
Wang: Lamentablemente, no sé nada. Lo desagradable es que los señores soldados están vestidos todos del mismo modo.
Jesse: No veo qué tiene de desagradable. En el mencionado cajón de cuero hay un hombre que está gravemente enfermo.
Polly: Y como su enfermedad le hizo perder algunos cabellos, necesita urgente ayuda.
Uria: ¿No habrá visto a un hombre así?
Wang: Lamentablemente, no. En cambio encontré algunos cabellos. Pero se los llevó el sargento de su ejército. Quería restituírselos al señor soldado. (Jip gime en el cofre)
Polly: ¿Qué es eso, señor?
Wang: Es mi vaca lechera, que está durmiendo.
Uria: Parece que su vaca lechera tiene el sueño pesado.
Polly: Este es el palanquín donde metimos a Jip. Permítanos revisarlo.
Wang: Es mejor que les diga la verdad. Es otro palanquín.
Polly: Está lleno como una escupidera el tercer día de Navidad. Jesse es seguro, Jip estuvo ahí dentro.
Wang: No es cierto. No pudo haber estado ahí dentro. ¡Quién se va a meter en un palanquín tan sucio. (fuerte gemido de Jip desde el cofre)
Uria: Nosotros tenemos que encontrar a nuestro cuarto hombre. Aunque para ello tengamos que degollar a nuestra propia abuela.
Wang: Pero el hombre que ustedes buscan no está aquí. Para demostrarles que el hombre que ustedes dicen que está aquí y que yo no sé que está aquí, no es el hombre a quien buscan, permítanme que les explique todo por medio de un dibujo. Permitan a este humilde servidor dibujar con tiza a cuatro delincuentes. (Dibuja sobre la tapa del cofre) Uno de ellos tiene un rostro, de modo que se ve quien es, pero tres de ellos no tienen rostro. No se los reconoce. Ahora bien, el que tiene rostro no tiene dinero, por lo tanto no es un ladrón. Pero los que tienen dinero no tienen rostro, y entonces no se los reconoce. Las cosas ocurren así mientras no están juntos. Pero si están juntos, las tres cabezas adquieren un rostro y se descubrirá que llevan encima dinero ajeno. Jamás podría creer que el hombre que pudiera estar aquí fuese el hombre que ustedes buscan. (los tres lo amenazan con sus armas, pero a una seña de Wang aparece el ayudante con los fieles del templo chino)
Jesse: No queremos turbar más su descanso nocturno, señor. Además, no nos sienta bien su té. En cuanto al dibujo, hay que reconocer que es muy artístico. ¡Vamos!
Wang: Me duele verlos partir.
Uria: Créame, cuando nuestro camarada se despierte, dondequiera que sea, se reunirá en seguida con nosotros, y ni diez caballos podrán retenerlo.
Wang: Diez caballos quizá no, pero un pequeño trozo de caballo, ¿quién sabe?
Uria: Cuando la cerveza se haya evaporado, vendrá. (Los tres salen, saludando con grandes reverencias.
Jip: (en el cofre) ¡Eh! (Wang reclama la atención de los fieles sobre su dios)

VI. LA CANTINA
Es de noche, tarde. Galy Gay duerme sentado en una silla de madera. Los tres soldados se asoman a la ventana.
Polly: Todavía esta allí. ¿No parece un mammuth irlandés?
Uria: Tal vez no quiso irse porque llovía.
Jesse: ¡Quién sabe! Pero ahora lo vamos a necesitar nuevamente.
Polly: ¿Ustedes no creen que Jip volverá?
Jesse: Uria, estoy seguro; Jip volverá.
Polly: Tendremos que hablarle a éste otra vez.
Jesse: ¿Tú qué opinas, Uria?
Uria: Opino que me voy a la cucha.
Polly: Si este hombre se levanta de pronto y se va, nuestras cabezas quedan pegadas nada más que por un pedacito de piel.
Jesse: Seguro. Pero yo también me voy a acostar. La resistencia humana tiene  límites...
Polly: Tal vez lo mejor que podamos hacer todos es irnos a la cucha. Esto es demasiado deprimente. Debe ser efecto de la lluvia. (salen los tres)

VII. INTERIOR DE LA PAGODA
Es casi de mañana. Se ven grandes carteles por todas partes. Se oye el ruido de un viejo gramófono y de un tambor.  En el fondo parecen realizarse magnas ceremonias religiosas.
Wang: (se acerca al cofre. Al ayudante): ¿Vas a terminar algún día de preparar esos bollitos de bosta de camello, inmundicia? (al cofre) ¿Duermes todavía, señor soldado?
Jip: (adentro) ¿Estamos por llegar, Jesse? Este vagón se mueve bárbaramente y es angosto como un watercloset.
Wang: Señor soldado, no creas que estás en un tren. Lo único que se mueve es el alcohol en tu honorable cabeza.
Jip: (adentro): ¡Pavadas! ¿Qué voz es esa que sale del gramófono? ¿No se lo puede parar?
Wang: Sal de ahí, señor soldado, y come un pedazo de carne de vaca.
Jip: (adentro) Sí, ¿podrías darme un pedazo de carne, Polly? (Golpea el cofre)
Wang: (corre hacia el fondo) ¡Silencio, miserables! ¡El dios pide cinco taeles! ¿Oyen cómo golpea en las paredes del cofre sagrado? Traten de hacerse merecedores de su gracia. ¡Empieza la colecta, Mah Simg!
Jip: (dentro) Uria, Uria, ¿dónde estoy?
Wang: Golpea un poco más, señor soldado. Del otro lado también, señor general, con los dos pies, bien fuerte.
Jip: (dentro) ¡Eh! ¿qué pasa? ¿dónde estoy? ¿dónde están ustedes? ¡Uria, Jesse, Polly!
Wang: Señor soldado, tu humilde servidor desea saber qué comida y qué bebida excitante ordenas.
Jip: (dentro) ¡Eh! ¿Quién está ahí? ¿qué es esa voz de rata gorda?
Wang: La rata moderadamente gorda es tu amigo Wang de Tientsin, mi coronel.
Jip: (dentro) ¿En qué ciudad estoy?
Wang: En una ciudad miserable, altísimo protector, un agujero llamado Kilkoa.
Jip: (dentro) ¡Déjame salir!
Wang: (hacia el fondo) Cuando hayas terminado de hacer los bollitos de bosta de camello, colócalos en una taza, golpea el tambor y enciéndelos. (A Jip) En  seguida, siempre que me prometas no escapar, señor soldado.
Jip: (dentro) ¡Abre, voz de rata inmunda! ¡Abre! ¿Me has oído?
Wang: ¡Alto! ¡Alto, creyentes! ¡Deténgase un solo minuto! ¡El Dios les habla con tres golpes de trueno! Cuenten bien los golpes. Son cuatro, no, cinco. Qué lástima, son nada más que cinco taeles lo que ustedes deben ofrendar. (golpea en el cofre, afable) Señor soldado, aquí tengo un bife para ti.
Jip: (dentro) Oh, ahora me doy cuenta de que mis intestinos están completamente carcomidos. Debo haberlos rociado con alcohol puro. Oh, quizás haya bebido demasiado y ahora tengo que comer otro tanto.
Wang: Puedes comerte una vaca entera, señor soldado. Por lo pronto, ya hay un bife listo aquí. Pero tengo miedo de que huyas, señor soldado. ¿Me prometes que no te escaparás?
Jip: (dentro) Quiero verlo primero. (Wang lo deja salir) ¿Cómo vine a parar aquí?
Wang: Por el aire, mi general; llegaste por el aire.
Jip: ¿Pero dónde estaba cuando me encontraste?
Wang: Su señoría se había dignado habitar un viejo palanquín.
Jip: ¿Y dónde están mis camaradas? ¿Dónde está el Octavo Regimiento? ¿Dónde están los ametralladoristas? ¿Dónde están los doce trenes y los cuatro parques de elefantes? ¿Dónde está todo el ejército inglés? ¿Dónde se han ido todos? ¡Dímelo, sonriente escupitajo amarillo!
Wang: Se marcharon el mes pasado por las montañas del Pandyab. Pero aquí está tu bife.
Jip: ¿Cómo? ¿Y yo? ¿Dónde estuve? ¿Qué hacía yo mientras ellos se iban?
Wang: Cerveza, mucha cerveza, mil botellas, y además ganaste dinero.
Jip: ¿No hubo nadie que preguntara por mí?
Wang: Lamentablemente, no.
Jip: Es muy desagradable.
Wang: Y si ahora viene alguien y pregunta por un hombre con uniforme de soldado blanco, ¿quieres que lo conduzca hacia ti, señor ministro de guerra?
Jip: No es necesario.
Wang: Si no quieres que te moleste, Johnny, entra en este cofre cuando venga cualquiera que ofenda tu vista.
Jip: ¿Dónde está el bife? (se sienta y come) Es demasiado pequeño. ¿Qué es ese horrible ruido? (acompañado por golpes de tambor asciende hacia el cielorraso el humo de los bollitos de bosta de camello)
Wang: Es la oración de los fieles, que están arrodillados ahí atrás.
Jip: Dura, esta parte de la vaca. ¿A quién rezan?
Wang: Es su secreto.
Jip: (comiendo más rápido) El bife es bueno, pero no es justo que yo esté sentado aquí. Seguramente Polly y Jesse habrán estado esperándome. Tal vez me sigan esperando. Es una manteca. Pero está mal que yo esté aquí comiendo. Oye: ahora Polly le dice a Jesse: “estoy seguro de que Jip volverá. Cuando se le pase la borrachera, Jip volverá”. Uria tal vez no espere con tanta firmeza, porque Uria es un mal hombre, pero Jesse y Polly dirán: “Jip volverá”. No cabe duda, esta comida me viene al pelo,d después de tanto beber. Si por lo menos Jesse no creyera tan a pie juntillas en su Jip, pero apuesto a que está diciendo: “Jip no nos traicionará”, y esto, naturalmente, se me hace difícil de soportar. Realmente, no está bien que yo me quede aquí sentado, pero esta carne es un poema.

VIII. LA CANTINA
De mañana temprano. Galy Gay duerme en su silla de madera. Los tres desayunan.
Polly: Jip volverá.
Jesse: Jip no nos traicionará.
Polly: Cuando se le pase la borrachera, Jip volverá.
Uria: Habrá que verlo. De todas maneras, no dejemos escapar a este changador mientras Jip ande por ahí.
Jesse: No se ha marchado.
Polly: Debe estar muerto de frío. Pasó la noche sentado en la silla.
Uria: Nosotros, en cambio, hemos dormido bien y estamos otra vez en forma.
Polly: Y Jip volverá. Con el juicio sereno del militar que ha dormido a sus anchas, veo las cosas con toda claridad. Cuando Jip despierte, querrá beber cerveza, y entonces Jip vendrá. (Entra el señor Wang. Se dirige hacia el mostrador y toca el timbre. Entra la viuda Begbick)
Begbick: No sirvo nada a los nativos malolientes y tampoco a los amarillos.
Wang: Es para un blanco: diez botellas de cerveza blanca, de la buena.
Begbick: ¿Diez botellas de cerveza blanca para un blanco? (Le entrega las diez botellas)
Wang: Sí, para un blanco. Wang hace una reverencia a los cuatro y sale. Jesse, Polly y Uria intercambian miradas)
Uria: Ahora sí que Jip no vuelve más. Tendremos que hacer nuestra reserva de cerveza. Señora Begbick, de hoy en adelante tenga siempre a nuestra disposición veinte botellas de cerveza y diez de whisky. (La Begbick les sirve cerveza y se va. Los tres beben. Luego observan a Galy Gay, quien sigue durmiendo)
Polly: ¿Pero cómo vamos a arreglarnos, Uria? Lo único que nos queda de Jip es un pasaporte militar.
Uria: Es suficiente. Con él habrá que fabricar un nuevo Jip. Se le da demasiado importancia a la gente. Un individuo solo no es nadie. Si no hay doscientos, como mínimo no se puede empezar a hablar. Cualquiera puede tener su opinión, por supuesto. Una opinión no cuenta. Un hombre tranquilo puede tranquilamente tener dos o tres opiniones distintas.
Jesse: A mí me pueden lamer el culo esos hombres excepcionales.
Polly: ¿Pero qué dirá si lo transformamos en el soldado Jeraiah Jip?
Uria: ¡Figúrate! Los tipos como él se transforman solos. Arrójalo a un charco, y en dos días le crecen membranas entre los dedos. ¡Cómo no tiene nada que perder!
Jesse: Le guste o no le guste, necesitamos un cuarto hombre. ¡Despiértenlo!
Polly: (despierta a Galy Gay) Estimado señor, es una gran cosa que no se haya ido. Por un concurso de circunstancias imprevistas, nuestro compañero Jip no ha podido presentarse aquí puntualmente.
Uria: ¿Usted es de origen irlandés?
Galy Gay: Creo que sí.
Uria: Es una ventaja. Me imagino que no tendrá más de cuarenta años, ¿verdad, Galy Gay?
Galy Gay: Tengo menos.
Uria: Estupendo. ¿No tiene pies planos, por azar?
Galy Gay: Un poco.
Uria: Esto es decisivo. Su fortuna está hecha. Tiene la posibilidad de quedarse aquí definitivamente.
Galy Gay: Lo siento, pero me está esperando mi esposa, por el pescado.
Polly: Comprendemos sus escrúpulos. Son respetables y dignos de un irlandés. Pero su aspecto nos agrada.
Jesse: Y, sobre todo, nos viene a medida. Tal vez se le presente la oportunidad de llegar a ser soldado. (Galy Gay no reacciona)
Uria: La vida de soldado es muy agradable. Todas las semanas recibimos un puñado de dinero pura y únicamente por recorrer toda la India y contemplar sus caminos y pagodas. Háganos el favor de observar las comodísimas bolsas de dormir de cuero que se entregan a los soldados gratuitamente; eche usted una ojeada a este fusil con marca de fábrica Everett & Co. Nuestro entretenimiento principal es pescar, y mamá –así bautizamos en broma al ejército- nos compra el equipo de pesca, mientras algunas bandas militares se turnan tocando música. El resto del día usted lo pasa fumando en un bungalow o contemplando el palacio dorado de uno de esos rajás a quien puede mandar fusilar en el momento que se le antoje. Las damas esperan mucho de nosotros, los soldados, pero dinero nunca, y usted debe convenir que esta es otra ventaja. (Galy Gay sigue callado)
Polly: Además, la vida del soldado en la guerra es particularmente agradable. Es que sólo en la batalla el hombre se realiza plenamente. ¿Sabe usted que está viviendo en una gran época? Antes de cada asalto el soldado recibe gratuitamente un vaso de alcohol así de grande que hace aumentar desmesuradamente, sí, desmesuradamente, su valor.
Galy Gay: Ustedes no querrán causar la desdicha de un pobre changador.
Jesse: ¿Por qué no?
Uria: Entonces, ¿quiere irse?
Galy Gay: Sí. Me voy. Ahora mismo.
Jesse: ¡Polly, trae su ropa!
Polly: (la trae) ¿En realidad, por qué no quiere ser Jip? (Fairchild aparece en la ventana)
Galy Gay: Porque soy Galy Gay. (Se dirige hacia la puerta. Los tres se miran entre sí.
Uria: Espere un momento.
Polly: ¿Conoce usted el proverbio “lento pero seguro”.
Uria: Usted está tratando con hombres que no aceptan dádivas de gente extraña.
Jesse: Llámese usted como quiera, su atención le será recompensada.
Uria: Se trata simplemente de que no suelte la manija...de un negocio. (Galy Gay se detiene)
Jesse: Es el mejor negocio que se puede hacer en Kilkoa, ¿verdad, Polly? Tú lo sabes: si consiguiéramos aquello...
Uria: Es nuestro deber ofrecerle una participación en este negocio extraordinario.
Galy Gay: ¿Negocio? ¿Dijo usted negocio?
Uria: Tal vez. Pero es cierto, usted no tiene tiempo.
Galy Gay: Tener tiempo, no tener tiempo, eso depende...
Polly: Ah, quizás tuviera tiempo. Si conociera el negocio entonces tendría tiempo. Lord Kitchener también tuvo tiempo para conquistar Egipto.
Galy Gay: Ya lo creo. ¿Así que es un negocio importante?
Polly: Para el maharajá de Petshawar quizás lo sería. Pero para un gran hombre como usted, puede resultar pequeño.
Galy Gay: ¿Qué tendría que poner yo en este negocio?
Jesse: Nada.
Polly: O a lo sumo, le pediríamos que sacrificara su barba; podría llamar la atención y provocar algunas molestias.
Galy Gay: Ah. (Junta sus cosas y se dirige hacia la puerta)
Polly: Es un verdadero elefante.
Galy Gay: ¿Un elefante? Un elefante sí que es una mina de oro. Quien tiene un elefante, no revienta en un hospital. (Agarra, excitado, una silla y se sienta entre los tres)
Uria: ¿Un elefante? ¡Claro que tenemos un elefante!
Galy Gay: ¿Pero lo tiene aquí, a mano?
Polly: ¡Un elefante! Parece que es su punto débil.
Galy Gay: ¿Tienen entonces un elefante a mano?
Polly: ¿Oyó hablar alguna vez que alguien haya hecho un negocio con un elefante sin tenerlo a mano?
Galy Gay: Bien; si es así, señor Polly, a mí también me agradaría poder sacar mi tajada.
Uria: (indeciso) ¡Si no fuera por ese Diablo de Kilkoa!
Galy Gay: ¿Qué es eso, el Diablo de Kilkoa?
Polly: Hable más bajo. Ha pronunciado el nombre del Tifón Humano, del Sanguinario Cinco, nuestro sargento.
Galy Gay: ¿Qué ha hecho para que lo llamen así?
Polly: Oh, nada. A veces, cuando al pasar lista alguno da un nombre falso, lo hace envolver en un pedazo de lona de dos metros cuadrados y lo arroja bajo las patas de los elefantes.
Galy Gay: Entonces necesita un hombre que tenga bien puesta la cabeza.
Uria: Usted la tiene, señor Galy Gay.
Polly: ¡Las cosas que hay en una cabeza como la suya!
Galy Gay: No vale la pena hablar de eso. Les voy a proponer una adivinanza que a ustedes, instruidos como son, tal vez les resulte interesante.
Jesse: Ah, lo que es para adivinanzas, tiene usted aquí a hombres de primera línea.
Galy Gay: Bueno, es así: blanco, mamífero y ve tan bien por delante como por detrás.
Jesse: Es muy difícil.
Galy Gay: Esta adivinanza no podrán resolverla. Ni yo pude hacerlo. Un mamífero blanco, que ve tan bien por delante como por detrás. ¡Un caballo blanco ciego!
Uria: ¡Es un adivinanza formidable!
Polly: ¿Usted puede retener todo eso en su cabeza?
Galy Gay: Generalmente sí, porque escribo muy mal. Pero pienso que soy el hombre indicado para casi cualquier tipo de negocio. (Los tres se dirigen al mostrador, Galy Gay saca una de sus cajas de cigarrillos y convida a los tres).
Uria: ¡Fuego!
Galy Gay: (les enciende los cigarros mientras habla) Permítanme los señores que les pruebe que no han elegido un mal socio para el negocio. ¿No hay aquí por casualidad algún objeto pesado?
Jesé: (señala una pesas y clavas que están al lado de la puerta, junto a la pared: ¡Ahí!
Galy Gay: (toma la pesa más grande y la levanta): Pertenezco al Club de luchadores de Kilkoa.
Uria: (le alcanza un vaso de cerveza):Se ve por su modo de actuar.
Galy Gay (bebiendo): Oh, nosotros los luchadores tenemos nuestras actitudes particulares. Que están sujetas a normas especiales. Por ejemplo, cuando un luchador llega a una habitación donde hay gente reunida, primero, en la puerta, alza los hombros, después alza los brazos a la altura de los hombros, luego los deja caer como al descuido y sólo entonces entra en la habitación con andar despreocupado (bebe). Conmigo hasta se puede robar caballos.
Fairchild (entra) Afuera hay una mujer que busca a un hombre llamado Galy Gray.
Galy Gay: ¡Galy Gay! ¡El hombre que busca se llama Galy Gay! (Fairchild lo mira por un momento y luego sale para buscar a la mujer de Galy Gay. A los tres:) No tengan miedo, es una persona muy tranquila; viene de una provincia donde casi toda la gente es amable. Confíen en mí, ahora que Galy Gay ha sentido el olor de la sangre.
Fairchild: Entre, señora Gray. Aquí hay un hombre que conoce a su marido. (Entra con la mujer de Galy Gay.)
Señora Gay: Disculpen a una humilde mujer, señores, y esta traza que traigo, salí con tanta prisa. Ah, estás aquí, Galy Gay, ¿pero eres realmente tú, en ese uniforme de soldado?
Galy Gay: No.
Señora Gay: No te entiendo. ¿Por qué te has metido en ese uniforme? No te sienta nada bien; cualquiera te lo puede decir. Eres un hombre raro, Galy Gay.
Uria (por ella): Está mal de la cabeza.
Señora Gay: No es cómodo tener un hombre que no sabe decir que no.
Galy Gay: Quisiera saber con quién está hablando.
Uria: Son calumnias.
Fairchild: Yo creo que la señora Gray está muy bien de la cabeza. Por favor, siga hablando, señora Gray. Me gusta escuchar su voz más que la de una cantante.
Señora Gay: No sé que estás tramando ahora, fanfarrón, pero vas a acabar mal. ¡Vamos, ven conmigo! ¡Pero di algo de una vez! ¿Te has quedado afónico?
Galy Gay: ¿Y a mí qué me cuentas? Te digo que me tomas por otro, y eso que dices del otro es tonto y no está bien.
Señora Gay: ¿Qué me dices? ¿Qué te tomo por otro? ¿Estuviste bebiendo? No soporta la bebida, saben.
Galy Gay: Soy tu Galy Gay tanto como soy el Comandante del Ejército.
Señora Gay: Ayer, a esta misma hora, puse a hervir el agua en la cacerola, pero tú no volviste con el pescado.
Galy Gay: ¿De qué pescado estás hablando? Hablas aquí, delante de todos estos señores, como si hubieras perdido el juicio.
Fairchild: Es un caso curioso. Me vienen pensamientos tan tremendos que siento que se me hiela la sangre. ¿Conocen ustedes a esta mujer? (Los tres niegan con la cabeza.) ¿Y usted?
Galy Gay: He visto muchas cosas en mi vida, desde Irlanda hasta Kilkoa, pero hasta ahora jamás había visto a esta mujer.
Fairchild: Dígale su nombre a la señora.
Galy Gay: Jeraiah Jip.
Señora Gay: ¡Es increíble! Claro, mirándolo bien, mi sargento, me doy cuenta que tiene alguna diferencia con mi marido, el changador Galy Gay, alguna diferencia, aunque no sabría decir cuál es.
Fairchild: Nosotros pronto le diremos cuál es. (Sale con la esposa de Galy Gay)
Galy Gay (bailando se dirige hacia el medio de la escena y canta):
Oh luna de Alabama
tienes que desaparecer,
la buena vieja mamá
ya no te quiere ver. 
(se acerca a Jesse, radiante de felicidad) En toda Irlanda se dice que los Galy Gay son capaces de clavar un clavo en cualquier parte. 
Uria (a Polly): Antes de que el sol se haya puesto siete veces, este hombre debe ser otro hombre.
Polly: ¿Resultará eso, uria? ¿Transformar a un hombre en otro hombre?
Uria: Sí, un hombre es como otro cualquiera. Un hombre es un hombre.
Polly: Pero el ejército puede ponerse en marcha en cualquier momento, Uria.
Uria: Claro que puede ponerse en marcha en cualquier momento. ¿Pero no ves que la cantina todavía está aquí? ¿No sabes que la artillería sigue todavía organizando carreras de caballos? Yo te digo que Dios no va a dejar que gente como nosotros se hunda, permitiendo que el ejército se ponga en marcha hoy mismo. Lo pensará tres veces antes de hacerlo.
Polly: ¡Escucha! (Señales de levantamiento del campamento y redobles de tambores; los tres soldados se colocan en fila.)
Fairchild (grita desde atrás de la escena) El ejército se pone en marcha hacia la frontera norte. La partida está fijada para las dos y diez de esta madrugada.

DISCURSO INTERMEDIO 
A cargo de la viuda Begbick.
El señor Bertolt Brecht dice: un hombre es un hombre.
Y esto es algo que cualquiera puede decir.
Pero el señor Brecht demuestra después
que con un hombre se puede hacer lo que se quiera.
Esta noche vemos aquí cómo un hombre,
sin perder nada en todo esto, es desarmado y vuelto a armar
como si fuera un automóvil.
Se le acercan a él humanamente,
y sin dureza pero con enérgica insistencia,
le piden que se adapte al curso del mundo
y que deje a su pescado nadar tranquilo.
Se lo puede transformar a voluntad
que él nunca defraudará a nadie.
Pero si no se lo vigila, del día a la noche
se puede convertir en un vulgar asesino.
El señor Bertolt Brecht espera
que ustedes vean cómo se derrite la nieve
bajo el suelo donde están parados,
y que el caso del changador Galy Gay les demuestre
qué peligrosa es la vida sobre la tierra.

IX. LA CANTINA
Ruido de un ejército que se dispone a partir. Desde el fondo, llega una voz fuerte.
La voz: Ha estallado la guerra que estaba prevista. El ejército marchará hacia la frontera norte. La reina ordena a sus soldados subir a los trenes con elefantes y cañones, y a los trenes, dirigirse a la frontera norte. En consecuencia, el general ordena a la tropa ubicarse en los trenes antes de que salga la luna. (La viudad Begbick, sentada detrás de su mostrador, fuma.)                                      
Begbick: En Jehoo, la ciudad que siempre está colmada,
Y en la que nada perdura, se canta
La canción de las cosas que pasan,
Y la comienza así:
Canta:
Para qué retener la ola
Que a tus pies se deshace.
Mientras tú permanezcas allí
Nuevas olas vendrán a romperse.
(Se levanta, toma un palo y durante los versos siguientes corre los toldos.) 
Pasé siete años en un mismo lugar, con el mismo techo
Sobre su cabeza,
Y no estaba sola.
Pero al hombre que me alimentaba,
Al hombre a quien nadie se parecía
Un buen día
Lo vi yaciendo irreconocible bajo la túnica de la muerte.
Sin embargo, esa noche tomé mi comida,
Y pronto alquilé el cuarto donde
Nos habíamos amado.
Y el cuarto me alimentó.
Y ahora que ya no está para alimentarme,
Como de todos modos.
Y digo:
Canta:
Para qué retener la ola
Que a tus pies se deshace.
Mientras tú permanezcas allí
Nuevas olas vendrán a romperse.
Uria (en el medio): Compañeros, ha estallado la guerra. Terminó la era del desorden. Se acabaron los intereses privados. Por eso, el changador Galy Gay de Kilkoa debe ser transformado ahora mismo, a tambor batiente, en el soldado Jeraiah Jip. Con este fin, tenemos que envolverlo en un negocio, como se acostumbra hoy en día, para lo cual necesitamos fabricar un elefante artificial. Polly, agarra este palo y la cabeza de elefante que cuelga de la pared, y tú, Jesse, toma la botella y vuélcala cada vez que Galy Gay mire, porque necesitamos un elefante que orine. Y a ustedes los cubro con este mapa. (Arman un elefante artificial.) Le regalamos este elefante, le conseguimos un comprador, y si se lo vende lo arrestamos y le decimos: ¿cómo te atreves a vender un elefante del ejército? Entonces preferirá ser el soldado Jeraiah Jip y partir a la frontera norte, que Galy Gay el delincuente, a quien, llegado el caso, hasta lo pueden fusilar.
Un soldado: ¿Pero ustedes creen que lo tomará por un elefante?
Jesse: ¿Está tan mal?
Uria: Yo les digo que lo va a tomar por un elefante. Tomaría hasta esta botella por un elefante si uno se la señalara con el dedo y dijera: “Quiero comprar ese elefante”.
Un soldado: Entonces hay que encontrar un comprador.
Uria (llama): ¡Señora Begbick!  (Aparece la Begbick) ¿No querría hacer de comprador?
Begbick: No tengo inconveniente, pero si nadie me ayuda a embalar, mi vagón Bar va a quedar parado aquí.
Uria: Dígale a ese hombre que está por entrar que quiere comprar este elefante y nosotros le ayudaremos a embalar todo. Una cosa por la otra.
Begbick: Bien. (vuelve a su puesto)
Galy Gay (entra): ¿Ya llegó el elefante?
Uria: Señor Gay, el negocio va muy bien encaminado. Se trata de Billy Humph, elefante del ejército, que es supernumerario y no está registrado. El negocio en sí consiste en rematarlo, en privado, se entiende, y sin llamar la atención.
Galy Gay: Claro como la luz del día. ¿Quién lo remata?
Uria: Cualquiera que firme como propietario.
Galy Gay: ¿Pero quién debe firmar como propietario?
Uria: ¿Quiere firmar usted como propietario, señor Gay?
Galy Gay: ¿Hay un comprador aquí?
Uria: Sí.
 Galy Gay: Mi nombre, naturalmente, no debe ser mencionado.
Uria: No. ¿No quiere fumar un cigarro?
Galy Gay (desconfiado): ¿Por qué?
Uria: Sólo para que conserve su imperturbabilidad, ya que el elefante está un poco resfriado.
Galy Gay: ¿Dónde está el comprador?
Begbick (se adelanta): Ah, señor Gay, yo busco un elefante, ¿no tendría uno, por casualidad?
Galy Gay: Señora Begbick, creo que tengo el que a usted le conviene.
Begbick: Pero primero saquen la pared; los cañones están por llegar.
Los soldados: Muy bien, señora Begbick. (Los soldados desarman una pared de la cantina. Allí está el elefante, un poco disimulado)
Jesse (a Begbick): Yo le digo, señora Begbick, que lo que ocurre aquí, considerado con un criterio superior, es un acontecimiento histórico. Porque...¿qué ocurre aquí? Se va a examinar la personalidad bajo una lupa, se estudiará el carácter humano de cerca. Se irá al fondo. Y la técnica intervendrá. En la morsa, en la cinta transportadora, el hombre grande y el hombre pequeño son iguales, a pesar de su estatura. ¡La personalidad! Ya los antiguos asirios, señora Begbick, presentaban la personalidad como un árbol que se desarrolla. ¡Y cómo se desarrolla! Pero después se retrae otra vez, señora Begbick. ¿Qué dice Copérnico? ¿Qué es lo que gira? La tierra gira. La tierra, es decir, el hombre. Según Copérnico. O sea que el hombre no está en el centro. Ahora mire todo esto. ¿Puede estar en el centro esto? Es histórico. El hombre no es nada. La ciencia moderna ha demostrado que todo es relativo. ¿Qué quiere decir esto? Que la mesa, el banco, el agua, el calzado, todo es relativo. Usted, señora Begbick, yo...relativos. Míreme en los ojos, señora Begbick. Es un momento histórico. El hombre está en el centro, pero relativamente. Salen ambos.

NUMERO UNO
Uria (llamando): Número uno: el negocio del elefante. El grupo de ametralladoristas hace entrega de un elefante al hombre que no quiere ser nombrado.
Galy Gay: Un trago más de cherry brandy, una pitada más de este corona Brasil, y después, ¡de cabeza a la vida!
Uria (le presenta al elefante): Billy Humph, campeón de Bengala, elefante al servicio del Gran Ejército.
Galy Gay (ve al elefante y se asusta): ¿Este es el elefante del ejército?
Un soldado: Está muy resfriado; por eso está envuelto.
Galy Gay (Preocupado, camina alrededor del elefante): Que esté envuelto no es lo peor.
Begbick: Yo soy compradora. (Señala al elefante) Véndame este elefante.
Galy Gay: ¿De veras quiere comprar este elefante?
Begbick: No importa que sea grande o pequeño; desde mi infancia siempre he deseado comprar un elefante.
Galy Gay: ¿Y realmente se lo había imaginado así?
Begbick: En mi infancia quería un elefante grande como el Hindukusk, pero ahora me conformo con éste.
Galy Gay: En fin, señora Begbick, si de veras quiere comprar este elefante, yo soy el propietario.
Un soldado (viene corriendo desde el fondo): Pssst, psssst... el Sanguinario Cinco está inspeccionando los vagones.
Los soldados: ¡El Tifón Humano!
Begbick: Quédense aquí; yo no me dejo quitar este elefante. (Salen la viuda Begbick y los soldados).
Uria (a Gay): Hágase cargo del elefante por un instante. (Le alcanza la soga)
Galy Gay: Pero yo, señor Uria, ¿adónde debo ir?
Uria: Quédate aquí. (Corre detrás de los otros soldados. Galy Gay tiene en la mano el extremo de la soga)
Galy Gay  (solo): Mi madre me decía a menudo: “nunca se puede saber algo con seguridad; pero tú no sabes nada de nada, Galy Gay”. Esta mañana saliste a comprar un pescadito, y ahora tienes un gran elefante, y nadie sabe lo que pasará mañana. Pero qué te importa, con tal de que te den el cheque.
Uria (mira hacia adentro): Increíble, ni lo mira. Se aleja de él todo lo que puede. (Se ve a Fairchild pasar por el fondo) El tigre de Kilkoa pasó de largo. (Uria, la Begbick y los demás soldados entran nuevamente.)

NUMERO DOS
Uria (grita): Ahora, el número dos: la subasta del elefante. El hombre que no quiere ser nombrado, vende el elefante. (Galy Gay empuña una campañilla, Begbick coloca un balde de madera dado vuelta en el medio del escenario)
Un soldado: ¿Tienes alguna otra duda con respecto al elefante?
Galy Gay: Ya que hay comprador, no tengo ninguna duda.
Uria: ¿No es verdad? Si se vende, quiere decir que es auténtico.
Galy Gay: No puedo decir que no. Un elefante es un elefante, especialmente si encuentra un comprador. (Se para encima del balde y remata el elefante, que está a su lado, en el centro del grupo.) ¡Queda abierta la subasta! Se va a rematar el campeón de Bengala, Billy Humph. Tal como lo ven, nació en el sur del Yanyab. Siete rajás rodeaban su cuna. Su madre era blanca. Billy tiene sesenta y cinco años. No es mucha edad. Pesa mil trescientos kilos y para él desmontar un bosque es lo mismo que, para el viento, una brizna de hierba. Tal como lo ven, Billy Humph representa para su propietario una pequeña fortuna.
Uria: Y aquí está la viuda Begbick con el cheque.
Begbick: ¿El elefante le pertenece a usted?
Galy Gay: Como mi propio pie.
Un soldado: Billy debe ser bastante viejo. Tiene un aire tieso, estraño.
Begbick: Entonces tiene que hacer alguna rebaja.
Galy Gay: Su precio de costo es de doscientas rupias. Y lo valdrá mientras no baje a la tumba.
Begbick (lo examina): ¿Doscientas rupias con esta panza caída?
Galy Gay: Yo creo, sin embargo, que es lo más indicado para una viuda.
Begbick: Bien, pero ¿está sano el elefante? ((Billy Humph orina) Con eso me basta. Veo que es un elefante sano. Quinientas rupias.
Galy Gay: Quinientas rupias y vendo, quinientas rupias una, quinientas rupias dos, quinientas rupias, y vendí. Señora Begbick, yo, actual propietario de este elefante, se lo entrego. Deme el cheque.
Begbick: ¿Su nombre?
Galy Gay: No debe ser pronunciado.
Begbick: Por favor, señor Uria, déme un lápiz para poder extender un cheque a la orden de este señor que no quiere ser nombrado.
Uria (aparte, a los soldados): Cuando agarre el cheque, deténganlo.
Begbick: Aquí está su cheque, hombre que no quiere ser nombrado.
Galy Gay: Y aquí está, señora Begbick, su elefante.
Un soldado (coloca su mano en el hombro de Galy Gay): En nombre del ejército inglés, ¿qué está haciendo?
Galy Gay: ¿Yo? Nada. (Se ríe con simpleza)
El soldado: ¿Qué elefante es éste?
Galy Gay: ¿Cuál?
El soldado: Particularmente este que está detrás de usted. No trate de escabullirse. ¡Vamos!
Galy Gay: Yo no conozco a este elefante.
Los soldados: ¡Oh!, ¡oh!
Un soldado: Somos testigos de que este señor dijo que el elefante le pertenece.
Begbick: Dijo que le pertenecía como su propio pie.
Galy Gay (quiere irse): Lo siento, pero debo volver a casa; mi esposo me está esperando impacientemente. (Se abre camino a través del grupo) Volveré para discutir este asunto. Buenas Noches. (A Billy, que lo sigue) Quédate aquí, Billy. No seas testarudo. Por ahí crece la caña de azúcar.
Uria: ¡Alto! Apunten con los revólveres al delincuente, porque es un delincuente. (Polly, dentro de Billy Humph, se ríe en voz alta. Uria le da un golpe) ¡Cierra el pico, Polly! (La lona se desliza y Polly queda al descubierto)
Polly: ¡Maldición! (Galy Gay, totalmente confundido, mira a Polly, y luego a los demás, uno por uno. El elefante sale corriendo.
Begbick: ¿Pero, qué es esto? Esto no es un elefante, son lonas de carpa y hombres. ¡Todo Falso! ¡Yo he dado dinero bueno y me dan un elefante falso!
Uria: Señora Begbick, el delincuente será inmediatamente atado con cuerdas y arrojado a la letrina. (Los soldados atan a Galy Gay y lo meten en un pozo, quedando afuera solamente su cabeza. Se oye el paso de la artillería.)
Begbick: Ya están cargando la artillería. ¿Y mi cantina? ¿Qué esperan? ¡Tienen que desarmar a un hombre, pero también mi cantina! (Todos los soldados empiezan a desarmar la cantina. Antes de terminar, Uria los echa. La Begbick aparece con un canasto lleno de lonas sucias de carpa, se arrodilla ante un pozo y lava. Galy Gay escucha.
Begbick: Yo también tuve un nombre,
Y quien lo oía, en la ciudad, decía:
Es un buen nombre.
Pero una noche tomé cuatro copas de aguardiente
Y al otro día estaba escrita con tiza,
En la puerta de mi casa,
Una fea palabra.
El lechero, entonces, se llevó la leche.
Había perdido mi buen nombre.
(muestra una tela)
Como esta tela, que fue blanca y que ahora está sucia,
Y que puede volver a ser blanca si la lavas.
Pero ponla contra la luz y mírala.
Ya no es la misma tela.
No digas nunca exactamente tu nombre. ¿Para qué?
Ya que sólo sirve para nombrar a otro.
¿Y para qué proclamar tu opinión? Olvídala.
No recuerdes una cosa
Más tiempo del que esa cosa dura.
(Canta)
Para qué retener la ola
Que a tus pies se deshace
Mientras tú permanezcas allí
Nuevas olas vendrán a romperse.
(Sale. Uria y los soldados vienen del fondo)

NUMERO TRES
Uria (grita): Ahora, el número tres: el juicio contra el hombre que no quiso ser nombrado. Formen un círculo alrededor del delincuente y no dejen de interrogarlo hasta que sepan toda la verdad.
Galy Gay: Por favor, querría decir algo.
Uria: Ya hablaste mucho esta noche, hombre. ¿Alguien sabe cómo se llamaba el hombre que vendió el elefante en pública subasta?
Un soldado: Se llamaba Galy Gay.
Uria: Hay testigos.
Los soldados: Nosotros somos testigos.
Uria: ¿Y qué dice el acusado?
Galy Gay: Que era uno que no quería ser nombrado. (murmullo de los soldados)
Un soldado: Yo le oí decir que se llamaba Galy Gay.
Uria: ¿No eres tú, ese?
Galy Gay (perspicaz): Si yo fuera Galy Gay, tal vez sería el que ustedes buscan.
Uria: ¿Entonces, tú no eres Galy Gay?
Galy Gay (entre dientes): No, no soy yo.
Uria: ¿Dirás que ni siquiera estabas aquí cuando remataron a Billy Humph?
Galy Gay: No, no estaba aquí.
Uria: ¿Pero viste que un hombre llamado Galy Gay realizó la venta?
Galy Gay: Sí, puedo probarlo.
Uria: Quiere decir que tú también estabas.
Galy Gay: Puedo probarlo.
Uria: ¿Lo han oído? ¿Ven la luna? Sale la luna y él está metido en este podrido negocio del elefante. En cuanto a Billy Humph, no todo estaba en orden.
Jesse: Claro que no.
Un soldado: El hombre decía que era un elefante; pero no era verdadero, era de papel.
Uria: De modo que vendió un elefante falso. Lo que es pasible, naturalmente, de pena de muerte. ¿Qué dices tú a eso? 
Galy Gay: Puede ser que otro elefante no lo hubiera tomado por un elefante. Es muy embrollado todo esto, digno tribunal.
Uria: No hay duda de que es un caso embrollado, pero de todos modos, creo que habrá porque fusilarte por tu conducta ha sido muy sospechosa. (Galy Gay calla) Sabes, he oído hablar de un soldado que cuando pasaban lista, decía llamarse Jip y luego quería hacernos creer que se llamaba Galy Gay. ¿No serás tú ese Jip?
Galy Gay: No, le aseguro que no.
Uria: ¿Así que no te llamas Jip? ¿Cómo te llamas entonces? ¿No sabes qué contestar? ¿Entonces eres uno que no quiere ser nombrado? ¿Acaso aquel que no quería que se lo nombren cuando se vendió el elefante? ¿También callas sobre esto? Es tremendamente sospechoso; mira que te estás delatando. El sinvergüenza que vendió el elefante era un hombre con barba. Y tú también tiene barba. Vengan, vamos a discutir el asunto. (Va hacia el fondo con los soldados. Dos de ellos permanecen junto a Galy Gay)
Uria (mientras se va): Ya no quiere ser Galy Gay.
Galy Gay (después de una pausa): ¿Alcanzan a oír lo que dicen?
1º soldado: No.
Galy Gay: ¿Dicen que yo soy ese Galy Gay?
2º soldado: Dicen que no es tan seguro.
Galy Gay: Grábatelo bien en la cabeza, amigo: un hombre no es nadie.
2º soldado: ¿Se sabe ya contra quién es la guerra?
1º soldado: Si necesitan algodón, contra el Tibet; si necesitan lana de oveja, contra el Pamir.
Jesse (llega): ¿Ese hombre que está ahí esposado no es Galy Gay?
1º soldado: Eh, tú, contesta.
Galy Gay: Creo que me confundes, Jesse. Mírame bien.
Jesse: ¿Entonces, tú no eres Galy Gay? (Galy Gay niega con la cabeza) Váyanse, tengo que hablar con él, porque acaban de condenarlo a muerte. (Los soldados se retiran al fondo)
Galy Gay: ¿Es cosa resuelta? Oh, Jesse, ayúdame; tú eres un gran soldado.
Jesse: ¿Cómo se llegó a esto?
Galy Gay: Mira, Jesse, no lo sé. Fumábamos y bebíamos y a mí se me fue la lengua.
Jesse: Oí decir por ahí que es un tal Galy Gay quien va a ser fusilado.
Galy Gay: No puede ser.
Jesse: Pero entonces, ¿tú no eres Galy Gay?
Galy Gay: Sécame el sudor de la frente, Jesse.
Jesse (lo hace): Mírame a los ojos. Soy Jesse, tu amigo. ¿Tú no eres Galy Gay de Kilkoa?
Galy Gay: No. Te equivocas.
Jesse: Eramos cuatro los que vivimos desde Kankerdan. ¿Tú también estabas con nosotros?
Galy Gay: Sí, yo también estaba en Kankerdan.
Jesse (va hacia el fondo, y dice a los soldados): La luna no ha recorrido aún la mitad de su camino y él ya quiere ser Jip.
Uria: Pero conviene asustarlo un poco más con la amenaza de muerte. (Se oye el ruido de los cañones que pasan.
Begbick (aparece en escena): ¡Los cañones, Uria! Ayúdame a plegar las lonas. Y ustedes sigan desarmando. (Los soldados llevan al vagón las piezas que formaban la cantina. Sólo queda en pie un tabique de madera. Uria y la Begbick doblan las lonas.)
Begbick:
He hablado con mucha gente,
Escuché con atención
Todo tipo de opiniones
Y oí decir a muchos de muchas cosas: esto es seguro.
Pero cuando regresaban
Hablaban distinto de cómo antes habían hablado.
Y ahora de lo contrario decían: esto es seguro.
Entonces me dije a mí misma: de las cosas seguras
La más segura es la duda.
Canta
Para qué retener la ola
Que a tus pies se deshace.
Mientras tú permanezcas allí
Nuevas olas vendrán a romperse.
(Uria va hacia el fondo. La Begbick lo sigue, con una canasta de ropa. Al pasar junto a Galy Gay, canta.)
Galy Gay: Señora Begbick, por favor, traiga una tijera y córteme la barba.
Begbick: Yo sé por qué. (La Begbick le corta la barba, la envuelve en un pañuelo y la lleva al vagón. Vuelven los soldados.)

NUMERO CUATRO
Uria (pregona): Ahora viene el número cuatro: el fusilamiento de Galy Gay en las barracas militares de Kilkoa.
Begbick (se le acerca): Señor Uria, tengo algo para usted. (Le habla al oído y le entrega el pañuelo con la barba.)
Uria (se acerca a  la letrina de Galy Gay): Acusado, ¿tiene algo más que decir?
Galy Gay: Alto tribunal: he oído decir que el delincuente que vendió el elefante era un hombre con barba, y yo no tengo barba.
Uria (abre el pañuelo en silencio y le muestra la barba; los demás ríen): ¿Y esto qué es? Ahora sí que te has delatado; si te cortaste la barba es porque no tienes la conciencia limpia. Ven, hombre sin nombre, y escucha: la corte marcial de Kilkoa te condena a morir fusilado por cinco fusiles. (Los soldados sacan a Galy Gay de la letrina).
Galy Gay (grita): ¡No puede ser!
Uria: Sin embargo es así. Escucha bien: serás fusilado, primero porque has robado un elefante del ejército, lo cual constituye un robo; segundo, porque has vendido un elefante que no era elefante, lo cual constituye una estafa; y tercero, porque no puedes dar ningún nombre ni presentar ningún pasaporte y tal vez seas un espía, lo cual constituye traición a la patria.
Galy Gay: Oh, Uria, ¿por qué eres así conmigo?
Uria: Vamos, condúcete como un buen soldado, tal como lo aprendiste en el ejército. ¡March! Ahora andando. ¡Al paredón!
Galy Gay: Oh, no vayan tan rápido. Yo no soy el que buscan. Ni siquiera lo conozco. Mi nombre es Jip, puedo jurarlo. ¿Qué es un elefante comparado con una vida humana? Yo no he visto al elefante; era una cuerda lo que yo tenía. Por favor, no se vayan. Yo soy otro. No soy Galy Gay. No soy...
Jesse: Sí, eres tú... Nadie más que tú. Bajo los tres gomeros de Kilkoa, Galy Gay verá correr su propia sangre. Vé, Galy Gay.
Galy Gay: ¡Oh, por Dios! Alto, hay que labrar un acta. Hay que dejar constancia escrita de las razones, y que no fui yo, y que tampoco me llamo Galy Gay. Hay que pensar bien las cosas. No se puede mandar a un hombre al matadero, así, entre gallos y medianoche.
Jesse: ¡March!
Galy Gay: ¿Qué quiere decir “March”? Yo no soy el que ustedes buscan. Lo que yo quería era comprar un pescado. ¿Pero acaso hay pescados aquí? ¿Qué son esos cañones que avanzan? ¿Qué son esas guardias militares que resuenan en el aire? No, yo de aquí no me muevo. Me aferraré a cada brizna de hierba. Exijo que cese todo esto. Pero, ¿por qué no hay nadie aquí, cuando están por matar a un ser humano?
Begbick: ¡Si no han terminado cuando carguen los elefantes, pueden darse por perdidos! (Sale. Llevan a Galy Gay hacia atrás y luego lo traen hacia delante. Galy Gay grita como el protagonista de una tragedia.)
Jesse: Paso al delincuente, condenado a muerte por la corte marcial.
Los soldados: Miren, ahí hay uno que va a ser fusilado. Tal vez sea una lástima, todavía no es viejo. Y ni sabe siquiera cómo se metió en esto.
Uria: ¡Alto! ¿Quieres mear una última vez?
Galy Gay: Sí.
Uria: Custódienlo.
Galy Gay: Oí decir que ellos deben irse antes de que lleguen los elefantes; tengo que ganar tiempo para que lleguen los elefantes.
Los soldados: Apúrate.
Galy Gay: No puedo. ¿Aquello es la luna?
Los soldados: Sí. Ya es tarde.
Galy Gay: ¿No es esta la cantina de la viuda Begbick, donde pasábamos las noches bebiendo?
Uria: No, joven. Este es el lugar de ejecución, y éste, el paredón. ¡Eh, ustedes! Formen fila y carguen los fusiles. Pero deben ser cinco.
Los soldados: Se ve mal con esta luz
Uria: Sí, es muy mala.
Galy Gay: ¿Oyen? Esto no marcha. No pueden disparar si no ven bien.
Uria (a Jesse): Toma ese farol de papel y ponte a su lado. (Venda los ojos de Galy Gay. En voz alta.) ¡Carguen! (En voz baja) Pero, ¿qué haces Polly? Estás poniendo de veras una bala en los fusiles. Saca esa bala.
Polly: ¡Ah! Disculpen, por poco cargo en serio. Habría sido una verdadera catástrofe. (Se oye el andar pesado de los elefantes. Los soldados quedan un instante como petrificados.)
Begbick (desde el fondo): ¡Los elefantes!
Uria: ¡Paciencia! Debe ser fusilado. Contaré hasta tres. ¡Una!
Galy Gay: ¡Basta de una vez, Uria. Además ya llegan los elefantes. ¿Todavía tengo que quedarme aquí parado, Uria? Pero ¿por qué están todos tan tremendamente callados?
Uria: ¡Dos!
Galy Gay (riéndose): Eres cómico, Uria. No puedo verte por la venda. Pero tu voz suena como si hablaras en serio.
Uria: Y...
Galy Gay: ¡Alto! No digas tres o te arrepentirás. Si ahora disparan, van a dar en el blanco. ¡Alto! No, todavía no. ¡Escúchenme! ¡Confieso! Confieso que no sé lo que me ha ocurrido. Créanme, no se rían. Yo soy alguien que no sabe quién es. Pero no soy Galy Gay; eso lo sé. No soy el que debe ser fusilado. Pero, ¿quién soy yo? Porque me olvide; anoche, mientras llovía, todavía lo recordaba. Anoche llovía, ¿verdad? Por favor, si están ahí, y tratan de saber de dónde llega esta voz, ése soy yo. ¡Diríjanse a ese lugar, llámenlo Galy Gay o con algún otro nombre, pero apiádense de mí! ¡Denme un trozo de carne! Ahí por donde desaparece ese trozo de carne, ahí por donde vuelve a aparecer, ese es Galy Gay. Por lo menos, si lo encuentran a alguien que ha olvidado quién es, ése soy yo. ¡Y a ese, por favor, suéltenlo, aunque sea por esta vez! (Uria le dice algo a Polly al oído. Polly sale corriendo y se coloca detrás de Galy Gay. Levanta una cachiporra.)
Uria: “Una golondrina no hace verano”. ¡Tres! (Galy Gay lanza un grito) ¡Fuego! (Galy Gay pierde el conocimiento).
Polly: ¡Alto! ¡Se cayó solo!
Uria (grita): ¡Disparen! Que oiga al menos que está muerto. (Los soldados tiran al aire) Déjenlo ahí tirado y prepárense para la partida. (Galy Galy yace en el suelo; los demás salen)

NUMERO CUATRO A
(Delante del vagón cargado y de una mesa con cinco sillas, esta sentada la viuda Begbick y los tres soldados; un poco más lejos yace Galy Gay tapado con una bolsa.)
Jesse: Aquel que se acerca es el sargento, Señora Begbick, ¿podría impedir que meta su nariz en nuestros asuntos? (se ve llegar a Fairchild, vestido de civil.)
Begbick: Sí, porque ese que viene es un civil. (A Fairchild, cuando llega a la puerta) Ven, siéntate con nosotros, Charles.
Fairchild: ¡Estás aquí, oh Gomorra! ¿Qué has hecho de mí? ¿qué ropa llevo puesta? ¿Es digna de mí? (La Begbick ríe.) ¿Qué clase de cara tengo? ¿Te parece agradable esto? ¡Y todo por acostarme contigo, Sodoma!
Begbick: Si quieres, puedes hacerlo.
Fairchild: ¡No, no quiero, vete! Los ojos de todo el mundo están fijos en mí. Yo soy un hombre importante. Tres veces, una tras otra, mi nombre ha llenado las páginas de la historia. (Delante de Galy Gay.) ¿Quién es ese cadáver que apesta a cerveza? (Silencio. Pega con el puño en la mesa.) ¡Firmes!
Uria (le aplasta el bombín): ¡Cierra el pico, civil! (Risas)
Fairchild: ¡Sí, rebélense, hijos de cañón! ¡Miren mi ropa y ríanse! ¡Despedacen mi nombre, que fue famoso desde Calcuta hasta Cooch Behar! ¡Denme de beber! ¡Que después los mataré a todos como piojos!
Uria: Querido Fairchild, demuéstrenos con un ejemplo sus dotes de tirador.
Fairchild: No.
Begbick: Apenas una de cada diez mujeres podría resistirse a un magnífico tirador.
Polly: ¡Tira, Fairchild!
Begbick: Hágalo por mí.
Fairchild: ¡Oh, tú, Babilonia! Pongo un huevo aquí. ¿A cuántos pasos quieren?
Polly: Cuatro.
Fairchild (retrocede diez pasos, la Begbick cuenta en alta voz): Este es un simple revólver del ejército. (Tira)
Jesse (revisa el huevo): El huevo está entero.
Polly: Completamente.
Uria: Hasta parecería que se agrandó.
Fairchild: Qué raro. Pensaba que acertaría. (Grandes risas) ¡Denme de beber! (Bebe) ¡Los aplastaré a todos como insectos, tan cierto como que me llamo el Sanguinario Cinco!
Uria: ¿De dónde viene el Sanguinario Cinco?
Jesse (de vuelta en su lugar): ¡Muéstrenos cómo fue!
Fairchild: ¿Debo hacerlo, señora Begbick?
Begbick: Apenas una de cada siete mujeres sería capaz de negarle su amor a un hombre sanguinario y salvaje.
Fairchild: Bien, entonces, este es el río Chadsé. Aquí hay cinco hindúes. Con las manos atadas a la espalda. Entonces llego yo con mi simple revólver del ejército, se lo paso por delante de las narices y les digo: este revólver me ha fallado varias veces. Tendré que probarlo. Así. Y entonces disparo. “¡Al suelo, tú!” ¡Pum! Y así cuatro veces más. Eso fue todo, señores míos. (Se sienta)
Jesse: ¿De modo que fue de esa manera como se ganó el gran nombre que ha convertido a esta viuda en su esclava? Sin embargo, desde un punto de vista humano, se podría considerar que su conducta fue inadecuada, y decir que usted es simplemente un cochino.
Begbick: ¿No será usted un monstruo?
Fairchild: Lamentaría mucho que usted pensara así. Su opinión me importa demasiado.
Begbick: ¿Con exclusión de cualquier otra?
Fairchild (mirándola profundamente a los ojos): Totalmente.
Begbick: Entonces, querido mío, mi opinión es que ahora debo levantar la cantina. Ya no me queda tiempo para asuntos privados, pues oigo el trote de los lanceros que llevan sus caballos para ser cargados en los vagones. (Se oye el paso de los lanceros.)
Polly: ¿Sigue usted insistiendo en sus deseos egoístas, señor, a pesar de que los lanceros ya están cargando sus caballos, a pesar de que por motivos militares hay que levantar la cantina!
Fairchild (bramando) : ¡Claro que sí! ¡Insisto! ¡Denme de beber!
Polly: Entonces, amiguito, te someteremos a juicio sumario.
Jesse: Señor, no muy lejos de aquí yace un hombre debajo de una manta, un hombre que lleva el uniforme de campaña del ejército británico. Está descansando de una dura jornada. Hasta hace veinticuatro horas no era, desde el punto de vista militar, más que un pobre gato. Lo asustaba la voz de su mujer. No era capaz de comprar un pescado. Por un cigarro estaba dispuesto a olvidarse del nombre de su propio padre. Unos hombres se apiadaron de él ya que, por casualidad, tenían donde ubicarlo. Ahora, si bien a través de un doloroso proceso, se ha convertido en un hombre que ocupará un lugar en las próximas batallas. Tú, al contrario, has descendido otra vez al rango de civil. En momentos en que el ejército se prepara a poner orden en la frontera norte, para lo que hace falta cerveza; tú, montón de mierda, retienes conscientemente a la propietaria del vagon-Bar y le impides cargar su cantina en el tren.
Polly: ¿Cómo harás para oir nuestros nombres cuando pasen revista por última vez y para anotar a los cuatro en tu cuaderno, donde deben figurar indefectiblemente?
Uria: ¿Cómo harás para presentarte en ese estado ante la compañía, ansiosa por enfrentar a sus innumerables enemigos? ¡Ponte de pie! (Fairchild se levanta tambaleando.)
Polly: ¿A eso llamas ponerse de pie? (Le da un puntapié en el traste. Fairchild cae)
Uria: ¡Y a eso, una vez, lo llamaban el Tifón Humano! ¡Arrojen ese despojo entre los matorrales, para que no desmoralice a la compañía!
Un soldado (llega corriendo y se detiene en el fondo): ¿Está aquí el Sargento Charles Fairchild? El general ordena que reúna rápidamente su compañía en la estación.
Fairchild: No digan que soy yo.
Jesse: Aquí no hay ningún sargento de ese nombre.

NUMERO CINCO
(La Begbikc y los tres soldados contemplan a Galy Gay, quien aún yace debajo de la manta.)
Uria: Señora Begbick, estamos llegando al final de la operación. Creemos que nuestro hombre ya está transformado.
Polly: Lo que ahora necesitaría es una voz humana.
Jesse: ¿Tiene una voz humana para casos como éste, señora Begbick?
Begbick: Sí, y también algo para comer. Levanten ese cajón, escriban encima con carbón “Galy Gay” y dibujen una cruz. (Lo hacen.) Después formen un cortejo fúnebre y entiérrenlo. Todo eso no debe durar más que nueve minutos, pues ya son las dos y un minuto.
Uria (pregona): ¡Número cinco! Funeral y oración fúnebre de Galy Gay, último hombre de carácter del año mil novecientos veinticinco. (Llegan los soldados y ordenan sus mochilas.) Levanten este cajón y formen un bonito cortejo fúnebre. (Los soldados se ubican al fondo, junto al cajón.)
Jesse: Iré a decirle que pronuncie la oración fúnebre de Galy Gay. (a Begbick) No comerá nada.
Begbick: Un hombre como él come de todos modos, aunque ya no sea nadie. (Se acerca a Galy Gay con el canasto, le quita la manta y le da de comer.)
Galy Gay: ¡Más! (Le da más comida. Luego le hace una señal a Uria y el cortejo fúnebre avanza.) ¿A quién llevan ahí?
Begbick: A uno que acaban de fusilar.
Galy Gay: ¿Cómo se llamaba?
Begbick: Espera un momento. Si no me equivoco, se llamaba Galy Gay.
Galy Gay: ¿Y qué van a hacer ahora con él?
Begbick: ¿Con quién?
Galy Gay: Con ese Galy Gay.
Begbick: Lo enterrarán.
Galy Gay: ¿Era un hombre bueno, o malo?
Begbick: Oh, era un hombre peligroso.
Galy Gay: Sí, seguramente, puesto que lo fusilaron. Yo estaba presente. (Sigue el cortejo fúnebre. Jesse se detiene y se dirige a Galy Gay.)
Jesse: ¿Este no es Jip? Jip, tienes que levantarte en seguida y pronunciar el discurso fúnebre en el entierro de ese Galy Gay. Tú lo conociste, y tal vez mejor que todos nosotros.
Galy Gay: Oigan, ¿están seguros de que estoy realmente donde ustedes me ven? (Jesse lo señala). Sí, está bien. ¿Qué hago ahora? (Dobla el brazo)
Jesse: Doblas el brazo. (Galy Gay lo endereza.)
Galy Gay: Ahora doblé dos veces el brazo. ¿Y ahora?
Jesse: Ahora caminas como un soldado.
Galy Gay: ¿Ustedes también caminan así?
Jesse: Igual, igual.
Galy Gay: Pero, ¿cómo me llaman si me necesitan para algo?
Jesse: Jip.
Galy Gay: Digan, por ejemplo: Jip, vé a dar una vuelta.
Jesse: ¡Jip, vé a dar una vuelta! Vé a dar una vuelta bajo los gomeros y termina de preparar tu discurso fúnebre sobre Galy Gay.
Galy Gay (se aproxima lentamente al cajón): ¿Está tendido en este cajón? (Da una vuelta alrededor del cortejo, que mantiene el cajón levantado. Da una vuelta más rápido y trata de huir. La Begbick lo retiene.)
Begbick: ¿Necesitas algo? Para todo tipo de enfermedad, hasta para el cólera, el ejército no tiene nada más que aceite de ricino. Un soldado no tiene enfermedades que no se puedan curar con aceite de ricino. ¿Quieres aceite de ricino?
Galy Gay (menea la cabeza):Mi madre hizo una cruz en el calendario
    El día en que nací, y yo era el que gritaba.
    Ese pequeño montón de cabellos, de uñas y de carne
    Soy yo, soy yo.
Jesse: Sí, Jeraiah Jip, Jeraiah Jip de Tipperary.
Galy Gay: A uno que cargaba pepinos para cobrar una propina lo engañó un elefante, y tuvo que echarse un sueñecito rápido en una silla de madera, porque en su casa hervía el agua para el pescado. Además la ametralladora no estaba desgrasada puesto que él recibió de regalo un cigarro y cinco cargas de escopeta, de las que una falló. ¿Cómo se llamaba?
Uria: Jip. Jeraiah Jip. (Silbido de trenes)
Los soldados: Los trenes silban. Ahora, arréglense ustedes solos. (Tiran el cajón al suelo y salen corriendo.)
Jesse: Dentro de seis minutos parte el tren. Tiene que venir con nosotros, así como está.
Uria: ¡Escucha, Polly y tú también, Jesse! ¡Camaradas! Hemos quedado solo nosotros tres, y ahora que el hilo por el que estamos suspendidos sobre el abismo está a punto de romperse, escuchen bien lo que les voy a decir, aquí, frente a la última muralla de Kilkoa, siendo casi las dos de la madrugada. El hombre que necesitamos merece que se le conceda un poco de tiempo, porque su transformación es por toda la eternidad. Por lo tanto yo, Uria Shelley, desenfundo ahora mi revólver del ejército y los amenazo de muerte inmediata si mueven un dedo.
Polly: Pero si mira dentro del cajón, todo se acabó. (Galy Gay se sienta al lado del cajón)
Yo no podría, sin morir en seguida,
Mirar en un cajón la cara vacía
De un hombre cuya imagen vi un dia
Reflejada en el espejo de agua de la fuente.
De alguien que, ahora lo sé, murió.
Por eso no puedo abrir este cajón.
El miedo se apodera de mis dos yo, pues tal vez
Yo soy los dos, el nuevo ser que acaba de formarse
Sobre la cambiante faz de la tierra.
Un ser sin ombligo, que flota por la noche como un murciélago
Entre los árboles de caucho y las barracas.
Algo que quisiera ser alegre.
Solo no eres nadie. Es preciso que otro te nombre.
Por eso
Me hubiera gustado mirar en el cajón.
El corazón permanece unido a quienes lo han hecho nacer.
Porque ¿acaso un bosque existiría
Si nadie lo atravesara?
Y si no fuera por el que lo atravesó
¿Cómo podría el bosque ser reconocido?
¿Cuál es la opinión de ustedes?

¿Cómo reconoce Galy Gay que
el mismo es Galy Gay?
Si le arrancaran el brazo
Y él lo encontrara en un rincón,
¿El ojo de Galy Gay reconocería el brazo de Galy Gay?
¿Y el pie de Galy Gay gritaría: es él?
Por eso no quiero mirar el cajón.
Y además, en mi opinión, no es tan grande
La diferencia entre el sí y el no.
Y si éste Galy Gay no fuera este Galy Gay
Habría mamado la leche de una madre 
Qué sería la madre de otro si
No fuera la suya. Pero igual hubiera mamado.
Y si hubiera venido al mundo en marzo y no en setiembre
O en setiembre del año anterior
Habría una diferencia de casi un año,
Lo que hace a un hombre otro hombre.
Y yo, mi yo y el otro yo
Somos utilizados y por lo tanto somos útiles.
Y si no miré a ese elefante muy de cerca
Cierro un ojo por lo que a mí me toca
Y me desprendo de lo que no gusta a los demás.
Y así soy agradable.
Gally Gay (se oyen ruidos de trenes): ¿Qué son esos trenes? ¿A dónde van?
Begbick: Este ejército va hacia los cañones que vomitan fuego en las batallas previstas en el norte. Esta noche cien mil hombres marcharán en una sola dirección: del sur al norte. Cuando un hombre se encuentra en medio de una corriente semejante trata de encontrar a otros dos que marchen junto a él, uno a la derecha y otro a la izquierda. Busca un fusil y una mochila y una ficha metálica y un número en la ficha, para que si lo encuentran se sepa a qué batallón perteneció, y pueda recibir su lugar en la fosa común. ¿Tienes tú una ficha?
Galy Gay: Sí.
Begbick: ¿Qué dice en ella?
Galy Gay: Jeraiah Jip.
Begbick: Muy bien, Jeraiah Jip. Lávate, porque pareces un montón de mierda. Prepárate. El ejército va hacia la frontera norte. Lo esperan los cañones que vomitan fuego en las batallas del norte. El ejército está ansioso de poner orden en las muy habitadas ciudades del norte.
Galy Gay (lavándose): ¿Quién es el enemigo?
Begbick: Aún no informaron a qué país llevamos la guerra. Pero parece cada vez más seguro que se trata del Tibet.
Galy Gay: ¿Sabe una cosa, viuda Begbick? Uno no es nadie, hay que nombrarlo para que exista. (Los soldados vienen con las mochilas y colchones de paja arrollados)
Soldado: ¡Suban al tren! ¡Todos a los vagones! ¡Llevamos con nosotros también al Tifón Humano! ¿El grupo está completo?
Uria: En seguida. Tu oración fúnebre, camarada Jip, tu oración fúnebre.
Galy Gay (se acerca al ataúd): Pues bien. Levanten unos dos pies el cajón de la viuda Begbick que contiene ese cadáver misterioso y desciéndanlo a seis pies bajo esta tierra de Kilkoa, y escuchen la oración fúnebre de Jeraiah Jip de Tipperary, cosa muy difícil porque no tuve tiempo de prepararlo. Pero, de cualquier modo, escuchen: aquí descansa Galy Gay, un hombre que fue fusilado. Salió una mañana a comprar un pescado pequeño, a la tarde ya tenía un gran elefante, y a la noche fue fusilado. No crean, amigos, que en vida fue uno cualquiera. Hasta tenía una cabaña de paja en las afueras de la ciudad y algunas otras cosas, de las cuales, sin embargo, es preferible no hablar. No cometió un delito terrible, era un hombre bueno. Podrán decir lo que quieran, pero en realidad todo se debió a un pequeño error, y yo estaba demasiado bebido, señores: pero un hombre es un hombre y por eso había que fusilarlo. Y ahora está soplando un viento muy fresco, como ocurre siempre al amanecer, y creo que sería mejor que nos fuéramos de aquí, pues el lugar comienza a ser poco placentero. (Se aleja del ataúd). Pero, ¿por qué están todos tan equipados?
Polly: Debemos tomar esta misma mañana el tren que parte a la frontera norte.
Galy Gay: ¿Y por qué yo no estoy equipado?
Jesse: Sí, ¿por qué no está equipado? Aquí tienes tu equipo, capitán. (Los soldados llevan a Fairchild envuelto en colchones de paja hacia los vagones.)
Uria: No se apuro para nada, el perro. Pero lo conseguiremos. (Señalando a Fairchild) ¡Eso había sido el tifón humano! (Se alejan todos.)