Mostrando las entradas con la etiqueta Auto de las locas y vírgenes prudentes. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Auto de las locas y vírgenes prudentes. Mostrar todas las entradas

18/2/15

Auto de las locas y vírgenes prudentes.

Auto de las locas y vírgenes prudentes.

CORO. ¡Velad, vírgenes! Pues se acerca Cristo, el esposo, por cuyo advenimiento se alegran y alegraron siempre los hombres. Viene a lavar los orígenes de la humanidad, encadenada a los demonios, primero por su madre Eva y más tarde por Adán, como fue dicho por los profetas. Cristo nos liberó del primer pecado y fue colgado en la cruz para que por Él se nos devolviera la patria celestial y se nos librará de nuestros enemigos. Ya viene el Esposo que expió nuestros pecados y los lavó con la muerte; ¡Cristo que, sobre el patíbulo y por nosotros, se alzó en la cruz!
Las cinco vírgenes fatuas al oír esto se alejan y se disponen a dormir. Las cinco prudentes, por el contrario, cuidan sus lámparas y se vuelven para prestar atención a San Gabriel.
GABRIEL. ¡Oíd, Vírgenes, lo que os dijeron!,
y el encargo que os dieron.
Esperad al Esposo, Salvador llamado.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.

A la tierra vino por nuestros pecados;
de la Virgen, en Belén, fue alumbrado
y en el Jordán lavado y bautizado.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.

El fue golpeado, herido e injuriado;
en la cruz colgado y crucificado
y en el momento fue El sepultado.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.

Y resucitó, según los libros santos.
Yo soy Gabriel y Él me ha enviado;
y pues viene, aquí debéis aguardarlo.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.
Pasada la noche las vírgenes prudentes han cuidado de sus lámparas. Ahora despiertan las fatuas y encuentran secas las suyas y quemadas las mechas. Entonces acuden a las prudentes en demanda de auxilio.
FATUAS. Vírgenes, a vosotras acudimos.
Con gran negligencia el aceite perdimos.
Os rogamos, hermanas, ansiosas,
que del vuestro nos deis a nosotras.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

Pues juntas hicimos camino
y hermanas en todo hemos sido,
brindadnos un poco de apoyo
para que podamos llegar al Esposo.
¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!
Compartamos la luz de las lámparas
-¡sed buenas para con las malas!-
y así afuera no nos quedaremos,
cuando el dulce esposo nos llame a su reino.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

PRUDENTES. Rogad, hermanas; rogad ampliamente
y así a vuestro ocio habréis puesto olvido.
Nada es en vosotras más justo y prudente
como el lamentaros del tiempo perdido.
¡Malas y cuitadas, cuánto habéis dormido!
Id, enhorabuena, id rápidamente,
y a los mercaderes rogad dulcemente
que viertan aceite en mucha abundancia
para que vacías no estén vuestras lámparas.

¡Malas y cuitadas, cuánto habéis dormido!
FATUAS. Ah, míseras, ¿qué es lo que aquí hacemos?
¿Acaso velando estarnos podemos?
Lo que nosotras mismas comenzamos
Y no podemos siquiera acabarlo.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

PRUDENTES. Si esperáis nuestro aceite lograr,
no habéis de tenerlo; id pronto a comprar
a los mercaderes, que os lo venderán.

¡Malas y cuitadas, cuánto habéis dormido!

Éntranse las vírgenes prudentes y las fatuas van a visitar a los mercaderes. Estos se niegan a venderles aceite.
MERCADERES. Gentiles mujeres, no os conviene estar
aquí largamente, ni permanecer.
Lo que nos pedís no os podemos dar.
Pedídselo a Dios, que os lo ha de obtener.

A vuestras hermanas debéis de pedirlo.
Rogadles a ellas, por amor de Dios,
de un poco de óleo os hagan favor.
Hacedlo de prisa; el Esposo es venido.
FATUAS. Ah, míseras, ¿para qué vinimos?
Nada hemos logrado de lo que quisimos.
Perdido está todo y así lo veremos.
En las bodas y nunca entraremos.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

Se retiran los mercaderes y las fatuas llegan donde está el esposo. Encuentran la puerta cerrada.
FATUAS. ¡Oye, Esposo, las voces que claman!
¡Haz, Esposo, las puertas abrir!
Y de nuestras culpas danos el perdón
y así juntos todos podemos vivir.
Silencio. Luego desde el interior se oye la voz de Cristo.
CRISTO. Yo no puedo veros, carecéis de luces
y así os desconozco; podéis proseguir.
Alejaos de aquellas que cuidan sus lámparas.
Idos ya cuitadas. Idos ya, malvadas.
Y seréis por fatuas al fuego llevadas.
Salen entonces los demonios y se llevan a las vírgenes fatuas a los infiernos.

FIN