INVITACION A LEER

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21/4/15

Alejandro Licona Raptola Violola y Matola

Alejandro Licona

Raptola  Violola  y Matola



PERSONAJES:

PRESENTADOR

AGARRO A HACHAZOS A LA CASQUIVANA
SEÑORA
TRABAJADORA SOCIAL

LA TAMALERA DIABÓLICA
BONIFAZ
LIGORIA
RAMIRO
CLIENTE
AMELIA
INVESTIGADOR
SECRETARIO

CON SAÑA INAUDITA
CARMEN
ANCIANA

CRIMEN INTERMEDIO
VIEJITA I
VIEJITA 2

EL ESTRANGULADOR DE LA NATIVITAS
JORGE
CUQUITA

HORRENDO CRIMEN PASIONAL
ROSENDO
RODRIGO










La acción se desarrolla en la Ciudad de México en la época actual.

(Foro vacío. Entra el Presentador muy arreglado, de traje y corbata con un periódico amarillista en la mano. Se planta en el Centro y abre el periódico brevemente.)

PRESENTADOR: (Denegando.) ¿Han visto que porquería? No es posible que dejen circular cosas así. (Leyendo.) "Matanza de Maricones". "Violó a su hija de dos años" y fotos. Cadáveres ensangrentados, putrefactos. Niñas señalando a sus atacantes. (Suspirando.) Y lo que es peor. El éxito que tienen. Ya varias veces han desaparecido a este tipo de publicaciones, después de una intensa campaña. Pero vuelven, nomas cambian de nombre. Antes era El Alarma, ahora es El Arma. El mismo formato, el mismo color, todo. Hasta la vulgaridad. Escándalo. Alerta. Valle de Lagrimas. Toda una mercadotecnia del horror- del morbo. Pero antes de continuar quiero dejar claro que no estoy en contra de las secciones policiacas. No. Sino del amarillismo. La nota roja es tan digna como un editorial, es más. Es la verdadera sección de sociales de nuestro país. Barómetro de nuestra sociedad. ¿Que han aumentado los asaltos? Por supuesto, la crisis. Lo uno es consecuencia del otro. Lo lamentable para todos aquellos que conocemos desde hace tiempo la nota roja, es que al leer las crónicas actuales nos queda la sensación que los crímenes ya no son como los de antes. Lo cual es mentira –claro-. La diferencia estriba en la redacción de la noticia. Las cabezas. En el arte perdido de horrorizar y divertir sin caer en la vulgaridad. La fascinación por el crimen -la muerte- que ha trascendido a otros medios como es la música...

(Entra música. De preferencia en vivo. Guitarra o piano.)

PRESENTADOR: (Cantando.)

Se notició
Que ha sucedido un crimen
en el expreso que direito va a Torreón.

Se victimó
a una estrella de cine
que era villano en las películas de aición.

Muerto quedo
de ochenta puñaladas
que algún fulano sin permiso se las dio.

El infeliz
se defendió a patadas
tan delicado nomas de eso se murió...
(Sigue el corrido hasta el final.)


PRESENTADOR: Hoy les presentaremos algunos casos que en su época causaron conmoción, como aquel asesinato cometido por celos. Probablemente recuerdan la cabeza de la nota: "Agarró a Hachazos a la Casquivana". El escenario es un departamento modesto, muy clase media en la ciudad de México. Son las diez de la mañana...

(El presentador se va.)


AGARRO A HACHAZOS A LA CASQUIVANA

(Sala en casa. Se escuchan toquidos. Acude a abrir una señora.
En la puerta aparece una mujer de traje sastre con una carpeta Y una bolsa que parece contener algo muy pesado.)

SEÑORA: ¿Si? ¿Dígame usted?

TRABAJADORA: Buenos días. ¿La señora de Rodríguez?

SEÑORA: Para servirle. Buenos días.

(La trabajadora mira con atención a la señora y la coteja con una foto.)

TRABAJADORA: ¿Su esposo es Ausencio Rodríguez?

SEÑORA: Si.

TRABAJADORA: Vengo de parte de Peñoles, la empresa donde trabaja su marido, para hacerle un estudio social.

SEÑORA: Ay. Si. Pásele por favor. Disculpe el tiradero. De haber sabido.

TRABAJADORA: No se preocupe. (Viendo en derredor.) Tiene una Casa muy bonita. Señora. La felicito.

SEÑORA: Gracias. Muy a la orden.

TRABAJADORA: (Con sonrisa forzada.) Muy amable. (Por una T.V.) Es de colores ¿Verdad?

SEÑORA: Si

TRABAJADORA: Suerte que tiene usted. Habemos mujeres que ni a eso llegamos. Que envidia.

SEÑORA: ¿Gusta tomar un café?

TRABAJADORA: No se moleste. Va a ser rápido. (Sentándose.) Linda la sala. Nueva ¿verdad?

SEÑORA: (Haciendo un mohín de modestia.) Y. ¿de qué es el estudio?

TRABAJADORA: Verá. La empresa está interesada en el bienestar de todos sus empleados. Muchas veces se otorgan aumentos que no van de acuerdo con sus necesidades. Como podría ser el caso de su señor. Yo hago un estudio y recomiendo un aumento mus cercano a la realidad.

SEÑORA: Caray, que bien. Pues usted dirá.

TRABAJADORA: (Tomando nota.) Su nombre es Helena ¿verdad?

SEÑORA: No. Ana Laura.  Ana Laura Guerra de Rodríguez

TRABAJADORA: (Asintiendo.) De Rodríguez, por supuesto. ¿Hace mucho... que están casados?

SEÑORA: No. hasta eso. Cuatro anos.

TRABAJADORA: (Repitiendo fulminada.) ¡Cuatro años!

 SEÑORA: Bueno, los cumplimos hasta mayo.

TRABAJADORA: (Alteradísima.) Cuatro anos... (Sonriendo forzada.) Casada por la iglesia y por el civil, supongo.

SEÑORA: (Titubeando.) ¿Eso afectaría el estudio?

TRABAJADORA: ¿El qué? ¿El no estar casada? No. No se apure. Viera que pasa seguido.

SEÑORA: Fue por mutuo acuerdo. Ninguno de los dos quisimos.

TRABAJADORA: Muy moderno. Sin compromisos.

SEÑORA: Algo así.

TRABAJADORA: Lo que nos interesa saber es cómo viven. (Viendo en derredor.) Y se ve que muy Bien. Todo es nuevo. ¿Que' usted también trabaja?

SEÑORA: Uy no. Ya tiene rato. No quiso que yo siguiera.

TRABAJADORA: ¡Claro! Cómo va a trabajar la mujer. Otras que se frieguen porque no les alcanza. Usted no  tiene de todo. Se lo merece.

SEÑORA: (Sonriendo.) Gracias. Pero trabajo aquí en mi hogar.

TRABAJADORA: Si. Su hogar. ¿Y cómo es él?

SEÑORA: Pues... cariñoso. Hogareño. Seguido me ayuda con la casa. Le encanta lavar trastes.

TRABAJADORA: ¿Le encanta lavar trastes? ¿A él? ¡Pero no es posible! Quien lo viera.

SEÑORA: Digo, habrá hombres que no les guste, pero a él sí.

TRABAJADORA: (Cada vez más alterada.) ¿Y qué más?

SEÑORA: ¿Que más puedo decirle?

TRABAJADORA: (Apretando los dientes.) En la cama...

SEÑORA: ¿Eso es parte del estudio?

TRABAJADORA: Es confidencial. Para saber de la armonía conyugal.

SEÑORA: (Ruborizada.) Ay, señora. Pues mis respetos. Cuando viene, porque ha de saber que seguido Io envía la compañía a las unidades, me deja hecha un trapo. Que bárbaro. Yo creo que ni un jovencito de 15 anos.

TRABAJADORA: 0 sea que no se queja de que viene cansadísimo del viaje, que le dude la cabeza. Porque hay maridos que son así.

SEÑORA: No. Mi Chencho no.

TRABAJADORA: ¿Chencho? ¿Le dice Chencho? Si a él le revienta que le digan así.

SEÑORA: No. para nada.

TRABAJADORA: Como no. A cada rato me lo dice. Mi nombre es Ausencio.

SEÑORA: Bueno, a usted. Hay diferencia.

TRABAJADORA: Claro que la hay, señora. Por supuesto.

SEÑORA: ¿Y si ira a tener otro aumento aunque le acaben de dar uno?

TRABAJADORA: (Entre furiosa y alarmada.) ¿Le acaban de aumentar?

SEÑORA: Bueno, no hace poco. Sera un mes.

TRABAJADORA: (Controlándose.) ¿No sabe de cuanto fue el aumento?

SEÑORA: (Tratando de recordar.) Me dijo. ¿Cuanto? 40 por ciento, creo.

TRABAJADORA: (A punto de estallar.) ¡Pero que tipo! ¡El 40!  ¿Pero es que no hay justicia en este mundo?

SEÑORA: (Preocupada.) ¿No se lo van a dar entonces? Ay, no estoy segura, señora. A la mejor fue menos. No me haga caso.

TRABAJADORA: Lo que haya sido. (Siniestra.) No importa. Yo me encargo de darle su aumento. Eso júrelo.

SEÑORA: (Con el rostro iluminado.)¿De veras? No sabe como se lo voy a agradecer.


TRABAJADORA: No me agradezca nada y dígame, ¿qué piensa de los maridos que engañan a sus esposas?

(La señora no contesta de inmediato. Su rostro se entristece por unos momentos, sonríe de nuevo pero sin convicción.)

SEÑORA: ¿Por qué me pregunta eso?

TRABAJADORA: Es parte... del estudio. Dígame. Quiero saber que piensa.

SEÑORA: Pues... ¿Qué puedo decirle? Hay gente así.

TRABAJADORA: Si. ¿Pero qué opina? ¿Está bien? ¿Está mal?  ¿Qué?

SEÑORA: Mal, ¿no? Eso no se hace.

TRABAJADORA: (Mirándola fijamente.) ¿Usted piensa que su marido le es fiel? ¿Que no la engaña?

SEÑORA: (Tras pausa. Sin convicción.) No... El no.

TRABAJADORA: ¿Está segura? ¿No recibe llamadas y cuando usted contesta le cuelgan? Y cuando él responde, solo dice no, si, aja. (Con insidia.) ¿No le ha encontrado cabellos en su saco?

SEÑORA: Pero son de perro. Eso me dice.

TRABAJADORA: ¿Qué clase de perro los tiene tan largos... y pelirrojos?

SEÑORA: ¿Como sabe que son pelirrojos?

TRABAJADORA: Antes de venir aquí pasé al escritorio de Ausencio y tome una foto. Pensé que era de usted.

SEÑORA: ¿Qué foto?

TRABAJADORA: Esta, hasta dedicada está. Mírela "Para Ausencio. que colma todas mis...

SEÑORA: (Acabando de leer. Alterada.) ...Ilusiones. Ardientemente tuya. "Helena". No significa nada. Con suerte y es solo una aventura.



TRABAJADORA: ¿De veras lo cree? Ausencio hace un año solicitó un préstamo a la compañía para comprar un departamento. ¿Sera este? digo la dirección es casi la misma. Mire, edificio K departamento 302.

SEÑORA: Este es A departamento 105 y lo compró hace cuatro años.

TRABAJADORA: (Sonriente.) No puede ser aventura si hasta casa le puso ya. Mala serial cuando el dinero empieza a escasear. “Es que debo, no me pagan” Las ausencias son cada vez más largas. La indiferencia cuando llega, el mal humor que oculta la culpa. ¿Qué más evidencias quiere?

SEÑORA: No puedo creerlo. El... viviendo con Helena.

TRABAJADORA: Imagíneselos juntos, gozando. ¡Tú si eres mujer!, Contigo es lo máximo. Besándose, riéndose, haciendo planes para el futuro y gastando a manos llenas lo que a usted le corresponde por sobarse el lomo lavando su ropa. Por darle de comer, por tener limpia su Casa.

SEÑORA: (Furiosa.) Desgraciado.

TRABAJADORA: ¡Eso es traición! ¡Engaño! Los dos se están riendo en su propia Cara, se burlan. Ahí está la idiota.  ¡Mírenla!

SEÑORA: ¡Y todavía tiene el descaro de llegar oliendo a su per fume! ¡Eso no lo soporto! ¡Huele horrible! ¡Todavía fuera fino!

TRABAJADORA: Deje eso. El olor del jabón. El pelo húmedo todavía.

SEÑORA: ¡Y en la misma unidad! ¡Cínicos, desgraciados!  ¡Hijos de la chingada!

TRABAJADORA: ¡Eso! ¡No deje que se burlen de usted! (Saca un hacha que llevaba en la bolsa. Con un pañuelo le limpia las huellas del mango.) Enséñelos a engañar. Deles un susto, una lección. Yo se que Ausencio esta aquí en la Ciudad. De seguro le dijo que lo iban a mandar fuera. Ahorita es la hora.
Los puede hasta agarrar juntos. A ver con qué cara lo niegan.
(Le entrega el hacha.)

SEÑORA: iCabrones! ¡Infelices!

TRABAJADORA: ¡Y pensar que llevan años de conocerse! ¡Y una ahí de mensa, como perro fiel, como sirvienta, mientras la otra se lleva la mejor parte! ¡Vive mejor!

(La señora lanza un grito y sale empuñando el hacha.)

TRABAJADORA: (Gritándole.) ¡Recuerde! ¡Edificio K. departamento 302! (Recuperándose.) Ay. Edelmira. Te ibas a comprometer. Es increíble lo que hacen los celos. Como pude haber pensado en el crimen. (Se santigua.) Ay eso no. Una tiene educación, criterio. Total, yo así acepte a mi marido.
(La trabajadora se queda pensativa.)

TRABAJADORA: Lo que no recuerdo es si le saque filo o no.
(Se encoge de hombros.) Ahí después lo leo en los periódicos.

(La trabajadora sale. A lo lejos se escuchan gritos.)



(Entra el presentador. Música. Canta.)
PRESENTADOR:
Oíd la historia que contóme un día
el viejo enterrador de la comarca.
Era un amante al que por suerte impía
su dulce bien le arrebató la parca.

Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de su hermosa,
la gente murmuraba con misterio
¡Es un muerto escapado de la fosa!

En una horrenda noche hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra y se llevo en los brazos
el rígido esqueleto de su amada.

Y allá en la triste habitación sombría
 de un cirio fúnebre a la llama incierta
sentó a su lado la osamenta fría
¡Y celebró sus bodas con la muerta!

Ató con cintas los desnudos huesos
el yerto cráneo coronó de flores
la horrible boca le cubrió de besos
 y le contó sonriendo sus amores.

Llevó a la novia al tálamo mullido
se acostó junto a ella enamorado
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado...

PRESENTADOR: Amor y odio. Odio y amor. La línea que separa a estas pasiones es tan tenue que fácilmente se confunden la una con la otra. ¿Cuántos crímenes no se han cometido por estos sentimientos? ¿Fue odio o amor lo que impulsó a Ligoria Pastrana a cometer su horrendo crimen? ¿Fue justo que la bautizaran como la Tamalera Diabólica? La acción se desarrolla en una modesta accesoria de la Colonia Obrera. En estos momentos am amanece.

(El presentador se va.)

LA TAMALERA DIABÓLICA

(Trastienda de alguna accesoria. Amanece. Hay un catre en el cual está una persona completamente tapada con una cobija. Poco después entra Bonifaz.)

BONIFAZ: (viendo el cuerpo. Deniega.) Ay. Ligoria. Está bien que quieras prosperar pero se me hace que luego exageras. Digo, matarse tanto por el negocio. Si, va muy bien. Pero una cosa es trabajar para vivir y otra vivir para trabajar y tú la verdad luego ni duermes. De noche guisando y amasando y de día vendiendo. Cierto, yo ayudo. No como yo quisiera pero ya mero me jubilo y entonces sí, todo el día contigo. (Con remordimiento.) Te he tenido tan abandonado. Ay. Si hubiera estudiado algo no habría terminado de velador. ¿Pero quién sabe lo que, le va a pasar en la vida? Yo creo que nadie. (Sonriente.) Y tú tan buena conmigo. Ni un reproche. Bueno, un poco al principio. Quizás si me hubiera dedicado al negocio hace años cuando me dijiste, estaríamos ahora mejor... Es que hay que tener alga seguro mi amor. Y en la chamba pues está el aguinaldo. El seguro social. Cosas. Ya mero hijita. Tres meses más y todo se acaba. Pobrecita. Has de estar rendida.

(Bonifaz se acerca pares darle un beso a su esposa. Se horroriza al descubrir que no es ella sino el cadáver de un hombre, el que yace en el catre. En ese momento entra Ligoria con un costal de herramienta: segueta, serrucho  martillo. etc.)

LIGORIA: (Besándolo.) Ay, cariño. Que bueno que ya llegaste, ¿Cómo te fue?

BONIFAZ: (Alterado.) ¿Qué es esto?, ¿Qué hace este hombre aquí?

LIGORIA: (Suspirando con tristeza.) Ah. Ramiro. Pues Ramiro.

BONIFAZ: ¿Ramiro?

LIGORIA: Si. Ramiro el carnicero. No me digas que no lo conocías. Tú luego ibas a recoger la carne a su puesto.

BONIFAZ: ¿Pero que hace aquí? Muerto.

LIGORIA: Se puso pesado. Mira me pegó. Dijo de cosas. Tuve que matarlo.

BONIFAZ: ¿Por qué? ¿Qué hacia aquí?

LIGORIA: (Soltando un suspiro de impaciencia.) Ay. Bonifaz.
No me salgas ahora con que no sabias. Andábamos. Hasta su esposa lo sabía. Todo mundo. Si nunca te lo dije directamente fue... por no mortificarte. Tu tan bueno. Pensé que me dabas chance. ¿De veras no sabias?

BONIFAZ: (Deshecho.) Ay. Ligoria. Que cosas dices.

LIGORIA: Ya lo pasado, pasado. Que ganas con ponerte así.
      Tú también andabas con alguien. ¿no?

BONIFAZ: Yo jamás. Ligoria. Como crees.

LIGORIA: (Sonriente. Juguetona.) Ay. Como no. Dejarías de ser hombre. Yo comprendo que no quieras decirme. Siempre has sido muy penoso. Además. ¿cuándo te he hecho una escena de celos?

BONIFAZ: No. nunca.

LIGORIA: ¿Ves? Porque te quiero. Una cosa es el matrimonio y otra... darle gusto al cuerpo. ¿SI? ¿Estás de acuerdo?

BONIFAZ: Ligoria.

LIGORIA: Si. mi amor. Anda. Ven. ayúdame.

BONIFAZ: ¿A qué?

LiGORIA: A deshacerme del cuerpo. No pretenderás que se que quede aquí toda la vida. Ahí dentro hay seguetas y cuchillos. Sácalos.

BONIFAZ: (Desconcertado.) ¿Para qué?

LIGORIA: (Impaciente.) Bonifaz, cariño. ¿Es que no piensas?
¿Cómo puedes deshacerte de un cuerpo? ¿Enterrarlo? ¿Dónde? Aquí no se puede y mas con los vecinos que tenemos de chismosos. Imagínate además el terregal, volver a poner el mosaico. Nos saldría carísimo. ¿Irlo a tirar a un lote baldío o al canal? No tenemos en que. Ni modo de tomar un taxi. Lo mejor es hacerlo cachos para irlos tirando luego en las alcantarillas. Eso sí. bien envueltos. ¿No es lo mejor?

BONIFAZ: Pero cortar un cuerpo...

LIGORIA: ¿Sabes que me molesta de ti? Y te lo he dicho muchas veces. Que no tienes huevos para hacer las cosas. Preferiste una pinche chamba a ayudarme en mi negocio. No quisiste comprar el terreno aquel que porque lo mejor era ahorrar. ¿Y que tenemos? Nada. Lo de Ramiro ya lo sabías. Si te hubiera importado, lo habrías ido a madrear luego luego, no esperar a que se peleara conmigo y yo lo matara. Y ahora que te pido que me ayudes, te pones de delicado, oye, ¿quién quiere vivir con un tipo así, que es un cero a la izquierda? Sólo a mí se me ocurre. Porque te quiero y ni lo aprecias, que es peor.

(Bonifaz baja la mirada, avergonzado.)

BONIFAZ: (Tras pausa.) Y... ¿Lo vamos a cortar aquí o en el baño?

LIGORIA: En el baño, que buena idea. Es más fácil de lavar.
Voy por unas escobetas y detergente. ¿Puedes o te ayudo ahorita?

(Bonifaz carga el cadáver con dificultad.)

BONIFAZ: Ayúdame con las piernas.

(Entre Ligoria y Bonifaz sacan el cadáver. después regresan. Bonifaz toma una segueta.)

LIGORIA: Empiézale mientras consigo con que lavar el baño.
Chin. No he hecho nada, no he comprado nada. Tendremos suerte si mañana vendemos algo.

BONIFAZ: ¿Y ahora dónde vas a comprar la carne para los tamales?

LIGORIA. Tch. Cierto. Ramiro me la daba más barata. ¿Sabes a cómo está el kilo? Carísima. (Denegando.) De que se viene la de malas, se viene. A ver qué hacemos.

BONIFAZ: A ver. Lástima que él no sea res.

LIGORIA: Pues sí. Nos vemos corazón. No me tardo. No vayas a mancharte esos pantalones que son los únicos buenos que tienes, ¿eh?

BONIFAZ: No, mi vida.

LIGORIA: (Saliendo.) Chao.

(Queda solo Bonifaz quien mira la segueta entre sus manos.)

BONIFAZ: ¿De veras ya lo sabía? Veía cosas. Si, el siempre es
taba en la casa, que arreglando esto o aquello. Ayudándole con los costales. (Pensativo.) ¿Me le hubiera enfrentado? No se pelear. Fuerte no soy. Como dice mi esposa ¿es que nunca voy a hacer nada en la vida? (Se encoge de hombros.) Pero ya está muerto. Ya que puedo hacerle...

(Humillado y triste sale con su segueta. Entra un cliente con un tamal en la mano)

CLIENTE: (Saboreándose.) ¡Mmmh! Que ricos tamales hacen siempre aquí. Yo vivo lejos, en Clavería y no me importa venir hasta acá. Vale la pena. Nomas hay que llegar temprano porque este lugar luego luego se atasca de gente. Que barbaros. Se ve que les deja el negocio. (A Ligoria que entra.) ¿Me da otro por favor? Verde ahora.

(Entra también Bonifaz con delantal.)

LIGORIA: (Molesta. A Bonifaz.) ¿Le cobraste solo once tamales al tipo este de azul? Si se trago quince. ¿Que no llevas la cuenta, Bonifaz?

BONIFAZ: Eso me dijo él, mi vida.

LIGORIA: ¡Pues ve y alcánzalo! Que se está pensando, que lo vamos a mantener. Anda, ve por él.

BONIFAZ: Son solo cuatro tamales, cariño.

LIGORIA: ¿Te da pena cobrarle? ¿Es que nunca vas a ser nada en la vida por esa maldita falta de... ganas que siempre has tenido?

BONIFAZ: Permíteme. Ahorita voy.

LIGORIA: Y no me vayas a salir con que no Io encontraste o vayas a poner de tu bolsa. Es más. Dame lo que traigas. Pero ya estas allá alcanzándolo. Anda.

(Sin nada de ganas. Bonifaz sale.)

CLIENTE: (En éxtasis.) Pero qué sabrosos son. Suaves. Ni muy secos ni muy húmedos. Con un corazón de carne tan delicioso que es un placer para el paladar. La salsa en su exacta proporción, picosa pero no mucha. Llenones. Exquisitos. Mmmh.  ¿Cuánto le debo seño?

LIGORIA: A ver. (Hace cuentas.) Fueron cinco de los normales y un oaxaqueño... Setenta y cinco pesos

CLIENTE: (Pagando.) Oiga, señora. ¿cómo le hace para que queden tan ricos? ¿Es la masa, la salsa o la carne?

LIGORIA: Es un secreto. Joven. Si se lo dijera la competencia se pondría dura y no me conviene. Tenga su cambio.

CLIENTE: Gracias. Hasta luego.

LIGORIA: A usted. Que le vaya bien.

(Se va el cliente y entra Bonifaz.)

LIGORIA: ¿Qué pasó?

BONIFAZ: No lo encontré. Se ha de haber ido aprisa.

LIGORIA: Te has de haber quedado aquí a la vuelta haciendo tiempo. Dejaría de conocerte. (Denegando.) Ay. Bonifaz. Así nunca vas a ser nadie en la vida.

(Entra Amelia.)

LIGORIA: Ahí viene esa. Cuidadito y con regarla.

BONIFAZ: (Impaciente.) No me creas tan tonto.

LIGORIA: Nomas digo. (Se acerca Amelia.)

AMELIA: Buenos días.

BONIFAZ: Buenos días. señora. Que milagro. Siéntese por favor.

LIGORIA: Voy a lavar los trastes.

(Se mete Ligoria.)

BONIFAZ: ¿De qué va a querer sus tamales?

AMELIA: No. De nada. Solo quería platicar un poco con usted.
Si sabe que soy la esposa de Ramiro. ¿verdad?

BONIFAZ: Si. señora.

AMELIA: Quería preguntarle si no sabía nada de él

BONIFAZ: ¿Y yo por qué habría de saberlo señora?

AMELIA: Me da pena decirlo, pero era sabido que el andaba con ya sabe quién.

BONIFAZ: Aja.

AMELIA: Al principio me dieron celos. ¿Pero que hace una?
Como sea siempre me pasó el gasto y de vez en cuando me hacía caso. Es más fácil para ustedes los hombres. Se van y ya. Pueden sobrevivir. Una sin oficio ni beneficio que. Solo sé dedicarme a mi hogar.

BONIFAZ: Si.

AMELIA: Pero el ahora no está. Y algo le pasó.

BONIFAZ: ¿Usted cree? Con suerte y se fue con otra.

AMELIA: No. La única era Ligoria y se amaban locamente. Yo los vela. No existía el uno sin el otro. Además se hubiera llevado su ropa... No quiero preguntarle a su esposa por no... hacer una escena, usted comprende. Ya lo busque en los hospitales, en la Cruz Roja, en las delegaciones y nada. Ellos acostumbraban verse aquí los miércoles o sea la noche en que desapareció. (Alterándose.) No le pido nada don Bonifaz. Solo saber si está bien. Que haga lo que quiera. No es por el dinero. Saber si vive porque lo amo, señor. Sin él  no soy nada. ¿De qué otra manera cree que hubiera soportado estos ocho anos de engaño?

BONIFAZ: (Alterándose.) ¡Ocho anos dice usted!

AMELIA: Mata mas la duda que el desengaño. Sólo quiero saber, don Bonifaz.

BONIFAZ: No. No sé nada, Amelia. (Aparte. Furioso.) Ocho años. Hija de su... La veo muy desmejorada. ¿De veras no quiere comer algo? Le disparo unos tamalitos. Hay unos oaxaqueños especiales que le van a encantar.

AMELIA: En serio, don Bonifaz. No tengo hambre.

BONIFAZ: Necesita alimentarse. Ponerse fuerte. Ándele. No me los desprecie.

AMELIA: Gracias. don Bonifaz. Sera uno nada más.

(Bonifaz se mete y sale con un tamal puesto sobre un plato. Le va acomodando la hoja.)

BONIFAZ: Tenga. Ponga mucho cuidado en el sabor. Están cocinados de manera muy especial.

AMELIA: (Sonriendo.) De veras que están ricos. Y yo que nunca quise pararme por aquí, por lo que usted ya sabe.

BONIFAZ: Ya no se preocupe, Amelia. Que gana.

AMELIA: Es tan bueno usted. Perdone que se lo diga, Pero no se merece a la esposa que tiene. Ella como es... y usted tan puro, tan de buen corazón.
(Masticando algo.) ¿Qué es esto? No es hueso...
(Amelia saca un anillo del tamal. Lo reconoce. De la sorpresa pasa at terror.)

AMELIA: (Gritando.) ¡Su anillo! ¡No puede ser! ¡Lo mataron! ¡Malditos! ¡Asesinos! ¡Desgraciados!

(Sale corriendo. Por otra parte del escenario entra Ligoria acompañada por un investigador. Bonifaz se quita su delantal y tranquilo se acerca a ellos. Un secretario escribe a máquina.)

LIGORIA: No, señor. Como cree que vamos a hacer eso. Que porquería. Analicen la carne. El cuerpo como le digo lo hicimos pedacitos y lo fuimos tirando en las alcantarillas.

INVESTIGADOR: Encontramos la cabeza del occiso en un bote con alcohol.

LIGORIA: Porque era lo último que nos faltaba por tirar. Como es lo más voluminoso, pensábamos donde aventarla. Pero... ¿a poco le falta carne a la cabeza? ¿Verdad que no?

INVESTIGADOR: ¿Cómo explica entonces la argolla matrimonial dentro de un tamal?

LIGORIA: Es imposible. Yo misma guiso. No pudo... (Comprende. Mira con odio a Bonifaz.) Desgraciado, infeliz. Tú lo pusiste ahí.

BONIFAZ: ¿Yo? ¿Pues no dices que soy incapaz de hacer nada en la vida?

LIGORIA: ¡Hijo de la chingada! ¡De mi no te vas a burlar! ¡Te vas a arrepentir! ¡Te lo juro!

BONIFAZ: Nos vemos saliendo de prisión, mi amor. Chao.
(Se la llevan. Ella no deja de lanzar insultos a Bonifaz.)

BONIFAZ: Perdone, señor, ¿como cuantos años nos van a echar?

SECRETARIO: Mh.  A ojo de buen cubero. A ella unos 15 ó 17 y a usted por cómplice unos ocho.

BONIFAZ: Ocho. Lo que duró el engaño. Pero si soy capaz de hacer cosas. ¿Verdad? ¿Usted qué opina?

(Entra música. El presentador hace su aparición.)

PRESENTADOR: (Cantando.)

La Lola paciente mendigaba
sufría su jefe la obligaba
con ella sacaba buena lana
la pobre era jorobada.

Su madre le metía al talón
era perversa y de mal corazón
su hermano vivía en el reventón
el era lilo amante de un panzón.

Alarma, alarmala de tos
uno, dos, tres patada y coz...

  Ese día pasaba normalmente
cuando su padre atacola de repente
violóla con un deseo demente
y ella quiso morirse en ese instante.

Mató a su padre cuando este la seguía
mientras su hermano con su madre le ponía
pensó que ayuda jamás encontraría
hasta que al fin hallo a un policía.

Alarma, alarmala de tos...

La Lola su historia lloró
y auxilio al fin le imploro
el azul sonriendo la miro
¿Qué creen que fue lo que pasó?
 Siguiola, atacola. golpeola, violola y matóla…
 con una pistola.

Alarma, alarmala de tos...







Otro signo inequívoco de la decadencia en la nota roja se puede observar en el lenguaje que antes se empleaba. En esas palabras o frases que solo en la sección policiaca podían leerse. Como por ejemplo, "Cayo abatido por los certeros balazos". "Huyó con rumbo desconocido", "Con premeditación, ventaja y alevosía", "Con lujo de violencia" y palabras como zafarrancho para decir bronca, rijoso para alguien violento que ha peleado, aunque en el diccionario rijoso quiera decir cachondo. Amasia, objeto punzocortante, sediciente, energúmeno, etc. El código es extenso. Para ilustrar una de estas frases, presentaremos a continuación un caso suscitado no hace mucho en la Colonia del Valle, en una de esas casas de clase media alta. ¿La frase? "Con Saña Inaudita". Son las cuatro de la tarde y nos encontramos en la recamara de doña Chole Iturralde y Cárcamo...

(Se va el presentador.)

CON SAÑA INAUDITA

(Habitación. Sobre un mueble se advierte un montón de medicinas. Atrás, en un rincón, un tanque de oxigeno. En medio de la estancia una anciana en silla de ruedas. Poco después entra Carmen con una taza en la mano y un misal en la otra.)

CARMEN: (Besándola.) Ay. Cholita, ¿cómo esta? Que gusto verla. ¿Cómo sigue?

ANCIANA: (Quejumbrosa.) Ya sabrás. Igual o peor. Yo no sé cuando vaya a terminar este martirio, pero ya le pido al cielo que sea pronto. No es posible seguir sufriendo tanto. Si no fuera por personas como tú, no sé qué sería de mí. Ya me hubiera muerto de la pena y el abandono.

CARMEN: No diga eso, Cholita. La queremos muchas personas. Ahí está su hijo.

ANCIANA: ¡Mh, mi hijo! Es el primero que quisiera verme muerta. Ya te lo ha de haber dicho. Vieja latosa, ya me tiene hasta el gorro. Ojala se muera.

CARMEN: No. Cholita. Lo que pasa es que está desesperada y no ve las cosas Bien. Y la comprendo.

ANCIANA: Cual desesperada. Es la verdad. Cuando viene a asomarse aquí, es con la esperanza de encontrarme tiesa. Yo se que esas medicinas son caras, el oxigeno no se diga. No me las compres, mi amor. No tienes ninguna necesidad de cargar conmigo, déjame morir. Vete. Gástate mi dinero en otras cosas.

CARMEN: Per favor, Cholita. No se altere.

ANCIANA: Arturo. Ese si me quería. Era buen hijo, no como este. No se per que Dios se lo tuvo que llevar. Digo. si era el caso. se hubiera llevado al otro. (Deniega.) Es que me tiene mala voluntad. No conforme con mandarme tanta enfermedad, me tiene aquí. ¡Ya llévame! ¡Ya viví!  ¿Qué ganas con tenerme sufriendo? Y no me hace cas Carmen.

CARMEN: Tus caminos no son mis caminos. Por algo será.

ANCIANA: Ya no quiero vivir. Carmen. Ya basta. ¿Sabes lo que es tener artritis con Mal de San Vito? ¿Eh lo sabes?, ¿Flebitis? ¿exceso de acido úrico? ¿Un disco desviado? ¿Insomnio, inapetencia neuralgias todo el día, diarrea? No. No lo sabes. Eres joven y saludable. Sé que soy una carga. una lata. Que no se hablar de otra cosa más que de mis enfermedades. Ya le dije a mi hijo. Mátame. Si quieres te escribo una carta de suicidio para que no tengas problemas.

CARMEN: Cholita. Miguel no se atrevería. La quiere. Y no le gusta verla sufrir. A quien.

ANCIANA: Pues la carta está hecha y él sabe dónde está. Que es un cobarde y no se atreve, es otra cosa. Pero de que me haría un favor...

CARMEN: (Dolida.) Cholita...

ANCIANA: Es la verdad. No tiene caso vivir. Que venga la muerte. Diario la pido, la llamo...

CARMEN: ¿De qué se ríe, Cholita?

ANCIANA: (Confidencial.) El chasco que se va a llevar ahora que lea el testamento. ¿Adivina quien se va a quedar con todo?

CARMEN: No. No sé, Cholita.

ANCIANA: Tu. mi amor. Tu

CARMEN: No. Cholita. No puedo aceptarlo. Si vengo aquí es por acompañarla, rezar, platicar. No busco ninguna recompensa.

ANCIANA: Tch. Ni te creas que es tanto. Tampoco es nada.
Algo. Lo hice por joderlo. Ya me lo imagine en el suelo escupiendo verde del coraje. Para que se le quite lo desgraciado, lo mal hijo.

CARMEN: ¿Que gana con pensar esas cosas? Nada más se hace daño. Tenga mejor. Tómeselo. Le caerá bien.

(Le da una taza con té)

ANCIANA: Ay. Esta amarguísimo. ¿De qué es?

CARMEN: ¿Rezamos?

ANCIANA: No me nace. ¿Para qué? Todavía me hicieran caso.
Ya estoy cansada de pedir siempre lo mismo.

CARMEN: Usted no puede saber si le hacen caso ahora. Acuérdese que nadie sabe el día ni la hora. Hay que estar preparados. Vamos a rezar. Arrepiéntase.

ANCIANA: Carmen. Si algún pecado cometí. ya lo estoy pagando y con intereses.

CARMEN: Cholita. Vamos a rezar. Deveras que le hace falta.

ANCIANA: Ya lo dije que no. No insistas. Mejor léeme el periódico o un libro.

CARMEN: Se lo suplico, Cholita. Rece. Para que me quede tranquila. No queda mucho tiempo.

ANCIANA: Eso quisiera. Que volara.

CARMEN: Ay. Cholita. Esta volando. ¿Dónde dice que tiene la carta?

ANCIANA: En el tocador. ¿Por qué?

CARMEN: Curiosidad. Nunca he vista una carta de esas.

(Se dirige al mueble y busca.)

ANCIANA: (Amoscada.) Pues... Lo de siempre supongo. No se culpe a nadie de mi muerte.

CARMEN: (acabando de leer.) ¿Ya se acabó su te, Cholita? ¿No quiere más?

ANCIANA: Sabe espantoso. Primera vez que pruebo un té como este.

CARMEN: (Sonriente.) ¿Entonces qué? ¿rezamos?, ándele. Suponga que hoy se va a morir. Que mejor que estar tranquilos y preparados.

ANCIANA: Carmen, nunca me hablas hablado así.

CARMEN: Hay cosas inevitables, dona Cholita. ¿No quiere que abra la ventana para que vea el atardecer? Una nunca sabe si será el último.
(Pausa. La anciana mira con intensidad a Carmen. luego lee la carta que esta sostiene entre las manos y por último la taza de té.)

ANCIANA: ¿Que me diste de beber? ¿Qué té es este?

CARMEN: De manzanilla... con insecticida. (Antes que le diga nada.) ¿No que quería morirse usted? Pues ande, muérase. A mí la verdad me da mucha pena verla sufrir. Cada vez que la visito. salgo con el corazón hecho nudo. Además, ¿no es lo que pile diariamente?

ANCIANA: ¡asesina! ¡desgraciada! ¿Y tú quien eres para quitarme la vida? (Gritando.) ¡Miguel! ¡Miguel!

CARMEN: No está. Acuérdese que salió a un compromiso.

ANCIANA: ¡Ifigenia, ven aquí inmediatamente! ¡Ifigenia!

CARMEN: Tampoco esta. Hoy es su día libre.

ANCIANA: ¡No quiero morir! ¡No quiero! ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Me matan! ¡Que alguien haga algo!

CARMEN: Nadie puede escucharla. Cholita. No se desgañite. Nomas se va a lastimar la garganta.

ANCIANA: ¡No te saldrás con la tuya, criminal!  ¡Ahorita mismo le hablo a la patrulla para que te encierren! ¡Para que tu nefasto crimen no quede impune!

CARMEN: ¿Y cómo piensa hacerle, si el teléfono esto abajo? Capaz y se mata en las escaleras. Mejor vamos a rezar. ¿Si?

ANCIANA: ¡No te me acerques, Borgia de tercera! ¡Hiena! ¡Chacal! Por primera vez veo tus intenciones. Siempre sospeche algo. Tú y mi hijo se entienden. ¿verdad? Claro. Yo les estorbo. Quieren quedarse con la casa, con el dinero, con todo. Pero les va a salir el palito por el chirrión, porque antes de morir pienso escribir todo esto para que los encierren y los refundan en la cárcel.
¡Septuagenaria muerta por su propio hijo! ¡Él y su amasia lo planearon todo! ¡La sociedad pide cadena perpetua!

CARMEN: ¿Tiene caso que lo haga, Cholita? Esas líneas que piensa escribir, las puedo romper después sin ningún problema. Lo que vale es esta carta de suicidio.

ANCIANA: (Tratando de arrebatársela.) ¡Dámela, infeliz! ¡Diamela!

CARMEN: Cholita, no me hagas sentir mal. Usted sufre mucho.
ANCIANA: ¡A ti que te importa si sufro o no!

CARMEN: Es por su bien. Así ya descansa.

ANCIANA.: ¡Cínica! ¡Hipócrita! ¡Sierpe! ¡Asesina! Ya siento que el veneno me llega al corazón. La mirada se me nubla. Me quedan pocos minutos de vida. Sádica. Te regodeas viéndome sufrir, agonizar. Abandonar este mundo en medio de los más atroces dolores. ¡Maldigo el día en que te conocí! ¡Maldita seas tú y tu descendencia!

CARMEN: Ay, Cholita. Usted siempre tan exagerada. Tenga su carta, ya me voy.

ANCIANA: ¡Huyes para no verme expiar! ¡Cobarde! ¡Cuando menos ten el suficiente valor Para ver terminada tu obra!

CARMEN: No puedo. Deveras. Tengo cita con el dentista.

ANCIANA: ¡Ay de mi! ¡Morir como perro! ¡Sola y abandonada! (Llorando.) No quiero morir. No así.

CARMEN: (Consolándola.) Cholita, por favor. No se ponga así. Mire. ¿Le digo una cosa y se calma? No hay tal veneno. Le di té de boldo, que es amarguísimo.

ANCIANA: No es cierto. Lo dices para contentarme. Me voy a morir, lo sé.

CARMEN: En serio. que no. Es más, mire. Yo también voy a beber. (Viendo Ia taza.) Ay, no dejó nada. Que lastima. ¿Y ahora cómo se lo compruebo?

ANCIANA: ¿No era cierto entonces? Lo hiciste para divertirte, para hacerme sufrir. Que mala eres Carmen. Hacerle eso a una pobre anciana indefensa y enferma.

CARMEN: No diga eso, Cholita. Yo solo quería hacerla rezar y saber... cosas. Ya las supe. (Viendo su reloj.) Y ya me voy. Con permisito. Que descanse. Deme la carta para que no la arrugue.

(Carmen pone la carta sobre el mueble y se dispone a salir.)

ANCIANA: Carmen...

CARMEN: ¿Si, doña Cholita?

ANCIANA: Vas a venir mañana. ¿Verdad?

CARMEN: (Sonriendo.) Claro que sí. ¿Por qué no?

(Se va Carmen.)

ANCIANA: Tan buena muchacha. Y yo que llegue a sospechar de ella. Es que luego los vela platicar mucho. Y él le agarraba la mano. Esas miraditas. (Se queda pensativa. Deniega.) Ay, Chole. Ya ves cosas. Para que te encuentres otra como ella...

(Súbitamente siente un estertor y se lleva la mano a in garganta.)
ANCIANA: (Muriendo.) Ca... Cabrones...

(Muere.)

(Música. Entra el presentador.)

PRESENTADOR:

Allá en Santa Amalia vivía una joven
linda y hermosa como un jazmín
ella solita se mantenía
cosiendo ropa para vivir.

El mal hermano le dice un día
ay, hermanita del corazón
ya tu hermosura me tiene loco
y tu marido quiero ser yo.

La pobre joven quedó asombrada
 y en el instante le contestó
 mejor prefiero morir mil veces
 antes que logres manchar mi honor.
El mal hermano sacó el revolver
y en el instante le disparó
dándole un tiro en los sentidos
que todo el cráneo le destrozo.

Por ahí preguntan quién había sido
luego pregunta la autoridad
vinieron gentes de todas partes
a ver el crimen de aquel lugar.

Al juez declara que el había sido
yo soy el hombre que la mató
vete hermanita vete tú al cielo
que yo en la cárcel lo pagare...

PRESENTADOR: Contra lo que pudiera pensarse, los criminales son gente común y corriente. Personas como usted o como yo. Y es que en todos nosotros está latente un asesino. que solo espera el momento, la situación especial para salir. ¿Quién no ha sentido ganas de matar? Usted señor, ¿no ha querido asesinar alguna vez a su esposa? Con confianza, díganos... Usted, joven, ¿no ha pensado en estrangular a su maestro de matemáticas? A todos nos habrá cruzado por la mente. En un pleito de transito, un vecino abusivo. Un problema en la oficina. Siempre hay un motivo. Una situación limite que detona el...

CRIMEN INTERMEDIO (Entran dos viejitas.)

VIEJITA 1: (Interrumpiendo.) Kikis. Adivina quien vino a visitarnos. Tu tía Queta.

PRESENTADOR: Mama. Me llamo Enrique. no Kikis y estoy ocupado.

VIEJITA 2: (Empalagosa.) Ay. ven acá preciosidad. A ver, ¿quen quere a este niño? ¿Quen lo quere?

PRESENTADOR: Tía, por favor. VIEJITA 2: Pero que grandote esta, tú.

PRESENTADOR: Tengo 42 años. tía. Ahora si me permiten...

VIEJITA 1: Kikis, cariño. Tu tía quiere oírte declamar. Ya le platique que te aprendiste una nueva.

PRESENTADOR: Mamá. ¿No entiendes que estoy ocupado?

VIEJITA 2: Ande. mi amor. Si he venido hasta acá es nomas para verlo a usted. Corazón de polio. Ojitos de engaña veinte. PRESENTADOR: Mama por favor.

VIEJITA 1: Nomas una y nos vamos. ¿Si?

PRESENTADOR: (Tras pausa. Suspirando.) Está Bien... Con tu escolta de rancheros / diez fornidos guerrilleros y en su... /

 VIEJITA 1: (Interrumpiendo.) ¡Ay! ¿y el rebozo que? Deja. Ahorita te lo traigo.

PRESENTADOR: (Fulminándola con In mirada.) No me voy a poner nada, mama. Y ya, hasta. Por favor.

VIEJITA 1: Pero así te sale mejor, mi vida.

VIEJITA 2: No te hagas del rogar, dulzura. Panquecito de Morelia.

PRESENTADOR: No me voy a poner nada, mama. ¡Te lo advierto! ¡Y ya déjame en paz! Uta madre.

(La viejita I va y viene con un rebozo y unas enaguas.)

VIEJITA 2: ¡Ay, que preciosas enaguas!

VIEJITA 1: Deja eso, el color. Le va muy Bien al tono de su piel.
A ver. mi amor. alza una patita. Ahora la otra. (Visten al presentador que está colérico.)

VIEJITA 2: Ay, que lindo se ve. Fina. Pero si esta criatura es un querubín.

VIEJITA 1: ¿Verdad que si? Anda. cariño. Te escuchamos.

PRESENTADOR:

Con tu escolta de rancheros
diez fornidos guerrilleros y en cuaco retozón
 que la rienda mal aplaca
Guadalupe la Chinaca va a buscar a Pantaleón.

(Mientras declama. las viejitas empezarán in crescendo a desternillarse de risa.)

Pantaleón es su marido
el gañan más atrevido con las bestias y en la lid
faz trigueña, ojos de moro
y unos músculos de toro y unos ímpetus de Cid.

Guadalupe está orgullosa
de su prieto; ser su esposa le parece una ilusión
y al mirar que en la pelea
Pantaleón no se pandea, grita ¡Viva Pantaleón!

Ella cura a los heridos
con remedios aprendidos
en el rancho en que nació
y los venda en los combates
con los rojos paliacates
que la pólvora impregnó...

(Las viejitas ruedan de la risa.)

(El presentador no pudiendo soportar más. saca un revolver y dispara sobre ellas. Caen muertas.)

PRESENTADOR: Pinches viejas, cabronas. Para que se les quite... (Recuperándose.) Como les decía. siempre hay un motivo

A continuación les presentaremos la terrible historia del Estrangulador de la Nativitas, pero antes una canción del maestro Rafael Elizondo precisamente sobre Landru, un legendario criminal. El moderno Barba Azul. Con su permiso.

(Entra Jorge. El presentador en tanto sacara los cadáveres de las viejitas. Música. Canta Jorge.)

JORGE:

Dignidad en el tesoro estrangulado
y más que mitológico el deseo
y con cuan dulce honor contempla helado
estas nupcias de Tetis y Peleo.

Ven himeneo, ven
¡Ven himeneo veeen!

Un cadáver tibión y no manido
mientras la villa escapa de puntillas
es regocijo, es fiesta de sentido
donde dura el adiós de las cosquillas.

Los ojos implorantes
la boca en do de pecho
y los miembros que flácidos
confiesan esto es sexo.

Ven himeneo, ven
ven himeneo.

El estertor así me las den todas
 me las arreglo como el rey, paloma
y en el azoramiento de mis bodas
yo solo me las guise y me las cómo.

Ah, cocinera no sonaste nunca
que tus ansias podrían merecerte

a cambio de tu espesa vida trunca
los asiáticos lujos de la muerte.

La posesión es la consumición
medita bien, posteridad mi case
como satisfacer una pasión
si la dejas persistir acaso.

Solo es perfecto el aniquilamiento
apetito secreto de las cosas
que rige nuestro oscuro movimiento
por entre lechos que resultan fosas.

Los ojos implorantes...

Oh. artífice del canto en vane ladras
para tanto placer estorban las palabras
vuelvo al seno del mundo con pávidos gruñidos
tus helados senos te tapan los oídos.

Brrr. brrr
jui jua, jui jua
glo, glo
cabalgo en el salado
el lecho es una fosa
de himeneos machacados.

Brrr. hrrr
jui jua
glo. glo
responde a mi apetito
con una hermosa mueca
que vale más que un grito.

Los ojos implorantes...

(Antes de que termine lao canción entrara dona Cuquita con discreción y  preparará una mesa para un desayuno. Finaliza la canción.)




EL ESTRANGULADOR DE LA NATIVITAS

(Comedor clase mediero. Dona Cuquita termina de poner la mesa. Son las siete de in mañana. Entra Jorge.)

JORGE: Buenos días. mamá.

CUQUITA: (Seria.) Siéntate. ¿Cómo quieres tus huevos?

JORGE: (Tras pausa.) Como siempre. mama. Revueltos.

(La señora suelta un bufido de enojo v le sirve un plato.)

JORGE: (Tras pausa.) ¿Qué tienes mama? ¿no dormiste bien anoche?

CUQUITA: No. Esa maldita manía que tienes de escarbar en las madrugadas en el jardín.

JORGE: No lo hago siempre.

CUQUITA: No... (Tras pausa. Más suavizada.) Hasta eso tienes buena mano. Lo tienes precioso... Hijo.

(Jorge deja de comer para mirar a su madre.)

CUQUITA: Tu me estas ocultando algo. ¿Verdad?

JORGE: (Cauto.) No. mama.

CUQUITA: No se qué rayos vinimos a hacer aquí. Tan bien que estábamos en el pueblo. Allá si hay gente buena. no como aquí. Todo es maldad. chisme. ¿Seguro que no has hecho nada indebido Jorge?

JORGE: Seguro mamá.

CUQUITA: Todos somos humanos y como tales podemos cometer errores. Eso no significa que te vaya a querer menos, Jorge. Eres mi hijo. Lo único que tengo en la vida. Entiéndelo. Entre nosotros nunca ha habido secretos.

JORGE: ¿Que te contaron?

CUQUITA: No. Nada. Si tú dices que no has hecho nada, nada entonces. No me hagas caso.

JORGE: Lo que es no tener nada que hacer. Viejas chismosas.
Pregúntales que tienen que andar espiando en la madrugada.

CUQUITA: ¿Como Babes que es en la madrugada?

JORGE: Porque... Es la hora en que me paseo. Sabes que sufro de insomnio. Y porque las he visto espiarme.

CUQUITA: ¿Más café?

JORGE: Así está bien. Gracias.

CUQUITA: (Tras pausa.) ¿tú qué opinas de los homosexuales? ¿De los trasvestis?

JORGE: (Sacado de onda.) ¿Que opino de qué?

CUQUITA: Si. Te caen Bien, te caen mal. Que.

JORGE: No se. Mientras no se metan con uno.

CUQUITA: Hay gente que se escandaliza de ellos. Yo no. Los respeto. Son personas. Tienen corazón. Son como uno. Mamá han de tener.

JORGE: ¿Por qué me preguntas eso?

CUQUITA: Nomas. Se me ocurrió... Ay. hijo. ¿Te he tratado mal?

JORGE: Por supuesto que no. ¿Qué te traes?

CUQUITA: No me importa lo que seas. Jorge. Te querré igual.

JORGE: ¿Que te dijeron? A ver. Dime.

CUQUITA: Nada, hijo. Mejor dime tú

 JORGE: Decirte que. No lo entiendo.

CUQUITA: ¿Qué haces en las madrugadas?

JORGE: (Tras corto titubeo.) Pasear ya te dije. A veces leo, fumo.

CUQUITA: ¿Nada mas?

(Jorge mira fijamente a su mamá.)

CUQUITA: Ya me ha llegado el mismo rumor por varias partes.

JORGE: ¿De?

CUQUITA: (Con esfuerzo.) De... De que metes mujeres a esta casa.

JORGE: ¿vas a creerles más a ellos que a mí?

CUQUITA: Sabes bien que no. Por eso te pregunto.

JORGE: No he hecho nada... Que pudiera avergonzarte.

CUQUITA: Mírame bien a los ojos, Jorge. Tú no sabes mentir. No a mí. Piensa antes de contestar que esta casa no tiene secretos para mí. Que la conozco hasta el último rincón y que pude haber visto algo...

JORGE: ¿Entraste a mi cuarto?

CUQUITA: ¿Has metido mujeres a esta casa, si o no?

(Pausa, Jorge no soporta la mirada de su madre.)

JORGE: S-si.

CUQUITA: (Como herida por un rayo.) Entonces era cierto.

JORGE: Pero no para lo que estas pensando.

CUQUITA: Ay, Jorge. ¿Para qué más puedes meter a una mujer a esas horas?

JORGE: Mama, por favor, escúchame. ¿Crees que te voy a cambiar por... una cualquiera?

CUQUITA: No tendría nada de malo. Mucha gente lo hace.

JORGE: Yo no soy toda la gente.

CUQUITA: He visto su ropa. Prendas intimas, sus zapatos. Se han desnudado. hijo. ¡Has estado con mujeres desnudas! ¡No mientas más! ¡Has tenido que ver con ellas, no lo niegues!

JORGE: Te juro que no, mama.

CUQUITA: Por un momento tuve la esperanza de que fueras trasvesti, pero no es cierto. Es ropa usada. Huele a mujer, Jorge.

JORGE: Estas malinterpretando, mama. Si he metido mujeres, si se han desnudado, pero no ha pasado nada de lo que piensas.

CUQUITA: ¿Entonces qué? No eres pintor, no necesitas modelos.

JORGE: Las... las he matado, mama.

CUQUITA: ¿Qué?

JORGE: Si. Estrangulado. Con estas manos.

(Cuquita mira fijamente a su hijo)

CUQUITA: (Tras pausa) No… No es cierto, Lo dices para contentarme.

JORGE: es la verdad. ¿Qué crees que entierro en las madrugadas? ¿por qué crees que está tan hermoso el jardín?

CUQUITA: (con lágrimas de felicidad.) Ay, hijo. No sabes el peso que me quitas de encima. Por un momento pensé lo peor.

JORGE: No permitiré que nadie empañe la felicidad de este hogar, mamá, y menos una mujer.

CUQUITA: (secándose las lágrimas) Sí, mi hijito. ¿Qué más te sirvo de desayunar?

JORGE: ¿Todavía quedan torrejas con canela?

CUQUITA: Sí mi rey, Ahorita te las traigo. Permíteme.

(Doña Cuquita se va a la cocina. Jorge deja escapar un suspiro de alivio.)

JORGE: Voy a tener que cambiar de lugar. Qué lata. Tan bien que estaba aquí con todo a la mano. Ya sabiendo, es capaz de espiarme y si se llega a enterar que me las tiro antes de matarlas, me va a  dejar de hablar. La conozco. No podría soportarlo. ¿por qué me pasan estas cosas a mí, caramba? ¿por qué?

CUQUITA: (entrando) Están bien frías. Como a ti te gustan…

(Se congelan. Música. Entra el presentador)

PRESENTADOR (Cantando)
José mató a Simón
Lo leí por la mañana
Trece balazos le dio
Sin darle tiempo de nada.

Lo maté por unas faldas
que me quiso arrebatar
dijo sin sombra de culpa
aquél torvo criminal.

¿Cómo se llamaba la mujer?
Inquirió pronta la prensa.
No. Las faldas eran mías
Yo solito las compré.

Y siguieron las noticias
De mil crímenes nefastos
De civiles y milicia
Y de sangre salpicados

Saqué a conclusión
Que al costo yo les paso
Todos tuvieron razón
Para quitarlos del paso.

(se animan cuquita y Jorge. Sale el resto de la compañía. Todos cantan)

COMPAÑÍA
El pobre mata por hambre
 por temor el opulento
el gobierno ya lo saben
lo mismo del regimiento.

Por eso cuando los maten
 instálense a meditar
quo motivos tuvo aquel
que los puso a descansar.


La obra ha terminado
ya con esta me retiro
quiera Dios que no los maten
sin tener algún motivo.



HORRENDO CRIMEA PASIONAL

(Sala en Casa. Se escucha el timbre de la puerta. Acude a abrir Rosendo en pijama y bata. En la entrada aparece Rodrigo. Es de madrugada.)

ROSENDO: Que bueno que llegaste, Rodrigo. Pásale por favor.

RODRIGO: Vine Lo más rápido posible. ¿Qué es lo que sucede? Me espantó tu llamada.

ROSENDO: Siéntate. Ponte cómodo. ¿te ofrezco algo?

RODRIGO: Antes dime qué pasa. Te oí muy alterado.

ROSENDO: Mh sí. Tengo un problemita. Mira, este brandy está muy rico. ¿Te doy una copa? Tú también te ves muy tenso. La necesitas.

RODRIGO: Oye, no es para menos. Me alarmaste. Son las dos de la mañana, Rosendo.

ROSENDO: (ofreciéndole una copa.) Si, lo sé y disculpa. Pero te considero mi mejor amigo. Casi un hermano. Sé que harías por mi lo que yo te pidiera. Por eso te llamé.

RODRIGO: No, hombre ni lo menciones. Tú dirás para que soy bueno.

ROSENDO: Pero bebe por favor. Estoy temblando. No sé si de frio o de otra cosa. ¿Desde cuándo nos conocemos, Rodrigo?

RODRIGO: Uh. Como veinte años. Puede que más.

ROSENDO: Siempre he confiado en ti. Sé que no serias capaz de traicionarme. No como otros que se dijeron mis amigos y en la primera oportunidad me clavaron un puñal en la espalda. Desgraciados. ¿Tú no harías eso, verdad?

RODRIGO: (Sonriendo comprometido.) Ay. Rosendo. Cómo crees. Yo jamás. Me conoces.

ROSENDO: (Asintiendo.) Bastante bien, creo. ¿Qué opinas de mi mujer?

RODRIGO: (Tras vacilación.) ¿De qué?

ROSENDO: De todo. Me interesa saber qué piensas de ella.

RODRIGO: Pues... Es guapa. Cocina bien. (Acorralado.) Casi no la trato. Rosendo. ¿Para eso me mandaste llamar a estas horas?

ROSENDO: ¿La crees capaz... de engañarme?

RODRIGO: (Impaciente.) No sé. Te están metiendo ideas. Eso es muy delicado. debes tener pruebas.

ROSENDO: ¿Y si te dijera que las tengo?

(Rodrigo no contesta. Mira fijamente a Rosendo.)

ROSENDO: Fue terrible, no te creas. Nunca sospeché nada. Mejor dicho. Jamás la creé capaz. (Alterándose.) Ella engañándome...

RODRIGO: Rosendo por favor., cálmate.

ROSENDO: Te juro que estoy bien. Ya paso lo peor. Maldita traidora. Yo que le di lo mejor de lo mejor. ¡Eso no se hace Rodrigo!

RODRIGO: Y... ¿Sabes con quien?

ROSENDO: Las fotos son muy borrosas. No se distingue bien. Podría ser cualquiera.

RODRIGO: ¿La mandaste vigilar?

ROSENDO: Te digo que tengo pruebas. De otra manera no hubiera hecho lo que hice. Necesito tu ayuda. Rodrigo. No me la niegues por favor.

RODRIGO: ¿Qué hiciste Rosendo?

ROSENDO: (Tras pausa. Encogiéndose de hombros.) La mate.

RODRIGO: ¿La mataste?

ROSENDO: Si. Se lo merecía. Vieja cabrona. coscolina. ¿Qué crees que me dijo cuando le ensene las fotos? ¿Y? ¿Cómo que y, desgraciada? ¿Te parece poco? Y que la estrangulo. Te juro que no me arrepiento, pero tampoco quiero ir a la cárcel. Por qué, si ella tuvo la culpa.

RODRIGO: ¿Yo cómo puedo ayudarte?

ROSENDO: Pensé que lo mejor era fingir un asalto. Ya revolví toda la recamara y lo de valor lo puse en este costal. Pensé en tirarlo por ahí o regalarlo, Pero es muy arriesgado, mejor llévatelo tú. Es algo.

RODRIGO: Caray. pues muchas gracias. Pero hace falta revolver aquí.

ROSENDO: Ahorita me ayudas. Lo que si necesito fingir y muy bien. es que yo opuse resistencia al asalto o sea estar golpeado. herido. Intente pegarme. pero siempre es difícil hacerse daño a uno mismo. Para eso te llamé.

RODRIGO: Pero golpearte yo a ti. Si eres mi mejor amigo.

ROSENDO: ¿A quién más puedo recurrir? Dime.

RODRIGO: Bueno. Si no hay más remedio...

ROSENDO: Al mal Paso darle prisa. Empiézale.

(Rosendo pone la cara para recibir un puñetazo. Rodrigo calcula y se lo suelta.)

ROSENDO: (Levantándose.) Más, más. Acuérdate que debe ser muy real.

RODRIGO: Ahí te va.

(Más puñetazos.)

ROSENDO: A ver. (Se acerca a un espejo.) No. Hace falta más.

RODRIGO: Mejor con esto. (A Barra un bastón.)

ROSENDO: (Asustado.) ¿Con eso?

RODRIGO: Es que va me duelen los puños. Agarra la onda. No estoy acostumbrado.

ROSENDO. No se te vaya a pasar la mano. Mejor no.

RODRIGO. Como crees. ¿Listo?

ROSENDO: (No muy animado.) Bueno.

(Lo agarra a bastonazos.)

ROSENDO: Ya. ya.

RODRIGO: No, todavía te falta. Debe ser una putiza.

 ROSENDO: Ya me duele todo.

RODRIGO: Ni modo. es el chiste. No quieres ir a prisión. ¿Verdad?

ROSENDO: No...

RODRIGO: ¿Entonces? Es por tu bien. mano.

ROSENDO: (Resignado.) Ándale. pues.

(Le suelta otra andanada de bastonazos. Rosendo apenas v puede sostener en pie.)

ROSENDO: ¿Ya?

RODRIGO: (Examinándolo.) Mh. Creo que Si. aunque no has sangrado lo suficiente.

ROSENDO: No puedo más. De veras. Otro madrazo y caigo muerto.

RODRIGO: Ahora hay que amarrarte. (Busca con que.) Con este cordón de persiana puede ser. (Lo ata.)

ROSENDO: Ay. espérate. Me estas lastimando.

RODRIGO: iOh! ¿Quieres que sospeche la policía? ¿Verdad que no?

ROSENDO: Apretaste muy fuerte. Casi no siento las manos. Se me vayan a gangrenar.

RODRIGO: No. hombre. Para nada... Deja echarme otro trago.
(Bebe. Mira la copa.) iUy! Estoy dejando huellas por todas partes. habrá que limpiarlas... ¿Qué piensas decir?

ROSENDO: Que alguien entró por la cocina. Que oí ruidos y al bajar me golpearon.

RODRIGO: Tendré que romper un cristal para hacerlo mas creíble. (Hacienda un ademan de lastima.) No debiste matarla. Rosendo. Estaba muy bien tu señora.

(Rosendo no contesta y mira a Rodrigo con cierto malestar.)

RODRIGO: ¿Y hace mucho que la asesinaste?

ROSENDO: Tendrá una hora. ¿Por qué?

RODRIGO: O sea que todavía está calientito el cuerpo.

ROSENDO: (Tras pausa.) Supongo.

RODRIGO: Oye, hijo. ¿Y si...? Para hacerlo más real. Que a ella la mataron por oponer resistencia.

ROSENDO: ¿Resistencia a qué?

RODRIGO: Digo. Luego hay rateros que hacen otras cosas. ¿Me entiendes, no?

ROSENDO: Perfectamente. pero como crees. Muerta, pero es mi vieja.

RODRIGO: Lo hago por tu bien.

ROSENDO: No te sacrifiques tanto.

RODRIGO: (Tras pausa. Viéndolo .fijamente.) ¿Sabes qué? Te falta sangrar más.

ROSENDO: (Asustado.) No. Rodrigo. Ya no. Te juro que así estoy bien.

(Rodrigo toma otro trago.)

RODRIGO: (Ebrio.) No. no. Debe ser más real. Es per tu bien, carnal.

ROSENDO: ¡Te digo que no!  ¡Ya basta! ¡Rodrigo por favor suelta ese bastón! ¡Suéltalo!

(Rodrigo se acerca Y le suelta otros bastonazos. Rosendo cae inconsciente.)

RODRIGO: Te debería de matar, cabrón. Nomas porque eres mi mejor amigo. Y a los cuates no se les mata. No es onda.

(Comienza a meter objetos de valor en el costal.)

RODRIGO: Haberla estrangulado. A ella, tan dulce. Me cae que ganas no me faltan de denunciarte. pero la amistad es la amistad. Ahora que... (Pensativo.) Esas fotos. ¡Hijo! ¿Serán mías o...? No me las mostro. Pinche vieja caliente. ¡Donde me hayas engañado, veras!

FIN DE LA OBRA