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11/1/20

El gran Ceremonial Arrabal


“El Gran Ceremonial “ 

 de Arrabal


Prólogo


PRIMER CUADRO

(En la oscuridad)

Voz de Cavanosa (triste). Mamá, mamá!!!

(Sirena de policía . Poco a poco el escenario se ilumina. Cavanosa está sentado en un banco del parque. Primeras horas de la noche. Entra Sil; se sienta en al banco. Largo silencio)

Sil: ¿ Espera usted a alguien?

Cavanosa: Hmmm...

Sil: Disculpe, como lo veo sentado me pregunto si espera a alguien.

Cavanosa (timidamente): No

(Timidez excesiva , casi caricaturesca, de Cavanosa. Se pasa varias veces la mano por la boca, por la nuca ,etc.)

Sil:¿Llamaba a su madre?

Cavanosa: ¿A mi madre? (Pausa). Es posible.

Sil: La espera?

Cavanosa: No.

Sil: Donde está?

Cavanosa (violento): Que más dá? (suave). Discúlpeme, señorita.

(Largo silencio. Cavanosa saca fuerzas no se sabe de donde y, tras un visible y violento esfuerzo, pregunta):

Cavanosa: ¿Es usted lesbiana?

Sil: Que pregunta!!!

Cavanosa: Me extraña que me dirija la palabra. Es la primera vez que una mujer me habla. Me he dicho, que a lo mejor, usted era lesbiana.

(Largo Silencio)

Sil: Ninguna mujer le ha hablado nunca. ¿Y su madre?

Cavanosa: Soy huérfano.

Sil: Entonces, ¿por qué la llama?

Cavanosa: Es un poco tonto, discúlpeme ; pero es que así pienso que si alguien me oye se imaginará que, “a pesar de todo”, tengo una persona que me quiere: mi madre.

Sil: Quería saber si soy lesbiana; le diré que...

Cavanosa ( cortándole, violento, la palabra): No me importa!!!

Sil: No le importa? Dijo que era la primera mujer que hablaba con usted; así que le tiene que gustar...

Cavanosa: No he dicho que me guste. Dije que me ha extrañado.

Sil: Si le gusta me callo. Incluso debería irme; la persona que esperono vendrá ya, es muy tarde.

(Sil hace ademán de irse, pero se queda. Largo silencio)

Cavanosa (sin ninguna emoción): Soy un asesino. Acabo de matar a mi madre.

(Sil se va a hablar pero no sabe que decir. Largo silencio)

Cavanosa: Que impresión le causa estar junto a un asesino?. Míreme.

Sil: Si, si, ya lo miro.

Cavanosa: Que le parece?

Sil: Que quiere que le diga? ¿Qué es horrible?

Cavanosa: Que es lo que es horrible?

Sil: Matar a alguien.

Cavanosa. Luego soy horrible. ¿Lo reconoce?

(Silencio)

Cavanosa: ¿Ve usted? Ninguna mejer quiere hablar conmigo. Y, hoy, usted me dirije la palabra para insultarme.

Sil: No lo insulto.

Cavanosa. Entonces ¿le parece bien que alguien mate a su madre?

Sil: No he dicho eso.

Cavanosa. Reconózcalo. Usted me odia. A veces me digo que tengo que tener una amiga, y me voy a una iglesia y miro a ver cual es la mujer de edad más fea. Me pongo junto a ellay hago como que rezo, y procuro hacerme el beato, y cuando sale intento rozarme con ella... Pues bien, siempre , se aleja de mí insultándome.

Sil. Pero, qué ocurrencia. ¿Por qué va a buscar mujeres de ésas? Las chicas jóvenes son las que deben interesarle a usted.

Cavanosa (irónico): Eso es. No había caído en eso. Podría ir al baile, y sacar a la más guapa a bailar...un vals.

(Se levanta y, con coquetería, danza en su presencia, grotescamente, haciendo resaltar sus deformidades físicas. Su joroba y su cojera)

Cavanosa. Pero míreme.

(Se sienta)

Cavanosa: ¿Qué? ¿ Le ha gustado? (Riendo). ¿Quiere reservarme el próximo baile?

Sil (Tras un largo silencio, convencida): Si.

Cavanosa:¿Estaría dispuesta a besarme?

Sil. Sí.
ca
Cavanosa: Hágalo.

(Actitud de quien va a recibir un beso: Sil se le acerca para besarlo. Cuando Cavanosa ve que va en sero se le separa violentamente)

Cavanosa (furioso): No me toque.

Sil. Usted es el que se niega.

Cavanosa: ¿Cómo voy a permitir que la primera puta que aparezca me bese?

Sil: Me está insultando. Debería irme.

Cavanosa. No la ato: váyase.

Sil. Usted me da pena

Cavanosa. ( fuera de sí, enojado) : ¿Quién es usted para permitirse el lujo de compadecerse de mí?

Sil: Disculpe. Usted me ha llamado...

Cavanosa : Puta. ¿Quién , de no ser un putón, se atrevería a besarme? Reconózcalo.

Sil. No soy nada de eso.

Cavanosa: Y luego iríamos a un hotel, ¿no es así? Y, en vista de que soy “tan simpático”, me haría un precio especial.

Sil. Usted sabe que no soy...

Cavanosa: ¿Por qué había de saberlo? Me he enterado que ahora es muy difícil distinguir a las putas de las que no lo son.

(Largo silencio)

Sil (muy dulce): El mar palpita en sus labios y el alba se transparenta en sus ojos desnudando su ternura.

Cavanosa (irónico): ¡Me encanta!

Sil: Me gustaría saber cual es su nombre.

Cavanosa: Si estuviéramos en pleno día y en un sitio concurrido, ¿seguiría hablando conmigo?

Sil: ¿ Y por qué no?

Cavanosa. Voy a hacerle una pregunta solemne. ¿Quiere ser mi amante?

(Tras breve reflexión, Sil se dispone a contestar)

Cavanosa (interrumpiéndola): Con otras palabras.¿Estaría dispuesta a dormir conmigo?

(Tras breve reflexión, Sil se dispone a contestar)

Cavanosa. ¿Estaría dispuesta a acostarse conmigo aquí mismo , sobre este banco?

Sil. No me deja responderle.

Cavanosa: Déjeme que imagine el espectáculo: usted acostada en el banco con las faldas remangadas , y yo encima intentando averiguar la manera de servirme de mi sexo

Sil: Por favor, cállese.

Cavanosa: Podríamos invitar a los niños, a la salida de los colegios. Pondríamos” Se acabaron las entradas”.

Sil. Lo que se le ocurre.

(Larga pausa)

Cavanosa. Quiero cosa: la tengo muy chica.

Sil: Todos los hombres tienen esa preocupación. He oído decir que los niños se la miden en los colegios.

Cavanosa. ¿Por quién me toma? Nunca me medí nada.

Sil: Entonces, ¿cómo lo sabe?

Cavanosa. Tiene que ser así. La culpa la tiene el alcoholismo de mi padre, a no ser que sea la sífilis de mi madre.

Sil: ¿Es que no sabe hablar más que de..?

Cavanosa: De.... ¡¡ordinarieses!!! Se pregunta que por qué le presento este museo de horrores, ¿no es eso? Quiero deslumbrarla.

Sil. ¿De esta forma?

Cavanosa: ¿Y de que otra podría conseguirlo? Me acuerdo que una vez dije a una mujer que toda mi vida sexual consistía en masturbar caballos. Supuse que ella pensaría que yo era un hombre original y que “mi alma”era diferente y extraña , e incluso que reconocería que mi afirmación era un modelo de poesía. En realidad, ella me miró y, sin darle mayor importancia, comentó: “Mejor sería que no tuviera esa inclinación...”

Sil: Pero, ¿no me había dicho que nunca había estado con una mujer?

Cavanosa: ¿Y me creyó?

Sil: ¡Me mintió!

Cavanosa. Miento y no miento. La verdad es que tengo una “vida interior”muy agitada. Me imagina que tengo una conversación con una mujer...y la vivo. En realidad nunca he encontrado a la mujer de la que le hablo; es un personaje imaginario con el que he tenido una conversación quimérica.

Sil: Pero, ¿es cierto que nunca le ha hablado a una mujer?

Cavanosa. Nunca.

Sil: Me dice cualquier cosa.

Cavanosa: Y usted me revienta, ¿lo oye?

Sil: ¿Por qué se pone así?

Cavanosa. ¿Quién es usted?

Sil (enfadada): ¿Y quien se cree que es usted?

Cavanosa ( triunfante): Dígalo: un pobre y monstruoso desgraciado que no tiene donde caerse muerto.

Sil: Intenta herirme constantemente.

Cavanosa: ¿Quién es el que intenta herir a quien? Yo vengo todas las noches al parque, me siento en este banco y aquí paso un par de horas solo y tranquilo pensando en mis cosas; y esta noche, usted llega, se sienta junto a mi, me dirige la palabra e intenta besarme.

Sil: Fue usted quien me lo pidió.

Cavanosa: ¿Fui yo quien le pidió que se sentara junto a mí y me hablara?

Sil: Me refiero a lo del beso.

NO cambie de conversación.

Sil: Usted es el que cambia.
Cavanosa: ¿Qué quiere?. ¿qué le dé la razón? Pues bien, no se la daré. Estará acostumbrada a que los hombres, por “un favor suyo”, ¿no se dice así?, estén dispuestos a hacer cualquier cosa. Yo no soy de esos.

(Largo silencio. Sirena de policía)

Sil: Su latido animal y su frenesí espinoso huelen a sol y despiertan e iluminan mis sentidos. Usted es el árbol y el hombre, y la sangre por la vena y la plenitud al galope. Cualquier mujer, a pesar de todo, se enamoraría de usted.

Cavanosa (encolerizado): ¿Qué insinúa?¿Qué quiere decir con “a pesar de todo”?

Sil: Quiero decir a pesar de sus rarezas.

Cavanosa: ¿Elegí yo mi cuerpo? ¿ Le pedí a Dios que me hiciera nacer? ¿Elegí yo este cuerpo o este derecho?

Sil: No lo entiendo, va a la Iglesia para intentar acercarse a las personas más desgraciadas y, cuando me acerco yo a usted y le hablo y lo trato con cariño, no sólo no me hace caso sino que me hiere y me insulta.

Cavanosa (enfurecido): ¿ De donde ha sacado que voy a la iglesia a buscar no se que? Desde que nací no he pisado ningún templo.

Sil: Usted fue quien me lo dijo.

Cavanosa: ¿Y me creyó?

Sil: ¿También eso era falso?

Cavanosa: Pues claro .

SIL: ¿Por qué me mintió?

Cavanosa: Me pregunté : ¿Qué le puedo decir que le agrade? Y supuse que lo mejor era confesarle algo conmovedor. Y si me creyó es porque le pareció plausible.

Sil: ¿Por qué imaginar lo contrario?

Cavanosa: Debería haber creído lo contrario de lo que le decía.

Sil: Si.

(Se calma)

Cavanosa: Le voy a decir por qué las mujeres n me dirigen la palabra ¿No se ha dado cuenta de que en el caso imposible, por ponerle un ejemplo, de que usted y yo llegáramos a “querernos”, yo solo podría gozar con usted torturándola?

Sil: No me había dado cuenta.

Cavanosa ¿Es usted lesbiana?

Sil : Creo que no. Pero el caso es que me enamoré de mi profesora de historia. Era una mujer muy bella.

Cavanosa: ¿ SE acostó con ella?

Sil: ¡ Como es usted! ¡ Sólo piensa en lo peor! Yo era una niña; fue un amor platónico. La gracia me sonreía con su gracia callada; me sentía abandonada al sueño, al trigo y al peligro. Cuando se sentaba encima de mi mesa para dar lección – yo era la mejor alumna, claro está – pasaba una hora exaltante y hasta de mi dolor se exhalaba el júbilo. Todo el mundo lo sabía. En el colegio llegué a crear una psicosis”profesora de historia”. Siempre hablaba de ella, imaginándola disfrazada de luz sin reposo, de ángel de circo y de esposo.. Toda la clase, e incluso todo el colegio, lo sabía. Y, desde luego, ella lo sabía: tenía conmigo atenciones especiales. Un día la transladaron a otro colegio de provincia.... Luego me enamoré de un hombre, que murió enseguida; una mañana recogí sus cenizas en una caja así de pequeña. La familia....

Cavanosa: ¿No le parece que ya me ha aburrido bastante con sus bobas historias de colegiala?

Sil: No sé porque tolero que me trate así.

Cavanosa. ¿Quién es usted para tolerar o no tolerar?

Cavanosa: Sus boludeces de putita me aburren.

SEGUNDO CUADRO


(Dos horas más tarde. Todo sigue igual: Cavanosa solo en su banco. Instantes después entra Sil, muy agitada y con un ramo de flores en la mano. Va hacia Cavanosa, ligera.)



Sil: ¡Que contenta estoy! Creía que se había ido . (Silencio) ¿Está enojado? La culpa es mía. Le traje estas flores.

Cavanosa. Odio las flores.

(Tira las flores al suelo y las pisotea con rabia)

Sil: Discúlpeme. Quería ser la orilla de su soledad y de su pena. Sólo intentaré complacerlo.


Cavanosa: No es necesario.(Pausa) . Pero¿ que es lo que se propone?.

Sil: Nada....sólo quiero...hablar con usted.

Cavanosa: ¿Conmigo?

Sil: ¿Qué puedo hacer para entenderlo?

Cavanosa: Suicidarse.

Sil: Pero puedo seguir viéndolo si usted no se opone.

Cavanosa: Hasta acá soñé mi vida.

Sil: ¿No sería mejor abandonar la soledad?

Cavanosa. Me está haciendo perder la virginidad, mi personalidad; me está violando.

Sil: Yo no lo obligo a nada.

Cavanosa: Pero ahora siento quimeras que trepan, se escapan, suben, vuelan sobre mis ensueños mitad tiempo mitad camino: pienso intensamente en una mujer a la que torturaría...

Sil: ¿ Es una mujer en particular? ¿Podría ser yo?

Cavanosa: ¿Aceptaría?

Sil: Nadie me lo ha pedido aún.

Cavanosa. Si alguien la hubiera querido con la intensidad del agua, de la arena, de la hora profunda, la habría atado a los barrotes de la cama y la habría azotado hasta que todo su cuerpo fuera una llaga.

Sil: ¿Eso es el amor?

Cavanosa: ¿ Qué quiere? ¿que juguemos al doctor?

Sil: Imagínese que pudiera ser feliz.

Cavanosa. ¿Qué insinúa? ¿Qué no soy feliz? Dígalo sin hipocresías. Se imagina que tal y como la naturaleza me creó no puedo ser feliz.

Sil. ¿Le gusta insultarme?

Cavanosa: Sí.

Sil. Entonces, insúlteme, insúlteme.

(Se miran en silencio. La tensión desciende)

Cavanosa: ¿Insultarla? Más bien le diría...le diría...Pero ¿cómo se dicen las frases bonitas? ¿Cómo encontrar el cántaro , la paloma y la puerta más lejana que la luz que me supriman la distancia?

Sil:.¿Me quiere humillar?

Cavanosa: No. Si supiera decir cosas agradables intentaría algo para usted.

Sil: ¿Sin segundas intenciones?

Cavanosa:. Le diría que me gustaría que viniera esta noche a mi casa. La invitaría a acostarse en mi cama.

Sil: Y yo aceptaría.

Cavanosa: No me interrumpa. Y su cuerpo tan blanco destacaría sobre las sábanas negras. Y por la mañana...al llegar el día...

Sil: ¿Qué?

Cavanosa(poético): Por la mañana las primeras luces del día iluminarían su cadáver.

Sil: ¿Le gustaría que muriera?

Cavanosa. Me gustaría matarla.

Sil: ¿Y me besaría antes de matarme? Quiero recibir su selva, su impaciencia y sus ondas en todas las gotas de mi sangre. ¿Se acostaría conmigo?

Cavanosa. No, ni antes ni después; mi boca nunca tocará su boca, ni mi cuerpo su cuerpo.

Sil: Pero dijo que me azotaría.

Cavanosa: Para mí lo ideal sería que usted misma se azotara.

Sil: Entonces no le soy tan indiferente.

Cavanosa: Le pegaría, pero no para que mis latigazos la hicieran gozar de su tenue dolor..; la azotaría tan fuerte, tan ferozmente, que el dolor apagaría todo posible placer. Sufriría tanto que no podría ni llorar.

(Entra el amante, amigo de Sil , caballero elegante, bien vestido, de formas perfectas, con cierta sangre fría. Se dirige a Sil)

Amante: ¡Que sorpresa ! No esperaba encontrarte. Me tenés que disculpar: tuve que quedarme con el ministro. Me fue imposible venir. Te he llamado varias veces por teléfono: no había nadie en tu casa.

(Silencio. Sil ni lo mira)


Amante: ¿Qué te pasa? (silencio de Sil). ¿No me decía nada? ¿Estás enojada?

Cavanosa (a Sil). Dígale “No estoy enojada en absoluto”.

Sil( repitiendo con el tono de Cavanosa). “ No estoy enojada en absoluto”.

Amante: ¿Qué significa esto?

Cavanosa (a Sil) El señor (lentamente, como saboreando sus palabras): Es un boludo.

(Silencio tenso)

CAVANOSA. (A Sil). Como es un caballero sabe guardar su sangre fría; pero como es un caballero boludo guarda su sangre fría boludamente.

Amante: Pero a veces pierdo mi sangre fría.

Cavanosa: El boludo intenta amenazarme.

Amante: Esta discusión no me interesa (a Sil) Dejá de hacerte la beba y vení conmigo. No pude llegar antes.

Sil: Prefiero quedarme con este señor.

Amante. ¿Querés quedarte con esto?.

Sil: Andáte, no quiero hablar con vos, no tengo nada que decirte.

Cavanosa: Al contrario, que se quede, esto se está poniendo bueno. (Con mucha lentitud).Se queda conmigo porque me prefiere. Es posible que si nuestras relaciones se hacen más íntimas, y si tengo mucha indulgencia, la azotaré hasta convertir todo su cuerpo en una llaga y al amanecer la mataré.

Amante(a Sil). Esta loco.¡Cómo le dejás decir todo esto?

Sil: No dice nada más que la verdad. Soy su esclava.

Cavanosa (irritadísimo) ¿Qué significa esto? Puta más que puta. No sos mi esclava ni lo serás nunca.

Sil: Perdoname.

Amante: Pero ¿Qué comedia estás representando?

Cavanosa: Sabe, cuando hay una mujer por medio hago lo posible por brillar. Si lo insulté fue porque al punto me dí cuenta de que tenía frente a mí a un rival importante...; disculpe mi franqueza: más que cualidades me asustaron mis defectos.

Amante: Usted y yo apenas nos hemos visto.

Cavanosa. Y sin embargo..., anoche tuve una pesadilla en la que usted estaba presente.

Amante: Pero si aún no nos conocíamos.

Cavanosa: Yo tampoco soy propenso a creer en lo misterioso. Ayer, por sorprendente que pueda parecerle, tuve esta pesadilla: estábamos una serie de monstruos- quiero decir de hombres como yo- bajo un árbol, atados con las manos a la espalda y sujeto cada uno a una rama del árbol. Mis compañeros lograron soltarse, pero yo quedé atado al árbol y, entonces me dí cuenta de que el árbol tenía la cara de un hombre; y ese hombre era usted.

Amante: No veo cómo pudo soñar semejante historia.

Cavanosa: Le voy a hacer una confidencia: toda mi vida deseé ser un hombre como usted, alto, guapo, bien proporcionado.

Amante. ¿Cree usted que mi aspecto físico me trae satisfacciones?

Cavanosa: Permítame que le bese las manos.

Amante: ¿Qué broma es esta?

Cavanosa. No es una broma (le besa las manos antes de que el amante pueda retirarse).Es un poco de admiración . Usted me supera. Todo lo que hice contra ustedes una serie de intentos para defenderme de su superioridad. Ahora rectifico: prefiero admirar su superioridad, adorarla.

Amante: Usted es raro.
Cavanosa. Cuánto me gustaría verlo por las noches y besarlo. Usted sería mi divo, mi tema de adoración.

Amante: No puedo seguirlo por ese camino.

Cavanosa : ¿Quiere que baile para usted?

(Baila grotescamente)

Amante. Basta, Basta.

Cavanosa. ¿Tan grotesco resulto?

Amante: ¡Basta!

Cavanosa: Ya veo. Todas esas efusiones le parecen vulgares. No cuadran con la elegancia y el refinamiento de sus modales.

Amante: Para ser sincero, lo que pienso es que no está bien de la cabeza.

Amante: ¿Quiere decir que estoy loco?

Amante: Me parece que estoy perdiendo mi tiempo.

Cavanosa: Creo que...

Amante: Cállese. Es usted el culpable de lo que ocurre. Con sus estratagemas.

Cavanosa. ¿Estratagemas? Acá está la última (dirigiéndose a Sil): Váyase con él.

Sil: Déjeme quedarme con usted.

Cavanosa: No, se irá y terminado.

Sil: Por favor.

Cavanosa: No hay favor que valga.

Sil: Haré lo que me pida.

Amante: Ha triunfado en toda la línea.

Cavanosa: Soy un ser inferior a usted.

Amante: ¿No se cansa de jugar siempre el mismo papel?

Cavanosa (violento): Estoy harto.

Amante: ¿Qué significa este cambio?

Cavanosa: No tengo que darle ninguna explicación. Váyase, no me gusta contemplar a un chancho cebado de buena reputación. Merece que le pegue.

Amante: ¿Me insulta?

Cavanosa: Eso es. Dé un paso y lo deshuello.

Amante: Nunca le pegué a una mujer; tampoco le pegué a un tarado.

(Sirena de policía)

Cavanosa: Dele por el culo a esa puta en el primer hotel que encuentren y déjeme dormir tranquilo.

Amante: Debería denunciarle a la policía.

Cavanosa: ¿Quién se lo impide? Mataría dos pájaros de un tiro: me buscan porque acabo de matar a mi madre.

Amante (furioso a Sil): Vámonos. Es un criminal.

Si (a Cavanosa): Venga a mi casa. Allí la policía no lo descubrirá.

Amante (a Sil): ¿No querrá ser cómplice de un criminal?

Cavanosa (a Sil): No me toque . Es usted despreciable.

Amante: Todas sus violencias recibirán su merecido.

Cavanosa: Incluso muerto lo voy a insultar.

Amante: Es usted un pobre hombre.

Cavanosa: Y usted una basura.

Amante: Ya oí demasiado.(a Sil) Vení.

Sil: No.

Amante: Entonces, adiós.

Cavanosa : Espere. ( A Sil) Vaya con él, se lo ordeno, putón.

SIL. Por favor, déjeme que lo proteja.

Cavanosa: Váyase.




TERCER CUADRO

(Una hora después. La luz vuelve poco a poco. Cavanosa vuelve tumbado. Entra Sil. Se le acerca lentamente, con un látigo en la mano. Se arrodilla junto al banco y lo mira dormir un buen rato. De pronto, Cavanosa se levanta sobresaltado.)



Sil: No me fui con él. Tengo un regalo; un látigo.

Cavanosa: Váyase.

Sil: Por favor. Tenga.

Cavanosa:¿Qué quiere que haga con esto?

Sil: Mire, me pongo de rodillas. Pégueme si le gusta.

Cavanosa:¿Me quiere tentar?

Sil: Sólo quiero que sea feliz.

Cavanosa:¿Y donde quiere que le pegue? ¿En la “palma de la mano” como en los colegios?

Sil: Donde quiera.

Cavanosa: Desnúdese.

Sil: ¿Acá? me pueden ver.

Cavanosa:¿No quería hacerme feliz?

Sil: Haré lo que quiera. ¿Qué me saco primero?

Cavanosa:¿Está dando vueltas?

Sil: No se enoje. Ya voy.

(Se quita la blusa y luego las faldas; se descalza, se quita las medias; se quita las enaguas y ...)


Cavanosa: (violento) Lárguese, lárguese, no quiero verla más.

(Se tumba en el banco, de espaldas al cielo, con los brazos por la cabeza. Ella permanece de pie, enmudecida. Gesto de marcharse. Vuelve.)


Cavanosa: Mire el látigo.

Sil: Azóteme si quiere, no me opondré. Se lo suplico...no sea tan duro conmigo.

Cavanosa:¿Por qué está medio desnuda?

Sil: Usted me pidió que me desnudara.

(Se acerca a Cavanosa con mucho cuidado. Se arrodilla. Va a acariciarlo pero se arrepiente. Lo contempla largo rato. Se levanta, se marcha: breve mutis. Sil entra de nuevo y vuelve a arrodillarse)

Sil: Por favor (lo acaricia)

Cavanosa: Puta, más que puta. Tomá, tomá, zorra puta.

(Vuelve al banco y golpea con fuerza la madera. Su furor se calma poco a poco.. Por fin dice: )

Cavanosa: Mamá, mamá.

(Largo silencio. Sirena de policía. Largo silencio. Se oye al fin a Sil que llora desconsoladamente. Se incorpora por fin. Parece que tiene todo el cuerpo dolorido. Va hacia el banco.)

Cavanosa: (furioso) No me toque,¿eh?

Sil (cansada): Vengo sólo a recoger mis ropas.

(Se viste lentamente. Una vez vestida)


Sil: ¿Cómo puedo inspirarle tanto odio?¿Qué crímenes tengo que pagar?¿Qué víctima de recambio soy yo?¿A quien odia de ese modo?

Cavanosa: Podía haberla herido mortalmente.

Sil: Si.


(Breve pausa)

Cavanosa: (con tono de sinceridad, casi de ternura). La barca sosegada flota sobre el eco peinada con las alas secas del cóndor. Y la barca me anuncia lo imposible mojado. Se acabó mi búsqueda de la mujer: aquí está.

Sil: Pero a lo mejor no soy su preferida, la elegida...

Cavanosa: Déjeme que sueñe y que me vea con usted paseándonos por el mundo, recorriéndolo en su compañía. Dejaría mi soledad y me lanzaría ciegamente a la vida . La metería en un carrito y nos marcharía nos juntos. Y para que no se escapara....

Sil. No me escaparé.


Cavanosa (tras prolongada reflexión): ¿Soy un monstruo o un hombre normal?

Sil (tras prolongada reflexión también). No es normal.

Cavanosa: Precise ¿soy un monstruo...o si prefiere un enfermo, un deforme o no?

Sil: Si , lo es.

Cavanosa: No me refiero a monstruosidades espirituales sino físicas, “visibles”.

(Silencio)

Cavanosa: Responda.

Sil: Si, lo es.

Cavanosa: Diga “usted es un monstruo”.


Sil: Usted es deforme.

Cavanosa:¿Qué es lo que más le atrae de mí: mi aspecto físico o mis “cualidades espirituales”?

Sil: ¿Qué debo decir?

Cavanosa: La verdad.

Sil: El conjunto de ambas cosas.

Cavanosa: La llevo a mi casa.

Sil: ¡Qué feliz soy! Espero el bulto de armonía que palpite en mi boca y el peso del corazón en mi tiniebla.

(Sirena de policía)

Sil: Lo buscan.

Cavanosa: No pueden haber descubierto el cadáver. ¿Me ayudará?

Sil: Si.

Cavanosa: Pero ¿sabe como?.

Sil: No.

Cavanosa: A trasladar el cadáver de mi madre, que está en mi cuarto.

Sil: Lo haré por usted.

Cavanosa: Arriesgará mucho.

Sil: Lo haré.



PRIMER ACTO

(Oscuridad. Algunos minutos más tarde. Habitación de Cavanosa. Varias muñecas desnudas de tamaño natural. Una cama. Dos puertas. Un balcón.
Entra Cavanosa, se dirige a una de las muñecas, la besa apasionadamente mientras la acaricia. Va a la cama y hecha un edredón para esconder algo que no se distingue dada la oscuridad. Va al balcón y mira hacia la calle. Enciende dos veces la luz. Cuando va a apagarla por segunda vez se da cuanta de que, frente a una mesita, su madre está haciendo solitarios. Deja, pues, la luz encendida)

La Madre: (tapándose los ojos): Apaga las luz, hijo de mi alma, que me deslumbra.

Cavanosa: (colérico) : ¿Qué hacés acá?

La MADRE: Esperándote, hijo mío.

Cavanosa: Ya te he dicho mil veces que no entres en mi cuarto.

La Madre: ¿Una madre ya no puede entrar en la habitación de su hijo?

Cavanosa: Sabés que no me gusta.

La Madre: No seas niño. Vení y dame un beso. Dame un beso, andá, no seas tan ingrato. Sólo pensás en tus muñecas: día y noche con ellas. ¿Ni siquiera me das a dar un beso?

(Cavanosa se adelanta y le da un beso de mala gana)

La Madre. ¡Que hijo tengo!

Cavanosa: ¿Por qué no te vas a dormir?

La Madre: Déjame que termine este solitario. Y, sobre todo, déjame que te vea....Sos mi hijo.

Cavanosa: Quiero trabajar.

La Madre: ¿Puedo ayudarte, hijo mío?

Cavanosa: No, es un trabajo personal.

La Mdre: Hijo mío, ¿te acordás lo felices que éramos antes? Eras un nuño dócily yo te llevaba al parque por la noche cuando los demás niños se habían marchado, y así no te insultaban.¿Te acordás?

Cavanosa:Si.

La Madre: Ya no salís ninguna noche conmigo.

Cavanosa: Ahora es diferente.

La Madre: Ahora sos un hombre,¿no es eso?.

Cavanosa: Ya no soy un niño.

La Madre: ¿Te acordás de que con las hojas de los árboles me hacías coronas?

Cavanosa: Si.

La Madre: Y decías que cuando fueras mayor me llevarías en un carrito de niño para que no me cansara y me harías recorrer el mundo. Y a todo el mundo le ibas a mostrar lo buena que estaba.

Cavanosa: Claro que me acuerdo. ¿Por qué esta noche me contás todo otra vez?

La Madre (tranquila): Porque sé que esta noche me querés matar.

Cavanosa: ¡Que cosas decís!

La Madre: Tené cuidado, hijo mío. Toma todas las precauciones; la policía está muy astuta últimamente.

Cavanosa: ¿No podés hablar de otra cosa?

La Madre: Todo comenzó, no lo dudes, con las muñecas. Nunca debí habértelo consentido. Al principio eran muñecas normales, y luego, cada vez te hacían falta mayores, hasta que sólo aceptabas las que tenían el tamaño de una mujer. Sólo ésas. Se acabó nuestra vuelta al mundo en un carrito de niño.

Cavanosa: No podés comprenderlo.

La Madre: ¿Soy demasiado vieja?

Cavanosa: No es eso.

La Madre: Bueno, no me digas nada. Prefiero que no me hagas sufrir. (Pausa).Pero ¿qué podés buscar fuera de mí que yo no te dé? Pocas madres habrán llegado tan lejos en su amor como yo.

Cavanosa: No tendrías que haberme dejado salir al parque. Tendrías que haberme enclaustrado en las habitaciones que no dan a la calle. Así sólo te habría visto.a vos.

La Madre: Cuántas veces me he arrepentí de no haberlo hecho: habría sido la unión perfecta.

Cavanosa: Si.


La Madre: Sobre todo fue un error llevarte al colegio. Y no porque tus compañeros te insultaban, que al fin y al cabo era inevitable dada tu configuración física. Fue por lo que todo aquello trajo consigo: comenzaste a ver gente. Hasta entonces habíamos vivido solos. Me acuerdo que ni el médico te veía Le decía lo que tenías y me daba la receta.

Cavanosa: No me recuerdes el pasado.

La Madre: Solo tenés sueños de grandeza, ilusiones, planes para el futuro. ¿Qué buscas? ¿Qué quieres encontrar? Sólo conmigo podrás ser feliz. Volva mí como si nada hubiera ocurrido.

Cavanosa: Ya no es posible.

La Madre (muy inquieta) ¿Has perdido la virginidad?

Cavanosa: Eso no, mamá.

La Madre: No lo olvides, hijo mío, todo eso lo puedes evitar. Ya te he enseñado como. Y aquí estoy siempre dispuesta...

Cavanosa:( (interrumpiéndola): Tus manos, mamá....

La Madre (interrumpiéndolo): Soy una vieja, es eso lo que quieres decir.

Cavanosa: No.

La Madre: ¿Ya no te basto?

Cavanosa: ¡Que preguntás!

La Madre: Y aún tengo que acostumbrarme a tus muestras de afecto a tus muñecas.

Cavanosa: Son mías. Ellas no hablan; pero me sonríen siempre.

La Madre: ¿Es que yo no soy tuya? ¿Es que yo no te sonrío?

Cavanosa: Si, también.

La Madre: ¡Con qué tono me lo decís!

(Silencio)

La Madre: ¿Sabés? Me permití, víctima del exceso de amor que te profeso, vigilarte mientras estabas solo en el cuarto.

Cavanosa: Y me has visto llorar ¿no es eso? Y me has oído llamarte.



La madre: He oído como, entre sueños, me llamabas.

Cavanosa: No tenés que tomarlo al pie de la letra.

La Madre: Pero esas llamadas me las destinas.

Cavanosa: Van dirigidas a la madre que tenía, cuando de niño, en la cama, esperaba sin dormir, con la luz apagada, a que vinieras a darme un beso. Temblaba en lo oscuro respirando la sombra, cerrando mi impaciencia en una piedra de plomo que oprimía mi vientre excitado

La Madre: Sigo siendo la misma.

Cavanosa: ¡Sos diferente!

La Madre: Hiéreme ahora, dime vieja, escarba y profundiza sin piedad la herida que llevo en el corazón.

Cavanosa: No comiences de nuevo el folletín, te lo ruego.

La Madre: Hijo mío , es cierto que llevo una herida, o como la quieras llamar, en el corazón. No soy moderna como vos, sólo sé expresarme como mis pobres padres, más anticuados aún que yo, me enseñaron todo.

Cavanosa: También conozco ese número

La Madre: Todo lo tenés que conocer. No te oculté nada. (Silencio). Pero, hijo mío, decía que te había visto hacer algunas cosas.

Cavanosa: ¿A qué te referís?

La Madre: ¿Qué hacés con las muñecas?

Cavanosa: ¡Jugar!

La Madre: ¿Aqué?

Cavanosa: A...¡jugar!.

La Madre: ¿ Y no las besabas alguna vez?

Cavanosa: Te ruego que....

La Madre: Besás a las muñecas. Tenés una “favorita” por temporada. (Señala a una muñeca). Ahora es ésta. ¿M equivoco?

Cavanosa: ¿a dónde querés llegar?

La Madre: Sé que las besás apasionadamente.

Cavanosa: Estoy en mi derecho: son mías.

La Madre: Las besás con más amor que a mí, que soy tu madre. Y les hablás y les contás tus cosas.

Cavanosa: Es un juego.

La Madre: Y mientras tanto las acaricias, ¿también es un juego?

Cavanosa: también.

La Madre: ¿Es un juego el que les acaricies el vientre y que lleves tus manos al tuyo?

Cavanosa: Dejame en paz. No me hables más.

La Madre: ¿Te molesta oir la verdad? Prefieres darme el espectáculo grotesco de ver a mi hijo acariciado por las manos de una muñeca, el espectáculo de tu justificación.

Cavanosa: No tengo porque justificarme.

La Madre: ¿Y qué hacías con ésa (señala a una muñeca) entre las sábanas? Me temo lo peor.

Cavanosa: Nada.

La Madre: En vez de hacerle un agujero te basta con apretarle los muslos.

Cavanosa: No es cierto, y nunca será cierto.

La Madre: ¿sólo utilizaste sus manos?

Cavanosa: Sí, sólo.

La Madre: Me alivia oírtelo decir.

Cavanosa: Querés que sea virgen. Lo seré.

La Madre: Hijo de mi alma, piensa un poco más en mí. Yo soy quien siempre te ha cuidado y te ha atendido. Con lo delicado que estás de los pulmones. Siempre he estado al pie de tu cama cuidando el más mínimo de tus catarros. Todo este regimiento de putitas (señala a las muñecas) ¿qué podrían hacer todas ellas por vos? Decime que me querés.

Cavanosa: Te quiero.

La Madre: Eso es lo que decis, y , sin embargo... Conmigo sos pasivo, y con éstas.... Mirá esa muñeca, y ésa, y ésa (las señala) ... Dales la vuelta, ponelas de espaldas, separalas de la pared.

Cavanosa: ¿Qué me querés decir?

La Madre: ¿Pensás que estoy en BABIA?

Cavanosa : Decime todo lo que tengas que decirme.

La Madre: ¿Te da igual?

Cavanosa: Quiero acostarme.

La Madre: ¡Hipócrita!

Cavanosa: ¿Por qué?

La Madre: Te hablo de estas muñecas y me decís que tenés sueño.

Cavanosa: Te aseguro que no las reconozco. Cada temporada sólo tengo una o dos presentes, y olvido a las demás.

La Madre: ¿Y te olvidaste que a esas las azotaste hasta destrozarles la piel? ¿Lo olvidaste?

Cavanosa: Creo que me acuerdo.

La Madre: Y te diré con que látigo. Con ese (señala uno sobre la cómoda)

Cavanosa: Las muñecas son mías.

La Madre: ¿Y olvidaste también que a esa la tenés encadenada? (La señala)

Cavanosa: No.

La Madre: ¿Qué delito cometió? No cometió ninguno. Sólo querés que sufra como vos sufrías.

Cavanosa: Porque me torturabas.

La MADRE: Te torturaba porque te quería educar y porque te quiero.

Cavanosa: También yo quería a la muñeca.

La Madre: Y a mí ¿no es así?

Cavanosa: Si.

La Madre: Y, sin embargo, nunca me encadenaste ni me azotaste.

Cavanosa: Nunca me atreví.

La Madre: Con ellas sí te atreviste.

Cavanosa: Además, a vos no sé si te habría gustado.

La madre: Qué sabés!!!

Cavanosa: No había pensado en ello.

La Madre (en otro tono, muy dulcemente) : Pobre hijo mío. Buscando fuera lo que puede tener en casa. Una madre es un mártir, sólo vive para su hijo. Déjate querer y quiéreme. Podríamos formar la pareja más perfecta de la tierra. Te cuido, te alimento, te lo hago todo. He sacrificado toda mi vida y me juventud. Nunca me has visto salir, ni ir de un lado para el otro buscando diversiones. He sido tu esclava. Pendiente de tus menores caprichos. Hijo mío, vení. Siéntate encima mío como cuando eras bueno. No seas rencoroso. Dejame que te mime, que te arrulle.

(Se sienta en sus rodillas)

La Madre: ¡Qué feliz soy! Saberte junto a mi corazón. En mi regazo. Déjame que sueñe y que imagine una vida en que los dos vivamos siempre juntos en la misma habitación.

Cavanosa: Mamá...

La Madre: No digas nada. Que sea yo quien lo diga todo. Vos, escuchame y descansá. Tenés que estar muy cansado; todas las noches te acostás a las tantas de la noche. Y no sé de donde venís. Tenés ojeras. ¿Estás enfermo? ¿Te sentís mal?

Cavanosa: Un poco cansado.

La Madre: Siempre tan intranquilo, buscando no sé qué. Un día tendrás mis años y mi experiencia. Entonces sabrás que la vida no te puede dar nada, y menos lo que tanto buscás. Y que todo eso que quieres experimentar no te puede hacer nada más que daño. No sos como los demás, lo sabés. Nunca te he ocultado tus defectos ni tus cualidades, Además sos muy nervioso y capaz de cualquier locura, tenés que vigilarte. La pasión siempre te ha llevado a hacer los actos más irreflexivos. No hace muchos años, antes de dedicarte a salir de noche, cuando sólo me querías a mí, eras capaz de todo: un día fusite a un tejado a robar tejas para hacerme con ellas un trono. ¿Te acordás?

Cavanosa: SI.

La Madre: Otro día te escapaste para ir al cementerio y me regalaste un atúd pequeño blanco. ¡Cómo me querías! ¿Me querés ahora lo mismo?

Cavanosa: Ahora es otra cosa.

La Madre: ¡Ay, hijo mío, que cruel sos conmigo!

Cavanosa:Dejame. (Se levanta de su regazo)

La Madre: ¿Te estorbo?

Cavanosa: Quiero dormir y...

La Madre: Decilo: “y quiero quedarme solo”.

Cavanosa: Si.

La Madre: No hace tanto tiempo te quedabas escondido encima del armario como un gato para, según decías, verme andar mientras me creía sola. ¿Te acordás?

Cavanosa: Si.

(Se levanta. Va a la cómoda y saca un ataúd pequeño)

La Madre: ¿Qué hay dentro de este ataúd?

Cavanosa: La muñequita.

(Abre el ataúd y aparece la muñequita con la cabeza cortada).


La Madre: ¿Por qué tiene la cabeza cortada?

Cavanosa: ...jugando...

La Madre: Yo misma te vi como le estrujabas la cabeza, mientras discutías violentamente.

Cavanosa:¡Pobre muñequita!

La Madre: ¿Vas a llorar?

Cavanosa: La quería mucho...la tuve que matar.

La Madre: Pobrecito, hijo mío del alma, qué desgraciado sos.

Cavanosa: Vos me enseñaste a serlo.

La Madre: Procuré que seas feliz.

Cavanosa: Me trataste como a un monstruo.

La Madre: ¡Sos un monstruo!

Cavanosa: No soy un monstruo.

La Madre: Mirate en el espejo.

Cavanosa: ¿Qué me dirá el espejo?

La Madre: Te dirá lo que eres.

Cavanosa: Soy como me hiciste vos, salí de tu vientre, soy tu criatura.

La Madre: Ahora seré yo la culpable.

Cavanosa: Claro que sí.

La Madre: Mirame ¿Cómo podía suponer que iba a tener un monstruo de hijo?

Cavanosa: (a gritos) No soy un monstruo, no soy un monstruo, no soy un monstruo.

La Madre: ¿Qué eres entonces?

Cavanosa: Tengo algunas deformidades físicas, eso es todo. ¿Te molestaría que fuera normal?

La Madre: Lo que tengo que oír a mis años, y después de lo mucho que he hecho por ti.

Cavanosa: Intentaste hacerme creer que no soy como los demás.

La Madre: Si no sos ridículo ¿por qué los chicos del colegio se reían de vos y te insultaban?

Cavanosa: Son cosas de chicos.

La Madre: Pero que sólo te las hacían a ti.

Cavanosa: Con qué satisfacción lo decís. Sí, muy bien, ganaste.

La Madre: Un fracaso, el mayor que he tenido. Y el único culpable de él es tu padre.

Cavanosa: ¿Vas a sacarlo de nuevo a relucir?

La Madre: No lo conociste : era un monstruo repugnante.

Cavanosa:Yo me lo dijiste millones de veces.

La Madre: Sos su “vivo retrato”, a mí no te pareces.

Cavanosa: Y si era tan repugnante, ¿cómo es que te casaste con él?

La Madre: Tenía un rostro “atractivo”.

Cavanosa: Ya ves: se puede ser todo lo monstruoso que fue mi padre y casarse con una bella mujer como lo eras vos.

La Madre: Yo era las más linda. En aquella época, los hombres me rifaban.

Cavanosa: Pero te fuiste con él.

La Madre: Era muy hábil, era un tipo repugnante.

Cavanosa: ¿repugnante?

La Madre: Sabía muy bien que lenguaje emplear, teniendo en cuenta sus limitaciones físicas.¡Qué comediante!

Cavanosa: ¿Y vos te creíste la comedia?

La Madre: Si, claro. Yo fui su juguete, me trató con el egoísmo más inhumano; sólo se preocupó por experimentar conmigo, de darse cuanta hasta donde podía llegar. Entonces yo era muy niña; tenía la cabeza llena de quimeras, de sueños románticos.

Cavanosa: Luego fue una aventura romántica.

La Madre: Eso es.

Cavanosa: El amor loco.

La Madre: Si preferís llamarlo así.

Cavanosa: Lo ves, un monstruo.

La Madre: Y sólo por sus engaños..

Cavanosa: ¿Se parecía a mí?

La Madre: Si y no. Tenía los mismos rasgos que vos y, sin embargo, había un no sé qué que los diferenciaba.

Cavanosa:¿Cómo eran sus engaños?

La Madre: siempre daba la impresión que con él se jugaba abiertamente, sin trampas. Simulaba ir más allá de la verdad, y no dudaba en presentarse tal cual era e incluso, a menudo, se “adornaba” con los más horribles defectos. Era una manera de seducir que se basaba en llegar a lo absoluto de lo degradante. Se presentaba como campeón de todo lo bajo. Daba la impresión de ser tan vulnerable, tan solitario, tan necesitado de amor...Y yo era una chica que nunca había salido de las faldas de mi madre; no tenía ninguna experiencia y sus engaños me embaucaron.

Cavanosa: ¿Cuándo comprendiste la verdad?

La Madre: Más adelante. Lo llegué a conocer, a pesar de lo poco que vivimos juntos. A vos también te conozco. En cuanto llegaste, por la forma que me miraste, comprendí que querías matarme.¿Y con qué me vas a matar?

Cavanosa: Con una navaja.

(Cavanosa saca del pantalón una gran navaja)

La Madre: Eso me temía. Con una navaja. Cinco horas de agonía. Es así como tratás a tu propia madre.

(Al volverse, Cavanosa intenta darle un navajazo pero no se atreve. Su madre se da cuenta y se vuelve.)

La Madre (frenética): ¡Matame, matame, matame! (llorando desconsoladamente): ¡Qué desgraciada soy, qué desgraciada soy!

(Llora. Silencio de nuevo)

La Madre No me hagas sufrir.

Cavanosa: Me voy a ir para siempre de acá.

La Madre: Cortarás con todo: conmigo, con la casa....., a ver si, por fin, puedes cortar con vos mismo.

Cavanosa: Podré.

La Madre (violenta) Besame.

Cavanosa: Soltame, te digo. Me hacés daño. Me estás clavando las uñas.

La Madre: Soy tu madre.

Cavanosa: Tus uñas me van a hacer sangrar.

La Madre: Sos mi prisionero. ¿Qué podés hacer contra mí? Decime.

Cavanosa: Soltame.

La Madre: Antes te daré un beso.

Cavanosa: Me hacés daño.

La Madre: Mejor dicho decime: “perdoname mamita querida”. ¿Me escuchás o no?

(Cavanosa grita. Su madre acaba, sin duda, de hacerle más daño)


Cavanosa: “Perdoname, mamita querida”.

La Madre: Y, ahora te besaré yo.

(La Madre besa a su hijo en la boca. Cavanosa chilla. La sangre brota de sus labios. Lo suelta por fin. Cavanosa saca su pañuelo y se seca la sangre de los labios)


La Madre (con violencia): ¡Pobre de mí! ¡Pobre de mí! ¡Qué desgraciada soy! ¡Qué cruel es la vida conmigo! ¿Qué pecados cometí para que Dios me castigue así?


(Largo silencio)

La Madre: Decí que no tenés ninguna amiga.

Cavanosa: No, no tengo ninguna amiga.

(Pausa. La Madre va al balcón)

La Madre (encolerizada) ¿Y quien es ésa, ésa que está ahí abajo mirando inquieta hacia esta ventana? ¿Por qué le dijiste que me habías matado?

Cavanosa: No sé.

La Madre : ¿Querías acostumbrarte a la idea?

Cavanosa: Quizás.

La Madre: Y quizás también querías su colaboración.

Cavanosa: ¿No podría yo solo?

La Madre: Acabás de ver que no podés.

Cavanosa: no quise.

(Silencio. )

Cavanosa: ¿Para qué querés que me quede a acá? ¿para espiarme día y noche?


(Largo silencio)

La Madre: No diré nada más que pueda molestarte, hijo mío. Ya que te vas con esa mujer, quiero que te quedes con un buen recuerdo de mí. Decime que te quedará un buen recuerdo (Pausa) ¡Cómo me hubiera gustado que fueras homosexual! Lucharía contra un hombre. Son más puros que las mujeres, no piensan en el dinero (Silencio) ¿Qué hay en la cama?

(Va hacia la cama. Él se interpone)

Cavanosa: No toques mi cama.

La Madre: ¿Qué miedo tenés? ¿Qué hay debajo del edredón?

(Burlando su vigilancia, La Madre, levanta el edredón por una esquina. Aparecen unas piernas. Él las tapa.)

La Madre: ¡Unas piernas!

Cavanosa: Si, unas piernas.

La Madre: ¿De mujer?

Cavanosa: No, de una muñeca. Andáte. Dejáme.

(La Madre se dirige a la puerta)

La Madre: Adiós, hijo mío, que seas muy feliz. Voy a acostarme. No quiero ser testigo de tu perdición.

(Sale la Madre. Cavanosa va al balcón. Mira a la calle largo rato. Se dispone a apagar la luz. Duda mirando hacia la calle. Va a la muñeca que besó al entrar y la besa de nuevo. La acaricia. Vuelve al balcón. Mira. Apaga tres veces la luz y, por fin, la deja apagada. Gimotea con la cara hacia la pared. Llaman a la puerta con suavidad. Se seca las lágrimas. Se mira detenidamente en un espejo y ríe. Llaman de nuevo a la puerta. Cavanosa enciende la luz y abre la puerta. Entra Sil.)

Sil: Creí que te habías olvidado de mí.

Cavanosa (con suavidad): No me hable .

(Largo silencio)


Cavanosa (casi poético): Siéntese aquí, que la vea, que sienta el mediodía perfecto, la noche ciega, la luz sin espinas.

(Sil se sienta en una silla muy baja)


Cavanosa: ¿Me permita que la peine?

Sil: ¡Qué alegría!

Cavanosa: No me hable. (Con suavidad). No me haga romper el encanto, mueva sólo la cabeza para contestarme. Construiré copas de telas de araña para su pubis y lirios de hierro para sus labios entreabiertos. (La peina con cuidado).¿Lo hago bien?

(Sil afirma con la cabeza)

Cavanosa: La he llamado porque quería peinarla. (Recoge sus cabellos en un moño de modo que la deja peinada casi como un hombre)
(Sil asiente. Cavanosa, con un pañuelo, le limpia los labios)


Cavanosa: Le voy a hacer un regalo.

(Va a la cómoda y saca un ataúd pequeño, se lo pone en el regazo y le coloca las manos encima)


Cavanosa: Por favor, no se mueva. Déjeme que la coloque como quiera, que conserve el planeta distante y el ojo de pez que asoma tras la timidez de las manos.

(Le sube las faldas. Mira de lejos para juzgar el efecto, como si estuviese pintando un cuadro)


Cavanosa: Este collar que lleva no me gusta.¿Puedo ponerle otro?

(Sil asiente con la cabeza. Le quita el collar y le pone otro de clavos que ha sacado de la cómoda)


Cavanosa: Mire hacia allá. Es usted la imagen de la dicha que dialoga con la hermosura de la montaña.

(Sil obedece: queda de perfil. Él la contempla)


Cavanosa:¡Oh, este moño...!

(Saca de la cómoda una peluca de hombre. Se la pone. Sil parece un hombre. Le quita los pendientes)

Cavanosa: Así está mejor. (Contempla y juzga el efecto). Este traje....

(Se lo quita con cuidado y le pone una especie de bata hasta morada, con una cuerda por cinturón. Sil se deja hacer.)


Cavanosa: No, el ataúd no le sienta bien.

(Le cambia el ataúd por una especie de caña que le pone entre las manos)

Cavanosa: Este collar tampoco le va.

(Le pone una corona de espinas. Ella grita dulcemente)


Cavanosa (con dulzura): ¿Le hice daño?

(Sil niega con la cabeza y sonríe)

Cavanosa: Los zapatos.

(Le quita las medias y los zapatos de tacón y le pone unas sandalias. Mira el efecto embelesado, como en éxtasis)


Cavanosa: Resulta bien.

(La mira de todos los ángulos)

Cavanosa: ¿Me permite que la bese?

(Sil asiente. Cavanosa se acerca para besarla. Se detiene antes de llegar)


Cavanosa : No rompa el encanto, no diga nada. No diga nada. Una inmensa mariposa aspira a su boca, a su flor tranquila. (Pausa. La contempla).Déjeme ver su lengua cómo surge de la espuma y del calambre, y que provoque mi calambre y mi espuma.

(Sil abre la boca y saca la lengua. Cavanosa la coge con mimo entre los dedos y la contempla y la cambia de posición)


Cavanosa: Lengua murmullo, lengua espada, lengua primavera, lengua de cielo raso dispuesta al abandono y a la violación..
(Le mira después con detalle, las orejas, los párpados, las pestañas. Todo lo mira y toca con mimo. Se inclina sobre su boca)

Cavanosa: Dígame una palabra. ¡Espere! ¡Cuidado! Diga, por ejemplo, pero muy despacio, vo-lu-bi-lis.

Sil: (mientras él observa de cerca su boca) Vo-lu-bi-lis.

Cavanosa: Diga ahora “si”.

Sil: Si.

Cavanosa: Otra vez , vo-lu-bi-lis.

Sil: Vo-lu-bi-lis.

Cavanosa: Qué bonito hace.

(Da vueltas en torno a ella y la mira por todas partes)

Cavanosa: (desde arriba): Camine por la habitación pero sin mirarme.

(Sil lo hace)

Cavanosa: No mueva las manos. (Cavanosa la mira en éxtasis). Siéntese ya.

(Sil se sienta. Cavanosa baja del armario)

Cavanosa: Hábleme ya ...pero poco.

Sil. Si.

Cavanosa:¿No lamenta haber venido?

Sil: No.

Cavanosa: Mire: quiero que vea que mi proyecto se puede cumplir.

(Saca un cochecito de niño; una gran cadena arrastra por el suelo. Lleva el coche junto a ella)

Cavanosa: Déjeme ver si cabe dentro.

(Sil entra. Cavanosa , muy alegre da vueltas, con ella dentro, en torno a la habitación)


Cavanosa: No está paralítica.¡Cuánto lo siento!

Sil: ¿Lo siente?

Cavanosa: Podría conducirla mejor.

Sil: Me dejaré conducir de cualquier manera.

Cavanosa: (soñador): A los hombres que pasen les enseñaré sus muslos.

(Levanta su bata morada y descubre los muslos de Sil)

Cavanosa: Y usted, ¿qué haría por mi?

Sil: Cualquier cosa.

Cavanosa: Dígame algo.

Sil: Pues quererlo mucho.

Cavanosa: Diga algo concreto.

Sil: Pues...

Cavanosa: ¿Me colgaría del techo para besarme?

Sil: No podría.

Cavanosa: ¿No se le ocurre nada?

Sil (por fin comprende; con tono falso): Le compraría un ataúd de juguete y una muñeca.

Cavanosa: ¿De verdad?

Sil: Si, de vedad.

Cavanosa: Nos iremos a un país de Oriente, ¿le parece?

Sil: Muy bien.

Cavanosa: Allí nadie se daría cuenta de que soy un monstruo; a los de aquí les parecemos feos todos...

Sil: Yo lo encuentro muy bello.

Cavanosa: No la oí.

Sil: ¿Puedo salir del carrito?

Cavanosa: ¿Se encuentra mal?

Sil: Un poco justa.

Cavanosa: Salga.

Sil: ¿Le molesta?

Cavanosa: No.

(Sil sale, se sienta en la sillita e intenta poner exactamente la misma postura que antes)

Sil: ¿Estoy bien así?

Cavanosa: (ausente) Da lo mismo.

Sil: ¿Qué debo decir?

Cavanosa: Que tiene celos de ellas.

Sil: ¿De unas muñecas?

Cavanosa: (encolerizado): Carece usted de toda...Son mis compañeras. Salta a la vista que nunca podré preferir una mujer a ellas.

Sil: No sabía.. Pero si es así, estoy celosa.

Cavanosa: ¿A cual quiere martirizar? ¡Qué humillación para la pobre!

Sil: No sabría decirle...

Cavanosa: Azote a ésta (le tiende un látigo)

Sil: ¿Cómo hay que hacer?

Cavanosa: Con odio.

Sil: ¿Con odio?

Cavanosa: Sí. Con ella dormí todas estas últimas noches.

(Sil la azota lo mejor que puede)

Cavanosa: Más fuerte, más fuerte. Así.

(Cavanosa coge el látigo y azota despiadadamente a la muñeca hasta caer agotado)


Cavanosa: ¿Y ésta?

Sil: ¿Una muñeca en su cama?

(Levanta por completo el edredón. Aparece el cadáver de una bella mujer, vestida exactamente como Sil)


Cavanosa: Una muñeca de carne y hueso. (Ríe histericamente)

Sil: ¿Qué hace en su cama?

Cavanosa: La maté.

Sil: ¿Qué delito cometió?

Cavanosa: Pasar una noche conmigo.

(Cavanosa va hacia la muerta y la besa apasionadamente). Luego la coloca sobre una estera, en el suelo)

Sil: ¿La mató usted mismo?

Cavanosa: Si, yo. La estrangulé con mis propias manos.

Sil: Tiene unas esposas.

Cavanosa: Preferiría que se supiera inmóvil.

Sil: ¿La mató a traición?

Cavanosa: No, se dejó.

Sil: ¡Pobre mujer! ¡Morir así!

Cavanosa: Pongamos , por ejemplo, que murió mientras me abrazaba, en el momento inmediato a su orgasmo. ¿Qué más podía pedirle a la vida?

Sil: Seguir viviendo.

Cavanosa: ¿Para qué tanta crueldad? Fue feliz y luego sería desgraciada, ¿para qué dejarla seguir viviendo?

Sil: Es un punto de vista...

Cavanosa: (muy amoroso): Arriesgo mi vida con tal que una mujer no sea desgraciada.


Sil: tiene heridas en la frente.

Cavanosa: Le había puesto una corona de espinas.

Sil: ¡Pobre mujer!


(Él está nervioso. Tras varias tentativas, ella le toma la mano)


Cavanosa: Me tomó la mano.

Sil: Me siento muy feliz así.

(Hablan tomados de las manos)


Cavanosa: Me está acariciando el brazo.

Sil: Soy feliz.

(Sil lo abraza sin llegar a besarlo)

Cavanosa: Dígame la verdad: ¿me quiere?

Sil: Sí, con locura. Escuche la saliva de mis manos, la oración de mi ceguera y el clamor de mis senos.

Cavanosa:¿Está enamorada de mí?

Sil: si.

(Sil lo abraza en la cama, con mucha fuerza, intentando besarlo)

Sil: Quiero morir. Ponga sus manos en mi cuello.

(Lo hace)

Sil: Apriete fuerte.

Cavanosa: ¿No quiere nada antes?

Sil: Que me bese.

Cavanosa: Todas me piden lo mismo.

Sil: Seré como las demás: un número más.

(Sil besa a Cavanosa)

Cavanosa: Llegó la hora.

Sil: Déjeme que bese las manos que me van a matar.

(Besa las manos de Cavanosa. Cavanosa aprieta con sus manos el cuello de Sil)

Sil: Apriete. Hágame daño. Más fuerte. Hágame daño (chilla). Así , más fuerte, más fuerte. Mátame, mátame, mátame..

(Gime. Cavanosa le aprieta el cuello cada vez más fuerte. Sil ya no puede hablar. En ese momento alguien llama con fuerza en la puerta de abajo mientras cae el)




TELÓN





































SEGUNDO ACTO


Primer Cuadro




(Instantes después. La misma situación que al terminar el acto anterior. Llaman a la puerta. Cavanosa está con las manos en el cuello de Sil. Se incorpora. Mira a todas partes “como intentando comprender”)

Cavanosa (susurrando): Mamá, mamá.

(Llaman de nuevo a la puerta. Cavanosa está con las manos en el cuello de Sil. Se incorpora. Mira a todas partes “como intentando comprender”)

El Amante: ¿Qué hizo?

Cavanosa (tranquilo): La maté.

El amante: Está loco, loco, loco.

(El amante se acerca a Sil, la toma en sus brazos. Parece muerta, le da varios cachetes en la cara. Parece muerta como si quisiera volver en sí. Comienza a respirar. Abre los ojos)

El Amante: Soy yo, no te preocupes, te defiendo. Te defenderé de este pobre loco.

(Cavanosa, hundido en un sillón, parece decir algo que no se le oye)


El Amante: ¡Quítele esas esposas!

(Cavanosa parece ajeno a todo, medio despierto, medio en sueños. Se humilla. No quiere tomar parte en la “farsa” de una “conversación de sociedad”. Parece cansado)


El Amante: Pero ¿qué está esperando? Deme las llaves

(Cavanosa, le da las llaves no pudiendo contener la risa)

Cavanosa: Tenga (ríe). Discúlpeme, no lo puedo resistir.

(El Amante, por fin, libera a Sil de las esposas. Ésta vuelve poco a poco a la realidad)

El Amante:¿Es usted el que le puso este bonete?

(Tira al suelo la corona de espinas)

Cavanosa: No es un bonete, es una corona de espinas.

(La recoge con mucho mimo y la coloca en un cojín)


Cavanosa: ¿No le parece bonita?

El Amante: No estoy loco.

Voz de la Madre: (muy triste): Hijo mío, ¿te están insultando?

El Amante: ¿Quién habla?

Voz de la Madre: (muy triste) No sé , cualquiera de mis amantes.

El amante: ¡Qué repugnancia me causa!

(Sil recobra completamente el conocimiento)


Sil: Ay, ay, me duele (se frota el cuello)

El Amante: No te preocupes. Estoy con vos.

Sil: ¿Qué hacés acá?

El Amante: Imaginé que te podía pasar algo y te seguí.

Cavanosa: Un caballero siguiendo a una señorita.

El Amante: Cállese.

(El Amante reconforta a Sil. Cavanosa se pone en cuatro patas junto a él, sin moverse)


El Amante: ¿Qué hace aquí?

Cavanosa: Estoy a su servicio, soy un burro, siéntese encima de mí.

El Amante: Pobre loco.


(Cavanosa se incorpora)


Cavanosa: ¿Quién es esta señorita?
El Amante: No se haga más loco de lo que está.

Cavanosa: A esta señorita la conozco o debería conocerla.

Sil: Fui muy feliz.

El Amante: Intentó matarte.

Sil. Yo se lo pedí.

Cavanosa: Mamá, ¿dónde estás?

Voz de la Madre: Hijo mío, no dejes que te insulten.

Cavanosa: Mamá, siempre me dejás solo.

Sil: No está solo.

Cavanosa: No está solo. Habla o creo que habla? (Al amante) ¿Puedo regalarle un ramo de tomillo?

El Amante: En su ambiente me ahogo, me ahogo.

Cavanosa: Mamá, ¿dónde estás?

El Amante: Aire, aire, que me ahogo.

Cavanosa: (a Sil) ¿Quiere que juguemos al ajedrez?

Sil: si.

Cavanosa:¿Sabe mover las fichas? El caballo se mueve...

Sil: Lo quiero locamente.

Cavanosa: (al amante) ¿Cómo se mueve el caballo?

El Amante: Cállese , asesino.

Sil: No lo llames asesino.

El Amante: Es un asesino, intentó matarte.

(Cavanosa hace ejercicios de equilibrio: intenta permanecer cabeza abajo)


Sil: Yo se lo pedí.

Cavanosa: (que ya logró ponerse cabeza abajo) ¿Sabe ponerse así? Mire que difícil.

El Amante: ¡Qué grotesco!

Voz de la Madre: Hijo mío, no dejes que te insulten.

Sil: ¡Formidable!

El Amante: Es un loco.

Sil: Es libre.

El Amante: Ridículo

Sil: Abrí los ojos.

Cavanosa: Por favor, señor, ¿quiere excusar mi crimen?

El Amante: Juegue a fondo su papel. Es el que le conviene para salvarse.

Cavanosa: Mamá, protégeme.

Sil. Yo lo protegeré.

Cavanosa: ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Jugamos al ajedrez?

Sil: Enséñeme.

El Amante: No empieces.

Sil: Quería ser su víctima de esta noche y vos no me lo permitiste. Te odio.

El Amante: Te salvé la vida.

Sil: Impediste que fuera feliz muriendo entre sus manos como las demás.

El Amante: ¿Cómo las demás?

Sil: todas las noches mata a la mujer que seduce en una apoteosis de amor.

El Amante: Te dejás llevar por sus historias y mentiras.

Sil: ¿Qué mentiras?

El Amante: Eso de que mate todas las noches a una mujer.

Sil: Es mentira, ¿eh? Pues bien, voy a mostrarte el cadáver de la última que estuvo. Está detrás de este biombo.

(El Amante se acerca al biombo y lo quita. No hay nada detrás)

Sil (inquieta) : ¿Qué quiere decir esto?

Cavanosa (ausente) : Quiere decir, quiere decir, querrá decir, ¿Se lo canto? ¿Lo cantamos a coro?

El Amante: ¿Era esta tu demostración?

Sil: No entiendo.

El Amante: Está muy claro.

Sil: Yo la puse ahí. No estoy loca. Ya la llevé, y ví como él le quitaba las sandalias y las ponía en este cajón.

El Amante: ¿Insistís?

Sil: Miralo.

(Se precipita al cajón de la mesita. Lo abre. Estupor)

Sil: Esto es imposible.

El Amante: Tuviste una noche muy agitada.

Sil (a Cavanosa) : Por favor, diga que es cierto.

Cavanosa: ¿Tengo que ayudarla?

Voz de la Madre: No te dejes insultar, hijo mío.

Cavanosa: Mamá, ¿por qué me insultan, por qué?

El Amante: Acá nadie lo insulta. Lo compadecemos.

Sil (a Cavanosa): Se lo ruego.

El Amante: No te humilles hasta este punto. Me das asco.

Sil (a Cavanosa): Rompí la ceremonia ¿no es eso?

Cavanosa: Mamá, ¿dónde te metiste? (La busca)

El Amante: Lo ves, no necesita una esposa, necesita una madre. (Pausa. Conciliador) La verdad es que estuve un poco brusco con usted. Compréndame: creía que la iba a matar. Pero quisiera saber qué piensa, por qué actúa, cómo lo hace. No digo ahora, sino siempre.

Cavanosa: Se trata, de hablar, y no de jugar al ajedrez.

El Amante: Créame, le hablo en serio,. Incluso me gustaría ayudarlo si fuese posible.

Cavanosa: (con sinceridad): Muchas gracias.

(Lleno de sincera humildad le besa las manos)

El Amante: Por favor, por favor.

Cavanosa: Sabe, ayer soñé con usted...

El Amante: Ya me contó su sueño.

Cavanosa: ¿Puedo volvérselo a contar?

El Amante: Ya lo conozco.

Cavanosa: Puedo hacer transformaciones importantes.

El Amante: ¿Se burla de mí?

Cavanosa: “Mamá, ¿puedo hablar?”, (Silencio prolongado). “Es algo que me maravilla”. Sueño, por ejemplo (piensa), que la gente se ría de mí a carcajadas y parece, lo veo muy bien, que están esperando que ocurra una catástrofe. Continúo andando y la gente se ríe cada vez más y hasta oigo cómo algunos, ahogados por la risa, dicen: “El monstruo se va a matar”. No comprendo cómo es que me voy a matar, y sigo andando hasta que ,por fin, me doy cuenta de que estoy andando al borde de un peligroso precipicio.

(Silencio crispado)

El Amante: No veo por qué me cuenta este sueño.
Cavanosa: Para mí es algo incomprensible.

El Amante: Los sueños siempre son incomprensibles. La imaginación de cada cual da rienda suelta...

Cavanosa: No la mía, en este caso. Dese cuenta de que sueño que la gente se ríe y que la gente sabe que me voy a matar; pero yo lo ignoro y sólo lo sé al final del sueño. Por lo tanto, los que se reían no eran criaturas mías ya que ellos sabían algo que yo sólo adiviné más tarde.

El Amante: Comprendo que el problema lo preocupe. Pensar que alguien le dicta su sueño y usted es su víctima es algo inquietante.

Cavanosa: Por eso me llenaría de alegría : que alguien, al fin, se preocupe de mí, aunque solo sea en sueños, que me haga gozar con sus historias más o menos pánicas. “Mamá,
¿ pusiste azúcar en los palillos?

El Amante: (queriendo entender) El problema que usted planea...

(Cavanosa se pone en cuatro patas)

Cavanosa: Y ahora que hemos hablado de temas tan interesantes, ¿acepta sentarse encima mío?

El Amante: Le ruego que no empiece otra vez.

Cavanosa: Por favor, sólo una vez, un minuto. Un minuto tan sólo y luego haré lo que me diga.

El Amante: ¡Qué ocurrencia!

Cavanosa: Es lo único que le pido y lo único que le pediré.

El Amante: (sorprendido y aterrado) ¡Bueno!

(Se sienta de mala gana sobre él)

El Amante: Bueno, ya está bien.

Cavanosa: Un poco más por favor.

(Cavanosa hace un brusco movimiento y tira al suelo al Amante. Se precipita sobre él y lo inmoviliza con una llave de judo. El Amante intenta desprenderse. Cavanosa le aprieta más la llave. El amante chilla)


La madre: ¿Cómo hay tanta gente en casa a esta hora?

Cavanosa: Vienen a insultarme.

La Madre: y esa chica, ¿qué hace aquí?¿Qué hiciste con él?

Cavanosa: Me insultaba todo el tiempo. Tuve que atarlo.

La Madre. Hiciste muy bien, hijo mío.

Cavanosa: Mamá, ¿Te olvidaste de todo lo malo que te dije?

La Madre: Sí, hijo mío, ¿cómo no? La noche no te sienta bien. Te trastorna. Todo te apetece. Ya pronto llegará el día y la luz; y vos y yo nos veremos como somos.

(Cavanosa alisa la falda de su madre, la mordisquea)

Cavanosa: ¿Soy tu niño?

La Madre: Sí, sos mi niño querido.

Cavanosa: Si hubieras tenido más niños, ¿sólo me habrías querido a mí?

La Madre: Sólo a vos.

El Amante; ¡Basta!

Cavanosa: ¿Oíste? El señor se impacienta.

El Amante: Lo denunciaré.

La Madre: Sos la bondad en persona.

El Amante: Libérame, por favor. (A Sil). Las llaves están ahí. Libérame.

Sil (a Cavanosa): ¿Puedo liberarlo?

Cavanosa: (a su madre). ¿Te ayudo a hacer un solitario?

La Madre: Es muy sencillo, salieron todos los ases.

El Amante: ¿Qué tenés que preguntarle? Libérame, las llaves están ahí.
(Cavanosa se levanta ceremoniosamente, se dirige al Amante)

Cavanosa:. ¿Puedo contarle uno de mis sueños?

El Amante: Suélteme primero. Yo no supe, al principio, comprender todo su mundo. Y hasta fuí, por momentos, insoportable con usted. Creí que iba a matar a mi amiga, e incluso lo llamé asesino.

Cavanosa: Entonces hay motivos. (A Sil). Tome el látigo y azótelo.

(Sil va por el látigo)

El Amante: No haga eso... Usted es un monstruo.

La Madre: Hijo mío, no te dejes insultar.

Cavanosa: ¿Lo escuchaste mamá? Todos me odian.

(Sil se queda junto al Amante sin atreverse a nada)

La Madre (inquieta): Están sacando el cadáver de una mujer desnuda. Mirá.

(Cavanosa va a la ventana y mira)

La Madre: ¿Es uno de los tuyos?

Cavanosa: Sí, el de anteayer. Tenía que suceder algún día.

La Madre (a punto de llorar): No quiero que le pase nada al hijo de mis entrañas.

Cavanosa: Seguí jugando a las cartas.

(La coloca en una silla, con mimo. La Madre sigue con sus solitarios)

El Amante: Esto es insoportable. Pero, ¿qué espera para liberarme?

Cavanosa: Bueno, lo liberaré yo mismo.

(Lo suelta)

El Amante (encolerizado): Le debería pegar...pero me dá lástima.

La Madre: Hijo mío,¿es así como te lo agradecen?

El Amante:¡Qué pareja! De tal palo tal astilla.

Cavanosa: (agresivo): Fuera.

El Amante: No tiene que repetírmelo.

Cavanosa: Y llévese a esta puta.

El Amante: No insulte, ahora estoy libre.

La Madre: Te denunciarán.

El Amante: Señora, no soy de la policía.

La Madre: ¿Qué le ha hecho a mi pobre hijo?

Cavanosa: Antes de marcharse ¿puedo contarle uno de mis sueños?

El Amante. No me interesa. No quiero permanecer ni un minuto más en esta casa.

(Cavanosa se pone en cuatro patas)

Cavanosa: ¿Quiere sentarse encima mío? Sólo un momento.

(El Amante lo mira irritado)

El Amante (a Sil): Vení conmigo. Adiós.

(Sale el Amante. Cavanosa apaga varias luces, todo queda en la penumbra. Apenas se ve a la Madre en el rincón)

Sil: No supe entenderlo, no supe hacerlo feliz.

Cavanosa: ¿Quería de verdad hacerme feliz?

(Mientras le habla acaricia una de las muñecas. La besa)

Sil: Le resulto odiosa ¿no es eso?

Cavanosa: No.

Sil: Dígame que no terminó todo entre nosotros.

Cavanosa: ¿Qué quiere decir?

Sil: ¿Nos volveremos a ver?

Cavanosa: No.

Sil: ¿Nunca más? No quiero olvidar.

Cavanosa: Me quedaré aquí, solo, con mis muñecas y mi madre.

Sil: Yo también puedo pertenecerle.

Cavanosa: No.

(Silencio)

Cavanosa: Mamá, me quedaré con vos y las muñecas.

(Cavanosa terminó de vestir a la muñeca. Se acerca a su madre)

Cavanosa: (señalando a Sil): Mama, ¿te la puedo ofrecer?

La Madre: ¿Para qué?

Cavanosa: Para que la ates con las cadenas a tu cuarto. También podrás pegarle.

La Madre: Señorita, venga por favor.

(Sil se acerca)

Cavanosa: ¿Te va? (A Sil).: Muéstrele sus tobillos. (Sil lo hace). Y su espalda. (Lo hace).

La madre: ¿Me la regalás de verdad?

Cavanosa: Sí, mamá.

La Madre: ¿Para siempre?

Cavanosa: Si, mamá.

La Madre: Pero con una condición: no la volverás a ver. La llevaré inmediatamente a mi cuarto. Y escúcheme bien: permanecerá atada día y noche con las cadenas. A diversas horas del día le pondré la cadena larga para que haga mi casa y ponga el mayor orden en todo. ¿Me entiende?

(Sil hace un gesto afirmativo con la cabeza)

La Madre:. Cuando le pregunte una cosa responderá si o no, con la cabeza. Eso es todo.

(Sil hace”si” con la cabeza)


La Madre: Y no me responda, ni siquiera con la cabeza, hasta que no le haga una pregunta. Estas son las órdenes que le hago en mi nombre. En cuanto a mi hijo, le ordeno que lo olvide.

(Cavanosa adorna a su muñeca y la contempla)

La Madre: ya veo que va a ser difícil con usted. Está llena de resabios de tilinga mimada. Y, ahora, venga conmigo.

(Sil mira a Cavanosa)

La Madre (encolerizada): Nada de despedidas.

(La empuja y salen juntas de la habitación. La muñeca de Cavanosa ya está completamente vestida de novia. Cavanosa la mira entusiasmado. Da una vuelta a su alrededor y la besa. La toma del brazo como si estuviera en la boda. Va a un cajón y saca un sombrero de copa. Se mira al espejo. Vuelve a la muñeca. Se oyen los quejidos de Sil.
Cavanosa toma la muñeca por el brazo. Intenta avanzar con ella y la muñeca cae al suelo estrepitosamente. Ruedan las alhajas. Cavanosa la levanta, la mima, la besa, le frota las rodillas, y como a una recién casada, la lleva en brazos a la cama.
Se oyen los quejidos de dolor de Sil.
Cavanosa le quita, con cuidado las alhajas. La desnuda, prenda tras prenda, con lentitud y delicadeza.
Lejanos gritos de dolor de Sil.
Cavanosa la mete en la cama, desnuda. La besa. Apaga todas las luces.
Gemidos y gritos de dolor de Sil.
En la penumbra se puede distinguir cono Cavanosa va hacia la cama.
Oscuridad total)


SEGUNDO CUADRO

(La noche siguiente)

Voz de Cavanosa: Mamá, mamá.

(La luz vuelve poco a poco.
Cavanosa está sentado en el banco del parque. Junto a él un cochecito de niño; una cadena sale del eje de las ruedas para meterse en el cochecito. Entra Lys, con trenzas. Se sienta en el banco)

Lys: (con acento de inocencia casi caricaturesca al hablar):¿Espera a alguien?

Cavanosa. Hum....

Lys: Discúlpeme. Como lo veo sentado me pregunto si esperará a alguien.

Cavanosa: (tímidamente) No.

Lys: ¿No había llamado a su madre?

Cavanosa: ¿A mi madre? Es posible.

Lys: ¿La espera?

Cavanosa: No.

Lys: ¿Dónde está?

Cavanosa: (violento) Discúlpeme , señorita...

Lys: ¿Me llama señorita?

Cavanosa: ¿Por qué no?

Lys: ¿No soy una niña, una jovencita?

(Silencio)

Lys: Estoy un poco inquieta.

Cavanosa: ¿Por qué?

Lys: Es la primera vez que hablo con un hombre...

Cavanosa: ¿Soy yo “un hombre”?

Lys. No es una mujer, ¿verdad?

Cavanosa: ¿No le parece que ya es suficiente? Lárguese.

Lys: ¿Lo molesto?

Cavanosa: Si.

Lys: No hice nada malo.

Cavanosa: ¿Qué busca?

Lys: ¿Quiere que le diga la verdad?

Cavanosa: Diga.

Lys: Mire, me escapé de mi casa hace un rato. Quería conocer un hombre, saber cómo habla , qué dice, cómo es; y lo encontré a usted, por eso le hablo. Me siento en vilo, a ciegas y con la alegría de la luna. Déjeme que sea su amiga, le contaré mis cosas y usted las suyas.

Cavanosa: ¿No estará harta de contar mentiras?

Lys: Es la verdad, créame. Arriesgué mucho. Si mi madre se entera lo que va a armar. Me tiene siempre encerrada en mi cuarto, por las noches, para que no me escape, ata su pierna a mi tobillo con esta cuerda. Mire. La corté yo misma.

(Muestra su tobillo)

Lys: Dice que me voy a ir con hombres. Por eso nunca me deja salir. Por la mañana, cuando se despierta, como tiene miedo de que me haya escapado por la noche, me huele entre las piernas. No sé por qué. ¿Cree que se dará cuenta esta noche?

Cavanosa: Si se despierta...

Lys: Eso pensé yo. Pobre de mí, lo que me va a pegar...

Cavanosa: Se lo merece.

Lys: ¿Fui mala, verdad?

Cavanosa: Si.

Lys: (delirando de alegría) ¡Qué lindo es hablar con un hombre! Me gusta mucho. La esperanza circula como los siglos de las torres.

Cavanosa: ¿Nunca vió un hombre?

Lys: Bueno, hasta los siete años que hice mi primera comunión, mi madre me dejaba ir con ella a misa los domingos pero desde entonces ni eso.

Cavanosa: Dígame, ¿qué le parezco?

(Se levanta y evoluciona grotescamente en torno a ella)

Lys : ¡Uy!, raro.

Cavanosa: Muy raro. ¿Anormal?

Lys: Muy diferente.

Cavanosa: ¿De los demás hombres?

Lys: No recuerdo bien. Muy diferente de mi madre. Hace muy lindo todo.

Cavanosa: ¿Yo hago lindo?

Lys: Claro. Una cosa que me gusta mucho es verlos pelos que tiene por los brazos, como brillan.

Cavanosa: ¿Le recuerdo a su padre?

Lys: No conocí a mi padre. Usted no es tan viejo como mi madre. Ella tiene muchas canas y va vestida toda de negro y lleva las faldas hasta los pies.

Cavanosa: ¿Y qué hace con ella todo el día?

Lys: Pintamos muñecas grandes. Toda la casa está llena de muñecas. A mi madre le traen por la mañana un montón y tenemos que pintarles los labios y las mejillas y los ojos para que queden más lindas. Y luego, por la noche, se las llevan.

Cavanosa: ¿Saben pintar?

Lys: No, pero es fácil. Ponemos un poco de pintura dónde está señalado y listo. Siempre lo mismo. A veces nos tenemos que quedar hasta altas horas de la noche. Vamos muy de prisa. También hacemos látigos y tambores.

Cavanosa: ¿Me deja que le acaricie las rodillas?

(Cavanosa le acaricia las rodillas)

Lys: Uy! Dá mucho gusto. Titila en mí un mar de espigas y tiemblan los prodigios. Una muchedumbre de cisnes minúsculos me roza los poros. Si quiere le acaricio las suyas.

Cavanosa: No.

Lys: ¡Qué bien se está con usted!

Cavanosa: Quiero que sepa que no soy un hombre como los demás.

Lys: Mi madre me había prometido que si era buena, para Navidad me llevaría a la Iglesia. Y yo pensaba que sería un día maravilloso, porque quizás un hombre se sentaría al lado mío y podría verlo de cerca.

Cavanosa: ¿Quiere ayudarme?

Lys: Desde luego.

Cavanosa: Quiero que mate a mi madre.

Lys: ¿A su madre...yo?

Cavanosa: Si. Yo lo intenté varias veces, pero nunca pude hacerlo.

Lys: Pero no sabré, yo sola.

Cavanosa: Le daré un arma.

Lys: Pero me va a dar miedo.

Cavanosa: Será solo un momento, y ya está.

Lys: Si es tan sencillo... Oiga ¿es casado?

Cavanosa: No.

Lys: ¿Por qué?

Cavanosa: Dicen que no soy como los demás, que soy grotesco y monstruoso.

Lys: ¿Por eso de que quiere matar a su madre?

Cavanosa: No, por mi aspecto físico.

Lys: Pero si usted es muy simpático. Y muy lindo. Más lindo que mi madre y más lindo que yo, desde luego.

Cavanosa: ¿Usted se enamoró de su profesora de historia?

Lys: No fui al colegio; mi madre me enseñó a leer y a escribir. Y me sé algunos versos de carretilla y también algunas fábulas y cuentos.

Cavanosa: ¿No le parece que ya mintió bastante?

Lys: ¿Mentirle? Si verdad... y yo misma escribí también algunas fábulas. Inventé un cuento. ¿quiere escucharlo? (Silencio. Cavanosa está malhumorado). Había una vez, una niña que estaba encerrada siempre en su casa, y su madre, para que no se escapara de noche la ataba con una cadena a la pared. Pero un día , la niña se escapó de su casa por la noche y se va a un parque donde encuentra a un hombre. Y se meten los dos juntos en un globo verde, y suben al sol como si fueran un bosque sobre otro bosque. ¿Le gustó?

Cavanosa: (encolerizado) Lárguese.

Lys. ¿No le gustó mi cuento?

(Silencio)

Lys: No sé decir cosas que gusten. ¿Le cuento una fábula? (Silencio) ¿Le recito un verso de carretilla?

(Silencio. Cavanosa está muy enojado, le dá la espalda)

Lys: ¿Quiere que lo haga reír haciendo muecas? Mire.

(Hace muecas que Cavanosa no mira)

Lys: Por favor, dígame algo. Dígame que me vaya si quiere pero dígame algo. (Silencio) ¿Quiere que me calle? Si quiere me callo. Pero déjeme que lo mire. (Silencio). ¿Tampoco quiere que lo mire? Dígame algo, dígame si o no. Mueva la cabeza, aunque sólo sea eso.

(Silencio. Lys lo observa por todas partes)

Lys: ¡Que lindo!

(Cavanosa la empuja violentamente en un momento que Lys se le acerca demasiado. Lys cae al suelo y llora. Luego se sienta, dando de vez en cuando un gemido. Se seca las lágrimas con un pañuelo. Se suena la nariz)

Lys (como para sí): Soy mala, y este señor se dio cuenta , eso es todo.

Cavanosa: Le dije que se vaya, no quiero verla más. (Gritando). No quiero verla más.

Lys: sólo quiero que no se enoje.

Cavanosa: Pues, entonces, es muy fácil de conseguir. Si quiere que no me enoje váyase de una vez.

Lys (a punto de llorar): Bueno, me voy.

(Se levanta para irse. Se vuelve , lo mira)

Lys: Adiós y muchas gracias.

(Se va. Oscuridad total)

Voz de Cavanosa: Mamá, mamá.

(Sirena de policía)



TERCER CUADRO

(Una hora después. La luz vuelve de a poco. Cavanosa está sentado en el parque junto al carrito. Entra Lys amedrentada; se dirige hacia el banco. Cavanosa duerme. Ella lo mira largo rato)

Cavanosa: (en sueños) Mamá, mamá (Se despierta de pronto) ¿Qué hace usted aquí?

Lys. Déjeme aquí, a sus pies , como un perro.

Cavanosa: ¿Se cansó ya de buscar a otro hombre? Y como a esta hora no lo encontró vuelve a mí.

Lys: No, fui a buscar un regalo para usted.( Saca un látigo debajo de las polleras) Tenga, se lo regalo.

Cavanosa: ¿Para qué?

Lys: Para que me azote.

(Cavanosa mira el regalo conmovido)

Lys: Fui mala, me lo merezco.

Cavanosa: Si.

(Lys comienza a sacarse las blusa)

Cavanosa: déjelo.

Lys: ¿Me perdonó?

Cavanosa: Bueno.

Lys: ¿Seremos amigos?

Cavanosa: Un poco.

Lys. ¿Un poco?...pero ¿para siempre?

Cavanosa: Si.

Lys: ¡Qué alegría! ¿Me permite que le diga algo?

Cavanosa: ¡Hable!

Lys. Pensé que podría irme definitivamente de mi casa y venirme a vivir con usted. Para que no le cueste dinero puedo hacer cosas para usted: látigos, muñecas, tambores... todo lo que mi madre me enseñó. Y cuando nos encontremos a los hombres por el camino, usted me levantaría las faldas para enseñarles cómo tengo los muslos.

Cavanosa: ¿Me quiere?

Lys: Uy! Sí, mucho.

Cavanosa: Pero si no conoce a nadie.

Lys: Me tendrá atada, no podré escaparme.

Cavanosa: Pero...es que ya llevo a alguien en el carrito.

Lys: ¿Van a viajar juntos?

Cavanosa: Si.

Lys: ¿Cuándo salen?

Cavanosa: Espero que hoy.

Lys: No está seguro.

Cavanosa: Hace tiempo que lo tengo planeado, pero nunca me decido.

Lys: Volveré a mi casa.

Cavanosa: Y se olvidará de mí.

Lys: No, me acordaré. Y si otro día me atrevo a escaparme, vendré al banco a poner un montón de piedras como recuerdo.

Cavanosa: Me llevaré su látigo en el viaje. Cada vez que lo use me acordaré de usted.

Lys: Es usted formidable. ¿Va a dar un viaje muy largo?

Cavanosa: Sí, vamos a recorrer países y más países, siempre cambiando de ciudad. Seremos los forasteros y la línea. El azul frenético sacudirá nuestro silencio y nos pondrá estrellas y piedrecitas por nuestros ojos cerrados.

Lys: ¿Puedo ver?(señala al cochecito)

Cavanosa: Si.

(Lys mira bajo la capota y parece entusiasmada)

Lys: Es la más linda que ví; entiendo que la haya preferido a todo el mundo.

Cavanosa: No, es que ya me había hecho a la idea de irme con ella.

Lys:¡Qué envidia me dá!

Cavanosa: Ya encontrará a otro hombre.

Lys: Seguro que no será como usted.

Cavanosa: También la llevará a viajar.

Lys: Ya me había hecho a la idea que sería con usted. Cuando volvía hacia acá lo iba pensando todo y me imaginaba cómo sería de lindo. Me imaginaba que podríamos hacer canciones. Yo las cantaría y usted me acompañaría con un tambor. ¿Sabe tocar el tambor?

Cavanosa: Muy mal.

Lys: Son canciones muy sencillas. Sólo habría que hacer pan-pan-pan-pan.

Cavanosa: Como ya no la veré más puedo confesarle algo: me gusta estar con usted.

Lys: Y a mí con usted.

Cavanosa: Por eso es mejor que no vayamos juntos. El nervio se crispa y a la selva que se yergue sucede el resplandor hostil de la muerte. Se marchitaría pronto lo que ahora está lleno de maravillas.

Lys: ¿Por qué?

Cavanosa: Porque luego querría matarla.

Lys: Moriríamos juntos.

Cavanosa: No, yo la mataría a usted.

Lys: ¡Qué cosas me dice!

Cavanosa: La mataría de amor.

Lys: Entonces sería muy lindo.

Cavanosa: Usted no es cómo las demás.

Lys: ¿Soy más fea?

Cavanosa: Usted es un río que ofrece la espuma y la curva del grito, el calor, el labio y el cuerpo que esconde la piel y la palabra. Tengo ganas de acariciarla.

Lys: Acarícieme, béseme.

Cavanosa: ¿Nadie la besó aún?

Lys: Sí, mi madre.

Cavanosa: ¿Nadie más?

Lys: Cuando era pequeña y mi madre me dejaba ir a la iglesia , también me besaba el cura. Y me hacía fotos, desnuda, y me acariciaba.

Cavanosa: Antes de irme le besaré las rodillas. (Lo hace)

Lys: ¿Me las besa otra vez?

Cavanosa: No.

Lys: ¿Puedo besarle las suyas?

Cavanosa: No, son muy distintas. Le picarían la boca.

Lys: Déjeme que me meta un poco en el carrito, sólo para ver.

Cavanosa: Bueno.

Lys: ¿La saco? (Señala el interior del carrito)

Cavanosa: Sáquela.

(Lys extrae del carrito una muñeca. Entra en su lugar y se instala)

Lys: ¡Qué bien se está acá, qué bien se ve todo!

Cavanosa: Póngase de pié, si quiere.

(Se pone de pié , toca la capota. Mira por todas partes)

Lys: Qué suerte tener un carrito así. Le regalo una trenza para que la cuelgue de la capota.

(Saca unas tijeras para cortársela)

Cavanosa: No, no se la corte.

Lys: A mí no me molesta. Con tal de que a usted le guste... Dígame...¿cómo me encuentra en relación a las demás?

Cavanosa: Pues...más joven.

Lys. ¿Soy más fea que todas?

Cavanosa: No, más linda.

Lys: ¿Me deja ponerme la cadena?

Cavanosa: Es para la muñeca.

Lys: Sólo un momento, para ver que pasa.

Cavanosa: Bueno.

(Cavanosa le quita la cadena a la muñeca y la ata a un tobillo de Lys)

Lys: ¡Qué bien queda!

Cavanosa: Muéstreme la espalda.

Lys: ¿Le gusta?

Cavanosa: Es muy blanca.

Lys: ¿Me azota , ya, un poco, para ver?

Cavanosa: No, ahora no.

Lys: Deme una vuelta, por favor.

Cavanosa: Sólo una.

(Le dá una vuelta al escenario. Lys está encantada)

Lys: Por favor...haga el viaje conmigo. Diga que si.

Cavanosa: (sin convicción) Pero...la muñeca...

Lys: Lo haré todo por ella. Estaré siempre desnuda, no hablaré.

(Él le acaricia dulcemente la cara. Lys cierra los ojos y se deja hacer. Finalmente la besa)

Lys: ¿Me lleva?

Cavanosa: Si, vamos. (Soñador). Sus ojos están encendidos para mis ojos, sus manos son de llama para mis manos, su espalda es blanca para mi látigo y su voz enlutada para su muerte.

(Lys está loca de entusiasmo. Cavanosa agarra el carrito y lo empuja lentamente. Salen por la izquierda. Se escuchan alegres risas de niños. Música. La muñeca se queda en al escenario vacío. Entra la Madre, inquieta, por la derecha, mirando para todos lados. Se sube al banco y grita:))

La Madre: ¡Hijo mío, hijo mío ven! No me dejes sola. (Desilusionada, hablando para ella) ¡Qué desgraciada soy!

(Toma la muñeca y se dirige, triste, hacia la derecha. Sale. Sirena d policía. Lentamente cae él)