Mostrando las entradas con la etiqueta Copi EVITA. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Copi EVITA. Mostrar todas las entradas

30/4/15

Copi EVITA PERÓN













Eva Perón


de Copi.





EVITA. 
Su MADRE. 

EVITA busca un
vestido en el interior de un baúl.


EVITA
Mierda. ¿Dónde está mi vestido
presidencial?
MADRE
¿Qué vestido presidencial, querida?
Todos tus vestidos son vestidos
presidenciales.
EVITA
Sabés bien cuál digo. El de mi retrato
oficial. El más sencillo, con las
camelias.
MADRE
¡Ah, aquél!
EVITA
¿Qué mierda hice con ese vestido?
MADRE
Tenés que poner orden en tus cosas.
Guardás tus vestidos en cualquier baúl,
cuando Sabés bien que cada vestido
tiene un número escrito encima y que a
cada serie de números le corresponde un
baúl diferente.
EVITA
Me cago en los números.
MADRE
¡Muy bien! Ahí Tenés el resultado.
EVITA
La culpa es de la enfermera. Le dije
miles de veces que guardara mi vestido
presidencial en este baúl. ¿Dónde está la
enfermera?
MADRE
La enfermera no está. Y la enfermera no
es todopoderosa. No puede pasarse la
vida ordenando tus vestidos. Esa pobre
chica tiene el derecho de quedarse en su
cuarto escuchando la radio cada tanto.
EVITA
¡Cerrá el pico de una vez!

Abre un segundo baúl. La MADRE guarda
el contenido del primero en su lugar.

MADRE
¡Pero mirá un poco este desorden!
¡Tomá, ahí Tenés tu vestido! ¿No es
éste?
EVITA
¿Dónde lo encontraste? ¡Dámelo!
MADRE
Ahí en el piso. Los tirás en cualquier
parte. Mirá cómo está arrugado. Un
vestido tan lindo. Te lo voy a planchar
para esta noche.
EVITA
No, me lo voy a poner así como está.
¡andá a buscar a los otros!
MADRE
¡No despertés al pobre Perón, que tiene
migraña, Evita!
EVITA
¿Y qué? Yo tengo cáncer.
MADRE
No empecés con tu historia del cáncer.
EVITA, mientras se viste
¡Tengo cáncer! ¡Y estoy harta de las
migrañas de Perón! ¡Un cáncer no se
cura con una aspirina! ¡Voy a morirme y
a vos te importa un pito! ¡A nadie le
importa! ¡Están esperando el momento
en que yo reviente para heredarme!
¿Querés conocer el número de mi caja
fuerte en Suiza? ¿eh, vieja zorra? ¡El
número de mi caja fuerte no se lo doy a
nadie! ¡Me voy a morir con él! ¡Vas a
tener que ir a pedir limosna! ¡O a hacer
la calle, como antes! ¡andá a despertar a
los demás!
MADRE
¡No le contestés así a tu madre! ¡Ahora
no voy! ¡No voy, no voy nada! Así vas a
aprender a insultar a tu madre. ¡Como si
no fuera a tener bastantes disgustos
siendo una pordiosera cuando te
mueras!
EVITA
Podés ponerte uno de mis vestidos si
querés. Pero sólo por esta noche. El de
encaje rojo, que me queda un poco
grande. Tomá. Llevalo, te lo doy.
Cuidalo. Podés combinarlo con el chal
dorado. Voy al baño.
EVITA sale
¡Perón! ¡Ibiza!
La MADRE se pone el vestido.

Ibiza entra.
PERÓN entra.


MADRE
¿Mejora esa migraña, Perón? (Se acerca
a Ibiza para que le suba el cierre del
vestido, sobre la espalda) ¿Usted sabe
lo que me dijo? Dijo que no nos daría el
número de su caja fuerte en Suiza. Dijo
que cuando estuviera muerta, yo tendría
que hacer la calle. Es increíble ¿no?
Dígame, Ibiza ¿usted cree que tendría
que hablar con Perón?
IBIZA
¿Qué caja fuerte en Suiza?
MADRE
¿No se acuerda cuando fue a Suiza el
año pasado? Bueno, buscó una caja
fuerte y depositó toda la plata del
contrato de la lana con los portugueses.
Y parece que cada caja fuerte tiene un
número escrito encima. Si usted no
conoce el número de la caja fuerte no
puede sacar el dinero. Y ella no quiere
darnos el número de la caja fuerte.
IBIZA
¿Y entonces?
MADRE
Y entonces ¿adónde voy a ir a parar yo?
IBIZA
Usted va a tener una pensión del Estado.
MADRE
Sí, pero, escuche, Ibiza. Yo sé que
puedo hablarle como si fuera mi hijo.
¿No me entiende lo que le digo? Yo a
Perón también lo quiero como si fuera
mi hijo y él seguro que no me va a dejar
morir de hambre. Pero
sabe que un golpe de Estado se hace en
poco tiempo. Por eso ella tiene la plata
en Suiza. Y si a Perón lo echan ¿adónde
voy a parar yo?
IBIZA
Siempre puede contar conmigo.
MADRE
Pero escúcheme, Ibiza ¿si lo matan? ¿se
da cuenta? ¡Eso puede pasar!
IBIZA
Bueno, si me matan a mí también la van
a matar a usted ¿no?
MADRE
¿A mí? ¡Cómo se van a atrever a matar a
una anciana!
IBIZA
Y bueno... usted sabe.
MADRE
¡Pero.... cómo van a atreverse a matar a
la madre de Evita!
IBIZA
Y bueno, si...
MADRE
Bueno nada. ¿Qué está por decir?
¿Usted se piensa que nos van a matar a
todos?
IBIZA
No quiero decir eso, pero...
MADRE
¡Pero usted me está tomando el pelo! ¿Y
yo qué hice de malo? ¿Me van a matar
por ser su madre?
IBIZA
Vamos, no diga eso. No va haber golpe
de Estado. ¿Por qué va a haber un golpe
de Estado?
MADRE
¡Un golpe de Estado se arma en poco
tiempo, Ibiza! Acuérdese lo que le digo:
¡Un golpe de Estado se hace en poco
tiempo! Escuche, Perón, quisiera
hablarle de algo muy urgente. Se trata
de la caja fuerte de Evita, en Suiza ¿me oye?
VOZ DE EVITA
¡Enfermera! ¡Enfermera!

Ruidos

MADRE
¿Y ahora qué le pasa?

ENFERMERA, entrando
¡Ayúdenme! ¡Se descompuso! ¡La
Señora se descompuso y no puedo abrir
la puerta! ¡Está cerrada con llave!

La ENFERMERA e Ibiza salen.

MADRE
¡Pobrecita! ¡Qué desgracia, Perón, qué
desgracia!

La ENFERMERA entra, busca su estuche,
saca de allí una jeringa y vuelve a salir.

MADRE
Ay ¡que desgraciada pobre hija! ¡me da
miedo verla en este estado! Perón ¡me
oye!

EVITA entra, sostenida por Ibiza y por la
ENFERMERA.

EVITA
¡Sueltenmé! ¡Ya estoy bien, les digo!
Hubiese podido morirme en el baño que
él no habría movido un dedo. Vive en el
interior de su migraña como dentro de
un capullo. Pueden morirse todos,
Sabés: puede morirse todo el mundo,
hasta los generales de uniforme. Mirá,
dame mi cofre de maquillaje. Te puede
pasar a vos también, e incluso más
rápido que a mí. Las migrañas son más
peligrosas que el cáncer, son como telas
de araña en el interior del cráneo. Las
migrañas no perdonan. El día de mi
atentado yo volaba por el aire cubierta
de sangre y él en el auto de atrás ni se
mosqueaba, con la mano levantada
como una estatua. Gente del público que
vino a ver el desfile tuvo que venir a
levantarme. Él ni siquiera se bajó de su
Cadillac. No va a molestarse por un
cáncer, sobre todo cuando le conviene
que yo me muera.
MADRE
Si hubiera sabido que me hacían volver
por esto, me habría quedado en la Costa
Azul. ¡No me necesitan a mí para hacer
las cosas que hacen! ¡Es increíble! ¡Y
además todos me tratan como si fuera su
esclava! ¡Es increíble! Puede ser que sea
una estúpida, pero estoy sana ¡no estoy
loca! Y ella me mezcla siempre en
historias de locos ¡es inhumano! ¡No
doy más, no doy más, no doy más! ¡Me
voy! ¿entendés? ¡Sí, me voy! ¡Prefiero
mendigar! ¡Que se muera con la guita!

Sale.

EVITA
No tiene llave ¿no?
IBIZA
No. Estoy seguro.
La MADRE entra.
EVITA
Usted puede retirarse a su cuarto.
ENFERMERA
Sí, señora.
EVITA
Me volví loca buscando mi vestido.
¿Cuántas veces le dije que guardara mi
vestido en este baúl?
ENFERMERA
Lo guardé en este baúl, señora.
EVITA
Pero si está allí, en el suelo, todo
arrugado. ¡Fijesé!
ENFERMERA
Disculpe, señora.
EVITA
Vaya, vaya a su cuarto.

La ENFERMERA sale.

EVITA
A ver, dame el maletín de las joyas.
MADRE
Esa pobre chica había ordenado bien el
vestido. Fue ella la que lo tiró al suelo
esta mañana. Se levantó muy temprano
para probarse todos sus vestidos. La
seguí, la vi hacerlo. Y encima, ni
siquiera está enferma. Es una de sus
artimañas políticas. La conozco bien.
¡Qué turra! Y sí: es una turra.
IBIZA
¿No puede callarse un poco?
PERÓN sale.
MADRE
Escuchame, Evita, dame el número de la
caja fuerte. O si no dejame ir. ¿Me dejás
ir? ¡Ya no me necesitás!
EVITA
Andá a tu cuarto, vos.
MADRE
¡No! ¡No voy!

Sale.

EVITA
Voy a ofrecer un baile.
IBIZA
¡Un baile! ¿Estás hablando en serio? No
te olvides de que te estás dando
inyecciones desde hace meses, Evita.
No estás en un estado normal.
EVITA
¿Cuánto hace que estoy encerrada aquí?
Hace diez días ¿no es cierto? Nadie me
ve desde hace diez días. Creen que
tengo un pie en la tumba, pero todavía
me quedan fuerzas.
IBIZA
Pero si Tenés un pie la tumba, querida.
¡Y tus fuerzas están llenas de morfina!
EVITA
Estoy lúcida. Sé que estoy lúcida. Tenés
que ayudarme.
IBIZA
No podés ofrecer un baile. ¡Un baile!
Eso no tiene pies ni cabeza.
EVITA
Un baile no, entonces. Una cena íntima.
Invitaré a dos o tres personas y ya está.
Tengo ganas de ver a Fanny.
IBIZA
Vamos, querida. Nos pediste que nos
quedáramos encerrados con vos hasta el
fin. Es un infierno, de acuerdo, pero fue
idea tuya. ¡Y ahora querés ofrecer un
baile! ¡O una cena íntima! Vamos,
Evita, no seas cobarde; ya se acerca el
final. Seguí torturándonos todo lo que
quieras, que igual nos gusta, pero por
favor, no hagás un espectáculo de vos
misma, querida. No sería lo correcto.
Saldremos de aquí con tu cadáver
embalsamado y vas a ser para siempre
la imagen misma de la santidad, Evita
virgen María. No destruyas tu propio
plan. Quedate tranquila. ¿No te das
cuenta del estado en que estás? ¡Evita...!
EVITA
¡Enfermera! ¡Venga a hacerme las uñas!
Invitá al ministro de Agricultura y a su
mujer. Invitá a Fanny y a Juanita y a su
hermano el senador. Pedí comida para
todos. ¡Y champán para Fanny! Hacelos
pasar por el montacargas para que nadie
los vea entrar.
IBIZA
Perón no va a querer.
EVITA
¡Qué me importa! Perón está en su
cuarto, con su migraña. ¿Tenés la llave,
no?

Entra la ENFERMERA.

Venga a hacerme las uñas. ¿Dónde está
mi madre?
ENFERMERA
Creo que la señora está escuchando la
novela de la tarde.
EVITA
¡Mamá! ¡Vení a hacerme compañía!
¡Dejá esa radio! ¿Venís o no? ¿Qué
esperás?
IBIZA
Decime primero lo que querés.
EVITA
Solamente quiero tener una reunión de
amigos. Acá me pudro. ¿Qué tiene de
raro? ¿Usted no se pudre acá?
ENFERMERA
No, señora. Es mi trabajo.
EVITA
Bueno, esta tarde va a poder bailar. Voy
a prestarle uno de mis vestidos. Para las
uñas quiero el esmalte granate. El de
Revlon. ¿Queda?
ENFERMERA
Sí, señora.
EVITA
¿O el negro...? ¿Qué le parece?
ENFERMERA
Me parece más lindo el granate, señora.
EVITA
El granate, entonces. Apurate, Ibiza.
MADRE, entra
¿Y ahora que querés?
EVITA
Vení a hacerme compañía, mamita.
¿Entonces vas a ir, Ibiza?
MADRE
Si va a salir de esta prisión, tráigame
revistas de cine.
EVITA
Va a haber un baile, mamá. ¿Querés
invitar a alguna de tus amigotas?
MADRE
¿Va a haber un baile? ¿Quién va a dar
un baile?
EVITA
Nosotras vamos a dar un baile.
MADRE
¿Un baile aquí? ¿Estás moribunda y vas
a dar un baile?
EVITA
No estoy moribunda. Tengo la piel dura,
voy a conservar las fuerzas mucho
tiempo.
MADRE
Entonces ¿qué hacemos encerradas acá?
EVITA
¡Pero ésta quisiera verme reventar
enseguida! ¡No vas a tener el número de
la caja fuerte!
MADRE
Si eso era todo lo que tenías para
decirme, me vuelvo a mi cuarto, si te
parece bien.
EVITA
¡Quedate ahí! ¿Vas a ir o no, Ibiza?
IBIZA
No, querida. No voy a ir.
MADRE
¿Adónde no quiere ir?
IBIZA
A buscar a los invitados.
MADRE
¿Por qué? Después de todo ¿por qué no
invitar gente? ¿Y por qué no dar un
baile?
EVITA
Esta quiere aprovechar el baile para
escaparse. ¡No te vas a ir de acá hasta
que yo esté muerta, eso dalo por seguro!

Ibiza acaricia la cabeza de EVITA.
EVITA
Me hacés mover y ella no puede
pintarme las uñas.
Ibiza sale. La MADRE lo sigue y vuelve a
entrar,
MADRE
¡Salió!
EVITA
Sentate. Dejá de moverte. ¿Dónde está
Perón?
MADRE
Tiene migraña. Está en su cuarto.
Recién me pidió que bajara la radio.
Evita ¿creés que es prudente dar un
baile?
EVITA
¿Prudente? ¡Pero mirá cómo aprendiste
palabras chics desde que estás en la
Riviera!
MADRE
Evita, no estoy bromeando. ¿Sabés lo
que dicen en la radio?
EVITA
¿Qué dicen en la radio?
MADRE
Hablan todo el tiempo de vos. Pasan tu
vida en la novela y después dicen que
estás por morirte. Hay mucha gente que
espera del otro lado de la puerta.
EVITA
¿Y qué?
MADRE
¡Que no podés dar un baile! ¿Y si se
dieran cuenta? No es lógico.
EVITA
Callate, yo sé lo que hago. ¿Usted
escuchó la radio?
ENFERMERA
Sí, señora. Pasan comunicados sobre su
estado de salud, señora. Dicen que usted
está inconciente y que su señora madre
y el general Perón velan a la cabecera de
su cama.
EVITA
¡Pero qué bien! ¡Voy a tener una muerte
hermosa! ¡Preste atención! ¡Mire lo que
está haciendo!
ENFERMERA
Disculpe, señora!
EVITA
¡Mire mi vestido! ¡Me lo manchó de
sangre! ¡Y además le dije que me
pintara las uñas de negro y usted me las
pintó de rojo como una puta! ¡Vayase!
¡Retírese a su cuarto!

La ENFERMERA sale.

EVITA
Pintame las uñas, mamá.
MADRE
Soy miope. Y además no tengo ganas.
EVITA
¡Cómo se ve que me adorás! Lo que
buscás es heredarme.
MADRE
Vos sabés que te quiero, Evita. Pero no
veo de qué te sirve que yo te quiera, o
que te pinte las uñas. ¡No empecés a
enredarme con tus historias! ¿No podés
dormir un poco, o quedarte en tu pieza a
escuchar la
radio como los demás? Parece que
tuvieras el diablo, Evita.
EVITA
Me voy a morir. No tengo tiempo de
escuchar la radio.
MADRE
Vamos, vamos. Vamos.
EVITA
¡Pero qué turra que sos!
MADRE
¡Turra yo! ¡Ahora soy yo la turra! Te vi
cambiar las ampollas. Dos veces te
seguí a la noche y vi cómo cambiabas
las ampollas del medicamento por no sé
qué cosa. Así que conmigo no hagas la
comedia. Yo no sé qué cosa estarás
preparando y tampoco quiero saberlo; es
asunto tuyo, no mío. ¡Pero a mí no me
vas a pasar!

EVITA le da una bofetada a su MADRE.

EVITA
Vamos, vieja, si Sabés bien que voy a
acabar por darte el número de la caja
fuerte. Tené un poco de paciencia. En un
mes vas a estar en Monte-Carlo y te la
van a dar los gigolós franceses. Pintame
las uñas. Dale, pintame las uñas.
La MADRE le pinta las uñas.
Contame.
MADRE
¿Qué?
EVITA
Lo de Monte-Carlo y todo eso. La pasás
bien ¿eh? Contame.
MADRE
Tengo una vida tranquila.
EVITA
Mentirosa.
MADRE
Es verdad. Me gusta más. Me invitan a
todas partes, a los palacios. Saben que
tengo bastante plata, sabés, y además la
embajada me regaló dos autos ingleses
enormes. Tengo una vida tranquila, me
gusta quedarme en casa. Tengo un
amante.
EVITA
¿Uno sólo?
MADRE
Callate, Evita.
EVITA
¿Te enamoraste? ¿Estás enamorada?
MADRE
Ahora me salís con una de tus
chanchadas.
EVITA
No jugues a ser una dama conmigo.
Vamos, contá.
MADRE
Voy a casarme.
EVITA
¿Con quién?
MADRE
Con alguien. ¿Vos pensás que después
de que te mueras voy a volver al
departamentito de dos ambientes de la
calle Tucumán? Sobre todo porque voy
a estar en la ruina.
EVITA
Contá, contá. ¿Con quién?
MADRE
Es alguien que está muy bien. Una
persona que se ocupa de caballos de
carreras.
EVITA
¡Pero qué boluda que sos! ¿Cuánta plata
le prestaste?
MADRE
¿Yo? ¡Nada! ¡Ni un peso!
EVITA
¡Mentirosa!
MADRE
¿Pero vos te pensás que se me ríe en la
cara?
EVITA
¡Qué boluda! ¿Y vos te miraste la cara
al espejo últimamente? Decíme ¿qué
pensás? ¿que se te ríe en la cara o no?
¿Sí o no? andá, tarada, si ni siquiera sos
capaz de hacerme la manicura... Tomá,
abrí el maletín de las joyas que te voy a
dar el número de la caja fuerte.
MADRE
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?
EVITA
Ahí en el fondo, ese sobre. Rompelo.
Leé. ¿Ves? No hay una caja fuerte ¡hay
diez cajas fuertes en todo el mundo! ¡En
todas partes! ¿O te creés que soy
estúpida? No te casés ¿entendés? ¡No
llores ahora! ¡Pero mirá lo que me
hiciste! ¡Me llenaste de esmalte de
uñas hasta los codos! ¡Pero qué tarada!
¡andá, estúpida, andá a tu pieza!
¡Enfermera! ¡andá te digo! ¡andá a
llamar a la enfermera! ¡Enfermera!
¡Venga, venga rápido! ¡Despierte a
Perón! ¡Me siento mal! ¡Necesito una
inyección! ¡Enfermera!
La MADRE sale.
EVITA
¡Pero qué estúpida, Dios mío, qué pobre
boluda!
Entra la ENFERMERA.
EVITA
¿Dónde está Perón?
ENFERMERA
Ya llega, señora
EVITA
¡Váyase! ¡Espere! ¡Váyase! ¡No,
quedesé!

Entra PERÓN.

Escuchame, me muero. ¡Váyase, idiota!


Sale la ENFERMERA.

Me muero. Creo que no paso de esta
noche. Me duele todo. Tengo miedo. No
es un chiste. Tengo miedo, tengo mucho
miedo.

Entra Ibiza.

IBIZA
¿Cómo andamos? Al final te hice caso.
Fanny, tres faisanes, Juanita, una caja de
champán, ¿qué más? Van a pasar por el
sótano y subir por el montacargas, a
escondidas. La casa está llena de gente
que espera. Los embajadores trajeron a
sus mujeres. Todas tienen el mismo
trajecito, todas. Y todos los ministros la
misma corbata. Negra no: azul marino.
Solamente las periodistas
norteamericanas usan un trajecito rojo.
Parece que también hay chicas del liceo
vestidas de negro, pero yo no las vi, las
ubicaron en el vestíbulo. Si
vieras qué espectáculo. Cuando me ven
todos se callan, ni siquiera se atreven a
dirigirme la palabra. Creen que todo ya
pasó hace varios días y que se espera la
limpieza, el rellenado y el
embalsamamiento antes de la
exposición del cuerpo. Parece que
durante la noche debieron llamar al
orden a varios periodistas que ya se
masturbaban bajo sus impermeables
sucios.
EVITA
No quiero verlos, ni a Fanny ni a los
demás. Deciles que se vayan.
IBIZA
Como vos quieras. Todavía te queda
tiempo para decidirte. De todos modos
no van a estar allí hasta dentro de media
hora.
EVITA
¿Y afuera? ¿En la calle? ¿Qué hacen?
IBIZA
¿Afuera? ¿En la calle? No hacen nada.
EVITA
Siempre pasa lo mismo cuando tienen
miedo. Se acurrucan en sus escondites y
no se mueven. Los conozco bien. Es
como el día en que llegamos, las calles
estaban vacías. Siempre es así cuando
tienen miedo. Tienen miedo de mi
muerte. ¿Apestan de miedo, no?
IBIZA
Sí.
EVITA
¡Pero qué cagada, carajo! ¡Qué lástima
que no estoy ahí! Si estuviera ahí haría
un discurso desde el balcón. ¡Qué
lástima! Sería grandioso: mi mejor
discurso. ¡Mierda, qué fiesta me perdí!
Hubieran salido todos a la calle, estarían
en la plaza, millares aclamando,
gritando como locos. Les hubiera dado
la jubilación a los cincuenta años y el
aborto gratis. ¡Les hubiera dado todo,
todo, todo! ¡Pero qué lástima, carajo! Yo
creía que iba a estar muerta hace una
semana.
IBIZA
No se podía prever.
EVITA
¡Qué cagada! ¡Pero qué cagada, carajo!
Esto dura demasiado. Tendría que
morirme mañana, a más tardar. ¿No
podés empezar la campaña presidencial
justo después de mis funerales? ¡Qué
enfermedad de mierda! Ni siquiera se
puede estar segura de que va a terminar
pronto. ¿Están los de la televisión
yanqui?
IBIZA
Sí, están.
EVITA
¿Y los embalsamadores? ¿Estás seguro
de que es el mejor? Me dijiste que es el
mismo que embalsamó a Stalin. Pero es
un español. ¿Estás seguro de que un
norteamericano no hubiera sido mejor?
IBIZA
No, es el mejor del mundo.
EVITA
¿Y los faroles? ¿Qué hay de mi idea de
ponerle tul negro a las lámparas?
IBIZA
Está todo previsto. No pensés más en
eso.
EVITA
No, claro. Si voy a pensar en las
amapolas de Córdoba. Mirá, escuchame
bien. Lo demás no me preocupa, pero
quiero estar en la C.G.T. y no en
cualquier lado: en el anfiteatro grande.
¡Y quiero estar siempre ahí! ¡No quiero
estar en un mausoleo! ¿Entendido? Lo
dije bien clarito en el mensaje que van a
difundir antes de las elecciones. ¡Si me
meten en otra parte te cago las
elecciones!
IBIZA
Vas a estar en la C.G.T.
EVITA
Y con mis vestidos alrededor. Y todo lo
que hay en las valijas lo quiero puesto
en vitrinas, rodeándome también. ¡Y todas
mis joyas! Y cada año para mi
cumpleaños van a agregar otras. Ya
elegí los brillantes en Cartier; incluso
creo que ya están pagados. ¡Me muero,
carajo! Llamá a la enfermera. Me siento
mal.
IBIZA
Vení a descansar.

La ayuda a salir.

EVITA
No. Quiero quedarme. No quiero
morirme en la cama.
IBIZA
No te vas a morir todavía. Vení, vení.

Entra la ENFERMERA, toma su estuche y
vuelve a salir. Entra Ibiza. Entra la
MADRE.

MADRE
¿Está mal?
IBIZA
Tiene cáncer.
MADRE
¡Dios mío!
Sale.
IBIZA
Hay que prestar atención a la madre. No
le vas a ver más el pelo, tiene mucho
miedo de quedarse en la Argentina. Pero
hay que vigilarla, porque es capaz de
vender sus memorias a la revista Life.
Después de su muerte yo me voy.
Bueno, después de las elecciones, por
supuesto. Me voy a vivir a Cuba, o a
España. Tenés que darme plata, porque
no guardé nada. ¿Sabés que cambia las
ampollas de morfina por ampollas de
agua destilada?
PERÓN
Callate.
IBIZA
Que hable o me calle no cambia nada.
Sin el cáncer ella hubiera tomado el
poder. Y Sabés bien que yo la hubiera
seguido. Vos estás cansado, pero ella no.
Es por eso que me voy. ¿No querés
venirte conmigo? De todos modos estás
muy cansado como para quedarte.
MADRE, entra
¿De qué hablan? Para colmo perdí mis
anteojos. ¿Usted no me trajo revistas,
no? Estaba segura. Dígame, Perón.
Ahora que ella está en su cuarto quería
decirle algo. Hice ver que perdí mis
anteojos porque me vigila. Dejó la
puerta de la pieza abierta para ver si yo
salgo. Entonces le dije que venía a
buscar mis anteojos. Dígame, Perón.
¿Me escucha? Voy a volver a Europa.
Perón, ¿usted me deja ir?
PERÓN
Sí.
MADRE
Me lo imaginaba, gracias. Usted sabe,
Eso que ella cuenta... bueno, yo no sé todo
lo que ella pudo contarle de mí, pero,
mire, por ejemplo, siempre me trata
como si yo fuera una mujer de la calle
¿sabe? ¡pero eso no es cierto! A ella le
encanta hacerle creer todo el mundo que
yo soy no sé qué cosa, pero no es
verdad. Hice todo lo posible por
educarla como Dios manda y Él no me
deja mentir. Sé que lo canso, Perón,
pero déjeme terminar. No soy una
sentimental, ¿me entiende? No voy a
dejar de vivir porque ella se muera, no
es lógico. Pero dejó una impresión de
mí como si yo fuera lo peor de lo peor y
eso no es verdad, Perón. Usted no se
puede imaginar todo lo que hice para
educarla. A los quince años ya se me fue
a la calle y entonces ¿qué quería que
hiciera yo? ¡Usted no sabe el sacrificio
que hice para mandarla a los mejores
colegios! Vivía para ella, Perón,
creameló. Cuando nació yo ni siquiera
sabía hablar en español. ¡Qué india!
Entonces usted vio todo lo que hice por
ella.
IBIZA
Usted es shakespeareana, sin duda.
MADRE
Yo sé que lo canso, Perón. Perdonemé.
Y con usted no hablaba, entonces no me
parece lógico que se me ría en la cara.
¡Se ve que está drogado!
ENFERMERA, entra
Señora, señora... la llama su hija.
MADRE
¿Vio? ¡Me espía!

La MADRE sale. La ENFERMERA sale.

VOZ DE EVITA
¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!
¡No! ¡No quiero! ¡Dejenmé!
IBIZA
Por la noche se me da por salir a pasear
por Buenos Aires. Puedo hacerlo porque
nadie me reconoce; tengo una cara
neutra.
Me di cuenta de que siempre tomo el
mismo colectivo para volver. Al
principio pensaba que miraba la ciudad,
la gente: creía que observaba todo lo
que pasaba. Pensaba que ésa era la
razón por la que salía. Siempre paro en
el bar del Ciervo, siempre tomo un
cognac en la barra, y cuando llueve dejo
mi impermeable a la entrada... Me
acuerdo del día en que fuimos a nadar
con Eva, hace seis o siete años. Dimos
una vuelta para pasar por la cima de un
monte, porque queríamos saber si se
podía ver todo el horizonte como una
circunferencia alrededor. Pero no
llegamos, hacía mucho calor y nos
volvimos. Habíamos comprado un
recuerdo de Córdoba al costado de la
ruta creo que era un calidoscopio.
¿Sabés que estás muerto? ¿Sabés que te
pasaste dos años encerrado en tu
escritorio completamente muerto, con
un negro que te espantaba las moscas
con un abanico? ¿Sabés por lo menos
desde cuándo estás muerto, en qué
momento?
PERÓN
No fue un calidoscopio lo que
compramos. No compramos nada. Eva
quería comprarse una muñeca vestida
con un traje típico de Córdoba, pero el
indio que la vendía no aceptó que le
pagáramos en dólares. Tengo una
memoria excelente.
MADRE, entra
¡No puedo encontrar mis anteojos!
¿Dónde pude haberlos dejado? ¿Dónde
pude haber dejado mis anteojos?
Debieron caerse por acá estos benditos
anteojos. Ibiza... pssst... Ibiza... Evita
está muy mal, ya cayó en la peor bajeza.
¡Creo que hay que llamar a los médicos!
¿Pero dónde pude haber dejado mis
anteojos? No quiero que Perón me oiga
porque se preocuparía. ¿Me escucha?
¿Sabe lo que hizo? Se encerró en el
placard y no quiere salir. Dijo que yo
quiero acuchillarla. Y antes de eso
golpeó a la enfermera con una estatuilla.
Se volvió loca. ¿Sabe lo que hizo?
Dibujó todas las paredes de su cuarto
con el lápiz de labios. Hizo dibujos
obscenos. Escribió en todos lados «A la
horca con Perón», «Perón traidor»,
«Eva traidora», «Evita boluda», cosas
como ésas. ¡Ay, Ibiza, tengo ganas de
llorar! Hay que llamar a los médicos.
IBIZA
Los médicos no pueden hacer nada.
MADRE
¿Pero si la operan? ¿No sería mejor si la
operaran?
IBIZA
No.
MADRE
Dios mío. ¿Sabe lo que dijo? Perón,
quédese, no se moleste, quédese
pensando nomás, no tardo nada. Me voy
enseguida. Tengo un asuntito que hablar
con Ibiza. Ibiza ¿sabe lo que dijo?
Contó que tuvo un chico y que lo ahorcó
con la cadena del baño. ¿Usted cree que
puede ser cierto?
IBIZA
Pero seguro que no. Delira.
MADRE
Sí, pero esas cosas me dan miedo.
¿Usted se da cuenta de lo que es verla
en este estado? ¿Una presidenta de la
República en este estado? Qué
desgracia, cuando pienso en su pasado.
¡Qué desgracia, Ibiza, qué desgracia!
Sale.
PERÓN
Es verdad que hacía mucho calor.
Habíamos pinchado la rueda a la altura
de Río Segundo y no teníamos
neumático de recambio. Partimos
nosotros dos a pie hasta la primera
estación de servicio, que estaba a tres
kilómetros de allí, y Eva se quedó en el
auto esperando. Cuando volvimos la
encontramos dormida a la sombra de un
álamo, a cincuenta metros del auto.
Había un perro sentado a su lado, que
nos siguió hasta el auto. Querías
quedarte con el perro, pero lo dejamos
porque estaba sarnoso. Cuando
volvimos a pasar a la altura del álamo
fue que encontramos al
indio que vendía muñecas. Acababa de
instalar una especie de puesto de feria
lleno de muñecas y no de calidoscopios,
como vos creías recordar. Tengo una
memoria excelente para los detalles.
Nos dijo que el perro era suyo. Vivía
solo con su perro en un rancho desde
que su mujer y sus hijos se habían ido a
vivir a la ciudad. Le dimos un par de
lentes negros, era la primera vez en su
vida que veía lentes.

Entran EVITA, la MADRE y la
ENFERMERA.


EVITA
¿Perón? ¿Ibiza? ¡Me muero! ¡Esta
noche me muero! ¡Dejemé, idiota!
¿Fanny está ahí? ¡Quedémonos juntos!
Perón está por envenenarme. Puso
veneno en las inyecciones. ¡Cobarde!
¡Dejenmé! ¡Y vos sos su cómplice! ¡Eso
resultó ser mi cáncer! ¡Siempre supe
que era eso! ¡Quisieron operarme por mi
cáncer de matriz, por mi cáncer de
garganta, por mi cáncer de pelo, por mi
cáncer de cerebro, por mi cáncer de
culo! ¡Porque yo me cago en su
gobierno de
pelotudos! ¡Cuando me muera me va a
pasear en los desfiles! ¡Cobarde! ¡Va a
gobernar sobre mi cadáver! ¡Cobarde!
¡Van a joder sobre mi cadáver!
¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Dejenmé!
¡Cobarde!

Ibiza retiene a EVITA mientras la
ENFERMERA le aplica una inyección.
PERÓN sale.

MADRE
¿Por qué se va? ¿No ve que está
enferma? ¡No es su culpa!
IBIZA
¡Cállese, idiota!
MADRE
¿Pero yo soy su madre, no?
IBIZA
¡Callesé!
EVITA
Cobarde de mierda de la puta madre que
te parió.
ENFERMERA
Cálmese, cálmese, vamos. ¿No se siente
mejor?
EVITA
No me deje sola. Tengo miedo.
ENFERMERA
Hace mucho frío aquí. ¿No tiene un
poco de frío? Ella debe tener frío.
La MADRE se precipita a buscar una
chalina en el baúl y le cubre la espalda.
ENFERMERA
¿Está mejor así?
MADRE
Ibiza ¿qué pasa acá? Le ruego que me
diga la verdad. Le juro que no voy a
decírselo nunca a nadie. Ibiza ¿usted no
estaba por matar a mi hija? ¿Ibiza?
IBIZA
¿Pero no ve que se está muriendo de
cáncer, idiota?
MADRE
Ay, Dios mío, nunca entendí lo que ella
hacía. Dios mío, hacé que se muera
pronto.
IBIZA
Callesé, idiota.
MADRE
No me voy a callar porque yo la amo.
Porque ninguno de ustedes la quiere
como la quiero yo ¿me entiende? ¡Usted
no tiene derecho a tratarme de idiota!
Eva, Evita ¿me escuchás? ¿Me
escuchás, mi amor?
ENFERMERA
Déjela, señora. No se siente bien. No
puede hablarle.
MADRE
¡Usted no tiene derecho a tratarme de
estúpida! ¡Si ella llegó a este estado es
su culpa, no la mía!
IBIZA
Si sigue hablando le voy a romper la
cara.
MADRE
¡Cuando era chiquita me esperaba con la
casa llena de flores, todos los días!
¿Puede decir lo mismo? ¡Ella era pura!
Es su culpa si llegó a ser así. Cuando iba
a la fábrica, porque yo trabajaba en una
fábrica, ella hacía la limpieza, me daba
la comida y me esperaba con flores. ¡Y
siempre me daba besos y me decía «sí
mamá, sí mamá» a todos mis caprichos!
IBIZA golpea a la MADRE
¡Vayasé! ¡Vayasé! ¡Vayasé!

La empuja hasta la salida y sale con ella.

MADRE
¡Sinvergüenza! ¡Sinvergüenza!
¡Sinvergüenza! ¡Puto!
IBIZA vuelve a entrar. La MADRE entra y
permanece oculta detrás de un baúl.
EVITA
La historia de las uñas la hice a
propósito. El color de las uñas.
ENFERMERA
Sí, señora. No es nada.
EVITA
Tiene que perdonarme. ¿Puedo tutearla?
ENFERMERA
Sí, señora.
EVITA
Va a ayudarme a morir como una
partera. Es por eso que la quiero. ¿Usted
sabe de partos?
ENFERMERA
Sí, señora. Sé ayudar.
EVITA
Tutéeme. Por eso la detesté todo el
tiempo. Hubiera querido arreglarme sola
pero las fuerzas no me daban. Entonces
vos me vas a ayudar, como una partera.
¿Cuántos años Tenés?
ENFERMERA
Veintiséis, señora.
EVITA
¿Veintiséis años? No podés ser
enfermera toda la vida. Qué idea la de
ser enfermera. Vas a pedirle dinero a
Perón. Prometémelo. ¿Vivís sola?
ENFERMERA
No, señora. Vivo con mi papá. Es muy
anciano.
EVITA
Mejor. Tenés que vivir sola, Sabés.
Espero a una amiga para el baile, Fanny.
Es Fanny Morelli, la diputada. Hace
mucho que la conozco. Jugábamos en la
misma plaza, frecuentamos los mismos
cabarets, incluso fuimos juntas al mismo
colegio, Sabés. Pero durante años no
pude soportarla, me daba miedo. Era así,
yo no podía hacer nada, me daba miedo.
Y después... algo cambié... ¿viste?
¿entendés lo que te digo? Llegó un
momento en que yo era la más fuerte,
hacía todo, todo lo que quería,
entonces... entonces es natural que
volvamos a querer a la gente de los
primeros tiempos, es
natural, incluso si se volvieron
monstruosos. Es así. La hice nombrar
diputada. Así, por gusto, para demostrar
quién era yo. Es así, no hay nada que
hacerle. Me daba gusto verla vestida
como yo, a mi lado, como un monito, en
el palco oficial. Pobre Fanny. Cuénteme
algo.
ENFERMERA
¿Qué, señora?
EVITA
Cualquier cosa, no importa. Un
recuerdo. Para compararlo con un
recuerdo mío, eso me haría quererla.
ENFERMERA
No sé qué puedo contarle, señora. Llevo
una vida muy común.
EVITA
Tutéeme. ¿Tiene un amante?
ENFERMERA
No señora, pero quiero a alguien. Pero
no vamos a casarnos, aunque yo ya me
entregué a él. Los dos somos muy
independientes, aunque tengamos la
misma profesión.
EVITA
¿Sabés que vas a hacer? Vas a ponerte
uno de mis vestidos para el baile de esta
noche. Buscá en los baúles. ¡El que
quieras!
MADRE
Dejala tranquila, Evita. Le das miedo.
IBIZA
¡Váyase, idiota! ¡Vaya a su cuarto!

Sale.

EVITA
¿Qué pensaba de mí, antes de venir
aquí?
ENFERMERA
La admiraba mucho, señora.
EVITA
¿Ahora también?
ENFERMERA
Sí, señora. Yo siempre la admiro.
EVITA
¿Tu papá es peronista?
ENFERMERA
Sí, señora. Mi mamá también era
peronista. Me inscribieron en el partido
cuando cumplí los dieciocho años. Pero
mi mamá murió.
EVITA
¿Murió?
ENFERMERA
Hace dos años.
EVITA
¡Es mentira lo de mis cajas fuertes! ¡No
vas a recibir un peso! Quédese conmigo
¡éstos solamente están esperando el
momento en que yo reviente para
heredarme! ¡Son todos funebreros!
MADRE
¡Evita!
EVITA
Andá. ¡Andate, basura! Echelá. ¡Andá a
escuchar la radio, a ver si dicen que me
muero! ¡Basura! Buscá un vestido, dale,
buscá un vestido...
ENFERMERA
Pero... un vestido, señora. ¿Por qué? No
vale la pena que me cambie, señora.
EVITA
Para darme el gusto. Vas a ver qué lindo
que es. Buscá en el baúl grande, allí. El
vestido blanco. Hay una peluca que
combina, está guardada en una bolsa de
plástico. Buscala, ahí mismo.
Entretanto, PERÓN e Ibiza entran.
ENFERMERA
¿Éste, señora?
EVITA
¿Lo reconocés? ¿Es hermoso, no?
ENFERMERA
Sí, señora, es muy lindo.
EVITA
Es el más lindo de todos. Es el mismo
que me puse para cenar con Franco, e
incluso para ver al Papa. Siempre lo
usaba con el visón blanco. ¿Lo ves?
Llevalo. Llevate también el visón.
Podés guardarlos, cuidalos. Te los doy.
Es mi vestido más querido y mi visón
más querido. Cuidalos. No me des las
gracias, porque de cualquier manera voy
a morir. Acercate. Vení. Todavía están
ahí esos dos. ¿Qué quieren? ¿No me
muero lo suficientemente rápido? ¡No
se hagan problemas, no tienen más que
matarme!
MADRE
Evita ¡no digas esas cosas!
EVITA
Y vos, tu caja fuerte de Suiza ¡te la vas a
meter en el culo! ¡Tu caja fuerte está
vacía! ¡Podés correr detrás de ella,
nomás! Y vos, ponete el vestido.
¡Ponete el vestido! Che, funebrero, yo
sé muy bien lo que vas a hacer cuando
no me tengas acá para vigilarme. Le vas
a entregar todo el petróleo a los yanquis
para comprarte portaaviones. ¡andá a
esconderte bajo la cama, cobarde,
cagón! ¡Siempre viví sola, así que
también puedo morirme sin vos!
Terminó la Comedia. ¡Impotente! ¡Vos
pónete el vestido!
ENFERMERA
Pero...
EVITA
¡Poneteló! ¡Las dos vamos a divertirnos,
con Fanny y el resto de la gente! ¡A
éstos vamos a encerrarlos en sus piezas
con candado, para que escuchen un
poco la radio!
IBIZA
Póngase el vestido, hija.

La ENFERMERA se cambia de ropa, con
la ayuda de la MADRE.

PERÓN
Eva, quisiera que me escucharas un
momento. No voy a presentarme a
elecciones. Abandono el poder.
EVITA
Dejá de decir boludeces. ¿Por qué?
PERÓN
Porque ya no soporto ningún
sufrimiento. Ni siquiera tolero tu
muerte. Estoy vacío. Hace mucho
tiempo que sufrís en mi lugar, y eso me
permitía gobernar. Cuando ya no estés,
no habrá nadie en el poder. Hasta si me
volviera un viejo reseco podría
comprenderlo.
EVITA
Dejá de decir boludeces. En unos días se
te va a pasar. Dejá de decir boludeces,
cretino; hay que esperar, ya va a pasar.
¡Pero mirá vos! ¡Te queda muy bien!
PERÓN sale.
ENFERMERA
Soy un poco grandota yo ...

EVITA
Pero no, no. Acercate. Da una vuelta. Te
queda muy bien, incluso te queda mejor
que a mí. Es cierto. Mamá ¿puedo
pedirte que hagas una cosa por mí?
MADRE
¿Qué cosa?
EVITA
Volvé a tu cuarto.
MADRE
¿Vos me odiás, Evita?
EVITA
Yo no te odio. ¿Qué querés decir?
MADRE
Quiero decir que me odiás; lo sé. Pero
hay muchas cosas que no pasan por mi
culpa. A mí también tienen que
comprenderme.
EVITA
¿No te di siempre toda la plata que
querías?
MADRE

EVITA
Entonces, volvé a tu cuarto.
MADRE
Vos me odiás porque creés que no sufro
de verte moribunda. Pero sufro mucho.
Tengo un dolor enorme, Evita. Cuando
tuviste difteria, lloré por una semana.
Vos no te acordás porque eras muy
chiquita. Sos la única cosa que quiero en
el mundo. Lo de la caja fuerte y el
número que me diste ¿era verdad o era
un chiste?
EVITA
Era verdad, boluda. andá a tu cuarto.
MADRE
Gracias, Eva.

Sale.

EVITA
Ayudame a levantarme. Tengo las
piernas
hinchadas. ¡A-ahí está! ¿Qué iba a
decir? Dejame apoyarme sobre vos...
con este vestido es como si me apoyara
sobre mí misma, Sabés, me da menos
vergüenza encontrarme en este estado.
Mirá mi anillo. ¿Te gusta? Es una
esmeralda corazón de perico. Tomá, te
lo regalo. Tenelo.
ENFERMERA
¡Oh! Gracias, señora. Es muy hermoso.
EVITA
Me lo dieron en un viaje a la India,
cuando fui a firmar unos contratos.
ENFERMERA
Es realmente magnífico, señora.
EVITA
Te gustan las joyas ¿eh? Tomá ésta
también. Y el collar. Tomá, tomá, no me
lo agradezcas. A mí ya no me sirven
para nada. Así te hacés un pequeño
ajuar. Te gusta la plata ¿eh? ¿Sabés lo
que vas a hacer
cuando me muera? ¿No querés ir a vivir
con mi mamá a Europa? Ella tiene
muchas casas, autos, todo lo que hace
falta. Podes hacerte pasar por su hija y
encontrar un marido. ¿Sos virgen?
ENFERMERA
No, señora.
EVITA
Mucho mejor. Es muy linda la vida
¿Sabés? No hay por qué ser enfermera
para siempre. Esperá, carajo, me muero.
Ayudame a sentarme. Quedate acá.
Quedate acá. Quedate acá. ¿No Tenés
frío? ¿Querés ponerte mi visón?
ENFERMERA
No, señora.
EVITA
¡Ya estoy harta! Ibiza, ¿estás ahí?
IBIZA
Sí.
EVITA
¿Me Tenés miedo?
ENFERMERA
No, señora.
EVITA
¿Ibiza? No aguanto más, mi viejo. ¿Está
todo listo? No digo los funerales, sino el
clima ¿está preparado el clima?
IBIZA
El clima está preparado.
EVITA
Lo presentía. Entonces es el final. ¡Qué
harta que estoy de este cáncer de
mierda, carajo! El cáncer es tu culpa. O
culpa de Perón, culpa de ustedes dos,
pero no culpa mía.
IBIZA
¿Qué querés decir?
EVITA
Ustedes me dejaron caer sola hasta el
Fondo de mi cáncer. Son unos turros. Me volví
loca y estaba sola. Me ven morir como
una bestia en el matadero.
Permitime, quiero estar con vos, no
tengas miedo.
Me volví loca, loca, como aquella vez
en que hice entregar un auto de carrera a
cada puta y ustedes me lo permitieron.
Loca. Y ni vos ni él me dijeron que
parara. Hasta mi muerte, hasta la puesta
en escena de mi muerte debí hacerla
completamente sola. Sola. Cuando iba a
las villas miseria y distribuía fajos de
billetes y dejaba todo, mis joyas y mi
auto y hasta mi vestido, y me volvía
como una loca, desnuda, en taxi
mostrando el culo por la ventanilla, me
lo permitieron. Como si ya estuviera
muerta, como si yo no fuera más que el
recuerdo de una muerta. Eso era lo que
quería decirte, viejito.
Sos muy linda ¿Sabés? Tenés un cabello
hermoso... No hay que teñirlo ¿eh? A la
larga es malo para el pelo ¿Sabés?
Dejame hacer, amor mío, permitime.
Dame, Ibiza.
IBIZA
Dejame a mí.
EVITA
No, esperá. Esperá... No tengas miedo,
mi amor, no tengas miedo, mi amor....
quedate así... ahí está. Te gusta ¿eh?
Así... así... así... así... Es el fin, estoy
lista.

IBIZA apuñala a la ENFERMERA con la
ayuda de EVITA.

EVITA
Dios mío, qué largo que fue esto.
¿Fanny espera todavía en el sótano? Voy
a bajar sola. Todas esas inyecciones me
enfermaron. Estoy muerta. ¿Mamá...?
¡Mamá! Vení acá.
VOZ DE LA MADRE
¡Dejame tranquila! ¡Dejame tranquila!
¿me oís? ¡No quiero ver nada!
EVITA
¿No venís a despedirme, vieja atorranta?
VOZ DE LA MADRE
¡Moríte, turra de mierda! ¡Hija de puta!
¡Moríte!

EVITA
Andá a traerme la capa de la enfermera.
No quiero correr el riesgo de ser
reconocida. Y su sombrero. Traé
también su sombrero.

BIZA sale. Vuelve con la capa y el
sombrero de la ENFERMERA.

EVITA
¿Te parece que me lleve el maletín con
los diamantes? No, mejor que los
expongan. De todas maneras no me los
voy a poner de nuevo. O mejor sí, me
los llevo para Fanny, le van a gustar. ¿Te
quedás, verdad? Sí, yo sabía que ibas a
quedarte. Cuidalo, es un flojo. Hay que
sostenerlo todo el tiempo. Dame la capa,
por favor. El cáncer fue idea tuya. No sé
cómo explicarlo, pero lo del cáncer fue
idea tuya. No es algo que hubiera
inventado por mí misma, semejante
enfermedad. ¿Entendés? No entendés.
Peor para vos. ¿Dónde está el
sombrero? (Entra PERÓN) ¿No
entendés? Es como cuando éramos
chicos e íbamos a comprarle Cinzano
para mamá a ese almacenero que
estaba tuerto ¿te acordás? ¿Te acordás
de que me hacía pasar al fondo y me
tocaba y después nos dividíamos la plata
para el Cinzano? Llegaba al extremo de
algo atroz ese tipo, algo atroz, atroz.
Nunca me tocó. Solamente me hablaba.
No sé por qué te decía que me tocaba; el
tipo me contaba su vida. Y poco a poco
llegué a ser como él ¿me entendés? no
pude evitarlo. Es así, no hay nada que
hacerle. ¿No volviste a pasar por esa
calle? ¿Estará allí todavía?
IBIZA
¿El almacenero? Ya no está.
EVITA
Estaba segura. ¿Murió?
IBIZA
No sé.
EVITA
Estoy segura de que murió. Sabés, creo
que voy a dejar los diamantes. Prefiero
que los expongan.

EVITA sale. IBIZA acuesta el cuerpo de
la ENFERMERA sobre un baúl y le pone
una peluca. Ibiza sale. Entran: periodistas,
ministros, monjas, curiosos, fotógrafos,
embajadoras, los pequeños cantores de la
cruz patagónica, los sanados, las hijas de
la revolución peronista, embalsamadores,
cosmetólogas, eclesiásticos, escolares,
sindicalistas, enfermeras llevando cirios y
coronas de flores artificiales.

PERÓN
Eva Perón se ha apagado. Decreto una
semana de duelo nacional al termino del
cual tendrán lugar los funerales. Sus
restos descansarán en la Confederación
General del Trabajo; ésa fue su
voluntad. Señores, rueguen para que su
alma esté en la paz de Dios. Aquella que
llamamos la madre de los humildes,
aquella que sacrificó el tiempo de su
vida para aliviar la desgracia de los
desheredados de la tierra, aquella que
nos ayudó con su clarividencia y su
fuerza de carácter en los momentos más
difíciles que nosotros —la patria y
también los hombres— hemos
atravesado, aquella que
ha sido nuestra compañera por la
voluntad de Dios, nuestra compañera
infatigable en todos los instantes de
nuestra pesada tarea al frente de la
Patria, Eva Perón, fue abatida por la más
atroz de las enfermedades. Para
nosotros, que la hemos acompañado con
nuestro amor durante el largo calvario
hasta su muerte, nos será difícil, nos
será imposible no rebelarnos, en nuestro
fuero interior, contra la injusticia del
destino. Sí, Evita es irremplazable.
¿Quién, como ella, podría inmolar su
vida y su generosidad de mujer por la
causa del obrero, del campesino, del
oprimido? Hombres y mujeres de mi
Patria, tratemos de interpretar, una vez
más, la voluntad divina. Eva Perón no
está muerta, está más viva que nunca.
Hasta hoy la hemos amado; a partir de
hoy adoraremos a Evita. Su imagen será
reproducida hasta el infinito en pinturas
y en estatuas para que su recuerdo
permanezca vivo en cada escuela, en
cada rincón de trabajo, en cada hogar.
Desde lo alto de su pedestal, la fuerza
invencible de su destino ejemplar
nos dará coraje, más que nunca, para
continuar la tarea, la dura tarea a la que
hemos dedicado nuestra vida: condenar
la riqueza injusta, dar pan a los pobres,
construir una sociedad nueva donde
cada hombre y cada mujer encuentren
su felicidad en el trabajo y en el amor a
la Patria. ¡Eva Perón, señores, está más
viva que nunca!

PERÓN sale. La MADRE pasa, sostenida
por dos personas que la abanican y la
fotografían.

MADRE
Dios mío. Dios mío. Dios mío. Dios
mío. Dios mío. Dios mío. Dios mío.
Dios mío. Dios mío. Dios mío.
_________________

Copi
Las viejas travestís
“Mimí, atiende, hay un negro que nos mira” dijo Gigí. Eran dos viejas
travestís con pelucas rubias que hacían la calle por la acera de Rue des
Abbesses. El hecho de vestirse como si fueran gemelas les conservaba
una cierta clientela, a pesar de sus sesenta años bien cumplidos. Mimí,
que era muy miope, gritó: “¿Vienes, querido?”, dirigiéndose a una
farola. Gigí lanzó una carcajada. “Eres la maricona más bruta que he
visto nunca” dijo desternillándose de risa. El Príncipe Koulotô sacó
una petaca de oro del bolsillo interior de su gabardina blanca, extrajo
un Kool y lo encendió con su mechero de laca china. “¿Te vienes,
pues, querido?” se pusieron a chillar las dos travestís desde el otro
lado de la calle, haciendo restallar sus látigos sobre la acera. El
Príncipe Koulotô, tras haber encendido su cigarrillo, atravesó la calle
y fue a inclinarse ante ellas. “iYo querer ofreceros mi reino!” Y sacó
de su billetera de cocodrilo verde una tarjeta dorada en la que se
hallaba escrito su nombre con gruesos caracteres, sobrevolado por una
corona. “¡Vosotras, mujeres más bellas universo!” añadió, inclinán-
dose hasta casi tocar el suelo con la frente. Gigí le dio un codazo a su
amiga. “¿Has oído eso?” dijo. “¿Cuánto pagas por hacerte azotar por
las gemelas rubias?” le gritó Mimí, haciendo chasquear su fusta. “Yo
amor sincero” dijo el Príncipe, cruzando las manos sobre el pecho y
poniéndose de rodillas. Gigí le largó un fustazo a su panamá blanco,
que cayó a la calzada. “Entonces ¿te gustan mis tetas, querido?” dijo
Mimí, desabrochándose su corsé de cuero y dejando ver sus grandes
prótesis de parafina. Gigí le sacó la billetera del bolsillo interior; un
taco de billetes de quinientos francos rodó por la acera. Las dos viejas
travestís se precipitaron a recogerlos, los metieron en uno de sus bol-
sos y corrieron hasta la esquina de la Rue des Martyrs. Una vez allí,
miraron hacia atrás. El Príncipe Koulotô permanecía inmóvil en el
mismo sitio, bajo la luz de la farola. “Está lelo” dijo Gigí; y se pusie-
ron a contar los billetes de quinientos francos. Había un centenar. “¡Es
una millonaria!” gritó Mimí. Y se volvieron corriendo hacia Koulotô.
“Estamos enamoradísimas, ¿sabes?” dijo Mimí. Lo tomaron cada una
por un brazo y lo ayudaron a levantarse; lo arrastraron hasta Rue des
Martyrs, haciéndolo subir uno a uno los escalones de su edificio, hasta
un quinto piso, donde tenían alquilado un destartalado apartamento de
dos piezas. Todo el suelo estaba recubierto de pieles de cabra. Koulotô
se dijo que nunca en su vida había encontrado unas mujeres tan en-
cantadoras. Había desembarcado en Orly a las cuatro de la mañana y
había alquilado un Cadillac blanco para precipitarse hacia Pigalle, que
él consideraba el centro del mundo. Y había tropezado con las dos
viejas travestís, que eran las últimas que estaban haciendo aún la calle
por no haber encontrado clientela. Quedó inmediatamente prendado
de sus vestidos de cuero y sus gafas de brillantes; paró el Cadillac en
la esquina de Rue des Martyrs y se acercó a ellas tímidamente. El
modo como lo habían tratado no le chocó lo más mínimo; encontraba
a las dos travestís adorables y se puso caliente de inmediato. Mimí lo
acostó sobre las pieles de cabra del suelo, le abrió la bragueta y le
mordió el sexo, mientras Gigí se quitaba las bragas y le frotaba el suyo
contra la cara. El olor de pachulí de Gigí le hizo dar vueltas la cabeza.
Eyaculó hundiendo la cara entre las piernas de Gigí, que le orinó en la
boca; Mimí le mordía al mismo tiempo los testículos hasta hacerlo
llorar; el Príncipe eyaculó por segunda vez, sollozando, mientras Gigí
le arrancaba su reloj de pulsera de oro y Mimí le registraba los bolsi-
llos, donde encontró una postal de Koulataï: un lago en el que se re-
flejaban las trescientas sesenta y tres torres del palacio del PríncipeKoulotô, en pleno centro de África. Las viejas travestís se miraron
entre sí. Después de sesenta años de humillaciones (o casi), habían
encontrado al fin el hombre de sus vidas. Se besaron diez veces en las
dos mejillas y se pusieron a bailar una java al son de un viejo disco de
Yvette Horner. Koulotô, que nunca había visto bailar a mujeres blan-
cas de carne y hueso, creyó morir de asombro. Se abrochó la bragueta
y preguntó: “¿Cuarto baño?” “iHala a bañarte!” rió Gigí, mientras
Mimí lo empujaba hacia el interior de su minúscula cocina, donde
Koulotô pudo lavarse la cara y el sexo con la ayuda de un paño de
cocina que apestaba a moho, pero que él tomó por el colmo del refi-
namiento en materia de cosmética parisién. Entre tanto, las travestís
bajaban sus maletas de cartón de encima del armario y metían dentro
todos sus cachivaches gemelos: dos pares de botas de tacón de aguja
en plástico dorado, dos pares de pantuflas totalmente gastadas, unos
cuantos pares de medias de malla desparejados, dos petos de cuero
con agujeros para dejar ver los senos, dos minifaldas de esponja color
naranja y dos pantis de piel de cebra sintética. Mimí metió en su ma-
leta los cosméticos y las hormonas y Gigí las cosas de aseo en la suya:
un cepillo de dientes común, una piedra pómez, una vieja pera de la-
vajes y pegamento dental para las dentaduras postizas, que al mismo
tiempo les servía como lubrificante para el ano. El Príncipe Koulotô se
inclinó para recoger las dos maletas y salió al pasillo, mientras las dos
viejas travestís se dedicaban a romper todo lo que quedaba en el apar-
tamento. Destriparon los colchones, hicieron trizas el espejo del arma-
rio, arrojaron la mesita de noche por la ventana, y dejaron abierto el
gas y los grifos de agua. Luego se colocaron sus impermeables de piel
de pantera sintética y bajaron las escaleras del inmueble, ante los ve-
cinos que, despertados por el escándalo, se agolpaban en los rellanos.
A menudo les habían causado molestias, debido a lo especial de su
clientela, pero esta vez no se atrevieron a insultarlas como habían
hecho otras veces, a la vista del negro que las seguía: un gigante de
casi dos metros, bello como un dios. Mme. Pignou, en camisón, su-
surró a su vecina de escalera: “¡Si es el Príncipe Koulotô!” Había visto
su foto en un vespertino. Descendiente de la Reina de Saba, por parte
de madre, tenía fama de poseer el rostro más perfecto de toda la raza
negra. La gracia de su sonrisa y su mirada de gacela volvían locas a
las lectoras de revistas del corazón del mundo entero, desde que había
entrado en posesión de la más fabulosa fortuna de la Tierra. Era el jefe
espiritual de doscientos millones de almas extremadamente piadosas
que, cada viernes, le regalaban su peso en diamantes, y un pájaro de
papel, emblema de su dinastía.
El Príncipe Koulotô abrió el portamaletas del Cadillac blanco donde
metió las dos maletas de cartón; abrió luego la puerta trasera a las dos
viejas travestís y se sentó en el lugar del conductor. De inmediato,
corrieron rumbo a Orly, atravesando el París desierto de las cinco de
la madrugada. Las dos viejas travestís, que hacía siglos que no salían
de Pigalle, lanzaban gritos de alegría cada vez que veían un monu-
mento. Koulotô estaba radiante de alegría. Una vieja leyenda africana
decía que el dios del Universo Futuro nacería de la coyunda de un rey
negro y dos mujeres idénticas de cabellos rubios, que tendrían pene y
que llegarían a su reino en un pájaro metálico. En Orly, un avión
construido en forma de ave del paraíso, sutilmente pintado por los más
grandes artistas del reino Koulô, resplandecía bajo el primer sol de la
mañana, con los motores ya en marcha. Las dos viejas travestís aplau-
dieron y se pusieron a bailar de alegría en la misma pista de aterrizaje,
ante la mirada de asombro de la tripulación, compuesta por eunucos
vestidos con túnicas de pluma blancas. Una joven impúber, negra
como el ébano, descendió completamente desnuda la escalera del
avión, con un brillante grande como un puño en cada mano; dio unos
pasos de danza extremadamente graciosos y tendió un brillante a cada
una de las travestís; ellas los metieron en sus viejos bolsos de lonaencerada. A continuación, toda la corte entró en el avión, los dos tra-
vestís a la cabeza, cantando: “Il est cocu, le chef de gare!” Los indíge-
nas acompañaban el estribillo con su acento melodioso. La puerta del
ave del paraíso se cerró y el “Concorde” despegó. La corte del
Príncipe Koulotô respiró al fin, viendo, por primera vez desde su as-
censión al trono, brillar el sol de la felicidad en la imberbe cara de su
jefe espiritual, mientras las viejas travestís se ponían moradas de
champán y se metían una a la otra los cuellos de las botellas en el
culo, saltando sobre los respaldos de los asientos. Y cuando, comple-
tamente mareadas, se pusieron a vomitar, los eunucos las acostaron en
dos divanes recubiertos de piel de nutria negra. Mimí, con el vientre
sobresaltado por tantas emociones, se cagó. Los eunucos la perfuma-
ron con incienso; el Príncipe Koulotó la cubrió de besos mientras ella
roncaba como un loro. Gigí, en cambio, reía en sus sueños como una
loca. Una hora antes de llegar al aeropuerto del reino, los eunucos
despertaron a las dos viejas travestís, para colocarles dos hermosos
vestidos recamados de perlas negras que llegaban hasta el suelo, con
rubíes en la parte de los senos. Ellas se echaron a reír al verse en el
espejo del lavabo. El Príncipe Koulotó abrió la puerta y pisó él pri-
mero la inmensa escalerilla del avión, toda ella tapizada de piel de
visón blanco. Afuera, una muchedumbre imposible de abarcar con la
vista aguardaba desde la noche anterior, esperando la llegada de las
dos travestís anunciada a todo el país por las radios de transistores.
Trescientos sesenta y tres elefantes, pintados de mil colores, arrodilla-
dos al principio de la pista, esperaban. Cada uno de ellos llevaba en-
cima una palmera rosa, con un joven negro colgado de ella en posi-
ción artística, mostrando una banana rosa en la mano. El Príncipe
Koulotó, que se había puesto una chilaba de lino blanco y un turbante
del mismo color, se inclinó ante las dos travestís que, locas de alegría,
se pusieron a cantar la Marsellesa. Koulotó tomó a cada una de un
brazo y bajó la escalerilla del “Concorde”, aclamado por la multitud
indígena. Gigí y Mimí ingresaron así, con gran naturalidad, en el des-
tino de su sueño común, que habían presagiado desde siempre.