RABINAL ACHÍ
baile del Tun
Anónimo
Obra de la cultura maya-quiché
PERSONAJES DEL DRAMA BALLET
EL JEFE CINCO-LLUVIAi. Gobernadorii de los de la ciudad de Rabinaliii.
EL VARÓN DE RABINALiv. El más destacado entre los varonesv, hijo del Jefe Cinco-Lluvia.
EL VARÓN DE LOS QUECHÉvi. Gobernador de los yaquivii, de los de Cunénviii y Chahulix, hijo del
Hechicero de los varonesx, Hechicero del Envoltorioxi, Gobernador de los hombres Quechéxii.
LA SEÑORAxiii. Esposaxiv del jefe Cinco-Lluvia.
MADRE DE LAS PLUMAS, Madre de los Verdes Pajarillosxv, Piedra Preciosaxvi. Prometida del
Varón de Rabinal.
IXOK-MUN. Sirviente(a)xvii.
UN SIRVIENTE del Varón de Rabinal.
Doce águilas amarillas, doce jaguares amarillosxviii, varones de la ciudad de Rabinal.
Abundantes guerreros, abundantes servidores. Guerreros y servidores del Varón de Rabinal. Dan- zantes.
La acción se desarrolla en Cakyug-Zilic-Cakocaonic-Tepecanicxix; los Cuadros I y III, del Primer Acto, frente a la fortaleza; el Cuadro II y el Segundo Acto, en el interior de la misma.
PRIMER ACTO
CUADRO I
(El Varón de Rabinal y su gente danzan en ronda. El Varón de los Queché llega de pronto y se pone a bailar en medio del círculo moviendo su lanza corta, como si quisiera herir con ella, en la cabeza, al Varón de Rabinal. El movimiento de la ronda es cada vez más rápido)
EL VARON DE LOS QUECHE
¡Acércate, jefe violentador, jefe deshonestoxx! ¡Será el primero a quien no acabaré de cor- tar la raíz, el tronco; ese jefe de los Chacachxxi, de los Zamanxxii, el Caükxxiii de Rabinal! Esto es
lo que digo ante el cielo, ante la tierraxxiv. Por eso no pronunciaré abundantes palabras. ¡El cielo, la tierra, estén contigoxxv, el más destacado entre los varones, Varón de Rabinal!
EL VARON DE RABINAL
(Al bailar agita un lazo, con el que se propone sujetar a su enemigo)
¡Efectivamente! ¡Valeroso varón, hombre de los Cavek Queché!xxvi. Eso dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra: “Acércate, jefe violentadorxxvii, jefe deshonesto. ¿Será el único a quien no acabaré por cortar la raíz, el tronco; ese jefe de los Chacach, de los Zaman, el Caük de Rabinal?”.
¿Así dijiste?xxviii. Sí, efectivamente, aquí está el cielo; sí, efectivamente, aquí está la tierraxxix. Te entregastexxx al hijo de mi flecha, al hijo de mi escudo, a mi maza yaqui, a mi hacha yaquixxxi, a la red, a mis ataduras, a mi tierra blancaxxxii, a mis yerbas mágicasxxxiii, a mi vigor, a mi valentía. Sea así o no sea así, yo te enlazaré con mi fuerte cuerda, mi fuerte lazo, ante el cielo, ante la tierra. ¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, hombre prisionero y cautivo!
(Lo ha sujetado con el lazo y tira de éste, para atraerlo hacia sí. Cesa la música, y la danza se interrumpe. Hay un prolongado silencio, en el cual ambos varones, fingiéndose iracundos, se ven cara a cara. Después, sin acompañamiento musical ni danza, pronuncia el siguiente parlamento el Varón de Rabinal y le replica el Varón de los Queché)
¡Eh! valiente, varón, prisionero, cautivo. Ya enlacé al de su cielo, al de su tierra.
Sí, efectivamente, el cielo; si, efectivamente, la tierra te han entregado al hijo de mi escu- do, a mi maza yaqui, a mi hacha yaqui, a mi red, a mis ataduras, a mi tierra blanca, a mis hierbas mágicas. Di, revela dónde están tus montañas, dónde están tus vallesxxxiv; si naciste en el costado de una montaña, en el costado de un valle.
¿No serías un hijo de las nubes, un hijo de las nublazones?xxxv ¿No vendrías arrojado por las lanzas, por la guerra?xxxvi.
Esto es lo que dice mi voz ante el cielo, ante la tierra. Por eso no pronunciaré abundantes palabras.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre prisionero, cautivo!
EL VARON DE LOS QUECHE
¡Ah cielo, ah tierra! ¿Es verdad que dijiste eso, que pronunciaste voces absurdasxxxvii ante el cielo, ante la tierra, ante mis labios y mi cara?xxxviii: ¿Que soy un valiente, un varón? Eso dijo tu voz.
¡Vamos! ¿Sería un valiente, vamos, sería un varón y habría venido arrojado por la lanza, por la guerra?
Mas aquí tu voz dijo también: “Di, revela el aspecto de tus montañas, el aspecto de tus valles”. Así dijiste.
¡Vamos! ¿Sería un valiente, ¡vamos!, sería un varón, y diría, revelaría el aspecto de mis montañas, el aspecto de mis valles?
¿No está claro que nací en el costado de una montaña, en el costado de un valle, yo el hijo de las nubes, el hijo de las nublazones? ¡vamos!, ¿diría, revelaría mis montañas, mis valles?
¡Ah! ¡Cómo rebasan el cielo, cómo rebasan la tierra! Por eso no pronunciaré abundantes
palabras, destacado entre los varones, Varón de Rabinal.
¡El cielo, la tierra, estén contigo!
(y se reanuda el baile. Vuelve a sonar la música)
EL VARON DE RABINAL
¡Eh! valiente, varón, hombre prisionero, cautivo. ¿Así dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra? “¡Vamos? Sería un valiente, ¡vamos!, sería un varón, y diría, revelaría mis montañas, mis valles? ¿No está claro que nací en el costado de una montaña, en el costado de un valle, yo el hijo de las nubes, el hijo de las nublazones?”
¿No dijo esto tu voz? Si no dices, si no revelas el aspecto de tus montañas, el aspecto de tus valles, permita el cielo, permita la tierra, que te haga ir, sujeto o destrozadoxxxix, ante mi Go- bernador, ante mi mandatario, en mis vastos muros, en mi vasta fortaleza.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra estén contigo, hombre prisionero, cautivo!
EL VARÓN DE LOS QUECHE
¡Ah cielo, ah tierra! Tu voz dijo ante el cielo, ante la tierra: “Se podrá hacer nacer, salir, las voces, las palabras, que diré contigo, ante el cielo, ante la tierra. Aquí hay con qué hacerlas nacer, con qué hacerlas salir, para que tú digas, para que tú reveles el aspecto de tus montañas, el aspecto de tus valles. Si no los dices, si no los revelas, permita el cielo, permita la tierra, que te haga ir, sujeto destrozado, ante mi Gobernador, mi mandatario”.
Eso dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra:
¡Ah, cielo, ah, tierra! ¿A quién diré, revelaré el aspecto de mis montañas, el aspecto de mis valles?
¿A ustedes, tapicholesxl; a ustedes, pájarosxli?
Yo, el valiente, yo el varón, jefe de los extranjeros de Cunén, de los extranjeros de
Chahul!
Ciertamente el jefe Hechicero de los varones, Hechicero del Envoltorio, bajó diez vecesxlii
el camino de las nubes, de las nublazones, en mis montañas, en mis valles.
¿Cómo hacer bajar, cómo hacer subir las voces, las palabras, que diré contigo ante el cie- lo, ante la tierra?
¡El cielo, la tierra. estén contigo, destacado entre los varones, Varón de Rabinal!
EL VARON DE RABINAL
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, ¿eres mi auxiliar, eres mi hermano mayor, eres mi hermano menor? ¡Magnífico! ¡Y cómo podría mi espíritu haber olvidado verte, olvidado mirarte, en los vastos muros, en la vasta fortaleza!
Eras tú, sin duda, el que imitaba el grito del coyote, el que imitaba el grito del zorro, el grito de la comadreja, del jaguarxliii, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. para atraernos a tixliv, a nosotros los blancos niños, los blancos hijosxlv; para llevarnos a los vastos muros, ante la vasta fortaleza; para alimentarnos con amarilla miel silvestre, con verde miel silvestrexlvi, que toma nuestro Gobernador, nuestro mandatario el abueloxlviiCinco-Lluvia.
Entonces ¿por qué hacer alarde; provocar como tú lo has hecho, mi decisión, mi valentía? No han sido esos gritos los que nos llamaron, los que nos atrajeron a los doce jefesxlviii,
cada uno jefe de su muro, de su fortaleza.
No nos dijiste de veras: “Ustedes, hombres libresxlix, los doce valientes, hombres libres, los doce varones, deben venir a escuchar lo que se les ordena, porque cada uno de sus alimentos, cada una de sus bebidas fue disuelta, consumida, destruida, convertida en piedra pómezl. Sólo la cigarra, sólo los grillos hacen oír su canto en los muros, en la fortaleza de esos blancos niños, de esos blancos hijos, porque sólo son nueve, diez los que estánli en sus muros, en su fortaleza. Por eso nosotros hemos dejado de alimentar a los blancos niñoslii, a los blancos hijos, porque come- mos el plato frito, el frijol grande, el plato de langostas, el plato de loros, los platos combina- dosliii”.
¿No era esto lo que decía la advertencia que se nos hizo a los jefes, los guerreros? ¿No había en esto con qué rebasar los deseos de tu valentía, de tu denuedo?
Y Belehe Mokoh, Belehe Chumayliv, con esa valentía, ese denuedo, ¿no fueron a hacerse
arrollar, a hacerse sepultar por nuestros guerreros, por nuestros jefes, en Cotomlv, en Tikiram, llamados así?
He aquí que pagarás ahora ese trastorno, bajo el cielo, sobre la tierra.
Tú dijiste, por consiguiente, adiós a tus montañas, a tus valles, porque aquí cortaremos tu raíz, tu tronco, bajo el cielo, sobre la tierra.
Ya no te acontecerá jamás, de día, de noche, bajar, salir de tus montañas, de tus valles. Es preciso que mueras aquí, que desaparezcas aquílvi, bajo el cielo, sobre la tierra.
Por eso yo comunicaré esta noticia a la cara de mi Gobernador, a la cara de mi mandatario, en los vastos mazos, en la vasta fortaleza.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra. Por eso no pronunciaré abundantes palabras.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek Queché!
EL VARON DE LOS QUECHE
¡Eh! ¡valiente varón, destacado entre los varones, Varón de Rabinal! Esto dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra: “¿Por qué hacer alarde de mi valentía, hacer alarde de mi denuedo?”. Esto dijo tu voz.
Realmente llamaron al comenzar, llamaron a mi Gobernador, a mi mandatario. Esa fue la única razón de mi arribo, de mi llegada de mis montañas, de mis valles.
De aquí partió un mensaje de llamada, bajo el cielo, sobre la tierra, ante los muros del comando de Cakyug-Zilic-Cakocaonic-Tepecanic; tal el nombre, la boca, la caralvii de esos muros, de esa fortaleza.
¿No fue aquí donde ataron las diez cargas de cacao para comprar, las cinco cargas de ca- cao finolviii, destinadas a mi Gobernador, a mi mandatario, Hechicero jefe, Hechicero de los varo- nes, Hechicero del Envoltorio; esos son su nombre, su boca, su cara, en mis muros, en mi fortale- za?
Desde que eso se le presentó, el jefe, Hechicero jefe, Hechicero del Envoltorio, en el acto deseó, por ese motivo, la muerte de los Chacachs, de los Zaman, del Caük de Rabinal, delante de los Uxlix, de los Pokoman.
Procedamos lucidamente. Vayan a decir que desea ver la valentía, el denuedo del jefe de la montaña Queché, del valle Queché.
Venga a tomar posesión de las hermosas montañas, de los hermosos valles. Venga, pues, mi hermano menor, mi hermano mayorlx.
Venga a tomar posesión, aquí, bajo el cielo, sobre la tierra, de esas hermosas montañas, de esos hermosos valles.
Venga a sembrar, a hacer viveros, allí donde se apretujan los retoños de nuestros pepi- noslxi, de nuestras buenas calabazas, los retoños de nuestras matas de frijol.
Esto afirmó tu desafío, tu grito de llamada, ante mi Gobernador, mi mandatario. De este modo se lanzó en seguida el desafío, el gritolxii de mi Gobernador, de mi mandatario: “¡Eh, eh! Mi valeroso, mi varón, ve a contestar y torna pronto, porque arribó un mensaje de llamada, que llegó bajo el cielo, sobre la tierra. Eleva tu vigor, tu valentía, bajo el cielo, sobre la tierra. El hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo; torna pronto a la vertiente de la montaña, a la vertiente del
valle”.
Así llegó el reto, el grito de mi Gobernador, de mi mandatario.
Yo me había marchado. Ponía las señaleslxiii de las tierras, allá donde se recuesta el sol, donde comienza la noche, donde el frío tortura, donde la helada tortura, en Pan-Tzahaxaklxiv, lla- mado así.
Entonces mostré el hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo. Volví al costado de la monta- ña, al costado del valle.
Allá, por primera vez, yo lancé mi reto, mi grito, ante Cholochíc Huyulxv, Cholochic-
Chahlxvi, llamados así.
Salí de allá; iba a lanzar mi reto, mi grito, por segunda vez, a Nim Che Paraveno, a Ca- brakánlxvii, llamados así lxviii.
Salí de allá; iba a lanzar por cuarta vez mi reto, mi grito, a Xol Chacachlxix, llamado así. Allá supe que el gran tambor de sangrelxx, el tamboril de sangrelxxi los hacían sonar las
doce águilas amarillaslxxii, los doce jaguares amarillos.
Palpitaba el cielo, palpitaba la tierra con el gran ruido, la gran agitación de las doce águi- las amarillas, los jaguares amarillos; con los servidores, las servidoras del varón.
Allá se inició mi canto ante el cielo, ante la tierra: “¡Acércate violentador, jefe deshonesto!
¿Será el primero a quien no acabaré de cortar la raíz, el tronco, ese jefe de los Chacach, de los
Zaman, el Caük de Rabinal”.
Eso dijo mi palabra. ¿Qué harás, ¡oh, jefe!, ya que no he podido aniquilarte ni destrozarte, pues sólo he podido decir mi voz, cantar ante el cielo, ante la tierra, destacado entre los varones, Varón de Rabinal?
Habla, por consiguiente, tú también, a tu vez. ¡El cielo, la tierra, estén contigo, destacado entre los varones, varón de Rabinal!
EL VARON DE RABINAL
¡Ah! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. ¿Eso dice tu voz ante el cielo, ante la
tierra?
De veras son las palabras que has dicho, sin modificar las palabras que has dicho: “De veras partió de aquí un mensaje de llamada; de veras nos llamaron en las montañas Queché, en
los valles Queché”.
Realmente no fue una falta, no fue malo que llamaran, para oírlo, al Hechicero jefe, al Hechicero del Envoltorio, cuando él deseaba la muerte, la desaparición del jefe de los Chacach, de los Zaman, del Caük de Rabinal, por los de Ux, por los de Pokoman, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
“Procedamos lucidamente, para lograr que venga el jefe de las montañas Queché, de los valles Queché, con su valentía, con su denuedo. Venga a tomar posesión de las hermosas monta- ñas, de los hermosos valles. Venga a sembrar, venga a hacer sus viveros”.
¡Pues bien!, sembraremos, haremos nuestros viveros, allá donde se apretujan los retoños de nuestros buenos pepinos, los retoños de nuestras buenas calabazas, de nuestras buenas matas de frijol!
Así, por consiguiente, dijo nuestra voz ante el cielo, ante la tierra.
Por eso, tú nos provocaste inútilmente, nos amenazaste en vano, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Gracias al cielo, gracias a la tierra, te vertiste ante nuestros muros, ante nuestra fortaleza.
Por eso nosotros aceptaremos el reto, aceptaremos la lucha; combatiremos a los de Ux, a los de
Pokoman.
Yo te encomendaré, por consiguiente, la misión de la llamada. Ve, corre ante Nim-Belxxiii, donde el pájaro bebe en el agualxxiv; ante Cholochic-Zakchunlxxv, llamado así. No accedas a lo que quieren los corazones de los de Ux, de los de Pokoman. No dejes de luchar en sus montañas, en sus valles. Aniquila, destroza, bajo el cielo, sobre la tierra.
Eso dijo, desde luego, mi voz; mas no fue necesario que vieras, que miraras a los de Ux, a los de Pokoman, pues ellos se transformaron en moscas, en mariposas, en hormigones, en hormi- guitaslxxvi, y sólo eran grandes sus filas, sus columnas, para ascender por la cuesta del monte lla- mado Equempek Gamahallxxvii.
Entonces dirigí mi vista, mi contemplación, a la cara del cielo, a la cara de la tierra; en ese momento vi a los del Ux, a los de Pokoman; mi corazón decayó, mi corazón se sintió herido al verte, al mirarte, porque tú habías accedido a lo que deseaban los de Ux, los de Pokoman.
Entonces lancé mi grito, mi reto contra ti: ¡Eh, eh! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché: ¿por qué dejas de luchar contra los de Ux, contra los de Pokoman, en sus montañas, en sus valles?
¡Ah, cielo, ah, tierra! Realmente, esperaban en nuestras montañas, en nuestros valles, que tú lanzaras tu reto, tu grito contra los de Ux, los de Pokoman.
¿Has respondido con tu desafío, con tu grito, contra los de Ux, los de Pokoman, aquellos que habían lanzado su reto, su grito?
“¡Ah! ¡ah! que tornen ¡ah! los de Ux, los de Pokoman a escuchar aquí las órdenes, bajo el
cielo, sobre la tierra”. Eso dijo tu voz.
Entonces las de Ux, los de Pokoman, te respondieron: “Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, abandona la lucha en nuestras montañas, en nuestros valles. ¿No nacimos aquí, con nuestros niños, nuestros hijoslxxviii, donde bajan las negras nubes, las blancas nubes, donde el frío tortura, donde la helada tortura? Lejos se hallan los ramajes, los verdes ramajes, el amarillo cacao para las compras, el amarillo cacao fino, el oro, la plata, los bordados, la orfebrería, con mis niños, mis hijos. Aquí están mis niños, aquí están mis hijos; allá no existe para ellos sufri- miento, absoluto o relativo, si desean sostenerse; mientras reposas llega una carga de cacao para comprar, una carga de cacao fino, porque ellos son bordadores, orfebreslxxix, del amanecer a la nochelxxx. Pero contempla a los niños, ve a los hijos del más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal. Ellos sólo con gran dolor, con gran padecimiento logran alimentarse, total o parcialmente, del amanecer a la noche. Una de sus piernas ve hacia adelante, otra pierna ve hacia atrás; sólo hay cojos, mancoslxxxi; los sobrinos, los nietos del más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal, del amanecer a la noche”.
Eso repuso al reto, al grito, de los de Ux, de los de Pokoman, debido a la envidia de sus corazones.
Y tú les respondiste: “¡Eh, eh! ¡Ustedes los de Ux, ah, ustedes los de Pokoman ¿Eso dicen sus voces, ante el cielo, ante la tierra? En lo que concierne a esos niños, a esos hijos del Varón de Rabinal, no hay que tocar sus caras; por lo que se refiere a sus medios de subsistir, su manera de vivir bajo el ancho cielo, bajo los lados del cielo, a la cabeza de la tierra, a los pies de la tie- rralxxxii, en una alcoba o en dos alcobas, porque son vigorosos, porque son denodados sic. Tus niños, tus hijos, al contrario, se pierden, se dispersan, van y vienen; se colocan en orden, van a sus montañas, a sus valles. Quizás de allí sólo vuelvan uno, dos a sus muros, a su fortaleza, porque se les aniquila, se les persigue mientras buscan sus alimentos, su manera de vivir. Entre los niños, los hijos del valiente, del varón más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal, si uno, dos se van, uno, dos tornan a sus muros, a su fortaleza”. Eso dijo tu voz a los de Ux, a los de Po- koman.
Pero esto es lo que dijo mi voz: ¡Eh, eh!, valeroso varón, hombre de los Cavek Queché. Se ha escuchado el reto, el grito que lanzaron los de Ux, los de Pokoman.
¡Ah, cielo, ah, tierra! Era preciso que estuvieran iracundos por abandonar, bajo el cielo, sobre la tierra, a mis niños, mis hijos. Debe decirse que no pudieron tomar posesión de esas her- mosas montañas, de esos hermosos valles. Es sorprendente que hayas venido a acabar muchos días, muchas noches, bajo el cielo, sobre la tierra; que hayas venido a terminar el hijo de tu fle- cha, el hijo de tu escudo; que hayas venido a terminar la cara de tu vigor, la cara de tu energía.
Nada has obtenido, y hay que decir que de nada has podido adueñarte bajo el cielo, sobre la tierra. Sabías dónde estaban los límites de tu tierra, que viene a unirse a los costados de las montañas, a los costados de los valles.
Debe decirse que soy el valiente, el varón, destacado entre los varones, el Varón de Rabi- nal, quien adquirió renombre con sus niños, con sus hijos, bajo el cielo, sobre la tierra.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché!
EL VARON DE LOS QUECHE
¡Ah! ¡ah! ¡oh, cielo, oh, tierra! Tu voz dice verazmente que no he logrado adueñarme aquí, bajo el cielo, sobre la tierra, de las hermosas montañas, de los hermosos valles.
¿Fue inútil, en vano, que viniera aquí a concluir muchos días, muchas noches bajo el cie- lo, sobre la tierra? ¿Mi valentía, mi denuedo, entonces, no me han servido?
¡Ah, cielo, ah, tierra! Me fui, por consiguiente, a mis montañas, a mis valles. Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
Anduve por el costado de las montañas, el costado de los valles; allá, en la punta que lla- man Cambalxxxiii, puse mis señales.
Mi voz dice, por eso, ante el cielo, ante la tierra: Llamándolo, podría hacer que saliera el jefe de Camba, para poner mis sandalias sobre las cabezaslxxxiv de los niños, las cabezas de los hijos del más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal.
Así expresó su queja mi corazón. Pero si hasta el mismo cielo quisiese castigarme, si la tierra quisiese castigarme, diría mi voz: Me fui de allá a poner mis señaleslxxxv a la cima de la montaña Zaktihellxxxvi, del valle Zaktihel; lancé mi reto, mi grito. ¡Ah, cielo! ¡ah, tierra!
¿Es verdad que de nada me he adueñado aquí bajo el cielo, sobre la tierra?
De allá bajé en seguida a la cuenca del río y vi entonces las tierras nuevas, antiguas; las tierras de las amarillas espigas, de los amarillos frijoles, de los blancos frijoles, de las aves con garraslxxxvii.
Mi voz dijo entonces esto, ante el cielo, ante la tierra: ¿No podría llevarme un poco de esta tierra nueva, antigua, con ayuda del hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo? Entonces allí hundí mis sandalias en la tierra nueva, antigualxxxviii.
De allá me fui en seguida a colocar mis señales sobre la punta Xtincurun, frente a Ximbal
Ha, llamados asílxxxix.
De allá también partí: fui a plantar mis señales a la punta llamada Quezentumxc; allá re- doblé en el tambor por el deseo de mi corazón, durante trece veces veinte días, trece veces veinte nochesxci, porque no había logrado adueñarme bajo el cielo, sobre la tierra, de las hermosas mon- tañas, de los hermosos valles.
Esto dijo mi voz ante el cielo, ante la tierra: ¡Ah, oh, cielo, oh, tierra! Es verdad que no logré adueñarme de nada aquí, bajo el cielo, sobre la tierra; que vine inútilmente, en vano, a aca- bar muchos días, muchas noches.
Esto dijo mi voz ante el cielo, ante la tierra.
Vine por consiguiente a dar fin a la cara de mi fuerza, la cara de mi energía; mi valor, mi denuedo no me sirvieron.
Esto dice mi voz, ante el cielo, ante la tierra.
Me fui a mis montañas, a mis valles. Mi voz dijo enseguida que yo recorrí el costado de las montañas, el costado de los valles; esto dijo mi voz.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, el más destacado entre los varones, Varón de Rabinal!
EL VARON DE RABINAL
¡Ah! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. ¡Mis niños, mis hijos! ¿Por qué atra- jiste a mis niños, a mis hijos? Nada tenías que hacer con ellos.
Déjalos en sus montañas, en sus valles. Si no los dejas, permita el cielo, permita la tierra, que trastorne el cielo, que trastorne la tierraxcii.
Esto dijo mi reto porque me había marchado; me dedicaba á colocar las señales de la tierra en la punta llamada Mucutzununxciii, cuando secuestraste a los blancos niños, a los blancos hijos, ayudado por el hijo de tu flecha; ayudado por el hijo de tu escudo, sin que el eco de tu corazón oyese mi reto, mi grito.
Entonces recorrí el costado de las montañas, el costado de los valles y puse mis señales en
Pan-Ahachelxciv, llamado así. Allá lancé mi reto, mi grito, contra ti.
Hasta entonces dejaste a los blancos niños, a los blancos hijos, allá en Nim Che, en Ca- brakán Paraveno, llamados así; efectivamente a corta distancia de las montañas Queché, de los valles Quechéxcv.
De allá regresaron ellos, recorrieron ellos los costados de las montañas, los costados de los valles; hueco el vientre, vacío el estómago, regresaron ellos; no obstante, ellos no se dispersaron en sus muros, en sus fortalezas, sino que se avecindaron en Panamakaxcvi, llamado así.
Entonces viniste contra mi Gobernador, mi mandatario, allá en el lugar de los Bañosxcvii,
llamado así. No me había marchado; estaba a punto de colocar las señales de las tierras, allá en
Tzam-Haxcviii, ante Quiluyach Abahxcix, llamados así.
Entonces abandoné mi vista, mi contemplación ante el cielo, ante la tierra. Grande era el espacio donde marchaban las nubes, donde marchaban las nublazones, frente a los vastos muros, frente a la vasta fortaleza.
Allá lancé mi reto, mi grito, ante el cielo, ante la tierra.
Mi voz dijo así: ¡Eh, eh, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! A mi Gobernador, mi mandatario, ¿por qué viniste a secuestrarlo del interior de los vastos muros, del interior de la vasta fortaleza?
Nada tenías que ver con él. ¡Permítele, pues, que torne a los vastos muros, a la vasta forta- leza! Esto dijo mi voz; mas tu corazón no se conmovió al oír mi reto, mi grito.
Mi voz dijo también: Si no dejas ir a mi Gobernador, mi mandatario, permita el cielo, permita la tierra, que yo trastorne el cielo, que trastorne la tierra, que recorra el cielo, que recorra la tierra. Esto dijo mi voz.
Pero tu corazón no se conmovió al escuchar mi reto. Recorrí, pues, los costados de las altas, hermosas montañas, de los grandes, hermosos valles, y fui a colocar mis señales en el inter- ior de los vastos muros, dentro de la vasta fortaleza.
Pero no vi sino el horizonte donde marchaban las nubes, donde marchaban las nublazones, frente a los vastos muros, frente a la vasta fortaleza.
Sólo la cigarra, sólo el grillo venían a vibrar, venían a cantarc en los vastos muros, en la
vasta fortaleza.
Pero mi corazón desfalleció, mi corazón decayó, y he recorrido los costados de las monta- ñas los costados de los valles, hasta que llegué a las montañas Queché, a los valles Queché; hasta que logré alcanzar a mi Gobernador, mi mandatario, bien amurallado atrás y adelante, en la pie- dra, en la cal.
Me lancé allí con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo, mi maza yaqui, mi hacha yaqui, mi valor, mi denuedo. Vi entonces a mi Gobernador, mi mandatario, completamente aban- donado en la piedra, en la calci.
Lo saqué de allí con la ayuda del hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo. Debo decir que si yo no hubiera estado allí, en verdad habrías cortado la raíz, el tronco de mi Gobernador, de mi mandatario, en la montaña Queché, el valle Queché.
Así fue como volví a verlo. Con la ayuda del hijo de mi flecha, del hijo de mi escudo, le conduje de nuevo a los muros, a la fortaleza, a mi Gobernador, mi mandatario.
¿No asolaste dos, tres pueblos; las ciudades con barrancoscii de Balamvacciii, cuyo suelo pedregoso resuena con las pisadas; de Chí-Calcaraxahciv, de Chi-Cunucv, de Chi-Gozibal-Tagah- Tululcvi, llamados así.
¿Hasta cuándo tu corazón dejará de estar envidioso, celoso, de mi valor, de mi denuedo? Pero vas a pagarlo, bajo el cielo, sobre la tierra.
Trasmitiré, por consiguiente, la noticia de tu presencia en los vastos muros, en la vasta fortaleza, a mi Gobernador, a mi mandatario.
Has dicho, pues, adiós a tus montañas, a tus valles, porque aquí cortaremos tu raíz, tu tronco, bajo el cielo, sobre la tierra.
Realmente así será. Por eso, no pronunciaré abundantes palabras.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek-Queché!
EL VARON DE LOS QUECHE
¡Eh, valiente, varón, Varón de Rabinal! ¿Dice eso tu voz ante el cielo, ante la tierra? No cambiaré las palabras que has dicho, ante el cielo, ante la tierra, a mis labios, a mi cara. Debo decir que ejecuté mal, al principio, las órdenes de nuestro Gobernador, nuestro mandatario.
“Ellos. nos provocaron. ellos nos retaron”, había dicho la voz de nuestro Gobernador, de nuestro mandatario, el jefe de Teken Tohcvii, el jefe de Teken Tihaxcviii, Gumarmachicix, en Takta- zibcx, Taktazimahcxi, Cuxuma Ahcxii, de Cuxuma Chocxiii, de Cuxuma Zivancxiv, de Cuxuma Cabcxv, de Cuxuma Tziquincxvi. Estos son los nombres, los labios, las carascxvii de nuestro Gober- nador, de nuestro mandatario.
“Vengan ¡oh! los doce denodados, los varones; vengan a escuchar las órdenes”. Esta fue la voz que habló, a ellos al principio; en seguida, a ti; debido a la miseria, el derroche, la falta de orden que hubo allí en los puestos, en los cargos públicos.
En los vastos muros, en la vasta fortaleza, sólo hay nueve blancos niños, diez blancos hijos en los vastos muros, en la vasta fortalezacxviii.
Esa fue la voz que habló a ellos y a ti. Como de nada había podido adueñarme aquí, debi- do al deseo de mi corazón, yo hice venir, yo hice tornar a los blancos niños, los blancos hijos, mientras que ellos estaban distraídos en Iximchécxix buscando las colmenas de miel amarilla, de miel verde.
Cuando los vi, mi voz dijo ante el cielo, ante la tierra: ¿No podría secuestrar a esos blan- cos niños, a esos blancos hijos, para que se avecinen en mis montañas, en mis valles?
Mi voz dijo: Los conduciré ante mi gobernador, mi mandatario, a la montaña Queché, al valle Queché.
Mi voz dijo: Aquí hay, pues, un poco de estas tierras nuevas, antiguas; de las blancas es-
pigas abiertas, de los amarillos frijoles, de los blancos frijoles.
De allí vine a Pan Cakilcxx, llamado así, porque mi corazón estaba con los blancos niños, con los blancos hijos.
Por eso, pues, lanzaste tu reto, tu grito. Entonces lloró mi corazón, se quejó mi corazón, al oír tu reto, tu grito. Pero en seguida los dejé libres, allá en Nim Che, en Cabrakán Pan-Araveno, llamados así.
Faltaba poco para que los blancos niños, los blancos hijos llegasen a mis montañas, a mis valles, a las montañas Queché, a los valles Queché.
De ese modo se fueron, así tornaron los blancos niños, los blancos hijos; hueco el interior de su vientre, vacío el interior de su estómago. Prosiguieron la marcha por los costados de las montañas, por los costados de los valles.
No obstante, no llegaron hasta sus muros, su fortaleza; se avecindaron, por consiguiente, en Panamaka, llamado así.
Ciertamente fui yo el que procedí mal, cuando secuestré a tu Gobernador, tu mandatario, allá en el lugar de los Baños, llamado así; mientras que él iba a bañarse, yo lo secuestré, ayudado del hijo de mi flecha, ayudado del hijo de mi escudo.
Lo trasladé a mis montañas, a mis valles: montañas Queché, valles Queché, debido al de- seo de mi corazón, porque de nada había podido adueñarme bajo el cielo, sobre la tierra. Lo en- cerré, pues, en los muros de cal y piedra; tapié su cara; con la cal, la piedra.
Debo decir que he procedido mal, porque tu voz dijo: “Asolaste dos, tres pueblos; las ciu- dades con barrancos de Balamvac, donde el suelo pedregoso resuena con las pisadas; de Chi- Calcaraxah, de Chi-Cunu, de Chi-Gozibal-Tagah-Tulul, llamados así”.
Ciertamente, procedí mal entonces; debido al deseo de, mi corazón, y pagaré ahora bajo el cielo, sobre la tierra.
No hay otras palabras en mi boca, en mi cara. Sólo la ardilla, sólo el pájaro, aquí ante mí, te gritarán, quizás, ¡oh jefe!
¿No dijo tu voz también: “Voy a trasmitir la noticia de tu presencia a la cara de mi Gober- nador, mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Has dicho adiós a tus montañas, a tus valles, porque aquí cortaremos tu raíz, tu tronco, aquí bajo el cielo, sobre la tierra?” Esto dijo tu voz.
¿No podríamos proceder lucidamente como hermano mayor, como hermano menor? Te adornaría, te decoraría con mi oro, con mi plata, con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escu- do, con mi maza yaqui, con mi hacha yaqui, aun con mis guirnaldascxxi, con mis sandalias.
Trabajaría aquí, te serviría como tu niño, como tu hijo, aquí bajo el cielo, sobre la tierra, como señal suprema de que tú no me dejas marchar a mis montañas, a mis valles.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, destacado entre los varones, Varón de
Rabinal!
EL VARON DE RABINAL
¡Ah, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! ¿No dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra: “¿No podría yo adornarte, decorarte, con mi oro, con mi plata, con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo, con mis guirnaldas, con mis sandalias; trabajar aquí, servirte, bajo el cielo, sobre la tierra?” Esto dijo tu voz.
Pero entonces iría a decir a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario: “Un valiente, un varón nos había combatido tras los vastos muros, la vasta fortaleza, durante trece veces veinte días, durante trece veces veinte noches; nuestro sueño no nos había sido un reposocxxii, y en se- guida yo me he adornado, decorado con su oro, con su plata, con su maza yaqui, con su hacha yaqui, aun con sus guirnaldas, sus sandalias”.
¡Y yo podría ir a decir a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario, que lo he dejado en seguida regresar a sus montañas, a sus valles! ¿Iría a decir eso a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario?
Pero estoy bien provisto, colmado de dones por mi Gobernador, mi mandatario, tengo oro, plata; tengo el hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo, mi maza yaqui, mi hacha yaqui; estoy bien provisto, estoy colmado de dones por mi Gobernador, mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Por eso voy a trasmitir la noticia de tu presencia frente a los vastos muros, frente a la vasta fortaleza, a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario.
Si mi Gobernador, mi mandatario permite que te deje marchar a las montañas, a los valles; si mi Gobernador lo dice, entonces te dejaré marchar a las montañas, a los valles. Sí, si mi Go- bernador dice eso, te dejaré marchar.
Pero si mi Gobernador, mi mandatario dice: “Tráelo ante mis labios, mi cara, para que yo vea hasta qué punto sus labios, su cara son de un valiente, de un varón”; si mi Gobernador, mi mandatario dice eso, te lo comunicaré.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché!
EL VARON DE LOS QUECHE
¡Pues bien, que así sea, valiente, varón, Varón de Rabinal! Si debes trasmitir la noticia de mi presencia a la cara de tu Gobernador, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, anúnciame, pues.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, el más destacado entre los varones, Varón de Rabinal!
CUADRO II
EL VARON DE RABINAL
(Ante el jefe Cinco-Lluvia, que ocupa un asiento bajo, con respaldo, adornado con labores antiguas. Junto a él, la señora, su esposa, rodeada de sirvientes, guerreros, águilas y jaguares)
¡Te saludo, oh jefe! ¡Te saludo, oh señora! Doy gracias al cielo, doy gracias a la tierra. Aquí tú proteges, abrigas bajo el toldo de plumas de verdes pajarilloscxxiii, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Así como yo soy un valiente, un varón, y he llegado hasta tus labios, tu cara, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, de igual manera aquí está un valiente, un varón, que se nos enfrentó durante trece veces veinte días, durante trece veces veinte noches, tras los vastos muros, tras la vasta fortaleza, donde nuestro sueño no era un reposo.
El cielo nos lo ha entregado, la tierra nos lo entregó enlazado; al hijo de mi flecha, al hijo de mi escudo.
Lo he atado, lo he enlazado, con mi fuerte cuerda, con mi fuerte lazo, con mi maza yaqui, con mi hacha yaqui, con mi red, con mis ataduras, con mis yerbas mágicas.
Después hice que se manifestaran sus labios sin que se cubrieran de espumacxxiv: los labios
de ese valiente, de ese varón; en seguida él habló ante sus montañas, ante sus valles, a mis labios, a mi cara, a mí, el valiente, el varón.
Era ese valiente, ese varón, el que imitaba el grito del coyote, el que imitaba el grito del zorro, el que imitaba el grito de la comadreja, más allá de los vastos muros, la vasta fortaleza, para atraer, para provocar a los blancos niños, a los blancos hijos.
Fue ese valiente, ese varón, el que aniquiló a nueve o diez blancos niños, blancos hijos. Fue también ese valiente el que te secuestró en los Baños.
Fue ese valiente, ese varón el que asoló dos o tres pueblos; la ciudad con barrancos de
Balamvac donde el suelo pedregoso resuena con las pisadas, llamada así.
¿No pondrá, por consiguiente, el deseo de tu corazón un final a ese valor, a ese denuedo?
¿No lo previenen nuestros gobernadores, nuestros mandatarios, cada uno Gobernador de muros, de fortalezas: el jefe de Teken Toh, el jefe de Teken Tihax, Gumarmachi Tactazib, Tactazimah, Cuxuma Ah, Cuxuma Zivan, Cuxuma Cho, Cuxuma Cab, Cuxuma Tziquín?
Estos son sus nombres, sus labios, sus caras. Ahora él viene a pagar, bajo el cielo, sobre la
tierra.
Aquí cortaremos su raíz, su tronco; aquí bajo el cielo, sobre la tierra, ¡oh Gobernador, jefe
Cinco-Lluvia!
EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Mi valiente, mi varón! Gracias al cielo, gracias a la tierra, has llegado a los vastos muros, la vasta fortaleza, ante mis labios, ante mi cara, ante mí, tu Gobernador, yo el jefe Cinco-Lluvia.
Por consiguiente, gracias al cielo, gracias a la tierra, que el cielo te haya entregado, que la tierra te haya entregado ese valiente, ese varón; que lo hayan arrojado al hijo de tu flecha, al hijo de tu escudo; que lo hayas sujetado, que tú hayas enlazado, valiente, a ese varón.
Pero que no haga estruendo; pero que no escandalice cuando llegue a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza; porque debe amársele, debe admirárselecxxv en los vastos mu- ros, en la vasta fortaleza; porque aquí se hallan sus doce hermanos mayores, sus doce hermanos menores, los de los metales preciosos, los de las piedras preciosascxxvi.
Sus labios, sus caras, no se hallan todavía completos: quizás ha venido a integrar su grupo en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Aquí hay doce águilas amarillas, doce jaguares amari- llos; sus bocas, sus fauces, no están completas; quizás ese valiente, quizás ese varón ha venido a completar a unos y a otros.
Hay aquí bancos de metales preciosos, asientos de metales preciosos; hay unos donde se puede estar sentado; hay otros donde no se puede estar sentado: quizás ese valiente, ese varón, ha venido a sentarse en aquéllos.
Hay aquí doce bebidas, doce licores que embriagan, de los Ilamados Ixtatzununcxxvii: dul-
ces, refrescantes, alegres, gratos, atrayentes; de los que se bebe antes de dormir, aquí en los vastos aros, en la vasta fortaleza; bebidas de jefes: quizás ese valiente vino para beberlascxxviii.
Hay telas muy finas y bien tramadas; brillantes, esplendentes, labor de mi madrecxxix, de mi señora; por ese esplendente trabajo de mi madre, de mi señora, quizás ese valiente, ese varón, vino para estrenar su delicadeza.
También está la Madre de las Plumas, la Madre de de los Verdes Pajarillos, traída de Tzam-Gam-Carchagcxxx; quizás ese valiente, quizás ese varón, vino para estrenar sus labios, su cara; vino para bailar con ella, dentro de los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Quizás ese valiente ha venido para convertirse en yerno de clancxxxi, cuñado de clan, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Si es sumiso, si es modesto, si se humilla, si humilla su cara, entonces puede entrar. Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, destacado entre los varones!
EL VARON DE RABINAL
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Mi voz dice esto: Aquí está mi vigor, mi denuedo, que habías entregado, que habías afirmado a mis labios, en mi cara.
Dejaré aquí, por consiguiente, mi flecha, mi escudo. Consérvalos, pues; guárdalos en su cubierta, en su arsenal; que reposen allí: yo reposaré también, porque cuando debíamos dormir no había, a causa de ellos, reposo para nosotros.
Te los dejo, por consiguiente, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Esto dice mi voz, ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, mi Gobernador, mi mandatario, jefe Cinco-Lluvia!
EL JEFE CINCO-LLUVIA
Mi valiente, mi varón, ¿no dice eso tu voz, ante el cielo, ante la tierra?: “Aquí está mi vi- gor, aquí está mi denuedo; aquí está mi flecha, aquí está mi escudo, que tú habías entregado, que tú habías afirmado a mis labios, a mi cara. Te los entrego, pues, para que los conserves; para que los guardes en los vastos muros, en la vasta fortaleza, en su cubierta, en su arsenal”. ¿No es esto lo que dijo tu voz?
Pero ¿cómo los conservaría, cómo los guardaría en su cubierta, en su arsenal? ¿Cuáles armas tendría, entonces, contra los que vinieran a descubrirse a la cabeza de las tierras, al pie de las tierras?cxxxii.
¿Qué armas, también, habrá para nuestros niños, para nuestros hijos, cuando ellos vengan a buscar, a obtener su alimento, en las cuatro esquinas, en los cuatro lados?cxxxiii.
Aquí, por consiguiente, una vez, dos veces deberás tomar tu vigor, tu denuedo, tu flecha, tu escudo, que aquí te entrego, mi valiente, mi varón, destacado entre los varones, Varón de Ra- binal.
¡El cielo, la tierra, estén contigo!
EL VARON DE RABINAL
¡Está muy bien! Aquí, por consiguiente volveré a tomar mi vigor, mi denuedo, que me has entregado; que has afirmado a mis labios, a mi cara. Así pues, tomaré eso una vez, dos veces.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
Por todo ello, te dejaré un instante en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, mi Gobernador, mi mandatario, jefe Cinco-Lluvia!
EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Está muy bien, mi valiente, mi varón! Sé cauto: no vayas a caer, a lastimarte, mi valiente, mi varón, destacado entre los varones, Varón de Rabinal.
¡El cielo, la tierra estén contigo!
CUADRO III
EL VARON DE RABINAL
(Liberta al Varón de los Queché, de las ligaduras que lo ataban al árbol)
¡Eh! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. Ya he anunciado tu presencia en los vastos muros, en la vasta fortaleza, ante la cara de mi Gobernador, mi mandatario.
Mi Gobernador, mi mandatario dijo esto, para prevenir a tu valentía, a tu denuedo: “Que él no haga estruendo, que no escandalice sino que se humille, que humille su cara cuando llegue a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza, aquí bajo el cielo, sobre la tierra; porque de- be amársele, debe admirársele aquí en los vastos muros, en la vasta fortaleza, ya que estará cabal el interior de los vastos muros, de la vasta fortaleza.
“Hay doce hermanos menores, doce hermanos mayores: los de los metales preciosos, los de las piedras preciosas; quizá sus caras no estén completas; quizás ese varón venga a integrar su grupo.
“También hay doce águilas amarillas, doce jaguares amarillos. Sus fauces no están caba- les; quizás ese valiente, ese varón, venga a completar a unos y otros.
“También hay bancos de metales preciosos, asientos de metales preciosos; quizás ese va- liente, ese varón, venga para sentarse en ellos. Aquí, también, está guardada la Madre de las Plu- mas, la Madre de los Verdes Pajarillos, la Piedra Preciosa, traída de Tzam-Gam-Carchag. Sus labios están sin estrenar su rostro no ha sido tocado: quizás ese valiente, quizás ese varón venga para estrenar sus labios, su rostro.
“Hay también doce bebidas, doce licores embriagantes, dulces, refrescantes: bebidas de jefes, en los vastos muros, en la vasta fortaleza; quizás ese valiente, quizás ese varón venga para beberlas.
“Hay también telas muy finas muy bien tramadas: brillantes, resplandecientes, labor de mi madre, de mi señora; quizás ese valiente, quizás ese varón, venga para estrenarlas.
“¿No viene él, también, para convertirse en mi yerno de clan, cuñado de clan, aquí en los vastos muros, en la vasta fortaleza?”. Esto dijo la voz de mi Gobernador, mi mandatario.
Vengo, pues, a prevenirte que no hagas estruendo, que no escandalices, cuando llegues a la entrada de los altos muros, de la alta fortaleza; que te inclines, que dobles la rodilla, al llegar ante mi Gobernador, mi mandatario, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra. Nuestras pláticas no se prolongarán más.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek Queché!
EL VARON DE LOS QUECHE
¡Eh valiente, varón, Varón de Rabinal! ¿No dijo así tu voz ante el cielo ante la tierra?: “Yo trasmití la noticia de tu presencia ante mi Gobernador, ante mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza”.
Esto dijo tu voz: “Por eso vengo a prevenirte, valiente, varón. Tráelo a que comparezca ante mis labios, ante mi cara, en los vastos muros, en la vasta fortaleza; para que vea en sus la- bios, para que vea en su cara lo valeroso que es él, lo viril que es él.
“Ve a prevenirlo: que no haga estruendo, que no escandalice, cuando llegue ante mis la- bios, ante mi cara; que se humille, que humille su cara; porque si es un valiente, si es un varón, es sumiso, humilde; porque lo amarán, lo admirarán, aquí en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Así habló mi Gobernador, mi mandatario”.
¿No dijo eso tu voz? ¡Vamos! ¿sería un valiente, sería un varón, si me humillase, si humi- llase mi cara?
Aquí ves con lo que me humillaré: aquí está mi flecha, aquí está mi escudo, aquí está mi maza yaqui, aquí está mi hacha yaqui; estos serán mis útiles para doblegarme, para doblar la rodi- lla, cuando llegue a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza.
Quiera el cielo, la tierra, que yo pueda abatir la grandeza, el día en que naciócxxxiv tu Go-
bernador, tu mandatario.
Quiera el cielo, la tierra, que yo pueda golpear la parte inferior de sus labios, la parte supe- rior de sus labios, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, y que antes padezcas también eso, valiente, varón, destacado entre los varones, Varón de Rabinal.
(Al decir estas palabras se aproxima, amenazante, al Varón de Rabinal)
IXOK-MUN
(Interponiéndose entre los dos varones, dice:)
Valiente varón, hombre de los Cavek-Queché, no mates a mi valiente, mi varón, el destacado entre los varones, el Varón de Rabinal.
SEGUNDO ACTO
EL VARON DE LOS QUECHE
(Llega ante el Jefe Cinco-Lluvia)
¡Te saludo, varón! Soy el que acaba de llegar a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza, donde extiendes tus manos, donde extiendes tu sombracxxxv. Vinieron a dar la noticia de mi presencia a tus labios, a tu cara.
Soy un valiente, un varón, porque tu valiente, tu varón, destacado entre los varones, el Varón de Rabinal, vino a lanzar su reto, su grito, a mis labios, a mi cara. “He trasmitido la noticia de tu presencia a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. La voz de mi Gobernador, de mi mandatario dijo esto: Haz, pues, que entre ese valien- te, ese varón, ante mis labios, ante mi cara, para que vea en sus labios, para que vea en su cara, lo valiente que es él, lo varón que es él. Advierte a ese valiente, a ese varón, que no haga estruendo, que no escandalice, que se humille, que humille su cara, cuando llegue a la entrada de los vastos muros, a la entrada de la vasta fortaleza”.
¡Pues bien!, soy un valiente, soy un varón, y si tengo que humillarme, que humillar mi cara, aquí tengo con qué humillarme; aquí está mi flecha, aquí está mi escudo, con que yo doble- garé tu destino, el día de tu nacimiento; golpearé la parte inferior de tus labios, la parte superior de tus labios, y vas a resentirlo, ¡oh jefe!
(Amenaza con sus armas al jefe Cinco-Lluvia)
IXOK-MUN.
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, no mates a mi Gobernador, mi mandatario, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, donde está encerrado.
EL VARON DE LOS QUECHE
Haz, pues, que preparen mi banco, mi asiento, porque así era como en mis montañas, en mis valles, se ilustraba mi destino, se ilustraba el día de mi nacimiento.
Allá tengo mi banco, allá tengo mi asiento. ¿Me quedaré en este lugar expuesto a la hela- da, me quedaré expuesto al frío? Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!
EL JEFE CINCO-LLUVIA
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché: gracias al cielo, gracias a la tierra, has lle- gado a los vastos muros; a la vasta fortaleza donde extiendo mis manos, extiendo mi sombra, yo el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia.
Así pues, di, revela, ¿por qué imitaste el grito del coyote, el grito del zorro, el grito de la comadreja, más allá de los vastos muros, más allá de la vasta fortaleza, para provocar, para atraer a mis blancos niños, mis blancos hijos; para atraerlos ante los vastos muros, la vasta fortaleza, en
Iximché; para tratar de hallar, de encontrar, la miel amarilla, la miel verde de las abejas, el ali- mento que era para mí, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza?
Fuiste quien secuestró a los nueve, a los diez blancos niños, blancos hijos, que estuvieron a punto de ser llevados a las montañas Queché, a los valles Queché, si mi arrojo, mi bravura, no se hubieran hallado alertas; porque allá habrías cortado la raíz, el tronco de los blancos niños, de los blancos hijos.
Viniste, también, a secuestrarme allá en los Baños. Allá fui apresado por el hijo de tu fle- cha, el hijo de tu escudo.
Me encerraste en la piedra, la cal, en las montañas Queché, en los valles Queché; allá habrías acabado por cortar mi raíz, mi tronco, en las montañas Queché, los valles Queché.
Por eso mi valiente, mi varón, el más destacado entre los varones, el Varón de Rabinal, me libertó de allá, me arrancó de allá, con ayuda del hijo de su flecha, el hijo de su escudo.
Si no hubiese existido mi valiente, mi varón, efectivamente allí habrías cortado mi raíz, mi
tronco.
Así me trajeron nuevamente a los vastos muros, a la vasta fortaleza. Asolaste también dos,
tres pueblos; las ciudades con barrancos de Balamvac, donde el suelo pedregoso resuena bajo las pisadas; de Calcaraxah, Cunu, Gozibal-Tagah-Tulul, llamadas así.
¿Cuándo dejará de dominarte el deseo de tu corazón, de tu decisión, de tu denuedo? ¿Has- ta cuándo permitirás que obren, permitirás que se agiten?
Esa decisión, ese denuedo, ¿no quedaron sepultados, ocultos en Cotom, en Tikiram, en
Belehe Mokoh, en Belehe Chumay?
Esa decisión, ese denuedo, ¿no fueron a hacerse sepultar, a hacerse ocultar, por nosotros los gobernadores, nosotros los mandatarios, en cada uno de los muros, de la fortaleza?
Mas tú pagarás eso aquí, bajo el cielo, sobre la tierra. Has dicho, pues, adiós a tus monta-
ñas a tus valles, porque aquí morirás, fallecerás, bajo el cielo, sobre la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek Queché!
EL VARON DE LOS QUECHE
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación ante el cielo, ante la tierra. Efectivamente aquí están las palabras, efectivamente aquí están las opiniones que tú has expresado ante el cielo, ante la tierra; efectivamente he obrado mal.
Tu voz también dijo: “¿No has provocado, llamado a los blancos niños, los blancos hijos, para atraerlos a buscar, a descubrir la miel amarilla; la miel verde de las abejas, el alimento que era para mí, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza?”
Eso dijo tu voz. Efectivamente procedí mal, debido al deseo de mi corazón, porque. no había logrado adueñarme de esas hermosas montañas, de esos hermosos valles, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Tú voz también ha dicho: “Fuiste quien vino a secuestrarme; quien se apoderó de mí en los Baños”. Eso dijo tu voz. Efectivamente he obrado mal, debido al deseo de mi corazón.
Tu voz dijo también: “Asolaste dos, tres pueblos; las ciudades con barrancos de Balam- vac, donde el suelo pedregoso resuena con las pisadas de Calcaraxah, Cunu, Gozibal-Tagah- Tulul”. Eso dijo tu palabra.
Efectivamente procedí mal, debido al deseo de mi corazón, porque no había logrado adue- ñarme de las hermosas montañas, de los hermosos valles, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Tu voz ha dicho también: “Di adiós a tus montañas, a tus valles; di tu voz, porque aquí morirás, fallecerás; aquí cortaremos tu raíz, tu tronco; aquí bajo el cielo, sobre la tierra”. Eso dijo tu voz.
Efectivamente desobedecí tu voz, tus mandatos, aquí ante el cielo, ante la tierra, debido a1 deseo de mi corazón. Si es preciso que yo muera aquí, que fallezca aquí, entonces esto es lo que dice mi voz a tus labios, a tu cara: Ya que estás bien provisto, que estás abastecido, en los altos muros, en la alta fortaleza, concédeme tu alimento, tus bebidas: esas bebidas de jefes llamada Ixtatzunun; las doce bebidas, los doce licores embriagantes, dulces, refrescantes, alegres, atrayen- tes, que se beben antes de dormir, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, y también los porten- tos de tu madre, de tu señora.
Las probaré un instante, como suprema señal de mi muertecxxxvi, de mi fallecimiento, bajo
el cielo, sobre la tierra. Eso dice mi palabra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!
EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! Esto dijo tu voz ante el cielo, ante la tie- rra: “Concédeme tu alimento, tus bebidas. Las recibiré para probarlas”. Esto dijo tu voz. “Esa será la suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento”, dijo tu voz. Pues yo te las doy, pues yo te las otorgo.
Servidores, servidoras, que traigan mi alimento, mis bebidas. Que las den a ese valiente, ese varón, hombre de los Cavek Queché, como suprema señal de su muerte, de su fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
UN SIRVIENTE
Está bien, mi Gobernador, mi mandatario. Los daré a ese valiente, a ese varón, hombre de los Cavek Queché (Traen los sirvientes una mesa cargada de manjares y bebidas). Prueba algo del alimento, las bebidas, de mi Gobernador, mi mandatario, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza en la cual vive en su encierro mi Gobernador, mi mandata- rio, valiente varón.
EL VARON DE LOS QUECHE
(Come y bebe, con desdén. A continuación se va a bailar ante la corte. Después regresa y dice:)
¡Oh. jefe Cinco-Lluvia! ¿Es ese tu alimento, es esa tu bebida? Efectivamente nada hay que decir, nada hay en uno y otra que los recomiende a mis labios, a mi cara.
¡Si probaras un instante, en mis montañas, en mis valles, las bebidas atrayentes, gratas, alegres, dulces, refrescantes, que pruebo en mis montañas en mis valles!
¡Mi voz dice esto ante el cielo, ante la tierra!
¿Es esa la mesa de tus manjares; es esa la copa en que bebes?... ¡Pero si ese es el cráneo de mi abuelo; esa es la cabeza de mi padrecxxxvii, la que veo, la que contemplo! ¿No se podría hacer lo mismo con los huesos de mi cabeza, con los huesos de mi cráneo; cincelar mi boca, cin- celar mi cara?
De ese modo, al salir de mis montañas, de mis valles, a cambiar cinco cargas de cacao para comprar, cinco cargas de cacao fino de mis montañas, de mis valles, mis niños, mis hijos dirán: “Aquí está el cráneo de nuestro abuelo, de nuestro padre”.
Eso dirán mis niños, mis hijos, aquí, del amanecer a la noche.
Está aquí, también, el hueso de mi brazo; aquí está el mango de la calabaza de metales preciosos que resonará, que producirá estruendo, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Está aquí, también, el hueso de mi pierna; está aquí la baqueta del tambor grande, del tamboril, que harán palpitar el cielo, la tierra, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Está aquí lo que dice también mi voz: “Te prestaré la obra pulida, brillante, esplendente, muy bien tramada, labor de mi madre, de mi señora, para que te adornes con ella en los vastos muros, en la vasta fortaleza; en los cuatro rincones, en los cuatro lados, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra”.
EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! ¿Qué quieres, pues, qué es lo que solici- tas? No obstante, yo te lo daré, como suprema señal de tu muerte, de tu fallecimiento aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Servidores, servidoras, que traigan la obra pulida, brillante, esplendente, muy bien trama- da, labor que han hecho en los vastos muros, en la vasta fortaleza, y la den a ese valiente, a ese varón, como suprema señal de su muerte, de su fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre 1a tierra.
UN SIRVIENTE
Está bien, mi Gobernador, mi mandatario. Daré a ese valiente, a ese varón lo que pide. Valiente varón, aquí está esa labor bien tramada que deseas, que solicitas. Te la doy, pero no la deshagas, no la maltrates.
(Entrega el sirviente al varón una especie de manto en que se envuelve)
EL VARON DE LOS QUECHE
A esas flautas, esos tamborescxxxviii, ¿les sería posible sonar ahora como mi flauta, como mi tambor? Toquen, pues, la melodía grande, la melodía breve.
Que toque mi flauta yaqui, mi tambor yaqui, mi flauta Queché, mi tambor quechécxxxix, la danza del preso, del cautivo en mis montañas, en mis valles, como para que haga palpitar el cielo, para que haga palpitar la tierra.
Que nuestra frente, nuestra cabeza se dobleguen, cuando demos vueltas golpeando con el pie; cuando bailemos, cadenciosos, golpeando el suelocxl, con los servidores, con las servidoras, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén con ustedes, oh flautas, oh tambores!
(Danza el varón en ronda ante la corte, y en cada rincón lanza su grito de guerra)
¡Oh jefe Cinco-Lluvia! Dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Aquí tienes lo que me habías prestado, lo que me habías concedido.
Vengo a devolverlo, vengo a dejarlo suspendido a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza. Consérvalo, guárdalo en su cubierta, en su caja, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Accediste a mis deseos, a mi petición, ante el cielo, ante la tierra, y lo he expresado en los vastos muros, en la vasta fortaleza; en los cuatro rincones, en los cuatro lados, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Pero si es verdad que estás bien provisto, que tú estás abastecido, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, concédeme a la Madre de las Plumas, a la Madre de los Verdes Pajarillos, la Piedra Preciosa, traída de Tzam-Gam-Carchag, cuyos labios están aún por estrenar, cuya cara no ha sido tocada, para que estrene su boca, que estrene su cara.
Que baile con ella, que yo la muestre en los vastos muros, en la vasta fortaleza, en los cua- tro rincones, en los cuatro lados, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, bajo el sol, sobre la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!
EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de Cavek Queché! ¿Qué quieres, pues, qué es lo que solicitas? No obstante, yo te concedo lo que quieres, porque aquí está confinada la Madre de las Plumas, la Madre de los Verdes Pajarillos, la Piedra Preciosa, traída de Tzam-Gam-Carchag, cuyos labios están aún por estrenar, cuya faz no ha sido tocada; y te la concedo, valiente, varón, como suprema señal de tu muerte, de tu fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Servidores, servidoras, que conduzcan aquí a la Madre de las Plumas, la Madre de los Verdes Pajarillos; que den a ese valiente, que den a ese varón lo que él quiere, lo que él solicita, como suprema señal de su muerte, de su fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
IXOK-MUN
Está bien, mi Gobernador, mi mandatario. Voy a darla a ese valiente, a ese varón.
(Conducen a la Madre de las Plumas ante el Varón de los Queché)
Aquí está, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. Te doy lo que quieres, lo que solicitas; mas no ofendas, no lastimes a la Madre de las Plumas, la Madre de los Verdes Pajarillos, la Pie- dra Preciosa. Muéstrala al bailar, solamente, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
(El Varón de los Queché saluda a la doncella, que se mantiene alejada de él mientras baila, vuel- to siempre el rostro hacia aquél, quien la sigue en igual forma, ondulando ante ella, lo mismo que un manto. De ese modo dan vuelta en torno a la corte, al son de las trompetas, y después vuelven a situarse cerca del jefe Cinco-Lluvia)
EL VARON DE LOS QUECHE.
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación ante el cielo, ante la tierra. Aquí tienes a quien me proporcionaste, me concediste como compañera.
Ya fui a mostrarla, fui a bailar con ella en los cuatro rincones, en los cuatro lados, en los vastos muros, en la vasta fortalezacxli. Ahora consérvala, guárdala, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Mi voz dice también: Recuérdalo, debes prestarme las doce águilas amarillas, los doce jaguares amarillos que encontré de día, de noche, con sus armas, sus dardos en la mano.
Préstamelos para ir con ellos a practicar con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo, en los cuatro rincones, en los cuatro lados, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, únicamente, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!
EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de Cavek Queché! Tu voz dice esto ante el cielo, ante la tierra: “Que pueda yo prestarte las doce águilas amarillas, los doce jaguares amarillos”. Esto dice tu pa- labra.
Pues bien, te concedo, te presto las doce águilas amarillas, los doce jaguares amarillos, que quieres, que pides a mis labios, a mi cara.
Vayan, pues, ¡oh, mis águilas, mis jaguares! Procedan de modo que ese valiente, ese varón, pueda ir con todos a practicar la esgrima con el hijo de su flecha, el hijo de su escudo, en los cuatro rincones, en los cuatro lados.
EL VARÓN DE LOS QUECHÉ
(Sale con las águilas y los jaguares, y ejecuta con ellos una danza de guerra, en torno a la corte. Después regresa al estrado en donde está el jefe Cinco-Lluvia con su familia)
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Me has concedido lo que yo quería, lo que te pedí: las águilas amarillas, los jaguares amarillos. He ido con ellos a prac- ticar la esgrima con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo.
¿Son esas, pues, tus águilas; son esos pues tus jaguares? No se puede hablar de ellos ante mis labios, ante mi faz, porque algunos ven, algunos no ven; no tienen dientes, no tienen garras.
¡Si vinieras a ver, un instante, los de mis montañas, de mis valles! Aquellos ven vigorosamente, miran vigorosamente; luchan, combaten con dientes y garras.
EL JEFE CINCO-LLUVIA
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, hemos visto los dientes de las águilas, de los jaguares que están en tus montañas, en tus valles. ¿Cómo es, pues, la vista, la mirada, de tus águilas, de tus jaguares, que están en tus montañas, en tus valles?...
EL VARON DE LOS QUECHE
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Esto dice mi voz, a tus labios, a tu cara: Concédeme trece veces veinte días, trece veces veinte nochescxlii, para que vaya a decir adiós a la cara de mis montañas, a la cara de mis valles, adonde iba antes a los cuatro rinco- nes, a los cuatro lados, a buscar, a obtener lo necesario para alimentarme, para comer.
(Nadie responde al Varón de los Queché, quien al bailar desaparece un instante. Después, sin regresar al estrado en donde el jefe Cinco-Lluvia está sentado, se acerca a las águilas y a los jaguares, colocados en medio de la corte, en torno de algo como un altar)
¡Oh, águilas! ¡Oh jaguares! “Se ha marchado”, dijeron hace poco. No me había marchado; fui solamente a decir adiós a la cara de mis montañas, a la cara de mis valles, donde antes iba a buscar algo para alimentarme, para comer, en los cuatro rincones, en los cuatro lados.
¡Ah, oh cielo! ¡Ah, oh tierra! Mi decisión, mi denuedo, no me han servido. Busqué mi camino bajo el cielo, busqué mi camino sobre la tierra, apartando las yerbas, apartando los abrojos. Mi decisión, mi denuedo no me han servido.
¡Ah, oh cielo! ¡Ah, oh tierra! ¿Debo, realmente morir, fallecer, aquí, bajo el cielo, sobre la
tierra?
¡Oh mi oro! ¡Oh mi plata! ¡Oh hijos de mi flecha, hijos de mi escudo! ¡Que mi maza ya-
qui, mi hacha yaqui, mis guirnaldas, mis sandalias, vayan a mis montañas, a mis valles!cxliii
Que lleven mis noticias ante mi Gobernador, mi mandatario, porque dijo esto la voz de mi Go- bernador, mi mandatario: “Hace mucho tiempo que mi decisión, que mi denuedo, buscan, hallan mi alimento, mi comida”.
Eso dijo la voz de mi Gobernador, de mi mandatario; que ya no lo diga, puesto que sólo aguardo mi muerte, mi fallecimiento, bajo el sol, sobre la tierra.
¡Ah, oh cielo! ¡Ah, oh tierra! Ya que es necesario que muera, que fallezca aquí bajo el cielo, sobre la tierra, ¡cómo no puedo cambiarme por esa ardilla, ese pájaro, que mueren sobre la rama del árbol, sobre el retoño del árbol donde consiguieron con qué alimentarse, con qué co- mercxliv, bajo el cielo, sobre la tierra!
¡Oh águilas! ¡Oh jaguares! Vengan, pues, a cumplir su misión, a cumplir su deber; que sus dientes, que sus garras me maten en un momento, porque soy un varón llegado de mis montañas, de mis valles.
¡El cielo, la tierra, estén con todos! ¡oh águilas! ¡oh jaguares!
(Las águilas y los jaguares rodean al Varón de los Queché: se supone que lo tienden sobre la piedra de los sacrificios, para abrirle el pechocxlv, mientras todos los presentes bailan en ronda)
NOTAS
i Hobtoh (Jobtoj): Se podría traducir este nombre por “Fina Lluvia”, pero hay mayores probabilidades de que tenga el sentido de “Cinco-Lluvia”, que designaría el día del nacimiento del jefe.
ii Rahaual: “Jefe supremo, gobernador”.
iii Rabinal: Significa, probablemente, “linaje”; de rab “eslabón, hilo, surco (Cf. mecatl, en México; ayllu, en Perú).
iv Achí: El vir latino; en consecuencia, diferente de vinak, que corresponde al homo latino. En español, la palabra varón corresponde a achí. La vieja voz francesa varon es, desde hace tiempo, sólo un título de nobleza Barón, en castellano. F. M. Tlacatl, en náhuatl.
v Galel-Achí: “Destacado entre los varones”, alta dignidad diferente de la de Galel-Vinak, “Destacado entre los hom- bres”. La voz ahau, en todas las lenguas de familia maya, no indica un “rey”; es, sencillamente, la palabra “jefe”, con toda su vaguedad.
vi Queché: “Numerosas florestas”. Este nombre que designa el conjunto de tres grandes tribus, quizá es una deforma- ción de un nombre primitivo; deformación fonético-geográfica que se remonta a la época de las migraciones. El nombre primitivo quitzé o, mejor, ah quitzé, “Los del Envoltorio”, nombre religioso que se había dado a esos pue- blos, tuvo su origen en un objeto sagrado de gran potencia mágica, que se guardaba casi siempre envuelto y constituía su paladión, su oráculo portátil.
vii Rahaual yaqui: Título que llevaba aquel de los miembros del Gran Consejo de las tribus quichés que estaba encar- gado, de manera especial, de vigilar y proteger a los yaqui. Yaqui: este nombre no tiene ninguna relación con la ac- tual tribu de los yaquis. Designa, con mucha frecuencia, a los mexicanos. Puede no obstante, designar a otros pue- blos, porque no sólo los vocabularios quiché-español lo traducen por el término vago: “extranjero”, sino que también puede significar, sencillamente, “hombres o cosas que no son del lugar que habitamos”, como lo prueba El Varón de Rabinal, en donde se califica de yaqui a cualquiera, y aun al arma quiché, siempre que proceda de poblaciones veci- nas. En todas partes, en todas las épocas, los pueblos, grandes o pequeños, han despreciado a sus vecinos, aplicándo- les graciosos epítetos: “bestias, animales inmundos, chinches, tartamudos, mudos, etc.”, y muchos otros que no puedo repetir aquí (Cf. por ejemplo, Anales de los Xahil). Quizás los quichés emplearían con mayor gusto este vocablo, yaqui, porque en su lengua tenía varios significados secundarios: “alzados, despiertos” (por huir y espiar) , y el signi- ficado de “langosta”, animal muy pequeño, pero muy dañino. En el capítulo X de su Relación, Diego de Landa dice que los jefes de Mayapán no mataron a los auxiliares mexicanos de sus enemigos “porque eran extranjeros”, explica- ción demasiado humanitaria. Landa no comprendía bien el maya lengua en la cual le informaban, y a eso se deben algunos de sus errores. Supongo que le dijeron “porque eran yaquis”, es decir, mexicanos, en consecuencia, pertene- cientes a un pueblo temido; yaqui servía para nombrar a los extranjeros, y en los últimos tiempos, especialmente a los mexicanos. En el caso presente, se refiere a los extranjeros que habitaban los pueblos de Cunén y Chahul.
He combatido demasiado la nahuatlomanía para no tratar de evitar la nahuatlofobia. Por tanto, aventuraré la siguien- te hipótesis: los mercaderes-espías de Tenochtitlán, que tenían por protector divino a Yavatecuhtli, “Jefe de los Via- jeros”, respondían a las preguntas obligatorias sobre su nombre, su profesión, su país: “somos yaqui”, es decir, “via- jeros”, empleando una palabra de su lengua que quienes les interrogaban tomaron por un nombre propio. Y de este modo los maya-quiché aplicaron ese epíteto a todos cuantos venían de México, primeramente, y de cualquier otro país, después.
viii “Medicinas, sangradores”.
ix “Agujero de flecha”. Cunén y Chahul existen todavía, a quince leguas más o menos al Norte de Santa Cruz del
Quiché, cerca de Rebah. Hay muchas ruinas.
x Balam Achí: Balam, en todas las lenguas de la familia maya, designa a la vez al jaguar y al mago, hechicero, ya que se atribuye a éste el poder de metamorfosearse en jaguar. Ni el Libro del Consejo (Popol Vuh), ni el Título de los señores de Totonicapán, ni los Anales de los Xahil contienen ese título de Hechicero de los varones.
xi Balam Quiché: La anteposición de este título al de Balam Achí, me hace suponer que su sentido exacto seria, senci- llamente, Hechicero de los quichés. Sin embargo, doy en mi traducción: Hechicero del Envoltorio, que es el nombre o, más exactamente, el título del principal de los cuatro héroes fundadores fabulosos, míticos, de los pueblos quichés, y sabemos por el Título de Totonicapán que, después de su desaparición del mundo terrestre, sus hijos (y después sus descendientes) tomaron sus títulos.
xii Rahaual Queché Vinak: El Gobernador de los hombres; es diferente del Gobernador de los varones.
xiii Xox Ahau: Traduzco por “señora”, tomado en el sentido de esposa del jefe, jefa.
xiv Ixokil: Como la forma Ahaual, de Ahau, esta forma de Ixok “esposa”, parece tener un significado de superioridad. La poligamia estaba permitida a los grandes jefes; sobre todo, por razones políticas (Cf. el Mikado en la Constitución japonesa). Se puede traducir Ixokil, por “esposa principal”.
xv U Chuch gug: “La madre de las plumas verdes”. U Chuch raxon: “la madre de los raxon”. Los raxon eran pajari- llos de verde plumaje muy estimado (Rax, signifíca verde).
xvi Ri-Yamanim Xtecok: Yamanic,“piedra preciosa”, “pedrería”. Xtecok, “piedra preciosa”; a esta última palabra Bras- seur, erróneamente, ha agregado como final Bi, “nombre”.
xvii Mun: La traducción “esclava”, es excesiva. Se ha sugerido que, a pesar del nombre femenino que lleva Ixok- Mun, sería hombre, y parece confirmarlo el hecho de que las demás mujeres no hablan en el drama (F.M.).
xviii Cot: “águilas”, y Balam: “jaguares”, son como los quauhtli, “águilas” y los océlotl, “jaguares” de los mexicanos, título que llevan algunos guerreros cuyas demostraciones de valentía (y a veces parece que simplemente para algunos torneos) les habían dado el derecho de cubrirse con las pieles y cabezas de esos animales. Esos guerreros constituían la flor del ejército.
xix Como no conozco ninguna leyenda, ningún mito que se refiera a esta ciudad, confieso que la traducción “rojas (o ardientes) llagas calmadas (o de la víbora) irritándose, agravándose” que sugiero, es quizá demasiado fantástica; pero me parece, sin embargo, menos extraña que aquella: “fuego guardado de la víbora que se arrastra irritada subiendo”. Las ruinas que se hallan a una legua al Norte de la actual Rabinal, situadas sobre un alto terraplén que domina la llanura, son perfectamente visibles desde Rabinal. La construcción principal, situada en las dos extremidades de altas pirámides, debió de ser muy extensa.
xx Vorom ahau, Cakon ahau: Tienen significados obscenos.
xxi Chacach: “Las Cestas”.
xxii Zaman: “Los Campos”. Chacach y Zaman estaban situadas, según Brasseur, en la montaña de Xoy Abah, a unas diez leguas al S.O. de Rabinal. Sus ruinas quizás sean las ahora conocidas con el nombre de Belehe Tzal, “Los nueve muros “ (o edificios), Belehe Qoxtun, “Las nueve fortalezas”.
xxiii Caük: Hay muchas posibilidades de que sea, según otros textos, una de las formas del nombre Cavek (o Cavik, o
Cauek o Cauik); nombre de una de las tres tribus que constituían el pueblo Quiché. Como Tohil, “pluvioso”, era el
dios tribal de los cavek-queché, podría forjarse la hipótesis, quizás demasiado imaginativa, de que haya relación entre
caük y caok (cahog, caog) “lluvia”.
xxiv Verdadero idiotismo quiché ese “ante el cielo, ante la tierra”. A menudo podría suprimirse, en las traducciones, o
substituirlo por “frente, cerca, etc.”, en los abundantes sitios donde aparece.
xxv La, lal: Especie de pronombre de la segunda persona del singular que implica la idea de respeto, de gran correc- ción. Los traduzco por Tu, Te, Contigo, etc. “Que el cielo, la tierra estén contigo”. Expresión meramente protocola- ria.
xxvi Cavek Queché Inak: En esta y en algunas otras expresiones semejantes, hombre, en singular, significa “jefe”.
xxvii Vorom ahau, Cakon ahau: Tienen significados obscenos.
xxviii En quiché (como algunas otras lenguas) no existen nuestras comillas (“ ”) . Las substituyen con dos “él dice”,
colocados uno antes de la cita y el otro después. Se podría, sin peligro, suprimir uno de ellos.
xxix “Aquí está el cielo, aquí está la tierra”. Con esta expresión protocolar, el personaje toma como testigo al mundo entero.
xxx Se podría interpretar “hijo de mi flecha” por “punta de mi flecha”, como lo hiciera Brasseur; pero ¿”hijo de mi escudo”? Es mejor conservar el idiotismo quiché, para que no pierda el estilo su color, o, si no, suprimir simplemente la palabra “hijo” Posiblemente, lo que prolonga el vigor de uno y otro brazos (F. M.).
xxxi La maza, el hacha, son siempre tratados en este texto de yaqui. A veces, Brasseur conserva la palabra yaqui; otras, entregado a la sacrosanta toltecomanía, la traduce por “tolteca”. No daré el sentido especial “mexicano” porque nada prueba que los quichés se hayan servido de armas de ese género, de origen o de forma mexicana.
xxxii Zahcab: “La tierra blanca”, con la cual se untaba a la víctima antes de sacrificarla y que después se volvió un símbolo (y un medio mágico) de victoria.
xxxiii Tampoco pude, como Brasseur, encontrar lo que era el “zalmet” y, por lo mismo, aunque met significa algodón, me satisfago con el sentido de “yerbas mágicas” que indicara al Abate su sirviente indígena; además, porque dicho significado concuerda con el “zahcab” precedente. Cf. en Sahagún la fricción con yerbas, que precedía al sacrificio (F. M.).
xxxiv “Declarar sus montañas, sus valles, etc.” No sólo el hecho de conocer el estado civil de su enemigo daba poder mágico sobre él, sino que era una especie de deshonra para un vencido (y para su pueblo) hacer una revelación de esa clase. Sólo victoriosos se daban a conocer. “Montañas y valles”, significa el país entero.
xxxv Parece que “hijo de las nubes, de las nublazones” tiene doble sentido: el uno serio, “venido de las altas monta-
ñas”, el otro irónico, “sin importancia, quimérico”.
xxxvi Simple desertor, en fuga, cobarde.
xxxvii En francés equivale a “pitoyable”, advirtiendo que no en sentido de tener piedad, sino en el sentido de palabra ridícula, grotesca, estúpida, etc. Nota de L. C. A..
xxxviii A mis labios, a mi cara (o a tu boca, tu faz), expresión quiché que se podría traducir, sencillamente, por “a mí”, “a ti”.
xxxix Muerto o vivo (cautivo).
xl Tapichol: “Pajaritos que cantan como los ruiseñores”.
xli Tziquin: “Pájaro”, tiene a menudo el sentido especial de “águila”, que podría muy bien usarse en el caso presente,
porque el varón Queché lo dice con ironía.
xlii “Soy un guerrero valiente y no es la primera vez que dejo mi oppidiem elevado, para ir a la guerra”.
xliii Se imita los gritos de los animales, para hacer salir a los cazadores fuera de las fortalezas, de sus murallas.
xliv La “llamada” de los hombres, como la llamada de los animales, significa provocación. “Llamar” tiene el sentido de “retar”, “provocar”.
xlv Blancos (o buenos) niños, blancos (o buenos) hijos, indica a los subordinados, los vasallos, subordinados a la tribu, y también a los guerreros subordinados a los grandes jefes o al jefe supremo.
xlvi “Amarilla, verde”, es decir, “rica, excelente”; la miel parece haber sido un tributo (o un regalo muy estimado); en consecuencia, los cazadores esperan que, por una buena presa, merecerían esa golosina o se les permitiría conseguirla para ofrecerla al jefe supremo de la ciudad.
xlvii “Abuelo, antepasado, anciano, padre”, son títulos de respeto.
xlviii Aquí, como en otros párrafos y en la lista de los personajes, se encuentran doce guerreros, doce jefes, en vez de los trece acostumbrados. ¿Por qué? Sería simplemente por estar el consejo legislativo, administrativo, ejecutivo. judicial, formado por trece consejeros principales (“consejeros que tienen derecho a un banco”, dicen otros textos), iguales en principio y elegidos cada uno por su clan o sub-clan o, más bien, parece por su clan artificial de varones. Había, además, el Presidente o Jefe Supremo (que también llevaba, honoríficamente, los títulos de todas las dignida- des y que dirigía, de modo particular, la ciudad entera). Quedaban otros doce consejeros que tenían, fuera del Conse- jo, funciones especiales y probablemente ingerencia más determinada en algún barrio. Se debe observar, como nos lo revela, por ejemplo, el Popol Vuh, que el Consejero-Jefe tenía también su barrio. En resumen, si se permite esta comparación, había un Consejero-Jefe y doce Consejeros; total, trece, así como hay un cabo y cuatro soldados, total, cinco. Por el mismo texto del Rabinal Achí puede advertirse que el Varón de los Queché completa, con los 12 gue- rreros, el número 13, al enfrentarse a unos y otros, sucesivamente. (F. M.).
xlix Además de las diferentes acepciones que se refieren a la idea de “engendrar”, alah tiene el de “libre” (hombre, animal, cosa) que prefiero en este caso; porque “hombre libre”, es decir, “no vasallo, no tributario”, obedece perfec- tamente a la ley del paralelismo, ya que está de acuerdo con achí: “varón”.
l Desaparecida, como un líquido en una piedra porosa.
li Ya casi no queda ninguno.
lii “Hemos dejado de matar a vuestros guerreros porque a fuerza de matarlos uno a uno, ya no quedan más”.
liii Aunque estemos muy poco informados acerca de la antigua cocina quiché, traté de ser más preciso que Brasseur y aun explicar ciertos nombres que él no había traducido. Esta enumeración de platos podría hacer creer también que esta frase significa: “ya no matamos más, ya no comemos más, en las comidas sacrificatorias, a vuestros guerreros, por una parte porque ya no hay más; por otra, porque nuestra victoria nos ha vuelto ricos y nos permite otros alime n- tos” Motivo religioso, más bien. (F. M.).
liv Belehe Mokoh: “Nueve coyunturas”. Belehe chumay, “nueve codos”, sería el lugar de una importante derrota quiché. El paralelismo me hace preferir “nueve coyunturas”, a “nueve oteros”, para el primer nombre, a pesar de que parezca, según Brasseur, referirse a una matanza.
lv Cotom: Significa tal vez “esculpido, grabado” o “arreglado, ordenado”. En lo que se refiere a Tikiram, tal vez podía ser la idea de “comenzar” y en tal caso tomar “arreglar” por el primer nombre; esto es muy hipotético. Tikiram, sería quizás el nombre de una sierra, al Norte de la llanura de Rabinal, y sobre una de sus gargantas estaría situada Cak- Yug.
lvi La muerte no es la destrucción completa, al menos inmediata, sino una especie de desaparición, como lo indica el sentido “Lugar del Desvanecimiento, de la Desaparición, etc.”, del nombre Xibalbá, lugar subterráneo de ultratumba, alumbrado durante la noche por el sol y de día por la luna.
lvii Metáfora quiché. Aquí “labios, cara, rostro, boca, faz u ojos” significa simplemente el hombre, es decir, el indivi- duo mismo, la personalidad, según ideas de la América Media y de otras partes.
lviii Los tributos.
lix Los Ux y los Pokomanes pertenecen al grupo maya. Esos pueblos dominaban la Verapaz, antes de la llegada de los Ah Rabinal. Después fueron alejados hacia el Norte. Los que hoy existen, pueblan Cobán y sus alrededores. Ux “ser, piedra de afilar, cosechar el algodón, mosca”; ¿estarían, quizás, muy dedicados al cultivo del algodón? Pokoman podría también ser interpretado de muchos modos; mas supongo que hay que preferir “separados (es decir, fracción) de los Mam”. Esta última palabra significa “antepasados” y no “silenciosos” o “mudos”, como quisiera una sátira de los cakchiqueles deformando Mam en Mem.
lx “Hermano mayor, hermano menor”, quiere decir “pariente”; a menudo, es simple fórmula de cortesía.
lxi “Retoños”, “brotes”, podría ser suprimido o substituido por “productos, frutos”.
lxii Grito de guerra.
lxiii “Las señales”. En esos países de intensa agricultura, los límites de las tierras tenían una gran importancia; sobre todo, porque en América no existía la propiedad territorial, raíz familiar o individual. Esas limitaciones estaban, en su mayor parte, destinadas a toda una tribu, con sublimitaciones clánicas. Tenían que estar hechas (Cf. Título de los señores de Totonicapán, “in fine”) por los más altos jefes, bajo la dirección del jefe supremo.
lxiv Estos lugares están al Oeste y sobre altas montañas nevadas. En efecto, Pan Tzahaxak, “en las hojas secas” (?), sería según Brasseur el nombre de la cumbre más alta de los Cuchumatanes, hacia la aldea actual de Soloma, al Oeste del Quiché.
lxv Cholochic Huyu: “Hilera de colinas”.
lxvi Cholochic-Chah: “Hilera de pinos”.
lxvii Nim Che Paraveno, Cabrakán, debe de ser un error de copia, que hay que reemplazar por Nim Che, Cabrakán Pan Araveno (o P’Araveno), que se encuentra más adelante en el texto. El nombre Nim Che del primer lugar, es de fácil traducción: “gran bosque, gran floresta”. En cuanto al segundo nombre, me ha sido imposible encontrar una interpretación de Araveno, palabra que no parece quiché. Cabrakán, “gran gigante de la tierra”, sirve para designar ya sea los temblores de tierra o al dios que los causa.
lxviii “En los recodos” del río de la montaña. Quizás era una antigua ciudad de los Oga, “Los nocturnos”, pueblo ribe- reño del Chixsoy o del Lacandón, a1 Oeste de Rabinal.
lxix “Entre las cañas gigantes” (Traducción incierta).
lxx Lotz tun, el gran tun de guerra. El tun (tunkul en Yucatán, teponaztli en México), muy empleado siempre, es el gran tambor sagrado.
lxxi Lotz gohom, el pequeño tambor de guerra. El gohom (Tlapam-huéhuetl de los mexicanos) es el tambor pequeño.
lxxii Los nombres de los colores son, con frecuencia, empleados como superlativos. Un pasaje de los Anales de los Xahil me hace creer que tanto en este texto como en el presente, “amarillo” significa lo que se relaciona con los altos dignatarios y sus súbditos. Brasseur, que nunca es parco en epítetos, lo traduce aquí por “furibundos, coléricos”.
lxxiii “Camino real (camino grande)”.
lxxiv Aquí, probablemente, una vez más, el pájaro es el águila. Un lugar en donde el águila bebe, significaría un lugar muy elevado, cruzado solamente por un camino de montaña.
lxxv “Cal blanca arreglada”.
lxxvi Huyeron en multitud.
lxxvii “Abajo de la caverna de las amarillas espigas secas” (?).
lxxviii “Nosotros somos autóctonos” y, además, nuestro país no tiene con qué provocar envidia.
lxxix “Mis administrados, mis vasallos, tienen una vida tanto más fácil y más feliz cuanto que a todo aquello que les da (plantas y minerales) el país, hay que sumar las grandes ganancias comerciales de sus industrias artísticas; la fortuna les llega mientras duermen”.
lxxx “De día, de noche”, “de la mañana a la noche”, equivale a constantemente.
lxxxi “Sus administrados, sus vasallos, no tienen industria, son muy pobres; están siempre listos para marcharse, para
emigrar, no importa hacia dónde, para escapar a su miseria”.
lxxxii Cuádruple fórmula que significa, sencillamente: “por todas partes, por todos lados”.
lxxxiii Camba, lugar vecino de la llanura de Rabinal.
lxxxiv “Vencer, entregarse, someter a vasallaje, a tributo”.
lxxxv Mis señales, mis linderos, etc.
lxxxvi Zaktihel, “piedra de cal”, según Brasseur. Cerca de la llanura de Rabinal.
lxxxvii Riuxgag tziquin: No se comprende, realmente, por qué Brasseur tradujo estas palabras por “frijoles de todas clases”, en vez de “pájaros de garras” (Por otra parte, Brasseur ha hecho una traducción muy imaginativa del final de este párrafo).
lxxxviii „Tomé posesión de ellas”.
lxxxix “Mansión de las ligaduras, prisión”. Cerca de la llanura de Rabinal.
xc Terraplén cubierto de ruinas, a menos de dos leguas de Rabinal, citado en las leyendas Quezentún: “ellos comien-
zan a tocar el tambor” (?).
xci El período ritual de las fiestas movibles. Aunque el texto no diga la razón por la cual dura la expedición ese tiem- po, es un dato interesantísimo: muestra, una vez más, la relación íntima de la religión y de la magia, con la guerra.
La cifra de 260 días tiene como referente el ciclo sinodial del planeta Venus, que está vinculado a Quetzalcóatl
(N.O.T.).
xcii “Poner al mundo en completo desorden”: una exageración como tantas otras de la lengua quiché.
xciii “Colibríes (o lanzas) enterrados (o escondidos)”. Más allá de la ciudad de Salamá.
xciv Es aún actualmente el pueblo de Pan Ahachel, “en los matasanos”, sobre el lago del mismo nombre, llamado
también Lago de Atitlán (exactamente Atitlán, “lugar de la abuela ancestral mágica”).
xcv Este dato sitúa, aproximadamente, el lugar Cabrakán Paraveno.
xcvi Tal vez sea la actual Tzacualpa, la Pamaca del Popol Vuh, que Ximénez traduce por “En el agua caliente”.
xcvii Chi r'Atinibal, muy probablemente Chi r'Atinibal Tohil, “en los baños de Tohil” (“lluvioso”). Tohil, principal dios tribal de los quichés. Fuentes termales, a seis leguas al Sudoeste de Cubulco. Excepcionalmente doy la traduc- ción de este nombre de lugar, en el texto.
xcviii “Mansión de la Punta”.
xcix “'Rocas enfrentadas”, cerca del pueblo de San Raimundo, a unas ocho leguas de Guatemala.
c Modo empleado frecuentemente para significar que un sitio se ha vuelto desierto.
ci Cautivo. No parece que la América Media haya conocido nuestras prisiones, lugares de castigo de larga detención. En los edificios a los cuales puede aplicase este nombre se encerraba, sencillamente, a los cautivos hasta el día en que eran sacrificados.
cii Civan (Zivan): “barranca, foso”, natural o artificial. Por eso el nombre de las poblaciones fortificadas va, a menu- do, seguido de Civan.
ciii “Brujo Gavilán”. Vac, el gavilán, es el mensajero de los Hurakán “Maestros Gigantes”, grandes dioses del rayo, del fuego del cielo (Cf. Popol Vuh).
civ “En la Costa de las Verdes Cañas” (?).
cv “Los médicos” o “los pudenda”.
cvi “Valle lleno de yerba y de los zapotillos rojos”.
cvii “Lluvias amontonadas”.
cviii “Sílex amontonado”.
cix “Calabazas trabajadas”.
cx “Bosques cortados, arreglados”.
cxi “Postes arreglados”. cxii “Racimos de cañas”. cxiii “Racimos de lagos”.
cxiv “Racimos de barrancos”.
cxv “Racimos de tierras”.
cxvi “Racimos de pájaros (águilas)” (?).
cxvii Son las ciudades en que él manda, como jefe supremo; es la enumeración de sus dominios.
cxviii La mala administración había causado la ruina; los vasallos se alejaron y los fieles se marcharon.
cxix Ixirnché: “Bambú de la gran especie”, dice Brasseur. “Especie de árbol llamado „Ramón‟, parecido a las brasi- mium”, señala Brinton. Iximché es también el nombre de la ciudad (Antigua Guatemala) de los cakchiqueles.
cxx “En lo rojo (o, en el fuego)”.
cxxi Atziak: Guirnalda.
cxxii Siempre en alarma.
cxxiii Los verdes pajarillos raxon.
cxxiv “É1 habló voluntariamente sin (demasiado) furor”.
cxxv Se amará, se admirará la actitud digna y heroica del cautivo al que se va a sacrificar.
cxxvi En honor a sus hazañas, sus armas y sus trajes están adornados con gran variedad de joyas, piedras preciosas, etc., por lo que se llama a esos guerreros “los de los metales preciosos, los de las pedrerías, los de las esmeraldas, etc.” Brasseur traduce: “los guardianes del tesoro”.
cxxvii Ixtatzunun: “Vosotros esperad colibríes”, traduce Brinton (Ixtaz: rana; Tzunin: lanza, exhalar, colibrí, son des- composiciones poco aceptables. ¿Estará bien 1a ortografía de la palabra?
cxxviii Probablemente esto encierra una amenazadora ironía. En efecto, esos licores, reservados a los varones de la tribu, no son rehusados a los enemigos vencidos, antes de ejecutarlos.
cxxix Como lo veremos más adelante, “Madre” sólo es, en este caso, un epíteto de alto respeto, sin que signifique algu- na relación filial, verdadera.
cxxx Tzam-Gam-Carchag: Tzam indica prominencia, Gam “gradas, cuerda”, etc. Carchag, “hermano menor adorna- do”. (Interpretaciones muy dudosa. Ortografía insegura). ¿Carchag o Carchah? Carchah, “juegos de pelota adorna- dos”.
cxxxi En Guatemala, como en México y en otras muchas regiones de la América Media y del Viejo Mundo, un guerre- ro cautivo, sobre todo si era de gran arrojo, podía a veces escapar a la muerte, cuando la tribu que lo había captu- rado lo adoptaba. Es evidente que una de las mejores pruebas, podría decirse “condiciones”, de esa adopción, era el matrimonio con alguien de la tribu. Al casarse en alguno de los clanes, se volvía yerno o suegro de las diversas clases de edad de los otros clanes.
cxxxii “A la cabeza de las tierras, a los pies de las tierras”, es decir, a los límites de las tierras. En todos los países cuya principal riqueza es agrícola, las demarcaciones bien señaladas de las tierras cultivables, son de imperiosa necesidad, muy a menudo indicada en otros textos, por ejemplo en el Titulo de Totonicapán y en los múltiples títulos de propie-dades indígenas del siglo XVI. En consecuencia, manifestarse a los pies o a la cabeza de la tierra de una tribu, sin autorización previa, constituía una violación del territorio, un casus belli.
cxxxiii Cuando ellos pasen los límites, cuando ellos invadan los campos cultivados.
cxxxiv En la América Media, como en otros países, de la situación en el calendario, sobre todo en el calendario religio- so-mágico (aquí el de 260 días), dependía de modo casi absoluto la buena o la mala suerte, la fortuna o el infortunio de cada individuo. De ahí el origen de la expresión “día de nacimiento” por “destino, renombre, gloria”.
cxxxv Se comprende fácilmente que en los países calurosos, tanto en el Antiguo Mundo como en el Nuevo Mundo, una de las principales insignias de los jefes (obligados, más que ningún otro, a permanecer en sus asientos al aire libre) haya sido el quitasol. Según la dignidad, así era el número de doseles superpuestos. De ahí nace la expresión: “som- bra, sombreado”, para indicar la potencia de los jefes y, naturalmente, su protección.
cxxxvi Esas concesiones, esos favores in articulo mortis, se convierten, desde luego, en símbolo del inminente sacrifi- cio.
cxxxvii Como otros pueblos, los quichés hacían copas con los cráneos de los vencidos famosos. Esas copas estaban tanto más adornadas y eran tanto más estimadas cuanto más ilustre había sido el guerrero. Era, pues, un título de gloria para un cautivo, saber que su cráneo sería una copa, y eso es lo que reclama ardientemente nuestro héroe. Hasta pide que de los huesos de sus brazos se haga el mango del instrumento de música religiosa y bélica formado de una calabaza; reclama que los huesos de sus piernas sirvan de baquetas, para tocar el tambor de guerra. Para sostener sus altas pretensiones, da algo así como un antecedente o derecho hereditario: simula reconocer los cráneos de sus antepasados en las copas que se le presentan.
cxxxviii Los quichés tienen dos pronombres de cortesía, de distinción, para la segunda persona: el del singular la, lal, ya señalado; el otro: Alak, para el plural; lo traduzco por suyo, ustedes.
cxxxix Su flauta, su tambor, son extranjeros (yaqui) y son queché. Eso justifica lo que dije en nota precedente sobre la palabra yaqui.
cxl Brasseur indica, con razón, que el texto, a pesar de ser tan conciso, caracteriza esa danza que los españoles han llamado “zapateado”, lo que corresponde en quiché a Yiic: dar vueltas golpeando con el pie”; Xahil: “golpear el sue- lo y bailar con cadencia”.
cxli De todos los favores que se le conceden, el único que no toma despectivamente el Varón de los Queché es el de bailar con “Piedra Preciosa”. Ni siquiera pretende tener en su patria algo más bello, algo mejor. ¿Galantería? Más bien religión. Tampoco desdeña el manto. (F. M.).
cxlii Ver Nota 91N.O.T.
cxliii Los restos de la víctima, especialmente sus armas, eran, por consiguiente, enviados a la ciudad de origen de aqué- lla.
cxliv Mueren allá en donde vivieron, en su pequeñísima patria.
cxlv Brasseur omite decir si las águilas y los jaguares hacen un ademán que simboliza el hecho de arrancar el corazón y de presentarlo al sol y a los cuatro puntos cardinales. Eso habría sido antes de la Conquista. (F. M.).