LAS ALEGRES COMADRES DE WINDSOR
WILLIAM SHAKESPEARE
DRAMATIS
PERSONAE
SIR JUAN FALSTAFF.
FENTON, caballero joven.
SHALLOW, juez
rural.
SLENDER,
sobrino de Shallow.
FORD, caballero residente en Windsor.
PAGE, caballero residente en Windsor.
GUILLERMO PAGE, mancebo, hijo de Page.
SIR HUGO EVANS, cura galés.
DOCTOR CAIUS, médico francés.
HOSTELERO DE LA POSADA DE LA LIGA.
BARDOLF, acompañante de Falstaff.
PISTOL, acompañante de Falstaff.
NYM, acompañante de Falstaff.
ROBIN, paje de Falstaff.
SIMPLE, criado de Slender.
RUGBY, criado del doctor Caius.
MISTRESS FORD.
MISTRESS PAGE.
ANA PAGE, su hija, en amores con
Fenton.
MISTRESS QUICKLY, ama de llaves del
doctor Caius.
Criados de Page, Ford, etc.
ESCENA: Wíndsor y sus alrededores.
ACTO
PRIMERO
ESCENA PRIMERA
Wíndsor.- Frente a la casa de Page.
Entran el juez SHALLOW, SLENDER y SIR
HUGO EVANS.
SHALLOW
Sir Hugo, no me hagáis desistir; quiero
llevar el asunto a la Cá-
mara Estrellada; veinte sir Juanes
Falstaff que hubiera, no abusarían
de Roberto Shallow, escudero.
SLENDER
Juez de paz del condado de Glóster y
coram.
SHALLOW
Sí, sobrino
Slender, y cust-alorum.
SLENDER
Sí, y también rato-lorum, e hidalgo
nato, padre cura; que se fir-
ma armígero en todos los actos, notas,
recibos, mandatos y obligacio-
nes: armígero.
SHALLOW
Sí que lo hacemos, y lo venimos
haciendo siempre desde los úl-
timos trescientos años.
SLENDER
Lo han hecho todos los sucesores que le
precedieron, y podrán
hacerlo cuantos antepasados vengan tras
él; unos y otros pueden exhi-
bir los doce lucios blancos en su cota
de armas.
SHALLOW
Que es una antigua cota de armas.
EVANS
Los doce piojos blancos sientan bien en
una antigua cota de ar-
mas; se avienen bien, passant; son
animales familiares al hombre y
muestran amor.
SHALLOW
El lucio es pescado fresco; lo rancio
es lo que ha de hallarse en la
cota de armas.
SLENDER
¿Puedo hacer tercio en vuestro escudo,
tío?
SHALLOW
Podéis, si os casáis.
EVANS
Entrando en tercio no podrá hacer sino
un mal tercio.
SHALLOW
De ninguna manera.
EVANS
Por la Virgen que sí; si toma un tercio
de vuestro escudo de ar-
mas, no quedarán, a mi humilde juicio,
sino los otros tercios para vos;
pero todo es uno y lo mismo. Si sir
Juan Falstaff ha cometido algún
desacato contra vos, miembro soy de la
Iglesia, y me consideraré di-
choso en hacer mediar agravios y
desavenencias entre ambos.
SHALLOW
El Consejo decidirá; es un sublevado.
EVANS
No incumbe al Consejo decidir sobre una
sublevación. En las su-
blevaciones no hay temor de Dios. El
Consejo, bien lo sabéis, preferirá
oír hablar de temor de Dios y no de una
sublevación. Considerad esto.
SHALLOW
¡Ah, por vida mía! Si me volviera
joven, la espada acabaría la
cuestión.
EVANS
Es preferible que sirvan los amigos de
espada y terminen esto; y
además se me ocurre una cosa que,
afortunadamente, será de ventajo-
sos resultados. Contamos con Ana Page,
la hija de maese Page, que es
una hermosa doncella.
SLENDER
¿La señorita Ana Page? Tiene los
cabellos castaños y habla tími-
damente, como cumple a una mujer.
EVANS
Es la persona más deseable del mundo, y
con setecientas libras
esterlinas en metálico, oro y plata,
legadas en su lecho de muerte por
su abuelo- que Dios le conceda una
feliz resurrección para cuando
cumpla los diez y siete años. Sería un
excelente proyecto dejar vues-
tros dimes y diretes y arreglar el
matrimonio entre el señor Abraham y
la señorita Ana Page.
SHALLOW
¿Le dejó su abuelo setecientas libras?
EVANS
Sí, y más todavía le dejará su padre.
SHALLOW
Conozco a la mocita; tiene buenas
prendas.
EVANS
Setecientas libras y la posibilidad de
heredar más, son buenas
prendas.
SHALLOW
Bien; veamos al digno maese Page. ¿Está
allí Falstaff?
EVANS
¿Habré de mentiros? Desprecio al
mentiroso como desprecio al
hombre falso o al que no es sincero. El
caballero sir Juan está allí, y os
suplico que os dejéis guiar por los que
os quieren bien. Voy a llamar a
la puerta y a preguntar por el señor
Page. (Llama.) ¡Eh! ¡Hola! ¡Dios
bendiga vuestra morada!
PAGE
(Dentro.) ¿Quién es?
EVANS
Aquí están, con la bendición de Dios,
vuestro amigo el juez Sha-
llow y el joven señor Slender, que
quizá os cuente algún que otro
cuento si las cosas salen a vuestro
gusto. (Entra PAGE.)
PAGE
Me alegro de hallar bien a vuestras
señorías. Os doy las gracias
por el venado que me habéis remitido,
maese Shallow.
SHALLOW
Maese Page, me congratulo de veros.
¡Huélguese vuestro buen
corazón! Hubiera querido que fuera
mejor aquel venado; llevó mala
muerte. ¿Cómo está la buena mistress
Page?... Y os quedo por siempre
agradecido con todo mi corazón, ¡así!,
con todo mi corazón.
PAGE
Gracias, señor.
SHALLOW
Gracias a vos, señor. Por sí y por no,
gracias.
PAGE
Me alegro de veros, querido señor
Slender.
SLENDER
¿Cómo está vuestro lebrel leonado,
señor? He oído decir que fue
rechazado en Cotsale.
PAGE
La cosa no pudo juzgarse, señor.
SLENDER
¡No queréis confesarlo, no queréis
confesarlo!
SHALLOW
Ni lo confesará; tenéis vos la culpa;
tenéis vos culpa. Es un ex-
celente perro.
PAGE
Un mastín, señor.
SHALLOW
Un buen perro, señor, un hermoso perro.
¿Se puede decir más?
Es bueno y hermoso. ¿Está aquí sir Juan
Falstaff?
PAGE
Adentro está, señor, y quisiera poder
serviros de medianero.
EVANS
Eso es hablar como debe un cristiano.
SHALLOW
Me ha ofendido, señor Page.
PAGE
Señor, en cierto modo lo reconoce.
SHALLOW
Si lo reconoce, no lo repara. ¿No es
así, señor Page? Me ha ofen-
dido; verdaderamente, me ha
ofendido...; en una palabra, me ha ofen-
dido... Creedme; Roberto Shallow,
escudero, lo dice: «¡Ha sido
ofendido!»
PAGE
Aquí viene sir Juan. (Entran
BARDOLF, NYM y PISTOL.)
SIR
JUAN
FALSTAFF,
FALSTAFF
¿Qué hay, señor Shallow? ¿Vais a
quejaros de mí al rey?
SHALLOW
Caballero: habéis golpeado a mi gente,
matado mi ciervo y alla-
nado mi domicilio.
FALSTAFF
Pero no he besado a la hija de vuestro
guarda.
SHALLOW
¡Bah, me importa un pito! Responderéis
de todo.
FALSTAFF
Voy a responder inmediatamente. He
hecho lo que decís. Ya está
respondido.
SHALLOW
El Consejo entenderá de eso.
FALSTAFF
Mejor sería para vos que el Consejo no
entendiera de nada. Se
reirán de vos.
EVANS
Pauca verba, sir Juan; buenas palabras.
FALSTAFF
¡Buenas palabras! ¡Buenas coles!
Slender, os he roto la cabeza.
¿Qué tenéis que alegar contra mí?
SLENDER
A fe, señor, que tengo en mi cabeza
alegatos contra vos y vues-
tros miserables estafadores Bardolf,
Nym y Pistol. Me condujeron a la
taberna, me emborracharon y luego me
vaciaron la bolsa.
BARDOLF
¿A vos, queso de Banbury?
SLENDER
Sí; no se trata de eso.
PISTOL
¡Muy, bien, Mefistófilus!
SLENDER
Sí; no se trata de eso.
NYM
¡Tajémosle, digo! Pauca, pauca...
¡Tajémosle! Ese es mi gusto.
SLENDER
¿Dónde está Simple, mi criado? ¿Podéis
decírmelo, tío?
EVANS
¡Silencio os ruego! Entendámonos. Hay
tres árbitros en esta
cuestión a mi entender, que son: el
señor Page, fidelicet, el señor Pa-
ge; yo mismo, fidelicet, yo, y por fin
y remate, el tercero, mi hostelero
de la Jarretiera.
PAGE
Los tres podemos discutir el asunto y
que lo arreglen entre ellos.
EVANS
¡Que me place! Lo apuntaré, en mi libro
de notas, y después nos
ocuparemos del asunto con toda la
discreción que nos sea posible.
FALSTAFF
¡Pistol!
PISTOL
Soy todo orejas.
EVANS
¡Por el diablo y su madre! ¿Qué frase
es ésa: «Soy todo orejas»?
¡Cómo! Eso es afectación.
FALSTAFF
Pistol, ¿robaste la bolsa a maese
Slender?
SLENDER
Sí, por vida de estos guantes, que lo
hizo..., o que de lo contrario
no vuelva yo a poner los pies en mi
salón... Llevóseme siete monedas
de a cuatro peniques y dos tablillas
Eduardo para jugar al tejo, que me
habían costado dos chelines y dos peniques
cada una en casa de Mi-
llet. ¡Por estos guantes!
FALSTAFF
¿Es verdad eso, Pistol?
EVANS
No, es falso, si lo califica de
ratería.
PISTOL
¡Ah, forastero de la montaña!... Sir
Juan, amo mío, reto a com-
bate a este estoque de hojalata. ¡Hez y
escoria, en tus labios está la
mentira! ¡Embustero, fango y espuma,
mientes!
SLENDER
Por estos guantes, que entonces fue
aquel.
NYM
Andad con cuidado, señor, y dejaos de
bromas. Quiero decir que
«quien toca, moja», si os empeñáis en
irritar mi bilis. Con que ya lo
sabéis.
SLENDER
Por este sombrero, entonces fue aquel
de la cara colorada, por-
que, aunque no puedo acordarme de lo
que hice cuando me tuvisteis
ebrio, todavía no soy un asno.
FALSTAFF
¿Qué decís, Escarlata, y vos, Juan?
BARDOLF
Pues por mi parte, señor, digo que el
caballero bebió hasta perder
sus cinco sentimientos.
EVANS
¡Sus cinco sentidos se dice! ¡Jesús qué
ignorancia!
BARDOLF
Y estando curda, señor, fue, cómo
dicen, desvalijado; y con este
final terminó el cuento.
SLENDER
Sí, y hablabais también en latín; pero
no importa. Jamás me em-
briagaré en adelante sino en honrada y
buena compañía, a causa de
este accidente. Si me emborracho, lo
será con gentes que tengan temor
de Dios y no con ebrios bribones.
EVANS
Así Dios me juzgue como ése es un
sentimiento virtuoso.
FALSTAFF
¡Ya habéis oído que todos esos cargos
han sido negados, caballe-
ros, ya lo habéis oído! (Entra ANA
PAGE, trayendo vino, seguida de
MISTRESS FORD y
MISTRESS PAGE.)
PAGE
No, hija, llévate el vino. Bebamos
dentro. (Sale ANA PAGE.)
SLENDER
¡Oh, cielos! Esta es la señorita Ana
Page.
PAGE
¡Qué hay, señora Ford!
FALSTAFF
Señora Ford, por vida mía, bienvenida
seáis. Con vuestro permi-
so, buena señora... (La besa.)
PAGE
Esposa, da la bienvenida a estos
caballeros. Venid, tenemos para
comer un pastel de venado, calentito;
vamos, señores, espero que he-
mos de ahogar en el vino todo
esentimiento. (Salen todos,
menos
SHALLOW,
SLENDER y EVANS.)
SLENDER
Daría ahora cuarenta chelines por tener
aquí mi libro de cancio-
nes y sonetos. (Entra SIMPLE) ¡Hola,
Simple! ¿Dónde has estado? Es
menester que me sirva yo mismo, ¿no?
¿Llevas encima el Libro de los
enigmas? ¿Lo llevas?
SIMPLE
¡El Libro de los enigmas! ¿Pues no lo
prestasteis a Alicia Poca-
pasta, en la fiesta última de Todos los
Santos, quince días antes de
San Miguel?
SHALLOW
Vamos, sobrino; vamos, sobrino, os
estamos aguardando. Una
palabra con vos, sobrino. Es esto,
¡pardiez!, sobrino. Hay, como quien
dice, una proposición, una especie de
proposición, lanzada de lejos por
sir Hugo, aquí presente... ¿Me
entendéis?
SLENDER
Sí, señor; me hallaréis juicioso. Si ha
de ser así, haré lo que re-
clama la razón.
SHALLOW
Bien; pero entendedme.
SLENDER
Entendido, señor.
EVANS
Prestad oído a sus consejos, señor
Slender. Ya os explicaré el
asunto, si os consideráis capaz de
acometerlo.
SLENDER
No, haré lo que me diga mi tío. Os
ruego me perdonéis; él es juez
de paz en su condado, aunque yo no sea
aquí sino un cualquiera.
EVANS
¡Pero si no es ésa la cuestión! Se
trata de lo concerniente a vues-
tro casamiento.
SHALLOW
Sí, ese es el punto vital, señor.
EVANS
¡Pardiez, que sí! El verdadero punto de
la cosa; la señorita Ana
Page.
SLENDER
Pues, siendo así, estoy dispuesto a
casarme con ella en debida
forma.
EVANS
Pero ¿sentís afecto por la mujer?
Sepámoslo de vuestra boca o de
vuestros labios; porque diversos
filósofos pretenden que los labios son
una parte de la boca. Por tanto, con
toda precisión, ¿podéis inclinar
vuestra buena voluntad hacia la
doncella?
SHALLOW
Sobrino Abraham Slender, ¿podéis
amarla?
SLENDER
Así lo espero, señor. Haré lo que
conviene a un hombre razona-
ble.
EVANS
¡No, por los santos de Dios y sus
esposas! Debéis decir positiva-
mente si creéis poder fijar en ella
vuestros deseos.
SHALLOW
Tenéis que hacerlo. ¿Queréis, siendo
buena la dote, casaros con
ella?
SLENDER
Por complaceros, tío, haré cosas más
difíciles que ésa en cual-
quier sentido.
SHALLOW
No, comprendedme, comprendedme, amable
sobrino. Lo que ha-
go es por vuestro bien, sobrino.
¿Podéis amar a la doncella?
SLENDER
La tomaré por esposa, señor, a petición
vuestra; que si al princi-
pio no es grande el amor, con él favor
del Cielo podrá disminuir
cuando después de casados nos
conozcamos mejor el uno al otro. Es-
pero que con la familiaridad crecerá la
antipatía; pero si decís «casaos
con ella», con ella me casaré; a ello
estoy francamente disuelto y di-
solutamente.
EVANS
Es una contestación muy discreta, salvo
la falta en el vocablo
«disolutamente»; la palabra quiere
decir, de acuerdo con su significa-
do, resueltamente. El sentido, no
obstante, es bueno.
SHALLOW
Sí, creo que fue buena la intención de
mi sobrino.
SLENDER
Y si no, que me ahorquen, ¡vaya!
SHALLOW
Aquí viene la hermosa señorita Ana.
(Vuelve a entrar ANA
PAGE.) Quisiera, por vos, volver a ser
joven, señorita Ana.
ANA
La comida está en la mesa. Mi padre
desea que vuestras señorías
le acompañen.
SHALLOW
Estoy a sus órdenes, bella señorita
Ana.
EVANS
¡La voluntad de Dios sea bendecida! No
quiero faltar a la gracia.
(Salen SHALLOW y EVANS.)
ANA
Señor, ¿se digna venir vuestra señoría?
SLENDER
No, por cierto; os lo agradezco
cordialmente. Estoy muy bien
aquí.
ANA
La comida os espera, señor.
SLENDER
No tengo apetito, gracias..., ¡Anda,
pícaro; por más que seas mi
criado, ve a servir a mi tío Shallow!
(Sale SIMPLE.) Un juez de paz
puede en alguna ocasión aceptar los
servicios del lacayo de su sobrino.
No tengo a mi servicio mas que tres
criados y un muchacho hasta que
muera mi madre; pero ¿qué importa? Sin
embargo, vivo como un hi-
dalgo de humilde cima.
ANA
No marcharé adentro sin vuestra
señoría. No se sentarán a la me-
sa hasta que lleguéis.
SLENDER
No comeré nada, lo juro; pero os lo
agradezco tanto como si co-
miera.
ANA
Os suplico, señor, que entréis.
SLENDER
Prefiero pasear por aquí; os doy las
gracias. El otro día me lasti-
mé la barba jugando a la esgrima con
espada y daga, con un maestro
de armas. Tres asaltos por un plato de
ciruelas cocidas...; y por mi
honor, desde entonces no puedo sufrir
el olor de las viandas calientes.
¿Por qué ladran tanto vuestros perros?
¿Hay osos en la ciudad?
ANA
Me parece que sí, señor; he oído hablar
de ellos.
SLENDER
Me agrada mucho ese sport; pero me
enfada tanto como al que
más en Inglaterra. Os intimidará ver un
oso suelto, ¿no es verdad?
ANA
Sí, verdaderamente, señor.
SLENDER
Eso es para mí ahora corno comer y
beber. Veinte veces he visto
suelto al oso Sackerson y lo he cogido
de la cadena; pero os garantizo
que las mujeres han gritado y chillado
tanto, que sobrepasa lo imagi-
nable; y es que, en verdad, las mujeres
no pueden sufrirlos. Son cosas
muy rudas y de mala presencia. (Vuelve
a entrar PAGE.)
PAGE
Vamos, querido señor Slender, vamos. Os
estamos aguardando.
SLENDER
No quiero tomar nada, señor; os lo
agradezco.
PAGE
¡Por el gallo y la urraca, la elección
no es dudosa, señor! Venid,
venid.
SLENDER
No, os lo ruego; pasad adelante.
PAGE
Vamos, señor.
SLENDER
Señorita Ana, id vos primero.
ANA
Yo no, señor; os suplico que avancéis.
SLENDER
Con toda certeza, que no pasaré
primero; ¡con toda certeza, vaya!
No cometeré esa descortesía.
ANA
Os lo ruego, señor.
SLENDER
Prefiero ser descortés a importuno. Os
agraviáis a vos misma, en
verdad, ¡vaya! (Salen.)
ESCENA II
El mismo lugar.
Entran SIR HUGO, EVANS y SIMPLE.
EVANS
Id y preguntad por la casa del doctor
Caius, que se halla en el
camino. Allí vive una señora llamada
Quickly, que es una especie de
nodriza suya, o su ama seca, o su
cocinera, lavandera, zurcidora y
planchadora.
SIMPLE
Bien, señor.
EVANS
No, mejor es esto todavía. Entrégale
esta carta, porque es mujer
que tiene ascendiente con la señorita
Ana Page, y la carta es para pe-
dirle que apoye las pretensiones de tu
amo respecto de la señorita Ana
Page. Ve, te ruego; yo voy a terminar
de comer; aun faltan los pepinos
y el queso. (Salen.)
ESCENA III
Habitación en la Hostería de la
Jarretiera.
Entran FALSTAFF, HOSTELERO, BARDOLF,
NYM, PISTOL y
ROBIN.
FALSTAFF
¡Mi hostelero de la Jarretiera!
HOSTELERO
¿Qué dice mi fanfarrón trapisondista?
Hablad fina y resuelta-
mente.
FALSTAFF
Con franqueza, querido hostelero, es
preciso que despida a algu-
no de mis secuaces,
HOSTELERO
Despídelos, fanfarrón Hércules;
échalos. ¡Que se larguen! ¡Al
trote, al trote!
FALSTAFF
¡Gasto diez libras por semana!
HOSTELERO
¡Eres un emperador, césar, káiser y
zar! Me quedaré con Bardolf.
Él escanciará los barriles y manejará
los grifos. ¿Está bien dicho,
fanfarrón Héctor?
FALSTAFF
¡Hacedlo, mi buen hostelero!
HOSTELERO
¡Ya está dicho! (A BARDOLF.)
Acompáñame. Que veas la es-
puma y la cal. No tengo mas que una
palabra; sígueme. (Sale.)
FALSTAFF
Ve con él, Bardolf. Es un buen oficio
el de echador. Una capa
vieja hace un nuevo coleto, y un criado
gastado, un buen echador de
taberna. ¡Vete, adiós!
BARDOLF
Esta es la vida que estaba yo deseando.
Prosperaré.
PISTOL
¡Oh miserable húngaro vil! ¿Quieres
manejar espitas? (Sale
BARDOLF.)
NYM
¡Fue engendrado en la embriaguez! ¿No
es natural su inclina-
ción?
FALSTAFF
Me alegro de haberme quitado de encima
esa caja de yesca. Ro-
baba con demasiado descaro. Sus
raterías semejaban un cantor desafi-
nado. No guardaba tiempo ni compás.
NYM
El talento consiste en robar en un
silencio de mínima.
PISTOL
«Transmisión» llaman a eso las gentes
sensatas. «¡Robo!» ¡Puah!
¡Al fico con la frase!
FALSTAFF
¡Bien, señores! Estoy casi en las
últimas; se me ven los talones.
PISTOL
Pues entonces a ellos seguirán los
sabañones.
FALSTAFF
Y no hay remedio; tengo que
despabilarme, tengo que recurrir a
algo.
PISTOL
Los cuervos jóvenes necesitan alimento.
FALSTAFF
¿Quién de vosotros conoce a Ford, un
vecino de esta ciudad?
PISTOL
Conozco al individuo; es de buena
pasta.
FALSTAFF
Mis honrados muchachos, voy a contaros
lo que mido...
PISTOL
Dos yardas o más de circunferencia.
FALSTAFF
¡Nada de chanzas ahora, Pistol!
Verdaderamente, tengo cerca de
dos yardas de redondez; pero ahora no
puedo redondearme. Estoy
ideando un recurso. En una palabra, me
propongo enamorar a la seño-
ra de Ford. La encuentro dispuesta.
Discurre, trincha y me dirige mi-
radas tentadoras. Vislumbro la
interpretación de su estilo íntimo y la
más halagadora expresión de su
conducta, que en buen inglés dice:
«Soy de sir Juan Falstaff.»
PISTOL
La ha estudiado bien y la ha traducido
perfectamente, a espaldas
de la honestidad de Inglaterra.
NYM
Profundo es el fondeadero. ¿Me permitís
la gracia?
FALSTAFF
Ahora se murmura que dispone libremente
de la bolsa de su es-
poso. Posee una legión de ángeles.
PISTOL
Que llaman a otros tantos demonios. «A
ella muchacho», es lo
que se me ocurre.
NYM
Surge el humor; eso es bueno. Acompañen
al humor los ángeles.
FALSTAFF
He aquí una carta que le he escrito, y
otra a la esposa de Page,
que me mira también con buenos ojos,
pues la he sorprendido exami-
nando mi exterior con muy juiciosas ojeadas.
A veces los rayos de su
vista doraban mis pies, y otras, mi
majestuoso vientre.
PISTOL
Entonces podéis decir que brilló el sol
sobre el estercolero.
NYM
Te felicito por el chiste.
FALSTAFF
¡Oh! Recorrió mis formas exteriores con
intención tan marcada,
que el apetito de sus ojos parecía
abrasarme como un lente puesto al
sol. Aquí hay otra carta para ella;
también dispone de la bolsa; es una
región de Guyana, toda oro y
liberalidades. Seré el explotador de am-
bas y serán mis tesoreras. Las tendré
como a mis Indias Orientales y
Occidentales y comerciaré con ellas. Ve
a llevar tú esta carta a la se-
ñora Page, y tú ésta a la de Ford.
¡Prosperaremos, muchachos, prospe-
raremos!
PISTOL
¿Seré sir Pándaro de Trova redivivo, y
con mi espada al lado?
¡Entonces que Lucifer arramble con
todo!
NYM
¡No quiero correr broma tan baja!
¡Tomad, aquí está la carta
bromista! ¡Guardaré irreprochable
conducta!
FALSTAFF
(A ROBIN.) ¡Aquí, pícaro! Lleva tú
estas cartas prestamente. ¡Sal
como bajel mío hacia esas doradas
costas! ¡Y vosotros, sinvergüenzas,
salid de aquí! ¡Disolveos como la
piedra granizo! ¡Fuera! ¡Dad tras-
piés, surcad el suelo con los talones,
buscad guarida, haced el petate!
¡Falstaff quiere acomodarse al espíritu
de la época, medrar a la fran-
cesa, bribones! ¡Me basto yo solo y mi
paje galoneado! (Salen
FALSTAFF y ROBIN.)
PISTOL
¡Que los buitres te roan las entrañas!
Porque dados cargados y
dados fulleros, y altos y bajos,
embaucan al rico y al pobre. ¡Yo tendré
llenos de tostones los bolsillos, en
tanto tú carecerás de todo, vil turco
de Frigia!
NYM
¡Siento latidos en la cabeza, que son
los placeres de la venganza!
PISTOL
¿Quieres vengarte?
NYM
¡Por el cielo y su estrella!
PISTOL
¿Con la astucia o con el acero?
NYM
¡Con una y otro, sí! Voy a revelar al
señor Page el secreto de ese
amor.
PISTOL
Y yo a contar igualmente a Ford cómo
Falstaff, ese indigno laca-
yo, intenta seducir a su paloma,
robarle su oro y deshonrar su tálamo.
NYM
No dejaré que se entibie mi encono.
Excitaré a Page a servirse del
veneno. Quedará amarillo a puros celos,
porque mi sublevación es
peligrosa; he aquí mi único placer.
PISTOL
¡Eres el Marte de los descontentos! ¡Te
secundo! ¡En marcha!
(Salen.)
ESCENA IV
Aposento en casa del doctor Caius.
Entran MISTRESS QUICKLY y SIMPLE.
QUICKLY
¡Eh, Juan Rugby!... (Entra RUGBY.) Ve,
por favor, a la ventana
y mira si viene mi amo, el doctor
Caius. A fe que si lo hiciera y halla-
se a alguien en la casa, habría un
escándalo capaz de hacer perder la
paciencia a Dios y de olvidar el inglés
al rey.
RUGBY
Haré de centinela.
QUICKLY
Anda, y te juro que esta noche temprano
tendremos un posset al
último resplandor del carbón de piedra.
(Sale RUGBY.) Un mozo
honrado, servicial y amable, como el
mejor sirviente que pisó casa
alguna. Y os garantizo que no es
chismoso ni pendenciero. Su única
falta consiste en ser dado a los rezos.
En lo cual es con frecuencia re-
prensible; sólo que no hay quien no
tenga su falta; así que, no insista-
mos en ello. ¿Decís que vuestro nombre
es Pedro Simple?
SIMPLE
Sí, a falta de otro mejor.
QUICKLY
¿Y que el señor Slender es vuestro amo?
SIMPLE
Sí, en efecto.
QUICKLY
¿No lleva una gran barba, redonda como
la cuchilla de un guan-
tero?
SIMPLE
No, ciertamente; apenas tiene sino una
carilla escuálida, con un
poquito de barba amarillenta, una barba
color de Caín.
QUICKLY
Un hombre de carácter apacible, ¿no es
eso?
SIMPLE
Sí, justamente; pero un hombre tan apto
para hacer valer sus ma-
nos como el más atrevido. Una vez se
batió con un guardabosque.
QUICKLY
¿Cómo decís?... ¡Oh!, creo recordarle.
¿No lleva erguida la cabe-
za, como si dijéramos, y se pavonea al
caminar?
SIMPLE
Sí, efectivamente, tal hace.
QUICKLY
¡Bien; no envíe el Cielo peor partida a
Ana Page! Decid al señor
cura Evans que haré cuanto pueda por
vuestro amo. Ana, es una buena
muchacha, y deseo... (Vuelve a entrar
RUGBY.)
RUGBY
¡Fuera! ¡Ay! ¡Mi amo viene!
QUICKLY
¡Nos va a pegar a todos! ¡Corred allí,
buen joven! ¡Meteos en ese
armario! (Encierra a SIMPLE en el
armario.) No estará mucho tiem-
po. ¡Hola, Juan Rugby! ¡Juan, hola!
¡Juan, digo! ¡Anda, Juan, a saber
qué hace tu amo! ¡Temo que no se
encuentre bien, pues no viene a
casa! (Sale RUGBY.)
(Canta:)
«Y abajo, abajo, abajito», etc.
Entra el DOCTOR CAIUS.
CAIUS
¿Qué estáis cantando? ¡No me gustan
esas expansiones! Por fa-
vor, id y buscad en mi armario une
boitine verde, una caja, una caja
verde. ¿Oís lo que digo? Una caja
verde.
QUICKLY
Sí, por vida mía; os la traeré.
(Aparte.) Me alegro de que no vaya
a buscarla en persona. Si hubiera
encontrado a ese joven, se habría
puesto loco de furor.
CAIUS
Fe, fe, fe, fe! Ma foi, il fait fort chaud.
Je m’en vais a la cour-, la
grande affaire.
QUICKLY
¿Es ésta, señor?
CAIUS
Oui; mettez le au mon bolsillo;
dépêchez, aprisa. ¿Dónde está ese
bribón de Rugby?
QUICKLY
¡Eh! ¡Juan Rugby! ¡Juan! (Vuelve a
entrar RUGBY.)
RUGBY
Aquí estoy, señor.
CAIUS
Eres un Juan Rugby y un Bellaco Rugby.
Anda, coge tu espadón
y sígueme a la corte pisándome los
talones.
RUGBY
Está listo, señor, aquí en el vestíbulo.
CAIUS
¡Por vida mía, que tardo demasiado!...
¡Necio de mí! Qu’ay
j’oublie? Allí hay algunos simples en
mi armario que no quisiera olvi-
dar por nada del mundo.
QUICKLY
(Aparte.) ¡Ay de mí! ¡Va a encontrar
allí al mozo y se va a poner
hecho una furia!
CAIUS
O diable! Diable! ¿Qué hay en mi
armario?... ¡Villano! Larron!
(Sacando afuera a SIMPLE.) ¡Rugby, mi
estoque!
QUICKLY
Buen señor, tranquilizaos.
CAIUS
¿Por qué he de tranquilizarme?
QUICKLY
El joven es un hombre honrado.
CAIUS
¿Qué hace un hombre honrado en mi
armario? No comprendo
que un hombre honrado haya de venir a
mi armario.
QUICKLY
Os suplico, señor, no os mostréis tan
colérico. Oíd la verdad del
asunto. Ha venido a verme de parte del
pastor Hugo.
CAIUS
Bien.
SIMPLE
Sí, por mi fe, para rogarle que...
QUICKLY
¡Silencio, por favor!
CAIUS
¡Silencio a vuestra lengua!...
Continuad.
SIMPLE
Para rogar a esta honrada señora,
vuestra doncella, que tuviese la
bondad de interceder cerca de la
señorita Ana Page en favor de mi
amo, que la pretende.
QUICKLY
Eso es todo, verdaderamente, vaya. Pero
en adelante no pondré
los dedos en el fuego sin necesidad.
CAIUS
¿Es sir Hugo quien os envía?... ¡Rugby,
baillez me papel! ¡Espe-
rad un momento! (Escribe.)
QUICKLY
Me alegro de que esté tan tranquilo. Si
se hubiera encolerizado,
le habríais oído poner el grito en el
cielo y armar una gresca. No obs-
tante, haré cuanto pueda por vuestro
amo, hombre, aunque el verdade-
ro si y el no dependen de mi señor, el
médico francés; y digo señor
porque, como veis, estoy encargada de
su casa, y yo le lavo, repaso,
cepillo, limpio, hago la cocina,
preparo la comida y la bebida, hago la
cama, y todo eso sola...
SIMPLE
Es mucha carga para un solo cuerpo.
QUICKLY
¿Lo creéis vos? Ya veis si es bastante
trabajo. Y levantarse de
madrugada y acostarse tarde; pero, a
pesar de todo, para contároslo en
secreto- y no digáis una palabra del
asunto-, mi amo en persona está
enamorado de la señorita Ana Page;
aunque, sin embargo, yo conozco
el pensamiento de Ana, que no está por
el uno ni por el otro.
CAIUS
¡Toma, granuja, entrega esta carta a
sir Hugo! ¡Voto a tal! ¡Es un
cartel de desafío! ¡Quiero cortarle el
pescuezo en el parque y enseñar a
ese cura sinvergüenza a no meterse en
lo que no le importa! ¡Podéis
marcharos; nada tenéis que hacer
aquí!... ¡Voto a tal! ¡Le voy a cortar
los testículos! ¡Voto a tal! ¡No le
dejaré un testículo para arrojárselo a
su perro! (Sale SIMPLE.)
QUICKLY
¡Ay! No intercede sino por un amigo
suyo.
CAIUS
¡No me importa!... ¿No me habéis dicho
que Ana Page será mía?
¡Voto a tal, que he de dar muerte a ese
sacerdote granuja! ¡Y ya he
designado a mi hostelero de la Jartiere
para medir nuestras armas!
¡Voto a tal, que ha de ser para mí solo
Ana Page!
QUICKLY
Señor, la doncella os ama y todo irá
bien. Debemos cortar la
murmuración. ¡Cómo! ¡No faltaba más!
CAIUS
Rugby, ven conmigo a la corte. ¡Voto a
Cristo, que si no alcanzo
a Ana Page te planto de patas fuera de
mi puerta! ¡Sigue mis talones,
Rugby! (Salen CAIUS y RUGBY.)
QUICKLY
¡Lo que tenéis es una cabeza de
imbécil! No, bien conozco los
sentimientos de Ana. Ninguna mujer de
Wíndsor conoce las inclina-
ciones de Ana como yo, ni, gracias a
Dios, puede hacer más que yo
por ella.
FENTON
(Dentro.) ¿ Quién está ahí dentro? ¡Eh!
QUICKLY
¿Quién es? Acercaos aquí, os ruego.
(Entra FENTON.)
FENTON
¡Qué hay, buena mujer! ¿Cómo te va?
QUICKLY
Mejor de lo que puede desearme vuestra
señoría.
FENTON
¿Qué noticias hay? ¿Cómo sigue la
hermosa mistress Ana?
QUICKLY
En verdad, señor, que es hermosa, y
honesta, y gentil, y os profe-
sa amistad, dicho sea de paso, gracias
al Cielo.
FENTON
¿Conseguiré algo? ¿Qué piensas? ¿No
perderé el tiempo corte-
jándola?
QUICKLY
Verdaderamente, señor, todo está en las
manos del de arriba; pe-
ro, no obstante, maese Fenton, puedo
jurar sobre un libro que os ama.
¿No tiene vuestra señoría una
verruguita encima del ojo?
FENTON
Sí, a fe que la tengo. ¿Y qué?
QUICKLY
Pues hay en ello toda una historia.
¡Qué buen humor el de Anita!
Pero en la vida, protesto, comió pan doncella
tan honrada. Una hora
hemos estado hablando de esa
verruguita. Nunca me reiría sino en
compañía de esa doncella... Pero,
verdaderamente, es demasiado dada
a la melancolía y a la mística. Sin
embargo, para vos... Bien, adelante.
FENTON
Bueno, la veré hoy. Toma para ti este
dinero. Intercede con tu
influencia en favor mío. Si la ves
antes que yo, encomiéndame a ella.
QUICKLY
¿Que si lo haré? A fe que sí. Y diré a
vuestra señoría algo más
acerca de la verruguita, en la próxima
entrevista que tengamos, y de
otros pretendientes.
FENTON
¡Bien, adiós! Tengo ahora mucha prisa.
QUICKLY
¡Adiós a vuestra señoría!... (Sale
FENTON.) Verdaderamente, es
un honrado caballero; pero Ana no le
ama, porque yo conozco su pen-
samiento tan bien como quien más... ¡Acabemos
de una vez! ¿Qué se
me olvida? (Sale.)
ACTO
SEGUNDO
ESCENA PRIMERA
Frente a la casa de Page.
Entra MISTRESS PAGE con una carta.
MISTRESS PAGE
¡Cómo! ¿He escapado a los billetes de
amor en los sagrados días
de mi belleza y soy ahora objeto de
ellos? Veamos. «No me preguntéis
por qué os amo, pues si bien Amor toma
a la Razón por su médico, no
la admite nunca por consejero. Ya no
sois joven, yo tampoco lo soy;
motivo demás para que haya simpatía
entre nosotros. Sois alegre, yo
también lo soy. ¡Vaya, vaya! Pues más
simpatía entonces. A vos os
gusta el Jerez, a mí también.
¿Quisierais mayores causas de simpatía?
Sea bastante para ti, señora de Page-
si el amor de un soldado puede
bastarte-, el saber que te amo. No te
diré que me tengas compasión,
porque la frase sería poco militar;
pero sí te diré: ámame. Y firmo:
Tu propio fiel caballero,
que espera rendido y fiero
la noche y el día entero,
con un poder hechicero,
batirse por ti, lucero.
JUAN FALSTAFF.»
¿Qué Herodes de Judea es éste? ¡Oh,
pícaro, pícaro mundo! ¡Un
hombre minado por la edad, próximo a
entrar en descomposición, y
ocurrírsele hacer el joven calavera!
¿Qué liviana conducta ha descu-
bierto en mi conversación este borracho
flamenco que pueda darle la
audacia de atrevérseme de este modo?
¡Pues si apenas ha estado tres
veces en mi compañía! ¿Qué he podido
decirle? Me parece haber sido
con él muy sobria de jovialidad. ¡El
Cielo me perdone! ¡Cómo! He de
presentar un bill al Parlamento para
que decrete la represión de los
hombres. ¿De qué manera me vengaría de
él? Porque me vengaré, tan
cierto como sus entrañas están hechas
de pudding. (Entra MISTRESS
FORD.)
MISTRESS FORD
¡Señora Page! Creedme, a vuestra casa iba.
MISTRESS PAGE
Y yo a la vuestra. Venís de mal
talante.
MISTRESS FORD
No lo creáis. Puedo probaros lo
contrario.
MISTRESS PAGE
A fe que tenéis mal talante, al menos a
mi modo de ver.
MISTRESS FORD
Sea; pero os repito que puedo presentar
la prueba de lo contrario.
¡Oh señora Page! Tengo que pediros un
consejo.
MISTRESS PAGE
¿De qué se trata, mujer?
MISTRESS FORD
¡Ay, querida! Si no me detuviese un
escrúpulo estúpido, ¡qué ho-
nor podría obtener!
MISTRESS PAGE
Dejad a un lado el escrúpulo, mujer, y
recabad el honor. ¿De qué
se trata? Escrúpulos a un lado. ¿Qué es
ello?
MISTRESS FORD
Podría entrar en la Orden de caballería
con sólo consentir en pa-
sar en el infierno una corta eternidad.
MISTRESS PAGE
¡Cómo! ¡Tú mientes, sir Alicia Ford!
Los caballeros abundan
tanto, que ya se dan con rebaja. Te
aconsejo que no abdiques de tu
alcurnia.
MISTRESS FORD
Estamos alumbrando al día. Leed esto,
leed. Veréis en qué se
fundan mis pretensiones a ser mujer de
un caballero. Mientras sepa
distinguir entre un hombre y otro, esta
carta me hará detestar a los
hombres gordos. Y, sin embargo, este
hombre no juraba; enaltecía la
modestia de las mujeres; la mala
conducta encontraba en él un censor
tan rígido y fiel a las buenas
costumbres, que yo hubiera jurado a favor
de la completa consonancia entre sus
sentimientos y su lenguaje. Pero
no estaban más acordes entre sí que el
centésimo salmo con la canción
de Las mangas verdes. ¿Qué tempestad ha
echado a las riberas de
Wíndsor esa ballena cuya barriga
contiene tantos barriles de aceite?
¿Cómo vengarme de él? Se me ocurre que
lo mejor sería embaucarle
con esperanzas hasta que los culpables
ardores de la concupiscencia se
derritieran en su propia grasa. ¿Se vio
nunca cosa semejante?
MISTRESS PAGE
¡Carta por carta, no hay mas que el
nombre de Page y de Ford
que difieran! Para consuelo tuyo- en este
extraño complot contra
nuestro honor-, aquí tienes la hermana
gemela de tu carta. Que la tuya
herede primero, porque la mía yo te
aseguro que no lo hará. Estoy
persuadida de que hay un millar de
cartas semejantes, y quizá con los
nombres propios en blanco. Estas son de
la segunda edición. El las
imprimirá, no hay duda, porque poco lo
importa lo que pongan en
prensa desde el momento en que nos
querría poner a nosotras dos.
Preferiría ser una gigante y reposar
junto al monte Pelion... ¡Verdade-
ramente que pueden encontrarse veinte
tórtolas lascivas antes que un
hombre casto!
MISTRESS FORD
Pues las dos cartas son enteramente
iguales: las mismas palabras,
la misma escritura. ¿Qué habrá pensado
de nosotras?
MISTRESS PAGE
En verdad, no lo sé. Casi estoy tentada
de disputar con mi propia
honradez. Me tendré a mí misma como a
una cualquiera que descono-
ciese, porque seguramente que habrá
descubierto en mí algo digno de
reprensión que yo misma ignoro, pues a
no ser así no se habría arries-
gado a tan rudo abordaje.
MISTRESS FORD
¿Abordaje decís? Yo os respondo que lo
impediré subir a mi
puente.
MISTRESS PAGE
Y yo también. Si arriba a mis
escotillas, juro que me haré a la
vela. Venguémonos de él: démosle una
cita, finjamos acoger sus pro-
posiciones y estimulemos hábilmente su
amor, prolongando la prueba
hasta que haya empeñado sus caballos en
casa del hostelero de la Ja-
rretiera.
MISTRESS FORD
Bueno, consiento en cualquier
bellaquería contra él con tal de
que no se empañe el lustre de nuestra
honestidad. ¡Oh, si mi marido
viese esta carta! Sería para sus celos
un eterno alimento.
MISTRESS PAGE
Pues mírale ahí que llega, y también mi
excelente marido. Está
tan lejos de ser celoso como yo de
darle ocasión, y esto creo que es una
distancia inconmensurable.
MISTRESS FORD
Sois la más dichosa de las mujeres.
MISTRESS PAGE
Vamos a ponernos ambas; de acuerdo
contra ese caballero gordo.
Venid por aquí. (Se retiran. Entran
FORD, PISTOL, PAGE y NYM.)
FORD
Bueno; espero que no será así.
PISTOL
Espero es en ciertos asuntos un sabueso
rabón. Sir Juan pretende
a tu esposa.
FORD
Pero, señor, ¡si mi esposa no es joven!
PISTOL
Él corteja a mujeres de todas clases,
ricas y pobres, jóvenes y
viejas, unas con otras, Ford. Le gusta
la variedad. ¡Ponte en guardia,
Ford!
FORD
¿Que ama a mi mujer?
PISTOL
Con un calor para quemarse. Toma tus
precauciones, o te vas a
encontrar como aquel sir Acteón, con
corona cerval hasta en los talo-
nes. ¡Oh, y qué epíteto tan odioso!
FORD
¿Cuál epíteto, señor?
PISTOL
El de cornudo, señor, el de cornudo.
¡Adiós! Ten cuidado, ojo
alerta, pues de noche es cuando los
ladrones están en pie. Ten cuida-
do, antes de que venga el verano y
comiencen los cuclillos la cantile-
na... ¡En marcha, señor cabo Nym!
Créele, Page; te habla con
sensatez. (Sale.)
FORD
(Aparte.) Sabré contenerme. Yo aclararé
esto.
NYM
Pues esto es la verdad. (A PAGE.) No me
gusta la mentira. Él me
ha herido con cierta broma. Quería
encargarme que llevase a vuestra
esposa aquella pícara carta; pero tengo
una espada al cinto y prefiero
apelar a ella en los casos de
necesidad. Ama a vuestra mujer, y eso es
lo corto y lo largo. Me llamo el cabo
Nym; lo que digo lo sostengo.
Esta es la verdad. Me llamo Nym, y
Falstaff ama a vuestra esposa.
¡Adiós! No soy partidario de chanzas;
al pan, pan, y al queso, queso.
Nada de bromas. ¡Adiós! (Sale.)
PAGE
(Aparte.)
¡Nada de bromas, dice! ¡Vaya un mozo, convirtiendo la
broma en estupidez!
FORD
(Aparte.) Yo vigilaré a Falstaff.
PAGE
¡En mi vida he visto un bribón más
afectado!
FORD
¡Si lo descubro, veremos!
PAGE
Yo no daría fe a semejante Cataian,
aunque el sacerdote de la pa-
rroquia le diese certificado de
veracidad.
FORD
Hablaba como un hombre sensato;
veremos.
PAGE
¡Hola! ¡Marga!
MISTRESS PAGE
¿Dónde vais, Jorge? Escuchad.
MISTRESS FORD
¿Qué tal, amable Frank? ¿Por qué estás
melancólico?
FORD
¿Yo melancólico? No estoy melancólico.
Id, volved a casa.
MISTRESS FORD
A fe que tienes ahora alguna manía en
la cabeza. ¿Venís, señora
Page?
MISTRESS PAGE
Soy con vos. ¿Vendréis a comer, Jorge?
(A MISTRESS FORD.)
Mirad quién llega: la persona que nos
servirá de mensajera con ese
imprudente caballero.
MISTRESS FORD
Creedme que pensaba en ella. Es
precisamente lo que necesita-
mos. (Entra MISTRESS QUICKLY.)
MISTRESS PAGE
(A MISTRESS QUICKLY.) ¿Venís a ver a mi
hija Ana?
MISTRESS QUICKLY
Sí, a fe, y tened la bondad de decirme
cómo está la señorita Ana.
MISTRESS PAGE
Venid a verla con nosotras; tenemos que
hablar una hora con vos.
(Salen MISTRESS
PAGE, FORD y QUICKLY.)
PAGE
¿Qué hay, maese Ford?
FORD
¿Habéis oído lo que me ha dicho ese
bribón? ¿No es eso?
PAGE
Sí. Y ¿habéis oído vos lo que me decía
el otro?
FORD
Lo he oído. ¿Creéis que hayan dicho
verdad?
PAGE
¡Que ahorquen a los bellacos! No creo
al caballero capaz de se-
mejante cosa. Los que le acusan de
pretender a nuestras mujeres han
sido entrambos despedidos de su
servicio, y son unos verdaderos pillos
ahora que no tienen colocación.
FORD
¿Estaban a su servicio?
PAGE
Pardiez, pues claro.
FORD
No obstante, siento cierta
intranquilidad. ¿El se aloja en la posa-
da de la Jarretiera?
PAGE
Allí vive, pardiez. Si tuviese
intenciones respecto de mi mujer la
dejaría libremente con él, en la
seguridad de que no llevaría otra cosa
que sofiones. Lo tomo bajo mi
responsabilidad.
FORD
Yo no dudo de mi mujer; pero me
contrariaría hallarlos juntos.
Un hombre puede ser demasiado confiado.
Prefiero que mi cabeza no
asuma ninguna responsabilidad. No me
convendría.
PAGE
Ahí viene nuestro charlatán, el
hostelero de la Jarretiera. Para
ofrecer un aire tan jovial, preciso es
que tenga vino en el caletre o di-
nero en el bolsillo... ¡Hola,
hostelero! (Entran el HOSTELERO DE
LA JARRETIERA y SHALLOW.)
HOSTELERO
¡Hola, inmenso bribón! ¡Eres un
hidalgo! ¡Qué digo! Un caballe-
ro juez.
SHALLOW
Os sigo, querido hostelero, os sigo.
¡Veinte veces buenas tardes,
señor Page! ¿Queréis venir con
nosotros, señor Page? Tenemos una
diversión que nos espera.
HOSTELERO
(A SHALLOW.) Dile lo que es, caballero.
Díselo, gran bribón.
SHALLOW
(A PAGE.) Señor, que va a efectuarse un
duelo entre sir Hugo, el
cura galés, y Caius, el médico francés.
FORD
(Al HOSTELERO.) Mi buen hostelero de la
Jarretiera, tengo que
deciros una palabra.
HOSTELERO
¿Qué dices tú, gran bribón? (FORD le
lleva aparte.)
SHALLOW
(A PAGE.) ¿Queréis venir a ver eso con
nosotros? Han encargado
de medir las espadas a nuestro alegre
hostelero, y parece que éste ha
dado a cada uno una cita en sitio
diferente. A lo que me han asegura-
do, el pastor no se anda con bromas,
sino que obra con toda formali-
dad. Venid, ya os contaré en qué
consistirá nuestra bufonada.
HOSTELERO
(A FORD.) ¿No tienes ninguna contienda
judicial con mi hués-
ped el caballero?
FORD
De ninguna especie, os lo afirmo; pero
os daré un jarro de Jerez
refinado si queréis presentarme a él y
decirle que me llamo Brook. Es
cuestión de una broma.
HOSTELERO
Venga esa mano, bribón. Tendrás libres
las entradas y salidas.
¿Estás contento? Y tu nombre será
Brook. ¿Vámonos, camaradas?
SHALLOW
Estoy a vuestra disposición, hostelero.
PAGE
He oído decir que el médico francés
maneja muy bien la tizona.
SHALLOW
¡Bah, señor! En mis tiempos habría
podido yo hablar de largo.
Ahora os prevaléis de vuestras
distancias, pases, estocadas y qué sé yo
cuantas cosas más. El corazón, maese
Page, el corazón, eso es lo que
importa. Yo he visto un tiempo en que
con mi luenga espada habría
ahuyentado cuatro mancebos de vuestra
especie cual si fueran ratones.
HOSTELERO
¡Por aquí, muchachos, por aquí, por
aquí! ¿Torcemos?
PAGE
Os sigo. Me hubiera gustado más verles
disputar que pelear.
(Salen
HOSTELERO, SHALLOW y PAGE.)
FORD
Aunque Page es un imbécil que se fía
demasiado de la fragilidad
de su mujer, yo no soy tan fácil de
tranquilizar. Ella se encontraba en
compañía de él en casa de la señora de
Page, e ignoro lo que pasaría.
Bien; es menester que vea el fondo de
todo esto. Bajo un nombre su-
puesto sondearé a Falstaff. Si
encuentro fiel a mi esposa no habré per-
dido el trabajo, y en el caso contrario
será un trabajo bien empleado.
(Sale.)
ESCENA II
Un aposento en la posada de la
Jarretiera.
Entran FALSTAFF y PISTOL.
FALSTAFF
No te prestaré ni un penique.
PISTOL
Entonces el mundo será para mí una
ostra y lo abriré con mi es-
pada. Os devolveré la cantidad en
mercancías robadas.
FALSTAFF
Ni un penique. Señor, os había dejado
usar de mi crédito. He
conseguido de mis amigos tres veces el
perdón para vos y para Nym,
vuestro acólito. Sin mí, se os vería
hoy haciendo muecas como dos
babuinos a través de la reja de una
jaula. Condenado estoy al infierno
por haber jurado varias veces ante
caballeros amigos míos que erais
buenos soldados y hombres de valor; y
cuando mistress Bridgeta per-
dió el mango de su abanico atestigüé
por mi honor que tú no le tenías.
PISTOL
¿No participaste del robo? ¿No
recibiste quince peniques?
FALSTAFF
Reflexiona, granuja, reflexiona. ¿Me
crees hombre capaz de
arriesgar gratis la salvación de mi
alma? En una palabra: no te cuel-
gues más de mí; no quiero servirte de
horca. Corre a asaltar por los
caminos o a cortar bolsas, o vete a tu
mansión de Pickt Hatch. ¡Gra-
nuja! ¡Te niegas a llevar una carta
mía! ¡Te montas en tu honor,
monstruo de bajeza, cuando apenas si
puedo yo mismo, que te estoy
hablando, guardar los límites rigurosos
del mío! Yo, yo, yo mismo,
dejando a un lado el temor de Dios y
ocultando mi virtud detrás de las
necesidades, me veo obligado a engañar
y recurrir a ciertos expedien-
tes, ¡y tú, bellaco, tienes la
ocurrencia de ocultar con el manto de tu
honor tus andrajos, tus miradas de gato
montés, tus frases tabernarias
y tus descaradas blasfemias! ¡Te niegas
a llevar mis cartas! ¡Tú!
PISTOL
Me arrepiento. ¿Qué más quieres de mi
hombre? (Entra ROBIN.)
ROBIN
Señor, hay una dama que desea hablaros.
FALSTAFF
Que pase. (Entra MISTRESS QUICKLY)
QUICKLY
Buenos días a vuestra señoría.
FALSTAFF
Buenos días, buena mujer.
QUICKLY
Dispense vuestra señoría; ese nombre no
me pertenece.
FALSTAFF
Buena doncella, pues.
QUICKLY
Es más cierto. Os juro que lo soy como
mi madre a la hora de mi
nacimiento.
FALSTAFF
Creo vuestro juramento. ¿Qué queréis?
QUICKLY
¿Me permitirá vuestra señoría decirle
una palabra o dos?
FALSTAFF
Dos mil, bella mujer; estoy pronto a
escucharos.
QUICKLY
Señor, hay aquí cierta señora llamada
Ford... Si quisierais acer-
caros más a este lado... Yo vivo con el
doctor Caius.
FALSTAFF
Continuad. Decís que la señora de
Ford...
QUICKLY
Vuestra señoría dice la verdad... Os
ruego que tengáis a bien
acercaros más a este lado.
FALSTAFF
Nadie os oye, os lo garantizo. Aquí no
hay mas que los de la ca-
sa, mi propia gente.
QUICKLY
¿De veras? Dios los bendiga y los haga
servidores de ella.
FALSTAFF
Me hablabais de la señora de Ford. ¿Qué
teníais que decirme de
ella?
QUICKLY
¡Ah, señor, es una excelente criatura!
¡Dios mío! ¡Cuando pienso
cómo sois de seductor! Bien. El Cielo
os perdoné, y también a todos.
FALSTAFF
Decíais que la señora de Ford... Vamos,
que la señora de Ford...
QUICKLY
Pardiez, he aquí la cuestión. Vos
habéis causado en ella la impre-
sión de una danza canaria. El cortesano
más hermoso, cuando la corte
se halla en Wíndsor, no lograría
ponerla en tan crítica situación. Y,
sin embargo, cuando estaba la corte
hemos tenido caballeros y lores e
hidalgos con cada carruaje... Era, os
lo aseguro, una carrera continua
de carrozas, cartas, regalos, que no
acababa nunca; era un gusto sentir
el almizcle que exhalaban aquellas
personas al oír el crujido de los
vestidos de oro y seda, y luego, ¡cuán
elegante era su lenguaje!... Su
conversación, toda miel y almíbar, era
lo mejor y más hermoso que
pudiera apetecerse. No hubo entonces
mujer cuyo corazón no se rin-
diera. Pues bien; yo os aseguro que no
consiguieron de ella una sola
mirada. Y ved, para ganarme a mi, esta
mañana, sin ir más lejos, me
han dado veinte ángeles. Pero yo me río
de todos los ángeles del mun-
do cuando no son honradamente
adquiridos, podéis creerme. Nadie, ni
aun el más encopetado, ha logrado poner
los labios en su copa, y con
todo, había entre ellos más de un conde
y no pocos pensionarios del
rey. Pero todo eso, os lo certifico, le
es indiferente.
FALSTAFF
¿Pero qué me envía a decir? Abreviad,
os lo ruego, mi señora
Mercurio.
QUICKLY
Pues bien; ha recibido vuestra carta,
por la cual os da mil gracias
y os hace saber que su marido estará
fuera de su casa entre diez y on-
ce.
FALSTAFF
¿De diez a
once?
QUICKLY
Sí, a fe, y entonces podréis ir a ver
el retrato que ya sabéis, me ha
dicho ella. Maese Ford, su marido, no
estará. ¡Ay! La buena señora
lleva con él una vida muy desgraciada:
es en extremo celoso. Lleva
con él, en verdad, una vida muy triste.
¡La pobrecilla!
FALSTAFF
¡De diez a once! Buena mujer,
recomendadme a su memoria; seré
puntual.
QUICKLY
Muy bien dicho, señor; pero además me
han hecho otro encargo
para vuestra señoría. Mistress Page
también os envía las más expresi-
vas gracias por vuestra carta, y,
permitidme que os lo diga, es una
mujer tan virtuosa, como cortés y
modesta. Os doy mi palabra de ho-
nor de que no faltaría por todo lo del
mundo a sus oraciones de maña-
na y noche. No hay en Wíndsor una mujer
que pueda comparársele.
Me ha encargado decir a vuestra señoría
que rara vez se ausenta su
marido; pero que confía que no ocurrirá
siempre lo mismo. No he
visto nunca una mujer más enamorada de
un hombre que ella de vos.
Por fuerza lleváis en vos un hechizo;
sí, en verdad.
FALSTAFF
Salvo el atractivo de mis prendas
personales, te aseguro que no
llevo otro hechizo.
QUICKLY
¡Bendito sea vuestro corazón!
FALSTAFF
Pero decidme: ¿Las señoras de Ford y de
Page se han participado
entre ellas el amor que por mí sienten?
QUICKLY
¡Buena la habrían hecho! No, señor; no
son tan torpes como eso,
a lo que noto. ¡Sería un lindo juego, a
fe mía! La señora de Page os
ruega que lo mandéis a todo trance a
vuestro pajecito. Su esposo está
embobado con él, y a decir verdad, el
señor Page es un hombre muy
honrado. No hay en Wíndsor mujer más
feliz que la suya. Ella hace y
dice lo que quiere, lo recibe todo, lo
paga todo, se acuesta y se levanta
cuando le acomoda, y su marido no
encuentra nada que replicar. Ver-
daderamente, ella se merece tan buen
trato, porque si en Wíndsor hay
una mujer excelente, es ella. Es
preciso que le enviéis a vuestro paje.
FALSTAFF
Se lo enviaré.
QUICKLY
Enviádselo, pues, sin falta alguna. Y
arreglaos de manera que
pueda serviros de intermediario. En
todo caso, convenid entre los dos
una clave para que el muchacho no
comprenda nada. No conviene
iniciar a los niños en lo que es malo.
En cuanto a las personas de edad
madura, ya lo sabéis; tienen
discreción, como se dice, y conocen el
mundo.
FALSTAFF
Adiós. Encomiéndame al recuerdo de las
dos señoras. Aquí está
mi bolsillo; soy aún tu deudor. Paje,
acompaña a esta señora. (Aparte.)
Esta noticia me transporta de alegría.
(Salen MISTRESS QUICKLY y
ROBIN.)
PISTOL
Esa celestina es una mensajera de
Cupido. Forcemos más las ve-
las; persigamos al enemigo; descubramos
vuestras baterías; al abor-
daje, y si ella no es mía, que el
Océano se lo trague todo. (Sale.)
FALSTAFF
¿Pero esas tenemos, viejo Falstaff?
Sigue tu camino. Voy a sacar
de tu vieja persona más provecho que
nunca. ¿Así cautivas todavía las
miradas de las mujeres? ¿Así, después
de haber gastado tanto dinero,
vas a sacar dinero en definitiva? Te
doy las gracias, precioso cuerpo.
Que digan después que eres enormemente
gordo. Con tal que agrades,
lo demás no importa. (Entra BARDOLF.)
BARDOLF
Sir Juan, abajo hay un tal maese Brook
que desearía hablaros y
trabar conocimiento con vos. Os envía
como presente esta botella de
Jerez.
FALSTAFF
¿Se llama Brook?
BARDOLF
Sí, señor.
FALSTAFF
Dile que suba. (Sale BARDOLF.) Sean
bien venidos los Brooks
que hacen refluir semejante licor. ¡Ah,
ah, señora de Ford y señora de
Page! ¡Conque hemos hecho vuestra
conquista! ¡Vamos, «vía»! (Vuel-
ve a entrar BARDOLF, acompañado de
FORD, que va disfrazado.)
FORD
Dios os guarde, caballero.
FALSTAFF
Igualmente, señor. ¿Deseáis hablar
conmigo?
FORD
Os pido perdón por presentarme a vos
con tan poca ceremonia.
FALSTAFF
Bien venido seáis. ¿Qué es lo que
deseáis de mí? (A BARDOLF.)
Muchacho, déjanos. (Sale BARDOLF.)
FORD
Señor, veis en mí a un hombre que ha
gastado mucho dinero. Me
llamo Brook.
FALSTAFF
Querido señor Brook, deseo trabar mayor
amistad con vos.
FORD
Tal deseo de vos, apreciable sir Juan;
no para seros gravoso, por-
que he de deciros que me creo más que
vos en el caso de desempeñar
el papel de prestamista. Esto me ha
alentado a presentarme tan sin
cumplidos; porque, como dicen, cuando
el oro va delante se abren
todas las puertas.
FALSTAFF
Señor, el dinero es un buen soldado que
siempre marcha delante.
FORD
Cierto. Tengo aquí mi saco de dinero
que me estorba. Si vos que-
réis ayudarme a llevarlo, sir Juan,
tomad el todo o la mitad, y me ha-
bréis aliviado otro tanto.
FALSTAFF
Ignoro, señor, cómo puedo haberos
merecido ser vuestro ayu-
dante.
FORD
Si queréis oírme, señor, os lo diré.
FALSTAFF
Hablad, querido señor Brook, tendré
mucho gusto en serviros.
FORD
Caballero, seré breve. Me han dicho que
sois un hombre ilustra-
do, y hace mucho tiempo que oigo hablar
de vos, por más que, no
obstante mi deseo, no haya encontrado
nunca ocasión de trabar amis-
tad con vos. En lo que tengo que
revelaros estoy obligado a exponer a
vuestros ojos mis imperfecciones; pero,
buen sir Juan, si a la vez que
me escucháis fijáis la vista en mis
debilidades, espero que al mismo
tiempo notaréis bien las vuestras.
Quizá así me tengáis alguna indul-
gencia, sabiendo por experiencia propia
cuán presto está un hombre a
cometer un pecado.
FALSTAFF
Muy bien, señor; continuad.
FORD
Hay en esta ciudad una mujer cuyo
marido se llama Ford.
FALSTAFF
Bien, señor.
FORD
Hace mucho tiempo que yo la deseo, y me
ha costado ya muchas
penas. He seguido todos sus pasos, he
aprovechado todas las ocasiones
de encontrarla, o bien de verla
ocultamente; pero no sólo he gastado
mucho dinero en regalos para ella, sino
que además he retribuido pró-
digamente a varias personas para saber
por mediación suya cuáles
eran los regalos que más le agradaban.
En suma, me he dedicado a
seguirla lo mismo que el amor parece
dedicado a perseguirme; es de-
cir, en todas ocasiones. Pero por mucho
que yo merezca, ya por mis
sentimientos, ya por los medios que he
empleado, es lo cierto que no
he recogido hasta ahora fruto alguno, a
menos que la experiencia sea
un tesoro. La tal experiencia la he
adquirido a mucha costa y me ha
valido el conocimiento de esta máxima:
El Amor huye cual sombra
cuando el oro lo persigue;
va persiguiendo a quien lo huye
y huyendo a quien lo persigue.
FALSTAFF
¿No habéis recibido de ella ninguna
esperanza?
FORD
No.
FALSTAFF
¿Habéis insistido para conseguirla?
FORD
Nunca.
FALSTAFF
¿De qué índole era, pues, vuestro amor?
FORD
Semejante a un palacio edificado en
terreno ajeno; de suerte que
he perdido el edificio por haberme
engañado sobre el sitio de la cons-
trucción.
FALSTAFF
¿Con qué objeto me hacéis esta
confidencia?
FORD
Cuando os lo diga os habré dicho todo
lo que deseo deciros. Hay
personas que pretenden que, por más
severa que se muestre ella con-
migo, se confía a otros, de manera que
puede sospecharse de su con-
ducta. Ahora, sir Juan, voy a deciros
el objeto que me ha inducido a
veros. Sois hombre de educación
completa, muy conocido en la socie-
dad. Sois de elevado rango y de
carácter imponente. Se os atribuyen
unánimemente todas las prendas del
guerrero, del cortesano y del
hombre instruido.
FALSTAFF
¡Oh, señor!
FORD
Sí, es lo cierto, y lo sabéis
perfectamente... Ahora bien; aquí te-
néis dinero: gastad, gastad, gastad más
todavía, gastad todo cuanto
tengo. No os pido en cambio sino el
tiempo necesario para asediar
galantemente la fidelidad de la señora
de Ford. Poned en campaña
todos los medios de galantería que
podáis y obligadla a que se os rin-
da. Si hay alguna persona capaz de
conseguirlo, sois vos.
FALSTAFF
¿Convendría a la vehemencia de vuestra
pasión que yo ganase la
belleza que tanto anheláis poseer?...
Vuestro deseo me parece contra-
producente.
FORD
¡Oh! Tened la bondad, os ruego, de
comprenderme. Se afirma
ella tanto en la fortaleza de su honra,
que la locura de mi alma no osa
declararse. Me deslumbra demasiado para
que yo pueda mirarla cara a
cara. Ahora, si me presentase a ella
ostentando en la mano pruebas de
su fragilidad, tendría precedentes y
argumentos que darían confianza
a mis deseos. Entonces la desalojaría
de la fortaleza de su castidad y
su reputación, de su fidelidad conyugal
y de otros mil abrigos con los
cuales se cubre con demasiado buen
éxito. ¿Qué me decís, sir Juan?
FALSTAFF
Maese Brook, por ahora me tomo la
libertad de aceptar vuestro
dinero. Luego, me daréis la mano, y por
último, si la señora de Ford
os conviene, os prometo bajo palabra de
caballero que la poseeréis.
FORD
¡Oh, excelente señor!...
FALSTAFF
Os prometo, maese Brook, que la
poseeréis.
FORD
No economicéis el dinero, sir Juan. No
economicéis, que no os
faltará.
FALSTAFF
Tampoco os faltará a vos la señora de
Ford. En confianza os diré
que tengo una cita con ella. En el
momento que acabábais de llegar, su
confidenta o entremetida acababa de
dejarme. He de estar en su casa
de diez a once; el celoso bellaco de su
marido estará ausente. Venid a
verme esta noche y os diré cómo han
pasado las cosas.
FORD
¡Me siento dichoso de haberos
encontrado! ¿Conocéis al señor
Ford?
FALSTAFF
¡Que ahorquen a ese pobre diablo de
cornudo! No le conozco. Sin
embargo, no tengo razón para llamarle
pobre. Se dice que este celoso
condescendiente tiene el oro a
montones, lo que a mis ojos realza los
atractivos de su mujer. Con ella tendré
la llave de las arcas de ese ber-
gante cornudo, donde haré mi agosto.
FORD
Habría deseado que conocierais a Ford,
para que así pudieseis
evitar su encuentro.
FALSTAFF
¿A ese mercader de manteca salada? ¡Que
le ahorquen! No osaría
sostener mi mirada. La vista de mi
bastón le haría temblar; mi bastón,
que se cernería como un meteoro sobre
los cuernos de ese cabrito.
Maese Brook: me verás aplastar a ese
rústico con mi superioridad y tú
te acostarás con su mujer, créeme. Ven
a verme esta noche temprano.
Ford es un pillo, y yo añadiré un
título más a los que tiene. Quiero que
dentro de poco lo tengas, maese Brook,
por un bribón y por un cornu-
do. Ven a verme esta noche. (Sale.)
FORD
¡Qué condenado epicúreo es ése! ¡Qué
monstruo de libertinaje!
Siento mi corazón romperse de cólera.
Que me digan luego que hago
mal en estar celoso. Mi mujer se ha
entendido con él, se han dado cita,
el trato está concluido. ¿Quién lo
había de pensar? ¡Qué infierno es
tener una mujer infiel! Es decir, que
veré mi cama manchada, mis
arcas saqueadas, mi reputación herida,
y para colmo de injurias oiré
cómo me da los nombres más abominables
la boca del mismo que me
ultraja. ¡Qué nombres, qué nombres! El
de Amaimon no tiene nada de
repugnante; Lucifer suena bien, lo
mismo que el de Barrabás. Son
nombres de demonios, nombres de
réprobos... ¡Pero cornudo, y cornu-
do consentido! Ni el diablo tiene un
nombre comparable con éste. Pa-
ge es un asno, un asno sin
desconfianza. Tiene fe en su mujer, no
siente celos. Pero mejor quisiera
confiar la manteca de mi almacén a
un flamenco, el queso al cura welche
sir Hugo, la botella de aguar-
diente a un irlandés o mi caballo
castrado a que lo pasease un cuatre-
ro, que confiar a mi mujer su propia
guardia. Una mujer conspira,
cavila, proyecta. Lo que en el fondo de
su corazón cree que puede ha-
cer no descansa hasta que lo ha hecho.
¡Bendigo al Cielo por haberme
hecho celoso! La cita es a las once.
Voy a prevenir todo esto, a sor-
prender a mi mujer y a vengarme de
Falstaff y reírme a expensas de
Page. Vamos ahora mismo. Más vale tres
horas demasiado pronto que
un minute más tarde. ¡Uf, uf, uf!
¡Cornudo, cornudo, cornudo! (Sale.)
ESCENA III
Un parque cerca de Wíndsor.
Entran CAIUS y RUGBY.
CAIUS
¡Jack Rugby!
RUGBY
¡Señor!
CAIUS
Jack, ¿qué hora es?
RUGBY
Ha pasado ya la hora en que sir Hugo
había prometido estar aquí.
CAIUS
¡Pardiez! Ha salvado su alma con no
venir. Sin duda está ocupa-
do en rogar con su Biblia. ¡Voto a
Cristo! Jack Rugby, si viene es
hombre muerto.
RUGBY
Él es prudente, señor. Sabe muy bien
que si viniese lo mataríais.
CAIUS
¡Voto a Cristo! Quedaría tan muerto
como un arenque salado.
Jack, desenvaina la espada; voy a
demostrarte cómo lo mataría.
RUGBY
¡Ay, señor! No entiendo de esgrima.
CAIUS
¡Villano, desenvaina la espada!
RUGBY
Deteneos, señor, que viene gente.
(Entran el HOSTELERO,
SHALLOW, SLENDER y PAGE.)
HOSTELERO
Dios te guarde, bravo doctor.
SHALLOW
Dios os conserve, señor doctor Caius.
PAGE
Hola, maese doctor.
SLENDER
Os doy los buenos días, señor.
CAIUS
Uno, dos, tres, cuatro. ¿ Qué motivos
os trae a todos aquí?
HOSTELERO
Hemos venido a verte combatir, a ver tu
finta, a verte dar tajos,
correr aquí, saltar allá, ver tu punto,
tu estocada, tu respuesta, tu dis-
tancia y tu medida. ¿Ha muerto el
etíope? ¿Ha muerto mi Francisco?
¡Ah valiente! ¿Qué dice mi Esculapio,
mi Galeno, mi corazón de saú-
co? ¿Ha muerto, inmenso Pissat, ha
muerto?
CAIUS
¡Por Cristo! Ese Jack es el sacerdote
más cobarde del mundo. To-
davía no se ha dejado ver por aquí la
cara.
HOSTELERO
Eres un rey castellano, orinal mío;
eres un Héctor de Grecia, ca-
marada.
CAIUS
Os ruego que seáis testigos de que lo
he aguardado aquí seis o
siete, dos, tres horas y no ha venido.
SHALLOW
Ha obrado cuerdamente, maese doctor. Él
es médico de almas y
vos de cuerpos. Combatiendo el uno con
el otro obrabais a contrapelo
de vuestra profesión. ¿No es verdad,
señor Page?
PAGE
Maese Shallow, por muy hombre de paz
que seáis ahora, en
vuestros tiempos erais famoso
quimerista.
SHALLOW
¡Vive Dios! Señor Page, no obstante ser
viejo y juez de paz, no
puedo ver una espada sin que mis dedos sientan
comezón. Por más
que seamos magistrados, doctores y
gente de iglesia, señor Page, nos
queda todavía la levadura de nuestra
juventud. Somos hijos de mujer,
señor Page.
PAGE
Es muy cierto, maese Shallow.
SHALLOW
Y siempre será así, señor Page. Maese doctor
Caius, vengo para
llevaros a vuestra casa. Estoy
encargado del orden público. Os habéis
mostrado médico prudente, y sir Hugo se
ha portado también como
hombre de iglesia, cuerdo y paciente.
Tened la bondad de seguirme,
maese doctor.
HOSTELERO
(A SHALLOW.) Dispensadme, juez huésped.
(A CAIUS.) Una
palabra, señor Mockwater.
CAIUS
¿Qué decís? ¿Mocuáter?
HOSTELERO
Mockwater en inglés significa valor,
trapisondista.
CAIUS
¡Por Cristo! Entonces tengo tanto
Mocuáter como un inglés. ¡Pe-
rro miserable ese Jack de sacerdote! Le
voy a cortar las orejas.
HOSTELERO
Cuidado no vayas por lana, fanfarrón
CAIUS
¿Qué es ir por lana?
HOSTELERO
Digo que no hagas que él te las corte a
ti.
CAIUS
¡Por Cristo! No me cortará a mí nada.
¡Por Cristo, que me dará
una satisfacción!
HOSTELERO
Yo haré todo lo posible; pero si él se
niega, que el diablo se lo
lleve.
CAIUS
Os lo agradezco.
HOSTELERO
Espera todavía, fanfarrón. (Bajo a los
otros tres.) Pero antes, vos,
mi convidado; vos, señor Page, y vos,
caballero Slender, atravesad la
ciudad e idos a Frogmore.
PAGE
¿No es allí donde está sir Hugo?
HOSTELERO
Allí está. Ved de qué humor se
encuentra. Yo os traeré al doctor
por un atajo. ¿Os parece bien?
SHALLOW
Allá vamos.
PAGE, SHALLOW y SLENDER
Adiós, excelente señor doctor. (Salen
PAGE, SHALLOW y
SLENDER.)
CAIUS
¡Por Cristo! He de matar a ese cura
porque habla a la señorita
Ana en favor de no sé qué imbécil.
HOSTELERO
Mátale; pero por lo pronto haz que tu
impaciencia entre en la
vaina. Echa agua fría en tu cólera y
sígueme a campo traviesa hasta
Frogmore. Te llevaré a una quinta donde
la señorita Ana ha ido para
asistir a una fiesta. Allí podrás
hacerle la corte. ¿Aceptas? ¿He habla-
do bien?
CAIUS
¡Por Cristo! Os lo agradezco. Por
Cristo, os estimo, y os enviaré a
vuestra posada todos mis enfermos:
condes, caballeros, lores e hidal-
gos.
HOSTELERO
En agradecimiento de lo cual te prometo
ayudarte en tus proyec-
tos acerca de la señorita Ana Page. ¿He
dicho bien?
CAIUS
¡Perfectamente! ¡Por Cristo! Muy bien dicho.
HOSTELERO
Vamos, pues.
CAIUS
Anda tras de mis talones, Jack Rugby.
(Salen.)
ACTO
TERCERO
ESCENA PRIMERA
Campo cerca de Frogmore.
Entran SIR HUGO EVANS y SIMPLE.
EVANS
Os suplico que me digáis ahora, buen
servidor de maese Slender,
y amigo, Simple de nombre, ¿de qué modo
habéis buscado al señor
Caius, que a sí mismo se da el título
de doctor en Medicina?
SIMPLE
Pardiez, señor; le busqué por el
distrito, por el parque, en todas
direcciones; por el antiguo camino de
Wíndsor y por todos los restan-
tes, menos por el de la ciudad.
EVANS
Pues deseo que con la mayor urgencia le
busquéis también por
ese camino.
SIMPLE
Lo haré, señor. (Sale.)
EVANS
¡Maldita sea! ¡Qué encolerizado y lleno
de incertidumbre estoy!
Me alegraré que me haya engañado. ¡Estoy
más melancólico...! ¡Yo le
liaré salir sus orinales por encima de
su cabeza de manzana a la pri-
mera oportunidad! ¡Maldita sea!
(Canta.)
A flor de los ríos, a cuya cascada
cantan los pájaros dulces madrigales,
allí tenderemos nuestra alfombra de
flores
entre un millar de fragantes aromas.
A flor...
¡Desdichado de mí! ¡Siento unas ganas
de llorar...
(Canta.)
Cantan los pájaros dulces madrigales...
Cuando estaba en Babilonia...
Y un millar de fragantes perfumes...
A flor...
(Vuelve a entrar SIMPLE.)
SIMPLE
¡Por allí viene, en esta dirección, sir
Hugo!
EVANS
Sea bien venido. (Canta.)
A flor de los ríos, a cuya cascada...
¡El Cielo ayude la buena causa!... ¿Qué
armas trae?
SIMPLE
Nada de armas, señor. Allí vienen mi
amo, el señor Shallow y
otro caballero de Frogmore, por encima
del cercado, en dirección a
aquí.
EVANS
Dame el manteo, te suplico, o mejor,
tenlo al brazo. (Lee en un
libro. Entran PAGE, SHALLOW y SLENDER.)
SHALLOW
¿Qué hay, señor cura? Buenos días,
querido sir Hugo. Sepárese a
un jugador de sus dados y de su libro a
un buen estudiante y se habrá
hecho una maravilla.
SLENDER
(Aparte.) ¡Ah dulce Ana Page!
PAGE
¡Dios os guarde, buen sir Hugo!
EVANS
¡Él nos bendiga a todos con su
misericordia!
SHALLOW
¡Qué! ¡La espada y la palabra! ¿Estudiáis
una y otra, señor cura?
PAGE
¡Y todavía como un joven, en jubón y
calzas, en día tan crudo y
reumático!
EVANS
Hay razones y motivos.
PAGE
Hemos venido a buscaros para una buena
acción, señor cura.
EVANS
Muy bien. ¿De qué se trata? Allá hay un
venerable caballero que, juzgándose ofendido por
cierta persona, está en gran lucha con
su propia paciencia y gravedad
hasta un extremo que no podéis
imaginaros.
SHALLOW
Bastante más de cuarenta años tengo de
vida y nunca he oído a
un hombre de su posición, gravedad y
saber tan celoso de su propia
dignidad.
EVANS
¿Quién es?
PAGE
Creo que le conocéis: el señor doctor
Caius, el reputado médico
francés.
EVANS
¡Ira de Dios y furia de mi pasión!
¡Preferiría que me hablarais de
un plato de potaje!
PAGE
¿Por qué?
EVANS
No sabe una palabra de Hipócrates y
Galeno... y además es un
sinvergüenza, el sinvergüenza más
cobarde que pueda concebirse.
PAGE
(A SHALLOW.) Os garantizo que éste es el hombre que se bati-
ría con él.
SLENDER
(Aparte.) ¡Oh dulce Ana Page!
SHALLOW
Así parece por sus armas. Mantenedles
separados; aquí viene el
doctor Caius. (Entran el HOSTELERO,
CAIUS y RUGBY.)
PAGE
¡No, querido padre cura; envainad
vuestra espada!
SHALLOW
Y vos también, mi buen maese doctor.
HOSTELERO
Desarmadles y que discutan. Que
conserven ilesos sus miembros
y no hagan trizas mas que el idioma
inglés.
CAIUS
Permitidme deciros una palabra al oído.
¿Por qué evitáis el en-
cuentro con mi persona?
EVANS
(Aparte a CAIUS.) ¡Paciencia, os ruego!
Ya vendrá el instante.
CAIUS
¡Por Cristo! ¡Sois un cobarde! ¡Un
bellaco, un perro, un Juan La-
nas!
EVANS
(Aparte a CAIUS.) Os ruego que no
hagáis que seamos el hazme-
rreír de los demás. Deseo la amistad de
vuestra señoría, y de una u
otra forma os dejaré satisfecho (Alto.)
¡Os sacaré vuestros orinales de
encima de vuestra cabeza de bellaco
para que no os burléis de citas y
compromisos de honor!
CAIUS
Diable!... Jack Rugby..., mi hostelero
de la Jarretierre..., ¿no le
esperé para matarle? ¿No estuve en el
lugar designado?
EVANS
Como tengo alma de cristiano, que,
según sabéis, éste es el sitio
que se designó. ¡Apelo al juicio del
hostelero de la Jarretiera!
HOSTELERO
¡Silencio, digo, Galia y Gales, galo y
galés, cura de almas y cura
de cuerpos!
CAIUS
Sí, eso está muy bien; excelente.
HOSTELERO
¡Basta, digo! Escuchad a vuestro
hostelero de la Jarretiera. ¿Soy
un político? ¿Soy un hombre sutil? ¿Soy
un Maquiavelo? ¿Consentiré
en perder a mi doctor? No; él es quien
me da pociones y lociones. ¿Me
resolveré a perder a mi párroco, a mi
sacerdote, a mi sir Hugo? No; él
es quien me da buenos verbos y
proverbios. Venga tu mano, hombre
terrestre; así... Venga tu mano, hombre
celeste; así... Chiquillos en la
astucia, os he engañado a los dos. Os
he conducido a diversos lugares
para que no pudierais encontraros.
Vuestros corazones son intrépidos,
vuestras pieles están intactas, y el
desenlace debe ser una libación de
Jerez. ¡Vamos, dejad esas armas para el
prestamista! Seguidme, gen-
tes de paz, seguid, seguid, seguid.
SHALLOW
¡Contad conmigo, hostelero original!
¡Seguid, gentiles caballe-
ros, seguid!
SLENDER
(Aparte.) ¡Oh dulce Ana Page! (Salen
SHALLOW, SLENDER,
PAGE y el HOSTELERO.)
CAIUS
¡Ah! Ya entiendo. ¿Nos ha hecho pasar
por un par de tontos?
¡Ah, ah!
EVANS
¡Esta es buena! Hemos sido su
hazmerreír. Deseo que vos y yo
seamos amigos y pongamos de acuerdo
nuestros cerebros para ven-
garnos de ese despreciable, sarnoso y
tahur compañero, el hostelero de
la Jarretiera.
CAIUS
¡Por Cristo, con todo mi corazón! ¡Me
prometió conducirme ante
Ana Page! ¡Por Cristo, a mí también me
ha engañado!
EVANS
¡Bien; yo le romperé la crisma! Tened
la bondad de seguirme.
(Salen.)
ESCENA II
Una calle de Wíndsor.
Entran MISTRESS PAGE y ROBIN.
MISTRESS PAGE
Vamos, sigue adelante, galancito. Tu
deber es el de seguir, pero
ahora tomarás la delantera.
¿Preferirías que te sirvieran de guías mis
ojos o seguir con los tuyos los talones
de tu señor?
ROBIN
¡Caray! Mejor quisiera ir delante como
un hombre que seguirle
como un enano.
MISTRESS PAGE
¡Oh! Eres un chiquillo adulador. Veo
que acabarás en cortesano.
(Entra FORD.)
FORD
Feliz encuentro, señora Page. ¿Adónde
vais?
MISTRESS PAGE
Por cierto, señor, a ver a vuestra
esposa. ¿Está en casa?
FORD
Sí, y tan ociosa que se ahorcaría de
buena gana por falta de com-
pañía. Creo que, si se murieran
vuestros esposos, las dos os casaríais.
MISTRESS PAGE
Tenedlo por seguro..., con otros dos
maridos.
FORD
¿Dónde hallasteis este bonito gallo de
veleta?
MISTRESS PAGE
No puedo deciros el nombre del sujeto
de quien lo adquirió mi
esposo. ¿Cómo se llama tu señor,
pícaro?
ROBIN
Sir Juan
Falstaff.
FORD
¡Sir Juan
Falstaff!
MISTRESS PAGE
El mismo, el mismo. Nunca puedo retener
su nombre. ¡Hay una
distancia tan grande entre mi buen
hombre y él. ¿De veras está vuestra
esposa en casa?
FORD
Seguro que está.
MISTRESS PAGE
Con vuestro permiso, señor. Estoy
impaciente por verla. (Salen
MISTRESS PAGE y
ROBIN.)
FORD
¿Le queda algún cerebro a Page? ¿Tiene
ojos? ¿Tiene algo así
como entendimiento? Seguro que están dormidos.
No le sirven para
nada. Caramba, este pajecillo llevará
una carta a veinte millas tan
fácilmente como un cañón hace blanco a
nueve yardas. Page da rienda
suelta a las inclinaciones de su mujer,
le da libre impulso y facilida-
des. Y ahora va ella a casa de mi
esposa, y el paje de Falstaff le acom-
paña. ¡Cualquiera oiría sonar este
chaparrón en el viento! ¡Y va con
ella el muchacho de Falstaff! ¡Intrigas
bien tramadas! Y nuestras re-
beldes mujeres comparten juntas su
condenación. Está bien, yo le sor-
prenderé; en seguida torturaré a mi
esposa, arrancaré la máscara de
falsa virtud de la señora Page y
denunciaré a Page mismo como un
confiado y consentido Acteón, y a
procederes tan violentos todos mis
vecinos aplaudirán. (Suena un reloj.) El
reloj me avisa, y mi certeza
me invita a realizar un registro. Allí
encontraré a Falstaff. Mi con-
ducta me reportará más elogios que
burlas, porque tan positivo como
que la tierra es sólida es que está
allí Falstaff. Iré.
(Entran PAGE,
SHALLOW, SLENDER, HOSTELERO, SIR
HUGO, EVANS,
CAIUS y RUGBY.)
PAGE, SHALLOW
¡Bien hallado, señor Ford!
FORD
¡Excelente reunión, creedme! Hoy tengo
buena mesa en casa, y os
ruego a todos que me acompañéis.
SHALLOW
Dispensadme, señor Ford.
SLENDER
Y a mí también, señor. Hemos prometido
comer con mistress
Ana, y por ningún oro del mundo
faltaría a la palabra.
SHALLOW
Estamos en negociaciones con motivo del
matrimonio entre Ana
Page y mi sobrino Slender, y hoy
recibiremos la contestación.
SLENDER
Creo contar con vuestro consentimiento,
suegro Page.
PAGE
Lo tenéis, maese Slender; os es
completamente favorable; pero
mi esposa, señor doctor, está no menos
por vuestro partido.
CAIUS
¡Sí, por Cristo! ¡Y que la doncella me
quiere! Así me lo ha repe-
tido mi ama Quickly.
HOSTELERO
Y ¿qué decís al joven señor Fenton? El
cabriolea, baila, tiene en
sus ojos el brillo de la juventud,
escribe versos, habla festivamente y
huele a perfume de abril y mayo. Ganará
la partida, ganará la partida.
Eso va en la masa de la sangre; ganará
la partida.
PAGE
No será con mi consentimiento, os lo
aseguro. Es un caballero sin
porvenir. Se junta con el príncipe
extravagante y con Pointz. Es de
una región demasiado elevada y ha
vivido mucho. No, no atará un
nudo en su caudal con los dedos de mi
fortuna. Si toma a mi hija, que
la tome a ella sola. Mis bienes irán
con mi consentimiento, y mi con-
sentimiento no va en esa dirección.
FORD
Ruego cordialmente que algunos de
vosotros vengáis a casa a
comer conmigo. A más de buena mesa,
habrá gran diversión. Os haré
ver un monstruo. Venid, señor doctor, y
vos también, señor Page, e
igualmente vos, sir Hugo.
SHALLOW
Bueno, adiós... Quedaremos más libres
para los asuntos del ma-
trimonio en casa del señor Page. (Salen
SHALLOW y SLENDER.)
CAIUS
A casa, Juan Rugby; yo volveré en
seguida. (Sale RUGBY.)
HOSTELERO
Adiós, amigos de mi corazón. Voy por mi
honrado caballero
Falstaff y a beber con él un trago de
vino de Canarias. (Sale el
HOSTELERO.)
FORD
(Aparte.) Creo que antes beberé yo con
él una pipa de vino. Yo le
haré danzar. ¿Queréis venir, señores?
TODOS
Somos con vos para ver ese monstruo.
(Salen.)
ESCENA III
Habitación en casa de Ford.
Entran MISTRESS
FORD y MISTRESS PAGE.
MISTRESS FORD
¡Eh, Juan! ¡Eh,
Roberto!
MISTRESS PAGE
¡A prisa, a prisa!... Es la canasta...
MISTRESS FORD
Estoy segura. ¡Eh, Robin, digo! (Entran
CRIADOS con una ca-
nasta.)
MISTRESS PAGE
Venid, venid, venid.
MISTRESS FORD
Aquí, descargadla.
MISTRESS PAGE
Dad la orden a vuestros criados. No hay
tiempo que perder.
MISTRESS FORD
Pardiez, como os tengo dicho, vos,
Juan, y vos, Roberto, debéis
estar ahí cerca, en la cervecería; y
tan pronto como os llame venid en
seguida, sin dilación ni tropiezo, y
tomando en vuestros hombros esta
canasta la llevaréis a toda prisa a los
lavaderos de la ciénaga de
Datchet, y allí la vaciaréis en la
zanja cenagosa que está junto a la
orilla del Támesis.
MISTRESS PAGE
¿Lo habéis entendido?
MISTRESS FORD
Ya se lo he explicado una y otra vez.
No les falta ninguna ins-
trucción. Idos, y volved en el momento
que os llame. (Salen los
CRIADOS.)
MISTRESS PAGE
Aquí llega el rapazuelo Robin. (Entra
ROBIN.)
MISTRESS FORD
¿Qué hay, mosqueterillo mío? ¿Qué
noticias traes?
ROBIN
Mi amo, sir Juan, ha venido a la puerta
falsa, señora Ford, y soli-
cita vuestra compañía.
MISTRESS PAGE
Juan Lanillas, ¿nos has sido fiel?
ROBIN
Sí, os doy mi palabra. Mi amo ignora
que estáis aquí, y me ha
amenazado con una libertad perpetua si
os hablo del asunto, pues ha
jurado que me pondrá de patas en la
calle.
MISTRESS PAGE
Eres un buen chico. Este secreto será
para ti un sastre que te
cortará unas calzas y un jubón nuevos.
Voy a esconderme.
MISTRESS FORD
Hacedlo. Ve a decir a tu amo que estoy
sola. (Sale ROBIN.) Se-
ñora Page, acordaos de vuestro papel.
MISTRESS PAGE
Te lo garantizo. Si no lo represento
bien, silbadme. (Sale.)
MISTRESS FORD
Pues a ello entonces. Tratemos como se
merece a esta pestilente
masa húmeda, a esta inmensa calabaza
acuosa. Enseñémosle a distin-
guir las tórtolas de los grajos. (Entra
FALSTAFF.)
FALSTAFF
«¿Por fin os tengo, joya celestial?»
¡Bien! Ahora debiera yo mo-
rir, pues he vivido lo bastante: he
aquí el término de mi ambición. ¡Oh
momento dichoso!
MISTRESS FORD
¡Oh simpático sir Juan!
FALSTAFF
Señora Ford, yo no sé adular; yo no sé
charlar, señora Ford. Aho-
ra es mi deseo pecaminoso. ¡Ojalá
hubiera muerto vuestro marido!
Ante el más encumbrado lord lo
declarara: te haría mi señora.
MISTRESS FORD
¡Yo mujer vuestra, sir Juan! ¡Ay! Sería
una desgraciada señora
para vos.
FALSTAFF
¡Que la corte de Francia me presente
otra igual! ¡Veo cómo tus
ojos emularían el brillo del diamante!
La curva armoniosa de tus cejas
corresponde exactamente con el peinado
al navío, el peinado velero o
cualquier otro peinado a la moda de
Venecia.
MISTRESS FORD
Un sencillo pañuelo, sir Juan, es todo
lo que puede venirles bien,
y aun eso es mucho.
FALSTAFF
¡Por el Señor, te traicionas a ti misma
hablando así! ¡Serías una
perfecta dama de corte, y el firme
contoneo de tu pie prestaría a tu
andadura la oscilación más seductora
bajo los semicírculos del guar-
dainfante! Estoy viendo lo que serías
si no te fuera adversa la Fortuna,
pues la Naturaleza te ha favorecido, no
puedes ocultarlo.
MISTRESS FORD
Creedme, no hay tales cosas en mí.
FALSTAFF
¿Qué me ha inducido a amarte?
Persuádate esto de que hay en ti
algo extraordinario. Vamos, yo no puedo
adular y decir que eres esto y
aquello como tantos de esos pisaverdes
que se presentan como mujeres
disfrazadas de hombres y huelen como
las hierbas de Bucklersbury en
la estación en que se extraen los
simples de las plantas aromáticas. Yo
no puedo; pero te amo a ti sola y
porque lo mereces.
MISTRESS FORD
No me traicionéis sir. Temo que améis a
la señora Page.
FALSTAFF
Es como si dijeras que me gusta pasear
por la Counter-Gate, cosa
que detesto como las exhalaciones de un
horno de cal.
MISTRESS FORD
Bueno; el Cielo sabe cuánto os amo, y
algún día os convenceréis.
FALSTAFF
Conserva esa pasión, que la merezco.
MISTRESS FORD
No, debo decíroslo, sed digno de ella,
o de lo contrario pensaré de
otro modo.
ROBIN
(Dentro.)
¡Señora Ford! ¡Señora Ford! La señora Page está a la
puerta, toda agitada, sofocada y
despavorida, y quiere hablar con vos
inmediatamente.
FALSTAFF
No me verá; voy a ocultarme detrás de
los tapices.
MISTRESS FORD
Hacedlo, por favor. Es una mujer muy
chismosa.. (FALSTAFF se
oculta. Entran de nuevo MISTRESS PAGE y
ROBIN.) ¿Qué ocurre?
¡Qué hay!
MISTRESS PAGE
¡Oh señora de Ford! ¿Qué habéis hecho?
¡Estáis afrentada, estáis
deshonrada, estáis perdida para siempre!
MISTRESS FORD
Pero ¿qué ocurre, querida señora Page?
MISTRESS PAGE
¡Oh, desdicha, señora Ford! Teniendo
por marido a un hombre
honrado, darle semejarte motivo de
sospecha.
MISTRESS FORD
¿Qué motivo de sospecha?
MISTRESS PAGE
¡Qué motivo de sospecha! ¡Vergüenza
para vos! ¡Cuánto me he
equivocado respecto de vos!
MISTRESS FORD
Pero, ¡ay!, ¿de qué se trata?
MISTRESS PAGE
De que vuestro marido viene en este
momento, mujer, con todos
los alguaciles de Wíndsor, a sorprender
a un galán que, según dice,
está ahora aquí, en su casa, con
vuestro consentimiento, para abusar
de su ausencia. ¡Estáis perdida!
MISTRESS FORD
(Aparte.) Hablad más alto. ¡Pues yo
digo que no es verdad!
MISTRESS PAGE
¡No permitan los Cielos que lo sea, que
tengáis aquí a tal hom-
bre! Pero es muy cierto que vuestro
esposo viene con la mitad de
Wíndsor tras él para buscarle aquí. Me
he adelantado a ellos a fin de
daros aviso. Si sois inocente, me
alegro en el alma; pero si tenéis aquí
un amigo, en seguida, en seguida
hacedle salir. No os atolondréis.
Llamad en vuestro auxilio todas
vuestras facultades, defended vuestra
reputación o dad un adiós para siempre
a vuestro buen nombre.
MISTRESS FORD
¿Qué hacer?... Tengo aquí un caballero,
querida amiga, y temo
menos mi propia vergüenza que el
peligro que pueda correr. ¡Preferi-
ría dar mil libras a que se hallara
fuera de la casa!
MISTRESS PAGE
¡Qué vergüenza! De nada sirve el
«preferiría dar» o no «preferi-
ría dar». Vuestro esposo se hallará
aquí dentro de breves instantes.
Pensad en alguna solución. Ocultarlo en
la casa es imposible. ¡Oh,
cómo me habéis engañado! Mirad, aquí
hay una canasta. Si él es de
una estatura razonable podría
agazaparse en ella y vos le cubriríais
con ropas sucias como para llevar al
lavado, y puesto que todavía hay
tiempo, enviarle con vuestros dos
criados a los lavaderos de la ciénaga
de Datchet.
MISTRESS FORD
Es demasiado gordo para caber ahí. ¿Qué
hacer?
FALSTAFF
(Saliendo de detrás de los tapices.)
¡Dejadme ver! ¡Dejadme ver!
¡Oh, dejadme ver! ¡Podré entrar! ¡Podré
entrar! Seguid el consejo de
vuestra amiga. ¡Podré entrar!
MISTRESS PAGE
¡Cómo! ¡Sir Juan Falstaff! ¿En esto han
venido a parar vuestras
cartas, caballero?
FALSTAFF
(Aparte a MISTRESS PAGE.) ¡Es a ti a
quien amo, y sólo a ti!
Ayúdame a escapar. Déjame encogerme
aquí. Nunca podré... (Se in-
troduce en la canasta; lo cubren con
ropa sucia.)
MISTRESS PAGE
Ayuda a tapar a tu señor, muchacho.
Llamad a vuestros criados,
señora Ford... ¡Desleal caballero!
MISTRESS FORD
¡Eh, Juan! ¡Roberto! ¡Juan! (Sale
ROBIN. Vuelven a entrar los
CRIADOS.) ¡Levantad en seguida esa
canasta de ropa! ¿Dónde está el
palo para pasarlo por las asas? ¡Mirad
cómo os bamboleáis! Llevadlo
a la lavandera de la ciénaga de
Datchet. ¡Pronto! ¡Vamos! (Entran
FORD, PACE, CAIUS y SIR HUGO EVANS.)
FORD
Acercaos, os ruego. Si mis sospechas
carecen de fundamento,
burlaos entonces de mí, hacedme objeto
de vuestra risa. Lo habré me-
recido... ¡Hola! ¿Qué lleváis ahí?
¿Adónde vais con eso?
CRIADO
A la lavandera, señor.
MISTRESS FORD
¡Vaya! ¿Qué tenéis que meteros en que
lleven eso acá o allá?
Sólo falta que os ocupéis del lavado y
apuntar la ropa.
FORD
¡Apuntar! Ya quisiera yo que lavándome
se me quitara lo que me
puede apuntar. ¡Punta! ¡Punta! ¡Sí,
punta! ¡Punta, os lo garantizo! Y
de la estación también, como se verá
luego. (Salen los CRIADOS con
la canasta.) Caballeros, tuve un sueño
anoche. Os lo voy a contar.
Aquí, aquí, aquí tenéis mis llaves.
Subid a mis habitaciones, buscad,
registrad, miradlo todo. Os aseguro que
atraparemos al zorro. Obstru-
yamos primero esta salida. (Cerrando la
puerta.) Así; ahora a la hu-
ronera.
PAGE
Querido señor Ford, tranquilizaos. A
vos mismo os estáis hacien-
do demasiada ofensa.
FORD
¡Es cierto lo que digo, señor Page!
Adelante, caballeros. Vais a
divertiros pronto. Seguidme, señores.
(Sale.)
EVANS
¡Rarezas fantásticas y celos!
CAIUS
¡Por Cristo! Esto no es la moda de
Francia. En Francia nadie tie-
ne celos.
PAGE
No, sigámosle, señores; veamos el
resultado de sus pesquisas.
(Salen PAGE,
CAIUS y EVANS.)
MISTRESS PAGE
¿No hay un doble mérito en la cosa?
MISTRESS FORD
No sé qué me deleita más, si la
decepción de mi esposo o la de sir
Juan.
MISTRESS PAGE
¡En qué angustia estaría cuando
preguntó vuestro esposo qué ha-
bía en la canasta!
MISTRESS FORD
Temblando estoy que tenga necesidad de
una colada; de modo
que echarle al agua será para él un
beneficio.
MISTRESS PAGE
¡A la horca con ese deshonesto
sinvergüenza! Me alegraría ver
en el mismo trance a todos los de su
jaez.
MISTRESS FORD
Pienso que mi marido tenía alguna
sospecha particular de que
Falstaff estaba aquí, porque nunca he
visto estallar sus celos tan vio-
lentamente como ahora.
MISTRESS PAGE
Voy a urdir una trama para asegurarme
de ello, y le jugaremos
algunas tretas más a Falstaff. Su
disoluta concupiscencia difícilmente
cederá a este calmante.
MISTRESS FORD
¿Y si le enviásemos otra vez a esa
liviana buscona de mistress
Quickly para ofrecerle excusas por
haberle arrojado al lavadero e in-
fundirle nuevas esperanzas que le hagan
caer en otro castigo?
MISTRESS PAGE
Hagámoslo. Que venga mañana a las ocho
para darle excusas.
(Vuelven a entrar FORD, PAGE, CAIUS y
SIR HUGO EVANS.)
FORD
¡No puedo hallarle! ¡Tal vez el bribón
se jactaba de lo que no po-
día conseguir!
MISTRESS PAGE
(Aparte a MISTRESS FORD.) ¿Oís eso?
MISTRESS FORD
(Aparte a MISTRESS PAGE.) ¡Sí, sí;
silencio!... Tenéis un lindo
modo de proceder conmigo, señor Ford;
¿no es así?
FORD
Convengo en ello.
MISTRESS FORD
El Cielo os haga mejor que vuestros
pensamientos.
FORD
¡Amén!
MISTRESS PAGE
Os causáis grave ofensa, señor Ford.
FORD
Sí, sí, debo reconocerlo.
EVANS
¡Si hay alguien en la casa, en los
cuartos, en los baúles y en los
armarios, no me absuelva el Cielo de
mis pecados el día del juicio
final!
CAIUS
¡Por Cristo, yo tampoco he hallado a
nadie! ¡No hay un alma!
PAGE
¡Uf, uf, señor Ford! ¿No os
avergonzáis? ¿Qué espíritu, qué de-
monio os sugiere esas quimeras? ¡No
quisiera tener en estos asuntos
vuestra vehemencia ni por todas las
riquezas del castillo de Wíndsor!
FORD
Mía es la culpa, señor Page; por ello
la sufro.
EVANS
Sufrís los tormentos de una mala
conciencia. Vuestra esposa es
una mujer tan pura como ya quisiera yo
encontrarla entre cinco mil y
quinientas más.
CAIUS
¡Voto a Cristo! ¡Veo que es una mujer
honrada!
FORD
Bien; os prometí una comida. Venid,
demos un paseo por el par-
que. Os ruego que me perdonéis. Más
tarde os diré por qué he obrado
así. Vamos, mujer; vamos, señora Page,
os suplico que me perdonéis;
perdonadme, os lo pido de corazón.
PAGE
Vayamos, caballeros; pero creedme que
le haremos objeto de
nuestra mofa. Os invito a almorzar en
casa mañana temprano. Des-
pués iremos a caza de altanería. Tengo
un buen halcón para la espesu-
ra. ¿Os acomoda?
FORD
Como queráis.
EVANS
Si hay uno, yo seré el segundo de la
partida.
CAIUS
Y si hay uno o dos, yo seré el tercero.
EVANS
Eso es vergonzoso en vuestra boca.
FORD
Os ruego que vengáis, señor Page.
EVANS
Os suplico ahora que os acordéis mañana
de ese piojoso bribón de
hostelero.
CAIUS
Está bien. ¡Por Cristo, que lo haré con
todo mi corazón!
EVANS
¡Piojoso bribón! ¡Permitirse burlas y
bromas! (Salen.)
ESCENA IV
Habitación en casa de Page.
Entran FENTON, ANA PAGE y MISTRESS
QUICKLY
MISTRESS QUICKLY permanece aparte.
FENTON
Veo que no puedo alcanzar el afecto de
tu padre. Por consi-
guiente, no me obligues de nuevo, dulce
Anita, a que me entreviste
con él.
ANA
¡Ay! ¿Qué hacer, pues?
FENTON
Pues ser tú, tú misma. Se opone porque
considera demasiado alta
mi alcurnia y presume que, comprometido
por mis gastos mi caudal,
sólo procuro restablecerlo a la sombra
de su riqueza. Además de esto,
suscita otros obstáculos, mis
turbulencias pasadas, mis relaciones de
disipación, y sostiene que es imposible
que yo te ame de otra manera
sino como una propiedad.
ANA
Puede que diga la verdad.
FENTON
¡No, y si miento, que el Cielo me
desampare en el futuro! Confie-
so que la fortuna de tu padre fue el
primer móvil que me impulsó a
buscarte, Ana. Sin embargo, cuando te
conocí hallé que eras superior
a las monedas de oro o a las sumas de
cualquier otro metal, y ahora no
ambiciono más que la verdadera riqueza
de ti misma.
ANA
Gentil señor Fenton: insistid todavía
en solicitar el afecto de mi
padre; buscadlo aún, señor. Si la
oportunidad y la humilde solicitud
nada consiguieren, pues bien,
entonces..., escuchad aquí...
(Conversan
aparte. Entran SHALLOW y SLENDER.)
SHALLOW
Interrumpid su conversación, señora
Quickly. Mi pariente habla-
rá por cuenta propia.
SLENDER
Voy a echarla una flor o piropo. Aunque
resbale, esto sólo es
aventurar.
SHALLOW
No os intimidéis.
SLENDER
No, ella no me intimida. No tengo miedo
de eso; y, sin embargo,
tengo miedo.
QUICKLY
Oíd: el señor Slender quisiera cruzar
con vos una palabra.
ANA
Soy con él. (Aparte.) Es el elegido de
mi padre. ¡Oh! ¡Qué con-
junto de cosas viles y feos defectos
borra una renta anual de trescientas
libras esterlinas!
QUICKLY
¿Y qué tal, querido señor Fenton? Una
palabra, por favor.
SHALLOW
¡Ya viene! ¡A ella, sobrino! ¡Oh
muchacho, qué padre has teni-
do!
SLENDER
He tenido un padre, señorita Ana... Mi
tío puede contaros de él
muy buenas ocurrencias. Por favor, tío,
contad a la señorita Ana cómo
mi padre sacó un día dos gansos fuera
de la jaula, querido tío.
SHALLOW
Señorita Ana, mi sobrino os adora.
SLENDER
Sí que es verdad, como nunca fue
adorada mujer alguna en el
condado de Glóster.
SHALLOW
Y os hará vivir como una princesa.
SLENDER
Sí que lo haré, y con traje de cola
larga, como corresponde a un
escudero.
SHALLOW
Y os hará una mejora de ciento y
cincuenta libras.
ANA
Querido señor Shallow, dejadle a él
hacer la corte.
SHALLOW
¡Caramba!, os doy las gracias por ello.
Os agradezco este descan-
so. Os llama, sobrino. Os dejo juntos.
ANA
¿Qué tal, señor Slender?
SLENDER
¿Qué tal, apreciable señorita Ana?
ANA
¿Cuál es vuestra última voluntad?
SLENDER
¿Mi última voluntad? ¡Zapateta! ¡Bonita
broma, verdaderamente!
¡Gracias a Dios, todavía no he hecho
testamento! Aun no he enferma-
do, gracias a Dios.
ANA
Quiero decir, señor Slender, qué es lo
que deseáis de mí.
BLENDER
Por mi parte, bien poco o nada en
verdad. Vuestro padre y mi tío
han hecho proposiciones. ¡Si logro mi
deseo, bien, y si no, Dios sea
con todos! Ellos podrán deciros mejor
que yo cómo van las cosas. Po-
déis preguntarlo a vuestro padre, que
aquí viene. (Entran PAGE y
MISTRESS PAGE.)
PAGE
¿Qué tal, maese Slender? ¡Ámale,
querida Ana! ¡Cómo! ¡Qué
veo! ¿Qué hace aquí maese Fenton? Me
agraviáis, señor, empeñándo-
os en frecuentar mi casa. Os he dicho,
señor, que mi hija está com-
prometida.
FENTON
No os alteréis, señor Page.
MISTRESS PAGE
Querido Señor Fenton, no volváis a
visitar a mi niña.
PAGE
No es partido para vos.
FENTON
Señor, ¿tenéis la bondad de escucharme?
PAGE
No, querido señor Fenton. Venid, maese
Shallow; venid, yerno
Slender. Sabiendo mi decisión hacéis
mal en insistir, señor Fenton.
(Salen PAGE,
SHALLOW y SLENDER.)
QUICKLY
Hablad a la señora Page.
FENTON
Bondadosa señora Page, porque amo a
vuestra hija con toda la
lealtad de mi afecto, fuerza es que
sostenga mi pretensión. Contra
todos los obstáculos, repulsas y
desaires seguiré enarbolando el pabe-
llón de mi amor y no me batiré en
retirada. Concededme vuestra bue-
na voluntad.
ANA
¡Buena madre, no me caséis con aquel
idiota!
MISTRESS PAGE
No es ésa mi intención. Busco para ti
mejor marido.
QUICKLY
Y ése es mi amo, el señor doctor.
ANA
¡Ay de mí! Antes quisiera verme
enterrada viva y ser apaleada en
muerte con nabos.
MISTRESS PAGE
Vamos, no te aflijas. Querido señor
Fenton, no quiero ser ni ami-
ga ni enemiga vuestra. Sondearé a mi
hija respecto de los sentimientos
que le inspiráis, y según lo que en
ella descubra, enderezaré mi pare-
cer. Hasta entonces, adiós, señor. Es
necesario que ella entre; de lo
contrario, se incomodaría su padre.
FENTON
Adiós, amable señora. Anita, adiós.
(Salen MISTRESS PAGE y
ANA.)
QUICKLY
Todo esto es obra mía. «Pues qué- le
dije-, ¿vais a malograr
vuestra hija dándola a un imbécil o a
un médico? Conviene pensar en
el señor Fenton.» Esta es mi obra.
FENTON
Te doy las gracias, y te ruego que esta
noche entregues esta sor-
tija a mi dulce Anita. Toma, por tus
molestias.
QUICKLY
¡Que el Cielo te llene de
prosperidades! (Sale FENTON.) ¡Qué
buen corazón tiene! Una mujer se
lanzaría entre el agua y el fuego por
tan buen corazón. Y, sin embargo, yo
preferiría que la señorita Ana
fuese para mi amo, o para el señor
Slender, o, en fin, para el señor
Fenton. Haré lo que pueda por los tres,
ya que así lo he prometido y
que soy incapaz de faltar a mi palabra;
pero especialmente por el se-
ñor Fenton. Bien; ahora deberé llevar
otro mensaje a sir Juan de parte
de mis dos señoras. ¡Qué bestia soy por
tardarme tanto! (Sale.)
ESCENA V
Aposento en la Posada de la Jarretiera.
FALSTAFF
¡Bardolf, digo!...
BARDOLF
Aquí estoy, señor.
FALSTAFF
Ve a traerme una pinta de Jerez;
colócale una tostada encima.
(Sale BARDOLF.) ¿He vivido para ver que
se me lleve en una canasta
y se me arroje al Támesis como un
montón de desecho de carnicero?
Bien; si vuelvo a sufrir fiasco semejante,
he de hacer que mis sesos
sirvan para comida a los perros el día
de la entrada de año. Los pi-
llastres me arrojaron al río con tan
poco remordimiento como si se tra-
tara de los cachorros cegatos de una
perra que hubiese parido quince.
¡Y que por mi tamaño es fácil ver que
tengo propensión a sumergir-
me! Si el fondo del río fuera tan
profundo como el infierno, habría
llegado hasta abajo. A no haber sido
rocosa y poco honda la margen,
de seguro me hubiera ahogado, clase de
muerte que aborrezco, porque
el agua hincha al hombre, y ¡qué cuerpo
sería el mío si se hinchara!
¡Parecería la momia de una montaña!
(Vuelve a entrar BARDOLF
con el Jerez.)
BARDOLF
Señor, aquí está la señora Quickly, que
viene a hablaros.
FALSTAFF
Trae, vaciemos un poco de Jerez sobre
el agua del Támesis, por-
que tengo el vientre tan frío, que se
dijera que he tragado copos de
nieve a modo de píldoras para
refrescarme los riñones. Llámala.
BARDOLF
Entrad, señora. (Entra MISTRESS
QUICKLY.)
QUICKLY
Con vuestro permiso. Solicito vuestra
merced doy los buenos días
a vuestra señoría.
FALSTAFF
Llévate esos cálices y ve a prepararme
un pote fino de Jerez.
BARDOLF
¿Con huevos, señor?
FALSTAFF
Sin mezcla. No quiero germen de gallina
en mi brebaje. (Sale
BARDOLF.) ¡Qué hay!
QUICKLY
Pardiez, señor, vengo a ver a vuestra
señoría de parte de mistress
Ford.
FALSTAFF
¡Mistress Ford! Ya he tenido bastante
ford. Fui arrojado en el
ford, en el vacío. ¡Tengo el vientre
lleno de ford!
QUICKLY
¡Ay, qué desgracia! ¡Pobrecita! No fue
culpa suya. ¡Si vierais
cómo ha reñido a sus criados!
Equivocaron su erección.
FALSTAFF
Lo mismo que yo, por fundar mis
esperanzas en una mujer ato-
londrada.
QUICKLY
Bien; ella lo lamenta, señor, hasta el
punto de que si la vierais se
os partiría el corazón. Su marido sale
esta mañana a caza de pájaros;
ella os ruega una vez más que vayáis a
verla entre ocho y nueve. Debo
llevarle una contestación inmediata. Os
dará satisfacciones, os lo ga-
rantizo.
FALSTAFF
Bueno; la visitaré. Díselo así, y que
piense lo que es un hombre,
que considere su fragilidad, y entonces
que juzgue de mi mérito.
QUICKLY
Se lo diré.
FALSTAFF
Hazlo así. ¿Entre nueve y diez has
dicho?
QUICKLY
Ocho y nueve, señor.
FALSTAFF
Bien; márchate. No dejaré de verla.
QUICKLY
La paz sea con vos, señor. (Sale.)
FALSTAFF
Me extraña no tener noticias de maese
Brook. Me ha enviado a
decir que le aguardara dentro. Me
agrada bastante su dinero. ¡Oh! He
aquí que viene. (Entra FORD.)
FORD
¡Dios os guarde, señor!
FALSTAFF
Hola, señor Brook; ¿venís a saber lo
que ha pasado entre la seño-
ra Ford y yo?
FORD
Efectivamente, sir Juan, ese es el
objeto de mi visita.
FALSTAFF
Señor Brook, no he de mentiros: estuve
en casa a la hora conve-
nida.
FORD
Y ¿qué tal os fue, señor?
FALSTAFF
Muy desgraciadamente, señor Brook.
FORD
¿Cómo es posible, señor? ¿Había mudado
ella de parecer?
FALSTAFF
No, señor Brook; pero el descomunal
cornudo de su marido, se-
ñor Brook, que vive en la continua
alarma del celoso, llegó en el ins-
tante de nuestro encuentro, después de
habernos abrazado, besado y
hecho protestas de amor, o sea cuando
terminábamos, por decirlo así,
el prólogo de nuestra comedia; y
pisándole los talones, una caterva de
satélites, instigados y provocados por
su mala índole, los cuales, po-
déis creerme, registraron la casa para
descubrir el amante de su mujer.
FORD
¡Cómo! ¿Mientras estabais vos allí?
FALSTAFF
Mientras yo estaba allí.
FORD
¿Y os buscó y no pudo encontraros?
FALSTAFF
Vais a oírlo... Como si la buena suerte
lo hubiera dispuesto, llega
una señora Page, da aviso de la llegada
de Ford, y gracias a su estrata-
gema y a la desesperación de la señora
de Ford, me hicieron entrar en
una canasta de ropa.
FORD
¡En una canasta de ropa!
FALSTAFF
¡Por Dios, en una canasta de ropa para
lavar! Amontonado entre
ropa sucia, camisas y enaguas,
hediondas calcetas y medias y servi-
lletas grasientas; de modo, señor
Brook, que jamás nariz humana sin-
tió semejante compuesto de pestilentes
olores.
FORD
¿Y cuánto tiempo habéis permanecido
allí?
FALSTAFF
Pues vais a oírlo, señor Brook, y
cuánto he padecido por inducir a
esta mujer al mal, en interés vuestro.
Así acondicionado en la canasta,
la señora Ford llamó a un par de
criados bribones al servicio de su
marido para hacerme llevar a los
lavaderos de la ciénaga de Datchet
Tomáronme en hombros; encontraron al
celoso bribón de su marido
en la puerta, quien les preguntó una o
dos veces lo que llevaban en la
canasta... Me tembló el cuerpo sólo de
pensar que el lunático sinver-
güenza hubiera practicado un registro.
Pero el Destino, que ha decre-
tado que debe morir cornudo, detuvo su
mano. Bueno; él se fue a
hacer su pesquisición y yo seguí
caminando en calidad de ropa sucia.
Pero atended a lo que aconteció luego,
señor Brook. He sufrido las
torturas de tres distintas muertes:
primero, un terror insoportable de
ser descubierto por el apolillado
carnero manso; segundo, estar enro-
llado como un buen bilbao en la
circunferencia de un picotín, la punta
con la guarnición y la cabeza con los
pies; y luego ser embutido allí
como para ser destilado, entre
pestíferas telas que fermentaban en su
propia grasa. Pensad en esto: un hombre
de mi temperamento, medi-
tadlo bien, sensible al calor como la
manteca, un hombre que está
continuamente sudando y derritiéndose.
Milagro fue el escapar a la
asfixia... Y en lo más álgido de este
baño, cuando estaba ya medio
cocido en aceite como guisado holandés,
ser arrojado al Támesis, y
enfriarme, ardiendo de calor, en
aquella agua glacial, como herradura
de caballo. ¡Considerad esto, un calor
de fragua! ¡Considerad esto,
maese Brook!
FORD
Siento gran pesadumbre, señor, de que
hayáis sufrido por culpa
mía todo eso. Juzgo, pues, desesperada
mi pretensión. ¿No pensaréis
en otra tentativa?
FALSTAFF
Señor Brook, consentiría en ser arrojado
al Etna, como lo he sido
al Támesis, antes que dejarla de este
modo. Su esposo ha salido esta
mañana a caza de pájaros. He recibido
de ella otro mensaje dándome
nueva cita. La hora es entre ocho y
nueve, señor Brook.
FORD
Pues ya han dado las ocho, señor.
FALSTAFF
¿Ya? Entonces acudo inmediatamente a la
cita. Venid a verme
cuando os plazca y os daré cuenta de lo
que adelante. Y la conclusión
será coronada por vuestro yacimiento
con ella. ¡La tendréis, señor
Brook! ¡Señor Brook, encornudaréis a
Ford! (Sale.)
FORD
¡Hum! ¡Ah! ¿Es esto una visión? ¿Es
esto un sueño? ¿Estoy dor-
mido? ¡Maese Ford, despierta!
¡Despierta, maese Ford! ¡Hay un aguje-
ro en tu mejor vestido, maese Ford!
¡Esto tiene el haberse casado! ¡He
aquí lo que da el tener ropas y
canastas! Bien; yo haré saber a todo el
mundo lo que soy. ¡No se evadirá ahora
el lascivo! ¡Está en mi casa!
¡No puede escapárseme, es imposible!
¡No puede esconderse en la
bolsa de un penique ni en una
pimentera! Pero por temor de que le
ayude el diablo, registraré hasta los
rincones más inabordables...
¡Aunque no pueda evitar lo que soy, al
menos no me resignaré man-
samente a ser lo que no quisiera! No me
calificarán de consentido. ¡Si
tengo cuernos capaces de hacerme
furioso, yo torceré el refrán a mi
favor, apaleando en vez de ser
apaleado! (Sale.)
ACTO
CUARTO
ESCENA PRIMERA
La calle.
Entran MISTRESS PAGE, MISTRESS QUICKLY
y GUILLERMO.
MISTRESS PAGE
¿Piensas que esté ya en casa de Ford?
QUICKLY
Sin duda que se halla a estas horas, o
no tardará; pero no podéis
creer lo furioso que se ha puesto por
haber sido arrojado al agua. La
señora de Ford os ruega que vayáis
inmediatamente.
MISTRESS PAGE
Seré con ella dentro de un instante. No
voy a hacer mas que dejar
a mi niño en la escuela. Mirad donde
viene su maestro. Es día de
asueto a lo que veo. (Entra SIR HUGO
EVANS.) ¡Hola, sir Hugo!
¿No hay hoy escuela?
EVANS
No; el señor Slender ha dado a los
chicos permiso para jugar.
QUICKLY
¡Bendito sea su corazón!
MISTRESS PAGE
Sir Hugo, mi esposo dice que mi hijo no
hace ningún progreso en
sus estudios. Os suplico le hagáis
algunas preguntas a su alcance.
EVANS
Ven acá, Guillermo. Alza la cabeza.
Ven.
MISTRESS PAGE
Vamos, picarillo, levanta la cabeza;
responde a tu maestro, no
tengas miedo.
EVANS
Guillermo, ¿Cuántos números hay en los
nombres?
GUILLERMO
Dos.
QUICKLY
En verdad, creí que había uno más,
porque se dice «número im-
par».
EVANS
¡Basta de charla!... ¿Qué es bello en
latín, Guillermo?
GUILLERMO
Pulcher.
QUICKLY
¡Pulgas! Hay cosas más bellas que
pulgas seguramente.
EVANS
¡Qué mujer más necia! ¡Silencio, por
favor! ¿Qué es lapis, Gui-
llermo?
GUILLERMO
Piedra.
EVANS
Y ¿qué es piedra, Guillermo?
GUILLERMO
Un guijarro.
EVANS
No, es lapis. Te suplico lo retengas en
la memoria.
GUILLERMO
Lapis.
EVANS
Eso es, querido Guillermo. ¿Y de dónde
se toman los artículos,
Guillermo?
GUILLERMO
Los artículos provienen del Pronombre y
se declinan así: Singu-
lariter,
nominativo, hic, haec, hoc.
EVANS
Nominativo, hig, hag, hog; fíjate, por
favor; genitivo, hujus.
Bien. ¿Cómo se hace el caso acusativo?
GUILLERMO
Accusativo, hinc.
EVANS
Por favor, recuérdalo bien, niño:
accusativo, hung, hang, hog.
QUICKLY
Hang hog es latín de tocino, os lo
aseguro.
EVANS
¡Dejad vuestras charlatanerías, mujer!
¿Cuál es el caso vocativo,
Guillermo?
GUILLERMO
0. Vocativo, 0.
EVANS
Acuérdate, Guillermo: vocativo, caret.
QUICKLY
¡Y que es una buena raíz!
EVANS
¡Por Dios, mujer!
MISTRESS PAGE
¡Silencio!
EVANS
¿Cuál es el caso del genitivo plural,
Guillermo?
GUILLERMO
¿El caso genitivo?
EVANS
Sí.
GUILLERMO
Genitive, orum,
arum, orum.
QUICKLY
¡Caramba con el caso de la Genital!
¡Qué vergüenza! ¡Nunca la
nombres, niño, si es una puta!
EVANS
¡Por pudor, señora!
QUICKLY
Es mala cosa enseñar a los niños tales
palabras. ¿Enseñarle el
hick y el hack, que lo aprenden solos
los muchachos, y apelar al ho-
rum? ¡Es vergonzoso para vos!
EVANS
¿Estás loca, mujer? ¿No conoces los
casos, números y géneros?
Eres la criatura cristiana más estúpida
que he visto.
MISTRESS PAGE
¡Haced el favor de callar!
EVANS
Recítame ahora, Guillermo, algunas
declinaciones de los pro-
nombres.
GUILLERMO
Pues se me han olvidado.
EVANS
Es así: qui, quae, quod; si olvidaste
ya los quis, los quaes y los
quods, debes ser castigado. Ve a tus
sitios y juegos, anda.
MISTRESS PAGE
Es mejor estudiante de lo que yo creía.
EVANS
Tiene una memoria excelente. ¡Adiós,
señora Page!
MISTRESS PAGE
¡Adiós, querido sir Hugo! (Sale SIR
HUGO.) Vuelve a casa, mu-
chacho... Vamos, nos hemos retardado mucho.
(Salen.)
ESCENA II
Aposento en casa de Ford.
Entran FALSTAFF
y MISTRESS FORD.
FALSTAFF
Señora Ford, vuestro pesar ha devorado
mi sufrimiento. Veo que
sois consecuente en vuestro amor, y os
prometo que el mío no se dife-
renciará del vuestro en el grueso de un
cabello, no solamente, señora
Ford, en cuanto al amor en sí, sino
también en todos los accesorios,
complementos y ceremonias que le
acompañan. Pero ¿estáis ahora
segura de vuestro marido?
MISTRESS FORD
Ha salido a pájaros, simpático sir
Juan.
MISTRESS PAGE
(Dentro.)
¡Hola, eh! ¡Comadre Ford!
¡Hola, eh!
MISTRESS FORD
¡Meteos en esa sala, sir Juan! (Sale FALSTAFF. Entra
MISTRESS PAGE.)
MISTRESS PAGE
¡Hola, amiguita! ¿Quién hay en la casa
además de vos?
MISTRESS FORD
Pues nadie mas que mis criados.
MISTRESS PAGE
¡En serio!
MISTRESS FORD
No, de veras. (Aparte a ella.) Hablad
más alto.
MISTRESS PAGE
A la verdad, me alegro de que no haya
aquí nadie.
MISTRESS FORD
¿Por qué?
MISTRESS PAGE
Porque vuestro esposo, mujer, vuelve a
sus viejas manías. Está
allá abajo con mi marido, echando
pestes contra todos los matrimo-
nios habidos y por haber, maldiciendo
de todas las hijas de Eva de
cualquier condición, y se golpea en la
frente, gritando: «¡Salid fuera,
salid fuera!» De manera que la locura
más furiosa es mera manse-
dumbre, paciencia y cortesía comparada
con su destemplanza de aho-
ra. Me alegro de que el caballero gordo
no se halle aquí.
MISTRESS FORD
¡Qué! ¿Habla de él?
MISTRESS PAGE
De nadie sino de él, y jura que se
evadió en una canasta la pasada
vez que lo buscó; asegura a mi marido
que está en este momento aquí,
y ha hecho que todos los que le
acompañaban de caza abandonen su
recreo para practicar otro registro que
confirme sus sospechas. Pero
me alegro de que el caballero no se encuentre
aquí; ahora verá su pro-
pia locura.
MISTRESS FORD
¿Está cerca, señora Page?
MISTRESS PAGE
Poco más o menos, al final de la calle;
conque no tardará en lle-
gar
MISTRESS FORD
¡Estoy perdida! ¡El caballero está
aquí!
MISTRESS PAGE
¡Pues ahora sí que estáis deshonrada, y
ya se puede él dar por
muerto! ¡Qué mujer sois! ¡Hacedle
salir, hacedle salir! ¡Más vale un
escándalo que un asesinato!
MISTRESS FORD
¿Por dónde podría salir? ¿Cómo le
ocultaría? ¿Le pondremos otra
vez en la canasta? (Vuelve a entrar FALSTAFF.)
FALSTAFF
¡No, no volveré a entrar más en la
canasta! ¿No puedo salir antes
de que él venga?
MISTRESS PAGE
¡Ay! Tres hermanos del señor Ford
guardan la puerta, pistola en
mano, para que nadie pueda salir. De
otro modo, habríais podido eva-
diros antes de llegar él. Pero ¿qué
hacéis aquí?
FALSTAFF
¿Qué hacer? Voy a subirme por la
chimenea.
MISTRESS FORD
¡Tienen la costumbre de descargar allí
sus escopetas cuando vie-
nen de caza!
MISTRESS PAGE
Meteos por la boca del horno.
FALSTAFF
¿Dónde está?
MISTRESS FORD
Os buscaría allí, palabra. Ni armario,
cofre, maleta, pozo, bóveda
ni rincón le quedarán por registrar,
pues lleva nota escrita de todo y se
guiará por ella. ¡No es posible
ocultaros en la casa!
FALSTAFF
¡Saldré, pues!
MISTRESS PAGE
¡Si salís tal como vais, hallaréis la
muerte, sir Juan!... A no ser
que salgáis disfrazado...
MISTRESS FORD
¿Cómo lo disfrazaríamos?
MISTRESS PAGE
¡Qué desgracia! No se me ocurre nada.
No hay vestido de mujer
bastante ancho para él. De no ser así,
le pondríamos un sombrero, un
velo y un pañuelo y podía escapar.
FALSTAFF
Queridas amigas, imaginad algo. Un
recurso cualquiera, antes
que una catástrofe.
MISTRESS FORD
La tía de mi doncella, la mujer gorda
de Brainford, tiene arriba
una bata.
MISTRESS PAGE
Palabra que ha de servirle; es de su
mismo talle. Y allí están
también su sombrero de paja y su
manto... Subid, sir Juan.
MISTRESS FORD
¡Id, id, simpático sir Juan! Mistress
Page y yo buscaremos alguna
toca para la cabeza.
MISTRESS PAGE
¡Aprisa, aprisa! Iremos inmediatamente
a vestiros. Poneos,
mientras, la bata. (Sale FALSTAFF.)
MISTRESS FORD
Me alegraría que lo hallase mi marido
en ese disfraz. No puede
sufrir a la vieja de Brainford. Jura
que es bruja; le ha prohibido entrar
en casa y la ha amenazado con echarla a
golpes.
MISTRESS PAGE
¡El Cielo le ponga bajo el garrote de
tu marido y que el diablo
guíe luego el garrote!
MISTRESS FORD
¿Pero es cierto que viene mi esposo?
MISTRESS PAGE
¡Sí, en buen humor está! Y habla de la
canasta, que no sé cómo
ha podido informarse.
MISTRESS FORD
Ya lo averiguaremos. Voy a decir a mis
criados que carguen de
nuevo con la canasta, para que se
encuentren con él a la puerta como
la otra vez.
MISTRESS PAGE
No, porque llegará de un momento a
otro. Vamos a vestir al ca-
ballero como a la bruja de Brainford.
MISTRESS FORD
Primero daré a mis criados las
instrucciones relativas a la canas-
ta. Subid; en seguida os llevaré la
ropa. (Sale.)
MISTRESS PAGE
¡A la horca, deshonesto granuja! Jamás
le castigaremos lo bas-
tante.
Hagamos la prueba de que nosotras,
alegres mujeres, podemos
también ser honradas, sin obrar, aunque
solamos chancear y reír,
que es refrán antiguo, pero verdadero:
«Hasta el cerdo se nutre de la hez.»
(Sale.)
Vuelve a entrar MISTRESS FORD, con dos
CRIADOS.
MISTRESS FORD
Vamos, señores, cargaos a hombros la
canasta. Vuestro amo está
próximo a la puerta. Si os manda
ponerla en el suelo, obedecedle.
¡Aprisa! ¡Despachad! (Sale.)
CRIADO PRIMERO
¡Vamos, vamos! ¡Levanta!
CRIADO SEGUNDO
¡Por el Cielo, que no contenga otra vez
al caballero!
CRIADO PRIMERO
Espero que no. Tanto me daría que fuera
tan pesada como el
plomo. (Entran
FORD, PAGE, SHALLOW, CAIUS y SIR HUGO
EVANS.)
FORD
Sí; pero si la cosa es cierta, señor
Page, ¿me trataréis todavía de
loco? ¡Abajo la canasta, villanos!...
¡Que llame alguien a mi mujer!
¡Señor galán, salid de la canasta! ¡Oh
bribones alcahuetes! ¡Aquí hay
un enredo, una cábala, un lío, una
conjura contra mí! ¡Ahora saldrá el
diablo a la vergüenza! ¡Hola, mujer!
¿Oís? ¡Venid aquí! ¡Veamos qué
ropas inocentes lleváis al lavadero!
PAGE
¡Cómo! ¡Esto pasa de la raya! ¡Señor
Ford, no debéis ya andar
suelto! ¡Será preciso poneros una
camisa de fuerza!
EVANS
¡Pero este hombre está loco! ¡Este
hombre está peor que un perro
rabioso!
SHALLOW
En verdad, señor Ford, esto no está
bien; en verdad que no.
FORD
Lo mismo digo yo, señor... (Vuelve a
entrar MISTRESS FORD.)
¡Venid acá, mistress Ford! ¡La mujer
honrada! ¡La esposa modelo!
¡La criatura virtuosa, que tiene a un
celoso imbécil por marido! Sos-
pecho sin motivo, señora mía, ¿no es
verdad?
MISTRESS FORD
Pongo al Cielo por testigo de que sois
injusto si sospecháis de mí
alguna deshonestidad.
FORD
¡Muy bonito! ¡Descarada! ¡Atrévete a
negarlo! ¡Sal de ahí, gra-
nuja! (Saca las ropas fuera de la
canasta.)
PAGE
¡Esto es intolerable!
MISTRESS FORD
¿No os da vergüenza? ¡Dejad esos
trapos!
FORD
¡No tardaré en hallaros!
EVANS
Esto no es razonable. ¿Vais a vaciar
las ropas de vuestra mu-
jer?...Dejad eso.
FORD
¡Volcad la canasta, digo!
MISTRESS FORD
Pero, hombre, pero...
FORD
Señor Page, tan cierto como soy un
hombre honrado, que ayer se
ha hecho salir a un individuo de mi
casa metido en esa canasta. ¿Por
qué no podría estar ahí de nuevo? Tengo
la certeza de que se halla en
mi casa. No mienten mis informes. Mis
celos son fundados. ¡Que sa-
quen toda la ropa!
MISTRESS FORD
Si halláis ahí a un hombre, que muera
como una pulga.
PAGE
Aquí no hay nadie.
SHALLOW
Por mi honor, esto no está bien, señor
Ford; estáis ofendiéndoos.
EVANS
Señor Ford, debéis rezar y no
abandonaros a las quimeras de
vuestro propio corazón. Esto son celos.
FORD
Bueno; el que busco no está aquí.
PAGE
No, ni en ninguna parte mas que en
vuestro cerebro. (Los criados
cargan con la carnada y desaparecen.)
FORD
Ayudadme a registrar la casa sólo por
esta vez. Si no encuentro al
que busco, no me tengáis compasión; que
os sirva para siempre de risa
de sobremesa; que podáis decir de mí:
«Celoso como Ford, que regis-
tró una cáscara de nuez para hallar al
amante de su esposa.» Compla-
cedme una vez más; una vez más
escudriñad conmigo.
MISTRESS FORD
¡Hola! ¡Eh! Señora Page: bajad con la
vieja; mi esposo quiere ir a
la habitación.
FORD
¡La vieja! ¿Qué vieja es ésa?
MISTRESS FORD
¿Cuál ha de ser? La tía de mi doncella,
la vieja de Brainford.
FORD
¡Una bruja, una tercera, una alcahueta
bribona! ¿No la he prohi-
bido entrar en mi casa? Viene de
recados, ¿no? ¡Somos hombres im-
béciles; no sabemos lo que entraña el
pretexto de decir la buenaventu-
ra! Se sirve de hechizos, de oráculos,
de levantar figuras y de patrañas
por el estilo, que sobrepujan a
nuestros alcances. ¡No entendemos na-
da! ¡Baja de ahí, bruja! ¡Baja,
hechicera! ¡Baja, digo!
MISTRESS FORD
¡No, querido mío, amable esposo!
¡Buenos caballeros, no permi-
táis que golpee a la pobre vieja!
(Entra FALSTAFF, vestido de mujer,
conducido por MISTRESS PAGE.)
MISTRESS PAGE
Venid, madre Prat; venid, dadme la
mano.
FORD
¡Yo la daré «prat»!... (Golpeándola.)
¡Fuera de mi puerta! ¡Bru-
ja, bellaca, andrajo, zorra,
pandorga!...¡Fuera! ¡Fuera!...¡Yo te conju-
raré!...¡Yo te diré la buenaventura!...
(Sale FALSTAFF.)
MISTRESS PAGE
¿No os da vergüenza?... Creo que habéis
matado a la pobre mu-
jer.
MISTRESS FORD
No, él acabará por hacerlo. Esto os
dará mucha fama.
FORD
¡Que ahorquen a esa bruja!
EVANS
Por sí o por no, pienso que la
individua es realmente bruja. No
me gusta que las mujeres tengan barba
crecida. He advertido una gran
barba bajo su velo.
FORD
¿Queréis acompañarme, señores? Os
suplico que me sigáis.
Veamos tan sólo el resultado de mis
celos. Si os he puesto en una pista
falsa, no confiéis en mí cuando recurra
otra vez a vosotros.
PAGE
Cedamos a su capricho un poquito más
todavía. ¡Vamos,
caballe-
ros! (Salen
FORD, PAGE, SHALLOW, CAIUS y EVANS.)
MISTRESS PAGE
Creedme, lo ha zurrado lastimosamente.
MISTRESS FORD
No, por la misa que no; pienso que ha
sido sin lástima alguna.
MISTRESS PAGE
Haré bendecir el garrote y lo colgaré
sobre un altar. Ha prestado
un servicio meritorio.
MISTRESS FORD
¿Qué opináis? ¿Podemos nosotras, con la
garantía de señoras de-
centes y el testimonio de una buena
conciencia, perseguirle y llevar
más adelante nuestra venganza?
MISTRESS PAGE
El espíritu de concupiscencia es seguro
que está apagado en él. Si
el demonio no lo ha comprado sin
compromiso de retroventa, juzgo
que nunca volverá a tentar nuestra
virtud.
MISTRESS FORD
¿Contaremos a nuestros maridos cómo le
hemos tratado?
MISTRESS PAGE
Sí, con toda clase de detalles, aunque
no fuera mas que para lim-
piar de fantasmas el cerebro de vuestro
esposo. Si ellos en su corazón
encuentran que el pobre, deshonesto y
obeso caballero merece llevar
adelante el castigo, nosotras dos
seremos aún las encargadas de dár-
selo.
MISTRESS FORD
Os aseguro que le avergonzarán públicamente,
y pienso que la
burla no sería completa, de no hacerlo
pasar esa pública humillación.
MISTRESS PAGE
Pues venid; manos a la obra. Tracemos
el plan. No dejemos que
las cosas se enfríen. (Salen.)
ESCENA III
Aposento de la Hostería de la
Jarretiera.
Entran el HOSTELERO y BARDOLF.
BARDOLF
Señor, los alemanes desearían tres de
vuestros caballos. El duque
en persona quiere estar mañana en la
corte y ellos saldrán a su en-
cuentro.
HOSTELERO
¿Qué duque será ése que viaja de
incógnito? Yo no lo he oído
nombrar en la corte. Dejadme hablar con
esos caballeros. ¿Saben in-
glés?
BARDOLF
Sí, señor; les diré que vengan.
HOSTELERO
Tendrán mis caballos; pero se los haré
pagar. Les explotaré. Toda
la semana ha estado mi casa a su
disposición; por ellos he tenido que
despedir a otros huéspedes. Que vengan.
Les explotaré. Vamos. (Sa-
len.)
ESCENA IV
Entran PAGE,
FORD, MISTRESS PAGE, MISTRESS, FORD y SIR
HUGO EVANS.
EVANS
Es tino de los más discretos procederes
mujeriles que he visto.
PAGE
¿Y os remitió ambas cartas al mismo
tiempo?
MISTRESS PAGE
Con un cuarto de hora de diferencia.
FORD
Perdóname, mujer. En adelante haz lo
que se te antoje. Antes
acusaré de frialdad al Sol que a ti de
frívola. Tu honor es ahora para
este antiguo hereje una inquebrantable
fe.
PAGE
Está bien, está bien; basta ya; no
seáis tan extremado en la sumi-
sión como lo fuisteis en la ofensa.
Pero prosigamos nuestro plan: de-
jemos una vez más a nuestras mujeres,
para darnos una diversión
pública, tener un encuentro en compañía
de ese viejo gato donde po-
damos sorprenderle y hacer pública su
vergüenza.
FORD
No hay mejor medio que el que ellas han
indicado.
PAGE
¿Cómo? ¿Enviándole a decir que vaya a
buscarlas al parque a
media noche? ¡Quiá, quiá! ¡Jamás iría!
EVANS
Según vosotros, fue arrojado al río y
se le ha apaleado soberana-
mente bajo los vestidos de vieja. Se me
figura que estará tan aterrori-
zado, que no querrá venir. Considero
tan castigada su carne, que se
habrá curado de apetitos.
PAGE
También lo creo así.
MISTRESS FORD
Ocupaos únicamente del modo con que
vais a tratarle cuando
acuda, que ya arreglaremos nosotras la
manera de hacerle venir.
MISTRESS PAGE
Hay una antigua conseja que refiere que
Herne el cazador, que
fue antaño guardabosque de Windsor,
vuelve en invierno a la hora de
la media noche y con la frente coronada
de astas de ciervo se pasea
alrededor de una encina, y allí deseca
los árboles y ataca al ganado, y
hace que la vaca vierta, en vez de
leche, sangre, y sacude una cadena
del modo más terrible y espantoso.
Habéis oído hablar de ese espíritu y
sabéis que les antiguos, en su
credulidad supersticiosa, recibieron co-
mo una verdad, y la transmitieron a
nuestros días, la leyenda de Herne
el cazador.
PAGE
Vaya, aun hay personas que en lo
profundo de la noche temen
pasar junto a la encina de Herne. Pero
¿qué queréis decir?
MISTRESS FORD
Pardiez, pues he aquí nuestro proyecto:
que citemos a Falstaff pa-
ra reunirse con nosotras al pie de esa
encina disfrazado de Herne, con
enormes cuernos en la cabeza.
PAGE
Bueno, admitamos que acuda a la cita. Y
cuando llegue en ese
disfraz ¿qué vais a hacer de él? ¿Cuál
es vuestro plan?
MISTRESS PAGE
Eso ya lo hemos pensado, y es así: mi
hija, Anita Page, y mi ni-
ño, con tres o cuatro mozalbetes de su
edad, estarán vestidos de ena-
nos, de gnomos y de hadas, de color
verde y blanco, con coronas de
bujías de cera en la cabeza y carracas
en las manos. En seguida que
Falstaff, ésta y yo estemos nuevamente
reunidos, saldrán ellos repen-
tinamente de un foso, lanzando
aserradores gritos discordantes. A su
vista, nosotras dos fingiremos asombro
y emprenderemos la fuga.
Ellos entonces formarán círculo en
torno de él, y a usanza de hadas
pincharán al impuro caballero,
preguntándole por qué en aquella hora
de feérica expansión se atreve a
penetrar en tan sagrado recinto, tur-
bando sus misterios con su presencia
profana.
MISTRESS FORD
Y hasta que confiese la verdad, que las
fingidas hadas le pinchen
a fondo y le quemen con sus bujías.
MISTRESS PAGE
Una vez confesada, nos presentaremos
todos, descornaremos al
espíritu y, burlándonos de él, le
conduciremos a su casa de Wíndsor.
FORD
Será menester aleccionar
convenientemente a los niños, o no sal-
drá bien la cosa.
EVANS
Yo enseñaré a los muchachos su
cometido, y hasta me disfrazaré
de mono para quemar con mi bujía al
caballero.
FORD
Será excelente. Voy a comprar los
disfraces.
MISTRESS PAGE
Mi Anita será la reina de las hadas e
irá elegantemente vestida de
blanco.
PAGE
Yo le compraré la seda necesaria...
(Aparte.) Y aprovecharé ese
instante para que Slender robe a Anita
y se despose con ella en Eton.
¡Ea!, enviad inmediatamente el mensaje
a Falstaff.
FORD
Además, yo le visitaré de nuevo bajo el
nombre de Brook. Me
descubrirá todos sus proyectos. Vendrá,
de seguro.
MISTRESS PAGE
No tengáis cuidado. Id y procuradnos
los adminículos y trajes pa-
ra nuestras hadas.
EVANS
Manos a la obra. He aquí una fiesta
graciosa y unas muy honestas
bribonadas. (Salen PAGE, FORD y EVANS.)
MISTRESS PAGE
Vamos, señora Ford, enviad al instante
a Quickly a sir Juan y se-
pamos en qué disposición se encuentra.
(Sale MISTRESS FORD.) Yo
veré al doctor. Él, y sólo él, tiene mi
beneplácito para casarse con
Anita Page. Ese Slender, por muy
terrateniente que sea, es un idiota, y
mi marido le prefiere a todos. El
doctor es muy acaudalado y tiene
amigos poderosos en la corte. Él, y
sólo él, la obtendrá, aunque veinte
mil más dignos vinieran a solicitarla.
(Sale.)
ESCENA V
Aposento en la Posada de la Jarretiera.
Entran el HOSTELERO y SIMPLE.
HOSTELERO
¿Qué es lo que quieres, zopenco? ¿Qué,
estúpido? Habla, resuella
y explícate; sé breve, rápido; aprisa,
estalla.
SIMPLE
Pardiez, señor, vengo a hablar con sir
Juan Falstaff de parte de
mi amo el señor Slender.
HOSTELERO
Allí está su cuarto, su casa, su
castillo, su cama fija y su cama de
ruedas; alrededor hay pintada la
historia del Hijo Pródigo, todo fresco
y reciente. Anda, golpea y llama. Te
responderá como un antropófago.
Llama, te digo.
SIMPLE
Hay allí en su cuarto una mujer vieja y
gorda. Esperaré, señor,
hasta que baje; vengo a hablar con
ella, ciertamente.
HOSTELERO
¡Ah! ¡Una mujer gorda! El caballero
puede ser robado. Le avisa-
ré. ¡Caballero fanfarrón! ¡Fanfarrón
sir Juan! ¡Habla con tus pulmo-
nes marciales! ¿Estás ahí? ¡Es tu
hostelero, tu Efesio, quien te llama!
FALSTAFF
(Arriba.) ¡Hola, mi hostelero!
HOSTELERO
Aquí hay un bohemio tártaro que espera
a que baje tu mujer gor-
da. ¡Déjala descender, fanfarrón!
¡Déjala descender! ¡Mis habitacio-
nes son honradas! ¡Quita de ahí!
¿Intimidades? ¡Fuera! (Entra
FALSTAFF.)
FALSTAFF
Había, hace un instante, mi hostelero,
una mujer vieja y gorda
conmigo; pero ya se ha marchado.
SIMPLE
Por favor, señor ¿no era la adivina de
Brainford?
FALSTAFF
Pardiez, si, era ella misma, concha de
molusco. ¿Qué querías con
ella?
SIMPLE
Mi amo, el señor Slender, habiéndola
visto pasar por la calle, me
envía a saber de ella si un tal Nym,
señor, que le ha escamoteado una
cadena, la tiene o no.
FALSTAFF
He hablado con la vieja respecto de
ello.
SIMPLE
¿Y qué dice, señor? Os lo suplico.
FALSTAFF
Pardiez, que el mismo individuo que ha
privado al señor Slender
de su cadena es quien se la robó.
SIMPLE
Hubiera querido hablar en persona con
la vieja. Tengo que de-
cirle todavía algunas cosas más de parte
de él.
FALSTAFF
¿Cuáles? Sepámoslas.
HOSTELERO
¡Sí, vamos, en seguida!
SIMPLE
No puedo revelarlas, señor.
HOSTELERO
¡Revélalas o mueres!
SIMPLE
Vaya, señor, no son sino referentes a
la señorita Ana Page: saber
si mi amo tendrá la suerte de casarse
con ella o no.
FALSTAFF
Esa, esa es su suerte.
SIMPLE
¿Cuál, señor?
FALSTAFF
Tenerla o no. Anda, di que así me lo ha
dicho la mujer.
SIMPLE
¿Puedo tomarme la libertad de llevar
esa contestación a mi amo?
FALSTAFF
Sí, señor palurdo. ¿Quién se tomará más?
SIMPLE
Doy las gracias a vuestra señoría.
Regocijaré a mi amo con estas
nuevas. (Sale.)
HOSTELERO
¡Eres listo, eres listo, sir Juan!
¿Estaba aquí contigo una adivina?
FALSTAFF
Sí, la que se fue, mi hostelero; una
que me ha enseñado a tener
más ingenio del que había aprendido en
mi vida, y a quien no he pa-
gado nada por ello, sino que he sido
pegado por mi aprendizaje. (En-
tra BARDOLF.)
BARDOLF
¡Alerta! ¡Ay, señor! ¡Ratería, nada más
que ratería!
HOSTELERO
¿Dónde están mis caballos? ¡Infórmame
bien de ellos, varletto!
BARDOLF
Se han ido con los rateros, porque,
apenas había yo pasado de
Eton, me arrojaron de uno de ellos de
las ancas en un lodazal, y apre-
taron las espuelas y partieron veloces,
como tres diablos alemanes, tres
doctores Faustos.
HOSTELERO
¡No han ido mas que a recibir al duque,
canalla! No digas que
han huido; los alemanes son hombres
honrados. (Entra SIR HUGO
EVANS.)
EVANS
¿Dónde está mi hostelero?
HOSTELERO
¿Qué pasa, señor?
EVANS
Tened cuidado con vuestros clientes.
Hay un amigo mío, recién
llegado de la ciudad, que me cuenta que
andan por aquí tres rateros
alemanes que han robado los caballos y
el dinero a todos los posaderos
de Readins, de Maidenhead y de
Colebrook. Os lo aviso por la buena
voluntad que os profeso. Vos sois mi
hombre despabilado, lleno de
chistes y ocurrencias, y no sería
conveniente que os desvalijaran.
Adiós. (Sale. Entra el DOCTOR CAIUS.)
CAIUS
¿Dónde está mi hostelero de la
Jarretiera?
HOSTELERO
Aquí, señor doctor, en perplejidad y
terrible dilema.
CAIUS
No sé a qué os referís; pero he oído
contar que hacéis grandes
preparativos para recibir a un duque de
Alemania. Por mi palabra, que
en la corte no se espera la venida de
ningún duque. Os lo aviso por la
buena voluntad que os tengo. Adiós.
(Sale.)
HOSTELERO
¡Parte y grita, pillo! ¡Anda! ¡Ayúdame,
caballero! ¡Estoy arrui-
nado! Huye, corre, parte y grita,
pillo. ¡Estoy arruinado! (Salen el
HOSTELERO y BARDOLF.)
FALSTAFF
Me alegraría de que todo el mundo fuese
escamoteado, como yo
lo he sido, y golpeado por añadidura.
Si en la corte llegara a saberse
cómo he sido transformado y cómo mi
transformación ha sido lavada
y apaleada, harían derretir gota a gota
mi gordura y untarían con ella
las botas de los pescadores. Garantizo
que me flagelarían con sus agu-
das sátiras hasta dejarme más mustio
que una pera seca. No he podido
prosperar desde el día en que hice
trampas en el juego de la Primera.
Bueno; si alcanzara mi aliento no más
que lo suficiente para recitar
mis oraciones, me arrepentiría. (Entra
MISTRESS QUICKLY.) ¡Ho-
la! ¿De parte de quién venís?
QUICKLY
Es de dos partes, por cierto.
FALSTAFF
¡Que el diablo se lleve a la una y su
mujer a la otra! Así las dos
quedarían colocadas. He sufrido más a
causa de ellas que lo que puede
soportar la miserable fragilidad de la
condición humana.
QUICKLY
¿Y ellas no han sufrido? Sí, os lo
aseguro, especialmente una de
ellas. La señora Ford, ¡pobre
criatura!, está tan llena de cardenales
negros y azules, que no hay modo de
hallar un punto blanco en todo
su cuerpo.
FALSTAFF
¿Qué me cuentas de negro y azul? ¡A mí
me han sacado a golpes
todos los colores del arco iris! Y he
corrido el riesgo de que me pren-
dieran como bruja de Brainford; pero
gracias a la admirable destreza
de mi ingenio en remedar las acciones y
movimientos de una vieja
pude sortear al bribón del constable,
que me había puesto en el cepo,
en el cepo público, por bruja.
QUICKLY
Sir, permitidme que os hable en vuestro
propio cuarto; oiréis có-
mo van las cosas, que, os lo garantizo,
os dejarán contento. Aquí te-
néis una carta que os dirá algo.
¡Pobres corazones! ¡Cuántos afanes
para reunirse! De por fuerza uno de los
dos no cumple bien con el
Cielo, cuando sufrís tantas
contrariedades.
FALSTAFF
Suba a mi cuarto. (Salen.)
ESCENA VI
Otra habitación en la Posada de la
Jarretiera.
Entran FENTON y el HOSTELERO.
HOSTELERO
Maese Fenton, no me habléis; mi ánimo
está abatido y quisiera
abandonarlo todo.
FENTON
Oídme, no obstante; ayudadme en mi
propósito, y, a fe de caba-
llero, os daré cien libras en oro sobre
el total de vuestra pérdida.
HOSTELERO
Os oiré, señor Fenton y, en todo caso,
seguiré vuestras instruc-
ciones.
FENTON
De vez en vez he solido hablaros del
íntimo afecto que profeso a
la hermosa Ana Page, que mutuamente
apoya mi cariño hasta donde
le permite escoger su sumisión filial.
He recibido carta suya, cuyo
contenido ha de maravillaros. Andan en
ella tan mezcladas la joviali-
dad y mi propio asunto, que no es
posible mostrar la una sin descubrir
el último. En la cosa corresponde un
gran papel al obeso Falstaff. La
trama de la broma está aquí con todos
sus pormenores. (Mostrándole
una carta.) Escuchad, mi querido
hostelero: esta noche, precisamente
entre las doce y una, al pie de la
encina de Herne, mi encantadora
Anita ha de representar a la Reina de
las Hadas. El objeto es éste: en
tal disfraz, y mientras se celebran
otras parecidas diversiones, su pa-
dre la ha mandado que se fugase con
Slender, para trasladarse a Eton,
donde se casarían inmediatamente. Ella
ha consentido en ello. Ahora,
señor, su madre, que se opone con
tenacidad a ese casamiento y está
resuelta a favor del doctor Caius, ha
convenido en que éste aproveche
la distracción que causarán las
diversiones y se deslice con ella al
deanato, en donde les aguarda un sacerdote
para desposarlos acto se-
guido. A este plan de su madre, ella,
dócil en apariencia, ha dado
igualmente su promesa al doctor. Ahora
ved el final que se prepara.
Su padre ha decidido que se vista de
blanco, y que, por este color,
Slender, en el momento oportuno, la
coja de la mano y la invite a se-
guirle. Su madre ha dispuesto, para
mejor hacerla conocer del doctor-
pues todos deberán ir enmascarados-,
que se presente vestida de un
traje verde flotante, con largas
cintas, que bajarán desde la cabeza, y
cuando el doctor espíe el momento
favorable, la pellizcará en la mano,
en lo cual ha consentido la doncella,
para evadirse con él.
HOSTELERO
¿A quién se propone ella engañar, al
padre o a la madre?
FENTON
A los dos, mi querido hostelero, para escapar
conmigo. Y sólo
resta ahora que me procuréis el vicario
que aguarde en la iglesia, entre
doce y una, para que lleve a cabo la
ceremonia de unión de nuestros
corazones en legítimo matrimonio.
HOSTELERO
Bien; apadrino vuestro proyecto. Iré
por el vicario. Trayendo a la
doncella, no os faltará sacerdote.
FENTON
Por ello te quedaré obligado
eternamente. Además, voy a recom-
pensarte por adelantado. (Salen.)
ACTO
QUINTO
ESCENA PRIMERA
Aposento en la Posada de la Jarretiera.
Entran FALSTAFF
y MISTRESS QUICKLY.
FALSTAFF
¡No más charla, por favor, vete! Yo
acudiré. Es la tercera vez, y
tengo confianza en los números impares.
¡Fuera! Vete. Dicen que hay
una virtud divina en los números
impares, tanto por el nacimiento
como por la fortuna o por la muerte.
Adiós.
QUICKLY
Yo os proporcionaré una cadena y haré
lo posible por conseguiros
un par de cuernos.
FALSTAFF
Márchate, digo, que el tiempo pasa.
Levanta la cabeza y trota
menudo... (Sale QUICKLY. Entra FORD.)
¡Hola, maese Brook! Mae-
se Brook, la cosa se cumplirá esta
noche o no se cumplirá jamás. Ha-
ced por hallaros a media noche en el
parque, cerca de la encina de
Herne, y os quedaréis estupefacto.
FORD
¿No fuisteis a verla ayer, señor, como
me habíais dicho?
FALSTAFF
Maese Brook, fui a su casa tal como me
veis, vestido de pobre
vieja; ese bellaco de Ford, su marido,
tiene los celos más rabiosos,
señor Brook, que hayan exaltado a
hombre alguno. Os lo diré todo.
Me apaleó terriblemente bajo mi forma
de mujer. Bajo mi forma de
hombre, señor Brook, no temería ni al
mismo Goliat, aun cuando no
tuviese en mi mano mas que la lanzadera
de un tejedor. Ya sé yo que
la vida no es mas que una lanzadera.
Estoy de prisa, señor Brook. Ve-
nid conmigo y por el camino os lo
contaré todo. Desde la época en que
yo desplumaba ocas vivas, hacía
novillos y jugaba a la peonza, no ha-
bía sabido hasta ahora lo que es ser
apaleado. Seguidme, yo os entera-
ré de otras cosas extrañas de ese
cornudo de Ford. Esta noche me
vengaré de él y os entregaré a su
mujer. Seguidme, se preparan sin-
gulares sucesos; seguidme, maese Brook.
¡Seguidme! (Salen.)
ESCENA II
El parque de Wíndsor.
Entran PAGE,
SHALLOW y SLENDER.
PAGE
Venid, venid, nos ocultaremos en los
fosos del castillo hasta que
veamos las luces de nuestras hadas. Yerno
Slender, no olvidéis a mi
hija.
SLENDER
Sí, en verdad; ya he hablado con ella y
hemos acordado una con-
signa para conocernos mutuamente. Yo me
acercaré a la persona ves-
tida de blanco y le gritaré: ¡Mum! Ella
contestará: ¡Budget!; y por ese
medio nos conoceremos.
SHALLOW
Está muy bien. ¿Pero qué necesidad
tenéis de vuestro ¡Mum! y de
su ¡Budget! si el vestido blanco os la
hará conocer lo bastante? Han
dado las diez.
PAGE
La noche es obscura; los duendes y las
apariciones se distingui-
rán admirablemente. El Cielo proteja
nuestra diversión. Aquí nadie
piensa nada malo, a no ser el diablo,
al cual conoceremos por sus
cuernos. Partamos. Seguidme. (Salen.)
ESCENA III
La calle Mayor de Wíndsor.
Entran MISTRESS PAGE, MISTRESS FORD y
el DOCTOR CAIUS.
MISTRESS PAGE
Doctor, mi hija va de verde. Cuando sea
la hora, tomadla de la
mano, conducidla al deanato y acabad
pronto. Id al parque antes que
nosotras, porque las dos nos hemos de
quedar aquí todavía.
CAIUS
Ya sé lo que he de hacer. Adiós. (Sale
CAIUS.)
MISTRESS PAGE
Adiós, señor. Mi esposo no tendrá tanto
regocijo con la burla de
Falstaff, como rabia al saber la nueva
del matrimonio del doctor con
mi hija. Pero no importa; más vale
sufrir una ligera reprimenda que
prepararse a prolongados disgustos.
MISTRESS FORD
¿Dónde está Ana con su cuadrilla de
genios? ¿Dónde está el dia-
blo welche sir Hugo?
MISTRESS PAGE
Ocultos en un foso, a dos pasos de
distancia de la encina de Her-
ne, con luces escondidas. En el momento
que Falstaff se nos haya reu-
nido, se alzarán de repente, y la noche
se alumbrará con su
resplandor.
MISTRESS FORD
Lo cual no dejará de causarle asombro.
MISTRESS PAGE
Si no le asombran, por lo menos le
ridiculizarán, y si se sorpren-
de, aún le zumbarán más.
MISTRESS FORD
Vamos a tratarlo de buena manera.
MISTRESS PAGE
No es traición el hacer justicia a
tales impúdicos y a su lujuria.
MISTRESS FORD
Se acerca la hora. ¡A la encina, a la
encina! (Salen.)
ESCENA IV
Parque de Wíndsor.
Entra SIR HUGO EVANS, disfrazado, con
varias HADAS.
EVANS
¡Al trote, al trote, hadas! ¡Venid y
recordad vuestro papel! Os re-
comiendo el ardimiento sobre todo.
Seguidme al foso, y cuando os dé
la señal, obrad como os he mandado.
¡Venid, venid! ¡Al trote, al trote!
(Salen.)
ESCENA V
Otra parte del parque.
Entra FALSTAFF, disfrazado de Herne,
con una cabeza postiza de
cuernos de gamo.
FALSTAFF
¡La campana de Wíndsor ha dado las
doce! Se acerca el momen-
to. ¡Séanme propicios los dioses de
ardientes deseos! Acuérdate, Júpi-
ter, de que por tu Europa te volviste
toro. ¡El amor te dio cuernos! ¡Oh
poderoso amor que a veces haces de una
bestia un hombre, y otras
asimismo de un hombre una bestia!
Júpiter, tú te transformaste tam-
bién en cisne por amor a Leda. ¡Oh amor
omnipotente, cuán poco te
faltó para que el dios se convirtiese
en ganso! Tú, Júpiter, después de
haber cometido, metamorfoseándote en
fiera, un pecado, pecado bes-
tial, perpetraste otro bajo la forma de
un volátil. Piénsalo bien, Júpiter,
ese fue un pecado de vuelo. Y si los
dioses tienen los riñones calientes,
¿qué será de nosotros, pobres mortales?
En cuanto a mí, soy un ciervo
del parque de Wíndsor, y bien puedo
creer que soy el más granado del
bosque. Concédeme un tiempo fresco en
la época del celo, Júpiter, o
acabaré por orinar toda mi grasa.
¿Quién se acerca?... Es mi cierva.
(Entran
MISTRESS FORD y MISTRESS PAGE.)
MISTRESS FORD
Sir Juan, ¿estáis ahí, ciervo mío?
FALSTAFF
Sí, cervatilla de la cola negra. Ahora
que lluevan patatas, que
truene al compás de la canción de Las mangas
verdes, que caiga un
pedrisco de confituras de besos, que
nieven eringes y venga una tem-
pestad de tentaciones, que aquí me
abrigo. (La abraza.)
MISTRESS FORD
Mistress Page ha venido conmigo, dulce
corazón.
FALSTAFF
Repartidme como un gamo enviado por
presente y que cada una
de vosotras tome un muslo. Me guardaré
para mí los costillares; las
espaldillas serán para el guarda de
este distrito y las astas las regalo a
vuestros esposos. ¿No tengo acaso el
aire de un hijo del bosque? ¿No
hablo como Herne el cazador? ¡Cómo!
Ahora Cupido es un niño que
tiene conciencia, puesto que restituye.
A fe de fantasma leal, os doy la
bienvenida... (Ruido dentro.)
MISTRESS PAGE
¡Ay! ¿ Qué ruido es ése?
MISTRESS FORD
¡El Cielo nos perdone los pecados!
FALSTAFF
¿Qué podrá ser?
MISTRESS FORD
¡Huyamos!
MISTRESS PAGE
¡Huyamos! (Se alejan.)
FALSTAFF
Pienso que el diablo no quiere que me
condene por temor de que
la grasa que hay en mí prenda fuego al
infierno. Sólo así se compren-
de que suscite tantos obstáculos. (Entran
SIR HUGO EVANS, disfra-
zado de sátiro; PISTOL, de fantasma;
ANA PAGE, de Reina de las
Hadas, seguida de su hermano y otros
genios, con bujías de cera en
la cabeza.)
ANA
Hadas negras, verdes, grises y blancas,
que os movéis bajo la luz
de la Luna, en medio de las negruras de
la noche; hijas huérfanas del
inmutable Destino: haced vuestro oficio
y vuestro deber. Pregonero
Hobgoblin, llamad a las hadas.
PISTOL
Duendes, escuchad vuestros nombres.
Silencio, caprichos aéreos.
Grillo, ve a saltar en las chimeneas de
Wíndsor, donde encontrarás el
fuego descubierto y el atrio sin
barrer. Tú pellizcarás a las criadas
jóvenes y les harás mordeduras tan
azules como el mirto. Vuestra bri-
llante reina odia a las sucias y a la
suciedad.
FALSTAFF
Son duendes y hadas. Quienquiera que
les hable muere al ins-
tante. Cerremos los ojos y tendámonos
boca abajo. Ningún hombre
puede sorprender sus juegos. (Se echa
boca abajo.)
EVANS
¿Dónde está Bede?... Empiece la danza,
y si encontráis una don-
cella que antes de dormir haya dicho
tres veces sus oraciones, encan-
tad en ella los órganos del ensueño.
Que duerma tan profundamente
como un niño, sin malicia. En cuanto a
las pecadoras que duermen sin
acordarse de sus pecados, pellizcadlas
en los brazos, en los muslos, en
la espalda, en las caderas, en las
pantorrillas.
ANA
¡A trabajar, a trabajar! Duendes,
registrad el castillo de Wíndsor
arriba y abajo. Esparcid la alegría,
silfos, en cada una de las habita-
ciones sagradas. Que el castillo siga
en pie hasta el día del juicio final,
en un estado de perfección que sea
siempre digno de su poseedor, co-
mo su poseedor es digno de él. Frotad
los sillones de la Orden con
perfumes y flores raras. Que las
sillas, los escudos y las cimeras os-
tenten siempre el leal blasón. Cantad,
hadas de las praderas, formando
en la noche un círculo igual al de la
Jarretiera. ¡Que bajo la huella de
vuestros pasos el musgo florezca más
fresco que en otra parte! Escri-
bid Honi soit qui mal y pense en
manojos de color de esmeralda, en
flores rojas, azules y blancas, como
los zafiros, las perlas y los ricos
bordados que se ciñen más abajo de las
rodillas dobladas de la arro-
gante caballería. Las hadas reemplacen
las letras con flores. ¡Id, dis-
persaos! Pero hasta la una no os
olvidéis de danzar, como es
costumbre, en torno de la encina de
Herne el cazador.
EVANS
Juntad mano con mano, os ruego; poneos
en orden. Que veinte
gusanos de luz os sirvan de linternas
para guiar vuestras danzas en
torno del árbol. Pero esperad; siento
el olor de un hombre de la región
intermedia.
FALSTAFF
¡Que el Cielo me proteja contra este
duende galés! ¡Va a conver-
tirme en un pedazo de queso!
PISTOL
Inmundo reptil, eres despreciable desde
tu nacimiento.
ANA
Tocad la yema de uno de sus dedos con
el fuego de prueba. Si es
casto, la llama descenderá y lo
envolverá sin hacerle daño; si hace un
movimiento, es que su carne y su
corazón están corrompidos.
PISTOL
¡A la prueba! Venid.
EVANS
Venid. ¿Tomará fuego esta madera? (Le
queman con sus bujías.)
FALSTAFF
¡Oh!... ¡Oh!... ¡Oh!...
ANA
¡Corrompido, corrompido y manchado por
la lujuria ¡Rodeadle,
hadas! Cantad versos de menosprecio, y,
mientras saltáis, idle pin-
chando a compás.
EVANS
Es justo. Está lleno de codicia y de
iniquidad
CANCIÓN
¡Vergüenza del pecado monstruoso!
¡Vergüenza del deseo y la lujuria!
Fuego sangriento es sólo la pasión,
con impuros ardores encendida,
que prende al pecho, cuya llama aviva,
sin que sea posible su extinción.
Pinchadle, hadas, una por una;
pinchadle por su villanía;
pinchadle, y quemadle y girad en torno
de él
hasta que se consuman las candelas, las
estrellas y el brillo de la
Luna.
Durante la canción las hadas pinchan a
FALSTAFF. El
DOCTOR CAIUS llega por un lado y se
escapa con un hada vestida
de verde; SLENDER, por otro lado se
lleva a una vestida de blanco;
luego llega FENTON y se lleva a ANA
PAGE. Oyese dentro el estré-
pito de la cacería. Las Hadas huyen.
FALSTAFF se quita la cabeza
de ciervo y se levanta.
Entran PAGE,
FORD, MISTRESS PAGE Y MISTRESS FORD.
Se apoderan de FALSTAFF.
PAGE
No, no huyáis. Lo que es esta vez os
hemos cogido. ¿Sólo podéis
hacer vuestras maldades vestido de
Herne el cazador?
MISTRESS PAGE
Os ruego que vengáis; no llevemos más
adelante la comedia.
¿Qué tal, buen sir Juan? ¿Cómo
encontráis a las mujeres de Wíndsor?
¿Veis este objeto, marido mío? ¿No
halláis que esos ornamentos sien-
tan mejor en el bosque que en la
ciudad?
FORD
¿Qué tal, señor mío? ¿Quién es el
cornudo ahora? Maese Brook,
Falstaff, es un bribón y un cornudo.
Aquí tenéis sus cuernos, maese
Brook. De lo que pertenece a Ford no ha
conseguido mas que la ca-
nasta de la colada, muchos palos y
veinte libras esterlinas que será
forzoso reembolsar al señor Brook. Sus
caballos están embargados por
insolvencia, señor Brook.
MISTRESS FORD
Sir Juan, hemos tenido mala suerte. No
hemos podido alcanzar
una entrevista. No os admitiré nunca
por amante; pero os consideraré
siempre como un amado ciervo.
FALSTAFF
Entreveo que se me ha hecho hacer el
papel de borrico.
FORD
Sí y también el de buey. La prueba es
evidente.
FALSTAFF
¿Y no son hadas lo que aquí veo? Dos o
tres veces lo he dudado;
pero mi conciencia culpable y la
sorpresa repentina de mis facultades
me produjeron una ilusión grosera que
me hizo creer, sin ton ni son,
que eran seres sobrenaturales. Ved cómo
puede la inteligencia aluci-
narse cuando se ocupa en malas obras.
EVANS
Sir Juan Falstaff, servid a Dios.
Renunciad a los apetitos carna-
les, y los duendes dejarán de
pellizcaros.
FORD
Bien dicho, duende Hugo.
EVANS
Y por vuestra parte, renunciad también
a los celos, os lo suplico.
FORD
No desconfiaré de mi mujer hasta el día
en que seáis vos capaz de
hacerle la corte en inglés de buena
ley.
FALSTAFF
¿He expuesto mis sesos al sol y dejado
que se achicharren, que no
me quedaron los bastantes para
descubrir un lazo tan grosero? ¡Cómo!
¡Un cabrón galés tomarme a mí por
objeto de sus burlas! ¡Dejarme yo
encasquetar un gorro de frisa welche!
No me falta más que estrangu-
larme con un pedazo de queso tierno.
EVANS
No conviene dar «queiso» a la
«manteica», y vuestra barriga es
de «manteica».
FALSTAFF
¡«Queiso» y «manteica»! ¿He vivido por
ventura hasta hoy para
verme objeto de burla de un poltrón que
pone la lengua inglesa en
picadillo? Esto es suficiente para
hacer repugnante en todo el reino a
libertinos y noctámbulos.
MISTRESS PAGE
Aun cuando hubiésemos arrojado con toda
nuestra fuerza la vir-
tud de nuestros corazones y nos
hubiésemos condenado sin escrúpulo,
¿creéis, sir Juan, que habría podido el
diablo en persona hacer de vos
nuestras delicias?
FORD
¡Vaya, qué bocado! Una bala de lana.
MISTRESS PAGE
¡Un hombre soplado!
PAGE
Viejo, tibio, mustio y con un vientre
intolerable.
FORD
Tan maldiciente como Satanás.
PAGE
Y tan pobre como Job.
FORD
Y tan malo como su mujer.
EVANS
Entregado a las fornicaciones, a las
tabernas, al Jerez, al vino, al
hidromiel, a los licores fuertes,
jurador escandaloso y camorrista.
FALSTAFF
Muy bien; soy vuestro tema; me lleváis
ventaja. Estoy decaído. Ni
siquiera me hallo en estado de contestar
a esa franela welche. Hasta la
ignorancia sirve de plomada contra mí.
Haced de mí lo que queráis.
FORD
Pardiez, señor, vamos a llevaros a
Wíndsor, a presencia de un tal
maese Brook, a quien habéis estafado
dinero, ofreciéndoos a servirle
de alcahuete. De todas vuestras
tribulaciones, la más cruel será la de
reembolsar esa suma.
MISTRESS FORD
Vamos, esposo mío. Sírvale eso de
indemnización por lo que ha
sufrido. Dejadle ese dinero, y seamos
todos amigos.
FORD
Sea. Aquí está mi mano; todo lo
perdono.
PAGE
Recobra la alegría, caballero. Esta
noche te convido a un posset,
en casa, donde podrás reírte de mi
mujer, que se ríe de ti. Le dirás que
el señor Slender se ha casado con su
hija.
MISTRESS PAGE
(Aparte.) Doctores hay que lo dudan. Si
es cierto que Ana Page
es mi hija, también lo es que ahora es
la mujer del doctor Caius. (En-
tra SLENDER.)
SLENDER
¡Oh! ¡Ay!, ¡ay! ¡Padre Page!
PAGE
¡Hola, yerno mío! ¿Qué tal? ¿Qué hay? ¿
Habéis terminado?
SLENDER
¿Terminado? Que me ahorquen si el
hombre más entendido de
Glóster puede comprender una palabra de
todo esto.
PAGE
Explicaos, hijo.
SLENDER
He llegado a Eton para desposarme con
la señorita Ana Page y
me he encontrado en vez de ella con un
zopenco de muchacho. A no
haber estado en la iglesia, le habría
pegado, o me habría pegado él a
mí. Así no pueda moverme nunca de aquí
como creí que era Ana Pa-
ge. Y nada de eso; era mondo y lirondo
un postillón.
PAGE
¡Por mi vida! Entonces habéis tomado
uno por otro.
SLENDER
¿Qué necesidad tenéis de decírmelo?
Evidentemente, ya que he
tomado a un mocetón por una joven. Si
me hubiesen casado con él,
aunque va vestido de mujer, no lo
habría querido por esposa.
PAGE
Todo es consecuencia de vuestra
necedad. ¿No os he dicho que
conoceríais a mi hija por el vestido?
SLENDER
Me he dirigido a la que iba vestida de
blanco. Y le he gritado
¡Mum!, y ella me ha contestado
¡Budget!, conforme habíamos conve-
nido Ana y yo. Y, sin embargo, no era
Ana, sino un postillón.
EVANS
¡Jesús, señor Slender! ¿Sois ciego,
para casaros con un mancebo?
PAGE
¡Estoy cruelmente contrariado! ¿Qué
hacer?
MISTRESS PAGE
Buen Jorge, no os enfadéis; yo conocía
vuestro proyecto. Hice
vestir a mi hija de color verde, y
ahora se halla en el deanato, donde
los casan... (Entra el DOCTOR CAIUS.)
CAIUS
¿Dónde está la señora de Page? ¡Por
Cristo! ¡He sido engañado!
Me he casado con un garçon, con un
paysan. ¡Por Cristo! Un mucha-
cho. No era Ana Page. ¡Por Cristo! Se
me ha engañado.
MISTRESS PAGE
¡Cómo! ¿No os habéis llevado a la
persona que iba de verde?
CAIUS
¡Sí, por Cristo; pero era un hombre!
¡Por Cristo! ¡Voy a sublevar
a todo Wíndsor! (Sale.)
FORD
Esto sí que resulta extraño. ¿Quién es,
pues, el que se ha casado
con la verdadera Ana?
PAGE
Tengo un presentimiento... Aquí está
maese Fenton. (Entran
FENTON y ANA PAGE.) ¿Qué sucede, señor
Fenton?
FENTON
¡Perdón, padre mío! ¡Madre mía, perdón!
PAGE
Veamos, señorita: ¿por qué no habéis
ido con el señor Slender?
MISTRESS PAGE
¿Por qué no habéis seguido al doctor
Caius, señorita?
FENTON
La ponéis en confusión. Sabed lo que ha
pasado: ambos queríais
casar a vuestra hija de una manera
vergonzosa, sin consultar sus
afectos. La verdad es que ella y yo,
prometidos uno a otro desde hace
mucho tiempo, tenemos ahora la certeza
de que nada nos separará. Es
una ofensa bendita la que ella ha
cometido, y su inocente estratagema
no puede calificarse de fraude, de
desobediencia o de falta de respeto,
puesto que, gracias a ella, serán
evitados los largos días de culpable
maldición que resultan de un matrimonio
forzoso.
FORD
No nos quedemos estupefactos. La cosa
no tiene ya remedio. En
amor, el Cielo es quien arregla los
destinos. El dinero compra las tie-
rras; pero la suerte es quien dispone
de las mujeres.
FALSTAFF
Me alegro de ver que aunque todos los
dardos estaban asestados
contra mí, algunos han dado en el
vacío.
PAGE
¡Bien! ¿Qué remedio? Fenton, el Cielo
te dé felicidad y alegría.
Es preciso resignarse a lo que no puede
evitarse ya.
FALSTAFF
Cuando los perros cazan de noche no
distinguen de ciervos.
MISTRESS PAGE
Bien; no meditemos más, maese Fenton.
El Cielo os conceda mu-
chos, muchos días de felicidad. Querido
esposo, volvamos a casa, y al
amor de un hermoso fuego riamos este
sport; sir Juan como todo el
mundo.
FORD
Sea. Sir Juan, maese Brook os cumplirá
su palabra, porque esta
noche se acostará con mistress Ford.
(Salen.)
FIN