Marcelo
Bertuccio
Argentores (toda puesta en escena
de este texto deberá contar con su autorización)
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Dolorosa
lucha de María
por evitar que
la serpiente se muerda la cola[1]
Marcelo
Bertuccio
Algunos textos
fueron extraídos del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Acerca de la obra
Procedo de una familia católica, y la religión es
para mí un grato recuerdo de infancia tanto como un desvelo por descubrir un
secreto. M y G son, claro, María y Gabriel, Virgen y Ángel, pero también son
dos discursos, dos posturas emblemáticas de un conflicto perpetuo e insoluble:
hombre-Dios. Este par circula por los enunciados de M y G en el intento de
hallar una dialéctica cristiana que admita la ausencia de Dios como parte de la
confirmación de su existencia. El tiempo y el espacio que contienen a estos
cuerpos–ideas son elásticos y mutables: M y G han sido arrojados a la historia,
y allí se debaten. Casi una tragedia cristiana. Cuando esta obra se estrenó en
Buenos Aires, en 1998, un sector de la ultraderecha católica reaccionó con
amenazas de bomba y otras agresiones contra el Centro Cultural Ricardo Rojas y
contra mi propia persona. Hasta llegué a escuchar a través del auricular de mi
teléfono que yo debería ser colgado públicamente. Y el texto se confirma
negativamente: la médula del pensamiento sagrado es el par binario, pero gran
parte de los supuestos religiosos parecen estar muy lejos de la médula. Por lo
menos en Buenos Aires.
Marcelo Bertuccio. Buenos Aires, diciembre 2000.
1
M
Prudente digna de respeto digna de alabanza acogedora modelo de
entrega a Dios rosa escogida fuerte como la torre de marfil arca de la Nueva
Alianza estrella de la mañana salud de los enfermos reina de los mártires reina
concebida sin pecado original reina de la paz reina de los que se conservan
castos morada de la sabiduría poderosa fiel ideal de santidad causa de alegría
honor de los pueblos casa de oro puerta del cielo refugio de los pecadores
consuelo de los afligidos santa virgen madre de la Iglesia madre purísima madre
santa madre amable madre admirable madre del buen consejo madre del Creador ah.
2
G
Aún no es dado
revelar quién soy y qué vengo a hacer en esta casa. O sí. Vengo a visitar a
María, la mujer de esta casa. Cuál es el motivo de mi visita es lo que no voy a
revelar.
Vengo de lejos.
No hay rastros de mi largo viaje por estos paisajes hostiles en mis vestimentas
ni en mi cabellera ni en mi rostro, por la sola razón de que soy muy cuidadoso
de mi aspecto exterior. Si pudiese acercarse a mí, acortando la distancia,
quebrando todas las reglas del protocolo, y alcanzase su cabeza la posición
inmediatamente anterior a la que prologaría un beso suyo en mi cuello, podría
extasiarse con los aromas que crean la conjunción de los aceites con que he
untado mi cuerpo entero antes de partir y mi exquisito sudor. Es lamentable que
esto no sea posible. No crea que soy soberbio. Como usted sabrá, el contacto
permanente con las emanaciones del propio cuerpo nos impide apreciarlas. Si
usted no me huele, no huelo.
Estas flores no
tienen aroma, o más bien perfume. Aroma tienen todas las cosas, si no me
equivoco. En esta casa, aunque usted, por la distancia, no pueda dar fe, hay
aromas mezclados. Subyugantes, como la canela, las uvas secas, los pimientos
molidos, el pan caliente, la tierra mojada por la lluvia desde allí.
Repugnantes,
como la leche ácida, el pis estacionado, la humedad de la madera, el sudor
seco, el sexo escondido, la bosta desde allí.
No estás mojada.
Hermosas flores,
no creés. Es una pena que no tengan perfume.
Son tuyas.
Dios te salve, llena de gracia. El Señor es contigo.
M
Qué significa ese saludo.
G
No temas, María, porque has hallado gracia en los ojos de Dios. Sabe
que has de concebir en tu seno. Y darás a luz un hijo, a quien pondrás por
nombre Jesús. Éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo. Y su reino no
tendrá. Fin.
M
Cómo ha de ser esto. Yo no conozco varón.
G
El Espíritu Santo descenderá sobre ti. Y la virtud del Altísimo te
cubrirá con su sombra. Por cuya causa el santo que de ti nacerá será llamado
Hijo de Dios.
M
Por qué.
G
Porque para Dios nada es imposible.
M
Deme razones.
G
Perdón, no
entiendo bien.
M
Razones.
G
Razones,
razones. Qué sería del mundo si nos sujetásemos a las razones.
M
Qué seguridad
tengo de que usted sea realmente un enviado de Dios.
G
Está en la
Biblia.
M
Qué.
G
Creés que me
manda el diablo.
No soy Satanás.
M
Satanás no me
diría otra cosa.
G
No soy, creeme.
Soy Lucifer.
Lucifer es un
ángel, mujer de poca fe. Lux ferre. El que lleva la luz. Para ser el rebelde es
preciso, antes que nada, formar parte. Lucifer forma parte. Satanás no.
Sentate. Tampoco
soy Lucifer. Lucifer no va tan elegante.
Y menos Satanás,
como todo el mundo sabe. Sentate, te digo.
Sentate, María.
Como quieras.
Como vos quieras.
M
Cuál es el gran
pecado que debo purgar. Dígamelo, por favor.
G
No hay pecado.
Por eso estoy aquí. No me oíste.
M
Por qué no me
deja salir, si no hay pecado.
G
Te necesito
perfecta. El pecado está afuera, por eso.
M
Señor, no me
atrevo a echarlo por la fuerza. No sólo porque no está mi cuerpo preparado para
eso, sino más bien porque no es mi intención contrariar la voluntad de Dios.
G
Yo soy la
voluntad de Dios.
M
No lo sé.
G
No tenés por qué
saberlo.
M
Qué hay de mis
propias decisiones.
G
Están
subordinadas a la voluntad de Dios.
M
Cuál es la
voluntad de Dios.
G
Yo.
M
Salga, detenga a
la primera mujer que se cruce en su camino, regálele las flores, haga llover
sobre ella sin mojarla, embriáguela con su belleza y sus perfumes. Ella se
sorprenderá, se emocionará, llorará, reirá a la vez, se hincará, se entregará a
usted en cuerpo y alma. Entable con ella su contrato.
G
La primera mujer
que se cruce en mi camino no sirve, María. No es mi responsabilidad. Obedezco.
M
Obedezca. Pero
déjeme tranquila. Me tomó por esposa el hombre que yo necesitaba. Mi vida está
consagrada a él y al Señor. Y así vivimos bien. Nosotros hicimos nuestras
leyes. Muy temprano se encamina al Templo, y luego a su trabajo. Entretanto, me
encargo de la leche, del pan, de la harina, de los animales, del agua. Al caer
el sol, comemos nuestro arroz con frutas pasas, nuestro pan especiado, bebemos
el agua que quedó fresca, nos encomendamos al Señor por última vez ese día, y
dormimos en paz. El día que me es permitido asistir al Templo, visto a mi
prometido con sus mejores ropas, me lavo, cambio mis vestiduras, enjuago mi
cabello con canela, calzo mis sandalias, elijo, seduzco, perdono y recibo el
perdón del cordero del sacrificio, se lo señalo a él para que lo cargue,
desentierro una moneda, corto un trozo de pan para el camino y, feliz, créame,
me dirijo al Templo, los ojos fijos en la tierra del camino, mi boca cerrada,
detrás de él. Orando en silencio, siempre en silencio, siempre orando en
silencio. No lo necesito a usted para mi felicidad.
G
María, estás
empequeñeciendo un gran suceso. Histórico. No valen aquí el arroz, ni el
cordero, ni tu sumiso silencio. Vengo a hablar de otra cosa.
M
De esa cosa no
quiero oír, señor.
G
No se trata de
tu deseo, María. Es así. Y es maravilloso.
M
Las maravillas
no influyen en mí, señor. Váyase. Déjeme. Dios guarda silencio en estos
tiempos. No soy tonta. Y si se manifestase, no lo haría a través de usted.
G
María, vas a
arrepentirte de lo que estás diciendo. Controlate.
M
Nunca voy a
arrepentirme de desobedecer las órdenes de un hombre desconocido que irrumpe en
mi casa con la loca y perversa intención de gobernarme.
G
Yo no quería,
pero.
Unus. Duo. Tres.
Sh. Está
profunda y apaciblemente dormida. En su sueño le dice a él que es imposible que
quiera tomarla por esposa. Nadie cree en ella, pobrecita. No, no es eso. Es que
su silencio es recibido como prueba de hostilidad. Además, según está escrito,
de su casa deberá nacer el Mesías. Aunque es probable que ya haya nacido. Quién
puede afirmar que las profecías sean veraces, sueña. Sí. En el Templo sí. Allí
son veraces por completo. Justamente él se dirige al Templo. Quiere decirle que
acepta su propuesta siempre y cuando él comprenda su promesa de. Pero ya se
fue. Callado. Tieso. Hosco. Para ser franco, no sé qué le vio a este hombre.
Aún sola, puede continuar soñando. Sí. Su promesa de virginidad estaba
preparada para esto. Su sacrificio no fue en vano. La palabra sacrificio trae
de nuevo a José ante sus ojos. Él será el padre. Ella, la madre. Y se cumplirá
lo que está escrito. La bendición más cálida caerá sobre ellos (hay lágrimas en
sus ojos, en los de ella) y los cubrirá de gloria. Y ahora sí se unirán en
matrimonio. En verdadero santo matrimonio. Suenen, campanas. Se avecina el gran
día. El Cristo ha vuelto.
M
En mi sueño el
miedo penetra las vértebras.
G
Eres la llena de gracia.
M
Una a una.
G
Y el Señor es contigo.
M
Sueño mi
negativa a ser la comida de los de afuera.
G
No temas porque has hallado gracia en los ojos de Dios. Has de
concebir.
M
La muerte podría
cobrar un sentido. Pero no en manos de los de afuera.
G
En tu seno, y darás a luz un hijo.
M
En las mías. O
en las del Padre. Ésa es la muerte que en mi sueño pido.
G
A quien pondrás por nombre Jesús.
M
Jesús.
G
Jesús.
M
En mi sueño la
muerte en mis manos. En manos de mi Padre. Hasta en las de la Madre serpiente.
Pero no en las pastosas manos de los de afuera. No me verán. No les será dada
la oportunidad. Gracias doy al Padre por el miedo de mis vértebras. Tu vagina
se ha reducido tanto. Es un pequeño tajo por donde mana la sangre del
sacrificio. Madre. Sos mi Padre ahora. Mi padre sangrante. Padre. Devolveme el
útero de mi Madre. El que me robaste por la fuerza. O no. Golpeame brutalmente.
Arrancame los ojos, devorame el hígado, aplastá mi cabeza, quemá mi vagina,
destrozame los pies. La agonía será mi Madre.
No me verán en
el Templo. La náusea será mi última compañera. No te acerques a mí. Contagio.
Esta máquina ya no responde a mi voluntad. Opera. A voluntad. Suya.
G
Tres. Duo. Unus.
M
Pronto no habrá más tiempo.
Sale otro caballo bermejo, y al que lo monta se le concede el poder
de desterrar la paz de la tierra, y de hacer que se maten unos a otros, y se le
da una gran espada. Y se le da poder sobre las cuatro partes de la tierra para
matar a cuchillo, con hambre, con peste, y mediante fieras de la tierra.
La mujer está vestida de púrpura y escarlata, y resplandeciente de
oro, piedras preciosas y perlas, teniendo en su mano una copa de oro, llena de
abominaciones y de inmundicias.
Y el humo de sus tormentos estará subiendo por los siglos de los
siglos, sin que tengan descanso alguno, de día ni de noche.
Y al punto se siente un gran terremoto, y el sol se pone negro como
una bolsa de pelo de cabra negra, y la luna se vuelve toda como sangre.
G
Tres. Duo. Unus.
M
No se arrepienten de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de
sus traiciones, ni de sus robos.
Por cuanto son ustedes tibios, y no fríos, ni calientes, estoy para
vomitarles de mi boca.
G
Tres. Duo. Unus.
Anunciaré tu nombre a mis hermanos. Te ensalzaré en medio de la
asamblea.
M
No se oye ya voz de músicos, ni se halla artífice de arte alguna.
G
Los que teméis a Dios, alabadle. Orad ante Él, hijos de Israel.
M
Muchos hombres mueren a causa de las aguas, porque se hicieron
amargas.
G
Reverentes se postran ante Ti todos los pueblos de los gentiles.
M
El primer grito pasó.
G
María.
M
pero luego van a venir dos gritos todavía.
G
Del Señor es la soberanía. Rey es Él de todos los pueblos.
M
Examino a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los descubro,
mentirosos.
G
María, por Dios,
calmate.
M
Y a los que se llaman judíos y no lo son. Los que, antes bien, son
una sinagoga de Satanás.
G
Padre nuestro que estás en el cielo.
Ante Él se postran todos los grandes de la tierra.
M
Ellos tieneN poder de cerrar el cielo, para que no llueva en el
tiempo que ellos decretan, y tieneN también potestad sobre las aguas para
convertirlas en sangre, y para afligir la tierra con toda suerte de plagas
siempre que quieran.
G
En nombre de
Dios, te conjuro.
Mi alma, en cambio, vivirá para Él, y la generación futura le
servirá.
M
El fuego, el humo y el azufre salen de sus bocas.
G
Vienen y pregonan su justicia al pueblo que sigue después.
M
Cosas que deben suceder pronto.
G
Que suene el
coro, que cambie la luz. Que la aureola de cartón forrada en papel dorado que
coloco en mi cabeza, que todo contribuya a convertirme en una bella estampa a
los ojos de esta loca vulgar con aires de intelectual.
El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te
cubrirá con su sombra. Por cuya causa el Santo que de ti nacerá será llamado
Hijo de.
M
María, que se
está recuperando, busca y te arroja una piedra.
G
Imposible.
Definitivamente imposible. Estúpida.
M
Necesito a José.
G
No te servirá de
mucho.
M
Se lo ruego. Si
en verdad es un ángel, si es un enviado de Dios, concédame esta gracia. Es poco
para usted, y yo necesito a mi hombre para no volverme loca.
G
Vas a hacer todo
lo que yo diga.
M
Sí, señor.
G
Vas a colaborar.
M
Sí, señor. Le
ruego.
G
Adoptás una
postura sumisa y te arrodillás. Él se acerca, posa su mano derecha en tu cabeza
por un segundo. El afecto de José. Te levantás inmediatamente. Continúa su
camino hacia el banco, donde se sienta. Espera. En silencio. Vas hacia el
recipiente donde atesoran el agua y. No. Buscás unas ramas de olivo. Luego vas
hacia el recipiente donde atesoran el agua y, sosteniendo el olivo con tu mano
izquierda, empapás tu mano derecha. Haciendo restallar los dedos contra el
dorso de tu pulgar, salpicás las hojas de olivo. Regresás. Te arrodillás frente
a José. Masajeás su pie derecho con las
hojas del olivo refrescante. Ahora el izquierdo. Hablás por primera vez. Nunca antes había visto en tu rostro expresión
tan adusta como esta noche. Te levantás. Depositás las ramas usadas. Por
ahí.
M
Se levanta a su
vez. El olivo húmedo es una bendición.
Se sienta frente a su ración. No me
gusta escuchar las palabras que de vos oigo allá afuera. Toma el primer
bocado.
G
Te dirigís al
lugar que te es asignado. A sus espaldas. Tu voz se hace oír por segunda vez. Si a mi soledad interior se hubiese añadido la
exterior, quizá no estaría padeciendo de este modo. Permanecés de pie.
M
Segundo bocado.
Me acusa por primera vez. Soberbia.
Altanera. Pagada de vos misma. Tercer bocado. Ofendés al Señor teniéndote tan ostensiblemente por mejor de lo que sos.
G
Todavía a sus
espaldas, como lo manda la Ley, pensás y no decís. No debo contradecirte, como lo manda la Ley. Aborrezco tus palabras.
Estoy ofendiendo al Señor. Y me arrepiento.
M
Frente a mi
silencio, eterno silencio, acomete el cuarto bocado. Un matrimonio sin hijos es como un defecto físico. Quinto
bocado. Un matrimonio sin hijos es un
defecto religioso. Sexto bocado. Es
sólo a través de la descendencia. Séptimo bocado. Como podemos. Junto con el octavo
bocado. Acercarnos a Él. El
noveno y el décimo bocado son casi uno solo. Dios
nos excluye de sus planes. Y el undécimo bocado.
G
Un arranque
infrecuente hace que olvides con quién estás hablando. No te comportás como una
buena mujer hebrea. Me diste garantías
de que no cambiarías de modo de pensar ni de conducta. “Si has hecho al Señor,
tu Dios, un voto, no dilates su cumplimiento. Dejando de hacer voto no se
comete pecado, pero lo prometido una vez hay que cumplirlo.” Deuteronomio. Y, es más, te atrevés a
agregar. Deuteronomio.
M
Desusadamente,
ingiere con irritado frenesí el duodécimo bocado y arroja el cuenco contra la
pared, destrozándolo. Prolongar la
familia hasta los días del Mesías es el deber de un hombre. Haciéndolo
añicos.
G
La violencia
electriza tu columna y no podés reprimir un grito. Pero no es sólo eso. El
grito trae palabras. Insistís en desoír tus deberes para con tu prometido. No permitiré, entonces, ser tomada en
matrimonio por un hombre tan estrecho y tan elemental como todos los miembros
de esta comunidad y la ciudad que la contiene. El grito se silencia y se
convierte en contenido temblor.
M
Guardamos
silencio. No nos movemos. Respiramos con dificultad.
G
Caminás. Todas
las formalidades están ya deshechas. No
comprendo esta destrucción del orden. Te inclinás sobre los escombros. No comprendo la alteración del propio
beneficio dado como una gracia a los hombres. Recogés los pedazos. No comprendo el mundo que habitan los demás.
Los envolvés en un paño. No comprendo
por qué no puedo dejar de ver algo monstruoso donde los otros ven el cielo. Te detenés.
M
También se
detiene. Gracias a Dios. Querría que
mirases hacia el mismo punto que yo, aunque no veamos lo mismo.
Respiramos con tranquilidad. No puedo
comprender tu configuración de la soledad. Se levanta. Sola e incomprendida. Me toma por los
hombros, aunque no corresponda.
G
Te abandonás,
aunque no corresponda. Repetís. Sola e
incomprendida. Y, abandonada, continuás. Entre hombres que pagan tributo al pecado. Lo olés, aunque no
corresponda. Entre hombres que han
perdido la referencia divina. Tu cuello lo espera, aunque no
corresponda.
M
Me hace girar
hacia sí, aunque no corresponda. Claro
que voy a tomarte por esposa. Me obliga a mirarlo a los ojos, aunque no
corresponda.
G
Lo mirás a los
ojos, aunque no corresponda. Mi familia
ha sido muy ingrata con el Señor. Han perdido el trono. Y la fortuna.
M
Comienza a
acorralarme. Continúa siendo la elegida.
G
No lo pensás. No
lo creés. El Mesías ya nació. Quizá sea
Teudas.
M
Zacarías aún lo espera.
G
Tal vez Judas el Galileo.
M
Simeón no verá la muerte antes de saludar al Mesías que ha de venir.
G
Repetís, como
tantas veces. Nacerá, entonces, en el
seno de una familia noble y esplendorosa.
M
Su último
argumento. Soy testigo de que Ana la
profetisa, interrumpiendo por única vez su ayuno y su oración ininterrumpidos,
no te ha dicho precisamente eso.
G
Aunque no
corresponda, volvés a abandonarte.
Y te escucho,
complacido.
Hombre, dejás a esta pobre mujer sin palabras, como corresponde.
M
Besa mis labios,
aunque no corresponda. Y lo dice. Finalmente lo dice. Un hijo, María. Su lengua me toca, aunque no corresponda.
G
Lo decís. Un hijo, José. Y te abandonás por tercera vez. Aceptás,
aunque no corresponda.
M
Por el amor de
Dios. No. No. No.
G
No qué.
M
No.
G
Qué debo hacer para
que comprendas.
M
No debe hacer
nada conmigo, señor. No quiero comprender.
G
Necesito un
vientre. Así está más claro.
M
Yo sé mejor que
vos lo que necesitás. No me obligues a ser desagradable. No me obligues a que
yo te lo diga.
G
No tengo miedo.
M
Tengo una prima.
Isabel es su nombre. La pobrecita es estéril. Ella comprende que ésa ha sido la
voluntad de Dios. Pero es una mujer, al fin y al cabo. Sufre. No lo manifiesta
nunca, claro, pero yo la siento sufrir. Respeta a su marido, como le está obligado.
A veces creo que lo ama.
G
Y, por lo que
alcanzo a comprender, también creés terminantemente que ella es estéril.
M
Mi querido
señor, es voluntad de Dios que en ese matrimonio no haya nunca un día de parto,
ni una circuncisión, ni ungüentos para los senos estriados, ni una noche en
vela por los dientes que crecen. Lo que menos importa en estos casos, es de lo
que yo pueda estar segura.
G
Sin embargo,
pretendés estar segura de mi procedencia.
M
Soy débil. Mi
prima es una mujer ejemplar. Aunque, a veces, ese impulso irresistible que
algunos llaman “instinto maternal”, nubla su razón, y olvida, por un momento,
que es imposible comprender los designios divinos, y entonces, por un momento,
sólo por un momento, piensa en la esterilidad de su matrimonio como en un
castigo, un castigo injusto, y se rebela, por un momento, contra las divinas
enseñanzas, contra su propia entrega, contra la Ley.
G
Es comprensible.
M
No lo es. Pero
debemos ser misericordiosos.
Vaya a verla.
Ante la sola idea de la posibilidad de llamarse alguna vez “madre”, accederá
sin resistencias.
G
Está hecho.
Es más. Está en
el sexto mes.
M
Pero, Isabel.
G
Es imposible
comprender los designios divinos, María.
Ese hijo se lo
hizo el marido a Isabel. Estuve presente. Sin que ellos se apercibieran, por
supuesto. Es magnífico. Claro, vos no podés siquiera imaginarlo. O podés.
Ese niño
cumplirá un rol muy importante cuando crezca. Pero no alcanza. Yo vengo a
ofrecerte otra cosa.
M
Necesito verla.
G
A Isabel.
M
Sí.
G
Andá.
M
La puerta está
clausurada.
G
Podés ir sin
atravesar la puerta. Soy un ángel.
M
Qué debo hacer.
G
Entregarte a mí.
M
Entregarme.
G
La entrega,
María. La entrega. La voluntad de Dios. Es necesario que empiece todo desde el.
Principio.
M
No voy a
entregarme a nadie. Nunca. Sé muy bien qué es la entrega.
G
No merecés esta
gracia. No comprendo.
M
Continúe con los
insultos. Gracias a Dios ya debe estar por llegar mi prometido.
G
El día recién
comienza.
O acaso el sol
se movió de allí sin mi permiso.
M
José va a intentar
entrar por esa puerta de un momento a otro. Y usted tendrá que vérselas con él.
G
Los designios
divinos son insondables, mi querida. Vos lo decías hace un. Momento. Recordalo.
José no va a regresar a casa, todavía. Acaba de salir. Aún está en el Templo.
Discutiendo. Ciertas cuestiones de hombres, comprenderás mi reserva.
M
Quiero ver a mi
prima.
G
Ya lo dijiste.
M
Déjeme salir.
Ahora mismo.
G
No.
M
Es el
yugo del pan.
Es la
voz amplificada de la estúpida.
Es el
villano con poder.
Es el
sacrificio inútil.
Es
las sediciones y las hostilidades.
Es la
reina puta.
Es la
realidad aparente.
Es la
quema de los libros.
Es la
pretendida frescura del viejo maloliente.
Es la
policía en acción.
Es la
paz perpetua de la sordera de la plebe.
Es el
payaso de la transgresión.
Es la
oposición de los aduladores.
Es el
niño armado.
Es el
muerto inocente culpable.
Es el
miedo insoportable.
Es el
lujo desenfrenado.
Es la
libertad, la igualdad, la fraternidad.
Es la
ley de la sospecha.
Es la
inmensa, coloreada, musicalizada, belleza de los pueblos.
Es la
imposibilidad de unir un pensamiento con otro.
Es el
hijo contra el padre.
Es el
hígado dulcemente carcomido.
Es la
futura generación de jueces.
Es la
fuerza ciega de la multitud.
Es el
esclavo millonario.
Es
los informes de los expertos.
Es
los elegidos de Dios.
Es la
emisión de moneda.
Es el
derecho del más fuerte.
Es la
bendita democracia.
Es el
aire viciado.
Es
para mí para mí para mí.
Es el
amor de madre.
G
Qué te pasa.
Esta mujer está
muy asustada. Y su mundo interno es, de verdad, muy grande y muy sólido. Además
está empecinada en utilizar su razón en cualquier caso. Es comprensible que no
sea muy querida. Quién puede someterse a sufrir su presencia analítica,
escrutadora, reveladora. Boomerang, espejo, basura. No se puede vivir
analizándolo todo, mujer. Un poco de fe. Acaso puede explicarse la fe. Y por
qué esta mujer no tiene fe en mí. Por qué, decime, por qué. Cómo se puede
desconfiar, me pregunto -y coincidirás conmigo-, de la belleza, de la
prestancia, de la elegancia. Del buen olor. En este rincón olvidado por todo,
salvo por el olor a mierda. Cambiar el método. Eso. Cambiar el método.
Estoy empezando
a sentir que esta situación se parece mucho a un enfrentamiento. Un
enfrentamiento desigual. Tu crueldad para conmigo es feroz. Y, por supuesto,
eso está muy pero muy mal. Porque me estabas esperando. Y bien, aquí estoy. No
fue sencillo para mí llegar hasta aquí. Este lugar es de una precariedad
irritante. Y las apariciones milagrosas entrañan cierto peligro en estas
condiciones. Por lo tanto, a caminar Gabriel. A caminar como un burro. Bajo el
sol. Sin agua. Muerto de hambre. Pero vengo. Aparezco. Y vos, ni siquiera el
más débil propósito de ser hospitalaria.
M
Utilice su
magia, y su estada en mi casa será confortable. Es usted el que lo puede todo,
no yo.
G
Intenté
anunciarme ante vos con prodigios que cualquiera de tus vecinas hubiera
cambiado por uno de sus hijos. Y nada. Llego con toda mi alegría, mi ropa de
fiesta, mis perfumes, te traigo flores. Y nada.
M
Me siento mal.
G
Es natural.
Estás embarazada.
M
Cómo te atrevés.
G
Por las
prerrogativas que me han sido concedidas.
M
Yo no le dije
que aceptaba.
G
No me interesa
tu aceptación.
M
Salga de mi
casa.
G
Cómo no.
Enseguida.
M
Ahora.
G
No. Ahora. No. Debo
darte algunas instrucciones antes de irme.
M
No quiero
instrucciones. Que venga José.
Pero José con su
cuerpo. Me repugna su magia.
G
José está muy
ocupado. No te pongas pesada, mal agradecida.
M
Voy a buscarlo.
G
Intentalo.
M
Déjeme ir.
G
No.
M
Maldito sea.
G
Como quieras.
Antes decime si disfrutaste.
M
Qué cosa.
G
No te hagas la
tonta.
M
De qué hablás.
G
Gritabas. Y no
de dolor.
M
Salga de mi
casa. Déjeme ir. Váyase. Déjeme. Suélteme.
G
Querrías hacerlo
de nuevo, seguramente. Pero no se puede. Eso ya sería pecado. Espero que José
comprenda. Ya me encargaré de esperarlo afuera, no te preocupes. No vas a tener
que explicarle nada.
M
Señor, no le
parece que ya fue suficiente.
G
A vos no te
pareció suficiente. Por eso estás así. Ya ves que no sos tan distinta de las
demás.
M
Desde que entró
usted en esta casa.
G
No hiciste otra
cosa que fijar tu mirada de virgen entre mis piernas.
M
Dios.
G
Te di el gusto.
O no era eso lo que querías. Los prodigios no me conmueven, dijiste muy clarito.
M
No me dio nada.
Miente.
G
Pero el prodigio
que te revelé bien que te conmovió. Quién lo hubiera dicho de una virgen. Ya no
se puede creer en nada, tenías razón. Disculpame que yo mismo llame prodigio a
lo que cargo entre las piernas (no sé cómo llamarlo para no escandalizarte),
pero es que descreo de la falsa humildad. Coincidirás conmigo en que posee unas
condiciones poco frecuentes. Bueno, por lo menos, comparándola con la de José.
M
Señor, tenga
piedad de mí.
G
Señor con
mayúscula o con minúscula. Porque el de la mayúscula ya no te escucha. Rompiste
tu promesa. No querías engendrar al Mesías. Bien, hecho. Pero yo no podía dejar
esta ciudad inmunda sin llenarte el vientre. Intentá comprenderme. Ya hablamos
del sentido de la vida etcétera. Aunque entendería que lo hubieras olvidado.
Gozabas como no puede gozar alguien que lo recuerda todo.
M
Se lo ruego.
G
José aceptó tu
propuesta. Ahora no se le ocurrirá reclamar por algo a lo que había renunciado.
Me obligaría a utilizar mis recursos de manera non sancta. A propósito, sabés
si José habla latín.
M
José no va a
hablar. José lo va a matar. En silencio.
G
Más tarde. O más
temprano.
Los grandes
piadosos terminan mostrando la hilacha.
En las tablas
dice No matarás, si no me equivoco.
M
No intentes volver
a enredarme en tu imprecisa retórica.
G
No. Ya no. Ya no
hace falta. Sí podría volver a enredarte entre mis piernas. Te gustaría, no.
Mamita.
M
Basta.
G
Basta, cómo no.
Sobra. Bueno, contame. Qué vas a hacer. Vas a abortar. Te advierto que los hijos
de ángel evolucionan muy rápidamente.
M
Por supuesto que
no voy a abortar.
G
Eso quiere decir
que aceptás.
M
No tengo otro
remedio.
G
Qué virgen más
desnaturalizada. No va a morir en una cruz, María. Va a ser un hermoso niño
(fijate, con este padre) destinado a una vida de bienaventuranza. De padres
santos. Me rectifico. De padre santo, porque la madre.
M
Dejame
tranquila.
Ya le dije que
lo voy a tener.
G
Estás segura.
M
Estoy segura.
G
A pesar de haber
sido olvidada de la mano de Dios.
M
Sí, señor.
G
A pesar de la
posible oposición de José.
M
No lo sé.
G
María, por
favor.
M
Sí.
G
Entonces vas a
ser madre.
M
Sí.
G
Por los. Siglos.
De los. Siglos.
M
Por los siglos
de los siglos, señor.
G
Completamente
segura.
M
Completamente.
G
Colosal, querida.
Felicitaciones.
Seda. Brocados.
Terciopelo. Hilos de oro. Mirá este tocado lo que es. Y estos rayos. Zapatos no
hacen falta porque no se ven. Un corsé por si querés ocultar la panza por
ahora. No querés. Bien, sin corsé. Maletín. Consideramos.
M
Quiénes.
G
Consideramos que
no es aconsejable que permanezcas en esta pobreza lamentable. Cambiate.
Volver al
silencio no va a cambiar nada, te aviso. Cambiate. Y si querés quedarte muda,
quedate muda. Hasta nos podría ser útil.
Estás muy bien.
Vamos.
Ah, me olvidaba.
José no está más.
M
Cómo.
G
No está.
Sencillamente no está. Salí de una vez.
3
G
Señoras y
señores, -cristianos, judíos y miscelánea-, esta mujer que aquí hoy me
acompaña, con su hermosa barriga desmesuradamente hinchada, no es una futura
madre como cualquiera. Está llena, sí, como pueden observarlo, pero no sólo de
una diminuta vida que espera ser recibida por nosotros en este tumultuoso
mundo. No, señores, no. Está llena de gracia. Veo algunos cabeceadores, que
nunca faltan, que asienten conmovidos. Sí, señores. Me hago presente para
decirles con orgullo y reverencia He aquí la llena de gracia. El Señor es con
ella. Pese a que se haya turbado al oír estas palabras, como corresponde a toda
mujer de bien, no teme, señoras y señores. Por qué no teme. No teme porque ha
hallado gracia en los ojos de Dios. Ha concebido en su seno, y dará a luz un
hijo a quien pondrá por nombre Jesús. Cómo es posible, preguntó ella y también
se lo estará preguntando usted, señora, siendo que no ha conocido varón
(entendiendo el verbo conocer en su antiquísima acepción, ustedes saben.). Y
aquí tendrán, como ella, la máxima revelación de este misterio: El Espíritu
Santo descendió sobre ella, y la virtud del Altísimo la cubrió con su sombra.
Por cuya causa el santo que de ella nacerá será llamado Hijo de Dios. Fuerte el
aplauso. Gracias, gracias, señoras y señores. María.
M
Soy la llena de
gracia el Señor es conmigo me turbo pero no temo porque he hallado gracia en
los ojos de Dios he concebido en mi seno y daré a luz un hijo a quien pondré
por nombre Jesús y si bien no he conocido varón el Espíritu Santo descendió
sobre mí y me cubrió con su sombra por cuya causa el santo que de mí nacerá
será llamado Hijo de Dios.
G
Y todo esto por
qué, María.
M
Porque ninguna
cosa es imposible para Dios.
G
Fuerte el
aplauso.
Y a
continuación, señoras y señores, María nos deleitará con sus palabras,
dulcísimas y finales palabras, para cerrar -por decirlo de algún modo- este
acontecimiento imborrable de la. Historia. Del cual ustedes gozan el privilegio
de participar. María, estamos contigo.
M
He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.
Prometo quedarme
callada. A un costado. Y me trago los gritos, y las lágrimas. Y el impulso
asesino, también. Pero no me pedirás que no me acerque en el último momento.
Vos sos el elegido. No yo. Yo fui la excusa. Yo soy la que no puede resistir
estar lejos de vos en este último momento. Después del vino con hiel. Después
del vinagre. Y también vas a permitirme llorar un poco.
G
A quién le estás
hablando.
M
Quédese quieto.
Lloro. Cumplo mi
promesa de no gritar. Y también la de no matar. Pero gritan. María de Betania.
María esposa de Cleofás. Tu María de Magdala.
Desvístase.
G
Qué es esto,
María.
M
Desvístase. Se
lo ruego.
Cubro tu
vergüenza con un trapo. Y entonces, con tus ojitos, húmedos, hirientes, ojos,
nos decís.
Abra los brazos.
Por favor. No va
a contrariarme delante de toda esta gente. Soy la Virgen, no.
En cruz.
Gracias.
Con tus ojos nos
decís.
No lloren por mí. Lloren por ustedes mismas. Y por sus hijos. Porque vendrán días en que se diga: dichosas las estériles y dichosos los vientres que no concibieron y los pechos
que no dieron de mamar.
Me veo obligada
a callar. Ya no sos mío. Y está tan claro. No te estás muriendo. No pierdo
nada. No siento dolor. Andá. Andá tranquilo, mi querido.
Dios.
G
Por qué me abandonaste.
M
Entonces sí,
como usted decía, fuerte el aplauso.
G
Espero hasta que
estemos solos otra vez, para no avergonzarte, y
digo Te advierto que la soberbia está muy lejos de la virtud que
pregonás a diestra y siniestra.
M
Mi única virtud
es haber entregado mi vida entera al Señor. Y esperar el final piadosamente.
Como una buena cristiana.
G
Cristiana. Cómo
vas a ser una buena cristiana siendo que el Cristo todavía no existe. El hijo
de Isabel lo anunciará. Y todos se le habrían reído en la cara si te hubieses
obstinado en tu prejuiciosa confusión.
M
Señor, está
ofendiendo mi fe. No se atreva a repetir eso delante de mí.
María ya lo
parió. Ya asistió a su muerte. Ya se vistió ridículamente de gala. Ya fue
estandarte de espiritualidad para cualquiera. Ya fue la sin mácula exprimida
hasta su última gota de sangre para habilitar las manchas. Ya fue Jesucristo su
hijo.
G
Si fue o no fue
da igual. Dejate acontecer. Da igual.
M
Según estimo,
usted está aquí desde el comienzo pretendiendo embarazarme.
G
Para eso existo,
María. Para traerte la buena nueva. A vos y a todos los hombres. Y seguiré
haciéndolo, siempre en el mismo instante. Para seguir siendo.
M
Y yo debo
aceptar, para seguir siendo.
G
Estás
recuperando tu fe. Aleluia.
M
De qué fe me
estás hablando.
G
María. Tus
padres te pusieron ese nombre. Estás a punto de contraer matrimonio con un
carpintero que se llama José.
M
Que, según vos,
no está más.
G
Sí, está.
Hiciste.
M
Está o no está.
G
Está. Y no está.
No me
interrumpas.
Hiciste tu
promesa de virginidad y él la aceptó. Tenés una prima estéril que se llama
Isabel. Estamos en el año cero. Prestá atención a este número. Cero.
Investigalo. En todas sus posibilidades. Vivís entre la bosta y el orégano de
este rincón perdido del planeta. Poco a poco perdiste la capacidad de recordar.
No sos tan distinta de los demás, como te empecinás en creer. Vos también diste
una vuelta entera. Ahora tenés que parir al Salvador.
M
Soy distinta de
los demás. Estoy entregada por completo a Dios. Pero sé que ésta es una empresa
inútil.
G
Y sos tan
ingenua para pensar que aquélla no lo fue.
M
No lo fue.
G
Como vos
quieras. No lo fue. Si vos no querés, no lo fue.
M
Me confundís.
G
Por supuesto. O
vas a decirme que existe otra alternativa.
M
Ya es tarde. Me
perdí. Acepté.
G
Y fuiste
inmediatamente inseminada.
M
Y si hubiese
mantenido mi negativa, hasta las últimas consecuencias.
G
No habrías sido
inseminada. Lógico.
M
Pero entonces.
G
Entonces te
aburrirías como un hongo.
4
M
Disuelvo mi
parte execrable. Me aferro a mi divinidad. Garantizo mi desaparición.
Dentro
de un momento dejaré de existir. Habrán de buscar a otra. Quién estará
dispuesta. Quién otra que no yo. Yo estaré dormida. O muerta. Y quién.
Guarda estas cosas que hablaron los siete truenos, y no las
escribas.
El segundo grito pasó, y bien pronto vendrá el tercer grito.
Y quién podrá mantenerse en pie.
__________________________________________________________________________________________________
Marcelo
Bertuccio. Buenos Aires, enero de 1997.
Estrenada
el 24 de octubre de 1998 en el Centro
Cultural Ricardo Rojas (en el marco de El
Festival del Rojas)
Actuación:
Irina Alonso
Actuación
y dirección: Marcelo Bertuccio
Diseño
de iluminación: Alejandro Le Roux
Proyecciones:
María Ana Zago
Entrenamiento
corporal: Jorge Antino
Asistencia
de producción: Paula Gallarino
Producción
ejecutiva: Jorge Zuzulich
Asistencia
de dirección: María Inés Howlin
Publicada
en El Festival del Rojas 98 99 00,
Libros del Rojas. Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar
Estudiantil. Oficina de Publicaciones del CBC. Universidad de Buenos Aires,
2000.
Traducida
y publicada como Heartbroken Mary loses struggle
with serpent of time. Traducción de Bryony Lavery. Oberon Books, National Theatre, Londres, 2004.
Estrenada en inglés en el II Fronteras Festival, Londres, con dirección de Tessa Walker,
2004.
[1]
“Dramática lucha en Japón para
evitar un desastre nuclear”. Tapa del diario Clarín de Buenos Aires del 14 de
marzo de 2011.