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lunes, diciembre 08, 2014

CORNUDO Y CONTENTO. LOPE DE RUEDA





















"CORNUDO Y CONTENTO" (Paso muy gracioso)

Compuesto por Lope de Rueda

Personajes

  • LUCIO: Doctor médico.

  • JERÓNIMO: Estudiante (el amante).

  • MARTÍN DE VILLALBA: Simple (el marido cornudo).

  • BÁRBARA: Su mujer (la infiel).


Escena I: La Consulta del Doctor

(Entra LUCIO, lamentándose por la falta de clientela. Ve llegar a MARTÍN)

LUCIO

¡Oh, miserabelis doctor, quanta pena paciuntur propter miseriam! ¿Qué fortuna es ésta, que no haya receptado en todo el día de hoy recepta ninguna? Pues, ¡mirad quién asoma para mitigar mi pena! Éste es un animal que le ha hecho creyente su mujer qu'está enferma, y ella hácelo por darse el buen tiempo con un estudiante. Y él es tan importuno que no lo hace con dos ni tres visitas al día. Pero venga, qu'en tanto que los pollos en el corral le turaren, nunca su mujer estará sin fiebre. —Sea bien allegado el bueno de Alonso de...

MARTÍN

No, no, señor Licenciado; Martín de Villalba me llamo para toda su honra.

LUCIO

Salus adque vita in qua Nestoreos superetis dias. ¿Para qué era nada d'esto, hermano Martín de Villalba?

MARTÍN

Señor, perdone vuesa merced, que aún están todavía pequeñuelos; pero sane mi mujer, que yo le prometo un ganso que tengo a engordar.

LUCIO

Déos Dios salud.

MARTÍN

No, no; primero a mi mujer, plegue a Dios, señor.

(LUCIO llama a su criado, ignorando la ofrenda de MARTÍN)

LUCIO

Mochacho, toma esos pollos, ciérrame esa gelosía.

MARTÍN

No, no, señor, que no son pollos de gelosía; vuesa merced puede estar descuidado. ¿Sabe cómo los ha de comer?

LUCIO

No, por cierto.

MARTÍN

Mire: primeramente les ha de quitar la vida, y plumallos, y echar la pluma y los hígados, si los tuviere dañados.

LUCIO

¿Y después?

MARTÍN

Después, ponellos a cocer y comer si tuviere gana.

LUCIO

Bien me parece todo eso. Pues, ¿cómo se ha sentido esta noche vuestra mujer?

MARTÍN

Señor, algún tanto ha reposado, que, como ha dormido en casa aquel su primo el estudiante, que tiene la mejor mano de ensalmador del mundo todo, no ha dicho en toda esta noche “aquí me duele”.

LUCIO

Yo lo creo.

MARTÍN

¡Guárdenos Dios del diablo!

LUCIO

¿Y queda en casa?

MARTÍN

Pues si aqueso no huese, ya sería muerta.

LUCIO

¿Tomó bien la purga?

MARTÍN

¡Ah, mi madre! Ni aun la quiso oler. Pero buen remedio nos dimos porque le hiciese impresión la melecina.

LUCIO

¿Cómo así?

MARTÍN

Señor, aquel primo suyo, como es muy letrudo, sabe lo qu'el diablo deja de saber.

LUCIO

¿De qué manera?

MARTÍN

Díjome: “Mirad, Martín de Villalba: vuestra mujer está de mala gana y es imposible qu'ella beba nada d'esto. Vos decís que queréis bien a vuestra mujer.” Dije yo: “¡Ah, mi madre! No estéis en eso, que juro a mí que la quiero como las coles al tocino.” Dijo él entuences: “Pues tanto monta; bien os acordáis que, cuando os casaron con ella, dijo el crego ser unidos en una misma carne.” Dije yo: “Así es verdad.” Dijo él: “Pues siendo verdad lo qu'el crego dijo, y siendo todo una misma carne, tomando vos esa purga, tanto provecho le hará a vuestra mujer como si ella la tornase.”

LUCIO

¿Qué hecistes?

MARTÍN

¡Pardiez! Apenas hubo acabado la zaguera palabra, cuando ya estaba el escudilla más limpia y enjuta que la podía dejar el gato de Mari Jiménez, que creo que no hay cosa más desbocada en toda esta tierra.

LUCIO

¡Bien le aprovecharía!

MARTÍN

¡Guárdenos Dios! Yo fui el que no pude más pegar los ojos, que ella a las once del día se despertó. Y como a mí me había quedado aquella madrugada tan enjuto el estómago con aquello de la escudilla, hízole tanto provecho a ella que se levantó con una hambre que se comiera un novillo, si se lo pusieran delante.

LUCIO

¿En fin...?

MARTÍN

En fin, señor, que como no me podía menear del dolor qu'en estos ijares sentía, díjome su primo: “Andad mal punto, que sois hombre sin corazón; de una negra purguilla estáis que no parescéis son búho serenado.” Entuences el señor, diciendo y haciendo, apañó una gallina por aquel pescuezo, que paresce que agora lo veo, y en un santiamén fue asada y cocida y traspillada entre los dos.

LUCIO

Hiciérame yo al tercio, como quien juega a la primera de Alemaña.

MARTÍN

¡Ah, mi madre! Bien lo quisiera yo, sino que me hicieron creyente que le haría daño a mi mujer lo que yo comiere.

LUCIO

Hicistes muy bien. ¡Mirad quién ha de vivir seguro de aquí adelante! Según me parece, a vos basta que curemos.

MARTÍN

Sí, señor, pero no me mande más de aquello de la'scudilla. Si no, no será mucho, a muchas escudilladas, ahorrar de tripas y quedarse el cuerpo como cangilón agujereado.

LUCIO

Agora, pues yo tengo ciertas visitas, id en buen hora, y acudíos por acá mañana, que con un buen regimiento que yo's ordenare, basta para que se acabe de curar.

MARTÍN

Dios lo haga, señor.

(Éntrase el DOCTOR y queda MARTÍN DE VILLALBA.)


Escena II: El Encuentro

(Sale BÁRBARA, su mujer, y el ESTUDIANTE, JERÓNIMO.)

JERÓNIMO

¡Por el cuerpo de todo el mundo! Señora Bárbara, veis aquí a vuestro marido que viene de hacia casa el doctor Lucio, y creo que nos ha visto. ¿Qué remedio...?

BÁRBARA

No tengáis pena, señor Jerónimo, que yo le enalbardaré como suelo. Hacerle he en creyente que vamos a cumplir ciertos votos que convienen para mi salud.

JERÓNIMO

¿Y... creerlo ha?

BÁRBARA

¿Cómo si lo creerá? Mal lo conocéis. Si yo le digo qu'en lo más fuerte del invierno se vaya a bañar en la más helada acequia, diciendo qu'es cosa que importa mucho a mi salud, aunque sepa ahogarse, se arrojará con vestidos y todo. Háblele.

JERÓNIMO

Bien venga el señor Martín de Villalba, marido de la señora mi prima y el mayor amigo que tengo.

MARTÍN

¡Oh, señor primo de mi mujer! Norabuena vea yo aquesa cara de Pascua de hornazos. ¿Dónde bueno? ¡Oh! ¿Quién es la revestida como la borrica de llevar novias?

JERÓNIMO

Déjala; no la toques. Una moza es que nos lava la ropa allá en el pupilaje.

MARTÍN

Mas, ¿a fe?

JERÓNIMO

Sí, en mi ánima; ¿habíate de decir yo a ti uno por otro?

MARTÍN

Bien lo creo, no te enojes. ¿Y adónde la llevas?

JERÓNIMO

A casa de unas beatas que le han de dar una oración para el mal de la jaqueca.

MARTÍN

¿Búrlasme, di?

JERÓNIMO

No, por vida tuya y de cuanto luce delante mis ojos.

MARTÍN

Ve'n buen hora. ¿Has menester algo?

JERÓNIMO

Dios te dé salud, no agora.

MARTÍN

Como tú deseas.

BÁRBARA

¡Oh, grande alimaña, que aun no me conoció! Aguija, traspongamos.

MARTÍN

¡Hola, hola, primo de mi mujer!

JERÓNIMO

¿Qué quieres?

MARTÍN

¡Aguarda, cuerpo del diabro! Que o yo m'engaño..., o es aquella saya la de mi mujer. Si ella es, ¿dónde me la llevas?

BÁRBARA

¡Ah, don traidor! ¡Mirad qué memoria tiene de mí, que topa su mujer en la calle y no la conoce!

MARTÍN

Calla, no llores, que me quiebras el corazón; que yo te conoceré, mujer, aunque no quieras, de aquí adelante. Pero dime: ¿ dónde vas?, ¿volverás tan presto?

BÁRBARA

Sí, volveré, que no voy sino a tener unas novenas a una santa con quien yo tengo grandísima devoción.

MARTÍN

¿Novenas? ¿Y qué son novenas, mujer?

BÁRBARA

¿No lo entendéis? Novenas s'entiende que tengo d'estar yo allá encerrada nueve días.

MARTÍN

¿Sin venir a casa, alma mía?

BÁRBARA

Pues..., sin venir a casa.

MARTÍN

Sobresaltado me habías, primo de mi mujer. ¡Burlonazo, maldita la sangre que me habías dejado engotada!

BÁRBARA

Pues conviene una cosa.

MARTÍN

¿Y qué, mujer de mi corazón?

BÁRBARA

Que ayunéis vos todos estos días que yo allá estuviere, a pan y agua, porque más aproveche la devoción.

MARTÍN

Si no es más que aqueso, soy muy contento. Ve'n buen hora.

BÁRBARA

Adiós; mirad por esa casa.

MARTÍN

Señora mujer, no te cumple hablar más como enferma, qu'el doctor me ha dicho que a mí me ha de curar, que tú, ¡bendito Dios!, ya vas mejorando.1

JERÓNIMO2

Quedad en buen hora, hermano Martín de Villalba.3

MARTÍN4

Ve con Dios. Mira, primo de mi mujer, no dejes de aconsejarle que, si se halla bien con las novenas, que las haga decenas, a5unque yo sepa ayunar un día más por su salud.

JERÓNIMO

Yo lo trabajaré. Queda con Dios.

MARTÍN

Y vaya con Él.

(FIN DEL PASO)

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