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BODAS DE SANGRE, Lorca


Federico García Lorca
BODAS DE SANGRE
TRAGEDIA EN TRES ACTOS
Y SIETE CUADROS
(1933)
PERSONAJES.
LA MADRE..
LA NOVIA.
LA SUEGRA.
LA MUJER DE LEONARDO.
LA CRIADA.
LA VECINA.
MUCHACHAS.
LEONARDO.
EL NOVIO.
EL PADRE DE LA NOVIA.
LA LUNA.
LA MUERTE (como mendigo).
LEÑADORES.
MOZOS.
ACTO PRIMERO
CUADRO PRIMERO
Habitación pintada de amarillo.
NOVIO.-(Entrando.) Madre.
MADRE.-¿Qué?
NOVIO.-Me voy.
MADRE.-¿Adónde?
NOVIO.-A la viña. (Va a salir.)
MADRE.-Espera.
NOVIO.-¿Quiere algo?
MADRE.-Hijo, el almuerzo.
NOVIO.-Déjelo. Comeré uvas. Deme la navaja.
MADRE.-¿Para qué?
NOVIO.-(Riendo.) Para cortarlas.
MADRE.-(Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja. .. Malditas sean todas y el bribón que las
inventó.
NOVIO.-Vamos a otro asunto.MADRE.-Y las escopetas y las pistolas y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de
la era.
NOVIO.-Bueno.
MADRE.-Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca,
que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...
NOVIO.-(Bajando la cabeza) Calle usted.
MADRE.- ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal
gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a
la serpiente dentro del arcón.
NOVIO.-¿Está bueno ya?
MADRE.-Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa. Primero tu padre; que me olía a clavel y lo
disfruté tres años escasos. Luego tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una
pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y
la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.
NOVIO.-(Fuerte.) ¿Vamos a acabar?
MADRE.-No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre? ¿Y a tu hermano? Y luego el
presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de
hierba, sin hablar , hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios. ..Los matadores, en presidio,
frescos, viendo los montes. ..
NOVIO.-¿Es que quiere usted que los mate?
MADRE.-No. ..Si hablo es porque. ..¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me
gusta que lleves navaja. Es que. ..que no quisiera que salieras al campo.
NOVIO.-(Riendo.) ¡Vamos!
MADRE.-Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos
cenefas y perritos de lana.
NOVIO.-(Coge de un brazo a la MADRE y ríe.) Madre, ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?
MADRE.-¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?
NOVIO.-(Levantándola en sus brazos.) Vieja, revieja, requetevieja.
MADRE.- Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó un hijo en cada
esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres; el trigo, trigo.
NOVIO.-¿ Y yo, madre?
MADRE.-¿ Tú, qué?
NOVIO. -¿Necesito decírselo otra vez?
MADRE.-(Seria.) ¡Ah!
NOVIO.-¿Es que le hace mal?
MADRE.-No.
NOVIO.-¿Entonces?
MADRE.-No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena.
¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento sin embargo, cuando la
nombro, como si me dieran una pedrada en la frente.
NOVIO.- Tonterías.
MADRE.-Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú y siento que te vayas.
NOVIO.-Pero usted vendrá con nosotros.
MADRE.-No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas,
y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al
lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machacocontra la tapia.
VECINA.-jAy!
MADRE.-(Mirándolo.)
NOVIO.-Me
VECINA.-¿Cómo
VECINA.-Tú
voy.
estás Mañana
estás?
bien. Hijo.
iré a verla.
MADRE.-¡Ay! (Pausa.)
NOVIO.-¿Qué ves.
MADRE.-Ya
quiere usted?
VECINA.-(Triste.) ¿ y tu hijo?
NOVIO.-(Fuerte.) Vuelta otra vez.
MADRE.-Salió.
MADRE. -Perdoname. (Pausa.)¿Cuánto
VECINA.-¡Al fin compró la viña!
tiempo llevas en relaciones?
MADRE.- Tuvo suerte.
NOVIO.-Tres años. Ya pude comprar la
viña.
MADRE.- Tres años. ¿Ella tuvo un novio, no?
NOVIO.-No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quién se casan.
MADRE.-Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una
mujer con un hombre, y ya está.
NOVIO.-Usted sabe que mi novia es buena.
MADRE.-No lo dudo. De todos modos siento no saber cómo fue su madre.
NOVIO.-¿Qué mas da?
MADRE.-¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?
NOVIO.-(Alegre) ¿Le parece bien el domingo?
MADRE.-(Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son anti.guos, y tú le compras. ..
NOVIo.-Usted entiende más. ..
MADRE.-Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes. .. ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti!
MADRE.-Sí, sí, y a ver si me alegras con seis nietos, o los que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo
lugar de hacérmelos a mí.
NOVIO.-El primero para usted.
MADRE.-Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.
NOVIO.-Estoy seguro de que usted querrá a mi novia.
MADRE.-La querré. (Se dirije a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das
a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea.
NOVIO.-Me voy.
MADRE.-Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.
NOVIO.-¡Lo dicho!
MADRE.-Anda con Dios. (Vase el NOVIO. La MADRE queda sentada de espaldas a la puerta.
Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.) Pasa.
VECINA.-Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos!. ..
MADRE.-Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.
MADRE.-¿Lo crees?
VECINA.-Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos cortados por
la máquina. (Se sienta.)
MADRE.-¿A Rafael?
VECINA.-Sí. y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están,
dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles.
MADRE.-Calla. Todo eso son invensiones, pero no consuelo.
VECINA.-Ahora se casará.
MADRE.-(Como despertando y acercando su silla a la silla de la VECINA.) Oye.
VECINA.-(En plan confidencial.) Dime.
MADRE.-¿Tú conoces a la novia de mi hijo?MADRE. -¿Has
MADRE.-No
le diré
visto nada.
qué día de calor?
VECINA.-(Besándola.) Nada.
MADRE.-(Serena.) ¡Las cosas!...
MADRE.-¡Siempre igual!
MADRE.-Sí pero...
VECINA.- Tú me preguntaste.
VECINA.-Pero quien la conozca a fondo
no hay nadie. Vive sola con su padre allí, tan lejos, a diez leguas de la casa más cercana. Pero es buena.
Acostumbrada a la soledad.
MADRE.-¿Y su madre?
VECINA.-A su madre la conocí. Hermosa. Le relucía la cara como a un santo; pero a mí no me gustó
nunca. No quería a su marido.
MADRE. -(Fuerte.) Pero ¡cuántas cosas sabéis las gentes!
VECINA.-Perdona. No quise ofender; pero es verdad. Ahora, si fue decente o no, nadie lo dijo. De esto
no se ha hablado. Ella era orgullosa.
MADRE.-Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerta las conociera nadie. Que fueran como dos
cardos, que ninguna persona les nombra y pinchan si llega el momento.
VECINA.-Tienes razón. Tu hijo va le mucho.
MADRE.-Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la muchacha tuvo novio hace tiempo.
VECINA.- Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años, con una prima de ella, por cierto.
Nadie se acuerda del noviazgo.
MADRE.-¿Cómo te acuerdas tú?
VECINA.-¡Me haces unas preguntas! ...
MADRE.-A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?
VECINA.-Leonardo.
MADRE.-¿Qué Leonardo?
VECINA.-Leonardo el de los Félix.
MADRE. -(Levantándose.) ¡De losFélix!
VECINA.-Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.
MADRE.-Es verdad... Pero oigo eso de Felix que llenárseme de cieno la boca (Escupe) y tengo que
escupir, tengo que escupir por no matar.
VECINA.-Repórtate; ¿qué sacas con eso?
MADRE.-Nada. Pero tú lo comprendes.
VECINA.-No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada. Tú estas vieja. Yo, tambien. A ti y a
mí nos toca callar.
VECINA.-Me voy, que pronto llegará mi gente del campo.
VECINA.-Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los segadores. Adiós, mujer.
MADRE.-Adiós (La Madre se dirige a la puerta de la izquierda. En medio del camino se detiene y
lentamente se santigua.)
TELÓN
VECINA.-¡Buena muchacha!
CUADRO SEGUNDO
Habitación pintada de rosa con cobres y ramas de flores populares. En el
Centro, una mesa con mantel. Es la mañana.
(SUEGRA de LEONARDO con un niño en brazos. Lo mece. La MUJER en la
otra esquina, hace punto de media.)por su verde sala?
MUJER.- (Bajo)
Duérmete clavel,
Que el caballo no quiere beber.
más fuerte que el agua.
MUJER.-
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA.-
su belfo caliente
Nana, niño, nana
con moscas de plata.
del caballo grande
A los montes duros
que no quiso el agua.
sólo relinchaba
El agua era negra
dentro de las ramas. SUEGRA.-
Cuando llega al puente Duérmete, rosal.
que el eaballo se pone a llorar.
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño, MUJER..-
lo que tiene el agua,
No quiso tocar
con su larga cola
la orilla mojada
SUEGRA.
con el río muerto
Duérmete. rosal,
sobre la garganta,
que el caballo se pone a llorar.
¡Ay caballo grande
L.as patas heridas,
que no quiso el agua!
las crines heladas,
¡ Ay dolor de nieve,
dentro de los ojos
caballo del alba!
un puñal de plata.
Bajaban al río.
SUEGRA.-
¡Ay, cómo bajaban!
¡No vengas! Detente,
La sangre corría
cierra la ventana
con ramas de sueños
y sueños de ramas.
MUJER.-
Mi niño duerme.
SUEGRA.-
Mi niño se calla.
MUJER.-
Caballo, mi niño
Tiene una almohada.SUEGRA.-
Su cuna de acero.
MUJER.-
Su colcha de holanda.
SUEGRA.-
Nana, niño nana.
MUJER.-
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
SUEGRA.-
¡No vengas, no entres!
Vete de la montaña.
Por los valles grises
Donde está la jaca.
MUJER.-(Mirando.)
Mi niño se duerme.
SUEGRA.-
Mi niño descansa.
MUJER.- (Bajito.)
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA.- (Levantándose y muy bajito.)
Duérmete rosal,
que el caballo se pone a llorar.
(Entran al niño. Entra LEONARDO.)
LEONARDO.- ¿Y el niño?
MUJER.-Se durmió.
LEONARDO.-Ayer no estuvo bien. Lloró por la noche.
MUJER.-(Alegre.) Hoy está como dalia. ¿Y tú? ¿Fuiste a casa del herrador?
LEONARDO.-De allí vengo ¿Querrás creer? Llevo más de dos meses poniendo herraduras nuevas al
caballo y siempre se le caen. Por lo visto se las arranca con las piedras.
MUJER.-¿Y no será que lo usas mucho?
LEONARDO.-No. Casi no lo utilizo.
MUJER.-Ayer me dijeron las vecinas que te habían visto al limite de los llanos.
LEONARDO.-¿Quién lo dijo?
MUJER.-Las mujeres que cogen las alcaparras. Por cierto que me sorprendió. ¿Eras tú?LEONARDO.-No. ¿Qué iba a hacer yo allí, en aquel secano?
MUJER.-Eso dije. Pero el caballo estaba reventando de sudar.
LEONARDO.-¿Lo viste tú?
MUJER.-No. Mi madre.
LEONARDO.-¿Está con el niño?
MUJER.-Sí ¿Quieres un refresco de limón?
LEONARDO.-Con agua bien fría.
MUJER.-¿Cómo no veniste a comer?...
LEONARDO.-Estuve con los medidores del trigo. Siempre entretienen.
MUJER.-(Haciendo el refresco y muy tierna.) ¿Y lo pagan a buen precio?
LEONARDO.-El justo.
MUJER.-Me hace falta un vestido y al niño una gorra de lazos
LEONARDO.- (Levantandose.) Voy a verlo.
MUJER.-Ten cuidado, que está dormido
SUEGRA.-(Saliendo.) Pero ¿quién da esas carreras al caballo? Está abajo tendido, con los ojos
desorbitados como si llegara del fin del mundo.
LEONARDO.-(Agrio.) Yo.
SUEGRA.-Perdona; tuyo es.
MUJER.-(Timida.) Estuvo con los medidores del trigo.
SUEGRA.-Por mí, que reviente. (Se sienta. Pausa.)
MUJER.-El refresco. ¿Está frío?
LEONARDO.-Sí.
MUJER.-¿Sabes que piden a mi prima?
LEONARDO.-¿Cuándo?
MUJER.-Mañana. La boda será dentro de un mes. Espero que vendrán a invitarnos.
LEONARDO.-(Serio.) No sé.
SUEGRA.-La madre de él creo que no estaba muy satisfecha con el casamiento.
LEONARDO.-Y quizá tenga razón. Ella es de cuidado.
MUJER.-No me gusta que penséis mal de una buena muchacha.
SUEGRA.-Pero cuando dice eso es porque la conoce. ¿No ves que fue tres años novia suya? (Con
intención.)
LEONARDO.-Pero la dejé. (A su MUJER.) ¿Vas a llorar ahora?
MUJER.-¡Quita! (Le aparta bruscamente las manos de la cara.) Vamos a ver al niño.
(Entran abrazados. Aparece la MUCHACHA, alegre. Entra corriendo.)
MUCHACHA.-Señora.
SUEGRA.-¿Qué pasa?
MUCHACHA.-Llegó el novio a la tienda y ha comprado todo lo mejor que había.
SUEGRA.- ¿Vino solo?
MUCHACHA.-No, con su madre. Seria, alta. (La imita.) Pero ¡qué lujo!
SUEGRA.-Ellos tienen dinero.
MUCHACHA.-¡Y compraron unas medias caladas!... ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en
medias! Mire usted: una golondrina aquí Señala el tobillo), un barco aquí (Señala la pantorrilla), y aquí
una rosa (Señala el muslo).
SUEGRA.-¡Niña!MUCHACHA.-¡Una rosa con las semillas y el tallo! ¡Ay! ¡Todo en seda!
SUEGRA.-Se van a juntar dos buenos capitales.
(Aparecen LEONARDO y su MUJER.)
MUCHACHA.-Vengo a deciros lo que están comprando.
LEONARDO.-(Fuerte) No nos importa.
MUJER.-Déjala.
SUEGRA.-Leonardo, no es para tanto.
MUCHACHA.-Usted dispense. (Se va llorando)
SUEGRA.-¿Qué necesidad tienes de poner a mal con las gentes?
LEONARDO.-No le he preguntado su opinión. (Se sienta)
SUEGRA.-Está bien. (Pausa.)
MUJER.-(A LEONARDO.) ¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de la cabeza? No me dejes así
sin saber nada...
LEONARDO.-Quita.
MUJER.-No. Quiero que me mires y me lo digas.
LEONARDO.-Déjame. (se levanta.)
MUJER.-¿Adónde vas, hijo?
LEONARDO.-(Agrio.) ¿Te puedes callar?
SUEGRA.- (Enérgica, a su hija.) ¡Callate! (Sale LEONARDO.) ¡El niño!
(Entra y vuelve a salir con él en brazos. La MUJER ha permanecido de pié, inmóvil.)
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
mas fuerte que el agua.
MUJER..-(Volviéndose lentamente y como soñando.)
Duérmete clavel,
que el caballo se pone a beber.
SUEGRA.-
Duérmete rosal,
que el caballo se pone a llorar.
MUJER.-
Nana, niño nana.
SUEGRA.-
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!MUJER.-(Dramática.)
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña! ¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
SUEGRA.-(Llorando.)
Mi niño duerme...
MUJER.-(Llorando y acercándose lentemente.)
Mi niño descansa...
SUEGRA.-
Duérmete, clavel,
que el caballo se pone a beber.
MUJER.-(Llorando y apoyándose sobre la mesa.)
Duérmete, rosal,
Que el caballo se pone a llorar.
TELÓN
CUADRO TERCERO
Interior de la cueva donde vive la NOVIA. Al fondo, una cruz de grandes
flores rosa. Las puertas redondas con cortinas de encaje y lazos rosa.
Por las paredes de material blanco y duro, abanicos redondos, jarros azules
y pequeños espejos.
CRIADA.- Pasen... (Muy afable, llena de hipocrecía humilde. Entran el NOVIO y su MADRE. La
MADRE viste de raso negro y lleva mantilla de encaje. El NOVIO, de pana negra con gran cadena de
oro.) ¿Se quieren sentar? Ahora vienen. (Sale.)
(Quedan madre e hijo sentados, inmóviles como estatuas. Pausa larga.)
MADRE.-¿Traes reloj?
NOVIO.-Sí. (Lo saca y lo mira.)
MADRE.-Tenemos que volver a tiempo. ¡Qué lejos vive esta gente!
NOVIO.-Pero estas tierras son buenas.
MADRE.-Buenas; pero demasiado solas. Cuatro horas de camino y ni una casa ni un árbol.
NOVIO.-Éstos son los secanos.
MADRE.-Tu padre los hubiera cubierto de árboles.
NOVIO.-¿Sin agua?
MADRE.-Ya la hubiera buscado. Los tres años que estuvo casado conmigo, plantó diez cerezos.
(Haciendo memoria.) Los tres nogales del molino, toda una viña y una planta que se llama Júpiter, que
da flores encarnadas, y se secó (Pausa.)
NOVIO.-(Por la novia.) Debe estar vistiéndose.(Entra el PADRE de la novia. Es anciano, con el cabello blanco reluciente. Lleva la cabeza inclinada.
La MADRE y el NOVIO se levantan y se dan las manos en silencio.)
PADRE.- ¿Mucho tiempo de viaje?
MADRE.-Cuatro horas. (Se sientan.)
PADRE.-Habéis venido por el camino más largo.
MADRE.-Yo estoy ya vieja para andar por las terreras del río.
NOVIO.-Se marea. (Pausa.)
PADRE.-Buena cosecha de esparto.
NOVIO.-Buena de verdad
PADRE.-En mi tiempo, ni esparto daba esta tierra. Ha sido necesario castigarla y hasta llorarla, para que
nos de algo provechoso.
MADRE.-Pero ahora da. No te quejes. Yo no vengo a pedirte nada.
PADRE.-(Sonriendo.) Tú eres más rica que yo. Las viñas valen un capital. Cada pámpano una moneda
de plata. Lo que siento es que las tierras...¿entiendes?...esten separadas. A mí me gusta todo junto. Una
espina tengo en el corazón, y es la huertecilla ésa metida entre mis tierras, que no me quieren vender por
todo el oro del mundo.
NOVIO.-Eso pasa siempre.
PADRE.-Si pudiéramos con veinte pares de bueyes traer tus viñas aquí y ponerlas en la ladera. ¡Qué
alegría!...
MADRE.-¿Para qué?
PADRE.-Lo mío es de ella y lo tuyo de él. Por eso. Para verlo todo junto. ¡que junto es una hermosura!
NOVIO.-Y sería menos trabajo.
MADRE.- Cuando yo me muera, vendéis aquello y compráis aquí al lado.
PADRE.- Vender, ¡vender!, ¡bah! Comprar, hija, comprarlo todo. Sí yo hubiera tenido hijos hubiera
comprado todo este monte hasta la parte del arroyo. Porque no es buena tierra; pero con brazos se la
hace buena, y como no pasa gente no te roban los frutos y puedes dormir tranquilo. (Pausa.)
MADRE.-Tú sabes a lo que vengo.
PADRE.-Sí.
MADRE.-¿Y qué?
PADRE.-Me parece bien. Ellos lo han hablado.
MADRE.-Mi hijo tiene y puede.
PADRE.-Mi hija también.
MADRE.-Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra más limpia que una sábana puesta al sol.
PADRE.-Qué te digo de la mía. Hace las migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como
la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes.
MADRE.-Dios bendiga su casa
PADRE.-Que Dios la bendiga.
(Aparece la CRIADA con dos bandejas. Una con copas y la otra con dulces.)
MADRE.-(Al hijo.) ¿Cuándo queréis la boda?
NOVIO.-El jueves próximo.
PADRE.-Día en que ella cumple veitidós años justos.
MADRE.-¡Veintidós años! Esa edad tendría mi hijo mayor si viviera. Que viviría caliente y macho
como era, si los hombres no hubieran inventado las navajas.PADRE.-En eso no hay que pensar.
MADRE.-Cada minuto. Métete la mano en el pecho.
PADRE.-Entonces el jueves. ¿No es así?
NOVIO.-Así es.
PADRE.-Los novios y nosotros iremos en coche hasta la iglesia, que está muy lejos, y el
acompañamiento en los carros y en las caballerías que traigan.
MADRE.-Conformes.
(Pasa la CRIADA.)
PADRE.- Díle que ya puede entrar, (A la MADRE.) Celebraré mucho que te guste.
(Aparece la NOVIA. Trae las manos caídas en actitud modesta y la cabeza baja.)
MADRE.- Acércate. ¿Estás contenta?
NOVIA.-Sí, señora.
PADRE.-No debes estar seria. Al fin y al cabo ella va a ser tu madre.
NOVIA.-Estoy contenta. Cuando he dado el sí es porque quiero darlo.
MADRE.-Naturalmente. (Le coge la barbilla.) Mírame.
PADRE.-Se parece en todo a mi mujer.
MADRE.-¿Sí?¡Qué hermoso mirar! ¿Tú sabes lo que es casarse, criatura?
NOVIA.-(Seria.) Lo sé.
MADRE.-Un hombre, unos hijos y una pared de dos varas de ancho para todo lo demás.
NOVIO.-¿Es que falta otra cosa?
MADRE.-No. Que vivan todos, ¡eso! ¡Que vivan!
NOVIA.-Yo sabré cumplir.
MADRE.-Aquí tienes unos regalos.
NOVIA.-Gracias.
PADRE.-¿No tomamos algo?
MADRE.- Yo no quiero. (Al NOVIO.) ¿Y tú?
NOVIO.- Tomaré. (Toma un dulce. La NOVIA toma otro.)
PADRE.-(Al NOVIO.) ¿Vino?
MADRE.-No lo prueba.
PADRE.-¡Mejor! (Pausa. Todos están de pie.)
NOVIO.- (A la NOVIA.) Mañana vendré.
NOVIA.-¿A qué hora?
NOVIO.-A las cinco.
NOVIA.-Yo te espero.
NOVIO.-Cuando me voy de tu lado siento un despego grande y así como un nudo en la garganta.
NOVIA.-Cuando seas mi marido ya no lo tendrás.
NOVIO.-Eso digo yo.
MADRE.-Vamos. El sol no espera. (Al PADRE.) : ¿Conformes en todo?
PADRE.-Conformes.
MADRE. -(A la CRIADA.) Adiós, mujer.
CRIADA.-Vayan ustedes con Dios.(La MADRE besa a la NOVIA y van saliendo en silencio.)
CRIADA.-Niña, hija, ¿qué te pasa? ¿Sientes dejar tu vida de reina? No pienses en cosas agrias. ¿Tienes
motivos? Ninguno. Vamos a ver los regalos. (Coge la caja.)
NOVIA.-Cogiéndola de las muñecas.) Suelta.
CRIADA.-¡Ay, mujer!
NOVIA.-Suelta, he dicho.
CRIADA.- Tienes más fuerza que un hombre.
NOVIA.-¿No he hecho yo trabajos de hombre? ¡Ojalá fuera!
CRIADA.-¡No hables así!
NOVIA.-Calla he dicho. Hablemos de otro asunto.
(La luz va desapareciendo de la escena. Pausa larga.)
CRIADA.-¿Sentiste anoche un caballo?
NOVIA.-¿A qué hora?
CRIADA.-A las tres.
NOVIA.-Sería un caballo suelto de la manada.
CRIADA.-No. Llevaba jinete.
NOVIA.-¿Por qué lo sabes?
CRIADA.-Porque lo vi. Estuvo parado en tu ventana. Me chocó mucho.
NOVIA.-¿No sería mi novio? Algunas veces ha pasado a esas horas.
CRIADA.-No.
NOVIA.-¿Tú le viste?
CRIADA.-Sí.
NOVIA.-¿Quién era?
CRIADA.-Era Leonardo.
NOVIA.-(Fuerte.) ¡Mentira! ¡Mentira! ¿A qué viene aquí?
CRIADA.-Vino.
NOVIA.-¡Callate! ¡Maldita sea tu lengua!
(Se siente el ruido de un caballo.)
CRIADA.- (En la ventana.) Mira, asómate. ¿Era?
MADRE.-(En la puerta.) Adiós, hija. (La NOVIA contesta con la mano.)
PADRE. -Yo salgo con vosotros.
(Salen.)
CRIADA.-Que reviento por ver los regalos.
NOVIA.-(Agria.) Quita.
CRIADA.-¡Ay, niña, enséñamelos!
NOVIA.-No quiero.
CRIADA.-Siquiera las medias. Dicen que son todas caladas. ¡Mujer!
NOVIA.-¡Ea, que no!
CRIADA.-¡Por Dios! Está bien. Parece como si no tuvieras ganas de casarte.
NOVIA.-(Mordiéndose la mano con rabia.) ¡Ay!NOVIA.-¡Era!
TELÓN RÁPIDO
ACTO SEGUNDO
CUADRO PRIMERO
Zaguán de casa de la NOVIA. Portón al fondo. Es de noche. La NOVIA sale
con enaguas blancas encañonadas, llenas de encajes y puntas bordadas y un
corpiño blanco, con los brazos al aire. La CRIADA, lo mismo.
CRIADA.-Aquí te acabaré de peinar.
NOVIA.-No se puede estar ahí dentro del calor.
CRIADA.-En estas tierras no refresca ni al amanecer.
(Se sienta la NOVIA en una silla baja y se mira en un espejito de mano. La CRIADA la peina.)
NOVIA.-Mi madre era de un sitio donde había muchos árboles. De tierra rica.
CRIADA.-¡Así era ella de alegre!
NOVIA.-Pero se consumió aquí.
CRIADA.-El sino.
NOVIA.-Como nos consumimos todas. Echan fuego las paredes. ¡Ay! No tires demasiado.
CRIADA.-Es para arreglarte mejor esta onda. Quiero que te caiga sobre la frenté. ( La NOVIA se mira
en el espejo.) ¡Qué hermosa estás! ¡Ay! (La besa apasionadamente.)
NOVIA. -(Seria.) Sigue peinándome.
CRIADA. -(Peinándola.) ¡Dichosa tú que vas a abrazar a un hombre, que lo vas a besar, que vas a sentir
su peso!
NOVIA.-Calla.
CRIADA.-Y lo mejor es cuando te despiertes y lo sientas al lado y que él te roza los hombros con su
aliento, como con una plumilla de ruiseñor.
NOVIA.-(Fuerte.) ¿Te quieres callar?
CRIADA.-¡Pero niña! ¿Una boda, qué es? Una boda es esto y nada más. ¿Son los dulces? ¿Son los ramos
de flores? No. Es una cama relumbrante y un hombre y una mujer.
NOVIA.-No se debe decir.
CRIADA.-Eso es otra cosa ¡Pero es bien alegre!
NOVIA.-O bien amargo.
CRIADA.-El azahar te lo voy a poner desde aquí hasta aquí, de modo que la corona luzca sobre el
peinado. (Le prueba un ramo de azahar.)
NOVIA. -(Se mira en el espejo.) Trae. (Coge el azahar, lo mira y deja caer la cabeza, abatida.)
CRIADA.-¿Qué es esto?
NOVIA.-Déjame.
CRIADA.-No son horas de ponerse triste. ( Animosa.) Trae el azahar. (La NOVIA tira el azahar.)
¡Niña! ¿Qué castigo pides tirando al suelo la corona? ¡Levanta esa frente! ¿Es que no te quieres casar?
Dilo. Todavía te puedes arrepentir. (Se levanta.)
NOVIA.-Son nublos. Un mal aire en el centro, ¿quién no lo tiene?
CRIADA.-¿Tú quieres a tu novio?NOVIA.- Ya me he comprometido.
CRIADA.- Te voy a poner la corona.
NOVIA. -(Se sienta.) Date prisa, que ya deben ir llegando.
NOVIA.-Lo quiero.
CRIADA.-Ya llevarán lo menos dos horas de camino.
CRIADA.-Sí, sí, estoy segura.
NOVIA.-¿Cuánto hay de aquí a la iglesia?
NOVIA.-Pero éste es un paso muy grande.
CRIADA.-Hay que darlo.
NOVIA.-(Fuerte.) ¿Te quieres callar?
CRIADA.-¡Pero niña! ¿Una boda, qué es? Una boda es
esto y nada más. ¿Son los dulces? ¿Son los ramos de flores? No. Es una cama relumbrante y un hombre
y una mujer.
NOVIA.-No se debe decir.
CRIADA.-Eso es otra cosa ¡ Pero es bien alegre!
NOVIA.-O bien amargo.
CRIADA.-El azahar te lo voy a poner desde aquí hasta aquí, de modo que la corona luzca sobre el
peinado. (Le prueba un ramo de azahar.)
NOVIA. -(Se mira en el espejo.) Trae. (Coge el azahar, lo mira y deja caer la cabeza, abatida.)
CRIADA.-¿Qué es esto?
NOVIA.-Déjame.
NOVIA.-(Sonriente.) Vamos.
CRIADA.-No son horas de ponerse triste. (Animosa.)
Trae el azahar. (La NOVIA tira el azahar.) ¡Niña!
¿Qué castigo pides tirando al suelo la corona? ¡Levanta esa frente! ¿Es que no te quieres casar? Dilo.
Todavía te puedes arrepentir. (Se levanta.)
NOVIA.-Son nublos. Un mal aire en el centro, ¿quién no lo tiene?
CRIADA.-¿Tú quieres a tu novio?
NOVIA.-Lo quiero.
CRIADA.-Sí, sí, estoy segura.
NOVIA.-Pero éste es un paso muy grande.
CRIADA.-Hay que darlo.
CRIADA.-Cinco leguas por el arroyo, que por el camino hay el doble.
(La NOVIA se levanta y la CRIADA se entusiasma al verla.)
Despierte la novia
la mañana de la boda.
¡Qué los ríos del mundo
lleven tu corona!
CRIADA.-(La besa entusiasmada y baila alrededor.)
Que despierte
con el ramo verde
del laurel florido.
¡Que despierte
por el tronco y la rama
de los laureles!
(Se oyen unos aldabonazos.)NOVIA.-¡Abre! Deben ser los primeros convidados. (Entra. La CRIADA abre sorprendida.)
CRIADA.-¿ Tú?
LEONARDO.-Yo. Buenos días.
CRIADA.-¡El primero!
LEONARDO.-¿No me han convidado?
CRIADA.-Sí.
LEONARDO.-Por eso vengo.
CRIADA.-¿Y tu mujer?
LEONARDO.-Yo vine a caballo. Ella se acerca por el camino.
CRIADA.-¿No te has encontrado a nadie?
LEONARDO.-Los pasé con el caballo.
CRIADA.-Vas a matar al animal con tanta carrera.
LEONARDO. -iCuando se muera muerto está! ( Pausa.)
CRIADA.-Siéntate. Todavía no se ha levantado nadie.
LEONARDO.-¿Y la novia?
CRIADA.-Ahora mismo la voy a vestir.
LEONARDO.-¡La novia! ¡Estará contenta!
CRIADA. -(Variando de conversación.) ¿ Y el riiño?
LEONARDO.-¿Cuál?
CRIADA.- Tu hijo.
LEONARDO.- (Recordando como soñoliento.) ¡Ah!
CRIADA.-¿Lo traen?
LEONARDO.-No. (Pausa. Voces cantando muy lejos.)
VOCES.-
¡Despierte la novia
la mañana de la boda!
LEONARDO.-
Despierte la novia
la mañana de la boda.
CRIADA.-Es la gente. Vienen lejos todavía.
LEONARDO.-(Levantándose.) ¿La novia llevará una corona grande, no? No debía ser tan grande. Un
poco más pequeña le sentaría mejor. ¿Y trajo ya el novio el azahar que se tiene que poner en el pecho?
NOVIA. -(Apareciendo todavía en enaguas y con la corona de azahar puesta.) Lo trajo.
CRIADA.-(Fuerte.) No salgas así.
NOVIA. -¿Qué más da? ( Seria.) ¿Por qué preguntas si trajeron el azahar? ¿Llevas intención?
I.EONARDO.-Ninguna. ¿Qué inteneión iba a tener? (Acercándose.) Tú, que me conoces, sabes que no
la llevo. Dímelo. ¿Quién he sido yo para ti? Abre y refresca tu recuerdo. Pero dos bueyes y una mala
choza son casi nada. Ésa es la espina.
NOVIA.-¿A qué vienes?
LEONARDO.-A ver tu casamiento.
NOVIA.-¡También yo vi el tuyo!LEONARDO.-Amarrado por ti, hecho con tus dos manos. A mí me pueden matar, pero no me pueden
escupir. Y la plata, que brilla tanto, escupe algunas veces.
NOVIA.-¡Mentira!
LEONARDO.-No quiero hablar, porque soy hombre de sangre y no quiero que todos estos cerros oigan mis
voces.
NOVIA.-Las mías serían más fuertes.
CRIADA.-Estas palabras no pueden seguir. Tú no tienes que hablar de lo pasado. ( La CRIADA mira a las
puertas presa de inquietud.)
NOVIA.-Tiene razón. Yo no debo hablarte siquiera. Pero se me calienta el alma de que vengas a verme y
atisbar mi boda y preguntes con intención por el azahar. Vete y espera a tu mujer en la puerta.
LEONARDO.-¿Es que tú y yo no podemos hablar?
CRIADA.-(Con rabia.) No; no podéis hablar.
LEONARDO.-Después de mi casamiento he pensado noche y día de quién era la culpa, y cada vez que
pienso sale una culpa nueva que se come a la otra; ¡pero siempre hay culpa!
NOVIA.- ( Temblando.) No puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es como si me bebiera una botella de anís
y me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra, y sé que me ahogo, pero voy detrás.
CRIADA. -(Cogiendo a LEONARDO por las solapas.) ¡Debes irte ahora mismo!
LEONARDO.-Es la última vez que voy a hablar con ella. No temas nada.
NOVIA.- Y sé que estoy loca y sé que tengo el pecho podrido de aguantar, y aquí estoy quieta por oírlo,
por verlo menear los brazos.
LEONARDO.-No me quedo tranquilo si no te digo estas cosas. Yo me casé. Cásate tú ahora.
CRIADA.-(A LEONARDO.) ¡Y se casa!
VOCES.-(Cantando más cerca.)
Despierte la novia
la mañana de la boda.
NOVIA.-
¡Despierte la novia!
(Sale corriendo a su cuarto.)
CRIADA.-Ya está aquí la gente. ( A LEONARDO.) No te vuelvas a acercar a ella.
LEONARDO.-Descuida. (Sale por la izquierda. Empieza áclarear el día.)
MUCHACHA 1a (Entrando.)
Despierte la novia
la mañana de la boda;
ruede la ronda
y en cada balcón una corona.
VOCES..-
¡Despierte la novia!
CRIADA.-(Moviendo algazara.)
Que despierte
con el ramo verde
del amor florido.
¡Que despierte
por el tronco y la rama de los laureles!MUCHACHA 2a (Entrando.)
Que despierte
con el largo pelo,
camisa de nieve,
botas de charol y plata
y jazmines en la frente.
CRIADA.-
¡Ay, pastora,
que la luna asoma!
MUCHACHA 1a.-
¡Ay, galán,
deja su sombrero por el olivar!
Mozo 1.o (Entrando con el sombrero en alto.)
Despierte la novia,
que por los campos viene
rodando la boda,
con bandejas de dalias
y panes de gloria.
VOCES.-
¡Despierte la novia!
MUCHACHA 2a.-
La novia
se ha puesto su blanca corona,
y el novio
se la prende con lazos de oro.
CRIADA.-
Por el toronjil
la novia no puede dormir.
MUCHACHA 3a.-(Entrando.)
Por el naranjel
el novio le ofrece cuchara y mantel.
(Entran tres CONVIDADOS.)
MOZO 1.o-
¡Despierta, paloma!
El alba despeja
campanas de sombra.CONVIDADO.-
La novia, la blanca novia,
hoy doncella,
mañana señora.
MUCHACHA 1a.-
Baja, morena
arrastrando tu cola de seda.
CONVIDADO.-
Baja, morenita,
que llueve rocío la mañana fría
MOZO 1.o-
Despertad, señora. despertad,
porque viene el aire lloviendo azahar.
CRIADA.-
Un árbol quiero bordarle
lleno de cintas granates
y en cada cinta un amor
con vivas alrededor.
VOCES.-
Despierte la novia.
MOZO 1.o-
¡La mañana de la boda!
CONVIDADO.-
La mañana de la boda
qué galana vas a estar
pareces, flor de los montes,
la mujer de un capitán.
PADRE.-(Entrando.)
La mujer de un capitán
se lleva el novio
¡Ya viene con sus bueyes
por el tesoro!
MUCHACHA 3.o-
El novio
parece la flor del oro;
cuando camina,
a sus plantas se agrupan las clavelinasCRIADA.-
¡Ay mi niña dichosa!
MOZO 2.o-
Que despierte la novia.
CRIADA.-
¡Ay mi galana!
MUCHACHA 1.a-
La boda está llamando
por las ventanas.
MUCHACHA 2.a-
Que salga la novia.
MUCHACHA 1.a-
¡Que salga, que salga!
CRIADA.-
¡Oue toquen y repiquen
las campanas!
MOZO 1.o-
¡Que viene aquí! ¡Que sale ya!
CRIADA.-
¡Como un toro, la boda
levantándose está!
(Aparece la NOVIA. Lleva un traje negro mil novecientos, con caderas y larga cola rodeada de gasas
plisadas y encajes duros. Sobre el peinado de visera lleva la corona de azahar. Suenan las guitarras.
Las MUCHACHAS besan a la NOVIA.)
MUCHACHA 3.a-¿Qué esencia te echaste en el pelo?
NOVIA.-(Riendo.) Ninguna.
MUCHACHA 2.a-(Mirando el traje ) La tela es de lo que no hay.
MOZO 1.o-¡Aquí está el novio!
NOVIO.-¡Salud!
MUCHACHA 1.a-(Poniéndole un flor en la oreja.)
El novio
parece la flor del oro.
MUCHACHA 2.a-¡iAires de sosiego
le manan los ojos!
(El Novio se dirige al lado de la NOVIA.)NOVIA.-¿Por qué te pusiste esos zapatos?
NOVIO.-Son más alegres que los negros.
MUJER DE LEONARDO. -(Entrando y besando a la NOVIA.) ¡Salud!
(Hablan todas con algazara.)
LEONARDO.-(Entrando como quien cumple un deber.)
La mañana de casada
la corona te punemos.
MUJER.-
¡Para que el campo se alegre
con el agua de tu pelo!
MADRE.-(Al PADRE.) ¿También están ésos aquí?
PADRE.-Son familia. ¡Hoy es día de perdones!
MADRE.-Me aguanto, pero no perdono.
NOVIO.-¡Con la corona da alegría mirarte!
NOVIA. -¡Vámonos pronto a la iglesia!
NOVIO.-¿ Tienes prisa?
NOVIA.-Sí. Estoy deseando ser tu mujer y quedarme sola contigo, y no oír más voz que la tuya.
NOVIO.-¡Eso quiero yo!
NOVIA.- Y no ver más que tus ojos.y que me abrazaras tan fuerte, que aunque me llamara mi madre,
que está muerta, no me pudiera despegar de ti.
NOVIO.-Yo tengo fuerza en los brazos. Te voy a abrazar cuarenta años seguidos.
NOVIA. -(Dramática, cogiéndolo del brazo.) ¡Siempre!
PADRE.-Vamos pronto! ¡A coger las caballerías y los carros! Que ya ha salido el sol.
MADRE.-¡Que llevéis cuidado! No sea que tengamos mala hora.
(Se abre el gran portón del fondo. Empiezan a salir.)
CRIADA-( Llorando.)
Al salir de tu casa,
blanca doncella,
acuérdate que sales
como una estrella. ..
MUCHACHA.- 1.a-
Limpia de cuerpo y ropa,
al salir de tu casa para la boda.
(Van saliendo.)
CRIADA.-
¡El aire pone flores
por las arenas!
MUCHACHA.- 3.a-¡Ay la blanca niña!
de su mantilla
CRIADA.-
Aire oscuro el encaje
VOCES.
(Salen. Se oyen guitarras, palillos y panderetas. Quedan solos LEONARDO y su MUJER.)
MUJER.-Vamos.
LEONARDO.-¿Adónde?
MUJER.-A la iglesia. Pero no vas en el caballo. Vienes conmigo.
LEONARDO.-¿En el carro?
MUJER.-¿Hay otra cosa? ,
LEONARDO. -Yo no soy hombre para ir en carro.
MUJER.-Y yo no soy mujer para ir sin su marido a un casamiento. ¡Que no puedo más!
LEONARDO.-¡Ni yo tampoco!
MUJER.-¿Por qué me miras así? Tienes una espina en cada ojo.
LEONARDO.-¡Vamos!
MUJER.-No sé lo que pasa. Pero pienso y no quiero pensar. Una cosa sé. Yo ya estoy despachada. Pero
tengo un hijo. y otr19 que viene. Vamos andando. El mismo sino tuvo mi madre. Pero de aquí no me
muevo. (Voces fuera.)
¡Al salir de tu casa
para la iglesia,
acuérdate que sales
como una estrella!
MUJER.-(Llorando.)
¡Acuerdate que sales
como una estrella!
Así salí yo de mi casa también.
Que me cabía todo el campo en
la boca.
LEONARDO.-(Levantándose.) Vamos.
MUJER.-¡Pero conmigo!
LEONARDO.-Sí. (Pausa.) ¡Echa a andar! (Salen.)
VOCES.-
Al salir de tu casa
para la iglesia,
acuérdate que sales
como una estrella.
TELÓN LENTO
CUADRO SEGUNDOMADRE.-(Entrando.) ¡Por fin! Exterior de la cueva de la NOVIA. Entonación en
blancos, grises y azules
fríos. Grandes chumberas. Todos sombríos plateados. Panorama de mesetas
color barquillo, todo endurecido como paisaje de cerámica popular.
CRIADA.-(Arreglando en una mesa copas y bandejas.)
Giraba
giraba la rueda
y el agua pasaba;
porque llega la boda
que se aparten las ramas
y la luna se adorne
por su blanca baranda.
(En voz alta.) ¡Pon los manteles!
(En voz patética) Cantaban,
cantaban los novios
Y el agua pasaba.
Porque llega la boda
que relumbre la escarcha
y se llenen de miel
las almendras amargas.
(En voz alta.) ¡Prepara el vino!
(En voz poética.) Galana.
Galana de la tierra,
mira cómo el agua pasa.
Porque llega tu boda
recógete las faldas
y bajo el ala del novio
nunca salgas de to casa.
Porque el novio es un palomo
con todo el pecho de brasa
y espera el campo el rumor
de la sangre derramada.
Giraba,
giraba la rueda
y el água pasaba.
¡Porque llega to boda,
deja que relumbre el agua!
PADRE.- ¿Somos los primeros?CRIADA.-No. Hace rato llegó Leonardo con su mujer. Corrieron como demonios. La mujer llegó
muerta de miedo. Hicieron el camino como si hubieran venido a caballo.
PADRE.-Ése busca la desgracia. No tiene buena sangre.
MADRE. ¿Qué sangre va a tener? La de toda su familia. Mana de su bisabuelo, que empezó matando, y
sigue en toda la mala ralea, manejadores de cuchillos y gente de falsa sonrisa.
PADRE.-¡Vamos a dejarlo!
CRIADA.- ¿Cómo lo va a dejar?
MADRE.-Me duele hasta la punta de las venas. En la frente de todos ellos yo no veo más que la mano
con que mataron a lo que era mío. ¿Tú me ves a mí? ¿No to parezco loca? Pues es loca de no haber
gritado todo lo que mi pecho necesita. Tengo en mi pecho un grito siempre puesto de pie a quien tengo
que castigar y meter entre los mantos. Pero se llevan a los muertos y hay que callar. Luego la gente
critica. (Se quita el manto.)
PADRE.-Hoy no es día de que to acuerdes de esas cosas.
MADRE.-Cuando sale la conversación, tengo que hablar. Y hoy más. Porque hoy me quedo sola en mi
casa.
PADRE.-En espera de estar acompañada.
MADRE. - Ésa es mi iilusión: los nietos. (Se sientan.)
PADRE.-Yo quiero que tengan muchos. Esta tierra necesita brazos que no sean pagados. Hay que
sostener una batalla con las malas hierbas, con los cardos, con los pedruscos que salen no se sabe dónde.
Y estos brazos tienen que ser de los dueños, que castiguen y que dominen, que hagan brotar las
simientes. Se necesitan muchos hijos.
MADRE.-¡Y alguna hija! ¡Los varones son del viento! Tienen por fuerza que manejar armas. Las niñas
no salen jamás a la calle.
PADRE.-(Alegre.) Yo creo que tendrán de todo.
MADRE.-Mi hijo la cubrirá bien. Es de buena simiente. Su padre pudo haber tenido conmigo muchos
hijos.
PADRE.-Lo que yo quisiera es que esto fuera cosa de un día. Que en seguida tuvieran dos o tres
hombres.
MADRE.-Pero no es así. Se tarda mucho. Por eso es tan terrible ver la sangre de una derramada por el
suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros nos ha costado años. Cuando yo llegué a ver a mi
hijo, estaba tumbado en mitad de la calle. Me mojé las manos de sangre y me las lamí con la lengua.
Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría yo la tierra em-
papada por ella.
PADRE.-Ahora tienes que esperar. Mi hija es ancha y tu hijo es fuerte.
MADRE.-Así espero. (Se levantan.)
PADRE. - Prepara las bandejas de trigo.
CRIADA.-Están preparadas.
MUTER DE LEONARDO.-(Entrando.) ¡Que sea para bien!
MADRE.-Gracias.
LEONARDO. ¿Va a haber fiesta?
PADRE.-Poca. La gente no puede entretenerse.
CRIADA.-¡Ya están aquí!
(Van entrando invitados en alegres grupos. Entran los novios cogidos del brazo. Sale LEONARDO.)
NOVIO.- En ninguna boda se vio tanta gente.NOVIA.-(Sombría.) En ninguna.
PADRE.-Fue lucida.
MADRE.-Ramas enteras de familias han venido.
NOVIO.-Gente que no salía de su casa.
MADRE.-Tu padre sembró mucho y ahora lo recoges tú.
NOVIO.-Hubo primos míos que yo ya no conocía.
MADRE.-Toda la gente de la costa.
NOVIA.- (Alegre.) Se espantaban de los caballos. (Hablan.)
MADRE.-(A la NOVIA.) ¿Qué piensas?
NOVIA.-No pienso en nada.
MADRE.-Las bendiciones pesan mucho. (Se oyen guitarras.)
NOVIA-Como plomo.
MADRE.-(Fuerte.) Pero no han de pesar. Ligera como paloma debes ser.
NOVIA. ¿Se queda usted aquí esta noche?
MADRE.-No. Mi casa está sola.
NOVIA.-¡Debía usted quedarse!
PADRE.- (A la MADRE.) Mira el baile que tienen formado. Bailes de allá de la orilla del mar.
(Sale LEONARDO y se sienta. Su MUJER detrás de él, en actitud rígida.)
MADRE.-Son los primos de mi marido. Duros como piedras para la danza.
PADRE. - Me alegra verlos. ¡Qué cambio para esta casa! (Se va.)
Novio.-(A la NovIA.) ¿Te gustó el azahar?
NOVIA.-(Mirándole fija.) Sí.
NOVIO. - Es todo de cera. Dura siempre. Me hubierá gustado que llevaras en todo el vestido.
NOVIA.-No hace falta. (Mutis LEONARDO por la derecha.)
MUCHACHA 1a.-Vamos a quitarte los alfileres.
NOVIA.-(Al NOVIO.) Ahora vuelvo.
MUJER.-¡Que seas feliz con mi prima!
NOVIO.-Tengo seguridad.
MUJER.-Aquí los dos; sin salir nunca y a levantar la casa. ¡Ojalá yo viviera también así de lejos!
NOVIO. ¿Por qué no compráis tierras? El monte es barato y los hijos se crían mejor.
MUJER.-No tenemos dinero. ¡Y con el camino que llevamos!
NOVIO.-Tu marido es un buen trabajador.
MUJER.-Sí, pero le gusta volar demasiado. Ir de una cosa a otra. No es hombre tranquilo.
CRIADA. ¿No tomáis nada? Te voy a envolver unos roscos de vino para to madre, que a ella le gustan
mucho.
NOVIO.-Ponle tres docenas.
MUJER.-No, no. Con media tiene bastante.
NOVIO.-Un día es un día.
MUJER.-(A la CRIADA.) ¿Y Leonardo?
CRIADA.-No lo vi.
NOVIO.-Debe estar con la gente.
MU JER.-¡Voy a ver! (Se va.)
CRIADA.-Aquello está hermoso.
NOVIO.- ¿Y tú no bailas?CRIADA.-No hay quien me saque.
(Pasan al fondo dos MUCHACHAS; durante todo este acto el fondo será un animado cruce de
figuras.)
NOVIO.-(Alegre.) Eso se llama no entender. Las viejas frescas como tú bailan mejor que las jóvenes.
CRIADA.-Pero ¿vas a echarme requiebros, niño? ¡Qué familia la tuya! ¡Machos entre los machos!
Siendo niña vi la boda de tu abuelo. ¡Qué figura! Parecía como si se casara un monte.
NOVIO-Yo tengo menos estatura.
CRIADA.-Pero el mismo brillo en los ojos. ¿Y la niña?
NOVIA.-Quitándose la toca.
CRIADA.-¡Ah! Mira. Para la medianoche, como no dormiréis, os he preparado jamón, y unas copas
grandes de vino antiguo. En la parte baja de la alacena. Por si lo necesitáis.
NOVIO. - (Sonriente.) No como a media noche.
CRIADA.-(Con malicia.) Si tú no, la novia. (Se va.)
Mozo 1°-(Entrando.) ¡Tienes que beber con nosotros!
NOVIO. Estoy esperando a la novia.
Mozo 2°-¡Ya la tendrás en la madrugada!
Mozo 1°-¡Que es cuando más gusta!
Mozo 2°-Un momento.
NOVIO.-Vamos.
(Salen. Se oye gran algazara. Sale la NOVIA. Por el lado opuesto salen dos MUCHACHAS corriendo
a encontrarla.)
MUCHACHA 1.a-¿A quién diste el primer alfiler, a mí o a ésta?
NOVIA.-No me acuerdo.
MUCHACHA 1-a -A mí me lo diste aquí.
MUCHACHA. 2a -A mí delante del altar.
NOVIA.-(Inquieta y con una gran lucha interior.) No sé nada.
MUCHACHA 1a -Es que yo quisiera que tú . . .
NOVIA.-(Interrumpiendo.) Ni me importa. Tengo mucho que pensar.
MUCHACHA 2a - Perdona. (LEONARDO Cruza al fondo.)
NOVIA.- (Ve a LEONARDO.) Y estos momentos son agitados.
MUCHACHA 1a -¡Nosotras no sabemos nada!
NOVIA.-Ya lo sabréis cuando os llegue la hora. Estos pasos son pasos que cuestan mucho.
MUCHACHA 1a -¿Te has disgustado?
NOVIA.-No. Perdonad vosotras.
MUCHACHA 2a -¿De qué? Pero los dos alfileres sirven para casarse, ¿verdad?
NOVIA.-Los dos.
MUCHACHA 1a -Ahora, que una se casa antes que otra.
NOVIA.-¿Tantas ganas tenéis?
MUCHACHA 2a -(Vergonzosa.) Sí.
NOVIA. ¿Para qué?
MUCHACHA 1a -Pues... (Abrazando a la segunda.)
(Echan a correr las dos. Llega el NOVIO y muy despacio abraza a la NOVIA por detrás.)NOVIA.- (Con gran sobresalto.) ¡Quita!
NOVI-¿Te asustas de mí?
NOVIA-¡Ay! ¿Eras tú?
NOVIO.-¿Quién iba a ser? (Pausa.) Tu padre o yo.
NOVIA.-¡Es verdad!
NOVIO.-Ahora que tu padre te hubiera abrazado más blando.
NOVIA.-(Sombría.) ¡Claro!
NOVIO.-(La abraza fuertemente de modo un poco brusco.) Porque es viejo.
NOVIA.-(Seca.) ¡Déjame!
NOVIO. ¿Por qué? (La deja.)
NOVIA.-Pues. .. la gente. Pueden vernos. (Vuelve a cruzar al fondo la CRIADA, que no mira a los
novios.)
NOVIO. ¿Y qué? Ya es sagrado.
NOVIA.-Sí, pero déjame.... Luego.
NOVIO.-¿Qué tienes? ¡Estás como asustada!
NOVIA.-No tengo nada. No te vayas. (Sale la mujer de LEONARDO.)
MUJER.-No quiero interrumpir...
NOVIO.-Dime.
MUJER. ¿Paso por aquí mi marido?
NOVIO.-No.
MUJER.-Es que no lo encuentro, y el caballo no está tampoco en el establo.
NOVIO.-(Alegre.) Debe estar dándole una carrera. (Se va la MUJER inquieta. Sale la CRIADA.)
CRIADA. ¿No andáis satisfechos de tanto saludo?
NOVIO.-Ya estoy deseando que esto acabe. La novia está un poco cansada.
CRIADA.-¿Qué es eso, niña?
NOVIA.-¡Tengo como un golpe en las sienes!
CRIADA.-Una novia de estos montes debe ser fuerte. (AI Novio.) Tú eres el único que la puedes. curar,
porque tuya es. (Sale corriendo.)
NOVIO.-(Abrazándola.) Vamos un rato al baile. (La besa.)
NOVIA.-(Angustiada.) No. Quiero echarme en la cama un poco.
NOVIO.-Yo to haré compañía.
NOVIA.-¡Nunca! ¿Con toda la gente aquí? ¿Qué dirían? Déjame sosegar un momento.
NOVIO.-¡Lo que quieras! ¡Pero no estés así por la noche!
NOVIA.-(En la puerta.) A la noche estaré mejor.
NOVIO.-¡Que es lo que yo quiero!
(Aparece la MADRE.)
MADRE.-Hijo.
NOVIO. ¿Dónde anda usted?
MADRE. En todo ese ruido. ¿Estás contento?
NOVIO.-Sí.
MADRE. ¿Y tu mujer?
NOVIO. - Descansa un poco. ¡Mal día para las novias!
MADRE. ¿Mal día? El único bueno. Para mí fue como una herencia. (Entra la CRIADA y se dirige al
cuarto de la NOVIA.) Es la roturación de las tierras, la plantación de árboles nuevos.NOVIO.-¿Usted se va a ir?
MADRE.-Sí. Yo tengo que estar en mi casa.
NOVIO.-Sola.
MADRE.-Sola no. Que tengo la cabeza llena de cosas y de hombres y luchas.
NOVIO.-Pero luchas que ya no son luchas.
(Sale la CRIADA rápidamente; desaparece corriendo por el f ondo.)
MADRE.-Mientras una vive, lucha.
NOVIO.-¡Siempre la obedezco!
MADRE.-Con tu mujer procura estar cariñoso, y si la notaras infatuada o arisca, hazle una caricia que le
produzca un poco de daño, un abrazo fuerte, un mordisco y luego un beso suave. Que ella no pueda
disgustarse, pero que sienta que tú eres el macho, el amo, el que manda. Así aprendí de tu padre. Y
como no to tienes, tengo que ser yo la que te enseñe estas fortalezas.
NOVIO.-Yo siempre haré lo que usted mande.
PADRE.-(Entrando.) ¿Y mi hija?
NOVIO.-Está dentro.
MUCHACHA la - ¡Vengan los novios, que vamos a bailar la rueda!
MOZO 1°-(Al Novio.) Tú la vas a dirigir.
PADRE.-(Saliendo.) ¡Aquí no está!
NOVIO. ¿No?
PADRE.-Debe haber salido a la baranda.
NOVIO.-¡Voy a ver! (Entra.)
(Se oye algazara y guitarras.)
MUCHACHA 1a-¡Ya han empezado! (Sale.)
NOVIO.-(Saliendo.) No está.
MADRE.-(Inquieta.) ¿No?
PADRE.-¿Y dónde pudo haber ido?
CRIADA.-(Entrando.) ¿Y la niña, dónde está?
MADRE.-(Seria.) No lo sabemos.
(Sale el NOVIO. Entran tres invitados.)
PADRE.-(Dramático.) Pero ¿no está en el baile?
CRIADA.-En el baile no está.
PADRE.-(Con arranque.) Hay mucha gente. ¡Mirad!
CRIADA.-¡Ya he mirado!
PADRE. - (Trágico.) ¿Pues dónde está?
NOVIO.-(Entrando.) Nada. En ningún sitio.
MADRE.-(Al PADRE.) ¿Qué es esto? ¿Dónde está tu hija?
(Entra la mujer de LEONARDO.)
MUJER.-¡Han huido! ¡Han huido! Ella y Leonardo. En el caballo. ¡Iban abrazados, como una exha-
lación!
PADRE.-¡No es verdad! ¡Mi hija. no!MADRE.-¡Tu hija, sí! Planta de mala madre, y él, también él. ¡Pero ya es la mujer de mi hijo!
NOVIO.- (Entrando.) ¡Vamos detrás! ¿Quién tiene un caballo?
MADRE. ¿Quién tiene un caballo ahora mismo, quién tiene un caballo? Que le daré todo lo que tengo,
mis ojos y hasta mi lengua...
VOZ.-Aquí hay uno.
MADRE. - (Al hijo.) ¡Anda! ¡Detrás! (Sale con dos mozos.) No. No vayas. Esa gente mata pronto y
bien...; ¡pero sí, corre, y yo detrás!
PADRE.-No será ella. Quizá se haya tirado al aljibe.
MADRE.-Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡ésa, no! Pero ya es mujer de mi hijo. Dos bandos.
Aquí hay dos bandos. (Entran todos.) Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí. Limpiarse el polvo de
los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo. (La gente se separa en dos grupos.) Porque tiene gente; que son
sus primos del mar y todos los que llegan de tierra adentro. ¡Fuera de aquí! Por todos los caminos. Ha
llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío. ¡Atrás! ¡Atrás!
TELÓN
ACTO TERCERO
CUADRO PRIMERO
Bosque. Es de noche. Grandes troncos húmedos. Ambiente oscuro. Se oyen dos violines.
(Salen tres LEÑADORES.)
LEÑADOR 1o-¿Y los han encontrado?
LEÑADOR 2°-No. Pero los buscan por todas partes.
LEÑADOR 3o-Ya darán con ellos.
LEÑADOR 2°.-¡Chisss!
LEÑADOR 3°-¿Qué?
LEÑADOR 2°-Parece que se acercan por todos los caminos a la vez.
LEÑADOR 1o-Cuando salga la luna los verán.
LEÑADOR 2°-Debían dejarlos.
LEÑADOR 1o-El mundo es grande. Todos pueden vivir en él.
LEÑADOR 3°-Pero los matarán.
LEÑADOR 2o-Hay que seguir la inclinación; han hecho bien en huir.
LEÑADOR 1°-Se estaban engañando uno a otro y al final la sangre pudo más.
LEÑADOR 3o-¡La sangre!
LEÑADOR 1°-Hay que seguir el camino de la sangre.
LEÑADOR 2o-Pero sangre que ve la luz se la bebe la tierra.
LEÑADOR 1°-¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
LEÑADOR 3°-Callar.
LEÑADOR 1°-¿Qué? ¿Oyes algo?
LEÑADOR 3o-Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.
LEÑADOR 1o-Pero el caballo no se siente.
LEÑADOR 3°.-No.LEÑADOR 1°-Ahora la estará queriendo.
LEÑADOR 2o-El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella.
LEÑADOR 3°-Los buscan y los matarán.
LEÑADOR 1°-Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como dos
arroyos secos.
LEÑADOR 2°-Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.
LEÑADOR 3°-El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una estrella furiosa. La
cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta.
LEÑADOR 1°-Su casta de muertos en mitad de la calle.
LEÑADOR 2°-¡Eso es!
LEÑADOR 3°-¿Crees que ellos lograrán romper el cerco?
LEÑADOR 2°-Es difícil. Hay cuchillos y escopetas a diez leguas a la redonda.
LEÑADOR 3°-Él lleva un buen caballo.
LEÑADOR 2°-Pero lleva una mujer.
LEÑADOR 1°-Ya estamos cerca.
LEÑADOR 2°-Un árbol de cuarenta ramas. Lo cortaremos pronto.
LEÑADOR 3°-Ahora sale la luna. Vamos a darnos prisa.
(Por la izquierda surge una claridad.)
LEÑADOR 1°.-
¡Ay luna que sales!
Luna de las hojas grandes.
LEÑADOR 2°.-
¡Llena de jazmines la sangre!
LEÑADOR 1°-
¡Ay luna sola!
¡Luna de las verdes hojas!
LEÑADOR 2°-
Plata en la cara de la novia.
LEÑADOR 3°.
¡Ay luna mala!
Deja para el amor la oscura rama.
LEÑADOR 1°
¡Ay triste luna!
¡Deja para el amor la rama oscura!
(Salen. Por la claridad de la izquierda aparece la LUNA. La LUNA es un leñador joven con la cara
blanca. La escena adquiera un vivo resplandor azul.)
LUNA.-
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrir tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales,
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre, su espalda de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada,
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mí!
¡Caliente, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme!
(A las ramas.)
No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.(Desaparece entre los troncos, y vuelve la escena a su luz oscura. Sale una anciana totalmente cubierta
por tenues paños verdeoscuros. Lleva los pies descalzos. Apenas si se !e verá el rostro entre los
pliegues. Este personaje no figura en el reparto.)
MENDIGA.-
Esa luna se va y ellos se acercan.
De aquí no pasan. El rumor del río
apagará con el rumor de troncos
el desgarrado vuelo de los gritos.
Aquí ha de ser, y pronto. Estoy cansada.
Abren los cofres, y los blancos hilos
aguardan por el suelo de la alcoba
cuerpos pesados con el cuello herido.
No se despierte un pájaro y la brisa,
recogiendo en su falda los gemidos,
huya con ellos por las negras copas
o los entierre por el blando limo.
(Impaciente.)
¡Esa luna, esa luna!
(Aparece la LUNA. Vuelve la luz azul intensa.)
LUNA.-
Ya se acercan.
Unos por la cañada y otros por el río.
Voy a alumbrar las piedras. ¿Qué necesitas?
MENDIGA.-
Nada.
LUNA.-
El aire va llegando duro, con doble filo.
MENDIGA.-
Ilumina el chaleco y aparta los botones,
que después las navajas ya saben el camino.
LUNA.-
Pero que tarden mucho en morir. Que la sangre
me ponga entre los dedos su delicado silbo.
¡Mira que ya mis valles de ceniza despiertan
en ansia de esta fuente de chorro estremecido!
MENDIGA.-No dejemos que pasen el arroyo. ¡Silencio!
LUNA.-
¡Allí vienen! (Se va. Queda la escena oscura.)
MENDIGA.-
De prisa. Mucha luz. ¿Me has oído? ¡No pLieden escaparse!
(Entran el Novio y Mozo 1° La MENDIGA se sienta y se tapa con el manto.)
NOVIO.-Por aquí.
Mozo 1o-No los encontrarás.
NOVIO (Enérgico.) ¡Sí los encontraré!
MOZO 1°-Creo que se han ido por otra vereda.
NOVIO.-No. Yo sentí hace un momento el galope.
MOZO 1°-Sería otro caballo.
NOVIO.-(Dramático.) Oye. No hay más que un caballo en el mundo, y es éste. ¿Te has enterado? Si me
sigues, sígueme sin hablar.
MOZO. 1°-Es que quisiera...
NOVIO.-Calla. Estoy seguro de encontrármelos aquí. ¿Ves este brazo? Pues no es mi brazo. Es el brazo
de mi hermano y el de mi padre y el de toda mi familia que está muerta. Y tiene tanto poderío, que
puede arrancar este árbol de raíz si quiere. Y vamos pronto, que siento los dientes de todos los míos
clavados aquí de una manera que se me hace imposible respirar tranquilo.
MENDIGA.-(Quejándose.) ¡Ay!
MOZO 1°-¿Has oído?
NOVIO. - Vete por ahí y da la vuelta.
MOZO 1°-Esto es una caza.
NOVIO.-Una caza. La más grande que se puede hacer.
(Se va el Mozo. El Novio se dirige rápidamente hacia la izquierda y tropieza con la MENDIGA, la
Muerte.)
MENDIGA.-¡Ay!
NOVIO. ¿Qué quieres?
MENDIGA.-Tengo frío.
NOVIO.-¿Adónde to diriges?
MENDIGA. - (Siempre quejándose como una mendiga.) Allá lejos. . .
NOVIO.-¿De dónde vienes?
MENDIGA.-De allí . . . , de muy lejos.
NOVIO. ¿Viste un hombre y una mujer que corrían montados en un caballo?
MENDIGA.-(Despertándose.) Espera. . . (Lo mira.) Hermoso galán. (Se levanta.) Pero mucho más
hermoso si estuviera dormido.
NOVIO.-Dime, contesta, ¿los viste?
MENDIGA.-Espera... ¡Qué espaldas más anchas! ¿Cómo no to gusta estar tendido sobre ellas y no andar
sobre las plantas de los pies que son tan chicas?
NOVIO.-(Zamarreándola.) ¡Te digo si los viste! ¿Han pasado por aquí?MENDIGA.-(Enérgica.) No han pasado; pero están saliendo de la colina. ¿No to oyes?
Novio-No.
MENDIGA. ¿Tú no conoces el camino?
NOVIO.-¡Iré sea como sea!
MENDIGA.-Te acompañaré. Conozco esta tierra.
NOVIO. - (Impaciente.) ¡Pues vamos! ¿Por dónde?
MENDIGA.-(Dramática.) ¡Por allí!
(Salen rápidos. Se pyen lejanos dos violines que expresan el bosque. Vuelven los LEÑADORES. Llevan
las hachas al hombro. Pasan lentos entre los troncos.)
LEÑADOR 1°.-
¡Ay muerte que sales!
Muerte de las hojas grandes.
LEÑADOR 2°.-
¡No abras el chorro de la sangre!
LEÑADOR 1°.-
¡Ay muerte sola!
Muerte de las secas hojas.
LEÑADOR 3°-
¡No cubras de flores la boda!
LEÑADOR 2°-
¡Ay triste muerte!
Deja para el amor la rama verde.
LEÑADOR 1°.-
¡Ay muerte mala!
¡Deja para el amor la verde rama!
(Van saliendo mientras hablan. Aparecen LEONARDO y la NOVIA.)
LEONARDO.-
¡Calla!
NOVIA.-
Desde aquí yo me iré sola.
¡Vete! Quiero que to vuelvas.
LEONARDO.-
¡Calla, digo!
NOVIA.-
Con los dientes,con las manos, como puedas,
quita de mi cuello honrado
el metal de esta cadena,
dejándome arrinconada
allá en mi casa de tierra.
Y si no quieres matarme
como a víbora pequeña,
pon en mis manos de novia
el cañón de la escopeta.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
LEONARDO.-
Ya dimos el paso; ¡calla!
porque nos persiguen cerca
y to he de llevar conmigo.
NOVIA.-
¡Pero ha de ser a la fuerza!
LEONARDO.-
¿A la fuerza? ¿Quién bajó primero las escaleras?
NOVIA.-
Yo las bajé.
LEONARDO.-
¿Quién le puso al caballo bridas nuevas?
NOVIA.-
Yo misma. Verdá.
LEONARDO.-
¿Y qué manos me calzaron las espuelas?
NOVIA.-
Estas manos, que son tuyas,
pero que al verte quisieran
quebrar las ramas azules
y el murmullo de tus venas.
¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si matarte pudiera,
te pondría una mortaja con los filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
LEONARDO.-¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No to recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.
NOVIA.-
¡Ay qué sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
y a toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¡Huye tú!
No hay nadie que te defienda.
LEONARDO.-
Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente
ni el veneno que nos echa.(La abraza f uertemente.)
NOVIA.-
Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo,
(Dramática.)
como si fuera una perra,
¡porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.
LEONARDO.-
Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
¡Vamos!
(La arrastra.)
NOVIA.-
¿Adónde me llevas?
LEONARDO.-
Adonde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!
NOVIA.-(Sarcástica.)
Llévame de feria en feria,
dolor de mujer honrada,
a que las gentes me vean
con las sábanas de boda
al aire, como banderas.
LEONARDO.-
También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
Pero voy donde tú vas.
Tú también. Da un paso. Prueba.
Clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.
(Toda esta escena es violenta, llena de gran sensualidad.)
NOVIA.-
¿Oyes?LEONARDO. -
Viene gente.
NOVIA:
¡Húye!
Es justo que yo aquí muera
con los pies dentro del agua
y espinas en la cabeza.
Y que me lloren las hojas,
mujer perdida y doncella.
LEONARDO.-
Cállate. Ya suben.
NOVIA.-
¡Vete!
LEONARDO.-
Silencio. Que no nos sientan.
Tú delante. ¡Vamos, digo!
(Vacila la NOVIA.)
NOVIA.-
¡Los dos juntos!
LEONARDO.-(Abrazándola.)
¡Como quieras!
Si nos separan, será
porque esté muerto.
NOVIA.-
Y yo muerta.
(Salen abrazados.)
(Aparece la LUNA muy despacio. La escena adquiere una fuerte luz azul. Se oyen los dos violines.
Bruscamente se oyen dos largos gritos desgarrados, y se corta la música de los violines. Al segundo
grito aparece la MENDIGA y queda de espaldas. Abre el manto y queda en el centro como un gran
pájaro de alas inmensas. La LUNA se detiene. El telón baja en medio de un silencio absoluto.)
TELÓN
CUADRO ULTIMOHabitación blanca con arcos y gruesos muros. A la derecha y a la izquierda escaleras blancas. Gran
arco al fondo y pared del mismo color. El suelo será también de un blanco reluciente. Esta habitación
simple tendrá un sentido monumental de iglesia. No habrá ni un gris, ni una sombra, ni siquiera to
preciso para la perspectiva.
(Dos MUCHACHAS vestidas de azul oscuro están devanando una madeja roja.)
MUCHACHA 1a-
Madeja, madeja,
¿qué quieres hacer?
MUCHACHA 2a-
Jazmín de vestido,
cristal de papel.
Nacer a las cuatro,
morir a las diez.
Ser hilo de lana,
cadena a tus pies
y nudo que apriete
amargo laurel.
NIÑA.- (Cantando)
¿Fuisteis a la boda?
MUCHACHA la-
No.
NIÑA.-
¡Tampoco fui yo!
¿Qué pasaría
por los tallos de las viñas?
¿Qué pasaría
por el ramo de la oliva?
¿Qué pasó
que nadie volvió?
¿Fuisteis a la boda?
MUCHACHA 2a-
Hemos dicho que no.
NIÑA (Yéndose.)
¡Tampoco fui yo!
MUCHACHA 2a-
Madeja, madeja,
¿qué quieres cantar?
MUCHACHA 1a-Heridas de cera,
dolor de arrayán.
Dormir la mañano
de noche velar.
NIÑA. (En la puerta.)
El hilo tropieza
con el pedernal.
Los montes azules
lo dejan pasar.
Corre, corre, corre,
y al fin llegará
a poner cuchillo
y quitar el pan.
(Se va)
MUCHACHA 2a-
Madeja, madeja,
¿qué quieres decir?
MUCHACHA 1a-
Amante sin habla.
Novio carmesí.
Por la orilla muda
Tendidos los vi.
(Se detiene mirando madeja.)
NIÑA (Asomandose a la puerta.)
el hilo hasta aquí.
Cubiertos de barro
los siento venir.
¡Cuerpos estirados,
paños de marfil!
(Se va.)
(Aparecen la MUJER y la SUEGRA de LEONARDO. Llegan angustiadas.)
MUCHACHA 1a-
¿Vienen ya?
S U EGRA.- (Agria. )
No sabemos.
MUCHACHA 2a-¿Qué contáis de la boda?
MUCHACHA 1a-
Dime.
SUEGRA.- (Seca.)
Nada.
MUJER.-
Quiero volver para saberlo todo.
S U EGRA.- (Enérgica.)
Tú, a to casa.
Valiente y sola en tu casa.
A envejecer y a llorar.
Pero la puerta cerrada.
Nunca. Ni muerto ni vivo.
Clavaremos las ventanas.
Y vengan lluvias y noches
sobre las hierbas amargas.
MUJER.-
¿Qué habrá pasado?
S UEGRA.-
No importa.
Échate un velo en la cara.
Tus hijos son hijos tuyos
nada más. Sobre la cama
pon una cruz de ceniza
donde estuvo su almohada.
(Salen.)
MENDIGA.-(A la puerta.)
Un pedazo de pan, muchachas.
NIÑA.-
¡Vete!
(Las MUCHACHAS se agrupan.)
MENDIGA.-
¿Por qué?
NIÑA.-
Porque tú gimes: vete.MUCHACHA 1a-
¡Niña!
MENDIGA.-
¡Pude pedir tus ojos! Una nube
de pájaros me sigue; ¿quieres uno?
NIÑA.-
¡Yo me quiero marchar!
MUCHACHA 2a- (A la MENDIGA.)
¡No le hagas caso!
MUCHACHA.1a-¿Vienes por el camino del arroyo?
MENDIGA.-
¡Por allí vine!
MUCHACHA 1a- (Tímida.)
¿Puedo preguntarte?
MENDIGA.-
Yo los vi; pronto llegan: dos torrentes
quietos al fin entre piedras grandes,
dos hombres en las patas del caballo.
Muertos en la hermosura de la noche.
(Con delectación.)
Muertos, sí, muertos.
MUCHACHA 1a-
¡Calla, vieja, calla!
MENDIGA.-
Flores rotas los ojos, y sus dientes
dos puñados de nieve endurecida.
Los dos cayeron, y la novia vuelve
teñida en sangre falda y cabellera.
Cubiertos con dos mantas ellos vienen
sobre los hombros de los mozos altos.
Así fue, nada más. Era lo justo.
Sobre la flor del oro, sucia arena.
(Se va. Las MUCHACHAS inclinan la cabeza y rítmicamente van saliendo.)
MUCHACHA 1a-
Sucia arena.
MUCHACHA 2a-
Sobre la flor del oro.NIÑA.-
Sobre la flor del oro
traen a los muertos del arroyo.
Morenito el uno,
morenito el otro.
¡Qué ruiseñor de sombra vuela y gime
sobre la flor del oro!
(Se va. Queda la escena sola. Aparece la MADRE con una VECINA. La VECINA viene llorando.)
MADRE.-Calla.
VECINA.-No puedo.
MADRE.-Calla, he dicho. (En la puerta.) ¿No hay nadie aquí? (Se lleva las manos a la frente.) Debía
contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya una voz oscura detrás
de los montes. (Con rabia a la VECINA.) ¿Te quieres callar? No quiero llantos en esta casa. Vuestras
lágrimas son lágrimas de los ojos nada más, y las mías vendrán cuando yo esté sola, de las plantas de los
pies, de mis raíces, y serán más ardientes que la sangre.
VECINA.-Vente a mi casa; no te quedes aquí.
MADRE. Aquí. Aquí quiero estar. Y tranquila. Ya todos están muertos. A medianoche dormiré, dormiré
sin que ya me aterren la escopeta o el cuchillo. Otras madres se asomarán a las ventanas, azotadas por la
lluvia, para ver el rostro de sus hijos. Yo no. Yo haré con mi sueño una fría paloma de marfil que lleve
camelias de escarcha sobre el camposanto. Pero no; camposanto no, camposanto no: lecho de tierra,
cama que los cobija y que los mece por el cielo. (Entra una mujer de negro que se dirige a la derecha y
allí se arrodilla. A la VECINA.) Quítate las manos de la cara. Hemos de pasar días terribles. No quiero
ver a nadie. La tierra y yo. Mi llanto y yo. Y estas cuatro paredes. ¡Ay! ¡Ay! (Se sienta transida.)
VECINA.-Ten caridad de ti misma.
MADRE.-(Echándose el pelo hacia atrás.) He de estar serena. (Se sienta.) Porque vendrán las vecinas y
no quiero que me vean tan pobre. ¡Tan pobre! Una mujer que no tiene un hijo siquiera que poderse
llevar a los labios.
(Aparece la NOVIA. Viene sin azahar y con un manto negro.)
VECINA.-(Viendo a la NOVIA con rabia.) ¿Dónde vas?
NOVIA.-Aquí vengo.
MADRE.-(A la vecina.) ¿Quién es?
VECINA.-¿No la reconoces?
MADRE.-Por eso pregunto quién es. Porque tengo que no reconocerla, para no clavarla mis dientes en
el cuello. ¡Víbora! (Se dirige hacia la NOVIA con ademán fulminante; se detiene. A la VECINA.) ¿La
ves? Está ahí y está llorando, y yo quieta sin arrancarle los ojos. No me entiendo. ¿Será que yo no quería
a mi hijo? Pero ¿y su honra? ¿Dónde está su honra? (Golpea a la NOVIA. Esta cae al suelo.)
VECINA-¡Por Dios! (Trata de separarlas.)
NOVIA.-(A la VECINA.) Déjala; he venido para que me mate y que me lleven con ellos. (A la MA-
DRE.) Pero no con las manos; con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta que se rompa enmis huesos. ¡Déjala! Que quiero que sepa que yo soy limpia, que estaré loca, pero que me pueden
enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos:
MADRE.-Calla, calla; ¿qué me importa eso a mí?
NOVIA.-¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia.) Tú también te hubieras ido. Yo era una
mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera,y tu hijo era un poquito de agua de la que yo
esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de
sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el
otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas
de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería.
¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar,
como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aun que hubiera sido
vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos. (Entra una vecina.)
MADRE.-Ella no tiene la culpa, ¡ni yo! (Sarcástica.) ¿Quién la tiene, pues? ¡Floja, delicada, mujer de
mal dormir es quien tira una corona de azahar para buscar un pedazo de cama calentado por otra mujer!
NOVIA.-¡Calla, calla! Véngate de mí; ¡aquí estoy! Mira que mi cuello es blando; te costará menos
trabajo que segar una dalia de tu huerto. Pero ¡eso no! Honrada, honrada como una niña recién nacida. Y
fuerte para demostrártelo. Enciende la lumbre. Vamos a meter las manos: tú, por tu hijo; yo, por mi
cuerpo. Las retirarás antes tú. (Entra otra vecina.)
MADRE.-Pero ¿qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa tu muerte? ¿Qué me importa a mí
nada de nada? Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia,
porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar. (Entra otra
vecina.)
NOVIA.-Déjame llorar contigo.
MADRE.-Llora. Pero en la puerta.
(Entra la NIÑA. La NOVIA queda en la puerta. La MADRE, en el centro de la escena.)
MUJER.-(Entrando y dirigiéndose a la izquierda.)
Era hermoso jinete,
y ahora montón de nieve.
Corría ferias y montes
y brazos de mujeres.
Ahora, musgo de noche
le corona la frente.
MADRE.-
Girasol de tu madre,
espejo de la tierra.
Que te pongan al pecho
cruz de amargas adelfas;
sábana que te cubra
de reluciente seda.
y el agua forme un llanto
entre tus manos quietas.
MU JER.-¡Ay, que cuatro muchachos
llegan con hombros cansados!
NOVIA.-
¡Ay, qué cuatro galanes
traen a la muerte por el aire!
MADRE.-
Vecinas.
NIÑa.-(En la puerta)
Ya los traen.
MADRE.-
Es to mismo.
La cruz, la cruz.
MUJERES.-
Dulces clavos,
dulce cruz.
dulce nombre
de Jesús.
NOVIA.-
Que la cruz ampare a muertos y vivos.
MADRE.-
Vecinas, con un cuchillo,
Con un cuchillito,
en un día señalado, entre las dos y las tres,
se mataron los dos hombres del amor.
Con un cuchillo,
con un cuchillito
que apenas cabe en la mano,
pero que penetra fino
por las carnes asombradas,
y que se para en el sitio
donde tiembla enmarañada
la oscura raíz del grito.
NOVIA.-
Y esto es un cuchillo,
un cuchillito
que apenas cabe en la mano;
pez sin escamas ni río,
para que un día señalado, entre las dos y las tres,
con este cuchillo,se queden dos hombres duros
con los labios amarillos.
MADRE.-
Y apenas cabe en la mano,
pero que penetra frío
por las carnes asombradas
y allí se para, en el sitio
donde tiembla enmarañada
la oscura raíz del grito.
(Las vecinas, arrodilladas en el suelo, lloran.)
TELÓN
FIN DE
“BODAS DE SANGRE”

Lorca, La zapatera prodigiosa


Federico García Lorca
La zapatera prodigiosa
Farsa violenta en dos actos
Personajes
ZAPATERA
VECINA ROJA
VECINA MORADA
VECINA NEGRA
VECINA VERDE
VECINA AMARILLA
BEATA PRIMERA
BEATA SEGUNDA
SACRISTANA
EL AUTOR
ZAPATERO
EL NIÑO
ALCALDE
DON MIRLO
MOZO DE LA FAJA
MOZO DEL SOMBRERO
HIJAS DE LA VECINA ROJA
VECINAS, BEATAS, CURAS Y PUEBLO
Prólogo
Cortina gris.
Aparece el Autor. Sale rápidamente. Lleva una carta en la mano.
EL AUTOR. Respetable público... (Pausa.) No, respetable público no, público
solamente, y no es que el autor no considere al público respetable, todo lo contrario,
sino que detrás de esta palabra hay como un delicado temblor de miedo y una especie
de súplica para que el auditorio sea generoso con la mímica de los actores y el artificio
del ingenio. El poeta no pide benevolencia, sino atención, una vez que ha saltado hace
mucho tiempo la barra espinosa de miedo que los autores tienen a la sala. Por este
miedo absurdo y por ser el teatro en muchas ocasiones una finanza, la poesía se retira
de la escena en busca de otros ambientes donde la gente no se asuste de que un árbol,
por ejemplo, se convierta en una bola de humo o de que tres peces, por amor de una
mano y una palabra, se conviertan en tres millones de peces para calmar el hambre de
una multitud. El autor ha preferido poner el ejemplo dramático en el vivo ritmo de una
zapatería popular. En todos los sitios late y anima la criatura poética que el autor ha
vestido de zapatera con aire de refrán o simple romancillo y no se extrañe el público si
aparece violenta o toma actitudes agrias porque ella lucha siempre, lucha con la
realidad que la cerca y lucha con la fantasía cuando ésta se hace realidad visible. (Seoyen voces de la Zapatera: «¡Quiero salir!».) ¡Ya voy! No tengas tanta impaciencia en
salir; no es un traje de larga cola y plumas inverosímiles el que sacas, sino un traje roto,
¿lo oyes?, un traje de zapatera. (Voz de la Zapatera dentro: «¡Quiero salir!».)
¡Silencio! (Se descorre la cortina y aparece el decorado con tenue luz.) También
amanece así todos los días sobre las ciudades, y el público olvida su medio mundo de
sueño para entrar en los mercados como tú en tu casa, en la escena, zapaterilla
prodigiosa. (Va creciendo la luz.) A empezar, tú llegas de la calle. (Se oyen las voces
que pelean. Al público.) Buenas noches. (Se quita el sombrero de copa y éste se
ilumina por dentro con una luz verde, el Autor lo inclina y sale de él un chorro de
agua. El Autor mira un poco cohibido al público y se retira de espaldas lleno de
ironía.) Ustedes perdonen. (Sale.)
Acto primero
Casa del Zapatero. Banquillo y herramientas. Habitación completamente blanca. Gran
ventana y puerta. El foro es una calle también blanca con algunas puertecitas y ventanas
en gris. A derecha a izquierda, puertas. Toda la escena tendrá un aire de optimismo y
alegría exaltada en los más pequeños detalles. Una suave luz naranja de media tarde
invade la escena.
Al levantarse el telón la Zapatera viene de la calle toda furiosa y se detiene en la puerta.
Viste un traje verde rabioso y lleva el pelo tirante, adornado con dos grandes rosas.
Tiene un aire agreste y dulce al mismo tiempo.
ESCENA PRIMERA
La Zapatera y luego un Niño.
ZAPATERA. Cállate, larga de lengua, penacho de catalineta, que si yo lo he hecho... si
yo lo he hecho, ha sido por mi propio gusto... Si no te metes dentro de tu casa lo
hubiera arrastrado, viborilla empolvada; y esto lo digo para que me oigan todas las que
están detrás de las ventanas. Que más vale estar casada con un viejo, que con un tuerto,
como tú estás. Y no quiero más conversación, ni contigo ni con nadie, ni con nadie, ni
con nadie. (Entra dando un fuerte portazo.) Ya sabía yo que con esta clase de gente no
se podía hablar ni un segundo... pero la culpa la tengo yo, yo y yo... que debí estarme en
mi casa con... casi no quiero creerlo, con mi marido. Quién me hubiera dicho a mí,
rubia con los ojos negros, que hay que ver el mérito que esto tiene, con este talle y estos
colores tan hermosísimos, que me iba a ver casada con... me tiraría del pelo. (Llora.
Llaman a la puerta.) ¿Quién es? (No responden y llaman otra vez.) ¿Quién es?
(Enfurecida.)
ESCENA II
La Zapatera y el Niño.
NIÑO. (Temerosamente.) Gente de paz.
ZAPATERA. (Abriendo.) ¿Eres tú? (Melosa y conmovida.)NIÑO. Sí, señora Zapaterita. ¿Estaba usted llorando?
ZAPATERA. No, es que un mosco de esos que hacen piiiiii, me ha picado en este ojo.
NIÑO. ¿Quiere usted que le sople?
ZAPATERA. No, hijo mío, ya se me ha pasado... (Le acaricia.) ¿Y qué es lo que
quieres?
NIÑO. Vengo con estos zapatos de charol, costaron cinco duros, para que los arregle su
marido. Son de mi hermana la grande, la que tiene el cutis fino y se pone dos lazos, que
tiene dos, un día uno y otro día otro, en la cintura.
ZAPATERA. Déjalos ahí, ya los arreglarán.
NIÑO. Dice mi madre que tenga cuidado de no darles muchos martillazos, que el charol
es muy delicado, para que no se estropee el charol.
ZAPATERA. Dile a tu madre que ya sabe mi marido lo que tiene que hacer, y que así
supiera ella aliñar con laurel y pimienta un buen guiso como mi marido componer za-
patos.
NIÑO. (Haciendo pucheros.) No se disguste usted conmigo, que yo no tengo la culpa y
todos los días estudio muy bien la gramática.
ZAPATERA. (Dulce.) ¡Hijo mío! ¡Prenda mía! ¡Si contigo no es nada! (Lo besa.) Toma
este muñequito, ¿te gusta? Pues llévatelo.
NIÑO. Me lo llevaré, porque como yo sé que usted no tendrá nunca niños...
ZAPATERA. ¿Quién te dijo eso?
NIÑO. Mi madre lo hablaba el otro día, diciendo: la zapatera no tendrá hijos, y se reían
mis hermanas y la comadre Rafaela.
ZAPATERA. (Nerviosísima.) ¿Hijos? Puede que los tenga más hermosos que todas ellas
y con más arranque y más honra, porque tu madre... es menester que sepas...
NIÑO. Tome usted el muñequito, ¡no lo quiero!
ZAPATERA. (Reaccionando.) No, no, guárdalo, hijo mío... ¡Si contigo no es nada!
ESCENA III
Aparece por la izquierda el Zapatero. Viste traje de terciopelo con botones de plata,
pantalón corto y corbata roja. Se dirige al banquillo.
ZAPATERA. ¡Válgate Dios!
NIÑO. (Asustado.) ¡Ustedes se conserven bien! ¡Hasta la vista! ¡Que sea enhorabuena!
¡Deo gratias! (Sale corriendo por la calle.)
ZAPATERA. Adiós, hijito. Si hubiera reventado antes de nacer, no estaría pasando estos
trabajos y estas tribulaciones. ¡Ay dinero, dinero!, sin manos y sin ojos debería haberse
quedado el que te inventó.
ZAPATERO. (En el banquillo.) Mujer, ¿qué estás diciendo...?
ZAPATERA. ¡Lo que a ti no te importa!
ZAPATERO. A mí no me importa nada de nada. Ya sé que tengo que aguantarme.
ZAPATERA. También me aguanto yo... piensa que tengo dieciocho años.
ZAPATERO. Y yo... cincuenta y tres. Por eso me callo y no me disgusto contigo...
¡demasiado sé yo!... Trabajo para ti... y sea lo que Dios quiera...
ZAPATERA. (Está de espaldas a su marido y se vuelve y avanza tierna y conmovida.)
Eso no, hijo mío... ¡no digas...!ZAPATERO. Pero, ¡ay, si tuviera cuarenta años o cuarenta y cinco, siquiera...! (Golpea
furiosamente un zapato con el martillo.)
ZAPATERA. (Enardecida.) Entonces yo sería tu criada, ¿no es esto? Si una no puede ser
buena... ¿Y yo?, ¿es que no valgo nada?
ZAPATERO. Mujer... repórtate.
ZAPATERA. ¿Es que mi frescura y mi cara no valen todos los dineros de este mundo?
ZAPATERO. Mujer... ¡que te van a oír los vecinos!
ZAPATERA. Maldita hora, maldita hora, en que le hice caso a mi compadre Manuel.
ZAPATERO. ¿Quieres que te eche un refresquito de limón?
ZAPATERA. ¡Ay, tonta, tonta, tonta! (Se golpea la frente.) Con tan buenos pretendientes
como yo he tenido.
ZAPATERO. (Queriendo suavizar.) Eso dice la gente.
ZAPATERA. ¿La gente? Por todas partes se sabe. Lo mejor de estas vegas. Pero el que
más me gustaba a mí de todos era Emiliano... tú lo conociste... Emiliano, que venía
montado en una jaca negra, llena de borlas y espejitos, con una varilla de mimbre en su
mano y las espuelas de cobre reluciente. ¡Y qué capa traía por el invierno! ¡Qué vueltas
de pana azul y qué agremanes de seda!
ZAPATERO. Así tuve yo una también... son unas capas preciosísimas.
ZAPATERA. ¿Tú? ¡Tú qué ibas a tener!... Pero, ¿por qué te haces ilusiones? Un zapatero
no se ha puesto en su vida una prenda de esa clase...
ZAPATERO. Pero, mujer, ¿no estás viendo?...
ZAPATERA. (Interrumpiéndole.) También tuve otro pretendiente... (El Zapatero golpea
fuertemente el zapato.) Aquél era medio señorito... tendría dieciocho años, ¡se dice muy
pronto! ¡Dieciocho años! (El Zapatero se revuelve inquieto.)
ZAPATERO. También los tuve yo.
ZAPATERA. Tú no has tenido en tu vida dieciocho años... Aquél sí que los tenía y me
decía unas cosas... Verás...
ZAPATERO. (Golpeando furioso.) ¿Te quieres callar? Eres mi mujer, quieras o no
quieras, y yo soy tu esposo. Estabas pereciendo, sin camisa, ni hogar. ¿Por qué me has
querido? ¡Fantasiosa, fantasiosa, fantasiosa!
ZAPATERA. (Levantándose.) ¡Cállate! No me hagas hablar más de lo prudente y ponte a
tu obligación. ¡Parece mentira! (Dos Vecinas con mantilla cruzan la ventana sonrien-
do.) ¿Quién me lo iba a decir, viejo pellejo, que me ibas a dar tal pago? ¡Pégame, si te
parece, anda, tírame el martillo!
ZAPATERO. Ay, mujer... no me des escándalos, ¡mira que viene la gente! ¡Ay, Dios
mío! (Las dos Vecinas vuelven a cruzar.)
ZAPATERA. Yo me he rebajado. ¡Tonta, tonta, tonta! Maldito sea mi compadre Manuel,
malditos sean los vecinos, tonta, tonta, tonta. (Sale golpeándose la cabexa.)
ESCENA IV
Zapatero, Vecina Roja y Niño.
ZAPATERO. (Mirándose en un espejo y contándose las arrugas.) Una, dos, tres,
cuatro... y mil. (Guarda el espejo.) Pero me está muy bien empleado, sí señor. Porque
vamos a ver: ¿por qué me habré casado? Yo debí haber comprendido, después de leertantas novelas, que las mujeres les gustan a todos los hombres, pero todos los hombres
no les gustan a todas las mujeres. ¡Con lo bien que yo estaba! Mi hermana, mi hermana
tiene la culpa, mi hermana que se empeñó: ¡«que si te vas a quedar solo», que si qué sé
yo! Y esto es mi ruina. ¡Mal rayo parta a mi hermana, que en paz descanse! (Fuera se
oyen voces.) ¿Qué será?
VECINA ROJA. (En la ventana y con gran brío. La acompañan sus Hijas vestidas del
mismo color.) Buenas tardes.
ZAPATERO. (Rascándose la cabeza.) Buenas tardes.
VECINA. Dile a tu mujer que salga. Niñas, ¿queréis no llorar más? ¡Qué salga, a ver si
por delante de mí casca tanto como por detrás!
ZAPATERO. ¡Ay, vecina de mi alma, no me dé usted escándalos, por los clavitos de
Nuestro Señor! ¿Qué quiere usted que yo le haga? Pero comprenda mi situación: toda la
vida temiendo casarme... porque casarse es una cosa muy seria, y, a última hora, ya lo
está usted viendo.
VECINA. ¡Qué lástima de hombre! ¡Cuánto mejor le hubiera ido a usted casado con
gente de su clase!... estas niñas, pongo por caso, a otras del pueblo...
ZAPATERO. Y mi casa no es casa. ¡Es un guirigay!
VECINA. ¡Se arranca el alma! Tan buenísima sombra como ha tenido usted toda su vida.
ZAPATERO. (Mira por si viene su Mujer.) Anteayer... despedazó el jamón que teníamos
guardado para estas Pascuas y nos lo comimos entero. Ayer estuvimos todo el día con
unas sopas de huevo y perejil: bueno, pues porque protesté de esto, me hizo beber tres
vasos seguidos de leche sin hervir.
VECINA. ¡Qué fiera!
ZAPATERO. Así es, vecinita de mi corazón, que le agradecería en el alma que se
retirase.
VECINA. ¡Ay, si viviera su hermana! Aquélla sí que era...
ZAPATERO. Ya ves... y de camino llévate tus zapatos que están arreglados. (Por la
puerta de la izquierda asoma la Zapatera, que detrás de la cortina espía la escena sin
ser vista.)
VECINA. (Mimosa.) ¿Cuánto me vas a llevar por ellos?... Los tiempos van cada vez
peor.
ZAPATERO. Lo que tú quieras... Ni que tire por allí ni que tire por aquí...
VECINA. (Dando en el codo a sus Hijas.) ¿Están bien en dos pesetas?
ZAPATERO. ¡Tú dirás!
VECINA. Vaya... te daré una...
ZAPATERA. (Saliendo furiosa.) ¡Ladrona! (Las Mujeres chillan y se asustan.) ¿Tienes
valor de robar a este hombre de esa manera? (A su Marido.) Y tú, ¿dejarte robar?
Vengan los zapatos. Mientras no des por ellos diez pesetas, aquí se quedan.
VECINA. ¡Lagarta, lagarta!
ZAPATERA. ¡Mucho cuidado con lo que estás diciendo!
NIÑAS. ¡Ay, vámonos, vámonos, por Dios!
VECINA. Bien despachado vas de mujer, ¡que te aproveche! (Se van rápidamente. El
Zapatero cierra la ventana y la puerta.)
ESCENA VZapatero y Zapatera.
ZAPATERO. Escúchame un momento...
ZAPATERA. (Recordando.) Lagarta... lagarta... qué, qué, qué... ¿qué me vas a decir?
ZAPATERO. Mira, hija mía. Toda mi vida ha sido en mí una verdadera preocupación
evitar el escándalo. (El Zapatero traga constantemente saliva.)
ZAPATERA. ¿Pero tienes el valor de llamarme escandalosa, cuando he salido a defender
tu dinero?
ZAPATERO. Yo no te digo más, que he huido de los escándalos, como las
salamanquesas del agua fría.
ZAPATERA. (Rápida.) ¡Salamanquesas! ¡Huy, qué asco!
ZAPATERO. (Armado de paciencia.) Me han provocado, me han, a veces, hasta
insultado, y no teniendo ni tanto así de cobarde he quedado con mi alma en mi almario,
por el miedo de verme rodeado de gentes y llevado y traído por comadres y
desocupados. De modo que ya lo sabes. ¿He hablado bien? Ésta es mi última palabra.
ZAPATERA. Pero vamos a ver: ¿a mí qué me importa todo eso? Me casé contigo, ¿no
tienes la casa limpia? ¿No comes? ¿No te pones cuellos y puños que en tu vida te los
habías puesto? ¿No llevas tu reloj, tan hermoso, con cadena de plata y venturinas, al
que doy cuerda toda las noches? ¿Qué más quieres? Porque, yo, todo; menos esclava.
Quiero hacer siempre mi santa voluntad.
ZAPATERO. No me digas... tres meses llevamos casados, yo, queriéndote... y tú,
poniéndome verde. ¿No ves que ya no estoy para bromas?
ZAPATERA. (Seria y como soñando.) Queriéndome, queriéndome... Pero (Brusca.) ¿qué
es eso de queriéndome? ¿Qué es queriéndome?
ZAPATERO. Tú te creerás que yo no tengo vista y tengo. Sé lo que haces y lo que no
haces, y ya estoy colmado, ¡hasta aquí!
ZAPATERA. (Fiera.) Pues lo mismo se me da a mí que estés colmado como que no
estés, porque tú me importas tres pitos, ¡ya lo sabes! (Llora.)
ZAPATERO. ¿No puedes hablarme un poquito más bajo?
ZAPATERA. Merecías, por tonto, que colgara la calle a gritos.
ZAPATERO. Afortunadamente creo que esto se acabará pronto; porque yo no sé cómo
tengo paciencia.
ZAPATERA. Hoy no comemos... de manera que ya te puedes buscar la comida por otro
sitio. (La Zapatera sale rápidamente hecha una furia.)
ZAPATERO. Mañana (Sonriendo.) quizá la tengas que buscar tú también. (Se va al
banquillo.)
ESCENA VI
Por la puerta central aparece el Alcalde. Viste de azul oscuro, gran capa y larga vara de
mando rematada con cabos de plata. Habla despacio y con gran sorna.
ALCALDE. ¿En el trabajo?
ZAPATERO. En el trabajo, señor Alcalde.
ALCALDE. ¿Mucho dinero?ZAPATERO. El suficiente. (El Zapatero sigue trabajando. El Alcalde mira
curiosamente a todos lados.)
ALCALDE. Tú no estás bueno.
ZAPATERO. (Sin levantar la vista.) No.
ALCALDE. ¿La mujer?
ZAPATERO. (Asintiendo.) ¡La mujer!
ALCALDE. (Sentándose.) Eso tiene casarse a tu edad... A tu edad se debe ya estar
viudo... de una, como mínimum... Yo estoy de cuatro: Rosa, Manuela, Visitación y
Enriqueta Gómez, que ha sido la última: buenas mozas todas, aficionadas al baile y al
agua limpia. Todas, sin excepción, han probado esta vara repetidas veces. En mi casa...
en mi casa, coser y cantar.
ZAPATERO. Pues ya está usted viendo qué vida la mía. Mi mujer... no me quiere. Habla
por la ventana con todos. Hasta con don Mirlo, y a mí se me está encendiendo la
sangre.
ALCALDE. (Riendo.) Es que ella es una chiquilla alegre, eso es natural.
ZAPATERO. ¡Ca! Estoy convencido... yo creo que esto lo hace por atormentarme;
porque, estoy seguro..., ella me odia. Al principio creí que la dominaría con mi carácter
dulzón y mis regalillos: collares de coral, cintillos, peinetas de concha... ¡hasta unas
ligas! Pero ella... ¡es siempre ella!
ALCALDE. Y tú, siempre tú; ¡qué demonio! Vamos, lo estoy viendo y me parece
mentira cómo un hombre, lo que se dice un hombre, no puede meter en cintura, no una,
sino ochenta hembras. Si tu mujer habla por la ventana con todos, si tu mujer se pone
agria contigo, es porque tú quieres, porque tú no tienes arranque. A las mujeres, buenos
apretones en la cintura, pisadas fuertes y la voz siempre en alto, y si con esto se atreven
a hacer quiquiriquí, la vara, no hay otro remedio. Rosa, Manuela, Visitación y
Enriqueta Gómez, que ha sido la última, te lo pueden decir desde la otra vida, si es que
por casualidad están allí.
ZAPATERO. Pero si el caso es que no me atrevo a decirle una cosa. (Mira con recelo.)
ALCALDE. (Autoritario.) Dímela.
ZAPATERO. Comprendo que es una barbaridad .... pero yo no estoy enamorado de mi
mujer.
ALCALDE. ¡Demonio!
ZAPATERO. Sí, señor, ¡demonio!
ALCALDE. Entonces, grandísimo tunante, ¿por qué te has casado?
ZAPATERO. Ahí lo tiene usted. Yo no me to explico tampoco. Mi hermana, mi hermana
tiene la culpa. Que si te vas a quedar solo, que si qué sé yo, que si qué sé yo cuánto...
Yo tenía dinerillos, salud, y dije: ¡allá voy! Pero, benditísima soledad antigua. ¡Mal
rayo parta a mi hermana, que en paz descanse!
ALCALDE. ¡Pues te has lucido!
ZAPATERO. Sí, señor, me he lucido... Ahora, que yo no aguanto más. Yo no sabía lo
que era una mujer. Digo, ¡usted, cuatro! Yo no tengo edad para resistir este jaleo.
ZAPATERA. (Cantando dentro, fuerte.)
¡Ay, jaleo, jaleo,
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo!ZAPATERO. Ya lo está usted oyendo.
ALCALDE. ¿Y qué piensas hacer?
ZAPATERO. Cuca silvana. (Hace el ademán.)
ALCALDE. ¿Se te ha vuelto el juicio?
ZAPATERO. (Excitado.) El zapatero a tus zapatos se acabó para mí. Yo soy un hombre
pacífico. Yo no estoy acostumbrado a estos voceríos y a estar en lenguas de todos.
ALCALDE. (Riéndose.) Recapacita lo que has dicho que vas a hacer; que tú eres capaz
de hacerlo, y no seas tonto. Es una lástima que un hombre como tú no tenga el carácter
que debías tener. (Por la puerta de la izquierda aparece la Zapatera echándose polvos
con una polvera rosa y limpiándose las cejas.)
ESCENA VII
Dichos y Zapatera,
ZAPATERA. Buenas tardes.
ALCALDE. Muy buenas. (Al Zapatero.) ¡Como guapa, es guapísima!
ZAPATERO. ¿Usted cree?
ALCALDE. ¡Qué rosas tan bien puestas lleva usted en el pelo y qué bien huelen!
ZAPATERA. Muchas que tiene usted en los balcones de su casa.
ALCALDE. Efectivamente. ¿Le gustan a usted las flores?
ZAPATERA. ¿A mí...? ¡Ay, me encantan! Hasta en el tejado tendría yo macetas, en la
puerta, por las paredes. Pero a éste... a ése... no le gustan. Claro, toda la vida haciendo
botas, ¡qué quiere usted! (Se sienta en la ventana.) Y buenas tardes. (Mira a la calle y
coquetea.)
ZAPATERO. ¿Lo ve usted?
ALCALDE. Un poco brusca... pero es una mujer guapísima. ¡Qué cintura tan ideal!
ZAPATERO. No la conoce usted.
ALCALDE. ¡Psch! (Saliendo majestuosamente.) ¡Hasta mañana! Y a ver si se despeja
esa cabeza. ¡A descansar, niña! ¡Qué lástima de talle! (Vase mirando a la Zapatera.)
¡Porque, vamos! ¡Y hay que ver qué ondas en el pelo! (Sale.)
ESCENA VIII
Zapatero y Zapatera.
ZAPATERA. (Cantando.)
Si tu madre tiene un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.
(La Zapatera coge una silla y sentada en la
ventana empieza a darle vueltas.)ZAPATERO. (Cogiendo otra silla y dándole vueltas en sentido contrario.) Si sabes que
tengo esa superstición, y para mí esto es como si me dieras un tiro, ¿por qué lo haces?
ZAPATERA. (Soltando la silla.) ¿Qué he hecho yo? ¿No te digo que no me dejas ni
moverme?
ZAPATERO. Ya estoy harto de explicarte... pero es inútil. (Va a hacer mutis, pero la
Zapatera empieza otra vez y el Zapatero viene corriendo desde la puerta y da vueltas a
su silla.) ¿Por qué no me dejas marchar, mujer?
ZAPATERA. ¡Jesús!, pero si lo que yo estoy deseando es que te vayas.
ZAPATERO. ¡Pues déjame!
ZAPATERA. (Enfurecida.) ¡Pues vete! (Fuera se oye una flauta acompañada de
guitarra que toca una polquita antigua con el ritmo cómicamente acusado. La
Zapatera empieza a llevar el compás con la cabeza y el Zapatero huye por la
izquierda.)
ESCENA IX
Zapatera.
ZAPATERA. (Cantando.) Larán... larán... A mí, es que la flauta me ha gustado siempre
mucho... Yo siempre he tenido delirio por ella... Casi se me saltan las lágrimas... ¡Qué
primor! Larán, larán... Oye... Me gustaría que él la oyera... (Se levanta y se pone a
bailar como si lo hiciera con novios imaginarios.) ¡Ay, Emiliano! Qué cintillos tan
preciosos llevas... No, no... me da vergüencilla... Pero, José María, ¿no ves que nos
están viendo? Coge un pañuelo, que no quiero que me manches el vestido. A ti te
quiero, a ti... ¡Ah, sí!... mañana que traigas la jaca blanca, la que a mí me gusta. (Ríe.
Cesa la música.) ¡Qué mala sombra! Esto es dejar a una con la miel en los labios...
Qué...
ESCENA X
Aparece en la ventana don Mirlo. Viste de negro, frac y pantalón corto. Le tiembla la voz
y mueve la cabeza como un muñeco de alambre.
MIRLO. ¡Chisssssss!
ZAPATERA. (Sin mirar y vuelta de espalda a la ventana.) Pin, pin, pío, pío, pío.
MIRLO. (Acercándose más.) ¡Chissss! Zapaterita blanca, como el corazón de las
almendras, pero amargosilla también. Zapaterita... junco de oro encendido... Zapaterita,
bella Otero de mi corazón.
ZAPATERA. Cuánta cosa, don Mirlo; a mí me parecía imposible que los pajarracos
hablaran. Pero si anda por ahí revoloteando un mirlo negro, negro y viejo... sepa que yo
no puedo oírle cantar hasta más tarde... pin, pío, pío, pío.
MIRLO. Cuando las sombras crepusculares invadan con sus tenues velos el mundo y la
vía pública se halle libre de transeuntes, volveré. (Toma rapé y estornuda sobre el
cuello de la Zapatera.)
ZAPATERA. (Volviéndose airada y pegando a don Mirlo, que tiembla.) ¡Aaaa! (Con
cara de asco:) ¡Y aunque no vuelvas, indecente! Mirlo de alambre, garabato de candil...Corre. corre... ¿Se habrá visto? ¡Mira que estornudar! ¡Vaya mucho con Dios! ¡Qué
asco!
ESCENA XI
En la ventana se para el Mozo de la Faja. Tiene el sombrero plano echado a la cara y da
pruebas de gran pesadumbre.
MOZO. ¿Se toma el fresco, zapaterita?
ZAPATERA. Exactamente igual que usted.
MOZO. Y siempre sola... ¡Qué lástima!
ZAPATERA. (Agria.) ¿Y por qué, lástima?
MOZO. Una mujer como usted, con ese pelo y esa pechera tan hermosísima...
ZAPATERA. (Más agria.) Pero, ¿por qué lástima?
MOZO. Porque usted es digna de estar pintada en las tarjetas postales y no aquí... este
portalillo.
ZAPATERA. ¿Sí?... A mí las tarjetas postales me gustan mucho, sobre todo las de novios
que se van de viaje...
MOZO. ¡Ay, zapaterita, qué calentura tengo! (Siguen hablando.)
ZAPATERO. (Entrando y retrocediendo.) ¡Con todo el mundo y a estas horas! ¡Qué
dirán los que vengan al rosario de la iglesia! ¡Qué dirán en el casino! ¡Me estarán
poniendo!... En cada casa, un traje con ropa interior y todo. (Zapatera ríe.) ¡Ay, Dios
mío! ¡Tengo razón para marcharme! Quisiera oír a la mujer del sacristán; pues ¿y los
curas? ¿Qué dirán los curas? Eso será lo que habrá que oír. (Entra desesperado.)
MOZO. ¿Cómo quiere que se lo exprese...? Yo la quiero, te quiero como...
ZAPATERA. Verdaderamente eso de «la quiero», «te quiero», suena de un modo que
parece que me están haciendo cosquillas con una pluma detrás de las orejas. Te quiero,
la quiero...
MOZO. ¿Cuántas semillas tiene el girasol?
ZAPATERA. ¡Yo qué sé!
MOZO. Tantos suspiros doy cada minuto por usted; por ti...
(Muy cerca.)
ZAPATERA. (Brusca.) Estáte quieto. Yo puedo oírte hablar porque me gusta y es bonito,
pero nada más, ¿lo oyes? ¡Estaría bueno!
MOZO. Pero eso no puede ser. ¿Es que tienes otro compromiso?
ZAPATERA. Mira, vete.
MOZO. No me muevo de este sitio sin el sí. ¡Ay, mi zapaterita, dame tu palabra! (Va a
abrazarla.)
ZAPATERA. (Cerrando violentamente la ventana.) ¡Pero qué impertinente, qué loco!...
¡Si te he hecho daño te aguantas!... Como si yo no estuviera aquí más que paraaa,
paraaaa... ¿Es que en este pueblo no puede una hablar con nadie? Por lo que veo, en
este pueblo no hay más que dos extremos: o monja o trapo de fregar... ¡Era lo que me
quedaba que ver! (Haciendo como que huele y echando a correr.) ¡Ay, mi comida que
está en la lumbre! ¡Mujer ruin!
ESCENA XIILa luz se va marchando. El Zapatero sale con una gran capa y un bulto de ropa en la
mano.
ZAPATERO. ¡O soy otro hombre o no me conozco! ¡Ay, casita mía! ¡Ay, banquillo mío!
Cerote, clavos, pieles de becerro... Bueno. (Se dirige hacia la puerta y retrocede, pues
se topa con dos Beatas en el mismo quicio.)
BEATA 1a Descansando, ¿verdad?
BEATA 2a ¡Hace usted bien en descansar!
ZAPATERO. (Con mal humor.) ¡Buenas noches!
BEATA 1a A descansar, maestro.
BEATA 2a ¡A descansar, a descansar! (Se van.)
ZAPATERO. Sí, descansando... ¡Pues no estaban mirando por el ojo de la llave! ¡Brujas,
sayonas! ¡Cuidado con el retintín con que me lo han dicho! Claro... si en todo el pueblo
no se hablará de otra cosa: ¡que si yo, que si ella, que si los mozos! ¡Ay! ¡Mal rayo
parta a mi hermana que en paz descanse! ¡Pero primero solo que señalado por el dedo
de los demás! (Sale rápidamente y deja la puerta abierta. Por la izquierda aparece la
Zapatera.)
ESCENA XIII
La Zapatera.
ZAPATERA. Ya está la comida... ¿me estás oyendo? (Avanza hacia la puerta de la
derecha:) ¿Me estás oyendo? Pero, ¿habrá tenido el valor de marcharse al cafetín,
dejando la puerta abierta... y sin haber terminado los borceguíes? Pues cuando vuelva,
¡me oirá! ¡Me tiene que oír! ¡Qué hombres son los hombres, qué abusivos y qué... qué...
vaya!... (En un repeluzno.) ¡Ay, qué fresquito hace! (Se pone a encender el candil y de
la calle llega el ruido de las esquilas de los rebaños que vuelven al pueblo. La
Zapatera se asoma a la ventana.) ¡Qué primor de rebaños! Lo que es a mí, me chalan
las ovejitas. Mira, mira... aquella blanca tan chiquita que casi no puede andar. ¡Ay!...
Pero aquella grandota y antipática se empeña en pisarla y nada... (A voces.) Pastor,
¡asombrado! ¿No estás viendo que te pisotean la oveja recién nacida? (Pausa.) Pues
claro que me importa... ¿No ha de importarme? ¡Brutísimo!... Y mucho... (Se quita de
la ventana.) Pero, Señor, ¿adónde habrá ido este hombre desnortado? Pues si tarda
siquiera dos minutos más, como yo sola, que me basto y me sobro... ¡Con la comida tan
buena que he preparado...! Mi cocido, con sus patatas de la sierra, dos pimientos
verdes, pan blanco, un poquito magro de tocino, y arrope con calabaza y cáscara de
limón para encima, ¡porque lo que es cuidarlo, lo que es cuidarlo, te estoy cuidando a
mano! (Durante todo este monólogo da muestras de gran actividad, moviéndose de un
lado para otro, arreglando las sillas, despabilando el velón y quitándose motas del
vestido.)
ESCENA XIV
Niña, Zapatera, Alcalde, Sacristana, Vecinos y Vecinas.NIÑO. (En la puerta.) ¿Estás disgustada, todavía?
ZAPATERA. Primorcito de su vecina, ¿dónde vas?
NIÑO. (En la puerta.) Tú no me regañarás, ¿verdad?, porque a mi madre que algunas
veces me pega, la quiero veinte arrobas, pero a ti te quiero treinta y dos y media...
ZAPATERA. ¿Por qué eres tan precioso? (Sienta al Niño en sus rodillas.)
NIÑO. Yo venía a decirte una cosa que nadie quiere decirte. Ve tú, ve tú, ve tú, y nadie
quería y entonces, «que vaya el niño», dijeron... porque era un notición que nadie
quiere dar.
ZAPATERA. Pero dímelo pronto, ¿qué ha pasado?
NIÑO. No te asustes, que de muertos no es.
ZAPATERA. ¡Anda!
NIÑO. Mira, zapaterita... (Por la ventana entra una mariposa y el Niño bajándose de las
rodillas de la Zapatera echa a correr.) Una mariposa, una mariposa... ¿no tienes un
sombrero...? Es amarilla, con pintas azules y rojas... y, ¡qué sé yo...!
ZAPATERA. Pero, hijo mío... ¿quieres?...
NIÑO. (Enérgico.) Cállate y habla en voz baja, ¿no ves que se espanta si no? ¡Ay! ¡Dame
tu pañuelo!
ZAPATERA. (Intrigada ya en la caza.) Tómalo.
NIÑO. ¡Chis...! No pises fuerte.
ZAPATERA. Lograrás que se escape.
NIÑO. (En voz baja y como encantando a la mariposa, canta.)
Mariposa del aire,
qué hermosa eres,
mariposa del aire
dorada y verde.
Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
No te quieres parar,
pararte no quieres.
Mariposa del aire
dorada y verde.
Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?
ZAPATERA. (En broma.) Síííí.
NIÑO. No, eso no vale. (La mariposa vuela.)
ZAPATERA. ¡Ahora! ¡Ahora!
NIÑO. (Corriendo alegremente con el pañuelo.) ¿No te quieres parar? ¿No quieres dejar
de volar?
ZAPATERA. (Corriendo también por otro lado.) ¡Que se escapa, que se escapa! (El
Niño sale corriendo por la puerta persiguiendo a la mariposa.)ZAPATERA. (Enérgica.) ¿Dónde vas?
NIÑO. (Suspenso.) ¡Es verdad! (Rápido.) ¡Pero yo no tengo la culpa!
ZAPATERA. ¡Vamos! ¿Quieres decirme lo que pasa? ¡Pronto!
NIÑO. ¡Ay! Pues, mira... tu marido, el zapatero, se ha ido para no volver más.
ZAPATERA. (Aterrada.) ¿Cómo?
NIÑO. Sí, sí, eso ha dicho en casa antes de montarse en la diligencia, que lo he visto yo...
y nos encargó que te lo dijéramos y ya lo sabe todo el pueblo...
ZAPATERA. (Sentándose desplomada.) ¡No es posible, esto no es posible! ¡Yo no lo
creo!
NIÑO. ¡Sí que es verdad, no me regañes!
ZAPATERA. (Levantándose hecha una furia y dando fuertes pisotadas en el suelo.) ¿Y
me da este pago? ¿Y me da este pago? (El Niño se refugia detrás de la mesa.)
NIÑO. ¡Que se caen las horquillas!
ZAPATERA. ¿Qué va a ser de mí sola en esta vida? ¡Ay, ay, ay!
(El Niño sale corriendo. La ventana y las puertas están llenas de vecinos.) Sí, sí, venid
a verme, cascantes, comadricas, por vuestra culpa ha sido...
ALCALDE. Mira, ya te estás callando. Si tu marido te ha dejado ha sido porque no lo
querías, porque no podía ser.
ZAPATERA. ¿Pero lo van a saber ustedes mejor que yo? Sí, lo quería, vaya si lo quería,
que pretendientes buenos y muy riquísimos he tenido y no les he dado el sí jamás. ¡Ay,
pobrecito mío, qué cosas te habrán contado!
SACRISTANA. (Entrando.) Mujer, repórtate.
ZAPATERA. No me resigno. No me resigno. ¡Ay, ay! (Por la puerta empiezan a entrar
Vecinas vestidas con colores violentos y que llevan grandes vasos de refrescos. Giran,
corren, entran y salen alrededor de la Zapatera que está sentada gritando, con la
prontitud y ritmo de baile. Las grandes faldas se abren a las vueltas que dan. Todos
adoptan una actitud cómica de pena.)
VECINA AMARILLA. Un refresco.
VECINA ROJA: Un refresquito.
VECINA VERDE. Para la sangre.
VECINA NEGRA. De limón.
VECINA MORADA. De zarzaparrilla.
VECINA ROJA. La menta es mejor.
VECINA MORADA. Vecina.
VECINA VERDE. Vecinita.
VECINA NEGRA. Zapatera.
VECINA ROJA. Zapaterita.
(Las Vecinas arman gran algazara. La Zapatera llora a gritos.)
Telón
Acto segundo
La misma decoración. A la izquierda, el banquillo arrumbado. A la derecha, un
mostrador con botellas y un lebrillo con agua donde la Zapatera friega las copas. LaZapatera está detrás del mostrador. Viste un traje rojo encendido, con amplias faldas y
los brazos al aire. En la escena, dos mesas. En una de ellas está sentado don Mirlo, que
toma un refresco y en la otra el Mozo del Sombrero en la cara.
ESCENA PRIMERA
La Zapatera friega con gran ardor vasos y copas que va colocando en el mostrador.
Aparece en la puerta el Mozo de la Faja y el Sombrero plano del primer acto. Está triste.
Lleva los brazos caídos y mira de manera tierna a la Zapatera. Al actor que exagere lo
más mínimo en este tipo, debe el Director de escena darle un bastonazo en la cabeza.
Nadie debe exagerar. La farsa exige siempre naturalidad. El Autor ya se ha encargado
de dibujar el tipo y el sastre de vestirlo. Sencillez. El Mozo se detiene en la puerta. Don
Mirlo y el otro Mozo vuelven la cabeza y lo miran. Ésta es casi una escena de cine. Las
miradas y expresión del conjunto dan su expresión. La Zapatera deja de fregar y mira al
Mozo fijamente. Silencio.
ZAPATERA. Pase usted.
MOZO DE LA FAJA. Si usted lo quiere...
ZAPATERA. (Asombrada.) ¿Yo? Me trae absolutamente sin cuidado, pero como te veo
en la puerta...
MOZO DE LA FAJA. Lo que usted quiera. (Se apoya en el mostrador.) (Entre dientes.)
Éste es otro al que voy a tener que...
ZAPATERA. ¿Qué va a tomar?
MOZO DE LA FAJA. Seguiré sus indicaciones.
ZAPATERA. Pues la puerta.
MOZO DE LA FAJA. ¡Ay, Dios mío, cómo cambian los tiempos!
ZAPATERA. No crea que me voy a echar a llorar. Vamos. Va usted a tomar copa, café,
refresco, ¿diga?
MOZO DE LA FAJA. Refresco.
ZAPATERA. No me mire tanto que se me va a derramar el jarabe.
MOZO DE LA FAJA. Es que yo me estoy muriendo. ¡Ay! (Por la ventana pasan dos
Majas con inmensos abanicos. Miran, se santiguan escandalizadas, se tapan los ojos
con los pericones y a pasos menuditos cruzan.)
ZAPATERA. El refresco.
MOZO DE LA FAJA. (Mirándola.) ¡Ay!
MOZO DEL SOMBRERO. (Mirando al suelo.) ¡Ay!
MIRLO. (Mirando al techo.) ¡Ay! (La Zapatera dirige la cabeza hacia los tres ayes.)
ZAPATERA. ¡Requeteay! Pero esto ¿es una taberna o un hospital? ¡Abusivos! Si no
fuera porque tengo que ganarme la vida con estos vinillos y este trapicheo, porque estoy
sola desde que se fue por culpa de todos vosotros mi pobrecito marido de mi alma,
¿cómo es posible que yo aguantara esto? ¿Qué me dicen ustedes? Los voy a tener que
plantar en lo ancho de la calle.
MIRLO. Muy bien, muy bien dicho.
MOZO DEL SOMBRERO. Has puesto taberna y podemos estar aquí dentro todo el
tiempo que queramos.ZAPATERA. (Fiera.) ¿Cómo? ¿Cómo? (El Mozo de la Faja inicia el mutis y don Mirlo
se levanta sonriente y haciendo como que está en el secreto y que volverá.)
MOZO DEL SOMBRERO. Lo que he dicho.
ZAPATERA. Pues si dices tú, más digo yo y puedes enterarte, y todos los del pueblo, que
hace cuatro meses que se fue mi marido y no cederé a nadie jamás, porque una mujer
casada debe estarse en su sitio como Dios manda. Y que no me asusto de nadie, ¿lo
oyes?, que yo tengo la sangre de mi abuelo, que esté en gloria, que fue desbravador de
caballos y lo que se dice un hombre. Decente fui y decente lo seré. Me comprometí con
mi marido. Pues hasta la muerte. (Don Mirlo sale por la puerta rápidamente y
haciendo señas que indican una relación entre él y la Zapatera.)
MOZO DEL SOMBRERO. (Levantándose.) Tengo tanto coraje que agarraría un toro de
los cuernos, le haría hincar la cerviz en las arenas y después me comería sus sesos cru-
dos con estos dientes míos, en la seguridad de no hartarme de morder. (Sale
rápidamente y don Mirlo huye hacia la izquierda.)
ZAPATERA. (Con las manos en la cabeza.) Jesús, Jesús, Jesús y Jesús. (Se sienta.)
ESCENA II
Zapatera y Niño.
Por la puerta entra el Niño, se dirige a la Zapatera y le tapa los ojos.
NIÑO. ¿Quién soy yo?
ZAPATERA. Mi niño, pastorcillo de Belén.
NIÑO. Ya estoy aquí. (Se besan.)
ZAPATERA. ¿Vienes por la meriendita?
NIÑO. Si tú me la quieres dar...
ZAPATERA. Hoy tengo una onza de chocolate.
NIÑO. ¿Sí? A mí me gusta mucho estar en tu casa.
ZAPATERA. (Dándole la onza.) Porque eres interesadillo...
NIÑO. ¿Interesadillo? ¿Ves este cardenal que tengo en la rodilla?
ZAPATERA. ¿A ver? (Se sienta en una silla baja y toma al Niño en brazos.)
NIÑO. Pues me lo ha hecho el Lunillo porque estaba cantando... las coplas que te han
sacado y yo le pegué en la cara, y entonces él me tiró una piedra que, ¡plaff!, mira.
ZAPATERA. ¿Te duele mucho?
NIÑO. Ahora no, pero he llorado.
ZAPATERA. No hagas caso ninguno de lo que dicen.
NIÑO. Es que eran cosas muy indecentes. Cosas indecentes que yo sé decir, ¿sabes? pero
que no quiero decir.
ZAPATERA. (Riéndose.) Porque si las dices cojo un pimiento picante y lo pongo la
lengua como un ascua. (Ríen.)
NIÑO. Pero, ¿por qué te echarán a ti la culpa de que tu marido se haya marchado?
ZAPATERA. Ellos, ellos son los que la tienen y los que me hacen desgraciada.
NIÑO. (Triste.) No digas, Zapaterita.
ZAPATERA. Yo me miraba en sus ojos. Cuando le veía venir montado en su jaca
blanca...NIÑO. (Interrumpiéndole.) ¡Ja, ja, ja! Me estás engañando. El señor Zapatero no tenía
jaca.
ZAPATERA. Niño, sé más respetuoso. Tenía jaca, claro que la tuvo, pero es... es que tú
no habías nacido.
NIÑO. (Pasándole la mano por la cara.) ¡Ah! ¡Eso sería!
ZAPATERA. Ya ves tú... cuando lo conocí estaba yo lavando en el arroyo del pueblo.
Medio metro de agua y las chinas del fondo se veían reír, reír con el temblorcillo. Él
venía con un traje,negro entallado, corbata roja de seda buenísima y cuatro anillos de
oro que relumbraban como cuatro soles.
NIÑO. ¡Qué bonito!
ZAPATERA. Me miró y lo miré. Yo me recosté en la hierba. Todavía me parece sentir
en la cara aquel aire tan fresquito que venía por los árboles. Él paró su caballo y la cola
del caballo era blanca y tan larga que llegaba al agua del arroyo. (La Zapatera está casi
llorando. Empieza a oírse un canto lejano.) Me puse tan azarada que se me fueron dos
pañuelos preciosos, así de peqúeñitos, en la corriente.
NIÑO. ¡Qué risa!
ZAPATERA. Él, entonces, me dijo... (El canto se oye más cerca. Pausa.) ¡Chisss...!
NIÑO. (Se levanta.) ¡Las coplas!
ZAPATERA. ¡Las coplas! (Pausa. Los dos escuchan.) ¿Tú sabes lo que dicen?
NIÑO. (Con la mano.) Medio, medio.
ZAPATERA. Pues cántalas, que quiero enterarme.
NIÑO. ¿Para qué?
ZAPATERA. Para que yo sepa de una vez lo que dicen.
NIÑO. (Cantando y siguiendo el compás.) Verás:
La señora Zapatera,
al marcharse su marido,
ha montado una taberna
donde acude el señorío.
ZAPATERA. ¡Me la pagarán!
NIÑO. (El Niño lleva el compás con la mano en la mesa.)
Quién lo compra, Zapatera,
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encajes de bolillos.
Ya la corteja el Alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
¡Zapatera, Zapatera,
Zapatera, te has lucido!
(Las voces se van distinguiendo cerca
y claras con su acompañamiento de
panderos. La Zapatera coge un mantoncillo
de Manila y se lo echa sobre los hombros.)
¿Dónde vas? (Asustado.)ZAPATERA. ¡Van a dar lugar a que compre un revólver! (El canto se aleja. La Zapatera
corre a la puerta. Pero tropieza con el Alcalde que viene majestuoso, dando golpes con
la vara en el suelo.)
ALCALDE. ¿Quién despacha?
ZAPATERA. ¡El demonio!
ALCALDE. Pero, ¿qué ocurre?
ZAPATERA. Lo que usted debía saber hace muchos días, lo que usted como alcalde no
debía permitir. La gente me canta coplas, los vecinos se ríen en sus puertas y como no
tengo marido que vele por mí, salgo yo a defenderme, ya que en este pueblo las
autoridades son calabacines, ceros a la izquierda, estafermos.
NIÑO. Muy bien dicho.
ALCALDE. (Enérgico.) Niño, niño, basta de voces... ¿Sabes tú lo que he hecho ahora?
Pues meter en la cárcel a dos o tres de los que venían cantando.
ZAPATERA. ¡Quisiera yo ver eso!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. ¡Mi madre me llama! (Corre a la ventana.) ¡Quéee! Adiós. Si quieres te puedo
traer el espadón grande de mi abuelo, el que se fue a la guerra. Yo no puedo con él, ¿sa-
bes?, pero tú, sí.
ZAPATERA. (Sonriendo.) ¡Lo que quieras!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. (Ya en la calle.) ¿Quéeee?
ESCENA III
Zapatera y Alcálde.
ALCALDE. Por lo que veo, este niño sabio y retorcido es la única persona a quien tratas
bien en el pueblo.
ZAPATERA. No pueden ustedes hablar una sola palabra sin ofender... ¿De qué se ríe su
ilustrísima?
ALCALDE. ¡De verte tan hermosa y desperdiciada!
ZAPATERA. ¡Antes un perro! (Le sirve un vaso de vino.)
ALCALDE. ¡Qué desengaño de mundo! Muchas mujeres he conocido como amapolas,
como rosas de olor... mujeres morenas con los ojos como tinta de fuego, mujeres que
les huele el pelo a nardos y siempre tienen las manos con calentura, mujeres cuyo talle
se puede abarcar con estos dos dedos, pero como tú, como tú no hay nadie. Anteayer
estuve enfermo toda la mañana porque vi tendidas en el prado dos camisas tuyas con
lazos celestes, que era como verte a ti, zapatera de mi alma.
ZAPATERA. (Estallando furiosa.) Calle usted, viejísimo, calle usted; con hijas mozuelas
y lleno de familia no se debe cortejar de esta manera tan indecente y tan descarada.
ALCALDE. Soy viudo.
ZAPATERA. Y yo casada.
ALCALDE. Pero tu marido te ha dejado y no volverá, estoy seguro.
ZAPATERA. Yo viviré como si lo tuviera.
ALCALDE. Pues a mí me consta, porque me lo dijo, que no te quería ni tanto así.ZAPATERA. Pues a mí me consta que sus cuatro señoras, mal rayo las parta, le
aborrecían a muerte.
ALCALDE. (Dando en el suelo con la vara.) ¡Ya estamos!
ZAPATERA. (Tirando un vaso.) ¡Ya estamos! (Pausa.)
ALCALDE. (Entre dientes.) Si yo te cogiera por mi cuenta, ¡vaya si te domaba!
ZAPATERA. (Guasona.) ¿Qué está usted diciendo?
ALCALDE. Nada, pensaba... que si tú fueras como debías ser, te hubiera enterado que
tengo voluntad y valentía para hacer escritura, delante del notario, de una casa muy
hermosa.
ZAPATERA. ¿Y qué?
ALCALDE. Con un estrado que costó cinco mil reales, con centros de mesa, con cortinas
de brocatel, con espejos de cuerpo entero...
ZAPATERA. ¿Y qué más?
ALCALDE. (Tenoriesco.) Que la casa tiene una cama con coronación de pájaros y
azucenas de cobre, un jardín con seis palmeras y una fuente saltadora, pero aguarda,
para estar alegre, que una persona que sé yo se quiera aposentar en sus salas donde
estaría... (Dirigiéndose a la Zapatera.) Mira, ¡estarías como una reina!
ZAPATERA. (Guasona.) Yo no estoy acostumbrada a esos lujos. Siéntese usted en el
estrado, métase usted en la cama, mírese usted en los espejos y póngase con la boca
abierta debajo de las palmeras esperando que le caigan los dátiles, que yo de zapatera
no me muevo.
ALCALDE. Ni yo de alcalde. Pero que te vayas enterando que no por mucho despreciar
amanece más temprano. (Con retintín.)
ZAPATERA. Y que no me gusta usted ni me gusta nadie del pueblo. ¡Que está usted muy
viejo!
ALCALDE. (Indignado.) Acabaré metiéndote en la cárcel.
ZAPATERA. ¡Atrévase usted! (Fuera se oye un toque de trompeta floreado y
comiquísimo.)
ALCALDE. ¿Qué será eso?
ZAPATERA. (Alegre y ojiabierta.) ¡Títeres! (Se golpea las rodillas. Por la ventana
cruzan dos Mujeres.)
VECINA ROJA. ¡Títeres!
VECINA MORADA. ¡Títeres!
NIÑO. (En la ventana.) ¿Traerán monos? ¡Vamos!
ZAPATERA. (Al Alcalde.) ¡Yo voy a cerrar la puerta!
NIÑO. ¡Vienen a tu casa!
ZAPATERA. ¿Sí? (Se acerca a la puerta.)
NIÑO. ¡Míralos!
ESCENA IV
Por la puerta aparece el Zapatero disfrazado. Trae una trompeta y un cartelón enrollado
a la espalda, lo rodea la gente. La Zapatera queda en actitud expectante y el Niño salta
por la ventana y se coge a sus faldones.
ZAPATERO. Buenas tardes.ZAPATERA. Buenas tardes tenga usted, señor titiritero.
ZAPATERO. ¿Aquí se puede descansar?
ZAPATERA. Y beber, si usted gusta.
ALCALDE. Pase usted, buen hombre y tome lo que quiera, que yo pago. (A los Vecinos.)
Y vosotros, ¿qué hacéis ahí?
VECINA ROJA. Como estamos en lo ancho de la calle no creo que le estorbemos. (El
Zapatero mirándolo todo con disimulo deja el rollo sobre la mesa.)
ZAPATERO. Déjelos, señor Alcalde... supongo que es usted, que con ellos me gano la
vida.
NIÑO. ¿Dónde he oído yo hablar a este hombre? (En toda la escena el Niño mirará con
gran extrañeza al Zapatero.) ¡Haz ya los títeres! (Los Vecinos ríen.)
ZAPATERO. En cuanto tome un vaso de vino.
ZAPATERA. (Alegre.) ¿Pero los va usted a hacer en mi casa?
ZAPATERO. Si tú me lo permites.
VECINA ROJA. Entonces, ¿podemos pasar?
1
ZAPATERA. (Seria.) Podéis pasar. (Da un vaso al Zapatero.)
VECINA ROJA. (Sentándose.) Disfrutaremos un poquito. (El Alcalde se sienta.)
ALCALDE. ¿Viene usted de muy lejos?
ZAPATERO. De muy lejísimos.
ALCALDE. ¿De Sevilla?
ZAPATERO. Échele usted leguas.
ALCALDE. ¿De Francia?
ZAPATERO. Échele usted leguas.
ALCALDE. ¿De Inglaterra?
ZAPATERO. De las Islas Filipinas. (Las Vecinas hacen rumores de admiración. La
Zapatera está extasiada.)
ALCALDE. ¿Habrá usted visto a los insurrectos?
ZAPATERO. Lo mismo que les estoy viendo a ustedes ahora.
NIÑO. ¿Y cómo son?
ZAPATERO. Intratables. Figúrense ustedes que casi todos ellos son zapateros. (Los
Vecinos miran a la Zapatera.)
ZAPATERA. (Quemada.) ¿Y no los hay de otros oficios?
ZAPATERO. Absolutamente. En las Islas Filipinas, zapateros.
ZAPATERA. Pues puede que en las Filipinas esos zapateros sean tontos, que aquí en
estas tierras los hay listos y muy listos.
VECINA ROJA. (Adulona.) Muy bien hablado.
ZAPATERA. (Brusca.) Nadie le ha preguntado su parecer.
VECINA ROJA. ¡Hija mía!
ZAPATERO. (Enérgico, interrumpiendo.) ¡Qué rico Vino! (Más fuerte.) ¿Qué
requeterrico vino! (Silencio.) Vino de uvas negras como el alma de algunas mujeres que
yo conozco.
ZAPATERA. ¡De las que la tengan!
ALCALDE. ¡Chis! ¿Y en qué consiste el trabajo de usted?
ZAPATERO. (Apura el vaso, chasca la lengua y mira a la Zapatera.) ¡Ah! Es un trabajo
de poca apariencia y de mucha ciencia. Enseño la vida por dentro. Aleluyas son los
hechos del zapatero mansurrón y la Fierabrás de Alejandría, vida de don DiegoCorrientes, aventuras del guapo Francisco Esteban y, sobre todo, arte de colocar el
bocado a las mujeres parlanchinas y respondonas.
ZAPATERA. ¡Todas esas cosas las sabía mi pobrecito esposo!
ZAPATERO. ¡Dios lo haya perdonado!
ZAPATERA. Oiga usted... (Las Vecinas se ríen.)
NIÑO. ¡Cállate!
ALCALDE. (Autoritario.) ¡A callar! Enseñanzas son esas que convienen a todas las
criaturas. Cuando usted guste. (El Zapatero desenrolla el cartelón en el que hay
pintada una historia de ciego, dividida en pequeños cuadros, pintados con almazarrón
y colores violentos. Los Vecinos inician un movimiento de aproximación y la Zapatera
se sienta al Niño sobre sus rodillas.)
ZAPATERO. Atención.
NIÑO. ¡Ay, qué precioso! (Abraza a la Zapatera, murmullos.)
ZAPATERA. Que te fijes bien por si acaso no me entero del todo.
NIÑO. Más difícil que la historia sagrada no será.
ZAPATERO. Respetable público: Oigan ustedes el romance verdadero y sustancioso de
la mujer rubicunda y el hombrecito de la paciencia, para que sirva de escarmiento y
ejemplaridad a todas las gentes de este mundo. (En tono lúgubre.) Aguzad vuestros
oídos y entendimiento. (Los Vecinos alargan la cabeza y algunas Mujeres se agarran
de las manos.)
NIÑO. ¿No te parece el titiritero, hablando, a tu marido?
ZAPATERA. Él tenía la voz más dulce.
ZAPATERO. ¿Estamos?
ZAPATERA. Me sube así un repeluzno.
NIÑO. ¡Y a mí también!
ZAPATERO. (Señalando con la varilla.)
En un cortijo de Córdoba,
entre jarales y adelfas,
vivía un talabartero
con una talabartera. (Expectación.)
Ella era mujer arisca,
él hombre de gran paciencia,
ella giraba en los veinte
y él pasaba de cincuenta.
¡Santo Dios, cómo reñían!
Miren ustedes la fiera,
burlando al débil marido
con los ojos y la lengua.
(Está pintada en el cartel una mujer que mira
de manera infantil y cómica.)
ZAPATERA. ¡Qué mala mujer! (Murmullos.)
ZAPATERO.
Cabellos de emperadoratiene la talabartera,
y una carne como el agua
cristalina de Lucena.
Cuando movía las faldas
en tiempos de primavera
olía toda su ropa
a limón y a yerbabuena.
¡Ay, qué limón, limón
de la limonera!
¡Qué apetitosa
talabartera! (Los Vecinos ríen.)
Ved cómo la cortejaban
mocitos de gran presencia
en caballos relucientes
llenos de borlas de seda.
Gente cabal y garbosa
que pasaba por la puerta
haciendo brillar adrede
las onzas de sus cadenas.
La conversación a todos
daba la talabartera,
y ellos caracoleaban
sus jacas sobre las piedras.
Miradla hablando con uno
bien peinada y bien compuesta,
mientras el pobre marido
clava en el cuero la lezna.
(Muy dramático y cruxando las manos.)
Esposo viejo y decente
casado con joven tierna,
qué tunante caballista
roba tu amor en la puerta.
(La Zapatera, que ha estado dando suspiros, rompe a llorar.)
ZAPATERO. (Volviéndose.) ¿Qué os pasa?
ALCALDE. ¡Pero, niña! (Da con la vara.)
VECINA ROJA. ¡Siempre llora quien tiene por qué callar!
VECINA MORADA. ¡Siga usted! (Los Vecinos murmuran y sisean.)
ZAPATERA. Es que me da mucha lástima y no puedo contenerme, ¿lo ve usted?, no
puedo contenerme. (Llora queriéndose contener, hipando de manera comiquísima.)
ALCALDE. ¡Chitón!
NIÑO. ¿Lo Ves?ZAPATERO. ¡Hagan el favor de no interrumpirme! ¡Cómo se conoce que no tienen que
decirlo de memoria!
NIÑO. (Suspirando.) ¡Es verdad!
ZAPATERO. (Malhumorado.)
Un lunes por la mañana
a eso de las once y media,
cuando el sol deja sin sombra
los juncos y madreselvas,
cuando alegremente bailan
brisa y tomillo en la sierra
y van cayendo las verdes
hojas de las madroñeras,
regaba sus alhelíes
la arisca talabartera.
Llegó su amigo trotando
una jaca cordobesa
y le dijo entre suspiros:
Niña, si tú lo quisieras,
cenaríamos mañana
los dos solos, en tu mesa.
¿Y qué harás de mi marido?
Tu marido no se entera.
¿Qué piensas hacer? Matarlo.
Es ágil. Quizá no puedas.
¿Tienes revólver? ¡Mejor!,
¡tengo navaja barbera!
¿Corta mucho? Más que el frío.
(La Zapatera se tapa los ojos y aprieta al Niño.
Todos los Vecinos tienen una expectación máxima
que se notará en sus expresiones.)
Y no time ni una mella.
¿No has mentido? Le daré
diez puñaladas certeras
en esta disposición,
que me parece estupenda:
cuatro en la región lumbar,
una en la tetilla izquierda,
otra en semejante sitio
y dos en cada cadera.
¿Lo matarás en seguida?
Esta noche cuando vuelva
con el cuero y con las crines
por la curva de la acequia.(En este último verso y con toda rapidez se oye fuera del escenario un
grito angustiado y fortísimo; los Vecinos se levantan. Otro grito más
cerca. Al Zapatero se le cae de las manos el cartelón y la varilla.
Tiemblan todos cómicamente.)
VECINA NEGRA. (En la ventana.) ¡Ya han sacado las navajas!
ZAPATERA. ¡Ay, Dios mio!
VECINA ROJA. ¡Virgen Santísima!
ZAPATERO. ¡Qué escándalo!
VECINA NEGRA. ¡Se están matando! ¡Se están cosiendo a puñaladas por culpa de esa
mujer! (Señala a la Zapatera.)
ALCALDE. (Nervioso.) ¡Vamos a ver!
NIÑO. ¡Que me da mucho miedo!
VECINA VERDE. ¡Acudir, acudir! (Van saliendo.)
VOZ. (Fuera.) ¡Por esa mala mujer!
ZAPATERO. Yo no puedo tolerar esto; ¡no lo puedo tolerar! (Con las manos en la
cabeza corre la escena. Van saliendo rapidísimamente todos entre ayes y miradas de
odio a la Zapatera. Ésta cierra rápidamente la ventana y la puerta.)
ESCENA V
Zapatera y Zapatero.
ZAPATERA. ¿Ha visto usted qué infamia? Yo le juro por la preciosísima sangre de
nuestro padre Jesús, que soy inocente. ¡Ay! ¿Qué habrá pasado?... Mire, mire usted
como tiemblo. (Le enseña las manos.) Parece que las manos se me quieren escapar ellas
solas.
ZAPATERO. Calma, muchacha. ¿Es que su marido está en la calle?
ZAPATERA. (Rompiendo a llorar.) ¿Mi marido? ¡Ay, señor mío!
ZAPATERO. ¿Qué le pasa?
ZAPATERA. Mi marido me dejó por culpa de las gentes y ahora me encuentro sola sin
calor de nadie.
ZAPATERO. ¡Pobrecilla!
ZAPATERA. ¡Con lo que yo lo quería! ¡Lo adoraba!
ZAPATERO. (En un arranque.) ¡Eso no es verdad!
ZAPATERA. (Dejando rápidamente de llorar.) ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO. Digo que es una cosa tan... incomprensible que... parece que no es verdad.
(Turbado.)
ZAPATERA. Tiene usted mucha razón, pero yo desde entonces no como, ni duermo, ni
vivo; porque él era mi alegría, mi defensa.
ZAPATERO. Y queriéndolo tanto como lo quería, ¿la abandonó? Por lo que veo su
marido de usted era un hombre de pocas luces.
ZAPATERA. Haga el favor de guardarse la lengua en el bolsillo. Nadie le ha dado
permiso para que dé su opinión.
ZAPATERO. Usted perdone, no he querido...
ZAPATERA. Digo... ¡cuando era más listo!ZAPATERO. (Con guasa.) ¿Siiii?
ZAPATERA. (Enérgica.) Sí. ¿Ve usted todos esos romances y chupaletrinas que canta y
cuenta por los pueblos? Pues todo eso es un ochavo comparado con lo que él sabía... él
sabía... ¡el triple!
ZAPATERO. (Serio.) No puede ser.
ZAPATERA. (Enérgica.) Y el cuádruple... Me los decía todos a mí cuando nos
acostábamos. Historietas antiguas que usted no habrá oído mentar siquiera...
(Gachona.) y a mí me daba un susto... pero él me decía: « ¡Preciosa de mi alma, si esto
ocurre de mentirijillas! ».
ZAPATERO. (Indignado.) ¡Mentira!
ZAPATERA. (Extrañadísima.) ¿Eh? ¿Se le ha vuelto el juicio?
ZAPATERO. ¡Mentira!
ZAPATERA. (Indignada.) Pero ¿qué es lo que está usted diciendo, titiritero del
demonio?
ZAPATERO. (Fuerte y de pie.) Que tenía mucha razón su marido de usted. Esas
historietas son pura mentira, fantasía nada más. (Agrio.)
ZAPATERA. (Agria.) Naturalmente, señor mío. Parece que me toma por tonta de
capirote... pero no me negará usted que dichas historietas impresionan.
ZAPATERO. ¡Ah, eso ya es harina de otro costal! Impresionan a las almas
impresionables.
ZAPATERA. Todo el mundo tiene sentimientos.
ZAPATERO. Según se mire. He conocido mucha gente sin sentimiento. Y en mi pueblo
vivía una mujer... en cierta época, que tenía el suficiente mal corazón para hablar con
sus amigos por la ventana mientras el marido hacía botas y zapatos de la mañana a la
noche.
ZAPATERA. (Levantándose y cogiendo una silla.) ¿Eso lo dice por mí?
ZAPATERO. ¿Cómo?
ZAPATERA. ¡Que si va con segunda, dígalo! ¡Sea valiente!
ZAPATERO. (Humilde.) Señorita, ¿qué está usted diciendo? ¿Qué sé yo quién es usted?
Yo no la he ofendido en nada; ¿por qué me falta de esa manera? ¡Pero es mi sino! (Casi
lloroso.)
ZAPATERA. (Enérgica, pero conmovida.) Mire usted, buen hombre. Yo he hablado así
porque estoy sobre ascuas; todo el mundo me asedia, todo el mundo me critica; ¿cómo
quiere que no esté acechando la ocasión más pequeña para defenderme? Si estoy sola,
si soy joven y vivo ya sólo de mis recuerdos. (Llora.)
ZAPATERO. (Lloroso.) Ya comprendo, preciosa joven. Lo comprendo mucho más de lo
que pueda imaginarse, porque... ha de saber usted con toda clase de reservas que su si-
tuación es... sí, no cabe duda, idéntica a la mía.
ZAPATERA. (Intrigada.) ¿Es posible?
ZAPATERO. (Se deja caer sobre la mesa.) A mí... ¡me abandonó mi esposa!
ZAPATERA. ¡No pagaba con la muerte!
ZAPATERO. Ella soñaba con un mundo que no era el mío, era fantasiosa y dominanta,
gustaba demasiado de la conversación y las golosinas que yo no podía costearle, y un
día tormentoso de viento huracanado me abandonó para siempre.
ZAPATERA. ¿Y qué hace usted ahora, corriendo mundo?ZAPATERO. Voy en su busca para perdonarla y vivir con ella lo poco que me queda de
vida. A mi edad ya se está malamente por esas posadas de Dios.
ZAPATERA. (Rápida.) Tome un poquito de café caliente que después de toda esta
tracamandana le servirá de salud. (Va al mostrador a echar el café y vuelve la espalda
al Zapatero.)
ZAPATERO. (Persignándose exageradamente y abriendo los ojos.) Dios te lo premie,
clavellinita encarnada.
ZAPATERA. (Le o frece la taza. Se queda con el plato en las manos y él bebe a sorbos.)
¿Está bueno?
ZAPATERO. (Meloso.) ¡Como hecho por sus manos!
ZAPATERA. (Sonriente.) ¡Muchas gracias!
ZAPATERO. (En el último trago.) ¡Ay, qué envidia me da su marido!
ZAPATERA. ¿Por qué?
ZAPATERO. (Galante.) ¡Porque se pudo casar con la mujer más preciosa de la tierra!
ZAPATERA. (Derretida.) ¡Qué cosas tiene!
ZAPATERO. Y ahora casi me alegro de tenerme que marchar, porque usted sola, yo solo,
usted tan guapa y yo con mi lengua en su sitio, me parece que se me escaparía cierta
insinuación...
ZAPATERA. (Reaccionando.) Por Dios, ¡quite de ahí! ¿Qué se figura? ¡Yo guardo mi
corazón entero para el que está por esos mundos, para quien debo, para mi marido!
ZAPATERO. (Contentísimo y tirando el sombrero al suelo.) ¡Eso está pero que muy
bien! Así son las mujeres verdaderas, ¡así!
ZAPATERA. (Un poco guasona y sorprendida.) Me parece a mí que usted está un
poco... (Se lleva el dedo a la sien.)
ZAPATERO. Lo que usted quiera. ¡Pero sepa y entienda que yo no estoy enamorado de
nadie más que de mi mujer, mi esposa de legítimo matrimonio!
ZAPATERA. Y yo de mi marido y de nadie más que de mi marido. Cuántas veces lo he
dicho para que lo oyeran hasta los sordos. (Con las manos cruzadas.) ¡Ay, qué
zapaterillo de mi alma!
ZAPATERO. (Aparte.) ¡Ay, qué zapaterilla de mi corazón! (Golpes en la puerta.)
ESCENA VI
Zapatera, Zapatero y Niño.
ZAPATERA. ¡Jesús! Está una en un continuo sobresalto. ¿Quién es?
NIÑO. ¡Abre!
ZAPATERA. ¿Pero es posible? ¿Cómo has venido?
NIÑO. ¡Ay, vengo corriendo para decírtelo!
ZAPATERA. ¿Qué ha pasado?
NIÑO. Se han hecho heridas con las navajas dos o tres mozos y te echan a ti la culpa.
Heridas que echan mucha sangre. Todas las mujeres han ido a ver al juez para que te
vayas del pueblo, ¡ay! Y los hombres querían que el sacristán tocara las campanas para
cantar tus coplas... (El Niño está jadeante y sudoroso.)
ZAPATERA. (Al Zapatero.) ¿Lo está usted viendo?
NIÑO. Toda la plaza está llena de corrillos... parece la feria... ¡y todos contra ti!ZAPATERO. ¡Canallas! Intenciones me dan de salir a defenderla.
ZAPATERA. ¿Para qué? Lo meterían en la cárcel. Yo soy la que va a tener que hacer
algo gordo.
NIÑO. Desde la ventana de tu cuarto puedes ver el jaleo de la plaza.
ZAPATERA. (Rápida.) Vamos, quiero cerciorarme de la maldad de las gentes. (Mutis
rápido.)
ESCENA VII
Zapatero.
ZAPATERO. Sí, sí, canallas... pero pronto ajustaré cuentas con todos y me las pagarán...
¡Ay, casilla mía, qué calor más agradable sale por tus puertas y ventanas!; ¡ay, qué te-
rribles paradores, qué malas comidas, qué sábanas de lienzo moreno por esos caminos
del mundo! ¡Y qué disparate no sospechar que mi mujer era de oro puro, del mejor oro
de la tierra! ¡Casi me dan ganas de llorar!
ESCENA VIII
Zapatero y Vecinas.
VECINA ROJA. (Entrando rápida.) Buen hombre.
VECINA AMARILLA. (Rápida.) Buen hombre.
VECINA ROJA. Salga en seguida de esta casa. Usted es persona decente y no debe estar
aquí.
VECINA AMARILLA. Ésta es la casa de una leona, de una hiena.
VECINA ROJA. De una mal nacida, desengaño de los hombres.
VECINA AMARILLA. Pero o se va del pueblo o la echamos. Nos trae locas.
VECINA ROJA. Muerta la quisiera ver.
VECINA AMARILLA. Amortajada, con su ramo en el pecho.
ZAPATERO. (Angustiado.) ¡Basta!
VECINA ROJA. Ha corrido la sangre.
VECINA AMARILLA. No quedan pañuelos blancos.
VECINA ROJA. Dos hombres como dos soles.
VECINA AMARILLA. Con las navajas clavadas.
ZAPATERO. (Fuerte.) ¡Basta ya!
VECINA ROJA. Por culpa de ella.
VECINA AMARILLA. Ella, ella y ella.
VECINA ROJA. Miramos por usted.
VECINA AMARILLA. ¡Le avisamos con tiempo!
ZAPATERO. Grandísimas embusteras, mentirosas, mal nacidas. Os voy a arrastrar del
pelo.
VECINA ROJA. (A la otra.) ¡También lo ha conquistado!
VECINA AMARILLA. ¡A fuerza de besos habrá sido!
ZAPATERO. ¡Así os lleve el demonio! ¡Basiliscos, perjuras!VECINA NEGRA. (En la ventana.) ¡Comadre, corra usted! (Sale corriendo. Las dos
Vecinas hacen to mismo.)
VECINA ROJA. Otro en el garlito.
VECINA AMARILLA. ¡Otro!
ZAPATERO. ¡Sayonas, judías! ¡Os pondré navajillas barberas en los zapatos! Me vais a
soñar.
ESCENA IX
Zapatero, Zapatera y Niño.
NIÑO. (Entra rápido.) Ahora entraba un grupo de hombres en casa del Alcalde. Voy a
ver lo que dicen. (Sale corriendo.)
ZAPATERA. (Valiente.) Pues aquí estoy, si se atreven a venir. Y con serenidad de
familia de caballistas, que he cruzado muchas veces la sierra, sin hamugas, a pelo sobre
los caballos.
ZAPATERO. ¿Y no flaqueará algún día su fortaleza?
ZAPATERA. Nunca se rinde la que, como yo, está sostenida por el amor y la honradez.
Soy capaz de seguir así hasta que se me vuelva cana toda mi mata de pelo.
ZAPATERO. (Conmovido y avanzando hacia ella.) Ay...
ZAPATERA. ¿Qué le pasa?
ZAPATERO. Me emociono.
ZAPATERA. Mire usted, tengo a todo el pueblo encima, quieren venir a matarme, y sin
embargo no tengo ningún miedo. La navaja se contesta con la navaja y el palo con el
palo, pero cuando de noche cierro esa puerta y me voy sola a mi cama... me da una
pena... ¡qué pena! ¡Y paso unas sofocaciones!... Que cruje la cómoda: ¡un susto! Que
suenan con el aguacero lós cristales del ventanillo, ¡otro susto! Que yo sola meneo sin
querer las perinolas de la cama, ¡susto doble! Y todo esto no es más que el miedo a la
soledad donde están los fantasmas, que yo no he visto porque no los he querido ver,
pero que vieron mi madre y mi abuela y todas las mujeres de mi familia que han tenido
ojos en la cara.
ZAPATERO. ¿Y por qué no cambia de vida?
ZAPATERA. ¿Pero usted está en su juicio? ¿Qué voy a hacer? ¿Dónde voy así? Aquí
estoy y Dios dirá. (Fuera y muy lejanos se oyen murmurllos y aplausos.)
ZAPATERO. Yo lo siento mucho, pero tengo que emprender mi camino antes que la
noche se me eche encima. ¿Cuánto debo? (Coge el cartelón.)
ZAPATERA. Nada.
ZAPATERO. No transijo.
ZAPATERA. Lo comido por lo servido.
j
ZAPATERO. Muchas gracias. (Triste se carga el cartelón.) Entonces, adiós... para toda
la vida, porque a mi edad... (Está conmovido.)
ZAPATERA. (Reaccionando.) Yo no quisiera despedirme así. Yo soy mucho más alegre.
(En voz clara.) Buen hombre, Dios quiera que encuentre usted a su mujer, para que
vuelva a vivir con el cuido y la decencia a que estaba acostumbrado. (Está conmovida.)
ZAPATERO. Igualmente le digo de su esposo. Pero usted ya sabe que el mundo es
reducido, ¿qué quiere que le diga si por casualidad me lo encuentro en mis caminatas?ZAPATERA. Dígale usted que lo adoro.
ZAPATERO. (Acercándose.) ¿Y qué más?
ZAPATERA. Que a pesar de sus cincuenta y tantos años, benditísimos cincuenta años,
me resulta más juncal y torerillo que todos los hombres del mundo.
ZAPATERO. ¡Niña, qué primor! ¡Le quiere usted tanto como yo a mi mujer!
ZAPATERA. ¡Muchísimo más!
ZAPATERO. No es posible. Yo soy como un perrillo y mi mujer manda en el castillo,
¡pero que mande! Tiene más sentimiento que yo. (Está cerca de ella y como
adorándola.)
ZAPATERA. Y no se le olvide decirle que lo espero, que el invierno tiene las noches
largas.
ZAPATERO. Entonces, ¿lo recibiría usted bien?
ZAPATERA. Como si fuera el rey y la reina juntos.
ZAPATERO. (Temblando.) ¿Y si por casualidad llegara ahora mismo?
ZAPATERA. ¡Me volvería loca de alegría!
ZAPATERO. ¿Le perdonaría su locura?
zAPATERA. ¡Cuanto tiempo hace que se la perdoné!
ZAPATERO. ¿Quiere usted que llegue ahora mismo?
ZAPATERA. ¡Ay, si viniera!
ZAPATERO. (Gritando.) ¡Pues aquí está!
ZAPATERA. ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO. (Quitándose las gafas y el disfraz.) ¡Que ya no puedo más! ¡Zapatera de mi
corazón! (La Zapatera está como loca, con los brazos separados del cuerpo. El
Zapatero abraza a la Zapatera y ésta lo mira fijamente en medio de su crisis. Fuera se
oye claramente un run- run de coplas.)
VOZ. (Dentro.)
La señora zapatera
al marcharse su marido
ha montado una taberna
donde acude el señorío.
ZAPATERA. (Reaccionando.) Pillo, gránujá, tunante, canalla! ¿Lo oyes? ¡Por tu culpa!
(Tira las sillas.)
ZAPATERO. (Emocionado dirigiéndose al banquillo.) ¡Mujer de mi corazón!
ZAPATERA. ¡Corremundos! ¡Ay, cómo me alegro de que hayas venido! ¡Qué vida te
voy a dar! ¡Ni la Inquisición! ¡Ni los templarios de Roma!
ZAPATERO. (En el banquillo.) ¡Casa de mi felicidad! (Las coplas se oyen cerquísima,
los Vecinos aparecen en la ventana.)
VOCES. (Dentro.)
Quién te compra zapatera
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encajes de bolillos.
Ya la corteja el alcalde,
ya la corteja don Mirlo.Zapatera, zapatera,
¡zapatera te has lucido!
ZAPATERA. ¡Qué desgraciada soy! ¡Con este hombre que Dios me ha dado! (Yendo a
la puerta.) ¡Callarse largos de lengua, judíos colorados! Y venid, venid ahora, si
queréis. Ya somos dos a defender mi casa, ¡dos! ¡dos! yo y mi marido. (Dirigiéndose al
Marido.) ¡Con este pillo, con este granuja! (El ruido de las coplas llena la escena. Una
campana rompe a tocar lejana y furiosamente.)
Telón