2/9/14

Así que pasen cinco años. Lorca.



Federico García Lorca

Así que pasen cinco años


Leyenda del Tiempo
Personas
JOVEN
VIEJO
UN NIÑO MUERTO
UN GATO MUERTO
CRIADO
AMIGO PRIMERO
AMIGO SEGUNDO
LA MECANÓGRAFA
LA NOVIA
EL MANIQUÍ DEL TRAJE DE NOVIA
EL JUGADOR DE RUGBY
LA CRIADA
EL PADRE DE LA NOVIA
PAYASO
ARLEQUÍN
MUCHACHA
MÁSCARAS Y JUGADORES
Acto primero

Biblioteca. El joven está sentado. Viste un pijama azul. El Viejo de chaqué gris, con barba blanca y
enormes lentes de oro, también sentado.

JOVEN. No me sorprende.
VIEJO. Perdone...
JOVEN. Siempre me ha pasado igual.
VIEJO. (Inquisitivo y amable.) ¿Verdad?
JOVEN. Sí.
VIEJO. Es que...
JOVEN. Recuerdo que...
VIEJO. (Ríe.) Siempre recuerdo.
JOVEN. Yo...
VIEJO. (Anhelante.) Siga...
JOVEN. Yo guardaba los dulces para comerlos después.
VIEJO. Después, ¿verdad? Saben mejor. Yo también.
JOVEN. Y recuerdo que un día...
VIEJO. (Interrumpiendo con vehemencia.) Me gusta tanto la palabra recuerdo. Es una palabra verde,
jugosa. Mana sin cesar hilitos de agua fría.
JOVEN. (Alegre y tratando de convencerse.) Sí, sí, ¡claro! Tiene usted razón. Es preciso luchar con toda
idea de ruina, con esos terribles desconchados de las paredes. Muchas veces yo me he levantado a
medianoche para arrancar las hierbas del jardín. No quiero hierbas en mi casa ni muebles rotos.
VIEJO. Eso. Ni muebles rotos porque hay que recordar, pero...
JOVEN. Pero las cosas vivas, ardiendo en su sangre, con todos sus perfiles intactos.
VIEJO. ¡Muy bien! Es decir (Bajando la voz.), hay que recordar, pero recordar antes.
JOVEN. ¿Antes?
VIEJO. (Con sigilo.) Sí, hay que recordar hacia mañana.
JOVEN. (Absorto.) ¡Hacia mañana!
(Un reloj da las seis. La Mecanógrafa cruza la escena, llorando en silencio.)
VIEJO. Las seis.
JOVEN. Sí, las seis y con demasiado calor. (Se levanta.) Hay un cielo de tormenta. Hermoso. Lleno de
nubes grises...
VIEJO. ¿De manera que usted...? Yo fui gran amigo de esa familia. Sobre todo del padre. Se ocupa de
astronomía. (Irónico.) Está bien, ¿eh? De astronomía. ¿Y ella?
JOVEN. La he conocido poco. Pero no importa. Yo creo que me quiere.
VIEJO. ¡Seguro!
JOVEN. Se fueron a un largo viaje. Casi me alegré...
VIEJO. ¿Vino el padre de ella?
JOVEN. ¡Nunca! Por ahora no puede ser... Por causas que no son de explicar, yo no me casaré con ella...
hasta que pasen cinco años.
VIEJO. ¡Muy bien! (Con alegría.)
JOVEN. (Serio.) ¿Por qué dice muy bien?
VIEJO. Pues porque... ¿Es bonito esto? (Señalando la habitación.)
JOVEN. No.
VIEJO. ¿No le angustia la hora de la partida, los acontecimientos, lo que ha de llegar ahora mismo?...
JOVEN. Sí, sí. No me hable de eso.
VIEJO. ¿Qué pasa en la calle?
JOVEN. Ruido, ruido siempre, polvo, calor, malos olores. Me molesta que las cosas de la calle entren en
mi casa. (Un gemido largo se oye. Pausa.) Juan, cierra la ventana.
(Un Criado sutil que anda sobre las puntas de los pies cierra el ventanal.)
VIEJO. Ella... es jovencita.
JOVEN. Muy jovencita. ¡Quince años!
VIEJO. No me gusta esa manera de expresar. Quince años que ha vivido ella, que son ella misma. Pero,
¿por qué no decir tiene quince nieves, quince aires, quince crepúsculos? ¿No se atreve usted a huir?, ¿a
volar?, ¿a ensanchar su amor por todo el cielo?
JOVEN. (Se sienta y se cubre la cara con las ruanos.) ¡La quiero demasiado!
VIEJO. (De pie y con energía.) O bien decir: tiene quince rosas, quince alas, quince granitos de arena. ¿No
se atreve usted a concentrar, a hacer hiriente y pequeñito su amor dentro del pecho?
JOVEN. Usted quiere apartarme de ella. Pero ya conozco su procedimiento. Basta observar un rato sobre la
palma de la mano un insecto vivo, o mirar al mar una tarde poniendo atención en la forma de cada ola
para que el rostro o la llaga que llevamos en el pecho se deshaga en burbujas. Pero es que yo estoy
enamorado y quiero estar enamorado, tan enamorado como ella lo está de mí, y por eso puedo aguardar
cinco años, en espera de poder liarme de noche, con todo el mundo a oscuras, sus trenzas de luz
alrededor de mi cuello.
VIEJO. Me permito recordarle que su novia... no tiene trenzas.
JOVEN. (Irritado.) Ya lo sé. Se las cortó sin mi permiso, naturalmente, y esto... (Con angustia.) me cambia
su imagen. (Enérgico.) Ya sé que no tiene trenzas. (Casi furioso.) ¿Por qué me lo ha recordado usted?
(Con tristeza.) Pero en estos cinco años las volverá a tener.
VIEJO. (Entusiasmado.) Y más hermosas que nunca. Serán unas trenzas...
JOVEN. Son, son. (Con alegría.)
VIEJO. Son unas trenzas con cuyo perfume se puede vivir sin necesidad de pan ni de agua.
JOVEN. (Se levanta.) ¡Pienso tanto!
VIEJO. ¡Sueña tanto!
JOVEN. ¿Cómo?
VIEJO. Piensa tanto que...
JOVEN. Que estoy en carne viva. Todo hacia dentro una quemadura.
VIEJO. (Alargándole un vaso.) Beba.
JOVEN. ¡Gracias! Si me pongo a pensar en la muchachita, en mi niña...
VIEJO. Diga usted mi novia. ¡Atrévase!
JOVEN. No.
VIEJO. ¿Pero por qué?JOVEN. Novia... ya lo sabe usted; si digo novia la veo sin querer amortajada en un cielo sujeto por
enormes trenzas de nieve. No, no es mi novia (Hace un gesto corno si alejara la imagen que quiere
captarlo.), es mi niña, mi muchachita.
VIEJO. Siga, siga.
JOVEN. ¡Pues si yo me pongo a pensar en ella!, la dibujo, la hago moverse blanca y viva; pero de pronto,
¿quién le cambia la nariz o le rompe los dientes o la convierte en otra llena de andrajos que va por mi
pensamiento, monstruosa, como si estuviera mirándose en un espejo de feria?
VIEJO. ¿Quién? ¡Parece mentira que usted diga «quién»! Todavía cambian más las cosas que tenemos
delante de los ojos que las que viven sin distancia debajo de la frente. El agua que viene por el río es
completamente distinta de la que se va. ¿Y quién recuerda un mapa exacto de la arena del desierto... o del
rostro de un amigo cualquiera?
JOVEN. Sí, sí. Aún está más vivo lo de adentro aunque también cambie. Mire usted, la última vez que la vi
no podía mirarla muy de cerca porque tenía dos arruguitas en la frente, que como me descuidara,
¿entiende usted?, le llenaban todo el rostro y la ponían ajada, vieja, como si hubiera sufrido mucho. Tenía
necesidad de separarme para... ¡enfocarla!, ésta es la palabra, en mi corazón.
VIEJO. ¿A que en aquel momento que la vio vieja ella estaba completamente entregada a usted?
JOVEN. Sí.
VIEJO. ¿Completamente dominada por usted?
JOVEN. Sí.
VIEJO. (Exaltado.) ¿A que si en aquel preciso instante ella le confiesa que lo ha engañado, que no lo
quiere, las arruguitas se le hubieran convertido en la rosa más delicada del mundo?
JOVEN. (Exaltado.) Sí.
VIEJO. ¿Y la hubiera amado más precisamente por eso?
JOVEN. Sí, Sí.
VIEJO. ¿Entonces? ¡Ja, ja, ja!
JOVEN. Entonces... Es muy difícil vivir.
VIEJO. Por eso hay que volar de una cosa a otra hasta perderse. Si ella tiene quince años, puede tener
quince crepúsculos o quince cielos ¡y vamos arriba! ¡a ensanchar! Están las cosas más vivas dentro que
ahí fuera, expuestas al aire o la muerte. Por eso vamos a... a no ir... o a esperar. Porque lo otro es morirse
ahora mismo y es más hermoso pensar que todavía mañana veremos los cien cuernos de oro con que
levanta a las nubes el sol.
JOVEN. (Tendiéndole la mano.) ¡Gracias! ¡Gracias por todo!
VIEJO. ¡Volveré por aquí!
(Aparece la Mecanógrafa.)
JOVEN. ¿Terminó usted de escribir las cartas?
MECANÓGRAFA. (Llorosa.) Sí, señor.
VIEJO. (Al joven.) ¿Qué le ocurre?
MECANÓGRAFA. Deseo marchar de esta casa.
VIEJO. Pues es bien fácil, ¿no?
JOVEN. (Turbado.) ¡Verá usted!...
MECANÓGRAFA. Quiero irme y no puedo.
JOVEN. (Dulce.) No soy yo quien te retiene. Ya sabes que no puedo hacer nada. Te he dicho algunas veces
que te esperaras, pero tú...
MECANÓGRAFA. Pero yo no espero; ¿qué es eso de esperar?
VIEJO. (Serio.) ¿Y por qué no? ¡Esperar es creer y vivir!
MECANÓGRAFA. No espero porque no me da la gana, porque no quiero y, sin embargo, no me puedo
mover de aquí. JOVEN. ¡Siempre acabas no dando razones!
MECANÓGRAFA. ¿Qué razones voy a dar? No hay más que una razón y ésa es... ¡que te quiero! Desde
siempre. (Al Viejo.) No se asuste usted, señor. Cuando pequeñito yo lo veía jugar desde mi balcón. Un
día se cayó y sangraba por la rodilla, ¿te acuerdas? (Al Joven.) Todavía tengo aquella sangre viva como
una sierpe roja, temblando entre mis pechos.
VIEJO. Eso rió está bien. La sangre se seca y lo pasado, pasado.
MECANÓGRAFA. ¡Qué culpa tengo yo, señor! (Al joven.) Yo te ruego me des la cuenta. Quiero irme de
esta casa.JOVEN. (Irritado.) Muy bien. Tampoco tengo yo culpa ninguna. Además, sabes perfectamente que no me
pertenezco. Puedes irte.
MECANÓGRAFA. (Al Viejo.) ¿Lo ha oído usted? Me arroja de su casa. No quiere tenerme aquí. (Llora.
Se va.)
VIEJO. (Con sigilo, al Joven.) Es peligrosa esta mujer.
JOVEN. Yo quisiera quererla como quisiera tener sed delante de las fuentes. Quisiera...
VIEJO. De ninguna manera. ¿Qué haría usted mañana? ¿Eh? Piense. ¡Mañana!
AMIGO. (Entrando con escándalo.) Cuánto silencio en esta casa, ¿y para qué? Dame agua. ¡Con anís y con
hielo! (El Viejo se va.) Un cocktail.
JOVEN. Supongo que no me romperás los muebles.
AMIGO. Hombre solo, hombre serio, ¡y con este calor!
JOVEN. ¿No puedes sentarte?
AMIGO. (Lo coge en brazos y le da vueltas.)
Tin, tin, tan,
la llamita de San Juan.
JOVEN. ¡Déjame! No tengo ganas de bromas.
AMIGO. ¡Huuy! ¿Quién era ese viejo? ¿Un amigo tuyo? ¿Y dónde están en esta casa los retratos de las
muchachas con las que tú te acuestas? Mira (Se acerca.), te voy a coger por las solapas, te voy a pintar de
colorete esas mejillas de cera... o así, restregadas.
JOVEN. (Irritado.) ¡Déjame!
AMIGO. Y con un bastón te voy a echar a la calle.
JOVEN. ¿Y qué voy a hacer en ella? El gusto tuyo, ¿verdad? Demasiado trabajo tengo con oírla llena de
coches y gentes desorientadas.
AMIGO. (Sentándose y estirándose en el sofá.) ¡Ay! ¡Mmm! Yo, en cambio... Ayer hice tres conquistas y
como anteayer hice dos y hoy una, pues resulta... que me quedo sin ninguna porque no tengo tiempo.
Estuve con una muchacha... Ernestina. ¿La quieres conocer?
JOVEN. No.
AMIGO. (Levantándose.) Nooo y rúbrica. ¡Pero si vieras! ¡¡Tiene un talle!!... No... aunque el talle lo tiene
mucho mejor Matilde. (Con ímpetu.) ¡Ay, Dios mío! (Da un salto y cae tendido en el sofá.) Mira, es un
talle para la medida de todos los brazos y tan frágil, que se desea tener en la mano un ha cha de plata muy
pequeña para seccionarlo.
JOVEN. (Distraído y aparte de la conversación.) Entonces yo subiré la escalera.
AMIGO. (Tendiéndose boca abajo en el sofá.) ¡No tengo tiempo, no tengo tiempo de nada! Todo se me
atropella. Porque ¡figúrate! Me cito con Ernestina. (Se levanta.) Las trenzas aquí, apretadas, negrísimas,
y luego...
(El joven golpea con impaciencia los dedos sobre la mesa.)
JOVEN. ¡No me dejas pensar!
AMIGO. ¡Pero si no hay que pensar! Y me voy. Por más... que... (Mira el reloj.) Ya se ha pasado la hora.
Es horrible, siempre ocurre igual. No tengo tiempo y lo siento. Iba con una mujer feísima, ¿lo oyes? Ja,
ja, ja, ja, feísima pero adorable. Una morena de esas que se echan de menos al mediodía de verano. Y me
gusta (Tira un cojín por alto.) porque parece un domador.
JOVEN. ¡Basta!
AMIGO. Sí, hombre, no te indignes, pero una mujer puede ser feísima y un domador de caballos puede ser
hermoso y al revés y... ¿qué sabemos? (Llena una copa de cocktail.)
JOVEN. Nada...
AMIGO. ¿Pero me quieres decir qué te pasa?
JOVEN. Nada. ¿No me conoces? Es mi temperamento.
AMIGO. Yo no entiendo. No entiendo, pero tampoco puedo estar serio. (Ríe.) Te saludaré como los chinos.
(Frota su nariz con la del joven.)
JOVEN. (Sonriendo.) ¡Quita!
AMIGO. Ríete. (Le hace cosquillas.)
JOVEN. (Riendo.) Bárbaro.(Luchan.)
AMIGO. Una plancha.
JOVEN. Puedo contigo.
AMIGO. Te cogí. (Lo coge con la cabeza entre las piernas y le da golpes.)
VIEJO. (Entrando gravemente.) Con permiso... (Los jóvenes quedan en pie.) Perdonen... (Enérgicamente,
y mirando al joven.) Se me olvidará el sombrero.
AMIGO. (Asombrado.) ¿Cómo?
VIEJO. (Furioso.) ¡Sí, señor! Se me olvidará el sombrero... (Entre dientes.), es decir, se me ha olvidado el
sombrero.
AMIGO. ¡Ahhhhhh!...
(Se oye un estrépito de cristales.)
JOVEN. (En alta voz.) Juan. Cierra las ventanas.
AMIGO. Un poco de tormenta. ¡Ojalá sea fuerte!
JOVEN. ¡Pues no quiero enterarme! (En alta voz.) Todo bien cerrado.
AMIGO. ¡Los truenos tendrás que oírlos!
JOVEN. ¡O no!
AMIGO. ¡O Sí!
JOVEN. No me importa lo que pase fuera. Esta casa es mía y aquí no entra nadie.
VIEJO. (Indignado, al Amigo.) ¡Es una verdad sin refutación posible!
(Se oye un trueno lejano.)
AMIGO. (Apasionado.) Entrará todo el mundo que quiera, no aquí, sino debajo de tu cama.
(Trueno más cercano.)
JOVEN. (Gritando.) Pero ahora, ¡ahora!, no.
VIEJO. ¡Bravo!
AMIGO. ¡Abre la ventana! Tengo calor.
VIEJO. ¡Ya se abrirá!
JOVEN. ¡Luego!
AMIGO. Pero vamos a ver... Me quieren ustedes decir...
(Se oye otro trueno. La luz desciende y una luminosidad azulada de tormenta invade la escena.
Los tres personajes se ocultarán detrás de un biombo negro bordado con estrellas.
Por la puerta de la izquierda aparece el Niño muerto con el Gato. El Niño viene vestido de blanco
primera comunión, con una corona de rosas blancas en la cabeza. Sobre su rostro, pintado de
cera, resaltan sus ojos y sus labios de lirio seco. Trae un cirio rizado en la mano y el gran lazo
con flecos de oro.
El Gato, de azul, con dos enormes manchas rojas de sangre en el pechito gris y en la cabeza.
Avanzan hacia el público. El Niño trae al Gato cogido de una pata.)
GATO. Miau.
NIÑO. Chissssss...
GATO. Miauuu.
NIÑO.
Toma mi pañuelo blanco.
Toma mi corona blanca.
No llores más.
GATO.
Me duelen las heridas
que los niños me hicieron en la espalda.
NIÑO.También a mí me duele el corazón.
GATO.
¿Por qué te duele, niño, di?
NIÑO.
Porque no anda.
Ayer se me paró muy despacito,
ruiseñor de mi cama.
Mucho ruido, ¡si vieras!... Me pusieron
con estas rosas frente a la ventana.
GATO.
¿Y qué sentías tú?
NIÑO.
Pues yo sentía
surtidores y abejas por la sala.
Me ataron las dos manos, ¡muy mal hecho!
Los niños por los vidrios me miraban
y un hombre con martillo iba clavando
estrellas de papel sobre mi caja.
(Cruzando las manos.)
No vinieron los ángeles. No, Gato.
GATO.
No me digas más gato.
NIÑO.
¿No?
GATO.
Soy gata.
NIÑO.
¿Eres gata?
GATO. (Mimosa.)
Debiste conocerlo.
NIÑO.
¿Por qué?
GATO.
Por mi voz de plata.
NIÑO. (Galante.)
¿No te quieres sentar?
GATO.
Sí. Tengo hambre.
NIÑO.
Voy a ver si te encuentro alguna rata.
(Se pone a mirar debajo de las sillas. El Gato, sentado en un taburete, tiembla.)
No la comas entera. Una patita
porque estás muy enferma.
GATO.
Diez pedradas
me tiraron los niños.
NIÑO.
Pesan como las rosas
que oprimieron anoche mi garganta.
¿Quieres una?
(Se arranca una rosa de la cabeza.)GATO. (Alegre.)
Sí, quiero.
NIÑO.
Con tus manchas de cera, rosa blanca,
ojo de luna rota me pareces,
gacela entre los vidrios desmayada.
(Se la pone.)
GATO.
¿Tú qué hacías?
NIÑO.
Jugar. ¿Y tú?
GATO.
¡Jugar!
Iba por el tejado, gata chata,
naricilla de hojadelata.
En la mañana
iba a coger los peces por el agua
y al mediodía
bajo el rosal del muro me dormía.
NIÑO.
¿Y por la noche?
GATA. (Enfática.)
Me iba sola.
NIÑO.
¿Sin nadie?
GATA.
Por el bosque.
NIÑO. (Con alegría.)
Yo también iba, ¡ay, gata chata, barata,
naricillas de hojadelata!,
a comer zarzamoras y manzanas.
Y después a la iglesia con los niños
a jugar a la cabra.
GATA.
¿Qué es la cabra?
NIÑO.
Era mamar los clavos de la puerta.
GATA.
¿Y eran buenos?
NIÑO.
No, gata.
Como chupar monedas.
(Trueno lejano.)
¡Ay! ¡Espera! ¿No vienen? Tengo miedo.
¿Sabes? Me escapé de casa.
(Lloroso.)
Yo no quiero que me entierren.
Agremanes y vidrios adornan mi caja;
pero es mejor que me duerma
entre los juncos del agua.Yo no quiero que me entierren. ¡Vamos pronto!
(Le tira de la pata.)
GATA.
¿Y nos van a enterrar? ¿Cuándo?
NIÑO.
Mañana,
en unos hoyos oscuros.
Todos lloran, todos callan.
Pero se van. Yo lo vi.
Y luego, ¿sabes?
GATA.
¿Qué pasa?
NIÑO.
Vienen a comernos.
GATA.
¿Quién?
NIÑO.
El lagarto y la lagarta,
con sus hijitos pequeños,
que son muchos.
GATA.
¿Y qué nos comen?
NIÑO.
La cara,
con los dedos
(Bajando la voz.)
y la cuca.
GATA. (Ofendida.)
Yo no tengo cuca.
NIÑO. (Enérgico.)
¡Gata!:
te comerán las patitas y el bigote.
(Trueno lejanisimo.)
Vámonos; de casa en casa
llegaremos donde pacen
los caballitos del agua.
No es el cielo. Es tierra dura
con muchos grillos que cantan,
con hierbas que se menean,
con nubes que se levantan,
con hondas que lanzan piedras
y el viento como una espada.
¡Yo quiero ser niño, un niño!
(Se dirige a la puerta de la derecha.)
GATA.
Está la puerta cerrada.Vámonos por la escalera.
NIÑO.
Por la escalera nos verán.
GATA.
Aguarda.
NIÑO.
¡Ya vienen para enterrarnos!
GATA.
Vámonos por la ventana.
NIÑO.
Nunca veremos la luz,
ni las nubes que se levantan,
ni los grillos en la hierba,
ni el viento como una espada.
(Cruzando las manos.)
¡Ay girasol!
¡Ay girasol de fuego!
¡Ay girasol!
GATA.
¡Ay clavellina del sol!
NIÑO.
Apagado va por el cielo.
Sólo mares y montes de carbón,
y una paloma muerta por la arena
con las alas tronchadas y en el pico una flor.
(Canta.)
Y en la flor una oliva,
y en la oliva un limón...
¿Cómo sigue?... No lo sé, ¿cómo sigue?
GATA.
¡Ay girasol!
¡Ay girasol de la mañanita!
NIÑO.
¡Ay clavellina del sol!
(La luz es tenue. El Niño y el Gato, separados, andan a tientas.)
GATA.
No hay luz. ¿Dónde estás?
NIÑO.
¡Calla!
GATA.
¿Vendrán ya los lagartos, niño?
NIÑO.
No.
GATA.
¿Encontraste salida?
(La Gata se acerca a la puerta de la derecha y sale una mano que la empuja hacia dentro.)
(Dentro.)¡Niño! ¡Niño!
(Con angustia.)
¡Niño, niño!
(El Niño avanza con terror, deteniéndose a cada paso.)
NIÑO. (En voz baja.)
Se hundió.
Lo ha cogido una mano.
Debe ser la de Dios.
¡No me entierres! Espera unos minutos...
¡Mientras deshojo esta flor!
(Se arranca una flor de la cabeza y la deshoja.)
Yo iré solo, muy despacio,
después me dejarás mirar al sol...
Muy poco, con un rayo me contento.
(Deshojando.)
Sí, no, sí, no, sí.
VOZ.
No. ¡¡No!!
NIÑO.
¡Siempre dije que no!
(Una mano asoma y entra al Niño, que se desmaya. La luz, al desaparecer el Niño, vuelve a su
tono primero. Por detrás del biombo vuelven a salir rápidamente los tres personajes. Dan
muestras de calor y de agitación viva. El joven lleva un abanico azul; el Viejo, un aba nico negro,
y el Amigo, un abanico rojo agresivo. Se abanican.)
VIEJO. Pues todavía será más.
JOVEN. Sí, después.
AMIGO. Ya ha sido bastante. Creo que no te puedes escapar de la tormenta.
VOZ. (Fuera.) ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!
JOVEN. ¡Señor, qué tarde! Juan, ¿quién grita así?
CRIADO. (Entrando, siempre en tono suave y andando sobre las puntas de los pies.) El niño de la portera
murió y ahora lo llevan a enterrar. Su madre llora.
AMIGO. ¡Como es natural!
VIEJO. Sí, sí; pero lo pasado, pasado.
AMIGO. Pero ¡si está pasando! (Discuten.)
(El Criado cruza la escena y va a salir por la puerta izquierda.)
CRIADO. Señor, ¿tendría la bondad de dejarme la llave de su dormitorio?
JOVEN. ¿Para qué?
CRIADO. Los niños arrojaron un gato que habían matado sobre el tejadillo del jardín, y hay necesidad de
quitarlo.
JOVEN. (Con fastidio.) Toma. (Al Viejo.) ¡No podrá usted con él!
VIEJO. Ni me interesa.
AMIGO. No es verdad. Sí le interesa. Al que no le interesa es a mí, que sé positivamente que la nieve es
fría y que el fuego quema.
VIEJO. (Irónico.) Según.AMIGO. (Al Joven.) Te está engañando.
(El Viejo mira enérgicamente al Amigo, estrujando su sombrero.)
JOVEN. (Con fuerza.) No influye lo más mínimo en mi carácter. Soy yo. Pero tú no puedes comprender
que se espere a una mujer cinco años, colmado y quemado por el amor que crece cada día.
AMIGO. ¡No hay necesidad de esperar!
JOVEN. ¿Crees tú que yo puedo vencer las cosas materiales, los obstáculos que surgen y se aumentarán en
el camino sin causar dolor a los demás?
AMIGO. ¡Primero eres tú que los demás!
JOVEN. Esperando, el nudo se deshace y la fruta madura.
AMIGO. Yo prefiero comerla verde, o, mejor todavía, me gusta cortar su flor para ponerla en mi solapa.
VIEJO. ¡No es verdad!
AMIGO. ¡Usted es demasiado viejo para saberlo!
VIEJO. (Severamente.) Yo he luchado toda mi vida por encender una luz en los sitios más oscuros. Y
cuando la gente ha ido a retorcer el cuello de la paloma, yo he sujetado la mano y la he ayudado a volar.
AMIGO. ¡Y naturalmente el cazador se ha muerto de hambre!
JOVEN. ¡Bendita sea el hambre!
(Aparece por la puerta de la izquierda el Amigo 2. ° Viene vestido de blanco, con un impecable
traje de lana, y lleva guantes y zapatos del mismo color. De no ser posible que este papel lo haga
un actor muy joven, lo hará una muchacha. El traje ha de ser de un corte exageradisimo; llevará
enormes botones azules y el chaleco y la corbata serán de rizados encajes.)
AMIGO 2. ° Bendita sea cuando hay pan tostado, aceite y sueño después. Mucho sueño. Que no se acabe
nunca. Te he oído.
JOVEN. (Con asombro.) ¿Por dónde has entrado?
AMIGO 2. ° Por cualquier sitio. Por la ventana. Me ayudaron dos niños amigos míos. Los conocí cuando yo
era muy pequeño, y me han empujado por los pies. Va a caer un aguacero... pero aguacero bonito el que
cayó el año pasado. Había tan poca luz, que se me pusieron las manos amarillas. (Al Viejo.) ¿Lo recuerda
usted?
VIEJO. (Agrio.) No recuerdo nada.
AMIGO 2. ° (Al Amigo.) ¿Y tú?
AMIGO I. ° (Serio.) ¡Tampoco!
AMIGO 2. ° Yo era muy pequeño, pero lo recuerdo con todo detalle.
AMIGO I. ° Mira...
AMIGO 2. ° Por eso no quiero ver éste. La lluvia es hermosa. En el colegio entraba por los patios y
estrellaba por las paredes a unas mujeres desnudas, muy pequeñas, que lleva dentro. ¿No las habéis
visto? Cuando yo tenía cinco años... no, cuando yo tenía dos... ¡miento!, uno, un año tan sólo, es
hermoso, ¿verdad?, un año, cogí una de estas mujercillas de la lluvia y la tuve dos días en una pecera.
AMIGO I. ° (Con sorna.) ¿Y creció?
AMIGO 2. ° ¡No! Se hizo cada vez más pequeña, más niña, como debe ser, como es lo justo, hasta que no
quedó de ella más que una gota de agua. Y cantaba una canción...
Yo vuelvo por mis alas,
¡dejadme volver!
Quiero morirme siendo amanecer,
quiero morirme siendo
ayer.
Yo vuelvo por mis alas,
¡dejadme tornar!
Quiero morirme siendo manantial,
quiero morirme fuera de la mar...
que es exactamente lo que yo canto a todas horas.
VIEJO. (Irritado, al Joven.) Está completamente loco.AMIGO 2. ° (Que lo ha oído.) Loco, porque no quiero estar lleno de arrugas y dolores como usted. Porque
quiero vivir lo mío y me lo quitan. Yo no lo conozco a usted. Yo no quiero ver gente como usted.
AMIGO I. ° (Bebiendo.) Todo eso no es más que miedo a la muerte.
AMIGO 2. ° No. Ahora, antes de entrar aquí, vi a un niño que llevaban a enterrar con las primeras gotas de
la lluvia. Así quiero que me entierren a mí. En una caja así de pequeña, y ustedes se van a luchar en la
borrasca. Pero mi rostro es mío y me lo están robando. Yo era tierno y cantaba, y ahora hay un hombre,
un señor (Al Viejo.), como usted, que anda por dentro de mí con dos o tres caretas preparadas. (Saca un
espejo y se mira.) Pero todavía no, todavía me veo subido en los cerezos... con aquel traje gris... Un traje
gris que tenía unas anclas de plata... ¡Dios mío! (Se cubre la cara con las manos.)
VIEJO. Los trajes se rompen, las anclas se oxidan y vamos adelante.
AMIGO 2. ° ¡Oh, por favor, no hable así!
VIEJO. (Entusiasmado.) Se hunden las casas.
AMIGO I. ° (Enérgico y en actitud de defensa.) Las casas no se hunden.
VIEJO. (Impertérrito.) Se apagan los ojos y una hoz muy afilada siega los juncos de las orillas.
AMIGO 2. ° (Sereno.) ¡Claro! ¡Todo eso pasa más adelante!
VIEJO. Al contrario. Eso ha pasado ya.
AMIGO 2.° Atrás se queda todo quieto. ¿Cómo es posible que no lo sepa usted? No hay más que ir
despertando suavemente las cosas. En cambio, dentro de cuatro o cinco años existe un pozo en el que
caeremos todos.
VIEJO. (Furioso.) ¡Silencio!
JOVEN. (Temblando, al Viejo.) ¿Lo ha oído usted?
VIEJO. Demasiado. (Sale rápidamente por la puerta de la derecha.)
JOVEN. (Detrás.) ¿Dónde va usted? ¿Por qué se marcha así? ¡Espere! (Sale detrás.)
AMIGO 2. ° (Encogiéndose de hombros.) Bueno. Viejo tenía que ser. Usted, en cambio, no ha protestado.
AMIGO I.° (Que ha estado bebiendo sin parar.) No.
AMIGO 2. ° Usted, con beber tiene bastante.
AMIGO I. ° (Serio y con cara borracha.) Yo hago lo que me gusta, lo que me parece bien. No le he pedido
su parecer.
AMIGO 2. ° (Con miedo.) Sí, sí... Y yo no le digo nada... (Se sienta en un sillón, con las piernas encogidas.)
(El Amigo I.° se bebe rápidamente dos copas, apuradas hasta lo último, y dándose un golpe en la
frente, como si recordara algo, sale rápidamente, en medio de una alegrísima sonrisa, por la
puerta izquierda. El Amigo 2.° inclina la cabeza en el sillón. Aparece el Criado por la derecha,
siempre delicado, sobre las puntas de los pies. Empieza a llover.)
AMIGO z=2. ° El aguacero. (Se mira las manos.) Pero qué luz más fea. (Queda dormido.)
JOVEN. (Entrando.) Mañana volverá. Lo necesito. (Se sienta.)
(Aparece la Mecanógrafa. Lleva una maleta. Cruza la escena y, en medio de ella, vuelve rá-
pidamente.)
MECANÓGRAFA. ¿Me habías llamado?
JOVEN. (Cerrando los ojos.) No. No te había llamado.
(La Mecanógrafa sale mirando con ansia y esperando la llamada.)
MECANÓGRAFA. (En la puerta.) ¿Me necesitas?
JOVEN. (Cerrando los ojos.) No. No te necesito.
(Sale la Mecanógrafa.)
AMIGO 2. ° (Entre sueños.)
Yo vuelvo por mis alas,
dejadme volver.
Quiero morirme siendo
ayer.Quiero morirme siendo
amanecer.
(Empieza a llover.)
JOVEN. Es demasiado tarde, Juan, enciende las luces. ¿Qué hora es?
JUAN. (Con intención.) Las seis en punto, señor.
JOVEN. Está bien.
AMIGO 2. ° (Entre sueños.)
Yo vuelvo por mis alas,
dejadme tornar.
Quiero morirme siendo manantial.
Quiero morirme fuera
de la mar.
(El joven golpea suavemente la mesa con los dedos.)
Telón lento
Acto segundo
Alcoba estilo 1900. Muebles extraños. Grandes cortinajes llenos de pliegues y borlas. Por las
paredes, nubes y ángeles pintados. En el centro, una cama llena de colgaduras y plumajes. A la
izquierda, un tocador sostenido por ángeles con ramos de luces eléctricas en las manos. Los
balcones están abiertos, y por ellos entra la luna. Se oye un claxon de automóvil que toca con
furia. La Novia salta de la cama con espléndida bata llena de encajes y enormes lazos color de
rosa. Lleva una larga cola y todo el cabello hecho bucles.
NOVIA. (Asomándose al balcón.) Sube. (Se oye el claxon.) Es preciso. Llegará mi novio, el viejo, el lírico,
y necesito apoyarme en ti.
(El jugador de Rugby entra por el balcón. Viene vestido con las rodilleras y el casco. Lleva una
bolsa llena de cigarros puros, que enciende y aplasta sin cesar.)
NOVIA. Entra. Hace dos días que no te veo. (Se abrazan.)
(El jugador de Rugby no habla, sólo fuma y aplasta con el pie el cigarro. Da muestras de una
gran vitalidad y abraza con ímpetu a la Novia.)
NOVIA. Hoy me has besado de manera distinta. Siempre cambias, ¡amor mío! Ayer no te vi, ¿sabes? Pero
estuve viendo al caballo. Era hermoso, blanco y los cascos dorados entre el heno de los pesebres. (Se
sienta en un sofá que hay al pie de la cama.) Pero tú eres más hermoso. Porque eres como un dragón.
(La abraza.) Creo que me vas a quebrar entre tus brazos, porque soy débil, porque soy pequeña, porque
soy como la escarcha, porque soy como una diminuta guitarra quemada por el sol, y no me quiebras.
(El jugador de Rugby le echa el humo en la cara.)
(Pasándole la mano por el cuerpo.) Detrás de toda esta sombra hay como una trabazón de puentes de
plata para estrecharme a mí y para defenderme a mí, que soy pequeñita como un botón, pequeñita como
una abeja que entrara de pronto en el salón del trono, ¿verdad?, ¿verdad que sí? Me iré contigo. (Apoya
la cabeza en el pecho del jugador.) Dragón, ¡dragón mío! ¿Cuántos corazones tienes? Hay en tu pecho
como un torrente donde yo me voy a ahogar. Me voy a ahogar... (Lo mira.) Y luego tú saldrás corriendo
(Llora.) y me dejarás muerta por las orillas. (El jugador de Rugby se lleva otro puro a la boca y la Novia
se lo enciende.) ¡Oh! (Lo besa.) ¡Qué ascua blanca, qué fuego de marfil derraman tus dientes! Mi otro
novio tenía los dientes helados; me besaba, y sus labios se le cubrían de pequeñas hojas marchitas. Eranunos labios secos. Yo me corté las trenzas porque le gustaban mucho, como ahora voy descalza porque te
gusta a ti. ¿Verdad?, ¿verdad que sí? (El jugador la besa.) Es preciso que nos vayamos. Mi novio vendrá.
VOZ. (En la puerta.) ¡Señorita!
NOVIA. ¡Vete! (Lo besa.)
VOZ. ¡Señorita!
NOVIA. (Separándose del jugador y adoptando una actitud distraída.) ¡Ya voy! (En voz baja.) ¡Adiós!
(El jugador vuelve desde el balcón y le da un beso, levantándola en los brazos.)
VOZ. ¡Abra!
NOVIA. (Fingiendo la voz.) ¡Qué poca paciencia!
(El jugador sale silbando por el balcón.)
CRIADA. (Entrando.) ¡Ay señorita!
NOVIA. ¿Qué señorita?
CRIADA. ¡Señorita!
NOVIA. ¿Qué? (Enciende la luz del techo. Una luz más azulada que la que entra por los balcones.)
CRIADA. ¡Su novio ha llegado!
NOVIA. Bueno. ¿Por qué te pones así?
CRIADA. (Llorosa.) Por nada.
NOVIA. ¿Dónde está?
CRIADA. Abajo.
NOVIA. ¿Con quién?
CRIADA. Con su padre.
NOVIA. ¿Nadie más?
CRIADA. Y un señor con lentes de oro. Discutían mucho.
NOVIA. Voy a vestirme. (Se sienta delante del tocador y se arregla, ayudada de la Criada.)
CRIADA. (Llorosa.) ¡Ay señorita!
NOVIA. (Irritada.) ¿Qué señorita?
CRIADA. ¡Señorita!
NOVIA. (Agria.) ¡Qué!
CRIADA. ¡Es muy guapo su novio!
NOVIA. Cásate con él.
CRIADA. Viene muy contento.
NOVIA. (Irónica.) ¿Sí?
CRIADA. Traía este ramo de flores.
NOVIA. Ya sabes que no me gustan las flores. Tira ésas por el balcón.
CRIADA. ¡Son tan hermosas!... Están recién cortadas.
NOVIA. (Autoritaria.) ¡Tíralas!
(La Criada arroja unas flores, que estaban sobre un jarro, por el balcón.)
CRIADA. ¡Ay señorita!
NOVIA. (Furiosa.) ¿Qué señorita?
CRIADA. ¡Señorita!
NOVIA. ¡Quéeee!
CRIADA. ¡Piense bien en lo que hace! Recapacite. El mundo es grande, pero las personas somos pequeñas.
NOVIA. ¿Qué sabes tú?
CRIADA. Sí, sí lo sé. Mi padre estuvo en el Brasil dos veces y era tan chico que cabía en una maleta. Las
cosas se olvidan y lo malo queda.
NOVIA. ¡Te he dicho que te calles!
CRIADA. ¡Ay señorita!
NOVIA. (Enérgica.) ¡Mi ropa!
CRIADA. ¡Qué va usted a hacer!
NOVIA. ¡Lo que puedo!CRIADA. Un hombre tan bueno. ¡Tanto tiempo esperándola! Con tanta ilusión. ¡Cinco años! (Le da los
trajes.)
NOVIA. ¿Te dio la mano?
CRIADA. (Con alegría.) Sí; me dio la mano.
NOVIA. ¿Y cómo te dio la mano?
CRIADA. Muy delicadamente, casi sin apretar.
NOVIA. ¿Lo ves? No te apretó.
CRIADA. Tuve un novio soldado que me clavaba los anillos y me hacía sangre. ¡Por eso lo despedí!
NOVIA. (Con sorna.) ¿Sí?
CRIADA. ¡Ay señorita!
NOVIA. (Irritada.) ¿Qué traje me pongo?
CRIADA. Con el rojo está preciosa.
NOVIA. No quiero estar guapa.
CRIADA. El verde.
NOVIA. (Suave.) No.
CRIADA. ¿El naranja?
NOVIA. (Fuerte.) No.
CRIADA. ¿El de tules?
NOVIA. (Más fuerte.) No.
CRIADA. ¿El traje hojas de otoño?
NOVIA. (Irritada y fuerte.) ¡He dicho que no! Quiero un hábito color tierra para ese hombre; un hábito de
roca pelada con un cordón de esparto a la cintura. (Se oye el claxon. La Novia entorna los ojos y
cambiando la expresión sigue hablando.) Pero con una corona de jazmines en el cuello y toda mi carne
apretada por un velo mojado por el mar. (Se dirige al balcón.)
CRIADA. ¡Que no se entere su novio!
NOVIA. Se ha de enterar. (Eligiendo un traje de hábito, sencillo.) Éste. (Se lo pone.)
CRIADA. ¡Está equivocada!
NOVIA. ¿Por qué?
CRIADA. Su novio busca otra cosa. En mi pueblo había un muchacho que subía a la torre de la iglesia para
mirar más de cerca la luna, y su novia lo despidió.
NOVIA. ¡Hizo bien!
CRIADA. Decía que veía en la luna el retrato de su novia.
NOVIA. (Enérgica.) ¿Y a ti te parece bien? (Se termina de arreglar en el tocador y enciende las luces de
los ángeles.)
CRIADA. Sí. Cuando yo me disgusté con el botones...
NOVIA. ¿Ya te has disgustado con el botones? ¡Tan guapo... tan guapo... tan guapo...!
CRIADA. Naturalmente. Le regalé un pañuelo bordado por mí, que decía: «Amor, Amor, Amor», y se le
perdió.
NOVIA. Vete.
CRIADA. ¿Cierro los balcones?
NOVIA. No.
CRIADA. El aire le va a quemar el cutis.
NOVIA. Eso me gusta. Quiero ponerme negra. Más negra que un muchacho. Y si me caigo, no hacerme
sangre, y si agarro una zarzamora, no herirme. Están todos andando por el alambre con los ojos cerrados.
Yo quiero tener plomo en los pies. Anoche soñaba que todos los niños pequeños cre cen por casualidad...
Que basta la fuerza que tiene un beso para poder matarlos a todos. Un puñal, unas tijeras duran siempre,
y este pecho mío dura sólo un momento.
CRIADA. (Escuchando.) Ahí llega su padre.
NOVIA. (Con sigilo.) Todos mis trajes de color los metes en una maleta.
CRIADA. (Temblando.) Sí.
NOVIA. Y tienes preparada la llave del garaje.
CRIADA. (Con miedo.) ¡Está bien!
(Entra el Padre de la Novia. Es un viejo distraído. Lleva unos prismáticos colgados al cuello.
Peluca blanca. Cara rosa. Lleva guantes blancos y traje negro. Tiene detalles de una delicada
miopía.)PADRE. ¿Estás ya preparada?
NOVIA. (Irritada.) Pero ¿para qué tengo yo que estar preparada?
PADRE. ¡Que ha llegado!
NOVIA. ¿Y qué?
PADRE. Pues que como estás comprometida y se trata de tu vida, de tu felicidad, es natural que estés
contenta y decidida.
NOVIA. Pues no estoy.
PADRE. ¿Cómo?
NOVIA. Que no estoy contenta. ¿Y tú?
PADRE. Pero hija... ¿Qué va a decir ese hombre?
NOVIA. ¡Que diga lo que quiera!
PADRE. Viene a casarse contigo. Tú le has escrito durante los cinco años que ha durado nuestro viaje. Tú
no has bailado con nadie en los transatlánticos... No te has interesado por nadie. ¿Qué cambio es éste?
NOVIA. No quiero verlo. Es preciso que yo viva. Habla demasiado.
PADRE. ¡Ay! ¿Por qué no lo dijiste antes?
NOVIA. ¡Antes no existía yo tampoco! Existía la tierra y el mar. Pero yo dormía dulcemente en los
almohadones del tren.
PADRE. Ese hombre me insultará con toda la razón. ¡Ay, Dios mío! Ya estaba todo arreglado. Te había
regalado el hermoso traje de novia. Ahí dentro está, en el maniquí.
NOVIA. No me hables de esto. No quiero.
PADRE. ¿Y yo? ¿Y yo? ¿Es que no tengo derecho a descansar? Esta noche hay un eclipse de luna. Ya no
podré mirarlo desde la terraza. En cuanto paso una irritación se me sube la sangre a los ojos y no veo.
¿Qué hacemos con este hombre?
NOVIA. Lo que tú quieras. Yo no quiero verlo.
PADRE. (Enérgico y sacando fuerzas de voluntad.) ¡Tienes que cumplir tu compromiso!
NOVIA. ¡No lo cumplo!
PADRE. ¡Es preciso!
NOVIA. No.
PADRE. ¡Sí! (Hace intención de pegarle.)
NOVIA. (Fuerte.) No.
PADRE. Todos contra mí. (Mira al cielo por el balcón abierto.) Ahora empezará el eclipse. (Se dirige al
balcón.) Ya han apagado las lámparas. (Con angustia.) ¡Será hermoso! Lo he estado esperando mucho
tiempo. Y ahora ya no lo veo. ¿Por qué lo has engañado?
NOVIA. Yo no lo he engañado.
PADRE. Cinco años, día por día. ¡Ay, Dios mío!
(La Criada entra precipitadamente y corre hacia el balcón; fuera se oyen voces.)
CRIADA. ¡Están discutiendo!
PADRE. ¿Quién?
CRIADA. Ya ha entrado. (Sale rápidamente.)
PADRE. ¿Qué pasa?
NOVIA. ¿Dónde vas? ¡Cierra la puerta! (Con angustia.)
PADRE. Pero ¿por qué?
NOVIA. ¡Ah!
(Aparece el joven. Viene vestido de calle. Se arregla el cabello. En el momento de entrar se
encienden todas las luces de la escena y los ramos de bombillas que llevan los ángeles en la
mano. Quedan los tres personajes mirándose, quietos y en silencio.)
JOVEN. Perdonen...
(Pausa.)
PADRE. (Con embarazo.) Siéntese.
(Entra la Criada muy nerviosa, con las manos sobre el pecho.)JOVEN. (Dando la mano a la Novia.) ¡Ha sido un viaje tan largo!
NOVIA. (Mirándolo muy fija y sin soltarle la mano.) Sí. Un viaje frío. Ha nevado mucho estos últimos
años. (Le suelta la mano.)
JOVEN. Ustedes me perdonarán, pero de correr, de subir la escalera, estoy agitado. Y luego... en la calle he
golpeado a unos niños que estaban matando un gato a pedradas.
(El Padre le ofrece una silla.)
NOVIA. (A la Criada.) Una mano fría. Una mano de cera cortada.
CRIADA. ¡La va a oír!
NOVIA. Y una mirada antigua. Una mirada que se parte como el ala de una mariposa seca.
JOVEN. No, no puedo estar sentado. Prefiero charlar... De pronto, mientras subía la escalera, vinieron a mi
memoria todas las canciones que había olvidado y las quería cantar todas a la vez. (Se acerca a la
Novia.) ... Las trenzas...
NOVIA. Nunca tuve trenzas.
JOVEN. Sería la luz de la luna. Sería el aire cuajado en bocas para besar tu cabeza.
(La Criada se retira a un rincón. El Padre se asoma a los balcones y mira con los prismáticos.)
NOVIA. ¿Y tú no eras más alto?
JOVEN. No.
NOVIA. ¿No tenías una sonrisa violenta que era como una garra sobre tu rostro?
JOVEN. No.
NOVIA. ¿Y no jugabas tú al rugby?
JOVEN. Nunca.
NOVIA. (Con pasión.) ¿Y no llevabas un caballo de las crines y matabas en un día tres mil faisanes?
JOVEN. Jamás.
NOVIA. ¡Entonces! ¿A qué vienes a buscarme? Tenías las manos llenas de anillos. ¿Dónde hay una gota de
sangre?
JOVEN. Yo la derramaré si te gusta.
NOVIA. (Enérgica.) No es tu sangre. ¡Es la mía!
JOVEN. ¡Ahora nadie podrá separar mis brazos de tu cuello!
NOVIA. No son tus brazos, son los míos. Soy yo la que se quiere quemar en otro fuego.
JOVEN. No hay más fuego que el mío. (La abraza.) Porque te he esperado y ahora gano mi sueño. Y no
son sueño tus trenzas porque las haré yo mismo de tu cabello, ni es sueño tu cintura donde canta la sangre
mía, porque es mía esta sangre, ganada lentamente a través de una lluvia, y mío este sueño.
NOVIA. (Desasiéndose.) Déjame. Todo lo podías haber dicho menos la palabra sueño. Aquí no se sueña.
Yo no quiero soñar... Yo estoy defendida por el tejado.
JOVEN. ¡Pero se ama!
NOVIA. Tampoco se ama. ¡Vete!
JOVEN. ¿Qué dices? (Aterrado.)
NOVIA. Que busques otra mujer a quien puedas hacerle trenzas.
JOVEN. (Como despertando.) ¡¡No!!
NOVIA. ¿Cómo voy a dejar que entres en mi alcoba cuando ya ha entrado otro?
JOVEN. ¡Ay! (Se cubre la cara con las manos.)
NOVIA. Dos días tan sólo han bastado para sentirme cargada de cadenas. En los espejos y entre los encajes
de la cama oigo ya el gemido de un niño que me persigue.
JOVEN. Pero mi casa está ya levantada. Con muros que yo mismo he tocado. ¿Voy a dejar que la viva el
aire?
NOVIA. ¿Y qué culpa tengo yo? ¿Quieres que me vaya contigo?
JOVEN. (Sentándose en una silla, abatido.) Sí, sí, vente.
NOVIA. Un espejo, una mesa estarían más cerca de ti que yo.
JOVEN. ¿Qué voy a hacer ahora?
NOVIA. Amar.
JOVEN. ¿A quién?NOVIA. Busca. Por las calles, por el campo.
JOVEN. (Enérgico.) No busco. Te tengo a ti. Estás aquí, entre mis manos, en este mismo instante, y no me
puedes cerrar la puerta porque vengo mojado por una lluvia de cinco años. Y porque después no hay
nada, porque después no puedo amar, porque después se ha acabado todo.
NOVIA. ¡Suelta!
JOVEN. No es tu engaño lo que me duele. Tú no eres nada. Tú no significas nada. Es mi tesoro perdido. Es
mi amor sin objeto. ¡Pero vendrás!
NOVIA. ¡No iré!
JOVEN. Para que no tenga que volver a empezar. Siento que se me olvidan hasta las letras.
NOVIA. ¡¡No iré!!
JOVEN. Para que no muera. ¿Lo oyes? ¡Para que no muera!
NOVIA. ¡Déjame!
CRIADA. (Saliendo.) ¡Señorita! (El Joven suelta a la Novia.) ¡Señor!
PADRE. (Entrando.) ¿Quién grita?
NOVIA. Nadie.
PADRE. (Mirando al joven.) Caballero...
JOVEN. (Abatido.) Hablábamos.
NOVIA. (Al Padre.) Es preciso que le devuelva los regalos... (El joven hace un movimiento.) Todos. Sería
injusto. Todos... menos los abanicos... porque se han roto.
JOVEN. (Recordando.) Dos abanicos.
NOVIA. Uno azul...
JOVEN. Con tres góndolas hundidas...
NOVIA. Y otro blanco...
JOVEN. ¡Que tenía en el centro la cabeza de un tigre! Y... ¿están rotos?
CRIADA. Las últimas varillas se las llevó el niño del carbonero.
PADRE. Eran unos abanicos buenos, pero vamos...
JOVEN. (Sonriendo.) No importa que se hayan perdido. Me hacen ahora mismo un aire que me quema la
piel.
CRIADA. (A la Novia.) ¿También el traje de novia?
NOVIA. Está claro.
CRIADA. (Llorosa.) Ahí dentro está, en el maniquí.
PADRE. (Al Joven.) Yo quisiera que...
JOVEN. No importa.
PADRE. De todos modos, está usted en su casa.
JOVEN. ¡Gracias!
PADRE. (Que mira siempre al balcón.) Debe estar ya en el comienzo. Usted perdone. (A la Novia.)
¿Vienes?...
NOVIA. Sí. (Al Joven.) ¡Adiós!
JOVEN. ¡Adiós! (Salen.)
VOZ. (Fuera.) ¡Adiós!
JOVEN. Adiós... ¿y qué? ¿Qué hago con esta hora que viene y que no conozco? ¿Dónde voy?
(La luz de la escena se oscurece. Las bombillas de los ángeles toman una luz azul. Por los bal-
cones vuelve a entrar una luz de luna que irá en aumento hasta el final. Se oye un gemido.)
JOVEN. (Mirando a la puerta.) ¿Quién?
(Entra en escena el Maniquí con vestido de novia. Este personaje tiene la cara gris y las cejas y
los labios dorados como un maniquí de escaparate de lujo. Lleva peluca y guantes de oro. Trae
puesto con cierto embarazo un espléndido traje de novia blanco, con larga cola y velo.)
MANIQUÍ. (Canta y llora.)
¿Quién usará la plata buena
de la novia chiquita y morena?
Mi cola se pierde por el mar
y la luna lleva puesta mi corona de azahar.Mi anillo, señor, mi anillo de oro viejo,
se hundió por las arenas del espejo.
¿Quién se pondrá mi traje? ¿Quién se lo pondrá?
Se lo pondrá la ría grande para casarse con el mar.
JOVEN.
¿Qué cantas, dime?
MANIQUÍ.
Yo canto
muerte que no tuve nunca,
dolor de velo sin uso,
con llanto de seda y pluma.
Ropa interior que se queda
helada de nieve oscura,
sin que los encajes puedan
competir con las espumas.
Telas que cubren la carne
serán para el agua turbia.
Y en vez de rumor caliente,
quebrado torso de lluvia.
¿Quién usará la ropa buena
de la novia chiquita y morena?
JOVEN.
Se la pondrá el aire oscuro
jugando al alba en su gruta,
ligas de raso los juncos,
medias de seda la luna.
Dale el velo a las arañas
para que coman y cubran
las palomas, enredadas
en sus hilos de hermosura.
Nadie se pondrá tu traje,
forma blanca y luz confusa,
que seda y escarcha fueron
livianas arquitecturas.
MANIQUÍ.
Mi cola se pierde por el mar.
JOVEN.
Y la luna lleva en vilo tu corona de azahar.
MANIQUÍ. (Irritado.)
No quiero. Mis sedas tienen,
hilo a hilo y una a una,
ansia de calor de boda.
Y mi camisa pregunta
dónde están las manos tibias
que oprimen en la cintura.
JOVEN.
Yo también pregunto. ¡Calla!
MANIQUÍ.
Mientes. Tú tienes la culpa.
Pudiste ser para mí
potro de plomo y espuma,
el aire roto en el freno
y el mar atado en la grupa.
Pudiste ser un relincho
y eres dormida laguna,
con hojas secas y musgodonde este traje se pudra.
Mi anillo, señor, mi anillo de oro viejo.
JOVEN.
¡Se hundió por las arenas del espejo!
MANIQUÍ.
¿Por qué no viniste antes?
Ella esperaba desnuda
como una sierpe de viento
desmayada por las puntas.
JOVEN. (Levantándose.)
Silencio. Déjame. ¡Vete!,
o te romperé con furia
las iniciales de nardo,
que la blanca seda oculta.
Vete a la calle a buscar
hombros de virgen nocturna
o guitarras que te lloren
seis largos gritos de música.
Nadie se pondrá tu traje.
MANIQUÍ.
Te seguiré siempre.
JOVEN.
¡Nunca!
MANIQUÍ.
¡Déjame hablarte!
JOVEN.
¡Es inútil!
¡No quiero saber!
MANIQUÍ.
Escucha.
Mira.
JOVEN.
¿Que?
MANIQUÍ.
Un trajecito
que robé de la costura.
(Enseña un traje rosa de niño.)
Dos fuentes de leche blanca
mojan mis sedas de angustia
y un dolor blanco de abejas
cubre de rayos mi nuca.
Mi hijo. ¡Quiero a mi hijo!
Por mi falda lo dibujan
estas cintas que me estallan
de alegría en la cintura.
¡Y es tu hijo!
JOVEN. (Coge el trajecito.)
Sí, mi hijo:
donde llegan y se juntan
pájaros de sueño loco
y jazmines de cordura.
(Angustiado.)
¿Y si mi niño no llega...?
Pájaro que el aire cruza¿no puede cantar?
MANIQUÍ.
No puede.
JOVEN.
¿Y si mi niño no llega...?
Velero que el agua surca
¿no puede nadar?
MANIQUÍ.
No puede.
JOVEN.
Quieta el arpa de la lluvia,
un mar hecho piedra ríe
últimas olas oscuras.
MANIQUÍ.
¿Quién se pondrá mi traje? ¿Quién se lo pondrá?
JOVEN. (Entusiasmado y rotundo.)
Se lo pondrá mujer que espera por las orillas de la mar.
MANIQUÍ.
Te espera siempre, ¿recuerdas?
Estaba en tu casa oculta.
Ella te amaba y se fue.
Tu niño canta en su cuna
y como es niño de nieve
espera la sangre tuya.
Corre, a buscarla, ¡deprisa!,
y entrégamela desnuda
para que mis sedas puedan,
hilo a hilo y una a una,
abrir la rosa que cubre
su vientre de carne rubia.
JOVEN.
He de vivir.
MANIQUÍ.
¡Sin espera!
JOVEN.
Mi niño canta en su cuna,
y como es niño de nieve
aguarda calor y ayuda.
MANIQUÍ. (Por el traje del niño.)
¡Dame el traje!
JOVEN. (Dulce.)
No.
MANIQUÍ. (Arrebatándoselo.)
¡Lo quiero!
Mientras tú vences y buscas,
yo cantaré una canción
sobre sus tiernas arrugas. (Lo besa.)
JOVEN.
¡Pronto! ¿Dónde está?
MANIQUÍ.
En la calle.
JOVEN.
Antes que la roja luna
limpie con sangre de eclipse
la perfección de su curva,
traeré temblando de amormi propia mujer desnuda.
(La luz es de un azul intenso. Entra la Criada por la izquierda con un candelabro y la escena
toma suavemente su luz normal, sin descuidar la luz azul de los balcones abiertos de par en par
que hay en el fondo. En el momento que aparece la Criada, el Maniquí queda rígido con una
postura de escaparate. La cabeza inclinada y las manos levantadas en actitud delicadísima. La
Criada deja el candelabro sobre la mesa del tocador. Siempre en actitud compungida y mirando
al joven. En este momento aparece el Viejo por una puerta de la derecha. La luz crece.)
JOVEN. (Asombrado.) ¡Usted!
VIEJO. (Da muestras de una gran agitación y se lleva las manos al pecho. Trae un pañuelo de seda en la
mano.) ¡Sí! ¡Yo!
(La Criada sale rápidamente al balcón.)
JOVEN. (Agrio.) No me hace ninguna falta.
VIEJO. Más que nunca. ¡Ay, me has herido! ¿Por qué subiste? Yo sabía lo que iba a pasar. ¡Ay!
JOVEN. (Dulce, acercándose.) ¿Qué le pasa?
VIEJO. (Enérgico.) Nada. No me pasa nada. Una herida pero... la sangre se seca y lo pasado, pasado. (El
joven inicia el mutis.) ¿Dónde vas?
JOVEN. (Con alegría.) A buscar.
VIEJO. ¿A quién?
JOVEN. A la mujer que me quiere. Usted la vio en mi casa, ¿no recuerda?
VIEJO. (Severo.) No recuerdo. Pero espera.
JOVEN. ¡No! Ahora mismo.
(El Viejo lo coge del brazo.)
PADRE. (Entrando.) ¡Hija!, ¿dónde estás? ¡Hija!
(Se oye el claxon del automóvil.)
CRIADA. (En el balcón.) ¡Señorita! ¡Señorita!
PADRE. (Yéndose al balcón.) ¡Hija! ¡Espera, espera! (Sale.)
JOVEN. Yo también me voy. Yo busco, como ella, ¡la nueva flor de mi sangre! (Sale corriendo.)
VIEJO. ¡Espera! ¡Espera! ¡No me dejes herido! ¡Espera! (Sale. Sus voces de «¡Espera, espera!» se
pierden.)
(Se oye lejano el claxon. Queda la escena azul y el Maniquí avanza dolorido. Con dos expresio -
nes. Pregunta en el primer verso con ímpetu y respuesta en el segundo y como muy lejana.)
MANIQUÍ.
Mi anillo, ¡señor!, mi anillo de oro viejo
(Pausa.)
se hundió por las arenas del espejo.
¿Quién se pondrá mi traje? ¿Quién se lo pondrá?
(Pausa. Llorando.)
Se lo pondrá la ría grande para casarse con el mar.
(Se desmaya y queda tendido en el sofá.)
VOZ (Fuera.) ¡Esperaaa...!Telón rápido
Acto tercero
Cuadro primero
Bosque. Grandes troncos. En el centro, un teatro rodeado de cortinas barrocas con el telón
echado. Una escalerita une el tabladillo con el escenario. Al levantarse el telón cruzan entre los
troncos dos Figuras vestidas de negro, con las caras blancas de yeso y las manos también
blancas. Suena una música lejana. Sale el Arlequín. Viste de negro y verde. Lleva dos caretas,
una en cada mano y ocultas en la espalda. Acciona de modo rítmico, como un bailarín.
ARLEQUÍN.
El Sueño va sobre el Tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del Sueño.
(Se pone una careta de alegrísima expresión.)
¡Ay, cómo canta el alba! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!
(Se quita la careta.)
El Tiempo va sobre el Sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.
(Se pone una careta de expresión dormida.)
¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!
(Se la quita.)
Sobre la misma columna,
abrazados Sueño y Tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.
(Con una careta.)
¡Ay cómo canta el alba! ¡Cómo canta!
(Con la otra careta.)
¡Qué espesura de anémonas levanta!
Y si el Sueño finge muros
en la llanura del Tiempo,
el Tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.
¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!¡Qué témpanos de hielo azul levanta!
(Desde este momento se oirá en el fondo durante todo el acto, y con medidos intervalos, unas
lejanas trompas graves de caza. Aparece una Muchacha vestida de negro, con túnica griega.
Viene saltando con una guirnalda.)
MUCHACHA.
¿Quién lo dice,
quién lo dirá?
Mi amante me aguarda
en el fondo del mar.
ARLEQUÍN. (Gracioso.)
Mentira.
MUCHACHA.
Verdad.
Perdí mi deseo,
perdí mi dedal,
y en los troncos grandes
los volví a encontrar.
ARLEQUÍN. (Irónico.)
Una cuerda muy larga.
MUCHACHA.
Larga; para bajar.
Tiburones y peces
y ramos de coral.
ARLEQUÍN.
Abajo está.
MUCHACHA. (En voz baja.)
Muy bajo.
ARLEQUÍN.
Dormido.
MUCHACHA.
¡Abajo está!
Banderas de agua verde
lo nombran capitán.
ARLEQUÍN. (En alta voz y gracioso.)
¡Mentira!
MUCHACHA. (En altavoz.)
¡Verdad!
Perdí mi corona,
perdí mi dedal,
y a la media vuelta,
los volví a encontrar.
ARLEQUÍN.
Ahora mismo.
MUCHACHA.
¿Ahora?
ARLEQUÍN.
Tu amante verás
a la media vuelta
del viento y el mar.
MUCHACHA. (Asustada.)
¡Mentira!
ARLEQUÍN .
¡Verdad!
Yo te lo daré.MUCHACHA. (Inquieta.)
No me lo darás. No se llega nunca al fondo del mar.
ARLEQUÍN. (A voces y como si estuviera en el circo.)
¡Señor hombre, acuda!
(Aparece un espléndido Payaso, lleno de lentejuelas. Su cabeza empolvada dará sensación
de calavera. Ríe a grandes carcajadas.)
ARLEQUÍN.
Usted le dará
a esta muchachita...
PAYASO.
Su novio del mar.
(Se remanga.)
Venga una escalera.
MUCHACHA. (Asustada.)
¿Sí?
PAYASO. (A la Muchacha.)
Para bajar.
(Al público.)
¡Buenas noches!
ARLEQUÍN.
¡Bravo!
PAYASO. (Al Arlequín.)
¡Tú, mira hacia allá!
(El Arlequín, riendo, se vuelve.)
¡Vamos, toca!
(Palmotea.)
ARLEQUÍN.
¡Toco!
(El Arlequín toca un violín blanco con dos cuerdas de oro. Debe ser grande y plano. Canta.)
PAYASO.
Novio, ¿dónde estás?
ARLEQUÍN. (Fingiendo la voz.)
Por las frescas algas
yo voy a cazar
grandes caracolas
y lirios de sal.
MUCHACHA. (Gritando, asustada de la realidad.)
¡No quiero!
PAYASO.
¡Silencio!
(El Arlequín ríe.)
MUCHACHA. (Al Payaso, con miedo.)
Me voy a saltar
por las hierbas altas.
Luego nos iremos
al agua del mar.
ARLEQUÍN. (Jocoso y volviéndose.)
¡Mentira!MUCHACHA. (Al Payaso.)
¡Verdad!
(Inicia el mutis llorando.)
¿Quién lo dice?
¿Quién lo dirá?
Perdí mi corona,
perdí mi dedal.
ARLEQUÍN. (Melancólico.)
A la media vuelta
del viento y el mar.
(Sale la Muchacha.)
PAYASO. (Señalando.)
Allí.
ARLEQUÍN .
¿Dónde? ¿A qué?
PAYASO.
A representar.
Un niño pequeño
que quiere cambiar
en flores de acero
su trozo de pan.
ARLEQUÍN. (Levemente incrédulo.)
¡Mentira!
PAYASO. (Severo.)
¡Verdad!
Perdí rosa y curva,
perdí mi collar,
y en marfil reciente
los volví a encontrar.
ARLEQUÍN.
¡Señor hombre! ¡Venga!
(Inicia el mutis.)
PAYASO. (A voces y mirando al bosque y adelantándose al Arlequín.)
¡No tanto gritar!
¡Buenos días!
(En voz baja.)
¡Vamos!
Toca.
ARLEQUÍN.
¿Toco?
PAYASO.
Un vals. (En alta voz.)
(El Arlequín empieza a tocar. En voz baja.)
¡Deprisa!
(En alta voz.)
Señores:
voy a demostrar...ARLEQUÍN.
Que en marfil reciente
los volvió a encontrar.
PAYASO.
Voy a demostrar...
(Sale.)
ARLEQUÍN. (Saliendo.)
La rueda que gira
del viento y el mar.
(Se oyen las trompas. Sale la Mecanógrafa. Viste un traje de tennis, con boina de color intenso.
Encima del vestido, una capa larga de una sola gasa. Viene con la Máscara primera. Ésta viste
un traje de 1900, amarillo rabioso, con larga cola, pelo de seda amarillo, cayendo como un
manto, y máscara blanca de yeso con guantes hasta el codo, del mismo color. Lleva sombrero
amarillo, y todo el pecho de tetas altas ha de estar sembrado de lentejuelas de oro. El efecto de
este personaje debe ser el de una llamarada sobre el fondo de azules lunares y troncos nocturnos.
Habla con un leve acento italiano.)
MÁSCARA. (Riendo.) ¡Un verdadero encanto!
MECANÓGRAFA. Yo me fui de su casa. Recuerdo que la tarde de mi partida había una gran tormenta de
verano y había muerto el niño de la portería. Yo crucé la biblioteca y él me dijo: «¿Me habías llamado?»;
a lo que yo contesté, cerrando los ojos: «¡¡No!!». Y luego, ya en la puerta, dijo: «¿Me necesitas?»; y yo
le dije: «No. No te necesito».
MÁSCARA. ¡Precioso!
MECANÓGRAFA. Esperaba siempre de pie toda la noche hasta que yo me asomaba a la ventana.
MÁSCARA. ¿Y usted, señorina mecanógrafa?...
MECANÓGRAFA. No me asomaba. Pero... lo veía por las rendijas... ¡quieto! (Saca un pañuelo.), ¡con
unos ojos! Entraba el aire como un cuchillo, pero yo no le podía hablar.
MÁSCARA. Puor qué, señorina?
MECANÓGRAFA. Porque me amaba demasiado.
MÁSCARA. ¡Oh mio Dio! Era igual que el conde Arturo de Italia. ¡Oh amor!
MECANÓGRAFA. ¿Sí?
MÁSCARA. En el foyer de la ópera de París hay unas enormes balaustradas que dan al mar. El conde
Arturo, con una camelia entre los labios, venía en una pequeña barca con su niño, los dos abandonados
por mí. Pero yo corría las cortinas y les arrojaba un diamante. ¡Oh! ¡Qué dolchísimo tormento, amica
mia! (Llora.) El conde y su niño pasaban hambre y dormían entre las ramas con un lebrel que me ha bía
regalado un señor de Rusia. (Enérgica y suplicante.) ¿No tienes un pedacito de pan para mí? ¿No tienes
un pedacito de pan para mi hijo? ¿Para el niño que el conde Arturo dejó morir en la escarcha?...
(Agitada.) Y después fui al hospital y allí supe que el conde se había casado con una gran dama romana...
Y después he pedido limosna y compartido mi cama con los hombres que descargan el carbón en los
muelles.
MECANÓGRAFA. ¿Qué dices? ¿Por qué hablas así?...
MÁSCARA. (Serenándose.) Digo que el conde Arturo me amaba tanto que lloraba detrás de las cortinas
con su niño, mientras que yo era como una media luna de plata entre los gemelos y las luces de gas que
brillaban bajo la cúpula de la gran ópera de París.
MECANÓGRAFA. Delicioso. ¿Y cuándo llega el conde?
MÁSCARA. ¿Y cuándo llega tu amico?
MECANÓGRAFA. Tardará. Nunca es en seguida.
MÁSCARA. También Arturo tardará en seguida. Tiene en la mano derecha una cicatriz que le hicieron con
un puñal... por mí, desde luego. (Mostrando su mano.) ¿No la ves? (Señalando el cuello.) Y aquí otra, ¿la
ves?
MECANÓGRAFA. Sí, ¿pero por qué?
MÁSCARA. ¿Per qué? ¿Per qué? ¿Qué hago yo sin heridas? ¿De quién son las heridas de mi conde?
MECANÓGRAFA. Tuyas. ¡Es verdad! Hace cinco años que me está esperando, pero... ¡qué hermoso es
esperar con seguridad el momento de ser amada!
MÁSCARA. ¡Y es seguro!MECANÓGRAFA. ¡Seguro! ¡Por eso vamos a reír! De pequeña, yo guardaba los dulces para comerlos
después.
MÁSCARA. ¡Ja, ja, ja! Sí, ¿verdad? ¡Saben mejor!
(Se oyen las trompas.)
MECANÓGRAFA. (Iniciando el mutis.) Si viniera mi amigo, ¡tan alto!, con todo el cabello rizado, pero
rizado de un modo especial, tú haces como si no lo conocieras.
MÁSCARA. ¡Claro, amica mia! (Se recoge la cola.)
(Aparece el joven. Viste un traje niker gris con medias a cuadros azules.)
ARLEQUÍN. (Saliendo.) ¡Eh!
JOVEN. ¿Qué?
ARLEQUÍN. ¿Dónde va?
JOVEN. A mi casa.
ARLEQUÍN. (Irónico.) ¿Sí?
JOVEN. Claro. (Empieza a andar.)
ARLEQUÍN. ¡Eh! Por ahí no puede pasar.
JOVEN. ¿Han cercado el parque?
ARLEQUÍN. Por ahí está el circo.
JOVEN. Bueno. (Se vuelve.)
ARLEQUÍN. Lleno de espectadores definitivamente quietos. (Suave.) ¿No quiere entrar el señor?
JOVEN. (Estremecido.) No. (No queriendo oír.) ¿Está interceptada también la calle de los chopos?
ARLEQUÍN. Allí están los carros y las jaulas con las serpientes.
JOVEN. Entonces volveré atrás. (Inicia el mutis.)
PAYASO. (Saliendo por el lado opuesto.) ¿Pero dónde va? ¡Ja, ja, ja!
ARLEQUÍN. Dice que va a su casa.
PAYASO. (Dando una bofetada de circo al Arlequín.) ¡Toma casa!
ARLEQUÍN. (Cae al suelo, gritando.) ¡Ay, que me duele, que me duele! ¡Ayy!
PAYASO. (Al Joven.) ¡Venga!
JOVEN. (Irritado.) ¿Pero me quiere usted decir qué broma es ésta? Yo iba a mi casa, es decir, a mi casa,
no; a otra casa, a...
PAYASO. (Interrumpiendo.) A buscar.
JOVEN. Sí; porque lo necesito. A buscar.
PAYASO. (Alegre.) ¿A buscar?... Da la media vuelta y lo encontrarás.
LA VOZ DE LA MECANÓGRAFA. (Cantando.)
¿Dónde vas, amor mío,
¡amor mío!,
con el aire en un vaso
y el mar en un vidrio?
(El Arlequín ya se ha levantado. El Payaso le hace señas. El joven está vuelto de espaldas, y ellos
salen también sin dar la espalda, sobre las puntas de los pies, con paso de baile y el dedo sobre
los labios. Las luces del teatro se encienden.)
JOVEN. (Asombrado.)
¿Dónde vas, amor mío,
vida mía, amor mío,
con el aire en un vaso
y el mar en un vidrio?
MECANÓGRAFA. (Apareciendo llena de júbilo.)
¿Dónde? ¡Donde me llaman!
JOVEN. (Abrazándola.)
¡Vida mía!
MECANÓGRAFA. (Abrazándolo.)Contigo.
JOVEN.
Te he de llevar desnuda,
flor ajada y cuerpo limpio,
al sitio donde las sedas
están temblando de frío.
Sábanas blancas te aguardan.
Vámonos pronto. Ahora mismo.
Antes que en las ramas giman
ruiseñores amarillos.
MECANÓGRAFA.
Sí; que el sol es un milano.
Mejor: un halcón de vidrio.
No: que el sol es un gran tronco,
y tú la sombra de un río.
¿Cómo, si me abrazas, di,
no nacen juncos y lirios
y no destiñen tus ondas
el color de mi vestido?
Amor, déjame en el monte
harta de nube y rocío,
para verte grande y triste
cubrir un cielo dormido.
JOVEN.
¡No hables así, niña! Vamos.
No quiero tiempo perdido.
Sangre pura y calor hondo
me están llevando a otro sitio.
Quiero vivir.
MECANÓGRAFA.
¿Con quién?
JOVEN.
Contigo.
MECANÓGRAFA.
¿Qué es eso que suena muy lejos?
JOVEN.
Amor,
el día que vuelve.
¡Amor mío!
MECANÓGRAFA. (Alegre y como en sueños.)
¡Un ruiseñor! ¡Que cante!
Ruiseñor gris de la tarde,
en la rama del arce.
Ruiseñor, ¡te he sentido!
Quiero vivir.
JOVEN.
¿Con quién?
MECANÓGRAFA.
Con la sombra de un río.
(Angustiada y refugiándose en el pecho del joven.)
¿Qué es eso que suena muy lejos?
JOVEN.
¡
Amor.
La sangre en mi garganta,amor mío!
MECANÓGRAFA.
Siempre así, siempre, siempre,
despiertos o dormidos.
JOVEN.
Nunca así, ¡nunca!, ¡nunca!
Vámonos de este sitio.
MECANÓGRAFA.
¡Espera!
JOVEN.
¡Amor no espera!
MECANÓGRAFA. (Se desase del joven.)
¿Dónde vas, amor mío,
con el aire en un vaso
y el mar en un vidrio?
(Se dirige a la escalera. Las cortinas del teatrito se descorren y aparece la biblioteca del primer
acto, reducida y con los tonos muy pálidos. Aparece en la escenita la Máscara amarilla, tiene un
pañuelo de encaje en la mano y aspira sin cesar, mientras llora, un frasco de sales.)
MÁSCARA. (A la Mecanógrafa.) Ahora mismo acabo de abandonar para siempre al conde. Se ha quedado
ahí detrás con su niño. (Baja las escaleras.) Estoy segura que se morirá. Pero me quiso tanto, tanto.
(Llora. A la Mecanógrafa.) ¿Tú no lo sabías? Su niño morirá bajo la escarcha. Lo he abandonado. ¿No
ves que contenta estoy? ¿No ves cómo me río? (Llora.) Ahora me buscará por todos lados. (En el suelo.)
Voy a esconderme dentro de las zarzamoras (En voz alta.), dentro de las zarzamoras. Hablo así porque no
quiero que Arturo me sienta. (En voz alta.) ¡No te quiero! ¡Ya te he dicho que no te quiero! (Se va
llorando.) Tú a mí, sí, ¡pero yo a ti no te quiero!
(Aparecen dos Criados vestidos con libreas azules y caras palidísimas que dejan en la izquierda
del escenario dos taburetes blancos. Por la escenita cruza el Criado del primer acto, siempre
andando sobre las puntas de los pies.)
MECANÓGRAFA. (Al Criado y subiendo las escaleras de la escenita.) Si viene el señor, que pase. (En la
escenita.) Aunque no vendrá hasta que deba.
(El Joven empieza lentamente a subir la escalerita.)
JOVEN. (En la escenita, apasionado.) ¿Estás contenta aquí?
MECANÓGRAFA. ¿Has escrito las cartas?
JOVEN. Arriba se está mejor. ¡Vente!
MECANÓGRAFA. ¡Te he querido tanto!
JOVEN. ¡Te quiero tanto!
MECANÓGRAFA. ¡Te querré tanto!
JOVEN. Me parece que agonizo sin ti. ¿Dónde voy si tú me dejas? No recuerdo nada. La otra no existe,
pero tú sí, porque me quieres.
MECANÓGRAFA. Te he querido, ¡amor! Te querré siempre.
JOVEN. Ahora...
MECANÓGRAFA. ¿Por qué dices ahora?
(Aparece por el escenario grande el Viejo. Viene vestido de azul y trae un gran pañuelo en la
mano, manchado de sangre, que lleva a su pecho y a su cara. Da muestras de agitación viva y
observa atentamente lo que pasa en la escenita.)
JOVEN. Yo esperaba y moría.
MECANÓGRAFA. Yo moría por esperar.
JOVEN. Pero la sangre golpea en mis sienes con sus nudillos de fuego, y ahora te tengo ya aquí.VOZ. (Fuera.) ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!
(Cruza la escenita el Niño muerto. Viene solo y entra por una puerta de la izquierda.)
JOVEN. ¡Sí, mi hijo! Corre por dentro de mí, como una hormiguita sola dentro de una caja cerrada. (A la
Mecanógrafa.) ¡Un poco de luz para mi hijo! ¡Por favor! ¡Es tan pequeño! ¡Aplasta las naricillas en el
cristal de mi corazón, y, sin embargo, no tiene aire!
MÁSCARA AMARILLA. (Apareciendo en el escenario grande.) ¡Mi hijo!
(Salen dos Máscaras más, que presencian la escena.)
MECANóGRAFA. (Autoritaria y seca.) ¿Has escrito las cartas? No es tu hijo, soy yo. Tú esperabas y me
dejaste marchar, pero siempre te creías amado. ¿Es mentira lo que digo?
JOVEN. (Impaciente.) No, pero...
MECANÓGRAFA. Yo, en cambio, sabía que tú no me querrías nunca. Y, sin embargo, yo he levantado mi
amor y te he cambiado y te he visto por los rincones de mi casa. (Apasionada.) ¡Te quiero, pero más lejos
de ti! He huido tanto, que necesito contemplar el mar para poder evocar el temblor de tu boca.
VIEJO. Porque si él tiene veinte años puede tener veinte lunas.
MECANÓGRAFA. (Lírica.) Veinte rocas, veinte nortes de nieve.
JOVEN. (Irritado.) Calla. Tú vendrás conmigo. Porque me quieres y porque es necesario que yo viva.
MECANÓGRAFA. Sí; te quiero, pero ¡mucho más! No tienes tú ojos para verme desnuda, ni boca para
besar mi cuerpo que nunca se acaba. Déjame. ¡Te quiero demasiado para poder contemplarte!
JOVEN. ¡Ni un minuto más! ¡Vamos! (La coge de las muñecas.)
MECANÓGRAFA. ¡Me haces daño, amor!
JOVEN. ¡Así me sientes!
MECANÓGRAFA. (Dulce.) Espera... Yo iré... Siempre. (Lo abraza.)
VIEJO. Ella irá. Siéntate, amigo mío. Espera.
JOVEN. (Angustiado.) ¡¡No!!
MECANÓGRAFA. Estoy muy alta. ¿Por qué me dejaste? Iba a morir de frío y tuve que buscar tu amor por
donde no hay gente. Pero estaré contigo. Déjame bajar poco a poco hasta ti.
(Aparecen el Payaso y el Arlequín. El Payaso trae una concertina y el Arlequín su violín blanco.
Se sientan en los taburetes.)
PAYASO.
Una música.
ARLEQUÍN.
De años.
PAYASO.
Lunas y mares sin abrir. ¿Queda atrás?
ARLEQUÍN.
La mortaja del aire.
PAYASO.
Y la música de tu violín.
(Tocan.)
JOVEN. (Saliendo de un sueño.) ¡Vamos!
MECANÓGRAFA. Sí... ¿Será posible que seas tú? ¡Así, de pronto...! ¿Sin haber probado lentamente esta
hermosa idea: mañana será? ¿No te da lástima de mí?
JOVEN. Arriba hay como un nido. Se oye cantar el ruiseñor... y aunque no se oiga, ¡aunque el murciélago
golpee los cristales!
MECANÓGRAFA. Sí, sí, pero...
JOVEN. (Enérgico.) ¡Tu boca! (La besa.)
MECANÓGRAFA. Más tarde...
JOVEN. (Apasionado.) Es mejor de noche.MECANÓGRAFA. ¡Yo me iré!
JOVEN. ¡Sin tardar!
MECANÓGRAFA. ¡Yo quiero! Escucha.
JOVEN. ¡Vamos!
MECANÓGRAFA. Pero...
JOVEN. Dime.
MECANÓGRAFA. ¡Me iré contigo!...
JOVEN. ¡Amor!
MECANÓGRAFA. Me iré contigo. (Tímida.) ¡Así que pasen cinco años!
JOVEN. ¡Ay! (Se lleva las manos a la frente.)
VIEJO. (En voz baja.) ¡Bravo!
(El joven empieza a bajar lentamente las escaleras. La Mecanógrafa queda en actitud extática en
el escenario. Sale el Criado de puntillas y la cubre con una gran capa blanca.)
PAYASO.
Una música.
ARLEQUÍN.
De años.
PAYASO.
Lunas y mares sin abrir.
Queda atrás...
ARLEQUÍN.
La mortaja del aire.
PAYASO.
Y la música de tu violín.
(Tocan.)
MÁSCARA AMARILLA.
El conde besa mi retrato de amazona.
VIEJO.
Vamos a no llegar, pero vamos a ir.
JOVEN. (Desesperado, al Payaso.)
La salida, ¿por dónde?
MECANÓGRAFA. (En el escenario chico y como en sueños.)
¡Amor! ¡Amor!
JOVEN. (Estremecido.)
¡Enséñame la puerta!
PAYASO. (Irónico, señalando a la izquierda.)
Por allí.
ARLEQUÍN. (Señalando a la derecha.)
Por allí.
MECANÓGRAFA.
¡Te espero amor, te espero, vuelve pronto!
ARLEQUÍN. (Irónico.)
¡Por allí!
JOVEN. (Al Payaso.)
Te romperé las jaulas y las telas.
Yo sé saltar el muro.
VIEJO. (Con angustia.)
Por aquí.
JOVEN.
¡Quiero volver! Dejadme.
ARLEQUÍN.
¡Queda el viento!
PAYASO.
¡Y la música de tu violín!Telón
Cuadro último
La misma biblioteca que en el primer acto. A la izquierda, el traje de novia puesto en un maniquí
sin cabeza y sin manos. Varias maletas abiertas. A la derecha, una mesa.
Salen el Criado y la Criada.
CRIADA. (Asombrada.) ¿Sí?
CRIADO. Ahora está de portera, pero antes fue una gran señora. Vivió mucho tiempo con un conde
italiano riquísimo, padre del niño que acaban de enterrar.
CRIADA. ¡Pobrecito mío! ¡Qué precioso iba!
CRIADO. De esta época le viene su manía de grandezas. Por eso ha gastado todo lo que tenía en la ropa del
niño y en la caja.
CRIADA. ¡Y en las flores! Yo le he regalado un ramito de rosas, pero eran tan pequeñas que no las han
entrado siquiera en la habitación.
JOVEN. (Entrando.) Juan.
CRIADO. Señor.
(La Criada sale.)
JOVEN. Dame un vaso de agua fría. (El joven da muestras de una gran desesperanza y un desfallecimiento
físico.)
(El Criado lo sirve.)
JOVEN. (Alegre.) ¿No era ese ventanal mucho más grande?
CRIADO. No.
JOVEN. Es asombroso que sea tan estrecho. Mi casa tenía un patio enorme, donde jugaba con mis
caballitos. Cuando lo vi con veinte años era tan pequeño que me parecía increíble que hubiera podido
volar tanto por él.
CRIADO. ¿Se encuentra bien el señor?
JOVEN. ¿Se encuentra bien una fuente echando agua? Contesta.
CRIADO. (Sonriente.) No sé...
JOVEN. ¿Se encuentra bien una veleta girando como el viento quiere?
CRIADO. El señor pone unos ejemplos... Pero yo le preguntaría, si el señor lo permite..., ¿se encuentra
bien el viento?
JOVEN. (Seco.) Me encuentro bien.
CRIADO. ¿Descansó lo suficiente después del viaje?
JOVEN. (Bebe.) Sí.
CRIADO. Lo celebro infinito. (Inicia el mutis.)
JOVEN. Juan, ¿está mi ropa preparada?
CRIADO. Sí, señor. Está en su dormitorio.
JOVEN. ¿Qué traje?
CRIADO. El frac. Lo he extendido en la cama.
JOVEN. (Irritado.) ¡Pues quítalo! No quiero subir y encontrármelo tendido en la cama ¡tan grande, tan
vacía! No sé a quién se le ocurrió comprarla. Yo tenía antes otra pequeña, ¿recuerdas?
CRIADO. Sí, señor: la de nogal tallado.
JOVEN. (Alegre.) ¡Eso! La de nogal tallado. ¡Qué bien se dormía en ella! Recuerdo que, siendo niño, vi
nacer una luna enorme detrás de la barandilla de sus pies... ¿O fue por los hierros del balcón? No sé.
¿Dónde está?
CRIADO. (Serio.) La regaló el señor.
JOVEN. (Pensando.) ¿A quién?CRIADO. (Serio.) A su antigua mecanógrafa.
(El joven queda pensativo. Pausa.)
JOVEN. (Indicando al Criado que se marche.) Está bien.
(Sale el Criado.)
JOVEN. (Con angustia.) ¡Juan!
CRIADO. (Severo.) Señor.
JOVEN. Me habrás puesto zapatos de charol...
CRIADO. Los que tienen cinta de seda negra.
JOVEN. Seda negra... No... Busca otros. (Levantándose.) ¿Y será posible que en esta casa esté siempre el
aire enrarecido? Voy a cortar todas las flores del jardín, sobre todo esas malditas adelfas que saltan por
los muros, y esa hierba que sale sola a medianoche...
CRIADO. Dicen que con las anémonas y adormideras duele la cabeza a ciertas horas del día.
JOVEN. Eso será. También te llevas eso. (Señalando al traje.) Lo pones en la buhardilla.
CRIADO. ¡Muy bien! (Va a salir.)
JOVEN. (Tímido.) Y me dejas los zapatos de charol. Pero les cambias las cintas.
(Suena una campanilla.)
CRIADO. (Entrando.) Son los señoritos, que vienen a jugar.
JOVEN. (Con fastidio.) Abre.
CRIADO. (En la puerta.) El señor tendrá necesidad de vestirse.
JOVEN. (Saliendo.) Sí. (Sale casi como una sombra.)
(Entran los jugadores. Son tres. Vienen de frac. Traen capas largas de raso blanco que les llegan
a los pies.)
JUGADOR I. ° Fue en Venecia. Un mal año de juego. Pero aquel muchacho jugaba de verdad. Estaba
pálido, tan pálido que en la última jugada ya no tenía más remedio que echar el as de coeur. Un corazón
suyo lleno de sangre. Lo echó, y al ir a cogerlo (Bajando la voz.) para... (Mira a los lados.), tenía un as
de copas rebosando por los bordes y huyó bebiendo en él, con dos chicas, por el Gran Canal.
JUGADOR 2. ° No hay que fiarse de la gente pálida o de la gente que tiene hastío: juegan, pero reservan.
JUGADOR 3. ° Yo jugué en la India con un viejo que cuando ya no tenía una gota de sangre sobre las
cartas, y yo esperaba el momento de lanzarme sobre él, tiñó de rojo con una anilina especial todas las
copas y pudo escapar entre los árboles.
JUGADOR I. ° Jugamos y ganamos, pero ¡qué trabajo nos cuesta! Las cartas beben rica sangre en las manos
y es difícil cortar el hilo que las une.
JUGADOR 2. ° Pero creo que con éste... no nos equivocamos.
JUGADOR 3. ° No sé.
JUGADOR I. ° (Al 2.°) No aprenderás nunca a conocer a tus clientes. ¿A éste? La vida se le escapa en dos
chorros por sus pupilas, que mojan la comisura de sus labios y le tiñen de coral la pechera del frac.
JUGADOR 2. ° Sí. Pero acuérdate del niño que en Suecia jugó con nosotros casi agonizante, y por poco si
nos deja ciegos a los tres con el chorro de sangre que nos echó.
JUGADOR 3. ° ¡La baraja! (Saca una baraja.)
JUGADOR 2. ° Hay que estar muy suaves con él para que no reaccione.
JUGADOR I. ° Y aunque ni a la otra ni a la señorita mecanógrafa se les ocurrirá venir por aquí hasta que
pasen cinco años, si es que vienen.
JUGADOR 3. ° (Riendo.) ¡Si es que vienen! Ja, ja, ja.
JUGADOR I. ° (Riendo.) No estará mal ser rápidos en la jugada.
JUGADOR 2. ° Él guarda un as.
JUGADOR 3. ° Un corazón joven, donde es probable que resbalen las flechas.
JUGADOR I. ° (Alegre y profundo.) ¡Ca! Yo compré unas flechas en un tiro al blanco...
JUGADOR 3. ° (Con curiosidad.) ¿Dónde?JUGADOR I. ° (En broma.) En un tiro al blanco. Que no solamente se clavan sobre el acero más duro, sino
sobre la gasa más fina. ¡Y esto sí que es difícil! (Ríen.)
JUGADOR 2. ° (Riendo.) ¡En fin! ¡Ya veremos!
(Aparece el joven vestido de frac.)
JOVEN. ¡Señores! (Les da la mano.) Han venido muy temprano. Hace demasiado calor.
JUGADOR I. ° ¡No tanto!
JUGADOR 2. ° (Al Joven.) ¡Elegante como siempre!
JUGADOR I. ° Tan elegante, que ya no debía desnudarse más nunca.
JUGADOR 3. ° Hay veces que la ropa nos cae tan bien, que ya no quisiéramos...
JUGADOR 2. ° (Interrumpiendo.) Que ya no podemos arrancarla del cuerpo.
JOVEN. (Con fastidio.) Demasiado amables.
(Aparece el Criado con una bandeja y copas que deja en la mesa.)
JOVEN. ¿Comenzamos?
(Se sientan los tres.)
JUGADOR I. ° Dispuestos.
JUGADOR 2. ° (En voz baja.) ¡Buen ojo!
JUGADOR 3. ° ¿No se sienta?
JOVEN. No... Prefiero jugar de pie.
JUGADOR I. ° ¿De pie?
JUGADOR 2. ° (Bajo.) Tendrás necesidad de ahondar mucho.
JUGADOR I. ° (Repartiendo cartas.) ¿Cuántas?
JOVEN. Cuatro. (Se las da y a los demás.)
JUGADOR 3. ° (Bajo.) Jugada nula.
JOVEN. ¡Qué cartas más frías! Nada. (Las deja sobre la mesa.) ¿Y ustedes?...
JUGADOR I. ° (Con voz grave.) Nada.
JUGADOR 2. ° Nada.
JUGADOR 3. ° Nada.
(El jugador I. ° les da cartas otra vez.)
JUGADOR 2. ° (Mirando sus cartas.) ¡Magnífico!
JUGADOR 3. ° (Mirando sus cartas y con inquietud.) ¡Vamos a ver!
JUGADOR I. ° (Al joven.) Usted juega.
JOVEN. (Alegre.) ¡Y juego! (Echa una carta sobre la mesa.)
JUGADOR I. ° (Enérgico.) ¡Y Yo!
JUGADOR 2. ° ¡Y yo!
JUGADOR 3. ° ¡Y yo!
JOVEN. (Excitado, con una carta.) ¿Y ahora?...
(Los tres jugadores enseñan tres cartas. El Joven se detiene y se la oculta en la mano.)
JOVEN. Juan, sirve licor a estos señores.
JUGADOR 2. ° (Suave.) ¿Tiene usted la bondad de la carta?
JOVEN. (Angustiado.) ¿Qué licor desean?
JUGADOR 2. ° (Dulce.) ¿La carta?...
JOVEN. (Al jugador 3. ° ) A usted seguramente le gustará el anís. Es una bebida...
JUGADOR 3. ° Por favor... la carta...
JOVEN. (Al Criado, que entra.) ¿Cómo no hay whisky? (En el momento que el Criado entra, los
jugadores quedan silenciosos con las cartas en la mano.) ¿Ni coñac?...
JUGADOR I. ° (En voz baja y ocultándose del Criado.) ¡La carta!
JOVEN. (Angustiado.) El coñac es una bebida para hombres que saben resistir.
JUGADOR 2. ° (Enérgico, pero en voz baja.) ¡Su carta!JOVEN. ¿O prefieren chartreuse?
(Sale el Criado.)
JUGADOR I. ° (Levantando y enérgico.) Tenga la bondad de jugar.
JOVEN. Ahora mismo. Pero beberemos.
JUGADOR 3. ° (Fuerte.) ¡Hay que jugar!
JOVEN. (Agonizante.) Sí, sí. ¡Un poco de chartreuse! Es el chartreuse como una gran noche de luna verde
dentro de un castillo donde hay un joven con unas calzas de oro.
JUGADOR I. ° (Fuerte.) Es necesario que usted nos dé su as.
JOVEN. (Aparte.) ¡Mi corazón!
JUGADOR 2. ° (Enérgico.) Porque hay que ganar o perder... Vamos. ¡Su carta!
JUGADOR 3. ° ¡Venga!
JUGADOR I.° ¡Haga juego!
JOVEN. (Con dolor.) ¡Mi carta!
JUGADOR I. ° ¡La última!
JOVEN. ¡Juego! (Pone la carta sobre la mesa.)
(En este momento, en los anaqueles de la biblioteca aparece un gran as de coeur iluminado. El
jugador I. ° saca una pistola y dispara sin ruido con una flecha. El as desaparece, y el joven se
lleva las manos al corazón.)
JUGADOR I. ° ¡Hay que vivir!
JUGADOR 2. ° ¡No hay que esperar!
JUGADOR 3. ° ¡Corta! ¡Corta bien!
(El Jugador I.°, con unas tijeras, da unos cortes en el aire.)
JUGADOR I. ° (En voz baja.) Vamos.
JUGADOR 2. ° ¡Deprisa!
JUGADOR 3. ° No hay que esperar nunca. Hay que vivir. (Salen.)
JOVEN. ¡Juan! ¡Juan!
ECO. ¡Juan, Juan!
JOVEN. (Agonizante.) Lo he perdido todo.
ECO. Lo he perdido todo.
JOVEN. Mi amor...
ECO. Amor...
(El joven muere. Aparece el Criado con un candelabro encendido. El reloj da las doce.)
Telón

1/9/14

Yerma, García Lorca


FEDERICO GARCÍA LORCA
YERMA
POEMA TRAGICO EN TRES ACTOS
Y SEIS CUADROS
(1934)
PERSONAJES:
YERMA
MARÍA
VIEJA PAGANA
DOLORES
LAVANDERA 1a
LAVANDERA 2a
LAVANDERA 3a
LAVANDERA 4a
LAVANDERA 5a
LAVANDERA 6a
MUCHACHA 1a
MUCHACHA 2a
HEMBRA
CUÑADA 1a
CUÑADA 2a
MUJER 1a
MUJER 2a
NIÑO
JUAN
VÍCTOR
MACHO
HOMBRE 1o
HOMBRE 2°
HOMBRE 3°
ACTO PRIMERO
CUADRO PRIMERO
(Al levantarse el telón está YERMA dormida con un tabanque de costura a los pies.
La escena tiene una extraña luz de sueño. Un pastor sale de puntillas mirando
fijamente a YERMA. Lleva de la mano a un niño vestido de blanco.
Suena el reloj. Cuando sale el pastor, la luz se cambia por una
alegre luz de mañana de primavera. YERMA se despierta.)
CANTO
VOZ DENTRO.-
A la nana, nana, nana,
a la nanita le haremos
una chocita en el campo
y en ella nos meteremos.
YERMA.-Juan, ¿me oyes? Juan.
JUAN.-Voy.
YERMA.-Ya es la hora.
JUAN. ¿Pasaron las yuntas?
YERMA.-Ya pasaron.
JUAN.-Hasta luego. (Va a salir.)
YERMA.-¿No tomas un vaso de leche?
JUAN.- ¿Para qué?YERMA.-Trabajas mucho y no tienes tú cuerpo para resistir los trabajos.
JUAN.-Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes como el acero.
YERMA.-Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría que fueras al río y nadaras y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos casados, y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.
JUAN.-¿Has acabado?
YERMA.-(Levantándose.) No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma me gustaría que tú me cuidases. “Mi mujer está enferma. Voy a matar ese cordero para hacerle un buen guiso de carne.” “Mi mujer está enferma. Voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar su pecho, voy a llevarle esta piel de oveja para guardar sus pies de la nieve.”Así soy yo. Por eso te cuido.
JUAN.-Y yo te lo agradezco.
YERMA.-Pero no te dejas cuidar.
JUAN.-Es que no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones tuyas. Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.
YERMA.-Cada año... Tú y yo seguiremos aquí cada año...
JUAN.-(Sonriente.) Naturalmente. Y bien sosegados. Las cosas de la labor van bien, no tenemos hijos que gasten.
YERMA. - No tenemos hijos... ¡Juan!
JUAN.-Dime.
YERMA.-¿Es que yo no te quiero a ti?
JUAN.-Me quieres.
YERMA. - Yo conozco muchachas que han temblado y que lloraban antes de entrar en la cama con sus maridos. ¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo? ¿No cantaba al levantar los embozos de
holanda? Y no te dije, ¡cómo huelen a manzanas estas ropas!
JUAN.-¡Eso dijiste!
YERMA.-Mi madre lloró porque no sentí separarme de ella. ¡Y era verdad! Nadie se casó con más
alegría. Y, sin embargo. . .
JUAN.- Calla. Demasiado trabajo tengo yo con oír en todo momento...
YERMA.-No. No me repitas lo que dicen. Yo veo por mis ojos que eso no puede ser... A fuerza de caer la lluvia sobre las piedras éstas se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las gentes dicen que no sirven para nada. "Los jaramagos no sirven para nada", pero yo bien los veo mover sus lores amarillas en el aire.
JUAN.-¡Hay que esperar!
YERMA.- Sí; queriendo. (YERMA abraza y besa al marido, tomando ella la iniciativa.) ,
JUAN.-Si necesitas algo me lo dices y lo traeré. Ya sabes que no me gusta que salgas.
YERMA.-Nunca salgo.
JUAN.-Estás mejor aquí.
YERMA.-Sí.
JUAN.-La calle es para la gente desocupada.
YERMA.-(Sombría) Claro.
(El marido sale y YERMA se dirige a la costura, se pasa la mano por el vientre, alza los brazos
en un hermoso bostezo y se sienta a coser.)
¿De dónde vienes, amor, mi niño?
De la cresta del duro frío.
¿Qué necesitas, amor, mi niño?
La tibia tela de tu vestido.(Enhebra la aguja)
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor!
(Como si hablara con un niño.)
En el patio ladra el perro,
en los árboles canta el viento.
Los bueyes mugen al boyero
y la luna me riza los cabellos.
¿Qué pides, niño, desde tan lejos?
(Pausa. )
Los blancos montes que hay en tu pecho.
¡Que se agiten las ramas al sol y salten las fuentes alrededor!
(Cosiendo.)
Te diré, niño mío, que sí,
tronchada y rota soy para ti.
¡Cómo me duele esta cintura
donde tendrás primera cuna!
Cuándo, mi niño, vas a venir.
(Pausa.)
Cuando to carne huela a jazmín.
¡Que se agiten las ramas al sol
y salten las fuentes alrededor!
(YERMA queda cantando. Por la puerta entra MARÍA, que viene con un lío de ropa.)
YERMA.-¿De dónde vienes?
MARÍA.-De la tienda.
YERMA.-¿De la tienda tan temprano?
MARÍA.-Por mi gusto hubiera esperado en la puerta a que abrieran; y ¿a que no sabes lo que he
comprado?
YERMA.- Habrás comprado café para el desayuno, azúcar, los panes.
MARÍA.-No. He comprado encajes, tres varas de hilo, cintas y lanas de color para hacer madroños. El dinero lo tenía mi marido y me lo ha dado él mismo.
YERMA.-Te vas a hacer una blusa.
MARÍA.-No, es porque... ¿sabes?
YERMA.--¿Qué?
MARÍA.-Porque ¡ya ha llegado!
(Queda con la cabeza baja. YERMA se levanta y queda mirándola con admiración.)YERMA.-¡A los cinco meses!
MARÍA.-Sí.
YERMA.-¿Te has dado cuenta de ello?
MARÍA.-Naturalmente.
YERMA.-(Con curiosidad.) ¿Y qué sientes?
MARÍA.-No sé. Angustia.
YERMA. - Angustia. (Agarrada a ella.) Pero... ¿cuándo llegó?... Dime. Tú estabas descuidada.
MARÍA.-Sí, descuidada...
YERMA. - Estarías cantando, ¿verdad? Yo canto. Tú... dime...
MARÍA.-No me preguntes. ¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?
YERMA.-Sí.
MARÍA.-Pues, lo mismo..., pero por dentro de la sangre.
YERMA. - ¡Qué hermosura! (La mira extraviada.)
MARÍA. - Estoy aturdida. No sé nada.
YERMA.-¿De qué?
MARíA.-De lo que tengo que hacer. Le preguntaré a mi madre.
YERMA. ¿Para qué? Ya está vieja y habrá olvidado estas cosas. No andes mucho y cuando respires
respira tan suave como si tuvieras una rosa entre los dientes.
MARÍA.-Oye, dicen qur más adelante te empuja suavemente con las piernecitas.
YERMA.-Y entonces es cuando se le quiere más, cuando se dice ya: ¡mi hijo!
MARÍA.-En medio de todo tengo vergüenza.
YERMA. ¿Qué ha dicho tu marido?
MARÍA.-Nada.
YERMA. ¿Te quiere mucho?
MARÍA.-No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan como dos hojas verdes.
YERMA. ¿Sabía él que tú...?
MARÍA.-Sí.
YERMA. ¿Y por qué lo sabía?
MARÍA.-No sé. Pero la noche que nos casamos me lo decía constantemente con su boca puesta en mi
mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja.
YERMA.-¡Dichosa!
MARÍA.-Pero tú estás más enterada de esto que yo.
YERMA. ¿De qué me sirve?
MARÍA.-¡Es verdad! ¿Por qué será eso? De todas las novias de tu tiempo tú eres la única.. .
YERMA.-Es así. Claro que todavía es tiempo. Elena tardó tres años y otras antiguas del tiempo de mi
madre mucho más, pero dos años y veinte días, como yo, es demasiada espera. Pienso que no es justo
que yo me consuma así. Muchas noches salgo descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré volviéndome mala.
MARÍA.-Pero ven acá, criatura; hablas como si fueras una vieja. ¡Qué digo! Nadie puede quejarse de
estas cosas. Una hermana de mi madre lo tuvo a los catorce años, ¡y si vieras qué hermosura de niño!
YERMA.-(Con ansiedad.) ¿Qué hacía?
MARÍA.-Lloraba como un torito, con la fuerza de mil cigarras cantando a la vez y nos orinaba y nos
tiraba de las trenzas, y cuando tuvo cuatro meses nos llenaba la cara de arañazos.
YERMA.-(Riendo.) Pero esas cosas no duelen.
MARÍA.-Te diré...
YERMA.-¡Bah! Yo he visto a mi hermana dar de mamar a su niño con el pecho lleno de grietas y le
producía un gran dolor, pero era un dolor fresco, bueno, necesario para la salud.
MARÍA.-Dicen que con los hijos se sufre mucho.
YERMA.-Mentira. Eso ló dicen las madres débiles, las quejumbrosas. ¿Para qué los tienen? Tener un
hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que se nos va la mitad
de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos
y cuando no los tiene se le vuelve veneno, como me va a pasar a mí.
MARÍA.-No sé lo que tengo.
YERMA.-Siempre oí decir que las primerizas tienen susto.
MARÍA. - (Tímida.) Veremos... Como tú coses tan bien. . .
YERMA.-(Cogiendo el lío.) Trae. Te cortaré dos trajecitos. ¿Y esto?
MARÍA.-Son los pañales.
YERMA.-Bien. (Se sienta.)
MARÍA.-Entonces... Hasta luego. (Se acerca y YERMA le coge amorosamente el vientre con las
manos.)
YERMA.-No corras por las piedras de la calle.
MARÍA.-Adiós. (La besa y sale.)
YERMA.-Vuelve pronto. (YERMA queda en la misma actitud que al princípio. Coge las tijeras y
empieza a cortar. Sale VÍCTOR,) Adiós, Víctor.
VÍCTOR.-(Es profundo y lleva firme gravedad.) ¿Y Juan?
YERMA.-En el campo.
VÍCTOR.-¿Qué coses?
YERMA.-Corto unos pañales.
VÍCTOR.-(Sonriente.) ¡Vamos!
YERMA.-(Ríe.) Los voy a rodear de encajes.
VÍCTOR.-Si es niña le pondrás tu nombre.
YERMA.-(Temblando.) ¿Cómo?. . .
VÍCTOR.-Me alegro por ti.
YERMA.- (Casi ahogada.) No. . .,no son para mí. Son para el hijo de María.
VÍCTOR.-Bueno, pues a ver si con el ejemplo té animas. En esta casa hace falta un niño.
YERMA.- (Con angustia.) ¡Hace falta!
VÍCTOR.-Pues adelante. Dile a tu marido que piense menos en el trabajo. Quiere juntar dinero y lo
juntará, pero ¿a quién lo va a dejar cuando se muera? Yo me voy con las ovejas. Dile a Juan que recoja las dos que me compró, y en cuanto a lo otro, ¡que ahonde! (Se va sonriente.)
YERMA.-(Con pasión.)
¡Eso! iQue ahonde!
Te diré, niño mío, que sí,
tronchada y rota soy para ti.
¡Cómo me duele esta cintura,
donde tendrás primera cuna!
¿Cuándo, mi niño, vas a venir?
¡Cuando to carne huela a jazmín!
(YERMA, que en actitud pensativa se levanta y acude al sitio donde ha estado VÍCTOR y respira
fuertemente, como si aspirara aire de montaña, después va al otro lado de la habitación como buscando algo y de allí vuelve a sentarse y coge otra vez la costura. Comienza a coser y queda con los ojos fijos en un punto.)
TELÓN
CUADRO SEGUNDO(Campo. Sale YERMA, Trae una cesta. Sale la VIEJA 1a)
YERMA.-Buenos días.
VIEJA 1a-Buenos los tenga la hermosa muchacha. ¿Dónde vas?
YERMA.-Vengo de llevar la comida a mi esposo, que trabaja en los olivos.
VIEJA 1a-¿Llevas mucho tiempo de casada?
YERMA.-Tres años.
VIEJA 1a-¿Tienes hijos?
YERMA.-No.
VIEJA 1a-¡Bah! ¡Ya tendrás!
YERMA.-(Con ansias.) ¿Usted to cree?
VIEJA 1a--¿Por qué no? (Se sienta.) También yo vengo de traer la comida a mi esposo Es viejo. Todavía trabaja. Tengo nueve hijos como nueve soles, pero como ninguno es hembra, aquí me tienes a mí de un lado para otro.
YERMA.-Usted vive al otro lado del río.
VIEJA 1a-Sí. En los molinos. ¿De qué familia eres tú?
YERMA.-Yo soy hija de Enrique el pastor.
VIEJA 1a-¡Ah! Enrique el Pastor. Lo conocí. Buena gente. Levantarse. Sudar, comer unos panes y
morirse. Ni más juego, ni más nada. Las ferias para otros. Criaturas de silencio. Pude haberme casado
con un tío tuyo. Pero ¡ca! Yo he sido una mujer de faldas en el aire, he ido flechada a la tajada de melón, a la fiesta, a la torta de azúcar. Muchas veces me he asomado de madrugada a la puerta creyendo oír música de bandurrias que iba, que venía, pero era el aire. (Ríe.) Te vas a reír de mí. He tenido dos maridos, catorce hijos, cinco murieron y, sin embargo, no estoy triste, y quisiera vivir mucho más. Es lo que digo yo. Las higueras, ¡cuánto duran! Las casas, ¡cuánto duran!, y sólo nosotras, las endemoniadas mujeres, nos hacemos polvo por cualquier cosa.
YERMA.-Yo quisiera hacerle una pregunta.
VIEJA 1a-¿A ver? (La mira.) Ya sé lo que me vas a decir. De estas cosas no se puede decir palabra. (Se levanta.)
YERMA.-(Deteniéndola.) ¿Por qué no? Me ha dado confianza el oírla hablar. Hace tiempo estoy
deseando tener conversación con mujer vieja. Porque yo quiero enterarme. Sí. Usted me dirá . . .
VIEJA 1a-¿Qué?
YERMA.-(Bajando la voz.) Lo que usted sabe. ¿Por qué estoy yo seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner cortinitas planchadas en mi ventanillo? No. Usted me ha de decir lo que tengo que hacer, que yo haré lo que sea, aunque me mande clavarme agujas en el sitio más débil de mis ojos.
VIEJA 1a-¿Yo? Yo no sé nada. Yo me he puesto boca arriba y he comenzado a cantar. Los hijos llegan como el agua. ¡Ay! ¿Quién puede decir que este cuerpo que tienes no es hermoso? Pisas, y al fondo de la calle relincha el caballo. ¡Ay! Déjame, muchacha, no me hagas hablar. Pienso muchas ideas que no quiero decir.
YERMA. ¿Por qué? ¡Con mi marido no hablo de otra cosa!
VIEJA 1a-Oye. ¿A ti te gusta tu marido?
YERMA.- ¿Cómo?
VIEJA 1a-Que si lo quieres. Si deseas estar con él. . .
YERMA.-No sé.
VIEJA 1a-¿No tiemblas cuando se acerca a ti? ¿No te da así como un sueño cuando acerca sus labios? Dime.
YERMA. - No. No lo he sentido nunca.
V1EJA 1a- ¿Nunca? ¿Ni cuando has bailado?
YERMA.- (Recordando.) Quizá. . . Una vez . . . Víctor . . .
VIEJA la-Sigue.YERMA.-Me cogió de la cintura y no pude decirle nada porque no podia hablar. Otra vez el mismo Víctor, teniendo yo catorce años (él era un zagalón) , me cogió en sus brazos para saltar una acequia y me entró un temblor que me sonaron los dientes. Pero es que yo he sido vergonzosa.
VIEJA 1a-Y con tu marido. . .
YERMA.-Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Esta es la pura
verdad. Pues el primer día que me puse de novia con él ya pensé. . . en los hijos... Y me miraba en sus
ojos. Sí, pero era para verme muy chica, muy manejable, como si yo misma fuera hija mía.
VIEJA 1a-Todo lo contrario que yo. Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que
gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo.
YERMA.-El tuyo, que el mío no. Yo pienso muchas cosas, muchas, y estoy segura que las cosas que
pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si
llega, pero nunca por divertirme.
VIEJA 1a-¡Y resulta que estás vacía!
YERMA.-No, vacía no, porque me estoy llenando de odio. Dime: ¿tengo yo la culpa? ¿Es preciso buscar en el hombre al hombre nada más? Entonces, ¿qué vas a pensar cuando te deja en la cama con los ojos tristes mirando al techo y da media vuelta y se duerme? ¿He de quedarme pensando en él o en lo que
puede salir relumbrando de mi pecho? Yo no sé, ¡pero dímelo tú, por caridad! (Se arrodilla.)
VIEJA 1a-¡Ay, qué flor abierta! Qué criatura tan hermosa eres. Déjame. No me hagas hablar más. No
quiero hablarte más. Son asuntos de honra y yo no quemo la honra de nadie. Tú sabrás. De todos modos debías ser menos inocente.
YERMA. - (Triste.) Las muchachas que se crían en el campo como yo, tienen cerradas todas las puertas. Todo se vuelve medias palabras, gestos, porque todas estas cosas dicen que no se pueden saber. Y tú
también, tú también lo callas y lo vas con aire de doctora, sabiéndolo todo, pero negándolo a la que se
muere de sed.
VIEJA 1a-A otra mujer serena yo le hablaría. A ti no. Soy vieja, y sé lo que digo.
YERMA.-Entonces, que Dios me ampare.
VIEJA 1a-Dios, no. A mí no me ha gustado nunca Dios. ¿Cuándo os vais a dar cuenta de que no existe? Son los hombres los que te tienen que amparar.
YERMA.-Pero ¿por qué me dices eso, por qué?
VIEJA 1a-(Yéndose.) Aunque debía haber Dios, aunque fuera pequeñito, para que mandara rayos contra los hombres de simiente podrida que encharcan la alegría de los campos.
YERMA.-No sé lo que me quieres decir.
VIEJA 1a-Bueno, yo me entiendo. No pases tristeza. Espera en firme. Eres muy joven todavía. ¿Qué
quieres que haga yo? (Se va. Aparecen dos MUCHACHAS.)
MUCHACHA la - Por todás partes nos vamos encontrando gente.
YERMA.-Con las faenas, los hombres están en los olivos, hay que traerles de comer. No quedan en las casas más que los ancianos.
MUCHACHA 2a-¿Tú regresas al pueblo?
YERMA.-Hacia allá voy.
MUCHACHA 1a-Yo llevo mucha prisa. Me dejé al niño dormido y no hay nadie en casa.
YERMA.-Pues aligera, mujer. Los niños no se pueden dejar solos. ¿Hay cerdos en tu casa?
MUCHACHA 1a-No. Pero tienes razón. Voy de prisa.
YERMA.-Anda. Así pasan las cosas. Seguramente lo has dejado encerrado.
MUCHACHA 1a-Es natural.
YERMA.--Sí, pero es que no os dais cuenta lo que es un niño pequeño. La causa que nos parece más
inofensiva puede acabar con él. Una agujita, un sorbo de agua.
MUCHACHA 1a-Tienes razón. Voy corriendo. Es que no me doy bien cuenta de las cosas.
YERMA: Anda.MUCHACHA 2a-Si tuvieras cuatro o cinco no hablarías así.
YERMA. ¿Por qué? Aunque tuviera cuarenta.
MUCHACHA 2a- De todos modos, tú y yo, con no tenerlos, vivimos más tranquilas.
YERMA.-Yo, no.
MUCHACHA 2a-Yo, sí ¿Qué afán! En cambio, mi madre no hace más que darme yerbajos pare que los tenga, y en octubre iremos al Santo que dicen que los da a la que lo pide con ansia. Mi madre pedirá. Yo, no.
YERMA. ¿Por qué te has casado?
MUCHACHA 2a-Porque me han casado. Se casan todas. Si seguimos así no va a haber solteras más que las niñas. Bueno, y además..., una se casa en realidad mucho antes de ir a la iglesia. Pero las viejas se empeñan en todas estas cosas. Yo tengo diecinueve años y no me gusta guisar, ni lavar. Bueno, pues todo el día he de ester haciendo lo que no me gusta. ¿Y pare qué? ¿Qué necesidad tiene mi marido de ser mi marido? Porque lo mismo hacíamos de novios que ahora. Tonterías de los viejos.
YERMA.-Calla, no digas esas cosas.
MUCHACHA 2a-También tú me dirás loca, ¡la loca, la local (Ríe.) Yo te puedo decir lo único que he
aprendido en la vida: toda la gente está metida dentro de sus casas haciendo lo que no les gusta. Cuánto mejor se está en medio de la calle. Ya voy al arroyo, ya subo a tocar las campanas, ya me tomo un
refresco de anís.
YERMA.-Eres una niña.
MUCHACHA 2a-Claro, pero no estoy loca. (Ríe.)
YERMA.-¿Tu madre vive en la parte más alta del pueblo?
MUCHACHA 2a--Sí.
YERMA. ¿En la última casa?
MUCHACHA 2a-Sí.
YERMA. ¿Cómo se llama?
MUCHACHA 2a-Dolores. ¿Por qué preguntas?
YERMA.-Por nada.
MUCHACHA 2a-¿Por algo preguntarás?
YERMA.-No sé. . ., es un decir. . .
MUCHACHA 2a-Allá tú. . . Mira, me voy a dar la comida a mi marido. (Ríe.) Es lo que hay que ver.
Qué lástima no poder decir mi novio, ¿verdad? (Ríe.) ¡Ya se va la loca! (Se va riendo alegremente.)
¡Adiós!
VOZ de VÍCTOR.-(Cantando.)
¿Por qué duermes solo, pastor?
¿Por qué duermes solo, pastor?
En mi colcha de lana
dormirías mejor.
¿Por qué duermes solo, pastor?
YERMA.-(Escuchando.)
¿Por qué duermes solo, pastor?
En mi colcha de lana
dormirías mejor.
Tu colcha de oscura piedra,
pastor,
y tu camisa de escarcha,
pastor,
juncos grises del invierno
en la noche de tu cama.
Los robles ponen agujas,pastor,
debajo de tu almohada pastor,
y si oyes voz de mujer
es la rota voz del agua.
Pastor, pastor.
¿Qué quiere el monte de ti?
pastor.
Monte de hierbas amargas,
¿qué niño te está matando?
¡La espina de la retama!
(Va a salir y se tropieza con VÍCTOR que entra.)
VÍCTOR -(Alegre.) ¿Dónde va lo hermoso?
YERMA. ¿Cantabas tú?
VÍCTOR -Yo.
YERMA.-¡Qué bien! Nunca te había sentido.
VÍCTOR.-¿No?
YERMA.-Y qué voz tan pujante. Parece un chorro de agua que te llena toda la boca.
VÍCTOR.-Soy alegre.
YERMA.-Es verdad.
VÍCTOR.-Como tú triste.
YERMA.-No soy triste, es que tengo motivos para estarlo.
VÍCTOR.-Y tu marido más triste que tú.
YERMA.-El, sí. Tiene un carácter seco.
VÍCTOR.-Siempre fue igual. (Pausa. YERMA está sentada.) ¿Viniste a traer la comida?
YERMA. - Sí. , (Lo mira. Pausa.) ¿Qué tienes aquí? (Señala la cara.)
VÍCTOR. ¿Dónde?
YERMA.-(Se levanta y se acerca a VÍCTOR.) Aquí..., en la mejilla; como úna quemadura.
VÍCTOR.-No es nada.
YERMA.-Me ha parecido. (Pausa.)
VÍCTOR.-Debe ser el sol. . .
YERMA.-Quizá. . . (Pausa. El silencio se acentúa .y sin el menor gesto comienza una lucha entre los
dos personajes.)
YERMA.-(Temblando.) ¿Oyes?
VÍCTOR. ¿Qué?
YERMA. ¿No sientes llorar?
VÍCTOR.-(Escuchando.) No.
YERMA. - Me había parecido que lloraba un niño.
VÍCTOR. ¿Sí?
YERMA. Muy cerca. Y lloraba como ahogado.
VÍCTOR.-Por aquí hay siempre muchos niños que vienen a robar fruta.
YERMA.-No. Es .la voz de un niño pequeño. (Pausa.)
VÍCTOR.-No oigo nada.
YERMA.-Serán ilusiones mías. (Lo mira fijamente y VÍCTOR la mira también y desvía la mirada lentamente como con miedo. Sale JUAN.)
JUAN.-¡Qué haces todavía aquí!
YERMA.-Hablaba.
VÍCTOR.-Salud. (Sale.)
JUAN.-Debías estar en casa.
YERMA.-Me entretuve.
JUAN.-No comprendo en qué te has entretenido.
YERMA.-Oí cantar los pájaros.
JUAN.-Está bien. Así darás que hablar a las gentes.
YERMA.-(Fuerte.) Juan, ¿qué piensas?
JUAN.-No lo digo por ti, lo digo por las gentes.
YERMA.-¡Puñalada que le den a las gentes!
JUAN.-No maldigas. Está feo en una mujer.
YERMA.-Ojalá fuera yo una mujer,
JUAN.-Vamos a dejarnos de conversación. Vete a la casa. (Pausa.)
YERMA.-Está bien. ¿Te espero?
JUAN.-No. Estaré toda la noche regando. Viene poca agua, es mía hasta la salida del sol y tengo que
defenderla de los ladrones. Te acuestas y te duermes.
YERMA.-(Dramática.) ¡Me dormiré! (Sale.)
TELÓN

ACTO SEGUNDO
CUADRO PRIMERO
(Canto a telón corrido. Torrente donde lavan las mujeres del pueblo
Las lavanderas están situadas en varios pianos.)
CANTAN:
En el arroyo frío
lavo tu cinta,
como un jazmín caliente
tienes la risa.
LAVANDERA 1a-A mí no me gusta hablar.
LAVANDERA 3a--Pero aquí se habla.
LAVANDERA 4a-Y no hay mal en ello.
LAVANDERA 5a-La que quiera honra que la gane.
LAVANDERA 4a-
Yo planté un tomillo,
yo to vi crecer.
El que quiera honra
que se porte bien (Ríen.)
LAVANDERA 5a-Así se habla.
LAVANDERA 1a-Pero es que nunca se sabe nada.
LAVANDERA 4a-Lo cierto es que el marido se ha llevado a vivir con ellos a sus dos hermanas.
LAVANDERA 5a-¿Las solteras?
LAVANDERA 4a-Sí. Estaban encargadas de cuidar la iglesia y ahora cuidan de su cuñada. Yo no podría vivir con ellas.
LAVANDERA 1a-¿Por qué?
LAVANDERA 4a-Porque dan miedo. Son como esas hojas grandes que nacen de pronto sobre los
sepulcros. Están untadas con cera. Son metidas hacia dentro. Se me figura que guisan su comida con el aceite de las lámparas.
LAVANDERA 3a-¿Y están ya en la casa?
LAVANDERA 4a-Desde ayer. El marido sale otra vez a sus tierras.
LAVANDERA 1a-Pero ¿se puede saber lo que ha ocurrido?
LAVANDERA 5a-Anteanoche, ella la pasó sentada en el tranco, a pesar del frío.
LAVANDERA 1a-Pero ¿por qué?
LAVANDERA 4a-Le cuesta trabajo estar en su casa.
LAVANDERA 5a- Estas machorras son así: cuando podían estar haciendo encajes o confituras de
manzanas, les gusta subirse al tejado y andar descalzas por esos ríos.
LAVANDERA 1a-¿Quién eres tú pare decir estas cosas? Ella no tiene hijos, pero no es por culpa suya.
LAVANDERA 4a-Tiene hijos la que quiere tenerlos. Es que las regalonas, las flojas, las endulzadas no son a propósito pare llevar el vientre arrugado. (Ríen.)
LAVANDERA 3a-Y se echan polvos de blancura y colorete y se prenden ramos de adelfa en busca de otro que no es su marido.
LAVANDERA 5a-¡No hay otra verdad!
LAVANDERA 1a-Pero ¿vosotras la habéis visto con otro?
LAYANDERA 4a-Nosotras no, pero las gentes sí.
LAVANDERA 1a-¡Siempre las gentes!
LAVANDERA 5a-Dicen que en dos ocasiones.
LAVANDERA 2a-¿Y qué hacían?
LAVANDERA 4a-Hablaban.
LAVANDERA 1a-Hablar no es pecado.
LAVANDERA 4a-Hay una cosa en el mundo que es la mirada. Mi madre lo decía. No es lo mismo una mujer mirando unas rosas que una mujer mirando los muslos de un hombre. Ella lo mira.
LAVANDERA 1a-Pero ¿a quién?
LAVANDERA 4a-A uno, ¿lo oyes? Entérate tú, ¿quieres que lo diga más alto? (Risas.) Y cuando no lo mira, porque está sola, porque no lo tiene delante, lo lleva retratado en los ojos.
LAVANDERA 1a- ¡Eso es mentira! (Algazara.)
LAVANDERA 5a-¿Y el marido?
LAVANDERA 3a-El marido está como sordo. Parado, como un lagarto puesto al sol. (Ríen.)
LAVANDERA la-Todo se arreglaría si tuvieran criaturas.
LAVANDERA 2a-Todo esto son cuestiones de gente que no tiene conformidad con su sino.
LAVANDERA 4a - Cada hora que transcurre aumenta el infierno en aquella casa. Ella y las cuñadas, sin despegar los labios, blanquean todo el día las paredes, friegan los cobres, limpian con vaho los cristales, dan aceite a la solería, pues cuanto más relumbra la vivienda más arde por dentro.
LAVANDERA 1a-É1 tiene la culpa; él: cuando un padre no da hijos debe cuidar de su mujer.
LAVANDERA 4a-La culpa es de ella que tiene por lengua un pedernal.
LAVANDERA 1a-¿Qué demonio se te ha metido entre los cabellos para que hables así?
LAVANDERA 4a-¿Y quién ha dado licencia a tu boca para que me des consejos?
LAVANDERA 2a-¡Callar!
LAVANDERA la-Con una aguja de hacer calceta, ensartaría yo las lenguas murmuradoras.
LAVANDERA 2a-¡Calla!
LAVANDERA 4a-Y yo la tapa del pecho de las fingidas.
LAVANDERA 2a-Silencio. ¿No ves que por ahí vienen las cuñadas?(Murmullos. Entran las dos cuñadas de YERMA. Van vestidas de luto. Se ponen a levar en medio de un silencio. Se oyen esquilas.)
LAVANDERA 1a-¿Se van ya los zagales?
LAVANDERA 3a-Sí, ahora salen todos los rebaños.
LAVANDERA 4a-Me gusta el olor de las ovejas.
LAVANDERA 3a-¿Sí?
LAVANDERA 4a- ¿Y por qué no? Olor de lo que una tiene. Como me gusta el olor del fango rojo que trae el río por el invierno.
LAVANDERA 3a-Caprichos.
LAVANDERA 5a- (Mirando.) Van juntos todos los rebaños.
LAVANDERA 4a-Es una inundación de lana. Arramblan con todo. Si los trigos verdes tuvieran cabeza,
temblarían de verlos venir.
LAVANDERA 3a-¡Mire cómo corren! iQué manada de enemigos!
LAVANDERA 1a-Ya salieron todos, no falta uno.
LAVANDERA 4a - A Ver. . ., no... Sí, sí, falta uno.
LAVANDERA 5a-¿Cuál . . . ?
LAVANDERA 4a-El de Víctor. (Las dos cuñadas se yerguen y miran.)
En el arroyo frío
lavo tu cinta.
Como un jazmín caliente
tienes la risa.
Quiero vivir
en la nevada chica
de ese jazmín.
LAVANDERA 1a-
¡Ay de la casada seta!
¡Ay de la que time los pechos de arena!
LAVANDERA 5a-
Dime si tu marido
guarda semilla
para que el agua cante
por tu camisa.
LAVANDERA 4a-
Es to camisa
nave de plata y viento
por las orillas.
LAVANDERA 1a-
Las ropas de mi niño
vengo a lavar
para que tome el agua
lecciones de cristal.
LAVANDERA 2a-
Por el monte ya llegami marido a comer.
Él me trae una rosa
y yo le doy tres.
LAVANDERA 5a-
Por el llano ya vino
mi marido a cenar.
Las brisas que me entrega
cubro con arrayán.
LAVANDERA 4a-
Por el aire ya viene
mi marido a dormir.
Yo, alhelíes rojos
y él, rojo alhelí.
LAVANDERA 1a-
Hay que juntar flor con flor
cuando el verano seca la sangre al segador.
LAVANDERA 4a-
Y abrir el vientre a pájaros sin sueño
cuando a la puerta llama temblando el invierno.
LAVANDERA 1a-
Hay que gemir en la sábana.
LAVANDERA 4a-
¡Y hay que cantar!
LAVANDERA 5a-
Cuando el hombre nos trae
la corona y el pan.
LAVANDERA 4a-
Porque los brazos se enlazan.
LAVANDERA 2a-
Porque la luz se nos quiebra en la garganta.
LAVANDERA 4a-
Porque se endulza el tallo de las ramas.
LAVANDERA 1a-
Y las tiendas del viento cubren a las montañas.
LAVANDERA 6a-(Apareciendo en lo alto del torrente.)
Para que un niño funda
yertos vidrios del alba.LAVANDERA 1a-
Y nuestro cuerpo tiene
ramas furiosas de coral.
LAVANDERA 6a-
Para que haya remeros
en las aguas del mar.
LAVANDERA 1a
Un niño pequeño, un niño.
LAVANDERA 2a-
Y las palomas abren las alas y el pico.
LAVANDERA 3a-
Un niño que gime, un hijo.
LAVANDERA 4a-
Y los hombres avanzan
como çiervos heridos.
LAVANDERA 5a-
¡Alegría, alegría, alegría,
del vientre redondo, bajo la camisa!
LAVANDERA 2a-
¡Alegría, alegría, alegría,
ombligo, cáliz tierno de maravilla!
LAVANDERA 1a-
¡Pero, ay de la casada seca!
¡Ay de la que tiene los pechos de arena!
LAVANDERA 3a-
¡Que relumbre!
LAVANDERA 2a-
¡Que coma!
LAVANDERA 5a-
¡Que vuelva a relumbrar!
LAVANDERA 1a-
¡Que cante!
LAVANDERA 2a-
¡Que se esconda!LAVANDERA 1a-
Y que vuelva a cantar.
LAVANDERA 6a-
La aurora que mi niño
lleva en el delantal.
LAVANDERA 2a- (Cantan todas a coro.)
En el arroyo frío
lavo tu cinta.
Como un jazmín caliente
tienes la risa.
¡Ja, ja, ja!
(Mueven los paños con ritmo y los golpean.)
TELÓN
CUADRO SEGUNDO
(Casa de YERMA. Atardece. JUAN está sentado. Las dos CUÑADAS de pie.)
JUAN.-¿Dices que salió hace poco? (La hermana mayor contesta con la cabeza.) Debe de estar en la
fuente. Pero ya sabéis que no me gusta que salga sola. (Pause.) Puedes poner la mesa. (Sale la hermana menor.) Bien ganado tengo el pan que como. (A su hermana.) Ayer pasé un día duro. Estuve podando los manzanos y a la caída de la tarde me puse a pensar pare qué pondría yo tanta ilusión en la faena si no puedo llevarme una manzana a la boca. Estoy harto. (Se pass la mano por la cara. Pausa.) Esa no viene... Una de vosotras debía salir con ella, porque para eso estáis aquí comiendo en mi mantel y bebiendo mi vino. Mi vida está en el campo, pero mi honra está aquí. Y mi honra es también la vuestra.
(La hermana incline la cabeza.) No lo tomes a mal.
(Entra YERMA con dos cántaros. Queda parada en la puerta.)
¿Vienes de la fuente?
YERMA.-Para tener agua fresca en la comida. (Sale la otra hermana.) ¿Cómo están las tierras?
JUAN.-Ayer estuve podando los árboles. (YERMA deja los cántaros. Pausa.)
YERMA.-¿Te quedarás?
JUAN.-He de cuidar el ganado. Tú sabes que esto es cosa del dueño.
YERMA.-Lo sé muy bien. No lo repitas.
JUAN.-Cada hombre tiene su vida.
YERMA.-Y cada mujer la suya. No te pido yo que te quedes. Aquí tengo todo lo que necesito. Tus
hermanas me guardan bien. Pan tierno y requesón y cordero asado como yo aquí, y pasto lleno de rocío tus ganados en el monte. Creo que puedes vivir en paz.
JUAN.-Para vivir en paz se necesita estar tranquilo.
YERMA. ¿Y tú no estás?
JUAN.-No lo estoy.
YERMA.-Desvía la intención.
JUAN.- ¿Es que no conoces mi modo de ser? Las ovejas en el redil y las mujeres en su casa. Tú sales
demasiado. ¿No me has oído decir esto siempre?YERMA.-Justo. Las mujeres dentro de sus casas. Cuando las casas no son tumbas. Cuando las sillas se rompen y las sábanas de hilo se gastan con el uso. Pero aquí no. Cada noche, cuando me acuesto,
encuentro mi cama más nueva, más reluciente, como si estuviera recién traída de la ciudad.
JUAN.-Tú misma reconoces que llevo razón al quejarme. ¡Que tengo motivos para estar alerta!
YERMA.-Alerta ¿de qué? En nada te ofendo. Vivo sumisa a ti, y lo que sufro lo guardo pegado a mis
carnes. Y cada día que pase será peor. Vamos a callarnos. Yo sabré llevar mi cruz como mejor pueda,
pero no me preguntes nada. Si pudiera de pronto volverme vieja y tuviera la boca como una flor
machacada, te podría sonreír y conllevar la vida contigo. Ahora, ahora déjame con mis clavos.
JUAN.-Hablas de una manera que yo no to entiendo. No te privo de nada. Mando a los pueblos vecinos por las cosas que te gustan. Yo tengo mis defectos, pero quiero tener paz y sosiego contigo. Quiero
dormir fuera y pensar que tú duermes también.
YERMA.-Pero yo no duermo, yo no puedo dormir.
JUAN.-¿Es que te falta algo? Dime. ¡Contesta!
YERMA.- (Con intención y mirando fijamente al marido.) Sí, me falta. (Pausa.)
JUAN.-Siempre lo mismo. Hace ya más de cinco años. Yo casi lo estoy olvidando.
YERMA.-Pero yo no soy tú. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las conversaciones; las mujeres no tenemos más que ésta de la cría y el cuidado de la cría.
JUAN.-Todo el mundo no es igual. ¿Por qué no te traes un hijo de tu hermano? Yo no me opongo.
YERMA.-No quiero cuidar hijos de otros. Me figuro que se me van a helar los brazos de tenerlos.
JUAN.-Con ese achaque vives alocada, sin pensar en lo que debías, y te empeñas en meter la cabeza por una roca.
YERMA.-Roca que es una infamia que sea roca, porque debía ser un canasto de flores y agua dulce.
JUAN.-Estando a tu lado no se siente más que inquietud, desasosiego. En úitimo caso, debes resignarte.
YERMA.-Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme. Cuando tenga la cabeza atada con un pañuelo para que no se me abra la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me
habré resignado.
JUAN.-Entonces, ¿qué quieres hacer?
YERMA.-Quiero beber agua y no hay vaso ni agua, quiero subir al monte y no tengo pies, quiero bordar mis enaguas y no encuentro los hilos.
JUAN.-Lo que pasa es que no eres una mujer verdadera y buscas la ruina de un hombre sin voluntad.
YERMA.-Yo no sé quién soy. Déjame andar y desahogarme. En nada te he faltado.
JUAN.-No me gusta que la gente me señale. Por eso quiero ver cerrada esa puerta y cada persona en su casa.
(Sale la HERMANA PRIMERA lentamente y se acerca a una alacena.)
YERMA.-Hablar con la gente no es pecado.
JUAN.-Pero puede parecerlo.
(Sale la otra hermana y se dirige a los cántaros en los cuales llena una jarra.)
JUAN.-(Bajando la voz.) Yo no tengo fuerzas para estas cosas. Cuando te den conversación cierra la
boca y piensa que eres una mujer casada.
YERMA.-(Con asombro.) ¡Casada!
JUAN.-Y que las familias tienen honra y la honra es una carga que se lleva entre dos. (Sale la hermana con la jarra, lentamente.) Pero que está oscura y débil en los mismos caños de la sangre. (Sale la otra
hermana con una fuente de modo casi procesional. Pausa.) Perdóname. (YERMA mira a su marido,
éste levanta la cabeza y se tropieza con la mirada.) Aunque me miras de un modo que no debía decirte:
perdóname, sino obligarte, encerrarte, porque para eso soy el marido.(Aparecen las dos hermanas en la puerta.)
YERMA.-Te ruego que no hables. Deja quieta la cuestión. (Pausa.)
JUAN.-Vamos a comer. (Entran las hermanas.) ¿Me has oído?
YERMA.-(Dulce.) Come tú con tus hermanas. Yo no tengo hambre todavía.
JUAN.-Lo que quieras. (Entra.)
YERMA.-(Como soñando.)
¡Ay, qué prado de pena!
¡Ay, qué puerta cerrada a la hermosura!,
que pido un hijo que sufrir, y el aire
me ofrece dalias de dormida luna.
Estos dos manantiales que yo tengo
de leche tibia, son en la espesura
de mi carne dos pulsos de caballo
que hacen latir la rama de mi angustia.
¡Ay, pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay, palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay, qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!
Pero tú has de venir, amor, mi niño,
porque el agua da sal, la tierra fruta,
y nuestro vientre guarda tiernos hijos
como la nube lleva dulce lluvia.
(Mira hacia la puerta.) ¡María!
¿Por qué pasas tan de prisa por mi puerta?
MARÍA.-(Entra con un niño en brazos.) Cuando voy con el niño lo hago..., ¡como siempre lloras!
YERMA.-Tienes razón. (Coge al niño y se sienta.)
MARÍA.-Me da tristeza que tengas envidia.
YERMA.-No es envidia lo que tengo; es pobreza.
MARÍA.-No to quejes.
YERMA.-¡Cómo no me voy a quejar cuando te veo a ti y a otras mujeres llenas por dentro de flores, y viéndome yo inútil en medio de tanta hermosura!
MARÍA.-Pero tienes otras cosas. Si me oyeras podrías ser feliz.
YERMA.-La mujer de campo que no da hijos es inútil como un manojo de espinos, y hasta mala, a pesar de que yo sea de este desecho dejado de la mano de Dios. ( MARÍA hace un gesto para tomar al niño.)
YERMA.-Tómalo, contigo está más a gusto. Yo no debo tener manos de madre.
MARÍA. ¿Por qué me dices eso?
YERMA.-(Se levanta.) Porque estoy harta. Porque estoy harta de tenerlas y no poderlas usar en cosa
propia. Que estoy ofendida, ofendida y rebajada hasta lo último, viendo que los trigos apuntan, que las fuentes no cesan de dar agua y que paren las ovejas cientos de corderos, y las perras, y que parece que todo el campo puesto de pie me enseña sus crías tiernas, adormiladas, mientras yo siento dos golpes de martillo aquí, en lugar de la boca de mi niño
MARÍA.-No me gusta to que dices
YERMA.-Las mujeres cuando tenéis hijos no podéis pensar en las que no los tenemos. Os quedáis
frescas, ignorantes, como el que nada en agua dulce y no tiene idea de la sed.
MARÍA.-No te quiero decir lo que te digo siempre.
YERMA.-Cada vez tengo más deseos y menos esperanzas.
MARÍA.-Mala cosa.
YERMA.-Acabaré creyendo que yo misma soy mi hijo. Muchas veces bajo yo a echar la comida a los
bueyes, que antes no lo hacía, porque ninguna mujer lo hace, y cuando paso por lo oscuro del cobertizo mis pasos me suenan a pasos de hombre.
MARÍA.-Cada criatura tiene su razón.
YERMA.-A pesar de todo sigue queriéndome. ¡Ya ves cómo vivo!
MARÍA. ¿Y tus cuñadas?
YERMA.-Muerta me vea y sin mortaja, si alguna vez les dirijo la conversación.
MARÍA.-¿Y tu marido?
YERMA.-Son tres contra mí.
MARÍA. ¿Qué piensan?
YERMA. - Figuraciones. De gente que no tiene la conciencia tranquila. Creen que me puede gustar otro hombre y no saben que aunque me gustara, lo primero de mi casta es la honradez. Son piedras delante de mí. Pero ellos no saben que yo, si quiero, puedo ser agua de arroyo que las lleve.
(Una hermana entra y sale llevando un pan.)
MARÍA. - De todas maneras, creo que tu marido te sigue queriendo.
YERMA.-Mi marido me da pan y casa.
MARÍA.-¡Qué trabajos estás pasando, qué trabajos! Pero acuérdate de las llagas de Nuestro Señor.
(Están en la puerta.)
YERMA.-(Mirando al niño.) Ya ha despertado.
MARÍA.-Dentro de poco empezará a cantar..
YERMA.-Los mismos ojos que tú, ¿lo sabías? ¿Los has visto? (Llorando.) ¡Tiene los mismos ojos
que tienes tú! ( YERMA empuja suavemente a MARÍA y ésta sale silenciosa. YERMA se dirige a la
puerta por donde entró su marido.)
MUCHACHA 2a-Chiss.
YERMA.-(Volviéndose.) ¿Qué?
MUCHACHA 2a-Esperé a que saliera. Mi madre te está aguardando.
YERMA. ¿Está sola?
MUCHACHA 2a-Con dos vecinas.
YERMA.-Dile que espere un poco.
MUCHACHA 2a-¿Pero vas a ir? ¿No te da miedo?
YERMA.-Voy a ir.
MUCHACHA 2a-¡Allá tú!
YERMA.-¡Que me esperen aunque sea tarde! (Entra VÍCTOR.)
VÍCTOR. ¿Está Juan?
YERMA.-Sí.
MUCHACHA 2a- (Cómplice.) Entonces, luego, yo traeré la blusa,
YERMA.-Cuando quieras. (Sale la MUCHACHA.) Siéntate.
VÍCTOR.-Estoy bien así.
YERMA.-(Llamando.) ¡Juan!
VÍCTOR.-Vengo a despedirme. (Se estremece ligeramente, pero vuelve a su serenidad.)
YERMA.-¿Te vas con tus hermanos?
VÍCTOR.-Así lo quiere mi padre.
YERMA.-Ya debe estar viejo.
VÍCTOR.-Sí. Muy viejo. (Pausa.)
YERMA.-Haces bien de cambiar de campos.
VÍCTOR. - Todos los campos son iguales.
YERMA.-No. Yo me iría muy lejos.VÍCTOR.-Es todo lo mismo. Las mismas ovejas tienen la misma lana.
YERMA.-Para los hombres, sí; pero las mujeres somos otra cosa. Nunca oí decir a un hombre
comiendo: qué buenas son estas manzanas. Vais a lo vuestro sin reparar en las delicadezas. De mí sé
decir que he aborrecido el agua de estos pozos.
VÍCTOR.-Puede ser. (La escena está en una suave penumbra.)
YERMA.-VÍCTOR.
VÍCTOR.-Dime.
YERMA. ¿Por qué te vas? Aquí las gentes lo quieren.
VÍCTOR.-Yo me porté bien. (Pausa.)
YERMA.-Te portaste bien. Siendo zagalón me llevaste una vez en brazos, ¿no recuerdas? Nunca se sabe lo que va a pasar.
VÍCTOR.-Todo cambia.
YERMA. - Algunas cosas no cambian. Hay cosas encerradas detrás de los muros que no pueden cambiar porque nadie las oye.
VÍCTOR.-Así es. (Aparece la HERMANA SEGUNDA y se dirige lentamente hacia la puerta, donde
queda fija, iluminada por la última luz de la tarde.)
YERMA.-Pero que si salieran de pronto y gritaran, llenarían el mundo.
VÍTOR.-No se adelantaría nada. La acequia por su sitio, el rebaño en el redil, la luna en el cielo y el
hombre con su arado.
YERMA. - ¡Qué pena más grande no poder sentir las enseñanzas de los viejos! ¡Se oye el sonido largo y
melancólico de las caracolas de los pastores.)
VÍCTOR.-Los rebaños.
JUAN.-(Sale.) ¿Vas ya de camino?
VÍCTOR. Y quiero pasar el puerto antes del amanecer.
JUAN. ¿Llevas alguna queja de mí?
VÍCTOR.-No. Fuiste buen pagador.
JUAN.-(A YERMA.) Le compré los rebaños.
YERMA.-¿Sí?
VÍCTOR.-(A YERMA.) Tuyos son.
YERMA.-No lo sabía.
JUAN.-(Safisfecho.) Así es.
VÍCTOR.-Tu marido ha de ver su hacienda colmada.
YERMA.-El fruto viene a las manos del trabajador que lo busca. (La hermana que está en la puerta
entra dentro.)
JUAN.-Ya no tenemos sitio donde meter tantas ovejas.
YERMA.– (Sombría.) La tierra es grande. (Pausa.)
JUAN.-Iremos juntos hasta el arroyo.
VíCTOR.-Deseo la mayor felicidad para esta casa. (Le da la mono a YERMA.)
YERMA. - ¡Dios lo oiga! ¡Salud!
(VÍCTOR le da salida y, a un movimiento imperceptible de YERMA, se vuelve.)
VICTOR. ¿Decías algo?
YERMA.-(Dramática.) Salud, dije.
VÍCTOR. - Gracias. (Salen. YERMA queda angustiada mirándose la mano que ha dado a VÍCTOR.
YERMA se dirige rápidamente hacia la izquierda y toma un mantón.)
MUCHACHA 2a-Vamos. (En silencio, tapándole la cabeza.)
YERMA. - Vamos. (Salen sigilosamente.)(La escena está casi a oscuras. Sale la HERMANA PRIMERA con un velón que no debe dar al teatro
luz ninguna sino la natural que lleva. Se dirige al fin de la escena, buscando a YERMA. Suenan las
caracolas de los rebaños.)
CUÑADA la-(En voz baja.) ¡Yerma!
(Sale la HERMANA SEGUNDA. Se miran las dos y se dirigen hacia la puerta.)
CUÑADA 2a-(Más alto.) ¡Yerma!
CUÑADA 1a- (Dirigiéndose a la puerta y con una imperiosa voz.) ¡Yerma!
(Se oyen las caracolas y los cuernos de los pastores. La escena está oscurísima.)
TELÓN
ACTO TERCERO
CUADRO PRIMERO
(Casa de la DOLORES la conjuradora. Está amaneciendo. Entra YERMA
Con DOLORES y dos VIEJAS.)
DOLORES.-Has estado valiente.
VIEJA 1a-No hay en el mundo fuerza como la del deseo.
VIEJA 2a-Pero el cementerio estaba demasiado oscuro.
DOLORES.-Muchas veces yo he hecho estas oraciones en el cementerio con mujeres que ansiaban críos y todas han pasado miedo. Todas menos tú.
YERMA.-Yo he venido por el resultado. Creo que no eres mujer engañadora.
DOLORES.-No soy. Que mi lengua se llene de hormigas, como está la boca de los muertos, si alguna
vez he mentido. La última vez hice la oración con una mujer mendicante que estaba seca más tiempo
que tú, y se le endulzó el vientre de manera tan hermosa que tuvo dos criaturas ahí abajo en el río,
porque no le daba tiempo de llegar a las casas, y ella misma las trajo en un pañal para que yo las
arreglase.
YERMA. ¿Y pudo venir andando desde el río?
DOLORES.-Vino. Con los zapatos y las enaguas empapados de sangre... pero con la cara reluciente.
YERMA. ¿Y no le pasó nada?
DOLORES. - ¿Qué le iba a pasar? Dios es Dios.
YERMA.- Naturalmente. Dios es Dios. No le podía pasar nada. Sino agarrar las criaturas y lavarlas con agua viva. Los animales los lamen, ¿verdad? A mí no me da asco de mi hijo. Yo tengo la idea de que las recién paridas están como iluminadas por dentro y los niños se duermen horas y horas sobre ellas,
oyendo ese arroyo de leche tibia que les va llenando los pechos pare que ellos mamen, para que ellos
jueguen hasta que no quieran más, hasta que retiren la cabeza: "otro poquito más, niño..." y se les llene la cara y el pecho de gotas blancas.
DOLORES.-Ahora tendrás un hijo. Te lo puedo asegurar.
YERMA.-Lo tendré porque lo tengo que tener. O no entiendo el mundo. A veces, cuando ya estoy
segura de que jamás, jamás . . . , me sube como una oleada de fuego por los pies y se me quedan vacías todas las cosas, y los hombres que andan por la calle y los toros y las piedras me parecen como cosas de algodón. Y me pregunto: ¿para qué estarán ahí puestos?
VIEJA la-Está bien que una casada quiera hijos, pero si no los tiene, ¿por qué esa ansia de ellos? Lo
importante de este mundo es dejarse llevar por los años. No te critico. Ya has visto cómo he ayudado a los rezos. Pero, ¿qué vega esperas dar a tu hijo ni qué felicidad, ni qué silla de plata?
YERMA.-Yo no pienso en el mañana, pienso en el hoy. Tú estás vieja y lo ves ya todo como un libro
leído. Yo pienso que tengo sed y no tengo libertad. Yo quiero tener a mi hijo en los brazos para dormir tranquila, y óyelo bien y no te espantes de lo que digo: aunque yo supiera que mi hijo me iba a martirizar después y me iba a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala, que llorar por este
fantasma sentado año tras año encima de mi corazón.
VIEJA 1a-Eres demasiado joven para oír conseio. Pero mientras esperas la gracia de Dios debes
ampararte en el amor de tu marido.
YERMA.-¡Ay! Has puesto el dedo en la llaga más honda que tienen mis carnes.
DOLORES.-Tu marido es bueno.
YERMA. - (Se levanta.) ¡Es bueno! ¡Es bueno! ¿Y qué? Ojalá fuera malo. Pero no. El va con sus ovejas por sus caminos y cuenta el dinero por las noches. Cuando me cubre cumple con su deber, pero yo le noto la cintura fría como si tuviera el cuerpo muerto y yo, que siempre he tenido asco de las mujeres calientes, quisiera ser en aquel instante como una montaña de fuego.
DOLORES.-iYerma!
YERMA.-No soy una casada indecente; pero yo sé que los hijos nacen del hombre y de la mujer. ¡Ay, si los pudiera tener yo sola!
DOLORES. - Piensa que tu marido también sufre.
YERMA.-No sufre. Lo que pasa es que él no ansía hijos.
VIEJA 1a-¡No digas eso!
YERMA.-Se lo conozco en la mirada, y como no los ansía no me los da. No lo quiero, no lo quiero y,
sin embargo, es mi única salvación. Por honra y por casta. Mi única salvación.
VIEJA 1a- (Con miedo.) Pronto empezará a amanecer. Debes ir a tu casa.
DOLORES.-Antes de nada saldrán los rebaños y no conviene que te vean sola.
YERMA.-Necesitaba este desahogo. ¿Cuántas veces repito las oraciones?
DOLORES.-La oración del laurel dos veces, y al mediodía la oración de Santa Ana. Cuando te sientas encinta me traes la fanega de trigo que me has prometido.
VIEJA 1a-Por encima de los montes ya empieza a clarear. Vete.
DOLORES.-Como en seguida empezarán a abrir los portones, te vas dando un rodeo porla acequia.
YERMA.-(Con desaliento.) ¡No sé por qué he venido!
DOLORES. ¿Te arrepientes?
YERMA.- ¡No!
DOLORES. - (Turbada.) Si tienes miedo te acompañaré hasta la esquina.
VIEJA 1a- (Con inquietud.) Van a ser las claras del día cuando llegues a tu puerta. (Se oyen voces.)
DOLORES.-¡Calla! (Escuchan.)
VIEJA la-No es nadie. Anda con Dios. ( YERMA se dirige a la puerta y en este momento llaman a ella. Las tres mujeres quedan paradas.)
DOLORES.-¿Quién es?
VOZ.-Soy yo.
YERMA. - Abre. (DOLORES duda.) ¿Abres o no?
(Se oyen murmullos. Aparece JUAN con las dos CUÑADAS. )
CUÑADA 2a-Aquí está.YERMA.-Aquí estoy.
JUAN. ¿Qué haces en este sitio? Si pudiera dar voces levantaría a todo el pueblo para que viera dónde iba la honra de mi casa; pero he de ahogarlo todo y callarme porque eres mi mujer.
YERMA.-Si pudiera dar voces también las daría yo pare que se levantaran haste los muertos y vieran
esta limpieza que me cubre.
JUAN. - ¡No, eso no! Todo lo aguanto menos eso. Me engañas, me envuelves y como soy un hombre
que trabaja la tierra no tengo ideas para tus astucias.
DOLORES.-¡Juan!
JUAN.-¡Vosotras, ni palabra!
DOLORES.-(Fuerte.) Tu mujer no ha hecho nada malo.
JUAN.-Lo está haciendo desde el mismo día de la boda. Mirándome con dos agujas, pasando las noches en vela con los ojos abiertos al lado mío y llenando de malos suspiros mis almohadas.
YERMA.-¡Cállate!
JUAN.-Y yo no puedo más. Porque se necesita ser de bronce para ver a tu lado una mujer que te quiere meter los dedos dentro del corazón y que se sale de noche fuera de su casa, ¿en busca de qué? ¡Dime!, ¿buscando qué? Las calles están llenas de machos. En las calles no hay flores que cortar.
YERMA.-No te dejo hablar ni una sola palabra..Ni una más. Te figuras tú y tu gente que sois vosotros los únicos que guardáis honra, y no sabes que mi casta no ha tenido nunca nada que ocultar. Anda.
Acércate a mí y huele mis vestidos: ¡acércate! A ver dónde encuentras un olor que no sea tuyo, que no sea de tu cuerpo. Me pones desnuda en mitad de la plaza y me escupes. Haz conmigo lo que quieras, que soy tu mujer, pero guárdate de poner nombre de varón sobre mis pechos.
JUAN.-No soy yo quien lo pone, lo pones tú con tu conducta y el pueblo lo empieza a decir. Lo empieza a decir claramente. Cuando llego a un corro, todos callan; cuando voy a pesar la harina, todos callan y
hasta de noche, en el campo, cuando despierto me parece que también se callan las ramas de los árboles.
YERMA.-Yo no sé por qué empiezan los malos aires que revuelcan al trigo; ¡y mira tú si el trigo es
bueno!
JUAN.-Ni yo sé lo que busca una mujer a todas horas fuera de su tejado.
YERMA.-(En un arranque y abrazándose a su marido.) Te busco a ti Te busco a ti, es a ti a quien busco día y noche sin encontrar sombra donde respirar. Es tu sangre y tu amparo lo que deseo.
JUAN.-Apártate.
YERMA.-No me apartes y quiere conmigo.
JUAN.- ¡Quita!
YERMA.-Mira que me quedo sola. Como si la luna se buscara ella misma por el cielo. ¡Mírame!
(Lo mira. )
JUAN.-(La mira y la aparta bruscamente.) ¡Déjame ya de una vez!
DOLORES.-¡Juan! ( YERMA Cae al suelo.)
YERMA.-(Alto.) Cuando salía por mis claveles me tropecé con el muro. ¡Ay! ¡Ay! Es en ese muro
donde tengo que estrellar mi cabeza.
JUAN.-Calla. Vamos.
DOLORES.-¡Dios mío!
YERMA. - (A gritos.) Maldito sea mi padre que me dejó su sangre de padre de cien hijos. Maldita sea mi sangre que los busca golpeando por las paredes.
JUAN.-¡Calla he dicho!
DOLORES. - ¡Viene gente! Habla bajo.
YERMA.-No me importa. Dejarme libre siquiera la voz, ahora que voy entrando en lo más oscuro del
pozo. (Se levanta.) Dejar que de mi cuerpo salga siquiera esta cosa hermosa y que llene el aire.
(Se oyen votes.)
DOLORES.-Van a pasar por aquí.
JUAN.-Silencio.
YERMA.-¡Eso! ¡Eso! Silencio. Descuida.
JUAN.-Vamos. ¡Pronto!
YERMA.-Ya está! ¡Ya está! ¡Y es inútil que me retuerza las manos! Una cosa es querer con la cabeza...
JUAN.-Calla.
YERMA.-(Bajo.) Una cosa es querer con la cabeza y otra cosa es que el cuerpo, ¡maldito sea el cuerpo!,
no nos responda. Está escrito y no me voy a poner a luchar a brazo partido con los mares. ¡Ya está! ¡Que
mi boca se quede muda! (Sale.)
TELÓN RÁPIDO
CUADRO SEGUNDO
(Alrededores de una ermita, en plena montaña. En primer término, unas ruedas de carro y unas mantas
formando una tienda rústica donde está YERMA. Entran las mujeres con ofrendas a la ermita. Vienen
descalzas. En escena está la vieja alegre del primer acto.)
(Canto a telón corrido.)
No te pude ver
cuando eras soltera,
mas de casada
te encontraré.
Te desnudaré
casada y romera,
cuando en lo oscuro
las dote den.
VIEJA.-(Con sorna.) ¿Habéis bebido ya el agua santa?
MUJER 1a-Sí.
VIEJA.-Y ahora a ver a ése.
MUJER 1a-Creemos en él.
VIEJA.-Venís a pedir hijos al Santo y resulta que cada año vienen más hombres solos a esta romería;
¿qué es lo que pasa? (Ríe.)
MUJER 1a-¿A qué vienes aquí si no crees?
VIEJA.- A ver. Yo me vuelvo loca por ver. Y a cuidar de mi hia. El año pasado se mataron dos por una
casada seca y quiero vigilar. Y en último caso, vengo porque me da la gana.
MUJER 1a-¡Que Dios te perdone! (Entran.)
VIEJA.-(Con .sarcasmo.) Que te perdone a ti. (Se va. Entra MARÍA con la MUCHACHA 1a)
MUCHACHA 1a--¿Y ha venido?
MARÍA.-Ahí tienes el carro. Me costó mucho que vinieran. Ella ha estado un mes sin levantarse de la
silla. Le tengo miedo. Tiene una idea que no sé cuál es, pero desde luego es una idea mala.
MUCHACHA 1a-Yo llegué con mi hermana. Lleva ocho años viniendo sin resultado.
MARÍA.-Tiene hijos la que los tiene que tener.
MUCHACHA la-Es lo que yo digo.
(Se oyen voces.)
MARÍA.-Nunca me gustó esta romería. Vamos a las eras, que es donde está la gente.
MUCHACHA 1a- El año pasado, cuando se hizo oscuro, unos mozos atenazaron con sus manos los
pechos de mi hermana.
MARÍA.-En cuatro leguas a la redonda no se oyen más que palabras terribles.
MUCHACHA 1a- Más de cuarenta toneles de vino he visto en las espaldas de la ermita.
MARÍA.=Un río de hombres solos baja esas sierras.
(Salen. Se oyen votes. Entra YERMA con seis mujeres que van a la iglesia. Van descalzas y llevan
cirios rizados. Empieza el anochecer.)
MARÍA.-
Señor, que florezca la rosa,
no me la dejéis en sombre.
MUJER 2a-
Sobre su carne marchita
florezca la rosa amarilla.
MARÍA.-
Y en el vientre de tus siervas
la llama oscura de la tierra.
CORO DE MUJERES.-
Señor, que florezca la rosa,
no me la dejéis en sombra.
(Se arrodillan.)
YERMA.-
E1 cielo tiene jardines
con rosales de alegría,
entre rosal y rosal
la rosa de maravilla.
Rayo de aurora parece,
y un arcángel la vigila,
las alas como tormentas,
los ojos como agonías.
Alrededor de sus hojas
arroyos de leche tibia
juegan y mojan la cara
de las estrellas tranquilas.
Señor, abre tu rosal
sobre mi carne marchita.
(Se levantan.)
MUJER 2a-
Señor, calma con tu mano
las ascuas de su mejilla.
YERMA.-
Escucha a la penitente
de tu santa romería.
Abre tu rosa en mi carne
aunque tenga mil espinas.
CORO.-
.Señor, que florezca la rosa,
no me la dejéis en sombra.
YERMA.-
Sobre mi carne marchita
la rosa de maravilla.
(Entran.)
(Salen muchachas corriendo, con largas cintas en las manos, por la izquierda. Por la derecha, otras
tres mirando hacia atrás. Hay en la escena como un crescendo de voces y de ruidos de cascabeles y
colleras de campanilleros. En un plano superior aparecen las siete muchachas que agitan las cintas
hacia la izquierda. Crece el ruido y entran dos máscaras populares. Una como macho y otra como
hembra. Llevan grandes caretas. El macho empuña un cuerno de toro en la mano. No son grotescas de
ningún modo, sino de gran belleza y con un sentido de pura tierra. La hembra agita un collar de
grandes cascabeles. El fondo se llena de gente que grita y comenta la danza. Está muy anochecido. )
NIÑOS.-¡El demonio y su mujer! ¡El demonio y su mujer!
HEMBRA.-
En el río de la sierra
la esposa triste se bañaba.
Por el cuerpo le subían
los caracoles del agua.
La arena de las orillas
y el aire de la mañana
le daban fuego a su risa
y temblor a sus espaldas.
¡Ay, qué desnuda estaba
la doncella en el agua!
NIÑO.-
¡Ay, cómo se quejaba!
HOMBRE 1°.-
¡Ay, marchita de amores
con el viento y el agua!
HOMBRE 2°-
¡Que diga a quién espera!
HOMBRE 1°.-
iQue diga a quién aguarda!
HOMBRE 2°-
¡Ay, con el vientre seco
y la color quebrada!
HEMBRA.-
Cuando llegue la noche lo diré,
cuando llegue la noche clara.
Cuando llegue la noche de la romería
rasgaré los volantes de mi enagua.
NIÑO.-
Y en seguida vino la noche.
¡Ay, que la noche llegaba!
Mirad qué oscuro se pone
el chorro de la montaña.
(Empiezan a sonar unas guitarras.)
MACHO.-(Se levanta y agita el cuerno.)
¡Ay, qué blanca
la triste casada!
¡Ay, cómo se queja entre las ramas!
Amapola y clavel será luego
cuando el macho despliegue su capa.
(Se acerca.)
Si tú vienes a la romería
a pedir que to vientre se abra,
no te pongas un velo de luto
sino dulce camisa de holanda.
Vete sola detrás de los muros
donde están las higueras cerradas
y soporta mi cuerpo de tierra
hasta el blanco gemido del alba.
¡Ay, cómo relumbra!
¡Ay, cómo relumbra,
ay, cómo se cimbrea la casada!
HEMBRA.-
Ay, que el amor le pone
coronas y guirnaldas,
y dardos de oro vivo
en su pecho se clavan.
MACHO.-
Siete veces gemía,
nueve se levantaba,quince veces juntaron
jazmines con naranjas.
HOMBRE 3°-
¡Dale ya con el cuerno!
HOMBRE 2°.-
¡Con la rosa y la danza!
HOMBRE 1°-
¡Ay, cómo se cimbrea la casada!
MACHO.-
En esta romería
el varón siempre manda.
Los maridos son toros.
El varón siempre manda.
¡Dale ya con la rama!
Y las romeras flores
para aquel que las gana.
NIÑO.-
¡Dale ya con el aire!
HOMBRE 2°-
¡Dale ya con la rama!
MACHO.-
Venid a ver la lumbre
de la que se bañaba!
HOMBRE 1°.-
Como junco se curva.
HEMBRA.-
Y como flor se cansa.
HOMBRES.-
¡Que se aparten Las niñas!
MACHO.-
Que se queme la danza
y el cuerpo reluciente
de la linda casada.
(Se van bailando con son de palmas y sonrisas. Cantan.)
E1 cielo tiene jardines
con rosales de alegría,
entre rosal y rosal
la rosa de maravilla.
(Vuelven a pasar dos muchachas gritando. Entra la VIEJA alegre.)
VIEJA.-A ver si luego nos dejáis dormir. Pero luego será ella. (Entra YERMA. ) ¡Tú! (YERMA está
abatida y no habla.) Dime, ¿para qué has venido?
YERMA.-No sé.
VIEJA.-¿No te convences? ¿Y tu esposo? ( YERMA da muestras de cansancio y de persona a la que
una idea fija le quiebra la cabeza.)
YERMA.-Ahí está.
VIEJA. ¿Qué hace?
YERMA. - Bebe. (Pausa. Llevándose Las manos a la frente.) ¡Ay!
VIEJA.-¡Ay, ay! Menos ¡ay! Y más alma. Antes no he podido decirte nada, pero ahora sí.
YERMA.-¡Y qué me vas a decir que ya no sepa!
VIE JA.-Lo que ya no se puede callar. Lo que está puesto encima del tejado. La culpa es de to marido.
¿Lo oyes? Me dejaría cortar las manos. Ni su padre, ni su abuelo, ni su bisabuelo, se portaron como
hombres de casta. Para tener un hijo ha sido necesario que se junte el cielo con la tierra. Están hechos
con saliva. En cambio, tu gente no. Tienes hermanos y primos a cien leguas a la redonda. Mira qué
maldición ha venido a caer sobre to hermosura.
YERMA.-Una maldición. Un charco de veneno sobre las espigas.
VIEJA.-Pero tú tienes pies para marcharte de tu casa.
YERMA. ¿Para marcharme?
VIEJA.-Cuando te vi en la romería me dio un vuelco el corazón. Aquí vienen las mujeres a conocer
hombres nuevos. Y el Santo hace el milagro. Mi hijo está sentado detrás de la ermita esperándote. Mi
casa necesita una mujer. Vete con él y viviremos los tres juntos. Mi hijo sí es de sangre. Como yo. Si
entras en mi casa todavía queda olor de tunas. La ceniza de tu colcha se te volverá pan y sal para las
crías. Anda. No te importe la gente. Y en cuanto a tu marido, hay en mi casa entrañas y herramientas
para que no cruce siquiera la calle.
YERMA. -¡Calla, calla, si no es eso! Nunca lo haría. Yo no puedo ir a buscar. ¿Te figuras que puedo
conocer otro hombre? ¿Dónde pones mi honra? El agua no se puede volver atrás ni la luna llena sale al
mediodía. Vete. Por el camino que voy, seguiré. ¿Has pensado en serio que yo me pueda doblar a otro
hombre? ¿Qué yo vaya a pedirle lo que es mío como una esclava? Conóceme, para que nunca me hables
más. Yo no busco.
VIEJA. - Cuando se tiene sed, se agradece el agua.
YERMA.-Yo soy como un campo seco donde caben arando mil pares de bueyes y lo que tú me das es
un pequeño vaso de agua de pozo. Lo mío es dolor que ya no está en las carnes.
VIEJA.-(Fuerte.) Pues sigue así. Por tu gusto es. Como los cardos del secano, pinchosa, marchita.
YERMA. - (Fuerte.) ¡Marchita, sí, ya lo sé! ¡Marchita! No es preciso que me lo refriegues por la boca.
No vengas a solazarte como los niños pequeños en la agonía de un animalito. Desde que me casé estoy
dándole vueltas a esta palabra, pero es la primers vez que la oigo, la primera vez que me la dicen en la
cara. La primer vez que veo que es verdad.
VIEIA.-No me das ninguna lástima, ninguna. Yo buscaré otra mujer para mi hijo.
(Se va. Se oye un gran coro lejano cantando por los romeros. YERMA se dirige hacia el carro y
aparece detrás del mismo su marido.)
YERMA.-¿Estabas ahí?
JUAN.-Estaba.
YERMA. ¿Acechando?JUAN.-Acechando.
YERMA. ¿Y has oído?
JUAN.-Sí.
YERMA. ¿Y qué? Déjame y vete a los cantos. (Se sienta en las mantas.)
JUAN.-También es hora de que yo hable.
YERMA.-¡Habla!
JUAN.-Y que me queje.
YERMA. ¿Con qué motivos?
JUAN-Que tengo el amargor en la garganta.
YERMA.-Y yo en los huesos.
JUAN.-Ha llegado el último minuto de resistir este continuo lamento por cosas oscuras, fuera de la vida,
por cosas que están en el aire.
YERMA. - (Con asombro dramático.) ¿Fuera de la vida, dices? ¿En el sire, dices?
JUAN.-Por cosas que no han pasado y ni tú ni yo dirigimos.
YERMA. - (Violenta.) ¡Sigue! ¡Sigue!
JUAN.-Por cosas que a mí no me importan. ¿Lo oyes? Que a mí no me importan. Ya es necesario que te
lo diga. A mí me importa lo que tengo entre las manos. Lo que veo por mis ojos.
YERMA.-(Incorporándose de rodillas, desesperada.) Así, así. Eso es lo que yo quería oír de tus labios.
No se siente la verdad cuando está dentro de una misma, pero ¡qué grande y cómo grita cuando se pone
fuera y levanta los brazos! ¡No te importa! ¡Ya lo he oído.
JUAN.-(Acercandose.) Piensa que tenía que pasar así. Óyeme. (La abraza para incorporarla.) Muchas
mujeres serían felices de llevar tu vida. Sin hijos es la vida más dulce. Yo soy feliz no teniéndolos. No
tenemos culpa ninguna.
YERMA.-¿Y qué buscabas en mí?
JUAN.-A ti misma.
YERMA.-(Excitada.) ¡Eso! Buscabas la casa, la tranquilidad y una mujer. Pero nada más. ¿Es verdad lo
que digo?
JUAN.-Es verdad. Como todos.
YERMA. ¿Y lo demás? ¿Y tu hijo?
JUAN.-(Fuerte.) ¿No oyes que no me importa? ¡No me preguntes más! ¡Que te lo tengo que gritar al
oído para que to sepas, a ver si de una vez vives ya tranquila!
YERMA. ¿Y nunca has pensado en él cuando me has visto desearlo?
JUAN.-Nunca.
(Están los dos en el suelo.)
YERMA.-¿Y no podré esperarlo?
JUAN.-No.
YERMA.-¿Ni tú?
JUAN.-Ni yo tampoco. ¡Resígnate!
YERMA.-¡Marchita!
JUAN.-Y a vivir en paz. Uno y otro, con suavidad, con agrado. ¡Abrázame! (La abraza.)
YERMA. ¿Qué buscas?
JUAN.-A ti to busco. Con la luna estás hermosa.
YERMA.-Me buscas como cuando te quieres comer una paloma.
JUAN.-Bésame . . . , así.
YERMA.-Eso nunca, nunca. ( YERMA da un grito y aprieta la garganta de su esposo. Éste cae hacia
atrás. Le aprieta la garganta hasta matarle. Empieza el coro de la romería.) Marchita. Marchita, pero
segura. Ahora sí que lo sé de cierto. Y sola. (Se levanta. Empieza a llegar gente.) Voy a descansar sin
despertarme sobresaltada, para ver si la sangre me anuncia otra sangre nueva. Con el cuerpo seco para siempre. ¿Qué queréis saber? No os acerquéis, porque he matado a mi hijo, ¡yo misma he matado a mi
hijo! (Acude un grupo que queda al fondo. Se oye el coro de la romería.)
TELÓN
FIN DE
“YERMA”