12/6/16

MASTER CLASS: DE TERRENCE McNALLY





MASTER CLASS

TERRENCE McNALLY


PRIMER ACTO

(La luz de la sala aún está encendida cuando el PIANISTA toma su lugar al piano. Ajusta su asiento. Revisa la música. Saluda con un gesto a sus amigos entre el público, si es que los tiene. Entra MARÍA. Lleva un traje elegante de pantalón y resalta un pañuelo Hermés. Lleva zapatos italianos caros y porta una bolsa chanel grande. Camina con decisión hasta el proscenio.)

MARÍA: Nada de aplausos. Estamos aquí para trabajar. No están en un teatro. Esto es un salón de clase. Nada de frivolidades. Ésta es una Master Class. El canto es algo muy importante. Vamos a ponernos cómodos para trabajar. Agradezco la bienvenida, pero basta ya. Basta. Fini. ¿Eh? ¡Bien! ¿Cómo están todos? ¿Me escuchan bien? No creo en los micrófonos. El canto es sobre todo proyección. Como lo es hablar. A la gente se le está olvidando cómo escuchar. Quieren todo al máximo volumen. Escuchar requiere de concentración. Si no me oyen, ustedes tienen la culpa. No se están concentrando. Nunca hablo más fuerte de lo que estoy hablando ahora. Así que acerqúense o vayanse. ¿Nadie? ¿Qué? ¿Me tienen miedo? ¿Eh? ¿Es eso? No muerdo. Se los prometo. Ladro, de hecho ladro bastante, pero no muerdo.
No sé qué esperan de mí. ¿Qué les dijeron? Ojalá no esperen que cante. Vamos a hacer lo que vinimos a hacer. Allora, bien, comenzamos. ¿Dónde está el primer estudiante? ¿Quién es el primer estudiante? ¿Ya están aquí? Cuando yo era estudiante jamás me perdí una clase. Jamás. Ni una sola vez. Tampoco llegaba tarde. En realidad, casi siempre llegaba temprano. Nunca quería irme del Conservatorio. Vivía, comía y dormía música. La música es una disciplina. Muchos de ustedes están buscando la salida fácil. Las vías cortas. ¡No! Si desean hacer una carrera tatito como yo lo deseaba, y no estoy presumiendo, no suelo presumir, tienen que estar dispuestos a subyugarse... ¿Existe ésta palabra? Subyugarse a la música. Siempre a la música. Estar a su servicio. Están aquí para servir al compositor. El compositor es Dios. En Atenas, durante la guerra, muchas veces me iba a la cama con hambre, pero iba al Conservatorio y regresaba caminando todos los días, seis días de la semana, y a veces me sangraban los pies porque no me quedaban los zapatos. No cuento esto para melodramatizar ¡No! Se los digo para que sepan quién soy. Disciplina.
¡Valor! Aquí. Aquí. ¡Desde las entrañas!! ¡Estas luces! ¿Quien se encarga de estas luces? ¿Hay alguien encargado de las luces? ¿Podrían apagar las luces del auditorio? Por favor. ¡Esto es terrible! No se puede trabajar en éstas condiciones. No le voy a pedir a ningún estudiante que entre hasta que arreglen la iluminación. Precisamente de esto hablaba. Hay que poner atención a todos los detalles. Las luces. La peluca. La cantidad de polvo en el escenario. Una carrera teatral exige una concentración absoluta. El cien por ciento de los detalles. ¿Creen que bromeo? No bromeo. Esperen, ya verán. Si tienen la suerte de cantar algún día en los grandes teatros, quiero decir La Scala; quiero decir Covent Carden; quiero decir L'Opera; quiero decir Viena; quiero decir el Metropolitan. ¿Creen que es fácil? ¿Una gran carrera? ¡Ja! Es lo único que puedo decirles ¡Ja! ¿ Esta es mi silla? No veo ningún cojín. Pedí un cojín. Gracias. (Al PIANISTA) ¡Hola! No te me haces conocido. ¿Nos hemos visto antes? ¿Dónde? ¿Cuándo? Habla claro, no te oigo si balbuceas.

PIANISTA: Trabajamos en Don Carlo.

MARÍA: No te oigo. ¿Ustedes lo oyen? Nadie te oye.

PIANISTA: Ayer por la mañana trabajamos juntos en Don Carlo. El aria de Eboli: "O don fatale".

MARÍA: ¿Eras tú? Te ves diferente. Traías un suéter rojo. ¿Dónde está? Es importante tener un look. Un estilo personal. Ser alguien. Para que la gente se acuerde de ti. Todos se creen tan especiales. Son uno del montón. Hay cientos, no, miles de ustedes ahí, estudiando, haciendo audiciones, yendo aquí y allá, acá y acullá. ¿Esperan que la gente se acuerde de ustedes si no tienen un cierto estilo? ¡Po, po, po! Yo nunca fui tan arrogante. Sabía que me hacía falta una imagen propia y me la inventé. ¡Tú! Si, tú. Y no lo tomes personalmente. Te falta algo. Te ves bien, claro. Te ves muy pulcro, muy comme il faut, pero te falta algo. Encuéntralo tan pronto como te sea posible. Es más fácil que practicar las escalas. O quizá no. Cuando pesas quinientos kilos -como algunas cantantes cuyo nombre podría mencionar, pero no lo haré- es un poco más difícil tener buena imagen. ¿De qué te ríes? Si, tú. Tú que estás atrás de esa persona que no tiene un look. Tú tampoco tienes un look. De hecho, no veo a nadie aquí que tenga lo que yo llamo un look. Si alguien lo tiene, que, bueno, no lo he visto -no tengo la mejor vista del mundo, detalle del que hablaremos irías tarde- si alguien lo tiene, le aplaudo: Y los que no tengan un look, invéntense uno. Ya. (Baja la luz de la sala.)
Mejor. ¡Bravo! Ahora sí podemos trabajar en serio. ¿No es mejor así? Gracias. Ahora bien. Hace falta poner las reglas. De otro modo esto es el caos. Esto no es un circo y perdonen que insista, pero no quiero aplausos, ni fotos, ni que pidan autógrafos. Por una sola persona que esté molestando, perdemos la concentración. Están aquí para observar a los estudiantes, no a mí. Olvídense de mí. ¡Pff! ¡Soy invisible!... ¿Cómo te llamas?

PIANISTA: ¿Yo?

MARÍA: A menos que quieras que te llame "la-persona-que-tenía-un-suéter-rojo-ayer-por-la-mañana".

PIANISTA: Manny.

MARÍA: ¿Manny?

PIANISTA: De Emmanuel.

MARÍA: Emmanuel. Me imagino que es un nombre judío.

PIANISTA: Sí.

MARÍA: ¿Tú eres judío?

PIANISTA: Sí.MARÍA: No creo que haya una persona en éste auditorio que no sepa que el aria de Eboli es "O don fatale". ¿No es así? Así que tu pequeña... ¿Cómo la llamaremos?... Tu pequeña ¿Ironía? ¿Aclaración? Fue totalmente innecesaria ¿Queda perfectamente claro? ¿Eh?

PIANISTA: Sí, sólo quise...

MARÍA: Acepto tus disculpas. ¿Qué tal lo hice?

PIANISTA: ¿Perdón?

MARÍA: Cuando trabajamos en Don Carlo, ¿Qué tal canté? No contestes. Aquí no se trata de mí. Bien. La primera víctima. ¿Dónde está?

PIANISTA: Usted estuvo estupenda.

MARÍA: Gracias. Es una pieza maravillosa. Pero no debiste haber dicho eso. No estamos aquí para hablar de mí. Realmente estoy un tanto molesta contigo, Manny. ¿Puedo llamarte Manny, verdad?

PIANISTA: ¡Por favor! Insisto.

MARÍA: Y tú, puedes llamarme Madame. Es una pequeña broma. Como fue lo de víctima. Tarde o temprano captarán mi sentido del humor. O no lo captarán. Algunas personas piensan que no tengo sentido del humor. Los tenores. ¿Ves? Puedo ser graciosa. Pero esto es serio, pongamos manos a la obra, Dejemos las bromas para allá afuera. Para el mundo real, que quién sabe que sea. Mundo real. Una expresión bestial para definir un mundo bestial. Cuando menos aquí sabemos dónde estamos. Sabemos en qué estamos metidos. Allora. ¿Soy yo o hace calor aquí? ¿Se puede hacer algo para bajar la temperatura? No quiero que mis cantantes tengan que sudar como cerdos. Ya bastante hacemos con sostener una nota con el diafragma, como para tener que aguantar este calor. Por supuesto, no teníamos calefacción en Atenas durante la guerra, pero eso es otra historia. Nos congelábamos, pero ¿Nos quejábamos? Ni una sola palabra. Dábamos gracias de estar vivos. Elvira de Hidalgo, Una gran soprano y mi única maestra; Madame de Hidalgo, me decía: "María, jamás he visto a alguien sufrir tanto sin decir palabra". En fin. Supongo que siempre tuve carácter de hierro. No me quedaba de otra. A nadie le importa cuánto has sufrido. Sólo importa nuestro trabajo. Sólo el trabajo. Bueno. Estoy lista ¿Ustedes están listos? ¿Ya se encargó alguien de la calefacción, o estoy hablando sola?

PIANISTA: La están arreglando.

MARÍA: Y las vacas vuelan. Y mañana llueve oro. ¿Está lista la primera cantante? ¡No te quedes ahí! Avanti, querida, avanti. (Entra SOPHIE)
Estoy contigo en un momento. Y mientras arreglan la calefacción y buscan el cojín que pedí cuando menos tres veces antes de entrar al escenario -la última vez, hace sólo una hora- ¿Les molestaría conseguirme un banquito? Verán, mis pies no van a alcanzar el suelo cuando me siente en una silla tan extraordinariamente alta como la que tuvieron a bien ofrecerme. Gracias. Seguro que éste no regresa. Coraggio. Disculpa.

SOPHIE: No tenga cuidado.

MARÍA: Tápate los oídos querida. Eres una de esas personas a las que me refería. Te dije que te taparas los oídos. No quiero que escuches nada de esto. ¿Ya?

SOPHIE: Sí.

MARÍA: Esto es exactamente de lo que hablaba. No tiene look. No estoy hablando de su cara o su cuerpo, pobrecita. Eso no es culpa suya. Estoy hablando de gracia, personalidad, elan. incluso la menos agraciada de nosotras puede hacer algo para verse mejor. Bien, ya puedes destaparte los oídos. ¿Escuchaste algo?

SOPHIE: No.

MARÍA: Bueno. Bien, hola, bienvenida. ¿Estás nerviosa?

SOPHIE: Si, un poco.

MARÍA: ¿Sólo un poco? Deberías estar muy nerviosa. Toda ésta gente viéndote, esperando a escuchar tu voz, a punto de juzgarte. Yo estaría aterrada.

SOPHIE: Lo estoy, lo estoy.

MARÍA: Pues no lo estés. No puedes cantar si estás nerviosa. No puedes hacer nada si estás nerviosa. Los nervios han arruinado a más cantantes que todos los maestros juntos. Los nervios son sólo falta de confianza, falta de preparación. ¿Te pongo nerviosa?

SOPHIE: Sí.

MARÍA: Bien. Yo tomo todo esto muy en serio y tú también debes tomarlo así. ¿Eh?

SOPHIE: Así lo tomo.

MARÍA: ¿Eh?

SOPHIE: Sí, lo tomo muy en serio.

MARÍA: ¿Cómo te llamas? ¿Eh? Tendrás que hablar más fuerte, querida. En éste momento ya estás en un escenario. La gente te escucha. Cientos y cientos de personas. Quieren saber quién eres. No los decepciones. Dios te dio una voz. Úsala.

SOPHIE: Sophie de Palma.

MARÍA: ¡Brava! No fue difícil, ¿Verdad? Sophie de Palma. No es un nombre ideal para hacer carrera, pero puede funcionar. Me lo imagino afuera de un teatro. Sophie de Palma como... ¿Cómo qué?... Sophie de Palma como Frasquita en Carmen... Sophie de Palma como la tercera norn en Gotterdammerung. ¿Italiana?

SOPHIE: Greco-Italiana.

MARÍA: Po, po, po!

SOPHIE: Mi maestra dice que eso explica mi temperamento. Soy muy apasionada.

MARÍA: ¿De verdad?

SOPHIE: Según mi maestra. Bueno. Fue una broma. No creo que se pueda llegar a ser una gran artista sin temperamento. Ella tampoco lo cree. Lo estamos cultivando. Todo el mundo dice que usted lo tenía... Bueno, que lo tiene. Un gran temperamento. De verdad espero que algo de su temperamento se me pegue. ¿Dije algo malo?

MARÍA: Haz algo apasionado.

SOPHIE: No puedo. Así, no, nadie puede.

MARÍA: ¿¡¡Dónde está mi banquito!!?

SOPHIE: Bueno, algunos sí pueden.

MARÍA: ¿Se te hace que eso fue apasionado? Espérate. Espera. Mi pasión viene de aquí adentro, Sophie. Es mía. No está a la venta. No puedo regalarla. Y aún si pudiera, no lo haría. Es lo que soy. Descubre quién eres. De eso se trata ¿Eh? No somos fenómenos de circo. No soy una foca amaestrada. "Espero que algo de su temperamento se me pegue".

SOPHIE: Disculpe.

MARÍA: Bueno. ¿Qué nos vas a cantar Sophie de Palma?

SOPHIE: La Sonnámbula: "Ah, Non credea mirarti".

MARÍA: Brava!

SOPHIE: ¿Está bien?

MARÍA: ¿Con que te metes en la cueva del león? Aplaudo tu valor. Estás en tu casa. Es una de las arias más bellas del bel canto, quizá la más difícil.

SOPHIE: Dicen que nadie la superaba en éste papel. Tengo la grabación, por supuesto. Ni La Sutherland.

MARÍA: ¡Momento! Esto es importante. Importante para todos nosotros. No permito que critiquen a mis colegas. Tampoco tú debes permitirlo. Ella hizo lo que pudo. No podía hacer más. Joan fue... Bueno, eso es otra historia. Lo mismo que su figura, no era culpa suya. Una Lucia de Lammermoor de dos metros. ¿¡Quién ha visto algo así!? Pero, ¿Qué le quedaba?
¿Cantar encorvada? No quiero que ésta clase degenere en una discusión sobre personalidades. No voy a permitirlo. ¿Qué cosa?

PIANISTA: ¿Yo?

MARÍA: Sí, tú. ¿Quién mas? Has estado tratando de interrumpir. Te vi ahí detrás. Tengo ojos en la espalda. Hay que tenerlos si quieres hacer carrera en el teatro. Siempre hay alguien en algún lugar conspirando en tu contra. Eso es un hecho. Siempre. Si no tienes ojos en la espalda, por ahí te meten un puñal. Ya ves lo que me hicieron a mí. La envidia. La maldad. Pero todo esto es otra historia. ¿Entonces? ¿Qué? Habla. Estamos perdiendo un tiempo valioso.

PIANISTA: El banquito. Aquí está.

MARÍA: Tráemelo pues ¿Tengo que hacer todo yo?

PIANISTA: No querían interrumpirla.

MARÍA: ¿Entonces qué están haciendo? ¿Entienden ahora lo que tiene una que soportar? Solo quiero impartir una simple Master Class.

(Sale un UTILERO con un banquito. Trae jeans y playera)

UTILERO: ¿Dónde lo pongo?

MARÍA: Ahí.

UTILERO: ¿Aquí?

MARÍA: Ahí está la silla. (Coloca el banquito frente a la silla) ¡Bravo! ¡Muy bien!

UTILERO: ¡Mmjm!

MARÍA: ¿Ven que sencillo fue? Dile a tu jefe que ya podemos empezar. Gracias.

UTILERO: No tengo jefe. De nada. (Sale)

MARÍA: Esa gente no tiene ningún interés por lo que estamos haciendo aquí. Es humillante. Te enfrenta a la cruda realidad. Exponemos nuestros sentimientos más profundos y ellos responden "¡Mmjm!". Siempre creí que nuestro arte conmovía a todo el mundo. Bueno, creía tantas cosas en las que ya no creo. ¿Eh? Bueno. ¿Carmen de Palma? ¿Estás lista? ¡Ponte derecha! ¡Cabeza en alto! No tenemos nada que ocultar.

SOPHIE: Es Sophie. Sophie de Palma. Me dijo Carmen.

MARÍA: No me puedo acordar de todos los nombres. Me estoy concentrando en la música en éste momento. Tú deberías estar haciendo lo mismo. ¿Manny? ¿Estás listo? ¿Por lo menos no me equivoqué de nombre? ¿Tú sí eres Manny?

PIANISTA: Sí.

MARÍA: Bueno, para algo sirvo. Ahora me voy a sentar. Olvídate de mí. No me hagas caso. ¡Pff! Soy invisible. Pedí un cojín también. ¿Ven? ¿Ven? Olvídenlo. Es demasiado tarde. Estamos trabajando. Bien. Exijo silencio total y una concentración absoluta. Sophie de Palma. El aria de Amina. La Sonnámbula. Suerte. (Se acomoda bien) ¿Se dan cuenta por qué pedí el banquito? Tengo las piernas cortas. Me veía muy alta en el teatro pero siempre tuve las piernas cortas. Cuando Zeffirelli me vistió en Norma... pero esa es otra historia. ¿Me están esperando? ¡Empiecen! (El PIANISTA empieza a tocar) ¡Postura, postura! No la tuya. ¡Ella!

(Escucha introducción de la escena y el recitativo)

SOPHIE: "Oh!"

MARÍA: ¡Basta! Perdona que te haga esto pero qué caso tiene continuar, si todo está mal ¿Eh? No estás escuchando la música.

SOPHIE: ¿No?

MARÍA: Deja que te llene. Es tan sencillo. Escucha. Ahí está todo. Quién es. No tienes más que escuchar. Ella es una campesina sencilla. Una víctima inocente. Él le ha roto el corazón. ¿Nunca te han roto el corazón?

SOPHIE: Sí.

MARÍA: Pues no se nota. Estamos en el teatro, querida. Nosotros traemos el corazón en la mano.

SOPHIE: Pero está caminando dormida. Es sonámbula.

MARÍA: No es sonámbula. Todo eso es un artificio. Es algo inventado por un escritor para armar una historia tonta. Busca la verdad en su situación. Un corazón roto. Cualquiera puede caminar dormida. Muy pocos pueden llorar cantando. Otra vez, Manny. Perdóname que te interrumpa antes que termines una sola nota pero me impacienta ver a una cantante que no pone atención a la música. Ya me voy a portar bien. Te lo prometo. ( El PIANISTA empieza a tocar otra vez) ¡Mejor, mejor! Estás escuchando. Veo a Bellini en tu cara. Atenzione! Ahora veo terror. Ahora veo a Sophie. ¿Te molesta si yo lo hago?

SOPHIE: Por favor, me encantaría verla.

MARÍA: No quiero que me imites. No quiero que ninguno de ustedes me imite. Sólo quiero mostrarles cómo lo hacía. Me es tan difícil explicar lo que quiero decir. Es más fácil mostrarlo. Bien. Cuando trabajaba con LucinoVisconti... Lucino Visconti en La Scala, Visconti, le régisseur, le metteur en scéne, lo conocen aquí en éste país, ¿No? Él me hizo aparecer en lo más alto del escenario. Un paso en falso y me hubiera matado... Algo que no hubiera afligido a varios de mis colegas que estaban entre el público. ¿Colegas? Debo decir enemigos. Bien. Ahí estoy. Sonámbula. El corazón destrozado. Inconsciente de la muerte que me aguarda a un sólo paso. Estoy lista.

(Se inclina hacia el PIANISTA. Toca la introducción. MARÍA se para y escucha hasta el final, entonces)

MARIA: Bien. Algo así. ¡Nada de aplausos!

SOPHIE: Fue maravilloso.

MARÍA: ¿Y ves qué fácil fue?

SOPHIE: Lo intentaré.

MARÍA: Sólo hay que escuchar. Todo está en la música.

(Se sienta para escuchar mientras el PIANISTA toca de nuevo)

SOPHIE: "Oh!"

MARÍA: Sabes que voy a interrumpirte de nuevo, ¿Verdad?

SOPHIE: Sí, pero estaba escuchando ésta vez ¿No? Yo sí creo que escuchaba.

MARÍA: Puedes escuchar hasta el día del juicio final. ¿Así se dice? El asunto va más allá de escuchar. Ahora estamos cantando. Quiero comentar sobre tu "Oh!".

SOPHIE: Lo canté. ¿No?

MARÍA: Precisamente. Lo cantaste. No lo sentiste. No estamos en busca de una nota aquí. Es una punzada de dolor. El dolor de una pérdida. Seguro sabes lo que es una pérdida. ¿No has perdido a algún ser amado? ¿Tal vez a una mascota? ¿Un perrito? ¿Un pececito dorado?

SOPHIE: Este...

MARÍA: No es cuestión de cantar solamente. Cualquiera puede producir esas notas. Bueno, eso no es realmente cierto, Scoíto no tenía por qué andar cantando esta música. Tienes que conocer tus limitaciones. Es muy importante. Así que, ¿De qué estamos hablando, eh? Del sentimiento, sentimiento... sentimiento... “Oh!”... ¿Oyes la diferencia?

SOPHIE: Sí.

MARÍA: Quiero oírlo todo en ese único sonido. "Oh!" ¿Puedes darme eso?

SOPHIE: Trataré.

MARÍA: No hasta con tratar. Hazlo. El teatro no consiste en tratar. La gente no sale de su casa para vernos tratar. Vienen a vernos hacer. Bien, ya puedes salir. Discúlpame, Sophie.

(El UTILERO aparece con un cojín para MARÍA)


MARÍA: Avanti, avanti! El teatro tampoco es para la gente que quiere estar en su torre de marfil.

UTILERO: ¿Es esto lo que quería?
MARÍA: Sí, está bien. ¡Interrupciones a cada rato!

UTILERO: Usted dijo que quería esto.

MARÍA: Sí. Esto es una clase. Estoy enseñando algo importante. Uno está cantando una aria y ellos están construyendo el decorado tras bambalinas.

UTILERO: No estaba construyendo nada.

MARÍA: ¿Ven? ¿Ven?

UTILERO: ¿Se le ofrece otra cosa?

MARÍA: No. Hay que aplaudirle. (Lo mira salir) ¡Le da lo mismo! Allora. ¿En que nos quedamos? Ah, sí "Oh !" No te voy a detener ésta vez, cara. Bueno, tal vez te hable mientras cantas, pero no te voy a detener.

PIANISTA: ¿Desde arriba?

MARÍA: Si me haces el favor. Postura.

(El PIANISTA empieza otra vez. SOPHIE también. Ésta vez MARÍA busca algo en su bolsa mientras el PIANISTA y SOPHIE continúan.)

MARÍA: Sigan. Estoy escuchando. ¡Aquí está! (MARÍA saca un pañuelo de su bolsa) Pensé que lo había perdido. Continúen.

SOPHIE: "Oh! Se una volta sola"

MARÍA: Dicción, dicción. Volta. Muerde esas consonantes. Las quiero oír todas. Hay una "ele" en volta, hay una "te".

SOPHIE: "Volta sola.
rivederlo io potessi"

MARÍA: Rivederlo! ¿Dónde está tu "erre" en rivederlo?

SOPHIE: "Rivederlo io potessi,
anzi che all’ara altra sposa
e i guidasse!..."

MARÍA: No escucho las consonantes. Estás cantando en sánscrito. Sólo me estás dando las vocales. Las palabras tienen un significado. Las vocales son los sonidos desarticulados que nuestros corazones producen. "Oh!". Las consonantes les dan un significado específico. "Oh! Se una volta sola". ¿Oyes la diferencia? ¿Eh? Se me acaba de ocurrir todo eso. Vocales, consonantes. Pero creo que vale la pena ¿Eh? Tú. Tú me caes bien. Asientes con la cabeza y sonríes a todo lo que digo. (A SOPHIE) ¿Qué estás diciendo? (refiriéndose al texto del aria)

SOPHIE: Quiere decir...

MARÍA: Las palabras.

SOPHIE: Qué estoy diciendo.

MARÍA: Tradúcelas.

SOPHIE: "Oh!" Obviamente "Oh!" Quiere decir "Oh!". Si una vez sola. O más bien si una sola vez. Verlo pudiera. No, espere. "Si tan sólo pudiera una vez más verlo." Algo así.

MARÍA: ¡Mmmh!

SOPHIE: "Si tan sólo pudiera verlo una vez más".

MARÍA: ¿Puedo?

PIANISTA: ¿Desde arriba?

MARÍA: Sí. Desde arriba. No estamos trabajando a destajo. (Hace un gesto al PIANISTA quién comienza a tocar la introducción mientras MARÍA habla.) "Oh! Se una volta sola" ¿Escuchas la diferencia? "Volta sola" ¡Una vez más! "Rivederlo io potessi" Nunca va a volver a ver a éste hombre. "Anzi che all 'ara altra sposa ei guidasse!" Antes de que lleve a otra novia al altar. "Vana speranza" Qué expresión tan terrible. Esperanza vana. Su vida ya no tiene sentido. "Io suonar la sacra squilla" Oye las campanas. No suenan para ella. "Al tempio ei muove" ¡Van camino a la iglesia! "Io l'ho perduto" Lo he perdido. "E pur" Esto es importante: "E pur" Y sin embargo, sin embargo. "Rea non son io" No soy culpable... No lo fui.

SOPHIE: ¡Qué difícil!

MARÍA: Claro que es difícil. Por eso es importante hacerlo bien. "Qué difícil". ¿Dónde estoy? Pensé que estaba en un lugar donde la gente es seria. Éste no es un estudio de cine en donde cualquiera se puede parar a actuar. Odio esa palabra. Actuar. ¡No! Sentir. Ser. Eso es lo que estamos haciendo aquí. "Qué difícil". Te voy a decir lo que es difícil. Lo que es difícil es soportar que hagas mofa de ésta obra de arte. "Mofa" es una palabra demasiado, fuerte. "Parodia" también lo es. No me estás dando tu esencia, Sophie. Quiero sangre. Quiero pasión. Te quiero a ti.

SOPHIE: No soy ese tipo de cantante.

MARÍA: Inténtalo. Una vez en tu vida, inténtalo.

SOPHIE: Tampoco soy esa clase de persona.

MARÍA: ¿Entonces qué clase de persona eres?

SOPHIE: Sólo quiero cantar.

MARÍA: ¿Y yo te lo estoy impidiendo?

SOPHIE: No, me lo está...

MARÍA: No tenemos que terminar esto a la fuerza, si lo estás pasando mal.

SOPHIE: Es que no sé de qué está hablando.

MARÍA: Sí, lo sabes. Sólo que no quieres hacerlo. Todo el mundo entendía de qué hablaba yo cuando cantaba. Simplemente no querían escuchar. Demasiado difícil. Demasiado doloroso. Demasiado controvertido. En mi última función en La Scala, en la escena de la locura en Pirata, cuando llegué a la parte que dice: "II palco funesto" -"El patíbulo fatal"- apunté hacia el palco del gerente general, el mismo tipo que me había dicho que mis servicios en ese teatro ya no eran necesarios, y le lancé las palabras. No sé qué me pasó, estaba como poseída, como una furia, y me dirigí al proscenio, a unos cuantos metros de donde él estaba sentado y canté "II palco funesto". El público estaba atónito. Giringhelli estaba pasmado. Dicen que fue la más grande ovación en la historia de La Scala. Ordenó bajar el telón para que dejaran de aplaudir. Qué necesidad tienes de lidiar con alguien como yo, cuando puedes llamar a Tebaldi o a Sutherland o a Sills. No los culpo. Al principio los culpé, pero ya no. Dijeron que no les gustaba el sonido de mi voz. Pero no fue eso. No les gustaba mi alma. Demasiado... ¿Qué?... Demasiado... algo.
Tienes una voz muy linda. ¿Sabes? Con un sonido encantador.

SOPHIE: Gracias.

MARÍA: Mucho más linda de lo que jamas fue la mía. Y nadie nunca me atribuyó a mí o a mi voz el ser encantadora. Esa era mi hermana. Ella era la encantadora. La bonita. La que los hombres querían. En fin. En tout cas. Todo eso la llevó a donde quiera que esté ahora -no lo sé, no nos hablamos- y a mí me puso en el lugar donde estoy. A veces pienso que todo el mundo sabe cual es, o era mi lugar... que ahora es aquí, contigo, hablándote de tu voz, de tu sonido, de quién eres. ¿Quién eres? Sophie de Palma, nos dijiste tu nombre pero, ¿Quién eres?... Las lágrimas no te van a llevar a ningún lado, querida. Ni en el teatro, ni en la vida real. Y por supuesto, ni conmigo. A nadie le importa cuántas noches lloré hasta quedarme dormida. Canté Norma mejor de lo que nadie lo había hecho en años, metí un fa sobreagudo al final del primer acto. Eso fue lo único que le importó a la gente. Cuándo eres gorda y fea (y no estoy diciendo que tú lo seas), más te vale poder dar un par de fa sobreagudos en tu vida. A nadie le importa tu almohada húmeda. ¿Por qué debería importarme a mí? ¿Te importó a ti la mía? ¿Le importó a alguien? Pero eso es otra historia. Ahora ya puedo llorar todo lo que quiera (no se preocupen, no me voy a poner a llorar. Alguien como yo no llora fácilmente), pero tú, Sophie de Palma, no puedes llorar. Tienes que cantar para comer, para obtener la salvación. ¿Lo intentamos de nuevo? (SOPHIE asiente con la cabeza, MARÍA le da un pañuelo y voltea a ver su reloj) ¿Sabías que uno de mis nombres de pila ortodoxos es Sophie?

SOPHIE: No.

MARÍA: Cecilia, Sophia, Anna María Kalogeropoulou. Dos de diciembre de mil novecientos... Pero eso fue en otra vida. Alora. Cominciamo. Ricominciamo.

SOPHIE: ¿Desde "Gran Dio"?

MARÍA: Ya bene... si te aburres, puedes irte. Nadie te detiene. Hay alguien en la tercera fila, checando su diario, Sophie; y le dije que si lo aburrimos, puede irse. ¿Lista? ¿Cómo se llaman esos libritos en éste país? ¿Diarios? ¿Agendas? Bueno, no importa... ¡Sssh! Antes de empezar, dime ¿Qué toca aquí la orquesta, querida?

SOPHIE: ¿Nada?

MARÍA: ¿Y por qué crees que es así? ¿Qué se propone Bellini?

SOPHIE: No sé.

MARÍA: Quiere que nos concentremos en el sonido de la voz humana. El instrumento más expresivo que existe para mostrar nuestras emociones. Bellini quiere que te escuchemos gloriosa en el recitativo. Cuando ya no puedes hablar más, cuando las palabras no bastan, entonces te pide que cantes. Ni un segundo antes.

SOPHIE: Pero un recitativo es canto ¿No?

MARÍA: Por supuesto que es canto. Se canta. Pero es el equivalente del habla ¿Eh? Otra vez.

SOPHIE: ¿Otra vez? Pero si no... Ni una vez... Perdón.

MARÍA: Recuerda usar las palabras. Las de "Gran Dio ".

SOPHIE: "Gran Dio"

MARÍA: ¿Qué estás haciendo?

SOPHIE: ¿Perdón?

MARÍA: ¿Qué dice la partitura?

SOPHIE: Empiezo con el do seis y...

MARÍA: No me refiero a las notas. Hay dirección escénica del compositor.

SOPHIE: ¿Si?

(SOPHIE va hacia el piano y lee la partitura del PIANISTA)

MARÍA: De esto he estado hablando todo éste tiempo. Ésta falta de detalle, ésta sensación de que nada importa.

SOPHIE: Quiere decir, ¿"Inginocchiandosi"? (Le cuesta trabajo pronunciarlo)

MARÍA: Quiero decir, "Inginocchiandosi". (Lo pronuncia perfectamente)

SOPHIE: ¿Es importante?

MARÍA: De vida o muerte, como todo lo que hacemos aquí.

SOPHIE: No sé lo que significa.

MARÍA: Ya nos dimos cuenta.

SOPHIE: Es un verbo reflexivo, eso sí sé. Significa que me tengo que hacer algo a mí.

MARÍA: No me tientes a sugerirte las posibilidades. Arrodíllate.

SOPHIE: ¿Me arrodillo?

MARÍA: Significa arrodillarse. Cosi! (Cae de rodillas y abre los brazos) "Gran Dio!" Así es cómo le hablamos a Dios. De rodillas, a terra, nuestros brazos abiertos a Él. "Non mirar il mio pianto". No hagas caso de mi llanto. "Io gliel perdono ". Se lo perdono. La orquesta suena cómo un órgano aquí. Un órgano de iglesia. ¿Qué quiere Bellini?. "Quanto infelice io sono, felice ei sia". Que él sea tan feliz, como yo soy infeliz. "Questa, d'un cor che muore, é l'ultima preghiera".

SOPHIE: Ahora entiendo.

MARÍA: ¿Ahora, qué tienes que hacer? ¿Qué dice la partitura?

SOPHIE (vacilante): "Guardandosi la mano"

MARÍA (impaciente): "Guardandosi la mano, come cercando l'anello". Está buscando el anillo que no tiene, Sophie. (Se mira la mano izquierda buscando el anillo) "L'anello mio".

SOPHIE: ¡Mi anillo!

MARÍA: "L'anello".

SOPHIE: El anillo.

MARÍA: "Ei me l'ha tolto"

SOPHIE: El me lo quitó.

MARÍA: "Ma non puo rapirmi l'immagin sita..."

SOPHIE: Pero no puede de mí quitar la imagen suya. Su imagen.

MARIA: "Sculta ella e qui..."

SOPHIE: Esculpida está aquí.

MARÍA: ¡Aquí!... "Qui... nel petto."

SOPHIE: En mi corazón. Amina quita de su pecho las flores marchitas que le dio Elvino.

(El PIANISTA empieza a tocar la introducción del aria)

MARÍA: Sólo escucha la música y piensa en lo que significan las palabras. Ahí está todo, Sophie. Estos compositores conocían el corazón humano. Lo único que tenemos que hacer es escuchar. "Ah! Non credea mirarti
si presto estinto, o fiore,
passasti al par d'amore,
che un giorno solo duro.
che un giorno solo, Ah, sol duro.
patria novel vigore
il pianto mio donarti...
ma ravvivar l'amore
il pianto mio non puo,
Ah, non credea, Ah non credea.
Passasti al par, al par d'amor...
d'amor"
Nada de aplausos. Algo así, Sophie ¿Eh? ¿Ahora entiendes lo que quiero decir?

SOPHIE: Creo que sí. Gracias.

MARÍA: ¿Crees que puedas hacerlo?

SOPHIE: Voy a... Sí.

MARÍA: ¿Apuntaste en tu partitura esas frases que te dije?

SOPHIE: No.

MARÍA: ¿Por qué no?

SOPHIE: No traigo lápiz.

MARÍA: Entonces ¿Cómo esperas acordarte de lo que aprendiste? En cinco, tal vez en diez años, vas a cantar éste papel en algún teatrito, quién sabe dónde, y te vas a preguntar: "¿Qué fue lo que me dijo?" "¿Qué me dijo?" ¿Alguien trae un lápiz para una estudiante que no trae lápiz? ¿Pueden creerlo?

SOPHIE: No pensé que fuéramos...

PIANISTA: Yo traigo uno.

SOPHIE: Gracias.

MARÍA: En el Conservatorio, Madame de Hidalgo nunca tuvo que preguntarme si traía lápiz. Y esto durante la guerra, cuando un lápiz no era algo que se pudiera comprar así nada más en la tiendita de la esquina. Oh no, no, no, no. Tener un lápiz significaba algo. Era una elección. O te comprabas un lápiz, o una naranja. Yo siempre escogía el lápiz. Nunca la naranja. Y me encantan las naranjas. Sabía que algún día tendría todas las que quisiera, pero no por eso se me antojaban menos. ¿Alguna vez has pasado hambre?

SOPHIE: No así.
MARÍA: Es... Es algo que no se olvida. Nunca. En algún lugar dentro de ti se queda para siempre. Deberías ver mis partituras llenas de apuntes a lápiz. Casi no se ve la música. Anotaba todo, cada consejo, cada truco, cada sugerencia. Era como una esponja. Tiene uno que ser una esponja. Absorber, absorber. Estamos hablando de siglos de ópera ¿Eh? Nosotros no inventamos ésta música. Las notas, el fraseo. Estamos hablando de tradición. ¿Sabes quien inventó a Amina?

SOPHIE: ¿Quien?

MARÍA: La misma soprano que creó a Norma.

SOPHIE: ¿Si?

MARÍA: Pasta. Giuditta Pasta.

SOPHIE: He oído hablar de ella.

MARÍA: Le va a dar gusto saberlo. Cuando cantes ésta música quiero escuchar todos los eslabones que te conducen hasta ella. Quiero oír a Callas, quiero oír a Milanov, quiero oír a Ponselle, quiero oír a Leheman, quiero oír a Pasta.

SOPHIE: ¿Quiere oír a Sutherland?... Perdón.

MARÍA: Quiero oírte a ti. En una línea directa de ti a través mío hasta Pasta ¿Eh? Cómo puedes cantar ésta música sin saber quién era Pasta ¿Eh? vergogna, Sophie, vergogna.

SOPHIE: Sé quienes eran Ponselle y Milanov.

MARÍA: ¿Sucede algo por allá? Los oigo inquietos. Basta. ¡Ya! aquí arriba estamos trabajando. Muestren algo de respeto. Odio decirte esto, pero deberías usar faldas más largas, o pantalones. Para el día está bien y, perdón por mencionarlo, pero el público que te ve desde abajo alcanza a ver algo más de lo que te gustaría mostrar ¿Eh?... Ya no tiene caso. Debiste pensarlo antes. Discúlpame ¿Eh? No se rían. Esto es serio. Bene. Maestro.

(El PIANISTA comienza a tocar otra vez)

MARÍA: Vamos a escucharte. Ésta vez canta con el corazón roto. No te voy a intemimpir. Sólo escucha. Estás sola. "In bocca al lupo" ¿Sabes qué significa?

SOPHIE: No.

MARÍA: ¡Buena Suerte!

(SOPHIE empieza el recitativo de nuevo mientras las luces sobre ella y el PIANISTA se apagan y se intensifican sobre MARÍA, que escucha su propia voz, al igual que nosotros)

MARÍA: Que rápido vienen a la mente. Las grandes noches de gala. (Escucha) Ma, Lucini, per ché? ¿Por qué tengo que ponerme joyas? Se supone que soy una pobre campesina suiza. "No eres una campesina. Eres María Callas representando a una campesina". Ah, capisco, capisco!... Entendí. (Escucha) Ese fue el momento aterrador. El principio. En el silencio más absoluto, mi voz llenando el vacío del enorme teatro obscuro. Me sentía tan sola, tan dcsprotcgida. Coraggio! Empieza. (Escucha) ¿Que esperaban de mí? (Escucha)
Ari siempre decía, "No vienen a escucharte, ya nadie viene a oír a Callas. Vienen a verte. No eres una cantante. Eres un fenómeno. Yo soy un fenómeno. Los dos somos fenómenos. Vienen a vernos. Ya eres un monstre sacreé. Los dos somos monstres sacrees. Y cogemos."
No me gusta esa palabra Ari.
"¡Pues si no te gusta esa palabra, jódete!"
Escucha ésta frase. Bella. La canté bien.
"¿Me oíste? antes sólo eras una cantante. Un canario que cantaba para comer. Un canario feo y gordo. Ahora eres una mujer bella que se acuesta con Aristóteles Onassis."
¡Ari!
"Así hablo yo. Siempre he hablado así. Esto es lo que soy. Ordinario, áspero, vulgar. Yo no me olvido de dónde vengo, a diferencia de otras personas."
Yo también lo recuerdo. Lo recuerdo muy bien.
"Te escuchan cantar ésta mierda de música aburrida y aplauden y gritan: "Brava! Brava La Divina!" pero lo que todos quieren saber es lo que hacemos en la cama. Los dos griegos. Los dos griegos cochinos, sudorosos, inferiores a ellos. El-hombre-más-rico-del-mundo, un griego. Y la-cantante-más-famosa-del-mundo, una griega. Juntos dominamos el mundo. Yo tengo a la gente cogida de los güevos y aprieto. Aprieto duro y sin piedad. Te tengo por los güevos, Cecilia Sophia Anna María Kalogeropoulou. Todo el mundo está a la venta y yo te compré.
Ésta parte: "Cantó el gran lamento de Amina con una voz ahogada en lágrimas".
"Me das clase. Yo te doy mi gran verga griega y tú me das clase. Yo le doy mi fortuna y tú me das el respeto que nunca he tenido. Yo te protejo de tu miedo del teatro, ya no tienes que ir al teatro nunca más. Te doy todo lo que quieres y necesitas menos amor. Tengo suerte. El amor no me hace falta. Ya tengo clase.
A todos nos hace falta el amor, Ari. Soy digna. Soy muy orgullosa, pero cuando se trata de esto, del amor, de ti, de nosotros, no lo soy.
"Yo sólo les doy amor a mis hijos. Ten un hijo mío y lo amaré. ¿De acuerdo?"
Sí, Ari.
"Eh, canario, ánimo. Mírame. Tú tampoco necesitas el amor. Tienes el de todos ellos. Los snobs y los maricones. Te adoran. Los snobs quieren invitarte a cenar al Lutece y los maricones quieren ser como tú. Francamente, no me siento amenazado. Odias que te llame canario, ¿Verdad? Es de cariño. ¿No oyes el cariño en canario?"
Estuve bien ésta noche. Estuve muy bien.
"¿Por qué no dejas todo esto? Sólo es caca, skata. Tú lo sabes, yo lo sé. Puedes vivir en el yate. Ir a donde quieras, quedarte todo el tiempo que quieras, comprar todo lo que quieras, dentro de lo razonable. Siempre dentro de lo razonable. Odio a las viejas que tratan de chuparle la sangre a un cabrón. Claro, tendría que ser una mujer muy especial la que dejara en la calle a éste hijo de puta. ¿Sabes cuánto dinero tengo? ¿Tienes alguna idea de la cantidad de dinero que tengo? Respiro dinero, sudo dinero, cago dinero."
¿Ya no tengo que cantar? Si tú no lo quieres, ya no lo haré.
"Muy bien, ya no cantes. No te retires, sólo deja de hacerlo, hay una diferencia. Despedirse del teatro es deprimente. Dejar de cantar es tener clase. Te ruegan. Eres categórica. "No significa no"", les dices. Apuesto que no sabías que yo podía sacar semejante palabrón, ¿Verdad? Categórico. Significa absoluto. Inamovible. En oposición a algo. Duro como los diamantes. Eso somos tú y yo, chiquita."
Eso somos, Ari, hacemos buena pareja.
"Pero cuando yo quiera que cantes, cantas. Sólo cantas para mí. bajo el contrato más cabronamente exclusivo del mundo, y cuando te pida que cantes... ¿Sabes lo que me vas a cantar, chiquita? Nada de esa skata de ópera. Aquella canción que te enseñé acerca de la puta de Piraeus que cogía de cinco maneras diferentes al mismo tiempo. Tuve que explicarte las otras cuatro."
No me gusta esa canción, Ari.
"¿Dónde has estado toda la vida, canario? Qué, no cogen en los teatros de ópera?".
No me gusta esa canción, Ari.
"Igual cántala"
(El aria ya terminó. Escuchamos los aplausos del público)
Nunca oía los aplausos aquí. Estaba sumergida en un sueño profundo. Como Amina, había estado sonámbula. Pero ahí estaba en el escenario de La Scala, maravillosamente vestida y cubierta de diamantes, diamantes reales, mi cabello atado con rosas blancas enviadas a Milán por avión desde el sur de Francia el día del estreno. Un crítico escribió: "La reencarnación de María Taglioni", al fin fui una mujer bella.

(La música continúa directamente a la cabalelta que concluye la escena y la ópera misma. Oímos la voz de María cantar "Ah, non giunge" )

Siempre recuerdo a una rubia bonita y delgada del Conservatorio en Atenas. Madame de Hidalgo le dio el papel de Amina en el recital estudiantil. Yo estaba deshecha, pero al mismo tiempo quería rasguñarle la cara. A mí me dieron el papel de una monja en Suor Angélica. "Pero quiero cantar Amina en La Sonnámbula, Madame de Hidalgo". "Con tu voz y tu cuerpo te va mejor el papel de una monja, criatura." "Véame ahora. Madame de Hidalgo. Escúcheme ahora." A veces pienso que le canto cada función a esa rubia bonita y delgada que recibió tantos aplausos en el Conservatorio. ¿Qué le habrá pasado con sus blusas almidonadas y sus bolsas de naranjas? Mi hermana era otra rubia bonita y delgada. Ninguna de las dos está aquí arriba. La gorda fea de lentes gruesos y cutis grasoso está aquí arriba, y Piero Tosi la viste y usa tantos diamantes que apenas puede levantar los brazos y es el centro absoluto del universo en éste momento.
Se que todas están ahí, en la obscuridad. Mis enemigas. Mi madre. Mi hermana. Las otras cantantes. Sonriendo. Esperando que fracase. Se acerca el momento riesgoso. La pirotecnia. No tengo miedo. Bienvenido. ¿Temeraria? ¡Claro que sí! Alguien dijo que preferiría cantar como Callas durante un año que como cualquier otra durante veinte. Ahora las fiorituras. Otra vez lo mismo. La segunda vez nunca se hace igual. Que vibre tu voz aquí. Aligérala. Ahora oscurécela. Mete un trino. ¡Deslúmbralos!
(Ella escucha. Paulatinamente el escenario se transforma en el magnífico interior de La Scala)
Ahora viene el momento genial de la producción. Visconti empieza a subir la luz de sala mientras yo sigo cantando. Lentamente... lentamente. Estamos despertando de un sueño, el público y yo. El efecto es insólito. Nunca ha habido una noche como ésta en toda la historia de La Scala. El teatro está lleno de rosas frescas que adornan los palcos. El público viste de gran gala. Es el estreno más importante de la temporada. Está Tebaldi. Está Lollobrigida. Magnani. Los Rainier. Todos están aquí. Y yo estoy aquí. Justo en el centro del escenario del teatro más grandioso de Europa, cantando roulades a toda voz. Lanzando las notas como rayos. Desafiando a todos.
Ellos me ven pero ahora yo también los veo. Por fin estamos todos en el mismo lugar. Los tengo a todos donde quería. Ya no sonríen. Con cada frase me acerco más a las candilejas. La sala se ilumina más y más, mientras mi voz da notas más y más agudas. La gente ya no respira. Mi venganza, mi triunfo, son absolutos. El aplauso me envuelve. Me queda una sola nota que cantar. ¡Ah! Sí. Se ha terminado. ¡He triunfado otra vez!

(MARÍA se queda escuchando la ovación. Es tremenda. Cuando se apaga, las luces también se han apagado, regresando al mismo nivel de la Master Class. Tanto SOPHÍE como el PIANISTA esperan nerviosamente su respuesta)

MARÍA: Estuvo mejor.

SOPHIE: Gracias.

MARÍA: Mucho mejor.

SOPHIE: Gracias.

MARÍA: Hagamos una pausa.

(MARÍA regresa a su silla, recoge su bolsa y abandona el escenario)

SOPHIE (a MARÍA): Gracias. (Al PIANISTA) Gracias. Creí que me iba a hacer una crítica. Y ahora... ¿Cómo salgo del escenario? Deberían enseñarnos eso. Deberían enseñarnos muchas cosas que no nos enseñan.

PIANISTA: Tu partitura.

SOPHIE: Gracias.

(Le devuelve su partitura y salen. En el escenario sólo quedan el piano y la silla de MARÍA. Las luces de la sala están todas encendidas)

FIN DEL PRIMER ACTO

SEGUNDO ACTO

(Alguien ha puesto un ramo de flores sobre el piano. El PIANISTA entra y se sienta silenciosamente al piano. Esta vez ignora al público. La luz de la sala se apaga. Hay una larga espera. Después de un tiempo entra MARÍA. Se acerca al proscenio.)

MARÍA: ¿Así está mejor, eh? ¿Verdad que está mejor así? ¿Con las luces así? ¿Eh? Es mejor si no los vemos a ustedes, desde aquí arriba. Así es en el teatro. Sólo nosotros y la música. O así es como debería ser. Conozco a algunos cantantes, oh sí, que, imagínense, miran al público, ¡Sí! Cuando se supone que están en medio de una escena dramática. Claro, yo no considero que esas personas sean artistas serios. Pas du tout, n'est-ce pas? Son más como... Ehm, ¿cómo se llaman?... ya saben, ayúdenme: no tienen brazos ni piernas, nadan, uno les avienta un pescado y ellas... ¡Focas! Eso es lo que son: ¡Focas de circo! ¿Decía?

(Hace esfuerzo por escuchar a alguien del público que le habla.)

MARÍA: No. Para nada. ¿Así que, en qué nos quedamos? ¿Tuvieron un buen intermedio? Tuve un amigo cuyo nombre no voy a mencionar, que decía que su parte favorita de la ópera eran los intermedios. Bueno, gracias a Dios, hoy no vamos a ocuparnos de éste tipo de gente. ¡Y pensar que existen personas para las que la belleza, el arte, lo que hacemos, no es importante! No me malentiendan: yo creo que nos deben pagar por lo que hacemos, y a algunos de nosotros nos pagan muy bien. Es bien sabido que a mí me pagaban más que a cualquiera de mis rivales, así las llamaba la prensa, no yo. ¡Como sí hubiera tenido rivales! ¿Cómo puedes tener rivales cuando nadie puede hacer lo que tú haces? Se ha escrito tanto acerca de eso, tantas tonterías... lo que quiero dejar bien claro, que es algo muy simple, es que el arte es belleza y nos deben pagar por crearla. ¿Queda esto claro? Nunca regalen algo. Uno da, y después, ya no hay más. Le damos todo al público y cuando se termina, c'est ca, c'est c'est tout. Basta, finito. Nosotros somos los que quedamos vacíos. "Ho dato tutto a te". Es lo que Mcdca Ic canta a Jasón cuando se entera de que la abandona por otra mujer. Una mujer más joven. Una mujer importante. Una princesa "Ho dato tutto a te". "Te he dado todo. Todo" Eso es lo que hacemos los artistas por la gente.
¿Dónde estarían sin nosotros? ¿Eh? Piénsenlo. Piensen en eso mientras cuentan sus millones o viven sus vidas aburridos con sus esposas aburridas. (Al PIANISTA) ¿Tengo razón?

PIANISTA: ¿Perdón?

MARÍA: Él sabe que tengo razón. Y el amigo cuyo nombre no mencionaré que prefería los intermedios de Norma, a la ópera misma no era ningún amigo. No conozco la palabra exacta para definir a esas personas que pululan por nuestra vida siempre pero que finalmente no nos desean lo mejor ¿Eh? ¿Saben de qué estoy hablando? Ella sabe de qué estoy hablando. Conozco la palabra exacta pero creo que se nos caería el techo encima si la usara en éste lugar sagrado y ya lo creo que estamos en un lugar sagrado. El escenario, el teatro son lugares sagrados, sí. Yo pierdo el sentido del humor en cuanto entro por esa puerta. Pero estoy divagando. De hecho, tuve un intermedio terrible. Bueno a ustedes no les importan mis problemas. Tampoco a mí los suyos.  Estamos aquí para trabajar. Olvidarnos de todo lo demás. ¿De acuerdo?

PIANISTA: Por supuesto que sí.

MARÍA: No me digas... es un nombre judío, de eso me acuerdo... Me acuerdo del suéter rojo... Po, po, po!... me rindo.

PIANISTA: Weinstock. Manny Weinstock.

MARÍA: ¡Claro, por supuesto! Siete pronto, signor Weinstock?

PIANISTA: Sí.

MARÍA: Bravo, bravo, bravíssimo! Lo estás haciendo muy bien.

PIANISTA: Gracias.

MARÍA: ¿Verdad que lo hace muy bien? Te aplaudo. (Le aplaude) Todos te aplaudimos. (Pide al público que le aplauda, y luego dirige la mirada a las tarjetas que trae consigo) ¿Quién sigue? Lady Macbeth, Tosca, Lucía. Debo admitir que, lo que a estos estudiantes les falta en voz y técnica, les sobra en autoestima. No se rían. Eso es importante. Bueno, ya veremos. Les deseo lo mejor. ¡Siguiente víctima! Fue una broma. La última, lo prometo. (Al PIANISTA) ¿Y qué es ese bulto... ahí sobre el piano, ¿Me podrían decir por favor?

PIANISTA: ¿Quiere decir las flores? Son para usted. Tiene un admirador secreto. Muy operístico.

MARÍA: ¿Es esto un salón de clases o un circo?

(SHARON entra al escenario. Trae puesto un vestido de noche)

MARÍA: Eso estuvo muy mal. No voy a fingir que no me halaga, pero les aseguro que no me divierte. Muy, muy mal. (A SHARON) Avanti, avanti! No te detengas por ahí. Si vas a entrar, entra. Si no quieres estar aquí, vete. ¡Nada de risitas por allá! No hagas caso, querida. Estaré contigo en un momento. ¿Vas a algún lado después de la clase?

SHARON: No.

(MARÍA lee la tarjeta)

MARÍA: "Brava, La Divina. Te amamos" "La Divina". No me hagan reír. Además siempre dicen "Te amamos", y no "Te amo". A ver, ¿A quién tenemos aquí?

SHARON: Sharon Graham.

MARÍA: Sharon Graham. Definitivamente no eres griega.

SHARON: No.

MARÍA: Bueno ¿Qué significa un nombre, eh? Yo fui María Meneghini Callas durante un tiempo. Claro, también fui Signora Meneghini por un tiempo. Así es que, Sharon Graham, ¿Qué nos vas a cantar?

SHARON: ¿Lady Macbeth?

MARÍA: ¿Estás segura de que quieres hacer eso, Sharon?

SHARON: También tengo preparadas La Reina de la Noche, "Die hölle rache " y Norma la "Casta diva ".

MARÍA: Creo que nos quedamos con Lady Macbeth. Supongo que la escena de la sonámbula.

SHARON: No, yo pensaba en, "Vieni! t'affretta".

MARÍA: ¡Ah, la escena de la carta! ¡Qué bien! Todas quieren cmpezar con la escena de Lady Macbeth sonámbula. Eres humilde, como yo, eso es bueno. Bien, con esta aria haces tu entrada ¿Si?

SHARON: Sí.

MARÍA: Entonces, ¿Qué haces aquí? Sal. No te queremos ver todavía.

SHARON: ¿Quiere que salga y regrese?

MARÍA: No, quiero que salgas y entres. Estás en un escenario. Úsalo. Hazlo tuyo. Esto es ópera, no un recital. Cualquiera se puede parar aquí a cantar. Un artista entra y es.

SHARON: Pensé que esto era un salón de clases.

MARÍA: No importa. Nunca desperdicies una oportunidad para hacer teatro. Deslúmhranos, Sharon.

SHARON: ¿Y cómo hago?

MARÍA: Puedes empezar no entrando como Sharon Graham. Entra como Lady Macbeth. Entra como la Lady Macbeth de Shakespeare. Entra como la Lady Macbeth de Verdi.

SHARON: Voy a tratar.

MARÍA: Y Sharon ¿Puedo decirte una última cosa? Traes puesto un vestido precioso, obviamente. Lo hemos estado admirando todos. Es precioso. Me gustaría tener uno igual.

SHARON: Gracias.

MARÍA: Pero nunca te pongas algo así antes de la media noche por lo menos, y desde luego nunca para venir a clase. Estamos hablando de lo que es adecuado. Ésta es una Master Class, no el baile de Cenicienta ¿Eh? Bueno, vete ya. Y regresa como ella. Regresa como Lady Macbeth.

(Sale SHARON)

MARÍA: A veces que tenemos que decir cosas así ¿Eh? ¿Tengo razón? Yo aprendí por el camino difícil. No tenía quién me dijera éstas cosas. Hice una audición para Edward Johnson en el viejo Met con un vestido blanco, con lunarcitos rojos, guantes blancos, un sombrero azul con velo y lo que después supe que eran zapatos de puta. Lo siento, pero así les dicen. Estaba demasiado gorda y parecía una bandera americana cantando Madama Butterfly. Con razón no me contrataron. Ella me lo agradecerá algún día. ¿Listos?

(El PIANISTA asiente con la cabeza)

MARÍA: No he vuelto a oír ésta música en años. Sólo pensar en ella me pone los pelos de punta. Supongo que estoy lista. Cominciamo.

(El PIANISTA comienza a tocar el aria de entrada de Lady Macbeth. MARÍA escucha con atención, tarareando más que cantando las notas)

MARÍA: Música satánica ¿No creen? Sabemos de dónde viene ésta música ¿cierto? De qué parte de su cuerpo. Verdi conocía bien a Shakespeare. El telón se está levantando. No aparece Sharon todavía. Curiosa manera de entrar. En éste momento yo ya estaba en el escenario.

(Se detiene la música, no aparece SHARON)

MARÍA: ¿Sharon? Te estamos esperando. Discúlpenme.

(Abandona el escenario y vuelve enseguida)

MARÍA: No hay Sharon. Se fue. Si es tan delicada, no nació para el teatro. Ni siquiera dije algo acerca de su voz. Ni siquiera la dejé abrir la boca. Seguro va a salir en los periódicos. ¡Que gusto les va a dar!: "LA CALLAS HIERE LOS SENTIMIENTOS DE SUS ALUMNOS". Justo de esto estaba hablando; si te vas a parar aquí enfrente, desnuda, para que la gente te juzgue, no puedes ser tan frágil como Sharon. Una representación es una lucha. Tienes que ganarla. El público es el enemigo. Tenemos que hacer que caiga de rodillas por que tenemos la razón. Si me preocupo por lo que están pensando de mí, no puedo ganar. Suplico, me arrastro para que me acepten. "Ho dato tutto a te". ¿Eh? Eso no funciona así. Tienes que hacer que ellos te nieguen que los aceptes. Domínalos. "Ho dato tutto a te " ¿Eh? El arte es dominio es hacer que la gente piense, que en ese preciso momento, sólo hay una forma de cantar, una voz. La tuya. ¿Eh? Cualquiera es sensible. Sólo un artista puede decir: "Ho dato tutto a te" en el centro del escenario de La Scala y hasta Leonard Bernstein se olvida de que es Leonard Bernstein y te escucha a ti. El siguiente, por favor. ¿No hay agua? Necesito un poco de agua.

PIANISTA: Aquí está, permítame.

MARÍA: Ser tan miope tiene una ventaja. No tienes que seguir al director. ¿Cómo? Si no lo puedes ver. Pero yo nunca hice que me siguieran a mí. No. Trabajamos juntos, insIeme, tutti insieme. El arte también es colaboración. Dominio. Colaboración. Ecco. Si eres tan sensible como Sharon, ocúltalo, así de sencillo. Eso fue lo que yo hice. Con permiso.

(Bebe mientras TONY entra al escenario)

MARÍA: Avanti, avanti. A lodos ustedes les falta presencia. Mírenme a mí. Estoy bebiendo agua y tengo presencia. Párate derecho. Déjanos ver quien eres. Bravo! Eres un hombre guapo. Tienes lo que los italianos llaman una bella figura.

TONY: Gracias.

MARÍA: No fue un cumplido. Fue una observación. Aquí no nos andamos por las ramas. Un cantante debe conocer sus puntos fuertes. Después de todo esto también es un negocio, no hay que olvidarlo. Dominio. Colaboración. Virtudes. Ecco. ¿Qué eres?

TONY: Quiere decir, ¿mi nombre?

MARÍA: No, quiero decir tu voz.

TONY: Soy tenor ¿No se nota?

MARÍA: Un tenor. Gran Dio; Dios nos salve a las sopranos de ustedes los tenores. Y ese es el único chiste de tenores que me van a oír contar.

TONY: La gente cree que somos tontos.

MARÍA: ¿Por qué será?

TONY: No sé.

MARÍA: De hecho, adoro a los tenores. Cuando cantan, nos dan la oportunidad de ir al camerino a recuperar el aliento. Hoy, sin embargo, no voy a tener esa fortuna. Me voy a quedar aquí. ¿Estás nervioso?

TONY: No.

MARÍA: Bien. ¿Cómo te llamas?

TONY: Tony.

MARÍA: ¿Tony a secas?

TONY: Quiere decir, ¿Cuando canto?... Anthony Candolino.

MARÍA: Siempre quiero decir cuando cantas. Sólo quiero decir cuando cantas. Esta es una Master Class, no el consultorio de un siquiatra. ¿Alguno de ustedes por allá está en tratamiento siquiátrico? Espero que no. Cuéntanos de ti. Tu formación. Tu experiencia profesional, si es que la tienes. Tus esperanzas, tus sueños.

TONY: Tengo una licenciatura en música de USC y una maestría en voz de UCLA.

MARÍA: Continúa.

TONY: Fui Billy Jack Rabbit en La Fanciulla del West con la ópera de Ohio y estoy supliendo a Rinuccio en Gianni Schicchi para la ópera West.

MARÍA: Bueno, por algo hay que empezar. No nos has contado tus sueños.

TONY: Quiero ser un gran cantante. Como usted. Quiero ser rico y famoso. Como usted. Lo quiero lodo. Como usted. ¡Quítate Richard Tucker, aquí viene Tony Candolino!

MARÍA: Por favor ¿Me podrían dar más agua?

(Hay una pausa bastante larga)

TONY: ¿Estamos esperando el agua?

MARÍA: No, te estamos esperando a ti.

TONY: Escogí Tosca.

(Entra el UTILERO con otra jarra de agua)

TONY: El aria de Cavaradossi, primer acto.

MARÍA: Te voy a advertir algo de una vez: Si sostienes el si bemol más tiempo del que indica el compositor, olvídate de tu bellísima cabeza. (Al UTILERO) Gracias. (A TONY) Nada de andar ostentando ¿Eh?

TONY: Me conformo con llegar al si bemol, punto.

MARÍA: También nosotros.

UTILERO: De nada.

(Sale. El PIANISTA empieza a tocar Recóndita armonía de la Tosca de Puccini)

MARÍA: Un momento, Tony. Sensibilidad como la de Sharon; la aprovechamos, no la desperdiciamos en el couch de algún doctor brujo. Otra vez.

(El PIANISTA toca. TONY empieza a cantar)

TONY: "Dammi i colori"

MARÍA: Te voy a detener.

TONY: Por lo menos canté más que la soprano. A ella la detuvo en la "Oh!"

MARÍA: Esto no es broma. No sé por qué sonríes.

TONY: No estaba sonriendo.

MARÍA: ¿Estaba sonriendo?

TONY: Perdón.

MARÍA: O le coqueteas al público o trabajamos. Escoge.

TONY: Trabajamos.

MARÍA: Ahora, ¿Qué estabas haciendo?

TONY: Nada. Estaba cantando.

MARÍA: En lo de nada, tienes razón, sólo estabas cantando, lo que equivale a nada. ¡Otra vez!

(El PIANISTA vuelve a empezar)

TONY: "Dammi i colori"

MARÍA: ¿Dónde estás?

TONY: Quiere decir, ¿Ahorita? ¿O en la ópera?

MARÍA: Sin jueguitos, Tony.

TONY: Estoy en Roma, estoy en una iglesia, pintando un cuadro. Le acabo de pedir al viejo Sacristán mis pinturas. Eso es lo que significa "Dammi i colori": "Dame las pinturas".

MARÍA: ¿Que iglesia? ¿Qué retrato? Rápido, rápido. No tengo todo el día.

TONY: No se... ¡La de San Patricio! No, esa está en... ¿La de San Pedro? ¡San Alguien!... ¿El retrato de quien? Alguna mujer, por supuesto. ¿El de Tosca? No. ¿La Mona Lisa?... ¡No sé!

MARÍA: A ver, vamos a aclarar esto. No sabes dónde estás; vas a pintar un retrato, pero no sabes de quién y sin embargo estás a punto de cantar un aria. ¡Con razón a la gente no le gusta la ópera!

TONY: No creo que uno tenga que saber todas esas cosas. Tengo voz, tengo técnica. Incluso llego a un si bemol.

MARÍA: Yo también, pero no basta.

TONY: Le bastó a Mario Lanza. Lo siento. Me fascina Mario Lanza. Es mi héroe, así que máteme.

MARÍA: No hiciste la tarea, Tony.

TONY: Vine sólo para cantarle a usted.

MARÍA: No me interesa que sólo me cantes.

TONY: A cantar y a recibir su retroalimentación.

MARÍA: ¿Mi que? ¿Mi retroalimentación? Que horror de palabra. ¿Qué es eso de retroalimentación? Quiere mi retroalimentación. Yo no doy retroalimentación.

TONY: Su estímulo.

MARÍA: A mí me estimula lo que siento. Y no siento más que ira hacia alguien que atesora tan poco su arte. No vienes preparado, señor Tony-bella-figura. Vete a tu casa. Estás perdiendo nuestro tiempo. El siguiente.

TONY: No.

MARÍA: ¿No?

TONY: No.

MARÍA: Es la primera cosa interesante que dices desde que entraste.

TONY: Vine a cantar.

MARÍA: No estabas preparado.

TONY: Voy a cantar.

MARÍA: ¿Y no te lo puedo impedir?

TONY: Necesito su ayuda. Quiero cantar. Quiero cantar bien. Sé que tengo buena voz y sé que eso no es suficiente. Quiero ser un artista. (Canta) "Dammi i colori" (A MARÍA) Por favor.

(MARÍA hace un gesto con la cabeza al PIANISTA, quién comienza de nuevo)

MARÍA: Estás en la iglesia de Sant'Andrea della Valle, a unos pasos del Corso. ¿Conoces Roma?

TONY: No.

MARÍA: Da igual. Son las diez de una hermosa mañana de primavera. Le hiciste el amor toda la noche a Floria Tosca, la mujer más hermosa de Roma. Y ahora, sin ser visto, estás pintando a otra mujer que le reza a la Virgen. Ambas son hermosas, pero lo que sientes es el cuerpo de Tosca junto a tuyo. Ahora canta.

TONY: En la partitura no dice que sean las diez de la mañana, ni primavera, ni nada sobre el cuerpo de Tosca.

MARÍA: Te lo debería decir tu imaginación. De otro modo sólo tienes notas, nada más que notas. ¡Canta!

TONY: "Recóndita armonía"

MARÍA: Sobre el aire, flótalo.

TONY: "di bellezze diverse!"

MARÍA: No lo fuerces.

TONY: "E bruna Floria ".

MARÍA: Mucho mejor.

TONY: "L'ardente amante mía".

MARÍA: ¡Estás cantando de tu amante! Ponte contento.

PIANISTA: "Scherza coifanti e lascia store i santi".

TONY: Bravo!

MARÍA: Concéntrate.

TONY: "E le, beltade ignota,
cinta di chiome bionde,
tu azzurro hai l'occhio.
Tosca ha l'occhio nero."

MARÍA (Al mismo tiempo): Eso es, expándela. Déjame sentir el cabello rubio. Los ojos azules. Ahora los ojos negros de Tosca.

PIANISTA: "Scherza coifanti e lascia store i santi".

MARÍA (Al mismo tiempo): ¿Sabes sobre qué estás cantando, Tony? (El niega con la cabeza. Sigue cantando) El arte, con todo su misterio, fusiona éstas dos beldades. Una mujer. ¡Un ideal!

TONY: "L 'arte nel sito mistero
le diverse bellezze insiem confonde:"

MARÍA: Aquí viene. ¡La gran melodía! ¡Hazla tuya!

TONY: "Ma, nel ritrar costei
il mio solo pensiero, ah!
il mio solo pensier sei tu Tosca,
sei tu ".

(MARÍA silenciosamente vocaliza las últimas notas junto con el tenor. La música acaba. MARÍA guarda silencio.)

MARÍA: ¡Que bello! No tengo más qué decir. Realmente bello.

TONY: También preparé Werther y "Ah, si, ben mio".

MARÍA: No será necesario. ¿Nos toca un descanso ahora? ¿No? La gran música siempre me conmueve tanto. Me siento desfallecer. Eso será todo, señor Candoloro.

TONY: Me puede llamar Tony.

MARÍA: Te deseo lo mejor en tu carrera.

TONY: Gracias. ¿No me va a dar algún consejo?

MARÍA: No olvides la primavera. Ahora vete.

(Se va. MARÍA se sienta en la silla)

MARÍA: El siguiente alumno. Nunca había escuchado esta aria realmente. Soy tan sentimental. Siempre estaba fuera del escenario preparando mi entrada. "Mario, Mario"... sólo dos palabras fuera de escena y estás expuesta. He visto públicos enteros volverse contra Tosca tan sólo por que no les gustó cómo cantó "Mario, Mario". De hecho, ésta es una profesión terrible. No sé por qué me tomé la molestia. No dije eso. ¡Ustedes no lo oyeron y yo no lo dije!

(SHARON regresa al escenario)

SHARON: Ya regresé.

(MARÍA la mira anonadada)

SHARON: Quisiera intentarlo otra vez. Estuve en el baño vomitando. Creo que algo me hizo daño.

(MARÍA levanta una mano para impedirle dar más detalles)


SHARON: Entonces, ¿Salgo y vuelvo a entrar?

(MARÍA asiente)

SHARON: Cuando esté lista, grito.

(El PIANISTA asiente. SHARON sale)

MARÍA: Agua. Necesito más agua.

SHARON (en off): ¡Estoy lista!

(El PIANISTA empieza a locar la música de entrada de Lady Macbeth otra vez. SHARON entra cuando le corresponde según el texto. La música se detiene. Ella empieza)

SHARON: "Nel di della vttloria i o le incontrai
stupito io n'era per le udite cose"

MARÍA: ¿Dónde está tu carta? Se supone que estás leyendo una carta.

SHARON: Estaba haciendo como que la traía en las manos ¿No se notó?

MARÍA: No quiero que hagas como que la traes. No eres lo suficientemente buena. Quiero la verdad. Esto es una carta. (Toma un pedazo de papel y se lo avienta a SHARON) ¿Qué estás diciendo?

SHARON: Estoy diciendo: "Los encontré el día de la victoria. Estaba asombrado por las cosas que escuché. Cuando los mensajeros del Rey me saludaron como Conde de Cawdor."

MARÍA: ¡Muestra asombro en tu voz! ¡Conde de Cawdor! Esto es lo que ella ha soñado.

SHARON: ¡Conde de Cawdor! "Una predicción hecha por las mismas videntes que anunciaron una corona sobre mi cabeza. Guarda estos secretos en el fondo de tu corazón. Addio"

MARÍA: ¿Conoces este parlamento en Shakespeare?

SHARON: Bueno, leí la obra, pero en la prepa.

MARÍA: ¡Quieres cantar ésta música sin conocer bien a Shakespeare!

SHARON: No soy actriz. Sólo soy una cantante.

MARÍA: ¿Y crees que Verdi la compuso sin conocer bien a Shakespeare? vergogna, Sharon, que vergüenza. Y eso no fue una entrada. Entraste, pero no fue una entrada. Eso va para todos ustedes también. Una entrada lo es todo. Es cómo nos presentamos a un público. Es cómo nos presentamos en la vida. Un hombre que irrumpe en el baño de una mujer es un cerdo. Ella sabe de inmediato, por la forma en que él entró, cómo va a acabar todo. Les voy a mostrar lo que es una entrada. Tu puedes describirles la escena a nuestros colegas. Sólo lee la partitura.

(Sale rápidamente del escenario. SHARON está perdida. Se sienta cuidadosamente en la orilla de la silla de MARÍA. Toma la partitura y lee. Se escucha la voz de MARÍA en off.)

MARÍA: Sto pronta, maestro!

(El PIANISTA comienza de nuevo)

SHARON: "Segunda escena. El salón principal en el castillo de Macbeth. Hay varios cuartos que dan a él. Hay una gran escalinata que conduce al piso de arriba. Hay dos tronos pequeños. Es de noche. Afuera ruge la tormenta. Truenos. Rayos. Lluvia. Telón. Lady Macbeth entra desde arriba en las escaleras. Lleva un atuendo magnífico. Está leyendo una carta. Sus movimientos son agitados, su expresión fiera. Llega hasta el proscenio, y en el silencio, habla.

(MARÍA ha entrado como la Lady Macbeth de Verdi, leyendo una carta)

MARÍA: "Ncl di della vittoria i o le incontrai.
Stupito io n'era per le udite cose;
Quando i nunzi del Re mi salutato
Sir di Candore.
Vaticinio uscito dalle veggenti stesse
che predissero un serlo al capo mio.
Racchiudi in con questo segreto.
Addio".

(MARÍA empieza a cantar los primeros versos del recitativo de Lady Macbeth. Le salen como una cosa rota. En pedazos. Una voz en ruinas. Es un momento terrible)

MARÍA: "Ambizioso spirito tu sei Macbetto..." continúa, tu eres la alumna aquí, no yo. ¿Y ves, lo importante que es la utilería?

SHARON: Casi no miró la carta.

MARÍA: Se la sabe de memoria. La ha leído una y otra vez. Es mi opción. No la de Verdi, no la de Shakespeare. La de Callas. ¿Crees poder hacerlo ahora?

SHARON: Como usted, no.

MARÍA: No quiero que lo hagas como yo. Quiero que lo hagas como Verdi.

SHARON: ¿Con música?

MARÍA: Sí, con música. Esto no es una obra de teatro.

(El PIANISTA empieza a tocar y SHARON recita a la vez que MARÍA la dirige y la va persuadiendo)

SHARON: "Ambizioso spirito tu sei Macbetto"

MARÍA: Hay dos "tes" en Macbetto. Quiero oírlas.

SHARON: "Mac...

MARÍA: No repitas. ¡Continúa!

SHARON: "Alla grandezza aneli, ma sarai tu malvagio "

MARÍA: "Puedes ser grande, pero, ¿Serás malvado?" ¡Ah, ahí está la incógnita! ¡No te detengas, no te detengas!

SHARON: "Pien di misfatti e il calle della potenza e mal per luí che il piede dubiíoso vi pone e retrocede!"

MARÍA: Él es débil. Ella lo sabe. ¡Ella debe ser fuerte por los dos!

SHARON: ¿E1 aria?

MARÍA: ¡Sí, ni se te ocurra detenerte! ¡Eres Lady Macbeth!

(El PIANISTA sigue y toca la introducción del aria misma mientras MARÍA rodea a SHARON, trabajando con ella)

MARÍA: Usa esta introducción para centrarte. ¿Por qué estás moviendo la mano? Nunca muevas la mano a menos que la sigas con el corazón y con el alma.

SI IARON: Y ¿Cómo voy a saber cuándo moverla?

MARÍA: El compositor te lo indica. Está ahí en la música. ¡Ahora!

SHARON: "Vieni! l'affretta! accendere"

MARÍA: Muerde esas palabras. Escúpelas.

SHARON: "Ti vo' quel freddo core!"

MARÍA: Déjate ir. ¿Para quién te lo guardas?

SHARON: "L 'audace impresa a compiere
io ti daro valore, io ti daro valore,
daro valore;"

MARÍA: Ella le va a dar güevos. Lo siento, pero eso es lo que está diciendo.

SHARON: "Di Scozia a te, te promettono"

MARÍA: La melodía se expande aquí. Deja que te penetre.

SHARON: "Le profetesse il trono"

MARÍA: El trono de Escocia le ha sido prometido ¿Qué está esperando?

SHARON: "Che tardi? Accetta il dono,
ascendivi a regnar.
Ascendivi a regnar,
accetta, accetta il dono..."

MARÍA: ¡Esto es sumamente importante para ti! ¡Me dan ganas de sacudirte, Sharon!

SHARON: "Ascendivi a regnar.
Che tardi?"

MARÍA: ¿Qué esperas? Acepta el regalo. Toma lo que te estoy dando.

SHARON: "Che tardi? Accetta il dono,
ascendi, ascendi,
ascendivi a regnar. "

MARÍA: Asciende al trono. Asciende y toma tu lugar en éste mundo.

SHARON: "Che tardi? Accetta il dono,
ascendivi a regnar.
Che tardi?
Accetta il dono, ascendivi a regnar.
Che tardi? Che tardi?"

MARÍA: Esto no es sólo una ópera. Esto es tu vida.

SHARON: "Ah
ascendivi a regnar."

MARÍA: Sigue, sigue.

(Termina la música del aria)

SHARON: ¿La cabaletta?

MARÍA: Sí, ¡La cabaletta! ¿Por qué siempre te quieres detener? Aquí es donde todo cambia. La situación dramática, el tempo. Un aria sin cabaletta, es como sexo sin orgasmo. No es mi intención hablar vulgarmente, pero a veces hasta nosotros los artistas nos tenemos que hundir en el Iodo para ascender a las estrellas. ¿Eh? ¿Tengo razón?. Entonces, ¿Qué pasa aquí? Apúrate, se te está acabando la energía.

SHARON: Alguien entra y entonces...

MARÍA: No es alguien. Nadie es alguien.

SHARON: Un sirviente.

MARÍA: ¡Ahora sí!

SHARON: Le dice que esa misma noche el Rey, ¡Duncan!, llegará al castillo de Macbeth.

MARÍA: ¿Macbeth viene con él?

SHARON: ¡Sí!

MARÍA: ¿Y eso cómo hace que se sienta?

SHARON: ¿Feliz?

MARÍA: No me mires buscando las respuestas, Sharon. Dime, muéstrame. Vite, vite!

SHARON: Muy feliz.

MARÍA: ¿Feliz, cómo? ¿Feliz de amor? ¿Feliz de Navidad?

SHARON: ¡Feliz de asesinar!

MARÍA: ¡Ah! ¿Y qué va a hacer?

SHARON: ¡Va a cantar una cabaletta!

MARÍA: ¡Va a matar al Rey! ¿Sabes lo que eso significa?

SHARON: Sí, es terrible.

MARÍA: ¡No para ella! ¿Crees que las mujeres pueden tener güevos, Sharon?

SHARON: Algunas mujeres. ¡Sí, claro!

MARÍA: Verdi te está retando para que nos muestres los tuyos, Sharon. ¿Los mostrarás?

SHARON: ¡Sí!

MARÍA: Andiamo.

(El PIANISTA toca el puente entre el aria y la cabaletta. MARÍA se "convierte" en el sirviente que le trae noticias a Lady Macbeth de la llegada del Rey Duncan)

MARÍA: La música aquí es ridícula. Ignórala.

PIANISTA: "Al cader della sera il Re qui giunge. "

SHARON: "Che di? Macbetto e seco?"

PIANISTA: "Ei l'accompagna. La muova, o donna, e certa"

SHARON: "Trovi accoglienza. guale un Re si merta."

MARÍA: Espera a que se vaya. No te quites la máscara. Es difícil. Pero esto es lo que has estado esperando. ¡Adelante!

SHARON: "Duncano."

MARÍA: Usa las palabras. "Duncano".

SHARON: Perdón.

MARÍA: Despacio, que llevo prisa. Otra vez, Sharon, por favor. (voltea a ver su reloj)

SHARON: "Duncano sara qui... "

MARÍA: No puede creer lo que escucha.

SHARON: "Qui..."

MARÍA: ¿Cuándo? ¿Qué tan pronto? Antes de que revientes.

SHARON: "Qui la notte?"

MARÍA: ¡Ésta noche! Es ahora o nunca. Está enloqueciendo. Todo está en la música. Escucha esas disonancias. No actúes, escucha. Todo está siempre en la música, Sharon. No me pidas ayuda. Escucha a Verdi, escucha a Shakespeare.

SHARON: "Or tutu sorgete, -ministri infernali,
che al sangue incorate-
spingete i mortali!
Che al sangue incorate mortali!
Tu notte en avvolgi-
si tenebra iminola"

MARÍA: ¿Hay algo por lo que matarías, Sharon?

SHARON: No lo creo.

MARÍA: Un hombre, una carrera.

SHARON: Pues no se me había ocurrido.

MARÍA: Tienes que escuchar algo en la profundidad de tu ser para cantar esta música tan difícil. Cuando yo canté Mcdea, sentía las piedras de Epidauro bajo la madera del escenario de La Scala. Estaba parada donde Medea, Electra, Clitcmncstra estuvieron. Había una línea directa de mí, al compositor a Eurípides y a la misma Medea. Ellas existieron de verdad. Medea, Lady Macbeth. ¿Acaso no lo crees? ¿Eh? ¿Esto es pura fantasía para ti?

SHARON: Realmente nunca lo había pensado.

MARÍA: Porque eres joven. Ya lo pensarás. A su tiempo. Y sabrás cuánto sufrimiento le espera a una mujer.

SHARON: Pero cuando cantó por primera vez a Lady Macbeth y a Mcdea, usted era joven.

MARÍA: Yo nunca fui joven. No me podía dar ese lujo. No sí quería llegar a donde llegué. En fin. Basta. Regresaste, tuviste Mut. Eso es algo. ¿Conoces esa palabra alemana? Significa valor. Yo lo viví cuando canté Fidelio para los alemanes durante la ocupación, en la guerra. Fue en el teatro Herod Atticus en Atenas. Tenía dieciocho años. Necesitaba mucho Mut ese día. Mut! Es una buena palabra, ¿No crees? Mut. No hay muchas cosas alemanas que me gusten, pero me gusta el Mut. De nuevo.

SHARON: ¿Quiere que lo haga otra vez?

MARÍA: ¡Sí! Adelante. Y eso es para todos ustedes: no existen los atajos en el arte, no hay caminos fáciles. Gsto no es la vida, en donde abundan. Nadie llega al centro del escenario como por arte de magia. Siempre hay primero una entrada y después una salida. El arte se trata de ese tránsito. Sólo hay disciplina, técnica y Mut. El resto es kaka, pipi, popo. Lo siento, pero así es. ¿Eh? (Escucha a alguien del público) Me preguntaron algo sobre el genio, la inspiración. Bueno, claro. Sin ellos, no somos nada. Cuando mucho seríamos como Milanov. No se burlen. Fue una gran voz, pero, ¿Una artista? No lo creo. ¿Estás lista allá atrás? (Al PIANISTA) ¿Cómo se llama?

PIANISTA: Sharon.

MARÍA: ¿Estás lista Sharon?

SHARON (en off): Eso creo.

MARÍA: No creas, no esperes, haz. Mut, Sharon, Mut. Todos tienen la vista puesta en ti. (Al público) Nótese que no dije el oído. (A SHARON) Bien, Sharon. Ésta vez no te voy a interrumpir. (Al PIANISTA) Per piacere, maestro Manny.

(El PIANISTA comienza la introducción al aria de entrada de Lady Macbeth)

MARÍA: ¿Alguien sabe qué hora es? Tengo una cita en el salón de belleza después de la clase. Nunca me arreglan bien el cabello en ésta ciudad. ¡Sssh! Luego me dicen. Eccola!

(SHARON entra con una carta de utilería y vuelve a empezar la escena. En unos instantes MARÍA está ya recitando las palabras con ella)

MARÍA: ¡Ah, ah! ¡Cuidado! Mejor. No me mires. Estás sola ahora.

MARÍA Y SHARON: "Nel di della vittoria io le incontrai...
stupito io n 'era per le udite cose;
quando i nunzi del Re mi salutato
sir De Candore;
vaticinio uscito dalle veggenti stesse
che predissero un serio al capo mio.
Racchiudi in cor questo segreto.
Addio."

SHARON: "Ambizioso spirito tu sei
Macbetto... alla grandezza anelli
ma sarai tu malvagio?"

(SHARON continúa pero ya no la oímos. Hay un cambio de luces y oímos una orquesta tocando la turbulenta introducción a la "Escena de la carta" de Macbeth. Es una grabación en vivo, de 1952)

MARÍA: ¡Ésta música infernal! Ven, lléname de tu malevolencia. Déjame ser ella. Ese sonido del telón que se abre. El polvo del escenario. No lo vayas a respirar. Me ven. "¿Quién es ésta griega gorda de la que nunca habíamos oído hablar, haciendo su debut en nuestro templo de templos?" ¡Ah! El silencio. Es hora. Comienza.

(Ésta vez MARÍA lee la carta junto con su propia voz en la grabación)

MARÍA Y GRABACIÓN: "Nel di della vittoria io le incontrai...
stupito io n 'era per le udite cose;
Quando i nunzi del Re me salutaro
sir De Candore;
vaticinio uscito dalle veggenti stresse
che predissero un serio al capo mio.
Racchiudi in cor questo segreto.
Addio.

MARÍA: Están esperando que cantes.

GRABACIÓN: "Ambizioso spirito
tu sei Macbetto..."

MARÍA: Esa soy yo. Esa voz.

GRABACIÓN: "Alla grandezza anelli
ma sarai tu malvaggio?"

MARÍA: ¡Sí, me atrevo a elevarme a las alturas! Mi vida entera me ha conducido a éste momento.

GRABACIÓN: "Pien di misfatti e il calle della potenza.
e mal per lui che il piede dubitoso vi pone,
e retrocede!"

MARÍA: Un debut en La Scala. Con el maestro De Sabata, ni más ni menos. Una buena nota de pecho, esa. Ahora el primer do sobreagudo. Están impresionados. Esperen. Aún no han escuchado nada.

(La orquesta toca la introducción al aria misma)

MARÍA: ¡Ah, Verdi! ¡Ah, Shakespeare! Ah, mi propia ambición.

(Ha comenzado el aria, a partir de éste momento, MARÍA la escuchará ocasionalmente, la comentará pero a veces ni siquiera estará consciente de ella)

MARÍA: Mi vestuario es tan pesado. Apenas me puedo mover. Han hecho que me vea tan gorda.
"Pero la signorina es... ¿Cómo decirlo?... Amplia. No podemos hacer milagros, no somos magos."
Risitas malvadas entre manitas caídas.
"La signorina es la signora Meneghini, mi esposa, y le mostrarán cortesía y respeto. Háganle otro traje y me mandan la cuenta."
"Gracias, Battista."
"Eres mi esposa, María. Te adoro."
Ya puedo respirar otra vez. ¡Tal vez ahora triunfaré!
"Podría ser su padre."
"Con un cuerpo como ese ¿Quién más la puede querer? Debería sentirse afortunada."
"¡Pero que voz!"
"No puedes cogerte a una voz."
Ya sé lo que están diciendo. No me importa. Sé lo que quiero y después de ésta noche lo voy a conseguir. ¡No han escuchado nada como esto desde Malibran! En menos de un año me he convertido en la reina de La Scala. Eso cuenta. La Divina. Imagínense ser llamada La Divina. Yo soy La Divina. ¡Escuchen eso! He vencido, Battista, ya soy alguien.
"¿Por que no puedes decir que me amas, María?"
No me preguntes eso. No en éste momento. Tengo que dar una función. ¿Dónde está mi lápiz de cejas? Alguien se lo robó. Todos están celosos. Quieren verme fracasar. Se llevan mi maquillaje. Rompen mis trajes. ¿Dónde está mi rouge? Todo está en desorden. Ahora no, Battista. No soporto verte en mi camerino, allí parado, siempre atrás de mí preguntándome si te amo. Conseguiste lo que querías: una mujer famosa. Yo conseguí lo que quería. Ésta noche y todas las noches salgo a cantar. Cuando canto no soy gorda. No soy fea. No soy la esposa de un viejo. Soy Callas. Soy La Divina. Soy todo lo que he querido ser. Así que no me hables de amor cuando me miras por el espejo, Battista. El amor puede esperar.
Dime, ¿Está lleno el teatro? ¿Ya se disculpó el tenor? Me dijo vaca. ¿Ya pagaste la claque, Battista? Tenemos trabajo que hacer, esposo: Lady Macbeth, Norma, Lucía, Tosca. Hemos hecho un pacto tan maldito como el de Macbeth y su Lady.
He adelgazado. Mírame. Todos dicen que soy otra Audrey Hepburn. Me he convertido en una mujer bella, Battista. Me gusta ser bella. Hubo treinta y siete telones hoy. Dicen que un estudiante se aventó del palco por amor a mí, pero no se mató. "Entonces no me quería de verdad" le dije a los reporteros y reí para los fotógrafos. ¡Me reí!
No soporto que me mires así. Es peor aquí, cuando estamos solos, que en el teatro. Quiero que duermas en tu cuarto. Eres un viejo. Tan sólo pensar en dormir contigo me da asco. ¡Espera! Sin embargo te quiero. No como esperabas, lo sé. Tampoco como yo esperaba. Pensé que esto bastaría. ¿Por qué me miras así? Sabes lo que te voy a decir. Ya salió en todos los periódicos. Claro que se casará conmigo. Lo siento, Battista. Nunca quise hacerte daño.
Se lo dije, Ari. Creo que le rompí el corazón. Debemos ser muy felices juntos, tu y yo, para haber causado tanto dolor. Ahora me doy cuenta: todos éstos años cantando, perfeccionando mi voz para que pudiera expresar todo lo que siento, eran para ti. Mi canción de amor era para ti, Ari, todas esas grandes melodías apasionadas, Bellini, Verdi, Donizetti. ¡Mi canto de sirena para un hombre al que ni siquiera le gusta la ópera! Si lo ves así resulta cómico. Una gran bailarina que baila para un hombre ciego. ¡Soy tan feliz! Éste momento justifica toda mi vida. Te tengo noticias, Ari, las mejores noticias del mundo. Voy a tener un hijo tuyo. No, un hijo nuestro, un niño. No te insultaría dándote una niña. Y lo llamaremos Odiseo, como el más grande de los héroes griegos, como tu; y porque recorrió el mundo durante el mayor tiempo, como yo, hasta volver a su hogar para encontrar el amor.
No, no necesito a tu hijo para sentirme mujer. Soy una mujer. No necesito nada. Algunos piensan que tampoco te necesito a ti. Quiero un hijo. Un hijo. Te amo. ¿Ves? Ya lo dije.
No me pidas que haga eso. ¿Por qué me pides algo así? ¿Que quieres decir, que cambiaste de parecer? No soy una mujer joven. Tal vez ésta sea mi única oportunidad. Dejaré todo, hasta mi carrera, todo lo que he conseguido con mi trabajo, pero no esto.

Entonces no te cases conmigo. No lo haré. No me puedes obligar. ¡No permitiré que me obligues!
¡No me dejes! ¡He estado sola toda mi vida, hasta ahora!
Hijo, nunca te veré, ni te amamantaré, ni te diré cuanto te quiero, perdóname.
Ya lo hice, Ari. ¿Y ahora qué?
¿Cantar? ¿Me estás diciendo que cante? ¿Que cante qué? ¿"Stormy Weather"? ¿Cantar dónde? ¿En la calle? ¡Estoy perdiendo la voz! ¿Qué no lees los periódicos? Sigo haciéndolo por puro valor. Siempre lo hice. Eso es lo que estoy perdiendo, no la voz.
Me corrieron de La Scala. Como si me importara, te tengo a ti.
(Se arrodilla)
Cásate conmigo, Ari. Tu canario te pide que te cases con ella. (Abre los brazos)
"Ho dalo tutto a te"

(El aria de Macbeth ha terminado. Oímos los aplausos del público. SHARON canta el último verso del aria "No... no... no...")

SHARON: ¿Madame Callas?

MARÍA: ¡Sssh! Escucha, están aplaudiendo. Nunca te muevas durante los aplausos. Los acorta.

SHARON: Nadie estaba aplaudiendo. Usted les dijo que no lo hicieran.

MARÍA: Nunca le diría eso a nadie, ma chére. La peor parte de ser maestra es que te malentiendan. Vivimos de los aplausos. A veces son lo único que tenemos. ¿Te sentiste mejor ésta vez, si?

SHARON: No lo sé ¿Usted qué opina?

MARÍA: Creo que tienes una linda voz.

SHARON: Gracias.

MARÍA: Creo que también tienes algo de carácter.

SHARON: Gracias.

MARÍA: Te deseo suerte.

SHARON: Gracias.

MARÍA: Pero creo que deberías cantar algo más apropiado para tus limitaciones. Mimi o Micaela tal vez... Pero Lady Macbeth, Norma. No lo creo. Estos papeles requieren de algo más. Algo. ¿Cómo decirlo? Algo especial. Algo que no puede ser enseñado ni copiado, ni siquiera discutido. Genialidad. Inspiración. Un don divino. Una recompensa por todo lo demás.

(SHARON rompe a llorar)

MARÍA: ¿Qué fue lo que dije? A esto me refería. Mut ¡Coraggio! ¡Se necesita más que una linda voz para construir una carrera!

SHARON: Ojalá yo nunca hubiera hecho esto. Usted no me cae bien. Ya no puede cantar y tiene envidia de cualquier joven que sí puede. Sólo quiere que cantemos como usted, peligrosamente, y que perda'mos la voz en diez años como le pasó a usted. Pues yo no lo haré. No quiero. No quiero cantar como usted. Odio a la gente como usted. Quiere que el mundo sea peligroso para todos, sólo porque lo fue para usted.

(Se va. Hay un silencio incómodo)

MARÍA: Bueno. Po, po, po! Creo que aquí lo dejamos. La señorita Graham pensó que yo quería que cantara como María Callas. Nadie puede cantar como María Callas. Estoy muy molesta. Me lastimó. Por extraño que les parezca a nlgunos de ustedes, yo también tengo sentimientos. En fin. Esa es otra historia. Etcétera, etcétera ¿Eh? Tal vez toda ésta historia de enseñar fue un error. Gracias Manny. Eso será todo.

(Sale el PIANISTA)

MARÍA: Si les parecí dura, es porque también he sido dura conmigo misma. No tengo facilidad de palabra, pero he tratado de llegarles. De comunicarles parte de lo que siento acerca de lo que hacemos como artistas, como músicos y como seres humanos. El sol no va a dejar de salir si no hay más Traviatas. El mundo puede, y va a seguir, sin nosotros; pero yo necesito creer que hemos hecho de éste mundo un lugar mejor. Que lo hemos dejado más rico, más sabio de lo que hubiera sido si no hubiéramos vivido para el arte. Mientras más envejezco, menos sé, pero estoy convencida de que lo que hacemos importa. Si no lo creyera... Hay que saber lo que uñó quiere hacer en la vida, hay que decidirse, porque no se puede hacer todo. No crean que cantar es una carrera fácil. Es el trabajo de toda una vida; no se acaba aquí. Qué importa si sigo o no cantando. Además, todo está ahí, en mis grabaciones. Lo que importa es que utilicen con sabiduría lo que han aprendido.  Piensen en el sentido de las palabras, en una buena dicción, y en sus propios sentimientos más profundos. El único agradecimiento que les pido es que canten bien y con honestidad. Si lo hacen, me sentiré recompensada. Bueno, eso es todo.

FIN







9/6/16

Diario de un loco Nikolai Gogol




Diario de un loco




Nikolai Gogol




3 de octubre 

   Hoy ha tenido lugar un acontecimiento extraordinario. Me levanté bastante tarde, y cuando Marva me trajo las botas relucientes, le pregunté la hora. Al enterarme de que eran las diez pasadas, me apresuré a vestirme. Reconozco que de buena gana no hubiera ido a la oficina, al pensar en la cara tan larga que me iba a poner el jefe de la sección. Ya desde hace tiempo me viene diciendo: "Pero, amigo, ¿qué barullo tienes en la cabeza? Ya no es la primera vez que te precipitas como un loco y enredas el asunto de tal forma que ni el mismo demonio sería capaz de ponerlo en orden. Ni siquiera pones mayúsculas al encabezar los documentos, te olvidas de la fecha y del número. ¡Habráse visto!..." 
   ¡Ah! ¡Condenado jefe! Con toda seguridad que me tiene envidia por estar yo en el despacho del director, sacando punta a las plumas de su excelencia. En una palabra, no hubiera ido a la oficina a no ser porque esperaba sacarle a ese judío de cajero un anticipo sobre mi sueldo. ¡También ése es un caso! ¡Antes de adelantarme algún dinero sobrevendrá el Juicio Final! ¡Jesús, qué hombre! Ya puede uno asegurarle que se encuentra en la miseria y rogarle y amenazarle; es lo mismo: no dará ni un solo centavo. Y, sin embargo, en su casa, hasta la cocinera le da bofetadas. Eso todo el mundo lo sabe. 
   No comprendo qué ventajas se tiene al trabajar en un departamento ministerial. Ni siquiera dispone uno de recursos. Pero no sucede así en la Administración Provincial, ni en el Ministerio de Hacienda, ni en el Tribunal Civil. Allí ves a un empleado cualquiera sentado humildemente en un rincón escribiendo. Lleva un frac gastado y su aspecto es tal que ni siquiera merece que se le escupa encima. Sin embargo, fíjate en la villa que alquila durante el verano. No se te ocurra regalarle una taza de porcelana dorada, pues te dirá que eso es digno de un médico. Él se conforma tan sólo con un coche de lujo o unos drojkas o una piel de visón de 300 rublos. Y, no obstante, por su aspecto parece tan modesto, y al hablar es tan fino. Te pide, por ejemplo, que le prestes la navaja para sacar punta a su pluma, y si te descuidas un poco, te despluma de tal forma, que ni siquiera te deja la camisa. 
   Pero reconozco que nuestra oficina es diferente, y en toda ella reinan una limpieza de conducta y una honradez tales, que ni por soñación puede haberlas en la Administración Provincial. Además, todos los jefes se tratan de usted. Confieso que, a no ser por la honradez y el buen tono de mi oficina, hace ya mucho tiempo que hubiera dejado el departamento ministerial. 
   Me puse el viejo capote y cogí el paraguas, pues llovía a cántaros. En la calle no había nadie. Sólo tropecé con mujeres de pueblo que se arropaban con los faldones de sus abrigos, comerciantes que caminaban resguardándose de la lluvia bajo sus paraguas, y cocheros. Gente bien no se veía por ningún sitio, a excepción de nuestra modesta persona, que caminaba bajo la lluvia. En cuanto la vi en un cruce, pensé en seguida: "¡Eh, amiguito! Tú no vas a la oficina. Tú estás dispuesto a seguir a ésa que va delante de ti y cuyas piernas estás mirando. ¡Qué locuras son ésas! La verdad es que eres peor que un oficial. Basta con que pase cualquier modistilla para que te dejes engatusar". 
   Precisamente en el momento en que estaba pensando esto vi cómo una carroza se detenía ante un almacén junto al que yo me encontraba. En seguida reconocí la carroza: era la de nuestro director. Me supuse que debería de ser de su hija, pues él no tenía por qué ir a estas horas a un almacén. El lacayo abrió la portezuela, y la joven saltó del coche, como un pajarito. Echó unas miradas en torno suyo, y al alzar sus ojos sentí que mi corazón quedaba herido... ¡Dios mío, estoy perdido! ¡Estoy perdido irremediablemente! 
   Y ¿por qué habrá salido ella con este mal tiempo? Después de esto nadie se atrevería a decir que las mujeres no se vuelven locas por los trapos. 
   Ella no me reconoció y yo procuré ocultarme y pasar inadvertido, pues llevaba un capote muy manchado y cuyo corte, además, estaba pasado de moda. Ahora se llevan las capas con cuellos muy largos, y el mío era muy corto; además, el paño de mi capote distaba mucho de ser elegante. Su perrita no tuvo tiempo de entrar y se quedó en la calle. Yo la conozco, se llama Medji. No había transcurrido ni un minuto, cuando oí de repente una vocecilla que decía: 
   —¡Hola, Medji! 
   Vaya. ¿Quién será el que habla? Miré y vi a dos señoras que caminaban debajo de un paraguas. Una de ellas era ya anciana; la otra, muy jovencita. Pero ellas ya habían pasado, y nuevamente volví a oír la misma voz a mi lado. 
   —¡Debería darte vergüenza, Medji! 
   ¡Qué diablos! Vi que Medji estaba olfateando el perro que iba con las dos señoras. "¡Vaya! ¿No estaré borracho? —pensé para mis adentros—. ¡Menos mal que esto no me ocurre a menudo!" 
   —No, Fidele; estás equivocado. Yo estuve... Hau, hau... Yo estuve muy enferma. 
   ¡Vaya con la perrita! Confieso que me quedé muy sorprendido al oírle hablar como una persona; pero después de reflexionarlo bien, no hallé en ello nada extraño. En efecto, en el mundo se dan muchos ejemplos de la misma índole. Cuentan que en Inglaterra emergió un pez y dijo dos palabras en un idioma extraño, tan raro, que desde hace dos o tres años los sabios hacen investigaciones acerca de él y aún no han logrado clasificarlo. También leí en los periódicos que dos vacas entraron en una tienda y pidieron medio kilo de té. Pero reconozco que me quedé aún mucho más sorprendido al oírle decir a Medji: 
   —¡Es verdad que te escribí, Fidele! Seguramente Polkan no te llevaría la carta. 
   Aunque me juegue el sueldo, apostaría que nunca se ha dado el caso de un perro que escriba. Sólo los nobles pueden escribir. Claro que también algunos comerciantes, oficinistas y, a veces, hasta la gente del pueblo sabe escribir un poco; pero lo hace de un modo mecánico, sin poner ni comas, ni puntos, y, claro está, sin ningún estilo. 
   Esto me dejó muy sorprendido. He de confesar que desde hace algún tiempo a veces oigo y veo unas cosas que nadie vio ni oyó jamás. 
   "Voy a seguir a esta perrita, y así me enteraré de quién es y de lo que piensa", resolví para mí. Abrí el paraguas y me puse a seguir a las dos señoras. Cruzamos la calle Gorojovaia y nos dirigimos a la calle Meschanskaia, y desde allí a la de Stoliar, y, finalmente, llegamos al puente de Kokuchkin, deteniéndonos ante una casa de grandes dimensiones. "Conozco esta casa —pensé para mí—: es la de Zverkov. ¡Un verdadero hormiguero! Pues sí que viven allí pocos cocineros y viajantes. En cuanto a los empleados, abundan como chinches. Allí vive un amigo mío que toca muy bien la trompeta." 
   Las señoras subieron al quinto piso. "Bueno —pensé— ahora me voy a ir, pero antes he de fijarme bien en el sitio, para aprovecharlo en la primera ocasión que se me presente." 

4 de octubre 
   Hoy es miércoles, y por eso estuve en el despacho de nuestro director. Vine a propósito un poco antes. Me senté y me puse a sacar punta a todas las plumas. Nuestro director debe de ser un hombre muy inteligente; tiene el despacho lleno de armarios con libros. Leí los títulos de algunos libros, y todos son científicos; así que ni por soñación son asequibles a nosotros, los empleados; además, todos están o en francés o en alemán. Cuando se mira a nuestro director, le sorprende a uno por su aspecto imponente y por la seriedad que refleja toda su persona. Todavía no he oído nunca que haya dicho una palabra de más. Sólo cuando se le entregan los documentos suele preguntar: 
   —¿Qué tiempo hace fuera? 
   —Hace mucha humedad, excelencia. 
   La verdad es que las personas, como nosotros, no se pueden comparar con él. Es lo que se dice un verdadero hombre de Estado. He notado, sin embargo, que me tiene especial cariño. ¡Ah, si su hija...! ¡No, eso es una canallada! ... Me entretuve leyendo La Abeja. ¡Qué gente tan estúpida son los franceses! ¿Qué es lo que pretenden? ¡De buena gana los hubiera cogido a todos y les hubiera dado una buena paliza! 
   Allí también leí la descripción de un baile hecha por un terrateniente de la provincia de Kurck. Los terratenientes de Kurck suelen escribir muy bien. Después me di cuenta de que eran ya las doce y media y que nuestro director aún no había salido de su dormitorio. Pero a eso de la una y media tuvo lugar un acontecimiento que ninguna pluma sería capaz de relatar. Se abrió la puerta, yo me levanté de un salto con los papeles en la mano, pensando que sería el director; pero cuál fue mi sorpresa cuando vi que era ella. ¡Jesús, cómo iba vestida! Llevaba un traje blanco y vaporoso como un cisne. ¡Y qué vaporoso! Y al alzar los ojos creí que me alcanzaban los rayos del sol. Me saludó y dijo con una voz semejante a la de un canario: 
   —¿No ha venido papá? 
   "Excelencia —quise decirle—, ¿quiere usted castigarme? Pues si tal es su deseo, que lo haga su excelencia con su propia manita." Pero ¡qué demonios! La lengua se me trabó; así es que sólo pude decir: 
   —No, no estuvo. 
   Ella me echó una mirada y miró también los libros y... dejó caer su pañuelo. Yo me precipité en seguida para recogerlo, pero resbalé sobre ese maldito entarimado y poco me faltó para caerme; sin embargo, logré conservar el equilibrio y alcancé el pañuelo. ¡Señor, qué pañuelo! Era de batista finísima. 
   Ella me dio las gracias y sus labios esbozaron una sonrisa un tanto irónica; luego se fue. Yo me quedé una hora hasta que el criado vino y me dijo: 
   —Márchese a casa, Aksenti Ivanovich. El señor ya salió. 
   No puedo soportar a los criados; siempre están tumbados en el vestíbulo, y ni por casualidad le saludan a uno. Y no sólo eso, sino que un día, a una de estas bestias se le ocurrió ofrecerme un poco de tabaco sin levantarse de su sitio. ¡Como si no supiera el muy tonto que yo soy un funcionario de familia noble! No obstante, cogí yo mismo mi sombrero y mi capote y me los puse, pues sería inútil esperar ayuda de esa gente. Salí a la calle. Al llegar a casa me pasé un buen rato tumbado en la cama. Después copié unos versos muy bonitos: 


¡Mi almita! En tu ausencia, una hora, 

un año completo parece pasado sin ti. 
¡Odiosa es la vida, ya solo, señora! 
Por eso yo pienso: "Si tú no vinieses, mejor es morir" 


   Deben de ser de Pushkin. Por la tarde, arropándome bien con mi capote, fui a casa de su excelencia, en donde estuve esperando para ver si la veía salir al subir en coche; pero ella no salió. 


6 de noviembre 
   El jefe de personal me ha puesto fuera de mí. Hoy, cuando llegué a la oficina, me hizo llamar y me dijo lo siguiente: 
   —Pero dime: ¿qué es lo que estás haciendo? 
   —¡Cómo! Yo no hago nada —le respondí. 
   —Bueno. Reflexiona un poco. Ya has pasado de los cuarenta; me parece que es hora de que te vuelvas un poco más inteligente. ¿Crees acaso que no estoy enterado de todas tus andanzas? ¡Sé muy bien que andas detrás de la hija del director! Pero, hombre, ¡mírate al espejo! ¡Piensa en lo que eres! ¡No eres más que un cero, que es menos que nada! ¡Si no tienes ni un centavo! Pero ¡mírate..., mírate la cara en el espejo! ¡Cómo puedes tú pensar en esas cosas! 
   ¡Demonios! ¿Qué se habrá creído él? Si tiene cara de bola de billar con cuatro pelos en la cabeza que se unta de pomada y lleva rizados que es una irrisión. Y se cree que a él todo le está permitido. Ya comprendo por qué está furioso: es que me tiene envidia. Seguramente habrá visto que soy objeto de sus marcadas preferencias. ¡Pero ya puede decir cuanto quiera, que me tiene sin cuidado! ¡Pues tampoco tiene tanta importancia un consejero de la Corte! ¡Por llevar una cadena de oro en su reloj y encargarse unas botas de 30 rublos se cree alguien! ¡Que se vaya al diablo! ¿Acaso se cree que soy hijo de un plebeyo o de un sastre o de un sargento? Soy noble. También yo puedo llegar a obtener el mismo cargo que él. Sólo tengo cuarenta y dos años, que en realidad es la edad cuando precisamente se empieza a trabajar. ¡Espera, amigo: también yo llegaré a ser coronel, y con la ayuda de Dios quizás algo más! También yo gozaré de una reputación mejor que la tuya. ¿Qué te crees, que en el mundo no hay hombre más formal que tú? Espera un poco: cuando yo tenga un frac cortado a la moda y una corbata como la tuya, entonces no me llegarás ni a la punta de los zapatos. Lo malo es que no dispongo de medios.

8 de noviembre 
   Estuve en el teatro. Ponían Filatka, el tonto ruso. Me reí mucho. Daban también un vaudeville con unos cuplés muy graciosos sobre los jueces, particularmente uno que se refería a un consejero de registro, y que era tan fuerte, que me extrañó que lo hubiera dejado pasar la censura. En cuanto a los comerciantes se decía que abiertamente engañaban al pueblo, y que sus hijos armaban unas juergas terribles y se esforzaban por llegar a ser nobles. También había un cuplé muy gracioso sobre los periodistas y la pasión que tienen de criticarlo todo; de modo que los autores de hoy en día escriben unas piezas muy entretenidas. A mí me gusta mucho ir al teatro. En cuanto tengo algún dinero en el bolsillo no puedo contenerme y voy. Pero entre nosotros los empleados hay muchos que no van, aunque se les regale el billete. También cantó muy bien una artista. Me acordé de aquello..., ¡bueno, es una canallada!...; así es que no digo nada... 

9 de noviembre 
   A las ocho fui a la oficina. El jefe de la sección hizo así como si no reparara en mí y en que había llegado. Yo también hice como si entre nosotros nada hubiera ocurrido. Me entretuve ojeando los anuncios y luego comparándolos. Salí a las cuatro y pasé delante del piso del director, pero no vi a nadie. Después de comer estuve casi todo el tiempo echado en la cama. 

11 de noviembre 
   Hoy estuve en el despacho de nuestro director y saqué punta a veinticuatro plumas de su excelencia y a cuatro de su hija. A él le gusta y encanta que haya muchas plumas. ¡Ah, qué cerebro el suyo! Siempre está callado, pero su cabeza debe de estar siempre reflexionando. Me hubiera gustado saber en qué suele pensar y qué es lo que encierra aquella cabeza. Me interesaría observar de cerca la vida de estos señores, conocer todas las intimidades y las intrigas de la Corte, saber cómo piensan y lo que suelen hacer entre ellos. Muchas veces pensé entablar conversación con su excelencia, pero el caso es que mi lengua se niega a obedecerme. Sólo consigue pronunciar: "Afuera hace frío o calor", y de allí no pasa. Me hubiera gustado echar una mirada al salón cuya puerta a veces está abierta, y también a las otras habitaciones. ¡Qué lujo y qué riqueza hay allí! ¡Qué espejos y qué porcelanas! ¡Cuánto me alegraría echar una mirada a aquella parte del piso donde se encuentra la hija de su excelencia! ¡Ah, esto sí que me gustaría!... Estar allí en el tocador, donde hay todos esos tarritos y cajitas, esas flores tan delicadas que da miedo tocarlas; ver su vestido, más ligero que el aire, por allí tirado. Me encantaría ver su dormitorio... Debe de ser un sueño, un verdadero paraíso de ésos que ni en el cielo existen. Si pudiera ver el taburetito sobre el cual pone el pie al levantarse de la cama y cómo se pone una media blanca como la nieve sobre aquella pierna... ¡Ay, Señor!... No. Mejor es que me calle y no diga nada... 
   Sin embargo, hoy parece ser que el cielo me ha iluminado, pues de repente me acordé de la conversación que oí en el Nevski a los dos perros. "Está bien —pensé para mis adentros— ahora lo averiguaré todo. Es preciso que intercepte la correspondencia de estos dos perros, pues ella me procurará muchos datos." He de confesar que una vez llamé a Medji y le dije: 
   —Escúchame, Medji: ahora estamos solos; si quieres, hasta puedo cerrar la puerta para que nadie nos vea. Anda, cuéntame todo lo que sepas sobre tu señorita: dime cómo es, y yo te juro que no se lo diré a nadie. 
   Pero la muy tuna encogió el rabo entre las patas y se escabulló silenciosamente por la puerta como si no hubiera oído nada. Sospeché desde hace tiempo que los perros son mucho más inteligentes que las personas, y que incluso pueden hablar; sólo que son bastante tercos. El perro es un verdadero político: todo lo nota, no se le escapa ni un paso del hombre. Mañana sin falta he de ir a casa de Zverkov. Interrogaré a Fidele, y si puedo, le cogeré todas las cartas que le escribe Medji. 

12 de noviembre 
   Al día siguiente salí a las dos, con la firme intención de ver a Fidele y de interrogarla. El olor a repollo que sale de todas las tiendas de la calle Meschanskaia me pone enfermo, y además, las alcantarillas de las casas tienen un olor tal, que no tuve más remedio que taparme la nariz con el pañuelo y echar a correr. Aquí es imposible pasear, pues toda esa gente que trabaja en oficios llena la calle de humo y hollín. 
   Al tocar la campanilla, vino a abrirme una joven bastante mona, con la cara salpicada de pecas; era la misma que acompañaba a la anciana. Se ruborizó un poco al verme, y yo comprendí en seguida que ansiaba tener novio. 
   —¿Qué desea? —me preguntó. 
   —Necesito hablar con su perrita —le respondí. La joven era tonta y yo lo noté en seguida. Mientras tanto, la perrita se precipitó ladrando; yo quise cogerla, pero la muy bribona por poco no me muerde la nariz. Pero yo ya había visto su nido o camita, y era justamente lo que buscaba. Me acerqué a él y revolví la paja que había en un cajón; con sumo placer vi un paquete con pequeños papelitos. Esa maldita, al ver lo que hacía, me mordió primero en la pantorrilla, y después, al darse cuenta de que yo cogía los papeles, empezó a ladrar con ademán de acariciarme; pero yo le dije: "No, guapa; no hay nada que hacer". Me parece que la joven debió de tomarme por un loco, pues se asustó terriblemente. Al llegar a casa quise ponerme en seguida a descifrar esos papeles, porque no veo muy bien a la luz de las velas. Pero a Marva se le ocurrió fregar el suelo. Estas estúpidas finlandesas siempre son de lo más inoportunas. Así es que no me quedó otro remedio que el de ponerme a pasear reflexionando sobre lo ocurrido. Ahora, por fin, iba a enterarme de todo; las cartas me lo revelarían todo. Los perros son muy inteligentes y no ignoran todas las relaciones íntimas; por eso seguramente en ellas hallaré la descripción del marido y de sus asuntos. De seguro que encontraré allí algo referente a ella... ¡No, más vale callarse! Al atardecer llegué a casa y estuve la mayor parte del tiempo acostado en la cama. 

13 de noviembre 
   Bueno; vamos a ver. La carta parece bastante clara; sin embargo, la letra pone en evidencia al perro. 
   Leamos: 
   "Querida Fidele: Aún no puedo acostumbrarme a un nombre tan mezquino como el tuyo. ¡Como si no hubieran podido ponerte otro mejor! Fidele, Rosa, todos esos nombres son de un cursi subido. Pero dejemos esto a un lado. Estoy muy contento de que se nos haya ocurrido entrar en correspondencia..." 
   La carta estaba redactada muy correctamente en cuanto a la puntuación y ortografía. Ni nuestro jefe de sección sería capaz de hacer otro tanto, aunque asegura haber estado estudiando en una universidad. Veamos más adelante: 
   "Me parece que uno de los mayores placeres en el mundo está en cambiar pensamientos, impresiones y sentimientos con los demás..." 
   ¡Bueno! Éste es un pensamiento cogido de una obra traducida del alemán y cuyo título no recuerdo ahora. 
   "Lo digo por experiencia, aunque no haya corrido mucho mundo, pues no he pasado la verja de nuestra casa. Pero ¿acaso mi vida no transcurre felizmente? Mi señorita Sofía, así la llama papá, me quiere con locura..." 
   ¡No está mal! ¡No está mal! ¡Pero callémonos!... 
   "Papá también me acaricia a menudo. Además me dan café con nata. ¡Ah, ma chère!7 He de decirte que no encuentro nada en los grandes huesos, bien pelados, que come Polkan en la cocina. Los huesos sólo son buenos cuando provienen de alguna cacería y a condición de que no hayan chupado ya el tuétano. También está muy bien mezclar algunas salsas, pero sin verduras ni especias. Pero no hay cosa peor que esa costumbre que tiene la gente de dar a los perros migas de pan hechas bolitas. Siempre, durante las comidas, algún señor empieza a triturar las migas de pan con sus manos, que Dios sabe qué porquerías habrán tocado antes, y te llama después para meterte entre los dientes esa dichosa bolita. Rechazarlo resultaría descortés; así es que no tienes más remedio que comértela a pesar del asco que te infunde..." 
   ¡Voto a mil diablos, qué tontería! ¡Como si no hubiera nada mejor sobre qué escribir! Veamos si en la otra carilla hay algo más interesante. 
   "Me place mucho informarte de todo cuanto ocurre en nuestra casa. Creo que ya te hablé del señor más importante de la casa, al cual Sofía llama papá. Es un hombre muy raro..." 
   ¡Ah, por fin! Ya sabía yo que los perros tienen opiniones políticas sobre todas las cosas. Veamos lo que dice sobre papá... 
   "...Un hombre muy raro. Permanece la mayoría del tiempo callado. Rara vez habla; pero la semana pasada hablaba sin cesar consigo mismo. No hacía más que preguntarse: '¿Lo recibiré o no?' Cogía un papel en una mano, mientras la otra permanecía vacía, y volvía a repetir: '¿Lo recibiré o no?' Una vez hasta se dirigió a mí con la siguiente pregunta: 'Tú qué crees, Medji, ¿lo recibiré o no?' Yo no pude comprender lo que quería decirme con eso; sólo olfateé su zapato y me fui. Una semana después, ma chère, papá estaba loco de alegría. Toda la mañana recibió visitas de unos señores vestidos de uniforme que le felicitaron por algo. Durante la comida estuvo tan alegre como nunca le viera; no paraba de contar chistes. Después de comer, me levantó en sus brazos y me acercó a su cuello, diciéndome: '¡Mira, Medji, lo que llevo!' Yo vi sólo una cinta, la olfateé, pero no hallé en ella ni el menor aroma; finalmente, la lamí con cuidado, estaba algo salada." 
   ¡Bueno! Me parece que este perro es un poco demasiado atrevido. Haría falta darle una buena paliza. ¡Así, pues, nuestro hombre es ambicioso! Habrá que tenerlo en cuenta. 
   "Adiós, ma chère. Me marcho corriendo... Mañana acabaré la carta. 
   "¡Hola, otra vez estoy contigo! Hoy, con Sofía, mi señorita..." 
   ¡Ah, veamos lo que pasa con Sofía! ¡Es una canallada! Bueno, no importa, no importa; vamos a continuar... 
   "...Sofía, mi señorita, estuvo todo el día sumamente agitada. Se preparaba a asistir a un baile, y yo me alegré, pues aprovecharía su ausencia para escribirte. Mi Sofía está siempre muy contenta cuando va a un baile, aunque mientras se arregla siempre está enfadada. No logro comprender, ma chère, el placer que encuentra la gente yendo a un baile. Sofía vuelve a casa a las seis de la mañana. Y siempre veo, por su aspecto cansado y su cara pálida, que a la pobrecilla no le han dado de comer. Confieso que jamás podría vivir de este modo. Si no me dieran perdices con salsa o alas de pollo fritas, no sé lo que sería de mí. También es muy bueno un poco de salsa con kacha.8 Pero las zanahorias, las alcachofas y los nabos nunca serán buenos..." 
   Tiene un estilo irregular. En seguida se ve que esta carta no ha sido escrita por una persona. Empieza bien, pero acaba de cualquier forma. Veamos otra carta; parece demasiado larga; además, no lleva ni fecha. 
   "¡Ay, querida mía! Cómo siente una la proximidad de la primavera. Mi corazón palpita como si aguardara algo. Me zumban los oídos. Así es que a menudo tengo que levantar la pata y me apoyo y acerco a una puerta para escuchar. He de decirte que tengo muchos admiradores. A menudo los contemplo sentada en la ventana. ¡Ay, si supieras qué feos son algunos! Uno de ellos es de lo más vulgar, es un perro callejero de lo más estúpido y creído; camina por la calle dándose aires de importancia. Y cree que todos han de mirarle. Pero ¡qué va, yo ni siquiera me he fijado en él! También un dogo, de aspecto terrible, suele pararse ante mi ventana. Si se levantara sobre las patas traseras, lo que de seguro el muy tonto no sabrá hacer, le llevaría la cabeza al papá de Sofía, no obstante ser éste un hombre bastante alto y corpulento. Debe de ser de lo más insolente. Yo gruñí un poco en dirección suya; pero él, como si nada. Podría haberme hecho un guiño, pero es un bruto, no tiene modales. Se está mirando mi ventana, con sus orejas largas y su lengua al aire. ¿Y crees acaso que mi corazón permanece insensible a todas estas ofertas? No, te equivocas, ma chère... ¡Si hubieras visto a uno de mis admiradores, llamado Trésor, cuando salta la verja de la casa vecina!... ¡Ay ma chère, qué carita tiene!" 
   ¡Bah! ¡Qué asco! ¡Qué demonios! ¿Cómo es posible llenar las páginas con semejantes tonterías? Ya no quiero saber nada de perros; quiero a una persona. Sí, eso es, una persona para que pueda enriquecer el caudal de mi alma..., y en vez de ello, ¡qué es lo que encuentro! ¡Tonterías, sólo tonterías! Demos la vuelta a la página, a ver si hay algo mejor. 
   "Sofía estaba sentada junto a una mesita cosiendo; yo miraba por la ventana a los paseantes, pues me gusta mucho observarlos, cuando entró el lacayo y anunció: 
   "—El señor Teplov. 
   "—Que pase —exclamó Sofía, y se abalanzó sobre mí para besarme—. ¡Ay, Medji! ¡Si supieras quién es! Es un gentilhombre de la Cámara, moreno, con ojos negros y brillantes como el fuego. 
   "Sofía se marchó corriendo a su habitación. Un minuto después entraba el joven gentilhombre de la Cámara, que gastaba patillas. Se acercó al espejo y se atusó el cabello, luego inspeccionó la habitación. Yo dejé oír un gruñido y me senté en mi sitio. Sofía no tardó en venir y respondió alegremente a su saludo, y yo, como si no reparase en nada, continuaba mirando por la ventana, no obstante haber inclinado la cabeza en dirección a ellos para oír lo que decían. ¡Ay ma chère! ¡De qué tonterías hablaban! Hablaban de una señora que durante el baile se equivocó e hizo una figura en vez de otra; de un tal Bobov, que llevaba charretera y se parecía mucho a una cigüeña, y que por poco se cae. También contaron que una tal Lidina se imaginaba tener los ojos azules, cuando en realidad los tenía verdes, y otras tonterías por el estilo. '¡Qué diferencia tan grande hay entre el gentilhombre y Trésor!', pensé para mí. Ante todo, el gentilhombre tiene una cara ancha y completamente plana, con unas patillas alrededor, como si se las hubiera atado con un pañuelo negro. Trésor, sin embargo, tiene una carita fina y en la frente una pequeña calva blanca. ¡En cuanto al talle de Trésor, ni se le puede comparar con el de Teplov! ¡Y no hablemos ya de los ojos y de los modales! ¡Jesús, qué diferencia! ¡No sé, ma chère, lo que ha podido encontrar en su Teplov y por qué se muestra tan entusiasmada!..." 
   A mí también me parece eso un poco extraño. No puede ser que Teplov la haya seducido hasta tal punto. Veamos más adelante. 
   "Me parece que, si le gusta este gentilhombre, le ha de gustar también ese funcionario que está en el despacho de papá. ¡Ay ma chère, si vieras qué feo es! Se parece a una tortuga vestida con un saco... 
   "¿Quién será este funcionario?... Tiene un apellido rarísimo. Siempre está sentado sacando punta a las plumas. Su pelo es como el heno y papá lo manda siempre en lugar del criado..." 
   Me parece que esta perra maldita hace alusiones sobre mí. ¡Pero qué voy a tener yo el pelo como el heno! 
   "Sofía no puede por menos que reírse cada vez que le ve..." 
   ¡Mientes, perra maldita! ¡Habráse visto qué lengua de víbora! ¡Como si yo no supiera que todo ello es pura envidia! Acaso se figura que ignoro que son cosas del jefe de sección. Ya sé que me tiene un odio feroz y que hace cuanto está en sus manos para fastidiarme. Pero voy a mirar otra carta. Puede que encuentre allí la clave de todo. 
   "Mi querida Fidele, perdóname por no haberte escrito en tanto tiempo, pero es que estaba completamente hechizada. Ha dicho un escritor que el amor es una segunda vida, y esto es muy exacto. Además, en casa han sucedido grandes cambios. El gentilhombre viene ahora todos los días, y Sofía está perdidamente enamorada de él. Papá está muy contento. Hasta le oí decir a Gregorio, que es el que nos barre el suelo y que casi siempre habla consigo mismo solo, que pronto habrá boda, porque papá quiere casar a Sofía, o con un general, o con un gentilhombre de Cámara, o con un coronel..." 
   ¡Qué diablos! No puedo seguir leyendo... Todo lo mejor ha de ser siempre, o para un gentilhombre de Cámara o para un general. ¡Parece que has encontrado un pobre tesoro y crees que podrás conseguirlo, pero te lo arrebata un general o un gentilhombre de Cámara! ¡Qué demonios! Quisiera ser general, no para obtener su mano y las demás cosas, sino para ver con qué consideración iban a tratarme y cuántos miramientos me dedicarían. Después podría decirles en pleno rostro que me importaban un bledo. 
   ¡Demonios, qué pena! Rompí en mil pedazos las cartas de la estúpida perra. 

3 de noviembre 
   No puede ser. Es mentira. ¡La boda no se efectuará! ¡Qué más da que sea un gentilhombre de Cámara! Esto no es más que un cargo de dignidad, no es ninguna cosa visible que se pueda coger con las manos. Por ser él un gentilhombre de Cámara no le va a salir otro ojo en la frente ni va a tener una nariz de oro, sino que la tiene igual que yo y que todos los demás mortales; pero no come ni tose con ella, sino que huele y estornuda como todos. Ya en diversas ocasiones quise averiguar de dónde provenían semejantes diferencias. ¿Por qué he de ser yo un consejero titular y con qué motivo? Puede que yo sea algún conde o algún general, y que sólo así paso por un consejero titular. Quizás ignore yo mismo quién soy. ¡Cuántos ejemplos hay en la historia! Se ha dado el caso de que un sencillo villano, no digamos ya un noble, o un vulgar campesino de repente descubre que es todo un personaje e incluso, a veces, un rey. ¡Y si un sencillo mujik llega a estas alturas, qué será entonces de un noble! Si por ejemplo, de repente entrase yo vestido con el uniforme de general, llevando una charretera en el hombro derecho y otra en el izquierdo, y con una cinta azul en el pecho, ¿qué pasaría entonces? ¿Qué diría mi hermosa ninfa? ¿Se opondría su papá, nuestro director? ¡Oh! Él es muy vanidoso. Es un masón, no cabe duda de que es masón, aunque aparente ser tan pronto una cosa como otra. Pero yo en seguida me di cuenta de que era masón, y si le tiende la mano a uno, sólo le da los dos dedos. ¿Acaso no puedo ser nombrado ahora mismo general, gobernador o intendente, o recibir cualquier cargo importante? ¿Me gustaría saber por qué soy consejero titular? ¿Sí, por qué he de ser precisamente consejero titular? 


5 de diciembre 

   Hoy estuve toda la mañana leyendo periódicos. ¡Qué cosas tan raras suceden en España! ¡Hasta me fue imposible comprenderlo del todo! Se dice que el trono se halla vacante y que los altos dignatarios están en una situación muy difícil respecto a la elección del heredero, y que de allí proviene la indignación general. Esto me parece sumamente extraño. ¿Cómo puede estar el trono vacante? Dicen también que cierta doña ha de subir al trono. Pero una doña no puede subir al trono, eso es imposible, pues el trono debe ser ocupado por un rey. Pero dicen que no hay rey, mas es inadmisible que no haya un rey. Un Estado no puede estar sin un rey. Este debe de existir, pero seguramente está de incógnito. A lo mejor, se encuentra allí mismo; pero por razones de índole familiar o por temor a las potencias vecinas, como Francia y los demás países, se ve obligado a esconderse. También puede ser por otros motivos. 

8 de diciembre
   Ya estaba dispuesto a ir a la oficina, pero me detuvieron diferentes motivos y en particular mis reflexiones. No puedo dejar de pensar en los asuntos de España. ¿Cómo puede ser que una doña sea reina? No lo permitirían. Inglaterra, sobre todo, no lo permitiría, y, además, los asuntos políticos de toda Europa. También se opondrán a ello el emperador de Austria y nuestro zar... Confieso que estos acontecimientos obraron con tanta fuerza sobre mí, que fui incapaz de hacer nada durante todo el día. Marva me hizo observar que durante la comida estuve muy agitado. En efecto, al parecer, dejé caer dos platos al suelo, que se hicieron añicos; tan distraído me hallaba. Después de comer, salí; pero no pude sacar nada en limpio. Después, estuve la mayor parte del tiempo tumbado en la cama, reflexionando sobre los asuntos de España. 

Año 2000, 3 de abril 
   ¡Hoy es un gran día! ¡En España hay un rey! ¡Por fin ha sido encontrado! Y este rey soy yo. Reconozco que al parecer me ha iluminado un rayo. No comprendo cómo pude pensar e imaginarme que era un consejero titular. ¿Cómo pudo ocurrírseme una idea tan loca? Menos mal que entonces no se le antojó a nadie meterme en una casa de locos. Ahora me ha sido revelado todo, ahora lo veo todo con claridad. Antes no comprendía, antes diríase que todo lo que veía estaba sumido en la niebla. Todo esto sucede, creo yo, porque la gente se imagina que el cerebro de una persona está en su cabeza; pero no es así, es el viento quien lo trae del mar Caspio. Primero declaré a Marva quién era yo. Al enterarse de que se hallaba ante el rey de España, alzó los brazos al cielo y por poco se muere del susto. Ella es tonta y jamás habrá visto al rey de España. Sin embargo, procuré calmarla y le aseguré con palabras indulgentes que estaba lleno de benevolencia para con ella y que no le guardaba rencor por haberme limpiado mal los zapatos algunas veces. Hace falta tener en cuenta que la pobre forma parte del pueblo y que no se le puede hablar de temas elevados. Se asustó porque está convencida de que todos los reyes de España son como Felipe II. Pero yo le expliqué que entre Felipe II y yo no había el menor parecido, y que yo no tenía capuchinos. No fui a la oficina. ¡Que se vaya al diablo! ¡No¡ ya no me cogeréis más, amigos! ¡Se acabó, ya no copiaré más vuestros odiosos documentos! 



86 de marzo 

Entre el día y la noche. 
   Hoy vino a verme el ejecutor con el propósito de que fuera a la oficina, pues hacía más de tres semanas que no aparecía por allí. Yo fui a la oficina por pura broma. El jefe de sección pensaba seguramente que yo iba a saludarle y pedirle excusas; pero yo sólo le eché una mirada indiferente, que no era ni demasiado colérica ni demasiado familiar o benévola. Miré a todos esos bribones que estaban en la cancillería, y pensé: "¿Qué pasaría si supierais quién está entre vosotros?..." ¡Dios mío! ¡Qué jaleo se armaría! El jefe de la sección en persona vendría a saludarme, haciéndome un profundo saludo, igual que hace ahora con nuestro director. Pusieron delante de mí unos documentos para que hiciera un resumen de ellos. Pero yo ni siquiera moví un dedo. Unos cuantos minutos después todos se hallaban sumamente agitados; al parecer, iba a venir el director. Muchos empleados se precipitarían a su encuentro. Pero yo no me moví de mi sitio. Cuando el director pasó por nuestra sección, todos se abrocharon el frac; mas yo no hice nada. ¡Venía el director! Bueno, ¿y qué? ¡Jamás iba a levantarme delante de él! ¡Qué era un director! (¡Era un corcho y no un director! Un corcho de lo más corriente y nada más.) Uno de esos corchos con los que se tapan las botellas. Lo que más me hizo gracia fue cuando me trajeron un documento para que lo firmase. Ellos se figuraban que iba a firmar humildemente en el bajo de la página, pero yo escribí en el sitio principal, allí donde firma el director, Fernando VIII. Hacía falta ver qué silencio tan religioso reinó en la sala. Yo sólo hice un ademán con la mano y dije: "No son necesarios juramentos de fidelidad". Después de lo cual salí. Me fui directamente al piso del director, que no estaba en casa. El criado no quería dejarme pasar; pero yo le dije unas cuantas palabras, y su efecto fue tal, que se quedó helado con los brazos caídos. Me dirigí sin cavilar al gabinete. La hallé sentada ante el espejo. Al entrar yo, dio un salto atrás. Yo, sin embargo, no le dije que era el rey de España; sólo le declaré que la esperaba una felicidad tal, que ni siquiera podía imaginársela, y que, a pesar de todas las intrigas de nuestros enemigos, estaríamos juntos. No quise decirle más, y salí. ¡Oh, qué ser más pérfido es la mujer! Sólo ahora he comprendido lo que son las mujeres. Hasta ahora nadie sabía de quién estaba enamorada la mujer. Yo fui el primero en descubrirlo. La mujer está enamorada del demonio. Sí, y esto no es ninguna broma. Los fisiólogos escriben tonterías acerca de ella; pero ella sólo ama al demonio. Mire, desde el palco pasea sus gemelos. ¿Cree usted que mira a ese señor gordo con una condecoración? Nada de eso, mira al demonio que tiene detrás de su espalda. ¡Mírele, se ha escondido en la condecoración! ¡Mire ahora cómo le hace señas con el dedo! Y ella se casará con él. 
   Sí, se casará. Y todos esos funcionarios padres de familia, todos esos que se insinúan en todos los sitios procurando introducirse en la Corte, y dicen que son patriotas y esto y aquello, todos esos patriotas no aspiran más que a conseguir arrendamientos. Serían, por dinero, capaces de vender a su madre, a su padre e incluso a Dios. 
   Todo esto no es más que vanidad, y eso se explica, porque debajo de la lengua hay una pequeña ampolla, y dentro de ella, un gusanillo del tamaño de un alfiler, y todo esto lo hace cierto barbero que vive en la calle Gorojovaia. No me acuerdo cómo se llama; pero todo el mundo sabe que quiere predicar el mahometismo por el mundo entero, junto con una comadrona. Por eso dicen que en Francia la mayoría de las personas se convierten al mahometismo. 
Cierta fecha 
   El día era sin fecha. Me paseé de incógnito por el Nevski. Pasó el coche del zar, y toda la gente se quitó el sombrero; yo también lo hice y me comporté como si no fuera rey de España. Encontré poco adecuado descubrir mi personalidad, así, delante de todos. Ante todo, he de presentarme en la Corte. Lo único que me retiene hasta ahora es que no tengo ningún traje de rey. Si por lo menos pudiera conseguir algún manto... Pensé encargárselo al sastre; pero esta gente es tan burra, y, además, no cuidan de su trabajo desde que se han dedicado a los asuntos, y se están la mayoría del tiempo en la calle. Decidí hacer el manto de mi nuevo uniforme de gala, que sólo me puse dos veces; pero temiendo que estos granujas fueran a estropeármelo, resolví hacerlo yo mismo. Cerré la puerta de mi cuarto para que nadie me viera, y emprendí la labor. Lo desarmé todo con ayuda de las tijeras, pues su corte ha de ser totalmente distinto. 




No me acuerdo de la fecha ni tampoco del mes. El diablo sabrá qué mes era. 


   El manto ya está acabado. Marva dio un grito cuando me lo vio puesto. Sin embargo, no me atrevo aún a presentarme en la Corte. Hasta ahora no ha llegado la diputación de España. Y sin la diputación resultaría incorrecto. Rebajaría con ello mi dignidad. La estoy esperando a cada momento. 


Día 1º 

   Me extraña que los diputados tarden tanto. ¿Qué motivos pudieron retenerlos? ¿Acaso Francia? Sí, es el reino más desfavorable a todo. Fui a Correos para informarme de si habían llegado los diputados españoles. Pero el empleado de allí es completamente estúpido y no sabe nada. Sólo me dijo: "No; aquí no hay ningún diputado español; pero si quiere mandar una carta, puede hacerlo y nosotros la certificaremos según la tarifa indicada". ¡Voto a mil diablos! ¡Quién habla de cartas! Eso son tonterías. Las cartas sólo las escriben los farmacéuticos... 


Madrid, 30 de febrero 

   Y heme aquí en España. Esto ha sucedido con tanta rapidez, que apenas si puedo volver de mi asombro. Esta mañana se presentaron en casa los diputados españoles, y yo me fui con ellos en una carroza. Me extrañó la extraordinaria rapidez del viaje, íbamos con tanta velocidad, que en menos de media hora llegamos a la frontera de España. Claro está que ahora en toda Europa los caminos de hierro colado son muy buenos y el servicio de barcos está muy organizado. ¡Qué país tan extraño es España! Al entrar en la primera habitación, vi a muchas personas con el pelo cortado al rape, y en seguida me figuré que debían de ser dominicos o capuchinos, pues tienen el hábito de afeitarse la cabeza. El comportamiento del canciller de Estado conmigo me pareció de lo más extraño: me llevó de la mano y me condujo a un cuarto, a cuyo interior me empujó, diciéndome: 
   —Quédate aquí. Y si persistes en pasar por Fernando, ya te quitaré yo las ganas de seguir haciéndolo. 
   Pero yo sabía que esto no era más que una prueba, y protesté enérgicamente, lo que me valió por parte del canciller dos golpes en la espalda. Fueron tan dolorosos, que me faltó poco para gritar; pero me contuve al pensar que esto era sólo una costumbre caballeresca que siempre tenía lugar en los grandes acontecimientos, ya que en España se conservaban aún las tradiciones caballerescas. Al quedarme solo decidí ocuparme de los asuntos de Estado. Descubrí que la China y España eran el mismo país, y que sólo por ignorancia se consideran como estados diferentes. Aconsejo a todo el mundo que escriba en un papel la palabra España, y verá como sale China. 
   Pero me está disgustando sumamente un acontecimiento que tendrá lugar mañana. Mañana, a las siete, se producirá un fenómeno terrible. La Tierra va a sentarse sobre la Luna. Acerca de esto ha escrito el célebre químico inglés Wellington. Confieso que sentí cómo mi corazón empezaba a latir de inquietud al pensar en la delicadeza y falta de resistencia de la Luna. Todos sabemos que la Luna se fabrica generalmente en Hamburgo, y, además, muy mal. Me sorprende cómo Inglaterra no presta atención a ello. La fabrica un tonelero cojo, y es evidente que el muy tonto no tiene el menor conocimiento de la Luna. Ha puesto una cuerda de alquitrán y el resto es de aceite de madera, y por eso huele tan mal por toda la Tierra, de tal forma que tiene uno que taparse las narices. Pero la Luna es un globo tan delicado, que es imposible que la gente viva allí, y ahora sólo viven las narices. Ésta es la razón por la cual no podemos ver nuestras narices, ya que todas están en la Luna. Al pensar que la Tierra, materia pesada y potente, iba a sentarse sobre la Luna, y al imaginarme el tormento que sufrirían nuestras narices, se apoderó de mí una inquietud tal, que me puse los calcetines y me calcé en el acto para correr a la sala del Consejo de Estado y dar órdenes, con el fin de que la policía no permitiese a la Tierra sentarse sobre la Luna. Los numerosos capuchinos que hallé en la sala del Consejo de Estado eran personas muy inteligentes, y cuando les dije: "Caballeros, salvemos a la Luna, porque la Tierra quiere sentarse encima de ella", todos en el acto se precipitaron para cumplir mi real deseo. Algunos treparon por las paredes con el fin de alcanzar la Luna; pero en aquel momento entró el gran canciller. Al verle, todos echaron a correr y yo, como rey, me quedé solo. Pero, con gran sorpresa por mi parte, me golpeó con un palo y me echó a mi cuarto. Tal es el poder de las costumbres populares y tradicionales en España. 



Enero del mismo año, que tuvo lugar después de febrero 

   Hasta ahora no puedo comprender qué país tan raro es España. Las costumbres populares y el ceremonial de la Corte son completamente extraordinarios. No comprendo, decididamente no comprendo nada. Hoy me han afeitado la cabeza, a pesar de que grité como un condenado, diciendo que no quería ser un monje. Pero ya soy incapaz de recordar lo que me pasó cuando empezaron a verterme agua fría sobre la cabeza. ¡Jamás experimenté un infierno semejante! Estaba a punto de volverme rabioso, y apenas pudieron retenerme. No comprendo el significado de esta extraña costumbre. ¡Es una costumbre estúpida, absurda! Me niego a comprender la insensatez de los reyes, que hasta ahora no han sabido deshacerse de estas costumbres. A juzgar por todo, me figuro que habré caído en manos de la Inquisición, y seguramente aquel a quien tomé por el canciller no es más que el gran inquisidor. Pero lo único que aún no logro comprender es cómo un rey puede someterse a la Inquisición. Claro que de esto pueden tener la culpa Francia y Polignac. ¡Ah, este Polignac! ¡Qué bestia! ¡Juró oponerse a mí hasta la muerte! Y por eso me persiguen todo el tiempo; pero ya sé, amigo mío, que obras bajo la presión de Inglaterra. Los ingleses son unos grandes políticos que siempre se insinúan en todos los sitios. Y sabe el mundo entero que cuando Inglaterra aspira rapé, Francia estornuda. 


Día 25 

   Hoy el gran inquisidor vino a mi habitación. Pero yo, en cuanto oí sus pasos desde lejos, me escondí debajo de la silla. Él, al ver que no estaba empezó a llamarme. Al principio gritó: 
   —¡Poprischew! 
   Yo permanecí callado. 
   Después dijo: 
   —¡Aksanti Ivanovich, consejero titular, noble! 
   Pero yo permanecía callado. 
   —¡Fernando VIII, rey de España! 
   Yo quise sacar la cabeza, pero pensé: "No, amigo, ya no me engañas. Otra vez me vas a echar agua fría sobre la cabeza". Pero debió de verme, y me hizo salir con su palo de debajo de la silla. ¡Qué daño hace ese maldito palo! Sin embargo, fui recompensado de todo con el hallazgo que hice hoy. Descubrí que cada gallo tiene una España y que la lleva debajo de las plumas. Pero el gran inquisidor se fue muy enfadado, amenazándome con terribles castigos. Yo no hice caso de su ira impotente, ya que obra sólo como una máquina, como un instrumento en mano de los ingleses. 


Día 34 de febrero de 343 

   ¡No! ya no tengo fuerzas para aguantar más! ¡Dios mío!, ¿qué es lo que están haciendo conmigo? Me echan agua sobre la cabeza. No me hacen caso, no me miran ni me escuchan. ¿Qué les he hecho yo, Señor? ¿Por qué me atormentan? ¿Qué es lo que esperan de mí? ¡Ay, infeliz de mí! ¿Qué les puedo dar yo? Yo no tengo nada. No tengo fuerzas, no puedo aguantar más todos los martirios que me hacen. Tengo la cabeza ardiendo, y todo da vueltas en torno mío. ¡Sálvenme, llévenme de aquí! ¡Que me den una troika con caballos veloces! ¡Siéntate, cochero, para llevarme lejos de este mundo! ¡Más lejos, más lejos, para que no se vea nada!... ¡Cómo ondea el cielo delante de mí! A lo lejos centelleaba una estrella, el bosque de árboles sombríos desfila ante mis ojos, y por encima de él asoma la luna nueva. Bajo mis pies se extiende una niebla azul oscura; oigo una cuerda que sueña en la niebla; de un lado está el mar, y del otro, Italia; allí, a lo lejos, se ven las chozas rusas. ¿Quizá sea mi casa la que sé vislumbra allá a lo lejos? ¿Es mi madre la que está sentada a la ventana? ¡Madrecita, salva a tu pobre hijo! ¡Vierte unas cuantas lágrimas sobre su cabeza enferma! ¡Mira cómo le martirizan! ¡Ampara en tu pecho a tu pobre huérfano! En el mundo no hay sitio para él. ¡Lo persiguen! ¡Madrecita, ten piedad de tu niño enfermo!... ¡Ah! ¿Sabe usted que el bey de Argel tiene un bulto debajo de la nariz? 





Fin