25/3/15

MAETERLINCK interior

INTERIOR

de Maurice MAETERLINCK

PERSONAJES
EN EL JARDÍN
el anciano.
el forastero.
marta y maría. (Nietas del anciano.)
un aldeano.
la multitud.

EN LA CASA
Personajes que no hablan:
el padre.
la madre.
las dos hijas.
el niño.

ACTO   ÚNICO
Jardín antiguo, plantado de sauces. En el fondo, una casa cuyas tres ventanas del piso bajo están iluminadas. Se ve con bastante claridad una familia que vela a la luz de la lámpara. El padre está sentado junto a la lumbre. La madre, con un codo apoyado en la mesa, mira al vacío. Dos jóvenes vestidas de blanco bordan, sueñan y sonríen en la tranquilidad de la estancia. Un niño dormita con la cabeza apoyada sobre el hombro izquierdo de la madre. Parece que cuando alguno de ellos se levanta, anda o hace un gesto, sus movimientos son graves, lentos, breves y como espiritualizados por la distancia, la luz y el velo indeciso de la ventana. El anciano y el forastero entran con precaución en el jardín.

el anciano. —Ya estamos en la parte del jardín que se extiende detrás de la casa. Aquí no vienen nunca. Las puertas están al otro lado. Están cerradas y las persianas también. Pero por este lado no hay persianas y he visto luz... Sí; están velando todavía a la luz de la lámpara. Por fortuna no nos han oído; la madre y las jóvenes acaso hubieran salido, y entonces ¿qué habríamos debido hacer?...
el forastero. — Qué vamos a hacer ahora?
el anciano. —Antes quisiera ver si están todos en la sala. Sí. Veo al padre sentado junto a la lumbre. Está esperando con las manos sobre las rodillas... La madre apoya los codos en la mesa.
el forastero. —Nos mira...
el anciano. —No; no sabe lo que mira; no pestañea. No puede vernos; estamos en la sombra de los grandes árboles. Pero no os acerquéis más... Las dos hermanas de la muerta están también en la habitación. Bordan despacio; el niño pequeño se ha dormido. Son las nueve en el reloj que está en el rincón... No sospechan nada y no hablan.
el forastero. —¿Y si intentamos llamar la atención del padre y hacerle alguna seña? Ha vuelto la cabeza hacia este lado. ¿Queréis que llame a una de las ventanas? Es preciso que alguno de ellos lo sepa antes que los demás...
el anciano. —No sé cuál elegir... Hay que tomar grandes precauciones... El padre es viejo y enfermizo... La madre, también, y las hermanas son demasiado jóvenes... Y todos la querían como ya no querrán a nadie... Nunca he visto casa más feliz... No, no. No os acerquéis a la ventana: eso sería lo peor de todo... Vale más anunciárselo lo más sencillamente posible, como si fuera un acontecimiento corriente, y no aparecer demasiado tristes; si no, su dolor quiere sobrepujar al vuestro y no sabéis qué decir... Vamos al otro lado del jardín. Llamaremos a la puerta y entraremos como si no hubiese sucedido nada. Yo entraré primero; no les sorprenderá verme; vengo algunas veces de noche a traerles flores o fruta y a pasar algunas horas con ellos.
el forastero. —¿Para qué necesito acompañaros? Id solo; esperaré a que me llaméis... No me han visto nunca... No soy más que uno que pasa, un forastero...
el anciano. —Vale más no estar solo. Cuando se lleva una desgracia, si no se lleva solo, es menos clara y menos pesada... Al llegar aquí venía pensando en ello... Si entro solo, tendré que hablar desde el primer momento, lo sabrán todo en algunas palabras y ya no tendré nada que decir; y me da miedo el silencio que sigue a las últimas palabras que anuncian una desgracia... Entonces es cuando el corazón se desgarra... Si entramos juntos, les diréis, por ejemplo: “La han encontrado así... Flotaba sobre el río y tenía las manos juntas...”
el forastero. —No tenía las manos juntas; los brazos le colgaban a lo largo del cuerpo.
el anciano. —Ya veis como habla uno a pesar suyo... La desgracia se pierde en los detalles... Si entrara solo, a las primeras palabras, conociéndolos yo como los conozco, sería espantoso y Dios sabe lo que sucedería... Pero si hablamos por turno, estarán escuchándonos y no pensarán en considerar la mala noticia... No olvidéis que la madre estará allí y que su vida depende de tan poca cosa... Más vale que la primera ola se rompa sobre algunas palabras inútiles... Es preciso hablar un poco en derredor de la desgracia, y que no estén solos. El más indiferente sobrelleva sin saberlo parte del dolor... Así se divide, sin ruido y sin esfuerzo, como el aire y la luz...
el forastero. —Vuestras ropas están empapadas y gotean sobre las losas.
el anciano. —Sólo ha entrado en el agua la orla de mi manto. Parece que tenéis frío. Tenéis el pecho cubierto de tierra... No lo había notado en el camino con la oscuridad...
el forastero. —Yo he entrado en el agua hasta la cintura.
el anciano. —¿Hacía mucho tiempo que la habíais encontrado cuando yo llegué?
el forastero. —Apenas un instante. Iba yo hacia la aldea; ya era tarde y oscurecía. Iba andando con los ojos fijos en el río, porque estaba más claro que el camino, cuando vi una cosa extraña a dos pasos de un cañaveral... Me acerco y veo su cabellera, que se había levantado casi en círculo por encima de su cabeza y que iba dando vueltas siguiendo la corriente... (En la habitación las dos jóvenes vuelven la cabeza hacia la ventana.)
el anciano. —¿Habéis visto la cabellera de las dos hermanas temblar sobre sus hombros?
el forastero. —Han vuelto la cabeza hacia nuestro lado... No han hecho más que volver la cabeza. Acaso he hablado demasiado fuerte... (Las dos jóvenes vuelven a colocarse en su primera postura.) ... pero ya no miran... He entrado en el agua hasta la cintura y he podido alcanzarla con la mano y traerla sin esfuerzo hasta la orilla... Era tan hermosa como sus hermanas...
el anciano. —Acaso era más hermosa... No sé por qué, he perdido todo el valor...
el forastero. —¿De qué valor habláis? Hemos hecho todo lo que puede hacer un hombre... Estaba muerta desde hacía más de una hora...
el anciano. —¡Vivía esta mañana!... La encontré al salir de la iglesia... Me dijo que se iba a ver a su abuela a la otra orilla de ese río donde la habéis encontrado... No sabía cuándo me volvería a ver... Sin duda ha estado a punto de pedirme algo; después no se ha atrevido, y se ha separado de mí bruscamente... Pero ahora lo recuerdo... ¡Y no vi nada!... Sonreía, como sonríen los que quieren callarse o los que tienen miedo de que no se les comprenda... Parecía que esperaba con pena... casi no me miraba...
el forastero. —Unos campesinos me han dicho que la han visto vagar sola hasta la noche por la orilla... Creían que estaba buscando flores... Puede que su muerte...
el anciano. —No se sabe... ¿Se sabe nunca algo?... Acaso era de las que no quieren decir nada, y cada uno lleva en sí mismo más de una razón para no vivir... No vemos dentro del alma como vemos en esa habitación. Todas son así... No dicen más que cosas indiferentes, y nadie sospecha nada... Vivimos meses y meses al lado de alguien que ya no es de este mundo y cuya alma ya no puede inclinarse; le respondemos sin pensar en ello, y ved lo que sucede... Parecen muñecas inmóviles, y en su corazón suceden tantos acontecimientos... Ni ellas mismas saben lo que son... Hubiera vivido como viven las demás... Hubiera dicho hasta el día de su muerte: “Señor, Señora”, “¿Lloverá esta mañana?”; o “Vamos a almorzar; seremos trece a la mesa”; o “La fruta no ha madurado todavía”. Hablan sonriendo de las flores que se han caído, y lloran en la oscuridad... Ni un ángel vería lo que es preciso ver, y el hombre no comprende hasta después... Ayer noche estaba ahí bajo la lámpara, como sus hermanas, y si esto no hubiese sucedido, no las veríamos como hay que verlas... A mí me parece que las veo por primera vez... Hay que añadir algo a la vida ordinaria antes de poder comprenderlas... Están a nuestro lado, nuestros ojos no se apartan de ellas, y no las vemos hasta el momento en que se marchan para siempre... y, sin embargo, ¡qué alma tan extraña debió de tener!; un alma pobre, ingenua, inagotable, ¡hija mía!, si dijo lo que debe haber dicho, si ha hecho lo que debe haber hecho...
el forastero. —En este momento sonríen en silencio en la habitación.
el anciano. —Están tranquilos... No la esperaban esta noche...
el forastero. —Sonríen sin moverse... Pero el padre se pone un dedo en los labios...
el anciano. —Señalan al niño, que se ha dormido sobre el corazón de su madre...
el forastero. —No se atreven a levantar los ojos por miedo a turbar su sueño.
el anciano. —Ya no trabajan... Reina un gran silencio.
el forastero. —Han dejado caer la madeja de seda blanca...
el anciano. —Miran al niño...
el forastero. —No saben que otros los están mirando...
el anciano. —También a nosotros nos miran...
el forastero. —Han levantado los ojos...
el anciano. —Y, sin embargo, no pueden ver nada...
el forastero. —Parecen felices, y sin embargo... ¿qué sabemos?...
el anciano. —Creen estar seguros... Han cerrado la puerta, y los postigos tienen barras de hierro... Han asegurado los muros de la casa vieja; han puesto cerrojos a las tres puertas de encina... Han previsto todo lo que se puede prever...
el forastero. —Habrá que acabar por decírselo... Podría venir alguien a anunciárselo bruscamente... Había una multitud de aldeanos en la pradera donde está la muerta... Si uno de ellos llamase a la puerta...
el anciano. —Marta y María están al lado de la muerta. Los aldeanos iban a hacer unas angarillas con ramaje, y he dicho a la mayor que venga a avisarnos a toda prisa en el momento en que se pongan en marcha. Esperemos a que venga; me acompañará... No hubiéramos debido mirarlos así... Creí que no había más que llamar a la puerta, entrar sencillamente, buscar alguna frase, y decir... Pero los he visto vivir demasiado tiempo a la luz de su lámpara... (Entra maría.)
maría. —Ya vienen, abuelo.
el anciano. —¿Eres tú? ¿Dónde están?
maría. —Están al pie de las últimas colinas.
el anciano. —¿Vendrán en silencio?
maría. —Les he dicho que recen en voz baja. Marta los acompaña...
el anciano. —¿Son muchos?
maría. —Toda la aldea viene con ellos. Habían traído luces, pero les he dicho que las apaguen...
el anciano. —¿Por dónde vienen?
maría. —Por las veredas. Vienen despacio.
el anciano. —Ya es hora de...
maría. —¿Lo habéis dicho, abuelo?
el anciano. —De sobra ves que no hemos dicho nada... Siguen esperando a la luz de la lámpara... Mira, hija, mira: verás algo de la vida...
maría. —¡Oh! ¡Qué tranquilos parecen!... Diríase que los veo en sueños...
el forastero. —Tened cuidado: he visto estremecerse a las dos hermanas...
el anciano. —Se levantan...
el forastero. —Creo que se acercan a la ventana... (Una de las dos hermanas de las cuales están hablando se acerca en este momento a la primera ventana, y la otra a la tercera, y, apoyando las manos en los cristales, miran largo tiempo en la oscuridad.)
el anciano. —Nadie se acerca a la ventana de en medio...
maría. —Miran... Escuchan...
el anciano. —La mayor sonríe a lo que no ve...
el forastero. —Y la segunda tiene los ojos llenos de temores...
el anciano. —Tened cuidado; no sabemos hasta dónde se extiende el alma en derredor de los hombres... (Pausa larga. maría se apoya en el pecho del anciano y le abraza.)
maría. —¡Abuelo!...
el anciano. —¡No llores, hija!... También a nosotros nos llegará la vez... (Pausa.)
el forastero. —¡Cuánto tiempo miran!...
el anciano. —Estarían mirando cien años y no verían nada. Pobrecillas... La noche es demasiado oscura; miran aquí, y es por allí por donde llega la desgracia...
el forastero. —Afortunadamente miran hacia aquí... No sé lo que adelanta del lado de las praderas.
maría. —Creo que es la multitud... Están tan lejos que apenas se les distingue...
el forastero. —Siguen las ondulaciones del sendero... Ya reaparecen junto a un talud iluminado por la luna...
maría. —¡Oh! ¡Cuántos vienen!... Se acercaban corriendo cuando yo he pasado por el arrabal... Han dado una vuelta muy grande.
el anciano. —Llegarán, a pesar de todo; y yo también los veo... Van caminando hacia las praderas… Parecen tan pequeños que apenas se les distingue entre la hierba... Parecen niños jugando a la luz de la luna... Y si ellos los viesen, no comprenderían. Por mucho que les vuelven las espaldas, se acercan a cada paso que dan y la desgracia aumenta desde hace ya más de dos horas. No pueden impedir que aumente, y los que la traen no pueden detenerla... La desgracia manda, y es preciso que la sirvan... Tiene su fin y sigue su camino... Es infatigable y no tiene más que una idea... Es preciso que le presten sus fuerzas. Están tristes, pero vienen... Tienen compasión, pero deben adelantar...
maría. —La mayor no se ríe ya, abuelo...
el forastero. —Se alejan de las ventanas...
maría. —Abrazan a su madre...
el forastero. —La mayor ha acariciado los rizos del niño, que no se despierta...
maría. — ¡Oh! También el padre quiere que le abracen a él...
el forastero. —Ahora, silencio...
maría. —Vuelven al lado de su madre...
el forastero. —El padre sigue con la vista el gran péndulo del reloj...
maría. —Diríase que rezan sin saber lo que hacen...
el forastero. —Diríase que están escuchando a sus almas... (Pausa.)
maría. —¡Abuelo, no se lo digas esta noche!...
el anciano. —Ya ves como también pierdes el valor... Harto sabía yo que no debíamos mirar. Tengo cerca de ochenta y tres años y es la primera vez que me ha herido la vista de la vida. No sé por qué todo lo que hacen me parece tan extraño y tan nuevo... Están esperando de noche, sencillamente, a la luz de su lámpara, como hubiéramos nosotros esperado a la luz de la nuestra; y, sin embargo, creo verlos desde lo alto de otro mundo, porque sé una verdad pequeña que ellos no saben todavía. ¿Es eso, hijos míos? Decidme, ¿por qué estáis también pálidos? ¿Hay acaso otra cosa que no pueda decirse y que nos hace llorar? Yo no sabía que hubiese en la vida algo tan triste y que diese miedo a los que lo miran... Y aunque no hubiese sucedido nada, me daría miedo verlos tan tranquilos... Tienen demasiada confianza en este mundo... Están ahí separados del enemigo por pobres ventanas... Creen que no sucederá nada porque han cerrado las puertas, y no saben que siempre sucede algo en las almas y que el mundo no se acaba en las puertas de las casas... Están tan seguros de su vida menuda y no sospechan que hay otros que saben de ella más que ellos; y que yo, pobre viejo, aquí, a dos pasos de su puerta, tengo entre las manos toda su menguada felicidad y no me atrevo a abrirlas...
maría. —Tened compasión, abuelo...
el anciano. —Tenemos compasión de ellos, hija mía; pero nadie tiene compasión de nosotros.
maría. —Decídselo mañana, abuelo; decidlo cuando sea de día... No les dará tanta pena...
el anciano. —Tal vez tengas razón... Valdría más dejar todo esto en la noche. Y la luz consuela el dolor. Pero ¿qué nos dirían mañana? La desgracia hace celosos a los que la padecen; y aquellos a quienes ha herido quieren saber antes que los extraños. No quieren que se deje su desdicha en manos de los desconocidos... Parecería que les habíamos robado algo...
el forastero. —Además, ya no es tiempo; ya oigo el murmullo de las oraciones...
maría. —Están ahí... Pasan por detrás de los setos... (Entra marta.)
marta. —Aquí están, he venido guiándolos hasta aquí. Les he dicho que esperen en el camino. (Se oyen gritos de niños.) ¡Ah! Todavía están gritando los niños... Les había prohibido venir... Pero quieren ver lo que sucede, y las madres no hacen caso... Voy a decirles... No; se callan. ¿Está todo dispuesto? He traído la sortija que ella llevaba puesta... La he echado yo misma sobre la camilla. Parece que está dormida... Me ha costado mucho trabajo porque no podía arreglarle el pelo... He hecho cortar margaritas... Es triste, pero no había otras flores... ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué no estáis con ellos? (Mira a la ventana.) ¿No lloran?... No... ¿No se lo habéis dicho?
el anciano. —Marta, Marta. Hay demasiada vida en tu alma; no puedes comprender...
marta. —¿Por qué? (Después de una pausa y con tono de reproche.) No hubierais debido hacer esto, abuelo...
el anciano. —Marta, tú no sabes...
marta. —Yo soy la que voy a decírselo.
el anciano. —Estate aquí, hija mía, y mira un instante.
marta. —¡Oh! ¡Qué desgraciados son!... No pueden esperar...
el anciano. —¿Por qué?
marta. —¡No sé... pero ya no es posible!...
el anciano. —Ven aquí, hija mía...
marta. —¡Qué paciencia tienen!
el anciano. —Ven aquí, hija mía...
marta. —(Volviéndose.) ¿Dónde estáis, abuelo? Tengo tanta pena que no os veo... Yo tampoco sé qué hacer.
el anciano. —No los mires más hasta que lo sepan...
marta. —Quiero ir con vos...
el anciano. —No, Marta, quédate aquí... Siéntate al lado de tu hermana, sobre este banco viejo de piedra, al pie del muro de la casa, y no mires... Eres demasiado joven, y no podrías olvidar ya nunca... No puedes saber lo que es un rostro en el momento en que la muerte va a pasar por sus ojos... Acaso llorarán... No te vuelvas... Acaso no sucederá nada... Sobre todo, no te vuelvas si no oyes nada... No puede saberse de antemano el camino que ha de seguir el dolor... Generalmente, no hay más que unos cuantos sollozos con raíces profundas... Yo mismo no sé qué podré hacer cuando los oiga... Eso no pertenece ya a esta vida... Abrázame, hija mía, antes de que me vaya... (Un murmullo de oraciones se ha acercado gradualmente. Parte de la multitud invade el jardín. Se oye correr con pasos sordos y hablar en voz baja.)
el forastero. —(A la multitud.) Quedaos aquí... No os acerquéis a las ventanas... ¿Dónde están?
un aldeano. —¿Quiénes?
el forastero. —Los otros...  ¡los que la traen!...
el aldeano. —Llegan por la avenida que conduce a la puerta. (El anciano se aleja. marta y maría están sentadas en el banco, de espaldas a la ventana. Rumores en la multitud.)
el forastero. —¡Silencio!... No habléis. (La mayor de las dos hermanas se levanta y va a correr los cerrojos de la puerta.)
marta. — ¿Abre?
el forastero. —Al contrario, cierra. (Pausa.)
marta. —¿No ha entrado el abuelo?
el forastero. —No... Vuelven a sentarse al lado de la madre. Los otros no se mueven, y el niño sigue durmiendo... (Pausa.)
marta. —Hermana, dame la mano...
maría. —¡Marta! (Se abrazan y se dan un beso.)
el forastero. —Ya debe de haber llamado... Han levantado la cabeza todos a un tiempo... Se miran...
marta. —¡Oh! ¡Pobre hermana mía!... ¡Voy a llorar también! (Ahoga sus sollozos echándose sobre el hombro de su hermana.)
el forastero. —Debe de estar llamando todavía; el padre mira qué hora es... Se levanta.
marta. —Hermana, hermana, quiero entrar también... Ya no pueden estar solos...
maría. —¡Marta, Marta! (La detiene.)
el forastero. —El padre está en la puerta... descorre los cerrojos... Abre con prudencia...
marta. —¡Oh! No veis... el...
el forastero. —¿Qué?
marta. —Los que la traen...
el forastero—Abre un poco la puerta... No veo más que un ángulo de la pradera y el surtidor de la fuente... No suelta la puerta... Retrocede... Parece que dice: “¡Ah! ¡Sois vos...!” Levanta los brazos... Vuelve a cerrar la puerta con cuidado... Vuestro abuelo ha entrado en la habitación... (La multitud se ha acercado a la ventana. marta y maría se levantan y después se acercan también, abrazadas estrechamente. Se ve al anciano, que adelanta dentro de la sala. Las dos hermanas de la muerta se levantan; la madre se levanta también después de haber sentado al niño cuidadosamente en el sillón que acaba de dejar, de modo que, desde fuera, se vea dormir al pequeñuelo, con la cabeza un poco inclinada, en el centro de la habitación. La madre adelanta al encuentro del anciano y le alarga la mano, pero la retira antes de que él haya tenido tiempo de cogerla. Una de las dos jóvenes quiere quitar la capa al visitante, y la otra adelanta un sillón, pero el anciano hace un gesto rehusándolo. El padre sonríe con aire asombrado. El anciano mira hacia la ventana.) No se atreve a decirlo... Nos ha mirado. (Rumores en la multitud.) ¡Callad!... (El anciano, viendo caras que se acercan a la ventana, aparta rápidamente los ojos. Como una de las jóvenes sigue ofreciéndole el mismo sillón, acaba por sentarse y se pasa varias veces la mano derecha por la frente.) Se sienta... (Las demás personas que están en la sala se sientan también; mientras, el padre habla con volubilidad. Por fin el anciano abre la boca, y el sonido de su voz parece atraer la atención. Pero el padre le interrumpe. El anciano vuelve a tomar la palabra, y poco a poco los demás se van quedando inmóviles. De repente la madre se estremece y se levanta.)
marta. —¡Oh! ¡La madre va a comprender! (Se vuelve y esconde la cara entre las manos. Nuevos rumores en la multitud. Los niños lloran para que los levanten en brazos y ver también. La mayor parte de las madres obedecen.)
el forastero. —¡Silencio!.. ¡Todavía no lo ha dicho!.. (Se ve que la madre interroga al anciano con angustia. Él dice todavía unas cuantas palabras; después, bruscamente, todos los demás se levantan también y parecen interpelarle. Entonces hace con la cabeza un lento signo de afirmación.) ¡Lo ha dicho!... ¡Lo ha dicho de repente!...
voces de la multitud. —¡Lo ha dicho! ¡Lo ha dicho!...
el forastero. —No se oye nada... (El anciano se levanta también y, sin volverse, señala la puerta que está detrás de él. La madre, el padre y las dos hijas se arrojan sobre la puerta, que el padre no consigue abrir inmediatamente. El anciano quiere impedir a la madre que salga.)
voces de la multitud. —¡Salen! ¡Salen!... (Barullo en el jardín. Todos se precipitan hacia el otro lado de la casa, excepto el forastero, que permanece en las ventanas. En la sala, la puerta se abre por fin de par en par; todos salen al mismo tiempo. Se ven, bajo el cielo estrellado y a la luz de la luna, las angarillas donde descansa la muerta, mientras que, en medio de la habitación abandonada, el niño continúa durmiendo tranquilamente en el sillón. Pausa.)
el forastero. —¡El niño no se ha despertado! (Sale también.)

PLAY Samuel Beckett


PLAY 

 Samuel Beckett






Personajes:
M1...........Primera mujer
M2...........Segunda mujer
H..............Hombre

En el centro del escenario, tocándose una a otra, tres urnas grises idénticas (véase final de obra), de un metro de altura aproximadamente. De cada una de ellas  sobresale una cabeza con el cuello agarrado por la boca de la vasija. Las cabezas, de izquierda a derecha según el espectador, pertenecen a M2, H y M1. Durante la representación, miran siempre de frente. Los rostros han perdido su edad y fisonomía de tal modo que parecen formar parte de las urnas. En ningún caso se utilizarán máscaras. Los parlamentos de los personajes son provocados por un foco proyectado sobre cada rostro.
El paso de la iluminación de un rostro a otro es instantáneo. Nunca oscuridad total; por ejemplo,
la casi completa oscuridad de apertura , excepto en los casos en que se indique.
La respuesta a la luz es inmediata.
Los rostros siempre inexpresivos. Las voces sin tonalidad excepto cuando se indique expresión.
Siempre un “tempo” rápido.
El telón se alza sobre un escenario en oscuridad casi completa. Apenas pueden discernirse las urnas. Cinco segundos.
Focos débiles sobre los tres rostros, simultáneamente.
Tres segundos. Voces débiles, casi ininteligibles.

M2
Si, quizás
Una sombra desvanecida
Supongo
Alguien puede decir
Pobrecita
Una sombra desvanecida
Sólo una sombra
En la cabeza ( risita salvaje...)
Sólo una sombra
Pero lo dudo
Yo lo dudo
Realmente no
Me encuentro bien
Todavía bien
Hago lo que puedo
Todo lo que puedo

M1
Sí, extraño,
mejor la oscuridad,
y cuanto más oscuro peor,
hasta la oscuridad total,
todo bien,
por ahora,
pero llegará,
llegará el momento,
está allí,
lo verás,
alejáte de mí,
mantenéte lejos de mí,
todo oscuro,
todo quieto,
todo alrededor,
borrado

H
Sí, paz
uno asumiera, todo terminado
todo el dolor
todo como si
nunca hubiera existido
sucederá (hipo)
perdón
ningún sentido en esto
Ah, ya se
salvo que
uno asumiera
quiero decir
no simplemente
todo terminado
pero como si
nunca hubiera existido

M1: Le dije dejála...
H:    No llevábamos mucho tiempo juntos...                 (en simultáneo los tres)
M2: Una mañana mientras estaba sentada...





(Tres segundos)

M1: Le dije dejála. Juré por lo que me era más sagrado...
M2:Una mañana mientras estaba sentada, miraba por la ventana abierta, irrumpió en el interior precipitándose hacia mí. Dejálo, gritaba, es mío. Se parecía a sus fotografías. Viéndola ahora al natural, por vez primera, comprendí por qué me prefería a mí.
H: No llevábamos mucho tiempo juntos cuando olió a la rata. Dejá a esa puta, me dijo, o me corto la garganta (hipo), perdón, si Dios me da fuerzas. Sabía que no podía tener ninguna prueba, por eso le dije que no sabía de qué me hablaba.
M2: De qué estás hablando, le dije mientras cosía sin parar. De alguien?. Dejar a quién?. Huele a vos, gritaba; hiede a puta.
M1: Aunque lo hice seguir durante meses por un hombre de confianza, no existía la menor sombra de prueba. Y nadie podía negar que él continuaba tan...asiduo como siempre. Eso, y su horror por la cosa meramente platónica, hizo que me preguntara a veces si no lo acusaba injustamente. Sí.
H: De qué te quejás? le dije, acaso te abandoné?. Cómo podríamos estar juntos de este modo si hubiera otra?. Amándola como lo había hecho, con todo mi corazón, no podía sino sentir compasión por ella.
M2:Temiendo que fuera a ofrecerme una escena violenta, llamé a Erskin y la acompañó hasta la  puerta. Sus palabras al partir, como él puede atestiguar si  vive todavía y no lo ha olvidado, yendo y viniendo, recibiendo gente, despidiendo gente, hablaban de ponerle fin a éste asunto. Confieso que esto me alarmó un tanto , en su momento.
H: No quedó convencida. Podía habérmelo imaginado. La huelo en vos, seguía diciendo. No había respuesta posible a eso. La tomé, entonces entre mis brazos y juré que no podía seguir viviendo sin ella. Es más, hablaba en serio. Sí, estoy seguro de eso. Ella no me rechazó. 
M1: Comprendan mi asombro cuando una alegre mañana, mientras estaba sentada agobiada en el salón, entró sigilosamente, cayó de rodillas  ante mí,  hundió su rostro en mi regazo y...confesó.
H: Me hizo seguir por un sabueso, pero tuve una pequeña conversación con él. Se mostró encantado con el dinero extra.
M2: Por qué no te vas?, le dije, cuando él empezó a lamentarse por su vida hogareña, ya no existe nada entre ustedes. O, sí ?.
M1: Confieso que mi primer sentimiento fué de admiración. Qué macho.!
(Foco de M1 a H. Abre la boca intentando hablar. Foco de H a M2.)

M2: Algo entre nosotros?, dijo él, por qué me tomas, por una máquina de alguien ?. Y, por supuesto, con él ningún peligro de algo...espiritual.
Entonces, por qué no te vas?, le dije. A veces me preguntaba si él no viviría con ella por su dinero.
H: Lo siguiente fué la escena entre ambas. No puedo permitir que irrumpa aquí amenazándome de muerte, me dijo. Debí parecer atónito. Preguntále a Erskin si no me creés, me dijo. Pero ella amenazó con quitarse su propia vida, le dije. No la tuya?, me dijo ella. No, le dije, la suya. Nos divertimos mucho tratando de solucionar el asunto.
M1:  Más tarde lo perdoné. Ante qué no se doblega el amor!. Sugerí una rápida escapada  para celebrarlo a la Costa Azul, o a nuestra querida Gran Canaria. Se veía pálido, gastado. Pero en aquel momento, no fué posible. Compromisos profesionales.


M2: Ella vino otra vez. Entró paseando. Toda miel. Lamiéndose sus propios labios. Pobrecita. Me arreglaba las uñas ante la ventana abierta.
Me lo contó todo, dijo ella. Quién...?, él te contó todo...?, dije limándome las uñas sin parar, todo...qué?.
Me imagino la tortura que estarás sintiendo, dijo ella, y pasé a decirte que no te guardo ningún rencor. Llamé a Erskin.
H: Luego empecé a asustarme y se lo conté todo con detalle. Ella estaba cada vez más  y  más desesperada. Tenía una cuchilla de afeitar en su cartera. Ténganlo en cuenta: los adúlteros nunca admiten nada.
M1: Cuando me tranquilicé, pensando que todo había acabado, fui a recrearme en el mal ajeno. Simplemente una vulgar mordacidad. Que podía haber encontrado en ella cuando me tenía a mí...
M2: Cuando él vino otra vez, nos dijimos de todo. Me sentí como la muerte. Hablaba de porqué tenía que decírselo. Demasiado arriesgado y todo eso... Esto quería decir que había vuelto con ella. Había vuelto a eso...!
M1: Cara de budín, oronda, llena de pecas, babeando espuma, mofletuda, sin cuello, tetas en las que podrías...
M2: Seguía hablando. Podía oír una cortadora de pasto. Una vieja cortadora manual. Lo interrumpí diciendo que a pesar de lo que yo sintiera no iba a esgrimir estúpidas amenazas, tampoco por eso estaba dispuesta a soportar sus desplantes. Lo pensó por un instante.
M1: Pantorrillas de sirvienta.
H:  Cuando la volví a ver a ella, lo sabía. Tenía un aspecto (hipo) miserable, perdón. Un tarado le estaba cortando el pasto. Un empujoncito, luego otro . El problema fué cómo convencerla de que no había existido ninguna...resurrección de nuestra intimidad. No podía. Debiera haberlo imaginado. La tomé entonces entre mis brazos y juré que no podía seguir viviendo sin ella. No creo que hubiera podido.
M2:La única solución era irnos juntos. Me juró que lo haríamos en cuanto pusiera en orden sus asuntos. Mientras tanto sólo teníamos que seguir como hasta entonces. Con eso quería decir lo mejor que pudiéramos.
M1: Por lo tanto era mío de nuevo. Todo mío. Era feliz otra vez. Me la pasaba cantando. 
El mundo...
H: En el hogar: todo de corazón a corazón, otra vuelta de hoja, lo pasado pisado. Me 
encontré con tu ex- putita, me dijo una noche en la cama; estás mucho mejor lejos de ella, cuanto más lejos mejor. Me pareció un poco fuera de lugar. De hecho lo estoy, querida, le dije, de hecho lo estoy. Dios, qué arpías son las mujeres. Gracias a vos  mi ángel, le dije.
M1: Más tarde comenzó nuevamente a heder a ella. Sí.
M2:Cuando dejó de venir estaba preparada. Más  ó menos.
H: Finalmente, todo era demasiado. Sencillamente, no podía...
M1: Antes de que pudiera hacer algo, desapareció. Eso quería decir que ella había ganado. Esa puta!. No lo podía creer. Quedé hundida durante varias semanas. Finalmente, saqué el coche y 
me fui  a su casa. Todos los cerrojos echados. Todo gris de escarcha. Cuando volvía por Ash y Snodland...
H: Sencillamente, no podía...
M2:Hice un paquete con sus cosas y las quemé. Era noviembre. Toda la noche  sentí su olor mientras se consumían.

(Se apaga foco sobre M2.Oscuro.Cinco segundos. Los focos, con una potencia equivalente a la mitad de la anterior, iluminan simultáneamente los tres rostros. Voces proporcionalmente más débiles.)

(simultáneamente)                  M1 Piedad, piedad...
                                                 M2 Decir  que...
                                                 H  Cuando esto cambió por primera vez...

(Se apagan los focos. Oscuro. Cinco segundos. Foco a H.)
H: Cuando esto cambió por primera vez, realmente agradecí a Dios. Pensé: ya está hecho, ya está dicho, ahora todo se extingue.
M1: Piedad, piedad, la lengua afuera de tanto pedir piedad. Volverá a ocurrir. No me conocés, pero me conocerás. Entonces, volverá a ocurrir...
M2: Decir que no estoy decepcionada no, lo estoy. Esperaba algo mejor. Más tranquilo.
M1: O te  hartarás de mí.
H : Cayendo, todo cayendo en la oscuridad. Gracias a Dios, tenía razón, después de todo, cuando esto cambió por primera vez.
M2: Menos confundida. Menos confuso. Al mismo tiempo prefiero esto a... lo otro. Definitivamente. Existen momentos soportables.
H: Pensé.
M2: Cuando te vas y me voy. Algún día te vas a cansar de mí, y te vas  a ir para siempre.
M1: Penumbra infernal.
H: Sí, paz, supongo, cierta paz y todo este dolor como si...nunca hubiera existido.
M2: Dejáme, como a un trapo viejo, y andáte a hurgar y picotear en otra. Por otro lado...
M1: Dejáme, dejáme.
H:  Vendrá. Tiene que venir. En esto no hay futuro.
M2: Por otro lado las cosas pueden empeorar. Existe ése peligro.
H: Ah, por supuesto. Ahora lo sé
M1: Será que no digo la verdad, es eso, que algún día al fin podré decir  en cierto modo la verdad y entonces no más luz al fin sobre la verdad?
M2: Podrías enojarte y quemarme viva hasta fundir mi cerebro. No es cierto?...
H:  Ahora sé que todo esto fue...juego. Y todo esto?. Cuando todo esto...?
M1:Es eso...?
M2: No es cierto?...
H: Todo esto, cuando todo esto haya sido sólo un juego.
M1: Nada puedo hacer...por nadie...ya nada...Gracias a Dios. Entonces debe ser algo que tengo que decir. Cómo funciona todavía la  razón.
M2: Pero lo dudo. No serías vos. Y tenés que saber que hago todo lo que puedo. No lo sabés?
H: Quizá se hicieron amigas, quizá la pena...
M1: Pero ya dije todo lo que puedo. Todo lo que me dejaste, todo lo que...
H: Quizá la pena las haya unido.
M2: Sin duda cometo el mismo error que cuando el sol brillaba: queriendo buscar un sentido donde quizás no hubiera ninguno.
H:  Quizá se encuentren a charlar tomando una taza de ese té verde que tanto amaban, sin leche, ni azúcar, sin siquiera un chorrito de limón...


M2: Me oís?. Alguien me oye?. Alguien me mira?. Acaso tiene alguien algún mínimo interés por mí?.
H: Sin siquiera un chorrito de...
M1: Será algo que tengo que hacer con el rostro, en vez de pronunciar palabras?. Llorar?. 
M2: Soy tabú?, me pregunto. No necesariamente, ahora que todo peligro se ha alejado. Aquella pobre criatura, puedo oírla, aquella pobre criatura.
M1: Morderme la lengua y tragármela?. Escupirla? Eso te apaciguaría?. Cómo funciona todavía la razón para estar segura!
H: Encontrarse y sentarse a charlar, las dos juntas en la pena , y comparar (hipo) perdón, los buenos recuerdos.
M1: Si solamente pudiera pensar. Esto no tiene sentido...ni siquiera alguno. No puedo.
M2:Aquella pobre criatura que trató de seducirte. Qué te parece que puede haber sido de ella?. Puedo oírla. Pobrecita.
H: Personalmente, siempre preferí Lipton’s. 
M1: Y que todo está cayendo, todo caído desde el principio en el aire vacío. Nada es preguntado para nada. Nadie me pregunta nada para nada.
M2: Tal vez hasta sientan lástima por mí, si me pudieran ver. Pero no tanta, como la que yo siento por ellos.
M1: No puedo.
M2: Besando sus besos agrios.
H: En todo caso las compadezco. Comparo mi suerte con la de ellas por muy feliz que sea,y...
M1: No puedo. La razón no me lo permite. Se tendría que ir. Sí.
H: Las compadezco.
M2: Qué haces cuando te vas? .Pasar tus actos por el cedazo de la conciencia?.
H: Oculto algo , acaso perdí...?
M1:Tenía medios, me parece, aunque vivía como una cerda.
M2: Como arrastrando un pesado rodillo en un día sofocante. El esfuerzo... por moverlo, llegado el momentum.

(Se apaga el foco sobre M2.Oscuro. Tres segundos. Foco sobre M2.)

M2:Sacátela de encima. 
H:  Acaso perdí lo que buscás ?. Por qué irse ?. Por qué caer ?.
M2: Y vos quizás, compadeciéndome, pensando, pobrecita, necesita descansar.
M1: Quizá la llevó a vivir con él ...en algún lugar al sol.
H: Por qué caer, por qué no?...
M2: No lo sé.
M1: Quizá está sentada en algún lugar, junto a la ventana abierta, las manos unidas sobre sus rodillas, la mirada perdida en la lejanía más allá de los olivos...
H: Por qué no fulminarme sin descanso. Podría empezar a delirar y (hipo) y vomitarte el resto. Per...
M2: No.
H: don.
M1: Más allá de los olivos , el mar al fondo, preguntándose por qué tarda tanto. Sintiendo crecer el frío. La sombra cubriéndolo todo. Reptándo. Sí.
H: Imaginar que nunca estuvimos juntos.

M2: No estaré ya, quizás, algo desquiciada?
M1: Pobre criatura. Pobres criaturas.
H: Nunca nos despertamos juntos una mañana de primavera , despertando a los otros dos, el primero en despertar. Luego, en un botecito de goma...
M1: Penitencia, sí, en un caso de extrema necesidad , te resignás, pero no, esto tampoco parece ser eso.
M2: Digo, no estaré ya, algo desquiciada?. (Feliz.) Sólo un poco. (Pausa.) Lo dudo.
H: Un botecito de goma...
M1: Silencio y oscuridad era cuanto anhelaba. Bueno, tengo un poco de ambos. Siendo una misma cosa. Tal vez sea pecado pedir más.
H: Un botecito de goma por el río. Yo, reposando sobre los remos, ellas, recostadas sobre almohadones en la bancada de popa...a la deriva. Qué fantasías...! 
M1: Penumbra infernal.
M2: Una sombra desvanecida. En la cabeza. Sólo una sombra. Lo dudo.
H: No éramos seres civilizados
M1: Sed de oscuridad...y cuanto más oscuro peor. Extraño.
H: Qué fantasías!. Entonces. Y ahora...
M2: Lo dudo.(Pausa. Explosión de risa débil y salvaje por parte de M2 cortada en seco al pasar el foco de M2 a M1.)
M1: Sí, y allí todas las cosas, todas allí, mirándote la cara. Lo verás. Dejáme. O harto...
H: Y ahora que sos...sólo ojo. Una simple mirada. Sobre mi rostro. Con intermitencias.
M1: Harto de jugar conmigo. Dejáme. Sí.
H: Buscando algo. En mi  rostro. Alguna verdad. En mis ojos. Ni siquiera... (Risa de M2)
H: Simple ojo. Sin razón. Abriéndose y cerrándose sobre mí. Soy únicamente...?

(Se apaga el foco de H. Oscuro. Cinco segundos. Focos débilmente iluminados, simultáneamente  sobre los tres rostros. Voces débiles, casi ininteligibles.)

M1
M2
H    (simultáneamente) Sí, extraño... etc
                                     Sí, quizás...etc
                                     Sí, paz...etc

(Se repite la obra.)
H:(finalizando la repetición): Soy únicamente  lo que  otro ve?.
Se apaga el foco de H. Oscuro. Cinco segundos. Focos fuertemente iluminados, simultáneamente sobre los tres rostros. Tres segundos. Voces normales.)
M1
M2
H    (simultáneamente)  M1 Le dije, dejála
M2 Una mañana mientras estaba sentada...
H   No llevábamos mucho tiempo juntos...
(Se apagan los focos. Oscuro. Cinco segundos. Foco sobre H .)
H: No llevábamos mucho tiempo juntos...
(Se apaga el foco sobre H. Oscuro. Cinco segundos)     



NOTAS

Iluminación:
El manantial luminoso es único y no debe estar situado fuera del espacio ideal (escena) ocupado por sus víctimas.
La posición óptima del foco se encuentra en el centro de las candilejas, ya que de este modo los rostros quedan iluminados por su parte inferior y desde abajo.
Cuando se necesiten, de un modo excepcional tres focos para iluminar los tres rostros simultáneamente, deberían hacerlo como si se tratara de un único foco dividido en tres.
Salvo en estos momentos, puede utilizarse un único foco movible, girando a la máxima velocidad sobre su eje de un rostro a otro, conforme a las necesidades.
El método consistente en asignar a cada rostro un foco fijo es insatisfactorio en cuanto es menos expresivo un inquisidor único que un simple foco inmóvil.


Urnas:
En cuanto se refiere a las urnas, dado que su altura debe ser de un metro nada más, es necesario que ó bien se utilicen trampas que permitan a los actores permanecer de pie a un nivel inferior al del escenario, ó bien que se arrodillen durante toda la representación y por consiguiente en este caso las urnas deberán tener una abertura en su parte posterior.
Si no existieran trampas y la postura de rodillas se encontrara impracticable, los actores permanecerán de pie, siendo alargadas las urnas en la medida necesaria, y retiradas desde la parte delantera del escenario hacia el centro del mismo. En este caso, la altura del actor más alto indicará la longitud de las urnas, y el ancho del más grueso, el ancho de las urnas.
La postura de permanecer sentado daría lugar a urnas de considerable anchura, y no debe ser tenida en cuenta.

Repetición:
La repetición puede hacerse ó bien como una réplica exacta de la  primera vez ó presentándose algún elemento de variación.
En otras palabras, la iluminación puede operar la segunda vez de un modo idéntico a como lo hiciera en la primera (réplica exacta) ó puede tratarse de un modo diferente (variación.)
Cuando se puso en escena en Londres ( y en grado menor cuando se montó en París), se optó por la variación , con las siguientes desviaciones de la primera recitación:
1. Introducción de un coro abreviado, hasta la risa de M2, como fragmento de apertura de la
segunda repetición.
2. Iluminación más débil durante la repetición y, por consiguiente, las voces correspondientes
más bajas, conforme al siguiente esquema, en el cual A significa el nivel de voces e  iluminación más elevado, y E el más bajo:






C Primer coro
A Primera parte de                     1
B Primera parte                 
D Segundo coro
B Primera parte de 
repetición 1
C Segunda parte de               Repetición 1
repetición 1
E Coro abreviado                 Fragmento de repetición 2
C Fragmento de
repetición 2

3.Voces sin diferencias de calidad desde el comienzo de la primera repetición, incrementándose hacia la terminación de la representación.
(Modificación del orden de las intervenciones durante la repetición en tanto y en cuanto fueran compatibles con la continuidad no modificada de los actores. Por ejemplo, el orden de interrogación M1, M2, H, M2, M1, H al comienzo de 1 se convierte en M2, M1, H, M2, H, M1 al comienzo de la repetición, continuando de este modo si se considerase conveniente.)


Traducción del inglés de Elena Gowland. 

20/3/15

VOLVER A DECIR EL MAR Sergio Peregrina Monólogo

VOLVER A DECIR EL MAR
Sergio Peregrina
Monólogo

Volver a decir: ¡el mar!
Volver a decir
lo que no puedo cantar
sin el corazón partir.
(“Nocturno del mar amor”)
Carlos Pellicer

(Una pequeña capilla, se ven algunas bancas; en uno de los lados está una Virgen rodeada de flores. Al lado contrario está un confesionario con cortinas de terciopelo rojo. Al abrir el telón se oye música de órgano que baja de volumen lentamente. En una de las bancas está sentado un muchacho como de 16 o 17 años; pelo largo, viste estrafalariamente. Se oyen algunos sollozos dentro del confesionario.)

MUCHACHO: Carajo, apúrate, llevas quién sabe cuántas horas cambiándote, qué tal si viene alguien y te encuentra ahí, qué tal si hay misa o viene el padre a confesar, se nos arma la gorda. ...Contéstame si­quiera, ¿no? Mira, si sigues con tu plancito de no hablarme, vamos a terminar mal, Juanita. Te enojas por cualquier cosa, tú dijiste primero que tu papá es un pinche viejo ojete, yo nada más lo repetí, no sé por qué te enojaste, no te entiendo todavía, cambias a cada rato; no te entiendo nada pero voy a hacer un esfuerzo, ya verás.
Total, ya pasó todo, ya qué; ni tú ni yo tuvimos la culpa. Pero, ¿quién tuvo la culpa?... ¿Cómo pasó eso?... Yo nunca lo pensé. Mi mamá tenía razón, tan padre que es mi mamá, ni me gritó siquiera; me dio consejos, muchos consejos: “Mira, hijo, esta vida está llena de sol, y atrás del sol hay una sombra muy grande que se asoma a cada paso que damos; cuando la veas hazle frente, sopórtala, llora con ella porque forma parte de ti también.” Yo le hago caso a mi mamá, pero hay veces en que me lleva el diablo y no puedo por más que me esfuerce. Como ahora. Sin embargo, no estoy llorando como tú. Cállate, me pones nervioso, mejor apúrate.
Ya sé que te gustaría estar hincada con la cabeza sobre las piernas de tu mamá, llorando, y que tu mamá te dijera: “Ya, ya, hijita, no llores.” No se puede, entiende, tu mamá no es de ésas, es de las amargadas, y tú lo sabes. “Querías caricias, ¿verdad? Pues ahora te friegas por caliente.” (Pausa. Se sienta, toma al­guna posición cómoda, cambia de tono) No llores, de veras, ahora entiendo por qué hicieron esos lugares tan bonitos; para que la gente aprendiera a vivir, a conocer las cosas invisibles, intocables...
Ese sol era demasiado para nosotros, las olas en­frente, después seguía el mar sin fin. Te dije: “Hay que cerrar los oíos.” Yo los cerré después de ti, antes quería verte acostada, bonita, sin moverte, con la calma que tú decías tener y no tenías. El agua se rompía en las rocas, esas malditas rocas nos separa­ron de todo, de la gente, un poco del mar y del cielo y de la realidad. Todo estaba preparado, por eso no nos pudimos aguantar las ganas y lo hicimos y estuvi­mos contentos y soñando. Todo era perfecto, ni una sola nube haciendo sombra, tenía que pasar. A mí me gustó mucho y a ti también, no te hagas la inocente, al otro sábado tú dijiste que fuéramos otra vez, y des­pués otra vez y otra vez. Cambiaste, ya no te veías como antes, ni como estás ahora, te veías alegre, siempre contenta, sin ningún rato de tristeza, como si acabaras de salir de confesarte. Y no querías: “Yo no, ni creas”, me dijiste. En cambio después. Bueno, pero eso ya no importa. Ya nos ves, aquí estamos los dos como idiotas, tú poniéndote elegante y yo como baboso viendo a esa Virgencita con su vestido bor­dado de oro y una corona con muchas piedras que tal vez valen mucho; hasta ganas me dan de quitársela. No estoy loco, ya parece; ya ves, por tu culpa estoy pensando tantas jaladas, ¡Me lleva la fregada, apúra­te! (Pausa, mete la mano en una bolsa del pantalón, saca un dulce y se lo echa en la boca) ¡Carajo, qué calma hay aquí! Se respira bien, así quisiera vivir siempre, llenándome de esta calma. Algún día la vamos a alcanzar, ¿verdad, Juanita? (Pausa, silencio) Ay, Jua­nita, ya no me culpes, ni tú ni yo tuvimos la culpa, ya no llores. Ese pinche doctor transa tuvo la culpa, esas madres de cápsulas no sirvieron. Como uno no sabe nada. ¿Te las tomaste como él te dijo? ¿Qué hiciste? ¿No te las tomaste? Chihuahua, te hubieras cuidado, hecho algo, ¿no? Tú no sabías nada de esas ondas, ¿verdad? ¡Me lleva! Ahora sí estamos jodidos; aquí me tienes, sentado en una iglesia, a las nueve de la noche, con una mochila, dos camisetas, tres calzones, mi cepillo de dientes y un reloj que le robé a mi papá; se lo merecía, pero a ver, qué necesidad tenemos de pasar esto. Y tú con la calma de siempre; me acuerdo de tu vocecita de antes: “No te aloques, toma todo con calma’’, y parecía como si te lo estuvieras diciendo a ti misma porque yo sí sabía controlarme. Tú no te pu­diste controlar. ¿Por qué le dijiste a tu mamá, si sabías cómo te iba a poner? Total, a la hora de la hora les cantas y ya; con una faja y vestidos amplios hubieras disfrazado todo hasta la mera hora. No, pero cómo, se te quemaban las habas por presumirles a tus amigas y a todos. “Miren lo que me hizo el menso ese”, les gritaste. Qué quemada me has dado con los cuates. El gordo me dijo: “Ándale, conque inflando globos.” Pinche ojete. Y el Pelos me dijo: “Conque ya te em­barcaste con la Cucaracha, ¿no?” Cabrón Pelos, pero así les ha de ir.
Tú ya no puedes regresar a tu casa y yo menos, a ti yo creo que no te reciben, ya no te va a querer tu papá, y tu mamá menos va a hablarte; tú dices que nunca te han querido, pero pues quién sabe, uno no piensa como ellos. De todas maneras te mandarían a volar y con razón: “Eres una puta degenerada, eres igual a tu madre.” Menos mal que tú lo heredaste, pero yo. . . “Tú eres un pendejo, ahora te chingas con esa escuincla mensa y te largas a ver adónde; yo, pendejos no quiero en mi casa.” Y tenía la razón, aunque me defendiera mi mamá, yo soy güey y no lo heredé.
¿Sabes, Juanita?, yo pensé que tú eras como las demás, como las muchachas de los cuentos o de las novelas que se acuestan y se acuestan y nunca les pasa nada; no, pero tú no eres de ésas, yo creía que si pero no, qué gacho. Todo nos falló, hasta cuando te saliste de tu casa, ¿te acuerdas?, se te olvidó el mone­dero y ya habíamos cerrado la ventana. Con esos trein­ta pesos podríamos comer más días.

(Sonríe.)

Ay, Juanita, cuánto escándalo y nada más por acos­tarnos. Caray, si a diario se han de acostar millones. La enojada que se dieron todos, mi papá se orinó del coraje, y al tuyo ya me lo imagino, con la cara de palo que tiene, sin poder decir nada cuando tu mamá lo agarraba a chingadazos echándole la culpa. (Ríe) Cuánto relajo, hasta tú te enojaste cuando te aconse­jé que no les dijeras nada, que te aguantaras un poco. Entonces si perdiste la calma. “En la noche te abro la ventana, venme a ver, me siento mal, muy mal, muy so­la.” Ya ni la amuelas, me acarreaste más problemas con tus recaditos y todo por no quererte aguantar; total, si ya se ahogó el niño, tapamos el pozo y ya; pero no, ¡cómo!; igual de indecisa que siempre; primero sí, mucho relajo, ¿no?, y arriba el amor libre y el sexo al aire y todo y luego ahí estás llorando. Acuérdate de mí, yo también cuento, siento lo mismo que tú, si no soy de piedra; ¿y sabes por qué pasa todo esto?, por­que tú ni me quieres y eso es lo que más me duele, en cambio yo sí te quiero...; bueno, un poquito, pero pienso quererte más si tú me quieres un poquito, pero si no quieres no; total, ya encontraré quién me quiera. Pero si tú qué sabes de querer, de amar a alguien, nada más te gusta andarte calentando con cualquie­ra, pero a mí sí me fregaste Total, que nazca la co­chinada esa y a ver qué haces con ella, porque si para entonces no me quieres todavía, me voy y te dejo sola. (Se oyen más lloriqueos en el confesionario) Ya vas a llorar otra vez; ya cállate y apúrate, si sigues soy capaz de dejarte aquí y me largo, me voy a la selva con los cuates, a vivir libre; ellos me van a enseñar el amor de verdad, sin interés, sin compromisos, sin niños, sin tanto desmadre. (Llanto más fuerte) Cállate, que me haces sentir mal, me desespero, se me atora el aire en el pecho y me dan ganas de gritarme, pero muy adentro, todo lo que está pasando: para encon­trar lo que debo y no debo de hacer. Tengo ganas de rezar para calmarme y reconocer que nos va a ir mal, pero tenemos que terminar bien porque yo de verdad te quiero; necesito rezar por ti, una niña que anda buscando con quién acostarse porque se siente sola y luego llora y llora porque ya no sabe qué es lo que le gusta más: si esa playa oscura entre las rocas que nos separan del cielo o la luz de siempre que deslumbra y no la deja ver, y luego llora más por lo que ha hecho y va a seguir haciendo. También por ese niño raquítico que le faltan siete meses o menos para ver el sol, tal vez en un terreno baldío, tal vez en una vecindad apestosa o tal vez en la playa, o tal vez no lo vea por­que su mamá se murió de hambre antes de que a él se le llegara su turno... (Pausa) Por qué uno no puede ver todo, hasta donde sea necesario. A mí hay algo que me molesta, está siempre atrás de mí, arriba, aba­jo, al lado contrario de donde veo. Juanita, me tienes que ayudar, porque yo creo que debe ser así, tú debes ver adonde yo no pueda y guiarme, esa Virgencita también, todos nos tienen que ayudar a quitar esa cochina nube que nos quiere tapar y cerrar todas las puertas.
Es el colmo, sólo a ti se te ocurre volver a ese lugar, nuestra luna de miel, si ni nos hemos casado. Pero total, qué más da, vamos a ver qué pasa, la playa está bonita, a lo mejor la encontramos más bonita que antes. Además cualquier lugar es bueno; de todas ma­neras no tenemos adónde ir. (Ha estado viendo a la Virgen, a la corona, al vestido bordado de oro, silencio; se levanta y va hacia la Virgen, le quita la corona y la guarda rápido en la mochila, se sienta, ve hacia todos lados para asegurarse de que no lo vio nadie) Juana, apúrate. Nos falta caminar mucho. ¡Se nos va a ir el tren!

TELON





En LA DIESTRA DE PERALTA Federico Medina Cano ensayo fragmento

En  LA DIESTRA DE PERALTA
Federico Medina Cano *
RESUMEN En la obra de Enrique Buenaventura, se funden el teatro culto y el teatro de tradición popular. Una de las obras dramáticas en las que se puede apreciar esta fusión, es En la diestra de Dios Padre . Es una pieza dramática, situada en la tradición del teatro popular de corte religioso y en las obras burlescas de las festividades del carnaval. De un lado, es una obra cercana al auto sacramental, pero, de otro lado, es una parodia que se debe leer como un texto carnavalesco, atravesado por la risa y su poder desactivador (es un mundo al revés). En el siguiente ensayo se analizarán los mecanismos de la parodia, la recursividad popular y los móviles que marcan el desarrollo de la trama en la obra de Enrique Buenaventura.PALABRAS CLAVE Teatro Colombiano, teatro popular, mojiganga, carnaval, parodia.    julio - diciembre (2006)
La dramaturgia latinoamericana tradicional era, en gran medida, tributaria del teatro europeo y se inscribía en la tradición grecolatina y cristiana occidental. La influencia de estos elementos se manifestaba en muy diversos aspectos: En la concepción de la obra dramática, según el modelo aristotélico, en la pervivencia de mitos y personajes de la tragedia griega y de la Biblia, en las teorías sobre la puesta en escena y la formación del actor, en la arquitectura teatral y en la innovaciones técnicas de la escenografía y la luminotécnica (Buenaventura, 1984: 23). Desde su concepción era, en esencia, un teatro “culto”, situado dentro de un referente académico y dirigido a una minoría urbana instruida.
Pero al lado del teatro “culto”, existía un teatro de raíz popular que la cultura oficial había asimilado al folklore. Era un teatro poco conocido, que no gozaba del mismo reconocimiento y del valor académico que le atribuía la crítica al teatro culto. Tradicionalmente, las formas artísticas de las culturas populares se situaban en los suburbios del teatro, se consideraban de menos valor o se les negaban las posibilidades artísticas. Pero estas formas dramáticas eran la expresión de las culturas dominadas, eran portadoras de elementos propios del teatro precolombino, y reflejaban las raíces indígenas y africanas, marginadas por el teatro culto. Eran formas teatrales que obedecían a una concepción diferente del teatro europeo, en ellas se mezclaban la danza, la pantomima, el diálogo y la música.
El nuevo teatro en América Latina lleva a cabo un proceso de descolonización, la implementación en la puesta en escena de una poética por fuera de la poética tradicional, de los patrones “clásicos” del teatro culto, de sus propuestas temáticas y de las categorías de “la calidad” y el “éxito” del teatro comercial 1. Además, es partícipe de un cambio de mentalidad que
1 El teatro, probablemente por la influencia del avance de los medios de comunicación y mercado “por una línea netamente comercial y por la  tendencia a copiar espectáculos teatrales de gran renombre en el mundo. Además, por trasladar a la sala de teatro elementos, procesos y técnicas del lenguaje de televisión con el propósito de lograr hacerse a un público y esforzarse para que este comprenda que la sala de teatro es una proyección de la pantalla de televisión” (Bello, 1989: 18), se transformó en un espectáculo, en un teatro de corte comercial.
rescata el pensamiento plural, la diversidad, por fuera de la visión monolítica de la racionalidad occidental: “Estamos asistiendo -y felicitémonos por ello- a uno de los cambios más radicales y profundos en la historia humana: por todas partes están resurgiendo las formas de pensar, de comportarse, de vivir, de sentir y -por qué no- hasta de morir, que parecían definitivamente enterradas bajo una forma única, bajo una forma modelo, bajo una multiforme estructura cosmopolita” (Buenaventura, 1980: 23). Es un teatro que lo anima un afán de búsqueda, de exploración formal y de experimentación con nuevos formatos y nuevos lenguajes, con nuevos estilos de montaje y de puesta en escena, y que inicia una reflexión abierta sobre la dramaturgia en general.
Enrique Buenaventura es parte de este movimiento, su obra resalta como un aporte de gran importancia en los últimos treinta años del teatro en Colombia. En su interés por “crear una dramaturgia nacional que tenga que ver con la vida, los problemas actuales y la historia de nuestro país... (y que pueda) relacionarse con un público de aquí y de ahora, hablar de sus angustias, de sus luchas, sus logros y frustraciones” (Buenaventura, La crítica estilo Armero), inicia una proceso de transformación, una “revisión de la función cultural del teatro”. Este proceso lo lleva a cabo integrando dos procesos : “una investigación de elementos folclóricos y populares, y una apertura al gran teatro del mundo” (Buenaventura, 1989:). Es un teatro que hecha mano de muchos medios: del rico patrimonio cultural multiétnico del continente 2, de los sistemas de representación informal, de la música,
2 Las sociedades en América Latina se mueven en tiempos culturales múltiples. A su interior coexisten una pluralidad de tiempos que van desde la situación propia de las grandes urbes que ha sido caracterizada como postmoderna hasta las formas premodernas localizadas en las zonas rurales. Además es una sociedad multiétnica en la que conviven tradiciones precolombinas, de origen africano y europeas. Es una sociedad en la que coexisten, no sin entrar en conflicto, muchas formas de expresión: la lengua culta de las elites y el discurso escrito de la producción intelectual y la tradición oral del imaginario popular.
El baile y la gestualidad popular, del folklore 3, de las fórmulas tradicionales del teatro religioso popular (de los autos, las alegorías, las parábolas) y del patrimonio de la tradición clásica, de los aportes teóricos y las prácticas de la dramaturgia del teatro en occidente. Para él el teatro culto y el teatro popular no se excluyen entre sí y son susceptibles de intercambios mutuos. Sus fuentes van desde el teatro medieval, la cultura popular, las tradiciones indígenas precolombinas y afro-colombianas hasta las propuestas teóricas de las ciencias sociales.
Enrique Buenaventura depura el estilo mimético del teatro de contenido social y popular en Colombia. Sus obras no se pueden caracterizar como un teatro político hecho de un conjunto de categorías absolutamente abstractas y animado por una utopía, o un teatro que resulta claro ideológicamente y en el que se denuncian las contradicciones sociales. No es un teatro triunfalista que señala el itinerario de la victoria o las profecías inequívocas para el futuro social de América Latina. No es un teatro apriorístico, es un teatro que asume su papel político al poner en escena al hombre concreto, las culturas populares en su diversidad, al indagar en la complejidad de las culturas, en la percepción conflictiva de los individuos y las situaciones. Es un teatro que supone la presencia de un nuevo público y el sentimiento de que es necesario dirigirse a él con una nueva poética.
Frente a la posibilidad de utilizar piezas teatrales ideológicamente satisfactorias, prefirió las creaciones colectivas. Si sus propósitos era liberarse de una normativa cultural occidental, era necesario intentar hacer un teatro con ese nuevo destinatario colectivo y borrar la distancia que en la dramaturgia
3 Enrique Buenaventura realiza una búsqueda de la personalidad colectiva, del “alma que nos caracteriza como pueblo” y conjuntamente del rumbo ético. En su investigación de la actividad y la cultura de los sectores populares, mira y admira “con mayor cuidado lo que nuestro propio pueblo común y corriente, el que no tiene acceso a lo extranjero o a la escuela, ha venido ofreciendo casi solo y sin desmayo, defendiendo la identidad y el solar patrio en lo que estos representan, a pesar de tantos impactos en contrario como ha recibido” (Fals, 1986: 19).
tradicional había creado entre el público y los escenarios. “Está surgiendo con avances y retrocesos, con timideces ante lo establecido, con debilidades y con audacia un nuevo teatro. Un teatro que no se basa en la ‘compañía’, que no reconoce las antiguas jerarquías y no se rige por la autoridad. Se basa en el grupo y se niega a establecer una relación comercial con su público. No acepta que su público consuma el producto, le exige que lo transforme y mediante un tipo de relación espectáculo-público, éste último exige, a su vez que el producto se relacione con su vida, con sus luchas y sus aspiraciones” (Buenaventura, 1980: 24).
Una obra carnavalesca
La mojiganga 4 es un género dramático menor del Siglo de Oro español. Su origen es muy anterior, es una forma teatral que proviene de la cultura popular autóctona y del teatro medieval. Consiste en un texto breve en verso, de carácter cómico-burlesco y musical, con predominio de la confusión y el disparate deliberados, explicables por su origen esencialmente carnavalesco 5. Es una pieza teatral que retoma el aspecto popular y participativo del teatro en las fiestas públicas, en las ferias, los carnavales
4 Existen fundamentalmente dos tipos de mojigangas: las parateatrales, de inspiración más popular y carnavalesca, a veces con intervención de actores caracterizados como animales, y las dramáticas. Las mojigangas dramáticas proceden de las mojigangas parateatrales y entroncan con la cultura cómica popular de la plaza pública. Son escenificaciones para época de carnaval o para determinados festejos de carácter profano y carnavalesco. Inicialmente pasaron a los tablados como baile, insertándose entre la segunda y la tercera jornada. Sus personajes son en buena parte los que se encuentran en la plaza pública en tiempo de Carnaval o los que actúan por las mismas fechas en espectáculos cortesanos de la más pura tradición grotesca. Son también muestra de la realidad social de la época, estereotipada en los días de Carnaval.
5 En la vieja sociedad rural, fuertemente estructurada por el cristianismo en el tiempo del carnaval se ofrecían mascaradas rituales de raíz pagana. Era un momento en el año caracterizado por la permisividad y que se oponía a la represión de la sexualidad y a la severa formalidad litúrgica de la cuaresma.
y las celebraciones de los días religiosos. Es una representación en la que algunos de sus personajes llevan disfraces ridículos y extravagantes, especialmente de figuras de animales, y que recurre al habla y a las costumbres populares en sus diálogos. Algunas de ellas tienen argumento y otras no. En la diestra de Dios Padre se inscribe en la tradición de la mojiganga argumental. Es una obra de carácter burlesco que parodia la cosmovisión cristiana del mundo y su iconografía tradicional, y que transforma algunos de sus personajes en caricaturas. En la puesta en escena tiene, como característica principal, el manejo del lenguaje popular, los parlamentos de sus personajes están alejados de la norma lingüística que regula el uso correcto de la lengua (en sus diálogos hay incorrecciones, equivocaciones, usos indebidos de algunas expresiones, palabras en desuso, arcaísmos). Además, en sus intervenciones hay albures, juegos de palabras, frases ingeniosas, ironías, insultos en los que se muestra el ingenio y la recursividad propias del lenguaje popular.
En la diestra de Dios Padre, es la dramatización de una temática ya conocida en la literatura universal y en la tradición popular, y que, en la literatura colombiana, ya había narrado Tomás Carrasquilla en uno de sus cuentos. La historia que se pone en escena, es la vieja leyenda europea que narra el viaje de Jesús y San Pedro a la tierra en forma humana y el encuentro con el hombre. La trama de la obra está construida alrededor de las acciones que se generan cuando a Peralta, un campesino pobre, humilde y caritativo, Jesús le concede cinco dones. La forma aparentemente tan descabellada como va formulando sus peticiones es el principio de una serie de hechos imprevistos y asombrosos. Los asuntos básicos sobre los que dirige sus peticiones no son evidentes, ni son de aplicación inmediata, están proyectados en el tiempo (en las acciones futuras) y permanecen ocultos ante los ojos de Jesús : “él sabrá lo que ha pedido, que no tiene pelo de tonto y se las sabe todas”. Cada una de ellas es un factor de poder que supera las limitaciones de la condición humana: en la primera, la potestad de tener el control sobre el azar y sobre lo incierto, en la segunda, el dominio sobre la vida y la muerte (tener la capacidad de decidir sobre su propia muerte, el cómo y el cuándo), en la tercera, el control sobre el tiempo y el espacio, en la cuarta, el poder ganarle al diablo, aunque haga trampas (desactivar cualquier mala intención o poder oculto en las personas que le rodean, aun en el diablo), y, en la quinta, el poder de estar a la altura de Dios (de ser superior a todos, de ser como Dios). El triunfo sobre la muerte y la forma como la somete a su  voluntad, su capacidad de ganar siempre en el juego, no importando la condición o el rango de su contrincante, la manera como consigue salvar su alma y estar a la derecha de Dios, son los elementos principales sobre los cuales se desarrolla la historia.
En la religiosidad popular hay una verdadera experiencia de lo sagrado, como manifestación de la divinidad y sus procedimientos: La fe se expresa en la intercesión de la divinidad en favor de las desdichas del hombre, en momentos de extrema desgracia. La creencia en la infinita misericordia de Dios y sus poderes sobrenaturales manifiestos en los milagros y prodigios ha generado una intensa confianza en Dios y su corte celestial. Dios y sus santos cumplían una función terapéutica, eran intrépidos interventores espirituales ante la desgracia y los accidentes. La imaginería popular está poblada de relatos y anécdotas de estos prodigios sobrenaturales.
Como en el teatro medieval popular de tradición religiosa, que representaba los asuntos sagrados del nuevo y del antiguo testamento con fines pedagógicos, En la diestra de Dios Padre, Enrique Buenaventura abandona la solemnidad de la liturgia y los textos sagrados, pone en escena a Cristo, lo humaniza, lo convierte en un ser cercano y cotidiano. Además, los asuntos de fe más fundamentales, la muerte, el más allá, el cielo y el infierno, la salvación de las almas, el contraste entre la condenación y la beatitud 6 se
6 En el teatro religioso desde el siglo XIII se produce una transformación esencial: se populariza. Cristo que hasta esa época solo aparecía en escena en los textos sagrados y litúrgicos se desacraliza y aparece como un personaje que dialoga y actúa, que en sus expresiones y parlamentos incorpora el lenguaje popular y el lenguaje gestual y rompe la mesura solemne de la representación. Además son representaciones que no sólo se ciñen dramatizan y se ponen a la altura y al nivel de comprensión del hombre común. La diferencia de la obra de Enrique Buenaventura con la tradición teatral del teatro religiosa es que no pretende ser un teatro pedagógico, la historia representada está encerrada en un ambiente paródico y carnavalesco, en un proceso irreverente de desacralización y desmitificación.
La obra tiene un contenido social que se puede mirar desde muchos puntos de vista. En una aproximación literal es simplemente una parábola o un caso ejemplar en el cual la diferencia entre los pobres y los ricos encuentra una solución. Es posible interpretar los personajes principales como los prototipos de estas dos clases, y en Peralta se puede descubrir el hombre conciliador que resuelve con sus bondades los conflictos y acerca las dos clases acompañado por la mano de Dios. Pero la obra es mucho más compleja y trasciende el plano moralizante y esquemático de la parábola. La historia de Peralta tiene su origen en una percepción carnavalesca del mundo. Está acompañada de una poderosa fuerza vivificante, de la alegre relatividad y la irreverencia del carnaval. Y es desde allí donde se puede auscultar, en un sentido mucho más amplio, su función social. La risa en el carnaval se dirige contra todo lo que es elevado y solemne, contra la ostentación que es propia de la realidad oficial. Invierte las jerarquías y celebra un rito de libertad. Es un acto de liberación: parodia y relativiza la
a lo dicho por los textos sagrados, pueden poner en escena acciones insospechadas o no dichas, otros argumentos que los que se encontraban en las sagradas escrituras. Era un teatro que con la entrada de Jesús a la escena buscaba explorar otros acontecimientos cercanos al público analfabeto y a su visión del mundo y representar el lado humano de la divinidad.
Su temática tenía un objetivo fundamental: Visualizar los conceptos teológicos y los acontecimientos bíblicos mediante acciones y personajes simbólicos como lo hacía la pintura en las iglesias y los lugares dedicados al culto (como se podían apreciar en los trípticos o los polípticos con su abundancia de escenas). El cielo y el infierno, el Gólgota y el huerto de Getsemaní, Satanás y los bienaventurados, el mundo pecador y la salvación en el más allá, el estado moral del hombre, aparecían representados en una forma tan pedagógica e instructiva como se podían apreciar en la predicación (la palabra “pulpitum” significaba tanto pupitre o púlpito como tinglado teatral). Era un teatro que, al representar los asuntos sagrados (del Nuevo y del Antiguo Testamento), enseñaba e ilustraba a un público analfabeto y poco docto en asuntos religiosos (Berthold, 1974).
verdad del hombre, los principios ordenadores del cosmos, la visión unitaria del mundo, el orden construido por la razón y el espíritu, los hechos de la historia sagrada, el sentido y la experiencia de la muerte y la trascendencia. Es una actividad desacralizadora que construye un orden provisional y pone en tela de juicio los valores y los vicios de la sociedad: El mundo está en movimiento, todo es relativo, mudable, nada se presenta como definitivo o perfecto. Al reír el hombre recupera su condición humana, corpórea y efímera.
El eje temático de la obra, se puede resumir en la forma como el hombre, con su inteligencia (esa lucidez y recursividad que solo florece en la pobreza y las condiciones de vida más difíciles), aprovechando las circunstancias, le sale adelante a Dios, a la Muerte y al demonio. Como en un relato épico lo que se pone en escena son la faenas del héroe. Pero no es un personaje coronado por la gloria de su casta, por su condición guerrera y por su naturaleza semidivina. Tampoco es una historia que se desarrolla en un ambiente de opulencia y de riqueza, en el ciclo solo reservado para los poderosos, sino en un ambiente de pobreza y dificultades extremas. Peralta es un personaje antiépico, en él sobresale la capacidad de valerse de las circunstancias, de sortear el azar y el riesgo, de salirle al paso a las oportunidades y desarrollar formas diferentes para sobrevivir al margen de los poderosos, de aguzar la sensibilidad. Es el débil que logra sus objetivos y se  afirma sobre los poderosos, utilizando sus propios recursos.
Si algo sobresale en la obra, es esta faceta carnavalesca. La inteligencia divina es superior a la humana, esto es algo indudable (es importante hacer resaltar la forma de actuar tranquila, sosegada y sin titubeos de Jesús en el encuentro con Peralta. En él no hay ninguna duda ni vacilación). Pero la forma como Peralta “piensa” sus peticiones, revela algo que, en primer momento, Jesús y San Pedro no alcanzan a percibir hasta sus últimas consecuencias. En la obra, los personajes religiosos están caracterizados por una actitud iconoclasta: Jesús no es omnipotente, omnipresente, ni omnisciente, como es lo propio de su naturaleza divina, y San Pedro es un personaje que exagera las debilidades humanas. Esto abre un interrogante que se convierte en el enigma que le va a dar dinámica a la obra. No existe un conflicto moral ni se insinúa una herejía en la obra. En las peticiones de Peralta existe una buena intención y eso hace resaltar más su acción, su bondad y el amor hacía Dios.
El carnaval es un estado de libertad, un momento privilegiado en el que cada cual puede elegir una máscara independiente de sus obligaciones de nacimiento, edad, sexo y fortuna. Es un momento de inversión simbólica (del “mundo al revés”): En él se anula toda forma de desigualdad social, toda situación jerárquica (de estamento, rango o fortuna), y se explora la alteridad. Se suprime la distancia que existe entre las personas, las leyes, prohibiciones y limitaciones que determinan el curso de la vida normal. Es la posibilidad de un “contacto libre y familiar” entre las personas o las instituciones. Todo lo que se venera, lo que es monolíticamente serio y sombrío se profana para facilitar con esta actitud irreverente el acercamiento y el trato de “igual a igual”. Esto es lo que encontramos en el trato entre Peralta y Jesús, lo que permite que Peralta “faltándole al respeto” se atreva a pedirle semejantes cosas y desprecie la gloria eterna.
En la obra podemos ver tres planos. El primero, es el que tiene que ver con el planteamiento de las cuestiones “últimas” del hombre. La obra es un “debate” carnavalesco entre la vida y la muerte, entre el más acá y el más allá, entre el reino de la oscuridad y el reino de la luz. Estas cuestiones se plantean sin encontrarles una  solución abstracta o filosófica, o religiosodogmática. En la obra se trasladan al plano de lo sensorial y concreto, en el entramado de una acción  o de una aventura (si esa palabra califica las acciones de Peralta). En un segundo plano, como ya lo habíamos dicho, encontramos el descenso del “héroe” del mundo épico de las grandes hazañas y aventuras al plano ramplón de los asuntos concretos y los problemas de la sobrevivencia cotidiana, su humanización. Y, en un tercer plano, la  forma de utopía social que se insinúa al fusionar imaginariamente en el mundo del relato las clases sociales. Toda utopía es el dibujo de una sociedad ideal, de un cambio en la sociedad a partir de un ideal ético, de un
cierta concepción de la justicia, de la felicidad, de la responsabilidad. Es la búsqueda del mejor de los mundos, de un estado de cosas en que los hombres puedan vivir juntos, felices y en paz, en el que nada escasee, ni las libertades, los bienes, el amor o la vida. La utopía implica que los hombres se vuelvan razonables y justos, es un estado donde los hombres se liberen de la soledad, de la pena, del esfuerzo, de todas las fuentes de la desgracia humana que impiden el logro de  la felicidad. La vida en la tierra, tal como se la imagina Peralta, tiene estás características.
En la obra, en su prólogo y epílogo, se hace un llamado al público sobre las dimensiones de lo representado y se establecen las condiciones de recepción. Cada uno de los actores personajes principales, interviene y presenta la naturaleza del acontecimiento que van a representar. Desde este comienzo, la obra se afirma a sí misma como una historia asombrosa, como el relato de algo sobrenatural o extraordinario : “esta vez voy a contaros/ un cacho que no es de toro” . La palabra “cacho”, tal como está utilizada en esta obra, puede tener dos sentidos complementarios. En un primer plano, esta palabra se refiere a un acontecimiento inesperado, que tiene un fin incierto y sorprendente. En un segundo,  alude  a un hecho que puede aparecer como una trampa o como una “faena”, de la cual puede ser difícil salir de ella; es un hecho que puede aparecer como algo inofensivo, pero que luego envuelve a quien lo vive y tiene que utilizar todo su ingenio, para  salir de él. Es una acción en la que se pone el mundo al revés, se invierte el estado de cosas de una manera parcial y transitoria.
La acción de Peralta, por su condición excepcional, es un hecho arquetípico del que se puede aprender mucho de él. Este es un asunto que el dramaturgo deja muy claro en el prólogo: “oigan bien para aprender”. Es una acción que obliga a replantear muchos asuntos que para el sentido común y para el público son claros y evidentes. En esta obra ocurre como en los géneros cómicoserios donde los héroes suben al cielo, bajan al infierno o viajan por países fantásticos y desconocidos y caen en situaciones excepcionales para poner a prueba una idea filosófica. “Lo fantástico sirve no para encarnar
positivamente la verdad sino para buscarla y provocarla, y, sobre  todo, para ponerla a prueba ” (Bajtin, 1986: 161). Es una historia de la cual se aprende algo, problematizando lo que se sabe y que debe repetirse, para que otros aprendan de ella (“para que cuando se ofrezca/ cuenten como yo conté”). La representación de lo ocurrido es importante, porque el saber no es simplemente información, es entendimiento y reflexión sobre lo vivido por uno mismo o por otros, es un proceso de autoevaluación: “El saber es entender/ y el entender es saber” . Es una historia para ser recordada por los que quieren escuchar, por los que tiene voluntad de cambio: “pa’ que quede en la memoria/ del que la quiso escuchar”.
Es un relato que está al margen de los acontecimientos histórico reales, es una historia que está al comienzo de los tiempos como el mito y conserva su fuerza ejemplar y su poder de referencia :”Si es mentira,/pan y harina./Si es verdad,/harina y pan...Oídos del mundo oí/ el cuento que contarán” . Pero esta característica no solamente la podemos deducir por el prólogo (parece que la historia viene desde muy atrás por tradición oral y que los actores sólo la representan), también podemos verla por la cercanía que se da en la obra entre Dios y el hombre y la posibilidad del diálogo entre los dos. Esta es una de las características principales del hecho carnavalesco. “La actitud libre y familiar se extiende a todos los valores, ideas, fenómenos y cosas. Todo aquello que había sido cerrado, desunido, distanciado por la visión jerárquica de la vida normal, entra en contactos y combinaciones carnavalescas. El carnaval une, acerca, compromete y conjuga lo sagrado con lo profano, lo alto con lo bajo. lo grande con lo miserable, lo sabio con lo estúpido, etc” (Bajtin, 1986: 187).
La obra como la sátira Menipea (Bajtin, 1986: 13, 174) se desarrolla en tres espacios: el cielo, el infierno y la tierra. La acción se desenvuelve principalmente en la tierra pero se comunica con los otros dos mundos y los personajes pasan con facilidad de uno al otro.
La muerte y el carnaval
“La muerte, al igual que el sol, es algo que no conviene mirar fijamente”
La Rochefoucauld
“Como vuestra merced mejor sabe, todos estamos sujetos a la muerte, y que hoy somos y mañana no, y que tan presto se va el cordero como el carnero, y que nadie puede prometerse en este mundo más horas de vida de las que Dios quisiere darle; porque la muerte es sorda, y cuando llega a llamar a las puertas de nuestra vida, siempre va de prisa y no la harán detener ni ruegos, ni fuerzas, ni cetros, ni mitras, según es pública voz y fama, y según nos lo dicen por esos púlpitos”
                                                    Miguel de Cervantes
En la cultura medieval, la evidencia y la cercanía de la muerte producía en el hombre un enorme temor. La muerte, sorpresiva, podía acabar con la vida en cualquier momento. Era imprevisible y solo requería de una condición: La existencia del hombre en el mundo. La gloria humana acababa en la tumba, allí toda la materia se tornaba en irrealidad: la muerte separaba a los que se aman, la alegría se truncaba y se convertía en tristeza, la risa en llanto. Este sentimiento se tornaba mucho más fuerte cuando se afirmaba su inevitabilidad: por la sola condición de estar vivo el hombre “debía” morir. Nadie podía escapar a la muerte. A la muerte el hombre llegaba desnudo, sin defensas y sin voluntad. De este principio irrefutable partía la tradición cristiana: La muerte es la única herencia que recibe el ser humano.
La Danza de la muerte era una obra de teatro que daba cuenta de este imaginario. La muerte llegaba a todos los hombres sin distinción y no tenía con ninguno consideración: “Io so la muerte cierta a todas las criaturas” 7. En la representación teatral, era el maestro de ceremonias que invitaba a todos los mortales a bailar en su danza: “vivo has de venir conmigo a hacer una visita a los difuntos” . Los poderosos (el Papa, la emperatriz, el cardenal, el caballero, el guerrero, el señor feudal, etc.) se lamentaban de la muerte y no podían con todos sus recursos escapar de ella y su cerco. La condición social, la riqueza, el sexo, la edad, la juventud, la belleza, el poder que el hombre detentaba no eran importantes. La muerte era un principio nivelador de la sociedad que borraba las diferencias entre los individuos, era una fuerza “igualadora”.
La obra de Enrique Buenaventura retoma esta tradición y la parodia: es una “Danza de la muerte” invertida. Estructuralmente toda parodia comprende simultáneamente un texto parodiante y un texto parodiado. El discurso parodiante se remite permanentemente al texto parodiado fragmentaria o totalmente y en esa relación mantiene viva su fuerza crítica. El texto parodiante cita el texto parodiado deformándolo y apelando constantemente al esfuerzo de reconstrucción del espectador, a su capital cultural y al universo de referentes estéticos que posee. Es un texto que como cita y creación mantiene relaciones intertextuales estrechas con el ante-texto (Pavis, 1980:
7 “A buena fe señor- respondió Sancho-, que no hay que fiar en la descarnada, digo, en la muerte, la cual también come cordero como carnero; y a nuestro cura he oído decir que con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las humildes chozas de los pobres. Tiene esta señora más poder que de melindre; no es nada asquerosa, de todo come y a todo hace, y de toda suerte de gentes, edades y preeminencias hinche sus alforjas. No es segador que duerme las siestas; que a todas horas siega, y corta así la seca como la verde yerba; y no parece que masca, sino que engulle y traga cuanto se le pone delante, porque tiene hambre canina, que nunca se harta; y aunque no tiene barriga, da a entender que está hidrópica y sedienta de beber solas las vidas de cuantos viven, como quien se bebe un jarro de agua fría” (Cervantes, 1986: 194, 195).
Uno de los textos parodiados en la obra de Enrique Buenaventura es La Danza de la muerte . La parodia puede recaer sobre un estilo, un tono, un personaje,  un género o simplemente sobre situaciones dramáticas. En la obra es el personaje el elemento parodiado. La muerte es una figura de carnaval, de la cual se mofa Peralta y a la cual le juega una mala pasada. Con la acción de Peralta se introduce en la historia un tiempo sin muerte y sin la necesidad de la muerte 8.
El llamado de la muerte para Peralta es diferente. La inutilidad del poder humano frente al poder de la muerte que todo lo arrasa tiene una salida cómica. Aunque para indicar dramáticamente la llegada de la muerte se describen sensaciones inusuales y extremas (“(Se oye un silbido de viento y una música destemplada) Uyyyyy... hace frio...” ), a Peralta la muerte no lo toma de sorpresa y con él cambian las reglas que son habituales para todo ser humano: no experimenta temor ante la muerte, la muerte se le manifiesta con claridad, puede hablar con ella de frente y sin temor, y, además, obtiene de ella una pausa antes de que se lo lleve: “Agradecé que te aviso, pensando que sos un hombre güeno y caritativo”. Peralta no duda cuando la tiene de frente, se excede en sus peticiones y le pide un poco más de tiempo para sus asuntos personales: “haceme un favor completo y dame un placito pa confesarme y hacer el testamento. Mirá toda la plata que tengo; hay que dejarla bien repartida”. En el momento en que le pide el favor de darle más tiempo le juega una mala pasada, la engaña y la detiene contra su voluntad en las ramas de un árbol. Todo por el poder que nace del tercer deseo que Jesús le concedió: “lo tercero es que yo pueda detener al que quiera en el puesto que yo le señale y por el tiempo que me parezca”. La muerte se deja seducir y cae, sin tener idea de lo que le espera : “si te parece, entretenete allá afuera, viendo el pueblo, que tiene una bonita
Los vivos, los médicos, el limosnero, los enfermos, la mujer bailan festejando alegremente el destierro de la muerte. “Fiesta de la muerte. Los lisiados, paralíticos  y enfermos entran con una muerte enorme, tocando en tarros y cachivaches. Viene también el Viejo Limosnero y una mujer disfrazada de muerte. Viene un leproso convertido en culebrero y algunos ‘dotores’” .
divisa. Mira, allá afuerita hay un aguacatillo bien alto. Trepate a él, pa’ que divisés a tu gusto” .
En la Edad Media las representaciones de la muerte consistían en admoniciones sobre la brevedad de la vida y reflexiones sobre el pecado. Insistían en la pobreza de la vida, en la caridad hacia el pobre y el afligido. El hombre está de “paso” y por ello el interés por los bienes materiales y por lo que en este mundo hay de valor no tiene sentido. El apego a lo terreno es un lastre del que hay que desprenderse para poder conseguir la salvación. El hombre debe apartarse de los placeres humanos que solo acarrean la perdición y orientar su vida de una manera ejemplar (alejado de los tres enemigos del hombre: el mundo, el demonio y la carne. Y en consecuencia con las virtudes teologales y cardinales). En la diestra de Dios Padre Peralta no es una excepción a esta tradición: en él sobresale su espíritu de entrega y su vida austera, sin los bienes materiales y a las comodidad que trae la riqueza . “No sé pa’ qué barro y limpio este asilo de apestosos. Por fuerza tiene que estar sucio. ¿Ónde se ha visto que un hombre no cuide ni ésto de su casa y de su persona?. Él lava a los llaguientos, asiste a los enfermos, entierra a los muertos, se quita el pan de la boca y los trapitos del cuerpo, pa’ dárselos a los pobres. ¿Pero quién se preocupa por él, o por mi? Aquí estamos en al pura inopia y la casa rebosada de limosneros” . Su condición es la renuncia: “ Yo no necesito de mujer, ni de hijos, ni de nadie, porque tengo mi prójimo a quien servir. Mi familia son los prójimos” . Para él nada es necesario: “Alli sigue con su misma ruanita pastusa, con sus mismos calzones fundillorrotos. ¡Igualito¡” . Todo en él es buena voluntad y actitud para el servicio, para la caridad y la ayuda a los demás: “Alabao sea Dios. Por fin hay algo que darle a los prójimos. Servile a los señores y dale de comer a todo el mundo. Yo voy a llenar unos canastos pa llevarle algo a los vecinos”.
La descripción del mundo natural y material, frente al mundo ideal, es siempre negativa. Frente a lo divino y lo sobrenatural, lo humano es siempre inferior. En la obra como un recurso dramático, la presencia de lo sobrenatural está precedida de elementos de orden olfativo y gustativo, y de milagros que hacen resaltar la condición de superioridad de los personajes Divinos. Son experiencias sensoriales que sobresalen por el exceso, y porque no existen en este mundo referentes o vivencias que se les parezcan, ni en la misma casa de Dios. En lo olfativo, aromas imposibles que evocan momentos de plenitud y de éxtasis (“Mientras el pobre jiede”). “¿Y ese olor, de dónde sale ese olor de flores de naranjo, de albahaca y de romero de Castilla? Parece del incendio y del sahumerio que le echan a la ropita de los niños... Hay algo raro... No he sentido este olor ni en el monte ni en las jardineras, ni en el Santo Templo de Dios” .  En lo gustativo descripciones que evocan la abundancia, los beneficios materiales del poder infinito de Dios. “Es que no sólo vi, sino que toqué y comí... ¿No me crees? Yo lo he visto y tocao y olido y saboriado..¿Qué es lo que tocao? Dios me ampare... He tocao montones de terrosas papa, alterones de suaves tomates, nidadas de tibios huevos y un bongo de arepas de arroz tan esponjudas  y bien asaditas que no parecían hechas por cocinera de este mundo... y se me ha envolvido en el dedo un dulce, que es la mismita azúcar”. Los milagros y el poder curativo de la sola presencia de Dios revelan su potestad y su misericordia. Como en el nuevo testamento los tullidos caminan, los ciegos ven, los leprosos sanan. La casa de Peralta era un santuario, un baluarte o una fortaleza de la fe, era un bastión devocional. Los peregrinos y enfermos que vivían en su casa eran un grupo humano que comentaba y daba testimonio prolijamente de los milagros realizados, de los pormenores de los prodigios que en el hogar de Peralta y su hermana se consumaban, y de la intercesión sobrenatural
En la obra las representaciones de la muerte son las convencionales: tiene la forma de un esqueleto y lleva como emblema una desjarretadera 9 que
9 “Instrumento que sirve para desjarretar toros o vacas compuesto de una cuchilla de acero en forma de media luna, muy cortante, puesta en el extremo de una vara del grueso y longitud de una pica” (Diccionario de la Real Academia de la Lengua)
mantiene muy afilada. La muerte es “esa güesamenta”, la descarnada, “la pelona”. El efecto cómico se ve cuando el temor que debe producir su apariencia produce lástima: “¿Vuste no la ha visto a la pobrecita cómo está, moniada en esa horqueta?... Los huesos los tiene ya mogosos y verdes con los soles que ha padecido... El telañadero se le enreda por todas partes. Ta llena de hojas y porquerías de animal y con un avispero que li han hecho en la cuenca del lado zurdo, ha quedao tuerta. Todos dicen que don Peralta ha de ser brujo y ayudado para mantenerla allí... Mírela su mercé como está. Toda baldada, tullida y desmayadita... No puede dar paso”. Pero la vida sin muerte no es un estado propio de la condición humana, lo propio del hombre es la transitoriedad. Este proceso que se inicia con la detención de la muerte es un factor de desequilibrio que interrumpe el curso del tiempo, influye en otras esferas diferentes a la humana y cambia la lógica de los acontecimientos en el mundo sobrenatural. La buena intención de Peralta no es suficiente,  la verdadera “calamidá” es que no hay muertos: “todito lo ha trastornao el tal Peralta en este mundo”.
La sociedad de clases
Las diferencias de clase son muy esquemáticas y cómicas, pertenecen más al plano de la parodia que a la descripción realista de las condiciones de vida de estos dos sectores sociales. Los pobres son los enfermos (los leprosos, los ciegos, los tullidos, los limosneros que no conocen más oficio que este) y los miserables (“hilachento e infeliz”). Los poderosos por contraste son los hombres sanos, bien parecidos y blancos. La diferencias no solo se insinúan en el plano social, se pueden ver también en la raza, la salud, la limpieza corporal y del ambiente (“Caramba que el pobre jiede...No sé pa qué barro y limpio este asilo de apestosos. Por fuerza tiene que estar sucio” ), y la inteligencia (el juicio y la cordura, la capacidad de dar con las ideas mas claras y acertadas). Los ricos eran: “gente muy blanca y de agarre que parecían jefes y mandones. A su lao unas señoras muy bonitas y muy ricas, que parecían princesas” . Los pobres son gente improductiva que no tiene ningún interés en trabajar (“perezoso y holgazán”). En la obra forman parte de la sociedad otro grupo de personas, que no son propiamente otra clase social. Este grupo, que lo forman los profesionales, los artesanos y los sacerdotes, viven del trabajo de los demás exprimiendo a los trabajadores, a la gente responsable y honesta; viven de la oportunidad y de las necesidades de los otros. Son una casta de intermediarios, de empleados y de “vivos” que aprovechan todas las oportunidades para sacar partido (aun de la muerte).
Peralta es elemento catalizador. Es un personaje con muchas cualidades y por eso sobresale como un ser excepcional. Es un hombre desprendido que no conoce la ambición, de buena voluntad, discreto, honrado, muy caritativo y con un enorme deseo de servirle a los demás. No es amigo de chismes y murmuraciones y siempre habla con la verdad y asume íntegramente sus acciones. Y, sobre todo, es muy inteligente y recursivo. Su humildad contrasta con el interés personal, el vicio y la corrupción, la ingratitud, la falta de lealtad hacia el prójimo, el interés por la vida social que son “valores” propios de los otros personajes.
En la obra hay dos partes muy diferenciadas y en ello podemos ver la mirada crítica del dramaturgo. La segunda es la inversión de los propósitos de la primera. La primera parte corresponde al encuentro de Peralta con Jesús y con San Pedro, al enriquecimiento progresivo de Peralta por las ganancias en el juego y a la plenitud de sus aspiraciones de servir a los demás. Peralta es un hombre rico que continúa viviendo ejemplarmente en la pobreza, pero los mendigos y hombres pobres que socorre son por contraste los que hacen gala de su situación de opulencia y derrochan el dinero que él les ha dado. A esta parte corresponde la mala pasada que le hace a la muerte y toda la crisis que desata en el más acá y en el más allá. La segunda parte comienza cuando Peralta le gana las almas al diablo y desata ese conflicto teológico tan enorme. Todo esto se le suma al conflicto que había ocasionado con la Muerte y la forma como había detenido el ritmo natural de la vida. Pero lo más importante es cómo cambian las cosas en un sentido inverso a como el las había pensado. Esta es otra de las características del carnaval. En la obra como en el carnaval nada se resuelve, es simplemente la posibilidad de vivir fantásticamente una utopía, pero reconociendo que esta inversión del estado de cosas es solo un estado transitorio, es parte de un juego estético, es una ilusión. Realmente la caridad no resuelve nada ni es una solución a tanta pobreza y necesidad : “Vusté cree que el mundo se puede cambiar y mejorar con unas onzas?/ Y con milagros y hechizos y brujerías? ...Todito ta corrupto y dañao agora” . Este servicio al prójimo no produce un cambio en el comportamiento social, ni mejora las condiciones en las que viven los mendigos. El decreto del rey le añade una dosis de pesimismo y niega la posibilidad de alguna solución transitoria o definitiva a la desigualdad social: “Todos sabemos que el mundo no puede cambiar y que asina como está hecho se debe dejar, porque asina es como los otros, los reyes, lo podemos gobernar”. Es una inversión total : “Que me juzguen como quieran. Yo quise hacer el bien. Qué culpa tengo si ha salido el mal? ”.
Bibliografía…