19/2/15

eL AMOR DE LA ESTANCIERA ANÁLISIS




Fundación del teatro gauchesco:
El amor de la estanciera
PEDRO Luis BARCIA
La Plata - Argentina

La literatura gauchesca
El origen de la literatura gauchesca, no su precursión ni sus antecedentes,
sino su fundación intencional y programática, está en el romance «Canta un
guaso en estilo campestre» (1777) del doctor y canónigo argentino Juan Baltasar
Maziel (1727-l788)~.
Para la existencia de la literatura gauchesca han de darse, imprescindibiemente,
dos condiciones conjugadas: ¡O• Que el texto esté lingúísticamente
compuesto en esa imitación panicular que un autor letrado hace del habla
rural rioplatense. La denominada «poesía gauchesca en lengua culta» es una
contradicción de términos y, en rigor, una inexistencia. 20. Que el texto
exprese o refleje la percepción del mundo y de sus realidades, circundantes o
distantes, desde un ethymon gaucho, unaforma mentis gaucha.
Esta poesía simula que el emisor es un gaucho y que su destinatario es un
auditorio rural.
“Como este género tiene tanta aceptación en cierta clase inculta,
puede ser un vínculo que una administración sagaz sabría utilizar
para instruir a esas masas y transmitir los sucesos e ideas que de otro
modo nada les importa. (1848)”
El sainete gauchesco
El segundo texto capital en la historia gauchesca, después del fundacional
«Canta un guaso», es una obrita teatral: El amor de la estanciera. Se trata
de un sainete, descubierto por Mariano Bosch2 y editado por vez primera
en l925~, pero que no ha sido estudiado hasta hoy.
La pieza se contiene en un folleto de 24 hojas manuscritas.
(1791). Este año se constituye en un importante indicador.
Si el cuadernillo es el original o una copia para consulta o apuntador,
no lo sabemos. De cualquier manera, es en torno al año indicado que se puede
fechar el texto. Bosch, basado en la vivacidad de la confrontación criolloportuguesa
del sainete, postula que debió estar todavía fresco el conflicto
bélico durante Carlos III, por eso postula fechar la composición entre 1780 y
1795 (7).
la pieza se
conserva en el tomo 825 de la colección Bosch, en la Biblioteca Nacional.
con
algunos comentarios, han sido incluidos en varios estudios del teatro argentino. En nuestro
siglo se hicieron algunas transmisiones radiofónicas adaptadas.
La obra consta de un solo acto y sin cuadros ni división interna ninguna.
La anonimia sigue firme. La fecha de composición sc sitúa hacia el
último tercio del siglo XVIII, previa, claro, a 1792, por la fechación del
sello.
El sainete presenta algunas peculiaridades en su género teatral. La primera
es la lengua en que está compuesto: la imitación del habla rural rioplatense.
La segunda, cl ámbito de la acción: el campo. Es el único sainete hispanoamericano,
hasta su momento, que sitúa su acción en el ámbito rural, a
diferencia de los peninsulares y americanos de distintas regiones, que son de
escenario ciudadano. Para situar esa originalidad, trazo un recuadro que exhibe
estos rasgos característicos; la lengua gauchesca y el escenario de su
acción en el ámbito rural.

El sainete criollo anónimo refleja la verdad del ambiente, los tipos, usos,
costumbres y formas de hablar.
 Lo nuevo es que se aplica a un ambiente
campesino y se expresa en el nivel lingüístico de las personas de dicho
ambiente. Con ello, El amor de la estanciera se constituye en un valioso
exponente de un grado de innovación en el género breve aclimatado de Hispanoamérica
y cumple un distanciamiento de los modelos peninsulares, aplicadamente
imitados a lo largo de los siglos XVIII y XIX.
esta pieza exhibe un fresco aporte de originalidad y es un hito en
el largo y complejo proceso de diferenciación de la literatura hipanoamericana
respecto de la española.
A la vez, esta obrita revela que el autor anónimo no pertenece al medio
en que la anima, pues tiene, respecto de dicho medio, una neta distancia que
lo babilita para verlo en sus rasgos característicos y distintivos pues, como
advierte el dicho, «el pez no sabe lo que es el agua». El autor es un extrambientado;
un letrado de ciudad.
El amor de la estanciera es un cuadro vivo de la vida rural de fines de siglo
XVIII, en cuyos niveles del ambiente (hábitat, costumbres, actividades, diversiones, lengua, etc.) marco refleja, con coherente fidelidad realista, los distintos.
Las formas
El amor de la estanciera es un sainete según la modalidad que al género
chico supo darle Ramón de la Cruz en el siglo XVIII, a partir de los precedentes
«pasos», «bailes» o «entremeses», desde el siglo XV Es una composición
teatral de breve extensión y de carácter jocoso y humorístico donde se
ridiculizan situaciones populares y presentan, con vigor, tipos nacionales, con
sus rasgos identitarios reconocibles.

se codean la lira de Garcilaso y la guitarra gaucha, allegadas
en descalibrada juntura. No obstante, más allá de las disonancias, se
advierte el esfuerzo para andarivelar las imágenes del medio gaucho en el
sendero, infrecuente para el cantor de pueblo, del endecasílabo.
 La obra escrita en octosílabos como los corridos mexicanos.  El autor ilustrado se asoma con endecasílabos. Y sonetos, pero regresa al habla gauchesca.

lo «estancia» significó, muy tempranamente, en el uso americano, una
extensión de tierras bajo un dueño. Ya en 1514 se registra el vocablo en documentos
escritos en la Hispaniola. «Estanciera» en nuestro texto, vale como
«campesina» o «gaucha», aunque este último término no era muy frecuente
en el siglo XVIII. Podríamos denominar al sainete: «El amor de la campesina,
o el de la paisana, o de la gaucha».
En el texto leemos:
No faltará otra estanciero
con quien se pueda casar,
más pulida y más morruda,
que mejor sepa ordeñar.
vv. 566-569.
O este otro pasaje:
Mi yerno Juan Perucho,
con sus lecheras,
y sus caallos viva
con su estanciero.
vv. 816-819.

En nuestros días, «estanciera» alude a una terrateniente importante. No
es, pues, el sentido original.

El motivo Central y los conflictos

Uno de los motivos tradicionales más antiguos de la literatura es el que
se anuncia como: «el hombre entre dos mujeres». Aquí, en cambio, se trata
del inverso: «una mujer entre dos hombres». Éste es el conflicto eje, en torno
al cual se tejen otros que se enredan a lo largo del sainete, constituyendo,
con su propio dinamismo conflictivo, una animación para la andadura de la
pieza dramática.
Los personajes son cinco. El centro está ocupado por Chepa o Chepinga,
dicho sea con diminutivo afectivo que utilizan sus padres para con ella, la
estanciera. Por la muchacha apetecible disputan Juancho Perucho y Marcos
Figueira. A la vez, los padres de la paisanita, Cancho Garramulio y su mujer
Pancha, confrontan opiniones y adhieren al primero y al segundo de los pretendientes,
respectivamente.
Si atendemos a los conflictos, se advertirá que la obrita está sostenida por
confrontaciones dialógicas renovadas, mezcladas y activadas entre sí; la
madre se afilia al portugués Marcos y el padre, a Juancho. La muchacha queda
como en el poema de Enrique Banclis: «Como ciervo entre dos manantiales
vacila...».
Más allá de lo amoroso hay otras contiendas manifiestas, que son más
relevadoras de las mentalidades del momento y de los rangos culturales del
medio. Primero, la del paisano enfrentado con el pueblero, viejo tópico reiterado,
el antagonismo entre lo rústico y el ciudadano, como en las obritas de
Juan del Encina o de Lucas Fernández.
Una segunda contienda se da entre ambos personajes nuevamente, Juan y
Marcos, pero por otras razones, no ya como dos formas de cultura enfrentadas,
la rural y la civil. Ahora se trata de que uno es un criollo del pago y el
otro es un portugués, extranjero. Esta dicotomía encarna viejas rencillas rioplatenses
y retrae toda una historia de invasiones y conflictos, entre España y
Portugal, en el Plata. De esta rivalidad había nacido la primera pieza gauchesca
que citamos: «Canta un guaso en estilo campestre».
Una tercera rivalidad, siempre con los mismos antagonistas pero en distintos
roles, se da entre un paisano rioplatense, un hombre de la tierra, y la
«gente de España». La errónea identificación del portugués como (gente de España» se da dos veces en la obrita, y en bocas con diferentes intenciones.
Pancha lo dice ponderativamente:
que un Portugués la pretenda,
por fin, es hombre de España.
vv. 105-106
En cambio, en el mismo paisaje dialogal, el viejo lo descalifica al portugués
precisamente por ser «español»:
mujer, aquestos de España
son todos medio bellacos.
vv. 115-116.
El pasaje, en la elección de uno a otro, se da en Chepa, con la misma
expresión que su madre usa para el de España, aplicada ahora a lo rural. Dice
de mancho: «Por fin, es hombre de campo», y. 364.
Todos estos juegos confrontativos se manifiestan y proyectan en el campo
lingúístico: dos lenguas en pugna, el español y el portugués.
Este entretejido de conflictos dota a la pieza de cierto movimiento y agilidad
que le aporta vida dramática. Por supuesto, en el plano psicológico, según
el género saineteril, las contraposiciones son polares, netas. Juancho es parco,
trabajador, afincado, humilde. Marcos es latoso, ocioso, vendedor ambulante
o buhonero y vanidoso. Una ffierte simplificación de los rasgos psicológicos
definen a estos tipos populares encamados en determinados «papeles». Chepa
es la muchacha indecisa, sin experiencia de amor, situada en el centro del campo
de tensiones opuestas, que la azoran, debatiéndose entre dos mozos y entre
sus propios padres. El proceso psicológico se irá matizando algo en la evolución
de la gauchita desde su preferencia inicial por el portugués que la enlabia
y pretende seducirla con regalos, hasta su adhesión gradual y creciente a
Juancho. Las expresiones van comentando el gradual cambio de preferencia.
La muchacha usa una forma procesual interesante, que repite un par de veces.
Primero, en un aparte teatral, se lo confiesa a sí misma: «medio ya lo voy queriendo
», y. 363. Luego, se lo confiesa a su festejante:
amado Juancho Perucho,
medio ya te estoy queriendo.
vv. 710-711.
El realismo de rasgos frertes, muy español en su raiz y de preferencia
criolla, campea en el texto. Se evidencia, por ejemplo, en las formas de destrato
—más allá de las del trato— con que se relacionan los personajes. Chepa
le dice a Juancho: «caballo sin freno», «chancho de suciedad lleno»,
«puerco bruto, muy moreno», «camero metido en cieno». Esto se lo espeta
frente a la impasibilidad inquebrantada del mozo.
Las expresiones más crudas no nacen de la intención de ofender, sino que
revelan una naturalidad expresiva cotidiana. El viejo Pancho, guacho viejo, es
quien más espontáneamente las usa: «mientras yo me pongo a mean>, y. 315;
o de Juancho, cuando comenta la condición de su madre enferma: «La tengo
que hacer mear», y. 597; o referido a la diarrea que padece: «pudriendo toda
la cama», y. 334, y lo restante del pasaje, que dejo a la verificación del lector
La disputa entre marido y mujer, motivo milenario, se renueva entre los
padres de Chepinga, con intercambio de insultos: «mujer bellaca», y. 222,
«mujer vieja», y. 70; y ella lo descalifica de igual manera con lo de «hombre
viejo», y. 119, ofensa dura que se extiende a todos los campos de la inutilidad.
El habitat rural y sus componentes
La ambientación campesina elegida por el autor se hace constar en distintos
niveles de mención y de alusión. En el plano de las acotaciones escénicas,
las de la obra son pocas, muy ceñidas y casi todas ellas limitadas a la
acción. Pero hay una explícita, que ratifica el espacio rural en el que se mueve
el conflicto: «Sale Pancho con el lazo, Juancho con las bolas, Chepa con
una picana y Pancha con el hierro de herrar, y todos cargan sobre Marcos».
Cada personaje del hábitat campesino porta elementos propios del medio.
Pareciera como un símbolo en el que todos esgrimen instrumentos de trabajo
rural, como una reacción espontánea contra el ajeno, al que ha traído tensiones
en él.
En cuanto a las menciones expresas de aspectos diversos de la cultura
rural, sobreabundan. La acción transcurre en un rancho, habitación de Chepa
y familia, típica vivienda de la pampa argentina, Las actividades rurales que
se mencionan son; ordeñar, desollar un animal, asar un costillar, repuntar
ganado, enlazar, marcar la hacienda, hacer quesos, hacer manteca, etc. El
mozo extranjero es amenazado con ser colgado del vegetal —no es árbol—
peculiar a la pampa: «del ombú lo hemos de ahorcar», y. 627. La ganadería
está mencionada como fuente económica básica; se habla de las reses sueltas
en el campo, las lecheras productivas, el tambo de Juancho; se dibuja en el
suelo el hierro («yerro») de marcar, como ocurrirá en un pasaje semejante del
Santos Vega de Hilario Ascasubi7.
Los sitios pampeanos típicos: el pajonal, el bañado, el abrevadero. La presencia
dominante y preferida del caballo. (Eduardo Bosco dice con razón: «el
gaucho es hijo de la vaca y el caballo»). Las menciones se demoran en la enumeración
de la variedad de los pelajes de los yeguarizos, uno de los orgullos
criollos más firmes. Hasta su momento no hay texto en que se mente tal
variedad de matices: alazán, bayo, cebrunito, gateado, picaso, pangaré, castaño,
rosillo, moro, melado, tordillo rosado, zaino, malacara, overo. El diminutivo
afectivo frecuente en el texto, reafirmando con el posesivo: «mi caallito
»; o las formas ponderativas, como «redomón», «parejero»: o la antifrástica
«mancarrón». El caballo es medio comparativo recurrente para la expresión
de los sentimientos. El amor es «caballo desbocado», tiene «más bríos que
potro chúcaro», los ojos de la amada se asemejan a «espuelas que le pican los
ijares», lo que hace potro al propio Juancho. Ella, respondiendo en igual nivel
comparativo tomado de la vida cotidiana, manifiesta que él «ha corcoveado
en vano» y «yo te presentaré un morrudo freno». La cocina criolla también
afirma su presencia en la «olla cocida» (puchero), el charque con menudos
(chatasca), el carnero hervido y asado, la mazamorra, el locro de gallina.., y
así parecidamente. Todo ello vigoriza la coherencia interna de la pieza en las
apelaciones a los elementos del ambiente rural donde ella transcurre.
La lengua
El tratamiento de este aspecto textual exigiría por si solo, un espacio
como el que destino a todas las consideraciones sobre El amor de la estanciera.
El texto contiene, básicamente, dos niveles lingtiisticos: uno gauchesco
y otro aportuguesado. El autor anónimo ha hecho un notable esfuerzo por
transliterar la fonética gaucha en su escritura. Ha procurado una cierta coherencia,
considerablemente avanzada, para ser el segundo texto en lengua gauchesca
hasta hoy conocido. Veamos algunos elementos. El final «-ado» pierde
en todos los casos la «d» intervocálica: caminao, relatao, bañao, tumbao,
ganao, estao, enamorao, malvao, alentao, mandao. También es caso de pérdivi
da de la misma letra intervocálica el de «too» por «todo»; «manaa» por
«manada» y. 34Q~ En una sola ocasión se lee «manada» (y. 25). La voz «cabalío
» la escribe siempre «caallo», aun el diminutivo, «caallito», con la caída de
la «b» intervocálica. En general, aunque no en todos los casos, se da la caída
de la intervocálica «r», como en «señoa», por «señora», «paa» por «para».
En el terreno de la acentuación se reflejan los usos rioplatenses, particularmente
en las formas verbales: «andá», «mirá», «comé». La pérdida de la
«d» final, se acusa sostenidamente en «salá», por «salud». Curiosa forma de
elisión de la «m» en «como», «coo», y. 297, forma que no aparecerá en ningén
poema gauchesco posterior.
Ciertas expresiones repetidas también mantienen la forma a lo largo de la
pieza, p. e., «Lao sea Dios» (9, 294) por «Loado sea Dios»; o «la gúeno»,
por «está bueno», reiterado en un largo diálogo por Juancho, como retintín.
Avecinados con el cambio de «b» por «g», el caso de «agúcla». Aparece
algún arcaísmo como «aqueste»; la transcripción de «ái» por «ahí», «ducientas
» por «doscientas».
El uso ocasional del «che» (y. 776), convive con el «tú» y el «vos», pero
exhiben cierta coherencia interna estas formas de tratamiento, según estimo:
usan el «vos» los esposos situaciones de tensión enojosa; y el «tú», en cambio,
cuando no hay tensión, o se han reconciliado. También se asoma el «usted».
En el plano lexicográfico, ya he marcado la presencia de argentinismos e
indigenismos, referidos a aspectos de la vida rural: hábitat, comidas, pelajes
de caballo, labores, etc. Agregaré algunos más: «maceta» (y. 86), caballo con
las patas deformadas por la vejez o el trabajo, aplicable a personas. «Collera
» (y. 22), collar gemelo para «acollarar» un animal con otro, y a las personas
en casamiento. «Paquetón» (y. 503), aumentativo de «paquete», con la
acepción en la Argentina de vestido de lujo, con exceso de cuidado; de allí
proviene «paquetería», que aún se usa en algunas provincias del interior. Sarmiento
le dedicó al vocablo y al estereotipo un par de artículos.
Es evidente en el autor la voluntad de coherencia en la transcripción de la
fonética gaucha. No la logra de manera absoluta. Pero no seamos exigentes
con un texto fundacional, cuando todavía en José Hernández vemos las oscilaciones,
que atraviesan toda la gauchesca.
Así como en «Canta un guaso», sobre el final del romance gaucho, se filtra
una apelación mitológica griega letrada («las germanas de Apolo! no habitan
en las campañas’>), también en El amor de la estanciera se desliza un
supervivencia apolínea: «sobre todo un malacara! que puede imitar al Pegaso».
El duelo de los pretendientes se da en todos los campos. Marcos porta
escopeta, arma insólita para un gaucho pampeano que solo usa su facón y,
muy ocasionalmente, un trabuco. El valor se mide por la lucha cuerpo a cuerpo
que el cuchillo exige. Juancho es diestro domador, en tanto Marcos sufre
una dura caída de su caballo, por su impericia como jinete y entra rengueando
a escena, como otra forma de desatar la befa del público local (Vv. 415-
426). Juancho es tartajeante, tosco y hasta grosero, pero siempre suena auténtico
y veraz frente al zalamero y enlabiador portugués. La impericia verbal
del paisanito está resumida en aquel pasaje, en que Chepa se queja:
El portugués me acaricia
y Juancho Perucho, no.
Solo me dijo una tarde:
¡Bien haya quién parió!
El duelo de regalos: Marcos ofrece obsequios seductores para una mujer
—como viajante de baratijas que es— cintas, lencería, pañuelos, polleras
(faldas). Juancho regala quesillo, leche, un caballito picaso, un poco de charque,
mantequilla: todo de su producción rural.
Como dije, la contraposición básica de los pretendientes revela una actitud
de rechazo contra lo peninsular. La reflexión de Cancho es lapidaría:
Mujer, aquestos de España
son todos medio bellacos.
Más vale un paisano nuestro
aunque tenga cuatro trapos.
vv. 115-118.
El sainete ofrece un campo de estudio interesante para la imagología
comparatística. La frase del viejo es una afirmación de la autoimagen del
criollo frente a la heteroimagen que nos da del extranjero. De igual manera,
Marcos insistirá en su autoimagen, confrontándola con la del pobre
Juancho. El portugués elogia su supuesto linaje (que asciende hasta el Rey),
buen nacimiento, excelentes relaciones sociales, dinero en abundancia, guapeza
valiente. Todo esto dicho con un acentuado grado de fanfarronería
desbandada. Con esta presentación se define el estereotipo del portugués en
el siglo XVIII. Es el prototipo del estereotipo actual del brasileño contemporáneo,
exagerado en sus autoestimaciones, según la mirada popular rioplatense.
Juancho es varón asentado, con campo y hacienda. Marcos es un vendedor
ambulante. También esto tiene su peso a la hora de decisiones así como
su intencionalidad presentativa. En cuanto a la voceada guapeza que Marcos
pregona, cuando llega el enfrentamiento, se humilla frente a Juancho y concluye
con labores femeniles de cocina, en la celebración de la fiesta de compromiso
entre .luancho y Chepa. La infamación final del portugués cierra el
proceso de descalificación en la perspectiva popular
El fuerte sentido de pertenencia a un medio campesino que reafirma el
padre de Chepa, contiene rasgos de etnocentrismo positivo. La madre, en
cambio, queda al margen de esta actitud. Ella encarnaría cierto conservadurismo
dependiente, ajeno al orgullo de la patria chica. Todo el sainete suponc
dos bandos que, al final, se resumirán en un nosotros (los del campo, los
hijos de la tierra) frente al otro, el extranjero desarraigado. «Más vale un paisano
nuestro», dice la estimación final del criollo viejo.
Superados los enfrentamientos, y con el triunfo del hijo de la tierra sobre
el advenedizo, el sainete se cierra con un happy ending: fiesta con comida,
baile y coplas y música de guitarra. Simbólicamente, todos se dan la mano
(vv. 674-677) y Chepa pide a su padre que bendiga la mesa (vv. 747) y eche
la bendición sobre las promesas matrimoniales, de la que todos son testigos:
Mi bendición los alcance,
por siempre jamás. Amen.
(vv. 798-799)
a lo que se suma Pancha:
También lamía les echo:
Dios los conserve en su gracia.
(vv. 800-801).
Anales de Literatura Hispanoamericana
1999, 28: 455-471
Así se sella, con espíritu cristiano, propio de la devoción popular rioplatense,
el pleito de amor de una gauchita entre dos pretendientes.
Dado lo expuesto, se puede sintetizar la peculariedad de El amor de la
estanciera con los siguientes aportes:
1. Es la pieza inaugural y fundacional —no precursora— del teatro gauchesco
rioplatense. Manifiesta una clara concepción del género que
¡nic¡a: lengua gauchesca, que imita la prosodia gaucha; una sostenida
perspectiva de la «forma mental» del gaucho para percibir la realidad;
una presentación orgánica de los elementos del medio rural y de las
actitudes y mentalidad de sus habitantes.
2. Por su índole dramática, instaura el diálogo gauchesco, treinta años
antes de que lo ensayara Bartolomé Hidalgo.
3. Es una pieza de teatro regional, única en el panorama de la dramática
breve del siglo XVIII por el nivel de lengua y su ambientación
campesina.
4. Afirma una conciencia de pertenencia al medio y a una cultura por
parte de los paisanos, confrontados con lo foráneo y culturalmente
diferente. Se marca cierto grado de etnocentrismo positivo.
5. Manifiesta un viejo conflicto entre dos espacios culturales: campo y
ciudad, y entre dos formas culturales, ágrafa y letrada.
6. Se constituye en un punto de inflexión importante en el lento proceso
de diferenciación de la expresión hispanoamericana respecto de la
peninsular española.
Todos estos aspectos aportan lo suyo a favor de la promoción gradual de
la naciente identidad literaria rioplatense.
Anales de Literatura Hispanoamericana
Anales de Literatura Hispanoamericana ISSN: 02104547
1999, 28: 455-471

Donde el viento hace Buñuelos Arístides Vargas

Donde el viento hace Buñuelos
Arístides Vargas


Catalina y Miranda se encontraron en diferentes lugares en tiempos diferentes sin saber cuál es el tiempo real que les toca vivir. Esta obra está basada en las improvisaciones que Rosa Luisa Márquez y Charo Francés realizaron en lugares distintos como Madrid, Quito y San Juan y, de alguna manera, expresa la amistad surgida del desarraigo, la solidaridad de las que están fuera de si mismas. Agradezco a estas dos magníficas actrices, directoras y maestras, el haber compartido sus mundos, el mostrarme en sus memorias, sus países: España y Puerto Rico, sus exilios diarios y sus recuerdos.

Escena1
(Catalina y Miranda esperan que una persona dormida desocupe alguna cama para dormir en ella)
Catalina: Este hombre duerme profundamente.
Miranda: Duerme como si intentara olvidar algo.
Catalina: Siempre llega antes que nosotras.
Miranda: Tal vez esté fingiendo.
Catalina: ¿Qué?
Miranda: Tal vez esté fingiendo dormir cuando en realidad duerme...
Catalina: No le entiendo
Miranda: Tal vez esté muerto.
Catalina: No creo.
Miranda: (Tocándolo) Mire...
Catalina: Si...
Miranda: ¿Ve?
Catalina: ¿Qué?
Miranda: Nada...
Catalina: Yo no le despertaría.
Miranda: Yo tampoco.
Catalina: Podríamos perder el turno.
Miranda: Sí.
Catalina: Los hombres son más trágicos cuando duermen.
Miranda: Y más aventureros.
Catalina: Cuando pierdo el turno se me empasta la boca como si me hubiese comido un mono con cáscara y todo, se me empasta la boca, se me empasta como si mordiera una pedazo de mono vivo; entonces el cielo se vuelve gris como el uniforme de la policía y el pensamiento se me licúa como una sopa, se me licúa aquí..., aquí, ¿se da cuenta?
Miranda: No se altere, vamos a dormir, sólo es cuestión de tiempo.
Catalina: A veces he tenido la tentación de pasar la mano por la mejilla del que duerme por el simple placer de acariciar a una persona dormida.
Miranda: Mi padre duerme la siesta...
Catalina: ¿Qué?
Miranda: Mi padre... Puedo verlo con cierta claridad, tomando sombra en la siesta bajo un inmenso árbol, a su costado un pavo real y en su boca un hilo de baba. No había brutalidad porque mi padre era joven y dormía.
Catalina: El tiempo pasa más rápido cuando una duerme.
Miranda: Yo era niña y mi padre era joven...
Catalina: A veces sueño con ventiladores...
Miranda: Mi padre siempre quieto como las piedras, ¿Se mueve? Sí, como las piedras arrastradas poe el viento de la noche... De todos modos, el viento de la noche también es una suposición.
Catalina: Tiene un pañuelo?
Miranda: No... por qué?
Catalina: Por nada. Odias a tu padre?
Miranda: No. Solo lo recordaba.

Escena 2 
Miranda: Todo es perfecto: la luz que atraviesa la ventana donde llegan y parten aviones hacia un cielo celeste, apenas cuestionado por una que otra nube... ¿Me escucha? Digo que todo es perfecto: los árboles a lo lejos y las personas con sus maletas perfectas, despeinadas suavemente por una música transparente que viaja por el aire acondicionado, aire inventado para que todo sea perfecto como el aire, aire... ¿Me sigue? ¿Ah? ¿Sí? Le decía... todo es perfecto: a la gente se la ve bien, sin problemas, los pájaros vuelan en la dirección que se debe volar, atraviesan el ángulo de la vista que se debe atravesar, las persona exclaman lo que se debe exclamar: ¡Oh!, ¡Son pájaros...! Y así, todo es perfecto, sólo yo estoy demás. Pero como no me veo, todo es perfecto. ¿Me escucha? Bueno, no importa... Usted no tiene por qué escucharme, yo soy una extranjera y usted está tallada en el aire... aire.

Escena 3
Catalina: ¿Dijo algo...?
Miranda: No.
Catalina: Pensé...
Miranda: Pensó mal.
Catalina: No se altere.
Miranda: Pensó mal, eso es todo.
Catalina: Sí, ya se, pero no se altere.
Miranda: Usted pensó mal, ¿y yo soy la que me altero?
Catalina: Pensé que murmuraba algo y a mí no me gusta la gente que murmura algo, además... Me sale sangre por la nariz.
Miranda: ¿Quiere un poco de té?
Catalina: No.
Miranda: ¿Quiere mi bufanda?
Catalina: No.
Miranda: ¿Qué quiere, entonces?
Catalina: Quiero que esos perros que ladran a lo lejos se callen.

Escena 4
Buñuelo: Permítanme que me presente, Soy Buñuelo, el perro de Luis Buñuel, también conocido por "el perro andaluz"... ¡guau! Tambien conocido por "el perro poeta", ¡guau! o, tambien, por "el perro chismoso", a secas. Por una extraña asociación fui dejado bajo los cuidados de la niña Miranda. No me quejo... Como bien y me masturbo tres o cuatro veces al día. La Niña Miranda me dice: ¡No seas asqueroso, Buñuelo! Y yo, ¿qué voy a hacer, si soy puro instinto...! Veo la vida en blanco y negro, como las películas de Don Luis, ciertos días le pongo título a lo que veo, por ejemplo: "La alevosa caída del señor Pérez", basada en el golpazo que se pegó el viejo Pérez, al posar su vista en los pechos de Dona Beatriz, la vecina, y no ver la puerta de vidrio, frontera transparente entre las tetas de Dona Beatriz y el deseo de Don Pérez. ¡A tetas de vidrio, deseo transparente, para ser mas claro. O "La muchacha se va porque hace frío". ¿Les conté esa? Bueno, si se la conté, se aguantan, se la cuento de nuevo.... Estaba yo, como siempre, oliéndome el sexo y a punto de desmayarme. La calle parecía un fideo tembloroso y la gente parecía borracha por el agobiante sol que a su vez parecía una escupida de oro en el cielo de junio... Todo parecía porque nada era verdad...
M.Superiora: Niña Miranda, ¿qué cree que está haciendo, qué se cree que está haciendo, niña?
Miranda: Nada, sólo jugaba.
M.Superiora: Pero, ¿no sabe que aquí está prohibido jugar? ¿Lo sabe? ¿Lo sabe? ¡Claro que lo sabe! Pero, ¡claro!, la nina... ¿a que jugaba? ¿No sabe que jugar en soledad es malo? ¿O cree que porque esta sola Dios no la ve? Dios ve todo, senorita. ¿No se da cuenta que Dios es un ojo? Dios es un ojo y lo ve todo, un ojo que todo lo ve, un ojo que todo lo puede, un inmenso ojo celeste...
Miranda: Entonces Dios tomo una navaja y se hizo un corte horizontal en la mirada.

Escena 5
Catalina: Tengo vértigo, este barco blanco atraviesa la niebla y siento frío y por fin comprendo cómo la gente oscura, como yo, nos ponemos pálidos al cruzar la niebla... Es el frío que nos quita los últimos rayos de sol de nuestra cara y nos pone pálidos porque el frío es el alma... ¿comprende? El frío... es... el... alma...

Escena 6
Miranda: ¿Qué dijo?
Catalina: ¿Cuando?
Miranda: Ahora...¿qué dijo?
Catalina: Nada...
Miranda: ¿Qué hora es?
Catalina: Las dos de la madrugada, quizás...
Miranda: Pregúnteme algo.
Catalina: ¿Cuándo?
Miranda: Ahora...
Catalina: Bueno, ¿tiene novio?
Miranda: En una ocasión tuve uno que me dio un beso y me pudrió el labio
Catalina: ¿Si?
Miranda: Si, pero lo peor fue que posó sus manos sobre mis rodillas y me dejó paralítica
Catalina: ¡No!
Miranda: Sí, y otro intentó abrazarme y me rompió tres costillas.
Catalina: Eso se llama, falta de calcio.
Miranda: Tal vez. Debido a estos accidentes se me cayó la sonrisa y la atropelló un taxi...
Catalina: ¡Pobre...!
Miranda: Tuve un novio que se desvanecía.
Catalina: ¿Era de mala calidad?
Miranda: No, era un novio de antaño. Venía hacia mí cruzando la calle... A veces me parece que las voces de la gente viajan en el aire...
Catalina: Muy interesante, ¿y...?
Miranda: Y,¿qué?
Catalina: Su novio...
Miranda: ¿Ve?
Catalina: ¿Qué?
Miranda: Aun ahora se desvanece cuando me distraigo.
Catalina: Usted me va a volver loca.
Miranda: Es que era un novio de antaño... Cada vez que me despistaba, él se desvanecía; un día me despisté completamente y él, completamente, se desvaneció. Me he dado cuenta que las palabras de la gente viajan en el aire en diferentes direcciones.
Catalina: Es verdad, las cosas no siempre viajan en la dirección que una quisiera que viajen.
Miranda: Mi último novio desaparecía con la lluvia. El me decía, ¿quieres casarte conmigo?, y ¡zas! el cielo se venía abajo. Me decía, seré tuyo para siempre, y un trueno nos dejaba sordos y el granizo nos llegaba hasta el cuello... Un día vino decidido a vivir conmigo pero llovía tanto, que no nos podíamos ver la cara a un metro de distancia y, para colmo, la tormenta había hecho saltar los fusibles de mi casa; estábamos a oscuras y el boletín meteorológico no dejaba de decir que las lluvias no cesarían hasta bien entrado noviembre.
Catalina: No todas las lluvias terminan en historias de amor.

Escena 7
Madre: Catalina, hija, ven que te voy a enseñar algo que vas a recordar siempre.
Catalina: A olvidar.
Madre: No seas tonta, hija, no seas tonta.
Catalina: Si, madre pero no lo puedo evitar.
Madre: Evitar ¿qué?
Catalina: Llorar en todas las habitaciones de la casa.
Madre: Quisiera entenderte pero no te entiendo.
Catalina: ¿No?
Madre: No.
Catalina: ¡Bueno!
Madre: Escucha lo que te voy a enseñar, querida... ¿Te he llamado querida antes?
Catalina: No.
Madre: Bueno, no tiene importancia; te decía que, a simple vista, pareces inteligente.
Catalina: Gracias, madre.
Madre: Pero es a simple vista, que es la vista más simple que se ha visto jamás. ¡En fin! que te voy a enseñar a no perder el culo, y, sobre todo, a no perder el culo por los hombres porque una pierde muchas cosas en la vida, pero cuando perdemos el culo, el cuerpo se nos aliviana; y no sólo porque el culo pese sino porque lo que pesa es la virtud que suele estar en ese lugar tan propenso a las caricias y a las patadas... ¿Qué hacen a esta hora las gentes de nuestra pequeña comunidad?: duermen en sólidas casas con la tranquilidad del que sabe que afuera está su carro, su perro y su amante, y, adentro, su mujer, sus hijos, su yogur, su café con leche, sus buenas noches amor, sus buenos días cariño. El sabe todo esto; lo que no sabe es que ha perdido el culo durante todo el día para alcanzar su media hora de televisión por satélite... ha perdido el culo con la fría certeza del que nunca tendrá hambre, del que vive sin sobresaltos pero sin culo. Creen acostarse en sólidas camas, en realidad se acuestan a la intemperie, junto a otros, espalda con espalda puesto que, culos no tienen, como un ejército cuya única estrategia es vender el culo por un plato de comida. Yo perdí el culo por un hombre pero me lo encontré tres cuadras más allá, en la misma esquina en la que el me dijo: ¡Amor!... Te detesto, amor, y tú, hija del alma, dabas patadas en el vientre, desde adentro. ¿Te había dicho alguna vez, hija del alma?
Catalina: No.
Madre: No importa, no tiene importancia, ninguna importancia.

Escena 8
Miranda: ¿Qué hace?
Catalina: Me toco el trasero.
Miranda: ¿Está ahí?
Catalina: Creo que sí.
Miranda: Recuerdo un novio que tenía el trasero bizco.
Catalina: No creo que haya oculista de traseros.
Miranda: No.
Catalina: A mi también me gustaría recordar, a veces..
Miranda: ¿Traseros?
Catalina: No, recordar...
Miranda: Solo es cuestión de apoyar la cara sobre la mano derecha, el codo, a su vez, sobre la mesa, la mesa sobre las cuatro patas, las patas sobre la baldosa o sobre la tierra o en el aire, y, esa es toda la arquitectura del recuerdo: una forma de sostenerse la cara con la mano derecha.

Escena 9
Miranda: Yo sé que no es bueno que te lo diga ahora pero te lo digo porque desde algún lugar me estás escuchando. Solías decir que los tiranos hacen lo que hacen porque se los mete presos demasiado viejos. Hacíamos turno para esperar una cama, ¿te acuerdas? ¿Te acuerdas dónde era? Nunca te dije lo que te tenía que decir, por eso siento que hay algo atrofiado en mí porque no me encontré contigo cuando debía encontrarme... (Pausa) He decidido que no te voy a decir nada. De todos modos, eso atrofiado que hay en mí ya no me duele como antes.

Escena 10
M.Superiora: Niña Miranda, venga acá inmediatamente, siéntese, estírese la falda, la falda, la falda de su uniforme, niña. ¿Le dice algo la palabra, "Buñuel"? Porque a mí no me dice nada "Buñuel", y a mí las palabras me dicen; por ejemplo "Japón", me dice de un país lleno de japoneses, pero, ¿ "Buñuel" es un país? ¡La falda! ¡Sus piernas cuelgan como de un puente! ¿Se depila? ¿Quiere que le diga la verdad? Usted me aterroriza, niña... Usted me saca de mis casillas... Pero, ¡claro! la niña... Buñuel, ¿cuántos años tiene, quince, dieciseis? Aquí hay alguien que no existe: ¡Nosotras, señoritas, nosotras! No tengo mucha información, pero estoy segura de que si hay alguien que no existe, somos nosotras, ¿comprende? Tiene que comprender porque Buñuel..., ¡La falda, señorita Miranda, la falda! Usted cree que yo soy una cobarde, que no soy capaz de poner límites a sus actividades buñuelescas, ¡por favor! ¡Me tienen harta usted y sus compañeras, Simon del desierto...! ¡Nunca hubo eyaculación, nunca! Y eso que chorreaba por la madera eran hilos de cera que se desprendían de las llamas de las velas, ¿entiende? ¡Buñuel... ¿cuántas veces Buñuel?! ¡Depílese, por favor, los vellos de sus piernas se erizan! Buñuel... ¡Nunca más "Buñuel"!, ¿entiende? ¡Nunca más!
Miranda: Madre Superiora...
M.Superiora: ¿Si?
Miranda: ¿Si me muero hoy, voy al cielo?
M.Superiora: Creo... No. No.
Miranda: ¿El cielo es en blanco y negro?
M.Superiora: ¿Cómo se le ocurre? El cielo es en colores, señorita.
Miranda: ¡Ah!, entonces no es un cielo de Buñuel.
M.Superiora: ¡Basta! ¡Basta! ¡De rodillas! ¡De rodillas! (Sale)
Miranda: (Arrodillada) Entonces Miranda tomó la navaja de afeitarse las piernas y, ¡zas! se cortó un ojo por la mitad. Viridiana no le pudo ayudar porque estaba rezando.

Escena 11
Catalina: Me he dado cuenta de que la gente se siente sola pero no todo el tiempo sino por momentos y en determinadas posiciones.
Miranda: ¿Lo dice por mí?
Catalina: ¡No, por favor!
Miranda: Sí, lo dice por mí.
Catalina: No, le juro que no; por ejemplo...
Miranda: Es mi espalda.
Catalina: Un señor entra en un bar...
Miranda: Es una bola de grasa, no es una joroba.
Catalina: ...Pide una copa...
Miranda: La curva que usted ve es una bola de grasa...
Catalina: ...Y el tiempo que tarda el mesero en servírsela...
Miranda: No es una joroba, es una bola de grasa.
Catalina: ...El hombre adopta una posición deplorable: está sólo...
Miranda: La cervical se inflama y da esa sensación de decrepitud... Eso es todo.
Catalina: La vecina de al lado...
Miranda: ¿Qué?
Catalina: Aquí al lado hay una vecina que en lugar de manos tiene dos bolsas de basura. Por las noches intenta dejarlas al pie del recolector y al agacharse se siente sola.
Miranda: Habría que evitar ciertas posiciones.
Catalina: Luego no puede enderezarse y aunque lo intenta, no puede... Su soledad no se lo permite.
Miranda: Es que la soledad es muy cabrona, se aprovecha de las mujeres cuando se agachan.
Catalina: También cuando están erguidas: un hombre golpea suavemente a una mujer, luego golpea la mesa, luego golpea la puerta, luego golpea la cabeza llena de malos pensamientos contra la pared, la cabeza se rompe y salen tres papagayos escandalosos que vuelan hacia el triste norte...
Miranda: ¿Es un acertijo?
Catalina: No, es la historia de mi primer matrimonio.

Escena 12
Esposo: (Intentando bajar unas escaleras) Catalina, mi amor, no te pongas en esa posición, así no, Catalina, más abajo, más abajo, no tan bajo, ¿por qué me haces esto? Yo no soy una persona violenta...
Catalina: ¿Crees que soy un paraguas, que te puedes apoyar en mí como si fuera un paraguas
Marido: Sólo necesito tu hombro, ¿es mucho pedir?
Catalina: Primero la mano, después el hombro. ¿Mañana qué me vas a pedir?
Marido: ¿No te das cuenta de que necesito tu ayuda? Dame un cigarrillo, no me des, no debo fumar. No puedo fumar. No quiero fumar. No fumar... fumar... No.
Catalina: ¿Podemos descansar?
Marido: ¿A quién se le habrá ocurrido poner yeso? Mejor dicho, ¿quién inventó el yeso?
Catalina: ¿Nos podemos morir?
Marido: Es una lápida, nadie lo dice pero todos sabemos que es una lápida, deja que apoye la mano....
Catalina: ¿Qué?
Marido: La mano, apóyala en ti.
Catalina: ¿Qué es una lápida?
Marido: La última vez que apoyé mi mano en ti fue en agosto... No... ¡Bueno!, fue el año pasado. (Se escucha una radio a todo volumen) ¿Por qué la radio, quién carajo se creen estos tipos para gritar así?
Catalina: ¿Podemos descansar?
Marido: (A la radio) Por más que grites no te voy a comprar un carajo, tu lavadora es una mierda, ¿entiendes? Una mierda.
Catalina: ¿Qué, que quisiste decir...?
Marido: Tu aspiradora... la aspiradora de estos tipos, ¿te acuerdas cuántas veces intentamos hacerla andar? Yo confié en ellos, luego te comprometí en una compra fraudulenta... y ellos hicieron lo peor que se le puede hacer a un hombre: arrastrar a su familia a una compra fraudulenta... Perdóname, Catalina, mi amor. ¡Nunca más aspiradoras!
Catalina: ¿Qué quisiste decir cuando dijiste: apoyé mi mano en ti?
Marido: ¿A qué vienen tantas preguntas? Para ayudarme a bajar estas putas escaleras no es necesario preguntar tanto. Yo soy una persona buena, ¿o no? veo películas, camino de vez en cuando, voy en mi carro al centro, sin ir más lejos... ¿Y...., y por eso me armas tanto escándalo? Habíamos planeado algo tu y yo, ¿lo recuerdas? Teníamos planes... ¿sabes lo que me dijo nuestro vecino el otro día? Me dijo: "su esposa es misteriosa", eso me dijo.
Catalina: ¿Podemos descansar?
Marido: No sé si guapa, no sé si profunda, pero, ¡qué misteriosa es! Y yo le respondí: "La tontería, cuando es penetrante, se vuelve un misterio", eso le dije. Es gracioso. ¡Catalina, cambia de posición! ¿Te falta algo? Te pedí perdón hace rato y no me respondiste. ¿Por qué carajo te quedas en silencio? Yo no soy un cuadro complicado; es decir, como cuando dicen: padre borracho, por ejemplo... ¡Háblame, rompe el silencio, tengo una pierna rota, ¿no te das cuenta? Catalina, Catalina, Catalina, Catalina, Catalina....
Catalina: Estoy aquí, a tu lado, pero en realidad no estoy. Abres tanto la boca que, a veces, temo que se te caiga la quijada. ¡Qué pena no poder ver cómo se te cae la quijada alguna vez! Vistos a la distancia, apoyados uno en el otro con el pie en el aire, se podría pensar que nos queremos, pero es una posición, una determinada posición... Me sale sangre de la nariz, ¿ves?, y de los oídos, ¿ves?

Escena 13
Miranda: Cada momento de la vida ocurre una sola vez, como este momento en que te miro viajar en la quietud... Siempre pensé que el final es inesperado, no así, no así. Dime: ¿cuántas veces escapaste de morir antaño, cuánto ejército, cuánta policía te tenía en su lista? No me gusta que te des la vuelta cuando te hablo, como si tu cuerpo se inclinara a algún abismo que desconozco... Una vez me ayudaste..., ¿lo recuerdas?

Escena 14
Catalina: ¿Qué pensabas?
Miranda: En esa sangre que te sale.
Catalina: Te hago sentir mal.
Miranda: Insegura.
Catalina: Nuestra situación en el mundo, siempre lo fue.
Miranda: Sí, es verdad. Una vez planté un árbol y éste empezó a crecer y me asaltó una profunda duda: ¿No sería yo que empequeñecía? Temí ser una enana y destruí el árbol... Estaba insegura. Cuando una duda nos asalta hay que entregarle todo, nos puede matar.
Catalina: Es la inseguridad.
Miranda: Mi madre en las noches de verano solía entretenerse poniendo escarabajos patas para arriba, el animalito no podía volver a su posición y se limitaba a mover las patitas con desesperación sostenida; al cabo de un rato lo ponía en su posición. ¿Sabe por qué?
Catalina: Se sentía insegura.
Miranda: Exacto, temia volverse un escarabajo, también temía los gritos de mi padre... (Pausa)
Catalina: ¿Por qué se queda callada?
Miranda: Mi padre no hubiese tolerado que mi madre se volviese un insecto sin su consentimiento.
Catalina: Odia a su padre.
Miranda: No, sólo trato de recordarlo.

Escena 15
Catalina: (Debajo de la mesa) ¡Papá, papá! ¿Me escuchas, papá? Quisiera que me explicaras la lógica del viento y que no te justifiques otra vez diciendo: no sé cual es la lógica del viento. No, papá, no soporto que te justifiques, no soporto que no me contestes, no soporto que te quedes callado cuando no estás, que no hables cuando te has marchado. ¿Cuál es la lógica del viento, hombre canalla? ¿Cuál es la lógica del viento? ¡Basta, Catalina..., basta! Yo no sé cual es la lógica del viento... Sí lo sabes... Una vez me lo dijiste: la lógica del viento es gritar tras las ventanas el día menos pensado, es arrancar palmeras y lanzarlas contra las personas, es arrancar personas y lanzarlas contra personas, es elevar techos y destruir jardines y asustar niñas cortas de vista, es elevar carteles que nada dicen, es elevar padres junto a carteles que nada dicen y llevárselos bien lejos donde un señor que fuma en pipa, inventa ciclones y brisas suaves sin padres... ¿Yo te conté eso, Catalina? Sí papá, una mañana, hace años; entonces yo era una niña sin miedo a los ciclones. La lógica del viento no es mi lógica. ¿Cuál es tu lógica, papa?

Escena 16
Miranda: Todo es perfecto: la luz que atraviesa la ventana donde llegan y parten aviones hacia un cielo celeste cuestionado por una que otra nube. Espero una visa, espero un trabajo, espero...
 
"Las Compañeras", diálogos de espera.
Compañera Una: Compañera, ¿qué hará la historia con nuestros cadáveres?
Compañera Dos: Nada, compañera: dejar que se pudran; eso hará la historia con nuestros cadáveres.

Escena 17
Catalina: Hace un momento ese barco blanco, blanco, atravesó la niebla de regreso. Estoy parada exactamente donde hace cincuenta años, mujeres paradas como yo venían del mismo sitio que yo con el mismo vértigo y las mismas ganas de vomitar, sujetándonos la boca porque en el país de los hombres libres no está bien visto que las mujeres vomiten en las calles. ¿Me entiende? La vida es complicada pero luego todo se aclara.

Escena 18
Catalina: Tengo sueño.
Miranda: Yo también.
 
Catalina: ¿Y si nos dormimos?
Miranda: Perderíamos el turno.
Catalina: Detesto perder el turno.
Miranda: El hombre duerme.
Catalina: Con un sueño ronco como si en su garganta diez alcohólicos intentaran cantar un nana.
Miranda: ¿Escribe?
Catalina: De vez en cuando, ¿y usted?
Miranda: De cuando en vez.
Catalina: Quedémonos en silencio pero no nos durmamos, ¿si?
Miranda: Sí.
Catalina: ¿Miranda?
Miranda: ¿Si?
Catalina: No nos durmamos, ¿bueno?
Miranda: Bueno.
Catalina: Sangro otra vez.
Miranda: ¿Si?
Catalina: Pero no importa.
Miranda: ¿No?
Catalina: No. Miranda es bueno que esté aquí ¿le tiene miedo a los ciclones?
 
Miranda: No
Catalina: ¡Qué bien! Yo soy una mujer partida, ¿sabe?
Miranda: No se preocupe. Una mujer partida no es necesariamente dos mujeres.
Catalina: ¿Le conté que mi tercer marido me trataba como si yo fuera su bastón?
Miranda: No... Pero pensé que tenía sueño.
Catalina: Sí, lo tengo.
Miranda: Quedémonos en silencio, entonces.
Catalina: Pero no nos durmamos.
Miranda: Sí, no nos durmamos.
Catalina: Primero como un bastón y después como un mantel.

Escena 19
Madre: Catalina, hija, ven que voy a enseñarte algo que no te vas a olvidar en tu vida.
Catalina: Gracias, mamá.
Madre: Te voy a dar instrucciones para doblar pájaros, ¿entiendes?
Catalina: No.
Madre: Me lo imaginaba, no importa. Ahora lo vas a entender. ¡Bien! Los pájaros deben ser frescos, preferentemente de la región. Prohibido doblar gansos, faisanes y ocas, aunque entrañables a nuestra mantelería, no tienen nada que ver con nuestra manera de ser; aunque graznemos como gansos y nos pavoneemos como gallinas de Guinea. No son pájaros nuestros que están en los cielos, ¿comprendes?
Catalina: No, mamá.
Madre: Me lo imaginaba. Prosigo: los faisanes son pájaros de otros costal; dobla el mantel por la mitad. Las palomas son asquerosas y cagonas; prohibido usar palomas. Una vez doblado a la mitad, hija bonita, ¿te había llamado antes, hija bonita?
Catalina: No, mamá.
Madre: No tiene importancia. Te decía que una vez doblado a la mitad, debes doblarlo en cuatro partes. Los pájaros deben lucir almidonados y deben volar hacia el oeste, y conste que dije "volar hacia el oeste", ¿entiendes?, hacia el oeste; detesto esos pájaros inertes posados sobre las ramas, detesto la quietud de los pájaros. Los pájaros fueron hechos para volar y trinar, no para estar quietos y menos para caminar. No hay cosa más ridícula que un pájaro caminando con esos pasitos histéricos de mariquita con tortícolis, con esa pajita en la boca como si saliera de tomarse un batido del Burger King, detesto el caminar de los pájaros. Me imagino que si entiendes lo que te estoy diciendo.
Catalina: Sí, mamá.
Madre: Una debe doblar el pájaro en la mitad; de tal manera que el vuelo quede suspendido por la horizontalidad del corte, inmediatamente, un segundo doblez; de tal forma que el pájaro quede fragmentado: por un lado la cabeza, por otro el cuerpo, por otro las alas sin cuerpo y sin cabeza. En el caso que haya más pájaros en el mantel, los cortes se harán más pequeños. Las líneas deben ser perfectas como si un cirujano hundiera su cuchillito en el mantel lleno de pájaros, y así, y así, cariño, ¿te había dicho cariño alguna vez?
Catalina: No, mamá.
Madre: Entonces, el pájaro debe ser doblado de tal forma que lo que veamos sea un ojo, o la parte de una ala, o un puñado de plumas sobrepuestas a un atardecer, o el corazón sin alas y sin cuerpo, y sin cabeza. Nunca te equivoques al doblar pájaros, nunca. Eso te quería enseñar.
Catalina: Gracias, mamá.
Madre: No hay de qué... hija.
 

Escena 20
Catalina: ¡Miranda!
Miranda: Sí, Catalina.
Catalina: ¿Una nunca vuelve al lugar donde alguna vez le castigaron?
Miranda: No.

Escena 21
Miranda: Cuando una tiene una patria y una bandera, dice: he aquí mi patria y mi bandera, echaré raíces en ella, inflamaré mi pecho porque tengo dónde caerme muerta. Pero cuando no tengo ni patria ni bandera, ni inflamado pecho, ni dónde caerme muerta, busco el calor de una persona y echo raíces en ella, dejo que crezca la hierba y digo: No tengo patria, ¡qué joda!, pero tengo una amiga, ¡qué bueno! Eso te quería decir hace un rato cuando te dije que había algo atrofiado en mí. Ahora me siento mejor, no sé por cuánto tiempo.

Escena 22 
Profesor Martínez: Señores, señoras, padres de familia, jóvenes. La Señorita Miranda nos ha preparado un hermoso cuadro dramático, titulado:"La madre y las yardas," extraño título. La escuchamos, señorita, ¡Adelante!
Miranda: Mi madre empezó a correr a temprana edad: corrió a la escuela, corrió al colegio pero no llegó; luego corrió a la iglesia y se casó. Corrió a la verdulería Corrió a la panadería Corrió a la carnicería Y la comida de mi padre preparó Corrió a la cama y a todos nos parió. Yo comencé haciendo carreritas y me estrellé contra la puerta de la cocina, entonces opté por la carrera con obstáculos. Entonces, salté de mi cama y caí en mis zapatos, luego salté a los quince años y caí en los brazos de un joven, salté la soledad y caí en la casa de una amiga que me ofreció un té de naranja que perfumó mi vida por una noche y fue suficiente para tomar impulso y volver a saltar y correr y saltar. Mi abuela corrió en las maratones de los años cuarenta, corrió del hambre, corrió del fascismo. Cuentan algunas tías que la vieron correr de mi abuelo que corrió de despecho y se arrojó bajo las ruedas de un tranvía. Entonces, mi abuela corrió a la iglesia y se embriagó de salmos. Para entonces mi madre ya corría y yo corría tras ella a los saltos, como las canguras. Mi padre se hartó de mi madre, de mi abuela y de mí y salió corriendo, como es natural en una familia como la nuestra. Luego, todas corrimos en distintas direcciones, como esos animalitos nocturnos que son sorprendidos por la luz y por la presencia humana, animalitos nocturnos, decía, llámense luciérnagas, alondras o cucarachas. Todavía seguimos corriendo, no con el brío de antes sino con la serenidad que nos da el haber corrido mucho. ¿Qué hacen las mujeres atletas cuando se detienen? Descansan diez minutos, y si se mueven, quiere decir que pueden seguir corriendo. El telón cae con suavidad y los ojos del público humedecen los cuerpos de las actrices atletas.
Profesor Martínez: ¿¡Es una obra!?
Miranda: ¡Sí!
Profesor Martínez: ¿¡Es una obra!?
Miranda: Sí.
Profesor Martínez: ¿¡Es una obra!?
Miranda:¡Siiiiiiiiiiiii!
Profesor Martínez: ¡Es una mierda, eso es, una mierdaaaaaaaaa!
Miranda: También.

Escena 23 
Catalina: ¡En qué piensa?
Miranda: En las mujeres que se dedican al atletismo.
Catalina: El espíritu de competencia entre los animales de la misma especie lleva, más temprano que tarde, al deseo de morder al contrincante, debido a que la disputa es por la misma comida y el mismo territorio, animados por la misma ira... los cocodrilos, sin ir más lejos...
Miranda: Entonces, he pasado parte de mi vida entre cocodrilos.
Catalina: A los cocodrilos se los reconoce por las arrugas.
Miranda: Lo que sospechaba, mi abuela era cocodrilo.
Catalina: ¿Su abuela?
Miranda: Sí, solía decir que lo único triste que hay en la vida es la vejez.
Catalina: ¿Su abuela nunca habló de las despedidas?
Miranda: No.
Catalina: ¿De las fotografías comidas por la humedad?
Miranda: No.
Catalina: ¿De las cárceles?
Miranda: No.
Catalina: De por qué usted está aquí y yo estoy aquí esperando que este tipo abandone una cama para ocupar su sitio, ¿habló su abuela de esto?
Miranda: No.
Catalina: Entonces, su abuela era un cocodrilo.
Miranda: Sí.(Pausa) Es asombrosa mi abuela, ¿No?

Escena 24
Miranda:
Pasan los días
Pasan las noches
Pasan descalzas
Pasan en coche
Abuelita, abuelita... La moquita
Pasan los días
Pasan en bata
Pasa el cartero
Sin una carta
Abuelita, la moquita.
Tiendes la mesa
Sirves la cama
Todas las tardes
Y las mañanas
Abuelita, abuelita, la moquita
Cuántos momentos
Tiene una vida
Cuántos pañuelos
Y despedidas
Abuelita, la moquita
Nada en el aire
La cancioncilla
La vida pasa
Sobre la silla
Abuelita, abuelita, la moquita
Mi abuela muere
En la quietud
La enterrarán
 
En un metro de luz
Abuelita, abuelita, la moquita
La cajita, la tierrita
Abuelita, ¿por qué te salen
Dos ángeles de agua de la nariz?
Abuela: Mocos, se llaman, mocos.

Escena 25
Catalina: ¿Qué me decía?
Miranda: ¿De qué?
Catalina: De su abuela, ¿qué me decía?
Miranda: Que era un cocodrilo.
Catalina: ¡Si?
Miranda: Sí, la única diferencia es que mi abuela no tenía lágrimas de cocodrilo.
Catalina: ¿No?
Miranda: No, tenía mocos de cocodrilo.
Catalina: ¿Si?
Miranda: Sí...¿qué hace?
Catalina: Las manos.
Miranda: ¿Si?
Catalina: Me duelen. ¿Qué hora es?
Miranda: Tal vez las cuatro de la mañana.
Catalina: Las manos, mis manos han envejecido y me duelen. No me mire así, mis dolores no son contagiosos... desgraciadamente.

Escena 26
Catalina: El frío ha cambiado mis facciones. Este nuevo país ha desfigurado mi rostro. Estoy parada exactamente en la esquina donde hace cincuenta años un compatriota se prendió fuego porque estaba triste y no resistía el haber perdido el paraíso. Se prendió fuego y su calor no alcanza para devolver las facciones a mi cara.

Escena 27
Catalina: ¿Qué es eso?
Miranda: Parece un pie.
Catalina: ¿Qué hora es?
Miranda: Las cuatro y media de la mañana.
Catalina: Es normal que lluevan pies a esta hora, pero, ¿en esta época?
Miranda: El año pasado, por esta época, llovían banqueros.
Catalina: ¿Vivos?
Miranda: Sí, hasta que se estrellaban contra el piso.
Catalina: Estoy sangrando de nuevo.
Miranda: Quisiera sangrar por usted.
Catalina: Imposible, mis dolores no son contagiosos. ¿Qué hacemos?
Miranda: ¿Con su sangre?
Catalina: No, con el pie.
Miranda: En otros lugares, que lluevan pies, es bastante improbable.
Catalina: Pero aquí...
Miranda: Parece un pie amputado.
Catalina: ¡Pobre pie sin su resto!
Miranda: Habría que buscar un paraguas, tipo zapato.
Catalina: El problema es saber qué número calza.
Miranda: No le toque.
Catalina: ¿Por qué?
Miranda: En una de esas es del hombre que duerme.
Catalina: ¿Cómo así?
Miranda: Es que a veces los pies madrugan más que el resto y se van caminando.
Catalina: ¡Ah!, ¿Y si fuera de Dios?
Miranda: Quiere decir que se está desarmando.
Catalina: ¿Si?
Miranda: Sí, ¿no ha escuchado decir: es la mano de dios? Lo mismo es aplicable a los pies, el abdomen, las axilas... Cuando era joven proyectamos una película de Buñuel en el colegio de las monjas donde estudiábamos, entonces la mano de dios nos tomó por el cuello mientras su boca nos gritaba: ¡Nunca más Buñuel, nunca más Buñuel! Desde entonces creo que el cielo no es el cielo sino una clínica transplantes.
Catalina: ¿Qué es eso rojo que entra por la ventana?
Miranda: Es el amanecer.
Catalina: Creí que era sangre.
Miranda: Como usted sangra, cree que todas las cosas sangran.
Catalina: No todas, algunas. El amanecer sin ir mas lejos.

Escena 28
Catalina: ¡Atención, atención! Enfermeras de turno, anestesistas, médicos clínicos y enfermos de corazón... ¡Atención! El cuerpo de una muchacha es grande, grande, interminablemente, mente, grande. Lo sé porque a veces miro mis pies y no me los puedo ver. Lo sé porque el cuerpo de una muchacha es grande, grande, interminablemente, mente, mente, grande. Se compone de cuatro lugares donde hay cuatro paraguas y nunca llueve. Lo sé porque un día me desnudé y me aterré; había dibujado un mapa en mi piel: aquí, cinco gatos me arañaban, ¡tomen, un tomatazo, gatos malvados!
¡Atención, médicos de guardia, atención, anestesistas y enfermos del corazón, atención! Este lugar que ven aquí es el sitio porque es un sitio: es de arena para que los niños pasen por alli y dejen sus huellas... ¡Tomen un tomatazo, huellas de arena! En este otro lugar un hombre preguntó por mí, pero yo no estaba, estaba en el cielo y el hombre en la tierra. ¡Toma un tomatazo, hombre aterrado! Y en este último lugar hay una estación terminal donde siempre muere alguien un mes antes de que pase el primer huracán. Esto me pone triste; si muriera un mes después, veríamos al huracán devastar nuestro jardín. ¡Atención, atención, este es un cuerpo grande, grande, de una muchacha...! ¡un tomatazo aquí, otro tomatazo, allá... rojo, rojo, como aquella tarde del Caribe, como la noche finlandesa, como la sangre que mana de mi nariz desde mi infancia, desde que el mapa era un mapita. ¡Toma un tomatazo para que te controles y no llores!

Escena 29
Miranda: Camas amontonadas, enfermeras con senos de salvavidas, un caballero con un cuello de yeso como si hubiesen doblado una pared sobre su cervical, una anciana esquiando con sus chancletas por los pasillos del Hospital español, un alma cayendo como guayaba del cuerpo de un accidentado, una niña vomitando un árbol, una aguja, un suero, un termómetro, ¿me escuchas, Catalina? Todo esto te rodea y yo aquí intentando que me escuches, ¿me escuchas, me escuchas, Catalina? Si me escuchas haz como un barco.

Escena 30
Catalina: ¿Qué es eso?
Miranda: Un barco
Catalina: Están lloviendo barcos.
Miranda: Sí, pero sin marineros
Catalina: Yo sé hacer como un barco.
Miranda: ¿Cómo?
Catalina: ¡Ohhhh!¡Ohhhhh!
Miranda: Interesante, pero más pareces una gallina.
Catalina: No, es un barco.
Miranda: Digamos que es un barco con pluma.
Catalina: No, es un barco.
Miranda: Bien, es un barco.
Catalina: Cuando los barcos están fatigados se duermen y sueñan con hermosas salvavidas. Miranda, cuando tenga un barco, voy a tener un perro.
Miranda: Ponle Buñuelo.
Catalina: ¿Por qué?
Miranda: Por que sí se llama Buñuelo tendrá un alma.

Escena 31
Miranda: No sé si les dije, me llamo Buñuelo, el perro de Luis Buñuel. Para no alargarles el cuento: aquella tarde hacía tanto calor que las muchachas se lavaban sus pechos en la fuente de la pequeña plaza del barrio para protegerse del sol y de los hombres tan descontrolados por el calor que debían aplacar sus ardores con mangueras inyectadas en sus braguetas como si hiecieran transfusiones con delgadas anguilas que echaban agua por las bocas. El calor era espantoso, calcinaba el peinado de las señoras del casino y pudría los sobacos de los automovilistas y hacía que las personas se desvanecieran y se echaran a la playa llena de cueros extendidos; extraña curtimbre humana y maloliente. Yo estaba agobiado, apenas si tenía fuerza para olerme el sexo. El calor de la tarde y el mar más estúpido y soporífero que haya visto en mi vida, atentaban contra mí; lo cierto es que era una fotografía: todos estábamos quietos aquella tarde en aquella fotografía, hasta que aparecieron ellos. Caminaban armados hacia la casa de la niña Miranda; es decir, hacia mí, usaban corbatas y, algunos, ropa militar. Yo intenté intimidarlos con mis poses de mastín agresivo, la primera patada me dobló por la mitad, la segunda me arrojó tres metros fuera de combate, la tercera la esquivé y la cuarta me viró la cabeza. A partir de entonces, alguien puso boca abajo la fotografía y de ella cayeron las buenas gentes de mi barrio, el calor espantoso, el mar estereotipado y baboso de aquel día, la niña Miranda y yo, todos a la vez pero distantes...

Escena 32
Catalina: Buñuelo es un alma buena.
Miranda: Lo trágico es volverme un perro para contar lo que me pasó.
Catalina: ¿Qué es eso que llueve?
Miranda: Relojes.
Catalina: En hora.
Miranda: No, atrasados.
Catalina: Me gusta cuando llueven mantelitos bordados.
Miranda: Eso es cuando las abuelas tejen las nubes.
Catalina: Miranda, ¿la vida se destiñe o estoy perdiendo la vista?

Escena 33
Catalina: ¡Catalina! ¡Catalina! ¡Vuela, vuela! No puedes volar porque estás atrapada por los pies; eres una mujer llorona que no sabes reconocer que aquel barco te dejó en esta orilla y aquí nadie llora y menos una isla como tú, ¿escuchaste?, mujer enferma y sangrona, ¿escuchaste? Te voy a decir una sola cosa: te olvidarán y serás invisible como el agua. ¿De qué país eres, mujer extranjera? Soy de la patria humana, soy del reino de las bicicletas que pasan, del país de los papalotes que se sostienen en el aire. Te cambio este país por un helado de chocolate de la esquina de mi casa. Estoy dando gritos y borracha exactamente donde hace cincuenta años una paisana borracha fue apaleada porque le encontraron un árbol en sus tripas.

Escena 34
Madre: Catalina, Catalina, ven que te voy a enseñar algo que no vas a olvidar en tu vida: te voy a enseñar a guardar un secreto. Suponte que entran a nuestra casa personas que no conoces, usan tu cocina, tu baño, invaden tu dormitorio... Ellos dicen que lo hacen para protegerte; pasan los años y te das cuenta que te has acostumbrado a convivir con algo perverso, algo malo, y te das cuenta de que el pasado no es siempre el mismo, en ese momento es que debes decir: yo no olvido lo que pasa, es que guardo un secreto. Nosotros no somos un pueblo de marinos, si lo fuéramos, odiaríamos a las sirenas, y de nuestra alacenas colgarían arpones afilados, no, nosotros somos un pueblo de alfareros que por una extraña razón, habita una isla, no se lo digas a nadie... es un secreto. ¿Qué pasaría si un día caminas en una playa y bajo tus pies explotara una mina?
Catalina: Pasaría...
Madre: Silencio, es un secreto.

Escena 35
Catalina: El mundo ha comenzado a desfigurarse. Mana la sangre de mi nariz, ¿cómo mana la tristeza de mí! ¿Qué es lo que llueve ahora, Miranda?
Miranda: Espejos.
Catalina: ¿Dónde estás?
Miranda: Aquí, a tu lado.
Catalina: ¿El hombre sigue dormido?
Miranda: No es un hombre, es una mujer.
Catalina: ¿Cómo lo sabes?
Miranda: Le estoy mirando cómo duerme.

Escena 36
Miranda: ¿Sabes cuál es el mayor exilio? No es dejar un país o un paisaje, no es dejar un himno o una bandera, no es abandonar un acento o una cultura: es dejar a alguien sosteniendo un saludo como si te reclamara un porqué que nunca vas a poder responder.

Escena 37
Catalina: ¡Miranda, la luz!
Miranda: ¿Qué pasa con la luz?
Catalina: Ya no hay.
Miranda: Si hay.
Catalina: No.
Miranda: Ya vamos a dormir.
Catalina: No hay luz, sólo hay tiza.

Escena 38
Miranda: Por más que gesticules no te escucho, demasiado ruido hacen los aviones, demasiado ruido hacen los barcos, los trenes, los autobuses, los días....

Escena 39
Catalina: Estoy parada donde una paisana intentó escribir una poesía y se murió sin mucha fe en las personas.

Escena 40
Miranda: No te duermas, Catalina.
Catalina: No puedo seguir despierta.
Miranda: ¿Te conté sobre mi perro Buñuelo?
Catalina: Creo que sí.
Miranda: ¿Te conté sobre mis novios?
Catalina: Creo que sí.
Miranda: ¿Te conté...?
Catalina: Ya no tienes que contar nada, nada.

Escena 41
Miranda: Ya no te escucho; el ruido y la distancia no me permiten escuchar lo que decías, aquel momento perdido en el que te has perdido donde me reclamabas algo que ya no recuerdo.

Escena 42
Catalina: El día.
Miranda: ¿Qué pasa con el día?
Catalina: No llega.
Miranda: Tal vez pasó y no nos dimos cuenta.
Catalina: ¿Qué llueve ahora?
Miranda: Linternas sordas.
Catalina: Las linternas sordas dan una luz que no se escucha.
Escena 43
Miranda: ¡Niña Miranda, Niña Miranda! Sí, Madre Superiora. No deje que su amiga muera. ¿Qué hago, madre Superiora? Haga unas alitas con papel periódico, pero que sea de hoy día y en castellano.

Escena 44
Catalina: ¡Miranda!
Miranda: ¿Si?
Catalina: Me voy.
Miranda: ¿A dónde?
Catalina: A la noche en que cazaba murciélagos con mi padre.
Miranda: ¿Es lejos?
Catalina: Sí.
Miranda: ¿Puedo ir contigo.
Catalina: No.
Miranda: Está bien.
Catalina: (Destapando el rostro de la que duerme) Soy yo.
Miranda: Si.
Catalina: Es como una película de Buñuel.
Miranda: Sí, pero en colores....

Escena 45
Miranda: ¿Qué hay allá, donde tu vives ahora? ¿Hay comida china por ejemplo, hay balcones abiertos con pájaros a su amparo, hay utopías, allá donde ahora vives, viste al Che, viste o no viste animales? ¿Donde tu vives ahora, cuando dicen "universo afectivo, a que se refieren, exactamente, se refieren a no tener miedo, a que alguien te va a asistir si te empantanas? ¿Catalina, es a eso a lo que llaman "mundo de los afectos"? Es algo que no se puede nombrar, ¿verdad? Que se compone de algunos días como bahías de aguas profundas donde encalla la belleza y la calamidad. Bahía a la que llegamos sin ningún propósito, en la que no fundaremos nada transcendente, en la cual desplegaremos nuestras buenas artes para ser recibidos cuando llegamos y ser despedidos cuando partimos y entre medio las aguas profundas y vaporosas de la amistad.
Eso quería decirte el otro día cuando vine a decirte esto y te dije otra cosa . Adiós Catalina mandolina, cara de cortina y corazón de serpentina.




18/2/15

Auto de las locas y vírgenes prudentes.

Auto de las locas y vírgenes prudentes.

CORO. ¡Velad, vírgenes! Pues se acerca Cristo, el esposo, por cuyo advenimiento se alegran y alegraron siempre los hombres. Viene a lavar los orígenes de la humanidad, encadenada a los demonios, primero por su madre Eva y más tarde por Adán, como fue dicho por los profetas. Cristo nos liberó del primer pecado y fue colgado en la cruz para que por Él se nos devolviera la patria celestial y se nos librará de nuestros enemigos. Ya viene el Esposo que expió nuestros pecados y los lavó con la muerte; ¡Cristo que, sobre el patíbulo y por nosotros, se alzó en la cruz!
Las cinco vírgenes fatuas al oír esto se alejan y se disponen a dormir. Las cinco prudentes, por el contrario, cuidan sus lámparas y se vuelven para prestar atención a San Gabriel.
GABRIEL. ¡Oíd, Vírgenes, lo que os dijeron!,
y el encargo que os dieron.
Esperad al Esposo, Salvador llamado.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.

A la tierra vino por nuestros pecados;
de la Virgen, en Belén, fue alumbrado
y en el Jordán lavado y bautizado.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.

El fue golpeado, herido e injuriado;
en la cruz colgado y crucificado
y en el momento fue El sepultado.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.

Y resucitó, según los libros santos.
Yo soy Gabriel y Él me ha enviado;
y pues viene, aquí debéis aguardarlo.
Mucho no os durmáis;
ya viene el esposo que tanto esperáis.
Pasada la noche las vírgenes prudentes han cuidado de sus lámparas. Ahora despiertan las fatuas y encuentran secas las suyas y quemadas las mechas. Entonces acuden a las prudentes en demanda de auxilio.
FATUAS. Vírgenes, a vosotras acudimos.
Con gran negligencia el aceite perdimos.
Os rogamos, hermanas, ansiosas,
que del vuestro nos deis a nosotras.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

Pues juntas hicimos camino
y hermanas en todo hemos sido,
brindadnos un poco de apoyo
para que podamos llegar al Esposo.
¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!
Compartamos la luz de las lámparas
-¡sed buenas para con las malas!-
y así afuera no nos quedaremos,
cuando el dulce esposo nos llame a su reino.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

PRUDENTES. Rogad, hermanas; rogad ampliamente
y así a vuestro ocio habréis puesto olvido.
Nada es en vosotras más justo y prudente
como el lamentaros del tiempo perdido.
¡Malas y cuitadas, cuánto habéis dormido!
Id, enhorabuena, id rápidamente,
y a los mercaderes rogad dulcemente
que viertan aceite en mucha abundancia
para que vacías no estén vuestras lámparas.

¡Malas y cuitadas, cuánto habéis dormido!
FATUAS. Ah, míseras, ¿qué es lo que aquí hacemos?
¿Acaso velando estarnos podemos?
Lo que nosotras mismas comenzamos
Y no podemos siquiera acabarlo.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

PRUDENTES. Si esperáis nuestro aceite lograr,
no habéis de tenerlo; id pronto a comprar
a los mercaderes, que os lo venderán.

¡Malas y cuitadas, cuánto habéis dormido!

Éntranse las vírgenes prudentes y las fatuas van a visitar a los mercaderes. Estos se niegan a venderles aceite.
MERCADERES. Gentiles mujeres, no os conviene estar
aquí largamente, ni permanecer.
Lo que nos pedís no os podemos dar.
Pedídselo a Dios, que os lo ha de obtener.

A vuestras hermanas debéis de pedirlo.
Rogadles a ellas, por amor de Dios,
de un poco de óleo os hagan favor.
Hacedlo de prisa; el Esposo es venido.
FATUAS. Ah, míseras, ¿para qué vinimos?
Nada hemos logrado de lo que quisimos.
Perdido está todo y así lo veremos.
En las bodas y nunca entraremos.

¡Malas y cuitadas, cuánto hemos dormido!

Se retiran los mercaderes y las fatuas llegan donde está el esposo. Encuentran la puerta cerrada.
FATUAS. ¡Oye, Esposo, las voces que claman!
¡Haz, Esposo, las puertas abrir!
Y de nuestras culpas danos el perdón
y así juntos todos podemos vivir.
Silencio. Luego desde el interior se oye la voz de Cristo.
CRISTO. Yo no puedo veros, carecéis de luces
y así os desconozco; podéis proseguir.
Alejaos de aquellas que cuidan sus lámparas.
Idos ya cuitadas. Idos ya, malvadas.
Y seréis por fatuas al fuego llevadas.
Salen entonces los demonios y se llevan a las vírgenes fatuas a los infiernos.

FIN