18/2/15

Tren hacia la dicha (1986) Amado del Pino



Tren hacia la dicha
(1986)
Amado del Pino





Estrenada por el Conjunto Dramático de Pinar del Río, bajo la dirección de Manuel Miranda, en el teatro Milanés, el 19 de mayo de 1987. Elenco: Herminio Marín, Úrsula Martínez, Gregorio Reina, Teresita Guerra y Filomena Morales.
Con el título de El que quiera azul celeste fue llevada a las tablas por Teatro de Arte Popular, dirigido por Pedro Ángel Vera, en la sala Antonín Artaud, del Gran Teatro de La Habana, el 23 de noviembre de 1989. Elenco: Charles Arencibia, Héctor Luis López, Héctor Pérez, Coralia Rodríguez, Juan Alberto Cepero, Jorge Félix Alí, Virgen Suárez, Cary Vera, Sonia Boggiano, Osmel Poveda, Rafael (Felito) Lahera, Bárbaro Marín, Jorge Perugorría y Polito Ibáñez.
Mario Morales realizó una versión, con el título original, el 24 de febrero de 2005, con su grupo Teatreros de Orilé. La temporada tuvo por sede la sala El Sótano. Elenco: Alexander Silva, Raissel Cruz, Yeney Hernández, Jorge Mederos, Darwins Valenzuela, Ramón Bermúdez y Jorge Luis Curbelo.

PERSONAJES

RECIÉN CASADO, poco más de 30 años. Lo más importante no es su edad ni su aspecto físico. El actor deberá buscar, sobre todo, su espíritu, su temperamento y sus contradicciones.

PASAJERO, no llega a los 40. En él coinciden la cultura libresca y una formación de origen popular.

PASAJERA 1, joven, sincera, atrevida, apasionada, bayamesa y hermosa.

PASAJERA 2, anciana, solitaria y sorpresiva.

CAMARERA, de una juventud en retirada y un tanto endurecida, que hace difícil precisar su edad.


La escena representará un coche de un tren en movimiento. No será necesario reproducirlo fielmente. Las soluciones escénicas deberán ser sencillas, entre la naturalidad y el desenfado. Por su estructura, número de personajes y hasta por el carácter de las reflexiones en juego, sería preferible asumir esta obra en un espacio que asegure el contacto cálido con el público, buscando una atmósfera de intimidad y cercanía.




Acto único

Coche del tren. Se percibe la inquietud que provoca un largo viaje. La PASAJERA 2 trata inútilmente de conciliar el sueño. La PASAJERA 1 parece aburrirse. Entra un hombre joven: el RECIÉN CASADO. El PASAJERO levanta la vista del libro que lee.

RECIÉN CASADO.- (A todos.) ¿Para qué dormir tanto? ¡Hay que vivir!
PASAJERA 2.- Si me imagino que va a montar un borracho, cojo otro tren.
RECIÉN CASADO.- Abuela, no hay que ser borracho para estar contento. (Al PASAJERO que pretende leer.) De todas formas usted y yo nos vamos a tomar una cerveza juntos.
PASAJERO.- Gracias, tengo que trabajar.
RECIÉN CASADO.- ¡Y yo tengo que ser feliz!
PASAJERO.- ¿Conoce a esa mujer?
RECIÉN CASADO.- ¿A la mía?
PASAJERO.- A la felicidad.
RECIÉN CASADO.- La mía es una maravilla.
PASAJERO.- ¡Tremenda boda! ¿No?
RECIÉN CASADO.- Todavía estamos en la boda...
PASAJERO 2.- ¿Y la novia?
RECIÉN CASADO.- Es muy linda. Ya la verán cuando salga del baño. Tiene tremendo embullo, este viaje es muy importante para ella. La voy a llevar a Coppelia, al zoológico, y aunque me digan guajiro voy a tirarme una foto en el Capitolio. (Trata de llamar la atención del Pasajero.) Mire, así, con el brazo por encima de los hombros y las cabezas junticas... (Pausa breve, pero incómoda.) ¡Dígame algo, hombre! Por lo menos que en Coppelia hay mucha cola o que en el Capitolio ya no tiran fotografías.
PASAJERO.- ¿Qué quiere que haga? Me lleva demasiada ventaja en el entusiasmo.
PASAJERA 1.- Tremendos compañeros de viaje. Una vieja, un intelectual y ahora... ¡El novio!
PASAJERO.- A mí no me gusta el helado y menos retratarme. Si le importa tanto La Habana, ¿por qué va para Santiago?
RECIÉN CASADO.- Menos mal que vamos mejorando. Así que yo creo que voy para La Habana, pero a lo mejor llego a Santiago. No se me ponga bravo, pero yo no creo mucho en su seriedad. (A la PASAJERA 1.) ¿No es verdad, mi amiga? (A la CAMARERA que se acerca.) Niña, compañerita, amorcito...
CAMARERA.- (Seca, mecánica.) Dígame, ¿qué desea?
RECIÉN CASADO.- ¿Tú podrías...? ¿Serías tan buena como para traerme (Mira alrededor, cuenta con los dedos.) unas siete cervezas? Ah, ¿y por lo menos una sonrisa?
CAMARERA.- Si no habla alto y se porta bien, puedo traerle dos.
RECIÉN CASADO.- ¿Dos sonrisas?
CAMARERA.- Dos cervezas y no muy frías.
RECIÉN CASADO.- ¿Tan poquito...? ¿Y qué hacemos tanto tiempo metidos en este tren, sin poder escaparnos?
CAMARERA.- Se me olvidaba, tiene que pedir bocaditos.
PASAJERO.- Creo que va a tener que suspender la boda.
RECIÉN CASADO.- Óigame, Camarera, ¿cuántas veces se ha casado usted? (La CAMARERA va a responderle, pero decide contenerse; hace algún gesto de impaciencia y desagrado.) ¡Yo me casé hoy!
CAMARERA.- Felicidades, pero los demás no tenemos la culpa.
PASAJERO.- Quiere que todo el mundo esté contento a la vez. (A la PASAJERA 1.) ¿No te parece demasiado difícil?
RECIÉN CASADO.- No sea mala, Camarera. Tráiganos, por lo menos, dos para mí y dos para acá, el compañero, a ver si se embulla.
CAMARERA.- (Cediendo ligeramente.) Y dos bocaditos...
RECIÉN CASADO.- ¡Perfecto! A la joven me le trae una cerveza y un bocadito.
PASAJERA 1.- Gracias y felicidades.
RECIÉN CASADO.- Para mí dos de cada cosa, que mi mujer es muy comilona.
CAMARERA.- Comerá mucho, pero no la veo.
RECIÉN CASADO.- Ya la verá; se parece a usted, pero es más...
CAMARERA.- Más bonita que yo es cualquiera.
PASAJERO.- Yo no soy tan halagador como acá el compañero, pero puedo decirte que no eres fea.
RECIÉN CASADO.- Y es la Camarera más amable que rueda por el mundo.
PASAJERA 1.- (Para sí.) No es para tanto.
PASAJERO.- (A la PASAJERA 1.) ¿Celosa?
RECIÉN CASADO.- A mi mujer le gustan mucho los dulces. (Como si descubriera en el momento las cosas que dice.) Hace unas panetelas riquísimas. ¿Usted sabe hacer dulces, camarera?
CAMARERA.- ¿Nada más?
RECIÉN CASADO.- (Señala a la PASAJERA 2.) A la señora me le pone un bocadito y una cerveza para que sueñe cosas alegres.
PASAJERA 2.- Gracias, joven, pero yo lo único que quiero es silencio y tranquilidad.
RECIÉN CASADO.- Un momento, Camarerita. (A la PASAJERA 2.) Seguro que usted tiene en la casa dos o tres gaticos.
PASAJERA 2.- Quince «misus» preciosos. ¿Por qué?
RECIÉN CASADO.- (Entusiasmado.) Traiga un bocadito para la señora y dos o tres para sus gaticos.
CAMARERA.- ¿Y no quiere una pastillita para los nervios?
RECIÉN CASADO.- No. Pero si por casualidad aparece la sonrisa, acuérdese que yo la pedí primero...

(La CAMARERA sale disimulando que le ha gustado la última frase del RECIÉN CASADO.)

RECIÉN CASADO.- (Al PASAJERO.) ¿Tú vienes de Santiago?
PASAJERO.- Voy para Santiago a trabajar; salí a las cinco de la mañana.
RECIÉN CASADO.- Eres tremendo. Así que el tren va al revés.
PASAJERO.- (Buscándole el costado humorístico.) Está bien, seré yo el confundido.
RECIÉN CASADO.- (Amistoso.) ¿Tú eres habanero?
PASAJERO.- Sí, ¿por qué?
PASAJERA 2.- Perdone, pero no me vaya a decir que es un Recién Casado regionalista.
RECIÉN CASADO.- ¡Qué va! Yo no caigo en eso. Ser habanero es un defecto como otro cualquiera, pero a, un buen amigo se le puede perdonar. (Más serio y sin poder evitar cierta nostalgia.) Yo soy casi que de Cuba entera, he dado muchas vueltas...
PASAJERO.- ¿Y no te gusta La Habana?
PASAJERA 1.- (Que ha seguido disimuladamente el diálogo.) Como hace tiempo que no voy a La Habana...
PASAJERO.- Tal vez un día te enamores de un habanero.
RECIÉN CASADO.- Mi mujer es tremenda. Seguro que se está arreglando para lucir bien y se demora y se demora. ¿No será más de la cuenta ya?
PASAJERO.- ¿Y si no vuelve?
PASAJERA 2.- ¿Quién ha visto una recién casada que no esté loca por estar al lado de su Recién Casado?
PASAJERA 1.- ¿Y si no vuelve?
RECIÉN CASADO.- ¡Ni jugando me hablen de eso!
PASAJERO.- A veces uno tiene en la mano la paloma de la felicidad y cuando viene a ver...
RECIÉN CASADO.- Sí, ya sé, vuela por la ventana y uno quiere correr detrás de ella, pero no tiene alas. ¿Y cómo hace un hombre sin alas para agarrar una paloma sin ponerle trampas?¿Y si me da la gana de cerrar todas las puertas y las ventanas para que vuele nada más que conmigo?

(Llega la CAMARERA con una bandeja repleta. El RECIÉN CASADO la ayuda.)

RECIÉN CASADO.- No se me desespere, Camarerita, póngalo todo ahí y ahora repartimos como buenos amigos. ¡Acuérdese que hoy es mi día!
CAMARERA.- ¿Y porque sea su día todo el mundo tiene que estar contento?
RECIÉN CASADO.- Claro, y cuando llegue mi mujer...
CAMARERA.- ¿La mujer invisible?
PASAJERA 2.- No sea tan incrédula. Nadie sabe lo que pueden tener los demás, pero últimamente parece que desconfiar es más fácil.
CAMARERA.- La vida se ha puesto que no se puede creer ni en lo que uno tiene delante de los ojos.
RECIÉN CASADO.- Yo lo que tengo delante de los ojos es una camarera preciosa y en eso creo.
CAMARERA.- (Halagada.) ¿Y su mujer?
RECIÉN CASADO.- Ella está detrás de mis ojos o dentro, quién sabe... (Repartiendo.) Arriba, que no se quede nadie fuera y el que no esté de acuerdo que levante la mano.
CAMARERA.- Enseguida les traigo el vuelto. Los dejo solos.
RECIÉN CASADO.- Olvídese del dinero y quédese un ratico. Mire que mi mujer no se come a nadie.
CAMARERA.- (Saliendo.) Pero el jefe de turno sí.
PASAJERA 1.- (Tímidamente coqueta. Al PASAJERO.) ¿Y su mujer también es celosa?
PASAJERO.- (Interesado.) ¿Para dónde vas?
PASAJERA 1.- ¿No me va a contestar?
PASAJERO.- Me gustaría enseñarte cómo preguntar.
PASAJERA 1.- Disculpe, Recién Casado. Déjense de disculpitas bobas y vamos a brindar.
PASAJERA 1.- ¿Por qué?
RECIÉN CASADO.- Por mi mujer. (Al PASAJERO.) Mira, yo no habré estudiado tanto como tú, pero conozco a las personas de mirarlas un par de veces y tú sirves para amigo mío.
PASAJERO.- (Complacido por la prueba de confianza.) Gracias. (Señala a la PASAJERA 1.) ¿Y esta muchacha que tal será?
RECIÉN CASADO.- Es sincera, divertida... (Se dirige a ella directamente.) Sí, me lo imagino... Pero no te preocupes por esas tristezas, que dentro de poco se te quitarán porque te lo mereces.
PASAJERA 1.- Gracias, pero yo sé que la única mujer interesante en este tren es la suya, aunque no se vea todavía. Yo soy de lo más aburrida.
PASAJERO.- ¿Y si no te lo creemos?
RECIÉN CASADO.- A ti no te pega la amargura.
PASAJERO.- Seguro que no tienes gaticos.
PASAJERA 1.- Ni perrito ni gatico.
PASAJERO.- Ella no tiene gatos porque tiene un niño.
PASAJERA 1.- ¿Adivino también? ¿Quiere que le enseñe la mano izquierda?
RECIÉN CASADO.- Eso es. Dale la mano izquierda, yo se la voy a dar a la abuela y con la derecha de cada uno nos empinamos la cerveza. (A la PASAJERA 2.) Sí, ya sé que a usted no le gusta, pero un buchito no hace nada.

(El RECIÉN CASADO organiza el brindis. La anciana prueba la cerveza con temor. El Pasajero trata de retener la mano de la muchacha, que le ofrece sólo un dedo.)

PASAJERO.- Yo no quería probarla, porque cuando arranco me cuesta trabajo parar.
RECIÉN CASADO.- ¿Y quién habló aquí de parar? ¡Hoy es el día más feliz de mi vida!
PASAJERA 2.- (Se le escapa.) ¿Te hace mucha falta?
RECIÉN CASADO.- (Evadiéndose.) Y no quiero que nadie saque un quilo. Ni hablar de dinero. Yo los invito y se lo agradezco porque me acompañan. No sé cómo hay gente que le gusta la soledad. Yo no la quiero ni de vecina.
PASAJERA 2.- ¿Y si se muda para enfrente de su cama?
PASAJERA 1.- O para abajo.
PASAJERO.- Si te rodea, si te provoca, si te acorrala...
RECIÉN CASADO.- (Para sí.) La boto. (Se va angustiando.) ¡La boto! ¡La boto! (Silencio incómodo. El RECIÉN CASADO busca cualquier tema que le sirva para salir del «bache». Al PASAJERO.) Cuando llegues a La Habana tu mujer te estará esperando como cosa buena (Trata torpemente de rectificar.) Aunque tú me habías dicho que eras divorciado, ¿no?
PASAJERA 1.- No se preocupen, yo sé desde chiquita que los hombres cambian de estado civil cuando doblan la esquina.
RECIÉN CASADO.- (Inventando con ingenuidad.) ¡Ya sé! ¡Eres divorciado y vives con tu madre!
PASAJERO.- (Hosco.) Vivo solo. (Breve y molesta pausa.) Y no he llegado a Santiago.
RECIÉN CASADO.- Discúlpame.
PASAJERO.- No tengas pena.
RECIÉN CASADO.- Si ya somos casi amigos...
PASAJERO.- Lo que no entiendo es cómo eres un Recién Casado y tu mujer no se ve por ninguna parte. Te encaprichas en que el tren va para La Habana y me parece que seguirás con La Habana en tu cabeza cuando estemos entrando a Santiago.
RECIÉN CASADO.- ¿Santiago? ¿Y ella? (Monologa.) Yo la dejé en el andén despidiéndose de las hermanas. Me dijo: «Voy enseguida, mi amor». Después montó en este tren. (Mira un momento a los demás como si sospechara que desconfian.) ¡Claro que montó! Pero no quiso entrar al coche sin pasar por el baño. ¿Cuándo entró al baño? (Angustiado.) ¡Ella entró! ¿Verdad?
PASAJERA 2.- No se desespere, ya verá que aparece.
RECIÉN CASADO.- ¿Y el tren?
PASAJERA 2.- Rueda. Ése es su oficio, rodar.
PASAJERA 1.- (Al RECIÉN CASADO.) ¿Tú vas para La Habana en serio?
RECIÉN CASADO.- (Luchando por levantar el ánimo.) ¿En serio? No. Voy tomando cerveza. (Va a buscar y se da cuenta de que ya no quedan.) ¡Coño, se acabaron! Voy contento de haberme encontrado con ustedes. (Al PASAJERO.) Tú eres un intelectual, un poeta casi, y yo soy un tipo que quiere estar siempre contento, pero tiene la mala maña de ser demasiado sentimental. ¿No es más o menos lo mismo?
PASAJERO.- Si vas para las estrellas no te hace falta pasaje.
PASAJERA 1.- Vamos para Santiago, pero cualquiera diría que no; ahora me entero de que también se puede ir a las estrellas y fácil... ¡sin pasaje! ¿En qué tren me he metido yo?
RECIÉN CASADO.- (Al PASAJERO.) ¿Tú eres periodista?
PASAJERO.- Sí, ¿y tú? ¿Adivino?
RECIÉN CASADO.- He hecho muchas cosas. Últimamente soy constructor.
PASAJERA 2.- ¿Por qué, si usted es periodista, no aprovecha y me le hace una entrevista a acá, al joven que se casó hoy? Así se entretiene mientras llega ella.
RECIÉN CASADO.- (Regresa a la angustia.) Le he dicho mil veces que yo no soporto las demoras. Hoy, el tren pitando, y ella chachareando con las hermanas. Luego dice que soy muy nervioso, que me desespero.
PASAJERO.- ¿Ya no quieres la entrevista?
RECIÉN CASADO.- ¡No puedo más! ¡Me voy a buscar a mi mujer!
PASAJERO.- Ahora no la vas a encontrar. Todavía no es el momento.
RECIÉN CASADO.- ¡La tengo que encontrar!
PASAJERA 2.- No te asustes, muchacho. Seguro que se escondió para ver qué tú hacías.
PASAJERA 1.- (Buscando salvar la situación.) Yo no soy periodista, pero voy a empezar a preguntar. ¿Cómo se llama?
RECIÉN CASADO.- Ernesto, Ernesto Cano.
PASAJERA 1.- ¿Cuándo naciste?
RECIÉN CASADO.- Hace un rato.
PASAJERA 1.- No juego más. Me están cogiendo la entrevista pa'l relajo.
PASAJERO.- Para nosotros, como Recién Casado, es verdad que nació hace un ratico. Te voy a ayudar. (Al RECIÉN CASADO.) ¿Cómo y cuándo conociste a tu mujer?
RECIÉN CASADO.- Yo trabajo ahora subido en un andamio.
PASAJERA 1.- ¿Y antes qué hacías?
PASAJERA 2.- Con dos periodistas a la vez no puede.
PASAJERO.- Es que mi alumna tiene que practicarse.
RECIÉN CASADO.- (Entrando progresiva y dulcemente en la atmósfera del pasado.) Ella pasaba todos los días vestida de blanco. Yo nunca me hice muchas ilusiones. Caminaba derechita, como si fuera para algún lugar, muy decidida. Yo, lo que sí hacía, era mirarla, mirarla siempre, encantarme con su manera de andar. Una vez, de tanto seguirla con la vista hasta que sé perdiera en la próxima esquina, casi me caigo y me rompo un hueso. ¿Tú te has subido alguna vez en un andamio?
PASAJERO.- Bueno, sí; es decir, hace mucho tiempo. Habrá que inventar algo para que el hombre no se arriesgue de esa forma. ¿No te parece, Recién Casado?
RECIÉN CASADO.- El trabajo duro hay que hacerlo de todas formas y nadie tiene la culpa de que mi mujer -cuando todavía ni era mi mujer- pasara todos los días frente a mi vista y yo me desconsolara. No te creas... Cuando uno le coge la vuelta, sudar la camisa es mejor que estar ocho horas trancao en una oficina; siempre en peligro de que te hagan perder el tiempo o de que se metan en tu vida.
PASAJERA 1.- (Animándose.) Su futura mujer pasaba y usted la miraba, ¿y qué más? Me parece a mí que si uno de los dos no se hubiera decidido, todavía estarían uno, en el andamio y la otra dando vueltas alrededor.
RECIÉN CASADO.- recién casado. Un día yo estaba trabajando de espaldas a la calle.
(Sube a uno de los asientos e imita la posición de trabajo. No se trata de una recreación naturalista de la acción concreta, sino de un frenético juego que tiene mucho de voluntaria teatralidad.)
Mire, así, ¿y a que no saben por qué supe que era ella la que venía por la calle?

(La CAMARERA entra rápidamente.)

CAMARERA.- Por eso a mí no me gusta despachar ni media cerveza más de la que les toca. Te dicen «mi vida», «mi cielo», «amorcito», «corazón de chocolate». Pero cuando la fría les calienta la cabeza, discuten altísimo, empiezan a meterse con las mujeres...
RECIÉN CASADO.- Nos estamos portando bien.
PASAJERA 1.- Ni la señora ha protestado.
RECIÉN CASADO.- Ella sabe que nosotros suspiramos por sus gaticos.
CAMARERA.- (Al RECIÉN CASADO.) Oiga, ¿su mujer no lo habrá dejado por subirse donde no debe?
RECIÉN CASADO.- Ella me adora.
PASAJERA 2.- (A la CAMARERA. Su posición ha ido evolucionando de la curiosidad al entusiasmo.) ¿Quiere enterarse de cómo la conoció?
CAMARERA.- Tengo que atender en el otro coche.
PASAJERO.- ¿De verdad? ¿O quieres escaparte?
RECIÉN CASADO.- ¿Tú eres casada?
CAMARERA.- No sé.
PASAJERA 1.- ¿No sabe?
PASAJERA 2.- ¡No puedo creerlo!
CAMARERA.- Se me olvida, se me olvida todo aquí arriba; sólo me importa que el tiempo vuele, que los cruces no se enmarañen, que no haya nada raro en medio de la vía, que el tren corra rápido para regresar a mi casa, o para llegar al albergue y reírme con las muchachitas; dar una vuelta, salir, coger un poco de aire de la calle. (Breve pausa. Se sorprende de su propia sinceridad.) Aquí no me importa nada ni me acuerdo de lo que pasa.
PASAJERA 2.- ¿Cómo que no se acuerda?
PASAJERO.- Y... (Con intención.) ¿Aquí arriba nunca se enamora?
CAMARERA.- No. Quiero decir, casi, pero no como allá afuera. Aquí no soy soltera ni casada; no tengo edad, ni dirección, ni teléfono, ni siquiera nombre.
PASAJERA 1.- ¿Entonces sube al tren vacía?
PASAJERO.- ¿Como si fuera plástica?
CAMARERA.- ¿Qué le vamos a hacer? ¡Tiene que ser así!
RECIÉN CASADO.- No, no tiene que ser así.
CAMARERA.- (A la ofensiva, como si hubiese recuperado el dominio de su territorio.) Si voy a hacerle caso a todo el que sube, me vuelvo loca.
PASAJERA 1.- Y si no le haces caso a nadie, ¿qué pasa?
CAMARERA.- Por lo menos, así es más fácil.
PASAJERA 1.- (Sin confundir la complicidad prematura con la vanidad o el paternalismo.) Yo también trabajo con personas, yo también me aburro de lo mismo, a mí también me mortifican a veces y me sacan de quicio, pero me preocupo por ellas.
CAMARERA.- (Sensibilizada por los argumentos de la PASAJERA 1.) Pero este tren es distinto, pasan cada cosas... Para que vean que no soy plástica ni de cartón: pueden hacer todas las historias y los cuentos que quieran, pero sin alborotar demasiado. Vaya, háganse la idea de que son unos pasajeros normales.

(Sale sin dar tiempo a ningún otro comentario.)

PASAJERO.- (Al RECIÉN CASADO.) ¿La oíste? Estás autorizado para contarnos cómo es tu mujer, dónde la encontraste, cómo se enamoraron. Vamos a ver, ella pasaba todos los días vestida de blanco.
RECIÉN CASADO.- No miraba a nadie. A las mujeres siempre les gusta un poco hacerse las difíciles. (A la PASAJERA 1, como buscando colectivizar definitivamente el viaje y el juego.) ¿Tú no crees?
PASAJERA 1.- A mí me parece que eso era antes. (A la PASAJERA 2, con ingenua picardía.) Ahora hay que aprender a tomar la iniciativa.
PASAJERA 2.- (Con la ingenuidad del público de las telenovelas.) Todavía no sé bien cómo ellos se conocieron. (Al RECIÉN CASADO.) Estás trabajando de espaldas a la calle, es decir, que no la has visto a ella, pero la adivinas.
RECIÉN CASADO.- ¿Por qué no aparece por esa puerta? ¡La necesito mucho!
PASAJERO.- Acércate a ella.
RECIÉN CASADO.- (Excitado.) ¿Dónde está?
PASAJERA 2.- Tráela tú con esa historia.
RECIÉN CASADO.- (Estimulado por la complicidad.) Claro, si somos capaces de coger un tren para las estrellas.
PASAJERA 1.- (Toma la caja de cervezas vacía y se la tiende. Ella también comienza a necesitar el juego.) Súbase.
RECIÉN CASADO.- Salía del hospital, con el lazo de enfermera detrás del pelo. Caminaba de una forma como si no pisara el suelo, o como si estuviera bailando unos pasillos muy corticos que sólo ella se inventó para salir del trabajo cada tarde o cada mañana. Bueno, yo no sé hacerlo como ella, y subido en este andamio requetemenos. Ya estamos terminando la pared de una escuela que está enfrente del hospital. Estoy pensando que cuando tire el último cucharazo de cemento, no la veré nunca más.
PASAJERO.- (A la PASAJERA 1.) ¿Por qué no camina como ella?
RECIÉN CASADO.- Sí, camina. Seguro que lo haces bien.

(Todos miran a la PASAJERA 1, en un movimiento que recordará el de una cámara cinematográfica.)

PASAJERA 1.- Pero, ¿qué sé yo? (Cediendo lentamente.) Da la casualidad que también soy enfermera, pero a esa mujer no la conozco. En mi vida la he visto, ni en fotografías.
RECIÉN CASADO.- Se llama Elena.
PASAJERA 1.- Yo necesito más.
RECIÉN CASADO.- Imagínate que es después de un turno de once a siete.
PASAJERA 1.- (Entrando en el universo de sus propias disyuntivas y referencias.) Y si es cuando falta una compañera y hay que doblar el turno...
PASAJERO.- (Adquiriendo matices de la teatralidad del RECIÉN CASADO.) Mira ahora a unos tipos dejar a un lado su trabajo y empezar a decirte cosas. Acuérdate que están subidos en un andamio, se están jugando la vida con tal de piropearte.
PASAJERA 1.- (Con un fingido «despiste».) ¿Y qué dicen?
PASAJERO.- (Entrando de lleno en el juego de la coquetería.) ¿Seguro que no sabes?
PASAJERA 2.- ¿Qué mujer no ha sentido eso?
PASAJERA 1.- (Alegre, juguetona. Al RECIÉN CASADO, pero con indirecta referencia al PASAJERO.) Póngame un ejemplo.
RECIÉN CASADO.- (Al PASAJERO.) Ayúdame, hermano.
PASAJERO.- Yo nunca he trabajado en la construcción. No sé bien las cosas que les dicen a las muchachas.
RECIÉN CASADO.- Los que se ensucian la ropa, hablan el mismo idioma de los que usan guayabera. Tú eres periodista, debes saber de todo. ¡Dale!
PASAJERO.- Si ella no camina...
PASAJERA 1.- Vamos a ver cómo sale.
(Comienza con cierta y estudiada timidez y torpeza. Rápidamente, se va soltando.)
¿Está bien así?
RECIÉN CASADO.- (Al PASAJERO.) Arriba, dile algo...
PASAJERO.- (Sobreactúa. Está realmente nervioso.) «Abusadora», «Doña Bárbara»...
PASAJERA 1.- (Disimulando la complacencia.) Ni que una estuviera siempre para eso.
PASAJERO.- «Cosa rica».
PASAJERA 2.- ¿Lo hizo bien? ¿Se parece a su verdadera mujer?
RECIÉN CASADO.- Caminando así... Las dos caminan como la gente que está dispuesta a luchar hasta el final.
PASAJERA 1.- (Deteniéndose. Casi con cariño.) Dime la verdad, ¿eres un Recién Casado al que la mujer se le demora cuando más falta le hace o...?
PASAJERA 2.- ¡Deja eso ahora, muchacha!
RECIÉN CASADO.- (Muy exaltado. Se baja del «andamio».) Si ella no existe, si no me casé, si no funciona... no tiene por qué existir este tren, ni la Camarera, ni siquiera los gaticos de la señora...
PASAJERA 2.- Deja tranquilo a mis gaticos y sigue con tu historia, que es muy linda y, para mí, muy verdadera. Cuando subiste, con aquel alboroto, me ericé. A mí los borrachos me sacan de quicio. Frente a mi casa hay un bar, y no hacen más que abrirlo para que yo esté poniéndoles seguro a las puertas y rodando muebles. Me atrinchero mucho antes de que se emborrachen. Al principio pensé que eras uno más. Pero estás enamorado, y al amor yo lo respeto mucho. Por favor, hazme creer en tu mujer. Yo también necesito que ella exista.
PASAJERO.- Eso es, mi vieja. (Buscando la atmósfera de la representación.) Ella pasaba todos los días vestida de blanco...
RECIÉN CASADO.- (Subiéndose al«andamio».) ¡No hay uniforme más lindo que ése!
PASAJERA 1.- Lo que es la vida. Yo siempre llevo mi pitusa, un pulóver y no hago más que marcar la tarjeta de salida para ir corriendo a cambiarme de ropa.
PASAJERA 2.- (Casi agresiva ante esta intromisión de la «realidad».) ¡Respeta las reglas del juego!
PASAJERA 1.- Está bien. Salí de doblar un turno. Son las siete y pico de la mañana, estoy muerta de sueño.
PASAJERO.- El amigo galán está vigilando, y en cuanto se acerca (Sobreactúa.) : «Niña», «Mamita...».

(La PASAJERA 1 juega a la muchacha distraída. El PASAJERO se queda como sin texto. El RECIÉN CASADO y la PASAJERA 2 son ahora un público completamente cómplice.)

RECIÉN CASADO.- («Soplándole» al PASAJERO.) «Criminal».
PASAJERO.- (Va a repetir mecánicamente, pero al final se decide por otra palabra.) «Bomboncito».
RECIÉN CASADO.- (En la situación del juego.) No me gustan las groserías con las damas, me parece que así se espantan.
PASAJERO.- Deja eso. (Falso, caricaturesco.) A mí no hay jeva que se me resista, asere...
RECIÉN CASADO.- ¡Caballo! Allá en mi pueblo dicen «caballo».
PASAJERO.- Pero este socio pasó el servicio militar, cuando terminó se quedó «pinchando» en la construcción. ¿No te gusta así?
RECIÉN CASADO.- (En su personaje.) Tú serás de La Habana y yo soy un guajiro, pero ni tú ni nadie me quita de la cabeza que «el pollo» se ablanda mejor con dulzura.
PASAJERA 1.- ¿Qué hago yo ahora?
PASAJERO.- (Entusiasmado con la variante que ve venir.) Una tarde tú, por cansancio, me respondiste los piropos y entablamos conversación. Entonces él se puso muy celoso. ¿Les gusta así?
PASAJERA 2.- Pero una muchacha de su casa no va a oír a un hombre con esos modales.
PASAJERO.- Usted verá, mi vieja. ¡Sss!, oyee, mírame, niña... No seas criminal y abusadora. Dime algo, cielo...
PASAJERA 1.- (Muy coqueta y sensual.) Hasta que no me diga bomboncito, no lo miro.
PASAJERO.- Ven acá, bomboncito, ¿tú me quieres matar del corazón?
PASAJERA 1.- ¡Qué va, compañero! Yo no quiero matar a nadie. Fíjese que mi oficio es curar.
PASAJERO.- Pues cúrame a mí, que estoy enfermo de ausencia, de tristeza y desesperación. A mí, que se me fracturó la alegría.
PASAJERA 2.- Si el amigo le habla tan bonito, me parece que ella se va con él.
RECIÉN CASADO.- (Un tanto ausente.) Es posible.
PASAJERO.- Vamos a tratar de arreglarlo. (A la PASAJERA 1, en situación.) ¿Por qué si tu trabajo es curar me haces sufrir de esta manera? ¿Por qué esa indiferencia con los hombres que te adoran?
PASAJERA 1.- (Señalando al RECIÉN CASADO.) ¿Y serán tantos los hombres que me adoran?
PASAJERA 2.- (Al RECIÉN CASADO.) Ahora le toca entrar, ¿no?
RECIÉN CASADO.- Yo estaba esperando mi oportunidad, me llegó un día en el que se acabó el cemento y paramos el trabajo. Me dije: «32 años que tengo yo, y unos 25 que tendrá ella, son cincuenta y siete años perdidos sin encontrarnos. ¡Está bueno ya, desde hoy voy a ser feliz... porque me da la gana!».
CAMARERA.- (Entrando. Su alarma es bastante exagerada.) ¡Qué clase de escándalo! Si sube un inspector, me busco un lío.
RECIÉN CASADO.- Los aburridos y los bobos son los únicos que no se buscan problemas.
PASAJERA 2.- Y esos que monten en otro tren.
CAMARERA.- Me divierto con ustedes, pero a mí no me convienen estas locuras.
PASAJERA 1.- No se preocupe. Yo soy la mujer de mentirita, sin mí no hay juego.
CAMARERA.- ¿Y la mujer de verdad? Esto parece una película de misterio.
PASAJERA 2.- (Apasionada.) Pero no lo es. Aquí todo el mundo se acuerda del amor, y si a alguien se le olvida, lo inventamos de nuevo.
PASAJERO.- Ven acá, Recién... Dime la verdad, Ernesto. ¿Tú te casaste hoy con firmas y mucha gente alrededor o te inventaste la boda contigo mismo?
RECIÉN CASADO.- (Después de una larga pausa en la que se respira cierto desasosiego.) No me entienden; tampoco ustedes me entienden, desconfían...
CAMARERA.- Pero si no vemos a su mujer...
PASAJERA 2.- Usted no ve nada... ¿No quedamos en que era plástica?
CAMARERA.- De hierro quisiera ser con los que se creen que tienen derecho a todo, porque dejan una propinita, con los que están vigilando al de al lado para robarle el maletín, con esos tipos que te miran con hambre, como si fueras un bocadito o una hamburguesa vestida de uniforme.
PASAJERA 1.- ¿Y todos son así?
CAMARERA.- No. Hay otros peores.
PASAJERA 2.- ¿Cuáles?
CAMARERA.- Los que hablan bonito, los que prometen, los que hacen recordar... (Breve silencio.)
RECIÉN CASADO.- (Súbitamente deprimido.) Pensaron que yo era un mentiroso que va de tren en tren comiendo bolas, inventando fiestas... ¡Y no es así, coño! (Casi melodramático.) Si ella no está, es porque le ha pasado algo.
PASAJERA 2.- Ni hables de eso.
PASAJERA 1.- Si su mujer existe, entonces...
PASAJERA 2.- ¡Claro que existe, niña!
CAMARERA.- Tengo que seguir trabajando. Después me cuentan...
RECIÉN CASADO.- ¡Oiga, Camarera!
CAMARERA.- ¿Quieren más cerveza?
RECIÉN CASADO.-
recién casado. (Apunto de gritar.) Quiero que me quieran un poquito. (La CAMARERA va a contestar, pero en el último momento decide escapar.)
PASAJERO.- Discúlpame, amigo, pero, ¿cómo no te das cuenta de que el tren va para Santiago?
RECIÉN CASADO.- (Con un destello de solemnidad.) Hoy se me juntaron las dos cosas que dan la borrachera ] más rica de la vida; pocos tragos y mucha esperanza de ser feliz. Hace un buen rato, me di cuenta de que el tren no va para La Habana, que yo estoy al revés. El problema es que yo quiero...
PASAJERA 1.- (Solidaria.) Bájate y coge otro tren.
RECIÉN CASADO.- ¿Y ustedes siguen para las estrellas sin mí? (Como aferrándose a una nueva ilusión.) Ya sé. Seguro que ella me vio subir y se escondió para darme la sorpresa.
PASAJERA 2.- (En tono confesional, pero con entera naturalidad.) La esperanza es muy linda. Yo salí de España cuando tenía 18 años, cuando llegó Franco. Dejé un hijo chiquito. Nunca más lo he visto. Sabe donde vivo ahora, puede venir a verme. Pero nada, ninguna noticia... ¡Y yo tengo mi esperanza! A pesar del tiempo y de lo sola que he vivido todos estos años. En el barrio algunos dicen: «Por ahí va la viejita de los gatos...», pero yo sigo en lo mío. Hasta el último día voy a vivir con mi esperanza.

(Silencio.)


RECIÉN CASADO.- ¡Vamos, mi vieja! Entre usted y yo ya verá que encontramos a mi mujer.
PASAJERA 2.- Por lo menos, para mí es posible.
PASAJERO.- Si no la encuentras...
RECIÉN CASADO.- ¡La tengo que encontrar!
PASAJERA 2.- (Recoge sus cosas, entusiasmada.) Aguántame los bocaditos. Si quieres cómete uno, debes tener hambre y cuando uno se casa se tiene que alimentar.
RECIÉN CASADO.- (Saliendo. A la PASAJERA 1 y al PASAJERO.) Traten de pasarla bien y extráñenme.

(El PASAJERO duda en llamarlo; cuando ya casi está al salir, grita.)

PASAJERO.- ¡Ernesto...! (Silencio. Regresa junto a la PASAJERA 1.) ¡Qué tipo! Nos ha hecho reír.
PASAJERA 1.- A mí casi me hace llorar. Me ha hecho pensar en mil cosas que no tienen que ver con este tren ni con su boda extraña. Lo que no me cabe en la cabeza es cómo pudo confundirse...
PASAJERO.- ¿No seremos nosotros los que vamos al revés? ¿Tú sabes lo que es tener una buena ilusión?
PASAJERA 1.- Ahora no se puede estar pensando en las musarañas. Yo soy una mujer práctica.
PASAJERO.- ¿Tú nunca te confundirías de tren?
PASAJERA 1.- (Retada.) ¡Qué va! Yo no me confundo fácil.
PASAJERO.- La vida es más compleja y más rica que las películas o las novelas de televisión.
PASAJERA 1.- Es verdad que hay muchas cosas raras. Tú mismo... Al principio pensé que eras muy aburrido. Cuando te vi con tu librito, mirando el paisaje, el Recién Casado, te «espabilaste» y empezaste a parecerme otra cosa.
PASAJERO.- ¿Qué es para ti... (Burlándose de la palabra.) un intelectual?
PASAJERA 1.- No sé, un hombre que sabe mucho, lee libros y eso. Que habla con palabras raras y bonitas.
PASAJERO.- ¿Y nunca dice «ricura» o «mamita»?
PASAJERA 1.- (Cómplice, regresando al juego.) Cuando jugamos a que yo era la mujer del Recién Casado, vi que te sabes unas cuantas palabritas de la calle. Hasta bomboncito...
PASAJERO.- Bomboncito fue la que más te gustó, pero también te dije «criminal», «asesina», y otros piropos más o menos sangrientos. Mira... (Se da cuenta de que no sabe su nombre.)
PASAJERA 1.- María Victoria.
PASAJERO.- Yo, Arturo. Mira, Vicky, esos intelectuales de bufanda, pipa para fumar, que toman té a las cinco, los muy... ingleses. Ésos sí son de películas y de películas malas.
PASAJERA 1.- (Seria.) Pero el nivel siempre influye. Si tú tienes mucha cultura, te gustará reunirte con gente que sea igual que tú. Tu mujer, tus amigos, seguro que también saben mucho.
PASAJERO.- Depende. Yo vivo en la Habana Vieja...
PASAJERA 1.- ¿En una barbacoa?
PASAJERO.- En la barbacoa viven los libros y la máquina de escribir, pero mi hijo, cuando viene, también juega barbacoa. A él le gusta.
PASAJERA 1.- (Sin poder disimular la curiosidad.) Ah, tienes un niño.
PASAJERO.- Sí. ¿Pensabas que los intelectuales tampoco...?
PASAJERA 1.- Yo no soy tan bruta. Martí fue tremendo intelectual y tuvo un hijo. Le hizo unos versos muy lindos, ¿no?
PASAJERO.- Ya ves. Te decía lo de la Habana Vieja, porque vivir en un barrio como ése te ayuda a estar más cerca de la gente. Un vecino cualquiera, el Chama, que se crió junto conmigo y que ya se ha dado dos o. tres buenos golpes en la vida, viene a verme para pedirme consejos, pero yo también aprendo de él.
PASAJERA 1.- ¿Aprendes a piropear como los guapos?
PASAJERO.- Tal vez. (Breve pausa. Crecimiento de la complicidad.)
PASAJERA 1.- Debimos haberle dicho a ese hombre desde él principio que el tren no iba para La Habana. Se hubiera bajado enseguida.
PASAJERO.- O dejarlo con su tren en la cabeza, y rodar nosotros en la misma dirección.
PASAJERA 1.- ¿Se te pegó la locura?
PASAJERO.- El miedo mío es que se desespere y haga alguna barbaridad.
PASAJERA 1.- Es un hombre alegre, no va a dejar la vida tan fácil.
PASAJERO.- (Sin demasiada gravedad.) A todos nos gusta la vida, pero a cada rato se suicida alguien.
PASAJERA 1.- Cuando llegan al hospital te piden de favor que no los dejes morir. Vamos ahora mismo detrás del Recién.
PASAJERO.- Tal vez no le guste que le caigan atrás como si fuera un muchacho. Me encanta que te preocupes; así por el Recién Casado, aunque haga nada más que un rato que lo conoces.
PASAJERA 1.- (Más relajada.) Ese hombre me cae bien y yo casi nunca me equivoco en eso de quién vale la pena y quién no sirve. Trabajar cinco años en un hospital da mucha vista para distinguir la amistad. Dice mi abuela que soy demasiado confianzúa, que le doy demasiado rápido entrada a la gente.
PASAJERO.- ¿Con todos a la misma velocidad?
PASAJERA 1.- Depende. (Silencio. Ligera incomunicación.) Estoy lejos de mi casa desde chiquita y he conocido malos, egoístas, hipócritas, oportunistas, descarados, pero siempre hay alguien que te devuelve la esperanza. Alguien que te da la mano para que salgas del hueco.
PASAJERO.- (Impresionado, por decir algo.) Los santiagueros son muy hospitalarios.
PASAJERA 1.- Yo no soy santiaguera. Nací en Bayamo.
PASAJERO.- Entonces eres una muchacha incendiaria.
PASAJERA 1.- ¿Por qué?
PASAJERO.- A Bayamo la quemaron hace mucho tiempo. ¿No te enteraste?
PASAJERA 1.- Claro, para saber eso no hay que ir a la universidad.
PASAJERO.- No te pongas brava. Mira, yo venía bastante deprimido y entre tú y Ernesto me quitaron la tristeza. (Se le ocurre de pronto.) ¿Cómo fue tu incendio, Vicky?
PASAJERA 1.- Se ve que eres periodista.
PASAJERO.- ¿Cómo te enteraste?
PASAJERA 1.- ¿Del incendio?
PASAJERO.- De mi profesión.
PASAJERA 1.- (Con franca coquetería.) Lo oí, las mujeres somos curiosas y tenemos buena memoria.
PASAJERO.- ¿Y tu incendio?
PASAJERA 1.- (Con añoranza.) La maestra habló en la clase de cuando los bayameses quemaron la ciudad para no entregársela a los españoles y se fueron para el monte. Llegué a la casa con la cabecita llena de humo.
PASAJERO.- ¿Hace mucho tiempo de eso?
PASAJERA 1.- ¡Averiguarme la edad con lo del incendio sí que no! (Breve pausa. Alegre.) Ahora me toca preguntar a mí.
PASAJERO.- ¿Me subo en el andamio y tú pasas con el uniforme muy blanco? (Breve pausa.) Primera respuesta: No soy casado.
PASAJERA 1.- Si tú supieras, eso es lo único que yo nunca pregunto. (Silencio.) ¿Por qué no buscamos al Recién? Tal vez se sienta mal.
PASAJERO.- ¿No te parece que una vez en la vida hay derecho al egoísmo?
PASAJERA 1.- ¡Qué va! No soporto a los egoístas. El pobre hombre se montó en su tren lleno de ilusiones... ¿Qué se hará ahora cuando se quede sin nada?
PASAJERO.- ¿Pero si yo no tengo fe, cómo voy a inculcársela a otro?
PASAJERA 1.- Tú no tienes problemas. Eres bastante joven, vives en La Habana, tienes un hijo, una mujer, o; muchas mujeres... ¡Qué sé yo!
PASAJERO.- Tenía una mujer, la quería mucho.
PASAJERA 1.- ¿Se fue?
PASAJERO.- Se escapó...
PASAJERA 1.- ¿Te dejó?
PASAJERO.- La perdí.
PASAJERA 1.- Disculpa.

(Silencio incómodo.)

PASAJERO.- No voy a echarme a llorar; no te preocupes. La vida sigue y uno con ella. Pasea, toma ron, se acuesta con otras mujeres, pero en el fondo siente un vacío muy grande.
PASAJERA 1.- La soledad es una cabrona. Yo era muy apegada a mi padre, y cuando lo perdí...
PASAJERO.- ¿Tuviste un hombro o un hombre donde recostar la cabeza?
PASAJERA 1.- Un rato.
PASAJERO.- ¿Por qué un rato?
PASAJERA 1.- ¡Porque estaba con un hombre casado! (Pausa escabrosa.) Es sencillo. Para él era cómodo y para mí también. Nos gustábamos, salíamos de vez en cuando, pero sin mucha complicación, sin celosa sin tragedias. Los domingos me aburría un poco. Me daba envidia ver a mis hermanas ir al cine o dar una vuelta con sus novios. Pero tampoco tenía obligación con nadie. (Silencio.) ¿A ti qué te importa todo esto?
PASAJERO.- Eso no me importa casi nada. Tus preocupaciones sí me importan; tus ojos, tu historia me importan muchísimo, Vicky.
PASAJERA 1.- Ahora en el tren, para pasar el rato. Cuando te bajes le dices lo mismo a la primera que te encuentres, se va contigo, y de mí ni te acuerdas más nunca.
PASAJERO.- Eso es lo normal, lo lógico.
PASAJERA 1.- ¡Es lo que siempre pasa!
PASAJERO.- ¿Y si nos proponemos que con nosotros sea distinto? Si ahora mismo (Hace algún gesto que recuerda la acción del RECIÉN CASADO al subirse al «andamio».) les grito a todas las lógicas del mundo: «¡Váyanse al diablo! ¡En este tren no entra la lógica!». (Pausa breve. Más suave.) ¿No tenemos derecho a eso?
PASAJERA 1.- Mi vida es muy complicada. Vivo en Contramaestre, trabajo en Santiago de Cuba y casi todos los días tengo que regresar a mi casa lo antes posible, porque mi madre está vieja y enferma.
PASAJERO.- A las cinco de la mañana tenía muy pocas ganas de venir, me parecía que casi nada valía la pena, y sólo me movió la idea de que, por muchos problemas que uno tenga, tiene que cumplir con su deber. Después empecé a sentir una cosa muy rara... ¿Parecía muy concentrado en la lectura? (Ella asiente muy interesada.) Apenas podía ver las letras. ¡Arriésgate, Vicky! Ya no me acuerdo de cómo es vivir sin tu compañía.
PASAJERA 1.- Todo es muy lindo... pero después se te olvida.
PASAJERO.- Todos los hombres no somos iguales. ¡Olvídate de esa vieja mentira! ¿Y Ernesto? ¿Puedes medir a un tipo como el Recién Casado con esa idea viejísima?
PASAJERA 1.- Es muy simpático, y su mujer, si es que por fin existe, debe quererlo mucho.
PASAJERO.- (Con pasión.) Él la quiere más. La quiere hasta antes de existir o después...
PASAJERA 1.- Pero si la encuentra, si la tiene cerca todo el tiempo, y se meten seis o siete meses a vivir juntos entre cuatro paredes...
PASAJERO.- ... A bajar la basura, ver la televisión y darle cuerda al mismo reloj todas las noches, para levantarse todos los días a la misma hora...
PASAJERA 1.- Entonces ya verás cómo se aburre, cómo empieza a mirar a otras mujeres.
PASAJERO.- Es verdad que a los hombres cubanos nos encanta la mujer ajena. Pero mientras más dulce es la de uno, menos se te ocurre fijarte en la compañera de trabajo o en la pepilla del barrio que va a la bodega con un short cada vez más corto.
PASAJERA 1.- ¡Ya ves!
PASAJERO.- ¡Pero no somos iguales! Al principio pensé, que eras una mujer arriesgada, dispuesta a luchar.
PASAJERA 1.- Tal vez, pero luchar por algo, no por gusto.
PASAJERO.- ¿Y si te pido que luches por lo más lindo, por lo más grande, por lo más importante? Perdóname, Vicky, pero estoy casi seguro de que tú y yo nos necesitamos.
PASAJERA 1.- (Defendiéndose de su propia ilusión.) Yo no necesito nada. Sé defenderme sola desde hace tiempo.
PASAJERO.- (Delirante.) Si quieres me bajo, llamo a Santiago, explico... Tú tienes que seguir conmigo.
PASAJERA 1.- Tengo 25 años y no estoy para marineros ni para periodistas. (Breve pausa. Más dulce que nunca.) A lo mejor me embullo, pasamos ratos muy sabrosos... Después me acostumbro a que me hables mucho y a oírte acostada con los ojos cerrados. Cuando venga a ver estamos enviciados a estar juntos. Sigue tú en lo tuyo y yo en lo mío, que para cosas de novela, con la historia del Recién Casado tenemos.

(Entra el RECIÉN CASADO.)

PASAJERA 1.- Ella...
RECIÉN CASADO.- Ella no está. Se fue, me dejó solo. (Angustiado.) Eso me pasa por dejar que todo le fuera facilito. ¡Qué comemierda soy!
PASAJERO.- No te pongas así. Ella no tiene la culpa de que tú te confundieras.
RECIÉN CASADO.- (Entre la amargura y la melancolía.) El tren, el tren... Así que yo me casé hoy y todo el mundo tiene que estar contento... Yo les dejaba que me creyeran un loco y hasta que se divirtieran conmigo. ¿Saben por qué? Confiaba en que ella iba a aparecer de un momento a otro por ese pasillo, pero no apareció, no está, no la tengo... ¡Todo es mentira!
PASAJERO.- No tienes derecho a hablar así. Nosotros te hicimos caso enseguida, nos dejamos arrastrar por ti.
PASAJERA 1.- ¿Es que no te importamos? Yo hice monerías y caminé como me dijeron. ¿Sabes por qué lo hice?
RECIÉN CASADO.- Sería para pasar el rato, para que tu pueblo llegara más rápido hasta ti.
PASAJERA 1.- Tal vez al principio. Pero si te hubiera creído un loco como otro cualquiera, no te hubiera prestado ningún interés. Parece mentira, pero empezamos a meternos en tu mundo, te sentimos cerca, y por eso pudimos jugar.
PASAJERO.- Para que no te importara que el tren fuera al revés, y no perdernos esa alegría. Y ni siquiera lo hacíamos por buenos... Tú sacaste la cara por nuestra cobardía, por nuestra sinceridad, por nuestra necesidad de abrazarnos...
RECIÉN CASADO.- Sí, pero ella no es mi mujer. Y la otra, la mía, va a pensar que yo soy un desastre.
PASAJERO.- ¿Tú conoces a alguien que sea perfecto?
PASAJERA 1.- A mí ni que me lo enseñen.
RECIÉN CASADO.- A todo el mundo le gusta mi carácter. Me llaman para que haga cuentos en las fiestas del trabajo. (Representa un poco.) «Donde está Ernesto está la alegría». En las asambleas, Ernesto es el único que se para, discute y no se deja pasar una. A las mujeres les caigo bien (Con una sonrisa picara y sensual, pero un tanto triste.) , se divierten, me buscan... ¿Pero qué he hecho con mi vida? Tengo 30 años y dos divorcios en las costillas. ¿No se dan cuenta de que ésta es mi última oportunidad para ser un poquito feliz?

(Silencio.)

PASAJERO.- No te voy a perdonar que no estés de acuerdo contigo. Eres de las pocas personas capaces de transformar a los demás.
PASAJERA 1.- Y en unos minutos.
RECIÉN CASADO.- ¿Y quién me cura a mí? ¿Quién me levanta? (Breve pausa.) Yo me alegro siempre de la felicidad. Dondequiera que veo a alguien contento, me río solo como un bobo. Me encanta ver a las parejas por el Malecón... Cien, doscientas, y siempre se creen que son ellos dos los únicos en el mundo. Lo que me fastidia, lo que me mortifica, lo que me jode, es que ni en este tren pueda estar todo el mundo contento a la vez.
PASAJERO.- Lo más triste es que nos alejamos unos de otros. El que está contento, goza de su felicidad como un niño egoísta y goloso. El triste, al que le fueron mal los planes, mastica solo su depresión.
PASAJERA 1.- (Como continuación orgánica de la idea anterior.) Se esconde en un libro, inventa una boda...
RECIÉN CASADO.- ¡Una boda nunca es mentira! Aunque no se firme ningún papel, ni nadie se entere. Los abuelos del campo nunca firmaban, pero hacían tremendas fiestas en silencio. Se ponían la mejor ropita para llevarse a sus muchachas.
PASAJERO.- (Al RECIÉN CASADO.) No puedes frustrarte por una bobería.
PASAJERA 1.- (Como quien recuerda algo absurdamente olvidado.) ¿Dónde dejaste a la señora de los gaticos?
RECIÉN CASADO.- ¡Pobre vieja! Le regalé mi saco. (Con triste ironía.) Total, ya yo no me voy a casar más nunca.
PASAJERA 1.- Quédate en mi pueblo conmigo! Te bañas y comes en mi casa, llamas por teléfono a tu mujer...
RECIÉN CASADO.- ¿A dónde la voy a llamar?
PASAJERA 1.- Al hotel...
RECIÉN CASADO.- (Es difícil precisar si está angustiado o cogido en falta.) No teníamos reservación. Íbamos a resolver con un pariente.
PASAJERA 1.- Pues llámala a casa del pariente, o a la terminal, no sé. ¡Ojalá todo fuera como eso! Ya verás que dentro de un tiempo los dos se ríen de todo esto.
RECIÉN CASADO.- Yo nunca me apartaba de ella. Todas las noches la iba a ver y le llevaba cinco o seis cartas. Se las hacía a la hora del almuerzo, o en cualquier otro rato que me sobrara en el trabajo. Me ponía a escribir como si estuviera muy lejos y ella me esperara en su portal bañadita y linda. Los amigos me decían: «Llévala recio». «No la malacostumbres». A veces cogía un poco de cuerda y me decía: «Tengo que apretarle la mano». ¡Pero no podía! Es que para mí ella es mi mujer y la niñita que todavía no he tenido. Las dos al mismo tiempo.
PASAJERO.- Uno da muchos consejos, pero cuando le toca su hora, malcría y requetemalcría, y hace bien; las mujeres son lo más lindo y lo mejor.
PASAJERA 1.- (Al PASAJERO.) Menos mal que no eres machista.
PASAJERO.- Hasta sé cocinar un poquito.
RECIÉN CASADO.- Si ella hubiera sufrido un poco por mí... Mi abuela lo decía: «El que quiera azul celeste, que le cueste». Todo le ha sido demasiado fácil.
PASAJERO.- Ya te lo dije, ni Vicky ni yo vamos a permitir que te desesperes. Y menos que abandones la lucha por lo que más quieres. Ella, tu mujer, existe.
RECIÉN CASADO.- Pero ustedes no creen en ella.
PASAJERA 1.- Sí creemos.
PASAJERO.- Vamos a brindar los tres, la vamos a encontrar y estar juntos, porque también tenemos la sonrisa de Vicky.
PASAJERA 1.- Cuando perdiste a tu mujer, ¿tuviste quien te hablara así?
PASAJERO.- No. Y muchos amigos me viraron la espalda. Me volví un solitario de mierda, uno de esos tomadores de bares donde nada más que hay tipos queriendo hacerse los duros, pero que van a esos lugares porque no tienen valor para salir a la calle y abrazar a la primera mujer que les guste o al primer amigo que se lo merezca. (Al RECIÉN CASADO.) No quisiera que a ti te pasara lo mismo.
PASAJERA 1.- Yo llevo muchos años fuera de mi casa. Sé lo que es no tener ni una sólita puerta donde tocar. (Sin melodrama ni grandilocuencia.) Muchas veces me cogí con un teléfono descolgado pensando en algún número -aunque fuera inventado-, pero que pudiera responderme una voz amiga. A veces uno se demora meses y hasta años en hacer una amistad. En un rato han logrado que me sienta muy cerca de ustedes. Ahora no quiero perderme esto.
RECIÉN CASADO.- (Conmovido. Al PASAJERO, tratando de recuperar la euforia del principio.) ¡Bájate con ella! Llévala cargada hasta la puerta de su casa. Di que te la robaste porque te dio la gana. Porque es linda y porque tiene unos sentimientos del carajo.
PASAJERO.- (Eufórico.) ¡Y porque tú nos convenciste! Ya eres el mismo tipo que formó una boda en medio del tren
PASAJERA 1.- Me gusta más el juego del andamio y la muchacha. (Al RECIÉN CASADO.) ¿Quieres que vuelva a caminar como tu mujer?
RECIÉN CASADO.- Deja eso ahora. Camina, camina alegre y simpática, abraza a tu hombre.
PASAJERA 1.- (Con un destello de rubor adolescente.) Pero es que yo casi no lo conozco a él...
RECIÉN CASADO.- Sí lo conoces. Y no puedes bajarte de este tren. (Ella va a contestar. Él no le da tiempo.) ¿Qué vas a hacer si te bajas? ¿Casarte con el enamoradito tonto de toda la vida, que no tiene temple para una hembra como tú? ¿O con el viejo que te recoge a veces en su carro y tiene hijos de tu edad?
PASAJERO.- ¿Adivinó?
PASAJERA 1.- (Serena.) Sí, y ya no tengo mano que dar. (Muy cerca del PASAJERO.) La mayoría de los hombres piensa nada más que en la cama. Por muchas vueltas que le den, siempre caen en lo mismo...
PASAJERO.- No se trata de darle vueltas a la cama, sino de dar muchas vueltas en la cama hasta emborracharte de felicidad.
RECIÉN CASADO.- Yo me embullo rápido con las cosas, pero cuando me desilusiono recibo un golpe grande. (Confidencial.) Lo que menos soporto es el engaño. Me he ido de algunos trabajos y he dejado tremendos sueldos por no engañarme. Para cuando me pare, ¡así!, delante de un espejo, poder decir: «¡Ése soy yo!», sin que me dé asco ni miedo. A veces siento que estoy en un cuarto cerrado y que me ahoga la incomprensión de los que me rodean. ¡Y esta manía de dolerme por todo! ¿Saben por qué logro salir y respirar? (El PASAJERO y la PASAJERA 1 parecen a punto de intervenir.) Porque salgo a la calle y me doy cuenta de que uno puede hasta equivocarse, hasta tener mala suerte, y si no sirvo para profesor de una escuela, puedo levantar una pared y que quede bonita, para que a los muchachos se les alegre la vista.
PASAJERA 1.- Porque eres capaz de querer a una mujer que no aparece y encontrar precioso un uniforme.
PASAJERO.- Tienes que venir con nosotros.
PASAJERA 1.- Es una lástima, pero el nosotros, se está acabando. El tren está a punto de parar en mi pueblo. La he pasado muy bien, pero la locura tiene su límite.
RECIÉN CASADO.- ¿Dónde están?
PASAJERO.- Ahora no puedes irte, olvídate de los límites.
PASAJERA 1.- ¿Por qué no puedo irme? Yo tengo que ayudar a mi mamá, tengo que luchar.
PASAJERO.- (Encarándosele, pero lleno de afecto.) ¡Luchar por ti!
RECIÉN CASADO.- ¿Y él? ¿Y los demás? ¿Y la viejita de los gatos que con nosotros se olvidó de que la muerte ya la tiene citada? (Pausa.) ¿Y yo? ¿Si no hay boda, ni amigos, ni mujer linda? ¿Cómo vivo si el tren no va para la dicha ni para las estrellas?
PASAJERA 1.- Un rato de compañía puede ser muy rico, pero no me va a quitar mis preocupaciones ni a resolver mis problemas. (Al RECIÉN CASADO, justificándose con dulzura.) Te voy a dar mi teléfono por si quieres llamarme y me necesitas. (Al PASAJERO, entre dos fuerzas, entre dos fuegos.) Como mismo me encantas a mí... (Casi en susurro, emocionada, apunto de abrazarlo.) , como mismo quisiera vivir en La Habana, tenerte cerca para ir haciéndote mío, puedes gustarle a muchas. Y dentro de un rato te habrás olvidado de esta guajirita atrevida y sincera.
RECIÉN CASADO.- Me voy. Ya no me queda nada de la cerveza encima, el dinero se me está acabando y mi saco debe ser una suave camita para los gatos de la abuela. Cuándo llegue al otro coche y me tire en un asiento (Desinflándose.) , como se tira uno cuando perdió el juego, nadie me va a decir Recién Casado. (Pausa. El pito del tren suena insistentemente.) Antes de irme, quisiera que supieran cuál es la segunda cosa que me deja respirar hasta en el peor momento; lo que me hace sacar la cabeza cuando quisiera esconderla y comerme solo mi gorrión, lo que me deja vivir cuando empieza a faltarme el aire.
PASAJERO.- (Toma a la PASAJERA 1 del brazo. Se acerca al RECIÉN CASADO y al público.) Vamos a hacer una cosa. Un juego. Cuando tú termines de poner sobre la mesa esa segunda razón, ya ella tendrá que haber decidido si se baja o se queda en este tren. Si se va, no habrá despedidas ni promesas para un después. Si se queda tampoco quiero palabras, sino... (Se interrumpe por la emoción. Al RECIÉN CASADO.) Me parezco más a ti de lo que supones y me gusta decidir rápido. ¡Arriba el juego! Por favor.

(Pausa breve. Le extiende al RECIÉN CASADO la caja de cervezas vacía que ya para todos es el «andamio». El RECIÉN CASADO se sube a su andamio.)

Yo me encanto de verla caminar. (A la PASAJERA 1.) Camina, anda...

(La PASAJERA 1 comienza a pasearse con coquetería, que por momentos desaparece, y su andar se convierte en vueltecitas de impaciencia.)

PASAJERO.- (Con ritmo que recuerda una caricia.) Bomboncito, bomboncito...
PASAJERA 1.- ¡Ya! Si sigues no me voy a ir nunca de tu lado. Te estás buscando ser el padre de mis hijos.
RECIÉN CASADO.- Lo que me deja reírme y hacer cuentos toda una noche; aunque después, cuando llegue a mi casa por la madrugada, llore como un niño desconsolado por algo que no me cabe en la cabeza... y que yo lo sufro por todos a los que les da lo mismo. Lo que me hace levantarme y volver a jugármela, aunque pueda volver a perder es la sospecha de que quedan otros iguales o parecidos, que me pueden querer... o por lo menos oírme. Y desde ahora sé una cosa mejor; sé que quedan muchachas como María Victoria, capaces de brindarle la casa al amigo, sin que haga falta que le enseñen un carné, un papelito o la foto de la mujer del hombre como si fuera un comprobante. Una muchacha que ahora mismo va a caminar...
PASAJERA 1.- Vestida de blanco, con un lazo detrás del pelo y el uniforme más lindo del mundo.
PASAJERO.- Y en los dos o tres minutos que faltan para que llegue tu mujer, voy a hacerte mi mejor entrevista. ¿Cómo te llamas?
RECIÉN CASADO.- Ahora mismo, y quiero seguir naciendo todos los días.
PASAJERO.- ¿Cuál es tu oficio?
RECIÉN CASADO.- Rodar.
PASAJERA 1.- Contéstame bien ahora. ¿Cómo te llamas?
RECIÉN CASADO.- ¡Recién Casado! ¿No la estás viendo a ella que viene corriendo hacia nosotros?

(El PASAJERO y la PASAJERA 1 miran junto con el público hacia el lateral que señaló el RECIÉN CASADO. Se oye un largo y muy agudo pitazo del tren.)





FIN


Teatro Escambray

Teatro Escambray
Resumen
El siguiente trabajo investigativo tiene como problema: Qué significado tiene el Grupo de Teatro Escambray para la conformación del teatro cubano. Su objetivo es Determinar el significado que tiene el Grupo de Teatro Escambray para la conformación del teatro cubano.
El mismo cuenta con un capítulo llamado "Surgimiento del grupo de Teatro Escambray". Cuenta con 4 epígrafes el primero es "Surgimiento del teatro cubano", el segundo es nombrado "Nacimiento del Grupo de Teatro Escambray", el tercero es "Obras realizadas por el grupo de Teatro Escambray" y un cuarto epígrafe "Valoración del Teatro Escambray ".
Introducción
La cultura es un sistema simbólico de valores, creencias y actitudes el cual es aprendido y compartido. Un sistema que forja e influye a su vez las percepciones y el comportamiento de los seres humanos que viven bajo ella.
Una de las expresiones culturales es el arte que es la disposición y habilidad para hacer algo. Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginada con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
El arte tiene varias manifestaciones artísticas tales como la danza, la música, la pintura. El teatro es otra manifestación artística que no es más un género literario, ya sea en prosa o en verso, normalmente dialogado, concebido para ser representado; las artes escénicas cubren todo lo relativo a la escritura de la obra teatral, la interpretación, la producción, los vestuarios y escenario.
El teatro se ha utilizado como complemento de celebraciones religiosas, como medio para divulgar ideas políticas o para difundir propaganda a grandes masas, como entretenimiento y también como arte. A través de la historia ha desarrollado su actividad en tres niveles al mismo tiempo: como entretenimiento popular, como importante actividad pública y como arte para la elite.
En el primer caso, ha habido siempre individuos o pequeños grupos que trabajan por su cuenta, y ejecutan diversos tipos de representación, desde números de circo hasta farsas para grandes masas.
El teatro como actividad pública consiste en el drama literario representado en teatros públicos; se trata por lo general de una actividad comercial o subvencionada por el Estado para el público en general. La tragedia griega, las obras didácticas medievales y el teatro contemporáneo entran dentro de esta categoría.
El teatro como arte para una elite lo define su propio público, un grupo limitado con gustos especiales. Esta fórmula puede aplicarse tanto a las representaciones en la corte durante el renacimiento como al teatro de vanguardia.
En cada país hay teatro. El teatro cubano es rico en valores debido a que luchó por su existencia, se opuso a lo español. Siguió luchando y cuando triunfó la Revolución nació el verdadero teatro cubano, nacional y popular.
En nuestro país existen varios grupos de teatro. Precisamente este trabajo va dirigido al Grupo de Teatro Escambray. Para el desarrollo del trabajo la autora se trazó el siguiente problema: ¿Qué significado tiene el Grupo de Teatro Escambray para la conformación del teatro cubano? El objetivo de este trabajo es Determinar el significado que tiene el Grupo de Teatro Escambray para la conformación del teatro cubano.
El estudio tiene gran importancia porque se enriquecieron nuestros conocimientos acerca del tema investigado. Posibilitó una mejor comprensión de las transformaciones ocurridas en cuanto al Grupo de Teatro Escambray.
Capitulo: 1
Surgimiento del grupo de Teatro Escambray
Epígrafe: 1Surgimiento del Teatro Cubano
Los conquistadores traen a Cuba su teatro pero no al teatro. Cuando desembarcan encuentran formas y representaciones que precursan una estructura dramática, y que deben ser analizadas como nuestra expresión cultural. Tales espectáculos fueron destruidos por el europeo y suplantados por su teatro como nuestra colonización artística. (1)
La máxima expresión de nuestra cultura aborigen son los famosos areítos, vocablo, vocablo antillano proveniente del arahuaco aririn que significa ensayar o recitar. Su sentido musical, propio de toda expresión musical popular y colectiva, está implícito en sus equivalentes americanos: mitones en la náhuatl, que identifica la danza o el baile; taqui, voz quechua para la canción o el canto; batocos en otras regiones, que significa canción. Los areítos eran una compleja manifestación de cultura aborigen donde se mesclaban el canto, el baile, la poesía, la coreografía, la música, el maquillaje y la pantomima, dirigidos por el tequina o coreuta, donde se ven los primeros poetas, actores y músicos cubanos, en una apretada síntesis artística que expresa la liturgia religiosa, los ritos mágicos de la vegetación, la epopeya e historias tribales, y la identidad colectiva.
Después Cuba inició su teatro siguiendo los patrones de la escena española, a partir de las festividades cristianas del Corpus Cristis, denominadas también fiestas de carros por la presencia de los carromatos que transportaban a los farsantes de los autos, acompañados de música, canciones y danzas.
El desarrollo de nuestra escena partiendo de modestas danzas, y llegando a la comedia a través de invenciones, autos, entremeses, farsas, fiestas de carros, juegos, y obra buena. En realidad, el surgimiento del teatro en Cuba repite el mismo proceso que en España, y no es más que una prueba de carácter colonial de nuestra escena inicial, el trasplante del arte europeo a las nuevas tierras conquistadas.
Luego llega nuestra primera obra "El príncipe jardinero y fingido Cloridano", de Santiago Pita y Borroto donde en ella se narran la historia de reyes y príncipes. Después salen a escena los diablitos. Los negros libres y esclavos fijaban su imagen escénica lo hacían a través de las fiestas, jolgorios, ceremonias religiosas, y sobre todo el día de los Reyes el seis de enero. Lo realizaban a través de ceremonias afrocubanas que deben ser tomadas como la representación de las luchas, anhelos y sincretismo cultural de los esclavos y negros discriminados.
Es a través de los diablitos del Día de los Reyes que estas representaciones son observadas. Eses día, siglos de catequización cristiana se desplomaban ante el empuje y la vitalidad de las distintas etnias africanas que fueron esclavizadas y traídas a la Isla. Esa fiesta es la exaltación de los valores religiosos afrocubanos, su exteriorización más fecunda, su liturgia más espectacular.
En apenas treinta años surge el teatro cubano. Covarrubias inaugura el género vernáculo y el negrito y poco después el romanticismo ofrece sus primeros dramaturgos. La línea de la comedia se afianza a partir de los sainetes, y produce los mejores frutos del período. El melodrama apuntas sus conflictos serios. Se levantan nuevos teatros, las compañías se organizan, y se aparecen buenos intérpretes nacionales. El país se transforma en una plaza teatral de primer orden.
Es así como surge el teatro cubano, dando los primeros pasos que los conducen a la luchar por nuestra nacionalidad. El teatro de este tiempo tuvo gran importancia porque fue quien rompió con lo español y realizó lo propiamente cubano.
Epígrafe: 1.1Nacimiento del Grupo de Teatro Escambray
El triunfo de la Revolución cubana en 1959 abre para el teatro cubano un espacio de explosión creadora donde toda la etapa acumulativa anterior encuentra resonancias. En esta etapa el teatro encuentra su identidad. El estado organiza conjuntos crea el movimiento de aficionados, promueve la enseñanza del arte, descentraliza el teatro, genera dramaturgos y hace de la escena una parte vital de nuestra cultura. Nunca antes el teatro fue tan nacional, y al mismo tiempo tan solidario e internacionalista. Nunca antes la escena fue tan popular, sin necesidad de adulterar su propia imagen. Y nunca antes nuestro teatro y nuestra escena se vincularon tan profundamente al pueblo, para reflejar su realidad no solo con ánimo de explicarla, sino también para ayudar a transformarla. ( 2)
Sin embargo, todo período arriba a su fin en cualquier proceso cultural y ya en el segundo lustro de los años sesenta el movimiento teatral llega a puntos de culminación que agotan algunas líneas expresivas que se venían desarrollando. De cierta manera se acusan síntomas de parálisis acaso porque los sistemas teatrales están totalmente establecidos y sus circuitos cerrados ya que las explotaciones han desembocado en cristalizaciones difíciles de superar, la forma de producir es la misma y el público conoce el sistema codificado con el que se trabaja.
Todo esto provoca una insatisfacción en buena parte nuestro movimiento teatral, que por esta vía arriba a la ruptura. Se ha polemizado bastante acerca de este momento de la historia del teatro cubano, quizás por las aplicaciones del término mismo o por las repercusiones posteriores en la década del sesenta, alejadas de la naturaleza artística de este proceso. Pero la ruptura y ya se sabe no es más que otra de las maneras orgánicas por las que procede la continuidad de la cultura.
La ruptura la proceden los propios teatristas, signados en primer término, por el interés de búsqueda de otros sistemas de comunicación que permitieran al teatro encontrar otro público y reencontrar la utilidad social de este. Ellos necesitaban para establecer nuevos sistemas de comunicación hallar otros lenguajes, lo que equivalía a descubrir otros teatro para cumplir con esa función social.
A finales de 1967 el movimiento teatral ha alcanzado una amplia resonancia, pero acusa síntomas de malestar y estancamiento. A pesar del repertorio nacional, se carece aún de respuestas a las tres preguntas básicas de una escena revolucionaria: ¿qué teatro hacer?, ¿cómo hacerlo?, ¿Para quién hacerlo? A las que se une otra inquietante cuestión ¿Cuál ha de ser la conducta social de un teatrista?
Así, comprenden la aventura el 5 de noviembre de 1968, Sergio Corrieri, al frente de siete actores y cuatro actrices llega al Escambray, en la provincia de las Villas donde existía un rico acervo cultural y al mismo tiempo un proceso de transformaciones de la realidad. Buscaban romper las formulas artísticas, que devenían caóticas, gratuitas, a veces netamente importadas, un repertorio que no importaba, ni arriesgara, ni esclarecía, moviéndose en temáticas caducas, la falta de agresividad para llegar a conquistar a conquistar a los sectores mayoritarios de la población. Querían comenzar de nuevo en busca de otro público, de otra comunicación, de otra ética, de otras formas artísticas y organizativas. Iban a la búsqueda de un nuevo teatro.
Encontraron al nuevo teatro, escogieron al regional Escambray, una zona montañosa con doce municipios, más de doce mil habitantes, en su abrumadora mayoría campesinos. En estrecha relación con el Regional del Partido Comunista, que le prestó apoyo decidido desde el primer momento, comenzó la etapa de la investigación y estudio previo, auxiliado por un equipo de la escuela de Letras y de Arte de la Universidad de La Habana, dirigido por la doctora Graciela Pogolotti y el licenciado Helmo Hernández Trejo.
Por diversas causas, la revolución había chocado( y de hecho chocaba) considerables obstáculos- la lucha contra bandidos, la acción de los testigos de Jehová, los problemas de la tierra heredados o derivados de la Reforma Agraria que habían atrasado la marcha de la zona con respecto a otras del país; de manera que, situadas en las coordenadas de una acción transformadora de toda la sociedad, el Escambray era el lugar preciso para lanzarse a una experiencia que verificara o no el carácter de la relación teatro público.
Es decir se trataba de violentar la conformidad con que tanto productores como receptores compartían las salas habaneras. Los teatristas comprenden que no les interesa dirigirse a unos espectadores que saben lo que vienen a buscar y dominan implícitamente la codificación con que se trabaja. Por el contrario, había que volcarse a una aventura que rompiendo con los espacios teatrales habaneros topara con otro público, con un receptor virgen de estas expresiones aunque poseedor de sus propias referentes culturales, capaz de ofrecer por su condición histórica y cultural un campo de experimentación en las relaciones entre la escena y el espectador. Porque además, sería ese público el portador del material con el que trabajaría el grupo para elaborar otro lenguaje, satisfaciendo, por un lado, las demandas de la propia comunidad y por otro, su propia necesidad de encontrar un nuevo sistema de comunicación.
En este esencial objetivo de la aventura del Escambray se sintetizan todas sus preocupaciones. De la concreción de ese hallazgo dependía del diálogo y la interacción con el público y reencontrar una función social, a través de una práctica que circulaba valores esenciales de la tradición.
Aquel primer núcleo de autores se planteaba realizar un arte que reflejara la acelerada transformación que producía la Revolución en el país con las características particulares de ese proceso en la zona seleccionada y principalmente en el hombre, ya que en definitiva el ser humano es el material del teatro. Por tanto este tendría que nacer del conjunto de experiencias de una comunidad especifica y ser destinado ella misma en calidad de arte, además de aspirar a una participación como vector social de la propia comunidad.
En esta dirección, el Escambray ansiaba reactivar la relación entre ante la condición social, generalmente pretendida por todo arte, salve raras excepciones, pero indagando en lo social mediante el funcionamiento de un complejo mecanismo artístico. Se trataba que una vocación de indagación y reflexión social pudiera transformarse en una en una condición de arte. Solo de esa forma podía lograrse una acción transformadora del arte sobre la sociedad.
El 5 de mayo de 1959 el grupo se traslada a la Escuela Formadora de Maestros de Topes de Collantes. Equipo técnico: un amplificador modelo 1950; cuatro trompetas chinas; una grabadora con desperfectos; una pizarra portátil de electricidad; un micrófono nuevo y dos de uso; un tocadiscos casero, diez reflectores; dos torres de luces; clave, alambre y una planta eléctrica fundida. Personales técnicos: los mismos actores.
A finales del año el grupo realiza su primera gira con cincuenta y ocho representaciones en diecisiete poblaciones, ante treinta y ocho mil espectadores. Luego comenzaron el frente infantil y la investigación del plan lechero de Mataguá, que sería decisivo para el desarrollo de la dramaturgia del Escambray, al descubrir una comunicación más abierta y creadora con el campesinado y la función "detonante" del debate. El primer ciclo de trabajo quedaba cerrado.
El grupo se destaca por sus obras reconocidas por varias personalidades del país. En 1975 en las conclusiones de la Asamblea Provincial de Balance del Partido Comunista de Cuba en las Villas, el doctor Osvaldo Dorticós Torrado, Presidente de la República expresó varias consideraciones positivas acerca de la labor del grupo de teatro Escambray que repercutieron en todo el año. La resolución aprobada unánimemente por la Asamblea, se refería al compromiso del Buró y el Comité del Partido Comunista Provincial de apoyar militantemente el trabajo del Escambray. Corrieri fue elegido delegado al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, por las Villas.
En su informe del Comité Central del Partido Comunista al Primer Congreso del Partido el Primer Secretario del Comité Central del PCC, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, destacó que " tras el triunfo de la Revolución ha si do un aporte especial la formación del grupo Escambray, sin dudas el más novedoso del movimiento teatral cubano". Su director general, Sergio Corrieri, fue elegido Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular en 1976. También recibió la Medalla XX Aniversario, así como le fue otorgada al colectivo la Orden Primer congreso.
En 1976 el Escambray partió para Angola, en su primera gira internacional de dos meses de duración. Se presentaron sesenta y una funciones teatrales, y quince del conjunto musical. El grupo trasladó casi todo su repertorio, así como el espectáculo que tenían montado en homenaje al Che, escrito y dirigido por Elio Martín. A los diez años de fundado, el Grupo Teatro Escambray es una solida realidad que señala los rumbos del nuevo teatro. Pero ¿hasta dónde su repertorio no responde más que a una temática local, sin despertar eco en espectadores de otras regiones, y aun extranjeros? ¿Qué universalidad encierra la dramaturgia?
Hoy podemos hallar respuestas seguras. El éxito de la Vitrina en 1975, presentada por el grupo La Yaya durante el II Panorama del Teatro y Danza, en La Habana; la presencia del Escambray en Oriente en el III Panorama de Teatro y Danza, donde recibieron uno de los premios; las presentaciones en la Habana en 1977; la gira por Angola y la realizada en Panamá y Venezuela, para participar en este último país en la Cuarta Sección Mundial del Teatro de las Naciones( 1978), donde recibieron el galardón Ollantay, otorgado por la Federación de Festivales de Teatro de América (FFTA), aseguran que el "fenómeno Escambray" escapa a todo localismo.
Epígrafe: 1.2 Obras realizadas por el grupo de Teatro Escambray.
El grupo realizó varias obras que le dieron un lugar alto en el país. En Topes es su primer espectáculo, un programa de farsas, adaptadas y dirigidas por Gilda Hernández, subdirectora del grupo. El 10 de agosto es su confrontación con el nuevo público campesino: Unos hombres y otros, dirigida por Corrieri. El 4 de noviembre estrenan el primer texto emanado directamente del conjunto: Escambray mambí de Herminia Sánchez.
Un seminario interno del grupo (agosto- septiembre, 1970) analiza y discútelas experiencias de los primeros quince meses de trabajo. Se estrena Y si fuera así adaptación de Corrieri de Los fusiles de la madre Carrar de Brecht, y se comienzan a tratar la temática de los Testigos de Jehová. Se presenta el cuento La lechuza ambiciosa, de Onelio Jorge Cardoso en funciones infantiles, y se redondea el espectáculo con sus otras narraciones, El cangrejo volador, Un olor y clavellina, En la ciénaga, El caballo de coral, Taita diga cómo está usted y El cuentero. Más adelante quedaron solo El cangrejo volador y El cuentero, y se le sumaron Francisca y la muerte y El hambre, para conformar una de las representaciones más bellas y sensibles del grupo. Devolviendo a la palabra una expresividad y una expresividad y comunicación de primer rango, los cuentos de Jorge Cardoso no se "teatralizan", sino que se ofrecen, contados, tal y como se escribieron, conservando su estructura narrativa.
Otra obra realizada por el grupo fue La Vitrina de Albio Paz, estrenada el 27 de febrero de 1971, primer resultado directo de una investigación. Los integrantes del grupo se dividieron en parejas, recorriendo la zona del plan genético de Mataguá, donde entrevistaron a ciento veintisiete campesinos, cuyas tierras habían sido incluidas en los arriendos al Estado, así como a dirigentes de cooperativas agrícolas. La obra se construyó con el material obtenido, y el debate fue un poderoso estímulo dramático que determinó la búsqueda de nuevas experiencias.
Repentinamente, en medio de una función, el debate se transformó la participación, cuando increpó a los actores, detuvo la representación y pasó a discutir en medio de la obra espontáneamente. El debate se tornó de "detonante" social, en paréntesis estructural, sin el cual la obra no existe. La comunicación con el espectador se lograba plenamente, y la utilidad social de la pieza se elevaba a categoría dramática. La Vitrina, una de las obras capitales del Escambray, no ofrece soluciones, propone análisis, y debe conducir a la argumentación y la polémica; al calor de esas discusiones el texto se modifica y se reconstruye sobre la marcha. Una de las funciones de La Vitrina fue presenciada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, en su primer encuentro con el conjunto el 1 de marzo de 1971, y la obra fue ofrecida en La Habana, durante el IV Congreso de la ANAP, primera presentación del Escambray en la capital.
Con la construcción del campamento de La Macagua el grupo se enraíza definitivamente en el Escambray. Se continúa la temática de los Testigos de Jehová y el arriendo voluntario de las tierras: El paraíso recobrado y El rentista, de Albio Paz, y Las provisiones, de Sergio González, premio del concurso del concurso 26 de julio de 1975. En esta última, el debate ya no es un paréntesis sino que forma parte de la estructura dramática de la pieza, es una escena más la, novena, sin la cual no puede proseguir el espectáculo.
Otra obra relevante es El juicio el 13 de febrero de 1973, de Gilda Hernández, definida por su autora como un "evento de participación". La pieza no puede representarse sin la colaboración del público, que la rescribe cada función pasando de este modo, de espectador pasivo a creador activo. El espectador se transforma en actor, en personaje, en parte integrante del espectáculo.
Con El juicio llega a la madurez la dramaturgia del Escambray. Se trata una de las piezas más importantes y renovadas de los últimos años, un texto que solo sobre la escena y en contacto directo con el espectador, alcanza su definición exacta. Las fronteras entre el teatro y la realidad estallan aquí por completo, y se conduce un fenómeno colectivo que tiene mucho que ver con los orígenes mismos de la escena, no como imitación de una acción, sino como acción compartida por todos. La obra ayuda a elevar a un plano racional el impulso instintivo del odio de una clase explotadora.
Ramona, de Roberto Orihuela, una de las más ambiciosas y complejas piezas, continua el repertorio a base del debate- participación, y al afrontar el tema de la discriminación de la mujer abre nuevas perspectivas de trabajo del colectivo.
En respuesta a los rápidos cambios socioeconómicos del Escambray, el grupo una nueva temática, a partir del trimestre de la Victoria, durante el cual se impulsaron diversas obras industriales del regional. El ladrillo sin mescla, de Sergio González; La croqueta, El burro y su carretón, La Bodega, la complaciente, de Orihuela; El patio de maquinarias, de Pedro Rentería y de Orihuela, y El brujito de bululú, de Julio Medina, ilustran los comienzos de un repertorio sobre la proletarización. (3)
También en Angola la dramaturgia del Escambray se expresó en una pieza escrita por Flora Lauten, basada en la lectura de cinco cartas imaginarias, que los combatientes internacionalistas reciben de sus lejanos hogares, mescladas con canciones que surgen al calor de la lucha del pueblo angolano. Al final, se leían por los espectadores cartas verdaderas, que desbordan las ficticias de los intérpretes. La obra variada de título, de acuerdo con el sitio en que se representa. A pesar de la frontera del idioma, la estética revolucionaria del Escambray logró el necesario diálogo con el público, y la participación se produjo.
Epígrafe: 1.3 Valoración del Teatro Escambray
El grupo de teatro Escambray tiene gran significado por su labor. Este grupo sobrevivió desde dentro por su proceso artístico. A través de la conformación del grupo vio la continuidad de la cultura cubana por la ruptura que se había producido. Tiene un carácter vanguardia por la audacia de la aventura emprendida y el valor de la hipótesis en juego.
El Escambray realizó un teatro popular, recuperando de alguna manera la tradición vernacular y los intentos de Paco Alonso en los años cuarentas, pero diferenciándose de estas al tratarse verdaderamente de un teatro que se nutrió de las fuentes y normas de la cultura popular sin renunciar a la universalidad.
El grupo demostró la riqueza de la acción artística- teatral como vector transformativo de la sociedad y el hombre partiendo del conocimiento de sus coordenadas históricas sociales, de su tradición cultural y de sus modos de comportamiento.
Es un ejemplo no solo para Cuba sino para todo el mundo el trabajo cultural y el esfuerzo del Grupo de Teatro Escambray. Escapa a todo localismo y su proyección social, su comunicación con el público y su novedosa estructura son un aporte fundamental a movimiento teatral cubano, capaz de ser comprendidos por públicos extraños.
Las obras del Escambray fueron capaces de alcanzar con frecuencia una condición de arte como La Vitrina, La Emboscada o Molinos de Viento y Occidente puestas disfrutables por sí mismas. Aportó valores que sirvieron para la conformación del teatro cubano
El grupo de Teatro Escambray es un gran ejemplo cultural para nuestro país. A pesar de los peligros que había en el Escambray el grupo trasmitió su arte. Logró el intercambio con el público, trasmitiendo conocimiento. Realizó un nuevo teatro que aportó a la cultura cubana, ya este no iba hacer un teatro en la ciudad sino en el monte, donde había poco nivel cultural, donde todavía existían los bandidos que estaban en contra de la Revolución a pesar de todo esto el grupo realizó su teatro.
Este grupo realizó su trabajo por la preocupación social que se estaba gestando en el país y la experimentación lo que posibilitó la creación de un grupo ejemplar en el ámbito cultural.
"Hacer del arte un arma al servicio de la Revolución", es su divisa.
Teatro Escambray
Conclusiones
La autora llegó a la siguiente conclusión.
Aportó valores que sirvieron para la conformación del teatro cubano.
Realizó un nuevo teatro que aportó a la cultura cubana.
El grupo demostró la riqueza de la acción artística- teatral como vector transformativo de la sociedad y el hombre partiendo del conocimiento de sus coordenadas históricas sociales, de su tradición cultural y de sus modos de comportamiento.
El Grupo de Teatro Escambray escapa a todo localismo y su proyección social, su comunicación con el público y su novedosa estructura son un aporte fundamental a movimiento teatral cubano, capaz de ser comprendidos por públicos extraños.
Referencias bibliográficas
1 Rine Leal. Breve historia de teatro cubano. Pág. 1
2 Omar Baliño Cedré. La Aventura del Escambray. Pág. 25
3 Revista de historia cubana Pág. 10
Bibliografía
Rine Leal. Breve historia de teatro cubano. Editorial Félix Varela. La Habana 2006
Omar Valiño Cedré La Aventura del Escambray. Editorial José Martí. La Habana 1994.
Revista de Historia de Cuba No 4 Enero de 1985. Editorial José Martí. La Habana 1985
Revista Tablas No 6 marzo de 1991. Editorial José Martí, La Habana 1991
Letras, Cultura en Cuba T-3. Editorial José Martí. La Habana 1995

Autoras:
Lic. Yeline Pantoja Cabrales
Lic. Susell Gómez González
UNIVERSIDAD DE GRANMA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANÍSTICAS
CARRERA DE ESTUDIOS SOCIOCULTURALES
PROVINCIA DE GRANMA


Leer más: http://www.monografias.com/trabajos96/teatro-escambray-su-impronta-formacion-publico-diferente/teatro-escambray-su-impronta-formacion-publico-diferente.shtml#ixzz2x5Czt6PW

.

.

Sobre teatro latinoamericano

¿NUEVOS CAMINOS EN EL TEATRO LATINOAMERICANO?
Magaly Muguercia
Los últimos años (70’ y 80’) han traído cambios en la realidad social, económica y política latinoamericana. En los años setentas, se consolidan en el poder algunas dictaduras militares en países de la América del Sur; entre 1973 y 1983 resultan derrocados los regímenes revolucionarios de Chile y Granada; la vía de la lucha armada sigue destinos muy diversos. Triunfa la revolución nicaragüense. Se conforma un área de crisis en Centroamérica. Más recientemente, se inician procesos de apertura democrática en países de América del Sur y el Caribe. El desarrollo contradictorio del capitalismo de nuestros países en gran parte dependiente, produce un intenso crecimiento de la urbe, y el aceleramiento de la modernización en la vida cotidiana. Junto a esto se manifiestan las consecuencias pauperizadoras del intercambio desigual y se produce el crecimiento monstruoso de la deuda externa. Nuevas alianzas, que refuerzan la unidad latinoamericana, están teniendo lugar. Las vías de la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad latinoamericana se han complejizado en razón de estos y otros factores. A estas alturas de los años ochenta, en la vida espiritual y material del continente aparecen rasgos que no se revelaban todavía con claridad hace quince o diez años.
También transformaciones de orden político, económico, tecnológico e ideológico a nivel mundial tienen necesariamente una repercusión en la realidad latinoamericana. Los movimientos ideológicos "alternativos", que cobran auge originariamente en Europa desde finales de los años sesentas y también en los Estados Unidos, proponen nuevas formas de participación social, con fuerte énfasis en la expresión del individuo y la micro-comunidad; se pone en tela de juicio la vía de acción de los partidos políticos tradicionales. Estas corrientes sociales e ideológicas surgidas fuera del marco latinoamericano, encuentran un terreno propicio para su influencia, en virtud de un proceso lógico de aculturación, acelerado ahora por el vertiginoso avance tecnológico, la explosión de las comunicaciones y en razón, además, de aquellos cambios internos que se han registrado en el panorama continental durante los últimos quince años.
Es necesario también, para abordar el análisis que me interesa, no olvidar las peculiaridades que presenta el desarrollo del lenguaje teatral en las últimas décadas a nivel mundial, en una etapa que algunos han denominado posbrechtiana.
En una rápida síntesis podría decirse que esta evolución acusa las siguientes tendencias:
Un interés marcado por el trabajo del actor, por descubrir nuevas vías para el desarrollo de sus posibilidades corporales y vocales y el consiguiente empleo artístico de las mismas. A este nuevo interés contribuye la expansión del enfoque semiológico del teatro, que examina al actor no como mero intérprete pasivo de intencionalidades del autor y el director, a los cuales se subordinaría, sino como un productor de signos y sentidos directamente comprometido en la "escritura" del texto escénico.

Una tendencia a restringir el uso de la palabra, opción que tendría su raíz ideológica en el sentimiento de devaluación de esta como vehículo de discursos engañosos y mitificadores.
Un proceso de reconcepción de la dramaturgia, según el cual esta tiende cada vez más a aparecer no como realidad autosuficiente, de naturaleza literaria, a la que la escena tiene la función de "traducir" a otros materiales y códigos, sino como una operación estructurante consustancial a la naturaleza del arte teatral, no sólo vinculada al uso de los códigos verbales. En el trabajo con los clásicos se fortalece y encuentra nuevos campos la opción de la lectura remodeladora, estimulada también por el enfoque semiológico.

Una corriente participacional, que exalta el principio lúdico, el carácter ceremonial del acto teatral, que tiende a movilizar en el espectador procesos eminentemente sensibles, intuitivos, no operaciones racionales, y que acentúa la fusión de arte y vida.
Una corriente antropológica que se orienta hacia el estudio del comportamiento humano y las formas originarias de su expresión cultural.
Sería contra este amplio telón de expectativas ideológicas y estéticas renovadas y complejizadas, de caminos preñados de tensiones, que se está llevando a cabo la práctica teatral latinoamericana de la última década.
Intentaré ahora caracterizar algunas tendencias generales que podrían estar sirviendo de canal al reajuste que hoy tiene lugar en el teatro del continente. Siendo enorme por su magnitud geográfica la América Latina, y muy diversas las realidades nacionales que alberga, asumo el riesgo de tratar de encontrar, entre esa heterogeneidad, los puntos que podrían resultar comunes, salvando muchas otras especificidades.

El viaje a la subjetividad
Quisiera citar aquí un fragmento de una entrevista reciente a Osvaldo Dragún.
Un periodista le preguntaba al destacado teatrista argentino qué evolución había en su trabajo en los últimos años y él respondía:
No hay una evolución especial en el trabajo, que yo pueda notar... Salvo, de pronto, como una necesidad de empezar a sacar conclusiones hacia atrás, empezar a revivir causas posibles. La última obra que terminé me llevó mucho tiempo, siete años. Se llama Hijos del terremoto, y es más que nada eso, tratar de rescatar imágenes autobiográficas, que tienen que ver conmigo, con mi generación,  con determinados sucesos que, para nosotros, fueron como citas heroicas en el tiempo. Tratar de preguntarme a mí mismo, por qué estoy siempre como yendo y volviendo. Por qué estoy viviendo en un lugar donde siento siempre que el piso se me mueve bajo los pies. Por eso la obra se llama Hijos del terremoto y pasa en Buenos Aires, donde se supone que no hay terremotos... Pero es una sensación muy fuerte, como de precariedad. Todo se vuelve muy precario, los proyectos, las empresas, las relaciones... 1
Creo que hay un movimiento espiritual en los teatristas latinoamericanos que está conduciendo sus búsquedas hacia el interior del individuo, una necesidad de emprender un viaje a la subjetividad que pudiera contrastarse con la concepción épica, dirigida al reflejo de conjunto de los grandes movimientos sociales, que presidió gran parte del teatro de los sesentas y los setentas. Este interés nuevo por apresar los resortes más profundos de la conducta y penetrar en el debate interior del individuo, no necesariamente implica una pérdida de conexión con la circunstancia histórica, con la experiencia colectiva, como creo que muy bien se percibe en las palabras de Dragún cuando describe su situación personal como creador. Recientemente leí una obra argentina de una escritora hasta hace un año inédita, en la que me pareció ver la expresión extrema de este equilibrio entre una intensa subjetivización del enfoque y la aprehensión raigal de un presente muy concreto y ciudadano. La obra en cuestión, escrita en 1983, vendría a ser un estremecedor testimonio, fuertemente teatralizado e imaginativo por sus formas, de la tensión debilidad-dignidad de un individuo frente a la deshumanización fascista, la represión y la tortura. Es susceptible, desde luego, como se dice hoy, de múltiples lecturas, que no excluyen esta del individuo confrontado en toda su intimidad con un trozo arrancado a la historia argentina más reciente. Las peculiares tradiciones, muy ricas, de la dramaturgia argentina, permitirían desde luego innumerables apoyos a esta hipótesis. 2 Pero precisamente por eso no me he referido a Griselda Gambaro, o a Eduardo Pavlovski, sino a Osvaldo Dragún, autor menos comprometido con una línea introspectiva. El crítico Yan Michalski, por su parte, destacaba hace poco como el logro más sólido de la dramaturgia brasileña de los años ochentas las obras de Alves Souza, en las que este "explora los fantasmas de su infancia y juventud". 3 Este probable nuevo interés en el individuo era notado por una crítica cubana en el Festival de las Américas celebrado en Canadá en 1985, cuando señalaba que, frente a la muestra del Bolívar de Rajatabla, Novedad de la Patria, de Luis de Tavira y María Antonia de Roberto Blanco (Venezuela, México y Cuba), donde prevalecía el despliegue épico, el mayor impacto lo produjo el magnífico unipersonal argentino Facundina, de la actriz Graciela Serra, donde se trataba "de un destino individual inmerso en la historia".4
Una de las corrientes más importantes del teatro cubano en los últimos años es, precisamente, la de esta "vuelta al interior", pero en su vertiente a mi parecer más rica, la que establece vasos comunicantes con la historia. De ella provienen las mejores obras de la dramaturgia reciente: Estorino (el Milanés y Morir del cuento), Abilio Estévez ( Zenea) y Alberto Pedro (Week end en Bahía), y hacia ella confluyen varios de los experimentos escénicos más significativos vistos en los tres últimos años: Juegos de la trastienda, Lila la Mariposa, Los gatos, Historia de un caballo, En el parque y Accidente, último estreno del grupo Escambray. En este espectáculo -de un grupo que lideró en Cuba el movimiento del "teatro nuevo" y la creación colectiva, y que sigue hasta hoy trabajando en esa línea- el protagonista, un obrero metalúrgico, dialoga con la muerte y con su propia conciencia en los límites entre la vigilia y el sueño; el latido de su corazón y el ritmo de su angustiosa introspección se expresan en numerosos signos escénicos -visuales, sonoros, en el juego del actor-.

El teatro cubano, sin dejar de reconocer su especificidad, dada por la existencia de un régimen socialista, ¿no estará aquí reflejando, además de necesidades internas del desarrollo de la sociedad y el arte cubanos, un entronque con nuevas tendencias del teatro latinoamericano, del que hemos sido parte muy activa en los años sesentas y setentas?
Los "viajes a la subjetividad" se presentan, como vemos, tanto en el nivel de la creación dramatúrgica como en el del lenguaje escénico.
Encuentro, sin embargo, en esta tendencia a subjetivizar e interiorizar la imagen, otras vertientes en las que ese individuo tiende a romper los vínculos con su circunstancia y se encierra en sí mismo, establece una incomunicación entre el dilema existencial y la historia. En los casos de plasmación artística más endeble, esta otra vertiente suele tener la marca de un hermetismo que se me antoja cosmopolita, desvaído; un universalismo vago, sin verdadera sangre. El espectáculo unipersonal de un inteligente y joven actor peruano que tuve oportunidad de ver en Cuba me dejó exactamente esa impresión. Posteriormente leía el comentario de un crítico sobre otra obra anterior de este mismo artista, presentada en Perú. El crítico la defendía como algo difícil, pero fascinador; decía ver en ella "una lucha de todos contra todos, sin certezas, ni aspiraciones ni mañana", a lo que el joven artista replicaba: "porque no vemos salidas, por lo menos no a nivel real".5 Experiencias en México, Venezuela, en Chile, en Uruguay, Argentina y Colombia, parecerían atraídas hacia este otro polo de la subjetivización. Se trata de fabricar situaciones, personajes y soluciones escénicas marcadamente crípticas o volcadas a la autocontemplación. No pocos de estos testimonios aparecen localizados en Perú, país en el que ha surgido en estos últimos años uno de los fermentos teatrales más activos y contrastados de la América del Sur.
Desde luego, no pienso que todo arte tenga que ser fácil, accesible, o acusar una vocación política o didáctica. Pero sí temo que el ensimismamiento presente en una zona del teatro latinoamericano, por paradójico que parezca, a pesar de su refinamiento y sus búsquedas recónditas, pueda llegar a ser terreno abonado para la intrascendencia vital y artística.

Metaforización
Con esta posible tendencia de "interiorización" frente a la concepción épica y el propósito didáctico que predominó en los sesentas y los setentas podría asociarse una acentuada opción de nuestros teatristas por la alusión oblicua, metafórica, a la realidad, pero no al modo de las transparentes parábolas brechtianas, sino por una vía que más se acerca, unas veces, a la intensa subjetividad de la metáfora expresionista, con su distorsión torturada de los contornos; otras, al onirismo. Pienso, de nuevo, en la línea de la dramaturgia argentina que se remite a las fuentes del extraordinario grotesco criollo; pienso en la clarinada del Teatro Abierto, que se hizo oír entre 1981 y 1983 amparada en las mediaciones de la metáfora; pienso en algunas obras de los uruguayos Rosencof y Varela, en la dramaturgia chilena de estos largos años de dictadura que tan claramente representan, en esta línea, Juan Radrigán, David Benavente, Vodanovic y otros.

En esta operación de un teatro que se apoya estructuralmente en la metáfora, hay algo más que una necesidad táctica. El camino de la alusión indirecta a la realidad, expresaría una necesidad aún más esencial, de interiorización poética del mundo. En obras como La empresa perdona un momento de locura, del venezolano Santana; Quíntuples, del boricua Luis Rafael Sánchez; Bolo Francisco o La cárcel encantada, del dominicano Reinaldo Dysla, no es una necesidad coyuntural de enmascaramiento lo que dicta el discurso indirecto, la traslación de los sentidos a soportes simbólicos.
El símbolo con su abanico de significaciones lo encontramos en numerosos trabajos escénicos: en el reciente Encuentro de zorros de Yuyachkani, en el Juan Moreira del Teatro de la Libertad, en la Macunaíma de Antunes Filho y sus trabajos posteriores. En Cuba, podría remitirse a los experimentos escénicos de Berta Martínez con la dramaturgia de Lorca; pero seguiría una larga enumeración que incluye, desde los maestros Revuelta y Blanco y las controvertidas puestas en escena de Flora Lauten, hasta novísimos autores y directores acabados de egresar de las escuelas de arte. En el trabajo actualizador de los clásicos del teatro o de la narrativa, encuentran hoy muchos dramaturgos y directores latinoamericanos materia propicia para esta referencia oblicua a la realidad. En el Cono Sur, en Brasil, en el Caribe, en los países andinos, los clásicos han venido proporcionando en los últimos años, a veces, una salida frente a la censura, pues permiten cifrar el lenguaje; otras, no sólo eso, sino la posibilidad de ejercer una voluntad reinterpretadora de nuestra historia y nuestras culturas, el camino de una reflexión ética, filosófica, referida a la actualidad.
A las libertades de los teatristas contemporáneos para releer a los clásicos, en las que se expresan necesidades ideo-estéticas y de experimentación con el lenguaje teatral, agrega el teatrista latinoamericano sus propias razones otras, donde se entremezclan urgencias que van desde las de la lucha política hasta el estudio de los códigos de nuestras formas culturales autóctonas.
Cuando el clásico griego ha sido sometido a la irreverente irrupción de una cumbia (pienso en los trabajos de la Sociedad Dramática de Aficionados de Maracaibo, por ejemplo), o Michael Gilkes, en Barbados, juega con sus negros héroes shakespeareanos y le introduce un feerismo caribeño al Sueño de una noche de verano, el clásico se afirma como estímulo de una expresión teatral altamente poetizada y nuestra.
Pero al releer muy libremente los grandes textos, no sólo acuden nuestros teatristas a los clásicos europeos del teatro, sino a clásicos modernos del teatro nuestro y, sobre todo, a los grandes de la narrativa latinoamericana de este siglo. La conmoción causada por la Macunaíma de Antunes Filho, según la novela de Mario de Andrade -y a la que han seguido otros espectáculos del mismo director hasta el más reciente Hora y momento de Augusto Matraga, también derivado de un gran relato, esta vez de Guimaraes Rosa- podríamos agregar las varias puestas en escena inspiradas en García Márquez y, muy especialmente, en su Cándida Eréndira, que ya cuenta con varias versiones en distintos países del continente. Este y otros espectáculos inspirados en la novela latinoamericana, como Traje de etiqueta en Venezuela, El beso de la mujer araña y Doña Flor y sus dos maridos, en Brasil -pronto veremos la versión de Casas muertas, de Otero Silva, que está preparando Rajatabla- aparecen por lo general signadas por la exuberancia metafórica, por una fantasía provocadora que integra lo surrealista y lo grotesco. Parecería que una escena de lo real maravilloso, del realismo mágico, también quisiera abrirse paso entre otras búsquedas que se alejan del realismo tradicional y el naturalismo; algunos artistas convocan un tipo de poesía escénica que bien pudiera ser el eco de una sensibilidad dueña ya de sus propios espacios en otras manifestaciones del arte latinoamericano, como son la narrativa o la plástica.

Principio lúdico. El teatro callejero
Esta idea de un teatro latinoamericano del realismo mágico, me conduce a considerar algo que podría ser un amplio rubro caracterizador de los nuevos derroteros que toma nuestra creación dramática en estos años. Se trata de una búsqueda nueva de delicia, de regodeo sensual en la expresión teatral. Muy frecuentes resultan en la crítica teatral latinoamericana de los años ochentas, las manifestaciones contra la intelectualización excesiva, contra la falta de "fuego divino" en la comunicación teatral. En tiempos recientes el colombiano Carlos José Reyes alertaba contra una tendencia a la "inversión de Brecht" que producía, según él, "recitativos sentenciosos, donde el sentimiento y la imaginación, la creatividad y la poesía, ceden el terreno a un tipo doctoral de racionalidad" 6 La justa prevención contra la dogmatización de Brecht, presente en numerosos trabajos de los últimos años, sería una de las formas de expresión de esa creciente demanda de espontaneidad y frescura en la creación teatral.
Hay quizás en el aire un reclamo de festejo, de aventura sensual, de asociaciones sorprendentes, que igual moviliza a los iconoclastas brasileños del Ornitorrinco que al dominicano Dysla, cuando hace irrumpir en una sangrienta cárcel caribeña a un Arlequín con sus artificios circenses.
Esta reacción contra una razón demasiado rigurosa pudiera ser una de las causas que han llevado a muchos teatristas latinoamericanos en los años ochentas a exaltar el teatro como celebración, el teatro fiesta de la comunidad, el teatro callejero.
De Argentina llegan noticias de Enrique Dacal y su Teatro de la Libertad, fundado en 1983. En el ir y venir de la plaza bonaerense, Dacal despliega su circo criollo. Dice que quiere "rendir culto a la memoria y al futuro comunitario". "Debemos -dice Dacal- celebrar nuestras vida y problemas, nuestra condición, nuestra tradición, nuestra historia y nuestros sueños." Todo es cómico y circense, pero al personaje de Moreira -nos aclara- le reservó el rango trágico, porque, a través de él habla del "accionar antipopular de las tiranías de mi país".7 En Puerto Rico teatristas, músicos y plásticos fraguan desfiles carnavalescos contra la agresión a Nicaragua y la carrera armamentista.
Colombia, de 1980 a esta parte, ha producido una avalancha de mentores del teatro callejero. En calles y plazas busca su ámbito una vitalidad que quiere expresarse de modo espontáneo, con pocas mediaciones racionales, sin inhibiciones ni convencionalismos.
El principio lúdico, que ya estaba propuesto en el escenario que se adentra en lo real maravilloso, se potencia en los espacios de la vida cotidiana, donde el público es invitado a participar de la poesía y de la magia, a hacerlas él mismo. Hay muchos principios generosos, humanos, democráticos, en la empresa del teatro callejero: el teatro se abre a aquellos que no tienen con qué comprar una entrada, se conjura el arte elitista, y esto a menudo viene acompañado por el estudio serio de los códigos culturales arraigados en una comunidad. El teatro callejero mejor, asume una función de defensa de nuestra identidad cultural y muchos no vacilan -como en los ejemplos mencionados- en combinar la ritualidad con el mítin político. Ahora bien, de las múltiples plataformas teóricas que ha generado en los últimos cinco años el teatro callejero latinoamericano -pronto se celebrará un festival internacional de teatro callejero en Colombia- en no pocas de ellas salta a la vista, entremezclada con valores positivos, una tendencia mitificadora de lo celebrativo y participacional. Aparece un verdadero culto a la espontaneidad, una sacralización de la función liberadora. Y de pronto, parece como si el ideólogo del teatro callejero no viviera en este continente. Como si esta realidad nuestra -intrincada y, para algunos, desilusionante- no tuviera ya más sus centros vitales conectados con la lucha de los que han sido desposeídos de toda libertad por una injusticia que es, en su base, muy concreta y de orden económico. Fuertemente atraída, en días recientes, por la lectura de una inspirada poética del teatro callejero que debemos al colombiano Juan Carlos Moyano, sentía que los apolíneos, en verdad, no tienen derecho a tender un manto pacificador sobre estas trepidantes apoteosis dionisíacas que algunos artistas se representan; que ellas tienen cabida -y que de hecho se están ganando su espacio- en nuestras necesidades de expresión de hoy. Pero no podía menos de discrepar y polemizar, cuando llego, arrastrada por un torrente de prosa imaginativa y centelleante -no desprovista de algunos momentos de análisis muy justos y lúcidos sobre problemas de la cultura actual latinoamericana- a estas dos frases: "La enemistad irreconciliable es entre las fuerzas de la vida y los gobiernos, entre la alegría y los ejércitos."8 Me parece, de nuevo, un reclamo demasiado abstracto; tengo convicciones, comunes a gran número de hombres de la cultura latinoamericana, que me obligan a establecer una radical diferencia entre los ejércitos que agreden y sojuzgan y los ejércitos que, junto a los pueblos, defienden causas liberadoras. De ellos hay muchos en la historia latinoamericana.

En otra plataforma estética, redactada este verano, un teatrista, también colombiano, definía así lo él llama "El Teatro de las Nuevas Tendencias":
El Teatro de las Nuevas Tendencias [es], el teatro de grupo, el alternativo, el teatro experimental, el de vanguardia, el teatro del futuro, lo que importa es la fiesta, el rito, la ceremonia que creamos cuando nos encontramos en un espacio común...8
Y más tarde hace un llamado a "un teatro independiente, lejos de cualquier manipulación ideológica", que no esté al servicio "de ningún regente partidista". Yo respeto otras ideologías y sé que en la voz grande de nuestro continente confluyen muy variados registros, pero quiero hacer una observación: es justo reconocer que este manifiesto del Teatro Taller de Colombia llama una y otra vez a la unidad y a la pluralidad estética; pero yo diría que, en sus líneas generales, hace un énfasis excesivo, casi mitificador, en la fiesta, el rito y la ceremonia. ¿No podrían después, involuntariamente, derivarse de aquí las justificaciones para oponer como cosas irreconciliables la fiesta y la tribuna, la celebración y la asamblea, la política y la vida? Es una observación que les haría con todo respeto. Me parece imprescindible reconocer los caminos fecundos que puede abrir en nuestro teatro una incorporación del principio lúdico que recogería inquietudes muy profundas del hombre contemporáneo, no sólo explicables en Europa o los Estados Unidos. No es sólo el camino derechamente didáctico y concientizador el que puede dar estatura a nuestro teatro y permitirnos trasladar a la creación nuestros estremecimientos de hombres y mujeres de este continente. Pero algunas absolutizaciones podrían, sin quererlo, cerrar o confundir los caminos a nuestras utopías de liberación humana.

El "tercer Teatro" y su influencia en la América Latina
A lo largo de los diez últimos años, las ideas y los experimentos generados por Eugenio Barba y su equipo de colaboradores, han sido un importante foco que ganó un ascendiente cada vez mayor sobre la creación teatral latinoamericana.
Hace un año, en la Argentina, Enrique Buenaventura hacía un balance del teatro en su país:
En Colombia se están dando dos fenómenos. Por un lado, un regreso, en el peor de los sentidos, al teatro de compañía, al teatro de director, etc., por otro, un vanguardismo bastante anárquico, bastante desorganizado que se canaliza sobre todo a través de las propuestas de Eugenio Barba y el tercer teatro.9
La cultura de grupo y la preocupación antropológica están vinculadas con esos movimientos ideológicos "alternativos" a los que ya había hecho referencia al inicio de este trabajo. Ambos elementos se vinculan con nuevas formas de expresión social que se han desarrollado en tiempos relativamente recientes en el mundo, y que también en el teatro han encontrado un campo de aplicación. Estas preocupaciones hacen irrupción en el teatro latinoamericano a mediados de los años setentas. El Encuentro de Teatros de Grupo celebrado en Ayacucho, Perú, en 1978, bajo los auspicios de la UNESCO, podría señalar un hito. Diez años después de Ayacucho, aquella ola barbiana que se iniciaba entonces ha hecho evidentes progresos. Dentro de unos días se celebrará en Bahía Blanca, Argentina, el Primer Encuentro Internacional de Teatro Antropológico, realizado bajo la advocación del "tercer teatro" y cuyo Coordinador General será, precisamente, Eugenio Barba, quien insiste en su interés por tomar a Latinoamérica como sede de sus experiencias.
Pienso que las búsquedas de Barba pueden resultar enriquecedoras para el teatro latinoamericano si son asimiladas con creatividad, sin mimetismo.
En primer lugar, porque el acercamiento antropológico posee un signo científico que podría ayudar a profundizar en el conocimiento de la realidad latinoamericana, tanto en el terreno de las manifestaciones originarias de nuestras culturas, que están en el sustrato de nuestra identidad cultural, como en el de otras esferas del comportamiento humano que atañen de manera central al hombre moderno latinoamericano. ¿Qué mejor objeto de estudio antropológico, por ejemplo, que ese migrante trasplantado a las urbes, desarraigado, menesteroso y entremezclado con el mundo de los videos y las computadoras personales? Una excelente experiencia en este orden, de muy meritorio alcance artístico, es representada por el grupo peruano Maguey, con sus trabajos sobre los migrantes de la región de Piura, o la Facundina argentina, basada en una investigación sobre una india chiriguana. Son muchos los intentos de este tipo que podrían citarse en estos últimos años en distintos países del continente. Los resultados artísticos y las potencialidades culturales de muchas de estas empresas profundamente humanas y latinoamericanas, no me dejan dudas sobre las posibilidades del aporte antropológico al teatro. En segundo lugar, el trabajo con el grupo humano como célula cultural, que está en el centro de las indagaciones del teatro antropológico, tiene todo un campo abierto en Latinoamérica, donde en los últimos diez o quince años movimientos sociales de base, como el proyecto de la Educación Popular, se han extendido por todo el continente y están haciendo una contribución a la tarea concientizadora y a la expansión del mundo espiritual de las mayorías humildes en barrios, comunidades, parroquias. Tarea sujeta, desde luego, a los riesgos y las contradicciones que plantea el ejercicio de una voluntad transformadora no en- marcada en las formas tradicionales de la lucha política. El movimiento de teatros de base hoy en día se hace fuerte en Chile, en la Argentina, en Colombia, en Brasil, en países del Caribe. Sobre la posibilidad de una asimilación creadora y no mimética del barbianismo me hacía reflexionar un artículo chileno. Se aludía en él a la actividad de cincuenta teatros de base que ya funcionan vinculados a barrios e instituciones culturales en ese país. La autora subraya el valor de uno de esos grupos como centro de "terapia grupal". "El pueblo llora, ríe, discute, en una verdadera catarsis"; los temas pueden ser la droga o la cesantía. A otro de estos grupos, llamado Teatro Q, la autora lo catalogaba de "instrumento de ejercitación para la democracia". Un miembro del Teatro Q declaraba: "Nuestro trabajo consigue sacar a la gente de sus casas, integrarlas a su propia comunidad. Hay una especie de fermentación, de comunicación, una motivación para hacer cosas, para participar."10
El criterio antropológico de propiciar una "catarsis de grupo" pudiera preocupar a algunos en el sentido de si es esta la mejor vía de activar las conciencias. Pero no cabe duda de que, por el momento, muchas más razones para preocuparse con la idea de un teatro que fortalece la célula grupal y estimula una expresión hacia el exterior, tiene el represivo aparato estatal chileno; desde su óptica, no pueden resultar tranquilizadores estos intentos de hacer tomar conciencia al individuo sobre su pertenencia a una comunidad, sobre sus carencias y sus posibilidades participativas.
Me parece de igual manera innegable el interés que poseen los estudios emprendidos por Eugenio Barba en torno al comportamiento teatral en diferentes culturas, principalmente orientales, lo que le ha permitido establecer algunas hipótesis sobre posibles leyes de la gestualidad y el movimiento humanos en situaciones de representación. De aquí se han derivado aplicaciones al terreno de la técnica del actor, que en la actualidad intentan teatristas de las más diversas latitudes. Otra búsqueda de base antropológica que, independientemente de su tendencia estética, ha realizado aportes en el orden técnico, la lleva a cabo desde hace años el Roy Hart Theatre, que centra sus indagaciones en la voz humana y su empleo teatral.
Ahora bien, creo que se trata de una corriente que debe ser enfrentada con una visión crítica, por varias razones.

En primer lugar, existe el riesgo de asumir la óptica antropológica despojándola del imprescindible prisma histórico. Por ahí penetran las nostalgias arcaizantes o el mitificador "viaje a los orígenes" que ya una vez debilitó al teatro chicano. Recuerdo que cuando el director chicano Luis Valdés hizo su "viraje hacia el interior", a mediados de los años setentas, figuras como Enrique Buenaventura y Augusto Boal advirtieron al Teatro Campesino sobre el peligro de convertir la búsqueda de las raíces en una "ficción ahistórica", según expresión de Boal. Buenaventura, en una carta abierta a Valdés, le decía en aquel entonces:
El opresor quiere que la identidad se pierda en el pasado (mientras más remoto sea el pasado, mejor) para que prevalezcan los mitos... No le agrada que la identidad surja de las raíces y los retoños representados en figuras como Zapata, Sandino, Martí... Esta identidad continua y vital es peligrosa para el sistema, es demasiado lógica, demasiado concreta.11
Esto ocurría una década atrás. Cuando hoy leo las teorizaciones de algunos grupos latinoamericanos, siento que también en ellas, bajo las banderas explícitas o no del "tercer teatro" barbiano, se introduce esa nostalgia, mitificadora, por los orígenes. Voy a remitirme, a manera de ejemplo, a un activo y fervoroso grupo teatral, el Itaca, radicado en México. Sigo con mucho interés sus experiencias que, lamentablemente, sólo conozco a través de las declaraciones y reflexiones de su director y algunos comentarios de la prensa mexicana. En un tríptico inspirado en el medioevo que acaba de culminar, Itaca ha dirigido su interés hacia las fuentes de la "occidentalidad", cuyos términos se definieron en esa etapa de la historia europea. El grupo, con estos trabajos, trata de establecer aquellas premisas de comunicación que tendrían validez humana general, o, por lo menos, "occidental": "el sentido de la trasgresión, de la muerte, de las culpas, del erotismo, de la fiesta, del amor, del fanatismo, de la represión..." "¿Hay algo más universal que todo esto?", se preguntan.12 Sin haber visto La noche del año mil y los otros espectáculos "medievales" que la precedieron, me atrevería a afirmar que falta, por lo menos a nivel teórico, algo de ubicación histórico-concreta y latinoamericana en el conjunto de las reflexiones de estos amigos. Sus tesis me remiten a un universalismo cuyos puntos de contacto con la circunstancia latinoamericana no alcanzo a ver.
Ellos, por otra parte, aspiran a obtener, con su trabajo grupal, "una independencia en relación con los polos de poder de su sociedad", quieren ser un "espacio autónomo".13 Las precisiones que realizan en este sentido, si las comprendo bien, sugieren una cercanía al concepto de "tercer teatro" introducido por Barba. ¿En qué sentido puede un grupo teatral latinoamericano aspirar a convertirse en una "isla flotante"? El teatro latinoamericano no tendría "islas flotantes" suficientes para dar refugio a sus marginados. Este es un continente de marginados; que los son, en primer lugar, en razón de un orden económico injusto. Los latinoamericanos también, como Barba, podemos reconocer "que la libertad no es sólo justicia económica" (esto lo declaraba él en 1978, en una entrevista que le fue realizada durante el encuentro de Ayacucho). Pero interponiéndose entre nosotros y la utopía, de este lado del mundo, en la América Latina, hay carencias brutales, faltas de "plenitud humana" mucho más pavorosas que no poder "ser diferentes", en el seno de un orden social que oprime a "los más sensibles".14

Esta manera de plantear la cuestión de la libertad resultaría irreal, trasladada de modo mecánico al drama de nuestras naciones.
Está en manos de los teatristas latinoamericanos no fabricar artificialmente una brecha entre lo político y lo antropológico. Esta tarea la podemos dejar a otros, que tienen mejores razones culturales e históricas que nosotros para desconfiar de toda vía política.
Está en manos de los teatristas latinoamericanos lograr que nuestra representación de la salvación humana, de la utopía, tenga rostro propio, sin que por esto nos neguemos al intercambio con un mundo en el que nuestra voz puede ser un elemento enriquecedor, capaz de sonar con paridad de derechos.
Al reflexionar sobre posibles corrientes nuevas de la creación teatral en la América Latina, he tratado de llamar la atención sobre los siguientes aspectos:
- Rasgos nuevos en la práctica teatral parecen indicar que, en los años ochenta, se abre un nuevo ciclo en el desarrollo del teatro latinoamericano, en relación con un período anterior que abarcaría las décadas de los sesentas y los setentas.
- En esta etapa de hoy, parece reforzarse una tendencia a la mayor interiorización o subjetivización de las imágenes teatrales, frente a la concepción épica y el propósito didáctico más directo que predominó en las dos décadas anteriores.
- Muy relacionado con lo anterior, en una zona de la creación teatral latinoamericana de hoy, aparece una insistente apelación a la fantasía, al despliegue sensual, a la liberación de la espontaneidad y la intuición, en contraste con el auge alcanzado en las dos décadas anteriores por una creación fundada eminentemente en el principio razonador, en la actitud cognoscitiva.
- El principio didáctico ha encontrado, por su parte, nuevas formas de expresión en los teatros de la comunidad, que surgen vinculados a los movimientos sociales de base en barrios, comunidades rurales y otras agrupaciones; en estas formas nuevas de expresión del individuo en el seno de su comunidad, el teatro está llamado a desempeñar funciones importantes, de las que se derivarían nuevos contenidos y lenguajes.
- El teatro callejero, modalidad que ha incrementado su peso en el teatro latinoamericano en los años más recientes, se presenta en dos vertientes: una, integradora de lo lúdico y de un definido compromiso con las tareas concretas de la transformación social; y otra, que ve al teatro como acto liberador en sí mismo y tiende a una absolutización del principio lúdico, que pudiera incomunicar al teatro de los centros mismos de esa "vitalidad" latinoamericana que pretende exaltar.
- Las búsquedas del llamado teatro antropológico, teatro grupal o tercer teatro, lideradas por Eugenio Barba, tienen una influencia significativa hoy en día en el teatro latinoamericano. Esta corriente del teatro mundial contemporáneo puede y debe encontrar en la América Latina una repercusión creadora. En ella existen componentes científicos, experimentales, técnicos e ideológicos capaces de fecundar nuestras búsquedas. Pero es necesario mantenerse alerta contra su incorporación mimética. El universalismo abstracto, la mitificación ahistórica de lo originario y ancestral, la oposición de arte y política y el concepto, a mi modo de ver generoso y sincero, pero también abstracto de la liberación humana que subyace en las búsquedas del tercer teatro, expresa una reacción a un contexto social, histórico y cultural en muchos puntos esencialmente distinto al contexto nuestro, a las realidades presentes y a las más poderosas tradiciones de la cultura latinoamericana.
- Esta diversidad de tendencias que coexisten, y la novedad de algunas de ellas, aconsejan un esfuerzo mayor de intercomunicación entre los teatristas del continente, por medio del ejercicio crítico y teórico y el alistamiento de canales informativos de alcance continental, como pueden ser los centros de información y documentación y las publicaciones especializadas.
- El teatro latinoamericano, que no presenta signos de agotamiento sino, por el contrario, de apreciable vitalidad, tiene su vía de desarrollo en esta variedad de caminos de creación que reflejan la existencia de realidades cambiantes, muy dinámicas y cada vez más complejas en todas las esferas de la vida latinoamericana.
En la medida en que este polifonismo sea enfrentado sin prejuicios ni diletantismos, podrá la creación teatral del continente, en esta nueva etapa que parece iniciarse, seguir realizando una contribución sólida a la cultura latinoamericana toda, entendida en su sentido más ancho; podremos, los hombres y mujeres de teatro de este lado del mundo, encontrar vías propias de expresión, capaces de recoger las esencias verdaderas de una identidad cultural que nos marca y de la que, al mismo tiempo, somos creadores.
marzo de 1987
NOTAS
1 Osvaldo Dragún. Reportaje de Mona Moncalvillo, en revista Humor, n.164, diciembre de 1985, p. 44. La obra de referencia se estrenó bajo el título de Arriba corazón (publicada en Conjunto,n. 77, julio-sept, 1988.
2 Me refiero a la obra 008 se va con la murga, de María José Campoamor, Conjunto, n.72, abril-junio 1987.
3 Yan Michalski : "El teatro brasileño en los ochenta", Conjunto, n.72, abril-junio 1987, p. 13.
4 Rosa Ileana Boudet: "Montreal-Toronto: una enriquecedora jornada", Conjunto, n.67, enero-marzo 1986, p. 110.
5 Carlos Espinosa: "Teatro peruano actual: ensayar nuevas utopías", Conjunto, n.69, julio-septiembre 1986, p. 70.
6 Carlos José Reyes : "Presencia de Brecht en la América Latina", Conjunto, n.71, enero-marzo 1987, p. 23.
7 Enrique Dacal: "Una concepción estética y un espacio escénico que nos representen", Conjunto, n.66, octubre-diciembre 1985, p.92,94 y 96.
8 Juan Carlos Moyano: "La circunstancia estética del teatro callejero", Conjunto, n.69, julio-sept, 1986, p.7.
9 Jorge Vargas Echeverry: El Teatro de las nuevas tendencias; algunas consideraciones, Bogotá, junio 19 de 1986 (mimeografiado.)
10 Conjunto, n.72, abril-junio, "Entreactos", p.129
11 Ana María Foxley: "Inquietud y vitalidad en el teatro chileno", Conjunto, n.64, abril-junio 1985, p. 15.
12 Enrique Buenaventura: "Carta abierta a Luis Valdés", Si se puede, agosto 15 de 1975, p.9 Apud Ivonne Yarbro-Bejarano: "Del acto al mito: una valoración crítica del Teatro Campesino", Conjunto, n.65, julio-septiembre 1985, p. 33.
13 Sonia Páramos: "Grupo Teatral Itaca: provocación y ruptura", entrevista a Bruno Bert, Conjunto, n.66, octubre-diciembre 1985, p.50. Una respuesta de Bruno Bert a mis consideraciones fue publicada en Conjunto n.76, pp. 18-23 bajo el título "En defensa del Tercer Teatro".
14 Ibid. p. 46-47
15 Ana María Portugal: "Teatro y política", entrevista a Eugenio Barba, Conjunto, n.68, abril-junio 1986