19/11/14

LOS MUERTOS Florencio Sánchez





Los muertos

Florencio Sánchez




PERSONAJES

AMELIA, mujer de Lisandro Fuentes.

LISANDRO FUENTES.

LALO, su hijo.

JULIÁN, amante de Amelia.

DOÑA LIBERATA, madre de Amelia.

MARÍA JULIA.

AGUSTÍN, amigos de Julián.

LUIS, amigos de Julián.

JORGE, amigos de Julián.

ANTONIO, amigos de Julián.

RICARDO, amigos de Julián.

MOZO.

CAPATAZ.

VIGILANTE.

MOZOS.

PARROQUIANOS.

Músicos.

La acción en Buenos Aires.

Acto I

Un comedor.

Escena I

JULIÁN y AMELIA.

JULIÁN.- (Se alza y busca dónde arrojar la colilla de su habano.)

¿Quieres que te ayude? ¿No has terminado aún?

AMELIA.- (Desde su habitación.) Sí, vení... ¡No! ¡No, no, no!...

¡Tené paciencia!... ¡Quiero darte la sorpresa!... Que me veas

vestida.

JULIÁN.- ¡Mujer!... Hace media hora...

AMELIA.- (Cerrando la puerta.) No seas loco... No entrarás...

JULIÁN.- ¡Jesús!... ¡Nunca te habré visto los brazos!...

(Aproximándose y haciendo fuerzas para abrir.) Vamos... ¡no seas

pava!... ¿Qué?... ¡Pero qué tonta!... ¿Será acaso la primera vez

que...? Abrime pues... Se me ha antojado. Te alcancé a ver un

poquito y... Bueno, vos tenés la culpa... Te pensás que impunemente

se tienta la curiosidad de un hombre... ¡Eh!... ¿cómo?...

(Irónico.) ¡Claro!... ¡A buena hora, candil, te apagás!... pero,

dejate de zonceras. ¡Abrí!... Abrime por favor...

AMELIA.- (Asomándose.) ¡Vaya!... ¡Aquí estoy!... ¡No, no!...

¡Retírate un poco!... ¡Así no!...

JULIÁN.- ¿Y cómo?

AMELIA.- Te vas allá, más lejos... La sorpresa.

JULIÁN.- (Alejándose.) ¡Aquí estoy, pues!...

AMELIA.- (Avanzando majestuosa.) ¿Qué tal? ¿Me queda bien?

JULIÁN.- ¡Ya lo creo! ¡Así!... Espléndido. Tenés buen gusto.

AMELIA.- ¿Recién lo has descubierto?

JULIÁN.- Lo confirmo una vez más.

AMELIA.- ¿No tiene un chingue la pollera de este lado?... Parece

que arrastra un poquito...

JULIÁN.- ¡Qué esperanza!... Yo qué sé... Cae muy bien,

elegantísimo... ¿A verla espalda?... Date vuelta.

AMELIA.- No he podido prenderme la bata.Para eso pensé llamarte.

JULIÁN.- ¡Ah!... Permíteme, soy muy práctico. (Trabaja inútilmente

por abrocharle la bata.)

AMELIA.- (Coqueta, moviendo la cabeza.) ¿Para abrochar... o

para...?

JULIÁN.- (Acertando.) ¡Ah!... ¡Ya entiendo!... Para las dos cosas,

hijita. Lo último suele último suele ser más difícil... Bueno... ya

está... ¿Y ahora?

AMELIA.- ¿Qué?

JULIÁN.- (Remedando.) ¿Qué?... ¿Qué?... ¡Naturalmente!... ¿Crees

que trabajo de balde?...¡La changa, pues!...

AMELIA.- ¡Ah!... ¿Con que... la changa?... ¡Sí... sí... sí!... ¿Me

queda bien de espaldas?...

JULIÁN.- ¡Lindísimo!...

AMELIA.- Y ahora me verás con sombrero. Precisamente aquí está.

(Saca un sombrero de la caja y se lo pone. Cuadrándoselo.) ¿Qué me

decís?

JULIÁN.- Digo... digo que estoy esperandoque me paguen mi

trabajo...

AMELIA.- ¡Miren qué cosa!... Y yo que aguardaba que lo cobrases

adelantado.

JULIÁN.- (Besándola.) ¿Así?

AMELIA.- Debías haberlo hecho al principio...

JULIÁN.- ¡Perdóname, soy tan corto de genio!...

AMELIA.- ¡Angelito!... ¡La inocencia!... Bueno; supongo que ahora

tus amigos no dirán que paseas con una cursi...

JULIÁN.- ¡Oh!... Verás esta noche... Nos vamos al Casino... Gran

palquete grillé... Después a Palermo en automóvil y a cenar por

ahí...

AMELIA.- ¡Eso no!... No quiero exhibirme. Para ti, para ti solito,

todo este lujo... Llévame donde quieras con tal que no haya mucha

gente...

JULIÁN.- ¡Tonta!... Sería tu revancha...

AMELIA.- ¡No, no, no!... Lisandro anda por todas partes y podría

vernos...

JULIÁN.- ¡Vaya un escrúpulo!... ¡Como si tu marido no estuviese

bien enterado!... En todo caso, vas conmigo y se guardaría muy bien.

AMELIA.- ¿Y el escándalo? (Llamando.) ¡Mamá!... ¿Quieres ver

quién llama?... Bien sabes que no le tengo miedo, pero me

disgustaría ponerlo más en ridículo...

Escena II

JULIÁN, AMELIA y DOÑA LIBERATA.

DOÑA LIBERATA.- (Saliendo.) ¿Se puede entrar?

AMELIA.- Sí, señora... ¡Caramba!... ¿Desde cuándo precisa usted

permiso?... ¡Está echando un aire de sirvienta usted!...

DOÑA LIBERATA.- (Seca.) No me gusta ver ciertas cosas...¡Y ya

está!

AMELIA.- ¿Qué cosas?...¡Jesús!...¡Se está poniendo muy delicada!

DOÑA LIBERATA.- Siempre lo he sido... ¿sabés?... Y además, no tengo

que darte cuenta...Ahí mandan ese paquete de «La Especial»...

AMELIA.- ¡Ah!... El trajecito para Lalo...Verán qué monada...

DOÑA LIBERATA.- El hombre aguarda el recibo...

AMELIA.- Es verdad. ¿Quiere firmar usted, Julián?

JULIÁN.- Sí, señora. (Firma y lo entrega a DOÑA LIBERATA que hace

mutis.)

AMELIA.- ¡Mirá qué ricura! ¡Qué alegría para mi Lalo!...

¡Pobrecito!... Andaba hecho un conventillero y con lo que pude

economizar del vestido, fíjate, hasta botincitos le compré...

JULIÁN.- ¡Che!... La vieja sigue estrilada conmigo...

AMELIA.- Contigo, no. No hay que hacerle caso. Está chocha...

JULIÁN.- Pues que se deje de pavadas. ¡Si anda fastidiando mucho la

espiantás, qué diablos!... Bueno. Hasta luego. Si no vengo te mando

un coche. Quizás te invite a comer... ¡Ah!... mi whisky. (Toma la

copa servida.)

AMELIA.- ¡No, Julián! No tomés más...

JULIÁN.- ¡Mujer!... ¡Qué zoncera! (Bebe.)

AMELIA.- ¿Si supieras cuánta repugnancia me causa verlos beber

así?...

JULIÁN.- ¡Bah!... Esto no hace daño...

AMELIA.- Mi marido decía lo mismo, y ya ves en lo que paró...

JULIÁN .- Sin embargo, el vicio de tu marido fue causa de que nos

conociéramos...Sos una ingrata con el alcohol... Vamos, no se

enoje... Chao, ¿eh? (Se va por el foro. AMELIA lo acompaña.)

Escena III

DOÑA LIBERATA, LALO y luego AMELIA.

DOÑA LIBERATA.- (Saliendo, con el niño de la mano.) ¡Venga,

venga!... ¡Ya verá!

LALO.- (Resistiendo.) No, mamá nata, yo no fui... Fue el chiruso

que puso mi cobre en la vía para que lo achatara el trangua...

DOÑA LIBERATA.- ¡Jesús!... ¡Así ocurren las desgracias!... ¡Ah!...

¡Usted no sale más a la puerta!... ¿Me ha oído?...

LALO.- No fui, le digo, abuelita... Pregúntele a papá y verá cómo

es cierto. Yo estaba sentadito...

DOÑA LIBERATA.- ¿Tu padre? ¿Dónde lo has visto?

LALO.- En la vereda... Siempre viene allí al almacén... Y cuando me

ve, me llama...

DOÑA LIBERATA.- Y vos vas, ¿no?... ¿No te he dicho que no tenés que

hacerle caso?

LALO.- Yo no le hago caso, pero él viene ande estoy y... Hoy me dio

este níquel, y me dijo que de aquí a un rato me iba a traer un lindo

regalo... Y dispués, sabés... dispués me preguntó si quería irme a

vivir con él...

DOÑA LIBERATA.- ¿Ah, sí?... ¡Pues cuidadito con que me vuelva a

pisar la calle!... ¡No faltaba otra cosa!... ¡Ya lo había

maliciao!...

LALO.- Y esto ¿pa quién es?... ¿Pa mí?...¡Ay, qué lindo!... Y

botines nuevos...¡Ay!... ¡Pongameló abuelita!... Pa probarlo no

más... Dispués me lo saco...

DOÑA LIBERATA.- Sí, hijo... venga acá.

LALO.- ¡Ay, qué lindo!... ¡Qué lindo!... Lo mandó papá, ¿verdad?

DOÑA LIBERATA.- (Desnudándolo.) Este... sí... digo, no... Se lo

ha comprado su madre...

LALO.- ¡Ah!... ¿Y con qué plata? ¿Se la dio papá? (AMELIA regresa

alegremente, se saca el sombrero, que vuelve a colocar en la caja,

se mira al espejo con coquetería y vase desprendiendo el vestido.)

DOÑA LIBERATA.- No sé, curioso... ¡Vean cómo tiene las piernas este

puerco!... Venga acá... Los zapatos... así... ¡Pero estese quieto!

Ajajá... Ya tiene para corretear bastante, hasta que los rompa...

Este pantaloncito le queda muy ancho... muy ancho... habrá que

devolverlo...

LALO.- ¡No... mentira!... ¡Me queda lo más bien! ¡Ay, con

bolsillos! (Mete las manitas en los bolsillos, muy orondo.)

DOÑA LIBERATA.- Esto es para guardar porquerías...

AMELIA.- ¡Caramba, qué paquete!... ¡Parece un hombrecito!...

¡Cuánto lujo!...A ver, déjeme... Le pondré yo la blusa... ¡Así!...

Meta aquí el brazo...no se apure... Así... Lo más mono,¿verdad?

LALO.- Los monos están en Palermo, ¿sabés? ¿Y ahora me llevarás a

pasear en coche?

AMELIA.- Ya lo creo...

LALO.- ¿Con don Julián?

AMELIA.- No, señor.

LALO.- ¿Y con papá, sí?

AMELIA.- Ya le he dicho que no se acuerde más de él. Su papá no es

su papá,¿sabe?

LALO.- ¿Y quién es mi papá, entonces?

AMELIA.- Bueno, se acabó... Múdese esa ropa y vayasé a jugar...

LALO.- ¡No!... Dejemé un ratito... No lo ensucio...

AMELIA.- Está bien... ¡Largo de acá!

DOÑA LIBERATA.- (Deteniendo al chico.) ¡No a la calle! ¡Qué

esperanza! Al patio, si quiere... (Lo conduce hacia la izquierda.)

LALO.- ¿Solito?... En el patio nadie me ve el traje... Deje. Me via

portar bien... (DOÑA LIBERATA lo lleva y regresa.)

Escena IV

AMELIA y DOÑA LIBERATA.

DOÑA LIBERATA .- Ahí anda ése.

AMELIA.- ¿Lisandro?... ¿Todavía?... ¿Y qué quiere? Es tan

sinvergüenza que sería capaz de venirme a ver otra vez. Digalé que

se deje de fastidiarme...

DOÑA LIBERATA.- No me preocupa eso... Tengo miedo de...

AMELIA.- ¿Miedo?... ¿Miedo de qué?

DOÑA LIBERATA.- El nene... Me parece que anda tramando algo por

sonsacarlo.

AMELIA.- ¿Qué?... ¿A mi hijo?

DOÑA LIBERATA.- Es su hijo también.

AMELIA.- ¿A mi hijo? ¿Con qué derecho? ¡Se guardará muy bien... ese

perdido! ¡No faltaría otra cosa! Vamos a ver... ¿Qué ha pasado?

DOÑA LIBERATA.- Lo busca... le habla... trata, en fin, de atraerlo

con cariños... Cualquier día no le vemos más...

AMELIA.- ¡Ah! ¡Canalla!... ¡Eso será lo que tase un sastre!...

¡Lalo! ¡Lalo!

DOÑA LIBERATA.- Dejá en paz a la criatura... ¿Qué entiende el

pobrecito?

AMELIA .- Quiero prohibirle que salga a la puerta y enseñarle lo

que debe hacer cuando Lisandro le hable.

DOÑA LIBERATA.- ¡No hagas locuras, mujer!

AMELIA.- Usted también podría cuidarlo un poco mejor... Lo deja

andar suelto y claro está...

DOÑA LIBERATA.- ¡Eso es!... ¡Échame la culpa ahora! ¿Pa qué sos

madre?

AMELIA.- No puedo estar en todo...

DOÑA LIBERATA.- ¡Para lo que hacés!... Si te dedicaras un poco más

a tu hijo.

AMELIA.- Retemé si le parece...

DOÑA LIBERATA.- ¡Qué esperanza!... ¡Sos muy libre! Pero estoy

viendo que el día menos pensado, Lisandro nos saca el chico con todo

derecho...

AMELIA.- ¿Qué dice? ¡Hable claro, claro!...

DOÑA LIBERATA.- Antes, la razón hubiera estado de tu parte; ahora

si se presenta a la justicia, ¡quién sabe!...

AMELIA.- No entiendo. Hágame el favor de no andar con tantos

rodeos. Hace días que la veo muy misteriosa.

DOÑA LIBERATA.- Digo que si vos te portaras bien...

AMELIA .- ¿Cómo me porto? ¡Hable!... ¿Cómo me porto?... ¡Se le ha

aparecido un difunto a usted! ¡Y no es nuevo!... Desde que Julián

viene a casa anda usted tan torcida; me hubiera advertido si no le

gustaba, y santas pascuas... Yo... no la engañé... Se lo dije bien

claro. «Julián es un buen mozo, lo quiero y antes que seguir pasando

miseria estoy dispuesta a aceptarlo»... ¿Es cierto o no es cierto?

DOÑA LIBERATA.- ¡Sí, sí!... ¡No te alteres!... Acepté todo, me

resigné a tolerarlo, porque no había otro remedio... Pero... pero...

¿Querés que te hable con franqueza?... Bueno, hija... ¡No me gusta

ese hombre.... Es muy joven para vos y medio tarambana...

AMELIA.- Es bueno y generoso y me quiere.¡Y eso basta!... Usted le

tiene inquina de balde, no más...

DOÑA LIBERATA.- ¡Qué esperanza, hija!... Si algo te digo es por tu

bien... Ya que en esta vida es preciso transar con ciertas cosas,

hubiera sido preferible una persona más seria, más reservada, un

hombre de edad que pudiese ofrecerles un porvenir a vos y a tu

hijo...

AMELIA.- ¡Claro está!... Un gran señor, un fuerte comerciante, un

apellido ilustre, uno de esos respetables ancianos... No, señora...

¡Muchas gracias! Demasiado estropeó mi juventud ese cretino de mi

marido para que pueda resignarme ahora a tolerar una nueva

esclavitud. Si se siente molestada me lo dice y trataré de buscarle

un acomodo... Buenamente... tan cariñosas...

DOÑA LIBERATA.- No. Ya sabés que no podría separarme del nene...

Por él es que hago esto. Escuchame: tratá de ser más reservada, de

no exhibirte tanto. Mañana tu marido consigue probar ante los

tribunales que llevas una vida así, medio alegre, y nos saca el

chico.

AMELIA.- Es decir, que debo seguir tiranizada por mi señor marido.

Se guardará muy bien de intentar algo. Y si lo intenta... ¡Hum!

Vamos, señora, tranquilícese y... (Viendo a LISANDRO, quien aparece

por la puerta.) ¿Qué quiere usted en esta casa?

Escena V

DOÑA LIBERATA, AMELIA y LISANDRO.

LISANDRO.- (Desde la puerta.) Nada... Venía a traer estos

botincitos para el nene...

AMELIA.- ¿No le he prohibido que se ponga ante mi vista? ¡El nene

no precisa regalos de nadie! ¡Puede marcharse!...

LISANDRO.- (Avanzando tímidamente.) No te enojés, Amelia... Me

voy...Me iré en seguida... no pienso incomodarte... ni decirte nada.

¿Sabés?...Un amigo que me debía unos pesos... Rovira, ¿te

acordás?... Bueno, me debía unos pesos y lo que me vio, se acordó de

lo que me debía y me los pagó... veintisiete pesos que yo le había

prestado...

AMELIA.- Acabe de una vez...

LISANDRO .- Yo entonces le compré estos zapatos a Lalo y no te

enojés... Aquí te traigo lo que sobró por si te hace falta...

(AMELIA, abrumada, baja la cabeza.)

DOÑA LIBERATA.- ¡Infeliz!... (Igualmente impresionada hace un

gesto compasivo.)

LISANDRO .- ¡Son veinticinco!... justitos... Para algo sirven...

AMELIA.- (Dulcemente.) ¡No, no Lisandro!... ¡Guárdalos!... No me

hacen falta...

LISANDRO.- ¿Es porque yo te los traigo? ¡A mí tampoco me hacen

falta! Tomalos... Vine yo porque... porque tenía ganas de verlo y

regalarle los botincitos... ¿No está?... Si no querés que me vea

aquí en casa, digo, aquí en tu casa, me lo mandás a la puerta con la

abuela. ¿De veras no te hacen falta esos pesitos?

AMELIA .- Mamá... traigaló... (DOÑA LIBERATA vase.) Sentate.

LISANDRO.- ¿Está muy travieso? ¿No te da mucho trabajo? ¡Pobrecito!

Hoy le di diez centavos y se puso contentísimo... Dijo que pensaba

guardarlos para juntar muchos y comprarse un traje de pantalón

largo... ¿Pensás mandarlo a la escuela después de las vacaciones? Yo

que vos, mirá, le enseñaría a leer en casa... Es mucho mejor... En

la escuela...

Escena VI

DOÑA LIBERATA, LALO, LISANDRO y AMELIA.

DOÑA LIBERATA.- (Regresa con el niño.) Aquí lo tiene.

LALO.- (Extrañado.) ¡Oh, en casa!... ¡Ah! ¡Ya sé!... ¡Viniste a

traerme el regalo!... ¿A verlo?... (Corre hacia LISANDRO que lo

alza en brazos besándolo con efusión.)

LISANDRO.- ¿Y vos?... ¿No quieres besarme?... Vamos, un beso a tu

papá...

LALO.- (Lo besa en la boca y vuelve la cara con repugnancia.)

¡Uf... qué olor feo!

LISANDRO .- (Impresionado, limpiándose con el dorso de la mano.)

¡Ah!, el cigarrillo... Es el cigarro... Los cigarros de hoja que

fuma su papá...

LALO.- ¿Y mi regalo?

LISANDRO.- ¡Ah!... El regalo. (Se interrumpe sorprendido al ver el

traje flamante del chico y mira alternativamente a los

circundantes.)

LALO.- ¡Ahí lo tenés!... ¡Abrilo!...

LISANDRO.- ¡No, no! No es esto... No pude traerlo...

LALO.- ¡Mentira!... Es para engañarme...Trae... trae no más. (Le

arrebata el paquete y lo desenvuelve rápidamente.) ¡Qué pavada!...

Unos botines... (Los deja caer.) Mirá lo que tengo... ¡Éstos sí

que son lindos!... (LISANDRO oculta la cabeza entre las manos.) Te

dio rabia porque son más lindos... ¿Eh?... ¡Míralos!

DOÑA LIBERATA.- Nene, venga. Déjese de fastidiar a la gente... (Se

lo lleva.)

Escena VII

LISANDRO y AMELIA.

LISANDRO.- (Después de un momento, reaccionando.) ¡Amelia!...

¿Querés que hagamos las paces?... ¡No puedo, no puedo vivir así!...

AMELIA.- No, Lisandro... Me has prometido no tocar más este

asunto... Andate...

LISANDRO.- Ahora me van a dar un empleo... el nuevo gobierno...

Tengo muchos amigos... Trabajaré... Pienso portarme bien...

cambiar... ¡Te lo juro!... cambiar completamente...

AMELIA.- No insistas porque no es posible. Entre nosotros no podrá

existir nada más...

LISANDRO.- Ya sé, lo haría por él... No tiene la culpa el

pobrecito. Ya me está perdiendo hasta el cariño... ¡No beberé más...

ni vino en la mesa!...

AMELIA.- ¡No y no!... ¡No añadas una palabra! (Señalándole la

puerta.) ¡Hemos concluido!...

LISANDRO.- Sé que has tenido razón... Me porté mal... no pude

contenerme... estaba enviciado ya... No me daba cuenta de lo que

hacía. Cuando un hombre se emborracha pierde el sentido. ¿No es

verdad?... Bueno; yo también perdí el sentido. Ahora, no... Mira; te

prometo tomar ese remedio que hay... Yo no quiero perder el cariño

de mi hijo... ¡Esa criatura es para mí, más que mi madre, más que

Dios, más que todo el mundo!...

AMELIA.- Juras no beber más y estás ebrio ya... (Se le acerca y le

toma por un brazo.) Vamos... Andate, que será mejor. ¡No insistas!

LISANDRO.- ¿Yo ebrio? ¿Yo borracho? Sólo he bebido un cognac para

animarme a venir acá... Nada más... Ni una sola copa más...

Déjame... No quiero irme... Si me voy me pego un tiro... Déjame...

Hagamos las paces... Si querés te pido perdón de rodillas... Prometo

ser bueno... Te daré toda la plata que gane; me iré al centro a pie

sin un centavo en el bolsillo. Más... todavía; te dejaré en libertad

absoluta... Yo todavía te quiero, te quiero mucho... Yo tuve la

culpa...

AMELIA .- ¡No!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Mándate

mudar!... ¿Pensás repetir la comedia acostumbrada? ¡Andando!

(Quiere conducirlo.)

LISANDRO.- ¡No me voy!... ¡No!... Quiero quedarme... ¡Ésta es mi

casa!

AMELIA.- (Severa.) ¿Cómo? ¡Fuera de acá! ¡Ni a buenas ni a

malas! ¡Te irás!...

LISANDRO.- ¡No te enojés!... Sí, me iré... Pero... quisiera

quedarme, a buenas...

AMELIA.- ¡No!... Pues... Si no te vas en el acto, nunca, nunca

volverás a ver a tu hijo... ¡Elegí!...

LISANDRO.- ¿Eh?... ¡Jajá!... ¿A mi hijo?... ¿Que no lo veré?...

¡Jajá! ¡Estás loca, loca!... ¿A mi Lalo?... ¡A mi Lalo!... ¡No me

muevo! (Se sienta.)

AMELIA.- ¡Lisandro!...

LISANDRO.- No me muevo... ¡Ésta es mi casa!... ¡Sí, mi casa!...

¿Has entendido?... ¡Yo mando!... ¡Soy el marido!... ¡Creías que me

hubiera olvidado!...

AMELIA .- ¡Oh! ¡Qué infame! ¿Querés que llame a la policía?

LISANDRO.- Podés llamarla. Mientras no haya divorcio, yo seré quien

gobierne... el dueño de esta casa.

AMELIA.- Eso, nunca... Ya verás... (Llamando.) ¡Mamá!... Ma...

LISANDRO.- No; no la llamés... Podría venir él... Perdóname... No

soy nada aquí... Vos mandás...

AMELIA.- ¡Se habrá visto cosa igual!...

LISANDRO.- Hagamos las paces... a buenas...Amelia...

AMELIA.- Te repito que no insistas. Por otra parte, sería tarde.

LISANDRO.- Ya lo sé... Julián Álvarez es tu...

AMELIA.- Entonces, si lo sabes... se acabó.

LISANDRO.- ¿Él te da la plata?

AMELIA.- Él.

LISANDRO.- ¿Y le regaló el traje y los botincitos?

AMELIA.- Y los botincitos.

LISANDRO.- (Exasperado.) ¡Dios!... ¡Dios!... (Después de una

pausa.) Decime... ¿Y si yo te matase?

AMELIA.- ¡Mátame!... Sería lo único que te quedara por hacer;

completar la obra... ¡Estarías en tu derecho, desde que sos el

marido!... A ustedes les permite todo la ley, la sociedad y qué sé

yo, hasta la religión. Nadie, nadie sin haberlo pasado, puede

imaginarse toda la miseria de nuestra vida conyugal. A la mujer más

santa, más sufrida, la pondría en mi caso, para demostrar la

abnegación con que te soporté siempre. Te quería cuando me casé, te

quise más cuando me hiciste madre, a pesar de que ya empezaba a

conocerte. Después manoseaste mi amor propio de mujer, me

abandonaste y te fuiste abandonando y perdiendo poco a poco los

escrúpulos, hasta presentarte ante mis ojos como el más vulgar, como

el más indigno y repelente de los seres. Todavía me oprime acá el

recuerdo de la náusea con que noche a noche me obsequiaba tu

borrachera asquerosa... y las privaciones y el oprobio de la mentira

y de la embrolla, porque ni el coraje les queda de tratar con los

acreedores... Y el hambre y la mendicidad vergonzante...todo es

poco. Encima el marido se abroga el derecho, amparado por la ley y

la sociedad, de matar a la infeliz mujer que ha tenido el coraje de

emanciparse... y reclamar su parte de dicha en esta vida...

¡Mátame!... ¡Mátame! ¡y mátate!... Tal vez sea mejor! Así le

ahorraremos a nuestro hijo el mal ejemplo de nuestras vidas

pervertidas.

LISANDRO.- ¡Tenés razón!... ¡He sido un infame!... ¡Ya no hay

remedio!... ¡Soy un desgraciado!... ¿No es cierto?... ¡Completamente

perdido!... Te dejo... ¡Se acabó! Pero, me vas a prometer una cosa.

Cuídalo mucho... El pobrecito no es culpable. Adiós. Vendré a verlo

alguna vez... (Alejándose.) ¡Cuando no esté borracho!...

AMELIA.- (Compasiva, viéndolo salir.) ¡Qué infeliz!

LISANDRO.- (Volviéndose después de un breve mutis.) ¡Ah!...

¿Querés darme los zapatitos?... De todos modos ya... ¿para qué?...

Acto II

La escena representa el amplio y lujoso sótano de un bar aristocrático y

central. A la izquierda del actor, segundo término, se levanta una amplia

escalinata que da frente al público y acceso a la calle. Colgada del

techo, al centro de la escalera, una planta de helecho en lujosa maceta

sostenida por cadenillas doradas. En las banderolas y tragaluces habrá

vidrios de colores iluminados por dentro. En las paredes, cuadros de

paisajes y mosaicos de colores vivos y variados. Al pie de la escalera una

amplia mesa preparada como para una cena de seis personas con las sillas

que la rodean descansando inclinadas al borde de la mesa, demostrando que

está pedida. En el salón varias mesitas con manteles y una mesa grande en

línea recta a la mesa colocada al pie de la escalinata y en primer término

a la derecha del actor. Antes de alzarse el telón la orquesta interior

ejecuta un lieder popular, que es coreado por los Parroquianos en momentos

en que se descorre el telón. Al terminar, aplausos, bravos, bis,

insistentes. Los Músicos toman sus instrumentos y remedan el motivo

principal que también se acompaña. Nuevos aplausos. Los Músicos se retiran

del tablado. La primera mesa del primer término derecha está ocupada por

RICARDO, LUIS, ANTONIO y JORGE, una patota de muchachos que han bebido

sendos medios litros. Las mesitas de la izquierda con servicio de comida,

libres. Las restantes ocupadas por tranquilos Parroquianos ingleses o

alemanes. Una que otra pareja elegante, comiendo. Los Mozos cruzan

constantemente la escena sirviendochampagne, cerveza, licores. Vense

durante todo el acto personas que suben o bajan la escalera central. Una

familia extranjera, matrimonio y chicos, abandonan su mesa y al terminar

la música suben lentamente la escalera.

Escena I

LUIS, RICARDO, JORGE y MOZO.

LUIS .- (Observándola.) ¡Fíjense!... ¡El gringo borracho con la

familia!... ¡Qué ejemplo para los hijos!... ¡Así los enseñan a

curdelones!...

RICARDO.- Van a ver cómo lo arreglo... (Toma un platillo de estopa

y lo arroja al grupo. El Parroquiano se vuelve y mira a todos lados

y vase encogiéndose de hombros. Carcajada en el grupo.)

LUIS.- ¡No te metás, no seas bárbaro!...

RICARDO.- Si es un alemán otario... ¿Qué tiene? Miren los

escrúpulos de éste... Lo que es a vos, cuando te da por ahí, no hay

quién te aguante.

LUIS .- Una casualidad...

RICARDO.- Naturalmente. Sin ir más lejos, anoche en «Aues» te había

dao por catarle la pera a los gringos... Se ha librao de una

pateadura porque Dios es grande.

JORGE.- ¿Te encurdelaste anoche también?

RICARDO.- ¡Ilusiones, che!... Amaneció en la Tercera, con el Pato,

con Manolo, el negro Franco y una punta más. ¡Metieron un bochinche

bárbaro en el Tropezón!... Treinta del país por desorden. Cuando los

fui a sacar estaba el tendal por encima de los bancos... (Risas.)

JORGE.- ¿Y dónde la cataron?

LUIS.- En un banquete que le dimos a Carlitos, despidiéndolo de la

vida de soltero...

JORGE.- ¿Cómo? ¿Se casa?

LUIS.- ¡No! Lo mandan sus padres a la estancia, allá por el Sur; no

pueden con la vida d'él... ¿Pero aquí no se toma nada? ¡Mozo!

MOZO .- ¿Qué van a tomar?

LUIS .- ¿Qué van a servirse? Vos medio litro, ¿y vos?

JORGE.- Un cívico a mí...

RICARDO .- ¡Qué cívicos!... Aquí, hermano, están reventaos los

cívicos. Traiga para todos, medios litros. ¡Bien tiré!... (Vase el

MOZO.)

Escena II

LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, LISANDRO y luego, CAPATAZ.

LUIS.- (Viendo a LISANDRO que baja lentamente la escalera.)

Fíjate quién cae...

RICARDO.- ¡Qué!... ¡Lisandro! No lo miren porque se nos viene.

(LISANDRO desciende y se detiene mirando en derredor, luego avanza.)

LUIS .- ¡Qué arreglao está el pobre!...

JORGE .- Ése ya se emborracha con el olor de un bar...

LUIS.- ¡Es un desgraciado!... Le tengo lástima de veras...

RICARDO.- ¡Ya nos vio!... Vamos a hacernos los desentendidos...

Pues como les iba diciendo, ¿saben?... (LISANDRO dándose cuenta de

la actitud del grupo, converge hacia la izquierda, y ocupa una de

las mesitas vacías.)

MOZO.- (Vuelve con la cerveza.) ¡Bien tiré! (Sirve.)

LISANDRO.- ¡Mozo!

LUIS.- (Volviéndose.) ¿Cómo te va, Lisandro?... (Los demás

saludan con el ademán.)

LISANDRO.- ¡Bien, y a vos!... ¡Mozo!...

MOZO.- (Con mal modo.) ¿Qué quiere?...¡Aquí estoy!... ¡Qué tanto

escándalo!...

LISANDRO.- Tráigame whisky «Smogley».

MOZO.- Oiga. Estas mesas son para comer... ¿No podría ocupar otra?

LISANDRO.- No me da la gana, ¿sabe?, no me da la gana... Usted me

sirve aquí... Usted es un insolente... ¡Un whisky «Smogley» le he

dicho!

MOZO.- Tengo orden de no servirle nada cuando venga en ese estado.

LISANDRO.- ¿A mí? A mí... He pedido un whisky... Y me lo van a

traer. Llame al capataz... (El MOZO se va rezongando.) ¡Me lo van

a traer!... ¡Qué se habrán pensado estos gringos ladrones! ¡Si yo

pago, se me sirve y se acabó!

LUIS .- ¿Qué te pasa?

LISANDRO.- Que estos desgraciaos... (Poniéndose en pie.) Esta

chusma insolente...a mí, a mí que los he enriquecido a propinas...

LUIS .- ¡No hagás caso! ¡Macanas del mozo!

CAPATAZ.- ¿Qué hay, don Lisandro?

LISANDRO.- ¿Usted ha dicho que no me sirvan a mí... que no me

sirvan? ¿Les ha dicho a los mozos... a mí...?

CAPATAZ.- No, eso no... Pero no le conviene tomar... Ya ha bebido

bastante...

LISANDRO.- ¡Ah!... Usted le ha dicho, ¿eh?... ¡Mozo! Un whisky...

Me han de servir... Son ustedes mis lacayos, ¿saben? ¡Me han de

servir!... (Golpeando la mesa.) ¡Mozooo!...

CAPATAZ .- Vea. No me meta escándalo... Haga el favor... Váyase...

(Tomándolo por un brazo.)

LISANDRO.- No me toques, porque te rompo la cabeza... Te rompo la

cabeza... ¡Insolente!

LUIS .- (Interviniendo.) ¿Por qué no le han de servir?...

(Apartando al CAPATAZ.) ¡Salga de aquí!... ¡Dejeló en paz!...

¡Sosegate, Lisandro!... Vení... ¡Tomarás con nosotros!...

LISANDRO.- Yo los quiero castigar primero... ¡Déjame!... Los quiero

castigar...

LUIS.- (Conduciéndolo.) Vení... no seas zonzo... Sentate

tranquilo...

LISANDRO.- (Sentándose.) Los quiero castigar... Son unos

insolentes...

LUIS.- ¿Qué habías pedido?

LISANDRO .- Los quiero castigar... ¡Whisky!... Los voy a castigar.

LUIS.- ¡Mozo!... Sirva al señor... (El MOZO vase.) ¡Quedate

quieto!... ¿Qué ganas con pelear a un mozo?

LISANDRO.- Es que... porque me ven así, se han pensado que ya no

soy gente... Porque me ven pobre y porque tomo...Bueno... Yo me

emborracho... ¿Y qué? Si yo tomo, es porque ellos me sirven, y si

ellos viven, es porque yo tomo... Los sinvergüenzas son ellos...

MOZO.- (Regresando.) El whisky...

LISANDRO.- ¡Lacayo inmundo!... (El MOZO se aleja.)

LUIS .- (Sirviendo.) ¿Vos dirás?...

LISANDRO.- Un poquito más... así... gracias... (Bebe después que

le han puesto la soda.) ¡Tendría ganas de matar a un mozo!

¡Mirá!... Si vos no te metés le pego un tiro...

RICARDO.- ¡Con la papeleta, che!

LISANDRO.- ¡Papeleta!... ¡Hum!... (Saca un revólver.) Con este

revólver... con éste.

LUIS.- Guardá esa arma... ¿Qué andas haciendo con revólver?

LISANDRO.- ¿Yo? ¿Yo? ¡Hum!... Este revólver tiene su historia.

RICARDO.- ¿Lo caloteaste?

LISANDRO .- Lo compré... No se asusten... Lo compré esta tarde para

matarme...

LUIS .- ¡Vos, matarte! ¡No embroméis que lastimáis.

LISANDRO .- Vaya, ¿y por qué no puedo matarme? Es bien fácil; ¡se

pone uno así, y zas! (Abocándose el revólver.)

RICARDO.- ¡Che!... No seas loco... guardá eso...

LISANDRO .- No tengas miedo... Ya no me mato...Compré el revólver

esta tarde para pegarme un tiro, completamente resuelto; escribí una

carta para el comisario... Aquí está para que vean que no miento...

RICARDO.- ¡Cierto, che!... ¡Fíjate qué loco lindo!

LISANDRO.- Bueno y cuando ya me iba a volar los sesos se me ocurrió

que era una zoncera. ¿Para qué matarme, si ya estoy muerto?

LUIS .- ¿Cómo es eso?

LISANDRO.- Claro que estoy muerto... como tanta gente que anda por

ahí... Hombre sin carácter es un muerto que camina...

RICARDO.- Tranca filosófica... Hombre sin moneda querrás decir.

LISANDRO.- Yo soy muy bueno, pero no tengo carácter y me emborracho

y muero; vos sos un pillo y como tenés carácter vivís. Los bellacos

no se emborrachan nunca, ¿has visto?, y viven.

LUIS.- Pero hay mucha gente buena que tampoco se emborracha.

LISANDRO.- Mueren de otra cosa... Los buenos no tienen carácter...

Nunca triunfan y hacen daño.

LUIS .- ¿Y los malos, che?

LISANDRO.- Triunfan y también hacen daño...pero con la diferencia

de que no se lo hacen a sí mismos ni a los suyos, y prolongan la

raza. ¿Vos, sin carácter, vicioso, borracho consuetudinario, a quién

reventás?... A vos mismo, a tu mujer y a tus hijos, a tu madre...Te

matás y los matás...

LUIS.- Bueno. No nos des la lata. Y aclará las cosas. ¿De modo que

vos pensás que sólo los malos tienen carácter?

LISANDRO .- Esperate un poco... Te diré... Pienso que los que no

saben vivir, que los inadaptables, están muertos... Los buenos no

saben vivir... Cristo murió; su religión persiste porque es mala...

VOCES.- (Desde una mesa.) ¡Basta! ¡Que se calle! ¡Que se calle!

LISANDRO.- No me callo porque tengo razón. Yo tuve una mujer... y

un hijo... un hijito así de grande, y lo quería mucho...

muchísimo... y ahora me pregunto: ¿por qué si los quería tanto les

hice daño? ¿Por qué los abandoné y los maltraté, si tengo tan buen

corazón?

LUIS .- ¡Claro!... ¡Por tus borracheras!...

LISANDRO.- ¿Y por qué me emborracho yo y los que no tienen corazón

no se emborrachan? ¡Contesten!

RICARDO.- (Aparte a los otros.) ¡Manicomio!... ¡Está perdido!...

LUIS .- Bueno; no hablés tanto, que te hace mal... Tomá...

LISANDRO.- Claro que tengo razón... Claro que sí... El mozo no me

ha servido...¡Mozo!... ¡Es un insolente!... ¡Todavía, todavía voy a

matar!... Soy capaz de pegarle un tiro. Tengo muchas ganas... (El

MOZO se acerca y sirve otro whisky.)

LUIS.- Toma, borracho, y déjate de fastidiar...

LISANDRO.- (Deteniendo al MOZO por el delantal.) ¡Che!... Ven

acá... Yo te voy a matar, ¿eh?... Bueno... (El MOZO se desprende y

se aleja. LISANDRO bebe un sorbo, paladeando con fuerza.) En fin,

me voy.

LUIS.- ¿A dónde?

LISANDRO.- A cualquier parte... (Se alza, dispuesto a marcharse.)

LUIS.- ¡Che!... Déjame el revólver. ¿Qué falta te hace?... Trae...

LISANDRO.- ¿El revólver?... No, hijito; me hace falta... para

empeñarlo, en el almacén de la esquina; lo amuro en tres o cuatro

pesos... No tengan miedo... Adiós... (Se va lentamente por la

escalinata. Llegan en este momento varios grupos de Parroquianos.)

RICARDO.- Éste se mata... Verán lo que les digo...

JORGE.- ¡Bah!... Pa lo que sirve. Podía haberlo hecho antes...

LUIS.- ¡A qué extremos ha llegado el pobre!

RICARDO.- ¿Eh?... ¡Quién sabe si no nos espera igual suerte!...

LUIS.- Descuidate vos y...

RICARDO.- ¿Y por casa, hermano?

Escena III

LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO y AGUSTÍN.

AGUSTÍN.- (Que ha descendido un momento antes, acercándose al

grupo.) ¡Hola, muchachos!

TODOS.- ¡Adiós!... ¿Cómo estás? ¿Qué tal?

LUIS.- Sentate.

AGUSTÍN.- Gracias, vengo con acoplado. ¡Mozo! ¿Quiere reservarme

esta mesa?¿No hay ningún saloncito, verdad?

MOZO.- Todos ocupados.

LUIS .- ¿Venís con María Julia?

AGUSTÍN.- Sí; estuvimos en el Casino. Nos visitó Julián.

RICARDO.- ¿Qué tal es ésa que anda con él, la nueva?

AGUSTÍN.- Es regular...

RICARDO.- ¿Dicen que es casada?

AGUSTÍN.- Casada y figúrense con quién... Es nada menos que la

mujer de Lisandro Fuentes... (Expresiones de asombro.)

RICARDO.- ¡Qué linda cosa! Y Lisandro seguramente lo sabe... Es un

degradado...

JORGE.- Sin duda por eso se le han aparecido los muertos de que

hablaba... Acaba de salir de acá...

RICARDO.- Anda con un revólver para matarse...

AGUSTÍN.- ¿No ven?... Y ese loco de Julián que... Figúrense que

está empeñado en traer esa pobre mujer aquí...

LUIS.- ¡Qué bestia!... Está medio...

AGUSTÍN .- Bastante arreglado. Quedó discutiendo con ella en el

coche y es muy capaz de traerla a tirones. Ahí llegan. (Va al

encuentro de JULIÁN, AMELIA y MARÍA JULIA que descienden. Los del

grupo observan con curiosidad.)

RICARDO.- ¡No es muy turra, que digamos!

JORGE.- Bastante competente.

RICARDO.- Una mujer así con un marido imbécil... Claro está... Y

para iniciarse no ha elegido mal compañero.

Escena IV

LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, AGUSTÍN, JULIÁN, AMELIA y MARÍA

JULIA.

JULIÁN.- (Saludando a los de la mesa.) Adiós... ¿Qué tal? (A

AMELIA.) Sentate por ahí... en esa mesa y vayan pidiendo. (Saluda

alborozado al grupo.)

MARÍA JULIA.- Pase, señora... siéntese en ese rincón que la verán

menos... Tranquilícese y no haga papelones...

AGUSTÍN.- Claro está... Cenan y se lo lleva después...

AMELIA.- ¡Oh!... Esto es una infamia...

JULIÁN.- Y ¿qué les parece mi casadita?

RICARDO.- Muy competente... Medio empacadita, ¿no?

JULIÁN .- Asustada, che, de este mundo nuevo...

RICARDO.- Ya la amansaremos... Supongo que nos presentarás...

JULIÁN.- ¿Cómo no?... Vengan ahora a tomar una copa de champagne...

Los espero. (Volviéndose a su mesa.) ¿Qué tal? ¿Pidieron? Pucha

que son lerdos... ¡Mozo!... Por lo pronto,«Cordon Rouge»... (A

AMELIA.) ¿Se te pasó, che? ¡No me hagas hacer papelones, mujer!...

Alza esa cabeza... ¿Qué querés tomar? (Repasando la lista.)

¿Ostras?... No te aconsejo... ¿Consomé?... ¿Un caldito a la reina?

¿Les parece? ¡Che, che, che!... ¿Estás llorando? Hacé el favor de

dejar los melodramas para más tarde, ¿me has oído?

AMELIA.- ¡Por Dios, Julián!... ¡Por qué sos tan malo!... ¿Qué te he

hecho para que me trates así?... ¡Déjame ir a casa!... Me siento

mal.

JULIÁN.- El champagne te compondrá... ¡Santo remedio! ¿Vos no

pensás lo mismo, María Julia?

MARÍA JULIA.- Creo que es una pavada que tengas a esa señora aquí,

a la fuerza... Nada nos hubiera costado ir a otra parte. La pobre

tiene razón. No le gusta quela vean... Si no está habituada a estas

cosas... Después, maldito lo que nos vamos a divertir... Ella en ese

estado, vos estrilando y nosotros como unos papanatas mirando el

espectáculo... Vaya un capricho...

JULIÁN.- (A AGUSTÍN.) Che, ¿por qué no haces estudiara ésta?

Sería una buena abogada de pobres... ¡Amelia! ¡Amelia!... ¡Alza esa

cabeza!... Te he dicho que no las voy con la funeraria... ¡Mozo!...

¡Ese champagne!...

RICARDO.- (En la otra mesa, continuando la discusión.) No,

señor... ¡Estás muy equivocado!... Tenga los defectos que tenga el

marido, la mujer debe serle fiel... Mira. Yo no sé lo que seré

mañana, pero si me encontrara en el caso de Lisandro, se guardaría

muy bien mi mujer de faltarme.

LUIS.- Es muy fácil decirlo ahora... No verías nada, hijito,

pasarías como él en los bares el día y la noche y la madrugada

durmiendo la mona, y llegando el caso de enterarte de algo, te

faltarían energías para proceder... Es inútil discutir eso.

JORGE .- Lo que yo pienso es que si me sigue gustando tanto el

trinquis, no me caso...

Escena V

LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, AGUSTÍN, JULIÁN, AMELIA, MARÍA

JULIA y

LISANDRO.

(Aparece LISANDRO por la escalera.)

RICARDO.- ¡Guarda la que se arma!... ¡Fíjate quién viene!

LUIS.- Un demonio... No, no. Es peligroso... No hay que dejarlo.

(Se levanta.)

RICARDO.- No seas pavo... Dejalo que se arregle. Nos divertiremos

un rato...

JORGE.- Está claro... En todo caso, después nos metemos...

LUIS.- No sean idiotas... Yo me lo llevo... (Avanza al encuentro

de LISANDRO y lo toma por un brazo.) Vení... tengo que hablarte...

LISANDRO.- (Desasiéndose.) Esperate un minuto... Tengo que

decirle una cosa al mozo... A ese mozo de hoy. Se me ocurrió en la

calle... No lo mato porque está muerto.

LUIS.- Dejate de zonceras y vení conmigo.

LISANDRO.- Soltame... soltame te he dicho...¿Sos capataz?...

Largate pues... ¿Querés que te mate? Ya no tengo revólver, pero es

lo mismo... Me dieron cinco pesos por él... Vamos a tomar un

whisky... Pero aguarda que tengo que hablar con el mozo...

(Avanzando.) ¡Mozo!... Oiga... (LUIS se le coloca a la derecha

como para impedir que vea el grupo de JULIÁN y le obliga a converger

a la izquierda, sentándose casi a la fuerza en la silla que él

ocupaba, de modo que dé la espalda al otro grupo. AMELIA y JULIÁN,

que se han erguido al reconocer a LISANDRO, permanecen un instante

en azorada expectativa.)

JULIÁN.- (A AMELIA.) Siéntese... ni una palabra. (AMELIA se

desploma en la silla y extiende los brazos ocultando el rostro.)

LUIS.- Che, Lisandro... Continúa la conversación de hoy... iba muy

linda... Sostenías que los hombres de carácter son unos hombres...

¿Cómo era?...

LISANDRO.- No era así... verás... Pero hay que tomar algo, pues...

¡Mozo!...

MOZO .- (Que llega con dos botellas de whisky.) Aquí está su

whisky...

LISANDRO .- (Sirviéndose.) Esto yo lo pago... Todo lo que se

tome... Bueno... pues... lo que yo digo es que... no sé si lo

dije... pero ahora lo he pensado bien... Sostengo que los hombres

buenos, los hombres sensibles y de gran corazón son los únicos o los

más propensos a contraer un vicio... Eso es... Y en cuanto tienen un

vicio, están muertos... Por eso no me maté yo... ni lo maté al

mozo... A los vivos, a ésos sí que se les mata... A ésos, sí...

¡Como a perros! (Suena un taponazo de champagne en la mesa de

JULIÁN. LISANDRO, que iba a llevarla copa a los labios, vuelve

lentamente la cabeza hacia un lado, y como le resulta incómodo hace

el movimiento opuesto. Luego se incorpora y deja caer la copa al

suelo y se queda unos instantes con su mirada idiota fija en el

grupo.) ¡Amelia!... ¡Vos!... ¡Mi mujer!... Allí... (Avanza

tambaleante.)

JULIÁN.- (Incorporándose.) ¡No se acerque porque lo mato!

LISANDRO.- (Deteniéndose.) ¡A mí! ¿Porqué?... ¡Es mi mujer

ella!... ¡Mi Amelia!... (Avanzando.) Ella... ¡La misma! (De un

salto se pone junto a él. Tumulto. Vocerío en todo el bar. Acuden

Parroquianos y Mozos. Algunos se trepan a las mesas del fondo.

Pasada la primera impresión de sorpresa, MARÍA JULIA, solícita,

aparta a AMELIA, abriéndole paso entre la gente y se la lleva.)

LUIS.- (Queriendo separarlos.) Julián... Déjalo... Es un

infeliz...

JULIÁN.- Eso es, voy a permitir que me mate. (Forcejea y lo

sienta en el suelo.)

LISANDRO.- Pero... ¡si yo no le hice nada!...¿Por qué?... (Lo

levantan.) ¡No le hice nada!... Estaba mi mujer allí... (A

JULIÁN.) Me parece que yo no le he faltado al respeto...

Escena VI

LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, AGUSTÍN, JULIÁN, LISANDRO,

CAPATAZ y

VIGILANTE.

VIGILANTE.- (Interviniendo.) Vamos a ver... ¿Quién ha sido?

CAPATAZ.- (Señalando a LISANDRO.) El señor... Proceda nomás,

agente... Está borracho y lo ha provocado al señor.

VIGILANTE.- Acompáñeme...

LISANDRO.- Bueno... Pero es mentira... No me resisto. (Al CAPATAZ,

amenazador.) Mirá, vos estás vivo, ¿eh?

JULIÁN.- Vea, agente. Aquí no ha pasado nada. Este hombre miente...

Fue simplemente una broma de amigos. Lárguelo... Está con

nosotros... (A LISANDRO.) ¿No es cierto, compañero?

LISANDRO.- Naturalmente... Yo no hice nada... ¿Amelia se fue?

JULIÁN.- Retírese, agente... (Le pone dinero en la mano, con

cierto disimulo. El VIGILANTE se va y los Parroquianos se alejan

juzgando la escena con ademanes de burla.) Se acabó... ¡Caramba!...

Las mujeres se han ido... Pero queda el champagne... Ricardo, Jorge,

péguenle. Y usted Lisandro, acompáñenos... Venga esa mano, ¡qué

diablos!... (Se la extiende.)

LISANDRO.- (Estrechándosela.) Natural... Yo no me había metido

con usted...

JULIÁN.- (Palmeándolo afectuoso.) ¡Fue una zoncera! ¿Quiere

champagne?... ¡Sentémonos!... Esta noche la correremos juntos.

(Alzando la copa.) ¡Salud! ¡Choque, compadre!...

LISANDRO.- Salud...

RICARDO.- Y ahora nos va a explicar aquella teoría de los

muertos...

LISANDRO.- Hombre sin carácter es un muerto que camina. (La

orquesta reanuda el concierto con un cake walk.)

Acto III

La decoración del primer acto. Sobre la mesa una lámpara y una vela

encendida. La acción transcurre un tiempo después.

Escena I

DOÑA LIBERATA, MARÍA JULIA y AMELIA.

(DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA atienden solícitamente a AMELIA que

vuelve en sí de un desmayo, tendida sobre la chaise-longue de la

derecha.)

MARÍA JULIA.- Cálmese. Ya pasó... Aspire un poco más... Así...

Así... ¡Hay que tener ánimo, mujer!... ¿Para cuándo es el valor?

DOÑA LIBERATA.- Sí, hija mía... Tranquilícese... olvide... No

volverá a sucederle...

AMELIA .- (Reaccionando, con voz ahogada.) Estoy mejor...

Déjenme... Quiero respirar un poco... Tengo aquí... una cosa...

(Abrazando a DOÑA LIBERATA se echa a llorar desesperadamente.)

¡Madre! ¡Madre!... ¡Ay!... ¡Ay!...

DOÑA LIBERATA.- (Llorando también.) ¡Pobre! ¡Pobre hija mía!...

MARÍA JULIA.- Señora... Por favor... que la aflige más...

(Apartando suavemente a DOÑA LIBERATA.) Déjela que llore... Eso le

hará bien... (Pausa prolongada durante la cual se oyen sollozos de

AMELIA. DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA la contemplan.)

DOÑA LIBERATA.- ¿Cree que le haría bien un té de tilo?

MARÍA JULIA.- Es posible... ¿Cómo no?...

DOÑA LIBERATA .- Entonces, atiéndamela un ratito mientras voy a

prepararlo...

AMELIA.- No, mamá. No se incomode... Me siento ya muy tranquila...

si quisieran alcanzarme un poco de agua...

MARÍA JULIA .- Con mucho gusto... (Va hacia el cristalero.)

DOÑA LIBERATA.- No se incomode, señora... Aquí estoy yo...

Permítame... (Sirve agua en una copa que está junto ala botella de

whisky.) ¡Toma, hija!

AMELIA.- (Bebe un sorbo y lo arroja con un gesto de repugnancia.)

¡Oh!... ¡Qué asco!... ¡Gusto a bebida!... ¡Señor!... ¡Qué

obsesión!... ¡Este olor a alcohol que me persigue eternamente!...

Tire eso... Tírelo...

DOÑA LIBERATA.- (Medio aparte.) Claro. La copa en que ha bebido

el otro... ¡Qué porquería!... (Va a renovar el agua.)

AMELIA.- Es desesperante... atroz esta vida... Preferiría estar a

mil metros bajo tierra...

DOÑA LIBERATA.- Ésta es buena... Tómala con confianza...

AMELIA.- (Después de beber algunos sorbos.) Gracias, mamá...

(Incorporándose con esfuerzo doloroso.) ¡Ah!... ¡Dios, Dios!...

¡Qué habrá sucedido!...

MARÍA JULIA .- Nada... Había mucha gente... Y estaban Agustín y

otros amigos para impedir cualquier cosa... No se preocupe.

AMELIA.- ¡Oh!... ¡señora!... ¡Perdón!... ¡La he incomodado

tanto!...

MARÍA JULIA.- ¡Qué esperanza!...

AMELIA.- Gracias... Ha sido muy buena conmigo...

DOÑA LIBERATA.- Ya lo creo... Pobrecita... ¡Si no es por ella,

quién sabe lo que le habría pasado! Puedes estar bien agradecida...

MARÍA JULIA.- ¡Oh!... de nada señora... Si las mujeres no nos

defendemos, las unas a las otras, ¿quién se ocupará de nosotras?

AMELIA.- Tiene razón... Los hombres son muy malos...

MARÍA JULIA.- ¡Pst!... Según... Hay de todo... Lo que pasa es que

nos desprecian... Bien, señora... Ya es muy tarde y voy a retirarme,

si es que no me precisa...

DOÑA LIBERATA.- ¡Oh!... Gracias. Demasiadas molestias le hemos

dado.

MARÍA JULIA.- Lo que debe hacer usted ahora es acostarse

tranquilamente y no pensar más en el asunto. Mañana será otro día.

¡Qué diablos!... Adiós, che.

AMELIA.- (Estrechándole la mano muy efusiva.) Adiós... Gracias.

MARÍA JULIA .- Un consejo: si piensa seguir con Julián, no salga

nunca con él. No es malo, pero acostumbrado a tratar siempre con

nosotras, cree que todas las mujeres son iguales... (A DOÑA

LIBERATA.) Adiós, señora.

DOÑA LIBERATA.- (Besándole la mano.) Adiós, hijita... Gracias por

el servicio. Yo la acompaño...

MARÍA JULIA .- Y cuenten siempre con una servidora... No les

ofrezco la casa porque... bueno, porque siempre una anda así...

(Yéndose.) Que descansen... (Mutis. AMELIA las sigue hasta la

puerta y se detiene allá mirándolas.)

Escena II

DOÑA LIBERATA.- (De vuelta.) Pobrecita... Después dicen que esas

mujeres son esto y lo de más allá...

AMELIA.- Así es...

DOÑA LIBERATA.- Bueno, hija. ¿Qué pensás hacer ahora?

AMELIA .- No sé... Temo que haya sucedido una desgracia. Lisandro

estaba muy raro, como loco... Quedaron allí, luchando los dos...

Quién sabe...

DOÑA LIBERATA.- ¡Oh!... No hay caso que dos hombres en ese estado

se hagan daño. Por desgracia, no ha de haber muerto ninguno.

AMELIA.- ¡Mamá, por Dios!

DOÑA LIBERATA.- Se habría acabado todo. Uno en la cárcel y otro en

el cementerio.

AMELIA.- ¿Yo... dónde?

DOÑA LIBERATA.- ¿Vos? En tu casa... con tu madre y con tu hijo.

Viviendo honradamente, descansando de tanta penuria como has

sufrido... Yo te lo advertí... Esta misma tarde te lo estuve

repitiendo: No me gusta esta vida... acabaremos mal... mereces algo

mejor que ese hombre... Pero vos con tu genio alborotado...

AMELIA.- No, mamá... es que...

DOÑA LIBERATA.- No hables más... Te entiendo...Vas a decirme que

tenés derecho a disfrutar de tu juventud y de tu vida... que has

sido siempre una víctima... que esto y lo de más allá... No te niego

ese derecho; te asiste toda la razón del mundo; pero, mi hija, nada

cuesta tener un poco de prudencia. Mira, ahora de cualquier modo,

cortas toda relación con ese mocito; dejamos esta casa, vendemos

estos muebles y todo lo que no sea indispensable, y desaparecemos;

nos mandamos mudar a cualquier parte, a un conventillo.

Trabajaremos, yo me conchabaré si es preciso, de sirvienta, todavía

tengo fuerzas; trabajaremos para mantener y educar a ese pobrecito

hijo, y así la vida, verás cómo no te falta la oportunidad de

desquitarte de todos los padecimientos...

AMELIA.- ¡Oh, mamá!... Eso es muy lindo en las novelas. En la vida

no pasa lo mismo. Lo haré, sin embargo, aunque tenga que seguir

sacrificada. Es preferible...

DOÑA LIBERATA.- Vamos, así me gusta... Verte razonable... Ahora a

dormir... Mañana será otro día... ¿Precisás algo?...

AMELIA.- Nada. Muchas gracias.

DOÑA LIBERATA.- (Tomando la palmatoria.) Buenas noches, hija...

(Alejándose.) Lo que es ahora, me va a ser difícil agarrar el

sueño... ¡Qué cosas éstas, Dios mío!...

AMELIA .- (Sobresaltada.) ¿Eh? ¿Quién abre la puerta?

DOÑA LIBERATA .- (Deteniéndose.) ¿Cuál?

AMELIA .- ¡Dios mío!... El zaguán...

DOÑA LIBERATA.- ¡Ay!... Mal negocio...

Escena III

JULIÁN, AMELIA y DOÑA LIBERATA.

JULIÁN .- (Desde afuera.) ¡Qué oscuridad!... Esto es una boca de

lobo...

AMELIA.- ¡Julián!... ¿Y ahora cómo hago?

DOÑA LIBERATA.- No lo dejés entrar... Con cerrar esta puerta...

(Intenta cerrar pero en ese instante aparece JULIÁN.)

JULIÁN.- Buenas noches... ¿Iba a alumbrarme?... No se incomode...

Pasó el peligro... Casi me he roto el alma en un escalón... ¿Qué

tal, china?... ¿Se le pasó el enojo?...

AMELIA .- ¿Qué quiere usted aquí?... ¿No tenía suficiente con las

que me ha hecho pasar?

JULIÁN.- ¡Ah!... ¿Te dura el estribillo?...No seas pava, mujer...

Tenés que alegrarte conmigo... No pasó nada, che... Después que vos

te empinaste, vino un vigilante y todo... Puede irse a dormir no

más, vieja... Aquí no la precisamos...

DOÑA LIBERATA.- Usted es el que no hace falta, ¿me entiende?...

JULIÁN.- Lindo, lindo!... ¿También usted está estrilada?...¡Qué

divertido!... Me parece que aquí hay que empezar a proceder de

justicia rápida...

AMELIA.- ¡Julián, Julián!... Mandate mudar...

JULIÁN.- ¿Irme? Ni pienso, hijita... Estoy muy bien acá...

AMELIA.- Por favor... Tené compasión de mí... Andate; volverás

mañana cuando estés más tranquilo... Yo no puedo verte así... Ya te

lo he dicho. No me mortifiques más... que demasiado me has hecho

sufrir...

DOÑA LIBERATA.- ¡Qué tanto suplicar!... ¡Faltaba otra cosa!... Si

no quiere irse se llama un vigilante y se acabó...

JULIÁN.- ¡Un vigilante!... ¡Un vigilante!... Estás arreglada,

vieja. Cualquier día se mete un vigilante en mi casa... Mira... Toma

estos cinco pesos y andate a dormir... ganarás más...

AMELIA.- ¡Oh!... ¡Esto ya pasa de los límites! ¡Fuera de acá!...

¡Cobarde!... ¡Canalla!... ¡Fuera!...

JULIÁN.- No grites, mujer... Si no pienso llevarte el apunte...

Mira si sos mal agradecida... Yo podía haberme quedado allá con los

amigos y ya lo ves, me vine a consolarte... (Deteniendo a DOÑA

LIBERATA que trata de salir por el foro.) ¿Ande vas, che, vieja?...

¿No te mandé que fueras a dormir?...

AMELIA.- (Interponiéndose.) Sí, sí... Váyase, mamá... Vaya...

tenga paciencia... No es posible... (La acompaña hasta la puerta

izquierda. Luego, a JULIÁN.) Vamos... Aquí estoy... Hacé lo que se

te antoje...

JULIÁN .- ¿Ves?... Me gusta verte así... ¿Qué ganás con andar con

partes?... Andá preparando unas copas que vamos a tomar champagne...

¡Fíjate!... (Sacando una botella del bolsillo.) «¡Cordon

Rouge»!... En el coche los muchachos traen tres botellas más... ¡Y

quién sabe todavía si alcanza!... A ver... Somos cinco...

AMELIA.- ¡Cómo!

JULIÁN.- ¡Claro! Ricardo, Jorge y Lisandro... tu marido...

AMELIA .- Oh!... Julián...

JULIÁN.- Hicimos las paces y chupamos juntos... ¡Está tan borracho!

Después, los muchachos que son unos locos lo convencieron de que

debía venir; y el muy desgraciado aceptó no más... Espérate; voy a

buscarlos...

AMELIA.- No, Julián... No... ¡Salvaje! No... ¡Oh!... ¡Qué horror!

¡Qué horror! ¿Qué ha pasado en el universo para que sucedan estas

cosas?... ¡Yo me vuelvo loca!... No... No... Yo me encierro.

(Intenta cerrar la puerta del foro.) ¿Para qué?... ¡la echarían

abajo!... ¡Oh!... (Corre desolada y se encierra en su habitación.)

Escena IV

JULIÁN, RICARDO y JORGE.

JULIÁN .- (Desde la puerta.) Cuidado con el escalón... Zas...Uno

al suelo... Seguro que es Lisandro... Alcenló, muchachos...

RICARDO.- ¡Oh!... Que se arregle... Como pa cuidar mamaos...

(Avanza cantando.) Allons enfants de la patrie...

JORGE.- Le jour de gloire est arrivé!...

JULIÁN.- Cuidado con las botellas...

RICARDO.- Intactas... che... Sabés que está bastante competente tu

casa...

JORGE.- ¿Son tuyos los muebles? ¡Macanudos!... Smugen... daría

hasta treinta pesos...

RICARDO.- Bastante confortable. ¿Y la prójima?

JULIÁN.- Estará adentro... Vayan sacando unas copas de ahí. Voy a

traerla... che... (Forcejea con la puerta. A AMELIA.) Mal

negocio... Vení que te voy a presentar a los muchachos... No seas

guaranga...

RICARDO.- Zas... whisky... ¡Qué bolada para Lisandro!... No le

gusta el champagne...

JORGE.- Porque es muy flojo...

JULIÁN.- ¿Destapamos?...

RICARDO.- Claro está... Y con ruido...

JULIÁN.- (Destapa la botella y sirve.) A la votre...

RICARDO.- ¡Salud!...

JORGE.- ¡Salud!...

JULIÁN .- Che... ¿Y Lisandro?... Vayan a buscarlo... Se ha de haber

lastimado...

RICARDO.- Cierto, che... Vamos, Jorge... (Vanse. JULIÁN se pone a

silbar.)

Escena V

JULIÁN, RICARDO, JORGE y LISANDRO.

RICARDO.- Entra, no seas zonzo... ¿Tenés miedo?... Vaya una

pavada... Vení... agarralo vos, Jorge... (Avanzan conduciendo a

LISANDRO, que debe aparecer deplorablemente desarreglado y con una

mancha de sangre en la frente.)

LISANDRO.- Dejenmé... ¡No quiero!...

RICARDO.- Fijate qué golpe se ha dado...

JULIÁN.- Vamos a ponerle algo...

JORGE.- Toma... Bebe un trago de whisky...

LISANDRO.- No... no... Déjenme... salgan... (Avanza tambaleante

unos pasos, recorre la habitación con la mirada, deteniéndola en una

y otra cosa, vacila un instante y toma resueltamente rumbo a la

chaise-longue, donde se deja caer pesadamente.)

RICARDO.- A dormir la mona.

JULIÁN.- Pobre diablo... Sírvanse, muchachos... Para tomar estamos.

RICARDO.- ¿Y tu mujer?

JULIÁN.- Ya vendrá. Si no, la hacemos salir... (LISANDRO solloza

hondamente.)

JORGE.- Tranca fúnebre.

RICARDO.- Son las más empalagosas... A vos, Julián, te suele dar

por ahí.

JULIÁN .- ¡Oh!... Muy rara vez. Miralo a ése cómo llora... ¿Eh? Vas

a reventar... ¡Pobre bicho!... Está en el colmo dé la degradación.

Si algún día me viera en ese estado, me pegaba un tiro.

JORGE.- Si uno se conociera, claro está... Pero nadie, hijito, se

conoce los defectos... No lo ves... Lisandro se considera muy feliz.

¡Qué mejor ejemplo!

RICARDO.- ¡Oh!... No embromes... Los imbéciles no se conocen...

Veamos lo que nos pasa a nosotros... Nos gusta el trinquis... nos

encurdelamos a cada rato, pero en cuanto la cosa pasa de los

límites... a sosegarnos, muchachos, y a tomar limón con soda.

Servime champagne.

JORGE.- Eso es cierto, pero...

JULIÁN.- Pero el caso es que poco a poco le vamos tomando el gusto

y...

JORGE.- Y si nos descuidamos nos agarra de veras... Lisandro tomaba

como nosotros al principio. Y ya lo ves.

RICARDO.- Se ha dormido... ¿Qué le haríamos?

JULIÁN.- Dejalo.

JORGE .- ¡Ah, no!... Un susto se lo lleva... (Le arroja una copa

de champagne.)

LISANDRO.- (Se yergue como enloquecido de sobresalto.) ¡Qué!...

¿Eh?... ¿Qué hay?

JORGE.- Nada... Está lloviendo... ¡dormite!... (LISANDRO aspira

con ansias una bocanada de aire y se deja caer de nuevo.)

RICARDO.- Al bombo otra vez...

JULIÁN .- Lástima que no esté helado... Destapa la otra...

RICARDO .- ¡Cómo no! Pero llama a tu mujer, pues...

JULIÁN .- Me había olvidado... (En la puerta.) ¡Eh!...

¡Amelia!... ¡Amelia!... ¡Nada!... ¡Abrí!... ¡Hum! Parece que se ha

dormido.

RICARDO.- ¡Ah!... Esperate... La despertaremos... (Se pone a

cantar y JULIÁN y JORGE lo imitan. LISANDRO se incorpora de nuevo y

se deja caer.)

Escena VI

JULIÁN, RICARDO, JORGE, LISANDRO y LALO.

LALO.- (Corriendo en camisa.) ¡Mamita!... ¡Mamita!... (Aparece

detrás DOÑA LIBERATA, pero se vuelve.)

JULIÁN.- ¡Hola!... ¿Quién está aquí? ¡El pebete! Venga para acá,

amigazo.

LALO.- ¿Y mi mamá? ¿Dónde está?

RICARDO.- ¡Lindo el botija!

JULIÁN .- No tenga miedo. ¿Viene a acompañarnos, a tomar champagne

con nosotros? ¡Así me gustan los hombres! Venga acá a la mesa...

grande... (El chico se resiste.) No. No se asuste, pues... Esos

hombres no tienen miedo. A ver... Una copa para este curdeloncito.

RICARDO.- Éste va a salir al padre.

JULIÁN.- (Haciéndolo beber.) Así... un trago bien grande.

LALO .- (Aparta la cabeza bruscamente.) ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... Mi

mamita. (Se echa a llorar a gritos. LISANDRO se incorpora.)

Escena VII

JULIÁN, RICARDO, JORGE, LISANDRO, LALO y DOÑA LIBERATA.

DOÑA LIBERATA.- (Saliendo.) ¿Qué le han hecho? ¡Bandidos!

¡Perversos! ¡Desalmados!... ¿Qué le han hecho al pobre hijito?...

¡Asesinos!... (Arrebata al chico, protegiéndolo con el cuerpo.)

JULIÁN.- (Acercando la copa a los labios.) ¡Bárbaros! ¡Whisky!

LISANDRO .- Mi hijito... Mi Lalo... Mi Lalo querido.

DOÑA LIBERATA.- Salga usted de aquí... ¡Miserable!... No es suyo...

(Lo aparta.)

LISANDRO.- (Trágico.) ¿No?... Mi hijo... No me lo quiten... Es

mío.

DOÑA LIBERATA.- (Yendo al cuarto de AMELIA.) Amelia, abrí;

abrime, Amelia.

LISANDRO.- (Se lo arrebata con violencia y lo estruja entre los

brazos.) Mi Lalo... Mi Lalo... ¡No!... ¡Salga!... No me lo quiten...

Yo lo defiendo... (Va hacia la chaise-longue y se sienta,

colocándolo en las faldas, besándolo y acariciándolo.)

RICARDO.- Ahora verás cómo sale.

LISANDRO.- ¡Mi nene querido! ¡No llore!... Está con su papito que

lo quiere... No llore... Deme un besito. No tenga miedo. Soy yo. ¿No

me conoce ya? Soy papito. Pobre criatura. ¿Le hicieron nana aquellos

hombres? Siéntese así, a caballito como antes. Papito es bueno. No

llore más. Papito lo lleva al nene a caballo. Es bueno, es bueno.

LALO.- ¡No! ¡Déjeme! No quiero caballos.

LISANDRO.- Es bueno. Los hombres son malos, ¿verdad? Le hicieron

mal aquellos hombres. ¡Sí! ¡Están vivos! (Bajo.) ¿Están vivos,

verdad? (Deteniéndose sorprendido por la idea fija.) ¡Vivos! ¡Ah!

Escuche un secreto: Pa... pi... to los va a poner en

pe...ni...ten...cia. Venga. ¡Están vivos! (Se alza esforzándose por

mantenerse erguido y se acerca con el niño de la mano al aparador,

revolviendo en los cajones. Saca algo que oculta bajo el saco y gira

alrededor de la mesa.) ¡Con papito!¡Con papito! ¡Con papito! (Al

llegar junto a JULIÁN, rápidamente le aferra la barba con la mano

izquierda, y te hunde el cuchillo en la garganta, volcándolo de

espaldas, juntamente con la silla. Grito de horror... AMELIA asoma y

cae desplomada junto a la puerta. LISANDRO aparece oprimiéndolo con

furia un instante, luego se yergue bruscamente y mira en derredor.

Por RICARDO y JORGE.) ¡Ahora, a ustedes! (Por AMELIA.) ¡A vos!...

(Por el nene.) ¡A vos!... ¡no!... ¡Están muertos! (Fijándose en

LALO que se refugia junto a DOÑA LIBERATA.) Y todos están muertos.

(Con desconsuelo, dejando caer el cuchillo.)

Barranca abajo Florencio Sánchez






Barranca abajo


Florencio Sánchez



PERSONAJES:
DOÑA DOLORES, esposa de Don Zoilo.
DON ZOILO, estanciero criollo.
PRUDENCIA, su hija.
ROBUSTIANA, su hija.
RUDECINDA, hermana de Don Zoilo.
MARTINIANA, su vecina.
ANICETO, ahijado de Don Zoilo.
JUAN LUIS, el propietario.
CAPITÁN GUTIÉRREZ.
BATARÁ, peón.
SARGENTO MARTÍN.
La acción en la campaña de Entre Ríos.
Acto I
Representa la escena un patio de estancia; a la derecha y parte del foro, frente de una casa
antigua, pero de buen aspecto; galería sostenida por medio de columnas. Gran parral que
cubre todo el patio; a la izquierda un zaguán. Una mesa, cuatro sillas de paja, un braserocon cuatro planchas, un sillón de hamaca, una vela, una tabla de planchar, una caja de
fósforos, un banquito, varios papeles de estraza, para hacer parches, una azucarera y un
mate.
Escena I
ROBUSTIANA, DOÑA DOLORES, RUDECINDA y PRUDENCIA.
(Aparecen en escena DOÑA DOLORES, sentada en el sillón, con la cabeza atada con un
pañuelo; PRUDENCIA y RUDECINDA, planchando; ROBUSTIANA haciendo
parchecitos con una vela.)
DOÑA DOLORES.- Poneme pronto, m'hija, esos parches.
ROBUSTIANA.- Peresé. En el aire no puedo hacerlo. (Se acerca a la mesa, coloca los
parches de papel sobre ella y les pone sebo de la vela.) ¡Aquí verás!
RUDECINDA.- ¡Eso es! ¡Llename ahora la mesa de sebo, si te parece! ¿No ves? Ya
gotiaste encima'el paño.
ROBUSTIANA.- ¡Jesús! ¡Por una manchita!
PRUDENCIA.- Una manchita que después, con la plancha caliente, ensucia toda la ropa...
Ladiá esa vela...
ROBUSTIANA .- ¡Viva, pues, la patrona!
PRUDENCIA.- ¡Sacá esa porquería de ahí! (Da un manotón a la vela, que va a caer sobre
la enagua que plancha RUDECINDA.)RUDECINDA .- ¡Ay! ¡Bruta! ¡Cómo me has puesto la nagua!
PRUDENCIA .- (Displicente.) ¡Oh! ¡Fue sin querer!
ROBUSTIANA.- ¡Jua, jua, jua! (Recoge la vela y trata de reanudar su tarea.)
RUDECINDA.- ¡A la miseria! ¡Y tanto trabajo que me había dao plancharla! (Muy
irritada.) ¡Odiosa!... ¡Te la había de refregar por el hocico!
PRUDENCIA.- ¡No hay cuidao!
RUDECINDA.- ¡No me diera Dios más trabajo!
PRUDENCIA.- (Alejándose.) Pues hija, estarías todo el día ocupada.
RUDECINDA.- ¡Ah, sí! ¡Ah, sí! ¡Ya verás! ¡Zafada! ¡Sinvergüenza! (Corre a
PRUDENCIA.)
ROBUSTIANA.- (Al ver que no la alcanza.) ¡Jua, jua, jua!
RUDECINDA.- (Deteniéndose.) Y vos... gallina crespa, ¿de qué te reís?
ROBUSTIANA.- ¿Yo? ¡De las cosquillas!
RUDECINDA.- Pues tomá para que te riás todo el día. (Le refriega las enaguas por la
cara.) ¡Atrevida!
ROBUSTIANA.- ¡Ah!... ¡Madre! ¡Bruja del diablo!... (Corre hacia la mesa y toma una
plancha.) ¡Acercate ahora! ¡Acercate y verás cómo te plancho la trompa!
PRUDENCIA.- ¡Ya la tienes almidonada, che, Robusta!RUDECINDA.- (A PRUDENCIA.) Y vos relamida, que te pintás con el papel de los
festones para lucirle al rubio...
PRUDENCIA.- Peor es afeitarse la pera, che, como hacen algunas...
ROBUSTIANA.-
¡Jua, jua! (Cantando.)
Mañana por la mañana
se mueren todas las viejas...
y las llevan a enterrar
al...
PRUDENCIA.- ¡Angelitos pal cielo!
DOÑA DOLORES.- Por favor, mujeres, por favor. ¡Se me parte la cabeza! Parece que no
tuvieran compasión de esta pobre madre dolorida. Robustiana, preparame esos
parchecitos... ¡Ay, mi Dios y la Virgen Santísima!
RUDECINDA .- Si te hicieras respetar un poco por los potros de tus hijas... no pasaría
esto.
ROBUSTIANA .- Potro, pero no pa tu doma.
DOÑA DOLORES.- ¡Hija mía, por favor!
ROBUSTIANA.- ¡Oh! ¡Que se calle ésa primero! ¡Es la que busca! (Vuelven a planchar.
RUDECINDA, rezongando, limpia las manchas de sebo.) Ahí tiene su remedio, mama.
¡Prontito, que se enfría! (Colocándole los parches.) Aquí... ¿Ta caliente? Ahora otro,
¡ajajá!...
DOÑA DOLORES.- Gracias. Quiera Dios y María Santísima que me haga bien esto.(RUDECINDA rezonga más fuerte.)
ROBUSTIANA.- (Aludiendo a RUDECINDA.) ¡Juera, pasá juera, canela!
(PRUDENCIA se pone a arreglar las planchas en el brasero.)
DOÑA DOLORES.- (A ROBUSTIANA.) Mirá, hijita mía. Si hay agua caliente, cebame
un mate de hojas de naranjo. ¡Ay, mi Dios!
ROBUSTIANA .- Bueno. (Antes de hacer mutis.) ¡Rudecinda! ¿Querés vos un matecito
de toronjil? ¡Es bueno pa la ausencia!
(Vase.)
RUDECINDA.- ¡Tomalo vos, bacaray! (A PRUDENCIA.) ¡Ladiá el cuero!... (Toma otra
plancha y la refriega sobre una chancleta ensebada.) ¡Coloradas las planchas! ¡Uf! ¡Qué
temeridad!...
(Pausa. PRUDENCIA plancha tarareando; RUDECINDA trabaja por enfriar la plancha y
DOÑA DOLORES suspira quejumbrosa.)
Escena IIDOÑA DOLORES, RUDECINDA, PRUDENCIA y DON ZOILO.
(DON ZOILO aparece por la puerta del foro. Se levanta de la siesta. Avanza lentamente y
se sienta en un banquito. Pasado un momento, saca el cuchillo de la cintura y se pone a
dibujar marcas en el suelo.)
DOÑA DOLORES.- (Suspirando.) ¡Ay, Jesús, María y José!
RUDECINDA.- Mala cara trae el tiempo. Parece que viene tormenta del lao de la sierra.
PRUDENCIA.- Che, Rudecinda, ¿se hizo la luna ya?
RUDECINDA.- El almanaque la anuncia pa hoy. Tal vez se haga con agua.
PRUDENCIA.- Con tal de que no llueva mucho.
DOÑA DOLORES .- ¡Robusta! ¡Robusta! ¡Ay, Dios! Traeme de una vez ese matecito.
(DON ZOILO se levanta y va a sentarse a otro banquito.)
RUDECINDA.- (Ahuecando la voz.) «¡Güenas tardes!»... dijo el muchacho cuando vino...
PRUDENCIA.- Y lo pior jue que nadie le respondió. ¡Linda cosa!
RUDECINDA.- Che Zoilo, ¿me encargaste el generito pal viso de mi vestido? (DON
ZOILO no responde.) ¡Zoilo!... ¡Eh!... ¡Zoilo!... ¿Tas sordo? Decí... ¿Encargaste el
generito rosa?(DON ZOILO se aleja y hace mutis lentamente por la derecha.)
Escena III
DOÑA DOLORES, RUDECINDA y PRUDENCIA.
RUDECINDA.- No te hagás el desentendido, ¿eh? (A PRUDENCIA.) Capaz de no
haberlo pedido. Pero amalaya que no suceda, porque se las he de cantar bien claro... Si se
ha creído que debo aguantar sus lunas, está muy equivocao... muy equivocao...
DOÑA DOLORES.- En el papelito que mandó a la pulpería no iba apuntao.
PRUDENCIA.- Yo lo puse...
DOÑA DOLORES.- Pero él me lo hizo sacar.
RUDECINDA .- ¿Qué?
DOÑA DOLORES.- Dice que bonitas estamos para andar con lujos... ¡Ay, mi Dios!
RUDECINDA .- ¿Ah, sí? Dejalo que venga y yo le via preguntar quién paga mis lujos...
¡Caramba! ¡Le han entrao las economías con lo ajeno!
Escena IVDOÑA DOLORES, RUDECINDA, PRUDENCIA y MARTINIANA.
MARTINIANA.- (Saliendo.) ¡Bien lo decía yo!... De juro que mi comadre Rudecinda
está con la palabra. ¡Güenas tardes les dé Dios!
RUDECINDA.- (Con cierto alborozo.) ¿Cómo le va?
PRUDENCIA .- ¡Hola, ña Martiniana!
MARTINIANA .- ¿Cómo está, comadre? ¿Cómo te va, Prudencia? ¡Ay, Virgen Santa!
Misia Dolores siempre con sus achaques. ¡Qué tormento, mujer!... ¿Qué se ha puesto?
¿Parches de yerba? ¡Pchss!... ¡Cusí, cusí! Usté no se va a curar hasta que no tome la
ñopatía. Lo he visto a mi compadre Juan Avería hacer milagros... Tiene tan güena mano pa
darla... Y ¿qué tal, muchachas? ¿Qué se cuenta'e nuevo? Me via sentar por mi cuenta, ya
que no me convidan.
RUDECINDA .- ¿Y mi ahijada?
MARTINIANA.- ¡Güena, a Dios gracias! La dejé apaleando una ropita del capitán
Butiérrez, porque me mandó hoy temprano al sargento a decirme que no me juera a olvidar
de tenerle, cuando menos, una camisa pronta pal sábado, que está de baile.
RUDECINDA.- ¿Dónde?
PRUDENCIA.- Será muy lejos, pues nosotras no sabemos nada.
MARTINIANA .- Háganse no más las mosquitas muertas. ¡No van a saber! El sargento me
dijo que la junción sería acá.
PRUDENCIA.- Como no bailemos con las sillas...RUDECINDA.- ¡Quién sabe! Tal vez piensen darnos alguna serenata. El comisario es
buen cantor.
MARTINIANA .- ¡Sí, algo de eso he oído!
DOÑA DOLORES .- ¡Ay, mi Dios! ¡Como pa serenatas estamos!
MARTINIANA .- Lo que es a don Zoilo no le va a gustar mucho. Así le decía yo al
sargento.
RUDECINDA.- ¡Oh! Si fuésemos a hacerle caso, viviríamos peor que en un convento.
MARTINIANA .- Parece medio maniático; aurita, cuando iba dentrando, me topé con él y
ni las güenas tardes me quiso dar... No es por conversar, pero dicen por ahí que está medio
ido de la cabeza. También, hijitas, a cualquiera le doy esa lotería. ¡Miren que quedarse de la
mañana a la noche con una mano atrás y otra adelante, como quien dice, perder el campo en
que ha trabajado toda la vida y la hacienda y todo! Porque dejuramente entre jueces y
procuradores le han comido vaquitas y majadas. ¡Y gracias que dio con un hombre tan
güeno como don Juan Luis! Otro ya les hubiera intimidado el desalojo, como se dice. ¡Qué
persona tan cumplida y de güenos sentimientos! ¡Oh! ¡No te pongas colorada, Prudencia!
No lo hago por alabártelo... Che, decime: ¿tenés noticia de Aniceto? Dicen que está
poblando en el Sarandí pa casarse con vos. ¿Se jugará esa carrera? ¡Hum!... «Lo dudo» dijo
un pardo y se quedó serio... ¡Ah! ¡Eso sí! Como honrao y trabajador no tiene reparo. Mas
¿qué querés? Se me hace que no harían güena yunta. ¿Es cierto que don Zoilo se empeña
tanto en casarlos, che?
PRUDENCIA.- Diga. ¿Me trajo aquella plantita de resedá?
MARTINIANA .- ¿Querrás creer que se me iba olvidando? Sí y no. El resedá se me quedó
en casa; pero te traigo unas semillitas de una planta pueblera muy linda.
PRUDENCIA.- (Novelera y acercándose.) ¡A verlas, a verlas!
MARTINIANA.- (Sacando un sobre del seno.) Están ahí adentro de ese papel.
PRUDENCIA .- (Ocultando la carta.) ¿Se pueden sembrar ahora?MARTINIANA .- Cuando vos querás; en todo tiempo.
PRUDENCIA.- Pues ya mismo voy a plantarlas. (Va hacia el jardincito de la derecha y
abre la carta.)
MARTINIANA.- Pues sí, señor, comadre. Dicen que anda la virgüela. ¿Será cierto?
RUDECINDA.- (Que ha seguido con interés los movimientos de PRUDENCIA.)
Parece... Se habla mucho. (Deja la plancha y se aproxima a PRUDENCIA.)
MARTINIANA.- (Aparte.) Como calandria al sebo. (Volviéndose a DOÑA DOLORES.)
¡Caramba, caramba con doña Dolores! (Aproximándose con el banco.) Le sigue doliendo
nomás...
RUDECINDA.- (Apartada, con PRUDENCIA.) ¿Qué te dice don Juan Luis, che? Leé pa
las dos.
PRUDENCIA.- Puede venir el viejo.
RUDECINDA.- A ver. Leé no más.
PRUDENCIA.- (Leyendo con dificultad.) «Chinita mía.»
RUDECINDA.- ¡Si será zafao el rubio!...
PRUDENCIA.- «Chinita mía. Recibí tu adorable cartita y con ella una de las más tiernas
satisfacciones de nuestro naciente idilio. Si me convenzo de que me amas de veras»...
¡Sinvergüenza, no está convencido todavía! ¿Qué más quiere? ¡Goloso!
RUDECINDA.- No seas pava. No dice semejante cosa. Hay un punto en la letra sí. «Sí»,
punto... «me convenzo de que me amas de veras y...»PRUDENCIA.- ¡Ah, bueno! (Lee.) «... que me amas de veras y espero recibir constantes
y mejores pruebas de tu cariño. Tengo una sola cosa que reprocharte. Lo esquiva que
estuviste conmigo la otra tarde...»
RUDECINDA .- ¿Ves? ¿Qué te dije?
PRUDENCIA .- Yo no tuve la culpa. ¡Sentí ruido y creí que venía mama!
RUDECINDA.- ¡Zonza! ¡Pa lo que cuesta dar un beso! Seguí leyendo.
PRUDENCIA .- ¡Si no fuera más que uno! (Leyendo.) «La última tarde...» ¡Ay! Creo que
llega tata.
RUDECINDA.- No; viene lejos. Fijate prontito, a ver si dice algo pa mí.
PRUDENCIA.- Esperate... «Dile a Rudecinda que esta tarde o mañana iré con el capitán
Butiérrez a reconciliarlo con don Zoilo.»
MARTINIANA.- (Como dando una señal.) Muchachas, ¿sembraron ya las semillas?
PRUDENCIA.- (Ocultando la carta.) Acabamos de hacerlo.
Escena V
DOÑA DOLORES, RUDECINDA, PRUDENCIA, MARTINIANA y DON ZOILO.
DON ZOILO.- (Con una maleta de lona en la mano, que deja caer a los pies de DOÑA
DOLORES.) Ahí tienen los encargos de la pulpería.MARTINIANA.- (Zalamera.) Güenas tardes, don Zoilo. Hace un rato no me quiso
saludar, ¿eh?
DON ZOILO .- ¿Qué andás haciendo por acá? ¡Nada güeno, de juro!
MARTINIANA.- Ya lo ve, pasiando un poquito.
DON ZOILO .- Ahí se iba tu yegua campo ajuera, pisando las riendas.
MARTINIANA .- (Mirando al campo.) Y mesmo. Mañerasa la tubiana. (Yéndose, a
gritos.) ¡Che, Nicolás!; vos que tenés güenas piernas, atajamelá, ¿querés?
Escena VI
DOÑA DOLORES, RUDECINDA, PRUDENCIA y DON ZOILO.
RUDECINDA.- (Que ha estado revisando la maleta, a DON ZOILO, que se aleja.) ¡Che,
Zoilo! ¡Eh! (Deteniéndolo.) ¿Y mis encargos?
DON ZOILO.- No sé.
RUDECINDA.- ¿Cómo que no sabés? Yo te he pedido (Recalcando.) por mi cuenta,
pagarlo con mi platita, dos o tres cosas y un corte de vestido pa Prudencia, la pobre, que no
tiene qué ponerse. ¿Ande está eso?
DON ZOILO .- Tará ahí...
(PRUDENCIA recoge la maleta y se va por la izquierda.)Escena VII
DOÑA DOLORES, RUDECINDA y DON ZOILO.
RUDECINDA.- ¡Por favor, che! Mirá que voy a creer lo que andan diciendo. Que tenés
gente en el altillo.
DON ZOILO.- Así será.
RUDECINDA.- Bueno. Dame entonces la plata; yo haré las compras.
DON ZOILO .- No tengo plata.
RUDECINDA.- ¿Y el dinero de los novillos que me vendiste el otro día?
DON ZOILO.- Lo gasté.
RUDECINDA.- Mentira. Lo que hay es que vos pensás rebuscarte con lo mío, después de
haber tirado en pleitos y enredos la fortuna de tus hijos. Eso es lo que hay.
DON ZOILO.- Güeno; ladiate de ái o te sacudo un guantón.
(Mutis.)Escena VIII
DOÑA DOLORES y RUDECINDA.
RUDECINDA.- ¡Vas a pegar, desgraciao! (Volviéndose.) ¿Has visto, Dolores? Ese
hombre está loco o está borracho...
DOÑA DOLORES .- (Suspirando.) ¡Qué cosas, Virgen Santa!
RUDECINDA.- (Tirando violentamente las ropas de planchar.) ¡Oh!... Lo que es
conmigo, va a embromar poco... O me entrega a buenas mi parte, o...
Escena IX
DOÑA DOLORES, RUDECINDA y ROBUSTIANA.
ROBUSTIANA.- (Saliendo.) Ahí tiene su mate, mama... ¡Pucha que hay gente desalmada
en este mundo! Parece mentira. Es no tener ni pizca...
RUDECINDA .- ¿Qué estás rezongando vos?
ROBUSTIANA.- Lo que se me antoja. ¿Por qué le has dicho esas cosas a tata?
RUDECINDA .- Porque las merece.ROBUSTIANA.- ¿Qué ha de merecerlas el pobre viejo? ¡Desalmadas! ¡Y parece que les
estorba y quieren matarlo a disgustos!
RUDECINDA .- ¡Callate la boca, hipócrita! Buena jesuita sos vos... Tisicona del diablo...
ROBUSTIANA.- Vale más ser eso que unas perversas y unas... desorejadas como
ustedes...
RUDECINDA.- (Airada, levantando una plancha.) A ver, repetí lo que has dicho,
insolente.
DOÑA DOLORES.- ¡Hijas, por misericordia, no metan tanto ruido! ¿No ven cómo estoy?
ROBUSTIANA.- (Burlona.) ¡Ah, Dios mío! ¡Doña Jeremías! ¡Usted también es otra
como ésas! Con el pretexto de su jaqueca y sus dolamas, no se ocupa de nada y deja que
todo en esta casa ande como anda. ¡Qué demontres! Vaya a acostarse si no quiere oír lo que
no le conviene.
(RUDECINDA y DOÑA DOLORES cambian gestos de asombro.)
DOÑA DOLORES.- (Levantándose.) ¡Mocosa, insolente! ¿Ésa es la manera de tratar a su
madre? Te via a enseñar a respetarme.
ROBUSTIANA.- Con su ejemplo no voy a aprender mucho, no hay cuidao...
DOÑA DOLORES.- ¡Madre Santa! ¿La han oído ustedes?
Escena XDOÑA DOLORES, RUDECINDA, ROBUSTIANA y PRUDENCIA.
PRUDENCIA.- (Que ha oído el final de la escena.) ¡Déjela, mama! ¡La ha picado el
alacrán!
ROBUSTIANA.- Callate vos, pandereta.
DOÑA DOLORES.- ¡Qué la via dejar! Vení pa ca... Decí... ¿qué malos ejemplos te ha dao
tu madre?
ROBUSTIANA .- No sé... no sé...
PRUDENCIA .- Mirenlá. Retratada de cuerpo presente. ¡Tira la piedra y esconde la mano!
DOÑA DOLORES.- ¡No la ha de esconder! (Tomándola por un brazo.) ¡Hablá, pues,
largá el veneno!
(La zamarrea. RUDECINDA y PRUDENCIA la rodean.)
ROBUSTIANA.- ¡Déjeme!
RUDECINDA.- Ahora se te van a descubrir las hipocresías, tísica.
PRUDENCIA .- Las vas a pagar todas juntas, lengua larga.
ROBUSTIANA .- ¡Jesús! ¡Se ha juntao la partida! Pero no les via tener miedo. ¿Quieren
que hable? Bueno... ¿Saben qué más? Que las tres son unas... (DOÑA DOLORES le tapa
la boca de una bofetada.) ¡Ay... perra vida!... (Enfurecida alza la mano e intenta arrojarse
sobre DOÑA DOLORES.)RUDECINDA.- (Horrorizada.) ¡Muchacha! ¡A tu madre!
ROBUSTIANA.- (Se detiene sorprendida, pero reacciona rápidamente.) ¡A ella y a todas
ustedes!
(Se precipita sobre un banco y lo alza con ademán de arrojarlo. Las tres mujeres retroceden
asustadas.)
Escena XI
DOÑA DOLORES, RUDECINDA, ROBUSTIANA, PRUDENCIA y DON ZOILO.
DON ZOILO.- (Apareciendo.) ¡Hija! ¿Qué es esto?
ROBUSTIANA.- (Deja caer el banco y se le echa en los brazos sollozando
desesperadamente.) ¡Ay, tata! ¡Mi tatita! ¡Mi tatita!
DON ZOILO .- ¡Cálmese! ¡Cálmese! ¿Qué le han hecho, hija? ¡Pobrecita! ¡Vamos!
Tranquilícese, que le va a venir la tos. Sí... ya sé que usted tiene razón. Yo, yo la voy a
defender.
DOÑA DOLORES.- (Dejándose caer en su sillón.) ¡Ay, Virgen Santísima de los
Dolores! ¡Se me parte esta cabeza!
(RUDECINDA y PRUDENCIA hacen que continúan planchando.)DON ZOILO .- (Entre iracundo y conmovido.) ¡Parece mentira! ¡Tamañas mujeres!
Bueno, basta, hijita. (ROBUSTIANA tose.) ¿No ve? ¿Ya le dentra la tos? ¡Cálmese, pues!
ROBUSTIANA.- (Sollozante.) Sí, tata; ya me pasa.
DON ZOILO.- ¿Quiere un poco de agua? A ver ustedes, cuartudas, si se comiden atraer
agua pa esta criaturita.
(RUDECINDA va a buscar el agua.)
ROBUSTIANA.- Me pe... garon... porque... les dije... la ver... la verdad... ¡Son unas
sinvergüenzas! (Tose.)
DON ZOILO.- Demasiado lo veo. ¡Parece mentira! ¡Canejo! ¡Se han propuesto matarnos a
disgustos!
PRUDENCIA.- ¡Fíjese, mama, en el jueguito de esa jesuita!
RUDECINDA .- (Volviendo con un jarro de agua que deja bruscamente.) ¡Ahí tiene
agua! Hasta pa augarse.
DON ZOILO .- Tome unos traguitos... ¡Así! ¿Se siente mejor? Trate de sujetar la tos,
pues... (Sonriente.) ¡Qué diablos!... Tírele de la riendita. ¿Quiere recostarse un poquito?
Venga a su cama.
ROBUSTIANA.- (Mimosa.) ¡No!... Muchas gracias. (Lo besa.) Muchas gracias. Estoy
bien; y, además, quiero quedarme aquí porque... ¡quién sabe qué enredos van a meterle
ésas!
RUDECINDA.- Mirenlá a la muy zorra. Tenés miedo de que sepa la verdad, ¿no?DON ZOILO.- ¡Cállese usté la boca!
RUDECINDA .- ¡Oh!... ¿Y por qué me he de callar? ¿Hemos de dejar que esa mocosa
invente y arregle las cosas a su modo? ¡No faltaría más! La madre la ha cachetiao, y bien
cachetiada, porque le faltó al respeto...
DOÑA DOLORES.- ¡Ay, Dios mío!
PRUDENCIA.- ¡Claro que sí! ¡Cuando menos, ella tendrá corona!
RUDECINDA.- ¡Y le levantó la mano a Dolores!
DON ZOILO .- ¡Güeno, güeno, güeno! ¡Que no empiece el cotorreo! Ustedes, desde un
tiempo a esta parte, me han agarrao a la gurisa pal piquete, sin respetar que está enferma y
por algo ha de ser... (Enérgico.) ¡Y ese algo lo vamos a aclarar ahora mesmito! ¿Han
oído?, ¡ahora mesmito!... (A DOÑA DOLORES.) A ver vos, doña quejidos; vos que sos
aquí la madre y la dueña e casa, ¿qué enriedo es éste?
DOÑA DOLORES.- ¡Virgen de los Desamparados, como pa historias estoy yo con esta
cabeza!
DON ZOILO.- ¡Canejo! Se la corta si no le sirve pa cumplir con sus obligaciones... (A
RUDECINDA.) Y vos, vamos a ver, aclarame pronto el asunto; no has de tener jaqueca
también. Respondé...
RUDECINDA.- (Chocante.) ¡Caramba, no sabía yo que te hubiesen nombrao juez!
DON ZOILO.- No. (Mostrando el talero.) A quien nombraron jue a ño rebenque. Así es
que no seás comadre y respondé como la gente. Ya se te ha pasao la edá de las macacadas.
RUDECINDA.- Te voy a contestar cuando me digás qué has hecho de mis intereses.
DON ZOILO .- (Airado.) ¿Eh? (Conteniéndose.) ¡Hum!... Ta güeno. Esperate un poco,
que te voy a dar lindas noticias. (Hosco, retorciendo el rebenque.) Conque... conque,
¿nadie quiere hablar? (A ROBUSTIANA.) Vamos a ver, hijita. Usted ha de ser güena.Cuéntele a su tata todas las cosas que tiene que contarle. Reposadita y sin apurarse mucho,
que se fatiga...
ROBUSTIANA.- No, tata; no tengo nada que decirle.
DON ZOILO .- ¿Cómo es eso?
ROBUSTIANA .- Digo...no. Es que... lo único... es eso... que... Lo único... es eso... que no
me tratan bien.
DON ZOILO.- Por algo ha de ser entonces. Vamos... empiece.
ROBUSTIANA .- Porque no me quieren, será.
DON ZOILO .- (Grave.) Bueno, hijita. Hable de una vez; no me vaya a disgustar usted
también.
ROBUSTIANA.- Es que... si lo digo se disgusta más.
DON ZOILO .- Ya caíste, matrera. Ahora no tendrás más remedio que largar el lazo... y
tire sin miedo que no lo via mañeriar a la argolla. ¡Está bien sogueao el güey viejo!
DOÑA DOLORES.- ¡Ay, hijas! ¡No puedo más! Voy a echarme en la cama un ratito. (Se
alza.)
DON ZOILO.- ¡No, no, no, no! ¡De aquí no se mueve nadie! A la primera que quiera dirse,
le rompo las canillas de un mangazo. Empiece el cuento.
ROBUSTIANA.- No, no... tata... Usté se va a enojar mucho.
DON ZOILO.- ¡Más de lo que estoy! Y ya me ves; tan mansito. Encomience. Vamos.
(Recalcando.) Había una vez unas mujeres...ROBUSTIANA.- Bueno; lo que yo tenía que decirle era que, en esta casa, no lo respetan a
usted, y que las cosas no son lo que parece... (Alzándose.) Y entré por un caminito y salí
por otro...
DON ZOILO.- ¡No me juyás!... Adelante, adelante... Sentate. Eso de que no me respetan
hace tiempo que lo sé. Vamos a lo otro.
ROBUSTIANA.- Yo creo que nosotros debíamos irnos de esta estancia... Pues... de todos
modos ya no es nuestra, ¿verdad?
DON ZOILO .- ¡Claro que no!
ROBUSTIANA.- Y como no hemos de vivir toda la vida de prestao, cuanto más antes
mejor!; ¡menos vergüenza!
DON ZOILO.- Es natural, pero no comprendo a que viene eso...
ROBUSTIANA.- ¡Viene a que si usté supiera por qué don Juan Luis nos ha dejao seguir
viviendo en la estancia después de ganar el pleito, ya se habría mandao mudar!
RUDECINDA.- ¡Ave María! ¡Qué escándalo de mujer intrigante!... ¡Zoilo!... ¡Pero Zoilo!
¿Tenés valor de dejarte enredar por una mocosa?
DON ZOILO .- Siga, m'hija... siga no más. Esto se va poniendo bonito.
RUDECINDA.- ¡Ah, no! ¡Qué esperanza! Si vos estás chocho con la gurisa, nosotras no,
¿me entendés? ¡Faltaba otra cosa! ¡Mándese mudar de aquí, tísica, lengua larga! ¡Ya!... (A
DON ZOILO.) No, no me mirés con esos ojos, que no te tengo miedo. A ver ustedes, qué
hacen; vos, Dolores... Prudencia. Parece que tuvieran cola e paja... Muévanse. Vengan a
arrancarle el colmillo a esta víbora, pues. (A ROBUSTIANA.) Contestá, ladiada. ¿Qué
tenés que decir de malo de don Juan Luis?
DOÑA DOLORES.- ¡Ay, mi Dios!
DON ZOILO.- Siga, m'hija, y no se asuste, porque aquí está don talero con ganas de comer
cola.ROBUSTIANA.- Sí, tata. ¡Vergüenza da decirlo!... ¡Cuando usté se va para el pueblo, la
gente se lo pasa aquí de puro baile corrido!
DON ZOILO .- Me lo maliciaba.
ROBUSTIANA .- ¡Con don Juan Luis, el comisario Butiérrez y una runfla más!
DON ZOILO.- ¡Ah! ¡Ah! Adelante.
ROBUSTIANA.- Y lo peor es que... es que... Prudencia... (Llora.) No, no digo más...
(PRUDENCIA se aleja disimuladamente y desaparece por la izquierda.)
DON ZOILO .- ¡Vamos, pues, no llore! Hable. ¿Prudencia, qué?...
ROBUSTIANA.- Prudencia... al pobre... al pobre Aniceto, tan bueno y que tan... to que la
quiere... le juega sucio con don Juan Luis.
DON ZOILO.- ¡Ah! Eso es lo que quería saber bien. Ahora sí, ahora sí; no cuente más,
m'hija; no se fatigue. Venga a su cuarto; así descansa... (La conduce hacia el foro; al pasar
junto a DOÑA DOLORES levanta el talero, como para aplastarla.) ¡No te via pegar! ¡No te
asustés, infeliz!
Escena XII
DOÑA DOLORES y RUDECINDA.RUDECINDA.- (Permanece un instante cavilosa y con aire despectivo.) Bueno, ¿y qué?
(Viendo llorar a DOÑA DOLORES.) No te aflijás, hija. Ya lo hemos de enderezar a Zoilo.
¡Mocosa, lengua larga! ¡Quién hubiera creído!
Escena XIII
DOÑA DOLORES, RUDECINDA, DON ZOILO y BATARÁ.
DON ZOILO .- (Saliendo.) ¡Arrastradas! ¡Arrastradas! Merecían que las deslomara a
palos... Arrastradas... (Llamando.) ¡Batará! ¡Batará! (Paseándose.) ¡Ovejas! ¡Peores
entoavía! ¡Las ovejas siquiera no hacen daño a naide!... ¡Batará!
BATARÁ.- (Saliendo.) Mande, señor.
DON ZOILO.- ¿Qué caballo hay en la soga?
BATARÁ .- ¡El doradillo tuerto, señor!
DON ZOILO.- ¿Aguantará un buen galope?
BATARÁ .- ¡Ya lo creo, señor!
DON ZOILO.- Bien. Vas a ensillarlo en seguida y le bajás la mano hasta el Sarandí.
¿Sabés ande está poblando Aniceto?
BATARÁ .- Sí, señor.DON ZOILO.- Llegás y le decís que se venga con vos, porque tengo que hablarle... ¡Ah!...
Al salir te arrimás a lo de mi compadre Luna a decirle en mi nombre que necesito la carreta
con güeyes pa mañana; que me haga el favor de mandármela de madrugada.
BATARÁ .- Ta bien, señor.
DON ZOILO.- Entonces, volá.
(Mutis BATARÁ.)
Escena XIV
DOÑA DOLORES, RUDECINDA y DON ZOILO.
DON ZOILO.- (Después de pasearse un momento, a DOÑA DOLORES.) Y usté, señora,
tiene que mejorarse en seguidita de la cabeza; ¿me oye? ¡En seguidital
DOÑA DOLORES .- ¡Ay, Jesús, María y José! ¡Sí, estoy un poco más aliviada ya! ¡Me
han hecho bien los parchecitos!
DON ZOILO.- ¡Pues se alivia del todo y se va rápido a arreglar con ésas las cacharpas más
necesarias pal viaje; mañana al aclarar nos vamos de aquí!
RUDECINDA.- ¿Y ande nos vamos?
DON ZOILO .- ¡Ande a usté no se le importa! ¡Canejo! ¡Ya, muévanse!... (Continúa
paseándose.)DOÑA DOLORES.- (Yéndose.) Virgen de los Desamparados, ¡qué va a ser de nosotros!
Escena XV
RUDECINDA y DON ZOILO.
RUDECINDA.- Decime, Zoilo. ¿Te has enloquecido endeveras? ¿Ande nos llevás?
DON ZOILO .- ¡Al medio del campo! ¡Qué sé yo! ¡No me va a faltar una tapera vieja ande
meterlas!
RUDECINDA.- ¡Ah! ¡Yo no me voy, ¡Soy libre!
DON ZOILO .- Quedate si querés.
RUDECINDA.- Pero primero me vas a entregar lo que me pertenece; mi parte de la
herencia...
DON ZOILO .- Pediselá a tu amigo el diablo, que se la llevó con todo lo mío.
RUDECINDA .- (Espantada.) ¿Cómo?
DON ZOILO.- Llevándosela!
RUDECINDA.- ¡Ah! ¡Madre! ¡Ya lo maliciaba! ¿Conque me has fundido también?
¿Conque me has tirado mis pesitos? ¿Conque me quedo en la calle? ¡Ah!... ¡Canalla!
¡Sinvergüenza! La...DON ZOILO .- (Imponente.) ¡Phss! ¡Cuidado con la boca!
RUDECINDA .- ¡Canalla! ¡Canalla! ¡Ladrón!
DON ZOILO.- ¡Rudecinda!
RUDECINDA .- ¡No te tengo miedo! Te lo via decir mil y cincuenta veces... ¡Canalla!
¡Cuatrero! ¡Cuatrero!
DON ZOILO.- (Hace un ademán de ira, pero se detiene.) ¡Pero hermana! ¡Hermana!...
¿Es posible?
RUDECINDA.- (Echándose a llorar.) Madre de mi alma, que me han dejado en la calle...
me han dejado en la calle... Mi hermano me ha robao...
(Se va por el foro llorando a gritos. DON ZOILO abrumado, hace mutis lentamente por la
primera puerta de la izquierda.)
Escena XVI
PRUDENCIA y JUAN LUIS.
(Después de una breve pausa, aparece PRUDENCIA. Mira cautelosamente en todas
direcciones, y no viendo a nadie corre hacia la derecha, deteniéndose sorprendida junto al
portón, donde topa con JUAN LUIS.)PRUDENCIA.- (Ademán de huir.) ¡Ah!
JUAN LUIS .- Buenas tardes. ¡No se vaya! (Tendiéndole la mano.) ¿Cómo está?
PRUDENCIA.- (Muy avergonzada.) ¡Ay, Jesús!... ¡Cómo me encuentra!...
JUAN LUIS .- (Reteniendo la mano, después de cerciorarse de que están solos.)
¡Encantadora te encuentro, monísima, mi vidita!
PRUDENCIA.-
(Apartándose.) ¡No... no!... Déjeme... Váyase... ¡Tata está ahí!
JUAN LUIS .- (Goloso, avanzando.) ¡Y qué tiene! ¡Dormirá! ¡Vení, prenda!
PRUDENCIA .- (Compungida.) No... váyase, sabe todo. Está furioso.
JUAN LUIS.- ¡Oh! Ya lo amansaremos. ¿Recibiste mi carta?
PRUDENCIA .- Sí. (Después de mirar a todos lados, con fingido enojo.) Usté es un
atrevido y un zafao, ¿sabe?
JUAN LUIS .- ¿Aceptás? ¿Sí? ¿Irás a casa de Martiniana?
PRUDENCIA .- Este... Jesús, siento ruido. (Huyendo hacia el foro.) ¡Tata! ¡Lo buscan!
(Mutis por segunda izquierda.)
JUAN LUIS.- ¡Arisca la china! (Se pasea.)Escena XVII
DON ZOILO y JUAN LUIS.
DON ZOILO .- (Saliendo.) ¿Quién me busca? ¡Ah!
JUAN LUIS .- (Confianzudo.) ¿Qué tal, viejo amigo? ¿Cómo le va? ¿Está bueno? Le
habré interrumpido la siesta, ¿no?
DON ZOILO .- Bien, gracias; tome asiento.
(Pronto aparecen en cada una de las puertas PRUDENCIA, RUDECINDA y DOÑA
DOLORES; curiosean inquietas un instante y se van.)
JUAN LUIS .- No; traigo un amigo y no sé si usted tendrá gusto en recibirlo.
DON ZOILO .- No ha de ser muy chúcaro cuando no le han ladrao los perros.
JUAN LUIS.- Es una buena persona.
DON ZOILO .- Ya caigo. El capitán Butiérrez, ¿no? (Se rasca la cabeza con rabia.) ¡Ta
güeno!...
JUAN LUIS .- Y me he propuesto que se den un abrazo. Dos buenos criollos como ustedes
no pueden vivir así, enojados. De parte de Butiérrez, ni qué hablar...
DON ZOILO.- (Muy irónico.) ¡Claro! ¡Ni qué hablar! Mande no más, amigazo. ¡Usted es
muy dueño! Vaya y digalé a ese buen mozo que se apee... Yo voy a sujetar los perros.JUAN LUIS .- (A voces desde la verja.) ¡Acérquese no más, comisario! Ya está pactado el
armisticio.
(Va a su encuentro.)
Escena XVIII
DON ZOILO, JUAN LUIS y GUTIÉRREZ.
JUAN LUIS.- (Aparatoso; empujando a GUTIÉRREZ.) Ahí lo tiene al amigo don Zoilo,
olvidado por completo de las antiguas diferencias... (Hierático.) Pax vobis.
GUTIÉRREZ .- (Extendiendo los brazos.) ¡Cuánto me alegro! ¿Cómo te va, Zoilo?
DON ZOILO.- (Empacado ofreciéndole la mano.) Güen día...
GUTIÉRREZ .- (Cortado.) ¿Tu familia, buena?
(Pausa.)
DON ZOILO.- Tomen asiento.
JUAN LUIS.- Eso es... (Ocupando el sillón.) ¡Siéntese por acá, comisario! (Señala una
silla.) Tiempo lindo, ¿verdad? Don Zoilo, ¿usté no se sienta? Arrime un banco, pues...(DON ZOILO se sienta.) Las muchachas estarán de tarea seguramente. Hemos venido a
interrumpirlas... Seguro que han ido a arreglarse. Dígales que por nosotros no se preocupen.
¡Pueden salir así no más, que siempre están bien!
(Pausa embarazosa.)
GUTIÉRREZ.- (Por decir algo.) ¡Qué embromar! ¡Qué embromar con las cosas!
JUAN LUIS .- ¿Con qué cosas?
GUTIÉRREZ .- Ninguna. Decía por decir, no más. Es costumbre.
Escena XIX
DON ZOILO, JUAN LUIS, GUTIÉRREZ y RUDECINDA.
RUDECINDA.- (Un tanto transformada y hablando con relativa exageración.) ¡Ay!...
¡Cuánto bueno tenemos por acá!... ¿Cómo está, Butiérrez? ¿Qué milagro es éste, don Juan
Luis? Vean en qué figura me agarran.
JUAN LUIS.- Usted siempre está buena moza.
RUDECINDA.- ¡Ave María! No se burle.
GUTIÉRREZ.- (Ofreciéndole su silla.) Tome asiento.RUDECINDA .- ¡No faltaba más! Usté está bien; no, no, no. Ya me van a traer. (A
voces.) ¡Robusta, sacá unas sillas! ¿Y qué tal? ¿Qué buena noticia nos traen? ¿Qué se
cuenta por ahí? Ya me han dicho que usté, Butiérrez...
DON ZOILO .- ¡Rudecinda! Vaya a ver qué quiere Dolores.
RUDECINDA.- No; no ha llamado.
DON ZOILO .- (Alzándose.) ¡Va... ya a ver... qué... quiere... Dolores!
RUDECINDA .- (Vacilante.) Este... (Después de mirar a DON ZOILO.) Con permiso.
(Vase.)
Escena XX
DON ZOILO, JUAN LUIS y GUTIÉRREZ.
JUAN LUIS .- ¡Qué muchacha de buen genio esta Rudecinda! ¡Siempre alegre y
conversadora... ¿Y no tenemos un matecito, viejo Zoilo? Lo encuentro medio serio. Seguro
que no ha dormido siesta. Mi padre es así; cuando no sestea, anda que parece alunao.
GUTIÉRREZ.- (Cambiando de postura.) ¡Qué embromar con las cosas!
Escena XXIDON ZOILO, JUAN LUIS, GUTIÉRREZ y PRUDENCIA.
PRUDENCIA.- (Con mucha cortedad.) ¡Buenas tardes!
JUAN LUIS .- (Yendo a su encuentro.) ¡Viva!... ¡Salió el sol! ¡Señorita!
PRUDENCIA.- Bien, ¿y usté?
GUTIÉRREZ.- ¡Señorita Prudencia! ¡Qué moza!
PRUDENCIA.- Bien, ¿y usté? Tomen asiento. Estén con comodidad.
JUAN LUIS .- Gracias; siempre tan interesante, Prudencita. Linda raza, amigo don Zoilo.
DON ZOILO.- Che, Prudencia. Andá, que te llama Rudecinda.
PRUDENCIA.- ¿A mí? ¡No he oído!
DON ZOILO.- He dicho que te llama Rudecinda.
PRUDENCIA.- (Atemorizada, yéndose.) ¡Voy! Con licencia.
(Vase.)
Escena XXIIDON ZOILO, JUAN LUIS y GITIÉRREZ.
JUAN LUIS .- Pues yo no he oído.
DON ZOILO.- (Alterado.) ¡Pero yo sí, canejo! ¿Me entiende?
JUAN LUIS.- Bueno, viejo. Tendrá razón; no es para tanto.
GUTIÉRREZ .- ¡Hom!... Qué embromar... Qué embromar con las cosas...
DON ZOILO.- Ta bien. Dispense. (Aproximando su banco a JUAN LUIS.) Diga...
¿Tendría mucho que hacer aura?
JUAN LUIS .- ¿Yo?
DON ZOILO.- El mismo.
JUAN LUIS.- ¡No! Pero no me explico...
DON ZOILO .- Tenía que decirle dos palabritas.
JUAN LUIS .- A sus órdenes, viejo. Ya sabe que siempre...
GUTIÉRREZ .- (Alzándose.) Andate pa tu casa, Pedro, que paece que t'echan.
DON ZOILO.- Quedate no más. Siempre es güeno que la autoridad oiga también algunas
cosas... Este, pues, como le iba diciendo. Usté sabe que esta casa y este campo fueron míos;
que los heredé de mi padre, y que habían sido de mis agüelos... ¿no? Que todas las vaquitas
y ovejitas existentes en el campo, el pan de mis hijos, las crié yo a juerza de trabajo y de
sudores, ¿no es eso? Bien saben todos que, con mi familia, jue creciendo mi haber, a pesar
de que la mala suerte, como la sombra al árbol, siempre me acompañó.JUAN LUIS.- No sé a qué viene eso, francamente.
DON ZOILO.- Un día... déjeme hablar. Un día se les antojó a ustedes que el campo no era
mío, sino de ustedes; me metieron ese pleito de reivindicación; yo me defendí; las cosas se
enredaron como herencia de brasilero, y cuando quise acordar amanecí sin campo, ni vacas,
ni ovejas, ni techo para amparar a los míos.
JUAN LUIS .- Pero usted bien sabe que la razón estaba de nuestra parte.
DON ZOILO.- Taría cuando los jueces lo dijeron, pero yo dispués no supe hacer saber
otras razones que yo tenía.
JUAN LUIS .- Usted se defendió muy bien, sin embargo.
DON ZOILO.- (Alzándose terrible.) No, no me defendí bien; no supe cumplir con mi
deber. ¿Sabe lo que debí hacer, sabe lo que debí hacer? Buscar a su padre, a los jueces, a
los letrados; juntarlos a todos ustedes, ladrones, y coserles las tripas a puñaladas, ¡pa
escarmiento de bandoleros y saltiadores! ¡Eso debí hacer! ¡Eso debí hacer! ¡Coserlos a
puñaladas!
JUAN LUIS .- (Confuso.) ¡Caramba, don Zoilo! ¡Por favor!
GUTIÉRREZ .- (Interviniendo.) ¡Hombre, Zoilo! ¡Calmate! ¡Respetá un poco, que estoy
yo acá!
DON ZOILO.- (Serenándose.) ¡Toy calmao! ¡Ladiate de ahí!... ¡Eso debí hacer! ¡Eso!
(Sentándose.) No lo hice porque soy un hombre muy manso de sí, y por consideración a
los míos. Sin embargo...
JUAN LUIS .- Repito, señor, que no acabo de explicarme los motivos de su actitud. Por
otra parte, ¿no nos hemos portado con bastante generosidad? ¡Lo hemos dejado seguir
viviendo en la estancia! Nos disponemos a ocuparlo bien para que pueda acabar
tranquilamente sus días.
DON ZOILO.- (Irguiéndose.) ¡Cállese la boca, mocoso!... ¡Linda generosidad! ¡Bellacos!JUAN LUIS .- (Poniéndose de pie.) ¡Señor!...
DON ZOILO .- ¡Linda generosidad! Pa quitarnos lo único que nos quedaba, la vergüenza y
la honra, es que nos han dejado aquí... ¡Saltiadores! ¡Parece mentira que haiga cristianos tan
desalmaos!... ¡No les basta dejar en la mitad del campo al pobre paisano viejo, a que se
gane la vida cuando ya ni fuerzas tiene, sino que todavía pensaban servirse de él y su
familia para desaguachar cuanta mala costumbre han aprendido! ¡Ya podés ir tocando de
aquí, bandido! Mañana esta casa será tuya... ¡Pero lo que aura hay adentro es bien mío! ¡Y
este pleito yo lo fallo! ¡Juera de aquí!
JUAN LUIS .- ¡Pero, señor!
DON ZOILO.- (Agarrando el talero.) ¡Juera he dicho!
JUAN LUIS.- Está bien...
(Se va lentamente.)
DON ZOILO.- (A GUTIÉRREZ, que intenta seguirlo.) Y en cuanto a vos, entrá si querés
a sacar tu prenda. ¡Pasá no más, no tengás miedo!
GUTIÉRREZ .- Yo...
DON ZOILO.- ¡Ah!... ¡No querés! Bueno, tocá también. Y cuidadito con ponérteme por
delante otra vez (GUTIÉRREZ mutis.) ¡Herejes! ¡Saltiadores! ¡Saltiadores! (Los sigue un
momento con la vista, balbuceando frases incomprensibles. Después recorre con una
mirada las cosas que le rodean, avanza unos pasos y se deja caer abrumado en el sillón.)
¡Señor! ¡Señor! ¡Qué le habré hecho a la suerte pa que me trate así!... ¡Qué, qué le habré
hecho! (Deja caer la cabeza sobre las rodillas.)Acto II
Representa la escena, a gran foro, telón de campo; a la izquierda un rancho con puerta y
ventana practicables. Sobre el mojinete del rancho, un nido de horneros. A la derecha
rompimiento de árboles. Un carrito con un barril de los que se usan para transporte de agua.
Un banco largo debajo del alero del rancho, un banquito y un jarro de lata. Es de día.
Escena I
ROBUSTIANA y PRUDENCIA.
(Aparecen en escena ROBUSTIANA pisando maíz en un mortero y PRUDENCIA
cosiendo un vestido.)
ROBUSTIANA.- ¡Che, Prudencia! ¿Querés seguir pisando esta mazamorra? Me canso
mucho. Yo haría otra cosa cualquiera.
PRUDENCIA.- Pisala vos con toda tu alma. Tengo que acabar esta pollera.
ROBUSTIANA.- ¡Que sos mala! Llamala a mama entonces o a Rudecinda.
PRUDENCIA.- (Volviéndose, a voces.) Mama... Rudecinda. Vengan a servir a la señorita
de la casa y tráiganle un trono para que esté a gusto.Escena II
ROBUSTIANA, PRUDENCIA, DOÑA DOLORES y RUDECINDA.
DOÑA DOLORES.- (Saliendo.) ¿Qué hay?
PRUDENCIA .- Que la princesa de Chimango no puede pisar maíz.
DOÑA DOLORES.- ¿Y qué podés hacer entonces? Bien sabés que no hemos venido acá
pa estarnos de brazos cruzados.
ROBUSTIANA.- Sí, señora, lo sé muy bien; pero tampoco via permitir que me tengan de
piona.
RUDECINDA .- (Asomándose a una ventana.) ¿Ya está la marquesa buscando
cuestiones? Cuando no...
ROBUSTIANA .- Callate vos, comadreja.
RUDECINDA.- Andá, correveidile; buscá camorra no más pa después dirle a contar a tu
tata que te estamos martirizando.
ROBUSTIANA.- (Dejando la tarea.) ¡Por Dios!... ¿Quieren hacerme el favor de decirme
cuándo, cuándo me dejarán en paz? ¿Yo qué les hago pa que me traten así? Bien buena que
soy; no me meto con ustedes y trabajo como una burra, sin quejarme nunca a pesar de que
estoy bien enferma. ¡Y ahora porque les pido que me ayuden un poco, me echan la perrada
como a novillo chúcaro!
RUDECINDA.- (Que ha salido un momento antes con el pelo suelto, peinándose.) ¡Jesús,
la víctima! Si no hubiera sido por tus enredos, no te verías en estos trances.
ROBUSTIANA .- Por favor.RUDECINDA.- (Remedando.) ¡Por favor! ¡Véanle el aire de romántica!... Cómo se
conoce que anda enamorada; no te pongás colorada. ¿Te creés que no sabemos que andas
atrás de Aniceto?
ROBUSTIANA .- Bueno, por Dios. No hablemos más. Haré lo que ustedes quieran.
Trabajaré hasta que reviente. (Continúa pisando maíz.) De todos modos no les voy a dar
mucho trabajo, no; pronto no más. (Aparte, casi llorosa.) ¡Si no fuera por el pobre tata,
que me quiere tanto!
PRUDENCIA .- (A RUDECINDA.) ¿Te parece que será bastante el ancho? Le puse
cuatro paños.
DOÑA DOLORES .- ¡Ave María! ¡Qué anchura!
RUDECINDA.- ¡No, señora... con el fruncido! ¡A ver! ¡A ver! Esperate; tengo las manos
sucias de aceite.
PRUDENCIA .- ¿Y si la midiéramos con la tuya lila? ¿Ande la tenés?
RUDECINDA .- A los pies de mi cama. Vení.
(Hacen mutis.)
DOÑA DOLORES.- Ahora van a ver cómo sobra. Ese tartán es muy ancho.
(Mutis.)Escena III
ROBUSTIANA y DON ZOILO.
ROBUSTIANA.- (Angustiada.) ¡No quieren a nadie! ¡Pobre tatita!
(Apoyada en el mortero llora un instante. Óyense rumores de la izquierda. ROBUSTIANA
alza la cabeza, se enjuga rápidamente las lágrimas y continúa la tarea, canturreando un aire
alegre. DON ZOILO avanza por la izquierda a caballo, con un balde en la mano,
arrastrando un barril de agua. Desmonta, desata el caballo y lo lleva fuera, al volver
acomoda la rastra.)
DON ZOILO.- ¡Buen día, m'hija!
ROBUSTIANA.- Día... ¡bendición, tatita!
DON ZOILO .- ¡Dios la haga una santa! ¿Pasó mala noche, eh? ¿Por qué se ha levantao
hoy?
ROBUSTIANA.- No; dormí bien.
DON ZOILO .- Te sentí toser toda la noche.
ROBUSTIANA.- Dormida sería.
DON ZOILO.- Traiga, yo acabo.
ROBUSTIANA .- ¡No, deje! ¡Si me gusta!DON ZOILO .- Pero le hace mal. Salga.
ROBUSTIANA .- Bueno. Entonces yo voy a ordeñar, ¿eh?
DON ZOILO.- ¿Cómo? ¿No han sacao la leche entoavía?
ROBUSTIANA .- No señor, porque...
DON ZOILO .- ¿Y qué hacen ésas? ¿A qué hora se levantaron?
ROBUSTIANA.- Muy temprano...
DON ZOILO.- (Llamando.) ¡Dolores! ¡Rudecinda!
ROBUSTIANA.- Deje... Yo fui, que...
Escena IV
ROBUSTIANA, DON ZOILO y RUDECINDA.
RUDECINDA.- (Saliendo.) ¡Jesús! ¿Qué te duele?
DON ZOILO .- ¿No han podido salir entoavía de la madriguera? ¿Por qué no ordeñan de
una vez?
RUDECINDA.- ¡Qué apuro! Ya fue Dolores. (Intencionada.) Te vino con el parte alguna
tijereta, ¿no? ¿Cuánto le pagás por viaje?(Hace una mueca de desprecio a ROBUSTIANA, da un coletazo y desaparece. Pausa.)
Escena V
ROBUSTIANA, DON ZOILO y BATARÁ.
(BATARÁ aparece silbando, saca un jarro de agua del barril y bebe.)
BATARÁ .- ¡Ta fría! (A ROBUSTIANA.) ¡Día! ¡Sión! ¡Madrina! Aquí le traigo pa usté.
(Le ofrece una yunta de perdices.)
DON ZOILO .- ¿Y Aniceto?
BATARÁ.- Ái viene; se apartó a bombiar el torito hosco que parece medio tristón.
DON ZOILO.- ¿Encontraron algo?
BATARÁ .- Sí, señor. Cueriamos tres con la ternera rosilla que murió ayer.
ROBUSTIANA.- ¡Ave María Purísima! ¡Qué temeridad!
BATARÁ.- Y por el cañadón grande encontramos un güey echado, y a la lechera chorriada
muy seria.DON ZOILO.- ¿Les dieron güelta la pisada?
BATARÁ .- Sí, señor. Pero pa mí que ese remedio no las cura. ¡Pucha! ¡Pidemia bruta! Se
empieza a poner serio el animal, desganao; camina un poco, s'echa y al rato no más queda
tieso con una guampa clavada en el suelo. Debe ser algún pasto malo.
ROBUSTIANA.- ¡Qué tristeza! ¡Era lo único que nos faltaba! ¡Que tras de que tenemos
tan poco, se nos mueran los animales! ¡Y con el invierno encima!
DON ZOILO .- ¡No hay que afligirse, m'hija! ¡No hay mal que dure cien años! ¡Aistá
Aniceto!
Escena VI
ROBUSTIANA, DON ZOILO, BATARÁ y ANICETO.
ANICETO.- (Entra en escena.) Tres... y dos por morir. (A ROBUSTIANA.) Buenos
días... (A DON ZOILO.) ¡Hay que mandar la rastra pa juntar los cueros! (Sentándose en
cualquier parte.) Dicen que don Juan Luis tiene un remedio bueno allá en la estancia.
DON ZOILO.- Sí, una vacuna... Pero eso debe ser para animales finos.
BATARÁ.- ¡Güena vacuna! Cuando vino el engeniero ése para probar el remedio, se
murió medio rodeo de mestizas en la estancia grande; ¡bah!... Ese franchute no más ha de
haber sido el que trujo la epidemia.
ANICETO.- Grano malo no es.
DON ZOILO.- Últimamente, sea lo que sea... que se muera todo de una vez. Si fuera mío
el campo, ya le habría prendido fuego. ¡Ensillame el overo!(BATARÁ mutis.)
Escena VII
RUDECINDA, ROBUSTIANA, DON ZOILO y ANICETO.
RUDECINDA.- (Saliendo.) ¡Che, princesa! Podés ir a tender la cama, si te parece. ¿O
esperás que las sirvientas lo hagan? Pronto es mediodía, y todo está sucio.
ROBUSTIANA.- No rezongués. Ya voy...
(Vase.)
Escena VIII
RUDECINDA, DON ZOILO y ANICETO.
RUDECINDA.- ¡Movete, pues! (A ANICETO.) Buen día. ¿No han carniado?
DON ZOILO.- No sé qué... ¡Si no te carniamos a vos!RUDECINDA.- ¡Tas muy chusco! ¡No hablo con vos!
ANICETO.- No hay nada, doña. Anduve mirando si encontraba alguna ternera en buenas
carnes y...
RUDECINDA.- Pues yo he visto muchas...
ANICETO.- Ajenas serían...
DON ZOILO.- No perdás tiempo, hijo, en escuchar zonceras.
RUDECINDA .- ¡Zonceras! ¿Y qué comemos entonces? ¿Querés seguir manteniéndonos a
pura mazamorra? Charque no hay más.
DON ZOILO.- Pero hay mucho rulo, y mucha moña, y mucha comadrería.
RUDECINDA.- Mejor.
DON ZOILO.- (Con rabia.) ¡Entonces no se queje, canejo!
RUDECINDA .- ¡Avisá si también pensás matarnos de hambre!
DON ZOILO.- Si tenés tanta, pegá un volido pal campo. ¡Carnizas no te han de faltar!...
Podrás hartarte con tus amigos los caranchos. Che, Aniceto. Via dir hasta el boliche a
buscar un emplasto poroso pa Robusta, que la pobre está muy mal de la tos... Reparame un
poco esto, y si se alborotan mucho las cotorras, meniales chumbo no más.
(Vase lentamente por izquierda.)RUDECINDA.- Eso es; para esa guacha tísica todos los cuidaos; los demás, que revienten.
Andá no más... Andá no mas, que poco te va a durar el contento. (A ANICETO.) ¿Y a usté
lo han dejao de cuidador? Bonito papel, ¿no? ¡Jua!... ¡Jua!... El maizal con espantajo.
(Mutis.)
Escena IX
ANICETO y luego ROBUSTIANA.
ANICETO.- ¡Pcha que son piores! (Se pone a lavarse las manos junto al barril, echándose
agua con el jarro.)
ROBUSTIANA.- (Saliendo.) ¡Esperesé! ¡Yo le ayudo!
ANICETO.- No, dejá. Ya va a estar, hija.
ROBUSTIANA.- (Tomando el jarro y volcándole agua en las manos.) ¡Hija! ¡La facha
para padre de familia! ¿Quiere jabón?
ANICETO .- ¡Gracias, ya está! (Intenta secarse con el poncho.)
ROBUSTIANA.- ¡Ave María! No haga eso, no sea... (Va corriendo adentro y vuelve con
una toalla.) Ahí tiene. (Fatigada.) ¡Jesús! No puedo correr... Parece que me ahogo.
ANICETO.- ¡Vea! Por meterte acomedida.ROBUSTIANA.- Ya pasó. (Burlona.) ¡Retemé no más, tatita! ¡No digo! Si tiene andar de
padre de familia.
ANICETO .- ¡Oh!... Te ha dado fuerte con eso.
ROBUSTIANA.- ¡Claro! ¡Si me trata con una seriedad...!
ANICETO.- ¿Yo?
ROBUSTIANA.- ¡Siempre que me habla pone una cara! (Remedando.) Así fea.
(Ahuecando la voz.) «¡Gracias, m'hija! ¡Hacé esto, m'hija! ¡Buen día, m'hija! «O si no, se
pone bueno y mansito como tata y me trata de usted. « ¡Hijita, el rocío puede hacerle mal!
Hija, alcánceme eso, ¿quiere?» ¡Ja, ja, ja! Cualquier día, equivocada, le pido la bendición.
ANICETO .- ¡Vean las cosas que se le ocurren! Es mi manera así.
ROBUSTIANA.- ¿Y cómo con otras no lo hace?
ANICETO .- ¡Ah! Porque, porque...
ROBUSTIANA.- ¡Dígalo, pues! ¿A que no se anima?
ANICETO.- Porque, bueno... y si vamos a ver: ¿por qué vos me tratás de usted y con tanto
respeto?
ROBUSTIANA.- (Confundida.) ¿Yo? ¿Yo? Este... ¡miren qué gracia! Porque... ¿Quiere
que le cebe mate?
ANICETO .- ¡No, señor! ¡Respondé primero!
ROBUSTIANA.- Pues porque... antes, como yo era chica y uste... tamaño hombre, me
parecía feo tratarlo de vos.
ANICETO.- ¿Y ahora?ROBUSTIANA .- (Ruborizada.) Ahora... Ahora porque... porque me da vergüenza.
ANICETO .- (Extrañado.) ¡Vergüenza de mí! ¡De un hermano casi!
ROBUSTIANA.- ¡No... vergüenza no! Este. ¡Sí! ¡No sé qué! Pero... (Como inquietándose
por sus propios pensamientos.) ¡Ay! ¡Si nos vieran juntos! ¡Conversando así de estas
cosas!...
ANICETO.- ¿De cuáles?
ROBUSTIANA.- ¡Nada, nada! Este. ¡Caramba! Venga a sentarse y hablaremos como dos
buenos amiguitos...
ANICETO .- (Con mayor extrañeza y curiosidad.) ¿Y antes cómo hablábamos?
ROBUSTIANA.- (Impaciente.) ¡Jesús... si parezco loca! ¡No sé ni lo que digo! Quería
decir... No me haga caso, ¿eh? Bueno. ¡Siéntese! ¡A ver! ¿Qué iba a preguntarle? ¡Ah!...
¡Ya me acuerdo! Diga... ¿Por qué venía tan triste esta mañana del campo?
ANICETO.- (Ingenuo.) ¡Pensando en todas las desgracias de padrino Zoilo!
ROBUSTIANA .- ¡Cierto! ¡Pobre tatita! ¡Me da una lástima! ¡A veces tengo miedo de que
vaya a hacer alguna barbaridad! (Pausa.) Pues... ¿Y en qué otra cosa pensaba?
ANICETO.- ¡En nada!
ROBUSTIANA.- ¿En nada, en nada, en nada más? Vamos... ¿A que no me dice la verdad?
ANICETO.- Por Dios, que no...
ROBUSTIANA.- ¿Se curó tan pronto?...ANICETO .- ¡Ay, hija! ¡No había caído!
ROBUSTIANA.- ¿Otra vez? ¡Bendición tatita!
ANICETO.- Bueno. No te trataré más así si no te agrada...
ROBUSTIANA.- Me agrada. Es que usted piensa siempre que soy una chiquilina. Pero
dejemos eso. ¿No venía pensando en... alguna persona?
ANICETO.- No hablemos de difuntos. Aquello tiene una cruz encima.
ROBUSTIANA.- Yo siempre pensé que Prudencia le iba a jugar feo...
ANICETO.- No me quería y se acabó.
ROBUSTIANA.- Hizo mal, ¿verdad?
ANICETO.- Pa mí que hizo bien. Peor es casarse sin cariño.
ROBUSTIANA.- Usted sí que la quería de veras. ¡Qué lástima! (Pausa.) Yo... todavía no
he tenido novio... ninguno... ninguno...
ANICETO .- ¿Te gustaría?
ROBUSTIANA.- ¡Miren qué gracia! ¡Ya lo creo! Un novio de adeveras pa que se casara
conmigo y lo llevásemos a tata a vivir con nosotros. Siempre pienso en eso.
ANICETO .- ¿Al viejo solo? ¿Y las otras?
ROBUSTIANA.- ¡Ni me acordaba! Bueno; la verdad es que para lo que sirven... Bien se
las podía llevar un ventarrón.
ANICETO .- (Pensativo.) Conque... pensando en novios... ¡Está bien! ¡Ta bueno!ROBUSTIANA .- (Después de un momento.) Diga... ¿Verdad que estoy mucho más
gruesa?
ANICETO.- (Sorprendido en su distracción.) ¿Qué?
ROBUSTIANA.- ¡Ave María, qué distraído... ¿No me halla más repuesta?
ANICETO.- ¡Mucho!
ROBUSTIANA.- Si no fuera por la tos, estaría ya tan alta y tan carnuda como Prudencia,
¿verdad? Sin embargo, Dios da pan al que no tiene dientes.
ANICETO.- ¡Así es!
ROBUSTIANA.- Yo en lugar de ella...
ANICETO.- (Alzándose.) En lugar de ella... ¿qué?
ROBUSTIANA .- ¡Ay, qué curioso!
ANICETO.- Diga, pues.
ROBUSTIANA.- (De pie, azorada ante el gesto insistente de ANICETO.) Pero... ¿Yo qué
he dicho? No, no me haga caso. ¡Estaba distraída! ¡Ay, me voy! Soy una aturdida. Adiós,
¿eh? (Volviéndose.) ¿No se va a enojar conmigo?
ANICETO .- (Tierno.) ¡Venga, hija, escúcheme!
ROBUSTIANA.- (Vivamente.) ¡Bendición, tata!(Mutis.)
ANICETO.- ¡Santita!
(Vase lentamente por detrás del rancho mientras sale RUDECINDA.)
Escena X
MARTINIANA, RUDECINDA, DOÑA DOLORES y PRUDENCIA.
MARTINIANA.- (Desde adentro izquierda.) ¡Ave María Purísima! (Con otro tono.) ¡Sin
pecado concebida! ¡Apiate no más, Martiniana, y pasá adelante! (Apareciendo.) ¡Jesús,
qué recibimiento! ¡Ni que juera el rey de Francia!... ¡Ay, cómo vienen todos! (Saludando.)
¡Reverencias! ¡Reverencias! ¡Quédense sentaos no más! ¡Los perdono!
RUDECINDA.- ¡Ay, comadre! ¿Cómo le va? ¡La conocí en la voz!
MARTINIANA.- Dejuramente, porque ni me había visto... Creí mesmamente que el
rancho se hubiese vuelto tapera... (Aparecen sucesivamente DOÑA DOLORES y
PRUDENCIA.) ¡Doña Dolores! ¡Prudencita! Estaban atariadas, ¿verdad?
PRUDENCIA.- No... Conversando no más.
RUDECINDA.- (Acercándole un banco.) Tome asiento, comadre.
MARTINIANA.- ¡Siempre cumplida! Tanto honor de una comadre.PRUDENCIA.- ¿Y qué buenos vientos la traen?
MARTINIANA .- ¡Miren, la pizcueta! Ya sabe que son güenos vientos.
PRUDENCIA.- De aquel rumbo...
MARTINIANA.- No pueden ser malos, ¿eh? Sin embargo, ande ustedes me ven, casi se
me forma remolino en el viaje.
RUDECINDA .- ¡Cuente!
PRUDENCIA.- ¿Qué le ocurrió?
MARTINIANA.- Nada. Que venía pa ca, y al llegar al portoncito e la cuchilla, ¿con quién
creerán que me topo? ¡Nada menos que con el viejo Zoilo!
PRUDENCIA.- ¡Con tata!
MARTINIANA.- «¿Ande vas, vieja... arcabucera?», me gritó. «Ande me da la rial gana...»,
le contesté. Y ái no más me quiso atravesar el caballo por delante. Pero yo, que no quería
tener cuestiones con él por ustedes, ¿saben?, nada más, talonié la tubiana vieja y enderecé
pa ca al galope.
PRUDENCIA.- ¡Menos mal!
MARTINIANA .- ¡Verás, hijita! ¡La cuestión no acabó ái! En cuanto me vido galopiando,
adivinen lo que hizo ese viejo hereje. «¿Ande te has de dir, avestruz loco?», me gritó, y
empezó a revoliar las boliadoras. Sea cosa, dije yo, que lo haga, y sujeté no más. «¿Vas pa
casa?» «¿Qué le importa?» Y se armó la tinguitanga. «Sí, señor; via visitar a mi comadre y
a las muchachas, que las pobres son tan güenas y usté las tiene viviendo en la inopia,
soterradas en una madriguera», y que tal y que cual. ¡Pcha!... Ahí no más se me durmió a
insultos. Pero yo no me quedé tras y le dije, defendiéndolas a ustedes, como era mi
obligación, tantas verdades, que el hombre se atoró. Aurita no más me pega un chirlo,
pensé. ¡Pero nada!... Se quedó un rato serio rascándose la piojera, y dispués, dentrando en
razón dejuramente, me dijo: «Hacé lo que te acomode... ¡Al fin y al cabo!...» ¿Qué les
parece? ¡Dispués habrá quien diga que ña Martiniana Rebenque no sabe hacer las cosas!¡Ah! ¿Y sabés lo que me dijo también al principio?... Que sabía muy bien que don Juan
Luis había estao en casa aquel día que yos fuiste, Prudencia, a pasar conmigo. Qué
temeridad, ¿no?...
Escena XI
MARTINIANA, RUDECINDA, DOÑA DOLORES, PRUDENCIA y ROBUSTIANA.
ROBUSTIANA.- (Aparece demudada, sosteniéndose en el marco de la puerta, con voz
muy débil.) ¿Me quieren dar un poco de agua?
RUDECINDA.- Ahí está el barril.
ROBUSTIANA .- (Tose, tapándose la boca con un pañuelo que debe estar ligeramente
manchado de sangre.) ¡No... puedo!
MARTINIANA .- ¿Cómo te va, hija?... ¡Che!... ¿Qué tenés? (Acude en su ayuda.)
Vengan, que a esta muchacha le da un mal...
DOÑA DOLORES.- (Alarmada.) Hija... ¿Qué te pasa?
MARTINIANA.- (Avanza sosteniéndola.) ¡Coraje, mujer! No es nada, no se aflija... Con
un poco de agua...
PRUDENCIA.- (Que se ha acercado llevando el agua.) Tomá el agua. ¡Parece que echa
sangre!
RUDECINDA .- ¡De las muelas será!... ¡Más mañera esa zorra!ROBUSTIANA.- (Bebe un sorbo de agua, sofocada siempre por la tos, y a poco reacciona
un tanto.) No fue nada... Llévenme adentro.
DOÑA DOLORES.- ¡Virgen Santa! ¡Qué susto!
MARTINIANA .- (Conduciéndola con PRUDENCIA.) Hay que cuidar, hija, esa tos.
Así... empiezan todos los tísicos... Yo siempre le decía a la finadita hija de don Basilio
Fuentes... Cuidate, muchacha... Cuidate muchacha, y ella...
(Mutis.)
Escena XII
DOÑA DOLORES, RUDECINDA, luego MARTINIANA y PRUDENCIA.
DOÑA DOLORES.- Esta hija todavía nos va a dar un disgusto; verás lo que te digo.
RUDECINDA.- No te preocupés. De mimosa lo hace. Pa hacer méritos con el bobeta del
padre.
DOÑA DOLORES .- ¡No exagerés! ¡Enferma está!
RUDECINDA.- Bueno... pero la cosa no es pa tantos aspavientos.
MARTINIANA.- (Reapareciendo con PRUDENCIA.) ¡Ya está aliviada!
DOÑA DOLORES .- ¿Se acostó?MARTINIANA .- Sí... Vestida no más... Sería bueno que usted fuera a verla, doña
Dolores... ¡y le diera un tecito de cualquier cosa!
DOÑA DOLORES .- (Disponiéndose a ir.) Eso es... Un té de sauco, ¿será bueno?
MARTINIANA.- Sí, o si no mejor una cucharada de aceite de comer... Suaviza el caño de
la respiración.
(DOÑA DOLORES mutis.)
Escena XIII
RUDECINDA, MARTINIANA y PRUDENCIA.
RUDECINDA.- Y después, comadre, ¿qué pasó?
PRUDENCIA .- Tata se fue y...
MARTINIANA.- Y nada más.
PRUDENCIA.- ¿Qué noticias nos trae?
RUDECINDA.- No tenga miedo...MARTINIANA.- Bueno; dice don Juan Luis que no halla otro remedio, que ustedes deben
apurarse y convencer a doña Dolores y mandarse mudar con ella pa la estancia vieja... El
día que ustedes quieran él les manda el breque al camino y... ¡a las de juir!...
PRUDENCIA .- ¿Y Robusta? ¿Y tata?
RUDECINDA.- ¿Y Aniceto?
MARTINIANA.- Ése es zonzo de un lao... A Robusta la llevan no más, y en cuanto al
viejo, ya verán cómo poniéndole el nido en la jaula, cae como misto. Ta aquerenciadazo
con ustedes. Y más si le llevan a la gurisa.
RUDECINDA.- ¿Y cómo?
PRUDENCIA.- Yo tengo miedo por tata. ¡Es capaz de matar a Juan Luis!
MARTINIANA.- ¡Qué va a matar ése! Y además, no tiene razón, porque don Juan Luis no
se mete en nada. Son ustedes mesmas las que resuelven. ¿Por qué le van a consentir a ese
hombre, después que las ha derrochado el güen pasar que tenían, que las tenga aquí
encerradas y muriéndose de hambre? ¡No faltaría más! ¡Si juese pa algo malo, yo sería la
primera en decirles: no lo hagan! Pero es pal bien de todos, hijas. Ustedes se van allá:
primero lo convencen al viejo y después a vivir la güena vida. Vos con tu Juan Luis, que tal
vez se case pronto, como me lo ha asigurao; usted, comadre, con su comisario... que me han
dicho que anda en tratos de arriendo pa poblar y ayuntarse... ¿eh? Se pone contenta y todo
como antes.
PRUDENCIA.- Sí, la cosa es muy linda. Pero tata, tata...
MARTINIANA.- ¡Qué tanto preocuparte del viejo! Peor sería que juyeras vos sola con tu
rubio, como sucede tantas veces; demasiado honrada que sos entuavía, hijita. A otros más
copetudos que el viejo Zoilo les han hecho doblar el cogote las hijas, por meterse a
contrariarles los amores. Ustedes no van acometer ningún pecao, y además, si el viejo tiene
tanta vergüenza de vivir como él dice de prestao, miás vergüenza debería de darle
mantenerse a costillas de un pobre como el tape Aniceto, que es el dueño de todo esto.RUDECINDA.- Claro está. Y últimamente, si él no quiere venirse con nosotras, que se
quede; pa eso estaremos Dolores y yo, pal respeto de la casa... ¡qué diablos! (Resuelta.)
¡Se acabó! Voy a conversar con Dolores y verás cómo la convenzo.
(Vase.)
MARTINIANA.- ¡Así me gusta, comadre! Las mujeres han de ser de resolución.
Escena XIV
PRUDENCIA y MARTINIANA.
PRUDENCIA.- Rudecinda no sabe nada de aquello, ¿verdad?
MARTINIANA .- ¡Qué esperanza! ¿Te has creído que soy alguna...? ¡No faltaba más!
PRUDENCIA.- No sé por qué me parece que anda desconfiada.
MARTINIANA.- No hagas caso. Hacé de cuenta que todo ha pasao entre vos y él.
Además, pa decir la verdá, yo no vide nada... Taba en la cachimba lavando.
PRUDENCIA .- ¡Pschss!
Escena XVPRUDENCIA, MARTINIANA y DON ZOILO.
DON ZOILO.- (Saliendo.) ¿Ande está Robustiana?
PRUDENCIA.- Acostada.
(DON ZOILO vase.)
MARTINIANA.- Mire, don Zoilo. Tiene que cuidar mucho a esa gurisa; no la hallo bien.
No me gusta ningún poquito esa tos.
Escena XVI
PRUDENCIA, MARTINIANA y RUDECINDA.
RUDECINDA.- (Aparece.) No pude hablar con Dolores; pero es lo mismo. ¿Pa cuándo
podrá ser, comadre?
MARTINIANA.- Cualquier día. No tiene más que avisarme. Ya saben que pa obra güena
siempre estoy lista.
RUDECINDA .- Bueno; pasao mañana. ¿Te parece, Prudencia? ¡O mejor, mañana no más!Escena XVII
PRUDENCIA, MARTINIANA, RUDECINDA, ANICETO y el SARGENTO MARTÍN.
ANICETO .- (Saliendo con el SARGENTO MARTÍN.) ¡Pase adelante!
EL SARGENTO MARTÍN.- Güen día. (A RUDECINDA.) ¿Cómo le va, doña? (A
PRUDENCIA.) ¿Qué tal moza? ¿Qué hace, ña Martiniana?
PRUDENCIA .- ¿Cómo está, sargento? ¿Y el comisario?
EL SARGENTO MARTÍN.- Güeno. Les manda muchos recuerdos y esta cartita pa usté.
RUDECINDA.- Está bien, gracias.
MARTINIANA.- ¿Anda de recorrida o viene derecho?
EL SARGENTO MARTÍN.- Derecho... Vengo en comisión. (Volviéndose a ANICETO.)
¡Ah!... Y con usted tampoco anda muy bien el comisario. Dice que a ver por qué no jue a la
reunión de los otros días; que si ya se ha olvidao que hay elecciones, y superior gobierno, y
partidos.
ANICETO .- Digalé que no voy ande no me convidan.
EL SARGENTO MARTÍN.- ¡No se retobe, amigazo! ¡La política anda alborotada y no es
güeno estar mal con el superior! ¿Y don Zoilo? (A RUDECINDA.) Me dijo el capitán que
no se juesen a asustar las mozas, que no es pa nada malo. Estará un rato en la oficina.
Cuando hablen con él, lo largan.
Escena XVIIIPRUDENCIA, MARTINIANA, RUDECINDA, ANICETO, el SARGENTO MARTÍN y
DON ZOILO.
DON ZOILO .- (Saliendo.) ¿Qué andás queriendo vos por acá?
EL SARGENTO MARTÍN.- Güen día, viejo. Aquí andamos. Este... vengo a citarlo.
DON ZOILO.- ¿A mí?
EL SARGENTO MARTÍN.- Es verdá.
DON ZOILO.- ¿Pa qué?
EL SARGENTO MARTÍN.- Vaya a saber uno... Lo mandan y va.
DON ZOILO.- ¿Y no tienen otra cosa que hacer que molestar vecinos?
EL SARGENTO MARTÍN.- Así será.
(BATARÁ se asoma, escucha un momento la conversación y se va.)
DON ZOILO.- Ta güeno. Pues... Decile a Butiérrez que si por casualidad tiene algo que
decirme, mande o venga. ¿Me has oído?
EL SARGENTO MARTÍN.- Es que vengo en comisión.DON ZOILO.- ¡A mí qué me importa!
EL SARGENTO MARTÍN.- Con orden de llevarlo.
DON ZOILO .- ¿A mí? ¿A mí?
EL SARGENTO.- Eso es.
DON ZOILO.- ¿Pero han oído ustedes?
EL SARGENTO MARTÍN.- (Paternal.) No ha de ser por nada. Cuestión de un rato.
Venga no más. Si se resiste, va a ser pior.
MARTINIANA.- Claro que sí; deve ir no más a las güenas. ¿Qué saca con resistir a la
autoridá?
DON ZOILO.- ¡Callá esa lengua vos! Vamos a ver un poco; ¿no estás equivocado? ¿Vos
sabés quién soy yo? ¡Don Zoilo Carabajal, el vecino don Zoilo Carabajal!
EL SARGENTO.- Sí, señor. Pero eso era antes, y perdone. Aura es el viejo Zoilo, como
dicen todos.
DON ZOILO .- ¡El viejo Zoilo!
EL SARGENTO MARTÍN.- Sí, amigo; cuando uno se güelve pobre, hasta el apelativo le
borran.
DON ZOILO.- ¡El viejo Zoilo! Con razón esa mulita de Butiérrez se permite nada menos
que mandarme a buscar preso. En cambio, él tiene aura hasta apellido... Cuando yo le
conocí no era más que Anastasio, el hijo de la parda Benita. ¡Trompetas! (A voces.)
¡Trompetas! ¡Trompetas, canejo!
ANICETO.- No se altere, padrino. A cada chancho le llega su turno.DON ZOILO .- ¡No m'he de alterar, hijo! ¡Tiene razón el sargento! ¡El viejo Zoilo y
gracias! ¡Pa todo el mundo! Y los mejores a gatas si me tienen lástima. ¡Trompetas! Y si yo
tuviera la culpa, menos mal. Si hubiese derrochao; si hubiese jugao; si hubiese sido un mal
hombre en la vida; si le hubiese hecho daño a algún cristiano, pase; lo tendría merecido.
Pero jui bueno y servicial; nunca cometí una mala acción, nunca... ¡canejo!, y aura, porque
me veo en la mala, la gente me agarra pal manoseo, como si el respeto fuese cosa de poca o
mucha plata.
EL SARGENTO MARTÍN.- Eso es. Eso es.
RUDECINDA.- ¡Ave María! ¡No exagerés!
DON ZOILO.- ¡Que no exagere! ¡Si al menos ustedes me respetaran! Pero ni eso, canejo.
Ni los míos me guardan consideración. Soy más viejo Zoilo pa ustedes, que pal más ingrato
de los ajenos... ¡Vida miserable! Y yo tengo la culpa. ¡Yo!... ¡Yo! ¡Yo! Por ser demasiado
pacífico. Por no haber dejao un tendal de bellacos. ¡Yo... tuve la culpa! (Después de una
pausa.) ¡Y dicen que hay Dios!...
(Pausa prolongada; las mujeres, silenciosas, vanse por foro. DON ZOILO se pasea.)
Escena XIX
DON ZOILO, ANICETO, el SARGENTO MARTÍN y luego BATARÁ.
DON ZOILO.- Está bien, sargento. Lléveme no más. ¿Tiene orden de atarme? Proceda no
más.
EL SARGENTO MARTÍN.- ¡Qué esperanza! Y aunque tuviese. Yo no ato cristiano
manso.DON ZOILO.- ¿No sabe qué hay contra mí?
EL SARGENTO MARTÍN.- Decían que una denuncia de un vecino.
DON ZOILO.- ¡También eso! ¡Quién sabe si no me acusan de carniar ajeno! Lo único que
me faltaba...
BATARÁ .- (Que se ha aproximado por detrás del rancho a ANICETO.) Si quieren
resistir, le escondo la carabina al milico.
ANICETO.- ¡Salí de acá!
DON ZOILO.- (Al SARGENTO MARTÍN.) Cuando guste... Tengo el caballo ensillao.
(A ANICETO.) Hasta la güelta, hijo. Si tardo, cuidame mucho a la gurisa... que la
pobrecita no está nada bien.
ANICETO.- Vaya tranquilo.
DON ZOILO.- Güeno. Marcharé adelante como preso acostumbrao.
EL SARGENTO MARTÍN.- (A ANICETO.) ¡Salú, mozo!
(Mutis. BATARÁ le sigue azorado.)
Escena XX
ROBUSTIANA y ANICETO.ROBUSTIANA.- (Saliendo.) Aniceto... ¿Y tata?
ANICETO.- Ahí lo llevan.
ROBUSTIANA .- Preso, ¿verdad?
ANICETO.- Preso.
ROBUSTIANA .- (Echándose a correr.) ¡Ay, tatita!
ANICETO .- (Deteniéndola.) ¡No, no vaya! Se afligiría mucho...
ROBUSTIANA .- ¡Tata no ha dao motivo! ¡Lo llevan pa hacerle alguna maldad! Déjeme
ir. ¡Yo quiero verlo! ¡Yo quiero verlo! Capaces de matarlo. ¡Largueme!
ANICETO .- Venga acá. No se aflija. Es pa una declaración.
ROBUSTIANA.- ¡No, no, no, no! ¡Usted me engaña! ¡Ay, tatita querido! (Llora
desconsolada.)
ANICETO.- Calmesé... no sea mala.
ROBUSTIANA.- ¡Aniceto! ¡Aniceto! El corazón me anuncia desgracia; ¡dejemé ir!
ANICETO .- ¿Qué sacaría con afligir más a su tata? Es una injusticia que lo prendan sin
motivo. ¡Pero qué le hemos de hacer! Calmesé y esperemos. Antes de la noche lo
tendremos de vuelta.
ROBUSTIANA .- ¿Pero y mama? ¿Y Prudencia? ¿Y la otra? ¿Qué han hecho por tata?
ANICETO .- ¡Nada, hija! Ahí andan con el rabo caído, con vergüenza dejuramente.ROBUSTIANA.- ¡Qué idea! ¡Tal vez ellas no más!... Serían capaces las infames.
(Enérgica.) ¡Oh!... Yo lo he de saber.
ANICETO.- ¡Quedesé quieta; no se meta con esas brujas que es pa pior!
ROBUSTIANA .- Sí; son ellas, son ellas pa quedar más libres. ¡Ay, Dios Santo! ¡Qué
infames!
ANICETO.- No sería difícil. Pero calmesé. Tal vez todo eso sea pa mejor. No hay mal que
dure cien años... Estese tranquilita y tenga paciencia.
ROBUSTIANA.- ¡Ah! Usted es muy bueno. El único que lo quiere.
ANICETO.- ¡Bien que se lo merece! Amalaya me saliera bien una idea y verán cómo
pronto cambiaban las cosas.
ROBUSTIANA.- ¿Qué idea? Cuéntemela.
ANICETO.- Después; más tarde.
ROBUSTIANA.- ¡No! ¡Ahora! Dígamela pa consolarme.
ANICETO.- Bueno; si me promete ser juiciosa... ¿Se acuerda lo que hace un rato me decía
hablando de novios?
ROBUSTIANA.- Sí.
ANICETO .- Pues ya le tengo uno.
ROBUSTIANA.- (Sorprendida.) ¿Cómo yo quería?
ANICETO.- Igualito... De modo que si a usted le gusta... un día nos casamos.ROBUSTIANA.- ¡Ay, Jesús!
ANICETO.- ¿Qué es eso, hija? ¿Le hice mal? Si hubiera sabido...
ROBUSTIANA.- No... un mareo. ¿Pero lo dice de veras? (Asentimiento.) ¿De veras? ¿De
veras? (Id.) ¡Ay!... Aniceto... Me dan ganas de llorar... de llorar mucho. Mi Dios, ¡qué
alegría!
(Llora estrechándose a ANICETO que la acaricia enternecido.)
ANICETO.- ¡Pobrecita!
ROBUSTIANA.- ¡Qué dicha! ¡Qué dicha! ¿Ve? Ahora me río... De modo... que usté me
quiere... ¿Y... usté cree que yo me voy a curar y a poner buena moza... y nos casamos? ¿Y
viviremos con tata los tres, los tres solitos? ¿Sí? Entonces no lloro más.
ANICETO.- ¿Aceta?
ROBUSTIANA .- ¡Dios! ¡Si me parece un sueño! Vivir tranquilos sin nadie que moleste,
queriéndose mucho; el pobre tata, feliz, allá lejos... en una casita blanca... Yo sana... sana...
¡En una casita blanca!
(Radiante, va dejando resbalar la cabeza sobre el pecho de ANICETO.)
Acto IIIEn el rancho. Igual decoración que el acto segundo, más una cama de fierro bajo el alero,
junto a la puerta. Es de día.
Escena I
DON ZOILO, RUDECINDA y DOÑA DOLORES.
(Aparece en escena DON ZOILO encerando un lazo y silbando despacito. Al concluir, lo
cuelga del alero. Luego de un pequeño momento, hace mutis por el foro, a tiempo que salen
del rancho RUDECINDA y DOÑA DOLORES.)
RUDECINDA .- ¡Ahí se va solo! ¡Andá a hablarle! Le decís las cosas claramente y con
firmeza. Verás cómo dice que sí; está muy quebrao ya... ¡Peor sería que nos fuésemos,
dejándolo solo en el estao en que se halla!
DOÑA DOLORES .- Es que no me animo; me da no sé qué. ¿Por qué no le hablás vos?
RUDECINDA .- Bien sabés que conmigo, ni palabra.
DOÑA DOLORES.- ¿Y Prudencia?
RUDECINDA.- ¡Peor todavía! Animate, mujer. Después de todo no te va a castigar. Y
como mujer dél que sos, tenés derecho a darle un consejo sobre cosas que son pal bien de
todos.
DOÑA DOLORES.- No. De veras. No puedo. Siento vergüenza, miedo, qué sé yo.RUDECINDA .- ¡Jesús!... ¿Te dentra el arrepentimiento y la vergüenza después que todo
está hecho? Además, no se trata de un delito.
DOÑA DOLORES.- No me convencés... Prefiero que nos vayamos callaas no más...
Como pensamos irnos la otra vez.
RUDECINDA .- Se ofenderá más y no quedrá saber después de nada...
DOÑA DOLORES .- ¿Y don Juan Luis no le iba a escribir?...
RUDECINDA .- Le escribió, pero el viejo rompió la carta sin leerla. Resolvete, pues.
DOÑA DOLORES.- No... no... y no.
RUDECINDA .- ¡Bueno! Se hará como vos decís. Pero después no me echés la culpa si el
viejo se empaca. ¡Mirá! Ahí llega Martiniana con el breque. Si te hubieses decidido, ya
estaríamos prontas. ¡Pase, pase, comadre!
Escena II
RUDECINDA, DOÑA DOLORES y MARTINIANA.
MARTINIANA.- (Saliendo.) ¡Buen día les dé Dios!
RUDECINDA.- ¿Qué es ese lujo, comadre? ¡En coche!MARTINIANA .- Ya me ve. ¡Qué corte! Pasaba el breque vacío cerca de casa, domando
esa yunta, y le pedí al pión que me trujiese. (Bajo.) Allá lo vide al viejo a pie, por entre
los yuyos. ¿Le hablaron?
RUDECINDA .- ¡Qué! ¡Esa pavota no se anima! Nos vamos calladas.
MARTINIANA .- Como ustedes quieran. Pero yo, en el caso de ustedes, le hubiese dicho
claro las cosas. El viejo, que ya está bastante desconfiao, puede creer que se trata de cosas
malas. Cuando íbamos a juir la otra vez, era distinto. Entonces vivía entuavía la finadita
Robustiana, Dios la perdone, y era más fácil de convencer.
RUDECINDA.- Ya lo estás oyendo, Dolores.
DOÑA DOLORES .- Tendrán ustedes razón... Pero yo no me atrevo a decirle nada...
RUDECINDA.- Entonces nos quedamos... a seguir viviendo una vida arrastrada, como los
sapos, en la humedad de este rancho, ¡sin tener qué comer casi, ni qué ponernos, ni
relaciones, ni nada!
DOÑA DOLORES.- No sé por qué... pero me parece que me anuncia el corazón que eso
sería lo mejor. Al fin y al cabo no lo pasamos tan mal... Y tenga los defectos que tenga, mi
marido no es un mal hombre.
RUDECINDA .- Pero bien sabés que es un maniático. Por necesidad, sería la primera en
acetar la miseria... Pero lo hace de gusto, de caprichoso... Don Juan Luis le ofrece trabajo;
nos deja seguir viviendo en la estancia como si fuera nuestra. ¿Por qué no quiere? Si no le
gustaba que Juan Luis tuviese amores con Prudencia y que Butiérrez me visitase, y que nos
divirtiésemos de cuando en cuando... con decirlo, santas pascuas...
MARTINIANA .- Claro está... Yo, comadre...
RUDECINDA.- Todo fue por hacerle gusto a ese ladiao de Aniceto, que andaba celoso de
Prudencia, y por los chismes de la gurisa... Por eso no más. Ahora que se acabó el asunto,
no veo por qué ha de seguir porfiando.
DOÑA DOLORES.- Bien; no hablemos más, ¡por favor!... ¡Hagan de mí lo que quieran!
Pero no me animo, no me animo a hablarle.(Se va.)
Escena III
RUDECINDA y MARTINIANA.
MARTINIANA .- Últimamente, ni le hablen... Yo decía por decir... Mire, comadre...
Vámonos no más. La cosa sería hacerlo retirar hoy de las casas. Vamos a pensar. Si me
hubieran avisao temprano, yo le hablo a Butiérrez pa que lo cite como la vez pasada.
¡Estuvo güeno aquello! ¡Lástima que la enfermedá de la gurisa no nos dejó juir! ¡Qué cosa!
Si no fuese que se murió la pobrecita, pensaría que lo hizo de gusto. Dios me perdone.
RUDECINDA.- Bueno; ¿y cómo haríamos, comadre?
MARTINIANA .- No se aflija. Ta tratando con una mujer de recursos... ¡Peresé! ¡Peresé!...
¡Vea, ya sé!... Pucha, si lo que invento yo, ni al diablo se le ocurre. Vaya no más tranquila,
comadre, a arreglar sus cositas...
RUDECINDA.- ¿Contamos con usted, entonces?
MARTINIANA.- ¡Phss! Ni qué hablar.
(RUDECINDA mutis.)Escena IV
MARTINIANA y PRUDENCIA.
MARTINIANA .- Güeno. Pitaremos, como dijo un gringo... (Lía un cigarrillo y lo
enciende.)
PRUDENCIA.- (Saliendo.) ¿Qué tal, Martiniana?
MARTINIANA .- Aquí andamos, hija... Ya te habrás despedido de toda esta miseria. Mire
que se precisa ancheta pa tenerlas tanto tiempo soterradas en semejante madriguera. Fijate,
che... ¡La mansión con que te pensaba osequiar ese abombao de Aniceto!... ¿Pensaría que
una muchacha decente y educada y acostumbrada a la comodidad, iba a ser feliz entre esos
cuatro terrones? ¡Qué abombao! Mejor han hecho su casa aquellos horneritos, en el
mojinete... ¡Qué embromar! ¡Che... che!... ¡La cama de la finadita!...¿Sabés que me dan
ganas de pedirla pa mi Nicasia? La mesma que lo hago... Dicen que ese mal se pega... pero
con echarle agua hirviendo y dejarla al sol... Ta en muy güen uso y es de las juertes. ¡Ya te
armaste, Martiniana!... ¡Pobre gurisa!... ¡Quién iba a creer! Y ya hace... ¿cuánto, che?
¡Como veinte días! ¡Dios la tenga en güen sitio a la infeliz! ¡Cómo pasa el tiempo! Che, ¿y
era cierto que se casaba pronto con Aniceto?
PRUDENCIA.- Ya lo creo. Aniceto no la quería; ¡qué iba a querer! ¡Pero por adular a
tata!...
MARTINIANA.- Enfermedad bruta, ¿eh? ¿Qué duró? Ocho días o nueve y se fue en
sangre por la boca. (Suspirando.) ¡Ay, pobrecita! ¿Y el viejo sigue callao no más?
PRUDENCIA.- Ni una palabra. Desde que Robustiana se puso mal, hasta ahora no le
hemos oído decir esta boca es mía... Conversa con Aniceto, y eso lejos de la casa... y
después se pasa el día dando vueltas y silbando despacito.
MARTINIANA .- Ha quedao maniático con el golpe. La quería con locura.Escena V
MARTINIANA, PRUDENCIA, ANICETO y DON ZOILO.
(ANICETO cruza la escena con algunas herramientas en la mano y va a depositarlas bajo el
alero.)
DON ZOILO.- (Que entra un instante después, silbando en la forma indicada, a
ANICETO.) ¿Acabó?
ANICETO.- Sí, señor...
DON ZOILO .- ¿Quedó juerte la cruz?
ANICETO.- Sí, señor... Y alrededor de la verja le planté unas enredaderitas. Va a quedar
muy lindo.
DON ZOILO.- Gracias, hijo. (Recomenzando el motivo, tantea el lazo que dejó antes y
regresa hacia el barril de agua bebiendo algunos sorbos.)
MARTINIANA.- Güen día, don Zoilo... Yo venía en el breque a pedirle que las dejara a
Dolores y a las muchachas ir a pasar la tarde a casa.
DON ZOILO .- ¿Qué?
MARTINIANA .- Ir a casa. Las pobres están tan tristes y solas, que me dio pena...DON ZOILO .- ¿Cómo no? (Para sí.) Es mucho mejor.
(Mutis.)
MARTINIANA.- Muchas gracias, don Zoilo. Ya sabía... (Volviéndose.) Che, Pruda,
corré y avisales que está arreglao; que vengan no más cuando quieran.
(PRUDENCIA vase.)
Escena VI
ANICETO y MARTINIANA.
ANICETO.- ¡Ep! ¡Vieja! En seguidita, pero en seguidita, ¿me oye?, sube en ese breque y
se me manda mudar.
MARTINIANA.- Pero...
ANICETO.- No alcés la voz... (Enseñándole el talero.) ¿Ves esto? ¡Güeno!... ¡Sin chistar!
MARTINIANA.- Yo...
ANICETO .- ¡Volando he dicho! ¡Ya!...(MARTINIANA se va encogida, bajo la amenaza del talerazo con que la amaga durante un
trecho ANICETO.)
Escena VII
ANICETO y RUDECINDA.
ANICETO.- (Volviéndose.) ¡Son lo último de lo pior! ¡Ovejas locas!
RUDECINDA.- (Saliendo.) ¿Y mi comadre?
ANICETO .- Se jue.
RUDECINDA .- ¿Cómo? ¡No puede ser!
ANICETO.- Yo la espanté.
RUDECINDA.- (Queriendo llamarla.) Marti...
ANICETO .- (Violento, a la vez.) ¡Cállese! ¡Llame a doña Dolores!
RUDECINDA.- (Sorprendida.) ¿Pero qué hay?
ANICETO.- Llamelá y sabrá.(RUDECINDA, asomándose a la puerta del rancho, hace señas.)
Escena VIII
ANICETO, RUDECINDA y DOÑA DOLORES.
DOÑA DOLORES.- (Apareciendo.) ¿Qué pasa?
RUDECINDA .- No sé... Aniceto...
DOÑA DOLORES.- ¿Qué querés, hijo?
ANICETO.- Digan... ¿No tienen alma ustedes? ¿Qué herejía andan por hacer?
DOÑA DOLORES.- (Confundida.) ¿Nosotras?
ANICETO .- Las mismas... ¿No les da ni un poco de lástima ese pobre hombre viejo?
¿Quieren acabar de matarlo?
RUDECINDA .- Che... ¿con qué derecho te metés en nuestras cosas? ¿Te dejó enseñada la
lección Robustiana?
ANICETO.- Con el derecho que tiene todo hombre bueno de evitar una mala acción...
Ustedes se quieren dir pa la estancia vieja... escaparse y abandonarlo cuando más carece de
consuelos y de cuidados el infeliz. ¡Qué les precisa darle ese disgusto que lo mataría! Vea,
doña Dolores. Usted es una mujer de respeto y no del todo mala. Por favor. Impóngase de
una vez... Mande en su casa, resignesé a todo y trate de que padrino Zoilo vuelva a
encontrar en la familia el amor y el respeto que le han quitao...DOÑA DOLORES.- Yo... yo... yo no sé nada, hijo.
RUDECINDA .- Dolores hará lo que mejor le cuadre, ¿has oído? Y no precisa consejos de
entrometidos.
ANICETO .- Callesé. ¡Usted es la pior! La que les tiene regüeltos los sesos a esas dos
desgraciadas. Ya tiene edá bastante pa aprender un poco e juicio...
RUDECINDA .- ¡Jesús María! ¡Y después quedrán que una no se queje! ¡Si hasta este
mulato guacho se permite manosiarla! ¿Qué te has creído, trompeta?
ANICETO.- Haga el favor. ¡No grite! ¡Podría oír!
RUDECINDA.- Bueno. ¡Que oiga! Si lo tiene que saber después, que lo sepa ahora... Sí,
señor... Nos vamos pa la estancia, a lo nuestro... Queremos vivir con la comodidad que
Zoilo nos quitó por un puro capricho... ¡A eso!... Y si a él no le gusta, que se muerda. ¡No
vamos a estar aquí tres mujeres (DON ZOILO aparece por detrás del rancho.) dispuestas a
sacrificarnos toda la vida por el antojo de un viejo maniático!
ANICETO .- (A DOÑA DOLORES.) ¿Usté qué dice, señora?
DOÑA DOLORES .- ¡Ay! ¡No sé! ¡Estoy tan afligida!
ANICETO .- Bueno. Si usté no dice nada, yo... yo no voy a permitir que cometan esa
picardía.
RUDECINDA.- ¿Vas a orejearle... como es tu costumbre? ¡Si no les tenemos miedo... a
ninguno de los dos! Andá, contale, decile que...
ANICETO .- ¡Ah! Conque ni esa vergüenza les queda... ¡Arrastradas!... Conque se
empeñan en matarlo de pena. Pues güeno, lo mataremos entre todos; pero les via sobar el
lomo de una paliza primero, y todavía será poco. ¡Desorejadas! ¡Pa lo que merecen!
¡Desvergonzadas! ¿Qué se han pensao?... ¿Se creen que soy ciego?... ¿Se creen que no sé
que la mataron a disgustos a la pobre chiquilina? ¿Se pensaron que no sé que entre la vieja
Martiniana y usté (A RUDECINDA.) que es otra... bandida, como ella, han hecho que a
esa infeliz de Prudencia la perdiera don Juan Luis.RUDECINDA.- ¡Miente!
DOÑA DOLORES.- Virgen de los Desamparados, ¿qué estoy oyendo?
ANICETO.- La verdá. Usté es una pobre diablo y no ha visto nada. Por eso el empeño de
irse. Pa hacer las cosas más a gusto... ¡Ésta con su Butiérrez y la otra con su estanciero!... y
como si juese todavía poca infamia, pa tener un hombre honrao y güeno de pantalla de tanta
inmundicia. (Pausa. DOÑA DOLORES llora.) Y ahora, si quieren ustedes, pueden dirse,
pueden dirse... pueden dirse... pero se van a tener que dir pasando bajo el mango de este
rebenque.
RUDECINDA.- (Reaccionando enérgica.) ¡Eh! ¿Quién sos vos? ¡Guacho!
ANICETO.- ¿Yo?... (Levanta el talero.)
Escena IX
ANICETO, DOÑA DOLORES, RUDECINDA y DON ZOILO.
DON ZOILO.- (Saliendo, imponente.) ¡Aniceto! (Estupefacción.) Usté no tiene ningún
derecho.
ANICETO .- Perdone, señor.
RUDECINDA.- Es mentira, Zoilo.
DON ZOILO .- (A ANICETO.) Vaya, hijo... Haga dar güelta ese breque que se va...ANICETO.- Ta bien...
(Mutis.)
Escena X
DOÑA DOLORES, RUDECINDA y DON ZOILO.
(DON ZOILO se aproxima silbando al barril, bebe unos sorbos de agua, que paladea con
fruición nerviosa, y se vuelve silbando.)
RUDECINDA.- ¿Has visto a ese atrevido insolente? ¡Pura mentira!
DON ZOILO.- (Se sienta.) Sí, eso.
RUDECINDA.- (Recobrando confianza.) Debe estar aburrido de tenernos ya.
DOÑA DOLORES.- ¡Zoilo! Zoilo! ¡Perdoname!
DON ZOILO .- (Como dejando caer lentamente las palabras.) ¿Yo? Ustedes son las que
deben perdonarme. La culpa es mía. No he sabido tratarlas como se merecían. Con vos fui
malo siempre... No te quise. No pude portarme bien en tantos años de vida juntos. No te
enseñé tampoco a ser güena, honrada y hacendosa. ¡Y güena madre, sobre todo!
DOÑA DOLORES.- ¡Zoilo! ¡Por favor!DON ZOILO .- Con vos también, hermana, me porté mal. Nunca te di un güen consejo,
empeñao en hacerte desgraciada. Después te derroché tu parte de la herencia, como un
perdulario cualquiera. (Pausa.) Mis pobres hijas también fueron víctimas de mis malos
ejemplos. Siempre me opuse a la felicidad de Prudencia. Y en cuanto (Con voz apagada
por la emoción), y en cuanto a la otra... a la otra... a aquel angelito del cielo, la maté yo, la
maté yo a disgustos. (Oculta la cabeza en la falda del poncho con un hondo sollozo.
RUDECINDA se deja caer en un banco, abrumada. Pausa prolongada. DON ZOILO,
rehaciéndose, de pie.) Güeno, vayan aprontando no más las cosas pa dirse. Va a llegar el
breque.
DOÑA DOLORES .- (Echándose al cuello.) ¡No... no, Zoilo! ¡No nos vamos! ¡Perdón!
¡Perdón! ¡Ahora lo comprendo! Hemos sido unas perversas... unas malas mujeres... Pero
perdonanos...
DON ZOILO.- (Apartándola con firmeza.) ¡ Salga!... ¡Dejemé!...Vaya a hacer lo que le he
dicho...
DOÑA DOLORES.- ¡Por María Santísima! Te lo pido de rodillas... ¡Perdón...
perdoncito!... Te prometemos cambiar pa siempre.
DON ZOILO.- ¡No!... ¡No!... ¡Levántese!
DOÑA DOLORES.- Te juro que via ser una buena esposa... Una buena madre. Una santa.
Que volveremos a la buena vida de antes, que todo el tiempo va a ser poco pa quererte y pa
cuidarte. ¡Decí que nos perdonas, decí que sí! (Abrazada a sus piernas.)
DON ZOILO.- Salí. ¡Dejame! (La aparta con violencia. DOÑA DOLORES queda de
rodillas, llorando, sobre los brazos que apoya en el suelo.) Y usté, hermana. Vamos,
arriba... ¡Arriba, pues! (RUDECINDA hace un gesto negativo.) ¡Oh!... ¿Aura no les
gusta? Vamos a ver... (Se dirige a la puerta del rancho y al llegar se encuentra con
PRUDENCIA.) ¡Hija! ¡Usté faltaba! Venga... ¡Abrace a su padre! ¡Así!
Escena XIDOÑA DOLORES, RUDECINDA, DON ZOILO y PRUDENCIA.
PRUDENCIA .- ¿Pero, pero qué pasa?
DON ZOILO.- Nada, no se asuste. Quiero hacerla feliz. La mando con su hombre, con su...
(Entra en el rancho.)
Escena XII
DOÑA DOLORES, RUDECINDA y PRUDENCIA.
PRUDENCIA.- ¡Virgen Santa! ¿Qué ocurre? (Afligida.) ¡Mama! Mamita querida...
Levántese. Venga. (Se levanta.) ¿Le pegó? ¡Fue capaz de pegarle!
DOÑA DOLORES.- Hija desgraciada. (La abraza.)
PRUDENCIA .- (Conduciéndola a un banco.) ¿Pero qué será esto, Dios mío? (A
RUDECINDA.) ¡Vos, contame! ¿Tata fue? (RUDECINDA no responde.) ¡Ay, qué
desgracia! (Viendo a DON ZOILO.) ¡Tata, tata! ¿Qué es esto?
Escena XIIIDOÑA DOLORES, RUDECINDA, PRUDENCIA y DON ZOILO.
DON ZOILO .- (Sale del rancho tirando algunos atados de ropa.) Que se van... a la
estancia vieja... ¡que fue del viejo Zoilo!... ¿No tenían todo pronto pa juir?¡Pues aura yo les
doy permiso pa ser dichosas! (A las tres.) Güeno. Ahí tienen sus ropas... ¡Adiosito! Que
sean muy felices.
DOÑA DOLORES.- ¡Zoilo, no!
DON ZOILO .- ¡Está el breque! Que cuando vuelva no las encuentre aquí.
(Se va detrás del rancho lentamente.)
Escena XIV
DOÑA DOLORES, PRUDENCIA, RUDECINDA, MARTINIANA y luego ANICETO.
MARTINIANA.- (Saliendo.) ¡Bien decía yo que no eran más que cosas de ese ladiao de
Aniceto! ¿Qué? ¿Y esto qué es? ¡Una por un lao... otra por otro... el tendal!... ¡Hum! Me
paece que ño rebenque ha dao junción... ¡Eh! ¡Hablen, mujeres! ¿Jue muy juerte la tunda?
¡No hagan caso! Los chirlos suelen hacer bien pa la sangre... Y después, ¡qué dimontes!
¡No se puede dir a pescar sin tener un contratiempo! ¡Quién hubiera creído que ese viejo
sotreta le iba a dar a la vejez por castigar mujeres!... Pero digan algo, cristianas. ¿Se han
tragao la lengua?
RUDECINDA.- (Levantándose.) Callesé, comadre.(Sale ANICETO, y durante toda la escena se mantiene a distancia cruzado de brazos.)
MARTINIANA.- ¡Vaya, gracias a Dios que golvió una en sí! A mí me jue a llamar
Aniceto... ¿Qué hay? ¿Nos vamos o nos quedamos?
RUDECINDA.- Sí. Nos vamos... ¡Echadas! ¡Ese guacho de Aniceto la echó a perder!
¡Dolores! ¡Eh! ¡Dolores! ¡Ya basta, mujer!... Tenemos que pensar en irnos... Ya oíste lo
que dijo Zoilo.
DOÑA DOLORES.- No. Yo me quedo. Vayan ustedes no más.
RUDECINDA .- ¡Qué has de quedar! ¿Sos sorda entonces? Vos, Prudencia... ¿estás
vestida? Bueno andando. (A DOÑA DOLORES.) ¡Vamos, levantate, que las cosas no
están pa desmayos! ¡Vaya cargando esos bultos, comadre!
MARTINIANA .- Al fin hacen las cosas como Dios manda... (Recoge los atados.)
RUDECINDA.- ¡Movete, pues, Dolores!
DOÑA DOLORES .- ¡No? Quiero verlo, hablar con él primero; esto no puede ser.
RUDECINDA .- Como pa historias está el otro.
MARTINIANA .- Obedezca, doña... con la conciencia a estas horas no se hace nada.
Dicen, aunque sea mala comparación, que cuando una vieja se arrepiente, tata Dios se pone
triste. Aura que me acuerdo. ¿No me querría dar o vender esta cama de la finadita? Le
vendría bien a Nicasia, que tiene que dormir en un catre de guasquillas. Si cabiera en el
pescante, la mesma que la cargaba. ¡Linda! Es de las que duran...
RUDECINDA.- ¡Sí, mujer! Mañana mismo la mandamos buscar. Verás cómo se le pasa.
¡Qué va a'ser sin nosotras!MARTINIANA.- (A PRUDENCIA.) Comedite, pues, y ayudame a cargar el equipaje. Es
mucho peso pa una mujer vieja. Andá con eso no más. En marcha, como dijo el finao
Artigas... (Antes de hacer mutis.) ¡Hasta verte, rancho pobre!
(ANICETO las sigue un trecho y se detiene pensativo observándolas.)
Escena XV
ANICETO y DON ZOILO.
(DON ZOILO aparece por detrás del rancho, observa la escena y avanza despacio hasta
arrimarse a ANICETO.)
DON ZOILO.- ¡Hijo!
ANICETO.- (Sorprendido.) ¡Eh!
DON ZOILO .- Vaya, acompáñelas un poco... y después repunte las ovejitas pa carniar...
¿eh? ¡Vaya!
ANICETO.- (Observándolo fijamente.) ¿Pa carniar?... Bueno... Este... ¿Me empriesta el
cuchillo? El mío he perdido...
DON ZOILO .- ¿Y cómo? ¿No lo tenés ahí?ANICETO.- Es que... vea... le diré la verdad. Tengo miedo de que haga una locura...
DON ZOILO .- ¡Y de ahí!... Si la hiciera... ¿no tendría razón acaso?... ¿Quién me lo iba a
impedir?
ANICETO.- ¡Todos! ¡Yo!... ¿Cree acaso que esa chamuchina de gente merece que un
hombre güeno se mate por ella?
DON ZOILO.- Yo no me mato por ellos, me mato por mí mesmo.
ANICETO.- ¡No, padrino! ¡Calmesé! ¿Qué consigue con desesperarse?
DON ZOILO .- (Alzándose.) Eso es lo mesmo que decirle a un deudo en el velorio: «No
llore, amigo; la cosa no tiene remedio.» ¡No hay que llorar, canejo!... ¡Si quiere tanto a ese
hijo, o ese pariente! Todos somos güenos pa consolar y pa dar consejos. Ninguno pa hacer
lo que Dios manda. Y no hablo por vos, hijo. Agarran a un hombre sano, güeno, honrao,
trabajador, servicial, lo despojan de todo lo que tiene, de sus bienes amontonaos a juerza de
sudor, del cariño de su familia, que es su mejor consuelo, de su honra... ¡canejo!... que es su
reliquia; lo agarran, le retiran la consideración, le pierden el respeto, lo manosean, lo
pisotean, lo soban, le quitan hasta el apellido... y cuando ese desgraciao, cuando ese viejo
Zoilo, cansao, deshecho, inútil pa todo, sin una esperanza, loco de vergüenza y de
sufrimientos resuelve acabar de una vez con tanta inmundicia de vida, todos corren a
atajarlo. « ¡No se mate, que la vida es güena!» ¿Güena pa qué?
ANICETO .- Yo, padrino...
DON ZOILO.- No lo digo por vos, hijo... Y bien, ya está... No me maté... ¡Toy vivo! Y
aura, ¿qué me dan? ¿Me degüelven lo perdido? ¿Mi fortuna, mis hijos, mi honra, mi
tranquilidad? (Exclamación.) ¡Ah, no! ¡Demasiado hemos hecho con no dejarte morir!
¡Aura arreglate como podás, viejo Zoilo!...
ANICETO.- ¡Así es no más!
DON ZOILO.- (Palmeándole afectuoso.) Entonces, hijo... vaya a repuntar la majadita...
como le había encargao. ¡Vaya!... ¡Déjeme tranquilo! No lo hago. Camine a repuntar la
majadita.ANICETO .- Así me gusta. ¡Viva... viva!
DON ZOILO.- ¡Amalaya fuese tan fácil vivir como morir!... Por lo demás, ¡algún día tiene
que ser!
ANICETO .- ¡Oh!... ¡Qué injusticia!
DON ZOILO.- ¿Injusticia? ¡Si lo sabrá el viejo Zoilo! ¡Vaya! No va a pasar nada... le
prometo... Tome el cuchillo... vaya a repuntar la majadita...
(ANICETO mutis.)
Escena XVI
DON ZOILO.
DON ZOILO.- (Lo sigue con la mirada un instante, y volviéndose al barril extrae un jarro
de agua y lo bebe con avidez; luego va en dirección al alero y toma el lazo que había
colgado y lo estira; prueba si está bien flexible y lo arma, silbando siempre el aire indicado.
Colocándose después debajo del palo del mojinete trata de asegurar el lazo, pero al
arrojarlo se le enreda en el nido de hornero. Forcejea un momento con fastidio por voltear
el nido.) Las cosas de Dios... ¡Se deshace más fácilmente el nido de un hombre que el nido
de un pájaro!
(Reanuda su tarea de amarrar el lazo, hasta que consigue su propósito. Se dispone a
ahorcarse. Cuando está seguro de la resistencia de la soga, se vuelve al centro de la escena,
bebe más agua, toma un banco y va a colocarlo debajo de la horca.)