11/12/14

La mutilada. TENNESSEE WILLIAMS.



La mutilada

TENNESSEE WILLIAMS


ESCENA I
El Hotel Silver Dollar de la calle South Rampart: en el antiguo Barrio Francés de Nueva
Orleans. Ante el escritorio está sentado el empleado nocturno, BERNIE , en una silla giratoria
que se inclina hacia atrás, permitiéndole apoyar los pies sobre el bajo mostrador. Está leyendo
una revista de historietas. Si llama el conmutador, puede hacer una conexión con un levísimo
cambio de posición. Hay una estrecha escalera externa de madera gris que llega a un rellano
del piso superior. Por algún motivo, tal vez porque antes era una residencia privada de
madera, este rellano da acceso a un solo cuarto. El cuarto así favorecido es el de TRINKET
DUGAN . Cuando se alza el telón, oímos a los cantores de villancicos cantando los primeros
versos.
CORO :
Creo que los raros, los locos y extraños
Obtendrán su festividad este año
Y por un momento, un breve momento,
Habrá piedad para todos los violentos.
¡Milagro, milagro!
Un refugio para todos los violentos.
Creo que los mutilados serán ahora
Tocados por manos casi curadoras.
Por la noche los agónicos sentirán
Un alivio que casi llegará a ser real.
¡Milagro, milagro!
Un alivio que casi llegará a ser real.
La estrella constante de los errantes
Iluminará el bosque donde caerán
Y ellos, ellos verán y ellos oirán
Una radiación, un llamado distante.
¡Milagro, milagro!
Una visión y un llamado distante.
Por fin alguien tal vez llegue a todos
Y aunque pueda tal vez no quedarse,
Tal vez se suavice el lugar donde esté.
Tal vez se ablande el lugar do descanse.
¡Milagro, milagro!
Tal vez cedan las piedras allí do descanse.
(Los cantores terminan y se dispersan. CELESTE y su hermano, HENRY , aparecen ante el hotel.
CELESTE es una mujercita baja y rolliza con un amplio busto por el que siente un orgullo
excesivo, que le hace llevar vestidos escotados noche y día. Tiene cabello castaño rojizo con
flequillo y descubrió su chaqueta de pieles un día de suerte en el escaparate de una tienda de
saldos. Le apasionan las prendas de raso porque se adhieren al cuerpo y atrapan la luz, y no
hay perlas lo bastante grandes para conformarla. Lleva una cartera muy grande para robar en
las tiendas. Tiene cincuenta años; su carácter es indomable.)
CELESTE . — Entra conmigo, Henry.
HENRY . — No.
CELESTE . — Vamos, sólo un minuto.
Quiero que conozcas al magnifico muchacho que atiende
por la noche. (Lo dice con una cordialidad ansiosa que es rechazada por su hermano-
funebrero.)
HENRY . — Mira. (Ha extraído una libreta de notas y una lapicera Waterman que le regalaron
para Navidad cuando era un niño de diez años.) Voy a anotarte la dirección de la Panadería
Rainbow y el nombre del hombre con el que debes hablar cuando vayas.
CELESTE . — ¡Oh, bien, hazlo, querido Henry! (Aprieta el brazo rígido del hermano contra sí.)
¡No hay muchacha que haya tenido un hermano más bueno que tú! ¿Lo sabías, Henry? ¿Lo
mucho que lo aprecio?
HENRY . — Sé por experiencia lo mucho que servirá esto. Tienes tan poca idea de cómo ganarte
la vida honestamente como sobre volar a la luna.
CELESTE . — Te voy a dar una sorpresa, Henry.
HENRY . — ¿Tienes ropa decente para ir a trabajar?
CELESTE . — La sangre es más espesa que el agua, ¿verdad, Henry?
HENRY . — No estoy hablando de la sangre. Te pregunté si tenías ropa adecuada para cuando
vayas a la panadería el lunes siguiente a Año Nuevo.
CELESTE . — Sé dónde puedo conseguir unos lindos vestiditos de entrecasa a menos de cinco
dólares cada uno, y te pagaré al cobrar mi primera semana de salario, Henry.
HENRY . — ¿Me crees tan idiota como para adelantarte dinero para vestidos de entrecasa cuando
en este mismo instante estás mirando por sobre mi hombro el bar de la esquina? Ahora mete la
dirección en esa maleta que llevas de cartera. ¡Carajo! El tamaño de esa vieja cartera te
denunciaría como ladrona de tiendas aunque todos los negocios de la ciudad no supieran ya que
lo eres. (Le tiende la dirección de la panadería.)
CELESTE . — No tengo mis "cuatrojos". ¿Qué dice?
HENRY . — Dice Carondelet 820. Queda en una esquina, en Carondelet y Dauphine.
CELESTE . — Panadería Rainbow, Carondelet y Dauphine, temprano y despejada, el primer lunes
siguiente a Año Nuevo. ¡Dios te bendiga, Henry, terroncito de azúcar!
HENRY . — Veré si el cocinero tiene algún uniforme blanco viejo para ti. Supongo que en una
panadería tienes que vestir de blanco. Bueno... Ah, ¿qué nombre le daré a este hombre cuando
le telefonee avisándole que irás?
CELESTE . — ¡Qué nombre, caramba, pues mi propio nombre, desde luego: Celeste Delacroix
Griffin! No me avergüenza trabajar en una panadería, Henry, no tengo falso orgullo en ese
sentido.
HENRY . — No tienes orgullo verdadero ni falso en ningún sentido. No es ése el asunto. El
asunto es que no quiero que sigas usando mi apellido. Ni allí ni en ninguna parte. Tengo hijos
que crecen aquí. No quiero que uses nuestro apellido. Así que dame un nombre inventado para
darle al señor Noonan.
CELESTE . — ¡Oh! Bueno, dale el nombre... Agnes Jones...
HENRY . — Perfecto. Agnes Jones. (Parte bruscamente, luego se detiene antes de salir y le
grita.) ¡También le diré al señor Noonan que retenga diez dólares por semana de tu salario para
mí, hasta que recobre todo lo que me costó sacarte de la jaula!
CELESTE (gritándole). — ¿Nos vemos mañana para la cena de Navidad, Henry?
HENRY .
— ¡No quiero volver a verte en mi vida, así que consigúete una cena de Navidad con
otro!
CELESTE . — Henry, no lo dices en serio.
HENRY (gritando desde cierta distancia). — ¡Sí, en serio!
CELESTE . — Sí, en serio. Sí, supongo que es en serio. (Gime
un viento frío: CELESTE se lleva las
manos al pecho, cruzando los brazos.) Bueno, el año pasado en esta época, vísperas de
Navidad, Trinket Dugan y yo estábamos arriba, en su dormitorio. (Ante estas palabras, se
ilumina tenuemente el dormitorio de TRINKET DUGAN y vemos a TRINKET en quimono japonés,
de color rosa pálido, sentada en el borde de una camita de hierro blanca, descascarada,
sosteniendo un cuaderno escolar en la falda, mordisqueando un lápiz, a punto de hacer una
anotación en su diario íntimo. El gramófono suena muy suave junto a la cama. Sobre una
mesita hay un porrón de cuatro litros de California Tokay: el vino atrapa la luz con un
resplandor delicado, como de joya.)
TRINKET (en voz alta). — ¡Querido diario! ¡Querido diario! No tengo nada que decir... (Cierra
el cuaderno con un suspiro y se sirve una copa de tokay.)
CELESTE . — En este mismo instante ella está arriba y jugaría cinco dólares contra cincuenta, si
tuviera cinco, a que tiene un porrón de cuatro litros de California Tokay. Es una borrachina
terrible: puede pagarse gin, toma vino... Bueno. Es rica y egoísta. Orgullosa de su billetera.
Pero mutilada, oh, sí, ja ja, es una mujer mutilada. Lo sé, soy la única que lo sabe. Ése es mi as
en la manga. Ahora voy a subir por esta escalera lateral y ofrecerle la pipa de la paz, decirle que
en vísperas del nacimiento de Cristo hasta un par de putas viejas como Trinket y Celeste
deberían enterrar el hacha de guerra; olvidar las heridas que cada una le ha hecho a la otra, y
brindar por el nacimiento del Niño en el Pesebre con un dulce vino dorado, con tokay... (Se
oyen marineros borrachos que cantan.) ¡Un momentito! Los negocios antes que el placer.
(Pasan BRUNO y SLIM : ella se abre el sarnoso abrigo de piel para exhibir el busto pero pasan a
su lado, cantando, como si CELESTE fuera invisible aunque ocupa casi toda la acera.)
¡Borrachos hasta la ceguera! De lo contrario habrían reparado en mi busto. Demonios, hasta el
sargento del escritorio donde firmé al salir de la leonera le echó un buen vistazo a mi busto, no
dejé de notarlo. Bueno, tengo la gran suerte de contar con pechos firmes cuándo muchas
mujeres que pasan de los cuarenta o incluso de los treinta tienen tetas como un par de muías
con la cabeza colgando sobre el listón de una cerca. (Comienza a subir por la escalera externa
pero la vuelve a distraer un ruido de la calle.)
VOZ . — ¡La Muchacha-Pájaro, vean a la Muchacha-Pájaro, cincuenta centavos, cinco monedas
para ver a la Muchacha-Pájaro!
CELESTE . — Oh-oh, oh-oh, Maxie y la Muchacha-Pájaro. (Suelta una risita maligna.) ¡Puedo
desquitarme si juego bien mis cartas, él va a juntar una multitud en esta misma esquina, ah-jaja!
VOZ (estridente, acercándose). — ¡Vean a la Muchacha-Pájaro, dos monedas para ver a la
Muchacha-Pájaro!
CELESTE . — ¡Oh-oh! ¡Bajó el precio! (Un hombre gordo, MAXIE , aparece ante el hotel con una
acompañante embozada y encapuchada que se mueve con paso arrastrado, como de paloma.)
¡Hola, Maxie! ¡Feliz Navidad, Muchacha-Pájaro!
MAXIE (rencorosamente, a CELESTE ). — ¡Piérdete, atorranta! ¡Vean a la Muchacha-Pájaro, dos
monedas para ver a la Muchacha-Pájaro al descubierto, sin máscara, la curiosidad más grande
del mundo! (Unos pocos transeúntes se detienen en la acera. Un borracho sale tambaleante
del hotel Silver Dollar, buscando una moneda de veinticinco en el bolsillo.)
CELESTE (al ver que el borracho está interesado). — Baah, ésa no es una Muchacha-Pájaro, la
conozco personalmente. Es Rosa de la calle Rampart con plumas de pollo pegadas con cola. Es
algo doloroso, peligroso, lo sé por experiencia, señor. (Se vuelve otra vez hacia la MUCHACHA -
PÁJARO .) Eh, Rosa, ¿cuánto te paga Maxie, cuánto te está pagando, Rosita? ( MAXIE alza una
mano amenazante. La MUCHACHA - PÁJARO emite furiosos ruidos de pájaro.) ¿Maxie? ¿Maxie?
(Se acerca rápidamente a él.) No voy a desenmascararte, sólo tienes que darme cinco dólares,
Maxie. Acabo de salir de la leonera, dame cinco dólares, ¿quieres? ¿Para una botella de
Navidad? ¿Eh, Maxie? ¿Para mantener la boca cerrada, Maxie?
MAXIE . — ¡Voy a cerrar tu gorda boca por menos de cinco dólares!
CELESTE . — ¡A mí no vas a levantarme la mano, Maxie!
MAXIE . — ¡Vamos, vamos, piérdete!
CELESTE . — ¡Caramba, yo misma fui Muchacha-Pájaro! ¿Te has olvidado que fui Muchacha-
Pájaro? ¿Que quedé con dos quemaduras de segundo grado cuando me pusiste aquella goma
ardiente encima?
MAXIE . — ¿Quieres problemas? ¿Problemas, es lo que quieres?
MUCHACHA - PÁJARO . — ¡Auk-auk-auk!
CELESTE . — No, quiero dos dólares veinte para comprar dos litros de California Tokay. (Entra
un policía. La MUCHACHA - PÁJARO silba y grazna locamente mientras escapa aleteando.)
POLICÍA . — Circulen.
MAXIE . — ¡Ella espantó a la Muchacha-Pájaro!
MUCHACHA - PÁJARO (fuera de escena). — ¡Auk-auk-auk!
MAXIE (corriendo tras ella). — ¡Muchacha-Pájaro, eh, Muchacha-Pájaro! (Silba vacilante.
Ulula el viento.)
CELESTE (alzando una pluma suelta). — Pobre Rosa, perdió algunas plumas. ¡Ah, bueno, así es
la vida, psh, psh! Si ella fuese un pájaro, la sociedad humana se interesaría por su situación,
pero como es un ser humano, no podría importarle menos. (Se vuelve hacia el POLICÍA .) ¿Qué le
parece? Quiero decir la ironía del asunto. (El viento gime fríamente.)
POLICÍA . — ¿Dónde vive usted?
CELESTE . — ¿Mi dirección? ¡Aquí, justamente aquí! Hotel Silver Dollar.
POLICÍA . — Despeje la calle...
CELESTE . — ¡Oh, vamos, realmente!
POLICÍA . — La conozco del tribunal nocturno, entre y manténgase fuera de la calle. (Sigue su
camino. Aparece otro marinero: CELESTE se abre el abrigo, exhibiendo esperanzada el busto.)
CELESTE . — ¡Hola, hola, feliz Navidad!
MARINERO (empujándola para pasar). — Piérdete. (La sonrisa vivaz de CELESTE se esfuma; se
cierra el abrigo como si fuera un libro con final triste.)
CELESTE . — Lo estoy... (Quiere decir perdida.) Cuando se está perdida en este mundo se está
perdida y no encontrada, el Departamento de personas perdidas y encontradas es sólo el
Departamento de personas perdidas, pero voy a entrar a ese vestíbulo como si acabara de llegar
del mayor acontecimiento social de la maldita temporada, sin broma... (Se dirige hacia la
puerta pero se queda helada a punto de entrar.) Bueno, contaré hasta cinco y entraré. Uno...
Dos... Tres... Cuatro... Cuatro y medio... Cuatro y tres cuartos... ( TRINKET pone un disco
vibrante y animado en el fonógrafo en compás de cuatro por cuatro: "Vals de Santiago".)
Humm. Suena como si la dama estuviese tratando de levantarse el ánimo ahí arriba. Yo solía
levantarle el ánimo. Le decía todos los días: olvida tu mutilación, no es el fin del mundo ni para
ti ni para el mundo. Demonios, le decía, todos tenemos nuestras mutilaciones, algunas de
nacimiento, otras de mucho antes del nacimiento, y otras de más tarde, y algunas se quedan con
nosotros para siempre. Bueno, no hay nada como pasar una semana en la leonera para sacarte el
filósofo que llevas dentro, pero en mí sacó también la gallina que llevo dentro. Temerosa de
entrar al vestíbulo de una ratonera. Cuatro y siete octavos. No: no señor. Necesito fortalecerme
moralmente antes de llegar a cinco y enfrentar ese vestíbulo... (Se vuelve hacia la escalera
externa.) ¿Qué le diré? Bueno, pensaré algo cuando... (Llega al rellano y llama a la puerta
externa del cuarto de TRINKET .)
TRINKET . — ¿Quién llama a mi puerta?
CELESTE . — Yo, Celeste, enterremos el hacha de guerra para Navidad.
TRINKET . — No podemos enterrar el hacha de guerra. Nos herimos mucho la una a la otra, y
ahora es demasiado tarde para olvidarlo.
CELESTE . — ¡Piensa en los momentos maravillosos que pasamos juntas!
TRINKET . — No fueron momentos maravillosos. Vagábamos las dos por la ciudad, te llevaba a
desayunar, te llevaba a almorzar, te llevaba a cenar. Te llevaba al cine. En pago de todos los
favores, sólo recibí envidia, rencor y taimadas insinuaciones de que si no seguía pegada a ti,
sólo por compañía en mí época de desesperación, revelarías mi secreto.
CELESTE . — Eso no es cierto. Aparte de mí no hay un alma enterada de tu mutilación.
TRINKET . — Insistías en recordármelo. Que no hay un alma enterada de mi mutilación aparte de
Celeste. ¿Por qué lo hacías si no pretendías amenazarme con revelarlo?
CELESTE . — La gente es desconfiada. ¡Temía que de pronto fueras a cansarte de mí, a aburrirte
de mí! ¿Trinket? ¡Déjame entrar! Tengo miedo de pasar por el vestíbulo.
TRINKET . — Te echaron, perdiste el cuarto que tenías, Celeste.
CELESTE . — Era lo que me temía: ¡lo sospechaba! Veo que estás bebiendo tokay. Déjame entrar
a tomar una copa, me dará coraje para enfrentar mi situación en el vestíbulo.
TRINKET . — Celeste, hemos terminado. Tú sabes por qué. ¿Recuerdas la noche en que deseabas
comer en el Commander's Palace del Carden District? Yo quería comida china... (Empieza a
dirigirse al público en vez de a CELESTE .) Quería un poco de Moo Goo Gai Pan en el
restaurante chino de la calle Dauphine. Ah, no, dijo ella, no. El que quiera comer ratas hervidas,
que coma comida china. Ni soñaba en eso, le dije. Yo sabía dos cosas, por supuesto: ella no
podía pagarse una hamburguesa en el White Castle, y el Moo Goo Gai Pan está hecho con
erizos de mar, arvejas frescas y pechuga de pollo. Uno de los platos más famosos y delicados
del mundo. Me aparté y empecé a caminar sin ella hacia el restaurante chino. Pronto, en
realidad en menos de un minuto, oí el tac-tac-tac de sus tacos altos persiguiéndome. Me tomó
del codo. La enfrenté, tenía el rostro lívido de odio. "Hay alguien enterado de tu mutilación
aparte de mí? ¿Alguna vez lo he revelado?" "¡Déjame, déjame, déjame, déjame!" dije,
"¡déjame! Vete al Commander's Palace", dije, "o al Galatoires y regálate con el plato que se te
ocurra y con vino importado, pero vete, vete, vete, déjame en paz, voy a comer comida china:
¡quiero hacerlo y hago lo que quiero!" ¿Saben lo que me dijo, entonces? "¡Come comida china,
monstruo mutilado!" Bueno, eso no mejoró nuestra amistad. Eso puso punto final a nuestra
amistad. ¿Pueden reprochármelo? ¿Mofarse de la mutilación de una vieja amiga para conseguir
una comida gratis en el lugar que ella quería? ( CELESTE vuelve a golpear a la puerta del
rellano.) ¡Vete, vete, vete, es demasiado tarde para enterrar el hacha de guerra!
CELESTE . — ¡No, no!
TRINKET . — ¡Vete, vete!
CELESTE . — Permíteme al menos pasar por tu cuarto. ¡La gente es bondadosa en Navidad!
TRINKET . — ¡Sólo deseas entrar porque estás viendo el vino y eres una borracha!
CELESTE . — ¿Yo, una borracha?
TRINKET . — ¡Una borracha célebre!
CELESTE . — ¿Me llamas a mí borracha, ahí sentada con tu gran porrón económico de California
Tokay, tan grande que apenas puedes llevarlo media cuadra Rampart abajo, porque eres
demasiado tacaña como para hacer que te lo traigan? ¡Ho, ho! (Sacude el picaporte.)
TRINKET (poniéndose de pie con un salto salvaje).— ¡Vete, vete, vete, vete monstruo
implacable, antes de que llame a la policía!
CELESTE . — ¡Alcahueta, contrahecha! ¡Me las pagarás, tarde o temprano, ah, me las pagarás,
Trinket Dugan! ¡Alias Agnes Jones! (Se precipita escaleras abajo y entra en el vestíbulo con
actitud bravia. BERNIE , el empleado nocturno, aún tiene los pies sobre el escritorio y la revista
de historietas sobre las piernas. CELESTE es tan audaz como desfachatada.) ¡Hola, Bernie, feliz
Navidad! ¡Adivina lo que pasó!
BERNIE . — Sí, te largaron para Navidad.
CELESTE . — ¿Me qué, Bernie, qué, criatura?
BERNIE . — Que te dejaron salir de la leonera para Navidad, ¿no?
CELESTE . — Bernie, Bernie, estás perdido en el mundo de las historietas. Dios te bendiga y
déjame besarte, cosita sexy, podría saltar por encima del mostrador y engullirte. Oh, criatura,
hagámoslo rápido ahora mismo, en un cuarto desocupado.
BERNIE . — Tengo un mensaje para ti.
CELESTE . — ¡Muchacho, oh, criatura, yo tengo un mensaje para tí!
BERNIE . — Sí, puede ser, pero el mensaje que tengo para ti es que tus cosas están bajo llave, y
van a quedar en depósito hasta que pagues la cuenta.
CELESTE . — No entiendo ese mensaje.
BERNIE . — Repítelo para tus adentros un par de veces y tal vez lo entiendas.
CELESTE . — Dijiste que mis cosas están... ¿bajo llave? Mis cosas personales, no, no capto el
mensaje, es un mensaje tan extraño que podría repetirlo una y otra vez y seguiría confundida.
BERNIE (haciendo conexiones en et conmutador). — Vamos, no digas tonterías, todos los que te
conocen saben que estuviste en la cárcel, porque el lunes te sorprendieron robando en el bazar
de Goodman. Estás cayendo bajo, solías robar en los negocios de Canal Street y...
CELESTE . — Qué mentira, ¿quién te lo contó?
BERNIE . — Salió en los diarios. El Picayune, el Item y el States.
CELESTE . — Muéstrame el artículo para llamar a mi abogado.
BERNIE . — No guardo recortes, recortes de diario, para las cleptómanas, hermana.
CELESTE . — Para empezar fue una falsa acusación. Mi hermano, Henry Delacroix Griffin, puso
las cosas en claro y, además, me consiguió un empleo, ésas son las noticias, el mensaje, me
apuré a entrar para que fueras el primero en enterarte.
BERNIE . — Va siendo hora de que dejes de ser una buscona, no porque tú lo creas así sino
porque los tipos a los que encaras por el precio de una botella o un par de tragos tienen ojos
para verte, hermana, y lo que ven es una borracha, que empina el codo desde hace rato.
CELESTE . — ¿Es ése el modo de hablarle a una muchacha en Navidad?
BERNIE (con una sonrisa amistosa). — Oh, no, acéptalo, no puedes lograrlo, Celeste, ni siquiera
puedes salir bien librada de un pequeña ratería en Navidad.
CELESTE (majestuosa). — Dame la llave de mi cuarto, no quiero permanecer en este vestíbulo.
BERNIE . — Ya no tienes cuarto aquí. Te han echado y tus cosas están bajo llave en el sótano por
orden de Katz.
CELESTE . — Katz no podría hacerme esto. ¿Cuándo me lo hizo?
BERNIE . — Cuando apareció en los diarios que una dama que se identificó como señorita Agnes
Jones había sido arrestada robando en un negocio.
CELESTE . — ¿Quién es Agnes Jones? ¡Yo no!... suena a nombre inventado. Mi nombre es
Celeste Delacroix Griffin.
BERNIE . — Sí, pero nos pasaron el dato de que diste un nombre inventado cuando los polizontes
te llevaron y que el nombre era Agnes Jones.
CELESTE . — ¿Quién les contó una historia tan falsa?
BERNIE . — Trinket, tu vieja amiga, Trínket, vio el artículo del diario sobre tu triste ratería y
dijo: "¿Agnes Jones? ¡Es Celeste!"
CELESTE . — ¿Yo? ¿Agnes Jones? ¡Yo no! Agnes Jones es el nombre que dio ella en el Mercy
Hospital cuando... nunca hablé antes de eso. Usó el nombre de Agnes Jones para su operación
secreta. (Hay una pausa: meditación.) Tengo que subir, tengo que ir al baño de mujeres un
minuto.
BERNIE . — Usa el lavabo de abajo.
CELESTE . — ¿Para pescarme ladillas en Navidad? No quiero ladillas en Navidad. El que quiera
quedar infestado de ladillas que lo use, pero yo voy al baño de arriba. (Se dirige a las escaleras
que salen del vestíbulo y sube. BERNIE contesta un llamado del conmutador.)
BERNIE . — Hotel Silver Dollar. No, se fue. Dije SE FUE. ¡La gente se va! Pagó la cuenta y no
dejó dirección. Lo siento, feliz Navidad... (Vuelve a sonar el conmutador mientras BERNIE
desconecta la línea. Contesta el segundo llamado.)
TRINKET (en el teléfono de su cuarto). — Bernie, ¿ella está ahí abajo? Quiero decir Celeste.
BERNIE . — En este momento no está en el vestíbulo.
TRINKET . — ¡Bien! Entonces puedo bajar. No quiero toparme con ella. ( BERNIE desconecta.
Desenvuelve una tableta de chocolate y empieza a mascarla lentamente con perezoso deleite.
CELESTE regresa al escritorio con una sonrisa extrañamente satisfecha, más de lo que una
simple visita al baño podría justificar.)
CELESTE (excitadamente maliciosa). — Veo que ha habido una fiesta de Navidad. ¿La organizó
Trinket Dugan? ¿Se puso su traje de Santa Claus y sacudió un cencerro bajo ese árbol
lamentable? Nunca vi un árbol peor decorado, con adornos rotos y las agujas ya cayéndose, se
ve triste, ya lo creo. ¿Muestras gratuitas de perfume barato para las damas y corbatas de diez
centavos para los caballeros? ¡Ja ja! La Navidad es algo que hay que celebrar en grande o no
hacerlo. (Hay una pausa. BERNIE masca su tableta. CELESTE se abraza el busto como si aún
estuviese en la calle ventosa. Observa a BERNIE mascando lentamente la tableta de chocolate
mientras lee un libro de tiras cómicas.) ¿Qué comes, Bernie, una tableta de chocolate? ( BERNIE
apenas gruñe.) ¿Qué marca es? ¿O Henry? ¿Baby Ruth? (Tomando el papel de la tableta.) ¡Oh,
Un Mr. Goodbar. Nunca los probé. Prefiero los Hershey de chocolate con leche. Lo único
mejor que una tableta de chocolate con leche Hershey es una tableta de almendras Hershey,
Bernie. Antes venían en el tamaño de cincuenta centavos, cuando iba a la escuela de monjas.
Una amiga mía y yo comprábamos la tableta de cincuenta centavos y la íbamos comiendo
durante toda la tarde. Déjame el último mordisco, Bernie. ¿Eh? ¿Me dejas el último mordisco,
Bernie? En la leonera me dieron un tratamiento duro, y ese, ese ... tratamiento te ... te deja con
unas ganas espantosas de comer dulces... ¡Se me hace agua la boca, Bernie!
BERNIE . — Sí, bueno, entonces traga y escupe... (Termina la tableta y se inclina hacia atrás en
la silla giratoria; se le cierran los ojos.)
CELESTE . — En verano el chocolate queda pegado al papel pero en invierno el papel sale
limpio... (Lame un pequeñísimo trozo de chocolate de la envoltura.) En invierno sale limpio...
BERNIE (soñoliento). — ¿Por qué no abandonas?
CELESTE . — ¿Abandonar, dijiste? Es fácil aconsejarlo pero difícil aceptarlo. (Se dirige otra vez
al sofá destripado bajo el árbol de Navidad, saca del árbol una guirnalda de maíz tostado, y la
masca mientras habla.) ¿Abandonar? ¿Mi vida? Oh, no. Sigo teniendo deseos, y mientras uno
tiene deseos la satisfacción es posible. ¿Apetitos? La satisfacción siempre es posible, Bernie.
¿Ansiedades? ¿Como la ansiedad por dulces o bebida o amor? La satisfacción sigue siendo
posible, Bernie, y sobre una base de toma y daca. Caramba, justo hoy un hombre me hablaba.
No me miraba a los ojos. Mantenía los ojos fijos en mis pechos. Al fin me reí, dije: "Tócalos,
no van a romperse, no son burbujas de jabón ni un corpino relleno". ¿Bernie? ¡Bernie! ¿Qué te
parece hacerlo rápido en mi viejo cuarto? No sería la primera vez, ¿verdad, Bernie?
BERNIE . — Abandona.
CELESTE (mientras vuelve a sentarse). — Abandonar es algo en lo que ni siquiera he pensado.
Seguiré adelante: no hacia la Panadería Rainbow después de Año Nuevo, eso no es para mí.
Tengo demasiada imaginación como para andar tonteando con pan. El pan es algo que debería
ser partido con amistad, con bondad o comprensión como fue partido entre los Apóstoles en la
Última Cena de Nuestro Señor. Caramba, el tratamiento duro sí que te deja hambrienta, y con
tal ansiedad por las cosas dulces que si estuviera empleada ahora mismo en la Panadería
Rainbow, las roscas y los pasteles y el pan dulce, las bombas de crema y... el año pasado
Trinket Dugan había puesto unos vistosos cucuruchos rellenos de caramelo en el árbol, no sólo
maíz tostado rancio. Cómo demora Katz.., Cuándo crees que él... ( TRINKET entra en el vestíbulo
por la escalera interna, tiene los ojos muy abiertos, está conmocionada. CELESTE ha
arrebatado un viejo ejemplar del Saturday Evening Post; lo levanta para ocultar el rostro pero
espía por sobre la sucia portada.)
BERNIE (haciendo una conexión en el conmutador). — Silver Dollar.
TRINKET (en voz baja). — ¿Bernie?
CELESTE (riendo tontamente). — ¡Qué chiste gracioso! ¡Los chistes del Saturday Evening Post
son insuperables!
BERNIE (en el teléfono). — No, esa persona no está aquí. No, no está. (Desconecta.)
TRINKET (más alto). — ¡Bernie! ¿Puedo hablar contigo, por favor?
BERNIE . — Claro. ¿Qué?
TRINKET . — Ven un segundo afuera. Es algo privado, Bernie.
BERNIE . — No puedo abandonar el conmutador, señorita Dugan.
TRINKET . — Creo que sería mejor que lo hicieras. Es algo grave. No puedo hablarlo contigo
frente a esa mujer.
CELESTE . — ¡Qué chiste gracioso, es una bomba, ja ja ja!
TRINKET . — Se trata de algo que podría requerir acción legal.
CELESTE (volviendo una página).— ¡Acá hay otro comiquísimo, ja, ja, ja!
TRINKET . — En varias ocasiones encontré rastros de que habían entrado en mi dormitorio
mientras yo no estaba. No por la puerta del hall sino por la entrada externa, por la escalera de
afuera. La cerradura no estaba forzada. Quien entró tenía llave para esa puerta. Sólo una
persona la tenía. En consecuencia yo sabía quién había entrado. Sin embargo me abstuve de
informar a la policía: por lástima, Bernie, no informé nada, ni presenté quejas, aunque el ratero
se había estado bebiendo mi vino y tomando el dinero que yo dejaba deliberadamente sobre la
cómoda, por lástima. Es una persona, Bernie, que he amparado durante mucho, mucho tiempo.
Hasta podríamos decir mantenido. Bernie, sabes que podría costearme un hotel de primera
categoría pero me he quedado aquí por lealtad y amistad. Preparé ese árbol de Navidad.
Compré un regalo para todos los registrados aquí y los puse bajo el árbol. Tengo compasión de
los viajeros en tránsito en Navidad. Este hotel está lleno de abandonados, Bernie, perdidos,
solitarios, sin hogar en Navidad. (La voz es aguda y temblorosa.) ¡Sólo el cielo sabe las penas
secretas que llevan consigo! ¡Y a muy pocos les importan!
CELESTE (arrojando la revista a un lado). — ¡Bernie, pon música para acompañar esa perorata!
TRINKET (alzando la voz). — He sido afortunada, financieramente. No estoy alardeando. Me
siento humildemente agradecida en ese sentido. Mi papito me dejó tres pozos de petróleo al
oeste de Texas; ahora uno está seco como un hueso, otro funciona de vez en cuando pero el
tercero es un chorro, un chorro continuo. Ahora bien, Bernie. No tengo orgullo por mi dinero.
¿Ves esto? (Extrae un gran rollo de billetes de la cartera.) Nunca salgo del Hotel Silver Dollar
sin un rollo de dinero con el que se podría atragantar a un caballo. No es eso lo que hago, sin
embargo. Tengo una horda de amigos con problemas económicos. Mientras me sean fieles, me
dedico a ellos. Les hago regalos llamados préstamos, sin esperar que me paguen, salvo con
amistad, Bernie. Bernie, sube al rellano y mira lo que alguna persona malvada ha raspado en la
pared. Tiene que desaparecer de inmediato.
BERNIE . — ¿Alguien ha escrito algo allí?
TRINKET . — No, escrito no, raspado, dije, raspado, probablemente con una lima para uñas.
BERNIE . — Bueno, iré a echar un vistazo.
TRINKET (Jadeante). — Sí, por favor hazlo, gracias, Bernie.
( BERNIE sube los escalones que doblan tras la pared del fondo del vestíbulo.)
CELESTE (en un susurro feroz). — Te dije que me las pagarías. Esto es sólo el principio.
TRINKET . — Sí, sabía quién lo hizo.
CELESTE . — ¡Desperdicié cada día durante años, años!
TRINKET . — ¡Viviendo a costillas mías!
CELESTE . — ¡Alegrándote, sacándote de la depresión, distrayéndote de tu mutilación, bien lo
sabes! ( BERNIE regresa al vestíbulo.)
BERNIE . — Señorita Dugan, lo vi pero no sé cómo quitarlo porque está raspado en la pared.
TRINKET . — Cúbrelo con algo, con un, con un... con un cartel de "prohibido fumar".
BERNIE . — El único cartel que tenemos dice "no sea perezoso", en el cuarto de limpieza de
abajo, y en el rellano no tendría sentido.
TRINKET . — Cúbrelo con este almanaque. (Señala un almanaque ilustrado que hay sobre el
escritorio.)
BERNIE . — No tengo chinches aqut
TRINKET . — Usa cinta adhesiva, entonces.
BERNIE . — Tampoco tengo.
TRINKET (poniéndole dinero en la mano). — Corre a la farmacia de al lado y compra un poco
de cinta adhesiva, lo más pronto que puedas. Nadie debe subir o bajar esas escaleras hasta que
quede oculta esa mentira depravada sobre mí. Apúrate. De lo contrario el hotel Silver Dollar
perderá el único huésped que da buenas propinas. ¡Y pienso entregar regalos otra vez en Año
Nuevo!
BERNIE . — Está bien, está bien.
TRINKET . — Yo te vigilaré el conmutador. (Sale BERNIE . Hay un silencio mortal en el vestíbulo.
TRINKET habla sin mirar a CELESTE .) Si estuviera en tu lugar, no me quedaría sentada allí
mucho más.
CELESTE . — El almanaque no durará.
TRÍNKET . — Si es así, sabré quién lo hizo y entraré en acción.
CELESTE . — ¿Qué acción?
TRÍNKET . — ¡Acción!
CELESTE . — ¿Cómo sabes que eso no aparecerá en otros sitios? Hay otros sitios, podría
difundirse como una epidemia.
TRINKET . — ¡Sí, en la cárcel! ¡Estámpalo en la cárcel, cubre las paredes de la prisión con eso!
BERNIE (regresando). — Ya conseguí.
TRINKET .
— ¡Aquí tienes el almanaque: apúrate! ( BERNIE sube el breve tramo de escaleras y
desaparece tras la pared del fondo del vestíbulo. Las dos mujeres quedan en silencio.)
CELESTE (poniéndose de pie). — ¿Qué descuento te hacen por un árbol de Navidad del año
pasado? Estoy cubierta de agujas. (Se sacude cuidadosamente la ropa con la mano.)
TRINKET . — Me gustaría que me devolvieras la llave de la entrada externa. Te agradecería que
me la entregues ahora mismo así no tengo que colocar candado y alarma para ladrones en esa
puerta.
CELESTE . — Me desprendí de ella hace tiempo.
TRINKET . — Sabes que sé que es mentira, y déjame advertirte que si esta noche descubro la
menor evidencia de que has estado en mi cuarto mientras yo estoy afuera, volverás a
encontrarte en la cárcel, sí, otra vez allí esta misma noche.
CELESTE . — Esta noche estaré en lo de mi hermano tomando ponche con huevo y pan dulce.
Estará presente Huey P. Long. Me gustan los líderes y él parece encontrarme divertida.
TRINKET . — ¡Quién no te encuentra absurda!
CELESTE . — Uy-uy, bueno, al menos no estaré a solas con un chorro continuo de celos en el
corazón, esta noche y todas las noches, por los siglos de los siglos, Amén. ( BERNIE regresa al
vestíbulo.)
BERNIE . — Bueno, lo cubrí.
CELESTE . — Adiós, Agnes Jones. (Sale a la calle.)
TRINKET (a BERNIE ). — ¿No lo creíste, verdad? ¿Esa mentira. malvada sobre mí?
BERNIE . — Demonios, señorita Dugan, tengo otras cosas de qué ocuparme.
TRINKET . — Yo... ¡No me lo puedo imaginar! Es imposibk imaginarlo, ¡una maldad como ésa!
(El vestíbulo se oscurece mientras sale a la calle y se oye a los cantores de villancicos.)
ESCENA II
Sobre el proscenio hay un banco en el Jackson Park. Detrás, en una pantalla, una proyección
de la estatua ecuestre de Andrew Jackson. Entra TRINKET y se sienta en el banco, rígidamente.
TRINKET .
— Me va a costar un poco recobrarme de ese choque. Todavía estoy temblando. Sí,
casi me da un ataque de pánico, pero ahora me controlaré. ¿Por qué me importa tanto? No hay
nada vergonzoso, nada criminal en una desgracia, una... mutilación... (Enciende un cigarrillo
con mano temblorosa.) No soy Agnes Jones, soy Trinket Dugan, ¡y no tengo la menor
intención de darme por desahuciada, por nada del mundo, no me atrevería ni... me importaría!
Esta noche expulsaré a Agnes Jones, lo haré ahora mismo. ¿Cómo? ¡Caminaré alrededor del
banco y cuando lo haya rodeado, Agnes Jones habrá salido de mí para no volver jamás! (Se
pone de pie de un salto. La brusca acción le provoca un vahído; cae otra vez en el banco y
jadea para recobrar el aliento. Después se levanta y empieza una lenta marcha alrededor del
banco.) Fuera, Agnes Jones, fuera, Agnes Jones, fuera Agnes Jones. (Ha regresado ante el ban-
co.) Eso es. Es una noche tan diáfana, helada, puedo ver mi aliento en el aire y, sí, ahora me
estoy calmando. Sabía que me calmaría y me calmó. (Se tambalea un poco y cae otra vez en el
banco. Ahora habla con una voz distinta: áspera de furia y autodesprecio.) Por la tarde la gente
vieja que no tiene nada que hacer viene aquí y se queda y se queda hasta que el sol va
desapareciendo. Cuando ellos se van, llego yo. Soy la ocupante nocturna del banco de Jackson
Park. Cierran las puertas a medianoche. Es casi medianoche. Me siguen temblando las manos.
Es hora de que vaya al Café Bohéme y tome mi ajenjo frappé en la mesa de un rincón con una
silla vacía frente a mí. Y dé una propina excesiva como si fuera necesario disculparse por
sentarse a solas en una mesa para dos. ¡Dos! ¡En la vida tiene que haber dos! La vieja voz
invernal de Agnes Jones sigue dentro de mí. ¡Dije FUERA, Agnes Jones, fuera, fuera, fuera y
no vuelvas! Otra vuelta alrededor del banco. (Marcha alrededor del banco otra vez.) Aunque,
desde luego, tengo que prepararme para la posibilidad de que Celeste esté en el Café Bohéme
esta noche y cuando yo entre es probable que haga algún tipo de observación maligna. ¡Oh,
yo... me hundiría en el piso, no sería capaz de entrar otra vez a ese sitio! ¡FUERA, AGNES
JONES! (Llega a la parte delantera del banco.) Una noche tan diáfana, helada. Andrew
Jackson está todo húmedo, verde brillante como si acabara de salir cabalgando del mar. Oh, con
tanta belleza a mi alrededor, sí, aún así, incluso ahora, por qué tiene que haber espacio en mí
para la voz cobarde y horrible de Agnes Jones. La excesiva soledad puede corregirse, sí, debe
corregirse. Corregiré la soledad con... ¿qué? Por qué no entrar esta noche al Café Bohéme
como un gladiador, gritando: "¡Aquí estoy, la mutilada Trinket Dugan, alias .., Agnes Jones!"
¡No! ¡Imposible! ¡No podría! ¡No es necesario! Ella no puede probar la mutilación a menos que
yo la revele a alguien. Ah, pero no atreverme a revelar la mutilación ha hecho que viva sin
amor desde hace tres años, y es la falta de lo que más necesito lo que me hace hablar conmigo
misma con la voz vieja y amarga, fría e invernal de... Agnes Jones: ¡AMOR!... una mano sobre
mi pecho... (Suelta un sonido como el que soltaría un pez enganchado en el anzuelo si pudiera.
Se pone de pie, después vuelve a sentarse: se entrega no a la desesperación sino a una
convulsión interna que la obliga a producir esos terribles gritos ahogados. Son acompañados
por movimientos abruptos, indecisos de levantarse o tender las manos o... Poco a poco se
apaciguan: recobra el control de sí misma.) No. Basta de pensamientos negativos. Esta noche
me haré el regalo navideño de uh amante y él será... ¡hermoso! ¡Perfecto! Tal vez hasta sea
bondadoso, tan bondadoso como para contarle acerca de mi... mutilación. (Representa el
reconocimiento.) "Hay algo que siento que debería contarte antes de que yo... antes de que
nosotros..." ¡NO PODRÍA... articular las palabras! Ah, pero pensaré en algo, si lo encuentro
esta noche, si ese milagro ocurre esta noche en el Café Bohéme!
VOZ (fuera de escena). — ¡Se cierran las puertas!
TRINKET . — Cierran las puertas, debo irme...
(Parte mientras la zona del banco se oscurece. Entran los cantores de villancicos.)
CORO :
Los perdidos hallarán un público lugar
Donde sus nombres olvidados no serán
Y allí, oh, allí un acto de gracia
Podrá alzar el peso de piedra sobre piedra.
¡Milagro, milagro!
El encuentro de un amor desconocido.
Oh, pero para amar necesitan saber
Cómo caminar sobre la fresca nieve
Y no dejar huellas donde pasen
Caminando sobre la reciente nieve.
¡Milagro, milagro!
Sin huellas sobre la reciente nieve.
Los heridos, también los fugitivos,
Los solitarios van a conocer
En algún punto un lugar apartado
Un lugar sereno y fresco como nieve.
¡Milagro, milagro!
Un lugar que calme el corazón humillado.
Puede estar en algún parque público
Que tenga algún banco apartado,
Y no a la luz del día, en la oscuridad,
Con el parque cubierto de niebla invernal.
¡Milagro, milagro!
Una niebla que vela un parque invernal.
ESCENA III
Se ha quitado el banco del parque y el decorado se convierte en el interior del Café Bohéme.
El mostrador tiene forma de herradura; dentro de él está TIGRE , el propietario, antes boxeador
y marinero, y que ahora tiene más de cincuenta años. Alrededor del mostrador hay varios
parroquianos. Se oye la sirena de una ambulancia perdiéndose a lo lejos. Aparece TRINKET
DUGAN en la zona iluminada.
TRINKET .
— ¡Feliz Navidad! (No obtiene respuesta. ¿ CELESTE ha estado allí, hablando contra
ella? No sabe si quedarse en el bar, ¿pero a qué otro sitio puede ir? Ninguno. Se desliza en
silencio, entonces, hasta una mesa solitaria, junto al mostrador... Hay una leve pausa.)
MUJER DEL BAR . — ¡No puedo creerlo! ¿Y tú? ¡Vivo y riéndose un segundo, muerto al
siguiente!
REINA PIADOSA (en el mostrador). — Contó un cuento muy sacrilego.
TIGRE . — Demonios, ¿acaso creen que Dios no tiene sentido del humor? Ted se rió demasiado
y se le reventó un vaso sanguíneo, eso es todo. Tal vez Dios también se rió,
MUJER DEL BAR . — ¿Y también se le "reventó un vaso sanguíneo"?
TIGRE . — No es mala manera de irse.
TRINKET (irguiéndose rígida en la silla en un grito agudo). — ¿QUIÉN MURIÓ? ¿MURIÓ
ALGUIEN?
TIGRE . — Sí, murió alguien, así que él murió. Siempre muere alguien, ¿verdad? ¿Qué te sirves,
Trinket? Digan lo que quieren tomar todos, corre por cuenta de la casa en memoria del finado.
(Murmuran sus pedidos. TRINKET lo hace en voz tan alta que parece furiosa por algo: se ha
llevado una mano al pecho mutilado.)
TRINKET . — ¡Ajenjo frappé, por favor, Tigre! (Vuelve a sonar la vieja pianola eléctrica: pasa
otra melodía de ragtime o un potpurrí, que empieza con "Bajo el árbol de bambú", mientras
entran dos marineros. Uno es bajo, se llama BRUNO , el otro alto, se llama SLIM . Todos se
vuelven para mirarlos: es el alto a quien miran, porque resplandece como una estrella. De
pronto, TRINKET grita agudamente.) "¡Tigre, Tigre, despierta!" ¡Necesito mi ajenjo frappé!
SLIM . — ¿Éste es el lugar?
BRUNO . — Sí, sí, éste es.
SLIM . — ¿Dónde está él?
BRUNO . — ¿Por qué gritas?
SLIM . — ¿Por qué voy a susurrar, qué motivo hay para susurrar?
BRUNO . — No te hagas notar en este sitio.
SLIM . — ¿Por qué? ¿A ellos les molesta?
BRUNO . — No. No les molesta, salvo que hay algo especial. ¿No notas lo apagada que está la
gente?
SLIM . — Sí. El lugar es espectral. ¿Por qué está tan poco animado en Nochebuena?
BRUNO . — Sentémonos junto al mostrador.
SLIM . — ¿Dónde está tu amigo rico, está aquí o no? Si no está quiero irme.
BRUNO . — Llegamos diez minutos adelantados.
TIGRE . — Muchachos, no pueden quedarse aquí. Este bar queda fuera de los límites
de la
Marina.
BRUNO . — Sólo estamos buscando a alguien.
TIGRE . — ¿A quién buscas, Mac?
BRUNO . — A un... un ... tipo que encontré aquí en mi último permiso.
TIGRE . — ¿Cómo se llamaba?
BRUNO . — Se llamaba Ted.
TIGRE . — Si te refieres a Ted Dinwiddie, Ted Dinwiddie está muerto.
BRUNO . — No bromee.
SLIM . — Jesús, vamos, disparemos. Sabía que había muerto alguien aquí.
MUJER DEL BAR . — Murió aquí esta noche. Gritó y se cayó de ese taburete hace una hora.
REINA PIADOSA . — Éste, el que está a mi lado.
MUJER . — El forense dijo que probablemente estaba muerto cuando llegó al piso...
TRINKET (poniéndose de pie y dirigiéndose al mostrador). — ¡Ese no es el modo de dar la
noticia de una muerte!
SLIM . — Murió y está muerto, vamonos.
BRUNO . — Demonios, necesito tomar algo, antes.
TRINKET . — La noticia de una muerte es chocante para cualquiera que esté vivo y debiera ser
dada con más suavidad.
BRUNO . — Déme una Coca y una Seven."
TIGRE . — Le dije que aquí está fuera de límite.
REINA PIADOSA (apartándose del taburete). — Muchachos, muchachos, tengo un cuarto al lado
y puedo darles traje de civil a los dos. De civil pueden ir a cualquier parte de la ciudad, saben.
TRINKET . — Tus prendas no les sentarían a estos muchachos. Tengo una sugerencia mejor.
(Toma a BRUNO por los codos.) Saca afuera a tu compinche, yo esperaré junto a la puerta. (Sale
del bar. La pianola eléctrica se pone en marcha de pronto y las voces se apagan cuando parte
TRINKET . Espera tensa en el proscenio, después corre de pronto de regreso al bar, entra
gritando): ¡Viene la Policía Naval!
SLIM . — No tengo pase de permiso.
TIGRE . — Sal por atrás.
BRUNO . — Yo tengo pase de permiso, saldré por adelante. Slim, ahueca el ala. (La luz de la
zona del bar se apaga mientras los marineros corren en direcciones opuestas. BRUNO , el
marinero bajo, sale y se para junto a TRINKET .)
TRINKET . — Ahí vienen. (Se refiere a la Policía Naval: avanza para interceptarlos mientras la
luz decrece.) Feliz Navidad, muchachos.
ESCENA IV
Mientras la pantalla se oscurece y se ilumina el proscenio, el POLICÍA NAVAL ignora a TRINKET
y pide ver el pase de permiso de BRUNO , que éste saca muy lentamente.
TRINKET .
—Tiene el pase: es mi hermano menor, justamente estábamos discutiendo dónde ir
ahora.
POLICÍA NAVAL . — Sí, bueno,
TRINKET . — Oh, no vamos
no entren aquí, este bar queda fuera de límite.
a entrar a este bar, vamos a la... la catedral para la misa de
medianoche. ¿No es verdad, Buddy?
BRUNO . — Sí, señora... hermana. (La POLICÍA NAVAL "chequea" el bar; miran fuera de escena y
después parten.)
TRINKET . — Listo. Ahora trae a tu compinche.
BRUNO . — No quisiera insultarla, pero no estamos buscando putas.
TRINKET . — Oh, no me siento insultada, me siento... halagada, pero no podría estar más
equivocado. Mire, fíjese. (Abre su cartera y extrae un rollo de grandes billetes.) ¿Ve este rollo
de verdes? Podría atragantar a un caballo con él, si quisiera atragantar a un caballo, pero quién
quiere atragantar a un caballo. Así que no es el dinero mi problema, mi problema no es
económico, mi problema es... (Alza una mano temblorosa a su pecho izquierdo.)
BRUNO . — ¿Es qué?
TRINKET .— Humano, un problema humano. Sólo una persona lo conoce aparte de mí. Sólo esa
otra persona en el mundo lo conoce fuera de mí.
BRUNO . — ¿Cuál es su problema?
TRINKET . — La otra persona que lo conoce era alguien en quien confiaba, pero ahora, justo esta
noche, me traicionó: de un modo tan horrible, ella... (Cierra un puño enguantado en el aire.)
BRUNO . — ¿Le asusta contarme el problema?
TRINKET . — Es una cosa, una cosa, una... (No puede obligarse a confesarlo.)
BRUNO (riendo entre dientes). — Todo es una cosa.
TRINKET . — Es una cosa que...
BRUNO . — Tiene usted un lindo cuerpito: ¿alguna vez lo hizo al aire libre?
TRINKET . — ¿Qué? ¡No!
BRUNO . — Yo lo he hecho al aire libre en el barrio. Basta con deslizarse entre dos edificios,
lejos de la luz; y es tan privado como lo sería en su cuarto.
TRINKET . — Usted habla de gatos dé callejón, y no comprende: me atrae su amigo, estoy aquí
afuera esperándolo. Sáquelo del bar antes de que los lobos se lo lleven.
BRUNO . — ¿Él? ¿Slim? Es ignorante como un bebé. Yo tengo experiencia en el asunto.
TRINKET . — ¿Slim, se llama Slim?
BRUNO . — Olvídese de él.
TRINKET (llamando). — ¡Slim! ¡Slim! ( BRUNO hace otro esfuerzo por meter la mano bajo la
capa corta de ella. Ella grita aterrada.) ¡Deténgase! ¡Soy mutilada! (En ese preciso instante se
oye la voz intensa y ebria de CELESTE .)
CELESTE . — ¡Jingle bells, jingle bells, jingle bells, jingle... bells... (Parece ser todo lo que
recuerda de la canción.)
TRINKET . — ¡Oh, Dios, es ella, es Celeste, párese ante mí, ocúlteme! (Aferra las solapas de la
chaqueta azul marino de BRUNO y lo atrae hacia ella, apretando el rostro contra su pecho
mientras CELESTE aparece y cruza taconeando el proscenio, aún cantando desentonada.)
CELESTE . — Jingle bells, jingle bells, jingle bells, jingle bells, jingle all the... ¡jingle all the...
wayyyy! (Con la palabra "wayyyy", llega al poste de alumbrado y se vuelve de frente,
abriéndose el abrigo, con los ojos redondos, en 'una especie de farsa de la lascivia. Debe de
estar tratando de atraer la atención de alguien al otro lado de la calle. Después reanuda el
canturreo ronco, desentonado y sale taconeando.)
TRINKET . — Ahhh, Dios, ¿se ha ido? Esa espantosa criatura demente se la pasa cantando por la
noche en el barrio para llamar la atención de los borrachos présbites y miopes, y Cuando la
oyen en el Café Bohéme, todos ríen, todos dicen: "Ahí va la vieja Madamé Cabra." ¿Me vio?
¿No me vio, verdad? Si me hubiese visto, habría gritado una calumnia criminal contra mí por la
que la habría hecho arrestar. ¡Vamos! ¡Pronto! ¡Encuentre a su compinche! ¡Es a él a quien
quiero para Navidad! (Se aparta unos pasos de BRUNO , de modo que el resto del parlamento
parecerá dirigido a sí misma, ' rapsódico.) ¡Alto, coronado con un oro tan dorado que es como
si tuviera la cabeza incendiada, y conozco, recuerdo la piel que va con el cabello llameante, es
como nieve, como sol sobre la nieve, la recuerdo, la conozco! (Aparece SLIM con CELESTE ,
entrando por la izquierda. Sostiene con vigor el cuerpo alto y oscilante. TRINKET grita:) ¡Oh,
Dios, lo ha secuestrado una vieja borrachína, apártenlo de ella, rápido! ¡Esa mujer es criminal,
ladrona de tiendas, cleptómana convicta, desahuciada, va con viejos al callejón por el precio de
un trago!
CELESTE . — ¡Oí esa observación, Agnes Jones! (Se prepara como un toro a punto de embestir.
Tendría que haber relámpagos de luz blancoazulada en escena como si un soplete de acetileno,
silencioso, estuviese perforando la calle, proyectando sombras fantásticamente largas, altas
sobre las fachadas. Dentro del bar, la pianola eléctrica hace sonar un pasodoble.)
TRINKET . — ¡Recién sale de la cárcel, hace menos de una hora, lo juro, lo juro! ¡Apártenlo de
ella pronto, pronto! ¡Está plagada de bichos, de ladillas, LADILLAS!
CELESTE . — ¡Oí esa observación! (Patea como un toro que rasca la tierra antes de embestir.)
BRUNO . — ¿Slim? ¡Eh, Slim! (Pero BRUNO no se acerca a CELESTE que está custodiando a
SLIM .)
TRINKET (en un arrebato, un éxtasis de furia). — ¡No se limite a llamarlo, vaya a BUSCARLO!
CELESTE . — Inténtalo. ¡Me tocó el pechol ¡Me tocó los senos, los dosl
TRINKET (enloquecida). — [Cállate, por el amor de Dios, cálmate! ( CELESTE le escupe desde
lejos.) ¡ESCUPE! ¿Dónde está el sapo? ¡Cada vez que una bruja escupe produce un sapo!
(Ahora BRUNO se divierte, con una risita ebria. SLIM se apoya contra el proscenio con una
sonrisa débil, incierta.)
SLIM . — Pelea de gatas.
BRUNO . — Vamos, ésta tiene dinero.
SLIM . — Bah, démosela a las dos.
TRINKET . — Oh, yo... ¡tengo una advertencia para ti! ¿Celeste? ¡Déjame advertirte! ¡He
contratado al mejor abogado de la ciudad, un abogado penal, que nunca pierde un caso y no me
fijaré en gastos, no me fijaré en gastos... para hacer que te encierren en el State Hospital como
DEMENTE CRIMINAL! ¡A pan y agua, no vino! Eso es lo que... (De pronto CELESTE embiste
contra ella y arrebata la cartera de TRINKET .) ¡Ladrona, ladrona, a la ladrona! (Con un grito de
guerra indio, CELESTE ha escapado fuera de escena. SLIM se desliza hacia abajo por el borde
del proscenio hasta que queda sentado contra él. Hay un cambio de luz y de música. La
pianola eléctrica empieza un número como "Por favor no hablen de mí cuando me vaya.") ¡Ja!
¡Se llevó una cartera vacía! ¡Saqué el dinero, miren, aquí lo tengo, en la mano! (Alza el rollo de
billetes.) ¡Ahora, pronto, consigan un taxi antes de que me muera en esta esquina! ( BRUNO está
poniendo a SLIM de pie, con murmullos suaves, afectuosos mientras los cantores de villancicos
se reúnen en el proscenio y cantan.)
CORO :
Habrá una noche para los soñadores
Que parecerá más radiante que el día,
Y ellos olvidarán, tendrán que olvidar.
Que la luz es algo que no durará.
¡Milagro, milagro!
Soñamos durante la eternidad y un día.
Y ahora alrededor, adentro y afuera
Nosotros giraremos y gritaremos.
Alrededor y adentro y afuera
Otra vez girarnos, otra vez gritarnos.
¡Milagro, milagro!
Un juego mágico jugado por niños.
(Se oscurece el proscenio mientras los cantantes se dispersan.)
ESCENA V
El dormitorio de TRINKET está iluminado, mientras sube por la escalera externa con
se apoya pesadamente sobre ella.
TRINKET . — Bueno, aquí estamos. ¿Creías que lo lograríamos?
SLIM . — Sí, pensé, que lo lograríamos.
TRINKET . — Yo no estaba tan segura. Quiero decir de que lo
SLIM ,
que
lograríamos juntos. Pero aquí
estamos, juntos. Este es . mi pequeño hogar...
SLIM . — No es gran cosa.
TRINKET . — No, no es gran cosa, pero es... familiar, es ... hogareño. Vivía aquí antes de la
buena fortuna de mi padre .con los yacimientos petrolíferos, y llegué a sentirme tan unida a este
cuarto que me sigo quedando, quedando. Sabes, puedes amar el cuarto donde vives como a una
persona con la que vives, si es que vives con alguien. Yo no vivo con nadie. Vivo sola aquí.
Tengo la ventaja de una entrada privada, externa, y es una ventaja importante, sobre todo si yo,
si tú... traes a un invitado por la noche. Yo, eh, tú... no siempre deseas tener que pasar por el
vestíbulo del hotel, cosa que tendrías que hacer en cualquier hotel importante.
SLIM . — ¿Con detectives de la casa en el vestíbulo?
TRINKET . — Con cualquiera, con todos en él.
SLIM (desconfiado). — Hummm,
TRINKET . — Eres tan alto que haces que el techo parezca bajo. Quítate el abrigo y siéntate.
SLIM . — No hasta que decida si quiero quedarme aquí o no.
TRINKET (nerviosa). — Ah.
SLIM . — "Ah." Puedo cuidar de mí mismo en esta situación o cualquier otra maldita situación
en la que me haya metido ese rufián de Bruno. La semana pasada me arrastró a lo de una vieja
rica y chiflada que tenía un departamento de dos pisos en el Crescent Hotel. Me di vuelta y
estaba a solas con esa chiflada. Le dije a la chiflada: "Aquí hay algo que no es natural" y la
chiflada me dijo: "¡Soy tu esclava! ¡Soy tu esclaaava!" Dije: "Está bien, esclava, muéstrame el
color de tu dinero!"
TRINKET (con tristeza). — Ah.
SLIM . — ¿Qué quieres decir con "ah"?
TRINKET . — Sólo quiero decir ah.
SLIM (pensativo). — Ah. Entonces la chiflada rica dice: "Amito, soy tu esclava. Mi dinero es
verde como la lechuga y bueno como el oro". Dije: "Esclava, olvida la descripción, déjame
verlo. ¡Muéstrame el color de tu dinero!"
TRINKET . — ¿Me estás hablando a mí, o...?
SLIM . — Te estoy contando algo que pasó la semana pasada que me costó el permiso para ir a
casa en Navidad. Este personaje, esta chiflada, cayó de rodillas y dijo: "Me golpeaste, oh, buuu-
juu, me golpeaste." No la había tocado a la chiflada. Pero entonces pesqué la idea. La chiflada
quería que la golpeara. "Está bien, esclava, párate." La chiflada se paró y la lancé tan fuerte
contra un espejo con marco de oro que se partió el cristal. "Ahora, esclava, no quiero oír una
descripción de tu dinero, quiero verlo." ¿Con qué estás jugueteando ahí atrás?
TRINKET . — ¿Yo?
SLIM . — Tú.
TRINKET . — Estoy hirviendo agua para hacerte un poco de café instantáneo. (Sale de detrás de
un biombo o cortina decorativa.)
SLIM . — ¿Estás teniendo un ataque al corazón?
TRINKET . — ¡Oh, no! ¿Por qué? ¿Por qué?
SLIM . — Mantienes una mano sobre el pecho. (Se estira para apartarle la mano. Ella respinga
y retrocede.)
TRINKET . — ¡No, no, no, no, no! (Espantada, para distraerlo, arrebata una fotografía del
tocador.) ¡Mira esto! ¿Me reconocerías? En esta foto de periódico estoy parada entre el Alcalde
y el presidente del Emporio de Comercio Internacional. En ese entonces estaba en el campo de
las relaciones públicas. Me llamaban el Tornado de Texas. Planifiqué y organicé el funeral del
señor Depresión, sí, tuve la idea de enterrar al señor Depresión, montando una imitación exacta
de un funeral para él. Me respaldaron todas las fuerzas vivas. Hubo un desfile, quiero decir una
procesión fúnebre... ¡no, no, no, no, no! ( SLIM ha vuelto a estirar su mano para quitarle la
mano del pecho.) ¡Para, para el señor Depresión! (Debería hacerse evidente que ése ha sido el
climax de su vida.)
SLIM . — Aquí hay algo que no es natural.
TRINKET . — ¿Oh? ¡No! El señor Depresión fue transportado por Canal Street y Saint Charles
arriba con grandes lirios de papel sobre el ataúd de tres metros y medio y había una banda
tocando una marcha fúnebre y yo dirigía la banda, caminaba frente a ella vestida como una
viuda sollozante, de velo negro. ( SLIM vuelve a tenderse hacia la mano aún crispada por el
pánico sobre su pecho.) ¡No, no, no, no, no! La procesión siguió, siguió, sin parar hasta
Audubon Park: ¿y puedes adivinar lo que pasó entonces? ( SLIM , balanceándose, no le presta
atención.) ¡Cayó una lluvia como nunca había caído antes sobre la tierra! ¡A cántaros, baldes,
toneles... MARES! ¡La procesión se deshizo, la banda se fue, todo se disolvió, se dispersó bajo
el aguacero! Silba el hervidor... (Se precipita tras el biombo o cortina.)
SLIM . — ¡Morboso!
TRINKET (regresa precipitadamente). — Toma, pero déjalo enfriar antes de... (El toma la taza y
la vacía en el piso.) Oh, lo volcaste, iré... (Entra otra vez precipitadamente tras el biombo y
vuelve a salir con una toalla, limpia el café derramado.) Ahora ya no me dedico a las
relaciones públicas en absoluto, para mí es como otra vida en otro mundo. Es difícil imaginar la
energía, la confianza, el empuje que tenía cuando llegué por primera vez a esta ciudad. Las
personalidades sufren cambios tan radicales cuando pasa algo que cambia el curso de sus vidas.
¿No es cierto? ¿No lo notaste? (Hay una pausa entre ellos. Aparece CELESTE ante el hotel.
Lleva dos carteras: la de TRINKET y la suya. Se detiene al pie de la escalera externa que
conduce al cuarto de TRINKET y golpea con el pie dos veces.)
SLIM . — Hay algo condenadamente equívoco aquí, extraño, no natural, morboso.
TRINKET . — No sé qué podría ser salvo que no quieres sentarte ni tomar café. ¿Es algo respecto
a mí? Soy una persona sencilla, común, y tú eres mi invitado y yo tu amiga, no tu esclava.
Siempre he sostenido que esta ciudad es dura para las personalidades sin formar de los jóvenes
que llegan, sobre todo si ellos, ¡oh, vamos, siéntate por favor! ¡Hazlo! ¡Me alegraría tanto!
SLIM . — No me siento ni me quedo en ningún lugar morboso hasta saber si quiero quedarme.
Sé mi esclava. Y muéstrame tu dinero color lechuga. Bueno como... el oro... ( CELESTE sigue al
pie de la escalera. Golpea con el pie dos veces más.)
TRINKET (con voz avergonzada). — Es verde como la lechuga y... bueno comó el chorro
continuo de mi padre en Texas ... ( CELESTE golpea con el pie dos veces más y arroja la cartera
de TRINKET a la acera. La pisotea.)
CELESTE (en una extraña voz canturreante, separando cada sílaba). —
Sarah Bernhardt tenía sólo una pierna.
La otra era una pierna de madera.
¡Pero se arreglaba, sí, se las arreglaba,
Saltando con una gran MUÑÓN DE MADERA!
(Echa atrás la cabeza y ríe hacia el cielo.)
TRINKET . — Es una pena que tanta gente elija la noche del nacimiento de Nuestro Salvador para
comportarse de modo tan... ( CELESTE patea la cartera de TRINKET al foso de la orquesta
mientras entra un POLICÍA .)
POLICÍA . — Circule.
CELESTE . — Es lo que estoy haciendo. (Se va en una dirección, el POLICÍA en otra.)
SLIM . — ¿Qué tienes para beber?
TRINKET . — No necesitas beber más, Slim.
SLIM . — No discutas conmigo o te arrojaré a través del cuarto y...
TRINKET . — Oh, Slim, no lo dices en serio. Sólo lo dices porque me temo que tu amigo te ha
dado una compañía equivocada, Slim. Oh, tu pelo es oro rojo, oro rojo, tu piel es como... el sol
sobre la nieve...
SLIM . — ¡Un trago! ¡Trae algo! Rápido, antes de que...
TRINKET . — Sólo tengo vino aquí.
SLIM . — ¡Sácalo, tráelo, rápido, antes de que... te rompa un... espejo!
TRINKET . — Nadie puede asustarme, Slim, pero (sirve una copa de vino de la garrafa de
cristal) ...¡toma!
SLIM . — Toma un trago antes, no quiero arriesgarme.
TRINKET . — Bueno, gracias, lo haré, puedo soportarlo. (Toma un sorbo, después le tiende la
copa.)
SLIM . — Sírveme en un vaso limpio. No quiero beber del tuyo y pescarme algo malsano.
TRINKET . — No tendrías que hablarme así, aunque no lo hagas en serio. ¿Sabes cuánto hace que
no hay un hombre en este cuarto? Varios años. Y pareció toda una vida: toda una muerte.
( CELESTE entra otra vez dentro de la zona de luz, se detiene al pie de la escalera, y hace sonar
los pies dos veces como a punto de empezar la parada formal de una guardia palaciega.)
SLIM (dejándose caer en la cama). — Estoy aquí paralizado en una situación... morbosa...
( CELESTE abre su enorme cartera y saca una llave: después sube las escaleras, diciendo:
"¡Clamp!" en cada escalón. TRINKET respinga y se abalanza a pasarle el cerrojo a la puerta
externa. CELESTE prueba en la puerta con la llave sin suerte, entonces echa atrás la cabeza
como un perro aullándole a la luna y grita:)
CELESTE . — ¡Agnes JOOOOOOOnes!
TRINKET . — ¡Sí, es esa perdida que me arrebató la cartera en la calle! (Retrocede y apaga la luz
como si eso fuera a protegerla del asedio maniático de CELESTE . )
CELESTE . — ¡Encontrarás tu cartera vacía en la zanja adonde la pateé, ALCAHUETA! Adentro
tiene tu rosario y una foto de tu padre parado junto a su CHORRO! ¡Mejor que salgas a
buscarla antes de que el basurero la barra a la cloaca!
TRINKET . — Celeste, vuelve a la cárcel y pide ayuda médica allí. ¡Has perdido la cabeza,
aullando como un perro loco en mi escalera!
CELESTE . — Le contaste a Bernie y a Katz que había estado en la cárcel, alcahueta.
TRINKET . — ¡Tú rayaste una mentira espantosa sobre mí en la escalera!
CELESTE . — ¡Rayé la verdad sobre ti! ¡Tienes dos mutilaciones, no una! ¡Tu peor mutilación es
un crimen contra los mandamientos cristianos: TACAÑERÍA, VULGARIDAD, ORGULLO
DE RICA! ¡Tu rosario está en la zanja con tu CHORRO! ¡Maldición, me hiciste echar, echar,
echar! (Golpea con el pie a cada "echar".) ¡Y todo lo mío bajo llave en un sótano!
TRINKET . — Tú sabes lo que hiciste, no necesito recordártelo, y ahora baja de la escalera antes
de que... ¡Tengo el teléfono en la mano! (Ha descolgado el teléfono.)
CELESTE . — ¡ALCAHUETA, ALCAHUETA MUTILADA!
TRINKET (en el teléfono). — ¡BERNIE! ( CELESTE baja la escalera corriendo. Al llegar abajo, se
detiene y alza la cabeza al cielo sollozando, llorando como un niño perdido. Hay una pausa,
un silencio. CELESTE se acerca al foso de la orquesta, se agacha, con la mano tendida. Le
alcanzan la cartera; saca el rosario de la cartera de TRINKET y empieza a "pasar las cuentas",
sollozando.) Creo en la...
SLIM . — Estaría en casa para Navidad y no le habría roto el corazón a mamá si no me hubiese
quedado ausente sin aviso la semana pasada, pero en vez de estar en casa estoy aquí paralizado
en una situación morbosa con una buscona morbosa ¿y el maldito Bruno dónde se ha ido?
TRINKET (en el teléfono).— ¿Bernie? ¡Trinket! ( BERNIE es iluminado débilmente en el
conmutador del vestíbulo.) Sé bueno, Bernie, y tráeme dos hamburguesas del White Castle y un
vaso grande de café negro, y apúrate a traerlo. Esta es una noche con propina de cinco dólares
para ti, Bernie. ( CELESTE está temblando bajo nn reflector azul al pie de la escalera externa.)
CELESTE . — En todo caso, no soy una mutilada. Ella sí. ( BERNIE pasa junto a ella dirigiéndose
al White Castle.) ¿Bernie? ¿Queridito? (Él la ignora y sigue. SLIM vuelve a caer en la cama,
TRINKET le desata los zapatos.)
SLIM (durmiéndose). — Morboso, antinatural: esclava...
TRINKET . — ¡Oh por favor quédate despierto conmigo!
SLIM . — Bu-ahh... (Rueda apartándose de ella y empieza a roncar.)
TRINKET . — Bueno, de todos modos tengo alguien aquí, conmigo. Celeste está sola, pero yo no,
no estoy sola pero ella sí.
CELESTE (dejándose caer en el último escalón de la escalera externa). — No. No soy una
mutilada. Ella sí. ( TRINKET enciende la radio: no se oyen sonidos.)
TRINKET . — La misa de medianoche terminó. El Santo Niño ha nacido en el pesebre. Ahora
está bajo el manto azul estrellado de Su Madre. Sus manos ciegas y suaves tantean en busca del
pecho de ella. Ahora Él lo ha encontrado. Sus labios dulces, hambrientos están sobre el pétalo
de rosa del pezón. ¡Oh, son algo tan ansioso, esos labios, y algo tan generoso, los pechos! (Los
cantores de villancicos se han reunido en silencio ante el hotel. Cuando la escena del
dormitorio se apaga, empiezan a cantar.)
CORO :
Yo creo que por una vaga razón
Habrá misericordia en esta estación
Para los descarriados y deformados.
Para los solitarios e inadaptados.
¡Milagro, milagro!
Los abandonados protegidos y abrigados.
SOLISTA (apartándose del grupo.): Creo que serán protegidos y abrigados
Y alimentados y consolados un momento.
Aunque todavía no, no por un momento
La palabra taimada, la sonrisa forzada.
¡Milagro, milagro!
La oscuridad detenida un momento.
(Se dispersan.)
CORO :
ESCENA VI
Llega el día. CELESTE está en el sofá bajo el árbol de Navidad, roncando y suspirando, con la
enorme cartera sobre la falda. Después se ilumina el dormitorio de TRINKET . Ella está en
quimono, sentada sobre la cama. Entra SLIM desde el hall.
TRINKET .
— Buenos días. Pensaba que te habías ido. (Él gruñe desdeñoso y se aparta de ella
para peinarse.)
SLIM . — Te hicieron un poco de publicidad gratis en la pared del baño del hall. Dice que si no
te importa tener relaciones con una mujer mutilada, llames a la puerta del cuarto N° 307, que es
el número de este cuarto.
TRINKET . — Oh. Qué cosa horrible. Creo saber quién fue el monstruo que lo hizo.
SLIM . — ¿Dónde está mi billetera?
TRINKET . — Sé quién lo hizo, el monstruo de anoche.
SLIM . — Tú hablas de una cosa, yo de otra. Que estés mutilada es asunto tuyo salvo que es un
truco hediondo llevar a un tipo a la cama sin hacerle saber antes que está yendo a la cama con
alguien mutilado. (Ella empieza a suspirar con unos "Ah" al principio muy suaves, que después
crecen hasta el grito. Él le tapa la boca con una mano en el momento en que BRUNO irrumpe en
el cuarto. SLIM suelta a TRINKET .) ¡Eh, Bruno, esta maldita lunática me limpió! ( TRINKET se
zambulle hacia la puerta abierta del cuarto. Los marineros la arrastran otra vez adentro.
TRINKET se retuerce grotescamente entre sus manos, después se derrumba al piso.) ¡Tiene mi
billetera con ochenta y siete dólares!
BRUNO . — ¿Tienes pajaritos en la cabeza?
SLIM . — No tengo pajaritos en la cabeza, ella tiene mi billetera.
BRUNO . — Señora, ¿está usted bien? ( TRINKET gime, acurrucada junto a la cama. BRUNO le
susurra con violencia o SLIM .) ¡Careces de sentimientos humanos decentes! Careces de ... (Alza
a TRINKET y la coloca sobre la cama.) ¿Se encuentra bien? ¿Se encuentra bien? ¿Eh, señorita?
TRINKET (débilmente). — Sí...
BRUNO (a TRINKET ).— ¿Está segura de que se encuentra bien?
TRINKET . — Sáquelo de aquí, ¿quiere?
BRUNO (a SLIM ). — Sal al hall, cabeza de alcornoque.
SLIM . — ¡No tengo pajaritos en la cabeza, tiene mi billetera, esa prostituta mutilada tiene mi
billetera, oculta en algún lugar de esta ratonera!
BRUNO . — Esa mujer no tiene tu billetera, me la diste a mí para que te la cuidara, cabeza de
alcornoque.
SLIM . — Contaré el dinero que queda. (Han empezado a irse.)
BRUNO . — ¡Es la última vez que salgo de licencia contigo, nunca más, nunca, bajo ningún
concepto, jamás! (Durante esto, TRINKET se ha ido llevando una mano temblorosa al pecho.)
TRINKET . — ¡Ahhhh! (Abre su diario.) Querido diario, el dolor ha vuelto.
(Entran los cantores de villancicos desde las laterales. Suena el silbato guía pero nadie canta.
Están esperando a alguien, que entra por la puerta del fondo del vestíbulo, en traje negro de
cowboy, con brillos coino de diamantea delineando los bolsillos de la camisa, el tinturan, la
funda del revólver y el borde del sombrero de ala ancha. Vuelve a sonar el silbato guía.)
Creo...
(Hay una larga pausa: suena el silbato.)
Creo...
(Larga pausa; el guía sopla una nota prolongada e intensa en el silbato.)
Creo...
(El guía arroja el silbato al piso. Entonces el cowboy vestido de negro JACK DE NEGRO , se
adelanta y canta solo con una mano apoyada en la funda del revólver.)
JACK DE NEGRO : Creo que los que tengan el tiempo medido
Antes de que repique la campana
Encontrarán y le dirán a un amigo
Que nada anda mal, que todo anda bien.
CORO :
¡Milagro, milagro!
Nada anda mal, todo está bien.
JACK DE NEGRO : Lo dirán una vez y otra vez lo dirán
Hasta que a sí mismos se lo digan,
Y casi creerán que puede ser cierto,
Que la campana no repique a muerto.
CORO :
¡Milagro, milagro!
¡Nada anda mal, todo está bien!
CORO :
ESCENA VII
Más tarde, ese mismo día: es un crepúsculo plateado; se oye el murmullo de la lluvia. TRINKET
está en su dormitorio tenuemente iluminado, BERNIE otra vez ante el conmutador. CELESTE
sigue en el sofá.
TRINKET (en el teléfono). — ¿Ella sigue ahí, Bernie?
BERNIE . — ¿Ella? (Se inclina hacia adelante en la silla giratoria para mirar.) Sí...
TRINKET . — ¿Qué está haciendo, Bernie?
BERNIE . — Nada. Sentada.
TRINKET . — No puede estarse ahí sentada para siempre, ¿no te parece, Bernie?
BERNIE .— No. A Katz no le gusta. Me dijo que la saque y le dije entonces déme un
cartucho de
dinamita, quiere.
TRINKET . — Esta tarde he estado pensando, Bernie, Celeste es alguien que no ha crecido
mentalmente. Es mentalmente retardada. ¿Te das cuenta, Bernie? Irresponsable. Infantil. No
analiza sus actos, no puede distinguir entre lo malo y lo bueno, actúa por impulso, Bernie,
como los niños. Ya sabes cómo actúan los niños. Por impulso, sin pensar, Bernie. Sus raterías,
por ejemplo, son el acto de un niño. Ve algo, lo desea, se lo lleva. Como un niño que arranca
una flor...
CELESTE (despertando levemente). — ¿Qué está diciendo de mí?
TRINKET . — Bernie, no se puede seguir malhumorado con un niño por sus malas acciones. Por
más que te duela, conoces sus limitaciones y perdonas. Bemie: díle que suba a mi cuarto y tome
una copa de vino conmigo. Quiero enterrar el hacha de guerra.
CELESTE (parándose pesadamente). — ¿Qué está diciendo", eh, Bernie?
BERNIE . — Disculpe, señorita Dugan. (Se vuelve hacia CELESTE .) Tienes una invitación. La
señorita Dugan quiere que tomes una copa de vino con ella, arriba.
CELESTE . — ¡Nunca! ¡Aún conservo mi orgullo!
BERNIE . — Sí, ya sube, señorita Dugan.
CELESTE . — ¡Jamás! ¡Prefiero morir!
BERNIE . — Adiós, señorita Dugan. (Cuelga y se
inclina otra vez hacia atrás con su revista de
historietas.)
CELESTE (se envuelve en su ratonil abrigo de piel y sale taconeando. No vacila. Se dirige
directamente a la escalera externa que lleva a lo de TRINKET . Al oír los pasos que se acercan,
TRINKET le quita el cerrojo a la puerta externa. CELESTE entra con una actitud digna.) Subí
sólo a decirte que mi amistad no está en venta. (Pero sus ojos gravitan hacia una garrafa de
vidrio tallado con lokay que hay sobre la mesa. Deja de hablar, le brillan los ojos y las
mandíbulas le cuelgan entreabiertas...)
TRINKET . — Debe de estar lloviendo afuera. Tu abrigo está mojado. Déjame colgarlo junto al
calefactor para que se seque.
CELESTE . — Oh, sí. Gracias. (Sus ojos centellean, fijos en el California Tokay.)
TRINKET . —Toma asiento, querida. ¿Te servirías una copa de tokay?
CELESTE . — ¡Oh, sí! ¡Gracias!
TRINKET . — Sírvete, por favor. Llené la garrafa de vidrio tallado. Hay más en el porrón.
CELESTE . — ¿Dónde está el porrón?
TRINKET . — Bajo la mesa.
CELESTE . —Oh, sí: ¡gracias!
TRINKET . — Bueno, parecen los buenos tiempos.
CELESTE . — Acostumbrabas tener guardados unos bizcochitos dulces, ya sabes, los...
TRINKET . — ¿Aquellas galletitas con crema de vainilla? ¿Ñabiscos?
CELESTE . — ¡Sí, sí, Nabiscos!
TRINKET . — Es posible que aún me quede alguno.
CELESTE (casi abalanzándose de excitación). — Los guardabas en una caja de lata, redonda...
TRINKET . — Sí, en esta lata redonda. Déjame ver si queda alguno. ¡Caramba, sí!
CELESTE . — ¡Oh! ¡Fantástico! En lo que se refiere a tortas o galletitas es difícil superar a un
bizcocho de vainilla Nabisco.
TRINKET (con un tembloroso gritito de horror). — ¡Hay una cucaracha muerta en la caja!
CELESTE . — ¡Bueno, bueno, bueno, bueno, no es más que un bicho muerto en una caja, dámela,
me libraré de ese insecto! ( CELESTE saca el insecto de la caja.)
TRINKET . — ¡En el cuarto no, afuera!
CELESTE . — ¡Está bien, está bien, afuera! (Arroja el insecto por la puerta y empieza a masticar
de inmediato un bizcocho.)
TRINKET (con tristeza, implorante). — ¡Oh, Celeste! ¡No deberías comer después de una
cucaracha! ¡Por favor, no comas después de una cucaracha!
CELESTE . — ¡Querida, la gente come después de las cucarachas en los mejores restaurantes!
¡Eh! ¡Salgamos a vagar por la ciudad mañana! ¿Eh? ¿Eh? Sí, saldremos de parranda y
almorzaremos juntas en Arnaud's. ¿Ostras a la Rockefeller? ¡Sí, sí, para empezar! Después una
sopa de camarones y...
TRINKET . — ¡HOY ENCONTRÉ!
CELESTE . — ¿Qué? ¿Dijiste que encontraste algo hoy?
TRINKET . — ¡Hoy encontré!... Un escorpión en la cama...
CELESTE . —¿Es un insecto eso? Olvídalo. Bueno, entonces, después de Arnaud’s... ¿una
película? Una tarde en el cine con una barra Hershey tamaño gigante; una gran barra Hershey
de almendra, ¿eh? Después de vuelta a casa las dos. Trinket, tenemos que recobrar el ritmo de
nuestra antigua vida juntas. ¡Es esencial, necesario, debemos hacerlo! ¡Y seguir, seguir y
seguir, como antes! Porque éramos felices juntas antes de que nos hiciéramos daño mutuamente
y todo eso ha terminado, no volveremos a hacernos daño mientras vivamos, ¿verdad, querida?
¡Eh, eh! ¿Música? ¿Un poquito de música en la radio?
TRINKET . — Creo que dentro de un momento deberíamos salir a oír el coro de muchachos que
canta en la catedral. La misa vespertina de Navidad.
CELESTE . — Tengo la ropa muy mojada como para salir esta noche, Trinket. Pon el coro de
muchachos por la radio, querida.
TRINKET . — El servicio en la catedral es tranquilizador.
CELESTE . — Bueno, enciende una vela y deja que el coro de muchachos cante por la radio,
querida.
TRINKET . — No, no es lo mismo. Cristo está presente, Cristo y Nuestra Señora están presentes
en la catedral, pero aquí... (Un borracho sube tambaleando los escalones. Al oír las voces, se
detiene, trata de abrir la puerta y golpea.)
CELESTE . — Alguien llama a la puerta, Trinket... (Ya tiene la voz empastada por el tokay.)
TRINKET . — El hotel está lleno de marineros borrachos de licencia. No lo dejes entrar, nos
beberá todo el vino.
CELESTE . — Sólo me asomaré.
TRINKET . — No, tú no, déjame a mí. No admitiré a un marinero borracho después de lo de
anoche. (Se asoma pero el marinero se ha alejado tambaleando. Cierra la puerta.) Nadie.
CELESTE . — Pero abriste la puerta para alguien que llamó, ¿y cómo sabes que ese alguien no
entró?
TRINKET . — No digas pavadas, por favor. ¿Cómo podría? ¿Dónde se metería? Habríamos visto
a cualquiera que entrara.
CELESTE . — No necesariamente, Trinket. Siempre he creído en la invisibilidád. ¡Siempre he
tenido fe en la presencia invisible! (Se pone de pie y enfrenta al público con aire misterioso.)
TRINKET (escéptica). — Oh, Celeste, yo...
CELESTE . — No tan alto.
TRINKET . — Recuerdo cuando solías ver aureolas coloreadas alrededor de la cabeza de la gente,
y...
CELESTE . — Aureolas no, auras.
TRINKET . — Sí, auras, auras de distinto color y adivinabas el destino y el carácter por el color
del aura. Decías que la mía era purpúrea.
CELESTE . — Deja de charlar. Quédate quieta. Actúa con naturalidad. Dale a la presencia
oportunidad de manifestarse. Lo hará. Aún está en el cuarto. Sírvete un poco de vino, querida.
(Vuelve a llenar las copas. JACK DE NEGRO entra al vestíbulo de abajo por la abertura del
fondo. Se apoya indolente, sonriendo, en la entrada del frente. Empieza a sonar una campana
distante. La voz y los gestos de CELESTE se hacen aún más misteriosos.) Había una vieja
hermana en la Escuela del Sagrado Corazón que recibía la visita de presencias invisibles, y en
una ocasión me dijo que si alguna vez estaba aislada y olvidada por los de mi propia sangre y
me encontraba desamparada y sola en el mundo, recibiría la presencia invisible de Nuestra
Señora en el cuarto donde estuviera. Dijo que sentiría olor a rosas. Siento olor a rosas. Dijo que
sentiría olor a velas ardiendo. Siento olor a velas ardiendo. Dijo que sentiría olor a incienso.
Siento olor a incienso. Oiría sonar una campana. Oigo sonar una campana. (Aparecen más
cantantes desde los laterales.) ¡La siento, sí, la siento, lo sé! Nuestra Señora está en el cuarto
con nosotros. Entró invisible al cuarto cuando abriste la puerta. ¡Abriste la puerta de tu corazón
y Nuestra Señora entró! (Cae de rodillas.) ¿MARÍA? ¿MARÍA? ¿NUESTRA SEÑORA?
(Después, en un susurro intenso.) ¡Trinket, arrodíllate junto a mí! ( TRINKET vacila sólo un
instante, después se arrodilla junto a CELESTE . Ha habido un cambio gradual de la luz en el
cuarto: ahora parece llegar a través de un vitral: fenómeno subjetivo del trance que va
invadiendo a las mujeres. CELESTE tiende una mano como buscando al tacto la presencia
invisible. De pronto grita y la retira como si hubiese tocado la presencia.)
TRINKET . — ¿Qué, qué?
CELESTE (sollozando y balanceándose sobre las rodillas).— ¡Toqué su manto, toqué el manto
de Nuestra Señora!
TRINKET . — ¿Dónde está, dónde está el manto de Nuestra Señora?
CELESTE . — ¡Aquí! (Toma la mano de TRINKET y la lleva hacia adelante.)
TRINKET (invadida por el trance). — ¿Aquí?
CELESTE . — ¡Sí, allí! ¡Besa el manto de Nuestra Señora! (Ambas mujeres tienden las manos y
luego se las llevan a la boca como si besaran el manto.)
TRINKET (con un grito violento). — ¡El dolor ha desaparecido de mi pecho!
CELESTE . — ¡Milagro!
TRINKET . — ¡Finalmente!
CELESTE y TRINKET (juntas). — ¡Finalmente, oh finalmente!
JACK DE NEGRO (cantando solo): ¡Y finalmente, oh, finalmente
El son de una campana fantasmal
Grita adiós, a la carne adiós.
Adiós a la carne, a la carne adiós!
OTROS CANTANTES (con él): ¡Milagro, milagro!
El son de una campana fantasmal.
( CELESTE y TRINKET empiezan a cantar con ellos):
CORO (sin el solista): ¡El son de una campana fantasmal
Nos llamará de donde hayamos caído
Y, oh, nos alzaremos tan livianos
Con tanta maravilla en nuestros ojos!
¡Milagro, milagro!
La luz maravillosa en nuestros ojos.
( JACK DE NEGRO se pasea entre ellos, sonriendo y alzando el sombrero.)
Pero es un sueño, porque soñar debemos
Que de polvo mortal no estamos hechos.
¡Ahí va Jack, Jack, ahí va Jack de Negro!
JACK DE NEGRO : ¡Espérenme, pero aún no, aún no!
CORO :
¡Milagro, milagro!
Sonríe y eso quiere decir aún no.
(La campana deja de sonar.)
JACK DE NEGRO (cantando solo): Soy Jack de Negro, el que baraja las cartas.
Trampea con la rueda y los dados carga.
Porque sonreí se ha detenido la campana.
Significa que pueden olvidarme un momento.
CORO :
¡Milagro, milagro!
Olvídenlo por un breve momento.
( JACK DE NEGRO mueve el sombrero como un matador que dedica la lid al público.)
CAE EL TELÓN

TENNESSEE WILLIAMS. NO PUEDO IMAGINAR EL MAÑANA.





TENNESSEE WILLIAMS
NO PUEDO IMAGINAR EL MAÑANA




UNO y DOS son, respectivamente, una mujer y un hombre que se acercan a la cuarentena:
cada uno es el único amigo del otro. No hay paredes en el decorado, que sólo incluye los
muebles (un sofá, una silla, otra en el rellano de un tramo de escaleras, una mesa con
lámpara y una mesa de juego) exigidos por la acción de la obra. Hay un marco de puerta en
la parte delantera del escenario, a la izquierda. Un suave azul crepuscular es la
iluminación de la obra, con tenues reflectores ámbar sobre los intérpretes. El sofá y las
sillas deberían estar forrados de raso, en colores pastel, tal vez rosa pálido y turquesa.
Junto a la silla del rellano podría haber una maceta con un gran helecho o una palmera. La
mujer, UNO , está de pie en la parte delantera del escenario, cerca del marco de la puerta,
con los brazos abiertos como si estuviera apartando cortinas para mirar por una ventana.
Lleva una bata blanca de raso con una mancha de vino. El hombre, DOS , aparece ante el
marco de la puerta; la mujer retrocede y se cubre el rostro con las manos. DOS alza un
brazo como para llamar a la puerta. Este acto se repite dos o tres veces antes de que la
mujer se dirija al marco y haga ademán de abrir la puerta.

UNO . — Ah, eres tu.
DOS . — Sí, soy yo.
UNO . — Me lo imaginaba.
(Hay un silencio extrañamente prolongado, durante el cual
ninguno de los dos se mueve.) Te has puesto tu traje de heladero. (Ante esto ríen,
embarazados. ) Bueno, no te quedes ahí como un mandadero sin nada que entregar.
DOS . — No dijiste entra.
UNO . — Entra, entra... ¡adelante!
DOS (entrando). — Gracias. (Hay otra extraña pausa.) Mientras llegaba te vi en la ventana.
Después corriste las cortinas.
UNO . — ¿Qué hay de malo en eso?
DOS . — Tuve que llamar y llamar antes de que... abrieras la puerta,
UNO . — Sí, casi derribaste la puerta.
DOS . — Me preguntaba si...
UNO . — ¿Si qué?
DOS . — Tú no querías... querías ...
UNO . — ¿Quería qué?
DOS . — ...verme esta... esta noche.
UNO . — Te veo todas las noches. La noche no sería noche sin ti y la partida de cartas y las
noticias en la TV.
DOS . — Pero.
UNO . — No mejora en nada, ¿verdad?
DOS . — ¿Qué?
UNO . — Dije que no mejora en nada, tu dificultad para hablar.
DOS . — Mejorará. Es... transitoria.
UNO . — ¿Estás seguro? Ahora hace ya largo tiempo que es transitoria. ¿Cómo les hablas a
tus estudiantes de secundaria, o no les dices nada, te limitas a escribirles las cosas en el
pizarrón?
DOS . — No, yo...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — Estuve pensando
en decírtelo. Han pasado cinco días desde que di mis clases por
ultima vez.
UNO . — ¿No es extraño? Lo imaginaba. Imaginaba que abandonarías. ¿Y ahora qué? ¿Algo
o nada?
DOS . — Siempre hay...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — Tiene que haber algo, mientras...
UNO . — Sí, mientras estemos vivos.
DOS . — Hoy. Hoy fui.
UNO . — ¿A la clínica?
DOS . — Sí. Allí.
UNO . — ¿Qué les dijiste? ¿Qué te dijeron?
DOS . — Sólo hablé con la muchacha, la...
UNO . — ¿Recepcionista?
DOS . — Sí, me dio un papel, un ...
UNO . — Una solicitud, un...
DOS . — Cuestionario para...
UNO . — ¿Llenar?
DOS . — Te... tenía que informarles si yo...
UNO . — ¿Sí?
DOS . — Si había antes...
UNO . — ¿Psiquiátrico?
DOS . — Tratamiento, o estado... hospitalizado.
UNO . — ¿Y entonces?
DOS . — Escribí no en cada pregunta.
UNO . — ¿Sí?
DOS . — No.
UNO (impaciente). — Sí, ya sé, escribiste no.
DOS . — Entonces la recepcionista me dijo...
UNO . — ¿Qué te dijo?
DOS . — Que no había vacante para mí ahora, en este momento, pero... que me informarán en
cuanto... uno de los...
UNO . — ¿Médicos?
DOS . — Te... terapeutas... pudiera acomodarme en su... horario.
UNO . — ¿Le dijiste que eras profesor y la situación era desesperada porque no puedes
hablarles a tus alumnos?
DOS . — Era sólo la recepcionista así que... no entré en detalles. Pero puse en el, el...
UNO . — ¿Cuestionario?
DOS . — Que había sólo una persona con la que... aún podía hablar... un poco. Subrayé
desesperadamente y subrayé urgente.
(Se detiene. Avergonzado, se aparta lentamente.)
(suavemente). — En esta luz difusa podrías pasar por uno de tus estudiantes, con tu
traje de heladero, recién sacado de la tintorería.
UNO
(Se va apartando de él.)
DOS .
— Mientras venía pasé por un prado, el prado de una casa, la casa estaba a oscuras y el
prado lleno de grullas blancas. Calculo que al menos veinte grullas blancas se paseaban por
el prado.
UNO . — ¿Ah, sí?
DOS . — Al principio creí que estaba viendo visiones.
UNO . — Estabas, estabas viendo grullas blancas.
DOS . — Supongo que estaban migrando, rumbo al sur.
UNO . — Sí, y se detuvieron en el prado de la casa a oscuras, tal vez á elegir un nuevo guía
porque el viejo, el anterior, enfilaba en dirección equivocada, un poco desorientado o
perdiendo altura, ¿eh? Así que se detuvieron en el prado de la casa a oscuras para cambiar
los planes de vuelo o sólo para sentir el fresco de la hierba nocturna bajo las patas antes de
seguir con sus viajes.
DOS . — Queda a sólo una cuadra de aquí. ¿Te gustaría ir a verlas?
UNO . — No. Tu descripción bastará, pero si tienes ganas de regresar a darles otro vistazo,
hazlo, anda. Creo que te aceptarían con tu hermoso traje blanco.
DOS . — ¿La criada no vino hoy?
UNO . — Vino pero no pudo entrar, la puerta estaba con el cerrojo pasado.
DOS . — ¿Por qué?
UNO . — No la quería tener dando vueltas por la casa. Llamó a la puerta y gritó, y gritó y
llamó y por fin abandonó y... se fue...
DOS . — Todo está como ayer por la noche. Las cartas siguen sobre la mesa. Aún llevas la
bata blanca con la mancha de vino.
UNO . — Me he quedado abajo desde anoche. No he subido. Terminé el vino y dormí en el
sofá. Ah. Hoy no ceno. Para mí nada. Entré en la cocina y abrí el refrigerador, pero el
aspecto y el olor del contenido me descompusieron. Así que vé a la cocina y prepárate un
sandwich o lo que quieras mientras mezclo las cartas.
DOS . — Prepararé algo para los dos.
UNO . — ¡No, sólo para ti! ¿Me oyes? Y cómelo allí, en la cocina. (El hombre sale de la zona
iluminada. Ella se acerca otra vez lentamente al marco de ventana y aparta las manos como
abriendo cortinas.) El País del Dragón, el país del dolor, es un país inhabitable que está
habitado sin embargo. Todo el que cruza esa región enorme, tiene su propio sendero aparte
para transitar a solas. Si los habitantes, los exploradores del País del Dragón, miraran a su
alrededor, verían a otros exploradores, pero en el país del dolor soportado pero insoportable
cada cual está tan absorbido, enmudecido, cegado por su propio viaje a través de él, que no
ve, no busca a ningún otro que lo esté cruzando con él. Es colina arriba, montaña arriba, la
ascensión es muy empinada: lo lleva a uno a la cima de las Sierras desnudas. No entraré en
ese país donde ya no hay elección. Me detendré al borde de las Sierras, me negaré a seguir
más allá. Una vez leí acerca de una anciana esquimal que sabía que le había llegado la hora
y pidió que la llevaran fuera del hogar familiar, del iglú, y que la depositaran sola sobre un
bloque de hielo que se estaba desprendiendo de la capa de hielo flotante, para poder derivar,
separada... de... todos... (Dos regresa con un plato de sandwiches.) ¡Llévatelos, llér vatelos,
llévatelos o te echo!
DOS . —¿Estás...?
UNO . — ¡Lo estoy, te lo dije!
DOS . — Si no vas a comer, yo tampoco, Hoy no tengo hambre.
UNO . — ¡No puedo!
DOS . — ¿Qué?
UNO . — Jugar a las cartas. No puedo, no puedo. Lo siento, perdóname, no puedo.
DOS . — Creo que tú ...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ... deseas que me vaya...
UNO . — ¿Donde, adonde irías?
DOS . — Podría... ir a mi cuarto.
UNO . — Dices que no tiene aire acondicionado, ni televisor, es tan pequeño que
te sientes
ahogado cuando estás en él.
DOS (con tristeza). — Hay un televisor en el vestíbulo del hotel.
UNO . — Me has dicho que no puedes soportar el vestíbulo del hotel, está lleno de ancianas
moribundas apiñadas alrededor del televisor como si sacaran la sangre y el oxígeno de él. El
vestíbulo de ese hotel, con que sólo pases por él, su atmósfera, se te pega y llegas aquí con
ella encima, llegas como un perro enfermo después de pasar por ese vestíbulo, lo llevas en
los ojos, la voz, los, los... gestos. Cuando llamas y abro la puerta, tienes un aspecto
enfermizo, atemorizado, como si creyeras que voy a cerrarte la puerta en la cara. ¡Pobre,
querido hombrecito! (De pronto lo abraza sorbiendo aire con un sollozo.) ¡Ya no me queda
vigor para tratar de hacer que trates de salvarte de tu... paralizante... depresión! ¿Por qué no
dejas de parecer un muchachito cuarentón perdido? ¡Se me hace tan difícil hablarte con
honestidad! (Aspira aire con intensidad y lo empuja apartándolo, dándole la espalda a la
mesa.) Todas las noches tienes una expresión asustada, culpable. Siempre digo: "Ah, eres
tú" y tú siempre dices: "Sí, soy yo". Y después te cuelgas esa sonrisa dolorosa, falsa,
enfermiza, parpadeando, con las manos hundidas en los bolsillos. Das clases, pero nunca
terminaste la escuela, sigues en los... cursos primarios de la... escuela elemental, o incluso en
el jardín dé infantes. Oh, eres tú, sí, soy yo. Dios mío, ¿no puede haber otras palabras para
saludarnos? Sería mejor que te limitaras a entrar y sentarte a comer y después mezclaras las
cartas o encendieras la televisión. Pero, no. Tenemos que repetir el ritual, oh, eres tú y sí,
soy yo, casi no decimos otra cosa, al menos algo que valga la pena decir. Me obligo a llevar
adelante una especie de monólogo, con escasas interjecciones tuyas, como "Mmmmm" o
"Mmm-jummm". Y te cuento cosas que te he contado tantas veces que me avergüenza
repetirlas. Pero tengo que repetirlas o nos quedaríamos sentados en un silencio insoportable,
sí, un silencio intolerable. Sí, y en verano dices: "Está tan fresco y agradable aquí" y en
invierno dices: "Está tan cálido y agradable aquí". Oh, Dios, Dios... (Lo toma de los
hombros, apoya un instante su cabeza contra la espalda del hombre; después lo aparta de
un empujón.)
DOS . — Nunca fue fácil para mí...
UNO . — ¿Hablar?.
DOS . — Hasta donde puedo recordar fue difícil para mí.
UNO . — ¿Hablar?
DOS . — Expresar lo que pienso y siento con palabras.
UNO . — ¿Y hasta mirar a los ojos a otra persona?
DOS . — Sí. Mirar a los ojos a otra persona, eso también.
UNO . — Siempre miras un poco de costado con una expresión culpable. ¿Qué te hace sentir
culpable? ¿Sólo estar vivo?
DOS . — Yo...
UNO . — ¿Tú?
DOS . — ...no sé
UNO . — Toma
realmente ...
este trozo de papel y este lápiz y escríbeme lo primero que se te ocurra.
Rápido. No te detengas a pensar. ( DOS garabatea algo en el papel.) Bien. Déjame ver qué
escribiste. "Te amo y tengo miedo." ¿De qué tienes miedo? Rápido. Escríbelo. (El vuelve a
garabatear algo en el papel. Ella se lo arrebata.) "Los cambios." ¿Te refieres a cambios en
ti o en mí o a cambios en circunstancias que afectan nuestras vidas? Rápido, escríbelo, no
pienses. (Él vuelve a escribir.) "Todas las cosas. Todo." Sí, bueno, supe eso sobre ti desde
un principio. Ahora me toca a mí; escribiré lo primero que se me ocurra. El lápiz. ¡Rápido!
(Escribe velozmente en la hoja de papel y se la arroja a través de la mesa.) Léela, léela en
voz alta.
DOS (leyendo en voz alta). — "Si no hubiese algo llamado tiempo, el paso del tiempo en el
mundo en que vivimos, podríamos contar con que las cosas siguieran siendo iguales, pero el
tiempo vive en el mundo con nosotros y tiene una gran escoba y nos está barriendo fuera del
camino, queramos enfrentarlo o no."
UNO . — ¿Y bien? ¿Por qué no dices algo? ¿Nada? Toma el lápiz y el papel, escribe cualquier
cosa, algo, rápido, no te detengas a pensar. (Él escribe.) "Te amo y tengo miedo." Con eso
empezaste.
DOS . — Dijiste que no me detuviese a pensar.
(Ella se estira para acariciarle el rostro por sobre la mesa. Él le toma la mano y la aprieta
contra su boca, después rodea la mesa para besarla. Ella le abraza la cabeza contra sí por
un momento, después lo rechaza.)
UNO .
— Siéntate otra vez donde estabas. De allí no hay regreso, créeme. (Él deja caer el
rostro entre las manos.) ¿Estás llorando? (Él sacude la cabeza.) Déjame ver. Levanta la
cabeza. (Él deja caer el rostro entre las manos.) No te tortures tanto. ¿Comiste en la cocina?
¿No? Entonces cuando vuelvas al hotel mortuorio para en el drugstore y come un sandwich
o algo así. Podría ser un cambio beneficioso para ti, mejor que nada. La gente necesita
pequeños cambios de vez en cuando, y tiene que hacerlos o aceptarlos. Sé que hay gente que
le tiene terror a los cambios, se apegan a rutinas repetidas. Creo que les da la sensación de
estar protegidos. Pero la repetición no constituye la seguridad, sólo da la sensación de
seguridad. No es algo confiable. Puedes caminar por una calle todos los días y sentirte
seguro en esa calle, y un día ésta se abre bajo tus píes y el cielo se vuelve negro.
DOS . — Tenemos que...
UNO . — ¿Tenemos que qué?
DOS . — ...tratar de no...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...pensar en eso. No...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...ayuda.
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...pensar en eso, es mejor.
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...sentirse...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...protegido, aún cuando...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...no se pueda...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...confiar en la sensación.
UNO . — Completaste una frase. No
te fue fácil, pero lo lograste. Ahora por favor tráeme un
vaso de agua para mis gotas.
(Dos se aparta de la mesa de juego hacia una zona en penumbras.)
(para sí). — No puedo imaginar el mañana. (Regresa con un vaso de agua.) ¿Te pongo
las gotas en el agua?
UNO . — Sí. Gracias.
DOS . — En el frasco dice cinco gotas.
UNO . — Esta noche tendrán que ser más.
DOS . — ¿Estás ...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...segura?
UNO . — Dame el vaso, el frasco, lo haré yo. (Dos cuenta las gotas en voz alta. UNO sigue. El
quita el frasco y lo coloca sobre la mesa fuera de la zona iluminada.) Está bien, vuelve,
siéntate. (Él regresa a la mesa de juego.) Voy a contarte un cuento. (Bebe el vaso de agua
mientras habla.) Es sobre un hombrecito. ¿Y? ¿No vas a sentarte? (Él lleva una silla hasta
la mesa.) Un hombrecito llegó a la casa de la Muerte y el guardia uniformado de la entrada
le preguntó qué deseaba. Dijo que deseaba la Muerte. El guardia dijo: es un pedido muy
grande para un hombrecito como tú. El hombrecito dijo que sí, sabía.que era un pedido muy
grande, pero era lo que deseaba. El guardia le pidió los documentos. El único documento
que tenía era la partida de nacimiento. El guardia miró la fecha de la partida de nacimiento y
dijo: demasiado pronto, has venido demasiado pronto, vuelve a bajar la montaña y no subas
aquí hasta dentro de veinte años. El hombrecito empezó a llorar. Dijo: si no me dejas entrar
hasta dentro de veinte años, esperaré veinte años ante la entrada, no puedo bajar otra vez la
montaña. Allí abajo no tengo adonde ir. No tengo a quién visitar por la noche, no tengo a
nadie con quien hablar, nadie con quien jugar a las cartas, no tengo a nadie, nadie. Pero el
guardia se apartó, le dio la espalda al hombrecito y se apartó, y el hombrecito, que tenía
miedo de hablar, empezó a gritar. Para ser un hombrecito gritaba con fuerza, y la Muerte lo
oyó y salió en persona a ver a qué se debía el alboroto. El guardia dijo que el hombrecito que
estaba ante las puertas había venido veinte años adelantado, y no quería bajar la montaña, y
la Muerte dijo: sí, entiendo, pero dadas ciertas circunstancias, sobre todo cuando gritan hasta
desgañifarse ante la entrada, se les puede dejar entrar antes, así que déjalo entrar, cualquier
cosa con tal de terminar con el alboroto. ¿Y? ¿Qué piensas del cuento?
DOS . — Es, eh...
UNO . — ¿Es eh qué?
DOS . — ¿Inventaste el cuento?
UNO . — No. Tú lo inventaste. Lo has estado inventando desde hace mucho tiempo. Es hora
de que lo envíes para que lo publiquen. ¿No crees?
DOS . — Yo, eh...
UNO . — ¿Yo eh qué?
DOS . — Vamos...
UNO . — ¿Vamos qué?
DOS
DOS . — Esta noche tú...
UNO . — ¿Esta noche yo qué?
DOS . — ...pareces...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...no estar tan bien como cuando tú...
UNO . — ¿No tan bien como cuando yo qué?
DOS . — ...no estar tan bien como cuando, como
cuando...
(Se pone de pie de pronto con un grito apagado, torturado.)
UNO . —
Sí. Lo sé. Lo sé. No comiste nada, ¿verdad? No. Debes parar en el drugstore cuando
regreses y comer algo en el bar al paso. Allí sirven toda clase de cosas y es un sitio popular.
Hasta puedes trabar conocimiento con alguien que coma allí. Cuando voy por mis recetas,
noto que por lo común hay varias personas comiendo en el bar al paso. Los he oído hablar
entre sí. Parecen conocerse entre sí. Es más fácil llegar a conocer a alguien en un bar al paso
que en una mesa de restaurante porque estás sentado junto a ellos y una mesa de restaurante
está aislada. Y creo que para ti es ; importante que hagas nuevos conocidos. Porque es
posible que alguna noche no te oiga cuando llames a la puerta. Podría estar arriba y no
querer bajar o no sentirme capaz de bajar hasta la puerta cuando llames, y en esa... (Cierra
los ojos y aprieta los dientes en un espasmo de dolor.) ...en esa posible... eventualidad...
deberías ... tener... otros ... conocidos... a quienes recurrir, en ese caso, si es que se presenta.
DOS . — Creo que sigues sufriendo. ¿No es así?
UNO . — Si es así, es mi sufrimiento, no el tuyo, y tengo derecho a no querer discutirlo, ¿no?
Creo que una persona que sufre tiene el privilegio de guardárselo para sí. Pero prueba con el
drugstore esta noche y no entres con cara larga, entra con actitud despierta y siéntate junto a
alguien de aspecto extrovertido. Di algo tú primero, no esperes a que ellos te digan algo
porque podrían no hacerlo. Sé que odiarás hablar, pero a veces hay que hacer cosas que te
son difíciles, así que entra y siéntate en el bar al paso y pide una leche merengada y habla,
conversa, abre la boca aunque sólo la abras para decir que oíste a un buho esta noche,
imitando tu voz en una palmera. Desde luego no te creerán, pero eso puede llevar a una
conversación interesante.
DOS . — Creo que lo que quieres decir es...
UNO . — Lo que quiero decir es: las cosas tienen que cambiar en la vida.
DOS . — Los cambios no tienen que ser repentinos.
UNO . — Los cambios se aceptan mucho más fácilmente cuando ya estás preparado para
ellos. Por eso te mencioné el bar al paso del drugstore.
DOS . — Es muy iluminado y ruidoso y nunca podría trabar conocimiento con alguien en un
bar al paso muy iluminado y ruidoso, no sabría cómo y no querría intentarlo.
UNO . — Hasta hace un año...
DOS . — ¿Qué?
UNO . — ¿Qué estaba diciendo? Ah. Hasta hace un año...
DOS . — ¿Qué?
UNO . — No importa. Fuera lo que fuese, lo que trataba de decir se me fue de la cabeza.
DOS (después de una pausa). — ¿Quieres que me vaya ahora?
UNO . — Irse es un modo de decir morir. (Se sienta erguida.) He cambiado mis planes para la
noche. Me voy arriba, después de todo. Aún puedo subir si me tomo mi tiempo y me agarro
de los pasamanos. Puedo subir hasta el rellano y descansar allí un momento y después subir
el resto. Y en cuanto a ti, no olvides mi consejo de hacer nuevos conocidos. No tiene por qué
ser en el bar al paso, podría ser en un bar común. Díle algo a alguien. Ése es mi consejo,
pero me doy cuenta de que es inútil.
DOS . — Un conocido no es un amigo.
UNO . —¿Quién es un amigo? Dejémoslo así. Pero come algo en el drugstore cuando
regreses.
DOS . — ¿Puedo ayudarte a subir antes de...?
UNO . — Últimamente he estado durmiendo abajo, en el sofá. La escalera se ha vuelto mucho
más empinada. Pero creo que esta noche la subiré. Treparé primero hasta el rellano y
entonces descansaré allí un momento antes de seguir. Hay una silla bastante cómoda en el
rellano en la que puedo descansar hasta sentirme capaz de subir el segundo tramo. (Sube tres
o cuatro escalones hasta una plataforma y una silla.) Sí, puedo descansar aquí un momento.
DOS . — Me quedaré hasta que hayas llegado al dormitorio. Después me iré.
UNO . — No, no esperes. Vete ahora. Me gusta hablar un poco conmigo misma antes de
dormir.
DOS . — No deberías dormir en el rellano, no puedes dormir en el rellano.
UNO . — ¡Haré lo que quiera hacer!
DOS . — Lo siento, yo... no pretendía decirte lo que tú...
UNO . — Vamos, vete ahora. Pásale el cerrojo a la puerta.
DOS . — El cerrojo está del lado de adentro.
UNO . — Oh. Sí. Tienes razón. Eso cambia un poco mis planes, sí, tendré que pasar yo el
cerrojo.
DOS . — Creo que no deberías quedarte aquí sola por la noche.
UNO . — Es tu opinión, no la mía. Buenas noches, vamos, vete ahora, la noche ha sido
pesada.
DOS . — Yo... lo lamento, yo... siento como si hubieses perdido todo sentimiento por mí...
UNO . — Eso no es cierto. No te habría dejado entrar a la casa esta noche si no te siguiera
amando. Te amaba y aún te amo. Pero hemos entrado en países distintos, tú has entrado en
un país extraño y yo en otro.
DOS . — ¿Puedo quedarme en el sofá?
UNO . — No, no, lo siento, no. Tienes que irte, ahora,
DOS . — Tú eres...
UNO . — ¿Yo soy qué?
DOS . — ...mi vida: toda mi vida: no hay nada más. Iré a la clínica, regresaré a la escuela,
haré...
UNO . — No me lo hagas tan difícil.
DOS . — ¡Por favor! ¡Permíteme quedarme en el sofá!
UNO . — ¡No!
DOS . — Pero...
UNO . — ¡No, dije no! ¡Abre la puerta, vete!
DOS . — Cuando regrese mañana... tú...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ¿Me dejarás entrar?
UNO . — Si te vas ahora, sí, pero si...
DOS . — Me voy ahora. (Abre la puerta.) El aire está... el cielo está...
UNO . — ¿Cómo están?
DOS . — ...anormalmente luminosos esta noche. Como agua poco profunda y muy límpida,
como, como...
UNO . — Los gallos cantarán toda la noche porque creerán que se acerca el alba. Buenas
noches. Que tengas un buen regreso. Tal vez las grullas blancas aún estén en el prado junto
al que pasaste al venir. Que descanses bien. Nunca dudes de que me importas, pero recuerda
que estamos entrando en países separados.
(Él cierra la puerta en silencio desde adentro, camina hacia el sofá.)
UNO (para
sí). — Se fue... mejor estar sola. Es duro porque él no tiene a nadie aparte de mí y
yo no tengo a nadie aparte de él, pero en el País del Dragón uno deja atrás al último amigo y
sigue a solas. Oh. La puerta. No tiene pasado el cerrojo. Será mejor que baje y lo pase o
mañana entrará la criada. ¡Arriba, arriba, dije arriba! (Se pone de pie con gran dificultad y
baja, aferrándose a los pasamanos. No ve a Dos junta a la mesa de juego. Se dirige a la
puerta ij le pasa el cerrojo: después al marco de la ventana y mira hacia afuera. Dos
levanta un naipe como para ocultar el rostro tras él. Ella regresa al cuarto y ve al hombre
junto al sofá.) Ah. Te quedaste, no te fuiste. No puedo imaginar el mañana. Ayúdame a subir
otra vez los escalones, por favor ayúdame a subir otra vez a la silla del rellano. (Él la toma
cuando parece a punto de caer y la sostiene hasta llegar al rellano.) Déjame descansar aquí,
por favor. En un momento seguiré subiendo hasta mi dormitorio, aunque tenga que subir lo
que queda arrastrándome...
DOS . — Déjame ayudarte a subir ahora.
UNO . — No. Aquí. ¡Alto! Imposible... seguir... ahora mismo. (Se sienta en la silla del
rellano.) Ahora. Vuelve abajo.
DOS . — Déjame...
UNO . — ¡No, no, vuelve abajo, abajo, abajo!
DOS . — Yo... tú...
UNO . — Lo siento. Tengo que estar a solas aquí. (Dos regresa a la mesa de juego.) Si me
despierto y bajo mañana, no me sorprenderá encontrarte aún allí. Creo que siempre quisiste
quedarte en mi casa. Bueno, ahora es tu oportunidad, así que ponte cómodo. Sabes dónde
está todo: el televisor, la bebida, el refrigerador, el dormitorio y el baño de abajo. Te dejo
con todas esas delicias. Voy a dormirme dentro de un minuto. Supongo que sigue siendo
posible que mañana te recobres y enfrentes a tus alumnos. No lo apostaría, sin embargo. De
todos modos es fácil que te hayan reemplazado en la Escuela Secundaria Elemental. Es
probable que te hayan expulsado de la Escuela Secundaria Elemental como a un...
estudiante... incorregible. No se han molestado en notificártelo, o has tenido miedo de
levantar el teléfono si llamaron a tu hotel mortuorio, eso es todo. ¿Acaso no deseaste
siempre mudarte aquí? Has hecho tantos cumplidos al lugar, en las noches en que llegabas
del hotel mortuorio donde vives. Siempre me dices lo agradable que es algo, el aire cálido en
invierno, el aire fresco en verano, el jardín de palmeras, incluso el cielo, como si
perteneciera a la casa. Está bien, ahora puedes quedarte si lo deseas. No te cruzarás en mi
camino, no me cruzaré en el tuyo. Después de un par de días, apenas nos notaremos
mutuamente. Será como hablar con nosotros mismos, o como oír un pájaro o un grillo
afuera, en algún lugar. Desde luego te queda la alternativa de volver arrastrándote a ese
osario llamado hotel, pero hay un límite de tiempo, un límite de tiempo bastante corto, para
que te acepten allí dadas las circunstancias. Es probable que ya sepan que perdiste el
empleo. Bueno, esas cosas le pasan a la gente, a toda la gente, sin excepción, el corto límite
de tiempo se acaba, se acaba para ellos y los deja varados... (Hay una pausa. DOS junta las
cartas, las agrega al mazo. Después UNO prosigue.) Si esta noche duermo bien, mañana
estaré mejor, y si sigues aquí iremos en coche o tomaremos un taxi hasta el supermercado y
abasteceremos el refrigerador para ti. y después iremos a tu hotel y juntaremos tus cosas y
saldrás de ese espantoso osario. ¿Después de eso? No puedo pensar. Tal vez no sea
necesario pensar más allá. Ya es bastante en lo que se refiere a pensar y planificar el futuro.
Así que haz de cuenta que estás en tu casa. Bebe algo afuera, en la galería, disfruta del cielo
y el mar que pertenecen a la casa. Ahora voy a subir. (Pero vuelve a sentarse.) Todavía no.
Subir es como escalar un pico de los Alpes.
DOS . — Quédate abajo un poquito más.
UNO . — Está bien, sólo un poquito más...
DOS (suavemente, después de una pausa). — ¿Ahora estás dormida? ¿Estás dormida ahora?
UNO . — No puedo imaginar el mañana...
TELÓN