14/9/14

TRAICIÓN de HAROLD PINTER.




TRAICIÓN
de
HAROLD PINTER.





ESCENA 1ra.
1977
Bar. Primavera. Tarde. Londres.

EMMA Está sentada en una silla de la esquina derecha. JERRY Se aproxima a ella llevando bebidas: Un vaso de cerveza para él, un vaso de vino para ella. JERRY toma asiento. Sonríen, brindan en silencio, beben. JERRY se arrellana y mira a EMMA.

JERRY.- Bueno...
EMMA.- ¿Cómo estas?
JERRY.- Muy bien.
EMMA.- Te ves bien.
JERRY.- Bueno, en realidad no estoy tan bien.
EMMA.- ¿Por qué? ¿Cuál es el problema?
JERRY.- ¡La cruda! (Levanta el vaso) ¡Salud...! (Bebe.) ¿Tú, cómo estás?
EMMA.- Yo estoy bien (Mira alrededor, luego a JERRY.) Como en los viejos tiempos.
JERRY.- Humm. Han pasado muchos años.
EMMA.- Sí. (Pausa) Pensé en ti el otro día.
JERRY.- Válgame Dios. ¿Por qué? (EMMA se ríe) ¿Por qué?
EMMA.- Bueno a veces es agradable acordarse. ¿No crees?
JERRY.- Totalmente. (Pausa) ¿Cómo va todo?
EMMA.- Pues no va mal. (Pausa) ¿Sabes hace cuánto que no nos vemos?
JERRY.- Bueno, fui a esa exposición privada... ¿cuándo fue?
EMMA.- No, no me refiero a eso.
JERRY.- Ah, ¿quieres decir solos?
EMMA.- Sí.
JERRY.- Uuhm...
EMMA.- Dos años.
JERRY.- Sí, hace como dos años. Mmm. (Pausa)
EMMA.- Mucho tiempo.
JERRY.- Sí, mucho... (Pausa) ¿Y cómo va todo? La galería...
EMMA.- ¿Cómo crees que va?
JERRY.- Bien. Muy bien yo diría.
EMMA.- Me da gusto que lo digas. Bien, realmente muy bien. Me gusta.
JERRY.- Son chistosos ¿no? Los pintores...
EMMA.- No son nada chistosos.
JERRY.- ¿No? ¡Qué lástima! (pausa) ¿Cómo está Robert?
EMMA.- ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
JERRY.- No lo he visto en meses. No sé por qué. ¿Por qué?
EMMA.- ¿Por qué, qué?
JERRY.- ¿Por qué me preguntas cuando fue la última vez que lo vi?
EMMA.- Por curiosidad. ¿Cómo está, Sam?
JERRY.- Judith, querrás decir.
EMMA.- ¿Sí?
JERRY.- Acuérdate de lo que hacíamos. Yo te preguntaba por tu marido y tú me preguntabas por mi esposa.
EMMA.- Sí, claro. ¿Cómo está tu esposa?
JERRY.- Muy bien. (Pausa)
EMMA.- Sam ya debe estar... muy alto.
JERRY.- Es alto. Bastante alto. Corre mucho. Le gusta correr largas distancias. Quiere ser zoólogo.
EMMA.- No ¿de veras? Qué bien. ¿Y Sarah?
JERRY.- Ya tiene diez años.
EMMA.- Dios mío. Claro que sí.
JERRY.- Sí, diez años. (Pausa) Ned tiene cinco ¿verdad?
EMMA.- Qué bien te acuerdas.
JERRY.- Bueno de eso sí me acordaría. (Pausa)
EMMA.- Sí. (Pausa) Estás bien, pues, de todos modos...
JERRY.- Oh...sí, claro (Pausa)
EMMA.- ¿A veces piensas en mí?
JERRY.- No necesito pensar en ti.
EMMA. - Oh...
JERRY. - No necesito pensar en ti. (Pausa) Bueno, de todos estoy bien. ¿Tú cómo estás?
EMMA.- Bien. Realmente muy bien.
JERRY.- Te ves muy linda.
EMMA.- ¿De veras? Gracias. Me da gusto verte.
JERRY.- A mí también. Quiero decir verte.
EMMA.- ¿Piensas en mí a veces?
JERRY.- A veces pienso en ti. (Pausa) Vi a Charlotte el otro día.
EMMA.- No... ¿Dónde? No me dijo nada.
JERRY.- Es que no me vio. En la calle.
EMMA.- Pero si no la has visto en años.
JERRY.- La reconocí.
EMMA.- ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste saber?
JERRY.- Pues la reconocí.
EMMA.- ¿Y qué aspecto tenía?
JERRY.- Como tú.
EMMA.- No, en serio. ¿Qué pensaste de ella...?
JERRY.- Pensé que era encantadora.
EMMA.- Sí, es muy... Es despampanante. Tiene trece años. (Pausa) ¿Te acuerdas de aquella vez... cuando, oh, Dios mío... cuando la levantabas y la tirabas hasta el techo y luego la agarrabas?
JERRY.- Era muy liviana.
EMMA.- Se acuerda de eso, sabes.
JERRY.- ¿De veras?
EMMA.- Mmm. Eso de que la avienten a una.
JERRY.- Qué memoria. (Pausa) No sabe... lo de nosotros ¿verdad?
EMMA.- Claro que no. Solo se acuerda de ti, como de un viejo amigo.
JERRY.- Eso es. (Pausa) Sí, todo el mundo estaba allí ese día, viendo alrededor, tu esposo, mi esposa, todos los niños, me acuerdo.
EMMA.- ¿Qué día?
JERRY.- Cuando la levanté hasta arriba. Fue en la cocina de tu casa.
EMMA.- Fue en la de tu casa. (Silencio)
JERRY.- Amor mío.
EMMA.- No digas eso. (Pausa) Todo...
JERRY.- Parece que fue hace muchísimo tiempo.
EMMA.- ¿Sí?
JERRY.- ¿Igual, te sirvo otra? (JERRY toma los vasos, va a la barra, EMMA se queda quieta en la silla. JERRY regresa con los vasos en las manos, se sienta)
EMMA.- Pensé en ti el otro día. (PAUSA) Iba manejando por Kilburn. De repente me di cuenta donde andaba. Me detuve, así nomás, luego di vuelta en Kinsale Drive y avancé hasta Wesex Grove. Pasé frente al edificio y luego me detuve como cincuenta yardas más adelante, como hacíamos antes ¿te acuerdas?
JERRY.- Sí.
EMMA.- Había gente saliendo del edificio. Luego se iban por la calle.
JERRY.- ¿Qué clase de gente?
EMMA.- Ah...gente joven. Luego me bajé del carro y subí las escaleras. Vi los timbres, ya sabes, los nombres en los timbres. Busqué nuestro nombre. (Pausa)
JERRY. - Green. (Pausa) Y no lo viste ¿verdad?
EMMA.- No.
JERRY.- Es porque ya no vamos allí. No hemos ido allí en años.
EMMA.- No, no hemos ido.
JERRY.- Oí decir que has estado viendo de vez en cuando a Casey.
EMMA.- ¿Qué?
JERRY.- A Casey. Me acabo de enterar de que... a veces lo ves.
EMMA.- ¿Dónde oíste eso?
JERRY.- Ah... gente... en pláticas.
EMMA.- Qué cosa.
JERRY.- Lo curioso del caso fue que lo único que realmente sentí fue irritación, quiero decir irritación de que nadie chismeara de nosotros así, en aquellos días. Estuve a punto de decir, pues mira, tal vez se tome una copa de vez en cuando con Casey, a quien le importa, pero ella y yo tuvimos una relación durante siete años y ninguno de ustedes, idiotas, tuvo la menor idea de lo que estaba sucediendo. (Pausa)
EMMA.- Me pregunto. Me pregunto si todo el mundo lo sabía, todo el tiempo.
JERRY.- No seas tonta. Estuvimos geniales. Nadie supo. ¿Quién podía andar por Kilburn en esos días? Sólo tú y yo. (Pausa) De todas maneras ¿qué es eso de tú y Casey?
EMMA.- ¿Qué quieres decir?
JERRY.- ¿Qué está pasando?
EMMA.- Tomamos una copa de vez en cuando.
JERRY.- Pensé que no te gustaban sus libros.
EMMA.- He cambiado. O sus libros han cambiado ¿Estás celoso?
JERRY.- ¿De qué? (Pausa) No podría tener celos de Casey. Soy su agente. Lo asesoré en lo de su divorcio. Leí todos sus manuscritos. Convencí a tu marido de que publicara su primera novela. Lo acompañé hasta Oxford para que hablara en la Unión. Es mi... Es autor mío. Lo descubrí cuando era poeta y de eso ya hace muchísimo tiempo. (Pausa) Incluso me ha llevado a Southampton a conocer a su mamá y su papá. No podría estar celoso de Casey. Como quiera que sea no es como si estuviéramos teniendo una relación ahora, ¿verdad? No nos hemos visto en años. En realidad, yo soy muy feliz si tú eres feliz. (Pausa) ¿Y qué hay de Robert? (Pausa)
EMMA.- Bueno... creo que nos vamos a separar.
JERRY.- ¿Sí?
EMMA.- Tuvimos una larga plática... anoche.
JERRY.- ¿Anoche?
EMMA.- ¿Sabes de qué me di cuenta...anoche? Me ha estado traicionando durante años. Ha tenido... otras mujeres, durante años.
JERRY.- ¿No? ¡Qué barbaridad! (Pausa) Pero nosotros lo traicionamos a él muchos años.
EMMA.- Y él me traicionó a mí durante años.
JERRY.- Bueno, yo nunca lo supe.
EMMA.- Ni yo. (Pausa)
JERRY.- ¿Y Casey sabe de esto?
EMMA.- Me gustaría que no le siguieras llamando Casey. Se llama Roger.
JERRY.- Sí, Roger.
EMMA.- Yo te telefoneé a ti. No se por qué.
JERRY.- Qué cosa más curiosa. Éramos muy buenos amigos ¿verdad? Robert y yo, aunque no lo he visto en muchos meses, pero en todos esos años, en todos esos tragos, todas esas comidas... que tuvimos juntos, a mí nunca se me ocurrió... nunca sospeche siquiera... que hubiera otra persona... en su vida, aparte de ti. Nunca. Por ejemplo, cuando estás con un amigo en un bar, o en un restaurante, por ejemplo, de tanto en tanto se va a hacer pipí, ves, quien no, pero lo que quiero decir es que, si tiene que echar un telefonazo así, muy discreto, como que uno lo siente, como que uno puede oír el ring, ring, ring. Bueno, nunca tuve esa sensación con Robert. Nunca hizo ese tipo de llamadas ring, ring, en ninguno de los bares donde estuvimos juntos. Lo curioso es que yo era el que hacia las llamadas ring, ring... a ti, cuando lo dejaba emborrachándose en el bar. Eso es lo curioso. (Pausa) ¿Cuándo te dijo todo esto?
EMMA.- Anoche. Creo que estuvimos toda la noche sin dormir. (Pausa)
JERRY.- ¿Hablaron toda la noche?
EMMA.- Sí, claro que sí. (Pausa)
JERRY.- ¿No hablaron de mi, verdad?
EMMA.- ¿Qué?
JERRY.- Es que...
EMMA.- Te llamé hoy en la mañana, sabes, eso es todo, porque yo... porque somos viejos amigos... He estado de pie toda la noche... todo ha terminado... de repente sentí que quería verte.
JERRY.- Bueno, mira, me da mucho gusto verte. Me da. Me da pena que... lo de...
EMMA.- ¿Te acuerdas? Quiero decir ¿te acuerdas?
JERRY.- Me acuerdo. (Pausa)
EMMA.- En realidad te resultaba muy latoso mantener el departamento de Wesexx Gove cuando lo pusimos ¿verdad?
JERRY.- El amor se adapta a todo.
EMMA.- Compré las cortinas.
JERRY.- Te adaptaste.
EMMA.- Oye, de veras, no te quise ver por nostalgia, quiero decir ¿de qué se trata? Solo quería ver cómo estabas. De veras. ¿Cómo estás?
JERRY.- Oh, eso que importa. (Pausa) No le hablaste de mí a Robert anoche ¿verdad?
EMMA.- Tuve que hacerlo. (Pausa) Me lo dijo todo. Y yo le dije todo. Estuvimos despiertos... toda la noche. En cierto momento Ned bajó de su cuarto. Tuve que llevarlo a la cama, tuve que regresarlo a dormir. Luego volví a bajar. Creo que las voces lo despertaron. Tú sabes...
JERRY.- ¿Le dijiste todo?
EMMA.- Tuve que decírselo.
JERRY.- ¿Le dijiste todo... lo de nosotros?
EMMA.- Tuve que hacerlo. (Pausa)
JERRY.- Pero si es mi mejor amigo. Quiero decir, he tenido a su propia hija en mis brazos y he jugado con ella subiéndola y bajándola y todo, en la cocina de mi casa delante de él.
EMMA.- No importa. Ya acabó todo.
JERRY.- ¿Sí? ¿Qué es lo que acabó?
EMMA.- Todo. (Emma bebe.)


ESCENA 2da. 1977 (Presente)
Más tarde. Casa de Jerry. Estudio. Primavera.
JERRY esta sentado. ROBERT, de pie, con un vaso en la mano.

JERRY.- Qué bueno que viniste. Te agradezco que hayas venido.
ROBERT.- No, hombre.
JERRY.- Sí, sí. Ya se que fue difícil...Lo sé... los niños...
ROBERT.- No hay ningún problema. Me pareció que era urgente.
JERRY.- Ajá... encontraste a alguien ¿no?
ROBERT.- ¿Qué?
JERRY.- Digo a alguien que cuidara a los niños.
ROBERT.- Sí, sí. De veras. No hay problema. Además, Charlotte ya no es una niña.
JERRY.- No. (Pausa) ¿Te vas a sentar?
ROBERT.- Sí, creo que sí, dentro de un momento. (Pausa)
JERRY.- Judith está en el hospital...Le toca la guardia de noche. Los niños están allá... arriba.
ROBERT.- Uhm hummm.
JERRY.- Tengo que hablar contigo. Es importante.
ROBERT.- Habla.
JERRY.- Sí. (Pausa)
ROBERT.- Te ves tenso. (Pausa) ¿Cuál es el problema? (Pausa) No es sobre tú y Emma ¿verdad? (Pausa) Ya estoy enterado.
JERRY.- Sí. Así me... me lo dijo.
ROBERT.- Ah. (Pausa) Bueno, no es muy importante, ¿verdad? Hace años que terminó ¿no es cierto?
JERRY.- Es importante.
ROBERT.- ¿De veras? ¿Por qué? (JERRY se levanta, da algunos pasos)
JERRY.- Creí que me iba a volver loco.
ROBERT.- ¿Cuándo?
JERRY.- Hoy en la tarde. Ahora hace poco. Pensando si telefonearte o no. Te tenía que hablar. Me tardé... dos horas, en telefonearte. Y luego tú estabas con los niños... Creí que no iba a poder verte. Creí que me volvería loco. De veras, te agradezco mucho que hayas venido.
ROBERT.- Hombre, por Dios. Mira, ¿qué es lo que quieres decirme exactamente? (Pausa. JERRY toma asiento)
JERRY.- No se por qué te lo dijo. No sé cómo te lo pudo haber dicho. Simplemente no lo entiendo. Fíjate, ya se que tú... mira, la vi hoy... tomamos una copa... No la había visto en... me dijo, ya sabes, que ustedes tienes problemas... ustedes dos...y todo. Ya sé, es decir, de verdad, lo siento.
ROBERT.- No lo sientas.
JERRY.- ¿Por qué no? (Pausa) El hecho es que no puedo entender...por qué pensó ella que era necesario... después de todos estos años...decírtelo... tan de repente...anoche...
ROBERT.- ¿Anoche?
JERRY.- Sin consultarme. Sin siquiera advertírmelo. Después de todo, tú y yo...
ROBERT.- No me lo dijo anoche.
JERRY.- ¿Qué quieres decir? (Pausa) Se lo que pasó anoche. Me lo contó todo. Estuvieron despiertos toda la noche, ¿no es cierto?
ROBERT.- Así fue.
JERRY.- Y ella te dijo... anoche... que ella y yo. ¿No te lo dijo?
ROBERT.- No, no me lo dijo. Lo de tú y ella no me lo dijo anoche. Me dijo lo de tú y ella hace cuatro años. (Pausa) No me lo tenía que decir anoche otra vez. Porque yo ya lo sabía. Y ella sabía que yo sabía porque me lo dijo ella misma hace cuatro años. (Silencio)
JERRY.- ¿Qué?
ROBERT.- Creo que me voy a sentar. (ROBERT toma asiento) Yo pensé que sabías.
JERRY.- Que sabía ¿qué?
ROBERT.- Que yo sabía. Que lo he sabido durante años. Yo creía que tú sabías eso.
JERRY.- Tú pensabas que yo sabía.
ROBERT.- Ella dijo que no sabías, pero no le creí. (Pausa) De todas maneras creo que yo pensaba que tú sabías. ¿Pero dijiste que no?
JERRY.- ¿Te lo dijo ella...cuando?
ROBERT.- Bueno, yo me di cuenta. Eso fue lo que sucedió. Le dije que me había dado cuenta y entonces ella... me confirmo... los hechos.
JERRY.- ¿Cuándo?
ROBERT.- Ah, hace ya mucho tiempo, Jerry. (Pausa)
JERRY.- Pero tú y yo nos hemos visto... muchas veces... en los últimos cuatro años. Hemos ido a comer.
ROBERT.- Aunque nunca jugamos squash.
JERRY.- Yo era tu mejor amigo.
ROBERT.- Bueno, sí, seguro. (JERRY mira a ROBERT y luego deja caer la cabeza entre sus manos) Ah, no te angusties. No tiene sentido. (Silencio. JERRY se levanta)
JERRY.- ¿Por qué no me dijo ella nada?
ROBERT.- Bueno, es que yo no soy ella, maestro.
JERRY.- ¿Por qué no me dijiste tú?
ROBERT.- Creí que ya lo sabrías.
JERRY.- Pero no lo sabías con certeza ¿verdad? ¡No lo sabías!
ROBERT. - No.
JERRY. - Entonces. ¿Por qué no me lo dijiste? (Pausa)
ROBERT.- ¿Decirte qué?
JERRY.- Que tú sabías. Tu, cabrón.
ROBERT.- Ah, no me digas cabrón, Jerry. (Pausa)
JERRY.- ¿Qué es lo que vamos a hacer?
ROBERT.- Tú y yo no vamos a hacer nada. Mi matrimonio está terminado. Solo tengo que hacer los arreglos necesarios, eso es todo. En relación a los niños. (Pausa)
JERRY.- ¿No has pensado en decirle a Judith?
ROBERT.- Decirle a Judith ¿qué? Ah, sobre tú y Emma. ¿Quieres decir que nunca lo supo? ¿Estás absolutamente seguro? (Pausa) No en realidad no se me había ocurrido decirle a Judith. Me parece que no entiendes. Me parece que no entiendes que me importa un comino todo esto. Es cierto que le he pegado a Emma una o dos veces. Pero no por defender un principio. No lo hice en función de ninguna actitud moral. Simplemente me dieron ganas de darle un buen golpe. Por las ganas de siempre... tú sabes. (Pausa)
JERRY.- Pero tú la traicionaste durante años ¿no?
ROBERT. - Ah, sí.
JERRY.- Y ella nunca lo supo ¿verdad?
ROBERT.- ¿No lo supo? (Pausa)
JERRY.- Yo no.
ROBERT.- No, tú en realidad no sabías mucho de nada ¿verdad? (Pausa)
JERRY.- No.
ROBERT.- Sí, sí sabías.
JERRY.- Sí, sí sabía. Viví con ella.
ROBERT.- Sí, en las tardes.
JERRY.- A veces muy prolongadas. Durante siete años.
ROBERT.- Sí, seguramente supiste todo lo que hay que saber de esas cosas. En cuanto a los siete años de tardes. Yo no sé nada de eso. (Pausa) Espero que te hayas cuidado bien. (Silencio)
JERRY.- Nos caíamos bien.
ROBERT.-Todavía nos caemos bien. (Pausa) Me encontré el otro día con Casey. Creo que está teniendo un affaire con mi esposa. No hemos jugado squash en años. Casey y yo. Me acuerdo que jugábamos muy bien.
JERRY.- Ha engordado un poco.
ROBERT.- Sí, pensé en eso.
JERRY.- Ya está un poco acabado.
ROBERT.- ¿De veras?
JERRY.- ¿No lo crees así?
ROBERT.- ¿En qué sentido?
JERRY.- Su obra. Sus libros.
ROBERT.- Ah, sus libros. Su arte. Sí su creatividad parece estarse desvaneciendo, ¿no te parece?
JERRY.- Todavía vende.
ROBERT.- Vende muy bien. Vende muy bien, no cabe duda. Lo cual es muy bueno para nosotros. Para ti y para mí.
JERRY.- Sí.
ROBERT.- Alguien me estaba diciendo ¿quién era? Debió haber sido alguien del departamento de publicidad, el otro día, que cuando Casey fue a York a la presentación de su último libro, en una librería, tú sabes, con Bárbara Spring, ya sabes, la gente hizo cola durante horas para que le firmara su libro, mientras que una viejita y su perro hacían cola para pedirle su autógrafo a Barbara Spring. Yo soy de los que piensan que Barbara Spring... es buena ¿tu no?
JERRY.- Sí. (Pausa)
ROBERT.- De todos modos a nosotros nos va muy bien con Casey ¿no?
JERRY.- Muy bien. (Pausa)
ROBERT.- ¿Has leído algún buen libro últimamente?
JERRY.- He estado leyendo a Yeats. (Pausa)
ROBERT. - Ah, Yeats, sí. (Pausa)
JERRY.- Una vez leíste a Yeats en Torcello.
ROBERT.- ¿En Torcello?
JERRY.- ¿No te acuerdas? Hace años. Fuiste a Torcello al amanecer, solo. Y leíste a Yeats.
ROBERT.- Así que fui. Yo te lo dije, sí. (Pausa) Sí. (Pausa) ¿A dónde van a ir en el verano, tu y tu familia?
JERRY. - A Lake District.

ESCENA 3era. 1975 (Dos años antes) (La ruptura)
Departamento. Invierno.
JERRY y EMMA sentados. Silencio.

JERRY.- ¿Qué quieres hacer entonces? (Pausa)
EMMA.- Lo que pasa es que no sé qué estamos haciendo, ya no sé, eso es todo.
JERRY. - Mmmm. (Pausa)
EMMA.- Digo, este departamento...
JERRY.- Sí.
EMMA.- ¿De veras te puedes acordar cuando fue la última vez que estuvimos aquí?
JERRY.- En el verano ¿no?
EMMA.- ¿Sí?
JERRY.- Sé que parece...
EMMA.- Fue a principios de Septiembre.
JERRY.- Bueno, todavía en el verano ¿no?
EMMA.- Pero hacía mucho frío. Era a principios de Otoño.
JERRY.- Ahora hace bastante frío.
EMMA.- Íbamos a conseguir otro calentador eléctrico.
JERRY.- Sí, y nunca lo traje.
EMMA.- No tiene mucho sentido traerlo si nunca estamos aquí.
JERRY.- Ahora estamos aquí.
EMMA.- No te creas. (Silencio)
JERRY.- Bueno, las cosas han cambiado. Has estado ocupada, tu trabajo y todo.
EMMA.- Sí, ya sé. Pero quiero decir, me gusta. Lo quiero hacer.
JERRY.- No, está bien. Es estupendo para ti. Pero no estás...
EMMA.- Si diriges una galería, tienes que dirigirla. Tienes que estar allí.
JERRY.- Pero no estas libre en las tardes ¿verdad?
EMMA.- No.
JERRY.- Entonces. ¿Cómo nos podemos ver?
EMMA.- Date cuenta de las veces que andas de viaje. Nunca estas aquí.
JERRY.- Pero cuando estoy aquí tú no estás libre de tardes. Así que nunca nos podemos ver.
EMMA.- Nos podemos ver para comer.
JERRY.- Nos podemos ver para comer pero no podemos venir hasta acá para una comida rápida. Ya estoy viejo para eso.
EMMA.- No me refería a eso. (Pausa) Ves, antes... se nos ocurrían cosas, estábamos decididos, era... parecía imposible que nos viéramos... imposible... y sin embargo nos veíamos. Nos veíamos aquí, pusimos este departamento y nos veíamos en este departamento por que queríamos.
JERRY.- No importa que tanto queramos vernos si tú no estás libre en las tardes y yo estoy en Estados Unidos. (Silencio) Las noches siempre las hemos descartado y tú lo sabes. Tengo familia.
EMMA.- Yo también tengo familia.
JERRY.- Lo sé perfectamente bien. Te recuerdo que tu esposo es uno de mis más viejos amigos.
EMMA.- ¿Qué quieres decir con eso?
JERRY.- No quiero decir nada con eso.
EMMA.- ¿Pero qué estás tratando de decir al decir eso?
JERRY.- Carajo. No estoy tratando de decir nada. He dicho precisamente sólo lo que quería decir.
EMMA.- Ya veo. (Pausa) El hecho es que en otros tiempos usábamos nuestra imaginación y decidíamos vernos una noche y arreglar las cosas para irnos a un hotel.
JERRY.- Sí, así lo hacíamos. (Pausa) Pero eso era... en el mejor de... antes de que consiguiéramos este departamento.
EMMA.- No hemos estado muchas noches... en este departamento.
JERRY.- No. (Pausa) No muchas noches, en ninguna parte, realmente. (Silencio)
EMMA.- ¿Puedes seguir... pagándolo cada mes?
JERRY. - Ah...
EMMA. - Es un desperdicio. Nadie viene aquí. No quiero ni pensarlo, de veras. Siempre... vacío. Todo el día y toda la noche. Día tras día y noche tras noche. Quiero decir la loza y las cortinas y la colcha y todo. Y el mantel que traje de Venecia. (Risas) Es absurdo. (Pausa) Es sólo... una casa vacía.
JERRY.- No es una casa. (Pausa) Yo sé... yo se lo que tú querías... pero nunca pudo haber sido... una casa realmente. Tú tienes una casa. Yo tengo una casa. Con cortinas, etcétera. Y niños. Dos niños en dos casas. Aquí no hay niños, así que no es el mismo tipo de casa.
EMMA.- Nunca se supuso que fuera el mismo tipo de casa. ¿O sí? (Pausa) Tú ni siquiera la viste como casa en ningún sentido ¿no?
JERRY.- No, la vi como un departamento...tú sabes.
EMMA.- Para coger.
JERRY.- No, para amarnos.
EMMA.- Bueno, de eso ya no queda mucho ¿verdad? (Silencio)
JERRY.- No creo que no nos amemos. (Pausa)
EMMA.- Ah, bueno. (Pausa) ¿Qué vas a hacer con todos... los muebles?
JERRY.- ¿Qué?
EMMA.- Lo que hay aquí. (Pausa)
JERRY.- Tú sabes que podemos hacer algo muy simple si queremos.
EMMA.- Quieres decir venderlo a la señora Bancks por una cantidad pequeña... ¿para que lo rente como departamento amueblado?
JERRY.- Eso es. ¿No estaba la cama aquí?
EMMA.- ¿Qué?
JERRY.- ¿No estaba?
EMMA.- Nosotros compramos la cama. Compramos todo. Compramos la cama juntos.
JERRY.- Ah, sí. (Emma toma asiento)
EMMA.- Entonces ¿tu haces todos los arreglos con la señora Banks? (Pausa) Yo no quiero nada. No podría ponerlo en ninguna parte, ves. Ya tengo una casa, con colchas y todo lo que va...
JERRY.- Yo lo resuelvo, con la señora Banks. Habrá algunas libras, sabes, así que...
EMMA.- No, no quiero ningún dinero, muchas gracias. (Silencio. EMMA se pone el abrigo) Ya me voy. (JERRY se vuelve. La mira) Ah, aquí está mi llave. (EMMA saca el llavero: trata de sacar la llave del llavero) Ah, carajo. (EMMA se esfuerza por sacar la llave del llavero. Arroja a JERRY el llavero) Tú sácala. (JERRY lo atrapa al vuelo. La mira) ¿La puedes sacar por favor? Tengo que recoger a Charlotte en la escuela. La voy a llevar de compras. (JERRY saca la llave del llavero) ¿Te das cuenta de que esta es una tarde? Es la tarde en la que cierra la galería. Por eso vine hoy. Cerramos todos los jueves en la tarde. ¿Me puedes dar mi llavero? (JERRY le da el llavero) Gracias. Oye, estoy absolutamente convencida de que hemos tomado la mejor decisión. (EMMA se va JERRY permanece de pie.)

Escena 4ta. 1974 (Tres años antes)
Casa de ROBERT Y EMMMA. Sala. Otoño.
ROBERT prepara una copa para JERRY, después va a la puerta.

ROBERT.- ¡Emma! ¡Aquí está Jerry!
EMMA.- (En off) ¿Quién?
ROBERT. - Jerry.
EMMA. - Ahora bajo. (ROBERT da la copa a JERRY)
JERRY. - Salud.
ROBERT.- Salud. Está con Ned, mientras se duerme. Supongo que en unos minutos emprenderá el vuelo.
JERRY.- El vuelo. ¿A dónde?
ROBERT.- Al mundo de los sueños.
JERRY.- Ah, sí. ¿Qué tal estás durmiendo últimamente?
ROBERT.- ¿Qué?
JERRY.- ¿Todavía pasa mal las noches? Con Ned quiero decir...
ROBERT.- Dicen que los niños son peores que las niñas.
JERRY.- ¿Peores?
ROBERT.- Los bebés. Dicen que los bebitos lloran más que las bebitas.
JERRY. - ¿Sí?
ROBERT. - ¿No se dieron cuenta ustedes de eso?
JERRY.- Uhmmm... sí, creo que sí. ¿Y ustedes?
ROBERT.- Sí. ¿Y que deduces de eso? ¿A qué crees que se deba?
JERRY.- Bueno supongo que... los niños son más ansiosos.
ROBERT.- ¿Los niños bebés?
JERRY.- Sí.
ROBERT.- ¿De que diablos van a estar ansiosos...a su edad? ¿No crees?
JERRY.- Bueno... al encontrarse en el mundo, supongo, al dejar la matriz, todo eso.
ROBERT.- Pero ¿y las bebitas? Ellas también dejan la matriz.
JERRY.- Es cierto. También es cierto que nadie habla mucho de bebitas que dejan la matriz, ¿no?
ROBERT.- Yo podría hablar de eso.
JERRY.- Ya veo. Bien, ¿qué tienes que decir?
ROBERT.- Yo te estaba preguntando algo.
JERRY.- ¿Y qué era?
ROBERT.- ¿Por qué crees que los bebés hombres encuentran más problemático dejar la matriz que las bebés mujeres?
JERRY.- ¿Yo dije eso?
ROBERT.- Y llegaste incluso a decir algo más, en el sentido de que los bebés hombres se ponen más ansiosos al enfrentar el mundo que las bebes niñas.
JERRY.- ¿Tú en lo personal crees que ése es el caso?
ROBERT.- Sí, creo que sí. (Pausa)
JERRY.- ¿Por qué crees que es así?
ROBERT.- No sabría decirte. (Pausa)
JERRY.- ¿Crees que tenga algo que ver con la diferencia entre los sexos? (Pausa)
ROBERT.- Caramba tienes razón. Debe ser eso. (EMMA entra)
EMMA.- Hola. Qué sorpresa.
JERRY.- Estaba tomando el té con Casey.
EMMA.- ¿Dónde?
JERRY.- Aquí cerca en la esquina.
EMMA.- Creí que él vivía en... Hampstead o por ahí.
JERRY.- Estás mal informada.
EMMA.- ¿Sí?
JERRY.- Se separó de Susannah. Está viviendo solo aquí cerca.
EMMA. - Ah...
ROBERT. - Está escribiendo una novela sobre un hombre que deja a su mujer y sus tres hijos y que se va a vivir solo al otro lado de Londres para escribir una novela sobre un hombre que deja a su mujer y sus tres hijos...
EMMA.- Espero que sea mejor que la última.
ROBERT.- ¿La última? Ah, la última. ¿No era aquella sobre el hombre que vivía en una casa grande en Hampstead con su esposa y sus tres hijos y que estaba escribiendo una novela sobre...?
JERRY.- (A Emma) ¿Por qué no te gustó?
EMMA.- Ya te lo dije.
JERRY.- Creo que es lo mejor que ha escrito.
EMMA.- Podrá ser lo mejor que ha escrito pero de todas maneras es terriblemente deshonesta.
JERRY.- ¿Deshonesta? ¿En qué sentido deshonesta?
EMMA.- Ya te lo dije.
JERRY.- ¿Ya me lo dijiste?
ROBERT.- Sí, ya te lo dijo. Una vez en que todos estábamos cenando, me acuerdo, tú, yo, Emma y Judith, ¿dónde era?, Emma dio una conferencia a la hora del postre acerca de la deshonestidad de Casey en relación a su última novela, DRYING OUT. Fue de lo más interesante. Desgraciadamente Judith tuvo que irse a la mitad por que tenía su guardia de noche en el hospital. ¿Cómo está Judith, a propósito?
JERRY.- Muy bien. (Pausa)
ROBERT.- ¿Cuándo vamos a jugar squash?
JERRY.- Eres muy bueno.
ROBERT.- No tanto. No soy nada bueno. Lo que pasa es que estoy en mejor forma que tú.
JERRY.- Pero ¿por qué? ¿Por qué estas en mejor forma que yo?
ROBERT.- Por que juego squash.
JERRY.- Ah, ¿estás jugando? ¿Muy seguido?
ROBERT.- Mhmmm
JERRY.- ¿Con quien?
ROBERT. - Con Casey.
JERRY. - ¿Casey? Caramba. ¿Qué tal juega?
ROBERT.- Es un jugador de squash increíblemente limpio. No, realmente no hemos jugado en varios años. Tenemos que jugar. Tú eras bastante bueno.
JERRY.- Sí, era bastante bueno. Muy bien. Te reto.
ROBERT.- ¿Por qué no?
JERRY.- Haremos una cita.
ROBERT.- Muy bien.
JERRY.- Sí, tenemos que hacerlo.
ROBERT.- Y luego te invito a comer.
JERRY.- El que gana invita a comer.
EMMA.- ¿Puedo ir a ver? (Pausa)
ROBERT.- ¿Qué?
EMMA.- ¿Por qué no puedo ir a ver y luego los invito a comer?
ROBERT.- Bueno, para ser brutalmente franco, no quisiéramos tener una mujer cerca, ¿verdad, Jerry? Quiero decir un juego de squash no es simplemente un juego de squash, es algo mucho más que eso. Te das cuenta; primero está el juego. Y luego viene el regaderazo. Y luego, la cerveza. Y luego, la comida. Después de todo esto, ya la hiciste. Ya tuviste tu batalla. Lo único que quieres es tu cerveza y tu comida. No que una mujer te invite a comer. En realidad no quieres a una mujer a una milla a la redonda, en ningún lugar. No la quieres en la cancha de squash. No la quieres en la regadera, ni en el bar, ni en el restaurante. ¿Ves? En la comida quieres hablar de squash, o de cricket, o de libros, incluso de mujeres con tu amigo, y poder entrar en calor en la conversación sin miedo de una interrupción impertinente. De eso es de lo que se trata. ¿Tú que piensas, Jerry?
JERRY.- No he jugado squash en muchos años. (Pausa)
ROBERT.- Bueno, vamos a jugar la semana que entra.
JERRY.- No puedo la semana que entra. Estoy en Nueva York.
EMMA.- ¿Te vas?
JERRY.- Me voy con uno de mis escritores más famosos.
EMMA.- ¿Quién?
JERRY.- Casey. Alguien quiere filmar esa novela suya que no te gustó. Vamos a ir para discutirlo. Era cosa de que ellos vinieran aquí o de que nosotros fuéramos allá. Casey pensó que merecía el viaje.
EMMA.- ¿Y tú?
JERRY.- ¿Qué?
EMMA.- ¿Y tu mereces el viaje?
ROBERT. - ¿Va Judith?
JERRY.- No. No puede ir sola. Nos veremos para ese juego de squash cuando vuelva. Una semana o cuando mucho diez días.
ROBERT.- Estupendo.
JERRY.- (a Emma) Adiós. Gracias por el trago.
EMMA.- Adiós. (ROBERT Y JERRY salen, Emma permanece quieta. ROBERT vuelve. La besa. Ella responde. Ella se separa, pone la cabeza en el hombro de ROBERT, llora calladamente. ROBERT la abraza.)

ESCENA 5ta. 1973.
Cuarto de hotel. Venecia. Verano.

EMMA lee en la cama. ROBERT mira hacia fuera por la ventana. Ella levanta la cabeza y lo mira; luego vuelve la vista al libro.

EMMA.- Mañana Torcello. ¿verdad?
ROBERT.- ¿Qué?
EMMA.- Vamos a Torcello mañana, ¿no?
ROBERT.- Sí, así es.
EMMA.- Será maravilloso.
ROBERT. - Mmmmm.
EMMA. - Me muero por ir. (Pausa)
ROBERT.- El libro. ¿Es bueno?
EMMA.- Mmmm. Sí.
ROBERT.- ¿Qué es?
EMMA.- Es un libro nuevo. De este... Spinks.
ROBERT.- Ah, ese. Jerry me estaba hablando de él.
EMMA.- Jerry. ¿De veras?
ROBERT.- Me estuvo hablando de ese libro la semana pasada, en la comida.
EMMA.- ¿De veras? ¿Le gustó?
ROBERT.- Spinks es autor suyo. Él lo descubrió.
EMMA.- Ah, no sabía eso.
ROBERT.- Manuscrito no solicitado. (Pausa) Tú crees que es bueno, ¿verdad?
EMMA.- Sí, creo que sí. Me está gustando.
ROBERT.- Jerry también piensa que es bueno. Deberías venir a comer un día con nosotros y hablaremos de eso.
EMMA.- ¿Sería absolutamente necesario? (Pausa) No es tan bueno, no es para tanto.
ROBERT.- ¿Quieres decir que no es tan bueno como para que vengas a comer conmigo y con Jerry y hablemos del libro?
EMMA.- ¿De qué diablos estás hablando?
ROBERT.- Lo tengo que leer otra vez, ahora que está impreso.
EMMA.- ¿Otra vez?
ROBERT.- Jerry quería que lo publicáramos.
EMMA.- Ah, ¿de veras?
ROBERT.- Bueno, naturalmente. De todas maneras, lo rechacé.
EMMA.- ¿Por qué?
ROBERT.- Ah... en realidad no hay mucho que añadir al tema, ¿no crees?
EMMA.- ¿Cuál consideras tú que es el tema?
ROBERT.- La traición.
EMMA.- No. No es.
ROBERT.- ¿No es? ¿Entonces qué es?
EMMA.- No lo he terminado todavía luego te digo.
ROBERT.- Bueno, luego me dices. (Pausa) Por supuesto a lo mejor estoy pensando en otro libro. (Silencio) Por cierto, estuve ayer en American Express. (EMMA levanta la vista)
EMMA. - Oh...
ROBERT. - Sí. Fui a cambiar unos cheques de viajero. Te los pagan mejor allí, ves, que en el hotel.
EMMA.- Ah, ¿de veras?
ROBERT.- Claro, sí. Bueno, como sea había una carta para ti allí. Me preguntaron si te conocía y les dije que sí. Entonces me preguntaron si me la quería llevar. Es decir, me la dieron. Pero les dije que no, que no me la llevaría. ¿La recibiste?
EMMA.- Sí.
ROBERT.- Supongo que te apareciste por allí cuando fuiste de compras ayer por la tarde...
EMMA.- Así fue.
ROBERT.- Muy bien, que bien que la recibiste. (Pausa) Sinceramente, me extraño que quisieran entregármela a mí. Eso nunca sucede en Inglaterra. Pero estos italianos... tan despreocupados. Quiero decir, el hecho de que me apellide Downs y tú te apellides Downs no quiere decir que somos el Señor y la Señora Downs que ellos, en su ridículo estilo mediterráneo, suponen que somos. Podríamos ser y de hecho lo más probable es que lo seamos, totalmente unos extraños. Así que, digamos que yo, a quienes ellos toman alegremente por tu esposo, hubiera recogido la carta, habiéndoles dicho que era tu esposo pero en realidad siendo totalmente un extraño, y que la hubiera abierto, y leído, no por nada sino por mera curiosidad ociosa, y que luego la hubiera tirado en el canal, tú nunca la habrías recibido y te hubiera privado así de tu derecho de abrir tu propia correspondencia, y todo por ese je m'en foutsime veneciano. Tengo pensado escribirle sobre ese asunto a Dux de Venecia. (Pausa) Eso fue lo que me hizo no tomarla, por cierto, y traértela... la idea de que yo fácilmente podría haber sido totalmente un extraño. (Pausa) Lo que desde luego ellos no sabían, y no tenían forma de saber, era que yo soy tu esposo.
EMMA.- Qué bola de ineficientes.
ROBERT.- Solo en un sentido mediterráneo, ridículo. (Pausa)
EMMA.- Era de Jerry.
ROBERT.- Sí, reconocí su letra. (Pausa) ¿Cómo está?
EMMA. - Ok.
ROBERT.- Qué bueno ¿Y Judith?
EMMA.- Bien. (Pausa)
ROBERT.- ¿Y los niños como están?
EMMA.- Creo que no los mencionó.
ROBERT.- Entonces deben estar bien. Si estuvieran enfermos o algo probablemente lo mencionaría. (Pausa) ¿Otras noticias?
EMMA.- No. (Silencio)
ROBERT.- ¿Tienes ganas de ir a Torcello? (Pausa) ¿Cuántas veces hemos estado en Torcello? Dos. Me acuerdo que te gustó mucho, la primera vez que te llevé. Te enamoraste del lugar. Eso fue hace unos diez años, ¿verdad? Cerca de... seis meses después de que nos casamos. Sí. ¿Te acuerdas? M e pregunto si te gustará tanto mañana. (Pausa) ¿Qué tal es Jerry escribiendo cartas? (EMMA ríe un poco) Estás temblando. ¿Tienes frío?
EMMA.- No.
ROBERT.- En una época me escribía. Largas cartas sobre Ford Madox Ford. Yo también le escribía, imagínate. Largas cartas sobre... oh, W. B. Yeats, supongo. Eso era en el tiempo en que éramos editores de revistas literarias. Él en Cambridge y yo en Oxford. ¿Sabías eso? Éramos un par de jóvenes muy brillantes. Y muy buenos amigos. Bueno, todavía somos buenos amigos. Todo eso fue antes de que yo te conociera. Mucho antes de que él te conociera. He estado tratando de recordar cuándo te lo presenté. Simplemente no puedo acordarme. Creo que... ¿sí te lo presenté? Sí. Pero ¿cuándo? ¿Tú te acuerdas?
EMMA.- No.
ROBERT.- ¿No?
EMMA.- No.
ROBERT.- Que raro. (Pausa) No fue nuestro padrino de bodas ¿verdad?
EMMA.- Tú sabes que sí fue.
ROBERT.- Ah, sí. Bueno, probablemente fue entonces cuando te lo presenté. (Pausa) ¿Había algún recado para mí en su carta? (Pausa) Quiero decir, sobre cuestiones de trabajo, algo que ver con el mundo editorial. ¿Ha descubierto algún talento nuevo, original? Es bastante talentoso para descubrir talento, el buen Jerry.
EMMA.- Ningún recado.
ROBERT.- Ningún recado. ¿Ni siquiera me manda un abrazo? (Silencio)
EMMA.- Somos amantes.
ROBERT.- Ah. Sí. Pensé que debería ser algo así. Algo más o menos en esa línea.
EMMA.- ¿Cuándo?
ROBERT.- ¿Qué?
EMMA.- ¿Cuándo lo pensaste?
ROBERT.- Ayer. Solo ayer. Cuando vi la carta Antes de ayer lo ignoraba completamente.
EMMA.- Ah. (Pausa) Lo siento.
ROBERT.- ¿Lo sientes? (Silencio) ¿Dónde... se lleva a cabo? Debe ser un poco incómodo. Quiero decir, tenemos dos niños, él tiene dos niños, por no decir una esposa.
EMMA.- Tenemos un departamento.
ROBERT.- Ah. Ya veo. (Pausa) ¿Bonito? (Pausa) Un departamento. Entonces es bastante consistente... ¿su affaire?
EMMA.- Sí.
ROBERT.- ¿Cuánto tiempo?
EMMA.- Algún tiempo.
ROBERT.- Sí. ¿Pero qué tanto tiempo exactamente?
EMMA.- Cinco años.
ROBERT.- ¿Cinco años? (Pausa) Ned apenas tiene un año. (Pausa) ¿Oíste lo que acabo de decir?
EMMA.- Sí. Es hijo tuyo. Jerry estaba en Estados Unidos. Durante dos meses. (Silencio)
ROBERT.- ¿Te escribía cuando estaba en Estados Unidos?
EMMA.- Por su puesto y yo también le escribía.
ROBERT.- ¿Le dijiste que Ned había sido concebido?
EMMA.- No por carta.
ROBERT.- Pero cuando le dijiste, ¿le dio gusto saber que yo iba a ser padre? (Pausa) Siempre me cayó bien Jerry. Para ser honrado, siempre me cayó mucho mejor que tú. Tal vez yo también debí haber tenido un affaire con él. (Pausa) Dime, ¿tienes muchas ganas de ir a Torcello?

ESCENA 6ta. 1973 (Más tarde)
Más tarde. Departamento. Verano.
EMMA y JERRY de pie. Se besan. Ella sostiene una canasta y un paquete.

EMMA.- Querido.
JERRY.- Querida. (JERRY la sigue sosteniendo. EMMA ríe)
EMMA.- Tengo que pones esto... (EMMA pone la canasta en la mesa)
JERRY.- ¿Qué tiene dentro?
EMMA.- La comida.
JERRY.- ¿Qué?
EMMA.- Cosas que te gustan. (JERRY pone vino en los vasos) ¿Cómo me veo?
JERRY.- Preciosa.
EMMA.- ¿Me veo bien?
JERRY.- Sí. (JERRY le da vino)
EMMA.- (Probando el vino) Mmmm.
JERRY.- ¿Qué tal estuvo?
EMMA.- Maravilloso.
JERRY.- ¿Fuiste a Torcello?
EMMA.- No.
JERRY.- ¿Por qué no?
EMMA.- Ah, no sé. Las lanchas rápidas estaban en huelga, o algo así.
JERRY.- ¿En huelga?
EMMA.- Sí. El día en que íbamos a ir.
JERRY.- Ah, ¿y por qué no en góndola?
EMMA.- No se puede ir en góndola a Torcello.
JERRY.- Bueno, así lo hacían en la antigüedad, ¿verdad? Antes de que tuvieran lanchas de motor. ¿Cómo crees que llegaron allá la primera vez?
EMMA.- Les tomaría horas.
JERRY.- Sí, supongo que sí. (Pausa) Recibí tu carta.
EMMA.- Que bien.
JERRY.- ¿Recibiste la mía?
EMMA.- Claro que sí. ¿Me extrañaste?
JERRY.- Sí. En realidad, no me he sentido muy bien.
EMMA.- ¿Qué?
JERRY.- Ah, nada. Un bicho. (Ella lo besa)
EMMA.- Te extrañé. (Ella se aleja y mira alrededor.) ¿No has estado aquí... para nada?
JERRY.- No.
EMMA.- Necesita limpieza.
JERRY.- Más tarde. (Pausa) Hablé con Robert hoy en la mañana.
EMMA. - ¿Eh?
JERRY. - Lo invité a comer el jueves.
EMMA.- ¿El jueves? ¿Por qué?
JERRY.- Bueno, es que me toca.
EMMA.- No, quiero decir. ¿Por qué lo invitaste a comer?
JERRY.- Porque me toca. La última vez él me invitó.
EMMA.- Tú sabes lo que quiero decir.
JERRY.- No. ¿Qué?
EMMA.- ¿De qué se trata, por qué motivo se van a ver para comer?
JERRY.- Por nada, ningún motivo. Así lo hemos hecho durante años. Primero le toca a él, luego a mí.
EMMA.- Me entendiste mal.
JERRY.- ¿Sí? ¿Cómo?
EMMA.- Bueno, es muy sencillo, ustedes a veces se ven, o comen juntos para discutir algo sobre algún escritor en especial o un libro, ¿no es así? Como que para esas reuniones, o comidas siempre hay un motivo o un tema que tratar.
JERRY.- Bueno, pues en este caso no hay nada. (Pausa)
EMMA.- ¿Has descubierto algún nuevo escritor, mientras estuve fuera?
JERRY.- No. Sam se cayó de la bicicleta.
EMMA.- No.
JERRY.- Se desmayó. Estuvo inconsciente como un minuto.
EMMA.- ¿Estabas con él?
JERRY.- No. Judith. Ya está bien. Y luego yo agarré esta infección.
EMMA.- Ah, querido.
JERRY.- Así que no he tenido tiempo para nada.
EMMA.- Todo se arreglará, ahora que he vuelto.
JERRY.- Sí.
EMMA.- Oh, leí la cosa esa de Spinks, el libro que me diste.
JERRY.- ¿Y que te parece?
EMMA.- Excelente.
JERRY.- A Robert le repugnaba. No lo quería publicar.
EMMA.- ¿Y qué tal es?
JERRY.- ¿Quién?
EMMA.- Spinks.
JERRY. - ¿Spinks? Es un tipo muy delgado. Como de cincuenta años. Siempre usa lentes oscuros, de día y de noche. Vive solo en un cuarto amueblado. Muy parecido a este por cierto. Es... imperturbable.
EMMA.- Los cuartos amueblados ¿le acomodan bien?
JERRY.- Sí.
EMMA.- A mí también me acomodan. ¿Y a ti? ¿Todavía te gusta este? ¿Nuestra casa?
JERRY.- Es maravilloso no tener teléfono.
EMMA.- ¿Y es maravilloso tenerme a mi?
JERRY.- Estás muy bien.
EMMA.- Te cocino, trabajo como esclava.
JERRY.- Así es.
EMMA.- Compré una cosa en Venecia... para la casa. (EMMA abre un paquete. Saca un mantel. Lo pone en la mesa.) ¿Te gusta?
JERRY.- Es precioso. (Pausa)
EMMA.- ¿Tu crees que algún día iremos a Venecia juntos? (Pausa) No. Probablemente no. (Pausa)
JERRY.- ¿No crees que deba ver a Robert para comer el jueves, o el viernes para comer, en todo caso?
EMMA.- ¿Por qué dices eso?
JERRY.- ¿No crees que debo verlo para nada?
EMMA.- Yo no dije eso. ¿Por qué no habrías de verlo? No seas tonto. (Pausa)
JERRY.- Tuve un susto terrible cuando andabas de viaje. Estaba discutiendo un contrato, en mi oficina, con unos abogados. Y de pronto no me pude acordar qué había hecho con tu carta. No me acordaba si la había puesto o no en la caja fuerte. Dije que tenía que buscar algo en la caja. Abrí la caja y no estaba allí. Tuve que seguir discutiendo el desgraciado contrato... Y sólo pensaba en que la carta estaba por ahí tirada en la casa, y que alguien la recogía...
EMMA.- ¿La encontraste?
JERRY.- Estaba en el bolsillo de una chamarra, en el ropero, en mi casa.
EMMA.- Dios.
JERRY.- Sucedió otra cosa hace unos meses... no te lo dije. Una tarde en que tú y yo tomamos una copa y llegué a la casa como a las ocho, abrí la puerta, y Judith me dijo hola, llegas un poco tarde. Lo siento le dije, estaba tomando una copa con Spinks. ¿Spinks? Me dijo ella, qué raro, te acaba de telefonear, hace cinco minutos, quería hablar contigo y no dijo que acababa de verte. Ya sabes cómo es Spinks, le dije, no precisamente accesible, ¿verdad? Tal vez se acordó de algo que me quería decir y que no me dijo. Más tarde le hablo. Subí a ver a los niños y luego cenamos todos juntos. (Pausa) Oye, ¿te acuerdas, cuándo fue? Hace unos años, todos estábamos en la cocina de tu casa, debió haber sido en la Navidad o algo así, ¿te acuerdas?, todos los niños andaban correteando y yo de repente agarré a Charlotte y la levanté hasta arriba, hasta arriba y luego la bajaba y la subía, la bajaba y la subía. ¿Te acuerdas cómo se reía?
EMMA.- Todos nos reímos.
JERRY.- Era muy liviana. Y allí estaba tu esposo y mi mujer y todos los niños, todos en la cocina mirando, riéndose. No me puedo deshacer de esa escena.
EMMA.- En realidad fue en la cocina de tu casa. (JERRY toma a EMMA de la mano. Están de pie. Van a la cama y se recuestan.) ¿Por qué no habrías de levantarla y aventarla? (Ella lo acaricia. Se abrazan)


ESCENA 7ª. 1973
Más tarde. Restaurante. Verano.
ROBERT sentado a la mesa, bebe vino. EL MESERO conduce a JERRY a la mesa. JERRY toma asiento.

JERRY.- Hola, Robert.
ROBERT.- Hola.
JERRY.- (Al mesero) Quiero un escocés en las rocas.
MESERO.- ¿Con agua?
JERRY.- ¿Qué?
MESERO.- ¿Lo quiere usted con agua?
JERRY.- No. Sin agua. Solo en las rocas.
MESERO.- Ciertamente signore.
ROBERT.- ¿Escocés? Generalmente no tomas escocés en la comida.
JERRY.- Tuve unos microbios, por eso.
ROBERT.- Ah.
JERRY.- Y la única forma de deshacerme de estos bichos ha sido con escocés... durante la comida y en la noche. Así que todavía tomo escocés en las comidas por si vuelven.
ROBERT.- Como comerse una manzana al día.
JERRY.- Exactamente. (El mesero trae escocés en las rocas) Salud.
ROBERT.- Salud.
MESERO.- El menú, signore. (Les da los menús y sale)
ROBERT.- ¿Cómo estás? Digo, aparte de los microbios.
JERRY.- Bien
ROBERT.- ¿Listo para jugar squash?
JERRY.- Cuando me deshaga de los bichos, sí.
ROBERT.- Yo creía que ya te los habías quitado.
JERRY.- ¿Por qué crees que todavía estoy tomando escocés a la hora de comer?
ROBERT.- Ah, sí. De veras tenemos que jugar. Hace años que no jugamos.
JERRY.- ¿Cuántos años tienes, tú?
ROBERT.- Treinta y seis.
JERRY.- Eso quiere decir que yo también tengo treinta y seis.
ROBERT.- Sí, eres un día...
JERRY.- Medio violento, el squash.
ROBERT.- Háblame un día. Y jugamos.
JERRY.- ¿Qué tal Venecia?
MESERO.- ¿Listos para ordenar, signori?
ROBERT.- ¿Tu qué vas a ordenar? (JERRY ve a ROBERT, por un momento, luego vuelve la vista al menú)
JERRY.- Melón. Y picatta al limone con salsa verde.
MESERO.- Insalata verde. ¿Prosciutto e melone?
JERRY.- No. Sólo melone. En las rocas.
ROBERT.- Yo voy a querer prosciutto y melone. Scampi fritos. Y espinacas.
MESERO.- Espinaci. Gazie, signore.
ROBERT.- Y una botella de Corvo Blanco de una vez.
MESERO.- Sí, signore. Molte grazie. (El mesero sale)
JERRY.- ¿Es el que siempre ha estado aquí o es su hijo?
ROBERT.- ¿Quieres decir si su hijo ha estado siempre aquí?
JERRY.- No. ¿Es él su hijo? Es decir, ¿él es el hijo del que siempre ha estado aquí?
ROBERT.- No. Es su padre.
JERRY. - Ah ¿Sí?
ROBERT. - Él es el que habla un italiano estupendo.
JERRY.- Sí. Tu italiano es bastante bueno, ¿no?
ROBERT.- No. Nada bueno.
JERRY.- Sí, sí es.
ROBERT.- No. Emma es la que sí habla muy bien. El italiano de Emma es muy bueno.
JERRY.- ¿Sí? No lo sabía. (El mesero entra con una botella)
MESERO.- Corvo Blanco, signori.
ROBERT.- Gracias.
JERRY.- ¿Y qué tal estuvo, pues? Venecia.
MESERO.- Venecia, signori. Uno de los más bellos lugares de Italia. ¿Ve usted esa pintura en la pared? Es Venecia.
ROBERT.- Así es.
MESERO.- ¿Sabes usted qué es lo que no hay en Venecia?
JERRY.- ¿Qué?
MESERO.- Traffico. (Sale sonriendo)
ROBERT. - Salud.
JERRY. - Salud.
ROBERT.- ¿Cuándo fue la última vez que estuviste aquí?
JERRY.- Oh, hace años.
ROBERT.- ¿Cómo está Judith?
JERRY.- ¿Qué? Oh, ya sabes. Muy bien. Ocupada.
ROBERT.- ¿Y los niños?
JERRY.- Muy bien. Sam se cayo de...
ROBERT.- ¿Qué?
JERRY.- No, no, nada. ¿Así que qué tal estuvo?
ROBERT.- A veces ibas con Judith, ¿no?
JERRY.- Sí, pero no hemos vuelto en años. (Pausa) ¿Y Charlotte qué? ¿Se divirtió?
ROBERT.- Creo que sí. (Pausa) Yo sí me divertí.
JERRY.- Qué bien.
ROBERT.- Hice un viaje a Torcello.
JERRY.- ¿Oh, de veras? Es un lugar encantador.
ROBERT.- Fue un día increíble. Me levante muy temprano y... zuumm... por toda la laguna... hasta Torcello. No se veía un alma.
JERRY.- ¿Qué es el zuuum?
ROBERT.- La lancha de motor.
JERRY.- Ah, yo creía...
ROBERT.- ¿Qué?
JERRY.- Hace mucho tiempo, seguramente estoy equivocado. Yo creía que uno iba a Torcello en góndola.
ROBERT.- Se llevaría horas. No, no...zuump... por toda la laguna al amanecer.
JERRY.- Suena bien.
ROBERT.- Estuve muy solo.
JERRY.- ¿Dónde estaba Emma?
ROBERT.- Creo que dormida.
JERRY. - Ah.
ROBERT.- Estuve sólo horas enteras, en realidad, en la isla. Lo máximo, realmente, lo mejor del viaje.
JERRY.- ¿Sí? Que bien, parece estupendo.
ROBERT.- Sí. Me senté en el pasto y leí a Yeats.
JERRY.- ¿Yeats en Torcello?
ROBERT.- Combinan muy bien. (Entra el mesero con la comida)
MESERO.- Un melone. Un prosciutto e melone.
ROBERT.- Prosciutto para mí.
MESERO.- Buon appetito.
ROBERT.- Emma leyó la novela de ese camarada tuyo... ¿cómo se llama?
JERRY.- No sé. ¿Quién?
ROBERT. - Spinks.
JERRY. - Ah, Spinks. Sí, la que no te gustó.
ROBERT.- La que no quería publicar.
JERRY.- Me acuerdo. ¿Le gusto a Emma?
ROBERT.- Me pareció que estaba encantada de la vida leyéndola.
JERRY.- Que bien.
ROBERT.- A ti sí te gustó, ¿verdad?
JERRY.- Sí.
ROBERT.- ¿Y tiene mucho éxito?
JERRY.- Sí.
ROBERT.- Dime, ¿tú crees que con eso me convierto en un editor de buen juicio crítico o en un editor tonto?
JERRY.- En un editor tonto.
ROBERT.- Estoy de acuerdo contigo. Soy un editor muy tonto.
JERRY.- No, no lo eres. ¿De qué estas hablando? Eres un buen editor. ¿De qué estas hablando?
ROBERT.- Soy mal editor por que odio los libros. O para ser más preciso, la prosa. O para ser todavía más preciso, la prosa moderna, quiero decir las novelas modernas, las primeras y las segundas novelas, todas esas promesas y esa sensibilidad que tengo que juzgar, e invertir el dinero de la empresa, y luego insistir en la tercera novela, verla hecha, ver que se haga la portada, ver que se haga la cena para los editores del país, ver que se haga la presentación del libro en Haychards, ver que el afortunado autor se mate por promoverse, y todo en aras de la literatura. ¿Sabes lo que tú y Emma tienen en común? Les encanta la literatura. Quiero decir les encanta la literatura en prosa, moderna, es decir, les encanta la nueva novela que escriben el nuevo Casey o el nuevo Spinks. Les causa una gran emoción.
JERRY.- Debes estar harto.
ROBERT.- ¿De veras? ¿De veras no crees que para Emma es una emoción fuerte?
JERRY.- ¿Cómo voy a saber? Es tu esposa. (Pausa)
ROBERT.- Sí. Sí. Tienes razón. No debería consultarle a nadie.
JERRY.- Quisiera más vino.
ROBERT.- Sí. Sí. ¡Mesero! Otra botella de Corvo Blanco. ¿Y donde está la comida? Este lugar va directo a la ruina. Te advierto, es peor en Venecia. Realmente allá no les importa nada. No esto borracho. El Corvo Blanco no te emborracha. Te lo advierto... anoche...me acosté tarde... detesto el Brandy... apesta a literatura moderna. No, mira, no te creas, lo siento... (El mesero entra con la botella)
MESERO.- Corvo Blanco.
ROBERT.- El mismo vaso. ¿Ya está lo que pedimos?
MESERO.- Ya viene.
ROBERT.- Yo sirvo. (El mesero se va con los platos del melón) No, mira, lo siento, sírvete más. Déjame decirte lo que pasa, es que no soporto estar de regreso en Londres. Estuve muy feliz, lo cual es muy raro, no en Venecia, no quiero decir eso, me refiero a Torcello, cuando daba una caminata por Torcello en la mañana muy temprano, solo, me sentía muy feliz, me quería quedar allí para siempre.
JERRY.- Todos nosotros...
ROBERT.- Sí, todos nosotros... nos sentimos así a veces. Ah, tu también, ¿no? (Pausa) Es decir, no es que esté pasando algo malo, ves. Tengo a mi familia. Emma y yo estamos muy bien juntos. Creo que su mundo... Y creo que realmente Casey es un escritor de primera línea.
JERRY.- ¿De veras?
ROBERT.- De primera. Me da gusto publicarlo y tú lo descubriste y eso fue muy genial de tu parte.
JERRY.- Gracias.
ROBERT.- Tienes muy buen olfato y te preocupas y respeto eso en ti. También Emma. A veces hablamos de ti.
JERRY.- ¿Cómo está Emma?
ROBERT.- Muy bien. Tienes que venir un día a tomar una copa con nosotros. Le encantará verte.









ESCENA 8va. 1971 (Dos años antes)
Departamento. Verano.
Departamento vacío. La puerta de la cocina abierta. La mesa puesta: tazas y platos, vasos, botella de vino. JERRY entra por la puerta que da a la calle, con la llave.


JERRY.- Hoola. (Se oye la voz de EMMA desde la cocina.)
EMMA.- Hoola (EMMA sale de la cocina. Lleva un delantal.) Acabo de llegar hace un momento. Quería estar aquí hace siglos. Estoy haciendo este guisado. Se lleva horas. (Jerry, la besa) ¿Te estás muriendo de hambre?
JERRY.- Sí. (La besa)
EMMA.- No, de veras. No se va a hacer nunca. Tu siéntate ya va a estar.
JERRY.- Que bonito delantal.
EMMA.- Bueno. (EMMA lo besa, y va a la cocina. Ella llama. JERRY sirve el vino.) ¿Qué has estado haciendo?
JERRY.- Caminando por el parque.
EMMA.- ¿Qué tal estaba?
JERRY.- Hermoso. Vacío. Con una ligera niebla. (Pausa) Me senté un momento, debajo de un árbol. Estaba muy tranquilo. Estuve viendo la Serpentina. (Pausa)
EMMA.- ¿Y luego?
JERRY.- Luego tomé un taxi hasta Wessex Grove. Número 31. Subí a las escaleras y abrí la puerta de enfrente y luego subí las escaleras y abrí esta puerta y te encontré con un nuevo delantal cocinando un guisado. (EMMA sale de la cocina)
EMMA.- Ya está listo.
JERRY.- Qué está listo. (EMMA se sirve un vodka) ¿Vodka? ¿A la hora de comer?
EMMA.- Se me antojó. (Lo bebe) Me encontré con Judith ayer. ¿No te dijo?
JERRY.- No. No me dijo (Pausa) ¿Donde?
EMMA.- A la hora de la comida.
JERRY.- ¿A la hora de la comida?
EMMA.- ¿No te dijo?
JERRY.- No.
EMMA.- Que curioso.
JERRY.- ¿Qué quieres decir, a la hora de la comida? ¿Dónde?
EMMA.- En las calles Fortnum y Mason.
JERRY.- ¿En Fortnum y Mason?
EMMA.- Estaba comiendo con una señora.
JERRY.- ¿Una señora?
EMMA.- Sí. (Pausa)
JERRY.- Fortnum y Mason quedan muy lejos del hospital.
EMMA.- No, no tan lejos.
JERRY.- Bueno... supongo que no. (Pausa) ¿Y tú?
EMMA.- ¿Yo?
JERRY.- ¿Qué estabas haciendo en Fortnum y Mason?
EMMA.- Comiendo con mi hermana.
JERRY.- Ah. (Pausa)
EMMA.- Judith... ¿No te dijo?
JERRY.- Realmente no la he visto. Anduve hasta muy tarde anoche fuera de la casa, con Casey. Y ella salió muy temprano hoy en la mañana. (Pausa)
EMMA.- ¿Tu crees que ella sabe?
JERRY.- ¿Sabe?
EMMA.- ¿Sabe? ¿Lo de nosotros?
JERRY.- No.
EMMA.- ¿Estas seguro?
JERRY.- Anda muy ocupada. En el hospital. Y luego están los niños. No es adicta a... las especulaciones.
EMMA.- ¿Pero... y alguna pista? ¿No está interesada en... seguir algunas pistas?
JERRY.- ¿Qué pistas?
EMMA.- Bueno, debe haber alguna...que ella...pueda percibir...
JERRY.- No hay ninguna... que pueda percibir.
EMMA.- Oh, buen...pues. (Pausa)
JERRY.- Tiene un admirador.
EMMA.- ¿De veras?
JERRY.- Otro médico. La invita a veces a tomar una copa. Es... muy molesto. Es decir, ella dice que no hay nada más. Le gusta, le tiene afecto, etcétera, etcétera... tal vez eso es lo que me parece más molesto. No se exactamente qué es lo que está sucediendo.
EMMA.- Oh. ¿Por qué habría de tener un admirador? Yo tengo un admirador.
JERRY.- ¿Quién?
EMMA.- Uhh. Tú, supongo...
JERRY.- Ah, sí. (JERRY toma su mano) Soy algo más que eso.
EMMA.- Dime, ¿alguna vez has pensado en cambiar tu vida?
JERRY.- ¿Cambiarla?
EMMA.- Mmmm. (Pausa)
JERRY.- Es imposible. (Pausa)
EMMA.- ¿Tu crees que ella te es infiel?
JERRY.- No. No se.
EMMA.- Cuando estuviste en Estados Unidos, ahora, por ejemplo...
JERRY.- No.
EMMA.- ¿Alguna vez has sido infiel?
JERRY.- ¿A quien?
EMMA.- A mí, por supuesto.
JERRY.- No. (Pausa) ¿Y tú a mí?
EMMA.- No. (Pausa) Si te fuera infiel, ¿qué harías?
JERRY.- No me es infiel. Esta ocupada. Tiene muchas cosas que hacer. Es muy buena doctora. Le gusta la vida. Adora a los niños.
EMMA. - Ah.
JERRY. - Me ama. (Pausa)
EMMA.- Ah. (Silencio)
JERRY.- Algo significa todo eso.
EMMA.- Seguramente.
JERRY.- Pero a ti te adoro. (Pausa. EMMA toma su mano)
EMMA.- Sí. (Pausa) Oye, hay algo que tengo que decirte.
JERRY.- ¿Qué?
EMMA.- Estoy embarazada. Fue cuando tú estabas en Estados Unidos. (Pausa) No fue alguien más. Fue mi marido. (Pausa)
JERRY.- Sí. Sí, por supuesto. (Pausa) Me da mucho gusto por ti.


ESCENA 9ª. 1968 (Dos años antes)
Casa de ROBERT y EMMA recamara. Invierno.
El cuarto se encuentra apenas encendido. JERRY está sentado en la sombra. Por la puerta llega una música lejana. La puerta se abre. La luz se enciende. Música. EMMA entra cierra la puerta. Va hacia el espejo, Mira a JERRY.

EMMA.- Dios mío.
JERRY.- T e he estado esperando.
EMMA.- ¿Qué quieres decir?
JERRY.- Sabía que vendrías. (JERRY bebe)
EMMA. - Sólo entré para arreglarme el pelo. (JERRY se levanta)
JERRY.- Sabía que tenías que venir. Sabía que vendrías a arreglarte el pelo. Sabía que tendrías que alejarte de la fiesta. (EMMA se acerca al espejo, se peina. Él la observa) Eres una anfitriona hermosa.
EMMA.- ¿No te está gustando la fiesta?
JERRY.- Eres preciosa. (JERRY camina hacia EMMA) Óyeme bien. Te he estado observando toda la noche. Te lo tengo que decir, te lo quiero decir, tengo que decírtelo...
EMMA.- Por favor...
JERRY. - Eras increíble.
EMMA.- Estas borracho.
JERRY.- A pesar de eso. (JERRY sostiene la mano de EMMA)
EMMA. - Jerry.
JERRY. - Yo fui el padrino de tu boda. Te vi vestida de blanco. Te vi flotar, escurrida toda de blanco.
EMMA.- No estaba de blanco.
JERRY.- ¿Sabes qué es lo que debió ocurrir?
EMMA.- ¿Qué?
JERRY.- Debí haberte poseído cuando estabas de blanco, antes de la boda. Debí haberte denigrado, a ti en tu vestido de boda, denigrado en tu vestido de novia, antes de entregarte en la boda, como tu padrino.
EMMA.- El padrino de mi esposo. El padrino de tu mejor amigo.
JERRY.- No. El padrino tuyo.
EMMA.- Me tengo que ir.
JERRY.- Estas encantadora. Estoy loco por ti. Todas estas palabras que uso, no ves, nunca se han dicho antes. ¿No te das cuenta? Estoy loco por ti. ¿Nunca has estado en el desierto del Sahara? Óyeme bien. Es cierto. Óyeme. Me enloqueces. Eres tan maravillosa.
EMMA.- No lo soy.
JERRY.- Eres tan bella. Mira la forma en que me miras.
EMMA.- No te... estoy mirando. Por favor...
JERRY.- Mira la forma en que me estás mirando. No puedo esperar más, estoy desconcertado, estoy totalmente fuera de combate, me deslumbras, tú, tesoro, tesoro mío ya nunca podré dormir, no, escucha, es la verdad, ya no caminaré, seré un lisiado, me rebajaré, me arrastraré, en una parálisis total, mi vida está en tus manos, a eso me estas llevando, a un estado de catatonia, ¿sabes cuál es el estado de catatonia? ¿Sabes?, el estado de... donde el príncipe reinante es el príncipe del vacío, el príncipe de la ausencia, el príncipe de la desolación. Te amo.
EMMA.- Mi esposo está al otro lado de la puerta.
JERRY.- Todos lo saben. Todo el mundo lo sabe. Lo saben. Pero nunca sabrán, nunca sabrán, que habitan un mundo diferente. Te adoro. Estoy locamente enamorado de ti. No puedo creer que esté sucediendo lo que cualquiera diga que está sucediendo en este momento. Nada ha sucedido nunca. Está es la única cosa que ha sucedido. Tus ojos me matan. Estoy perdido. Eres maravillosa.
EMMA.- No.
JERRY.- Sí. (La besa. Ella se aleja. JERRY la besa. Risas de fuera. Ella se aleja. Se abren las puertas. Robert.)
EMMA.- Tu mejor amigo está borracho.
JERRY.- Como tú eres mi mejor y más viejo amigo, y en las actuales circunstancias, mi anfitrión, decidía aprovechar la ocasión para decirle a tu esposa que hermosa es.
ROBERT.- Muy bien.
JERRY.- Esta muy bien, dar la cara a los hechos... y dar una muestra, sin rubor, una muestra de lo que uno puede apreciar, sin reservas.
ROBERT.- Absolutamente.
JERRY.- Y qué maravilloso para ti que esto sea así, que éste sea el caso, que su belleza sea el caso.
ROBERT.- Exacto. (JERRY avanza hacia ROBERT y lo toma del codo)
JERRY.- Hablo como tu más viejo amigo. Tu padrino.
ROBERT.- Lo eres realmente. (ROBERT le pone el brazo a JERRY en el hombro, brevemente, se da la vuelta, sale del cuarto. EMMA camina hacia la puerta. JERRY la toma del brazo. Ella se detiene en seco. Ambos permanecen quietos, mirándose el uno al otro.)

FIN.

TRADUCCIÓN

FEDERICO CAMPBELL, 1980

13/9/14

CUARTETO de Heiner Müller
















CUARTETO
de Heiner Müller



Personajes
Merteuil, Valmont
Época
Salón, antes de la Revolución Francesa, Bunker después de la Tercera Guerra
Mundial

1. Merteuil

MERTEUIL
Valmont. Yo creía que su pasión por mí se había extinguido. ¿De dónde salió
de pronto este nuevo arrebato? Y con una violencia tan juvenil. Demasiado
tarde, de todos modos. Usted nunca más va a encender mi corazón. Ni una vez
más. Nunca más. Se lo digo no sin pesar, Valmont. Con todo, hubo minutos, tal
vez debería decir instantes, un minuto, eso es una eternidad, en los que gracias a
su compañía fui feliz. Hablo de mí, Valmont. Yo qué sé de sus sentimientos. Y
tal vez, mejor debería hablar de minutos en los que yo lo necesité a usted para
eso, usted, es decir, su habilidad en el trato con mi fisiología, para sentir algo
que en el recuerdo me aparece como un sentimiento de felicidad. Usted nunca
se olvidó de cómo se trata con esta máquina. No saque la mano. No es que yo
sienta algo por usted. Es mi piel la que recuerda. O tal vez a ella -hablo de mi
piel, Valmont- le resulta indiferente, ¿no?, a qué animal está adherido el
instrumento de su lujuria, mano o garra. Cuando cierro los ojos, usted es
hermoso, Valmont. O jorobado, cuando quiero. El privilegio de los ciegos. Son
los que tienen más suerte en el amor. Se les ahorra la comedia de las
circunstancias. El ideal sería ciego y sordomudo. El amor de las piedras. ¿Lo
asusté, Valmont? Qué fácil es desanimarlo. Yo así no lo conocía. ¿Le provocó
heridas el mundo de las mujeres después de mí? Lágrimas. ¿Tiene corazón,
Valmont? ¿Desde cuándo? ¿O su masculinidad resultó dañada con mis
sucesoras? Su aliento tiene gusto a soledad. ¿La sucesora de mi sucesora lo
despachó? El amante abandonado. No. No retire su tierna oferta, señor mío.
Compro. Yo compro de todos modos. No hay que tener miedo a los
sentimientos. Por qué debería odiarlo, yo no lo amé. Frotemos nuestro pellejo,
uno contra el otro. Ah, la esclavitud de los cuerpos. La tortura de vivir y no ser
Dios. Tener una conciencia y ningún poder sobre la materia. No se precipite,
Valmont. Así está bien. Sí, sí, sí, sí. Esa fue una buena actuación, ¿no es cierto?Qué me importa el deseo de mi cuerpo, no soy una sirvienta. Mi cerebro
trabaja con normalidad. Estoy completamente fría, Valmont Mi vida Mi muerte
Mi amado.
2. Merteuil - Valmont
(aparece VALMONT) –
MERTEUIL
Valmont. Llega en el momento justo. Y casi lamento su puntualidad. Acorta
una felicidad que me hubiera gustado mucho compartir con usted, si esa
felicidad no se basara precisamente en que no puede ser compartida, entiende lo
que quiero decir.
VALMONT
Lo que tengo que entender es que usted volvió a enamorarse, otra vez,
Marquesa? Bueno, yo también volví a enamorarme, si lo quiere llamar así. Otra
vez. Me daría pena haber frustrado el tormentoso vendaval de un amante sobre
su bella persona. Por cuál de las ventanas saltó? Esperemos que se haya roto el
cuello.
MERTEUIL
Puaj, Valmont. Ahórrese los piropos para la dama de su corazón, dondequiera
que ese órgano se encuentre. Espero por su bien que el nuevo estuche esté
bañado en oro. Debería conocerme mejor. Enamorada. Yo creía que estábamos
de acuerdo en que eso que usted llama amor es del dominio de los domésticos.
Cómo puede considerarme capaz de un sentimiento tan bajo. La mayor
felicidad es la felicidad de los animales. Muy de vez en cuando nos cae del
cielo. Ud de tanto en tanto me hizo sentir esa felicidad, cuando todavía me
gustaba usarlo para eso, Valmont, y quiero creer que usted tampoco se iba con
las manos vacías. Quién es la feliz del momento? O ya hay que llamarla infeliz?
VALMONT
Es la Tourvel. En cuanto a ese que usted no puede compartir
MERTEUIL
Celoso. Usted, Valmont. Pero qué recaída. Yo podría entenderlo si usted lo
conociera. Dicho sea de paso, estoy segura de que alguna vez se cruzó con él.
Un hombre hermoso. Tiene un cierto parecido con usted, por otra parte.También las aves de paso aletean en las redes de la costumbre, aun cuando su
vuelo abarque continentes. Dé una vuelta. La ventaja que él tiene sobre usted es
la juventud. También en la cama, si es que quiere saberlo. Quiere saberlo? Un
sueño, si lo tomo a usted, Valmont, como la realidad, discúlpeme. Dentro de
diez años tal vez ya no se diferencien en nada, suponiendo que ahora yo pudiera
transformarlo a usted en piedra con una amorosa mirada de medusa. O en un
material más agradable. Un espectáculo redituable: el museo de nuestros
amores. Tendríamos casas llenas, y cómo Valmont, de estatuas de nuestros
deseos putrefactos. Los sueños muertos, ordenados alfabéticamente, o por orden
cronológico, libres de los azares de la carne, nunca más expuestos a los
horrores de la transformación. Nuestra memoria necesita muletas: ni siquiera
recordamos las diferentes curvaturas de los penes. Ni hablar de las caras: una
nebulosa. La Tourvel es una ofensa. Yo no lo dejé en libertad para que usted se
monte a esa vaca, Valmont. Yo podría entenderlo si estuviera interesado en la
pequeña Volanges, una fruta fresca salida de la disciplina del convento, mi
virginal sobrina, pero la Tourvel. Lo admito, es un contundente pedazo de
carne, pero hay que compartirlo con un marido que le tiene hincado el diente,
un marido fiel, me temo y desde hace unos cuantos años, qué queda para usted,
Valmont. Las sobras. En serio quiere revolver en esos desperdicios? Usted me
da lástima, Valmont. Si por lo menos fuera una puta, con el oficio aprendido. A
la Merreaux, por ejemplo, yo la compartiría con diez hombres, pero la única
dama de la sociedad que es tan perversa como para encontrar placer en el
matrimonio, una beata con las rodillas enrojecidas por el reclinatorio, y con los
dedos hinchados de tanto retorcerse las manos frente a su confesor. Esas manos
no agarran ningún genital, Valmont sin la bendición de la iglesia. Se lo apuesto,
cuando su amante esposo, encima de ella se vacía una vez por año con la
marital intención de hacerle un hijo, ella sueña con la inmaculada concepción.
Qué es la devastación de un paisaje comparada con la depredación del deseo
que produce la fidelidad de un marido? Dicho sea de paso, el conde de Gercourt
especula con la inocencia de mi sobrina. Honorablemente, por otra parte: el
contrato de compra está en manos del escribano. Y tal vez usted tiene miedo a
competir con él, él fue quien le arrebató a la Vressac, y en ese entonces usted
era dos años más joven. Se está poniendo viejo, Valmont. Yo pensé que podría
darle placer, aparte de montar sobre la virgen, adornar la cabeza de ese hermoso
animal que es Gercourt con la inevitable cornamenta antes de que él asuma el
puesto de guardián y todos los salvajes de la ciudad irrumpan en su bosque,
manteniéndolo siempre abonado a su corona. Sea un buen perro, Valmont, siga
la huella mientras esté fresca. Un poco de juventud en la cama cuando el espejo
ya no la devuelve. Para qué levantar la pata ante el limosnero. O suspira por el
pan de caridad del matrimonio? Queremos darle un ejemplo al mundo?Casémonos, Valmont,
VALMONT
Cómo podría atreverme a infligirle una ofensa semejante, Marquesa, ante los
ojos del mundo. El pan de caridad podría estar envenenado. Además, prefiero
elegir yo mi propia cacería. O el árbol ante el cual levantar la pata, como a
usted le gusta decir. Hace mucho que ninguna lluvia le cae encima? Cuándo fue
la última vez que se miró al espejo, amiga de mi alma. Yo querría, yo podría
todavía servirle de nube, pero el viento me arrastra hacia nuevos cielos. No
dudo que voy a hacer florecer el limosnero. Y en cuanto a la competencia:
Marquesa, yo conozco su memoria. Ni en el infierno va a poder olvidar que el
presidente prefirió a la Tourvel y no a usted. Estoy dispuesto a ser el amoroso
instrumento de su venganza. El objeto de mi veneración me promete una
cacería mejor que su virginal sobrina, inexperta aún en las artes del
endurecimiento. Qué pudo haber aprendido en el convento además del ayuno y
un poquito de masturbación con el crucifijo, grata a los ojos de Dios. Apuesto a
que después de los gélidos rezos infantiles, ella arde por el anzuelo que le
ponga fin a su inocencia. Correrá hacia mi cuchillo antes de que yo pueda
sacarlo de la vaina. No va a dar un solo paso atrás: desconoce los escalofríos de
la cacería. Sin la lujuria del acoso, qué me importa la presa. Sin el sudor del
miedo, el aliento sofocado, los ojos desorbitados. El resto es digestión. Mis
mejores trucos me van a convertir en un tonto loco, como al actor un teatro
vacío. Me voy a tener que aplaudir yo mismo. El tigre como comediante. Que el
populacho copule en los zaguanes, su tiempo es caro y lo pagamos con nuestro
dinero, nuestro sublime oficio es matar el tiempo. Requiere todo de un ser
humano, hay demasiado ahí. Quién pudiera parar los relojes del mundo: la
eternidad como una erección permanente. El tiempo es el agujero de la
creación; la humanidad entera cabe en él. Al populacho, la iglesia le taponó el
agujero con Dios; nosotros sabemos que es negro y sin fondo. Cuando el
populacho se dé cuenta, nos va a taponar a nosotros.
MERTEUIL
Los relojes del mundo. Tiene dificultades, Valmont, con que se pare lo mejor
de su persona?.
VALMONT
Con usted, Marquesa. Aunque debo admitir que comienzo a entender por qué la
fidelidad es el más salvaje de los excesos. Demasiado tarde en lo que respecta a
nuestra tierna relación, pero tengo la intención de ejercitarme un poco con estanueva experiencia. Odio los pasados. El intercambio los acumula. Observe el
crecimiento de nuestras uñas: seguimos germinando hasta en el ataúd.
Imagínese si tuviéramos que convivir con los desechos de nuestros años.
Pirámides de inmundicias hasta que la cinta de llegada se rompa. O entre las
secreciones de nuestro cuerpo. Sólo la muerte es eterna, la vida se repite hasta
hacer bostezar al abismo. El diluvio, un defecto de las cloacas. En lo que
respecta al amante esposo: está en el extranjero, con una misión secreta.
Político como es, tal vez logre desencadenar alguna guerra. Un buen veneno
contra el tedio de la devastación. La vida se acelera cuando la muerte se
convierte en una obra de teatro; toda la belleza del mundo cala menos hondo en
nuestro corazón, ¿tenemos un corazón, Marquesa?, ante la vista de su
destrucción, se ve el desfile de culos jóvenes que diariamente nos confrontan
con nuestra fugacidad, no se puede tenerlos todos, no es cierto?, y la sífilis,
(mal francés) a cada uno que se nos escapa, ante el emparrado de las
puntas de las espadas y el relámpago del disparo con cierta tranquilidad.
Piensa a veces en la muerte, Marquesa? Qué dice su espejo? Es siempre el otro
el que nos mira. Ese a quien tratamos de encontrar cuando nos revolcamos entre
cuerpos ajenos saliendo de nosotros mismos. Tal vez no existe ni uno ni el otro,
sólo la nada que chilla en nuestra alma pidiendo alimento. Cuándo le va a dar
permiso a su virginal sobrina para que sea objeto de contemplación, Marquesa?
MERTEUIL
Se encuentra de nuevo en su pellejo, Valmont?. No hay hombre a quien el
pensamiento de que su preciosa carne se deteriora no le provoque una erección,
el miedo produce filósofos. Bienvenido al pecado y olvídese del limosnero
antes de que la beatitud lo haga sucumbir y se olvide de su única vocación. Qué
aprendió usted aparte de maniobrar su verga en un agujero similar a ese del que
salió, siempre con un resultado similar más o menos divertido y siempre
alucinando que el aplauso de las mucosas ajenas le está dedicado sólo a su
persona, que los gritos de placer se dirigen a usted, cuando en realidad usted
sólo es un vehículo sordo, indiferente y perfectamente intercambiable para el
placer de la mujer que lo está usando como el estúpido bufón de su creación.
Usted sabe muy bien que para toda mujer un hombre es siempre demasiado
poco hombre. También sabe esto, Valmont: pronto lo va a sorprender el
destino de ya no ser ni siquiera eso, demasiado poco hombre. Y en nuestro
caso, por lo menos el sepulturero todavía se va a divertir.
VALMONT
Me aburre la bestialidad de nuestra conversación. Cada palabra abre una herida,
cada sonrisa desnuda un colmillo. Deberíamos dejar que nuestros papelesfueran actuados por tigres. Otro amable tarascón, otro zarpazo. El arte
dramático de las bestias.
MERTEUIL
Se está destartalando, Valmont, se está poniendo sentimental. La virtud es una
enfermedad infecciosa. Nuestra alma, qué es eso? Un músculo o unas mucosas.
Yo le temo a la noche de los cuerpos. A cuatro días de distancia de París, en
una ciénaga que pertenece a mi familia, esa cadena de miembros y orificios,
enhebrados por un nombre casual que un tatarabuelo poco higiénico recibió de
algún rey maloliente, vive algo entre humano y animal. Yo espero no verlo en
esta vida, ni en ninguna otra vida si es que hay otra vida. Sólo pensar en su olor,
me hace sudar por todos los poros. Mis espejos transpiran su sangre. No
empaña mi imagen, me río de la tortura ajena como todo animal dotado de
razón. Pero a veces sueño que sale de mis espejos con sus pies de bosta y
totalmente sin cara, pero veo con claridad sus manos, garras y uñas cuando me
arranca la seda de los muslos y se arroja sobre mí como la tierra sobre el ataúd,
y tal vez su violencia sea la llave que abre mi corazón. Váyase, Valmont. La
virgen mañana a la noche en la ópera.
(Sale Valmont)
3. Merteuil (Valmont)
MERTEUIL
Madame Tourvel. Mi corazón a sus pies. No se asuste, amada de mi alma.
Cómo puede creer que en este pecho se aloje un pensamiento impúdico después
de tantas semanas de relación piadosa con usted. Lo admito, yo era otro antes
de que el rayo de sus ojos me alcanzara. Valmont, el rompecorazones. YO
ROMPO EL CORAZÓN DE LAS MÁS ORGULLOSAS MUJERES. Yo no la
conocía a usted, Madame. Vergüenza de sólo pensarlo. En qué inmundicia
anduve. Qué arte de fingir. Qué depravación. Pecados como escarlatina. Nada
más ver a una mujer hermosa, qué digo, el trasero de una vendedora de feria y
me transformaba en un ave de rapiña. Madame, yo era un abismo. Le gustaría
echar un vistazo allí, quiero decir, hacia abajo, discúlpeme, desde las alturas de
su virtud. Veo que se sonroja. Cómo sube el rojo a sus mejillas, Amada mía.
Parece vestirla. Pero su fantasía de dónde saca los colores con los cuales le
pinta a usted mis vicios? Del sacramento de matrimonio, tal vez, con el que yo
la creía acorazada contra la violencia terrenal de la seducción. Estaría tentado
de desplegar ante usted el detalle de mis pecados, ¿le gustaría mi catálogo?,
para ver durante más tiempo ese elegante rojo pudoroso. De ahí se puedeconcluir al menos que corre sangre por sus venas. Sangre. La suerte espantosa
de no ser el primero. No me haga pensar en eso. Y si usted se abriera las venas
por mí, toda esa sangre no podría compensar el matrimonio, al que otro se me
adelantó y para siempre. El momento irrecuperable. Ese abrir y cerrar de ojos
fatalmente irrepetible. Etcétera. No me haga pensar en eso. No tenga miedo. Yo
respeto el lazo sagrado que la ata a su esposo, si él ya no encontrara el camino
hacia su cama, yo sería el primero en ayudarlo a ponerse ahí arriba. El placer de
él es mi alegría, desde que su virtud, Madame, me enseñó a odiar al libertino
que yo era, y que sabe que su regazo está sellado Apenas si me atrevo a besarle
la mano. Y, si me lo permito, no me mueve una pasión terrenal. No saque la
mano, Madame. Agua en el desierto. Hasta el amor de Dios necesitó un cuerpo.
Si no, por qué hizo que su hijo se volviera hombre y le dio la cruz como amada.
LA CARNE TIENE SU PROPIO ESPÍRITU. Quiere usted ser mi cruz? Usted
no puede estar conmigo, el sacramento del matrimonio se lo impide. Pero tal
vez su cuerpo tiene alguna que otra entrada secreta que no cae bajo el veredicto,
olvidada o rechazada por el amor del Sr. Presidente. Usted puede creer que
tanta belleza debería tener por único objeto la reproducción, y eternamente ese
centro? No es una blasfemia reservar esta boca, por donde entra y sale el aire,
sólo para la monotonía de la ingestión de alimentos, reservar el dorado centro
de ese magnífico trasero sólo para el triste trabajo de liberar excrementos? ¿Esta
lengua puede únicamente mover sílabas y materia muerta? Qué derroche. Y, al
mismo tiempo, qué mezquindad. Dos vicios gemelos. Sí, usted ofende a Dios,
Madame, cuando entrega el desgaste de sus dones al diente del tiempo y a la
tierna fauna de los cementerios. ¿Puede ser menos que pecado mortal no hacer
lo que nos es dado pensar? Estrangular los productos de nuestros inspirados
cerebros ante de que den el primer tímido grito. ¿No nos dieron en préstamo el
instrumento de nuestros cuerpos para que lo ejecutemos hasta que el silencio
haga saltar las cuerdas? El pensamiento que no se transforma en acto envenena
el alma. Vivir con el pecado mortal de elegir y descartar. Morir,
desaprovechado en partes. La salvación de su alma inmortal, eso es lo que late
en mi corazón, Madame, reside en ejecutar ese instrumento que es su cuerpo,
lamentablemente destinado a pudrirse. Usted lo va a abandonar con facilidad
cuando esté usado del todo. El cielo es mezquino con la materia y el infierno es
preciso, castiga la pereza y la abstención; el suplicio eterno se aplica a las partes
desperdiciadas. La más profunda caída al infierno es la caída desde la
inocencia.
4. Merteuil (Valmont) – Valmont (Tourvel)
(Entra Valmont)VALMONT
Voy a reflexionar sobre eso, mi querido Valmont. Me conmueve verlo tan
preocupado por la salvación de mi alma. No voy a dejar de comunicarle a mi
marido que el Cielo lo eligió (a él) como administrador de mis aberturas. Sin
omitir la desinteresada fuente de donde brotó la revelación. Ya veo, usted
comparte mi anticipada alegría por los viajes de exploración en la cama
matrimonial. Usted es un santo, Valmont. O me habré engañado con usted?
Usted me habrá engañado? Juega un juego conmigo? Qué oculta esa mueca?
Una máscara o un rostro? En mi corazón germina la horrible sospecha de que
usted recubre con el manto del temor de Dios una pasión muy terrenal. Le tiene
miedo, Valmont, a la ira de una esposa ofendida?
MERTEUIL
Miedo. Qué podría esperar yo de su ira sino la reconstrucción de mi perturbada
virtud. Miedo. Qué valor tiene la conversión del pecador sin la puñalada diaria
del deseo, sin la espina del arrepentimiento, sin el alivio del castigo. Miedo. Yo
busco su ira, Madame. Como el desierto busca la lluvia y el ciego, el rayo que
hace estallar la noche de sus ojos. No le niegue su mano castigadora a mi carne
insubordinada. Cada golpe será una caricia, cada arañazo un regalo del cielo,
cada mordisco un monumento.
VALMONT
No soy ninguna pavota, como a usted le gusta creer, Valmont. No voy a ser su
diversión, el instrumento de su placer perverso. Lágrimas, Mylord?
MERTEUIL
Cómo no, reina. Usted me mata cuando su boca emite puñales. Derrame mi
sangre, si eso logra calmar su ira. Pero no se burle de mis mejores sentimientos.
Esa frivolidad no es propia de la belleza de su alma. No debería copiar a un
monstruo como la Merteuil. Usted es una mala copia, para honor suyo.
Disculpe que humedezca su mano, sólo usted puede detener el río de mis
lágrimas. Déjeme apoyar en su regazo- ah, usted sigue desconfiando de mí.
Déjeme disipar sus dudas. Una prueba de mi firmeza de ánimo. Descúbrase, por
ejemplo, esos pechos, de todas formas, la coraza del vestuario no puede
disimular esa belleza. Que me parta un rayo si levanto la mirada. Por no hablar
de mi mano, que se pudra si
VALMONTSe cae, Valmont. Se cae, el rayo lo partió. Y saque la mano. Huele a podrido.
MERTEUIL
Usted es cruel.
VALMONT
¿Yo?
MERTEUIL
Por otra parte, tengo que hacerle una confesión. A través de la defensa de su
cama matrimonial, usted se carga con un asesinato
VALMONT
Y entonces usted muere por una buena causa y nos volvemos a encontrar frente
al rostro de Dios.
MERTEUIL
No me oriento bien en la geografía del cielo. Tendría miedo de no encontrarla
nunca en el campo de los bienaventurados, que están muy poblados, si le
creemos a la iglesia. Pero no hablo de mí: se trata de la sangre de una virgen. La
sobrina del monstruo, la pequeña Volanges. Me persigue. Iglesia, salón o teatro,
apenas me ve desde lejos empieza a menear su trasero virginal hacia mi carne
débil. El recipiente del mal, tanto más peligroso porque es completamente
inocente, un rosado instrumento del infierno, una amenaza proveniente de la
nada. Ah la nada dentro de mí. Crece y me devora. Cada día reclama su
sacrificio. Alguna vez la tentación me va a doblegar. Voy a ser el diablo que
empuje a esa niña a la condena, si usted no me presta la mano y algo más, como
un ángel, mío, que me lleve por encima del abismo en las alas del amor.
Hágalo, sacrifíquese por su hermana indefensa, aunque conserve un corazón
frío para mí, por temor a la llama que me quema. Finalmente, usted pone en
juego mucho menos que una virgen. Tengo que recordarle lo que el cielo piensa
al respecto? El infierno se lo va a agradecer tres veces si usted insiste en no
compartir su cama. Su frialdad, Madame, arroja tres almas al fuego eterno, y
qué es un asesinato comparado con el crimen cometido contra un alma.
VALMONT
¿Lo entiendo bien, Vicomte? Porque usted no puede ponerle freno a su
calentura o, -como dijo antes- a la nada que crece en usted a la que tiene que
ofrecer sacrificio diariamente, -¿su vacuum filosófico no será más bien la
necesidad cotidiana de su muy terrenal conducto sexual?- y por que esa virgenno aprendió a comportarse con decoro -en qué antro de perdición de un
convento habrá sido criada-, usted me pide que yo haga de la felicidad de mi
matrimonio
MERTEUIL
Eso no es usted. Ese corazón frío no es el suyo. Usted salva o condena tres
almas inmortales, Madame, sólo con ofrecer o negar un cuerpo que de todas
maneras se extingue. Reflexione con lo mejor de usted. El placer va a ser
múltiple: el fin santifica los medios, la espina del sacrificio hará más perfecta la
felicidad de su matrimonio.
VALMONT
Usted sabe que preferiría matarme antes que
MERTEUIL
Y renunciar a la bienaventuranza. Hablo de la eterna.
VALMONT
Basta, Valmont.
MERTEUIL
Sí, ya basta. Discúlpeme la terrible prueba a la que tuve que someterla para
experimentar lo que ya sé: Madame, usted es un ángel y el precio que pago no
es demasiado alto.
VALMONT
Qué precio, amigo mío.
MERTEUIL
Renunciar, para siempre al cosquilleo de la lujuria que colmó mi vida anterior,
ah, qué lejos está ahora de mí, a falta de un objeto digno de mi adoración.
Déjeme ponerme a sus pies.
VALMONT
El diablo conoce muchos disfraces: ¿una máscara nueva, Valmont?
MERTEUIL
Mire la prueba de mi verdad. Cómo podría yo ser peligroso, con qué podría
penetrar en la cripta de su virtud. El diablo ya no es parte de mí, el deseoterrenal ya no es un arma. VACÍO Y DESIERTO DESCANSA EL MAR. Si no
quiere dar crédito a sus ojos, convénzase con su tierna mano. Apoye la mano,
Madame, sobre la mancha vacía entre mis muslos. No tenga miedo. Soy
únicamente alma. La mano, Madame.
VALMONT
Usted es un santo, Valmont. Le permito besarme los pies.
MERTEUIL
Me hace feliz, Madame. Y me vuelve a arrojar en mi abismo. Esta noche, en la
ópera, voy a estar nuevamente expuesto a la tentación de cierta virgen, que el
diablo reclutó contra mí. Tendría que evitarla? La virtud se vuelve perezosa si
no se entrena con la espina de la tentación. Usted no me despreciaría, si evitara
el peligro?. EL HOMBRE DEBE IR HACIA LA VIDA ENEMIGA. Todo arte
necesita práctica. No me envíe desarmado a la batalla. Tres almas van al fuego
si esta carne mía apenas domada se vuelve a encabritar ante el pasto fresco. La
presa tiene poder sobre el cazador, los horrores de la Ópera son dulces. Déjeme
medir mis escasas fuerzas con su belleza desnuda, reina, protegida por el cerco
del matrimonio, para que yo pueda conservar su sagrada imagen delante de mis
ojos cuando deba lanzarme a la oscura arena, encerrado en esta carne débil, y
enfrentar las puntas de lanza de los pechos de una muchacha.
VALMONT
Me pregunto si podrá resistir a estos pechos, Vicomte. Lo veo vacilar. Nos
habremos engañado con respecto al grado de su santidad? Podrá soportar la
prueba más difícil? Es ésta Yo soy una mujer, Valmont. Puede mirar a una
mujer y no ser hombre?
MERTEUIL
Puedo, lady. Como usted ve, ante su oferta no se me mueve un solo músculo,
no me tiembla un solo nervio. La rechazo feliz y contento, alégrese conmigo.
Lágrimas. Llora con razón, reina. Son lágrimas de alegría, lo sé. Tiene motivos
para estar orgullosa, haber sido rechazada así. Veo que me entendió. Cúbrase,
mi amor. Una impúdica corriente de aire podría rozarla, fría como la mano de
un marido.
Pausa
5. Merteuil - ValmontVALMONT
Creo que podría acostumbrarme a ser una mujer, Marquesa.
MERTEUIL
Ojalá yo pudiera.
Pausa
VALMONT
Y? Seguimos actuando?
MERTEUIL
¿Actuamos? ¿Qué seguimos?
6. Merteuil (Volanges) - Valmont
VALMONT
Estimada virgen, hermosa niña, sobrina encantadora. Ah, el espectáculo de su
inocencia me hace olvidar mi sexo y me transforma en su tía, que tan
cálidamente me la recomendó a usted. Un pensamiento nada edificante. Me voy
a morir de aburrimiento en el triste personaje de su tía. Conozco cada mancha
de su alma. Me callo el resto. Pero esta fatalidad que tengo entre las piernas,
rece conmigo para que no se le eche encima alzándose contra mi virtud. y cierre
el abismo de sus ojos antes de que nos devore, me hace casi desear el cambio.
Sí, ojalá yo pudiera cambiarlo, a mi sexo, aquí a la sombra del peligro (de)
perderme por completo en su belleza. Un perderse que sólo se puede
compensar con la destrucción de la obra de arte, en un frenesí de lujuria, al que
tan urgentemente invita. Sólo el placer le quita la venda de los ojos al amor y le
otorga la mirada que a través del velo de la piel llega hasta la crudeza de la
carne, el indiferente alimento de las tumbas. Dios lo debe haber querido así,
no? Por qué si no el rostro como arma? Todo creador quiere la destrucción.
Y hasta que la carne no se pudra, el alma no tendrá salida. Mejor descártela ya
mismo. Si usted fuera fea. Sólo (liberarnos de) la liberación temporal de los
atributos de la belleza nos asegura contra el pecado original. Y eso no basta,
todo o nada, a un esqueleto nada puede pasarle, salvo que el viento juegue con
sus huesos, más allá del pecado. Olvidemos lo que se alza entre nosotros antes
de que nos una durante el tiempo de un espasmo, ¿voy bien, Marquesa?, todos
somos trapecistas sobre el cordón umbilical; y permítame ofrecerle mi
protección masculina, el brazo de un padre, en contra de la maldad del mundoque el silencio del convento le impidió frecuentar. Yo conozco, créame, mi
sexo sombrío, y la idea de que un bruto cualquiera, un novicio torpe, un
doméstico calentón, pudiera romper el sello con que la naturaleza guarda el
secreto de su regazo virginal, me parte el corazón. Prefiero caer yo mismo en el
pecado antes que padecer esta injusticia que grita al cielo.
MERTEUIL
Grita. Qué es lo que busca su mano paternal, Monsieur, por las partes de mi
cuerpo que la madre superiora me ha prohibió rozar.
VALMONT
Qué padre. Déjeme ser su sacerdote, quién es más padre que el sacerdote que
abre las puertas del paraíso a todos los hijos de Dios. La llave está en mi mano,
el cartel indicador, el instrumento celestial, la espada flamígera. El tiempo
apremia: hay que aprender la lección antes de que la sobrina se convierta en
tía. De rodillas, pecadora. Conozco los sueños que la atraviesan cuando duerme.
Arrepiéntase y yo voy a transformar el castigo en gracia. No tema por su
inocencia. La casa de Dios tiene muchos aposentos Sólo tiene que abrir esos
labios asombrosos, ya vuela la paloma del señor y derrama el espíritu santo.
Tiembla de disponibilidad, ve. Qué es la vida sin la muerte de cada día. Habla
usted con lengua de ángeles. La escuela del convento. El lenguaje de la madre
superiora. Los dones de Dios no debe el hombre escupir. A quien da le será
dado. Lo que cae, hay que erguirlo. Cristo no habría llegado al Gólgota sin el
justo que lo ayudó a llevar la cruz. Su mano, Madame. Esto es la resurrección.
Usted dijo inocencia? Lo que usted llama inocencia es una blasfemia. Él ama
sólo a UNA virgen, al mundo le basta con un salvador. Usted cree que ese
cuerpo dúctil le fue regalado para ir sola a la escuela, oculta a los ojos del
mundo. NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO. Si quiere saber
dónde vive Dios, confíe en la vibración de sus muslos, en el temblor de sus
rodillas. Una pequeña membrana va a impedir que nosotros seamos un solo
cuerpo? BREVE ES EL DOLOR Y ETERNA LA ALEGRÍA. Quien trae la luz
no tiene porqué temer a la oscuridad: el paraíso tiene tres entradas. Quien
rechaza la tercera ofende la trinidad del gran constructor. HAY LUGAR EN LA
CHOZA MÁS PEQUEÑA.
MERTEUIL
Usted es muy atento, mi Señor. Yo le agradezco mucho que me haya mostrado
de manera tan penetrante, que me haya podido mostrar dónde vive Dios. Voy a
tomar nota de cada uno de sus aposentos y también voy a preocuparme de que
la avalancha de visitantes no se interrumpa, y que los huéspedes se sientan agusto, por lo menos mientras me quede aliento para recibirlos.
VALMONT
Por qué no un poco más. El aliento no debería ser la condición de la
hospitalidad, ni la muerte un motivo de separación. Algún huésped podrá tener
necesidades especiales. EL AMOR ES TAN FUERTE COMO LA MUERTE.
Y permítame algo más, señorita, a quien ahora puedo llamar señora.
Finalmente, la mujer tiene sólo un amante. Oigo el estrépito con el que los
relojes del mundo golpean en su belleza indefensa La idea de ver este cuerpo
maravilloso expuesto al derrumbe de los años, ver secarse esa boca, ver
marchitarse esos pechos, ver arrugarse ese regazo bajo el arado del tiempo, me
hiere tan profundamente el ánimo que soy capaz de ejercer la profesión de
médico y ayudarla a entrar en la vida eterna. Quiero ser el partero de la muerte
que es nuestro futuro común. Quiero apretar mis amorosas manos alrededor de
su cuello. Cómo si no podría yo rezar por su juventud con alguna esperanza de
éxito. Quiero liberar a su sangre de la cárcel de las venas, a las entrañas de la
opresión del cuerpo, a los huesos de la presión estranguladora de la carne.
Cómo, si no, podría agarrar con las manos y ver con los ojos lo que la efímera
envoltura me impide mirar y tocar. Quiero dejar al ángel que habita en usted
libre en la soledad de las estrellas.
MERTEUIL
Aniquilación de la sobrina.
Pausa
7. Merteuil - Valmont
MERTEUIL
¿Nos devoramos mutuamente, Valmont, para que esto tenga un final, antes de
que usted pierda por completo el sabor?
VALMONT
Lamento tener que decirle que ya comí, Marquesa. Cayó la presidenta.
MERTEUIL
La esposa eterna.
VALMONTMadame de Tourvel.
MERTEUIL
Usted es una puta, Valmont.
VALMONT
Espero mi castigo, reina.
MERTEUIL
¿Mi amor por la puta no mereció ningún castigo?
VALMONT
Soy una inmundicia. Quiero comer su mierda.
MERTEUIL
Mierda por mierda. Quiero que me escupa.
VALMONT
Quiero que usted me orine encima.
MERTEUIL
Su mierda.
VALMONT
Recemos, Mylady, para que el infierno no nos separe.
MERTEUIL
Y ahora podemos dejar morir a la presidenta, Valmont, por su inútil traspie.
Sacrificio de la dama.
8. Merteuil (Valmont) – Valmont (Tourvel)
VALMONT
Yo me puse a sus pies, Valmont, para que usted no volviera nunca a tropezar.
Usted me bautizó con el perfume de las cloacas. Me arrojé desde el cielo de mi
matrimonio al abismo de su deseo, para salvar a esa virgen. Le dije que me voy
a matar si tampoco esta vez usted se resiste al mal que de usted brota. Se lo
advertí, Valmont. Lo único que puedo hacer por usted ahora es incluirlo en mis
últimas oraciones. Usted es mi asesino, Valmont.MERTEUIL
Eso soy? Demasiado honor, Madame. Yo no decreté los mandamientos en
nombre de los cuales usted se quiere ejecutar. ¿No obtuvo ningún placer con su
devoto adulterio, aparte de este tierno remordimiento que ahora disfruta? Usted
no es demasiado fría para el infierno, a juzgar por nuestros juegos en la cama.
Ninguna carne menor de cuarenta miente tan bien. Lo que el populacho llama
suicidio es la cúspide de la masturbación. Usted me permitirá que use mis
prismáticos para poder contemplar mejor el espectáculo, su último espectáculo
reina, con temor y piedad. Hice colocar espejos para que usted pueda morir en
plural. y concédame el placer de recibir su última copa de vino de mis...
(manos).
VALMONT
Espero poder contribuir a su diversión, Valmont, con este, mi último
espectáculo, ya que luego de haber mirado demasiado tarde en el fondo
cenagoso de su alma, no puedo aspirar a un efecto moral. HOW TO GET RID
OF THIS MOST WICKED BODY. Voy a abrirme las venas como un libro que
nadie leyó. Usted va a aprender a leerlo, Valmont, después de mí. Voy a
abrirme las venas con una tijera porque soy una mujer. Cada profesión tiene su
propio humor. Con mi sangre usted podría maquillarse una mueca nueva. Yo
voy a buscar un camino hacia mi corazón a través de mi carne. El camino que
usted no encontró, Valmont, porque Ud es un hombre, su pecho está vacío y en
usted crece la nada. Su cuerpo es el cuerpo de su muerte, Valmont. Una mujer
tiene muchos cuerpos. Ustedes tienen que punzarse si quieren ver sangre. La
envidia de la leche de nuestros pechos es lo que los vuelve carniceros. Si
pudieran parir. Lamento, Valmont, que a causa de una decisión de la naturaleza
difícil de comprender, esa experiencia le esté vedada, ese jardín prohibido.
Usted daría lo mejor de sí si supiera lo que se pierde, y si la naturaleza aceptara
el trato. Yo lo amé, Valmont. Pero voy a clavarme una aguja en el sexo antes de
matarme para estar segura de que no va a crecer en mí nada que usted haya
plantado, Valmont. Usted es un monstruo y yo también quiero volverme un
monstruo. Verde e hinchada de venenos, voy a atravesar sus sueños. Voy a
bailar para usted balanceándome en la soga. Mi cara será una máscara azul.
(Con) la lengua colgando. Con la cabeza adentro del horno sabré que usted está
detrás de mí sin otro pensamiento que el de cómo penetrarme, y yo voy a desear
eso mientras el gas me hace estallar los pulmones. Es bueno ser una mujer,
Valmont, y no un vencedor. Cuando cierro los ojos puedo verlo pudriéndose.
No le envidio la cloaca que crece en usted. Quiere saber más? Soy un
diccionario moribundo, cada palabra, un coágulo de sangre. (9. Merteuil –
Valmont) No necesita decirme, Marquesa, que el vino estaba envenenado. Ojalápudiera verla morir como usted me ve ahora a mí. A propósito, me sigo
gustando. Esto todavía se puede masturbar con los gusanos. Espero que mi
juego /actuación no la haya aburrido. Sería algo imperdonable.
MERTEUIL
Muerte de una puta. Ahora estamos solos cáncer, amado mío.