7/6/21

LOS MUERTOS. Florencio Sánchez.



















LOS MUERTOS

Florencio Sánchez




PERSONAJES

AMELIA, mujer de Lisandro Fuentes.

LISANDRO FUENTES.

LALO, su hijo.

JULIÁN, amante de Amelia.

DOÑA LIBERATA, madre de Amelia.

MARÍA JULIA.

AGUSTÍN, amigos de Julián.

LUIS, amigos de Julián.

JORGE, amigos de Julián.

ANTONIO, amigos de Julián.

RICARDO, amigos de Julián.

MOZO.

CAPATAZ.

VIGILANTE.

MOZOS.

PARROQUIANOS.

Músicos.


La acción en Buenos Aires.




Acto I


Un comedor.


Escena I

JULIÁN y AMELIA.


JULIÁN.- (Se alza y busca dónde arrojar la colilla de su habano.) ¿Quieres que te ayude? ¿No has terminado aún?

AMELIA.- (Desde su habitación.) Sí, vení... ¡No! ¡No, no, no!... ¡Tené paciencia!... ¡Quiero darte la sorpresa!... Que me veas vestida.

JULIÁN.- ¡Mujer!... Hace media hora...

AMELIA.- (Cerrando la puerta.) No seas loco... No entrarás...

JULIÁN.- ¡Jesús!... ¡Nunca te habré visto los brazos!... (Aproximándose y haciendo fuerzas para abrir.) Vamos... ¡no seas pava!... ¿Qué?... ¡Pero qué tonta!... ¿Será acaso la primera vez que...? Abrime pues... Se me ha antojado. Te alcancé a ver un poquito y... Bueno, vos tenés la culpa... Te pensás que impunemente se tienta la curiosidad de un hombre... ¡Eh!... ¿cómo?... (Irónico.) ¡Claro!... ¡A buena hora, candil, te apagás!... pero, dejate de zonceras. ¡Abrí!... Abrime por favor...

AMELIA.- (Asomándose.) ¡Vaya!... ¡Aquí estoy!... ¡No, no!... ¡Retírate un poco!... ¡Así no!...

JULIÁN.- ¿Y cómo?

AMELIA.- Te vas allá, más lejos... La sorpresa.

JULIÁN.- (Alejándose.) ¡Aquí estoy, pues!...

AMELIA.- (Avanzando majestuosa.) ¿Qué tal? ¿Me queda bien?

JULIÁN.- ¡Ya lo creo! ¡Así!... Espléndido. Tenés buen gusto.

AMELIA.- ¿Recién lo has descubierto?

JULIÁN.- Lo confirmo una vez más.

AMELIA.- ¿No tiene un chingue la pollera de este lado?... Parece que arrastra un poquito...

JULIÁN.- ¡Qué esperanza!... Yo qué sé... Cae muy bien, elegantísimo... ¿A verla espalda?... Date vuelta.

AMELIA.- No he podido prenderme la bata.Para eso pensé llamarte.

JULIÁN.- ¡Ah!... Permíteme, soy muy práctico. (Trabaja inútilmente por abrocharle la bata.)

AMELIA.- (Coqueta, moviendo la cabeza.) ¿Para abrochar... o para...?

JULIÁN.- (Acertando.) ¡Ah!... ¡Ya entiendo!... Para las dos cosas, hijita. Lo último suele último suele ser más difícil... Bueno... ya está... ¿Y ahora?

AMELIA.- ¿Qué?

JULIÁN.- (Remedando.) ¿Qué?... ¿Qué?... ¡Naturalmente!... ¿Crees que trabajo de balde?...¡La changa, pues!...

AMELIA.- ¡Ah!... ¿Con que... la changa?... ¡Sí... sí... sí!... ¿Me queda bien de espaldas?...

JULIÁN.- ¡Lindísimo!...

AMELIA.- Y ahora me verás con sombrero. Precisamente aquí está. (Saca un sombrero de la caja y se lo pone. Cuadrándoselo.) ¿Qué me decís?

JULIÁN.- Digo... digo que estoy esperandoque me paguen mi trabajo...

AMELIA.- ¡Miren qué cosa!... Y yo que aguardaba que lo cobrases adelantado.

JULIÁN.- (Besándola.) ¿Así?

AMELIA.- Debías haberlo hecho al principio...

JULIÁN.- ¡Perdóname, soy tan corto de genio!...

AMELIA.- ¡Angelito!... ¡La inocencia!... Bueno; supongo que ahora tus amigos no dirán que paseas con una cursi...

JULIÁN.- ¡Oh!... Verás esta noche... Nos vamos al Casino... Gran palquete grillé... Después a Palermo en automóvil y a cenar por ahí...

AMELIA.- ¡Eso no!... No quiero exhibirme. Para ti, para ti solito, todo este lujo... Llévame donde quieras con tal que no haya mucha gente...

JULIÁN.- ¡Tonta!... Sería tu revancha...

AMELIA.- ¡No, no, no!... Lisandro anda por todas partes y podría vernos...

JULIÁN.- ¡Vaya un escrúpulo!... ¡Como si tu marido no estuviese bien enterado!... En todo caso, vas conmigo y se guardaría muy bien.

AMELIA.- ¿Y el escándalo? (Llamando.) ¡Mamá!... ¿Quieres ver quién llama?... Bien sabes que no le tengo miedo, pero me disgustaría ponerlo más en ridículo...




Escena II



JULIÁN, AMELIA y DOÑA LIBERATA.


DOÑA LIBERATA.- (Saliendo.) ¿Se puede entrar?

AMELIA.- Sí, señora... ¡Caramba!... ¿Desde cuándo precisa usted permiso?... ¡Está echando un aire de sirvienta usted!...

DOÑA LIBERATA.- (Seca.) No me gusta ver ciertas cosas...¡Y ya está!

AMELIA.- ¿Qué cosas?...¡Jesús!...¡Se está poniendo muy delicada!

DOÑA LIBERATA.- Siempre lo he sido... ¿sabés?... Y además, no tengo que darte cuenta...Ahí mandan ese paquete de «La Especial»...

AMELIA.- ¡Ah!... El trajecito para Lalo...Verán qué monada...

DOÑA LIBERATA.- El hombre aguarda el recibo...

AMELIA.- Es verdad. ¿Quiere firmar usted, Julián?

JULIÁN.- Sí, señora. (Firma y lo entrega a DOÑA LIBERATA que hace mutis.)

AMELIA.- ¡Mirá qué ricura! ¡Qué alegría para mi Lalo!... ¡Pobrecito!... Andaba hecho un conventillero y con lo que pude economizar del vestido, fíjate, hasta botincitos le compré...

JULIÁN.- ¡Che!... La vieja sigue estrilada conmigo...

AMELIA.- Contigo, no. No hay que hacerle caso. Está chocha...

JULIÁN.- Pues que se deje de pavadas. ¡Si anda fastidiando mucho la espiantás, qué diablos!... Bueno. Hasta luego. Si no vengo te mando un coche. Quizás te invite a comer... ¡Ah!... mi whisky. (Toma la copa servida.)

AMELIA.- ¡No, Julián! No tomés más...

JULIÁN.- ¡Mujer!... ¡Qué zoncera! (Bebe.)

AMELIA.- ¿Si supieras cuánta repugnancia me causa verlos beber así?...

JULIÁN.- ¡Bah!... Esto no hace daño...

AMELIA.- Mi marido decía lo mismo, y ya ves en lo que paró...

JULIÁN .- Sin embargo, el vicio de tu marido fue causa de que nos conociéramos...Sos una ingrata con el alcohol... Vamos, no se enoje... Chao, ¿eh? (Se va por el foro. AMELIA lo acompaña.)




Escena III



DOÑA LIBERATA, LALO y luego AMELIA.


DOÑA LIBERATA.- (Saliendo, con el niño de la mano.) ¡Venga, venga!... ¡Ya verá!

LALO.- (Resistiendo.) No, mamá nata, yo no fui... Fue el chiruso que puso mi cobre en la vía para que lo achatara el trangua...

DOÑA LIBERATA.- ¡Jesús!... ¡Así ocurren las desgracias!... ¡Ah!... ¡Usted no sale más a la puerta!... ¿Me ha oído?...

LALO.- No fui, le digo, abuelita... Pregúntele a papá y verá cómo es cierto. Yo estaba sentadito...

DOÑA LIBERATA.- ¿Tu padre? ¿Dónde lo has visto?

LALO.- En la vereda... Siempre viene allí al almacén... Y cuando me ve, me llama...

DOÑA LIBERATA.- Y vos vas, ¿no?... ¿No te he dicho que no tenés que hacerle caso?

LALO.- Yo no le hago caso, pero él viene ande estoy y... Hoy me dio este níquel, y me dijo que de aquí a un rato me iba a traer un lindo regalo... Y dispués, sabés... dispués me preguntó si quería irme a vivir con él...

DOÑA LIBERATA.- ¿Ah, sí?... ¡Pues cuidadito con que me vuelva a pisar la calle!... ¡No faltaba otra cosa!... ¡Ya lo había maliciao!...

LALO.- Y esto ¿pa quién es?... ¿Pa mí?...¡Ay, qué lindo!... Y botines nuevos...¡Ay!... ¡Pongameló abuelita!... Pa probarlo no más... Dispués me lo saco...

DOÑA LIBERATA.- Sí, hijo... venga acá.

LALO.- ¡Ay, qué lindo!... ¡Qué lindo!... Lo mandó papá, ¿verdad?

DOÑA LIBERATA.- (Desnudándolo.) Este... sí... digo, no... Se lo ha comprado su madre...

LALO.- ¡Ah!... ¿Y con qué plata? ¿Se la dio papá? (AMELIA regresa alegremente, se saca el sombrero, que vuelve a colocar en la caja, se mira al espejo con coquetería y vase desprendiendo el vestido.)

DOÑA LIBERATA.- No sé, curioso... ¡Vean cómo tiene las piernas este puerco!... Venga acá... Los zapatos... así... ¡Pero estese quieto! Ajajá... Ya tiene para corretear bastante, hasta que los rompa... Este pantaloncito le queda muy ancho... muy ancho... habrá que devolverlo...

LALO.- ¡No... mentira!... ¡Me queda lo más bien! ¡Ay, con bolsillos! (Mete las manitas en los bolsillos, muy orondo.)

DOÑA LIBERATA.- Esto es para guardar porquerías...

AMELIA.- ¡Caramba, qué paquete!... ¡Parece un hombrecito!... ¡Cuánto lujo!...A ver, déjeme... Le pondré yo la blusa... ¡Así!... Meta aquí el brazo...no se apure... Así... Lo más mono,¿verdad?

LALO.- Los monos están en Palermo, ¿sabés? ¿Y ahora me llevarás a pasear en coche?

AMELIA.- Ya lo creo...

LALO.- ¿Con don Julián?

AMELIA.- No, señor.

LALO.- ¿Y con papá, sí?

AMELIA.- Ya le he dicho que no se acuerde más de él. Su papá no es su papá,¿sabe?

LALO.- ¿Y quién es mi papá, entonces?

AMELIA.- Bueno, se acabó... Múdese esa ropa y vayasé a jugar...

LALO.- ¡No!... Dejemé un ratito... No lo ensucio...

AMELIA.- Está bien... ¡Largo de acá!

DOÑA LIBERATA.- (Deteniendo al chico.) ¡No a la calle! ¡Qué esperanza! Al patio, si quiere... (Lo conduce hacia la izquierda.)

LALO.- ¿Solito?... En el patio nadie me ve el traje... Deje. Me via portar bien... (DOÑA LIBERATA lo lleva y regresa.)




Escena IV



AMELIA y DOÑA LIBERATA.


DOÑA LIBERATA .- Ahí anda ése.

AMELIA.- ¿Lisandro?... ¿Todavía?... ¿Y qué quiere? Es tan sinvergüenza que sería capaz de venirme a ver otra vez. Digalé que se deje de fastidiarme...

DOÑA LIBERATA.- No me preocupa eso... Tengo miedo de...

AMELIA.- ¿Miedo?... ¿Miedo de qué?

DOÑA LIBERATA.- El nene... Me parece que anda tramando algo por sonsacarlo.

AMELIA.- ¿Qué?... ¿A mi hijo?

DOÑA LIBERATA.- Es su hijo también.

AMELIA.- ¿A mi hijo? ¿Con qué derecho? ¡Se guardará muy bien... ese perdido! ¡No faltaría otra cosa! Vamos a ver... ¿Qué ha pasado?

DOÑA LIBERATA.- Lo busca... le habla... trata, en fin, de atraerlo con cariños... Cualquier día no le vemos más...

AMELIA.- ¡Ah! ¡Canalla!... ¡Eso será lo que tase un sastre!... ¡Lalo! ¡Lalo!

DOÑA LIBERATA.- Dejá en paz a la criatura... ¿Qué entiende el pobrecito?

AMELIA .- Quiero prohibirle que salga a la puerta y enseñarle lo que debe hacer cuando Lisandro le hable.

DOÑA LIBERATA.- ¡No hagas locuras, mujer!

AMELIA.- Usted también podría cuidarlo un poco mejor... Lo deja andar suelto y claro está...

DOÑA LIBERATA.- ¡Eso es!... ¡Échame la culpa ahora! ¿Pa qué sos madre?

AMELIA.- No puedo estar en todo...

DOÑA LIBERATA.- ¡Para lo que hacés!... Si te dedicaras un poco más a tu hijo.

AMELIA.- Retemé si le parece...

DOÑA LIBERATA.- ¡Qué esperanza!... ¡Sos muy libre! Pero estoy viendo que el día menos pensado, Lisandro nos saca el chico con todo derecho...

AMELIA.- ¿Qué dice? ¡Hable claro, claro!...

DOÑA LIBERATA.- Antes, la razón hubiera estado de tu parte; ahora si se presenta a la justicia, ¡quién sabe!...

AMELIA.- No entiendo. Hágame el favor de no andar con tantos rodeos. Hace días que la veo muy misteriosa.

DOÑA LIBERATA.- Digo que si vos te portaras bien...

AMELIA .- ¿Cómo me porto? ¡Hable!... ¿Cómo me porto?... ¡Se le ha aparecido un difunto a usted! ¡Y no es nuevo!... Desde que Julián viene a casa anda usted tan torcida; me hubiera advertido si no le gustaba, y santas pascuas... Yo... no la engañé... Se lo dije bien claro. «Julián es un buen mozo, lo quiero y antes que seguir pasando miseria estoy dispuesta a aceptarlo»... ¿Es cierto o no es cierto?

DOÑA LIBERATA.- ¡Sí, sí!... ¡No te alteres!... Acepté todo, me resigné a tolerarlo, porque no había otro remedio... Pero... pero... ¿Querés que te hable con franqueza?... Bueno, hija... ¡No me gusta ese hombre.... Es muy joven para vos y medio tarambana...

AMELIA.- Es bueno y generoso y me quiere.¡Y eso basta!... Usted le tiene inquina de balde, no más...

DOÑA LIBERATA.- ¡Qué esperanza, hija!... Si algo te digo es por tu bien... Ya que en esta vida es preciso transar con ciertas cosas, hubiera sido preferible una persona más seria, más reservada, un hombre de edad que pudiese ofrecerles un porvenir a vos y a tu hijo...

AMELIA.- ¡Claro está!... Un gran señor, un fuerte comerciante, un apellido ilustre, uno de esos respetables ancianos... No, señora... ¡Muchas gracias! Demasiado estropeó mi juventud ese cretino de mi marido para que pueda resignarme ahora a tolerar una nueva esclavitud. Si se siente molestada me lo dice y trataré de buscarle un acomodo... Buenamente... tan cariñosas...

DOÑA LIBERATA.- No. Ya sabés que no podría separarme del nene... Por él es que hago esto. Escuchame: tratá de ser más reservada, de no exhibirte tanto. Mañana tu marido consigue probar ante los tribunales que llevas una vida así, medio alegre, y nos saca el chico.

AMELIA.- Es decir, que debo seguir tiranizada por mi señor marido. Se guardará muy bien de intentar algo. Y si lo intenta... ¡Hum! Vamos, señora, tranquilícese y... (Viendo a LISANDRO, quien aparece por la puerta.) ¿Qué quiere usted en esta casa?




Escena V



DOÑA LIBERATA, AMELIA y LISANDRO.


LISANDRO.- (Desde la puerta.) Nada... Venía a traer estos botincitos para el nene...

AMELIA.- ¿No le he prohibido que se ponga ante mi vista? ¡El nene no precisa regalos de nadie! ¡Puede marcharse!...

LISANDRO.- (Avanzando tímidamente.) No te enojés, Amelia... Me voy...Me iré en seguida... no pienso incomodarte... ni decirte nada. ¿Sabés?...Un amigo que me debía unos pesos... Rovira, ¿te acordás?... Bueno, me debía unos pesos y lo que me vio, se acordó de lo que me debía y me los pagó... veintisiete pesos que yo le había prestado...

AMELIA.- Acabe de una vez...

LISANDRO .- Yo entonces le compré estos zapatos a Lalo y no te enojés... Aquí te traigo lo que sobró por si te hace falta... (AMELIA, abrumada, baja la cabeza.)

DOÑA LIBERATA.- ¡Infeliz!... (Igualmente impresionada hace un gesto compasivo.)

LISANDRO .- ¡Son veinticinco!... justitos... Para algo sirven...

AMELIA.- (Dulcemente.) ¡No, no Lisandro!... ¡Guárdalos!... No me hacen falta...

LISANDRO.- ¿Es porque yo te los traigo? ¡A mí tampoco me hacen falta! Tomalos... Vine yo porque... porque tenía ganas de verlo y regalarle los botincitos... ¿No está?... Si no querés que me vea aquí en casa, digo, aquí en tu casa, me lo mandás a la puerta con la abuela. ¿De veras no te hacen falta esos pesitos?

AMELIA .- Mamá... traigaló... (DOÑA LIBERATA vase.) Sentate.

LISANDRO.- ¿Está muy travieso? ¿No te da mucho trabajo? ¡Pobrecito! Hoy le di diez centavos y se puso contentísimo... Dijo que pensaba guardarlos para juntar muchos y comprarse un traje de pantalón largo... ¿Pensás mandarlo a la escuela después de las vacaciones? Yo que vos, mirá, le enseñaría a leer en casa... Es mucho mejor... En la escuela...




Escena VI



DOÑA LIBERATA, LALO, LISANDRO y AMELIA.


DOÑA LIBERATA.- (Regresa con el niño.) Aquí lo tiene.

LALO.- (Extrañado.) ¡Oh, en casa!... ¡Ah! ¡Ya sé!... ¡Viniste a traerme el regalo!... ¿A verlo?... (Corre hacia LISANDRO que lo alza en brazos besándolo con efusión.)

LISANDRO.- ¿Y vos?... ¿No quieres besarme?... Vamos, un beso a tu papá...

LALO.- (Lo besa en la boca y vuelve la cara con repugnancia.) ¡Uf... qué olor feo!

LISANDRO .- (Impresionado, limpiándose con el dorso de la mano.) ¡Ah!, el cigarrillo... Es el cigarro... Los cigarros de hoja que fuma su papá...

LALO.- ¿Y mi regalo?

LISANDRO.- ¡Ah!... El regalo. (Se interrumpe sorprendido al ver el traje flamante del chico y mira alternativamente a los circundantes.)

LALO.- ¡Ahí lo tenés!... ¡Abrilo!...

LISANDRO.- ¡No, no! No es esto... No pude traerlo...

LALO.- ¡Mentira!... Es para engañarme...Trae... trae no más. (Le arrebata el paquete y lo desenvuelve rápidamente.) ¡Qué pavada!... Unos botines... (Los deja caer.) Mirá lo que tengo... ¡Éstos sí que son lindos!... (LISANDRO oculta la cabeza entre las manos.) Te dio rabia porque son más lindos... ¿Eh?... ¡Míralos!

DOÑA LIBERATA.- Nene, venga. Déjese de fastidiar a la gente... (Se lo lleva.)




Escena VII



LISANDRO y AMELIA.


LISANDRO.- (Después de un momento, reaccionando.) ¡Amelia!... ¿Querés que hagamos las paces?... ¡No puedo, no puedo vivir así!...

AMELIA.- No, Lisandro... Me has prometido no tocar más este asunto... Andate...

LISANDRO.- Ahora me van a dar un empleo... el nuevo gobierno... Tengo muchos amigos... Trabajaré... Pienso portarme bien... cambiar... ¡Te lo juro!... cambiar completamente...

AMELIA.- No insistas porque no es posible. Entre nosotros no podrá existir nada más...

LISANDRO.- Ya sé, lo haría por él... No tiene la culpa el pobrecito. Ya me está perdiendo hasta el cariño... ¡No beberé más... ni vino en la mesa!...

AMELIA.- ¡No y no!... ¡No añadas una palabra! (Señalándole la puerta.) ¡Hemos concluido!...

LISANDRO.- Sé que has tenido razón... Me porté mal... no pude contenerme... estaba enviciado ya... No me daba cuenta de lo que hacía. Cuando un hombre se emborracha pierde el sentido. ¿No es verdad?... Bueno; yo también perdí el sentido. Ahora, no... Mira; te prometo tomar ese remedio que hay... Yo no quiero perder el cariño de mi hijo... ¡Esa criatura es para mí, más que mi madre, más que Dios, más que todo el mundo!...

AMELIA.- Juras no beber más y estás ebrio ya... (Se le acerca y le toma por un brazo.) Vamos... Andate, que será mejor. ¡No insistas!

LISANDRO.- ¿Yo ebrio? ¿Yo borracho? Sólo he bebido un cognac para animarme a venir acá... Nada más... Ni una sola copa más... Déjame... No quiero irme... Si me voy me pego un tiro... Déjame... Hagamos las paces... Si querés te pido perdón de rodillas... Prometo ser bueno... Te daré toda la plata que gane; me iré al centro a pie sin un centavo en el bolsillo. Más... todavía; te dejaré en libertad absoluta... Yo todavía te quiero, te quiero mucho... Yo tuve la culpa...

AMELIA .- ¡No!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Mándate mudar!... ¿Pensás repetir la comedia acostumbrada? ¡Andando! (Quiere conducirlo.)

LISANDRO.- ¡No me voy!... ¡No!... Quiero quedarme... ¡Ésta es mi casa!

AMELIA.- (Severa.) ¿Cómo? ¡Fuera de acá! ¡Ni a buenas ni a malas! ¡Te irás!...

LISANDRO.- ¡No te enojés!... Sí, me iré... Pero... quisiera quedarme, a buenas...

AMELIA.- ¡No!... Pues... Si no te vas en el acto, nunca, nunca volverás a ver a tu hijo... ¡Elegí!...

LISANDRO.- ¿Eh?... ¡Jajá!... ¿A mi hijo?... ¿Que no lo veré?... ¡Jajá! ¡Estás loca, loca!... ¿A mi Lalo?... ¡A mi Lalo!... ¡No me muevo! (Se sienta.)

AMELIA.- ¡Lisandro!...

LISANDRO.- No me muevo... ¡Ésta es mi casa!... ¡Sí, mi casa!... ¿Has entendido?... ¡Yo mando!... ¡Soy el marido!... ¡Creías que me hubiera olvidado!...

AMELIA .- ¡Oh! ¡Qué infame! ¿Querés que llame a la policía?

LISANDRO.- Podés llamarla. Mientras no haya divorcio, yo seré quien gobierne... el dueño de esta casa.

AMELIA.- Eso, nunca... Ya verás... (Llamando.) ¡Mamá!... Ma...

LISANDRO.- No; no la llamés... Podría venir él... Perdóname... No soy nada aquí... Vos mandás...

AMELIA.- ¡Se habrá visto cosa igual!...

LISANDRO.- Hagamos las paces... a buenas...Amelia...

AMELIA.- Te repito que no insistas. Por otra parte, sería tarde.

LISANDRO.- Ya lo sé... Julián Álvarez es tu...

AMELIA.- Entonces, si lo sabes... se acabó.

LISANDRO.- ¿Él te da la plata?

AMELIA.- Él.

LISANDRO.- ¿Y le regaló el traje y los botincitos?

AMELIA.- Y los botincitos.

LISANDRO.- (Exasperado.) ¡Dios!... ¡Dios!... (Después de una pausa.) Decime... ¿Y si yo te matase?

AMELIA.- ¡Mátame!... Sería lo único que te quedara por hacer; completar la obra... ¡Estarías en tu derecho, desde que sos el marido!... A ustedes les permite todo la ley, la sociedad y qué sé yo, hasta la religión. Nadie, nadie sin haberlo pasado, puede imaginarse toda la miseria de nuestra vida conyugal. A la mujer más santa, más sufrida, la pondría en mi caso, para demostrar la abnegación con que te soporté siempre. Te quería cuando me casé, te quise más cuando me hiciste madre, a pesar de que ya empezaba a conocerte. Después manoseaste mi amor propio de mujer, me abandonaste y te fuiste abandonando y perdiendo poco a poco los escrúpulos, hasta presentarte ante mis ojos como el más vulgar, como el más indigno y repelente de los seres. Todavía me oprime acá el recuerdo de la náusea con que noche a noche me obsequiaba tu borrachera asquerosa... y las privaciones y el oprobio de la mentira y de la embrolla, porque ni el coraje les queda de tratar con los acreedores... Y el hambre y la mendicidad vergonzante...todo es poco. Encima el marido se abroga el derecho, amparado por la ley y la sociedad, de matar a la infeliz mujer que ha tenido el coraje de emanciparse... y reclamar su parte de dicha en esta vida... ¡Mátame!... ¡Mátame! ¡y mátate!... Tal vez sea mejor! Así le ahorraremos a nuestro hijo el mal ejemplo de nuestras vidas pervertidas.

LISANDRO.- ¡Tenés razón!... ¡He sido un infame!... ¡Ya no hay remedio!... ¡Soy un desgraciado!... ¿No es cierto?... ¡Completamente perdido!... Te dejo... ¡Se acabó! Pero, me vas a prometer una cosa. Cuídalo mucho... El pobrecito no es culpable. Adiós. Vendré a verlo alguna vez... (Alejándose.) ¡Cuando no esté borracho!...

AMELIA.- (Compasiva, viéndolo salir.) ¡Qué infeliz!

LISANDRO.- (Volviéndose después de un breve mutis.) ¡Ah!... ¿Querés darme los zapatitos?... De todos modos ya... ¿para qué?...








Acto II




La escena representa el amplio y lujoso sótano de un bar aristocrático y central. A la izquierda del actor, segundo término, se levanta una amplia escalinata que da frente al público y acceso a la calle. Colgada del techo, al centro de la escalera, una planta de helecho en lujosa maceta sostenida por cadenillas doradas. En las banderolas y tragaluces habrá vidrios de colores iluminados por dentro. En las paredes, cuadros de paisajes y mosaicos de colores vivos y variados. Al pie de la escalera una amplia mesa preparada como para una cena de seis personas con las sillas que la rodean descansando inclinadas al borde de la mesa, demostrando que está pedida. En el salón varias mesitas con manteles y una mesa grande en línea recta a la mesa colocada al pie de la escalinata y en primer término a la derecha del actor. Antes de alzarse el telón la orquesta interior ejecuta un lieder popular, que es coreado por los Parroquianos en momentos en que se descorre el telón. Al terminar, aplausos, bravos, bis, insistentes. Los Músicos toman sus instrumentos y remedan el motivo principal que también se acompaña. Nuevos aplausos. Los Músicos se retiran del tablado. La primera mesa del primer término derecha está ocupada por RICARDO, LUIS, ANTONIO y JORGE, una patota de muchachos que han bebido sendos medios litros. Las mesitas de la izquierda con servicio de comida, libres. Las restantes ocupadas por tranquilos Parroquianos ingleses o alemanes. Una que otra pareja elegante, comiendo. Los Mozos cruzan constantemente la escena sirviendochampagne, cerveza, licores. Vense durante todo el acto personas que suben o bajan la escalera central. Una familia extranjera, matrimonio y chicos, abandonan su mesa y al terminar la música suben lentamente la escalera.



Escena I



LUIS, RICARDO, JORGE y MOZO.


LUIS .- (Observándola.) ¡Fíjense!... ¡El gringo borracho con la familia!... ¡Qué ejemplo para los hijos!... ¡Así los enseñan a curdelones!...

RICARDO.- Van a ver cómo lo arreglo... (Toma un platillo de estopa y lo arroja al grupo. El Parroquiano se vuelve y mira a todos lados y vase encogiéndose de hombros. Carcajada en el grupo.)

LUIS.- ¡No te metás, no seas bárbaro!...

RICARDO.- Si es un alemán otario... ¿Qué tiene? Miren los escrúpulos de éste... Lo que es a vos, cuando te da por ahí, no hay quién te aguante.

LUIS .- Una casualidad...

RICARDO.- Naturalmente. Sin ir más lejos, anoche en «Aues» te había dao por catarle la pera a los gringos... Se ha librao de una pateadura porque Dios es grande.

JORGE.- ¿Te encurdelaste anoche también?

RICARDO.- ¡Ilusiones, che!... Amaneció en la Tercera, con el Pato, con Manolo, el negro Franco y una punta más. ¡Metieron un bochinche bárbaro en el Tropezón!... Treinta del país por desorden. Cuando los fui a sacar estaba el tendal por encima de los bancos... (Risas.)

JORGE.- ¿Y dónde la cataron?

LUIS.- En un banquete que le dimos a Carlitos, despidiéndolo de la vida de soltero...

JORGE.- ¿Cómo? ¿Se casa?

LUIS.- ¡No! Lo mandan sus padres a la estancia, allá por el Sur; no pueden con la vida d'él... ¿Pero aquí no se toma nada? ¡Mozo!

MOZO .- ¿Qué van a tomar?

LUIS .- ¿Qué van a servirse? Vos medio litro, ¿y vos?

JORGE.- Un cívico a mí...

RICARDO .- ¡Qué cívicos!... Aquí, hermano, están reventaos los cívicos. Traiga para todos, medios litros. ¡Bien tiré!... (Vase el MOZO.)




Escena II



LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, LISANDRO y luego, CAPATAZ.


LUIS.- (Viendo a LISANDRO que baja lentamente la escalera.) Fíjate quién cae...

RICARDO.- ¡Qué!... ¡Lisandro! No lo miren porque se nos viene. (LISANDRO desciende y se detiene mirando en derredor, luego avanza.)

LUIS .- ¡Qué arreglao está el pobre!...

JORGE .- Ése ya se emborracha con el olor de un bar...

LUIS.- ¡Es un desgraciado!... Le tengo lástima de veras...

RICARDO.- ¡Ya nos vio!... Vamos a hacernos los desentendidos... Pues como les iba diciendo, ¿saben?... (LISANDRO dándose cuenta de la actitud del grupo, converge hacia la izquierda, y ocupa una de las mesitas vacías.)

MOZO.- (Vuelve con la cerveza.) ¡Bien tiré! (Sirve.)

LISANDRO.- ¡Mozo!

LUIS.- (Volviéndose.) ¿Cómo te va, Lisandro?... (Los demás saludan con el ademán.)

LISANDRO.- ¡Bien, y a vos!... ¡Mozo!...

MOZO.- (Con mal modo.) ¿Qué quiere?...¡Aquí estoy!... ¡Qué tanto escándalo!...

LISANDRO.- Tráigame whisky «Smogley».

MOZO.- Oiga. Estas mesas son para comer... ¿No podría ocupar otra?

LISANDRO.- No me da la gana, ¿sabe?, no me da la gana... Usted me sirve aquí... Usted es un insolente... ¡Un whisky «Smogley» le he dicho!

MOZO.- Tengo orden de no servirle nada cuando venga en ese estado.

LISANDRO.- ¿A mí? A mí... He pedido un whisky... Y me lo van a traer. Llame al capataz... (El MOZO se va rezongando.) ¡Me lo van a traer!... ¡Qué se habrán pensado estos gringos ladrones! ¡Si yo pago, se me sirve y se acabó!

LUIS .- ¿Qué te pasa?

LISANDRO.- Que estos desgraciaos... (Poniéndose en pie.) Esta chusma insolente...a mí, a mí que los he enriquecido a propinas...

LUIS .- ¡No hagás caso! ¡Macanas del mozo!

CAPATAZ.- ¿Qué hay, don Lisandro?

LISANDRO.- ¿Usted ha dicho que no me sirvan a mí... que no me sirvan? ¿Les ha dicho a los mozos... a mí...?

CAPATAZ.- No, eso no... Pero no le conviene tomar... Ya ha bebido bastante...

LISANDRO.- ¡Ah!... Usted le ha dicho, ¿eh?... ¡Mozo! Un whisky... Me han de servir... Son ustedes mis lacayos, ¿saben? ¡Me han de servir!... (Golpeando la mesa.) ¡Mozooo!...

CAPATAZ .- Vea. No me meta escándalo... Haga el favor... Váyase... (Tomándolo por un brazo.)

LISANDRO.- No me toques, porque te rompo la cabeza... Te rompo la cabeza... ¡Insolente!

LUIS .- (Interviniendo.) ¿Por qué no le han de servir?... (Apartando al CAPATAZ.) ¡Salga de aquí!... ¡Dejeló en paz!... ¡Sosegate, Lisandro!... Vení... ¡Tomarás con nosotros!...

LISANDRO.- Yo los quiero castigar primero... ¡Déjame!... Los quiero castigar...

LUIS.- (Conduciéndolo.) Vení... no seas zonzo... Sentate tranquilo...

LISANDRO.- (Sentándose.) Los quiero castigar... Son unos insolentes...

LUIS.- ¿Qué habías pedido?

LISANDRO .- Los quiero castigar... ¡Whisky!... Los voy a castigar.

LUIS.- ¡Mozo!... Sirva al señor... (El MOZO vase.) ¡Quedate quieto!... ¿Qué ganas con pelear a un mozo?

LISANDRO.- Es que... porque me ven así, se han pensado que ya no soy gente... Porque me ven pobre y porque tomo...Bueno... Yo me emborracho... ¿Y qué? Si yo tomo, es porque ellos me sirven, y si ellos viven, es porque yo tomo... Los sinvergüenzas son ellos...

MOZO.- (Regresando.) El whisky...

LISANDRO.- ¡Lacayo inmundo!... (El MOZO se aleja.)

LUIS .- (Sirviendo.) ¿Vos dirás?...

LISANDRO.- Un poquito más... así... gracias... (Bebe después que le han puesto la soda.) ¡Tendría ganas de matar a un mozo! ¡Mirá!... Si vos no te metés le pego un tiro...

RICARDO.- ¡Con la papeleta, che!

LISANDRO.- ¡Papeleta!... ¡Hum!... (Saca un revólver.) Con este revólver... con éste.

LUIS.- Guardá esa arma... ¿Qué andas haciendo con revólver?

LISANDRO.- ¿Yo? ¿Yo? ¡Hum!... Este revólver tiene su historia.

RICARDO.- ¿Lo caloteaste?

LISANDRO .- Lo compré... No se asusten... Lo compré esta tarde para matarme...

LUIS .- ¡Vos, matarte! ¡No embroméis que lastimáis.

LISANDRO .- Vaya, ¿y por qué no puedo matarme? Es bien fácil; ¡se pone uno así, y zas! (Abocándose el revólver.)

RICARDO.- ¡Che!... No seas loco... guardá eso...

LISANDRO .- No tengas miedo... Ya no me mato...Compré el revólver esta tarde para pegarme un tiro, completamente resuelto; escribí una carta para el comisario... Aquí está para que vean que no miento...

RICARDO.- ¡Cierto, che!... ¡Fíjate qué loco lindo!

LISANDRO.- Bueno y cuando ya me iba a volar los sesos se me ocurrió que era una zoncera. ¿Para qué matarme, si ya estoy muerto?

LUIS .- ¿Cómo es eso?

LISANDRO.- Claro que estoy muerto... como tanta gente que anda por ahí... Hombre sin carácter es un muerto que camina...

RICARDO.- Tranca filosófica... Hombre sin moneda querrás decir.

LISANDRO.- Yo soy muy bueno, pero no tengo carácter y me emborracho y muero; vos sos un pillo y como tenés carácter vivís. Los bellacos no se emborrachan nunca, ¿has visto?, y viven.

LUIS.- Pero hay mucha gente buena que tampoco se emborracha.

LISANDRO.- Mueren de otra cosa... Los buenos no tienen carácter... Nunca triunfan y hacen daño.

LUIS .- ¿Y los malos, che?

LISANDRO.- Triunfan y también hacen daño...pero con la diferencia de que no se lo hacen a sí mismos ni a los suyos, y prolongan la raza. ¿Vos, sin carácter, vicioso, borracho consuetudinario, a quién reventás?... A vos mismo, a tu mujer y a tus hijos, a tu madre...Te matás y los matás...

LUIS.- Bueno. No nos des la lata. Y aclará las cosas. ¿De modo que vos pensás que sólo los malos tienen carácter?

LISANDRO .- Esperate un poco... Te diré... Pienso que los que no saben vivir, que los inadaptables, están muertos... Los buenos no saben vivir... Cristo murió; su religión persiste porque es mala...

VOCES.- (Desde una mesa.) ¡Basta! ¡Que se calle! ¡Que se calle!

LISANDRO.- No me callo porque tengo razón. Yo tuve una mujer... y un hijo... un hijito así de grande, y lo quería mucho... muchísimo... y ahora me pregunto: ¿por qué si los quería tanto les hice daño? ¿Por qué los abandoné y los maltraté, si tengo tan buen corazón?

LUIS .- ¡Claro!... ¡Por tus borracheras!...

LISANDRO.- ¿Y por qué me emborracho yo y los que no tienen corazón no se emborrachan? ¡Contesten!

RICARDO.- (Aparte a los otros.) ¡Manicomio!... ¡Está perdido!...

LUIS .- Bueno; no hablés tanto, que te hace mal... Tomá...

LISANDRO.- Claro que tengo razón... Claro que sí... El mozo no me ha servido...¡Mozo!... ¡Es un insolente!... ¡Todavía, todavía voy a matar!... Soy capaz de pegarle un tiro. Tengo muchas ganas... (El MOZO se acerca y sirve otro whisky.)

LUIS.- Toma, borracho, y déjate de fastidiar...

LISANDRO.- (Deteniendo al MOZO por el delantal.) ¡Che!... Ven acá... Yo te voy a matar, ¿eh?... Bueno... (El MOZO se desprende y se aleja. LISANDRO bebe un sorbo, paladeando con fuerza.) En fin, me voy.

LUIS.- ¿A dónde?

LISANDRO.- A cualquier parte... (Se alza, dispuesto a marcharse.)

LUIS.- ¡Che!... Déjame el revólver. ¿Qué falta te hace?... Trae...

LISANDRO.- ¿El revólver?... No, hijito; me hace falta... para empeñarlo, en el almacén de la esquina; lo amuro en tres o cuatro pesos... No tengan miedo... Adiós... (Se va lentamente por la escalinata. Llegan en este momento varios grupos de Parroquianos.)

RICARDO.- Éste se mata... Verán lo que les digo...

JORGE.- ¡Bah!... Pa lo que sirve. Podía haberlo hecho antes...

LUIS.- ¡A qué extremos ha llegado el pobre!

RICARDO.- ¿Eh?... ¡Quién sabe si no nos espera igual suerte!...

LUIS.- Descuidate vos y...

RICARDO.- ¿Y por casa, hermano?




Escena III



LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO y AGUSTÍN.


AGUSTÍN.- (Que ha descendido un momento antes, acercándose al grupo.) ¡Hola, muchachos!

TODOS.- ¡Adiós!... ¿Cómo estás? ¿Qué tal?

LUIS.- Sentate.

AGUSTÍN.- Gracias, vengo con acoplado. ¡Mozo! ¿Quiere reservarme esta mesa?¿No hay ningún saloncito, verdad?

MOZO.- Todos ocupados.

LUIS .- ¿Venís con María Julia?

AGUSTÍN.- Sí; estuvimos en el Casino. Nos visitó Julián.

RICARDO.- ¿Qué tal es ésa que anda con él, la nueva?

AGUSTÍN.- Es regular...

RICARDO.- ¿Dicen que es casada?

AGUSTÍN.- Casada y figúrense con quién... Es nada menos que la mujer de Lisandro Fuentes... (Expresiones de asombro.)

RICARDO.- ¡Qué linda cosa! Y Lisandro seguramente lo sabe... Es un degradado...

JORGE.- Sin duda por eso se le han aparecido los muertos de que hablaba... Acaba de salir de acá...

RICARDO.- Anda con un revólver para matarse...

AGUSTÍN.- ¿No ven?... Y ese loco de Julián que... Figúrense que está empeñado en traer esa pobre mujer aquí...

LUIS.- ¡Qué bestia!... Está medio...

AGUSTÍN .- Bastante arreglado. Quedó discutiendo con ella en el coche y es muy capaz de traerla a tirones. Ahí llegan. (Va al encuentro de JULIÁN, AMELIA y MARÍA JULIA que descienden. Los del grupo observan con curiosidad.)

RICARDO.- ¡No es muy turra, que digamos!

JORGE.- Bastante competente.

RICARDO.- Una mujer así con un marido imbécil... Claro está... Y para iniciarse no ha elegido mal compañero.




Escena IV



LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, AGUSTÍN, JULIÁN, AMELIA y MARÍA JULIA.


JULIÁN.- (Saludando a los de la mesa.) Adiós... ¿Qué tal? (A AMELIA.) Sentate por ahí... en esa mesa y vayan pidiendo. (Saluda alborozado al grupo.)

MARÍA JULIA.- Pase, señora... siéntese en ese rincón que la verán menos... Tranquilícese y no haga papelones...

AGUSTÍN.- Claro está... Cenan y se lo lleva después...

AMELIA.- ¡Oh!... Esto es una infamia...

JULIÁN.- Y ¿qué les parece mi casadita?

RICARDO.- Muy competente... Medio empacadita, ¿no?

JULIÁN .- Asustada, che, de este mundo nuevo...

RICARDO.- Ya la amansaremos... Supongo que nos presentarás...

JULIÁN.- ¿Cómo no?... Vengan ahora a tomar una copa de champagne... Los espero. (Volviéndose a su mesa.) ¿Qué tal? ¿Pidieron? Pucha que son lerdos... ¡Mozo!... Por lo pronto,«Cordon Rouge»... (A AMELIA.) ¿Se te pasó, che? ¡No me hagas hacer papelones, mujer!... Alza esa cabeza... ¿Qué querés tomar? (Repasando la lista.) ¿Ostras?... No te aconsejo... ¿Consomé?... ¿Un caldito a la reina? ¿Les parece? ¡Che, che, che!... ¿Estás llorando? Hacé el favor de dejar los melodramas para más tarde, ¿me has oído?

AMELIA.- ¡Por Dios, Julián!... ¡Por qué sos tan malo!... ¿Qué te he hecho para que me trates así?... ¡Déjame ir a casa!... Me siento mal.

JULIÁN.- El champagne te compondrá... ¡Santo remedio! ¿Vos no pensás lo mismo, María Julia?

MARÍA JULIA.- Creo que es una pavada que tengas a esa señora aquí, a la fuerza... Nada nos hubiera costado ir a otra parte. La pobre tiene razón. No le gusta quela vean... Si no está habituada a estas cosas... Después, maldito lo que nos vamos a divertir... Ella en ese estado, vos estrilando y nosotros como unos papanatas mirando el espectáculo... Vaya un capricho...

JULIÁN.- (A AGUSTÍN.) Che, ¿por qué no haces estudiara ésta? Sería una buena abogada de pobres... ¡Amelia! ¡Amelia!... ¡Alza esa cabeza!... Te he dicho que no las voy con la funeraria... ¡Mozo!... ¡Ese champagne!...

RICARDO.- (En la otra mesa, continuando la discusión.) No, señor... ¡Estás muy equivocado!... Tenga los defectos que tenga el marido, la mujer debe serle fiel... Mira. Yo no sé lo que seré mañana, pero si me encontrara en el caso de Lisandro, se guardaría muy bien mi mujer de faltarme.

LUIS.- Es muy fácil decirlo ahora... No verías nada, hijito, pasarías como él en los bares el día y la noche y la madrugada durmiendo la mona, y llegando el caso de enterarte de algo, te faltarían energías para proceder... Es inútil discutir eso.

JORGE .- Lo que yo pienso es que si me sigue gustando tanto el trinquis, no me caso...




Escena V



LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, AGUSTÍN, JULIÁN, AMELIA, MARÍA JULIA y LISANDRO.



(Aparece LISANDRO por la escalera.)


RICARDO.- ¡Guarda la que se arma!... ¡Fíjate quién viene!

LUIS.- Un demonio... No, no. Es peligroso... No hay que dejarlo. (Se levanta.)

RICARDO.- No seas pavo... Dejalo que se arregle. Nos divertiremos un rato...

JORGE.- Está claro... En todo caso, después nos metemos...

LUIS.- No sean idiotas... Yo me lo llevo... (Avanza al encuentro de LISANDRO y lo toma por un brazo.) Vení... tengo que hablarte...

LISANDRO.- (Desasiéndose.) Esperate un minuto... Tengo que decirle una cosa al mozo... A ese mozo de hoy. Se me ocurrió en la calle... No lo mato porque está muerto.

LUIS.- Dejate de zonceras y vení conmigo.

LISANDRO.- Soltame... soltame te he dicho...¿Sos capataz?... Largate pues... ¿Querés que te mate? Ya no tengo revólver, pero es lo mismo... Me dieron cinco pesos por él... Vamos a tomar un whisky... Pero aguarda que tengo que hablar con el mozo... (Avanzando.) ¡Mozo!... Oiga... (LUIS se le coloca a la derecha como para impedir que vea el grupo de JULIÁN y le obliga a converger a la izquierda, sentándose casi a la fuerza en la silla que él ocupaba, de modo que dé la espalda al otro grupo. AMELIA y JULIÁN, que se han erguido al reconocer a LISANDRO, permanecen un instante en azorada expectativa.)

JULIÁN.- (A AMELIA.) Siéntese... ni una palabra. (AMELIA se desploma en la silla y extiende los brazos ocultando el rostro.)

LUIS.- Che, Lisandro... Continúa la conversación de hoy... iba muy linda... Sostenías que los hombres de carácter son unos hombres... ¿Cómo era?...

LISANDRO.- No era así... verás... Pero hay que tomar algo, pues... ¡Mozo!...

MOZO .- (Que llega con dos botellas de whisky.) Aquí está su whisky...

LISANDRO .- (Sirviéndose.) Esto yo lo pago... Todo lo que se tome... Bueno... pues... lo que yo digo es que... no sé si lo dije... pero ahora lo he pensado bien... Sostengo que los hombres buenos, los hombres sensibles y de gran corazón son los únicos o los más propensos a contraer un vicio... Eso es... Y en cuanto tienen un vicio, están muertos... Por eso no me maté yo... ni lo maté al mozo... A los vivos, a ésos sí que se les mata... A ésos, sí... ¡Como a perros! (Suena un taponazo de champagne en la mesa de JULIÁN. LISANDRO, que iba a llevarla copa a los labios, vuelve lentamente la cabeza hacia un lado, y como le resulta incómodo hace el movimiento opuesto. Luego se incorpora y deja caer la copa al suelo y se queda unos instantes con su mirada idiota fija en el grupo.) ¡Amelia!... ¡Vos!... ¡Mi mujer!... Allí... (Avanza tambaleante.)

JULIÁN.- (Incorporándose.) ¡No se acerque porque lo mato!

LISANDRO.- (Deteniéndose.) ¡A mí! ¿Porqué?... ¡Es mi mujer ella!... ¡Mi Amelia!... (Avanzando.) Ella... ¡La misma! (De un salto se pone junto a él. Tumulto. Vocerío en todo el bar. Acuden Parroquianos y Mozos. Algunos se trepan a las mesas del fondo. Pasada la primera impresión de sorpresa, MARÍA JULIA, solícita, aparta a AMELIA, abriéndole paso entre la gente y se la lleva.)

LUIS.- (Queriendo separarlos.) Julián... Déjalo... Es un infeliz...

JULIÁN.- Eso es, voy a permitir que me mate. (Forcejea y lo sienta en el suelo.)

LISANDRO.- Pero... ¡si yo no le hice nada!...¿Por qué?... (Lo levantan.) ¡No le hice nada!... Estaba mi mujer allí... (A JULIÁN.) Me parece que yo no le he faltado al respeto...




Escena VI



LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, AGUSTÍN, JULIÁN, LISANDRO, CAPATAZ y VIGILANTE.


VIGILANTE.- (Interviniendo.) Vamos a ver... ¿Quién ha sido?

CAPATAZ.- (Señalando a LISANDRO.) El señor... Proceda nomás, agente... Está borracho y lo ha provocado al señor.

VIGILANTE.- Acompáñeme...

LISANDRO.- Bueno... Pero es mentira... No me resisto. (Al CAPATAZ, amenazador.) Mirá, vos estás vivo, ¿eh?

JULIÁN.- Vea, agente. Aquí no ha pasado nada. Este hombre miente... Fue simplemente una broma de amigos. Lárguelo... Está con nosotros... (A LISANDRO.) ¿No es cierto, compañero?

LISANDRO.- Naturalmente... Yo no hice nada... ¿Amelia se fue?

JULIÁN.- Retírese, agente... (Le pone dinero en la mano, con cierto disimulo. El VIGILANTE se va y los Parroquianos se alejan juzgando la escena con ademanes de burla.) Se acabó... ¡Caramba!... Las mujeres se han ido... Pero queda el champagne... Ricardo, Jorge, péguenle. Y usted Lisandro, acompáñenos... Venga esa mano, ¡qué diablos!... (Se la extiende.)

LISANDRO.- (Estrechándosela.) Natural... Yo no me había metido con usted...

JULIÁN.- (Palmeándolo afectuoso.) ¡Fue una zoncera! ¿Quiere champagne?... ¡Sentémonos!... Esta noche la correremos juntos. (Alzando la copa.) ¡Salud! ¡Choque, compadre!...

LISANDRO.- Salud...

RICARDO.- Y ahora nos va a explicar aquella teoría de los muertos...

LISANDRO.- Hombre sin carácter es un muerto que camina. (La orquesta reanuda el concierto con un cake walk.)










Acto III




La decoración del primer acto. Sobre la mesa una lámpara y una vela encendida. La acción transcurre un tiempo después.



Escena I



DOÑA LIBERATA, MARÍA JULIA y AMELIA.



(DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA atienden solícitamente a AMELIA que vuelve en sí de un desmayo, tendida sobre la chaise-longue de la derecha.)


MARÍA JULIA.- Cálmese. Ya pasó... Aspire un poco más... Así... Así... ¡Hay que tener ánimo, mujer!... ¿Para cuándo es el valor?

DOÑA LIBERATA.- Sí, hija mía... Tranquilícese... olvide... No volverá a sucederle...

AMELIA .- (Reaccionando, con voz ahogada.) Estoy mejor... Déjenme... Quiero respirar un poco... Tengo aquí... una cosa... (Abrazando a DOÑA LIBERATA se echa a llorar desesperadamente.) ¡Madre! ¡Madre!... ¡Ay!... ¡Ay!...

DOÑA LIBERATA.- (Llorando también.) ¡Pobre! ¡Pobre hija mía!...

MARÍA JULIA.- Señora... Por favor... que la aflige más... (Apartando suavemente a DOÑA LIBERATA.) Déjela que llore... Eso le hará bien... (Pausa prolongada durante la cual se oyen sollozos de AMELIA. DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA la contemplan.)

DOÑA LIBERATA.- ¿Cree que le haría bien un té de tilo?

MARÍA JULIA.- Es posible... ¿Cómo no?...

DOÑA LIBERATA.- Entonces, atiéndamela un ratito mientras voy a prepararlo...

AMELIA.- No, mamá. No se incomode... Me siento ya muy tranquila... si quisieran alcanzarme un poco de agua...

MARÍA JULIA .- Con mucho gusto... (Va hacia el cristalero.)

DOÑA LIBERATA.- No se incomode, señora... Aquí estoy yo... Permítame... (Sirve agua en una copa que está junto ala botella de whisky.) ¡Toma, hija!

AMELIA.- (Bebe un sorbo y lo arroja con un gesto de repugnancia.) ¡Oh!... ¡Qué asco!... ¡Gusto a bebida!... ¡Señor!... ¡Qué obsesión!... ¡Este olor a alcohol que me persigue eternamente!... Tire eso... Tírelo...

DOÑA LIBERATA.- (Medio aparte.) Claro. La copa en que ha bebido el otro... ¡Qué porquería!... (Va a renovar el agua.)

AMELIA.- Es desesperante... atroz esta vida... Preferiría estar a mil metros bajo tierra...

DOÑA LIBERATA.- Ésta es buena... Tómala con confianza...

AMELIA.- (Después de beber algunos sorbos.) Gracias, mamá... (Incorporándose con esfuerzo doloroso.) ¡Ah!... ¡Dios, Dios!... ¡Qué habrá sucedido!...

MARÍA JULIA .- Nada... Había mucha gente... Y estaban Agustín y otros amigos para impedir cualquier cosa... No se preocupe.

AMELIA.- ¡Oh!... ¡señora!... ¡Perdón!... ¡La he incomodado tanto!...

MARÍA JULIA.- ¡Qué esperanza!...

AMELIA.- Gracias... Ha sido muy buena conmigo...

DOÑA LIBERATA.- Ya lo creo... Pobrecita... ¡Si no es por ella, quién sabe lo que le habría pasado! Puedes estar bien agradecida...

MARÍA JULIA.- ¡Oh!... de nada señora... Si las mujeres no nos defendemos, las unas a las otras, ¿quién se ocupará de nosotras?

AMELIA.- Tiene razón... Los hombres son muy malos...

MARÍA JULIA.- ¡Pst!... Según... Hay de todo... Lo que pasa es que nos desprecian... Bien, señora... Ya es muy tarde y voy a retirarme, si es que no me precisa...

DOÑA LIBERATA.- ¡Oh!... Gracias. Demasiadas molestias le hemos dado.

MARÍA JULIA.- Lo que debe hacer usted ahora es acostarse tranquilamente y no pensar más en el asunto. Mañana será otro día. ¡Qué diablos!... Adiós, che.

AMELIA.- (Estrechándole la mano muy efusiva.) Adiós... Gracias.

MARÍA JULIA .- Un consejo: si piensa seguir con Julián, no salga nunca con él. No es malo, pero acostumbrado a tratar siempre con nosotras, cree que todas las mujeres son iguales... (A DOÑA LIBERATA.) Adiós, señora.

DOÑA LIBERATA.- (Besándole la mano.) Adiós, hijita... Gracias por el servicio. Yo la acompaño...

MARÍA JULIA .- Y cuenten siempre con una servidora... No les ofrezco la casa porque... bueno, porque siempre una anda así... (Yéndose.) Que descansen... (Mutis. AMELIA las sigue hasta la puerta y se detiene allá mirándolas.)




Escena II


DOÑA LIBERATA.- (De vuelta.) Pobrecita... Después dicen que esas mujeres son esto y lo de más allá...

AMELIA.- Así es...

DOÑA LIBERATA.- Bueno, hija. ¿Qué pensás hacer ahora?

AMELIA .- No sé... Temo que haya sucedido una desgracia. Lisandro estaba muy raro, como loco... Quedaron allí, luchando los dos... Quién sabe...

DOÑA LIBERATA.- ¡Oh!... No hay caso que dos hombres en ese estado se hagan daño. Por desgracia, no ha de haber muerto ninguno.

AMELIA.- ¡Mamá, por Dios!

DOÑA LIBERATA.- Se habría acabado todo. Uno en la cárcel y otro en el cementerio.

AMELIA.- ¿Yo... dónde?

DOÑA LIBERATA.- ¿Vos? En tu casa... con tu madre y con tu hijo. Viviendo honradamente, descansando de tanta penuria como has sufrido... Yo te lo advertí... Esta misma tarde te lo estuve repitiendo: No me gusta esta vida... acabaremos mal... mereces algo mejor que ese hombre... Pero vos con tu genio alborotado...

AMELIA.- No, mamá... es que...

DOÑA LIBERATA.- No hables más... Te entiendo...Vas a decirme que tenés derecho a disfrutar de tu juventud y de tu vida... que has sido siempre una víctima... que esto y lo de más allá... No te niego ese derecho; te asiste toda la razón del mundo; pero, mi hija, nada cuesta tener un poco de prudencia. Mira, ahora de cualquier modo, cortas toda relación con ese mocito; dejamos esta casa, vendemos estos muebles y todo lo que no sea indispensable, y desaparecemos; nos mandamos mudar a cualquier parte, a un conventillo. Trabajaremos, yo me conchabaré si es preciso, de sirvienta, todavía tengo fuerzas; trabajaremos para mantener y educar a ese pobrecito hijo, y así la vida, verás cómo no te falta la oportunidad de desquitarte de todos los padecimientos...

AMELIA.- ¡Oh, mamá!... Eso es muy lindo en las novelas. En la vida no pasa lo mismo. Lo haré, sin embargo, aunque tenga que seguir sacrificada. Es preferible...

DOÑA LIBERATA.- Vamos, así me gusta... Verte razonable... Ahora a dormir... Mañana será otro día... ¿Precisás algo?...

AMELIA.- Nada. Muchas gracias.

DOÑA LIBERATA.- (Tomando la palmatoria.) Buenas noches, hija... (Alejándose.) Lo que es ahora, me va a ser difícil agarrar el sueño... ¡Qué cosas éstas, Dios mío!...

AMELIA .- (Sobresaltada.) ¿Eh? ¿Quién abre la puerta?

DOÑA LIBERATA .- (Deteniéndose.) ¿Cuál?

AMELIA .- ¡Dios mío!... El zaguán...

DOÑA LIBERATA.- ¡Ay!... Mal negocio...




Escena III



JULIÁN, AMELIA y DOÑA LIBERATA.


JULIÁN .- (Desde afuera.) ¡Qué oscuridad!... Esto es una boca de lobo...

AMELIA.- ¡Julián!... ¿Y ahora cómo hago?

DOÑA LIBERATA.- No lo dejés entrar... Con cerrar esta puerta... (Intenta cerrar pero en ese instante aparece JULIÁN.)

JULIÁN.- Buenas noches... ¿Iba a alumbrarme?... No se incomode... Pasó el peligro... Casi me he roto el alma en un escalón... ¿Qué tal, china?... ¿Se le pasó el enojo?...

AMELIA .- ¿Qué quiere usted aquí?... ¿No tenía suficiente con las que me ha hecho pasar?

JULIÁN.- ¡Ah!... ¿Te dura el estribillo?...No seas pava, mujer... Tenés que alegrarte conmigo... No pasó nada, che... Después que vos te empinaste, vino un vigilante y todo... Puede irse a dormir no más, vieja... Aquí no la precisamos...

DOÑA LIBERATA.- Usted es el que no hace falta, ¿me entiende?...

JULIÁN.- Lindo, lindo!... ¿También usted está estrilada?...¡Qué divertido!... Me parece que aquí hay que empezar a proceder de justicia rápida...

AMELIA.- ¡Julián, Julián!... Mandate mudar...

JULIÁN.- ¿Irme? Ni pienso, hijita... Estoy muy bien acá...

AMELIA.- Por favor... Tené compasión de mí... Andate; volverás mañana cuando estés más tranquilo... Yo no puedo verte así... Ya te lo he dicho. No me mortifiques más... que demasiado me has hecho sufrir...

DOÑA LIBERATA.- ¡Qué tanto suplicar!... ¡Faltaba otra cosa!... Si no quiere irse se llama un vigilante y se acabó...

JULIÁN.- ¡Un vigilante!... ¡Un vigilante!... Estás arreglada, vieja. Cualquier día se mete un vigilante en mi casa... Mira... Toma estos cinco pesos y andate a dormir... ganarás más...

AMELIA.- ¡Oh!... ¡Esto ya pasa de los límites! ¡Fuera de acá!... ¡Cobarde!... ¡Canalla!... ¡Fuera!...

JULIÁN.- No grites, mujer... Si no pienso llevarte el apunte... Mira si sos mal agradecida... Yo podía haberme quedado allá con los amigos y ya lo ves, me vine a consolarte... (Deteniendo a DOÑA LIBERATA que trata de salir por el foro.) ¿Ande vas, che, vieja?... ¿No te mandé que fueras a dormir?...

AMELIA.- (Interponiéndose.) Sí, sí... Váyase, mamá... Vaya... tenga paciencia... No es posible... (La acompaña hasta la puerta izquierda. Luego, a JULIÁN.) Vamos... Aquí estoy... Hacé lo que se te antoje...

JULIÁN .- ¿Ves?... Me gusta verte así... ¿Qué ganás con andar con partes?... Andá preparando unas copas que vamos a tomar champagne... ¡Fíjate!... (Sacando una botella del bolsillo.) «¡Cordon Rouge»!... En el coche los muchachos traen tres botellas más... ¡Y quién sabe todavía si alcanza!... A ver... Somos cinco...

AMELIA.- ¡Cómo!

JULIÁN.- ¡Claro! Ricardo, Jorge y Lisandro... tu marido...

AMELIA .- Oh!... Julián...

JULIÁN.- Hicimos las paces y chupamos juntos... ¡Está tan borracho! Después, los muchachos que son unos locos lo convencieron de que debía venir; y el muy desgraciado aceptó no más... Espérate; voy a buscarlos...

AMELIA.- No, Julián... No... ¡Salvaje! No... ¡Oh!... ¡Qué horror! ¡Qué horror! ¿Qué ha pasado en el universo para que sucedan estas cosas?... ¡Yo me vuelvo loca!... No... No... Yo me encierro. (Intenta cerrar la puerta del foro.) ¿Para qué?... ¡la echarían abajo!... ¡Oh!... (Corre desolada y se encierra en su habitación.)




Escena IV



JULIÁN, RICARDO y JORGE.


JULIÁN .- (Desde la puerta.) Cuidado con el escalón... Zas...Uno al suelo... Seguro que es Lisandro... Alcenló, muchachos...

RICARDO.- ¡Oh!... Que se arregle... Como pa cuidar mamaos... (Avanza cantando.) Allons enfants de la patrie...

JORGE.- Le jour de gloire est arrivé!...

JULIÁN.- Cuidado con las botellas...

RICARDO.- Intactas... che... Sabés que está bastante competente tu casa...

JORGE.- ¿Son tuyos los muebles? ¡Macanudos!... Smugen... daría hasta treinta pesos...

RICARDO.- Bastante confortable. ¿Y la prójima?

JULIÁN.- Estará adentro... Vayan sacando unas copas de ahí. Voy a traerla... che... (Forcejea con la puerta. A AMELIA.) Mal negocio... Vení que te voy a presentar a los muchachos... No seas guaranga...

RICARDO.- Zas... whisky... ¡Qué bolada para Lisandro!... No le gusta el champagne...

JORGE.- Porque es muy flojo...

JULIÁN.- ¿Destapamos?...

RICARDO.- Claro está... Y con ruido...

JULIÁN.- (Destapa la botella y sirve.) A la votre...

RICARDO.- ¡Salud!...

JORGE.- ¡Salud!...

JULIÁN .- Che... ¿Y Lisandro?... Vayan a buscarlo... Se ha de haber lastimado...

RICARDO.- Cierto, che... Vamos, Jorge... (Vanse. JULIÁN se pone a silbar.)




Escena V



JULIÁN, RICARDO, JORGE y LISANDRO.


RICARDO.- Entra, no seas zonzo... ¿Tenés miedo?... Vaya una pavada... Vení... agarralo vos, Jorge... (Avanzan conduciendo a LISANDRO, que debe aparecer deplorablemente desarreglado y con una mancha de sangre en la frente.)

LISANDRO.- Dejenmé... ¡No quiero!...

RICARDO.- Fijate qué golpe se ha dado...

JULIÁN.- Vamos a ponerle algo...

JORGE.- Toma... Bebe un trago de whisky...

LISANDRO.- No... no... Déjenme... salgan... (Avanza tambaleante unos pasos, recorre la habitación con la mirada, deteniéndola en una y otra cosa, vacila un instante y toma resueltamente rumbo a la chaise-longue, donde se deja caer pesadamente.)

RICARDO.- A dormir la mona.

JULIÁN.- Pobre diablo... Sírvanse, muchachos... Para tomar estamos.

RICARDO.- ¿Y tu mujer?

JULIÁN.- Ya vendrá. Si no, la hacemos salir... (LISANDRO solloza hondamente.)

JORGE.- Tranca fúnebre.

RICARDO.- Son las más empalagosas... A vos, Julián, te suele dar por ahí.

JULIÁN .- ¡Oh!... Muy rara vez. Miralo a ése cómo llora... ¿Eh? Vas a reventar... ¡Pobre bicho!... Está en el colmo dé la degradación. Si algún día me viera en ese estado, me pegaba un tiro.

JORGE.- Si uno se conociera, claro está... Pero nadie, hijito, se conoce los defectos... No lo ves... Lisandro se considera muy feliz. ¡Qué mejor ejemplo!

RICARDO.- ¡Oh!... No embromes... Los imbéciles no se conocen... Veamos lo que nos pasa a nosotros... Nos gusta el trinquis... nos encurdelamos a cada rato, pero en cuanto la cosa pasa de los límites... a sosegarnos, muchachos, y a tomar limón con soda. Servime champagne.

JORGE.- Eso es cierto, pero...

JULIÁN.- Pero el caso es que poco a poco le vamos tomando el gusto y...

JORGE.- Y si nos descuidamos nos agarra de veras... Lisandro tomaba como nosotros al principio. Y ya lo ves.

RICARDO.- Se ha dormido... ¿Qué le haríamos?

JULIÁN.- Dejalo.

JORGE .- ¡Ah, no!... Un susto se lo lleva... (Le arroja una copa de champagne.)

LISANDRO.- (Se yergue como enloquecido de sobresalto.) ¡Qué!... ¿Eh?... ¿Qué hay?

JORGE.- Nada... Está lloviendo... ¡dormite!... (LISANDRO aspira con ansias una bocanada de aire y se deja caer de nuevo.)

RICARDO.- Al bombo otra vez...

JULIÁN .- Lástima que no esté helado... Destapa la otra...

RICARDO .- ¡Cómo no! Pero llama a tu mujer, pues...

JULIÁN .- Me había olvidado... (En la puerta.) ¡Eh!... ¡Amelia!... ¡Amelia!... ¡Nada!... ¡Abrí!... ¡Hum! Parece que se ha dormido.

RICARDO.- ¡Ah!... Esperate... La despertaremos... (Se pone a cantar y JULIÁN y JORGE lo imitan. LISANDRO se incorpora de nuevo y se deja caer.)




Escena VI



JULIÁN, RICARDO, JORGE, LISANDRO y LALO.


LALO.- (Corriendo en camisa.) ¡Mamita!... ¡Mamita!... (Aparece detrás DOÑA LIBERATA, pero se vuelve.)

JULIÁN.- ¡Hola!... ¿Quién está aquí? ¡El pebete! Venga para acá, amigazo.

LALO.- ¿Y mi mamá? ¿Dónde está?

RICARDO.- ¡Lindo el botija!

JULIÁN .- No tenga miedo. ¿Viene a acompañarnos, a tomar champagne con nosotros? ¡Así me gustan los hombres! Venga acá a la mesa... grande... (El chico se resiste.) No. No se asuste, pues... Esos hombres no tienen miedo. A ver... Una copa para este curdeloncito.

RICARDO.- Éste va a salir al padre.

JULIÁN.- (Haciéndolo beber.) Así... un trago bien grande.

LALO .- (Aparta la cabeza bruscamente.) ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... Mi mamita. (Se echa a llorar a gritos. LISANDRO se incorpora.)




Escena VII



JULIÁN, RICARDO, JORGE, LISANDRO, LALO y DOÑA LIBERATA.


DOÑA LIBERATA.- (Saliendo.) ¿Qué le han hecho? ¡Bandidos! ¡Perversos! ¡Desalmados!... ¿Qué le han hecho al pobre hijito?... ¡Asesinos!... (Arrebata al chico, protegiéndolo con el cuerpo.)

JULIÁN.- (Acercando la copa a los labios.) ¡Bárbaros! ¡Whisky!

LISANDRO .- Mi hijito... Mi Lalo... Mi Lalo querido.

DOÑA LIBERATA.- Salga usted de aquí... ¡Miserable!... No es suyo... (Lo aparta.)

LISANDRO.- (Trágico.) ¿No?... Mi hijo... No me lo quiten... Es mío.

DOÑA LIBERATA.- (Yendo al cuarto de AMELIA.) Amelia, abrí; abrime, Amelia.

LISANDRO.- (Se lo arrebata con violencia y lo estruja entre los brazos.) Mi Lalo... Mi Lalo... ¡No!... ¡Salga!... No me lo quiten... Yo lo defiendo... (Va hacia la chaise-longue y se sienta, colocándolo en las faldas, besándolo y acariciándolo.)

RICARDO.- Ahora verás cómo sale.

LISANDRO.- ¡Mi nene querido! ¡No llore!... Está con su papito que lo quiere... No llore... Deme un besito. No tenga miedo. Soy yo. ¿No me conoce ya? Soy papito. Pobre criatura. ¿Le hicieron nana aquellos hombres? Siéntese así, a caballito como antes. Papito es bueno. No llore más. Papito lo lleva al nene a caballo. Es bueno, es bueno.

LALO.- ¡No! ¡Déjeme! No quiero caballos.

LISANDRO.- Es bueno. Los hombres son malos, ¿verdad? Le hicieron mal aquellos hombres. ¡Sí! ¡Están vivos! (Bajo.) ¿Están vivos, verdad? (Deteniéndose sorprendido por la idea fija.) ¡Vivos! ¡Ah! Escuche un secreto: Pa... pi... to los va a poner en pe...ni...ten...cia. Venga. ¡Están vivos! (Se alza esforzándose por mantenerse erguido y se acerca con el niño de la mano al aparador, revolviendo en los garganta, volcándolo de espaldas, juntamente con la silla. Grito de horror... AMELIA asoma y cae desplomada junto a la puerta. LISANDRO aparece oprimiéndolo con furia un instante, luego se yergue bruscamente y mira en derredor. Por RICARDO y JORGE.) ¡Ahora, a ustedes! (Por AMELIA.) ¡A vos!... (Por el nene.) ¡A vos!... ¡no!... ¡Están muertos! (Fijándose en LALO que se refugia junto a DOÑA LIBERATA.) Y todos están muertos. (Con desconsuelo, dejando caer el cuchillo.)











4/6/21

Nosferatu Griselda Gambaro

Nosferatu


Griselda Gambaro 


Personajes
Papá 
Mamá 
Luquitas 
Nena 
Policía inglés 

En escena, sentado en el suelo de una habitación completamente vacía, aparece Papá. Es un viejo andrajoso y anémico, vestido de oscuro. Tiene la cara blanca, ojeras violetas, los ojos intensamente bordeados de rojo. Unas mechas ralas y desparejas le tocan los hombros. Habla con tono invariablemente tétrico, la mirada lúgubre perdida en el vacío. 
Luz mortecina. 
Papá: Estoy triste, estoy triste, ¡estoy tristeeeeee..! 
(Entra Mamá, es vieja, pero de aspecto animoso. Lleva un vestido claro, modelo Imperio, muy gastado. La falda, hasta los pies, oculta innumerables bolsillos) 
Mamá: ¡Qué oscuridad! (Con voz alta y jocosa) ¿Everybody home? 
Papá: Estoy yo. 
Mamá (muy alegre): ¡Amor, qué inteligencia! ¡Me entendiste! (Lo besa) ¿Qué hacés aquí, en la oscuridad? (Se enciende la luz) ¿Qué te ocurre? 
Papá (con un gran suspiro): ¡Estoy triste! La vida pasa y estoy acá, como tullido. No la alcanzo. 
Mamá: No te desalentés. (Lo mira) A ver. No, no. ¡Muy buen aspecto todavía! ¡ Pero qué greñas! Debieras peinarte un poco. (Lo levanta como a un bebé. A Papá le tiemblan las piernas, se. va aflojando hacia el suelo) ¡Arriba! Vamos. (Lo acomoda hasta que Papá se queda de pie, duro. En ocasiones, se afloja o Mamá piensa que va a hacerlo, y corre para sostenerlo o inicia el gesto) Traje de comer. 
Papá: ¿Qué trajiste? 
Mamá: Carne. (Con una sonrisa incitadora) ¿Vuelta y vuelta? 
Papá: No me gusta. 
Mamá: ¿Leche? 
Papá: No me gusta. 
Mamá (lo con templa con pesar. Lleva la mano al cuello con un ademán indeciso): ¿Querés... un poco? 
Papá (con leve esperanza): ¿Sí? 
Mamá (desalentadora): Unos traguitos. 
Papá (muy triste): Voy a morirme de hambre. (Irritado) ¿Por qué soy yo el que tiene que pensar siempre en la familia? 
Mamá: Unos traguitos, dije. 
Papá: Si empiezo, odio detenerme. No tomo nada. (Se afloja) 
Mamá (lo sostiene): ¡Bueno, tomá lo que quieras! Se te debe haber achicado el estómago. Es mi única esperanza. (Le ofrece el cuello) 
Papá (lo tantea): No. No me gusta. Está arrugado. 
Mamá: Qué pretensiones! A falta de pan, buenas son tortas, ¿no? 
Papá (se sienta en el suelo): No. No quiero 
Mamá: Hay que comer, ¿no? 
Papá: Los tiempos cambiaron. 
Mamá: ¡Por eso mismo! No se puede ir contra la corriente. Mirame a mí. 
Papá (la mira, aparta la vista): Mejor no. 
Mamá: ¿Por qué? 
Papá: Después te lo explico. ¿No me trajiste una revista? 
Mamá (con tristeza): No. 
Papá: Me distrae mirar a las chicas. Son todas bien formadas. 
¡Qué cogotes! 
Mamá: ¡Bueno, ánimo! Qué depresión. Contagiás a cualquiera. ¡Con todo el trabajo que tengo! 
Papá: ¿Sí? 
Mamá: Tender las camas, lavar la ropa, el baño... (Papá lanza una risita cavernosa. Mamá, ofendida) Ningún trabajo, ya lo sé. ¿Por qué me hacés acordar? Aguafiestas. ¡Chupasangre! 
Papá (muy lastimado): ¡Qué cosas decís! ¿Te ofendí tanto? 
Mamá: ¿Qué te parece? Burla va, burla viene. Por lo menos, yo trato de alentarme. 
Papá: No hagás nada. 
Mamá: Con todo lo que tengo que... (se interrumpe) 
Papá Sentate aquí, a mi lado. 
Mamá (mira el suelo): Está sucio. 
Papá: Apagá la luz. Me molesta. 
Mamá (coqueta): ¿Cuáles son tus intenciones? 
Papá: Estoy anémico. 
Mamá (muy dispuesta): ¿Me saco el vestido? 
Papá: ¿Para qué? Quiero charlar. ¿Luquitas? 
Mamá: Salió. 
Papá: Sale siempre. 
Mamá (con alegría): ¡Por eso está gordo! 
Papá: Ayer me arrastré hasta un potrero. Encontré a una chica. 
Mamá (muy interesada): ¿Y? 
Papá: Me dijo que se llamaba Caperucita Roja. 
Mamá: ¡Qué gracioso! 
Papá: No le veo la gracia. 
Mamá (sardónica): ¿Tenía un cestito e iba a ver a la abuelita? 
Papá: Sí. 
Mamá (lo mira con asombro. Una pausa): ¿Qué le hiciste? 
Papá: No le hice nada. 
Mamá: ¡Ah, que idiota! Estás anémico. Tomá un poco de leche. (Saca una botella de leche y un vaso de un bolsillo de su falda. Llena el vaso y se lo tiende. Papá mira la leche con repugnancia, se la acerca a la boca, pega un 
mordiscón al vaso. Mamá) ¿Estás loco? ¡El vidrio no! ¡Hay que enseñarte todo! (Lo limpia) La derramaste. No me la regalan. 
Papá: Me da asco. 
Mamá: Estás acostumbrado a otra dieta. Es lo que pasa. Pero ahora, hasta los perros comen verdura. 
Papá (nervioso): ¡No me va! 
Mamá: Necesitamos unas sillas. Una cama con colchón. No aguanto dormir en el suelo. Soy vieja. Me levanto hecha una tabla. 
Papá: Teníamos unos buenos cajones. 
Mamá: ¡Ah, n qué lúgubre! 
Papá: ¿Lúgubre? ¡Brillaban! Eran de roble, con manijas. 
Mamá: ¡No, no, basta de cementerios para mí! 
Papá: Te has vuelto pretensiosa. Demasiado tarde. No puedo darte lujos. 
Mamá: Sí, pero todos tienen camas. Todas mis amigas tienen camas. ¿Por qué no, nosotros? 
Papá: ¡Porque estoy acostumbrado al cajón! De chiquito fue mi cuna, la noche nupcial... ¿te olvidaste? 
Mamá: No me olvidé. ¡Pero ahora ni siquiera tenemos cajones! El suelo y basta. 
Papá: Hacé lo que quieras. Yo no mando. 
Mamá (muy tierna): ¿Te diste cuenta? (Una pausa) Ya las compré. 
Papá: ¿Qué? 
Mamá: ¡Las camas! Una cuna para Luquitas y dos camas gemelas para nosotros. 
Papá: ¿Quién te dio la plata? 
Mamá (dulcemente): Luquitas le rompió la cabeza a un muchacho. Le sacó la billetera. Lo teníamos en secreto. No te enojés. 
Papá: No. (Con tristeza inconmensurable) Soy un cero a la izquierda. ¿Qué haré cuando haya camas aquí? 
Mamá: Harás como todos. Te acostarás. (Papá ríe con su risa cavernosa) Podemos sacar tierra de las macetas y rellenar 
los colchones. 
Voz de Luquitas llama sigilosamente): ¡Mamá, papá! ¿Están durmiendo? 
Mamá (contenta): ¡Es Luquitas! (Abre la puerta) ¡Luquitas, corazón! (Entra Luquitas, es altísimo y encorvado y está vestido de negro. Lleva una capa de raso, manchada y agujereada. Arrastra un gran canasto de mimbre. A braza a Mamá, con un gran beso succionado en el cuello, luego se dirige hacia Papá y se arrodilla) 
Luquitas: Padre, ¿comiste? (Papá niega con la cabeza. Luquitas, a Mamá) ¿Hoy tampoco? 
Mamá: Se encapricha. 
Luquitas: Yo tomé un jugo de carne. ¿No te tienta? (Por respuesta, Papá escupe desdeñosamente) ¿Por qué estás enojado? 
Papá: No estoy enojado. No puedo comer. Me arden las tripas. 
Luquitas: A todos nos cuesta. 
Mamá: No sé qué le pasa. Está raro. 
Luquitas: Mirá qué traje, papá, para vos. Espero que te guste. Lo elegí bien. 
Mamá: ¿Qué es? 
(Luquitas abre el canasto, saca un gran paquete envuelto en papel madera y atado con piolín. Rompe el papel. Aparece la Nena, con trenzas, moñitos, zapatos escolares, etc., pero con una actitud desenvuelta de “cocotte” madura. Luquitas la sacude, la arregla) 
Papá (lúgubre): ¡Qué linda! 
Luquitas (a la Nena): Hablá. 
Nena: Buenos días. 
Luquitas: Es de noche. 
Nena (dócilmente): Buenas noches. 
(Mamá extrae una silla tijera de uno de sus bolsillos, la abre y se la ofrece a la Nena) 
Luquitas: Sentate, Mariana. Se llama Mariana. ¿No es un bonito nombre? 
Papá: Más o menos. 
Mamá (amable): ¿Querés un vaso de leche? ¿Un caramelo? (La Nena se pasa la lengua por los labios en un gesto obsceno. Mamá le sirve la leche, ¡e tiende el vaso. La Nena bebe. Mamá, amable) Levantá la cabeza, por favor. (La Nena obedece. Mamá le observa el cuello. Admirada, a Luquitas) ¡Mirá qué yugular! 
Luquitas (intrigado): ¿Es la yugular o la carótida? 
Mamá: No sé. ¿Qué importa la ciencia? Mirá. 
Luquitas (mira): Pronunciada. 
Mamá (en éxtasis,): Fresca. ¿Querés más leche? (Le sirve otro vaso) 
Nena (bebe y devuelve el vaso): ¿Ahora qué hacemos? (Papá, Mamá y Luquitas se miran desconcertados) 
Mamá (incómoda): ¿Querés un chiche? 
Nena (lanza una risita obscena. A Luquitas): ¿Cuál? ¿Tenés uno? 
Mamá: Luquitas, jugá al ta-te-ti con ella. 
Nena (insinuante): ¿Jugamos? 
Luquitas: ¿Querés más leche? 
Nena (lo mira obscena. Mamá le tiende otro vaso de leche): 
¡Salga! ¡No estoy amamantando! 
Luquitas: ¿Te gusta, papá? 
Papá (mira tristemente): Sí... Es flaca. 
Nena (ofendida): ¿Yo? (Le arrima el trasero) ¡Toque! 
Luquitas: Está bien nutrida, papá. ¡Quieta, nena! 
Mamá (alegre y nerviosa): ¿Y? ¿Hacemos un party? 
Papá (a Luquitas): ¿Tuviste cuidado? ¿No te siguieron? 
Luquitas: No. Además, la traje envuelta. 
Nena: Me dejé secuestrar. ¡Qué infantil es! 
Luquitas: Te hipnoticé. 
Nena: Con esos ojos de huevo duro, ¿a quién vas a hipnotizar? No me haga reir. (Ríe) 
Luquitas: ¡Estudié hipnotismo con los mejores maestros! 
Mamá: Luquitas, no discutas en presencia de tu padre. 
Papá: Soy un cero a la izquierda. ¡Qué juventud! 
Luquitas: Perdón, papá. 
Papá (a Mamá): Traeme la dentadura postiza. (Mamá la saca de un bolsillo, la coloca en un vaso que también saca de entre sus ropas. Tiende el vaso a Papá. Papá se coloca la dentadura, que le sobresale de la boca, especialmente los colmillos) Acercate, nena. 
Luquitas: No la asustés, papá. 
Mamá: Esperá, voy a buscar una servilleta. (Se aparta y revuelve entre sus innumerables bolsillos, como si fueran cajones. Finalmente, encuentra una servilleta y se la coloca a Papá sobre las rodillas) 
Papá: Gracias, amor. (A la Nena) ¿Me tenés miedo? 
Nena: No. ¿Por qué? 
Papá: Las niñas tienen miedo a los viejos. 
Nena: Yo no soy una nena. Estoy disfrazada. 
Papá: ¡Hacela callar! 
Luquitas: Callate, nena. Papá está preocupado. 
Nena: ¿Por qué? Pueden decírmelo. No me dará ninguna pena saberlo. No es mi papá. 
Mamá (nerviosa): ¡Ay, qué encanto! (Lanza una risa histérica que cesa bruscamente) 
Papá: Apagá la luz. (A la Nena) Acercate. (La luz se apaga) 
Luquitas: ¿Pongo música? (Se oye una música lúgubre. Luquitas, solícito) Necesitás mi capa, papá? 
Papá: ¡No! Callate. (Intenta un soplido espeluznante. Enseguida, se oye un alarido tremendo. Papá) ¿Quién gritó? 
Luquitas Yo, papá. Me asusté. Me vino un escalofrío. 
Papá: ¡Callate! Si no, no puedo. 
Mamá: Seguí, amor. Luquitas se va a quedar quieto. 
Papá: ¿Dónde está la chica? ¡No la encuentro! 
Luquitas: ¡Mariana, Mariana! ¡Se fue! 
Mamá: ¡Qué maleducada! 
Luquitas: Encendé, mamá. 
(Se enciende la luz. La Nena está sentada tranquilamente en su lugar, limándose una uña) 
Luquitas: ¡Qué susto nos diste! 
Nena: ¿Por qué? 
Mamá: ¿Pero ésta pregunta siempre? ¿Qué tiene? 
Nena: Curiosidad, señora. Apague la luz. 
Mamá (asombrada): ¿Querés que apague la luz? 
Papá (tétrico): ¿Sabés lo que te espera? (Extiende las manos temblorosamente hacia ella y la mira con fijeza, como si la hipnotizara) 
Nena: No sé. Espero que sea algo bonito. 
Papá: ¡No puedo aguantarlo! Es una impertinente. 
Luquitas: Calma, papá. El que ríe último, muerde mejor. 
Papá: Sí, sí. (Entusiasmado, intenta un aullido escalofriante, pero se atraganta en un acceso de tos) 
Mamá (le seca la cara con la servilleta): Limitate a lo esencial. No cometas excesos. 
Papá: Sí, sí, me conocerás, nenita. Apagá la luz. 
Luquitas: Apagá, mamá. 
(Cesa la luz. En seguida, un alarido de Papá) 
Papá (despavorido): ¡Enciendan! ¡Me toca! Es una harpía. (Se enciende la luz. A Luquitas) ¿Qué me trajiste? Atala. (Mamá saca una soga de sus bolsillos, se la entrega a Luquitas, quien ata a la Nena. Ella se presta dócilmente, refregándose contra él) 
Luquitas (a Papá): ¿La amordazo? 
Papá: No Dejala. Si gritan, me excito. Pero en el momento oportuno. No antes. 
Mamá (con alegría): Gritan mucho al comienzo, después se desmayan. Cuando despiertan, muerden a los otros. ¡Es una seguidilla! 
Papá (feroz): ¡Mirá qué dientes tengo, nenita! 
Nena: Son postizos. (Papá se toca los dientes, muy abatido) 
Luquitas (sombrío): Los míos, no. (Se los muestra) 
Nena (los mira tranquilamente): Están mellados. 
Luquitas: Sirven igual. 
Nena: Hasta que no lo vea, no lo creo. (Insinuante, ofrece un seno) ¡Mordé! ¿Quién me da otro poco de leche? ¿No tienen otra cosa? 
(Papá, Mamá y Luquitas se miran consternados) 
Papá: ¡Esta va a terminar conmigo! 
Luquitas: No, papá. (A Mamá) Dale otro vaso de leche. Que esté bien alimentada. 
Mamá (sirve otro vaso de leche, se lo entrega a Luquitas, quien lo acerca a la boca de la Nena. La Nena aprovecha para lamerle la mano, se la muerde. Luquitas grita y deja caer el vaso. Mamá): ¿Qué hacés, hijo? 
Luquitas: Me mordió. 
Nena: Era un juego erótico. Este no sabe nada. 
Papá (mira ala nena, desorbitado): Es horrible, es horrible... 
Nena: ¡Tu abuela! Apaguen la luz. Me canso. Se van en preparativos. ¡Qué pesados! 
(Mamá la mira y como hipnotizada, tiende la mano al 
vacío y se apaga la luz. Un silencio) 
Mamá: ¿Qué tal, papá? ¿Comés con apetito? 
Papá: Todavía no empecé. (Suspira) Estoy nervioso... 
Mamá (tranquilizadora): ¿Y por qué? 
Papá: Se me despegan los colmillos... (Fuerte ruido de dientes. Alguien lanza un gran bostezo) ¿Quién bostezó? 
Luquitas: Yo, papá. Perdón. 
Papá: No puedo. ¡Así no puedo! ¡Necesito tranquilidad! ¡Váyanse! 
Luquitas: Vamos, mamá. 
Mamá (apenada): ¿Yo también? 
Papá: No te ofendas. Pero me arruinan el clima. 
Mamá: Está bien, comprendo. 
Papá: Dame un beso. Se oye el ruido de un beso, muy succionado. Papá) ¡Música! (Suena la música lúgubre. Salen Luquitas y Mamá, arrastrando los pies. La música cesa y se oye un redoble de tambor, como anunciando un triple salto mortal. Cuando cesa, algo se cae. Un grito. Entran Luquitas y Mamá) 
Mamá (muy contenta): ¿Ya está? ¡Qué pronto! ¡No perdiste la rapidez! ¡Estás en forma! 
Luquitas: ¿Cómo te sentís, papá? ¿Más animado? 
Nena: ¿Por qué no encienden? 
(Se enciende la luz. La Nena está sentada en el suelo, la silla volcada) 
Mamá (mira a la Nena. Luego, a Papá): ¿Tomaste lo suficiente? 
Papá (muy abatido): Nada. 
Nena (a Papá, ofendida): Usted es una bestia. 
Papá (muy abatido): Es verdad. Lo lamento. 
(Luquitas endereza la silla, sienta a la Nena) 
Nena: Me mordía el zapato. ¿Es un fetichista? 
Luquitas: Dejá en paz a mi padre. Está desorientado. (La Nena ríe) Cuando te hipnotice... 
Nena: ¡Huevo duro, huevo duro! 
Papá: No puedo... 
Mamá: ¡Un esfuerzo más, corazón! 
Papá: No puedo... 
Mamá: ¡No la desperdicien! Aprovechala vos, Luquitas. 
Luquitas: De ninguna manera! La traje para papá. 
Papá: No me apetece... 
Luquitas: ¿Pero por qué? Un esfuerzo, papi. 
Papá: No, no tengo voluntad. Cométela vos, Luquitas. 
Luquitas: ¿Sí? Es tan apetitosa y blanca... 
Mamá: Aprovechá, Luquitas. Quién sabe cuando conseguís otra igual. 
Nena: ¿Y? ¡Estoy esperando! 
Luquitas: ¿Me permitís, papá? 
Papá: Sí, que quede en la familia... 
Luquitas: Descocada... Te dejaré sin sangre. (Abre la boca. Dócilmente, la Nena tiende el cuello. Luquitas se inclina, mira y se inmoviliza) . Dame un poco de alcohol, mamá. Tiene el cuello sucio. 
Mamá (le tiende una botella de alcohol y un algodón que saca de entre sus ropas. Luquitas le limpia el cuello a la Nena. Mamá, alcanzándole una servilleta): ¿Querés mantel? 
Luquitas: No, mamá. ¡No hay invitados! (Se anuda la servilleta al cuello. Se acerca. Huele) ¡Cómo huele! Apesta. 
Mamá: El olor se desvanece enseguida. (Le tiende un alfiler) Pinchala un poco. A ver si te inspirás. 
Nena (grita antes de que Luquitas la toque): ¡Ay! 
Luquitas (se detiene): Grita. 
Mamá: Siempre gritaron. ¿Qué pretendés? 
Papá (muy desanimado): ¡Este no conoce ni la tradición! 
Mamá: ¿Qué ejemplo nos das, Luquitas? Somos viejos, pero no somos basura. Se retorcían, es natural. 
Luquitas: Pero no gritaban, mamá. 
Mamá: ¡Sí que gritaban! 
Nena (muy tranquila): ¡Ay! 
Luquitas: Me impresiona. 
Mamá: Sé fuerte. ¡Valor! 
Luquitas (angustiado, a la Nena): No me mirés. 
Nena (empieza a reír alegremente) 
Mamá: ¿De qué se ríe esta idiota? 
Nena: De los policías ingleses. 
Luquitas: Están lejos. 
Nena: No. Dejé el camino sembrado de miguitas. Te llevarán preso. A todos. Les clavarán un fierro, acá. 
Luquitas: ¡Ah, maldita! ¡La estrangulo! (Se acerca con las manos tendidas) 
Mamá (se interpone): No, ¿qué vas a hacer? No cambiés de método. 
Papá: Sí, hijo. No te ensuciés las manos. 
Mamá: Bebétela de un trago. ¡Ah, Luquitas! Así hacías con los deberes. ¡No la terminabas nunca! 
Luquitas (a la Nena, sin consistencia): ¡No te encontrarán... viva! 
Papá: ¡Seca, seca! ¡Puro ollejo! 
Nena (ríe): Incapaces. 
(Golpean) 
Una voz: ¡Abran! 
Luquitas: ¡No hay nadie! 
Mamá: Luquitas, no digás estupideces. ¡Siempre el mismo! (Muy amable) ¿Quién es, nena? 
Nena: Misterio. 
Una voz: ¡Abran o volteamos la puerta! 
Luquitas: ¡Mamá! 
Mamá: justo ahora, que iban a traernos las camas! ¡Qué desgracia! 
Papá: Estoy muy débil. Será la muerte... (Tiende los brazos hacia Mamá) ¡Levantame! 
Luquitas: ¿Qué hago con el alfiler? (Precipitadamente, Mamá le cruza las solapas y se las sujeta con e’ alfiler) 
Nena (feroz): ¡Con un fierro! Les clavarán un fierro. (Libera una mano, se golpea el pecho) ¡Acá! 
(Los golpes arrecian, se abre la puerta violentamente y entran dos policías ingleses. Cruzadas sobre el pecho, al estilo de las bandas con municiones, llevan ristras de ajo. Uno de los policías sostiene un gran estuche, empuñándolo como si fuera una ametralladora) 
Nena: Ahí están. ¿Encontraron las miguitas? 
Policía inglés 1: Sí. ¡Muy inteligente, nena! (Le acaricia paternalmente la cara, pero luego la caricia se extiende, obscena) ¿Te desato? 
Nena: Como guste, señor. Usted manda. (La desata) 
Mamá: ¡Qué spuzza! 
(Mamá, Papá y Luquitas se agitan, lanzando resoplidos como gatos escaldados) 
Policía inglés 2: ¿Te hicieron algo, nena? 
Nena: No, señor policía inglés. Lo intentaron. Son impotentes. (Abre el canasto, hace una caída de ojos hacia los policías ingleses, se mete dentro del canasto y baja la tapa) 
Policía inglés 1 (observa a Papá y Mamá que se abrazan, muy amedrentados): ¡Qué desechos! ¿No comían? 
Mamá (alza constantemente a Papá, que se cae hacia el suelo): Carne no. Somos vegetarianos, se lo aseguro. Este no pasa ni la leche. 
Policía inglés 2 (los palpa como a animales): ¡Puro hueso! No asustan a nadie. 
Mamá: ¿Verdad que no? 
Policía inglés 2: Hace rato que fastidian, ¿eh? ¿De dónde sacaron tanta fama? 
Mamá (gentil): ¿Nosotros? 
Luquitas (muy angustiado): ¡Mamá! 
Policía inglés 1 (acerca el ajo a la nariz de Mamá): ¿Qué te pasa? ¿No te gusta el ajo? 
Mamá (siempre sosteniendo a Papá y dominando sus propias contorsiones. Con una sonrisa falsa): Sí, señor policía inglés. Pero un diente en la sopa. ¡Es un poco fuerte! ¡Lo eructo! 
Luquitas: ¡No la torturen! 
Policía inglés 2 (señalando un rincón): El chico que vaya para allá. No te va a pasar nada, nene. 
Mamá: Obedece al señor, Luquitas. (Luquitas obedece) Ahora sáqueme el ajo. 
Policía inglés 2: ¡Cómo no! ¡Quietos! ¡Dejen de agitarse! 
Mamá: Quietos, sí. ¡Pero no puedo! (Levanta a Papá, que se le cae) ¡Hubieras tomado la leche! ¡Somos como todos! ¡Vamos a tener camas! ¡Luquitas! ¡Déjenme abrazar a mi hijo! ¡Es inocente! 
(El policía inglés 2 saca un crucifijo del estuche, se lo presenta a Mamá y Papá que lanzan un grito espeluznante y quedan petrificados, todos retorcidos) 
Luquitas: ¡Papá! ¡Mamá! 
(El policía inglés 2 abandona el crucifijo sobre el canasto que empieza a agitarse, como si la Nena hubiera enloquecido adentro. Los dos avanzan hacia Luquitas) 
Luquitas (retrocede): ¡No! ¡No! 
(Los policías ingleses aprisionan a Luquitas. Uno de ellos le sujeta los brazos hacia atrás. El otro, de espaldas, se saca el casco, lentamente se acerca al cuello de Luquitas. Un alarido. Se oye el ruido de una gran succión. Luego se vuelve, respirando pesadamente. Luce unos enormes colmillos fuera de la boca y la sangre se le desparrama por la barbilla y gotea. Mira fijamente hacia delante, sonríe)

Telón 



2/6/21

LA QUE SIGUE. GRISELDA GAMBARO.

GRISELDA GAMBARO  
La QUE SIGUE 
 
 
Una mesita y dos sillas. Sobre la mesa un mazo de barajas. Zoraida en escena. Va hacia la puerta, se asoma y grita hacia afuera:  
 
 
Zoraida: ¡La que sigue! (Entra Paulita, es una mujer mayor, de aspecto tímido e inseguro. Zoraida, muy profesional, le da la mano) Pase, señora. Mucho gusto.  
Paulita (tímida): El gusto es mío.  
Zoraida (le entrega una tarjeta. Paulita mira la tarjeta, mira a Zoraida. No comprende. Zoraida profesional): Mis honorarios.  
Paulita (mira la tarjeta, mira a Zoraida): Sin anteojos no veo.  (Fuerza la vista. Como si  hubiera entendido) ¡Ah! (Guarda la tarjeta en su cartera, la cierra. Sonríe, ingenua)  
Zoraida (levemente incómoda): Mis honorarios.  
Paulita: ¡Ah! (Abre la cartera busca y rebusca, saca un billete de mil, se lo tiende)  
Zoraida (sonríe incómoda): Diez.  
Paulita: Diez, ¿qué?  
Zoraida: Diez mil. Es lo que cobro.  
Paulita: Después. Todavía no empezó la visita. Los tengo acá. Son suyos.  
Zoraida: No. Ahora. Cobro mis honorarios por adelantado.  
Paulita (ríe): Adivinás, pero te prevenís, ¿eh? Sos viva. Mirame, ¿tengo cara de estafadora?  
Zoraida (muy fina): ¡No, no! Pero es la costumbre.  
Paulita (ingenua): ¿De quién?  
Zoraida: Pues mía, señora.  
Paulita: ¡Señorita! ¿Cómo no adivinaste esto?  
Zoraida: No me lo propuse. Mis ho-no-ra-rios. Por favor.  
Paulita (admirada): ¡Qué tono de reina! (Humilde) ¿La ofendí?  
Zoraida (con una sonrisa crispada): No.  
Paulita: Porque a mí, qué quiere, la gente que se ofende en seguida, de nada, (sonríe dulcemente) me revienta. Somos casi humanos, ¿no? ¿Por qué tomarse las cosas tan a pecho?  
Zoraida (crispada): Sí. (Tiende la mano)  
Paulita (abre la cartera): No tengo cambio.  
Zoraida: Le doy el vuelto.  
Paulita: ¡No lo quiero!  
Zoraida (ablandada): ¿No quiere el vuelto? ¡Bueno! Muy amable. (Sigue con la mano tendida) ¿Nos sentamos?  
Paulita: Sí. (Coloca el dinero sobre la mesa. Como Zoraida va a tomarlo, pone la mano encima) ¡No, no! Dejalo acá. Después te lo doy. No se escapa.  
Zoraida (se sienta): Señora, tengo mucha clientela. Digo, señorita.  
Paulita: No haga escombro. Ya vi su clientela. Y a mí, qué? No me impresiona. (Se acerca a Zoraida y la observa  
críticamente, dando vueltas alrededor de su silla)  
Zoraida (casi gritando): Señora, ¡señorita!, ¡siéntese! ¿Qué mira?  
Paulita: ¿Por qué está vestida así? No es nada vistosa. Mire. (Abre la cartera, saca unas argollas doradas) Estos le quedarían ni pintados. Se los vendo.  
Zoraida (despavorida): No quiero.  
Paulita: Y esta blusa. Parece de hospital. (Insiste con los aros) ¿No los quiere? Se los dejo baratos. (Zoraida, crispada, niega con la cabeza) Tengo otros, con piedras. (Busca, saca otro par de aros) Elegantísimos.  
Zoraida (entre dientes): Siéntese, no perdamos tiempo.  
Paulita: ¡Pero, si no tengo apuro! No se preocupe. Ya dejé la comida hecha. ¿Tampoco éstos le gustan? Lástima. (Mira) Claro, tiene las orejas grandes. (Impulsivamente, Zoraida se lleva las manos a las orejas, se domina, las aparta. Paulita, señalando la blusa) De hospital. Horrible. Yo esperaba verla vestida de otra manera, con una blusa floreada, mangas anchas, lindo escote. Usted es muy triste m’ hijita. Nada coqueta.  
Zoraida: Señora, ¡señorita!, se queda o se va.  
Paulita: ¡Me quedo, me quedo! (Se sienta. Muy contenta e ingenua) Y?  
Zoraida (mezcla las cartas, las extiende): Primero el pasado.  
Paulita: No. No.  
Zoraida: No, ¿qué?  
Paulita: No me interesa el pasado. Lo conozco. No soy idiota. No voy a pagar para que me adivinen lo que sé. (Dulcemente) Usted es la idiota.  
Zoraida: ¡Señora! (Se domina) ¡Siempre se acostumbra a adivinar el pasado!  
Paulita: ¿Para qué?  
Zoraida: Por... Es... una muestra de confianza.., de poder. Como una auscultación.  
Paulita (salta ante la última palabra): ¿Qué? Zoraida (renuncia): Está bien. Empiezo directamente. Usted es una mujer robusta...  
Paulita (feliz, la interrumpe): ¡Robustísima!  
Zoraida (una mirada venenosa): No se enferma casi nunca.  
Paulita: ¿Casi o nunca?  
Zoraida: Casi nunca.  
Paulita: No me gustan las dos palabras juntas. Es casi o es nunca. ¡Y es nunca! ¡Nunca! Una vez tuve juanetes. ¡Qué dolor! ¿Usted tuvo juanetes? ¿La operaron?  
Zoraida (exámine): No...  
Paulita: Yo le puedo mostrar. (Se descalza) El pie me quedó perfecto.  
Zoraida: No, no. Perdone, hay mucha gente. (Descontrolándose) No puedo ver su pie, ni mi pie, ni el pie de una estatua.  
¡Mire qué extraño! (Ríe histérica)  
Paulita (se mira el pie, mira a Zoraida. Desanimada): No le muestro. (Se reanima)También me operé de una úlcera.  
Pero ni se nota. Puedo mostrarle la cicatriz. Es más interesante.  
Zoraida: No, señora.  
Paulita: Señorita.  
Zoraida: Imagínese si voy a ver...  
Paulita: ¡Qué indiferente! ¿Cómo va a entender a la gente, usted? ¡No le importa nada de nada!  
Zoraida: ¡No necesito entenderla! ¡Yo adivino!  
Paulita: ¡Qué va a adivinar! ¡No me haga reír!  
Zoraida: ¿Y a qué viene la gente entonces? ¡Hay una multitud esperando! ¿No la vio?  
Paulita (envidiosa): Sí, la vi. Algunas tienen suerte. Nadie lo diría. ¡Con esa cara! (Cambia de tono) ¿Cuánto gana? ¿Nunca la pescaron?  
Zoraida: ¡Es legal!  
Paulita (divertida): ¡Qué va a ser legal! Debe ganar mucho usted, ¿eh? ¿No necesita ayudante?  
Zoraida: ¡No!  
Paulita: Qué lástima. No tengo suerte. Ya le dije -una. Que no tengo suerte. Le digo otra. (Da vuelta una carta) Para usted. (Feliz) Morirá joven. Es muy nerviosa.  
Zoraida: ¿Yo? ¿Yo, nerviosa? ¡Ja, ja, ja! (Grita desaforada) ¡Usted!  
Paulita (ríe apaciblemente): ¿Yo? Soy tranquila como un remanso, ¿se dice así? ¡Remanso! Le cuento que mi hijo me dice siempre... soy soltera, pero tuve un hijo, nadie lo supo, pasa por mi sobrino. ¡Es un muchacho..! Me dice siempre: tía o mamá. Me llama mamá cuando estamos solos. Por las apariencias. Yo cuido las apariencias. No como usted.  
Zoraida: ¿Yo, qué? ¿Cómo se permite? (Se levanta) ¡Salga de aquí! Tome, tome su plata. ¡Váyase!  
Paulita: ¿Por qué? La plata es suya. Yo hablaba de su aspecto. No es atractivo. La comida entra por los ojos.  
Zoraida: ¡Señora! (rectifica) ¡Señorita!  
Paulita (ecuánime): No, no, señora. Estamos en confianza.  
Zoraida (con un hilo de voz): Váyase.  
Paulita: Me dice siempre: mamá o tía, ¡sos un remanso! Es una alhaja. ¡Bueno, trabajador! No porque sea mi sobrino. No me ciego. Permítame una pregunta.  
Zoraida (se deja caer sobre la silla, exánime): Sí.  
Paulita: ¿Lo hubiera adivinado? (Zoraida la mira desorbitada) ¿Lo del hijo? (Zoraida, vencida, mueve negativamente ¡a cabeza. Paulita ríe). Usted sí que es nerviosa. ¿Soltera? (Zoraida asiente, estúpida) ¿Virgen? ¡Deje que yo lo adivine! (La mira, saca su conclusión. Ríe)  
Zoraida: Es... asunto... mío.  
Paulita: ¡Por supuesto! ¡Si no es pecado! Un tropezón cualquiera da en la vida. Y usted, ¿de qué se va a cuidar? Ya es crecidita. Déjeme, yo le adivino, (aparta las cartas en un montón) no, no, sin cartas, yo le adivino cuántos años tiene. ¿Treinta y seis? (Zoraida asiente estupidizada. Paulita la mira) Calza el 37, busto 94. Y medio. (Zoraida se incorpora, mirándola horrorizada) Y le digo en qué momento, en qué momento justo pasó. Un tropezón cualquiera da en la vida, pero usted tropezó muchas veces, m’hijita. No la educaron bien. (Zoraida, sin apartar los ojos de Paulita, retrocede hacia la puerta) Sí, la educaron bien, pero de poco sirvió.  
Zoraida (la mira fascinada. Con un hilo de voz): ¿Por qué? ¿En qué momento... pasó?  
Paulita (triunfal): ¡A los diez y seis! Y más detalles? En un baldío lleno de abrojos. Papito, me voy al club. (Menea la cabeza, tierna) ¡Qué mentirosa!  
Zoraida: No... no...  
Paulita: ¡Sí, sí! Y después del baldío, vino un almacén. Con el almacenero. Después del almacenero, vino un dentista. Después del dentista... (Zoraida pega un aullido y sale corriendo) ¡Por fin! ¡Qué mujer dura!  
(Guarda el dinero en la cartera, saca las argollas, se las coloca, se bate el pelo con la mano. Acercándose a la puerta, grita, exultante) ¡La que sigue!