12/7/18

PIJAMAS MARC CAMOLETTI


PIJAMAS

MARC CAMOLETTI

Personajes
Jacqueline
Roberto
Bernardo
Pamela 1
Pamela 2
Ramón


(Jacqueline va a salir cuando suena el teléfono, vuelve, corta la música, atiende)
Jacqueline: ¿Hola? Sí ella habla… ¿Qué agencia? Ah, sí me encontró la mucama, bueno, perfecto. ¿Dígame cuánto es? ¿40 dólares por día más el 20% de comisión? (Lo anota) ¿Tanto? Si ya sé que es Nochebuena señora, pero igual me parece caro…está bien mándela… ¿Cómo? Ah se llama Pamela…bueno…bueno hasta luego señora… ¿Qué? Ah, señor… bueno disculpe, adiós.
(Cuelga y va a salir, pero a llegar a la puerta suena el timbre, corre a abrir, aparece Roberto con una valija en la mano, trae una gorra puesta)
Roberto: ¡Hola! ¡Soy yo…!
(Jacqueline lo atrae hacia adentro y cierra la puerta. Lo abraza para besarlo, Roberto la empuja y mira hacia todas partes)
Roberto: ¿No está?
Jacqueline: Sí en el sótano…
Roberto: Pero podría subir en cualquier momento…
Jacqueline: ¡No! ¡Bajó recién…!
(Se acerca y lo besa. Ahora el responde)
Jacqueline: ¡Me encanta que estés aquí! ¡Me encanta!
(Toma la valija y le saca la gorra, la pone sobre la valija)
Jacqueline: ¿Y vos?
Roberto: ¡Yo qué!
Jacqueline: ¿Estás contento?
Roberto: ¡Cómo no voy a estar contento! Sino no estaría aquí… (La abraza) ¿Sabés una cosa? Estamos totalmente locos… (Se tira de espaldas en el sillón quedando ella sobre él)
Jacqueline: Sí… y es maravilloso. Cuando Bernardo me dijo que te había invitado a pasar la Nochebuena, no lo podía creer. ¡Con decirte que casi lo beso de la alegría!
Roberto: Sí, no sé que le agarró… pero quería que venga a toda prisa. ¿A vos no te dijo nada?
Jacqueline: ¿Y qué ma a decir…? ¿Es Navidad y sos su amigo, no? Lo besa Tenemos que arreglárnosla para estar solitos…
Roberto: ¡Sí, pero con mucho cuidado…!
Jacqueline: ¡Por supuesto!
Roberto: ¡Y sobre todo ninguna imprudencia…!
Jacqueline: ¡No te preocupes…!

(Afuera se oye cerrarse una puerta)
Jacqueline: Ahí viene…
Roberto: ¡A la miarda…! (Roberto se pone la gorra y agarra la valija. Entra Bernardo por puerta de sótano)
Bernardo: ¡Roberto! ¿Ya habías llegado?
Roberto: ¡No! ¡Recién! Un segundo antes y me agarras en el felpudo…
Jacqueline: ¡Ni se sacó la gorra!
Bernardo: Bueno, ya te la podés sacar. ¡Qué suerte que viniste! Se te ve bien, ché, eh…
Roberto: Se hace lo que se puede. ¿Pero vos está bárbaro?
Bernardo: Gracias…gracias… (A Jacqueline) ¡No sabés lo que tuve que insistir para que viniera…!
Jacqueline: Sí, ya me lo dijiste.
Roberto: Es que no quería molestarlos…
Bernardo: ¿Molestarnos? ¿Qué decís? Estamos felices de que estés aquí. ¿Verdad amor?
Jacqueline: ¡Por supuesto…! Ah, Bernardo no te olvides que tenemos que ir hasta el pueblito porque mañana está todo cerrado…
Roberto: Ché, no se pongan en gastos por mí, eh.
Jacqueline: ¡Por supuesto que sí! ¿Verdad amor?
Bernardo: ¡Ni hablar! ¿Además es tu primera vez aquí, no?
Roberto: Sí y es muy lindo, eh… El lugar, la casa… cada cosita en su lugar.
Bernardo. Bueno, la decoración es de Jacqueline.
Roberto: (Como quién la conoce) Si se nota… quiero decir, se nota la… se nota bah…
Bernardo: (A Jacqueline) ¿Le mostraste su cuarto?
Jacqueline: Lo iba a hacer cuando llegaste…
Bernardo: Bueno es aquel de arriba… podés ir acomodando las cosas…
Roberto: Gracias (Roberto sube)
Bernardo: Estás en tu casa, usa lo que quieras… menos a mi mujer, claro… (Bernardo se ríe de su chiste mientras Roberto tropieza en el escalón)
Roberto: (También riendo forzado) Sí… gracias… (Sale y cierra la puerta)
Jacqueline: Ah me llamaron de la agencia; nos van a mandar una mucama.
Bernardo: ¡Menos mal…!
Jacqueline: Espero que sea eficiente, rápida, inteligente, educada…
Bernardo: (Cortando) Perito Mercantil, que hable cuatro idiomas…
Jacqueline: (Cortando) ¡No seas tonto! Sabés que no tolero a la gente mal educada.
Bernardo: Sí, ya lo sé…
Jacqueline: Estará aquí en una hora… se llama Pamela.
Bernardo: ¡¿Pamela?!
Jacqueline: Si, Pamela… ¿Por qué?
Bernardo: No, por nada… ¿Qué feo nombre no…? (Baja Roberto)
Roberto: Maravilloso el cuarto.
Jacqueline: ¿Te gusta?
Roberto: ¡Muchísimo! Me encanta esta casa…
Jacqueline: Lamentablemente no venimos muy seguido… bueno voy a terminar la lista para la compras... (Sale por cocina)
Bernardo: Bueno sentate, ché. ¿Querés tomar algo?
Roberto: Por ahora no, gracias. (Bernardo se sirve un trago mientras se desarrolla el diálogo)
Bernardo: Me alegra que hayas podido venir… porque en realidad necesitaba que estuvieras aquí…
Roberto: ¿Ah sí? ¿Por qué?
Bernardo: Bueno… ¿Cuánto hace que nos conocemos? ¿Cinco años?
Roberto: Por lo menos…
Bernardo: Lamentablemente no nos vemos muy seguido, pero eso no significa que no seamos amigos…
Roberto: ¡De ningún modo…!
Bernardo: ¿Entonces puedo confiar en vos…?
Roberto: Por supuesto…
Bernardo: ¿¡Me lo juras por tu cabeza!?
Roberto: ¡¿No querés que me arrodille?!
Bernardo: No jodás ché. Esto es muy importante.
Roberto: (Colocándose una mano sobre la cabeza y poniendo la otra en alto) Está bien… te juro sobre mi cabeza que… ¿Qué te juro?
Bernardo: Que lo que te voy a decir quedará entre vos y yo…
Roberto: ¡Lo juro! (No baja las manos y la sigue)
Bernardo: Bueno resulta que… bajá las manos y sentate. (Roberto obedece)…Resulta que ya no soy el mismo de antes…
Roberto: (Muy sorprendido) ¿Ah no?
Bernardo: (Visiblemente nervioso) ¡No! Me di vuelta como un guante…
Roberto: ¡¡¡¿¿¿Ah sí???!!!
Bernardo: ¡Sí! ¡Hace un mes conocí a una mina!
Roberto: ¡¡¡ ¿Aaaaahhh?!!!
Bernardo: ¿Qué habías pensado, ché?
Roberto: No nada… no seas boludo … contá…contá…
Bernardo: Bueno, es una modelo… una joyita… una maravilla…
Roberto: ¿Ah sí?
Bernardo: ¡Sí! ¡Y me agarré un metejón del carajo!
Roberto: ¿Ah sí…? ¿Tanto ché…?
Bernardo: Sí, y querés dejar de repetir siempre ah, sí…
Roberto: Bueno, lo que pasa es que no veo que tengo que ver yo en todo esto.
Bernardo: Es muy simple… como no podía quedarme en Buenos Aires, se me ocurrió invitarte para no tener que dejar sola a Pamela en Nochebuena.
Roberto: ¡Ah! ¿Y qué tengo que ver yo en todo esto?
Bernardo: ¡Eso! ¡Qué te invité para que ella pudiera venir…!
Roberto: ¿Me estás diciendo que vas a traer a tu amante a tu propia casa…? ¡Bajo el lecho conyugal! (Se sirve un vaso)
Bernardo: Bueno…sí…y no…
Roberto: Pero… ¿Viene o no viene?
Bernardo: Viene… pero no la hago venir yo…
Roberto: No entiendo un pito, y todavía no tomé… (Toma ahora un sorbo)
Bernardo: Es fácil… Como yo no podía invitarla…supuestamente la invitaste vos…
Roberto: ¿Y por qué la invité? (Vuelve a tomar)
Bernardo: Porque es tu amante…
Roberto: (Escupe todo) ¿¿¿Qué??? ¿…Ah no…?
Bernardo: ¿Cómo qué no?
Roberto: Porque no… (Se termina la copa)
Bernardo: Pero… ¿por qué no?
Roberto: ¿Por qué? ¿Por qué? ¡ Pensá un poco! ¿Qué va a pensar Jacqueline?
Bernardo: Y nada ¿O no tenés derecho a tener una mina?
Roberto: ¡Sí, pero no! Yo no tengo ninguna amante…
Bernardo: ¿Pero alguna vida privada tendrás, no?
Roberto: Por eso mismo…como es privada es mía o sea secreta.
Bernardo: Mucho mejor porque si es secreta Jacqueline jamás podrá suponer que Pamela no es tu amante… es un argumento de hierro.
Roberto: Y al que hierro mata a hierro muere, perdóname no cuentes conmigo…
Bernardo: ¡No puedo contar con vos! Es demasiado tarde.
Roberto: ¿Cómo demasiado tarde?
Bernardo: Ya está todo arreglado… Cuando pamela llegue harás como si fuera tu amante.
Roberto: Entonces yo haré como si estuviera loco, y amigo rajando.
Bernardo: ¿Pero por qué?
Roberto: Porque es imposible.
Bernardo: ¿Por qué?
Roberto: Para con los por qué hincha pelotas. ¡Esto no es creible! Porque si tuviera un amante tendríamos que haber llegado juntos.
Bernardo: La hice venir en tren justamente para que llegaras antes y tuviéramos tiempo de hablar…
Roberto: ¿Y si se me acababa la nafta en la ruta y llegaba más tarde?
Bernardo: No digas boludeces.
Roberto: ¡No son boludeces! Y además me acabo de acordar que no me puedo quedar…
Bernardo: ¡¿Por qué no?!
Roberto: ¡¿Por qué?! Porque tengo un problema con un vendedor…
Bernardo: ¿Qué problema?
Roberto: Resulta que vendió tres ascensores sin los contactos…
Bernardo: ¿Y?
Roberto: Y que si no hay contactos, no se pueden poner los botones, entonces ni sube ni baja… ¡¿Entendés?!
Bernardo: Entiendo…y la verdad que es un problemón.
Roberto: Me alegro que lo entiendas, así que espero que no te enojes, pero me tengo que ir rajando para Buenos Aires. (Sonríe aliviado porque se va a ir. Sube escalera)
Voy a buscar mi valija.
Bernardo: Decía que es un problemón, porque aunque te vayas igual voy a tener que decir que es tu amante.
Roberto: Deci lo que quieras… (Se frena y baja unos escalones) ¡No! Te prohíbo hacer pasar a esa chica por mi amante.
Bernardo: Entonces quédate ya que de todas formas es lo voy a decir…a estas alturas ya no puedo inventar otra cosa…
Roberto: ¿Y por qué vos no podés inventar otra cosa? ¿Me tengo qué joder yo?
Bernardo: No te lo podía explicar por teléfono. Además pensé que ibas a poner tantos peros. Tenés más remilgos que una virgen en el día del estreno…
Roberto: ¡No señor…! ¡No son remilgos! ¡¡¡…es decencia…!!!
(Entra Jacqueline de cocina)
Jacqueline: Bernardo no nos queda nada de nada (A Roberto) En las casas de fin de semana siempre pasa lo mismo.
Roberto: Por mí no se molesten eh…
Bernardo: Dice eso porque se quiere ir…
Jacqueline: ¿¿¿Qué???
Roberto: Sí, me acordé que tengo un problema con un ascensor y me tengo que ir.
Jacqueline. ¡Pero es ridículo!
Bernardo: Es lo que yo le dije.
Jacqueline: No nos va a estropear la Nochebuena… deja el ascensor y que suban por la escalera.
Roberto: ¡No! ¡No puedo! ¡Es un hogar de ancianos!
Jacqueline: No me podés hacer eso… quiero decir no nos poder hacer eso…preparamos una hermosa cena para tres…
Bernardo: Para cuatro…
Jacqueline: Bueno es para tres, pero pueden comer por dos…
Bernardo: No entendés…Vamos a ser cuatro para cenar…
Jacqueline: ¿Por qué?
Roberto: ¡Es inútil que digas nada! ¡Me voy!
Bernardo: Te vayas o no es lo mismo…
Jacqueline: ¿Puedo saber de qué hablan?
Bernardo: Lo que pasa es que tiene vergüenza…
Roberto: Vergüenza no…
Jacqueline: Vergüenza no, pero recién llegás y ya te querés ir… ¿Por qué?
Bernardo: Por haber dicho la verdad sobre su vida íntima.
Jacqueline: ¿¿¿Qué???
Roberto: Yo no dije nada.
Bernardo: Me confesó su romance…
Jacqueline: ¿¿¿Qué???
Bernardo: Pero delante de ti no se anima a hablar…
Roberto: No dije nada…
Bernardo: ¿Por qué insistís en negarlo? Si ya sé que es tu amante…
Jacqueline: ¡¡¡¿¿¿¿Qué???!!!
Bernardo: (A Jacqueline) ¿Viste? Ahora no se anima a confesarlo… toma coraje y repetí delante de ella lo que acabas de contar…
Roberto: Te juro que no conté nada.
Bernardo: Me parece una estupidez no querer reconocer lo que me dijiste…
(A Jacqueline) ¿A vos qué te parece?
Jacqueline: No sé…si me decís que él te confesó…
Roberto: ¡No…!
Jacqueline: Bueno…confieso…
Bernardo: ¿Qué confesas?
Roberto: ¡Nada! Confiesa que le parece una estupidez que yo me confiese…
Jacqueline: ¡Pero si ya lo dijiste!
Roberto: ¡No dije nada! (En tono desesperado)
Jacqueline: Pongamos las cartas sobre la mesa y…
Roberto: (Cortando) Pamela ¡Se llama Pamela!
Bernardo: Por fin…
Jacqueline: ¿Por fin qué?
Bernardo: Se animó a decir el nombre de su amante…
Jacqueline: ¿¿¿Qué amante???
Bernardo: La de Roberto… Se llama Pamela.
Jacqueline: ¡No puede ser! ¡No lo puedo creer!
Roberto: Yo tampoco…
Bernardo: Bueno no hay que exagerar…es normal.
Jacqueline: No es normal venir a pasar la Nochebuena con una…con uno…
Bernardo: ¡Espera! La culpa es mía…cuando lo llamé para invitarlo me preguntó si podía venir con Pamela, pero como yo me olvidé de avisarte, ahora se quiere ir para Buenos Aires…
Jacqueline: Es lo mejor que puede hacer…
Bernardo: ¿Desde cuándo tanta formalidad?
Jacqueline: No es formalidad… es decencia…
Roberto: (Amagando a irse) Me voy sin que me lo pidan.
Bernardo: ¿Te das cuenta Jacqueline que parece que estuvieras celosa?
Jacqueline: ¿Celosa yo? ¿De quién?
Bernardo: De él… Primero te encanta que esté aquí, y al rato te pones furiosa…
Jacqueline: ¿Quién está furiosa?
Bernardo: Vos. Si no los conociera diría que hay algo entre ustedes…
Roberto: ¿Bernardo estás loco?
Bernardo: Ya sé que no. Pero es una forma de decir…
Jacqueline: Está bien. ¿Y dónde está tu amiguita?
Bernardo: Justamente me acaba de decir que ella no pudo venir con él, y entonces llegará en tren… (A Roberto) ¿Era así, no?
Roberto: Sí…era así…
Jacqueline: ¿El tren de que era?
Bernardo: No sabe, pero debe venir en el de las 19:25. ¿No te parece?
Roberto: Que se yo… vos conoces este lugar mejor que yo.
Bernardo: Seguro que tomó ese, es el más rápido.
Roberto: Hay otros que son más rápidos (A Bernardo)
Bernardo: Bueno ahora nos vamos a comprar, mientras vos te intalas tranquilamente...
Roberto: Prefiero ir con ustedes.
Bernardo: No, quédate…si tu amiga tomó el tren de las 16:00 hs, tenés que estar para abrirle la puerta… (A Jacqueline) ¿Estás lista Jacqueline?
Jacqueline: Sí, bien lista estoy…
Bernardo: ¿Cómo?
Jacqueline: Que me voy a buscar la lista… ( Sale a la cocina)
Bernardo: ¿Viste? ¿Quedó todo arreglado?
Roberto: Eso es lo que vos te crees…
Bernardo: Lo que no entiendo, es por qué se enojó así…
Roberto: Es que es una contrariedad para una ama de casa.
Bernardo: Sí, pero no es para tanto… Bueno, mientras estamos en el pueblo, aprovecha para conocerla…
Roberto: Hubiera preferido que estés vos…
Bernardo: Pero no voy a estar; tardaré lo más que pueda, Pamela va a llegar por el tren de las 18:00 hs. ¡Gracias macho! Estoy en deuda con vos.
Roberto: Ya me la voy a cobrar… (Entra Jacqueline, ellos están juntos y ella los mira)
Jacqueline: Si te querés quedar con él, puedo ir sola…
Bernardo: No, te acompaño así venimos más rápido…hasta luego (A Jacqueline) voy a sacar el coche. (Sale a calle)
Jacqueline: Sí, ya voy… A Roberto en voz baja Esto no va a quedar así.
Roberto: Cuando vuelvas te explico.
Jacqueline: Está bien, yo te escucho; pero después te mato.
Roberto: Pero amor…
Jacqueline: Sorete (Sale a calle con un portazo)
Roberto: ¡Qué lo parió! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Será posible? Esto es estar sentado en un volcán:
(De repente parece tomar la decisión y va a su cuarto animado, vuelve enseguida con la valija)
Roberto: (Mientras baja) Si me quedo soy un boludo.
(Llega abajo y suena el timbre, mira para todos lados como queriendo encontrar una escapatoria, pero vuelve al centro)
Roberto: Soy un boludo… (Vuelve otra vez sin la valija y lentamente va a abrir. Aparece Pamela llevando un gran bolso)
Pamela: Estoy en la casa del señor…
Roberto: Sí, pasa…
Pamela: Buenas tardes, yo soy…
Roberto: Sí, ya sé…Pamela.
Pamela: ¿Le dijeron mi nombre?
Roberto: Es lo menos que podrían decirme, pasa…pensé que ibas a llegar más tarde…
Pamela: Sí, pero perdí el colectivo a la estación…
Roberto: ¡Ah! ¿Y por eso llegaste antes?
Pamela: Sí, porque hice dedo, me levantó un tipo y me trajo a los piquetes.
Roberto: Qué bien…
Pamela: Sí, por suerte. ¿Por qué cargar con este bolso no es chiste…puedo apoyarlo?
Roberto: ¿Cómo? ¡Ah! Sí…apóyalo nomás…
Pamela: Gracias. ¿Dónde está la patrona?
Roberto: Querés decir la mujer…
Pamela: Sí, la mujer, la patrona…es lo mismo.
Roberto: Salió con el patrón, este digo…con Bernardo…fueron hacer algunas compras…
Pamela: ¡Ah! Y usted es…
Roberto: Roberto, el amigo de Bernardo; pero te aviso desde ya que todo esto fue idea de él, y que encuentro su actitud bastante jodida.
Pamela: ¿Por qué?
Roberto: ¿Vos no te das cuenta del despelote que va a ser esto no?
Pamela: ¿Tanto?
Roberto: ¡Por supuesto! Va a ser durísimo.
Pamela: Bueno, entonces cuanto antes empiece mejor. ¿Dónde está la cocina?
Roberto: ¿Querés ir a la cocina?
Pamela: Si va a ser tan duro, me gustaría dar una vuelta para ver cómo voy a encarar esto…
Roberto: ¿Y vas a empezar por la cocina?
Pamela: ¡Claro! Quiero decir si hay algo para cortar o picar…
Roberto: ¡Bueno tampoco tenés que exagerar! No creo que haya que matar a nadie.
(Pamela abre la puerta)
Pamela: No es aquí…
Roberto: Mejor no toquemos nada hasta que vengan ellos.
Pamela: ¡Cómo quieras! Mientras tanto voy a aprovechar para ponerme el traje.
Roberto: ¿Qué traje?
Pamela: El traje de trabajo. ¿Dónde me puedo desvestir?
Roberto: ¿Desvestir?
Pamela. ¡Claro! ¿Para cambiarme me tengo que desvestir?
Roberto: ¿Ah sí…?
Pamela: ¡Claro! ¿No querrá que haga todo con mi ropa limpia no…?
Roberto: ¡No claro! Pero quizás no hace falta que desvistas ahora…
Pamela: ¿No?
Roberto: No te podés desvestir mañana o pasado…además tenés que saber quién soy…
Pamela: ¿No es amigo del patrón?
Roberto: Sí, pero está todo el resto; ¿a qué me dedico? ¿ Dónde vivo? ¿ Cómo vivo?
Pamela: ¿Y tengo qué saber todo eso?
Roberto: Es lo mínimo. ¿Qué te dijo Bernardo?
Pamela: ¿El Patrón?
Roberto: Sí el patrón si te gusta más.
Pamela: No es que me guste, lo llamo así porque es el que manda.
Roberto: ¿Te manda?
Pamela: ¡Claro…!
Roberto: ¡Qué machista! Bueno… ¿Y qué te dijo?
Pamela: Nada, todo se decidió muy pronto…
Roberto: Si, ya lo sé… yo mismo supe que ibas a llegar hace apenas 15 minutos. Pero tenemos que hacer como si nos conociéramos perfectamente. Muy bien, yo trabajo en los ascensores, vivo en la Avenida Libertador y tengo un 505 y 35 años…
Pamela: ¿35? No parece.
Roberto: ¿Ah no? ¿Cuánto me das?
Pamela: Por lo menos 42.
Roberto: Bueno digamos… hace poco me operaron de apendicitis.
Pamela: ¿Lo operaron?
Roberto: Sí, pero esos detalles se conocen cuando uno se acuesta…
Pamela: ¿Cuándo se acuesta quién con quién?
Pamela: Bueno, vos y yo…
Pamela: ¿Está borracho?
Roberto: No querida, pero vamos a tener que dormir en la misma cama…
Pamela: (Más sobresaltada) ¿Está borracho o lo pateó una mula?
Roberto: Está bien, está bien…puedo dormir en la silla…
Pamela: Ah, bueno.
Roberto: A menos que dijera que te molesta dormir conmigo porque ronco, y te acuestes en el otro cuarto…
Pamela: Eso me parece mejor…
Roberto: Lo importante es que parezca real. No te olvides que supuestamente somos amantes…
Pamela: ¿Amantes?
Roberto: ¡¿No te lo dijeron?!
Pamela: Para nada…
Roberto: ¡Esto es increíble! ¿Así que no estás al tanto de nada?
Pamela: Lo único que sé, es que estoy con casa y comida y 40 dólares por día…
Roberto: ¿Por qué? ¿Vos cobras?
Pamela: ¡Por supuesto! No lo voy a hacer gratis.
Roberto: Sí, claro…
Pamela: ¿Te sorprende…?
Roberto: Un poco, por lo barato
Pamela: Es lo que se está cobrando. Bueno. ¿Qué tengo qué hacer?
Roberto: Fingir que sos mi amante…
Pamela. ¡Solo fingir eh!
Roberto: Con eso alcanza…
Pamela: Bueno, parece bastante divertido… ¿Y qué tengo qué decir?
Roberto: ¡Nada! Vos no digas nada, cualquier cosa, repetí lo que yo digo.
Pamela: Muy bien por ganar una lechuga lo que sea.
Roberto: ¿Una qué?
Pamela: ¡Una lechuga! 40 dólares al día, además de otros 40 dólares para ser tu amante…
Roberto: ¡Sos desinteresada…!
Pamela: ¿Hay qué vivir, no?
Roberto: Sí, claro… está bien…acepto…
Pamela: ¿Seguro, no?
Roberto: Sí seguro, mira que sos desconfiada eh. (Roberto mira por la ventana)
¡Aquí vienen! Sentate aquí… y actúa lo más natural que puedas.
Acordarte que somos amantes, nos queremos mucho, y tenemos una gran vida sexual… bueno, más o menos… no demasiado…
Pamela: ¡Más vale! ¿Por 40 dólares qué pretendes?
(Se abre la puerta y entra Jacqueline trayendo tres paquetes, Roberto va hacia ella)
Roberto: Déjame ayudarte…
Jacqueline: Puedo sola. (Ve a Pamela) Ah con que llegó tú… amiga…
Roberto: Sí, este… recién llegó…
Jacqueline: Bueno preséntanos
Roberto: Sí, claro… ella es Pamela.
(Entra Bernardo con paquetes, Roberto pone el brazo alrededor de los hombros de Pamela, mientras tanto Bernardo, sin que Jacqueline pueda verlo, le hace señales negativas)
Roberto: O sea… mi… (Bernardo sigue con las señas cada vez más agitado, Jacqueline se da vuelta y tiene que parar)
Roberto: (Se le agudiza la voz)…Amante…
Pamela: (Muy contenta) Sí, yo soy su amante…
Jacqueline: Me quedó claro, gracias.
Roberto: Bueno, te presento… ella es Jacqueline, y él es Bernardo.
Pamela: (Dando la mano) Buenas tardes señora…
Jacqueline: Hola…
Pamela: (A Bernardo) ¿Qué tal señor?
Bernardo: bien gracias…es un gusto…
Pamela: (Señalando a Roberto) ¿Lindo mi amante, no?
Roberto: Está bien, Pamela.
Pamela: Por si no lo saben, nos queremos muchísimo. Sobre todo después que se operó de apendicitis. (Lo abraza)
Roberto: Ahora no… (Se suelta)
Pamela. (Lo vuelve a abrazar). Y tenemos linda vida sexual… no mucha por el apendicitis.
Roberto: (Se suelta). ¡Suficiente!
Pamela: (Vuelve a colgarse) Cuando lo tengo cerca me lo comería a besos.
Roberto: (Se la saca) ¡Dije basta!
Pamela: ¿Qué pasa querido? Si a vos te encanta que te bese cuando me llevas al departamento de la Avenida del Libertador en el 505.antes de ir a roncar.
Jacqueline: Lindo programa.
Roberto: Te pido que sepas disculparla.
Jacqueline: Por lo menos es muy extrovertida…
Pamela: Ah eso sí, desde chiquitita. (Durante el diálogo anterior, Bernardo se pasea por living muy nervioso, pero de repente no aguanta más)
Bernardo: Bueno. ¿Por qué no llevamos estas cosas a la cocina?
Jacqueline: Yo las llevos…
Roberto: ¿Te ayudo?
Jacqueline: ¡No! (Sale con un portazo)
Bernardo: (A Pamela) ¿Me puede decir quién carajo es usted?
Pamela: ¿Yo?
Roberto: ¿Cómo quién es Bernardo? ¿Te volviste loco?
Bernardo: Todavía no, pero estoy a punto. ¿No viste las señales que te estaba haciendo?
Roberto: Pensé que saltabas de alegría.
Bernardo: No digas boludeces. Esta no es Pamela.
Roberto: Entonces… ¿Quién es?
Bernardo: ¡¡¡Qué se yo!!!
Pamela: ¡Yo soy la amante!
Bernardo: El no tiene amante. ¿No?
Roberto: (Pensando en Jacqueline) ¡No!
Bernardo: Me va a decir quién es usted, sí o no…
Pamela: (A Roberto) Que me hable con cariño
Roberto: ¡Háblale con cariño!
Bernardo: ¡Está bien! Entonces cariñosamente le pregunto de dónde salió usted.
Pamela: De la agencia.
Bernardo: (Gritando otra vez) De qué agencia…
Pamela. (A Roberto) Pero yo pensé que lo sabias.
Roberto: Yo cada vez sé menos.
Bernardo: ¡En definitiva! ¿Quién es usted?
Pamela: La mucama…
Bernardo: ¿¿¿Qué??? (Jacqueline vuelve de cocina)
Jacqueline: ¿La mucama no llegó todavía?
Pamela: Bueno…
Bernardo: (Cortando) Si hubiera llegado estaría aquí…
Pamela: Pero si la mucama…
Roberto: (Cortando) Todavía no ha llegada… es porque es una irresponsable.
Bernardo: ¡Sí señor! ¡Todas las mucamas son irresponsables!
Pamela: Las otras tal vez, pero…
Bernardo: ¡Pero esta es más irresponsable que las otras!
Roberto: Porque ya tendría que haber llegado, pero no llegó.
Bernardo: No llegó
Roberto. Por lo tanto, no hay mucama.
Pamela: ¿No hay mucama?
Bernardo y Roberto: ¡¡¡No!!!
Pamela. ¡Ah! (A Jacqueline) No, no hay mucama.
Jacqueline: Bueno tampoco hay que hacer tanta historia porque no llegó la mucama, ya va a llegar… es una buena agencia…
Pamela: Ah eso sí.
Jacqueline: ¿Eso sí, qué?
Bernardo: (Interrumpiendo) Que cuando se contrata a una buena agencia, se consigue buen personal.
Jacqueline: Eso espero…
Bernardo: Muy bien… (A Roberto) ¿Ya la llevaron a su cuarto?
Roberto: Todavía no, si llegó unos minutos antes que ustedes, además me dijo que preferiría dormir en el otro cuarto si no es molestia.
Jacqueline: ¿En el otro?
Pamela: Sí, porque a la noche este ronca.
Jacqueline: Si ya sé, ya lo dijo. ¿Trajo valija?
Pamela: Sí, esto…
Jacqueline: ¿Esto?’
Roberto: Es que ella es muy sencilla.
Jacqueline: Bueno, sígame…
Pamela: ¡Tutéame por favor! Decime Pamela.
Jacqueline: Bueno, seguime Pamela. (A Roberto) ¿No le llevas el bolso?
Roberto: Sí, claro…
Pamela: Deja querido… yo soy fortachona, estoy acostumbrada a cargar bultos…
Jacqueline: ¿A cargar bultos? ¿Dónde?
Bernardo: Allá…allá…en el teatro. ¿No Roberto?
Pamela: Si, Pamela es actriz.
Jacqueline: Que interesante… ¿Y hace mucho?
Roberto: No, recién empieza…
Bernardo: Y los comienzos son duros…
Jacqueline: Entonces… ¿Tiene otro empleo?
Pamela. Mucama.
Roberto: Se empieza por papeles de mucama, pero también hace de cocinera, ama de llaves.
Jacqueline: Todo el rubro doméstico.
Roberto. Por ahora…
Jacqueline: Bueno, contanos algo…
Bernardo: Mucho para contar no debe tener Jacqueline, ya te dijo que recién está empezando…
Roberto: Sí, por ahora sólo dice frases chicas…
Bernardo: Claro… La mesa está servida.
Roberto: La cena boludo.
Pamela: Sí, y también ¿quieren más café? ¿Traigo el postre? ¿A qué hora lo despierto? Esto es cosas de todos los días.
Jacqueline: Veni conmigo… vamos a arreglar el otro cuarto.
Pamela: Sí, prefiero… porque este…
Jacqueline: Ya sé, ronca…
Pamela: Y darle codazos toda la noche me hincha las pelotas… (Salen)
Bernardo: Sos el tipo más tarado de la tierra.
Roberto: Te aviso que si me insultas, me pongo la gorra y me las tomo…
Bernardo: ¿Pero te das cuenta de lo que hiciste?
Roberto: Lo que estaba previsto hice. Tocaron el timbre, apareció una chica que me dijo soy Pamela, y yo la tomé por tu amante. Si no se hubiera llamado Pamela, nunca la hubiera confundido con tu amante; pero como ella se llama igual que la mucama, en cuando vi a la mucama y me dijo Soy Pamela, pensé que sí, era tu amante… Está Clarísimo.
Bernardo: Pero vos le viste la cara.
Roberto: ¿Y qué tiene la cara? No le falta nada. Además para lo que hacías con ella me pareció bastante buena…
Bernardo: Y tampoco no te llamó la atención de que no estuviera enterada de nada.
Roberto: Pensé que no habías tenido tiempo de contarle.
Bernardo: Entonces le contaste vos.
Roberto: Y si me dijiste que nos conociéramos. Hice lo que pude.
Bernardo: De eso no hay duda…
Roberto: También me pidió 40 dólares más por la actuación.
Bernardo: ¿Y tampoco te sorprendió que quisiera cobrar?
Roberto: Hoy en día todo el mundo cobra y a tu edad es normal que pagues.
Bernardo: ¡Termínala eh…!
Roberto: ¡No te quejes porque la peor parte la llevo yo! Ahora tu mujer pienso que me acuesto con la mucama. ¿Por qué no le decimos que le hicimos una broma?
Bernardo: Y te parece que se va lo va a tragar después de este despelote.
Roberto: Tu mujer se traga cualquier cosa. (Jacqueline vuelve con Pamela)
Jacqueline: Ya instalé a tu amiga en el otro cuarto…
Pamela: Sí, porque sino este a la noche…
Jacqueline: Ya me lo dijo. (A Bernardo)¿No llegó la mucama?
Roberto: Todavía no…
Pamela: Todavía no…
Jacqueline: ¿Vos no podés saberlo por qué estabas conmigo?
Pamela: Pero como mi amante dijo todavía no…
Jacqueline. Vos repetís como papagayo, ya veo… mejor me voy a empezar con la cena…
Roberto: Pamela te puede ayudar.
Pamela: ¡Seguro! Eso sí que es de lo mío.
Roberto: Quiere decir que le gustaría ayudarte.
Pamela: Claro, hasta que llegue la mucama, yo seré su mucama…
Roberto: Lo hace para practicar para el teatro.
Jacqueline: Entonces vamos.
Pamela: Pero antes me voy a poner mi ropa.
Jacqueline: ¿Qué ropa?
Roberto: Quiere decir si tenés algún delantal para prestarle…
Pamela: Si mi delantal está allí…
Jacqueline: Allí. ¿Dónde?
Roberto: Allí en Buenos Aires. Es un delantal liadísimo que cuesta 40 dólares. Pero para no correr riesgo de perder sus 40 dólares, no lo trajo… ¿No Pamela?
Pamela: ¡Ah, sí! Por eso lo dejé en casa.
Bernardo: Entonces Jacqueline préstale uno.
Jacqueline: Está bien, no hay que hacer tanta historia por un delantal…Veni, vamos.
(Le da el paso, luego Jacqueline abre la puerta de cocina a Pamela la mira)
Pamela: Faaaaa, qué cacho de cocina. Sale.
Jacqueline: (A Roberto antes de salir) Tenés muy buen gusto Roberto… es tan fina.
(Sale y cierra la puerta)
Roberto: Ahí está. Soy el amante de la mucama.
Bernardo: Con lo tarado que sos no podés aspirar a más. (Suena Timbre)
Roberto: ¡Tocaron el timbre!
Bernardo: Ya lo oí no soy sordo. (Bernardo va a abrir, entra Pamela 2. Ve a Roberto, deja su valija y se tira a sus brazos)
Pamela 2: ¡Mi amor! ¿Estás aquí?
Roberto: (Abrazándola) Por ahora sí… (Bernardo vuelve después de cerrar la puerta)

Bernardo: No te gastes…
Pamela 2: ¿Por qué? ¿No es Roberto?
Bernardo: Sí es él, pero mi mujer no está.
Pamela 2: Ah, bueno… disculpe.
Roberto: Por mi no se preocupen.
Pamela 2: (Hacia Bernardo para besarlo) ¡Mi amor…!
Bernardo: Mi mujer no está aquí, pero está en la cocina.
Pamela 2: Ah bueno Lo suelta.
Bernardo: ¿Para qué trajiste el tapado de piel Pamela? Hace 25 grados.
Pamela 2: Ya sé mi amor… pero quería lucir tu regalo.
Roberto: Menos mal que no le regalaste un traje de hombre rana. (Bernardo le saca el tapado)
Bernardo: Te aclaro que todo cambió.
Pamela 2: ¿Qué cambió?
Bernardo: Ahora no te puedo explicar. Hubieras llegado antes.
Pamela 2: Perdí el tren.
Bernardo: Ya no sos más la amante de Roberto…
Pamela 2: Entonces… ¿Quién soy? (Entra Jacqueline)
Bernardo: (A Jacqueline) La mucama…
Jacqueline: ¡Ah por fin llegó usted! ¿Vio la hora que es…?
Bernardo. Justamente me estaba explicando que perdió el tren, este… el colectivo…
Roberto: ¡Sí le pasó de largo! Parecen que están de huelga…
Jacqueline. Bueno después de todo no es tan grave… (Ve el tapado) ¿Esto es suyo?
Bernardo: ¡No! Es de Pamela. ¿No Roberto?
Roberto: Sí, es de Pamela…
Bernardo: (A Pamela 2) Porque la amiga del señor también se llama Pamela.
Pamela 2: ¿Ah sí?
Jacqueline: ¿Y cómo se le ocurre traer un tapado de piel con el calor que hace?
Roberto: Bueno, es que ella vivió muchos años en Suiza, y como allá en este época hace frío, se pone el tapado y entonces no extraña…
Jacqueline: Ah… encima traumada…
Roberto: Pero no es peligrosa…
Jacqueline: De todos modos es una maravilla. Una ardilla de Mangles de la Zenavetse… ¡Esto cuesta una fortuna!
Bernardo: Exactamente cinco mil dólares.
Jacqueline: ¿Cómo?
Bernardo: Que Roberto lo pagó cinco mil dólares. ¿No Roberto?
Roberto: Sí, 4990… estaba de oferta…
Jacqueline: ¡Qué bárbaro! No sabía que eras tan generoso…
Roberto: No es para tanto…
Jacqueline: Por momento pensé que era suyo.
Pamela 2: Yo también… (Entra Pamela con delantal)
Pamela: ¡Ché! ¿Qué hago con los utencillos?
Jacqueline: No hagas más nada, ya llegó la mucama.
Pamela 2: ¡¿La mucama?!
Pamela: ¡¿La mucama?!
Jacqueline: (Muestra a Pamela 2) Sí, no ves que está aquí, dale el delantal.
Pamela: Bueno… (Jacqueline le saca el delantal a Pamela y se lo pone a Pamela 2)
Pamela 2: Pero yo no…
Jacqueline: No discuta y vaya a la cocina.
Pamela 2: ¿A la cocina? (Bernardo le asiente con la cabeza)
Jacqueline: Sí, vaya rellenando los alcauciles y cuide el pavo.
Pamela 2: ¿El pavo?
Jacqueline: Sí, y cuando termine ocúpese del soufflé…
Pamela 2: ¿El soufflé también?
Pamela: Si a ella no le gusta puedo cocinar yo, eh…
Jacqueline: De ninguna manera… vos llevas el tapado al cuarto antes de que se ensucie.
Pamela: ¿Qué tapado?
Roberto: El tapado… la ardilla…
Pamela. ¿Qué ardilla?
Jacqueline: No te hagas problema, ya me contaron lo de Suiza… así que ponértelo tranquila…
Roberto: ¡Ya escuchaste a Jacqueline! (Le pone el tapado en los brazos) Ahora anda a guardar este tapado en el cuarto.
Pamela: Pero…
Roberto: ¡Pero nada! ¡Obedece!
Pamela: Sí querido. (Mientras va hacia su cuarto) Qué pedazo de ardilla. (Sale a su cuarto)
Jacqueline: A Pamela 2. Su cuarto está allí, cerca de la cocina, venga…
Pamela 2: ¿Cerca de la cocina? ¿Qué cuarto? Vuelve Pamela.
Pamela: Ya está lo colgué en une percha para que no se arruine.
Roberto: Así me gusta…
Jacqueline: ¿Usted se llama Pamela, no…?
Pamela 2: Sí…
Pamela: Ay somos tocayas.
Jacqueline: Bueno, le presento al señor que es mi esposo, y al señor y la señora que son mis invitados…
Pamela 2: Claro… y yo soy la mucama…
Jacqueline: ¡Por supuesto!
Pamela 2: Pero no pienso serlo por mucho tiempo…
Jacqueline: Me alegro por usted; pero por ahora lleve su valija al cuarto…
Bernardo: Yo la acompaño…
Pamela 2: No se moleste, señor.
Roberto: Entonces la ayudo yo, si me permite…
Pamela 2: Bueno, ya que insiste… (Toma la valija y salen, Bernardo acusa el galanteo de Roberto)
Pamela: Mientras tanto yo voy a ver el soufflé. (Sale detrás de ellos)
Jacqueline: Me parece que esa mucama tiene el carácter espantoso.
Bernardo: Creo que se alteró un poco por como la trataste.
Jacqueline: ¿Y yo qué le dije?
Bernardo: (Pendiente por donde salieron Pamela 2 y Roberto) Lo suficiente como para que se sienta mal.
Jacqueline: Le dije que llegó tarde, nada más…
Bernardo: Pero se lo dijiste retándola… (Entra Roberto sonriente)
Jacqueline: ¿Y qué querés? Que le de la mano. ¿No sé desde cuándo tenés tantos miramientos vos?
Bernardo: No son miramientos, simplemente no hay que ofender a la gente.
Jacqueline: Lo siento pero estoy nerviosa.
Bernardo: ¿Por qué?
Jacqueline: Por nada. (Mirando a Roberto)
Roberto: Es cierto, no tenés ningún motivo.
Jacqueline: Puede ser… Me voy a buscar las tijeras para trozar el pavo. (Lo dice mirando a Roberto) Servidme una copa Bernardo, siento que necesito una con urgencia. (Sale por puerta de cocina)
Bernardo: ¿Por qué tenés qué ir a llevarle la valija a Pamela vos?
Roberto: ¡Pobrecita! Encima que tiene que hacer de mucama no iba a permitir que cargara con la valija. ¿No?
Bernardo. ¡No te hagas el vivo! ¡Qué tu amante es la mucama!
Roberto: Ché, que mal pensado.
Bernardo: Está bien… discúlpame…
Roberto: No es nada. (Se queda pensativo) ¿Linda pamela, eh?
(Entra Jacqueline con Pamela)
Jacqueline: (A Bernardo) ¿Me serviste?
Bernardo: Sí, aquí está. (Le da la copa). ¿Y usted Pamela?
Pamela: Yo me tomaría una cervecita…
Jacqueline: ¿A esta hora?
Roberto: No te gustaría algo menos…
Bernardo: Sí, o lago más…
Pamela: Bueno, entonces una ginebrita…
Jacqueline: ¿Ginebra?
Pamela: Pero si es buena, sino me da un dolor de cabeza…
Bernardo: (Buscando entre las botellas) Me parece que tengo. (Va al bar.
Pamela cruza hacia el bar y Jacqueline la mira)
Jacqueline: Fíjate que más te miro, y más entiendo que te den los papeles de mucamas.
Pamela: Si es un don natural.
Bernardo: Tomá.
Pamela: Gracias. (Entra pamela 2 desde la cocina sin el delantal)
Pamela 2: Perdón me gustaría saber si…
Bernardo: Llegó justo, venga a tomar el aperitivo con nosotros…
Pamela 2: No se si debo…
Roberto: Por supuesto que sí…
Jacqueline: Acepte si mi marido la invita…
Pamela: Ya que insisten…
Bernardo: ¿Qué toma?
Pamela 2: Un vodka.
Jacqueline: Una peor que otra.
Pamela 2: Pero no mucho… porque me emborracho y empiezo a hablar pavadas.
Roberto: (A Bernardo) ¿Por qué no le das una limonada?
Pamela 2: Ahí está bien, gracias. (Bernardo le da el vaso)
Bernardo: ¿Vos qué tomas Roberto?
Roberto: Un taxi…
Jacqueline: (Bueno nosotras vamos a terminar con la cena; ustedes arreglen la mesa)
Pamela: Pero ese no es trabajo para el patrón.
Jacqueline: ¿El patrón?
Roberto: Es que en teatro, un hombre para ella es el patrón…
Pamela: Sí, es la costumbre…
Jacqueline: Parece que se divierte mucho con los personajes de mucama…
Pamela: Y sí, una se guarda los vueltos, se lleva manteca a la casa…
Pamela 2: Pero en la realidad no es tan gracioso…
Jacqueline: Se diría que su trabajo no le gusta demasiado…
Pamela 2: No me gusta nada, si le contara como llegué a ser mucama…
Jacqueline: ¿Una burla del destino?
Pamela 2: Exactamente y le voy a explicar como ocurrió…
Bernardo: No, ahora no…
Roberto: Sí, ahora no. Las historias tristes me sacan el apetito…
Jacqueline: Bueno, después nos contará su vida…
Pamela 2: Será un placer.
Pamela: Yo me voy a ocupar de la cocina.
Jacqueline: Como quieras.
Pamela: Sí, conozco un secretito para que el soufflé quede bien alto.
Jacqueline: ¿Ah sí? Quiero verlo, a mí siempre me queda aplastado.
(Sale a cocina)
Pamela 2: Me imagino que estarás contento.
Bernardo: Por favor bebé, escúchame…
Pamela 2: Te aviso desde ya que no voy a soportar mucho tiempo esta situación…
Bernardo: La culpa de todo este despelote la tiene Roberto.
Roberto: ¡Lindo amigo sos eh…!
Pamela 2: No le eches la culpa a él. El único responsable de esta confusión sos vos. Te dije que había que organizarlo mejor.
Bernardo: ¡Pero bebé…!
Pamela 2: ¡Un cuerno! Encima la que paga los platos rotos soy yo, nunca tendría que haber venido.
Bernardo: ¿Entonces no estás feliz de estar conmigo?
Roberto: Yo no…
Bernardo: No te pregunté a vos.
Pamela 2: Ya es bastante feo tener que compartir la casa con tu mujer, y encima tener que compartir la cocina con la mucama.
Bernardo: Pero Pamela…
Pamela 2: Y ni siquiera vamos a poder a estar solos.
Bernardo: Ya nos vamos a arreglar, dame un besito…
(Están parados, él se acerca a ella en el momento en que entra Jacqueline. Roberto la toma en brazos a Pamela y la tira hacia atrás levantándola)
Roberto: ¡Se desmayó! ¡Se desmayó! (Camina por el living) Pobrecita. (A ella en voz baja) Quédate tranquila.
Jacqueline: ¿Qué le ocurre? ¿Qué le pasa?
Roberto: Se desmayó, estaba parada hablando de la cena con Bernardo, y de pronto se desplomó.
Jacqueline: Qué nochecita. (A Bernardo) ¡No te quedes ahí parado! ¡Llama a un médico! ¿A una ambulancia?
Bernardo: No hay que exagerar… Jacqueline.
Roberto: (La tiene muy abrazada) ¡Pobrecita! Esta criatura debe tener hambre. O a lo mejor se ahogó, le voy a hacer respiración boca a boca…
Bernardo: ¡No! No puede estar ahogada.
Jacqueline: ¿Y vos cómo sabés?
Bernardo: Porque estaba hablando conmigo…
Pamela 2: (Tosiendo) ¿Qué pasó?
Roberto: Está volviendo en si… Mejor la llevo a su cuarto…
Jacqueline: Cualquier cosa pedirle ayuda a tu amiga
Bernardo: Yo te acompaño.
Roberto: No hace falta me arreglo solo. (Sale hacia cuarto de Pamela 2, mientras Jacqueline ataja a Bernardo)
Jacqueline: Vos quédate acá y andá a cambiarte.
Bernardo: ¿Para qué?
Jacqueline: Para la cena.
Bernardo: ¿Insistís con la cena de gala?
Jacqueline: Habíamos quedado en eso.
Bernardo: Pero estamos en Navidad. No es ocasión ideal para el smoking
Jacqueline: No importa…
Bernardo: Pensá en la tradición, el pesebre, los pastores y todos alrededor del niño Jesús en un establo, el smoking no encaja…
Jacqueline: ¡Termínala Bernardo, andá a ponerte el smoking! (Entra Roberto)
Roberto: Bueno, todo arreglado… Nada importante, le bajó un poco la presión…
Bernardo: (A Roberto) A mí me está subiendo.
Roberto: ¿Qué le pasa? (A Jacqueline haciéndose el tonto)
Jacqueline: No se quiere cambiar para la cena.
Roberto: ¡No seas chiquilín Bernardo! Dale el gusto a tu mujer y cámbiate.
Bernardo: Está bien, está bien.
Jacqueline: (A Roberto) ¿Vos trajiste otro traje?
Roberto: Bueno, yo sí traje… lo que no sé es si Pamela trajo algo adecuado; es un poco olvidada… (Entra Pamela de cocina)
Pamela: Jacqueline…
Jacqueline: ¿Qué pasa?
Pamela: ¿Pongo el relleno en los alcauciles?
Jacqueline: No, espera a que se enfríen…
Pamela: Es lo que pensaba… (Va a salir)
Bernardo: Pamela, por casualidad. ¿Tenés otro vestido?
Pamela: Sí, siempre llevo uno en el bolso. (Va hacia cocina)
Jacqueline: Qué prevenida. Fíjate si encontrás los cubiertos que están en el placard en el cajón izquierdo.
Pamela: Okay. (Sale a cocina)
Jacqueline: Bueno, ya está casi todo… (A Bernardo) ¡Anda a cambiarte Bernardo!
Bernardo: Después voy, así no se queda solo Roberto…
Jacqueline: Anda tranquilo… yo acompaño a Roberto… (Sale Bernardo)
Jacqueline: Yo que vos estarías lleno de vergüenza.
Roberto: Por favor, cálmate.
Jacqueline: ¿Calmarme? Sólo si me tomo un cóctel de Valium con Pentotal Sódico.
Roberto: ¡Por favor no grites! Es malo para el cuctis y además el estómago se pone violeta…
Jacqueline: Violeta te voy a dejar los ojos.
(Está muy cerca de ella y le toma las manos para calmarla. Entra Pamela)
Pamela: Ya las encontré… (Los mira. Jacqueline empuja a Roberto)
Jacqueline: ¿Qué cosa?
Pamela: Los cubiertos.
Jacqueline: Bueno, ponelos aquí.
Pamela: ¿Los coloco?
Jacqueline: No dejá, los coloco yo…
Pamela: ¿Entonces los tiro a la mesa?
Jacqueline: Sí, tirados. (Suelta los cubiertos en la mesa y se acerca a Roberto)
Pamela: ¿Estás contento mi amor?
Roberto: Sí, por supuesto…
Pamela: Entonces dame un besito…
Roberto: Ahora no… más tarde cuando brindemos…
Pamela: ¡No ahora! (A Jacqueline) ¿No le molesta no…?
Jacqueline: ¿A mí? Para nada…
Pamela: (Se cuelga de Roberto) ¿Viste? ¡No le molesta! Dame un besito…
Roberto: ¡Pero me molesta a mí…!
Pamela: ¡Ufa cuántas vueltas!
Jacqueline: ¿No sienten como si se quemara algo?
Pamela: No, son los hongos… te dejan un olor como a bosque incendiado en toda la casa… pero son riquísimos… (Sale a cocina)
Jacqueline: ¿No te da vergüenza engañarme con esto?
Roberto: Por favor Jacqueline…
Jacqueline: Me pregunto de qué bailanta la sacaste.
Roberto: Déjame explicarte…
Jacqueline: ¿Qué me vas a explicar? ¡Te odio!
Roberto: ¡Está bien! Pero no más de lo que me odio yo mismo, nunca tendría que haber aceptado venir aquí…
Jacqueline: ¿Por qué no?
Roberto: No es muy honesto para Bernardo…
Jacqueline: No tenés tantos escrúpulos cuando nos vemos en Buenos Aires…
Roberto: ¡Allá es distinto! Pero aquí estoy en su casa.
Jacqueline: También es la mía y sin embargo me traes a tu amante…
Roberto: No es lo que vos crees.
Jacqueline: Creo lo que veo y no me vengas con el cuento que es una prima lejana…
Roberto: (Se le ilumina la cara, serio y pausado) N exactamente… pero casi lo adivinas… Pamela es mí sobrina…
Jacqueline: ¿Encima me querés tomar por idiota?
Roberto: ¡Te lo juro…!
Jacqueline: ¡Basta!
Roberto: ¿Entonces por qué no quiso dormir en mí habitación? ¿Por qué?
Jacqueline: Porque roncas como un rinoceronte y tu amante no puede dormir…
Roberto: ¡Mi sobrina no puede dormir!
Jacqueline: ¿Y cómo sabe tu sobrina que vos roncas?
Roberto: En las familias se sabe todo mi amor… siempre hay un tío jugador, un tío borracho y un tío que ronca… yo, soy el tío que ronca…
Jacqueline: Me estás haciendo el cuento del tío.
Roberto: No Jacky… pensá en lo que somos el uno para el otro.
Jacqueline: Lo que éramos…
Roberto: No digas eso, si fuera realmente mi amante. ¿Para qué la iba a traer aquí?
Jacqueline: Piensa. Está bien, supongamos que sea así. Me podés explicar que hace tu sobrina con todos esos, querido. Dame un besito…. Te quiero tanto…
Roberto: Justamente lo hace para que parezca que es mi amante.
Jacqueline: ¿Para qué le parezca a quién?
Roberto: A Bernardo, si él cree que yo tengo una amante jamás se le ocurriría sospechar de nosotros. ¿Te das cuenta?
Jacqueline: Bueno…si…
Roberto: Yo sé que es frío, calculador, astuto y temerario, pero tenemos que pensar en todo mi amor.
Jacqueline: No sé, no sé… parece tan real todo lo que dice…
Roberto: Es que es actriz de verdad, puede hacer cualquier cosa.
Jacqueline: Pensé que solo hacía de mucama…
Roberto: También… pero el de amante por ejemplo le sale bárbaro y hoy encima trabaja doble, porque para nosotros hace de biombo.
Jacqueline: Me parece que voy entendiendo. ¿Por qué no me avisaste?
Roberto: No sé, lo dejé para último momento.
Jacqueline: (Acercándose a él para abrazarlo) Está bien…
(Se van a besar cuando entra Pamela desde la cocina)
Pamela: ¡Ya está…! (Se sueltan de golpe) El soufflé quedó fenómeno. (Va hacia Roberto) ¿Ahora sí me vas a dar el besito?
Jacqueline: Te podés dejar de actuar estoy al tanto de todo.
Pamela: ¿Al tanto de qué?
Jacqueline: De todo…
Roberto: Sí, de todo…
Pamela: ¡Ah… entonces ya sabes que en realidad yo soy la…!
Roberto: Exacto… tu tío.
Pamela: ¿Mi tío?
Jacqueline: Sí, ya sé que sos la sobrina.
Pamela: Ah tío ahora entiendo…
Roberto: Me alegro, pero lo sabe ella sola, entendés. El marido no sabe nada, para él vos seguís siendo mi amante.
Pamela: (Por lo bajo) ¿Entonces hago dos papeles?
Roberto: Exacto.
Pamela: Entonces me vas a tener que dar más lechuga.
Roberto: ¿Más lechuga?
Jacqueline: ¿Lechuga?
Roberto: Sí, es que Pamela es vegetariana. Por la lechuga es capaz de cualquier cosa, si fuera por ella, se alimentaría de lechuga.
Jacqueline: ¿Todos los días?
Pamela: Sobre todo a fin de mes, es como una pasión.
Roberto: Sí, pero es un poco exagerada.
Jacqueline: Bueno. (A Roberto) Vos anda a cambiarte mientras terminamos de arreglar la mesa.
Roberto: Te dejo con mi sobrina. (A Pamela)¿Escuchaste?
Pamela: Sí, tío pero no te olvides de la lechuga…
Jacqueline: ¡Qué obsesión! (Roberto sale a su cuarto) Fue una gran idea que hicieras de la amante de tu tío…
Pamela: Es que mi tío es muy ingenioso.
Jacqueline: Sin duda y le agradezco que hayas aceptado el papel de biombo…
Pamela: ¿De biombo?
Jacqueline: Claro, te sale bárbaro.
Pamela: Me alegro que le guste, pero entre nosotras, es la primera vez que hago de biombo…
Jacqueline: No se nota para nada, además como soy la única que sabe que sos su sobrina, nadie pondrá en duda que ustedes sean amantes, aunque en realidad vos no seas la amante, sino el biombo… es perfecto.
Pamela: Sí bárbaro. (No entiende nada. Entra Pamela 2 desde cocina)
Pamela 2: Aquí están las servilletas señora…
Jacqueline: Ahora faltan los vasos. ¿Saben dónde están?
Pamela 2: No, pero ya los voy a encontrar…
Jacqueline: Antes de eso, por favor, termine de arreglar la mesa…
Pamela 2: Bien señora…
Jacqueline: Yo me voy a cambiar de vestido. (Sale para arriba)
Pamela 2: ¡Ché nena! Yo no voy a seguir ocupando tu lugar eh…
Pamela: Si fuiste vos la que te agarraste el mío, nena.
Pamela 2: Pero vos sos la verdadera mucama.
Pamela: Aquí ya nadie sabe quién es quién, hasta hace un rato yo era la amante y ahora resulta que soy un biombo.
Pamela 2: ¿Qué? (Entra Bernardo en camisa elegante y pantalón oscuro)
Bernardo: ¿Todo bien?
Pamela 2: ¡No todo mal! Decíle a esta que retome su lugar de mucama.
Bernardo: Pero no puede Pamela, sería un desastre.
Pamela 2: ¿Y esto qué es?
Pamela: Tiene razón…esto es un quilombo.
Bernardo: Pero se va arreglar ya mismo. (A Pamela) Te voy a hacer una pregunta, y contéstame por sí o por no…
Pamela: ¿Es una pregunta media gansa como las de los programas de la televisión?
Bernardo: Más o menos…
Pamela: ¿Y qué gano, si gano? No me va a encajar una licuadora eh…
Bernardo: Cien dólares…
Pamela: Pregunte nomás…
Bernardo: Bien…. ¿Está de acuerdo en ir a dormir al cuarto de servicio?
Pamela: Por cien dólares me voy a dormir a la cucha del perro.
Bernardo: ¡Listo! Entonces se cambiará de cuarto más tarde. (A Pamela) Pero que nadie se entere eh.
Pamela: ¿Por qué?
Bernardo: Porque no sería normal que la mucama que no es mucama duerma en el cuarto de los invitados, mientras que la invitada que no es la invitada duerma en el cuarto de servicio. ¿Entendió?
Pamela: ¡Nada!
Bernardo: Después le explico.
Pamela: Está bien. Pero… ¿Quién pone los verdes?
Bernardo: ¿Y eso qué tiene qué ver?
Pamela: ¿Qué quién los pone? ¿Ella o yo?
Bernardo: ¡Vos!
Pamela: ¿Entonces soy de nuevo la mucama?
Bernardo: No sos la invitada que ayuda en la casa, así que anda a la cocina y trae los vasos.
Pamela: Esa cocina es un despelote, parece un bazar de turco. (Sale y vuelve a entrar)
Y menos grito que soy la invitada. (Sale)
Bernardo: Ya vas a ver… todo se va arreglar…
Pamela 2: No lo creo y cada vez me siento más ridícula.
Bernardo: No bebé, no te pongas así, esto no es nada fácil.
(Se acerca para besarla, cuando entra Jacqueline en vestido de noche)
Jacqueline: Bernardo…
(El se sobresalta y comienza a salta en un pie)
Bernardo: Ay… ay… ay…
Jacqueline: ¿Qué te pasa?
Bernardo: ¡Nada! Me vino a preguntar por los vasos y me pisó un pie.
Jacqueline: Los vasos están en la cocina, querida…
Pamela 2: No se me había ocurrido… (Sale a cocina, Jacqueline mira el pie de Bernardo, está sonriente)
Jacqueline: ¿Estás bien?
Bernardo: Sí, pero podría estar mejor.
Jacqueline: No será para tanto.
Bernardo: Parece que te pusiste de buen humor. ¿Qué te pasó?
Jacqueline: Nada, estaba enojada por la imprudencia de Roberto, pero ya se me pasó, de golpe me invadió el espíritu navideño. (Entra Roberto de smoking)
Roberto: Estoy listo.
Jacqueline: ¡Qué elegancia! Sencillamente espléndido.
Roberto: Por favor, vos también estás muy… muy… muy bien, bah…
Jacqueline: Muchas gracias, me voy a vigilar la cena. (Sale a cocina)
Bernardo: ¡Roberto! Tenés que convencer a Jacqueline para invitar a Pamela a cenar con nosotros.
Roberto: ¿Y por qué no se lo decís vos?
Bernardo: Porque sabe que a mí no se me ocurriría cenar con la mucama. Dale Roberto, no quiero dejar a Pamela en la cocina mientras la otra come con nosotros. Además con la cara de hambre que tiene no deja nada… (Entra Jacqueline)
Bernardo: ¿Ya vigilaste la cena?
Jacqueline: Sí. ¿Por qué?
Bernardo: Por lo rápido, parece que fuéramos a cenar una banana cada uno…
Jacqueline: Vos cállate y anda a buscar el vino, que de la cena me encargo yo.
Bernardo: Es cierto, enseguida vuelvo… (Sale Bernardo. Roberto va hacia Jacqueline en actitud conquistadora)
Roberto: Me alegro que se haya aclarado todo entre nosotros.
Jacqueline: Se aclaró una parte… pero no todo…
Roberto: ¿Qué querés decir Jacky?
Jacqueline: Quiero decir que sos el gusano más grande que haya visto en mi vida.
Roberto: ¿Y ahora qué bicho te picó?
Jacqueline: (Sacando un papel de su vestido) Esto bicho me picó…
Roberto: (Tendiendo la mano) ¿Y esto qué es?
Jacqueline: Parece un talón…
Roberto: Parece un papel…
Jacqueline: No te hagas el vivo, es el talón de un cheque.
Roberto: ¡Ah!
Jacqueline: Lo acabo de sacar de la chequera de Bernardo que estaba debajo de un sillón.
Roberto: Bueno, cada cual guarda la chequera donde más le gusta…
Jacqueline: Estaba allí porque se le cayó de un pantalón y gracias a eso puedo hacer este maravilloso descubrimiento.
Roberto: ¿De qué estás hablando?
Jacqueline: Este talón está fechado hace ocho días y lleva la suma de 5000 dólares a la orden de casa Zenavetse; lo cual corresponde por un lado al precio del tapado de tu sobrina, y por el otro a la marca de ese tapado.
Roberto: ¿A la misma marca de tapado?
Jacqueline: ¡Sí!
Roberto: ¿Y al mismo precio?
Jacqueline: ¡Sí!
Roberto: ¿Qué casualidad no?
Jacqueline: Demasiada…
Roberto: Increíble. Esto se da una vez en un millón.
Jacqueline: Exacto y esa vez no es precisamente esa… (Entra Bernardo con las botellas)
Bernardo: Aquí está el vino, este Chambré es buenísimo… (Jacqueline se mete el papel en el bolsillo)
Bernardo: ¿Qué les pasa? Tienen una cara…
Roberto: ¿Nosotros? Y qué cara vamos a tener, yo tengo la de siempre…
Bernardo: Qué le vas a hacer, tendrás que resignarte. ( Ríe) Decime Roberto… ¿Pensaste en eso que me dijiste de la mucama?
Jacqueline: ¿Y ahora qué pasa con la mucama?
Bernardo: Roberto se preguntaba sin no nos oiría cuando estamos comiendo…
Roberto: Sí, porque vamos a estar charlando…
Jacqueline: ¿Y…?
Roberto: Y que para ella puede resultar un poco triste…
Bernardo: Yo diría muy triste…
Jacqueline: ¿Qué cosa?
Roberto: Que pase la Nochebuena solita en la cocina…
Jacqueline: ¿Y?
Bernardo: Y Roberto decía que podríamos… no sé… dejarla comer con nosotros en un rinconcito de la mesa…
Jacqueline: Me apabulla tanta consideración…
Bernardo: Es el espíritu navideño…
Jacqueline: Está bien, está bien… pero cambien esas caras de terneros degollados…
(Entra Pamela 2 con una fuente, pueden ser los alcauciles)
Pamela 2: ¿Esto la dejo aquí?
Jacqueline: Sí, dejalo ahí.
Bernardo: Pero este… dámelo a mí. (Se lo saca y lo deja sobre la mesa)
Jacqueline: ¿Dígame Pamela… le gustaría cenar con nosotros?
Pamela 2: (Exagerando) ¡Señora! No sé si debo.
Bernardo: ¡Claro que sí!
Roberto: Nos encantaría. (Bernardo lo mira)
Jacqueline: Vamos… acepte…
Pamela 2: Bueno… ya que insisten…
Bernardo: ¡Insistimos!
Roberto. ¡Insistimos!
Pamela 2: No quisiera molestar…
Bernardo: Para nada…
Roberto: Seguro, agregamos una sillita… (Roberto acerca la silla a la mesa)
Pamela 2: Bueno, la verdad es que estaba muy triste pensando que iba a cenar sola en Nochebuena… muchas gracias…
Jacqueline: No es nada…
Pamela 2: Tal vez debería cambiarme de ropa…
Bernardo: Claro, si trajo algo…
Pamela 2: Es un vestidito bastante lindo…
Jacqueline: Entonces vaya a ponérselo…
Pamela 2: Gracias… no saben lo contenta que estoy…
Roberto: Nosotros también… (Sale a cocina)
Jacqueline: ¡Nunca he visto una mucama igual!
Bernardo: Yo tampoco… (Entra Pamela con los vasos)
Pamela: Aquí están…
Jacqueline: (Conteniéndose) Apareciste.
Pamela: Es que estuve fregando los vasos, estaban mugrientos…
Jacqueline: Está bien. ¿Todavía no te cambiaste?
Pamela: ¿Cambiarme?
Jacqueline: Por supuesto, habrás traído algún vestido de noche…
Pamela: Pero es muy formal…
Roberto: Es justamente lo que hace falta.
Jacqueline: Entonces andá a ponértelo.
Pamela: Está bien, me pongo la pilcha y listo… (Sale)
Bernardo: Yo me voy a poner el saco. (Sale)
Jacqueline: Claro el se va a poner el saco y a tu sobrina le puso un tapado.
Roberto: ¿Por qué le habrá hecho semejante regalo a mí sobrina?
Jacqueline: Porque en realidad ella es SU amante. Pero te pidió que me hiciera creer que era TU amante, para que yo no me de cuenta que es la él…
Roberto. ¡Otro quilombo! No Jacky… está equivocada, no es su amante.
Jacqueline: ¿Y por qué le regaló un tapado de $ 5000 dólares?
Roberto: Son ideas tuyas…
Jacqueline: ¡Cállate sos más mentiroso que él! Y ni te hablo de tu sobrina porque esa es una gran… una gran… actriz.
Roberto: Yo creo que hará una gran carrera.
Jacqueline: ¡Eso seguro! Pero no en el escenario.
Roberto: Sos injusta.
Jacqueline: ¡Cállate los odio a los dos! Son un par de gusanos, de delincuentes, de estafadores y de violadores….
(Entran Bernardo con un smoking y con una estrellita en cada mano cantando)
Bernardo: Noche de paz. Noche de amor. Todos duermen en derredor… mientras los astros expanden su luz. (Le da una estrellita a Roberto. Roberto la toma pero está incómodo)
Jacqueline: ¡Qué linda imagen! ¡Qué tierna! (Muy socarrona)
Bernardo: ¿No estamos para las estampitas?
Roberto: Mantengamos el buen humor.
Jacqueline: Si yo estoy de buen humor y ustedes por lo visto también. ¿Por qué no se van por el barrio a cantar villancicos?
(Entra Pamela vestida con el uniforme azul de mucama, pollera mini, con delantal blanco, cuello blanco, y puños blancos en las mangas)
Pamela: Disculpen la demora…
Jacqueline: ¿Qué es esto? (Roberto reacciona largando una carcajada)
Roberto: ¡Qué divertido!
Bernardo: (Le sigue la corriente) Sí, qué divertido.
Jacqueline: ¿Les parece?
Roberto: ¡Claro! Se puso el vestuario del teatro…
Jacqueline: ¿Y se lo pone para cenar?
Pamela: Siempre me lo pongo para cenar.
Bernardo: ¡Qué buena idea!
Roberto. Y esto no es nada… tiene otros trucos…
Pamela: ¿Trucos? ¿Qué trucos?
Roberto: ¿Cómo qué no? Si tenés trucos por todas partes…
Pamela: ¿De qué trucos me estás hablando?
Roberto: De estos… a mí no me podés engañar… en cinco minutos te encuentro todos los trucos. ¿Este no es uno? ¿Y este otro? ¿Y este no es un truco?
Pamela: ¡Estos son los dobladillos! Como la moda cambia a cada rato nunca corto los vestidos.
Roberto: Por eso estás llena de trucos…
Pamela: ¡Estoy llena de dobladillos!
Roberto: Es lo mismo…
(Durante el precedente diálogo Bernardo y Roberto han hecho girar a Pamela y luego la inmovilizaron tras haber palpado su ropa. Roberto ha hecho girar el delantal para que quede en la espalda, Bernardo transformó el cuello en pañuelo que puso a su smoking, Roberto abrió el escote del vestido y lo bajó hasta los hombros. Cada uno le baja una manga y juntos abren el falso dobladillo del vestido, de manera que la pollera, ahora es larga. Finalmente Bernardo ira a buscar una rosa de un florero y la pondrá en el escote de Pamela. Al finalizar el cambio la harán girar como en un desfile de modas)
Roberto: ¿Y? ¿Qué tal? De cenicienta… a princesa. (Entra música de Navidad)
(Entra Pamela 2 con un suntuoso vestido de gala con un escote hasta la cintura, llevando una bandeja con el pavo. La presenta a los hombres dando vuelta para volver a la mesa)
Pamela 2: Si los señores quieren, pueden molestarse en pasar a la mesa…
(Avanza con la bandeja hasta Jacqueline la cual la toma. Luego se sienta en su silla mostrando toda la espalda. Todos se quedan pasmados, la miran)
Roberto: (Mirando para otro lado) ¡Flor de yegua!

APAGÓN

(Final de la cena, Bernardo estará con los cuernos en la mano y una corbata de mal gusto. Habrá paquetes de regalos abiertos. Se reemplazarán las cosas de la mesa por botellas vacías, platos con nueces etc. Todos estarán con cara de “Mala onda”.
Luego de una pausa Roberto romperá el hielo proponiendo un brindis)
Roberto: Me gustaría decirles que la cena estuvo para chuparse los dedos.
Bernardo: Realmente estupenda… comí demasiado…
Jacqueline: ¡Vos siempre comes demasiado!
Bernardo: A mí se me va la mano para las fiestas.
Jacqueline: Esta vez se te fue la mano, el brazo… ayúdame Pamela:
(Durante la conversación Jacqueline toma los platos y Pamela 2 la fuente vacía con los cubiertos encima. Salen hacia la cocina)
Bernardo: Será posible que nunca me deje comer tranquilo.
Roberto: No le hagas caso…
Bernardo: ¿Pero vos viste con la cara que estuvo toda la cena? Y encima tuve que bancarme las cargadas por tu regalo de miarda. ¿Cómo se te ocurrió?
Roberto: Que desagradecido que sos. Me costaron un ojo de la cara esos cuernos.
(Pamela recoge platos y cosas de la mesa, botellas vacías)
Bernardo: Bueno basta de boludeces. ¿Querés tomar algún digestivo?
Pamela: ¿Por qué no te tomás un licorcito tío?
Bernardo: ¿Qué tío?
Roberto: El licor tío Tito. ¿No lo conoces? ¡Es excelente!
Pamela: Perdón muchachos yo me voy a la cocina a tomar bicarbonato, quiero hacer un provechito. (Mutis. Entra Jacqueline)
Bernardo: Yo me voy a poner cómodo. (A Jacqueline) Sino te molesta.
Jacqueline: Para nada. (A Roberto)Y vos también ponerte cómodo.
Roberto: ¿Te parece? Yo soy el invitado.
Bernardo: Sí hombre subí y ponete cómodo. (Bernardo subiendo las escaleras hacía el dormitorio)
Roberto: Está bien ya subo. (Roberto va hacia Jacqueline para abrazarla, ella lo esquiva)
Jacqueline: ¡Qué hipócrita!
Roberto: ¿Podemos hablar?
Jacqueline: ¿Hablar? Yo lo tengo más claro lo del tapado.
Roberto: Son ideas tuyas, mi amor.
Jacqueline: ¡Mi amor las pelotas! Anda a cambiarte. (Entra Pamela 2)
Roberto: Bueno me voy a cambiar…
Pamela 2: Señora… ¿Nos ponemos de acuerdo quién lava los platos? (Seguida por Pamela)
Pamela: Los platos los lavo yo, me encanta hacer cantar el lavaplatos es la música que más me gusta.
Jacqueline: Está bien hacelo vos, así yo termino de arreglar esto con ella. (Mutis de Pamela hacia la cocina) Dígame Pamela. ¿Alguna vez se encontró cara a cara con una idiota?
Pamela 2: No sé…
Jacqueline: Bueno, ahora tiene una adelante…
Pamela 2: No será para tanto…
Jacqueline: ¿Ah no? Entonces dígame… ¿Qué actitud tendría que adoptar la idiota, si se encontrara frente al amante de su marido?
Pamela 2: ¿Qué?
Jacqueline: Lo que oyó… para qué vamos andar con vueltas…
Pamela 2: Bueno, nunca pensé que me hablaría con tanta franqueza…
Jacqueline: ¡Es que si no lo digo reviento! Ahora dígame… según usted… ¿Cómo tendría qué reaccionar?
Pamela 2: No sé… es muy delicado… póngase en mí lugar…
Jacqueline: ¡No al contrario! Soy yo la quién le pide que se ponga en el mío…
Pamela 2: Está bien… yo creo que no debería haber venido…
Jacqueline: ¡En eso estamos de acuerdo!
Pamela 2: Ahora póngase en mí lugar, que usted me hable de estas cosa, para mí es muy embarazoso…
Jacqueline: ¡Tiene razón! Pero si no se lo decía a usted… ¿A quién se lo voy a decir?
Pamela 2: Si, seguro…
Jacqueline: A no ser que la agencia me hubiera enviado a otra mucama…
Pamela 2: ¿Otra mucama?
Jacqueline: Claro, pero es igual, le hubiera hecho la pregunta a la otra…
Pamela 2: (Cada vez entiende menos). ¿Qué pregunta?
Jacqueline: Ay querida la que le hice. Si usted fuera yo que haría con la sobrina de Roberto.
Pamela 2: ¿De qué sobrina me habla?
Jacqueline: La de Roberto…
Pamela 2: ¿¡La sobrina de Roberto!?
Jacqueline: Perdóname… no sé porque le hablo de estas cosas, si usted no está al tanto de nada… Pamela, la que está ahí adentro. (Señala hacia la cocina) Es la sobrina de Roberto.
Pamela 2: No puede ser su sobrina, si es la…
Jacqueline: Sí ya sé… usted cree que es la amante, pero no es así, es la sobrina.
Pamela 2: ¡¡¡Una mucama!!!
Jacqueline: En eso estoy totalmente de acuerdo con usted. Pero así y todo, es la amante de mí marido.
Pamela 2: ¡Qué…!
Jacqueline: Así como lo oyó…
Pamela 2: Pero es imposible…
Jacqueline: Imposible no… solo de mal gusto. Mi marido se acuesta con ella…
Pamela 2: ¿Bernardo? Digo… digo… ¿Su marido?
Jacqueline: Sí, y tengo la prueba…
Pamela 2: ¿La prueba?
Jacqueline: ¡¡¡Irrefutable!!!
Pamela 2: ¡¡¡Qué basura!!!
Jacqueline: Es exactamente la respuesta que esperaba.
Pamela 2: ¡¡¡Hacerme eso mí…!!!
Jacqueline: ¿A usted?
Pamela 2: Claro… no… digo… a usted… pero como me había puesto en su lugar, lo digo como si fuera a usted…
Jacqueline: ¡Ah…!
Pamela 2: ¡Qué hijo de puta!
Jacqueline: Gracias por comprenderme… pero cálmese…
Pamela 2: Estoy muy nerviosa… por usted, porque nos… eh…la engaña.
Jacqueline: ¿Qué haría usted en mí lugar?
Pamela 2: ¿Yo…? Si fuera yo le haría exactamente lo mismo…
Jacqueline: Quiere decir que se la bancaria…
Pamela 2: ¡¡¡Un amante!!!
Jacqueline: Entre usted y yo… estoy en eso.
Pamela 2: Lo bien que hizo…
Jacqueline: ¡Por supuesto! ¡Qué derecho tenía de engañarme! ¡Si sabía que yo la engañaba! (Bernardo baja las escaleras cantando y en pijama)
Bernardo: Noche de paz… noche de amor… ¿Qué tal? ¿Todo bien?
Jacqueline: Sí… muy bien. (A Pamela 2) ¿No es cierto?
Pamela 2: Mejor imposible…
Bernardo: Así me gusta… que la gente disfrute…
Jacqueline: Veo que te pusiste cómodo…
Bernardo: Sí… me siento… relajado…
Jacqueline: ¿Relajado? En verdad no hay nada como sentirse relajado.
Bernardo: Sobre todo después de una cena formal. La etiqueta es muy linda pero el relax es mucho mejor…
Jacqueline: Bien yo también me voy a relajar…
Bernardo: ¡Seguro! Esto es una velada entre amigos…
Jacqueline: Casi íntimo…
Bernardo: ¡Con absoluta confianza!
Jacqueline: En una palabra… relajada…
Bernardo: A Pamela 2 A menos que usted le moleste.
Pamela 2: Para nada…
Bernardo: ¿Ya ordenaron todo?
Jacqueline: Falta nada más que el florero y las sillas…
Bernardo: Bueno, entonces vamos a terminar con esto…
Pamela 2: No se moleste… lo puedo hacer sola…
Bernardo: No, la voy a ayudar…
Jacqueline: Deje que le ayude… mi marido es muy generoso…
Bernardo: ¿No habrá quedado un turroncito por ahí?
Jacqueline: (Saliendo) Seguí comiendo y vas a reventar como un sapo…
Bernardo: Que mala onda. (A Pamela 2) ¿No te parece qué está rara?
Pamela 2: (Tomando el florero) No sé, vos la conoces mejor que yo…
Bernardo: (La toma de la cintura y le toca la cola) ¿Sabés qué tenés un hermoso florero?
Pamela 2: (Soltándose) ¡¡¡Por favor!!!
Bernardo: No te preocupes, ya arreglamos con la mucama; vamos a dormir en este cuarto.
Pamela 2: ¿Cómo vamos a dormir? ¡Voy a dormir!
Bernardo: Pero ya estoy en pijamas, casi desnudo… ahora vos vas a tu cuarto de desvestís, te perfumas, y te pones el desabillé.
Pamela 2: El desabillé se lo pondrá tu abuela, porque yo me voy.
Bernardo: ¿Y ahora qué te pasa? Seguís enojada porque tuviste que hacer de mucama.
Pamela 2: ¡No! Eso ya lo superé.
Bernardo: (Conciliador) Entonces tiene que ser una pavada… vamos contame…
Pamela 2: ¡Tenés razón es una pavada! Tu mujer está enterada de todo…
Bernardo: ¿Viste? Yo que… ¿¿¿¡¡¡Qué!!!???
Pamela 2: ¡¡¡Qué está enterada de todo!!!
Bernardo: ¿Cómo sabe? ¿Quién te lo dijo?
Pamela 2: Ella me lo dijo… me acaba de preguntar en la cara, qué haría yo si supiera que mi marido tiene un amante.
Bernardo: ¿Eso te dijo?
Pamela 2: ¡Sí hace cinco minutos!
Bernardo: ¿No lo puedo creer?En cualquier momento se arma la podrida…
Pamela 2. Sobre todo para vos…
Bernardo: Supongo que habrás negado todo…
Pamela 2: ¿Qué querés que niegue?
Bernardo: ¿Cómo qué? ¡¡¡Todo!!!
Pamela 2: No pretenderás que encima te ayude. Además me dijo que tiene pruebas…
Bernardo: ¿Qué pruebas?
Pamela 2: Pruebas irrefutables.
Bernardo: ¡Qué quilombo! ¿Cómo reaccionó cuando confesaste?
Pamela 2: ¿Cuándo confesé qué?
Bernardo: ¡Lo nuestro!
Pamela 2: ¿Por qué voy a confesar yo?
Bernardo: Porque habló con vos…
Pamela 2: Habló conmigo porque se lo quería sacar de encima. Pero al que quiere reventar es a vos. ¿Por qué te acostad con la sobrina?
Bernardo: ¿¿¿Qué??? ¿De qué sobrina me estás hablando?
Pamela 2: La de tu amigo, son dos mentirosos.
Bernardo: ¿La sobrina de Roberto? Pero si ni yo sabía que tenía una sobrina.
Pamela 2: ¿A no? ¿Quién está en la cocina?
Bernardo: ¿La mucama?
Pamela 2: ¡Mucama las pelotas! ¡Es tu amante!
Roberto: (Se asoma por la puerta de su dormitorio) Bernardo.
Bernardo: ¡Llegás justo a tiempo! Veni un momento.
Roberto: Ahora no puedo. ¿Dónde hay papel higiénico?
Bernardo: En el placard del baño.
Roberto: Gracias. (Mutis)
Bernardo: Escúchame palomita, aquí hay una confusión no puedo ser el amante de la mucama…
Pamela 2: ¡No mientas más! No existe ninguna mucama. La sobrina de Roberto es tu amante.
Bernardo: Pará… pará…pará un poco, entonces mi mujer no sabe nada de lo nuestro.
Pamela 2: ¡No! Ni se le ocurre, sino me hubiera sacado a patadas.
Bernardo: ¡Ay! ¡Qué alivio! ¡Qué alivio!
Pamela 2: ¡¡¡No te alivies tanto!!! Si no te mata ella, te mato yo… confesá que la sobrina es tu amante, o le digo todo a tu mujer.
Bernardo: ¡¡¡Pero Pamelita!!!
Pamela 2: ¡¡¡Confesá!!!
Bernardo: (Duda) Está bien… lo confieso… me acuesto con la mucama…
Pamela 2: ¡Qué es la sobrina de Roberto!
Bernardo: ¡¡¡Pero Pamelita!!! … No es la…
Pamela 2: Le cuento a tu mujer.
Bernardo: Está bien… está bien, pero fue un capricho, un desliz
Pamela 2: Me alegro que confieses, pero igual te quiero matar. Por lo menos tuve una pequeña satisfacción…
Bernardo. ¿Qué satisfacción?
Pamela 2: ¡Una hermosa! Tu mujer… tiene un amante…
Bernardo: ¿¿¿Qué???
Pamela 2: ¡¡¡Un amante!!!
Roberto: (Asomándose nuevamente) Ché, Bernardo, no lo encuentro.
Bernardo: Te dije en el placard.
Roberto: Gracias.
Bernardo: Escúchame Pamela no puede ser, no puede tener un amante. ¿Vos cómo lo sabés?
Pamela 2: Ella me lo dijo. No entiendo porque te molesta tanto…
Bernardo: Claro voy a saltar de alegría, engañarme a mí…
Pamela 2: Vos la engañas a ella.
Bernardo: No es lo mismo…
Pamela 2: No seas antiguo, ahora decime que los hombres pueden y las mujeres no…
Bernardo: Tengo mi amor propio…
Pamela 2: Los demás también…
Bernardo: Está bien… está bien… mira recién me enteré que mí mujer tiene un amante… ¿Podrías ser un poquito más cariñosa?
(Entra Jacqueline vestida con desabillé)
Jacqueline: Aquí estoy yo también me puse cómoda.
Bernardo: Se ve, bien cómoda te pusiste.
Jacqueline: ¡Igual que vos! Tenías razón me siento más relajada…
Bernardo: Me imagino…
Pamela 2: Qué lindo…
Jacqueline: Si, es un regalo de mi marido. (Entra Pamela)
Pamela: Es una maravilla, realmente fantástico. Tiene el tamaño ideal… ni muy grande ni muy chica… es fuerte… silencioso… agresivo… y tarda el tiempo justo… y no chorrea nada…
Jacqueline: ¿De qué está hablando?
Pamela: ¡Del lavarropas! Ah señora aproveché y le lavé toda la cocina estaba resucia.
Jacqueline: Te agradezco, aunque no es lo único en la casa que está sucio… (A Pamela 2) ¡Venga Pamela vamos a terminar su cuarto! Quiero darle frazadas.
Pamela 2: Gracias.
Pamela: Yo voy a terminar el mío. (Salen las tres, Bernardo va a la puerta donde está Roberto y golpea)
Bernardo: Roberto… Tito… Ché Tito.
Roberto: (Voz en off) ¿Qué…?
Bernardo: Tengo que hablar con vos. (Roberto sale en pijamas)
Roberto: Ahora me siento más…
Bernardo: Más relajado…
Roberto: Si, eso… relajado… liviano…
Bernardo: Y no sos el único: ¿Tomás algo?
Roberto: ¿Tenés Peperina?
Bernardo: ¿Peperina? Creo que si.
Roberto: Gracias. ¿Todo bien Bernardo?
Bernardo: No todo mal…
Roberto: ¿Qué pasó ahora?
Bernardo: Que dirías, si estando casado te enteras que tu mujer tiene un amante…
Roberto: (Sobresaltado) Ah, no si empiezas a hablar pelotudeces…
Bernardo: No sabés el esfuerzo que estoy haciendo para no estallar…
Roberto: Me imagino…
Bernardo: Me cuesta…me cuesta me viene de adentro como una ola…
Roberto: Pensá en otra cosa, pensá en una playa… con una paloma…
Bernardo: ¡No digas boludeces…!
Roberto: Te va ayudar a apaciguar la ola…
Bernardo: ¡No quiero apaciguar la ola! Voy a explotar… ya la siento subir… ya veo la imagen de mi puño en la cara y los dientes volando por el aire…
Roberto: Te podés lastimar la mano…
Bernardo: Es más los veo en cámara lenta, veo la sangre en la nariz…
Roberto: Creo que estás exagerando… cálmate… relájate… respira hondo… aleja tu mente de los malos pensamientos violentos, hace como los orientales… no sé como dijo Confucio. ¡Siéntate en el umbral de tu cara y verás pasar en cadáver de tu enemigo!
Bernardo: Me voy a sentar y lo voy a cagar a trompadas… ojo por ojo y diente por diente… mi cabeza es una tromba de ideas, pensamientos y elementos de tortura. En este momento no puedo pensar con claridad… Tito, prométeme que no le vas a decir a mí mujer que estoy al tanto de todo.
Roberto: Seré una tumba…no, no mejor seré mudo…
Bernardo: A ese lo tengo que agarrar por sorpresa.
Roberto: ¿A quién?
Bernardo: Al que se acuesta con ella, ya van a ver cuando lo encuentre.
Roberto: (Aliviado) ¡Ah…! No... ¿No sabés quién es?
Bernardo: Lamentablemente no… sino ya estaría cortado en pedazos.
Roberto: ¿Y no tenés ninguna pista?
Bernardo: Ninguna…
Roberto: ¿Qué lástima, no? Escuchame y si vamos al pueblo lo buscamos y lo cagamos a trompadas…
Bernardo: Está bien… está bien… tarde o temprano lo voy a agarrar…
Roberto: ¿Y si todo es mentira y el fulano no existe?
Bernardo: ¡Por supuesto qué existe! Jacqueline se lo contó a Pamela y ella me lo contó a mí.
Roberto: ¡Qué barbaridad!
Bernardo: ¿Es lo único que se te ocurre?
Roberto: ¡Jamás hubiera pensado algo así!
Bernardo: ¿Pero estás de acuerdo conmigo?
Roberto: Ah sí… hijo de una gran puta.
Bernardo: Pero acá no termina esto… me parece Jacqueline está alterada de los nervios…
Roberto: ¿Por qué? ¿Te dijeron algo más?
Bernardo: Sí, porque ahora cree que la mucama es tu sobrina…
Roberto: ¿Mi sobrina?
Bernardo: ¡Lo que oís!
Roberto: No…
Bernardo: Y que además me acuesto con ella…
Roberto: ¿Con mi sobrina?
Bernardo: Sí con la mucama…
Roberto: Pero a quién se le puede ocurrir una historia tan retorcida… (Entra Jacqueline)
Jacqueline: Bernardo… tengo que hablar con vos…
Bernardo: ¿Ahora?
Jacqueline: Sí, ahora…
Bernardo: ¿De qué?
Roberto: (Nervioso por lo que puede decir) Sí, de qué…
Jacqueline: De algunas cosas que sé de vos y que no me lo quiero guardar.
Bernardo: ¿De Mí? (Con la ironía de quién tiene una carta en la manga)
Jacqueline: Sí, de vos… Lo estuve pensando bien y creo que es lo mejor… (Entra Pamela 2) Ella me aconsejó que dijera la verdad… (A Pamela 2) ¿No es cierto?
Pamela 2: Tal cual…
Bernardo: Bueno y cual es… la verdad que tenés que decir…
Jacqueline: Que ya sé que ella es tu amante…
Bernardo. (A Roberto) Se lo dijiste vos
Roberto: ¿Estás loco?
Bernardo. (A Pamela 2) Entonces se lo dijiste vos…
Jacqueline: ¿Desde cuándo le decís vos a la mucama?
Bernardo: Ya sé que es la mucama… prefiero eso…
Jacqueline: ¿Qué decís?
Bernardo: Nada… que pensé que decías que era el amante de la mucama.
Jacqueline: Hablo de la otra mucama.
Pamela 2: La otra Pamela… su esposa jamás pensaría que usted tiene algo que ver conmigo… no…permiso… (Sale pamela 2 y Entra Pamela desde el cuarto)
Pamela: ¿Que tal? Me vestí cono ustedes para acostarme.
Jacqueline: Ah, que bien…
Pamela: La frazada es bárbara, suavecita, livianita y calentita…
Jacqueline: Igual que vos…
Pamela: ¿Qué?
Jacqueline: ¡Basta de mentiras! Terminemos con esta farsa, ya sé que usted es la amante de mi marido.
Pamela: ¿De su marido? Un momento, yo no tengo ningún problema pero esto le va a salir el doble…
Roberto: ¡Shhh! ¡Cállate!
Jacqueline: ¿Qué dice?
Roberto: Nada… está muy confundida…
Pamela: ¡Qué esto es un despelote!
Jacqueline: ¡Exacto! (A Bernardo) Y ya que conozco la historia… es justo y lógico que conozca la mía.
Roberto:¿ Jacqueline! Será justo pero no es lógico.
Jacqueline: ¿Por qué no? (A Bernardo) Si vos tenés un amante, es normal que yo también tenga un amante…
Bernardo: De esa infamia ya me enteré… pero no sé quién es…
Roberto: ¡No lo sabe! ¡No tiene la menor idea!
Jacqueline: Ahora lo va a saber…
Roberto: ¡¡¡Jacqueline!!! Es una estupidez lo vas a matar de un disgusto.
Bernardo: ¿Quién es…?
Jacqueline: (Señalando a Roberto) ¡El…!
Bernardo: ¡Estás loca…!
Jacqueline: Estoy más cuerda que nunca.
Bernardo: ¿¿¿Vos…???
Roberto: (Soltando una carcajada desesperada) Tu mujer te está haciendo una broma… (A Jacqueline) De pésimo gusto…
Jacqueline: Estoy hablando en serio, delante de mí no te va a decir la verdad…
Roberto: ¿Pero se dan cuenta de lo que están diciendo? ¿Te das cuenta Berny?
Bernardo: Todavía no mucho… pero si no dan detalles por ahí caigo…
Pamela: Qué le vas a hacer tío… más se perdió en la guerra….
Roberto: ¡Cállate por favor! (Suena el timbre)
Pamela: Tocaron el timbre…
Jacqueline: (A Pamela) No somos sordos. ¿Quién será a esta hora?
Bernardo: Debe ser el pesado de Miguez, siempre que se le rompe algo viene a pedir aquí…
Roberto: Mientras lo atienden yo voy al baño. (Amaga salir)
Bernardo: ¡Vos te quedas acá! (Le señala una maceta) Hacía ahí
Pamela: ¿Abro yo?
Jacqueline: Sí, pero no le hables, porque no se va más…
Pamela: Ah no, entonces que le habrá otro… (Sale)
Bernardo: (A Jacqueline) Dejá abro yo… (Se dirige hacía la puerta) Lo único que me faltaba esta noche es aguantar a ese hincha pelotas… (Timbre) ya va.
Roberto: Enseguida vuelvo. (Sale rápido para la cocina)
Bernardo: ¡Roberto Veni acá! ¡Estás huyendo como un cobarde! ¡Roberto…! (A Jacqueline) ¡Esto no termina aquí! ¡Roberto…! (Sale por cocina)
Jacqueline: ¡Bernardo no lo lastimes…! (Sigue sonando el timbre) Ya va, ya va. (Jacqueline abre la puerta y entra Ramón vestido de Papa Noel)
Ramón: Buenas noches señora…
Jacqueline: ¡Papa Noel…!
Ramón: (Sonríe) ¡No! Yo soy el jardinero de los Miguez.
Jacqueline: ¡Ah, bueno! Pase… ¿Siempre trabaja vestido así?
Ramón: No, lo que pasa es que el señor Miguez me pidió que le hiciera el favor de representar a Papa Noel para sus hijos.
Jacqueline: Está bien… está bien… ¿Dígame una cosa? ¿A qué vino?
Ramón: Vine a devolverle la llave inglesa, el señor Miguez me pidió que pasara aquí cuando vuelva…
Jacqueline: Bueno le agradezco…
Ramón: Pero antes de tocar el timbre me asomé, vi la luz prendida, y entonces supuse que estaban despiertos… a menos que se hubieran dormido con la luz prendida…
Jacqueline: Claro…
Ramón: Y a veces pasa…
Jacqueline: A veces pasa… bueno. ¿Por qué no me da la llave inglesa?
Ramón: La tengo en la bolsa… (Mira hacia el piso) ¿Dónde puse la bolsa?
Jacqueline: Aquí no trajo ninguna bolsa…
Ramón: ¡Qué salame! La dejé en la camioneta… enseguida vuelvo… (Sale, entra Roberto desde la cocina muy apurado)
Jacqueline: Se fue atrás tuyo…
Roberto: Ya lo sé, pero me fui al fondo y lo perdí de vista…
Jacqueline: ¡Acá no volvió!
Roberto: (Subiendo la escalera) ¿Cómo pudiste hacerme esto?
Jacqueline: Es mi venganza…
Roberto: Tu venganza fue la compota de ciruelas… (Roberto sale y entra Bernardo de la cocina)
Bernardo: ¿Dónde está Roberto?
Jacqueline: No sé, entró hace un rato pero fue a su habitación.
Bernardo: ¿Y cómo yo no lo vi?
Jacqueline: ¡Qué se yo…!
Bernardo: Espera a que le ponga las manos encima…
Jacqueline: No sé porque te enfurece tanto que yo tenga un amante, si vos también tenés una…
Bernardo: No creas que estoy celoso… esto es una simple cuestión de orgullo y dignidad…
Jacqueline: No te lo tomes tan a pecho… relájate…
Bernardo: Mira Jacqueline… más vale que se aclare todo esto… o mañana salimos en los diarios… (Sale hacía la cocina, Roberto sale de su habitación)
Roberto: ¿Apareció Bernardo?
Jacqueline: Para nada…
Roberto: Entonces me voy al baño hasta que se me ocurra algo. (Llega a la puerta) Traidora… (Sale)
(Entra Ramón con la bolsa que hace juego con el traje de Papa Noel)
Ramón: (Entra abriendo la bolsa) ¡Qué tranquilidad que hay en esta casa…!
Jacqueline: ¿Le parece?
Ramón: Sí, en la casa de los Miguez hay doce chicos… ¡Imagínese!
Jacqueline: Hay cosas peores…
Ramón: Aquí esta. (Le da la llave, no se mueve)
Jacqueline: ¿Algo más?
Ramón: Bueno, este si estaba pensando… que ya que estoy aquí… bueno me preguntaba si me dejaría que le de un besito…
Jacqueline: ¿Un besito…?
Ramón: Y sí… como no la voy a ver hasta mañana.
Jacqueline: ¿Un besito a quién?
Ramón: ¡A la mucama!
Jacqueline: ¡A la mucama!
Ramón: Sí, a Pamela. ¿Está aquí no?
Jacqueline: Sí, y usted le quiere dar un besito
Ramón: Y si no se lo doy a mi mujer, a quién se lo voy a dar.
Jacqueline: ¿Usted es el marido de la mucama?
Ramón: Si.
Jacqueline: Bueno, espere que la vaya a llamar… Pamela.
Pamela 2: (En off) ¿Sí?
Jacqueline: Venga por favor, tengo una sorpresa. (Entra Pamela 2)
Pamela 2: ¿Qué pasa?
Jacqueline: ¿Mire quién llegó? Aquí la tiene… no tenga vergüenza, déle el besito.
Ramón: ¿A quién?
Jacqueline: A ella….vamos bese a su mujer…
Ramón: Ella no es mi mujer, jamás he visto a esta señorita….
Jacqueline: (A Pamela 2) ¿Este no es su marido?
Pamela 2: ¿Esto mi marido?
Jacqueline: ¿Usted no me dijo que era el marido de la mucama?
Ramón: Sí, pero no de esta. ¿Cuántas mucamas tiene?
Jacqueline: ¡Es la única!
Ramón: Pero ella me dio esta dirección. ¿La verdad que no entiendo?
Jacqueline: Yo conozco…
Pamela 2: Disculpen, eh… pero ya que no soy yo lo que busca, me retiro.
Jacqueline: Vaya… vaya… (Sale pamela 2, Entra Bernardo peleando con Roberto)
Bernardo: Para… para…
Roberto: ¡No empujes!
Bernardo: Debería darte vergüenza. Se estaba escondiendo.
Roberto: Yo no me estaba escondiendo…
Bernardo: ¿Y qué hacía arriba del piso?
Roberto: ¿Qué…? ¿No puedo mirar las estrellas?
Bernardo: ¡Las estrellas te las voy a hacer ver yo! (Registran a Ramón y se lo quedan mirando)
Bernardo: ¿Y este quién es?
Roberto: Papa Noel…
Bernardo. ¡Cállate!
Jacqueline: Es el jardinero que vino a devolver la llave inglesa, se disfrazó de Papa Noel para los hijos de Miguez. Perdón mi marido y el de bigotillos es mi amante.
Ramón: ¡Ah su amante! Acá en el campo también pasan estas cosas.
Bernardo: ¿Ah sí? Y dígame… ¿Qué le hace un marido al amante de su esposa?
Jacqueline: ¡Lo revienta…!
Roberto: ¿Y a este quién lo mandó?
Ramón: Así como me ve, yo soy muy tranquilo, pero puedo partir un árbol en dos, imagínese a un amante.
Bernardo: Tiene razón, me gusta eso de partirlo en dos. (A Roberto) ¿A vos no?
Roberto: No, no mucho…
Bernardo: Gracias por devolver la llave inglesa.
Ramón: De nada… pero todavía falta lo otro…
Bernardo: ¿Qué otro?
Jacqueline: El señor vino a darle un beso a su esposa, pero todavía no la encontró.
Ramón: ¿Está segura qué no está aquí señora?
Jacqueline: Le digo que no, aquí estoy yo, la mucama y la otra chica.
Ramón: ¿Qué otra chica?
Jacqueline: No, no se haga ilusiones, porque esa es la amante de mi marido…
Ramón: …Ah… Entiendo… lo que no entiendo es: ¿Dónde está mi mujer? Ella me dijo que venía a trabajar el 24 y el 25 en esta dirección.
Bernardo: ¿A trabajar?
Roberto: ¿Aquí?
Jacqueline: Sí, porque la mujer del señor es mucama…
Bernardo: (Entendiendo) ¡Ah…es…! (Mira a Roberto9
Roberto: Claro…mucama…
Jacqueline: Pero no es la nuestra… el ya la vio…
Roberto: Entonces salga corriendo a buscarla, mire que esta zona es fea.
Ramón: ¿Cómo a buscar? ¿Dónde?
Roberto: No sé… en otro lado. (Lo va llevando hacia la puerta)
Bernardo. Seguro que está en otra casa.
Ramón: Sí, pero en cual.
Roberto: Eso es un misterio, nadie sabe, pero usted busque. No se deje vencer por las dificultades. Insista.
Ramón: Bueno,… esperaremos…
Bernardo. No, no espere… empiece cuanto antes…
Ramón: Gracias, buenas noches, felicidades.
Bernardo: Igualmente.
Ramón: (Intenta irse) Disculpe, pero aquí hay algo raro…
Roberto: ¿Aquí? ¿Algo raro aquí?
Ramón: Sí, porque siento el perfume de mí mujer…
Roberto: Somos muchos… los aromas se mezclan…
Bernardo: …Seguro… es difícil…
Roberto. Yo tengo Pino Salvaje.
Bernardo: ¿Vos también?
Roberto. Te saqué un poco del tuyo…
Bernardo: ¿También me usas el perfume?
Jacqueline: Perdón, no será el mío.
Ramón: No, el suyo es muy dulce, el de ella es un jazmín suave…
Roberto: ¡Qué lo parió! ¡Qué olfato! Parece un perro este hombre. (Entra Pamela)
Pamela: (Ve a Ramón)...Mi Amor…
Jacqueline: ¿Ustedes se conocen?
Ramón: Por supuesto. No le dije que era el marido.
Pamela: Pero Ramón…
Ramón: ¡Y vos no digas nada! ¡Ya me enteré de todo!
Pamela: ¿De todo?
Ramón: (Señalando a Bernardo) ¡Sí! Ya me enteré que ese es tu amante. Mira deci que estamos en Nochebuena sino te partía en dos gordito.
Jacqueline: (A Ramón) ¡Epa! Que falta de respeto se volvió loco.
Ramón: Y bueno señora si usted me dijo que Pamela era la amante de su marido…
Jacqueline: Pero por favor, eso fue una broma…
Ramón: ¿Cómo una broma?
Jacqueline: Pero sí, hombre le dije eso porque pensé que usted estaba equivocado de casa…
Pamela: Claro mi vida… pensá un poquito… yo llegué aquí esta tarde…
Ramón: ¡Qué papelón! Tenés razón, pero entonces. (Señala a Roberto) ¿El tampoco es tu amante?
Pamela: No ramón, el es mi tío.
Ramón: ¿Tu tío?
Jacqueline: (Muy exagerada) Por supuesto, no puedo creer que no reconozca a su propio tío.
Ramón: ¿Qué tío?
Pamela: El tío Roberto, Ramón…
Jacqueline: (A Roberto9 ¿Vos tampoco conoces el marido de tu sobrina?
Roberto: Bueno, la verdad es que era chica…
Pamela: Vos no te acordas, porque el vive en la ciudad, cuando nos conocimos. El…es el tío que nos va a dar la lechuga…
Ramón: ¿Qué lechuga? Ah… si…claro… Hubieras empezado por ahí… venga un abrazo tío.
Roberto: ¡Tanto tiempo! Casi no te reconozco.
Ramón: No sé que decirle, le suplico me disculpe, todo fue un mal entendido.
Roberto. Pero por suerte ya quedó todo aclarado…
Jacqueline: Clarísimo…
Ramón: Bueno… creo que ya es hora de que me vaya… ustedes estaban a punto de acostarse…
Jacqueline. Sí… lo único que todavía no habíamos decidido quién con quién…
Ramón: Yo me voy yendo… buenas noches…
Pamela: Espera querido…si ustedes no se oponen quisiera irme con él la verdad es que no me gusta dormir sola y sobre todo en Nochebuena.
Jacqueline: Yo no tengo ningún problema.
Bernardo: Yo menos…
Pamela: Muchas gracias, ustedes son muy buenos. Voy a buscar mis cosas (Sale)
Ramón: Pero apúrate que me tengo que levantar a las cinco de la mañana.
Jacqueline: ¿Mañana también trabaja?
Ramón: Sí, tengo que preparar una huerta y aprovechar que entró luna llena.
Roberto: ¡Siempre con tus siembras vos, eh!
Ramón: (Con mucho entusiasmo) Y si… no hay nada como la tierra… la naturaleza es maravillosa. (Entra Pamela) es sabia.
Pamela: Ella nunca miente, nunca engaña, lo que uno siembra, es lo que cosecha, pero si se la trata mal, otro la molesta, entonces sí… se rebela, y no para hasta poner las cosas en su lugar… ¿Es como la gente, no? (Pausa)
Ramón: Bueno… buenas noches y disculpen las molestias… Feliz Navidad.
Todos: ¡Feliz Navidad!
Jacqueline: Creo que es la primera vez que Papa Noel no trae algo. (Pausa larga) Creo que me voy a dormir.
Bernardo: Todavía tenemos un asunto pendiente…
Roberto: Mejor hablamos mañana…
Bernardo: ¡Hablamos ahora! Quiero saber la verdad entre ustedes.
Jacqueline: ¿Querés saber la verdad?
Bernardo: ¡De punta a punta!
Jacqueline: Bueno… la verdad es que… entre Roberto y Yo… no hay absolutamente nada. (Roberto respira aliviado)
Bernardo: ¿Cómo qué no hay nada?
Roberto. Si ella dice que no hay nada, es porque no hay nada.
Jacqueline: Por supuesto Bernardo… me extraña que te lo hayas creído…
Roberto: A mí también me extraña, es muy feo no confiar en los amigos…
Bernardo: ¿Por qué inventaron todo esto?
Jacqueline: Porque pensé que eras el amante de la mucama.
Bernardo: Y te quisiste vengar de mí…
Jacqueline: Por supuesto…
Bernardo: Y vos le ayudaste a tomarme el pelo.
Roberto: No me pude negar…
Bernardo: ¿Cómo pensaste que podría engañarte? Y encima con esa cirrosita.
Jacqueline: (Irónica) No hables así de la sobrina de Roberto.
Bernardo: ¿Qué sobrina? ¿La mujer del jardinero?
Jacqueline: Sí, la mucama. ¡Es la sobrina de Roberto! ¿No es cierto?
Roberto: Bueno, sí… este…
Jacqueline: ¡Mentira! Si esa es tu sobrina, yo soy la Cicciolina
Bernardo: ¿Pero de qué están hablando?
Roberto: (Muy enérgico) Está bien… ¿quieren saber la verdad? Yo la voy a decir la verdad, la dura y cruel verdad. Pamela es mi sobrina, pero es adoptada. La adoptó mi hermana cuando salió del orfanato. Yo hacía cinco años que no la veía…
Jacqueline: Pero le mandas lechuga todos los meses.
Roberto. Lo que pasa es que en la familia somos todos vegetarianos…
Bernardo: Pobrecita…
Roberto: Ahora pónganse en mí lugar e imaginen mi sorpresa cuando abro la puerta y me la encuentro, ahí parada. Viniendo a trabajar en la casa de mis amigos… me agarró una angustia tan grande que no lo pude soportar, entonces… ¿Qué se me ocurrió? Hacerla pasar por mi sobrina.
Jacqueline: (A Bernardo) ¿Vos estabas enterado de esto?
Bernardo: Para nada…
Jacqueline: Es decir, no conocías a la sobrina de Roberto.
Bernardo: Jamás la había visto antes…
Jacqueline: Entonces… ¿Por qué le regalaste entapado de 5000 dólares?
Bernardo: ¡Ah… eso! Me alegro que lo preguntes… en realidad yo no le regalé nada. Roberto estaba apretado de dinero y le hice un préstamo, nada más
Jacqueline: Entonces se lo regaló usted…
Roberto: ¡Tampoco! (Mientras va al perchero y toma el tapado) Ahora vas a ver, el tapado está aquí…obviamente no es de ella…
Jacqueline: Y si no es de ella. ¿De quién es?
Bernardo: (Señalando a Roberto) De él…
Jacqueline: ¿Suyo?
Bernardo: Por supuesto…
Roberto: Sí, siempre me gustaron las pieles…
Bernardo: Lo que pasa es que le da un poco de vergüenza.
Jacqueline: Me imagino… ¿Y cómo se lo compró?
Roberto: No sé…lo vi en una vidriera… me gustó… y me dije… ¿Por qué no?
Jacqueline: ¡Claro! ¿Por qué no?
Roberto: Si en Europa se usa.
Bernardo: Toca lo buena que es…
Roberto: Sí, este… bueno… lo que más me gusta de esta piel es muy hermosa y te combina con todo. Además podés estar totalmente desnudo abajo que sentís nada, lo dejas en cualquier parte y no se arruga…. Qué te puedo decir el sueño del pibe.
Jacqueline: ¿Por qué no me lo dijeron antes? ¿Cuándo pregunté?
Bernardo: Ya te dije… Roberto todavía le da vergüenza usarlo:
Jacqueline: Y yo qué me creí que era real lo de mucama, pero… entonces… la mucama es tu sobrina… ¿Quién es la otra? (Roberto y Bernardo)
Bernardo. ¿La otra…?
Jacqueline: Sí. ¿La otra Pamela? (Entra Pamela 2 en desabillé)
Pamela 2: Disculpen la interrupción, me tengo que ir y vengo a buscar mi tapado.
Jacqueline: ¿Cómo su tapado? ¿No era suyo?
Roberto: Era… pero como ella le gustó tanto se lo di como regalo de Navidad… después de todo, no creo que pueda usarlo. (Le alcanza el tapado y se lo pone a Pamela 2)
Jacqueline: ¿Ella quién es?
Pamela 2: ¿No lo sabe? Qué raro… pensé que a esta altura ya se había enterado.
Jacqueline: En eso estoy… pero no es tan fácil.
(Pamela cruza hasta llegar a Bernardo, pero pasa de largo y se agarra del brazo de Roberto)
Pamela 2 ¡De él! (Bernardo suspira, Pamela se abraza a Roberto)
Roberto: Yo sé que es un poco confuso todo esto…
Jacqueline: ¿Un poquito?
Bernardo: Supongo que esto también tendrá su explicación.
Roberto: ¡Es muy simple! Después que le dije a mi sobrina que se hiciera pasar por mi amante, alguien tenía que ocupar el lugar de la mucama Ahí fue cuando llegó Pamela que generosamente accedió a aceptar ese lugar.
Pamela 2: Pero no me hizo ninguna gracia… de manera que me voy…
Roberto: Espera. ¿Por qué no nos vamos juntos?
Bernardo: ¿Se van a ir ahora? Es tardísimo…
Jacqueline: Después de todo vinieron a pasar la fiesta (A Pamela 2) ¿Por qué no llevas tus cosas al cuarto de arriba?
Pamela 2: No sé… ¿Vos qué decís?
Roberto: Bueno, ya que insisten…
Bernardo: ¡Estupendo…! Me parece que queda una botellita para abrir.
Pamela 2: Yo la voy a buscar…
Roberto: ¡De ninguna manera! Dejá que vaya Roberto y vos traes tus cosa a mi habitación.
Pamela 2: Pero…
Roberto. Es una orden. (Pamela 2 se va a la habitación con e tapado) Bernardo, mañana mismo te hago el cheque…
Bernardo: ¿Qué cheque?
Roberto: El de los 5000 dólares que me prestaste, no puedo permitir que pagues el regalo de Pamela, bueno me voy a buscar la botella de champaña. (Sale hacía la cocina)
Jacqueline: Bernardo… quisiera pedirte una cosa…
Bernardo: ¿Qué cosa?
Jacqueline: Que me prometas que no lo vas a invitar más…
Bernardo: ¿Por qué?
Jacqueline: No sé, pero me parece que ella te podría gustar…
Bernardo: ¿Estás celosa?
Jacqueline: Un poco, pero en el fondo me gusta. Hace mucho que no me das calor...
Bernardo. Entonces tampoco invito más a Roberto.
Jacqueline: ¿Por qué? ¿Estás celoso?
Bernardo: No sé, pero no quiero volver a pasar por un momento como el de antes… sentí que podía perderte y no me gustó nada. (Jacqueline va hacia el y lo abraza muy suave)
Jacqueline: Que dijo el jardinero, una cosecha lo que siembra. (Se besan en el momento que entra Pamela por un lado y Roberto por la cocina con una bandeja con cuatro copas y la botella de champaña
Roberto: Aquí está… la última botella. (La destapa y comienza a servir) Creo que después de todo ha sido una hermosa velada… No faltó nada…
Bernardo: Ni que lo digas…
Roberto: Exquisita comida… buenas bebidas y una hermosa compañía, bueno brindemos…
Todos: (Brindan) Salud… ¡Feliz Navidad!
Bernardo: Un momento, un momento, que les parece si nos juntamos para el…………..
Todos miran hacia cada lado y apagón.
TELON

















AÑOS DIFICILES Roberto Cossa


AÑOS DIFICILES
Roberto Cossa
P E R S O N A J E S
FEDERICO, 70 años
ALBERTO, su hermano, un año menor
OLGA, esposa de Federico
MAURICIO, pasa los 50 años
Ámbito
UNA MUY ANTIGUA CASA DEL BARRIO DE COLEGIALES DONDE HACE MUCHOS
AÑOS QUE NO SE COMPRA UN OBJETO NUEVO. UNA CASA QUE EN LA DÉCADA
DEL VEINTE COMPRÓ DON JUAN STANCOVICH, CONTRATISTA DEL
FERROCARRIL. AHORA VIVEN SUS DOS HIJOS Y SU NUERA, MAESTROS
JUBILADOS. LA CASA TIENE VARIOS AMBIENTES. LO QUE ESTÁ A LA VISTA DEL
ESPECTADOR ES UN COMEDOR (EL CLÁSICO “LUGAR DE ESTAR”) QUE TIENE
SALIDAS A LA COCINA, AL BAÑO, A LA HABITACIÓN DE ALBERTO Y A LA CALLE.
ESTA HISTORIA OCURRE A LA TARDECITA DE UN DÍA DE SEMANA CUALQUIERA.
EN LA CASA DE STANCOVICH, EN EL BARRIO DE COLEGIALES, SE CUMPLE CON
LA RUTINA DIARIA: FEDERICO (ANDA POR LOS 70) ESCUCHA RADIO A TRAVÉS
DE UNOS AURICULARES QUE LE TAPAN LAS DOS OREJAS. ES LA HORA EN QUE
OLGA (SESENTONA) SACA LA BASURA A LA CALLE. ALBERTO, QUE ACABA DE
CUMPLIR LOS 70, MIRA TELEVISIÓN EN SU PIEZA. OLGA REGRESA DE LA CALLE.
OLGA: Si hay algo que odio es sacar la basura. Con dos hombres en la casa.
Alberto sale de su pieza, ingresa al living y atraviesa el ámbito hacia la
cocina.
ALBERTO: (Dice al pasar) Mataron a diez mil tipos en Ruanda. Los masacraron.
FEDERICO: No fueron diez mil. No llegan a siete mil. Fue una mentira de la televisión. La televisión. La televisión exagera todo. Escuchá la radio.
ALBERTO: (A Olga) Hubieras visto los cadáveres apilados en el desierto... los cuerpos negros y la sangre roja... Impresionante (Dicho esto,
Alberto ingresa a la cocina).
FEDERICO: Había viejos y chicos... y mujeres viejas, jóvenes. Y una mujer embarazada. Lo contaron por radio. La radio te da más detalles.
OLGA: (A Federico) ¿Todos negros? Los muertos... ¿todos negros?
FEDERICO: (Se desconcierta) Supongo que sí. Es en Ruanda.
OLGA: Suponés. Si los vieras por la televisión en colores lo sabrías. El que es negro aparece negro y el que es blanco aparece blanco. Y las angre se ve roja, como dijo tu hermano.
FEDERICO: Por la radio yo “veo” los muertos. Los veo con la imaginación. Ya demás... ¿qué importa si son negros? Los negros son tan seres humanos como nosotros. Y tienen sangre roja, como los blancos.
Reaparece Alberto llevando una botella de vino y dos copas.
ALBERTO: (A Olga) Empieza el programa.
Olga sale hacia el baño. Alberto se encamina hacia su habitación.
Federico lo corta.
FEDERICO: (Irónico) ¿Qué sensacion térmica hay?
ALBERTO: No sé.
FEDERICO: ¿Cómo? ¿La televisión no te informa la sensación térmica? ¿Y la presión ambiental?
ALBERTO: ¡Qué sé yo!
FEDERICO: Enterate. Está baja. Mil seis hectopascales.
ALBERTO: No me importa.
FEDERICO: ¿No te importa? Pero va a llover. Enterate. ¡Va a llover!
ALBERTO: Que llueva. No pienso salir.
FEDERICO: Van a caer ciento cincuenta milímetros en media hora, con vientos huracanados. Lo explicaron por la radio. Se va a inundar la avenida Juan B. Justo.
ALBERTO: Lo veo por la televisión.
Dicho esto, Alberto sale hacia su habitación. En pocos instantes aparece Olga desde el baño. Ha mejorado notoriamente su aspecto.
Avanza hacia la habitación de Alberto.
FEDERICO: Si vas a salir llevá paraguas.
OLGA: Estoy en la pieza de tu hermano.
FEDERICO: Envenenate con la televisión.
Olga ingresa a la habitación de Alberto. Al mismo tiempo Federico secubre con los auriculares y mueve el dial buscando un programa que leinterese. Finalmente lo encuentra. Escucha la radio. Está ensimismado.
De pronto reaparece Olga, alternada. Detrás, Alberto, que la toma de unbrazo.
OLGA: Dejame.
ALBERTO: ¿Qué te pasa?
OLGA: Está esa, otra vez.
ALBERTO: ¿Y cómo no va a estar? Es la protagonista.
OLGA: ¡No la soporto! Con esos aires de reina...
ALBERTO: Es muy joven...
OLGA: ¡Y sí! ¡Y eso es lo que jode! ¿Te da por las mocosas ahora?
ALBERTO: Se está muriendo...
OLGA: ¡Sí...! ¡Se está muriendo...! Con ese peinado... y esos labios pintados... y esos pechos... ¡Esa no se muere más!
ALBERTO: Tiene fiebre amarilla. Entendela.
OLGA: Cuando se muera, avisame.
ALBERTO: ¡Hacé como quieras!
Alberto sale hacia su habitación. Olga trata de llamar la atención de Federico.
FEDERICO: (Pendiente de la radio) Escuchá: corte de agua en la manzana comprendida entre Campana, Melincué, Nazarre y Cuenca. (A Olga) Ahí vive la tía Chela. ¡Mirá que casualidad! ¡Veinticuatro horas sin agua! ¡Que se joda! Hace sesenta años mi viejo le ofreció comprarle la casa. ¡Se hizo la interesante! ¡Hoy no tiene agua!
OLGA: ¿Te conté? Esta mañana cuando fui al mercado estuve viendo unos de tamaño mediano...con control remoto... Los venden en sesenta cuotas... Ni lo sentís.
FEDERICO: Odio que me muestren las cosas como son. ¿No te das cuenta? Ellos deciden por vos. ¿Con qué derecho?
OLGA: Pero a mí no me pasa lo mismo. Necesito ver lo que sucede en el mundo.
FEDERICO: Tenés el televisor de Alberto.
OLGA: El televisor de Alberto es obsceno. Quiero un televisor para nosotros dos.
Federico da por terminado el diálogo con un gesto. Reaparece Alberto.
ALBERTO: Murió.
FEDERICO: (A Alberto) La tía Chela está sin agua. Por veinticuatro horas.
ALBERTO: Por lo que se bañaba la tía Chela. (A Olga) ¿Venís?
OLGA: No.
ALBERTO: Están por sacarle las vendas al teniente de húsares. ¿No vas a ver cómo quedó?
OLGA: (Miente) No me interesa.
ALBERTO: Si recupera la vista se va a dar cuenta que está enamorado de la hermana.
OLGA: (Se entrega) Por Dios... Dejame tranquila.
Alberto sale hacia la habitación.
OLGA: (A Federico, con desesperación) Aunque sea uno en blanco y negro.
FEDERICO: Dejáme escuchar.
OLGA: Todo puede volver a ser como antes entre vos y yo.
FEDERICO: (La chista) Se está incendiando la Reserva Ecológica. Andá a verlo por la televisión.
OLGA: ¡Estoy en la pieza de tu hermano!
Olga sale furiosa hacia la habitación. Federico se enfrasca en la radio. Un instante después suena el timbre de calle. Federico se toma el tiempo necesario hasta que se dispone a atender.
FEDERICO: ¿Quién es? (Escucha). Sí, soy yo. ¿Y usted quién es?
Desde afuera se oye una voz.
FEDERICO: El nombre nada más. (Escucha) ¿Mauricio...? ¿Dónde vive, Mauricio? (Tiempo. Impaciente) El barrio... Dígame el barrio donde vive. (Escucha y repite) Mauricio, de Caballito. (Abre la puerta) Pase.
Tímidamente ingresa Mauricio, un hombre formal, de algo más de cincuenta años.
FEDERICO: ¡Pero, pase! (Le indica) Siéntese, Mauricio de Caballito. Espere. (Está escuchando algo por radio) ¡Increíble! Están explicando por qué las jirafas tienen el cuello largo. (Tiempo) Motivos sexuales. ¿Usted se lo hubiera imaginado? Con la radio uno aprende. (Mira a Mauricio) ¿Ocurre algo?
MAURICIO: Me llama la atención su confianza. Me dejó entar a sus casa sin preguntarme nada.
FEDERICO: Le pregunté el nombre y el barrio. ¿Qué más tenía que saber?
MAURICIO: No sé...
FEDERICO: Mauricio, de Caballito. Con eso me basta. (Tiempo) Además usted tiene una voz sincera. Eso me da confianza. (Tiempo) Siéntese.
MAURICIO: La gente en general no le abre la puerta a cualquiera. Tienen
miedo.
FEDERICO: Porque ven mucha televisión. Están asustados. Los que escuchamos radio tenemos otra mentalidad. Desarrollamos el oído. Cuando usted preguntó detrás de la puerta: “El señor Stancovich?”, yo dije: es de confianza. ¿Cómo se llama? Mauricio. ¿De qué barrio es? De Caballito. Es un tipo confiable. Y le abrí la puerta. Mi hermano, en cambio, hubiera exigido verlo. Es fanático de la televisión. Y se equivoca siempre. La vez pasada tocó el timbre un boliviano y llamó a la policía. Porque lo vio. Es un ladrón, gritó. Y yo le dije... escuchalo, escuchalo, primero. Dejalo hablar. Pero no. Al rato cayeron como diez patrulleros... sirenas... reflectores... tipos de civil con armas largas... y otros con chaleco antibalas... Y más... y más patrulleros... Y empezaron a los tiros. Y casi nos matan a todos. Gracias a Dios al único que mataron fue al boliviano que venía a destapar la pileta del lavadero. Lo mandó la mujer del almacén que le dijo: “Andá a la casa de los Stancovich que precisan una persona de confianza.” (Señala dos puntos de la pared) Mire... Los balazos. ¡Y todo por no escucharlo! (Baja un retrato de la pared y se lo muestra a Mauricio) El abuelo... Le pegaron en la frente. Pero estaba muerto de antes.
Mauricio se queda mirando fijamente el retrato.
FEDERICO: La gente ya no se escucha. Se la pasa mirando la televisión y no se
escucha.
MAURICIO: Así que este es el abuelo...
FEDERICO: El padre de mi padre.
Mauricio mira el retrato. Mira a Federico.
MAURICIO: No se le parece.
FEDERICO: Yo salgo a la familia de mi madre. Los Tobías. Todos morochos. Aindiados. Mi hermano, en cambio, es rubio. La sangre de los Stancovich.
Mauricio se ha quedado prendido al retrato.
MAURICIO: Podría ser un antepasado mío. ¿No lo nota? Tenemos un aire.
FEDERICO: (Observa el retrato) Tienes razón. ¡Qué casualidad!
MAURICIO: A lo mejor somos parientes.
FEDERICO: Hay Stancovichs de Parque Patricios y Stancovichs de Bahía Blanca... Pero no tienen nada que ver con la familia. (Lo mira) ¿Parientes, nosotros? Nunca escuché que hubiera Stancovichs de Caballito.
MAURICIO: Mi apellido es Valdés. Pero tengo la sangre de los Stancovichs. De eso estoy seguro.
Se produce un silencio. Mauricio se queda mirando a Federico.
FEDERICO: ¿Pasa algo?
Tiempo. Del interior de la habitación llegan risas nerviosas. Claramente son las voces de Olga y Alberto.
FEDERICO: (Señala la puerta) Ah...esas risas falsas dela televisión. No las soporto. En la televisión todo es falso. Como cuando mataron al boliviano. Los de la radio llegaron enseguida. La televisión, ¿quiere creerlo?, dos horas después ¿Sabe qué hicieron? Contrataron al hermano del boliviano... le dieron unos pesos... y le hicieron hacer de cadáver. Falso. Todo falso. ¿Pero le pasa algo?
MAURICIO: ¿Usted es el señor Stancovich... el Ruso Stancovich... el que jugaba muy bien a la paleta?
Federico hace un gesto de confirmación. Las risas siguen.
FEDERICO: ¿A usted le divierte la televisión? Disculpe... (Cambia) Sí... jugaba muy bien. Era el mejor del barrio.
MAURICIO: Si usted es el señor Stancovich, el ruso Stancovich... que jugaba muy bien a la paleta, se debe acordar de María Esther Valdés.
Federico no se acuerda.
MAURICIO: La hija del Lustra Valdés... (Le aclara) El Lustra Valdés... Lustraba los zapatos aquí en la estación Colegiales. Hace muchos años.
FEDERICO: Ah, sí... El Lustra Valdés, sí. ¿Cómo no me voy a acordar del Lustra Valdés? Tenía la parada en el andén que va para el centro... Un maestro, el Lustra Valdés. Ya no hay lustradores así. Lo mató el tren. Por perfeccionista. El guarda tocó el pito y el cliente le dijo: Dejá, Lustra... Se me va el tren.” Y salió corriendo. Y el Lustra Valdés detrás de él... “la última pasada de cepillo, caballero... la última pasada, caballero”. El cliente se paró en el estribo con el pie hacia delante... El tren arrancó... y el Lustra Valdés corriendo por el andén le dio la última cepillada... No se dio cuenta que el andén se terminaba y...
MAURICIO: El Lustra Valdés tenía una hija: María Esther.
FEDERICO: No me acuerdo.
MAURICIO: Trabajaba de sirvienta aquí en el barrio.
FEDERICO: Una grandota que...
MAURICIO: No. Era delgadita.
FEDERICO: Ah... la morocha... que andaba siempre con dos o tres hijos a cuestas...
MAURICIO: Tenía catorce años y era rubiecita.
FEDERICO: La verdad...
MAURICIO: Tenía un defecto en la mano... (Junta los dedos de la mano derecha para ilustrar una limitación).
FEDERICO: (Reacciona con alegría) ¡La Lauchita! ¡Pero sí! ¡Se llamaba María Esther? Los chicos del barrio le deciamos la Lauchita. ¡La Lauchita! Sí, ahora me acuerdo. ¡Éramos chicos...! ¿Qué se habrá hecho de la Lauchita?
MAURICIO: Vengo de su entierro.
FEDERICO: ¿Murió? Pobre Lauchita. Joven... Más joven que yo, seguro. ¿Usted la conoció?
MAURICIO: Soy el hijo.
FEDERICO: Mire usted...
Tiempo. Llegan sonidos de la televisión a todo volumen.
FEDERICO: (Hacia la pieza) Eh, che... Bajen el televisor. (A Mauricio) ¿Así que usted es el hijo de la Lauchita?
MAURICIO: Soy el hijo de María Esther Valdés. Hace algo más de 52 años se hizo un torneo de paleta en este barrio... Los muchachos inventaron un trofeo. Fue mi madre. ¿No se acuerda?
FEDERICO: Trofeo había todas las semanas. Y siempre los ganaba yo. Yo era bueno para la pelota a paleta.
MAURICIO: Ese fue un trofeo especial. Mi madre. Nueve meses después, nací yo. Alguien se llevó el trofeo...Y ese fue mi padre.
FEDERICO: Mire usted...
Al mismo tiempo se escuchan jadeos de placer que llegan desde la habitación. Mecánicamente, Federico cierra la puerta.
FEDERICO: Mire los programas que dan a esta hora. Por eso la gente no se escucha. Ni sé lo que me dijo. ¿En qué puedo ayudarlo, Mauricio deCaballito?
MAURICIO: Vengo a esta casa en busca de mi padre.
FEDERICO: ¿Por qué no se comunica con el servicio de búsquedas de Radio Rivadavia?
MAURICIO: Usted no me entiende. Yo nunca conocí a mi padre. Mi madre mantuvo su nombre en secreto toda su vida. Pocos minutos antes de morir me lo confesó todo. Me contó que yo fui el resultado de una apuesta. De un torneo de paleta que se jugó entre los chicos del barrio en un club de aquí a la vuelta.
FEDERICO: ¿Qué club? ¡Eh...! El club ya no está más. Yo era joven... mire lo que le digo... Yo era un pibe cuando lo tiraron abajo y pusieron un garaje... y ya hace años... pero años de años... que hay un supermercado. ¿De qué tiempo me está hablando?
MAURICIO: Año 1944. Mi madre fue el trofeo. Y lo ganó el ruso Stancovich.
Ingresa Alberto y va hacia el baño. Se detiene al ver a Mauricio.
ALBERTO: Perdón... (Mira a Federico con algo de temor) ¿Quién es?
FEDERICO: Mauricio, de Caballito. ¿Te acordás del Lustra Valdés? El que lustraba zapatos en la estación?
ALBERTO: ¿Al que lo mató el tren? ¡Un profesional!
FEDERICO: ¿Vos te acordás que tenía una hija?
MAURICIO: María Esther.
ALBERTO: ¿María Esther? No.
FEDERICO: La Lauchita. La chiquita... Que tenía la manito... (Hace su descripción con gestos). Te tenés que acordar...
ALBERTO: ¿La Lauchita? No... la verdad que no. (Mientras sale hacia el baño canturrea para sí) “Se coge a la Lauchita, laralalala...” “Se coge a la Lauchita...laralalala.” ¿De dónde saqué yo eso? Ingresa al baño.
MAURICIO: Mi madre quedó embarazada y nos fuimos a vivir a Florencio Varela, a la casa de unos primos. Allí nací y allí me crié. Mi madre nunca quiso contarme nada. Siempre me ocultó la verdad. Hasta que ayer a la mañana, antes de morir, me confesó todo. Que ella había sido el trofeo de un campeonato de paleta. “Quién se llevo el trofeo, mamá? Quien se llevó el trofeo?” (Imita a la madre moribunda) “El Ruso Stancovich. Un lindo muchacho que vivía frente a la estación Colegiales.” Y se murió. Después del entierro vine hasta Colegiales. No me hacía muchas ilusiones. Habían pasado tantos años... Le pregunté al diarero de la estación: “Usted sabe si por aquí vive una familia de apellido Stancovich?” “¿Los rusos Stancovich? Siempre vivieron ahí.” Y me señaló esta casa. ¡No lo podía creer! Crucé la calle con tanto miedo... Pensé que me iban a sacar a patadas. ¿Será eso que llaman la fuerza de la sangre? (Federico lo mira y Mauricio le aclara) Que hay algo en la sangre que atrae... ¡Usted me trató como si me conociera! ¡Como si fuera su hijo!
FEDERICO: Es la radio. Está lleno de historias parecidas.
Reaparece Alberto.
ALBERTO: ¡Me acordé! Había una pendeja que le decíamos la Lauchita... (Con gestos compone un ser escuálido y defectuoso) ¡Claro quesí! La sorteamos en uno de los campeonatos. ¿No te acordás que la barra me gritaba “se coge a la Lauchita, laralalala”? ¿O no? ¿Por qué me gritaban eso? Porque gané yo. Seguro. (A Mauricio) La cosa fue así: éramos una barra de diez tipos... ¿Qué tendríamos...? Quince... dieciséis años... Jugabamos a la pelota paleta...
FEDERICO: Ya lo sabe. Se lo contó la Lauchita.
ALBERTO: (A Mauricio) Seguro que le dijo que ganó él. Porque no le gustaba perder. ¡Pero esa vez gané yo, carajo! (A Federico) ¿Cómo que no? ¿Y si no, por qué me llevé a la Lauchita?
FEDERICO: Si vos decís que ganaste... ganaste vos. (A Mauricio) Ganó él.
MAURICIO: ¿Usted se llevó el trofeo...? Fue hace más de cincuenta y dos años y todavía se acuerda...
ALBERTO: No cabe duda.
MAURICIO: ¿Y por qué está tan seguro?
ALBERTO: ¿No le digo? “Se coge a la Lauchita, laralaralaaa.” ¿Y por qué si no me cantaban eso? Porque gané yo. (A Federico, con un gesto ilustrativo) ¡Te gané!
MAURICIO: ¿Y esa noche se llevó a mi madre y estuvo con ella...?
ALBERTO: Bueno... Gané en buena ley.
MAURICIO: ¿Está seguro que ganó?
ALBERTO: Cobré el premio, ¿no? Por algo cobré el premio.
Alberto sale hacia la cocina.
FEDERICO: Es mentira... Perdió la final. Nunca me ganó. Pero deje que lo crea. No le gusta perder... Se deprime. Y después no hay quien lo aguante.
Reaparece Alberto.
ALBERTO: ¿Ocurre algo?
FEDERICO: Que me acordé... Ganaste vos.
ALBERTO: Y claro que gané yo.
Mauricio lo mira extasiado.
ALBERTO: ¿Qué le pasa?
MAURICIO: (A Alberto) Papá.
FEDERICO: (Le aclara) Es tu hijo. Si ganaste vos, es tu hijo. Hijo tuyo y de la Lauchita.
ALBERTO: (Atraviesa el ámbito hacia el baño, arreglándose la ropa) Ahora resulta que se casa con el primo... La televisión es increíble... ¡Inventan cada historia!
Ingresa al baño.
MAURICIO: (A Alberto) Yo sabía que estaba vivo, papá... Yo sabía que estaba vivo. Quería conocerlo y decirle que ella nunca lo olvidó.
ALBERTO: (A Federico) No sé de qué me habla.
FEDERICO: El señor es el fruto de tu noche de amor con la Lauchita.
ALBERTO: Pero qué disparate... (A Mauricio) Señor... esta es una casa de jubilados. ¿Se lo dijiste, Federico? Una casa de jubilados. ¡Por favor! ¡Cuidado con lo que dice!
Alberto se encamina hacia su habitación. Está por ingresar a su habitación, pero antes se vuelve.
ALBERTO: Respete a quienes pueden ser sus padres.
Ingresa a su habitacion y cierra la puerta.
MAURICIO: (A Alberto) ¿Qué pasó? ¿Hice algo malo?
FEDERICO: No escucha... no escucha... Se encierra y no escucha.
MAURICIO: (Le grita) Yo sabía que estaba vivo, papá... Yo sabía que estaba vivo. Quería conocerlo y decirle que ella nunca lo olvidó. (A Federico) Sólo quería conocer a mi padre. Eso es todo. Siempresupe queestaba vivo. Lo supe acá. (Se señala el corazón) Sólo conocerlo... Saber cómo es...
FEDERICO: (Se acerca a la puerta) ¿Lo escuchaste? Quiere conocer a su padre. (A Mauricio) La maldita telvisión...No escucha a nadie. (A la puerta) Envenenate con la televisión. ¡Te inventan mundos raros! (A Mauricio) Él no era así. La televisión lo cambió.
Reaparece Olga. Advierte que algo pasa.
OLGA: ¿Qué son esos gritos? ¿Quién es este señor?
FEDERICO: El hijo de Alberto.
OLGA: ¿Cómo el hijo de Alberto?
FEDERICO: Vive en Caballito.
OLGA: ¿Tu hermano tenía un hijo?
MAURICIO: (En lo suyo) Años y años... buscando un dato... un indicio... Nada. Mi madre fue una persona muy sola. Encerrada en su secreto. Pero yo quería saber. “¿Cómo era, mamá? ¿Cómo era él?” “Era muy joven. Un hermoso muchacho y jugaba muy bien a la paleta”.
FEDERICO: Es cierto. Pero yo era mejor. (Le susurra) Y esa vez gané yo.
MAURICIO: Toda mi infancia y mi adolescencia jugando a la paleta... (A la puerta) Papá... Salí a usted. Fui dos veces campeón nacional... Y semifinalista por parejas en el sudamericano de Barranquilla. ¡Lo hice por usted!
Mauricio se pone a llorar. Olga se enternece.
OLGA: Siempre quise tener un sobrino. (A Mauricio) Me alegra tenerte con nosotros. (A la puerta) Alberto... Está tu hijo. ¿Oíste? ¡Tu hijo!
Reaparece Alberto.
ALBERTO: ¿Cómo entró este señor a esta casa? ¿Cómo entraste, ladroncito? ¿Te creés que no me di cuenta? (A los demás) Acabo de ver “Policía de Nueva York.” Se meten en tu casa con cualquier excusa... Igual que allá... Allá son los negros, pero es lo mismo... Llamen al 101...
FEDERICO: ¿Para que pase lo del boliviano? No.
ALBERTO: ¿Pero por qué le abriste la puerta?
FEDERICO: Porque es tu hijo. ¿Qué? ¿Le voy a negar la entrada a un hijo tuyo?
ALBERTO: ¿Qué hijo? Nos quiere sacar plata. (A Mauricio) Señor... esta es una casa de jubilados. ¿Se lo dijiste, Federico?
FEDERICO: Pará... ¡Escuchá... escuchá...! No lo mires. Escuchale la voz. Es un muchacho sincero.
ALBERTO: Nos quiere sacar plata.
MAURICIO: Se equivoca, papá. Yo no pretendo nada. Soy un hombre decente. Todo lo que yo quería era conocerlo. Fue la obsesión de mi vida. Verlo alguna vez. Doy gracias a Dios que lo haya podido conocer.
Mauricio se pone a llorar. Tiempo.
OLGA: Parece razonable que un hijo quiera conocer al padre.
ALBERTO: ¿Pero de dónde sale que es mi hijo? ¿Quién lo dijo?
FEDERICO: La Lauchita. El pibe lo acaba de contar. Antes de morirse la Lauchita le dijo: “Tu padre vive frente a la estación Colegiales, jugaba muy bien a la paleta y le dicen el ruso Stancovich.” ¡Sos vos!
ALBERTO: “Ruso” nos decían a los dos. Y vos siempre ganabas los torneos de paleta. ¿Por qué yo? Podés ser vos.
OLGA: Un momento. Sobrino, sí. Pero hijo, no. En esta casa no entra nadie que quiera hacer de hijo. Si quiere ser sobrino no hay ningún problema. Los sobrinos sacan la basura y ayudan con los mandados. (A Mauricio) Te conviene que tu papá sea él. Te puede dedicar más tiempo.
MAURICIO: (Violento, señala a Alberto) ¡Mi padre es el señor! Perdón... No quise gritar. Pero es la verdad: mi padre es el señor.
FEDERICO: ¡Ahí tenés! El trofeo lo ganaste vos. (Canturrea) “Se hmmmm a la Lauchita... laralaralala.” Lo acabás de decir. ¿Sí o no?
ALBERTO: ¿Pero por qué tiene que ser justo esa noche? ¡Qué puntería! No habré sido el único que... Perdóneme... No sé si me explico... Con todo respeto por su mamá. Vaya a saber en cuántoscampeonatos la usaron de trofeo.
MAURICIO: ¡Nunca! Mi madre no tuvo otra noche de amor más que esa. Me lo confesó antes de morirse.
ALBERTO: ¿La Lauchita, única vez? Escúcheme...
Alberto quiere decir algo pero no se anima. Se crea un clima ominoso que corta Olga.
OLGA: (A Mauricio) ¿Le podrías hacer un mandado a la tía? ¿Ir a comprarme un paquete de galletitas acá a la vuelta?
MAURICIO: Si mi padre me lo pide... ¿Quiere que le vaya a comprar las galletitas, papá?
ALBERTO: Sin sal... las que venden sueltas. Explicale bien: las que venden sueltas y sin sal.
OLGA: Hay un quiosco frente a la estación... Decile que vas de parte de los rusos Stancovich... (Se mete la mano en el bolsillo).
MAURICIO: Por favor... Invito yo. (Inicia el mutis) ¿Puedo decirles que soy un pariente?
OLGA: Claro que sí. Que sos el hijo de Alberto.
FEDERICO: Llevá paraguas. La radio dijo que va a llover.
Mauricio sale.
OLGA: Me gusta tu hijo... Es gauchito.
ALBERTO: ¡Qué hijo? ¿De qué hijo me hablás? (A Federico) Oíme... Vos te acordás de la Lauchita? ¿Te acordás bien?
FEDERICO: ¿Cómo no me voy a acordar?
ALBERTO: Vos también te la cogiste. ¿Qué me viene a decir que yo soy el padre? ¡Una sola noche de amor! También vos podés ser el padre.
FEDERICO: ¿Eso quiere decir que yo gané el torneo? ¿Que yo te gané? ¿Estás diciendo que yo te gané?
ALBERTO: Eso no... Gané yo. Pero igual puede ser tu hijo.
OLGA: ¿Ese hombre puede ser hijo tuyo?
Tiempo.
FEDERICO: No.
ALBERTO: ¿Por qué estás tan seguro?
FEDERICO: Porque con la Lauchita nunca pude.
ALBERTO: Pero si vos me decías que...
FEDERICO: ¡Pero no era cierto! Nunca pude. Esa manito... (Remeda el defecto de la Lauchita) No podía. La toqueteaba en el cine. La llevaba al cine y la toqueteaba. Los martes... los días de damas. Pero nunca pude...
OLGA: (A Alberto) Pero oíme... Para vos ese muchacho es como un regalo de Dios. Un apoyo para la vejez.
ALBERTO: Yo no necesito ningún apoyo. (Recapacita) ¿Y a vos qué te pasa? ¿Querés endilgarme un hijo?
OLGA: ¡Y sí...! Porque los mandados en esta casa los hago yo. Y soy yo la que te cobra la jubilación. Porque vos no te movés. Últimamente no salís a la calle ni a sacar la basura.
ALBERTO: ¡No salgo porque no tengo ganas!
OLGA: ¡No salís porque estás viejo! Y esa vida sedentaria te va a llevar a la tumba. Tenés setenta años. Y sos un buen candidato a la hemiplejia. Y cuando estés postrado, quién te va a cuidar, ¿eh? ¿Quién te va a lavar el culo? ¡Yo no! ¡Que te lave el culo tu hijo!
ALBERTO: Estás exagerando. Por suerte estoy muy bien de salud.
FEDERICO: Olga tiene razón. A mí no se me había ocurrido, pero tenemos que pensar en el futuro. Y Olga no tiene ninguna obligación. Es tu cuñada. Gracias que te cobra la jubilación todos los meses. Necesitamos un sobrino.
ALBERTO: Bueno... Que sea sobrino mío, también.
OLGA: ¿Y vos te creés que un sobrino se va a ocupar de vos?
ALBERTO: Por lo menos te puede sacar la basura a vos y cobrarme la jubilación a mí.
OLGA: Sí... Pero no te va a limpiar el culo. Y menos un varón. A vos te conviene que sea un hijo.
ALBERTO: Y dale con mi culo. ¿Pero quién dijo que voy a terminar hemipléjico?
OLGA: Estás decayendo... ¿O te creés que no me doy cuenta? Están apareciendo problemas... (Con un gesto) Sabés a qué me refiero. Eso es la próstata.
ALBERTO: ¿Qué próstata? No tiene nada que ver...
OLGA: ¿Cómo que no tiene nada que ver?
Olga y Alberto no pueden seguir la conversación. Federico lo advierte. Se pone el auricular y escucha la radio.
FEDERICO: Otro atentado en Argelia. Doscientos muertos. La radio es bárbara. Te informa en el momento.
OLGA: (A Alberto) ¿Y qué es lo que te está pasando, entonces?
Alberto hace silencio. Mira la hora continuamente.
OLGA: No sos el de antes. ¿Te creés que no me doy cuenta?
ALBERTO: (Con poca convicción) Estoy un poco cansado.
OLGA: No me mientas. Algo pasa.Tecuesta... tecuesta… Y eso es la próstata.
ALBERTO: No es la próstata. ¡Y no me jodas con la salud! Lo siento.
Alberto sale hacia la habitación. Cierra la puerta. Olga toma conciencia. Va hacia la habitación. Intenta abrir la puerta pero está cerrada. Golpea la puerta.
OLGA: ¿Quéestás mirando? Decilo. ¡Ja...! No te vayas a perder a las locas esas que muestran las tetas. (Transición. Habla para sí) ¿Era hoy el desfile del carnaval? ¿O era en transnoche? ¡Necesito saber el horario de los desfiles de las escolas do zambas! (Angustiada) ¡Por Dios...! Compremos un televisor o me voy a volver loca.
De pronto suena el timbre. Olga sale del estado de histeria y va a abrir. Reaparece Mauricio. Trae un par de pequeños paquetes y una botella.
OLGA: Ah... Sos vos...
MAURICIO: Disculpen la demora... Estoy tan contento... Quería agasajarlos... Cuando salí a comprar las galletitas me sentí tan bien... ¡Tengo una familia! ¡Por fin tengo una familia! ¿Y papá?
OLGA: Está mirando a las putas de la televisión.
MAURICIO: Come con nosotros, supongo. Avísele, tía.
OLGA: No se lo puede interrumpir. Pero en los cortes aparece.
Mauricio desenvuelve un paquete.
MAURICIO: Me acordé que cerca de acá venden el mejor pastrón de Buenos Aires... Agarré el coche y me largué... Los puedo invitar a comer, ¿no? Además traje unos varéniques de papa... son los que a mí más me gustan... y unos guefilte fish... Una buena cena de una familia judía. Son los sabores de mi infancia. Quiero recuperar los sabores de mi infancia... compartirlos con mi familia. Y para después compré un vino especial.
FEDERICO: ¿Usted es judío?
MAURICIO: Somos judíos, supongo.
FEDERICO: ¿Nosotros?
Desconcierto. Hasta que reacciona Olga.
OLGA: ¡Ah...! Es ese apellido... Todos se confunden. Stancovich. Cuando te conocí y me dijiste que tu apellido era Stancovich, yo también creí que eras judío. Por el vich.
FEDERICO: (A Mauricio) Es un apellido de origen vasco.
OLGA: Será vasco, ¿pero cómo les dicen en el barrio a vos y a tu hermano? Los rusos Stancovich. Todos se confunden.
FEDERICO: ¡Los rusos...! Una manera de decir. Pero el apellido es vasco.
MAURICIO: ¿Vasco? (A Alberto) Pero mi madre me dijo que mi padre era judío...
FEDERICO: Nos confundieron siempre. Por eso, de pibes, el viejo nos enseñaba. “Cuando se presenten aclaren... Stancovich, apellido vasco”. Así decía el viejo. “Stancovich, apellido vasco”. Yo nunca le di pelota. Por mí... (A Mauricio) Pero no somos judíos. Esa es la verdad. ¿Usted es judío?
MAURICIO: Claro que sí. Mi madre me crió como un judío. Tu padre es judío y vos serás judío, me dijo. Me circuncidaron... Me eduqué en escuela judía... Soy religioso... No soy fanático, pero voy al templo todos los viernes.
FEDERICO: No hay judíos en la familia.
Mauricio se deja caer en un sillon. Apesadumbrado.
FEDERICO: Y qué va a hacerle... Si es judío, es judío.
MAURICIO: No es eso... Estoy orgulloso de ser judío. Pero pienso lo que fue mi vida. (Tiempo) Yo quería ser dibujante. Desde chico... En la escuela los maestros me decían... Vos tenés que dedicarte al dibujo. Tenés facilidad. Cuando terminé el colegio, le dije a mi MADRE: “Quiero ser dibujante.” Se puso muy mal. Me dijo... vos tenés sangre judía... Los judíos son muy buenos para la bioquímica. Fue un error. Pobre mamá... Ella quería lo mejor para mí... Trabajaba veinte horas por día... ¡de sirvienta!... pobre vieja...para que yo me hiciera bioquímico. “Tenés que ser bioquímico”. Pero yo quería ser dibujante. ¿A papá le molestará enterarse de que soy judío?
FEDERICO: Eso no. En esta casa nadie diferencia a nadie porcuestiones religiosas.
OLGA: Somos tolerantes... Maestros de escuela... jubilados. Tenemos una formacíon democrática.
FEDERICO: Pero aclarale que Stancovich es un apellido de origen vasco.
OLGA: Dije tolerantes, no judíos.
Mauricio se lanza hacia la puerta.
MAURICIO: Papá... Yo quería ser como usted... Un judío gran jugador de paleta.
OLGA: No insistas. A esta hora no oye. ¿Qué día es hoy? ¿Jueves? Pasan la serie esa sobre la familia norteamericana... No se la pierde nunca.
FEDERICO: Mierda... Pura mierda.
OLGA: ¡No es cierto! Decís eso porque no te gusta la televisión. Pero es una lección de vida. ¡Muy buen programa! (A Mauricio) No sé si vos lo ves... te va a hacer bien. Te explican cómo viven las verdaderas familias norteamericanas. Es un buen ejemplo para nosotros. Bueno... empecemos a comer.
MAURICIO: ¿No esperamos a papá?
OLGA: Aparece en los cortes. (Se sirve) ¿Cómo se llaman estos?
MAURICIO: Veréniques...
OLGA: Ah, sí... Son muy ricos.
Se abre la puerta de la habitación y aparece Alberto. Tiene un gesto severo.
ALBERTO: (Padre de familia) ¿Hay algo para comer? (Se sienta) ¿Qué es todo esto?
OLGA: Tu hijo quiere homenajearte.
ALBERTO: Demos gracias a Dios. (Reza, como en las películas) Gracias, Señor, por el pan que nos has dado para saciar el hambre... Gracias por este techo... gracias por este reencuentro de la familia... (A Mauricio)
Dónde estuviste todo este tiempo? ¿Cosechando algodón en el sur?
MAURICIO: Buscándolo, papá. Buscándolo. Traje un vino especial para que brindemos... Por el reencuentro. Un vino especial de nuestra comunidad.
OLGA: (Cambia de tema) Bueno... bueno... eso de la comunidad lo dejamos para después. Comamos... (A Alberto) ¿Viste, tu hijo? Gran campeón de paleta. Salió a vos.
ALBERTO: ¿Qué pasó en Barranquilla? No fuiste el mejor.
MAURICIO: Fuimos semifinalistas.
ALBERTO: ¿Semifinalistas? (Reprocha) Mi hijo vive en el país más grande del mundo y es un semifinalista.
MAURICIO: Papá... jugamos con cuarenta y cinco grados de temperatura...
ALBERTO: Excusas.
MAURICIO: Todos dijeron que perdimos por un error de mi compañero.
ALBERTO: Excusas.
MAURICIO: El referí era uruguayo.
ALBERTO: Excusas. Fuiste un segundón. Si querés ser mi hijo tenés que ser el mejor.
Alberto sale hacia la habitación.
MAURICIO: ¿Qué le pasa conmigo? ¡Por Dios... parece que me odiara!
OLGA: Es el programa. Se pone muy padre norteamericano... Todos tenemos que ser los mejores.
MAURICIO: ¿Por qué no dejó que brindáramos con el vino especial?
OLGA: ¡No era el momento! Se iba a dar cuenta que sos judío. Estaba muy cuáquero.
MAURICIO: Pero tengo que decirle que soy judío.
OLGA: Hay que esperar la oportunidad. ¿Qué día es hoy? ¿Martes...? A medianoche hay un programa de las Naciones Unidas... Esos que te convencen de que todos somos iguales... Él no se lo pierde. Es el momento. Por ahora comamos.
Comen.
OLGA: Así que estudiaste bioquímica. ¿Y te recibiste?
MAURICIO: Sí. Pero nunca ejercí.
OLGA: ¿Te hiciste dibujante?
MAURICIO: Tampoco. Me dediqué al comercio.
OLGA: Una pena. Sos un fracasado.
MAURICIO: En un sentido, sí...
OLGA: ¿Comerciante? ¿Y de qué?
MAURICIO: Mayorista.
OLGA: ¿Mayorista? Nunca conocí un mayorista. ¿Oíste, Federico? Tenemos un sobrino mayorista.
FEDERICO: No me extraña. Los Stancovich somos ambiciosos.
OLGA: ¡Qué Stancovich! Es la voluntad típica de los judíos. (A Mauricio) Supongo que tenés mucha mercadería... ¿Vendés televisores, sobrino?
MAURICIO: Las cosas no andan bien. Tuve que cerrar dos sucursales.
OLGA: ¿Cómo sucursales? ¿Tenés sucursales? Eso quiere decir que tenés una central. ¿Dónde? (A la puerta) ¿Escuchaste, Alberto? Tu hijo es un mayorista.
FEDERICO: (Que no ha dejado de escuchar radio) Atanor, dos coma siete...
Garavaglio, uno coma tres... ¿Qué te parece?
Mauricio lo mira.
FEDERICO: Los índices... ¿Son buenos? El Merval subió un 2,7. ¿Vos que harías?
Mauricio lo mira. ¿Qué consejo le darías al tío?
MAURICIO: (Pendiente siempre de Alberto, le habla a la puerta) ¡Papá! Tuve que cerrar dos sucursales... ¡Pero me voy a rehacer! Venga a tomar una copa conmigo. Por favor. Compré un vino especial. Brindemos por el reecuentro y después écheme si quiere.
Aparece Alberto. Ha envejecido. Se deja caer en un sillón.
MAURICIO: Papá... ¿Qué le pasa? ¡Papá...! ¿Qué le pasa?
ALBERTO: El setenta por ciento de septuagenarios tenemos problemas con la próstata.
OLGA: (Mira la hora y dice con resignación) ¿Viste? Te lo dije. (A Mauricio)
Estuvo viendo el programa de los médicos. (A Alberto) ¿Te lo dije o no te lo dije?
FEDERICO: (Tiende un papel donde anotó algo) Tomá. El teléfono de la asociación de ayuda al prostático. Lo dieron por Radio del Plata.
ALBERTO: Lo negué. La semana pasada... en el programa del mediodía lo dijeron... Los septuagenarios niegan la próstata.
OLGA: Te lo dije... pero no querés escuchar. Pero ahora tenés un hijo que te va a cuidar. ¿No es cierto, Mauricio?
MAURICIO: Claro que sí.
ALBERTO: ¿En serio? ¿Tengo un hijo que me va a ayudar?
OLGA: Mauricio. Tu hijo es un mayorista. Tiene sucursales.
ALBERTO: Hijo... ¿Tenés sucursales?
MAURICIO: Sí, papá.
ALBERTO: ¿No me vas a abandonar...?
MAURICIO: Claro que no.
ALBERTO: ¿Me vas a ayudar en mi vejez?
MAURICIO: Por supuesto.
ALBERTO: Abrazame.
Mauricio lo abraza. Tiempo.
ALBERTO: Quiero que me hagan un chequeo en el Hospital Alemán.
MAURICIO: Pero sí, papá.
ALBERTO: Habitación individual. Con televisión.
MAURICIO: Por supuesto.
ALBERTO: Que me entren en camilla... Por un pasillo largo... De azulejos... Con una enfermera negra que grite... “El quirófano... El quirófano...”
MAURICIO: Claro que sí, papá. Lo que usted diga.
ALBERTO: Gracias, hijo... Gracias (Lo abraza).
OLGA: ¡Qué hermoso...! Somos una familia. Una familia feliz.
MAURICIO: Bueno... Llegó la hora del brindis. Traje un vino especial. El vino familiar...
Mauricio sirve las copas.
FEDERICO: ¿Vino judío?
OLGA: Casher, se dice.
Todos tienen una copa en la mano.
MAURICIO: Brindemos por el reencuentro.
ALBERTO: Por mi hijo el mayorista.
Todos brindan y beben, salvo Mauricio.
OLGA: Rico vino.
FEDERICO: El gustito ese raro... ¿Qué es? ¿Qué le ponen...? ¿Algo religioso?
ALBERTO: ¿Qué le pusiste al vino, hijo?
MAURICIO: Propóleos, papá.
ALBERTO: ¡Propóleos...! ¿Cómo se te ocurrió?
MAURICIO: Quiero darle una alegría, papá. Soy bioquímico.
OLGA: ¿No sos mayorista?
MAURICIO: También. Pero mayorista de productos químicos. No le fallé a la vieja, pobrecita. Me dijo: los judíos son muy buenos bioquímicos. Estudiá bioquímica y el día que yo me muera –solo después que yo me muera– vas y los envenenás a todos. ¡A todos! ¡A todos! Que no quede nadie. Hace unos años... cuando mamá se enfermó empecé a pensar... Tenía mis dudas de cómo hacerlo hasta que apareció en la televisión la historia del propóleos. (Transición) Lo que no sabía era que le decían la Lauchita. Pobre mamá... Quécrueles... Quécrueles...
(Señala el teléfono) ¿Me permite, papá?
Sin esperar respuesta Mauricio marca un número. Entretanto:
ALBERTO: El propóleos... Es cierto. En la televisión no hablaron nunca más del propóleos.
FEDERICO: La televisión es así... Se olvidan... se olvidan... Te dicen una cosa y después se olvidan.
MAURICIO: Aquella vez no murieron todos. Pero no se preocupen... Yo hice una mezcla con arsénico diluído en alcohol metílico y clorhidrato de potasio. Es rápido e indoloro. (Al teléfono) ¡Hola...! ¿Canal? Ah, sí señor. Me llamo Mauricio Valdés. Acabo de envenenar a mi padre, a mi tío y a la mujer de mi tío. Manden cámaras. Al barrio de Colegiales. Frente a la estación.
OLGA: ¿Van a venir de la televisión? ¿Oíste, Federico? ¡Van a venir de la televisión!
FEDERICO: ¡Acá no entra una cámara de televisión! ¡Te lo aviso!
OLGA: (A Federico) Arreglate un poco. Mirá cómo estás.
FEDERICO: ¡No me jodas con la televisión!
Federico se apega más que nunca a la radio. Olga se dedicará a preparar el ambiente para recibir a la televisión.
ALBERTO: Pero... ¿qué te contó tu mamita?
MAURICIO: Usted le hizo mucho daño, papá. Mucho daño.
ALBERTO: ¿Qué daño? La Lauchita gozó. Fue feliz. Yo gané el torneo y cobré el premio. Ella estaba contenta. Le gustaba ser el trofeo. Me acuerdo que estaba contenta. Se la cogió el mejor.
MAURICIO: (Violento) No es cierto, papá. No es cierto. Usted no ganó... Porque a mamá se la llevaba el que perdía. Por eso, cuando el tío me dijo que el torneo lo había ganado él, me di cuenta que mi padre era usted. ¡Mi madre fue premio consuelo! Eso la ofendió mucho. Y juró venganza para siempre. Poreso me dijo: “Matalos a todos. A tu padre y al hermano y a todos los que estén en la casa.” (A Federico) Estaba perdidamente enamorada de usted, tío. Y me confesó: “Le rogué que perdiera la final. Pero no. Ganó. Hizo todo lo posible por ganar. Me entregó al perdedor.” Agonizaba y me contó llorando: “Yo sabía que era premio consuelo. Todo lo que quería era que mi enamorado perdiera.” (Lloroso) Ella supo queera premio consuelo, tío. Pero usted se empeñó en ganar.
FEDERICO: Yo ganaba siempre. ¿Qué podía hacer?
OLGA: (Le grita a Federico) ¡Perder! ¡Perder por amor! ¡Si alguna vez en tu vida hubieras perdido por amor! (Le descarga todo el odio acumulado) Imbécil... Si miraras la televisión te darías cuenta que los perdedores son más eróticos. ¡Qué tonta la Lauchita!
(Intenta tomar a Alberto, pero se desbarranca arrastrando el mantel y todo lo que hay sobre la mesa.
Olga muere).
ALBERTO: (Todavía resiste) Hace un año dieron por la televisión un programa... Había un loco que envenenaba a toda la familia.
MAURICIO: Una serie norteamericana. (Contento) ¡Se acordó, papá!
ALBERTO: Sí... envenenaba a toda la familia.
MAURICIO: Claro... ¿Se acuerda que el hijo organizaba una fiesta...? El padre tocaba la trompeta... ¿Se acuerda? Eran todos negros.
ALBERTO: Sí, sí. Y el hijo cantaba... Lo que no me acuerdo es por qué los envenenó a todos.
MAURICIO: Celos, papá. Celos. La orquesta se llamaba “The Johnson Orchestra” y el hijo quería que se llamara “The Johnson Orchestra and the Son.” Celos profesionales. Y cuando el padre se negó, los envenenó a todos.
Alberto está desolado.
ALBERTO: ¿Por eso los envenenó? ¡Qué loco! En la televisión inventan cada
cosa...
MAURICIO: Estaba basado en un hecho real, papá.
ALBERTO: ¡Mirá vos! En todos lados se cuecen habas. (Señala la botella de vino) Servime un traguito. (Mauricio le sirve vino) ¡Vos no vayas a tomar, eh? (Bebe) Abrazáme. (Se abrazan) El padre parecía un buen tipo. Buen... a mí, en la televisión, los negros siempre me parecen buenos.
Están abrazados. Alberto, que se ve venir la muerte, se aferra a Mauricio. Mauricio lo aprieta contra su pecho.
MAURICIO: ¿Se acuerda del final, cuando el hijo se abrazaba al cadáver del padre y gritaba: “Papá... papá... ¿por qué no me dejaste ser tu socio?” Yo lloré. Lloré. Y me decía: Él, por lo menos, conoció al padre. Y sentí mucho odio.
ALBERTO: Yo también lloré. Y me acuerdo que me dije: me hubiera gustado tener un hijo.
Se aferran como garrapatas.
MAURICIO: Hubiera sido lindo que usted y yo miráramos el programa abrazados. Como ahora. Me hubiera gustado conocerlo antes de matarlo. Como el negrito de la televisión.
Alberto siente que se va a morir. Con la boca simula el sonido de una trompeta. Toca “Summertime”. Mauricio se enternece, se engancha, y canta dos o tres versos de la canción. Por un momento hacen un dúo entusiasta. Hasta que la trompeta de Alberto empieza a desvanecerse.
Mauricio lo abraza con más fuerza. Alberto muere. Tiempo. Hasta que explota un fuerte trueno y comienza a llover copiosamente. Federico tiene un espasmo y vuelve de la muerte.
FEDERICO: (Contento) ¿Viste que iba a llover? Lo dijo la radio (Se derrumba).
Las luces van oscureciendo la escena. El sonido de la lluvia avanza y finalmente se hace insoportable. Lo último que registra el espectador es la imagen de Mauricio, que toma el vaso de Alberto, la botella de vino envenenado y sirve un trago. ¿Lo beberá? Antes de que pueda descubrirse, se apaga la luz.


FIN