15/3/15

chicas católicas Casey Kurtti

chicas católicas 


Casey Kurtti


PRIMER ACTO
Escena 1
1962. Aula de clases del primer grado de un colegio Católico.

ELIZABETH: ¡Estoy lista!
COLLEEN: (Sacándole brillo a una manzana) ¿Dónde está la madre? Quiero empezar.
WANDA: La vi en el baño. Dijo que escogiéramos una carpeta.
MARÍA TERESA: (Que se ha escondido debajo de una mesa) ¿La madre está en el baño?
WANDA: Estaba vomitando.
COLLEEN: (A Elizabeth) Ese es el lado de los chicos. ¿Qué te pasa? ¿Eres retrasada mental o qué? ¿Qué es eso?
ELIZABETH: Mi mamá me la puso. Es una medalla bendita para el primer día de clases. Vivo en un departamento.
COLLEEN: (A María Teresa) Yo vivo cerca de tu casa.
Los siguientes dos textos son dichos a la vez.
COLLEEN: (A María Teresa) Tienes un carro blanco al que le falta una de las puertas de atrás. Es un carro de circo, ¿no? ¿No?
ELIZABETH:(A María Teresa) Tengo cuatro hermanos y dos hermanas. Nos vamos a mudar a alguna casa – algún  día.
MARÍA TERESA: ¡No!
COLLEEN: Y lo maneja tu papá. Tu papá es un gordo. Yo tengo mi propio dormitorio. Mis hermanos son unos chanchos. Saltan sobre el sofá cuando mi mamá no está. Nosotros somos los únicos católicos de la cuadra, todos los demás son judíos.
WANDA: Yo conozco a algunos judíos.
COLLEEN: ¡Cállate! Mi segunda mejor amiga, Kitty, es judía. Tiene una casa de muñecas con luces que se prenden y se apagan y…
WANDA: Donde vivíamos antes había montones de judíos.
COLLEEN: Los judíos van a la iglesia los sábados y se matriculan en los colegios del estado.
MARÍA TERESA: ¿A qué hora va a terminar de vomitar la madre? No me gusta esta clase.
COLLEEN: Y eso es pecado porque a la iglesia se va los domingos ¿no? ¿No?
ELIZABETH: No sé.  
COLLEEN: Bueno, yo si sé porque voy a ser monja.
MARÍA TERESA: ¿Las monjas tienen pelo  debajo de la toca?
WANDA: Claro que sí.
COLLEEN: ¿Quién dice?
WANDA: Mi mamá. Además me enseñó un himno especial para que se lo cante a la madre hoy, el primer día de clases ¿Quieren oírlo?
COLLEEN: No.
ELIZABETH: Si.
WANDA: El Ave María por Wanda Sluska.
COLLEEN: Aggg qué nombre tan feo.
WANDA: (Canta el Ave María en polaco) Zdrowa’s Maryo, Laskis Pelna, Panz Toba…
Se oye una alarma antiaérea.
MARÍA TERESA: ¿Ya es hora de almuerzo? ¿Tan rápido?
ELIZABETH: Esa alarma suena porque los comunistas van a tirar una bomba atómica encima de nosotros. Tenemos que irnos a nuestras casas.
WANDA: Pero si acabamos de llegar.
COLLEEN: Traje palitos de queso (A María Teresa) ¿Qué te mandaron a ti?
MARÍA TERESA: Un sándwich de albóndigas. Creo que mi mamá me mandó el almuerzo de mi hermana.
ELIZABETH: En mi edificio hay un refugio antiaéreo. Tengo que llamar a mi abuela para que tome el ómnibus y venga a mi casa antes de que explote la bomba. Vive lejísimos. Mi abuelo no puede venir, está muerto. Ustedes también pueden esconderse allí, pero los chicos no.
MARÍA TERESA: (Muerta de miedo) Nosotros dormimos en camas camarote. María Diana duerme encima mío. María Rosa duerme encima de María Luisa. Anthony duerme encima de Salvador Jr. Cosmo duerme encima de Joseph.
ELIZABETH: De esa bomba salen chispas rojas y si te caen, te queman toda la piel y te dejan solamente los huesos.
WANDA: Voy por la madre (Sale)
ELIZABETH: La última vez que explotó la bomba atómica le cayó encima a un chino que estaba montando bicicleta. Quedó hecho puré sobre la vereda. Puedes viajar hasta allá hoy mismo  si quieres y lo verás en el mismo sitio. Hecho puré con bicicleta y todo.
COLLEEN: (Dejando de comer) ¿Está muerto?
ELIZBETH: Claro.
MARÍA TERESA: Voy a avisarle a la madre.
Entra la madre María Inés.
MADRE MARÍA INÉS: Buenos días, niños y niñas. Soy la madre María Inés.
MARÍA TERESA: Madre, ¿ya se le pasaron las ganas de vomitar?
MADRE MARÍA INÉS: ¿Qué dices, hijita?
MARÍA TERESA: Madre, en cualquier momento nos va a caer encima una bomba atómica. Todas nos vamos a refugiar en la casa de ella. ¿Quiere venir con nosotras?
MADRE MARÍA INÉS: Es un simulacro, nada más. Y, en cualquier caso, nos toca refugiarnos aquí, en el colegio, en el sótano. De hecho se me ha encomendado la tarea de llevarlos al sótano. Escojan una pareja.
COLLEEN: Madre, ¿cuántos años tienes?
MADRE MARÍA INÉS: Sesenta y seis.
COLLEEN: Guau.
ELIZABETH: Madre, mi abuela tiene la misma edad que usted. ¿La conoce?
MADRE MARÍA INÉS: Síganme
ELIZBETH: Loretta Stokes.
MADRE MARÍA INÉS: Encantada de conocerte.       


Escena 2
1963. Aula de clase de segundo grado.
ELIZABETH:(Repasando la lección) Honrarás a tu padre y a tu madre.  Honrarás a tu padre y a tu madre. Honrarás a tu padre y a tu madre.
Entra la madre María Lucila.
MADRE MARÍA LUCILA: Buenos días niñas y niños.
TODAS: (No al unísono) Buenos días Madre María Lucila.
MADRE MARÍA LUCILA: Que el cielo, nos proteja, alumnos del segundo grado, si un simulacro antiaéreo los agota de esta manera. Que Dios se apiade de ustedes cuando caigan bombas de verdad.
Ya es hora de que demuestren un poco de estamina. A ver, alumnos del segundo grado, ¿quién deletrea esa palabra?
WANDA: E-S-T-A-M-I-N-A: Estamina.
MADRE MARÍA LUCILA: Muy bien (A todos) Niñas y niños, se requiere de un gran esfuerzo para mantener la buena reputación que se han ganado los colegios católicos de todo el país. Les ruego ponerse a la altura de las circunstancias o retirarse. (PAUSA) Asiento.  Guarden sus catecismos. McHugh, de pie. ¿Quién te creó?
ELIZABETH:(Parando) Dios me creó.
Elizabeth va a sentarse pero la madre María Lucila le hace un gesto para que siga parada.
MADRE MARÍA LUCILA: ¿Para qué te creó Dios?
ELIZABETH: Dios me creó para que me latiera el corazón y para que cuando deje de latir pueda reunirme con Él en su casa en el cielo.
MADRE MARÍA LUCILA: ¿De dónde sacaste esa respuesta?
ELIZABETH: Le pregunté a Dios y eso fue lo que me contestó.
MADRE MARÍA LUCILA: ¡¿Cómo te atreves a mentir?!
ELIZBETH: No estoy mintiendo, Madre.
MADRE MARÍA LUCILA: Que nos protejan todos los santos del cielo ¿Cómo te atreves a decir en mi presencia que Dios te dio esa respuesta?
ELIZABETH: Pero, madre, eso fue lo que me dijo…
MADRE MARÍA LUCILA: Bueno, esa no es la respuesta correcta. ¿Me estas tratando de decir que Dios te dio una respuesta equivocada? Dios no se equivoca jamás. Señorita McHugh, no sé con quién habrá hablado usted pero le aseguro que no se trataba de Dios. Esta tarde cuando llegue a su casa se aprenderá de memoria todo el Catecismo o de lo contrario, jamás recibirá el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor. ¿Comprendido? Siéntese.
ELIZABETH: Si, Madre. Pero yo…
MADRE MARÍA LUCILA: Y nada de peros. Señorita Sluska, diga los siete sacramentos en orden.
WANDA: (Con sonsonete): Bautismo, Confesión, Primera Comunión.
MADRE MAARÍA LUCILA: Más fuerte. Los alumnos de la última fila no pueden oírla.
WANDA: (Chilla) Confirmación, Matrimonio, ordenamiento, Extremaunción.
MADRE MARÍA LUCILA: Muy bien, Señorita Sluska. Hágame el favor de agradecer a su señor padre, en nombre mío y de todas las hermanas del convento por haber donado tan generosamente un asado para nuestra cena dominical. No tenía ni un centímetro de grasa. Lo recordaremos especialmente en nuestras oraciones matutinas.
WANDA: Sí, madre.
MADRE MARÍA LUCILA: La señorita Sluska está a punto de hacer su Primera Comunión, a diferencia de ciertas personas que están en la misma clase que ella. Señorita McHugh, sus padres se llevarán el susto de sus vidas cuando vean a todos los otros niños y niñas desfilando por el corredor central para recibir la Primera Comunión y usted no esté en fila con ellos. No se ría, señor Crawford, hay otros en esta clase que van por la misma senda. Bien, ahora pongámonos de pie y repasemos lo que diremos en el confesionario cuando hagamos nuestra primera confesión.
MADRE MARÍA LUCILA Y LAS NIÑAS: (Se persignan) Bendígame, padre porque he pecado. Esta es mi primera confesión.
Todas a excepción de Elizabeth, se ponen de rodillas y se quedan congeladas durante el monólogo.
ELIZABETH: Atención, todos. Esta es la iglesia. Esta es la casa del Señor. Si alguna vez quieren hablar con Él, solo tienen que pasar y arrodillarse en una de estas bancas y decir lo que quieran decir. Pero no muy fuerte. Aquí adentro hay que hablar muy bajito. De lo contrario, podrían despertar a las estatuas que le están rezando a Jesús. (Inclina la cabeza) Ah, me olvidé de decirles una cosa. Cada vez que oigan el nombre de “Jesús”, tienen que bajar la cabeza o de lo contrario, el pecado manchará sus almas. Bueno, esa estatua que está allí es de la madre de Jesús. Su nombre es la Virgen María. No es tan importante como Jesús, así que no tienen que bajar la cabeza cuando oigan su nombre. Cuando van a misa, las chicas se sientan a su lado. Una vez me contaron que Margaret Mary O’Donaghue, una chica del sexto grado, estaba en la iglesia rezando el rosario, y ella dijo que la estatua de la Virgen María se puso a derramar lágrimas en medio de la Misa. Y yo le creo. La Madre dice que los milagros existen, los milagros son cosas mágicas que les pasan a las personas que son verdaderamente buenas. Yo me voy a ganar un milagro algún día. Bueno, los chicos se sientan al otro lado de la iglesia, junto a la estatua de San José. El es el padre de Jesús. (Inclina la cabeza) Oigan, se olvidaron de bajar la cabeza. No vuelvan a olvidarse o de lo contrario les saldrá una mancha negra en el alma y se irán derechito al infierno. En el infierno hace muchísimo calor y se suda a chorros y hay diablitos que vienen y te muerden por todas partes. Si son buenos de verdad se van derechito al Cielo. En el Cielo tienen un refrigerador enorme lleno de cosas ricas. Chocolates, helados, donuts, todo lo que les provoque comer y nunca se acaba. Pero lo mejor del Cielo es que se pueden encontrar con quien quieran. Por ejemplo, pongamos que quiero conocer a Juana de Arco… no… no a Cleopatra. Solo tendría que ir donde un santo y él me daría una esquela y yo tendría que llenarla y dársela a Jesús. (Inclina la cabeza) Oigan, no bajaron la cabeza. Después no digan que no les advertí. Entonces, cruzaría el Cielo volando, porque apenas llegas te dan un par de alas, y podría conversar con Cleopatra. Los judíos no pueden ir al Cielo. Así que si alguno de ustedes es judío, yo que ustedes me convertiría al catolicismo de inmediato o de lo contrario, se irán derechito al infierno. Los judíos ni siquiera pueden entrar a una iglesia. Si yo viera a una persona judía en la iglesia, me pararía y le diría al Padre que hay una persona judía en la iglesia, y el Padre pararía la misa hasta que esa persona se fuera. ¿Ven ese crucifijo? Así murió Jesús. Los judíos lo clavaron allí y lo mataron. Eso es todo lo que quería decirles. Solo quería decirles algunas cosas importantes. Espero no haber lastimado los sentimientos de nadie, pero así son las cosas.



Escena 3:
El mismo año. Primera Comunión. Las niñas hablan entre ellas hasta que entran a la zona de la “IGLESIA”.

COLLEEN: Me muero de hambre. No veo la hora de tener la hostia en la boca.
WANDA: Eso es asqueroso, Colleen. Ahora tienes una mancha negra en el alma y no podrás recibir la comunión.
COLLEEN: Te crees cualquier cosa que te digan.
WANDA: Pero igual lo pensaste. Y eso también es pecado. Será mejor que salgas de la fila o cometerás un pecado mortal.
Entran a la IGLESIA
COLLEEN: No me importa. Ya decidí que no voy a ser monja.
WANDA: Puedes volver a cambiar de idea cuando entres a la escuela secundaria, y entonces, ¿qué pasaría? (levantando la mano) Además, te voy a acusar.
COLLEEN: (Forzándola a bajar la mano) No lo harás. Mira allí está tu papá. Se ha parado para tomarte una foto. Será mejor que sonrías.
ELIZABETH: María, mira el vestido de Wanda. Tiene brillos por todas partes. Qué lindo es.
MARÍA TERESA: Yo tuve que ponerme el vestido viejo de mi hermana. Mira está rasgado aquí. Mi mamá no tuvo tiempo de coserlo.
ELIZABETH: Yo también estoy usando el de mi hermana. Mi abuela no pudo venir hoy, pero me regaló un rosario blanco.
COLLEEN: Mi tía me regaló estos zapatos nuevos. Hola, tía Dorothy. Tengo un monedero blanco y adentro del monedero, un dólar que me regaló mi tío.
MARÍA TERESA: Mi papá me regaló este reloj nuevo. Tenía que ir a trabajar esta mañana pero vino. Allí está. (Le hace Adiós) Hola, papi. Me vio.
Todas se han arrodillado menos María Teresa. Elizabeth la jala hasta el suelo. María Teresa se da cuenta de que el cura se acerca.
MARÍA TERESA: Mira, el padre Moyhnihan está a cuatro chicas de distancia.
ELIZABETH:(A Colleen) Faltan cuatro. No puedo esperar.
COLLEEN: (A Wanda) Faltan cuatro.
WANDA: (A la persona imaginaria que tienen al lado) Faltan cuatro.
Repiten la misma progresión: “FALTAN TRES”, “FALTAN DOS”, “FALTA UNA”. Cuando el sacerdote llega hasta María Teresa, ella saca la lengua para recibir la hostia. Le da un codazo a Colleen y la secuencia se repite hasta que termina. Al final todas se persignan.
ELIZABETH: Oigan, mordí la hostia.
MARÍA TERESA: ¿Qué parte de la hostia? De repente le arrancaste de un mordisco un bracito al niño Jesús.   
ELIZABETH:¿Eso quiere decir que el bracito del niño Jesús está en el estómago? Aggg. Ay, no.
MARÍA TERESA: Puede ser una piernecita.
WANDA: Elizabeth, me vas a hacer vomitar.
ELIZABETH: Jesús está muriendo dentro de mí. Perdón, Señor.
COLLEEN: Wanda, tu papá me está hartando con su cámara. Párate en otro lado.
WANDA: Vamos, la madre está llamando a nuestra fila.
ELIZABETH: Por favor, chicas, no le digan nada.
Cantan mientras se paran.

TODAS: Yo amo a Jesús
              Yo amo a Jesús
              Yo amo a Jesús
              Y él me ama a mí.


Escena 4
El mismo año. Salón de clases. Bulla.
MADRE MARÍA LUCILA: Silencio, alumnos. Se veían todos tan lindos y puros el sábado. Ese fue uno de los pequeños milagros de Dios y me alegra saber que llevan el espíritu santo en el corazón. Espero notar un cambio significativo en sus conductas el día de hoy. Que todos los santos del cielo nos protejan, María Teresa Russo, hágame el favor de no chuparse el dedo en la clase de la Madre María Lucila. Cuando sus padres tengan que pagar miles de dólares en cuentas del dentista, me dará un gusto enorme decirles que usted se pasaba el tiempo en mi clase, muda como un tronco, chapándose el dedo. Y dígale a su madre que se ocupe más de su aseo personal. Russo, parece usted un gato techero. (Pasando hojas a las niñas) Bien, ahora quiero que dibujen algo para decorar la clase para el Día de Acción de Gracias. Les voy a dar diez minutos de mi valioso tiempo y después pasaremos a los agradecimientos.
Elizabeth levanta la mano.
MADRE MARÍA LUCILA: ¿Sí, McHugh? (A María Teresa) ¡Sáquese ese dedo de la boca! Si no puede controlarse, siéntese sobre sus manos.
ELIZABETH:¿Jesús era judío? Unos chicos que conozco me dijeron que Dios, que Jesús era judío.
Silencio
MADRE MARÍA LUCILA: Dígame una cosa McHugh. En los dos años que lleva usted estudiando en este colegio ¿ha oído decir alguna vez que Jesús no es católico?
ELIZABETH: Nunca madre, pero pensé.
MADRE MARÍA LUCILA: Usted no está aquí para pensar. Escúchenme con atención, niños y niñas, hay solo una cosa que recordar sobre los judíos. Que mataron a Jesús y punto.
Elizabeth se va a sentar.
MADRE MARÍA LUCILA: Un momento, señorita. ¿Qué es eso que tiene sobre la carpeta? ¿Pasteles? En esta clase solo usamos crayolas. ¿No es así alumnos?
TODAS: Sí, madre.
ELIZABETH: Son de mi abuela. Antes era pintora. Me dijo que, si los cuidaba mucho podía traerlos a clase y…
MADRE MARÍA LUCILA: Alumnos, la abuela de la señorita McHugh es pintora.
ELIZABETH: No. Era pintora.
MARÍA TERESA: Yo ya lo sabía, Madre.
MADRE MARÍA LUCILA: A la clase no le causa ninguna impresión. ¿Qué nos importa si su abuela es o era pintora?   
La Madre María Lucila toma los pasteles y los arroja al basurero, Elizabeth se sienta y se pone a llorar.
MADRE MARÍA LUCILA: Nadie le dijo que se podía sentar, señorita. Me gustaría saber, y estoy segura que al resto de la clase también, ¿qué cosas tiene que agradecer este año?
ELIZABETH:(Trata de no mirarla) Doy las gracias por…
MADRE MARÍA LUCILA: Señorita McHugh, no se mira a la pared cuando la Madre le ha hecho una pregunta. Se mira a la madre.
ELIZABETH: No puedo dar las gracias por nada, porque todo lo bueno siempre termina mal.
MADRE MARÍA LUCILA: ¿Y por qué, si se puede saber?
ELIZABETH: Porque la mayor parte de las veces usted hace que terminen mal.
MADRE MARÍA LUCILA: Venga aquí, señorita McHugh. (Elizabeth se acerca de mala gana al escritorio) Entré al convento  a los trece años, siguiendo la tradición de mi patria y de mi familia, y empecé a enseñar a los dieciséis. Ahora tengo 47 años de edad. ¿Cuántos años llevo enseñando alumnos?
TODAS: ¿Treinta y un años?
MADRE MARÍA LUCILA: Correcto y muy bien contestado. Si dios quiere, seguiré aquí otros treinta y un años más, enseñando, después de que ustedes se hayan ido. Un día volverán aquí y le agradecerán a la Madre por todo lo que hizo. Niños y niñas, las religiosas no estamos aquí para ser queridas. Estamos aquí para enseñarles e impartir disciplina, (saca una regla) a pesar de sus malas maneras. Señorita McHugh, tengo un mensaje personal para usted. En todos los años que llevo enseñando aquí, nunca he encontrado un temperamento que no pueda domar. A veces toma una lección y a veces toma cien.
La Madre golpea a Elizabeth con la regla varias veces. Se escucha un sonido de golpeteo desde el parlante.
VOZ DESDE EL PARLANTE: Alumnos les habla su directora, la madre Rose Gertrudis. Tengo un anuncio muy serio que hacer…
MADRE MARÍA LUCILA: Pongan las manos sobre la carpeta.
Las luces bajan levemente mientras se anuncia la muerte del presidente Kennedy, aunque no en forma verbal. La Madre María Lucila quita la fotografía de Kennedy del periódico mural y la coloca debajo del crucifijo.

Escena 5
1965. Aula del cuarto grado. Colleen y María Teresa están bailando el twist frente al escritorio de la maestra.
MARÍA TERESA: A ver, enséñame de nuevo, Colleen.
COLLEEN: ¡Qué bruta eres! Sígueme. Así.
MARÍA TERESA: No soy bruta, Colleen. ¿Ahora estoy haciéndolo bien?
COLLEEN: Estira los brazos y sacúdete.
WANDA: María, es como secarse con una toalla.
COLLEEN: ¿Y quién le pidió su opinión, señorita sabelotodo?
MARÍA TERESA: Enséñame un poquito, Wanda.
COLLEEN: María, no tienes bandera. Ni se te ocurra hacerle caso o ya no eres mi amiga.
WANDA: Colleen, para que lo sepas, estoy tomando clases de baile.
COLLEEN: ¿Y a mí que me importa? A ver, saca tu manual y enséñale las figuritas a María.
WANDA: Yo no aprendí el twist en ningún libro, Colleen.
COLLEEN: Sí, claro. Oye, ya que eres tan buena. ¿Por qué no te subes al escritorio y le enseñas a toda la clase?
MARÍA TERESA: Sí, súbete.
MARÍA TERESA / COLLEEN: Qué se suba, qué se suba.
WANDA: Bueno, está bien. Mira María Teresa.
Colleen se da cuenta que la Madre María Tomasina está por entrar.
MADRE MARÍA TOMASINA: ¿Qué hace parada sobre mi escritorio?
María Teresa se sienta. Wanda ha estado intentando sentarse en su carpeta. La Madre María Tomasina la sorprende a medio camino.
MADRE MARÍA TOMASINA: No, Wanda. No te sientes todavía. Me gustaría que continuaras con lo que estabas haciendo. Adelante, vamos.
WANDA: Era el twist, Madre.
MADRE MARÍA TOMASINA: Muy bien, veámoslo.
Wanda vuelve a bailar el twist.
MARÍA TERESA: Lo baila muy bien, Madre.
MADRE MARÍA TOMASINA: Así veo.
Colleen se ríe.
MARÍA TERESA: Baila, mejor que tú.
MADRE MARÍA TOMASINA: Colleen, si te parece tan gracioso, puedes unirte a ella. ¿No? Ya me parecía. Escúchenme bien, alumnos, no me parece necesario hacer un espectáculo de uno mismo, especialmente frente a sus compañeros, ¿estás de acuerdo Wanda?
WANDA: Sí, Madre.
MADRE MARÍA TOMASINA: Wanda, bájate de allí.
Wanda baja. La Madre María Tomasina escribe la palabra “ORGULLO” en la pizarra.
MADRE MARÍA TOMASINA: Hay un pecado que se conoce como “el pecado del orgullo”. Lo cometemos cuando llamamos la atención sobre nosotros mismos o cuando nos vanagloriamos de nuestros talentos. Wanda, es obvio que tú eres culpable de este vicio y que tienes que desarrollar un poco de humildad. Hasta que no vea aparecer rasgos de humildad en tu carácter, me veré obligada a retirarte del cargo de delegada del cuarto año. Entrégame tu libreta, por favor.
Wanda se quita la libretita que tiene colgada alrededor del cuello. La Madre María Tomasina se la entrega a Colleen.
MADRE MARÍA TOMASINA: Colleen, tienes que desarrollar el sentido de la responsabilidad. Vamos a ver cómo te va.
WANDA: ¿Se lo va a decir a mis padres, Madre?
MADRE MARÍA TOMASINA: No veo ninguna necesidad de informar a tus padres… al menos no por ahora. Puedes sentarte.
COLLEEN: María, ¿no me vas a felicitar?
MARÍA TERESA: Lo siento, Wanda.
MADRE MARÍA TOMASINA: Bueno, suficiente. Hay un tema muy serio del que tenemos que hablar (Dibuja un termómetro en la pizarra) Como todos ustedes saben, la Iglesia Católica está pasando por una severa crisis económica. Si no logramos reunir suficiente dinero este año para cubrir los gastos del colegio, el gobierno nos desalojará y nos veremos obligadas a llevarnos las estatuas y los crucifijos y no podremos dar más clases de religión. No podremos volver a mencionar a Dios. Seríamos exactamente iguales a los colegios estatales. Desde hace cinco años, mi clase ha sido la primera en todas las colectas pro fondos del colegio. El señor McCarthy, el padre de Kevin, que es Presidente del Club de Leones ha tenido una idea maravillosa para conseguir dinero. El Club de Leones va a auspiciar un Concurso de Talentos. El Primer premio será de veinticinco dólares. A los chicos ya se les ha ocurrido una idea y me parece que las chicas podrían emplear positivamente sus talentos en lugar de malgastarlos durante la valiosa hora de clase de la Madre.
WANDA: ¿Qué van a hacer los chicos, Madre?
MADRE MARÍA TOMASINA: Los chicos van a hacer una imitación de los Beatles. Con pelucas y todo. Greg deja de golpear la carpeta… Todavía no necesitamos un Ringo.
COLLEEN: Se me acaba de ocurrir una idea, Madre. ¿Podría darnos unos minutos para ponernos de acuerdo? ¿Solo a algunas de nosotras?
MADRE MARÍA TOMASINA: Así me gusta, Colleen, pero solo algunos minutos. Los chicos y el resto de las chicas pueden usar el tiempo para ordenar sus carpetas.
Las chicas se reúnen alrededor de la carpeta.
COLLEEN: Oigan se me ha ocurrido una idea genial. ¿Por qué no hacemos una imitación de Diana Ross y las Supremes?
MARÍA TERESA: Genial. Puedo pedirle prestado sus tacos a mi mamá.
WANDA: Esperen un momento. Yo tengo una idea mejor. ¿Por qué no imitamos todas a Nancy Sinatra? Podemos ponernos botas a go go. Además, las Supremes son tres y nosotras somos cuatro.
COLLEEN: Entonces anda imita a Nancy Sinatra tú sola. Yo no te quiero en mi número ¿está claro? Siempre quieres ser diferente a las demás. ¿Por qué no te rindes de una vez, Polaca?
ELIZABETH: No me parece una mala idea. Si hacemos de las Supremes, nos tendremos que pintar la cara de negro.
MARÍA TERESA: Además los chicos no nos reconocerían.
COLLEEN: Mira, ¿quién tiene botas a go go? ¿Ah?
WANDA: Yo.
COLLEEN: No me digas. La Polaca Hija Única tiene todo lo que pide. Bueno, mi mamá no me las va a comprar.
MARÍA TERESA: La mía tampoco. Y las vamos a necesitar. Lo siento, Wanda. Colleen ¿quién va a ser Diana Ross? Yo me ofrezco de voluntaria.
COLLEEN: No. Yo voy a ser Diana Ross. La idea fue mía y yo soy la primera en decidir.
ELIZABETH: Colleen, tú no puedes ser Diana Ross.
WANDA: Estoy de acuerdo.
COLLEEN: ¿Por qué no?
WANDA: Porque eres alta y flaca como un palo. Diana Ross no era así.
ELIZABETH: María es la que se parece más. Votemos. Los que quieren que María sea Diana, alcen la mano (Todas levantan la mano menos Colleen). La mayoría manda. María será Diana Ross.
COLLEEN: No. Yo voy a ser Diana.
WANDA: (A María Teresa) Vamos a mi casa a ensayar después de clases.
COLLEEN: Ya párala. Estás presumiendo de nuevo. Le voy a acusar a la Madre y ella te dará tu merecido. La tengo dominada y hace lo que a mí me da la gana, así que no lo olvides. Te botará de una patada del Concurso de Talentos.
WANDA: Dile, a ver si te atreves.
Pelea. Jaloneo. Colleen sale corriendo y detrás de ella María Teresa y Elizabeth.      
COLLEEN: ¡Madre, tenemos que discutir un asunto!
WANDA: Odio mis clases de ballet, odio mi bicicleta, odio mis muñecas sobre mis repisas, odio mi inteligencia. A veces odio todo. Hasta lo que me gusta. Porque nada es realmente mío, todo me fue dado. Ahora estoy trabajando para conseguir algo que sea absolutamente mío. Lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo. Después del colegio voy a mi casa y hago las tareas rápido para poder ir a la carnicería de mi papá. Mientras está en el cuarto de atrás, serruchando grandes trozos de carne, cojo latas de bebidas, las aplasto y me las pongo sobre los zapatos. Cojo aserrín, lo tiró sobre el piso y empiezo a bailar. No como Nancy Sinatra o Diana Ross – no, yo soy muchísimo mejor. Mientras bailo, dejo que mi mente vuele. Por lo general, imagino que estoy en el show de Ed Sullivan (Hace como si le entregaran un micrófono). Gracias, Eddie. Estoy cantando una canción. Es una especie de canción triste y algunas personas entre el público empiezan a llorar. Entonces, me pongo a bailar tap para levantarles el ánimo. Más tarde, Ed Sullivan me saca del set y me lleva al camerino de los Beatles y Paul me pide que me case con él. Yo le digo que tal vez dentro de dos meses, porque tengo que pensar en mi carrera. Me convierto en una superestrella internacional y me mudo a un penthouse en el Empire State. (Mientras se pone unas botas a go go). Así que por ahora no me molesta ensayar en la carnicería de mi papá. No me importa si tengo las manos y los pies grandes. Eso se puede arreglar. ¡Me siento muy feliz de presentar a la clase del cuarto grado de la Madre María Tomasina interpretando “Para en nombre del Amor”!
Elizabeth y Colleen entran, seguidas por María Teresa como Diana Ross. Las tres llevan puestas botas de plumas. Interpretan en fono mímica el tema de Diana Ross y las Supremes. Hay una lucha por ganar protagonismo entre Wanda y Colleen.

Escena 6
El mismo año. Aula. Entran las chicas cantando el tema “Para en nombre del Amor”.
COLLEEN: María, ¿Qué le pasó a tu papá? Nunca se apareció ¿no?
WANDA: Cállate, Colleen.
COLLEEN: Le estoy hablando a mi ex amiga María, así que no te metas.
MARÍA TERESA: No me importa si no vino. Eddie me vio. Me dijo que le parecí fantástica.
COLLEEN: Sí, claro.               
Entra la Madre María Tomasina.
MADRE MARÍA TOMASINA: Buenos días, alumnos.
TODAS: Buenos días, Madre María Tomasina.
MADRE MARÍA TOMASINA: Me da mucho gusto comunicarles que el concurso de talentos fue un gran éxito y que los ganadores del primer premio están en esta misma clase.
Mira hacia los chicos y las chicas mientras sostiene el trofeo y el dinero en las manos. Avanza hacia las chicas. Todas celebran.
MARÍA TERESA: Ganamos por mi Diana Ross.
MADRE MARÍA TOMASINA: Wanda, me gustó mucho tu introducción.
WANDA: Gracias, Madre.
MADRE MARÍA TOMASINA: Chicos, es una lástima que no hayan podido fijar mejor sus pelucas. Estoy segura que hubiesen ganado el segundo premio. Chicas estoy segura de que serán muy generosas y donarán el importe total de su premio a…
COLLEEN: Tengo planes para esa plata.
MADRE MARÍA TOMASINA: A las misiones. Bueno, bueno. Guarden ya esas boas. Ahora voy a tomarles el examen de matemáticas. Empezaremos por las tablas de multiplicar. ¿Quién quiere empezar?
Wanda levanta la mano.
MADRE MARÍA TOMASINA: A ver si otros levantan la mano para variar.
Colleen levanta la mano.
MADRE MARÍA TOMASINA: Qué sorpresa tan agradable, Colleen. Ven, pasa adelante. ¿Y tú, María Teresa? Estoy segura de que, en vista de que tienes tantos problemas con las matemáticas, un poco de práctica no te vendría mal.
MARÍA TERESA: Sí, Madre.
María Teresa y Colleen se paran a cada lado del escritorio.
MADRE MARÍA TOMASINA: Empezaremos por lo más fácil, María Teresa. ¿Cinco por cinco?
MARÍA TERESA: Veinticinco.
MADRE MARÍA TOMASINA: ¿Seis por cinco?
MARÍA TERESA: Treinta.
MADRE MARÍA TOMASINA: ¿Cuatro por cuatro?... ¿Cuatro por cuatro?
MARÍA TERESA: Creí que nos iba a llamar por nombre, cuatro por cuatro, dieciséis.
MADRE MARÍA TOMASINA: María Teresa, haz el favor de no repetir la pregunta.
MARÍA TERESA: Me ayuda si repito la pregunta.
MADRE MARÍA TOMASINA: María Teresa, hemos estado repitiendo las tablas de multiplicar desde el comienzo del año. Me parece que has tenido tiempo suficiente para memorizarlas. ¿O no?
MARÍA TERESA: Sí, Madre.
MADRE MARÍA TOMASINA: ¿Seis por nueve?
COLLEEN: Cincuenta y cuatro.
MADRE MARÍA TOMASINA: ¿Ocho por ocho?
Pausa. Colleen le susurra la respuesta a María Teresa.
MARÍA TERESA: Sesenta y cuatro.
MADRE MARÍA TOMASINA: María Teresa. ¿Colleen acaba de soplarte la respuesta? Eso no me gusta nadita. Si no sabes la respuesta, lo mejor será que vayas a la pizarra y repases la tabla del ocho.
María Teresa va a la pizarra.
MADRE MARÍA TOMASINA: Voltéate y pega la nariz a la pizarra.
María Teresa pega la nariz a la pizarra.
MADRE MARÍA TOMASINA: El resto de la clase puede irse a almorzar. Timothy, ¿acabas de hacer un globo? Sácate ese chicle de la boca y pégatelo a la nariz y déjalo allí por el resto del día. Colleen, me gustaría hablar contigo en privado.
Todos salen salvo María Teresa.
MARÍA TERESA: Tarde de noche, cuando estoy acostada en mi cama, me tomo las preguntas de matemáticas y siempre digo las respuestas correctas. Después cuando me levanto y voy al colegio tengo todas las respuestas en la cabeza. Pero justo antes de la clase de matemáticas, se me han borrado del cerebro. No soy estúpida, aunque mis papás y la Madre piensen lo contrario. Si matemáticas fuese el primer curso de la mañana, seguramente no me olvidaría de nada. A veces, cuando mi papá regresa temprano del trabajo, me ayuda con mi tarea de matemáticas. No me gusta que lo haga porque si digo la respuesta equivocada, se molesta y me pega. Usualmente mi mamá hace que pare pero a veces está bañando a uno de mis hermanos y no me oye. Pienso en las matemáticas todas las noches. No puedo evitarlo. Normalmente planeo tener un sueño feliz para que cuando duerma no tenga pesadillas. Mi sueño favorito es que vivo con otra familia. Que soy hija única, aunque tengo un hermano y una hermana mayores. Y que mi mamá me manda a un colegio en donde no enseñan matemáticas ni lenguaje. Cuando llego a casa mi hermano mayor me lleva a dar una vuelta por la confitería en su convertible amarillo. Al regresar ya hay sobre la mesa algo delicioso para comer. Bistec o pavo con puré de papas y jugo. Nunca prepara berenjenas a la parmesana ni atún a la cacerola. El postre está sobre la mesa todo el tiempo así, que cuando he terminado de comer, puedo coger un postre y comérmelo. Usualmente es pudín de chocolate porque ese es mi postre favorito. Después de que todos hemos terminado de comer, nos dejan levantarnos de la mesa y vamos a la sala y todos se sientan a escuchar mientras yo toco piano. Entonces, mi nuevo papá me carga y sube las escaleras conmigo y me mete en mi propia cama con baldaquín. Pone a todos mis animales de peluche alrededor de la cama para que me protejan y deja la lamparita de mi mesa de noche prendida para que no sienta miedo. Luego sube mi nueva madre y me dice que soy una hija maravillosa y bella y lo feliz que está por haberme adoptado y entonces me quedo dormida. A veces le rezo a Jesús por algo y Jesús me dice que no piense que mis padres no me quieren. Me dice que probablemente no se molesten si vuelvo a traer a casa un jalado en matemáticas o lenguaje. Y yo le creo pero igual, siempre pasa algo cuando vuelvo a casa.
Entra Elizabeth.
ELIZABETH: Ya se fue, María.
María no responde.
ELIZABETH: María, se fue al convento a almorzar, vamos.
MARÍA TERESA: Elizabeth, ¿tú crees que es pecado rezarle a Jesús y pedirle que mate a algunas personas en un accidente de automóvil?
ELIZABETH: Sí. Pero creo que puedes rezarle y pedirle que lo mande al hospital por un tiempo. Creo que eso no cuenta como pecado.
MARÍA TERESA: Esta bien, repite conmigo. “Querido Jesús”.
ELIZABETH: María Teresa, es tu oración, yo no tengo por qué decirla.
MARÍA TERESA: Pero si la dicen dos personas, el Señor tal vez oiga mejor. Por favor.
ELIZABETH:“Querido Jesús”…
MARÍA TERESA: “Por favor, manda a la Madre María Tomasina…”
ELIZABETH:(Cruzando los dedos) “Por favor, manda a la Madre María Tomasina…”
MARÍA TERESA: “Y a toda mi familia… especialmente a mi papá…”
ELIZABETH:(Cruzando los pies) “Y a toda mi familia… especialmente a mi papá…”
MARÍA TERESA: “Al hospital Santa Bernardita…”
ELIZABETH: “Al hospital Santa Bernardita… Amén”
MARÍA TERESA: Todavía no he dicho Amén. “… Por lo menos hasta que pase el octavo grado. Muchas gracias, firmado María Teresa Russo, cuarto grado, Colegio San Jorge. Yonkers, Nueva York.
ELIZABETH:“… Por lo menos hasta que pase el octavo grado. Muchas gracias, firmado María Te… (María Teresa le da un codazo) Elizabeth, cuarto grado, Colegio San Jorge, Yonkers, Nueva York. Amén”
MARÍA TERESA: Tienes que decir tu apellido.
ELIZABETH: McHugh. Elizabeth McHugh.
MARÍA TERESA: Perfecto. Elizabeth eres mi mejor amiga. Vamos a almorzar.
María Teresa sale corriendo.
ELIZABETH: Espérame, me estoy olvidando mi lonchera.
MARÍA TERESA: Bueno, pero apúrate.
ELIZABETH:(En el lugar donde rezó) Jesús, soy Elizabeth. Elizabeth McHugh del cuarto grado del colegio San Jorge. Por favor, olvida lo que dije sobre el hospital y todo lo demás. Solo estaba bromeando y además, por si no te diste cuenta, tenía los dedos cruzados. Por favor, no te olvides de borrar mi nombre de la lista. Muchas gracias. Perdona si no te he hablado mucho últimamente. Oye, ¿puedo preguntarte una cosa? Algunas de nostras nos hemos estado preguntando, ¿eres judío? Déjamelo saber apenas puedas. ¿De acuerdo? Te quiero, Elizabeth.
Empieza a salir, pero regresa corriendo, hace una genuflexión y sale mientras bajan las luces.







SEGUNDO ACTO

Escena 1
1967. El baño. Entran las chicas como si volvieran de almorzar, entran al baño y Elizabeth, Colleen y María Teresa empiezan a arreglarse. Wanda prepara “su experimento” y cuando está lista, hace una señal a las chicas para que miren. Tiene un tampón higiénico. Le quita la envoltura. Lo mete en un vaso de agua y al ver que se expande, todas chillan y se ríen de deleite. Colleen se lo quita a Wanda y, amenazando a María Teresa, la persigue fuera del baño por el corredor. Salen todas detrás.

Escena 2
Mismo año. Aula del sexto grado.
WANDA: (En el umbral de la puerta y cogiendo el tampón) Colleen, me das asco. Guarda eso. Alguien lo puede ver. Los chicos o cualquiera.
COLLEEN: Wanda, mis hermanos ven tampones todo el tiempo. No tiene nada de especial.
Entra Elizabeth corriendo.
ELIZABETH: Oigan chicas, ¡a que no saben!
COLLEEN: Gracias por devolverme la llamada anoche, Elizabeth.
ELIZABETH: Perdona. Anoche todos en mi casa estábamos como locos. Pero les tengo una buena noticia. Mi abuela se muda con nosotros la próxima semana.
WANDA: ¡Genial!  ¿Y tu familia está contenta?
ELIZABETH: No. Yo soy la única que quiere que viva con nosotros. Va a dormir en mi cuarto. María Patricia se va a mudar a la sala. No puedo esperar a que se mude estoy feliz.
COLLEEN: Buena suerte.
ELIZABETH:¿Por qué?
COLLEEN: Es que cuando mi abuela se mudó con  nosotros, las cosas empezaron a ir mal. Se quejaba de todo. Y eso que tenía su cuarto propio. Yo no quería dormir con ella.
ELIZABETH: ¿Por qué no?
COLLEEN: Porque se podía morir allí mismo, mientras yo estaba durmiendo.
ELIZABETH: Mi abuela no se va a morir, Colleen.
Colleen se va a sentar.
WANDA: (Tratando de barajar la tensión) ¿Por qué no habrá venido María Teresa a clases?
Colleen saca algo para leer. Es una REVISTA DEL CORAZÓN.
COLLEEN: “Solo era un juego, pero no sabíamos todas las reglas. El no llegó hasta las últimas consecuencias, pero igual me quedé encinta. Que Dios me ayude si mi mamá se entera quién era mi compañero de juegos”.
WANDA: Déjame ver “Pesadilla en la clase” (lee y mira fotos sugestivas. Se ruboriza) Colleen. ¿De dónde sacaste esto?
COLLEEN: De la casa donde voy a ser baby sitter. También tienen “Playboy” Y la señora usa esas pastillas anticonceptivas.
WANDA: Entonces no es católica.
COLLEEN: ¿Ah no?
ELIZABETH: ¿Puedo ver eso?
COLLEEN: No, que tu abuela te explique cómo son las cosas. Wanda, mira esto.
WANDA: ¿Cómo hacen para enredarse así?
ELIZABETH: Un momento. Puede que mi abuela venga a vivir con nosotros, pero tú sigues siendo mi mejor amiga, Colleen, te lo juro. Está enferma y no puede arreglárselas sola. Así que después de clases, tengo que ir a verla un rato, pero eso es todo.
COLLEEN: ¿Y qué pasa con las prácticas de básquet?
ELIZABETH: Puedo seguir yendo, te lo juro. No pienso renunciar a nada.
Colleen consiente con la mirada. Elizabeth coge rápidamente la revista.
ELIZABETH: Página 45, el test de las palabras sexys “Un juego divertido para las mujeres que conocen el lenguaje del amor. Catorce letras: “Sesenta y nueve”. Wanda, ¿qué significa sesenta y nueve? Me dijeron que tú sabías.
WANDA: Vete al diablo.
COLLEEN: Yo sé lo que significa. Que la cosa del hombre mide seis pulgadas y que nueve meses después, la mujer da a luz.
ELIZABETH: No, eso no es.
COLLEEN: O que el hombre te mete su cosa y nueve meses después, das a luz un bebé que pesa seis kilos.
ELIZABETH: Esa respuesta tiene demasiadas letras.
COLLEEN: Tienes razón.
ELIZABETH: Después de clases podremos ir a la biblioteca a averiguar.
Entra la Madre María Genoveva. Colleen guarda rápidamente su revista.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Buenas tardes, alumnos.
TODAS: Buenas tardes, Madre María Genoveva.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Chicos, vayan al fondo, uno por uno en orden, y saquen sus zapatillas y su uniforme para educación física. Eso es. Y ustedes chicas ¿A quiénes les tocaba exponer hoy?
Wanda y Colleen levantan la mano a la vez.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Wanda, empiezas tú. Vamos chicos. En fila hasta el gimnasio. No quiero oír un solo ruido por el corredor. Terrence, apunta los nombres de los que hablen. Bien.
WANDA: 21 de enero. Santa Inés, virgen y mártir.
MADRE MARÍA GENOVEVA: La santa patrona de la madre María Inés. Muy bien, Wanda.
COLLEEN: Sobona.
WANDA: Santa Inés, virgen y mártir, tenía doce años cuando la llevaron frente a un altar y le ordenaron ofrecer incienso, lo que era costumbre en Roma en esa época. Ella no quiso ofrecer incienso porque iba contra su religión, así que por el contrario, alzó la mano hacia Jesús e hizo la señal de la cruz. El Rey se puso rojo de rabia y…
MADRE MARÍA GENOVEVA: A los perros les da rabia. Las personas se enfurecen.
WANDA: Sí, Madre. El Rey se enfureció cuando la vio y ordenó que la amarraran pero las sogas se resbalaban así que la obligó a quitarse toda la ropa y pararse frente a la muchedumbre pagana. Pero nadie la pudo ver porque Jesús hizo un milagro. Hizo que apareciera una luz cegadora y todos tuvieron que mirar a otro lado. El Rey estaba rabioso, furioso, y la condenó a muerte. Hizo que le cortaran la cabeza de un solo tajo pero antes de morir, Santa Inés alcanzó a decir: “Cristo es mi esposo. Él me eligió primero y hágase su voluntad. Y cuando se murió, los ángeles vinieron por su cuerpo y se lo llevaron derechito al cielo.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Ahora, Wanda, en tus propias palabras ¿puedes decirle a la clase lo que esta historia significa para ti?
WANDA: Bueno, que la santa decidió que iba a seguir a Jesús y que nada se iba a interponer en su camino.
MADRE MARÍA GENOVEVA: La Santa también simboliza a la juventud. Después de todo, solo tenía doce años. Su historia ilustra lo difícil que es preservar su inocencia. ¿Verdad, alumnas?
TODAS: Sí, Madre.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Ahora escúchenme, bien chicas. Dios protegió a Santa Inés de esos ojos y, aunque Dios es omnipresente, no puede estar en todas partes todo el tiempo. Ustedes también tienen que ser responsables. He traído algo muy especial para ustedes. Wanda, ven a mi escritorio y reparte esto. Chicas, estos son paquetes de toallas sanitarias para que se las lleven a sus casas. Fueron donadas por el señor Lorenzo. Me pidió que les hiciera recordar que les digan a sus padres que todos los miembros de nuestra parroquia tienen derecho a un 10% de descuento. Así que por favor, denle preferencia a su farmacia. Llévenselas a casa y muéstrenselas a sus madres. Ellas les explicarán para qué sirven.
COLLEEN: Mi mamá ya me lo explicó.
Wanda mira adentro de la bolsa.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Por favor, no miren esas cosas en mi clase. Hay un lugar y un momento apropiado para todo. Chicas, préstenme mucha atención. Ustedes están ahora en la edad en la que empiezan a provocar a los chicos. No quiero ver a ninguna cruzando las piernas en mi clase y no quiero ver faldas de uniforme más cortas de la altura reglamentaria.
WANDA: (Hablando del contenido de la bolsa) Madre, me preguntaba, ¿para qué sirve esto?
COLLEEN: Uy, Dios.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Wanda, pregúntaselo a tu mamá. Colleen, te toca. Habla en voz alta, con entonación clara y precisa.
COLLEEN: Me toca Santa Ágata, virgen y mártir, del 5 de febrero. Nació en Sicilia.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Que queda en Italia.
COLLEEN: Y ella también iba a ser esposa de Jesús. Un juez la mandó a llamar cuando se enteró de lo bonita y rica que era. Y ella tuvo que ir porque él pasó una ley pero antes le pidió a Jesús que le ayudará por si el juez le hacía daño. Cuando llegó al juzgado, la metieron a la cárcel porque se negó a pecar con él. La encerraron en un calabozo hasta que cambiaran de opinión. Pero ella no cambió de opinión y el juez se enfureció muchísimo y empezó a torturarla. Lo primero que hizo fue quitarle la ropa y mandarla al corral con las ovejas. Luego fue y le cortó un seno de un solo tajo (riéndose). Y entonces Jesús oyó sus gritos y mandó a uno de sus apóstoles para que se lo vuelva a pegar (riéndose más). Y entonces, Jesús le oyó decir en sus rezos que quería reunirse con él, así que terminó con su vida y la aceptó en el cielo.
La Madre golpea furiosa su escritorio.
COLLEEN: Lo siento.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Lo sientas o no, Colleen, hay varias cosas fundamentales que tengo que decirte. La vida de un santo es algo muy importante y sagrado y no voy a permitir que algo así sea motivo de burla en mi clase. Es un sacrilegio y seguramente un pecado. Voy a averiguarlo. Segundo, Colleen, y quiero que el resto de las chicas oigan bien esto porque les concierne a algunas de ustedes, te he estado observando con atención y lamento decirte que estás yendo por el camino de la perdición…
COLLEEN: Madre, yo no…
MADRE MARÍA GENOVEVA: Y me temo que está arrastrando contigo a algunas de tus amigas. Hay un tipo de chica que siempre se mete en problemas y se gana una mala reputación. Colleen, ve a la pizarra. De cara a la clase. Chicas, si miran a Colleen, a juzgar por su apariencia, nunca pensarían que su alma se ha vuelto negra y que se ha ido consumiendo más y más hasta que virtualmente ha desaparecido.
ELIZABETH: Yo no estoy de acuerdo…
MADRE MARÍA GENOVEVA: ¿Y quién eres tú para no estar de acuerdo, Elizabeth? ¿Qué tipo de chica elegiría a Colleen como amiga o como simple conocida? Me atrevería a decir que alguien cuya alma está exactamente en el mismo estado.
ELIZABETH: Usted no puede ver el alma de Colleen.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Elizabeth, creo que sería bueno que te des una vuelta por la oficina de la Madre Superiora.
ELIZABETH:¿Y qué le digo?
MADRE MARÍA GENOVEVA: Dile que has puesto en duda la palabra de la Madre María Genoveva.
ELIZABETH: Sí, Madre.
Elizabeth sale.
MADRE MARÍA GENOVEVA: Asunto cerrado. Pueden usar lo que queda de la hora para ordenar sus carpetas y prepararse para Educación Física. Mónica haz el recorrido con el tacho de basura. Y tú Wanda, encárgate que la señorita McHugh esté en la dirección.
Sale Wanda y tras ella la Madre.
COLLEEN: En una época salía con un chico: Ricky. Me gustó mucho por un tiempo. Nos íbamos todos los sábados al Centro Comercial. Nos comprábamos pistachos de verdad y esperábamos a que las manos se nos pusieran rojas y sudorosas. Entonces, subíamos por la escalera mecánica a la Tienda de Novias y manchábamos todos los vestidos blancos con nuestras manos. En verdad me gustaba. Y se lo conté a mi mamá. Mi mamá y yo somos así (juntando sus dedos) Apenas se lo dije, ella me empezó a hablar del sexo y todo eso. Me habló de los cambios y de que eran parte del hacerse mujer. Me dijo que cuando me pasara por primera vez, sería un día tan feliz que saldríamos a almorzar juntas para festejar, solas las dos, ja. Yo no quiero hacerme mujer. Me está creciendo el pecho y creo que me está saliendo pelo, ya saben, allí abajo. Bueno, la cosa es que, cuando la Madre dijo que ordenaran sus carpetas y prepararan sus cosas, sentí algo. Traté de juntar las piernas para que parara. Metí el estómago fuerte, pero seguía goteando. Nunca me imagine que me iba a ensuciar tanto. No quería moverme. Me quité la chompa y me la anudé alrededor de la cintura. Yo sabía qué era lo que me estaba pasando. Cuando Mónica volvió el tacho de basura a su sitio, la Madre María Genoveva me dijo que regrese a mi lugar. Pero antes de que diera un paso, me preguntó sobre mi chompa. Pensó que estaba tratando de atraer la atención haciéndome la sexy o algo así. Dijo: “Quítate esa chompa”. Los chicos empezaron a entrar a la clase. Yo no podía mirarla. Y le dije que no. Me pegó. Me cubrí la cara con las manos y ella me arranchó la chompa clavándome las uñas en las costillas. Entonces hizo un anuncio a la clase. Dijo que en todos sus años como maestra, jamás había visto a alguien tan descuidada en su higiene personal. Dijo todas esas cosas frente a los chicos. Creí que me iba a morir. Algunas gotas de sangre cayeron al suelo. Ella hizo que uno de los chicos fuera al cuarto de limpieza por un estropajo. La enfermera vino y me sacó de la clase. No quiero volver allí nunca más. Ojala nunca me hubiese hecho mujer. Soy un desastre. ¿Eso es lo que quería oír, Madre? Está bien, soy un desastre.             


Escena 3
 1969. Un salón de baile. Wanda, María Teresa y Elizabeth están bailando con vasos de refrescos en las manos. María Teresa se ha quedado con la mirada fija en un punto, mientras las otras esperan que alguien las saque a bailar.
MARÍA TERESA: Colleen está bailando con Eddie.
WANDA: Traidora.
MARÍA TERESA: Yo dije claramente que ese hombre era mío. Voy a hacerle algo horroroso.
ELIZABETH: Mándale a tu papá.
MARÍA TERESA: No me lo menciones.
VOZ DE COLLEEN: Oye, Wanda, tengo un mensaje para ti. El Llanero Solitario quiere saber si quieres bailar con él.
WANDA: ¿Francis?
VOZ DE COLLEEN: ¿Quién crees?
WANDA: Bueno, pero no quiero bailar una lenta con él, suda a chorros.
Wanda sale.
ELIZABETH: Mira, María…
MARÍA TERESA: Me voy a cambiar de nombre. Desde hoy me llamaré Terry.
ELIZABETH: Terry, mira tu papá está bailando con Lucy.
MARÍA TERESA: A un brazo de distancia, Madre. Hacen una pareja perfecta.
ELIZABETH: Mira, María, están bailando el baile del conejito.
MARÍA TERESA: Terry.
ELIZABETH: Hola, Eugenio. Vamos, nos está llamando.
MARÍA TERESA: Te está llamando a ti.
ELIZABETH: No se necesita pareja para bailar eso.
MARÍA TERESA: Ya. Vete. Quiero estar sola.
Elizabeth sale.
VOZ DE COLLEEN: Sujétate bien de mi cintura, Eddie, y más vale que saltes alto.
MARÍA TERESA: Hola Papá. Esfúmate ¿ya? No estoy bailando porque no tengo ganas de bailar, quiero mirar. No estoy diciendo idioteces. No digas groserías cerca de mí por favor. La estoy pasando bien. No quiero bailar eso es todo. Porque tengo las piernas un poco cansadas. No quiero bailar contigo. No, no es porque bailas raro, no, no es porque eres gordo. Es por un chico que conozco. ¿Cuál? Ese. ¡Papá, baja la voz! No, no quiero que le rompas las piernas. Papá, tengo que decirte una cosa. Siempre te he tenido miedo y tú siempre me has tenido miedo a mí. ¿Por qué? ¿Lo sabes? Está bien. Bailaré contigo. Y de vez en cuando estrellémonos contra Eddie ¿Ya?
María Teresa baila torpemente con su padre imaginario, mientras Wanda, Elizabeth y Colleen entran bailando el baile del conejito. Finalmente María se une a ellas.


Escena 4
1970 Aula. Wanda está borrando la pizarra. Entran María Teresa y Elizabeth corriendo. Esta última, lleva un libro en las manos.
ELIZABETH: Wanda, Wanda. ¿Estás sorda?
MARÍA TERESA: Déjala. Está enamorada.
ELIZABETH: Se nota. La señora de Francis Crawford. Agg.
A raíz del comentario de Francis Crawford ha empezado a prestar atención.
ELIZABETH: Wanda, escucha. Después de una semana de investigación científica en la Librería Municipal de Yonkers, encontré algo muy interesante. (Lee de la enciclopedia) “La extrema religiosidad JUDÍA que se practicaba en casa de Jesús, el carácter de sus padres y especialmente su madre… bla, bla, bla. Todo lo anterior nos ayuda a comprender el profundo desarrollo religioso de Jesucristo, el HOMBRE” JESUCRISTO, EL HOMBRE.
WANDA: Déjame ver eso. Ni siquiera dicen que Jesús era Dios.
MARÍA TERESA: Estoy segura que es un error.
WANDA: ¿Se lo vas a enseñar a tus papás?
ELIZABETH: No. Voy a copiar eso y unas tres cosas más y se las voy a mandar a la madre María Lucila.
MARÍA TERESA: ¿Estás loca?
ELIZABETH: Hasta puede ser que se las entregue personalmente, dependiendo de su comportamiento.
WANDA: ¿Cuándo?
ELIZABETH: Cuando sea el momento apropiado.
WANDA: Bueno, mejor no se lo mandes hasta después de la graduación.
Entra la Madre María Lucila.
MADRE MARÍA LUCILA: Silencio. Puedo oír la bulla desde el otro extremo del corredor. La Madre María Inés no podrá venir a clase hoy…
ELIZABETH:¿No se siente muy bien?
MARÍA TERESA: ¿Murió?
MADRE MARÍA LUCILA: Se cayó viniendo del convento. Yo tomaré sus dos clases por hoy. ¿Hay alguien que quiera presentar una queja? Solo tienen que pararse y hablar. Perfecto. Ya me parecía. Elizabeth McHugh, recoge tus libros y prepara tus cosas.
Elizabeth lo hace.
MADRE MARÍA LUCILA: Ahora devolveré estos controles de lectura. Sr. Joseph Ross “James Bond contra Goldfinger”, 05. Señor Ross, no basta con leer una sola página de un libro. Wanda Sluska “Abismos de Pasión”. Sr. Sluska, quiero hablar con usted después de clases. Y dígale a su padre que no me gusta el hígado.
ELIZABETH:¡Estoy lista!
MADRE MARÍA LUCILA: Ahora escúchenme con atención: si una alumna se rehúsa a aprender sus lecciones, una y otra vez, Dios tiene maneras de demostrar su descontento. Elizabeth insistes en desobedecer a mi voluntad, que es la voluntad de Dios y por consiguiente, Él te ha enviado un mensaje personal, manifestando su absoluta desaprobación ante tu comportamiento, y me lo encomendó para que te lo haga llegar personalmente. Tu mamá llamó a la madre Rosa Gertrudis y lamento tener que comunicarte que tu abuela falleció esta mañana.
Silencio.
MARÍA TERESA: Lo siento, Elizabeth.
MADRE MARÍA LUCILA: Siéntese.
ELIZABETH:¿Esta mañana?  ¿A qué hora?
MADRE MARÍA LUCILA: Silencio.
Silencio.
ELIZABETH:(En voz baja) Jesús era judío.
MADRE MARÍA LUCILA: ¿Perdón?
ELIZABETH: Jesús era judío.
MADRE MARÍA LUCILA: Cierre esa boca señorita.
La Madre María Lucila le da a Elizabeth un bofetón en la cara. Elizabeth sale corriendo. Wanda se para con la enciclopedia en las manos.
WANDA: Jesús era judío y yo tengo las pruebas.
MARÍA TERESA: ¡Jesús era judío!  ¡Jesús era judío! Es la verdad. Lee, Wanda.
WANDA: “Jesús fue el Mesías prometido que esperaban los judíos, es decir, el semi- divino. Rey de Israel, en la era de gloria que se iniciaría con su llegada…”
MADRE MARÍA LUCILA: ¿Quién les dio esa información?
MARÍA TERESA: Y ahora resulta que, después de todo, Jesús era un ser humano común y corriente. Un tipo como cualquiera, solo que un poco más inteligente.
MADRE MARÍA LUCILA: Sr. Reynolds, siéntese, o le cortaré las piernas de un solo tajo. Deme ese libro Sluska.
WANDA: “En resumen, fueron los jerarcas de Jerusalén y los soldados del ejército romano de ocupación quienes dieron muerte a Jesús”.
Alboroto. Wanda tira el libro a María Teresa, mientras la Madre lo intenta agarrar.
MARÍA TERESA: Y seguramente, Jesús tampoco era bueno en matemáticas.
María Teresa sale corriendo y la Madre detrás de ella.
WANDA: Espere a que el Papa se entere de esto.


Escena 5
Lugar neutral.
ELIZABETH:(A Dios como si estuviera en la iglesia) Oye, sal, quiero hablar contigo. Soy yo. Elizabeth. Puedes esconderte detrás de cualquier estatua si quieres, pero más vale que me escuches. No sé si lo sabrás, pero desde que mi abuela se mudó a vivir con nosotros, todo cambió. Nos sentábamos juntas en mi cuarto después de clases. Y ella me hacía preguntas sobre un montón de cosas. Entonces escuchaba cada una de mis respuestas con suma atención porque decía que yo era una persona muy importante. A veces, cuando ella se sentía mejor, salíamos a caminar un poco. Luego regresábamos y me contaba historias sobre mi mamá. Un día, mi papá volvió del trabajo y me dijo que mi abuela tenía que volver a mudarse al Bronx. Me dijo que la cosa no funcionaba. Ella necesitaba más cuidados y, además estaba volviendo loca a toda la familia. Le dije que a mí no me volvía loca. Le dije que éramos muy cercanas. El no lo entendió. Y ahora veo que tú tampoco. Se supone que tú haces lo correcto todo el tiempo.
En verdad… ya no creo eso. Solo te importa castigar a la gente, interrumpir sus vidas. Y no me dejaste terminar. Ella no sabe lo que pienso, y yo estaba a punto de decírselo. ¿Por qué no te llevas a mi mamá la próxima vez? ¿O a mis hermanos? Todos están bautizados. ¿Por qué no te llevas a toda mi maldita familia de un solo tirón, y así no pierdes tiempo? Ahora quiero decirte algo. Es un mensaje personal. No te atrevas a poner las manos encima de mí, por nada. Por nada intentes tocarme. Porque no querrás saber lo que soy capaz de hacer. Tú y el resto del mundo son unos mentirosos. Y de verdad siento que te odio. ¿Sabes qué? Para mí ya NO EXISTES.
Sale Elizabeth.       
Escena 6
El mismo año. Aula. Colleen y María Teresa entran arrastrando palos de Hockey, seguidas por Elizabeth.
COLLEEN: Nos dieron una pateadura.
MARÍA TERESA: Es humillante. Así nunca le ganaremos a la clase de Lucila. Elizabeth, dejaste pasar todas las jugadas.
COLLEEN: Oye, María, tú tampoco hiciste puntos, que yo sepa. Elizabeth, no te preocupes.
MARÍA TERESA: Es porque estoy nerviosa por el examen de traslado.
COLLEEN: Elizabeth, por favor, te lo ruego, no te rindas, no vayas al colegio estatal. No dejes que Lucy te arruine la vida.
Entra la Madre María Inés.
MADRE MARÍA INÉS: Chicas, no estaban concentradas en el juego… Ocho a… ¿cuánto?
MARÍA TERESA: Ocho a uno.
COLLEEN: Madre, no nos podíamos concentrar porque hoy llegan los resultados del examen de traslado por correo, y queríamos saber si podíamos salir un poco más temprano para llamar a nuestras mamás.
MADRE MARÍA INÉS: (Rebuscando en su bolsa de compras) La verdad es que no sé. Ustedes, las chicas, hacen demasiado ruido junto a ese teléfono.
COLLEEN: Tiene que darnos permiso, Madre. Me voy a suicidar si tengo que esperar hasta las tres.
MARÍA TERESA: Yo apuntaré los nombres de los que hagan ruido.
MADRE MARÍA INÉS: ¿Qué es lo que estaba buscando?
MARÍA TERESA: Un teléfono.
MADRE MARÍA INÉS: Una pata, eso es. Aquí tienen, una pata de conejo para cada una, ténganla en la mano mientras hablan por teléfono. (A María Teresa) María Estefanía toma dos, las vas a necesitar.
MARÍA TERESA: Gracias, Madre. Qué dulce.
COLLEEN: Usted es una diablita, Madre.
MARÍA TERESA: ¿Podemos irnos, Madre?
MADRE MARÍA INÉS: Sí, pero no hagan ruido junto al teléfono.
María Teresa y Colleen salen. Elizabeth titubea.
COLLEEN: Vamos, Elizabeth.
MADRE MARÍA INÉS: Ve, corazón, y no te olvides de tu pata de conejo, Loretta.
ELIZABETH: Me importa un comino entrar al Santa María. Y no creo en la magia.
MADRE MARÍA INÉS: ¿Y en qué crees corazón?
ELIZABETH: En los hechos. Creo que es mi deber decirle que ya no soy católica, Madre. Dios me odia y yo lo odio a él. Madre María Inés, usted es buena gente, a pesar de ser monja, pero está totalmente equivocada en lo que se refiere a Dios.
MADRE MARÍA INÉS: ¿Qué quieres decir?
ELIZABETH: Dios no es más que un asesino. Mató a mi abuela. Y nunca lo voy a perdonar.
MADRE MARÍA INÉS: Conserva tu ira todo el tiempo que quieras. Pero tengo una mala noticia. Dios nunca se dará por vencido contigo. Y no creo que pueda mantener cerrado ese corazón para siempre.
ELIZABETH: Yo no estaría tan segura, Madre.
Elizabeth comienza a salir.
MADRE MARÍA INÉS: Elizabeth, te olvidas de algo.
ELIZABETH: ¿De qué?
MADRE MARÍA INÉS: De tu pata de conejo, corazón.
Elizabeth sale.


Escena 8
Corredor. Entran velozmente Colleen, Wanda y María Teresa. Se ponen frente al teléfono.
COLLEEN: No empujen, ¿quieren? ¿Dónde están sus modales?
MARÍA TERESA: Buena suerte, Eddie.
WANDA: ¿Quién tiene cambio?
Entra Elizabeth
COLLEEN: Elizabeth, gracias Dios. No sabes cuánto me alegra que estés aquí.
ELIZABETH: Qué me quedaba. No tenía ganas de escucharla hablar y hablar.
COLLEEN: ¿Quién va primero? Yo de ninguna manera. María anda tú. Dale, marca. Me estoy muriendo.
MARÍA TERESA: ¿Aló? ¿Papá? ¿Mamá? Papi, ¿qué haces en la casa, por qué no estás trabajando? No ha pasado nada. Solo quería llamar para saber si había llegado el correo. Papi, por favor, papi, deja que mamá lo abra. Se están peleando por ver quién lo abre. Hola mami, sí, esperando. Hola papi. Sí, entré. Tengo que irme. Lo logré. Entré. Te toca, Wanda.
WANDA: (Después de marcar) Tak man. Jestem bardzo podniecona. Czy otrzymalam stipendium? Skad?
ELIZABETH: No tiene ninguna expresión en la cara.
WANDA: Ze Swietej marit Swieteco Ignaca. Wspaniale. Do Zubaczenia.
COLLEEN: Seguramente le dieron una beca.
WANDA: Kocham cie… Quinientos dólares.
COLLEEN: Qué tacaños. (Después de marcar) Hola, mami. Soy yo, Colleen. Brian, cuelga la extensión. Agg, me tosió en el oído. Qué imbécil. ¿Ya llegó el correo? No, mamá, anda a ver. Todavía no ha recogido el correo ¿pueden creerlo? No, el correo de papi no, el mío. Estoy hablando en serio, deja de bromear. Ábrelo, ¿qué dice? Perfecto, gracias. ¡Entré a los cuatro colegios!
MARÍA TERESA: ¿A cuál piensas ir?
COLLEEN: Al Santa María, por supuesto. Elizabeth, te toca.
MARÍA TERESA: Padre nuestro que estás en los cielos…
ELIZABETH: Párala. María. Ya lo he decidido. Mamá, hola. ¿Llegó el correo? Ábrela. ¿No entré? No, no te preocupes. Chau, mamá.
WANDA: Ay, Elizabeth.
COLLEEN: Mierda.
ELIZABETH: Entonces… ¡Estaba bromeando! ¡Entré!
TODAS: Santa María, allá vamos.
Colleen, María Teresa y Wanda vuelven a sus carpetas, y escuchan a Elizabeth.
ELIZABETH: Bueno, supongo que eso es todo. Salvo que hace dos semanas estaba en una fiesta. Y por alguna razón empecé a contar todas estas anécdotas del colegio católico. No había pensado en esa parte de mi vida por un buen tiempo, pero todos los recuerdos volvieron. Nos reímos horas de horas. Entonces, cuando estaba por irme, alguien a quien no conocía demasiado, un sobreviviente de un colegio estatal, me preguntó que qué pensaba de Dios ahora. Le dije que no pensaba nada sobre él, salvo que quizás no era un buen hombre, y me fui. Cuando llegué a la casa, no podía dormir. Estaban pasando “Milagro en la Calle 34” por televisión, el final. La niña iba en el carro y tenía los ojos cerrados. Repetía una y otra vez, en su dulce voz de la Metro Goldwyn Mayer, “Yo creo, yo creo”. Apagué el televisor. Me tapé con la frazada y cerré bien los ojos. Recordé que antes yo también creía en los milagros, y que me quedaba dormida con alguna pregunta dándome vueltas en la cabeza. Y esa noche, me pareció que el proceso empezaba de nuevo. Porque me sorprendí a mí misma, en medio de la oscuridad, haciéndome una pregunta que me resultó vagamente familiar. ¿Estás allí? ¿Estás allí?

Final  

Antígona Furiosa, de Griselda Gambaro









Antígona  

Furiosa

de Griselda Gambaro


Personajes: ANTÍGONA, CORIFEO, ANTlNOO


Una carcasa  representa a CREONTE.  Cuando  el CORIFEO se introduce  en ella, asume  obviamente  el trono y el poder.
ANTÍGONA ahorcada.  Ciñe sus cabellos una corona de flores blancas, marchitas.  Después de un momento,  lentamente,  afloja y quita el lazo  de su cuello,  se acomoda  el vestido blanco  y sucio. Se mueve,  canturreando.
Sentados  junto a una mesa redonda, vestidos  con trajes de calle, dos hombres toman café. El CORIFEO juega con una ramita flexible, rompe pequeños trozos de la servilleta  de papel y las agrega a modo de flores. Lo hace distraído,  con una sonrisa de burla.

CORIFEO: ¿Quién es ésa? ¿Ofelia? (Ríen. ANTÍGONA los mira.) Mozo, ¡otro café!
ANTÍGONA (canta):
«Se murió y se fue, señora; Se murió y se fue;
El césped cubre su cuerpo, Hay una piedra a sus pies.»
CORIFEO: Debiera, pero no hay. ¿Ves césped? ¿Ves piedra? ¿Ves tumba?
ANTINOO:  ¡Nada!
ANTÍGONA (canta):  « ... un sudario  lo envolvió; Cubrieron su sepultura flores que el llanto regó.»  (Mira curiosamentre  las tazas.): ¿Qué toman?
CORIFEO: Café.
ANTÍGONA: ¿Qué es eso? Café.
CORIFEO: Probá.
ANTÍGONA: No. (Señala.)  Oscuro como el veneno.
CORIFEO (instantáneamente recoge la palabra): ¡Sí, nos envenenamos! (Ríe.)
¡Muerto soy! (Se levanta,  duro, los brazos  hacia adelante.  Jadea estertoroso.)
ANTINOO:  ¡Que nadie lo toque! ¡Prohibido! Su peste es contagiosa. ¡Contagiará la ciudad!
ANTÍGONA:  ¡Prohibido! ¿Prohibido? (Como ajena a lo que hace, le saca la corona al CORIFEO, la rompe.)
ANTINOO:  ¡Te sacó la coronita!
CORIFEO:  ¡Nadie me enterrará!
ANTINOO: Nadie.
CORIFEO:  ¡Me comerán los perros! (Jadea  estertoroso.)

ANTINOO:  ¡Pobrecito! (Lo abraza.  Ríen, se palmean.)
CORIFEO (le ofrece su silla): ¿Querése sentarte?
ANTÍGONA: No. Están  peleando  ahora.
ANTINOO:  ¡No  me digas!
CORIFEO: Sí. Se lastimarán  con las espadas. ¡Pupa!, y serás  la enfermera. (Se le acerca con una intención equívoca que ANTÍGONA no registra, sólo se  aparta.) ¿Cómo  los cuidarás? ¿Dónde?
ANTÍGONA: Yo seré quien  lo intente.
CORIFEO: ¿Qué?
ANTÍGONA: Dar sepultura  a Polinices, mi hermano.
CORIFEO (guasón): ¡Prohibido, prohibido!  ¡El rey lo prohibió! ¡«Yo» lo prohibí!
ANTINOO:   ¿Qué nadie lo toque!
CORIFEO: Quien  se atreva ... (se rebana  el cuello)
ANTÍGONA : Ella no quiso  ayudarme.
CORIFEO: ¿Ella?  ¿Quién  es ella?
ANTÍGONA: Ismena,  mi hermana.  Lo hice sola.  Nadie  me ayudó.  Ni siquiera
Hemón, mi valiente,  que  no desposaré.
CORIFEO:  ¿Y para cuándo  el casorio? (Ríe, muy divertido, y ANTINOO   lo acompaña después de un segundo. Se pegan codazos  y palmadas.)
ANTÍGONA: Que  no desposaré, dije. Para mí no habrá boda.
CORIFEO (blandamente): Qué lástima.  (Golpea a ANTINOO  para llamar su atención. )
ANTINOO  (se apresura): Lástima.
ANTÍGONA: Noche  nupcial.
CORIFEO: Lógico.
ANTINOO (como un eco): Lógico.
ANTÍGONA: Tampoco  hijos. Moriré.. . Sola.
                         La batalla. Irrumpe entrechocar metálico de espadas, piafar   de caballos, gritos y ayes  imprecisos. ANTÍGONA se aparta. Mira desde el  pala­ cio. Cae al suelo, golpean sus piernas, de un lado y de otro, con un ritmo que se acrecienta al paroxismo, como si padeciera la batalla en carne propia.
ANTÍGONA  (grita): ¡Eteocles, Polinices,  mis hermanos,  mis hermanos!
CORIFEO (se acerca): ¿Qué  pretende  esta loca? ¿Criar  pena sobre  pena?
ANTTNOO:  Enterrar  a Polinices  pretende, ¡en una mañana  tan hermosa!
CORIFEO: Dicen  que Eteocles y Polinices  debían  repartirse el mando  un año cada uno. Pero el poder tiene  un sabor  dulce.  Se pega como  miel a la mosca.
Eteocles  no quiso  compartirlo.
ANTINOO: Otro se hubiera conformado. ¡No Polinices!
CORJFEO: Atacó la ciudad por siete puertas y cayó vencido ¡en las siete! (Ríe)  Y
después enfrentó a su hermano Eteocles.
ANTÍGONA:  ¡Se dieron muerte con las espadas! ¡Eteocles, Polinices! ¡Mis hermanos, mis hermanos!
CORIFEO (vuelve  a la mesa): Siempre las riñas,  los combates y la sangre. Y la loca ésa que debiera estar ahorcada. Recordar muertes es como batir agua en el mortero.   No aprovecha. Mozo, ¡otro café!
ANTINOO (tímido):  No hace mucho que pasó.
CORIFEO (feroz ):  Pasó. ¡Y a otra cosa!
ANTINOO: ¿Por qué no celebramos?
CORTFEO  (oscuro):  ¿Qué hay para celebrar?
ANTINOO (se ilumina,  tonto):  ¡Que la paz haya vuelto!
CORJFEO  (ríe): ¡Celebremos! ¿Con qué?
 ANTINOO:  Con... ¿vino?
CORIFEO:  ¡Sí, con mucho vino! ¡Y no café! (Remeda  
¿Qué es ese líquido  oscuro? ¡Veneno! (Ríe.  Jadea  paródicamente estertoroso. Después, ANTINOO lo acompaña. )
ANTÍGONA camina  entre sus muertos,  en una extraña  marcha donde  cae y se incorpora cae y se incorpora.
ANTÍGONA:  ¡Cadáveres! ¡Cadáveres! ¡Piso muertos! ¡Me rodean los muertos! Me             acarician ... me abrazan ... Me piden ... ¿Qué?
CORIFEO (avanza):  Creonte. Creonte usa la ley. Creonte. Creonte usa la ley en lo tocante
Creonte usa la ley en lo tocante a los muertos Creonte y a  Creonte no permitirá enterrar a Polinices que quiso quemar a san re y fuego
Sangre y fuego la tierra de sus padres. Su cuerpo servirá de pasto
Pasto a perros y aves de rapiña. Creonte Creonte Su ley dice: Eteocles será honrado
Y Polinices  festín de perros. Podredumbre  y pasto.
Que nadie gire -se atreva-gire Gire como loca dando vueltas frente al cadáver insepulto    insepulto  insepulto

(Vuelve a su lugar, se sienta.)  Nadie hay tan loco que desee morir. Ése será el salario.
    ANTÍGONA: Mi madre se acostó con mi padre, que había nacido de su  vientre, y así nos engendró. Y en esta cadena de los vivos y los muertos, yo pagaré sus culpas. Y la mía. Ahí está. Polinices. Polinices, mi hermano más querido. Creonte no quiere para él sepultura, lamentos, llantos. Ignominia solamente. Bocado para las aves de rapiña.
CORIFEO:  Quien desafíe a Creonte, morirá.
ANTÍGONA: ¿Me ves, Creonte? ¡Lloro! ¿Me oís, Creonte? (Profundo lamento,  salvaje y gutural)
CORIFEO:  ¡No oí nada! ¡No oí nada! (Canta  tartamudeando, pero con un fondo de burla. ) No hay ... lamentos ba-ba-ba-jo el cielo, ¡ta-ta-tán sereno!
ANTINOO:  ¡Prohibido! (Sacude  az CORIFEO) ¿ No es verdad que está prohibido?
ANTÍGONA: ¿Para quién? ¡Para quienes mueven la cola como perros! ¡No para mí!
¿Me ves, Creonte? Yo lo sepultaré, ¡con estos brazos, con estas manos!
¡Polinices! ( Largo alarido    silencioso al descubrir el cadáver  de Polinices que es sólo  un sudario)    
ANTÍGONA se arroja  sobre él, Lo cubre con su propio cuerpo  de la cabeza  a
Los  pies.
     ANTÍGONA: Oh, Polinices, hermano. Hermano. Hermano. Yo seré tu aliento. (Jadea  como  si quisiera  revivirlo)  Tu boca, tus piernas, tus pies. Te cubriré. Te cubriré.
CORIFEO:  ¡Prohibido!
ANTÍGONA: Creonte  lo prohibió.  Creon  te te creo te creo Creon  te que mematarás.
CORIFEO:  Ése será el salario.
ANTÍGONA: Hermano, hermano. Yo seré tu cuerpo, tu ataúd,  tu tierra.
CORIFEO:  ¡La ley de Creonte lo prohíbe!
ANTÍGONA: No fue Dios quien la dictó ni la justicia. (Ríe)  ¡Los vivos son la gran    sepultura de los muertos! ¡Esto no lo sabe Creonte! ¡Ni su ley!
CORIFEO (dulcemente): Como si lo supiera.
ANTINOO (id. ): ¿Qué?
CORIFEO: Salvo a Polinices, a quien redobla su muerte, Creonte sólo a los vivos mata.
ANTINOO:  ¡Corre las sepulturas! (Ríe)  De uno a otro.
CORIFEO: Sabiamente. En cadena.
ANTÍGONA: También se encadena la memoria. Esto no lo sabe Creonte ni su ley.
Polinices, seré césped y piedra. No te tocarán los perros ni las aves de rapiña. (Con  un gesto maternal) Limpiaré tu cuerpo, te peinaré. (Lo hace)
 Lloraré, Polinices... lloraré. . . ¡Malditos!

Ceremonia, escarba la tierra  con las uñas, arroja  polvo seco sobre el cadáver,  se extiende  sobre él. Se incorpora y golpea,  rítmicamente, una con­ tra otra, dos grandes  piedras, cuyo  sonido  marca  una danza  fúnebre.

CORIFEO: Le rinde honores. Mejor no ver actos que no deben hacerse. (Apartan la mesa)
ANTTNOO  (espiando): No llegó a enterrarlo. La tierra era demasiado dura.
CORIFEO: Ahí  la sorprendieron los guardias. Despreciable es quien tiene enmayor estima a un ser querido que a su propia patria.
ANTINOO:  ¡Exacto!
CORIFEO (dulcemente ):  Niña, ¿cómo no lo pensaste? (Corre  hacia  la carcasa  de
Creonte)

ANTINOO   (se inclina,  exagerado y paródico):  ¡El rey! ¡El  rey!
CORIFEO: Eso soy. Mío es el trono y el poder.
ANT!NOO: Te arreglará las cuentas. Antígona. (Un ademán para que avance)
CORIFEO: Eh, la que se humilla, la que gime, la que padece el miedo y tiembla.
ANTÍGONA   (avanza  serenamente):  Temor y temblor, temor y temblor.
CORIFEO: Hiciste lo que prohibí.
 ANTÍGONA:  Reconozco haberlo hecho y no lo niego.
ANTINOO   (asustado):  ¡No lo niega!
CORIFEO: Transgrediste la ley.
ANTÍGONA: No fue Dios quien la dictó ni la justicia.
CORIFEO: Te atreviste a desafiarme,  desafiarme.
    ANTÍGONA: Me atreví.
CORIFEO:  ¡Loca!
ANTÍGONA: Loco es quien me acusa de demencia.
CORIFEO: No yale el orgullo cuando se es esclavo del vecino.
ANTÍGONA (señalando a \NTINOO, burlona):  Éste no lo es, ¿vecino? Ni vos.
    ANTINOO   (orgulloso):  ¡No lo soy!
CORIFEO:  j Sí!
ANTTNOO:  ¡Sí lo soy! (Se desconcierta )  ¿Qué? ¿Vecino del esclavo o esclavo del vecino?
CORIFEO   (como ANTÍGONA   ríe): Ésta me ultraja violando las leyes, y ahora agrega  una segunda ofensa: jactarse     y reírse.
ANTÍGONA: No me río.
CORlFEO: Ella sería hombre y no yo si la dejara impune. Ni ella ni su hermana
escaparán a la muerte más terrible.
ANTÍGONA   (palidece):  ¿Ismena? ¿Por qué Ismena?
    ANTINOO: Sí. ¿Por qué Ismena?
CORIFEO  (sale de su carcasa,  apurado para retomar su papel): ¿Por qué?
ANTÍGONA: Ella no quiso ayudarme. Tuvo miedo.
CORIFEO: ¿Y cómo no iba a tener miedo? Es apenas una niña. ¡Tan tierna!
ANTÍGONA :  Delante de Creonte, yo también tuve miedo.
    ANTLNOO:  ¡Es nuestro rey!
ANTÍGONA :  ¡Y yo una princesa!, aunque la desgracia me haya elegido.
ANTINOO:  ¡Sí! Hija de Edipo y de Yocasta. Princesa.
CORlFEO: Está triste, ¿qué tendrá la princesa?  Los suspiros se escapan de su  boca de fresa.
    ANTINOO: Que no ruega ni besa.
CORlFEO: Si se hubiera quedado quieta/Sin enterrar a su hermano/¡con Hemón se hubiera casado! (Ríen)
ANTÍGONA: Delante de Creonte,  tuve miedo. Pero él no lo supo. Señor, mi rey,
¡tengo miedo! Me doblo con esta carga innoble que se llama miedo. No me
castigués con la muerte. Dejame casar con Hemón, tu hijo, conocer los pla­ ceres de la boda y la maternidad.  Quiero ver crecer a mis hijos, envejecer lentamente. ¡Tengo miedo! (Se llama  con un grito,  trayéndose al orgullo)
¡Antígona!  (Se incorpora, erguida y desafiante) ¡Yo lo hice! ¡Yo lo hice!
CORIFEO:  ¡Loca!
ANTÍGONA: Me llamó Creonte, ese loco de atar  que cree que la muerte tiene odios pequeños. Cree que la ley es ley porque sale de su  boca.
CORIFEO: Quién es más fuerte, manda. ¡Ésa es la ley!
ANTINOO:  ¡Las mujeres no luchan contra Jos hombres!
ANTÍGONA: Porque soy mujer, nací, para compartir el amor y no el odio.
    ANTINOO: A veces te olvidás.
CORIFEO:  ¡Lo escuchamos!  ¡Y qué bien sonaba! Nací, para compartir el amor, ¡y no el odio!
ANTÍGONA: Se lo dije a Creonte, que lleva siempre su odio acompañado porque nunca viene solo. El odio.
     CORIFEO: La cólera. La injusticia.
ANTÍGONA : Yo mando.
CORIFEO: No habrá de mandarme  una mujer.
ANTÍGONA: Y ya estaba mandado,  humillado.  Rebajado  por su  propia omnipotencia.
ANTINOO: Yo no diría rebajado.
CORIFEO (lo  remeda,  sangriento): ¡No diría, no diría! Yo tampoco. Ismena fue más sagaz.
ANTÍGONA: No quiso ayudarme. Tuvo miedo. Y con miedo, como culpable, Creonte la obligó a presentarse ante él. Polinices clama por la tierra. Tierra  piden los muertos y no agua o escamio.  (Gime  como  Ismena) No llorés,  Ismena. No querés ayudarme.  «¡Ssssss! Silencio, que nadie se entere de tu propósito. Será lapidado quien to ue el cadáver de Polinices.  Pido perdón a los muertos. Prestaré obediencia.    ¿A quién, Ismena? ¿A Creonte, el verdugo?
    CORIFEO: Verdugo. Dijo verdugo.
LOS  dos: Cuando se alude al poder/la sangre empieza a correr. (Apartan la mesa)
ANTÍGONA :  Yo no quería exigirle nada. Hubiera deseado  tomarla entre mis brazos, consolarla  como en la niñez, cuando acudía a mí, llorando,  porque le robaban las piedras de jugar al nenti o se lastimaba contra  un escalón. Nenita, no nenita, no sufras. Pero oí   mis gritos. ¡Rabia! ¡Rabia! ¡Me sos  odiosa con tanta cobardía!  Que todo el mundo sepa que enterraré a Polinices. ¡A voces,  enterraré a mi muerto!
CORIFEO: Tonta, Ismena andaba por el palacio, inocente con aires de culpable, sabiendo lo que más deseaba ignorar.
     ANTÍGONA  (se golpea  el pecho):  «¡Sé! ¡Nada ignoro!» Delante de Creonte le vino el coraje, mejor que el mío porque nacía del miedo. «Fui cómplice, cómplice.»  ( Ríe, burlona) Ella, cómplice, ¡que ama sólo en palabras!

CORIFEO:  ¡No aceptaré una complicidad que no tuviste!
ANTINOO: ¿Así la rechazó?
    CORIFEO: Así. Ismena, en la desgracia, quiso embarcarse en el mismo riesgo.
Otra, no Antígona, ¿qué hubiera hecho? Llenarse de gratitud, ¡abrir los brazos!
ANTÍGONA: Yo los cerré.
ANTINOO:  ¡Insaciable! Le pareció poco.
    CORIFEO: Practica el vicio del orgullo. Orgullo más heroísmo, ¿adónde conducen?
(Se rebana el cuello)
ANTÍGONA (dulcemente):  Ismena, rostro querido, hermana, nenita mía, necesito la dureza de mi propia elección. Sin celos, quiero que escapés  de la muerte que a mí me espera. Creonte nos llamó locas a las dos, porque las dos lo desafiábamos, las dos despreciábamos  sus leyes. Queríamos justicia, yo por la justicia misma y ella por amor.
CORIFEO: Puede hablar mucho, pero su destino está sellado.
ANTINOO (se levanta  y se aleja):  Yo no quiero verlo. ¡Ya vi con exceso!
CORIFEO (lo busca): ¡Sentate ! Hemón vendrá a pedir por ella.
    ANTINOO: ¿Y qué cara traerá? ¿Apenada?
CORIFEO: ¿Qué te parece? Sumá   dos más dos: la condena de Antígona, la pérdida de su boda.
ANTINOO:  ¡Pobrecito!
CORIFEO: Aprovechará para una frase maestra.
     ANTINOO: ¿Cuál?
CORIFEO:  Solo, se puede mandar bien en una tierra desierta.
ANTÍGONA:  ¡Hemón, Hemón!
CORIFEO (va hacia la carcasa):  Ama a Antígona.
ANTINOO:  ¡No se la quités !
     CORIFEO (en la carcasa): No soy yo. Es la muerte. (Ríe. Bajo) ¿Hemón? (ANTÍGONA
se vuelve hacia él) ¿No estás furioso? ANTÍGONA  (todas  sus réplicas  con voz neutra):  No. CORIFEO:  Seré inflexible.
ANTÍGONA: Lo sé.
CORIFEO: Nada modificará mi decisión.
ANTÍGONA: No intentaré cambiarla.
CORIFEO: Me alegro. Uno desea hijos sumisos que devuelvan al enemigo de su padre mal por mal y honren a los amigos.
ANTÍGONA: Es justo.
    CORIFEO: La anarquía es el peor de los males. Quien transgrede la ley y pretende darme órdenes, no obtendrá mis elogios. Sólo confío en quienes obedecen.
ANTÍGONA: No osaría decir que tus palabras no son razonables. Sin embargo, también otro puede hablar con sensatez.  Tu mirada intimida. Yo puedo oír lo que dice la gente. ¿No merece ella recompensa y no castigo?
   CORIFEO: Esa mujer se te subió a la cabeza.
ANTÍGONA: Hablo con mi razón.

CORIFEO:  Que tiene voz de hembra. No hay abrazos más fríos que los de una mujer perversa, indómita.
ANTÍGONA: ¿Perversa? Indómita.
    CORIFEO:  Como ésa. Escupile en la cara y que busque un marido en los infiernos.
ANTÍGONA:  Le escupiré. (Un silencio. Se lleva la mano a la cara) No me escupió, Creonte.
CORIFEO (sale de su carcasa y enfrenta a ANTÍGONA):  Debieras estar orgullosa.
ANTÍGONA: ¿De qué?
  CORIFEO: De que un mocito como Hemón pretenda dar lecciones a su padre, ¡el rey!
ANTÍGONA: Si soy joven, no atiendas a mi edad sino a mis actos. Del orgullo de
Hemón, estoy orgullosa.
CORIFEO (se aparta hacia la mesa, ultrajado  :   ¡Juventud!
     ANTINOO: Ahora pasa todo liso, pero ¡qué discusión! Se oía hasta en la esquina.
CORIFEO:  Si levantó la voz, estaba justificado.
ANTINOO: Dijiste, ¡qué juventud!
CORIFEO:  ¿Y qué? No me refería a Hemón. Habló por nosotros. Dijo lo que todos pensábamos.
    ANTINOO (turbado):   ¿Qué? (Se toca la cabeza)
CORIFEO:  La condenaste injustamente.
ANTINOO:  ¡Eso!
CORIFEO:  ¿Qué abogados tuvo? ¿Qué jueces? ¿Quién estuvo a su lado?
ANTINOO: ¿Su padre?
    CORIFEO:  ¡No tiene!
ANTINOO: ¿Su madre? (Seña  rápida de negación del CORIFEO)  ¿Sus hermanos?
(Id em) ¿Sus amigos? La agarró y decidió: a ésta la reviento.
CORIFEO:  Y nosotros decimos: ¿Cómo? ¿Precisamente ella condenada? No toleró que su hermano, caído en combate, quedara sin sepultura. ¿ No merece esto   ecompensa  y no castigo?
ANTINOO (contento): ¡Eso decimos!
CORIFEO: De lo que decimos, Creonte se.. . (gesto)
ANTÍGONA: El clamor público nace siempre de palabras secretas. Quien cree que sólo él piensa o habla como ninguno es puro vacío adentro.
    ANTINOO:  ¡Habló muy bien Hemón!
CORIFEO:  ¡También Creonte! Dijo: Sólo confío en quienes obedecen. No quebrantarán  la ley.
ANTINOO (muy turbado): ¡Sólo uno debe hablar bien para que no tengamos indecisiones!
  CORIFEO: Yo las resuelvo. (Majestuoso, avanza hacia la carcasa, pero se detiene a
mitad de camino. Se vuelve hacia ANTÍGONA) La ciudad pertenece a quien la
gobierna.
ANTÍGONA:  Solo, podrías mandar bien en una tierra desierta.
CORIFEO:  ¡Ahí está! La frase.
     ANTINOO (muy turbado): ¡Sigo en lo mismo! ¿A quién pertenece la razón?

CORIFEO: Y se insultaron. Creonte lo llamó estúpido, ¡y Hemón le dijo que hablaba como un imberbe !
ANTINOO: ¿Al padre?
CORIFEO: ¡Al padre! ¡Jamás la desposarás viva!, dijo Creonte.
     ANTINOO:  ¡Bien!
CORIFEO:  Morirá, pero no morirá sola, contestó Hemón.
ANTINOO:  ¡Qué audacia!
CORIFEO: ¿Cuál? ¿Refutar pal abras tontas?
ANTINOO:  ¡No eran tontas!
     CORIFEO   (lo mira amenazador.  Bruscamente  sonríe):  Puede ser. .. Mi defecto es
conmoverme fácilmente.
ANTÍGONA: Creonte me mandó llamar -yo, engendro aborrecido para que mu­
riera en presencia de Hemón y bajo sus ojos.
CORIFEO: No lo consiguió. ¡Hemón no quiso!
     ANTÍGONA: Sé que no quiso.
CORIFEO:  ¡Ella no morirá en mi presencia -dijo Hemón-y tus ojos jamás me volverán a ver! (Se levanta) Con amigos complacientes podrás librarte a tus furores.  ¡Jamás me volverás a ver!
ANTTNOO:  ¡Sentate! ¡No me dejés solo!
     CORIFEO: ¿Por qué? ¿De qué tenés miedo?
ANTINOO:  ¡De nada! (Confidencial) Me atreví a decirle a Creonte que Hemón estaba muy desesperado. Cosa grave a su edad.
CORIFEO: ¿Y eso qué vale? ¿Qué arriesgaste? ¡Yo, yo le pedí por Ismena! ¿Cuál era su culpa? Haber escuchado a la loca. No tocó el cadáver.
  ANTINOO: Creonte no es insensato.
CORIFEO: La perdonó. ANTINOO: Sí, ¿y después? CORIFEO: Después, ¿qué?
ANTINOO: La arreglaste. Qué muerte tendrá Antígona, preguntaste amablemente.
    CORIFEO: Ya estaba decidido. ¿Qué podía cambiar? La ocultaré en una cueva cavada  en la roca, con alimentos para un día.
ANTÍGONA: Hice mi último viaje.
CORIFEO: Allí, ella podrá invocar a la muerte, pidiéndole que no la toque.
ANTÍGONA: Que no me toque. ¡No me toqués, oh, muerte!
CORIFEO: O se dará cuenta, un poco tarde, cómo es superfluo irle con  peticiones de vida.
ANTÍGONA: Y sin embargo, yo pido.
CORIFEO   (tristemente):  Superfluo, ¡pero gratis!
ANTÍGONA: Pedí por la luz del sol. Mis ojos, no saciados por la luz.
     CORIFEO:  ¡Amor, amor! ¡Qué desastre! Lo digo por Hemón. Vence el deseo, ¿y dónde quedan las leyes del mundo?
ANTINOO: Sí, sí, ¿pero qué tienen que ver las leyes con Antígona? La miro y ...
CORIFEO: Avanza hacia el lecho donde todos tenemos que acostarnos.

ANTÍGONA: Hice mi último viaje. Decir «la última vez». (La voz se le deforma)   Ul. .. tima vez. Saber. .. que más allá no hay luz, ninguna voz. La muerte, que duerme todo lo que respira, me arrastra  hacia sus bordes. No conocí noche de bodas, cantos nupciales. Virgen voy. Mi desposorio  será con la muerte.
CORIFEO: Te olvidás de las ventajas: te encaminás  a las sombras  con gloria, ensalzada.
     ANTLNOO:   ¡Todo el mundo te aprueba!
CORIFEO:  ¡Sin enfermedades,  sin sufrimientos!
ANTINOO:  ¡Sin achaques  de vejez!
CORIFEO: Por propia voluntad, podría decirse, entre todos nosotros, descenderás libre y viva a la muerte. ¡No es tan trágico!
   ANTÍGONA:  Como Niobe, el destino  va a dormirme  bajo un manto de piedra.
CORIFEO: Pero Niobe era una diosa y de dioses nacida. Nosotros  mortales y nacidos de mortales.
ANTINOO:  ¡Es algo grandioso  oírle decir que comparte  el destino de los dioses!
(Ríen)
ANTÍGONA:  ¡Se ríen de mí!
     CORIFEO:  ¡No, no!
(Ríen)

ANTÍGONA:  ¿Por qué ultrajarme antes de mi muerte, cuando respiro todavía?
CORIFEO: Bueno, ¡fue una broma! ¡No te ofendas!
(Tentados, ríen apretando los labios,  tragándose la risa)
ANTÍGONA:  Oh, ciudadanos  afortunados,  sean testigos de que nadie me acompaña con sus lágrimas. ..
    CORIFEO:  ¡Dios mío, empieza  a compadecerse!
(Intenta huir)
ANTÍGONA:  Que las leyes, ¡qué leyes!,  me arrastran a una cueva que será mi tumba. Nadie escuchará  mi llanto, nadie percibirá mi sufrimiento.  Vivirán a la luz como si no pasara nada. ¿Con quién compartiré  mi casa? No estaré con los humanos ni con los que murieron, no se me contará entre los muertos ni entre los vivos. Desapareceré  del mundo, en vida.
CORlFEO (bondadosamente): El castigo siempre supone la falta, hija mía. No hay inocentes.
ANTINOO (bajo):  ¿Nunca? (Se  recompone) Lo apruebo: ¡muy  bien dicho!
CORIFEO: Y si el castigo  te cayó encima,  algo hiciste que no debías hacer. ¿Qué                      pretendés?  Llevaste  tu osadía al colmo,  te caíste violentamente.
ANTINOO:  ¡Pum!
ANTÍGONA:  ¡Ay, qué aciaga  boda conseguiste  para mí, hermano!  Con tu muerte me mataste cuando te sobrevivía.
ANTINOO:  ¡Me parte el corazón!
     CORIFEO: A mí también . Pero el poder es inviolable para quien lo tiene. ¿Cómo se le ocurrió oponerse? No te quejes, amiga mía, no se puede pagar un destino tan dentro y tan fuera de la norma con moneda de cobre.
ANTINOO: La perdió su carácter.
CORIFEO: Hubiera escuchado consejos. ¡Nuestros consejos!
     ANTÍGONA:  ¡El sol! ¡El sol!
CORIFEO: Ahí está. Míralo por última vez.
ANTÍGONA: Por última vez. Me llevan sin llantos, sin amigos, sin esposo. En  mi muerte, no hay lágrimas ni lamentos. Sólo los míos.
CORIFEO: ¿Miraste el sol? ¿Te diste el gusto? ¿Te calentó? Bueno, ¡basta! Si nos
dejaran gemir antes de morirnos, ¡no moriríamos nunca!
ANTINOO:  ¡Aburre! ¡No la termina más!
CORIFEO:  ¡Yo la termino! (Se dirige hacia la carcasa, se detiene a mitad de camino) ¡Se arrepentirán de estas lentitudes quienes demoran en conducirla! (En la carcasa) ¡Enciérrenla! Que sea abandonada en esa tumba. Si ella desea morir allí, que muera. Si desea vivir sepultada  bajo ese techo, que viva. Quedaremos puros de su muerte y ella no tendrá contacto con los
vivos.
ANTINOO:  ¡Qué sabiduría! Está y no está, la matamos y no la matamos.
ANTÍGONA:  ¡Oh, tumba, oh, cámara nupcial! Casa cavada en la roca, prisión eterna   donde voy a reunirme con los míos. Bajo la última y la más miserable antes de que se marchite  el plazo de mi vida. Pero allí al menos, grande es mi esperanza, tendré cuando llegue el amor de mi padre, y tu amor también, madre, y el tuyo, hermano mío. Cuando murieron, con mis propias manos, lavé sus cuerpos, cumplí los ritos sepulcrales.  Y ahora, por vos, querido Polinices, recibo esta triste recompensa. Si hubiera sido madre, jamás lo hubiera hecho por mis niños. Jamás por mi esposo muerto hu biera intentado una fatiga semejante. Polinices, Polinices, ¡sabes por qué lo digo! Otro es­ poso hubiera podido encontrar, concebir otros hijos a pesar de mi pena.
Pero muertos mi padre y mi madre, no hay hermano que pueda nacer jamás.
         ¡Jamás volverás a nacer, Polinices! Creonte me ha juzgado, hermano mío.
CORIFEO   (saliendo de su carcasa): ¡Y bien juzgada!
ANTÍGONA:  ¿Qué ley he violado? ¿A qué Dios he ofendido? ¿Pero cómo creer en Dios todavía? ¿A quién llamar si mi piedad me ganó un trato impío? Si esto es lo justo, me equ ivoqué. Pero si son mis perseguidores quienes yerran, ¡yo les deseo el mismo mal que injustamente me hacen. ¡El mismo mal, no más ni menos, el mismo mal!
ANTINOO:  ¡No la termina! ¡Qué cuerda!
CORIFEO: Rencorosa, para ella siguen soplando· ráfagas del mismo viento.
(Con sigilo,  a ANTÍGONA     ¡Hay algo que se llama arrepentirse! No sirve de mucho, pero consuela.
ANTINOO: Si ya sabemos que se muere, ¿por qué no se muere?
CORIFEO: ¿No dijo Creonte que se arrepentirán de estas lentitudes quienes demoran en conducirla?
(Entra bajo el sonido de aleteos y graznidos)
ANTÍGONA:  ¡Me llevan! ¡Miren a qué suplicio  y por cuáles jueces yo soy  condenada!
ANTINOO:  Sufre.
CORIFEO: Siempre se sufre cuando se cambia la luz celeste por las tinieblas  de una prisión. A muchas les tocó parecido destino. Cuando se ultraja el poder
y se transgreden los límites, hija mía, siempre se paga en moneda de sangre.
                      (Aumenta el sonido de roncos,   siniestros graznidos, fuertes aleteos que crecen y decrecen)
CORIFEO: ¿Qué es ese ruido? ANTINOO: Pájaros en primavera. CORIFEO   (fríamente):  Estúpido.
   ANTINOO: Me insultan: me voy.
CORIFEO: ¡Quedate! Algo pasará a último momento. ANTÍGONA: Yo no lo supe. No supe que Creonte... ANTINOO: ¿Es que va a tener un defensor?
CORIFEO: No, ¡jamás!
 ANTTNOO:  ¿Y entonces?
ANTÍGONA   (aparta alas inmensas): ¡Fuera! ¡Fuera! (Gime de terror, intentado protegerse. Con esfuerzo, se domina) ¡No! ¡Está bien que me cubran con sus
alas hediondas,  que me rocen con sus picos! (Se ofrece, feroz, con los dien­
tes apretados) ¡Muerdan! ¡Muerdan! ¡No me lastimarán más que Creonte!
     ANTTNOO:  Quiero irme a casa. ¡Tengo frío!
CORIFEO:  ¡Ya nos vamos! Tomaría otro café. (Se levanta con su taza en la mano y va en busca de otro café. Se demora cerca de la carcasa de Creonte)
ANTINOO (algo cae sobre la mesa, lo recoge con asco):  ¿Qué es esto? ¡Qué inmundicia!
     CORIFEO:  ¡No preocuparse! Vendrá Tiresias,h y aunque ciego, Tiresias sacerdote,   ¡arregla todo! (Entra en la carcasa) ¿Qué hay de nuevo, viejo Tiresias? Me espanta tu cara oscurecida, como con doble ceguera. Nunca me aparté de tus consejos. Por eso goberné bien esta ciudad. (Para sí )  Con hábiles pactos. (Pausa) ¿Qué porquería es ésta? ¡Me cayó encima! (Sale, apartándose suciedades que le caen)
ANTINOO  (oculta con la mano algo que le ha caído sobre el brazo, temeroso e inmóvil. Lentamente, aparta la mano mientras mira hacia arriba): ¡Peste!
CORIFEO: ¿Qué? ¡Peste!
ANTINOO:  ¡Quiero irme a casa!
     CORIFEO: Los pájaros hambrientos arrancaron jirones  del cadáver de Polinices.
Por eso gritan. Comieron la carne y la sangre de un muerto en la refriega.
ANTINOO:  ¡Que arregle esto Tiresias! ¡Quiero irme a casa!
CORIFEO:  ¡Y en tu casa te seguirá la peste!
ANTINOO:  ¡Me encerraré!
CORIFEO:  ¡Te seguirá  la peste! Ningún Dios oirá nuestras  súplicas.  ¡Malditas  aves!
ANTÍGONA: El mal permitido  nos contamina  a todos. Escondidos en sus casas, devorados por el miedo,  los seguirá la peste.
CORIFEO: Tal vez no, si Tiresias  consigue  de Creonte  lo que tu empecinamiento te ha negado.
     ANTÍGONA: No convenzas  a Creonte,  Tiresias.  Creonte  te ha dicho que la raza entera de los sacerdotes  ama el dinero. (Ríe) Y contestaste que la de los tiranos el lucro vergonzoso.  ¡Se entienden  bien ustedes!  (Aparta  las alas cuyo aleteo  ha decrecido)  Yo no temo. ¿Qué te dice Tiresias?  Que pagarás con la muerte de un ser nacido de tu sangre... (Se oscurece)  He... Hemón ...por haberme arrojado  a la tumba  y por retener insepulto  el cadáver de Polinices.  En boca de Tiresias, la verdad y la mentira están  mezcladas.  No te ensañés  con un cadáver. ¿Qué hazaña es matar a un muerto?
CORIFEO: Sí, eso dirá.
ANTÍGONA: Perros,  lobos y buitres  desgarraron  el cadáver  de mi hermano  y con sus restos  mancillaron los altares.
CORIFEO:  ¡Peste!
ANTÍGONA: Las ciudades  se agitan.
CORIFEO:  ¡Peste!
ANTÍGONA: Tiresias,  ¡esto te asusta! Hábil  para ser amigo  del poder en su cúspide y separarse  cuando  declina.  Pediste  por mí, por Polinices  despedazado.   Y por miedo, Creonte  me perdonó.  (Pausa)  Yo no lo supe.
(Cesan  graznidos,  aleteos)
CORIFEO: Temo que tendré que respetar  las leyes, dijo Creonte.
ANTINOO:  ¡A buena hora!
CORIFEO: También  tendrá que respetar  sus sentimientos cuando  Hemón  se... (gesto   de acuchillarse)
ANTÍGONA (canturrea,  se pone la corona de flores): Me desposé. (Tuerce  de manera  extraña  el cuello, el cuerpo  como colgando, ahorcado)  Vino la muerte, esposa,  madre,  hermana...
CORIFEO:  ¡Ah, la furia de Hemón!
ANTINOO: ¡Furia de jóvenes!
CORIFEO:  ¡Creonte  lo llamó entre sollozos ! ¿Cómo entraste  a esa tumba? ¿Oigo tu voz o me están engañando  los sentidos?  Arranquen   la piedra que obstruye  la entrada.  ¡ Hemón!  ¡Te lo suplico!  ¡Salí de esa tumba!
(Solloza,  paródico)
ANTÍGONA: Hemón  se abrazaba  a mi cintura.
CORIFEO: ¿Y qué hizo Hemón? ¡Escupió  a su padre! (Escupe  a ANTINOO  en la cara)
ANTINOO:  ¡A mí no!
CORIFEO: ¡Y sacó su espada  y ... ! (Ataca)
ANTINOO   (saltando):  Creonte  se salvó  por poco.
   CORIFEO: Más le hubiera valido reventar.  ¿Hay algo todavía  más desdichado  que la propia desdicha ? No sólo Hemón, también Eurídice, su madre, se dio muerte con filosa cuchillada.
ANTINOO: ¿También ella? ¡No queda nadie!
CORIFEO: Creonte queda. (Se  ubica  en la carcasa)
    ANTÍGONA: Lloraba, abrazado a mi cintura.
CORIFEO:  ¡Hemón,  oh desdichado! ¿En qué desgracia  querés perderte?
ANTÍGONA: Erró el golpe contra Creonte y se arrojó  sobre su espada. Respirando todavía enlazó mis brazos y murió entre olas de sangre... olas de... sangre... en mi cara... (Bruscamente  grita) ¡Hemón, Hemón,  no! ¡No te des muerte!  No hagas doble mi soledad.
ANTINOO: Todos estos problemas por falta de sensatez. ¿O no?
CORIFEO: ¡Ay, yerros   de estas mentes! Matan y mueren las gentes de mi linaje.
¡Ay, hijo, hijo! ¡Todas las desgracias que sembraron  en mi familia y sobre esta tierra! Y ahora yo, ¡culpable!  Contra mí, ¡todos los dardos! Sufriré en  esta prisión, ¡a pan y agua! (Solloza, sinceramente)
ANTINOO (desconcertado): Aún tiene poder, ¿prisión?  ¿A qué llama prisión? ¿Pan y agua los manjares  y los vinos? ¿Las reverencias  y ceremonias?
CORIFEO:  ¡Sufriré hasta que comprendan!
ANTINOO: Posee un gran corazón que indulta fácilmente. ..
ANTÍGONA: Sus crímenes.
CORIFEO: Mío fue el trono y el poder. (Vergonzante) Aún lo es...
ANTINOO: A pesar de su terrible dolor goza ¡perfecta  felicidad!  ¡Como nosotros!
ANTÍGONA: (lanza  un gemido  animal)
CORIFEO: ¡Los perdono! ¡No saben lo que hacen! Pretenden condenarme,  a mí, que  di mi hijo, mi esposa, al holocausto. Antígona, que atrajiste tantos malos sobre mi cabeza y mi casta, ¡te perdono!
ANTINOO  (teatral): ¡Bravo!
(Sale  el CORIFEO de la carcasa, saluda)
ANTÍGONA  (canta):
«Un sudario lo envolvió;
 Cubrieron  su sepultura
Flores que el llanto regó.»
¡Te lloro, Hemón! ¡Sangre, cuánta sangre tenías! (Se toca  el rostro) Llena estoy, dentro y fuera, de tu sangre. No... la quiero, no... la quiero. Es tuya.¡Bebé tu sangre, Hemón! ¡Recuperá tu  sangre! ¡Reviví!
 ANTINOO: ¿Lo conseguirá?
CORIFEO (con  una  sonrisa  ante  su estupidez):  Un poco difícil.
ANTINOO: Sin embargo...
CORIFEO (tajante):  Cuando está la sangre de por medio, los actos no se enmiendan, ¡idiota!
 ANTÍGONA (dulcemente):  Hiciste doble mi soledad. ¿Por qué preferiste la nada y no la pena? La huida y no la obstinación  del vencido.            ·
ANTINOO:  ¡Era muy joven!
CORIFEO: Y vos, ¿por qué tuviste tanto apuro? (Gesto  de ahorcarse)
ANTÍGONA: Temí el hambre y la sed. Desfallecer    innoblemente. A último momento, arrastrarme, suplicar.
ANTINOO: Los corazones  más duros pueden ablandarse,  «a último momento».
¿Oíste su llanto? Te perdonó.
ANTÍGONA: No. Aún quiero enterrar a Polinices. «Siempre» querré enterrar a Polinices. Aunque nazca mil veces y él muera mil veces.
 ANTINOO: Entonces, ¡«siempre» te castigará Creonte!
CORIFEO: Y morirás mil veces. A la muerte, hija mía, no hay que llamarla. Viene sola. (Sonríe) Los apresuramientos   con ella son fatales.
ANTÍGONA: ¿No terminará nunca la burla? Hermano, no puedo aguantar   estas paredes que no veo, este aire que oprime como una piedra. La sed. (Palpa  el cuenco,  lo levanta  y lo lleva a sus labios.  Se inmoviliza) Beberé y seguiré sedienta, se quebrarán   mis labios y mi lengua se transformará espesa  en un animal mudo. No. Rechazo este cuenco de la misericordia,  que les sirve de disimulo a la crueldad. (Lentamente, lo vuelca)   Con la boca húmeda de mi propia saliva iré a mi muerte. Orgullosamente, Hemón,  iré a mi muerte. Y vendrás corriendo y te clavarás la espada. Yo no lo supe.
Nací, para compartir el amor y no el odio. (Pausa  larga) Pero el odio manda. (Furiosa) ¡El resto es silencio! (Se da muerte.  Con furia)

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