30/5/15

DELIRIO A DÚO Eugene IONESCO

DELIRIO A DÚO


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Eugene IONESCO




PERSONAJES

ELLA 
ÉL


EL SOLDADO, LOS VECINOS




Habitación corriente, sillas, cama, tocador, ventana en el fondo, puerta a la izquierda, puerta a la derecha, Ella está sentada frente al tocador que está cerca de la puerta, en primer término a la izquierda. Él pasea por la habitación, un poco nervioso, pero no demasiado, con las manos cruzadas a la espalda, con los ojos como papando moscas. Se oyen fuera ruidos, vociferaciones, disparos de armas de fuego. Representación sin palabras -paseo del hombre, tocado de la mujer- durante sesenta segundos. Los dos personajes están en bata, y calzan zapatillas. La bata del hombre está bastante sucia; la de la mujer manifiesta veleidades de coquetería. Él no está afeitado. No son jóvenes.



Ella: ¡La vida que me prometiste! ¡Y la que me das! Dejé a un marido por seguir a un amante. ¡El romanticismo! ¡El marido valía diez veces más, seductor! Él no me llevaba la contra estúpidamente.

Él: Yo no te llevo la contra por capricho. Cuando dices cosas que no son verdad, no puedo aceptarlas. Tengo la pasión de la verdad.
Ella: ¿De qué verdad? Puesto que te digo que no hay diferencia. Esa es la verdad: caracol, tortuga, es lo mismo.
Él: De ninguna manera. No son el mismo animal.
Ella: Tú sí que eres un animal. ¡Idiota!
Él: La idiota eres tú.
Ella: ¡Tú me insultas, imbécil, repugnante, seductor!
Él: Pero escucha. Por lo menos, escucha.
Ella: ¿Qué quieres que escuche? Después de diecisiete años que llevo escuchándote. Diecisiete años que me arrancaste a mi marido, a mi hogar.
Él: Pero eso nada tiene que ver con la cuestión.
Ella: ¿Con qué cuestión?
Él: Con la cuestión que estamos discutiendo.
Ella: ¡Se acabó! Ya no hay cuestión. El caracol y la tortuga son el mismo animal.
Él: No, no son el mismo animal.
Ella: Sí, son el mismo.
Él: Todo el mundo te dirá que no.
Ella: ¿Qué mundo? La tortuga ¿no tiene caparazón? Responde.
Él: ¿Y qué?
Ella: ¿El caracol no la tiene también?
Él: Sí. ¿Y qué?
Ella: La tortuga o el caracol, ¿no es un animal lento, baboso, de cuerpo corvo? ¿No es una especie de reptil pequeño?
Él: Sí. ¿Y qué?
Ella: Entonces, ya lo ves. Yo pruebo lo que afirmo. ¿No se dice: Lento como una tortuga, lento como un caracol? Y el caracol, es decir, la tortuga, ¿no se arrastra?
Él: No exactamente.
Ella: ¿No exactamente qué? ¿Querrás decir que el caracol no se arrastra?
Él: Sí.
Ella: Entonces, ya lo ves. Es lo mismo que la tortuga.
Él: Te digo que no.
Ella: ¡Testarudo, caracol! Explica por qué.
Él: Porque sí.
Ella: La tortuga, es decir, el caracol, se pasea con la casa a cuestas. La ha construido él mismo.
Él: La babosa tiene parentesco con el caracol. Es un caracol sin casa. Pero la tortuga nada tiene que ver con la babosa. ¡Ah! Ya estás viendo que no tienes razón.
Ella: Pero, explícame, zoólogo, explícame porque no tengo razón.
Él: Pues porque...
Ella: Dime las diferencias, si las encuentras.
Él: Porque... Las diferencias... también hay parecidos, no puedo negarlo.
Ella: Entonces ¿por qué lo niegas, a pesar de todo?
Él: Las diferencias consisten en que... En que... Es inútil puesto que no quieres admitirlas, y además yo estoy muy cansado. Ya te lo he explicado todo, no vamos a volver a empezar. Estoy harto.
Ella: No quieres explicarlo porque no tienes razón. No puedes dar razones sencillamente porque no las tienes. Si tuvieras buena fe lo confesarías. Tienes mala fe, siempre has tenido mala fe.
Él: Dices tonterías, siempre dices tonterías. Vamos a ver, la babosa forma parte... O, mejor dicho, el caracol... y en cambio, la tortuga...
Ella: ¡Ay, basta! ¡Callate! Mejor será. No puedo seguir oyéndote divagar.
Él: Yo tampoco puedo seguir oyéndote. ¡No quiero volver a oír nada! (Ruido de una fuerte explosión)
Ella: No nos entenderemos nunca.
Él: ¿Cómo nos vamos a entender? No nos entenderemos nunca. (Pausa) Vamos a ver. ¿La tortuga tiene cuernos?
Ella: No he reparado nunca.
Él: El caracol los tiene.
Ella: No siempre. Cuando los saca. La tortuga es un caracol que no saca los cuernos. ¿De qué se alimenta la tortuga? De lechuga. El caracol también. Por lo tanto, son el mismo animal. Dime lo que comes, te diré quién eres. Por otra parte, la tortuga y el caracol son comestibles.
Él: No se preparan del mismo modo.
Ella: Y además, no se comen entre ellos. Los lobos tampoco. Porque son de la misma especie. Lo cual quiere decir, a los más, que el uno es una variedad de la otra. Pero es la misma especie, la misma especie.
Él: Especie de tarugo.
Ella: ¿Qué estás diciendo?
Él: Decía que tú y yo no somos de la misma especie.
Ella: Podías haberte dado cuenta hace mucho tiempo.
Él: Me di cuenta desde el primer día. Era ya demasiado tarde. Habría debido darme cuenta antes de conocerte. La víspera. Desde el primer día comprendí que no nos íbamos a comprender nunca.
Ella: Habrías debido dejarme con mi marido, con el cariño de los míos, habrías debido decírmelo, dejarme cumplir mi deber. Un deber que era un placer de todos los instantes, de día y de noche.
Él: ¿Qué idea te dio de venirte conmigo?
Ella: Fuiste tú quien me arrastraste. ¡Seductor! ¡Hace diecisiete años! A esa edad no sabe una lo que hace. Abandoné a mis hijos. No tenía ninguno. Pero habría podido tenerlos. Todos los que hubiese querido. Habría podido tener hijos que me hubiesen rodeado, que habría podido defenderme. ¡Diecisiete años!
Él: ¡Y habrán otros diecisiete! ¡Diecisiete años más va a seguir dando vueltas la máquina!
Ella: Porque no quieres admitir las evidencias. Empezando porque la babosa de seguro tiene su casita escondida. Luego es un caracol. Por lo cual, es una tortuga.
Él: ¡Ah!, pero el caracol es molusco, un molusco gasterópodo.
Ella: El molusco eres tú. El molusco es un animal blando. Como la tortuga. Como el caracol. No hay diferencias. Si asustas al caracol, se esconde en su cáscara. Exactamente como la tortuga. Una prueba más de que son el mismo animal.
Él: Después de todo, me da lo mismo. Años enteros llevamos disputando por la tortuga y el caracol.
Ella: El caracol, es decir, la tortuga.
Él: Como se te antoje. Ya no quiero oír hablar más de ello. (Pausa) Yo también dejé a mi mujer. Claro, es verdad, que ya estaba divorciado. Se consuela uno pensando que eso le ha sucedido a muchísima gente. No se debe uno divorciar. Si no me hubiera casado, no me habría divorciado. Nunca sabe uno.
Ella: ¡Ah, sí, contigo nunca se sabe! Eres capaz de todo. No eres capaz de nada.
Él: Una vida sin porvenir no es nunca otra cosa que una vida sin porvenir. Ni siquiera eso.
Ella: Hay personas que tienen suerte. Los afortunados. Los desafortunados no la tienen.
Él: Tengo demasiado calor.
Ella: Yo tengo demasiado frio. Éstas no son horas de tener calor.
Él: ¿Ves cómo no nos entendemos? Nunca nos entendemos. Voy a abrir la ventana.
Ella: Quieres que me hiele. Me querrías matar.
Él: No quiero matarte. Quiero aire.
Ella: Decías que había que resignarse a la asfixia.
Él: ¿Cuándo he dicho yo eso? Nunca he dicho eso.
Ella: Sí, lo has dicho. El año pasado. Ya no sabes ni lo que dices. Te contradices.
Él: No me contradigo. Son las estaciones.
Ella: Cuando tienes frío, bien que me impides abrir la ventana.
Él: Eso es lo que tengo que echarte en cara; el que tengas frío cuando tengo calor, el que tengas calor cuando tengo frío. Nunca tenemos frío ni calor al mismo tiempo.
Ella: Nunca tenemos frío ni calor al mismo tiempo.
Él: No. Nunca tenemos frío ni calor al mismo tiempo.
Ella: Es porque tú no eres un hombre como los demás.
Él: ¡Que yo no soy un hombre como los demás!
Ella: No, desdichadamente, no eres un hombre como los demás.
Él: No. No soy un hombre como los demás, afortunadamente (Se oye una explosión)
Ella: ¡Desdichadamente! (Explosión)
Él: ¡Afortunadamente! (Explosión) No soy un hombre vulgar, soy un idiota. Como todos los idiotas a quienes tú has conocido. (Explosión)
Ella: ¡Vaya! Una explosión.
Él: ¡No soy un cualquiera! He estado invitado en casa de princesas que iban escotadas hasta el ombligo y para tapar el escote se ponían encima chaquetitas, sin lo cual habrían estado desnudas. Tenía ideas geniales, hubiese podido escribirlas, me lo habrían pedido. Habría sido un poeta.
Ella: Te figuras que eres más listo que los demás; yo también lo creí, un día en que estuve loca. No es verdad. Fingí creerlo. Porque me sedujiste pero no eres más que un cretino.
Él: ¡Cretina!
Ella: ¡Cretino! ¡Seductor!
Él: No me insultes. No vuelvas a llamarme seductor. ¿No te da vergüenza?
Ella: No te insulto. Te desenmascaro.
Él: Yo también te desenmascaro. Toma, te quito las pinturas. (Le da una buena bofetada)
Ella: ¡Cochino! ¡Seductor! ¡Seductor!
Él: ¡Cuidado... porque...!
Ella: ¡Don Juan! (Le da una bofetada) ¡Te está bien empleado!
Él: ¡Cállate! ¡Escucha! (Los ruidos de fuera se intensifican, las vociferaciones, los disparos que se han estado oyendo vagamente a lo lejos se han acercado, están bajo la ventana. Él que se preparaba a reaccionar violentamente ante los insultos de Ella, se detiene de pronto, y ella también)
Ella: ¿Pero qué estás haciendo? Abre esa ventana. Mira.
Él: Ahora mismo decías que no querías abrirla.
Ella: Cedo. Ya lo ves. Soy buena.
Él: Es verdad, por una vez es verdad, embustera. Además, ahora no vas a tener frío. La cosa está que arde. (Abre la ventana y mira)
Ella: ¿Qué sucede?
Él: No es gran cosa. Hay tres muertos.
Ella: ¿De cuáles?
Él: Uno de cada bando. Y un neutral. Uno que pasaba.
Ella: No te quedes en la ventana. Van a disparar contra ti.
Él: Cierro. (Cierra la ventana) Además, se alejan los rudos.
Ella: Entonces será que se han marchado.
Él: Deja que vea.
Ella: No abras. (Él abre la ventana) ¿Por qué se han marchado? Respóndeme. Pero cierra esa ventana. Tengo frío. (Él cierra la ventana) Nos vamos a asfixiar.
Él: Sin embargo, se ve que están espiando. Se ven sus cabezas, ahí en cada esquina. Todavía no podemos salir a dar un paseo. Tomaremos decisiones más adelante. Mañana.
Ella: Otra buena ocasión para no decidir nada.
Él: Así es.
Ella: Y así va a seguir, así va a seguir esto. Cuando no es la tormenta, es la huelga de los ferrocarriles, cuando no es la gripe, es la guerra. Cuando no es la  guerra de todos modos es la guerra. ¡Ay, es fácil! ¿Y qué tenemos, al cabo del tiempo? Demasiado sabemos de lo que tenemos al cabo del tiempo.
Él: ¿No acabas de peinarte y volverte a peinar? Ya estás bastante hermosa, no has de estar más hermosa de lo que eres.
Ella: Cuando estoy despeinada, no te parece bien.
Él: No es éste el momento de ser coqueta. Haces las cosas a destiempo.
Ella: Me adelanto a mi tiempo. Me embellezco para las mañanas hermosas. (Una bala procedente de la calle rompe un vidrio de la ventana)
Ella y Él: ¡Ah! ¿Has visto?
Ella: ¿No estás herido?
Él: ¿No estás herida?
Ella: Ya te dije que cerrases los postigos.
Él: Voy a dar una queja al casero. ¿Cómo puede permitir esto? ¿Dónde está nuestro casero? En la calle, de seguro, divertidísimo. ¡Ay, estas gentes!
Ella: ¡Pero cierra los postigos! (Él cierra los postigos. Apagón) ¡Pero enciende la luz! No podemos quedarnos a oscuras.
Él: Como me dijiste que cerrase los postigos. (Se dirije hacia el interruptor de la luz en la oscuridad, y tropieza contra un mueble) ¡Ay! Me hice daño.
Ella: ¡Torpe!
Él: Eso es, insúltame. ¿Dónde está ese chisme? No es fácil de conocer la casa del casero. No sabe uno nunca dónde ha hecho que pongan los interruptores. No se mueven y, sin embargo, siempre están cambiando de sitio. (Ella se levanta y a oscuras se dirige hacia el interruptor. Tropieza con Él)
Ella: ¡Ya podías tener cuidado!
Él: ¡Ya podías tener cuidado!
Ella: (logra encender). Me has hecho un chichón en la frente.
Él: Me has dado un pisotón en los pies.
Ella: ¡Lo has hecho a propósito!
Él: ¡Lo has hecho a propósito! (Van a sentarse cada uno en una silla. Pausa) Si no te hubiera visto, no nos habríamos conocido... ¿Cómo habría sido?... Acaso yo hubiera sido pintor. Tal vez otra cosa... ¿Cómo hubiera podido ser? Tal vez estaría viajando. Tal vez sería más joven.
Ella: Tal vez habrías muerto en un asilo. Puede que, a pesar de todo, nos hubiésemos encontrado otro día. Puede que “de otro modo” no exista. ¿Qué sabe uno?
Él: Quizás no me estaría preguntando si tengo razones de vivir. O tal vez hubiera tenido otras razones de no estar contento.
Ella: Habría visto crecer a mis hijos. O me habría dedicado a hacer cine. Viviría en un hermoso castillo con flores, con guirnaldas. Habría hecho... ¿qué habría hecho yo? ¿Qué sería yo?
Él: Me marcho. (Toma el sombrero, se dirige hacia la puerta. Se oye un gran ruido. Se detiene delante de la puerta) ¿Oyes?
Ella: No soy sorda. ¿Qué es?
Él: Una granada. Atacan con granadas.
Ella: Aunque estuvieras decidido, no podríamos pasar de ningún modo. Estamos entre dos fuegos. ¿Qué idea te dio de elegir esta habitación en el límite de dos barrios?
Él: Tú fuiste quien eligió esta casa.
Ella: ¡Embustero!
Él: No tienes memoria o finges no tenerla. Querías este piso por la belleza de la perspectiva. Decías que eso me haría cambiar de ideas.
Ella: ¡Cómo inventas! Nunca hemos tenido ideas.
Él: No se podía prever que... Nada dejaba prever...
Ella: Ya ves cómo lo reconoces. Tú fuiste quien eligió la casa.
Él: ¿Cómo habría podido hacerlo, si no tenía la menor idea? O lo uno o lo otro.
Ella: Elegimos porque sí. (Ruidos más fuertes, fuera. Gritos, golpazos en las escaleras.} Suben. Cierra bien la puerta.
Él: Está cerrada. Cierra mal.
Ella: Ciérrala bien de todas maneras.
Él: Están en el descansillo.
Ella: ¿En el nuestro? (Se oye llamar)
Él: Cálmate, no nos buscan a nosotros. Están llamando a la puerta de enfrente. (Escuchan. Los golpes continúan)
Ella: Se los llevan.
Él: Suben al piso de arriba.
Ella: Bajan.
Él: No, suben.
Ella: Bajan.
Él: No, suben.
Ella: Te digo que bajan.
Él: Siempre quieres tener razón. Te digo que suben.
Ella: Bajan. Ni siquiera sabes ya interpretar los ruidos. Es el miedo que tienes.
Él: Suban o bajen, casi da lo mismo. La próxima vez vendrán aquí.
Ella: Levantemos una barricada, El armario. Empuja el armario delante de la puerta. ¡Y dices que tienes ideas!
Él: No he dicho que tenía ideas. Pero, una de dos...
Ella: El armario, vamos, empuja el armario. (Toman el armario que está a la derecha y lo empujan hasta tapar la puerta que está a la izquierda) Estaremos más tranquilos. Si quiera eso.
Él: ¡Tranquilos! Si tú llamas a esto tranquilidad. Ya ni sabes lo que dices.
Ella: Seguro, porque contigo no puede decir una que está tranquila. Contigo nunca está una tranquila.
Él: ¿Qué hago yo para impedirte que estés tranquila?
Ella: Me pones nerviosa. No me pongas nerviosa. De todos modos, has de alterame los nervios.
Él: No volveré a decir nada, no volveré a hacer nada. Seguirás diciendo que te pongo nerviosa. De sobra sé lo que te anda rondando por la cabeza.
Ella: ¿Qué es lo que me anda rondando por la cabeza?
Él: Te ronda por la cabeza, lo que se te hametido en la cabeza.
Ella: Insinuaciones, alusiones pérfidas.
Él: ¿Qué tienen de pérfidas esas insinuaciones?
Ella: Todas las insinuaciones son pérfidas.
Él: En primer lugar, no son insinuaciones.
Ella: Sí, son insinuaciones.
Él: No.
Ella: Sí.
Él: No.
Ella: Entonces, si no son insinuaciones ¿qué son?
Él: Para saber que son insinuaciones, hay que saber lo que son las insinuaciones. Dame la definición de insinuación; reclamo la definición de insinuación.
Ella: Ya ves cómo bajan. Se han llevado los del descansillo. Ya no gritan. ¿Qué les habrán hecho?
Él: Los han degollado, probablemente.
Ella: Qué idea tan graciosa. ¡Ay, no, no es ina idea graciosa! Pero ¿por qué los han degollado?
Él: No puedo ir a preguntárselo. No es el momento.
Ella: Puede que no los hayan degollado, después de todo; es posible que les hayan hecho otra cosa. (Clamores, ruidos fuera, las peredes vacilan)
Él: ¿Oyes?
Ella: ¿Ves?
Él: ¿Ves tú?
Ella: ¿Oyes tú?
Él: Utilizan minas subterráneas.
Ella: Nos vamos a encontrar en la cueva.
Él: O en la calle. Vas a tomar frío.
Ella: En la cueva estaríamos mejor. Podríamos instalar la calefacción.
Él: Podríamos escondernos.
Ella: No se les ocurrirá venis a buscarnos.
Él: Por qué?
Ella: Está demasiado hondo. No se figuran que gentes como nosotros o ni siquiera como nosotros vayan a pasar la existencia como animales, en los abismos.
Él: Registran por todas partes.
Ella: No tienes más que marcharte. No he de ser yo quien te impida salir. Toma el aire, aprovecha la situación para inventarte otra existencia. Anda a ver si existe otra existencia.
Él: La ocasión no es propicia. Llueve, hiela.
Ella: Decías que era yo la que tenía frío.
Él: Ahora soy yo. Tengo frío en la espalda. Tengo derecho a tener frío en la espalda.
Ella: Tú tienes todos los derecho, es evidente. Yo, no tengo ninguno. Ni siquiera el de tener calor. Ya estás viendo la vida que me ofreciste. Mira esto. Mira si es alegre con todo esto. (Indica los postigos cerrados, el armario delante de la puerta)
Él: Eso que estás diciendo es estúpido. No puedes pretender que yo soy responsable de los acontecimientos, del furor de la gente.
Ella: Te digo que habrías debido prever. En todo caso habrías debido arreglártelas para que esto no sucediese estando nosotros aquí. Eres la personificación de la mala suerte.
Él: Bueno. Entonces, voy a desaparecer. Mi sombrero. (Quiere ir a buscar su sombrero. Un proyectil atraviesa la ventana y los postigos y cae en el centro del piso. Se quedan mirando el proyectil)
Ella: ¡Ah, una caparazón de tortuga-caracol!
Él: El caracol no tiene caparazón.
Ella: ¿Qué tiene entonces?
Él: No lo sé. Una cáscara.
Ella: Da lo mismo.
Él: ¡Ay! Es una granada.
Ella: ¡Una granada! ¡Va a estallar! ¡Aplástale la mecha!
Él: Ya no tiene mecha. Lo veo, ya no estalla.
Ella: No pierdas el tiempo. Busca un refugio. (Va a esconderse en un rincón. Él se dirige hacia la granada) Te vas a matar. ¡Imprudente, imbécil!
Él: No podemos dejarla aquí, en el centro de la habitación. (Toma la granada; la tira por la ventana. Se oye afuera el ruido de una gran explosión)
Ella: Ya ves cómo estalla. Puede que dentro de casa no hubiera estallado, porque dentro de casa no hay bastante aire. Puede que hayas matado a alguien. ¡Asesino!
Él: En el punto a que han llegado, ni se darán cuenta, en el montón. En todo caso, estamos una vez más fuera de peligro... por el momento. (Gran ruido fuera)
Ella: Ahora, ya no podemos impedir las corrientes de aire.
Él: Ya lo ves, no basta con cerrar los postigos. Hay que poner un colchón. Pongamos el colchón.
Ella: Habrías debido pensarlo antes. Hasta si se te ocurre una idea, siempre te llega demasiado tarde.
Él: Más vale tarde que nunca.
Ella: Filósofo, imbécil, seductor. Date prisa, el colchón. Pero ayúdame. (Quitan el colchón de la cama y van a colocarlo tapando la ventana)
Él: Esta noche no tendremos colchón en qué acostarnos.
Ella: Culpa tuya es que no haya siquiera dos colchones en la casa. Mi marido, a quien me hiciste abandonar, tenía siempre muchos. No eran colchones lo que faltaba en esa casa.
Él: Porque era colchonero. Eran colchones ajenos. ¡Valiente gracia!
Ella: Ya ves que, en circunstancias como ésta, tenía gracia.
Él: Pero, en otras circunstancias, no la tenía. Linda debía estar vuestra casa con colchones por todos lados.
Ella: No era un colchonero vulgar. Era colchonero aficionado, hacía colchones por amor al arte. Y por amor a mi, ¿qué es lo que tú haces? ¿Qué haces por mi amor?
Él: Por amor a ti, me fastidio.
Ella: No es gran cosa.
Él: Sí.
Ella: En todo caso, no te fatiga. Perezoso. (Otra vez ruido. La puerta de la derecha se viene al suelo. Humo)
Él: Es demasiado. En cuanto se cierra una puerta siempre deba haber otra que se abra.
Ella: Vas a acabar por ponerme enferma. Ya lo estoy. Padezco del corazón.
Él: O que se caiga por su propio impulso.
Ella: Todavía vas a decir que no tienes la culpa.
Él: No soy responsable.
Ella: ¡Nunca eres responsable!
Él: Está en la lógica de los acontecimientos.
Ella: ¿En qué lógica?
Él: La lógica objetiva de los acontecimientos.
Ella: ¿Qué vamos a hacer con esa puerta? Vuelve a ponerla en su lugar.
Él: (mirando desde el quicio) En casa del vecino, no hay nadie. Se deben haber ido de vacaciones. Se han dejado en el cuarto los explosivos.
Ella: Tengo sed, tengo hambre. Anda a ver si encuentras algo.
Él: Tal vez pudiéramos salir. La puerta de los vecinos da a la calle de atrás, que está más tranquila.
Ella: No estás pensando más que en marcharte. Espera. Me pondré el sombrero. (Él sale por la derecha) ¿Pero dónde vas?
Él: (entre bastidores) No se puede salir. Naturalmente, la pared se ha hundido sobre el descansillo. Un montón de piedras. (Entra) No se puede pasar, hay que esperar a que esto se calme en nuestra calle. Quitaremos el armario y podremos pasar.
Ella: Voy a ver qué es ello. (Sale)
Él: (solo) Si me hubiese marchado antes. Hace tres años. O el año pasado o siquiera el sábado pasado. Ahora estaría lejos, con mi mujer, reconciliado. Se ha vuelto a casar. Bueno, estaría con otra. En la montaña. Estoy prisionero de un amor desdichado. Y culpable. Puede decirse que es un justo castigo.
Ella: (volviendo a entrar). ¿Qué estás rezongando solo. Agravios.
Él: Pienso en voz alta.
Ella: He encontrado salchichón en su placard. Y cerveza. El corcho ha saltado. ¿Dónde podemos instalarnos para comer?
Él: Donde tú quieras. En el suelo. La silla nos servirá de mesa.
Ella: ¡El mundo al revés! (Se acurrucan en el suelo junto a la silla. Se oye ruido fuera. Gritos. Disparos) Han subido. Esta vez, han subido.
Él: Dijiste que habían bajado.
Ella: No dije que no volverían a subir.
Él: Era de suponer.
Ella: Sea como sea. ¿Qué quieres que yo haga?
Él: Yo no te he dicho que hagas nada.
Ella: Siquiera, afortunadamente, me dejas esta posibilidad. (De un agujero que acaba de abrirse en el techo, cae una estatuilla que se rompe sobre la botella de cerveza, que se rompe también). ¡Ay, mi vestido! El mejor que tengo. El único. Un gran modisto pidió en otro tiempo mi mano.
Él: (recogiendo los restos de la estatuilla). Es una reproducción en pequeño de la Venus de Milo.
Ella: Va a haber que barrer todo esto. Limpiar mi vestido. ¿Dónde encontrar ahora un tintorero? Ahora están haciéndose la guerra. Les parece que con eso descansan (Mirando los restos de la estatuilla) No es la Venus de Milo, es la estatua de la Libertad.
Él: Ya ves que le falta un brazo.
Ella: Acaba de rompérsele al caer.
Él: Estaba roto antes.
Ella: ¿Y qué? Eso no prueba nada.
Él: Te digo que es la Venus de Milo.
Ella: No.
El: Sí. Mira bien.
Ella: Tú no ves más que Venus por todas partes. Es la estatua de la Libertad.
Él: Es la estatua de la belleza. Amo la Belleza. Habría podido ser escultor.
Ella: ¡Buena está tu belleza!
Él: Una beldad siempre es bella. Fuera de raras excepciones
Ella: La excepción soy yo. ¿Es eso lo que quieres decir?
Él: Ya no sé lo que quiero decir.
Ella: Ya lo ves, me insultas.
Él: Voy a demostrarte que...
Ella: (interrumpiéndole) No tengo gana de que me demuestres nada. Quiero estar tranquila.
Él: Tú eres la que tiene que dejarme tranquilo. Quiero estar tranquilo.
Ella: Yo también quiero estar tranquila. Pero contigo... (Otro proyectil atraviesa la pared y cae al suelo) Ya ves que contigo, no es posible.
Él: No es posible que estemos tranquilos, sí. Pero está fuera de nuestra voluntad. No es posible objetivamente.
Ella: Estoy harta de tu manía de objetividad. Más valdrá que tengas cuidado con el proyectil. Va a estallar... como el otro...
Él: No, no. Éste no es una granada. (Lo toca con el pie).
Ella: ¡Cuidado! Nos vas a matar, vas a destruir la habitación.
Él: Es un casco de obús.
Ella: Precisamente. Un obús estalla.
Él: Pero un casco de obús, es una cosa que ha estallado ya. De modo que ya no estalla.
Ella: Tartamudeas. (Nuevo proyectil que rompe el espejo del tocador). Han roto el espejo. Han roto el espejo.
Él: ¡Qué se le va a hacer!
Ella: ¿Cómo voy a arreglármelas para peinarme? Ahora vas a decir que soy demasiado coqueta.
Él: Más valdrá que te comas el salchichón (Ruido en el piso superior. Caen del cielo raso pedazos de cascote. Ella y Él se esconden debajo de la cama. Los ruidos se intensifican. Disparos de ametralladoras se mezclan con hurras. Están debajo de la cama, uno junto a otro, de frente al público)
Ella: Cuando yo era pequeña, era una niña. Los niños de mi edad también eran pequeños. Chicos pequeños, chicas pequeñas. No éramos todos de la misma estatura. Siempre hay más pequeños, más altos, niños rubios, niños morenos, niños ni rubios ni morenos. Aprendíamos a leer, a escribir, a contar. Restas, divisiones, multiplicaciones, adiciones. Porque íbamos a la escuela. Los hay que aprendían en su casa. Había un lago, no estaba muy lejos. Con peces; los peces viven en el agua. No como nosotros. Nosotros no podemos, ni cuando es uno pequeño; sin embargo, deberíamos poder. ¿Por qué no?
Él: Si yo hubiera aprendido técnica, sería técnico, fabricaría objetos. Objetos complicados. Eso simplificaría la existencia.
Ella: De noche, dormiríamos.
Él: (mientra habla, sigue cayendo cascote del techo. Por fin, la habitación se quedará sin techo. Y sin paredes. Se podrá ver, en su lugar, algo a modo de escaleras, siluetas, acaso banderas). Un arcoiris, dos arcoiris, tres arcoiris. Los contaba. Quizá más. Me preguntaba. Había que responder la pregunta. ¿En realidad, de qué pregunta se trataba? No podía saberse. Para obtener la respuesta no había más remedio que formular la pregunta... La pregunta. ¿Cómo es posible lograr la respuesta si no se formula la pregunta? Entonces, a pesar de todo, formulaba la pregunta; no sabía cuál era la pregunta, pero de todos modos, formulaba la pregunta. Es lo menos malo que podía hacer. Los que conocen la pregunta son listos... Uno se pregunta si la respuesta depende de la pregunta o si es la pregunta la que depende de la respuesta. Ésa es otra pregunta. No, es la misma. Un arcoiris, dos arcoiris, tres arcoiris, cuatro...
Ella: ¡Todo eso son trampas!
Él: (escuchando los ruidos, mirando caer el cascote y los proyectiles. Estos proyectiles deben ser cómicos o absurdos; pedazos de tazas, fragmentos de pipas, cabezas de muñecas, etc). En vez de morir solos, hay gentes que se hacen matar por los demás. No tienen paciencia. O les divierte. 
Ella: O es para demostrarse que no es verdad.
Él: O porque, tal vez, sea más fácil. Es más alegre.
Ella: Es la comunidad.
Él: Se matan unos a otros.
Ella: Se van matando por turno. Al mismo tiempo no es posible.
Él: (vuelve a tomar el hilo del recuerdo) Estaba en el quicio de una puerta. Miraba.
Ella: Había también un bosque con árboles.
Él: ¿Qué árboles?
Ella: Árboles que crecían más deprisa que nosotros. Con hojas. En el otoño, las hojas se caen. (Proyectiles que no se ven hacen grandes agujeros en la pared. Caen escombros en derredor de ellos, sobre la cama)
Él: ¡Ay!
Ella: ¿Qué te pasa? ¡No te ha tocado!
Él: A ti tampoco.
Ella: Entonces, ¿qué te ocurre?
Él: Habría podrido.
Ella: Ése eres tú. Por todo gruñes.
Él: Tú eres la que estás siempre gruñendo.
Ella: ¡Eso! Habla de los demás. Siempre tienes miedo de lo que pudiera sucederte. Eres un inquieto, por no decir un cobarde; en vez de tener un oficio, que es lo que hace vivir a un hombre. Todo el mundo necesita tener un oficio. Si hay guerra, no se lo llevan. (Gran ruido en las escaleras)
Ella: Vuelven. Esta vez subirán aquí.
Él: Ya ves que no pierdo la cabeza por nada.
Ella: Casi siempre pierdes la cabeza por nada.
Él: Esta vez no.
Ella: Porque siempre quieres tener razón. (Los proyectiles han cesado)
Él: Se han parado.
Ella: Por lo visto, es la hora del recreo. (Salen de debajo de la cama y se ponen de pie. Miran el suelo sembrado de proyectiles, los agujeros que se han ido agregando poco a poco en la pared) Tal vez podríamos salir por ahí. (Indicando uno de los agujeros de la pared) ¿A dónde da esto?
Él: Da a las escaleras.
Ella: ¿A qué escaleras?
Él: A las escaleras que dan al patio.
Ella: ¿A las escaleras que dan al patio?
Él: Da a las escaleras que dan al patio que da a la calle.
Ella: ¿Qué da a la calle?
Él: Que da a la calle en que están haciéndose la guerra.
Ella: Entonces, es un callejón sin salida.
Él: Por lo cual, más vale quedarnos aquí. No te pongas el sombrero; no vale la pena ponerte el sombrero.
Ella: Las salidas que encuentras tú son siempre males. ¿Por qué se te ocurre la idea de salir si no podemos?
Él: No se me ocurrió la idea de salir sino en el caso de que hubiese habido la posibilidad de salir.
Ella: Entonces no hay que pensar en la posibilidad de salir.
Él: Te digo que no pienso en la posibilidad de salir. Te digo que habría pensado en ella en el caso de que la posibilidad hubiera sido posible.
Ella: No necesito que me des lecciones de lógica. Tengo más lógica que tú. Lo he demostrado toda mi vida.
Él: Tienes menos.
Ella: Tengo más.
Él: Menos.
Ella: Más, mucha más.
Él: ¡Cállate!
Ella: No podrás hacerme callar.
Él: ¡Cállate! ¿Lo oyes? Escucha. (Clamores en las escaleras y en la calle)
Ella: ¿Qué están haciendo?
Él: Suben, suben, son numerosos.
Ella: Nos van a llevar presos. Nos van a matar.
Él: No hemos hecho nada.
Ella: No hemos hecho nada.
Él: Precisamente por eso.
Ella: No nos hemos mezclado en sus asuntos.
Él: Por eso. Te digo que es por eso. Precisamente.
Ella: Si nos hubiéramos mezclado, nos habrían matado lo mismo.
Él: Ya habríamos muerto.
Ella: Es un consuelo.
Él: De todos modos, hemos escapado al bombardeo. Ya no tiran bombas.
Ella: Suben.
Él: Suben.
Ella: Suben cantando. (Se ven por los agujeros de las paredes siluetas que pasan, se oyen cantar)
Él: Ya no se baten.
Ella: Cantan victoria.
Él: Han ganado.
Ella: ¿Han ganado qué?
Él: No lo sé. La batalla.
Ella: ¿Quiénes han ganado?
Él: Los que no han perdido.
Ella: ¿Y los que han perdido?
Él: No la han ganado.
Ella: ¡Qué listo eres! De eso ya tenía yo una ligera sospecha.
Él: A veces tienes lógica. No mucha, sino un poco.
Ella: ¿Y qué están haciendo los que no han ganado?
Él: Han muerto o están llorando.
Ella: Llorando ¿por qué?
Él: Porque les remuerde la conciencia. Han hecho mal. Lo reconocen.
Ella: Han hecho mal ¿en qué?
Él: En no haber ganado.
Ella: ¿Y los que han ganado?
Él: Han tenido razón.
Ella: ¿Y si ni unos ni otros han ganado ni han perdido?
Él: Es la paz blanca.
Ella: Y entonces ¿qué sucede?
Él: Es el claroscuro. Todos están rojos de ira.
Ella: En todo caso, ya no hay peligro. Por el momento.
ÉL: Ya no tendrás miedo.
Ella: Tú eres el que ya no tendrás miedo. Estabas temblando.
Él: No tanto como tú.
Ella: He tenido menos miedo que tú. (El colchón se desprende. Por la ventana se ven banderas. Iluminaciones. Petardos). ¡Bueno, bueno, bueno! ¿Y esto qué es? ¿Volvemos a empezar? Precisamente cuando se ha caído el colchón. Escondámonos debajo de la cama.
Él: No, mujer. Es la fiesta, es la ceremonia de la victoria. Desfilan por las calles. Sin duda les complace desfilar. Nunca se sabe.
Ella: ¿No iran a arrastrarnos en su desfile? ¡A ver si nos dejan tranquilos! Ni cuando es la paz dejan a la gente tranquila.
Él: De todos modos, así estamos más tranquilos. Estamos mejor. A pesar de todo.
Ella: No estamos bien. Estamos mal.
Él: Estar mal es mejor que estar peor.
Ella: (con desprecio.} Filosofía. Filosofía. No te curarás nunca de ella. Las experiencias de la vida no te sirven de nada. Te hacen filósofo. Decías que querías salir. Sal si quieres.
Él: No en cualquier situación. Si salgo, me molestarán, más vale esperar a que se vayan a su casa, prefiero aburrirme en la mía. Si tú quieres salir, no te lo impido.
Ella: Bien veo lo que quieres.
Él: ¿Qué es lo que quiero?
Ella: Quieres echarme a la calle.
Él: Tú eres la que quiere echarme a mí a la calle.
Ella: (mirando los destrozos y las peredes agujereadas). Ya me has puesto en ella. Ya estamos en la calle.
Él: En ella estamos, pero no estamos en ella por el momento.
Ella: Están alegres, comen, beben, dan vueltas, son terribles, pueden hacer Dios sabe qué, pueden arrojarse sobre quien les parezca, sobre una pobre mujer. Si una se lo figura, a pesar de todo, con cualquiera, prefiero a un idiota. Siquiera un idiota no tiene proyectos.
Él: Me lo echas en cara.
Ella: Sigo echándotelo.
Él: ¿Qué estarán preparando por añadidura? Se han callado. Esto no puede durar mucho. Los conozco muy bien, los conozco; mientras tienen algo en la cabeza, es espantoso, pero cuando no tienen nada, se ponen a buscar, se ponen a buscar. Pueden encontrar sabe Dios qué; invenciones, puede uno temerlo todo. Al menos, cuando se baten, si al principio no saben por qué, se acaban por encontrar razones. No van más allá de sus razones, es decir, sí, a pesar de todo, pero ello se canaliza en un sentido. Cuando se acaba, tienen que volver a empezar. ¿Qué harían, si no? ¿Qué se les va a ocurrir?
Ella: Encuentra tú por ellos. No puedes. No quieres exprimirte los sesos, no te interesa. ¿Por qué no te interesa? Dales razones puesto que dices que las andan buscando.
Él: No. No hay razones para nada.
Ella: Lo cual no impide a la gente agitarse; no sirven para otra cosa.
Él: Ya oyes que no cantan. ¿Qué estarán preparando?
Ella: ¿A nosotros qué puede importarnos? A parte del peligro, es verdad. Puesto que dices que no puede importarnos nada, puedes vivir en el interior, tu vida está aquí. (Le muestra la casa.} Si quisieras, pero no eres capaz de hacer nada. Te falta imaginación. Mi marido era un genio Tuve la mala idea de tomar un amante, peor para mí.
Él: Por lo menos, nos dejan en paz.
Ella: Es justo, Ha estallado la paz; han declarado la paz. ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Qué va a ser de nosotros? (Rumores ligeros en la calle)
Él: Antes era mejor. Tenía uno tiempo.
Ella: ¿Antes de qué?
Él: Antes de que empezara. Antes de que no empiece...
Ella: ¿Antes de que quién empiece qué?
Él: Antes de que haya nada, antes de que pase algo.
Ella: ¿Cómo vamos a arreglarnos para reparar la casa?
Él: Estoy preguntándomelo.
Ella: T ú eres quien se las tiene que arreglar.
Él: No puede uno encontrar un solo artesano, están todos celebrando la fiesta. Se divierten, andan todos por ahí. Hace un momento, estaban todos inmovilizados por la guerra, ahora están inmovilizados por la paz. Da lo mismo. Nunca están a mano.
Ella: Es porque están siempre por todas partes. (Cesa el ruido progresivamente).
Él: No es fácil estar en ninguna parte.
Ella: Se calma. Ya lo oyes, se calma. (Cesa el ruido por completo).
Él: Los acontecimientos van de prisa cuando ya no los hay.
Ella: Se han calmado por completo.
Él: Es verdad. Seguramente, van a volver a empezar, seguramente.
Ella: Nunca se estarán como es debido. ¿De qué sirve eso?
Él: Les sirve para pasar la vida.
Ella: También la pasamos nosotros.
Él: Ellos ma pasan menos aburridos. Creo, más bien, que se aburren de otro modo. Hay muchas maneras de aburrirse.
Ella: Tú nunca estás contento con la tuya. Siempre envidias a los demás. Sea como sea, tenemos que arreglar esta casa. No podemos quedarnos así. Bien que te gustaría que estuviese aquí mi marido el colchonero. (Aparece la cabeza del Soldado por uno de los agujeros de la pared).
Soldado: ¿Está ahí Juanita?
Él: ¿Qué Juanita?
Ella: Aqui no hay Juanita. No hay Juanita ninguna. (Aparecen dos Vecinos por la puerta de la derecha que se cayó)
Vecino: Acabamos de llegar. ¡Qué sorpresa! ¿Han estado ustedes aquí todo el tiempo?
Vecina: ¡Qué interesante ha debido ser!
Vecino: Estábamos de vacaciones, no hemos sabido nada, pero nos hemos divertido mucho en otra parte.
Vecina: No somos difíciles. Nos divertimos en todas partes mientras haya conflictos.
Ella: Arreglen ustedes su puerta.
Él: (al Soldado). Aquí no hay ninguna Juanita, no, no hay Juanita ninguna.
Soldado: ¿Dónde se habrá metido? Tenía que esperarme.
Él: Eso no es cuenta mía. Ocúpese de lo que le importa.
Soldado: Me preocupa.
Ella: (a Él) Hay que reparar los destrozos. Échame una mano. Ya saldrás después.
Él: Tú saldrás después.
Ella y Él: (a un tiempo) Saldremos después.
Ella: (a Él) Vuelve a poner el colchón en la ventana. Sujétalo bien.
Él: ¿Pare qué? Ya no hay peligro.
Ella: Hay corrientes de aire. Hay gripe, hay los microbios y además, ¡hay que prever!
Soldado: ¿No saben quién podrá haberla visto? (Ella pone la cama tapando el agujero por el cual se veía al Soldado, después cierran la puerta en la cara a los Vecinos. Se oye arriba el ruido de una sierra)
Ella: Oyes, ves, vuelve a empezar. Te había dicho que volvería a empezar. Me llevaste la contra. Y tengo razón.
Él: Tienes razón.
Ella: ¿Quieres decir que no me llevas la contra? ¡La prueba!
Él: No vuelve a empezar. (Se ven descender lentamente del techo cuerpos sin cabeza que cuelgan, cabezas de muñeca sin cuerpo).
Ella: ¿Qué es esto? (Huye porque uno de los pies de los cuerpos que bajan le toca la cabeza) ¡Ay! (Se acerca a tocar una de las cabezas, mira las otras) ¡Son lindas muñecas! ¿Dime qué es esto? ¡Habla! Tú que eres tan charlatán, estás mudo. ¿Qué es?
Él: No eres ciega. Cuerpos sin cabeza y cabezas sin cuerpo.
Ella: Ciega estaba cuando te vi. No te había mirado. Quisiera estarlo cuando te veo.
Él: Yo también quisiera estar ciego cuando te veo.
Ella: Entonces, si no eres ciego ni completamente idiota, explicame... ¡Ay! Bajan como estalactitas ¿Por qué? Ya lo ves, sigue el conflicto.
Él: No. Hacen justicia en plena serenidad. Arriba, han instaurado la guillotina. Ya ves que es la paz.
Ella: ¿Qué vamos a hacer? ¡En que lío me has metido!
Él: ¡A paseo con todo! ...Más vale esconderse.
Ella: Échame una mano. ¡Perezoso! ¡Seductor! (Sujetan el colchón a la ventana, obstruyen las puertas, mientras siguen viéndose las siluetas y oyéndose las charrangas entre los muros ruinosos en derredor de la habitación)
Él: ¡Tortuga!
Ella: ¡Caracol! (Se dan bofetadas y sin transición vuelven al trabajo).


TELÓN


26/5/15

Auto-da-fe Tennessee Williams




Auto-da-fe

Tennessee Williams

PERSONAJES:
MME. DUVENET
ELOI1, su hijo

Escena
La terraza de delante de una vieja casita de madera en el Vieux Carré de Nueva Orleans. Hay palmeras o plátanos, uno a cada lado de los es­calones de la terraza, macetas de geranios y de otras flores de colores vivos a lo largo de la ba­laustrada, que es baja. El conjunto da una impre­sión de siniestra antigüedad; incluso las flores sugieren la riqueza de la decadencia. No lejos de allí, en Bourbon Street, la abigarrada procesión de bares y cabarets lanza a los aires los sones, amortiguados por la distancia, de los tocadiscos y, de cuando en cuando, algunas carcajadas. MADAME DUVENET, una frágil mujer de sesenta y sie­te años, está sentada meciéndose en la terraza, iluminada por el débil y triste resplandor de una puesta de sol de agosto. ELOI, su hijo, sale de la casa. Es un hombre frágil, de cerca de cuaren­ta años, de tipo flaco y ascético, con ojos oscuros y febriles.

Ambos, madres e hijo, son fanáticos, y en su modo de hablar hay un matiz de magia poética o religiosa.

MME. DUVENET: ¿Por qué le hablaste en un tono tan desagradable a la señorita Bordelon?
ELOI (Apoyándose contra la columna): Me saca de quicio.
MME. DUVENET: Todos los huéspedes que tenemos te son antipáticos.
ELOI: No es de fiar. Creo que entra en mi habi­tación.
MME. DUVENET: ¿Qué te hace pensar eso? 
ELOI: Tengo pruebas de ello.
MME. DUVENET: Pues puedo asegurarte que no en­tra en tu cuarto.
ELOI: Alguien entra en mi habitación y anda en mis cosas.
MME. DUVENET: Nadie toca jamás nada en tu ha­bitación.
ELOI: Mi cuarto es mío. No quiero que entre en él nadie.
MME. DUVENET: Sabes muy bien que yo tengo que entrar para limpiarlo.
ELOI: No quiero que lo limpies.
MME. DUVENET: ¿Quieres que esté sucio?
ELOI: Lo que quiero es que no entres, ni a lim­piarlo ni a nada.
MME. DUVENET: ¿Cómo ibas a poder vivir en una habitación que no se limpiase nunca?
ELOI: La limpiaré yo mismo cuando sea nece­sario.
MME. DUVENET: Cualquiera diría que escondes algo. 
ELOI: ¿Qué voy a esconder?
MME. DUVENET: No puedo imaginármelo. Por eso resulta tan extraño que te opongas tan firme-mente a que entre en tu habitación tu propia madre.
ELOI: Todo el mundo necesita un poco de intimi­dad, madre.
MME. DUVENET (Muy digna): Tu intimidad, Eloi, se considerará sagrada.
ELOI: Hum.
MME. DUVENET: Dejaré que se acumule la basura. 
ELOI (Vivamente): ¿Qué entiendes por «basura»? 
MME. DUVENET (Con tristeza): El polvo y el desorden en que prefieres vivir antes que dejar que tu madre entre en tu cuarto para limpiarlo.
ELOI: Tu escoba y su recogedor no servirían de gran cosa. En este barrio hasta el aire es impuro.
MME. DUVENET: No es tan puro como podría ser. A mí me gustan las cortinas limpias, las ropas blancas, me gusta tener todas las cosas de la casa inmaculadas, impecables.
ELOI: Entonces, ¿por qué no nos mudamos a la parte nueva de la ciudad, donde todo es más limpio?
MME. DUVENET: En esta manzana la propiedad ha perdido todo valor. No podemos vender nues­tra casa por lo que nos costaría pintar las paredes.
ELOI: No te comprendo, madre. Siempre estás con el estribillo de la pureza, la manía de la pure­za, y, sin embargo, no te importa vivir en medio de la corrupción.
MME. DUVENET: Yo no tengo ninguna manía. Vivo aquí porque no tengo otro remedio. Y en cuanto a la corrupción, jamás he permitido que me tocase.
ELOI: Pues te toca, te toca. No podemos evitar respirarla. Se nos mete en la nariz e incluso penetra en la sangre.
MME. DUVENET: Creo que eres tú el único que tie­ne manías aquí. No hablas nunca tranquilamente. Siempre te sales por la tangente y elevas la voz y nos excitas a todos sin motivo ninguno.
ELOI: He pasado ya por casi todo lo que puedo soportar, madre.
MME. DUVENET: Bueno, y ¿qué quieres hacer?
ELOI: Marcharme de aquí, mudarme. Este asma mía, en una atmósfera limpia, en la parte alta de la ciudad, donde el aire es más puro, estoy seguro de que no la padecería tan a menudo.
MME. DUVENET: Lo dejo enteramente en tus manos. Si puedes encontrar a alguien que haga una oferta aceptable, estoy dispuesta a mudarme.
ELOI: No tienes ni fuerza para mudarte ni volun­tad para romper con las cosas a que estás acostumbrada. No sabes hasta qué punto estamos afectados ya.
MME. DUVENET: ¿Por qué, Eloi?
ELOI: ¡Por esta vieja y fétida ciénaga en la que vivimos, el Vieux Carré! ¡Aquí brotan todas las especies de degeneración imaginables, no a cier­ta distancia, sino delante de nuestros ojos!
MME. DUVENET: Creo que estás exagerando un poco.
ELOI: Lees los periódicos, oyes hablar a la gente, pasas delante de las ventanas abiertas. ¡No puedes ignorar por completo lo que ocurre! Anoche mutilaron horriblemente a una mujer. Un hombre rompió una botella y le restregó por la cara el extremo roto.
MME. DUVENET: Esas cosas les pasan por llevar una vida disoluta.
ELOI: Noche tras noche hay crímenes en los par­ques.
MME. DUVENET: Todos los parques no están en este barrio.
ELOI: Todos los parques no están en este barrio, pero la decadencia sí. ¡Esa es la lesión princi­pal, el foco de infección, el chancro! En medicina se dice que se propaga por metástasis. Penetra por los capilares y pasa a los princi­pales vasos sanguíneos. ¡De allí se extiende por todos los tejidos que los rodean! ¡Al final no queda nada más que podredumbre!
MME. DUVENET: Eloi, no es necesario hablar en tér­minos tan violentos.
ELOI: Me irrita profundamente.
MME. DUVENET: Debes evitar dar la impresión de ser un exaltado.
ELOI: ¿Tú no tomas posición contra ello?
MME. DUVENET: Sabes bien cuál es mi posición. 
ELOI: Yo sé lo que debe hacerse.
MME. DUVENET: Debe haber leyes encaminadas a hacer reformas.
ELOI: No sólo reformas, sino medidas verdaderamente drásticas.
MME. DUVENET: Yo también soy partidaria de eso, pero dentro de los límites razonables.
ELOI: Razonables, razonables. No puedes ser razo­nable, madre, y extirpar el mal. Es preciso arra­sar la ciudad.
MME. DUVENET: ¿Quieres decir derribar esta parte vieja?
ELOI: ¡Condenarla y demolerla!
MME. DUVENET: Eso no es una posición razonable. 
ELOI: Esa es la posición que yo tomo.
MME. DUVENET: Entonces me temo que no eres una persona razonable.
ELOI: Tengo buenos precedentes.
MME. DUVENET: ¿Qué quieres decir?
ELOI: ¡En las Escrituras hay casos de ciudades destruidas por la justicia del fuego cuando se convirtieron en nidos de inmundicia!
MME. DUVENET: Eloi, Eloi.
ELOI: ¡Condénala, digo, y purifícala por el fuego! 
MME. DUVENET: Tienes una respiración fatigosa. ¡Eso es lo que te provoca el asma, la sobre-excitación, no sólo el respirar aire viciado!
ELOI (Tras una pausa durante la cual se ha quedado pensativo): Tengo una respiración fa­tigosa.
MME. DUVENET: Siéntate y trata de serenarte. 
ELOI: No puedo serenarme.
MME. DUVENET: Deberlas ir a tomar una tableta de amytal.
ELOI: No quiero acostumbrarme a tomar medica­mentos y no poder pasar sin ellos. No estoy muy bien. Nunca me siento bien.
MME. DUVENET: Nunca te cuidas como es debido. 
ELOI: Apenas si recuerdo la época en que me sen­tía realmente bien.
MME. DUVENET: Nunca has sido todo lo fuerte que yo hubiera querido que fueses.
ELOI: Parece como si tuviese fatiga crónica.
MME. DUVENET: Los Duvenet siempre han padeci­do, sobre todo, de los nervios.
ELOI: ¡Oye! ¡Yo tuve una sinusitis! ¿A eso lo llamas nervios?
MME. DUVENET: No, pero...
ELOI: ¡Óyeme! Este asma, este sofoco, este ahogo que siento, ¿a esto lo llamas nervios?
MME. DUVENET: Nunca he estado de acuerdo con el doctor sobre ese padecimiento.
ELOI: ¡Odias a todos los médicos, te enfurece la cuestión!
MME. DUVENET: Yo pienso que toda curación co­mienza con la fe en el espíritu.
ELOI: ¡No puedo seguir así, sin dormir!
MME. DUVENET: Yo creo que lo que te produce in­somnio es comer por la noche.
ELOI: Me calma el estómago.
MME. DUVENET: Algo líquido también te lo calmaría.
ELOI: Los líquidos no me satisfacen.
MME. DUVENET: Pues entonces algo digestivo. Quizá una papilla caliente, con cacao o foscao.
ELOI: ¡Una especie de barro que da náuseas sólo de mirarlo!
MME. DUVENET: Observo que por la noche te destapas.
ELOI: No puedo soportar la colcha en verano. 
MME. DUVENET: Por la noche tienes que cubrir el cuerpo con algo.
ELOI: ¡Oh, Señor, Señor!
MME. DUVENET: ¡Tu cuerpo transpira, y si no te tapas te enfrías!
ELOI: Estás obsesionada con los enfriamientos. 
MME. DUVENET: Únicamente porque tú eres exageradamente propenso a coger resfriados.
ELOI (Con singular intensidad): ¡No se trata de un resfriado! ¡Es una sinusitis!
MME. DUVENET: ¡La sinusitis y todas las afecciones catarrales tienen las mismas causas que los res­friados!
ELOI: Todas las mañanas, a las diez, con la precisión del reloj, empieza a dolerme la cabeza, y no cesa el dolor hasta bien entrada la tarde.
MME. DUVENET: Muchas veces la congestión nasal es la causa del dolor de cabeza.
ELOI: ¡La congestión nasal no tiene nada que ver con este dolor!
MME. DUVENET: ¿Cómo lo sabes?
ELOI: ¡Porque no es en ese sitio!
MME. DUVENET: ¿Dónde es, entonces?
ELOI: Es aquí, en la base del cráneo. Y se extien­de por aquí.
MME. DUVENET: ¿Por dónde?
ELOI: ¡Por aquí!
MME. DUVENET (Tocándole la frente): ¡Oh, ahí! 
ELOI: No, no, ¿estás ciega? ¡He dicho aquí! 
MME. DUVENET: ¡Oh, aquí!
ELOI: ¡Sí! ¡Aquí!
MME. DUVENET: Bueno, pues puede ser vista can­sada.
ELOI: ¿Cuando acabo de cambiar los cristales de las gafas?
MME. DUVENET: Siempre lees con mala luz.
ELOI: Pareces estar convencida de que me hago daño a mí mismo.
MME. DUVENET: Sí que te lo haces.
ELOI: ¡Tú qué sabes! (Enigmático.) Hay miles de cosas que tú no sabes, madre.
MME. DUVENET: Nunca he pretendido ni deseado saber mucho. (Caen en un silencio y MME. DUVENET se mece lentamente. Ha oscurecido casi del todo. Se oye un tocadiscos lejano que toca The New San Antonio Rose. Por fin habla ella, en un tono tranquilo, litúrgico.) Hay tres normas sencillas que yo deseo que observes. ¡Pri­mera, que lleves camisetas siempre que el tiem­po esté inseguro! ¡Segunda, que no duermas destapado, que no apartes la colcha por la no-che! ¡Tercera, que mastiques la comida, que no la engullas! ¡Come como una persona y no como un perro! ¡Además de esas tres sencillí­simas reglas de higiene común, lo único que necesitas es tener fe en la curación espiritual! (ELOI la mira un momento abrumado por la desesperación. Después da un gemido y se le­vanta del escalón.) ¿Por qué esa mirada y ese gemido?
ELOI (Con intensidad): ¡Tú... no... sabes! 
MME. DUVENET: ¿Qué es lo que no sé?
ELOI: ¡Tu mundo es tan simple! ¡Vives en el limbo!
MME. DUVENET: ¿Ah, sí?
ELOI: ¡Sí., madre, sí! ¡Soy para ti un extraño, una persona desconocida! ¡Vivo en una casa en la que nadie me conoce!
MME. DUVENET: ¡Me cansas, Eloi, cuando te pones tan excitado!
ELOI: No te enteras de nada. ¡Te sientas a me­certe en la terraza y hablas de cortinas blancas bien limpias! ¡Mientras yo me abraso, me consumo, y nadie toca el timbre, nadie da la señal de alarma!
MME. DUVENET: ¿De qué estás hablando?
ELOI: ¡Carga intolerable! ¡La conciencia de todos los hombres enlodados!
MME. DUVENET: No te entiendo.
ELOI: ¡Más claro no puedo hablar!
MME. DUVENET: ¡Ve a confesarte!
ELOI: ¡El cura es un tullido con faldas!
MME. DUVENET: ¿Cómo puedes decir semejante cosa?
ELOI: ¡Porque le he visto las faldas y las mule­tas, y he oído su murmullo sin sentido a través de la madera!
MME. DUVENET: ¡No hables así en mi presencia! 
ELOI: ¡Es una magia gastada, ya no quema! 
MME. DUVENET: ¿Que ya no quema? e .Y por qué había de quemar?
ELOI: ¡Porque hay que quemar!
MME. DUVENET: ¿Para qué?
ELOI (Apoyándose en la columna): ¡Para que arda todo, por Dios, por la purificación! ¡Oh, Dios, Dios! ¡No puedo entrar en la casa ni puedo estar aquí fuera! ¡Ni siquiera puedo respirar bien, no sé qué va a ser de mí!
MME. DUVENET: Vas a provocarte un ataque. ¡Sién­tate! Ahora dime con calma y tranquilidad qué es lo que te pasa. ¿Qué es lo que te ronda en la cabeza desde hace diez días?
ELOI: ¿Cómo sabes que me preocupa algo?
MME. DUVENET: Estás preocupado por algo desde el martes de la semana pasada.
ELOI: Sí, es verdad. Estoy preocupado. No creí que te hubieses dado cuenta...
MME. DUVENET: ¿Qué sucedió en Correos? 
ELOI: ¿Cómo sabes que fue allí?
MME. DUVENET: Porque no hay nada en casa que pueda explicar tu estado.
ELOI (Inclinándose hacia atrás, agotado): No. 
MME. DUVENET: Entonces, evidentemente era algo de la oficina.
ELOI: Sí....
MME. DUVENET: ¿Qué fue, Eloi? (En el otro extre­mo de la calle un vendedor de tamales pregona su mercancía con una voz sonora y obsesionante: « ¡Calentitos, que queman. Calentitos. Calientes! » Marcha en sentido contrario y la voz se pierde.) ¿Qué fue, Eloi?
ELOI: Una carta.
MME. DUVENET: ¿Recibiste una carta de alguien? ¿Y eso te trastornó?
ELOI: No recibí ninguna carta.
MME. DUVENET: Entonces, ¿por qué dices «una carta»?
ELOI: Una carta llegó a mis manos por casualidad, madre.
MME. DUVENET: ¿Cuando estabas clasificando el correo?
ELOI: ¡Sí!
MME. DUVENET: ¿Y qué había en esa carta que te agobia de ese modo?
ELOI: La carta había sido echada sin cerrar y cayó una cosa.
MME. DUVENET: ¿Cayó una cosa del sobre abierto? 
ELOI: ¡Sí!
MME. DUVENET: ¿Qué fue lo que cayó?
ELOI: Una fotografía.
MME. DUVENET: ¿Una qué?
ELOI: ¡Una fotografía!
MME. DUVENET: ¿Qué clase de fotografía? (ELOI no contesta. A lo lejos, el tocadiscos empieza a tocar otra vez la misma melodía con su absurda alegría.) Eloi, ¿qué clase de fotografía cayó del sobre?
ELOI (Lenta y tristemente): La señorita Bordelon está en el vestíbulo escuchando todo lo que estoy diciendo.
MME. DUVENET (Volviéndose vivamente): ¡No está en el vestíbulo!
ELOI: ¡Tiene la oreja pegada a la puerta!
MME. DUVENET: Está en su dormitorio leyendo. 
ELOI: ¿Leyendo qué?
MME. DUVENET: ¿Cómo voy a saber lo que está leyendo? ¿Qué importa lo que esté leyendo?
ELOI: Lleva un diario de todo lo que se dice en la casa. ¡La veo tomar notas taquigráficas en la mesa!
MME. DUVENET: Pero, bueno, ¿para qué iba a tomar en taquigrafía nuestra conversación?
ELOI: ¿No has oído hablar de personas que contratan investigadores?
MME. DUVENET: ¡Eloi, dices unas cosas tan ho­rribles!
ELOI (Calmado): Es posible que me equivoque. Es posible que me equivoque.
MME. DUVENET: ¡Eloi, claro que te equivocas! Va­mos, sigue contándome lo que empezaste a de­cir de la fotografía.
ELOI: Se cayó del sobre una fotografía obscena. 
MME. DUVENET: ¿Una qué?
ELOI: Una fotografía indecente.
MME. DUVENET: ¿De quién?
ELOI: De dos figuras desnudas.
MME. DUVENET: ¡Oh...! ¿Eso era todo?
ELOI: Tú no has visto la fotografía.
MME. DUVENET: ¿Tan terrible era?
ELOI: ¡Rebasa toda descripción!
MME. DUVENET: ¿Tan terrible como todo eso?
ELOI: No. Peor. ¡Yo sentí como si algo explotase, me estallase en las manos y un ácido me escal­dase la cara!
MME. DUVENET: ¿Quién te envió esa horrible fotografía, Eloi?
ELOI: No era para mí.
MME. DUVENET: ¿A quién iba dirigida?
ELOI: ¡A uno de esos... ricos... anticuarios de... la calle...
MME. DUVENET: ¿Y quién era el remitente? 
ELOI: Un estudiante universitario.
MME. DUVENET: ¿No se puede denunciar al remi­tente?
ELOI: Ya lo creo. Y le pueden condenar a años de cárcel.
MME. DUVENET: No veo razón alguna para apiadar-se en un caso semejante.
ELOI: Ni yo tampoco.
MME. DUVENET: Entonces, ¿qué hiciste?
ELOI: Todavía no he hecho nada.
MME. DUVENET: ¡Eloi! ¿No has informado de ello a las autoridades?
ELOI: Todavía no lo he comunicado a las auto­ridades.
MME. DUVENET: ¡No se me ocurre ningún motivo de vacilación!
ELOI: No podía actuar sin hacer alguna averi­guación.
MME. DUVENET: Averiguación, ¿de qué?
ELOI: De todas las circunstancias que rodeaban el asunto.
MME. DUVENET: ¡La única circunstancia que hay que tener en cuenta es que una persona utiliza el correo para esos fines!
ELOI: ¡La edad del remitente se ha de tener en cuenta!
MME. DUVENET: ¿Era joven el remitente?
ELOI: Sólo tiene diecinueve años.
MME. DUVENET: ¿Y viven sus padres?
ELOI: Ambos viven y en la ciudad. El remitente es hijo único.
MME. DUVENET: ¿Cómo conoces todos esos datos del remitente?
ELOI: Porque he realizado una investigación pri­vada.
MME. DUVENET: Y ¿cómo te las arreglaste?
ELOI: Telefoneé al remitente, fui a su residencia. Hablamos en privado y lo discutimos todo. El creyó que yo había ido allí por dinero. Que tra­taba de retener la carta para hacerle chantaje.
MME. DUVENET: Verdaderamente espantoso.
ELOI: Naturalmente, hube de explicarle que yo era un empleado del Estado que tenía ciertas obligaciones para con su empleador, y que real-mente era un exceso de deferencia por mi par-te incluso el demorar la adopción de las medi­das que debían adoptarse.
MME. DUVENET: De las medidas que han de adop­tarse.
ELOI: Y entonces el remitente empezó a ponerse grosero. Insolente. ¡No puedo repetir las acusaciones, las perversas sugerencias! Salí corriendo de aquella habitación. Me dejé allí el sombrero. ¡Ni siquiera pude volver a recogerlo! 
MME. DUVENET: Eloi, Eloi. ¡Oh, querido Eloi! ¿Cuándo fue eso, la entrevista con el remitente? 
ELOI: La entrevista fue el viernes.
MME. DUVENET: Hace tres días. ¿Y todavía no has hecho nada?
ELOI: Por más que pensaba en ello no podía de­cidirme a hacer nada.
MME. DUVENET: Ya es demasiado tarde.
ELOI: ¿Por qué dices que es demasiado tarde? 
MME. DUVENET: Has retenido la carta demasiado tiempo para poder hacer nada.
ELOI: Oh, no, te aseguro que no. Ya no estoy pa­ralizado.
MME. DUVENET: Pero si informas ahora sobre la carta te preguntarán que por qué no lo has hecho antes.
ELOI: Puedo explicar por qué no lo he hecho. 
MME. DUVENET: No, no, es mucho mejor no hacer nada ya.
ELOI: Tengo que hacer algo.
MME. DUVENET: Lo mejor es que destruyas la carta. 
ELOI: ¿Y que el delito quede impune?
MME. DUVENET: ¡Qué otra cosa puedes hacer des­pués de haber vacilado tanto!
ELOI: ¡Tiene que haber un castigo!
MME. DUVENET: ¿Dónde está la carta?
ELOI: La tengo aquí en el bolsillo.
MME. DUVENET: ¿Llevas eso contigo?
ELOI: En el bolsillo interior.
MME. DUVENET: ¡Oh, Eloi, qué necio, qué insensa­to eres! ¡Suponte que sucede algo y te encuen­tran una cosa así mientras estás inconsciente y no puedes explicar por qué la llevas contigo!
ELOI: ¡Baja la voz! ¡Esa mujer está escuchán­donos!
MME. DUVENET: ¿La señorita Bordelon? ¡No! 
ELOI: Te digo que sí. Le pagan para que nos espíe. ¡Pega el oído a la pared cuando hablo en sueños!
MME. DUVENET: Eloi, Eloi.
ELOI: ¡La han contratado para espiar, fisgar y husmear en la casa!
MME. DUVENET: ¿A quiénes te refieres?
ELOI: ¡Al estudiante, al anticuario!
MME. DUVENET: Hablas con tal vehemencia que me asustas. ¡Eloi, tienes que destruir esa carta in­mediatamente!
ELOI: ¿Destruirla?
MME. DUVENET: ¡Sí!
ELOI: ¿Cómo?
MME. DUVENET: ¡Quémala!

(ELOI se levanta, inquieto. Por tercera vez el le­jano tocadiscos empieza a hacer sonar The New San Antonio Rose, con su ritmo de polka y sus gritos de frenético alborozo)

ELOI (Débilmente): ¡Sí., sí..., quemarla!
MME. DUVENET: ¡Quémala ahora mismo!
ELOI: La quemaré dentro de la casa.
MME. DUVENET: No, quémala aquí mismo, delante de mí.
ELOI: Tú no puedes verla.
MME. DUVENET: ¡Dios mío, Dios mío, me sacaría los ojos antes de mirar esa fotografía!
ELOI (Con voz ronca): Creo que es mejor en la cocina o en el sótano.
MME. DUVENET: ¡No, no, Eloi, quémala aquí! ¡En la terraza!
ELOI: Puede verme alguien.
MME. DUVENET: ¿Y qué?
ELOI: Podría pensar quien me viera que es algo mío.
MME. DUVENET: ¡Eloi, Eloi, sácala y quémala! ¿Me oyes? ¡Quémala ahora! ¡En este mismo instante!
ELOI: Vuélvete de espaldas. La sacaré del bolsillo. 
MME. DUVENET (Volviéndose): ¿Tienes cerillas, Eloi?
ELOI (Tristemente): Sí, tengo cerillas, madre.
MME. DUVENET: Muy bien. Quema la carta y esa terrible fotografía. (ELOI saca torpemente unos papeles de su bolsillo interior. Le tiembla tanto la mano que la fotografía se le escapa y cae en los escalones de la terraza. ELOI gime al aga­charse lentamente para recogerla.) ¡Eloi! ¿Qué pasa?
ELOI: Se me... cayó la fotografía.
MME. DUVENET: ¡Cógela y préndele fuego inmedia­tamente!
ELOI: Sí...

(Enciende una cerilla. Su rostro está lívido a la luz de la llama y al mirar la hoja de papel los ojos parecen salírsele de las órbitas. Respira anhelosamente. Acerca la llama al papel, manteniéndolos a una pulgada de distancia, pero parece incapaz de juntarlos. De repente da un grito ahogado y deja caer la cerilla)

MME. DUVENET (Volviéndose): ¡Eloi, te has quemado los dedos!
ELOI: ¡Sí!
MME. DUVENET: Oh, vamos a la cocina y déjame ponerte un poco de bicarbonato. (ELOI se vuel­ve y entra rápidamente en la casa. Ella le si­gue.) ¡Ve en seguida a la cocina! ¡Les pondre­mos bicarbonato! (Ella va a coger el picaporte para abrir la puerta. ELOI echa el pestillo. MADAME DUVENET empuja la puerta y la encuentra cerrada con pestillo.) ¡Eloi! (El la mira a tra­vés de la tela metálica de la puerta. En la voz de ella hay una nota de terror.) ¡Eloi! ¡Has atrancado la puerta! ¿En qué estás pensando, Eloi? (ELOI da la vuelta lentamente y desapare­ce de la vista del espectador.) ¡Eloi, Eloi! ¡Vuelve aquí y abre esta puerta! (En el inte­rior de la casa se cierra de golpe una puerta y se oye la voz sorprendida y airada de la seño­rita Bordelon, MME. DUVENET grita ahora frené­ticamente.) ¡Eloi, Eloi! ¿Por qué has cerrado la puerta dejándome fuera? ¿Qué estás hacien­do ahí? ¡Abre la puerta, por favor! (Dentro se eleva violentamente la voz de ELOI. La mujer que está dentro grita, asustada. Se oye un ruido metálico como si se arrojase un objeto de estaño contra una pared. La mujer chilla; des­pués hay una explosión apagada. MME. DUVENET araña y golpea la puerta de tela metálica.) ¡Eloi, Eloi! ¡Oh, respóndeme, Eloi! (De repen­te brota una viva llamarada en el interior de la casa. La luz flamea a través de la puerta y se vierte sobre la figura crispada de la anciana, que parece una bruja. Esta da un alarido de terror y se vuelve, aturdida. Con movimientos y gestos rígidos y grotescos, baja tambaleándo­se los escalones de la terraza y empieza a gri­tar con voz ronca y desesperada.) ¡Fuego! ¡Fuego! ¡La casa está ardiendo, está ardiendo, está ardiendo la casa!

TELÓN

DICCIONARIO ABREVIADO DE LA MITOLOGÍA GRIEGA

DICCIONARIO ABREVIADO DE LA MITOLOGÍA GRIEGA









ADONIS


Joven de singular belleza, hijo del rey de Chipre Ciniras y de su incestuosa unión con su hija Mirra. La propia Afrodita-diosa del amor- se enamoró de él pero su vida fue muy efímera, y después de muerto, Zeus dispuso que pasara seis meses del año con Afrodita y los otros seis en los Infiernos, con Perséfone. Su culto estuvo asociado a la vegetación y las cosechas: la flor que lleva su nombre comparte su belleza y corta vida.
AGAMENON
Rey de Micenas y jefe supremo de la expedición griega, denominada también como aquea, que fue a combatir Troya. Era el hermano de Menelao, el marido de Helena, la que fue responsable última de la guerra recién mencionada. Cuando Agamenón regresó a Micenas después de diez años de ausencia murió asesinado por su esposa Clitemnestra. El hijo de ambos, Orestes tuvo que cargar con la obligación moral de vengar la muerte de su padre, acto que ejecuta con la ayuda de su hermana Electra.
ALCINOO
Rey de los feacios, pueblo mítico de la Odisea. Su hija Nausicaa descubrió a Odiseo en la playa a la que había llegado como náufrago. Lo condujo a palacio donde su padre lo acogió con los dones de la espiritualidad, facilitándole posteriormente continuar el viaje de regreso a su isla de Itaca.
LAS AMAZONAS
Legendario pueblo de mujeres belicosas, no en vano eran hijas del dios de la guerra, Ares. Su nombre parece que significa "sin un pecho" o "mujeres luna." Contra ellas combatieron los más célebres guerreros, dada la fama que tenían de invencibles. Uno de los Doce Trabajos de Hércules(Heracles) fue precisamente enfrentar a Hipólita, la reina de las Amazonas. Más tarde, también el rey de Atenas Teseo las derrotó cuando invadieron el Atica.
ANDROMACA


Esposa del príncipe heredero troyano Héctor. Tras la caída de la ciudad, conoció los desastres de lo que es una guerra que arruina a tantos vencedores como a vencidos. Tuvo que ver la muerte de su marido y de su hijo Astiniacte. El célebre pasaje del canto VI de la Ilíada en el que Héctor- con su tremolante casco- se despide de su mujer y de su hijo para acudir al combate, en el que encontrará la muerte, sigue siendo una escena tan actual como patética.
ANDROMEDA
Hija del rey de Etiopía. Poseidón castiga al país con la aparición de un monstruo marino. Andrómeda es encadenada y expuesta a este peligro pero afortunadamente aparece el héroe Perseo, que promete liberarla para luego casarse con ella. Perseo, a su vez, se vale de la cabeza de Medusa para petrificar a sus enemigos. Cuando muere Andrómeda es catasterizada(convertida en estrella) en la constelación que lleva su nombre. Por otra parte, algunos autores han querido ver en este mito el origen de la leyenda de San Jorge y el dragón.
ANQUISES
Afrodita(Venus para los romanos) se enamoró de Anquises con quien tuvo a Eneas, el fundador de Roma. Uno de los escasos ejemplos en que una diosa se unió a un mortal y tuvo un hijo con él. Pero la diosa le había prohibido que lo divulgara. Anquises, sin embargo, se vanaglorió de ello ante sus amigos, por lo que fue castigado con la ceguera. Viejo y ciego, es rescatado de la humeante ciudad de Troya por su hijo Eneas, quien lo traslada en sus espaldas hasta las costas itálicas.
ANTICLEA
Casada con Laertes, reina de Itaca que antecedió a Penélope. Fue la madre de Odiseo aunque hay versiones que señalan que el padre de Odiseo fue el astuto Sísifo. Anticlea sufrió tanto por la ausencia de su hijo que se suicidó desesperada al ver que éste no regresaba de la expedición que los griegos habían emprendido contra la ciudad de Troya.
ANTIGONA
Hija y hermanastra de su padre, Edipo, el cual- no pudiendo evitar su destino- tuvo hijos con su propia madre. La joven Antígona fue el lazarillo de su viejo y desolado padre/hermano, a quien acompañó hasta el final de sus días. En el conflicto que suscitaron sus dos hermanos, Eteocles y Polinices, Antígona antepuso sus obligaciones fraternales- que le exigían respetar leyes morales no escritas- a las leyes positivas del tirano Creonte. Se convirtió así en defensora de las verdades morales frente a los preceptos oficiales y, desde este punto de elegante acracia, prefirió morir.
AQUILES


Educado por el centauro/médico Quirón, fue el mayor héroe(porque héroe en puridad es sólo quien conoce su destino adverso y está dispuesto a asumirlo) de los que acudieron a Troya. Hijo de la nereida Tetis y del mortal Peleo. Despechado públicamente por Agamenón en lo más íntimo de su honor, se retira del combate y pone en peligro la expedición de los griegos contra Troya. Sólo la muerte de Patroclo (su sentido de la amistad) lo hace reincorporarse al combate. A sus manos muere Héctor y el mismo, "el de velocísimos pies" encuentra la muerte alcanzado desde lejos por una flecha del cobarde Paris. El disparo le alcanzó en el talón, único punto vulnerable de todo su cuerpo.
ARIADNA
Cuando el príncipe ateniense Teseo acude a Creta para acabar con el voraz Minotauro - al que la ciudad de Atenas debía pagar como tributo anual siete jóvenes y siete muchachas- Ariadna, la hija del rey, se enamora del héroe y le entrega un ovillo que lo ayudaría a salir del laberinto tras haber dado muerte al Minotauro. Ambos emprenden el regreso a Atenas, más Teseo le abandona en la isla de Naxos, donde-según otras versiones- la encontró poco después el dios Dionisio.
ASCLEPIO/ESCULAPIO
Quizás fuera originariamente un mortal que ejerció la medicina con especial acierto. Ascendió pronto a la categoría de héroe y de dios. Apolo, su padre, confió su educación al centauro Quirón, quién le instruyó en la medicina. De entre sus hijos destacaron Macaón y Podalirio( los médicos que aparecen en La Ilíada) así como las personificaciones de Panace e Higica/Salud. Su santuario más famoso estuvo en la ciudad medicinal de Epidauro, en el Sur de Grecia o Peloponeso. En el arte se le representa con un bastón sobre el que se enroscan unas serpientes.
ATALANTA
Expuesta en el monte, fue amamantada por una osa. Vivía dedicada a la caza, desdeñando a los hombres. Ufana de su superioridad, prometió casarse sólo con quien la venciese en la carrera; en caso contrario, daba muerte con su espada al pretendiente. El joven Hipómenes pidió ayuda a Afrodita, quién le facilitó tres manzanas de oro con las que éste distrajo la atención de Atalanta mientras ambos corrían, consiguiendo así alcanzar la meta antes que ella.
ATLANTE
Uno de los principales titanes, encargado de vigilar los pilares de la bóveda celeste para impedir que ésta se desplomara. Al frente de los Titanes se rebela contra los dioses Olímpicos. Tras su derrota, es castigado a soportar la bóveda del cielo, postura en la que fue múltiples veces representado por los artistas posteriores. Intentó engañar a Hércules y traspasarle esta pesada tarea aunque no lo consiguió Quedó petrificado cuando el héroe Perseo le enseñó la cabeza de Gorgona.
ATREO
Uno de los más famosos personajes de la antigua saga épica. Fue el padre de Agamenón y de Menelao, los dos caudillos griegos que organizaron la expedición griega en contra de Troya. Preparó un banquete a su hermano Tiestes, sirviéndoles la carne de los hijos de éste. Se dice que el sol, horrorizado ante tamaño espectáculo y no queriendo ver, hizo retroceder su curso en el firmamento. Con este incidente se asocia la leyenda de que Atreo sólo llegaría a reinar en la ciudad de Micenas si el sol se ocultaba algún día por el oriente. Murió a manos de su sobrino Egisto.
BOREAS
Es el viento del Norte, hijo de la Aurora/Eos, al igual que Céfiro y Noto. Según cierta tradición mitográfica, se unió a las yeguas de Erictonio, de las que nacieron velocísimos corceles, tan raudos como su padre, el viento.
CADMO
Mientras buscaba a su hermana Europa, que había sido raptada, llegó al oráculo de ciudad de Delfos. Allí se le vaticinó que fundara una nueva ciudad donde se topara con una vaca echada en el suelo. Así fue como fundó la acrópolis de Tebas. Para conseguir agua tuvo que matar a una serpiente. La diosa Atenea le aconsejó que sembrara los dientes del animal: al hacerlo, vio con asombro que de ellos brotaron un ejército de hombres armados que se pusieron a luchar entre sí. Sólo sobrevivieron cinco, que fueron los antepasados de la nobleza de Tebas. Se casó con Harmonía, la hija de Ares y de Afrodita. Se le atribuye la difusión del alfabeto y el arte de la fundición.
CALIPSO
Reina de la isla de Ogigia, situada en los extremos confines del mar, junto a las Columnas de Hércules. En ella desembarcó Ulises cuando regresaba de Troya. Calipso le retiene durante siete años y le promete la inmortalidad si se queda a vivir con ella. Pero el héroe prefiere partir. La ninfa le ayuda entonces a encontrar su barco. Según ciertas versiones, tuvo varios hijos con Ulises, entre ellos, Ausón, héroe que daría nombre a la tierra latina de Ausonia.
CASANDRA
Princesa troyana, dotada del arte de la adivinación. Hija del rey Príamo y hermano de Héctor y Paris. Apolo se enamoró de ella y le regaló el don de la profecía, mas al no corresponder Casandra a su amor, el dios la castigó a que nadie le creyera, a pesar de que sus vaticinios se iban a cumplir. Una ocasión célebre fue cuando avisó a los troyanos de que no dieran acogida en la ciudad al Caballo de Troya. Tampoco entonces le hicieron caso, y el consiguiente desenlace fue que del interior del caballo salieron los soldados que acabaron con la ciudad.
CASTOR
Junto a su hermano gemelo, Pólux, recibe el nombre de Dioscuros. Según algunas versiones fueron hijos de Zeus y de Leda y por tanto hermanos de Helena y Clitemnestra. Ambos gemelos se asocian con la constelación de Géminis. Cástor participó en varias hazañas colectivas: en la cacería del jabalí de Calidón, en el Viaje de los Argonautas, entre otros.
CIRCE
Famosa hechicera, hija del Sol/Helio, que vive en una isla solitaria a la que llegan Ulises y sus hombres. Utiliza poderes mágicos para transformar en cerdos a los amigos del héroe. El Dios Hermes le había dado al héroe homérico una planta mágica, llamada "moli", con la que Ulises impidió ser transformado en cerdo. Consigue luego que Circe le devuelva a sus compañeros su forma humana. También participa con sus artes en otras aventuras; así en la expedición de los Argonautas, a través de un ritual purifica a Jasón y a Medea.
CLITEMNESTRA
Uno de los caracteres femeninos más dramáticos de la saga griega. Hermana de Helena y esposa de Agamenón, es por tanto reina de la importante ciudad de Micenas. Mientras su marido está en la guerra de Troya, comete adulterio con el primo de éste, Egisto, menor que ella y ambos asesinan alevosamente al marido cuando regresa de Troya. Mas el destino tiene previsto que ella misma muera a manos de su hijo Orestes, que se erige así en vengador de la muerte de su padre.
CREONTE
Hermano de Yocasta, reina de Tebas, madre y esposa de Edipo Cuando aparece la Esfinge. A las puertas de la ciudad, prometió la mano de la reina y el propio gobierno a quien adivinara el acertijo de la "perra cantora" Entonces apareció Edipo quien con su inteligencia logró adivinar el enigma. Más tarde, Creonte ocupó dos veces el trono de Tebas: la primera, después del destierro de Edipo y la segunda vez, después que fallecieron los dos hijos de su hermana Yocasta y su unión con Edipo, los herederos Eteocles y Polinices. A su vez condenó a Antígona, hermana de los mencionados recién, a ser sepultada viva. Diversas obras de tragedias se han realizado sobre la base de este último desgraciado suceso.
CRONO-SATURNO
El más joven de los Titanes. Armado con una hoz emascula a su padre. Urano/El Cielo. Una vez hecho dueño y señor de la situación, devora a sus hijos por temor a ser suplantado en el trono-. Pero su mujer-hermana, Rea, se las ingenia para poner a salvo a su nuevo hijo Zeus, dándole a Crono una piedra envuelta entre pañales. Esconde al niño en la isla de Creta, hasta que éste consigue destronar a su padre. Este mito parece tener origen en tradiciones de Asia Menor y es uno de los que mejor representan la suplantación o desalojo de alguien que está en el poder por quien busca acceder a él.
DANAE
El oráculo había vaticinado a su padre, Acrisio, que el hijo de Danae le mataría. Para evitar su propia muerte, Acrisio manda encerrar a su hija en una cámara de bronce. Pero el enamoradizo Zeus consiguió unirse a ella en forma de lluvia de oro, y así nació Perseo. Son muy abundantes las representaciones pictóricas de estas escenas.
DEDALO
Famoso escultor y arquitecto ateniense. Construyó el laberinto de Creta para encerrar en él al Minotauro, y facilitó a Ariadna el ovillo con que ésta ayudó a Teseo a salir del laberinto. Encerrado junto con su hijo Icaro por orden del rey en el laberinto, inventó unas alas para escapar. Él consiguió alcanzar las costas de Sicilia, pero su hijo, elevándose de manera irresponsable a demasiada altura, vio como el calor del sol derretía la cera de sus alas y se precipitó al mar.
DEUCALIÓN
Hijo del célebre titán Prometeo- Es el protagonista de la versión griega del mito del diluvio universal, de posible origen oriental. Construyó para sí y su mujer, Pirra, un arca en la que se guareció hasta que las lluvias cesaron. Después de desembarcar, el oráculo les ordenó que arrojasen sobre sus espaldas los "huesos de su madre", enigmática frase que ellos interpretaron de la siguiente manera: nuestra madre es ahora la tierra, y sus hijos las piedras. De las piedras que arrojó Deucalión iban naciendo hombres, de las lanzadas por Pirra, mujeres. Así fue como volvieron a poblar la tierra.
EDIPO
El oráculo había prohibido a Layo tener hijos. Por eso cuando nació Edipo, el niño fue entregado a unos pastores para que lo expusiera en el monte Citerón, de donde fue recogido por alguien que lo llevó ante el rey de la ciudad de Corinto. El destino de Edipo señalaba que él seria el asesino de su padre y que después sería padre de sus hermanos ya que tendría hijos de su madre.
Para evitar que se cumpliera semejante oráculo, Edipo huyó de Corinto, y de aquellos que creía eran sus padres. El azar lo conduce al cabo de varios años a que en un cruce de caminos mate a su verdadero padre, Layo, desconociendo su verdadera identidad. Así fue como se presentó en la ciudad de Tebas donde acierta a descifrar un enigma de la Esfinge que tenía tiranizada a la ciudadanía de aquel estado. Como mérito a su hazaña desposa la esposa del rey, Yocasta, quién es su verdadera madre. Cuando se descubre la verdadera situación de sus actuales relaciones familiares parte al destierro, ciego, acompañado de su hermana-hija Antígona como lazarillo.
EGEO
Padre putativo de Teseo, acogió en Atenas a Medea, abandonada por su esposo Jasón. Envió a su único hijo Teseo a la isla de Creta para que diera muerte al Minotauro. Padre e hijo habían acordado que cuando la nave regresara a Grecia enarbolaría una vela blanca en señal del triunfo de la expedición de Teseo. Este, con la alegría que obtuvo al tener éxito en su empresa de matar al minotauro-olvidó izar la bandera blanca, por lo que Egeo se arrojó al mar en la creencia de que su hijo había muerto en Creta.
EGISTO
Hijo de Tiestes, primo, por tanto, de los reyes de Micenas, Agamenón y Menelao. Por odio a éstos, sedujo a Clitemnestra en ausencia de su esposo Agamenón durante la guerra de Troya. Después de asesinar con su amante al héroe aqueo fue ultimado por su sobrino Orestes.
ELECTRA
Princesa micénica hija de Agamenón y Clitemnestra. Logró salvar a su hermano Orestes y junto con Pílades, tramaron acabar con la vida de Clitemnestra y Egisto. Se conservan dos piezas dramáticas cuya protagonista es esta heroína trágica descrita por Sófocles y Esquilo.
ENEAS
Famoso personaje troyano, hijo de Anquises y de la diosa Afrodita. Es el único varón de Troya al que aguarda un brillante futuro tras la captura de la ciudad. Abandona los humeantes muros de Troya llevando consigo a su hijo Ascanio, las estatuas de los dioses penates y a su padre, Anquises. Alcanza las costas de Cartago donde conoce a la reina Dido, antes de asentarse definitivamente en la región del Lacio. Virgilio lo hace su protagonista en "La Eneida".
EOS
La representación de la Aurora,"la de los dedos de rosa" y " la del peplo azafranado" como la llama el poeta Homero. Afrodita la condenó a estar eternamente enamorada. Quizás su más famoso y cruel amor fue con Titono. Para poder estar permanentemente juntos, Eos pidió a Zeus la inmortalidad para Titono, pero se le olvidó pedir que lo conservara joven. Eos contemplaba cada mañana como iba envejeciendo cada vez más su querido Titono, hasta verlo convertido en una cigarra de piel arrugada.
EPIMETEO
Titán poco previsor y necio, hermano de Prometeo. Cuando Zeus creó a la primera mujer, Pandora, como castigo para los hombres, Epimeteo la tomó por esposa, a pesar de los consejos que en contra le daba su hermano. Así, la torpeza de Epimeteo resultó ser fuente de desgracias para los mortales.
ERIFILE
Princesa de la ciudad de Argos, casada con el adivino Anfiarao. Depositaria del portentoso collar de Harmonía, regalo que le había hecho el tebano Polinices, con el que obligó a su marido Anfiarao a acudir a luchar a Tebas.
EROS- CUPIDO
Aunque para algunos Eros era un primigenio principio cósmico, en la mitología pasa a ser hijo de Ares/Marte y Afrodita/ Venus. Representa la atracción física y sexual de los seres vivos. Generalmente voluble y caprichoso, siempre consigue el objeto de su deseo. Pero sobre todo, Eros es dulciamargo. En múltiples representaciones se le hace aparecer con su arco, como personaje alado y ciego.
ESTACIONES(La Justicia, el Orden y la Paz)
Relacionadas con las funciones de la fertilidad o fecundidad de la naturaleza, se las consideraba hijas de Zeus y de la antigua Temis. Como grupo, se las conocía también con el nombre de Horas: individualmente sus denominaciones eran en este caso respectivamente: Tallo, Brote y Fruto. Algunos artistas las han confundido con las Tres Gracias, que también eran tres hermosas doncellas.
ÉSTIGE
Una de las ninfas, hija de Tetis y de Océano, o según otras versiones de Noche y de Erebo. También es el nombre de la Laguna de los Muertos. Las almas de los difuntos deben cruzarla en el barco de Caronte para alcanzar la orilla del otro mundo. Era costumbre de los dioses y de hombres formular sus juramentos por el agua de esta laguna.
ETEOCLES
Uno de los hijos-hermanos de Edipo, rey de Tebas. Tras partir éste al destierro, sus dos hijos, Eteocles y Polinices, acuerdan alternarse en el mando de la ciudad cada uno un año. Comienza el turno Eteocles, pero luego no accede al traspaso del trono a su hermano como correspondía. Polinices acude entonces a la vecina ciudad de Argos para buscar apoyo en su causa. Ambos hermanos se enfrentan en combate y se dan recíproca muerte. El mito enlaza con el de su hermana Antígona.
EURÍDICE
Nombre de una dríade (nombre de las ninfas que habitan los árboles del bosque) que murió al ser mordida por una serpiente. Su marido, Orfeo, célebre cantor que con su música seducía a toda la naturaleza, consiguió rescatarla de los Infiernos. Sólo debía cumplir el tabú de no volver la vista hacia atrás durante el camino. Ella desobedeció por lo que tuvo que regresar al mundo subterráneo. En este mito se aborda el problema insoluble de la irreversibilidad de la muerte.
EUROPA
Princesa hija del rey de la ciudad de Tiro, de quién se enamoró Zeus. Este se transforma en un apacible toro, a cuyas grupas monta Europa y el Dios la rapta entonces para llevársela a la isla de Creta donde tiene tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón.
FAETONTE/FAETON
Hijo de Helios/Sol a quién pidió, como prueba de su paternidad, que le dejara conducir por un día el carro del sol. Pronto, los fogosos caballos de Helios se percatan de que su nuevo auriga es sumamente inexperto en el manejo de las riendas. Ante los excesos de Faetonte, que en su loca carrera puso en peligro a los habitantes de la tierra, Zeus terminó por fulminarlo y derribarlo sobre las aguas del río Erídano. Sus hermanas, las Helíades, lloraron por él lágrimas de ámbar.
FEDRA
Hija del cretense Minos, fue esposa del rey de Atenas, Teseo. Se enamoró de su hijastro, el casto Hipólito. La leyenda corresponde a lo que se conoce en la literatura como el "caso Putifar": la madrastra que se enamora de su hijastro, éste la desdeña, ella lo calumnia y luego se suicida, provocando el castigo injusto o la muerte de su hijastro.
FILOCTETES
Fue uno de los múltiples pretendientes de Helena. Mordido en el pie por una serpiente, su herida despedía un hedor insoportable, razón por la que sus compañeros lo abandonaron en la isla de Lemnos. Pero el astuto Odiseo supo que Troya no podría caer en manos de los griegos sin la ayuda de Filoctetes, que poseía el arco y las flechas del mismísimo Heracles/Hércules. Finalmente, acudió a Troya, se escondió en el caballo y dio muerte a Paris.
FILOMELA
El rey de Atenas, Pandión, tuvo dos hijas, Procne y Filomela. El cuñado de ésta, Tereo, la violó y le cortó la lengua para evitar que ella lo delatara. Filomela bordó el incidente en una tela para informar a su hermana. Procne castigó cruelmente a su marido sirviéndole en la comida carne de su propio hijo. Los dioses finalmente metamorfosearon a Filomela en una golondrina, a Procne en un ruiseñor y a Tereo en una abubilla.
GANIMEDES
Muchacho de gran belleza, del que se prendó Zeus, quién tras adoptar la forma de un águila lo raptó para destinarlo a ser escanciador y copero de los dioses. Son múltiples las representaciones iconográficas de esta leyenda.
GEA
Denominación de la Tierra, a la que vagamente se considera una divinidad. Desde época muy temprana se la asocia a los juramentos, porque ella conoce todo lo que sucede sobre la faz de la tierra. Unida a Urano engendra a los titanes, más tarde a los Cíclopes de un solo ojo y a los Hecantoquiros, también llamados Centímanos. Gea recibió culto en toda Grecia.
GRACIAS, LAS
Aunque originariamente su número parece ser indefinido, fueron tres las principales y simbolizan la belleza, las diversas artes, y las actividades intelectuales, en general. Participan en las celebraciones y en las fiestas de dioses y hombres. Desde el período helenístico y romano abundaron las representaciones de las Gracias como tres jóvenes desnudas.
HARMONIA
Casada con Cadmo, el rey tebano, a cuyos esponsales acudieron todos los dioses. Hefesto, el dios orfebre de las joyas divinas, le regaló un collar y Atenea un vestido(regalos que luego demostraron ser funestos para todos los que los poseyeron, como por ejemplo, la princesa Erifile).
HEBE
Representa la juventud eterna. Ella misma alimenta a los dioses con néctar y ambrosía y así se mantienen eternamente jóvenes. A la muerte de Heracles, el héroe obtiene a Hebe como compañera en el mundo subterráneo.
HECTOR
Principal héroe troyano, digno oponente de Aquiles en el campo de batalla. Se erige como el mayor defensor de su ciudad y cuando muere (la Ilíada concluye con el funeral de Héctor después de que su padre lo rescata del campamento de los griegos) todo el mundo y antes que nadie, su mujer, Andrómaca- comprende que la ruina de Troya es inminente. Héctor mata a Patroclo antes de fallecer a manos de Aquiles. Su padre, el anciano Príamo pacta con Aquiles el rescate del cadáver de su hijo(penúltimo capítulo de "La Ilíada" y quizás el más notable).
HELENA
Hija de Tíndaro- o de Zeus- y de Leda. Pretendida por muchos hombres, al final ella se decidió, sin que se sepa claramente las razones, por Menelao, que llegó ser rey consorte de Esparta. Tras el Juicio de Paris, Helena marcha a Troya- lo que provoca la guerra- desde cuyas murallas contempla a veces el asedio de los griegos (también llamados aqueos en las obras homéricas). Tras la caída de la ciudad regresa con su marido a Esparta. Hay variantes en la tradición mitográfica y literaria: la más novedosa es una que alude que Helena nunca estuvo en Troya ni fue causante de la guerra, sino que permaneció retirada en Egipto, donde fue localizada por Menelao al regresar de la guerra.
HELIO/SOL
Hijo de Hiperión, pertenece a la generación de los pre-olímpicos. Se le representa conduciendo diariamente su carro por el arco del cielo, de oriente a poniente. Tuvo siete hijos los que pasaron a llamarse los Helíadas. El relato mitológico más conocido es el que lo vincula a su hijo Faetonte.
HERACLES/HERCULES
Hijo de Alcmena y de Zeus. Autor de innumerables hazañas y aventuras, como los Doce Trabajos. Considerado como el héroe helénico por antonomasia su primera proeza la realizó al estrangular las dos serpientes que en despecho la diosa Hera, cónyuge de Zeus, enloquecida por la traición de su esposo, envía para que maten al recién nacido. Heracles realizó muchos otros trabajos y tras su muerte casóse con la diosa Hebe, la eterna juventud. La iconografía le suele representar ataviado con la piel de Nemea, su maza, y su formidable arco. Heracles es el símbolo del héroe esforzado, al que en cierta medida se atrajo a su causa el estoicismo posterior.
HERMAFRODITO
Divinidad bisexual. Se enamoró de él la ninfa Salmácide, fusionándose ambos en un solo cuerpo. Se le suele representar con atributos de su doble naturaleza: como un hermoso joven con los pechos desarrollados o como una Afrodita con genitales masculinos.
HESPÉRIDES, LAS
Ninfas de seductora voz que habitan en Occidente junto a un fabuloso jardín. Su número oscila entre tres y siete. Son las guardianas de un árbol de manzanas doradas del que supuestamente procedían las tres manzanas de oro con que Hipómenes consiguió vencer en la carrera a Atalanta. También Heracles tuvo como tarea apoderarse de las manzanas del jardín de las Hespérides.
HÍADES, LAS
Portadoras de la lluvia, son unas estrellas que aparecen en Octubre y en primavera, en las dos épocas más lluviosas del año.
HIPERIÓN
Uno de los Titanes, padre de Helio/ el Sol, Selene/La Luna y Eos/ La Aurora.
HIPODAMÍA
Hija de Enómao, rey de Pisa. Este retaba a los pretendientes de su hija a una carrera de carros por las proximidades de Olimpia. Muchos jóvenes habían encontrado la muerte en el intento. A pesar de tan macabros precedentes, Pélope aceptó el reto. Sobornó primero al auriga de Enómao, Mírtilo, que sustituyó la clavija de las ruedas del carro de su señor por otras de cera y ganó la apuesta. Ambos fueron los padres, entre otros hijos, de Atreo y de Tiestes.
HIPÓLITA
Reina de las Amazonas. Uno de los trabajos de Hércules fue arrebatarle el cinturón que le había regalado Ares. Según una versión, Hipólita atacó el Atica en tiempos de Teseo como represalia por haber sido desposeída del cinturón. Según otros autores, Hipólita murió a manos de Hércules.
HIPÓLITO
Hijo de Teseo, rey de Atenas y de la Amazona Hipólita, de la que heredó su carácter agreste y algo montaraz. Su desprecio por Afrodita y por todo lo que esa diosa representaba fue causa de su ruina. Durante una larga ausencia de Teseo, se despierta en Fedra una violenta pasión por su hijastro, a la que él no corresponde. Al verse despechada, Fedra calumnia a Hipólito ante su padre y luego se suicida. Teseo maldice a su hijo y le causa la muerte. EL joven Hipólito ha desatendido su débito con la diosa del amor, y esto es también imperdonable en un mortal, porque todos los dioses merecen veneración.
HIPSÍPILE
Reina de las mujeres de la isla de Lemnos. La diosa Afrodita, enojada con las mujeres, hizo que éstas despidieran un nauseabundo olor que alejaba a sus maridos. Ellas reaccionaron matando a todos los hombres de la isla, excepto Hipsípile que se compadeció de su padre y le salvó la vida. Más tarde fue descubierta y pretendieron matarla. Tuvo gemelos con Jasón, el jefe de los argonautas.
ICARO
Hijo del famoso escultor y arquitecto, Dédalo. Según cierta tradición fue el primer hombre que trabajó la madera. Fue encerrado en el laberinto de Creta junto a su padre, de donde pudieron salir gracias a que éste fabricó para ambos unas alas. Debido al impulso de sus pocos años, Icaro no pudo sustraerse al vértigo de la velocidad y de poder volar a su antojo por el cielo. Finalmente murió al precipitarse sobre el mar de Icaria.
IFIGENIA
Hija de los reyes de Micenas, Agamenón y Clitemnestra. Cuando la flota de los griegos se encontraba en el puerto de Aulide a la espera de vientos favorables que les condujera a Troya, el oráculo vaticinó que debía ser sacrificada Ifigenia como víctima propiciatoria. Su propio padre la hizo venir, bajo el engaño de que desposaría a Aquiles. La joven Ifigenia descubre la verdad, pero en vez de huir, acepta generosamente brindar su vida por la colectividad aquea y así permitir que los vientos soplaran en contra de los troyanos que hasta ese momento se veían privilegiados por el Olimpo. Al final, los dioses la perdonan y evitan su muerte haciendo que un animal sea la víctima.
JASÓN
Héroe tesalio a quien su tío Pelias había arrebatado el trono de Yolcos. Sin duda su hazaña más famosa fue participar como jefe de la expedición de los Argonautas que fueron a buscar el Vellocino de Oro, empresa casi imposible de realizar y en la que a buen seguro podría encontrar la muerte. Embarcó, pues, en la nave "Argo" tras haber reunido a los más valientes héroes de Grecia. Con ayuda de la maga Medea consigue el Vellocino de Oro y emprende su regreso a Grecia. Se casó con Medea a quien más tarde abandonó aunque ella se resarciría luego de esta afrenta.
LÁBDACO
Fue rey de la ciudad de Tebas. Abuelo de Edipo; de él arranca toda su saga mítica, a través del padre de éste, Layo.
LAERTES
Rey de la isla de Itaca, padre de Odiseo/Ulises, aunque en alguna otra versión éste pudo haber sido hijo de Sísifo. Su figura aparece nebulosamente en "La Odisea", ya viejo, apenado por ver pasar los días sin esperanzas de vivir para asistir al día del regreso de su hijo. En el intertanto, vive modestamente apartado del palacio.
LAYO
Padre de Edipo. Enamorado de Crisipo, lo raptó y se atrajo así la maldición. No debería tener hijos, pues de lo contrario el destino había dispuesto que moriría a manos de su propio hijo. Layo, desoyendo el oráculo, concibe con Yocasta( o con Euriclea, de acuerdo a otras versiones) a Edipo. Finalmente el oráculo se cumple y Layo muere de manera accidental a manos de Edipo en una encrucijada de caminos cerca de la ciudad de Tebas.
LEDA
Estuvo casada con Tindáreo y fue la madre de Clitemnestra y de Helena Según otras versiones, fue Zeus quien enamorado de Leda se transformó en un cisne(motivo repetido en el arte numerosas veces) e hizo que Leda pusiera un huevo del que nació Helena: también fue la madre de los Dioscuros.
LETO/LATONA
Una de las Titánides. Su leyenda y su culto estuvieron estrechamente vinculados a la isla de Delos. Amada por Zeus, aguardaba el momento en que debían nacer sus dos hijos, los dioses Apolo y Artemis. Pero Hera (la legítima esposa de Zeus) a causa de los celos había ordenado que en ningún lugar de la Tierra se acogiera a Leto cuando le llegara la hora de parir. Zeus hizo surgir desde las profundidades del mar una nueva tierra, la isla de Delos, isla errante para que Hera no pudiera enterarse del nacimiento de sus hijos con Leto.
MEDEA
Princesa de la región de la Cólquide, nieta del Sol y sobrina de la maga Circe. Su destino está unido al del jefe de los Argonautas, Jasón, de quien se había enamorado y a quien con sus artes mágicas ayudó a hacerse del Vellocino de Oro: Despechada por él, degüella a sus hijos y escapa en un carro de fuego. Como hechicera llevó a cabo varios otros prodigios: así, devolvió la juventud a Esón, su suegro, introduciéndolo en un caldero de agua hirviendo con yerbas o drogas medicinales.
MELEAGRO
La diosa Ártemis, dolida porque no le habían tributado los honores debidos, hizo aparecer un jabalí salvaje en las proximidades de Calidón. El príncipe Meleagro reunió a los más valerosos jóvenes de la zona, con cuya ayuda cazó a la bestia. Según una tradición, entre los participantes se hallaba Atalanta, de la que se enamoró el héroe. La cacería del jabalí de Calidón inspiró muchos artistas posteriores.
MENELAO
Hermano de Agamenón, hijo del rey Atreo. De todos los pretendientes de Helena fue él quién consiguió casarse con ella. Durante una visita a la isla de Creta, Paris, un pastor que venía de Troya rapta a Helena, episodio que desencadena la guerra de Troya. Menelao promueve con su hermano la expedición en contra los troyanos. Fue uno de los guerreros que se introdujo en el Caballo de Troya y aunque iba dispuesto a matar a Helena, causante de tantas desgracias para los griegos, cuenta la leyenda que al desnudarse ella en su presencia fue incapaz de ajusticiarla.
MEMNÓN
Héroe etíope, hijo de Eos(La Aurora) y de Titorio. Acude en defensa de Príamo, rey de los troyanos, y muere a manos de Aquiles, aunque Zeus lo transformó a continuación en inmortal. Su culto se expandió por Egipto, y las estatuas colosales de Memnón, de las que se decía que entonaban un canto cada mañana al salir la aurora, son buena prueba de su difusión por las tierras del Nilo.
METIS
Una Titánide, representa la prudencia elemental y es la consejera de dioses y mortales. Primera esposa de Zeus. Fue la madre de Atenea, aunque antes de darla a la luz, Zeus engulló a la criatura que estaba a punto de nacer para evitar el destino de ser destronado por uno de sus hijos. Más tarde, Atenea nacerá ya adulta, de la cabeza del propio Zeus.
MINOS
Al pretender el trono de Creta, le promete a Poseidón, el dios del mar sacrificar un toro en su honor. Ante su perjurio, el dios hace que Pasifae, mujer de Minos, se enamore del toro y engendre con él una bestia terrible, el MINOTAURO: Minos encargó al más celebre de los artesanos, Dédalo, que construyera un laberinto para encerrar en él al animal. Minos pasaba por haber sido el inventor de la pederastia así como uno de los jueces de las almas de los muertos.
MINOTAURO
Criatura nacida de Pasifae y el Toro de Creta. El ateniense Teseo le dio muerte, liberando a su ciudad del penoso tributo de tener que enviar cada año a siete jóvenes varones y a siete muchachas para ser devoradas por el Minotauro.
MOIRAS, LAS (Cloto, Láquesis, Atropo)
En su origen son divinidades relacionadas con la vida del hombre. Significan "la que hila", "la que asigna el destino" y "la inflexible" y como tales aparecen representadas por artistas plásticos: la duración de la vida y el destino fijo que corresponde a cada mortal. En el poeta Hesíodo se las considera hijas de Zeus y de Temis, y se las vincula a los momentos de especial felicidad para los mortales. Más tarde su personificación se transforma en abstracción: la Necesidad, el Destino.
MUSAS, LAS
Las ninfas de las aguas, dotadas de virtudes proféticas y de la inspiración poética. Se las denominó también Piérides. El Dios Apolo es el que preside su coro. Su número es variable, según versiones. Corresponden a cada una de ellas las siguientes Bellas Artes: a Urania la Astronomía, a Clío, la Historia, a Talía la Comedia, a Melpómene la Tragedia, a Terpsícore el Drama, a Euterpe la Flauta, a Erato la Lírica, a Polimnia la Pantomima y a Calíope la Epica.
NAUSÍCAA
Princesa hija de Alcinoo, rey de los feacios, a cuya isla llegó Odiseo cuando intentaba regresar a su patria. Fue la propia diosa Atenea la que en sueños indujo a la joven a acercarse a la playa, donde acababa de desembarcar náufrago el astuto Odiseo. Al punto quedó enamorado del héroe, aunque no pudo impedir que éste reemprendiera su viaje de retorno a su amada patria, Itaca.
NEOPTÓLEMO
Hijo del valeroso Aquiles, había nacido en la isla de Esciros. A la muerte de Aquiles Troya aún no había sido capturada, y según se decía no caería en manos de los griegos sin el concurso del joven Neoptólemo": joven guerrero".
LAS NEREIDAS
Grupo poco individualizado de divinidades marinas. Todas ellas son hijas del viejo señor de los mares, Nereo. Se han catalogado más de setenta. No obstante, algunas generaron ciertos mitos y hazañas propias, por ejemplo, Tetis, la madre de Aquiles, la bella Galatea, compañera del Tosco Polifemo, entre otras.
NÉSTOR
Célebre y venerable anciano que aparece ya en "La Ilíada" y "La Odisea" homéricas como sereno consejero. Su palacio se encontraba en la apacible bahía de Pilo. De joven, intervino en la lucha contra los Centauros, en la cacería del jabalí de Calidón y, ya anciano, en la expedición a Troya.
NÍOBE
Casada con Anfión, tuvo siete hijos y siete hijas, lo que la hizo ufanarse de su prole. Llegó así a considerarse más feliz que la diosa Leto, quien solamente había tenido dos hijos: Apolo y Artemis. SIn embargo, éstos hicieron justicia a su madre, Leto, pues asaetearon sin compasión a los catorce hijos de Níobe. Zeus la transformó finalmente en la roca de Sípilo.
ODISEO/ULISES
Protagonista de "La Odisea", varón provisto de una aguda astucia por excelencia manejaba a su arbitrio decenas de artimañas para combatir la guerra y para su propia sobrevivencia. Es un nuevo tipo de héroe, muy diferente del carácter monolítico de Aquiles, por ejemplo. Participa en la expedición a Troya en tanto que rey de la isla de Itaca. Sufre mil peripecias y desventuras durante los diez años que tardó en regresar de Troya a Itaca. Visitó a los legendarios cíclopes, bajó al reino infernal para entrevistarse con el adivino Tiresias, cruzó el mar por donde viven las hechiceras sirenas cantoras, transita entre Escila y Caridbis, entre otros sitios. En fin, mientras dura estos errabundeos, su único hijo, Telémaco, ha salido en su busca. Ulises se presenta finalmente en Itaca disfrazado de mendigo, ya que quiere comprobar quiénes de sus servidores le continúan siendo fieles. Es reconocido por su vieja aya Euriclea, y con la ayuda de su hijo castiga a los pretendientes de su esposa Penélope que en su ausencia aspiran a ser esposos de ésta además de dar de baja gran parte de los bienes de Odiseo.
ORESTES
Hijo del rey de Micenas, Agamenón. Cuando era pequeño su madre Clitemnestra asesinó a Agamenón que acababa de regresar de Troya. Su hermana Electra logra que el niño encuentre refugio en Crisa, donde se hizo amigo de Pílades. Acude al santuario profético de Delfos a preguntar cuál es su deber tras la muerte de su padre. Por orden del oráculo mata a su madre Clitemnestra y a su amante, Egisto, tío en segundo grado suyo con la ayuda de Electra y de su inseparable amigo Pílades. Pero no acaban allí sus problemas. Las diosas de la locura, las siniestras Erinias, le persiguen noche y día. Orestes llega a enloquecer y sólo encontrará el sosiego si resulta absuelto ante el tribunal ateniense del Areópago. Los votos resultan empatados, y sólo la diosa Atenea lo exculpa deshaciendo con su voto de calidad el empate.
ORFEO
Príncipe tracio, famoso poeta y músico. Tocaba la lira, con la que según la tradición atraía a las fieras y encantaba a quien le oía. Inventó o perfeccionó la cítara y participó en la expedición de los Argonautas como timonel de la nave Argo, aunque la leyenda más famosa es la que lo enlaza con su mujer Eurídice, quien mordida por una serpiente, hubo de descender al mundo infernal. De allí la rescata Orfeo, aunque su intento se frustra al final. En torno a su persona se generó toda la teología órfica.
PALAMEDES
Héroe famoso por su astucia y su aguda inteligencia. Comparte (o disputa) con Cadmo el haber inventado las letras del alfabeto. Otros le atribuyen la invención de la balanza, los dados, las medidas y las monedas. Cuando estalló la guerra de Troya, Odiseo se finge loco para no tener que acudir al combate, pero Palamedes descubre su engaño. Más tarde Odiseo lo calumniará diciendo que los troyanos habían pactado con Palamedes. Este muere finalmente lapidado.
PANDORA
Deseoso Zeus de castigar ejemplarmente a los hombres, encarga al dios artesano Hefesto que fabrique una figura de arcilla con forma de mujer. Así nació, según algunas versiones, Pandora. Se la ofreció como esposa al necio titán Epimeteo, hermano del astuto Prometeo. Llevada de su curiosidad destapó una tinaja en la que estaban encerrados todos los males y calamidades, que empezaron a esparcirse sobre la tierra. Sólo permaneció en su interior la preciada ESPERANZA. El arte ha representado esta leyenda con diversas variantes iconográficas.
PARIS
Príncipe troyano, hijo de Príamo y de la reina Hécuba. Fue el protagonista del famoso Juicio que lleva su nombre y en el que se granjeó los odios de la diosa Atenea y Hera. Sedujo a Helena y la raptó- aunque existen algunas versiones que difieren de este hecho- desencadenándose así la guerra de Troya. Aunque su comportamiento como guerrero no es muy brillante fue quien dio muerte finalmente al invencible Aquiles con una flecha insertada en su único sitio vulnerable: su talón.
PASÍFAE
Junto con su hermana Circe y su sobrina Medea es el prototipo de magas y hechiceras. Casada con el rey cretense Minos, concibió una pasión antinatural por el Toro de Creta. Unida a este animal fue como engendró al Minotauro.
PATROCLO
El mejor compañero de Aquiles. Cuando los griegos están sufriendo un serio revés ante los muros de Troya porque Aquiles les ha retirado su apoyo indignado porque Agamenón se apropió de su amante, es entonces cuando Patroclo, viendo lo desesperado de la situación, le solicita a Aquiles que le preste sus armas para acudir a la primera fila de combate con la esperanza de que el enemigo huirá sólo con ver la imagen de "Aquiles" reincorporado a la lucha. Disfrazado con ellas Patroclo se enfrenta a Héctor y muere en combate. Es la muerte de su querido amigo y compañero lo que finalmente decide a Aquiles a incorporarse al combate para ultimar al príncipe heredero de Troya, Héctor. Luego se organizaron unos majestuosos funerales en homenaje a Patroclo.
PELEO
El más justo de los mortales. Obtuvo por ello la mano de la nereida Tetis. Ambos fueron los padres del héroe, Aquiles. Participó en la cacería del jabalí de Calidón y en la expedición de los Argonautas. Después de muerto se volvió a reunir con Tetis, quien consiguió hacerlo inmortal.
PENÉLOPE
Fiel esposa de Odiseo/Ulises, a quien aguarda tejiendo el sudario de Laertes, anciano padre del héroe. Penélope deshace durante la noche la labor tejida durante el día. Mientras transcurren estos veinte largos años de ausencia de su marido es acosada por múltiples pretendientes, cuyos requerimientos desoye. Finalmente regresa Ulises disfrazado de mendigo y tras una famosa escena de reconocimiento ambos se reencuentran.
PENTESILEA
Reina de las Amazonas, que acudió en ayuda de Troya tras la muerte de Héctor. Se enfrentó a Aquiles en cuyas manos muere. La tradición embelleció este trágico encuentro entre estos dos grandes protagonistas.
PERSEFONE/PROSERPINA
Hija de Zeus y de Deméter. Mientras recogía flores un día acompañado de la ninfa Liana fue raptada por el dios del mundo subterráneo Hades. Su madre la localiza en los Infiernos y suplica a Hades que se la devuelva. Al negarse éste, Perséfone deberá compartir su existencia entre ambos mundos: medio año a la luz del sol y otro medio en el mundo de las sombras. Su culto estuvo asociado a los ciclos de la vegetación y a los Misterios de Eleusis. En Roma se la conoció con el nombre de Proserpina.
PERSEO
Hijo de Dánae, hija del rey Acrisio. Un oráculo había advertido a éste que moriría a manos de un hijo de Dánae, por lo que había advertido a ésta fue encerrada en una cámara de bronce. Mas el enamorado Zeus la visitó en forma de lluvia de oro con la que fecunda a Dánae, de quien nace `Perseo. Arrojadas al mar la madre y el niño por orden de Acrisio, fueron rescatados por el pescador Dictis. Siendo ya joven Perseo consigue cortar la cabeza a la Gorgona Medusa ayudado por la diosa Atenea y rescata a Andrómeda. Lanzando el disco en unos juegos deportivos mata accidentalmente a su abuelo Acrisio, cumpliéndose así el oráculo.
PIGMALIÓN
Enamorado de una estatua de Afrodita que el mismo había fabricado con mucho cariño solicitóle a la diosa que le diera por esposa a una mujer que se asemejara lo más posible a su estatua. Afrodita accedió de una manera singular al ruego de este artista enamorado: insufló vida a la figura que él mismo había modelado. Pigmalión la llamó a partir de entonces Galatea (distinta de la ninfa del mismo nombre, amada por Polifemo.) La literatura y el arte posteriores se hicieron eco repetidas veces de esta hermosa leyenda.
PLÉYADES, LAS (Alcíone, Celeno, Estérope, Electra, Maya, Mérope, Taigete)
Eran hijas de Atlante. Compartieron con la diosa Artemis la afición por la caza y una cierta aversión a los hombres. Orión(otro personaje que aparece vinculado a la astrología, pues él mismo fue transformado en la constelación que lleva su nombre) las persiguió durante cinco años hasta que Zeus las metamorfoseó en constelaciones. En otra versión se convirtieron en palomas.
POLIFEMO
Uno de los Cíclopes, salvajes gigantes de "un solo ojo" que habitan en la isla de Sicilia. Durante su viaje de regreso, Odiseo y sus compañeros se topan con el siniestro Polifemo, que los encierra en el interior de su gruta y va devorando de dos en dos a los hombres de Odiseo hasta que éste consigue, con su astucia, emborracharlo y dejarlo ciego tras haberle clavado el tronco de un inmenso pino en su único ojo. Según otra tradición más erudita, el agraz Polifemo se enamora de la delicada ninfa Galatea.
POLINICES
Uno de los hijos/hermanos de Edipo. Tras haberlo maldecido Edipo, ambos hermanos habían pactado reinar alternativamente cada uno un año sobre la ciudad de Tebas. Habiendo transcurrido el primer mandato de Eteocles, correspondía entonces el reinado a Polinices. Como Eteocles se negara a ceder el poder, Polinices marchó a Argos en busca de ayuda. Ambos hermanos se dieron muerte ante los muros de la ciudad. El nuevo soberano de Tebas, Creonte, tío de los descendientes de Edipo, prohíbe dar sepultura al cadáver de Polinices. Sólo su hermana Antígona se preocupó de darle fraternal sepultura a su cadáver.
POLIXENA
La menor de los hijos de Príamo, rey de Troya, y de Hécuba. En algunas de las versiones posteriores a los poemas épicos de Homero, se la sacrifica en la tumba de Aquiles, probablemente haciéndose eco de una leyenda romántica en la que el héroe se había enamorado de Políxena.
PRÍAMO
Reinaba en la ciudad de Troya cuando ésta fue atacada y destruida por los griegos acaudillados por Agamenón. En los poemas homéricos se nos presenta como un anciano bondadoso, padre de múltiples hijos. Hace gala de una gran humanidad cuando se entrevista con el joven Aquiles, a quién acude para suplicarle el cadáver de su hijo Héctor, olvidando su rango y prestigio soberano. No sobrevivió a la caída de su querida ciudad.
PROMETEO
Su nombre significa "el previsor". Sin duda fue el Titán más benefactor de la humanidad. Robó a Zeus el fuego de los dioses para regalarlo y distribuirlo a los hombres. Aquí el fuego no es un elemento meramente físico, sino que tras él subyace todo el símbolo de la inteligencia y del progreso(el fuego permite cocinar los alimentos, fundir los metales, cocer el barro de las vasijas en los alfares entre otras cosas). No es de extrañar por tanto que Prometeo fuera el patrono de las artes en el barrio ateniense del Cerámico. Tras el robo del fuego, que por sobretodo simboliza la sabiduría, la inteligencia pura, Zeus quiere castigar espectacularmente a Prometeo por lo que decide encadenarlo en las montañas del Cáucaso, donde un águila roerá a diario el hígado del Titán(hígado que se regenerará en la misma proporción por las noches) hasta que Heracles finalmente lo libere. Para castigar a los hombres, Zeus maquina crear a la primera mujer, Pandora, una suerte de Eva de la mitología griega.
Prometeo es el protagonista de tres obras o de una trilogía de Esquilo de la cual sólo una ha llegado hasta nuestras manos: "Prometeo Encadenado".
PSIQUE
Joven de extraordinaria belleza que despertó los celos de la propia diosa Afrodita. Envió a ésta a su hijo Eros/Cupido para que le disparara con su amoroso arco, y fue él mismo quien cayó presa del amor de Psiche, hasta el extremo de que tuvo que acudir ante Zeus para pedirle que le permitiera casarse con una mortal. Se la representa frecuentemente en arte como una mariposa. Este personaje pertenece más a la tradición latina que a la griega.
RADAMANTIS
Hermano del rey Minos, fue legislador en Creta. Oficia en los Infiernos como juez de las almas de los muertos en Asia y Africa, mientras que a Éaco corresponden los de Europa, y a Minos aquellos que solicitan una revisión o recurso de su caso.
SELENE/LUNA
Hija del Titán Hiperión y de Tía, hermana por tanto de Helio/ El Sol y Eos/Aurora. Sus rituales eran mágicos. Tuvo amores con Endimión, un mortal que mientras dormía fue raptado y conducido a la Luna.
SEMELE
Hija del rey de Tebas, Cadmo, fue la madre del dios Dionisio. Hacía alardes de mantener relaciones con un dios que la visitaba de incógnito. Fue inducida por Hera a verificar la identidad de su amante supuestamente divino. Apareció el propio Zeus, quién con su rayo fulminó mortalmente a Sémele. Antes de que una nueva tragedia se llevara a efecto, intervino el dios Hermes(Mercurio para los latinos), quién logró salvar al hijo que estaba esperando Sémele y lo transplantó en el muslo de Zeus. De allí que el hijo de Sémele y de Zeus, Dionisio (o Baco, el dios del vino y de la alegría) lleve el epíteto frecuente de "dos veces nacido".
SÍSIFO
El más astuto de los hombres. Fundador de la ciudad de Corinto y de los juegos Itsmicos que en ella se celebraban. Vio cómo Zeus raptaba y seducía a la ninfa Egina y se lo contó todo al padre de ella, el dios Asopo, a cambio de que ésta hiciera brotar en la rocosa y adusta acrópolis de Corinto un manantial de agua potable. Zeus, encolerizado, le impuso un castigo ejemplar y eterno: empujar una roca hasta la cima de un monte, desde donde continuamente se precipita por la otra ladera. Según algunas versiones fue padre del no menos astuto héroe Odiseo/ Ulises.
TÁNTALO
Reinaba en la región del monte Sípilo, en la región de Lidia. Sometió a prueba la sabiduría de la diosa ofreciéndoles la carne de su hijo Pélope. En otras versiones Tántalo robó a los dioses su divina comida y tras haberla probado el mismo-se la regaló a los mortales. Fue castigado a sufrir eterna sed y hambre. Los dioses lo maniataron con el agua hasta el cuello en un bosque cuyos árboles, cuajados de fruta, alzaban sus ramas cada vez que Tántalo trataba de alcanzarlas; cuando intentaba sorber el agua, ésta se filtraba por la tierra hasta bajar de nivel.
TELÉMACO
Hijo del héroe Odiseo y de Penélope. Viendo que su padre no regresaba cuando ya lo habían hecho otros supervivientes de la guerra de Troya, decide partir en su busca siguiendo los consejos y bajo la protección de la diosa Atenea. Se entrevista con los héroes Néstor y Menelao, quienes le relatan múltiples aventuras de su desaparecido padre. A su regreso a Itaca tiene que evitar la emboscada que le han tendido los pretendientes de su madre; encuentra a su padre disfrazado de mendigo, se reconocen y entre ambos traman la muerte de aquellos.
TEMIS
Divinidad primitiva relacionada con la diosa de la Tierra, Gea. Algunos relatos la vinculan a la época más antigua de Delfos como sede profética de la adivinación y los oráculos. Más tarde personifica el concepto de la Justicia. Fue madre del astuto Prometeo, así como de las Estaciones, de las Moiras y de las Hespérides(según versiones).
TEREO
Rey de Tracia. Fue transformado en abubilla como castigo por lo que hizo a Procne y Filomela.
TESEO
Rey héroe nacional ateniense, hijo del rey Egeo(o del dios Poseidón). La tradición le hizo amigo y compañero de aventuras de Heracles/Hércules. Una de sus más notables hazañas fue castigar al bandido Procrustes, quien disponía de dos lechos(uno de talla grande y otro de talla pequeña) en los que hacía acostarse a los viajeros que pasaban por sus dominios: a los que eran altos los reducía hasta que cupieran en la cama pequeña, y a los de baja estatura los estiraba hasta ajustarlos a la grande. Teseo lo castigó aplicándole este mismo método. Más tarde acude a Creta, da muerte al Minotauro y se casa con Ariadna. Luchó también contra las Amazonas, y ayudó a Pirítoo en su combate contra los Centauros.
TETIS
Nereida de singular belleza, de la que enamoraron tanto Zeus como Poseidón. Quienes sin embargo renunciaron a casarse con ella por temor a que se cumpliera el anuncio del oráculo. Vaticinaba éste que el hijo que de ella naciera sería muy superior a su padre. Dicho vaticinio resultaba muy peligroso para Zeus quien había desalojado del poder a su padre, Crono/Saturno. En compensación Tetis se casó con el más justo de los hombres, Peleo, con quien fue la madre de Aquiles. Por múltiples medios(según algunas versiones) buscó conferir la inmortalidad a su hijo, al que introdujo en las aguas de la laguna Estigia. Sólo el talón de Aquiles quedó sin entrar en contacto con las aguas inmortales. Sólo en esa parte del cuerpo iba a resultar vulnerable el héroe.
TIRESIAS
Adivino tebano, ciego de legendaria fama. Las fuentes antiguas dan como causa de su ceguera diversas versiones: contempló un día a Atenea bañándose desnuda y la diosa lo castigó con la ceguera; según otros, vio un día dos serpientes copulando en el campo, las golpeó con su bastón y se vio transformado en una mujer; al cabo de siete años se repitió el incidente, y ahora fue restituido a su carácter de varón. Por eso era la persona más adecuada para dictaminar si es el hombre o la mujer quien goza más en el acto sexual. Afirmó que era la mujer. La diosa Hera, indignada, lo cegó, aunque Zeus lo compensó con el arte de la adivinación. Padre y abuelo de adivinos famosos, profetizó hasta en el Hades.
TITONO
La Aurora, Eos, enamorada de Titono pidió a Zeus para su amante la inmortalidad, pero olvidó solicitar para el también la juventud. Titono envejeció hasta convertirse en cigarra. El mito refleja como ningún otro la tristeza de la vejez, cuando ésta se hace peor que la muerte.
URANO
Personificación del cielo como primigenio elemento masculino. Fue destronado por su hijo Crono/Saturno, que lo emasculó cortándole los genitales con una hoz gigantesca(en griego drépanon.) Los genitales de Urano fecundaron el mar, de cuya espuma salió la diosa Afrodita.
YOCASTA
Princesa y reina tebana. Su destino estuvo fatalmente vinculado al de su hijo Edipo. Ella es la primera en darse cuenta de que Edipo, su actual marido y padre de sus hijos, era también al mismo tiempo hijo suyo, y más aún, que Edipo es el asesino de su propio padre, Layo. Intenta ayudarle en su tragedia, pero al no conseguir nada, decide suicidarse en el interior del palacio de Tebas.