26/2/15

Adiós, Robinson JULIO CORTÁZAR






Adiós,  Robinson

JULIO CORTÁZAR


Ruido de avión que desciende.

ROBINSON.-(Excitado) ¡Mira,  mira,  Viernes! ¡La  isla! 
VIERNES.-Sí, amo.

A la  palabra  "amo"   sigue una  risita instantánea y como para  sí  mismo,  apenas una indicación de risa contenida.

ROBINSON.-¿Ves la ensenada?  ¡Mira,  allá, allá! ¡La  reconozco! ¡Allí desembarca­ron  los caníbales, allí te salvé  la vida! ¡Mira, Viernes!

VIERNES.-Sí, amo  (risita), se  ve  muy  bien la costa  donde casi  me  comen  esos Caníbales  malos,   y  eso  solamente  porque un   poco   antes   mi  tribu   había   querido comérselos a ellos,  pero  así es la vida, como  dice el tango.

ROBlNSON.-¡Mi isla, Viernes,  vuelvo a ver mi isla! ¡Reconozco todo  a pesar  de los cambios, todo!  Porque como  cambios, los hay.

VIERNES.-Oh sí, como  cambiar  ha cambiado, amo  (risita). Yo  también reconoz­co la isla donde me enseñaste a ser  un buen esclavo.  Allí se ve el lugar  donde estaba tu cabaña.

ROBINSON.-Dios  mío,   hay   un   rascacielos   de   veinticuatro...,  ¡no,   espera,   de treinta  y dos  pisos! ¡Qué maravilla, Viernes!

VIERNES.-Sí, amo  (risita).

ROBINSON.-Dime un  poco,  ¿por  qué  cada vez que  te diriges  a mí te ríes? Antes no  lo hacías,  sin contar que  yo no  te lo  hubiera permitido, pero  de  un  tiempo  a esta parte... ¿Se puede  saber  qué  tiene  de gracioso que  yo sea  tu  amo,  el hombre que  te salvó de  un destino horroroso y  te enseñó  a vivir  como  un ser  civilizado?

VIERNES.-La  verdad,  no   tiene   nada   de gracioso,  amo   (risita).  Yo   tampoco comprendo muy  bien,  es algo completamente involuntario, créeme.  He consultado a dos  psicoanalistas, uno 
freudiano y el otro  junguiano, para  doblar las chances  como hacemos  en  el  hipódromo,  y  para   mayor   seguridad  me   hice   examinar  por   una eminencia de la contra-psiquiatría. Dicho  sea de paso, éste fue el único  que  aceptó  sin dudar  que  yo fuera Viernes,  el de tu libro.

ROBINSON.-¿Y cuál  fue el diagnóstico?

VIERNES.-Todavía está  en  procesamiento electrónico en  Dalias,  pero  según  me informó Jacques  Lacan  el otro  día, se puede  sospechar desde  ya que  se trata  de un  tic nervioso.

ROBINSON.- Ah, bueno, si no es más que eso,  ya pasará,  Viernes, ya pasará.  Mira, vamos  a aterrizar. ¡Qué  magnífico aeropuerto han  construido! ¿Ves las carreteras, ahí y ahí? Hay ciudades 
por  todas  partes,  se diría  que  esos son pozos  de petróleo... Ya no queda  nada de los bosques  y las praderas que  tanto recorrí en mi soledad, y más tarde contigo... Mira esos  rascacielos,  ese puerto lleno  de yates...  ¡Quién podría ya hablar de  soledad en  la isla de  Juan   Fernández! ¡Ah, Viernes, ya lo  dijo  Sófocles,  creo,  el hombre es un ser  maravilloso!

VIERNES.-Sí, amo  (risita).

ROBINSON.- (Para sí mismo.)  La verdad  es que  me  joroba  un  poco  con  su  risita. 

VIERNES.-Lo que  no  entiendo, amo,  es por qué  has querido volver a visitar  tu isla. Cuando se lee tu libro  con  verdadero espíritu crítico, el balance  de tu estancia  en
la isla es bastante  nefasto. La prueba  es que  cuando te rescataron, casi te vuelves loco de  alegría,  y si al ver  alejarse  las costas  de  Juan  Fernández no  les hiciste  un  corte  de mangas,  fue  tan  sólo  porque eres  un  caballero británico.

ROBINSON.-Ah, Viernes, hay cosas  que  los indios  como  tú no  pueden  compren­der a pesar  de lo mucho que  los ayudamos a diplomarse en las mejores  universidades. La noción  del  progreso  te  está  vedada,  mi   pobre   Viernes,  y  hasta   diría   que   el espectáculo que  ofrece  nuestra isla desde el aire  te decepciona o  te inquieta; algo  de eso leo en  tus ojos.

VIERNES.-No, amo  (esta vez sin la risita). Yo  sabía  muy  bien  lo  que  íbamos  a encontrar. 
¿Para qué  tenemos la TV  y el cine y el National Geographic Magazine?  No sé realmente por  qué  estoy  inquieto  y hasta triste;  tal  vez  en  el  fondo sea  por  ti, perdóname.

ROBINSON.-(Riendo.) ¿Por  mí? ¡Pero  si tienes  ante  tus  ojos  al ser  más  feliz del universo! 
¡Mírame  bien,  y mira  el espectáculo que  despliega sus alfombras ahí abajo!

VIERNES.-Hm.

ROBINSON.-¿De qué  podría  yo quejarme si en este momento asisto  no solamente a la realización  de mis sueños  de progreso y de civilización, sino  a los de toda  la raza blanca,  en todo  caso  la británica para  estar más seguros?

VIERNES.-Sí, amo  (risita), pero  todavía  no has visto  la isla de cerca.  Tu  alegría podría ser  prematura, es algo  que  yo siento  con la nariz,  si me  perdonas.

ROBINSON.-¡Con la nariz!  Oh,  Viernes, después  de  la educación que  te  hemos
dado...

VIERNES.-Desde luego  impecable, amo (risita). Lo  que  no  entiendo es  que  el avión  no  cesa de dar  vueltas  sobre  la isla.

ROBINSON.-Pienso que el piloto me rinde un conmovedor homenaje, Viernes, dándome la oportunidad de  ver  en  detalle  mi  querida isla convertida en  un  paraíso moderno. ¡Ah, ahora  sí aterrizamos! 
Prepara nuestro equipaje de mano.  Cuando retires las valijas,  cuéntalas bien,  cinco mías y tu  bolsa  de arpillera.

Ruido de avión que aterriza, descenso de los pasajeros, marcha por largos pasillos, etc.

ALTAVOZ.-Los  pasajeros con  destinación  a Buenos   Aires,  Quito,  Santiago y Panamá, sigan  el corredor marcado con  flechas verdes.  Los  pasajeros con  destinación a   Houston  y  San   Francisco,  sigan   el corredor  marcado  con   flechas   azules.   Los pasajeros  que  permanecen  en Juan Fernández,  sigan el corredor marcado  con flechas amarillas y esperen  en el salón del fondo.  Gracias.

ROBINSON.-¿Ves, Viernes? ¡Qué organización! Antes  había toda  clase de confu­siones en los aeropuertos, y yo me acuerdo  muy bien de que...

ALTAVOZ.-Atención,  pasajeros  con destinación   a  Buenos  Aires.  Al  final  del corredor marcado  con flechas verdes, deberán  dividirse  en dos grupos, las damas a la izquierda  y los caballeros a la derecha; los menores de edad permanecerán  con su padre o  su  madre  según  prefieran.  Las damas  entrarán   en  la  sala  marcada  con D,  y los caballeros  en  la marcada  C. Atención,   pasajeros  con  destinación   a Quito. Cuando hayan llegado  al final del...

ROBINSON.-Es extraordinario, realmente. ¿Te  das cuenta,  Viernes  de  que  aquí se ha eliminado  toda posibilidad  de error?

VIERNES.-Me basta con que tú lo digas, amo (risita).

ROBINSON.-Esa cuestión de tu tic nervioso... En fin, ahí está el salón que nos anunciaron; supongo  que   las  autoridades  me  estarán   esperando   para   darme   la bienvenida.

ALTAVOZ.-Los pasajeros  que permanecen en Juan  Fernández  pasarán  las formalidades  de policía y aduanas en las ventanillas  uno a diez, con arreglo  a la inicial de  sus  apellidos.  Se ruega  al señor Robinson   Crusoe  dirigirse  a la puerta  marcada  «Oficial».

ROBINSON.-¡Ah, perfecto,  perfecto! Ahora verás, Viernes,  que... 

FUNCIONARIA.-¿Señor Crusoe? 
Mucho  gusto.  Pase por  aquí. 

ROBINSON.-Viajo con  mi...

FUNCIONARIA.-Su secretario  irá a la ventanilla  V. Pase, por  favor..

ROBINSON.-Pero es que nosotros...

VIERNES.-No te preocupes,  amo (risita), ya nos encontraremos eh alguna  parte, yo me ocupo  de las maletas.

FUNCIONARIA.-Señor  Crusoe,  lo he hecho llamar aparte  porque  el gobierno de
Juan  Fernández  quisiera  evitarle  toda dificultad  durante su estancia en la isla.

ROBINSON.-¿Dificultad? Yo esperaba  que...

FUNCIONARIA.-Sabíamos de su llegada,  y haremos  lo posible  para que su visita sea agradable. Como  usted sabe, nuestras relaciones con su país no están precisamente cortadas  pero  sí en  una situación  crítica,  de  modo  que  mi gobierno se excusa de  no recibirlo  públicamente. 
Trataremos de facilitarle todo  lo que usted desee, en la medida de  nuestras posibilidades,  pero  preferiríamos que  usted se mantenga  lo  más alejado posible...

ROBINSON.-¿Alejado?

FUNCIONARIA.-...  de  contactos   inútiles   con  el  exterior,   quiero   decir  con  el público  en general, la gente  de la calle y de los cafés.

ROBINSON.-Pero yo...

FUNCIONARIA.-De aquí lo llevarán directamente al hotel, y el gerente  tiene instrucciones para darle una habitación  lo más aislada posible, incluso con un ascensor especial; usted sabe, el gobierno tiene siempre  preparados ciertos ambientes especiales para los huéspedes  distinguidos, 
a fin de sustraerlos a los contactos innecesarios.


ROBINSON.-(En un murmullo.) Innecesarios...

FUNCIONARIA.-Si  quiere   usted   asistir  a la  ópera,   el  gerente   se  ocupará   de obtenerle  el billete; lo mismo  si quiere visitar el casino o algún  museo.  En cuanto  al interior  del país,  me temo  que  esta  vez será imposible  que  salga usted  de la capital. Es mi deber señalarle que el sentimiento antibritánico es muy intenso en estos momentos.

ROBINSON.-Pero yo creía que Juan Fernández...

FUNCIONARIA.-Oh,  no se trata solamente de un antagonismo hacia su país, sino de alguna  manera  un antagonismo general.

ROBINSON.-(Explotando.) ¿Un sentimiento que va también contra  el propio gobierno? 

(Silencio prolongado.) 

Perdóneme, señora,  no quisiera  inmiscuirme en...  pero realmente  esta situación  me toma de tal modo  de sorpresa...

FUNCIONARIA.-Juan  Fernández  no es una colonia, señor Crusoe,  y somos perfectamente dueños de nuestros sentimientos. Como comprenderá, no podíamos negarnos   a  su  visita,  puesto que  usted  ha  vivido  en  nuestra  isla  y le ha  dado  un prestigio   mundial,   pero  acaso no  le  extrañará   saber   que  desde   hace tiempo   no permitimos la entrada  a ningún extranjero. 
Como  excepción  honorable, no dudo  de que  estará dispuesto  a facilitarnos  la tarea de protegerlo.

ROBINSON.-(Como  para sí mismo.)  Sí, desde luego,  pero  yo venía para...

FUNCIONARIA.-(Casi secamente.) Al fin  y al cabo  usted  tuvo  poca  oportunidad de mantener  contactos  en su visita anterior. Bastará con que lo recuerde,  y todo saldrá bien. (Con mayor calidez.)  Sé que  no le doy buenas  noticias,  señor  Crusoe,  y si de mí dependiera  cambiar  aunque  sólo  fuese un poco esta situación, créame que  lo haría.

ROBINSON.-¿Si  dependiera  de usted? Oh, sí, me gustaría  tanto  hablar con  usted, conocerla  mejor...  Me resulta difícil aceptar esta situación... No sé, tengo  la sensación de que  usted  me comprende, y que al margen de su deber...

FUNCIONARIA.-Sí,  claro  que  lo comprendo,  y  si  se  presenta   la oportunidad tendré  mucho  gusto  en hablar de nuevo  con  usted.  Me llamo  Nora.  Mi marido  es el subjefe de policía.

ROBINSON.-Ah.

FUNCIONARIA.-Por  supuesto, conozco  su libro,  es un libro  que  todo  el mundo ha leído  aquí.  A veces me pregunto por  qué, ya que  se refiere a un  Juan  Fernández muy diferente.  A menos  que...

ROBINSON.-¿A  menos que...  no sea tan diferente?

FUNCIONARIA.-(Con su voz  oficial.)   Lo dejaremos  para  otra  vez,  señor  Crusoe. Este señor  lo espera para llevarlo  a la sala de equipajes  donde  también  lo espera su... secretario.  
Buenas tardes,  y feliz estancia en Juan Fernández.

ROBINSON.-(Para sí.)  A menos  que no sea tan diferente... A menos  que...  Pero no puede  ser, yo vi el rascacielos allí donde se alzaba mi cabaña,  yo vi las carreteras, los yates en la rada...

FUNCIONARIA.-Cuando  usted quiera,  señor Crusoe.  Por  aquí.


Ruidos de pasillos, de altavoces dando instrucciones.


ROBINSON.-¡Viernes!


VIERNES.-Sí, amo  (risita), ya ves que  no era para  tanto.  Tus  maletas  ya están  en el auto,  y   Plátano nos  espera.

ROBINSON .-¿Plátano?

VIERNES.-(Riendo) Se llama así, qué quieres. Es el chófer  que  nos  han dado,  ya somos  amigos.

ROBINSON.-(Interesado) Te  hiciste  amigo  de  Plátano?

VIERNES.-Claro, nadie se fija demasiado en mí, y Plátano desciende de la misma tribu que  yo,  lo  descubrimos en  seguida:  los dos  tenemos los  pulgares muy  largos, siempre  fue  nuestra manera  de reconocernos en otros tiempos. Ven,  amo, por  aquí.


Ruidos de calle, autos y gente que habla animadamente. Música idiota por altavoces que hacen propaganda comercial igualmente idiota.


VIERNES.-Puedes decirme  lo que  quieras, amo,  Plátano no comprende la lengua de Shakespeare. 
Pareces  triste,  amo.

ROBINSON.-No, no  es eso,  pero... ¡Ah, mira esa avenida! 

VIERNES.-Es bastante  ancha,  en efecto.

ROBINSON.-¡Qué edificios  extraordinarios! Y las calles llenas  de  gente,  Viernes, de gente.

VIERNES.-No  me   parece   tan   extraordinario.  Cualquiera  creería   que   dejaste Londres hace veinte  años.  Esta es una ciudad  como  cualquier otra,  Plátano me explicó todo. Esta  noche,  si no  necesitas de mí,  vendrá   a buscarme para  ir  de  juerga. Dice que  las mujeres  tienen  una predilección por  los  pulgares largos,  ya veremos.

ROBINSON.-Viernes, la educación que  yo te he dado  prohíbe que  un  caballero...
En  fin,  tal vez Plátano querrá llevarnos a los dos,  ¿no crees?

VIERNES.-(Con tristeza) No, amo,  no lo creo.  A su manera,  Plátano ha sido  muy franco  conmigo. 
Tiene  consignas y debe  cumplirlas.

ROBINSON.-Como Nora...  Como   el  gerente del  hotel...  y  ahí,  mira,  esa  calle angosta con  sus  mercados abiertos, las muchachas con  vestidos de  tantos  colores, las tiendas  iluminadas en pleno  día...

VIERNES.-Igual que  en  Las  Vegas,  que  en  Singapur, que  en  Sao  Paulo,  amo. Ninguna diferencia  con  Nueva  York, salvo  los  mercados y un  poco  las muchachas.

ROBINSON.-(Para sí)  Y ¿qué  voy  a hacer  yo en el hotel?

PLÁTANO.-(Una frase en un idioma incomprensible, dirigida a  Viernes  que se  ríe y  le contesta en la misma lengua.)


VIERNES.-El muy  desgraciado, no  ha perdido palabra, y yo que  pensaba  que  no sabía  inglés...   
Ustedes  han  hecho  bien  las cosas,  amo, esa lengua  la hablan  hasta  las focas  del Artico.

ROBINSON.-¿Qué te dijo?

VIERNES.-Contestó  a  tu   pregunta  sobre   el  hotel.   Encontrarás  un  programa preparado para ti, con horarios y el resto. Simplemente vendrán a buscarte y te traerán de vuelta.  Museos  y esas cosas.

ROBINSON.-( Exasperado)  Qué  carajo me importan a mí sus  museos,  ahora.   Lo que yo quiero...

VIERNES.-Ya estamos, amo,  baja por  este lado.  (Dirige una alegre frase a Plátano, que le contesta  con una carcajada y otra frase.)


Ruidos apagados  de un gran hotel. Un altavoz aterciopelado llama a un huésped. Música de fondo.


LOCUTOR.-(Sobre el ruido de la acotación) Horas  más tarde...

ROBINSON.-Quédate todavía   un  poco,  Viernes. Mira,  pidamos whisky   y beba­mos  juntos.  Me imagino que  tu  habitación es tan  buena  como  la mía, ¿verdad?

VIERNES.-No, amo.  Es  una  habitación para criados, muy  pequeña  y con  una ventana que  da a un agujero de ventilación.

ROBINSON.-Protestaré, voy  a llamar  al gerente y...

VIERNES.-No, amo,  no  vale  la  pena.   Para  lo  que  voy  a  estar  en  esa  pieza... Además  tiene una ventaja  que  me explicó Plátano, y es que  puedo  subir  por la escalera de servicio, y si por la noche hay alguien  que me acompaña, nadie se dará cuenta  de nada.

ROBINSON.-Y  yo,  ¿Viernes?   Este   programa es  abrumador. Es  interminable y
aburrido, no  me dejan  un  momento libre  salvo  las horas  de sueño. Si por  lo  menos 
entonces... En fin, tú me comprendes, no es que yo necesite especialmente encontrar a...

VIERNES.-Claro que  comprendo, amo.  Mira,  si tú no  te ofendes y sobre  todo  si
ellas  no  se ofenden, yo  vendré   a  buscarte por  la  noche   y  te  cederé  mi  lugar, o  lo 
compartiremos.

ROBINSON.-Viernes, ¡cómo  te atreves!

VIERNES.-Discúlpame, amo  (risita).


Suena el teléfono


ROBINSON.-  Crusoe, sí. / Sí, sí,  reconozco su  voz.  / ¿Dentro de  media  hora?  Sí, claro,   la esperaré abajo.  /  Ah,  otro funcionario. / Comprendo, Nora, pero....  /  Sí, supongo. Otra  vez,  entonces. /  Sí, yo también espero. / Gracias.

VIERNES.-Pareces triste,  amo.

ROBINSON.-No  me  fastidies   con  tus  curiosidades. No  estoy   para  nada  triste.
(Pausa)  Bueno,  sí, más  bien decepcionado. Perdóname, no  quise  ser  grosero.

VIERNES.-¿Me dirás  quién  es Nora, amo?

ROBINSON.-Casi no  la conozco, es la persona que  me  recibió  en  el aeropuerto. Ahora me avisa que  van a venir  a buscarme. Por  un momento pensé en ella....  En  fin, es una  visita  al museo  de antropología.

VIERNES.-¿Por qué  no le pediste  que  te acompañara, amo?

ROBINSON.-Porque me  hizo  saber  bien claro  que  no  sería  ella  quien   vendría   a buscarme sino el conservador del museo. Tal vez mañana... Sí, tal vez mañana  sea ella quien  venga... 
(repite para sí la frase).


Pausa. Leit-motiv, apagadamente.


VIERNES.-Bueno, si no  necesitas  de mí por el momento...


ROBINSON.-¿Te vas a encontrar con Plátano?

VIERNES.-(Con una gran risa de felicidad) ¿Cómo adivinaste,  amo?


Puerta que se cierra. Silencio y juego Leit-motiv apenas audible. Bruscos pasos, click del teléfono.


LOCUTOR.- ( Sobre el ruido de la acotación) La noche  del mismo día...

ROBINSON.-El gerente,  por  favor.  (Breve pausa)  Crusoe,  sí. He  estado  leyendo el programa. /  Desde  luego,  excelente.  / Pero yo quisiera  ver  algunas  cosas  en  el programa. /  Por  ejemplo,  el rascacielos que han construido en el lugar  donde  estaba mi cabaña.  / De acuerdo,  trate de averiguar en seguida.  / ¿Me están  esperando?  Bajo
en seguida. 


Leit-motiv. Se oyen intercaladamente, frases típicas de los guías que explican monumentos, la voz de Robinson que agradece, luego música popular y estridente, las voces y las risas de Viernes y de 
Plátano en una fiesta, ruido de besos, muchachas que ríen y cantan. Progresivamente vuelta al  leit-motiv   melancólico, frases  protocolares, brindis,  explicación  de  un  monumento, breves 
comentarios de Robinson.

LOCUTOR.-(Sobre el ruido de la acotación) Poco después  en el hotel...

VIERNES.-Buenos días, amo. ¿Has descansado  bien? No  se diría,  tienes  cara de haber  dormido poco.

ROBINSON.-Así  es, dormí  muy mal después  de la última  visita.

VIERNES.-No era así en los tiempos  de la cabaña,  me acuerdo  de que  dormías tan bien como yo, que soy un plomo,  y que una vez me dijiste que casi nunca soñabas.

ROBINSON.-Es verdad...  Casi nunca  soñaba,  había tanta  paz en torno  a mí...

VIERNES.-Pero la soledad  te pesaba,  sin embargo. Me dijiste  que  mi llegada  te salvó de la melancolía.

RoBINSON.-Sí, era  duro  vivir  solo  en  la isla, Viernes.  No  era  posible  que mi destino fuera ese, y sin embargo  empiezo  a creer que  hay soledades  peores  que la de estar 
simplemente solo. Dame otro  poco de café, Viernes, ¿sabes?, ayer por la tarde me llevaron  a ver el rascacielos.

VIERNES.-¿Fuiste con  Nora,  amo?

ROBINSON.- No, con  un funcionario especialista en construcciones. Me dijo que el edificio era un  modelo  casi insuperable,  y le creo.  Pero  a mí me pareció  igual que los de Londres,  igual que  todos  los edificios ahora. La gente  entraba  y salía como  si no  se conociera,  sin  decirse  palabra,  apenas saludándose  en los  ascensores  o en  los corredores.

VIERNES.-¿Por   qué  esperabas  otra  cosa, amo?  Tú  mismo  lo  dices,  aquí  es  lo mismo  que en Londres  o Roma.  La isla sigue desierta,  si puedo  hablar  así.

ROBINSON.- (Después de una pausa)  La isla sigue desierta...  Tal  vez tienes  razón.
Mi isla sigue desierta,  mucho  más desierta que cuando  el mar me vomitó  en la costa...

VIERNES.- Es difícil imaginarlo,  amo. Plátano  me explicó  que  la isla tiene  dos millones y medio de habitantes,  y el gobierno ya se está ocupando del control  de nacimientos.

ROBINSON.-(lrónicamente) Desde luego, todo  termina en eso, es la única solución
que  son  capaces de imaginar.  Y entre tanto hay dos  millones  y medio  de hombres  y de mujeres  que se desconocen  entre  sí, de familias que  son  otras  tantas  islas. Como en Londres,  claro. ( Pausa )  No sé, acaso aquí  hubiera  podido  ser distinto....


VIERNES.-¿Por qué amo? ¿Por qué aquí  y no en  Londres  o Roma?

ROBINSON.-   No  lo  sé,  Viernes,  era como una  esperanza   vaga  cuando  decidí volver a pesar de todo lo que me decían. Estúpidamente pensé, ahora  lo veo, que éste podía ser el lugar donde  mi soledad  de antaño  se viera reemplazada  por su contrario, por   la  inmensa   maravilla   de  
sonreírse   y  hablarse   y   estar   cerca   y   hacer   cosas juntos...Pensé  que el libro  
habría servido  para algo, para  mostrar  a la gente  el pavor de la soledad  y la hermosura de la reunión,  del contacto... ¿Tú  sabes, verdad,  que el libro  ha  sido  casi  tan  leído como  El Quijote   o  Los  tres  mosqueteros? Bien  podía  yo hacerme  algunas  ilusiones, pero  ya ves...


Golpean a la puerta.


VOZ DE UN  EMPLEADO  DEL HOTEL- La señora  St.  John   espera  abajo, señor Crusoe.

ROBINSON.  ¡Nora!   ( Pausa )   Dígale   que bajo  en  seguida.   (Pausa )   Dame   el completo gris,  Viernes. Corbata  azul ¡Apúrate,  hombre!  Fíjate si mis zapatos negros están  bien lustrados.
VIERNES.-   Sí, amo ( Risita ).


Música de sordina del hotel, rumores del lobby. Tintineo de hielo en las copas.


NORA.-Completamente extraoficial, Robinson. Y solamente  un cuarto  de hora, porque  mis horarios  son  tan estrictos  como los suyos.

ROBINSON.-No sé cómo  darle las gracias, Nora.  Que  usted  haya sospechado...

NORA.-¿Sospechado?

ROBINSON.-Sí,  que esta visita a Juan Fernández  no es lo que yo había esperado.

NORA.-Usted está solamente  de visita. Yo tengo  que  vivir  aquí.

ROBINSON.-¿Por qué  lo acepta? ¿Por  qué los dos,  por  qué  todos,  finalmente lo aceptamos?

NORA.-No lo  sé, porque   para  empezar tampoco  sé qué  es lo  que  aceptamos. Juan  Fernández  es una isla maravillosa,  y su  pueblo,  usted  lo ha visto...  en fin, casi lo ha visto....  es un pueblo  igualmente maravilloso. El clima...

ROBINSON.-No hable como la mujer del subjefe de policía, por favor.  Yo sé por qué ha tenido  la bondad  de venir a hablar  un momento conmigo. Usted ha venido  no solamente  porque  se ha dado  cuenta  de mi desengaño y  de  mi tristeza,  sino  porque también  usted está desengañada  y triste.

NORA.-(Después de una pausa) Es verdad, pero no se puede hacer nada contra eso. 

ROBINSON.-Sí, me temo que  ya sea tarde para gentes  como  usted  y  yo. Pero en
cambio  hay otros  que...

NORA.-¿Otros?

ROBINSON.-No se ría, pero pensaba en mi criado  Viernes, en su amigo  Plátano, en la gente  que  todavía  creemos  educar  y dominar, nuestros  hijos culturales  por  así decirlo.

NORA.-(Con la voz de la funcionaria) Oh, esa gente piensa y siente de otra  manera. Sus problemas  son de otra  naturaleza,  no pueden  entendernos.

ROBINSON.-O al revés, acaso.  No  sé, soy incapaz  de  ver  con  claridad  después de que  volví a mi isla. Antes  todo  era tan neto, Nora,  tan claro.  Usted leyó el libro, ¿verdad? En cada página  había alguna  referencia llena de gratitud hacia los designios de la providencia, la ordenación del Gran Relojero,  la lógica impecable  de los seres y de las cosas.

NORA.-A mí me gustó sobre  todo la parte en que usted le salva la vida a Viernes, y poco a poco lo hace ascender de su innoble condición  de caníbal a la de ser humano.

ROBINSON.-A mí también  me gustaba mucho  esa parte,  Nora.  Hasta  hace una semana.

NORA.-(Sorprendida) ¿Por qué  ha cambiado de opinión?

ROBINSON.-Porque  aquí   estoy   viendo que   las  cosas   resultaron    diferentes. Cuando   usted  dice  que  elevé  a  Viernes de  la condición   de  caníbal  a  la de· un  ser humano,  es decir, cristiano,  es decir, civilizado,  yo pienso que desde hace una semana lo  que  más aprecio  en  Viernes  es el resto  de  caníbal  que  queda  en  él... ¡Oh, no  se asuste!, digamos  de caníbal mental, de salvaje interior.

NORA.-Pero es horrible  pensar eso.

ROBINSON.-No, más horrible  es pensar  en lo que  somos  usted  y  yo: usted,  la mujer del subjefe de policía; yo, el visitante  de Juan Fernández. Desde que  llegamos aquí, Viernes  me mostró, a su manera, que mucho de él era todavía  capaz de escapar a lo que el sistema de Juan  Fernández  me impone  a mi. Incluso  estoy seguro  de que en  este mismo  momento en  que nosotros nos encontramos, demasiado brevemente por desgracia, en  un terreno  común  de frustración y de tristeza,  Viernes  y su amigo Plátano  andan alegremente  por  la calle, cortejan  a las muchachas,  y·sólo  aceptan de nuestra  tecnología  las cosas que los divierten  o les interesan,  los juke-box y la cerveza de latas y los shows  de la TV.


Se  Oye  el griterío y la música de una gran fiesta popular.


NORA.- O sea, que de alguna  manera,  el verdadero final del libro  es diferente.

ROBINSON.- Sí, Nora,  diferente.

NORA.- Ese  Viernes,  agradecido  y  fiel, aprendiendo  a  vestirse,  a  comer con cubiertos   y a  hablar  en  inglés, parecería  que  es  él  quien  hubiera  debido salvar  a Robinson Crusoe de la soledad.  A Robinson y a mí, por supuesto, a mí y a todos los que  nos  reunimos  en un lobby  de hotel para  beber  un inútil  trago  recurrente y para ver nuestra  propia  tristeza en los ojos del otro.

ROBINSON.-No sé, Nora,  no  tenemos derecho  a exagerar  hasta ese punto.  Soy
demasiado  civilizado  para aceptar que  la gente como  Viernes o como  Plátano puedan hacer algo por  mí, aparte  de servirme.  Y, sin embargo...

NORA.-Y, sin  embargo,  estamos   aquí mirándonos  con  algo  que  podríamos llamar nostalgia.  Creo  que  siempre  nos miraremos  así en cualquier  Juan  Fernández del planeta.  (BruscamenteMe voy, mi marido  espera  mi informe.

ROBINSON.- (Amargo) ¿Sobre esta conversación, Nora?

NORA.- Oh, no,  esta conversación ya ha ocurrido millones  y millones  de  veces desde el fondo  de los tiempos,  no tiene ningún interés  para la policía. Mi informe,  en cambio, es apasionante, un análisis sobre los abortos  y el suicidio en Juan  Fernández. Hasta otra  vez, Robinson.

ROBINSON.-(Después de una pausa) ¿Nunca   podré   caminar  por  las  calles  con usted,  Nora?

NORA.-Me temo  que  no,  y es lástima. Habitúese  a  los  autos  cerrados,  se  ve bastante  bien por las ventanillas.  Yo ya me he acostumbrado bastante. Juan  Fernández es para mí como  una serie de imágenes bien recortadas  en el marco  de las ventanillas del auto.   Un  museo,  si  se piensa  bien,  o  una proyección   de  diapositivas.  Adiós, Robinson.

Leit-motiv. Golpeteo de hielo en un vaso. Lejano rumor de ciudad. Música de baile popular, gritos alegres de gente que se divierte. Se pasa poco a poco al ruido de un autoy al rumor del aeropuerto.


ALTAVOZ.-Los  pasajeros   con   destinación a   Londres    seguirán   el   corredor marcado con flechas rojas, y presentarán  sus documentos en las ventanillas correspondientes  a la inicial de su apellido.  Los pasajeros  con destino  a Washington seguirán...

VIERNES.-(Su voz sonora y alegre cubre la del altavoz). Tenías  razón,  amo  (risita), la organización es perfecta,  mira cómo  las flechas  rojas nos  llevan  indefectiblemente a las ventanillas,  ahora  tú vas a la que dice C, y yo a la que  dice V. Nos  volveremos a encontrar, amo, no pongas  esa cara tan triste,  tú mismo me enseñaste  las maravillas de este aeropuerto.

ROBINSON.- Me  alegro  de volver  a Inglaterra, Viernes.  Me alegro  de irme de la isla. No  es mi isla. Creo que  nunca fue  mi isla, porque  incluso  entonces  no entendí que...  Es difícil explicarlo,  Viernes, digamos que no entendí  lo que hacía  contigo, por ejemplo.

VIERNES.-¿Conmigo, amo? (risita). Pero  si hiciste maravillas,  acuérdate  cuando me cosiste  unos  pantalones  para que  no siguiera  desnudo, cuando  me enseñaste  las primeras  palabras  en inglés,  la palabra amo (risita), las palabras  sí y no,  la palabra Dios, todo  eso que se cuenta  tan bien en el libro...

ROBINSON.-Qué  quieres,   todo   eso  había que   hacerlo   para  arrancarte   a tu condición  de salvaje, y no me arrepiento de nada. Lo que no fui capaz de entender  es que alguien  como  tú, un  joven caribe frente  a un vetusto  europeo...

VIERNES.-(Riendo). Tú  no eres vetusto, amo.

ROBINSON.-No te  hablo  de  mi cuerpo, sino de  mi  historia,  Viernes,  y es ahí donde  me 
equivoqué  contigo cuando  pretendí  hacerte entrar  en la historia,  la nuestra, por supuesto, la de  la gran  Europa, y muy especialmente  la de  la grande   Albión, etcétera  (ríe irónicamente). 
Y lo peor es que hasta ahora  me parecía bien, te imaginaba identificado  con nuestro modelo  de vida,  hasta que  llegamos  de nuevo  aquí  y a ti te empeoró  ese tic nervioso... Así lo llamas, por  lo menos.

VIERNES.-Puede ser que se me pase, amo (risita).

ROBINSON.-Algo me dice que  no,  que  ya no  se te pasará  nunca  más. Pero  es curioso que el tic  se agravara cuando llegamos a Juan  Fernández, cuando  de golpe cambiaste,  te encontraste con Plátano, y...

VIERNES.-Es cierto,  Robinson.  Muchas cosas cambiaron  en ese momento. Y no es nada al lado de lo que  todavía  va a cambiar.

ROBINSON.-¿Quién te ha autorizado para que  me llames por  mi nombre  de pila?
¿Y qué  es eso del cambio?


El leit-motiv  se mezcla con una música de fiesta y los altavoces del aeropuerto; todo eso dura apenas un instante.


VIERNES.- (Con una voz  más grave, más personal).  ¿Por  qué  crees,  Robinson, que esta isla se llama Juan  Fernández?

ROBINSON.-Bueno, un navegante  de ese nombre,  en el año...

VIERNES.-¿No se te ha ocurrido pensar  que su nombre  no es el mero  producto de un mero azar de la navegación?  Tal vez no hay nada de casual en eso, Robinson.

ROBINSON.-En fin, no veo la razón de que...

VIERNES.-Yo sí la veo.  Yo creo  que  su nombre  contiene  la explicación  de  lo que te ocurre  ahora.

ROBINSON.-¿La  explicación?

VIERNES.-Sí, piensa  un  poco.  Juan Fernández  es el nombre  más común,  más vulgar  que  podrías encontrar en lengua castellana.  Es el equivalente exacto  de John Smith  en tu país, de Jean  Dupont en Francia, de Hans  Schmidt  en  Alemania. Y por eso no suena como un nombre  de individuo, sino de multitud, un nombre  de pueblo, el nombre  del "uomo cualunque", del Jedermann...

Rumor de fiesta popular, de multitud.


ROBINSON.-Sí, es cierto, pero...

VIERNES.-Y eso  explica  acaso  lo que  te ocurre ahora,  pobre Robinson Crusoe. Tenías   que   volver   aquí  conmigo  para descubrir que  entre   millones   de  hombres y mujeres  estabas tan  solo  como  cuando naufragaste en  la isla.  Y  sospechar acaso la razón  de esa soledad.

ROBINSON.- Sí, creo  que  la sospeché mientras hablaba  con  Nora  en el hotel;  fue como  si de  golpe  pensara  en  tal como eras  el día en  que  te salvé  la vida, desnudo e ignorante y caníbal,  pero  al mismo  tiempo tan  joven,  tan  nuevo, sin  las manchas  de la historia, más cerca, tanto más cerca que yo del aire y los astros  y los otros  hombres...

VIERNES.-No te olvides  que  nos comíamos entre  nosotros, Robinson.

ROBINSON.-(Duramente) No  importa. Lo mismo  estaban  más  cerca  los  unos  de los otros. Hay  muchas  maneras  de ser caníbal, ahora  lo veo  con  tanta  claridad.

VIERNES.-(Afectuosamente).Vaya, Robinson. Y esto  has venido a descubrirlo  al final de la vida, en el suelo  mismo  de  tu isla. Ahora  sabes que  has perdido la facultad de comunicarte, de conectarte con  Juan Fernández, con   Hans  Schmidt, con  John Smith...

RoBINSON.-(Patético). Viernes,  tú  eres testigo  de que  yo quería  salir  a la calle, mezclarme con  la gente,  que...

VIERNES.-No  te  hubiera   servido  de mucho  con  gentes   como   Plátano  y  sus amigos,  te hubieran sonreído amablemente y nada  más. El gobierno quiso  aislarte  por razones  de  Estado, pero  hubieran podido ahorrarse el trabajo, lo sabes  de sobra.

ROBINSON.-(Lenta y amargamente) ¿Por qué  volví?  ¿Por  que  tenía  que  volver a mi isla donde conocí  una soledad  tan diferente, volver  para  encontrarme todavía  más solo y oírme  decir  por  mi propio criado  que toda la culpa  era  mía?

VIERNES.-Tu criado   no  cuenta, Robinson. Eres  tú  el  que  se  siente  culpable. Personal y vicariamente culpable.


ALTAVOZ.- Atención,   embarque  inmediato de   los   pasajeros    con   destino a Londres. Se les ruega  llevar  en la mano  los certificados de vacuna.

ROBINSON.-Sabes, casi quisiera  quedarme ahora.  Tal  vez...

VIERNES.-Demasiado tarde  para  ti, me temo.  En  Juan  Fernández no  hay  lugar para  ti  y los  tuyos,  pobre   Robinson Crusoe, pobre   Alejandro Selkirk, pobre Daniel Defoe,   no  hay  sitio  para  los náufragos de  la  historia, para  los  amos  del polvo   y el humo, para  los  herederos de la nada.

ROBINSON.-¿Y tú,  Viernes?

VIERNES.-Mi verdadero nombre no  es Viernes, aunque  nunca   te  preocupaste por saberlo.  
Prefiero  llamarme  yo  también   Juan Fernández,  junto  con   millones   y millones de Juan  Fernández que  se reconocen como nos  reconocimos Plátano y yo,  y que empiezan a marchar   juntos  por  la vida.

ROBINSON.-¿Hacia dónde, Viernes?

VIERNES.-No está  claro,  Robinson. No está nada  claro,  créeme,  pero  digamos que  van hacia tierra  firme,  digamos que  quieren dejar  para  siempre  atrás  las islas de los Robinsones, los  pedazos  solitarios de  tu mundo. En  cuanto a nosotros dos  (con una carcajada), vamos a Londres,  y  este avión no  nos esperará si no  nos apuramos (siempre riendo). ¡Corre, corre! ¡Los  aviones no  esperan, Robinson,  los  aviones  no esperan!


JULIO   CORTÁZAR

Los comanches ANÓNIMO TEATRO CHICANO


Los comanches
ANÓNIMO TEATRO CHICANO
( 1780)
PERSONAJES
 

BARRIGA DUCE,   Bufón colero.
CAPITÁN,   Capitán del ejército español.
DON CARLOS FERNÁNDEZ,   Comandante de la expedición de 1774.
CUERNO VERDE,   Jefe de la nación Comanche.
SARGENTO,   Sargento del ejército español.
DON TOMÁS MADRIL,   Capitán del ejército español.
DON JOSÉ DE LA PEÑA,   Capitán del ejército español.
DON SALVADOR RIBERA,   Capitán del ejército español.
CABEZA NEGRA,   Jefe Comanche.
OSO PARADO,   Jefe Comanche.
ZAPATO CUENTA,   Jefe Comanche.
DON TORIBIO ORTIZ,   Capitán del ejército español.
TABACO CHUPA JANCHI,   Jefe Comanche.





Los españoles están cuidando el castillo y los indios escaramuzan sin hablar adonde está BARRIGA DUCE. Este, después de que les tira con bolas de masa, da el anuncio a los españoles.

BARRIGA DUCE
Vengo a avisaros de prisa,
Fernández, mi capitán,
que allá al pie de aquella mesa
vi un indio con chimal.
Ellos me querían llevar, 5
pero yo con mi honda y maza
los hice pronto arrancar;
y fue tan buena mi traza
que os he venido a avisar.
CAPITÁN
Si es cierto lo que dices 10
pronto me pondré en campaña,
y triunfantes y felices
nos reuniremos mañana.
El clarín que toque Diana,
y que venga el general, 15
y con mi espada en la vaina
los saldremos a encontrar.

(Toca el clarín.)

DON CARLOS
¿Qué toque llamado es ése,
que me tiene sorprendido?
CAPITÁN
Que allá al pie de aquella mesa 20
los comanches han salido.
DON CARLOS
Pronto, pues, mi capitán.
Prepare vuestros soldados,
y al indio hostil encontrar
cuando estéis bien preparado. 25
Aquí tenéis la bandera
que el sargento llevará
porque de cualquier manera
la religión triunfará.
CAPITÁN
 (Agarrando la bandera.)
Bandera entre mil banderas, 30
hermoso emblema español.
De nubes se pone el sol
del mundo señor, empero,
yo te adoro porque eras
la gloria que en sueños vía 35
mi entusiasta fantasía,
y hora que quisiera ufano
enarbolarte en mi mano.
Te dejo, bandera mía.
 (Al sargento.)
Tomar sargento y cuidar 40
del pabellón estrellado,
y a los comanches matar
¡en gloria de este reinado!

(Los indios hacen escaramuzas y se adelantan al castillo mientras suena el clarín.)

CUERNO VERDE
Desde el oriente al poniente,
desde el sur al norte frío 45
suena el brillante clarín.
Y reina el acero mío.
Entre todas las naciones
campeo osado, atrevido,
y es tanta la valentía 50
que reina en el pecho mío.
Se levantan más banderas
por el viento giro a giro
que de las que he atributado.
Refreno al más atrevido, 55
devoro al más arrojado;
pues con mi bravura admiro
al oso más arrogante,
al fiero tigre rindo.
Que no hay roca ni montaña 60
que de éste no haiga rendido,
que de ella no hay registro.
Al más despreciado joven,
aquel que más abatido
se ve porque su fortuna 65
a tal desdicha lo ha traído.
Pues no hay villa ni lugar
que no se vea combatido
de mi nación arrogante
que hoy con el tiempo se ha visto, 70
y como ahora lo veréis.
Este soberbio castillo
hoy lo he de ver en pavezas.
Lo he de postrar y abatirlo
con sus rocas y baluartes 75
aunque se hallen prevenidos,
y con la incomodidad
de un repentino descuido,
será más osado el brío
que tienen nuestras personas 80
que certifico y he visto,
como lo canta la fama,
y un cuartelejo de gritos.
Diga la nación Caslana,
díganlo tantas naciones 85
a quien quité el señorío.
Hoy se ven desmoronados
sus pueblos dando gemidos,
como se ven combatidos
huyendo de mi furor. 90
Se les ha acabado el brío,
se remontan de tal suerte
que hasta hora no lo hemos visto.
Pero, ¿para qué me canso
en referir lo que han visto 95
que [De] este reino en sus lugares,
cuando todo el Cristianismo
traje de tantas naciones
que no le alcanza el guarismo?
Y sólo los españoles 100
refieren el valor mío,
pero hoy ha de correr sangre
del corazón vengativo.
Me recuerda la memoria
de un español atrevido 105
que, ufano y con valentía,
y con tanto osado brío
el cuerpo vistió de flores
en sangre de colorido,
de los muertos la distancia 110
hombres, mujeres y niños
no pudiendo numerarse
ni contarse los cautivos.
Ea, nobles capitanes.
Genízaros valerosos, 115
que se pregone mi edicto,
que yo como general
he de estar aprevenido;
que general que descansa
en vista del enemigo 120
bien puede ser arrogante,
bien puede ser atrevido.
Yo no me he de conformar
con estos vagos destinos
y así, comiencen un canto, 125
que suene el tambor y pito.
¡Al baile, y punto de guerra!
Pasaremos al distrito
para que en vista de todos
estemos aprevenidos. 130
Y advierto que con la unión
que me tienen prometida
obraré como prudente,
que tal renombre ha tenido
toda nuestra descendencia. 135
Y así, como el más impío,
he de mostrar mi fiereza
con esta lanza de vidrio.
Al oso más arrogante,
y al fiero tíguere rindo, 140
la más elevada Elena.
Este bruto saltó un brinco,
pues ya no hallo a quién temer.
Es tanta mi fuerza y brío
que entrando osado y altivo 145
buscando a ese general
que con locos disvaríos
usó de tanta fiereza,
destruyó como he dicho.
Lo llamo en campal batalla, 150
lo reto y lo desafío.
¿Quién es, y cómo se llama?
DON CARLOS
Aguarda, detén, espera
que soy de tan noble brillo
que vengo sin que me llames 155
a cuidar este castillo.
Pues no es menester carteles;
ya tus valentías he oído.
Dime tu nombre, porque
del todo quedo entendido. 160
Para ahorrarme de palabras
basta con lo que me has dicho.
CUERNO VERDE
Yo soy aquel capitán,
no capitán, poco he dicho.
De todos soy gran señor, 165
de todos soy conocido.
Yo soy, y por el turbante,
este cuerno que ha aplaudido
verde y dorado que ves,
hoy se me postran rendidos 170
no sólo de mi nación
que emprende mi señorío,
sino todas las naciones
que coloca el norte frío.
Ciegos me dan la obediencia 175
Caiguas, y Cuampis, Quíchuas,
Panamas, Jumanes, Amparicas,
y otras muchas infinitas.
Y por no cansarme callo;
basta con lo que he dicho. 180
DON CARLOS
Aguarda, detén, espera
que he de anular tu cerviz
y quebrantar tu soberbia.
Sabrás que en la mejicana
el señor que nos gobierna 185
es un señor soberano
que a todo el mundo gobierna.
Encumbró los cuatro polos
que se encumbran en la tierra,
¿Que no sabes que en la España 190
el señor soberano [es]
de los cielos y la tierra
y todos los cuatro polos
que este gran círculo encierra?
Brilla su soberanía, 195
y al oír su nombre tiemblan
alemanes, portugueses,
Turquilla y la Inglaterra,
porque en diciendo españoles
todas las naciones tiemblan. 200
Tú no has topado el rigor,
no has visto lo que es fiereza
de las católicas armas,
por eso tanto bravas.
Si quieres saber quién soy, 205
te lo diré porque sepas
que no es la primer batalla
esta que tú me demuestras
las que he hecho son infinitas,
siempre he pisado tus tierras 210
aunque ya avanzado en años,
y me veas de esta manera,
siempre soy Carlos Fernández
por el mar y por la tierra,
y para probar tu brío 215
voy a hacer junta de guerra.
CUERNO VERDE
Pues yo voy a hacer lo mismo
el sol es quien nos gobierna.

(Toca el clarín a junta de guerra.)

DON CARLOS
¡Guerra a muerte capitán!
A guerra mandé tocar 220
para que con la destreza
de vuestra gran vigilancia
use usted con gran presteza
de las católicas armas,
y concurran a la empresa 225
de los grandes corazones.
¡Ea, leales capitanes,
cuyos vasallos del rey
hacer que vuestra patria,
y el Altísimo Patriarca 230
que nos ha de dar victoria
por su concepción divina,
marche al campo y nos prevenga!
Si tú eres grande campeón
te prepararás a la guerra. 235
Muestra, comanche, el valor.
Yo te hablo de esta manera,
pues para que todos sepan
cómo el comanche atrevido
como una bárbara fiera 240
se arroja despavorido.
¡Santiago! Y darle a este infame
canalla hasta que mueran.
Vamos a romper acero;
hacer que muera esa fiera. 245
¡A destruirlos, que son pocos,
y a quebrantar su braveza!
Preguntando con disfraz
si yo era diestro en la guerra,
o si yo era el capitán 250
que le pisaba sus tierras.
Y saliéndole al encuentro
con claridad le di muestra
de aquel castillo sin par.
De decirlo el pecho tiembla, 255
pero mejor es callar,
y que enmudezca la lengua.
Pero vamos adelante,
que hoy se trata de la guerra.
Dadme vuestro parecer 260
como diestros en la guerra,
usted don Tomás Madril,
y don José de la Peña,
soldados, cabos, sargentos,
y don Salvador Ribera; 265
y en vista de su presencia
se procederá a la guerra,
y estando todo concluido
se verá lo que se ordena.

(Toca el clarín; sigue la marcha.)

DON JOSÉ DE LA PEÑA
Respondo porque es preciso, 270
porque tu valor me esfuerza.
Esforzado comandante,
así tu valor me alienta
viendo que esta vida es vuestra
y que me podéis mandar, 275
yo os prometo la obediencia
y es para pronto pelear,
y breve daré la prueba.
En un número crecido
siendo cien hombres de guerra 280
no me daré por vencido
pues tengo bien conocido
y me late el corazón
que jamás seré cautivo
de esta bárbara nación. 285
A ganarles el terreno
es lo mejor que se puede
para salvar nuestro reino,
que nuestra patria venera
aquel príncipe Miguel, 290
de las nueve jerarquías.
Será nuestro gran sostén.
En la guerra de estos días,
señor, ésta es mi verdad,
esta es toda mi propuesta, 295
con nuestras armas tirar
para que así se arrepientan.
EL TENIENTE
Pues yo con el parecer
de don José de la Peña
hoy diré en una palabra, 300
y me conformo y que sea
toda mi conformidad,
y mi voluntad queda hecha;
y luego, señor don Carlos,
siendo mi lealtad tan cierta. 305
A quien pretendo servir
es mi gloria haciendo fuerza.
Oh, ilustre general,
a quien toda la obediencia
debo dar, y se la doy 310
con mi lealtad dando muestras
del atributo gallardo
del cual con tan altas prendas.
No siendo merecedor,
así mi fe lo confiesa, 315
de que en este empleo honroso
vuesa merced me pusiera;
Yo digo que me conformo,
y ésta es toda mi respuesta.
Esa insigne capital 320
que de por sí se demuestra,
¡Pólvora y balas con ellos
para que así se arrepientan!
DON SALVADOR RIBERA
Señor don Carlos Fernández,
esa razón me hace fuerza 325
de ver que podéis mandar,
y yo os daré la obediencia.
Me conformo con que sea
como lo ha dicho el teniente,
y don José de la Peña, 330
en rendir a Cuerno Verde
que es el indio más valiente
que se esfuerza en la pelea.
Así su valor me enseña,
que todo el mundo lo vea. 335
Me parece que ya veo
con todo el valor que medra
al comanche ¿qué desea
el indio Cabeza Negra?
CABEZA NEGRA
Detente, insigne señor, 340
porque es tanta mi fiereza,
que quiero con mi destreza
daros mi resolución.
Pues quiero que me conozcan,
y que ustedes vean mis fuerzas, 345
que sepas con quién conversas
y quién te habla en la ocasión;
y que sepas mi fiereza
y mi valiente corazón.
Yo saqué de los cristianos 350
dos niños que cautivé,
y con mis fuerzas mostré
el valor de tus paisanos.
Sin hacerles ningún daño
los mantuve con mis bienes, 355
y son los dos que tú tienes
hoy transitando esta tierra
por quien el comanche viene
a formarte cruda guerra.
Yo soy aquel capitán, 360
soy aquel que nunca medra
en la guerra y en la paz;
siempre soy Cabeza Negra.
Mi fama jamás se quiebra,
y con fuerte resistencia 365
todo el mundo al verme tiembla,
hoy verás tú mi defensa.
OSO PARDO
No hay que detenerse un punto,
que como bárbara fiera
con esta lanza animosa 370
le he de cortar la cabeza
a aquel cristiano arrogante.
Al punto y con ligereza
si alguno se propasare
sin hacer reminiscencia 375
de que soy el sin segundo
en brío y en fortaleza.
Y si alguno en su arrogancia
quisiera tocar mis fuerzas,
lo reto a campal batalla 380
de cuerpo a cuerpo a la empresa.
CUERNO VERDE
Ea, nobles capitanes,
aquellos más animosos
aseguren la defensa;
todos preparen sus armas 385
para que embistan furiosos.
Están todos prevenidos
a punto fijo y que sea
con esfuerzo y con valor.
Advierto que con la unión 390
que me tenéis prometidas
obráis con grande prudencia,
que por régimo ha tenido
toda nuestra descendencia,
así, como el más impío, 395
he de mostrar mi fiereza,
he de postrar y abatirlos,
que con esta lanza o vidrio,
al oso más arrogante,
al fiero tigre rindo. 400
Díganlo vuestras personas,
se testifica y es visto.
Cantos alegres, que ya
se va a comenzar la guerra.
Los pífanos y tambores 405
suenen, que la hora se llega
y si sale el capitán
no se admite más respuesta
que poner mano a sus armas
sin que tenga resistencia 410
ninguno. No se detengan,
yo haré que sosiegue la ira,
y que use de prudencia,
porque todo en un compás
sea conjunto; la propuesta 415
salga, porque ya es preciso
un señor Zapato Cuenta.
ZAPATO CUENTA
Respondo porque es preciso,
que aunque todas las propuestas
que había dado el capitán 420
se cumplen con negligencia,
quiero de conformidad
que vayamos a la guerra
de la que así se platica,
que lo demás es quimera. 425
Y que salga un capitán
a destrozar esta fiera
que horroriza la montaña
y que hace sufrir las selvas.
El oso más arrogante 430
se encoge de mi fiereza.
El tíguere en las montañas
huye en la oculta sierra.
¿Quién se opone a mi valor?
¿Quién cautiva mi soberbia? 435
¿Quién habrá que desbarate
tanta lealtad que se encierra
en lo altivo de mi pecho?
¿Quién hay que lo desvanezca?
DON JOSÉ DE LA PEÑA
Yo quebrantaré la furia, 440
que soy la más alta peña.
Soy peñasco en valentía,
en bríos y en fortaleza.
Esas locas valentías
son criadas de la soberbia. 445
Que tanto infunde el valor
en vosotros la manteca
que coméis con tanta gula
y con ella criáis la fuerza
de vuestras disposiciones 450
por vuestra industria compuestas.
Nace el sol y luego muere,
porque nunca cuerpo a cuerpo
habéis hecho resistencia.
En un choque que tuvimos 455
siendo cien hombres de guerra,
siendo el número crecido
de tu bárbara nación,
la victoria no fue vuestra.
Esa sí que es arrogancia 460
de historia muy verdadera,
que exceden en valentía
al alemán y a Turquía.
Los doce pares de Francia
lejos quedan de tu tierra; 465
yo te los pondré delante
que te tiemble la corteza.
DON TORIBIO ORTIZ
Yo soy don Toribio Ortiz
que en todo soy general;
al rey le sirvo a mi costa 470
con un esmero especial.
De las tropas y milicia
soy la base principal.
Vean si hay entre vosotros
quién me pueda contestar, 475
¿quién de éstos me cabe en suerte?
¡Salga luego, que al instante
verá si le doy la muerte!
El Cuerno Verde me dicen
que es el hombre más valiente; 480
no tengo para empezar
con él y toda su gente.
De mis tropas arregladas,
soldados, cabos, sargentos,
ninguno se descomponga. 485
Estenme todos atentos
que hoy el sol en su carrera
ha de ver algún portento,
en caso tan adecuado
y lance tan oportuno. 490
Todos rendirán sus vidas
o de éstos no queda ni uno.
Santiago y la Virgen María
serán nuestro norte y guía
entre esta gente cobarde. 495
DON CARLOS
Viendo esas resoluciones,
conozco bien que concuerdan
con la mía, y así digo
que toda nuestra propuesta
queda ya en una palabra 500
concluida de esta manera.
Y así, esforzados leones,
todos al arma, guerreros.
Suénese tambor y guerra
en el nombre de Santiago 505
y de la Virgen María.
Márchense pronto al campo
atravesando esa selva,
a tomarles el torreón
a lo mejor que se pueda. 510

(Se revuelven en batalla algunos soldados y algunos indios. Los más de los indios están tratando con BARRIGA DUCE y TABACO. Después de algunos tiros, retroceden los españoles. Los indios se llevan los dos indios que están en el castillo. Después vuelve TABACO con bandera de paz.)

TABACO CHUPA JANCHI
Como nobles capitanes
han mandado disponer
contra las cristianas armas,
ahora os hago saber
que también soy capitán, 515
y falta mi parecer.
Mi valor es sin segundo,
porque ninguno me iguala;
tiembla de pavor el mundo
sólo de ver mi embajada. 520
Yo a Taos fui de embajador
a solicitar la paz,
y ninguno me siguió
porque no se halló capaz.
Se me concedió al momento, 525
en virtud de mi valor,
porque toda la nobleza
reina en el pecho español,
y así mis armas están
rendidas por la ocasión. 530
No quiero ser enemigo,
ya no quiero ser traidor.
Gozar quiero del empleo
que tengo de embajador.
Suene el pífano y tambor 535
y apercíbase la guerra
con esfuerzo y con valor,
y adquirir algún honor,
que yo me voy a avisar
al capitán español. 540
Chupa Janchi Nimaca.
 (Se acerca al castillo de los españoles.)
Paraos, valeroso mártir,
detente, insigne señor;
verás cómo Cuerno Verde,
él y toda su nación 545
han levantado bandera
en contra del español.
Yo de Napeiste he venido
sólo a traerte esta razón.
Sabrás cómo el Oso Pardo, 550
y también Cabeza Negra,
han compuesto esta campaña
para darte cruda guerra,
y así vete apreviniendo,
que yo me voy a mi tierra. 555
Anda y lleva la contesta
de que yo estoy preparado,
y que acepto la propuesta
como ellos me la han enviado.
Si a mis indios se han llevado, 560
pronto me podré vengar.
Se los volveré a quitar
o acabaré su nación,
pues mi ambición es pelear
desde el norte al sentirrón. 565

(Se va el indio, y el CAPITÁN se dirige a los suyos.)

CAPITÁN
Veréis nuestro parecer
y conozco la contesta
que le he dado por los míos,
aceptando la propuesta
que doy yo en una palabra. 570
Concluida de esta manera
de los leales corazones
que siendo ilustre campeón
nuestro esforzado valor
el hablar de esta manera. 575
¡Ea, nobles capitanes,
obedientes a la grey!
Por Dios y por nuestra patria
y la corona del rey,
porque confío en María 580
y en el patriarca José,
que nos han de dar victoria.
Piedad, concesión divina,
concebida sin pecado;
tan limpia y de gracia llena. 585
El arcángel San Gabriel
de aquellas tropas excelsas,
preciso es tocar el arma,
marche el campo a la batalla
y todo el campo aprevenga. 590
Yo haré que se desborone
la más elevada Elena.
Vamos a romper el cerco
y hacer que muera esta fiera.
A destruirlos, que son pocos, 595
y a quebrantar su cabeza.
El apóstol Santiago
y concepción de María
contra esta gente cobarde
me sirva de norte y guía. 600

(Toca el clarín y dan vuelta al castillo.)

CUERNO VERDE
 (A los suyos.)
Ya vienen apercibidos,
ya el encuentro me da muestra
de este indigno capitán
que desahogar no me deja.
 (Toca el tambor.)
Que suenen el instrumento 605
para comenzar la guerra.
Genízaros valerosos,
hoy vuestro valor se muestra;
canten para dar principio
que no es la primera vez 610
que con esta gente necia
levantaré mis banderas.
Acometed valerosos,
y quebrantad su soberbia,
porque junto en un compás 615
don Carlos en mi presencia.

(Toca el clarín guerra fuerte.)

CAPITÁN
Mueran indios a mis manos,
y cese vuestra osadía.
¡Seguir valientes paisanos
que Dios sea vuestra guía! 620

(Tiros.)

BARRIGA DUCE
Que mueran, que para mí,
todos los despojos quedan.
Tiendas, antas, y conchelles,
para que mis hijos duerman.
Y la carne, a mi mujer 625
he de hacer que me la cueza
y me la guise con chile
que es una comida buena.
¡Apriétenles compañeros!
Que de eso mi alma se alegra. 630
Hemos de llegar al trono
donde está mi panadera.
Yo entraré por esta puerta,
no me ofenda una saeta
que esto no gusta a mi cuerpo. 635
Vaya yo de animador
de esa prenda que me cuesta.
Lo he de apropiar para mí,
y lo he de hacer hasta que muera,
pues me hallaba yo en la selva 640
encima de la montaña
puesto en la contingencia
de escapar o de pagarla.
¿No están dispuestos lo mismo
los soldados y la caja? 645
¿No estaban libres las Pecas?
¿Por qué ahora están amarradas?
No podemos estar safos
si venimos a buscarlas.
No saben que soy el dulce, 650
la cajeta, la ensalada,
l'azúcar y el piloncillo,
los anises y la gracia.
Porque en todas mis funciones
siempre se halla mi valor 655
y mi nobleza en las armas.
Tengo siempre en mi cintura
mi honda muy bien fajada,
y si alguno me replica
le convenceré con pruebas. 660
Piensan que el báculo mío
y mi honda no valen nada.
¿Con qué vencí al pastorcillo
y al moro que levantaba
hasta el cielo su grandeza 665
de la gloria que llamaba?
Pues callo, porque ya es tiempo
de comenzar la batalla.
¡Apriétenles, compañeros!
¡Viva el señor don Carlos, 670
y don José de la Peña!
Y vivan los mayordomos
que toda su alma le entriegan
a la santísima Virgen
que es madre de gracia llena, 675
que como prenda estimada
es la que nos da valor.
¡Santiago! Jesús nos valga,
ahora sí voy a mi tierra
a ver a mi Catalina, 680
y a una gallina con pollos
que dejé cuando me vine.
Apriétenles, compañeros,
haciendo danzas y loas,
comanches y maricuetas 685
al modo que se permite
la limitada rudeza.
¡Albricias, que se nos van!
Huyen y ninguno queda
el guarapé en el comanche 690
Cuerno Verde ya se va.

(Suena el clarín de guerra. Sale corriendo BARRIGA DUCE a donde están las Pecas, y se las trae. Los indios salen huyendo con los españoles tras de ellos.)

CAPITÁN
Ya mi vista no te pierde,
indio traidor, inhumano.
Serás muerto por mis manos;
¡muera, muera Cuerno Verde! 695

(Le tiran y cae CUERNO VERDE. Siguen a los demás y los traen prisioneros.)

BARRIGA DUCE
Muelan, muelan compañeros
¿Por qué se me habían ido?
sigan, buenos panaderos
que yo los dos pagos pido,
para ustedes el chimal 700
y para mí los guayabes.
Las semillas y el nopal,
la panocha y estos reales;
también el chile y cebolla
con toditas estas hierbas 705
que cociéndolas en una olla
haremos buenas conservas.
Anden ustedes, mostrencos,
lloren a su capitán.
Si no tienen sentimientos, 710
a golpes han de llorar.

(Les pega y lloran, y le bailan cabellera.)

CAPITÁN
Venid, hermosa bandera,
rota por cruda metralla.
tú serás en la batalla
mi constante compañera. 715

(Toca el clarín retirado.)




FIN