3/10/14

El viejo celoso. Cervantes.











El   VIEJO CELOSO

Miguel de Cervantes






PERSONAJES

  • Doña LORENZA
  • CRISTINA, su criada
  • HORTIGOSA
  • CAÑIZARES, el viejo
  • Un COMPADRE de Cañizares
  • Un MOZO (que no habla)
  • Un ALGUACIL
  • Dos MÚSICOS
  • Un BAILARÍN
LORENZA
Milagro ha sido éste, señora Hortigosa, el no haber dado la vuelta a la llave mi duelo, mi yugo y mi desesperación. Éste es el primero día, después que me casé con él, que hablo con persona de fuera de casa; que fuera le vea yo desta vida a él y a quien con él me casó.
HORTIGOSA
Ande, mi señora doña Lorenza, no se queje tanto; que con una caldera vieja se compra otra nueva.
LORENZA
Y aún con esos y otros semejantes villancicos o refranes me engañaron a mí; que malditos sean sus dineros, fuera de las cruces; malditas sus joyas, malditas sus galas, y maldito todo cuanto me da y promete. ¿De qué me sirve a mí todo aquesto, si en mitad de la riqueza estoy pobre, y en medio de la abundancia con hambre?
CRISTINA
En verdad, señora tía, que tienes razón; que más quisiera yo andar con un trapo atrás y otro adelante, y tener un marido mozo, que verme casada y enlodada con ese viejo podrido que tomaste por esposo.
LORENZA
¿Yo le tomé, sobrina? A la fe, diómele quien pudo; y yo, como muchacha, fui más presta al obedecer que al contradecir; pero, si yo tuviera tanta experiencia destas cosas, antes me tarazara la lengua con los dientes que pronunciar aquel sí, que se pronuncia con dos letras y da que llorar dos mil años; pero yo imagino que no fue otra cosa sino que había de ser ésta, y que, las que han de suceder forzosamente, no hay prevención ni diligencia humana que las prevenga.
CRISTINA
¡Jesús y del mal viejo! Toda la noche: "Daca el orinal, toma el orinal; levántate, Cristinica, y caliéntame unos paños, que me muero de la ijada; dame aquellos juncos, que me fatiga la piedra." Con más ungüentos y medicinas en el aposento que si fuera una botica; y yo, que apenas sé vestirme, tengo de servirle de enfermera. ¡Pux, pux, pux, viejo clueco, tan potroso como celoso, y el más celoso del mundo!
LORENZA
Dice la verdad mi sobrina.
CRISTINA
¡Pluguiera a Dios que nunca yo la dijera en esto!
HORTIGOSA
Ahora bien, señora doña Lorenza, vuesa merced haga lo que le tengo aconsejado, y verá cómo se halla muy bien con mi consejo. El mozo es como un ginjo verde; quiere bien, sabe callar y agradecer lo que por él se hace; y, pues los celos y el recato del viejo no nos dan lugar a demandas ni a respuestas, resolución y buen ánimo: que, por la orden que hemos dado, yo le pondré al galán en su aposento de vuesa merced y le sacaré, si bien tuviese el viejo más ojos que Argos y viese más que un zahorí, que dicen que vee siete estados debajo de la tierra.
LORENZA
Como soy primeriza, estoy temerosa, y no querría, a trueco del gusto, poner a riesgo la honra.
CRISTINA
Eso me parece, señora tía, a lo del cantar de Gómez Arias: "Señor Gómez Arias, doleos de mí; soy niña y muchacha, nunca en tal me vi."
LORENZA
Algún espíritu malo debe de hablar en ti, sobrina, según las cosas que dices.
CRISTINA
Yo no sé quién habla; pero yo sé que haría todo aquello que la señora Hortigosa ha dicho, sin faltar punto.
LORENZA
¿Y la honra, sobrina?
CRISTINA
¿Y el holgarnos, tía?
LORENZA
¿Y si se sabe?
CRISTINA
¿Y si no se sabe?
LORENZA
¿Y quién me asegurará a mí que no se sepa?
HORTIGOSA
¿Quién? La buena diligencia, la sagacidad, la industria; y, sobre todo, el buen ánimo y mis trazas.
CRISTINA
Mire, señora Hortigosa, tráyanosle galán, limpio, desenvuelto, un poco atrevido, y, sobre todo, mozo.
HORTIGOSA
Todas esas partes tiene el que he propuesto, y otras dos más: que es rico y liberal.
LORENZA
Que no quiero riquezas, señora Hortigosa; que me sobran las joyas, y me ponen en confusión las diferencias de colores de mis muchos vestidos; hasta eso no tengo que desear, que Dios le dé salud a Cañizares: más vestida me tiene que un palmito, y con más joyas que la vedriera de un platero rico. No me clavara él las ventanas, cerrara las puertas, visitara a todas horas la casa, desterrara della los gatos y los perros, solamente porque tienen nombre de varón; que, a trueco de que no hiciera esto, y otras cosas no vistas en materia de recato, yo le perdonara sus dádivas y mercedes.
HORTIGOSA
¿Que tan celoso es?
LORENZA
Digo que le vendían el otro día una tapicería a bonísimo precio, y por ser de figuras no la quiso, y compró otra de verduras por mayor precio, aunque no era tan buena. Siete puertas hay antes que se llegue a mi aposento, fuera de la puerta de la calle, y todas se cierran con llave; y las llaves no me ha sido posible averiguar dónde las esconde de noche.
CRISTINA
Tía, la llave de loba creo que se la pone entre las faldas de la camisa.
LORENZA
No lo creas, sobrina; que yo duermo con él, y jamás le he visto ni sentido que tenga llave alguna.
CRISTINA
Y más, que toda la noche anda como trasgo por toda la casa; y si acaso dan alguna música en la calle, les tira de pedradas porque se vayan: es un malo, es un brujo; es un viejo, que no tengo más que decir.
LORENZA
Señora Hortigosa, váyase, no venga el gruñidor y la halle conmigo, que sería echarlo a perder todo; y lo que ha de hacer, hágalo luego; que estoy tan aburrida, que no me falta sino echarme una soga al cuello, por salir de tan mala vida.
HORTIGOSA
Quizá con esta que ahora se comenzará, se le quitará toda esa mala gana y le vendrá otra más saludable y que más la contente.
CRISTINA
Así suceda, aunque me costase a mí un dedo de la mano: que quiero mucho a mi señora tía, y me muero de verla tan pensativa y angustiada en poder deste viejo y reviejo, y más que viejo; y no me puedo hartar de decille viejo.
LORENZA
Pues en verdad que te quiere bien, Cristina.
CRISTINA
¿Deja por eso de ser viejo? Cuanto más, que yo he oído decir que siempre los viejos son amigos de niñas.
HORTIGOSA
Así es la verdad, Cristina, y adiós, que, en acabando de comer, doy la vuelta. Vuesa merced esté muy en lo que dejamos concertado, y verá cómo salimos y entramos bien en ello.
CRISTINA
Señora Hortigosa, hágame merced de traerme a mí un frailecico pequeñito, con quien yo me huelgue.
HORTIGOSA
Yo se le traeré a la niña pintado.
CRISTINA
¡Que no le quiero pintado, sino vivo, vivo, chiquito como unas perlas!
LORENZA
¿Y si lo ve tío?
CRISTINA
Diréle yo que es un duende, y tendrá dél miedo, y holgaréme yo.
HORTIGOSA
Digo que yo le trairé, y adiós.
...
CRISTINA
Mire tía si Hortigosa trae al galán y a mi frailecico, y si señor los viere, no tenemos más que hacer sino cogerle entre todos y ahogarle, y echarle en el pozo o enterrarle en la caballeriza.
LORENZA
Tal eres tú, que creo lo harías mejor que lo dices.
CRISTINA
Pues no sea el viejo celoso, y déjenos vivir en paz, pues no le hacemos mal alguno, y vivimos como unas santas.
....
CAÑIZARES
Señor compadre, señor compadre: el setentón que se casa con quince, o carece de entendimiento, o tiene gana de visitar el otro mundo lo más presto que le sea posible. Apenas me casé con doña Lorencica, pensando tener en ella compañía y regalo, y persona que se hallase en mi cabecera, y me cerrase los ojos al tiempo de mi muerte, cuando me embistieron una turbamulta de trabajos y desasosiegos; tenía casa, y busqué casar; estaba posado, y desposéme.
COMPADRE
Compadre, error fue, pero no muy grande; porque, según el dicho del Apóstol, mejor es casarse que abrasarse.
CAÑIZARES
¡Que no había que abrasar en mí, señor compadre, que con la menor llamarada quedara hecho ceniza! Compañía quise, compañía busqué, compañía hallé, pero Dios lo remedie, por quién él es.
COMPADRE
¿Tiene celos, señor compadre?
CAÑIZARES
Del sol que mira a Lorencita, del aire que le toca, de las faldas que la vapulan.
COMPADRE
¿Dale ocasión?
CAÑIZARES
Ni por pienso, ni tiene por qué, ni cómo, ni cuándo, ni adónde: las ventanas, amén de estar con llave, las guarnecen rejas y celosías; las puertas jamás se abren; vecina no atraviesa mis umbrales, ni los atravesará mientras Dios me diere vida. Mirad, compadre: no les vienen los malos aires a las mujeres de ir a lo[s] jubileos ni a las procesiones, ni a todos los actos de regocijos públicos; donde ellas se mancan, donde ellas se estropean y adonde ellas se dañan, es en casa de las vecinas y de las amigas; más maldades encubre una mala amiga, que la capa de la noche; más conciertos se hacen en su casa y más se concluyen, que en una semblea.
COMPADRE
Yo así lo creo; pero si la señora doña LORENZA no sale de casa, ni nadie entra en la suya, ¿de qué vive descontento mi compadre?
CAÑIZARES
De que no pasará mucho tiempo en que no caya Lorencica en lo que le falta; que será un mal caso, y tan malo, que en sólo pensallo le temo, y de temerle me desespero, y de desesperarme vivo con disgusto.
COMPADRE
Y con razón se puede tener ese temer, porque las mujeres querrían gozar enteros los frutos del matrimonio.
CAÑIZARES
La mía los goza doblados.
COMPADRE
Ahí está el daño, señor [com]padre.
CAÑIZARES
No, no, ni por pienso; porque es más simple Lorencica que una paloma, y hasta agora no entiende nada desas filaterías; y adiós, señor compadre, que me quiero entrar en casa.
COMPADRE
Yo quiero entrar allá, y ver a mi señora doña Lorenza.
CAÑIZARES
Habéis de saber, compadre, que los antiguos latinos usaban de un refrán, que decía: Amicus usque ad aras, que quiere decir: "El amigo, hasta el altar"; infiriendo que el amigo ha de hacer por su amigo todo aquello que no fuere contra Dios; y yo digo que mi amigo, usque ad portam, hasta la puerta; que ninguno ha de pasar mis quicios; y adiós, señor compadre, y perdóneme.
...
COMPADRE
En mi vida he visto hombre más recatado, ni más celoso, ni más impertinente; pero éste es de aquellos que traen la soga arrastrando, y de los que siempre vienen a morir del mal que temen.
...
CRISTINA
Tía, mucho tarda tío, y más tarda Hortigosa.
LORENZA
Mas, que nunca él acá viniese, ni ella tampoco; porque él me enfada y ella me tiene confusa.
CRISTINA
Todo es probar, señora tía; y, cuando no saliere bien, darle del codo.
LORENZA
¡Ay, sobrina! Que estas cosas, o yo sé poco o sé que todo el daño está en probarlas.
CRISTINA
A fe, señora tía, que tiene poco ánimo, y que, si yo fuera de su edad, que no me espantaran hombres armados.
LORENZA
Otra vez torno a decir, y diré cien mil veces, que Satanás habla en tu boca; mas ¡ay! ¿Cómo se ha entrado señor?
CRISTINA
Debe de haber abierto con la llave maestra.
LORENZA
Encomiendo yo al diablo sus maestrías y sus llaves.
...
CAÑIZARES
¿Con quién hablábades, doña Lorenza?
LORENZA
Con Cristinica hablaba.
CAÑIZARES
Miradlo bien, doña Lorenza.
LORENZA
Digo que hablaba con Cristinica: ¿con quién había de hablar? ¿Tengo yo, por ventura, con quién?
CAÑIZARES
No querría que tuviésedes algún soliloquio con vos misma, que redundase en mi perjuicio.
LORENZA
Ni entiendo esos circunloquios que decís, ni aun los quiero entender; y tengamos la fiesta en paz.
CAÑIZARES
Ni aun las vísperas no querría yo tener en guerra con vos; pero, ¿quién llama a aquella puerta con tanta priesa? Mira, Cristinica, quien es, y, si es pobre, dale limosna y despídele.
CRISTINA
¿Quién está ahí?
HORTIGOSA
La vecina Hortigosa es, señora Cristina.
CAÑIZARES
¿Hortigosa y vecina? Dios sea conmigo. Pregúntale, Cristina, lo que quiere, y dáselo, con condición que no atraviese esos umbrales.
CRISTINA
¿Y qué quiere, señora vecina?
CAÑIZARES
El nombre de vecina me turba y sobresalta; llámala por su proprio nombre, Cristina.
CRISTINA
Responda: y ¿qué quiere, señora Hortigosa?
HORTIGOSA
Al señor Cañizares quiero suplicar un poco, en que me va la honra, la vida y el alma.
CAÑIZARES
Decidle, sobrina, a esa señora, que a mí me va todo eso y más en que no entre acá dentro.
LORENZA
¡Jesús, y qué condición tan extravagante! ¿Aquí no estoy delante de vos? ¿Hanme de comer de ojo? ¿Hanme de llevar por los aires?
CAÑIZARES
¡Entre con cien mil Bercebuyes, pues vos lo queréis!
CRISTINA
Entre, señora vecina.
CAÑIZARES
¡Nombre fatal para mí es el de vecina!
...
HORTIGOSA
Señor mío de mi alma, movida y incitada de la buena fama de vuesa merced, de su gran caridad y de sus muchas limosnas, me he atrevido de venir a suplicar a vuesa merced me haga tanta merced, caridad y limosna y buena obra de comprarme este guadamecí, porque tengo un hijo preso por unas heridas que dio a un tundidor, y ha mandado la justicia que declare el cirujano, y no tengo con qué pagalle, y corre peligro no le echen otros embargos, que podrían ser muchos, a causa que es muy travieso mi hijo; y querría echarle hoy o mañana, si fuese posible, de la cárcel. La obra es buena, el guadamecí nuevo, y, con todo eso, le daré por lo que vuesa merced quisiere darme por él, que en más está la monta, y como esas cosas he perdido yo en esta vida. Tenga vuesa merced desa punta, señora mía, y descojámosle, porque no vea el señor Cañizares que hay engaño en mis palabras; alce más, señora mía, y mire cómo es bueno de caída, y las pinturas de los cuadros parece que están vivas.
.....
CAÑIZARES
¡Oh, qué lindo Rodamonte! ¿Y qué quiere el señor rebozadito en mi casa? Aun si supiese que tan amigo soy yo destas cosas y destos rebocitos, espantarse ía.
CRISTINA
Señor tío, yo no sé nada de rebozados; y si él ha entrado en casa, la señora Hortigosa tiene la culpa; que a mí, el diablo me lleve si dije ni hice nada para que él entrase; no, en mi conciencia, aun el diablo sería si mi señor tío me echase a mí la culpa de su entrada.
CAÑIZARES
Ya yo lo veo, sobrina, que la señora Hortigosa tiene la culpa; pero no hay de qué maravillarme, porque ella no sabe mi condición, ni cuán enemigo soy de aquestas pinturas.
LORENZA
Por las pinturas lo dice, Cristinica, y no por otra cosa.
CRISTINA
Pues por esas digo yo. ¡Ay, Dios sea conmigo! Vuelto se me ha el ánima al cuerpo, que ya andaba por los aires.
LORENZA
¡Quemado vea yo ese pico de once varas! En fin, quien con muchachos se acuesta, etc.
CRISTINA
¡Ay, desgraciada, y en qué peligro pudiera haber puesto toda esta baraja!
CAÑIZARES
Señora Hortigosa, yo no soy amigo de figuras rebozadas ni por rebozar; tome este doblón, con el cual podrá remediar su necesidad, y váyase de mi casa lo más presto que pudiere, y ha de ser luego, y llévese su guadamecí.
HORTIGOSA
Viva vuesa merced más años que Matute el de Jerusalén, en vida de mi señora doña... no sé cómo se llama, a quien suplico me mande, que la serviré de noche y de día, con la vida y con el alma, que la debe de tener ella como la de una tortolica simple.
CAÑIZARES
Señora Hortigosa, abrevie y váyase, y no se esté agora juzgando almas ajenas.
HORTIGOSA
Si vuesa merced hubiere menester algún pegadillo para la madre, téngolos milagrosos; y, si para mal de muelas, sé unas palabras que quitan el dolor como con la mano.
CAÑIZARES
Abrevie, señora Hortigosa, que doña Lorenza, ni tiene madre, ni dolor de muelas; que todas las tiene sanas y enteras, que en su vida se ha sacado muela alguna.
HORTIGOSA
Ella se las sacará, placiendo al cielo, porque le dará muchos años de vida; y la vejez es la total destruición de la dentadura.
CAÑIZARES
¡Aquí de Dios! ¿Que no será posible que me deje esta vecina? ¡Hortigosa, o diablo, o vecina, o lo que eres, vete con Dios y déjame en mi casa!
HORTIGOSA
Justa es la demanda, y vuesa merced no se enoje, que ya me voy.
.....
CAÑIZARES
¡Oh vecinas, vecinas! Escaldado quedo aun de las buenas palabras desta vecina, por haber salido por boca de vecina.
LORENZA
Digo que tenéis condición de bárbaro y de salvaje; y ¿qué ha dicho esta vecina para que quedéis con la ojeriza contra ella? Todas vuestras buenas obras las hacéis en pecado mortal: dístesle dos docenas de reales, acompañados con otras dos docenas de injurias, ¡boca de lobo, lengua de escorpión y silo de malicias!
CAÑIZARES
No, no, a mal viento va esta parva; no me parece bien que volváis tanto por vuestra vecina.
CRISTINA
Señora tía, éntrese allí dentro y desenójese, y deje a tío, que parece que está enojado.
LORENZA
Así lo haré, sobrina; y aun quizá no me verá la cara en estas dos horas; y a fe que yo se la dé a beber, por más que la rehúse.
......
CRISTINA
Tío, ¿no ve cómo ha cerrado de golpe? Y creo que va a buscar una tranca para asegurar la puerta.
LORENZA
¿Cristinica? ¿Cristinica?
CRISTINA
¿Qué quiere, tía?
LORENZA
¡Si supieses qué galán me ha deparado la buena suerte! Mozo, bien dispuesto, pelinegro, y que le huele la boca a mil azahares.
CRISTINA
¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! ¿Está loca, tía?
LORENZA
No estoy sino en todo mi juicio; y en verdad que, si le vieses, que se te alegrase el alma.
CRISTINA
¡Jesús, y qué locuras y qué niñe[r]ías! Ríñala, tío, porque no se at[r]eva, ni aun burlando, a decir deshonestidades.
CAÑIZARES
¿Bobear, Lorenza? Pues a fe que no estoy yo de gracia para sufrir esas burlas.
LORENZA
Que no son sino veras, y tan veras, que en este género no pueden ser mayores.
CRISTINA
¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! Y dígame, tía, ¿está ahí también mi frailecito?
LORENZA
No, sobrina; pero otra vez vendrá si quiere Hortigosa, la vecina.
CAÑIZARES
Lorenza, di lo que quisieres, pero no tomes en tu boca el nombre de vecina, que me tiemblan las carnes en oírle.
LORENZA
También me tiemblan a mí por amor de la vecina.
CRISTINA
¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías!
LORENZA
Ahora echo de ver quién eres, viejo maldito; que hasta aquí he vivido engañada contigo.
CRISTINA
Ríñala, tío, ríñala, tío; que se desvergüenza mucho.
LORENZA
Lavar quiero a un galán las pocas barbas que tiene con una bacía llena de agua de ángeles, porque su cara es como la de un ángel pintado.
CRISTINA
¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! Despedácela, tío.
CAÑIZARES
No la despedazaré yo a ella, sino a la puerta que la encubre.
LORENZA
No hay para qué: vela aquí abierta; entre, y verá como es verdad cuanto le he dicho.
CAÑIZARES
Aunque sé que te burlas, sí entraré para desenojarte.
.....
CAÑIZARES
¡Por Dios, que por poco me cegaras, Lorenza! Al diablo se dan las burlas que se arremeten a los ojos.
LORENZA
¡Mirad con quién me casó mi suerte, sino con el hombre más malicioso del mundo! ¡Mirad cómo dio crédito a mis mentiras, por su..., fundadas en materia de celos, que menoscabada y asendereada sea mi ventura! Pagad vosotros, cabellos, las deudas deste viejo; llorad vosotros, ojos, las culpas deste maldito; mirad en lo que tiene mi honra y mi crédito, pues de las sospechas hace certezas, de las mentiras verdades, de las burlas veras y de los entretenimientos maldiciones. ¡Ay, que se me arranca el alma!
CRISTINA
Tía, no dé tantas voces, que se juntará la vecindad.
.......
ALGUACIL
¡Abran esas puertas! Abran luego; si no, echarélas en el suelo.
LORENZA
Abre, Cristinica, y sepa todo el mundo mi inocencia y la maldad deste viejo.
CAÑIZARES
¡Vive Dios, que creí que te burlabas! ¡Lorenza, calla!
.......
ALGUACIL ¿Qué es esto? ¿Qué pendencia es ésta? ¿Quién daba aquí voces?
CAÑIZARES
Señor, no es nada; pendencias son entre marido y mujer, que luego se pasan.
MÚSICO
¡Por Dios, que estábamos mis compañeros y yo, que somos músicos, aquí pared y medio, en un desposorio, y a las voces hemos acudido, con no pequeño sobresalto, pensando que era otra cosa.
HORTIGOSA
Y yo también, en mi ánima pecadora.
CAÑIZARES
Pues en verdad, señora Hortigosa, que si no fuera por ella, que no hubiera sucedido nada de lo sucedido.
HORTIGOSA
Mis pecados lo habrán hecho; que soy tan desdichada, que, sin saber por dónde ni por dónde no, se me echan a mí las culpas que otros cometen.
CAÑIZARES
Señores, vuesas mercedes todos se vuelvan norabuena, que yo les agradezco su buen deseo; que ya yo y mi esposa quedamos en paz.
LORENZA
Sí quedaré, como le pida primero perdón a la vecina, si alguna cosa mala pensó contra ella.
CAÑIZARES
Si a todas las vecinas de quien yo pienso mal hubiese de pedir perdón, sería nunca acabar; pero, con todo eso, yo se le pido a la señora Hortigosa.
HORTIGOSA
Y yo le otorgo para aquí y para delante de Pero García.
MÚSICO
Pues, en verdad, que no habemos de haber venido en balde: toquen mis compañeros, y baile el bailarín, y regocíjense las paces con esta canción.
CAÑIZARES
Señores, no quiero música: yo la doy por recebida.
MÚSICO
Pues aunque no la quiera. "El agua de por San Juan quita vino y no da pan. Las riñas de por San Juan todo el año paz nos dan. Llover el trigo en las eras, las viñas estando en cierne, no hay labrador que gobierne bien sus cubas y paneras; mas las riñas más de veras, si suceden por San Juan todo el año paz nos dan."
.....
"Por la canícula ardiente está la cólera a punto; pero, pasando aquel punto, menos activa se siente. Y así, el que dice no miente, que las riñas por San Juan todo el año paz nos dan."
.......
"Las riñas de los casados como aquesta siempre sean, para que después se vean, sin pensar regocijados. Sol que sale tras nublados, es contento tras afán: las riñas de por San Juan todo el año paz nos dan."
CAÑIZARES
Porque vean vuesas mercedes las revueltas y vueltas en que me ha puesto una vecina, y si tengo razón de estar mal con las vecinas.
LORENZA
Aunque mi esposo está mal con las vecinas, yo beso a vuesas mercedes las manos, señoras vecinas.
CRISTINA
Y yo también; mas si mi vecina me hubiera traído mi frailecico, yo la tuviera por mejor vecina; y adiós, señoras vecinas.

fin

LA CUEVA DE SALAMANCA. Cervantes.




























LA CUEVA DE SALAMANCA
de Miguel de Cervantes

Personas que hablan en él:
PANCRACIO, esposo
LEONARDA, su mujer
CRISTINA, criada de ella
Un ESTUDIANTE
Un SACRISTÁN
Un BARBERO
Leoniso, COMPADRE de Pancracio
Salen PANCRACIO, LEONARDA y CRISTINA




PANCRACIO

Enjugad, señora, esas lágrimas, y poned pausa a vuestros suspiros, 
considerando que cuatro días de ausencia no son siglos. Yo volveré, 
a lo más largo, a los cinco, si Dios no me quita la vida; aunque será 
mejor, por no turbar la vuestra, romper mi palabra, y dejar esta 
jornada; que sin mi presencia se podrá casar mi hermana.
LEONARDA

No quiero yo, mi Pancracio y mi señor, que por respeto mío vos 
parezcáis descortés; id en hora buena, y cumplid con vuestras 
obligaciones, pues las que os llevan son precisas; que yo me 
apretaré con mi llaga y pasaré mi soledad lo menos mal que 
pudiere. Sólo os encargo la vuelta, y que no paséis del 
término que habéis puesto.  Tenme, Cristina, que se me aprieta 
el corazón.

CRISTINA
¡Oh, que bien hayan las bodas y las fiestas! En verdad, señor, 
que, si yo fuera que vuesa merced, que nunca allá fuera.
PANCRACIO
Entra, hija, por un vidro de agua para echársela en el rostro.  Mas 
espera; diréle unas palabras que sé al oído, que tienen virtud 
para hacer volver de los desmayos.

LEONARDA
Basta: ello ha de ser forzoso; no hay sino tener paciencia, bien mío; 
cuanto más os detuviéredes, más dilatáis mi contento.  Vuestro compadre 
Leoniso os debe de aguardar ya en el coche. Andad con Dios; que Él os 
vuelva tan presto y tan bueno como yo deseo.
PANCRACIO
Mi ángel, si gustas que me quede, no me moveré de aquí más que 
una estatua.
LEONARDA
No, no, descanso mío; que mi gusto está en el vuestro; y, por agora, 
más que os vais que no os quedéis, pues es vuestra honra la mía.
CRISTINA
¡Oh, espejo del matrimonio! A fe que si todas las casadas quisiesen 
tanto a sus maridos como mi señora Leonarda quiere al suyo, que 
otro gallo les cantase.
LEONARDA
Entra, Cristinica, y saca mi manto, que quiero acompañar a tu señor 
hasta dejarle en el coche.
PANCRACIO
No, por mi amor; abrazadme y quedaos, por vida mía. Cristinica, ten 
cuenta de regalar a tu señora, que yo te mando un calzado cuando 
vuelva, como tú le quisieres.
CRISTINA
Vaya, señor, y no lleve pena de mi señora, porque la pienso 
persuadir de manera a que nos holguemos, que no imagine en la falta 
que vuesa merced le ha de hacer.
LEONARDA
¿Holgar yo? ¡Qué bien estás en la cuenta, niña! Porque, ausente de mi 
gusto, no se hicieron los placeres ni las glorias para mí; penas y dolores, 
sí.
PANCRACIO
Ya no lo puedo sufrir. Quedad en paz, lumbre destos ojos, los
cuales no verán cosa que les dé placer hasta volveros a ver.
Vase PANCRACIO

LEONARDA
¡Allá darás, rayo, en casa de Ana Díaz. Vayas, y no vuelvas; la
ida del humo. Por Dios, que esta vez no os han de valer vuestras
valentías ni vuestro recatos!
CRISTINA
Mil veces temí que con tus estremos habías de estorbar su partida
y nuestros contentos.
LEONARDA
¿Si vendrán esta noche los que esperamos?
CRISTINA
¿Pues no? Ya los tengo avisados, y ellos están tan en ello, que esta tarde 
enviaron con la lavandera, nuestra secretaria, como que eran paños, 
una canasta de colar, llena de mil regalos y de cosas de comer, que 
no parece sino [u]no de los serones que da el rey el Jueves Santo a 
sus pobres; sino que la canasta es de Pascua, porque hay en ella 
empanadas, fiambreras, manjar blanco, y dos capones que aún no están 
acabados de pelar, y todo género de fruta de la que hay ahora; y, 
sobre todo, una bota de hasta una arroba de vino, de lo de una oreja, 
que huele que trasciende.
LEONARDA
Es muy cumplido, y lo fue siempre, mi Riponce, sacristán de las
telas de mis entrañas.
CRISTINA
Pues, ¿qué le falta a mi maese Nicolás, barbero de mis hígados y
navaja de mis pesadumbres, que así me las rapa y quita cuando le veo, 
como si nunca las hubiera tenido?
LEONARDA
¿Pusiste la canasta en cobro?
CRISTINA
En la cocina la tengo, cubierta con un cernadero, por el disimulo.
Llama a la puerta el estudiante carraolano, y, en
llamando, sin esperar que le respondan, entra.

LEONARDA
Cristina, mira quién llama.  Estudiante Señoras, yo soy, 
un pobre estudiante.
CRISTINA
Bien se os parece que sois pobre y estudiante, pues lo uno muestra 
vuestro vestido, y el ser pobre vuestro atrevimiento.  Cosa estraña 
es ésta, que no hay pobre que espere a que le saquen la limosna a 
la puerta, sino que se entran en las casas hasta el último rincón, 
sin mirar si despiertan a quien duerme, o si no.  
ESTUDIANTE

Otra más blanda respuesta esperaba yo de la buena gracia de vuesa 
merced; cuanto más, que yo no quería ni buscaba otra limosna, 
sino alguna caballeriza o pajar donde defenderme esta noche de las 
inclemencias del cielo, que, según se me trasluce, parece que con 
grandísimo rigor a la tierra amenazan.
LEONARDA
¿Y de dónde bueno sois, amigo?
ESTUDIANTE
Salmantino soy, señora mía; quiero decir que soy de Salamanca.  Iba 
a Roma con un tío mío, el cual murió en el camino, en el corazón 
de Francia. Vime solo; determiné volverme a mi tierra; robáronme 
los lacayos o compañeros de Roque Guinarde, en Cataluña, porque 
él estaba ausente; que, a estar allí, no consintiera que se me 
hiciera agravio, porque es muy cortés y comedido, y además limosnero. 
Hame tomado a estas santas puertas la noche, que por tales las juzgo, y 
busco mi remedio.
LEONARDA
En verdad, Cristina, que me ha movido a lástima el estudiante.
CRISTINA
Ya me tiene a mí rasgadas las entrañas. Tengámosle en casa esta noche, 
pues de las sobras del castillo se podrá mantener el real; quiero decir 
que en las reliquias de la canasta habrá en quien adore su hambre; y más, 
que me ayudará a pelar la volatería que viene en la cesta.  
LEONARDA
Pues, ¿cómo, Cristina, quieres que metamos en nuestra casa testigos de 
nuestras liviandades?
CRISTINA
Así tiene él talle de hablar por el colodrillo, como por la boca.
Venga acá, amigo: ¿sabe pelar?
ESTUDIANTE
¿Cómo si sé pelar? No entiendo eso de saber pelar, si no es que quiere 
vuesa merced motejarme de pelón; que no hay para qué, pues yo me confieso 
por el mayor pelón del mundo.
CRISTINA
No lo digo yo por eso, en mi ánima, sino por saber si sabía pelar
dos o tres pares de capones.
ESTUDIANTE
Lo que sabré responder es que yo, señoras, por la gracia de Dios, 
soy graduado de bachiller por Salamanca, y no digo...
LEONARDA
Desa manera, ¿quién duda sino que sabrá pelar no sólo capones, sino 
gansos y avutardas? Y, en esto del guardar secreto, ¿cómo le va? Y, a 
dicha, ¿[es] tentado de decir todo lo que vee, imagina o siente?
ESTUDIANTE
Así pueden matar delante de mí más hombres que carneros en el Rastro, 
que yo desplegue mis labios para decir palabra alguna.
CRISTINA
Pues atúrese esa boca, y cósase esa lengua con una agujeta de dos
cabos, y amuélese esos dientes, y éntrese con nosotras, y verá 
misterios y cenará maravillas, y podrá medir en un pajar los pies 
que quisiere para su cama.
ESTUDIANTE

Con siete tendré demasiado: que no soy nada codicioso ni regalado.


.....

SACRISTÁN
¡Oh, que en hora buena estén los automedones y guías de los carros de 
nuestros gustos, las luces de nuestras tinieblas, y las dos recíprocas 
voluntades que sirven de basas y colunas a la amorosa fábrica de nuestros
deseos!
LEONARDA
¡Esto sólo me enfada dél! Reponce mío: habla, por tu vida, a lo
moderno, y de modo que te entienda, y no te encarames donde no te
alcance.
BARBERO
Eso tengo yo bueno, que hablo más llano que una suela de zapato;
pan por vino y vino por pan, o como suele decirse.
SACRISTÁN
Sí, que diferencia ha de haber de un sacristán gramático a un
barbero romancista.
CRISTINA
Para lo que yo he menester a mi barbero, tanto latín sabe, y aún más, que 
supo Antonio de Nebrija; y no se dispute agora de ciencia ni de modos de 
hablar: que cada uno habla, si no como debe, a lo menos, como sabe; y 
entrémonos, y manos a labor, que hay mucho que hacer.
ESTUDIANTE
Y mucho que pelar.
SACRISTÁN
¿Quién es este buen hombre?
LEONARDA
Un pobre estudiante salamanqueso, que pide albergo para esta noche.
SACRISTÁN
Yo le daré un par de reales para cena y para lecho, y váyase con
Dios.
ESTUDIANTE
Señor sacristán Reponce, recibo y agradezco la merced y la limosna; pero 
yo soy mudo, y pelón además, como lo ha menester esta señora doncella, 
que me tiene convidado; y voto a... de no irme esta noche desta casa, si 
todo el mundo me lo manda. Confíese vuesa merced mucho de enhoramala 
de un hombre de mis prendas, que se contenta de dormir en un pajar; y
si lo han por sus capones, péleselos el Turco y cómanselos ellos, y nunca 
del cuero les salgan.
BARBERO
éste más parece rufián que pobre. Talle tiene de alzarse con toda
la casa.
CRISTINA
No medre yo, si no me contenta el brío. Entrémonos todos, y demos orden 
en lo que se ha de hacer; que el pobre pelará y callará como en misa.
ESTUDIANTE
Y aun como en vísperas.
SACRISTÁN
Puesto me ha miedo el pobre estudiante; yo apostaré que sabe más
latín que yo.
LEONARDA
De ahí le deben de nacer los bríos que tiene; pero no te pese,
amigo, de hacer caridad, que vale para todas las cosas.
Vanse todos, y sale Leoniso, COMPADRE de PANCRACIO, y PANCRACIO

COMPADRE
Luego lo vi yo que nos había de faltar la rueda; no hay cochero que no 
sea temático; si él rodeara un poco y salvara aquel barranco, ya 
estuviéramos dos leguas de aquí.
PANCRACIO
A mí no se me da nada; que antes gusto de volverme y pasar esta noche 
con mi esposa Leonarda, que en la venta; porque la dejé esta tarde 
casi para espirar, del sentimiento de mi partida.
COMPADRE
¡Gran mujer! ¡De buena os ha dado el cielo, señor compadre! Dadle gracias 
por ello.
PANCRACIO
Yo se las doy como puedo, y no como debo; no hay Lucrecia que se le
llegue, ni Porcia que se le iguale; la honestidad y el recogimiento han 
hecho en ella su morada.
COMPADRE
Si la mía no fuera celosa, no tenía yo más que desear. Por esta
calle está más cerca mi casa; tomad, compadre, por éstas, 
y estaréis presto en la vuestra; y veámonos mañana, que [no] me faltará 
coche para la jornada. Adiós.
PANCRACIO
Adiós.
Vanse los dos.  Vuelven a salir el SACRISTÁN y el BARBERO, con sus guitarras; LEONARDA, CRISTINA y el ESTUDIANTE. Sale el SACRISTÁN con la sotana
alzada y ceñida al cuerpo, danzando al son de su misma
guitarra; y, a cada cabriola, vaya diciendo estas palabras:

SACRISTÁN
¡Linda noche, lindo rato, linda cena y lindo amor!
CRISTINA
Señor sacristán Reponce, no es éste tiempo de danzar; dése orden
en cenar y en las demás cosas, y quédense las danzas para mejor coyuntura.
SACRISTÁN
¡Linda noche, lindo rato, linda cena y lindo amor!
LEONARDA
Déjale, Cristina; que en estremo gusto de ver su agilidad.
Llama PANCRACIO a la puerta, y dice

PANCRACIO
Gente dormida, ¿no oís? ¿Cómo, y tan temprano tenéis atrancada la
puerta? Los recatos de mi Leonarda deben de andar por aquí.
LEONARDA
¡Ay, desdichada! A la voz y a los golpes, mi marido Pancracio es éste; 
algo le debe de haber sucedido, pues él se vuelve. Señores, a 
recogerse a la carbonera: digo al desván, donde está el carbón.
Corre, Cristina, y llévalos; que yo entretendré a Pancracio de modo 
que tengas lugar para todo.
ESTUDIANTE
¡Fea noche, amargo rato, mala cena y peor amor!
CRISTINA
¡Gentil relente, por cierto! ¡Ea, vengan todos!
PANCRACIO
¿Qué diablos es esto? ¿Cómo no me abrís, lirones?
ESTUDIANTE
Es el toque, que yo no quiero correr la suerte destos señores.  Escóndanse 
ellos donde quisieren, y llévenme a mí al pajar, que, si allí me hallan, 
antes pareceré pobre que adúltero.
CRISTINA
Caminen, que se hunde la casa a golpes.
SACRISTÁN
El alma llevo en los dientes.
BARBERO
Y yo en los carcañares.
Vanse todos y asómase LEONARDA a
la ventana

LEONARDA
¿Quién está ahí? ¿Quién llama?
PANCRACIO
Tu marido soy, Leonarda mía; ábreme, que ha media hora que estoy
rompiendo a golpes estas puertas.
LEONARDA
En la voz, bien me parece a mí que oigo a mi cepo Pancracio; pero
la voz de un gallo se parece a la de otro gallo, y no me aseguro.
PANCRACIO
¡Oh recato inaudito de mujer prudente! Que yo soy, vida mía, tu
marido Pancracio: ábreme con toda seguridad.
LEONARDA
Venga acá, yo lo veré agora. ¿Qué hice yo cuando él se partió 
esta tarde?
PANCRACIO
Suspiraste, lloraste y al cabo te desmayaste.
LEONARDA
Verdad; pero, con todo esto, dígame: ¿qué señales tengo yo en uno
de mis hombros?
PANCRACIO
En el izquierdo tienes un lunar del grandor de medio real, con
tres cabellos como tres mil hebras de oro.
LEONARDA
Verdad; pero, ¿cómo se llama la doncella de casa?
PANCRACIO
¡Ea, boba, no seas enfadosa, Cristinica se llama! ¿Qué más
quieres?
LEONARDA

¡Cristinica, Cristinica, tu señor es; ábrele,
niña!
CRISTINA
Ya voy, señora; que él sea muy bien venido.   ¿Qué es esto, señor 
de mi alma? ¿Qué acelerada vuelta es ésta?
LEONARDA
¡Ay, bien mío! Decídnoslo presto, que el temor de algún mal suceso 
me tiene ya sin pulsos.
PANCRACIO
No ha sido otra cosa sino que en un barranco se quebró la rueda
del coche, y mi compadre y yo determinamos volvernos, y no pasar
la noche en el campo; y mañana buscaremos en qué ir, pues hay 
tiempo. Pero ¿qué voces hay?
Dentro, y como de muy lejos, diga el
ESTUDIANTE:

ESTUDIANTE
¡Ábranme aquí, señores; que me ahogo!
PANCRACIO
¿Es en casa o en la calle?
CRISTINA
Que me maten si no es el pobre estudiante que encerré en el pajar, 
para que durmiese esta noche.
PANCRACIO
¿Estudiante encerrado en mi casa, y en mi ausencia? ¡Malo! En verdad, 
señora, que si no me tuviera asegurado vuestra mucha bondad, que me 
causara algún recelo este encerramiento; pero ve, Cristina, y 
ábrele, que se le debe de haber caído toda la paja a cuestas.
CRISTINA
Ya voy.
LEONARDA
Señor, que es un pobre salamanqueso, que pidió que le acogiésemos
esta noche, por amor de Dios, aunque fuese en el pajar; y ya sabes mi 
condición, que no puedo negar nada de lo que se me pide, y encerrámosle;  
pero veisle aquí, y mirad cuál sale.
Sale el ESTUDIANTE y CRISTINA; él lleno de
paja las barbas, cabeza y vestido

ESTUDIANTE
Si yo no tuviera tanto miedo, y fuera menos escrupuloso, yo
hubiera escusado el peligro de ahogarme en el pajar, y hubiera
cenado mejor, y tenido más blanda y menos peligrosa cama.
PANCRACIO
¿Y quién os había de dar, amigo, mejor cena y mejor cama?
ESTUDIANTE
¿Quién? Mi habilidad, sino que el temor de la justicia me tiene
atadas las manos.
PANCRACIO
¡Peligrosa habilidad debe de ser la vuestra, pues os teméis de la
justicia!
ESTUDIANTE
La ciencia que aprendí en la Cueva de Salamanca, de donde yo soy
natural, si se dejara usar sin miedo de la Santa Inquisición, yo sé 
que cenara y recenara a costa de mis herederos; y aun quizá no 
estoy muy fuera de usalla, siquiera por esta vez, donde la necesidad 
me fuerza y me disculpa; pero no sé yo si estas señoras serán 
tan secretas como yo lo he sido.
PANCRACIO
No se cure dellas, amigo, sino haga lo que quisiere, que yo les
haré que callen; y ya deseo en todo estremo ver alguna
destas cosas que dicen que se aprenden en la Cueva de Salamanca.
ESTUDIANTE
¿No se contentará vuesa merced con que le saque aquí dos
demonios en figuras humanas, que traigan a cuestas una canasta
llena de cosas fiambres y comederas?
LEONARDA
¿Demonios en mi casa y en mi presencia? ¡Jesús! Librada sea yo de
lo que librarme no sé.
CRISTINA Aparte
El mismo diablo tiene el estudiante en el cuerpo: ¡plega a
Dios que vaya a buen viento esta parva! Temblándome
está el corazón en el pecho.
PANCRACIO
Ahora bien; si ha de ser sin peligro y sin espantos, yo me
holgaré de ver esos señores demonios y a la canasta
de las fiambreras; y torno a advertir que las figuras no sean
espantosas.
ESTUDIANTE
Digo que saldrán en figura del sacristán de la parroquia, y en
la de un barbero su amigo.
CRISTINA
¿Mas que lo dice por el sacristán Reponce y por maese Roque, el
barbero de casa? ¡Desdichados dellos, que se han de ver convertidos 
en diablos! Y dígame, hermano, ¿y éstos han de ser diablos 
bautizados?
ESTUDIANTE
¡Gentil novedad! ¿Adónde diablos hay diablos bautizados, o para
qué se han de bautizar los diablos? Aunque podrá ser que éstos 
lo fuesen, porque no hay regla sin excepción; y apártense, y verán 
maravillas.
LEONARDA 
¡Ay, sin ventura! Aquí se descose; aquí salen nuestras maldades a 
plaza; aquí soy muerta.
CRISTINA Aparte

¡ánimo, señora, que buen corazón quebranta mala ventura!
ESTUDIANTE
Vosotros, mezquinos, que en la carbonera hallastes amparo a vuestra 
desgracia, salid, y en los hombros, con priesa y con gracia, sacad 
la canasta de la fïambrera; no me incitéis a que de otra manera 
más dura os conjure.  Salid: ¿qué esperáis?  Mirad que si a 
dicha el salir rehusáis, tendrá mal suceso mi nueva quimera.  Hora 
bien, yo sé cómo me tengo de haber con estos demonicos humanos; 
quiero entrar allá dentro, y a solas hacer un  conjuro tan fuerte, 
que los haga salir más que de paso; aunque la calidad destos 
demonios más está en sabellos aconsejar, que en conjurallos.
Vase el ESTUDIANTE

PANCRACIO
Yo digo que si éste sale con lo que ha dicho, que será la cosa
más nueva y más rara que se haya visto en el mundo.
LEONARDA
Sí saldrá, ¿quién lo duda? Pues, ¿habíanos de engañar?
CRISTINA
Ruido anda allá dentro; yo apostaré que los saca; pero ve aquí 
do vuelve con los demonios y el apatusco de la canasta.
LEONARDA
¡Jesús! ¡Qué parecidos son los de la carga al sacristán Reponce y
al barbero de la plazuela!
CRISTINA
Mira, señora, que donde hay demonios no se ha de decir Jesús.
SACRISTÁN
Digan lo que quisieren; que nosotros somos como los perros del herrero, 
que dormimos al son de las martilladas; ninguna cosa nos espanta ni turba.
LEONARDA
Lléguense a que yo coma de lo que viene de la canasta; no tomen 
menos.
ESTUDIANTE
Yo haré la salva y comenzaré por el vino.

Bebe

Bueno es: ¿es de Esquivias, señor sacridiablo?
SACRISTÁN
De Esquivias es, juro a...
ESTUDIANTE
Téngase, por vida suya, y no pase adelante. ¡Amiguito soy yo de
diablos juradores! Demonico, demonico, aquí no venimos a
hacer pecados mortales, sino a pasar una hora de pasatiempo, y
cenar, y irnos con Cristo.
CRISTINA
¿Y éstos, han de cenar con nosotros?
PANCRACIO
Sí, que los diablos no comen.
BARBERO
Sí comen algunos, pero no todos; y nosotros somos de los
que comen.
CRISTINA
¡Ay, señores! Quédense acá los pobres diablos, pues han traído la
cena; que sería poca cortesía dejarlos ir muertos de hambre, y 
parecen diablos muy honrados y muy hombres de bien.
LEONARDA
Como no nos espanten, y si mi marido gusta, quédense en buen hora.
PANCRACIO
Queden; que quiero ver lo que nunca he visto.
BARBERO
Nuestro Señor pague a vuesas mercedes la buena obra, señores
míos.
CRISTINA
¡Ay, qué bien criados, qué corteses! Nunca medre yo, si todos los
diablos son como éstos, si no han de ser mis amigos de aquí adelante.
SACRISTÁN
Oigan, pues, para que se enamoren de veras.
Toca el SACRISTÁN, y canta; y ayúdale
el BARBERO con el último verso no más

SACRISTÁN
                       Oigan los que poco saben
                    lo que con mi lengua franca
                    digo del bien que en sí tiene
BARBERO
                    La Cueva de Salamanca.
SACRISTÁN
                    Oigan lo que dejó escrito
                    della el bachiller Tudanca
                    en el cuero de una yegua
                    que dicen que fue potranca,
                    en la parte de la piel
                    que confina con el anca,
                    poniendo sobre las nubes
BARBERO
                    La Cueva de Salamanca.
SACRISTÁN
                    En ella estudian los ricos
                    y los que no tienen blanca,
                    y sale entera y rolliza
                    la memoria que está manca.
                    Siéntanse los que allí enseñan
                    de alquitrán en una banca,
                    porque estas bombas encierra
BARBERO
                    La Cueva de Salamanca.
SACRISTÁN
                    En ella se hacen discretos
                    los moros de la Palanca;
                    y el estudiante más burdo
                    ciencias de su pecho arranca.
                    A los que estudian en ella,
                    ninguna cosa les manca;
                    viva, pues, siglos eternos
BARBERO
                    La Cueva de Salamanca.
SACRISTÁN
                    Y nuestro conjurador,
                    si es, a dicha, de Loranca,
                    tenga en ella cien mil vides
                    de uva tinta y de uva blanca;
                    y al diablo que le acusare,
                    que le den con una tranca,
                    y para el tal jamás sirva
BARBERO
                    La Cueva de Salamanca.
CRISTINA
Basta: ¿que también los diablos son poetas?
BARBERO
Y aun todos los poetas son diablos.
PANCRACIO
Dígame, señor mío, pues los diablos lo saben todo, ¿dónde se
inventaron todos estos bailes de las zarabandas, zambapalo y
Dello me pesa, con el famoso del nuevo Escarramán?
BARBERO
¿Adónde? En el infierno; allí tuvieron su origen y principio.
PANCRACIO
Yo así lo creo.
LEONARDA
Pues, en verdad, que tengo yo mis puntas y collar escarramanesco;
sino que por mi honestidad, y por guardar el decoro a quien soy,
no me atrevo a bailarle.
SACRISTÁN
Con cuatro mudanzas que yo le enseñase a vuesa merced cada día, en una 
semana saldría única en el baile; que sé que le falta bien poco.
ESTUDIANTE
Todo se andará; por agora, entrémonos a cenar, que es lo que importa.
PANCRACIO
Entremos; que quiero averiguar si los diablos comen o no, con otras cien 
mil cosas que dellos cuentan; y, por Dios, que no han de salir de mi 
casa hasta que me dejen enseñado en la ciencia y ciencias que se 
enseñan en La Cueva de Salamanca.
FIN

 

2/10/14

El Juez de los divorcios. Miguel de Cervantes Saavedra.























El Juez de los divorcios
Miguel de Cervantes Saavedra

Sale el JUEZ, y otros dos con él, que son ESCRIBANO y PROCURADOR, y siéntase en una silla; salen el VEJETE y MARIANA, su mujer.
MARIANA.-   Aun bien que está ya el señor juez de los divorcios sentado en la silla de su audiencia. Desta vez tengo de quedar dentro o fuera; desta vegada tengo de quedar libre de pedido y alcabala, como el gavilán.
VEJETE.-   Por amor de Dios, Mariana, que no almonedees tanto tu negocio: habla paso, por la pasión que Dios pasó; mira que tienes atronada a toda la vecindad con tus gritos; y, pues tienes delante al señor juez, con menos voces le puedes informar de tu justicia.
JUEZ.-   ¿Qué pendencia traéis, buena gente?
MARIANA.-   Señor, ¡divorcio, divorcio, y más divorcio, y otras mil veces divorcio!
JUEZ.-  ¿De quién, o por qué, señora?
MARIANA.-  ¿De quién? Deste viejo que está presente.
JUEZ.-   ¿Por qué?
MARIANA.-   Porque no puedo sufrir sus impertinencias, ni estar contino atenta a curar todas sus enfermedades, que son sin número; y no me criaron a mí mis padres para ser hospitalera ni enfermera. Muy buen dote llevé al poder desta espuerta de huesos, que me tiene consumidos los días de la vida; cuando entré en su poder, me relumbraba la cara como un espejo, y agora la tengo con una vara de frisa encima. Vuesa merced, señor juez, me descase, si no quiere que me ahorque; mire, mire los surcos que tengo por este rostro, de las lágrimas que derramo cada día por verme casada con esta anotomía.
JUEZ.-   No lloréis, señora; bajad la voz y enjugad las lágrimas, que yo os haré justicia.
MARIANA.-   Déjeme vuesa merced llorar, que con esto descanso. En los reinos y en las repúblicas bien ordenadas,  había de ser limitado el tiempo de los matrimonios, y de tres en tres años se habían de deshacer, o confirmarse de nuevo, como cosas de arrendamiento; y no que hayan de durar toda la vida, con perpetuo dolor de entrambas partes.
JUEZ.-   Si ese arbitrio se pudiera o debiera poner en prática, y por dineros, ya se hubiera hecho; pero especificad más, señora, las ocasiones que os mueven a pedir divorcio.
MARIANA.-   El ivierno de mi marido y la primavera de mi edad; el quitarme el sueño, por levantarme a media noche a calentar paños y saquillos de salvado para ponerle en la ijada; el ponerle, ora aquesto, ora aquella ligadura, que ligado le vea yo a un palo por justicia; el cuidado que tengo de ponerle de noche alta cabecera de la cama, jarabes lenitivos, porque no se ahogue del pecho; y el estar obligada a sufrirle el mal olor de la boca, que le güele mal a tres tiros de arcabuz.
ESCRIBANO.-   Debe de ser de alguna muela podrida.
VEJETE.-   No puede ser, porque lleve el diablo la muela ni diente que tengo en toda ella.
PROCURADOR.-   Pues ley hay que dice, según he oído decir, que por sólo el mal olor de la boca se puede desc[as]ar la mujer del marido, y el marido de la mujer.
VEJETE.-   En verdad, señores, que el mal aliento que ella dice que tengo, no se engendra de mis podridas muelas, pues no las tengo, ni menos procede de mi estómago, que está sanísimo, sino desa mala intención de su pecho. Mal conocen vuesas mercedes a esta señora, pues a fe que, si la conociesen, que la ayunarían o la santiguarían. Veinte y dos años ha que vivo con ella mártir, sin haber sido jamás confesor de sus insolencias, de sus voces y de sus fantasías, y ya va para dos años que cada día me va dando vaivenes y empujones hacia la sepultura; a cuyas voces me tiene medio sordo, y, a puro reñir, sin juicio. Si me cura, como ella dice, cúrame a regañadientes; habiendo de ser suave la mano y la condición del médico. En resolución, señores: yo soy el que muero en su poder, y ella es la que vive en el mío, porque es señora, con mero mixto imperio, de la hacienda que tengo.
MARIANA.-   ¿Hacienda vuestra? Y ¿qué hacienda tenéis vos, que no la hayáis ganado con la que llevastes en mi dote? Y son míos la mitad de los bienes gananciales, mal que os pese; y dellos y de la dote, si me muriese agora, no os dejaría valor de un maravedí, porque veáis el amor que os tengo.
JUEZ.-   Decid, señor: cuando entrastes en poder de vuestra mujer, ¿no entrastes gallardo, sano y bien acondicionado?
VEJETE.-  Ya he dicho que ha veinte y dos años que entré en su poder, como quien entra en el de un cómitre calabrés a remar en galeras de por fuerza; y entré tan sano, que podía decir y hacer como quien juega a las pintas.
MARIANA.-   Cedacico nuevo, tres días en estaca.
JUEZ.-   Callad, callad, nora en tal, mujer de bien, y andad con Dios, que yo no hallo causa para descasaros; y, pues comistes las maduras, gustad de las duras; que no está obligado ningún marido a tener la velocidad y corrida del tiempo, que no pase por su puerta y por sus días; y descontad los malos que ahora os da, con los buenos que os dio cuando pudo; y no repliquéis más palabra.
VEJETE.-   Si fuese posible, recebiría gran merced que vuesa merced me la hiciese de despenarme, alzándome esta carcelería; porque, dejándome así, habiendo ya llegado a este rompimiento, será de nuevo entregarme al verdugo que me martirice; y si no, hagamos una cosa: enciérrese ella en un monesterio y yo en otro; partamos la hacienda, y desta suerte podremos vivir en paz y en servicio de Dios lo que nos queda de la vida.
MARIANA.-   ¡Malos años! ¡Bonica soy yo para estar encerrada! No sino llegaos a la niña, que es amiga de redes, de tornos, rejas y escuchas, encerraos vos, que lo podréis llevar y sufrir, que ni tenéis ojos con que ver, ni oídos con que oír, ni pies con que andar, ni mano con que tocar: que yo, que estoy sana, y con todos mis cinco sentidos cabales y vivos, quiero usar dellos a la descubierta, y no por brújula, como quínola dudosa.
ESCRIBANO.-   Libre es la mujer.
PROCURADOR.-   Y prudente el marido; pero no puede más.
JUEZ.-   Pues yo no puedo hacer este divorcio, quia nullam invenio causam.

(Entra un SOLDADO bien aderezado y su mujer, DOÑA GUIOMAR.)

DOÑA [GUIOMAR].-   ¡Bendito sea Dios!, que se me ha cumplido el deseo que tenía de verme ante la presencia de vuesa merced, a quien suplico, cuan encarecidamente puedo, sea servido de descasarme déste.
JUEZ.-   ¿Qué cosa es déste? ¿No tiene otro nombre? Bien fuera que dijérades siquiera: «deste hombre».
DOÑA [GUIOMAR].-  Si él fuera hombre, no procurara yo descasarme.
JUEZ.-  Pues ¿qué es?
DOÑA [GUIOMAR].-   Un leño.
SOLDADO.-    [Aparte.]  Por Dios, que he de ser leño en callar y en sufrir. Quizá con no defenderme ni contradecir a esta mujer el juez se inclinará a condenarme; y, pensando que me castiga, me sacará de cautiverio, como si por milagro se librase un cautivo de las mazmorras de Tetuán.
PROCURADOR.-   Hablad más comedido, señora, y relatad vuestro negocio, sin improperios de vuestro marido; que el señor juez de los divorcios, que está delante, mirará rectamente por vuestra justicia.
DOÑA [GUIOMAR].-   Pues, ¿no quieren vuesas mercedes que llame leño a una estatua, que no tiene más acciones que un madero?
MARIANA.-   Ésta y yo nos quejamos, sin duda, de un mismo agravio.
DOÑA [GUIOMAR].-   Digo, en fin, señor mío, que a mí me casaron con este hombre, ya que quiere vuesa merced que así lo llame; pero no es este hombre con quien yo me casé.
JUEZ.-   ¿Cómo es eso?, que no os entiendo.
DOÑA [GUIOMAR].-   Quiero decir que pensé que me casaba con un hombre moliente y corriente, y a pocos días hallé que me había casado con un leño, como tengo dicho; porque él no sabe cuál es su mano derecha, ni busca medios ni trazas para granjear un real con que ayude a sustentar su casa y familia. Las mañanas se le pasan en oír misa y en estarse en la puerta de Guadalajara murmurando, sabiendo nuevas, diciendo y escuchando mentiras; y las tardes, y aun las mañanas también, se va de en casa en casa de juego, y allí sirve de número a los mirones, que, según he oído decir, es un género de gente a quien aborrecen en todo estremo los gariteros. A las dos de la tarde viene a comer, sin que le hayan dado un real de barato, porque ya no se usa el darlo. Vuélvese a ir, vuelve a media noche, cena si lo halla, y si no, santíguase, bosteza y acuéstase; y en toda la noche no sosiega, dando vueltas. Pregúntole qué tiene. Respóndeme que está haciendo un soneto en la memoria para un amigo que se le ha pedido; y da en ser poeta, como si fuese oficio con quien no estuviese vinculada la necesidad del mundo.
SOLDADO.-   Mi señora doña Guiomar, en todo cuanto ha dicho, no ha salido de los límites de la razón; y, si yo no la tuviera en lo que hago, como ella la tiene en lo que dice, ya había yo de haber procurado algún favor de palillos, de aquí o de allí, y procurar verme, como se ven otros hombrecitos aguditos y bulliciosos, con una vara en   las manos, y sobre una mula de alquiler pequeña, seca y maliciosa, sin mozo de mulas que le acompañe, porque las tales mulas nunca se alquilan sino a faltas y cuando están de nones; sus alforjitas a las ancas: en la una un cuello y una camisa, y en la otra su medio queso y su pan y su bota; sin añadir a los vestidos que trae de rúa, para hacellos de camino, sino unas polainas y una sola espuela; y, con una comisión, y aun comezón en el seno, sale por esa Puente Toledana raspahilando, a pesar de las malas mañas de la harona, y, a cabo de pocos días, envía a su casa algún pernil de tocino y algunas varas de lienzo crudo; en fin, de aquellas cosas que valen baratas en los lugares del distrito de su comisión, y con esto sustenta su casa como el pecador mejor puede; pero yo, que ni tengo oficio [ni beneficio], no sé qué hacerme, porque no hay señor que quiera servirse de mí, porque soy casado; así que, me será forzoso suplicar a vuesa merced, señor juez, pues ya por pobres son tan enfadosos los hidalgos, y mi mujer lo pide, que nos divida y aparte.
DOÑA [GUIOMAR].-   Y hay más en esto, señor juez: que, como yo veo que mi marido es tan para poco, y que padece necesidad, muérome por remedialle; pero no puedo, porque, en resolución, soy mujer de bien, y no tengo de hacer vileza.
SOLDADO.-   Por esto solo merecía ser querida esta mujer, pero, debajo deste pundonor, tiene encubierta la más mala condición de la tierra: pide celos sin causa, grita sin porqué, presume sin hacienda, y, como me ve pobre, no me estima en el baile del rey Perico; y es lo peor, señor juez, que quiere que, a trueco de la fidelidad que me guarda, le sufra y disimule millares de millares de impertinencias y desabrimientos que tiene.
DOÑA [GUIOMAR].-   ¿Pues no? ¿Y por qué no me habéis vos de guardar a mí decoro y respeto, siendo tan buena como soy?
SOLDADO.-   Oíd, señora doña Guiomar; aquí, delante destos señores, os quiero decir esto: ¿por qué me hacéis cargo de que sois buena, estando vos obligada a serlo, por ser de tan buenos padres nacida, por ser cristiana y por lo que debéis a vos misma? ¡Bueno es que quieran las mujeres que las respeten sus maridos porque son castas y honestas; como si en sólo esto consistiese, de todo en todo, su perfección; y no echan de ver los desaguaderos por donde desaguan la fineza de otras mil  virtudes que les faltan! ¿Qué se me da a mí que seáis casta con vos misma, puesto que se me da mucho, si os descuidáis de que lo sea vuestra criada, y si andáis siempre rostrituerta, enojada, celosa, pensativa, manirrota, dormilona, perezosa, pendenciera, gruñidora, con otras insolencias deste jaez, que bastan a consumir las vidas de docientos maridos? Pero, con todo esto, digo, señor juez, que ninguna cosa destas tiene mi señora doña Guiomar; y confieso que yo soy el leño, el inhábil, el dejado y el perezoso; y que, por ley de buen gobierno, aunque no sea por otra cosa, está vuesa merced obligado a descasarnos; que desde aquí digo que no tengo ninguna cosa que alegar contra lo que mi mujer ha dicho, y que doy el pleito por concluso, y holgaré de ser condenado.
DOÑA [GUIOMAR].-   ¿Qué hay que alegar contra lo que tengo dicho? Que no me dais de comer a mí, ni a vuestra criada; y monta que son muchas, sino una, y aun esa sietemesina, que no come por un grillo.
ESCRIBANO.-   Sosiéguense; que vienen nuevos demandantes.

(Entra uno vestido a lo médico, y es CIRUJANO, y ALDONZA DE MINJACA, su mujer.)

 CIRUJANO.-   Por cuatro causas bien bastantes, vengo a pedir a vuesa merced, señor juez, haga divorcio entre mí y la señora doña Aldonza de Minjaca, mi mujer, que está presente.
JUEZ.-   Resoluto venís; decid las cuatro causas.
CIRUJANO.-   La primera, porque no la puedo ver más que a todos los diablos; la segunda, por lo que ella se sabe; la tercera, por lo que yo me callo; la cuarta, porque no me lleven los demonios, cuando desta vida vaya, si he de durar en su compañía hasta mi muerte.
PROCURADOR.-   Bastantísimamente ha probado su intención.
MINJACA.-   Señor juez, vuesa merced me oiga, y advierta que, si mi marido pide por cuatro causas divorcio, yo le pido por cuatrocientas. La primera, porque, cada vez que le veo, hago cuenta que veo al mismo Lucifer; la segunda, porque fui engañada cuando con él me casé, porque él dijo que era médico de pulso, y remaneció cirujano, y hombre que hace ligaduras y cura otras enfermedades, que va decir desto a médico la mitad del justo precio; la tercera, porque tiene celos del sol que me toca; la cuarta, que, como no le puedo ver, querría estar   apartada dél dos millones de leguas.
ESCRIBANO.-   ¿Quién diablos acertará a concertar estos relojes, estando las ruedas tan desconcertadas?
MINJACA.-   La quinta...
JUEZ.-   Señora, señora, si pensáis decir aquí todas las cuatrocientas causas, yo no estoy para escuchallas, ni hay lugar para ello. Vuestro negocio se recibe a prueba; y andad con Dios, que hay otros negocios que despachar.
CIRUJANO.-   ¿Qué más pruebas, sino que yo no quiero morir con ella, ni ella gusta de vivir conmigo?
JUEZ.-   Si eso bastase para descasarse los casados, infinitísimos sacudirían de sus hombros el yugo del matrimonio.
 (Entra uno vestido de GANAPÁN, con su caperuza cuarteada.)
GANAPÁN.-   Señor juez: ganapán soy, no lo niego, pero cristiano viejo, y hombre de bien a las derechas; y, si no fuese que alguna vez me tomo del vino, o él me toma a mí, que es lo más cierto, ya hubiera sido prioste en la cofradía de los hermanos de la carga, pero, dejando esto aparte, porque hay mucho que decir en ello, quiero que sepa el señor joez que, estando una vez muy enfermo de los vaguidos de Baco, prometí de casarme con una mujer errada. Volví en mí, sané y cumplí la promesa, y caséme con una mujer que saqué de pecado; púsela a ser placera; ha salido tan soberbia y de tan mala condición, que nadie llega a su tabla con quien no riña, ora sobre el peso falto, ora sobre que le llegan a la fruta, y a dos por tres les da con una pesa en la cabeza, o adonde topa, y los deshonra hasta la cuarta generación, sin tener hora de paz con todas sus vecinas ya parleras; y yo tengo de tener todo el día la espada más lista que un sacabuche, para defendella; y no ganamos para pagar penas de pesos no maduros, ni de condenaciones de pendencias. Querría, si vuesa merced fuese servido, o que me apartase della, o, por lo menos, le mudase la condición acelerada que tiene en otra más reportada y más blanda; y prométole a vuesa merced de descargalle de balde todo el carbón que comprare este verano; que puedo mucho con los hermanos mercaderes de la costilla.
CIRUJANO.-   Ya conozco yo a la mujer deste buen hombre, y es tan mala como mi Aldonza: que no   lo puedo más encarecer.
JUEZ.-   Mirad, señores, aunque algunos de los que aquí estáis habéis dado algunas causas que traen aparejada sentencia de divorcio, con todo eso, es menester que conste por escrito, y que lo digan testigos; y así, a todos os recibo a prueba. Pero, ¿qué es esto? ¿Música y guitarras en mi audiencia? ¡Novedad grande es ésta!
Entran dos músicos.)
 MÚSICO.-   Señor juez, aquellos dos casados tan desavenidos que vuesa merced concertó, redujo y apaciguó el otro día, están esperando a vuesa merced con una gran fiesta en su casa; y por nosotros le envía[n] a suplicar sea servido de hallarse en ella y honrallos.
JUEZ.-   Eso haré yo de muy buena gana; y pluguiese a Dios que todos los presentes se apaciguasen como ellos.
PROCURADOR.-   Desa manera, moriríamos de hambre los escribanos y procuradores desta audiencia; que no, no, sino todo el mundo ponga demandas de divorcios; que, al cabo, al cabo, los más se quedan como se estaban y nosotros habemos gozado del fruto de sus pendencias y necedades.
MÚSICO.-   Pues en verdad que desde aquí hemos de ir regocijando la fiesta.

(Cantan los músicos.)


   Entre casados de honor,                         
cuando hay pleito descubierto,                              
más vale el peor concierto                        
que no el divorcio mejor.                           
    Donde no ciega el engaño                     
simple, en que algunos están,                 
las riñas de por San Juan                            
son paz para todo el año.                           
    Resucita allí el honor,                               
y el gusto, que estaba muerto,               
donde vale el peor concierto                   
más que el divorcio mejor.                        
    Aunque la rabia de celos                        
es tan fuerte y rigurosa,                             
si los pide una hermosa,                             
no son celos, sino cielos.                            
    Tiene esta opinión Amor,                      
que es el sabio más experto:                   
que vale el peor concierto                         
más que el divorcio mejor.