La verdad sospechosa
Don JUAN de Luna, viejo grave
[Sala en casa de don BELTRÁN]
Salen por una puerta don GARCÍA y un LETRADO viejo, de estudiantes,
de camino; y, por otra, don BELTRÁN y TRISTÁN
Con bien vengas, hijo mío.
GARCÍA: Dame la mano, señor.
del ardiente y seco estío
me ha afligido de tal suerte
con la esperanza de verte.
BELTRÁN: Entra, pues, a descansar.
Dios te guarde. ¡Qué hombre vienes!
nuevo ya de quien cuidar.
Sirve desde hoy a García;
que tú eres diestro en la corte
TRISTÁN: En lo que importa,
BELTRÁN: No es crïado el que te doy;
GARCÍA: Tendrá ese lugar conmigo.
TRISTÁN: Vuestro humilde esclavo soy.
Vanse don GARCÍA y TRISTÁN
BELTRÁN: Déme, señor Licenciado
LETRADO: Los pies os pido.
BELTRÁN: Alce ya, ¿Cómo ha venido?
LETRADO: Bueno, contento, honrado
a quien tanto amor cobré,
BELTRÁN: Dios le guarde, que, en efeto,
siempre el señor Licenciado
de agradecido y discreto.
me huelgo que haya cumplido
García, y que haya acudido
que es tal mi agradecimiento,
que, como un corregimiento
mi intercesión la alcanzó
--según mi amor, desigual--,
de la misma suerte hiciera
darle también, si pudiera
LETRADO: De vuestro valor lo fío.
BELTRÁN: Sí, bien lo puede creer.
con su virtud al postrero.
LETRADO: En cualquier tiempo y lugar
he de ser vuestro crïado.
BELTRÁN: Ya, pues, señor Licenciado
y yo he de encargarme de él,
que hiciese por mí y por él
LETRADO: Ya, señor, alegre espero
lo que me queréis mandar.
BELTRÁN: La palabra me ha de dar
de que lo ha de hacer, primero.
LETRADO: Por Dios juro de cumplir,
BELTRÁN: Que me diga una verdad
Ya sabe que fue mi intento
de las letras, don García,
fuese su acrecentamiento;
que, para un hijo segundo,
como él era, es cosa cierta
que es ésa la mejor puerta
para las honras del mundo.
de llevarse a don Gabriel,
mi hijo mayor, con que él
a Madrid, donde estuviese,
como es cosa acostumbrada
entre ilustres caballeros
en España; porque es bien
Pues como es ya don García
hombre que no ha de tener
su gobierno a cuenta mía,
que, ya que el mejor no sea,
quiero, señor Licenciado,
sin lisonja, lo que siente
--supuesto que le ha crïado--
Si tiene alguna costumbre
que yo cuide de enmendar,
no piense que me ha de dar
que él tenga vicio es forzoso;
lo bien que quiere a García,
que en darme este desengaño,
que haya sucedido un daño.
LETRADO: Tan estrecha prevención,
que, cuando entrega al señor
que lo ha impuesto y enseñado,
si no le informa del modo
y los resabios que tiene,
al caballo y dueño y todo.
que, demás del juramento,
que os sepa mal y haga bien.
todas las acciones tienen
cierto acento, en que convienen
si repentino, impaciente.
porque, en ésas, con la edad
se mudan las condiciones.
es la que le he conocido,
que, por más que le he reñido,
no se ha enmendado jamás.
BELTRÁN: ¿Cosa que a sus calidad
BELTRÁN: ¿Cuál es? Decid.
LETRADO: No decir siempre verdad.
BELTRÁN: ¡Jesús! ¡Qué cosa tan fea
LETRADO: Yo pienso que, o condición,
que con él tenéis, señor,
junto con que ya es mayor
BELTRÁN: Si la vara no ha podido,
en tiempo que tierna ha sido,
siendo ya tronco robusto?
LETRADO: En Salamanca, señor,
sigue cada cual su gusto;
hace, al fin, la edad su oficio.
su enmienda esperar podemos,
BELTRÁN: Casi me mueve a reír
no hay quien le enseñe a mentir?
En la corte, aunque haya sido
Y si aquí miente el que está
en cosa en que al engañado
la hacienda o honor le va,
¿no es mayor inconveniente
quien por espejo está puesto
que me voy a maldiciente.
Como el toro a quien tiró
sin mirar a quien le hirió,
que esta nueva me ha causado,
en quien primero he encontrado
mi hacienda, de amores ciego,
si fuera de ánimo inquieto
y a pendencias inclinado,
si mal se hubiera casado,
mentir. ¡Qué cosa tan fea!
¡Qué opuesta a mi natural!
Ahora bien; lo que he de hacer
antes que este inconveniente
de su bueno celo y cuidado,
del bien que en esto me ha hecho.
pero mi oficio me espera.
BELTRÁN: Ya entiendo; volar quisiera
porque va a mandar. Adiós.
LETRADO: Guárdeos Dios. Dolor extraño
le dió al buen viejo la nueva.
Al fin, el más sabio lleva
[Una calle en las platerías]
Vase el LETRADO. Salen don GARCÍA, de galán, y TRISTÁN
GARCÍA: ¿Díceme bien este traje?
TRISTÁN: Divinamente, señor.
¡Bien hubiese el inventor
de este holandesco follaje!
¿qué fealdad no se enmendó?
Yo sé una dama a quien dio
cierto amigo gran cuidado
mientras con cuello le veía;
y una vez que llegó a verle
sin él, la obligó a perderle
porque ciertos costurones
Las narices le crecieron,
mostró un gran palmo de oreja,
y las quijadas, de vieja,
en lo enjuto, parecieron.
GARCÍA: Por esa y otras razones
me holgara de que saliera
Que, demás de esos engaños,
con su holanda el extranjero
para nuestros propios daños.
bien al rostro, y se anduviera
más a gusto a menos costa.
Y no que, con tal cuidado,
sirve un galán a su cuello
que, por no descomponello,
se obliga a andar empalado.
TRISTÁN: Yo sé quien tuvo ocasión
por no ahujar un cangilón.
todos dicen que se holgaran
de que valonas se usaran,
GARCÍA: De gobernar nos dejemos
el mundo. ¿Qué hay de mujeres?
TRISTÁN: ¿El mundo dejas y quieres
TRISTÁN: Pues en lugar entras hoy
donde Amor no vive ocioso.
Resplandecen damas bellas
de la suerte que en el cielo
brillan lucientes estrellas.
y el estado hay diferencia,
como es varia su influencia,
Las señoras, no es mi intento
que en este número estén,
no se atreve el pensamiento.
que son, con alma livianas
corruptibles, siendo estrellas.
conversables y discretas,
que las llamo yo planetas
o que en las Indias están,
o en Italia, entretenidos.
hermosas recientes hijas;
éstas son estrellas fijas,
y sus madres son errantes.
que, entre cortesanas, son
Síguense tras las tusonas,
y, aunque tan buenas no sean,
son mejores que busconas.
te habrás de alumbrar con ellas.
por estrella, que es cometa;
pues ni su luz es perfeta
Por las mañanas se ofrece
y, en cumpliéndose el agüero,
que, mientras se queman, duran.
Pero que adviertas es bien,
si en estas estrellas tocas,
que son estables muy pocas,
por más que un Perú les den.
No ignores, pues yo no ignoro,
que un signo el de Virgo es,
y los de cuernos son tres:
Aries, Capricornio y Toro.
Y así, sin fïar en ellas,
lleva un presupuesto solo,
y es que el dinero es el polo
de todas estas estrellas.
GARCÍA: ¿Luego has pretendido?
GARCÍA: ¿Cómo en servir has parado?
TRISTÁN: Señor, porque me han faltado
aunque quien te sirve, en vano
por mejor suerte suspira.
GARCÍA: Deja lisonjas y mira
el marfil de aquella mano;
de aquellos ojos, que, juntas,
despiden entre las puntas
flechas de muerte y amor.
TRISTÁN: ¿Dices aquella señora
TRISTÁN: ¡Qué bien encajaba agora
de rayos de fuego ardientes
GARCÍA: ¿La primera dama que vi
TRISTÁN: La primera en tierra.
que es divina esta mujer.
TRISTÁN: Por puntos las toparás
tan bellas, que no podrás
que siempre por la que veo
GARCÍA: ¿Dónde ha de haber resplandores
que borren los de estos ojos?
TRISTÁN: Míraslos ya con antojos
que hacen las cosas mayores.
GARCÍA: ¿Conoces, Tristán?...
lo que por divino adoras;
no tocan a los Tristanes.
GARCÍA: Pues yo, al fin, quien fuere, sea,
la quiero y he de servilla.
Tú puedes, Tristán, seguilla.
TRISTÁN: Detente, que ella se apea
de que es el polo el dinero.
TRISTÁN: ¡Cierra, España!,
que a César llevas contigo;
mas mira si en lo que digo
mi pensamiento se engaña;
advierte, señor, si aquélla
puede ser sol de su aurora,
ser aurora de su estrella.
GARCÍA: Hermosa es también.
GARCÍA: El coche es arco de amor,
y son flechas cuantas tira.
TRISTÁN: A lo dicho advierte...
TRISTÁN: Que a la mujer rogando,
GARCÍA: ¡Consista en eso mi suerte!
TRISTÁN: Pues yo, mientras hablas, quiero
TRISTÁN: Sí, que es cochero.
Vase TRISTÁN. Salen JACINTA, LUCRECIA, ISABEL, con mantos; cae
JACINTA y llega don GARCÍA y dale la mano
os servid de que os levante,
de un cielo tan soberano.
JACINTA: Atlante debéis de ser,
GARCÍA: Una cosa es alcanzar
¿Qué victoria es la beldad
alcanzar, por quien me abraso,
si es favor que debo al caso,
el cielo mas ¿qué importó,
si ha sido porque él cayó,
JACINTA: ¿Para qué fin se procura
JACINTA: Llegar al fin, sin pasar
por los medios, ¿no es ventura?
JACINTA: Pues ¿cómo estáis quejoso
del bien que os ha sucedido,
si el no haberlo merecido
GARCÍA: Porque, como las acciones
si haberlo vos consentido
con esa intención no fue.
que, cuando tal dicha gano,
JACINTA: Si la vuestra no sabía,
de que agora me informáis,
TRISTÁN: (El cochero hizo su oficio; Aparte
nuevas tengo de quién son).
GARCÍA: ¿Qué hasta aquí de mi afición
JACINTA: ¿Cómo, si jamás os vi?
GARCÍA: ¿Tampoco ha valido, ¡ay Dios!,
más de un año que por vos
TRISTÁN: (¿Un año, y ayer llegó Aparte
que no os vi en mi vida yo.
GARCÍA: Cuando del indiano suelo
por mi dicha llegué aquí,
fue la gloria de ese cielo.
Y aunque os entregué al momento
el alma, habéislo ignorado
porque ocasión me ha faltado
de deciros lo que siento.
mis riquezas, pues os vi,
TRISTÁN: (¿Indiano?) Aparte
JACINTA: ¿Y sois tan guardoso
GARCÍA: Al que más avaro nace,
JACINTA: ¿Luego, si decís verdad,
GARCÍA: Si es que ha de dar el dinero
para mostrar lo que adoro,
daros tantos mundos de oro
que esta tienda que os franqueo
JACINTA: (No vi tal hombre en Madrid). Aparte
LUCRECIA: Que no te parece mal,
Jacinta, y que lo merece.
GARCÍA: Las joyas que gusto os dan,
Habla TRISTÁN aparte a don GARCÍA
TRISTÁN: Mucho te arrojas, señor.
GARCÍA: ¡Estoy perdido, Tristán.
Habla ISABEL aparte a las damas
señor, lo que me ofrecéis.
GARCÍA: Mirad que me agraviaréis
si no lográis lo que ofrezco.
JACINTA: Yerran vuestros pensamientos,
más que los ofrecimientos.
GARCÍA: Pues ¿Qué ha alcanzado de vos
el corazón que os he dado?
JACINTA: El haberos escuchado.
no pienso que ha menester
de la que en amor te abrasa,
GARCÍA: Pues no las sigas;
TRISTÁN: "Doña Lucrecia de Luna
que es mi dueño; y la otra dama
mas no sé cómo se llama."
Esto respondió el cochero.
GARCÍA: Si es Lucrecia la más bella,
no hay más que saber, pues ella
es la que habló, y la que quiero;
que, como el autor del día
las estrellas deja atrás,
de esa suerte a las demás,
TRISTÁN: Pues a mí la que calló
a cualquier mujer que calla,
más hermosa haber callado.
Mas dado, señor, que estés
errado tú, presto espero,
la casa, saber, quién es.
GARCÍA: Y Lucrecia, ¿dónde tiene
TRISTÁN: Que a la Victoria
GARCÍA: Siempre ese nombre conviene
que da eclíptica a tal luna.
Salen don JUAN y don FÉLIX, por otra parte
JUAN: ¿Música y cena? ¡Ah, Fortuna!
GARCÍA: ¿No es éste don Juan de Sosa?
FÉLIX: Que lo vendréis a saber
JUAN: ¡Que otro amante le haya dado,
a quien mía se ha nombrado,
GARCÍA: ¡Don Juan de Sosa!
GARCÍA: ¿Ya olvidáis a don García?
JUAN: Veros en Madrid lo hacía,
que en Salamanca me visteis,
JUAN: Más galán sois de seglar
que de estudiante lo fuisteis.
¿Venís a Madrid de asiento?
GARCÍA: Vos, don Félix, ¿cómo estáis?
FÉLIX: De veros, por Dios, contento.
Vengáis bueno en hora buena.
GARCÍA: Para serviros. ¿Qué hacéis?
¿De qué habláis? ¿En qué entendéis?
JUAN: De cierta música y cena
que en el río dio un galán
GARCÍA: ¿Música y cena, don Juan?
GARCÍA: ¿Y muy hermosa la dama?
JUAN: Dícenme que es muy hermosa.
JUAN: ¿Qué misterios hacéis?
GARCÍA: De que alabéis por tan buena
si no es que alabando estéis
JUAN: ¿Pues tuvisteis también boda
TRISTÁN: (¿Qué fiesta o qué dama es ésta, Aparte
si a la corte llegó ayer?)
JUAN: ¿Ya tenéis a quien hacer,
tan recién venido, fiesta?
Presto el amor dio con vos.
GARCÍA: No ha tan poco que he llegado
que un mes no haya descansado.
TRISTÁN: (¡Ayer llegó, voto a Dios! Aparte
Él lleva alguna intención).
JUAN: No lo he sabido, a fe mía,
que al punto acudido habría,
GARCÍA: He estado hasta aquí secreto.
JUAN: Ésa la causa habrá sido
Pero la fiesta, ¿en efeto
JUAN: (¡Ya de celos desvarío!) Aparte
¨Quién duda que la espesura
del Sotillo el sitio os dio?
GARCÍA: Tales señas me vaya dando,
don Juan, que voy sospechando
JUAN: No estoy de todo ignorante,
en un cortesano ocioso...
(o en un amante con celos). Aparte
Don FÉLIX habla aparte a don JUAN
FÉLIX: Advertid cuán sin pensar
vuestro contrario los cielos.
GARCÍA: Pues a la fiesta atended:
JUAN: Haréisnos mucha merced.
GARCÍA: Entre las opacas sombras
que el soto formaba de olmos
se ocultaba una cuadrada,
sólo envidiaron las almas
a las aves y a las fieras.
Cuatro aparadores puestos
en cuadra correspondencia,
la plata blanca y dorada,
vidrios y barros ostentan.
en todo el Sotillo apenas,
que de ellas se edificaron,
en varias partes, seis tiendas.
ocultan las cuatro de ellas;
otra, principios y postres,
Llegó en su coche mi dueño,
dando envidia a las estrellas;
hizo esmeraldas ya hierba,
hizo cristal la corriente,
cuando, en copia disparados
cohetes, bombas y ruedas,
bajó en un punto a la tierra.
Aun no las sulfúreas luces
se acabaron, cuando empiezan
las de veinte y cuatro antorchas
a oscurecer las estrellas.
de chirimías; tras ellas,
el de las vihuelas de arco
sonó en la segunda tienda.
las flautas de la tercera,
y, en la cuarta, cuatro voces,
con guitarras y arpas suenan.
Entre tanto, se sirvieron
treinta y dos platos de cena,
sin los principios y postres,
que casi otros tantos eran.
en fuentes y tazas hechas
del cristal que da el invierno
de tanta nieve se cubren,
que camina por la sierra.
cuando el gusto se recrea,
de aromas, flores y hierbas,
en un hombre de diamantes,
delicadas de oro flechas,
su crueldad y mi firmeza,
al sauce, al junco y la mimbre
quitaron su preeminencia;
que han de ser oro las pajas
cuando los dientes son perlas.
En esto, juntas en folla,
los cuatro coros comienzan,
desde conformes distancias,
tanto que, envidioso Apolo,
de todas estas estrellas.
porque el principio del día
JUAN: ¡Por Dios, que la habéis pintado
por haberme hallado en ella!
TRISTÁN: (¡Válgate el diablo por hombre! Aparte
Que tan de repente pueda
que a la verdad misma venza!)
Hablan don JUAN y don FÉLIX aparte
JUAN: ¿Qué importa, si en la sustancia,
el tiempo y lugar concuerdan?
GARCÍA: ¡Oh! Son niñerías éstas
que a las romanas y griegas
fiestas que al mundo admiraron
nueva admiración pusiera.
Don GARCÍA mira adentro. Hablan don FÉLIX y don JUAN aparte
FÉLIX: Jacinta es la del estribo,
JUAN: Los ojos a don García
se le van, por Dios, tras ella.
FÉLIX: Inquieto está y divertido.
JUAN: Ciertas son ya mis sospechas.
FÉLIX: Entrambos a un punto
fuisteis a una cosa mesma.
Vanse don JUAN y don FÉLIX
TRISTÁN: (No vi jamás despedida Aparte
tan conforme y tan resuelta).
GARCÍA: Aquel cielo, primer móvil
de mis acciones, me lleva
TRISTÁN: Disimula y ten paciencia,
que el mostrarse muy amante,
antes daña que aprovecha,
y siempre he visto que son
Las mujeres y los diablos
que a las almas rematadas
ni las siguen ni las tientan;
que el tenellas ya seguras
les hace olvidarse de ellas,
escapárselas se acuerdan.
GARCÍA: Es verdad, mas no soy dueño
no te entregues tan de veras;
que suele dar, quien se arroja
creyendo las apariencias,
de verde, engañosa hierba.
GARCÍA: Pues hoy te informa de todo.
TRISTÁN: Eso queda por mi cuenta.
Y agora, antes que reviente,
dime, por Dios, ¿qué fina llevas
en las ficciones que he oído?
Tristán, que los forasteros
tienen más dicha con ellas,
y más si son de las Indias,
TRISTÁN: Ese fin está entendido;
mas pienso que el medio yerras,
o en su pecho ya las puertas
con ese medio, y después,
yo me entenderé con ellas.
TRISTÁN: Digo que me has convencido,
lo de haber un mes que estás
en la corte. ¿Qué fin llevas,
GARCÍA: Ya sabes tú que es grandeza
o en su casa descansando.
TRISTÁN: ¡Vaya muy en hora buena!
Lo del convite entre agora.
GARCÍA: Fingílo, porque me pesa
que piense nadie que hay cosa
pasiones que al hombre afrentan.
Que admirarse en ignorancia,
cuando llega un portanuevas
con otra tal, que se vuelva
con sus nuevas en el cuerpo
y que reviente con ellas.
TRISTÁN: ¡Caprichosa prevención,
serás, si la flor te entrevan.
GARCÍA: Quien vive sin ser sentido,
quien sólo el número aumenta
y hace lo que todos hacen,
¿en qué difiere de bestia?
Ser famosos en gran cosa,
Nómbrenme a mí en todas partes,
pues, uno, por ganar nombre,
abrasó el templo de Efesia.
Y, al fin, es éste mi gusto,
que es la razón de más fuerza.
TRISTÁN: Juveniles opiniones
Vanse don GARCÍA y TRISTÁN
[Sala en casa de don SANCHO]
Salen JACINTA e ISABEL, con mantos, y don BELTRÁN y don SANCHO
JACINTA: ¿Tan grande merced?
la que esta casa y la mía,
si os acordáis, se han tenido;
y así, no es bien que extrañéis
es, señor, por haber tanto
que merced no nos hacéis.
Perdonadme que, ignorando
el bien que en casa tenía,
ciertas joyas concertando.
BELTRÁN: Feliz pronóstico dais
al pensamiento que tengo,
pues cuando a casaros vengo
Con don Sancho, vuestro tío,
nuestra amistad, y confío
--puesto que, como discreto,
dice don Sancho que es justo
remitirse a vuestro gusto--
que esto ha de tener efeto.
Que, pues es la hacienda mía
sólo falta que os contente
Y aunque ayer a Madrid vino
y de envidia el rubio Febo
le ha abrasado en el camino,
bien me atreveré a ponello
ante vuestros ojos claros,
desde la planta al cabello,
para que os bese la mano.
JACINTA: Encarecer lo que gano
si es notorio, es vano intento,
las prendas vuestras, que diera
--por mucho que en ello gano--
Que el breve determinarse
Y en cuanto a que yo lo vea
que, para no arriesgar nada,
después de tratarlo, acaso
¿de qué me hubieran servido,
BELTRÁN: Ya por vuestra gran cordura,
si es mi hijo vuestro esposo,
le tendré por tan dichoso
como por vuestra hermosura.
SANCHO: De prudencia puede ser
BELTRÁN: No sin causa os remitís,
don Sancho, a su parecer.
BELTRÁN: Que le miréis bien os pido,
que esta noche he de volver,
no admiréis, que es ya forzoso;
Habla don BELTRÁN a don SANCHO
SANCHO: Al corredor llegaré
con vos, si licencia dais.
ISABEL: Mucha priesa te da el viejo.
JACINTA: Yo se la diera mayor,
pues también le está a mi honor,
que, aunque los impedimentos
--dueño de mis pensamientos--
de admitir otros intentos,
--que vive en el alma asido--
tiemblo, Isabel, cuando creo
que otro ha de ser mi marido.
ISABEL: Yo pensé que ya olvidabas
a don Juan, viendo que dabas
lugar a otras pretensiones.
JACINTA: Cáusanlo estas ocasiones,
Que como ha tanto que está
este intento por perdido.
quiero hablar y divertirme,
pues en vano me atormento;
que en un imposible intento
no apruebo el morir de firme.
ISABEL: No dudo que el tiempo ofrezca
¿quieres que verdad te diga?
Pues muy bien me pareció.
que si fuera tan discreto,
ISABEL: Esta tarde le verás
con su padre por la calle.
JACINTA: Veré sólo el rostro y talle;
el alma, que importa más,
quisiera ver con hablalle.
don Juan si llega a sabello,
que de otro dueño he de ser,
ISABEL: Pues da algún medio, y advierte
que siglos pasas en vano,
que don Juan es, de esta suerte,
podrás hablar, si tú quieres,
que, como en su centro, están
las trazas en las mujeres.
JACINTA: Una pienso que podría
de su parte a don García;
yo con ella en su ventana,
ISABEL: Industria tan soberana
JACINTA: Pues parte al punto, y mi intento
le di a Lucrecia, Isabel.
ISABEL: Sus alas tomaré al viento.
JACINTA: La dilación de un momento
le di que es un siglo en él.
Sale don JUAN, al encuentro
JUAN: ¿Puedo hablar a tu señora?
ISABEL: Sólo un momento ha de ser,
mi señor don Sancho es hora.
JUAN: Ya, Jacinta, que te pierdo,
ya que yo me pierdo, ya...
estar con tus cosas cuerdo?
JACINTA: Repórtate y habla paso,
que está en la cuadra mi tío.
JUAN: Cuando a cenar vas al río,
¿cómo haces de él poco caso?
JACINTA: ¿Qué dices? ¿Estás en ti?
JUAN: Cuando para trasnochar
JACINTA: ¿Trasnochar con otro? Advierte
que, aunque eso fuese verdad,
hablarme a mí de esa suerte;
cuanto más que es desvarío
JUAN: Ya sé que fue don García
ya los fuegos que a tu coche,
Jacinta, la salva hicieron;
ya las antorchas que dieron
sol al soto a media noche;
las cuatro tiendas pobladas
de instrumentos y cantores.
Todo lo sé; y sé que el día
te halló, enemiga, en el río;
di agora que "es desvarío
el tratarte de esta suerte,
cuando obligan a ofenderte
mi agravio y tu liviandad.
JACINTA: ¡Plega a Dios!...
no sirven satisfacciones.
no niegues que te he perdido;
tu mudanza me ha ofendido,
no me ofende el desengaño.
Y aunque niegues lo que oí,
que hoy lo que negando estás
agora aquí? ¿Qué te dijo?
¿De noche estás con el hijo
Yo lo vi; ya mi esperanza
en vano engañar dispones;
Mas crüel, ¡vive los cielos,
que no has de vivir contenta!
este volcán de mis celos.
El que me hace desdichado
te pierda, pues yo te pierdo.
JACINTA: ¿Tú eres cuerdo?
JACINTA: Vuelve, escucha; que si vale
JUAN: Voyme, que tu tío sale.
JACINTA: No sale; escucha, que fío
si aquí no me das la mano.
JACINTA: ¿La mano? Sale mi tío.
[Sala en casa de don BELTRÁN]
Salen don GARCÍA, TRISTÁN y CAMINO
GARCÍA: "La fuerza de una ocasión me hace exceder del
orden de mi estado. Sabrála v.m. esta noche por
un balcón que le enseñará el portador, con lo
demás que no es para escrito, y guarde N. Señor..."
¿Quién este papel me escribe?
CAMINO: Doña Lucrecia de Luna.
GARCÍA: El alma, sin duda alguna,
que dentro en mi pecho vive.
¿No es ésta una dama hermosa
que hoy, antes de media día,
de las partes de esta dama.
CAMINO: Mucho admiro que su fama
Porque la habéis visto, dejo
de encarecer que es hermosa;
su padre es viudo y es viejo;
los que ha de heredar serán,
TRISTÁN: Oigo, y no me descontenta.
CAMINO: En cuanto a ser principal,
no hay que hablar; Luna es su padre
merece un rey por marido.
GARCÍA: ¡Amor, tus alas te pido
GARCÍA: Cierto es mi bien. Que seréis,
dice aquí, quien me guïéis
al cielo de tanta gloria.
CAMINO: Serviros pienso a los dos.
GARCÍA: Y yo lo agradeceré.
CAMINO: Esta noche volveré,
en dando las diez, por vos.
GARCÍA: Eso le dad por respuesta
GARCÍA: ¡Cielos! ¿Qué felicidad,
Amor, qué ventura es ésta?
¿Ves, Tristán, cómo llamó
la más hermosa el cochero
a Lucrecia, a quien yo quiero?
Que es cierto que quien me habló
es la que el papel me envía.
TRISTÁN: Evidente presunción.
GARCÍA: Que la otra, ¿qué ocasión
TRISTÁN: Y a todo mal suceder,
GARCÍA: Y que no me engañe es cierto,
de la voz con que me ha muerto.
Sale un PAGE con un papel; dalo a don GARCÍA
PAGE: Éste, señor don García,
PAGE: Crïado vuestro nací.
GARCÍA: Cúbrase, por vida mía.
importante a solas quiero
con vos. A las siete espero
en San Blas. --Don Juan de Sosa."
(¡Válgame Dios! Desafío. Aparte
don Juan, si yo vine ayer
TRISTÁN: No puedo saberlo?
TRISTÁN: Sin duda es cosa pesada.
GARCÍA: Dame la capa y espada.
(¿Qué causa le he dado yo?) Aparte
Vase TRISTÁN. Sale don BELTRÁN
juntos hoy, que he de tratar
GARCÍA: ¿Mandas otra cosa?
vaya cuando el sol echa fuego?
Sale TRISTÁN y dale de vestir a don GARCÍA
GARCÍA: Aquí a los trucos me llego
de nuestro vecino el conde.
BELTRÁN: No apruebo que os arrojéis,
si no es que dos condiciones
guardéis con mucho cuidado,
y son: que juguéis contado
y habléis contadas razones.
es éste, haced vuestro gusto.
GARCÍA: Seguir tu consejo es justo.
BELTRÁN: Haced que a vuestro placer
BELTRÁN: (¡Que tan sin gusto me tenga Aparte
TRISTÁN: Señor, todo el día.
BELTRÁN: Sin mirar en que es mi hijo,
que siempre en tu pecho he hallado
me di lo que sientes de él.
TRISTÁN: ¿Qué puedo yo haber sentido
BELTRÁN: Tu lengua es quien no se atreve,
que el tiempo bastante ha sido,
y más a tu entendimiento.
mi señor, a lo que siento,
que he de decirte verdad,
pues que tu vida has jurado...
BELTRÁN: De esa suerte has obligado
siempre a mí tu voluntad.
TRISTÁN: ...tiene un ingenio excelente,
con pensamientos sutiles;
con arrogancia imprudente.
la leche, y tiene en los labios
mentir sin recato y modo;
y hacerse en todo extremado...
Hoy, en término de un hora,
echó cinco o seis mentiras.
pues lo peor falta agora;
cogerle en ellas cualquiera.
BELTRÁN: Tu fe conozco y tu amor.
TRISTÁN: A tu prudencia, señor,
el riesgo que correr puedo
pierde, Tristán, todo el miedo.
¿A un hijo solo, a un consuelo
que en la tierra le quedó
tan gran contrapeso el cielo?
Ahora bien, siempre tuvieron
los padres disgustos tales;
siempre vieron muchos males
los que mucha edad vivieron.
¡Paciencia! Hoy he de acabar,
los casamientos le impida
Por dicha, con el cuidado
se vendrá a haber enmendado.
Que es vano pensar que son
TRISTÁN: Ya los caballos están,
viendo que salir procuras,
en las guijas del zaguán.
Porque con las esperanzas
de tan gran fiesta, el overo
Y el bayo, que ser procura
émulo al dueño que lleva,
BELTRÁN: Avisa, pues, a García.
TRISTÁN: Ya te espera tan galán,
que a estas horas sale el día.
[Sala en casa de don Sancho]
ISABEL: La pluma tomó al momento
y esta noche en su balcón,
para tratar cierto intento,
le escribió que aguardaría,
JACINTA: Mucho Lucrecia me obliga.
ISABEL: Muestra en cualquier ocasión
JACINTA: Aun durmiendo me fatiga
que esta siesta le he soñado
ISABEL: ¡Ay, señora! Don Beltrán
que hoy te habló en la Platería
que dices verdad, que es él!
¿Hay tal? ¿Cómo el embustero
si es hijo de don Beltrán?
ISABEL: Los que intentan siempre dan
gran presunción al dinero,
entrada en tu pecho quiso,
que aquí le ha de aprovechar
más ser Midas que Narciso.
JACINTA: En decir que ha que me vio
porque don Beltrán me dijo
que ayer a Madrid su hijo
ISABEL: Si bien lo miras, señora,
que entonces te pudo ver,
Y cuando no, ¿qué te admira
que, quien a obligar aspira
Demás que tengo por llano,
si no miente mi sospecha,
que no lo encarece en vano;
que hablarte hoy su padre, es flecha
que ha salido de su mano.
que él te vio y mostró quererte,
venga su padre a ofrecerte
JACINTA: Dices bien; mas imagino
desde que el hijo me habló
hablóle, y él, que no ignora
vino a tratarlo al momento.
JACINTA: Al fin, como fuere, sea.
De sus partes me contento,
quiere el padre, él me desea;
da por hecho el casamiento.
Salen don BELTRÁN y don GARCÍA
¡Qué contento y bizarría!
BELTRÁN: Vuestro hermano don Gabriel,
GARCÍA: Ya que convida, señor,
BELTRÁN: Mi pena, diréis mejor.
GARCÍA: Téngome por hijo vuestro.
BELTRÁN: ¿Y basta ser hijo mío
GARCÍA: Yo pienso, señor, que sí.
BELTRÁN: ¡Qué engañado pensamiento!
¿Quién dio principio a las casas
nobles? Los ilustres hechos
Sin mirar su nacimientos,
hazañas de hombres humildes
Luego en obrar mal o bien
está el ser malo o ser bueno.
den nobleza, no lo niego;
mas no neguéis que sin ellas
también la da el nacimiento.
BELTRÁN: Pues si honor puede ganar
quien nació sin él, ¿no es cierto
que, por el contrario, puede,
quien con él nació, perdello?
obráis afrentosos hechos,
luego si vuestras costumbres
no importan paternas armas,
que a Salamanca admiraron
vuestras mentiras y enredos?
¡Qué caballero y qué nada!
Si afrenta al noble y plebeyo
sólo el decirle que miente,
decid, ¿qué será el hacerlo,
según los humanos fueros,
mientras de aquél que me dijo
¿Tan larga tenéis la espada,
tan duro tenéis el pecho,
que penséis poder vengaros,
diciéndolo todo el pueblo?
¿Posible es que tenga un hombre
tan humildes pensamientos
más sin gusto y sin provecho?
tiene a los lascivos presos;
el poder que da el dinero;
y el cebo de la ganancia,
a los que cursan el juego;
su venganza, al homicida;
al que es por la espada inquieto.
Todos los gustos, al fin,
o dan gusto o dan provecho;
mas de mentir, ¿qué se saca
sino infamia y menosprecio?
GARCÍA: Quien dice que miento yo,
es mentir, que aun desmentir
no sabéis sino mintiendo.
GARCÍA: ¡Pues, si dais en no creerme...!
BELTRÁN: ¿No seré necio si creo
que vos decía verdad solo
y miente el lugar entero?
Lo que importa es desmentir
esta fama con los hechos,
pensar que éste es otro mundo,
mirar que estáis a la vista
de un rey tan santo y perfeto,
que vuestros yerros no pueden
hallar disculpa en sus yerros;
que tratáis aquí con grandes,
que, si os saben la flaqueza,
que tenéis barba en el rostro,
que nacistes noble al fin,
y que yo soy padre vuestro.
que esta sofrenada espero
que baste para quien tiene
Y agora, porque entendáis
que en vuestro bien me desvelo,
sabed que os tengo, García,
tratado un gran casamiento.
GARCÍA: (¡Ay, mi Lucrecia!) Aparte
pusieron, hijo, los cielos
tantas, tan divinas partes
de quien mi vejez pretende
GARCÍA: (¡Ay, Lucrecia! Si es posible, Aparte
tú sola has de ser mi dueño).
BELTRÁN: ¿Qué es esto? ¿No respondéis?
GARCÍA: (¡Tuyo he de ser, vive el cielo!) Aparte
BELTRÁN: ¿Qué os entristecéis? ¡Hablad!
No me tengáis más suspenso.
GARCÍA: Entristézcome porque es
GARCÍA: Porque soy casado.
BELTRÁN: ¡Casado! ¡Cielos! ¿Qué es esto?
GARCÍA: Fue fuerza, y está secreto.
BELTRÁN: ¿Hay padre más desdichado?
GARCÍA: No os aflijáis, que, en sabiendo
la causa, señor, tendréis
BELTRÁN: Acabad, pues, que mi vida
pende sólo de un cabello.
GARCÍA: (Agora os he menester, Aparte
sutilezas de mi ingenio).
de quien es la alcuña Herrera
y don Pedro el propio nombre.
A éste dio el cielo otro cielo
por hija, pues, con dos soles
sus dos purpúreas mejillas
con decir que cuantas dotes
en tierna edad, la componen.
observante en su desorden,
de sus bienes la hizo pobre;
que, demás de que su casa
no es tan rica como noble,
antes que ella, dos varones.
A ésta, pues, saliendo al río,
la vi una tarde en su coche,
si fuese Erídano el Tormes.
No sé quién los atributos
del fuego en Cupido pone,
que yo, de un súbito hielo,
me sentí ocupar entonces.
¿Qué tienen que ver del fuego
las inquietudes y ardores
con quedar absorta un alma,
con quedar un cuerpo inmóvil?
Caso fue, verla, forzoso;
viéndola, cegar de amores;
pues, abrasado, seguiría,
júzguelo en pecho de bronce.
rondé su puerta de noche;
le encarecí mis pasiones;
hasta que, al fin, condolida
porque también tiene Amor
jurisdicción en los dioses.
y ella aumentando favores,
hasta ponerme en el cielo
de su aposento una noche.
el fin de mi pena enorme,
conquistando honestidades,
mis ardientes pretensiones,
siento que su padre viene
mi fortuna aquella noche.
¡mujer al fin!, a empullones
detrás de su lecho esconde.
Llegó don Pedro, y su hija,
fingiendo gusto, abrazóle,
por negar el rostro en tanto
y él, con prudentes razones,
Ella, honesta como cauta,
de tal suerte le responde,
que ni a su padre resista,
ni a mí, que la escucho, enoje.
en el umbral de la puerta
el viejo los pies, entonces...,
¡Mal hay, amén, el primero
que fue inventor de relojes!,
Oyólo don Pedro, y vuelto
hacia su hija: "¿De dónde
vino ese reloj?," le dijo.
Ella respondío: "Envióle,
mi primo don Diego Ponce,
"Dádmele," dijo su padre,
"porque yo ese cargo tome."
Pues entonces doña Sancha,
que éste es de la dama el nombre,
antes que llegar él mismo
Quitémelo yo, y al darle,
quiso la suerte que toquen
Cayó el gatillo, dió fuego;
el viejo, empezó a dar voces.
Yo, viendo el cielo en el suelo
y eclipsados sus dos soles,
juzgué sin duda por muerta
los breves, volantes orbes.
Con esto, pues, despechado,
saqué rabioso el estoque;
en tal ocasión, mi hombres.
con sus armas sus hermanos
mas, aunque fácil por todos
mi espada y mi fuerza rompen,
no hay fuerza humana que impida
pues, al salir por la puerta,
como iba arrimado, asióme
la alcayata de la aldaba,
por los tiros del estoque.
fue fuerza que atrás me torne,
y, entre tanto, mis contrarios,
muros de espadas me oponen.
Sancha, y para que se estorbe
el triste fin que prometen
la puerta cerró, animosa,
que al fin son de ardientes iras
Quisimos hacernos fuertes;
mas mis contrarios, feroces,
y ya la puerta me rompen.
Yo, viendo que, aunque dilate,
no es posible que revoque
viendo a mi lado la hermosa
de mis desdichas consorte,
y que hurtaba a sus mejillas
viendo cuán sin culpa suya
pues con industria deshace
cuanto los hados disponen,
por dar premio a sus lealtades,
por dar fin a sus temores,
por dar remedio a mi muerte,
y dar muerte a más pasiones,
con la unión de nuestras sangres
tan sangrientas disenciones.
Ellos, que ven el peligro
lo aceptan, después de estar
un rato entre sí discordes.
Partió a dar cuenta al obispo
su padre, y volvió con orden
de que el desposorio pueda
hacer cualquier sacerdote.
la mortal guerra trocóse,
que nació del sur al norte.
Mas en que tú no lo sepas
quedamos todos conformes,
por no ser con gusto tuyo
y por ser mi esposa pobre;
que vivo y con mujer noble.
BELTRÁN: Las circunstancias del caso
que la fuerza de la suerte
y así, no te culpo en más
BELTRÁN: Si es tan noble,
¿qué importa que pobre sea?
¡Cuánto es peor que lo ignore,
para que, habiendo empeñado
¡Mira en qué lance me pones!
Toma el caballo, y temprano,
porque de espacio tratemos
GARCÍA: Iré a obedecerte al punto
que toquen las oraciones.
Dichosamente se ha hecho.
que es sin gusto y sin provecho;
pues en tan notorio gusto
el ver que me haya creído,
de casarme a mi disgusto.
porque en cuanto digo miento,
quien tiene amor suele ser!
Mas ya me aguarda don Juan.
¡Hola! Llevad el caballo.
Tan terribles cosas hallo
Vine ayer y, en un momento,
JUAN: Como quien sois lo habéis hecho,
pensar menos de mi pecho?
Mas vamos, don Juan, al caso
porque llamado me habéis.
--que por sabella me abraso--
JUAN: Esa dama a quien hicisteis,
conforme vos me dijisteis,
y es con quien dos años ha
que, aunque se dilata, está
Vos ha un mes que estáis aquí,
colijo que, habiendo sido
vos no lo habéis ignorado,
y así, me habéis ofendido.
Con esto que he dicho, digo
y es que, o no habéis de seguir
el bien que ha tanto que sigo,
se remita aquí a la espada,
y la sirve el que venciere.
GARCÍA: Pésame que, sin estar
La dama, don Juan de Sosa,
que ni la habéis visto vos,
ni puede ser vuestra esposa;
que es casada esta mujer,
Y, cuando ésa hubiera sido,
GARCÍA: Falta que lo quede yo,
libre fue el sacarme aquí,
me obligasteis, y es forzoso,
puesto que tengo de hacer
como quien soy, no volver
sino muerto o victorioso.
JUAN: Pensado, aunque a mis desvelos
que aún deja cólera en mí
Sacan las espadas y acuchíllanse. Sale don FÉLIX
FÉLIX: Deténganse, caballeros,
FÉLIX: Vestid los fuertes aceros,
desnudó el valiente acero.
FÉLIX: Hizo como caballero
Y, pues, bien quedado habéis
que, a quien de celoso erró,
GARCÍA: Ello es justo y lo mandáis.
Mas mirad de aquí adelante,
don Juan, cómo os arrojáis.
Todo lo habéis de intentar
por donde se ha de acabar.
FÉLIX: Extraña ventura ha sido
haber yo a tiempo llegado.
JUAN: ¿Que en efecto me he engañado?
JUAN: ¿De quién lo habéis sabido?
FÉLIX Súpelo de un escudero
que fue el coche y el cochero
al Sotillo, y que tuvieron
gran fiesta las que en él fueron;
pero fue prestado el coche.
Y el caso fue que, a las horas
que fue a ver Jacinta bella
las dos primas de la quinta.
JUAN: ¿Las que en el Carmen vivieron?
FÉLIX: Sí, Pues ellas le pidieron
y en él, con la oscura noche,
Pues vuestro paje, a quien vos
dejasteis siguiendo el coche,
ser Jacinta la que entraba
FÉLIX: Siguió el coche diligente
y, cuando en el soto estaba,
lo dejó y volvió v buscaros
a Madrid, y fue el no hallaros
JUAN: En eso estuvo mi daño.
que doy por bien empleado
el disgusto que he pasado.
FÉLIX: Otra cosa averigüé
FÉLIX: Es que el dicho don García
JUAN: ¿Embustero es don García?
FÉLIX: Eso un ciego lo vería;
de instrumentos y cantores,
¿no eran mentira patente?
JUAN: Lo que me tiene dudoso
un hombre que es tan valiente;
que de su espada el furor
diera a Alcides pesadumbre.
FÉLIX: Tendrá el mentir por costumbre
JUAN: Vamos, que a Jacinta quiero
con que esforzó este embustero
JUAN: Y sus verdades serán
Salen TRISTÁN, don GARCÍA y CAMINO, de noche
GARCÍA: Mi padre me dé perdón,
TRISTÁN: ¡Ingeniosa excusa fue!
Pero, dime: ¿qué invención
con que no sepa que ha sido
GARCÍA: Las cartas le he de coger
que a Salamanca escribiere,
y, las respuestas fingiendo
yo mismo, iré entreteniendo
la ficción cuanto pudiere.
Salen JACINTA, LUCRECIA e ISABEL a la ventana
JACINTA: Con esta nueva volvió
don Beltrán bien descontento,
LUCRECIA: ¿Que el hijo de don Beltrán
LUCRECIA: ¿A quién has oído
LUCRECIA: Pues ¿cuándo estuvo contigo?
JACINTA: Al anochecer me vio,
lo que pudo estar conmigo.
LUCRECIA: Grandes sus enredos son.
JACINTA: Estos tres hombres parece
que se acercan al balcón.
LUCRECIA: Vendrá al puesto don García,
mientras hablamos con él,
LUCRECIA: Mi padre está refiriendo
bien de espacio un cuento largo
CAMINO: Éste es el balcón adonde
LUCRECIA: Tú eres dueño de la historia;
tú en mi nombre le responde.
GARCÍA: Es quien hoy la joya halló
Es quien, en llegando a vella,
que dio, abrasado de amor,
Soy, al fin, el que se precia
de ser vuestro, y soy quien hoy
comienzo a ser, porque soy
Habla aparte JACINTA a LUCRECIA
JACINTA: Amiga, este caballero
LUCRECIA: El hombre es embarrador.
JACINTA: Él es un gran embustero.
GARCÍA: Ya espero, señora mía,
lo que me queréis mandar.
JACINTA: Ya no puede haber lugar
lo que trataros quería...
Habla TRISTÁN al oído de don GARCÍA
que es imposible casaros.
JACINTA: Porque sois casado.
GARCÍA: ¿Que yo soy casado?
GARCÍA: Soltero soy, ¡vive Dios!
Quien lo ha dicho os ha engañado.
Aparte JACINTA y LUCRECIA
JACINTA: ¿Viste mayor embustero?
LUCRECIA: No sabe sino mentir.
JACINTA: ¿Tal me queréis persuadir?
GARCÍA: ¡Vive Dios, que soy soltero!
LUCRECIA: Siempre ha sido
GARCÍA: Si era vuestra blanca mano
con la que el cielo quería
no pierda el bien soberano,
JACINTA: (¡Con qué confïanza miente! Aparte
¿No parece que es verdad?
GARCÍA: La mano os daré, señora,
JACINTA: Vos sois tal, que la daréis
a trescientas en una hora.
GARCÍA: Mal acreditado estoy
JACINTA: Es justo castigo;
siendo en la corte nacido;
y, siendo de ayer venido,
afirmó que ha un año entero
que está en la corte; y habiendo
que en Salamanca es casado,
se está agora desdiciendo;
y quien, pasando en su cama
haciendo fiesta a una dama.
TRISTÁN: (¡Todo se sabe!) Aparte
en qué se yerra la historia.
Por las demás cosas paso,
por tratar del casamiento,
que es lo importante del caso.
causa de haber yo afirmado,
Lucrecia, que soy casado,
¿será culpa haber mentido?
GARCÍA: Decírosla quiero.
Habla aparte JACINTA a LUCRECIA
JACINTA: Oye, que hará el embustero
GARCÍA: Mi padre llegó a tratarme
pero yo, que vuestro soy,
Que, mientras hacer espero
con vuestra mano mis bodas,
llegó esforzando mi intento,
al tratarme el casamiento
si esta mentira os admira,
cuando ha dicho esta mentira
LUCRECIA: (Mas ¿si lo fuese?) Aparte
JACINTA: (¡Qué buena Aparte
la trazó, y qué de repente!)
Pues ¿cómo tan brevemente
¡Casi aun no visto me habéis
y ya os mostráis tan perdido!
¿Aún no me habéis conocido
GARCÍA: Hoy vi vuestra gran beldad
que el amor me obliga agora
Mas si la causa es divina,
que el dios niño, no con pies,
Decir que habéis menester
estoy perdido. ¡Pluguiera
a Dios que no os conociera,
por hacer más en quereros!
Bien os conozco; las partes
sé bien que os dio la Fortuna,
que sin eclipse sois luna,
que sois mudanza sin martes,
que es difunta vuestra madre,
que sois sola en vuestra casa,
la renta de vuestro padre.
Ved, si estoy mal informado.
LUCRECIA: (Casi me pone en cuidado). Aparte
JACINTA: ¿Pues Jacinta, ¿no es hermosa?
¿No es discreta, rica y tal
que puede el más principal
GARCÍA: Es discreta, rica y bella;
JACINTA: Pues, decid, ¿qué falta tiene?
GARCÍA: La mayor, que es no querella.
JACINTA: Pues yo con ella os quería
la intención con que os llamé.
GARCÍA: Pues sería vana porfía;
mi padre, don Beltrán, hoy
lo mismo, he dicho que estoy
intentáis hablarme en ello,
perdonad, que por no hacello
Esto es verdad, ¡vive Dios!,
porque mi amor es de modo
que aborrezco aquello todo,
mi Lucrecia, que no es vos.
LUCRECIA: (¡Ojalá!) Aparte
con falsedad tan notoria!
Decid, ¿no tenéis memoria,
¿Cómo, si hoy dijisteis vos
GARCÍA: ¿Yo a Jacinta? ¡Vive Dios!,
que sola con vos he hablado
desde que entré en el lugar.
JACINTA: Hasta aquí pudo llegar
¿qué verdad podréis decirme?
--si otra vez os diere oído--
que por divertirme ha sido;
en las fábulas de Ovidio.
GARCÍA: Escuchad, Lucrecia hermosa.
LUCRECIA: (Confusa quedo). Aparte
¿Verdades valen tan poco?
TRISTÁN: En la boca mentirosa.
GARCÍA: ¡Que haya dado en no creer
TRISTÁN: ¿Qué te admiras,
si en cuatro o cinco mentiras
De aquí, si lo consideras,
que, quien en las burlas miente,
pierde el crédito en las veras.
[Sala en casa de don Sancho]
Salen CAMINO con un papel y LUCRECIA
CAMINO: Éste me dio para ti
Tristán, de quien don García
que, aunque su dicha es tan corta
que sirve, es muy bien nacido,
y de suerte ha encarecido
lo que tu respuesta importa,
¿Es posible que me engaña
quien de esta suerte porfía?
se cansa si no es querido,
¿y éste puede ser fingido,
tan constante y desdeñado?
CAMINO: Yo, al menos, si en las señales
por las que he visto, sus males.
tan constante noche y día,
quien ve que de tu balcón
cuando él viene, te retiras,
y está firme en tu afición,
quien llora, quien desespera,
quien, porque contigo estoy,
me da dineros --que es hoy
la señal más verdadera--,
yo me afirmo en que decir
que miente es gran desatino.
LUCRECIA: Bien se echa de ver, Camino,
que no le has visto mentir.
¡Pluguiera a Dios fuera cierto
su amor! Que, a decir verdad,
hallaran sus ansias puerto.
despertar mis pensamientos.
dar crédito al mentiroso,
como el mentir no es forzoso
en sus costumbres mudanza.
Y así --por guardar mi honor,
y, si es su amor verdadero,
porque es digno de mi amor--,
quiero andar tan advertida
a los bienes y a los daños
que ni admita sus engaños
CAMINO: De ese parecer estoy.
LUCRECIA: ¿Pues dirásle que, crüel,
rompí, sin vello, el papel;
que esta respuesta le doy.
Y luego, tú, de tu aljaba,
y que, si verme quisiere,
vaya esta tarde a la Octava
LUCRECIA: Mi esperanza fundo en ti.
CAMINO: No se perderá por mí,
[Sale en casa de don Beltrán]
Salen don BELTRÁN, don GARCÍA, y TRISTÁN. Don BELTRÁN saca una carta
abierta. Dala a don GARCÍA
BELTRÁN: ¿Habéis escrito, García?
GARCÍA: Esta noche escribiré.
BELTRÁN: Pues abierta os la daré;
a vuestro suegro escribáis;
vuestra esposa, que es razón;
vos mismo, envïar por ella
GARCÍA: Es verdad; mas sin efeto
GARCÍA: Porque está preñada;
y hasta que un dichoso nieto
te dé, no es bien arriesgar
BELTRÁN: ¡Jesús! Fuera desatino
Mas dime; ¿cómo hasta aquí
no me lo has dicho, García?
GARCÍA: Porque yo no lo sabía;
que es cierto el preñado ya.
BELTRÁN: Si un nieto varón me da
Muestra; que añadir es bien
Tómale la carta que le había dado
cuánto con esto me alegro.
Mas di, ¿cuál es de tu suegro
GARCÍA: (Aquí me pierdo). Aparte
BELTRÁN: O yo me he engañado,
o otras veces le has nombrado
GARCÍA: También me acuerdo
"don Diego" se ha de llamar
"don Pedro" antes de heredar;
"don Diego" porque heredó,
ya "don Pedro," ya "don Diego."
BELTRÁN: No es nueva esa condición
en muchas casas de España.
fue esta vez tu confusión.
GARCÍA: ¿Has entrado en la historia?
TRISTÁN: Y hubo bien en qué entender.
El que mienta ha menester
gran ingenio y gran memoria.
GARCÍA: entre tanto, de mi amor
veré el bueno o mal suceso.
aunque de dura se precia,
que has de vencer a Lucrecia
sin la fuerza de Tarquino.
GARCÍA: ¿Recibió el billete?
que él lo ha fïado de mí.
Y, pues lo admitió, no mal
que a Nevia escribió Marcial:
pues lo que escribí leyó."
GARCÍA: Que dice verdad sospecho.
TRISTÁN: Camino está de tu parte,
los secretos de su pecho;
y que ha de cumplillo espero
si andas tú cumplido en dar,
no hay cordel como el dinero.
Y aun fuera bueno, señor,
que conquistaras tu ingrata
con dádivas, pues que mata
con flechas de oro el Amor.
GARCÍA: Nunca te he visto grosero,
sino aquí, en tus pareceres.
que se rinden por dinero?
TRISTÁN: Virgilio dice que Dido
fue del troyano abrasada,
¡Y era reina! No te espantes
que escudos vencen escudos,
diamantes labran diamantes.
GARCÍA: ¿No viste que la ofendió
mi oferta en la Platería?
TRISTÁN: Tu oferta la ofendería,
que a nadie en este lugar
le quebraron brazo o pierna.
GARCÍA: Dame tú que ella lo quiera,
que darle un mundo imagino.
TRISTÁN: Camino dará camino,
que es el polo de esta esfera.
a la fiesta de la Octava,
como que él te lo avisaba.
GARCÍA: ¡Dulce alivio de mi pena!
nuevas que me vuelven loco?
TRISTÁN: Dóytelas tan poco a poco
porque dure el gusto más.
[Claustro del convento de la Magdalena, con puerta a la iglesia]
Salen JACINTA y LUCRECIA, con mantos
JACINTA: ¿Qué? ¿Prosigue don García?
LUCRECIA: De modo que, son saber
JACINTA: Quizá no eres engañada,
que la verdad no es vedada
Quizá es verdad que te quiere,
en cualquiera que te viere.
LUCRECIA: Siempre tú me favoreces;
que al mismo sol oscureces.
JACINTA: Bien sabes tú lo que vales,
y que en esta competencia
nunca ha salido sentencia
Y no es sola la hermosura
quien causa amoroso ardor,
que también tiene el amor
Yo me holgaré que por ti,
porque ni tú tienes culpa
ni él me tiene obligación.
de quien estás ya avisada
LUCRECIA: Gracias, Jacinta, te doy;
que estoy por creerle dije,
no que por quererle estoy.
JACINTA: Obligaráte el creer
y querrás, siendo obligada,
y, así, es corta la jornada
que hay de creer a querer.
LUCRECIA: Pues ¿qué dirás si supieres
que un papel he recibido?
JACINTA: Diré que ya le has creído,
y aun diré que ya le quieres.
LUCRECIA: Erraráste; y considera
lo que por amor no hiciera.
¿Tú no le hablaste gustosa
LUCRECIA: ¿Y fuiste, en oírle allí,
JACINTA: Notorio verás tu error
si adviertes que es el oír
LUCRECIA: Eso fuera a saber él
JACINTA: Pues, con eso, es cierta cosa
LUCRECIA: En mi vida me ha valido
tanto gusto el ser curiosa.
Saca un papel y ábrele, y lee en secreto. Salen
CAMINO, GARCÍA y TRISTÁN por otra parte
CAMINO: ¿Veis la que tiene en la mano
GARCÍA: (¡Oh, causa bella Aparte
¡Oh, Camino, cuánto os debo!
TRISTÁN: Mañana os vestís de nuevo.
CAMINO: Por vos he de ser dichoso.
GARCÍA: Llegarme, Tristán, pretendo
el papel que está leyendo.
TRISTÁN: No es difícil; que si vas
GARCÍA: Bien dices. Ven por aquí.
JACINTA: Lee bajo, que darás
JACINTA: Ése es mejor parecer.
Salen TRISTÁN y GARCÍA por otra puerta; cogen de espaldas a las
TRISTÁN: Bien a fin se consiguió.
GARCÍA: Tú, si ves mejor que yo,
JACINTA: "Ya que mal crédito cobras
de mis palabras sentidas,
pues nunca mienten, las obras.
Que si consiste el creerme,
señora, en ser tu marido,
y ha de dar el ser creído
ya tu esposo don García."
Hablan aparte GARCÍA y TRISTÁN
GARCÍA: ¡Vive Dios, que es mi papel!
TRISTÁN: Pues ¿qué? ¿No lo vio en su casa?
GARCÍA: Por ventura lo repasa,
TRISTÁN: Comoquiera te está bien.
GARCÍA: Comoquiera soy dichoso.
JACINTA: Él es breve y compendioso;
o bien siente o miente bien.
GARCÍA: Volved los ojos, señora,
Tápanse LUCRECIA y JACINTA y hablan aparte
JACINTA: Cúbrete, pues no te ha visto,
LUCRECIA: Disimula y no me nombres.
GARCÍA: Corred los delgados velos
a ese asombro de los cielos,
a ese cielo de los hombres.
¿Posible es que os llego a ver,
Mas, como sois mi homicida,
en la iglesia hubo de ser.
mi muerte, no hayáis temor,
es tan grande el desconcierto,
que dejan preso al que es muerto
y libre al que es matador.
estás, mi bien, condolida,
recompensa al mal que siento,
pues si yo llevé el tormento
de vuestra crueldad, señora,
la gloria me llevo agora,
de vuestro arrepentimiento.
¿No me habláis, dueño querido?
¿No os obliga el mal que paso?
Que advirtáis, señora, os pido,
que otra vez me mataréis.
Si porque en la iglesia os veis,
probáis en mí los aceros,
mirad que no ha de valeros
si en ella el delito hacéis.
GARCÍA: ¡Y bien, por Dios!
Tanto, que desde aquel día
que os hablé en la Platería,
de suerte que, de los dos,
vivo más en vos que en mí;
que tanto, desde que os vi,
en vos transformado estoy,
que ni conozco el que soy
ni me acuerdo del que fui.
JACINTA: Bien se echa de ver que estáis
del que fuisteis olvidado,
pues sin ver que sois casado,
GARCÍA: ¡Yo casado! ¿En eso dais?
GARCÍA: ¡Qué vana porfía!
Fue, por Dios, invención mía,
y si os vuelven a hablar de ello,
seréis casado en Turquía.
GARCÍA: Y vuelvo a jurar, por Dios,
que en este amoroso estado,
JACINTA: ¿Ves tu desengaño?
LUCRECIA: (¡Ah, cielos! Aparte
siento de amor, y ya de ella
GARCÍA: Aquella noche, señora,
que en el balcón os hablé,
¿todo el caso no os conté?
JACINTA: ¿A mí en balcón?
LUCRECIA: (¡Ah, traidora!) Aparte
JACINTA: Advertid que os engañáis.
LUCRECIA: (¿Habláisle de noche vos, Aparte
y a mi consejos me dais?)
GARCÍA: Y el papel que recibisteis,
LUCRECIA: (¡Ved qué amiga tan fiel!) Aparte
GARCÍA: Y sé que lo leísteis.
JACINTA: Pasar por donaire puede,
cuando no daña, el mentir;
cuando ese límite excede.
GARCÍA: ¿No os hablé en vuestro balcón,
Lucrecia, tres noches ha?
JACINTA: (¿Yo Lucrecia? Bueno va; Aparte
toro nuevo, otra invención.
y es muy cierto el adoralla,
pues finge, por no enojalla,
que por ella me ha tenido).
LUCRECIA: (Todo lo entiendo. ¡Ah Traidora! Aparte
y quiere enmendallo agora
con fingir que fue el tenella,
por mí, la causa de hablalla).
TRISTÁN: Negar debe de importalla,
por la que está junto de ella,
suele en las iglesias verse
que parlan, sin conocerse,
los que aciertan a estar juntos.
que se engañaron tus ojos,
de un ardiente amor, señora,
me tienen tan deslumbrado,
que por otra os he tenido.
Perdonad, que yerro ha sido
JACINTA: (Entendíle la intención). Aparte
LUCRECIA: (Avisóle la taimada). Aparte
JACINTA: Según eso, la adorada
desde el punto que la vi,
LUCRECIA: (¡Que ésta esté
por no hacer aquí un exceso).
JACINTA: Pues yo pienso que, a estar de eso
cierta, os fuera agradecida
GARCÍA: ¿Tratáis con ella?
JACINTA: Trato, y es amiga mía;
a afirmar que en mí y en ella
GARCÍA: (¡Si eres tú, bien claro está! Aparte
¡Qué bien a entender me da
su recato y su intención!)
Pues ya que mi dicha ordena
tan buena ocasión, señora,
pues sois ángel, sed agora
TRISTÁN: (Oficio es hoy Aparte
GARCÍA: Persuadidle que a tan grande
JACINTA: Hacedle vos que lo crea,
que yo la haré que se ablanda.
GARCÍA: ¿Por qué no creerá que muero,
JACINTA: Porque si os digo verdad
no os tiene por verdadero.
GARCÍA: ¡Ésta es verdad, vive Dios!
JACINTA: Hacedle vos que lo crea.
¿Qué importa que verdad sea,
si el que la dice sois vos?
incurre en tan torpe mengua,
que, solamente en su lengua
GARCÍA: ¿No ha estado aguda Lucrecia?
¡Con qué astucia dio a entender
TRISTÁN: A fe que no es necia.
GARCÍA: Sin duda que no quería
que estaba hablando con ella.
TRISTÁN: Claro está que no podía
que te habló por su balcón,
los puntos de que tratasteis
cuando por él os hablasteis.
GARCÍA: En eso bien mi mostró
que de mí no se encubría.
TRISTÁN: Y por eso dijo aquello:
"Y si os vuelven a hablar de ello,
seréis casado en Turquía."
que era Lucrecia y tratar
de sus propios pensamientos,
con que tú hicieses, señor,
GARCÍA: ¡Ay, Tristán! ¿Qué puedo hacer
TRISTÁN: ¿Tú quieres casarte?
TRISTÁN: Parece que no le oíste
"Hacedla vos que lo crea,
que yo la haré que se ablande."
¿Qué indicio quieres más grande
Quien tus papeles recibe,
quien te habla en sus ventanas,
muestras ha dado bien llanas
de la afición con que vive.
El pensar que eres casado
y queda ese inconveniente
pues es el mismo casarte,
siendo tan gran caballero,
Y, cuando quiera obligarte
GARCÍA: Sí está para quien desea,
¿No habrá quien testigo sea?
GARCÍA: Al punto lo buscaré.
TRISTÁN: Uno, yo te lo daré.
TRISTÁN: Don Juan de Sosa.
GARCÍA: ¿Quién? ¡Don Juan de Sosa!
que te habló en la Platería
no le he visto, ni él a ti.
Y, aunque siempre he deseado
el papel que te escribió,
nunca te lo he preguntado,
viendo que entonces, severo
pues secretario me has hecho
GARCÍA: Yo te lo quiero contar,
que, pues sé por experiencia
tu secreto y tu prudencia,
me escribió que me aguardaba
en San Blas don Juan de Sosa
para un caso de importancia.
que quiere, el que no lo calla,
que le estorben o le ayuden,
Llegué al aplazado sitio,
donde don Juan me aguardaba
con su espada y con sus celos,
que son armas de ventaja.
y, por quedar bien, al fin,
y, haciéndole una ganancia
por los grados del perfil,
le di una fuerte estocada.
un Agnus Dei que llevaba,
que, topando en él la punta,
hizo dos partes mi espada.
Él sacó pies del gran golpe;
pero, con ardiente rabia,
mas yo, por la parte flaca,
por faltarle los dos tercios
la suya, corriendo filos,
--porque yo busqué el estrecho
por la alta de mis armas--
un revés con tal pujanza,
hizo allí muy poca falta;
que, abriéndole en la cabeza
vino sin sentido al suelo,
y aun sospecho que sin alma.
me vine. Esto es lo que pasa,
y de no verle estos días,
Tristán, es ésta la causa.
TRISTÁN: ¡Qué suceso tan extraño!
porque hasta los mismos sesos
TRISTÁN: ¡Pobre don Juan...! Mas, ¿no es éste
Salen don JUAN y don BELTRÁN por otra parte
TRISTÁN: ¿También a mí me la pegas?
(¡Por Dios, que se le creí, Aparte
Mas ¿a quién no engañarán
mentiras tan bien trobadas?)
GARCÍA: Sin duda que le han curado
que rompió lo mismos sesos,
¿en tan breve tiempo sana?
GARCÍA: ¿Es mucho? Ensalmo sé yo
con que un hombre, en Salamanca,
a quien cortaron a cercen
un brazo con media espalda,
quedó tan sano y tan bueno
GARCÍA: Esto no me lo contaron;
GARCÍA: ¡De la verdad, por la vida,
TRISTÁN: (¡Que ninguno se conozca!) Aparte
Se¤or, mis servicios paga
GARCÍA: Está en dicciones hebraicas,
y, si no sabes la lengua,
no has de saber pronunciarlas.
para mentir no te bastan.
"Cuerpo de verdades lleno"
con razón el tuyo llaman,
ni hay mentira que no salga).
Hablan aparte don BELTRÁN y don JUAN
tiene, si mal no me acuerdo,
de esos nombres Salamanca.
BELTRÁN: (Sin duda que fue invención Aparte
de García, cosa es clara.
Gocéis por edades largas,
JUAN: Creed que siempre he de ser
más vuestro cuando más valga.
por andar dando las gracias
a esos señores, no os voy
sirviendo hasta vuestra casa.
BELTRÁN: (¡Válgame Dios! ¿Es posible Aparte
que a mí no me perdonaran
las costumbres de este mozo?
¿Que aun a mí en mis propias canas,
me mintiese, al mismo tiempo
en cosa tan de importancia,
tan presto, habiendo ya oído
Mas ¿quién creyera que a mí
me mintiera, cuando estaba
reprehendiéndole eso mismo?
que el mismo ladrón le robe,
TRISTÁN: ¿Determinaste a llegar?
TRISTÁN: Pues Dios te valga.
BELTRÁN: ¡No me llames padre,
quien no me parece en nada.
Quítate de ante mis ojos,
que, por Dios, si no mirara...
TRISTÁN: ¡El mar está por el cielo;
BELTRÁN: ¡Cielos! ¿Qué castigo es éste?
¿Es posible que a quien ama
la verdad como yo, un hijo
de condición tan contraria
que quien tanto su honor guarda
como yo, engendrase un hijo
de inclinaciones tan bajas,
y a Gabriel, que honor y vida
daba a mi sangre y mis canas,
Cosas son que, a no mirarlas
GARCÍA: (¿Qué es esto?) Aparte
TRISTÁN: Quítate de aquí! ¿Qué aguardas?
BELTRÁN: Déjanos solos, Tristán.
Pero vuelve, no te vayas;
por ventura, la vergüenza
de que sepas tú su infamia
podrá en él lo que no pudo
Y, cuando ni esta vergüenza
le obligue a enmendar sus faltas,
de castigo el publicallas.
Di, liviano, ¿qué fin llevas?
Loco, di, ¿qué gusto sacas
de mentir tan sin recato?
Y, cuando con todos vayas
tras tu inclinación, ¿conmigo
siquiera no te enfrenaras?
¿Con qué intento el matrimonio
el crédito a mis palabras?
a los que dije que estabas
con doña Sancha de Herrera
desposado? ¿Con qué cara,
fingida esta doña Sancha,
por cómplices del embuste,
infamen mis nobles canas?
que saque bien esta mancha,
si de mí quiero quitarla,
he de ponerla en mi hijo,
fuiste tú, he de ser yo mismo
te obligó a que me engañaras,
sino un padre, padre al fin?
Que este nombre solo basta
le enternecieran tus ansias.
¡Un viejo que fue mancebo,
con que en pechos juveniles
GARCÍA: Pues si lo sabes, y entonces
para que mi error perdones
me obligó a que te engañara.
Error fue, no fue delito;
no fue culpa, fue ignorancia;
la causa, amor; tú, mi padre.
¡Pues tú dices que esto basta!
Y ya que el daño supiste,
escucha la hermosa causa,
de don Juan de Luna, es alma
de esta vida, es principal
con su hermosa mano, falta
sólo que tú lo consientas
ese principio, y es falsa.
BELTRÁN: No, no. ¡Jesús! ¡Calla! ¿En otra
habías de meterme? Basta.
Ya, si dices que ésta es luz,
he de pensar que me engañas.
GARCÍA: No, señor; lo que a las obras
se remite, es verdad clara,
y Tristán, de quien te fías,
es testigo de mis ansias.
lo que dice es lo que pasa.
BELTRÁN: ¿No te corres de esto? Di.
¿No te avergüenza que hayas
Ahora bien; yo quiero hablar
a don Juan, y el cielo haga
que te dé a Lucrecia, que eres
tal, que es ella la engañada.
Mas primero he de informarme
que ya temo que, en decirme
que me engañaste, me engañas.
Que, aunque la verdad sabía
antes que hablarte llegara,
la has hecho ya sospechosa
GARCÍA: ¡Bien se ha hecho!
que yo pensé que hoy probabas
en ti aquel psalmo hebreo
que brazos cortados sana.
[Sala con vistas a un jardín, en casa de don JUAN de Luna]
Salen don JUAN, viejo, y don SANCHO
JUAN: Parece que la noche ha refrescado.
SANCHO: Señor don Juan de Luna, para el río,
éste es fresco, en mi edad, demasiado.
JUAN: Mejor será que en ese jardín mío
se nos ponga la mesa, y que gocemos
la cena con sazón, templado el frío.
SANCHO: Discreto parecer. Noche tendremos
que dar a Manzanares más templada,
que ofenden la salud estos extremos.
JUAN: Gozad de vuestra hermosa convidada
por esta noche en el jardín, Lucrecia.
SANCHA: Veáisla, quiera Dios, bien empleada,
JUAN: Demás de que no es necia,
y ser, cual veis, don Sancho, tan hermosa,
menos que la virtud la vida precia.
CRIADO: Preguntando por vos, don Juan de Sosa
a la puerta llegó y pide licencia.
JUAN: Será ocasión forzosa.
SANCHO: Entre el señor don Juan.
Vase el CRIADO. Sale don JUAN, galán, con un papel
JUAN de S: A esa presencia,
sin el papel que veis, nunca llegara;
mas ya con él, faltaba la paciencia,
que no quiso el amor que dilatara
la nueva un punto, si alcanzar la gloria
consiste en eso, de mi prenda cara.
Ya el hábito salió; si en la memoria
la palabra tenéis que me habéis dado,
colmaréis, con cumplirla, mi victoria.
SANCHO: Mi fe, señor don Juan, habéis premiado
con no haber esta nueva tan dichosa
por un momento sólo dilatado.
A darlo voy a mi Jacinta hermosa,
y perdonad que, por estar desnuda,
JUAN de L: Por cierta cosa
tuve siempre el vencer, que el cielo ayuda
la verdad más oculta, y premiada
dilación pudo haber, pero no duda.
Salen don GARCÍA, don BELTRÁN, y TRISTÁN por otra puerta
BELTRÁN: Ésta no es ocasión acomodada
de hablarle, que hay visita, y una cosa
tan grave a solas ha de ser tratada.
GARCÍA: Antes nos servirá don Juan de Sosa
en lo de Salamanca por testigo.
BELTRÁN: ¡Que lo hayáis menester! ¡Qué infame cosa!
En tanto que a don Juan de Luna digo
nuestra intención, podréis entretenello.
JUAN de L: ¡Amigo don Beltrán!
BELTRÁN: ¡Don Juan, amigo!
JUAN de L: ¿A tales horas tal exceso?
conoceréis que estoy enamorado.
JUAN de L: Dichosa la que pudo merecello.
BELTRÁN: Perdón me habéis de dar; que haber hallado
la puerta abierta, y la amistad que os tengo,
para entrar sin licencia me la han dado.
JUAN de L: Cumplimientos dejad, cuando prevengo
el pecho a la ocasión de esta venida.
BELTRÁN: Quiero deciros, pues, a lo que vengo.
Don GARCÍA habla aparte a don JUAN de Sosa
GARCÍA: Pudo, señor don Juan, ser oprimida
de algún pecho de envidia emponzoñado
verdad tan clara, pero no vencida.
Podéis, por Dios, creer que me ha alegrado
JUAN de S: De quien sois lo creo.
GARCÍA: Del hábito gocéis encomendado,
como vos merecéis y yo deseo.
JUAN de L: Es en eso Lucrecia tan dichosa,
que pienso que es soñado el bien que veo.
Con perdón del señor don Juan de Sosa,
oíd una palabra, don Garcia.
Que a Lucrecia queréis por vuestra esposa
mi dicha, honor y vida está en su mano.
JUAN de L: Yo, desde aquí, por ella os doy la mía;
que como yo sé en eso lo que gano,
lo sabe ella también, según la he oído
GARCÍA: Por bien tan soberano,
los pies, señor don Juan de Luna, os pido.
Salen don SANCHO, JACINTA y LUCRECIA
LUCRECIA: Al fin, tras tanto contrastes,
tu dulce esperanzas logras.
JACINTA: Con que tú logres la tuya
JUAN de L: Ella sale con Jacinta
más de calor descompuesta
Dejad que albricias le pida
de una nueva tan dichosa.
Hablan aparte don GARCÍA y don BELTRÁN
BELTRÁN: Acá está don Sancho. ¡Mira
en qué vengo a verme agora!
GARCÍA: Yerros causados de amor,
quien es cuerdo los perdona.
LUCRECIA: ¿No es casado en Salamanca?
JUAN de L: Fue invención suya engañosa,
LUCRECIA: Siendo así, mi voluntad
es la tuya, y soy dichosa.
SANCHO: Llegad, ilustres mancebos,
a vuestras alegres novias;
que dichosas se confiesan
GARCÍA: Agora de mis verdades
darán probanza las obras.
Vanse don GARCÍA y don JUAN de Sosa a JACINTA
JUAN de S: ¿Adónde vais, don García?
Veis allí a Lucrecia hermosa.
GARCÍA: Vos sois mi dueño, señora.
erré, no erré la persona.
Vos sois a quien yo he pedido,
y vos la que el alma adora.
LUCRECIA: Y este papel engañoso,
que es de vuestra mano propia,
¿lo que decís no desdice?
BELTRÁN: ¡Que en tal afrenta me pongas!
JUAN de S: Dadme, Jacinta, la mano,
y daréis fin a estas cosas.
SANCHO: Dale la mano a don Juan.
BELTRÁN: ¡Vive Dios, si no recibes
que te he de quitar la vida!
JUAN de L: La mano os he dado agora
por Lucrecia, y me la disteis;
si vuestra inconstancia loca
con sangre de vuestras venas.
TRISTÁN: Tú tienes la culpa toda;
que si al principio dijeras
la verdad, ésta es la hora
Ya no hay remedio, perdona,
que también es buena moza.
GARCÍA: La mano doy, pues es fuerza.
TRISTÁN: Y aquí verás cuán dañosa
el senado que, en la boca
del que mentir acostumbra,