INVITACION A LEER

Un rufián en la escalera. Joe Orton.

Un rufián en la escalera Joe Orton Personajes: Mike                    Joyce                    Wilson ESCENA I ...

Buscar una obra de teatro en este blog

13/5/16

ORQUESTA DE SEÑORITAS de Jean Anouilh

ORQUESTA DE SEÑORITAS


de Jean Anouilh

Traducción y Adaptación de Jorge Paccini

PATRICIA.-Ayer me preguntaba por los timbales de arroz, ¿no? Le explico. Yo pongo una cebolla bien picadita y la dejo cocinar lentamente unos... diez minutos, a lo sumo... Cuando la salsa ya está lista, corto la carne en pedacitos...
PAMELA.-A mí me gusta ponerle tocino.
PATRICIA.-No, no, no, permítame, pero esta clase de timbales, no llevan tocino.
PAMELA.-Ah, pero yo le pongo.
PATRICIA.-Entonces no son timbales. Es picadillo para gatos, no sé.
PAMELA.-No sea ridícula. Yo seguí un curso donde me enseñaron...
PATRICIA.-¡Ah, los cursos, por favor, los cursos no sirven para nada! Esto me lo enseñó mi madre, y a mi madre, mi abuela, y así sucesivamente.
(LA DISCUSION SIGUE UN SEGUNDO EN VOZ MUY BAJA, PORQUE...)
PAMELA.-¡Ah! ¡Cocina moderna!
HORTENSIA.-Tres puntos al revés, dos al derecho. Salta tres hileras y vuelve a empezar.
SUSANA.-Punto japonés.
HORTENSIA.-(RIE) No, querida. Punto japonés lleva un solo revés, querida. El que yo le digo, dos al derecho.
SUSANA.-Discúlpeme, pero si una quiere hacerle un canelón, son simplemente, dos puntos al revés. Además, eso debe quedar espantoso en un pulóver para hombre.
HORTENSIA.-¡Haga lo que quiera, pero punto japonés es tan vulgar! (SIGUE SU CAMINO)
ERMELINDA-Entonces le dije, ¡le dije!: Edmundo, no se puede hacer sufrir así a una pobre mujer.
LEON.-¿Y qué te contestó?
ERMELINDA.-¡Andate a la mierda!
HORTENSIA.-(CARICIA) ¡Ay, señor León, en la luna como siempre! ¡Vamos, rápido, deme esas partituras o las confundiremos todas de nuevo! ¡Ay, qué soñador, qué soñador se ha puesto! ¡Y esa caspa! ¡Cada vez tiene más! ¡¿Por qué no usa la “Loción de los Papas como yo le aconsejé!?
LEON.-Le siento perfume oriental y por eso la encuentro poco viril.
HORTENSIA.-(RIE) Mi marido... cuando me casé con él, la usaba, y me siento orgullosa de que durante los doce años de nuestro matrimonio, fui la mujer más satisfecha del mundo. (RISAS DE PAMELA) ¡Mi marido! ¡Mi marido hacía su obligación, tres veces por día (RISITAS DE PAMELA) ¡Hasta a la hora de la siesta! (MAS RISITAS PAMELA) ¡Fui una mujer... colmada! (PAMELA IGUAL)
LEON.-Bueno, él era violinista y los violinistas...
HORTENSIA.-Ah, ah, también conocí pianistas que tenían temperamento fogoso.
LEON.-Pero es mucho más raro.
(SUSANA DELICIA SE PONE DE PIE DANDO UN TACONAZO. LA SEÑORA HORTENSIA SIGUE SU CAMINO HACIA CONTRABAJO.)
SUSANA.-¡Parece que esto sigue, ¿no?!
LEON.-Estábamos hablando.
SUSANA.-¡Si no le decís que se calle, voy a ser yo misma la que lo haga!
LEON.-Es ridículo prohibírselo mientras estamos trabajando. ¡Es la directora de la orquesta, ¿no?!
SUSANA.-¡Cobarde! ¡Sos un cobarde!...
PATRICIA.-Yo le aplico un poquito de limpiatodo y lo froto después con trapo de lana, bien, bien seco.
PAMELA.-Yo prefiero unas gotas de amoníaco.
PATRICIA.-Pero el amoníaco en lugar en lugar de quitar la mancha, lo que le quita es el barniz.
PAMELA.-Cada una con su método.
PATRICIA.-Bueno, sí; pero hay métodos que no sirven para nada. Así como también hay mujeres que no tienen la menor noción de cómo se maneja una casa.
PAMELA.-Mi casa está tan bien manejada como la suya; aunque tenga menos carpetitas.
PATRICIA.-Ah, por supuesto, no todo el mundo puede tener gusto de una artista, claro. A mí me agrada que mi hogar sea algo así como un nidito cálido y blando, poblado por los recuerdos que he ido acumulando. Y las carpetitas dan esa intimidad.
PAMELA.-¡Nidos de polvo! Mi casa está amueblada muy moderna y estoy orgullosa: muebles tubulares, todo limpio, ni un solo adorno.
PATRICIA.-Sí, claro, me imagino: un sanatorio. Pero gracias, yo no estoy enferma.
PAMELA.-¿Acaso yo estoy enferma?
PATRICIA.-La verdad que, si una tuviera que juzgar por sus ojeras... (RISITAS DE PATRICIA)
PAMELA.-(PONIENDOSE DE PIE, CON BRAZOS EN JARRA Y MOVIENDO CADERA) Puede que tenga ojeras, querida, pero eso es porque tengo un amante que está locamente enamorada de mí; lo que no es su caso, seguramente. Y además, por lo menos mis dos ojos miran en la misma dirección. (Y SE SIENTA)
PATRICIA.-(ESPANTADA) ¡Ah! ¡Hacer alusión a un leve defecto físico, por otra parte casi imperceptible y esporádico...! Además, no se vanaglorie tanto del amante ese que tiene, porque después de todo qué es: Un hombre que trabaja de bañero salvavidas.
PAMELA.-Cada uno trabaja en lo que puede. Lo principal es hacerlo bien. A mí, personalmente, (CON INTENCION Y GESTO LEVE) el trabajo, me gusta bien hecho.
PATRICIA.-¡Qué vulgar; pero qué vulgar! Todavía no me explicó cómo tolera a personas como usted en una orquesta decente.
PAMELA.-Decente no será porque está usted.
HORTENSIA.-(YENDO A ATRIL NUMEROS) ¡Señoritas, nada de discusiones en el palco! ¡Aún cuando no toquemos, público no deja de mirarnos! ¡Por favor: sonrisas y gracia! Pueden decirse lo que piensan, sin dejar de sonreír. (PATRICIA TARAREA COQUETA MIRANDO SU PARTITURA) ¡Pamela, su flor!
PAMELA.-¿Qué tiene mi flor?
HORTENSIA.-Tiene los pétalos para abajo. ¡Yo quiero que las rosas estén bien derechas!
PATRICIA.-Y claro; la flor también se zambulle, ahora. (RISAS MALDITAS)
(PAMELA LE DA UN PISTON A PATRICIA)
PATRICIA.-¡Ay!
HORTENSIA.-¡Señoritas!
PATRICIA.-¡Es una cretina; me acaba de aplastar un pie!, ¿no vio?
PAMELA.-¡Quien, ¿yo?! ¡Qué cínica!
HORTENSIA.-¡Por favor, compórtense debidamente, pase lo que pase! ¡Es la regla! ¡Se deben al publico! Patrón me dijo muy claramente, cuando nos eligió en la selección que hizo, prefiriéndonos a los Stars y a los Simphony Band, que son orquestas muy reputadas. “Las contrato, porque quiero mujeres y gracia. Una orquesta que haga soñar a mis clientes.”
PAMELA.-¡Con las ganas de soñar que tienen los clientes aquí: Una ciudad termal donde curan a los estreñidos! ¿Piensa que nos escuchan? No hablan más que de estreñimiento y lo que les cuesta. ¡Y hay que ver lo que les cuesta!
(LLEVAR FLOR)
HORTENSIA.-Bueno, no tiene por qué interesarnos lo que piensan los clientes y si están secos de vientre o no. ¡Savoir faire y elegancia! Para eso nos han contratado. ¡Y mucha femineidad! (AL PUBLICO) Ahora vamos a interpretar: "Coqueta", de Bertrand Reyna, en arreglo de Goldstein. (LLEGA AL PIANISTA, POR DETRÁS) Uh, qué calor tiene, señor León. ¡Todo el cuello mojado!
LEON.-Siempre traigo dos. Me lo cambiaré en el intervalo. Después de la marcha de Tanhauser.
(CARRASPEO DE SUSANA DELICIA. HORTENSIA SALE A PREPARARSE PARA NUMERO)
SUSANA.-¡Basta! ¡Basta o me voy del palco!
LEON.-Nada de escándalos, te lo suplico. Me dijo que yo tenía calor y no podía decirle que no.
SUSANA.-¡Monstruo! ¡Monstruo de crueldad!
HORTENSIA.-(DESDE OFF) ¡Atención al sostenido durante su solo, señorita Susana Delicia! ¿Estamos?
(SONIDO: "¿ESTAMOS?" PIE PARA AFINACION)
ERMELINDA.-(SOBRE FINAL AFINACION) ¡Todo, todo! ¡Le dije, absolutamente todo! ¡Estaba embalada! El alquiler sin pagar, mis preocupaciones por la pobre mamá, y el abrigo, que no me sirve más! ¡Le dije todo!
LEONA.-¿Y qué te contestó?
ERMELINDA.-¡Nada! (T.) ¡Se había dormido!
LEONA.-¡Oh, qué cretino! Yo a Andrés nunca le hubiera tolerado una cosa así!
ERMELINDA.-Sí, pero ¿sabés por qué lo hace?
HORTENSIA.-(APARECIENDO APURADA, YA LISTA) ¡Bueno! (SE PREPARA. SE PONE EN POSE) ¡Vamos! ¡Un, dos, tres!
(PIE DE MUSICA PARA "COQUETA")
HORTENSIA.- Porque sé andar y mirar
Porque se hablar y reír
Porque al fin pude encontrar
La alegría de vivir,
Dices que mal pararé
Y alegas en tu razón
La divertida canción
Que yo te repetiré.
LOS DEMAS.-(CORO) (ESTRIBILLO)
Coqueta, coqueta,
Voluble como veleta,
Frívola como un capricho,
Te acordarás que te he dicho,
Coqueta, coqueta.
HORTENSIA.- Aunque fuese la verdad
Lo que me dices tú hoy,
Se muy bien a dónde voy,
Esa es mi voluntad,
Que una vez que fuerte amé
Dijeron:
LOS DEMAS: ¡Loca! (SUSANA DELICIA LO GRITA MUCHO MAS AGRESIVAMENTE Y CON MAS VOLUMEN)
HORTENSIA.- Ahora lo demostraré,
(A SUSANA DELICIA) ¡La puta que te parió!
Mientras me dicen así.
LOS DEMAS.-(CANTAN ESTRIBILLO EN VOZ MUY BAJA PARA NO TAPAR A:)
PATRICIA.-¡Soy mujer, y mucho más mujer que usted! ¡Salvo que yo no me meto con cualquiera! Yo todavía espero al hombre al que pueda mirar sin temor al fondo de sus ojos.
PAMELA.-Con los dos ojos al mismo tiempo, le va a resultar bastante difícil.
PATRICIA.-¡Esto es demasiado! ¡Demasiado!
(HORTENSIA LE PEGA CON LA CASTAÑUELA A PAMELA EN LA CABEZA)
HORTENSIA.- Antes que era tan formal
Nadie pretendió mi amor
Ahora que voy hacia el mal
Lo pretenden por favor
Conque venme a aconsejar
Pero muy en cuenta ten
Que con este otro cantar
Me va muy requetebien.
LOS DEMAS.-(ESTRIBILLO CON TODO)
(HORTENSIA SALUDA A PUBLICO Y SALE A DEJAR ELEMENTOS BAILE)
ERMELINDA.-Entonces, cuando entramos al restorán, un lugar muy chic, al que habíamos invitado a sus amigos, le digo: Edmundo, Edmundo, ¿dónde voy, dónde me pongo?
LEONA.-¿Y qué te contestó?
ERMELINDA.-¡Andá al carajo! Es que todos me comían con los ojos. Lo hizo por celos... (YA LEONA RECOGE LOS CLAVELES) ¿Te parece?
PATRICIA.-Ah, yo no sé qué espera el mozo para traer la lista de los pedidos. ¡Yo me muero de la sed! Creo que también tenemos derecho nosotras, ¿no?
PATRICIA.-¡Ah, sí! ¡Claro, como siempre! ¡Los artistas para lo último!
HORTENSIA.-(ENTRANDO) ¡Durante el intervalo, señoritas! Saben muy bien que es así: tenemos derecho a consumisión, pero en el intervalo.
PATRICIA.-Ayer nos sirvieron después de medianoche. Fíjese que no pasa lo mismo los sábados, que es el día de las propinas, claro. Lo que es esta semana, le pienso dar (ADEMAN DE MEZQUINDAD CON EL CODO) ¡una miseria! ¡Tener que soportar a semejantes brutos! Claro que, para algunas, es tan natural, que hasta se los llevan a la cama y todo. Pero yo no, yo he recibido otra clase de educación: Soy hija de militar. ¡Y terminar en un antro como este!
HORTENSIA.-¡Ah! ¡Ah! ¡El Café del Globo y de Portugal, es un establecimiento de primer orden, y bien contenta que estuvo de venir a trabajar aquí, querida; así que haga el favor de no escupir en su propio plato!
PATRICIA.-(LEVANTANDOSE Y YENDO A ENFRENTAR A HORTENSIA) ¡Sepa que yo, con mi talento, he dado conciertos como solista, ¿sabe?!, y en cierta oportunidad, en una fiesta de beneficencia, Massenet, el Gran Massenet, que estaba en la sala, al final del concierto, me besó la mano.
HORTENSIA.-La confundió con un obispo.
PATRICIA.-Yo había interpretado un arreglo para orquesta de Mignon, y me entregué con toda mi alma, y el maestro quedó tan, pero tan conmovido que... no supo qué decirme. (RISAS MALDITAS DE PAMELA) ¡Y eso que era un charlista famoso! (VOLVIENDO A SU ASIENTO) ¡Pero evidentemente ustedes no pueden comprender esto, así que no sé para qué estoy hablando yo aquí! (VA A SENTARSE)
HORTENSIA.-¡Bah! Todas hemos tenido nuestros éxitos. ¡Je! ¡Mi marido! Mi marido fue primer violín... en la Cervecería Zurki de San Petersbursgo! Hablo, claro, de antes de la revolución. ¡Y había tocado, había tocado! ¡Había tocado... ante  testas coronadas! Pero, en la vida, hay altos y bajos; lo que no le impidió nunca cumplir concienzudamente con su deber.
PAMELA.-Ah, ¿sí?
HORTENSIA.-¡Ah, sí! ¡Ah, sí! Me decía siempre: Hortensia, Horte, Hortita, Hortona: La música es como la sopa: siempre cae bien!
PATRICIA.-(SUSPIRA) ¡Ah! ¡Tener que entregar el alma ante un público de estreñidos!
HORTENSIA.-¡Que yo sepa estreñimiento no ha impedido nunca a nadie extasiarse con la música! Yo diría que por el contrario. ¡Si aquí tenemos excelentes admiradores! ¡Ay, ayer, sin ir más lejos, gran industrial belga vino a felicitarme y justamente me habló de usted, Patricia!
PATRICIA.-(HALAGADA) ¿De mí? Pero, ¡qué curioso! ¿Y qué le dijo?
HORTENSIA.-Me preguntó si usted no había estado en Gantes.
PATRICIA.-¿En Gantes? No. No estuve. ¿Por qué?
HORTENSIA.-Parece que allí había personita que se le parecía mucho.
PATRICIA.-(ENCANTADA) ¿A mí? ¡Mire!
HORTENSIA.-Una mujer que cuidaba los baños en el casino! (RISAS DE PAMELA Y HORTENSIA. INDIGNACION DE PATRICIA)
ERMELINDA.-¡Entonces le dije!, le dije: Edmundo, puede ser que no te guste, pero ¿por qué quitarle el gusto a los demás?
LEONA.-¿Y qué te contestó?
ERMELINDA.-¡Nada! (T.) Estaba lavándose los dientes. ¡Fui terminante! y agregué ¡soy mujer! ¡Y no vas a impedir que una mujer piense y sienta como mujer! ¡Y esto, querida, me di cuenta de que le llegó!: ¡Puso una cara...!
LEONA.-¿Y qué te contestó?
ERMELINDA.-¡Nada! Siguió lavándose los dientes.
LEONA.-¿Y vos qué hiciste?
ERMELINDA.-¡Tiré las tijeras –porque estaba cortándome las uñas de los pies- y salí del baño!
LEONA.-¿Así nomás?
ERMELINDA.-¡Así nomás! Se lo merecía. ¿O no? (GAG, MIRADA CON LEONA) Entonces, ¿sabés lo que hice?
LEONA.-No. ¿Qué?
ERMELINDA.-¡Me puse las medias, después los zapatos.
LEONA.-¿Y él?
ERMELINDA.-¡Nada! Hacía gárgaras. Entonces, me puse el vestido. Estaba decidida, me conocés muy bien. ¡Salí dando un portazo, hecha una furia! ¡Con el primero, ¿eh?! ¡Con el primero que me dijera media palabra, le ponía los cuernos!
LEONA.-¡No! (SE SANTIGUA)
ERMELINDA.-Lástima que abajo no había más que el sereno que ya no puede hacer nada, pobre. Imaginate, 87 años. Y afuera, a esa hora de la noche, claro, ¡ni un gato! ¡Caminé mientras pude, para que se asustara! ¡Llegué hasta la catedral!
LEONA.-¡¿A la catedral!?
ERMELINDA.-En la guía de turismo decía que era muy interesante.
LEONA.-¿Y?
ERMELINDA.-Estaba cerrada.
LEONA.-Claro, ¡también a esa hora!
ERMELINDA.-A las dos y cuarto volví.
LEONA.-¡Dos y cuarto, por Dios!
ERMELINDA.-¡Es que no podía más! Con el apuro, me había puesto los zapatos rosas –los que te regalé porque me quedaban chicos- ¡y el callito me mataba! Y además, como al irme le había gritado que debíamos terminar de una vez, para siempre, definitivamente, tenía miedo de que avisara a la policía.
LEONA.-¡¿A la policía!? ¿Por qué a la policía?
ERMELINDA.-¿Cómo por qué? Porque una mujer, en mi estado, lo primero que piensa es ir... ¡y tirarse al río! Es lo común. ¡Y fui hasta la costanera!
LEONA.-¡No!
ERMELINDA.-¡Sí! Pero estaba muy oscuro, y me volví.
LEONA.-Claro, ya entiendo, tenía que pensar que te habías matado.
ERMELINDA.-¡Para eso lo hice!
LEONA.-¿Y qué hizo cuando te vio?
ERMELINDA.-¡Nada! No me vio.
LEONA.-¿No te vio?
ERMELINDA.-Se había ido.
LEONA.-Ya sé... ¡a la policía!
ERMELINDA.-¡Qué, a la policía! ¡A jugar a las cartas en el bar de la estación, que está abierto toda la noche! (...)
SUSANA.-(LLEVANDO DE GOLPE APARTE AL PIANISTA) ¡Soporté todo! Todo.
LEON.-¡Pero, Susana!
SUSANA.-Las citas secretas, los encuentros en esa pensión de porquería, donde el dueño me trataba como una cualquiera, a mí, que soñé siempre ir con la frente bien alta al lado del ser amado -¡¿me querés mirar cuando te hablo?!- pero hay algo que jamás toleraré, León: admitir los avances de esa mujer sobre el hombre elegido por mí, al que me entregué en cuerpo y alma. Mientras se trataba de tu pobre mujer enferma, vaya y pase. Admito la piedad aunque sea cobarde y nuestras precauciones ignominiosas; pero esta ostentación del deseo aquí, bajo mis propios ojos, en la orquesta.
LEON.-Nuestras relaciones se mantienen dentro del plano estrictamente laboral, amor mío.
SUSANA.-¡Ah! Hace un momento ella metió su goloso dedo en el cuello de tu camisa. ¿Esa es una cuestión de trabajo? ¡Contestá, contestá cuando te hablo! (LEON AMAGA A HABLAR) ¡Callate! Además, ¿por qué te acaricia el pelo?
LEON.-Me mostraba la caspa sobre el cuello. Como directora está en su derecho.
SUSANA.-¡Tu cuello es mío, León! ¡Tu pelo y tu caspa, también! Soy la única con derecho a preocuparse por esa leve llovizna blanquecina. ¡La única!
LEON.-(CASI SIN OIRSE TRATA DE HACERLA CALLAR) Sh no grites.
SUSANA.-(GRITA MAS) ¡Grito todo lo que quiero! ¡Yo (YA LLORIQUEA HISTERICA) me entregué por entera, te lo di todo, todo!: ¡mi inmaculada virginidad, mis más caras ilusiones, el buen nombre de mi familia...! Hasta la muerte de mi hermana monja... cuando un día se entere de nuestras relaciones. ¡Todo lo que es tuyo es mío y ahora! Y voy a defender lo mío con las garras, como una leona.
LEON.-Los leones muerden. Los que usan las garras son los tigres, ya te lo dije, mi amor.
SUSANA.-¡Entonces, morderé!
(HA APARECIDO LA SEÑORA HORTENSIA Y PARA LLAMAR LA ATENCION SOBRE SU PRESENCIA DA UN TACONAZO EN EL SUELO)
(SUSANA GIRA, VA HACIA ELLA, LA ENFRENTA Y LE MUESTRA LOS DIENTES GRUÑENDO)
HORTENSIA.-(FINA) ¡Qué lindo aliento que tiene! ¿Qué le pasa? ¿Le duelen las muelas?
(EXPLOSION DE SUSANA DELICIA. LEON SE ACERCA)
HORTENSIA.-Con los nervios a otra parte, querida, pero en la orquesta ¡no! (LOS CHILLIDOS DE SUSANA) ¡Somos el punto, el centro de todas las miradas! Golpéele la espalda, que crean que se atragantó.
LEON.-(PALMANDO ESPALDA DE SUSANA) Mi ratita, mi conejito... mi comadreja.
HORTENSIA.-¡Ay! Deje las fábulas de Lafontaine para después. Fuera de hora de trabajo yo no pido cuentas de nada.
SUSANA.-(GIRANDO HACIA LEON) ¡Pero basta de golpearme así! ¡Me duele!
LEON.-Perdoname.
(ENFRENTAMIENTO DE “BUSTOS”: PRIMERO SUSANA Y DESPUES HORTENSIA)
SUSANA.-¡Amo, y soy amada! ¡Por si le interesa, señora Hortensia! (A LEON, MAS BAJO, CON SEÑAS) ¡Vení para acá!
HORTENSIA.-¿Quiere que le diga una cosa, señorita Susana Delicia? ¡No! ¡No me interesa! ¡Aquí estamos en el templo de la música!
SUSANA.-¡Claro! ¡Es muy fácil hacerme callar en nombre del arte! ¿Cree que me avergüenzo? ¿Eh? (ARRANCANDOLE LA PARTITURA QUE HORTENSIA HABIA ENARBOLADO) ¡No, señora! ¡Llevo la frente alta! ¡Bien alta! ¡¿Me entendió?!
HORTENSIA.-(ARRANCANDOLE OTRA VEZ SU PARTITURA) ¡Lo único que le pido es que no me rompa la partitura! (SUSANA SE APARTA) ¡Usted no se imagina lo que cuesta mantener el repertorio! Pero, fíjese, fíjese: ¡“La trompeta del general” toda arrugada! ¡Con lo difícil que es conseguir esta partitura!
SUSANA.-(RIE –RISA DE ERMELINDA) ¡Difícil! ¡De Duverge! ¡Ay su gusto por la musiquita barata es deplorable, permítame que le diga señora Hortensia! (RIE)
HORTENSIA.-¡Pero en arreglo de Bencisseau ¡querida! Un hombre que conoce muy bien su metier. Lamento tener que repetirlo: lo conocí en el Casino de Royan, en los tiempos de la Sinfónica, y era... ¡todo un músico!
SUSANA.-A mí me educaron con los clásicos.
PATRICIA.-A mí también.
SUSANA.-¡Oh, mi Beethoven, oh mi Berlioz!
HORTENSIA.-Ay, mire, en un sitio como este, la gente juega al dominó para olvidar sus problemas de salud. Lo único que hace falta es un buen fondo... sonoro. Esta música es alegre, vibrante, levanta el ánimo, hace pensar en Francia, cosa que siempre es muy saludable en una confitería.
SUSANA.-(APOYADA EN EL PIANO, GRITA, DESCOMPONIENDOSE, AMENAZANDO CON ELLO) ¡Ah, ah, tantas humillaciones me matan! (MURMULLO DE HORTENSIA) ¡Tanta mediocridad me ahoga! ¡No puedo cantar el Aria de la Vestal, ahora! ¡Mi voz se ha quebrado! (VUELVE A SU ASIENTO, ASPAVIENTO. BUSCA PAÑUELO EN SU CARTERA)
HORTENSIA.-(YENDO HACIA ELLA. AMENAZANTE) ¡La Gran Aria de la Vestal está en programa, impreso! Un cambio en el programa causa siempre muy mal efecto. Patrón ha prohibido terminantemente. Así que usted, La Gran Aria de la Vestal, ¡la va a cantar!
SUSANA.-(GRITA CON LLANTO HISTERICO, LO QUE HACE APARTAR A HORTENSIA) Mis nervios están destrozados. ¡No puedo cantar ahora! León, ¡esta mujer se encarniza contra mí!
HORTENSIA.-¡Ay, pero qué poca cosa es usted, señorita Susana Delicia! (TOMANDO A LEON POR EL CUELLO Y ACERCANDOLE CARA A SU PECHO) ¡Y usted, señor León, que es un hombre, y un artista, estará de acuerdo conmigo! No es cierto, ¿eh? (SOLTANDOLO Y YENDO HACIA PAMELA) Por favor, la polvera, Pamela. ¡Ah! ¡Venga! ¡Ah! (LA APARTA HACIA LATERAL IZQUIERDO)
ERMELINDA.-Mejor que no me meta, ¿no? Porque después de todo no es asunto mío. Pero si alguien le hiciera a Edmundo la décima parte de las insinuaciones que le hace ella a ese desgraciado, yo reventaría de furia.
LEONA.-¿Y qué te parece? ¡Yo también!
ERMELINDA.-Una vez, una vez en el casino de Palaves, salgo un momento durante el intervalo. Al volver, ya no lo vi en el palco. ¿Y dónde lo encontré?
LEONA.-No sé.
ERMELINDA.-¡Con al mujer encargada de los baños! ¡Una pelirroja de la que se contaban horrores! ¡¿Te das cuenta!?
LEONA.-Y en un lugar tan poco romántico, ¿no?
ERMELINDA.-¿Y sabés que excusa me dio?
LEONA.-Sí: que tenía ganas de hacer pis.
ERMELINDA.-¡No! ¡Que había ido a buscar cambio!
LEONA.-Se me ocurre que te quiso tomar por idiota, ¿eh?
ERMELINDA.-¿Sabés lo que le dije entonces?
LEONA.-No. ¿Qué?
ERMELINDA.-¡Nada! ¡Los miré con olímpico desprecio y entré al baño de damas! ¡Y a ella, para humillarla, le pedí un poco de papel higiénico!
LEONA.-(RISITA) ¿Y él qué hizo?
ERMELINDA.-¡Nada! ¡Entró por la puerta de los hombres sin decir una palabra! ¡Y se había puesto pálido! ¡Me di cuenta de que lo había destrozado!
LEONA.-Siendo así, hiciste muy bien. Yo siempre digo que a esa gente hay que ponderla en su lugar.
ERMELINDA.-¡Una es Ermelinda Pellisier...! (SIGUE AD LIBITUM HASTA QUE...)
HORTENSIA.-(MOTIVADA POR LA CONVERSACION QUE HA TENIDO CON PAMELA REACCIONA VINIENDO HACIA SUSANA DELICIA) ¡He tenido hombres por docenas! ¡Grandes, lindos, atléticos! Después de la muerte de mi marido me tranquilicé. Pero si quisiera tener alguno...
SUSANA.-(INTERRUMPE YENDO A ENFRENTARLA) ¿Si quisiera tener alguno qué? ¿Qué haría señora Hortensia?
HORTENSIA.-¡Buscaría uno mejor hecho! ¡Tomá!
SUSANA.-¡Ah! ¡No se lo voy a permitir! (GIRANDO HACIA LEON ARROBADA) ¡León es hermoso! ¡Tiene nariz griega!
HORTENSIA.-Nariz griega o no me importa un comino. ¡A mí lo que me interesa son... los... pectorales!
LEON.-¡Señora!
HORTENSIA.-¡Ah mi marido! ¡Mi marido era como un ropero! ¡Aplastaba a cualquier mujer en la cama! ¡Eso es amor!
SUSANA.-¡Qué grosería! ¡Qué mujer tan vulgar!
LEON.-¡Señoras!
SUSANA.-¡Sus estibadores, sus camioneros y sus marineros no me interesan! ¡Me dan ganas de vomitar! ¡Preferiría morirme antes de que una de sus sucias manos me tocase!
LEONA.-¡Susana por favor que estamos en la orquesta!
SUSANA.-(GIRA Y ENAMORADA MIRANDO A LEON) ¡León es otra cosa!
ERMELINDA.-(CON PENA) Sí.
SUSANA.-¡Es un efebo!
ERMELINDA.-(A LEONA) ¿Qué es un efebo?
SUSANA.-¡Vamos León que te vean! ¡Que vean que no hay un gramo de grasa de más! (INTENTANDO DESVESTIRLO, MOSTRARLO) ¡Vamos!
(MURMULLOS ESCANDALIZADOS QUE TRATAN DE PARARLA)
SUSANA.-(A TODAS) ¡Estoy orgullosa de nuestro amor!
LEON.-¡Susana!
SUSANA.-(YENDO DESAFIANTE A PROSCENIO) ¡Quiero desafiar al mundo! ¡Al universo! ¡Al mundo entero!
(ERMELINDA CORRE HACIA ELLA. LO MISMO QUE LEON. LA ARRASTRAN RECULANDO HACIA SU ASIENTO. LOGRAN SENTARLA, MIENTRAS ERMELINDA LE DA PALMADAS, PEGANDOLE, EN LA ESPALDA. ERMELINDA SE DA CUENTA DE QUE HAY PUBLICO Y CAMBIA TOTALMENTE SU ACTITUD, SONRIENDO PARA DISIMULAR.)
HORTENSIA.-(QUE SE HA ADELANTADO PARA TAPAR ALGO ESTO. EN MEDIO DE ESCENA) (A LAS DEMAS, ENTRE DIENTES, SIN VOLVERSE) ¿La mataron? ¿No la mataron? ¡Qué lástima! Por favor, que patrón está mirando. Patrón está mirando. Y él no quiere charlas en la orquesta. Nuestro contrato, nuestro contrato es rescindible cada quince días. Por f... (HACIA DONDE SE SUPONE QUE ESTA EL PATRON) ¿Señor? ¿Decía, señor? ¡No lo oigo un...! nada, señor. Sí, señor, enseguidita empezamos, estamos listas. Hace rato que estamos listas. ¿Listas señoritas? Vamos, vamos.
(EN EL APURO SE CREA CONFUSION DE PARTITURAS, QUE REPARTE LEONA)
HORTENSIA.-¿Qué están? ¿Jugando al póker con las partituras? ¡Ay, la deforme siempre última! ¡Aúrese, desgraciada!
ERMELINDA.-(SE LE ENGANCHA EL ARCO EN CORTINA) ¡Ay, espere un momento, señora!
HORTENSIA.-¡Claro, rompa! Rompa la cortina que después pagamos. (A ERMELINDA) ¡¿Lista?!
ERMELINDA.-Sí, señora.
HORTENSIA.-¡Ay, parece Shirley Temple con tanto rulo! La electrocutaron en la peluquería. ¡Ay, Dios mío, en vez de una orquesta tendría que tener un hipódromo, con tanta yegua! ¡Ponerse los sombreros! ¡Uno! (SE PONEN SOMBREROS NAPOLEON) ¡Vamos! ¡Un, dos, tres!
SUSANA.-¡Me mataría! ¡Me mataría! ¡Me voy a envenenar con láudano!
LEON.-¡Susana!
SUSANA.-¡Me voy a tirar al río!
LEON.-¡Susana!
SUSANA.-¡O abajo de un tren!
LEON.-¡Susana!
SUSANA.-¡No! ¡Claro que no! ¡Así le daría el gusto, lo tendría para ella sola! Mañana me voy a comprar un vestido nuevo, el más caro que haya en el Petit-Paris; ¡me voy a gastar todo el sueldo de la quincena! ¡Le voy a mostrar mi talle de avispa! ¡La voy a hacer avergonzar de su enorme culo! (REACCION DE HORTENSIA)
LEON.-¡Susana! (LA MUSICA SUBE)
(MUSICA CONTINUA Y VUELVE A BAJAR DE VOLUMEN)
SUSANA.-León, ¿todavía estás enamorado de mí?
LEON.-(ANIMADOS POR ES MARCHA) ¡Te adoro, mi amor, y nunca querré a nadie más!
SUSANA.-No te asusta la muerte, ¿eh?
LEON.-¿Juntos?
SUSANA.-Sí.
LEON.-No. No me asusta.
SUSANA.-¡Entonces moriremos juntos! ¡Y todos se arrepentirán! ¡Ya vas a ver!
LEON.-Eso es.
SUSANA.-¡Qué cosa hermosa es la muerte!
(SUBE LA MUSICA. TERMINA. HORTENSIA SE ADELANTA A SALUDAR Y AGRADECER APLAUSOS. GAG SALUDO.)
HORTENSIA.-¿Vieron, vieron cómo aplaudieron? ¡Con qué entusiasmo, con qué espontaneidad! ¡Ampollas le salieron en las manos de aplaudir! ¡Qué éxito, querida, qué éxito! ¿Vieron cómo el arreglo de Benoiseau no es una musiquita cualquiera? ¡Qué efecto, querida, qué efecto! ¡Ah, esta música, esta música se mete en la sangre del público! Cada francés piensa que ha sido escrita para él. (EN DIRECTA A SUSANA DELICIA) ¡Hay que tener sangre de horchata, para no emocionarse y, por lo tanto, para no querer a la patria!
SUSANA.-Mi única respuesta a la provocación, es el desprecio.
HORTENSIA.-Yo no sé, yo tengo patriotismo metido en la sangre; es una cosa que me corre, que me corre por las venas. Eso que soy extranjera; aunque no se nota.
PAMELA.-No. Y menos cuando habla.
HORTENSIA.-Durante la guerra, en plena ocupación, me negué a tocar para los alemanes. Conozco a otras, que no tuvieron tantos escrúpulos.
SUSANA.-(RECIBE ACUSACION. TODAS LA MIRAN. PAUSA. SE PONE DE PIE INCOMODA) Sus insinuaciones no me llegan. Es cierto que el cuarenta toqué en una confitería de París; ¡pero en una orquesta que era de la resistencia! Cuando había oficiales alemanes en la sala, todas desafinábamos. ¡Y había que tener coraje, porque eran todos muy músicos!
HORTENSIA.-A usted no le habrá costado mucho desafinar; ni para los enemigos, ni para los amigos.
SUSANA.-¡Ah! ¡Es el colmo! ¡Si aquí se duda de mi arte, si no se me respeta, me voy!
(SUSANA CORRE A BUSCAR SU ABRIGO A PERCHERO. MIENTRAS QUE LAS DEMAS VAN SALIENDO...)
PATRICIA.-(COMENTARIO A PAMELA) (MIENTRAS SE VA DEL PALCO) ...muchas veces tuvimos que salvar la situación cuando ella desafinaba.
(SUSANA BAJA CORRIENDO PARA IRSE HACIA EL LADO DE LAS SILLAS DE LAS VIOLINES. LEON LOGRA SUJETARLA POR UN BRAZO CERCA DE LA SILLA DE PAMELA)
LEON.-¡Susana, por favor! Esta discusión es ridícula; ¡como todas las discusiones! Nadie ha puesto en duda tu talento.
SUSANA.-¡Mi talento! ¡Si hasta es posible que lo haya perdido aquí! ¡Por prodigarme! (IRONICA) ¿No es gracioso? ¡Ahora resulta que no he dado nada de mi vida, ni al arte, ni a Francia, ni al señor León! (INTENTA IRES, LEON LA RETIENE)
LEON.-¡Pero, no, sí que diste, pero...! ¡Por favor, Susana, basta de escándalo!
SUSANA.-¡Estoy más allá del escándalo ahora! ¡Sufrí demasiado tiempo León! ¡Me entregué en hoteles por hora! (ALTO) ¡Hoteles por hora! ¡¿Me querés mirar cuando te hablo!?
LEON.-Calma, Susana, calma por favor. Esos hoteles son siempre por hora; al menos en Francia. Además, nuestros viajes...
SUSANA.-(LO MIRA. IRONIA) (CIERTA PENA) ¡Nuestros viajes! (LENTA DA UN PASO HACIA LATERAL IZQUIERDO) Nunca fuimos demasiado lejos; hasta la otra punta de la ciudad, y caminando. (CAE SENTADA EN LA SILLA DE PATRICIA. ABISMADA) Eramos viajeros que nunca necesitábamos equipaje. Me estremezco al recordar las miradas de los dueños de esos hoteles que con sus ojos me poseían antes.
LEON.-Estás exagerando Susana. Donde íbamos habitualmente el dueño es un buen hombre, casado.
SUSANA.-¿Ah sí? Entonces me compartían dos hombres buenos y casados. (ANTE AMAGO DE EL) ¡Sí compartiéndome con un ojo puesto en el reloj! ¡Sí en cada uno de nuestros encuentros hacíamos el amor con un ojo puesto en el reloj! Para que tu mujer enferma no se inquietara por tus continuas tardanzas. ¿Yo no era tan digna de lástima como ella?
LEON.-Pero... no es lo mismo Susana; tenés que comprender que...
SUSANA.-¡Viajeros sin equipaje! ¡Sí pero con relojes!
LEON.-(PARA SI) ¡Y dale con los relojes!
SUSANA.-Sí, uno en cada mesita de luz. Hay amantes que hacen el amor al ritmo de sus corazones latiendo al unísono. Nosotros desperdiciamos el tiempo de nuestros encuentros, preguntándonos si nuestros relojes no atrasarían. ¡Odio los relojes! ¡Los odio! (COMIENZA A ARRANCARSE SU RELOJ) ¡Mirá lo que hago con mi reloj! (LO TIRA AL PISO) ¡Dame el tuyo!
LEON.-(ZAFANDOSE) Por favor, mi amor, todo el mundo nos está mirando. Quedate quieta. (RECOGE EL RELOJ DE SUSANA) Por suerte el vidrio no se rompió. Estás exagerando, Susana. La gente mira la hora en esta época. La vida moderna nos obliga a tener un ojo sobre el reloj.
SUSANA.-(IRONICA EXAGERADA) ¡Ahhh entonces yo soy un ejemplo de esta vida moderna! Una mujer libre que ha abandonado todos los prejuicios como quien dice. ¡No me toques! ¡No me toques! Pero qué cadenas pesadas arrastra esta mujer libre: las cadenas del reloj. He sido una mujer libre atada a las cadenas de los relojes. ¿No te parece divertido?
LEON.-(FIRME) Yo te dije desde el comienzo que no podía arriesgarme a provocar la muerte de mi pobre mujer enferma. ¡Y me contestaste que nuestro amor sería lo bastante grande para soportarlo! ¿No?
SUSANA.-(ATACA) ¡Y bueno, no! ¡No fue lo bastante grande! ¡Nuestro amor fue guillotinado por las agujas de los relojes! ¡Se ahogó en las palanganas junto con los hijos que pudimos haber tenido! (AMARGA) ¡Diez veces te propuse morir! ¡Morir juntos como dos amantes! ¡Ahogar todo de una buena vez: el padre, la madre, los hijos...! ¡Era tan simple!
LEON.-¡No era tan simple! Además, yo no tenía derecho a dejar a esa pobre mujer ahí...
SUSANA.-¡Claro!, ¡¿pero a mi sí!? ¿A mí sí tenías dercho a dejarme a los tres cuartos de hora reglamentarios? ¡He sido una solterona que conservó su virginidad para entregársela a un hombre que la hizo mujer tres cuarto de hora por día! ¡Controlados! ¡Y con dos relojes!
LEON.-¡Una hora! ¡Y a veces hasta una hora y media! ¡Vamos!
SUSANA.-(AMARGA MAS BAJO) Sí. Incluido el trayecto. Si yo no tenía derecho a ser tu mujer si no era la otra punta de la ciudad. Teníamos que caminar... indiferentes, como dos extraños... (SE LE QUIEBRA LA VOZ, LLORA BAJO)
LEON.-¿Qué importaba si nos amábamos? ¿Qué importa el tiempo entre dos que se quieren?
SUSANA.-(PAUSA. LO MIRA. PRIMERO A EL Y DESPUES ABISMADA AL HORIZONTE) Importa sí. Terminé por comprender que importa demasiado el tiempo. Que tiene una importancia terrible, terrible. Porque al fin de cuentas la vida está hecha de tiempo. (LLORA SIN IMPORTARLE)
LEON.-¡Susana por favor!
SUSANA.-¡Perdí mi tiempo! ¡Perdí mi único tiempo! No es cuestión de rogarle ahora a San Antonio que me lo devuelva. ¿Qué hora es León? ¿Los dos relojes marcan la misma hora? Yo tengo las once menos cuarto.
LEON.-Yo las menos doce. Estamos en pleno trabajo Susana. (HACIENDOLA LEVANTAR. ELLA LO DEJA HACER. YA HA TOMADO UNA DECISION. DE PIE ANTE LAS SILLAS DE LOS VIOLINES, ENFRENTADOS) Volvamos a nuestros puestos. Ya tendremos tiempo de hablar de nuestro asunto en otro intermedio. Tendremos... tendremos todo un cuarto de hora para nosotros dos.
SUSANA.-(DESHACIENDOSE DE LAS MANOS DE EL) Gracias, mi trabajo aquí ha terminado.
HORTENSIA.-(APARECIENDO. LAS OTRAS TAMBIEN. LEON SE APARTA UN POCO) Bueno. ¿Se acabó esta lamentable escena? ¡Patrón no ha hecho más que mirar! ¿Qué pretenden? ¿Que nos pongan a todas de patitas en la calle? ¿Esto es lo que pretende? ¡Chiflada!
SUSANA.-¡No señora! Además, acabo de despedirme de esta orquesta. Renuncio definitivamente a desafinar aquí. Adiós. Se lo dejo. Y usted tenía razón: ¡es un enano! (SALE CORRIENDO DESESPERADA)
ERMELINDA.-¡Susana!
HORTENSIA.-(GRITANDO A SUSANA QUE CORRE Y YA DESAPARECIO) ¡Le advierto que le pongo una multa por incumplimiento! ¡Y que desde el sábado será reemplazada por otra! ¡Ordinaria de mierda! ¡Casi me rompe un tímpano con tantos gritos!
LEON.-Sufre mucho señora Hortensia.
HORTENSIA.-¡Bah!
LEON.-Debería considerarla y no abusar de su autoridad. Debería darle vergüenza.
HORTENSIA.-¡El que debería tener vergüenza es usted señor León! ¡Caramba! ¡Con su pobre mujer enferma! ¡Esta histérica va a terminar por ir a contarle todo a su mujer! ¡Para desahogarse!
LEON.-(CUBRIENDOSE EL ROSTRO CON LAS MANOS) ¡Es demasiado! ¡Demasiado!
HORTENSIA.-(SE ACERCA A LEON POR DETRAS. LO TOMA POR LOS HOMBROS. RIE) ¡Ay señor León! ¡Sé muy bien lo que es un hombre! He tranquilizado a muchos. Y un hombre tiene necesidad de satisfacciones. Es humano. Tiene que satisfacer sus deseos y nadie tendría el menor derecho a reprochárselo. Pero para eso debe confiar en una verdadera mujer que sepa lo que es la vida. Que haga lo que corresponde...¡Mentí! ¡Mentí hace un rato cuando dije que lo encontraba mal hecho! ¡No es verdad! Un poco frágil eso sí. Pero eso no tiene importancia, para una mujer como yo tan maternal. (PEQUEÑA RISA) Al contrario, le agrega encanto. (RIE) ¡Ay pero qué calor! ¡Qué calor tiene este sinvergüenza! Necesita que alguien se ocupe de él.
LEON.-¡Ah! Estas escenas me destrozan los nervios. Yo soy un artista y no estoy hecho para la vida.
HORTENSIA.-¡Lo ayudaremos! Lo consolaremos. Si supiera cómo lo comprendo. ¿Hace falta hacer un escándalo por cualquier motivo? Un poco de placer discreto debería alcanzar para ser felices. (RIE) ¡Pero está hecho sopa! Vaya, ¡cambiese el cuello pichón!
LEON.-Después de la marcha de Tanhauser. Antes, no vale la pena. (LEVANTANDOSE. GIRA BRUSCO Y SE TOPA CON EL BUSTO DE HORTENSIA) No crea... no crea que ya no quiero a mi esposa. Doce años no se olvidan tan fácilmente. Podría haberla internado en un hospital, si era incurable, quién me lo hubiera reprochado. Pero la quise tener en casa, a pesar de los celos. Le puse una sirvienta. (ENTUSIASMANDOSE CON LOS PECHOS DE HORTENSIA) Una mujer responsable. Pero eso cuesta mucho. Y hay momentos, hay momentos en que uno, uno se siente tan solo... (YA ESTA ENROSCADO A HORTENSIA)
HORTENSIA.-Necesita, necesita alguien que lo anime en lugar de torturarlo más. Alguien que tenga... sentimientos, como usted. (APRETANDOLO CONTRA SUS PECHOS)
LEON.-Es que yo soy como un arpa. Con nada me quiebro.
HORTENSIA.-Usted es un artista, señor León. Y los artistas, fuera de su arte no necesitan otras emociones. Un poco de placer eso sí. El resto, para la música. ¿No se había dado cuenta de que esa loca era la única que traía problemas a la orquesta?
LEON.-Es que ella también es como un arpa.
HORTENSIA.-(RECHAZANDOLO. LEON CAE SENTADO EN SU TABURETE) ¡Sí! ¡Como arpa sin cuerdas! ¡Fíjese que dejar la orquesta por un capricho! ¡Justo cuando viene el momento tropical del programa! Leona, querida, bonita, usted que es tan devota, ¿sería tan amable de ir a ver qué hace esa desgraciada?
LEONA.-Sí señora. (SALE)
HORTENSIA.-¡Un dechado de virtudes! ¡Pero esta es un deshecho! Seguramente la otra debe estar llorando en el baño. ¡Ah los sentimientos! ¡Bah! Los sentimientos están bien pero primero hay que cumplir con el trabajo. (T.) Patrón no ha hecho más que mirar. No sé qué le pasa esta noche. Parece como si desconfiara. Voy. Voy a ver si lo entretengo un rato. (SALE)
PATRICIA.-(PEQUEÑA RISITA MALIGNA) En realidad estuvo muy odiosa con esa chica. Primero con lo de la guerra. Es un tema del cual ya no hay que hablar más. Sí. Yo también hice la resistencia. Escuchaba todos los días la BBC de Londres. Pero yo tenía a mi cargo a mi madre. No había más remedio que soportar ciertas cosas. (ERMELINDA COMIENZA A PINTARSE LAS UÑAS)
PAMELA.-¿Vive todavía con usted?
PATRICIA.-Por supuesto pobre bichito. Así la llamo ahora: pobre bichito. Es como un chico. Decidí consagrarle mi vida. Ella, y mi arte; para mí no hay otra cosa. Y mi casa por supuesto.
PAMELA.-Yo en cambio nunca podría. Cuando voy a visitar a la mía a Batignole -no está gagá-, todavía trabaja como portera, al principio estoy muy contenta. “¿Qué tal mamá como estás?” Me hago la ilusión de que soy de nuevo una chica.
PATRICIA.-(COMENTARIO AL PASAR, SIN INTERES) Sí. Eso es lo que pasa en estos casos.
PAMELA.-Siempre prepara un guiso de cordero con porotos. Los porotos son la debilidad de la vieja. Pero al tercer bocado nunca falla. Ya se arma, nos peleamos y empiezan a volar los platos. No tengo más remedio que irme.
PATRICIA.-Bueno, no vaya a creer que nosotras no tenemos también nuestras buenas peleítas. Porque la pobre bichito, al envejecer, se va poniendo más caprichosa que una nena. A cada rato un caprichito, a cada rato un caprichito. Pero entonces yo, me pongo inflexible. Y en cuanto me quiere robar un bombón, la muy bandida, le doy ¡jam, jam! con el arco del violín en los dedos. Con la parte de la madera por supuesto. Protesta y lloriquea un rato, pero después se porta bien. Ahora, cuando realmente molesta, lo que se dice molestar, es cuando la pobre bichito tiene que hacer sus necesidades. Mire, traté por todos los medios de enseñarle que pidiera; pero la muy sinvergüenza se hace siempre encima.
PAMELA.-Son cosas que pasan. Ya va a ver que con el tiempo se acostumbra a pedir.
PATRICIA.-¿Con el tiempo? ¡Pero si está por cumplir los noventa! ¡Así que no me puedo hacer muchas ilusiones! ¡No no no! Pero en eso también decidí ser inflexible. Mire: la cambio tres veces por día, y ni que lo hiciera a propósito, porque cada vez que estoy con los guantes puestos, maquillada, lista para venir al trabajo, justo en ese momento, pide.
PAMELA.-Hay que ser firme. Yo a mi nena cuando la tenía conmigo...
PATRICIA.-¿Y sabe lo que inventó el invierno pasado? ¡Ahora se chupa el dedo!
PAMELA.-Mi mamá me ponía mostaza. Pero no sé si con los viejos...
PATRICIA.-(INTERRUMPE) ¿Qué? ¿Mostaza? ¡Ni en broma! ¡Qué más quisiera ella! ¡Se pondría chocha, si le encanta la mostaza! ¡Ah sí! ¡A ella le gusta  todo lo que le hace mal! Si yo la dejara comer todo lo que ella quiere... ¡Unas buenas bofetadas cada vez que la sorprendo comiendo lo que no debe! ¡Y la dejo sin postre que es lo que más le duele! ¡Sí! Si yo le diera todos los gustos, el sueldo se me iría en golosinas. ¡Ah no! En eso soy muy pero muy estricta. ¿Eh? Con decirle que nunca tengo bombones en casa. Y cuando alguna visita le trae una caja, la escondo. Después me la traigo y me los como aquí, claro, pero a ella, a ella le doy uno, los domingos, si es que se ha portado bien durante la semana. Tiene que ver cómo llora delante del armario cuando se los niego: “Bombón bombón quiero un bombón”. Igualita que un chico.
PAMELA.-Pero si es por su bien... los bombones hacen mal a las muelas.
PATRICIA.-¿A las qué...? ¡A las muelas! Si a la pobre bichito no le queda ni una. No, pero yo se los niego por principio, imagínese, si una empieza a ceder...
PAMELA.-No debe ser muy divertida su vida. Siempre lo mismo, todos los días.
PATRICIA.-Es una gran satisfacción para una saber que una está cumpliendo con su deber. ¡Mamá es todo para mí! ¡Mamá y mi arte! Por eso acepto el sacrificio que me permite estar orgullosa de ser una hija ejemplar. Mi única recompensa es que se porte bien.
PAMELA.-Yo a mi nena la mandé al campo. Cuando me separé de mi marido y con mi trabajo no podía tenerla conmigo. Y además, soy mujer. Y como mujer necesito hombres. Y los hombres no se acostumbran nunca a los chicos. Y si aparece alguno al que le gustan las criaturas, ya sabe cómo es la vida: algún día una tiene que dejarlo por otro. Pero todo lo que me gano es para darle los gustos a mi nena. Quiero que sea muy coqueta mi tesoro; toda una señorita. Cuando cumplió cinco años le mandé un vestido de marquesa. Todo de seda, armado por debajo y con cintas. Me costó doce mil francos. Ya ve que no le mezquino nada. Y ordené que le hicieran la permanente, y le compraran un frasco de esmalte para uñas y un lápiz de labio del mismo tono. ¡Estaba preciosa! ¡Había que verla con sus uñas rojas, los labios pintados y todo! ¡Corazón! ¡Igual a mí, mi muñequita!
PATRICIA.-(COMENTARIO INSERTADO. ALGO SE HA IDO ESPANTANDO CON LO QUE LE CUENTA PAMELA) ¡Ah, no lo dudo!
PAMELA.-Estoy orgullosa porque es mi mismo retrato.
PATRICIA.-Pobrecita.
PAMELA.-Desgraciadamente no pude quedarme. Me había peleado con Fernando y no había querido ni bajar del auto. -“Mamá mamá”- gritaba la nena –“¡no me diste más que dos besitos!”-. Una quisiera verla más; pero qué se le va a hacer, así es la vida.
PATRICIA.-¡Ah es que los artistas tenemos corazón! Mire, mis amigas me dicen siempre por qué no la interno a la pobre bichito, en una de las casas de reposo que hay, donde tendría toda la atención y en fin, todo lo que necesita, ¿no? Bueno si, naturalmente mejor que en casa estaría, donde se pasa la mayor parte del día sola a causa de mi trabajo. Si bien es cierto que está entretenida, ¿no? porque lava, plancha, cocina, rasquetea los pisos, lustra los muebles, friega, nunca le faltan cosas para hacer. Pero, así y todo, ¿qué quiere que le diga?, yo no podría separarme de ella. No no. Prefiero reprenderla con severidad cada vez que se hace encima y saber que estoy cumpliendo con mi obligación. ¡Es mi madre! ¿No? Mis amigas me dicen siempre que yo soy una santa. Pero yo les contesto que una, una no puede cambiar.
PAMELA.-Y aunque pudiera, quién sabe si sería para mejor. Yo, por ejemplo, podría haberme quedado con el padre de la nena y tenerla a mi lado. Cierto que me sorprendió con Jorge. Pero él creyó que era la primera vez. Después de todo son cosas que pasan en todos los matrimonios, le decía yo. Se convenció de que era mejor que siguiéramos juntos y sobre todo por la nena. Pero un día Jorge me dijo: “Me voy a Niza”; al principio creí que no iba a poder vivir sin ese hombre: estaba como loca. Y como cada vez lo extrañaba más, tuve que dejar a mi marido y a la nena. Y fíjese: a los dos meses, Jorge y yo nos separamos. Pero yo no podía saber. Así es la vida.
PATRICIA.-¿Y su marido no quiso que usted volviera?
PAMELA.-Yo pensé que era lo mejor. Por la nena, ¿sabe? Pero él no tuvo tiempo de opinar. Yo sabía que no tenía más que aparecer para que todo se arreglara. Mi marido era de esos hombres, ¿sabe?, que solucionan todo en la cama. Hice mis valijas y me tomé el tren; ¡pero allí me encontré con Gustavo y otro más! Yo viajaba en segunda y él me ofreció un pasaje de primera. Estábamos solos en el compartimento. Lo demás ya se lo puede imaginar. Pensar que había comprado un vestidito hermoso en Niza, con el sombrerito y la carterita haciendo juego. Se lo mandé por el correo. Y bien contenta que quedó mi tesoro con el regalito de mamá. Parece que en la escuela las compañeritas se morían de envidia. La nena me escribió que le decían: “¡Qué suerte tener una mamá así!” Claro, le había comprado el vestidito más caro que encontré. Es que yo por mi nena no sé lo que haría.
PATRICIA.-¡Ah como yo por mi madre! Mire, me sacrifico, le doy todo, pero eso sí ¿eh? me tiene que obedecer al pie de la letra si no, (CON VERDADERO SADISMO) ¡unas buenas cachetadas y sin postre! Porque una se desvive, pero que al menos se lo reconozcan, ¿no?
HORTENSIA.-(SALE MAS O MENOS POR DONDE HA ENTRADO) Se me ha caido el anillo señor ¿me disculpa por favor? Allí abajo. (LO BUSCA Y LO HALLA) ¿¡Quién se estará acordando de mi?! Joya, con k: ¡Cabrón! ¡Oh!, ¡me falta una piedrita! ¡Con lo caro que está el vidrio! (PASA EL TRASTE POR LA CARA DE LOS ESPECTADORES. GIRA HACIA ELLOS) ¿Quién fue? ¿Quién me tocó? ¿¡Me confundió con pila de agua bendita que todo el mundo mete la meno!? ¡Confunden! ¡Confunden artista con prostituta!
ERMELINDA.-(CORRE A ENCONTRARSE CON HORTENSIA EN PROSCENIO, TAMBIEN SE ACERCA LEONA) ¿Qué pasó?
HORTENSIA.-(POR SEÑA INDICA QUE LE HAN TOCADO EL CULO. ERMELINDA Y LEONA MIRAN CON BRONCA AL IRRESPETUOSO, SEÑALANDO) Claro, ven una cosa así, y no se aguantan. (A LEONA) ¿Qué pasó, subnormal?
LEONA.-Señora, la busqué por todos lados. En los baños no estaba. Había uno que estaba ocupado pero no me atreví a llamar. A lo mejor era un cliente, ¿no?
HORTENSIA.-¡Qué huevona! ¡Bue..., ataquemos lo mismo!
LEONA.-¡Sí señora! ¿Qué va?
HORTENSIA.-“La Camyeguana”.
LEONA.-(CORRIGE) “La Camagüeyana”, señora.
HORTENSIA.-¿Y yo qué dije?
LEONA.- “La Camyeguana”.
HORTENSIA.-...Bueno... es lo mismo. Lo mismo: Camagüeyana, Camayeguana, ¿vamos a hacer problema de estado ahora?
LEONA.-No. Yo le decía nomás. (SALE A BUSCAR LOS SOMBRERITOS)
HORTENSIA.-(A LEONA) Deforme automática.
ERMELINDA.-¿Qué pasó?
HORTENSIA.-Patrón. Protestó porque dice que estamos tardando demasiado.
ERMELINDA.-¿Nosotras? (YA GIRANDO HACIA PATRON Y SONRIENDO)
HORTENSIA.-Yo le expliqué, le expliqué. Le dije que ese desgraciado tenía que ir al baño, que... que tenía colitis.
ERMELINDA.-¿Eso le dijo?
HORTENSIA.-¡Y claro! ¡Como el otro día un cliente se intoxicó porque sirvieron champiñones en mal estado!
ERMELINDA.-¿Acá?
HORTENSIA.-¿No supo?
ERMELINDA.-Nada. ¿Acá?
HORTENSIA.-Sí, acá. En Africa no. Acá. El cliente estaba sentado extasiado, escuchando música... ¡de pronto salió como un rayo para el baño! Pero no llegó. Mi olfato me dice que... no llegó.
ERMELINDA.-(TOMANDO EL ABANICO DE HORTENSIA QUE MIRA PARA ADELANTE) ¿Y cómo no me contó nada, señora? (SE ABANICA)
HORTENSIA.-¿Y qué voy a contar, qué voy a contar...? (DESCUBRE A ERMELINDA ABANICANDOSE. ERMELINDA SE HA DADO CUENTA Y TIRA EL ABANICO) ¿Qué hace? ¿Magia ahora? (BUSCA EL ABANICO. APARECE.) ¡A su sitio! ¡Confianzuda!
ERMELINDA.-No. No.
HORTENSIA.-¡A su sitio! (DICE ALGO RECOMENDANDO Y SALE HACIA ADENTRO PARA PREPARARSE PARA BAILE Y CANTO TROPICAL)
ERMELINDA.-(RECIBIENDO EL SOMBRERO QUE LE DA LEONA QUE SE HA ACERCADO) ¡Pobre chica! Realmente, ¿no? ¡pobre chica! ¡Sufre! ¡Ahora comprendo por qué dicen que el amor mata! Una vez le dije a Edmundo cara a cara, ¿no?, Edmundo: en cuestión de sentimientos ¡no existe el perdón! ¡Si te llego a ver con otra cierro los ojos hasta vaciar el cargador! Una mujer que ha sufrido lo que yo sufrí, sale absuelta de cabeza. ¡Para algo hay leyes en Francia!
LEONA.-¿Y qué te contestó?
ERMELINDA.-Nada. Tenía la boca abierta para bostezar y como le corté el bostezo...
LEONA.-¿Qué hizo?
ERMELINDA.-Nada... Me di cuenta de que lo había destrozado. Blanco estaba.
HORTENSIA.-(ENTRANDO APURADA) ¡Vamos! (ERMELINDA Y LEONA CORREN A SUS PUESTOS. ERMELINDA RECOGE PRIMERO SU MARACA) ¡Con mucho calor y mucha sensualidad!
(LA CAMAGÜEYANA. CANTAN TODAS. BAILAN.)
HORTENSIA, ERMELINDA Y LEONA:
Como soy camagüeyana
Y a mi patria tengo ley,
Con ser tan bella La Habana,
Vivir quiero en Camagüey
Contemplando la sábana
Como soy camagüeyana
Y a mi patria tengo ley.
Soy camagüeyana
Soy camagüeyana
PAMELA.-(EN PARTE NO CANTADA, EL VOLUMEN DEL SONIDO BAJA.) ¡Esta música me hace hervir la sangre! ¡Me recuerda cada cosa!
PATRICIA.-En cambio a mí me parece tan vulgar.
PAMELA.-¡Me hace acordar a Jorge! Es cierto que me pegaba y era una bestia. ¡Pero por la noche! ¡Total! ¡Para lo que hay que decirse durante el día! ¿Usted no hizo nunca el amor? ¿Ni una vez?
PATRICIA.-Hay preguntas que no deben hacerse ni entre mujeres.
(SONIDO SUBE, CANTO Y BAILE. CUANDO TERMINA EL ESTRIBILLO CANTADO, VOLUMEN BAJA.)
HORTENSIA.-(A LEON) Además, esa chica es muy flaca. Y en el amor se necesita carne. Un hombre menudito como usted, necesita una mujer que lo proteja, sentirse abrigado, protegido, como sumergido en ella. Una mujer de carácter y que sepa lo que es la vida, es como una verdadera madre para el amante.
LEON.-¡Mi mamá! ¡Solamente mi mamá me ha querido!
(SONIDO SUBE, CANTO Y BAILE. CUANDO TERMINA EL ESTRIBILLO CANTADO, VOLUMEN BAJA.)
HORTENSIA.-Yo seré su mamá ¡pichón! ¡Se perderá en mis pechos! ¡Las flacas no piensan más que en ellas! ¡Claro, no tienen mucho para dar!
(ESTRIBILLO)
ERMELINDA.-¡La verdad que Edmundo es una porquería! ¡No puede haber un cerdo peor que él! ¡Nunca una palabra de cariño! ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! ¡Como una ostra!
LEONA.-No me diga más, ya lo sé: Es un burro.
ERMELINDA.-¡No le permito!
(SONIDO SUBE. CANTO Y BAILE. CUANDO TERMINA EL ESTRIBILLO CANTADO, MUSICA BAJA.)
PATRICIA.-No crea que yo no sufro también. De noche, cuando me miro en el espejo del ropero, veo que soy hermosa, el vientre redondo, las piernas suaves, ¡pero no! ¡No puedo! ¡No puedo!
PAMELA.-¡No sabe lo que se pierde!
ERMELINDA.-A pesar de todo es parte de mí. Cuando se levanta, no me siento entera; y sólo espero que él vuelva. Para completarme.
LEONA.-¡Claro! ¡Deja de ser él para ser vos!
ERMELINDA.-¿Eh? Por eso le pego seis tiros si se va por ahí.
(SONIDO SUBE. CANTO Y BAILE QUE SE INTERRUMPE POR EL ESTALLIDO DE UN TIRO. SONIDO CORTA EN SECO. TODAS SE DETIENEN. SUSTO DE TODOS. COMENTARIOS AD LIBITUM)
LEON.-¡Y me importa un carajo! ¡Mi mujer siempre llorando en su sillón! ¡Y la otra loca, a cada rato, con su pasión y sus lágrimas! ¡También me importa un carajo! ¡Un carajo las dos! ¡Viven jodiéndome! ¡No hago más que llorar por ellas! ¡Primero en el hotel, desnudo! ¡Después en casa, vestido! ¿Y todo para qué? ¡Vivo consumiéndome, lamentándome! Tengo dolores de estómago. Pero en el fondo, biene en el fondo de mí: ¡Me importa un carajo! ¡Hay que reconocerlo! A veces me escapo solo. Y voy a la costanera, a mirar las bañistas en la playa, tomando sol. Me hago el distraido, como que estoy paseando o buscando a alguien. Pero en realidad, no busco a nadie. ¡Yo soy el sol y las tomo! ¡Las tomo a todas! Despacito, con cuidado. Y las voy cambiando. Las morochas, las rubias, las pelirrojas, las teñidas, las gordas, las flacas. ¡Todas! ¡Todas a mi disposición! ¡Las más jovencitas todavía vírgenes! ¡Y las madres, veteranas y calentontas! ¡Y todas ofreciéndose con el culito al aire! ¡Ofreciéndose como tortas en la vidriera de una confitería! ¡Ofreciendo todo lo que tienen de más lindo y secreto! ¡Bien expuesto al sol! ¡Para no perder ni un solo rayo! ¡Doradas! ¡Doraditas a la plancha! ¡Y yo soy el cheff! ¡Soy Nerón! ¡Soy Tiberio! ¡Y todas para mí! ¡Todas! ¡Todas! ¡Una después de otra! ¡A veces muchas juntas a la vez! ¡Ah! ¡Con algunas soy tierno, suave, las lleno de caricias y sentimientos!
ERMELINDA.-(POR LO BAJO, EMPUJANDOLA) Dígale, dígale.
HORTENSIA.-Cálmese pichón, cálmese.
PATRICIA.-¿No quiere un bomboncito?
LEON.-¡Ah! (APARTANDO A TODAS Y ASUSTANDOLAS MAS TODAVIA) ¡Con otras soy fatal! ¡Les pego! ¡Hasta llego a matar a alguna! Con las putas uno sabe que todo puede ser. Pero hay que buscarlas. Y son caras. Además, uno le tiene miedo a las enfermedades. (ESTALLA EN CARCAJADAS) Pero, lo más lindo, ¡es el culito de las decentes! ¡Ja ja ja! ¡Viva! ¡Todas para uno por nada! ¡Vivan las playas y las bañistas!
HORTENSIA.-¡Señor León!
LEON.-Una gran playa y todas en pelotas. ¡Todas! ¡Por decreto! ¡Bajo pena de muerte!
HORTENSIA.-¡Basta señor León, basta! ¡Patrón está mirando por el amor de Dios! ¡Basta!
ERMELINDA.-(QUE DISIMULADAMENTE SE HABIA IDO, APARECE CORRIENDO CON PAPEL EN LA MANO) ¡Señora señora: el muchacho! ¡El muchacho me dio esto!
HORTENSIA.-¿Qué es?
ERMELINDA.-Una petición.
PATRICIA.-¿Una petición?
ERMELINDA.-Una petición.
HORTENSIA.-(ENFOCANDO Y LEYENDO) ¿A ver? ¡Era de esperar!
PATRICIA.-(CON MIEDO) ¿Qué?
HORTENSIA.-Patrón pregunta... qué clase de músicos somos y para qué creemos que nos paga. ¡Nos trata de cochinas...! ¡Por suicidarnos en los baños!
ERMELINDA.-¡No! (SALE CORRIENDO. LEONA TAMBIEN POR ORDEN DE HORTENSIA)
HORTENSIA.-¡Ermelinda vaya a ver! ¡Leona usted también! ¿Qué hizo? ¡Esa muchacha, esa muchacha! ¡Logró lo que se proponía! ¡Nos hizo quedar como el culo con el público!
PATRICIA.-¿Por qué?
HORTENSIA.-¿Por qué? Porque desde mañana seremos reemplazadas por otra orquesta.
LEONA.-(ENTRA CORRIENDO) ¡Acaban de tirar la puerta abajo!
ERMELINDA.-(IDEM) ¡Ha mandado llamar al médico! (A LEONA) ¡Dejame pasar, dejame pasar!
HORTENSIA.-¡Vamos, rápido... las partituras! ¡Que el público no se de cuenta de nada! ¡Ultimo número de la noche! (A ERMELINDA) ¡Apúrese desgraciada, apúrese!
ERMELINDA.-¿Qué va señora qué va?
HORTENSIA.-¡”La Gran Aria de la Vestal”!
TODAS.-¡No!
LEONA.-¡No! ¡”La Gran Aria” no!
HORTENSIA.-No. Esa no ¡que la cantaba la muerta! Pamela, ¡cambie el número!, ¡haga algo! ¡estúpida! (PORQUE PAMELA ES LA UNICA QUE SE HA QUEDADO TRANQUILAMENTE SENTADA AUNQUE TAMBIEN SE HA ASUSTADO PERO LO EXPRESA MUCHO MENOS DESDE SU FRIVOLIDAD. PAMELA VA A CAMBIAR EL NUMERO Y VUELVE A SU SITIO)
PATRICIA.-¿Pero qué va señora qué va?
HORTENSIA.-“La Gaviota del Marquesito”
PATRICIA.-¿Cómo “La Gaviota”? La “Gabota” será.
HORTENSIA.-Bueno, es lo mismo: La Gaviota, La Gabota... ¡Vamos rápido! ¡Sombreros bien derechos! ¡Que el público no se de cuenta de que hay una muerta!
ERMELINDA.-¡Apurate Leona, el trabajo!
HORTENSIA.-¡Ay, esta deforme siempre última! ¡Qué castigo! ¡Apúrese retardada!
ERMELINDA.-(SE LE ENGANCHA EL ARCO) ¡Ay espere un momento señora!
HORTENSIA.-¡Vamos vamos! ¡Un dos tres!
(COMIENZAN A TOCAR, PRIMERO DESAFINANDO TERRIBLEMENTE “LA GABOTA DEL MARQUESITO”.)
HORTENSIA.-¡Pero (AD LIBITUM) no ve cómo desafina!...
(LA AFINACION SE LOGRA, O ALGO PARECIDO. TODAS VAN TOMANDO CONCIENCIA DE TODO EL DESASTRE Y SUS CONSECUENCIAS. HASTA QUE QUEDAN ESTATICAS EN UNA MUECA.)


FIN

12/5/16

ANTES DEL DESAYUNO ONEILL

ANTES DEL DESAYUNO
Eugene O' Neill

Escenario: Una pequeña habitación que sirve a un tiempo de
cocina y comedor en un departamento de la calle Christopher,
en Nueva York. A foro, una puerta que lleva al vestíbulo. A la
izquierda de la puerta, una pileta y una cocina de gas de dos
mecheros. Más allá de la cocina y hacia la pared de la
izquierda, un armario de madera para platos, etcétera. A la
izquierda, dos ventanas que dan sobre una escalera de
emergencia, donde varias plantas en sus tiestos agonizan en
el abandono. Delante de las ventanas, una mesa cubierta con
un hule. Dos sillas con asiento de caña junto a la mesa. Otra
contra la pared, a la derecha de la puerta del foro. En la
pared de la derecha, foro, una puerta que lleva a la alcoba.
Más adelante, diversas prendas de vestir de hombre y de
mujer prenden de unas clavijas. Desde el rincón de la
izquierda, foro, hasta la pared de la derecha, primer término,
hay tendida una cuerda con ropa.
Son aproximadamente las ocho y media de la mañana de un
día hermoso y lleno de sol, a comienzos de otoño.
La señora Rowland viene de la alcoba, bostezando, dando
aún los últimos toques a su desaliñado tocado, insertando
horquillas en su cabello, recogido en pardusca masa en lo
alto de su cabeza redonda. Es de mediana estatura y
propensa a una gordura sin líneas, acentuada por su vestido
azul deformado, humilde y raído. Su rostro es impersonal, de
facciones pequeñas y regulares y ojos extrañamente azules.
En sus ojos, su nariz y su boca débil y rencorosa, hay una
expresión atormentada. Tiene poco más de veinte años, pero
parece mucho mayor.
Llega al centro de la habitación y bosteza, desperezándose.
Sus soñolientos ojos se pasean absortos por todo lo que la
rodea, con la irritación propia de aquel para quien un largo
sueño no ha significado un largo descanso. Va con aire
cansado hacia la ropa que cuelga a la derecha y descuelga
un delantal. Se lo ciñe a la cintura, dejando escapar un
“maldito sea” cuando el nudo no obedece a sus torpes dedos.Por fin consigue atarlo y va lentamente hacia la cocina a gas
y enciende uno de los mecheros. Llena la cafetera en la pileta
y la pone sobre la llama. Luego se desploma en una silla que
está junto a la mesa y se pone una mano sobre la frente,
como si le doliera la cabeza. De pronto su rostro se ilumina
como si recordara algo y mira el armario de los platos; luego
dirige una penetrante mirada hacia la puerta del dormitorio y
escucha atentamente durante unos instantes.
SRA. ROWLAND (en voz baja) - ¡Alfred! ¡Alfred! (del cuarto
contiguo no llega respuesta alguna y la señora Rowland
prosigue con tono desconfiado, alzando la voz) No tienes que
fingir que estás dormido. (De la alcoba no llega la menor
respuesta y la señora Rowland, tranquilizada, se levanta y va
cautelosamente hacia el armario. Abre con lentitud una de las
puertas, cuidando mucho de no hacer ruido y saca de su
escondite detrás de los platos una botella de ginebra Gordon
y un vaso. Al hacerlo, mueve el plato de arriba, que tintinea
levemente. Al oír esto, la señora Rowland sufre un sobresalto
culpable y mira con malhumorado desafío la puerta del cuarto
contiguo. Con la voz trémula:) ¡Alfred!
(Después de una pausa, durante la cual trata de percibir algún
sonido, toma el vaso y se sirve una buena cantidad de ginebra
y lo apura; luego, precipitadamente, repone la botella y el
vaso en su escondite. Cierra el armario con el mismo cuidado
con que lo ha abierto y con un gran suspiro de alivio se deja
caer nuevamente en su silla. La gran dosis de alcohol le ha
causado un efecto casi inmediato. Sus facciones se vuelven
más animadas, parece cobrar energías y mira la puerta de la
alcoba con una sonrisa dura y vengativa. Sus ojos pasean
una rápida mirada por la habitación y se posan sobre un saco
y un chaleco de hombre que penden a la derecha. Se
encamina cautelosamente hacia la puerta abierta y se detiene
allí, sin que la vea el que está adentro, y escucha, tratando
de sorprender algún movimiento.)
(Llamando, casi en un susurro) ¡Alfred!
(Nuevamente, no hay respuestas. Con ágil movimiento, la
señora Rowland descuelga el saco y el chaleco y vuelve conellos a su silla. Se sienta y saca los diversos objetos que
contiene cada bolsillo, pero los reintegra rápidamente a su
sitio. Por fin, en el bolsillo interior del chaleco encuentra una
carta)
(Mirando la letra se dice lentamente) Lo sabía.
(Abre la carta y la lee. En el primer momento, su expresión
revela odio e ira, pero a medida que avanza en la lectura
hasta acabarla se trueca en triunfante malignidad. Durante un
instante queda muy pensativa. Luego vuelve a poner la carta
en el bolsillo del chaleco, y, cuidando aún de no despertar al
durmiente, cuelga nuevamente las pendas en la misma
clavija, va hacia la puerta de la alcoba y atiba.)
(Con voz sonora y chillona) ¡Alfred! (Más fuerte) ¡Alfred! (Del
cuarto contiguo llega un gemido ahogado que se confunde
con un bostezo) ¿No te parece que ya es hora de levantarte?
¿Piensas quedarte en cama todo el día? (Volviéndose y
regresando a su silla) Ya sé que eres lo suficientemente
haragán para pasarte la vida en la cama. (Se sienta, mira por
la ventana y dice, con irritación) ¿Qué hora será? Ya no
podemos saberlo desde que empeñaste estúpidamente tu
reloj. Era el último objeto de valor que teníamos, y lo sabías.
Sólo has pensado en empeñar, empeñar, empeñar...
Cualquier cosa con tal de alejar la hora de buscar empleo,
cualquier cosa con tal de no trabajar como un
hombre.(Golpea el suelo con el pie nerviosamente,
mordiéndose los labios) (Después de una breve
pausa) ¡Alfred! Levántate... ¿Me oyes? Quiero hacer esa
cama antes de salir. Estoy harta de que esto esté en
desorden por tu culpa. (Con cierta vengativa satisfacción) Y
por cierto que no podremos quedarnos mucho tiempo aquí, a
menos que consigas dinero en alguna parte. Dios sabe que
yo hago lo mío – y más aún – yendo a coser a domicilio todos
los días, mientras tú haces el caballero y holgazaneas por las
tabernas con ese hato de inútiles artistas del Square.
(Breve pausa, durante la cual la señora Rowland juega
nerviosamente con una taza y un platito que están sobre la
mesa). ¿Y dónde conseguirán dinero, quisiera saber yo? Enesta semana tenemos que pagar el alquiler, y ya sabes cómo
es el dueño de casa. No nos dejará vivir aquí un solo minuto
más si no le pagamos puntualmente. Dices que no puedes
conseguir trabajo. Eso es mentira, y tú lo sabes. Nunca lo
buscaste, siquiera. Te pasas los días vagabundeando por
ahí, escribiendo poemas y cuentos estúpidos que nadie
quiere comprar... y me explico que no quieran comprarlos.
Pero advierto que yo siempre puedo conseguir trabajo y lo
consigo; y sólo eso nos salva de morirnos de hambre.
(Se levanta y va hacia la cocina, mira la cafetera para ver si
el agua hierve y vuelve y se sienta.) Hoy tendrás que
conseguir dinero en alguna parte. Yo no puedo hacerlo todo
y no lo haré. Tienes que recobrar el sentido común. Tienes
que pedirlo, mendigarlo o robarlo donde sea (Con desdeñosa
risa) Pero... ¿dónde, quisiera yo saber? Eres demasiado
orgulloso para mendigar y has pedido ya todos los préstamos
posibles, y no tienes valor para robar.
(Después de una pausa, levantándose irritada) ¡Por amor de
Dios! ¿No te has levantado todavía? Es muy propio de ti eso
de volverte a dormir, o de fingirlo. (Va hacia la puerta del
dormitorio y atisba) ¡Ah, te has levantado! Bueno, ya era hora.
No tienes por qué mirarme así. Tus desplantes no me
engañan, ya. Te conozco demasiado... mejor de lo que
supones... a ti y a tus andanzas.(Alejándose de la puerta, con
tono significativo) Conozco un montón de cosas, querido.
Ahora no te preocupes de lo que sé. Te lo diré antes de irme,
no te aflijas. (Va hacia el centro del aposento y se detiene allí,
frunciendo el ceño)
(Con tono irritado) ¡Hum! ¡Supongo que más vale preparar el
desayuno... y no porque haya mucho que preparar! (Con tono
de interrogación) Salvo que tengas algún dinero... (Hace una
pausa esperando una respuesta del cuarto contiguo, que no
llega) ¡Qué pregunta estúpida! (Con dura risita) A estas
horas, yo debiera conocerte mejor ya. Cuando te fuiste
anoche tan malhumorado, me imaginé qué pasaría. No se te
puede tener la menor confianza. ¡En lindo estado viniste a
casa! Nuestra riña sólo te sirvió de pretexto para mostrartebestial. ¿De qué te valió empeñar el reloj si sólo querías
dinero para derrocharlo en whisky?
(Va hacia el armario y saca platos, tazas, etcétera, mientras
habla.)
¡Apresúrate! Últimamente, gracias a ti, no tardo mucho en
preparar el desayuno. Esta mañana sólo tenemos pan,
manteca y café: y ni siquiera tendrías eso si yo no me
estropeara los dedos cosiendo. El pan está duro. Supongo
que te gustará. Tú no te mereces nada mejor, pero no veo por
qué he de sufrir yo. (Yendo hacia la cocina de gas) El café
dentro de un momento, y no esperes que te lo sirva.
(Repentinamente, con violenta ira) ¿Qué diablos estás
haciendo ahora? (Va hacia la puerta y atisba) Bueno, por lo
menos estás casi vestido. Creí que te habías metido en la
cama de nuevo. Eso sería muy propio de ti. ¡Qué aspecto
horrible tienes esta mañana! ¡Aféitate, por amor de Dios!
¡Estás repulsivo! Pareces un vagabundo. Por algo nadie
quiere darte empleo. No los culpo... Tu aspecto no es ni aun
medianamente decente. (Va hacia la cocina de gas) Aquí hay
mucha agua caliente. No tienes la menor excusa.(Toma un
tazón y vierte en él un poco de agua de la cafetera)Toma.
(Él tiende la mano en procura del tazón. Se ve una mano
sensible, de finos dedos, que tiembla, y parte del agua se
derrama sobre el piso.)
(La señora Rowland, con tono insultante) ¡Mira cómo te
tiembla la mano! Más vale que abandones la bebida. No
puedes soportarla. Los hombres como tú son los mejores
candidatos al delirium tremens. ¡Eso sería la gota que hace
desbordar el vaso! (Mirando el piso) Mira cómo has dejado
el piso... hay colillas y cenizas en toda la habitación. ¿Por qué
no los tiraste sobre el plato? No, no serías lo bastante
considerado para hacerlo. Nunca piensas en mí. Tú no tienes
que barrer la habitación, y eso es todo lo que te importa.
(Toma la escoba y empieza a barrer malignamente,
levantando una nube de polvo. De las habitaciones interiores
llega el rumor de una navaja de afeitar que afilan)(Barriendo) ¡Apresúrate! Ya debe ser casi hora de que me
vaya. Si llegara tarde, me expondría a perder mi empleo y
entonces ya no te podría seguir manteniendo. (Y al
ocurrírsele algo más, agrega sarcásticamente) Y entonces,
tendrías que trabajar o hacer alguna cosa horrible de esa
especie. (Barriendo debajo de la mesa.) Lo que quiero saber
es si buscarás hoy trabajo o no. Sabes que tu familia no nos
seguirá ayudando. También ellos ya están hartos de
ti. (Después de barrer en silencio durante unos
instantes) Estoy cansada de toda esta vida. Ganas me dan
de irme a casa, pero soy demasiado orgullosa para permitir
que te sepan un fracasado... a ti, el hijo único del millonario
Rowland, el egresado de Harvard, el poeta, el hombre notable
del pueblo... ¡Bah! (Con amargura) No serían muchas las que
me envidiarían mi hombre notable si supieran la verdad. Me
gustaría saber una cosa... ¿Qué ha sido nuestro matrimonio?
Aun antes de que tu padre millonario muriera debiéndole
dinero a todo el mundo, nunca derrochaste un solo minuto a
tu esposa. Supongo que, a tu entender, yo debía darme por
satisfecha con tu honorable actitud al casarte conmigo...
después de haberme puesto en dificultades. Yo te
avergonzaba ante tus refinados amigos porque mi padre sólo
es un almacenero, eso es lo cierto. Por lo menos es un
hombre honrado, y tú no podrías decir lo mismo del
tuyo. (Sigue barriendo enérgicamente hacia la puerta. Se
apoya sobre su escoba por un momento)
Suponías que todos creerían que te habías visto obligado a
casarte conmigo y te compadecerían... ¿verdad? No
vacilaste mucho para decirme que me querías y para
hacerme creer en tus mentiras antes de que sucediera
aquello... ¿no es cierto? Me hiciste suponer que no querías
que tu padre me sobornara, como trató de hacerlo. Pero ya
sé a qué atenerme. Por algo he vivido tanto tiempo
contigo. (Sombríamente) Es una suerte que nuestro pobre
hijo naciera muerto, después de todo... ¡Qué padre hubieras
sido!
(Permanece en silencio y cavilando hoscamente durante un
instante, y luego prosigue con una suerte de salvaje alegría)Pero no soy la única que tiene que agradecerte su desdicha.
Hay, por lo menos, otra y esa no puede tener esperanzas de
casarse contigo ahora. (Asoma la cabeza al cuarto
contiguo) ¿Qué me dices de Elena? (Retrocede del vano de
la puerta con un sobresalto, algo asustada)
¡No me mires así! Sí, he leído esa carta. ¿Y qué? Tenía
derecho a leerla. Soy tu esposa. Y sé todo lo que hay que
saber, de modo que no me mientas. No tienes por qué
mirarme así. Ya no podrás intimidarme con esos aires de
hombre superior. Si no fuese por mí, te irías sin desayunarte
esta mañana. (Va hacia la cocina de gas y echa café en la
cafetera) El café está listo. No te esperaré.(Vuelve a
sentarse)
(Después de una pausa, llevándose la mano a la cabeza,
malhumorada) ¡Cómo me duele la cabeza esta mañana! Es
una vergüenza que deba irme a trabajar todo el día en una
habitación asfixiante, en este estado. Y no iría si fueras un
hombre. Debiera ser yo quien pasara el día tendida en la
cama, y no tú. Bien sabes lo enferma que he estado en este
último año; y, sin embargo, cuando tomo alguna pequeñez
para levantarme el ánimo, me lo echas en cara. Ni siquiera
quisiste dejarme tomar ese tónico que compré en la
farmacia. (Con risa cruel) Sé que te alegraría verme muerta y
que no te estorbara; entonces podrías correr detrás de esas
muchachas estúpidas que te creen maravilloso e
incomprendido... Esa Elena y las demás. (Del cuarto contiguo
llega una aguda exclamación de dolor)
(Con satisfacción) ¡Claro! ¡Ya sabía yo que te cortarías! Eso
te servirá de lección. Bien sabes que no debes pasarte las
noches vagabundeando por ahí y bebiendo, con tus nervios
en tan deplorables condiciones. (Va hacia la puerta y se
asoma a la otra habitación)
¿Por qué estás tan pálido? ¿Por qué te miras así, fijamente,
en el espejo? ¡Por amor de Dios! ¡Quítate esa sangre de la
cara! (Con escalofrío) Es horrible. (Con tono de alivio) Bueno,
ya estás mejor. Nunca he podido soportar el espectáculo de
la sangre. (Se aparta un poco de la puerta) Más vale querenuncies a afeitarte solo y vayas a una peluquería. Tu mano
tiembla horriblemente. ¿Por qué me miras así? (Se aleja de
la puerta) ¿Todavía estás furioso conmigo a causa de la
carta? (Desafiante) Pues yo tenía derecho a leerla. Soy tu
esposa. (Va hacia la silla y vuelve a sentarse. Después de
una pausa) Hace tiempo que estoy enterada de que tienes
una aventura. Tus débiles pretextos de que te pasabas el
tiempo en la biblioteca no me engañaron. Y, después de
todo... ¿quién es esa Elena? ¿Una de esas artistas? ¿O
también escribe poemas? A juzgar por su carta, lo parece.
Apostaría a que te dijo que tus cosas eran lo mejor que se
había escrito en el mundo, y que te lo creíste como un imbécil.
¿Es joven y linda? También yo era joven y linda cuando me
engañaste con tu hermosa palabrería poética; pero la vida
contigo la consume pronto a cualquiera. ¡Las que he pasado!
(Va hacia la cocina de gas y retira el café) El desayuno está
listo.(Con una mirada de desdén) Se te enfriará el café. ¿Qué
estás haciendo? ¿Afeitándote, todavía? ¡Por amor de Dios!
Más vale que renuncies a eso. Una de estas mañanas te
harás un buen tajo. (Se corta pan y lo unta con manteca.
Durante los párrafos siguientes, come y bebe su café)
Tendré que irme corriendo apenas concluya de comer. Uno
de nosotros tiene que trabajar. (Irritada) ¿Vas a buscar
trabajo hoy o no? Seguramente, alguno de tus refinados
amigos te ayudaría si te creyera realmente tan talentoso.
Pero supongo que todos ellos prefieren oírte hablar. (Se
queda sentada en silencio durante un momento)
Lo siento por esa Elena, sea quien sea. ¿No tienes ninguna
consideración por los demás? ¿Qué dirá su familia? Veo que
ella la menciona en su carta. ¿Qué hará? ¿Alumbrar al niño...
o ir a ver a uno de esos médicos? Linda situación, hay que
confesarlo. ¿Dónde conseguiría el dinero? ¿Es rica? (Espera
alguna respuesta a esta andanada de preguntas)
Hum... No me dirás nada sobre ésa... ¿verdad? ¡Tanto me
da! Después de todo, no lo lamento por ella. Sabía qué estaba
haciendo. A juzgar por su carta, no es una colegiala como lo
era yo. ¿Sabe que estás casado? Claro que debe saberlo.Todos tus amigos están enterados de tu infortunado
matrimonio. Sé que te compadecen, pero no conocen mi
versión del asunto. Hablarían de otro modo si la conociesen.
(Está demasiado ocupada comiendo para seguir hablando,
durante un segundo o dos.)
Esa Elena debe ser una buena pieza, si sabe que eres
casado. ¿Qué esperaba? ¿Qué yo te concediera el divorcio y
te dejara casarte con ella? ¿Cree que soy lo bastante chiflada
para eso... después de todas las que me hiciste pasar? ¡Por
cierto que no! Y tu no podrías conseguir el divorcio de mí y
bien lo sabes. Nadie podrá decir jamás que yo he hecho algo
malo (Apura el resto de su café)
Ella merece sufrir, es todo lo que puedo decirte. Te diré lo que
pienso: creo que tu Elena no pasa de ser una vulgar
trotacalles. Esa es mi opinión. (Del cuarto contiguo llega un
sofocado gemido.)
¿Has vuelto a cortarte? Bien merecido lo tienes. (Se levanta
y se quita el delantal) Bueno, tengo que irme sin
demora.(Malhumorada) ¡Vaya una vida la que llevo! No
soportaré por más tiempo tu haraganería. (Oye algo y hace
una pausa, escuchando atentamente) ¡Eso es! ¡Has volcado
toda el agua! No digas que no. La oigo gotear por el
piso. (Una vaga aprensión aparece en su rostro) ¡Alfred! ¿Por
qué no contestas?
(Va lentamente hacia la otra habitación. Se oye caer una silla
y algo que se desploma pesadamente en el suelo. La señora
Rowland se detiene, temblando de pánico, y exclama:)
¡Alfred! ¡Alfred! ¡Contéstame! ¿Qué has hecho caer? ¿Estás
borracho, todavía? (Incapaz de soportar la tensión ni por un
momento más, se lanza hacia la puerta del dormitorio.)
¡Alfred!
(Se detiene en el umbral, mirando el suelo del cuarto interior
transfigurada de horror. Luego lanza un salvaje alarido y corre
hacia la puerta, hace girar la llave y la abre frenéticamente depar en par. Y se precipita al vestíbulo gritando como una
loca.)
TELÓN