lunes, octubre 13, 2025

Tres Entremeses Anacrónicos del Doctor Sanguijuelo y sus Raros Pacientes (A la manera de los clásicos del XVII español, pero con anacronismos) Por Ben Gavarré

 



Tres Entremeses anacrónicos del 


Doctor Sanguijuelo y sus Raros Pacientes 

 

(A la manera de los clásicos del XVII español)

Por Ben Gavarré


Este trabajo ha sido publicado para su difusión libre y abierta, aunque todos los derechos de propiedad intelectual están reservados. El uso público de esta obra requiere el permiso del autor y para obtener la autorización correspondiente comuníquese con bengavarre@gmail.com o gavarreunam@gmail.com (Reg. Prop. Int. Expte. Bandeja de entrada)


 

Uno


Entremés del Paranoico, el Líder de la Secta y la Celestina Renovada

 

Personajes:

 

  • DOCTOR SANGUIJUELO: Que en este Entremés se presenta como líder de una secta secreta.
  • COSME: Un hombre paranoico que ve conspiraciones en todas partes.
  • DOÑA ELVIRA: Una vendedora ambulante de pócimas y ungüentos. Descarada y persistente.

Decorado: El mismo consultorio, pero con las cortinas echadas para crear un ambiente lúgubre.

(La escena comienza con el DOCTOR SANGUIJUELO pasando un imán por la cabeza de COSME, que está sentado y temblando).

DOCTOR SANGUIJUELO: (En un susurro conspirador). Sí... lo noto... Hay una vibración anómala. Las fuerzas oscuras de la Atlántida han puesto sus ojos en ti, hermano Cosme.

COSME: ¡Se lo dije, Gran Maestre! ¡Me han implantado micro-chips en el cráneo para leerme el pensamiento! ¡Y juraría que llevo micro-cámaras en los globos oculares! ¡Todo lo que veo lo emiten en directo a la corte del Preste Juan!

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Una tecnología perversa que aún no se ha inventado! Por eso nadie te cree, ¡pero nosotros, la Sagrada Orden del Ungüento Primordial, conocemos estos peligros! Usan sensores gamma para robarte los sueños.

COSME: ¡Mis sueños! ¡Anoche soñé que era una berenjena y esta mañana el frutero me miraba raro! ¡Lo saben todo! ¿Qué podemos hacer, Gran Maestre?

DOCTOR SANGUIJUELO: Debemos realizar el Ritual de la Extracción Magnética. Necesitaré dos huevos de gallina negra, el hígado de un sapo y...

(Unos golpes tremendos retumban en la puerta, haciendo que ambos salten del susto).

DOÑA ELVIRA: (Desde fuera). ¡Abra, Doctor, que sé que está ahí! ¡No se haga el ermitaño, que le traigo una mercancía que ni los tesoros de las Indias!

DOCTOR SANGUIJUELO: (Siseando a Cosme). ¡No hagas ruido! ¡Es una agente del enemigo!

(La puerta se abre de un empujón y entra DOÑA ELVIRA, cargada con una enorme cesta).

DOÑA ELVIRA: ¡Conque en un ritual! ¡Déjese de pamplinas, que se le va a pasar el arroz! Le traigo el nuevo Elixir de Hígado de Basilisco, ¡quita las penas, las almorranas y hasta las deudas con el rey!

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Mujer inoportuna! ¡Estoy en mitad de un delicadísimo procedimiento espiritual! ¡Váyase!

DOÑA ELVIRA: (Ignorándolo y fijándose en Cosme). Y para este caballero de rostro compungido tengo el "Agua de la Confianza". (Se acerca a Cosme y le guiña un ojo). Con dos gotas de esto, es capaz de venderle hielo a un esquimal.

COSME: (Retrocediendo, aterrorizado). ¡Atrás! ¡Es una de ellos! ¡Sus ojos son dos cámaras de vigilancia!

DOÑA ELVIRA: (Sin entender nada, intenta ponerle un frasco en la mano). ¡Tome, hombre, no sea arisco! ¡Pruébelo! ¿O prefiere el "Ungüento de la Invisibilidad"? ¡Ideal para maridos que llegan tarde a casa!

(Al ver el frasco, Cosme pega un grito de pánico).

COSME: ¡El suero de la verdad! ¡Quiere interrogarme! ¡Quiere saber dónde escondo las recetas de mi abuela! ¡Nooooo!

(Cosme sale corriendo como alma que lleva el diablo, derribando una mesita en su huida).

DOCTOR SANGUIJUELO: (Exasperado). ¡Magnífico! ¡Acaba de asustar a mi mejor cliente! ¡Pagaba en doblones de oro!

DOÑA ELVIRA: (Viendo cómo se ha ido Cosme, se encoge de hombros). Bah, un loco de atar. En fin, peor para él. (Se vuelve hacia el Doctor con una sonrisa de vendedora). Ahora que estamos solos y tranquilos... ¿le puedo dejar mis productos?

(Saca un rollo de pergamino de su cesta y lo desenrolla).

DOÑA ELVIRA: Mire, este es el catálogo. Tenemos una oferta especial en filtros de amor y un descuento del veinte por ciento en polvos para maldecir a los vecinos. ¿Qué le apetece?

(El Doctor Sanguijuelo se deja caer en la silla, completamente derrotado, mientras Doña Elvira empieza a recitarle las virtudes de un aceite de grasa de serpiente).


Fin del Entremés del Paranoico, el Líder de la Secta y la Celestina Renovada


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Dos


Entremés del Doctor, el Tímido y la Doncella


Personajes: 

  • DOCTOR SANGUIJUELO: El mismo matasanos de siempre.
  • FULGENCIO: Un joven tan tímido que parece que va a pedir perdón por respirar.
  • ISABELA: Criada del Doctor. Joven, bella y de ingenio vivaz. Es consciente de su efecto en los demás.

 

Decorado: El consultorio del Doctor Sanguijuelo. Isabela está sacudiendo el polvo del esqueleto con desgana.

(La escena comienza con el DOCTOR SANGUIJUELO observando una cebolla a través de un catalejo).

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Fascinante! Las capas de esta liliácea son un trasunto perfecto de las siete esferas celestiales que oprimen el alma. ¡Si tan solo pudiera aplicarle una sangría para ver sus humores!

ISABELA: (Para sí, pero en voz alta). Siete esferas de aburrimiento son las que me oprimen a mí en este cuchitril. ¡Más humores tiene un caracol seco!

(Llaman a la puerta. Es un golpe tan suave que apenas se oye. Isabela abre y entra FULGENCIO, que al verla se pone rojo como un tomate y se tropieza con sus propios pies).

ISABELA: (Con una sonrisa pícara). Cuidado, buen hombre, no vaya a descoyuntarse antes de ver al galeno.

FULGENCIO: (Tartamudeando, sin poder mirarla a los ojos). Per... perdón... gra... gracias... yo...

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Adelante, criatura doliente! ¿Qué mal aqueja a vuestro cuerpo mortal? ¿Es un exceso de flema o una escasez de maravedíes? Ambos tienen síntomas parecidos.

(Fulgencio intenta hablar, pero justo en ese momento Isabela se inclina para recoger un plumero, y el joven se queda sin aliento, llevándose una mano al pecho).

FULGENCIO: ¡Ay!

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Ajá! ¡Un espasmo! Describidme el dolor, ¡in situ y sine qua non!

FULGENCIO: (Mirando de reojo a Isabela). Es aquí, señor dotor... en el pecho. Siento como si... como si un caballo me galopara por dentro. Y me falta el aire... ¡y me arde la cara! Sobre todo cuando... cuando hay mucha luz.

(Isabela sonríe para sus adentros y se mueve por la habitación, haciendo que Fulgencio la siga con la mirada como si fuera un girasol).

DOCTOR SANGUIJUELO: (Ignorando por completo a Isabela). ¡Lo sabía! ¡Un caso de libro de "Fiebre Volcánica del Ventrículo"! ¡Tu corazón, pobre infeliz, está a punto de hacer erupción! ¡Debemos actuar!

FULGENCIO: ¿Erupción? ¿Y... y eso es grave?

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Gravísimo! La ciencia antigua recomienda aplicar sanguijuelas en el esternón, pero yo, que estoy a la vanguardia, propongo una solución del futuro. ¡Una técnica que aún no se ha inventado! ¡Se llama operación a corazón abierto con anestesia epidural!

ISABELA: (Asombrada). ¿Abrirle el pecho como a un pollo para el asado? ¡Válgame Dios!

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Silencio, mujer! Es un procedimiento delicadísimo. Reemplazaríamos su corazón enfermo por uno sano... de cerdo, a ser posible. ¡Aunque para eso necesitaríamos una máquina de rayos láser y un helicóptero para el transporte urgente del órgano!

(Al oír "abrirle el pecho", Fulgencio se pone blanco como el papel. Mira al Doctor, que ya está afilando un cuchillo de carnicero, y luego a Isabela. El pánico finalmente vence a su timidez).

FULGENCIO: (Con una voz sorprendentemente clara y fuerte). ¡Isabela!

ISABELA: (Sorprendida). ¿Sí?

FULGENCIO: (La agarra de la mano). ¡No puedo vivir sin ti ni morir con un corazón de cerdo! ¡Huyamos de este matadero!

ISABELA: ¿Huir? ¿Pero a dónde?

FULGENCIO: (Con urgencia, arrastrándola hacia la puerta). ¡No hay tiempo! ¡He llamado a un taxi! ¡Nos espera en la esquina para llevarnos a la estación y subirnos al metro con destino a Francia!

(Fulgencio e Isabela salen corriendo de la escena. El Doctor Sanguijuelo se queda quieto, con el cuchillo en la mano, completamente perplejo).

DOCTOR SANGUIJUELO: (Para sí). ¿Taxi...? ¿Metro...? ¿Qué extrañas palabras son esas? ¡Seguramente un delirio febril! ¡Los síntomas de la Fiebre Volcánica son más extraños de lo que pensaba! ¡Debo escribir un tratado sobre ello!

(Se encoge de hombros y vuelve a observar su cebolla).


Fin del Entremés del Doctor, el Tímido y la Doncella

 

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Tres 


Entremés del Doctor Sanguijuelo


Personajes:



  • ALDONZA: Vecina del doctor. Una vieja alcahueta, sorda cuando le conviene y con la lengua más afilada que un bisturí.
  • BARTOLO: Un Simple, convencido de que sufre el mal más terrible jamás visto.

 

Decorado:

Un cuartucho que pretende ser consultorio. En una esquina, un esqueleto de atrezo al que le falta un brazo. Colgados del techo hay manojos de hierbas secas y ristras de ajos. Sobre una mesa desvencijada se amontonan frascos con líquidos de colores dudosos, sanguijuelas en un bote de cristal y extraños instrumentos de metal. Hay una única silla para el paciente.

 

(Al abrirse el telón, el DOCTOR SANGUIJUELO está solo, examinando el contenido de un orinal con gesto de profunda sabiduría).

 

DOCTOR SANGUIJUELO: (Para sí, con voz engolada). ¡Oh, ciencia infusa! ¡Oh, arte de Galeno! En esta dorada linfa se revela el desequilibrio de los humores. Claramente, el dueño de esta vejiga padece de un exceso de cólera, mezclado con viento de poniente. ¡La cura es clara! ¡Una sangría en el tobillo y un emplasto de estiércol de paloma! ¡Soy un genio!

 

(Entra ALDONZA sin llamar, con una pequeña cesta. El Doctor se sobresalta y esconde el orinal bajo la mesa).

 

ALDONZA: ¡Buenas le dé Dios, señor dotor! Que pasaba por aquí para ver si seguía vuesa merced entre los vivos. Le traigo un caldo de gallina, que dicen que aviva el seso, y a la vista está que el suyo necesita un hervor.

 

DOCTOR SANGUIJUELO: (Molesto). ¡Mujer impertinente! ¡No se entra así en el templo de la ciencia! Interrumpes una meditación profunda sobre la melancolicus putrefacta.

 

ALDONZA: (Acercándose y fisgando todo). Menos latines y más escobazos, que tiene esto lleno de telarañas. Y dígame, ¿qué mal es ese? ¿Es peor que el dolor de riñones que me sube hasta el cogote y que solo se me calma con un trago de anís?

 

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Es un mal que tu mente simple no comprendería! Ahora, si me disculpas, aguardo a un paciente con un padecimiento de suma gravedad.

 

(Llaman a la puerta con tres golpes tímidos. Aldonza se adelanta y abre de par en par, revelando a BARTOLO, un hombre joven, envuelto en una capa a pesar del calor, que mira a todos lados con espanto).

 

ALDONZA: ¡Pase, pase, buen hombre! No tema, que el dotor Sanguijuelo o le cura o le manda de viaje a la eternidad, ¡pero una solución le encuentra!

 

(Bartolo entra, encogido. Se queda de pie, sin atreverse a sentarse).

 

DOCTOR SANGUIJUELO: (Poniéndose solemne y ahuecando la voz). ¡Ajajá! ¡He aquí un alma atormentada por el flagelo de la enfermedad! Acércate, desdichado, y confiesa ante Hipócrates el mal que corroe tus entrañas.

 

BARTOLO: (En un susurro). Señor dotor… es que… me da vergüenza.

ALDONZA: (A gritos, como si Bartolo fuera sordo). ¡Vergüenza la de robar y que te pillen! ¡Hable, hombre, que no tenemos todo el día! ¿Son bubas? ¿Es mal de amores? ¿O es que se ha comido vuesa merced un membrillo verde?

BARTOLO: (Asustado por el grito). ¡No, señora, no! Es… es en el pellejo.

DOCTOR SANGUIJUELO: (Se frota las manos con emoción). ¡La piel! ¡El lienzo donde el alma dibuja sus tormentos! ¡Habla, pues!

BARTOLO: (Tragando saliva). Me están saliendo… (Mira a los lados y baja aún más la voz) …escamas.

 

(Silencio. Aldonza se persigna. El Doctor abre los ojos como platos, lleno de júbilo).

 

ALDONZA: ¡Virgen del Socorro! ¡Escamas! ¡Como las del peje diablo! ¡A este mozo le han echado un mal de ojo en la feria por mirar a la mujer del boticario!

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Silencio, mujer ignorante! ¡Esto no es brujería, es ciencia! ¡Claramente padece de Dermatitis Reptiliana Saturnina! ¡Un mal rarísimo causado por un exceso de bilis negra y por haber nacido bajo un mal influjo de los astros! ¡Quítate esa capa, que debo observar la metamorfosis!

BARTOLO: (Aterrado, retrocediendo). ¡No, señor dotor! ¡Que si me da el aire, se me extiende!

 

(El Doctor Sanguijuelo, con un brillo maníaco en los ojos, intenta quitarle la capa a Bartolo. Comienza una persecución cómica alrededor de la pequeña habitación).

 

ALDONZA: ¡Sujétenlo, que se nos escapa el reptil! ¡No vaya a poner huevos!

 

(El Doctor persigue a Bartolo, que corre en círculos. En su huida, Bartolo choca con el esqueleto, que se cae a pedazos con gran estrépito de huesos. Bartolo grita).

 

BARTOLO: ¡Ay, que me quiere desollar! ¡Prefiero las escamas a sus manos!

DOCTOR SANGUIJUELO: (Jadeando). ¡Es por tu bien, ignorante! ¡Debo aplicar la cura! ¡Citius, altius, fortius!

 

(El Doctor logra arrinconar a Bartolo y, con la ayuda de Aldonza que lo empuja por detrás, le arranca la capa. Bartolo queda en camisa, temblando. El Doctor le agarra un brazo y se lo sube a la altura de los ojos).

 

DOCTOR SANGUIJUELO: ¡Veamos la extensión del mal…!

 

(El Doctor y Aldonza se inclinan para mirar el brazo de Bartolo. Se quedan un momento en silencio. Aldonza acerca un ojo, luego el otro).

 

ALDONZA: Pero… señor dotor… si esto no es más que un sarpullido de sudor. ¡Tiene la piel más seca que un esparto, de no lavarse!

 

(En el brazo de Bartolo solo se ve un trozo de piel enrojecida y algo reseca).

 

BARTOLO: ¿Un sarpullido…? ¿Pero… no me voy a convertir en lagarto?

DOCTOR SANGUIJUELO: (Sin perder la compostura, se yergue con orgullo). ¡Claro que no! ¡Ignorantes! ¿No veis el milagro? ¡Mi sola presencia, mi aura de sanador y el intimidatio medicus han obrado la cura instantánea! ¡El pavor que os he provocado ha hecho que vuestro cuerpo expulse el humor reptiliano! ¡La enfermedad ha huido ante la majestad de la ciencia!

 

(Bartolo se mira el brazo, luego al doctor, y su cara pasa del miedo a la furia).

 

ALDONZA: ¡Milagro dice el charlatán! ¡Si lo único que ha hecho ha sido romper ese pobre esqueleto!

DOCTOR SANGUIJUELO: (Extendiendo la mano). Son diez reales por la consulta y veinte por la milagrosa y veloz curación.

BARTOLO: (Indignado). ¡Le voy a dar yo veinte palos por el susto, curandero de tres al cuarto! ¡Se ha reído de mí!

 

(Bartolo agarra una de las ristras de ajos que cuelgan del techo y empieza a perseguir al Doctor Sanguijuelo por toda la habitación, amenazándole con ella).

 

DOCTOR SANGUIJUELO: (Corriendo y esquivando los golpes). ¡Insolente! ¡Desagradecido! ¡Así se paga la sabiduría en este siglo infame!

ALDONZA: (Riendo a carcajadas mientras los ve correr). ¡Dale, mozo, dale! ¡A ver si con un par de ajazos se le quita la tontería!

 

(El Doctor Sanguijuelo, viendo una oportunidad, sale disparado por la puerta. Bartolo, enfadado, tira la ristra de ajos al suelo y sale tras él, gritando insultos. Aldonza se queda sola, negando con la cabeza mientras ríe).

 

ALDONZA: (Al público). Vaya par de mentecatos. Uno que ve lagartos donde hay roña, y el otro que ve enfermedades donde hay dineros. En fin, me llevo el caldo, que para el cerebro de este no hay remedio. ¡Y tengo una nueva que contar en el mercado!

 

(Aldonza coge su cesta, le da una patada a la calavera del esqueleto que ha rodado por el suelo, y sale muy contenta por la puerta).

 

FIN DEL ENTREMÉS DEL DOCTOR SANGUIJUELO




FIN 

DE LOS TRES 

ENTREMESES

ANACRÓNICOS


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